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A los hombres y mujeres de las operaciones Escudo del Desierto y Tormenta del Desierto.
Sic semper tyrannis
Si algún día llegamos a las estrellas, será gracias al liderazgo de personas con vuestro mismo valor y sentido del deber
El autor desea dar las gracias a Liz Danforth, Jennifer Roberson y Dennis L. McKiernan por su ayuda al analizar y corregir las secciones más difíciles de este libro. También agradece a John-Alien Price que le prestase a un miembro de la familia Cox para realizar esta serie de novelas, y a David W. Jewell que le prestase su nombre y a su familia. Gracias también al Dr. J. Ward Stackpole por su ayuda en la tecnología médica; los errores deben atribuirse al autor. Igualmente respecto a la información militar, proporcionada por el capitán Patrick T. Stackpole; los errores también se deben al escritor. Como siempre, el autor está profundamente agradecido a Donna Ippolito por ocuparse de que el contenido de este libro quedase en un inglés estándar, a Jordán Weisman y a Ross Babcock por darle la oportunidad de escribirlo, de nuevo a Jordán y a Sam Lewis por animar al autor a realizar un esfuerzo aún mayor. Por último, el autor da las gracias a la Genie Network, a través de la cual han pasado esta novela y sus correcciones, mediante el correo electrónico, directamente hasta la editorial.
Prólogo
Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Capela
5 de enero de 3052
Cuando Sun-Tzu Liao vio la sonrisa de su madre, necesitó todo el autocontrol que había desarrollado a lo largo de sus veinte años de vida para reprimir un estremecimiento. Su hermana Kali, que había entrado en la sala del trono y había pasado junto a él como un rayo, no albergaba sus mismas dudas. Su expresión transfigurada era un reflejo de la de Romano. Sun-Tzu miró a su padre y sintió asco al ver la sonrisa que Tsen Shang había obligado a adoptar a su rostro aunque todo su cuerpo parecía encogerse de terror.
Ella esperaba sentada en la enorme silla de caoba conocida como el Trono Celestial. El enorme disco que le servía de respaldo estaba labrado con representaciones de constelaciones y símbolos místicos que describían el universo según la mitología capelense. Sentada en el trono, era como si Romano presidiera toda la Esfera Interior, el universo se expandía desde su cabeza como el halo de un santo cristiano.
—¿Qué pasa, madre? ¿Por qué nos has convocado? —preguntó Sun-Tzu. Mantuvo un tono de voz sereno, sin atreverse a empaparlo de un falso entusiasmo por temor a manifestar en él su previsión de un desastre futuro. Fuera como fuese, leía en la expresión de Romano que lo consideraba un éxito increíble. Sólo le cabía esperar que, por una vez, el universo racional y el universo personal de Romano estuviesen en armonía.
Romano no dijo nada. Estaba magnífica con su vestido de seda con los colores del arco iris con un bordado de unos tigres dando cabriolas y lanzándose al ataque. La difusa luz que entraba en la sala por las galerías enrejadas que rodeaban el techo hacía visibles las finas volutas de humo de incienso que emanaban de los incensarios situados detrás del trono. La Canciller abrió las manos e indicó a sus hijos que se sentasen a sus pies.
No, otra vez no. Ha pasado demasiado tiempo. Sun-Tzu se contuvo un poco, aunque cualquier movimiento que no fuese el de arrojarse hacia el trono lo habría hecho parecer inmóvil en comparación con su hermana, Kali, que se lanzó de inmediato a los escalones que subían hasta el trono y frotó la cara contra la pierna de Romano como una gata. Cuando Sun-Tzu se acercó, su hermana se volvió hacia él con una mueca de ira en el rostro. Entonces Romano acarició los castaños cabellos de Kali.
Sun-Tzu se detuvo al pie de los escalones y se sujetó las manos a la espalda como un soldado en posición de descanso. La expresión de Romano se ensombreció por unos instantes, mas luego sonrió. Aunque estaba acostumbrado a las vertiginosas emociones de su madre, Sun-Tzu había sentido una sacudida de miedo al ver su enfado, y después un gran alivio cuando le sonrió. Más karma consumido. Debí de ser muy buena persona en una vida pasada.
Romano juntó las manos sobre su regazo y entonó con solemnidad:
—En el principio, Pangu creó el Cielo y la Tierra con el huevo del que había nacido y se convirtió en la vida de su creación. Nüwa creó a los hombres y a las mujeres y de entre ellos eligió a una familia exaltándola sobre todas las demás.
Kali tiraba ansiosamente del vestido a su madre. Romano le concedió permiso para hablar con una benigna caricia.
—Los Liao, reconocidos por su sabiduría y coraje, fueron puestos por encima del resto de la humanidad, mas no gobernaron a sus subditos. Fueron mentores y no dictadores, guiando la historia entre bastidores, salvo en tiempos de crisis, cuando sólo el liderazgo de los Liao podía salvar a la humanidad.
Romano miró a Tsen Shang. Éste hizo una visible mueca, pero prosiguió el relato:
—Así, la humanidad floreció bajo la guía de los Liao, y prosperó. Fue lejos de su hogar, dispersándose hasta alcanzar la estrella más lejana, y aun más allá. Y los Liao siguieron con ella, siempre ayudándola y guiándola. La Liga Estelar fue el instrumento de los Liao; y la educación de la humanidad, su objetivo.
—En el seno de la Liga Estelar surgieron muchos poderes y muchos hombres ambiciosos —continuó la historia Sun-Tzu—. Entre ellos estaban los Amaris, de los que nació el monstruo Stefan, la abominación que mató al legítimo gobernante de la Liga Estelar, destrozó la creación de los Liao, la Liga Estelar, y hundió a la humanidad en una edad oscura.
Romano asintió con orgullo mientras su hijo repetía cada palabra del relato a la perfección.
—Una vez más, un Liao reconoció su misión divina y aceptó el manto de Primer Señor de la Liga Estelar. Mas, para infortunio de la humanidad, la peste de los Amaris había infectado a las otras Grandes Casas. Davion, Steiner, Marik y Kurita creyeron ser, cada uno de ellos, el legítimo sucesor del trono de la Liga Estelar. Se enfrentaron en varias guerras, primera, segunda y tercera, que despojaron a la humanidad de los dones de sabiduría que los Liao le habían impartido. Llenos del espíritu de venganza, los falsos Señores de las Grandes Casas persiguieron y trataron de destruir a los Liao, mas no conocieron el éxito hasta que...
Kali retomó el hilo de la historia, interrumpiendo a su madre:
—... hasta que una víbora vino a cobijarse en el seno de los Liao. Los falsos Señores sabían que la debilidad de los Liao era su compasión, de modo que enviaron a un hombre destrozado y vilipendiado por tener sangre Liao. Mas este hombre, esta encarnación del mal, no estaba destrozado, sino que era un caballo de Troya, construido y controlado por Hanse Davion. Y se llamaba Justin Xiang.
Sun-Tzu tomó el hilo de la historia, aunque eliminando el ansia de venganza que su hermana había introducido.
—Este Justin Xiang traicionó la cordialidad con que los Liao lo habían acogido. Sedujo a la más débil de las Liao, Candace, y, apartándola del dominio de su Señor, arrebató a los Liao su querido Saint Ivés.
»Y algún día su traición será vengada —comenzó a añadir, pero su madre lo interrumpió dando un puñetazo sobre el brazo del trono.
—¡En este día, su traición ha sido vengada! Un mártir al servicio de los Liao ha conseguido el desquite de la maligna traición de Justin Xiang. Ahora, él y su puta están muertos en Nueva Avalon, donde estúpidamente creían estar a salvo de mi ira.
Romano siguió desvariando con la mirada perdida, mas Sun-Tzu no escuchó sus palabras. ¿Allard muerto? ¿Y Candace también? La temible expresión de victoria de su madre le reveló que ella realmente creía lo que acababa que decir. Sin embargo, Sun-Tzu había aprendido hacía tiempo que lo que creía su madre y la realidad no siempre coincidían.
—Padre, ¿es verdad? ¿Es eso posible?
Tsen Shang asintió con gesto cansino.
—ComStar pensó que la noticia tenía la suficiente importancia para transmitirla a través de su red. Se especula que tu tío Tormana será nombrado regente de la Comunidad de Saint Ivés, al menos por el momento. Kai será llamado del frente de los Clanes para que asuma el gobierno.
Sun-Tzu se concentró, tratando de apartar de su mente las risotadas de maligna satisfacción de su: madre y de su hermana.
—Si vuelve Kai, ¿qué probabilidades existen de que dirija sus tropas contra nosotros? Ahora, los soldados de Saint Ivés están luchando contra los Clanes. ¿Cuáles son las probabilidades de que se apoderen de parte de la avanzada tecnología, de los Clanes y la tengan en perfecto funcionamiento cuando vengan aquí?
—No lo sé —contestó su padre, encogiéndose de hombros.
—¿No eres el jefe de nuestro servicio de inteligencia? —lo increpó Sun-Tzu—. Seguro que la Maskirovka está vigilando las tropas de Candace. Sólo porque hayamos cortado la cabeza de la serpiente del espionaje de Davion, eso no quiere decir que podamos quedarnos de brazos cruzados.
Tsen Shang levantó la cabeza bruscamente con fuego en los ojos, pero éste se apagó enseguida.
—Sí, hijo, tenemos informes sobre esto, pero son muy poco fiables. Los Clanes han machacado todo lo que se ha lanzado contra ellos, así que no creo que a las tropas de Saint Ivés les vayan mejor las cosas.
—Ojalá tengas razón, padre —contestó Sun-Tzu y, lanzando una mirada a su madre, añadió—: Tal vez ella pueda permitirse despreciar a los hijos de su hermana, pero ni tú ni yo podemos permitirnos ese lujo. Aunque ella se cree intocable, no albergo sus mismas ilusiones. Si todavía no nos han atacado, no ha sido por la incapacidad de Candace, sino porque ella estuvo conteniendo su ira. Es posible que sus herederos (Kai, Cassandra, incluso Kuan Yin o Quintus) no sientan tantos reparos.
»Acuérdate de mis palabras, padre: ellos vendrán. Tal vez esperen a haber derrotado a los Clanes, pero un día querrán vengar a Candace y a Justin.
Sun-Tzu miró a su madre una última vez. Y cuando llegue ese momento, debo estar preparado para preservar mi nación
Capítulo 1
Mar Negro Afyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
5 de enero de 3052
El humo gris que cubría el oscuro océano ocultó a Kai Allard cuando sacó la cabeza a la superficie. La fantasmagórica calma, sólo alterada por su respiración entrecortada, lo sorprendió. Estamos en zona de guerra, ¡pero no oigo nada! Reprimió el miedo irracional de que la colisión de su 'Mech con un OmniMech de los Clanes lo hubiese dejado sordo, además de inconsciente. No, en tal caso tampoco oiría mi propia respiración ni el oleaje.
Kai se volvió hacia el acantilado desde el que su 'Mech se había precipitado a las aguas del Mar Negro. Kai había corrido con su lanza en ayuda de Víctor Davion en respuesta a la urgente llamada del príncipe. El Centurión modificado de Kai, equipado con músculos experimentales de miómero, se había adelantado mucho a sus compañeros. Llegó el primero al campo de batalla y vio al heredero de Hanse Davion pilotando un BatdeMech averiado y acosado por cuatro de las mejores máquinas de los Clanes.
¡Perdí la cabeza! Me acerqué demasiado y dejé que un 'Mech me arrastrase al precipicio. Kai contempló los veinte metros de gredoso acantilado que se alzaban ante él y recordó la larga caída, sujeto por el mortal abrazo del OmniMech. Al chocar con el agua, Kai perdió el conocimiento sabiendo que el fondo se hallaba a un kilómetro de distancia.
Cuando recobró el sentido, seguía en la carlinga de Yen-lo-wang, su Centurión, atrapado en el océano en los brazos de un OmniMech de los Clanes. Sin embargo, en lugar de caer hasta el fondo del mar, su descenso se había interrumpido al topar con un saliente rocoso que estaba a sólo unos diez metros de profundidad. Tras haber estado sumergido durante apenas media hora, Kai salió de la cabina y nadó hasta la superficie sin tener que preocuparse por la descompresión.
Al llegar a la base del acantilado, Kai subió a una roca medio sumergida y repasó el equipo que había recuperado. Tenía el chaleco refrigerante del 'Mech doblado como un chaleco antibalas, pero de poco serviría éste para protegerlo del frío de la noche, al igual que los pantalones cortos. Las botas, pesadas y recubiertas de duraplast, le protegerían las piernas por debajo de la rodilla, pero no estaban hechas para realizar caminatas. Lo que sí le serviría era el cuchillo de supervivencia que sobresalía de la funda en su bota derecha. Kai sonrió cuando acarició la empuñadura.
—Bueno, Victor —dijo en voz alta—, tendré que poner a prueba tu regalo de Navidad en un combate real.
Entonces, un temor indefinido comenzó a bullir en sus entrañas. ¡Ni siquiera sé si Victor ha sobrevivido!. Debí ser más cuidadoso, debí permanecer a su lado para asegurarme. Si ha muerto por mi culpa... Kai hizo un esfuerzo para ponerse en pie y remontó con rapidez el estrecho sendero que subía por el acantilado en zigzag. Aunque el miedo lo apremiaba a ir deprisa y sin tomar precauciones, otra parte de él seguía siendo cautelosa. Aminoró el paso al acercarse a lo alto del acantilado y vio la blanca brecha que marcaba el lugar donde el borde del precipicio se había desplomado bajo los pies de su 'Mech.
Un humo blanco y negro ascendía en espiral en medio de una neblina que permanecía suspendida sobre la meseta. Hacía apenas cuatro horas, este lugar había sido una verde jungla, la clase de lugar que el Ministerio de Turismo de Alyina habría calificado como típico del planeta. Pero habían bastado escasos minutos de combate para quemar y reducir a cenizas todo el paisaje. Tocones ennegrecidos que habían sido árboles salpicaban la llanura como lápidas escampadas por un cementerio. Los pocos restos de verde eran pedazos de tierra que el fuego de la artillería había levantado del suelo.
Por doquier yacían los cuerpos destrozados de las máquinas de guerra destruidas en su intento de poseer lo que antes era un paraíso. Cuando estaban intactos, los BattleMechs tenían cinco veces la altura de Kai y parecían invencibles, como avatares mecánicos de la naturaleza guerrera del hombre. Por lo que podía recordar, Kai sólo había soñado con una cosa: seguir a sus padres por la senda de los MechWarriors. No veía ningún honor mayor que pilotar una de aquellas gigantescas máquinas guerreras, y ningún propósito más noble que hacerlo en defensa de su familia y su nación.
Pero ahora, destrozados y aplastados hasta ser irreconocibles, aquellos BattleMechs eran una parodia de lo que Kai comprendió que era una inocente concepción de su juventud. Yacían en montones amorfos o miraban ciegamente al cielo: parecían inútiles, o aun peor. Kai vio que aquellas máquinas sólo podían destruir. Era su único propósito, y lo habían cumplido superando los sueños más enloquecidos de sus creadores.
Kai corrió a través del silencioso campo de batalla. Se arrodilló a la sombra de un Hagetaka derribado y examinó el terreno en busca de algún indicio del Daishi que Victor pilotaba. Al principio no vio nada; luego corrió hacia el lugar donde había visto por última vez el 'Mech del príncipe. Allí encontró un pie que probablemente había pertenecido a su 'Mech. Al mirar las placas de blindaje semihundidas que yacían un poco más allá, vio el rastro de un BattleMech que se había alejado cojeando.
—Sí, consiguió escapar —se dijo Kai, dando una palmada en el pie del Daishi. Se alejó de aquí, pero todavía podrían haberlo atrapado, susurró una gélida voz en la mente de Kai. Si hubieses estado allí, podrías haberte asegurado de que Victor sobreviviera.
El áspero graznido de una gaviota le hizo levantar la cabeza, sacándolo de su ensoñación. La brisa que sostenía en el aire al pájaro separaba el humo y daba a Kai una imagen clara del cielo. Contra la creciente oscuridad brillaba con fuerza un patrón de luces en forma de doble diamante que avanzaban acompasadamente al unísono como una constelación errante. Su ánimo se alegró de inmediato al comprender que eran las Naves de Descenso de la Mancomunidad Federada que se alejaban del campo de gravedad de Alyina.
—Victor debe de haber sobrevivido. Nunca se marcharían tan pronto si él no estuviera con ellos.
Kai paseó la mirada a su alrededor y pensó que tal vez habían llegado refuerzos para ayudar a retirarse a Victor. Por lo que vio en los emblemas de los uniformes de los muertos, comprendió que pertenecían a la lanza de mando del regimiento.
La gaviota volvió a graznar y otras se unieron a ella mientras descendía poco a poco. Kai se maravilló de su vuelo sin esfuerzo y se sintió agradecido por la belleza de su esbelta simetría, como un hermoso contraste respecto al paisaje de pesadilla en el que se hallaba. Sonrió al ver que se aproximaba una de las aves y se posaba suavemente sobre los restos destrozados de una carlinga. Pero, cuando otra gaviota intentó posarse en el mismo lugar y fue ahuyentada por la primera, Kai comprendió por qué aquellas aves acudían al campo de batalla.
—¡No! —gritó, y echó a correr hacia el 'Mech destrozado, agitando los brazos.
Al llegar a la carlinga, le repelió el hedor a sangre y carne quemada, pero siguió acercándose. Miró en el interior y vio los restos del profesor general Sam Lewis, aún sujetos a la silla de mando con los cinturones de seguridad. Kai había oído que Lewis había sido asignado al regimiento, aunque nunca pensó que saldría a combatir. La situación debía de haber sido realmente desesperada. La mitad de su neurocasco estaba aplastada y faltaba aquella misma parte de su cráneo. Kai palideció y sintió que le flojeaban las piernas. Se volvió, se desplomó en el suelo y hundió la cabeza entre las manos.
Sobre él, dos gaviotas se disputaban un ojo, que una de ellas había arrancado de la cabeza del cadáver.
El primer impulso de Kai fue sacar a todos los pilotos de sus 'Mechs, tanto amigos como enemigos, y quemarlos en una enorme pira funeraria para impedir que las aves los devorasen. Sin embargo, a pesar de su deseo, aquella labor era imposible. No sólo requeriría más fuerza de la que tenía, sino que en la batalla se había consumido todo el combustible existente en muchos kilómetros a la redonda.
También sabía que una pira llamaría la atención de las patrullas de los Clanes, indicándoles que al menos una persona había sobrevivido a la batalla. Como no les había informado de su presencia, adivinarían que no era miembro de los Clanes y comenzaría la persecución.
Kai quería odiar las gaviotas, pero sabía que sólo lo hacían para sobrevivir. Y en vista de que aquellos puntos brillantes en el cielo se alejaban en lugar de aproximarse a Alyina, también él iba a tener que empezar a pensar en sobrevivir. Los Clanes habían derrotado al Décimo de Guardias Liranos, y él había quedado atrapado detrás de las líneas enemigas de tal modo que regresar era inimaginable. Su única salvación radicaba en que fuera a buscarlo un comando de rescate. Hace veinte años, Hanse Davion envió a los Leones de Davion pan sacar a mi padre de Sian. Pero esto no es Sian, y los Clanes no son tan estúpidos como Maximilian Liao.
Se deprimió aún más. Y yo no soy mi padre. Ningún comando vendrá a rescatarme. Estoy solo.
Este convencimiento podría haber impulsado a algunos a pensar en el suicidio, pero a Kai lo espoleó con una fiera voluntad de sobrevivir. Ya he echado a perder mi misión, y mi 'Mech está atrapado en el fondo del océano por otra máquina tumbada sobre su pecho. Como mínimo, deben de creer que estoy «desaparecido», aunque lo más probable es que me consideren muerto. Decidido a no deshonrar más a su familia y a sus amigos dejándose capturar, optó por evitar esa posibilidad hasta su último suspiro.
Como las gaviotas que sobrevolaban el campo y los perros salvajes que aullaban en la noche, empezó a buscar cualquier cosa que le fuese de utilidad. Abrió un armario de la parte posterior de la carlinga de un Wolverine y sacó un mono de color verde oliva. Había pertenecido a Dave Jewell, uno de los miembros de la lanza de mando de Victor.
Las perneras eran demasiado largas porque Jewell era más alto que Kai, pero aquello tenía poca importancia ya. Kai rompió las costuras de las perneras con el cuchillo para poder calzarse las botas, y se puso el chaleco refrigerante bajo el mono.
En el armario había también provisiones de supervivencia, que Kai guardó en la pequeña mochila que había encontrado colgada en un gancho, junto a un cinturón y una pistola. El arma, una pistola de agujas Mauser & Gray M-39, era de manejo cómodo. Kai la examinó y le puso una carga de polímero balístico. Se ciñó el cinturón, acortándolo para ajustado a su estrecha cintura.
En el fondo del armario encontró un pequeño paquete que contenía dos holodiscos, un holograma y una tarjeta serigrafiada. El holograma insertado en la tarjeta mostraba los rostros de dos niños sonrientes, un chico y una chica que parecían llevarse algunos años de diferencia. Kai examinó un garabato infantil escrito en la tarjeta y comprendió que los niños habían compuesto una oración en forma de poema para proteger a su padre en el combate. Estaba firmada por «Katrina y David júnior».
El holograma mostraba una mujer esbelta y atractiva que sostenía a un bebé en sus brazos. Al ver la imagen, Kai recordó que Jewell hablaba con orgullo de que su mujer Katherine había dado a luz recientemente a su tercer hijo, la pequeña Kari Lynn. Ni siquiera tiene cinco meses de edad, pensó. Sintió un escalofrío. Jamás tendrá la ocasión de conocer a su padre.
Contempló el cadáver que colgaba de los cinturones de seguridad de la silla de mando. Le quitó las placas que pendían de su cuello roto y las puso en el paquete, que a su vez guardó en la mochila. Con la mano, limpió el nombre grabado en la pechera del mono del que se había apropiado.
—Prometo devolver estos objetos a tus hijos, David Jewell. Les explicaré que diste la vida por la libertad de Victor Davion.
Kai salió arrastrándose de la carlinga y se echó al hombro la mochila. Contempló el ciclo nocturno, pero no vio ya las Naves de Descenso saliendo del sistema.
—Bueno, estoy a unos trescientos años luz de mi hogar y ni siquiera tengo unas botas en buen estado. Los Clanes se han apoderado de Alyina y dudo que disparar a sus soldados con esta pistola de agujas sirva para algo más que para enfurecerlos. —Meneó la cabeza y añadió—: Esta vez te tienes que despabilar solo, Kai.
Entonces le vino a la cabeza un pensamiento peor. En Outreach lo habían contado entre los mejores MechWarriors que se enfrentaban a los Clanes. Si ahora se encontraba en este apuro, ¿qué esperanza le quedaba a la Esfera Interior?
Capítulo 2
Nave de Salto Diré Wolf, órbita de tránsito de salida
Satalice, Zona de ocupación del Clan de los Lobos
17 de enero de 3052
Phelan Wolf observó cómo la persona que tenía a su cargo, Ragnar Magnusson, se debatía entre las contradicciones inherentes a la invasión de los Clanes de la Esfera Interior.
—Sí, Aleksandr Kerensky abandonó la Esfera Interior hace más de trescientos años para alejar su ejército de la batalla intestina que había desgarrado la Liga Estelar. Quería mantenerlos a salvo de los sentimientos nacionalistas que enfrentaban a unos miembros de la Liga Estelar contra otros. Comprendes la sabiduría de su decisión, Ragnar, ¿quiaf?
—Pero has dicho que su intento de mantener la paz entre sus hombres fracasó —repuso el joven bajo y de cabellos rubios—. Empezaron a luchar entre ellos, y tuvo que ser Nicholas, el hijo de Kerensky, quien volviera a unir el ejército con un pequeño grupo de leales. Y los Clanes permanecieron lejos de la Esfera Interior porque Nicholas les enseñó que su trabajo consistía en proteger la Esfera Interior, no en mezclarse en sus luchas y en su política. Si esto es así, ¿por qué diablos han vuelto?
—¡Habla con corrección! —le espetó Phelan, que se peinó sus cabellos castaños con los dedos y acabó rascándose el cogote con gesto cansado—. Sólo algunas personas de los Clanes, los llamados Guardianes, siguen creyendo que deben proteger la Esfera Interior. —Se irguió y empezó a pasearse por su pequeño camarote—. Los otros, los que se llaman Cruzados, creen que la Esfera Interior es su legítimo hogar y han venido a reclamarlo.
—Eso es una locura —respondió Ragnar, con ojos centelleantes—. Ellos abandonaron la Esfera Interior. ¿Qué derecho tienen a reclamarla como propia?
—El mismo derecho que invocó tu pueblo al reclamar la libertad de Rasalhague mientras estaba bajo el control del Condominio Draconis —replicó Phelan, con una sonrisa sarcástica.
Ragnar abrió la boca para contestar, pero Phelan vio que titubeaba mientras calculaba mentalmente adonde lo conducía aquella discusión. Entonces movió negativamente la cabeza, al comprender que no podía ganar una disputa en la que se discutiera quién tenía ciertos derechos sobre un fragmento de la Esfera Interior.
—Pero me has dicho que el ilKhan, el Khan Ulric de los Lobos, es un Guardián —dijo—. ¿Por qué está a la cabeza de esta invasión?
Mientras Ragnar hablaba, tiraba del brazalete que le rodeaba la muñeca derecha como si le molestara. Phelan recordó cómo le había molestado su propio cordón mientras había permanecido como sirviente del Clan de los Lobos. También recordó con orgullo la ceremonia de adopción en la casta de guerreros del Clan, durante la cual habían cortado el brazalete. El recuerdo lo hizo sonreír, y la expresión de Ragnar se ensombreció.
—Es cierto, príncipe de Rasalhague, que el ilKhan es un Guardián y que, aun así, encabeza esta invasión. Como le oíste decir a la Primus de ComStar, el objetivo de ésta fue siempre la conquista de la Tierra, la antigua sede de la Liga Estelar. El Khan cuyos guerreros ocupen la Tierra se convertirá en ilKhan permanente y su Clan será elevado sobre todos los demás. —Phelan alzó la cabeza con orgullo y agregó—: Cuando eso ocurra, el ilKhan podrá ordenar el cese de las hostilidades y empezar a reconstruir lo que ha sido destruido.
—Es evidente que amas esta guerra de conquista —le dijo Ragnar, entornando los ojos en una expresión fiera—. ¿Cómo es posible qué tú, primo del heredero de Davion, hayas abrazado la causa de los Clanes y sus brutales métodos? —Abrió las manos en un gesto que abarcó todo el espartano camarote asignado a Phelan—. En el pasado fuiste un mercenario, de modo que supongo que te compraron, pero ¿con qué? ¿Con esta opulencia? ¿Con esa mujer, Ranna? ¿Cuál fue tu precio, Kell Wolf o comoquiera que te llames?
Incluso antes de que Ragnar acabase de hablar, la puerta del camarote se abrió y entró una mujer guerrera de cabellos rojos como el fuego. Como siempre, no dudó en hablar.
—Su precio, príncipe Ragnar, es el mismo que quizá se te pedirá a ti. Si alguien tiene el propósito de impedir tanta destrucción como sea posible, debe decidir cómo conseguirlo. Puede decidir, como hiciste tú, luchar hasta la derrota y luego seguir luchando, pero sin lograr nada.
Ragnar no se sintió cohibido.
—O bien, coronel Natasha Kerensky, puede convertirse en un colaboracionista como Phelan y conducir al enemigo contra su propia gente. ¡Fue Phelan quien entregó Gunzburg a los Clanes!
—Y lo hizo sin que se efectuara un solo disparo. Nadie murió cuando ese planeta cambió de manos, Ragnar —repuso Natasha, cuyos ojos centelleaban de ira—. No sólo salvó muchas vidas al conquistar ese mundo él solo, sino que su prestigio creció como la espuma entre los guerreros de los Clanes. Lo convirtió en un hombre de gran influencia, y esa misma influencia puede utilizarse para paliar esta destrucción.
El joven príncipe palideció ante la vehemencia de Kerensky. Bajó la mirada y se sonrojó. Phelan, dándose cuenta de que su rabia se debía a algo más que a las palabras de Ragnar, se volvió hacia ella y le preguntó:
—Natasha, ¿qué sucede? ¿Algo va mal?
La mujer conocida como la Viuda Negra agachó los hombros en un gesto de desconsuelo. Phelan sintió el deseo inmediato de consolarla, pero se contuvo por temor a herirla en su dignidad.
—Phelan, tengo una noticia que te alegrará y otra que creo que te apenará.
Un millón de horribles pensamientos pasaron por la mente de Phelan, pero los descartó de inmediato. Dada la súbita ruptura de los Clanes con ComStar, sabía que no podía haber llegado ninguna noticia acerca de su familia de la Esfera Interior. Ya había visto informes acerca de las pérdidas de los Jaguares de Humo y los Gatos Nova en la batalla de Luthien. Tanto Natasha como él habían intercambiado sonrisas disimuladas por el éxito de sus antiguas unidades —los Demonios de Kell y los Dragones de Wolf, respectivamente— en la defensa de la capital del Condominio Draconis. Ninguno de los dos había visto informes de bajas de las unidades mercenarias a las que habían pertenecido antes de la llegada de los Clanes, pero confiaban en que sus amigos y familiares hubiesen sobrevivido a la batalla.
Sin poder descifrar qué era lo que perturbaba a Natasha, Phelan la invitó a tomar asiento.
—¿De qué se trata?
Natasha exhaló despacio y respondió:
—Cyrilla Ward ha muerto.
—¿Qué? —exclamó Phelan. Cyrilla era la matriarca de la Casa de Ward, la familia con Nombre de Sangre a la que pertenecía Phelan. La última vez que la había visto había sido en septiembre, justo antes de que los Clanes reanudaran su avance, y parecía estar sana y animada a pesar de tener ya poco más de setenta años. Desde la adopción de Phelan en la casta de ios guerreros, aquella mujer de cabellos canos lo había instruido y alentado a integrarse en la cultura de los Clanes. Para él, la idea de su muerte era inconcebible.
De un bolsillo de su mono negro, Natasha sacó un holodisco envuelto en un sobre de plástico transparente.
—Grabó esto para ti. Acaba de llegar desde Strana Mechty.
Cuando Phelan tomó el disco, notó que a Natasha ie temblaba la mano.
—Natasha, sé que Cyrilla era amiga íntima tuya y que ambas os habíais criado en el mismo sibko. Aunque sólo la conocí durante poco tiempo, Cyrilla era mi vínculo de sangre con los Clanes.
Natasha asintió con gesto solemne.
—Todavía lo es, Phelan.
—No te entiendo.
Natasha se incorporó y se alisó la pechera de su mono.
—En el holodisco encontrarás todas las explicaciones. —Miró a Ragnar y le dijo—: Ven conmigo, principito. Phelan preferirá ver este disco a solas, así que vamos a buscar algo que hacer que moleste a Vlad y a Conal Ward.
Phelan miró el disco.
—¡Espera, Natasha! —exclamó—. ¿Cómo murió?
La Viuda Negra dijo que no con la cabeza.
—Hablaremos cuando hayas visto el holodisco —contestó, dando un hondo suspiro—. Míralo dos o incluso tres veces. Recuerda que ella creía en ti y en la idea de Ulric acerca de los Clanes. Esa idea es lo único que hace que todo esto tenga la más remota semejanza con un acto de cordura.
Phelan aguardó a que la puerta se cerrase detrás de Natasha y Ragnar antes de sacar el disco de su funda e introducirlo en el visor. Cuando se sentó, no estaba seguro de querer verlo. ¡Qué extraño es recibir un holovideo de alguien que ha muerto! Es como recibir una carta de un fantasma...
A partir de una imagen borrosa, en la pantalla apareció el rostro sonriente de una mujer de cabellos blancos. Miraba directamente a Phelan y, por una fracción de segando, Phelan creyó que Natasha se había equivocado. Cyrilla tenía que estar viva, pues ninguna persona con tanta vitalidad podía sucumbir a la muerte. Phelan le devolvió la sonrisa de forma inconsciente; sin embargo, el dolor por su pérdida había asomado ya a su corazón.
—No deseo ser melodramática, Phelan, pero me temo que debo serlo. Si estás viendo esto, es que Natasha te ha dado ya la noticia de mi muerte. Por favor, no llores por mí, porque no he sufrido ni he tenido una agonía larga. Mi muerte llegó sin conflicto y me marché de este mundo con un único pesar. Por desgracia, este pesar se refiere a ti.
El rostro de Cyrilla adoptó una expresión que Phelan conocía bien tras sus innumerables lecciones sobre los ritos y costumbres de los Clanes.
—Ya sabes que el nombre Ward es uno de aquellos a los que se ha concedido el honor de ser Nombre de Sangre, porque Jal Ward luchó al lado de Nicholas Kerensky durante la guerra de reunificación. También sabes que, de todos los miembros del linaje Ward, sólo veinticinco guerreros pueden reclamar el derecho de ser llamados Ward en un momento determinado de sus vidas. Sólo tras derrotar a los demás candidatos, puede un guerrero ganar ese derecho; y con esa victoria se le concede también un asiento en el Consejo del Clan y la capacidad de ser elegido como Khan del Clan.
»Tenía grandes esperanzas de verte ganar tu Nombre de Sangre, Phelan —prosiguió—. Tus servicios al ilKhan, tu conquista de Gunzburg y tu captura del heredero al trono de Rasalhague te distinguen como un guerrero más que digno de recibir el honor de un Nombre de Sangre. Tus acciones te han garantizado un lugar junto con los veinticuatro candidatos elegidos por los miembros de la Casa de Ward. Otros siete serán seleccionados por un comité supervisado por el Señor de la Sabiduría. En este caso se trata de Conal Ward, que no es amigo tuyo. Aun así, no tendrás que combatir en el concurso preliminar para ganar el trigésimo segundo lugar, de modo que tus posibilidades en el juicio del Derecho de Sangre son buenas.
»Por lo menos —siguió Cyrilla, con el rostro contraído por la consternación—, eso era lo que yo creía respecto a tus posibilidades en la próxima competición. Ahora he averiguado que ciertos elementos de los Cruzados se oponen fontalmente a que ganes alguna vez un Nombre de Sangre. Como sugirió Vlad cuando intentó matarte en tu prueba de Strana Mechty, Conal Ward y otros se sentirían claramente satisfechos si murieses. Aunque el asesinato no es una práctica común entre nosotros, es muy posible que, a medida que crezca tu fama, puedas ser abandonado a tu suerte en un campo de batalla y mueras sin recibir ninguna ayuda.
»No tengo dudas de tu capacidad para defenderte en combate y me siento orgullosa de todo lo que has conseguido. Sé que puedes lograr mucho más y que lo harás; pero, a fin de que tus conocimientos sirvan para conducir a los Clanes, debes ser capaz de expresarte en el Consejo del Clan. Eso significa que debes luchar para ganar un Nombre de Sangre, y los acontecimientos indican que eso ocurrirá muy pronto.
Cyrilla suspiró, meneó la cabeza y añadió:
—Hasta añora, esta invasión no ha causado la muerte a nadie con un nombre Ward por el que se deba luchar. Esto habla bien de los guerreros de la Casa de Ward, pero sólo me deja una opción: el nombre por el que lucharás será el mío.
Phelan sintió un nudo en la garganta y su estómago pareció hundirse en un pozo sin fondo.
—¡No! —gritó—. ¡No puedes haber hecho eso! ¡No por mí!
—Habría preferido morir combatiendo contra los Jaguares de Humo, como Natasha y yo habíamos jurado nacer hace muchos años —prosiguió Cyrilla con expresión sombría—. Me habría conformado incluso con perseguir bandidos, pero todas las fuerzas disponibles del Clan de los Lobos están dedicadas a la invasión y nadie daría un 'Mech a una anciana. Pero no te preocupes, pues he visto en el pasado a muchos hacer lo que yo debo hacer ahora, de modo que sabré cómo llevarlo a término de forma correcta e impecable.
»En mi testamento —continuó Cyrilla, esforzándose de nuevo por sonreír— he dedarado que tú eres el heredero de mi Nombre de Sangre. Esta declaración tiene efecto de ley entre nosotros, y ni siquiera Conal se atrevería a escamotearte tu herencia. También he arreglado que, si Vlad y tú debéis enfrentaros en la competición, sólo será en la batalla final. Esto te dará tiempo para estudiar sus métodos. Si hay justicia en el universo, tal vez algún guerrero de la Esfera Interior te libre de él aun antes de tener que combatir.
»Phelan, ninguno de mis hijos genéticos ha sobresalido, y eso me hizo sentir como una rama sin frutos de la Casa de Ward, hasta que tú apareciste. Eres mi hijo, el hijo del futuro. Con Ulric y Natasha, serás uno de los que conduzcan a los Clanes a un nuevo futuro, donde podremos reconocer nuestro pleno potencial, como guerreros y como seres humanos.
Cyrilla lo miró con expresión satisfecha y conduyó:
—No me llores, Phelan Wolf. Más bien, haz que me sienta orgullosa de ti.
La imagen de la pantalla se disolvió en fragmentos blancos y grises, que acabaron fundiéndose en negro. Phelan, en cambio, siguió mirándola, esperando y rogando para que apareciese algo más, algo que le indicara que lo que había visto era una falsedad. Sabía que, en la casta de los guerreros, una persona era considerada demasiado vieja a la edad de treinta y cinco años. Desde aquel momento, su función consistía en educar y entrenar a nuevas generaciones de guerreros. Muchos decidían quitarse la vida cuando ya no se consideraban útiles.
Pero no Cyrilla. Implicada en la política de la Casa de Ward, se había convertido en su líder y había manejado el poder con habilidad dentro del Consejo del Clan. Ella aprobaba o negociaba intercambios de ADN con otros Clanes, intentando fortalecer el linaje de la Casa de Ward. Su vida tenía sentido y utilidad más allá de lo que le cabía esperar normalmente a un miembro de la casta de guerreros. Para ella, morir, suicidarse...
La mente de Phelan se rebeló contra la frustrante estupidez de los hechos. Natasha, Jaime Wolf e incluso su propio padre, Morgan Kell, habían demostrado hacía tiempo que los MechWarriors no estaban acabados después de la treintena. Y conocía a millares de guerreros de la Esfera Interior que no consideraban veterano a un MechWarrior hasta que había pasado diez años en una carlinga, lo que situaba al guerrero bastante más allá de su mejor época según el criterio de los Clanes.
Aunque Phelan sabía que el sistema de los Clanes era una locura, su devastador éxito en la invasión de la Esfera Interior también los calificaba como los mejores guerreros. Él habría preferido achacar su habilidad a la ventaja de una tecnología superior, pero también sabía que su entrenamiento era mucho más riguroso y exigente que el de los guerreros de la Esfera Interior. No obstante, su éxito al ser admitido entre los guerreros del Clan de los Lobos indicaba que el método de los Clanes no era el único válido.
La puerta del camarote se abrió de nuevo; esta vez entró una mujer alta y esbelta, vestida con un mono gris.
—Phelan, acabo de enterarme. Vlad estaba en el gimnasio acicalándose. Tuve que marcharme. Te acompaño en el sentimiento.
La mujer hizo ademán de acercarse a él; entonces bajó los brazos en un gesto de impotencia.
Phelan logró reunir fuerzas para mostrarle una sonrisa, a pesar de su repentina y apremiante necesidad de arrojar el mando a distancia contra la pantalla.
—Gracias, Ranna —dijo. Extendió la mano hacia ella, que fue a sentarse sobre el brazo de la silla.
Ranna apartó un mechón de sus blancos cabellos de su frente y se lo puso detrás de la oreja en un gesto nervioso.
—Lo que ha hecho Cyrilla es por tu bien y por el de los Clanes —dijo—. Debes entenderlo.
Phelan miró de nuevo la pantalla apagada y asintió despacio con la cabeza.
—Tal vez sea así. Quizá Cyrilla creía que su sacrificio era la única manera de que yo pudiese demostrar a los Clanes que su sistema no es la cumbre de la evolución humana. Dios sabe que es una lección que Vlad y Conal Ward podrían aprender.
Apuntó con el mando a distancia al visor y empezó a reproducir otra vez la grabación.
Ranna le dio un beso fugaz en la cabeza y dijo:
—Si el resultado es menor, amor mío, su sacrificio habrá sido en vano.
Mientras el rostro sonriente de Cyrilla volvía a aparecer, Phelan hizo cuanto pudo por reprimir su dolor. Se arrellanó para escuchar las palabras de Cyrilla una vez más, al tiempo que acariciaba la espalda a Ranna.
—De acuerdo, Cyrilla —dijo, expresando sus pensamientos en voz alta—. Si lo que me has legado es la oportunidad de mostrar a los Clanes que existe más de una manera de vivir, haré lo posible por que sea así. Nunca más necesitarán los Clanes que alguien haga lo que has hecho tú.
Capítulo 3
Complejo del Primer Circuito de ComStar
Isla de Hilton Head
América del Norte, Tierra
18 de enero de 3052
Irguiéndose al máximo, el Capiscol Marcial Anastasius Focht miró con irritación a los miembros del Primer Circuito de ComStar y exclamó:
—¿Cómo osáis sugerir que esta asombrosa noticia se debe a mi incompetencia? —Desde el centro de la sala del Primer Circuito, se volvió despacio y con su único ojo clavó la mirada en todos los capiscoles—. Sois vosotros quienes, por vuestra arrogancia, habéis promovido la política de ComStar de colaborar en esta invasión de la Esfera Interior.
—¡Yo nunca estuve de acuerdo con esta política! —intervino Gardner Riis, el capiscol de Rasalhague, golpeando su atril de cristal con el puño.
—¡Ni yo tampoco! —gritó Ulthar Everston, el corpulento capiscol de Tharkad—. Me he opuesto a esta invasión desde su inicio y he lamentado todos los actos de traición cometidos contra la Esfera Interior que me he visto obligado a aceptar.
—¡Bah! Vuestras vacías palabras carecen de sentido —replicó el Capiscol Marcial, conteniendo su ira. La clave está en el control
Como correspondía a su cargo, adoptó una rígida pose militar con su delgado cuerpo.
—Ahora, la situación es dolorosamente clara. Los Clanes han afirmado su intención de arrebatarnos la Tierra. Dicen que, dado que este planeta era la sede de la antigua Esfera Interior, la invasión estaba programada con el único propósito de reconquistarlo.
Huthrin Vandel, capiscol de Nueva Avalon, se peinó los cabellos hacia atrás con los dedos con un gesto tan violento que Focht pensó que iba a arrancárselos.
—Me parece igual de claro que debemos cortar todas nuestras relaciones con los Clanes. Debemos dejar de administrar los planetas capturados. El personal que tenemos en esos mundos debería pasar a la clandestinidad y enviar informes completos de espionaje, que nosotros pasaríamos al Condominio Draconis y a la Mancomunidad Federada, para que puedan expulsar a estos invasores de la Esfera Interior.
—¿Pasar a la clandestinidad? Por favor, dime. ¿cómo van a esconder los generadores de hiperpulsación? —inquirió en tono despectivo la Primus de ComStar, ataviada con su túnica dorada y manteniendo una apariencia serena e impasible—. No vamos a hacer nada de eso. Seguiremos administrando los planetas ocupados por los Clanes. Como muestra de buena fe, también continuaremos censurando información procedente de esos planetas. Vamos a reaccionar a esa actitud de los Clanes como si no nos importara que conquistasen la Tierra.
»De hecho —añadió Myndo Waterly con una fría sonrisa—, vamos a entrar en negociaciones con los Clanes para devolverles el control de la Tierra.
Focht se dio la vuelta con brusquedad, mientras Ulthar Everston comenzaba a hablar de forma casi incoherente.
—Una locura... ¡Es una total y absoluta locura! ¿Van a arrebatarnos nuestro planeta y dices que vas a ayudarlos a que lo hagan? —El capiscol de Tharkad miró a Focht y le dijo—: Capiscol Marcial, debes oponerte a este plan.
—Capiscol de Tharkad, no me corresponde protestar ninguna decisión que tome la Primus —replicó Focht, llevándose las manos a la espalda—. Sólo soy su consejero. Discutimos esta política durante el viaje desde Satalice a la Tierra. El constante cambio de naves y los numerosos saltos que dimos hicieron que las discusiones fuesen muy poco fluidas, pero creo que el acuerdo a que llegamos será la manera de poder detener a los Clanes.
—¡Pero la Primus acaba de decir que negociará la entrega de la Tierra a los Clanes! —repuso Everston, que parecía claramente confundido.
—La oferta de negociación nos dará tiempo para reagrupar nuestras tropas en una fuerza que dirigirá la expulsión de los Clanes de la Esfera Interior —contestó la Primus con una sonrisa de triunfo—. Nuestra clave ha sido siempre el papel de ComStar como salvadores de la humanidad. Hemos actuado como un escudo entre el populacho y los excesos de los Clanes en los mundos ocupados, y seguiremos haciéndolo en el futuro. Ya hay mucha gente que cree que nuestra intervención es la única causa de que los Clanes no hayan cometido más atrocidades como la destrucción de Edo en Turtle Bay. Con una cuidadosa manipulación de la percepción de los hechos, podemos hacer que nuestra oposición militar a los clanes parezca deberse a los excesos de los Clanes.
