A mi querido Milito

Finca “Santa Clara”

Angelito mío,

¿Con qué palabras pedacito de mi alma pudiera yo hacerte comprender a tí lo que quiero decirte? Y no es que quiera decirte, es que siento ángel mío arder acá en lo más recóndito de mi alma ese fuego sacro que se llama amor de padre: quiero en los momentos del día de hoy dar expanción a los transportes de mi espíritu ensendido en amarte querido hijito, no intento que tú me escuches porque en tu inocencia de ángel estás aún muy lejos de llegar un día a comprender cuánto te adoro.

Hoy cumples un año Milito mío, y yo también, uno de poseer la dicha de adorarte, hace ya el primer «Abril» que transcurre para mí de felicidad, de alegría, al verme dueño del amor inmenzo que mi alma guarda para tí, porque tú angelito de mi corazón eres el tesoro que puso Dios en mis manos como dote valioso para mi matrimonio; con tu venida al mundo has regado de flores el camino que conduce a tus padres hacia el enigma que se llama porvenir. Tú eres vida mía la fragancia que embalzama esa flor que colocas con tu lazo de dulzura entre el alma mía y de tu mamá, porque con tu existencia has venido Milito amorozo a forjar más sólida la cadena de ternura con que se unen las almas de tus padres que tanto te idolatran, eres el botón florido que engalana el árbol de nuestra existencia, eres el lenitivo de nuestras penas, eres el alba que lleva en medio de las neblinas los alegres destellos de la aurora ante los ojos de tu mamá cuando está triste, pues tú para mamá haces lo que la gota de rocío de la montaña con la flor marchita por los rayos de un sol de estillo, la refrezcas, la consuelas en las horas en que agobiada de tristeza deja doblar los pétalos del alma, la vivificas, le das fragancia, la alimentas moralmente como las brizas alimentan las violetas.

¡¡Ha Milito querido!! Yo estoy lejos de tí, pero desde aquí recibe en tu tierno corazón los votos fervientes de tu padre. No puedo ofrecerte nada hoy que es día de tu santo, ¿sabes que te daré? El camino de la honradés más tarde, la manera de amar a tu mamá como buen hijo, y en fin infundirte los sentimientos míos míos, para lo cual Dios me ayudará cultivando en tu alma tierna, para que más tarde en el más allá de tu niñez encuentres lo que se llama el bien y más allá de la vida lo que se llama «Gloria». Dios será quien forme en tí el corazón, él y los buenos ejemplos de tus padres. Tú vida mía eres él faro que vislumbra en el mar de mi existencia, eres la antorcha que brilla allá a lo lejos en el horizonte desconocido de mi porvenir, la esperanza querida que da venturas a mi vida, porque serás siempre en falta mía el mejor consuelo de mi espoza. Dios que es tan grande ha de darme la dicha de verte crecido desarroyado en edad y en cualidades para cuando me toque, traspasar yo tranquilo él humbral irremediable de la eternidad. Recibe pues muchos besos hijito de mi alma, y los ardientes votos que por tu felicidad hace quien te quiere con todo el fuego del alma.

Tú papá

Setiembre 23 de 1908

Ésta era la carta favorita de la Gran Puta. Lo sé porqueia me lo dijo. Es una fotocopia de la carta quel papá de su tío Milo, el abuelo de la Gran Puta, le mandó al tío Milo cuando cumplió un año. Creo quén la próxima carta quencontremos, Milo dice algo déso. Es la carta más vieja que yué visto en mi vida. En fin. Volviendo a lo de las botas y la sarabanda. Al ratito ya fue llegando más gente, y entró a tocar el conjunto. Empesaron oíte ésta, con Twist and Shout cantada en español, quera un horror, sentí como si alguien me hubiera dado un vergaso en el estómago. Estaban usando la misma batería que la sarabanda, uno de los amplificadores no sonaba y el lead estaba rasgando las notas. La Rosa miapretó la mano nomás. Y en éso vamos viendo que los jóvenes salen a bailar igualitos de paletas que los viejos, maestros. Yo quería fumarme un purito, eios llevaban su cervesita en la mano, era una onda tan pero tan diferente de la nuestra, palabra. Yo me incliné hacia su oído para preguntarle si quería quedarse conmigo esa noche. Nos apretamos más la mano, pero antes de poder decirle nada, eia me preguntó, contáme cuál es el patín con la mafia coquera. Yo miaturdí. ¿Por qué? le dije. Así nomás, me dijo, como si fuera nada. La Gran Puta tencargó quiaveriguaras, le dije yo. La Gran Puta ya sabe todo, me dijo. Sólo que no cuenta. Yuempecé a preguntarle a la Rosa, para ver quera lo que sabía, pero aqueia terca que la Gran Puta no liabía contado nada. Yo ando aquí porque creo en el patín de la Gran Puta, le dije, no por huir de la mafia coquera. Yo también. Todos, dijo la Rosa. Buscando. Pero éso no quita que cualquier día de éstos la mafia coquera baje de la montaña y nos mate a todos. Con sus palabras, yo salté, me paré, le solté la mano. Y cabal en ese instante, maestro, veo caminando al pisadito. Agarráte ésa. Iba alejándose de nosotros. Seguro quiabía pasado atrás de donde estábamos y en nuestra onda no luabíamos visto. La Rosa me preguntó si estaba seguro quera él. Sólo se le veía la espalda, así que yo nuestaba tan seguro pero de todas formas nos fuimos detrás y yo, más rápido, dejé un poquito atrás a la Rosa. Lo alcancé en la esquina del salón de baile donde se juntaban dos callejones y brinqué frente a él. Nos quedamos viendo frente a frente. Estaba vestido como debía pero la verdá, yo creía que no era, no lo reconocí, maestro. Me entró una gran pena de acusarlo de robo, ¿ya vas? Podría hasta verguiarme a lo mejor, esos ixtíos son bien dados, y uno ya nuestaba parésas mierdas. En éso iba llegando la Rosa y yo sin saber quiacer, casi como de casualidá baje la vista. Y pues. Llevaba puestas las hiking boots del Amor de mis Amores. Las reconocí por las pitas verdes y el cuero gris. Salté para agarrarle el braso al pisadito que también reaccionó en ese mismo instante. Trató de pelárselas pero la Rosa liagarró el otro braso. El chavito empesó a sangolotiarse y como la Rosa no era muy fuerte, me la tenían volando por todos lados. Era un esfuerso de la gran diabla el sostenerlo. La shumada sempesaba a aglomerar alrededor nuestro aunque nadie se metía. A mí me fue dando culío porque al fin, con la shumada nunca se sabe. Así que me puse a gritar, agarren al ladrón! Agarren al ladrón! Toda la gente iba saliendo del baile para vernos, maestro. Ya parecíamos rehilete porque yo ensartado en el piso y el pisadito volando alrededor mío porque la Rosa había corrido a buscar a los demás y yo me sentía tan indefenso. El tiempo no pasaba, era horrible, y comensaba a sentirme el ladrón, a sentirme culpable, y que tendría qué sostener ahí al pisadito hasta el fin de mi vida. Peruén eso veo aparecerse a la Rosa con el Niño Dios y el Gran Chingón. Respiré, maestro. Y al llegar eios, la shumada quiantes había estado silenciosa y mirándome raro, al ver quiaqueios llegaban y miayudaban a sostenerlo empesaron de repente a gritar, llévenselo a la policía, quiaprenda. Pero los jóvenes lo miraban con lástima, y nos decían que no lo lleváramos a la policía, quiagarráramos las botas y ya. Fueron apareciendo el Amor de mis Amores y la Santa y al ratito llegó la Gran Puta con la Vida. Qué hacemos, le pregunté a la Gran Puta. Los viejos seguían conque ¡a la tencha! ¡Quiaprenda! Y los jóvenes que no, que la policía no. Entonces no sé qué miagarró, y grité, ¡que siaga lo quel pueblo decida! Todos empesaron a gritar, que a la policía, que suéltenlo, y yo todo felisote en el medio. La Gran Puta le dijo al Amor de mis Amores, quitále las botas. Aquél se las desamarró y se las puso. Mis botas de Africa, del Kilimanjaro, decía. El pisadito se quedó en calcetines y estaba llorando, suéltenme, nos decía, suéltenme, y yo gosaba viendo implorar al pisadito. La Gran Puta gritó que lo soltáramos y bueno. El pisadito salió corriendo en calcetine y desapareció lo más rápido que pudo. El Amor de mis Amores ya no paraba de reírse, todos nos reíamos. Liabía desaparecido su dolor de estómago. Caminando ya, todos, nos encontramos a la Ambar y al Cómo se llama echándose una cervesota en un comedor. Verdá, dice el Amor de mis Amores, así es como buscan los cabrones. Pero ya no dejaba de reírse y aqueios le vieron las botas puestas y empesaron a gritar, ¡las encontraron! ¡Las encontraron! Saltaron a unirse a nosotros y ya toduel Es tablo se fue de vuelta para donde don Calvo Castillo a celebrar, mientras que la Gran Puta va de repetir, Yucatán, Yucatán. Pero antes le pintamos una U en la frente a todos y todos juraron no quitársela nunca más.

Que María Bonita me haya seguido hasta San Cristóbal de las Casas fue sin duda pésimo para mí, pero sólo ahora me doy cuenta. Porque a pesar de la intensa emoción, el hecho era que entre nosotras ya todo había acabado. Yo sentía eso. Pero tenía miedo. Miedo de dejarla, desde que había asumido una culpa con respecto a ella que en verdad no podría existir. La dependencia de ella hacia mí me atormentaba constantemente. Ahora ya lo comprendo desde luego, y lo más importante, he terminado todo éso. Cuando volví ella me buscó inmediatamente, telefoneó, escribió, pero ni modo. Ya no era posible. Primero, no era el tipo de relación que yo quería exactamente. Mi bisexualismo no llegaba al punto de tener una necesidad desesperada de buscar el climax sexual con una mujer. Para dejarme llevar así, es necesario un nivel de emoción, de percepción muy grande entre las dos. Lo que adoro es sentir la proximidad física, el calor del cuerpo. María Bonita no sentía ésto. Siempre me usaba como un objeto de placer, sin importarle que yo pudiera tener un pie bonito, un seno firme o las caderas redondas. Ni siquiera se daba cuenta cuando yo me había cortado el pelo un poquito para sacarme la flor.

Bueno, es que la onda era también un poquito así, ¿ya vas? Y la María Bonita siabía quedado toda resentida cuando la Gran Puta ya no quiso verla más, y entonces algunos maestros y maestras como el Descubrimiento del Usumacinta y el Farolito y toda la mafia coquera, pues empesaron a andar juntos con la María Bonita, y nosotros pues con la Gran Puta y entre los dos grupos no se transaba, ¿ya vas? Hasta quel imbécil del Gran Chingón se fue a meter a Likín sólo para salir bien jodido. Era una onda bien turbia ésa. Pero nuera lo principal. Lo principal era la herencia cósmica, encontrar la nueva vida. Sólo entonces se podría salir de la turbiedá. Por eso fue que de Saculeo nos regresamos a la capital, maestro. Porque la Gran Puta seguía diciendo Yucatán, Yucatán, pero al fin nuera cuestión diasí nomás, ¿cierto? Estaba el problema de los viejos, el del pisto. La Gran Puta no quería volver a la capital. Eia quería irse directo. Vamos para Livingston, decía. Ahí agarramos el barco para arriba. Soñaba de lo más acelerado, pero nuera realista. Eia porque vivía independiente de su familia. Nosotros no. Así quiubo que regresar, aunque eia nos hiso jurar que sería el menos tiempo posible y que no transaríamos con la mafia coquera y nos repintó las Ues en la frente, pues. Yo no sabía como libamos hacer el Gran Chingón y yo con el viejo. Pero tuvimos suerte. Andaba en el mejor de los humores porque con el reverendo McIntyre liba a toda madre y el Guerrilla Playland, que ya habían decidido el nombre, se volvía rialidá con la entrada al negocio de Georgy Boy King Kong. Ese viejo era la turbiedá absoluta pero en fin. El mío tampoco olía tan bonito, ¿no? Teniendo a la vieja que pudo ser tan buena onda con ups y downs, depresivos y antidepresivos, píldoras para dormir y para estar despierta, para comer y para no comer, para cagar y para no cagar. La vieja era una enorme alcancía de píldoras como esos tecolotes que te venden en la Antigua enfrente de San Felipe. Eso sí, era el doctor pisado el que le daba todas las recetas. Traficando las drogas del Calvo Castillo. Mal trance. Eran productos químicos, jodían al sistema. Las cosas ésas, váliumes y semejantes ondas, éso es lo se llama droga, maestro, veneno. Gente que se jode para siempre, y no como nosotros ques cuestión de alivianarse y todo tranquilo, bien a tono. Pero la otra es legal. Y los que la venden son los que tempiesan a joder a vos conque delincuencia que la chingada. Pero ya ves qués la chonta la que vende la hierbita, quel jefaso de la poli de Sololá te pasa lo que querrás y quel Tito Araña siaprovecha de los conectes de su viejo para meterle cocaína a los gringos. Y diahí a vos te van agarrando con un purito y ya ya te quieren mandar a Pavón, maestro, a menos que vaiás soltando la gran mordidota. Miace pensar, no sé por qué, en el Oriental Argosy ahí encaiado en la plaia del puerto, maestro. Esas cosas grandes que ya no se mueven. Y nuay otra que prender el siguiente purito y echarte un viajecito con el Pink Floyd a conocer los mundos mágicos, ¿ya vas? Quera donde estábamos. Yo, al volver a la ciudá andaba muy turbio. Me decía: ¿es que la Gran Puta de verdá busca la herencia cósmica? Y después yo me decía: ¿es que busco a la herencia cósmica o a la Gran Puta? ¿O es que la Gran Puta me parece tan fabulosa porqués capás de buscarla? ¿Me seguís? ¿Sería que lo quiacía a la Gran Puta tan especial era la fuersa que le daba su búsqueda? En ese caso había que darle mucha importancia a la búsqueda y al viaje ése. Pero ¿y si la Gran Puta fuera igualmente fascinante aunque no anduviera buscando la herencia cósmica? Entonces lo que contaba era su persona. Pero para eia era importante que creiéramos. Que quería más, ¿ser querida o ser creída? ¿O los dos? Yo me decía que no debería ponerme pesado y darme esas pensadotas a toda madre que no te llevan a ni mierda, sino hacerla nomás comuel lagarto que te va tan tranquilo flotando con la corriente del río. Para poder pararte en el aire hay que batir mucho y fuerte y rápido como un colibrí y yo no tenía la fuersa, maestro. Pero antes dimos teníamos también que saber con el Niño Dios cómo había sido el trance con la mafia coquera, pues. Así, se sabría si en verdá la cosa andaba turbia como decía la Rosa de los Vientos, o si todo tranquilo. Porque nosotros les habíamos dado el ácido, agarrado el pisto y largado. Y sólo hasta ahora volvíamos a la capital. El pick-up negro del Descubrimiento del Usumacinta que nos tenía todos nerviosos no siabía aparecido más quén la imaginación. No luabíamos visto por ninguna parte. Así que íbamos a tener qué averiguar de alguna manera, ¿ya vas? Y yo luego pensé en la Pervertida, maestro.

Es difícil encontrar una forma para escribir mis emociones. Parece que las palabras no bastan, que no pueden adecuarse a mis propósitos. A veces paso horas pensando cómo podría expresar algo que siento en el interior de mi ser, lo que vivo o pretendo hacer.

Platiqué con la Vida de mi relación con mis padres esta mañana. Antes, ellos eran autoritarios, me prohibían todo, no podía hacer nada. Se rehusaban sin ninguna explicación, era totalmente arbitrario, sobretodo de parle de mi madre. Ahora ya no hay interferencia de su parte, pero tampoco opinión. Y sin embargo sigo temiendo su reacción sobre lo que hago. Me gustaría que me animaran, que supieran lo que hago sin cuestionarlo, que comprendieran la dificultad, que no estuviera tan sola. Es un círculo vicioso, sin embargo. El poco contacto con mi padre se limita a decirle que todo va bien, le escondo cosas, temo su juicio. No sé de verdad qué actitud quisiera que ellos tuvieran con respecto a mí.

Pero antes tenía que sacarle fichas al viejo para el viaje. Y como andaba en ese tiempo de tan buen humor porque comensaban a marchar los planes de la Guerrilla Playland, decidí que la manera de entrarle era tal ves hacer como si sus pelotudeces minteresaran, ¿ya vas? Así el viejo sentía como que ya miba formalisando. Y fue así como llegué a saber las locuras esas quiá mí, la verdá, me la pelaban. Sin saber que después iba parar aquí, quién diría. En este calor de su puta madre. Pero en aquel entonces, ya me ves ahí medio güecón, que viejo que la chingada, cuénteme pues. Y el viejo dándome una miradota y el Gran Chingón riéndose en el segundo piso. Ya casi no siahablaban con el viejo. El viejo se sentaba en la salita con el tragote en la mano antes de cenar a leer El Imparcial y La Hora. Fue ahí donde luagarré. Después que le pregunté, el viejo se medio lió y dijo quiá mí qué mimportaba de todas maneras. Yo me reí como una lagartija risueña. Me serví mi tragote y me senté más o menos opuesto a él. El viejo hiso como si seguía su periódico pero me miraba de reojo. Yo compuse un adornito de cristal questaba torcido y acerqué un cenicero. Por fin el viejo salió con que ¿para qué pisados te voy a explicar si no sabés ni mierda? Decíme, ¿qué sabés? Sólo malgasté mi pisto cuando te metí al colegio. Al instituto debiste haber ido güevón de mierda. Y yo, medio riéndome y dale con el traguito, dándole cuerda al viejo. ¿Sabés lo qués la FIASA? ¿A ver, decíme? y yo, que, un edificio de varios pisos por aiá por el cine Reforma. El viejo se cagó de la risa y me salió conque si sabía cómo funcionaba. Yo pues que sabía quera una financiera. Y el viejo siempre jodón pero ya más a tono, que si sabía lo quera la diferencia entre un banco y una financiera. Yo ahí si me hice la tremenda brochota, porque la verdad que no, maestro. Entonces el viejo soltó su retahila de verdades, verdá que no sabés ni mierda, verdá que sos un ignorante, verdá que sos un vago, pero por fin salió conque la financiera soltaba pisto a medio y largo plaso para invertir en diferentes proyectos como la industria, la agricultura, o el turismo quera donde entraba la Guerrilla Playland. Y que podía también prestar más pisto quiún banco normal aunque yo no liatinara cómo. El viejo trató de explicarme pero se me ponía pesada la onda, maestro. El viejo lo captó y se fue poniendo todo pedantote, verdá que me hacés perder mi tiempo y ni tinteresás, pisado, y yo que no, que sí, que la chingada y tratando de imitar la risota abierta de la Gran Puta aunque más me salía ahí algo mero mieloso a lo colibrí de la Santa. Pero logré salirme conque por qué no me explicaba cómo la FIASA financiaba su proiecto más concretamente porque a las cosas concretas yo liatinaba, era cuando mentraban hablar de acciones y valores de cambio y pelotudeces que nuiba mucho más aia de poder pronunciarlas. Pero que mihablara así en concreto. A lo indio, interrumpió el viejo. Y yo pues simón, a lo indio y qué pisados. Bueno me dijo, en primer lugar, cómo se financien mis proyectos no tiene porque importarte, cabrón, y yo oía la risita del Gran Chingón viniendo de arriba. Pero yo insistía. Sentía quel viejo ya siba aflojando. Entonces fue que me dijo, maestro, que si era lo que querías oír ponéle atención. Con la vista así medio perdida en el culo de la cholera quiba pasando por ahí, me dijo, en algún lugar del país que nués la capital se piensa construir un gran parque de diversiones como nunca se ha visto antes y entre otras cosas el proyecto incluye un hotel, un casino, el primer gran casino que habría en el país. Y todo ésto en lo que va a llamarse una sona turista. Así me dijo, maestro. Y que entonces los derechos del hotel se los vendían a una cadena hotelera extranjera. Pero la FIASA financiaba parte del proyecto con un enorme préstamo, que ya estaba asegurado porque él mismo era accionista de la FIASA. Y encima de éso, la International Finance Corporation del Banco Mundial proveía fondos adicionales. Además de vender acciones, que serían controladas en parte por los directores de la FIASA, en parte por él, en parte por Domingo Moreira, el cubanote de los negocios turbios con los Araña y quiba abrir el yacht club qué, ¿no? Al decir eso, miacuerdo, yo ya le fui atinando sobre el lugar tan secreto donde pensaban hacerlo, pues. Y en parte por la International Tourist Corporation, controlada por don Frank Sinatra ni más ni menos, quien quería sobre todo los controles del casino. Y ésa era la onda, maestro, que tenía al viejo tan contentote porquel tamal siba cociendo. La FIASA ya había aprobado y las locuras ésas con el reverendo McIntyre estaban todas bien arregladitas. Según el viejo el reverendo no sólo quería meter su cuchara en el pisto sino le interesaba también la administración del Playland cuando el proyecto fuera terminado. Fue cuando le pregunté que por qué siba llamar Guerrilla Playland. Al fin, era palabra que no podías ignorar. Y entonces el viejo que lo de playland era obvio. Un parque de diversiones pero en inglés para acentuar su carácter internacional y atraer la turistada gringa qués la que más vendría. Y la otra palabra, me dijo, no podía decirme por qué todavía, pero quiá su tiempo se sabría. Y vaya si se supo. ¡En el mundo entero! Después el viejo me dijo que dejara ya de joderlo pero lo vi bien a tono y le solté lo de las fichas. Puso los ojos rojos, se me quedó viendo. Caiadito se sacó la cartera y diahí salió con un enorme bíetote, maestro, uno solo, y lo sostenía ahí en la manota. Yo, sin moverme. Tené pues, me dijo. Yo mestiré todo, a lo mono araña, pero nualcansaba. Qués esa mierda, me dijo el viejo. ¿No sólo pedís sino que no podés venir a recibirlo? Yo, todo pupusiento me fuí levantando y que muchas gracias viejo, que la chingada, y agarré el bíete pero el viejo no lo soltó. Yo pegué el reparón y le vi los ojotes rojos y me dí cuenta pero ya muy tarde. Con la otra mano dejó venir el pescosón que me dio en plena oreja así, maestro, que ví las Pléyades diuna ves, con la mano abierta me dio. Las conté, las Pléyades digo, una por una, y volé por aiá en la alfombra, pero ya con el bíete en la mano. Me levanté de la alfombra y la oreja me hervía, pero no hubo otra que enseñarles los dientes al viejo que me miraba con los ojos rojos pero riéndose. Todo hecho mierda me fui para arriba y el viejo me seguía con la vista pero sin moverse y se puso serio otra ves. Arriba me esperaba el Gran Chingón cagándose de la risa porque luabía controlado todo y ni bien que llego yo arriba y sale la chole con su vocecita que señores, que ya está servida la cena. Puuta, pensé yo, palabra que qué rico irse pal Yucatán.

Te conocí apenas, María, pero aún te siento bonita.

Mirada inquieta, María, agitada, profunda.

Ojos, María, color mar de bonitos.

Rostro, María, perfecto, ovalado.

Eres, sí, paisaje eterno en mi memoria.

Yo andaba ya para entonces en una onda de nuaguantar más al viejo, maestro. El Gran Chingón me lo decía siempre. El viejo ya no da. El viejo ya no da. Y yo pensaba que la Gran Puta tenía otra ves rasón. Esa mierda de pensar sólo pisto, pisto, pisto, sin tener conciencia espiritual del ser, ¿ya vas? La Gran Puta tal ves exageraba con sus ondas chinas que parecían alucines, pero quería que comprendiéramos quel hombre tenía muchas dimensiones. Eia nos decía quén kundalini se llamaban chakras y quedaban en la columna vertebral, ¿sabés? Como gradas que subir. Y la última era Nirvana. Ahí te volvías uno con Dios, que ya vas viendo que no tenía nada que ver con crucifijos y cucuruchos y somatones de pecho. Era como una unificación cósmica. Diahí lo de la herencia, pues. La Gran Puta estaba convencida que para nosotros el viaje debería venir de los mayas porque teníamos con eios una afinidad espiritual. Por ser nuestros antepasados directos. ¿Me vas siguiendo? Y nosotros podíamos ser su reencarnación. Según los maestros quiandan en ese viaje, pues todas las almas vienen de la Atlántida y desde ahí se han reencarnado a través del tiempo y el espacio. La Gran Puta decía queia no quería arriesgarse a afirmar algo que podría ser una pendejada pero tampoco podías decir sólo quera una pendejada, ¿no? Originalmente la Gran Puta creía que espiritualmente debíamos tener más afinidá con los mayas que con los chinos o budistas o esas otras gentes quella llamaba culturas de poder. Y ya vas que para ella era poder cósmico, no material como para mi viejo. Entonces la búsqueda de la herencia cósmica era más o menos eso. Pero la Gran Puta no explicaba todo tampoco. Eia no muy sabía, ondas dispersas que le llegaban de sus trances y queia trataba de conectar como un gran rompecabesas. No sabía de dónde venían sus trances. Aunque estaba más o menos convencida quera esta historia cósmica del subconsciente que tienen todos dentro de su cabesa y que cubre toda la historia de la humanidá. Eia había abierto una puerta a esta historia cósmica subconsciente después de todos sus viajecito de hongos y peyote y otras cosas que no muy sabíamos. Pero eia había tratado de abrir esa puerta porque estaba convencida quel mundo ya no daba, maestro. La Gran Puta repetía siempre que vivíamos en un mundo de desesperación, que desde niños absorbíamos una atmósfera de esterilidá. Era una pesadía de la cual había que despertarse, decía eia. Y era lo que buscaba, salir, sacarnos. Ése era el gran viaje de la Gran Puta. Vos veías a tu alrededor y liatinabas que nuabía más que muerte y destrucción, que toduel mundo andaba neurótico y sin saber qué hacer, como mi vieja, ¿ya vas? No quedaba más que escapar déste mundo o morir. Y la Gran Puta insistía que la mierda estaba así porque todos estaban metidos en el mercantilismo y el materialismo y que por eso la gente era vanidosa, artificial y sin sentido, quiasí no podían hacer más que seguir comiéndose unos a otros hasta que ya no quedara nada. Había que cambiar la conciencia de los individuos. Y para poder cambiarla había que encontrar la herencia cósmica que siabía perdido con el pasar de los tiempos y los diversos cataclismos quiabían cubierto la tierra. ¿Me seguís ahora? Y ya vas viendo como la Gran Puta y yo sí la veíamos igual, ¿no? Porque el viejo es de los que tendrían que ser cambiados, palabra. Dicen que comuera imigrante que siempre tuvo un complejo dinferioridá frente a las familias tradicionales, los Aycinena, los Castillo, los Herrera, los Ibargüen. Y que diahí la soberbia del viejo, hacer pisto como la chingada y joder al que se le pusiera enfrente. Pero nuera cuestión diasí nomás, ¿ya vas? Toda esa pelotudés le entró cuando el mercado común centroamericano porque el viejo felís, maestro, con su fabricona de camisas a surtir toda Centroamérica, y como lo clasificaban como industria nueva no pagaba impuestos, pues. Hubiera visto al viejo echar punta en aqueios días, que su movidita con el Banco Centroamericano para un prestamito y que maquinaria nueva libre dimpuestos y que la chingada. Pero los gringos le jodieron la movida, maestro, porque el viejo contaba que con el mercado común acapararía el negocio en toda Centroamérica. Vos sabés que la idea era quiubiera sólo una fábrica de cada cosa en cada país para que no compitieran entreios y se fuera levantando la industria en todos los países. Y pues, entonces quel viejo con planes y la chingada, era cuando nosotros estábamos en el colegio, maestro. Pero resulta que los gringos empesaron conque no se podía con una sola fabrica en cada país porquiba contra el libre comercio y que no sé qué chingados, que ideas socialistas y miles de babosadas, pero el viejo que nuera ningún imbécil pal pisto, ya sabía lo que se traían. Los gringos pisados querían meter sus fábricas aquí, y no les convenía que fuera una sola para toda la región. Y ni modo, como eios eran los del pisto, ya vas viendo que por mucho que la gente diaquí alegó y patalió, nuabían mierdas. Miacuerdo que mandaron un gringo, maestro, Arthur Marget, porquel viejo lo tuvo a cenar en la casa y nos hicieron ir a pelarnos. Fue una cena a toda madre y diahí nos mandaron acostarnos y ya sólo los viejos pisados discutieron hasta saber qué puta hora, pero nos despertó un ruido de la chingada, maestro. Salimos corriendo para afuera creyendo quera terremoto, ni que lagartijitas asustadas. Pero no. Era el viejo pisado somatando puertas y patiando contra la paré y maldiciendo como hasta entonces nunca habíamos visto. La vieja trató de medio bajar a calmarlo y ni te cuento. Me la regresaron diún sopapo. Y lo más cómico fue quel viejo tiraba manadas contra las paredes y hacía temblar la casa pero en una desas se resbaló con la alfombra de la salita al mismo tiempo que tiraba la manada, porque al fin, siabrían bajado una boteia de whisky con el gringo cabrón. Al resbalarse, dio la manada contra el vidrio, maestro, y luatravesó con el puño al mismo tiempo que caió sentado. Se levantó con toda la calma del mundo, se sacudió el culo, y entonces fue caiendo que tenía el puño ensangrentado. La vieja daba de gritos, medio histérica, y el viejo le gritaba, cáiese que nués nada, cáiese o la caio. Y la vieja tratando de contenerse, y el viejo pega un grito que nos vaiamos a nuestro cuarto o viene tras nosotros, y para que contarte que volamos a nuestras camas. El Gran Chingón hasta se orinó en la pishama. Ni dormimos, y al día siguiente resultó que nuera nada. Una cortadita, llegó el médico y le dio un par de puntos y ya. Pero lo económico, ahí si estaba más jodido. Porque la mierda era quel AID y el Banco Interamericano de Desarrollo queran los que daban el pisto pal Banco Centroamericano, habían presionado para quitar una mierda que se llamaba el régimen de integración de industrias porque les convenía a las multinacionales gringas. Pero lo que jodió a mi viejo fue que Somosa voló a sampar una fabriquita igual a la suya en Nicaragua y al ratito que De Sola lo mismo en El Salvador y el negocio se empesó a ir a la chingada. No que no tuviéramos pisto, maestro. Pero sí que bajaron los precios y eran unos vergueos de película. Finalmente, para terminar de joderlo todo, maestro, llegó la guerra aqueia del fútbol, Honduras se retiró del Mercado Común y fue la joda total. Ahí si la vio negra el viejo. Fue cuando nos sentó en la mesa del comedor y nos dijo, bueno, esta mierda siacabó. Nos vamos a la quiebra. Y nosotros sentimos un escalofrío con el Gran Chingón, aunque sin entender muy claro la onda, ya vas? Cotorriamos con el viejo. No sabía qué sería lo mejor, si declararse enquiebra o si incendiar la fábrica para cobrar el seguro. Y miacuerdo que nos puso, que nos pasamos noches con el Gran Chingón leiendo libros, maestro, te lo juro, leiendo libros sobre cómo incendiar fábricas de manera que se destruiera todo, que se destruiera sólo parcialmente, y que no quedaran trasos, porque ya vas viendo que si descubren la onda no sólo no te pagan ni mierda sino que te vas al bote, a menos que podás esconderte para largarte a la mierda como la tía que te conté. Fue la única ves que tuvimos intimidá con el viejo. Nos sentábamos así, los tres, en la noche, chupando y fumando y discutiendo, maestro, sin mierdas, todos opinando y el viejo oía lo que decíamos y no gritaba. A veces parecíamos agentes secretos, buena onda. Pero diahí quera ya la época de los blue-jeans, ¿ya vas? Era el año de Woodstock, Neil Young en pleno apogeo, Janis Joplin venía de dejar al Big Brother & the Holding Company, ¿me seguís? No siabía quedado clavada todavía con su agujita igual que Wash and Wear Gonsáles, lava más purooo, lava más blancooo, y Jimi Hendrix también, ya loquísimo, los Allman Brothers, maestro. Pues salió quel Somosa pisado quera de los quiabían jodido al viejo, montó una fábrica de producción de lona para hacer blue-jeans. Y se liocurrió cotorriar al viejo para quel viejo le comprara el material y entrara a hacer el producto terminado, a hacer los pantalones y chumpas. Fue otro vergueo pero se hiso el negocio al final y fue lo que salvó la fábrica del viejo. Ya nubo que incendiarla. Y en cuanto volvió a entrar el pisto otra ves, el viejo volvió a ser como siempre, sólo que pior. Quera donde andábamos en ese entonces. Y lo que más jodía siempre eran esos negocios con cubanos, maestro, los cubanos aparecían por todas partes como plaga de langostas, se jalaban al viejo para algún proiecto y diahí, ni mierdas, salía volando el cubano pisado con el pisto. Era una gusanera de mierda. Ya viste como el Días Masvidal quebró el barquito aquel y adiós hasta nunca. Siapareció poray el Gerardo Sampedro con el monopolio de exportación de carne que tampoco dio bola. Ahora el tal Domingo Moreira. El viejo pisado nuaprendía, maestro, era tal su ambición quiál final se jodía. Aunque ya con la EXMIBALFIASA logró uno de sus sueños quera entrarle como partner con los Castillo, de las viejas familias, quel viejo parecía chompipe, todo colorado, felisote, celebrando en el Club Guatemala, qué reverenda locura. Y ahora, mirátelo nomás. El Guerrilla Playland quiso buia en el mundo entero, y yo aquí bien pisado.

