Dylan Masters dio otro trago a su cerveza y golpeó con su tarro la superficie manchada de la barra. No era un hombre grande, solo musculoso, con rasgos asiáticos y largas rastas, pero había suficiente fuerza detrás del golpe para astillar la orilla del tarro.
"El Alto Consejo de Dragones denegó mi petición. Para cuando llegué a casa, mi esposa estaba muerta". Dylan inclinó el tarro hacia atrás para capturar los últimos centímetros de cerveza, ahora ligeramente caliente y diluida por el hielo derretido. Tosió y deslizó el tarro sobre la barra para que lo rellenaran.
No estaba seguro sobre cómo la mesera del bar AUDREY'S, Lola, lo había hecho hablar sobre lo que le había pasado a su difunta esposa tres años antes. Odiaba hablar de eso. Su dragón interno estaba encogido en una bola bajo su piel, callado y quieto como había permanecido durante los últimos años, desde esa horrible noche. Dylan recordó cómo había entrado caminando a la casa después del largo viaje de una semana volando de regreso en su forma de dragón. Estaba practicando cómo contarle sobre la decisión del Consejo de rechazarlo, cuando se dio cuenta de que la casa estaba demasiado tranquila, demasiado silenciosa para estar habitada. Atravesó cada habitación gritando su nombre. La encontró en su silla favorita, utilizando la sudadera de Dylan y acurrucada con un libro. Llevaba días muerta.
"¿Hubieras ido contra el decreto del Consejo y le hubieras dado tus escamas para curarla?" Lola preguntó, rellenando su cerveza y deslizándola de vuelta hacia él. La mesera de la barra era hermosa de una forma que era muy llamativa en aquel lugar. Un grupo de pequeñas trenzas salían de su cabeza como un mar de serpientes moviéndose en diferentes direcciones alrededor de su cara. Sus ojos morados tenían una sabiduría más allá de los años que aparentaba, la cual Dylan solo estaba acostumbrado a ver en los líderes más antiguos de los clanes de dragones. La curva malévola de su sonrisa combinaba con el tatuaje de rosa que atravesaba su pecho y bajaba hacia su amplio escote. Dylan no podía quitarse la sensación de que ella ya sabía todo lo que él estaba a punto de decir.
"Por supuesto que la hubiera salvado. Era el amor de mi vida. Los médicos nos dijeron que aún tenía meses. Si hubiera sabido el poco tiempo que teníamos en realidad, hubiera..." su voz se quebró, recordando esos días obscuros. Sabiendo lo que sabía ahora, no se hubiera molestado en rogarle al Alto Consejo de Dragones por su permiso; se hubiera desprendido algunas escamas, las hubiera molido hasta convertirlas en polvo y se las hubiera dado. Era un secreto cuidadosamente conservado entre las personas que se transformaban en dragones. Dylan no podía imaginarse cómo Lola lo sabía, pero las escamas de dragones molidas hasta ser un polvo llamado soplo podían curar a los humanos de la mayoría de las enfermedades. En esos momentos, Dylan aún creía en las reglas que prohibían darle soplo a los humanos. Creía en el sistema. Pensaba que el Consejo lo protegería y cuidaría, tanto a él como a su familia, porque eso era lo que se suponía que debía hacer. Ahora conocía la verdad.
El sonido de un rayón se escuchó detrás de él y el cuerpo de Dylan se estaba volteando para enfrentarse a la amenaza antes de que su cerebro se diera cuenta. Una bola de fuego iba a medio camino hacia fuera de su garganta que ya estaba transformada en su forma de dragón, lista para ser liberada en una llama furiosa que probablemente arrasaría con el bar hasta que quedara todo desecho.
Un hada lo miró fijamente con sus enormes ojos azules, con flores creciendo de su cabeza y viñas verdes brillantes que se enredaban en su cabello rubio. Su vestido era de pétalos rosas y azules unos sobre otros y su delicada boca se había abierto en advertencia, había un enjambre de abejas esperando justo en frente de su boca para tomar represalias si él atacaba.
Dylan levantó sus manos y deliberadamente se sentó de nuevo en su asiento, transformando su cara de vuelta a su forma humana, sintiéndose tonto.
"Perdón por eso", le dijo al hada. "Han sido unos años difíciles".
El hada hizo un sonido de gorjeo, ordenó su bebida y regresó a la mesa. Los ojos de Dylan se abrieron al mirar a los compañeros del hada: un hombre tigre en un traje completo de piel, un alto trol de más de 3 metros con tantas verrugas que su piel verde apenas era visible y una bruja de cabello rojo que hacía malabares con bolas de hielo y fuego, riendo cuando las tiraba al piso quemado. Un par de vampiros sorbían cocteles de sangre en la esquina y dos duendes irlandeses se besaban con entusiasmo, tropezando y riéndose mientras caminaban hacia una puerta etiquetada como "Habitación de atrás".
"¿Esto es, eh… normal por aquí?" Dylan preguntó, atando sus largas rastas hacia atrás.
"Estás en AUDREY'S, cariño", Lola sonrió, mostrando demasiados dientes. "No hacemos cosas normales".
Dylan tomó un trago de su cerveza, pensando. Los últimos años se habían sentido como una serie interminable de bares de mala fama y preguntas sin respuestas. Después de la muerte de su esposa, había pasado el primer año en duelo, intentando seguir adelante a pesar del enorme hoyo en su vida lugar que ella solía ocupar. Había vendido su casa, renunciado a su trabajo como investigador, les había dicho a los líderes de los clanes exactamente por dónde metérsela, había comprado una motocicleta y se había puesto en camino. Fue a la mitad del segundo año después de la pérdida cuando había empezado a escuchar los rumores. Las historias eran casi demasiado buenas para ser verdad, pero la posibilidad de que el club Garras de Hierro pudiera ser real lo mantuvo en movimiento, cazando al elusivo club ilegal de motociclistas. Mirando alrededor de AUDREY'S, Dylan llegó a la conclusión de que este bar parecía exactamente el tipo de lugar en donde podría obtener algunas respuestas.
"Tal vez puedes ayudarme", él dijo, intentando mantener sobre su cara una máscara de desinterés. "Escuché un rumor sobre un club de motociclistas: las Garras de Hierro. Aparentemente son un grupo de dragones marginados que distribuyen soplo".
"Eso suena como algo admirable de su parte", Lola dijo, su cabello ondulando alrededor de su cabeza tenía una agitación extra como la cola de un gato golpeando.
"Los he estado buscando por los últimos dos años, pero siempre he ido un paso atrás. Se siguen moviendo tan rápidamente después de cada distribución que para cuando descubro en dónde han estado, ya se han ido".
"¿Qué vas a hacer si los encuentras?" Lola dijo, su voz era desinteresada mientras mezclaba algo color verde brillante para el trol.
El dragón de Dylan giró y se estiró dentro de él, despertado por la extraña sensación de esperanza que comenzaba a moverse en el pecho de Dylan. ¿Realmente podía estar cerca? Lola obviamente sabía de ellos. La forma cuidadosa en que se paraba, la forma en que evitaba su mirada por primera vez desde que había entrado por la puerta... ella sabía algo. Y si sus deducciones eran correctas, ella estaba decidiendo si podía confiarle esa información.
Dylan podía entender su indecisión. Al Alto Consejo le encantaría encontrar al elusivo club de motociclistas y acabar con ellos. Había visto señales de los rufianes del Consejo en algunos de los pueblos en los que había estado, había escuchado rumores de violencia en bares que sonaban como el terrible tipo en el que se involucraban los rufianes cuando estiraban la correa del Consejo. Pero necesitaba encontrar las Garras de Hierro.
Lola lo miró a los ojos, esperando su respuesta.
"Si los encuentro, me uniré a ellos", él dijo. Por primera vez se preguntó si lo aceptarían. Tenía muchas habilidades que ofrecer como peleador e investigador, pero ¿su obediencia ciega del pasado a las tradiciones del clan haría que no confiaran en él?
Lola sonrió ampliamente. "Bueno, cariño, en ese caso, podrías querer revisar el mercado de pulgas mañana en Invierno Wondernasium. Pide los brownies especiales. Tienen un toque extra".
***
Dylan detectó a los hombres dragones de inmediato. Por ser un investigador privado por tantos años, había sido entrenado para detectar los pequeños detalles que otros hubieran pasado por alto. Para el observador casual o para las docenas de personas que caminaban alrededor viendo el mercado de pulgas, la mesa de productos horneados colocada entre un puesto de flores, y uno de jabones y cremas caseras se veía completamente inocua.
Un gran hombre negro con chamarra de piel estaba entregando una caja de brownies cortados a una mujer de edad media que compraba con su hijo. Había transacciones similares sucediendo en todo el mercado de pulgas. Sin embargo, lo que otros no hubieran pensado en observar era la exhalación relajada cuando la mujer tomó la caja, como si se levantara un peso de sus hombros, o la forma en que los ojos de su hijo se movían alrededor como si estuviera revisando quién ponía atención a su compra.
Otros no se hubieran dado cuenta de la forma en que el enorme hombre del puesto se paraba con un poder increíble en cada músculo que resaltaba bajo su chamarra de piel, pero con una pose relajada como si intentara disimular su presencia en lugar de hacerse ver y llamar la atención.
Con los sentidos agudizados de dragón, Dylan podía oler el aroma a aceite de motor en la ropa parchada del hombre y en su piel obscura, el olor tan fuerte que casi cubría el sutil olor de dragón por debajo. Por su tamaño, este hombre se transformaría en un dragón monstruoso, posiblemente un alfa; el poder y la confianza eran claros en cada gesto. Pero la forma gentil en que habló con la mujer y su hijo hacía alusión a una personalidad muy diferente que lo que Dylan estaba acostumbrado a ver entre los alfas dragones dominantes que eran muy competitivos.
La segunda persona que se transformaba en dragón y cuidaba el puesto hizo que Dylan al principio se confundiera. Él había asumido que la segunda persona vendiendo era una mujer por las geniales curvas que apenas se percibían bajo la chamara de piel. Después de mirar dos veces, Dylan dedujo a partir de la forma en que se paraba el hombre y de la inexplicable energía que salía de él que era distintivamente masculino. Había escuchado que una persona de las Garras de Hierro era transgénero. El hombre (Dylan estaba bastante seguro de que el miembro trans de las Garras de Hierro se identificaba como hombre) tenía una piel obscura color oliva, una barbilla apuntada y las características delicadas que Dylan asociaba con los clanes de dragones del medio este. Estaba poniendo más atención a sus alrededores que a su enorme líder; sus ojos revisaban a las multitudes. Dylan se volteó y pretendió revisar un estante de postales clásicas cuando los ojos del segundo hombre lo miraron.
Dylan mordió un poco la parte de adentro de su mejilla, intentando evitar que la emoción se mostrara en su cara. ¡Los había encontrado! Después de buscar a las Garras de Hierro por tanto tiempo, apenas si podía contener su felicidad. Detectó a algunos otros miembros caminando alrededor del mercado de pulgas abarrotado. Había encontrado diferentes formas de intentar cubrir sus olores a dragón, bajo perfumes o grasa de motor, como su líder, pero la forma en que se movían los marcaba como parte del mismo grupo. Cada uno tenía al menos a otro miembro del club en su visión periférica todo el tiempo y, sin importar a qué parte del mercado se dirigieran, nunca parecían dar la espalda por completo a los otros.
Dylan sintió el hambre del que se había olvidado después de tantos años sin un clan. Los dragones no estaban hechos para estar solos. Eran criaturas de clanes. No sabía mucho sobre el club excepto que las Garras de Hierro estaba conformado por personas que se transformaban en dragones, que habían dejado o habían sido exiliados por sus clanes familiares. Mientras que los clanes de dragones tendían a ser monocromáticos (de la misma geografía y líneas familiares), este grupo era agradablemente más diverso, con marginados que eran originarios de todo el mundo. Y sin embargo, los inadaptados marginados de este club secreto estaban más en sincronía que cualquier clan que Dylan hubiera visto jamás, moviéndose con coordinación y siguiendo órdenes silenciosas como una solo unidad. Era una cercanía que Dylan no había conocido en demasiados años.
¿Cómo me acerco a ellos? Dylan recorrió una serie de escenarios en su cabeza, finalmente y decidió ser directo. Caminó hasta la mitad del pasillo, lo suficientemente cerca como para detectar el aroma de la droga de escamas de dragón molidas, soplo, en los brownies cuando una mano lo detuvo por el pecho.
"Hola, amigo", dijo una voz a la derecha de Dylan. “¿Qué hace un hombre que se transforma en dragón como tú en un lugar como este?" Dylan siguió la mano hasta llegar a un hombre delgado con facciones gruesas, cabello ondulado con estilo y callos de guitarra en las puntas de sus dedos. Había tatuajes cubriendo la parte superior de sus manos y desaparecían bajo su chamarra de piel, con insinuaciones de diseños más grandes saliendo de la parte superior de su camisa y subiendo por su cuello. Detrás de él estaban paradas otras dos personas que se transformaban en dragones: una mujer con una playera que decía, "Más rápida que una multa de tránsito" y mostraba sus impresionantes bíceps y un niño asiático más pequeño que parecía ser adolescente o estar a principios de sus veintes. La mujer parecía lista para golpear la cabeza de Dylan si la amenazaba, mientras que el niño temblaba en sus botas de metal, a pesar de sus intentos de mantener una expresión dura en su cara.