—Pero ésa es la verdad, ¿no? —intervino Vandel, mirando al Capiscol Marcial—. Este plan supone que podemos detener a los Clanes. Pero ¿es así en realidad?
Focht guardó silencio durante unos momentos para dar al capiscol de Nueva Avalon la impresión de que era debidamente cauteloso en su respuesta.
—La batalla de Luthien ha demostrado que los Clanes no son invencibles. A lo largo del frente, los Clanes han tenido que adaptar su táctica para asemejarse más a las fuerzas de la Esfera Interior. Con este cambio y la superioridad de su armamento, siguen siendo una fuerza formidable. Sin embargo, las tropas que tenemos movilizadas no son reclutas, y nuestros equipos se cuentan entre los mejores de la Esfera Interior.
—No has contestado a la pregunta, Capiscol Marcial —dijo Sharilar Morí, capiscolesa del Condominio Draconis, una pequeña mujer con pronunciados rasgos orientales.
—Cierto, capiscolesa de Dieron. Si hay algo que mi larga y un tanto irregular vida profesional me ha enseñado, es que es una locura realizar predicciones absolutas de victoria. Esto es aún mas cierto si estudiamos una batalla contra los Clanes. La clave para combatirlos es elegir el terreno y negociar el propósito de la batalla. Una vez que los Clanes han decidido el número de tropas que utilizarán en el combate y qué es lo que pretenden conseguir, resulta posible vencerlos.
—Es evidente que los Clanes quieren poseer la Tierra —dijo Riis, frunciendo el entrecejo—. Si no puedes derrotarlos, la conquistarán. Si los vences una vez, enviarán más tropas para un segundo enfrentamiento. Es inevitable.
—Permíteme que disienta, capiscol de Rasalhague —contestó Focht, ajustándose el negro parche que le cubría el ojo derecho—. Wolcott, un planeta del Condominio Draconis, está situado bastante detrás de las líneas de los Clanes. Cuando la fuerza invasora empezó sus negociaciones con los defensores, su jefe aceptó que el planeta no volvería a ser atacado si las tropas del Condominio lo derrotaban. Y, en efecto, los kuritanos vencieron a los invasores y Wolcott no ha sido atacado de nuevo, aunque las tropas del Condominio han estado empleando el planeta para organizar ataques contra otros mundos.
—¿Qué dices de Luthien? —inquirió Sharilar Morí, apoyándose en su atril—. ¿Volverá a ser atacado por los Clanes?
Focht se encogió de hombros.
—Nadie sabe con seguridad lo que harán, capiscolesa de Dieron. Como Luthien se encuentra en el borde del cono de la invasión, y dado que los Lobos se han acercado a la Tierra mucho más que los Jaguares de Humo y los Gatos Nova, no creo que Luthien sufra otro asalta Los Jaguares y los Gatos son rivales feroces de los Lobos, y no se colocarán en la posición de perder la carrera si pueden evitarlo.
Sharilar asintió, pero dirigió su siguiente pregunta a la Primus.
—Os he oído hablar de las rivalidades entre los Clanes. Supongo que tu plan de negociación incluye la constitución de varios equipos para enfrentar a unos clanes contra otros.
—Ése era mi plan inicial, capiscolesa de Dieron —respondió Myndo, introdudendo las manos en las voluminosas mangas de su túnica—, pero el Capiscol Marcial se opone a él.
Focht percibió un tono estridente en la voz de la Primus. Recordaba muy bien los ataques que había soportado cuando se opuso a su plan de enfrentar a los Clanes entre sí en un juego político. En última instancia, la Primus había aceptado su punto de vista, mas no estaba convencida, y él temía cómo iba a presentar los argumentos ante el Primer Circuito.
—El Capiscol Marcial —comenzó la Primus, dedicándole una sonrisa de Judas—, desde el bastión de la fobia que los militares sienten hacia la política, indicó correctamente que la fuerza invasora está compuesta por líderes militares de la casta de guerreros de los Clanes. Aunque admitió que el ilKhan, Ulric Kerensky de los Lobos, es un hábil político, Anastasius subrayó que cualquier intromisión política por nuestra parte sería considerada como un acto hostil. Si queremos mantener en sus puestos a nuestros hombres en los planetas ocupados, sólo podemos negociar con el ilKhan. Sin embargo, el Capiscol Marcial aceptó que hagamos saber a los otros jefes de los Clanes el curso de nuestras negociaciones con el ilKhan, porque es evidente que él es quien va a ganar la carrera.
Myndo sacó las manos de sus escondites y las juntó en actitud de plegaria.
—Aunque creo que su análisis de los Clanes es totalmente correcto, deseo que su paranoia acerca de la política no le impida ver el obvio motivo del Khan Ulric en esta invasión. Si lo hubiese previsto, ahora estaríamos mejor preparados para defender la Tierra.
¡Maldita seas, bruja! Sé lo suficiente de política para saber que acabas de arrojarme a las fieras, tanto aquí como entre los Clanes, pensó Focht. Irguió la cabeza y escrutó despacio a los miembros del Primer Circuito.
—Permitidme disentir de la descripción que la Primus ha realizado del ilKhan: Ulric nunca ha sido transparente. No concibo la manera de que pudiese adivinar su objetivo en la invasión.
Sharilar Morí frunció las cejas con expresión confundida y dijo:
—No obstante, recuerdo que en tus informes indicaste que conseguiste la ayuda de Phelan Kell para penetrar en los aposentos del Khan, y tratar de averiguar los motivos ocultos de la invasión.
—Cierto, pero la muerte del anterior ilKhan en la batalla de Radstadt impidió llevar a término aquel plan. No puedes culparme por ese cambio de los acontecimientos.
—No, Capiscol Marcial, no te culpo por ello —contestó la capiscolesa de Dieron—. Aun así, subrayo que parecías confiar firmemente en Kell, un recién llegado a los Clanes, para obtener buena parte de tu información. ¿No pudiste encontrar una fuente mejor?
—Estás equivocada en esto, capiscolesa —dijo Focht, cruzando los brazos sobre el pecho—. Desde el momento en que fue capturado, Phelan Kell fue considerado como parte del Clan de los Lobos. Como sirviente que colaboraba de forma estrecha con el Khan Ulric, tenía acceso a una enorme cantidad de información, además de libertad casi completa de movimientos en la nave insignia de la invasión. Era mi única vía de acceder a la mente del Khan y, sin embargo, ahora creo que Ulric nos manipulaba a ambos.
Vandel juntó las manos sobre su nuca y preguntó:
—¿No pudiste convertir antes a Kell en fuente de información, Capiscol Marcial?
—No tenía los instrumentos necesarios, capiscol de Nueva Avalon. Como el capiscol de Tharkad puede explicarte consultando el archivo de Kell y la historia de su expulsión del Nagelrine, ese joven posee un sentido de la lealtad particularmente fuerte, además de una voluntad férrea. Ulric se ganó pronto el respeto del joven, por lo que resultó muy difícil conseguir más concesiones de Phelan.
Focht se volvió hacia la Primus y continuó:
—Había pensando que bastaría con ofrecer a Phelan comunicación con sus padres para atraerlo a nuestro bando, pero la Primus prohibió la transmisión de esa clase de mensajes. Esto no me dejó ninguna alternativa hasta que pude establecer una relación amistosa con Phelan. No obstante, cuando lo conseguí, ya era demasiado tarde.
Como cabía esperar, la Primus se mostró molesta por este comentario.
—¿Qué se ha hecho de esa relación amistosa, Capiscol Marcial? —replicó, airada—. ¿No nos podría haber contado lo que necesitábamos saber, antes de que yo lo averiguara de los propios labios del ilKhan en Satalice?
—Creo que no, Primus —contestó Focht, inspirando hondo y soltando un fuerte suspiro a continuación—. Phelan Kell fue adoptado en la casta de los guerreros, lo que lo unió de forma aún más estrecha a Ulric y a los Lobos. Además, Natasha Kerensky fue asignada como uno de sus tutores, y es sabido que el amor de Natasha por nuestra Bendita Orden es menor que un muón. Por último, recuerdo la expresión de Phel tan cuando el ilKhan te dijo el objetivo de la invasión: estaba tan sorprendido como tú o como yo.
—Quizá —susurró Myndo, en un tono lleno de escepticismo—. Espero que tu análisis del ilKhan Ulric sea más preciso ahora que ha desvelado sus verdaderos propósitos.
Lo es, en efecto, Primus, pensó Focht, asintiendo con la cabeza.
—He observado y estudiado cómo piensa y trabaja Ulric —respondió—. Tengo gigabytes de datos sobre todos los ataques de los Clanes, sus líderes, sus tácticas y sus pérdidas. Todo ese material se está analizando en Sandhurst. Estoy seguro de que me proporcionará la clave para derrotar a Ulric y, con él, a los Clanes.
—Así pues —intervino Everston, entornando los ojos—, mientras estudias la manera de vencer, ¿qué es lo que se supone que debemos hacer los demás? ¿Debemos quedarnos de brazos cruzados mientras arden los Estados Sucesores? ¿O tenemos un papel más constructivo en este grandioso drama?
La Primus se agitó al oír aquella pregunta, pero contestó con voz baja y serena.
—Tu trabajo, capiscol de Tharkad, consiste en comunicarte poco a poco con los líderes de la Esfera Interior. Deben saber que ComStar está cada vez más alarmada por la naturaleza de esta invasión. Tras la pérdida del jefe de su servicio de inteligencia a manos del asesino enviado por Romano Liao, la Mancomunidad Federada necesariamente tendrá que buscar nuestra ayuda para reunir información. Ofrécesela.
»Diles que hemos intentado permanecer neutrales por el bien de las poblaciones de los planetas capturados, pero que los Clanes nos están poniendo en una situación en la que debemos actuar. Con el apoyo de los Estados Sucesores, ComStar los conducirá a la victoria sobre los Clanes.
El Capiscol Marcial sintió un ligero temor al ver el brillo de los ojos de Myndo Waterly. Sabía que era su obsesión de reformar a la humanidad de acuerdo con el gran plan indicado en las enseñanzas de Jerome Blake lo que había puesto a ComStar en esta delicada situación. Myndo creía que ComStar era inmune a algo tan ignominioso como una derrota. Peor aún: esperaba que la Mancomunidad Federada dejara de lado décadas de guerra encubierta entre ComStar y su servicio de inteligencia, a fin de unir fuerzas para liberar a la humanidad... en nombre de ComStar.
Se engaña a si misma; y, al hacerlo, pone en peligro a la propia organización que quiere glorificar. Tragó saliva y dijo:
—Primus, recuerda esto: la solución a los Clanes debe ser militar, no política. Utiliza la política para darme las tropas y el tiempo que necesito, y destruiré la amenaza contra ComStar y la Palabra de Blake.
—Por supuesto, Capiscol Marcial —dijo Myndo, sonriendo con la sinceridad de una serpiente—. Te dejaré el problema de los Clanes para ti solo.
Capítulo 4
Teniente, Prefectura de Kagoshima
Distrito Militar de Pesht, Condominio Draconis
18 de enero de 3052
Shin Yodama sujetó a Hohiro Kurita para evitar que se abalanzase sobre el tai-sa Alfred Tojiro para estrangularlo.
—Lie, Hohiro-sama. Somos observadores.
Hohiro se revolvió, y su mirada reveló su sorpresa por la acción de Shin.
—¿Cómo puede decir eso? Aunque seamos observadores, lo que estamos contemplando es un desastre. —Hohiro señaló la lectura holográfica de datos que flotaba sobre la mesa—. Tojiro acaba de ordenar que el Tercer Batallón del Tercero de Regulares de Pesht cargue contra una posición sólida de los Clanes. ¡Este hombre está combatiendo al viejo estilo!
—Lo sé, Hohiro —respondió Shin, desanimado—, pero la razón de que se nos haya obligado a venir aquí es que Tojiro es un antiguo favorito de su abuelo. —Señaló con la cabeza al más alto de los jefes presentes en la sala y añadió—: Lo mismo puede decirse del tai-sa Kim Kwi-Nam, el comandante en jefe del Undécimo de Regulares de Pesht. No tenemos ninguna autoridad para deponer a estos locos.
—Ésta es la única autoridad que necesito —dijo Hohiro, llevando la mano a la empuñadura de su pistola.
Shin paseó su mirada por los guardias armados que estaban apostados alrededor del bunker y dijo:
—Nos matarían en un instante y dirían que hemos caído víctimas de los Clanes. Tojiro exigió que viniesen observadores para poder demostrar que el viejo estilo bastaba para destruir a los Clanes.
—¡Pero no es así! —gruñó Hohiro, apretando los dientes con frustración—. ¡Están diezmando a sus hombres! El líder de los Clanes ha infravalorado su envite de forma exagerada en su intento de conquistar este planeta, pero Tojiro le está regalando la victoria. —Un fogonazo y una bola de fuego rodearon un 'Mech agonizante en la pantalla de datos, y el color desapareció del rostro de Hohiro—. No puedo permanecer impasible mientras mueren nuestros hombres.
—Lo sé —dijo Shin, con un suspiro—. Tenga mucho cuidado.
—Así lo haré —contestó Hohiro, con una sonrisa de agradecimiento.
El hijo del Señor de la Guerra del Condominio Draconis pasó entre los comtechs y se colocó frente al hombrecillo que se hallaba al frente de las fuerzas defensoras de Teniente. Shin se situó detrás de Hohiro, aunque lo bastante apartado para poder vigilar a todos los guardias de la sala. Con la facilidad que da la experiencia, cambió de lado su arma de ataque personal, dejando que su rifle láser con cañón de pistola colgara de la funda en el costado derecho. El yakuza evaluó con rapidez el grado de amenaza que representaban los guardias y determinó que, si era necesario, sería él quien disparase primero.
—Tai-sa Tojiro, perdone mi presunción —empezó Hohiro, hablando despacio—, pero usted está ordenando la destrucción del Tercer Batallón.
Tojiro levantó la cabeza como si ésta hubiese sido impulsada por un resorte. Shin se dio cuenta de inmediato de que Tojiro no se iba a andar con contemplaciones ni iba a seguir las normas de cortesía de su cultura.
—¿Ah, sí? Creo recordar que la fuerza que estaba bajo su mando fue destruida en Turtle Bay, Hohiro Kurita. En cambio, yo jamás he perdido mi ejército. ¿Cómo puede tener la osadía de darme lecciones?
Shin vio la manera como Hohiro se encogía de hombros, y supo que estaba a punto de explotar.
—Yo he aprendido de mi error, Tojiro. Supongo que ha leído todos los informes. Si ordena avanzar al Tercer Batallón, es que usted es idiota.
El delgado comandante en jefe del Undécimo de Regulares de Pesht juntó las yemas de los dedos y dijo:
—¿Debo suponer que su alteza también es crítico respecto al despliegue de mis tropas?
Hohiro se crispó al oír el tono paternalista que utilizaba con él.
—Tojiro es un idiota, como revela su estrategia. Respecto a usted, su estupidez define unos nuevos límites para la negligencia y la incompetencia. Si ambos mantienen esta forma de dirigir la batalla, ¡tendré que relevarlos de sus responsabilidades!
—¿Con qué autoridad? Aquí soy yo quien tiene el mando —dijo Tojiro, poniendo los brazos en jarras—. No me interesa el rango que presuma tener su padre. Mi autoridad me fue otorgada por su abuelo. Conservaré el mando hasta que él me releve de éste.
—¡Escúcheme, chimperck! —exclamó Hohiro, descargando el puño sobre la mesa—. Esta operación contradice todo lo que hemos aprendido sobre los Clanes. Les ha dejado elegir los campos de batalla, no ha empleado la fuerza aérea contra sus 'Mechs y ha promovido el combate singular frente a un enemigo que tiene todas las ventajas en ese aspecto. Lo único que ha hecho bien ha sido dispersar sus depósitos de suministros para que las tropas puedan reabastecerse sobre la marcha, pero no las ha situado en una posición en la que puedan utilizar esos suministros o esa estrategia.
—Esperaba esas palabras de alguien que tiene como ayudante a un yakuza —gruñó Kwi-Nam, irritado—. Los verdaderos guerreros no huyen ni se esconden como los bandidos. ¡Nos enfrentamos al enemigo en el campo del honor y lo matamos, o morimos en el intento! No hay vida sin honor. ¡No ordenaré a mis tropas que se deshonren!
—¡Entonces está loco!
Al oír estas palabras, uno de los guardias empezó a acercarse, pero Hohiro lo detuvo con una mirada. Luego se volvió de nuevo a Tojiro y, mirándolo fijamente, dijo:
—Usted debería salir ahí afuera en un 'Mech para estar con sus tropas.
Tojiro palideció.
—Puedo dirigir mejor la batalla desde aquí, lejos de la confusión de la batalla.
—¡No, imbécil, no para combatir! —rugió Hohiro con frustración, haciéndose oír en todo el centro de comunicaciones—. ¿No ha leído ningún informe sobre los Clanes? —Abrió los brazos abarcando todo el búnker cilindrico—. Quedar aquí atrapados es un suicidio. Con un solo golpe, destruirán el cerebro de esta operación. Aunque, en este caso, tal vez eso nos sería de gran ayuda.
—¡Imposible! No hay ningún 'Mech de los Clanes en un radio de cincuenta kilómetros de aquí.
—'Mechs, no; pero Elementales, sí.
Como si los hubiera invocado Hohiro con sus palabras, unos golpes resonaron en el techo del refugio. En una reacción refleja, Shin sujetó a Hohiro por el brazo derecho y lo empujó hacia la pared. Hohiro salió despedido por encima de una mesa, que volcó y cayó sobre él. Un momento después, Shin se volvió y saltó para ponerse también a cubierto, mas no lo consiguió.
Una carga explosiva puesta en la puerta del búnker explotó, arrancándola de sus goznes y arrojándola por los aires como una hoja de árbol. Pasó por encima de Tojiro, no dio por poco a Kwi-Nam y finalmente partió en dos a un comtech. Se clavó en un panel de comunicación como un hacha gigantesca y lo destruyó entre una lluvia de chispas.
La fuerza de la explosión empujó a Shin más lejos y más deprisa de lo que pretendía. Fue a chocar contra una mesa y sintió un intenso dolor, al tiempo que oía cómo se quebraban sus costillas en el costado izquierdo. Se desplomó en el suelo, lo que le produjo una nueva oleada de dolor por todo el cuerpo. Se aferró a ese sufrimiento para evitar la negror que asomaba a sus ojos. ¡No debo perder el conocimiento!
El primer Elemental de los Clanes se giró para pasar por la puerta. Era una figura humanoide de más de dos metros de altura, ataviada con una voluminosa armadura negra con una llama azulada en el centro del pecho, que la identificaba como integrante del Clan de los Gatos Nova. El Elemental levantó el brazo izquierdo, que acababa en una garra mecánica de tres dedos, y regó de balas la sala con la ametralladora que llevaba enganchada a la parte inferior del antebrazo. Las balas abrieron rojos orificios en los cuerpos de los techs, que cayeron al suelo del refugio en medio de gritos y convulsiones.
Shin levantó su arma y apoyó el cañón sobre la rodilla derecha. Apuntó más con el hábito que con puntería y oprimió el gatillo del láser. Los rayos de color rubí trazaron una línea de ruego en la parte frontal de la armadura del Elemental e incidieron en su visor en forma de V. El Elemental fue impulsado hacia atrás, chocó con el dintel de la puerta con ambos hombros y cayó hacia adelante mientras salía humo de su máscara facial.
Otro Elemental apareció en el umbral y Shin apretó el gatillo del rifle. Apenas notó el dolor cuando el mecanismo automático de recarga trazó unas líneas paralelas en su rodilla. El cartucho impactó en el Elemental justo debajo del pectoral derecho y lo hizo tambalearse. Aquella munición, especialmente diseñada, consistía en una bala de plomo más larga de lo normal con una carga de magnum. Nadie esperaba que esta munición pudiera matara un Elemental, sólo herirlo.
Uno de los guardias se adelantó y clavó la boca de su rifle de asalto en la brecha que la bala disparada por Shin había abierto en la armadura. Cuando el guardia vaciaba el cargador del arma, el Elemental le sujetó el pecho con su garra y lo partió en dos con una ráfaga de ametralladora. Una ola de sangre bañó la mesa de reuniones en medio de una brusca llamarada verdosa. El Elemental soltó el torso del soldado y quedó sentado en el suelo, bloqueando en parte la entrada.
Un tercer Elemental se hallaba al otro lado del umbral; no podía entrar a causa del tamaño de su enorme afuste lanzamisiles que llevaba a la espalda de su armadura. Levantó el brazo derecho y bañó la sala con su rifle láser antiMechs. Todas las personas y las cosas que tocó el rayo comenzaron a arder.
Shin cayó sobre su costado derecho, y lo pagó con un terrible dolor en el lado izquierdo del pecho. Lanzó hada adelante el rifle de asalto y oprimió dos veces el gatillo de la escopeta antes de que el retroceso le arrebatara el arma de la mano. Uno de los disparos acertó en la rodilla derecha del Elemental y lo derribó, pero también hizo que la tobera del lanzamisiles quedase apuntando hacia el umbral de entrada.
¡Si dispara un misil hacia aquí, moriremos todos!
Hohiro salió de detrás del escritorio empuñando su pistola. En cada disparo que hizo, salió del arma una llama de más de treinta centímetros de largo. Hohiro mantuvo el gatillo apretado y en dos segundos disparó los diez cartuchos del cargador. Aunque Shin sabía que la pistola de Hohiro estaba cargada con munición similar a la de su rifle, los cartuchos de una pistola ligera tenían efectos menores que los suyos.
Entonces pareció estallar una estrella nova en la entrada.
Al ver que asomaba una bola de fuego en la tobera lanzamisiles, Shin pensó que debía de ser un MCA que iba a destruir todo el búnker. Salió fuego de detrás del afuste, como había visto en otras ocasiones, pero las llamas también lamían los costados y la parte delantera del equipo. En un segundo, la esquina superior del afuste se evaporó con un fogonazo blanco y dorado, y una serie de estruendosas detonaciones hicieron pedazos al Elemental.
La explosión arrojó los cuerpos de los Elementales muertos al interior de la sala y lanzó escombros en todas las direcciones. Un Elemental chocó contra unos pandes de transmisión de datos y los hizo saltar por los aires como bolos, mientras que el otro dio una voltereta como un zombi acróbata y fue a chocar contra la pared que estaba junto al refugio de Hohiro.
Shin intentó apartarse del camino de los fragmentos de paneles de datos, pero sentía como si se le hundiese el pecho mientras intentaba arrastrarse por el susto. Un armario cayó sobre sus piernas y lo sujetó lo suficiente para impedirle esquivar otro que se desplomó sobre sus costillas. El lacerante dolor hizo gritar a Shin, que dejó de luchar con la oscuridad y perdió el conocimiento.
Una palpitación que Shin no pudo identificar lo saludó en su retorno a la conciencia. Al abrir los ojos, se vio atado a una camilla que iba a ser alzada por los aires hasta un helicóptero. Por confuso que esto fuese para él, aún le pareció más absurdo ver a Hohiro de pie junto a la camilla.
—Sho-sa, ¿qué ha ocurrido? ¿Dónde estoy?
—He ordenado su evacuación a la Nave de Descenso —respondió Hohiro, sonriendo—. Regresa a Luthien.
—¿No viene usted?
—No —dijo el hijo del Señor de la Guerra—. He relevado de su mando a Tojiro y Kwi-Nam. He dispersado nuestras tropas por el terreno. Vamos a hacer la clase de guerra que debimos hacer todo el tiempo. Quiero resistir al máximo y hacer que los Clanes se ganen su paga.
Shin intentó incorporarse, mas una tensión en el pecho se lo impidió.
—Sho-sa, no me envíe lejos de aquí —imploró—. Estas costillas rotas no tienen importancia. Déjeme seguir a su lado para ayudarlo.
Hohiro le sonrió agradecido.
—Tiene que irse. Necesito que se marche como mi enviado personal. —Levantó el extremo de la camilla y ayudó a colocarla en el piso del helicóptero. Allí estaban Tojiro y Kwi-Nam, encadenados a un banco y con expresión agria. Ambos estaban bañados en sangre, pero Shin intuyó que no era la suya propia.
Hohiro se puso en cuclillas y gritó junto a la oreja de Shin para que lo oyera a pesar del ruido del rotor:
—Estos dos hombres están arrestados y están a su cargo. Los capitanes de la Nave de Descenso y de la Nave de Salto son de los nuestros. Estos dos no podrán controlarlos. Los habría matado aquí mismo, pero han exigido su derecho de ver a mi abuelo.
—Le causarán problemas, sho-sa.
—Lo intentarán, Shin. Usted debe procurar que no lo consigan. —Hohiro apoyó la diestra sobre el hombro de Shin y añadió—: Necesitará un mes para regresar a Luthien. Diga a mi padre que necesito otro regimiento y medio para conquistar este planeta o evacuarlo de forma ordenada. Puedo aguantar el tiempo necesario para que realice el viaje de ida y vuelta, pero no se demore. Más allá de cuatro meses, empezaré a estar en una situación muy mala. Como dije antes, nos mantendremos en tierra y nos limitaremos a acosar a los Clanes hasta que aparezcan los refuerzos.
—Haré lo que me pide, sho-sa —dijo Shin, esforzándose por sonreír—. Y regresaré con refuerzos lo antes posible. —Miró a los dos hombres que Hohiro había depuesto—. Le traeré ayuda aunque tenga que pactar con todos los demonios del infierno de los cristianos.
Hohiro asintió con gesto solemne.
—Sé que lo hará, amigo mío. Cuento con ello.
El tono del ruido del rotor aumentó mientras Hohiro se apartaba del helicóptero. Shin intentó girar la cabeza para mirarlo hasta que desapareciese de su vista, mas los cinturones que lo mantenían sujeto a la camilla le impidieron hacerlo. Creyó oír que Hohiro gritaba un último sayonara, pero no estaba seguro.
En lo más hondo, Shin temió que quizá no importara cuándo iba a volver, pues no volvería a ver vivo a Hohiro Kurita.
Capítulo 5
Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
19 de enero de 3052
Kai Allard, famélico y hambriento, permanecía agazapado junto a la carretera. Esperó hasta que las luces traseras de un camión desaparecieron tras una curva en el bosque y cruzó corriendo hasta el otro lado. Sujetando la ropa de camuflaje con la que iba envuelto como si fuese una capa, sabía que cualquier persona que se encontrara lo bastante cerca para verlo pensaría que se trataba de un terrorífico fantasma.
Las últimas dos semanas desde que había quedado aislado en Alyina no habían sido fáciles para él. Se había alejado todo lo posible del campo de batalla donde había saqueado el 'Mech de Dave Jewell y sólo se había detenido para descansar o cuando oía la presencia de gente. A medida que se adentraba en la península, decrecía la destrucción. No había pensado en seguir ningún rumbo específico, aunque finalmente había llegado al lugar donde su lanza de 'Mechs había esperado el aterrizaje de los Clanes.
La ropa desgarrada de camuflaje que llevaba había servido al principio para ocultar a Yen-lo-wang de los exploradores de resolución magnética y de infrarrojos, pero ahora apenas le servía para abrigarse por la noche. Sin embargo, eso no era poco, ya que los monzones lo empapaban hasta los huesos cada tarde y cada mañana. El camuflaje lo protegía un poco de la lluvia, aunque a Kai le parecía demasiado abultado para llevarlo puesto todo el tiempo, sobre todo si quería avanzar con sigilo por la selva.
Al principio lamentó haber insistido a sus hombres en lo necesario que era mantener el campamento ordenado, porque ahora apenas encontraba algo aprovechable que recoger, además del camuflaje del área de la lanza Tormenta de Hielo. Siguiendo un poco más al norte por la línea establecida por el Décimo de Guardias Uranos, tuvo más éxito al saquear el vertedero de desperdicios de la lanza Fuego Helado, pero fue cuidadoso de no dejar ninguna pista de su presencia.
Desde el principio, su cautela se vio recompensada. Varias patrullas de los Clanes inspeccionaron el área, atrapando a hombres que habían quedado atrás como Kai pero menos afortunados que él. Los Elementales impresionaron a Kai por su tamaño y su fortaleza, tanto con la armadura puesta como sin ella. Juró en silencio que evitaría todo contacto con ellos si le era posible. Como se refugiaba en la copa de los árboles durante el día, despistaba a las patrullas, cuyo número decreció a partir del décimo día.
Sus raciones duraron toda la primera semana; luego, el hambre lo obligó a aumentar su radio de acción. Descubrió con desolación que los Clanes obligaban a los guerreros capturados a trabajar como equipos de saqueo. Recuperaban sus propios 'Mechs, pero dejaban las máquinas enemigas donde habían caído. También sacaban de los depósitos todos los materiales que podían ser útiles para los fugitivos. Cuando comenzaron a aparecer pequeños escondrijos de suministros en lugares que Kai no había visto jamás, comprendió que eran señuelos de trampas. Por tentadores que pareciesen, los evitaba.
Mientras observaba a un grupo de cautivos, Kai se fijó en que los Elementales que los vigilaban no los trataban con violencia. Cada cautivo llevaba un cordón blanco trenzado en la muñeca derecha y parecía ser considerado con cierto respeto. Oyó a los Elementales referirse a los cautivos como «sirvientes», mas no atribuyó ningún significado real a aquel apelativo. En cambio, lo sorprendió ver muchos menos guerreros prisioneros de lo que había imaginado, teniendo en cuenta lo apresurado de la retirada de la Mancomunidad. Deben de estar escondidos en algún sitio.
Al vigilar a otros cautivos, Kai empezó a pensar en aprovechar una oportunidad para liberarlos y organizar una revuelta. Ninguno de los que vio parecía haber sido maltratado o estar mal alimentado, de modo que imaginó que seguían estando en buena forma física. No obstante, la mayoría de los cautivos eran MechWarriors que raras veces destacaban por su habilidad con las tácticas de una infantería irregular.
Como no veía la manera de organizar una fuerza capaz de expulsar a los Clanes del planeta, Kai decidió que su verdadero deber era seguir libre y, si surgía la oportunidad, informar a Hanse Davion y a su padre acerca de la situación militar del planeta. Sabía que, si podía enviarles un informe de espionaje creíble, enviarían una fuerza para liberar Alyina y rescatarlo. Reunir esa información implicaba viajar lo suficiente para ver lo que los Clanes habían dejado en el planeta y acceder a una instalación de ComStar desde donde pudiese enviar el mensaje a casa.
Al llegar al otro lado de la carretera, Kai bajó por un pequeño torrentero y siguió la helada corriente de agua que descendía por él. Cincuenta metros más adelante llegó a una planicie rocosa y subió por el otro extremo del torrentero hacia una arboleda. Esperó, escuchando y observando cualquier señal de vida, y poco a poco pero con decisión siguió avanzando. Se detuvo a la sombra de unos grandes pinos; evitando pisar algo que hiciese ruido, siguió un camino en zigzag a través del bosque en dirección a un jardín que había visto dos noches antes.
Saltó una alambrada baja y cayó de rodillas junto a unos tomates. Cuando alargaba la mano para tomar uno, brilló una luz seguida del ruido de un cartucho al entrar en la recámara de un arma. Kai se quedó paralizado y entornó los ojos para protegerlos del intenso resplandor de una linterna adherida al cañón del arma.
—Le dije a mi mujer que los mapaches no borran sus huellas cuando se van —dijo una voz procedente de una enorme silueta, pero Kai no notó hostilidad en ella—. ¿Se llama Jewell?
Kai iba a negarlo con la cabeza, pero asintió al comprender que el hombre armado estaba leyendo el nombre de la pechera de su mono.
—Sí, Dave Jewell, ése soy yo. Ahora que me ha atrapado, ¿qué va a hacer conmigo?
La luz se apagó.
—Llevarlo a la casa —contestó el hombre—. Los Clanes no pueden castigarnos más por tener a dos federatas bajo nuestro techo que teniendo a uno, ¿ja? ¡Vamos!
Kai se incorporó despacio y salió del jardín. Una voz en su interior gritaba que debía salir corriendo o al menos intentar desarmar a aquel hombre, pero se contuvo. Aunque el granjero se mantenía a bastante distancia, Kai sabía que la escopeta sería suya en el momento en que quisiera apoderarse de ella. Asintió con la cabeza y dejó que el granjero lo condujera.
La pequeña casa de madera de dos pisos a la que lo llevó su guía mostraba luces amarillentas alrededor de los bordes de las sombras. Buena parte de esta luz salía del porche y le mostraba los tablones sueltos o deteriorados que debía evitar. También le permitía atisbar a su barbudo anfitrión, pero no recordaba haber visto antes a aquel anciano de cabellos canos. Aun así, por la soltura con que manejaba el arma con una sola mano, Kai supuso que había sido militar.
El granjero hizo una seña a Kai para que entrase en el edificio. A la izquierda de la puerta, una pequeña lámpara brillaba sobre una mesa rodeada de seis sillas. Más allá, en el rincón izquierdo, había una cocina con una estufa en la que ardían unos pedazos de leña que emitía oleadas de delicioso calor. Una escalera que conducía al primer piso dominaba el centro de la habitación. En el lado derecho de la puerta, unas sillas estaban ordenadas alrededor de una alfombra circular formando un confortable grupo para conversar. En el rincón derecho, las paredes estaban cubiertas de estanterías atiborradas de libros viejos de papel y un montón de holovídeos con su lector correspondiente.
—Bienvenido a nuestro hogar, señor Jewell. —El granjero dejó la escopeta en un bastidor al lado de la puerta. Se volvió y señaló a una mujer de cabellos blancos sentada junto a la estufa—. Le presento a mi mujer, Hilda. Yo soy Erik Mahler, ex Mech Warrior al servicio de la Arcontesa de la Mancomunidad de Lira.
Kai sonrió y aceptó la mano que le tendía el hombre.
—David Jewell, Décimo de Guardias Liranos —contestó.
—¿El Décimo de Guardias? —repitió Hilda, sonriendo, y se limpió las manos en el delantal—. Entonces conocerá a nuestra invitada. —Fue hacia la escalera y dijo con voz suave—: Todo está en orden, querida. Baje.
Kai aflojó el cordón que mantenía su traje de camuflaje ajustado alrededor de su cuello. Dejó que cayera al suelo y empezó a quitarse la mochila, pero la olvidó cuando el otro refugiado en casa de los Mahler bajó por la escalera. Era una mujer alta y esbelta, con cabellos negros cortos que apenas rozaban el cuello de su camisa de paño. Una coloración amarillenta en la ceja mostraba los últimos vestigios de lo que debía de haber sido una grave herida. Sus azules ojos brillaron de sorpresa cuando lo vio.
—¡Kai!
Kai, estupefacto, dejó caer la mochila al suelo.
—¡Deirdre! ¿No te fuiste con los demás?
—Los Clanes atacaron nuestro hospital —respondió ella, crispada—. Yo huí con los otros. —Levantó la mano y se tocó la magulladura que tenía sobre el ojo derecho—. Me di un golpe con algo. No recuerdo con qué. No recuerdo nada hasta que me desperté aquí.
—Esta granja estaba en el ojo de una terrible tormenta —explicó Erik, sonriendo—. La batalla se libraba a nuestro alrededor, pero nadie vino aquí. Encontré a Deirdre mientras paseaba por el bosque y la traje a casa. —Enarcó la ceja derecha y preguntó—: Ella lo ha llamado «Kay», ¿no?.
—Sí, es un apodo que me pusieron desde mi época en la Academia Militar de Nueva Avalon. Solía decir «O.K.» tan a menudo que mis compañeros de clase empezaron a llamarme «Kay». En el regimiento siguieron con la costumbre, y ahora algunos incluso creen que en realidad me llamo David Kay Jewell.
La expresión de alegría que había mostrado Deirdre al ver a Kai empezó a desvanecerse, mas no hizo ninguna señal que revelase su engaño. Mahler, paseando su mirada entre Kai y Deirdre, o no notó nada o decidió hacer caso omiso de las conclusiones que estuviese sacando de ellos.
Hilda aprovechó la oportunidad ofrecida por el momentáneo silencio.
—Kay, si no le importa que utilice su apodo, si quiere, puede lavarse y le daré ropa limpia. Luego puede comer algo.
—Bitte —contestó Kai, sonriendo.
—Deirdre, ¿por qué no lleva a Kay a la bomba de agua de la parte trasera y le enseña cómo llenar la bañera? —Erik Mahler hizo un gesto que reveló una notable rigidez en el hombro izquierdo—. Después de años de servicio, me retiré y decidí volver a la tierra, evitando las trampas tecnológicas de la sociedad. Me resulta más relajante. Y, ahora que los Clanes cortan la electricidad en las áreas periféricas, estamos menos afectados que otros.
—Después de haber vivido de la tierra durante las dos últimas semanas, su hogar me parece como un antiguo depósito de la Liga Estelar —dijo Kai, sonriendo cortésmente; recogió la capa y la mochila y se volvió hacia Deirdre—. Si quieres guiarme, doctora, voy a ponerme más presentable.
Kai se quitó su sucio mono y lo arrojó al banco de la bomba de agua. Sus almendrados ojos y el tono bronceado de su piel revelaban su linaje euroasiático, aunque las manos y la cara eran lo bastante oscuras para sugerir un origen africano de su familia. Al verse en el espejo de la puerta mientras se quitaba el chaleco refrigerante, Kai vio que había perdido la poca grasa que tenía. Se peinó sus cortos cabellos con los dedos y se estremeció.
Tenía las uñas tan negras como su pelo.
Su reflejo desapareció cuando Deirdre abrió la puerta.
—Estás un poco mal alimentado, pero tienes un aspecto saludable —dijo. Colocó las toallas y el jabón que llevaba en un taburete situado junto a un enorme baúl de madera. Su voz adquirió un tono más distante—. ¿Puedo preguntarte por qué te has apropiado de la identidad de otro miembro de los Guardias? ¿O es un secreto que guardáis los nobles?
El cono gélido de su voz hirió a Kai, pero contuvo su enojo.
—Mahler vio el nombre en el mono y creyó que yo era Dave Jewell. Como me estaba apuntando con una escopeta, decidí que era más sencillo darle la razón en lugar de explicarle la verdad.
—¿En serio? ¿O es que crees que un disfraz te hará menos valioso como rehén cuando te capturen los Clanes?
Kai se quitó las placas y las guardó en el pequeño bolsillo del cinto de sus pantalones coitos.
—No tengo la intención de dejar que me capturen —contestó.
—¿Qué pasó con Jewell? —inquirió Deirdre, mirándolo fijamente.
Kai reprimió un escalofrío al recordar su subida a la carlinga del Wolverine.
—Murió en combate. Murió protegiendo al príncipe Victor.
—Por supuesto. —Una expresión amarga asomó a su rostro y trazó arrugas en sus ojos, pero en su mirada había tristeza—. ¿Qué te ocurrió a ti?
Kai fue hacia la bomba plateada situada junto a la bañera y empezó a accionar la palanca.
—Me dieron por muerto después de que pareciese que mi 'Mech había sido destruido —explicó.
Mientras manaba el agua en la bañera entre borbotones, Kai sintió que la ira lo estaba consumiendo. Decidió cambiar a otro tema más neutro.
—Dijiste que los Clanes arrasaron tu hospital. ¿Qué sucedió?
Deirdre adoptó una expresión aturdida y se sentó en el banco como un zombi.
—Sentí que era una repetición de lo que pasó en Twycross. Los Elementales llegaron a nuestra área y empezaron a disparar a todos nuestros vehículos. Mientras tanto, el hospital veterinario que habíamos convertido en clínica no nos protegió. Todo empezó a explotar, había incendios, y los cristales volaban por doquier. —Se cubrió el rostro con las manos por unos momentos, como si el recuerdo fuese demasiado doloroso—. ¡Tanta sangre! Estaba curando a un muchacho que tenía una herida en el pecho y no podíamos detener la hemorragia. Entonces una de mis enfermeras cayó herida de bala y comprendí que estaban disparando al hospital.
Comenzaron a resbalar las lágrimas de sus enrojecidos ojos.
—Dije a alguien que te llamara por radio —continuó—, porque me habías dicho que cubrías mi sector e ibas a protegernos. —Apretó los puños y miró a Kai con expresión desafiante—. Debí haberlo pensado mejor.
—Victor tenía problemas —repuso Kai, apretando los dientes—. Los Clanes lo tenían rodeado. Iba a ayudarte, pero entonces llegó el aviso. Sabía que yo era el único que podía llegar a tiempo hasta donde estaba él. Tenía que ir en su ayuda.
—La sangre azul es más pura que la roja, ¿verdad, teniente Allard-Liao? —dijo ella, torciendo los labios en una mueca que deformaba su belleza.
—¡Ya basta, doctora! —exclamó Kai. Dejó la palanca, saltó sobre la bañera y obligó a levantarse a Deirdre sujetándola por los hombros—. Tenía que determinar mis prioridades, igual que hacéis vosotros con los enfermos en el hospital. Sí, eso es lo que pienso: Victor era más importante que una Nave de Descenso llena de heridos. ¿Sabes por qué?
—Es un noble aventurero que va dejando cuerpos destrozados y ensangrentados por dondequiera que va —dijo ella, con los ojos ardiendo de furia.
—¡No! —exclamó Kai, y la sacudió con fuerza—. No, la razón de que Victor sea más importante que tus heridos es porque él es importante para todos ellos. Si Victor muriera o fuera capturado, todos perderíamos el ánimo de luchar. Todas las personas que murieron en tu hospital estuvieron luchando junto a Victor para oponerse a algo que creían maligno, algo que podía destruir su estilo de vida. Salvar a Victor daba sentido a su sacrificio.
—¡Los muertos son muertos, y no hay ningún sentido en eso! —replicó Deirdre, librándose de su abrazo—. ¡Malditos seáis tú, Victor y Hanse Davion, los Clanes y todo lo demás! Todos pensáis que las guerras son el lugar donde puede alcanzarse la gloria. Todos alardeáis de coraje, valentía y sacrificio, como si eso ennobleciese la muerte de un adolescente mal entrenado, que ha saltado en pedazos mientras empuñaba un arma. Es obsceno, porque alienta el error de que vale ta pena dar la vida si la causa es justa.
»Míralo a él —prosiguió, señalando la casa de los Mahler—. Mira a Erik. Tiene el cuerpo cubierto de cicatrices. Tiene una en el hombro izquierdo como si alguien hubiese intentado arrancarle el brazo con una espada. Está rígido y se mueve despacio; pero, cuando decidió esperar a que volvieras a robar comida, parecía un miembro de un comando. Regresó a una época maligna que lo hacía sentir muy bien; y probablemente habría conseguido que lo mataran.
Kai la vio temblar de ira, mas no dijo nada. Comprendía que su furia no iba dirigida sólo contra él, aunque él estuviese sufriéndola ahora. Sus palabras inconexas lo afectaban y le hacían evocar recuerdos del campo de batalla que había recorrido tras escapar de su 'Mech.
—En realidad, no sabes lo que es la guerra, teniente. No lo sabes —añadió ella, dándose una palmada en la cadera en señal de frustración—. Cuando me traen a un muchacho, procedo a abrirlo en cuanto queda bajo los efectos de la anestesia. Pero cuando lo abro, veo que sus entrañas parecen un rompecabezas. Tiene los intestinos perforados por la metralla, y las heces mezcladas con sangre y con lo que ha comido. Puedo limpiarlo y volver a seccionar el intestino delgado en una colostomía, pero sé que va a infectarse y no sé si tendré medicamentos suficientes para tratarlo. Sin embargo, acabo la operación.
»¿Sabes lo que es, que un chico te pida que lo dejes morir? —preguntó, golpeándole el pecho—. Un muchacho que quería ser deportista profesional vino a la clínica con el antebrazo derecho colgando de un tendón. El dolor lo volvía loco, pero no quiso que lo tratara hasta que le prometí que, si no podía salvarle el brazo, lo dejaría morir. ¡Maldición! Yo casi quería hacerlo, porque sabía que a él le resultaría imposible adaptarse.
—Lo sé —dijo Kai, apoyando suavemente las manos en sus hombros—. Mi padre perdió el antebrazo.
—Sí, tu padre perdió el antebrazo —repuso ella, con voz más fría y liberándose de su abrazo—. Bueno, déjame que te diga una cosa: no todo el mundo es amigo tan íntimo de Hanse Davion que consigue que el Instituto de Ciencias de Nueva Avalon le fabrique un Brazo nuevo que funcione mejor que el auténtico. No, tu padre, Víctor y tú sois especiales. La razón por la que esas personas están dispuestas a recibir las balas y los misiles dirigidos contra vosotros, nunca la sabré.
Deirdre recogió el jabón del banco y lo arrojó a la bañera.
—Ahí tienes, teniente. Lávate. Mira a ver si puedes limpiarte la sangre de las manos.
