CAPÍTULO XII

Finalmente debí de quedarme dormida porque cuando abrí los ojos los rayos de sol se colaban por la ventana. Eran casi las diez y sentía que tenía la cabeza embotada por el cansancio y la falta de sueño. Aun así me obligué a levantarme y me arrastré hasta el baño. Tenía un aspecto horrible, con ojeras y los ojos irritados de tanto llorar. Me metí en la ducha y dejé correr el agua hirviendo sobre mí más tiempo del necesario. No me apetecía salir, pero tuve que obligarme a hacerlo o me acabaría convirtiendo en pez. Dediqué bastante tiempo a secarme el pelo y a retocar mis ojeras y me di cuenta de que estaba haciendo tiempo para evitar enfrentarme a Robb. Tenía un miedo terrible a que lo de anoche no hubiera sido sólo consecuencia del alcohol y a que por la mañana se comportara de nuevo así conmigo, pero tenía que hacerle frente tarde o temprano, con lo que me vestí y bajé al salón. Todos estaban reunidos en torno a la mesa desayunando, incluido Robb, que alzó la vista hacia mí cuando me acercaba a la vez que yo la desviaba a otro lado, encontrándome con los ojos azules de Miguel sobre mí, con una mirada preocupada.

-Buenos días-saludé.

Todos me devolvieron el saludo y siguieron con sus conversaciones y yo me dirigí a la cocina a prepararme un café. Me entretuve un poco más de la cuenta con la cafetera automática, no se me daban bien estos chismes y no conseguía meter la cápsula de café correctamente. Miguel advirtiéndolo, se levantó de la mesa y se acercó a ayudarme.

-Gracias-dije.

-Tienes mal aspecto-me susurró acariciando mi rostro.

-Gracias, yo también te quiero-le respondí, poniendo los ojos en blanco.

Miguel se acercó más a mí y se inclinó a susurrarme algo al oído.

-Me ha llamado Hilda, quiere que vaya a verla a la Biblioteca, ¿vendrás conmigo?-me preguntó.

Me aparté un poco y le miré sorprendida. Volví la mirada hacia la mesa del salón y sorprendí a Robb observándonos. Desvié la vista de nuevo porque hoy no era capaz de mantener su mirada y volví a centrarme en Miguel. Asentí y cogiendo mi café me dirigí acompañada de Miguel de nuevo a la mesa. Rick y Tom estaban contando algo sobre un tipo que encontraron anoche y que aseguraba que tenía información sobre James, pero luego al parecer todo había quedado en nada. Escuché el relato sin intervenir y sin atreverme a mirar a Robb, que también estaba silencioso junto a Cloe al otro lado de la mesa. Miguel estaba ocupado preparando un croissant con mermelada que colocó de pronto en mi plato sin decir nada y continuó preparando otro para él. No pude evitar sonreír pensando en el que me había quitado la víspera. Había sido todo un detalle por su parte prepararme uno y aunque no tenía mucho apetito decidí agradecérselo comiéndome el croissant. Robb de pronto se levantó de la mesa con su taza y con su plato y se dirigió a la cocina, donde los lanzó con cierta brusquedad sobre el fregadero y desapareció escaleras arriba. Decidí seguirle. O hablábamos ahora o cuanto más tiempo pasara más difícil sería hacerlo.

“Miguel, voy a hablar con Robb. Espérame, no tardaré mucho” le pedí para que no se fuera sin mí.

“De acuerdo. Estaré en el garaje preparando las motos” dijo.

O sea que iba a ir en mi propia moto. Eso me gustó, pero decidí no pensar ahora en eso y prepararme para enfrentarme con Robb. Subí las escaleras con más calma de lo habitual y llamé a su puerta. Estaba dentro porque podía sentirle, pero al no abrir de inmediato pensé que quizás no quería verme. Pero al cabo de unos instantes abrió la puerta y se quedó mirándome a los ojos con actitud seria.

-¿Puedo pasar?-le pregunté.