Querida sobrina Mariíta,

Hace tres días puse al correo mi cuarta carta y hoy empieso la quinta. La anterior deseaba fuera tu hermano el portador pero como escribo por episodios y en ratos de ocio, no la terminé a tiempo. Asimismo, me encontré el original de la carta primera que mi padre me escribió al cumplir mi primer año de vida y deseaba enviarte fotocopia. Eso demoró más su despacho.

Volviendo a los viejos recuerdos, mis padres vivían en la Finca La Trinidad entre Antigua y Escuintla.

Por razones de salud mi madre volvió con los abuelos Fernández antes de cumplir yo el año de vida. Mi padre me envió la carta de la finca donde estaba a Santa Clara (hoy zona 10), donde vivíamos. Yo cumplía mi primer año de vida y él había cumplido 22. Se casó antes de los 21.

Tiempo después papá aceptó el cargo de contador (tenedor de libros como le decían antes) de la finca Medellín, de una empresa alemana, en el municipio de Chicacao, departamento de Suchitepequez. Me contaban ellos que con motivo de cambiar la maquinaria del beneficio de café llegó un mecánico alemán, don Herman Müller. Mamá había establecido una pulpería en su casa de habitación y vendía cerveza y el señor Müller pasaba antes del almuerzo y antes de la cena a conversar en la tiendita y entre plática y plática se tomaba dos a tres cervezas. Le pedía una copita a mamá y me daba mis poquitos de cerveza, «Esto es bueno para los niños» le decía. «En Alemania les damos cerveza desde niños, es un buen alimento». Después he leído que es malo dar bebidas alcohólicas a los niños, que es la edad donde se forma el hábito alcohólico, así es que de milagro no soy dipsómano. Me gustan los farolasos, pero de vez en cuando. «No soy borracho consuetudinario porque tengo mucha fuerza de voluntad, ya que cómo me gusta el trago», me decía mi querido amigo Max Sánchez, cuando jóvenes nos tomábamos nuestros «guaypes» en la «La Selecta» de Enrique el Trompudo, en «La Concordia» de Amador Carballido o donde Pancho el Patojo en la 15 calle entre 5a. y 6a. avenidas.

Hacia 1912 mi tío Emilio Rivas renunció del empleo que tenía como tenedor de libros de la firma de importación y exportación de Santano y Prado, en Escuintla, y le ofreció a mi padre que los sustituyera. Él aceptó y fue así como pasé mis primeros años de la niñez en esa ciudad. La casa donde vivíamos en Escuintla era una casona grande que la habían dividido en dos por medio de un tabique de madera. De consiguiente, todo se oía. La familia vecina eran los Chin. El padre, don Demetrio, era el Director de la banda de música local, hombre bajito, panzón, con cara de japonés, pelo y bigotes negrísimos y tiesos como alambres. Por ese entonces yo era un niño supermimado y preguntaba hasta el fastidio. Don Demetrio Chin comía muchos bananos. Yo le preguntaba, por qué come tantos guineos? Porque me gustan y son buen alimento. Y cuando se los traga, qué se hacen? Se me van al estómago. Y después? Pasan a las tripas. Y después? Los cago, patojo preguntón!

Era tanto el mimo maternal que estando ya en los 6 años, mamá me limpiaba cuando hacía la más fea de las necesidades fisiológicas. Le gritaba, mamaíta ya acabé, y don Demetrio Chin me gritaba al otro lado, caga más!

Después de unos dos años de vivir en esta casa partida, un italiano constructor terminó unas casas de su propiedad en la Calle Real del pueblo. Papá alquiló una. Para su época eran una monada de casas. Toda la gente decía que eran muy lindas. Hasta hace muy pocos años todavían estaban cual fueron en su estreno. El italiano se llamaba don José Bertotti. Pronto hizo amistad con mis padres y naturalmente yo con sus hijos. La tercera era de mi misma edad, Aída. En aquella época, el pueblo principiaba en la calle donde está el semáforo de la entrada y terminaba donde ahora está el mercado.

A los 7 años me enviaron a la escuela. En ese entonces el tío Javier vino a vivir con nosotros por haberle recetado clima cálido los médicos. Papá luego le consiguió el puesto de ayudante de su contabilidad. El tío Javier dispuso enseñarme a leer y escribir. Creo lo hizo porque lo acoquinaba a preguntas de qué decía el periódico, que me leyera los muñecos de las tiras cómicas, etc. Así fue que me enseñó y cuando fui a la escuela me pusieron en 1er. grado de primaria (3o. elemental le decían porque en ese tiempo contaban los grados ilógicamente al revés).

La escuelita donde fui por primera vez al martirio del aprendizaje se llamaba «Colegio El Porvenir». La directora, doña Elena Ruiz de Dardón me presentó a mi primera maestra, una joven morena de nombre Mariíta Mirón. Al salir de la escuela pasaba a la tienda de la Niña Lacha y me comía un pan con curtido, con queso duro de Taxisco espolvoreado encima y un vaso de tiste o de horchata y me sentía perfectamente bien.

Donde ahora existe el mercado de Escuintla era una plazoleta de grama en aquel tiempo. Ahí hacían un cerco de reglones y se convertía en plaza de toros para la fiesta titular, el 8 de diciembre, Nuestra Señora de la Concepción. Soltaban toros o vacas bravas y entraban a hacer suertes todos los que querían. No faltaba algún bolito que se metía y le daban la gran revolcada. Algunas veces los toreros improvisados paraban en el hospital nacional. También era el lugar donde acampaban los circos y cuando eso ocurría yo, al salir de la escuela, me quedaba muy diligente ayudando a armar las carpas. Llegaba tarde a casa y me daban la gran regañada, pero yo estaba muy satisfecho, me sentía uno de los bolatines. El que con más frecuencia llegaba era el Circo de los Hermanos Navarro, con su payaso Pepino y su caballo Pirrimplín. Era mi preferido, sentía que otros payasos más graciosos no podían existir.

Bueno querida sobrina, ya te conté algo de la vida escuintleca de aquella época. Un fuerte abrazo y que estés bien.

Milo

La misma noche quel viejo me dio el pisto, la Gran Puta telefonió de Antigua. Estaba agitadísima y preguntó por la Rosa. Le pregunté qué pasaba. Primero no quiso decirme, y después salió conque la Vida no quería viajar por no dejar a su güiro y queia quería discutirlo con la Rosa pero no lograba comunicarse. A mí, no muy se miacía que fuera eso, maestro, ya desde entonces. Sonaba demasiado priocupada. ¿Pero quiotra? Y sólo después quiba llegar a saber lo que pasaba, ¿ya vas? La Gran Puta andaba creyendo que yo seguía con la Rosa pero nel, ya nuera el trance. La Rosa fue la chava con quien yuabía aprendido a no ser pareja, maestro. Nosotros, si a alguien le daba la gana de acostarse con alguien, pues ay vas y tranquilo. Una ves miacuerdo, en Likín precisamente, estábamos en un cuarto con camas dobles y estaba el Gran Chingón con otra chavita, la Rosa y yo. La cosa era questábamos alivianados como la madre, y de repente la Rosa y el Gran Chingón empesaron a darse la calentadota. Se fueron quitando la ropa y tan tranquilos empesaron a coger ahí en la otra cama, maestro. Yo y la otra chavita viéndoles nomás y platicando, porque a nosotros pues no nos había dado por coger, si no le hubiéramos dado y ya. Después que acabaron aqueios la Rosa me dijo que me fuera con eia y le dimos tan rico quiasta se miolvidó que aqueios estaban en el cuarto. Después diacabar, ya recobrando el aliento vimos quiaqueios estaban dándole en la otra cama y tranquilo, maestro. Entre nosotros nuabían mierdas. Y ahora la Rosa nuaparecía. Y el Niño Dios estaba tratando de transar más ácido falso y yo lo único quesperaba era que no la estuviera haciendo con la mafia coquera porque entonces si questábamos jodidos, maestro. Ya el Amor de mis Amores decían quiabía salido con el Viceversa. Cabalito lo que la Gran Puta nos había dicho nuacer. Transar con gente de la mafia coquera. Pensé que lo quiabía quiacer en ese momento era averiguar quera lo que sabía la mafia coquera y quera lo que no sabía. Pero había otra cosa también, pues ya que testoy hilando toditito y bajo este calor ya vale madres qués lo que diga o no diga. Era mi turbiedá sexual. Estaba viniendo, ya vas, de lo que yuestaba sintiendo por la Gran Puta. A veces se le salía su onda cruel, porque después de provocarte todo, no cogía. Se dejaba hacer, a veces hasta te daba unas paliadas increíbles con la manita empapada de aceite de bebé Johnson. Pero no se dejaba coger, propiamente hablando. Todas esas cosas me jodían, maestro, sobretodo sintiendo lo que sentía. Y por eso, pero más por lo otro, fue que me dio por llamar a la Pervertida. Aunque había dejado al Gran Chingón frente al Oriental Argosy y era de la mafia coquera. Pero yo tenía quiaveriguar, ¿no? Y encima, era sexy, le gustaba coger y pues. Pasé a traerla a su casa esa misma noche. Salió con una sonrisa de lo más misteriosa pero nomás entró al carro ya fue saliendo la coquita. Tenía una cucharita linda, de plata, que decía quera veneciana. Labrada, una gondolita en miniatura. Y tenía coquita de la más pura, fue un rush esa mierda. Te daba friíto en toda la columna vertebral. Para mi eso era kundalini, maestro. La culebrita ésa, buenísima onda. La Pervertida estaba linda, eso no podías quitarle. Yo ya patinando por el sistema solar, la Pervertida tenía un escote que dejaba media teta de fuera. Empesamos a circular sin atinarle mucho y el primer lugar que vimos fue el Feokarril, así que decidimos entrar. Eia vivía por ahí cerquita, ¿sabés? La música estaba buenona aunque el maestro de la guitarra caía mal. Estábamos bien entonados por la coquita y pedimos un whisky doble que nos bajamos como si fuera agua. Había unos gringos que va de decir pendejadas, un par de canchitas desas coloradotas papas sin sal. La Pervertida bien tranquila, su pelito negro y la chingada, me pasaba la manito de ves en cuando por la verga así como quien dice nada. Lo máximo, maestro. Ahí nos estuvimos hasta quel hit de la coquita empesó a bajar, ¿sabés? Así que decidimos pelárnosla para darle otro soplidito. En el carrito prendimos la calefacción porque estaba un poquito fresco aunque no llovía todavía. Metimos un cartucho de Arrowsmith que con la coquita ya la cabesa la sentías estereofónica y las estreías del cielo comensaban a crecer como si se fueran acercando a la tierra. Pasamos por la Plasuela España pero nuabía más quiún carrito de mariachis y un montón de escueleros dando de gritos. Nos fuimos al After Dark. Pero comuera entre semana, nuabía más que tres o cuatro güecos transando y una chavita que me parecía familiar pero no la reconocí con toduel maquíaje. Así que de vuelta al carrito. Una cuchara más de coquita y nos fuimos a esa discoteca quera nueva entonces, L'Bong, en el edificio El Patio, atrás de Yurrita. Vimos entrar un par de destrabados de la mano. Ya vas viendo que andábamos en un patín de la chingada, y la Pervertida se rió y me dijo, mejor nuentramos, tengo ganas dihacer algo diferente. ¿Pero qué? Podíamos irnos a otra discoteca como la Tijuana, Ala Moana o la Ciénaga. O algún bar como J y J, ¿El Mostachón o la Cueva de los Capitanes quera más chic tal ves? ¿La Ronda? Algo más original, me dijo la Pervertida. Y aunque no lo creás, maestro, fuimos a parar al Montekarlo, ese club nocturno que quedaba frente al centro comercial de la sona 4. Entramos ya cayéndonos y había fotos de maestras desnudas por todos lados, que Lydia, la última sensación colombiana, y Mary Regina, el torbeíno tropical, y yo le pregunto así de repente a la Pervertida, es quiá vos también te gustan las maestras, ¿pues? ¿Y sabés lo que me contestó la pisada? ¿Qué diferencia entre mamar una verga o una teta? Fijáte nomás. Fuimos entrando y un pisado en un smoking de hará mil años nos llevó a una mesa cabal frente al escenario. Todo el mundo se nos quedó viendo, y ya vas que la Pervertida es la única chava quiay en el lugar. Las otras son las mismas que participan en el show y cuando nuestán en escena están tratando dihacer la movida en las mesas con los clientes. Hay una mesota llena de japoneses, todos iguales los hijos de puta, vestiditos de negro y la misma sonrisita y tres o cuatro maestras flotan alrededor tratando de sentárseles en las piernas y los japonesitos no sabían quiacer. Hay un par de shumos désos que ya ya liagarrás que son los traídos diún par de maestras questán plática y plática con eios, con unos tacuches que te dejan turnio, para nuablar de las corbatas. Y más para atrás un par de viejos désos que se ve que tienen pisto y que se están dando una aburrida madre, y seguro se van ir al ratito para el Club 45. Y diahí, mesas de maestras también aburridas esperando turno para subir al escenario. El viejito del smoking nos llevó un par de tragos bastante pura mierda. En eso que sube el tono de la música y uno désos güecasos anuncia el show de no sé qué horas, y que comensamos con la exuberante bellesa nacional de origen maya, María Ixmucané, descubierta perdida en las márgenes del río la Pasión después que fue abandonada en el corasón de la selva petenera por un misionero protestante enloquecido por la fiebre amaría. Y sube la maestra, más gorda quiún barril de cervesa, literalmente Je quedan colgando las lonjas, con su vestidote largo de lentejuelas asules que de tan apretado se tropiesa cada ves que da un paso, maestro, y trata de parecer como si va bailando pero no muy le sale la movida y los japonesitos va de aplaudir. La Pervertida al verla sempesó a cagar de la risa y a gritar, ¡qué mico más horrible! ¡Qué mico más horrible! Y de veras que la pisada era horrible. El cuerpo, ni mierda que decir. Y el hocico, una bocota que le llegaba diuna oreja a la otra y con unos labiotes gruesísimos, pior que negra. Y colocha, diaqueias maestras que todavía se hacen permanente, ¿ya vas? Empiesa a bailar pues, y ni sabía llevar el ritmo, y ya te imaginás también la música que la acompañaba, una música de organito y batería quiay dios. Empiesa a bajarse el síper del vestido y se le traba, pero diún buen tirón se destraba la babosada y va cayendo, al fin. Adentro lleva un bikini del mismo color que con las luces pues bría a toda madre. Y ahora si le ves las lonjotas qués un asco, parece elefanta encinta, palabra, y con un culote más grande que la catedral. Nomás faltaba quel arsobispo saliera del hoyito a darte la bendición. La elefanta maya dale que dale y finalmente redoblan los tambores y cae el brassiere, y con él un par de tetotas aguadas que le cuelgan hasta más abajo del ombligo. Yo traté de no verla y me puse a pensar en la Pervertida ahí a mi ladito, la pielita fina, y el perfumito que tiacía cosquías en los pelitos de la naris, qué rico. Le pasé el dedito suavecito sobre el braso porque aqueia se cargaba una blusita sin mangas, me dan ganas de pasarle la lengüita por la pelusita. Le ves los pelitos negros bajo el braso que sólo de verlos ya se te para, no como las otras chavas que se rasuran y queda la piel toda irritada, horrible. Y entonces. Otro redoble de tambores y la elefanta se nos queda completamente desnuda. Tiene hoios en las nalgas, maestro, que parecen ruedas del carro de los Picapiedra, palabra. Con la Pervertida va de cagarnos de la risa. La elefanta agarra sus cosas del suelo y desaparece echo güevo mientras se van apagando las luces. En eso una vos detrás de nosotros que nos dice, ¿y de qué se reían ustedes? Pegamos el gran reparón los dos y nos voltiamos y vemos apoyada sobre la mesa a una de las maestras quiabía estado platicando con el cantinero.

Tuve una pelea enorme con San José, después lo dejé y salí. Estaba lloviendo. Canté y bailé en la lluvia. Me fui a casa del Bobby Greenback pero no estaba, así que me fui a casa de Nadia y me quedé allí. El lío es que descubrí que el San José se quería llevar a la Carol para San Cristóbal de las Casas. De casualidad que estaba yo en la casa de ella, y ella me preguntó por el Willy González, porque creía que yo andaba saliendo con él. Me imagino que algo de celos tendría porque no hacía mucho que se habían separado. Yo le dije que él pasaba a verme de vez en cuando pero que entre nosotros no había nada, que al contrario, él me hablaba de ella todo el tiempo. Entonces ella como que se sintió mal y me contó lo de la invitación del San José. Yo me puse como la chingada, y dio la casualidad que cabal en ese momento llega el desgraciado a verla. Se armó el lío y yo salí bajo el agua y me fui corriendo hasta la casa, lo cual me cayó muy bien también porque mi dieta no muy está dando. Después de cambiarme fue que agarré el carro y me largué. Estábamos platicando con la Nadia cuando telefonea el San José jurándome mil cosas y que me quería. Le dije que se fuera a la mierda y corté la comunicación. Pero la verdad, después casi me pongo a llorar. Me calmé con los puritos que me pasó la Nadia y al rato, entre el alivión y la musiquita de Alice Cooper ya se me había olvidado todo, todo, todo. Y que se quede así.

La maestra que se nos acercó era de las menos malas quiabía, y con un escote hasta el ombligo y las tetas se le veían bien formadas. La maestra jaló una sía y se sentó en la mesa con nosotros. Me preguntó si no la invitábamos a un trago. Yo no muy liatino pero la Pervertida se miadelanta que con mucho gusto, será un placer, y llama al camarero. Nunca los había visto por aquí, dice la maestra, ¿es primera ves? Y yo bueno, una ves con unos cuates. Haciéndole la jugarreta a tu amiga, ¿verdá? me dice la maestra. Bueno, digo yo, eia se la hace a toduel mundo también, y la Pervertida se caga de la risa. Ah, conque una pareja moderna, nos dice la maestra. Tan moderna que ni somos pareja, le dice la Pervertida, y las dos maestras se cagan junta de la risa ahora. Yo le pregunto si eia trabaja ahí. Yo soy la encargada, nos dice toda orguiosota. ¿Ah, sí? Sí, que desde hace no sé cuantos meses que dejé mi programa de radio para venirme aquí porque pagan mejor, que no sé qué pisados. Y yo, contános. Y empiesa la maestra conque es del sindicato de artistas, que incluso fue presidenta del sindicato hace dos años, que lo qués a eia no se la hacen, no señor, eia a todo el mundo le pone un hasta aquí, y si no les gusta, pues se joden. Que cuando Libertad Lamarque venía a cantar al Tiatro Capitol quiá e se le hiso que había una anomalía en el contrato, y llamó pues, al sindicato de México para aclarar, y que efectivamente, que le dijeron que sí. Entonces eia implantó que no autorisaba la función, pues, y sin su firma nuabía nada. El empresario llegó a rogarle que por favor autorisara el espectáculo, porque ya estaban en el mero día, faltaban nomás horas y las entradas ya estaban agotadas y eia que no y que no y que no. Faltando nomás media hora el cabrón se rindió, pues, y se reescribió el contrato y tuvo que pagar ahí mismito cinco mil dólares contantes y sonantes y sólo entonces firmó. Pero lo quera hacerle la movida chueca, ahí si no. Con eia nuabía babosadas. Con los dueños del Lux había habido también no se qué locura y que también siaguantó, y fue a hablar con el director de Beias Artes y todo, y que también ese lío ganaron. Y así, maestro, se soltó, y pedía más tragos quiál final caían en nuestra cuenta pero estaba interesante la onda y nosotros con la Pervertida completamente sumergidos en lo que contaba, ni vimos ya el espectáculo de micos horribles y la maestra nos contó que tenía un güiro pero que su marido la había abandonado y juró no casarse nunca más, que le caímos bien porque eramos modernos y no andábamos metidos en esas pendejadas de parejitas, que desde que nos vio entrar notó que nosotros no éramos désos y le caímos bien, queso destar casada era una mierda, lo único bueno que liabía sacado a su marido había sido el güiro queia adoraba, y quel marido liabía enseñado a mamar la verga diuna manera fenomenal, sin atragantarse en la garganta. Fuera deso ni mierda y dio gracias a dios el día que ya no regresó más. Que hubiera querido ser así, moderna, pero ni modo, uno es bruta de joven y sólo con el tiempo se va aprendiendo lo que a uno le conviene. Pero que ahora ya eia sabía, jamás. Y quese trabajo le venía de perlas porque ganaba muy bien y trabajaba de noche, que de todas maneras eia no podía dormir, y ahí hacía lo que le daba la gana. Eia era la que mandaba, se tenía en línia a las muchachas, si le daba la gana pues pasaba también a hacer show porque a veces es diá güevo desnudarse frente a los hombres y ver qués una la que domina, pero que la mayoría de veces prefería quedarse tranquila en el bar, y si no quería venir alguna noche, pues no venía y se acabó. La Pervertida estaba fascinada, los ojotes así de grandes. La verdá, yo también. Un patín diferente, ¿ya vas? En una désas la Pervertida le preguntó si eia pensaba participar en el show esa noche. No lo tenía pensado, nos dice la maestra. ¿Por qué? Porque sos la más linda de todas, le dice la Pervertida. La maestra se empesó a cagar de la risa pero se vio que siabía aturdido su poquito. Se quedó pensativa pero al fin dijo que nel, que no tenía ganas. Ay, no seás mala, le dijo la Pervertida. Enseñános. Y pa que querés ver, le dice la maestra. Vos sos mujer. Pa comparar, le dice la Pervertida. La maestra se rió otra ves, ya bien tranquila, pero dijo que nel, quiotro día. Entonces nos vamos, dijo la Pervertida. Y acaso a verme a mí vinieron, dijo la maestra. No, le dijo la Pervertida, pero venimos a ver mujeres bonitas y vos sos la única. Entonces, dijo la maestra, eso es ya otra cosa. Pero de todos modos, miren, hoy tengo dolor de cabesa y no. Otro día con mucho gusto. Me dicen que van a pasar por aquí y me preparo. Esas cosas no se pueden improvisar así nomás. ¿Por qué no? le preguntó la Pervertida. Por que no, le dijo la maestra. Y nubo para dónde. Pero ya yo tenía metido aquí en la pansa el gusanito de la onda que buscaba la Pervertida pisada, maestro, y no sabía si era algo que yo quisiera hacer o no. Porque, la verdá, yo quería ser un poco el centro de atención, ¿ya vas? Después de lo que miabía pasado con la Gran Puta? Por eso había salido con la Pervertida. Pero tampoco podía forsarla. Así quiál ratito ya nos fuimos, nos despedimos de la maestra, quedamos de pasar otro día y al carrito. Le dimos otro toquecito a la coquita para ponerse más a tono y le empecé a meter mano. Con la blusita que llevaba, ya un golpecito y toda abierta y como no usaba brassiere, pues. Las tetas al aire y me metí a saboriarlas. La Pervertida entre qué rico por un lado y todavía no por el otro. Entonces yo, ¿que por qué no? Es temprano, me dice. Tenemos toda la noche. Nuay que precipitarse. Bueno, le digo yo, entonces vámonos al motelito aquel de por las gelatinas Imperial en la salida para Amatitlán. Más tardecito, me dice. Démonos una vueltecita antes. Tenemos ya de estar dando vueltas no sé cuánto, le dije, ¿a dónde podemos ir a esta hora, donde la Locha? Para qué lo dije, maestro, que empesó a brincar felís que simón, que simón, vamos donde la Locha! Y yo cabal liatiné quiabía metido el culo, porque ya se veía que niá vergarsos iba cambiar diopinión la pisada. Así que ya vas, maestro, fuimos agarrando camino de la Locha. Al llegar, nuabían muchos carros y yo ya más tranquilo porque no reconocí ninguno. A mí me la pelaba porque la que se jodía si alguien nos veía ahí, era la Pervertida, porque lo llega a saber su viejo y olvidáte. Pero yo podía salir jodido también porque diaber problemas la Pervertida era capás de hacerse la santita y decir, yo no quería ir peruel miobligó. Y te ves vos a su viejo y a sus hermanos venir tras de mí pistola en mano, pues. No quería ni pensarlo, maestro, ni pensarlo. Tocamos y nos abrió el cuate del smoking blanco que pegó su pequeño reparoncito al verme llegar con una chava, pero bueno, ahí siabía visto de todo. Con tal que no les metieras otra puta que le hiciera la competencia a las de la casa, tranquilo. Adentro había unas cuantas parejitas bailando, y nos sentamos en una mesa del corredor. Todas las putas se nos quedaban viendo y la Pervertida siacía la brocha pero a mí me veían con mala cara. Y yo, la verdá, tenía un poco de culío pues. Pero bueno. Pedir los traguitos, entrarle a la musiquita, chotiando para todos lados, viendo las pinturas de doña Locha en las paredes, tranquilísimo, maestro. En la pista estaba bailando un futbolista brasileño quiacababa de llegar contratado por el Municipal. Nuabía jugado todavía un solo juego el pisado pero ya estaba metido donde la Locha. Ya ya ibas agarrando la onda de por qué los futbolistas pisados nunca estaban en forma y siempre perdían los juegos en el final. Le hice el comentario a la Pervertida que ya vas, sempesó a cagar de la risa de tal manera que toduel mundo se le quedó viendo. Y me salió conque quién de todas era la famosa Locha. La dueña, le dije. ¿Y está aquí? me preguntó. En el bar, le dije, controlando el pisto. Lleváme a conocerla, me dijo. Así quiagarramos los traguitos y nos fuimos pal bar. ¿Has estado vos donde la Locha, maestro? ¿No? Bueno, pues fijáte. El bar quedaba cabal al fondo del cuarto donde se bailaba, quera común patio techado, ¿ya vas? Era así, larguito, y ahí estaba la Locha alegando con un mesero.

Un fin de semana a toda madre. Estuve en la finca. Los viejos no estaban, felizmente, aunque hubiera querido ver a papi. El Tracy y el Fredy andaban allá y siempre es buena onda estar con ellos. Anduvimos a caballo todo el día, arreando un poco de ganado con los vaqueros. De allí fuimos hasta la poza para nadar y escondernos del sol de medio día. Se me olvidó que íbamos a andar a caballo y no me puse brassiere. Ahora estoy con los senos todos adoloridos de la montada. Y yo que los tengo un poco grandes y caídos había que verme en ese caballo. El Fredy se orinó de la risa y los vaqueros no sabían donde esconder los ojos. Por lo menos fue divertido, pero que no se me vuelva a olvidar. Por cierto, he decidido ponerme a dieta otra vez. Por qué tendré esta tendencia horrible a la gordura?

Al lado de la Locha estaba su hija qués enorme, una de las mujeres más grande que he visto en mi vida, palabra. En cambio la Locha pues ya medio viejona. Y yo que, doña Eloísa, mucho gusto, le presento a una amiga qués hija diún viejo cliente suyo. La Pervertida me dio la miradota y me metió el peísco por debajo que me dejó temblando. Se dieron la mano y que he oído hablar mucho diusté, siempre quise conocerla, que no sé qué. Y la Locha con cara de tristesa que pues sí, que no sé qué. Yo va de chotiar los cuadros de paiasos que tenia sobre el bar, había algunos de verdá a toda madre. Después de platicar así un ratito y que la Locha nos ofreció otro trago, empesó otra discusión con otro mesero y nosotros nos volvimos a nuestra mesa. Y entonces que, hola querido, ¿ya no tiacordás de mí o ya no querés acordarte? Era la Valeria, maestro. La Valeria era una puta salvadoreña questaba desde hacía rato donde la Locha pero que iba y venía. Cuando yo pasaba por ahí, pues era siempre a la que me cogía porque era la única que de verdá era linda y sexy como la chingada. Era un poco seca, y por eso tal ves no tenía pegue con la shumada que las prefiere gordas, maestro, pero para mí era increíble. Sólida, macisa, que sentías carne y no gordura y con un par de tetas a más no poder. Ni muy chiquitas ni muy grandes, ricas. Y era blanca, maestro, y se dejaba caer el pelo sobre los hombros, era pelirroja, en ves diacerse esos peinados estilisados horribles. Siempre se vestía medio sencío, esa noche tenía unos blue-jeans, bien apretados eso sí, y una désas blusitas que dejan la pansita desnuda, ¿ya vas? De manera que le veías el ombliguito, la piel lisa, fina, sin lonjas y sin poros hinchados. Y tenía, como dice la canción, una désas miradas que matan. Yo pues que hola, vení sentate con nosotros, y las presenté a las dos. Ya hace tiempo que no venías por acá, te hemos extrañado, sin duda tu amiguita tiá tenido ocupado, y la Pervertida sonriéndose maliciosamente. Y yo que nel, quera una amiga nomás, que lo que pasaba era que yuabía andado de viaje, y la Pervertida pisada agregando, con otras amigas. La Valeria se estiraba toda pura gata y tenía unos ojotes que himnotisaban, maestro. La Pervertida le entró a la conversa con la Valeria. Que contáme que tal es aquí, que no sé qué, y la Valeria al principio toda celosa, toda pedante. Pero al ir agarrando la onda ya se fue deshielando. Yuestaba medio felisote de ser reconocido. Que viera la Pervertida quiuno circulaba. Es una cosa que no se miubiera ocurrido con la Gran Puta o con la Rosa de los Vientos pero que se miocurría con la Pervertida. A esas alturas, ya vas viendo que entre tragos y coca estábamos requeteperdidos en el espacio interestelar, maestro, andaríamos por aiá por la nebulosa de Lira. Y la Pervertida va de preguntar, que cuánto cuesta entrar con vos, y aqueia que veinte tusas y te podés quedar tu buen ratito, pero que si te quedás mucho que llegan a tocarte la puerta y tenés que pagar más. Y ¿vivís aquí? Aquí pues. ¿Y de dónde sos en El Salvador? De Santa Tecla, pero viví también en la capital. ¿Y tu familia sabe questás aquí? Bueno, saben que trabajo en Guate pero no saben en qué aunque a veces pues sospechan. La Pervertida estaba fascinada, maestro. Y la Valeria nos empieza a contar cómo cuando su hermano tenía como trece años, que empesó a joder pues. Entonces eia pensó que lo que necesitaba era mujer. Así quiuna tarde lo invitó a salir con ella y lo llevó a una casa donde eia conocía a las muchachas. Sin decirle a su viejo, ni modo, porque si no la mataban. En el camino le preguntó si sabía que era lo que debía hacerse con una mujer, y él le dijo que no. Eia le empesó a explicar entonces que tenía que meterle la pija en el hoyo y todo Jo demás. Al llegar, le dio el pisto y le dijo que entrara, que escogiera muchacha y que hiciera lo quella liabía explicado, y queia luesperaba en la calle. Él estaba todo nervioso pero por fin siatrevió a entrar, y eia se quedó esperando. Y nunca salía, nunca salía y ya eia sestaba poniendo nerviosa que qué estaría haciendo ese patojo fregado, cuando fue saliendo con la sonrisota de punta a punta, y entonces ya eia se sintió tranquila y le preguntó si liabía gustado y él dijo que sí. Entonces le dijo que la próxima ves ya tenía que venir él solo porque eia no podía traerlo toduel tiempo, y se regresaron a su casa. La Pervertida se mataba de la risa con la historia y decía que ojalá eia hubiera tenido los güevos para hacer lo mismo con sus hermanos, y contaba cómo lo quiacían era irse a meter con las sirvientas. Y diahí la Pervertida le preguntó que cómo había llegado a parar como puta. Bueno, le decía la Valeria, vivíamos todos hechos mierda y éramos siete, y el viejo que nuera mi viejo sino el segundo marido de mi mamá siabía jodido un braso y se pasaba el día entero chupando y no trabajaba. Así quiabía que salir a trabajar. Y eia ganaba una miseria como empliada en un almacén, que nualcansaba casi ni para comer. Pero una noche quiandaba chupando con su traído, él la llevó a un bar que se llamaba topless donde las muchachas hacían el strip-tease pues, y al calor de los tragos la patrona le preguntó si siatrevía hacer lo quiacían las muchachas y eia dijo que sí. Y como estaba socada, lo hiso. Y diahí la contrataron y empesó a ganar casi el doble de lo que ganaba en el almacén, nomás que trabajaba de noche. Pero le decía a sus viejos que trabajaba en un restaurante de poios fritos questaba abierto casi toda la noche. Y diahí pasó ya a trabajar en una casa pero como no quería joder a su familia decidió irse pa Guate y con lo que ganaba le podía pasar plata a sus viejos y los iba a ver de ves en cuando. Aunque había vecinos que decían que era una puta y todo, y eia sabía que los viejos sospechaban, pues no se supo la verdá y aceptaban siempre lo que mandaba. La Pervertida no paraba con su admiración. Se quedaba boquiabierta oyendo las historias de la Valeria y aqueía bien entonadita, ya no paraba. Fue entonces cuando la Pervertida le preguntó, y ¿vos hacés lo que te pidan? Lo que sea pues, siempre que paguen, decía la Valeria toda maliciosa. Había un señor que venía, un militar era, muy alto en el gobierno porque siempre andaba con guardaespaldas y a él le gustaba hacerlo con varias muchachas a la ves y venía y escogía las que quería, y para adentro con todas. A mi no me caía muy bien ese señor y prefería que no me escogieran pero ni modo, si me tocaba entrar, pues entraba. Y había otro señor que nomás le gustaba ver a dos mujeres haciéndose cosas y él nomás veía. Y vos lo hiciste, le preguntó la Pervertida. Aquí uno hace de todo, le dijo la Valeria. Y la Pervertida mempesó apretar la mano y yo me le quedé viendo y la Pervertida mempesó masajiar la verga bajo la mesa y yo haciéndome la brochota por joderla pero también porque no sabía si de verdá yo quería esa onda. Pero quién nos enfrascó en el asunto fue la Valeria misma que me preguntó así a boca de jarro, y hoy questás con tu amiga no vas a entrar conmigo? Yo no liatiné, y lo único que pensé decir fue que no podíamos dejarla ahí sentada. La Pervertida brincó entonces, maestro, que pues entráramos todos y así nuabía problema. La Valeria le dio la miradota que aunque eia había provocado, eso sí que no se luesperaba. Yo no dije nada, y la Pervertida le preguntó directamente a eia, ¿podríamos entrar los tres, no? La Valeria no muy sabía qué decir, se reía un poquito pero era risa nerviosa, y finalmente nos dijo que dependía de lo que dijera la señora. Andá preguntále entonces, le dijo la Pervertida, no perdás el tiempo. La Valeria hiso como si se levantaba pero estaba esperando que yo le dijera algo, ¿ya vas? Quería saber quera lo que yo pensaba. Bueno, dije yo, andá preguntar. Y me dio una miradota como si la hubiera traicionado, pero no dijo nada, se fue. Yuestaba un poco como la chingada con la Pervertida que me metía en esa situación, ¿no? Porque quiero entrar, me dijo. Quiero ver a la Valeria desnuda. ¿Vos de que te quejás? ¿No querías cojer pues? Simón, le digo, pero no necesariamente así. ¿Y cómo pues? Bueno, no sé, le digo, nosotros dos, quedarnos toda la nechecita. Pues nos quedamos aquí, me dice. Si querés. ¿Y si no? le pregunto. Pero se veía que nuabía otra y yo tenía que entrarle a la onda. En eso fue regresando la Valeria, toda choiuda, que decía la señora que si entraban los dos había que pagar doble. Ah no, dije yo, decíle que no joda, si soy cliente. Que pagan doble, insistía la Valeria. Yuempesé a alegar y cabal la Pervertida me interrumpe, pues pagamos doble. Y abre su bolsa y le da, así diún vergaso, las cuarenta tusotas, ¿podés creerlo? La Valeria no lo creía, y no muy sabía si recibir la plata o no. Tené pues, insitió la Pervertida. Y al fin la Valeria la agarró y se regresó al bar con el pisto. Yo ya no muy tenía ganas, maestro, la onda estaba gruesísima. Te parecerá turbión pero lo único que pude pensar en ese momento fue en el Wash and Wear Gonsáles, el camino para Livingston. ¿Llegaríamos nosotros también, maestro?