Capítulo 6
Ciudad Avalotiy Nueva Aval
Marca Crucis, Mancomunidad Federada
1 de febrero de 3052
Hanse Davion, Príncipe de la Mancomunidad Federada, dejó las gafas encima del informe que tenía sobre el escritorio. En aquel momento, se abrió una de las enormes puertas de bronce girando sobre sus bien engrasados goznes. El Príncipe vio que al otro lado había una auténtica falange de guardias de seguridad y la alta y delgada figura de su Secretario de Inteligencia provisional. Bien, Álex, llegas a tiempo.
Alex Mallory entró en la sala cojeando, un recuerdo de las torturas que había padecido en la capital de Liao, Sian, más de veinte años atrás. Hanse sabía que Alex sólo cojeaba cuando estaba cansado, y se compadeció de él. Sentía simpatía hacia aquel hombre. Aunque sus grises ojos seguían brillando, las oscuras ojeras que había debajo de ellos revelaban que había trabajado demasiado y no había disfrutado del suficiente descanso.
El Príncipe sonrió cansinamente, comprendiendo que la expresión de Mallory era, con gran probabilidad, un reflejo de la suya.
—Perdona por haberte mandado venir, Alex. Sé que no te fuiste a dormir hasta las tres de la madrugada.
Alex se encogió de hombros, pero se mostró aliviado ai tomar asiento en un sillón de piel marrón al otro lado del escritorio.
—No tiene importancia, Alteza. Estoy acostumbrado a trabajar tras haber dormido cuatro horas o menos.
—Eso es lo que he oído. Justin decía siempre que eras un adicto al trabajo.
El dolor asomó a los ojos de Alex, pero se esforzó por reír entre dientes a pesar de ello.
—Procediendo de vos y de él, es un eran halago —comentó, y abrió una de las carpetas que había llevado consigo—. Estas son las últimas noticias que tenemos del frente. Parece como si los Clanes hubiesen detenido su avance por el momento y estuvieran consolidando sus posiciones.
—Avanzaron de forma muy apresurada en su última ofensiva —dijo Hanse, tabaleando con los dedos sobre el informe que tenía encima del escritorio—. Es razonable que ahora quieran consolidar su retaguardia.
—Cierto —confirmó Alex, estirándose las mangas de su chaqueta de lana negra—. Al parecer, el Condominio Draconis ha infiltrado algunas fuerzas en su retaguardia. Tienen su base en Wolcott, pero hasta ahora los Clanes han mantenido su juramento de no volver a atacar ese planeta. Otra fuerza partió de Pesht, aunque no logró el asombroso éxito de otras operaciones del Condominio. Dado que al frente de las tropas había dos jefes militares de la «línea dura», no estoy sorprendido de sus resultados.
Hanse se arrellanó en su sillón, añorando los tiempos en que él podría haber pilotado un 'Mech contra los Clanes. Pero, en Outreach, Kai Allard me venció con rapidez durante su prueba. Y los Clanes lo han derrotado. ¿Cuánto tiempo podría sobrevivir?
—Alex, ¿tenemos noticias de Alyina?
El Secretario de Inteligencia se mordisqueó el labio inferior por unos momentos y finalmente negó con la cabeza.
—Nada. Creo que hay pocas dudas de que Kai Allard murió al intentar salvar a Victor. Algunos de mis hombres han estado repasando las grabaciones de la batalla efectuadas desde los 'Mechs de Victor y de Galen Cox. Aunque Kai hubiese sobrevivido tras caer al mar, el fondo se encuentra a un kilómetro de profundidad en esa área. Si la carlinga hubiera mantenido la presión interna de algún modo para soportar el peso del agua a esa profundidad, Kai podría haber sobrevivido; sin embargo, no tendría ninguna posibilidad de subir a la superficie. Su 'Mech no tenía tobera de escape modular como la de un Hatchetman o un Wolfhound.
—Entonces, ¿ha muerto? —preguntó Hanse, con un nudo en la garganta.
—Aparece en las listas como «Desaparecido en combate». Teniendo en cuenta las otras tragedias sucedidas en la familia Allard-Liao, creo que lo mejor es que no comuniquemos ninguna información acerca de Kai. —Alex se acarició un mechón de sus blancos cabellos y agregó—: Cuando llegue el momento, las grabaciones de la batalla demostrarán que Kai fue un héroe al servicio de la Mancomunidad Federada como lo fue su padre.
Hanse asintió con gesto solemne, mientras pequeños tentáculos de dolor parecían rodear su corazón y oprimirlo.
—Sin embargo, hiciste saber a ComStar que pagaremos para tener prioridad de transferencia de cualquier mensaje de Kai o referido a él.
—Así es —contestó Alex, y la sonrisa que asomó a su rostro despertó la curiosidad de Hanse—. Al hacerlo, averigüé algo muy interesante. Estoy preparando un informe, pero voy a claros ahora un resumen preliminar.
—Sí, por favor —dijo Hanse. ¿Esposible que lleguen noticias buenas de ComStar?
—Siempre hemos supuesto que existía, por lo menos, una benigna complicidad entre ComStar y los invasores.
Hanse mostró despacio una sonrisa; seguía siendo el Zorro.
—Lo sabemos a causa de la ocultación de datos importantes de los planetas conquistados por los Clanes. Dado el abrumador luto de éstos, también hemos supuesto que ComStar estaba suministrándoles información que les servía para preparar sus ataques.
—Correcto —dijo Alex, que juntó las yemas de los dedos en un gesto que a Hanse le hizo recordar, con un escalofrío, a Justin Allard—. Cuando me puse en contacto con ComStar, me comunicaron de inmediato con Huthrin Vandel, el capiscol de Nueva Avalon en persona. Vandel me aseguró que cualquier mensaje de Kai o referido a él nos sería transmitido inmediatamente. Dijo que lamentaba mucho que esta guerra costase la vida a tantos ciudadanos valientes de la Mancomunidad Federada. También deslizó que había cierta preocupación en el Primer Circuito acerca de los Clanes, e insinuó que ComStar podría estar dispuesta a lanzar sus ComGuardias contra ellos si recibían apoyo de los Estados Sucesores.
—¿Qué? —exclamó Hanse, clavando la mirada en su Secretario de Inteligencia—. ¿Crees que Vandel está disputando el poder a la Primus, o esta información es oficial?
—Tengo demasiados pocos datos para estar seguro, Alteza. Por eso quería tener un análisis antes de informaros. Sabemos que Huthrin Vandel y Ulthar Everston se oponen desde hace tiempo a la Primus y a sus actividades, pero nunca habían hecho mucho más que criticarla sin gran acritud. Si ahora están conspirando contra ella, me pregunto: ¿por qué ahora? ¿Qué puede haber hecho ella que por fin los haya animado a reaccionar?
—¿No basta con ayudar a los Clanes y ser cómplice de ellos para que quieran deponerla? —inquirió Hanse rascándose la cabeza.
—Claro que sí, Alteza, pero tenemos que dar por supuesto que ComStar lo ha estado haciendo todo el tiempo, de modo que el momento que han elegido para hacerlo es cuestionable. Si la hubiesen depuesto al principio de la invasión y luego hubiesen colaborado con todos nosotros para vencer a los Clanes, ComStar se encontraría en una posición fuerte. Ahora, tras haber ayudado a los Clanes en sus victorias, la Primus es bastante poderosa. Esos dos no habrían soñado siquiera con oponerse abiertamente a ella. Podría haber conseguido que los expulsaran del Primer Circuito y los sustituyeran por favoritos suyos, tal como hizo con Sharilar Mori, la mujer que eligió como su sucesora como capiscolesa de Dieron.
—Entonces —reflexionó Hanse—, eso quiere decir que, o bien ComStar ve ahora los Clanes como una amenaza y quiere detenerlos, o Vandel está tanteando nuestro posible apoyo en caso de una acción contra la Primus. ¿Por qué?
—Una vez más, Alteza, no tengo datos suficientes más que para aventurar una suposición.
—Adelante.
Alex sonrió y dijo:
—Creo, Alteza, que ComStar por fin se ha dado cuenta de que el vector de ataque de los Clanes los conduce en una dirección que pasa por la Tierra. Myndo Waterly debe de estar sintiendo el ardiente aliento del Clan de los Lobos sobre su cuello, y finalmente ha decidido pedir apoyo.
—¿Qué posibilidades tiene de lograrlo?
—¿De nosotros? Eso depende de vos, Alteza. Podríamos apartar varios Regimientos de Combate, pero eso nos perjudicaría en el frente de los Halcones de Jade. No creo que el Condominio tenga tropas disponibles, pero se podría persuadir a Theodore de que le envíe algunos de sus regimientos «fantasmas».
—Y Romano Liao le negaría su apoyo. Ella negaría el apoyo a todo el mundo. —Hanse abrió un cajón de su escritorio y sacó un pequeño frasco de pastillas contra la acidez—. ¿Qué hay de Thomas Marik? Fue Adepto de ComStar antes de asumir la Capitanía General de la Liga de Mundos Libres. ¿La apoyaría? Sus tropas no están retenidas por la guerra. Podría responder.
—Sí, pero recordad cuánto le costó negociar con vos y con Theodore Kurita en Outreach. Todo lo que se le pedía era empezar la producción de equipos de actualización y 'Mechs, no utilizar sus tropas en la defensa. Negoció duramente y sólo cedió cuando vos le ofrecisteis tratar aquí a su hijo Joshua con quimioterapia para curarle la leucemia. ¿Qué podría ofrecerle la Primus a cambio de defender la Tierra?
Hanse engulló la última pastilla y respondió:
—Muy buena pregunta. Sólo Dios sabe los secretos que ha encontrado ComStar y mantiene ocultos en la Tierra. La Primus tendría que ofrecer a Thomas algo increíble, porque Thomas sabe que sus tropas no tienen ni idea de cómo combatir a los Clanes. Es consciente de que enviar sus ejércitos a la batalla contra ellos en estos momentos equivaldría a una sentencia de muerte. Esto levantaría protestas tan grandes en su nación que no se las puede permitir.
Hanse entornó sus azules ojos por unos instantes y su taimada sonrisa volvió a añorar.
—Por cierto, ¿cómo le va al joven Joshua Marik?
—Muy bien. La leucemia está remitiendo y el chico parece estar tolerando mucho mejor nuestra medicación que la que utilizaban los médicos de su padre. A éstos no les gustó que el personal del Instituto de Ciencias de Nueva Avalon se refiriese a ellos como «brujos», pero conseguimos suavizar las relaciones. Mantendremos aquí a Joshua durante otros seis meses por lo menos para vigilar su evolución.
Y el tiempo suficiente para que las equipos de modificación para nuestros 'Mechs empiecen a salir de las fábricas de la Liga de Mundos Libres, pensó Hanse.
—Muy bien, Alex. Mis felicitaciones. Estoy especialmente impresionado por tu habilidad y aptitud para ponerte en la piel de Justin.
—Agradezco vuestro elogio, Alteza, pero no lo merezco —respondió Alex—. Tengo un equipo de siete personas que me ayudan a hacer lo que Justin hacía solo antes de que... eh, se marchara. Cada día parece surgir otro asunto que él había estado vigilando y del que yo no sabía nada al respecto. De esta pérdida no nos recuperaremos en bastante tiempo... tal vez nunca.
Hanse volvió a sentir dolor en su corazón.
—¡Lo sé muy bien, amigo mío! Había imaginado que Justin y yo pasaríamos nuestra labor a nuestros hijos respectivos dentro de cinco o diez años. Ahora, en cambio... —Hanse dejó caer las manos sobre la mesa y las dejó inertes.
—Sí, Alteza —dijo Alex, y abrió otra carpeta—. Os agradará saber que hemos conseguido seguir la pista de la pistola láser que se utilizó contra Justin y Candace. Tiene marcas que coinciden con las encontradas en un arsenal de armas que localizamos en la Marca de Sarna. Es improbable que el asesino la trajese desde allí, por lo que hemos estado buscando la nave que podría haberla traído. Hemos reducido el número de sospechosos a tres Naves de Descenso comerciales independientes; ahora estamos analizando las listas de pasajeros, tripulación y cargamento de todos los vuelos hechos por esas naves a Nueva Avalon en los diez últimos años.
—Bien —dijo Hanse, apretando el puño—. Quiero a todos los participantes en esa conspiración. Quiero que se los juzgue por asesinato, y me complacerá presenciar su ejecución por alta traición y regicidio. —La ira de Hanse creó una fuerte tensión en su pecho—. Sólo deseo que la cabeza de la serpiente pudiese ser traída también para ser juzgada. Me enfurezco al pensar que Romano Liao y Tsen Shang están más allá de mi alcance.
Alex asintió con la cabeza.
—Sobre eso, Alteza, no tengo noticias. Sin embargo, debe interpretarse como una buena noticia. Tal vez Romano esté fuera de vuestro alcance, pero no del brazo de la justicia. Saber eso me reconforta un poco.
—Un poco, pero no es lo mismo que si pudiese rodearle el cuello con mis propias manos.
Tanto Alex como Hanse se echaron a reír.
—Alex, ¿se ha enterado ya mi hijo de sus nuevas órdenes?
—No, la Barbarossa no llegará a Biota hasta este fin de semana. Morgan Hasek-Davion ya se ha ido en una Nave de Descenso para unirse a la Barbarossa cuando efectúe el salto al sistema. Morgan le informará, y todo el Décimo de Guardias Uranos se dirigirá a Port Moseby para descansar y recuperarse. Morgan no cree que a Victor le guste volver a estar detrás de las líneas. Cree que le exigirá ser transferido al Primero de Ulanos de Khatil o a otra unidad de primera línea. Si su petición es rechazada, Victor creerá que se lo está castigando.
Sólo mi hijo pensaría eso. Hanse suspiró hondo y deseó que el antiácido hiciera efecto pronto.
—Morgan y yo hablamos de esa posibilidad. Morgan puede tratar con él; es mucho más persuasivo que yo.
—Pero vos esperáis un enérgico mensaje de vuestro hijo en el que protestará por ser retirado para su protección.
—Desde luego. —Hanse bajó la mirada y sintió el peso de todos los años pasados como si fuese el gigantesco pie de un 'Mech—. Por fortuna, sólo tengo que grabar un holovídeo para contestarle, de modo que puedo repetir las tomas hasta que suene sincero. Sí, el Décimo necesita un descanso con urgencia y luego los convertiremos en una fuerza mejor de lo que eran antes, pero sufrieron graves pérdidas en Alyina. Yo casi perdí a Victor el mismo día en que perdí a Justin y a su hijo. Mi esposa está segura de que Victor morirá como murió Ian.
Hanse contempló el retrato de su familia que estaba en una esquina del escritorio.
—Me temo que yo no pienso en esa posibilidad, por más razones aún que por mi profundo temor de perder a mi hijo. Yo no estaba en la línea directa de la corona y, por ello, no esperaba tener que asumir el cargo y el poder, pero fui capaz de sobrellevar la transición. No estoy tan seguro respecto a mis otros hijos, sobre todo porque son muy jóvenes. Katherine sólo tiene veinte años y no tiene la experiencia suficiente para asumir las responsabilidades de gobernar la Mancomunidad Federada. Y Peter, con diecisiete, ya se ve a sí mismo como Príncipe de la Guerra, que no es lo que necesitamos en estos momentos.
—Tened confianza, Alteza. Son vuestros hijos. Lo harán bien. —Alex se levantó del sillón y se estiró—. Creo que comprobaré los últimos despachos y luego intentaré dormir un poco. Me permito recordaros que los médicos os han sugerido que también debéis descansar más.
Hanse desdeñó la preocupación de Alex.
—En cuanto sepa que Victor está viajando sin contratiempos hacia la retaguardia, podré dormir otra vez. Ahora me siento bien.
—Alteza, perdonad mi franqueza, pero todavía lleváis el mismo uniforme de ayer. Dar una cabezada en el sillón no es forma de descansar.
—Has estado hablando con mi mujer, ¿verdad? —dijo Hanse, sonriendo—. Muy bien, lo has conseguido. Iré a dormir un poco.
—Muy bien —repuso Alex, asintiendo—. Alteza, una última cosa antes de irme.
—¿Sí?
—Si el capiscol de Nueva Avalon y yo volvemos a hablar, ¿qué debo insinuarle acerca de sus solapadas peticiones de ayuda?
Hanse dejó escapar el aliento entre los dientes.
—Sugiérele que los apoyaremos por completo, pero no prometas nada —contestó, y se frotó su barbilla todavía no afeitada—. Durante veinte años, ComStar ha hecho todo lo posible por perjudicarnos y ahora han ayudado al enemigo en esta invasión. Han estado jugando con fuego, ¡y tendré un gran placer en ver cómo ComStar arde a fuego lento!
Capítulo 7
Cuartel general militar de ComStar, Sandhurst
Islas Británicas, Tierra
5 de febrero de 3052
En el mundo presentado por el casco de Realidad Virtual Interactiva, el Capiscol Marcial se paseaba como un gigante por el campo de batalla. El ordenador dibujó el paisaje con todo lujo de detalles y dio a Anastasius Focht un mapa a todo color de Tukayyid, con una escala de dos centímetros y medio reales equivalentes a diez metros en la medición subjetiva. A esta escala, los BattleMechs escampados por el paisaje parecían soldados de juguete, y un mal paso del Capiscol Marcial podía destruir a una legión entera.
Focht levantó las manos y giró las muñecas como si se preparase para teclear algo en el teclado de un ordenador. Los guantes que llevaba puestos transmitían esta información al ordenador, que respondía creando una plantilla de teclado para darle una guía visual mientras él escribía una solicitud de ajuste de la escala del mundo. Focht notó con hosca satisfacción que el ordenador le había proporcionado un teclado del mismo tipo que habría encontrado en un BattleMech.
Como en una película sobre la naturaleza de avance rápido, los BattleMechs crecieron de improviso hasta llegar a la altura de su cintura. El Capiscol Marcial se agachó para mirar por encima del torso de un Hagetaka del Clan de los Lobos; entonces sonrió al comprobar que no podía ver nada. Extendió la mano derecha, como lo habría hecho en la silla de mando de un BattleMech, y cambió de luz visual a infrarrojos, luego a escáner magnético, y de nuevo a luz visual. En ninguna de las modalidades de escáner vio nada.
Se incorporó de nuevo, sonrió y dijo:
—Ordenador, anota que, a causa del terreno irregular del paisaje, a ciento cincuenta metros en la llanura de Przeno en Tukayyid, el Clan de los Lobos se aproximó a nuestras fuerzas atrincheradas sin poder detectarlas.
—Anotado —comentó el ordenador sin emoción—. Se ha recibido una llamada de la Primus. ¿Desea abandonar la simulación o quiere que la llamada sea integrada en el mundo?
Focht suspiró hondo.
—Proyección como la última vez.
Sabía que esto la molestaría, pero no quería abandonar la simulación de Tukayyid. Había descubierto un pequeño fallo en el carácter invencible de los Clanes y no quería dejarlo escapar. Sé que la clave para derrotarlos está aquí, en alguna parte. Ahora sólo tengo que encontrarla.
El ordenador dio forma a una nube blanca en el cielo. La cara de la Primus apareció en la nube. Su expresión dio una pista al Capiscol Marcial de cómo debía de haberse sentido Adán después de morder la manzana.
—Sabes que detesto hablar contigo cuando estás ahí.
—Perdóname, Primus, pero tengo mucho trabajo que hacer, y poder estudiar el campo de batalla con el detalle que proporciona el equipo de RVI es vital para mis fines.
Focht inclinó la cabeza y luego contempló su propia imagen proyectada en el cielo detrás de la nube de Myndo, para asegurar una animación natural. Sabía que la mayor objeción de la Primus a trabajar con él en un equipo RVI era que en su pantalla del visífono veía una imagen de él proyectada por el ordenador y carente de expresiones. En la proyección, Myndo no podía leer en sus expresiones faciales ni en su lenguaje corporal. Eso la ponía en desventaja, y no le gustaba.
—Muy bien, Capiscol Marcial. No deseas obstrucciones en tu defensa de la Tierra. ¿Qué tienes que informar?
—Esto es el planeta Tukayyid —repuso Focht—. Un mundo de clima relativamente suave, aunque algo árido, en la provincia de Skondia de la República Libre de Rasalhague. Es, sobre todo, un mundo agrícola, en el que la mayor parte de la masa de terreno se compone de llanuras de hierba cultivadas por tractores. Durante la era del gobierno de Kurita, varías religiones minoritarias llegaron a este planeta y establecieron comunidades monásticas en las montañas y, en un caso, bajo el mar Crisol. Como resultado de ello, la población del planeta es relativamente pequeña. El gobierno está descentralizado y cada corporación gobierna su territorio como un señor feudal, salvo en los lugares donde las teocracias han controlado sus propios dominios.
—Interesante, Capiscol Marcial —dijo la Primus bostezando—. Supongo que encuentras este mundo significativo por alguna razón más que por su capacidad para aburrir mortalmente a los Clanes.
—En efecto, Primus —contestó Focht, y juntó las manos con sumo cuidado—. Estás contemplando el mundo que será la salvación de la Tierra.
—No lo entiendo.
El Capiscol Marcial se sintió complacido de la forma como la imagen informática ocultó su expresión de desprecio.
—Como han descubierto los Estados Sucesores, no podemos determinar por adelantado cuál será el próximo lugar que atacarán los Clanes. Según todos los análisis de sus técnicas de selección de blancos, deberían pasar de largo de Tukayyid porque no representa ninguna amenaza para ellos. No tiene milicia local y cualquier individuo capacitado que pudiese abandonar su puesto de trabajo ya fue enviado hace tiempo al frágil frente de Rasalhague.
»Sin embargo, conozco una forma de convertir Tukayyid en un blanco esencial para el Clan de los Lobos. Simplemente se trata de desafiar al Khan Ulric a una batalla en ese mundo, la cual decidirá el destino de la Tierra.
La Primus asintió; la ansiedad iluminó su rostro como un relámpago.
—Daba por sentado que tendríamos que combatir a los Clanes, y por razones obvias no quiero que la batalla tenga lugar en la Tierra. Supongo que has elegido Tukayyid por algo más que su falta de posibles bajas civiles.
Por la manera en que Myndo hablaba, el Capiscol Marcial tuvo la clara impresión de que la posibilidad de bajas civiles no implicaba necesariamente su veto al plan.
—Primus —respondió—, Tukayyid tiene varias cosas a su favor. Ese planeta dispone de muchas regiones abiertas para enfrentamientos directos. Las montañas son adecuadas para operaciones de hostigamiento. El clima suele ser excelente casi todo el año, lo que favorece el tráfico aéreo y la lucha con cazas. Además, Tukayyid tiene innumerables instalaciones de almacenamiento, que, en esta época del año, están vacías y aguardan la próxima cosecha. Podemos utilizarlas para guardar municiones y suministros para nuestras tropas. Y lo mejor de todo: su escasa población está concentrada en posiciones fáciles de defender, lo cual impedirá a los Clanes utilizar a los civiles contra nosotros.
—Así pues, ¿la victoria sobre los Clanes está asegurada? —inquirió la Primus con una sonrisa feroz.
Focht se crispó, mas no así la imagen que fue enviada a la Primus.
—Primus, seleccionar un campo de batalla adecuado para enfrentarse a los Clanes sólo es el primer paso en la decisión de una estrategia para enfrentarnos a ellos. Creo que Tukayyid nos dará ventaja, pero todavía tendremos que hacer frente a varios hechos. El primero y principal es que la República Libre de Rasalhague no nos ha dado permiso para desembarcar tropas en su planeta ni para utilizado como campo de batalla.
—Lo hará —contestó la Primus, desdeñando la preocupación de Focht—. El príncipe Haakon Magnusson está tan desesperado por conseguir cualquier cosa que se parezca a una victoria en su penosa nación que no dejará escapar la oportunidad de que seamos nosotros quienes defendamos el planeta en lugar de él. Me encargaré de que todas las granjas agrícolas reciban por la mañana un mensaje anunciando indemnizaciones por los daños que sufran. Además, daremos prioridad a todas sus comunicaciones para que no tengan ninguna dificultad si deciden evacuar a la población, lo cual recomendaremos con insistencia. —Myndo sonrió como una madre condescendiente con su hijo—. Si éste es el planeta que necesitas para alcanzar la victoria, lo tendrás. De una manera u otra, Tukayyid será tuyo.
Me pregunto si también cree que puede decretar la victoria con tanta facilidad, pensó Focht.
—Gracias, Primus. Agradezco que hayas añadido la sugerencia de evacuar el planeta. Eso reducirá mis problemas. —El Capiscol Marcial se cruzó de brazos para añadir—: Ya he empezado a emitir órdenes para tener en pie de guerra a los ComGuardias y prepararlos para su traslado a Tukayyid. He enviado peticiones preliminares de equipos y suministros que mi jefe de Intendencia ha decidido que tengamos a nuestra disposición. He planeado una campaña que tardará más de un mes en llevarse a cabo.
—¿Un mes? —preguntó Myndo Waterly, frunciendo el entrecejo—. He visto tus peticiones y, con ese número de tropas, ¡creo que podrías vencer a los Clanes en cuestión de horas!
—No, Primus —dijo Focht, y señaló el bosque de 'Mechs de los Clanes que había a su alrededor—. Los Clanes son especialistas en obtener victorias rápidas. Si el combate finaliza al cabo de una hora, querrá decir que ComStar ha conocido la derrota. En esta batalla tenemos que suponer que los Clanes emplearán todos sus medios para enfrentarse a nosotros. Espero que el Khan Ulric traiga a Tukayyid tropas de los siete Clanes atacantes. No se andarán con contemplaciones, así que tendremos que volvernos expertos en evitar sus ofensivas.
—Pero ¿suministros para todo un mes? ¿No es excesivo?
—Como siempre he dicho a los líderes a la hora de solicitar recursos, puedo devolver los suministros sobrantes después de mi triunfo. Si se me acaban las municiones, no puede haber victoria. Además, la variedad de puntos de abastecimiento y la capacidad de desplazarse han dado éxitos tanto a la Mancomunidad Federada como al Condominio Draconis. De hecho, lo que ha permitido sobrevivir tanto tiempo en Teniente a Hohiro Kurita y los suyos ha sido su decisión de dividir el Tercero y el Undécimo de Regulares de Pesht en fuerzas más móviles.
—Te concedo este punto —dijo la Primus, guardando las manos en las mangas opuestas de su túnica dorada—. Ya tienes el campo de batalla, las tropas y los suministros. ¿Qué más necesitas?
—Mis consejeros y yo estamos preparando diferentes escenarios, basados en actuaciones pasadas de los Clanes, para diseñar modelos informatizados de sus estrategias. Realizaremos múltiples pruebas de nuestras tropas frente a las suyas, y todo el mundo, a partir de los líderes de lanzas, trabajará en la elaboración de simulaciones por ordenador para que conozca al enemigo. Examinaremos estas estrategias, descartaremos las que sean defectuosas y prepararemos una guía táctica y estratégica que debería permitirnos dominar a los Clanes.
—No pareces confiar en tu capacidad de vencerlos, Capiscol Marcial. Esperaba más de un MechWarrior con un historial tan brillante como el tuyo.
Focht levantó la cabeza con un movimiento deliberado para que la proyección informática lo imitase.
—Primus, han pasado casi veintitrés años desde que combatí por última vez en una batalla que no era una simulación. Antes de eso combatí allí donde la Arcontesa me pidió que lo hiciera. Conduje a las mejores tropas de que disponía la Mancomunidaa de Lira, y puedo afirmar que nuestros ComGuardias son aún mejores.
»No siempre alcancé la victoria —prosiguió—, pero aprendí a respetar a mis enemigos, y los Clanes merecen todo mi respeto. No creo que el Décimo de Guardias Liranos hubiera actuado mejor bajo mi liderazgo que bajo el del príncipe Victor Ian Davion; sin embargo, los Halcones de Jade los hicieron pedazos en Alyina.
Mientras hacía un amplio gesto con la mano izquierda para distraer a la Primus, Focht aumentó la escala de RVI a 1:1 con la diestra. Esto hizo que los 'Mechs de los Clanes crecieran hasta convertirlo a él en un enano en comparación.
—Tal como hemos sabido desde el principio, los Clanes son la mayor amenaza a la que se ha enfrentado jamás la Esfera Interior. Ahora, su avance los conduce directamente a la Tierra. Los pararé, pero debo tener tu pleno apoyo a la hora de reunirías tropas y diseñar mis planes.
—Y lo tendrás —dlijo la Primus, bajando levemente los hombros—. Me encargaré de que nada se interponga entre la victoria y tú.
—Bien. —Ahora haré la petición final, pensó, y dijo—: En tal caso, me concederás permiso para partir al encuentro del Khan Ulric y negociar esta batalla a la manera de los Clanes.
Aunque Focht había mantenido un tono de voz bajo e indiferente, a la Primus se le desorbitaron los ojos y enrojeció.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? —exclamó. El Capiscol Marcial, inmerso en aquel mundo virtual, creyó que el brillo de sus ojos iba a convertirse en un rayo que lo fulminaría—. No puedo permitir que mi Señor de la Guerra viaje al territorio del enemigo. ¿Y si te capturan y te torturan? He visto el informe de la manera como vencieron la resistencia de Phelan Keli. Tú podrías aguantar más que él, pero acabarías revelando todos nuestros secretos. No puedo correr ese riesgo.
—Primus, debo ir —insistió Focht, e hizo una indicación al ordenador para que aumentase el parámetro temporal para que el mundo se sumergiese en las sombras nocturnas—. El Khan Ulric comprenderá que se trata de una trampa. Sabrá que estamos esperándolo. La única forma de obligarlo a acceder a que ponga la cabeza de los Clanes en la boca del león de ComStar es ir a desafiarlo a su propia madriguera. Eso lo complacerá, y respetará mi demostración de valentía. Además, mi acto será un reto para los otros Clanes, de modo que, cuando Ulric los llame a participar, aceptarán. Una puja formal con el ilKhan es tan vital para esta operación como los suministros y las tropas.
El Capiscol Marcial vio que la expresión de la Primus se cerraba y comprendió que había perdido.
—No, Capiscol Marcial. No puedo permitirlo. No lo permitiré.
—Piénsalo, Primus. Consulta al Primer Circuito antes de tomar tu decisión final. —Focht se cruzó de brazos y aguantó la mirada electrizante de la Primus sin inmutarse—. Si no me permites ver a Ulric cara a cara para plantear esta batalla, tendrás que empezar a practicar.
—No me hables con acertijos, Capiscol Marcial —dijo la Primus, perpleja—. Sé quién y qué eres en realidad, y ese galimatias místico no es propio de ti. ¿Qué es lo que debo empezar a practicar?
—Lo que le dirás a Ulric cuando negocie contigo la defensa de la Tierra.
Con un fogonazo, la cara de la nube desapareció, dejando un vacío en el cielo estrellado. El Capiscol Marcial meneó la cabeza.
—Lo único que los políticos no entienden nunca es la necesidad del guerrero de saber que el adversario al que se enfrenta es un verdadero guerrero. No me sorprende, porque los políticos creen que el compromiso es un triunfo. Pero en esta guerra ningún compromiso es posible, ya que cualquier resultado que no sea una victoria total sobre los Clanes significará el fin de ComStar.
Focht inspiró hondo, suspiró con fuerza y dijo:
—Ordenador: continente boreal, montañas Cokoladu. Vuelve a ejecutar la aproximación de los Lanceros de los Gatos Nova...
Capítulo 8
Nave de Descenso Barbarossa, punto de salto nadir Biota
Mancomunidad Federada
7 de febrero de 3052
Víctor Ian Davion tiró del dobladillo de su chaleco y picó con los nudillos en el mamparo junto a la escotilla de entrada al camarote del capitán. En circunstancias normales, habría dejado de lado toda formalidad para encontrarse con su primo, el mariscal Morgan Hasek-Davion, pero el mensaje en el que se solicitaba su presencia iba dirigido al kommandant Davion, lo que quería decir que la visita era de trabajo, no de placer.
—Se presenta el Kommandant Victor Davion, señor.
—Entra, Víctor —dijo Morgan Hasek-Davion. Sentado tras un pequeño escritorio de patas largas y estrechas, parecía un titán atrapado en el palacio de un enano. Sus largos cabellos pelirrojos le caían sobre los hombros y cubrían las hombreras doradas de su negro uniforme. Movió una de sus enormes manos para señalar una silla a Víctor, pero no lo ofendió que decidiese seguir de pie—. Me alegro de ver que estás bien. Tengo entendido que pasaste un mal trago en Alyina.
¿Un mal trago? ¡Mi mejor amigo murió para salvarme la vida y mi unidad fue aplastada! Y ahora vienes tú a retirarme el mando.
—No fui herido, mariscal. No puede decirse lo mismo de mis hombres. No sé qué fue lo que ocurrió. Nos abrumaron.
Morgan levantó una mano para interrumpir a Víctor y dijo:
—El análisis de los registros de batalla indica que no hubo culpabilidad ni negligencia por tu parte. Tú y tus hombres hicisteis todo lo que pudisteis. Los Clanes cambiaron de táctica y os atacaron con más virulencia que en ocasiones pasadas. Lo que sucedió en Alyina no fue culpa tuya.
—En tal caso —dijo Víctor, mirando a los ojos a Morgan—, ¿por qué has venido a arrebatarme el mando?
Su pregunta sorprendió claramente a Morgan.
—¿De qué estás hablando?
—Sé lo que está pasando, mariscal. —El diminuto príncipe juntó las manos a la espalda y prosiguió—: Corren rumores de que el Décimo de Guardias Líranos va a ser destinado a un circuito de mando en Pon Moseby. Vamos a descansar y a recuperarnos, o eso se dice, pero yo sé la verdad. Nos envían a la retaguardia porque fuimos vencidos en Alyina. Otras unidades de primera línea ya vienen a ocupar nuestro lugar. Vas a poner en la reserva al Décimo de Guardias Líranos y vas a arruinar la carrera de la general Andrea Kaulkas porque parece que yo lo he estropeado todo.
—¡Tonterías! Como acabo de decirte, no tuviste la culpa de lo de Alyina.
—Si es así, transfiéreme a otro mando de combate.
—No puedo hacer eso, Víctor.
—Pero no a tus Ulanos de Kathil. Sería un honor para mí servir con ellos, pero demasiada gente pensaría que se me daba un mando por ser quien soy, no por lo que he hecho. No lo quiero. —Víctor cerró los ojos y se concentró—. Déjame servir en el Undécimo de Guardias de Donegal o en el Segundo de Lanceros de Crucis.
Morgan negó despacio con la cabeza.
—No puedo hacer eso, Víctor. No puedo darte simplemente un puesto de mando en otra unidad militar. No lo haría por otro oficial de tu rango, de modo que, si quieres evitar acusaciones de favoritismo, te sugiero que no pidas esta clase de favores.
El comentario hirió a Víctor, que apretó los dientes para aguantar el dolor que sentía en su corazón.
—Mariscal, sólo hay dos posibles razones de que me envíen a descansar con el Décimo de Guardias Liranos. La primera es que mi rendimiento en el campo de batalla se considera desastroso. Tal vez sea eso lo que parece, pues he perdido dos mandos. Sin embargo, no creo que sea una acusación justa, porque nos enfrentamos por primera vez a los Clanes en Trell I, cuando todavía no sabíamos cómo actuar frente a ellos. En Alyina cambiaron de táctica y nos dimos cuenta de ello demasiado tarde para adaptarnos a su nuevo sistema. Aun así, les hicimos pagar cara su victoria.
Víctor señaló una ventanilla con la mano abierta y agregó:
—No puedes olvidar que ganamos en Twycross. —Cerró el puño—. Les dimos su primer correctivo en un planeta de la Mancomunidad Federada,, y el plan que seguimos fue concebido por Kai y por mí junto con los otros jóvenes oficiales...
—Y de no haber sido por la increíble suerte de Kai, habrías perdido al Décimo de Guardias Liranos en Twycross en lugar de Alyina —replicó Morgan, y descargó el puño sobre la frágil mesa, haciendo saltar los bolígrafos y dando una sacudida al teclado del ordenador—. Parece que Kai agotó su buena fortuna en Twycross, porque ya no le quedaba ninguna en Alyina. Sí, venciste a los Clanes en Twycross, pero sólo porque Kai corrió un peligro extremo para destruir a los Guardias de los Halcones.
—No, mariscal. Con los debidos respetos, la acción de Kai no fue la única razón de que venciéramos en Twycross —contestó Víctor, apretando los puños de frustración—. Nuestro plan era bueno. Ya habíamos empezado a reaccionar a la amenaza que venía por la retaguardia cuando supimos que Kai había detenido a los Guardias de los Halcones. Cuando éstos podrían haber llegado junto a nosotros, ya habíamos girado ciento treinta grados, de manera que un Guardia habría tenido que atacar a sus propios aliados para llegar hasta nosotros. Quizá no los habríamos derrotaao, pero habríamos podido retirarnos de forma ordenada. Nuestra estrategia era buena, Morgan, y tú lo sabías antes de aprobar el plan.
»Y si no soy incompetente para tener mando, la única razón de que ahora sea retirado es que alguien de Nueva Avalon no quiere que esté en la línea de fuego. No retirarían a otro soldado porque sus padres lo quisieran, de modo que ¿por qué se hace conmigo? Del mismo modo que pedimos a otras personas que dejen que sus hijos e hijas corran un gran riesgo, yo debo estar allí, al frente de ellos.
«Adelante, Morgan: niega que estas órdenes por las que se me traslada a la retaguardia proceden de Nueva Avalon.
Y de mi padre, pensó.
—Víctor, puedo decirte que las órdenes vinieron firmadas por tu padre, pero sabes que eso pasa con todas las órdenes que recibo. Esto no quiere decir nada y carece de sentido —dijo Morgan e, inclinándose hacia adelante, apoyó las palmas de las manos sobre la superficie de aluminio—. Si tu madre o tu padre quieren que no corras peligro o que te saquemos de la línea de fuego, han elegido un planeta especialmente desafortunado para ti. Puede que Port Moseby esté bastante detrás del frente entre los Halcones de Jade y nuestras fuerzas, pero está por completo en la línea de avance del Clan de los Lobos. Estando la República Libre de Rasalhague desmoralizada y a punto de derrumbarse tras la caída del príncipe Ragnar en manos de los Lobos en Satalice, vas a salir del fuego para caer en las brasas.
—Prefiero el fuego ahora que las brasas más adelante.
—De eso no me cabe duda —dijo Morgan, y una sonrisa afloró a su seria expresión—. No obstante, creo que tu razonamiento es erróneo. No has considerado una tercera razón para tu cambio de destino.
Víctor frunció el entrecejo mientras las primeras dudas asomaban a su mente.
—¿Cuál es?
—Víctor, eres humano. Has estado participando en uno de los combates más feroces que hemos librado contra los Clanes. Perdiste hace poco a un compañero muy querido y tu unidad ha sufrido graves pérdidas. De los cuarenta 'Mechs que la componían, sólo trece están operativos, y sólo según tu informe, muy generoso, sobre la preparación de tu unidad. Otros diez 'Mechs pueden ser reparados, pero guardan más parecido con obras de arte moderno que con máquinas de guerra. Perdiste a quince de tus pilotos por muerte o heridas, y otros ocho necesitarán tiempo para curarse antes de que puedan volver a subir a una carlinga. En resumen, en estos momentos tu batallón es apenas una compañía reforzada, y sólo estamos hablando de tu compañía. El resto del Décimo de Guardias Liranos está en un estado igualmente lamentable.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que necesitas un descanso. Necesitas tiempo para reconstruir tu unidad. —Morgan adoptó una expresión lo más comprensiva posible—. Tienes que ir con tu unidad a Port Moseby.
—¡No, maldita sea! No puedo, Morgan —exclamó Victor y, señalándose el pecho con el dedo pulgar, añadió—: Durante toda mi vida, la gente me ha mirado de dos maneras: o bien soy el «principito» a quien hay que seguir la corriente, o soy el heredero del Zorro y, por tanto, alguien a quien se debe temer. Como soy tan bajo, todo el mundo supone que tengo complejo de Napoleón y que ello me hace ser un odioso belicista. Cada vez que he intentado hacer lo que haría mi padre o tú mismo, dicen que soy un tirano al que le ha dado un ataque de nervios. ¡Odio todo esto!
»La otra cara de esta situación es que todo el mundo me compara con mi padre —prosiguió—. Si muestro alguna debilidad, si no hago todo lo que mi padre ha hecho, me compadecen porque no estaré a la altura de sus hazañas legendarias. Sí, él es un ejemplo difícil de emular, pero sé que puedo hacerlo. Cualquier fracaso es considerado como un desastre porque soy quien se supone que será el líder cuando suceda a mi padre. Claro que espero que, al mirarme, digan: "Ése es el hijo de Hanse Davion", pero sólo por una vez preferiría que dijesen: "El Príncipe es el padre de Víctor Davion¨.
—Precisamente por eso tienes que ir a Port Moseby con tus tropas —repuso Morgan—. Si no lo haces, parecerás insensible e indiferente al destino de tus tropas. El Décimo de Guardias Liranos, una unidad que durante muchos años ha sido dirigida por personas que estaban destinadas a ser Arcontes de la Mancomunidad de Lira, es muy importante en la psicología del pueblo de Lira. El último Steiner que los lideró, los empleó para destruir una ofensiva de Kurita durante la Cuarta Guerra de Sucesión. Él y sus hombres sabían que era una misión suicida, y se dice que aquel comandante en jefe se entregó a Theodore Kurita a cambio de la repatriación de los supervivientes del Décimo de Guardias.
»Katrina Steiner, tu abuela, reconstruyó el Décimo alrededor de aquel grupo de supervivientes, y volvieron a ser una fuerza temida. Tu mando de un batallón de los Guardias es considerado como un signo positivo de estabilidad en la Mancomunidad Federada, y la victoria de Twycross fue especial por partida doble, porque el heredero del trono de Lira ayudó a dirigir al Décimo en su victoria sobre los Clanes.
Morgan lanzó una mirada escalofriante a Victor y añadió:
—Si abandonas el mando, el Décimo de Guardias Liranos se sentirá deshonrado. Sabrán que los tomas por unos fracasados, y jamás recobrarán la moral. En cambio, si permaneces con ellos, si les muestras tu determinación, esa unidad llegará a ser más fuerte aún que antes. De lo contrario, lo único que se dirá del Décimo es que nunca fueron los mismos desde que un auténtico Steiner estuvo a su frente en su última misión.
La lógica del argumento de Morgan causó un profundo impacto en Victor. A pesar de que quería volver a combatir contra los Clanes, sintió un vínculo con el Décimo de Guardias Liranos que no pudo desdeñar con facilidad. Lo hicieron todo por mi, dieron cuanto tenían en la batalla de Alyina. Les debo mi apoyo. Cerró y abrió los puños varias veces, hasta que por fin se llevó las manos, poco a poco, a la espalda.
—Aunque detesto reconocerlo, me has demostrado mi error. Te lo agradezco. —Victor se inclinó hacia adelante y se agarró al respaldo de la silla que había frente a él—. ¡Maldita sea, Morgan! Tienes que recordar cómo te sentías cuando sabías que podías ayudar en la guerra pero tenías que esperar lo que parecía una eternidad para poder hacerlo.
El mariscal se arrellanó en su silla y asintió.
—Lo recuerdo, Víctor; por eso sé que lo superarás. Durante la Cuarta Guerra de Sucesión quería tanto tener un puesto de mando que me sentía arder por dentro. Tu padre se negaba en redondo a permitirme entrar en combate porque, hasta que naciste tu, yo era su heredero. Aunque este hecho era para mí un gran honor, quería demostrarle que podía ser un líder competente.
«Cuando por fin me mandó llamar, dijo que se trataba de una misión que no podía confiar a nadie más —agregó Moigan, sonriendo de satisfacción—. No importaba de qué se hubiese tratado ni de cuántos hombres y 'Mechs hubiera dispuesto para llevarla a cabo, habría dicho que sí.
—Fue durante la incursión de Liao en Kathil, cuando fuiste al planeta capital de Capela para sacar de allí a Justin Ailard y a Candace Liao, ¿verdad? —inquirió Victor, devolviéndole la sonrisa.
—En efecto —contestó Morgan, y meneó la cabeza despacio al recordar aquellas batallas—. Estaba tan ansioso como tú, Victor, y corrí unos riesgos increíbles. Tuve suerte, porque las fuerzas de Capela no eran los Clanes; de lo contrarío, podría haber acabado en tu misma situación. Pero lo que quiero decir es: tienes que esperar con tus tropas y prepararlas para cualquier misión que se les asigne. No sé si os llevarán de regreso al frente, o si seréis la única unidad que se interpondrá en el camino de los Lobos. No estás castigado ni te están protegiendo. La mayoría de los demás jefes considerarían este descanso como un premio después de haber conseguido tantas cosas.
—Supongo que tienes razón —admitió Victor, inclinando la cabeza con gesto cansino. ¿Hasta qué extremo puedo hacer presión?