Se retiró de la puerta y me dejó entrar, cerrando tras de mí. El ambiente entre nosotros era tenso y me sorprendió que me sintiera incómoda por primera vez con él. Robb siempre me había inspirado una confianza y seguridad total y ahora me miraba con una expresión que no podía descifrar, como si le molestara o le doliera que estuviera allí.

-Robb, ¿qué pasa?-pregunté en un tono más bajo del que quería- Si hay algo que no va bien creo que deberías decírmelo. Sabes que puedes contarme lo que sea-.

-No sé a qué te refieres-dijo serio- No tengo nada que contarte-.

-Anoche me sentí fatal, nunca te había visto así. Y… nunca me habías tratado tan mal… Supongo que habrá un motivo ¿no?-pregunté dolida.

-Había bebido. No volverá a pasar-respondió con un tono frío y esquivando mi mirada.

-¿El qué?, ¿lo de beber o lo de tratarme así?-pregunté irritada.

-Emma, estás exagerando. De todos modos yo no te pedí que te quedaras esperándome, no me gusta que controles todo lo que haga, es asfixiante-dijo llevándose las manos a la cabeza.

Me sentí como si me hubiera lanzado una jarra de agua fría. ¿Cómo era posible que Robb pensara eso? Yo no había sido nunca controladora o al menos si lo había sido no lo había hecho a propósito. Hasta ahora pensaba que estar juntos todo el tiempo posible era lo más maravilloso del mundo, pero parecía que ésa era sólo mi opinión. Estaba claro que Robb estaba agobiado, quería distanciarse de mí y no se atrevía a decírmelo. Quizás no quería romper expresamente todas las promesas que me había hecho hasta ahora por conservar su honor, pero yo tampoco estaba dispuesta a tenerle atado a mí por una promesa.

-Robb, si no quieres que estemos juntos no tienes más que decirlo-dije mirándole a los ojos.

Noté cómo se dilataban sus pupilas mientras inspiraba fuerte.  Allí estaba él, en silencio, con sus hermosos ojos verdes mirándome graves, evaluándome y lo que más lamenté es que estaba pensándolo demasiado.

-Quizás nos vendría bien distanciarnos un poco-dijo al fin.

Sus palabras me hirieron como cuchillos, desgarrando mi cuerpo a su paso. Me sentí inestable, como si hubiera perdido definitivamente el equilibrio. Mi equilibrio era Robb, sin duda, y él se apartaba de mí. Estaba sintiendo la terrible sensación de pérdida que sentía en mis sueños cuando él se alejaba más y más de mí. Sentí que respiraba con dificultad, casi como si me faltara el aire, y de pronto noté que me mareaba y me desplomaba contra el suelo. Pero no caí porque Robb me sujetó. Me tomó en sus brazos y comenzó a hablarme, pero yo no oía nada de lo que me decía porque la cabeza me daba vueltas, sólo veía fragmentos de lo que pasaba a mi alrededor. Me tumbó en la cama y me tomó el pulso. No quería recuperar la consciencia, dolía demasiado, pero poco a poco volví en mí. Abrí los ojos y me encontré con los suyos, mirándome preocupados y entonces recordé lo que había ocurrido entre nosotros. Él no me quería, al menos no con la intensidad con que le amaba yo. Lo nuestro había acabado. Sabía que yo no podría superarlo, pero no quería que él lo supiera también. El dolor sería sólo mío. Me incorporé lentamente e intenté levantarme de la cama.

-Emma, quizás deberías permanecer tumbada un poco más-dijo en un tono dulce.

-No es necesario, estoy bien-dije incorporándome y dirigiéndome a la puerta.

-Robb, creo que es mejor que rompamos. La situación en caso contrario sería muy ambigua-dije haciéndome la dura.