"Sí, ¿qué hace aquí, señor?" dijo el niño, obviamente esforzándose demasiado. El dragón con las manos de músico exhaló molesto, pero no quitó su mirada dura sobre Dylan. La mujer solo sonrió.
"Mi nombre es Dylan Masters. No tengo clan. Los he estado buscando durante los últimos dos años".
"¿Y eso por qué?" el niño preguntó. "¿Estás buscando problemas?" Flexionó sus músculos y golpeo la palma de su mano con su puño. Dylan estaba bastante seguro de haber visto a los villanos en las películas hacer eso, pero nunca lo había visto en la vida real. El niño era adorable.
El dragón más grande del puesto de brownies no se había movido, pero Dylan podía ver que su atención estaba en ellos. Se vio tentado a forzar su camino para pasar al comité de bienvenida y hablar con el líder directamente, pero probablemente no era buena idea hacer enemigos tan pronto. Por la forma en que se paraba, Dylan no estaba seguro de que podría pasar más allá de la mujer que bloqueaba su camino.
"No estoy buscando problemas. Estoy buscando ayudar. Tengo una historia difícil con el Consejo por querer darle soplo a humanos que lo necesitaban", Dylan agregó. "Escuché rumores de ustedes y lo que han estado haciendo. Quería ver si les serviría tener otro par de ojos y puños".
"¿Y qué crees que nosotros estamos haciendo?" la mujer dijo, hablando por primera vez. Su voz tenía un tono musical, una insinuación de un ligero acento que Dylan no podía definir. La belleza de su voz le daba una suavidad a su cara que no estaba en su postura o en la forma en que estaba parada. Aún así no quería tener problemas con ella.
"Creo que están agregando soplo en secreto a los brownies especiales de allá para ayudar a personas enfermas a mejorarse".
"¡No agregamos cosas en secreto!" el niño gritó, inmediatamente poniéndose rojo cuando se dio cuenta de lo que había admitido.
"Ned, ve a ayudarle a Alec antes de que te lastimes", la mujer dijo, exhalando ligeramente. Los hombros de Ned cayeron y caminó pesadamente para unirse a los miembros de su club.
"Es joven", Dylan comentó.
"Es lo suficientemente grande para ser consciente", la mujer dijo. "Soy Emma".
El músico cubierto de tatuajes dio un paso adelante, sosteniendo su mano para que Dylan lo saludara. "Soy Caesar. Nuestro líder de allá es Gran Joe y nuestro experto en tecnología junto a él es Alec". Caesar señaló con la cabeza al puesto. "Ned no estaba equivocado; no agregamos cosas en secreto para nadie. Nuestros clientes llegan a nosotros a través de referencias y saben lo que están pidiendo".
La voz de Dylan sonó tan escéptica como él se sentía. "¿Saben que están comiendo escamas de dragón hechas polvo?"
Caesar se rió. "Claro que no, no somos tan estúpidos. Piensan que están tomando un medicamento experimental que no tiene la aprobación de la Administración Federal de Medicamentos aún. Lo vendemos barato y no pueden argumentar sobre los resultados".
"Eso es..." Dylan comenzó a decir, después se detuvo cuando vio un movimiento dirigido de reojo. El olor de los hombres dragones vino de una nueva dirección. Unos hombres sospechosos con bultos sospechosos que parecían ser armas escondidas. Tocaban sospechosamente sus orejas, como si estuviera revisando audífonos escondidos. "La Guardia Roja, los rufianes del Consejo. Están aquí".
"¿Qué? ¿Dónde?" Caesar y Emma ya se estaban moviendo de regreso al puesto. Gran Joe, Alec y Ned sacaron un pequeño barril de metal desde abajo de la mesa y comenzaron a meter los brownies con soplo en él. Dylan miró lejos del duro olor a químicos.
Inteligente, pensó. Si destruían la evidencia, los rufianes no tendrían ninguna prueba que llevar a sus jefes. El soplo no era difícil de hacer. La parte más difícil de reemplazar sus productos sería hacer la mezcla de los brownies.
Los cinco rufianes del Consejo dejaron de intentar ser sutiles y comenzaron a atacar. La multitud del mercado de pulgas debió detectar que algo sucedía porque comenzaron a alejarse apresuradamente, limpiando el espacio frente al puesto de productos horneados.
Dylan esperaba que no tuvieran que transformarse en dragones, las víctimas eran casi inevitables cuando se involucraban las llamas de dragón, pero si lo tenían que hacer, se sintió mejor porque la mayoría de los humanos no los verían en sus verdaderas formas. Solo unos cuantos humanos tenían la visión para realmente ver a las criaturas sobrenaturales junto a las que vivían cada día, pero aún los humanos sin la visión podían sentir el peligro que se cocinaba en el mercado y corrieron.
Salieron dagas de las mangas de los rufianes mientras avanzaban, unas espadas largas y malvadas que brillaban demasiado en la luz y, si Dylan no lo estaba imaginando, zumbaban ligeramente con un murmullo siniestro.
"Eso no puede ser bueno", Dylan murmuró.
"Amigo, es mejor que salgas de aquí si no quieres acabar en medio", Gran Joe dijo con su voz profunda resonante y dando una orden. Dylan no era chaparro, pero su cabeza apenas pasaba el hombro de Gran Joe. Dylan olió azufre y vio el cuello de Gran Joe transformarse en su forma de dragón, estirándose ligeramente y cubriéndose con duras escamas verdes. Era un nivel de control impresionante. Con su cuello y, como podía asumir Dylan, la parte interior de su pecho transformados, Gran Joe podría controlar sus ataques de fuego.
"No me voy a ir a ningún lado", Dylan dijo.
Gran Joe asintió con la cabeza. "Si todos sobrevivimos a esto, hablaremos". Detrás de él, Dylan vio a Emma y Alec caminar hacia adelante como la segunda línea de defensa alrededor del puesto.
"Sí, señor", Dylan dijo.
No hubo tiempo de decir nada más. Los rufianes les cayeron encima todos al mismo tiempo, cortando con sus espadas, intentando golpear a Dylan, Gran Joe, Alec y Emma, intentando pasarlos para atacar a Caesar y Ned mientras ellos rápidamente terminaban de destruir los brownies.
Tres de los rufianes atacaron a Dylan al mismo tiempo, uno de sus golpes dio en su hombro mientras Dylan se agachaba para evitar otro golpe que iba dirigido a su cara. Él peleó de regreso, mandando al piso a uno con un solo golpe en la cara mientras otros se lanzaban contra él con una furia renovada.
Dylan se perdió en la furia de la pelea: golpes, patadas y el sonido de las espadas cortando el aire tan cerca de su cara que pudo sentir la brisa. Un cuchillo lo lastimó en un costado, pero se lo quitó, la adrenalina lo mantenía de pie.
Podía escuchar los gritos de los humanos congregados, y el sonido de golpes y de barro rompiéndose desde el puesto de flores y un grito agudo que cerró su garganta pero no tuvo tiempo de voltear a ver quién había gritado. El último rufián de pie era más grande que el resto. Tenía dos cuchillos en sus manos y la expresión de un asesino entrenado.
Dylan se balanceó sobre sus metatarsos, sus ojos sobre el pecho del hombre, esperando los movimientos delatadores de los músculos de su oponente que señalarían los siguientes movimientos de los cuchillos. La herida en el costado de Dylan estaba tomando más tiempo para sanar de lo que había anticipado, haciéndolo más lento por unos segundos cruciales. El hombre se movió a la izquierda, pero Dylan estaba esperando el truco y se agachó bajo el golpe del cuchillo de la derecha, rodando bajo el brazo de su atacante. Podía sentir cómo se abría más su herida mientras giraba, pero ignoró el dolor. Se defendió con una patada voladora por atrás que tumbó al rufián e hizo que tirara uno de los cuchillos en sus manos. Dylan lo agarró mientras el rufián se ponía de pie, bloqueó una cuchillada que iba dirigida a su garganta y golpeó de regreso.
"¡Dylan! ¡Agáchate!"
Dylan no dudó en obedecer la orden de Gran Joe. Se tiró al piso, sus brazos en forma protectora sobre su cabeza mientras un rugido de llamas ardió sobre él, golpeando al rufián con toda su fuerza. El rufián se transformaba en dragón así que el fuego no lo iba a lastimar, pero su ropa instantáneamente se prendió, cubriendo al hombre en llamas. Era suficiente distracción para que Alec se acercara corriendo y acabara con él con una patada giratoria en la cabeza. Dylan volteó para ver a Gran Joe transformándose de vuelta en su forma humana por completo. Su cuello y pecho se transformaron de nuevo en piel.
Dylan se paró, observando los resultados de la pelea. Su herida aún dolía con una furia que amenazaba con mantenerlo agachado en el piso, pero todo lo que necesitaba era tiempo para que sanara. Se paró con trabajo, manteniendo la herida cerrada con una mano y esperando a que su sanación de dragón se activara.
El puesto de las flores se había volteado de lado, tirando plantas y macetas rotas. Un rufián inconsciente tenía la cara profundamente metida en una planta de cardo morado que se veía distintivamente incómodo. El puesto de jabones parecía relativamente intacto, aunque se veía que alguien, Dylan creía que Ned, había estado usando los productos como proyectiles ya que había jabones de colores en el piso 6 metros a la redonda en todas direcciones. Sus ojos se siguieron moviendo hasta que se detuvieron en el pequeño cuerpo lastimado recostado a lado de la mesa de productos horneados.
Ned.
Caesar y Emma estaban inclinados sobre él, hablando para mantener al niño consciente y envolviendo las heridas sangrantes en sus brazos y costado.
Dylan corrió hacia ellos, sin estar seguro sobre cómo contribuiría. "No sé mucho sobre medicina", dijo. El niño se veía muy lastimado. "Se transforma en dragón. ¿Por qué no está sanando más rápido?"
"Los bastardos usaron cuchillas embrujadas", Caeras maldijo.
¿Cuchillas embrujadas? La mano de Dylan tocó la herida en su costado. No estaba sanando tan rápido como debería. ¿Estaba embrujado el cuchillo que lo había lastimado?
"Debí quedarme en el negocio de los hoteles", Ned gimió suavemente. Gran Joe puso una mano sobre el hombro del niño y lo apretó.
"Fuiste muy valiente, niño. Lo hiciste bien. Ahora solo tendremos que curarte", él dijo. Gran Joe volteó con Alec. "Llama a Marie. Dile que nos vea en la casa club tan pronto como pueda".
"Ya la llamé", Emma dijo. "Va en camino".
Gran Joe asintió y volteó a ver a Dylan. "Lo hiciste bien hace rato. Podríamos usarte después de todo. Mientras estés de acuerdo con ser cazado por nuestros antiguos líderes solo porque queremos ayudar a la gente".
"Creo que puedo lidiar con eso", Dylan sonrió.
"Toma tu motocicleta y síguenos. Necesitamos llevar a este niño con Marie".
"¿Quién es Marie?" Dylan preguntó.
Gran Joe intercambió una mirada con Emma. "Ya verás. Creo que te agradará".
***
Marie miró a los charcos de sangre que llevaban a la puerta de la casa club y suspiró. ¿Qué han hecho esta vez estos niños? Agarró fuertemente la agarradera de su bolsa médica y caminó más rápido hacia la casa club. El edificio no era impresionante en la dura luz del día, la casa club parecía como el bebé de un bar de mala fama y un granero, y el exterior estaba marcado con huellas de quemaduras, manchas de sangre, vómito y otros fluidos desagradables que uno esperaría afuera de un club de motociclistas. El lugar no estaba cerca de cumplir con los requisitos sanitarios que prefería cuando suturaba heridas, pero las Garras de Hierro siempre evitaban el hospital si pensaban que podían hacerlo.
"¡Doc!" la voz de Gran Joe hizo eco a través del bar vacío mientras Marie cruzaba el umbral. "¡Por aquí!"
Por supuesto que es Ned. Marie resistió la necesidad de cuidar al hombre más pequeño y de hacer un alboroto alrededor de él. Gran Joe y Emma habían acostado a Ned sobre una de las mesas de billar cerca de la barra. Sangraba por diferentes cortadas a lo largo de su cuerpo, gemía y se movía, derramando sangre sobre la superficie verde afelpada de la mesa. Pobre pequeño.
Marie comenzó a trabajar inmediatamente, cortando lo que quedaba de la ropa de Ned y después esterilizando y suturando sus heridas, una por una. Parece otro ataque de cuchillas embrujadas. Suspiró. Parecía que había más y más de las malditas cosas en circulación cada día.
Alec, Gran Joe y Emma se movían alrededor de ella mientras trabajaba, la lámpara de luz fluorescente que colgaba bajo y parpadeaba sobre Marie mientras suturaba a Ned. A ella no le importaba; estaba acostumbrada a suturar a este grupo en situaciones lejos de lo ideal. Una mesa de billar era mucho mejor que la vez que había tenido que suturar a Emma a la mitad del desierto con arena soplando sobre todo.
"No sé, Doc. No se ve tan bien". Gran Joe bloqueó la luz al moverse atrás de Marie.
"Probablemente deberíamos dormirlo como animal", Emma bromeó, empujando a Gran Joe fuera del camino para que Marie pudiera ver. "En verdad dicen que es como irte a dormir".