—Estoy dispuesto a aceptar tus órdenes, pero con una condición.
—¿Pones condiciones a una orden? —preguntó Morgan, arqueando una ceja—. Creía que odiabas los favores personales.
—No es para mí, Morgan; es para mis tropas —contestó, y brilló una chispa maliciosa en sus ojos—. Quiero que mi batallón sea el primero en ser recompuesto. Quiero poder empezar los entrenamientos con mis hombres de inmediato. También quiero que mi batallón crezca hasta tenér una fuerza operativa de cincuenta BattleMechs.
—¿Qué es lo que te ronda por la cabeza, Victor?
—La razón por la que los Clanes siguen vapuleándonos está más relacionada con nuestra doctrina sobre la guerra que con su superior armamento. En el pasado, cuando más problemas tuvieron fue cuando se enfrentaron a fuerzas irregulares. Hemos intentado hacerles frente directamente en la batalla y, aunque podemos ganar, como los kuritanos demostraron en Lutnien, el coste de esas victorias es demasiado alto.
»Quiero modificar un batallón reforzado y entrenarlo de manera específica en tácticas que nos darán ventaja sobre los Clanes. Quiero que mi unidad sea rápida y que esté preparada para el hostigamiento. Podemos agotarlos, atacándolos en los momentos y en los lugares en que no formen un grupo con la potencia suficiente para causarnos daños. Quiero que se sientan acosados.
»Seremos como la Compañía Delta que dirigió Andrew Redburn durante la Cuarta Guerra de Sucesión. —El príncipe sonrió con cierta timidez al agregar—. Se me había ocurrido llamarnos los Espectros, porque hemos vuelto del reino de los muertos para perseguir a los Clanes.
—Y quieres regresar a Alyina, ¿verdad?
Victor se puso tenso y asintió despacio con la cabeza.
—¿Tan obvias son mis intenciones?
Morgan se levantó, rodeó el escritorio y sujetó a Victor por los hombros.
—No son obviedades; sólo pareces un misil con el blanco prefijado. La general Kaulkas me advirtió sobre tu obsesión.
—¿Me darás esa unidad?
—Sí, pero es tu responsabilidad, Victor Davion, asegurarte de que las tropas, los Espectros, estén lo bastante bien entrenados para no ser conocidos luego como «los Difuntos».
—De acuerdo —dijo Victor, mirándolo a los ojos—. ¿Y nos permitirás ir a Alyina?
—Quizá —contestó Morgan, con la mirada perdida—. Sin embargo, creo que descubrirás que esta guerra tiene más de un Alyina, y puede que estés llamado a vengar algo más que la muerte de Kai Allard.
Capítulo 9
Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
8 de febrero de 3052
Kai Allard bajó el hacha en un gran arco y partió el tronco en dos. Dejó el hacha clavada en la madera y arrojó los dos pedazos al montón apilado en la parte trasera de la casa de los Mahler.
—No, Erik, no puedes persuadirme de que me quede aquí —dijo.
—No me has causado ningún problema —dijo el hombre de cabellos canos mientras se frotaba el hombro izquierdo, en el que, como sabía Kai, tenía una profunda cicatriz—. Y te estoy muy agradecido por tu ayuda.
Kai notó el tono de preocupación de su voz, pero se mantuvo inflexible.
—No sabes cuánto me has ayudado en las tres últimas semanas. Gracias a tener un techo y comida caliente, he podido recuperar todas mis fuerzas, y este trabajo duro parece dar más volumen a mis huesos. Pero, aparte de esto, la doctora Lear y yo estamos de acuerdo en que nuestra presencia es una amenaza directa para ti y para tu esposa. Si los Clanes nos atraparan aquí...
Mahler meneó la cabeza para negar la verdad que había en las palabras de Kai, aunque éste observó que parecía absorto en algún pensamiento.
—Los Clanes prácticamente han cesado todas sus actividades en este sector —dijo Mahler—. El planeta ha sido pacificado. Podríais quedaros aquí.
Kai arrancó el nacha del bloque de madera y puso otro tronco sobre él.
—Sabes tan bien como yo que la doctora Lear y yo tenemos responsabilidades con nuestros mandos. —Bajó el hacha y la madera saltó del bloque como consecuencia del impacto—. Sabes mucho más de nosotros de lo que los Clanes podrían considerar como una coincidencia. Además... —Kai se enjugó el sudor de la frente con el antebrazo y añadió—: Sabes que no soy Dave Jewell.
Mahler se cruzó de brazos en actitud defensiva.
—Aunque supiese quién eres en realidad, ¿por qué no habría de ayudarte? —preguntó. Se desabrochó su camisa de franela a cuadros rojos y negros y le enseñó la blanca cicatriz que le cruzaba el hombro izquierdo—. Los Dragones me hicieron esto en Styx cuando intentaban sacar a Melissa Steiner de la Silver Eagle. Los Demonios de Kell nos salvaron y tu tío era uno de ellos. No olvido mis deudas fácilmente.
Kai sintió un nudo en el estómago. Durante el último mes, a pesar de hallarse a años luz de su casa, atrapado en un planeta hostil y sin recursos, Kai había vivido con intensidad. La identidad de Dave Jewell le había venido bien, porque lo liberaba de su responsabilidad como Allard y como Liao. También lo había aliviado de la dolorosa sensación de que había abandonado a su familia, junto con la inmensa presión por alcanzar el triunfo que siempre senda. Sin embargo, aquel antiguo lastre volvió con fuerza redoblada en aquel momento, cuando Erik Mahler le recordó la heroica herencia que le había legado su familia.
—Esa deuda no me la debes a mí, Erik Mahler. La defensa que hiciste de Melissa Steiner hace un cuarto de siglo es un acto que debo recompensar acabando con el peligro de que los Clanes descubran que has estado dando cobijo a un enemigo —dijo, y partió otro tronco—. Como has averiguado el secreto de mi verdadera identidad, sabes que tengo el deber de ponerme en contacto con di Príncipe Davion, y también sabes que no puedo ni debo dejar que nada me impida cumplir con este deber mío.
Mahler titubeó por unos instantes; por fin, asintió despacio con la cabeza.
—Tienes razón. En realidad, siempre lo supe. No debí pedirte que te quedaras, sabiendo lo que tienes que hacer, pero creí que debía hacerte esta oferta. Y mi mujer siempre está preocupada por la doctora Lear y por ti. —Se ciñó la camisa de nuevo y se la abrochó—. ¿Estás seguro de que es una buena decisión llevarla contigo?
—Preferiría viajar solo, para ir más deprisa y reducir los riesgos, pero ella no permanecerá aquí para no perjudicaros —respondió Kai, mientras arrojaba los pedazos de leña a la pila—. Además, puede serme útil tener a mi lado a una persona experta en medicina para superar cualquier problema que tenga por el camino.
—No me refería a eso —dijo Mahler, resoplando como si fuera a echarse a reír—. Después de pasar la primera noche aquí, vosotros dos apenas habéis intercambiado algo más que saludos. Vuestra relación no parece que vaya a favoreceros para superar las dificultades que afrontaréis si sigues adelante con tu plan.
—Quizá tengas razón —admitió Kai, encorvando los hombros y lanzando un profundo suspiro—. Pero no creo que la doctora Lear dificulte mis esfuerzos. Es una mujer inteligente y competente. No podría pedir más a un compañero de viaje.
—¿De verdad? Entonces eres un hombre extraño, «Dave Jewell» —dijo Mahler, entornando los ojos—. Yo, en cambio, prefiero tener a mi lado a una persona que no me odie.
A pesar de las protestas de Kai y Deirdre, Erik Mahler insistió en llevarlos a la cercana ciudad de Dove Costoso con su aerocamión. Hilda les preparó un almuerzo y llenó la mochila de Kai con ropas de civil que había adaptado para ellos. Cuando Kai se negó a llevarse nada que no hubiese traído él mismo, Hilda le aseguró que había arrancado todos los distintivos que podrían permitir a los Clanes seguir la pista de sus benefactores. Kai supo de inmediato que ella no iba a permitir discusión alguna y lo aceptó.
Para sus adentros, se sentía muy satisfecho de todo lo que los Mahler habían hecho por él y por Deirdre. Hilda había arrancado los cables químicos de su chaleco refrigerante, convirtiéndolo en un atuendo caliente antibalas, que Kai podía llevar sin que se notara debajo de una de las camisas de lana que le había dado Erik. También quitó las costuras de algunos pantalones para que Kai pudiera calzarse sus botas de MechWarrior por debajo de las perneras sin llamar la atención. Incluso quitó toda señal de los rótulos con el nombre de Dave Jewell de la ropa que Kai había traído consigo.
Erik y Kai cubrieron el suelo del aerocamión con una mesa maciza que Erik había hecho y algo de leña cortada por Kai. Con Erik, Deirdre y Kai apiñados en los asientos delanteros, parecían una familia de las afueras que iba a Dove Costoso a vender sus productos en el mercado. Aquélla era su tapadera. Kai ocultó su pistola de agujas bajo el asiento por si se daba el improbable caso de que una patrulla sospechase de ellos.
Hilda, con los ojos bañados en lágrimas, asintió para indicar su aprobación de los preparativos.
—Sabéis que siempre podéis volver, si tenéis que hacerlo —dijo.
—Lo sé —repuso Deirdre, y abrazó con fuerza a la anciana—. Muchísimas gracias por toda tu ayuda.
—Cuídate, Deirdre. Eso es todo lo que te pido.
Kai también abrazó a Hilda y le dio un beso en la mejilla.
—Muchas gracias, Frau Mahler. Todo irá bien.
—Enviad noticias si podéis.
—Lo haremos —prometió Kai, pero ambos sabían que era mentira.
La ruta que tomó Erik hacia Dove Costoso les hacía atravesar el pantano Bolliti.
—Habría sido un desastre para vosotros ir por este camino a pie. Aunque hubieseis logrado eludir los caimanes y las arenas movedizas, el brutto vapore habría puesto fin a vuestra excursión.
Deirdre, que iba sentada entre los dos hombres, frunció el entrecejo y se removió inquieta.
—¿El «feo vapor»?
—Nubes de insectos que viven en el pantano. Si no tienes un pellejo grueso o una buena pelambrera, te pican con su aguijón narcótico y te implantan sus huevos. Por lo general, la víctima permanece inconsciente durante los dos días que necesitan para abrirse; entonces las crías salen y van al pantano para continuar su ciclo reproductivo.
A Kai se le revolvió el estómago al pensar en aquellos bichos abriéndose paso por la carne hasta el exterior.
—La tasa de supervivencia entre quienes albergan esos huevos no es muy alta, supongo.
—No —dijo Erik—. Bueno, se dice que un Elemental de los Clanes sobrevivió a la eclosión de los nuevos, pero sólo es un rumor.
Tras dejar atrás el pantano, el aerocamión entró en la planicie ligeramente ascendente que llevaba a la cordillera Riscaldamento, en cuyas faldas se encontraba Dove Costoso. Justo antes de romper el alba, sus luces eran las únicas señales de vida humana hasta que el sol terminaba su lenta ascensión sobre las montañas. Al amanecer, Kai pudo distinguir algunas casas semejantes a la de los Mahler. La propia ciudad parecía pequeña en comparación con el tamaño medio de las urbes de su civilización.
—Tengo una pregunta —dijo Deirdre, mordisqueándose el labio—. Vamos a las instalaciones de ComStar de Dove Costoso para enviar un mensaje a Nueva Avalon, ¿no? Eso debe de ser muy caro y no tenemos tanto dinero. ¿Qué pensáis hacer al respecto?
—El mensaje será caro, pero hay formas de conseguir que envíen una transmisión sin pagas —respondió Kai.
—¡Oh, perdona! —lo interrumpió ella—. Había olvidado que tu palabra es ley en ComStar.
El ataque indirecto a su linaje dejó sin palabras a Kai por unos momentos.
—En realidad, doctora, me sorprende que no te hayas dado cuenta de que no tengo ninguna prisa en recurrir al nombre de mi familia cuando la propia Mancomunidad Federada nos proporciona los medios para enviar un mensaje. —Frunciendo el entrecejo, añadió—: Además, por ahora prefiero no anunciar quién soy.
—Haces lo posible por salvaguardar la reputación de infalibilidad de tu familia, ¿eh, leftenant?
—No es eso —repuso Kai, y sintió un escalofrío—. Algo va mal. Los Clanes sabían que Victor estaba en Alyina y fueron directo tras él. No quiero ponerme en una situación que pueda ser utilizada contra mi padre o contra Hanse Davion.
Mahler rodeó un rebaño de ovejas que cruzaban la carretera y preguntó:
—Entonces, ¿quieres mantener la identidad de Dave Jewell?
—No —contestó Kai—. En estas circunstancias, no creo que sea buena idea identificarme como militar de la Mancomunidad Federada. —Vio su reflejo en el retrovisor del aerocamión—. Con mis cabellos negros y mis ojos rasgados, podría pasar fácilmente como un expatriado del Condominio. ¿Qué tal suena Kevin Abunai?
—No está mal, pero todavía no entiendo cómo ni por qué enviará ComStar un mensaje de un tal Kevin Abunai a Hanse Davion.
Kai sonrió.
—La Mancomunidad Federada ha establecido varias cuentas secretas con ComStar, al igual que las grandes corporaciones y otras organizaciones. Sabiendo el número de la cuenta, podemos enviar un mensaje a Nueva Avalon y el Príncipe lo pagará. Según como esté configurada esa cuenta, el mensaje será prioritario o de un nivel inferior.
—¿Qué? Nunca había oído hablar de eso —dijo Deirdre, irritada—. ¿Por qué no fui informada de este sistema de números secretos? ¿O acaso está reservado a la gente de sangre azul?
—Está reservado a oficiales de tu rango o superior, de modo que sí fuiste informada, doctora, a menos que no se te adiestrara en técnicas de supervivencia y evasión —dijo Mahler.
—Cuando debía hacer ese cursillo me encontraba en una conferencia sobre medicina —explicó Deirdre, sonrojándose—. No consta en mi curriculum, pero...
—Raras veces se exige a los médicos que sigan los cursos de preparación más triviales que hacemos los demás —dijo Kai, sonriéndole con gesto tranquilizador—. No es ningún problema. ¿Sabes tu designador de unidad?
—El uno-cero-dos-cuatro.
—¿Tu código de rango y tu número de identificación de la Mancomunidad?
—G15a y 4432-44323-19826.
—Entonces ya sabéis el número que debéis dar a ComStar para enviar un mensaje a casa —dijo Mahler—. Si lo recuerdo bien, como G 15a el mensaje tendrá nivel semiprioritario. ¿No es así, leftenant?
—¿Eh? Sí, así es —contestó Kai, parpadeando—. Sí, sería un mensaje rápido.
—¿Qué? —inquirió Deirdre, volviéndose hacia él.
—Nada.
Kai bajó la mirada, evitando la de Deirdre. Lo que acababa de decir era tan revelador como misterioso. Su archivo personal decía que era de Odell, un planeta de la Marca Crucis de la Mancomunidad Federada. Sin embargo, su número de identificación empezaba por cuatro, y Kai sabía que eso quería decir que en realidad había nacido en la Marca Capelense, bastante antes de la guerra que había partido en dos la Confederación de Capela.
¿Tendrá su odio hacia mi algo que ver con aquella guerra? Hanse Davion envió a mi padre a espiar a Maximilian Liao, pero su tapadera acabó por obligarlo a dirigir buena parte del esfuerzo bélico de Capela contra la Federación de Soles. ¿Tal vez perdió a un pariente en aquella guerra? ¿Es por eso que me desprecia?
Erik aminoró la marcha del aerocamión al incorporarse al tráfico que se dirigía a la ciudad.
—Os llevaré a Dove Costoso y os dejaré a cuatro manzanas de la estación de ComStar. Todavía es una sede provisional, porque la ciudad se negó a cambiarla de zona a menos que ComStar les diese precios preferenciales de comunicación. Aun así, todos sus equipos funcionan, o eso me han dicho por lo menos.
—Gracias a Dios por todos estos pequeños milagros —dijo Kai. Se acercaba el final del viaje y era reacio a abandonar a Erik Mahler a su suerte—. Mira, Erik, después de dejarnos sal enseguida de la ciudad. Tengo un mal presentimiento.
—No se preocupe, señor Abunai —contestó Mahler—. Los recogí a usted y a su señora en la carretera y los llevé a la ciudad. No hablo japonés y su alemán es ininteligible. —Se rascó el hombro izquierdo, donde tenía la cicatriz, y añadió—: En cualquier caso, no me gustan los dracos, ¿sabe? Tal vez los denuncie yo mismo.
—Domo arigato —repuso Kai, haciendo una solemne reverencia. Buscó debajo del asiento y guardó la pistola en la mochila que tenía entre los pies—. Todo listo.
—Ya hemos llegado.
Kai abrió la puerta mientras el vehículo se detenía. Ayudó a bajar a Deirdre y cerró la puerta de un golpe.
—¿Qué puedo decir?
—Quien ha sido MechWarrior, lo será siempre —respondió Erik, sonriendo—. Que Dios os proteja.
Kai se echó la mochila a la espalda y ambos emprendieron la marcha por la calle. Les fue sencillo encontrar la sede de ComStar. Se encontraba en un edificio alto y estrecho, en el medio de una calle rodeada de callejones llenos de escombros. El patio delantero estaba cerrado con una valla de hierro forjado con alambre de espino, pero la puerta se encontraba abierta. Sólo una cámara montada en la pared del edificio la vigilaba.
El edificio le pareció a Kai más grande y ostentoso que otras instalaciones de satélite de ComStar que había visto en el pasado.
—¿Por qué eligió ComStar este lugar? En una ciudad tan pequeña como ésta, parece que sería más apropiado tener una tienda con escaparate.
—No lo sé —dijo Deirdre, encogiéndose de hombros. Levantó la mirada y se estremeció—. Creo que no me gusta.
—A mí tampoco, pero no tenemos más elección que entrar.
Kai, seguido de Deirdre, cruzó la calle v subió la escalera de la entrada al edificio. Antes de que pudiera pulsar el timbre, la puerta se abrió y un acólito ataviado con una túnica amarilla los saludó con una sonrisa.
—Bienvenidos a la Casa de Blake. ¿En qué podemos ayudarlos?
El acólito los invitó a pasar con un gesto a un vestíbulo redondo, con el suelo de mármol a cuadros blancos y negros. Un pasillo se adentraba en el edificio, pasando por debajo de una escalera curvada que ascendía junto a la pared más alejada. A izquierda y derecha, unas grandes puertas dobles daban a habitaciones con elegantes muebles antiguos y adornos de gran belleza. Sobre sus cabezas colgaba un candelabro de cristal que iluminaba el vestíbulo.
—Soy Kevin Abunai, y ella es Denise Stratford. Nos gustaría hablar con el capiscol de esta estación. Queremos enviar un mensaje a través de una cuenta de destinatario.
El acólito hizo una reverencia, con la sonrisa aún congelada en su rostro.
—Esperen aquí, por favor.
Se fue por el pasillo y cerró la puerta a sus espaldas. En el mismo momento en que sonó el cierre, Deirdre se volvió hacia Kai.
—¿Denise Stratford? —siseó irritada—. ¿Cómo se te ha podido ocurrir eso? ¿Es un truco de espía?
—Denise es un nombre parecido al tuyo, lo que ayuda a recordarlo. Por eso yo me hago llamar Kevin. —Kai sonrió con timidez—. Stratford procede de Stratford-upon-Avon, el lugar donde nació...
—William Shakespeare, autor de El rey Lear —finalizó Deirdre. Sus ojos azules chispeaban, pero su enfado iba mitigándose por momentos—. Muy hábil, Kevin. Casi resulta fácil de recordar.
—De eso se trata —dijo Kai, y paseó su mirada de nuevo por el vestíbulo—. ComStar se ha gastado bastante dinero en arreglar este sitio... si las condiciones del barrio indican cómo debía de ser esto antes. ¿Por qué malgastar el dinero, si es una sede provisional?
—No lo sé.
Deirdre se arrodilló y arrancó una gota de pintura seca del zócalo de mármol negro de la pared.
—Esta pintura dorada es reciente y no recuerdo que hubiese una estación de ComStar en Dove Costoso antes de la invasión.
—Ni yo tampoco. Tengo la impresión de que este lugar es una especie de embajada o sede gubernamental, más que una estación de transmisión de mensajes de ComStar. El regreso del acólito interrumpió sus especulaciones.
—El vicecapiscol Khalsa los recibirá ahora —anunció, y señaló una silla situada junto a la puerta de entrada—. Pueden dejar aquí la mochila. Me encargaré de que nadie la toque.
Kai quería llevar consigo la mochila, puesto que contenía la pistola y el cuchillo que Victor le había dado, pero no podía arriesgarse a llamar la atención.
—Gracias, acólito —dijo. Dejó la mochila en la silla y siguió al hombre por el pasillo hasta un despacho grande que tenía las paredes cubiertas de paneles de nogal.
Un hombre corpulento vestido de escarlata se levantó detrás de su escritorio y alargó la mano hacia sus visitantes.
—¡Bienvenidos, bienvenidos! La Paz de Blake sea con ustedes. Siéntese, querida —susurró, estrechando la mano a Deirdre. A continuación tomó la de Kai entre las suyas y sonrió al MechWarrior con una sonrisa que a Kai le resultó extrañamente familiar.
Kai se sentó junto a Deirdre y se alegró cuando ella puso su mano izquierda sobre su diestra. Khalsa dejó caer su voluminosa masa corporal en un enorme sillón y se inclinó hacia atrás hasta que la luz del techo brilló en su calva recién afeitada.
—¿En qué puedo ayudarlos, señor Abunai y señora Stratford?
—Como le dije al acólito, tenemos que enviar un mensaje.
—Bueno, para eso estamos aquí —dijo Khalsa, y giró el monitor de su estación de trabajo para que Kai no pudiese ver la pantalla. Extrajo el teclado y preguntó—: ¿A quién va dirigido el mensaje?
—«Consolidated Manufacturing S A.», en Nueva Avalon —dijo Kai sonriendo, dando al vicecapiscol el nombre de una empresa ficticia—. Tiene que ir dirigido a la sede central.
—Un mensaje dirigido a Nueva Avalon será bastante caro —comentó Khalsa, arqueando una ceja.
—Tengo un número. —Kai cerró los ojos—. 1024-Gl 5a-4432-44323-19826. —Volvió a abrirlos mientras Khalsa tecleaba los números—. Creo que eso bastará para enviar el mensaje.
—Es un código militar davionés —dijo Khalsa. Kai sintió un leve temblor en la mano de Deirdre.
—¿Ah,sí?
—Me temo que sí. Y, por supuesto, «Consolidated» es una palabra en clave del Servicio de Inteligencia de la Mancomunidad Federada. —Khalsa frunció el entrecejo, mientras la luz que se reflejaba en sus ojos indicaba a Kai que estaba examinando varias pantallas de datos. El vicecapiscol meneó la cabeza como un maestro decepcionado por la pobre excusa de uno de sus alumnos—. No debieron intentar engañarnos, de verdad. Sabemos quiénes son ustedes.
—¿Qué importancia tiene eso? —inquirió Kai—. Le he dado el número de una cuenta. Usted debería aceptar el mensaje y enviarlo.
El oficial de ComStar negó con la cabeza de nuevo; al hacerlo, sus mofletes oscilaron, dándole el aspecto de un perro basset
—Me temo que no lo entiende. Los Clanes han conquistado este planeta y ComStar lo administra en su nombre. —La puerta que había detrás de Khalsa se abrió y entraron dos hombres armados con rifles automáticos—. Tendremos que detenerlos hasta que llegue una escolta que los conducirá a nuestro centro de reclusión.
Deirdre clavó su mirada en Kai.
—Creía que ese código no revelaría nuestra identidad.
—Y no lo ha hecho, doctora Lear —explicó Khalsa, sonriendo con cierta coquetería—. Ha sido usted. La ha traicionado su belleza. Recuerdo haberla visto en un concierto aquí, en Dove Costoso, una semana antes de Navidad. Esperaba tener la ocasión de conocerla. Desde entonces he estado vigilando si aparecía su nombre en las listas de detenidos que hemos reunido. No podía dejar que alguien como usted fuese encerrada con simples guerreros. Sería algo impropio.
—Me alegra ver que la sede local de Alyina de tu club de admiradores está en tan buenas manos —dijo Kai a Deirdre.
Deirdre le pidió perdón con la mirada y Kai le apretó la mano, en un gesto que quería ser tranquilizador.
El vicecapiscol se incorporó y, con un gesto de su gordezuela mano, indicó a los dos agentes ROM que avanzaran.
—Por favor, perdonen el lamentable estado de nuestras instalaciones, pero no puedo permitirme correr ningún riesgo con la doctora Lear. —Khalsa dio unos golpecitos en la pantalla del monitor—. Su archivo fue uno de los que recuperamos de unos equipos dañados de Davion. Aquí dice, doctora, que su nota en el cursillo de supervivencia y evasión fue de dos décimas por debajo de la máxima. Me temo que será enviada al calabozo hasta que podamos encontrar un alojamiento más adecuado. Kai le soltó la mano y dijo:
—Supongo que no me apartarán de ella. Yo soy inofensivo.
El vicecapiscol volvió a mirar la pantalla, pero meneó la cabeza en sentido negativo.
—No intente tomarme el pelo. A pesar de sus hábiles intentos de borrar todo rastro de su identidad, sabemos quién es. Somos demasiado inteligentes para usted. No puede engañar a ComStar. —Supongo que no.
Khalsa asintió mientras uno de los guardias ROM empujaba a Kai con el cañón del rifle.
—Supone bien. Ha sido sencillo seguir su pista gracias al contenido de su mochila. Al fin y al cabo, los holodiscos fueron enviados a través de ComStar. —El vicecapiscol suspiró con cansancio y agregó—: A ComStar no le agrada el engaño. Le sugiero que reflexione sobre esto mientras aguarda a ser trasladado a un campo de reeducación, señor Jewell.
Capítulo 10
Nave de Salto Diré Wolf, órbita de preasalto
Hyperion, República Libre de Rasalhague
8 de febrero de 3052
Phelan Wolf miró al otro lado de la habitación, inspiró hondo y, al exhalar, trató de ensanchar el pecho para parecer mis corpulento. Iba vestido con un mono gris que tenía una estrella daga roja en la hombrera derecha y el símbolo rojo y negro del Decimotercero de Guardias de los Lobos en la izquierda. Sabía que el uniforme era, como mínimo, impresionante. En las tres semanas que habían pasado desde que se había enterado de la muerte de Cyrilla, se había entrenado mucho para ponerse en plena forma, pero todo podía resultar inútil según cuál fuese el resultado en esta primera ronda de combates por el Nombre de Sangre.
Su primer oponente, un enorme Elemental, asentía despacio con la cabeza. Estaba desvestido hasta la cintura y el tono bronceado de su piel parecía pintado con un pulverizador sobre sus abultados músculos y sus venas. Movía compulsivamente la mano derecha, y Phelan vio en ella el brillo de un medallón de plata. Cuando la mano del Elemental se cerró a su alrededor, al MechWarrior no le quedó ninguna duda de que podía doblarlo por la mitad sin inmutarse.
Phelan giró la moneda que él, a su vez, sostenía en la diestra. En un lado lucía el emblema del Clan de los Lobos: una cabeza de lobo con los ojos semicerrados y orejas estiradas, en estado de alerta. Le dio la vuelta y, en la otra cara, vio el nombre «Ward» grabado en un pergamino. Debajo estaba su nombre, Phelan Wolf, inscrito junto con la fecha.
Phelan miró de nuevo al Elemental y no se sintió nada tranquilo al ver su maligna sonrisa.
Natasha dio una suave palmada a Phelan en la espalda y le dijo:
—No dejes que te amilane. Sólo está haciendo poses; si tú ganas la decisión, lo aplastarás.
—No lo tengo tan claro —repuso el joven MechWarrior—. Si gano la decisión, elijo el carácter del combate, pero él decide dónde tendrá lugar, ¿no es cierto?
—Sí. Si tú ganas, elegirás combatir con tu 'Mech. Él tendrá que ponerse su armadura y, a menos que sea muy bueno y tenga mucha suerte, esparcirás sus restos por el campo de batalla.
—No es muy equilibrado.
—La igualdad no tiene nada que ver con los combates por un Nombre de Sangre —repuso la Viuda Negra— ¡Estás luchando por un honor que no tiene igual en los Estados Sucesores ni más allá! Si lo vences, y si luego derrotas a todos a los que te tendrás que enfrentar, demostrarás ser uno de los guerreros supremos de la Casa de Ward.
»Además —agregó, cambiando su feroz expresión por una hosca sonrisa—, si él gana la decisión, sabes que elegirá una pelea con los puños. No eres un inepto en combate cuerpo a cuerpo, pero...
Phelan miró a su oponente y vio un músculo pectoral que se movía como una placa tectónica en un terremoto.
—Desde luego, no quiero tenerlo cerca mientras esté fuera de mi 'Mech. —Sintió un ligero escalofrío—. Tengo treinta centímetros de altura y treinta y cinco kilos de peso menos que ese payaso, como mínimo.
—Mejor que no lo llames «payaso» hasta que lo hayas vencido —comentó Natasha con una mueca.
—Bien dicho.
Detrás de Natasha, Phelan vio que la pequeña galería de visitantes se iba llenando de amigos poco a poco. Evantha Fetladral, la Elemental que lucía una larga cola de cabellos rojos colgando de su calva afeitada, estaba sentada junto a Ragnar y parecía estar explicándole todo el procedimiento. Al otro lado de Ragnar se hallaba un hombrecillo con una cabeza demasiado grande para su estatura, rematada en una mata de cabellos rubios. Carew, como Phelan, carecía de Nombre de Sangre, por lo que escuchaba con atención las explicaciones de Evantha. Del mismo modo que Evantha y otros habían sido criados para desarrollar el gigantesco tamaño necesario para ser Elementales, la baja estatura de Carew había hecho que lo educaran como piloto de caza aeroespacial.
Por último entró una mujer alta y esbelta, con cabellos blancos tan cortos como los de un hombre. Ranna sonrió a Phelan y le dio ánimos con la mirada. Phelan le devolvió la sonrisa y se sintió más optimista. Ranna fue a sentarse al lado de Carew.
Natasha pasó la mano frente a la cara de Phelan.
—Ya pensarás en ella más tarde —le dijo.
—Lo siento, pero tú y tu nieta tenéis una belleza capaz de hipnotizar a un hombre —repuso Phelan con una sonrisa maliciosa.
—Muy bien, sueña si quieres; pero, cuando yo estaba en tu lugar, intentaba imaginar cómo igualaría las oportunidades en una pelea cuerpo a cuerpo con un Elemental.
Aquellas palabras tranquilizaron a Phelan.
—¿Qué me lo que hiciste?
—Gané la decisión —respondió Natasha, encogiéndose de hombros.
El MechWarrior giró la moneda en la mano. Entonces dejó de juguetear con ella, porque el ilKhan Ulric Kerensky entró en la sala y se plantó en su centro. Los amigos y colaboradores del Elemental también se retiraron, dejando a los combatientes solos con el ilKhan.
Ulric se irguió cuan alto era. Sus canosos cabellos y barbilla parecían brillar bajo las intensas luces del techo.
—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?
—Seyla —susurró Phelan en tono solemne.
—Seyla —repitió el Elemental.
—Entonces, lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final —concluyó el ilKhan con un gesto de respeto—. Ustedes representan lo mejor que la Casa de Ward tiene que ofrecer al Clan de los Lobos. Sin embargo, hoy no combatirán por el Clan, sino por el derecho y el honor de llevar el nombre Ward. Este nombre está exaltado, al igual que los demás nombres de quienes se mantuvieron leales al sueño que Aleksandr Kerensky albergaba para su pueblo. ¿Entienden esto?
—Seyla.
—Y, al aceptar tomar parte en este combate, ¿comprenden que santifican con su sangre la determinación de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en la cumbre de la evolución humana? Haber sido elegidos para participar ya los designa como miembros de una elite, pero la victoria los colocará legítimamente entre los pocos que existen en el cénit de todo aquello que los Clanes consideran sagrado.
—Seyla —dijo Phelan, asintiendo.
—Usted es Dean y ha visto veintisiete años —dijo Ulric al Elemental—. ¿Por qué es digno?
El Elemental se irguió aún más y sus músculos se rizaron como acero fundido.
—He sido nominado a este Nombre de Sangre por mis mayores a causa de mi valentía en la conquista de Rasalhague y en la toma de Satalice —contestó con voz profunda de bajo—. De manera constante he pasado pruebas como el mejor de mi sibko y nunca he conocido la derrota en combate singular.
Ulric asintió con gesto envarado. Estaba claro que lo satisfacían los logros de un Wolf, pero era también reacio a mostrar ninguna señal que pudiera interpretarse como favoritismo.
—Y usted, Phelan Wolf, ha visto veinte años. ¿Por qué es digno?
Phelan, tal como había sido instruido por Natasha, levantó la cabeza y dijo con voz clara:
—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui capturado y convertido en sirviente; luego fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en SataJicc capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. Por esto he sido elegido.
De nuevo, Ulric asintió con un gesto formal.
—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos guerreros han sido establecidos y verificados. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. —El ilKhan dio un paso adelante e hizo una seña a ambos de que se aproximaran— Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.
Los dos combatientes levantaron poco a poco sus monedas como si fuesen reliquias sagradas y se acercaron a Ulric. Mientras lo hacían, un pequeño panel del suelo se deslizó y ascendió un cono montado sobre un fino poste. En el punto en que ambos objetos estaban unidos habían puesto una sección de tubo transparente que podía separarse. En lados opuestos del cono, Phelan vio unas ranuras lo bastante grandes para que pasara su moneda por ellas. En la parte más próxima al ilKhan vio también un pequeño botón, pero no logró averiguar su propósito. La forma del dispositivo le recordó una demostración del Nagelring sobre cómo funcionan los pozos gravitatorios.
Ulric recogió sus monedas y puso cada una en una ranura.
—Aunque nos adiestramos para poder hacer frente a una miríada de distintas situaciones de combate, no podemos controlarlo todo. Un guerrero digno de un Nombre de Sangre debe ser capaz de sobreponerse a la adversidad para derrotar a un enemigo superior, aunque esté en gran desventaja. El horrible caos de la guerra está reflejado en este juicio del Derecho de Sangre.
»Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?
—Seyla —dijeron.
Mientras los últimos ecos de la palabra resonaban aún en las paredes, el ilKhan pulsó el botón y soltó ambas monedas. Éstas bajaron por pistas separadas y rodaron por el interior del cono. Iban cada vez más deprisa, tomando velocidad a medida que se hundían en el cono cada vez más estrecho.
Phelan observó el proceso con miedo y emoción. ¡Igual que la demostración del pozo gravitatorio en el Nagelring! Haría levitar mi moneda si pudiese, pero la gravedad es como la muerte y los impuestos. De algún modo, estaba seguro de que su moneda estaba ganando la carrera, lo que otorgaba la primera decisión a Dean. Entonces, cuando las monedas iniciaron su descenso por el poste, chocaron entre sí con un fuerte tintineo y se perdieron de vista.
Ambas monedas quedaron atrapadas en el tubo de plástico. Ulric sacó con cuidado la sección extraíble y la levantó en alto para que todos pudiesen ver que nada había alterado el resultado. Sus delgados dedos recogieron la primera moneda del tubo y la giraron para poder leer el nombre inscrito en ella.
—Dean, usted es el cazador —anunció Ulric.
Dean hizo chasquear sus nudillos y sonrió lleno de confianza.
—El cazador no ve ninguna razón para un combate aumentado. Este cachorro se ha jactado de haber golpeado a un Elemental en una lucha a puñetazos. Veamos cómo se comporta frente a un Ward.
—El estilo ha sido decidido. —Ulric se volvió hacia Phelan y le preguntó—: ¿Dónde va a ser cazado?
Phelan tragó saliva, pensando que sus posibilidades de victoria se estaban hundiendo en un pozo gravitatorio. Abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Entonces lanzó una mirada feroz a Dean y esbozó una sonrisa.
Ulric lo observaba atentamente.
—Phelan, ¿dónde va a ser cazado?
Sin apartar la mirada de Dean, Phelan levantó la diestra y señaló hacia arriba.
—Allá afuera —respondió.
★ ★ ★
Habían quitado todos los equipos de la Nave de Descenso, convirtiéndola en una alta y vacía pista para el combate. Aparte del casco exterior, que se torcía en una suave curva hacia adentro, donde la nave se estrechaba en las cubiertas superiores, las paredes eran normales y todos los ángulos tenían noventa grados. Sólo unas marcas desgastadas de pintura en la cubierta y unas extrañas manchas de líquido refrigerante de 'Medís indicaban cuál había sido la función de aquella área de la Nave de Descenso.
Nunca había visto tan vacío un hangar de 'Mechs, pensó Phelan. De pie, y vestido sólo con los pantalones cortos que en circunstancias normales había usado en la carlinga de un 'Mech, jamás se había sentido tan desnudo. Su decisión de luchar en la gravedad cero del espacio ayudaba a neutralizar la fuerza del Elemental, pero ponía en juego toda una serie de otras variables. Para mantener la igualdad, aún deseaba que le hubiesen dejado empuñar la pistola que solía tener cuando estaba en una carlinga.
Tengo que recordarlo: reacciones iguales y opuestas. Siendo niño había viajado con frecuencia con una unidad mercenaria y había pasado buena parte de su juventud rebotando en el interior de una Nave de Descenso con gravedad cero. No recordaba haber peleado nunca a vida o muerte bajo gravedad cero, pero sí se acordaba de un par de feroces peleas en las que había dado saltos como una nutria por el aire. Pero me temo que no será lo mismo.
Phelan notó que la nave se estremecía mientras el piloto encendía los retropropulsores delanteros. Se agarró a un montante cercano para no flotar por la cubierta. Un segundo fogonazo de los retropropulsores dejó la nave inmóvil en el espacio.
La gota de sangre que había resbalado hasta la punta de su nariz saltó y se fue flotando por el aire, como una bolita, hacia la cubierta superior.
Phelan seguía sintiéndose asombrado de que los Clanes corrieran con los increíbles gastos que eran necesarios para crear aquel campo de batalla para él y Dean. Se encontraban en zona de combate, preparándose para invadir Hyperion, y habían sacado todos los Mechs de la cubierta de una Nave de Descenso de asalto. Habían separado la nave de la Diré Wolf y habían quemado toneladas de combustible sólo para preparar una pelea cuerpo a cuerpo de dos hombres que se disputaban un título.
Pero es más que un titulo, se recordó Phelan. Sabía que el Nombre de Sangre tenía un poder enorme para los guerreros de los Clanes. Ganar uno de ellos aseguraba el uso del ADN del guerrero en el programa de reproducción del cían. También daba al vencedor un puesto en el Consejo del Clan y lo hacía elegible como uno de los dos Khanes del Clan de los Lobos. Y, como en el caso de Cyrilla, un Nombre de Sangre podía dar incluso la posibilidad de ser útil a los Clanes mucho después de finalizada una carrera militar.
La voz del capitán restalló a través de los altavoces montados en la parte interior del casco de la nave.
—La nave se encuentra ahora en aceleración cero —anunció—. Ya tienen dispuesto su campo de batalla. Demuestren su habilidad, guerreros.
—Phelan Wolf, haré que todo acabe rápido para ti —dijo Dean, que flotaba sobre la cubierta y avanzaba hacia él como un fantasma. El Elemental cerró los puños, tensando con fuerza todos los músculos de los brazos—. Un librenacido como tú es una desgracia para la Casa de Ward. Cyrilla debió de perder la razón hace años.
A Phelan lo ofendió el tono de desprecio de Dean, pero hizo un esfuerzo por sonreír.
—¿En serio, Dean? —El MechWarrior abrió los brazos y añadió—: Si quieres atacarme, ven a buscarme.
Dean necesitó unos tres segundos para entender por completo su situación. Tenía un aspecto impresionante flotando en el hangar, pero, al carecer de un aparato de propulsión, era poco lo que podía hacer para cambiar su curso o su velocidad de vuelo. Haciendo un esfuerzo, empezó a debatirse con gestos frenéticos, pero esto sólo lo hizo alejarse de Phelan dando vueltas en el aire.
Phelan se apoyó en el montante con las piernas encogidas. Con la rapidez de una serpiente, saltó hacia adelante con un fuerte impulso y hundió ambos puños en los gruesos músculos que cubrían los ríñones de Dean. El Elemental gruñó, pero estaba demasiado concentrado en girar el cuerpo para prestar mucha atención.
Utilizando a su adversario como un potro de gimnasia, Phelan giró y volvió a bajar hacia la cubierta. Había transmitido la mayor parte de su impulso a Dean, lanzándolo en un vuelo sin control; sin embargo, logró mantener el suficiente para llegar junto a la cubierta. Dobló las piernas para amortiguar su aterrizaje y se preparó para cualquier estrategia que Dean decidiera emplear en su contraataque.
El Elemental chocó con el costado derecho contra la cubierta superior; aun asi, Phelan pensó que eso conseguiría enfurecer a Dean, más que dañarlo. El Elemental se agarró a una viga como pudo y rugió a su enemigo:
—¡Éste es el único ataque que lanzarás contra mí!
Phelan se desplazó a otro mamparo y se encogió de hombros.
—Soy todo tuyo, Dean.
El Elemental se arrojó sobre Phelan, gracias al impulso de sus poderosas piernas. Se aproximaba a él como un cohete, con los puños cerrados. Su sonrisa iba creciendo, pero se desvaneció al ver que Phelan daba un salto y se alejaba del suelo. Al faltarle un blanco que amortiguara el impacto, Dean se estrelló contra la cubierta.
Phelan se sujetó a una viga de refuerzo y su salto lo llevó hacia arriba y a la derecha. Se dejó girar hasta que tocó el casco con los pies al otro lado de la viga. Se agarró a la pared, tomó impulso de nuevo, invirtiendo su posición corporal, y golpeó a Dean en los omóplatos con los tacones. Lanzó al Elemental contra la cubierta de nuevo e, impulsándose con las piernas, voló otra vez por los aires.
Dean golpeó la cubierta con el puño, pero se agarró a la viga de refuerzo cuando empezaba a flotar de nuevo. Giró con rapidez, esparciendo por el aire gotas de sangre que manaban de su nariz y de sus labios partidos.
—¡Maldito seas, Phelan! Quédate quieto y lucha como un guerrero.
Phelan puso las manos encima de la cabeza para amortiguar el impacto contra la cubierta superior lanzó una carcajada.
—Deja de considerarme un librenacido, Dean. Soy un guerrero, miembro de la Casa de Ward. Si me valoras menos que a Vlad, no tendrás ninguna oportunidad.
—¡Te aplastaré!
—Míralo de esta manera, Dean: yo vencí en la puja y ahora tienes que luchar con desventaja.
Una parte de la pulla de Phelan afectó a Dean, que empezó a subir poco a poco, sujetándose con una mano a la viga. Alargó la mano libre y la sacudió con gestos amenazadores.
—Cuando te ponga las manos encima, todo se habrá terminado para ti —gruñó con desprecio, pulverizando sangre de la boca sobre su pecho.
Phelan notó un sabor amargo en la boca. En sus primeros ataques se había aprovechado de la ignorancia de Dean acerca del campo de batalla y de su falta de respeto por las habilidades de Phelan. Evantha lo había adiestrado en combate sin armas, pero la mayoría de los demás MechWarriors menospreciaban la pelea con los puños. Aunque había esperado que el Elemental quedase inconsciente al chocar contra la cubierta, sobre todo tras ver el fuerte impulso que había tomado antes, sabía que era improbable.
También sabía que la gravedad cero eliminaba la terrible fuerza de los músculos de Dean, pero al mismo tiempo hacía menos eficaz cualquier ataque de Phelan. Dean no iba a dejar que lo engañase otra vez, ni podría volver a atacarlo como si fuese un proyectil.
La única manera de vencer a Dean era hacer lo que él quería: acercarse. Aunque la mente racional de Phelan reconocía que esta estrategia era sensata, algo en su interior retrocedía ante la idea de enzarzarse con aquel monstruo. La sangre y el sudor de Dean relucían y sus firmes músculos se movían suavemente bajo la piel.
¡Es una pitón que aguarda la ocasión para aplastarme!
Mientras Dean encogía las piernas para dar un salto, Phelan se apartó de la cubierta superior y comenzó a flotar hacia el suelo. Dean se soltó de la viga y giró para ir directamente hacia Phelan. Se lanzó con cautela y alargó los brazos expectante.
Phelan levantó las piernas bruscamente y dobló el torso. Este gesto lo lanzó hacia atrás en una voltereta, pero dio una pataca en cuanto Dean se puso a su alcance. El golpe se descargó en la oreja izquierda del Elemental, con lo que frenó su impulso descendente y lo hizo girar. Al mismo tiempo, Phelan echó atrás la cabeza y se arqueó para acabar la voltereta teniendo las piernas de Dean a su alcance.