Robb me miró fijamente y apretó los puños contra sus costados, como conteniéndose, pero bajó la mirada y me dejó marchar y cuando cerré esa puerta supe que no volvería a ser la misma. Había perdido lo que más amaba de toda mi vida y sin él todo lo demás no importaba. Ahora más que nunca ansiaba encontrar a James porque ya no tenía miedo, ya no tenía nada que perder. Podría enfrentarme a él cara a cara sin pensarlo demasiado, lo único que peligraba era mi vida y eso ya no me preocupaba, sobre todo si conseguía llevármele de paso hasta el mismísimo infierno.

Entonces recordé que Miguel me esperaba y bajé las escaleras dando tumbos. Tenía que ser fuerte, no podía llorar. Tenía una misión y no me podía derrumbar, dejaría los lamentos y los lloros para cuando estuviera sola en mi habitación. Entré en el garaje y Miguel me miró y frunció el entrecejo.

-¿Todo bien?-preguntó.

-Sí, vámonos- contesté.

Había preparado una de las Hondas para mí. Me ofreció un casco y yo me lo puse rápidamente, agradecida de poder ocultarle mi rostro. Eché un vistazo a la Harley que estaba aparcada en el mismo sitio donde anoche la dejó Robb y me acordé de la primera vez que monté con él. Fue aquella noche cuando huimos a través del bosque bajo la luz de la luna, sintiendo su cuerpo cálido contra el mío. Fue la primera vez que me habló de mi destino, que me acarició con ternura y que me besó con pasión. Alejé mi pensamiento de él, ¿de qué servía lamentarme si él no me quería? Como en el rito del vínculo, no podría imponerle nada si él no lo deseaba. Simplemente le tendría que dejar marchar y liberarle de sus promesas con mi causa, sería injusto retenerle aquí contra su voluntad. Pero ahora no me veía con fuerzas, necesitaba escapar de allí con Miguel. Quería estar ocupada para no pensar más en mi dolor y acelerando la moto salí a toda velocidad del garaje seguida de Miguel.

La Biblioteca Pública siempre me había parecido una de las obras arquitectónicas más emblemáticas de la ciudad. Cuando vivía en Manhattan había sido mi lugar favorito en las tardes frías o lluviosas. Christine y yo solíamos ir a menudo a utilizar los ordenadores o a estudiar. Me maravillaba su impresionante sala de lectura y había leído un montón de libros sentada allí en mi adolescencia. Al subir por la escalera de mármol me sentí como en casa. Había añorado Nueva York más de lo que había imaginado que haría, sobre todo los sitios ligados a mi vida, como éste. Me entretuve contemplando el ajetreo que transcurría por la Quinta Avenida y Miguel tuvo que volver a por mí.

-Estás un poco distraída esta mañana-murmuró.

-Perdona, hacía tiempo que no venía por aquí. Siento nostalgia-dije.

-Tómate el tiempo que quieras. Es normal que eches de menos tu ciudad-dijo.

-En realidad no sé si es mi ciudad, pero como no recuerdo nada antes de esto para mí es mi hogar. No soy una chica de mundo como tú-dije.

-Eso tiene solución, cuando acabemos con James iremos donde desees-me propuso sonriendo.

Suspiré. Esa misma proposición había salido de labios de Robb una vez, parecía que hacía mil años, cuando todo era perfecto y él quería pasar el resto de su vida conmigo. De nuevo pensaba en él.

-Anda, vamos. Tú amiga pensará que no vamos a presentarnos-dije.

Subimos a la segunda planta, donde Hilda tenía su despacho. Miguel llamó con los nudillos a la puerta y unos segundos después la despampanante pelirroja apareció en la puerta.

-Miguel, llegas tarde-dijo poniendo un mohín.

Llevaba una blusa escotada, una falda de tubo hasta la rodilla y sus taconazos de aguja. Le dedicó a Miguel una sonrisa encantadora mientras le tendía su mano, que él cogió y besó como un caballero.

-Discúlpame-respondió él, galante.

De pronto sus ojos se deslizaron hacia mí y su rostro denotó sorpresa. Yo la miraba atentamente. Nunca había visto a una chica tan perfecta, me parecía salida de las películas antiguas de Hollywood.