"No, es resistente. Probablemente nos sobreviva a todos". Un hombre asiático con manchas de sangre y rastas largas que no reconoció caminó hacia ellos, sonriendo ampliamente. Ella no tenía idea de qué hacía ahí o cómo se había involucrado en la pelea, pero esperaba que las Garras lo mantuvieran cerca por un buen rato. Era magnífico. La forma en que sus ojos parecían devorarla toda, desde sus curvas redondas hasta las manchas en su pijama quirúrgica y el maquillaje ligeramente corrido de sus ojos. Ella nunca había pensado que el deseo a primera vista pudiera ser tan poderoso. Él estaba ligeramente inclinado, como si su costado le doliera, pero la mayoría de la sangre no parecía ser suya. Aún cubierto en sangre y posiblemente herido, la forma en que se conducía irradiaba confianza, su sonrisa astuta la hacía derretirse y los músculos que revelaba a través de los cortes y roturas de su ropa insinuaban una forma masculina casi perfecta.
"Doc, este es Dylan Masters. Dylan, ella es la Doc. Cuidado, le gusta suturar sus iniciales en nosotros a veces", Alec se rió.
"Soy Marie, en realidad". Ella sonrió, quitándose un guante de látex para saludar de mano a Dylan. Sintió una pequeña descarga cuando sus pieles entraron en contacto. "Y solo hago eso cuando Alec me hace enojar". La mano de Dylan era enorme comparada con la suya y podía sentir los duros callos que delineaban su palma. Trabaja duro. Es bueno saberlo.
Intentó mantener su expresión facial neutral mientras las imágenes de cómo se había hecho esos callos corrieron por su mente: Dylan como vaquero, montando caballos sin camisa mientras los ataba con cuerdas; Dylan como granjero, trabajando la tierra, sacando vida de la tierra, sudando bajo el caliente sol de la pradera; Dylan como bombero, su camisa quemada en trocitos, rescatando a un gato bebé de un infierno creciente.
"¿Doc? Probablemente va a necesitar su mano de vuelta", Emma murmuró suavemente con una sonrisa conocedora.
"¿Qué? Oh, cierto". Marie soltó su agarre, la sensación de regresar a la realidad le pegó como una rápida bofetada en la cara.
"No me estaba quejando", Dylan se alejó caminando hacia la barra, su mirada extrañamente hambrienta mientras la miraba. Ella sintió calor por todos lados, pero se puso un nuevo guante y devolvió su atención a Ned.
"Entonces, ¿qué fue lo que pasó allá afuera exactamente?" Marie levantó una ceja sospechosa hacia Gran Joe mientras limpiaba los pedazos de sutura y gasa de la mesa de billar.
"Oh, ya conoces a Ned". Gran Joe se recargó contra una columna.
"Es tan torpe". Emma tomó un trago de una taza humeante de café.
"Muy torpe". Gran Joe sonrió. "Se tropezó y se cayó".
"Wow". Marie se quitó sus guantes, tirándolos dentro de un bote de basura cercano. "Eso definitivamente es tener mala suerte. ¿Cuáles son las probabilidades de que Ned, aquí, se corte una y otra vez, casi como si estuviera en una pelea con cuchillos?"
"Son probabilidades bastante bajas", Emma interrumpió. "Deberíamos hacer que compre un boleto de lotería hoy".
Marie aclaró su garganta y esperó, usando su mejor cara de directora disgustada. Todos en la habitación se quedaron en silencio.
"Fue mi culpa". Dylan rompió el silencio. "Unos enormes rufianes del Consejo estaban acechándonos y..."
"Respondimos de forma apropiada". Emma dijo sonriendo. "Pero esos cabrones traían cuchillas embrujadas". Ayudó a Ned a levantarse de la mesa de billar. "Le quita toda la diversión".
"Aunque nos da estos momentos de calidad juntos", Marie sacó una paleta verde brillante sabor a manzana y se la dio a Ned. Él rápidamente se la metió a la boca. "Vas a estar bien, niño". Juntó los pedazos de gasa y cinta que quedaban de su trabajo y volteó hacia Alec. "En realidad, tengo algunos negocios".
Los negocios, como Marie siempre los llamaba, eran la parte que amaba más de su trabajo. Como enfermera registrada, pasaba sus días utilizando la tecnología más novedosa y los medicamentos aprobados por la Administración Federal de Medicamentos que estaban disponibles para sanar a la gente, pero a veces no eran suficientes.
"Aún con el altercado de hoy, pudimos entregar soplo a cincuenta pacientes", Alec dijo, abriendo su computadora portátil.
Marie se encogió de hombros. "Es un inicio". Marie recordó cinco años atrás cuando su propio cáncer se había extendido más rápido y lejos de lo que los médicos podían extirpar. Apenas podía moverse, no podía comer y pasaba sus días mirando fijo el techo de su cuarto de hospital, destruida por el dolor, preguntándose cuándo llegaría la muerte.
"¿Cincuenta personas?" Dylan dijo, moviéndose para ver por encima del hombro de Alec. "¿Cómo han logrado mantenerse bajo el radar tanto tiempo?" Marie no estaba segura si era la luz, pero Dylan se veía más pálido que cuando había entrado por la puerta.
"Con mucho cuidado", Alec dijo, sus labios delicados convirtiéndose en una sonrisa.
Cuando había conocido a las Garras de Hierro, el club no era tan cuidadoso. Sin nadie en el interior que los refiriera, Gran Joe había tenido que buscar en el ala de oncología a personas que pudieran beneficiarse por consumir soplo. Una mañana entró a escondidas a su habitación, todo él, masa y músculos, y la había convencido de probar un nuevo tratamiento, un nuevo medicamento 'especial', como lo había llamado. Sin nada que perder, Marie aceptó, bebiendo el vaso de agua lleno de soplo que le había dado. Si en ese momento le hubiera dicho que estaba consumiendo escamas de dragón hechas polvo, le gustaba pensar que lo hubiera lanzado contra la pared, pero hubiera tragado un ojo de tritón si alguien le hubiera dicho que iba a disminuir su dolor.
"Lo vale. Piensa en todas las personas que podrían beneficiarse del soplo. El Consejo no ayudará a los humanos porque tienen miedo de que cacen a nuestra especie si los humanos se enteraran. No están ayudando a las personas; dejan a humanos inocentes morir por miedo. Tenemos que ser mejores que eso". Gran Joe volteó a ver a Alec. "Si los rufianes no hubieran venido, ¿cuántas personas más estaban en la lista que no pudieron recolectar?"
Alec solo encogió sus hombros, sus grandes pechos presionaban la parte frontal de su chamarra.
Marie miró las caras sombrías a su alrededor. Hasta Emma, quien raramente mostraba cualquier emoción fuera del enojo, se veía triste.
"Llegaremos a más en la siguiente distribución, ¿cierto?" Ned preguntó, su voz sonando especialmente joven e inocente.
Gran Joe se rió con una carcajada resonante y alborotó el cabello de Ned. "Sí, niño. Lo haremos. No podemos tener miedo de ayudarlos a todos". Marie miró a Dylan y después hacia otro lado por la expresión de asombro en su cara. Había estado con las Garras de Hierro tanto tiempo que a veces daba por hecho lo inusuales que eran.
"Ned, ve a hacer el inventario", Alec dijo. Marie iba a protestar, pero Ned sonrió ampliamente para que confiaran en él esa tarea y se fue saltando, solo haciendo algunas muecas de dolor cuando sus suturas se jalaban. Esto es lo que amo de estas personas: su optimismo desatado, Marie sonrió.
Su optimismo la había salvado. Todo el personal del hospital habían asumido que Marie estaba muerta. Habían cambiado su atención y recursos a otros pacientes, y la habían dejado para que muriera, poniéndola "tan cómoda como era posible". Semana tras semana, Gran Joe había aparecido, pacientemente esperando a que Marie se terminara hasta la última gota de su nueva "medicina". Todos se habían rendido con ella, excepto Gran Joe y su familia de personas que se transformaban en dragones marginados.
Después de la primera semana, el apetito de Marie regresó y devoró el terrible menú del hospital con gusto. Después de la segunda semana, sus doctores estaban boquiabiertos por la forma sutil en que se estaba recuperando y se pisoteaban unos a otros para quedarse con el crédito. Miró alrededor a las sonrisas renovadas de las Garras de Hierro. Nunca podría pagar su deuda de vuelta. En cuanto se pudo levantar, había seguido a Gran Joe fuera del hospital y había descubierto su club, todos sus tatuajes y cicatrices. Marie inmediatamente le juró su lealtad. Aún podía recordar sus caras estupefactas, cada uno insistiendo a su manera que debería ir y vivir la vida que casi le habían arrebatado. Fue Emma quien vio lo que Marie podía ser para el club: un recurso médico para identificar pacientes, un ingreso legítimo en una industria muy cerrada y un médico a la orden para un grupo que regularmente tenía heridas.
"¿Estás segura de que estará bien, Marie?" Caesar preguntó, viendo la espalda de Ned que se alejaba. Marie sonrió. Emma y Gran Joe podrían bromear sobre las heridas de Ned, pero Caesar siempre había sido la persona sensible del club. También era el único que ocasionalmente caía en usar su nombre real en lugar del honorífico apodo de "Doc" con el que los demás se referían a ella.
"Parece que nuestro pequeño Ned estará bailando en el concierto del sábado después de todo", Emma dijo, pegándole con su codo a Gran Joe en su costado.
"Sí, con todos sus pies izquierdos", Gran Joe dijo, terminando su idea con una sonrisa compartida que todo el grupo ignoró.
Marie se rió, resistiendo la tentación de picar a Gran Joe y Emma con su dedo por ser adorables. "Chicos asegúrense de que se transforme en dragón por unas cuantas horas esta noche. Eso debería acelerar la sanación", ella dijo. "Y reduzcan esas peleas con cuchillos; son malas para su salud".
Apuntó una a una hacia todas las caras, moviendo su dedo índice al apuntarlos. Gran Joe y Emma se veían ligeramente molestos mientras que Alec simplemente se veía divertido, Caesar sonrió descaradamente. Buscó a Dylan y sintió un pánico casi palpable invadirla cuando lo vio. Dylan se había caído al sucio piso de cemento detrás del grupo, su cara del color de la ceniza, sus manos cubiertas en sangre, su camisa empapada de color carmesí. El corazón de Marie martilló en su pecho mientras corría a su lado.
***
Dylan parpadeó al despertar con el sonido de un pitido constante; un dolor agudo en su brazo, y el fuerte olor a desinfectante y látex. Se estiró para intentar reducir el dolor en su brazo, pero una pequeña mano lo detuvo.
"Espera, Dylan. Lo necesitas".
Sus ojos finalmente se enfocaron en la cara más hermosa que había visto jamás: Marie. Estaba parada sobre él, iluminada por atrás por las luces fluorescentes de forma que parecía que su cara estaba rodeada por un halo de luz. Su dragón interno se retorció y golpeó, realmente despierto y consciente por primera vez en lo que parecía una eternidad. Su dragón se enfocó en Marie, la deslumbrante enfermera latina que había conocido en la casa club. Desde que se habían conocido, no había querido ver hacia otro lado, su pecho temblaba con la necesidad de tocarla.
Dylan miró a su alrededor. Estaba amarrado a una cama de hospital, una línea intravenosa en su brazo y una máquina pitaba al ritmo de su corazón.
"¿Qué pasó?" dijo, su garganta se sentía áspera y seca.
"Estabas sangrando seriamente y decidiste no decirle a nadie. Eso no fue muy inteligente", ella dijo, moviéndose alrededor de la habitación para revisar su historial y picar algunos botones en el monitor cardíaco.
"¿Cuánto tiempo llevo aquí?"
"Estuviste inconsciente las últimas horas mientras te suturaba. Vas a estar bien, pero necesitarás descansar un poco más y mantener la línea intravenosa en tu brazo". Ella ajustó la bolsa de solución salina casi vacía sobre su percha. "¿Por qué no le dijiste a nadie que estabas lastimado? Si hubiera trabajado en esto antes, estarías en mucho mejor forma".
Él encogió los hombros, después hizo una mueca de dolor cuando el movimiento generó que se jalaran sus suturas. "No quería hacer un gran espectáculo. Me transformo en dragón. Debería estar sanando más rápidamente que esto".
Ella se rió. "¿No hacer un espectáculo? Te cortaron con una cuchilla embrujada. Sabes que una cuchilla embrujada lastima de la misma forma que un cuchillo normal lastimaría a un humano".
Dylan casi sonrió aliviado. Oh, ¡una cuchilla embrujada! No soy un completo llorón. "¿Qué demonios hacían esos tipos con cuchillas embrujadas?"
"Emma me dijo que todas están registradas y son reguladas fuertemente, pero parece que el Consejo no tiene problemas con entregarlas a sus rufianes cuando ustedes son el objetivo. Deberías saber que no debes intentar mantener en secreto este tipo de heridas, aunque seas un tipo grande y fuerte". La mano de Marie bajó por su brazo de una forma que no parecía completamente profesional. Dylan estaba emocionado.
“¿Y tú qué, Marie?" Su nombre se escuchaba bien en sus labios. Era hermoso. Desde que había puesto sus ojos sobre ella por primera vez en el club, había sido atraído hacia ella. La forma en que se había encargado de Ned mostraba gentileza, competencia y una amabilidad que no estaba acostumbrado a ver en sus años en la carretera. Ella tenía una bondad que brillaba en sus ojos y se escondía en las esquinas de su sonrisa que lo hacía querer estar cerca de ella. No afectaba el que fuera hermosa: ojos cafés que brillaban como piedras preciosas, un cabello negro precioso por el cual quería pasar sus dedos, una figura redonda de amplias curvas que quería sentir bajo sus manos. Su dragón la deseaba demasiado. No había sentido esa sensación de calor intenso por una mujer desde que su esposa había muerto y la profundidad de su atracción lo sorprendió.