Estoy en una pequeña crisis. San José dice que si no me depilo las piernas que no se vuelve a acostar conmigo. Dice que los pelos están muy gruesos y ásperos y que se ven absolutamente antiestéticos. Por otro lado, la Vida me ha armado el escándalo que si me depilo ella se va, porque en primer lugar, los pelos son lindos; en segundo, son naturales y hay que hacer siempre las cosas naturales, y no hay nada más artificial que cortarse los pelos en cualquier parte del cuerpo, hombre o mujer. Y en tercera, que perdería su respeto por mí si me dejo dominar por los caprichos de San José. Yo creo que la Vida tiene razón, y sin embargo no quiero que el San José se vaya, sobre todo por algo tan estúpido como ésto. Hasta cierto punto, tampoco me costaría darle un poquito de placer después de las que le hecho últimamente. ¿Qué hacer?

La Valeria regresó y nos dijo, bueno, síganme. Hubo que dar la vuelta por la banqueta para entrar al otro corredor donde estaban los cuartos. Eia iba adelante y nosotros dos atrás y nadia hablaba, muy profesional la cosa. Yo creo que todos tenían su poquito de culío a pesar de todo, ¿no? Así que llegamos a su cuarto y quitó el candado, pidió que le trajeran agua y para dentro, maestro. La Pervertida va de volar lente por todos lados, examinando cada detaíto del cuarto. El ropero, la cama, la imagen del corasón de jesús, todo. La Valeria apagó la lus diarriba y metió una lucecita roja que disque pa atmósfera pero la Pervertida empesó a protestar que nel, quiasí no se podía ver nada. La Valeria que simón, quiasí era como a eia le gustaba, y la Pervertida que nel, que tenía derecho porquestaba pagando y doble, que no se liolvidara. La Valeria bien como la chingada volvió a prender la lus diarriba. A mí el patín menturbiaba pero no dejaba de fascinarme tampoco. Fui calmando a la Valeria pa que no se fuera a poner caprichuda, saqué un purito que yo sabía quiá eia le gustaba, y empesamos a platicar hasta que se paró y dijo que siba desvestir. Nel, le dijo la Pervertida así toda dulcesita. Dejáme desvestirte. La Valeria pegó tremebundo reparón, peló los ojos y se paró así en seco enmedio del cuarto, pero la Pervertida como si nada empesó a desabotonarle la blusita. Después le desabrochó el brassiere y ya nubo nada que decir porque caieron al suelo blusita y brassiere y paf, al aire las tetotas de la Valeria queran lindas, maestro. La Pervertida se le quedó viendo como si nunca hubiera visto y yo me cagaba de la risa. Esto fue ya calmando otra ves a la Valeria quentró en la onda del exhibicionismo y sempesó a pasiar así por el cuarto agarrándose las tetotas y poniéndose en poses provocativas y la Pervertida estaba que se le caía la baba. Desnúdense ustedes también pues, nos dijo la Valeria y yuempesé a darle y la Pervertida se quitó su blusa. Yo ya tenía una parasón que no creía en nada y la Valeria comensó a masajiarme y después mempesó a dar una mamada que miacía retorcerme todo. En eso, toda timidita como quien no muy sabe lo quiace, se fue acercando la Pervertida y liagarró las tetas a la Valeria. La Valeria dio un brinco y me soltó pero no dijo nada, se quedó sentada en la cama y la Pervertida se encuclió y empesó a mamarle las tetas. Ahora era yo quien volaba lente, maestro, y la Valeria con los ojos cerrados y un poco paleta. Por fin la Valeria agarró a la Pervertida de la cabesa y la empujó suavemente, diciéndole, bueno ya. La Pervertida nomás le dijo, estoy pagando. La Valeria se entregó y ya no dijo más. Nubo otra que dejarla que viniera como viniera. La Pervertida le pidió a la Valeria que le mamara las deia. La Valeria empesó a darle y la Pervertida pegaba unos gemidos que parecían mugidos de vaca, maestro, palabra quera difícil no orinarse de la risa, y la Pervertida que tocáme aquí abajo, y pa dentro la mano de la Valeria y mugía tanto la Pervertida que ya parecía un rebaño entero de vacas y yo ya no pude y jalé la bacinica. La Valeria me vio y empesó a cagarse de la risa también. Sacaría yo lo menos un litro, y eso que nuabía chupado cerveza, fijáte. Y el ruidito quiacía el chorro en la bacinica, nos reíamos como locos, y la Pervertida fue abriendo los ojos y salió conque ustedes pisados riéndose de mí, ¿verdá? Lo pior, más nos hiso reír y la pisada siba poniendo morada, que no se rían cabrones, no se rían les digo, y la Valeria por fin se fue calmando más por miedo que por otra cosa, pero lo quera yo, niá güevasos, me fue agarrando un ataque désos de doblarte con el dolor de pansita y niasí. La Pervertida, oíte nomás ésto, empesó a chiar. Simón, en serio, a chiar y que verdá que siempre burlándose de mí, nadie me quiere, no valgo niún güevo para nadie. Y yo, más risa me daba esa mierda y la Pervertida histérica, caiáte cerote! Caiáte te digo! Y más por que no fuera armarse un escándalo que por otra cosa me hice todo un ovío en la cama y empecé a morder la almohada. La Pervertida pisada era capás de gritar como loca hasta que llegaran a buscarnos, podía tirar babosadas y romper cosas, llegaba la chonta y era el fin de mi vida, maestro. No sé si hubiera sido pior de como resultó al final, miráme nomacito. Pero ahí de plano trueno. Casi ahogándome con la almohada por fin pude parar. La Pervertida se calmó también y se vino acostar a la cama al lado mío. Eso sí, hiso que la Valeria le lamiera el mono hasta acabar, y ya vas viendo los alaridos que dio. Casi me asfixia a la pobre Valeria porque le prensó la cabesa entre las piernas y aqueia sólo a puñetaso limpio pudo safarse y estaba toda agitada, que se veía que ya lo único que limportaba era salir dese negocio lo más rápido posible. Lo más cómico es quiahora la Pervertida estaba toda amelcochada porque había acabado, ¿ya vas? Y va diabrasitos y besitos con la Valeria, que tan linda, que sos un ángel, que qué rico, y que dejáme hacértelo ahora. Nel, decía la Valeria, a mí no. Yo a toduesto ya estaba más aguado que otra cosa, pero al fin, habiendo pagado y todo, no muy quería irme sin mi acaboncito tampoco. Aunque la Valeria ya estaba desesperada por salir, por fin me la convencí que me diera una mamadita rapidito que la Pervertida siaprovechó para darle una lamidita de culo. Nomás si tuve un acaboncito, un chipusito así, sólo por decir, y la Valeria felís que por fin, y corrió a vestirse. Bueno, váyanse ya y la Pervertida toda resentidota, qué prisa pues. Pero ni modo. Todo el mundo se vistió, y nos fuimos directo al carro. La Valeria me dio un besito de despedida y me dijo al oído, la próxima ves vení solo, amor. Y nos fuimos, maestro. Para entonces vas viendo que qué motelcito ni que chingados, no veía las horas de dejar a la Pervertida en su casa y largarme a la mierda. Fue ya dentro del carro queia dijo quiabía sido una noche a toda madre. Simón, le dije yo. Fue tan a toda madre que casi me dan ganas de contarte, me dijo. Contarme qué, le pregunté yo, que ya vas, miabía perdido en otro patín y lo que yo de verdá tenía quiacer, nuabía habido ni mierda. Quel Descubrimiento del Usumacinta está como la chingada por lo del ácido, me dijo. Ahí de repente se me limpió la cabesa diún vergaso, me desiquilibré todo y sentí caliente por todo el cuerpo. Ahora, ya vas que traté diacerme el tipo así, cool, ¿ya vas? Ah sí, dije nomás, rascándome la barbía y tratando de recordar en qué lica había visto eso. Simón, me dijo la Pervertida. ¿Nuás hablado con la Gran Puta? Nel, le dije. ¿Por qué? Nada, me dijo. Porquel Descubrimiento del Usumacinta había ido a buscarla a la Antigua y estaba bien como la chingada. Ahí yo sí ya no pude, maestro. Me vino así diún vergarso la llamadita por teléfono preguntando por la Rosa. Y por qué la Gran Puta, le pregunté yo. Si el de la transa fue el Niño Dios. Yo no sé, me dijo la Pervertida. Pero nués sólo eia tampoco. Todos ustedes. Yo quiustedes me desconchaba de la capital hasta que se le pase. Si no, pueden salir jodidos. Simón, dije yo, y ya quería largarme en ese mismo momento. Telefoniarle a la Gran Puta, a todos, largarse inmediatamente. Ahorita mismo debíamos largarnos pa Livingston, dije. ¿Livingston? preguntó la Pervertida. Sólo temporalmente. Diahí vamos echarnos la subidita al Yucatán. Simón, dijo la Pervertida, simón. Agarré camino de la Avenida de las Américas directo a su casa. La dejé. Yo creo que de la onda que se cargaba ya ni siacordaba quién pisados era yo. Me fui. Me sentía hecho mierda. Quería poder meterme a la cama y no tener que pensar. Saber ni qué horas eran. Me di cuenta que yo hubiera querido poder decirle a la Gran Puta que no venía, que podía vivir sin eia. Pero después de esa conversa con la Pervertida, ya nuabía más alternativa. Aunque me sintiera solo todo el tiempo, ¿ya vas? Solo cuando estaba solo, pero también solo cuando estaba con el Establo. La soledá, siempre. Y entonces pasaba lo desa noche, ¿no? Que salías con alguien como la Pervertida y terminabas la noche donde la Locha. El trance nunca salía como vos querías y después te sentías todavía más echo mierda que antes. Así y todo, no quedaba otra que agarrar el camino de Yucatán. Largarse inmediatamente. Y lo que me tenía turbio esa noche, maestro, era que yo me decía, qué tal si es la misma onda en todos lados. Ahí era donde yo puf, me daba el vergaso con la imagen del Wash and Wear Gonsáles, lava más purooo, lava más blancooo, clavado con su agujita en la venota del braso isquierdo, sangrando, desnudo y sequito sequito con el hocico abierto y la lengua morada hasta el fondo. Blanquiándose poquito a poco de la cabesa hasta los pies. Había sido en Livingston, maestro, donde íbamos ahora. Donde volvíamos. De donde no podíamos escapar. Metí el cartucho de Eric Clapton, Crossroads, para no pensar, maestro, hasta la casa sin pensar, pero ni modo, diciéndome siempre, ¿hasta dónde, hasta dónde, hasta dónde?

Querida Mariíta:

Cuánto me alegra que tus papás hagan este viaje a ese viejo continente de tanta grandeza cultural. Me siento feliz de que se hayan animado a hacerlo. Viajar es vivir, dijo con todo acierto el gran Juan José Arévalo (el único presidente que ha salido pobre del empleo).

Como te contaba en mi anterior, fracasado el intento de mi padre de vestir los pantalones rojos de cadete militar, tampoco quiso volver a la Escuela Normal de Maestro. Durante 2 años trabajó con mi abuelo, viajando por el oriente de nuestro país y el occidente de Honduras comprando ganado vacuno flaco y arreándole a su destino para el engorde en una enorme hacienda que se llamó Río Bravo, donde papa Lencho tuvo parte como socio. En esa hacienda se convirtió pueblo el casco de la finca, y de ella salieron fincas ahora muy valiosas y dedicadas a diferentes cultivos y ganaderías.

Contaba mi padre que en uno de sus viajes, acompañado de sus primos Polo y Julián González Fernández, después de cabalgar todo un día y sin comer, llegaron a un rancho del departamento de Jalapa. Pidieron posada y algo de comer. No tengo nada, dijo la dueña. Dénos unos frijolitos y tortillas eso es suficiente para nosotros. Bueno, está bien. Les dio los frijoles negros parados y tortillas. Cuando ya comían les dice, les gustará queso y crema a los señores? Desde luego que sí, señora, por favor. Más adelante, y les gustaran los piloyes? Y luego, unos huevitos revueltos y carne azada? Y después, quieren café y unas quesadillas que hice ayer? Total, tenía abundante comida y decía que no. Lo ponía mi padre como ejemplo del modo de ser de nuestros habitantes del oriente del país. En el occidente decía, llega uno a un rancho y luego le ofrecen frijolitos, tamalitos, atole, café, etc. En el oriente siempre dicen primero que no tienen nada, son unos taimados.

Pasados los dos años trabajando, volvió a los estudios en el Colegio Mercantil del Profesor don Sostenes Esponda. Ahí se hizo contador. Después casó con doña Elisa y fue el origen de los Fernández Rivas.

Tu abuelo fue un hombre que escribía bien, muy inspirado, con tendencia a la poesía romántica. Guardo muchas de sus cartas. De la primera que me escribió, cuando cumplí el primer año de vida, te enviaré una fotocopia.

Julio González Fernández, doble primo de mi padre por los dos apellidos también era poeta aficionado, hacía versos y canciones. Le decíamos de apodo «El Candandí» porque cantaba una canción colombiana que en cada estrofa terminaba diciendo «candandí canday».

También entre mis tías abuelas, la tía Juana, hermana de mi abuelo Lorenzo Fernández Monterroso, hacía versos y fue una buena declamadora. Su único hijo, Juan, debe haber perdido todos los papeles que ella dejó, pues él fue un borracho ignorantón, casi analfabeto. A puro látigo lo hacían ir a la escuela y sólo aprendió los rudimentos elementales de la educación primaria. Juan no dejó hijos. Casó con una señora unos 15 o 20 años mayor que él y no tuvieron familia. Fue uno de esos matrimonios de interés. Ella era vieja y fea, pero lo mantuvo muchos años y hasta le daba dinero para que pudiera chupar. En la familia ha habido de todo un poco.

Contaba mi padre que durante los dos años que trabajó con el abuelo don Lorenzo, observó que sus visitantes más constantes eran el padre Ripalda, sacerdote católico; el licenciado Próspero Morales, abogado y notario; el doctor Alberto Macal, médico y cirujano, y un señor bien parecido elegantemente trajeado, que nunca entraba a la casa. Sus visitas las hacía en el kiosko que había en el centro del jardín de jazmines. Su nombre era don Bruno Maldonado.

Este don Bruno era un bandolero. Capitaneaba las cuadrillas de bandidos que asaltaban en la cuesta de la Conora, camino a El Salvador; en Barranca Honda, adelante de Palín, y en la Cuesta de las Cañas, camino al occidente del país. Este pájaro de cuenta explotaba su precencia física, su elegancia, sus finos modales, su amena charla, en fin todos sus adornos personales, que terminaban en un agradable y atractivo conjunto. Era habilidoso para introducirse en los mejores círculos sociales y en ese medio conseguía informes de remesas de dinero, mercaderías valiosas, etc. Debes tomar en cuenta que, en aquella época, sólo había ferrocarril del Puerto de San José a Escuintla. La otra parte estaba en construcción hacia la capital. El del norte se iniciaba en Puerto Barrios y los otros estaban en trazos. De consiguiente, el transporte lo hacían en diligencia, recua de muías o carretera.

Cuando tu abuelo le preguntó al mío de su amistad con ese señor, la respuesta fue: siempre es conveniente tener cuatro amigos como estos señores que me visitan, un bandido para protección personal y de los intereses económicos, un abogado para la defensa legal en casos de líos, un médico para que mantenga buena la salud y un curita para la protección del alma ante «Tata Dios». Fregado el viejo, ¿verdad?

Bueno, deseo que estés bien y hasta la próxima. Un abrazo de

Milo

Así que nos tuvimos quir pa Livingston, maestro, donde la Gran Puta dijo quiabía tenido su primera revelación influenciada por los tambores negros que tocaron toda la noche, y donde mis pantalones siabían vuelto shorts, precisamente en la casa del Descubrimiento del Usumacinta, que nuera en el pueblo propiamente sino poquito más hacia el río, ¿ya vas? Livingston siempre había sido así. Familias como la del Descubrimiento del Usumacinta iban haciendo chalets en el Río Dulce y hasta el lago de Isabal conforme iban desapareciendo las guerrías. Y comueran sonas de concesión de nickel pues todo tranquilo, el ejército sencargaba de la limpieza. Y el general Araña Sobrio sechó ésa su mansionsasa con pista de aterrisaje y todo donde venía a pasar las noches con sus queridas y armar unas orgías del demonio. Nosotros habíamos salido tempranito la mañana siguiente después que la Gran Puta por fin había encontrado a la Rosa de los Vientos que nuaparecía porque, presintiendo algo, siabía tirado para la Antigua. La mafia coquera nuabía encontrado a nadie en la casa de la Gran Puta, pero había destruido el santuario como advertencia. Las sirvientas andaban histéricas y siabían huido. El esterio, los discos, todo luabían hecho mierda. Hasta el famoso tejido del guardián de la barba amaría habían deshilado. Como cocodrilos furiosos dando coletasos. Buena onda quel Viceversa liabía barajiado la cosa al Amor de mis Amores y quiaquel había juntado a toda la gente. Y el Niño Dios pisado tuvo un vergueo con su viejo y ya no pudo transar con eios otra ves. Que si no, ahí se lubieran quebrado, ¿ya vas? Nosotros dejamos los carros en Mariscos, maestro, para despistarlos por si nos venían siguiendo. Diahí agarramos el yatecito de la familia de la Santa, quera chiquitito pero mejor que nada, ¿no? Jalaba y era mejor quiún cayuco. Después de lo cerquita que la habíamos visto, la Gran Puta iba felís con una corona de lirios diagua, por fin en su elemento. Ambar andaba medio mariadona pero la Rosa de los Vientos tan tranquila en la punta del yate viendo el horisonte, buscando tiburones para hacer sopita decía ella. Pasamos la Esperanza y llegamos al castío de San Felipe y va de saludar a la shumada quiandaba pasiando por ahí, una familia así en picnic. La viejota toda gorda que parecía una desas tortugotas galápagos y la güirada va de chapalotiar en el agua. Los viejos echándose la siestasa en la sombra y veías el montón de latas de cervesas por todos lados. Diahí quel ferry de Río Dulce iba atravesando con una camionetona desas que van a Flores, llena de turistas franceses todos coloradotes. Nosotros posábamos para eios y nos tomaban fotos y diahí les pedíamos fichas por las fotos y se cagaban de la risa, y el Niño Dios y el Cómo sé llama quiban manejando hacían como si se dejaban ir contra el ferry y la Santa daba de gritos, uyyyy que me mata el viejo si liacen algo al yate. El Gran Chingón les gritó a los turistas que si nos tiraban fichas las maestras se desnudaban para eios y un policía quiba también en el ferry nos gritó quéramos unos vulgares, que respetáramos. Pero en rialidá toda esa loquera servía patranquilisarnos, ¿no? Ahí sí ya todos en shorts y poca cosa más, porque ya era un calor de la chingada. Bueno, igualito quiaquí. Al fin, nués muy lejos. Era pasadito el medio día y habíamos llegado nomacito pa hartar en Mariscos y diahí a darle, alejarse. Pasamos la sona de los hoteles, el Catamarán y esas ondas. Ya no se veían más quialgunos chalets aquí y aiá. La Esmeralda, Camelias, era entre semana y había poca gente veliando. Las maestras se desnudaron para asoliarse, y los maestros con una parasón al verlas. La Gran Puta se mataba de la risa de vernos los shorts. Al entrar al Golfete ya había empesado la corriente fuertísima de la tarde. Las olas se levantaban enormes y caían sobre el yatecito que se sacudía de ola a ola como si fuera a quebrarse. La Ambar andaba bien jodida y aquéios va de luchar contra la corriente. Decidieron hechar el yatecito sobre Cayo Piedra. Nuabía ni un solo cayuco en toda la región, y a mí ya se miacía que nos hacíamos mierda y nos hartaban los tiburones. Le decía a la Rosa, nosotros vamos a ser la sopa pa los tiburones y no al revés, pero la Rosa decía que no, que nuera nada, quel Golfete nuestaba más fuerte que de costumbre, y a menos quialgún imbécil se cayera al agua, nada. Su tranquilidá daba miedo, maestro. La Gran Puta iba sentada en el centro del yatecito para balanciarlo como eia decía. Iba sentada en posición de Loto y va de anudar y desanudar unos sus trapos y cuando uno le preguntaba decía, estoy tejiendo. Y si le preguntabas para qué te decía, para vestirme, y salpicada por todos lados por las olas, maestro. Está loca, gritaba la Ambar quiba echadota como chucha vieja en el fondo del yate, muriéndose, mentándole la madre a todo mundo. Y así pasamos Payil, Punta Pita, Cayo Quebrado. Ya por Lámpara, al terminar el Golfete, se fue calmando esa mierda. Y la última parte del río, la más linda, tranquilos, viendo esos riscos enormes llenos de vegetación, hasta pasar ya Buena Vista. Estaba bien entrada la tardecita cuando llegamos y anclamos en el chalet del Descubrimiento del Usumacinta, agarráte ésa. Simón, porque según nosotros quiaunque viniera siguiéndonos y todo, ni se las olerían questábamos ahí, ¿no? Y como ya habíamos estado muchas veces el guardián nos conocía bien. Le dijimos quíbamos nomás de paso y el guardián bien a tono mandó a su mujer a comprar algunas frutas y pescado pa que comiéramos. Nosotros nos cagábamos de la risa de joder así a la mafia coquera. El Niño Dios sacó los puritos y el Gran Chingón el toca-cassettes y metió un Velvet Underground, el álbum del banano de Andy Warhol donde cantaban «Heroin». Era Livingston, maestro. Había sido un viaje largo. Y estábamos su poquito cansados. Pero todavía hubo energía para irse a meter a la Casa Rosa después de comer. La Casa Rosa era el hotel del Choco Godoy, un pianista quén sus buenos tiempos dio el tour de cabarets del sur de los Estates, maestro, y que ahora con su mujer gringa vivían ahí ni que La Habana de Batista. Con música de los años cincuenta y todo. La mujer servía los tragos y se platicaba de todo. Había bongos y maracas y una tumbadora y el maestro con una calsonetita désas de bikini, ¿ya vas? se sentaba al piano y te salía con I left my heart in San Francisco o Cuando calienta el sol. La Gran Puta se divertía como loca transando con ese maestro y ahí nos estábamos hasta que daban las once de la noche y apagaban la electricidá del pueblo. Entonces a echarse la caminata de vuelta con flashlights y era un patín, quialguien se caía en un charco, que daba un grito, que veían cosas en las sombras. Esa noche todos estaban ya agotados así quiá buscar las hamacas y dormirse, pues, qué rico.

Estuve platicando con la Santa sobre las infecciones y cosas que está teniendo. Esto nos llevó a platicar de experiencias sexuales en general. Ella me contó que de niñita había descubierto en el espejo del baño sus hoyos y con la mayor inocencia del caso le había preguntado a sus papás para qué servían. Lo único que supieron hacer fue darle un sopapo y decirle que no hablara nunca más de esas cosas. Y después se quejan de cómo sale uno. Por cierto, la Santa tiene un seno más grande que el otro. No desluce, al contrario. Pero es tan divertido verla.

Al día siguiente amaneció un calor de la chingada, quiuno se sentía todo pegajoso. Nadie estaba a tono. El solón estaba tan fuerte que la Gran Puta pensó que fuera llover. Pero la mujer del guardián que no, señorita, viera quiaquí nuá llovido, la gente ha estado priocupada. Eso si quera raro, quén esa época del año no lloviera en Livingston, en plena costa de las Antías. Era en verdá el año de la sequía. En fin. Después del desaiuno salimos a caminar. La Gran Puta con su coronita de lirios de agua en el centro del Establo. Atravesamos el barrio ladino y empesamos a subir la caie principal ya en pleno barrio negro. Nuentendíamos porque hablaban en su idioma. Habían muchos turistas también, unos franceses queran lo máximo, una chava rubia con una su falda como hawaiiana y un brassiere de flores que apenas le cubría las tetotas, y un maestro con un su sombrerón que parecía cayuco, otro con un polo que pura desas pelucas inglesas del siglo dieciocho. Los negros va de chotiarnos, maestro, las maestras andaban con babosaditas livianas pero nuenseñaban nada y no liatinábamos por qué nos chotiaban. Pasamos a la tienda del chino a comprarle pan de coco qués una absoluta delicia, lo máximo de todo Livingston. Aunque ahora ya me estoy cansando porquiaquí se come mucho. Y el chino ése qués fanático de la fotografía te empesaba hablar que la Nikromat la quería vender porque tenía un catálogo, y te enseñaba el catálogo, que anunciaba una nueva Argus con un lente especial para no sé qué chingados, y filtros y telefotos y pelotudeces. Sólo el Amor de mis Amores le seguía la onda, el resto impacientes como lagartijitas nerviosas. Finalmente logramos separarnos y seguimos parriba. Pasamos los dos hotelitos questaban llenos de gringos y franceses como siempre. Fue entonces quialguien, el Gran Chingón creo, decidió que fuéramos hasta los Altares. Siarmó la discusión y todo, la onda estaba destrabada y se le dio hilo al Gran Chingón. Nos atravesamos el pueblo y fuimos saliendo ya por la plaia, que sería a toda madre de no servirle de desagüe a todas las casas de la oría. Esas aguas turbias que corrían hacia el mar. Y hacía tiempo habría habido un chubasco porque estaba llena de palmeras caídas por el viento pero ya estaban secas. Y así le dimos, tranquilo, jodiendo y fumando hasta llegar al río. Para entonces la gente sentía quiba caminar hasta Cocolí, maestro, se nos iba cansando el Establo. Y ahí estábamos, nada menos que frente al río. Venía crecido. Y no quiabía sequía, ¿pues? Estará lloviendo en la sierra, decía la Rosa de los Vientos. Y el mar también pegando con fuersa. Verde. El río, asul. Se miraban los contrastes de colores, maestro. El cielo estaba gris, como un día después de tormenta, ¿sabés? Y el aire cargado de humedá. Con la arenita blanca, la vegetación verde, espesa, quera casi una selva esa mierda que teníamos detrás, pues. En la distancia había un arco iris muy pálido. Fue la Rosa de los Vientos la que lo vio, lejos, sobre el mar, hacia los caios que diahí no se veían. Perecía como si la Punta Manabique estuviera apuntándole a ese arco iris pálido en el cielo y la Gran Puta, como si fuera un cangrejo en la arena, dijo, mi arco iris, yo soy la dama del arco iris. El Gran Chingón empesó a retorcerse de la risa y a decirle, ¿vos una dama? Entonces todos empesaron a cagarse de la risa y a tirarle arena al Gran Chingón que gritaba, no cabrones, dejen, y va de echarle arena y más arena, me van a ahogar cabrones. Hasta quel pisado tuvo que rodar sobre la arena pa poder escaparse de nosotros y diún salto terrible se tiró al río. Lo teníamos quiatravesar de todas maneras. Sin pasar el río no se podía llegar a los Altares y no teníamos un cayuco. Así quel Gran Chingón empesó a pasar. Al entrar al agua le llegaba hasta las rochas y el río estaba ancho. Nadie decía nada, pero todos sentirían su cosita en la pansa. ¿Cómo está? preguntó la Santa. Rico, dijo el Gran Chingón. El agua está deliciosa. Pero ya liba subiendo hasta los muslos, y nuabía llegado ni a la mitá del río, ¿ya vas? El Niño Dios no se hiso esperar y pues a darle detrás del Gran Chingón. La Ambar le gritó, por qué nuesperás, y aquel nomás se rió como griíto. El Cómo se llama empesó a darle detrás del Niño Dios. Espérennos, gritó la Santa, metiéndose al agua. Vénganse, dijo el Cómo se llama. La Rosa de los Vientos tan tranquila se quitó su túnica mu-mu y para dentro, desnudita y con la túnica hecha un nudo en el braso. La Gran Puta se dejó ir detrás de la Rosa, y con eia, la Vida. Yo tengo miedo, gritaba el Amor de mis Amores, y todos se cagaban de la risa. Ya el agua, ¿no? Le subía al Gran Chingón a los güevos y después ya a la cintura y el río bajaba fuerte. Había una casita linda hacia el fondo pero ni moscas, y la corriente estaba tan fuerte quel Gran Chingón ya nuiba en línia recta con nosotros sino más a la derecha, porque el río venía de la isquierda, maestro. Y el mar estaba a la derecha. El río iba empujando al Gran Chingón a la derecha entonces, hacia el mar. Yo veía que aquél iba echando fuersas pero ya el agua le cubría la pansa. El mar nuera hondo, había plaíta y la chingada, nada de las reventasones del Pacífico. Pero siempre. Sus olitas más adelante iban a dar sus buenos vergasos contra los riscos, cerca de los Altares. Y ahí nosotros, ¿no? Ya el Niño Dios iba pa la derecha también, y la Rosa de los Vientos agarró la mano del Cómo se llama y de la Gran Puta. O todos o ninguno, dijo la Gran Puta quiagarró a la Vida. Yo tengo miedo, gritaba el Amor de mis Amores. Pero lo forcé al agua. Su buen empujoncito, pa dentro y tranquilos. Yo cerraba la fila, maestro. Ya todos íbamos de la mano salvo aqueios dos cabrones quiasta adelante el agua ya me los sarandiaba como cocos y les llegaba hasta el pecho. Nosotros parecíamos una culebra ahí, una culebra de agua sigsaguiando. Y la Santa, ¿por qué no mejor nos regresamos? Tenemos quir hasta los Altares, dijo la Gran Puta. Dijimos quíbamos. El Gran Chingón estaba ya en pleno centro, el agua aquí, raspándole la barbía. La onda estaba de lo más pesada. Tranquilos, decía la Gran Puta, tranquilos. Por un segundo, aiá en el centro del río vimos al Gran Chingón desaparecer y la Santa, yo, todos gritamos. El Niño Dios se tiró detrás y desapareció también. Fueron segundos de lo más turbio. El cielo gris que se confundía con ese mar verde que chocaba con ese río asul y atrás bríaba esa selva diotro verde. Alguna gaviota pasaba y el agua tibiecita, todo tranquilo, tan tranquilo. Sentías la fuersa que tempujaba desde la isquierda, los pies que se dejaban llevar por la arenita esa que se te movía, que no podía estarse fija. Y yo, el corasón miacía cataplán cataplán cuando salieron las dos cabesas juntas. Estaban ya más adelante y en cuanto recuperaron el aire sentimos ese alivión después del alucín turbio de ya no verlos jamás, maestro. El Niño Dios gritó que nel, nuera nada. Me resbalé, gritó el Gran Chingón. Sigan. No se pone más fuerte. Y ya aqueios dándole del otro lado, el agua empesaba a bajarles. Ya la llevaban por el pecho, después ya por la pansa. El arralón iba a durar hasta que vos también terminaras de pasar, ¿no? Pero el vacile era otro. La culebra siguió dándole para adelante, las vibraciones cambiaron, los colores se pusieron más fuertes y parecía quel sol bríara también más fuerte aunque ni se le veía por lo gris del cielo. Pero lo sentías más caliente en tu cabesa. El Cómo se llama y la Rosa de los Vientos guiaban la culebra. A esos dos nada les afectaba. Se iban hundiendo más y más pero nada, y jalaban a los demás a su hundimiento. Los ojos de la Santa y de la Ambar déste tamaño, maestro, déste tamaño. Pero no siatrevían a soltarse y aqueios dándole, dándole. Se hundieron hasta la barbía y ya parecíamos más un arco porque el río empujaba durísimo, lo sentías, y dar un paso era un viaje. Levantabas el pie y el agua lo empujaba. Entonces si levantabas el isquierdo, el agua te luempujaba hacia la derecha de manera que te metías sancadía vos mismo. Y luego levantabas el derecho y se tiba hasta por aiá que sentías que te caías sentado. Y jalarlo de vuelta costaba que no timaginás. De todas maneras, hicieras lo que hicieras, tibas más y más para la derecha, tempujaba tan fuerte esa agua de la isquierda, tan fuerte, vos sabías que contra la isquierda nel, era imposible. Ya era cuestión solamente de ver si llegabas a la otra oría o tiarrastraba el agua hasta el mar. Ese mar verde grisácio, nunca como vos timaginarías el Caribe. Éste era un mar lechoso, ligoso, lleno de suciedá, mar feo, mar muerto. Y a toduel establo se luestaba llevando el río, maestro. La Gran Puta luchando por poder sacarnos hasta la otra oría, hasta caer en esa arena seca, blanca, quemante, llena de palmeras podridas. A la izquierda la selva se miraba tan verde, tan linda, bríante y fuerte, que daban ganas de meterse en eia, de perderse en eia, de desaparecer. Aunque, pues, ya sabías que gente como nosotros no podría nunca. Y a esas alturas, el agua alejándote más y más deía, no llovía y, ¿de dónde entonces esa agua que salía con tanta fuersa de la selva, esa agua que caía de la sierra? Yo no liatinaba y luchaba y luchaba así por instinto, el Establo entero contra todo un río. ¿Contra toda una corriente? Todos sabían quesa no sihacía, no sihacía. Era cuestión nomás de sobrevivir, de llegar exhaustos a dejarnos caer sobre la arena como lagartos viejos asoliándose. Y ya el agua iba bajando, maestro. Iba bajando porque entre tanto patín ni cuenta me daba que pasábamos lo más profundo y la Gran Puta nos sacaba hacia ésa oría. Viviríamos. Pero ya me decía yo, si la corriente ésa era tan fuerte en tiempos de sequía, cómo sería en tiempos de chubascos, ¿cómo sería cuando por fin se desataba el temporal? Tendríamos que pasar el río de regreso todavía. Y el agua ahoga, maestro.