-Hilda, te presento a Emma Newmann-dijo Miguel.

-Sí, la recuerdo del club. Es la primera vez que veía a Miguel tan enfadado con alguien del sexo opuesto. Siempre es tan cautivador -comentó divertida.

-Sí, pero lo nuestro es una relación de amor y odio-dije yo mosqueada.

-Esas son las mejores-dijo Hilda guiñando un ojo a Miguel.

Entró en su despacho indicándonos que la siguiéramos y nos ofreció asiento frente a su escritorio.

-En la biblioteca conservamos la mejor recopilación de manuscritos sobre la historia y costumbres de nuestra raza. Desde la inauguración de la biblioteca en 1895 siempre ha habido entre el personal un híbrido, encargado de recopilar, conservar y custodiar estos manuscritos. Yo continué la labor de mi padre y llevo casi dos años ocupando ese lugar aquí. No recibimos muchas visitas en esta área de investigación, como podéis imaginar, pero cuando las recibimos suelen ser importantes-explicó mirándonos con curiosidad.

-¿Has encontrado algo?-preguntó Miguel.

-No exactamente. He decidido daros carta blanca y que seáis vosotros los que busquéis a voluntad. No me has contado en lo que andáis metidos y francamente no tengo mucho interés en saberlo. Sabes que me gusta mi vida tras los libros, sin problemas ni batallas, e intuyo que esto no casa con lo que os traéis entre manos. Tengo una sala privada reservada para vosotros; podréis consultar directamente la información si así lo deseáis-ofreció.

-Gracias Hilda, es más de lo que esperaba-dijo Miguel.

-Pero deberíais saber que tenéis a James detrás. Me llamó ayer para concertar una cita, por eso te llamé de inmediato. Sea lo que sea que buscáis, prefiero que lo encuentres tú primero-dijo Hilda.

-Haces lo correcto. James como sabes no es de fiar. Te ruego que no le menciones que hemos estado aquí-pidió Miguel.

-Descuida, no pensaba hacerlo-dijo Hilda.

Nos condujo hacia las escaleras y bajamos hasta el sótano. Una vez allí seguimos un corredor con salas a ambos lados y Hilda introdujo un código de seguridad en una de las puertas. Los cerrojos de la puerta se descorrieron con un sonido metálico y entramos en una pequeña sala. En medio había una mesa rectangular con bancos a ambos lados y las paredes estaban amuebladas con armarios metálicos.

-Cada sección está identificada con un código como éste-dijo señalando la etiqueta que identificaba uno de los tiradores- Los documentos están conservados al vacío dentro de cada sección. Para abrir la sección tenéis que teclear los tres últimos dígitos del código en la computadora que hay justo ahí-dijo señalando un terminal integrado en una de las paredes del armario automático- Los documentos están protegidos por un film especial, transparente, para que podáis leerlos sin retirarlo. Os pido por favor que los manipuléis con guantes de látex, el dispensador está junto a la pared y también es necesario que una vez que hayáis acabado con una sección volváis a hacer el vacío para proteger los documentos-.

-¿Cómo están ordenados?-pregunté un poco agobiada.

-Pues no es muy complicado. Estas tres secciones de la derecha narran el inicio de los tiempos, la creación y la historia de los primeros. En la parte superior están todos los hechos históricos y bélicos relevantes de los primeros. Abajo a la izquierda encontraréis la zona relativa a los híbridos, con sus códigos, descripción de aptitudes e historia y en la parte superior está todo el compendio inimaginable de profecías, leyendas y ritos de nuestra raza-explicó Hilda.

-De acuerdo, creo que deberíamos ponernos manos a la obra-apremió Miguel.

-Os tengo que dejar encerrados, es más seguro. Es un poco claustrofóbico pero os acostumbraréis rápido. Si necesitáis salir podéis hacerlo mediante éste código-dijo pasándonos un papel con la codificación- Tenéis hasta las cuatro, a esa hora se cierra toda esta planta. Vendré a buscaros antes-añadió.

