Quizás ese hubiera sido el final idóneo. Nunca lo sabré. Él si que soltó un «Que te follen puta». Ella no lloró, ni le respondió. Tan solo me dijo:
—Que penoso.
Ella no me intentó abrazar. Ni yo la rechace. Tampoco me fui. Me quedé y tras su comentario empezamos a reírnos incesantemente. Ja ja ja ja ja ja ja. Eso era lo único que se podía escuchar. Por lo menos durante unos minutos. Lo raro, es que aunque nada me hizo gracia. Yo me reía, ella me hacia sentir mejor de lo normal. Era como estar en casa. Esa sensación tampoco duró mucho. Podría resumirlo todo en dos palabras, y acabar ya. Pero no lo voy a hacer. Si a alguno le interesa la historia que siga leyendo, a quien no, le diré el final si quiere. Al final, nada sucedió como yo quisiera que sucediera. Ese era el final. Quien no este satisfecho pues que se aguante. No voy a decir más por ahora. Seguiré contando los hechos. Por donde me quedé, ah ya. Cuando echamos las risas. Ese momento fue encantador. Luego, me ofreció tomar algo. Accedí, eso me abría una puerta para poder estar mas tiempo. Desapareció un momento, cuando se movía su cuerpo adquiría potencia, imán, un no sequé que me abducía. Sus pasos ondulantes me hipnotizaban. Tenia un poder sobre mi que yo mismo le adjudique en cuanto la vi. Ella no era más que una mujer, yo cree una deidad de ella (por lo menos en mi mundo). Tiempo después desperté y salí de esa ensoñación, y no es por quitarle magia al momento. Pero aún estaba enfrascado en esa nube espesa que me aturdía, así que por el momento no he despertado. Me invitó a sentarme en el sofá, me cogió de la mano y me llevó hasta un salón grande. Como el resto de la casa esta hecho un desastre, libros medio caídos, estanterías medio llenas otras incluso vacías. Todo andaba medio revuelto, una vez sentado pude observarlo todo mejor. Las cosas no son iguales vistas por unos prismáticos que en la realidad. Cada minuto que pasaba allí tenía la sensación de recuperar un poco de mi humanidad perdida, nunca me he engañado tanto como aquella vez. Esta no es más que la historia de un autoengaño, un gran fraude. No pienso regodearme en mis faltas, siempre es preferible hacerlo en las de los demás. Y es que soy consecuente, tengo que convivir conmigo mismo toda mi vida, siempre estaré allí. Así que prefiero llevarme bien conmigo. Aún nos quedan muchos años juntos y prefiero vivirlos en paz. Y bueno, con los demás tendré que vivir y a lo mejor hasta convivir, pero nunca tanto tiempo ni con tanta intensidad.
Mientras observaba aquel salón sin perderme un detalle, la escuche a ella preparando no sé qué. Da igual lo que fuera, tampoco importaba si era o no de mi gusto. Debía hacer ver que estaba riquísimo, mintiera o no. En el amor y la guerra todo vale. Yo corregiría esa frase, y diría más bien que: «En la conquista todo vale». Y sí, soy de los que piensa que el fin justifica los medios, Maquiavelo y yo nos hubiéramos llevado muy bien.