El dios, el buen dios, nos veía escupiendo al cielo como salvajes ilustres, que así nos decía. Pero era un veredicto inaceptable a todas luces. Por mucho que brillara la estrella, las sombras eran largas y perturbar su negritud desmerecía el ser. Se pensaba. Se pensaba y se pensaba y pensando los ojos se perdían hasta los turbios rincones detrás de las barrancas inútiles y muertas. Pero ni en el rebuscar, nada. Y así continuaban las cosas. Sin que se pudiera, aunque decir nadie podría, que no se quisiera, que no se quisiera, que no se quisiera, tras esas largas sombras impávidas y necias. Se tendría qué seguir buscando. Se tendría qué seguir buscando.

Éste es uno de los intentos de la Gran Puta por escribir prosa poética, antes de que renunciara a la poesía. Pero no interrumpás conque el tono es diferente. Dejame seguir hilándote la historia. Caímos todos exhaustos en la arena. El Establo entero. Ya más tortugas que jaguares. Medio desnudos. La arena pegada al cuerpo mojado. Viendo ese sol raro que más hubiera parecido diun invierno europeo que diuna plaia del trópico. Grisácio. Los pedasos de palmeras pudriéndose por todas partes, restos de cocos, de maderas. Restos diún viento fuerte quiabía pasado hacía mucho tiempo. Y esa agua verdusca clara que daba malas vibraciones. Todos echadotes como lagartos en la plaia. La Santa era la única que parecía tener la suficiente energía para hablar. Nos fue saliendo conque una ves había leído quén unas plaias comuésas naufragó un barco enmedio diuna tormenta. Después de mucho luchar, el único sobreviviente logró encaiar el barco en la arena. ¿El Oriental Argosy? dije yo. Nel, un barco pesquero, dijo la Santa. Y el único sobreviviente se murió y el barco se quedó así varado en plena playa, lleno de cadáveres. Empesaron a salir los pescadores entonces de sus casas, maestro. Corrieron al barco, agarraron los cadáveres, y oíte nomás ésta, empesaron a comérselos. Simón, a comérselos. Eso fue lo que dijo la Santa. Y la Ambar empesó a protestar que para qué contar esas mierdas y la Santa siofendió y dijo quera un cuento místico. La Gran Puta sempesó a cagar de la risa y cuando le preguntamos por qué, dijo que porque así nos iban a comer a nosotros. El Gran Chingón siabía quejado de hambre y el Niño Dios le dijo entonces, cométe una de las maestras. El Gran Chingón se tiró encima de la Ambar que gritó tan fuerte que espantó a las gaviotas. El Gran Chingón le mordía la pansa, maestro, porque la Ambar iba en bikini, ¿ya vas? Y gritaba nooo, ¡dejáme cabrón! Yo me cagaba de la risa porque miacordaba, ¿no? La Ambar. Trataba de quitárselo dencima, peruestaba tan cansada después desa crusada. El Gran Chingón tenía más energías. Y va de morderle la pansa, le ensalivaba toduesto. Aqueia gritaba y el Gran Chingón empesó amorderle los muslos. Nosotros sólo viendo, cagándonos de la risa. La Ambar estaba chíando, maestro, el Gran Chingón le tenía lamida toda la pierna y dándole en la otra. Yuestaba echado en la arena y no podía ver bien. Los lagartos lo quiacen es morder duro a la persona y jalársela al fondo hasta que se ahoguen, dijo la Gran Puta. Fue todo lo que dijo. Y el resto, todos echados en la arena, sin moverse y sin hablar. El Gran Chingón le arrancó la parte diarriba del bikini y empesó a morderle las tetas, maestro. Primero la maestra dio más de gritos, ¿ya vas? Pero después se fue calmando. Tranquila. El Gran Chingón se entretuvo lamiéndole las tetas hasta que la Rosa de los Vientos dio un brinco enorme y dijo que si no seguíamos ya no llegaríamos nunca. La Gran Puta se paró y jaló a la Vida para arriba. Dijo que ya faltaba muy poquito.

Anoche estaba excitadísima y quise dormir con San José pero tenía mi período y al hijo de puta le dio asco. Dormí con la Vida.

Al ratito ya estábamos donde hay que entrar en la selva. ¿Has estado en los Altares? Siacaba la playa y empiesan unos como riscos. Si seguís caminando entre el agua las olas dan contra el paredón. Así quiay que agarrar la vereda que sube al risco. Pero ahí, ya sentís que vas en la mera selva, palabra. Hay una casita echa mierda a la entrada. Una viejota negra toda sonriente te dice que simón, que sigás, y vos dándole para arriba y los arbolones, todo diún verde chíante y monte por todos lados. Ya no distinguís mar aunque lo oís a tus pies. A la entrada de donde empiesa el monte había una lagartija enorme. Iguana, dijo alguien. Nel, lagartija. La iguana es diferente, dijo la Gran Puta. Estaba así, al pie diún árbol sobre el cual volaban mariposas y los pájaros. Al acercarnos, ya vas que se escurrió por el monte, maestro. Era linda. Como entre verde y aquamarina con línias doraditas, finitas. Era grande. Como así, mirá, y la cola tal ves así. Entramos al monte y todo mundo iba con culío. Todos iban descalsos, desnudos o en calsoneta. La vereda era fangosa, se sentía horrible en los pies. Plash, se te hundían su poquito y el friíto de la humedá porque ahí nuentraba el sol de lo alto queran los árboles y lo denso de la vegetación. Los pies te salían negros, todos enlodados. Y las ramas se rosaban contra el cuerpo y lo raspaban. Cada segundito alguien gritaba ay, ay, y todos el miedo mayor era que se nos apareciera una culebra, maestro, una barba amaría. La Vida había contado que su abuelo quera diorígen belga desos colonos que llegaron a Santo Tomás, lo picó una barba amaría. Todavía le voló la cabesa con el machete y los mosos luayudaron a regresar a la casa de la finca pero ya nomás llegando y caió tendido sobre el corredor, con un como ataque epiléptico y un vómito horrible. Y ya, pues. De repente encontramos agua empantanada y había que caminar alrededor por el lodo. Te hundías hasta los tobíos, pensabas en cantiles de agua y veías el mosquiterío. Yo me quiero regresar, dijo la Santa. Yo también, dijo el Amor de mis Amores. Déjense de mierdas, les dijo la Gran Puta. Sigan. Y ya desde entonces se oía el agua de la caída. A la vuelta diún árbol enorme, fuimos saliendo. Era una babosada que aturdía. El rush al ver esa posa cristalina, cristalina, sin moverse. Y el río quera un río entero que caía, maestro, siete cataratitas que se te venían así encima y un hoyo asul quera el cielo, hasta arriba de lo verde esos arbolones enormes que se encorvaban sobre la posa, llenos de musgo y lianas y el olor a monte y agua fresca y la otra cataratita que salía de la posa donde el río bajaba hasta el mar. Era una onda buenisisísima. Ahí podrías filmar una lica de Tarsán, pues. ¡Y el ruido de las cataratas! Un ruido enorme, fuertísimo, hacia eco en el monte, de dejarte sordo diuna ves. Y las piedronas, unas piedronas enormes, negras, por donde caía el agua y alrededor de la posa. Así que la posa se veía negra. La Gran Puta sonreía, maestro. Yo sentía el escalofriíto en la columna vertebral. La Gran Puta sólo tiró su ropa parún lado y se echó el gran clavadaso en la posa. ¡Splash! Desapareció completamente. Nos quedamos así viendo y no salía, hasta que se fue apareciendo por aiá, por la primera catarata, escondiéndose bajo el saliente diuna gran roca. El contraste, ¿no? Porque la Gran Puta aunque de pelos negros y la chingada, pues tenía la piel blanca y en esa negrura de rocas bríaba. Se dejó venir despacito, deslisándose por la superficie del agua, suavecito como lagarto, llevada por la corriente que la empujaba hacia la catarata que caía. Sin brasiar, sin pataliar, sin nada. El agua se la llevaba y nosotros viéndola, viéndola. Ya cuando se acercaba demasiado a la catarata que sentíamos quiría caer hasta el mar, dio un brasaso pa la derecha y se dejó venir hacia nosotros con una sonrisota. Nadie había dicho nada. Era todo un señor patín. La Gran Puta tan tranquila y salió felís, la sonrisota quel agua estaba absolutamente de-li-ciosa. Y sugirió que subiéramos a la de más arriba. Todos se miraron y que nuestoy a tono, que la chingada, todos tratando de safarse. La Gran Puta que son una mierda, nadie quiere meterse al agua, pa qué pisados vinieron partida de güevones, y la Santa que no se podía subir porque nuabía camino. El monte estaba tan cerrado que pues, nuabía por donde subir más que por el río mismo. Y eso de subir cataratas estaba gruesísimo. El río ha crecido, dijo la Gran Puta. Había un caminito al lado. Pero si nuá llovido, dijo el Amor de mis Amores. La Rosa con su tranquilidá se agachó a examinar las dos orías del río y le dijo que si subía con cuidado por la oriíta isquierda y siagarraba de las lianas questaban ahí colgando diún arbolón al lado de la primera catarata seguro que podía subir. La Gran Puta, en una onda a toda madre, le dio su besito a la Rosa y agarró camino para arriba. Antes todavía se voltio y le dijo a la Vida, ¿no te venís conmigo? La Vida se sonrió y dijo, estoy contigo. La Gran Puta fue subiendo con cuidadito, justo en la oriíta del río donde la corriente era menos fuerte aunque por la arenita pues el paso también era jodido. A su lado, las piedrotas de tan ligosas no podían ni tocarse. La Gran Puta subía despacito, despacito, los brasos bien extendidos pura equilibrista, dándonos ese culo delicioso. Le corrían las gotitas diagua por las nalgas. Llegó a la primera catarata y agarró la liana, maestro. Pero al echar el peso, la liana se estiró y la Gran Puta se vino sobre la roca que por lo ligoso, al meter la mano se le fue para abajo y se dio su buen cuentaso aquí, en el hombro isquierdo. Se quedó ahí, media turbia, media hincada, que parecía que ya se venía. Abajo, nosotros en una gritadera. Las maestras ya timaginás chiasón, questás bien que no sé qué chingados. Perual fin se fue levantando otra ves y aunque no podía voltiarse y decirnos nada, con las manos nos indicó que tranquilos. Y siguió bien acelerada para arriba, maestro, hasta quial entrar a la segunda catarata y la otra posa, pues ya no la vimos más. Entonces fue que todos comensamos a reparar. Estábamos casi como entre la selva, los pies cubiertos de lodo, y oíamos pasar los insectos. Muertos de cansancio y hambre. Hacía calor, pero nadie se atrevía a tirarse en la posa. Las maestras decían así claro y pelado, va pasando algo y quién nos saca. Los maestros siacían la enorme brochota pero todos estaban aturdidos. Y entonces. Ahí parado todo el mundo, esperando, esperando. Todos con unas caras de imbéciles, sudando, medio desnudos, todos paraditos a la oría de la posa donde nadie siatrevía a entrar, esperando que la Gran Puta volviera porque sin eia no podíamos irnos, maestro. Y así, ¿no? Primero todos sonrientes pero después ya que tengo hambre, que tengo calor, queste lugar me da nervios, que los insectos. Pero nadie siatrevía a decir que nos fuéramos. Sería ya el mediodía, y ni siquiera podías sentarte porque en pleno monte malísima onda y había lodo, las piedras de la posa ligosas. Podríamos flotar como lagartos para vacilar su poquito, pero nadie siatrevía. Y la Gran Puta no regresaba. Según todos, pues que sería cuestión de minutos. Pero ya sialargaba esa mierda y no la veíamos, y todos empesaban a retorcerse. Me aturde, decía la Santa, miaturde que no regrese. Todos bajaban nomás la cabesa. El Amor de mis Amores empesó a chíar que se quería regresar. Y la Santa que, ¿y si se caió y se quebró un braso? ¿Y si se ahogó aiá arriba? Y nosotros que calmáte, Santa, no jodás la paciencia. Pero todos estaban pensando las mismas babosadas. Yo me decía, se le puede aparecer una barba amaría, morderla un mono, qué sé yo. Cualquier cosa. Estábamos en pleno monte, maestro, con nuestras carotas dimbéciles, esperando, cambiando el peso diuna pierna a la otra. Sólo la Rosa y la Vida no decían nada. Tranquilas. Como si estuvieran alivianadas, toduel tiempo. ¿Por qué no regresamos? dijo el Amor de mis Amores. Nadie dijo nada. Por lo menos hasta donde comiensa la plaia. Así podemos descansar. La gente comensó a estirarse toda. Algunos liagarraban la onda al Amor de mis Amores. Yo, la verdá, no sabía. Me parecía mala onda dejar así a la Gran Puta. Pero al mismo tiempo, pues también era mala onda queia nos hubiera dejado así. Por fin, algunos maestros empesaron a decir quel Amor de mis Amores tenía rasón y aquél comensó a caminar de vuelta. Los otros lo fueron siguiendo, pero yo no muy me decidía. Ambar dijo que le parecía malísima onda dejar a la Gran Puta pero questaba muerta, que siba con los maestros a la plaia. La Santa dijo quera pura mierda que se fueran todos. Yo me quedo, dijo la Rosa de los Vientos. Y yo, dijo la Vida. ¿Ningún maestro? preguntó la Santa mirándome a mí. Y entonces yo, ¿no? Porque miaturdía, simón, irme. Mala onda. Pero al mismo tiempo tenía miedo que se miagarrara algo así como el cholero de la Gran Puta, ¿ya vas? ¿Y si eia no me daba entrada de todas maneras? Era turbio, peruén ese momento así salía la cosa, ése era el patín. Que yo me largaba, que se jodiera la Gran Puta que nos había hecho esperar. Y empecé tras los otros maestros. ¿Se quedan sólo dos mujeres? repitió la Santa. Se quedan, dije yo. Con ese calor de la chingada quería darme mi entradita al mar para el alivión, maestro, el alivión. Nos regresamos y sólo se quedó la Rosa y la Vida esperando a la Gran Puta.

Pasé una noche horrible, llena de calambres y mordidas. Creo que es mi período, pero los dolores estaban más fuertes de lo normal y eso me dio un pánico de todos los demonios. ¿Por qué? Le tengo horror al dolor físico, horror. ¿Con qué derecho me jode el cuerpo y la vida? ¿No la tengo ya suficientemente jodida?

Con el sol y el cansancio y esa onda me medio dormí en la plaia, maestro. Empecé a meditar sobre el color tan pálido que tenía el mar y sobre el arco iris de la Gran Puta. Me fueron entrando otras ondas. La muerte del Wash and Wear Gonsáles quiabía sido ahí mismo, en Livingston, en el hotel más miserable. El balcón del segundo piso. La agujota que siabrá clavado en plena oscuridá porque nuabía lus, maestro. Y el cuate del hotel quial hacer su ronda en la mañanita para anunciar que salía la lancha para Puerto Barrios y que volvió la lus, encontrárselo ahí, desnudo, blancusco, seco, horrible, y la agujota en el braso, la jeringa llena de sangre, qué horror. Lo más turbio. Eso me recordó una ves quel viejo tenía a la vieja agarrada del pescueso, maestro. La vieja ya medio caiéndose del balcón del segundo piso de la casa porque el viejo la iba empujando y nosotros abajo viéndolo, y el viejo gritaba, ¡te mato!, ¡te mato! Y la vieja ya ni gritar podía porque la tenían agarrada del pescueso y el viejo la iba empujando y ya sentía que se nos venía la vieja y el viejo la sangolotiaba toda. Finalmente la sostuvo con una sola mano y con la otra ¡tras!, ¡tras!, ¡tras!, ¡tras! unos bofetones y diahí la soltó y la vieja se desapareció porque habrá caído al suelo del balcón, ¿no? El viejo se sacudió las palmas de las manos, miró pa abajo y vío quel Gran Chingón y yo habíamos visto. Estábamos chiquitos. Y así, todo arrogantote nos enseñó el dedo, maestro, así, el dedote, y diahí se entró y somató la puerta del balcón bien como la chingada. Pensaba también en la Gran Puta cuando miabía cortado los pantalones, en el Guerrilla Playland que ya era horrible como proyecto, y en el barcote aquel, el Oriental Argosy que siba, siba, siba, maestro, en el mar, y yo miba en el barcote ese y ya no veía más al Wash and Wear Gonsáles niá a los viejos y entonces el barco estaba encallado en la arena del Puerto San José y sentía yo la arena que me caía en la cara, me entraba en el hocico, y oigo la vos que decía, verdá hijos de su madre que no pueden esperarlo a uno. Abrí los ojos y era la Gran Puta, pues. Estaba furiosa, echándole arena en la cara a todos y mentándonos la madre con ésa su expresión horrible en la boca, cabrones, mierdas, y la Ambar toda cholerosa se liacerca que no, quel cansancio que la chingada, ¡guam! le sampan una su patada en pleno pecho que la mandaron por aia y siguen los insultos. El Gran Chingón se para entonces y se queja queia con qué derecho nos dejó también, y la Gran Puta casi echando espuma por la boca le dice qués un güecaso por nuaberse atrevido a subir con eia, que no tenían güevos. El Gran Chingón se los agarró y le dijo, aquí están mirá, pa cuando querrás, y la Gran Puta le tiró la patada que sólo porque el Gran Chingón tenía buenos reflejos brincó y le caío en el muslo aunque de lo duro quiba se cayó al suelo y le soltaron otra patada en el culo. El Gran Chingón pegó un auído de felino herido y se voltio como la chingada y se dejó venir contra la Gran Puta. Empesaron a tirarse patadas y manadas y se dejaron ir uno contra otro y siabrasaron y la Gran Puta le ensarto las uñas en la espalda y el Gran Chingón liagarró el pelo a la Gran Puta y se lo comensó a jalar para atrás con toda su fuersa que yo sentí quiba a desnucarla, pero la Gran Puta no chíaba, y finalmente logró voltiarse y morder en el braso al Gran Chingón, furiosa común jaguar. Aquél pegó otro grito y se fueron los dos rodando por la plaia, uno sobre diotro, hasta caer dentro del mar. La espuma de las olitas los cubrió y de repente glubglubglub se van parando los dos, cada quien por su lado quiabían tragado agua, maestro. Corremos a aiudarlos, y están morados los dos y empiesan a toser y nosotros a darles palmaditas en la espalda y al fin les va pasando. Entonces la Gran Puta empesó a reírse y le guiñó el ojo al Gran Chingón quempesó a reírse también, y de la risa la Gran Puta diuna ves caió sentada en la arena. Nosotros empesamos a reírnos también y así, hasta que la Gran Puta se paró y nos abrasó y nos dijo, vámonos a comer. Y nos fuimos todos, pues, bien abrasaditos y ya en una onda buenísima.

Sobrina querida.

Hoy tuve el gusto de encontrar en mi apartado postal tu fina cartita. Muchas gracias por los conceptos que en ellas expresas de mi persona. Creo más bien que son manifestaciones de tu cariño, te lo agradezco, pero me van a poner vanidoso.

Seguramente conocerás la Plaza de la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en la zona 10. Ésa fue antiguamente la Plaza Central del pueblo de Ciudad Vieja, ese lugar es testigo de la vida de los Fernández hasta mi generación. Antes de los terremotos de 1917/18 era distinta.

La iglesia tenía la misma forma arquitectónica, humilde, sencilla, pero un poquitín más grande y con una hermosa torre de campanario. Cuántas veces mis manos golpearon los badajos de las campanas llamando a misa, o doblando por algún muerto! Donde hoy existe una calle de doble vía con una hilera de arbolitos al centro fue el «tanque público», un estanque como de 10 metros de largo, con lavaderos de piedra a ambos lados bajo de techo de tejas. Ahí llegaban las mujeres del pueblo a lavar la ropa, unas por necesidad de su trabajo, otras por falta de servicio de agua en su casa y, finalmente, entre ellas mis tías, por parlotear sin razón con otras muchachas o bajarle la piel a medio pueblo. Hacia el lado oriente había un caserón de adobe con techumbre de teja, gran corredor al frente, donde había bancas y dormitaban los alguaciles municipales, varios cuartos grandes que eran la morada municipal, el juzgado de paz y la escuelita. Después un gran patio y, en la parte posterior otro cuarto independiente con puerta de barrotes, la cárcel. No estaba jardinizada y cementada como ahora, la plaza era rústica, toda cubierta de grama, que reverdecía sólo en tiempo de lluvia. Al centro una gran ceiba, centenaria, hermosa de copa bien formada, parecida a la de Palín que tú conoces. Los damnificados de los terremotos de 1917/18 hicieron sus barracas bajo su hermosa sombra y muchos de ellos, en su ignorancia, convirtieron sus hermosas raíces en cocinas, sacaron su savia y la ceiba murió. Hacia principio de los años 20 plantaron la actual, es cincuentenaria, está en la adolecencia de su larga vida.

En los otros lados de la plaza habían, como hoy, propiedades particulares, casas grandes de un solo piso con techo de tejas de barro, grandes sitios colmados de árboles frutales, cítricos de todas clases, jocotes de corona amarillos, de mico, tronadores, de chicha, etc, etc. en la amplia variedad de esa fruta; tempisques, pomarosas, granadas, etc. Alrededor de la plaza estaban las familias García, Dávila, de la Cruz y el viejo sacristán a quien le decíamos Tono Pe-pesca.

La semana pasada no pude seguir mi charla familiar con mi querida sobrina. Fui invitado especial de la Asamblea de Gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo y mi tiempo estuvo ocupado a «full time» como dicen en Yankilandia.

Volviendo a mis recuerdos de esa plazuela que amé tanto y, pongo el verbo en tiempo pasado, porque la actual no produce en mi ser ninguna emoción. Tiene mucho cemento y arreglo de la mano del hombre.

Su instrucción complementaria y uno o dos años de magisterio, los hizo en la Escuela Normal de Maestros. Dicha escuela estaba construida en la finca nacional La Aurora donde es ahora el centro de investigaciones agrícolas, cuyo nombre no recuerdo.

A finales de siglo pasado llegó a radicar a Ciudad Vieja la familia Solórzano de Antigua Guatemala. Entre los miembros de la familia había 2 niños, uno mayor, Herlindo, el otro, Ramón, de la edad de mi padre. Cuando llegaron a las edades apropiadas ambos sucesivamente ocuparon plazas de cadetes en la antigua Escuela Politécnica (Convento de los Recoletos, zona 1, mandada a destruir por Estrada Cabrera cuando cerró la Escuela, después del atentado contra su persona).

Creo que mi padre no tenía vocación militar, pero los pantalones rojos, la guerrera azul y los entorchados y galones dorados que vestían sus amigos y el éxito que tenían en festejos y reuniones, principalmente con el bello sexo, lo facinaron. Cuando cursaba ya el magisterio, en un período de vacaciones, los Solórzano lo instruyeron en las artes militares elementales y lo prepararon para el examen de admisión. Sin decir nada en casa hizo su solicitud, siguió trámites y ganó el examen. Cuando mi padre le avisó al suyo que entraría en la Escuela Politécnica, papa Lencho reaccionó así: «No, m’hijo, ni militar ni cura y de ahí, lo que querrás ser menos eso». «Por qué, papá?» «Porque sales de militar graduado, con instrucción suficiente para la carrera y caerás en el servicio bajo las órdenes de un coronel o general, indiote analfabeto, que principió de soldado y subió sus grados por ser muy malo como hombre, prestándose a servir de verdugo, por chaqueterismos, soba levas, o intrigante, o simplemente por simpatía de sus jefes. Cuando llegues bajo sus órdenes y sepa que eres un militar de escuela y de consiguiente sabes más que él, te va a odiar y serás su pobre víctima en todo. Cura tampoco me gusta, porque la mayoría son unos hipócritas». Ésa fue la respuesta del abuelo papa Lencho. Así fueron los militares de aquel tiempo, hasta el gobierno de Jacobo Arbenz, en cuya administración fue emitida la Ley Orgánica del Ejército de Guatemala, que dispone que desde el grado de subteniente deben haber salido de una escuela militar legalmente reconocida y tener el diploma de bachiller en ciencias y letras. E hizo más, a todos los militares de «línea» (así les decían a los que sus ascensos provenían del cuartel sin haber pasado por la escuela militar) que estaban en servicio activo o que pretendieron estarlo, los obligó a asistir a la Escuela Politécnica y estudiaron lo que no sabían aún. En ese tiempo la escuela estuvo llena desde coroneles para abajo.

Bueno querida sobrina, el tiempo exige que te deje pero ya te conté algo. Todo el clan está bien. Un abrazo y hasta mi próximo.

Milo

Al llegar otra ves al pueblo, la Gran Puta nos dijo quiabía oído decir quiahí estaba viviendo un gringo que siabía venido solito en caiuco desde Belice hasta Livingston. Era una hasaña tal, que la vos había corrido por toda la costa y el día quentró a Livingston, toduel pueblo estaba esperándolo en el mueie. El gringo que se llamaba Dennis, siabía quedado viviendo y tenía un su ranchito donde servía comidas por cincuenta centavos. Eia sugirió que fuéramos a comer ahí. Vivía cerquita de la bajadita a la plaia, y al entrar, estaba encuclíado sobre el fogón dándole vuelta a la comida. Con blue-jeans cortados nomás, y era canche, así de pelo no muy largo. La Gran Puta preguntó que qué había de comer y el gringo dijo que sopa de pescado. Nos sentamos todos alrededor de la mesa, una mesota larga y angosta, la Gran Puta en la cabecera, y el gringo no decía nada. La Gran Puta sacó sus trapos negros y empesó a anudarlos otra ves. Y así, esperando la comida, cuando va entrando otro maestro. Nos les quedamos viendo y él se nos quedó viendo. Estaba un poco calvo y con una barba colorada, colorada, la camisa amarío chíante que cegaba diauna ves, maestro, y tenía dos pendientes en la orejas en forma de huesitos y era tan seco, maestro, pero tan seco, que no tenía nada de carne en las quijadas. Horrible. La Gran Puta se le quedó viendo con ésa su boca quiacía cuando estaba incómoda y le dijo, ¿qué querés? El tipo reparó su poquito, se quedó así, un poco extrañado, pero se sonrió todo malicioso y salió conque calma, soy Halach Uinic Emerson y no miablés como si fuera tu mierda que te doy mi veneno. Y mi veneno es tal quiá a los quince días tendrías los ojos como bolas de vidrio y se te cuagularía el cerebro y bostesarías como un pejerrey disecado y seis días más tarde se te caería toduel pelo y las pestañas y los dientes y las articulaciones y tus mandíbulas perderían su fuersa. Y a las tres semanas tendrías toda la piel agujeriada como un colador y la desesperación gotiaría de tu naris común moco hediondo. Y un mes más tarde se te caería la naris en la sopa. Y luego te vendría una comesón en el ojo y tres semanas más tarde se te cerraría. Y al cabo de cinco o seis meses tu cuerpo se estremecería y sentirías un ardor como el fuego de San Telmo. Y al poco tiempo ya no saldrías de tu cama y un buen día, al cabo de ocho meses, te arrancarías un hueso de tu propio esqueleto y después de lamerlo lo tirarías por la ventana. Y dies meses después tendrías ya podrido el esqueleto, bostesando con el hocico abierto todavía y preguntando por qué y por qué sin poder jamás descifrar las señales. Nosotros nos quedamos en un alucín espantoso al oír eso. El maestro terminó y se sentó en la otra punta de la mesa, frente a la Gran Puta que sempesó a cagar de la risa pero sin quitarle los ojos dencima. Yo, todos, la cabesa nos daba vueltas, maestro. La Gran Puta sin embargo estaba tranquilísima, los ojotes así de grandes. Puso su tejido en la mesa y riéndose siempre, le dijo que si siabía dado a sí mismo su veneno que ya tenía las quijadas derretidas y pronto se podría arrancar sus propios huesos. El pisado se rió su poquito y tampoco dejaba de mirar a la Gran Puta que le dijo, ¿Ahau Can Mai Harold por casualidá? Y el tipo asintió con la cabesa y se mordió los labios. La Gran Puta iba agarrando su expresión maliciosa, ¿ya vas? Como cuando sentía que las cosas iban caiendo en su lugar. ¿De Brooklyn, New York? le preguntó otra ves la Gran Puta, y el gringo asintió de nuevo. Entonces la Gran Puta soltó una carcajada enorme y nosotros, pues todavía en la luna, ¿no? ¿Se conocían? ¿Quióndas? Y la Gran Puta todavía riéndose nos contó quése era el pisado que publicaba The Mayan, «Devoted to Epiritual Enlightenment and Scientific Religion». El gringo al oir queia conocía lo quel escribía ya se puso más amable, y la Gran Puta seguía carcajiándose y siguió hasta quel otro gringo que no decía nada, el Dennis, fue sirviéndole la sopa a todos y empesó la hartadera que la gente sestaba muriendo de inanisión.

Platicando con la Vida me recordé que cuando tenía diez, once años, quería ser un ingeniero agrónomo. Vivía jugando con la idea y echaba semillitas y cosas en la tierra y hacía plantacioncitas en miniatura. Después decía que era veterinaria y me ponía a curar los caballos de juguete de mi hermano. Hasta que un día mi mamá me llamó y muy gentilmente me explicó que debería dejarle los caballos a los hombres y jugar con mis tacitas de té, porque mi sueño no debería ser el de querer ser un ingeniero agrónomo o una veterinaria, sino casarme con uno y servirlo muy bien y darle muchos hijos, como ella hacía con mi papi. Estoy casi segura que, inconcientemente, fue a partir de esa fecha que comencé a distanciarme de mi madre.

