REGRESO DE INDIA
He tardado siete años en poner orden a las notas del diario para releerlas con calma. A la vuelta de India necesité un par de meses para resituar las emociones y seguir adelante. No fue fácil. Al subir la escalerilla del avión que repetía el trayecto mágico de veinte años atrás, Bombay-Barcelona, iniciaba el camino para digerir todo lo que había hallado en mí, para que cada brizna de dolor y cada chispa de alegría que habían tomado forma en mi India encontraran su sitio en mi interior. Había ido allí como una esponja, dispuesta a absorberlo todo. Y, en efecto, todas las experiencias vividas no han sido en vano, he crecido como persona.
Ahora bien, los cambios no se producen de modo automático. El hecho de llenar vacíos, de encontrar respuestas, me ha llevado a reconocerme, a conformar una identidad mucho más sólida. Ahora que sé que pertenezco a una tierra maravillosa como es India, y no es maravillosa porque todo el mundo lo diga, sino porque en muchos aspectos me he sentido una india más, me gusta formar parte de ella. Desde este presente en orden puedo mirar el pasado y emocionarme, puedo hablar de mi historia, y puedo mirar hacia el futuro y tomar decisiones, que a veces serán acertadas y otras no Pero no nadarán en la incertidumbre. Una de estas decisiones ha sido escribir estas páginas: necesitaba explicarme.
Antes de regresar a India no me sentía preparada para saber de verdad qué significaba ser india, para conocer gente que pudiera hablarme de mi país en primera persona. Siempre acababa preguntándome qué habría sido de mi vida si me hubiera quedado y, me sentía privilegiada y me sobrevenía un sentimiento de culpa que me impedía encontrar el coraje para recibir más información. Ahora me siento orgullosa de ser una india-catalana y no bajo la mirada ante las personas de mi país, al contrario, existe un reconocimiento mutuo. Además, la mezcla hace que sea como soy, Me he criado aquí, pero tengo cosas de allí, y no sólo los rasgos físicos. Durante la estancia en India me reconocí en infinidad de detalles, como el placer de andar descalza, el aroma del incienso los colores vivos, la armonía de las flores y las velas.
La vuelta a Barcelona también me abrió los ojos a otra realidad. Existía un grupo de personas que querían adoptar niños de otros Países. Me sentí obligada a explicar mi historia, pues no podía quedármela sólo para mí, ahora que ya le había sacado todo el jugo Con mi experiencia, podía demostrar que lo que parece muy complicado puede tener un final feliz. Y me ofrecí a dar algunas charlas a las personas que iniciaban un proceso de adopción. Los futuros padres llegaban a la sala dondeíbamos a dar la charla con losánimos por los suelos. Los marean mucho con los trámites y el proceso es largo. Todo se les hace cuesta arriba y se plantean muchos interrogantes. Yo trataba de tranquilizarlos, al fin y al cabo a los padres biológicos les pasa lo mismo: toman una decisión con toda la ilusión del mundo y después tienen nueve meses por delante para preocuparse, para tener miedo, para dejar de tenerlo, para preguntarse si sabrán hacerlo… pero ningún niño viene con un manual de instrucciones, tampoco los adoptados. Muchos temas de los que me planteaban no tienen unaúnica respuesta, casi nada es blanco o negro, pero hay uno en el que no transijo: el cambio de nombre. Hay quien se excusa en que quizá les darán una criatura con un nombre difícil de pronunciar o que suena raro en nuestro idioma. En mi opinión, no se le puede cambiar el nombre a nadie. Cuando naces, te dan un nombre y siempre es por algún motivo. Ese nombre forma parte de uno mismo, debe acompañarte siempre. Si a mí me lo hubieran cambiado, habría sido un intento de borrar siete años de mi vida. Estos niños ya se enfrentan a suficientes cambios, de país, de lengua, de costumbres, como para añadir otro. La esperanza que esconde mi nombre ha sido mi guía, el impulso que he necesitado desde muy pequeña.
A la hora de adoptar, casi todo el mundo se decanta por niños muy pequeños. Con el relato de mi caso, trato de que entiendan que la adaptación de los niños ya mayores no es un problema insalvable. Estos niños son muy conscientes de su situación y merecen una oportunidad. También les preocupa el cambio de idioma, y algunos padres enseguida piensan en llevarlos a un colegio internacional. Yo considero que si tienen que ser niños de aquí, si tienen que estar plenamente integrados en su entorno, la integración debe empezar desde el primer día, dejando el inglés para más adelante.