Ella al rato vino con dos tazas, no olía mal. Aquel café olía a verdadero café de bar de mala muerte, su sabor es difícil de explicar. No sabía mucho a café. El azúcar suavizo algo ese indescriptible sabor. Que para ser sincero prefiero olvidar. Ella se sentó, y empezó a pedirme disculpas por el numerito. Le dije que no pasaba nada. Entonces sucedió lo que yo pensé que era evitable, empezó a contarme su historia con ese chaval. Era lo típico: les iba de maravilla, se fueron a vivir juntos y la convivencia se les dio fatal. Él no se enteraba de nada y se agobiaba al no tener tiempo ni espacio donde no estuviera ella reclamando atención. Pero bueno no tengo ganas de hablar ese rollo. La cuestión es que terminaron por no soportarse mutuamente. Yo la escuchaba sin prestarle mayor atención. Y respondí a sus preguntas con las frases idóneas. Ella de vez en cuando paraba y me ofrecía café, ¿acaso nunca se iba a vaciar esa cafetera?. Diligentemente me bebí todo lo que me sirvió. Cuando se termino el café, suspire de alivio. Pero… ella se levanto, me miro y dijo:
—Uff… que tarde es. Ya casi ha amanecido. —Yo me había dado perfecta cuenta, era una pesadilla. Llevaba horas bebiendo el café que nunca acababa y escuchando su historia—. Creo que me he aprovechado de tu amabilidad. Sabes escuchar muy bien, además este rato contigo me ha hecho pensar. —Ah… pero ha tenido tiempo de pensar entre café malo y los monólogos sobre su historia. Pensé que por lo menos no se me puso a llorar—. Bueno y he llegado a una conclusión, gracias a ti. Me has venido como anillo al dedo. Creo que me he confundido con algunos de mis hechos. —La tengo en el bote, esta es mía. Por fin dejare de tener que escuchar. Por lo menos espero que todos estos esfuerzos merezcan la pena—. Y no debía haber sido tan brusca con mi pobre novio, hay que ser más comprensivo, así como lo eres tú. —Como se suele decir en estos casos, mi cara era un poema. Y no de amor precisamente. Era un poema de sorpresa, ira y enfado, mucho enfado—. Espero que nos veamos y podamos ser amigos.
Un momento pensé, bueno, todo lo que se puede pensar cuando estas alucinado y lleno de ira (a eso hay que sumarle que tras decir novio mi enfado aumentaba con cada palabra). En principio aguante la compostura, no me entraba en la cabeza que una tía me prefiriera por amigo. Yo no soy de esos que son amigos, no, no, no. Yo soy de esos por los que una mujer se muere. ¿Y ésta no?. ¿Pero que pasa aquí?, ésta tía era ridícula, absurda. Era gilipollas. Pero por qué yo había perdido mi tiempo por esa. Exacto, esa y me da igual lo que penséis. Es esa, nada más. Empecé a experimentar algo nuevo en mi, me sentía indignado. Ese tipo de nueva experiencia es de las que no me gusta tener. Pero la tuve, en ese momento lo estaba sintiendo. Eso cada vez me enfurecía más, mi rabia se estaba saliendo de mis límites. Nunca me había molestado algo tanto como en ese momento, la existencia de esa chica y de lo que me estaba haciendo. En mi mente las ideas se mezclaban, ella mientras me clavaba su sonrisa como una flecha mortal. Tenia una herida, mi orgullo, mi sensibilidad, mis sentimientos, todo mi yo estaba herido. La herida no era mortal, pero dolía. Mas bien escocía. Me levanté y escupí el café que aun mi boca estaba soportando. Que pena, el café cayó en su bonita alfombra. Que se joda. Me levanté decisivo con paso firme, para que ella viera lo que se perdía. Me perdía a mí, pero en que pensaba esa tía. Como puede la gente llegar a ser tan estúpida, tan cortita como para perder su oportunidad conmigo. Después me di cuenta que no debí hacer lo que en el siguiente momento hice, no merecía que desperdiciara saliva con ella. Pero por primera vez en mi vida, hice algo estúpido. Bueno este asunto desde el principio resultó estúpido y una perdida de tiempo. Aunque no me arrepiento. Ya que algo me aporto, aun intento adivinar qué. Pero ya lo descubriré. Todo a su tiempo, sin prisas. Tras escupir el café, le dije estas palabras sin dejar que ella me interrumpiera:
—Tú eres gilipollas. —Mal comienzo lo admito, pero ahora va a peor. La cara de ella fue de una sorpresa, de todas formas… su cara solo fue a peor. De la sorpresa, a la indignación y de allí al miedo, al terror. Juro y no me confundo que a ella se le paso por la cabeza alguna tontería sobre mí. Fijo que pensó que era un loco psicópata. Mejor el asunto de las reacciones de ella lo dejo así resumido. Es mejor imaginarlo, según va fluyendo mi poco adecuado discurso. No considero que fuera largo, fue mas bien decidido y conciso—. Pero tú de que vas y quien coño te crees que eres. A mí me vas a venir con tus gilipolleces de niñata de turno. Tu la flipas o te metes algo, porque si no, no me lo explico. Estoy aquí como un idiota, perdiendo mi tiempo contigo. Mi preciado tiempo y me vienes con esas memeces de colegiala. Mira que eres penosa, no me explico porque he perdido tantas mañanas en ese patio mirándote. Ahora te sorprendes, acaso eres tan ingenua como para creerte la historia con la que entre. Ahora entiendo, es que no te da para más. Eres cortita, ¿verdad? Eso ya tiene mas lógica. Y si, te he vigilado, y te he mirado por unos prismáticos. Me he pasado días y días haciéndolo. Y todo porque dabas pena, y es que tú otra cosa no puedes dar. —Empecé a reírme socarronamente, mientras la miraba de arriba abajo. Pringa de mierda. Que bien me sentí mientras decía eso. Y me da igual que esté mal visto. Me importa muy poco, mas bien nada. Si no que no hubiera sido tan… no hay palabras que describan tamaña idiotez—. Y, sí, pobre de tu novio. Porque va a tener que soportar a una tipeja como tu, pero vamos, como no seas buena en la cama, poco te va a soportar. Y tranquila que ya me voy, no pienso perder un segundo más con alguien como tu. —Cogí la taza que aun contenía café, se lo tire encima. La cara estaba llena, empezó a llorar. Permanecía inmóvil, de miedo evidentemente. Tire la taza al suelo, y se rompió en mil pedazos. Cerca de su pie, ella dio un salto y un grito. Y dije— no seas exagerada, solo se ha caído el café. Por cierto el cianuro es más beneficioso que tu café. —La miré de arriba abajo despectivamente, me reí de la imagen que ella me ofrecía—. Que pena de mi tiempo. —Me fui tras un portazo
De todo esto hace un tiempo, mi vida no ha cambiado. Este hecho no me ha cambiado ni a mí, ni a mi comportamiento. Sigo igual, me alegro. Si hubiera sido de otra manera no me reconocería. Aunque para ser totalmente sincero, a veces pienso en este capítulo de mi vida. Y sucede algo curioso que no pienso darle importancia. Cuando pienso en ella, en lo que sucedió, ese día siempre tengo el mismo sueño. Estoy yo frente a un espejo. Me miro en él. No puedo moverme. La gente pasa alrededor, nadie me mira aunque estoy desnudo. No puedo separar la vista del espejo, aunque puedo ver en él y a través de él. Entonces la gente que me rodea empieza a ir rápida, cada vez más rápido. Tan rápido que no se les diferencia. No son mas que una mancha. Entonces poco a poco veo como mi cuerpo deja de ser mi cuerpo para convertirse en otra cosa. Mi cara sigue el mismo camino, quiero moverme, grito. Nadie me hace caso. Todos paran de moverse. Mi cuerpo es el mío, aunque no lo reconozco. Mi cara parece haber sido arrasada. El peso del tiempo ha caído sobre mi carne. En el sueño no logro creérmelo. Así que me toco la cara como puedo. Y palpo que la realidad del espejo no es errónea. Grito y pido auxilio. Pero nadie me escucha, nadie se detiene, ni me mira. Entonces despierto. No caeré en lo absurdo de relacionar mi sueño con la circunstancia que yo ese día pensara en ella. No tiene relación, es algo curioso nada más. Sin mas complicaciones. Al fin y al cabo siempre he tenido unos sueños poco tranquilizadores y muy extraños. Aunque no logran desasosegarme. Son solo sueños, que al despertar desaparecen fugazmente…