Miráte nomás como fue que conocimos al desgraciado ése. La vida es rara, ¿no maestro? En fin. Al calor de la cena, el Halach Uinic Emerson contó quiabía llegado al país nomás hacía una semana, y siabía ido directamente a Copán, diahí a Quiriguá, diahí pasaba a Livingston porque había un gran centro comercial de los Putún Maya que se llamaba Nito. ¿Y qué son los Putún Maya? preguntó la Santa. Los Putunes, dijo el Halach Uinic, andaban putuniando por todos los ríos del misterio verde. Hablános en ondas que no aturdan a la gente, le dijo la Santa. Y el gringo cagándose de la risa y echándole las miradas más maliciosas fue saliendo conque los putunes eran como los fenicios del mundo maya, maestro, quiandaban navegando y comerciando por todos los ríos y costas de la península de Yucatán, pues, y que finalmente se fueron estableciendo en Cosumel, ¿ya vas? Y diahí dieron el brincote pa dentro hasta parar, nomás oíte ésta, conquistando Chinchén Itsá. La Gran Puta tenía los ojotes bien pelados, y salió conque no fueron los toltecas que llegaron con Quetsalcoalt, ¿pues? Nel, dijo el Halach Uinic Emerson guiñándole un ojo. Llegaron primero los putunes que como venían originalmente del ária de Campeche, ya andaban bastante mejicanisados y por eso cuando más tarde llegó la gente de Quetsalcoalt, lo recibieron bien. Y qué pisados tiene que ver eso con nuestras ondas, preguntó así, todo pendenciero el Gran Chingón que yo ya veía que no tragaba al Halach Uninic, ¿ya vas? Y que la Gran Puta fuera tan complaciente con él. Todas ésas son ondas cósmicas, dijo la Gran Puta, que pueden aiudarnos a encontrar nuestra ciudá perdida. Al oír ésto, fue el Halach Uinic Emerson quien dio sendo reparón y levantó la ceja isquierda, maestro, hasta que se le perdió en el cuero cabeiudo. Y ya vas quén ese momento la Gran Puta se soltó con toda la historia desde la visión del santuario hasta el Alfa Centauro, quel fuego y el círculo y la serpiente y toduel despelote ése. El Halach Uinic Emerson estaba transfigurado. No movía un solo pelo ni le quitaba los ojos dencima a la Gran Puta. Ella terminó su discursaso conque algunas de las ondas que liabían indicando el camino eran babosadas quel maestro ése había publicado en su revista, y se cagó de la risa. Nosotros, fue también la hira diún pequeño reparoncito, ¿no? Porque ya vas viendo que nosotros, pues, seguíamos a la Gran Puta. ¿Y ahora encontrarnos con este maestro y resulta quella había aprendido dél? ¿Me seguís? Nosotros que teníamos toda esa relación especial con la Gran Puta, y de repente tener quiatinarle a un maestro que se nos aparecía así, comiendo pescado y las vibraciones medio turbionas, era gruesísimo. Entonces el Halach Uinic Emerson se puso muy serio, ¿sabés? Y dijo algo como que ese año había empesado con un día Ix quera mala onda, así que las cosas se veían turbias. Y ahora está terminando el Katún 10 Ahau, donde la sequía es la carga que llevamos a nuestras espaldas, así nos dijo. Y que se entraba al Katún 8 Ahau, el de las luchas y los cambios políticos. Nosotros en la luna, maestro, porque ésas eran ondas que nuentendíamos. Peruel Halach Uinic Emerson explicó questaba hablando del calendario maya que seguía imperando en nuestro tiempo y que tal ves ese círculo de la visión de la Gran Puta fuera el círculo del tiempo maya manifestándose de nuevo con la cercanía del cambio de Katún que llegaba cada 7200 días. Los mayas, dijo, eran una de las naciones que controlaban el poder del cosmos que se heredaba de la gran ciudá original, de donde veníamos todas las naciones originalmente y que se hundió en el mar con su electromagneto, fuente de toda su energía y que seguía controlando las ondas de la tierra, bajo el mar. La Gran Puta había visto en su visión quera el momento en que siacercaba el cambio de katún, el momento de reencontrar esas fuersas cósmicas que siabían perdido con la desaparición de los mayas pero que seguían controlando el universo. ¿Y el fuego? preguntó la Santa. ¿El fuego? dijo el Halach Uinic Emerson. Y empesó conque el mundo había sido ya criado y destruido cuatro veces. Ahora estábamos en la quinta creación quiabía sido en el día 4 Ahau 8 Cumku, equivalente más o menos al 3113 antes de Cristo. Y estaba predicho quel mundo terminaría en 2011 después, destruido por el fuego. Él creía que sería fuego atómico, el fuego diuna guerra atómica, o bien fuego generado por el electromagneto central a nuestras existencias cósmicas que se alsaría para obtener la victoria contra los colonisadores quiabían llegado del mar. La Gran Puta empesó un diálogo donde uno hablaba cada ves más rápido quel otro, un patín loquísimo. La Ambar preguntó que quién era ese guardián de la barba amaría que podía explicarnos todo. De repente, maestro, fue un silencio total que sólo el Dennis seguía hartando su pescado tranquilamente sin hacernos ningún caso. El Halach Uinic Emerson sempesó a morder los labios y chuparse el bigote. Era un tipo horrible. Cara amaríenta, y yo me reí, pues. Por fin salió conque el guardián de la barba amaría es quien conoce todos los secretos del electromagneto vengador. Simón, dijo la Santa, eso fue lo que nos dijo el Alfa Centauro. El Halach Uinic Emerson se cagó de la risa, una risa así, ronca, sin tono, que parecía venir de muy lejos y ser muy vieja. Se siguió riendo un buen rato, y después soltó quiaquí todo lo querían saber diún vergarso, quiabía quir despacio, tomándose el tiempo. El tiempo es eterno, nos dijo, el tiempo, el tiempo, la esencia de todo, lo único verdaderamente eterno, indestructible, el tiempo. Eso ya lo tenía anotado en mi cofrecito de los secretos, dijo la Gran Puta. El Halach Uinic Emerson se le quedó viendo así, con cierta duresa y diahí comensó a tarariar aqueia canción de los Stones, we are wa-ai-ting, for something to come out of somewhereee, y dijo casi en un suspiro quiabía que esperar y ver lo que traía el cambio de katún. Todo el mundo se quedó caiado. Finalmente él empesó otra ves conque de todos modos, siempre se podría pedir la profecía del katún. Siempre se podría, dijo la Gran Puta, quera la única que le llevaba la onda. Pero se necesitan honguitos y ololiuhqui, dijo el Halach Uinic Emerson. Si no, viene el duende. Y balche, dijo la Gran Puta. Eso es obvio, dijo el Halach Uinic Emerson. Pero se tiolvidó, le dijo la Gran Puta. Entonces el Halach Uinic Emerson salió conque no fuera idiota, que cómo se le iba olvidar lo principal. Y la Gran Puta se fue poniendo terca que se tiolvidó, admitílo. El otro encabronándose, no se miolvidó, no se miolvidó. Ya siagarraban a vergasos, maestro, cuando el Dennis salió conque se le hicieron caíos en las manos de tanto remar. Fue tal el reparón que aquel otro saliera con semejante pelotudés así, que se calmaron los ánimos. Entonces el Halach Uinic Emerson empesó a hablar del gran dios de la noblesa maya, que se llamaba Itsam Na y era el criador del hombre y de todas las cosas. Colop u Uich Kin. Era un monstruo celestial y el dios más poderoso de todos, el dios que incorporaba a los otros y que sostenía al mundo en sus cuatro aspectos. Y él decía quiabía tenido un sueño una noche de invierno en Brooklyn que la vos diún duende en forma de mono auiador le decía quel era la encarnación de Ix Kan Itsam T’ul, uno de los aspectos de Itsam Na, y que su color era el amarío. Ya vas viendo que de todas maneras el maestro ese tenía la cara amaría y con la camisita que se cargaba, ¡uf! Ahora el problema era quén una fecha desconocida pero que sería hacia el siglo nueve o una onda parecida, los campesinos mayas se rebelaron contra la noblesa, esa gran noblesa maya que crió la poesía de las matemáticas y una visión cósmica de las estreías que pues, dejaba cortos a los mejores ingenieros. Y los campesinos desfiguraron los monumentos y atacaron y después abandonaron los centros ceremoniales. Y pues, siacabó la noblesa y siacabó el culto a Itsam Na, maestro. Y entonces, sí el Halach Uinic Emerson era una manifestación de Itsam Na, ya vas viendo quiandaba con culío de quialguien se fuera a rebelar contra él, pero no liatinaba ni a quién ni dónde. Era una onda pesada. Por eso es que tengo que esconderme dentro diún lagarto, dijo. Y la Gran Puta sempesó a cagar de la risa y recordó quel guardián del chalet de Mariscos contaba queso era lo quiacía Yon Sosa para engañar a los cuques. Dormir en la pansa diún lagarto. Y sonaba chistoso imaginarse a los dos esos en la misma onda, ¿no? Todo el Establo se destrabó de risa. ¿Y sabés cual fue la reacción del maestro? Decirle a la Gran Puta que quería cogérsela, ¿podés creerlo? Simón, así diún vergarso, ¿no querés coger conmigo? Hasta el Dennis paró riéndose. Sólo la Gran Puta no dijo nada, pero se reía bien maliciosa. La onda cambió ahí, y ya nos pusimos a hablar diotras cosas. La Santa contó que por casualidá había estado en Woodstock el último día. El Cómo se llama se puso a platicar de imanes. Y en esa onda, se fue terminando el almuerso, pues. La Gran Puta todavía le preguntó al Halach Uinic Emerson que dónde se podía buscar al guardián de la barba amaría. El Halach Uinic Emerson le dijo quel siba hacer la siesta a su cuarto del hotelito ese, el Río Dulce. Si eia quería saber algo que llegara a buscarlo ahí. Y se fue, maestro, sin decir nada más. Nosotros salimos despacio, platicando. Todos hablando rapidísimo, como si hubieran hecho speed, menos la Gran Puta quiba muy caiadita y a mí mempesó a entrar la mala onda, pero no dije nada. Ya íbamos pasando frente al hotel, maestro. Yo miré a la Gran Puta y cabal. Sin decir ni mierda se quedó un poquito retrasada y corrió para la escalera del hotel. Porquera, sabés, comuesas casas del caribe quiay por acá. Una escalera exterior subía directo al segundo piso desde la caie y ahí era donde estaban los cuartos, abiertos hacia el corredor. Ahí estaría el cuarto donde habían encontrado al Wash and Wear Gonsáles, porque había sido el mismo hotel. Mira comués. Yo todavía le grité, no vaiás. Pero eia me hiso así, el dedo en la boca y subió rapidito y sin hacer ruido. Yo sentía quera el principio de la turbiedá. Los otros se dieron cuenta y preguntaron por eia. Y yo, se fue para arriba les dije. Se me quedaron viendo y todos sorprendidos, nadie creía de verdá que lo fuera hacer, nadie. La Gran Puta siabía ido. Yo vi a la Vida que se tapaba así, las tetas como si estuviera desnuda, y la Rosa que no podía estarse quieta, parecía mico eléctrico. Y bueno, nuabía otra, ¿no? Seguimos de vuelta pa la casa, pero ya nadie habló. ¿Qué hacer, maestro? Y ya viste lo que fue a salir.

Volvió San José después de viajar por San Cristóbal de las Casas. Tiramos las cartas del Tarot por joder un poco y a mí me salió como pasado, templanza, como presente, fuerza y como futuro, sol. Templanza-hombre con dos tazas volteando el contenido de uno dentro del otro. Flujo y reflujo. Fuerza-mujer con un jaguar. Sol—hombre y mujer parados sobre un lagarto, el sol y las flores del sol. Tradicionalmente sería una mujer con un león y un hombre y una mujer sentados sobre un caballo, pero tiré las cartas nuevas que había hecho con los diseños publicados en The Mayan. No quiero ni contar lo que le salió al San José porque estaba un poco turbio y me dio miedo. No le dije nada pero él lo presintió y ya la tarde no fue la misma. Subimos al Cerro de la Cruz a ver la puesta del sol.

Y así fue pues, maestro como fuimos a parar toditos con el Halach Uinic Emerson al Hotel Tixchel Internacional frente a esas plaiotas a toda madre quiabía en Cosumel. Y como siacercaba ya el cambio de katún, la onda ésa venía en junio y con un eclipse que según el Halach Uinic Emerson era lo más pesado que podía haber, ¿no? En el transcurso del tiempo eran fenómenos que siacían aiá cada cuando, y siendo que los katunes nueran katunes ordinarios sino turbios, y quel año había comensado en día Ix, era un despelote enorme el que se nos venía. Y además, era el mes de honrar a las Pléyades que cuidan al maís para que no se seque. Sabés que si salen grandes, el año es próspero pero si no, es año de sequía, ¿ya vas? La Gran Puta y el Halach Uinic Emerson estaban diacuerdo que tendríamos quiafrontar el evento diuna manera especial. Y el hotel ese, maestro, era un enormidá de grande, ¿sabés? Parecía, no sé, como una gran pirámide de vidrio, porque era todo de vidrio y bríaba con el sol del día, y en la noche con la luna cuando era luna llena como iba a tocar en ese momento del eclipse. Y pues. A todo lujo la gran piramidota de vidrio. Era el hotel más grande de toda la isla. Los jardines, ya vas viendo, mejores que los del hotel aquí, a pesar de toda la plata que sinvirtió para esta construcción. Los grandes llanos verdes y pianitos con unos arriates increíbles llenos de rosales y buganvilia y cosas. Atrás estaba el bosque donde vivían los indios. Y enfrente, la plaia. Más aiá pues los campos de golf y canchas de tenis y dos piscinas con bar flotante como las que tenemos aquí. Todo eso era pagado por la tarjeta de crédito del Halach Uinic Emerson quera nomás echarse la firmasa y tranquilo. Me recordaba quel viejo siempre decía queso de tarjetas de créditos eran pendejadas. Peruel viejo era el viejo y sobretodo, nuera gringo. Ya vas viendo como las cosas se van dando diferente. Pero así quiabíamos decidido que siacía la gran ceremonia del eclipse. Y en cuanto llegamos fuimos a visitar el pueblo de indios quiabían construido entre el bosque, pues. El Halach Uinic Emerson gritaba y gritaba queran Putunes, y ya tenía a verga a los demás turistas viendo el baile ese que se llamaba el okot uil y costaba nomás un dolar la entrada. Todo el Establo estaba ahí. La luna ya ésta casi llena y el efecto de la lus, así, sobre el escenario y más aia el mar quiaquí si era bien aquamarina, maestro, y el Halach Uinic Emerson decidió echarse unas pastitas pa ponerse bien a tono. La Gran Puta se puso bien piedra y le dijo quesas mierdas nueran naturales, que hiciera lo que fuera pero no químicos, y cuando decía químicos hacía una de sus expresiones más horribles en la boca, así, con un desprecio de la chingada, y escupía al suelo y quemaba con sus ojos, ¡puf! químicos, y se largaba. Y el turbio del Halach Uinic Emerson le dijo quén Brooklyn no siandaban con babosadas y se pastiaba tranquilo. Porque sabés, ¿no? Que desde que a la Gran Puta le dio por irse a meter al cuarto del Halach Uinic Emerson pues estaban transando, maestro, y todo el Establo andaba como la chingada. Nos sentíamos, no sé, abandonados. La Gran Puta ya no dormía con nosotros. La Vida estaba deprimidísima, la Rosa de los Vientos daba vueltas en círculo bien aturdida. Era mala onda ese gringo cabrón aunque fuera un Halach Uinic y la chingada. Bueno, la verdá, no fue mucho tiempo tampoco. Ese mismo día alguien contó quiabían visto el pick-up negro de la mafia coquera en Mariscos y que eios habían encontrado nuestros carros. Era cuestión de largarse inmediatamente, ¿ya vas? La Gran Puta nos dijo quel maestro se venía con nosotros pa Yucatán. Toduel Establo protestó, y la Gran Puta se puso furiosa. Tenía los ojos grandes y como de fuego y esa boca retorcida que le sale a veces. Empesó a mentarle la madre a toduel mundo y terminó conque si nos gustaba bueno, y si no, también, porque lo quera eia siba con él pa Yucatán. Salió somatando la puerta con tal fuersa que la casa vibró entera y se rompió un vidrio de la sala, puro terremoto. Fue horrible. La Gran Puta estaba convencida que nadie siatrevería a dejarla. Dependíamos demasiado deia. Yo, por ejemplo, encontraba turbia la onda y todo, pero sabía que no podía separarme. Y como yo, todos estaban aturdidos pero ay iban, maestro. Sin embargo, a la hora de largamos, con una calma que no creía en nada, la Vida dijo con su vocecita de colibrí que nuiba. Y así de tranquila, empesó a caminar hacia el mueie para el barco de Puerto Barrios. Ya vas viendo que la Gran Puta pegó un enorme reparón y un enorme grito y empesó a ordenarle que regresara, maestro, y gritaba cada ves más alto y jalándose el pelo, regresá, regresá, pero la Vida seguía avansando con su hijo. La Gran Puta empesó a correr tras eia y la alcansó y la abrasó por la cintura y empesó a rogarle que viniera, maestro. Y yo, ¿no? Viéndola con lágrimas en los ojos y rogándole, me sentía bien echo mierda porque aunque siabía pasado diarrogante y me jodía quel maestro ése se viniera, pero era la Gran Puta, ¿no? Sólo fue juntarse con el Halach Uinic Emerson y el despelote a cada momento, cada ves más turbio. El Halach Uinic Emerson repetía como menso, es el cambio de katún, es el caro-, bio de katún. Yo decía que mi güevo, quera él. Pero ni modo, ¿quiotra? ¿Si la Gran Puta lo quería? ¿Quibas hacer? No se podía, maestro, no se podía. La onda era ésa y pues, había que hacerla.

Últimamente he estado obsesionada por las cucarachas. Se me aparecen por todas partes esas cucarachonas enormes que sólo el verlas me paralizan. Una de mis peores fantasías es estar acostada desnuda en un apartamento vacío y que las cucarachas empesaran a caminarme por todo el cuerpo. Las piernas, la panza, los senos, y horror, la vulva. Me da escalofríos el pensarlo. Pero me excita el pensarme desnuda. Verme desnuda en un espejo y andar desnuda por la casa siempre me ha excitado, aunque no me gusta mi cuerpo. Estoy muy gorda. Se me están formando roscas y tengo los senos muy grandes y caídos. En los muslos tengo gordos y la piel transparenta demasiadas venas. Ugh.

Así quiaqueia tarde la vimos todos soltar las lágrimas en público y rogarle a la Vida que no la dejara. Y aqueia maestra que de habitud tan afectuosa, que adoraba a la Gran Puta, seguía toda dulce pero indiferente a los ruegos. La Gran Puta que no y que no y que se venía y se venía. Fue cuando el rechingado Halach Uinic Emerson fue saliendo conque siabía algún problema quél podía pagar con su tarjeta de crédito. Al oírlo, semejante pendejada dialguien que decía atinarle a las ondas cósmicas, yuempesé a cagarme de la risa, maestro. Y conmigo el Niño Dios y el Gran Chingón. Pero con la risa y mierdas volvieron las buenas ondas y el Establo se sintió mejor y la Vida aceptó venirse al fin. Pero como los dos, el Halach Uinic Emerson y la Gran Puta tenían un carácter así, intenso, dominante y esas ondas, ya vas viendo quera una tensión estar con esos dos tratando de dominarse uno a otro. Y los despelotes, maestro los depelotes. Así que pues, a la hora del baile del okot uil siagarraron por lo de las pastitas y cada quien se fue por su lado. Entonces la Gran Puta salió a pasiarse al jardín. Yo la veía desde la ventana de mi cuarto bien arriba, maestro, o mejor dicho desde la paré de la pirámide porque toda la paré era un enorme vidriote, cada uno de los lados desa pirámide de vidrio. Así que abajo yo me ví a la Gran Puta transando con las tejedoras questaban ahí con sus telares pa que los turistas las vieran, ¿ya vas? Y la Gran Puta se pasó horas transando con eias y cuando era la hora del baile yo llegué y le dije todo timidón que nos fuéramos juntos. Eia miabrasó, maestro, y ya hacía su buen rato que no miabrasaba tan rico, tan caliente. Y me dijo, Pispi Sigaña, jugamos a la araña, y empesó a perseguirme por el hotel y yo corriendo por los elevadores y la maestra tras de mí, con unos sus palos de madera. Cuando por fin miagarró mempesó a pegar con eios en el culo y yo la abrasaba y se sentía pero tan bien y eia seguía felís y gritando que jugáramos la araña. Yo le pregunté que dedónde había sacado los palos y me dijo queran los palos de las tejedoras que se los habían regalado paque se protegiera de los jaguares que saldrían del infierno cuando terminara este mundo. Yo me cagué de la risa y le dije que hasta cuándo cargaría sus palos y me dijo, depende de lo que vos llamés tu mundo porque si tu mundo es toda la quinta creación pues hasta el año 2011 cuando el fuego atómico nos destruia a todos. Pero si tu mundo era el katún que se terminaba, nomás un ratito más y ya, ya, se irían apareciendo los jaguares. Y se cagaba de la risa, maestro, y a mí pues me daba un escalofrío de la chingadapero la Gran Puta sólo reírse era. Y salimos abrasados para irnos al baile, buenísima onda. Yo, tranquilo, nos fumamos un purito, la estábamos haciendo, el cabrón ese siabía echado la desaparecida y yo felís. La Gran Puta parecía normal, como antes. Ya la noche iba comensando y sobre el mar veías la chibolota roja quiba saliendo quera la luna, mestro, una lunasa a toda madre, qué viaje. El baile era como los diantes, según decían los panfletos en inglés y en español que te daban al entrar. Pero yo lo sentí ya tan, no sé, tan poco espontánio, quiasta miaburrí aunque la turistada aplaudió con unas ganas de la chingada. Pero yo, con la Gran Puta y el Establo questaba con nosotros, va diacer chistes y mierdas, maestro, sobretodo la Gran Puta que pues para eso tenía un sentido así, ¿no? Se pasó la dansa entera riéndose y absorbiéndolo todo con esos ojasos de almendra que yo tanto quería. La quería. Sentada en las gradas con las manos agarradas y su túnica blanca y el pelo suelto y la sonrisota quiacía que la lus de la luna que subía rebotara en sus dientes. Y el tono de su vos, ronquito, sexy, y decía cada cosa. Yo al final me acerqué, le apreté el braso y le dije, te quiero, Gran Puta. Eia se retorció toda casi como si en verdá la hubiera sorprendido, y me dijo, ay mi queridísimo Pispi Sigaña, y miabrasó, maestro. Salimos bien abrasadotes de la dansa, y la lunasa que iluminaba el bosquecito miacía pensar que sería la noche más a toda madre de mi vida. Pero cabal a la salidita del lugar, por la taquía, estaba esperando un viejito indio y le dice a la Gran Puta algo como Ix U Sihnal. La Gran Puta nuagarró del todo la onda pero se metieron a secretiar así con el viejito que nomás medio hablaba español y el resto era yucateco. Yo, en la luna, ¿ya vas? Y diahí la Gran Puta me fue saliendo conque el viejito decía que alguien estaba malo diuna úlcera y querían queia los acompañara porque sepa cómo se les hacía que la Gran Puta podía aiudarlos. Pues, yo, ¿no? Sentía que mi patín se me deshacía y trataba de convencerla de que no, quera peligroso. Eia estaba ahí fija, inexpresiva, absorbiendo todo lo que yo le decía. Agarré que ya estaba decidida a ir y que nada que yo dijera cambiaría su decisión. ¿Cómo supieron que vos podrías curarlo? le pregunté. Las ondas cósmicas, me dijo. Ya nuabía más qué decir. La Gran Puta se fue con el indio y yo de vuelta solito al hotel. Fui a buscarme a la Rosa de los Vientos y no la encontré. Nuabía nadie, maestro, en esos corredorotes alfombrados y los ascensores transparentes que subían y bajaban. Ni una sola maestra. Me fui echar a la cama entonces. Tenía la ventanota abierta pa contemplar el paisaje. Los árboles parecían duendes, y a lo lejos el mar que con el vidrio cerrado por el aire acondicionado, apenas lo oías. Era un vacile tranquilo. Me eché la fumadita y apagué las luces. El cuartote era enorme y yo solo ahí, la camota pisada, qué güeva me daba todueso, maestro. Y pensaba en la Gran Puta. En esas tetotas que comueran de ricas. Las cosas miban dando vuelta y ya la paradera absoluta y viéndome ahí, la Gran Puta desnudota quera linda, linda, linda, la pielita fina así, caoba bien pulida, y ese pelo. Paré acabando ahí, que saltó hasta el techo y con el reflejo pareció una fuente de estreítas y hasta veías las constelaciones. Yo ya estaba bien acelerado y sentía como si de verdá miabía cogida esa noche a la Gran Puta, porque luabía visto, lo sentía, y me fui durmiendo así, convencidísimo de que sí, y qué rico, maestro, qué rico.

Y empezamos corriendo, velozmente, moviéndonos, sin llegar a nada, sin saber. ¿Vivimos? Tal vez es mucho decir, vivir ¿será? Pero allí andamos, volando sin cesar, sin dirección. Avanti!

¡Locuras! ¿Cómo se puede pensar así? Mente podrida, desraizada, inyectada de mierda. Nada de nada. Hay una conciencia, existe, y hay que crearla en aquellos que no la tienen, si es que no se han podrido todavía.

Vuelo como un pajarito, vuelo como los pajaritos, pajaritos.

Esclava, pensando como esclava, sirviendo como esclava, muriendo como esclava, yo, la grandísima puta, aquí con este decerebrado. Si tan sólo pudiera salir.

¿Salir de aquí? ¿A dónde? ¿Por dónde? ¿Moverse? Que lo vengan a ver a uno, que vengan a uno, ¿para qué ir?, ¿por qué ir? Que viva la esclavitud.

Y las prisiones crecen.

Tanto, tanto, crecen. Dos, tres años, y ya tendrán que botar más edificios, construir en los parques, anexar barrios, para tanta prisión, ciudad de prisiones, país de prisiones, mundo de prisiones, lindo sería ser torturado en un rascacielos de cristal, ¿no?

Silencio loca, silencio ya.

A la mañana siguiente toduel Establo se fue juntando en la cafetería para desayunar. Todos andaban mucho más tranquilos, y el Niño Dios decía quiasta ahí no podría seguirnos la mafia coquera, que no sabrían donde estábamos ni en mil años. Había un jugote de naranja a toda madre y unos pancakes que no creían en nada. La Gran Puta nuestaba ahí y le pregunté a la Rosa y me dijo questaba durmiendo. El Halach Uinic Emerson tampoco estaba. La Vida dijo que la Gran Puta llegó tarde y cansada. Esa mañana mianduve pasiando por ahí, jodiendo, y como al medio día o tal ves un poquito antes miaparecí por el jardín quera donde andaba la maioría del Establo echados en la sombra y hablando con las guacamaias. De los árboles donde empesaba el bosquecito las indias tenían los tejedores amarrados y va de darle, maestro, aunque en ese momento nuabía mucha turistada. Atrasito de los árboles yo vi quiabía un bulto tirado bajo una piel de venado pero, la verdá, no pensé nada. Podía ser cualquiera desas cosas que las indias andan siempre cargando, ¿ya vas? Yo me fui echar al lado de la Rosa que automáticamente me pasó un purito sin decir nada. El Gran Chingón estaba roncando ahí al ladito y un poco más aiá el Niño Dios trataba de hacerle la movida a la Ambar questaba bronciándose. Yo le di un buen jalón al pitío y lo pasé, me quedé ahí meditando. En eso vi que la Gran Puta iba saliendo del hotel, maestro. Le hice señales, ¡yujuuuu! pa que se viniera, y me contestó. Estaba toda sonriente y llegó corriendo, dando sal titos con su túnica que flotaba en el aire. Estaba linda, linda. Parecía una niñita dando brinquitos y la sonrisota y el pelo le volaba así en el aire y bríaba con el sol. Llegó y se me dejó venir encima y rodamos juntos y nos abrasamos y nos besamos y me sentí de lo máximo. La apretaba bien duro y cerraba los ojos y eia con ésa su vos diciéndome, ¿Pispi Sigaña jugamos la araña? Y yo la apretaba todavía más, maestro. Rodamos ahí nuestro buen ratito. Estaba adorando Cosumel y ésa era la noche de la luna llena. La Gran Puta había amanecido con un humor genial. En eso vio volando un colibrí sobre los rosales, dijo que qué lindo y corrió trás dél. El colibrí se perdió en el bosque pero la Gran Puta se quedó platicando con las tejedoras. Yo me eché en la grama, sintiéndome a toda madre y oliendo el olorcito de monte, dejando que sus puntitas micieran cosquías en los brasos y se me subieran las hormiguitas. Voltié la cabesa pa ver a la Gran Puta que seguía encucliada discutiendo las tiras de colores del tejido, cuando voy viendo que lo quiabía debajo de la piel de venado se está moviendo. Una barba amaría, pensé yo, una barba amaría. Me quedé paralisado, no podía moverme, no daba. Pero nel. Era algo mucho más grande quiuna culebra. Un maestro que salía de bajo la piel y gatiando siba acercando a las indias, poquito a poco. De repente, se tiró como un jaguar sobre la Gran Puta, maestro, y miráte nomás que resulta ser el hijísimo de la requetecontrachingada del Halach Uinic Emerson. ¿Vas viendo? El pisado diuna ves botó a la Gran Puta al suelo y las indias todas espantadas. Yo no oía lo que lestaba diciendo, pero sentí una babosada fría aquí, en la pansa. Yuabía creído que ya no, y el pisado reapareciendo, qué turbio. Al principio la Gran Puta se puso furiosa y empesó a tirarle manadas y a gritarle mil mierdas. Pero el Halach Uinic Emerson liagarró las manos y estaba todo dulsón y va de hablar y hablar y hablar y por fin se fue calmando. Increíble quiún cabrón así de feo pudiera influenciarla. Porque era feo, todo sequito y huesudo y medio amaríento, un horror de tipo. Toduel Establo siabía dado cuenta de lo que pasaba y estoy seguro que todos pensaban que qué güeva tener quiaguantar otra al maestro ése. Se levantaron los dos al fin, y se fueron caminando, discutiendo, y la Gran Puta andaba ya toda pupusienta. Yo, después diaberla visto salir del hotel con esa energía enorme, que rodé con eia era malísima onda verla así, toda petancota, con el cabrón ese quiahablaba a dies mil por hora. Seguro que le enredaba el pensamiento. En fin. La Gran Puta desapareció. Nosotros fuimos a almorsar y no vimos a ninguno de los dos. Regresamos al jardín a hacer la siesta y en esa estábamos cuando de repente apareció el Halach Uinic Emerson que se fuá echar a una hamaca, maestro. La Vida le preguntó que dónde estaba la Gran Puta y el maestro le dijo que preparándose para la gran celebración de la noche porquera el eclipse y la luna estaba llena al mismo tiempo, era lo más pesado de todo lo que pudiera haber en el cosmos. Así decía, hasta que poco a poco se fue quedando dormido. Se pasó ahí la tarde entera y no se fue levantando de la hamaca sino hasta el anochecer. Se estiró todo, y vimos questaba con una energía de la chingada. Era la gran noche, decía, la gran noche. La Gran Puta fue apareciendo del otro lado del hotel. Yo la vi inmediatamente. Estaba toda pintada de rojo y negro aunque no le podías ver el cuerpo porque tenía un gran mantón dorado tan bríante quel reflejo dolía en los ojos. Estaba toda maquíada. Toduel Establo estaba en el jardín. La Gran Puta y el Halach Uinic Emerson se juntaron enfrente de nosotros questábamos todos formando una media luna. Yo le pregunté a la Gran Puta que dónde había estado y me dijo que haciendo cosas en el cofrecito de los secretos. Fue cuando me dijo quese cofrecito sería mi herencia cósmica algún día. Y se rió. Tenía su expresión fea en la boca. Se la agarré así, con la cara toda pintada, mitá rojo, mitá negro, los labios bríanles en rojo, las grandes pestañotas negras. Sentí un escalofrío friísimo en la columna, como cuando alguien te escurre un hielito bajo la camisa. El Halach Uinic Emerson fue abriendo un botecito. La Santa era la primera en la fila. Le dijo quiabriera la boca y sacara la lengua. La Santa cerró los ojos y abrió la bocota haciendo aggghhh. Con las manos se cubría el pecho como si tuviera frío, quera una locura estando en Cosumel. El Halach Uinic Emerson le puso una pildorita anaranjada en la boca. La Santa se la tragó, y nosotros comensamos a murmurar porque ya líbamos agarrando la onda a lo questaba haciendo. Era orange sunshine, maestro. El Halach Uinic pasó al siguiente, el Niño Dios creo quera, y lo mismo. El Establo ya preguntando que si era sunshine que la chingada, pero ninguno de los dos nos tiraba chibola. Cuando le tocó el turno a la Vida, eia nuabrió la boca. Yo no, dijo. ¡Abrí la boca! insistió el Halach Uinic Emerson. Pero la Vida pues que no y que no. La Gran Puta todavía le preguntó por qué, pues, y la Vida se le quedó viendo con sus ojotes y nomás le dijo, es químico. La Gran Puta se medio rió pero no logró soltar la carcajada, se le anudó la garganta. El Halach Uinic Emerson le dijo, si no te gusta, a la mierda. Y la Vida tan tranquila se fue yendo pal hotel, maestro, ¿podés creerlo? Yo, ¿no? Completamente aturdido, sobretodo después del despelote de Livingston y toda esa onda. La Gran Puta ésta ves no protestó, la dejó ir. La dejó ir pero la veía irse con una tristesa, la Vida caminaba pal hotel toda iluminadota que parecía de oro reluciente, y aunque daba la impresión que la Gran Puta fuera llorar, ni lloró ni le pidió que regresara. Nosotros, el resto del Establo estábamos de no poder creerlo, ¿sabés? Pero nadie pidió que se explicara, nadie dijo nada. Y todos como si nada fueron recibiendo su pildorita de sunshine uno tras otro, uno tras otro, hasta que ya todos estábamos listos, nomás esperando que comensara el alucín.

