
Cuando el sol salió, dorado y brillante, a la mañana siguiente, no era sólo en los viejos templos de Yavin 4 sino en una nueva galaxia, una que resplandecía de perspectivas. Cuando las tres figuras se acercaron a la entrada del salón, hacia el trono del Gran Templo, cada una se sintió abrumada por los imponentes muros y techos de roca tallados con patrones intrincados. La selva estaba en su esplendor; cubría el aire húmedo con un intenso aroma floral.
Los soldados de la Rebelión se habían puesto sus mejores galas. Sus cascos y botas relucían con los rayos de luz del amanecer, que se filtraban a través del techo. Estaban parados, en posición de firmes, en ambos lados del largo pasillo. Las tres figuras se aproximaban a la entrada de la gran cámara. Luke se movía nervioso en sus ropas nuevas; llevaba las manos juntas detrás de él para esconder los temblores, sólo unos pocos. Pero se relajó con el suave silbido de Han, que estaba a su lado. Chewbacca los instó hacia delante, hacia donde una figura de blanco los esperaba. Inició la música de celebración. Y a la primera señal de las trompetas comenzaron a bajar las escalera hacia la parte delantera de la sala del trono.
Leia luchó por esconder su sonrisa mientras caminaban a paso largo hacia ella y deseaba que este momento significara para ellos tanto como para ella. La Rebelión había recibido a la princesa de brazos abiertos, dándole un nuevo hogar y un nuevo propósito; ahora ella los iba a ayudar a guiar su rumbo.
Cerca de ella, colocados en el lugar de honor que presidía la ceremonia, estaban dos droides (tal vez los verdaderos héroes en todo esto), pulidos y abrillantados. Un R2 reparado comenzó a brincar en sus tres patas y a silbar de alegría cuando Han, Chewbacca y Luke llegaron a Leia.
Las medallas estaban cuidadosamente puestas en una charola. Leia giró, levantó las medallas y, una por una, las colocó en los tres héroes.
Estos se volvieron hacia los soldados y oficiales, e hicieron una reverencia juntos. El salón estalló en júbilo.
La princesa, el contrabandista, el muchacho granjero.
La senadora, el sinvergüenza, el soñador.
La líder rebelde, el capitán, el piloto.
Más de lo que creían de ellos mismos.
Más de lo que otros veían en ellos.
Eran, los tres juntos, una nueva esperanza para el futuro.