Capítulo 7
—¿Cómo? —dijo Marion ocultándose las cara con las manos, deseando que la tierra la tragase.
—La hemos fastidiado —dijo él, sin salir de su asombro. El caballo, por su parte, soltó un relincho y se puso a husmear el cuidado césped de la casa de la amiga de Marion.
—¿Dónde lo habéis encontrado? —preguntó Dory.
—En el camping —respondió Glenn—. Tenemos que volver y entregárselo a Matt. Estará hecho una furia, claro.
—¿Matt Doyle, del club de hípica? —preguntó Dory mientras acariciaba el brillante lomo del animal.
Marion asintió.
—Se despidió del trabajo hace unos meses porque no le subieron el sueldo. Fue nuestro sospechoso número uno.
—No me lo puedo creer. Matt es una persona encantadora —dijo Dory.
El sonido de una sirena de la policía les hizo a todos voltear la cabeza. Glenn y Marion tragaron saliva, puesto que sabía que se avecinaban sobre ellos una seria acusación de robo. Cuando Marion vio a su hermano salir del coche patrulla, cerró los ojos y respiró hondo. El rostro ceñudo de Carter lo decía todo.
—¿Qué está pasando aquí, Marion? ¿Te has llevado este caballo sin permiso? —preguntó su hermano, ignorando a Glenn.
—Ha sido todo una lamentable confesión —respondió ella—. Pensamos que era Dakota, el caballo de Dory. Los dos son de raza árabe.
—Ah, eso lo explica todo —replicó Carter con ironía—. Vamos a ver, hay una denuncia por robo y una gran cantidad de vecinos os han visto cabalgado por la calle. ¿Qué está pasando aquí?
El jeep de Matt frenó bruscamente frente a la casa de Dory. La conversación se interrumpió y todos se volvieron hacia él.
—¡Lucky! —exclamó Matt al bajarse del vehículo con el rostro visiblemente desencajado.
El antiguo mozo de cuadra aceleró el paso para abrazar al caballo por el cuello como si no lo hubiera visto en cien años.
—Por fin… —murmuró. Después dio un paso atrás para examinarlo—. ¿Qué te han hecho estas malas personas?
—Ha sido una confusión. Lo sentimos, Matt —dijo Gleen.
—Jefe, detenga a todas estas personas, por conspiración, robo y maltrato animal .—Matt ni siquiera se molestó en mirar a Glenn y a Marion. Estaba rebosante de indignación.
—¿A mí también? ¡Pero si yo no he hecho nada! —exclamó Dory.
—Yo no estoy seguro de eso. ¿Es esta tu casa, verdad, Dory? —replicó Matt.
—Dile a tu mugroso caballo que salga de mi césped —dijo Dory señalando con un dedo.
Carter alzó las brazos, demandando calma.
—¿Me puede alguien explicar que está pasando?
Justo en ese momento apareció un motorista para sorpresa del grupo. Un hombre de unos sesenta años, de melena plateada recogida en una coleta y vestido con una chupa de cuero y botas, se bajó de la moto.
—¡Lucky! —exclamó dirigiéndose al caballo—. Me han llamado del camping para decirme que te habías escapado. La policía me dijo que estabas aquí.
—¿Quién es usted? .—Carter se rascó la cabeza, frustrado porque la situación parecía cada vez más confusa.
—El dueño de Lucky, por supuesto —respondió, encogiéndose de hombros.
—Entonces, ¿tú quién eres? —preguntó Carter a Matt. Marion, Glenn y Dory miraban uno al otro como en una partida de tenis.
—Yo soy el cuidador. Kevin me ha dejado a Lucky unos días mientras buscaba un comprador.
—Bien —dijo Carter, y después se giró hacia su hermana y Glenn—. ¿Y vosotros que tenéis que ver con todo esto?
—Pensábamos que era el caballo de Dory —se defendió Marion—. Nos confundimos y…
—¡Es que han secuestrado a Dakota, jefe! —interrumpió Dory—. Y le consulté a Marion si podía echarme una mano, porque me obligaban en la carta a que no hablara con la policía.
Carter lanzó a su hermana una mirada de reproche.
—Dory —dijo el policía—, te aconsejo que nos dejes meter mano en este asunto, así te asegurarás que has hecho todo lo posible por recuperar a tu caballo. Además, no puedo permitir que el secuestrador salga impune.
Dory miró a Marion y luego a Carter. Mientras tanto Matt y Kevin colmaban de atenciones a Lucky.
—De acuerdo, jefe, supongo que no tengo otra alternativa, pero, de todas formas, pienso pagar para recuperar a Dakota. Significa mucho para mí.
—¿Cuándo es el pago? —preguntó el jefe de la policía.
—Según la última carta recibida, hoy a la medianoche bajo el puente Woodgate —dijo Marion.
—Prepararemos un dispositivo para atrapar al secuestrador —dijo mirando su reloj de muñeca—. No sabemos si cumplirá su palabra o no, así que más vale estar prevenidos.