Sobrina querida,

Bueno, continúo la charla familiar, contándote por ahora quiénes somos, de dónde venimos y los nombres de nuestros antepasados familiares. El coronel Marcos Rivas tubo un hijo, Manuel, y una hija, doña Brígida, tu bisabuela. De Manuel cuentan que cuando vivía en la «La Democracia» en el departamento de Escuintla, que cuando se pasaba de copas salía con un machete viejo en la mano y se paraba frente a la casa y gritaba, «Aquí está Manuelito Rivas que domina al mundo entero» y las gentes se reían. Doña Brígida dio a luz a Demetrio, Eloísa, Daniel, Rosaura (fallecida en la juventud) y Juana, mi adorada madre. Por la otra rama, don Martín Fernández y doña Teresa Monterroso procrearon, en el orden de alumbramientos, a los siguientes: María Josefa, Lorenzo (tu bisabuelo), Tomasa, José David, Daniela, José María, Francisco (fallecido en la adolescencia), María Luisa, Delfina, y Faustina (muerta en la niñez). Cuando doña Teresa casó con Martín fue en segundas nupcias. Ella era viuda de un primo tercero. De consiguiente, el tatarabuelo tuyo la recibió con dos hijos, Isaac y Micaela Monterroso y Monterroso. Don Rafael González y doña Margarita del Cid tuvieron los hijos siguientes: Pío Quinto, Cleto, Francisco, Venancia, Saturnino, Lucrecia (tu bisabuela), Leonza y Lorenzo. Del matrimonio de don Lorenzo Fernández Monterroso y doña Lucrecia González del Cid nacieron en el orden los hijos siguientes: Josefina, Rosa, Piedad, José Emilio (mi amado padre), Teresa, Lorenzo, María de la Concepción, Juan Manuel, Virginia (aún vive), Javier, Lucrecia, Martín y María Luisa. Qué familiones ¿verdad? Cómo se nota la falta de diversiones nocturnas. No había ni luz eléctrica (fue inaugurada en 1900) y tía María Luisa nació en 1903. Mis padres se casaron en 1906, yo nací el año siguiente. Fuí el único bisnieto de don Martín y durante 10 años el único nieto de don Lorenzo, y doña Lucrecia y doña Brígida y el primer sobrino de una cantidad de tíos y tías. Por muchos años me trataron como un juguete, nuevo, como una curiosidad y como algo inusitado en el acontecer familiar. De consiguiente, desde el bisabuelo hasta la tía más joven me llenaban de mimos. De los muchos dimunitivos de Emilio principiaron a usar el de Milo y a éste aún lo quisieron achicar más de acuerdo con el nene que adoraba toda la familia y al achicarlo lo agrandaron llamándome Milito. Divertido ¿verdad? ¡Lo que hace el cariño! Gocé del amor inmenso de los abuelos y me enseñaron a llamarlos Papa Lencho, Mama Lica y Mama Bica.

Hasta 1917 nuestra capital fue un pueblote, del norte a sur principiaba en la 1a. y terminaba en la 21 calle de la zona 1, de oriente a poniente era de la Avenida Elena a la Avenida de los Árboles en la misma zona 1 actual. La rodeaban varios Pueblitos como Las Tapias, Lavarreda, y El Rodeo con sus propias municipalidades. Estaban también Jocotenango al norte, hoy parte de la zona 2; San Pedrito al oriente, hoy parte de la zona 5; Ciudad Vieja y la Villa de Guadalupe al sur, hoy incluidos en las zonas 10 y 14; Pamplona y el Guarda Viejo en el suroriente, incluidos en las zonas 8 y 12 en la actualidad. Aledañas a esos Pueblitos había varias fincas, que con el tiempo igual que a los pueblos, también se los comió la ciudad. Fueron esas fincas agrícolas. El Zapote de don Mariano y Rafael Castillo, El Carmen y la Morera de los hermanos Molina, El Administrador y El Tuerto de la familia Gálvez Molina, Las Brisas (hoy parte de las zonas 10 y 15) y El Paraíso de don Lorenzo Fernández Monterroso, tu bisabuelo; Santa Clara, de don Miguel Coloma; Tívoli, de don José María Samayoa; El Sauce y lo de Bran, de los hermanos Mariano y José Miguel Bran; La Laguna del general José Daniel Montenegro, tío abuelo de Juanfran, mi hijo político. También Lo de Lima, donde ahora están las instalaciones deportivas y media zona 4, Las Conchas, Elgin, Las Violetas, San José y Oakland, hoy zonas 10, 13 y 14. Mi abuelo era, en la época que yo nací, el apoderado y hombre de confianza de don Miguel Coloma, aunque él tenía sus dos finquitas al borde del pueblito de Ciudad Vieja y otra, La Esperanza, en jurisdicción de Boca del Monte, pueblo que aún no se ha tragado la ciudad. El abuelo también tenía varios sitios en Ciudad Vieja y en la Villa de Guadalupe. Yo nací en Santa Clara, en la casona de la finca, caída con los terremotos de 1917/18, reconstruida en el principio de los años veinte y demolida al final de los años cuarenta. La casa tenía un enorme patio a su alrededor, con cipreses, pinos y eucaliptos de diferentes variedades, también algunas araucarias y entre los árboles macizos de flores formaban un gran jardín. Después había un gran tanque rojo con lavaderos de piedra, como los que todavía se ven en algunos de nuestros pueblos y que la gente designa con el nombre de «tanque público». Más lejos del tanque estaba la plantación de jazmines del Cabo. Eran como 3 manzanas y blanqueaban como arbustos nevados. Su perfume hasta ofendía el olfato de tan fuerte que era por la cantidad de flores de la misma especie en un gran conjunto. Éste era un negocio de floricultura que abastecía a todas las floristerías de la época en la capital. Los entierros, los casamientos, las primeras comuniones, todos olían al perfume dulzón del jazmín del Cabo. Más allá en otra dirección estaban la cochera, las caballerizas, el acerradero, el beneficio de café, la «casa azul»” de visitas y la casa del señor Pablito, el guardián y hombre de confianza del abuelo. Cuidaba el noroeste de la finca, es decir, por ahí más o menos donde está el Club Italiano en la actualidad. Allí viví mi primer año de vida y volví por temporadas largas y cortas, una, dos, tres veces al año, hasta mis siete años. En ese año ví por primera vez la casa que en Ciudad Vieja había mandado a construir el abuelo. Vivíamos en Escuintla, y una noche llegó un telegrama a la casa, ya muy larde. Lo leyeron y más tarde lloraron. Me dijeron que Tata Martín, el bisabuelo, había fallecido. Al día siguiente salimos en el tren de las 5 de la mañana, llegamos en carruaje a Ciudad Vieja. Al entrar a la casa nueva toda la gente estaba de vestido negro. En el medio de la sala estaba Tata Martín en su ataúd. Ése fue el estreno de la nueva casa construida por el abuelo. Un abrazo.

Milo

Entonces siagarró toduel Establo de la mano. La Gran Puta agarró una punta y el Halach Uinic Emerson la otra, y nos fuimos brincando y corriendo como la Gran Puta esa mañana, en dirección del bosque. Después estaría ya la plaia, maestro, la plaia, y por ahí el cielo rojísimo de los dos lados, lo máximo, porque el sol estaba poniéndose diún lado, cayendo detrás de la península y la lunota llena quiba saliendo del mar. El bosque estaba negro y nosotros reparábamos de todo porque uno ya iba sintiendo que la sangre comensaba a correr más rápido, a correr hecho güevo, y los escalofríos por todos lados, escalofrío y escalofrío y ya no podías estarte quieto, como si tuvieras hormigas en el culo. Todo el Establo, parecíamos ya micos eléctricos. Y la cabesa la sentías, ¿no? Como si hubiera desaparecido la tapadera de los sesos y la cabesa empesara hacer erupción, palabra. Y los ojos como si la visión se tiachiquitara primero y estuvieras viendo como a través de túneles muy largos, ¿ya vas? Y después como ir enfocando, enfocando, hasta que te concentrabas en toditito, maestro, toditito. Los ojos agarraban cada detaíto por insignificante que fuera y todo relucía como si despidieran lus. Y empecé a brincar, saltar y saltando veía que todos y todo flotaban y había unos árboles inmensos, negros, y un riíto quiba hasta ese mar que negro y oro porque era los dos de lo bríante que se opacaba, y un puentecito para atravesar el río. El Halach Uinic Emerson gritaba, con los indios, con los indios pal comienso del katún. Rebotábamos por ese bosquecito que ya nuera bosquecito sino una selva enorme, enorme, con unos arbolotes de ciento veinticinco mil metros de altura, que se perdían hasta aiá, hasta aiá, donde tintiniaban las estreias como explosiones atómicas maestro, Rigel, Arcturus, y los matorrales, marañas de matorrales llenos de insectos que se escurrían por las hojas negras que bríaban los insectos, y los ruidos de los pájaros, uu, uu, sshak, sshak, iiiiii, y miles más. Las vibraciones iban subiendo hasta el espacio, el cosmos, donde pues, las ondas cósmicas, ya vas viendo ese patín a toda madre y era la noche del eclipse. Un trance pesadísimo. Y el Halach Uinic Emerson comensó, one, two, three, four, Give me just a litlle more, six, seven, eight, nine, ten. I love you! Y nos agarraba a todos de las manos y all together now! One, two, three, four, give me just a little more, pom pom pom pom porom. Cantando, brincando, y se tiban apareciendo los animales, maestro, los animales, y vi el venado y el tepescuintle, vi a la iguana, las palomas espumuy que cantaban de los árboles y la Rosa de los Vientos que se cagaba de la risa pero con una fuersa nunca vista y se revolcaba en el suelo llorando y se le pegaban la tierra y las hojas muertas y me gritaba riéndose, ¡pero si en Cosumel nuay palomas espumuy! ¡Pero si en Cosumel nuay palomas espumuy! Y yo que también riéndome, maestro también riéndome y que mirá pues, ahí están en las ramas, y apuntaba a las ramas, y la Rosa decía, yo no ve® nada, yo decía, hay tres palomas juntitas, la Ambar decía, nel, yo veo un tecolote, ¡y el Gran Chingón queran cinco sopilotes esperando que nos muriéramos pa picotiarnos los ojos! Nononono, gritaba la Santa, mis ojos, mis ojos, y se los tapaba con las manos y se estreiaba contra un árbol, y la Gran Puta gritaba quera un cuervo, quera un cuervo, y y© volví a ver las ramas y vi al Wash and Wear Gonsáles questaba sentadito ahí, en la rama y desnudo, sequito y blanquito y con los ojotes, inyectándose, ¡sash! frente a nosotros y los ojos liban desapareciendo y yo no, no, quítamelo denfrente, quítamelo denfrente, no lo quiero, no lo quiero, y salí corriendo pero el Niño Dios miagarró y que calmáte que la chingada quera un aluncín nomás. Al fin sunshine ¿no? A éste hay que calmarlo, gritaba la Gran Puta. Yo sentí quel Amor de mis Amores siba acercando y empesaba a acariciarme y toduel Establo que ya nuera Establo sino shumada, toda la shumada alrededor mío viendo, viendo quel Amor de mis Amores miabrasaba, y yo que no, que no, que yo quería a la Gran Puta. Si soy yo, Pispi Sigaña, me decía la Gran Puta, soy yo. Pero yo veía al Amor de mis Amores, maestro. Y de repente se me fue poniendo transparente, que veía lo que tenía adentro, las venitas asulitas y el corasón dándole a toda madre como un gran electromagneto, kataplán, kataplán, kataplán, y los intestinos verduscos retorciéndose horrible y la negrura del estómago. Estaba aturdido. Vi para arriba y sentí estar comuén un poso, los arbolotes hasta arriba y negros que como las paredes diún poso, y el círculo de cielo arriba, las estreias, las estreias. Si pudiera estar ahí, ¿no? A cambio del fondo del poso. Y bajé la vista y ya mis pantalones que nueran pantalones sino shorts, maestro, shorts, porque la Gran Puta me los había cortado en Livingston, me los había cortado pa sacrificarlos, y yo con mis sandalias, mis enormes sandaliotas, maestro, y ahora el Niño Dios y el Gran Chingón y el Cómo se llama estaban echados en el suelo y el Amor de mis Amores les mamaba a todos, a los tres, uno y otro y otro chupón, pájaro picón picón, pájaro mamón mamón, como tocar marimba, y el resto de la shumada bailaba alrededor así en círculos dirigidos por el Halach Uinic Emerson que cantaba one, two, three, four, give me just a little more, todos bailando en un gran círculo que parecían llamaradas, maestro, llamaradas, y el Amor de mis Amores mamando en marimbita y aqueios dale que dale, dale que dale. Fue entonces cuando vimos pasar corriendo a los 400 conejos en el claro del bosque, los 400 conejos que corrían siempre en la noche del eclipse.

20.12 Recibí una carta del Bobby Greenback que anda por Boston. Dice que quiere ser famoso a pesar de que sólo hijueputas llegan a serlo. Se queja de ser tímido y poder salir sólo con mujeres locas o con putas. Reniega que las mujeres bonitas e interesantes no sean capaces de reconocer instintivamente su talento y perdonarle el color que se le sube a la cara y los bruscos ademanes. Que sea feo, dice, y a mi me dio risa porque siempre era yo quien se quejaba de ser fea. Dice que conoció a Octavio Paz en Harvard y que vuelve antes de Navidad. Trae un nuevo equipo estereofónico a toda madre, que tiene incorporado grabadoras, tocadiscos y no sé que locuras más. Tiene miedo que no le funcione el ñeque de su viejo y lo hagan pagar los impuestos.

Y de repente ya estábamos entre los indios, pues. No me vaiás a preguntar cómo porque ya vas viendo quesas ondas eran todo un trip. Ahí estábamos, ya con los indios. Los indios estaban bailando también, con sus máscaras. Daban vueltas, formando circulitos. Vueltas y vueltas, maestro, y en el centro del círculo había un indiaso así, con una máscara rubia y la piel rosada. Y ese indio bailaba con un látigo. Y daba latigasos en el suelo, tras, tras, y el tipo iba bailando solo, el de la máscara canchita, y los otros alrededor con la cabesa gacha y las máscaras morenas, dándole y dándole y dándole hasta que, pues, así de repente, todos van bailando más y más rápido, más y más rápido, y acercándose al del centro, acercándose, hasta que todos gritan al mismo tiempo, yaaaaaagggg, y sacan unos machetones enormes que bríaban diún verdusco relampaguiante con la lus de la luna, y se tiran, gaaaahhh, sobre el de la máscara canche, se le van tirando encima y lo matan a machetasos, maestro, y dando de gritos y de gritos y subiendo y bajando los machetes y subiéndolos y bajándolos pues. El de la máscara canche se queda en el suelo. Pero después se levanta y cambia de máscara con otro indios, y otra ves va empesando la cosa, todo se va repitiendo, siempre se van cambiando y a todos les va tocando ser el canche, y a todos les toca latiguiar y que los maten a machetasos y matar también, matar mucho, y el círculo siempre dando vueltas, dando vueltas. Los tambores tocando toduel tiempo, maestro, tocando, los tambores tum tum tum tum y las antorchas, todo es antorchas y brían las antorchas y bría el cielo y a lo lejos distinguís todavía la pirámide de cristal, maestro. Pero yo ya no voy viendo los colores en sí, ¿no? Ya mi trip va bien a toda madre y voy viendo como si fuera el arco iris. Cada ves que veo la lus no veo la lus sino voy viendo el rojo, el amano, el anaranjado, el morado, todo es arco iris, las luces son un arco iris, muchos arcos iris, los colores que saltan que bailan, los rojos y los amaríos, bailando como los indios que siguen dando vueltas, matando a machetasos al de la máscara canche que los latiguiaba y todos matan y todos son matados, lo máximo del alucín. Y los tambores tum tum tum tum las indias viendo a los indios bailar y la lunota, maestro, la lunota redondota, la Gran Puta se alejaba un poco y gritaba quiabía que bailarle a la luna, en el bosque, en el bosque, porque los indios están en el claro y bailar los dos en el mismo sitio no se podía y había que meterse en la espesura negra para poder hacerle el baile que la luna exigía. La Gran Puta tiró su enorme chal dorado y se quedó desnuda que solo le quedaban las orejeras de jade verde, pues; y estaba toda pintada de rojo y negro, todita, una teta negra y la otra roja y las dos lindas que sentía que siacían grandes y siacían chiquitas y se me venían encima y se mialejaban, maestro, y la Gran Puta sacaba un montón de candelitas y las fue prendiendo una a una, y se dejaba caer sobre el cuerpo la cera derretida, la cera hirviendo sobre la piel, y se metía ahí la candelita. Yuestaba boquiabierto, maestro, pensando queso debía quemar, ¿ya vas? Peruera la Gran Puta, y la pansita se movía parún lado y pal otro como bailarina árabe, y ya tenía las candelitas sobre toduel cuerpo que parecía un candelabro viviente y empesó a bailar siguiendo el ritmo de los tambores indios que decía que liablaban como espíritus pero su baile era diferente del de ellos. Se movía ahí, linda que cada músculo se resaltaba, los camotes grandes, fuertes, el tendón diaquí, del muslo que saltaba al levantar la pierna, yuestaba derritiéndome, maestro, derritiéndome como si fuera una désas candelitas queia llevaba en el cuerpo chorriándola toda de cera que yo nuaguantaría porque quema, y eia tan campante, mi Gran Puta. Y ahí estaba pues, bailando, esas caderas que se movían y cuando se inclinaba sentía que las nalgas se me venían encima a estreíarseme en la quijada como los guantes diún boxiador, pues, y yo caí así, viendo las estreías, constelaciones, la nebulosa de Lira y el Cangrejo, Leo que rugía y las Pléyades que salían ya en la constelación de Tauro. Betelgueuze que gigantesca y roja se extinguía, estreias que morían en su máximo esplendor hasta el big bang y la Gran Puta bailaba, bailaba, bailaba, bailaba. El Halach Uinic Emerson cantándole en inglés, maestro, ¿aquella canción ya un poco viejona de Eve of Destruction? Y pues, la Gran Pula bailaba ya más dulcemente, maestro el tum tum tum más, no sé, melancólico, y la vos del gringo que parecía una vos ronca que no muy Hacía con el ritmo, ¿sabés? Vos de hombre sin dientes, que yo, oyéndola, más pensaba en Brooklyn, ¿no? Y en el claro, así a lo lejitos, se veía los indios que seguían vuelta y vuelta y vuelta y esos machetes fosforecentes, maestro, yo me sentía como si estuviera patinando por las lomas de mis sesos hirvientes, glub glub glub glub, como grandes pociones de colores que las brujas ponen a cocer para sus transformaciones. La Gran Puta seguía bailando dulcemente y el Halach Uinic empesó a recoger palitos por todos lados, y en un momentito había armado ya una fogata y su fuego Hacía competencia a la lus de la Gran Puta, quiantes en la oscuridá relucía toda. El Halach Uinic Emerson se fue desnudando y su cuerpo huesudo y de piel de gaína vieja toda amaríenta, qué horror verlo junto a la Gran Puta que seguía su baile.

Viejo que encuentro contemplando

el ocaso inadvertido de la tarde,

semblante perdido en los fúnebres recuerdos,

sombra luminosa de lo nuestro.

Rostro que no es rostro,

reflejo de mi afecto confuso y obediente,

Me encuentro en tí

sin conocer tu voz ni tu palabra,

ni el grito que desgarra el grácil huracán de tu

memoria.

Tan lejos de mí, tan diferente,

tu expresión tan cerca de lo que siento en mis

entrañas

no puedo evitar caer en el atardecer sombrío de

tu tarde.

Me acaricias cansado, monótono y tierno.

El Halach Uinic Emerson se le fue acercando, maestro, poco a poco, poco a poco, recitando un su menjurje de babosadas que, O Señor Alto en el Este, en las Cuatro Esquinas del Cielo, en las Cuatro Esquinas de la Tierra. Viajan mis plegarias en el Este donde se levantan las nubes, a la ascención en el centro del Cielo, el Itsam rojo, el Itsam blanco hacia el Norte, el Itsam negro al Oeste, el Itsam amarío al Sur, listos para recibir el sagrado balche. Era difícil seguirle el resto porque hablaba como si tuviera la lengua pesada, pero ofreció no sé qué más, y mencionó el árbol de yaxche por cuyas raíces subieron mis antepasados a la vida y por cuías ramas subieron al cielo y no sé qué más. Me vas a dar mi recompensa en este momento. Que haya pas y tranquilidá en tu boca, en tu presencia, O Señor. Y entonces siba acercando más a la Gran Puta, maestro, se liacercaba hasta questuvo frente a eia pegaditos nomás, y con la mano empesó a apagarle las candelitas contra el cuerpo una a una, las apachaba como si fueran un insecto y hacían tsssk, y la cera derretida se le escurría entre los dedos y chorriaba por todo el cuerpo de la Gran Puta, maestro, pero ni él ni eia nada, ningún grito o mueca, y así siguió, una a una, hasta que ya no le quedaba una sola lus en el cuerpo, maestro. Entonces la abrasó, pegostiándose los dos con esa cera derretida y fueron caiendo al suelo, despacio, despacio, como si fueran eios dos candelas que se derretían. Ya en el suelo, él sobre eia. Empesaba a darle, a darle y yo bien como la chingada por tener que verlo, un horror, que si nués porque ya estaba en pleno alucín, los colores que se me estiraban y se me encogían, me hubiera largado. Yo veía un sopilotón, un sopilotón enorme que venía hacia mí, hacia mí, hacia mí, se acercaba más y con esas alotas extendidas yo me tiraba al suelo pa que no me pegara y cabal me tiraba el picotaso que ¡puuta! pero seguía de largo, desaparecía dentro désa lunota llena que alumbraba al supermierda del Halach Uinic Emerson que se cogía a mi Gran Puta, dándole ahí, al lado del fuego, pom pom pom pom pa dentro, enfrente del fuego y la Gran Puta moviendo esas caderas lindas pa arriba y pa abajo estirándose y encogiéndose, toduel Establo alrededor y nadie decía nada. Nadie, ni eios. Y yo le miraba los ojos a la Gran Puta questaban cerrados, maestro, que no decían nada ni bueno ni malo, neutrales. El resto del Establo haciendo pantomimas, horror y tristesa, placer y locura, pantomimas en silencio y los tambores de los indios eran el único ruido, tum tum tum tum y más lejos las olitas del mar que se revolcaban sobre la arena blanca. El Halach Uinic Emerson parecía un sube y baja, moviéndose verticalmente, mientras que la Gran Puta horizontal, como si se extendiera en las cuatro direcciones al mismo tiempo quel Halach Uinic Emerson le clavaba la Mano de Dios y le sacaba el corasón. Comprimiéndose y volviéndose a estirar en las cuatro direcciones, horisontal, y yo pensaba en la música aqueia de A Whiter Shade of Pale? Porque con ese ritmo era queia liba dando, con una gracia, tararaa tararaa ¿sabés? Y así despacio, sufrido, no comuel maestro que pac pac pac como pájaro picotiando, como sopilote arrancándole las tripas a mi Gran Puta, maestro, mi Gran Puta que sencogía y sestiraba suavecito, alivianada, los ojos cerrados y los tendones de los muslos saltando a la vista como ráfagas de fuego al estirón, al lado del fuego fuego que subía y nos iluminaba. Yo los miraba y no los miraba. Los miraba porque estaba ahí pero eios ¿estaban ahí? Tal ves estaban ahí, parecía questuvieran ahí, pero yo no quería verlo porque no quería verlo porque quería verme a mí ahí, a mí, enmedio de sus explosiones mudas, porque sin ruido, maestro, yo cerrando los ojos veía la explosión, la gran explosión, ¡boooommm! la explosión, quera la explosión de la mina, ¡boooommm! la explosión de mi Gran Puta era el túnel de la mina, la mina de nickel, maestro, que no son así pero el alucín, la noche, el sunshine, el túnel negro de la mina de nickel que explotaba ¡boooommm! volando por aiá los trabajadores en pedasos, carne desperdigada, comida pa sopilotes, en las cuatro direcciones, carne de muerto, en las cuatro direcciones sangre, en las cuatro direcciones vidas destrosadas de mineros que por el nickel ¡booommm! y se terminaba la mina, maestro. Los restos, las cenisas, los pedasos salvados, las memorias, lo que quedaba, todo pasiando en un enorme entierro por las caies de la capital, una caja tras otra, el pueblo entero, todos en la caie acompañando a los muertos del nickel, el día de los muertos, todo mundo en la caie hacia el cementerio, maestro, todos todos en la caie, en un silencio comuése silencio donde sólo la Gran Puta y el Halach Uinic Emerson podrían coger. Y era el Halach Uinic Emerson, el maestro de las quijadas hundidas que desde algún rincón olvidado disparaba el balaso que mataba a uno de los acompañantes anónimos del cortejo. Pero nadie sabía ésto, maestro, nadie sabía que él, porque desde la distancia y desde la altura del francotirador, ya vas que no se podía saber. Aiá abajo, aiá abajo sólo se veía quiún maestro caía muerto en plena caie, enfrente de las cajas de los despedasados, de los picotiados por los sopilotes, y quel balaso, el muerto, la desbandada general, maestro, cada uno corriendo para las cuatro direcciones y ya ya las casas incendiándose, el fuego, el fuego, las casas, la gente, el fuego, que del balaso la gente ya todos huyendo y matándose unos a otros, reluciendo los machetes fosforecentes y gritos ahogados de los que ya, casas quemándose, unos matándose a los otros y el cielo negro de los incendios, negro negro comuel túnel de la mina, mi Gran Puta quiahí, ahí, ahí, con el Halach Uinic Emerson y frente al fuego. El Halach Uinic Emerson subía y bajaba que parecía una caricatura del Supermán, maestro, con su Lina Sol al lado y su parasón que sólo se la bajaba la kriptonita, palabra. Yo creía estar en el mundo de Xibalbá al que se llega por el camino negro de los cuatro, y los señores de Xibalbá eran Supermán y Batman, maestro, Aquamán y Spiderman, que se burlaban de los que llegaban ahí cantando Singing in the rain y se quemaban el culo cuando se sentaban en el banco de los señores de Xibalbá que se cagaba de la risa. Y ví para arriba y ese cielo negrísimo peruestreiado que los luceros rebotando por el cielo de siete colores moviéndose todos como jacks quiuna niña tiraba al suelo sólo que de tántos, tántos, ¿cuándo acabaría de recogerlos con una pelotita de hule? Y en el vientre de todo, la luna, maestro, la lunota bríante y grandota comuel culo de mi queridísima Gran Puta que hudiéndose en la tierra negra con el estirarse y el encoger, empesaba ya a desaparecer, maestro, a desaparecer poquito a poco, pedaso por pedaso por pedaso que carcomido se volvía nada.

16.12. Fue el cumpleaños de mi prima Inge. Antes iba siempre. Ahora ya no me reciben en su casa. Cómo el mundo cambia. Me fuí a dar una vuelta por las Naciones Unidas y pensé que me gustaría poder pintar. Páginas enteras llenas de color, de alucines, como dice la Estrella del Norte. Me gustaría que mi diario estuviera lleno de colores, que hubiera también una imagen visual y no sólo verbal, operar en dos dimensiones y, comunicarse mejor. Creo que ni siquiera podría ser una buena escritora. No logro pasar de los fragmentos, poemitas y pensamientos de un par de líneas. Tengo ganas de fumar monte, mucho monte, hasta destruir mi conciencia. Que la prima se vaya a la mierda.

Ya la luna nuestaba redonda, maestro, ya no, sino había perdido fácilmente su cuarta parte por esa otra redondés que devorándosela, poco a poco pero intensamente y con pie seguro, dale que dale, esfera negra porque no se veía pero ennegriando a la luna, desapareciéndola, robándole su brío, y aiá, a lo lejos, en el claro del bosque, los indios siban volviendo locos por los tambores, maestro, tum tum tum tum tum tum sólo que pues, ahora ya nueran solo tambores sino también estaban dándole con tablones, uno contra otro, con tubos de hierro que sonaban diferente, con asadones, todo lo que hiciera buia, todo todo, la gran buia y gritaban y lloraban, yo los oía, los gritos agudos lamentando, gritos roncos, gritos de mujeres lloronas, gritos y gritos quiabía quiaiudarle a la luna. Eso gritaban, maestro, quiabía quiaiudarle a la luna. Se la comía la sombra negra, se iba, y yo, bajando la vista del cielo a mi Gran Puta, el Halach Uinic Emerson y no tenía kriptonita verde, maestro, ¿jade? Nuacían un solo ruido, un suspiro, un murmuio, nada, movimientos mudos que dejaban sin lengua al Establo entero que sólo viendo, viendo sin poder hacer ya nada. La verga ligosa del Halach Uinic Emerson toda blancota, igual a esos cohetes que mandaban a la luna reienos de micos araña, y yo, en pleno alucín, me veía ya al cohetaso en pleno Tikal, la piramidota blanca, la gente cantando se va la lancha se va el vapor, se va mi negra pal Salvador, sólo que nuera la lancha que siba sino el cohete. El primer astronauta chapín, maestro, ¿ya vas? Y toda la shumada ahí porque salía de Tikal, de la gran plasa, y estaba toda la televisión del mundo, porque era el primer astronauta chapín, y amenisaba el espectáculo la marimba Chapinlandia questaba tocando «Chuchitos Calientes» y los generales se pasaban el día entero leiendo discursos en las voces más monótonas y peliándose porque uno quería que la marimba tocara «Juventud Antigüeña» y el otro quería «Tristesas Quesaltecas». Hasta que por fin en la noche, ¡kataplún! sonaban los motores esos y siba levantando el cohete con el primer astronauta chapín, sendo monote araña del árbol más alto del Petén, maestro, diciendo adiós mariquita linda desde la ventanita mientra la shumada cantaba Mambrú se fue a la guerra, no sé si volverá. Y ése era el alucín del sunshine, viendo cosas que nuestaban ahí. La única verdá era mi Gran Puta haciéndola con el Halach Uinic Emerson y yo paralisado, incapás de prender la lus para acabar con la oscuridá désa noche en la cual se hundía mi Gran Puta. Yo, era de los que nunca se movían. Levanté los ojos y fue cuando vi en el mar las canoas de los Putunes, llenas de cargamento que comerciaban por todos los puntos de la península, Nito y Polé, Champotón y Xicalango, y desde luego nuestra isla de Tixchel. Había que bailar, si no podía intervenir, bailar al menos, ¿moverse? Y poquito a poco dándole con los brasos, dándole con las piernas como aqueios indios quén círculo mataban al de la máscara canche una y otra ves. Y conmigo iba dándole el Establo, moviéndose en círculo, alrededor del Halach Uinic Emerson y de la Gran Puta, empesábamos todos. Los distinguía ahí, contundidos entre los colores y olores y ojos de la noche, las cargas de energía moraditas dando vueltas como yo alrededor del cogedor y la cogida pa que se quedara cojo. Una pierna y la otra y los brasos para arriba y para abajo y viéndome los brasos, las venas, mi sistema de sangre, asules, el corasón electromagnetisado con sus pilitas Ray-O-Vac que duraban toda una vida. Al ritmo de los tambores y los gritos y el llanto vuelta y vuelta y vuelta y vuelta y aqueios ahí, ahí, en el centro bajo esa luna que disminuía, que disminuía, se ennegrecía a pesar de los gritos más fuertes y estridentes de los indios que nuaceptaban que les robaran su brío. Ya sólo iba quedando media luna, menos, yo ya no veía, cerraba los ojos y me concentraba en el bailecito, y aiá a lo lejos los indios gritando y ruidos de tambores y de llantos que la luna, que la luna, desaparecía, tum tum tum tum. La Justice League of American presidida por el Supermán y con los otros señores de Xibalbá que hicieron entrar a los niños indios a la Casa Oscura y la Casa de las Navajas y la Casa del Frío y la Casa de los Tigres y la Casa del Fuego pero no pudieron vencerlos. Los indios recomensaron con sus alaridos, ésta ves más fuertes, más desesperados, y no y no y no y no gritaban y yo ví que pararon de bailar, maestro. Nosotros paramos también. Y empesaron a correr donde había una mujer tirada. Yo miacerque y ví que recogían a la mujer questaba con una pansa enorme de gorda, y los indios lloraban y gritaban y la insultaban. La levantaron entre todos y la metieron de vuelta a su rancho. Entonces los indios dejaron ya de tocar, dejaron ya de bailar. Estaban como fantasiados, maestro, tapándose los ojos con las manos y dando alariditos histéricos como cuando alguien se acaba de morir. Algunos se revolcaban en el suelo. Otros se pegaban en la frente. Y todos indicaban la luna que siba, maestro, siba pero sin apuntarle nunca con el dedito. Y como siabían parado ya los tambores la Gran Puta y el Halach Uinic Emerson se fueron separando y así todos asurumbados siacercaron y ya, ya, la Gran Puta agarró la onda de lo quiabía pasado y se le quedó viendo al Halach Uinic Emerson questaba con una indiferencia de no creer. Yo veía esos muslos divinos de la Gran Puta con los tendoncitos bríando de sudor y la pintura toda retorcida, las ligas de baba del acabón. Levanté la vista y el sopilotón iba saliendo de la luna, de lo que quedaba de la luna, maestro, y seguro que siba dejar venir en picada pa picotiarme otra ves y yo el corasón ¡talangán!, ¡talangán! ahí venia ya el sopilotón, maestro, taaaaa la picadota. Yo salí coriendo y cabal al echarse la planiadota me tiré al suelo detrás diuno de los arbolones de 25 000 metros y ¡paf! faió y tuvo quempesar a subir otra ves. Yo pensé, qué salvada. Me levanté y ví a la Gran Puta y al Halach Uinic Emerson hablando con los indios llorosos. Discutían con muchas gesticulaciones. Apuntaban al rancho de la maestra que se les había salido antes y gritaban, y la Gran Puta y el Halach Uinic Emerson se fueron caminando pal rancho. ¿Y el resto del Establo? Siabían vuelto invisibles, maestro, ya nuestaban ahí, yo estaba solito. La Gran Puta iba entrando al ranchito y ya la luna casi toda ida y el cielo se ponía negrísimo, negrísimo, y la pirámide de cristal bríaba más fuerte que nunca y los luceros jugaban tenta en el cielo y sescondían en sus otros colores ya que tenían siete, pues. Corrí tras la Gran Puta que siabía entrado al rancho. Corrí, corrí, corrí y sentía que nunca llegaba, como si el rancho se fuera moviendo patrás y la oscuridá me cogiera afuera. No quería queso me pasara. ¿Dónde estaba el Establo?

