Capítulo 10

 

Estoy confinado tras la barbacoa en el jardín. Mis padres han acaparado a Gabrielle y me han “castigado” preparando las hamburguesas mientras ellos la conocen un poco mejor.

La verdad es que no me importa. Ella está relajada, feliz, y realmente disfruto viéndola así. Mi madre y ella han conectado al momento, y sé que llegarán a ser muy buenas amigas… si se queda conmigo.

Esta tarde fui a mi terapia sin ella. La dejé charlando con mi madre y me escapé a la consulta del doctor Brown para contarle las novedades. Insistió en que la llevase a una sesión conmigo, pero para ello debo contarle lo que me ocurrió, y no sé si seré capaz de hacerlo aún.

Los nervios me atenazan el estómago durante toda la cena, pero cuando mis padres se retiran a dormir, me siento con Gabrielle en el columpio del porche a tomarnos una taza de chocolate caliente.

–¿Todo bien? –pregunto.

–Tus padres son muy intensos –sonríe–, pero encantadores. Me han estado contando batallitas de tu niñez durante horas.

Me tenso por un momento. Es el momento apropiado, pero el miedo no me deja hablar, así que solo sonrío.

–Espero que tu habitación esté bien –digo en cambio.

–Es perfecta. Todo esto es perfecto, Derek. No conocía esta faceta de ti.

–No conoces muchas facetas de mí, Gabrielle. La verdad es que solo conoces las más despreciables.

–No digas eso, no es verdad.

Sus ojos se clavan en los míos un instante que me parece eterno, y la caricia de su mano en mi mejilla me arranca un suspiro y hace que cierre los ojos inconscientemente.

–A pesar de lo que ha pasado entre nosotros siempre has sido tierno y cariñoso conmigo. Te he visto relajado charlando con Evan, y muchas de las cosas que haces son dignas de mención.

–¿Qué cosas? –pregunto sorprendido.

–He descubierto que ayudas a víctimas de maltrato y abusos sexuales, Derek.

–Ya se han ido mis padres de la lengua –repongo violento.

–Pues no, listo… no han sido ellos. Ayer cuando saliste de la floristería una clienta te reconoció. Llevaste su caso y la salvaste de una muerte segura. Eso es algo que jamás habría esperado de ti, y dice mucho de tu carácter.

–Nadie se ocupa de esas mujeres. Alguien tiene que hacerlo y a mí no me cuesta nada.

–Claro que te cuesta. Las costas de los juicios corren de tu cuenta. Eso es mucho dinero si llevas muchos casos, como me dijo ayer esta mujer.

–Me hace sentir mejor persona.

–Derek… eres buena persona –susurra en mi oído–. Estás traumatizado por algo que ocurrió, pero no eres mal tipo.

Sus labios se unen a los míos y me quedo en estado de shock. El tacto de su piel enciende mi alma, y un gemido escapa de mis labios antes de que me apodere de su cuerpo y la siente en mi regazo.

Ahondo el beso, y mi lengua entra en contacto con la suya, mis manos buscan el camino hacia sus pechos y los acuno suavemente entre mis palmas. Gabrielle enreda sus dedos en mi pelo y comienza sus caricias cadenciosas, relajando mis músculos tensos, aunque despertando mi excitación.

Con un esfuerzo titánico separo mis manos de su cuerpo y mi boca de la suya, apoyando mi frente en la de ella.

–No me hagas esto, Gabrielle. Si seguimos así no voy a poder cumplir mi promesa de no tocarte.

–Lo… lo siento –está tan turbada como yo–. No debería haberlo hecho. Me voy a la cama.

Se levanta de mis piernas para marcharse. Está avergonzada, y la sujeto de la muñeca para que me mire un segundo.

–Gabrielle… nadie quiere hacerte el amor más que yo, pero cuando lo haga será para no dejarte escapar. No me lo pidas a no ser que estés completamente segura de que te quedarás a mi lado.

Ella asiente y se marcha a su habitación. Me alejo de la casa lo suficiente para poder ver su ventana, y cuando la luz se apaga vuelvo a sentarme en el porche. Cierro los ojos y un suspiro sale de mis pulmones. ¡Joder!, esto va a ser más duro de lo que imaginaba.