-Gracias Hilda-la despidió Miguel.

La puerta se cerró y yo ya estaba en marcha. Comencé por la parte izquierda, línea superior, convendría  centrarse en los ritos y profecías. Cogí la escalera móvil que había en la sala y me aupé hasta alcanzar los armarios superiores.

-Miguel por favor, abre el XC7-le pedí.

Se acercó al terminal y tecleó el código de apertura y el armario se abrió siseando al romperse el vacío. Saqué un poco más la bandeja hacia afuera y contemplé una fila de carpetas archivadoras llenas de documentos. No tenían títulos ni ninguna identificación exterior, con lo que opté por sacarlas en orden. Se las fui pasando a Miguel que las colocó ordenadas en la mesa y nos sentamos en el banco a estudiar su contenido. La primera carpeta que ojeé contenía láminas y grabados donde se explicaba el rito del vínculo. Aparecían ilustraciones que reflejaban la simbología del pentáculo y de la estrella de David, puesto que ambos escenarios eran válidos para este rito. Los textos estaban escritos en latín, asignatura que no había elegido ya que iba por ciencias, con lo que sólo entendía alguna palabra suelta. Sin embargo las ilustraciones hablaban por sí mismas y se veía claramente las fases del vínculo: el juramento, el intercambio de sangre y finalmente el intercambio de energía entre los vinculantes a través de las marcas realizadas en las manos. La transmisión de energía aparecía representada como haces de luz que pasaban de un cuerpo a otro y que conseguían iluminar todas las líneas de la estrella. Hasta ahora había pensado que la estrella se iluminaba por pura magia y sin embargo lo hacía porque parte de la energía que se transmitía entre los vinculantes se perdía y se ligaba a las líneas del suelo haciéndolo brillar. Me había vinculado dos veces, la primera con Robb y la segunda con Miguel y no se me había ocurrido pensar que al fin y al cabo lo que parecía magia no era sino un intercambio de energía entre dos cuerpos que actuaban a la vez como emisor y receptor. Sin embargo era mucho más excitante pensar que era magia. Sin duda para mí la experiencia lo había sido, sobre todo cuando me vinculé con Robb. Recordaría aquella noche toda mi vida, cuando yo temerosa no me atrevía a seguir adelante con el ritual y Robb me tranquilizó y me persuadió con ternura, explicándome en qué consistía la unión que crearía entre nosotros. Eso fue suficiente para que me decidiera a seguir adelante y fue alucinante. Robb y yo juramos el vínculo y lo sellamos con un beso apasionado, con mordisco incluido para mezclar nuestra sangre, y cuando nos unimos en un abrazo sentí su energía entrando en mí. Fue la vez que más cerca estuve de Robb y la sensación fue abrumadora. El tiempo en el que habíamos estado vinculados había sido el más feliz de mi vida. Me había sentido completa y segura de amarle y él me había amado también. Había añorado tanto vincularme de nuevo con él y ahora…eso ya no sería posible. Ahora ya no sabía si quedaba algo entre nosotros dos. ¿Cómo era posible que después de haber sentido algo así de sublime, de un día para otro Robb quisiera distanciarse de mí? Pero ahora no era el momento de hacerme este tipo de preguntas. Teníamos menos de tres horas para revisar todos estos documentos y no podía perder el tiempo porque no tendríamos otra oportunidad de volver aquí.

No encontrando nada nuevo en esta carpeta pasé a la siguiente. Ésta trataba de un rito parecido a un bautizo para los niños híbridos y según lo que entendí en las notas, se realizaba para intensificar sus aptitudes y prepararles para ser buenos potenciales. Pasé de temática y encontré algo sobre uniones entre híbridos, era algo similar a las bodas. No estaba de humor para esa temática y pasé a otra carpeta. De pronto Miguel llamó mi atención.

-Mira, ¿de qué te suena esto?-preguntó mostrándome un documento ilustrado.