Querida sobrina,

¡Al fin se acordó de cumplir el viejo tío! dirás cuando recibas esta carta. Recordarás seguramente que en tu última visita a ésta te prometí escribirte y contarte algunas anécdotas de nuestros antepasados y otras mías. Escribir es difícil para mí. Tengo la manía de complicarme la vida adquiriendo cada vez más abligaciones y compromisos. Me gusta correr para todo y sentir que el tiempo no alcanza, cuando ya viejo debería buscar la holganza, pero así soy y no puedo cambiar. Ya es un hábito en mi modo de ser y eso me hace quedar mal con mis compromisos, como el que contraje con tu persona, querida sobrina. Dispensado ¿verdad?

Te contaré principalmente de los Fernández, familia a quien más conocí. De los Rivas poco sé, pues es familia salvadoreña. Vinieron emigrados de El Salvador en mil ochocientos setenta y tantos el coronel Enrique Rivas y el capitán Marcos Rivas, este último acompañado de su hija Brígida (tu bisabuela en la rama familiar) y sus nietos Emilio y Eloísa.

Al más viejo de los Fernández que conocí fue a mi bisabuelo, don Martín, antigüeño, nieto de un español llamado don José Francisco, por eso se han repetido esos dos nombres tanto en la familia. Tata Martín, como le decían sus nietos, era un hombre de más o menos 1.80 m de estatura, delgado, blanco sanguíneo, ojos grises de mirada dura, bebedor y mujeriego. Les decía a sus nietos más pequeños, mis tíos Javier y Martín, «estudiar para curitas mis hijos, es buen oficio, tendrán sus limosnitas, casa segura, sus pollitos gordos para comer y sus pollitas (se reía porque lo decía con doble intención) y su buen vino». Murió hacia 1914 o 15 no recuerdo exactamente. Hijo de él fue don Lorenzo, tu bisabuelo, muy parecido a su padre en físico y carácter. La esposa de don Martín fue doña Teresa Monterroso, antigüeña también.

Esta familia Monterroso fue de las viejas familias de Antigua Guatemala. De niño pasé largas temporadas donde la tía Panchita (doña Francisca Monterroso viuda de Monterroso). Esta señora era prima hermana de mi abuelo don Lorenzo, hija del general José Félix Monterroso, hermano mayor de doña Teresa.

Los Monterroso tenían muchas casas en Antigua, pero la tía Panchita había heredado la casa solariega de la familia. Caserón enorme como de media manzana a dos o tres cuadras del Parque antigüeño, en la calle de la entrada llegando de la capital. Esa casa la partieron como en tres o cuatro. Lo supongo así porque el caserón ése está pintado de diferentes colores y en los portones de entrada se ven paredes que dividen los patios.

En Antigua tal vez te fijaste en esa calle con un rótulo anunciando un «Colegio Mercantil» o «Colegio Comercial»? No recuerdo. Pues bien, ése era parte de la casona de los Monterroso.

La vieja tía me contó muchas historias. Las más importantes para mí eran las del origen de los Monterroso. Decía la tía que eran catalanes, sefarditas expulsados por los reyes católicos. Se fueron a Grecia, ahí vivieron muchos años y después cambiaron su apellido de MontRosat que fue el original catalán, por uno castellano y se pusieron Monterrosa, y vinieron a América en busca de fortuna a mediados del siglo EXMIBALXVI , es decir como 30 años después de la conquista.

La casona de la tía Panchita tenía viejas lámparas toledanas cinceladas en hierro y bronce, alfombras gruesísimas gastadas por tanto uso, viejos óleos en las paredes principalmente de motivos religiosos. Llamaba mucho mi curiosidad el amueblado del comedor. Era de una madera oscura, supongo ébano, adornado con figuras de concha nácar y hueso embutidos en la madera. Recuerdo la cama donde dormía la tía. Era enorme con su dosel, del que sólo quedaba la armasón de madera. Todo era tan viejo y deteriorado como su dueña, pero revelaban fausto de otra época. De día me sentía muy bien, pero entrando la noche principiaba mi miedo. Los pasos resonaban con más eco en los anchos y largos corredores y la oscuridad reinaba por doquiera, pues la tía sólo tenía luz eléctrica en la entrada principal y la sala. El demás alumbrado era con candelitas de cebo de res. ¿Cuándo murió? No lo supe. Su único hijo se fue a estudiar a U.S.A. y en ese país se quedó, seguro sus descendientes sólo vinieron a vender la casa y regresaron a su patria, lo supongo porque no me consta.

La otra rama de la familia son los González, también familia nueva en estas tierras, sólo que del siglo pasado, no como los Monterrosos (antes Monterrosa) que vinieron en el primer siglo de la conquista y todavía hay Monterrosos, como les decían en Antigua.

Don Lorenzo Fernández Monterroso se casó con doña Lucrecia González del Cid, hija de don Rafael González, nacido en Zaragoza, Aragón, España. No lo conocí, pero tengo su retrato y mi padre me contaba que era de estatura mediana, blanco, rubio, ojos azules. No se si tuviste oportunidad de conocer al tío Manuel Rodríguez González, decían que tenía mucho de su abuelo y él era así, blanco, pelo castaño claro, casi rubio, grandes ojos de un azul de cielo tropical en día despejado y al meridiano.

Años antes de don Rafael González, llegó al país otro aragonés, don Juan Manuel del Cid, quien casó con la hija de un indígena rico de Mataquescuintla. De ese matrimonio nació doña Margarita del Cid, quien fue más tarde la esposa de don Rafael González y heredera de una enorme propiedad que se llamó Finca la Montaña Oscura, de donde después al parcelarla, salieron varias fincas grandes como «La Primavera», «El Retiro», etc. propiedades actualmente de los Melgar González, Muralles González, González de Ubeda, y otros apellidos que aunque descendientes de don Rafael y doña Margarita, ya no llevan el nombre de González.

Bueno querida sobrina, ya te conté el origen de los Fernández Rivas. En próximas te contaré anécdotas de los familiares y mías. Un abrazo con cariño de tu tío

Milo

Cuando por fin logré llegar al ranchito tenía los ojos cubiertos de lágrimas y ya no podía ver claro. Miraba todo como si tuviera ojos de pescado, redondiado, como si estuviera frente a Un espejo de feria, lus que se refracta en ves de reflejarse. La india estaba a punto de tener su güiro, maestro, y la Gran Puta luestaba recibiendo. Yo no paraba de temblar, no paraba de temblar, hubiera querido cambiarme de ojos para poder percibir lo quén verdá sucedía. ¿Y los demás? Nuabía nadie más? Yo no veía a nadie más, la miraba sola con mis ojos de pescado recibiendo al güiro ése mientras que la india daba de gritos y ya venía, maestro, ya venía. Yo cerré los ojos y se miluminó todo dentro diuna intensidá y una fuersa que pensé, ¡él electromagneto vengador! Y dentro désa lus dorada ví las casas que se caían, edificios, la capital caiéndose toda, silenciosamente, dentro désa lus. ¿El terremoto vengador? Y todo se venía al suelo, todo, en grandes pedasos, y la gente salía corriendo y la iluminación, la lus fuertísima como la lus de la pirámide de cristal pero cincuenta mil veces más y yo frente deia me cegaba, me cegaba, me cegaba que ya no, y recordaba el cambio de katún y la destrucción de la quinta creación, ¿el fuego atómico? Porque las casas se caían una a una envueltas désa lus que tal ves viniera del fondo del mar, del cielo, el electromagneto sería, ¿qué tanto buscamos para destruirnos tan sólo? ¿Era eso, maestro? ¿Nuestra búsqueda? Y fue entonces que oí el chiído del güiro que nacía, y la Gran Puta que lo cargaba, pero vas viendo que fui viendo que nel, ¡nuera güiro, maestro, era una lagartija! ¡Una lagartija! Y yo grité, la Gran Puta se volvió a decirme que me caiara. Y con toda la calma del mundo me explicó quiabía nacido lagartija porque la madre había salido a ver el eclipse. Y en el aire así del rancho había un círculo de fuego suspendido en el aire, y dentro del círculo una cabesa de barba amaría, enorme, que yo, la ves Gran Puta le grité, la estas viendo, y ella con toda la calma del mundo dejó la lagartija recién-nacida al lado de la india y se vino hacía mí diciéndome queia veía todo pues, y cagándose de la risa.

Noche de sábado. Estoy cruzando la calle. Las gotas de lluvia me inundan, me cubren toda. La cigüeña los trae, mi Amigo los viste. Mi amigo, mi amigo, llamar así a un almacén! Cigüeñas, qué horror. Todas picudas y con palas de aguja y llenas de piojos. Sigue lloviendo. Me mojo. Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan, que sí, que no, que caiga el chaparrón! Eso me lo enseñó mi nana. Me enseñó también a querer el agua. Correr entre charco y charco, salta ranita salta, con mis zapatones de hule negro.

De niña el agua era fresca, dulce. Yo aprendí a nadar muy rápido. Tenía un enorme chaleco salvavidas anaranjado y muy niña ya me tiraba al lago de Amatitlán.

Arrecia. Chorros de agua. Se va inundar otra vez la ciudad. ¿Quién será la nueva Beatriz, la sin ventura? Algo que nunca quise ser, prisionera de un castillo y un pasado.

Yo quiero vivir siempre bajo el agua, en el agua, ser agua, ser libre.

Afuera estaba el Halach Uinic Emerson enmedio de los indios con una antorcha en cada mano. El Establo había reaparecido y estaba a su alrededor, intercalados entre los indios. Vi la destrucción de la ciudá, le dije a la Gran Puta. Todo se va a destruir, me dijo eia. Me le quedé viendo, maestro, y estaba más calmada y más linda que nunca, con una sonrisa ya más dulce, ya no tan exagerada, una sonrisa casi fuera deste mundo. En el mar seguían pasando las canoas de los Putunes. El Halach Uinic Emerson empesó a bailar con las dos antorchas en las manos y gritaba lo más fuerte que podía, ma bin bal xchristianoil!! Ma bin bal xchristianoil! Los indios ahora se cagaban de la risa, maestro, y pasaban las boteítas de guaro parún lado y pal otro. ¿Por qué se tenía que destruir todo, maestro? Yo, la verdá, no liatinaba a ésa. Yuera pacifista. Las guerras, las violencias, todueso eran pendejadas. Y sin embargo ahí, la ciudá me bríaba en esos sesos donde yo seguía patinando. Y el sopilote que ya lo distinguía en el cielo, por donde empesaba a bríar Sirio que de tan lejos questaba apenas se veía, aunque ya vos sabías quera nomás cuestión diacercarse y se volvía la más grande, la más grande, más aún que Betelegueuze questaba grande sólo por la hinchasón de antes de la muerte. Veías a Marte, rojo. El polvito de la Via Láctia que como que daba cosquías en la espalda. El Halach Uinic Emerson miró llegar a la Gran Puta y liapuntó con el dedo. Los indios gritaron y uno le dijo que nuiciera eso porque siban a secar las milpas. Nuimporta, gritó el Halach Uinic Emerson, su magia ya no sirve. Estaba furioso, maestro. La Gran Puta sólo se reía. Nunca nadie había dicho algo así. Tan tranquila, vacilando, se fue acercando hasta el centro del círculo. Los indios empesaron a tocar los tambores tum tum tum tum y era el Halach Uinic Emerson questaba turbio, le seguía gritando a la Gran Puta que su magia ya no servía, quel le prometió a los indios queia salvaría al bebé y nada. ¿Quiabía pasado? Y los indios empesaron a gritar y llorar otra ves quiabía quiayudarle a la luna y yo ví así pal cielo y ya sólo faltaba una uñita para el eclipse total, una uñita, y esos luceros que viendo el cielo se movía todo, todito, comuna vibración continua, como gelatina, pero rotando también al lado mío, rotaban, corrían, huían, persiguiéndose y en negro y luces, los gritos de los indios, la vos de la Gran Puta en la lejanía que la culpa era dél por dejar prendido el fuego, quél debió saber eso sí era en verdá un Halach Uinic, y sentías quel viento siba levantando, era Cosumel pero ya la hora, el viento pegaba un poquito friíto y veías la piel de gaína que parecía la superficie de la luna, los granos que se te venían encima como cráteres en erupción, los pelos del braso queran toda una selva, toda una selva, y los gríos gritando que sentías que los gritos se te entrecrusaban por dentro de los sesos y se traspasaban como alambres. Tum tum tum tum y la vos bien acelerada del Halach Uinic Emerson que se dejara de mierdas y reconociera quera eia, los indios brincaban y ya se me desaparecía otra ves el Establo, ya no los veía, que ni las venas asules. ¿Qué pensaría deste despelote el primer astronauta chapín?

13.12. Ayer fue el cumpleaños de Kiko. Le envié una tarjeta y ya. Luego me fui a casa de Nadia y pasé la noche allí. Platicamos como hasta las cuatro de la mañana de cosas que nos parecían importantes. La realidad, nuestra realidad. La falta de seguridad. Tengo muchas decisiones importantes qué tomar. Tal vez por eso quiero estar sola, dormirme y evitar todo eso. Claro, no puede durar.

9.12.Empiezo a tener miedo que la cosa se ponga muy seria con el San José. No que no lo adore, lo adoro. Pero siento que necesito conocer otros hombres, otras experiencias. ¿Cómo se le explica eso a alguien a quien uno ama?

Ya me está saliendo el catarro que pesque en Amatitlán. Al fin. Quisiera poder escribir algo fabuloso. No sé qué. Sentir más hondo.

Tengo que leer otros libros de Hesse. Creo que los tienen donde Tuncho. En inglés, claro. Esas traducciones españolas son una porquería.

Tengo que ver a mi papi también. Eso es importantísimo. Aunque no sé qué decirle muchas veces, me da miedo. Es increíble. Tenerle miedo a su propio padre.

La uñita entonces fue desapareciendo, maestro, y yo me veía colgado a un precipicio, colgado de las rocas después de tropesarme con los patines por los alambres de los cantos de los gríos, y dando tres vueltegatos en el aire rodé hacia el barranco donde hubiera caído en la negrura, yaaaaah del barranco que no le veías fondo, puro poso, pero instintivamente me di el agarrón de los peñascos y con las uñas nomás, que siban resbalando, resbalando, rajándose y rechinando y al fondo la negrura donde excavan los mineros, hasta que ya colgado solamente de las uñitas que por fin ya no, ya no, ya no pudieron y caí en ese vacío negro y rodando en el vacío ¡¡YAAAAAGGGHHHH!!!! que gritaban los indios porque la luna ya siabía eclipsado y todo todo todo todo con el apagarse de las antorchas quedaba en esa oscuridá donde yo caí gritando y gritando oía el grito más fuerte quel mío de la Gran Puta que gritaba ¡¡¡yaaaaggghhh!!! y yo pensé que tal ves eia caía también al barranco porque era su vos, gritaría por la luna. Era su vos y gritaba una segunda ves, ¡¡¡yaaaaggghhh!!! y oía, oía, el alboroto. La luna ya era un negro total. Total, total, y los mineros que esperaban mi caída con las piochas en alto, y désa ya nuabía salida, maestro, ya nuabía salida. Grité, Gran Puta! Creo que grité. Porque en esa oscuridá sin luna yo ya no liatinaba, maestro. Y me jalaba el pelo y gritaba, ¡Gran Puta! al ritmo de los tum tum tum tum y eran tantos los gritos y tantas las voces que subían y bajaban y me sumbaban como electrones, luciérnagas girando alrededor de mi cabesa. Ya no podía saber si gritaba la Gran Puta, si gritaba yo, si gritábamos, ¿gritaba la Gran Puta? Una eternidá sin lus, maestro, una eternidá. ¿Por qué habían apagado las antorchas? ¿Y la pirámide de cristal? Oí a la Gran Puta otra ves, maestro, su grito, era la Gran Puta, la vos de la Gran Puta que gritaba por sobre las otras voces, la vos de la Gran Puta más desesperada, la vos de la Gran Puta estirándose más aiá de lo más que nunca había dado, ¿sería ése el terremoto vengador? ¿Y si en ese instante se caía la pirámide de cristal? Pedaso tras pedaso hacia ese suelo negro y ya sin lus los enormes cristales ordinarios rompiéndose uno a uno al caer, perdiéndose en el polvo donde se escondían las lagartijas, ¿mientras que los indios y mineros salían de sus cuevas y barrancos pa bailar encima de las ruinas la dansa del maís? Me dio sed de atol de elote, maestro. Simón, era la Gran Puta la que gritaba, la oía. Algo pasaba. Corría a tientas, ¿aiá, no aiá, para aiá? Pispi Sigaña jugaba a la araña. Gran Puta, ¿dónde, dónde, dónde, dónde? Me tropecé contra un indio que corría, me caí. Me levantaba cuando otro indio que venía de la dirección contraria se tropesó conmigo y se vino para abajo, dejándome las costías aboiadas. Había gritos en jerigonsas y yo no liatinaba, la tierra estaba fría y seca. Tanto tiempo sin llover. Me fui gatiando, tantiando. Alguien prendió una antorcha, había por fin una lus en esa oscuridá. Creo quera el Niño Dios y corrió cerca de donde yuestaba, venía de más lejos. Oí su grito y eso miavispó. Me voltié. Enfrentito, nomás a unos cinco metros estaba tirada la Gran Puta, maestro, mi Gran Puta, revolcándose como una culebra herida entre el polvo con las manos sobre la cara. Me quedé espantado. Si miachiquitaron los ojos y ya no oí nada. Sudaba pero era de frío. Sentí quel pecho me explotaba y que miahogaba. La Gran Puta retorciéndose ahí, frente a mí. Traté de levantarme pero las rodías, ya vas, y el Niño Dios que casi volando estaba sobre eia. Alrededor de la Gran Puta siba formando una nube de polvo espesa y casi no la distinguía. Parecía común ataque epiléptico pero las manos en los ojos. El Niño Dios se tiró al lado deia. En un segundito logré llegar al lado y él me pasó la antorcha y se tiró sobre la Gran Puta que se revolcaba ahí mismo frente a mí que sólo bajando la mano podía tocarla. Parecía una nahuyaca furiosa con esos colores. De la oscuridá llegaba corriendo el Cómo se llama, el Gran Chingón con los ojos despupilados. Ahora los gritos eran riales. Horribles. Los piores gritos que he oído en toda mi vida. Pensé en el mar estreiándose contra los acantilados. El Niño Dios agarró a la Gran Puta de la cabesa. No se dejaba y costó que no timaginás, pero al fin. Se la recostó sobre sus piernas porque él estaba encuclíado. La Gran Puta seguía pataliando y retorciendo toda la cintura. Fue cuando ví. La cabesa quieta sobre el Niño Dios. Ví que entre los dedos le corría sangre. Una sangre espesa y negra quial principio parecía comuna mescla de sus dos colores, como si se hubiera chorriado con los frasquitos de sus pinturas. Eso pensé, palabra. Pero en eso hiso un ¡aggghhh! casi como hacer gárgaras, ya no pudiendo gritar. Para entonces el Cómo se llama y el Gran Chingón estaban alrededor y venían algunos indios. El Gran Chingón liagarró la cabesa pa mantenérsela fija y el Cómo se llama se le tiró sobre la pansa pa que se moviera menos. El Niño Dios trató de quitarle las manos dencima de la cara. La sangre le corría hasta los codos y por todos los dedos, la pelusita, y mesclándose con el polvo. Eia seguía haciendo aggghhh! como ahogándose. Por fin el Niño Dios liarrancó las manos dencima. Tenía la boca abierta. Se estaba ahogando. Se estaba tragando la sangre, creo yo. Los dientes como mordiendo al aire. No dejaba de subir y bajar la quijada. Y se le entraba la sangre también por los hoios de la naris porque le corría por toda la cara que casi no la reconocías. Tenía un ojo abierto, parecía ojo de ciego, apuntando a donde ya nuestaba la luna, maestro, fijo en ese punto y enorme, rodiado desa sangre que corría por todos lados y ese blanco del ojo bríandole como fosforecente por las antorchas que sentías un escalofrío porque al ver el otro ojo, la sangre. La sangre saliendo a borbotones como lava diún volcán en erupción. Su ojo, maestro, su ojo. Todos la contemplábamos incrédulos. Yo me voltié a buitriar. Reconocí los gritos de las maestras, la Santa y la Rosa de los Vientos, detracito de mí. Sentí en ese momento que caí al fondo del enorme barranco, que se rompían mis huesos uno a uno. Las costías, la tibia, el peroné, la rótula, el fémur, la clavícula, el cúbito, el radio questaba prendida y después de pasar la canción de los Stones, we are wa-ai-ting, for something to come out of somewhereeee, anunciaban la vengasa del electromagneto y ya los mineros se dejaban venir sobre mí con caras de sopilote y yo con los huesos quebrados sin poder moverme, las picas bríantes, fosforecentes, miban caiendo una a una sobre mi cuerpo, entrándome, hasta quiún chispaso enorme, el más fuerte que nunca jamás iluminaba todo mi cerebro donde yo patinaba sin nunca más poder caer porque ya había caído.

1.12. Le escribí al Tino que todavía anda por los USA pero después rompí la carta. No decía nada. Anduve como loca pero no lograba hacer nada positivo. Se me acabó la mariguana.

2.12. Otro día de mierda. He estado teniendo dolores de cabeza últimamente. Fui a ver Blow-Up que estaba pasando otra vez. Buen film.

3.12 Decidí que hoy iba a ser un buen día y fue un buen día. Llamé a mi papi. Sonó muy bien por el teléfono aunque no se atrevió a decirme que me quería. En fin. Hice una larga caminata con la más grande pérdida de conciencia que he tenido. San José llamó y lo estoy adorando otra vez. Compré el último disco de los Stone —maravilloso! Quiero escribirle un poema a San José.

Empiezo a sentir que tengo que producir algo concreto si quiero que toda esta energía no me vuelva loca. Mañana voy a Amatitlán con San José.

Cuando volví a levantar la vista ya la luna tenía su uñita otra ves, ahora del otro lado. ¿Dónde está el Halach Uinic Emerson? le pregunté al Gran Chingón. Pero entre él y el Niño Dios trataban de parar a la Gran Puta. La sangre le caí al pecho. El Cómo se llama le aseguraba los pies. Eia no tenía ninguna fuersa y la cabesa se le caía para delante. Ya sólo hacía chiíditos como los de colibrí de la Santa questaba histérica detrás abrasándose a la Rosa de los Vientos que tan tranquila como siempre pero con dos lagrimotas enlodándole los cachetes. Más atrás, la Ambar miraba toda como idiotisada y tirado en el suelo donde comensaba el bosque, el Amor de mis Amores. Era el ojo isquierdo. El Niño Dios diún lado y el Gran Chingón del otro la llevaban de los brasos. El Cómo se llama la sostenía de la cintura Apenas si daba paso pero se retorcía menos y yo, esa sangre negriroja, maestro, esa sangre. Los indios estaban escondidos en sus ranchos, pero algunos iban saliendo y todos apuntaba para el hotel. Había que llevarla de vuelta al hotel. Y la llevaban aqueios. Los indios nos iban siguiendo, maestro, todos íbamos metiéndonos en el bosque. La Gran Puta no podía dar un paso más. ¿Había sido el Halach Uinic Emerson? Yo hasta ese momento no liatinaba, maestro, porque al fin. Oí los gritos y ya. Discutían del fuego y de la magia y el pisado estaba de lo más turbio. Diahí a lo del ojo, ya era otra cosa. Fue cuando oímos la vos que decía, no la arrastren, cárguenla. Detrás de nosotros se va apareciendo nada menos quel Halach Uinic Emerson. Todos se le quedaron viendo así, fríos pero creo que nadie sabía nada. Él se acercó y cogió cargada a la Gran Puta. Les dijo a aqueios que si la hacían caminar iba a perder más sangre. Arrancó con eia y nosotros detrás, sin decir nada. Yo quería preguntarle, saber, cómo. Pero lo veía comual fondo diún túnel muy largo. El Halach Uinic Emerson estaba como por aiá un kilómetro más adelante que yo. Y todo relucía. Los arbolones flotaban y corrían alrededor. Nos acercábamos al puentecito donde estaba el riíto que te llevaba hasta ese mar al fondo, negro y oro. Yo tenía un atolondramiento total. Siguiendo a la shumada, siguiendo al Halach Uinic Emerson que siabía agarrado a la Gran Puta, siguiendo al Niño Dios y al Gran Chingón quiban al lado llevándole los pies y la cabesa. Y las luces, tantas luces, los arbolones, gríos que se metían dentro de la ropa, mineros con picas. Del otro lado del río se oió una voz que gritaba, ¡Niño Dios hijo de la chingada!

30.11. Me fui donde San José. Los últimos días he tenido la compulsión de decir cosas de mí que no son ciertas. La he reprimido sin embargo y no he dicho nada. Ahora me acusan de no respetar a la familia por no hablar. Increíble.

Descubrí algo, sin embargo. Las locuras de San José que antes estaban creciendo hasta el punto de volverse obsesiones, parecen ahora menos importantes. Nuestra relación es más tranquila.

Anoche se veía tan maravilloso. Tenía ésa su bata roja, toda abierta y estábamos allí, sin movernos, mi mano sobre su pecho para que él sintiera que yo estaba sintiendo. Dijo que yo lo amaba diferente y era cierto.

Hoy terminé Steppenwolf. Ví a Jorge King en el American Doughnuts del Centro Comercial Montúfar. Creo que le gusto todavía pero se hace el indiferente.

Todos repararon al oir esa vos inolvidable y levantaron la vista. Del otro lado del puente estaba la mafia coquera. El Descubrimiento del Usumacinta hasta adelante. La María Bonita parada detrás, luego el Farolito, el Viceversa. Y hasta atrás, la Pervertida. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? Yuestaba congelado y veía la mafia coquera venirse contra nosotros con garrotes y cadenas en las manos. ¿Era cierto, maestro? Atravesaron el puente somatando las cadenas contra la madera, con un ruido de retorcerte los nervios, ¡katún!, ¡katún! Nosotros empesamos a retroceder. Yo creo que por primera ves todos comprendimos que la onda era rial y peligrosa. Estaban vestidos de negro, con las caras negras también, pintadas con carbón. El Descubrimiento del Usumacinta vio al Halach Uinic Emerson con la Gran Puta en los brasos y como que liatinó a lo que pasaba. Se rió así, medio sarcasticón, y somató una ves más su cadena. Pero creo quiá pesar del trance tan turbio y todo, la hubiéramos hecho, si nués quel Halach Uinic Emerson le mete un empujón madre al Descubrimiento del Usumacinta con todo y Gran Puta, gritando Excuse me, gotta rush’er to the hospital! Se dejó ir como aplanadora sobre el puente. Los otros de la mafia coquera siaturdieron tanto que se hicieron a un lado pa dejarlo pasar, pero el Descubrimiento del Usumacinta todavía liatinó a voltiarse y soltar un cadenaso. Si vieras como sonó eso, maestro. ¡Trac! en plena cabesa. El Halach Uinic Emerson comensó a tambaliarse, dio un pasito pa delante, uno pa atrás, dos pa delante, dos pa atrás, y ¡paf! Se va caiendo al río con todo y Gran Puta, maestro.

28.11. Pasé casi todo el día con Polo Rosenberg. Sentía que él necesitaba a alguien y que se sentía muy inseguro. Me dí una alivinada de película con él.

No me aguanté más y le dije a mi hermana un poquito de lo que pensaba de su matrimonio. Me dio un sopapo en la cara y salió corriendo toda histérica a decírselo a mi madre. Me largué y lloré en silencio.

Ya no puedo vivir más así. Estoy fumando demasiado monte. Tengo que probarme que puedo sobrevivir sin él. Sólo así podría convencerme que mis sentimientos son verdaderos. Hablé con Tracy sobre mi papá y sobre la falta de comprensión del Kiko. Al fin, le han dado todo. No lo entiende pero no le importa tampoco, y predispone a la vieja contra él. Nunca he logrado entender esa falta de compasión. Compasión, qué palabra más linda.

Todo el mundo gritó, yo grité, con toda la fuersa de mis rechingados pulmones que sinfiaron como globos. Al lado mío la Santa, la oí gritar, gritamos todos, gritaron los indios que venían atrás y hasta la mafia coquera fue gritando. Nosotros, todos al mismo tiempo nos echamos pa delante. Se habían caído al río. Pero al dejarnos venir todos fue que siarmó el vergueo. La mafia coquera questaba sin atinarle tampoco, al vernos caerles casi encima, soltaron los cadenasos, armando el despelote. Yo ya no podía, maestro. Ya era mucho. Los gritos y los lusasos y los vergasos. Sólo quería que siacabara la mierda que sicabara. Y a saber cómo, maestro, porque a esas alturas nuera capás de nada racional, llegué arrastrándome a la oría del río. Según yo que no miabían dado niún vergarso, aunque sobre mí oías las cadenas y garrotes y pescosadas a dos por cinco retumbando en la madera del puente bajo el cual había ido a parar. Pero para mí, era el silencio. No oía nada, maestro, no oía nada. Mis oídos estaban bloquiados y sólo liatinaban al agua del riíto que tan tranquila y transparente corría, tin tin tin tin, que parecía que no pudiera hacerte nada. Agua de la más limpia y tranquila, aunque profunda, quiasta perderse en el mar que ya volvía a iluminarse de dorado con la luna, la luna que iba saliendo de su trance y reformándose, más bríante que nunca. Escurriéndome como lagartija me dejé ir al agua, maestro.

27.11 ¿Para qué volver a la casa? Ahora que pasé por allí, la primera tragedia fue oir a la idiota de mi hermana anunciar que se casaba con uno de esos guanacos que cagan pisto. ¿Qué puedo decir? ¿Qué puedo sentir? ¿Se le puede decir a una hermana mayor que tiene la mentalidad de una niñita de 14 años?

Y encima, era el cumpleaños de mi papá. Hubo la cena familiar de todos los años. Toda la parentela haciéndome las preguntas más idiotas durante la cena, y yo respondiendo con la mayor indiferencia y tragándome los sarcasmos.

Mi papá me defendió cuando mi abuela empezaba a pasarse de la raya y a poner en duda mi «estabilidad moral y emocional». Me emocionó tanto que él me defendiera que fue «difícil contener las lágrimas y mantener mi actitud de indiferencia». En cuanto pude, me escapé y salí a dar una gran caminata en la oscuridad.