"¿Qué con eso?" ella dijo. Su voz sonaba corta de respiración mientras lo veía hacia abajo. Él notó que las manos de Marie se detuvieron sobre sus hombros, su contacto lo quemaba a través de la delgada bata de hospital.
"¿Qué una mujer tan hábil y hermosa como tú no debería mantenerse alejada de criminales? ¿Y sobre todo de criminales que se transforman? ¿Por qué me estás ayudando?"
Ella mordió un lado de su boca y él tuvo que controlarse para no ponerse duro instantáneamente.
"Conocí a las Garras después de que usaron soplo para curarme. Pero yo ya estaba huyendo. Y esa es una larga historia y no debería hablar de ella aquí", ella dijo con sus ojos mirando a la ventana en la habitación del hospital.
"Entonces, ¿tal vez deberíamos ir a un lugar en donde me puedas contar?" él agregó, estirando la mano que no tenía la línea intravenosa para tocar la mano de Marie. Ella se sonrojó y sonrió, la expresión tan sensual que perdió la batalla de evitar que se notara su atracción. La bata de hospital no hizo mucho para ocultarlo, levantándose como carpa alrededor de su erección.
"¡Oh!" ella suspiró. Por un segundo, parecía que ella iba a estirar su mano para tocar su espada y todo su miembro tembló con la intensa necesidad de sentir la piel de Marie contra la suya. Imaginó como se arrancaba la bata y le arrancaba su uniforme de hospital; la jalaba hacia abajo para que lo montara. Podía visualizar demasiado bien cómo sus mejillas se sonrojaban al montarlo, sus abundantes pechos rebotando contra su pecho hasta que él atrapaba uno de los globos entre sus dientes. Ella mordería su labio mientras él se empujaría hacia arriba, dentro de ella. Entonces, la doblaría sobre el lado de la cama y la cogería hasta que gritara su nombre.
"¿Dylan?" Su voz, tan llena de preocupación, rompió su sueño. "¿Estás bien? ¿Sientes dolor?"
Su dragón interno rugió con hambre. La deseaba. La deseaba en su cama, para que su sonrisa y su amabilidad calentaran sus días. Todo su cuerpo ardía por ella.
"Estoy bien". Tenía que estar bien. Tenía que convencerla de que podía hacerla feliz, mostrarle cómo podía hacer cantar a su cuerpo.
Ella lo miró, mordiendo su labio de nuevo de una forma que le hizo pensar en esos labios sobre todo su cuerpo. "Si te sientes lo suficientemente bien, deberíamos llevarte al techo en donde puedes transformarte. Tu línea intravenosa ya se termina", miró al monitor cardíaco, "ahora estás estable. Aún con una herida embrujada, sanarás más rápido si puedes transformarte a tu forma de dragón".
Dylan no podía argumentar eso. Solo pensar en transformarse lo hacía sentirse mejor. Ella lo ayudó a llegar al techo, revisando para asegurarse de que el lugar estuviera libre de otras enfermeras y personas antes de cargarlo a medias por una escalera trasera hasta el techo. Dylan se sentía ligeramente débil, pero disfrutó poner un cojeo extra en sus pasos, haciendo que Marie corriera hacia adelante para permitirle recargarse pesadamente sobre ella.
"Gracias por ayudarme", Dylan dijo, inclinándose para susurrar en su oído, dejando que su respiración llegara a los finos cabellos en la parte de atrás del cuello de Marie. Su piel se puso chinita y ella sonrió.
"No hay problema. Siento tanto que te esté costando trabajo caminar. ¿Estás seguro de que te sientes lo suficientemente fuerte como para transformarte?" Por la mirada en su cara, ella sabía perfectamente bien que era capaz de subir las escaleras si él quería. Dylan sintió cómo devolvía la sonrisa, sintiendo una ligereza en su pecho que no había sentido en mucho tiempo. ¿Así se sentía la diversión?
Las manos de Marie pasaron por su costado mientras lo sostenía; las manos de Dylan paseaban por sus hombros y bajaban por su espalda. Solo una mirada severa pero juguetona de ella lo detuvo de bajar su mano hasta su trasero. Su trasero en el pijama quirúrgico azul claro definitivamente era una visión que valía la pena, pero mantuvo sus manos en orden. Retrasar la satisfacción haría que el momento en que finalmente pusiera sus manos sobre sus curvas fuera mucho más emocionante.
El viento sopló en ráfagas que silbaban a través del techo. Marie salió primero para revisar que la costa estuviera libre; lo último que necesitaban era a una enfermera subiendo a escondidas al techo para fumar un cigarrillo y cachara a Marie mientras contrabandeaba a un paciente en bata de hospital, quien después se transformaría en dragón.
En cuanto confirmó que estaba solos, Dylan miró hacia adentro, a su dragón interno, permitiendo que la esencia de la bestia lo llenara, empujándose fuera de su coraza humana y expandiéndose. Sintió cómo sus músculos se estiraban y cambiaban, sus huesos se rompían y se expandían en nuevas formas. La transformación había sido incómoda cuando era joven, pero ahora era solo otra parte de él. Su cuerpo saliendo de su piel se sentía como un alivio bendito porque hacía que la enormidad de su interior finalmente fuera igual a su exterior.
En menos de un minuto, la transformación estaba completa, y la mayor parte del techo estaba ocupada por Dylan en su forma de dragón: no tan grande como los dragones del Consejo o como un verdadero dragón alfa, pero aún así era gigante. Estaba cubierto de escamas doradas y azules obscuras, y se paraba más alto que un camión con una envergadura de más de 15 metros.
"¿Qué opinas?" Dylan preguntó, su voz en forma de dragón ronca y profunda.
"Es, eh...diferente", Marie dijo.
Dylan exhaló y un pequeño hilo de humo salió de su boca. "¿Eso es todo? Soy una bestia magnífica y terrorífica, ¿y todo lo que obtengo es 'diferente'?"
Marie se soltó riendo, sosteniendo sus costados. Era un sonido increíble y Dylan estaba determinado a hacerla reír tan seguido como fuera posible de ahí en adelante.
"En verdad, no pretendía cuestionar tu draconés", ella se rio. "He visto a todos los miembros del club en su forma de dragón. Ustedes bestias son todos muy impresionantes".
"¿Entonces por qué el 'diferente'?" él dijo.
"¿Te haría sentir mejor si te dijera que me gustas más como hombre que como lagartija gigante?" ella dijo sonrojándose ligeramente.
"¿Oh? ¿Te gusto, eh?" él dijo, su sonrisa se sentía extraña en su cara draconiana.
"Por favor, deja de hacer esa cara. Sé que estás sonriendo pero parece que estás a punto de comerme".
Solo esos minutos en su forma de dragón hicieron que su herida se sintiera mejor. El dolor había disminuido y podía sentir cómo sus músculos y su piel se unían mientras los poderes incrementados de sanación de su forma de dragón atacaban la herida hechizada.
"Tal vez sí quiero comerte", él dijo, sintiendo cómo su cuerpo se transformaba de regreso a su forma humana. Su bata de hospital se había roto en pedazos al transformarse en dragón así que ahora sentía la brisa por todos lados. Los ojos de Marie vieron hacia el sur, su cara se sonrojó y miró rápidamente hacia arriba otra vez, sus ojos fijos en la cara de Dylan. Él caminó hacia adelante para tomar la cara de Marie entre sus manos.
"Tal vez quiero comerte toda", él murmuró, inclinándose hacia abajo, cerca, para oler el almizcle excitado que salía de ella en olas. Olía exquisito y él quería enterrar su cara entre sus piernas y lamerla hasta que perdiera los sentidos.
"Comer..." ella comenzó a decir, después se detuvo. "Apenas si nos conocemos", ella dijo.
"Entonces ven a tomar algo conmigo. Conóceme".
"No sé", ella dijo. "Si vas a ser parte del club, probablemente no debería. Trabajo con ellos. Prácticamente vivo con ellos. Si esto se convierte en algo y luego no funciona, podría ser..."
Él la detuvo inclinándose hacia abajo y besándola profundamente en la boca. Ella dudó por un segundo y después sus brazos subieron alrededor del cuello de Dylan, jalándolo cerca. El aroma de Marie lo rodeó, haciéndolo sentir más fuerte y contento de lo que había estado en años. Sus manos dieron un masaje a la parte de atrás de la cabeza de Marie y ella se inclinó más cerca de él, sus manos lo sorprendieron al bajar para apretar su trasero. Fuerte.
"Marie", él dijo alejándose lo suficiente para descansar su mejilla contra el costado de su cara. "Me encantaría tomarte en este techo, pero mencionaste algo sobre conocernos mejor. Probablemente deberíamos hacer eso".
"Aguafiestas", Marie respiró suavemente, pero no lo suficiente para que la audición sobrenatural no lo detectara. Y, por su sonrisa, ella también lo sabía.
Esta mujer es increíble.
"Entonces mañana... ¿bebidas y cena y conocernos?" él dijo rápidamente antes de que pudiera cambiar de opinión y le arrancara la ropa ahí mismo y en ese preciso momento.
Ella apretó su trasero tan fuerte que él brincó.
"Absolutamente".
Si no salgo de aquí, voy a tomarla en este techo.
"Hasta mañana, entonces", Dylan dijo, corriendo hacia el costado del edificio y saltando. Se transformó mientras caía, su forma de dragón abrumando a su forma humana débil y volando sobre las nubes. Las vistas y los aromas de la ciudad se avivaron en su forma de dragón, pero el único sonido que le importaba estaba de vuelta en el techo: el pequeño suspiro frustrado de Marie mientras decía su nombre.
***
Marie detuvo un resoplo cuando las burbujas de su coctel cosquillearon su nariz. Había estado en AUDREY'S muchas veces, pero nunca se había sentido tan cómoda o como si estuviera en casa como en este momento. Debe ser la compañía.
Dylan se había arreglado muy bien, se veía guapo, pero casual en sus jeans ajustados, su playera entallada y su chamarra de piel. Se estaba comportando como un perfecto caballero, dándole el suficiente espacio físico e iniciando conversaciones sustanciales, pero la mirada en sus ojos dejaba claro que la deseaba.
Marie no estaba segura de qué tanta caballerosidad podía recibir. Contuvo un suspiro mientras recordaba como se había levantado con su erección en el hospital, su mera presencia causando esa excitación en él. Su pulso se aceleró y deslizó su pequeña mano bronceada a través de la mesa de madera con cicatrices, deslizándola sobre la palma de la mano de Dylan, maravillándose por cómo cabía perfectamente. Los dedos de Dylan se cerraron alrededor de los suyos casi instintivamente, pero él siguió hablando.
"Entonces, ¿viajas por todo el país con las Garras de Hierro? Eso tiene que ser difícil, siempre moviéndote así".
Marie tomó un trago de su coctel, algo azul burbujeante que Lola había preparado y forzó una sonrisa. Odio contar esta historia.
"El club tiene que mantenerse en movimiento para estar un paso adelante del Consejo". Ella intentó recuperar su mano, pero Dylan la tenía capturada, casi como si tuviera miedo de que Marie saliera corriendo. "Tienes 18 puntadas que prueban lo importante que es mantenerse adelantado a la Guardia Roja. Fue perfecto para mí porque yo ya era..." ella hizo una pausa, buscando el eufemismo correcto, "nómada".
"No te pueden atrapar en un lugar, ¿eh?" los ojos de Dylan estaban iluminados con picardía, sin duda imaginando la vida descuidada de un viajero, todo transitorio y amor libre.
"Algo así". No era nada como lo que había dicho Dylan. Ella tenía una vida, tenía un hogar y le habían arrancado todo.
"Era una enfermera en un hospital enorme en donde vivía". Ella recordó lo emocionada que había estado por obtener el trabajo por el cual había trabajado durante años. Tenía un montón de amigos, iba a noches de karaoke, era normal. Al principio de un turno de noche, había hecho sus rondas temprano, revisando a los pacientes ligeramente antes de lo que debía, solo para poder ver el final de un estúpido programa de televisión en la estación de enfermeras. Fue el movimiento de las cobijas lo que había hecho que entrara a la habitación.
"Alguien fue asesinado y vi como sucedió". Ella pensó que alguien se estaba moviendo y girando en sueños, sus fuertes instintos maternales la convencieron de tranquilizar al alma torturada. Cada día agradecía a sus estrellas de la suerte porque sus cómodos zapatos de trabajo que no hacían ruido al caminar no le dieron ninguna pista al atacante de que no estaba solo. El cuarto estaba completamente obscuro, pero los faros de un auto iluminaron a través de la ventana con un breve rayo de luz, apuntando los focos a su cara llena de cicatrices. Nunca olvidaría esa cara: Vinny el Puño. No conocería su nombre hasta después, pero su cara la perseguía en sus pesadillas.
Dylan apretó su mano gentilmente, sin ningún trazo de alegría en su cara. "Eso debe haber sido terrible".
Peor que eso. "No fue tan importante. En los hospitales, las personas mueren todo el tiempo, entonces no fue exactamente nuevo". El hombre en la cama se retorció y peleó bajo el agarre de Vinny. Marie se tiró al piso detrás de un carro para paros cardíacos, cubierta por la obscuridad. El sonido del cuello del hombre rompiéndose se escuchó como un eco claro en la habitación, haciendo que Marie sintiera como si su estómago se cayera. La habitación giró a su alrededor, no podía respirar, quería desmayarse, desaparecer, huir de este asesino y del paciente al que le había fallado. Pero solo se escondió, intentando no ser detectada por el vicioso depredador que estaba a solo unos metros.