Sujetó el tobillo de Dean y se lanzó hacia arriba. Con esto hizo dar la vuelta al gigante y ambos empezaron a girar, Phelan utilizó la caja del Elemental para subir aún más y se pegó a su espalda como una sanguijuela. Le rodeó la cintura con las piernas y le rodeó el grueso cuello con su brazo izquierdo.
El golpe que había recibido en la cabeza había dejado aturdido a Dean, pero salió de su sopor lleno de ganas de luchar. Intentó dar un codazo a Phelan, pero su propia complexión corpulenta hizo que fallara el golpe por mucho. Sin embargo, el violento gesto los hizo girar a ambos, lanzándolos en una serie de vueltas por el hangar. Dean arañó á Phelan en el brazo, pero el MechWarrior mantuvo la presa con fuerza.
En cuanto comprendió que Phelan no tenía la intención de romperle el cuello y no había logrado aplastarle la tráquea, el Elemental cambió el objetivo de su ataque. Dio unas patadas para aumentar la rapidez de los giros y conducirlos a ambos más cerca del casco. El esfuerzo le hizo hinchar las narices, y gotas de sangre salpicaron el brazo de Phelan. Entonces, Dean golpeó las piernas de Phelan con los puños, castigándolo por su audacia.
Phelan liberó las piernas y giró alejándose del torso de Dean, pero mantuvo la presa sobre el cuello, decidido a no soltarlo. Dean levantó la mano y sujetó a Phelan por la cabeza. Éste la agachó, acercándola a la de Dean, tensó los músculos del estómago y descargó la rodilla derecha con toda su fuerza sobre la columna vertebral de Dean.
—¡Anggghh! —gimió Dean—. ¡Idiota, ni siquiera sabes estrangularme!
Antes de que Phelan pudiese contestar, la rotación que había causado con el rodillazo volvió a poner las piernas del Elemental a su alcance. Dean dio una fuerte patada que los lanzó a ambos hacia la cubierta. Chocaron con fuerza, y la masa de Dean aplastó a Phelan contra el suelo. Volvieron a subir, pero Dean dio otra patada y volaron hacia otra zona del casco.
Chocaron de nuevo y Dean hundió su hombro en las costillas de Phelan. El MechWarrior gruñó y el Elemental lanzó una áspera carcajada.
—¡Alfeñique! Mátame, rómpeme el cuello, o te aplastaré.
—No estoy aqui para matarte, Dean. Sólo para cabalgar.
—Entonces tendrás lo que deseas.
Dean logró agarrarse a una viga y, lanzándose de espaldas contra el casco, arrojó a Phelan contra éste. Retrocedió para repetir el movimiento, mas Phelan apoyó el pie derecho en la pared. Esta vez, Dean chocó contra la rodilla de Phelan y la fuerza del impacto lo hizo empezar a toser.
De inmediato, el gigante intentó cambiar de postura y giró hacia adelante, tratando de que Phelan se golpease de cabeza contra la viga. Phelan dobló las piernas, manteniendo la cabeza agachada. Aumentó la presión del brazo una vez más y se preparó para ser arrojado de nuevo contra el casco, pero Dean soltó la viga.
¡Lo sabe! Dean golpeaba débilmente el brazo de Phelan. Sus dedos se hundieron en los músculos del MechWarrior, dibujando profundos arañazos, mas Phelan no lo soltó. Era como si Dean intentara arrancarse aquel brazo capa a capa de músculos. Sin embargo, Phelan seguía pegado a él como un tatuaje. Es demasiado tarde, tiene que ser demasiado tarde.
El forcejeo de Dean fue perdiendo intensidad hasta que, por fin, cesó. Phelan siguió agarrado a él otros diez segundos y empujó al Elemental lejos de él. El gigante se alejó flotando mientras Phelan se sujetaba a la viga de soporte. Miró la escotilla, dio una patada al aire y flotó hacia ella. Al llegar, pulsó un botón del intercomunicador.
—Se acabó. He vencido a Dean.
La escotilla se abrió y apareció Natasha, con una amplia sonrisa en la cara.
—Lo he estado observando a través de los monitores. Estoy impresionada, aunque podrías haber terminado antes si le hubieses roto el cuello.
—No era necesario —respondió Phelan.
Un estremecimiento recorrió la nave en el momento en que el capitán ordenó una suave aceleración. Con el retorno de la gravedad aparente, Phelan notó de pronto la debilidad de sus piernas y el cansancio de su cuerpo.
—No tiene sentido matar cuando no es preciso. Mi tarea consistía en derrotarlo, no en matarlo.
Phelan señaló el lugar donde Dean estaba bajando poco a poco a la cubierta.
—No dejaba de imaginarse lo que yo iba a hacer —explicó—, basándose en lo que él habría hecho. Creía que estaba estrangulándolo o tratando de romperle el cuello. Pero yo estaba aplicando la técnica de ahogo que me enseñó Evantha, y conseguí interrumpir el flujo en su arteria carótida. Todo lo que tuve que hacer fue aguantar hasta que se desvaneció por falta de riego sanguíneo en el cerebro.
Natasha asintió en un gesto de aprobación.
—¿Sabes que los otros quince combates de primera ronda por este Nombre de Sangre han terminado con ocho bajas?
—¿Vlad? —inquirió Phelan, frunciendo el entrecejo.
—Ganó la decisión y mató al Elemental que se enfrentaba a él en veinte segundos —dijo la Viuda Negra con una sonrisa taimada—. Dirán que, como no tienes agallas para matar, acabarás perdiendo.
—Bien —gruñó Phelan mientras se limpiaba el brazo de la sangre de Dean—. Espero que todos los que se me enfrenten vayan cantando eso como un mantra. —Señaló el cuerpo inconsciente de Dean con el pulgar y agregó—: Eso me facilitará mucho el trabajo.
—Seyla —murmuró Natasha, y siguió a Phelan alejándose del hangar.
Capítulo 11
Ahina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
8 de febrero de 3052
Kai Allard-Liao, rodeado de dos agentes ROM que empuñaban rifles automáticos, siguió al vicecapiscol Khalsa por la crujiente escalera que conducía al sótano. El grueso oficial de ComStar sacó una vieja llave del bolsillo e hizo un gran estrépito para abrir una puerta de madera, que giró chirriando sobre sus oxidados goznes. El agente ROM que estaba detrás de Kai le dio un empujón, arrojándolo a un montón de desperdicios.
Deirdre cruzó el umbral, rígida pero por su propio pie, y se arrodilló junto a Kai en el rectángulo de luz que entraba en el cuarto. Khalsa se interpuso y ocultó la luz.
—Les pido disculpas por el desorden, pero no hemos terminado la renovación de este edificio —dijo. Accionó un interruptor de la pared exterior que encendió las luces del cuarto, y señaló una tubería y un grifo—. Pueden lavarse allí, y algún objeto que encuentren les servirá de orinal, si lo necesitan. Los ComGuardias ya han enviado una patrulla que se encargará de su custodia, de modo que no esperarán aquí más de veinticuatro horas. De nuevo, perdonen el estado de la habitación, pero no puedo dejarlos en ningún otro sitio.
—Espere a que le enviemos nuestra propia invitación en respuesta a su hospitalidad —replicó Kai, levantándose sobre las rodillas.
—Guárdese su ingenio, señor Jewell. Lo necesitará —dijo Khalsa, con una sonrisa lastimera.
El vicecapiscol se apartó del umbral y un guardia ROM cerró la puerta. Con un crujido y un ruido seco, la llave giró la cerradura.
—Tienes una nota falseada en tu archivo en los ejercicios de supervivencia y evasión, y tenías que ponerla tan alta, ¿eh? —dijo Kai a Deirdre.
—Yo salía entonces con el chico de administración —contestó ella, encogiéndose de hombros—. ¿Qué más puedo decirte?
—«Lo siento» no estaría mal.
Kai se incorporó despacio y se llevó un dedo a los labios. Señaló el techo y se dio unos golpecitos en la oreja. La expresión de perplejidad de Deirdre se desvaneció enseguida, en cuanto entendió que le estaba avisando que podía haber micrófonos.
—Lo siento —dijo ella.
—Estás perdonada.
La única bombilla que colgaba del techo emitía poca luz, aunque irradiaba una telaraña de sombras desde el centro de la habitación. Las paredes del sótano estaban construidas con piedras de extraños tamaños, formas y colores. Cuatro pilares gruesos de madera dividían la estancia en nueve áreas, de las que las más despejadas eran la de delante de la puerta y la central. El resto de ellas estaban abarrotadas de desperdicios apilados en montones de hasta dos metros de altura; Kai notó enseguida que todos los objetos tenían en común el hecho de estar destrozados.
—Como vamos a quedarnos aquí por un tiempo, podríamos ponernos cómodos. Vamos a ordenar toda esta basura y veamos si podemos encontrar algo útil. Necesitamos un orinal y cualquier cosa que sirva como colchón o cojines.
—Sí, señor —repuso Deirdre. La falsa seriedad de su tono de voz carecía de la virulencia con que ella solía hablarle. Recogió una cazuela metálica abollada y declaró—. Encontrado objeto para higiene personal, señor.
—Tu rango es superior al mío, ¿recuerdas, doctora? —dijo Kai, volviéndose hacia ella.
Deirdre reflexionó por unos momentos y meneó la cabeza en sentido negativo.
—En una situación militar, que sea un militar quien esté al frente. Militares y civiles no combinan bien.
Kai expresó su desacuerdo mientras examinaba un montón de fragmentos de cable, interruptores y antiguas latas de pintura.
—Por mucho que odies la guerra, doctora, tendrías que admitir que la tecnología militar tiene efectos positivos en el sector civil.
—¿En serio, señor Jewell? —inquirió ella en un tono tan sarcástico que la temperatura de la habitación pareció descender varios grados.
Kai se enrolló una extensión de cable alrededor del antebrazo izquierdo y lo arrojó al centro del cuarto.
—Sin duda. En tu propio ámbito, sabes que los procedimientos quirúrgicos que se utilizan para curar heridos se trasladan luego al sector civil. La cirugía reparadora aplicada a los militares ha creado técnicas que se utilizan para ayudar a las personas nacidas con defectos genéticos. Incluso algo tan primitivo como un radar fue desarrollado en un principio para uso militar y permite controlar el tráfico de la aviación civil y la detección de fenómenos meteorológicos.
—Le concedo el último punto, señor Jewell, pero no el primero. Está muy bien que los medios empleados para aliviar el sufrimiento y la tragedia de las víctimas de la guerra se utilicen para hacer el bien, pero preferiría que no se produjera todo ese sufrimiento. —Deirdre se inclinó y apartó una pesada manta—. ¡Aaaagh! ¿Qué es esto?
Al oír su grito de horror, Kai saltó sobre un calentador de agua y llegó a su lado. Ella se abrazó a él y Kai notó que estaba temblando. Aunque la cosa seguía parcialmente tapada por la manta, se trataba de una gran masa de tejido muscular, semejante a una babosa, esparcida junto a la pared. La parte que estaba al descubierto parecía dura, blanca y rectangular, pero nada indicaba si era la cabeza o la cola de algún animal.
—¿Está eso vivo o muerto? —susurró ella.
Kai apartó el resto de la manta.
—Ni una cosa ni otra, creo —respondió. Cuando la cosa quedó totalmente al descubierto, Kai vio que de su parte posterior habían arrancado largas fibras del tejido—. Es miómero. Parece el actuador del dedo de un 'Mech.
—¿Esto es miómero? Nunca... Bueno, quiero decir que el miómero que he utilizado en cirugía era diferente.
—Si, probablemente lo era. Éste es uno de los músculos artificiales que se usan para mover el dedo de un 'Mech. —Señaló el número de serie grabado por debajo del capuchón blanco de inserción—. Procede de un Valkyrie. Este material se utiliza para fines industriales. El miómero que ves en cirugía tiene un proceso de fabricación distinto y tiene que cubrirse con tejidos musculares auténticos para que sea útil. En cirugía, se emplea como bandas de goma.
Deirdre cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró fijamente.
—¿Cuándo obtuviste el título de médico?
—Mi... —Kai titubeó por unos instantes y prosiguió—. La madre de un amigo mío padecía cáncer de mama. Tenía unos implantes de miómero en el hombro a causa de una vieja herida de guerra. Cuando le descubrieron el cáncer, le practicaron una mastectomía radical, pero le reconstruyeron los músculos del pecho con miómeros. Los médicos se lo explicaron a mi amigo en mi presencia.
Por la forma como lo miraba Deirdre, Kai comprendió que ella se había dado cuenta de que, en realidad, estaba hablando de su propia madre.
—Entonces, ¿qué hace aquí este actuador?
El MechWarrior pasó la mano por la zona de la que habían arrancado largas tiras de fibra de miómero.
—A primera vista, diría que las personas que vivían antes en esta casa hicieron algunas reparaciones en uno de los lados —explicó, y recogió una fina cuerda con una llave de guitarra en uno de los extremos—. Incluso es posible que fuese un músico que utilizara el miómero para sustituir las cuerdas rotas de su guitarra.
—¿Qué?
Kai le dio la cuerda rota que había encontrado.
—El miómero se contrae cuando pasa una corriente eléctrica por él. La contracción es instantánea, pero variando la potencia se puede controlar el grado de contracción y la rapidez con que la fibra perderá su tensión. Es una tarea muy meticulosa, pero con un chip de ordenador y energía eléctrica, resulta bastante fácil. Algunas personas empezaron a experimentar con esta idea de la tensión varíable en objetos tales como raquetas de tenis, pero el invento sólo cuajó entre los músicos. Sin embargo, al existir la necesidad de rearmarse después de la guerra, es difícil encontrar miómero para esta clase de aplicaciones. De algún modo, el propietario de esta casa tenía un actuador y ganaba dinero con él.
La expresión de Deirdre se solidificó como una máscara implacable.
—No me lo digas: otra ventaja para los civiles de las atrocidades de los militares.
—¡Eh, yo no cometo atrocidades!
—Tú te ganas la vida matando personas.
Deirdre le dio la espalda, pero Kai la obligó a volverse hacia él.
—Escúchame ahora. ¡Escúchame! Hago lo que tengo que hacer. Si eso causa la muerte de otro ser humano, lo lamento mucho más profundamente de lo que crees.
—Aun así, sigues haciéndolo —repuso ella, tratando de soltarse, pero él la sujetaba por los brazos con demasiada fuerza para ella—. Sigues matando, como si eso saciara un hambre que sientes dentro de ti.
—Cuando era niño, mi padre me dijo: «Matar a un hombre no es fácil, y nunca debe serlo». No hablaba de tácticas; hablaba del precio que ha de pagar tu espíritu. No disfruto matando. Lo odio.
Al mencionar a su padre, Kai notó que ella se ponía rígida, y luego sintió que su furia se apagaba. ¡Dios mió, se trata de mi padre! ¿Qué pudo haberle hecho? La soltó. Deirdre cruzó los brazos sobre el pecho, temblando como si hubiera una corriente de aire frío. Se apartó y fue a colocarse cerca de la bombilla, mientras Kai se ponía en cuclillas a su sombra. Ahora no es el momento de preguntarle acerca de mi padre. Tenemos que salir de aquí.
Sacó una manguera de jardín de debajo de un rollo de cable pesado de nilón y de un montón de muelles retorcidos. Miró el calentador de agua y luego otra vez la manguera. Tengo todo lo que necesito... Podría salir bien, si ella está dispuesta a cooperar.
★ ★ ★
El vicecapiscol Khalsa introdujo el nombre del archivo de Deirdre y suspiró mientras el ordenador coloreaba el retrato de la joven. Había algo en ella que lo tenía totalmente hechizado, como la primera vez que la había visto. La manera como se movía y la suave risa que sonaba como música de su delgado cuello. Desde el principio, había aparecido en sus sueños... y luego la había encontrado allí, en su propio despacho.
Pensó que era el destino, que lo recompensaba tras haberlo arrojado a un planeta tan anodino.
¡Y estás despreciando este regalo! Se le ocurrió, con la fuerza de un puñetazo, que el objeto de deseo que ComStar tendría que haber eliminado hacía tiempo de su ánimo estaba ahora en sus manos. Y él la había metido en un agujero oscuro y húmedo con un hombre joven y viril que la consolaría y espantaría sus temores. ¿Cómo he podido ser tan imbécil?
Mientras su mundo de fantasía empezaba a esfumarse, el vicecapiscol se reprochó su estupidez y se dispuso a remediarla.
—Puedo separarla de Jewell y procurar que no se la lleven al Centro de Reeducación —dijo en voz alta. El recuerdo de una visita suya a aquel lugar lo hizo estremecerse—. No, no debo dejar que la destruyan allí.
Khalsa se levantó de su sillón y salió del despacho. Al llegar a la puerta que conducía al sótano, movió un dedo y dos guardias ROM lo siguieron en su descenso por las escaleras de madera. Khalsa fue hacia la siguiente puerta y abrió la mirilla, mas no vio nada. Ceñudo, fue hacia el interruptor de la luz.
—La luz está apagada, pero el interruptor está en la posición de encendido —dijo.
Los guardias ROM se acercaron para mirar por la mirilla, mientras Khalsa accionaba el interruptor varias veces.
—¡Han roto la bombilla!
Jewell usurpó el lugar del vicecapiscol en sus fantasías eróticas acerca de Deirdre Lear, lo que lo hizo temblar de ira. Accionó por última vez el interruptor y señaló la puerta.
—¡Ábranla! ¡Abranla! —exclamó.
Durante 1,27 segundos, el tiempo que pasó desde que Kai accionó el interruptor conectado a la luz hasta la caída de tensión que aisló de la red eléctrica todo aquel sector de la ciudad, el actuador de miómero se contrajo. Pasó de una consistencia gelatinosa a la dureza del acero y se tensó bruscamente, abriendo grietas en las columnas a las que estaba atado con cables de nilón. Cuando se extinguió la corriente eléctrica, el miómero se destensó. El tiempo transcurrido era demasiado poco para hacer que la casa se derrumbase, pero el suficiente para que realizase la tarea para la que Kai lo había preparado.
El calentador de agua, lleno de agua hasta la rendija que tenía en un lado, se desprendió del miómero y salió disparado como una piedra de una honda. Describió una lenta rotación en el aire que dejó la sección inferior, más pesada, detrás de la parte superior. Kai vio que el cilindro chocaba contra la puerta, haciendo saltar la madera semipodrida en una lluvia de astillas. Oyó el grito apagado de un hombre y un sonido seco.
El proyectil continuó su vuelo, derribando cuerpos y recorriendo el pasillo del sótano hasta chocar contra la pared. Manó el agua por la grieta y se extendió poco a poco por el suelo. Bajo el brillo de las luces de emergencia, parecía una lata gigantesca de cerveza aplastada...
Kai, con los ojos entornados para protegerlos del brillo de las luces, salió de la habitación de un brinco. Asestó una patada en el pecho al vicecapiscol y lo arrojó contra la pared. Mientras el corpulento hombre se desplomaba gimiendo, Kai arrancó el rifle automático de las manos del cadáver de uno de los guardias ROM, al que despojó también de su cinturón de municiones. Dio una voltereta y se volvió hacia Deirdre.
—¡Vamos, hazlo!
Percibió un movimiento más arriba. Se echó atrás y levantó el rifle automático. Había un guardia ROM en lo alto de la escalera, que apretó el gatillo de su arma en el mismo momento en que Kai hacía lo propio. Ambas armas llenaron la bodega de humo y fogonazos estroboscópicos. La garganta del guardia explotó en una lluvia de sangre, y su cabeza semicortada cayó a un lado mientras el cuerpo retrocedía y se desplomaba en el pasillo.
Kai sintió el impacto de tres balas en el pecho. Saltó por los aires y fue a chocar contra la pared. Se dio un fuerte golpe en la cabeza y vio todos los colores del arco iris ante sus ojos. Cuando la oscuridad comenzó a cernirse sobre él, intentó resistirse, pero acabó perdiendo el conocimiento.
Cuando volvió a abrir los ojos, supo por el humo que seguía subiendo hacia el techo y por el riachuelo de sangre que goteaba por los escalones que sólo había estado inconsciente durante unos segundos. El dolor que sentía en el pecho cada vez que respiraba le recordó la puntería del guardia.
Deirdre se puso de rodillas a su lado.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. Tengo que llevarte a algún sitio donde pueda trabajar.
—Sólo ayúdame a levantarme —dijo Kai, apoyando una mano en su hombro.
—¡No puedes hacer eso! llenes que quedarte tumbado. Tienes un traumatismo general en el pecho. —Se inclinó sobre él y le observó los ojos—. Las pupilas están un poco dilatadas. Debes de tener una conmoción.
—Sólo estoy dolorido. Llevo puesto el chaleco refrigerante, ¿recuerdas? —repuso Kai, dándose unas palmadas en el pecho—. Tejido antibalístico. Ha detenido las balas, aunque creo que tengo dañadas las costillas.
—O rotas. Ten cuidado. —Deirdre lo ayudó a ponerse en pie y arrancó el cinturón de municiones al otro guardia—. ¿Cómo te sientes?
—Débil. Perdí el conocimiento por unos segundos. —Meneó la cabeza para despejarse, pero se sintió muy poco satisfecho por el resultado de su gesto—. Tenemos que largarnos de aquí.
Deirdre contempló a los hombres de ComStar.
—El primer guardia está muerto. Tiene el cuello roto. Los otros dos sólo están inconscientes. ¿Vas a rematarlos?
Kai la miró como si estuviera loca y empezó a subir por la escalera.
—No son una amenaza. Vámonos.
Apretándose las costillas con el brazo izquierdo, subió con el cañón del rifle automático levantado. Al llegar a la planta baja, se agazapó tras el cuerpo del hombre al que había disparado, mas no vio a nadie. Hizo una seña a Deirdre de que lo siguiera y fue por el pasillo hacia el despacho del vicecapiscol.
Entraron y Deirdre cerró la puerta a sus espaldas.
—¿Por qué hemos venido aquí? —preguntó—. ¡Larguémonos!
—No puedo. Hice una promesa —respondió Kai, dirigiéndose al escritorio. Metió los hologramas de Dave Jewell en la bolsa que había llevado al centro de ComStar. Examinó su interior y sonrió al ver que seguían allí la pistola y el cuchillo de supervivencia.
—Además, quiero ver qué es lo que puede ofrecernos el vicecapiscol para ayudarnos a escapar —agregó. Abrió de un fuerte tirón el cajón central y asintió con la cabeza. Sacó unas tarjetas magnéticas y se las guardó en un bolsillo—. Tarjetas de viaje. Todo lo que tenemos que hacer es llegar al garaje y podremos huir con su aerocoche.
Deirdre asintió con la cabeza.
—¡Vámonos, deprisa!
Kai metió otro cargador en el rifle automático.
—Una cosa más. Vamos a vengarnos de la traición de este payaso.
Disparó una ráfaga sobre el escritorio y a lo largo de las paredes. La consola del ordenador explotó y varios cuadros cayeron al suelo.
—¡Está muy bien que seas guerrero! —gritó Deirdre, tapándose los oídos con las manos.
—¿Por qué? —preguntó Kai mientras ponía otro cargador en el arma.
—Porque eres un pésimo decorador.
★ ★ ★
La furibunda mirada de Khalsa hizo huir del destrozado despacho a su subordinado, pero no causó ningún efecto en el Elemental que estaba plantado ante él. La escayola de su brazo izquierdo aún no se había secado, y lo notaba frío y pegajoso sobre las vendas que le cubrían las costillas y el esternón fracturado. Los anestésicos lo hacían sentirse un poco mareado, pero su sentido del deber hacia ComStar le permitía superar el adormecimiento de los narcóticos.
—Reflexioné mucho antes de llamarlo, capitán estelar, pero no tenía otra alternativa. Ve lo que ha hecho ese hombre, ¿no?
El Elemental asintió despacio. Aun sin su armadura, le dio la impresión a Khalsa de que era increíblemente grande. Sus cabellos rubios muy cortos y su porte militar contrastaban con el brillo de sus ojos azules; al menos, ésa era la impresión del vicecapiscol. No tiene los ojos de un asesino.
—Vi su trabajo en toda su estación, vicecapiscol. Lamento lo que le ha ocurrido al candelabro del vestíbulo —dijo el Elemental, con las manos a la espalda—. Si nos hubiese informado de la captura de un guerrero de la Mancomunidad Federada, lo habríamos librado de él con menos inconvenientes para usted.
Khalsa se removió inquieto al oír el tono de desprecio con que le hablaba.
—Sí, capitán estelar, estoy seguro de que lo habría hecho; sin embargo, mi autoridad en este lugar me permite determinar cómo disponer de las personas que capturamos, del mismo modo que usted tiene el control de los que captura. Es evidente que ese David Jewell es muy peligroso; por eso lo he mandado llamar.
«Secuestró a la doctora Lear, tal vez por algún escabroso motivo, y me robó mi aerocoche Migliore —prosiguió, y recogió una hoja de papel que estaba sobre su destrozado escritorio—. Ésta es una lista de los destinos y rutas de las tarjetas de viaje que robó.
Khalsa se la alargó al Elemental, pero éste no la tomó.
—Por todo lo que he visto, creo que utilizará su vehículo como señuelo. No importa adónde lo lleve; él no estará allí —explicó el Elemental, y examinó la hilera de orificios de bala en la pared—. También puedo decirle que la mujer lo acompaña por propia voluntad.
Khalsa entornó los ojos. No le gustaban en absoluto los aires de superioridad de aquel hombre.
—Y, por favor, dígame, ¿cómo lo sabe?
El Elemental siguió examinando los daños antes de devolver su atención a Khalsa.
—Necesitó tiempo para disparar por todo este lugar, un tiempo durante el cual ella podría haber huido. Además, saquearon su centro de primeros auxilios y se llevaron cosas que ella, como médico, sabía que podían ser útiles en su huida. Su colaboración les ha permitido vivir detrás de las líneas enemigas desde que conquistamos este planeta. Si no trabajasen juntos, los habríamos capturado antes.
Khalsa no podía creer la admiración que había oído en la voz del Elemental. Golpeó la mesa con el puño con el que aún agarraba la nota de papel.
—¿Le parece divertido? ¡Bueno, pues a mí no! Quiero ver la cabeza de Dave Jewell en un palo, ¿me ha oído? ¡En un palo!
El Elemental miró fijamente a Khalsa, que sintió un escalofrío.
—Déjelos que huyan, Khalsa. Al final, los atraparemos. ¿Adónde pueden ir?
—No me importa adónde pueden ir, Taman Malthus, y no quiero que los atrapen «al final». Son una influencia perturbadora en este planeta. Como administrador planetario, ¡le ordeno que su captura sea su principal prioridad!
El Elemental tragó saliva.
—Como desee, vicecapiscol. Su voluntad es ahora la mía.
Capítulo 12
Ciudad Imperial, Luthien
Distrito Militar de Pesht, Condominio Draconis
19 de febrero de 3052
Shin Yodama, con el cuerpo dolorido por el viaje y los efectos de multígravedad del trayecto hacia Luthien, intentaba mantenerse lo más erguido posible en la sala de reuniones. Se esforzó por que su aversión y su furia no se reflejasen en su rostro mientras los tai-sa Alfred Tojiro y Kim Kwi-Nam presentaban sus alegaciones a Takashi Kurita. Deforman las palabras y los hechos para justificar la masacre de sus propios hombres.
La arrugada cara de Alfred Tojiro mostraba una expresión de pesar.
—Los habríamos vencido y los habríamos expulsado de Teniente si hubiésemos podido desarrollar toda nuestra estrategia —explicó—. Nuestros hombres eran valientes y se negaban a sucumbir ante las infundadas historias sobre los Clanes y su carácter invencible. Estábamos preparados para añadir Teniente a Luthien y Wolcott en la lista de lugares en que los Clanes han conocido la derrota.
—La situación era tal como la describe el tai-sa Tojiro —confirmó el tai-sa Kwi-Nam—. Teníamos a los Clanes donde queríamos, pero ¿cómo podíamos dictar órdenes mientras teníamos que discutir con Hohiro? La distracción que él causó no sólo puso en peligro nuestra operación, sino que apartó a los techs de las pantallas de radar, cuando podrían habernos informado que los Elementales de los Clanes se estaban acercando. Vuestro nieto y él —Kwi-Nam señaló a Shin— han hecho que nuestras tropas perdieran su mando.
—No habríamos abandonado el planeta de no ser por que vuestro nieto nos arrestó y nos dejó al cuidado de este bandido —dijo Tojiro, volviéndose con odio hacia Shin—. Les ordenamos y les exigimos que nos devolvieran el mando, pero nos han traído aquí.
Takashi Kuríta, que tenía un aspecto sereno y mortífero a la vez, se arrellanó en su sillón. Iba vestido con un quimono de seda verde y negro. Apoyó los codos en los brazos del sillón, entrecruzó los dedos y miró a Shin Yodama.
—Sho-sa Yodama, éstas son acusaciones graves contra usted. ¿Interfirieron mi nieto y usted en la conducta de estos oficiales mientras intentaban dirigir la batalla?
Shin emitió un ronco gruñido.
—Toleramos su incompetencia hasta que no pudimos seguir contemplando cómo unos fieles soldados morían a causa de sus propios jefes. Estos hombres no han estudiado ninguno de los informes tácticos. Luchaban al viejo estilo, y además lo hacían mal.
—¡Silencio, imbécil! —siseó Tojiro—. No crea que puede elevarse por encima de su situación. El Coordinador lo conoce. Sabe que es escoria.
Una puerta se abrió detrás del sillón de Takashi. Un hombre alto y delgado entró en la habitación, con un andar elegante que Shin reconoció al instante. Mientras la débil luz daba color a sus rasgos y a su ropaje azul, Theodore Kuríta miró a Tojiro como si fuese un objeto exótico.
—Y si yo afirmo que Shin Yodama es vital en nuestro esfuerzo bélico, en la nueva manera de derrotar a los Clanes, ¿qué diría usted, tai-sa Tojiro?
—Diría que usted también es un imbécil —replicó el pequeño oficial, y se volvió hacia el Coordinador—. Sabemos que el antiguo sistema no ha sido descartado, señor Takashi. Apelamos a vos, a vuestra justicia. Hemos sido agraviados y exigimos un juicio. —Miró a Shin y agregó—: Necesitamos un ejemplo que muestre la realidad del Condominio.
—Es un guerrero que está bajo tu mando —dijo Takashi Kuríta a su hijo.
—Pero todos servimos al Dragón —contestó Theodore, haciendo una reverencia a su padre. Shin lo imitó.
—Muy bien. Ustedes dos tienen razón —dijo Takashi a los oficiales—. El antiguo sistema no ha sido totalmente descartado. Todavía exigimos respeto a la autoridad, ¿no es así?
—Hat, Kuríta Takashi-sama.
—Entonces, saben lo que hay que hacer. Pueden utilizar el jardín —concluyó Takashi, haciendo un gesto para que se fueran.
Tojiro parpadeó dos veces.
—Sumimasen, Kuríta-sama. Perdonadme. Podemos utilizar el jardín... ¿para qué?
—¡Para abrirse el vientre, perros traidores! —exclamó Takashi, y se incorporó. Ambos hombres se encogieron de terror—. Afirman ser mis servidores. Dicen obedecerme, pero desdeñan todo lo que el hombre que he puesto al mando de mis ejércitos les dice que hagan. ¡Ponen su honor por encima de la existencia del Condominio!
—No, mi señor, habéis sido engañado —imploró Kwi-Nam, hincándose de rodillas y haciendo una profunda reverencia—. ¡Vuestro hijo y sus adláteres yakuzas os han aislado de la realidad!
—¡Hai! —rugió Takashi, y apartó a Kwi-Nam de una patada—. No sollocen ni gimoteen. Sin duda, han hecho perder al Condominio el planeta Teniente, y es posible que me hayan hecho perder la vida de mi nieto. Pueden estar satisfechos de que les permita que se quiten la vida. Ahora, apártense de mi vista para que pueda intentar recordar el tiempo en que aún eran hombres.
Los dos oficiales salieron apresuradamente de la sala, dejando a Takashi, Theodore y Shin alrededor de la mesa de proyecciones holográficas, que estaba en el centro de la estancia. El Coordinador se volvió hacia el yakuza y le dijo:
—Admiro su contención por soportar un mes a bordo de una Nave de Descenso en la compañía de esos traidores.
—Estuve sedado durante la primera parte del viaje —explicó Shin, frotándose las costillas de forma inconsciente—.Y, cuando no lo estaba, me aseguré de que ellos sí lo estuviesen.
—Las últimas noticias de Teniente son que Hohiro sigue vivo —dijo Theodore, apoyándose en la mesa—. Ha combinado el Tercero y el Undécimo de Regulares de Pesht en una sola unidad. Tienen provisiones, pero sólo combaten en la superficie. Están reuniendo información para un posible ataque. De todos modos, sus posibilidades de supervivencia son escasas.
Shin tragó saliva. Su premonición de no volver a ver a Hohiro ascendió como un témpano de hielo por su espalda.
—Hohiro solicitó un regimiento y medio para ayudarlo a aliviar su posición. Con esas tropas, cree que podría expulsar a los Gatos Nova de Teniente.
El Señor de la Guerra del Condominio Draconis negó con la cabeza.
—Cuando saliste de allí, tal vez pensaba que podía vencerlos, pero ya no es posible. Las unidades han sufrido demasiados daños mientras Hohiro consolidaba el mando.
—Sin embargo, esa fuerza sería suficiente para sacarlo del planeta —insistió Shin, inspirando hondo—. Mis costillas se han curado. Asígneme a una unidad de auxilio y sacaremos de allí a Hohiro. Tal vez perdamos Teniente, pero recuperaremos nuestras tropas.
Theodore volvió a menear la cabeza en sentido negativo.
—No puede haber ningún auxilio para Teniente —dijo.
—¿Qué quieres decir? —inquirió el Coordinador, crispado—. ¡Estamos hablando de tu hijo!
—Lo sé.
—Debes salvarlo.
—¿Cómo, padre?
Theodore se sentó en una silla situada junto a la mesa y tecleó una petición de datos en el teclado, que estaba montado debajo del borde de su superficie. Apareció un mapa del Condominio y de la República Libre de Rasalhague, aunque una cuarta parte de los planetas que mostraba se hallaban en zonas de ocupación de los Clanes.
—Los Jaguares de Humo y los Gatos Nova están en unas posiciones que les permiten atacar quince planetas distintos. Los Osos Fantasmales están abriéndose paso por el territorio de Rasalhague, lo que hace vulnerable un área mayor de nuestro flanco a posibles ataques. El hecho de que no hayan cruzado la línea que separa su zona aparente de avance de la de los Jaguares de Humo, no quiere decir que no vayan a hacerlo.
—Theodore, estás planteando hipótesis, pero es tu hijo quien está en peligro. —Takashi barrió el mapa holográfico con una mano—. Hohiro es tu heredero. Ragnar Magnusson ha caído en manos de los Lobos. No permitiré que mi nieto sea prisionero de los Clanes.
—Ya ha sido su prisionero antes.
—Y fue liberado gracias a Yodama. —El Coordinador descargó su puño sobre la mesa y exclamó—: Da tropas a Yodama y permítele marchar.
—¿Qué tropas? —preguntó Theodore, y se incorporó con un gesto brusco, con los dientes apretados para contener su ira—. ¿A quién, padre? ¿A quién debo enviar? ¿Puedo mandar tus Garras del Dragón? Ellos y tú luchasteis con valentía en la defensa de Luthien, pero quedasteis tan destrozados como cualquier otra unidad de las que protegieron nuestra capital. Los Dragones de Wolf y los Demonios de Keíl se han ido para lamer sus heridas, y pasarán dos o tres meses hasta que vuelvan a tener fuerza operativa.
—Hay otras unidades.
Theodore dio un fuerte suspiro.
—Sí, padre, hay otras unidades, pero están protegiendo otros mundos. Si Hohiro no estuviera en Teniente, no estaríamos manteniendo esta conversación.
—Pero está allí, y nosotros aquí —dijo el Coordinador, que se arrellanó en su sillón y contempló el mapa con expresión pensativa—. Tiene que haber una manera.
—Si la hay, padre, está más allá de mi conocimiento encontrarla.
La suave y femenina tos de Omi Kurita hizo que Shin se volviese. La vio entrar por la puerta que estaba a sus espaldas. La esbelta mujer avanzaba con un caminar modesto y cortés; su vestido de seda blanco hacía un leve ruido al moverse, y Shin olió su perfume de jazmín cuando llegó a su lado.
—Padre, abuelo, debo haceros una pregunta: si fuese posible que una amiga mía, que tiene un hermano sitiado por los Clanes, consiguiera las tropas necesarias para rescatarlo, ¿esos soldados se utilizarían para ese propósito?
—¡Hai! —respondió el Coordinador, asintiendo con un enérgico cabezazo.
—Quizá —dijo Theodore, observando a su hija con una mirada inescrutable.
La cara de Omi se mantuvo impávida como una máscara.
—¿No la dejarías salvar la vida de su propio hermano?
El Kanrei se sentó despacio y apoyó los codos en la mesa. Juntó los dedos y observó a Omi con ojos inquietos.
—Omiko, ya he dedicado más tiempo a tu pregunta del que permitiría a nadie que formulara una pregunta así. De todos modos, me encuentro en un dilema. Si doy permiso a esta amiga tuya, ¿qué tendré que hacer yo si las tropas que ha conseguido son necesarias para defender un objetivo más importante?
—Deberás mantener la palabra que le has dado, padre.
Theodore meneó la cabeza con gesto grave.
—Esto no es un juego, Omi. No es lo mismo que pedirme mover uno de mis peones cuando juego al ajedrez con tu hermano. Debes saber que, si esa amiga tuya pudiese organizar esas tropas, serían vitales para la defensa del Condominio. No podríamos prescindir de ellas.
—Entonces, padre —prosiguió Omi, con ojos entreabiertos que parecían ranuras de zafiro—, ¿y si las consiguiera de fuera del Condominio?
Shin sintió un nudo en el estómago mientras Theodore se echaba atrás. Shin supo de inmediato la fuente del apoyo militar del que estaba hablando. Aunque quería que Hohiro estuviese a salvo, la sugerencia de Omi le sonó a traición. Estaba sorprendido de que Theodore se hubiese contenido de aquella manera.
—Tu amiga ha crecido, ¿verdad, Omiko? —dijo el Señor de la Guerra, recostándose en su silla—. Ya juega a juegos de adultos.
—Como su padre le recuerda a menudo, esto no es un juego. Si consiguiera disponer de un regimiento, ¿se le permitiría enviarlo a rescatar a Hohiro? —preguntó Omi. Su compostura empezó a quebrantarse; Shin vio un temblor nervioso en su labio inferior.
Su padre la observó y asintió. Una sonrisa empezó a asomar al rostro de Omi, pero Theodore levantó una mano.
—Sin embargo, hija, tu amiga debe entender que los juegos de adultos no siempre permiten obtener victorias completas. Sí, si consigue esas tropas, podrá enviarlas a rescatar a Hohiro. Incluso designaré al sho-sa Yodama como oficial de enlace. De todos modos, mi oferta no es incondicional. Ella tendrá que aceptar mis términos para que le permita obrar.
—Como tú desees, padre —repuso Omi, bajando la mirada.
—Mi condición es ésta, y ella puede optar por no aceptarla: desde ahora en adelante, no se volverá a poner en contacto con Victor Davion.
Salvo por la forma como Omi contuvo el aliento, Shin no habría estado seguro de que ella había oído las palabras de Theodore. La joven mantuvo la mirada baja y se humedeció los labios suavemente con la punta de la lengua.
—Por amor a su hermano y al Condominio, ella aceptará tu condición, siempre y cuando tu prohibición sólo entre en vigor después de un último mensaje.
—Hai, Omiko. ¡Hai! —dijo Theodore, asintiendo despacio—. Vete. Que ella redacte su último mensaje. El sho-sa Yodama será su mensajero.
Omi hizo una reverencia a su padre y a su abuelo y salió de la estancia, dejando a los tres nombres reflexionando sobre su coraje y su sacrificio. En su interior, Shin se sentía exultante; por primera vez, se atrevía a confiar que Hohiro se salvase. Sabía que lo que Omi había hecho requería coraje, tanto al hacer el ofrecimiento como al aceptar las condiciones de su padre. Cuando su hermana se convierta en Guardiana del Honor de la Casa, tal vez Hohiro deseará haberse quedado en Teniente.
Theodore miró a su padre y vio una sonrisa escondida a medias tras las manos del anciano.
—¿Tienes algo que decir, padre?
—Ella es realmente hija tuya, Theodore —dijo, y su sonrisa se ensanchó, pero por respeto se contuvo de soltar una carcajada cuando añadió—: Ahora descubrirás, como yo descubrí, que en la lucha con tus hijos sólo ganas las batallas, nunca la guerra.
Capítulo 13
Nave de Descenso Diré Wolf, estacionada, continente de Aluria
Hyperion, Zona de ocupación del Clan de los Lobos
25 de febrero de 3052
Phelan se sujetó las manos a la espalda mientras la puerta de la habitación de trabajo del ilKhan se cerraba detrás de él.
—A sus órdenes, señor.
El ilKhan levantó la mirada y sonrió al MechWarrior.
—Puntual, como siempre —dijo, y dio unos golpecitos en el monitor que tenía en el escritorio—. Natasha ha sido bastante concreta en su informe acerca de tu medida del tiempo. Dice que, si tu unidad no hubiera avanzado tan deprisa, el pantano de Simmons habría saltado en pedazos y la inundación habría acabado con los Guardias.
—Creo que Natasha exagera un poco. Carew y su ala tenían controlados a los comandos de Rasalhague. Nosotros los liquidamos y luego nos enfrentamos a esa lanza miliciana perdida. Aunque quizás habrían podido activar los explosivos que ya habían puesto, todos vivían en aquella área y habrían destruido sus propios hogares. Me he pasado más tiempo persiguiendo a los rezagados por las quebradas de Teeganito Astako.
Sonriendo sólo con la mirada, el ilKhan se recostó en la silla y observó a Phelan.
—Es muy apropiado que estés combatiendo por ese Nombre de Sangre, ward. Se ajusta muy bien a tu linaje.
—No le entiendo —dijo Phelan, frunciendo el entrecejo. El hecho de que Cyrilla se hubiese quitado la vida para permitirle participar en un concurso por su Nombre de Sangre todavía le causaba un gran dolor.
Ulric se levantó e invitó a Phelan a sentarse en una silla de campaña situada en una salita a la derecha del escritorio.
—Como sabes bien, los Nombres de Sangre están limitados a los apellidos de los guerreros leales que lucharon con Nicholas Kerensky para poner fin a la barbarie que desgarraba a nuestro pueblo. Cuando Nicholas reformó nuestra sociedad creando los Clanes, prohibió todos los apellidos que no fuesen Nombres de Sangre. Decretó que sólo a veinticinco individuos se les concedería el honor de poseer uno de ellos. Desde el principio, la competencia por tener un Nombre de Sangre fue feroz.
—Lo he visto —dijo Phelan—. Ya han muerto varios guerreros en esta competición.
—Y más morirán por el honor —continuó Ulric, más serio—. Cada uno de los veinticinco Nombres de Sangre de cada Casa tiene su propio linaje. Cada nombre es conocido por los actos de quienes lo han ostentado en el pasado. No es muy distinto de la costumbre de los Estados Sucesores de pasar los 'Mechs de padres a hijos.
»Toma como ejemplo el nombre Kerensky, que es el que yo tengo el honor de llevar —prosiguió—. Hace casi trescientos años que existen los Nombres de Sangre entre los Clanes; sin embargo, sólo doce individuos han conseguido llevar este nombre.
Phelan entornó los ojos mientras hacía algunos cálculos matemáticos mentales.
—Eso quiere decir que, en promedio, cada uno de ellos lo llevó veinticinco años, y Cyrilla dijo que usted ha llevado el suyo durante quince años.
Ulric asintió.
—Y sabes que Natasha ganó su Nombre de Sangre a los veintidós años. Fue la persona más joven en ganar un Nombre de Sangre. Yo gané el mío a los treinta. Ves el significado, ¿quiaf?
—Af. Entre los Clanes, se considera a un guerrero viejo a la edad en que usted ganó su Nombre de Sangre. Aunque suponga que tardó en ganar el suyo, y que otros lo consiguieron a los veinticinco, la media los pone por encima de los cincuenta años, lo cual es muy notable.
—Así es —dijo Ulric—. A decir verdad, y esto no lo menciono para alardear, podría haber participado en las competiciones por el Nombre de Sangre a una edad más temprana, pero lo decliné hasta que estuvo disponible este nombre en concreto. Lo quería a causa de las personas que lo llevaron y las hazañas que realizaron.
—No lo entiendo. ¿Declinó el honor del Nombre de Sangre sólo a la espera de uno específico?
—Por supuesto —contestó Ulric, riendo suavemente—. ¿Por qué iba a querer un Nombre de Sangre que ya han llevado docenas de guerreros? Sí, sigue siendo un Nombre de Sangre, pero su linaje es muy poco deseable.