-¡La daga!-exclamé y me acerqué más a él- Es la misma, dorada, con el mango en cruz y las gemas en la empuñadura y ¡mira!, hay otro dibujo en la otra página muy similar. Está en latín ¿puedes leerlo?-.

-Sí, se trata de una pareja de dagas. Según el texto ambas se forjaron en la fragua celestial con una aleación de metales sólo conocida por el herrero del cielo. Fue un encargo especial. Los primeros eran inmortales, nada podía dañarlos, pero después de la primera batalla celestial a causa de la rebelión se crearon estas armas para que en el futuro se pudiera contener un nuevo motín. Este metal sí que podía dañar a un primero y de esta forma su inmortalidad ya no era una baza segura. Los primeros sabían que si incumplían las reglas podrían ser castigados y ejecutados y se nombró como poseedor de las armas al verdugo del consejo. Según dice aquí los casos de ejecuciones de primeros fueron muy escasos y con el tiempo la figura del verdugo desapareció. No se sabe qué fue de las dagas, no quedando evidencia posterior de su existencia. Es por eso que se consideran más una leyenda que una realidad-explicó Miguel.

-Pero son reales, nosotros hemos tenido una de ellas en nuestras manos. Esto confirma nuestra teoría sobre la daga: puede acabar con James. Y también puede dañarme a mí porque en definitiva soy hija de dos primeros. Hemos perdido nuestra mejor opción-dije decepcionada.

-Sí, pero hay otra daga. No tiremos la toalla-animó Miguel.

Cogí las dos láminas y las plegué, guardándolas en mi bolso. Miguel me miró levantando una ceja.

-No me mires así, no pienso dejar esto aquí para que lo encuentre James. Puede que a estas alturas ya sepa de qué es capaz la daga o incluso la tenga en su poder, pero por si acaso no le vamos a poner la información en bandeja-dije.

-Estoy contigo-admitió.

Seguimos revisando las carpetas hasta que en una de ellas vi una ilustración que me llamó la atención. Se trataba de una figura que levitaba en el aire, rodeada de un halo de luz y a sus pies tenía grabada la palabra Aequilibrium. ¿Se suponía que se trataba de mí? Parecía más bien un ser diabólico porque echaba rayos por los ojos y todo a su alrededor era aniquilado. Había un texto a continuación en latín y le pedí a Miguel que lo leyera.

-Es la profecía del Equilibrio. Dice que la discordancia entre los bandos pondrá en peligro la vida de la humanidad. La corrupción anidará en los primeros habitantes y olvidarán sus principios, buscando sólo sus propios intereses y explotando su hegemonía sobre la Tierra. Esto provocará la aniquilación del mundo salvo que resurja el equilibrio inicial que estableció Dios con la creación. Profetizan que el liberador vendrá en forma de humano y portará la mitad del cielo y la mitad del infierno en sus venas. Su destino es enfrentarse al mal y vencerle, restableciendo el equilibrio en el mundo. Su destino es ser sacrificado para salvar a la humanidad-explicó.

-He de morir, es eso. Al final será necesario mi sacrificio de todas formas-dije encajando el significado de la profecía.

-No, no puede ser. Tiene que tener otro significado- dijo Miguel mientras releía mentalmente el texto.

-Tiene sentido, en muchas doctrinas el libertador ha de sacrificarse para salvar a la humanidad. Es una vida a cambio de miles-dije pensativa.

Miguel cerró la carpeta y me cogió el rostro entre sus manos.

-Emma, eso no va a pasar. Lo interpretaremos y si estás en lo cierto el mundo se puede ir a la mierda. No dejaré que te sacrifiques por nadie-dijo intenso.

-Miguel, no me importa. Es un destino noble. Si ha de ser así, lo acepto-dije convencida.

-No…digas…eso-dijo separando cada palabra- No te voy a perder-añadió juntando su frente con la mía. 