"Hubo todo un juicio, tuve que testificar". Ella agitó su mano restándole importancia, sonriendo con trabajo. "Algo pasó y dijeron que el juicio era nulo. Creo que algo pasó con el oficial que lo arrestó". La evidencia del error del oficial no salió a la luz hasta que el juicio iba a la mitad y Marie ya había testificado. Ella ya se había enfrentado a Vinny el Puño, la fuerza bruta de un sindicato de crímenes muy poderoso, los Fratellis. Marie lo señaló, lo identificó como el asesino y ella pudo ver cómo las venas en su cuello cuadrado pulsaban y cómo sus manos se cerraban en puños mientras hablaba. Él podría matarla sin sudar ni una gota y ella le acababa de dar una buena razón para hacerlo.
"Vinieron por mí. Yo no calificaba para el programa de protección de testigos así que supuse que era una buena idea irme de la ciudad". El recuerdo de esa noche pasó por su mente por lo que parecía ser la centésima vez. Se despertó congelada; la nieve y el aire frío entraban por una ventana que definitivamente había cerrado antes de dormir. El miedo se adueñó de su corazón. Alguien estaba dentro de su casa. Agarró el teléfono de su buró y corrió. Una sombra corpulenta se acercó a ella y ella saltó por la ventana abierta de su departamento en el segundo piso. Corrió hacia las luces brillantes de un restaurante de 24 horas, el aire frío punzando en sus pulmones, la nieve mordiendo sus pies helados. Había logrado poner un poco de distancia y terminó de marcar al 911 antes de que la primera bala de Puño destrozara su hombro.
"Después de unos años de moverme, me enfermé, el gran C y después Gran Joe me encontró. El club me dio soplo para regresarme mi salud y ahora lo uso en mis pacientes para seguir la cadena de favores de alguna forma". Ella no tenía las palabras para expresar lo que había significado que Gran Joe y el resto aceptaran hacerla parte de su familia. Después de tantos años, aterrada de que Vinny y los Fratellis la encontraran, estar rodeada por personas que se transformaban en dragones tan impresionantes había cambiado su vida, de una serie de escapes cercanos aterradores a un paseo glorioso para llevar poderes de curación milagrosa a las masas. Ella tomó un gran trago de su coctel y se rio. "Entonces, así es como una chica como yo acabó en un lugar como este". Hizo un ademán para señalar a la clientela ecléctica de AUDREY'S.
"Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso". La expresión en los ojos de Dylan no era de lástima, no era simpatía. Era casi orgullo. "Eres una persona increíble por salir viva y aún querer ayudar a otros".
Ella podía sentir cómo aumentaba el color rosado en sus mejillas y fijó su mirada en la de Dylan. Un torrente de anticipación pasó por todo su cuerpo. Ella no quería pensar en Vinny o en los Fratellis. No quería pensar en el cáncer o en la muerte. Solo quería pensar en el hecho de que un increíble y guapo hombre la estaba viendo como si fuera una diosa. Su pulso se aceleró al inclinarse hacia él sobre la mesa, mostrando su amplio escote en blusa de corte bajo para que él lo viera.
"¿Alguna vez has visto la habitación de atrás de AUDREY'S?"
***
Dylan no esperó a que ella preguntara dos veces. La jaló para que se parara del banco, levantándola mientras ella chilló felizmente y cargándola en la dirección hacia donde Lola señalaba. Aún podía oler un viejo temor en la piel de Marie, podía ver el estrés en la esquina de sus ojos después de hablar de una parte de su vida que obviamente odiaba revivir. Aún mientras le había contado la versión abreviada, él podía darse cuenta por la forma en que su cuerpo se tensaba de que había sido mucho peor de lo que describía. Se sentía como un idiota por siquiera haber preguntado, pero estaba contento por entenderla mejor. Ahora tenía sentido cómo alguien tan increíble como Marie había caído en el rol de médico de un club de motocicletas. Confiaba en su protección en lugar de en el sistema de aplicación de la ley humana que fallaba para mantenerla a salvo.
Eso era algo más que tenían en común: el sistema les había fallado. Pero ella no parecía estar amargada por eso. Aún trabajaba como enfermera en hospitales y clínicas en cualquier lugar en donde el club se estableciera, ayudando a las personas y usando soplo para salvar a quienes de otra forma no podrían ser salvados. Su fuerza y su bondad lo derribaban.
Él pateó la puerta de la habitación de atrás de AUDREY'S para abrirla, aún cargando a Marie en sus brazos. La habitación era pequeña, una pared estaba cubierta con cajas mientras que la mayor parte del cuarto estaba ocupada por un catre lo suficientemente grande para una persona. La acostó gentilmente sobre las cobijas, inclinándose para besarla.
"Marie, nunca vas a tener que pasar por eso de nuevo. Te lo prometo", Dylan dijo, empujando su camisa hacia arriba para besar su estómago.
Ella agarró la parte de atrás de la cabeza de Dylan por el cabello y lo alejó de su torso para poder verlo a los ojos.
"No me trates como si fuera frágil", ella dijo. "Soy una niña grande y te quiero duro y sucio, Dylan Masters".
Santos señores de los dragones.
Su cuerpo entero se sintió agudizado y una excitación pasó por él. Transformó brevemente un dedo en una garra de dragón y rompió la blusa de Marie, arrancándola de su cuerpo. Su piel bronceada brillaba con sudor y el color rosado de sus hermosos pechos excitados eran como una flecha que atraía su atención a ellos. Ella era la criatura más gloriosa que él había visto jamás; toda ella era curvas femeninas que moría por agarrar. La fuerza en los ojos de Marie y la forma necia en que colocaba la quijada eran atractivas para su dragón, el cual rugió con apreciación de una pareja que lo igualaba.
Ella desabrochó su brassiere y lo lanzó a través de la habitación, sentándose en sus rodillas para acercarse más a él y desabrochar su cinturón. Jaló fuertemente sus jeans y su ropa interior hacia abajo para que su dureza estuviera en frente de su cara. Marie mordió su labio y Dylan gimió, sus caderas lanzándose hacia la boca de Marie inconscientemente.
"No sé a qué conclusión has llegado sobre la historia de mi vida de mierda", ella dijo, usando su líquido preseminal para lubricar su espada, moviendo su mano hacia arriba y hacia abajo sobre su miembro mientras su otra mano agarraba sus bolas. "Pero soy una enfermera y una chica motociclista y una amiga y otras cien cosas antes que ser un testigo huyendo". Ella respiró profundamente y sus pechos se levantaron y cayeron.
"¿Sabes qué más eres?" Dylan dijo, estirándose para tomar los pechos de Marie con ambas manos, apretando sus pezones fuertemente entre sus dedos. Ella arqueó su espalda, empujando sus pechos más firmemente en sus manos. Sus pechos eran lo suficientemente grandes para que la piel sobresaliera de las manos de Dylan y a él le encantaba.
"¿Qué más?" La voz de Marie estaba corta de respiración y él podía oler el almizcle de su excitación en el aire. Él no pensaba que su miembro pudiera endurecerse más pero, saber que ella estaba excitada y que lo deseaba lo volvía loco. Él necesitaba su entrada resbalosa alrededor de su miembro. Ya.
"Sensual como ninguna". Él la jaló hasta que estuvo de pie, bajando su falda y ropa interior, y empujando su pecho contra la puerta.
"¡Sí!" ella gritó, sus caderas empujándose hacia atrás, contra él. Él abrió sus piernas con las manos y empujó dos dedos profundamente dentro de ella.
"Estás tan mojada", él dijo, mordiendo su hombro lo suficientemente fuerte para dejar una marca. Ella gritó y el aroma de la excitación aumentó, su entrada empapaba sus dedos. Él salió y colocó su miembro en su entrada, después la penetró duro. Ella se sentía tan apretada y él gimió y agarró su pecho, apretando su pezón de la forma en que le gustaba mientras ella se retorcía y empujaba contra él. El cuerpo de Marie se acomodó alrededor de su miembro, consumiéndolo, ayudándole a perderse en su suave humedad. Él salió y volvió a entrar lentamente, estirándola y esperando a que ella se ajustara a su tamaño.
"Dylan, ¡cógeme! ¡Más fuerte! Necesito, oh Dios, ¡carajo!" sus palabras salían incoherentemente, pero él no podía negarse a ella. Empujándola contra la puerta, con sus pechos presionados contra la madera. Él la penetró fuertemente, agarrando duramente su trasero y después levantando una de sus piernas para tener un mejor ángulo para empujar su miembro hasta adentro y cogerla duro.
"¡Sí!"
Él podía sentir cómo ella comenzaba a venirse, su interior se apretaba mientras sus gritos aumentaban y ella gemía. Todo el cuerpo de Marie se retorció y se estiró, sus puños golpeaban contra la puerta y sintió su vagina hacer espasmos alrededor de su miembro. Él movió la mano que tenía en su pecho hacia abajo para tocar su delicado clítoris, prolongando su placer mientras ella subía y bajaba contra su miembro. Finalmente, ella se dejó caer, exhausta contra la puerta y él salió, aún sosteniendo su cuerpo desnudo cerca.
"Eso fue..." ella comenzó a decir, pero Dylan la volteó de forma que su espalda estaba presionada contra la puerta, levantando sus piernas para que se envolvieran alrededor de sus caderas.
"¿Creías que ya habíamos terminado?" él dijo con su voz áspera. Él levanto las caderas de Marie para que ella cayera fuerte sobre su miembro, enterrádose profundamente mientras la reclinaba contra la puerta para empujarse dentro de ella, la gravedad la jalaba hacia abajo fuerte sobre su miembro. "Puedes volar mucho más alto, mi dragón".
Los ojos de Casey brillaban y su cara aún estaba sonrojada por su primer orgasmo, pero el agarre de sus piernas alrededor de las caderas de Dylan era estable y fuerte.
"No soy un dragón. Soy humana", ella dijo, riéndose mientras se empujaba para frotar sus pechos contra el de Dylan.
Él la levantó de nuevo, penetrándola tan fuerte con su miembro que ella inhaló profundamente y cayó hacia atrás contra la puerta. Él ajustó su agarre en el trasero de Marie hasta que llegó al ángulo correcto y después se empujó dentro de ella de nuevo.
"Eres un dragón en tu alma. Mi dragón sabe cuando ha conocido a alguien de su estatura".
Los ojos de Marie se abrieron mucho, pero él no le dio la oportunidad de responder. Él se inclinó hacia adelante para besarla, mordiendo su labio y moviendo su lengua dentro de la boca de Marie mientras sus penetraciones aumentaban el ritmo. Ella gimió con su boca, mordiendo el labio de Dylan, mientras que con la lengua exploraba y entraba a su boca al mismo ritmo que el miembro de Dylan la cogía. Los ruidos de excitación que ella hacía lo volvían loco mientras sus golpes eran cada vez más rápidos, lanzándolos a los dos contra la puerta en empujones furiosos. Él pudo sentir cómo el peso de Marie se apretaba alrededor de él mientras ella se venía por segunda vez. Era esa última sensación extra la que él necesitaba para venirse, vertiéndose dentro de ella y gimiendo con júbilo.
Él parpadeó para regresar a su estado alerta después de lo que pareció como una hora de estrellas dichosas. La cara de Marie estaba cerca de la suya, su expresión igualmente consumida con la calma después del coito.
"Marie..." Él no sabía lo que quería decir. Era demasiado pronto para usar palabras como amor, pero sentía que tenía que decir algo para mostrar lo bien que se sentía estar aquí con ella. "Eres increíble".
"Espero que no sigas esa frase con un ‘pero’", ella dijo; sus ojos se iluminaron con alarma.
"No, solo eres una 'y', sin 'peros'", él sonrió. "A menos que realmente te guste coger como perros", él dijo deslizando su mano para agarrar su trasero. Ella rió.
"Eso para otro día", ella dijo, levantando una ceja. El miembro de Dylan se retorció ante la idea de hacerlo otro día. Mientras juntaban su ropa y se vestían (ella tuvo que tomar prestada la chamarra de Dylan después de que él destruyó su blusa), él no podía quitarse la sensación de que tenía que recordar cada detalle de esta noche. Este era el inicio de algo especial. Ella era algo especial. Y, en su experiencia, lo que era especial no duraba mucho.
***
Colocar el puesto de mercancía a lado del ponente había sido un gran error, Marie notó. La música en si no era un problema, la banda con la que Caesar estaba tocando esta vez era increíble, pero Marie no podía evitar sentirse un poco decepcionada por no poder hablar con Dylan a causa del potente sonido del bajo. Él le fascinaba en todos aspectos: la forma en que podía entender las partes de su historia de las cuales nunca hablaba, la forma en que sus ojos ocasionalmente se oscurecían y se ponían tristes cuando pensaba que nadie lo veía, la forma en que la penetraba sin piedad una y otra vez...
"¿Puedo tener un CD de edición especial, por favor?" una mujer de edad avanzada con un vestido de flores le preguntó a Marie. La mujer se veía tan pequeña y frágil, sus venas azules resaltaban brillantemente a través de su piel casi traslúcida. Marie reconoció a la mujer del hospital. Tenía cuatro nietos de los que hablaba constantemente. Era una de las clientes que esperaba llegara a la primera entrega en el mercado de pulgas. La casa club convertida no era precisamente un lugar cómodo para encuentros para las personas de más de 70 años.