—Si los mejores guerreros se reservan para los mejores nombres, menos guerreros capacitados combatirán por los menos prestigiosos. Así perpetúan el ciclo. —Phelan esbozó una sonrisa—. Me imagino que un guerrero con un Nombre de Sangre poco importante podría querer arriesgar más para darle prestigio, pero así correría un gran riesgo él mismo.
—De nuevo, veo que tu Nombre de Sangre es apropiado para ti. Como Cyrilla y otros que lo han ostentado, eres capaz de comprender y seguir siendo realista acerca de tus propias habilidades y logros. Este Nombre de Sangre por el que combates es uno de los más apreciados entre los Clanes.
—Me imagino que la invasión está mejorando los linajes de varios Nombres de Sangre —comentó Phelan, sonriendo mientras intentaba imaginar cuál era el linaje del Nombre de Sangre de Natasha.
El ilKhan se encogió de hombros.
—Ha mejorado algunos y ha destruido otros. Uno de los Nombres de Sangre de la Casa de Malthus cayó en desgracia en Twycross. El líder de los Guardias de los Halcones condujo a sus tropas a una emboscada y fueron destruidos. Mientras estábamos en Strana Mechty organizaron una competición por ese nombre, pero ningún MechWarrior lo quería, de modo que fue a parar a un Elemental.
El tono de aversión de Ulric dejó claro que consideraba que la estupidez de un jefe sólo era menor a la de alguien que quisiera competir por ese Nombre de Sangre.
—Creo que no me ha mandado llamar para hablar sobre los Nombres de Sangre —dijo Phelan—. ¿En qué puedo servirle?
—Quiero que me ayudes a resolver el enigma de ComStar.
—¿El enigma de ComStar? —Phelan frunció el entrecejo, mientras Ulric se levantaba de la silla y empezaba a pasearse por la habitación—. Lo último que he oído es que ComStar estaba negociando la devolución de la Tierra a nosotros. Sabemos que es una táctica dilatoria, pero ¿con qué,fin?
—Exacto —dijo Ulric, deteniéndose y contemplando con atención la flota espacial del Clan de los Lobos a través de la ventanilla—. Hemos participado en las negociaciones y hemos permitido a ComStar que siga administrando nuestros planetas para que crean que estamos sumidos en la complacencia.
—Sin embargo, ComStar debe de saber que usted no confía por completo en ellos, ¿quiaf?
—Af.
—Entonces, ¿es una medida inteligente dejarlos que continúen administrando los planetas capturados?
El ilKhan asintió, casi totalmente abstraído.
—Por completo. Al menos, genera un gasto de sus recursos. Si fueran a rebelarse, ¿de qué les serviría? Podemos regresar a cualquier planeta que intenten capturar y, si consiguen derrotar a nuestras guarniciones, nosotros los venceremos de nuevo.
»No —prosiguió Ulric, volviéndose hacia Phelan—. Tenemos que suponer que están perdiendo tiempo hasta que puedan organizar una respuesta militar a la amenaza que representamos. ¿Cuáles son las probabilidades de que ComStar forje una alianza entre las diversas Casas de los Estados Sucesores?
Phelan se esforzó por contener una carcajada.
—Eh... creo que son muy pocas.
Ulric dejó escapar una ronca risa.
—Esa respuesta es la misma que me dieron Natasha y su archivero. En esta cuestión están de acuerdo mis tres consejeros expertos en la Esfera Interior. Entonces, esto quiere decir que ComStar intentará enfrentarse sola a nosotros. ¿Qué sabes de sus militares?
Phelan se miró las botas y se concentró. Recordaba fragmentos de conversaciones que había oído de niño, pero no pudo llegar a ninguna conclusión definitiva.
—ComStar tiene los ComGuardias. Creo haber visto estimaciones de que sus fuerzas rondan los cuarenta o cincuenta regimientos de 'Mechs, pero esos cálculos son muy poco fiables. La mayoría de sus tropas están estacionadas en unidades del tamaño de lanzas o compañías, que protegen diversas instalaciones. En el pasado, ComStar utilizó mucho a los mercenarios para proteger sus centros, adoptándolos y reparando sus 'Mechs. Por supuesto, los ComGuardias disponen de infantería, fuerzas aeroespaciales y apoyo de vehículos.
—Su fuerza militar no me preocupa tanto —dijo el ilKhan, acariciándose la barbilla—. Al fin y al cabo, averiguaremos sus fuerzas de defensa y ataque durante las pujas, ¿quiaf? No, debí formular mi pregunta de una manera más clara. Suponiendo que busquen una solución militar a nuestra invasión de la Tierra, quiero que me digas cuanto sepas acerca del Capiscol Marcial.
El corazón le dio un brinco en el pecho a Phelan. ¿Sabe Ulric que una vez acepté ayudar al Capiscol Marcial a descubrir el verdadero propósito de la invasión?
—Creo que no sé tantas cosas sobre él.
—¿Ah, no? —inquirió el ilKhan, arqueando una ceja—. A petición mía, pasaste mucho tiempo con él; por tanto, debiste sacar algunas impresiones de él. Dime lo que sepas.
Phelan se concentró para recordar todos los detalles posibles acerca del líder militar de ComStar.
—Procede de la Mancomunidad de Lira: su apellido y sus conocimientos de alemán me bastan para saberlo. También comentó que había pasado un tiempo en las propiedades de los Lestrade en Summer. Eso me sugiere que era un noble, o que fue destinado a una unidad militar que estaba estacionada en Summer. —Phelan frunció el entrecejo y añadió—: También fue al Nagelring, lo cual concuerda con ser ciudadano de la Mancomunidad.
—Entiendo. —Una sonrisa feroz apareció en el rostro de Ulric—. ¿Te sorprendería si te dijera que ningún hombre llamado Anastasius Focht se matriculó, ni mucho menos se graduó, en el Nagelring?
Phelan reflexionó por unos momentos y meneó la cabeza.
—Neg. Sólo hace más o menos diez años que ComStar tiene un Capiscol Marcial. Usted cree que Anastasius Focht es un alias, ¿quiaf?
—No me cabe la menor duda. Verás, Phelan: el nombre Anastasius quiere decir «quien volverá a alzarse», o resurrección. Focht es un antiguo apellido alemán que significa «el que lucha». —El ilKhan sonrió con expresión hosca—. Entiendo que el hombre que es el Capiscol Marcial adoptó ese nombre anunciando su triunfo en su regreso, o como un recordatorio constante para que evite lo que causó su caída en el pasado. Un hombre capaz de elegir un nombre así es muy peligroso.
—Entonces, supongo que quiere que trabaje para descubrir quién es en realidad.
El ilKhan asintió.
—El archivero de Natasha ya ha puesto las bases para la investigación, pero le he encargado otra tarea. Te necesito para descubrir la verdadera identidad de Focht, pero también necesito que me des tus opiniones para vencerlo en la puja y derrotarlo.
—Lo haré, mi Khan.
—Entiende bien esto, Phelan: tu misión es más importante que ninguna otra que se te haya pedido como miembro del Clan de los Lobos. Si no somos nosotros quienes conquistemos la Tierra, si lo consigue otro Clan, no habrá forma de detenerlos.
Phelan levantó la mirada, perplejo.
—¿Detenerlos?
—El Clan que conquiste la Tierra designará a un nuevo ilKhan. Si es elegido un Cruzado, la guerra no terminará con la conquista de la Tierra. Continuará hasta que todos los planetas reconozcan como señores a los Clanes, o sean reducidos a cenizas.
★ ★ ★
Phelan dejó que el agua caliente de la ducha retumbase en su cerebro. Tras pasar horas y horas sentado ante la consola de un ordenador, repasando miles de archivos, le ardían los ojos y le dolían los hombros. Cuando se dio cuenta de que había puesto un tazón de sopa en el microondas y había olvidado encenderlo, decidió que ya había trabajado bastante. Mientras Ranna estaba ocupada en reconfigurar su Lupus para el próximo ataque, decidió relajarse con una ducha.
Las duchas del gimnasio estaban vacías cuando llegó, pero se volvió al oír el ruido de un segundo chorro. Sonrió hasta que pudo aclararse el agua de los ojos y escupió en el suelo.
—¿Te das una ducha, Vlad? Creía que a ti tenían que desengrasarte.
El otro MechWarrior desnudo devolvió a Phelan su misma mirada venenosa. Aunque Vlad no era feo, la cicatriz que le recorría todo el perfil izquierdo desde la ceja hasta la mandíbula no era exótica ni atractiva. Phelan pensó que ello se debía a que reflejaba el carácter cruel de aquel hombre.
—¿Desengrasarme? Creo que no. Como no paso el tiempo contigo, no me ensucio. —Sus labios se torcieron en una mueca de desprecio y agregó—: Parece que ya se te han curado los arañazos de Dean. ¡Qué suerte! Los que se enfrentan a Elementales tienen pocas veces la oportunidad de aprender de sus errores.
—Al menos me enfrenté a mi adversario de igual a igual.
—Ésa es la defensa de los que son cazados. —Vlad se puso bajo el chorro de agua y se echó atrás los cabellos—. Maté a mi oponente en un tiempo casi récord. Tu combate, en cambio, pareció una de esas peleas amañadas que emiten desde Solaris. Fue una broma.
—Díselo a Dean. Por lo menos sigue vivo —dijo Phelan, sintiendo en las manos la extraña ansia de estrangular a Vlad.
—Eres demasiado considerado para ganar un Nombre de Sangre, Phelan. Cyrilla se equivocó al elegirte. —Vlad meneó la cabeza con menosprecio—. Perdonar la vida a tus enemigos es una debilidad que debes superar, librenacido.
—Puedes apostar a que lo haré, Vlad —contestó Phelan, echándose a reír—. Justo a tiempo para nuestro combate en la final.
Capítulo 14
Complejo del Primer Circuito de ComStar
Isla de Hihon Head
América del Norte, Tierra
25 de febrero de 3052
La Primus Myndo Waterly disfrutó al ver la evidente incomodidad del Capiscol Marcial por haber sido llamado a su presencia.
—Me alegro de verte de vuelta a Hilton Head, Anastasius —dijo. Se acabaron tus juegos de «realidad virtual» cuando tenemos que hablar.
—Como siempre, Primus, me complace estar en tu presencia —contestó Focht. Aunque la tensión en su boca traicionaba sus verdaderos sentimientos, Myndo estaba segura de que él no tenía ninguna pista para saber que se estaba delatando—. Dijiste que habías tomado una decisión sobre mi plan referente a los Clanes y a la forma de combatirlos.
La Primus lo dejó en el centro de su sala circular, mientras ella se dirigía a la ventana en forma de media luna que daba al patio. Sabía que la luz del sol que entraba por ella la envolvería en un impresionante halo. Buscaba aquel efecto y le complacía que la luz se reflejase en su túnica de seda dorada hasta hacerle daño en los ojos. Su truco obligó al Capiscol Marcial a apartar la mirada y le impidió ver más que el perfil de su rostro.
—He revisado tus planes y creo que has elegido correctamente Tukayyid. Tus planes para proteger a la población son razonables, pero creo que tendremos que evacuar el planeta.
El Capiscol Marcial reaccionó de forma evidente a aquella sugerencia.
—¿Evacuar el planeta?
—Por supuesto. Es la única manera de reducir al mínimo las posibles bajas civiles, ¿no? Queremos presentar la imagen más correcta en la preparación de esta batalla.
—Con toda sinceridad, dudo que a los Clanes les preocupe lo que hagamos con los civiles, Primus.
¿A quién le importan los Clanes?, pensó Myndo, y metió las manos en las mangas de su túnica.
—Anastasius, estoy interesada en la forma como la opinión pública verá nuestra acción. Si evacuamos el planeta, nos mostraremos más preocupados por el pueblo que ningún otro gobierno.
—¿Y el gobierno de Rasalhague ha dado su consentimiento? —preguntó Focht.
—Lo harán, si quieren que su deteriorada red de inteligencia siga funcionando.
Myndo hizo una mueca al ver que el Capiscol Marcial fruncía el entrecejo. Sí, Focht, son los políticos los que dictan a los militares lo que debe hacerse. Así ha sido siempre y asi será.
—Capiscol Marcial, no pienses mal de mí. Sabes que lo mejor es evacuar a esas personas, y haré todo lo que deba hacer para protegerlos.
—Te doy las gracias por esta concesión inesperada. Eso quiere decir que ya no tendré que dedicar tropas a la protección de objetivos civiles. —Focht levantó la cabeza y preguntó—: ¿Qué hay de mis peticiones de tropas?
—Aparte de las pequeñas guarniciones de infantería de los planetas que estamos administrando en nombre de los Clanes, los ComGuardias son tuyos —contestó Myndo, abriendo los brazos—. Antes de que protestes, déjame decir que necesitamos tropas para proteger nuestras instalaciones cuando hayas derrotado a los Clanes. Sólo soy cautelosa.
El Capiscol Marcial asintió despacio y se dio la vuelta.
—Respecto a los BattleMechs guardados aquí, debajo de Hilton Head, ¿estarán disponibles?
—Por supuesto —dijo la Primus, apartándose de la ventana—. ¿Cómo es posible que te preguntes si te negaría algo en esta batalla para salvar la Tierra? Los Clanes son como una daga apuntando a nuestro corazón y tú eres la única persona que puede impedirles que destruyan ComStar.
—Perdóname, Primus, pero he presenciado suficientes discusiones en el Primer Circuito para saber que eres muy capaz de manipular a las personas, incluido yo mismo. Disculpa si te hablo con franqueza, pero esperaba más oposición a mis planes por tu parte.
Myndo hizo un esfuerzo por lanzar una risita.
—Anastasius, no has conseguido engañarme. Sé que hiciste tus exigencias de suministros y tropas porque esperabas que yo las recortase. Y tenía la intención de hacerlo; sin embargo, al examinar tus planes, he visto lo importante que es respaldarte por completo. Si pensabas defendernos sólo con la parte de lo que has pedido, vi que podía reforzar tus planes dándote todo lo que me pidieses.
»No te equivoques en esto, Capiscol Marcial. Entiendo perfectamente bien la naturaleza histórica de la batalla que vas a afrontar. Tienes casi cincuenta regimientos de BattleMechs. Tendrás a tu disposición vehículos blindados, artillería, fuerzas aeroespaciales e infantería. Tendrás bajo tu mando la mayor fuerza armada jamás reunida desde que el general Aleksandr Kerensky partió con el ejército de la Liga Estelar.
El Capiscol Marcial la observó fijamente mientras ella lograba mantener una expresión de inocencia. Myndo le devolvió la mirada, pero sin agresividad.
—Oigo lo que dices, Primus, pero me resulta imposible creerte por completo.
Myndo ocultó su irritación con una voz suave y dulce.
—No obstante, puedes confiar en mí, capiscol. Ambos tenemos el mismo objetivo. Si te traiciono, ambos moriremos.
—Recuerdo la fábula de un escorpión y un perro ciego que tenían que cruzar un río. El escorpión dijo: «Déjame subir a tu espalda. Yo te guiaré a través de la corriente». El perro ciego contestó que no se fiaba, porque el escorpión podía picarlo con su aguijón y matarlo. El escorpión replicó que, si picaba al perro en medio de la corriente, ambos morirían. El perro aceptó; pero, cuando estaban en medio de la corriente, el escorpión picó al perro. Mientras se hundían, el perro preguntó: «¿Por qué me has picado? Ahora moriremos los dos», a lo que el escorpión respondió: «Te he picado porque soy un escorpión. Es mi naturaleza».
—Yo no soy un escorpión, Anastasius.
—¡Pero eres un político! —exclamó Focht, llevándose la mano al parche—. La política siempre ha sido mi perdición. Me costó mi ojo, mi mando y mi antigua vida. Incluso estar aquí y ser tu Capiscol Marcial se debe a que poniéndome a tu servicio consumaste una alianza con Theodore Kuríta.
Ésta es una discusión que no quiero continuar, pensó Myndo.
—Dices bien, Anastasius, pero incluso yo sé en qué momento debe la política someterse a la realidad. Ningún discurso ha parado jamás un rayo de partículas. Ningún acuerdo secreto ha derrotado a un regimiento de 'Mechs, y ningún pacto político frenará a los Clanes. Incluso yo entiendo eso.
—¿De verdad? ¿Realmente entiendes lo que significa para nosotros ser sinceros en nuestros tratos con los Clanes? —El Capiscol Marcial hizo el ademán de sujetarla por los brazos, pero se contuvo—. No debemos tomar a la ligera la batalla de Tukayyid.
Esta vez, Myndo no pudo reprimir su ira.
—Me lo has recordado a cada momento, Capiscol Marcial. Has presentado bien tus alegaciones. ¿Por qué dudas de que yo haya visto por fin la sabiduría de tus sugerencias?
Focht fue a replicar, pero cerró la boca y agachó la cabeza.
—Perdóname, Primus —dijo—. Como soy un perro tuerto, quizá veo escorpiones por doquier.
Mynao asintió y le acarició el brazo.
—Eres mi Capiscol Marcial porque buscas escorpiones. No quisiera que el jefe de mi ejército desdeñase la realidad política, pero tampoco quiero que se consuma en ella. Eres la esperanza de ComStar, y nuestro futuro está en tus manos.
—Tu fe en los ComGuardias está justificada, Primus. Supongo que me concedes tu permiso para ir al encuentro del ilKhan Ulric y negociar la batalla de Tukayyid.
—Ve con la bendición de Blake.
—Hágase su Palabra.
Myndo reprimió una sonrisa hasta que la puerta se cerró detrás de Focht.
—Ve, Capiscol Marcial. Que las energías de los Clanes concentren en ti. Ganes o pierdas en Tukayyid, mientras que preparas la batalla, yo me aseguraré la victoria definitiva de ComStar sobre los Clanes.
Capítulo 15
Centro de entrenamiento de Fort Ian, Port Moseby
Comarca ¿le Virginia, Mancomunidad Federada
28 de febrero de 3052
Víctor Davion levantó la mirada cuando un hombre rubio dejó un holodisco sobre su escritorio.
—¿Los resultados de las últimas pruebas, Galen? —inquirió.
Galen Cox, el asistente de Víctor, asintió.
—Hemos examinado a todos los que llegaron en la última Nave de Descenso. Aunque demos por supuesto que los simuladores no son 'Mechs, la mayoría de estos tipos son de primera. Sólo uno o dos parecieron volverse locos con la potencia añadida que proporcionan los 'Mechs reparados. La mayoría fueron conservadores y siempre tenían un nivel de calentamiento bajo. De los cincuenta que examinamos, sólo once llevaron los 'Mechs a su máximo lógico.
Víctor se recostó en la silla y juntó las yemas de los dedos.
—¿Alguien a quien se pueda destacar?
Galen se encogió de hombros con cierta indiferencia.
—Algunos —contestó—. Hay uno con quien seguramente querrás hablar. Estaba contigo en el Nagelring.
—¿Quién?
—Renny Sanderlin.
Por la forma como dijo Galen el nombre, Víctor comprendió que la noticia no era la mejor que podía darle.
—Renny era mi compañero de habitación. ¿Qué le ha sucedido?
Galen se sentó. Sólo sus ojos eran visibles sobre la pila de informes que se habían acumulado sobre el escritorio de Víctor.
—Era un caso especial, Víctor. Debido a su rango, le di el mando de una lanza. Siguió el manual de principio a fin... pero su manual tiene cuatro años de antigüedad. Sus hombres y él sobrevivieron, pero fue muy cauteloso. Su archivo dice que estuvo convaleciente de agotamiento tras su primer encuentro con los Clanes. Su conducta cautelosa puede deberse a eso.
Galen aguardó unos momentos y añadió:
—Teniendo en cuenta su rango, tendría que degradar a uno de nuestros jefes de lanza para conseguirle una plaza.
—Renny me ayudó a superar los dos últimos años del Nagelring —dijo Victor—. Se lo debo. ¿Cómo valorarías su rendimiento personal?
—Es valiente, sin duda —dijo el hauptmann Cox, relajándose—. Tuve la impresión de que temía que sus hombres pensaran que él iba a fallarles. Titubeó, pero luego luchó duro y disparó bastante bien cuando la lanza estuvo a salvo.
—Las dudas pueden matarte ahí fuera —comentó el príncipe, rascándose la cabeza—. Supongo que tendré que hablar con él. Le ofreceré un puesto, pero será a costa de su rango, siempre y cuando la general Kaulkas lo apruebe. Todavía falta gente en la lanza de Murphy, ¿verdad?
—Sí —confirmó Galen—. Si nos quedamos con los once que he mencionado y Sanderlin, llegaremos al noventa por ciento de la fuerza autorizada. Se aproximan dos Naves de Descenso más llenas de voluntarios; creo que encontraremos al resto entre ellos.
—Bien.
Cox se levantó para irse, pero titubeó y dijo:
—Kommandant, ¿debo archivar mi informe sobre Sanderlin, o lo dejo fuera?
Victor notó un nudo en la garganta.
—¿Qué has hecho con los otros?
—Archivo la evaluación de la prueba.
Si Renny tiene una evaluación negativa en su archivo, eso podría perjudicarlo en el futuro. Victor inspiró hondo y dejó escapar el aire en un suspiro.
—¿De verdad crees que pondría en peligro a los otros guerreros si estuviese al mando de una lanza?
—Algunas personas no están hechas para el mando en el campo de batalla, sobre todo si es un mando en una unidad irregular como ésta.
Victor asintió con la cabeza.
—Archívalo. Si crees lo que acabas de decir, podrías añadirlo a tu evaluación.
—Sí, Kommandant —asintió Galen, sonriendo—. ¿Deseas que llame a Sanderlin? Está esperando fuera.
—Desde luego —dijo Victor, levantándose de la silla.
Galen fue hacia la puerta y la abrió.
—Leftenant Sanderlin, el Kommandant lo recibirá ahora.
Renny Sanderlin se giró de lado para pasar por la puerta junto a Galen, se puso firmes y saludó a Victor.
—Se presenta el leftenant Renard Sanderlin, señor —dijo.
Victor, lleno de orgullo, le devolvió el saludo y estrechó con afecto la mano de su amigo.
—¡Maldita sea, Renny! Ha pasado demasiado tiempo.
—Desde Sudeten y la planificación del ataque a Twycross —contestó el hombre alto y rubio con una amplia sonrisa—. Oí que estaban reclutando hombres y decidí presentarme voluntario.
Galen estaba a punto de salir cuando Victor lo detuvo.
—Galen, ¿puedes traerme las cifras de cómo van las reparaciones?
—¿Cuándo las quieres?
—En quince minutos. Incluye las proyecciones hasta finales de esta semana.
—Hecho.
Cuando Galen cerró la puerta, Victor invitó a Renny a tomar asiento y regresó a su escritorio. Al sentarse, vio que Renny seguía de pie.
—¿Qué ocurre, Renny?
—Señor, quiero ser franco con usted. Pido permiso para hablar con franqueza.
Victor asintió despacio.
—Concedido.
—Kommandant, tuve algunos problemas en mi combate con los Ulanos —dijo Renny, sonrojándose—. Ahora estoy mejor. No lo decepcionaré.
—Gracias, leftenant —repuso Victor, y le señaló la silla—. Como somos amigos, iré directo al grano. A Galen le gustó lo que vio de tu pericia en el combate. Dijo que estabas deseoso de incorporarte, lo cual está muy bien. Necesitamos personas valientes y deseosas de sacar el máximo rendimiento de sus 'Mechs.
—Gracias, señor.
—Por desgracia —continuó Victor, mirándolo directamente a los ojos—, tus cualidades para el liderazgo no son adecuadas para este tipo de unidad. Eso quiere decir que, si decides quedarte con nosotros, no te daré el mando de una lanza.
—¿Perderé mi rango? —preguntó Renny, bajando la mirada.
—En la situación actual, tengo unos jefes de lanza excelentes. No puedo echar a uno de ellos sólo porque seas amigo mío. Y Galen cree que tardarás cierto tiempo en sentirte cómodo trabajando de acuerdo con nuestro sistema. No puedo darte una lanza hasta que estés preparado para dirigirla.
—No ha cambiado en absoluto, ¿verdad, señor? Odiaba el favoritismo cuando lo veía en la Academia y ahora sigue haciendo lo mismo.
—¿Eso te sorprende? —inquirió Victor, entornando los ojos.
—No —contestó el MechWarrior, sonriendo—. Es lo que esperaba, de modo que es una especie de alivio. Si está dispuesto a mandarme a las trincheras, lo aceptaré. Me conoce y sabe cómo utilizarme. Más que a la muerte o al fracaso, temo no tener nunca la oportunidad de intentarlo.
El príncipe sonrió.
—Bien, si la general Kaulkas aprueba tu candidatura, los Espectros estarán encantados de contar contigo.
—Y para mí será un honor servir en los Espectros, señor.
—¿Quieres dejar de llamarme «señor» y de tratarme de usted? Dime, ¿todavía sales con Rebecca Waldeck?
El gigante asintió y levantó la mano izquierda.
—Nos casamos el año pasado mientras estaba... fuera de los Ulanos. —Se sonrojó y giró un anillo de oro que llevaba en el anular—. Ya está embarazada. Dará a luz en mayo.
—Eso es fantástico, Renny.
Por un instante, Victor envidió la capacidad de su amigo de conocer a una mujer y casarse con ella sin tener que considerar la cuestión como un asunto de seguridad nacional. La única mujer con la que pensaría en casarme está a años luz de aquí, y es tan inaccesible como la capital de los Clanes, dondequiera que esté.
Se encendió una luz roja en el visífono de Victor. El príncipe pulsó el botón de respuesta y un comtech muy nervioso apareció en la pantalla.
—Alteza, perdone la interrupción, pero la general Kaulkas quiere verlo inmediatamente en su despacho —dijo.
—Ya voy —contestó Victor, y se volvió hacia Renny—. Me temo que esto es todo por ahora, Renny. Hazme un favor: ve a buscar a Galen y dile que vaya a verme al despacho del general, por favor.
—Sí, señor.
Victor devolvió el saludo a Renny y salió con paso rápido de su despacho. Dobló una esquina, subió una escalera de dos en dos escalones y sólo aminoró el paso justo antes de entrar en la antesala del despacho del general. Allí vio al comtech que trabajaba como ayudante de Kaulkas, quien le indicó con señas que entrase en el despacho del general. Victor cruzó la puerta y entonces vio el motivo del nerviosismo del comtech.
La general Kaulkas estaba de pie detrás de su escritorio, observando el monitor montado en la pared. Victor vio en él una representación gráfica del sistema Port Moseby. En el espacio, distinguió el símbolo que representaba una Nave de Salto y un icono más pequeño que se alejaba de ella en dirección al planeta donde se encontraban.
—Aquí estoy, general —dijo Victor, frunciendo el entrecejo—. ¿Están descendiendo?
Andrea Kaulkas movió la cabeza en sentido afirmativo, con la economía de movimientos que era característica de su personalidad y de su estilo de mando.
—Es una Nave de Salto del Condominio —dijo—. Acaba de aparecer en el sistema. Ha soltado una Nave de Descenso de clase Leopard, la Fukakaina. Nuestros registros indican que esa nave está al servicio de la familia real. El tiempo estimado de llegada es de doce horas.
—¿La Fukakaina! —repitió Victor, acercándose un poco más a la pantalla—. ¿Por qué querrían enviarla aquí?
—No lo sé —contestó Kaulkas, encogiéndose de hombros—. Pero lo vamos a saber pronto.
El comtech apareció en el umbral de la puerta.
—General, estoy en contacto con el Mando Orbital de Defensa. Quieren saber qué es lo que usted quiere hacer.
—Envíen una lanza de cazas aeroespaciaíes para escoltar esa nave.
—¿Escoltarla, señor? —El comtech parecía perplejo.
—Escoltarla, sí. No creerá que los kuritanos van a atacar este planeta con los cuatro 'Mechs que podría llevar esa Leopard, ¿verdad?
—No, señora. —El comtech oprimió el auricular que llevaba en la oreja izquierda—.Alteza, la nave solicita un canal libre y seguro para comunicarse con usted.
Victor lanzó una mirada a la pantalla y la general asintió.
—Pase el mensaje aquí —ordenó.
Victor se esforzó por evitar que su curiosidad y su sorpresa se reflejasen en su voz. Centró su atención en la pantalla mientras cambiaba la imagen. En lugar de la representación del sistema estelar, Victor vio a un hombre joven de rasgos orientales a quien reconoció enseguida.
—Komban-wa, Yodama Shin-san —dijo.
—Y saludos a usted, príncipe Victor Davion —repuso Shin con rostro impasible, pero Victor creyó oír cierta alegría en su voz—. He venido en una misión de gran importancia para el Condominio. Espero que usted y su comandante en jefe tengan en cuenta esto en cualquier explicación inadecuada que yo pueda darles. Sin embargo, en primer lugar se me ha pedido que reproduzca un holodisco dirigido a usted. ¿Puedo?
Victor asintió, sintiendo que se le formaba un nudo en el estómago.
—Esta línea es segura —dijo.
—Bien. Inicio la transmisión.
La imagen de la pantalla desapareció como una casa de paja volatilizada por un tornado y se transformó en una imagen bella y serena, que Victor había aprendido a esperar en las comunicaciones de Omi Kurita. Sin embargo, ni su vestido de seda blanca adornada con flores de cerezo rosadas ni la sonrisa de su rostro, con su dulce calma, podían engañarlo. Victor sabía que algo iba muy mal.
—Victor, este mensaje me llena de esperanza y desesperación —dijo la imagen—. Sé lo pesada que es tu carga mientras reconstruyes tu unidad, de modo que había decidido mostrar sólo momentos agradables de diversión en mis mensajes. A cambio, de ti he recibido mensajes que aprecio por tu sinceridad al expresar tus sentimientos sobre nosotros, la guerra y la pérdida de tu amigo. En tu último mensaje, decías que creías que tus comunicaciones eran indignas de mí; en cambio, en verdad, lo cierto es todo lo contrario.
»Me temo que este mensaje continuará esta tendencia, porque debo pedirte ayuda en algo que no es de tu incumbencia. Tú tienes tus deberes y responsabilidades hacia la Mancomunidad Federada, y yo tengo los míos hacia el Condominio Draconis. Son estas responsabilidades las que dificultan tanto nuestra relación; no obstante, sé que ninguno de nosotros las abandonaría. Nosotros, tú, yo y nuestros hermanos, somos símbolos que dan ánimos a nuestros pueblos y les permiten creer que es posible vencer a nuestros enemigos. Tal vez hayamos heredado estos papeles por un accidente de nacimiento, pero los consideramos algo sagrado, incluso hasta el punto de honrarlos aunque nos perjudiquen personalmente.
Victor apretó los dientes para contener las emociones que las palabras de Omi despertaban en él. Aunque habían decidido ser sólo amigos cuando se separaron en Outreach, conocientes de que probablemente nunca volverían a verse, sus mensajes habían profundizado en sus sentimientos de forma increíble. Victor sabía en lo más hondo que amaba a la mujer que aparecía en la pantalla, y lo aterraba que podía pensar en no casarse nunca si ella no podía ser su prometida.
La cámara que grababa el holovídeo se aproximó poco a poco al angelical rostro de Omi.
—El dieciocho de enero, los Gatos Nova invadieron Teniente. Mi hermano Hohiro y Shin Yodama estaban presentes como observadores en aquel ataque. Los sucesos fueron contrarios a nuestras fuerzas y el puesto de mando sufrió un terrible ataque. Como resultado de ello, mi hermano asumió el mando de las fuerzas del planeta, y Shin, que estaba herido, fue enviado a Luthien en busca de una fuerza de rescate. Hohiro suponía que podía aguantar dos o tres meses, y tiene suministros para ese plazo de tiempo. Si no llega una fuerza de rescate, nunca conseguirá salvar a sus hombres.
»Shin llegó a Luthien un mes después del desastre, pero mi padre indicó que no disponía de tropas para enviarlas en busca de Hohiro. Por mucho dolor que ello le causara, mi padre tenía que abandonar a su hijo para preservar el reino que Hohiro tendría que gobernar algún día.
Omi apartó la mirada de la cámara por unos momentos y se enjugó una lágrima.
—Pedí a mi padre que me permitiese enviar tropas para rescatar a Hohiro, si lograba encontrarlas —prosiguió—. Él me dio permiso para hacerlo. Por eso me dirijo ahora a ti.
»Víctor, te pido si puedes enviar tu unidad para salvar a mi hermano. Shin Yodama y los otros hombres que lo acompañan tendrán todo el apoyo de nuestro servicio de inteligencia y los informes llegarán tan pronto como tengamos más información que enviarte. Hemos mandado un mensaje a Hohiro para que mantenga todas sus tropas en la superficie, porque sabemos que hace falta tiempo para preparar y organizar la operación. Su salvación está en tus manos.
«Antes de que aceptes —añadió, levantando una mano—, y te ruego que lo hagas, debes saber otra cosa. Para conseguir el permiso de hacerte esta petición, tuve que hacer un trato con mi padre. A cambio de su permiso para dar esta oportunidad a mi hermano, acepté no volver a ponerme en contacto contigo. Por mucho que esto me duela, sé que la muerte de Hohiro dolería aún más al Condominio. Como tú, estoy atrapada por ser quien soy. Perdóname.
Victor se desplomó en su silla, aturdido por las palabras de Omi. Una parte de él evaluó el desconcierto que la desaparición de Hohiro causaría en el Condominio y se regocijó de ello. No era probable que la Casa de Kurita permitiese a Omi acceder al trono, pues se la estaba educando cuidadosamente para ser la Guardiana del Honor de la Casa. Eso quería decir que el liderazgo pasaría a Minoru, el más joven de los hijos de Theodore. Lo poco que Victor sabía de Minoru sugería que el joven era un místico más que un guerrero, y eso no presagiaba nada bueno para el futuro militar del Condominio.
De inmediato, el príncipe reprimió el placer que le producía imaginar el derrumbamiento del Condominio. Era consciente de que aquella potencia había sido durante mucho tiempo una espina clavada en el costado del Zorro, pero ahora era un factor que se interponía entre los Clanes y la mitad de la Mancomunidad Federada. Además, el entrenamiento y todos los acuerdos de Outreach habían estado dirigidos a crear un frente común para enfrentarse a los Clanes. Aunque no habían realizado ninguna operación conjunta con las fuerzas de Kurita, el nuevo despliegue de las fuerzas a lo largo de su frontera común indicaba que existía una confianza entre las dos naciones que no tenía precedentes en la historia de la Esfera Interior.
Victor no podía rechazar la angustiosa súplica de ayuda que le hacía Omi, pero se sintió castigado por la condición que le había impuesto su padre. Empezó a decirse que su padre jamás habría hecho eso, pero entonces se detuvo y pensó qué era lo que sabía realmente acerca de su padre. Hanse Davion habría hecho el mismo trato al instante, y yo habría sido afortunado si hubiese salido tan airoso como ella. Como ella ha dicho, estamos atrapados por ser quienes somos.
Galen llamó a la puerta y entró en la sala.
—General, Kommandant, Sanderlin me ha dicho que querían verme.
Victor asintió con la cabeza y vio que Shin había vuelto a aparecer en la pantalla.
—A menos que la general tenga alguna objeción —dijo—, creo que necesitamos pases de invitados para algunos oficiales de Kurita.
—¿Oficiales de Kurita? —repitió Galen, arqueando una ceja.
La general asintió despacio.
—Será mejor que aceleren el entrenamiento y las reparaciones. Tienen que planificar un ataque.
Capítulo 16
Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
1 de marzo de 3052
Kai permaneció con la rodilla hincada, observando, mientras Deirdre bebía de la corriente. Escrutó el terreno cubierto de hierba, evitando conscientemente mirar el esbelto cuerpo o la hermosa cara de la joven. Por mucho que a él le gustase cada vez más, estaban huyendo para salvar la vida y la menor distracción podía ser fatal. Una o dos veces durante la locura que definía su vida como fugitivos, Kai había estado a punto de pensar que valía la pena desafiar al destino, pero al final siempre había conseguido contener su corazón y sus hormonas.
Por fortuna, tenía una aliada en la propia doctora Lear. Durante las tres semanas transcurridas desde su huida de la estación de ComStar, su actitud hacia él se había suavizado, pero todavía podía ser distante y contenida. Siempre que él intentaba tantear por qué odiaba a su padre, ella eludía su maniobra de inmediato y volvía a esconderse en su caparazón.
Con su habitual eficacia, Deirdre había cuidado de sus costillas fracturadas, insistiendo en buscar un lugar donde ocultarse hasta que le fuera más fácil caminar a Kai. Aunque él quería que siguieran su camino, al final llegaron a un compromiso: saldrían de la región más próxima a ComStar antes de hacer una parada. Una pequeña cueva se convirtió en el campamento donde se establecieron hasta que Kai pudo convencerla de que las costillas le dolían menos de lo que lo hacían en realidad.
Tras saciar su sed, Deirdre levantó la cabeza, con el agua humedeciendo las puntas de sus cabellos, mientras una libélula sobrevolaba la superficie de las aguas. La joven rió y volvió a llenar la botella que utilizaba como cantimplora. Manteniéndose agachada, se dirigió al lugar donde Kai estaba acurrucado entre los matorrales.
—Es tu turno.
—Gracias —dijo Kai, que alargó la mano y le quitó una gota de agua que pendía de la punta de su nariz—. ¿Te has preguntado lo que dirían tus compañeros de la facultad si te vieran ahora?
—Bueno, dado el largo tiempo que hemos sobrevivido, no creo que muchos me discutieran la nota del examen de evasión —contestó ella, sonriendo.
—Cierto.
—Por supuesto, tú eres mejor instructor que cualquiera de los que tuve en mi adiestramiento.
Kai sonrió mientras dejaba el rifle automático en el suelo.
—Lo tomaré en el sentido en que lo has dicho y pasaré por alto que evitaste todo el entrenamiento militar que pudiste.
Kai fue arrastrándose hasta la corriente de agua y se tumbó sobre el vientre en la ribera. Sin prestar atención a la libélula, hundió la cabeza en el agua.
Le sentó bien el agua fría, que mojó sus cabellos y lo alivió del sofocante calor. Le bañó su reciente barba y la piel, que hasta ahora le había picado. Como un elixir mágico, el agua le dio nueva vitalidad e incluso los pequeños dolores de su cuerpo parecieron desvanecerse por el momento.
Sacó la cabeza del agua y la sacudió como un perro, esparciendo gotas por doquier. Quería dar un fuerte grito, pero habría sido una estupidez innecesaria. Por primera vez desde que había descubierto que su unidad lo había abandonado en Alyina, Kai creyó que podría conseguir escapar a los Clanes.
Entonces notó el cañón de un arma en su espalda.
—Tranquilo, amigo. Date la vuelta poco a poco para que podamos verte mejor.
Kai rodó lentamente sobre su espalda. El individuo que se hallaba situado más próximo a él, el mismo que lo había tocado momentos atrás con un rifle de caza, estaba tan gordo que su vientre, desde el punto de vista de Kai, le tapaba la mitad inferior de su rostro. Sus ropas parecían estar fabricadas en el propio planeta, y tenía el emblema de colores brillantes de los Halcones de Jade recién cosido en la hombrera.
Más atrás, enmarcado por los pies de Kai como un blanco en una mira, había otro hombre más musculoso con el rifle preparado. Tenía un aspecto más maligno e incluso perverso que su jefe, pero se mantenía más receloso, como si presintiese que Kai no estaba solo.
—¡Oh, Jocko, hemos conseguido pillar una buena pieza! Tiene el pelo negro un poco largo y no lleva barba en la foto, pero éste es Dave Jewell, como que yo me llamo Harry Truper.
Truper golpeó a Kai en el vientre con el rifle.
—No sé qué es lo que has hecho, chaval, pero los Clanes y ComStar están locos por atraparte.
—¿Vais a entregarme a ellos? —preguntó Kai.
—Si pagan, ¿por qué no? —gruñó Jocko—. Ya era hora que pilláramos un pez gordo.
Truper asintió a sus palabras.
—Eres el primer fugitivo que hemos encontrado. Con el dinero podremos pagar el alquiler durante mucho tiempo.
—Pero yo soy de la Mancomunidad Federada como vosotros. Deberías ayudarme, no traicionarme.
Truper escupió en el agua.
—Tú no eres como yo, chico. Yo tengo un arma y tú eres buscado por ComStar y los Clanes. Además, por tu acento sé de dónde eres. Tu Hanse Davion no nos ha hecho ningún favor desde que se llevó a Melissa como novia, salvo exprimir nuestra economía y llevarnos a una guerra con los dracos. Procedo de Tamar y sé que ha hecho caso omiso de nuestras reivindicaciones sobre planetas del Pacto que ahora pertenecen a Rasalhague. Teniendo en cuenta todo esto, creo que lo más conveniente es que no insistas demasiado en la hermandad de los ciudadanos de la Mancomunidad Federada.
—Harry, déjate de cháchara y remata la faena.
Kai se puso en tensión al intuir lo que implicaba la frase de Jocko. Sabía que un disparo del rifle de Truper, a tan corta distancia, atravesaría en un instante su chaleco antibalas.
—¡Espera, no dispares! Iré con vosotros sin oponer resistencia.
—Lo siento, chico —rezongó Truper mientras accionaba el cerrojo—. Los prisioneros muertos no se escapan.
Una bala atravesó la cruel mueca de Truper y le voló casi toda la nuca. El rifle saltó de sus dedos inertes mientras su cuerpo daba una voltereta y caía al agua. La explosión resonó por todo el prado y acalló el ruido del río, que se llevó el cadáver de Truper corriente abajo.
Kai echó mano a la pistola de agujas que llevaba en la cadera derecha y la desenfundó mientras Jocko acababa de volverse hacia los matorrales desde los que había disparado Deirdre. Kai apretó el gatillo en el momento en que Jocko apuntaba con el rifle. La primera nube de agujas fue a clavarse en la rodilla izquierda de Jocko. Dejó que el retroceso levantase la pistola y los siguientes disparos destrozaron la cadera, el costado y el hombro de su enemigo.
A pesar de todo, Jocko logró apretar el gatillo. Un chorro de llamas salió del cañón del rifle y se dirigió directo al escondrijo de Deirdre. Kai siguió disparándole, y el cuerpo de Jocko giró en una torpe pirueta. El cañón de su arma cortó unas altas hierbas doradas, mas no volvió a disparar. Jocko se desplomó, con el cuerpo destrozado y bañado en sangre.
Kai rodó por el suelo para incorporarse y echó a correr en busca de Deirdre. Apartó los matojos y se detuvo al ver que estaba acurrucada sobre el rifle automático, aún humeante. Se hincó de rodillas y alargó los brazos para girarla con suavidad, pero encontró resistencia. A su mente asomaron imágenes fugaces de cadáveres en posturas rígidas por el rigor mortis, pero el temblor del cuerpo de la joven le indicó que no estaba muerta.
—¿Estás herida, Deirdre? ¿Te ha dado?
Ella intentó apartarlo débilmente. Cuando fracasó, sacó el rifle automático de debajo de su cuerpo y lo arrojó a un lado.
—Vete —susurró con voz ronca.
Kai se enfureció y la obligó a volverse con brusquedad.
—¿Estás herida o no?
Ella se sentó, sin mostrar ningún indicio de que estuviese herida, y empezó a golpear el pecho de Kai con los puños.
—¡Vete, maldición! —gritó. Su mueca deformaba toda la belleza que Kai había visto en su cara—. Yo no destruyo vidas: las salvo. Tú me has tentado. ¡Me has hecho a tu propia imagen!
—¿De qué estás hablando? —preguntó Kai. Su reacción lo había sorprendido, pero reconoció que había una parte de puro terror en su voz—. ¡Me has salvado la vida!
—Pero he matado para hacerlo. He hecho lo que juré que no haría jamás. ¡Me convertí en lo que soy para no tener que hacer esto nunca! —Las lágrimas brotaban de sus azules ojos mientras iba hablando—. Por tu culpa he matado a un hombre. Nunca lo miré a la cara. Lo ataqué como una cobarde, desde mi escondite. Lo he ejecutado. ¡Y es culpa tuya!
Dio una fuerte bofetada a Kai, que le giró la cabeza a la izquierda. Kai notó el sabor de la sangre en la boca. Cuando ella intentó abofetearlo de nuevo, él paró el golpe y la tumbó en el suelo con un empujón muy poco delicado.
—No, doctora, no es culpa mía —replicó—. Si quieres culpar a alguien, culpa al hombre que no te dio otra opción. Truper te obligó a hacerlo. Lo sabes. ¡Lo sabes!
»Yo no te he tentado —prosiguió Kai, incorporándose—. Ha sido la realidad. Hace tiempo tomaste la decisión de salvar vidas. Eso está bien, sin importar cuáles fuesen tus motivos. Tu único error fue creer que nunca te encontrarías en una situación en que tendrías que matar a alguien. Quizá si hubieses sido doctora de medicina general en algún planeta perdido cerca de la Periferia, habrías disfrutado de ese lujo. Pero eso no es posible en la vida militar.