La vida anterior ha de quedar a un lado, aunque eso no signifique un rechazo. Los padres biológicos estarán presentes de algún modo, pero nunca se les debe culpabilizar por el abandono. Nada de secretos ni rencores. Tal vez sea difícil encontrar un término medio entre lo que se les debe explicar sobre su origen y la integración en la nueva familia con todo lo que conlleva. Generalmente, el propio niño con su interés o la curiosidad que muestra va marcando el camino. De pequeña, yo sentía verdadero pánico cuando veía a personas de India, pues pensaba que me llevarían con ellas. Otros niños quizá no muestren una excesiva preocupación: cada persona es un mundo. Lo que no se debe hacer es forzarlos a olvidar o a recordar más de la cuenta.
El regreso al lugar de origen también suele ser un quebradero de cabeza para los padres. Querrían saber cuándo se tiene que hacer y cómo. Tampoco se les puede obligar. Por encima de todo deben sentir la seguridad de que sus nuevos padres no les fallarán nunca. Cada cual tendrá su momento, o tal vez no les llegue nunca. Yo no me vi capaz hasta los veintisiete años, otros cabe que sientan la necesidad mucho antes, no existe una norma. Mi hermana Fátima, por ejemplo, hasta el momento no ha querido ni oír hablar de volver a India. El dolor al pensar que te han abandonado es muy intenso, no se asimila fácilmente.
A veces algunos futuros padres adoptivos se preocupan por temas como el racismo o se preguntan cómo van a ayudar a esos hijos en las distintas etapas de su vida. Yo les cuento mis propias experiencias, pero el consejo final es que dejen a un lado las preocupaciones porque en la aventura de amor que inician todo saldrá bien.
Me gustaría que este libro fuera mi pequeña aportación para quien se encuentre en unas circunstancias similares a las que hemos vivido mis padres y yo. Surge de la necesidad de explicarme a mí misma y de poner mi experiencia a disposición de aquellas personas a las que les pueda ser de utilidad. Después de leerlo, tal vez los futuros padres relativicen algunos de los miedos que sienten y los que ya han formado una familia puede que vean reflejadas sus propias experiencias, o quizá, su historia haya ido por otros derroteros, pero habrá sido igualmente enriquecedora. Por este motivo he escogido algunos fragmentos del diario de mi madre como contrapunto a mis sentimientos. La historia vista desde el otro lado. Dos puntos de partida separados y a veces contrapuestos, pero que terminan confluyendo en uno.
En este momento, confío en que no pasen veinte años mas antes de que vuelva a India.
Barcelona, agosto 1995-septiembre 2002
AGRADECIMIENTOS
Este libro no existiría sin la ayuda indispensable de Gemma Sardá. Ella tuvo la paciencia de escuchar mi relato durante horas y de ayudarme a estructurarlo y darle forma, a descifrar las notas de mi diario y las del diario de mi madre para poder redactarlas de nuevo. Gracias, Gemma, por haberme ayudado a convertir mi historia en este libro y por toda tu dedicación.
Gracias a mi madre, por haber iniciado un diario para mí en una libreta de tapas rojas cuando yo todavía estaba en India y después, durante años, haber dejado constancia escrita del día a día para que me resultara más fácil entender mi vida, como así ha sido. Gracias también por permitirme añadir algunos fragmentos de aquel diario taníntimo en las páginas de este libro.
Gracias a mi padre, por su amor incondicional; lo que me une aél es un vínculo profundo y sin límites. Aunque no aparezca mucho en las páginas del libro, su presencia y su apoyo han sido constantes desde el primer día.
Gracias a Fátima, mi hermana, por permitirme que explicara su historia, que va muy unida a la mía.
Gracias a Lluís, por haber estado a mi lado antes y después del viaje, y por haberme ayudado a hacer y deshacer la maleta de los sentimientos.
Agradezco a Carme Jane y Arturo San Agustín que me dieran el impulso necesario para atreverme a hablar de mí misma.
Gracias a Miguel, por acompañarme un buen tramo de mi vida y por haberme ayudado a resituar ideas e imágenes.
Agradezco a Paco Escribano que me animara a escribir y que me presentara a Anik Lapointe, mi editora en catalán, que siempre ha confiado en este proyecto. Gracias también a Silvia Querini, la responsable de esta edición en castellano, por su profesionalidad y afecto.
Gracias a Vicenç Altaió, amigo y hermano, por su simpatía y su apoyo.
Gracias también a Anna Soler-Pont, que se convirtió de la noche a la mañana en amiga y agente literaria, unidas las dos por las aguas del Ganges, y que dio el impulso final a este libro.