"¡Parece que está en descuento hoy! Solo diez dólares", Marie sonrió, intentando no dejar que entrara una expresión de lástima en su cara. Recordó cómo odiaba las miradas fijas de lástima mientras era testigo de un asesinato espeluznante y, especialmente, los años después, cuando estaba enferma.
Lo menos que puedo hacer es darle una sonrisa real con la droga, Marie pensó.
Marie intentó verse natural, como si no estuviera distribuyendo una droga en un concierto como un terrible cliché de una película especial en horario después de clases. Los conciertos atraían a un grupo de gente más joven y las personas jóvenes significaban teléfonos con cámaras, por todos lados. Colocar un puesto de distribución aquí había sido arriesgado, pero en este pequeño pueblo, las oportunidades eran escasas. Estaba bastante segura de que nadie podía estornudar en el bar en la noche sin que terminara siendo un video en YouTube.
La mujer grande agarró la caja joyero del CD con ambas manos temblando y sonriendo; una lágrima cayó por su mejilla. La felicidad en la cara de la mujer le recordó a Marie por qué hacían este trabajo. El "CD de edición especial", clave de caja de CD llena de bolsas de soplo, venía completa con instrucciones y notas impresas. Gran Joe había coordinado con Caesar para convertir las instrucciones de dosis de soplo lo suficientemente líricas para que pudieran pasar por canciones reales a alguien que no conociera su música.
"Gracias, esto significa tanto para mí". La mujer grande tomó las dos manos de Marie rápidamente, apretándolas antes de alejarse caminando, las multitudes de maleantes y punks se abrieron para darle paso. Marie se rio mientras Gran Joe quitaba a un adolescente enfurruñado de su camino.
Él enseñó los dientes y dejó salir un rugido: "¡Dale el paso a Nana!"
Marie se volteó para depositar el dinero en su caja y se estrelló contra una pared de calor y músculos. Mierda. Necesito ver a dónde voy. Levantó su cara para ver a Dylan sonriendo ampliamente hacia abajo, a ella. Él envolvió un brazo alrededor de su cintura, jalándola cerca de él y gritó en su oído.
La bocina tronó y zumbó, ahogando las palabras de Dylan.
Marie se paró en la punta de sus pies y trató de decir "¿Qué?" usando movimientos exagerados. Él respondió con un gesto vago que ella no pudo entender; parecía dos pájaros peleándose o tal vez una tortuga muriendo.
"¡No te escucho!" Marie gritó, apuntando a su oído e intentando gritar más fuerte que la música. Él apunto al centro del cuarto e hizo el mismo gesto de nuevo. Esta vez Marie estaba casi segura de que estaba imitando a alguien haciendo pizza.
Emma se acercó caminando desde el lado de Marie de la mesa del puesto y agitó su mano hacia la masa de asistentes del concierto que bailaban.
"¡VAYAN!" Emma dijo, moviendo su boca deliberadamente para que pudieran leer sus labios, y lanzando a Dylan y a Marie hacia la pista de baile. Marie podía sentir cómo su cara se calentaba. Dylan la había estado invitando a bailar y no se había dado cuenta.
Me van a molestar sobre esto mañana, Marie pensó, temiendo las burlas que le harían. Miró la cara de Dylan. Las líneas de su quijada eran perfectas. Las inevitables burlas valían la pena por completo.
Marie sintió cómo la mano de Dylan se acomodó sobre la palma de su mano; su dragón sensual la llevaba lejos de la bocina ensordecedora. El bar en el cual el club vivía y trabajaba no era enorme, pero era lo suficientemente grande para los conciertos de Caesar. Marie se preocupaba de que el edificio destartalado pudiera temblar y caerse con solo el sonido que salía de la programación de bocinas de Alec, pero en cuanto ella y Dylan se alejaron caminando de la mesa de mercancía y soplo, la música se detuvo y después comenzó de nuevo, más lenta y dulce. Marie intentó contener su risa mientras se movían juntos. Por supuesto que era hora de la balada de fuerza.
"¿Puedo tener este baile?" Dylan era encanto total en su camisa Henley y sus jeans rotos. Su voz era grave y unos escalofríos hicieron hormigueo en la piel de Marie.
Marie asintió, dando un paso más cerca de sus brazos. Las manos de Dylan se sentían cálidas en sus costados y ella pasó sus dedos alrededor de sus hombros antes de recargarse de forma que la punta de sus senos rozara con el pecho de él. Se mecieron gentilmente, presionándose uno contra el otro mientras la música sonaba alrededor de ellos. Marie podía sentir el latido del corazón de Dylan mientras se movían y saltaban cuando ella pasaba sus brazos alrededor de su cuello, aferrándose a las partes largas de su cabello que caían por su espalda.
"No puedo dejar de pensar en ti". Él movió una pestaña suelta de la mejilla de Marie, y ella sintió como su respiración se detuvo por un momento. "Suena tan estúpido decirlo en voz alta, pero es verdad".
"¿En serio?" Marie levantó una ceja hacia él, manteniendo su cara cerca de la de Dylan. Marie inhaló profundamente, respirando su aroma. Él olía a piel, grasa y sudor, todo hombre. Estar tan cerca la hacía querer probarlo de nuevo, y vibró con anticipación. La balada parecía acolchonarlos y rodearlos, la música era grave y pulsante. Bailar con Dylan se sentía tan natural como respirar, el fácil mecido de sus cuerpos era como flotar.
"Si no puedes dejar de pensar en mí, eso podría ser una condición médica". Ella guiñó un ojo, jalándolo fuera de la pista de baile y hacia las escaleras que llevaban a los departamentos estilo loft arriba del bar. "Soy una profesional médica. Probablemente debería revisarte para asegurarme de que estés bien".
"Sí, enfermera". Dylan la aplastó contra la pared de las escaleras, capturando la boca de Marie con la suya, investigando intensamente con su lengua mientras sus manos se movían por todo su cuerpo. Ella respondió con una ferocidad igual, haciendo moretones en los labios de Dylan con los suyos. Esta vez, estaba determinada a tener el control.
Sin aliento, se separó de él, jalándolo del brazo mientras casi corría subiendo las escaleras a su departamento. Sus manos temblaron con emoción mientras buscaba las llaves, sus intentos de abrir el seguro entorpecidos por la distracción de la boca de Dylan en la parte de atrás de su cuello.
Irrumpieron en el departamento de Marie, riendo y besándose. Su departamento apenas tenía muebles. El club se movía tan seguido que no tenía sentido poseer más de lo que pudiera lanzarse dentro de un auto o ser amarrado a una motocicleta. Sus únicas pertenencias consistían en dos bolsas de lona llenas de ropa junto a la cama.
"Entonces, mi paciente, necesitarás desvestirte para que pueda examinarte". Marie señaló hacia su cama, "sobre la mesa de exámenes".
Dylan se quitó su camisa en un solo movimiento ágil, la tela voló sobre su cabeza para revelar sus músculos apretados. Marie resistió el deseo de pasar sus manos por todo ese cuerpo tentador. Aún no.
Dylan lentamente desabrochó sus jeans, sin romper el contacto visual mientras se movía, pateando sus zapatos y dejando caer sus pantalones al piso. Su erección salía como una tienda de campaña desde su ropa interior con diseño de leones, la última pieza de vestimenta que quedaba, e hizo una pausa, haciéndola esperar.
Ella dio unos pasos hacia adelante, enganchó sus dedos en la ropa interior de Dylan y la arrastró al piso, hincándose frente a él. Lamió el líquido preseminal de su miembro, pasando sus dedos gentilmente a lo largo de la espada.
"Parece que tienes un poco de hinchazón localizada". Ella recordó el juego que estaban jugando. "Acuéstate sobre la mesa de exámenes para que pueda verlo".
Dylan hizo lo que le pidió, acostándose sobre su espalda en la cama, respirando pesadamente. Marie podía notar cuánto lo estaba excitando y envió una sensación de emoción a su centro.
"Saca tu lengua y di 'ah'". Marie se hincó junto a él sobre el colchón. En cuanto él obedeció, ella golpeó, cubriendo la boca de Dylan con la suya, lamiendo y succionando su lengua. Las manos de Dylan encontraron la cintura de Marie e intentó jalarla más cerca.
Marie se hizo hacia atrás. "No puede tocar a la enfermera, señor". Ella pasó sus dedos a lo largo de los gruesos contornos de su mejilla y bajó por su cuello, acariciando su piel expuesta. "Averigüemos qué está causando la hinchazón".
"Enfermera, siento un hormigueo por toda la piel". La voz de Dylan salió como una queja en voz grave. Agarró las cobijas debajo de él, sus nudillos estaban blancos por el esfuerzo de mantener sus manos lejos de ella. "Me siento mejor cuando me tocas", dijo en un tono juguetón con esperanza.
Marie llevó su boca al cuello de Dylan, mordiendo suavemente y succionando su piel. Ella podía sentir como su pulso se aceleraba mientras sus manos exploraban su amplio pecho.
"Interesante". Se sentó, lentamente desabrochando su camisa. "El contacto incrementado de piel con piel calma al paciente". Se desnudó mientras hablaba, lanzando sus jeans a una pila junto a los de Dylan. "Cualquier cosa con tal de hacer sentir mejor a mi paciente". Marie, completamente desnuda ahora, empujó las manos de Dylan hacia abajo, lejos de ella.
Pasó sus manos por las profundas grietas de los músculos abdominales de Dylan y él dejó salir un gemido grave. Ella se inclinó hacia adelante, presionando su piel desnuda sobre la de él, completamente sobre él ahora. Lo besó rápidamente.
"Dime en dónde te duele".
Sin aliento, él apuntó a su miembro pulsante, morado e hinchado de deseo. Marie fue bajando con besos por su cuerpo, deteniéndose para succionar sus pezones, hasta agarrar sus muslos. Ella pasó sus dedos a lo largo de su miembro, acercándose para lamer y succionar sus bolas. La manos de Dylan se entrelazó con el largo cabello obscuro de Marie mientras ella se movía; su toque era gentil, sin dominar.
Ella lo lamió, lentamente hacia arriba por un costado, circulando la punta y bajando por el otro lado, deleitándose con los sonidos que él hacía mientras lo molestaba.
"Creo que puedo curarte". Brevemente lo tomó dentro de su boca, liberándolo con un pop. "Pero tendrás que confiar en mí".
"Sí, enfermera". Dylan respiraba tan fuerte que Marie apenas pudo escuchar su respuesta mientras se posicionaba sobre él. Bajó lentamente, penetrándose con el miembro, maravillándose ante la expresión de felicidad en la cara de Dylan. Ella se dejó caer fuertemente sobre él, sorprendiéndose con la brusca forma en que lo montaba.
Las manos de Dylan agarraron su cintura mientras la penetraba, respondiendo a los golpes de ella con movimientos propios hacia arriba. Aún moviéndose, él la jaló hacia abajo, hacia él, gimiendo con placer mientras entraba fuertemente en ella. Ella estaba tan cerca que era como acercarse a la orilla de un acantilado. La respiración de Marie era rápida mientras apretó su agarre sobre el estómago duro de Dylan, instándolo a moverse más rápido y a controlarla.
Dylan rápidamente la jaló para quitarla de encima y giró, colocando a Marie sobre su espalda. Él se deslizó hacia abajo sobre su cuerpo, con una mano dando un masaje y apretando su pecho. Ella gimió, deseándolo dentro de ella.
"Enfermera, estás toda mojada aquí abajo". Él deslizó su lengua sobre el centro de Marie en un movimiento largo. "¿Puedo lamer esto?"
"Oh, Dios, sí". Marie se retorció bajo su toque, intentando no lanzar sus caderas contra la cara de Dylan. Había estado tan cerca de venirse cuando Dylan estaba dentro de ella y deseaba esa liberación.
Dylan besó sus dobleces, su lengua se movía para devorarla. La boca de Dylan se quedó sobre su clítoris por un momento y la sensación de él succionando su punto sensible hizo que la cabeza de Marie se sintiera nadando. La boca de Dylan se movió otra vez, lamiendo cada centímetro de su entrada de formas impredecibles, atrevida y luego lenta, lamiendo y luego succionando. La estaba volviendo loca.
Sus piernas comenzaron a temblar alrededor de él mientras se movía una vez más a su clítoris, moviendo su lengua de un lado a otro sobre él. Sumergió dos dedos dentro de ella repentinamente y fue demasiado. Ella se vino, gritando su nombre, convulsionándose alrededor de sus dedos mientras el éxtasis ardiente pasaba por ella.
Dylan se deslizó hacia arriba de nuevo, sus grandes manos la acariciaron alrededor de su cara gentilmente mientras la besaba suavemente. Ella podía probarse en su boca y esto hizo que su sangre corriera más rápido. Ella estaba lista para más. Gimió, retorciéndose debajo de él, frotándose a propósito contra su erección. Los ojos de Dylan brillaron viéndola con lujuria mientras la pequeña mano de Marie rodeaba su miembro, colocándolo en su entrada.
"Cógeme", ella murmuró.
La respuesta de Dylan fue inmediata, entrando completamente en ella, haciéndola inhalar rápidamente. Él era tan grande, tan grueso, tocaba cada punto sensible al mismo tiempo. La mano de Dylan encontró su clítoris y lo acarició furiosamente mientras la penetraba con fuerza, golpeando la cama contra la pared. El golpeteo de la cama contra la pared estaba sincronizado con los golpes del bajo del bar debajo de ellos. Marie podía sentir otro orgasmo acercarse.