-Es mi destino Miguel. Mi madre me habló de eso en la carta. Mis padres murieron para que yo sobreviviera, para que protegiera al mundo. No los decepcionaré. Quizás después de esta vida exista algo más y puede que consiga reunirme con ellos-murmuré.

-No hables así, por favor- suplicó.

Parecía dolido, abatido y lo entendía, también sería duro para mí dejarle ahora que le conocía tan bien… Era mi vínculo y se había comportado como un amigo y un verdadero apoyo desde que nos unimos. Pero no quería dramatizar más de la cuenta, que yo estuviera hecha polvo y que mi vida o mi muerte me trajeran al fresco en este momento no significaba que tuviera que amargar a Miguel. Todo llegaría a su tiempo de un modo o de otro.

-De acuerdo. Tienes razón, sólo es una profecía-dije tranquilizadora mientras acariciaba su rostro.

-No te pasará nada. Estaré a tu lado-prometió.

-Lo sé-dije con certeza.

Revisamos el resto de las carpetas de la sección pero no encontramos nada sobre el ritual para acabar conmigo y transferirse mis aptitudes. Era evidente que con la daga podrían matarme sin más, pero tenía que haber algún otro ritual que permitiera hacer la transferencia antes de acabar conmigo. Revisamos el resto de secciones lo más velozmente que pudimos y no encontramos nada más. Quedaban menos de quince minutos para las cuatro de la tarde y empecé a seleccionar hojas para fotografiarlas y desde luego me guardé también el manuscrito con mi profecía en el bolso.

De pronto oímos abrirse la puerta y Hilda accedió a la sala. Habíamos recogido todos los documentos y cerrado los armarios, con lo que la seguimos al piso superior.

-Espero que hayáis encontrado lo que buscabais-dijo.

-No exactamente, pero hemos podido resolver algunas dudas-contestó Miguel.

-Me alegro. Por cierto Miguel, he oído que Robb está en la ciudad, ¿le has visto?-preguntó de pronto.

Esto atrajo mi atención y me volví hacia ella. ¿Qué querría de Robb?

-Me he cruzado con él-respondió Miguel esquivo.

-Si le vuelves a ver, ¿le dirás que me llame?-preguntó.

-Si le veo se lo comentaré-respondió él mirándome.

-Gracias-dijo.

-No, gracias a ti. Has sido muy amable en ayudarnos-respondió Miguel.

Nos estrechó la mano y se despidió. Me quedé mirándola mientras subía las escaleras. Era el tipo de chica despampanante que encajaría con Robb. Creía saber por qué se había interesado porque él la llamara, pero temía preguntárselo a Miguel.

-Me ha sorprendido que no la tumbaras de un gancho cuando ha preguntado por Robb-se burló Miguel.

-Ya, ¿fueron novios?-pregunté dolida.

-Algo así, yo hice que rompieran. No es mi tipo, como ya sabes, pero siempre es agradable cabrear a Robb. Pero no debes preocuparte, él no la llamará-dijo sonriéndome.

-Ahora puede hacer lo que le plazca-dije.

Y no esperé su reacción, sino que salí al exterior del edificio. Necesitaba respirar, me asfixiaba. Inspiré con fuerza mirando el atardecer, absorbiendo la vitalidad que había a mi alrededor y que a mí me faltaba. Miguel me había seguido y se detuvo a mi lado. Bajó un escalón para que quedáramos al mismo nivel y me miró de frente.

-¿Qué has querido decir?-me preguntó.

-Esta mañana Robb y yo hemos roto-dije notando la angustia apoderarse de nuevo de mí.

Miguel me contempló unos instantes, serio, leyéndome los ojos. Y entonces estaba dentro de mí y ya no le pude ocultar nada más. Vio cómo estaba desde el interior: destrozada, hundida y aniquilada. Le mostré todo porque le necesitaba, necesitaba compartir este dolor con alguien o enloquecería. Miguel me atrajo hacia él y me abrazó con fuerza y yo comencé a llorar, liberando todas las lágrimas que había contenido antes.