Deirdre giró despacio para ponerse de costado y recogió las piernas junto al pecho. Kai resistió el impulso de abrazarla hasta que ella cediese y viese la realidad.
—No puedo decir que lamento que hayas apretado el gatillo, doctora. Me has salvado la vida, y te estoy agradecido por ello. La cultura en que se educó mi madre tiene una tradición: si salvas la vida a otro, eres responsable de ella.
—No quiero ser responsable de ti. Has heredado otras tradiciones de las que no quiero nada.
—Eso es posible —dijo Kai, tragando saliva—. Sin embargo, sé una cosa: que soy heredero de una tradición de franqueza que me permite ver y evaluar las situaciones tal como son. A pesar de lo que crees de mí, matar no me resulta más fácil que a ti. Lamento verme obligado a matar a guerreros de los Clanes y lamento haber tenido que disparar a Jocko.
—Si tanto lamentas matar, ¿por qué estás en el ejército? —preguntó ella, de nuevo con amargura—. ¿Por qué no sigues el consejo que acabas de darme y dejas todo esto?
—Quizá porque yo, como tú, tengo razones que me exigen que me quede —respondió Kai, evitando su furiosa mirada—. Estar dispuesto a aceptar la responsabilidad de quitar la vida a otra persona no quiere decir que disfrute con ello. Aquí y ahora, matar a esos dos hombres era la única manera de seguir vivos.
—Tú y los de tu clase sois animales.
—¿No lo somos todos, doctora? —replicó Kai, echándose el rifle automático al hombro—. Lo que pasa es que a algunos no nos da miedo admitirlo.
★ ★ ★
Explorando el camino seguido por los cazadores de recompensas, Kai encontró un viejo y baqueteado aerocamión. Tras registrarlo con rapidez, encontró un paquete de hojas informativas emitidas por ComStar con datos sobre fugitivos. Encontró su orden de busca y captura y la destruyó. También descubrió otras órdenes de búsqueda de fugitivos que describían otras cosas que había hecho él, pero que no se atribuían a Dave Jewell.
Pero lo más importante fue el descubrimiento de un mapa cuadriculado de aquella área. A Truper y a Jocko, los hombres que habían tenido que matar, se les había asignado buscar en un área que incluía el pequeño prado atravesado por el río. Esta área se estrechaba hasta un punto que Kai reconoció como una antigua base de artillería. Había sido poco más que un complejo con algunos cobertizos y almacenes, pero en el mapa aparecía como si ComStar le hubiese encontrado una nueva utilidad.
—Está claro que merece la pena comprobarlo —dijo.
Se le ocurrió que, si se había dado aquella sección del territorio a un equipo de cazarrecompensas, otros estarían escudriñando otras zonas similares. Suponiendo que no todos ellos fuesen tan sedientos de sangre como Truper y Jocko, a Kai le pareció muy probable que otros refugiados hubiesen sido atrapados y encerrados en la base.
Después de un minuto o dos de manipular el panel de encendido, lo alteró y tecleó un código que puso en marcha los ventiladores. Cuando regresó al prado con el camión, ya se le había ocurrido un plan perfecto para entrar en la base y volver a salir. Empuñó la pistola y se puso a trabajar.
—Creía que me habías abandonado —dijo Deirdre con los ojos enrojecidos.
—No. Sólo quería asegurarme de que nuestra tapadera encaje cuando lleguemos a donde vamos a ir ahora.
—Oí disparos... Dos. ¿Había alguien más por allí?
—No. —Kai titubeó ante la pregunta—. Sólo era algo que tenía que hacer.
—¿Que?
—Mejor que no lo sepas —dijo, humedeciéndose los labios—. Créeme, es mejor que no lo sepas.
Deirdre se levantó despacio y se quitó las agujas de pino que se le habían enganchado a la ropa. Se rodeó con los brazos y clavó en Kai una mirada de acero.
—Dímelo.
—Jocko todavía tenía rostro —explicó Kai, entornando los ojos mientras se preparaba para su reacción—. Había llegado el momento de que Dave Jewell muriese, y Jocko tenía su misma estatura.
Deirdre parpadeó varias veces mientras asimilaba lo que le había dicho. Abrió la boca para decir algo, pero Kai la interrumpió antes de que pudiese articular ningún sonido.
—Sí, doctora. No sólo mato, sino que también estoy dispuesto a mutilar el cadáver de un enemigo —dijo, apretando los puños—. Quizá, si me viese obligado, incluso me convertiría en caníbal. Ahí tienes. ¿Encaja esto en la imagen que tienes de mí?
A Deirdre le empezó a temblar el labio inferior, pero logró controlarlo enseguida.
—Lo que quería decir, Kai, es que he estado pensando mucho. Todavía aborrezco haber apretado el gatillo y tendré pesadillas toda mi vida por haber tomado esa decisión, pero no lamento haberte salvado la vida. En el instante en que lo apreté, comprendí que mi acción le costaría la vida a aquel hombre, pero eso no me importaba entonces. Esto forma ahora parte de mí y debo afrontarlo.
Deirdre alargó la mano con la que lo había abofeteado y le acarició el rostro.
—Tienes razón, todos somos animales —prosiguió—. Me habría gustado creer que estaba más alejada de las pasiones salvajes que atribuyo a los guerreros. Quiero ser diferente porque debo serlo. No espero que lo entiendas.
—Deirdre, yo...
Kai fixe a tomarla de la mano, pero ella se puso tensa cuando la tocó. El joven vio en sus ojos que emociones opuestas libraban una guerra en su interior y cambió de conversación.
—Será mejor que nos vayamos.
Deirdre se dio la vuelta y se agachó para recoger sus bolsas.
—¿Adónde?
—En realidad, a ningún sitio en especial.
Deirdre le extendió su bolsa; Kai la recogió y se la echó al hombro.
—Vamos a dejar a esos dos en una base de ComStar —añadió—, cobraremos la recompensa y nos largaremos lo más deprisa que podamos.
Capítulo 17
Quebradas de Teeganito Astako, continente de Aluria
Hyperion, Zona de ocupación del Clan de los Lobos
8 de marzo de 3052
Sentado en la carlinga de su OmniMech Nova modificado, Phelan se sintió por unos instantes como si fuese un rey contemplando sus posesiones. Los arroyos serpenteantes y los cañones de tierra roja y dura se extendían a su alrededor hasta donde los sensores ampliados de su 'Mech le permitían ver. El calor se elevaba de la tierra en temblorosas ondas, suavizando las aristas del terreno y difuminando los pequeños remolinos de arena que danzaban a lo lejos.
Phelan se permitió una sonrisa imprudente. Un reino adecuado para mí. Es tan desolado como mis probabilidades de ganar esta batalla por el Nombre de Sangre.
Phelan había participado por segunda vez en el ritual de decisión de una competición de Nombre de Sangre. Natasha había supervisado el ritual porque tanto Phelan como su contrincante, Glynis, servían en el Decimotercero de Guardias de Wolf. Cuando le pidió que expresase sus méritos, Phelan repitió la misma letanía de éxitos que la vez anterior, y añadió: «En Hyperion encabecé la defensa del pantano de Simmons y perseguí a los renegados en las tierras yermas. Antes del combate de hoy derroté a un Elemental, Dean, por el derecho a participar ahora».
Glynis, una mujer pequeña con la cabeza exageradamente grande que era típica de los pilotos aeroespaciales de los Clanes, declaró sus logros con mayor frialdad: «Maté al primer Jaguar de Humo incluso antes de mi prueba de salida del sibko. Durante la invasión he derribado diez cazas y he destruido cinco 'Mechs en tierra firme. En Hyperion he añadido dos cazas a mi cuenta y he limpiado las llanuras de fuerzas blindadas. Antes del combate de hoy maté a un MechWarrior, Manas, por el derecho a participar ahora».
Phelan había oído de labios de Vlad, con todo lujo de detalles, cómo Glynis había hecho pedazos a Manas. Éste había cometido el error, según Phelan, de configurar un OmniMech para una batalla directa contra un Omnicaza, y luego había ofrecido a Glynis enfrentarse en una llanura que le permitía dispararle sin obstáculos. Por supuesto, también le eliminaba los obstáculos a ella; por eso murió.
Una vez más, el medallón de Phelan ganó la carrera y lo convirtió en el cazado. Glynis eligió de inmediato el combate aumentado que, como Phelan sabía muy bien, los igualaba mucho más en el campo de batalla. Su Omnicaza aeroespacial disponía de muchas más armas y velocidad que cualquier 'Mech de clase equivalente que él pudiese encontrar.
Siendo el cazado, a Phelan volvió a corresponderle elegir el terreno. Tras haber perseguido a guerrilleros de Rasalhague en las quebradas, sabía lo traicionero y peligroso que podía ser aquel laberinto de desfiladeros. Recordaba en particular que Carew y los demás pilotos asignados para su cobertura aérea habían tenido problemas para localizar y disparar a sus enemigos entre los estrechos y retorcidos pasos entre las montañas.
Si a ellos los protegió de nuestros cazas, debería favorecerme a mí también, pensó. Había planeado comenzar en el laberinto, pero Natasha le había avisado que ocultarse y preparar emboscadas al enemigo no era una conducta apropiada en una competición por el Nombre de Sangre. Phelan recordó que la Viuda Negra no se había mostrado impresionada en lo más mínimo cuando Phelan se burló de la idea de que un 'Mech pudiese preparar una astuta emboscada a un caza aeroespacial.
—Una emboscada no es más que tomar a un avión por sorpresa —comentó—. Eso no debería ser difícil para un guerrero con tu inventiva.
Sobre el papel, no... Por cuarta vez desde que lo habían dejado en el planeta, Phelan comprobó sus armas. El torso cúbico del Nova se elevaba sobre la carlinga y albergaba el equipo de balizas NARC y las toberas de lanzamiento. Aunque este espacio podría haberse llenado mejor con otra arma, si lograba un impacto con una tobera NARC, marcaría el caza de Glynis con una baliza de señalización. Con esto, sus misiles de largo alcance serían más eficaces, cosa que deseaba con fervor.
Los hombros del 'Mech sostenían dos gruesos brazos. En el izquierdo, Phelan había puesto un cañón automático LB10-X y su munición. Había especificado una carga de municiones con las que esperaba sorprender a Glynis. En el brazo derecho llevaba un lanzamisiles de largo alcance y bastidores de misiles suficientes para sostener una larga batalla.
Uno de los techs que trabajaban para modificar su Nova había comentado que Phelan salía con municiones suficientes para afrontar un asedio, no una escaramuza. Phelan se había reído con el comentario, pero en el fondo sabía que el tech tenía razón al extrañarse de la elección de Phelan. Era consciente de que el Omnicaza de Glynis, un Visigoth, era capaz de arrancar pedazos de su 'Mech en cada pasada mientras que él tenía configurada su máquina para convertir poco a poco el caza en escombros. La única posibilidad que tenía Phelan de ganar era sobrevivir el tiempo suficiente para utilizar tanta munición como le fuese posible.
Una luz roja de aviso parpadeó de forma apremiante en su consola de mandos. Phelan activó un mapa de radar del área, y el ordenador resaltó un objeto que se movía con rapidez en un rumbo que lo llevaría justo donde estaba él. Manejó las palancas de mando de cada brazo de su silla y puso los retículos de punto de mira en el centro de su pantalla holográfica. El ordenador condensó una vista de trescientos sesenta grados del área en sólo ciento sesenta grados, pero Phelan únicamente observaba su centro, y sus ojos oscilaban entre éste y la pantalla de radar de su monitor auxiliar.
El caza aeroespacial se aproximaba a una velocidad de más de cuatrocientos cincuenta nudos, lo que lo convertía en un blanco durante menos de tres décimas de segundo. El retículo de mira de Phelan parpadeó en la pantalla y apretó los tres disparadores. El Nova sufrió una sacudida a causa del retroceso cuando el cañón automático de su brazo izquierdo arrojó unos cuantos fragmentos de metal a la nave. El brazo derecho, a su vez, lanzó una andanada de misiles. De encima y detrás de la carlinga, el sistema NARC también lanzó un pequeño proyectil que siguió la estela de los más mortíferos MLA.
Una cegadora luz azulada llenó la ventana de visión de Phelan cuando el Visigoth disparó su cañón de proyección de partículas en su primera pasada. El rayo artificial abrió una hendedura irregular en el costado derecho del Nova. El 'Mech se inclinó peligrosamente a la izquierda, y fragmentos humeantes de blindaje ferro fibroso cayeron al suelo.
Phelan luchó por recuperar el control de su 'Mech mientras los MLA del caza abrían cráteres en el terreno a su alrededor. No le acertaron, pero fallaron por muy poco y la metralla repiqueteó contra la carlinga del 'Mech como una pesada lluvia. Unos rayos de color rubí atravesaron la nube de polvo y guijarros, pero sólo uno dio en el blanco, y fue cuando el caza ya se alejaba.
El ordenador del Nova dio una imagen pesimista de sí mismo en el monitor secundario. El rayo del CPP había destrozado casi por completo el blindaje del costado derecho y el láser había abierto un enorme agujero en el blindaje posterior del lado izquierdo del torso. Otro impacto en cualquiera de estos dos sitios, y Glynis alcanzaría las estructuras internas del 'Mech. Eso hacía vulnerables tanto el motor como los giroestabilizadores, por no hablar de todo el esqueleto de endoacero que sostenía al BatdeMech.
Sólo dos cosas lo alegraron. Cuando conmutó la modalidad a sensores infrarrojos, vio que el Vtsigoth brillaba como una supernova en el cielo nocturno. Glynis había empleado todas sus armas en el ataque inicial, probablemente con la esperanza de destruirlo a la primera. Pese a que casi lo había conseguido, el calor que aquellas armas habían generado la obligaría a demorar su siguiente ataque para bajar la temperatura de su nave. Como su velocidad la había llevado más allá del rango de las armas del 'Mech, Phelan supuso que Glynis reduciría la velocidad y tardaría un rato en regresar.
Eso le proporcionaba algo de tiempo, que él necesitaba de manera desesperada para salir de los riscos y entrar en el desfiladero. La vulnerabilidad del costado derecho lo obligaba a buscar una posición defensiva que forzase a Glynis a ser más cautelosa en su siguiente pasada. Si ella reducía su velocidad en unos cien nodos, él podía tener una oportunidad de hacer un buen disparo con su lanzador de MLA.
Phelan sonrió al ver que una luz piloto de color azul parpadeaba en su consola de mando. Sus MLA y su cañón automático habían fallado, pero el proyectil NARC había marcado el caza. Cuando impactaba en el blanco, este misil activaba una pequeña baliza que atraía a los MIA. El ritmo del parpadeo se hizo más lento a medida que el caza se alejaba.
—Casi has acabado conmigo esta vez, Glynis —dijo en voz alta—. Ahora me toca el turno.
Phelan hizo subir corriendo el 'Mech hasta la cima de la estribación y luego descendió hacia el este. Sabía que la imagen del 'Mech se borraría de la pantalla del radar de Glynis, como el caza había desaparecido de la suya, pero eso no le importaba. Tras varios meses de entrenamiento con Carew, había aprendido cuál sería la respuesta de su contrincante.
Phelan empezó a bajar con paso inseguro por una larga pendiente cubierta de rocas desprendidas. Algunas tenían un tamaño similar a un aerocoche, mientras que otras hacían parecer un enano al 'Mech. En algunas zonas le proporcionaban cobijo, lo cual agradeció. Utilizando las poco desarrolladas manos del 'Mech para mantener el equilibrio, siguió bajando hacia el suelo de un estrecho desfiladero.
De pronto, la pantalla del radar informó de un vuelo alto del Visigoth y la luz piloto de NARC comenzó a acelerar su parpadeo. Tal como él esperaba, la trayectoria indicaba que Glynis se acercaba por un nuevo vector, sólo para confundirlo. El MechWarrior sonrió y levantó el brazo derecho. Cuando el caza pasó por donde él estaba y la luz piloto de NARC parpadeaba al mismo ritmo que su corazón desbocado, Pnelan lanzó una andanada completa de misiles.
Es buena. Tengo que admitirlo. Pareció como si Glynis hubiese apoyado el Visigoth en su ala derecha, mientras levantaba el morro de la nave en un esfuerzo por eludir los MLA que subían hacia ella. Aunque su maniobra podría haber salido bien en circunstancias normales, la baliza NARC atrajo los misiles como una red arrastra un banco de peces. Los MLA salpicaron el fuselaje de la nave, desde el morro hasta el motor, pero apenas destruyeron parte de su pintura y del blindaje.
Sólo debo de haberla enfurecido, pensó Phelan, deprimido. El caza se desvaneció más allá de la entrada del desfiladero, pero Phelan estaba totalmente seguro de que volvería. Bajó por la ladera casi dando saltos, luchando con los controles para que su titán mecánico se mantuviera erecto y equilibrado. Echó un vistazo a la luz piloto de NARC y, al ver su parpadeo constante, compren dió que Glynis estaba acercándose.
A pesar de este aviso, el ataque de Glynis llegó por sorpresa. En un osado movimiento, el caza redujo bruscamente la velocidad y apareció sobre el borde del desfiladero disparando sus armas. La nave, convertida en un espectro plateado de muerte, permaneció suspendida durante un segundo, escupiendo fuego por ambas alas, y volvió a marcharse.
Pilló a Phelan en mitad de un salto con dos andanadas de MLA. La primera de ellas falló e hizo saltar por los aires una lluvia de piedras. La segunda acertó al Nova en el costado izquierdo. Los misiles arrancaron parte del blindaje del torso y de la pierna izquierda, pero no consiguieron perforarlo.
Sin embargo, los misiles que le dieron en la pierna izquierda ayudaron a desequilibrarlo. Mientras descendía el 'Mech, que pesaba cincuenta y cinco toneladas, la pierna izquierda se dobló bajo el cuerpo. Por mucho que Phelan se esforzó por mantenerla erguida, la enorme máquina de guerra se inclinó hacia la izquierda como si estuviese borracha y empezó a dar vueltas de campana por la pendiente de rocas de medio kilómetro hasta el suelo del desfiladero.
En la carlinga resonaron bocinas de alarma y chirridos metálicos. Phelan gritó al sentir que los cinturones de seguridad de la silla de mando se le hundían en el cuerpo y luego volvían a lanzarlo contra el asiento. Sabía que intentar controlar va su caída era como desafiar la gravedad, por lo que cruzó los brazos del 'Mech sobre la cintura y empezó a rezar.
El Nova se estrelló con una sacudida tan fuerte que Phelan pensó que Glynis debía de haber lanzado otro ataque con sus misiles. Otros impactos sacudieron el Nova, pero Phelan necesitó algunos segundos para ciarse cuenta de que eran rocas que se precipitaban al suelo a consecuencia e los anteriores disparos de la mujer, no municiones reales. Ya es bastante malo que tenga que combatir con una as de la aviación, ¡pero la elección del campo de batalla también me está perjudicando!
La lectura del ordenador que apareció en el monitor secundario le indicó cuánto lo odiaba aquel terreno. La caída por la ladera había destrozado buena parte del blindaje frontal y trasero del 'Mech, aunque ninguna área estaba totalmente destruida. Gracias a cruzar los brazos, se había protegido de la mayoría de los daños, aunque el diagrama del brazo derecho indicaba un fallo en el mecanismo de alimentación. ¡Maldición! Eso quiere decir que el único bastidor de misiles que llevo allí está inutilizado. Tengo munición suficiente para aguantar un asedio, pero no puedo dispararle.
Lo peor de todo era que la pierna izquierda del Nova había sufrido graves daños. Casi todo el blindaje había saltado. Los huesos de endoacero de la espinilla estaban doblados y retorcidos de tal forma que el 'Mech sólo podía apoyar el pie izquierdo de puntillas. Cuando Phelan irguió su máquina, empleando las manos para quitarse las piedras, descubrió que la pierna podía soportar su peso, pero había perdido toda su capacidad de movimiento. Frustrado, golpeó la consola de mando con el puño.
—¡Máquina strava! ¡Librenacida! Lo único que me queda por hacer es morir.
Extendió la mano hacia el botón de eyección, pero se detuvo. Mientras tanto, el Visigoth sobrevolaba el área como un tiburón a la espera de los náufragos que saltaran de un barco que se hundía.
Una parte de el quería hacer señales a Glynis para decirle que había ganado; sin embargo, se contuvo. No iba a saltar, porque no tenía ninguna garantía de que ella no hiciese otra pasada para matarlo de todos modos. Phelan no creía que ella estuviese tan sedienta de sangre, pero en una batalla por un Nombre de Sangre todas las convenciones normales quedaban al margen.
No obstante, no fue por temor a su vida que apartó la mano del botón de eyección. Que iba a perder no era ninguna sorpresa para él, ya que había comenzado la batalla en clara inferioridad de armamento. Pero la lucha se estaba librando por algo tan estúpido como un título, y él podía vivir sin eso. Tratar de salir de allí, de sobrevivir, le parecía algo lógico y sensato.
Lógico y sensato, si no eres de los Clanes.
Mientras aquellas palabras se formaban en su mente, Phelan sintió un sobresalto al comprender que reconocía su significado con total naturalidad. Se había criado en la Esfera Interior, pero siempre se había sentido un poco apartado de los demás. Sí, había amado a su familia —y aún la quería—, pero siempre se había sentido como si perteneciera a otro lugar. Era como si el mundo no estuviese totalmente centrado, y se sentía profundamente irritado cada vez que tenía que enfrentarse a las figuras de autoridad y a estructuras rígidas.
Era un sirviente como Ragnar cuando se había unido a los Clanes y había pasado demasiado tiempo tratando de averiguar quiénes eran y qué quería Ulric de él, para preocuparse de dónde y cómo encajaba en aquella sociedad. De forma extraña, se había dado cuenta de que la feroz naturaleza de los Clanes, que los obligaba a lanzarse constantemente unos contra otros para demostrar quién era el mejor, era adecuada para él. Como los miembros de los Clanes lo consideraban un extranjero, él luchaba para demostrar que era su igual. Al hacerlo, también definía quién era él.
Hasta aquel momento, no había entendido que, al amoldarse para afrontar los desafíos de los Clanes, se había convertido en uno de ellos. Aunque todavía podía reconocer y apreciar los valores con los que se había criado, el apremio y el empuje de los Clanes prevalecían sobre aquellos fragmentos de su pasado. Tres años antes, quizás habría intentado encontrar la manera de huir o de hacer pagar cara su muerte; en cambio, ahora buscaba la forma de derribar el caza de Glynis y ganar la batalla.
Porque es lo único lógico y sensato que un guerrero del Clan de los Lobos puede hacer.
Se giró el cinturón hasta ponerlo en una posición cómoda y evaluó su situación con rapidez. Su 'Mech se hallaba debajo de un saliente de la pared del desfiladero, que lo ayudaba a ocultarse de la vista de Glynis. Al levantar la mirada, vio un arco de cielo de unos veinte grados, lo cual reducía de forma apreciable el vector de ataque del caza. Teniendo la ladera de rocas a la derecha, la única dirección abierta para un ataque era que descendiese al desfiladero desde la izquierda e intentara dispararle con el CPP y los láseres delanteros.
Muy poco a poco, la luz piloto de la baliza NARC empezó a parpadear cada vez más deprisa. Phelan volvió a apoyar el Nova contra la pared del desfiladero y giró su torso a la izquierda. La lucecita azul se encendía y se apagaba con un débil ruido que sonaba cada vez con más frecuencia.
Sólo tengo un disparo con estos misiles. Más vale que me salga bien.
La luz piloto se mantuvo encendida, sin parpadear. El Visigoth se asomó al desfiladero como un halcón que hubiese visto un ratón, y el CPP de su morro proyectó su rayo azul a lo largo de la pared. Cayeron fragmentos de piedras, que rebotaron sobre la carlinga del Nova mientras se elevaban volutas de vapor de las rocas. Uno de los dos láseres delanteros del Visigoth salpicó la pared de orificios ardientes, mientras el otro fundía parte del blindaje del torso del 'Mech.
Phelan siguió al Visigoth al tiempo que pasaba por encima. La primera arma que disparó fue el cañón automático. La ráfaga de cartuchos desintegró el blindaje del extremo del ala derecha, pero apenas logró que la nave se estremeciera un poco. Giró el torso del 'Mech a la derecha y disparó una segunda ráfaga, que arrancó más blindaje del extremo de popa del fuselaje; sin embargo, ésta tampoco tuvo efectos visibles en el Omnicaza.
El 'Mech casi dio un vacilante paso adelante para lanzar los misiles en pos de Glynis, pero ella no logró ningún disparo claro. Levantó el morro del Visigoth y lanzó la nave a un elegante bucle que la llevó por encima de la ladera de rocas desprendidas. Se desvió de inmediato y, efectuando un tonel perfecto a la derecha, desapareció de la vista de Phelan.
La luz piloto de NARC empezó a parpadear más despacio.
—Tardaré una eternidad en derribarla —murmuró Phelan.
Echó un vistazo a su indicador de municiones del cañón automático y disparó dos ráfagas al aire. Así le quedaban las municiones de dispersión, las de tamaño más pequeño que podía llevar un 'Mech.
—Si riego el aire con esto, causaré más daños a nivel general —razonó en voz alta.
A medida que la luz de NARC comenzaba a acelerar su ritmo, empezó a desmoralizarse.
—Aun así no acabaré nunca si ella tiene un poco de suerte, mientras que yo tendré que resistir sus ataques y tratar de derribarla. ¡Maldición!, no es tan tonta como para ir a chocar contra estas paredes, y vuela demasiado rápido para que me arriesgue a malgastar estos misiles en un disparo afortunado. —Apretó los dientes, lleno de frustración—. ¡Si al menos se quedase quieta!
De pronto, se le ocurrió la solución. Mientras la luz indicadora de NARC parpadeaba cada vez más deprisa, Phelan pulsó el botón que desactivaba el sistema y giró el torso del Nova hacia la línea de ataque del caza. Entonces oyó el rumor de los motores de Glynis, que resonaban por todo el desfiladero.
Al verla, Phelan hizo rugir el cañón automático. Los cartuchos de dispersión arrojaron centenares de fragmentos de metal al aire, que arrancaron pedazos de blindaje de las alas, el fuselaje y la carlinga de la nave. Como respuesta, Glynis volvió a disparar el CPP y los dos láseres delanteros, pero los tres rayos de energía fallaron el blanco.
Phelan hizo girar bruscamente di torso del Nova y extendió el brazo derecho. ¡Ahora o nunca! Mientras Glynis empezaba a levantar el morro, él lanzó sus misiles. Carentes del sistema NARC para que los guiase, pasaron por debajo del vientre del Visigoth. Y dieron justo en el blanco.
La veintena de misiles que había disparado Phelan dieron en la pendiente de rocas a unos doscientos metros del caza de Glynis. Las fuertes explosiones arrojaron enormes peñascos al aire, directamente a la trayectoria de vuelo del Vtsigoth. A la velocidad con que volaba, Glynis sólo tuvo una fracción de segundo para reaccionar.
Su maniobra evasiva no fue suficiente.
Una roca triangular le partió el ala izquierda como si el caza estuviera hecho de madera o de papel. Eso aceleró la desesperada maniobra de Glynis e invirtió la nave. Bajó en espiral hacia la pendiente y dio una vuelta de campana. Cuando el ala derecha del Visigoth tocó las rocas, saltó en pedazos como un huesecillo y el blindaje se desprendió en medio de una nube de polvo de cerámica. El fuselaje se abrió detrás de la carlinga y los misiles que había allí explotaron, borrando todo rastro del Omnicaza.
★ ★ ★
Phelan contempló la pira de fuego que ardía en la ladera. Una parte de él quería llorar a Glynis, pero reprimió esa emoción.
—Ha sido un combate por un Nombre de Sangre —se oyó a sí mismo decir—. Ella conocía el riesgo, y no habría derramado una sola lágrima si hubiese sido yo quien estuviese en medio de esas llamas.
Pero es un Nombre de Sangre razón suficiente para verter sangre de forma innecesaria? ¿Y acaso matar por un título es más sensato que esta guerra de los Clanes contra la Esfera Interior?
Phelan reconoció sus dudas interiores asintiendo con la cabeza.
—Ahora soy miembro de los Clanes. Sus preocupaciones son las mías. —Empezó a subir despacio por la ladera con el Nova—. Pero no son las únicas.
Sonrió y fue a ver si, por algún milagro, Glynis había sobrevivido.
Capítulo 18
Base Tango Zepbyr, Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
9 de marzo de 3052
Kai escrutó la antigua base de artillería a través de los prismáticos y sintió un nudo en el estómago. Varias hileras de alambre de espino rodeaban el conjunto de cobertizos y bunkeres como maleza metálica. Unos hombres hacían guardia en las dos torres de vigilancia, aunque tenían las armas apuntadas hacia el interior del campamento, no hacia la explanada exterior. Una bandera de ComStar ondeaba orgullosa en lo alto del mástil.
Mirando a través de los binoculares no logró reconocer a nadie, pero vio muchos individuos cojeantes, vestidos con harapos sucios de uniformes de la Mancomunidad Federada. La mayoría de ellos estaban famélicos y caminaban con pasos titubeantes, que los hacían parecer zombis. Algunos cuidaban de un jardín situado cerca del centro del campamento, mientras que otros trabajaban encadenados en la ampliación de la pista de tierra que conducía a las puertas de la base.
—¿Tiene mala pinta, Kai?
—Un poco, pero no tan mala como cabía esperar —contestó Kai, bajando los prismáticos y rascándose la barba—. Los guardias parecen ser nativos, como Truper y Jocko, pero los administradores son de ComStar. No he visto a nadie de los Clanes, aunque eso no quiere decir que no haya ninguno.
Deirdre asintió mientras se recosía los cabellos en una pequeña cola. Se la ató con un cordel y se puso un trozo de venda sucia tapándose el ojo derecho.
—¿Crees que este disfraz será suficiente?
Kai se dio la vuelta y sonrió. Ella iba vestida con uno de los monos de Truper, que le sentaba como una piel de elefante a un perrito faldero. Aquella ropa y el vendaje sucio bastaban para ocultar cualquier vestigio de su belleza.
—Si ComStar tuviese una policía de la moda, te arrestarían y te fusilarían. No creo que nadie te reconozca. ¿Qué te parezco yo?
Deirdre lo observó con el ojo destapado y sonrió sin alegría.
—La barba y el pelo recogido en un moño en la coronilla te dan el aspecto de un kuritano renegado. Nadie te relacionará con David Jewell o Kai Allard.
—Bien —dijo Kai. Arrojó los binoculares al interior del camión y se sentó frente al volante—. ¿Lista para entrar en la boca del lobo?
Deirdre se puso la funda de la pistola en una posición un poco más cómoda, aunque todavía parecía algo inquieta.
—Vamos, antes de que lo piense dos veces e intente convencerte de que no lo hagamos.
Kai miró por encima del hombro a los dos bultos que había en la parte trasera.
—No importaría. Perderías la votación, porque esos dos quieren volver a casa.
Tecleó el código de encendido en la consola, y el aerocamión se elevó sobre un colchón de aire. Giró el volante y entró en la pista de tierra, en dirección a la boca del lobo.
★ ★ ★
La nube de polvo que levantaba el aerocamión obligó a todos los prisioneros que estaban a un lado del camino a apartarse y toser. Aunque Kai detestaba tener que hacerles esto, sabía que así reducía mucho las probabilidades de ser descubierto. Lo último que quería era ser identificado mientras estaba rodeado de enemigos.
Un alto ComGuardia detuvo el acrocamión a las puertas del campamento.
—¿Qué es lo que lo trae por aquí?
—Una entrega —contestó Kai, señalando al interior del camión con el dedo pulgar—. Dos piezas.
El hombre echó un vistazo a los cuerpos y arrugó la nariz de asco.
—Llévelos al edificio número tres. Es el depósito de cadáveres y la oficina de pagos —dijo, e hizo señas a otro hombre para que abriese las puertas.
Kai arrancó. Cuando se cerraron unas puertas detrás de ellos, se abrieron otras. Las cruzó y se dirigió al otro extremo del campamento.
—Recuerda, no digas nada, ¿vale?
Deirdre asintió en silencio, y Kai sonrió al ver que había pasado aquella prueba. Detuvo el camión ante una pequeña puerta situada debajo de un enorme número tres de color escarlata que estaba pintado delante del cobertizo. Apagó el motor y el vehículo descendió hasta el suelo. Entonces esperó a que la nube de polvo se deshiciera, dejando una capa de suciedad sobre el parabrisas, y abrió la puerta.
Deirdre lo siguió dos pasos más atrás. Kai abrió la puerta con el pie, entró y se sacudió la ropa. Deirdre entró a continuación y se apoyó pesadamente contra la pared.
Tres funcionarios de ComStar lo miraron horrorizados, como si fuese un fantasma. Uno de «ellos, claramente molesto por el polvo que caía sobre sus documentos, se puso en pie de un respingo.
—¿Tenía que hacer esto? —exclamó.
Kai lo miró con los ojos entornados y escupió en su papelera.
Otro hombre, más viejo y sabio, hizo retroceder a su colega hasta sentarlo en su silla y miró a Kai con una débil sonrisa.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó con voz tensa.
—Les he traído a dos tipos, ¿no? —dijo Kai, chupándose los dientes como si quisiera arrancar restos de comida de entre ellos—. Un poco destrozados y cubiertos de moscas, pero tienen su valor.
—¿Ha cazado a dos renegados? —preguntó el hombre, con expresión un poco más amarga.
Kai asintió con la cabeza. El hombre le indicó que tomase asiento junto a su mesa. Kai se sentó dejándose caer pesadamente; apoyó la cabeza en la parte superior del respaldo y, con el trasero casi fuera del asiento, empezó a juguetear con un banderín de ComStar que estaba sobre el escritorio.
El funcionario puso el banderín en el otro extremo de la mesa y preguntó:
—¿Tienen nombre esos renegados? Kai asintió de nuevo.
El hombre esperó unos segundos, se aclaró la garganta e insistió:
—¿Cómo se llamaban?
—Harry Truper y Dave Jewell.
Los otros dos funcionarios se volvieron asombrados hacia Kai. Éste sonrió y volvió a escupir en la papelera. Los dos volvieron a concentrarse en su trabajo mientras el tercer empleado tecleaba los nombres en el ordenador con gestos nerviosos.
—El señor... eh, Harry Truper es un cazador de recompensas como usted.
—Ya no.
—¿Perdón?
Kai se irguió despacio y dijo:
—Está muerto, ¿no lo ve? Él y ese Dave Jewell llegaron a una choza que mi mujer y yo habíamos encontrado después de que los federatas nos quemasen la granja. Pensaban matarme y entregarme como si fuera Jewell. Dijeron que se aprovecharían de mi mujer y luego la cortarían en pedazos como a otra que iba antes con ese Jewell.
Kai se volvió con cautela hacia Deirdre; luego se inclinó para susurrar al funcionario en tono confidencial:
—No debieron decir eso. Esta mujer no está bien desde que unos federatas se aprovecharon de ella sin dejar más que un billete-C, ¿wakarimaska? Ella se cargó a Truper, ¿eh?, y yo me cepillé a Jewell después de cruzar varios disparos.
Ambos miraron a Deirdre. Ella, siguiendo la corriente, soltó una risita y se chupó los dedos. El empleado se estremeció.
—Sea como sea —continuó Kai, limpiándose una muela con el dedo meñique—, pensamos que eran unos renegados, hasta que seguimos su pista y encontramos el aerocamión. Pensé que podíamos ganar algún dinero por ellos. Tienen precio puesto a su cabeza, ¿no?
Al pronunciar estas últimas palabras, Kai subió el tono de voz y apretó el puño izquierdo. El funcionario se apresuró a asentir con la cabeza.
—En cuanto los hayamos identificado, se le pagará.
Kai hizo una mueca y un ruido con la boca.
—Truper recibió unos balazos en la cara —rezongó— y Jewell está hecho polvo, ¿wakarimaska? Me puse un poco nervioso, ¿sabe?, porque no consiento que nadie, y he dicho nadie, le ponga las manos encima a mi mujer excepto yo. —Dio un suave empellón al funcionario en el hombro—. Usted haría lo mismo si se tratara de su mujer, ¿no? Es el deber de un marido, ¿no?
—Eh... claro, claro.
—Claro... —dijo Kai, con una sonrisa torcida—. Mire, no sé cuánto valen esos tipos, pero esto de ser cazarrecompensas parece fácil. Tenemos el camión y los trastos de Truper. ¿Tienen más encargos para nosotros?
El hombre asintió; le dio una electrotarjeta a Kai y le pasó un lápiz óptico.
—Firme aquí y le pagaremos. Cien billetes-C es más de lo que le corresponde, pero entiendo que estos hombres lo sacaran de quicio.
Kai abrió los ojos como platos. Sabía que Dave Jewell, de acuerdo con la orden que había destruido, valía diez veces aquella cantidad, y tenía una cierta idea de quién iba a quedarse con la diferencia. Se volvió hacia Deirdre y sonrió.
—¿Has oído eso, cariño? —le preguntó—. Setenta billetes-C por esos dos. ¡A ti te toca el veinticinco por ciento!
Ella soltó otra risita.
Kai se volvió de nuevo hacia el empleado y le guiñó un ojo.
—Una monada, pero las altas finanzas son demasiado para ella, ¿wakarimaska? —dijo. Agarró el lápiz óptico como si fuese un puñal y escribió una X en la tarjeta.
El empleado sonrió satisfecho y sacó el dinero en billetes de ComStar de una pequeña caja de caudales que tenía guardada en un cajón. Le entregó el dinero a Kai de forma disimulada y a continuación le dio dos carteles de personas buscadas junto con sus fotografías. Kai reconoció uno de los nombres: era uno de los que había estado con la milicia planetaria, pero se mantuvo impasible.
—Ya que tiene el camión de Truper, puede quedarse en este sector para buscar a estos fugitivos. ¡Buena suerte! —dijo el funcionario, que evitó tenderle la mano—. Dos de mis hombres ya han retirado los cadáveres de su camión, de modo que ya pueden irse.
—¡Por el astral! Pillaré a esos dos cabrones y volveré —exclamó Kai sonriendo, y le dio una palmada en el hombro al empleado de ComStar—. ¡Amigo, nos va a ver a menudo a parar de ahora!
★ ★ ★
De vuelta en el aerocamión, Kai lo puso en marcha y se dirigieron hacia las puertas. Conducía lo bastante despacio para observar las caras de los prisioneros que trabajaban en el campamento y en la pista. Cuando llegaron al lugar donde estaban trabajando, aceleró.
—¿Qué te parecen esos hombres, doctora?
Deirdre se quitó el vendaje y respondió:
—Desnutridos. Es obvio que algunos están enfermos. No he visto a muchos con vendajes, por lo que deduzco que los envían a un hospital o...
—O los han enterrado en algún sitio —concluyó Kai, frunciendo el entrecejo—. Eso era lo que pensaba. —Desvió la mirada a los retrovisores, pero la cortina de polvo que levantaba el vehículo no le permitía ver el campamento—. Me alegro de que no nos hayan capturado.
—Estoy de acuerdo —dijo ella, estremeciéndose—. ¿Qué vamos a hacer ahora?
—Por lo que he visto, tenemos dos opciones. La primera es huir tan lejos como podamos.
—No está mal. ¿Cuál es la otra?
—Nos han asignado el antiguo territorio de Truper. Por tanto, conocemos al menos una zona del planeta donde los cazarrecompensas no nos buscarán.
Ella asintió y lo miró fijamente.
—Una elección realmente difícil. Tendré que reflexionar en ello. Por cierto, ¿iba en serio lo que dijiste en el campamento?
Kai frunció el entrecejo, tratando de recordar a qué se refería.
—¿Quieres decir lo de que eres bonita?
—No, lo de que me corresponde el veinticinco por cierto.
—Ni pensarlo, doctora —repuso Kai, sonriendo—. El único trato justo es un cincuenta. Veamos, tengo setenta billetes-C...
—Kai...
★ ★ ★
El funcionario de ComStar estaba perplejo de que Taman Malthus pudiese examinar el hediondo cadáver de Dave Jewell sin sentir náuseas.
—Es él, capitán estelar —le dijo—. Es Dave Jewell, el hombre que buscaban.
El Elemental levantó la cabeza; el funcionario lamentó haber llamado su atención.
—Está equivocado, acólito —replicó Malthus, y levantó la mano derecha del cuerpo—. Este hombre tiene callos en la diestra, lo que indica que es la mano que utilizaba más a menudo. Era diestro. En cambio, Jewell no lo es.
—Eso no es posible —dijo el funcionario, tragando saliva.
Malthus sonrió y soltó la mano, que cayó inerte sobre la mesa de reconocimiento.
—Lo es. Ha pagado dinero a Dave Jewell por traerle su propio cadáver —gruñó—. Ese Jewell es una pieza muy interesante, ¿quiaf?
El funcionario asintió en silencio.
Malthus cerró la bolsa y se limpió las manos en la camisa del empleado.
—Pasaré por alto el hecho de que dejó que su propia codicia lo cegase a lo que estaba pasando. Eso es asunto de ComStar. No veo la necesidad de complicar las cosas informando al vicecapiscol Khalsa.
—No, señor.
—Bien. ¿Dice que dio información sobre otros fugitivos al cazarrecompensas y a la mujer que lo acompañaba?
—Sí, capitán estelar. Están trabajando en el antiguo territorio de Truper.
—Excelente.
Malthus condujo al funcionario hasta la puerta sujetándolo con fuerza por el cogote.
—Tendrá que darme un mapa de los sectores de búsqueda-dijo.
El Elemental se volvió hacia los dos cadáveres extendidos sobre las mesas.
—Esto es lo que ocurre cuando se envía a criminales a enfrentarse con un guerrero. Ahora os enseñaremos, librenacidos y cómo se enfrenta un auténtico guerrero a otro. El envite será terrible, pero la pieza vale la pena.
Capítulo 19
Bethel
Marca Cápeteme, Mancomunidad Federada
20 de marzo de3052
Nicholas Chung se sujetó los cinturones de seguridad sobre el pecho y dijo:
—Voy a frenar a sólo un decímetro por segundo para el acoplamiento. Por favor, sujétese al asiento eyectable.
La persona que lo acompañaba rió alegremente.
—¡Vamos, Chung! No es necesario que te comportes como una anciana. No he vivido tanto para morir de un golpe accidental mientras atracas la Nave de Descenso en la Nave de Salto.
Chung pulsó un botón de aviso del lado izquierdo de su consola de mandos. Cinco tonos resonaron en la nave para advertir de una próxima sacudida.
—Aunque usted haya sido mi comandante en Spica, ya hace muchos eones de eso. Ahora yo estoy al mando de la Te Kuaiche.
—Pero yo soy quien ha alquilado tu Nave de Descenso para que me lleves a casa.
Chung alivió su nerviosismo con una sonrisa.
—Cierto, pero ¿acaso no es mi deber asegurarme de la seguridad de mis pasajeros?
—Tienes toda la razón al recordármelo.
Chung siguió sonriendo mientras oía el chasquido del asiento y el ruido metálico de los cierres de los cinturones de seguridad. Apoyó las manos en las palancas de mando de su silla. En la pantalla principal veía la zona de acoplamiento de la Nave de Salto Kensing Bay. Levantó un poco la palanca izquierda, y el retículo de mira proyectado por el ordenador se centró en aquella zona. El retículo parpadeó, y Chung pulsó el botón superior de la palanca para fijar el rumbo de la nave.
—No es distinto de fijar un blanco para las armas de un 'Mech, ¿eh, Chung?
—Cierto —contestó, y redujo la velocidad con la palanca de la derecha para que la Nave de Descenso se acercase muy despacio al punto de acoplamiento determinado—. Por suerte, las Naves de Salto no te disparan.
Su pasajero no respondió de inmediato, y Chung sintió que de aquella parte de la cabina emanaban oscuros pensamientos. Sabía que, cuando la nave se acoplase con la Kensing Bay, el capitán de la Nave de Salto activaría el salto hiperespacial a Daniels. En un abrir y cerrar de ojos, el propio tejido del espacio envolvería ambas naves y aparecerían en otro sistema estelar situado a más de treinta años-luz de distancia.
Y treinta años-luz más cerca ele Sian. Más cerca de Romano Liao.
Chung se dio la vuelta, pero apenas pudo distinguir a su pasajero entre las sombras.
—¿Seguro que quiere proseguir este viaje? No es necesario que vaya.
—No tengo elección, Chung —contestó la persona, y un puño enfundado en un guante negro surgió de las sombras—. Romano Liao mató a la persona que amaba y dejó huérfanos a mis hijos. Su férocidad ha matado a centenares de millones de personas en la Confederación de Capela. —El puño desapareció y fue sustituido por un fuerte golpe contra el mamparo de la nave—. Éste es un viaje que debí hacer hace años. He esperado demasiado tiempo, y lo he pagado muy caro. Se acabó.
Un estruendo metálico resonó en toda la nave.
—Nos hemos acoplado. Agárrese para aguantar el salto.