El agua estaba negra y la sentí tibiecita al entrar. El agua donde había desaparecido mi Gran Puta, maestro, con el cabrón del Halach Uinic Emerson que liabía sacado el ojo. Fue él, el del mal trance. Antes de caer, balanciándose en el puentecito de madera, levantó el braso derecho pa tratar todavía de guardar el equilibrio. Y al levantar ese braso le fui viendo el dedo índice lleno de sangre. Nuabía duda. Entré al aguita. Había piedrotas a cada lado y una vegetación muy densa. Si arriba se veía su poquito, adentro nada. Y aunque tan tranquilo quera y no muy grande, jalaba. Jalaba pal mar. Yo todavía con el alucín a pesar de todo, empesé a ver monstruos en las piedrotas, maestro. Monos, cabesas de monos, cabesas de reptiles, de barbas amarías que sacaban su lenguota para enroiarte en eia y tragarte. Y esas aguitas que envolviéndote, tibias y sabrosas pero negras, sin fondo, seguían y seguían hasta abajo, donde había pescados enormes con luces en la cabesa, anguilas eléctricas y mantarrayas, barracudas, tiburones que vendrían a. Nel, maestro. Miba entrando así lo mero turbio. A lo lejos para ya muy lejos, oía los cadenasos y gritos. Yo, va de hundirse y hundirse entre esa agua donde no veía nada, nada, más que monstruos negros y grises y esa fuersa empujándote hacia el mar. Veía sentado en esas piedras al Superarán y a Batman y Robin, al Aquamán jugando con sus delfines y a Marvila con su laso mágico. La Justice League of America riéndose de mí, cagándose de la risa, y con los Fantastic Four, todos cagándose de la risa, sentados en las piedras, esa sona negativa de Annihilus y pasiándose por ahí los alosaurios entre helechos gigantes. En el fondo del río estaban parados esos enormes braquiosaurios a los que tenía que esquivar con sus enormes piedras de escama para encontrar a mi Gran Puta, maestro. Y brontosaurios, dentro desas aguas negras donde nadaban los coelacantos y sólo Spiderman podía rescatarme. Buciaba y buciaba y esas enormes patas como troncos diárboles entre las que buscaba y nuencontraba nada. Solo que Lizard, el archienemigo de Spiderman le impidiera llegar a tiempo, que fuera mordido por la araña radioactiva quiandaba brincando por ahí. Tenía que rescatarme dése mundo de Darkoth. Yo buscando y sólo veías a través désa agua el reflejo de la luna que safándose de la sombra negra reparecía más y más grande en ese cielote lleno de etreias que bajo el agua se confundían con los miles de reflejos de las miles de olitas que me separaban de mi Gran Puta. Yo perdía mis fuersas. Con lo poco que me quedaba, salí a la superficie. Estaba muriéndome, sentía calambres en todos los músculos, como convulsiones. Me dejé llevar por la corriente, que miarrastrara a la oría, a las piedrotas y helechos y musgos y monstruos. Fue entonces que fui sintiendo, maestro, pling, pling, pling, pling. Una a una, como una flor quialguien te hubiera puesto en la cabesa con la mayor dulsura, como lirios diagua, pling, pling, pling. Estaba empesando a llover. Llegué a una de las piedrotas y me eché sobre eia pa recuperar el aliento. Caían las gotas de lluvia. Ví el mar. Estaba tan cerquita que ya podía sentir los labios secos de la sal. Caían las gotitas diagua aunque el cielo seguía bastante despejado. La noche estaba clara. Fue cuando la ví. Porque yo voy a jurar hasta que estire los tenis quesa noche yo ví ahí, ahí, ahí, al Oriental Argosy. Con la lluvia el agua iba subiendo y ya nuestaba encaiado. Siba yendo hacia el alta mar. Siba yendo. Y en la punta diatrás del barco, en la popa, ahí iba parada la Gran Puta, maestro. ¡Palabra! Vos mestarás viendo cara de tarúpido pero yo juro haberla visto. Iba con un vestido todo floriado y un sombrero de paja désos de plaia, y con un pañuelo rojo me decía adiós, me soplaba besos así, extendiendo la palma de la mano y ¡puff! Estaba linda, más linda que nunca jamás y con una lucita roja en el ojo que ya no tenía. Decía adiós y el barco siba yendo, siacía cada ves más y más chiquitito y en esos besos que me soplaba mi Gran Puta me juraba su amor y decía que volvería algún día. Hasta quel barco se hiso tan chiquitito que no fue más quiún puntito bríante donde se junta el mar con el cielo y la lucita roja del ojo y la lluvia arreciaba a pesar de que la luna ya otra ves enterita seguía bríando arriba en el cielo.

15.11. Pasé todo el fin de semana con San José. Caminamos como bestias pero nos sentimos muy bien. Empezamos a desarrollar un nuevo tipo de relación, más profunda.

Qué monotonía. Quiero escribir sólo cosas importantes. Mis sentimientos. Mi confusión. ¿Tendré una doble personalidad? Ya es hora de poder satisfacer ese deso que crece, que crece, que no me está dejando vivir.

¿Será que su amor le impide aceptarme?

Me siento tan sola en mi vida, en mis sueños, ¡hasta en mis pesadillas! Pero tengo que aprender a conocerlos, a meterles mis pensamientos aunque sea solamente un pequeño instante. Así quiero que sea.

24.11. Qué gran inspiración ha sido el leer Steppenwolf. Responde hasta cierto punto algunas de las preguntas que me torturan. Me puse a tratar de recrear mi niñez lo más exactamente posible para ver si encontraba alguna explicación para ciertos de mis problemas, y me recordé de un juego que jugábamos cuando todavía éramos muy niños. Todos poníamos las manos hacia abajo. Alguien nos iba pelliscando cada dedo y decía, pispi Sigaña, juguemos la araña, con qué la jugamos, con la mano cortada, dónde está la mano cortada, se la llevaron las gallinas, dónde están las gallinas, están poniendo huevos, dónde están los huevos, se los comieron los frailes, dónde están los frailes, están diciendo misa, dónde está la misa, envuelta en un papelito, quiero el panito bien calientito. Y entonces nos metíamos las manos entre la blusa o el vestido y después el encargado decía ton ton, ya está el pan? Se sacaba la mano y si estaba fría, le daba una manada y volvía a esconderla, y eso era todo. Ahora, mi padre cuenta que él me decía que quería comer carne de Mariíta, me cogía la mano y empezando por la muñeca me decía, ni de por aquí porque es de león, ni de por aquí porque es de tigre, ni de por aquí porque es de zopilote y así iba subiendo hasta llegar a la axila y me decía, sólo de por aquí porque es de Maríita y me hacía cosquillas y yo soltaba las carcajadas y le decía otra vez y volvía la misma historia. Él dice que su mamá lo hizo con él también y piensa que aún se hace con los bebitos. Tal vez yo vuelva a hacerlo con mis nietos, me dijo. Ojalá los vea.

Salí escurriéndome del río que ya ni pararme podía. Con la lluvia siban formando lodasales y caminar era más difícil. Llegué hasta el puentecito. Nuabía nadie, maestro. Ni la mafia coquera ni el Establo. Todo tranquilo. ¿Mestaba volviendo loco? Y fuén eso que vi los dos indios que se miacercaban. Como estaba hechado en el lodo, se veían enorme. Mi primera reacción fue de miedo. Llegaron directo a mí, siagacharon y miayudaron a pararme. Empecé a hacerles mil preguntas. Eios me llevaban sin decir nada, hasta que por fin me salió conque binaan u tu ch’en. Ya vas viendo quiá mí eso no me decía absolutamente nada, aunque nunca se miolvidó la frasesita tampoco. Era como venir diotro planeta. Yuestaba molido, maestro. Empapado, enlodado. Los indios me llevaban. Las gotitas de lluvia parecían estreias, las Pléyades quiabían salido chiquitas pero ahora siabían agrandado. Yuiba siendo arrastrado por entre la oscuridá del universo mientras que los astros todavía giraban alrededor mío antes de caer, buscándose para rehacer el átomo primordial de antes del estaído que formó el universo. Las cosas habían terminado, quedaba solo rodiado de estreenanas y hoios negros que sin calor, sin lus, sin brío, porque ya les había pasado su turno. Los indios me llevaban hacia la pirámide de cristal quiba creciendo frente a mí. Caminábamos hacia el oeste, el Itsam Na negro. Me llevaban a la pirámide a sacrificarme. Ya quedaban sólo gotas diagua, se terminaba la canícula. Volvía la lluvia para quén la tierra los indios pudieran hacerse cargo del maís. Mi viaje siabía acabado. Miban a guardar a la pirámide de cristal como se tiran las marionetas en un baúl viejo después de la función. ¿Y la Gran Puta? ¿Dónde estaba la Gran Puta? ¿Qué siabía hecho mi Gran Puta? Binaan u tu ch’en. Sonaba como Bolonchén. ¿Tal ves la Gran Puta siabía ido a esconder a las cuevas de Bolonchén? Podíamos aparecemos por ahí a prenderle una su candelita. ¿Sería el mismo río éste, que nacía en las cuevas de Bolonchén o sería otro, maestro? ¿Binaan u tu ch’en? El mundo era más grande que yo. Los indios me dejaron frente a la pirámide porqueios nuentraban. Y entonces la ví, así, la luna y la lus y subiendo así, así, hasta un arriba quera más arriba quel arriba de mis ojos. Yuiba entrando bajo esa lus tan pero tan fuerte que casi no podía abrir mis ojos. Esa lusota seguía así para arriba, para siempre, hueco, y ¡puuta! estaba lleno de estreias.

9.11. Tuve ciertas realizaciones esta noche aunque una vez más, estaba bien alivianada. Descubrí que tal vez podría tener todavía una buena relación con mi papá. San José se largo de la casa y podría ser lo que necesitaba —si es que hay que pensar esas cosas tales como son. Corrí por toda la playa buscándolo, aunque amenazaba chubasco. Descubrí que me dolía su ausencia. Soy incapaz de mostrarle mi amor de alguna manera satisfactoria. Aunque lo quiero. Lo adoro. Se ha sentido bien estar en Chulamar, Sin embargo.

Me dio el deseo de escribir otra vez. Siento que no he vivido en tanto tiempo que ya se me olvidó lo que es vivir. Necesito ayuda. Pero tiene que venir dentro de mí. Y es un horror decir lo mismo que los demás. Qué injusto no poder decirlo diferente.

¿El resto, maestro? Ya te lo podrás imaginar vos mismo. Nos clavaron a todos en la prisión de Cosumel y hasta aiá tuvieron que llegar los viejos pisados a sacarnos. Los mexicanos pidieron mordidas de lo más grueso. Hubo quiaflojar como vos no timaginás. Y la verdá que nada le duele a los viejos más queso. Pero al fin, familias conocidas que la chingada, ya vas viendo. Dijiste que luabías leído en los periódicos, ¿no? Porque ya vas cómo la armaron ésos. Que hijos de conocidas familias asesinados por hijos de otras conocidas familias en conflicto de drogas y que la chingada. Para los viejos era mal negocio ése. Si no, nos hubieran dejado pudriéndonos aiá, maestro. Y por los trances turbios entre el Descubrimiento del Usumacinta y el Tito Araña, el gobierno también quería tapar las cosas. Nada de escandalios y mierdas, le dijo el ministro de la defensa al viejo. Joden los otros generales, joden los gringos, jode la gente de los préstamos internacionales. Así que los viejos corrieron a sacarnos. Fijáte. Yo, por ejemplo, ni siquiera llegué a la prisión estatal, sino directo de Cosumel para afuerita. Diahí me mandaron de vacaciones pa tenerme lejos de la onda ésa, ¿ya vas? Mientras se calmaba la cosa. Y después, el re-gre-so, maestro. Cuando regresás a Xibalbá, ya nués pa poder salir otra ves. ¿Me seguís? Es la vencida. ¿Los otros? Cada quien se jodió a su manera. Sobretodo el Niño Dios que se lo sonaron. Sí, muerto. Dicen que quedó ahí tirado con los sesos fuera. Al Descubrimiento del Usumacinta le cayeron los cargos por homicidio pero algunos dicen que comuel cuerpo deia nunca apareció porque se fue en el Oriental Argosy, se safó désa. Pero había otras complicaciones también, ¿no? Posesión, disturbios a la pas, accesorios a no sé qué chingados, agresión. Era toda una lista. Pero todos salieron, mirátela nomás. Lo máximo pa nosotros fue quiubiera sido en Yucatán. Va siendo aia en la capital y no salimos porque hubiera sido un escándalo muy grande. Pero lejos podías manipular. Ni modo, los de la mafia coquera tuvieron que darse vacaciones más largas, pero de todas maneras. Así que fui regresando como chucho con la cola entre las patas. El viejo me dijo que miba sampar aquí. ¿Quiotra? ¿Quiba decir yo? ¿La ves? Al fin, para entonces, nada mimportaba. Ya sin la Gran Puta. La Rosa de los Vientos sin dirección, ¿dando vueltas en círculo? ¿Las otras maestras? No quedaba nada. Ni el Gran Chingón. La última chingada se la habían dado a él. Ahí está en la sía de ruedas con el hocico abierto y la vista fija toduel tiempo en algún punto del universo. Se caga en los pantalones. Y cada ratito quiuna nueva operación, que se le jodieron los riñones, que la circulación. Soñó el Gran Chingón. Ya nunca más en su puta vida va chingar más a nadie, maestro.

5.11. Por fin pude ver a Carol. Otra vez. Estaba linda, aunque sólo hablaba babosadas cuando me le acerqué. No es culpa suya. Una vez nos sentimos tan cerca, y yo tenía que joderlo todo. Lo arruiné. Aunque ella sentía un poquito lo mismo que yo. Eso no me lo va a sacar nadie de la cabeza. Pero era menos honesta, menos valiente para afrontar la situación. ¿Situación? Si no hicimos absolutamente nada. Todo pasó en nuestras cabezas. Aunque ni modo, las vibraciones.

Estuve platicando con el doctor Delgado. Mi confusión volvió cuando me preguntó cómo andaba mi relación con mis padres. No, le dije yo. Basta de pensar, de torturarse. Ahora quiero volar. ¡Volar!

No soy capás de sentir nada. Aquí estoy. Vos me preguntabas cómo podía aguntar lo que pasa aquí. Pero vos estás ahí y yo aquí, maestro. Es así de simple. ¿Cuánto hay? Calculále. ¿Un metro, dos? Pero mirá nomás qué metros, maestro. Como quien dice nada. Pero a la hora diún terremoto se va abriendo una grieta entre los dos y ya vas. Eso era lo que decía el Pipilín, el que nos conseguía aquel monte a toda madre por la sona seis. Tenías quirte por detrás del Cerro del Carmen y pasar la Avenida San José y la Avenida de los Arboles y agarrar la Calle de las Tunches hasta la Colonia 10 de Mayo, cerquitita de Matamoros. Ahí, los maestros esos tenían el mejor monte jamás visto en la ciudá. Se montaban con vos en el carrito y a colasiar pa probar el montecito. Siempre, ya era ley, nos íbamos por ay por la Avenida las Victorias hasta salir a la Calle Martí. Diahí al Puente Belice para la Colonia Atlántida. El viaje era poder llegar a la Colonia Atlántida, poder colasiar por la Colonia Atlántida, aiá, del otro lado del Río de las Vacas. La Colonia Atlántida. Las caies sin asfaltar. Pero la vista era linda, agarrabas toduel horisonte. Todas las colonias nuevas quiban cubriendo lo verde, la ciudá que crecía. Y así me decía el Pipilín, maestro. Si hay un terremoto y se va abriendo una grieta entre nosotros, así decía y se cagaba da la risa el shumón. El Pipilín era lo máximo.

Noviembre —una mañana corriente antes de la salida del sol. (En realidad es el día de los muertos).

Hoy—

Voy a tratar de escribir algo así como un diario, un pseudodiario. Contar lo que me ha pasado y cosas así. Ver si escribiéndolas, se van ordenando las cosas. Aquí comienso. ¿Hasta dónde llegaré?

Aquí comiensa el diario, maestro. Aquí terminamos nosotros de leerlo. Ahora ya conocés toda la historia, mi herencia cósmica. El cofrecito de los secretos. Ya ves. La babosada era ésa. Ésa, que te explica cómo llegué a este lugar, maestro. Cómo puedo aguantarlo. El viejo me clavó aquí y punto. Estuve cabalito desde el día de la inauguración. El Frank Sinatra pisado y toda la cubanada de Miami llegaron en yates. El Domingo Moreira y toda su retahila. Había como dies mil yates. El Río Dulce parecía más Monaco, palabra. Jamás se vieron por aquí yates tan lujosos. De la capital llegaron todos en aviones privados. Porque ya vas quiasta pista privada tiene esta mierda. Entre los invitados especiales estaba Joe Borgatti, el presidente de la EXMIBAL y Al Barrett, su jefe de relaciones públicas. Estaba Harold Kristjanson, su ingeniero en jefe, él que se las cree porque dirigió la Cerro de Pasco en el Perú. Estaban los abogados, maestro, Gabby «Pretty Boy» Biguria Sinibaldi y Bobby «Mag Dog» Sanches Laso y Ernie «Scarface» Viteri Echeverría. Toda la mafia de la EXMIBAL. Al fin, como son vecinos, ¿no? Y algunos de eios tienen acciones en el Guerrilla Playland también. Además de que querían inaugurar el casino en persona. Había montón de gente importante desas con plata, la maioría accionistas. George «Bulldog» Skinner-Kleé, George «Sleasy Fingers» Arenales Catalán, Edgar «Forget-me-not» Castillo Sinibaldi, Bobby «Bay of Pigs» Alejos Arsú, Joe Louis «Muhammad Ali» Bouscayrol, Ralph «Don Corleone» Herrera. Ya te podés imaginar al viejo. Y va de presentarle al reverendo McIntyre a toduel mundo común niñito que acaba diabrir sus regalos de navidá. Qué viaje. Estaban todos los directores de la FIASA, maestro, y el representante latinoamericano de la cadena Western quiabía comprado los derechos del hotel, ganándoselos a la Holiday por un pelito. Estaba el general Araña Sobrio todo embetunado y con su vocecita de chava. Estaba el vicepresidente Cásame Lenhoff. El ministro de gobierno, Bobby «little Mike» Herrera Ibargüen, el ministro de economía Charlie Molina Mencos, y desde luego quel secretario de relaciones bíblicas de la presidencia, Marius Ribas Montes. Y ya vas que mi viejo me tenía muy custodiadito pa que ninguno désos me fuera viendo después del escándalo pisado quiabían hecho los periódicos. Porquestaba toda la periodistada que la habían traído en avión especial y les habían servido no sé cuántas boteias de whisky. Un despelote que no se puede imaginar. Después déso, nuestro patín de Cosumel nuera ni mierda. La primera sona turística de Centroamérica. El futuro se vuelve por fin rialidá. Y miles de slogans así. Toduel personal bien uniformadito quiabía inspección en la mañana comuén los boy scouts o el ejército. Todos tenían que tener el mismo pelado y el mismo color de pelo, nomás andá agarrándote ésa. Así lo ordenaban los asesores técnicos quera gente de Disney World y que tenía mucha conciencia de la disciplina y de la uniformidá. Yo creo que todos eran mormones. Y pues. El casino queda ahí, ¿no? En la parte baja del hotel questá mero enfrente de donde llegan los yates. Diaquí no liatinás por esa selvita de palmeras y cosas donde hay hasta guacamaias e iguanas. El hotel está así, mero camuflashiado, ¿no? Y hacia el otro lado están las canchas de tenis, las piscinas, el establo. Ah, sí. Diaquel lado de la marina hay un restaurante al aire libre qués una vista de la chingada porque liatinás a los yates, al lago y, más aia, a las montañas del Mico y de la Estreia. Mirátela nomás. Imagináte cómo iluminan toda esta mierda de noche. Con luces entre las palmeras y la chingada. Y qué música, maestro. La otra noche hasta tocaron Brown Sugar, agarrátela nomás. ¿Pero no? La cosa es más hacia aquel lado. Donde coniensa la Sierra de las Minas. Déste lado del río Polochic nuay concesiones de nickel así que los A-37B pueden echar sus bombitas sin joder nada. Y como de todos modos la región ya está su poquito echa mierda, pues qué pisados. Ahí fue donde gastaron un platal, contruiendo refugios increíbles para las cámaras de televisión. Porque vas viendo que se tiene quiandar con cuidado. Las cámaras son carísimas y los técnicos son gringos. Matan a uno y se jodió todo pues. Ya ya se van a la mierda los subsidios de la AID y les meten el impuesto. Así quiá a construir los mejores refugios posibles, contra todo. Y bien marcaditos con pintura roja y blanca. Los pilotos los han visitado y todo para saber bien. Aunque bueno. Los aviones entran poco en juego. Para la televisión, pero no para los turistas. Porque a la hora dir metiendo turistas aquí, ay quiandarse con cuidado. Y como la gente de Disney World insistió que se compraran carritos desos así, trencitos comuaquel questá parquiado allá, mirá, que son bastante descubiertos, porque quiún contrato con la compañía y no sé qué chingados, ya ves que la cosa es aún más peluda. Los jalan jeeps y el turisterío en sus camisotas hawaiianas y sombreros de paja va de darle con sus instamatics. No daría quiún avión les echara bombas encima. Ya los balasos son un riesgo y eso que jamás se tiran los de verdá frente a los turistas. Mala onda, ¿no? Hay niños y la chingada. A los gringos les gusta sentir questán verdaderamente en una montaña llena de guerrías, maestro. Que pasan las patruias de boinas verdes, que por ahí se les aparece un cadáver triturado por las guerrías. El ejército es el bueno siempre. Peruaquí todos los soldados son gringos, maestro. Es parte del contrato. Para que los turistas puedan identificarse mejor. Y como la onda es jalarse la turistada gringa pa que traiga esos dólares. La propaganda es otra onda. Quel turista es un amigo que viene a invertir, y los anuncios que sacaron en los Estates que Where your Dollar buys more than your Dollar. Beautiful Guatemala, Flowerland of Eternal Springtime. Ya vas viendo, ¿no? Y a toduesto sí que liagarró la onda el viejo cabrón. Si te vas al business, lo mejor es con los gringos. La suerte del viejo dencontrarse al reverendo McIntyre. Dicen quel reverendo quería hacer un parque así en la Florida, pero sobre el Vietnam. Quería contratar verdaderos vietnameses y la chingada. Pero se le jodió la movida por algo del gobierno y la competencia de Disney World. Además, aiá no podría hacer lo de la lotería. No lo dejarían. En cambio aquí. La verdá, a la gente le pela que se suenen a un indio, maestro. Uno por día, ¿qué es un indio por día? Así dice el viejo. Y aunque es turbio, pues aquí estoy metido, miráme. Esperando el regreso de la Gran Puta. En fin. Pero lo de la lotería. Ése es el negocio. Es tres en uno, porquestá la tele también. Entonces. Nomás andáte fijando. Está el centro mismo, con casinito y todo, ¿no? Está el parque donde entra la turistada que siempre quiso ver una guerra de cerca pero sin joderse con balasos y mierdas. De paso, agarran paisaje tropical con micos que les tiran bananos y mierdas. Y la lotería. Podés comprar tu numerito y ganarte una fortuna. Aunque eso es más para gente que nuestá en el centro mismo, se vende más por acá. Es raro, ¿no? Uno pensaría. Con lo popular que son las loterías en la capital. Pero désta no compran, casi no se vende. En cambio la cubanada de Miami compra felices todos los números y dicen quiaiá es un negocio de la chingada aunque teóricamente ilegal, pues. Y son eios los que más ven el programa de tele pa saber qué número tenía el indio que mataron ese día, ¿no? Las ondas turbias. Y a mí me van sampando en la puerta, maestro. Porquesa era la movida del viejo para acabarme de joder. Samparme en plena puerta. A supervisar, me dijo. Pero mirátela. ¿Yo supervisar? ¿Con la confiansota que me tiene el viejo pisado? Nel, maestro. El viejo me clavó aquí pa que me pudriera. Con las llavesotas aquí en la cintura, controlándome quién entra al Playland y quién no. Y yo que tanto creí a veces quiría parar a la colonia Atlántida, ¿y miráme a dónde llego a parar? En fin. El camino es el mismo. La carretera del Atlántico te lleva de la colonia Atlántida al Playland más original del mundo. Y así es comuestá la onda. Jalarse indios de voluntarios. Se los arrancan de las colonias del Petén que van desmantelando conforme van avansando aiá los caminos y las propiedades. Les dan a escoger entre campos comuel de Poptún o venirse acá. Y pues. Como les dan su uniforme y comida y ranchitos y la chingada la mayoría firma el contrato y se viene pa acá. Ya estando aquí es que le van atinando a lo de la lotería. Al ver su numerote en el uniforme. Pero como las reglas dicen que sólo cae uno por día, y hay tantos. Un poquito de suerte y pasás el riesgo. Los turistas al verlos les tiran propinas y babosadas. Les pagan por tomarles fotos. Algunos hasta firman autógrafos, maestro. De tu guerríero favorito, Mateo Ixcamparic con mucho cariño. Y los turistas felices. Les dan tours de los campamentos guerríeros y les explican las tácticas y la chingada. Les dicen cómo torturan, cómo lavan el cerebro, ¿ya vas? Y les prestan uniformes de guerríeros a los turistas pa que se retraten con eios. Es la onda más loca, maestro. Ahora, los bombardeos los ven desde helicópteros. Si no, muy peligroso, ¿sabés? Los llevan en aqueios dos helicópteros grandes, mirá. Y desde el aire ven a los aviones volando alrededor deios y dejar caer las bombas y diahí las explosiones. Y como los helicópteros tienen así en el fondo una cosa como largavista para ver, pueden chotiar a los indios corriendo para todos lados mientras llueven las bombas. Los paseos en helicóptero son la máxima atracción. Y la más cara. Pero las maiores ganancias son los programas de tele. Como los venden internacionalmente, ¿no? Y eso quén muchos países están prohibidos. Los consideran un escándalo. Pero se venden bien en Argentina, en Brasil, en Chile. Es el programa favorito en Taiwán y Corea del Sur. Lina locura. Y comués en el programa de tele que sabes quién gana la lotería diaria, ¿no? Es una tensión por saber el número del guerríero que matará ese día la patruia del gobierno. Un suspenso a toda madre. ¿Asco? Ya ni eso siento, maestro. La desaparición de la Gran Puta. Ahí estuvo la onda pa mí. El vergueo ese. Toduel resto ya es, ¿cómo decirte? Comuestar en un asilo, ¿no? En ese Xibalbá de la Gran Puta que pa mí era un asilo, de donde miabía sacado eia. Pero sin la Gran Puta, es regresar al asilo. Diaquí, tendría que regresar eia pa volverme a sacar. Y yo creo que volverá. Nués otro alucín, no son pajaritos de Santa Elena Barias. Yo creo de verdá. Los indios hablan quiay un rumor quiún gran jefe va venir llevarlos a la victoria. Eios hablan así, como si fuera una guerra, maestro. Algunos hasta se escapan para ir a esperarlo, en lo alto de la montaña. Pero yuestoy convencido que lo queios quieren decir es una onda cósmica. Qués la Gran Puta que va regresar del mar en su Oriental Argosy, después diaber visitado los lugares más lejanos y misteriosos. La isla de Lamu dondestuvo Sinbad el Marino y las islas Seychelles dondestuvo James Bond. El Kurdistán y los lugares sagrados de la India y el Tibet. El Mar de los Sargasos y la isla de Malta. Los túneles secretos de la Antártida y las estatuas gigantes de la isla de Pascua. Las tierras misteriosas de Lemuria y de Mu. El triángulo de las Bermudas por donde pasará la cuarta dimensión. Después de todoueso, volverá más rica que nunca, y más fuerte. Será entonces que verdaderamente nos sacará a todos déste asilo. Diaquí, donde las ondas cósmicas han dado voltereta y sólo consiguen muerte y destrucción. Donde te sentís culpable de todo pero no liatinás por qué. Donde viajás por todos los caminos en tus carros sin saber que nuás salido todavía. Donde se tiaparece gente comuel Wash and Wear Gonsáles y la poquita energía que te va quedando la gastás tratando de no terminar igual quél. A vos la Gran Puta te llamaría Sirio, maestro. Pero dejáme acabar de contarte. La inauguración del Guerrilla Playland fue a toda madre. La marimba Chapinlandia estuvo aquí y también la banda marcial. Estuvo la Tania Sea que cantó los últimos hits de su gira por Puerto Rico y del show de Gaspar Pumarejo. Las boteias de champán y de whisky corrían por todos lados y se pusieron una soca como yo nunca ví antes. Por todos los rincones del jardín asaban lechones pal gran banquetón y toduel edificio oloroso de pino quiabían echado en el piso y los coiares de mansanía colgando del techo y enroiándose en las columnas. Los meseros todos de levita y guantes blanco, fijáte qué horror con este calor. El arsobispo bendijo el lugar, seguido de la comitiva y autoridades y mierdas y guardaespaldas y cámaras de tele y flashasos y guardaespaldas pa tirar con honda. Hubo una de discursos que te ponían a verga. Y pasadas las mierdas oficiales se desató la orgía. El casino empesó a funcionar y había una de maestras lindísimas que siabían sacado de Las Vegas o algo así. Los maestros va de darles con el whisky y el champán y al ratito ya andaban desnudándolas por todas partes y veías vos así, corriendo a las maestras semidesnudas, y detrás los viejos aflojándose la corbata todos coloradotes. Echaron a las que estaban desnudas a la piscina y unos viejos se tiraron detrás en smoking y todo. Después organisaron una carrera donde las maestras tenían quirse gatiando diuna punta a la otra del jardín con una candela prendida entre el culo. ¿Podés creer? Y esa noche, los fuegos pirotécnicos más increíbles que nunca se vieron por acá. Con las explosiones el eco en la malesa resonaba como mil veces, ¡bumm! y después bum, bum, bum, bum, bum, bum. También proyectaron Boinas Verdes con John Wayne para inaugurar la cinemateca del hotel. Y hasta hubo un concurso de ponerse el vaso en la cabesa, sin manos. Ver quién aguantaba más tiempo. El ganador recibía como premio a una candiota con unas tetas a toda madre. Hubieras visto a todos los viejones sundando ahí con una ansiedá de la chingada y no podían, no podían, se les venía el vaso encima y ya vas viendo cómo quedaban. El que ganó, ahí mismito desnudó a la maestra y trató de cogérsela enfrente de todos pero no podía pararla y los otros se mataban de la risa y la chava no decía ni pío. Ésa fue la inauguración del Guerrilla Playland, maestro. Y desde entonces, aquí estoy. Como San Pedro con las llavesotas amarradas a la cintura aunque no son de oro. Dan el poder diabrir o no la puerta. Aquí estoy. Sobreviviendo con la coquita que me pasa el Descubrimiento del Usumacinta cada ves que viene por Livingston. Diciéndome que si quiero otra cosa, quel me la consigue también. ¿Pero quiotra si ya nuay tuersa para otra cosa? Al fin que fue la Gran Puta quien me bautisó como Pispi Sigaña, ¿no? ¿Pispi Sigaña, juguemos la araña? Y sigo jugando, sigo jugando, sigo jugando. Ya me comieron y ya pusieron güevos sobre mi cadáver pa que nascan más arañitas. Te digo quiá vos la Gran Puta te llamaría Sirio, maestro. Según eia quén la mitología egipcia Sirio anunciaba las inundaciones del Nilo. ¿Qué inundaciones venís anunciarnos, Sirio? ¿El agua que ahoga o el agua que purifica? ¿Por qué no venís envuelto en lirios diagua? ¿De dónde venís y para dónde vas? ¿Dejándome aquí perdido en este silencio y desesperación? ¿Cómo pudiste salir? ¿Por qué para nosotros hay esta esterilidá física y espiritual? ¿Por qué esta debilidá? ¿Por qué esta inabilidá pa amar? ¿Por qué ni el sexo puede ya? ¿Por qué buscamos escapar y encontramos sólo la muerte? ¿Por qué nos quedamos parados aquí mientras se juegan las loterías con matansas de indios? Yo nuentiendo nada, maestro. Estoy aquí nomás, bien alivianado. Viendo el arco iris pálido y esperando el regreso de la Gran Puta. El regreso de la Gran Puta. Esperando, esperando. Cerremos el cofrecito de los secretos. Mi herencia cósmica. Ya te dije todo lo que podría decirte. Lo que tanto querías saber y por lo que te saliste de tu camino pa venir entrevistarme, recordando periódicos amaríentos. No podés quejarte. Vos seguirás, pidiendo jalón en el camino, avansando. Yo no sé pa dónde, pero sé quiavansarás. Gente como yo, se van quedando. Dándole la vuelta al círculo sin más tiempo quel que pasa entre un purito y otro, entre un high y un down. Sin poder decir nada más que lo que le dijo un gringo de Brooklyn una ves al Niño Dios, cuando aquél le preguntó qué hacer si lo violaban. Relax and enjoy it. Yo también. Ya no liatino a otra. Nomás relax and enjoy it. Y tratar de mantener mi ilusionsita para no pensar de veras, no desesperarme mucho, no parar comuel Wash and Wear Gonsáles. Soñando con encaramarme también en el Oriental Argosy para ir a juntarme con mi Gran Puta en la ciudá perdida de la cuarta dimensión donde el electromagneto rige al mundo y nadie se muere, nadie chía y vivís rodiado de buenas vibraciones. Pero vos no sos así, maestro. Eso se te ve a la legua. En los ojos, en las manos. Te lo vimos desde el principio cuando ya viajabas buscando conocer tu propia rialidá. Por los caminos opuestos a los nuestros. No tenés quiaguantar, como yo, este sol hijueputa en la cabesa. Y con el peso de las llaves hasta las palabras de las canciones de los Stones se me desvanecen, se me vuelven un espejismo más. A vos no te pasa eso. Vos seguro que te vas ir encar ramar aiá, a lo más alto de la montaña, con los indios esos que se nos han escapado del Playland, a esperar la luna del maís. ¿Creés de veras que pueda venir un jefe y llevarlos a la victoria?

1976-1980