"Acaba para mí otra vez, amor". Dylan se sentó, colocando los tobillos de Marie sobre sus hombros. La penetró aún más profundo en esta nueva posición. Era más de lo que ella podía aguantar. Terminó otra vez, su explosión final sincronizada con el líquido caliente de Dylan mientras se vaciaba dentro de ella, aullando de placer mientras sus golpes se tranquilizaban hasta detenerse.
Lo último que Marie recordaba era unos brazos fuertes que la jalaban cerca y una voz profunda le decía algo sobre el amor.
Ella se despertó súbitamente, la noche era silenciosa excepto por el sonido de los suaves ronquidos de Dylan y los grillos afuera de su ventana con hoyos. Su teléfono brillaba en su buró, a su lado, había una notificación de "1 Nuevo Mensaje" en la pantalla.
Ella se resbaló para alejarse de Dylan lentamente para no despertarlo y leyó el mensaje. Tuvo que morder su mano para evitar gritar. El mensaje de texto era de un número bloqueado. Decía simplemente: "te encontré". Debajo había una foto de un video de YouTube del concierto de la noche anterior. En la imagen, Marie estaba sonriendo, bailando con Dylan bajo un letrero que decía "La Garra".
Vinny el Puño.
Voy a morir.
***
Dylan flexionó sus hombros y se forzó a no mirar otra vez para confirmar que su cuchillo estuviera asegurado y listo en su cinturón. Su espalda se sentía adolorida por estar tan tenso durante tanto tiempo. No se había relajado en las últimas ocho horas desde que había llegado el escalofriante mensaje de texto del antiguo torturador de Marie. Después de que llegó el texto, ella lo despertó y él había levantado a todo el club para alertarlos. Un asesino entrenado iba a venir y Dylan dudaba que el hombre viniera solo.
La casa club era un edificio bajo de dos pisos a la mitad de un claro en las orillas del pueblo, con suficiente espacio alrededor para estacionar las motocicletas y darles una línea de visión clara de cualquier atacante. Pero Dylan no confiaba en las calles aledañas. Prefería identificar a cualquier enemigo antes de que tuvieran la oportunidad de acercarse lo suficiente para disparar al edificio. Había convencido a Gran Joe de enviar a miembros del club a investigar las otras calles y caminos que llevaban a la casa, sin que nadie se fuera lo suficientemente lejos como para que no pudieran correr de vuelta y proteger a La Garra si llegaba algún problema a la puerta.
Dylan podía oler a Caesar en la brisa a una cuadra, su olor distintivo de loción para después de afeitar y cera era claro y reconfortante. Dylan no estaba seguro del hombre como peleador, pero Caesar se movía rápidamente y con suficiente confianza como para que Dylan estuviera feliz de que estuviera tan cerca. Ned, recientemente curado y listo para la acción, estaba en la otra calle, olía a los dulces de regaliz escondidos en sus bolsillos y a su champú de coco. Ned probablemente no se daba cuenta, pero Dylan también podía detectar el olor de Alec siguiendo al joven a unos metros de distancia, el hombre era identificable por su olor distintivo de soldadura y café. Había pasado tanto tiempo desde que Dylan había estado en una pelea con una manada; había olvidado lo bien que se sentía saber que había personas cerca que cuidaban su espalda. Le gustaba la sensación de pertenecer a algo de nuevo.
Si algo le pasaba a Marie, Dylan no estaba seguro de lo que haría. Solo unos cuantos días con ella y ya sentía como si todo su ser se hubiera transformado en algo más. Enamorarse de ella sería fácil y estaba ahí, una promesa tentadora a la vuelta de la esquina. Ella lo emocionaba y lo calmaba, lo retaba y lo relajaba. Era divertida pero seria, completamente hermosa con sus curvas, pero aparentemente no estaba consciente de este hecho.
Él acechó las calles buscando señales de cualquiera que no debiera estar ahí. Una abuela que estaba afuera comprando con su nieto; un padre que se veía exhausto con dos bolsas de pañales; un par de personas que se transformaban en tigres cogiendo contra una pared en el callejón detrás de la tienda de conveniencia; una bruja prendiendo un cigarro de clavo con su dedo, hablando con una amiga sobre ir a la hora feliz de AUDREY'S, y ahí... un hombre recargándose contra el marco de la puerta de una ferretería.
El hombre parecía estarse reclinando, pero sus pies estaban colocados en un perfecto balance. Era una posición muy distintiva. Sus manos estaban dentro de sus bolsillos, la orilla de sus dedos envuelta alrededor de objetos más grandes bajo su chamarra. La ropa del hombre había sido sumergida en algo que olía muy empalagoso, el fuerte olor de aromatizante de cereza disfrazaba su olor real. Un rufián del Consejo.
El rufián estaba hablando con otro hombre que estaba justo en la periferia de la vista de Dylan. Dylan se escondió detrás de un camión estacionado, agradecido de estar en contra de la corriente de aire y de que el rufián no lo hubiera olido aún. Se enfocó en la conversación que sucedía frente a él, ignorando activamente los gruñidos de los tigres y la conversación de las brujas.
"...esa perra se lo buscó", dijo el hombre dentro del edificio. Había algo en la voz del hombre que era viscoso e inquietante. El dragón interno de Dylan rugió y se movió, queriendo ser liberado para atacar. Pero Dylan se forzó a estar quieto. Había más olores disfrazados en el edificio y demasiados hombres parados alrededor que no parecían tener una razón para estar ahí. Lo superaban en números; atacarlos ahora sería una misión suicida.
"Solo asegúrate de que todos tus hombres tengan las cuchillas que te dimos", el rufián dijo. Dylan podía escuchar la irritación en la voz del rufián. "No hagas que me arrepienta de aliarme contigo".
"Esos bastardos no nos verán venir", Puño gruñó.
Sí lo haremos, Dylan pensó. Sacó su teléfono y mandó un mensaje grupal al club.
"RUFIANES CON VINNY, GRUPO TIENE CUCHILLAS EMBRUJADAS", Dylan escribió. Un segundo después, otro mensaje apareció en el grupo, era de Gran Joe.
"TODOS REGRESEN AL CLUB AHORA".
Dylan estaba de acuerdo. Ahora que conocían la extensión de las armas de sus enemigos y sus recursos, estarían más seguros en el terreno de su hogar, con mejor acceso a sus armas. El grupo se estaba uniendo con la Guardia Roja; las Garras de Hierro necesitarían todas las ventajas. El claro alrededor del club también les daba espacio, en caso de que fuera necesario, para transformarse en dragones. Viendo a la mujer mayor que estaba sentada frente a la ventana de la tienda de dulces, Dylan supo que tener la pelea aquí resultaría en demasiadas bajas inocentes.
"Aún no entiendo por qué no podemos simplemente usar pistolas", Puño decía. Cada palabra que el hombre decía hacía que Dylan quisiera destrozarlo con sus garras. "Tengo un francotirador que podría simplemente disparar por la ventana..."
"No sabes con quién estás lidiando, Puño", la voz del rufián era dura. "Estos son dragones. Tus balas solo les rebotarían y escucharían el clic de tu pistola antes de que tu hombre tuviera tiempo de disparar. Haz que tus hombres se queden cerca de nosotros y todos obtendremos lo que queremos: tu soplona en una tumba y nuestros estorbos quemados hasta ser cenizas".
Dylan comenzó a alejarse. Había escuchado lo suficiente y debía reunirse con el grupo de las Garras.
"Mientras puedas obtener unos minutos para mí con esa perra antes de que ustedes quemen el lugar", Puño dijo.
Dylan se quedó congelado.
"Va a haber una batalla, Puño", el rufián dijo, sonando molesto. "Sólo nos desharemos de nuestro problema. No tendremos tiempo para..."
"No me importan tus malditas políticas de dragón. Esa perra va a sufrir y me asegurare de que sea lentamente".
Dylan no se detuvo a pensar. Sintió cómo su dragón estallaba desde dentro de él con necesidad por el instinto de proteger a su pareja. Su cuello se alargó y sus garras salieron mientras unas llamas pasaron por su pecho y fueron escupidas hacia la casa llena de Puño y los rufianes del Consejo.
El rufián frente a la puerta transformó su brazo en una gigante ala contra fuego en el último segundo posible, bloqueando la flama de Dylan y evitando que golpeara a los hombres. Dylan rugió con frustración, evitando que lo golpeara la bola de fuego con la que respondió el rufián. El fuego del rufián cubrió el camión detrás del cual Dylan se había estado escondiendo, haciéndolo explotar en una bola de metal y gasolina. Las calles se llenaron de gritos mientras los transeúntes corrieron para cubrirse.
Atrás de él, Dylan escuchó otra explosión que venía de La Garra y el sonido de metal contra metal. La casa club estaba bajo ataque. Su sangre se enfrío y completó su transformación a su forma de dragón completa, volando de regreso hacia la casa club.
Debo regresar a Marie.
Envió una mirada de odio a la casa en donde Puño aún estaba escondido detrás del ala del rufián. Era tan tentador quemar todo el edificio desde aquí y a la mierda las consecuencias a los edificios de alrededor. Pero Puño vendría hacia él pronto. Justo ahora, Dylan necesitaba regresar y proteger al club.
Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.
***
Todo estaba saliendo tan mal.
Desde que ella había recibido el mensaje de Vinny el Puño, todo entró en caos.
El área principal de La Garra estaba diseñado como un bar y a veces como lugar de música, no para defensa. Era abierto, con un escenario levantado en un extremo, la única área protegida era detrás de la barra. Unas cuantas mesas de billar estaban amontonadas cerca de una pared, junto con algunas mesas altas más pequeñas. Había grandes ventanas en la mayor parte de las paredes. Habían construido una salida de escape a través del piso detrás de la barra para emergencias, pero Marie esperaba que no tuvieran que usarla.
Ned, Caesar y Alec habían salido con Dylan a investigar si había Fratellis acercándose, dejándola sola en la casa con Gran Joe y Emma. Por supuesto, esos dos no podían estar solos en una habitación sin atacarse con comentarios y mientras Marie ordenaba sus suministros médicos, contemplaba la idea de lanzarles agua. ¿En serio, chicos? ¿Van a aumentar esa tensión sexual ahora?
Marie no estaba demasiado preocupada. Después de todo, había entablado amistad con los niños más grandes y malos del área de juegos. ¿Sus enemigos tenían balas y cuchillos? Bueno, ella tenía garras y fuego.
Su teléfono vibró con un mensaje de texto de Dylan. Tienen cuchillas embrujadas. Las manos de Marie temblaron mientras leía la advertencia. Los rufianes iban a venir por ella y por los dragones, y podrían causar daños verdaderos.
Emma gritó en advertencia y Marie se tiró al piso detrás de la barra mientras una llamarada entró por la ventana. Emma emitió un grito de guerrera y corrió hacia afuera por la puerta, transformándose mientras cruzaba por ella, sus escamas grises brillando en el sol. Gran Joe lanzó un rápido mensaje de texto al grupo ordenando que todos regresaran a casa antes de salir volando detrás de Emma.
Tres hombres entraron por la puerta utilizando los colores Fratelli y Marie se agachó detrás de la barra mientras el golpe de espadas y flamas convirtió al mundo en una locura. Unos gritos le alertaron que el resto del club había regresado de sus investigaciones, pero no podía escuchar la voz de Dylan. Marie se aferró a su paquete médico, escondida detrás de la barra, escuchando al sonido de gritos y vidrios rotos cayendo al piso.
"¡Váyanse a la mierda! ¡Fuera de aquí!" Caesar rugió mientras se lanzaba sobre la parte superior de la barra, apenas evitando que lo golpeara una cuchilla embrujada que iba directo a su cuello. Se acomodó abajo entre las botellas de licor, rápidamente lanzando un puño hacia arriba, hacia la barbilla del atacante más cercano. Su atacante se cayó tieso y Caesar levantó su cuerpo inerte junto a él en el piso. Marie se acercó rápidamente para confirmar que el rufián aún tenía pulso, suspirado en alivio de que el rufián inmóvil no estuviera muerto.
Caesar gentilmente la empujó alejándola, tomando las cuchillas y pistolas del cuerpo del hombre. Uso la pistola para disparar a ciegas sobre la orilla de la barra. Las balas no lastimarían a ninguno de los miembros del club de dragones, pero mantendría a los rufianes de Fratelli en línea por unos segundos. Caesar se arrancó su camisa, revelando el complejo patrón de tatuajes que cubría su pecho y transformando su cabeza y cuello parcialmente a su forma de dragón. Su cuello brilló de color naranja mientras el fuego crecía dentro de él.
"Marie, tienes que salir de aquí. Usa la puerta trasera. Corre al bosque", Caesar gritó antes de dejar salir una llamarada.
Marie apretó los dientes. No se iba a ir a ningún lado. Agarró sus suministros médicos fuertemente contra su pecho. Soy médico del club. No voy a dejar a mis amigos para que mueran. La batalla estaba toda a su alrededor: Caesar peleando junto a ella, Ned y Alec dentro del espacio de concierto en sus formas de humanos, con miembros de la Guardia Roja y del grupo a sus lados; sus peleas restringidas a cuchillos, pistolas y espadas por el pequeño espacio en la habitación. A través de una ventana destrozada, Marie podía ver al resto del club completamente transformados en dragones peleando en el aire, atacando a los rufianes del consejo con las garras de sus patas tan filosas como cuchillas y con colmillos que goteaban.
Marie escuchó a alguien dentro aullar, sonaba como Alec, y corrió hacia las mesas de billar en donde se había originado el sonido. Una dosis de adrenalina pasó por ella mientras la pared junto a su cabeza se rompió y explotó hacia afuera, probablemente por una bala perdida o una daga lanzada, no se detuvo a ver qué era.
Moviéndose entre los destrozos, Marie vio a Alec sosteniendo una espada color ónix en su mano izquierda, gritando mientras desprendía la cabeza de uno de la Guardia Roja que estaba a punto de acuchillarlo con una cuchilla embrujada. La cabeza decapitada rebotó al piso con un sonido enfermizo mientras Alec se dejaba caer al piso, agarrando fuertemente una herida en su hombro derecho. Intentó arrancar la parte de abajo de su playera para presionar su herida pero Marie agarró su mano.
"Oye, deja eso para los profesionales", Marie dijo mientras se agachaba por debajo de la mesa de billar, gentilmente moviendo la mano sangrienta de Alec de su herida. Se movió rápidamente, sacando artículos de su suministro con una experiencia practicada mientras atendía el hoyo en el hombro de Alec.
"Gracias, Doc". Alec había perdido el color y se retorcía dolorosamente ante las curaciones. "¿Cómo vamos allá afuera?"
"Caesar casi termina..." un fuerte golpe agitó al bar y el sonido de llamaradas recién formadas llenó la habitación. "Caesar casi termina de lidiar con el hombre que iba tras de él". Ella respiró en alivio cuando escuchó los sonidos de un extinguidor de fuego siendo activado. "Contando a Decapitado aquí, tenemos uno más que ellos en el interior. Emma, Gran Joe y Dylan están afuera, transformados y mostrándoles un infierno".
"¿Puedes ver al último hombre parado aquí?" Alec estaba temblando ahora y perdía mucha sangre. Marie revisó la habitación en su nombre mientras agarraba un paquete para suturas de su bolsa.
Un grito fuerte y sorprendentemente agudo resonó y de repente apareció Ned, estrellándose contra la pared al lado de ellos y volteando la mesa sobre su lado para estar mejor cubierto.
"Mierda, Alec, ¿estás bien?" él dijo.
"¡Estaré bien si lidias con el último maldito!" los ojos de Alec se iluminaron furiosamente mientras le lanzaba a Ned la cuchilla de ónix.
Ned agarró la empuñadura de la espada con las dos manos, levantando la espada sobre su cabeza. Gritó a todo pulmón, saltando sobre la mesa de billar y corriendo a través de la habitación hacia su oponente. El hombre se había inclinado sobre uno de los rufianes caídos y estaba tan sorprendido por la repentina ferocidad del pequeño Ned que no tuvo tiempo de detener la cuchilla que pasó a través su torso.
Ned vomitó inmediatamente. Marie se sintió tentada a hacer lo mismo.
"¡Ned! ¡Ven acá y vigila a Alec!" Marie terminó la última sutura y corrió de regreso a la barra. Se apuró para volver desde el refrigerador con una bolsa de sangre etiquetada como "Alec" y la conectó a una vena en el brazo de Alec. Alec se retorció mientras Marie insertaba la aguja y Marie apretó los dientes para contener su enojo, "¡Te dije!" Alec había sido uno de los miembros del club que la había llamado paranoica por insistir en que hicieran un suministro de sangre para emergencias.
"Alec, vigila a Ned", Marie susurró. "¡Caesar! ¿Estás bien?"
"¡Me sentiré mejor después de patear algunos traseros del Consejo!" Caesar sonrió mientras salía desde atrás de la barra, un pequeño hilo de sangre bajaba por su frente.
Marie y Caesar corrieron afuera en donde el golpe de las alas de los dragones estaba haciendo volar a su alrededor todo lo que no estaba fijo al piso. Caesar se transformó inmediatamente, dejando a Marie sola para ver a los monstruos pelear contra el brillante cielo azul.
Ella inhaló fuertemente, su pecho apretado con maravilla y miedo. El cielo parecía estar lleno de dragones de todos colores, de llamaradas, de garras filosas que atacaban y de colas apuntadas que se azotaban contra las panzas y caras desprotegidas de sus oponentes.
Marie había escuchado sobre las políticas y la mierda que venía con poder transformarse. Nunca había querido ser parte de ese mundo realmente, nunca se había sentido celosa por no poder transformarse y unirse a su familia de las Garras de Hierro en el aire, peleando por proteger a su grupo tanto como a sí misma.
Todos los miembros del club se enfrentaban a la Guardia Roja. Emma iba en contra de dos, uno verde obscuro y uno de color mostaza. El dragón verde estaba sangrando fuertemente del cuello y se agitó cuando Emma mordió su cuello, arrancando capas protectoras de escamas mientras mordía y rasgaba a través de su piel. El dragón verde se quedó inmóvil, mirando fijo con ojos en blanco, que no veían ya. Cayó del cielo con un fuerte golpe que hizo temblar el piso. Un segundo golpe del otro lado de la casa hizo saltar a Marie. Otro rufián terminado, matado por uno de los miembros del club.
Los ojos de Marie se llenaron de lágrimas. Matar iba en contra de todo en lo que creía. Aún si la Guardia Roja y los Fratellis eran asesinos, odiaba sus muertes. Odiaba que, por su culpa, Ned hubiera tenido que matar a alguien de regreso en el bar y que todo esto hubiera sucedido porque las Garras de Hierro la habían acogido.
Marie contó. Reconoció a Dylan, Gran Joe, Emma y Caesar dejando a dos dragones del Consejo que no conocía. Con los dos rufianes terminados, la batalla rápidamente se volvía injusta, con los dragones enemigos luchando por escapar a la apaleada que estaban recibiendo de las Garras de Hierro. Uno de los rufianes de color morado tenía una gran rasgadura en su ala, mientras que el otro dragón negro tenía una herida masiva en su estómago. Marie sintió cómo las lágrimas cayeron libremente por su cara mientras veía a las criaturas majestuosas destruir a los de su misma especie.
Debió haber hecho un sonido porque Dylan volteó para verla a través de la distancia y se miraron fijamente.
"Detén esto", ella pronunció.
Dylan giró y agitó sus alas para que el aire alejara a los rufianes del grupo, después giró para bloquear a sus compañeros de las Garras de Hierro que los perseguían. Los otros dragones de las Garras de Hierro parecieron entender lo que hacía: dejando a los otros escapar y regresar a sus amos, terminando la pelea.
"¡Marie! ¡Vas a querer ver esto!" la voz de Alec gritó desde el otro lado de la casa club.
Marie corrió hacia su voz, intentando descifrar quién podía estar herido. Mientras daba la vuelta en la esquina, escuchó el sonido de dragones que aterrizaban alrededor de ella: Emma, Gran Joe y Dylan que se acercaban para protegerla en caso de que fuera necesario.
Vinny el Puño estaba tirado en el piso sangrando, una herida profunda de una garra había atravesado sus intestinos. Estaba a unos metros de la entrada trasera de la casa club. Alguien debió haberlo visto intentando entrar por atrás a través del piso de la barra y lo detuvo antes de que llegara. Aún estaba respirando, pero apenas.
"¡Llama al 911!" Marie le gritó a Ned. "Necesitamos una ambulancia". Ella intentó moverse al lado de Vinny, pero Gran Joe se paró frente a ella.
"¿Qué estás haciendo? ¡Este hombre trajo a los rufianes a atacarnos!"
"Está herido", Marie dijo. "Sal de mi maldito camino y déjame hacer mi trabajo".
Gran Joe asintió y se movió de su camino. Marie comenzó a limpiar el área alrededor del herido con antiséptico y le dio un sedante para reducir el dolor, manteniendo una presión constante en la herida sangrante. Vinny el Puño aún estaba consciente y la miraba como si estuviera loca.
"Te iba a matar", murmuró su voz arrastrada.
"Sí y ahora yo estoy intentando salvar tu vida", ella dijo mientras sacaba un nuevo paquete para suturas y comenzaba a cerrar su herida.
Gran Joe ordenó al resto de las Garras de Hierro que entraran a la casa club para comenzar a empacar para irse antes de que regresaran los rufianes, dejando a Dylan y Emma en guardia en caso de que Vinny intentara algo.
Vinny se quedó callado por tanto tiempo que Marie pensó que había quedado inconsciente. Podía escuchar cómo se acercaba la ambulancia y suspiró profundamente. Si había aguantado hasta ahora, había buenas probabilidades de que sobreviviera.
"Ahora te debo una, mujer", Vinny dijo finalmente. "Cancelaré el ataque".
Emma se acercó para hincarse junto a su cara. "Sí, porque la próxima vez, voy a rebanar tu cabeza entera, no solo tu cuello", ella dijo. Marie tembló. Sus amigos eran un poco aterradores a veces, pero estaba agradecida de que estuvieran de su lado.
Mientras la ambulancia llegaba, Marie escuchó el rugido de los motores de las motocicletas encendiéndose del otro lado del edificio.
Hora de irse.
***
Dylan sintió una satisfacción cálida llenar su pecho. Otra ciudad, otro punto de distribución. Esta vez, estaban vendiendo soplo desde un taller de autopartes administrado por un par de personas que se transformaban en lobos amigables, quienes apoyaban el trabajo de las Garras de Hierro. Los humanos locales habían escuchado del "tratamiento experimental" de boca de Marie en la clínica local y la palabra se había corrido rápidamente. Se acercaban cuidadosamente con pena y con una expresión de esperanza en su cara. Esta vez, las Garras estaban vendiendo "aceite grado doble premium": latas de aceite llenas de paquetes de soplo etiquetadas con las instrucciones del uso adecuado.
Todo el club estaba ahí. Gran Joe y Emma discutían (aún cuando terminaban las frases del otro) mientras preparaban paquetes y manuales de instrucciones en la habitación de atrás. Caesar descansaba contra una pared con su guitarra, escribiendo nuevas letras de canciones mientras tocaba unos cuantos acordes. Alec trabajaba en la caja registradora y tomaba notas cuidadosas en su tableta sobre los receptores y sus dosis. Ned estaba parado en la mesa de distribución, parecía incómodo, su expresión muy lejana.
"Necesitamos encontrarle una chica a Ned", Marie dijo, acercándose para pararse al lado de Dylan. Él supuso que ella se merecía un descanso de recibir a sus pacientes mientras llegaban y de recordarles las palabras código adecuadas para obtener el milagroso "tratamiento experimental".
"Ha estado actuando extrañamente esta última semana. Es posible que ya tenga a una chica", Dylan dijo.
Dylan simplemente estaba contento de que no había visto ninguna señal del Consejo o de la Guardia Roja en meses y había escuchado por contactos que los Fratellis habían detenido oficialmente su cacería de Marie. Vinny el Puño había sobrevivido y mantuvo su palabra, al parecer. El día en que el club se había enterado, Dylan y Marie habían hecho el amor durante tres horas contra cada superficie de la habitación de Dylan, regocijándose en su nueva sensación de libertad. Marie estaba a salvo, al menos hasta que el Consejo los alcanzara de nuevo.
Dylan envolvió sus brazos alrededor de Marie e inhaló su aroma, dejando que lo calmara y tranquilizara. Amaba saber que estaba cerca y a salvo. Era solo cuestión de tiempo, por supuesto, antes de que los rufianes volvieran, esta vez más preparados para luchar contra las defensas de las Garras de Hierro. Mientras tanto, Dylan estaba contento de disfrutar estar rodeado por sus nuevos amigos y familia.
"¿Marie?"
"¿Mmm?" ella dijo, acomodándose contra su costado. Sus ojos siguieron a una pequeña familia, una madre y un padre empujando a un niño pálido en un cochecito frente a ellos. Tomaron la lata de soplo de las manos de Ned, le pagaron a Alec y se fueron, sus pasos más ligeros que cuando entraron.
"¿Sabes que te amo, verdad?" él dijo.
"Bueno, no me lo has dicho en los últimos tres días, pero me da gusto saber que aún es válido", ella dijo estirándose para besar la punta de su nariz de forma juguetona. "Aún te amo también, en caso de que te lo preguntes".
Él respondió agarrando la parte de atrás de la cabeza de Marie y tragándose su boca en un beso apasionado. Los lobos dueños del taller de autopartes hicieron sonidos cómicos como si vomitaran. Dylan los ignoró.
"¿Y cómo te sentirías sobre pasar el resto de tu vida como mi pareja?" él dijo, mirando profundamente a los ojos de Marie. No podía pensar en un mejor lugar para preguntarle que rodeado de la gente del club ayudando y sanando. Esta era la parte que importaba de ser una Garra de Hierro, no pelear y matar para protegerse a sí mismos, sino esto: usar lo que tenían para hacer el mundo mejor.
Marie volteó hacia arriba para verlo, sus ojos llenándose de lágrimas. Por un segundo, Dylan sintió pánico, ¡la hice llorar!, hasta que se dio cuenta de que Marie se estaba riendo.
"Por supuesto, mi dragón sensual. Pensé que nunca preguntarías".
Dylan la levantó en la mitad del taller, levantó las piernas de Marie para envolverlas alrededor de su cintura, la besó profundamente, lanzando su lengua dentro de su boca. Distantemente escuchó un sonido de regaño y después la voz de Gran Joe más cercana.
"Ustedes dos, la habitación de atrás está libre. Entren antes de que asusten a los niños".
Dylan no dejó de besar a Marie mientras la llevaba cargada a la habitación de atrás y pateaba la puerta para cerrarla detrás de ellos. Desde el otro lado de la pared podía escuchar a todo el club animándolos.
Su último pensamiento consciente mientras se disolvió en la pasión fue:
Estoy en casa.