Aunque se había pasado la vida pilotando Naves de Descenso entre planetas y Naves de Salto, Nicholas Chung seguia sin acostumbrarse a la sensación de saltar de una estrella a otra. De súbito, todo lo vio borroso y cada estrella creció hasta que un brillante arco iris de colores giró en un enloquecido mosaico de colores. Se sintió aplastado a una sola dimensión y como si a continuación pasara por una docena de otras dimensiones hasta que, de improviso, volvió a encontrarse en la realidad tridimensional donde pasaba la mayor parte de su vida.
Sacudió la cabeza y se agarró a los brazos de la silla de mando mientras contenía una oleada de náuseas. Se tragó la bilis y accionó un interruptor del panel que estaba a su derecha.
—Despega la Nave de Descenso Te Kuaiche —anunció—. Gracias por el viaje, Kensing Bay.
Chung se volvió hacia la persona que viajaba con él y le preguntó:
—¿Dijo que conocía la manera de entrar en la Comunidad de Saint Ivés desde Daniels?
—Sí. Activa un mapa estelar. Se supone que la Nave de Salto está esperando en una amplia órbita alrededor del cuarto planeta.
Chung tecleó la solicitud de visualizar el mapa del sistema Daniels y tocó el icono de una Nave de Salto situada cerca del cuarto mundo.
—Aquí sólo está la Valiant Heart, y se encuentra a dos AU del planeta. ¿Es ésta?
—Puedes jurarlo, capitán Chung.
—No puede hablar en serio —dijo Chung, boquiabierto—. Es una Nave de Salto de la Mancomunidad Federada. Se dirigirá hacia el frente de los Clanes, no hacia la Comunidad.
—Chung, incluso Hanse Davion admite la gravedad de mi misión. La Valiant Heart nos está esperando.
Chung estableció un rumbo y empezó a acelerar hada aquella nave de guerra.
—Espero que sepa lo que está haciendo —rezongó.
—Tranquilízate, Chung. Lo sé. «Ojo por ojo» es un concepto lo bastante sencillo para que incluso Romano pueda entenderlo a la primera. —Una suave risa resonó en el rincón donde se encontraba—. ¡Lástima que será lo último que entienda!
Capítulo 20
Centro de entrenamiento de Fort Ian, PortMoseby
Comarca de Virginia, Mancomunidad Federada
21 de marzo de3052
Aunque las sombras de la sala de reuniones lo envolvían, Shin Yodama se sentía incómodo entre tantos oficiales de la Mancomunidad Federada. Estaba sentado a la izquierda de Victor Davion, enfrente de Galen Cox, y deseaba ser invisible. Observó que el asiento que había a su lado seguía vacío, y sólo Galen había intentado conversar con él antes de que se iniciara la reunión.
La tensión existente en la sala era tan intensa que casi lo asfixiaba. Durante una fracción de segundo se imaginó que estaba centrada en él; entonces rechazó la idea meneando involuntariamente la cabeza. No está centrada en mí, sino en este extremo de la mesa.
Unas holografías de BattleMechs caminaban por el aire sobre el centro de la mesa rectangular. Era la grabación de unos ejercicios, tomada desde las cámaras montadas en los Locusts que se utilizaban para tareas de observación, y mostraban la increíble potencia de fuego de aquella unidad de BattleMechs. En asaltos muy coordinados, combinaban sus disparos para reducir los blancos a cenizas en unos segundos.
Shin, aunque había estado presente en el ejercicio, se tomó su tiempo para revisar su evaluación de esta unidad, los Espectros de Víctor Davion. Se habían reorganizado en un batallón reforzado de poco más de cincuenta 'Mechs. La unidad estaba dividida a su vez en una compañía de apoyo, una compañía de asalto y dos compañías de respuesta rápida. La lanza de mando de Victor estaba compuesta de Mechs muy veloces, por lo que era un complemento de las compañías de respuesta rápida.
¡Y menudos 'Mechs!, pensó Shin. Gracias a sus conversaciones con Victor, sabía que ni siquiera el príncipe esperaba que esta unidad se organizase de forma tan rápida y positiva. En la batalla hologránca que se estaba librando encima de la mesa, vio unos BattleMechs que nunca antes habían aparecido en las batallas de los Estados Sucesores. Unidades del Axman, del Marauder II y un conjunto de otros modelos nuevos de 'Mechs formaban parte de las filas de los Espectros. El holovídeo de la sesión de entrenamiento parecía más un anuncio publicitario que una grabación de una unidad en acción.
Él OmniMech Daishi del propio Victor era la joya de la corona. Shin había visto imágenes de su estado después de la batalla de Alyina; sin embargo, su reparación se había terminado de una forma asombrosa. Su torso, cúbico y rechoncho, no mostraba ninguna marca de los daños sufridos en la batalla contra los Clanes y le habían reemplazado el pie derecho. Aunque sus piernas, semejantes a patas de ave, daban al 'Mech un aire extraño al caminar, Shin veía en la firme conducción de Victor una determinación mortífera que se correspondía con la aplastante potencia de fuego de la máquina. Su conjunto de misiles, láseres y cañones automáticos hacían que el OmniMech estuviera bien preparado para cualquier tipo de acción, desde misiones de apoyo con fuego de cobertura, hasta las batallas más feroces.
Incluso los 'Mechs normales que habían sobrevivido a Alyina, como el Crusader de Galen Cox, habían sido reemplazados por nuevas e inusuales reencarnaciones de sus antiguas configuraciones. El Crusader había perdido parte de su potencia de fuego en la recomposición de sus sistemas de misiles de corto alcance y la supresión de una ametralladora, pero la incorporación de un lanzallamas y de un sistema antimisiles compensaban de sobra aquellas pérdidas. Y, lo que era más importante, el nuevo Crusader disponía de retropropulsores de salto, que le daban mucha más movilidad. Gracias a unos radiadores de doble potencia, no se recalentaría tan pronto, lo que aumentaría su capacidad de mantener un ataque durante la batalla.
Victor accionó un interruptor al terminar el holovídeo y encendió las luces poco a poco. Shin observó la expresión muy seria de Victor mientras paseaba la mirada por los rostros de los jefes de sus lanzas. Si ha cambiado desde que nos adiestramos juntos en Outreach, ha sido sólo en madurez. El Dragón tiene suerte de que el hijo del Zorro sea nuestro aliado y no nuestro enemigo.
Victor señaló el lugar donde habían estado combatiendo los 'Mechs holográficos y dijo:
—Todos habíais visto estos holovídeos antes, pero quería que repasáramos juntos esta parte para deciros ahora que estoy muy satisfecho de nuestros progresos. Vuestros hombres colaboran bien y todos se han adaptado a los nuevos 'Mechs mucho más deprisa de lo que yo esperaba. Esto está bien y os felicito por esta mejora. —Mientras jugueteaba con la cremallera de su mono, añadió—: Se han incluido mensajes de felicitación en todos vuestros archivos con la firma de la general Kaulkas.
Estas palabras hicieron sonreír a los oficiales, pero no eliminó la tensión que se vivía en la sala. Shin sintió que los oficiales esperaban que se abordara el otro tema y las vacilaciones de Victor, fingidas o no, aumentaban el suspenso. De súbito, Shin sintió simpatía hacia aquel hombre.
—Han empezado a circular rumores entre los Espectros acerca de la naturaleza de nuestro entrenamiento —dijo Victor por fin—. Os he estado exigiendo mucho, y un gran número de vuestros hombres han notado que había un propósito en todos estos ejercicios. Sí, cada uno es diferente, en el sentido de que cada vez hemos hecho frente a una fuerza simulada de los Clanes con un enfoque distinto; pero siempre estábamos en una misión que tenía el tiempo limitado. Nuestra labor consistía en aterrizar, atacar fuerte al enemigo, mantener los refuerzos a raya el tiempo suficiente para evacuar a alguien, y luego irnos.
»Muchos han advertido también la llegada del sho-sa Yodama y sus ayudantes —prosiguió, volviéndose hacia Shin—. Se sienten incómodos por sentirse observados por oficiales del Condominio, y todos los integrantes de esta base saben ya que he pasado mucho tiempo hablando con el sho-sa Yodama. La cadena de rumores ha estado ligando ideas entre nuestros entrenamientos y el Condominio Draconis. Los rumores empezarán a circular a toda velocidad cuando Yodama y sus hombres formen una lanza más y empiecen a trabajar con nosotros en los equipos que han traído o que nosotros les hemos dejado.
Esta información desencadenó murmullos de juramentos y una sola exclamación de alegría entre los oficiales. Varias miradas feroces se clavaron en Shin como dagas, pero el yakuza las desarmó con una sonrisa. Un par de ellos se sonrojaron y bajaron los ojos, mientras que los oficiales más veteranos siguieron mirando al kuritano con gesto desafiante.
Victor hizo caso omiso de estos retos silenciosos y prosiguió:
—Lo que voy a decir no debe divulgarse más allá de estas cuatro paredes, al menos por el momento. Lo que estamos haciendo en estos ejercicios es prepararnos para una misión que nos llevará muy lejos de aquí. Todavía no he recibido permiso para lanzar la operación, pero hoy me reuniré con la general Kaulkas y dentro de dos semanas con el mariscal Morgan Hasek-Davion para discutirla. Sin embargo, antes de hacerlo debo estar seguro de que todos vosotros me respaldáis.
Levantó una mano para acallar las inmediatas declaraciones de lealtad. Luego, su mirada se perdió en la distancia mientras reflexionaba sobre sus siguientes palabras.
—Todos sabéis que, en efecto, he perdido dos unidades. El Decimosegundo de Guardias de Donegal desapareció cuando los Halcones de Jade los atacaron en la primera oleada de la invasión de los Clanes. —Una sonrisa burlona asomó a los labios de Victor mientras daba unas palmadas en el hombro a Galen—. Fui sacado del planeta y el hauptmann Cox se encargó de que lo obedeciese.
»La mayoría de vosotros estabais presentes en Alyina cuando los Halcones volvieron a destrozar mi unidad. Y algunos dicen incluso que habría perdido el Décimo de Guardías Ulanos, si Kai Aiiard no hubiera hecho una hazaña increíble al eliminar él solo a toda una unidad de los Clanes. Algunos incluso me consideran un Jonás cuyo hechizo de la buena suerte se llama Kai Allard. Ahora que lo hemos perdido, creen que cualquier unidad que yo dirija está condenada.
Victor inspiró hondo, y Shin compadeció al príncipe al ver cómo mostraba sus sentimientos más íntimos.
—Me temo que la situación no mejorará cuando os explique la misión. En resumen, es ésta: Hohiro Kurita, heredero al trono del Dragón, está asediado detrás de las líneas enemigas por una fuerza superior de los Clanes. Lo último que supimos de él, en un mensaje de estado enviado hace tres semanas, es que sigue vivo y está escondido con su unidad. Es muy dudoso que pueda mantener su capacidad de combate por mucho tiempo, y su evaluación de la fuerza a la que nos enfrentaremos es, como mínimo, imperfecta.
»El Condominio no puede permitirse disponer de las fuerzas necesarias para organizar una operación de rescate. De hecho, si no se nos da permiso para continuar con esta operación, Hohiro Kurita no saldrá de Teniente. Nos estamos entrenando para desembarcar en Teniente, rescatar las fuerzas de Hohiro y escapar.
Shin vio expresiones de sorpresa en los rostros de la mayor parte de los oficiales, e irritación no disimulada en los del resto. Supuso que quienes parecían más molestos por las noticias eran veteranos de muchas batallas contra el Condominio Draconis. Se aferran a las viejas costumbres y siguen considerándonos un enemigo más peligroso que los Clanes.
—Sí, en efecto —continuó Victor, apoyando los puños sobre la mesa—, tenemos el propósito de rescatar a un fúturo gobernante de los Serpientes. No me importa si no os gusta ese aspecto de la misión, puesto que es intangible y carece de importancia. Todo lo que necesito de vosotros es vuestra confianza en mi capacidad para encabezar esta misión. Sin ella, cualquier misión, sea de rescate o no, sería inútil.
El príncipe se irguió y cruzó los brazos sobre el pecho en actitud defensiva.
—Os dejaré para que discutáis este asunto entre vosotros. Hablad con franqueza. No recibiré informes sobre quién dijo qué. Cuando hayáis decidido si pensáis que puedo dirigiros con tanca eficacia en una acción real como lo hago aquí, Galen me lo comunicará.
Victor dio media vuelta con un gesto brusco y salió de la estancia. Shin hizo ademán de seguirlo, pero Galen se levantó y se interpuso en el camino del yakuza.
—Preferiría que usted se quedara, sho-sa —le dijo—. Su información será tan valiosa y necesaria como la de cualquier otra persona presente en esta sala. —El MechWarrior miró al resto de los oficiales—. Empezad a hablar, amigos.
—Con mis excusas al draco, hauptmann —dijo una teniente—, no veo qué sentido tiene organizar una misión de rescate en el espacio de Kurita. Las líneas de avituallamiento son demasiado extensas y no tenemos ninguna posibilidad de conseguir apoyo logístico si se complican las cosas. Yo diría que esta misión es inviable.
—Respuesta equivocada, Livinsky —replicó Galen—. No tienes que votar sobre la viabilidad de la misión, sino sobre la capacidad que tiene Victor de dirigirla.
—Un buen líder tendría todo esto en cuenta, Galen —repuso ella—. Un buen líder no habría concebido este plan demencial.
Al ver que otros oficiales asentían con la cabeza, Shin intervino:
—Perdónenme, pero estas cuestiones ya se han discutido. Mis superiores han aceptado proporcionar transporte y municiones a la fuerza de rescate. Estamos trabajando para ver qué clase de refuerzos podemos reunir para rescatar a los rescatadores, si eso fuese necesario.
—Viejos dracos en 'Mechs más viejos todavía —se burló otro oficial.
—Me permito recordarte, Carson, que viejos guerreros que conducían viejos 'Mechs resistieron en la Ciudad Imperial de Luthien a los Jaguares de Humo y a los Gatos Nova —dijo Galen y, volviéndose hacia Livinsky, añadió—: Ahí tienes el apoyo que querías, leftenant. Y bien, ¿qué me decís de la capacidad de Victor?
Un hombre de cabellos oscuros que estaba sentado al otro extremo de la mesa se estiró para indicar que deseaba hablar.
—No quiero ser irrespetuoso, Galen, pero el propio príncipe lo ha reconocido: ha perdido dos unidades. Yo sobreviví al infierno de Alyina y no me importa decirte que no me agrada servir a las órdenes de un hombre que tiene complejo de Napoleón.
—¿Complejo de Napoleón? —inquirió Galen, frunciendo el entrecejo.
—Sí. Tal vez ustedes, los dracos, lo llamen de otra manera, pero lo que quiero decir es que Victor intenta con demasiado empeño demostrar que ser pequeño no es una desventaja.
—Me parece chocante que considere que la estatura de una persona tiene alguna importancia en la clase de piloto de 'Mech o jefe que pueda ser —objetó Shin.
—Tratándose de Victor, la cuestión es más compleja, sho-sa. Intenta demostrar que está a la altura de su padre y de Morgan Hasek-Davion. Es un nivel muy alto, que es incapaz de alcanzar.
—¡Ya basta, Murphy! —exclamó un joven leftenant, poniéndose en pie de un salto—. Si crees que Victor tiene un interés personal en todo esto, es que estás loco.
—¿Qué diablos sabes tú, Huason? —le espetó Murphy en tono desdeñoso—. Tal vez seas una estrella de los Rangers de Skye, pero no sabes de lo que estás hablando. ¡Demonio!, hasta ahora sólo has participado de forma marginal. Espera a que empieces a ver cómo mueren tus propios compañeros.
Antes de que Dan Hudson pudiese replicar, Galen intervino en la discusión.
—En cambio, Murphy, yo no he estado a un lado, y he visto bastante más de esta condenada guerra que tú. —Galen se señaló el pecho con el pulgar y añadió—: Yo fui quien tuvo que desmayar a Victor para sacarlo de Trell I. Él no quería irse, a pesar de que ambos sabíamos que habíamos perdido el planeta. Hasta que lo puse en la nave, estuvo pensando, planeando, tratando de encontrar la manera de vencer a los Clanes. Incluso después, durante el viaje hasta la Nave de Salto que tenía que llevarnos lejos de allí, estuvo estudiando toda la telemetría táctica procedente de Trell I. Estudió aquel material hasta aprenderse de memoria el nombre, la edad y el código de todos los hombres y mujeres que habían muerto bajo su mando.
—Estupendo, Galen. Me alegra que alguien me recuerde cuando esté muerto —contestó Murphy, y dio un puñetazo sobre la mesa—, pero preferiría seguir vivo y haber sido olvidado.
—Murphy, no lo entiendes, ¿verdad? —dijo Galen—. Sí, en Twycross fue Kai quien nos sacó las castañas del fuego, pero todos sabemos lo que ocurrió en aquella batalla, ¿no? ¿Recuerdas cómo giramos nuestras unidades para que los Clanes tuviesen que girar también y obligar así a sus refuerzos a atravesar las líneas de los suyos para llegar hasta donde estábamos nosotros? Y, si no te acuerdas bien, te diré que Victor luchó hasta que se le acabaron las municiones a su 'Mech. Fue uno de los últimos en retirarse del campo de batalla y, si no recuerdo mal, tú te habías retirado bastante antes que él.
—No estamos discutiendo sobre las virtudes y los defectos de Murphy, Galen —intervino Livinsky—. Estamos hablando de Victor, ¿recuerdas? Quizá sea correcto que tú y esa rata de los Rangers lo apoyéis, pero la protesta de Murphy sigue siendo válida. ¿Cómo podemos confiar el mando a un hombre que probablemente conseguirá que nos maten para que él esté a la altura de la figura legendaria de su padre?
Hudson miró a Galen con desesperanza.
—No lo entendéis, ¿verdad? —dijo Galen, frotándose la frente.
—¿Qué es lo que hay que entender? —preguntó Murphy.
—Pensáis que Victor intenta emular el ejemplo de su padre, ¿no? Creéis que quiere convertirse en un segundo Zorro, ¿verdad?
—Tú lo has dicho, Galen.
—Estúpidos... —murmuró Galen con desprecio—. Víctor está ya mucho más allá de lo que estuvo su padre. Algún día recordarán al Zorro como su predecesor, nada más.
—Eso es traición, Galen —le espetó Murphy.
—Galen dice la verdad.
Todos se volvieron hacia Shin, que era quien había hablado. Continuó:
—Con todos los respetos a Hanse Davion, las amenazas que afrontó su nación procedentes de la Confederación de Capela y de mi propia patria, el Condominio Draconis, no fueron nada en comparación con los Clanes. Cuando Hanse Davion se enfrentó a nosotros, luchaba contra una tecnología semejante y contra guerreros de cualidades similares. Sí, Davion es un genio, y logró cosas que ningún otro dirigente de los Estados Sucesores había conseguido; sin embargo, esos éxitos no son nada comparados con las batallas que se están librando en la actualidad.
»En la Cuarta Guerra de Sucesión —prosiguió Shin, con los ojos brillantes—, Hanse Davion atacó el planeta capelense Tikonov con los ocho Equipos Regimentales de Combate de los Lanceros de Crucis. Fue el mayor enfrentamiento de la Esfera Interior desde que Aleksandr Kerensky asaltó la Tierra para matar al Usurpador. Los expertos militares de entonces creían que Davion no podría organizar semejante ofensiva, pero lo hizo. Y triunfó.
»No obstante, aquella victoria es insignificante en comparación con la reciente batalla de Luthien. Yo estuve allí. Teniamos dieciséis regimientos de primera clase, incluidos los Dragones de Wolf y los Demonios de Kell. Teníamos más de trescientos BattleMechs frente a los ochocientos que los Clanes lanzaron contra nosotros. Incluso con la avanzada tecnología de 'Mechs que tenían los mercenarios y algunas aeronaves anti'Mech que utilizamos, los Clanes estuvieron a punto de conquistar Luthien. Ninguna persona de la Esfera Interior se atrevería a soñar en lo que casi alcanzaron los Clanes en un solo día.
Galen asintió con gesto solemne.
—Los tiempos han cambiado —dijo—. Victor sabe cómo luchar contra los Clanes y ha pasado la mayor parte de su tiempo adiestrándoos, repasando informes de nuestros espías y de los dracos, o planeando este ataque. Nunca ha habido un líder militar que comprendiese de forma tan completa a su adversario.
Otro oficial, un hombre de mediana edad y con una espesa barba, preguntó:
—¿Qué es lo que intentas decirnos, Galen?
—Lo que os digo, Charlie, es esto: Víctor no es Hanse Davion ni es Jaime Wolf, sino que es la peor pesadilla que jamás hayan tenido los Clanes. Si estamos a su lado, entraremos en Teniente y escaparemos con Hohiro Kurita, dejando detrás sólo los restos humeantes de los Jaguares.
»Y antes de que tú, Murphy, vuelvas a hablar de que Victor intenta parecerse a su padre, piensa en esto: ¿se habría molestado Hanse Davion en pedir este voto de confianza? ¿O simplemente nos habría ordenado que fuéramos allí? Conceded a Victor el mérito de querer vuestra confianza y no suponer que la tiene por derecho de cuna.
★ ★ ★
Shin vio a un nervioso Victor Davion cuando entró con Galen en su despacho.
—Galen, Shin, ¿cuál es el veredicto?
Galen sonrió y Shin imitó su gesto.
—Los Espectros te dan su apoyo, jefe —dijo—. Ahora depende de ti obtener el permiso para partir.
Una oleada de alivio bañó el rostro de Victor.
—Lo conseguiré de inmediato.
—Bien; pero, si te dicen que no, no te preocupes.
—¿Cómo?
Galen guiñó un ojo y dijo:
—Los Espectros han votado seguirte a Teniente aunque tengamos que aprovechar un permiso de dos semanas.
Capítulo 21
Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
21 de marzo de 3052
Kai tocó la huella con la mano. Entonces notó que tenía la boca seca. La huella se hundía dos centímetros en el terreno levemente enfangado.
—Quienquiera que pasó por aquí era bastante grande.
—Y pasó hace poco tiempo —comentó Deirdre, arrodillándose a su lado y recorriendo el contorno de la pisada con el dedo—. ¿Qué opinas?
—Creo que teníamos razón al pensar que nos estaban siguiendo —respondió Kai, limpiándose el barro de los dedos en la pernera del mono—. Una persona tan corpulenta tiene que ser un Elemental.
—Entonces, tenemos suerte de que haya dejado esta huella, a menos que...
—... que la haya dejado a propósito —terminó Kai, y señaló el bosque—. Será mejor que regresemos a nuestro campamento y recojamos las cosas. Esta zona fue segura durante un tiempo, pero está claro que ese tiempo se ha terminado.
Deirdre asintió y echó a andar entre la maleza. Incluso en la penumbra que precede al alba, podía encontrar la ruta correcta entre las zarzas y los helechos que cubrían el suelo del bosque. Se deslizó entre dos abedules como un espectro y desapareció.
Kai sonrió, maravillado por la facilidad con que Deirdre se había adaptado a vivir en la naturaleza. Había descubierto que ella también había sido una joven Pionera. Como ella decía, vivir en el bosque no era tanto una cuestión de aprender lo que podía y no podía hacer, sino tratar de recordar lo que hab ía aprendido en las excursiones de los Pioneros. Mientras Kai se había concentrado en cuestiones como la electrónica y el adetismo en su juventud, ella había hecho más salidas al campo y estudios sobre las hierbas que, combinados con su preparación médica, hacían que la vida lejos de la civilización fuese mucho más fácil.
Cuando Kai pasó entre los abedules, vio que Deirdre estaba agachada justo debajo de la cresta que se alzaba entre ellos y el campamento. Ella se volvió hacia él y le hizo señas de que avanzara; a continuación, se levantó y siguió adelante hasta que su cabeza desapareció al otro lado de la estribación. Kai subió corriendo hasta donde había estado ella antes y miró hacia el campamento.
Lo habían montado en un área abierta, entre otra arboleda de abedules. Deirdre había dicho que creía que era un refugio de ciervos, y Kai había empezado a soñar con comer carne de ese animal, pero no habían visto más que conejos en toda la semana que habían pasado allí. Los abedules y los matorrales crecían lo bastante cerca para ocultar el campamento e incluso dispersaban el humo de la pequeña hoguera que encendían cada noche.
Kai meneó la cabeza con tristeza. Cualquiera de sus amigos, e incluso la adorable doctora Lear, habría descrito aquel paisaje como idílico, una fantasía hecha realidad. Sin embargo, Deirdre seguía manteniéndose apartada de él, aunque sus relaciones eran bastante cordiales y ambos dormían bajo el mismo dosel de material petroquímico que habían colocado. Kai estaba convencido de que el estado de su relación no tenía nada que ver con el incidente de los cazarre— compensas, por lo que seguía preguntándose por la infancia de Deirdre y las aventuras de su padre en la guerra.
Mientras ella descendía hacia el campamento, Kai se quitó el rifle del hombro y lo sostuvo por la empuñadura. Se dirigió hacia la izquierda, apartándose de Deirdre para tener otra perspectiva del campamento. Bajó por la ladera, que estaba cubierta de hojas secas, hasta llegar a un pino grueso. Se ciñó la correa del rifle al antebrazo izquierdo para sujetado bien.
Al llegar a la entrada de la arboleda de abedules, Deirdre se detuvo y observó. Los primeros rayos del sol ya caían desde lo alto de la colina y la luz hacía brillar el color verde de las hojas y descorría poco a poco la corana de sombras ue había cubierto el lugar. Deirdre recogió un par de maderos y fue hacia el campamento. Kai no pudo prever ni vio nunca la trampa. Cuando ella se aproximaba al círculo de piedras ennegrecidas, su pierna derecha se hundió en el suelo hasta la rodilla. Quiso sujetarse y los pedazos de leña le saltaron de las manos. Kai vio entonces que encorvaba los hombros tratando de liberar la pierna, pero hizo un gesto brusco y sus hombros recuperaron su posición normal.
—Cálmate, Lear —ordenó una voz ronca desde el otro lado del dosel alquitranado—.Tú también deberías acercarte, Jewell. La mujer está atrapada y la mataré si no te rindes.
—¡No te acerques! ¡Vete! —gritó Deirdre con todas sus fuerzas en dirección al lugar donde se encontraba Kai—. No vengas aquí.
—Una reacción admirable, Lear, pero estúpida —dijo el desconocido.
Kai vio el punto rojo del arma láser que se desplazaba por el polvo del terreno y acariciaba el muslo derecho de la joven.
—Su vida está en tus manos, Jewell —insistió—. Ven ahora y la dejaré vivir.
Kai se levantó despacio y fue al campamento.
—Aquí estoy.
—Muy bien. Quita el cargador del rifle, vacía la recámara y tira lejos el arma. Haz lo mismo con la pistola, por favor.
Kai obedeció pero no hizo ningún ademán de arrojar el cuchillo de supervivencia que llevaba metido en la bota derecha.
—Ya está —dijo—. Ahora ya puedes salir.
Kai casi se tragó la lengua al ver aparecer al Elemental.
Aunque cayó de una altura de diez metros, desde el abedul al que se había encaramado, tocó el suelo con ambos pies, doblando las rodillas para absorber el impacto. Llevaba sus largos cabellos negros recogidos en una cola, y las negras bolsas de grasa que le rodeaban los ojos le daban el aspecto de una gorda calavera. Su ropa negra se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, cubriéndolo desde la garganta hasta las ingles. El vestido, que carecía de mangas y de perneras, recordó a Kai los uniformes que lucían los luchadores de lucha libre en la Academia Militar de Nueva Avalon.
Es tan corpulento como me lo imaginaba por su pisada, ¡y todavía algo mas! Kai sabía que aquel hombre de los Clanes lo superaba en estatura por una cabeza y media y pesaba por lo menos el doble. Sus bíceps eran más gruesos que los muslos de Kai, y su pecho podía confundirse con una almohadilla de aterrizaje de la pata de una Nave de Descenso. Tal vez habría sido mejor dejar que Truper me disparase.
El Elemental lo saludó con un movimiento de cabeza y dijo:
—Así que tú eres el tipo que ha causado todo el jaleo en ComStar. ¡Qué divertido! Nuestro capitán estelar nos avisó que tuviéramos cuidado contigo; pero, después de observarte durante varios días, deduje que tu huida de ComStar tenía que ver más con la suerte que con tu pericia. Aunque me hubiese vendado los ojos, te habría encontrado igual.
»Incluso te he hecho creer que este punto de mira láser era un arma —agregó, sosteniendo un dispositivo rectangular negro en la mano—. Sabíamos que éste era el sector en que era probable que estuvieseis escondidos, por lo que tuve que envidar fuerte para conseguirlo. Una miembro femenina de mi unidad envidó una sola bala, pero la vencí al envidar este punto de mira y un cuchillo. —Sacó de detrás de la espalda una daga plateada y la blandió—. Con esto he excavado un agujero, he afilado varios palos y os he atrapado. Apenas ha valido la pena.
Kai intentaba mantenerse impasible, pero estaba a punto de estallar por dentro. Contempló las armas que había arrojado al suelo y se reprochó interiormente su reacción. Si hubiese seguido hablando, yo podría... Deirdre lo miró con gesto de disculpa, pero él negó con la cabeza.
—Ha sido culpa mía —dijo—. Lamento haberte fallado. Yo...
—Tú, Jewell, eres la peor excusa de un guerrero que he visto en este planeta —le espetó el Elemental con desprecio—. Taman Malthus pensaba convertirte en sirviente de nuestro Clan, pero creo que me limitaré a llamar a los ComGuardias para que te lleven a su centro de reeducación. Eres el perfecto ejemplo de todo lo que no debe ser un guerrero.
A Kai lo irritó aquel insulto.
—¿Ah, sí? ¿Y un soldado que desobedece las órdenes de su superior es mejor que yo? —Una parte de él sabía que cualquier respuesta era estúpida, pero dos meses y medio de huida habían desgastado mucho su sentido de la contención—. ¡Nuestros guerreros, por malos que te parezcan, al menos saben obedecer!
El Elemental abrió desmesuradamente sus ojillos al oír el comentario de Kai.
—Nuestro capitán estelar ganó su Nombre de Sangre, pero está manchado. Nadie lucharía por él a causa de la desgracia que le ocurrió a su último propietario en Twycross. La falta de buen juicio de Taman al luchar por un Nombre de Sangre de linaje inferior vuelve a evidenciarse en sus cautelas respecto a ti. Si fueses tan peligroso como él cree, tu captura me garantizaría la nominación para la próxima competición por el Nombre de Sangre de la Casa de Konrad. Tal como están las cosas, tú sólo me servirás para contar un chiste.
Tiene razón, Kai: eres un chiste. La voz que resonaba desde el lado tenebroso del alma de Kai intentaba conducirlo a la desesperanza. Es más grande que tú y mucho más mortífero. Es un auténtico guerrero. Ríndete. Él podrá proteger a Deirdre: dásela.
El cansancio de Kai tras tanto tiempo de huir y esconderse se alió con sus dudas, pero entonces reaccionó otra parte de él. ¡No, maldición! He sobrevivido durante demasiado tiempo para que me reduzcan a un simple chiste.
—¿Quieres algo de que reírte? —dijo, y sacó el cuchillo de la bota—. Quizá tengas cosquillas. Vamos a averiguarlo.
—¡Oh!, la babosa cree que tiene dientes, ¿eh? —exclamó el Elemental, lanzando una carcajada—. Sí, con esto me has tocado la zona de las cosquillas. Ahora tira ese cuchillo antes de que me vea obligado a hacerte daño.
—¡Hazlo, hazlo! —gritó Deirdre—. Se acabó. No hagas una estupidez.
Estúpido. Cobarde. La avergüenzas, como avergüenzas a tu familia y a tu nación. Kai sintió que su miedo crecía y le oprimía el cuello. Se pasó el cuchillo a la zurda y se secó el sudor de la palma de la mano en la pernera. Es cierto. Me matará.
—¿No te rindes? —preguntó el Elemental, arqueando una ceja sorprendido—. Quizá no he perdido el tiempo con esta misión, después de todo.
—¡No! —exclamó Deirdre, tratando de liberarse, pero gritó de dolor y cejó en sus intentos—. No luches con él. Ríndete y seguirás vivo.
Kai la miró con una valiente sonrisa para disfrazar sus verdaderas emociones.
—No creo que dejarme vivir sea lo que el vicecapiscol Khalsa tiene previsto para mí, Deirdre. Maté a dos guardias, disparé sobre su oficina y te secuestré —dijo, y volviéndose al Elemental añadió—: En cuanto acabemos nuestra negociación, estaré listo.
—¿Negociación? —El Halcón de Jade asintió con gesto comprensivo y arrojó el punto de mira láser—. Me Hamo Corbin y te garantizo una muerte digna de un guerrero.
—Eso me reconforta, pero no es exactamente lo que estaba pensando —dijo Kai, volviendo a pasarse el cuchillo a la diestra— Eres mucho más grande que yo, por lo que te pido una concesión. Si te hago derramar sangre, dejarás libre a la doctora Lear.
La expresión perpleja de Corbin se tornó en una hosca sonrisa.
—Bien negociado y trato hecho —repuso.
—¡No lo hagas! ¡No por mí! —gritó Deirdre.
—Para honrarte —añadió el Elemental, saludando a Kai con un movimiento de cabeza—, si fracasas, a ella la haré sirviente.
—Y yo haré cuanto esté en mi mano para asegurarme de que no tengas que afrontar ese problema —dijo Kai. Comprendió entonces que su oferta y la respuesta de Corbin indicaban que su débil intento de distracción había funcionado, y le recordó otro combate librado con los Clanes. Adler Malthus, el jefe de la unidad de los Halcones de Jade que se abría paso por la Gran Brecha de Twycross, también había caído en un engaño similar ¡Qué extraño es que la historia se repita! Aqui estoy, enfrentándome a una fuerza superior de los Clanes, y el destino de la doctora Lear vuelve a depender de mi triunfo.
Ambos hombres comenzaron a caminar en círculos alrededor del pequeño claro. Mientras observaba a Corbin, Kai empezó a temer sus gráciles movimientos, semejantes a los de una pantera. Él Halcón de Jade se apoyaba en las puntas de los pies y movía la zurda adelante y atrás, de manera que ocultaba y enseñaba alternativamente la daga que empuñaba en la diestra. Los pasos de Corbin eran más largos que los de Kai y el círculo se reducía cada vez más. Se estrecha como una soga...
De manera inconsciente, Kai adoptó su propia postura de lucha y se pasó el cuchillo a la mano izquierda. Se concentró en observar a Corbin como un todo, no ver sólo una parte de él. También se centró y controló su respiración. Lo preocupaba menos encontrar una abertura por donde pudiese lanzar el cuchillo, que leer algún indicio de un próximo ataque de su enemigo.
Kai se dedicó a quitarse el pánico de encima. ¿Cuáles son mis objetivos en este combateFDio medio paso atrás. Debo hacerlo sangrar. ¡Debo hacerlo!
Corbin se aproximó y dio un tajo de izquierda a derecha a la altura de la cintura de Kai. Éste saltó hacia atrás e hizo un amago de golpe al brazo de Corbin mientras éste se recuperaba de su ataque. El intento de Kai falló por mucho y el Halcón de Jade soltó una carcajada.
—¿Eso era un ataque? Entonces supongo que la mujer te tenía que cortar la comida para que no te murieses de hambre.
Kai enrojeció. ¿Hacerlo sangrar? Hoy, la única sangre que correrá será la tuya, Kai, pensó.
Corbin adoptó una posición defensiva poco ortodoxa. Con la daga agarrada con la mano derecha y el brazo doblado sobre el hombro como la cola de un escorpión, el Elemental había apartado su amenaza más poderosa. Alargó el brazo izquierdo para protegerse el cuerpo y se agachó lo suficiente para poder lanzarse al aire. Entonces estiró la zurda e hizo una seña a Kai con el dedo.
—Ven, te regalo un corte fácil.
¡Se está burlando de ti! Kai gruñó y se abalanzó hacia adelante. Hizo una finta con la daga y lanzó el pie derecho al grueso muslo izquierdo del Halcón de Jade. Sin embargo, este ataque no frenó a Corbin, que giró sobre esa pierna, estiró el brazo para parar la finta y asestó una puñalada para ensartar a Kai en su hoja.
De forma refleja, Kai se pasó el cuchillo a la mano izquierda y agarró la muñeca de Corbin con la mano libre. Plantó el pie derecho en el suelo, giró el cuerpo y, utilizando el propio impulso del Elemental, lo golpeó en la cintura con la cadera derecha y le tiró del brazo al tiempo que se inclinaba. El Elemental pasó por encima de la espalda de Kai y cayó al suelo sobre la rabadilla.
El MechWarrior le torció el brazo al Elemental; pero, antes de que pudiese terminar la llave y fracturarle el codo contra la rodilla, Corbin logró soltarse. Kai le asestó una cuchillada, pero lo hizo con la mano izquierda y eso le restó fuerza. Kai notó que le había dado, pero ello no parecía haber afectado al Elemental.
Corbin empezó a reírse con aire desafiante; no obstante cuando se tocó la espalda con la mano, ésta quedó manchada de sangre. Sus ojos castaños centellearon.
—No eres malo, Jewell, pero yo te habría arrancado los ríñones y te habría partido la columna vertebral con ese tajo. Muy bien; me has hecho sangrar, de modo que tu doctora quedará libre. Ahora me toca a mí.
Moviéndose más rápido de lo que Kai había visto jamás en un ser humano, Corbin se arrojó de nuevo sobre él. Imitando la acción anterior de Kai, se pasó la daga a la mano izquierda y lanzó un terrible tajo al MechWarrior. Éste trató de apartarse de un brinco, pero el tirón que notó en el mono le indicó que no lo había conseguido. La caliente picadura de la daga de Corbin en el muslo derecho lo dejó atónito.
Kai esperaba en cierto modo que su contrincante se separase y se jactase del golpe, pero Corbin siguió acosándolo. Apoyándose con dificultad en su pierna herida, Kai eludió su embestida, aunque no por mucho. Entonces asestó un golpe seco que acertó a dar en la cabeza de Corbin, pero su único efecto fue que el Elemental se volviese hacia él.
Devolviendo golpe por golpe, Corbin dio un seco puñetazo a Kai en las costillas. El puño impactó como una maza en sus costillas, que apenas se habían recuperado de la fractura sufrida durante su huida de ComStar. Kai sintió un agudo dolor en el tórax y se agachó para protegerse.
Un golpe en la cabeza con la mano abierta lo mandó por los aires. Cayó al suelo como un monigote y rodó hasta los restos del dosel que habían construido Deirdre y él. Quedó enredado en la lámina petroquímica, pero logró zafarse a medias. Comprendió que había perdido el cuchillo en el mismo momento en que una bota lo levantaba del suelo con una patada en la cintura. Fue a chocar contra un árbol y resbaló por su tronco hasta el suelo, donde, faltándole el aliento, dio manotazos a las agujas de pino y las raíces que había sobre él.
Sin poder respirar y sintiendo que le ardía el pecho, Kai se preparó para el siguiente ataque, creyendo que Corbin lo mataría ahora. Intentó incorporarse, mas sólo llegó a hincar la rodilla antes de desplomarse de nuevo. Estás acabado, Kai. La sombra de Corbin le cubrió el rostro.
—Estaba equivocado. No eres un guerrero, pues ningún guerrero se quedaría ahí tumbado —dijo el Elemental con todo su desprecio—. Te mataré y te enterraré en una tumba anónima, para que ninguno de tus familiares se sienta avergonzado de tu fracaso.
Las palabras de Corbin encontraron su eco en aquella voz oscura que siempre acosaba a Kai. Siempre has sido un fracasado, Kai Allard-Liao. Te borrarán de la lista de los Liao y nadie se atreverá a mencionar de nuevo tu nombre maldito. Kai tosió y sintió que le crujían las costillas.
—No importa —dijo—. Antes te he dado.
—¿Que has hecho qué?
Kai jadeó y se incorporó sobre los codos.
—Te he hecho derramar sangre, tienes que dejarla marchar. He ganado.
La maligna risa de Corbin resonó en el claro.
—¿Eso? Sólo acepté porque creía que así lucharías con más ganas. Nunca tuve la intención de respetar ese trato, porque sólo hay que honrar los acuerdos entre guerreros. —Corbin se puso en cuclillas, miró de cerca a Kai y añadió—: Ningún librenacido ha sido nunca bastante guerrero para hacer pactos conmigo.
Mientras el Elemental volvía a levantarse, Kai atacó. Lo golpeó en la garganta con los dedos rígidos de la mano derecha. Su enemigo balbuceó un grito y cayó hacia atrás, sujetándose la nuez del cuello. Kai se quitó la lámina petroquímica de encima de los pies y se puso en pie. Al ver que su contrincante yacía de espaldas, le dio una patada en las ingles y fue cojeando hacia los restos del dosel para buscar su cuchillo.
—¡Kai, cuidado!
Al oír el aviso de Deirdre, Kai se lanzó hacia adelante y rodó a la derecha. Vio a Corbin que pasaba por el mismo lugar donde él había estado momentos antes, y luego oyó un gran estrépito cuando el Elemental chocó contra uno de los abedules que daban soporte al dosel. Corbin se desplomó, pero siguió aferrado al árbol y quedó de rodillas en el suelo.
Kai cogió un trozo de la barra de soporte del dosel y se incorporó. Corbin meneaba la cabeza para despejarse. Kai se acercó cojeando y le asestó un golpe con la barra, que saltó en pedazos al impactar en la ancha espalda del hombre, pero que lanzó a éste de nuevo contra el árbol. Rebotó y quedó en cuclillas. Kai vio sangre que brillaba en la blanca corteza del árbol.
Le dio una serie de puñetazos en la cabeza a Corbin. Cada golpe le hizo girar la cabeza, pero el Elemental resistía. Los nudillos de Kai estaban empapados con la sangre de la cabeza y de la nariz aplastada.
—¡Cae, maldito, cae! —exclamó.
—¿Es esto lo mejor que puedes hacer? —preguntó Corbin, sonriendo tras la máscara de sangre que le bañaba el rostro.
Volvió a golpear a Kai en las costillas con la diestra, pero ya no era tan rápido como antes. El golpe fue duro de todos modos y Kai retrocedió siseando de dolor, aunque no cayó.
Apretó los dientes y se abalanzó sobre Corbin, que se había levantado de nuevo. Su golpe con el pie acertó al Elemental en pleno rostro.
Corbin salió despedido en medio de una lluvia de sangre y de fragmentos de dientes. Cayó al suelo sobre el mismo nombro con el que había chocado contra el árbol y un chasquido indicó a Kai que algo se había roto. Aun así, el Elemental se levantó apoyándose en el brazo izquierdo y logró hincar una rodilla en el suelo.
—Después de todo, quizá podamos tener una buena pelea —gruñó, dándose la vuelta con el brazo derecho colgando inerte.
Corbin embistió contra él, alargando la mano izquierda con intenciones asesinas. Agarró a Kai por el hombro derecho y empezó a aplastarlo pese a que Kai ya estaba retrocediendo antes del ataque. El MechWarrior se agarró al empapado mono de Corbin, giró sobre la espalda y le dio una patada en el vientre. Cuando estaba en el punto más alto del arco, Kai se apartó y, con un fuerte empujón, lanzó a su enemigo por los aires.
Corbin cayó sobre la hoguera apagada del campamento. Se alzó una nube de ceniza que cubrió al hombre tendido en el suelo. Kai rodó hasta ponerse a cuatro patas y se arrastró hacia el Elemental, sin apenas darse cuenta de que su cabeza estaba inclinada en un ángulo extraño.
Kai se arrodilló junto a la cabeza de Corbin y levantó con ambas manos una de las piedras ennegrecidas.
—De modo que pensabas enterrarme en una tumba anónima, ¿eh? —exclamó, mirando la sangre mezclada con la ceniza—. No lo harás, no lo harás en esta vida.
—¡No, Kai! ¡Basta!
Levantó la mirada y vio la expresión aterrorizada de Deirdre.
—Tiene que morir —dijo.
—Kai, ya está muerto —murmuró ella, extendiendo los brazos hacia él—. Por favor, Kai, ¡tú no eres como tu padre!
La mirada del joven osciló entre el desmadejado cuerpo de Corbin y Deirdre. Seguía sintiéndose un poco aturdido por la descarga de adrenalina que lo había ayudado a salvar su vida.
—¿Mi padre? ¿De qué estás hablando?
Deirdre se tapó la cara con las manos y cayó hacia adelante. Kai tiró la piedra a un lado, fue hacia ella, se arrodilló y la abrazó.
—¿Qué pasa con mi padre? Cuéntamelo.
—Tu padre es un asesino.
Ella apoyó la cabeza contra su pecho, pero Kai presintió que se habría apartado de no tener la pierna aún atrapada.
—Él asesinó a mi padre en los combates de Solaris —explicó.
—No, jamás se enfrentó a nadie llamado Lear.
—Lo sé —replicó Deirdre—. Mi padre se llamaba Peter Armstrong, y fue el primer hombre que mató en los juegos de Solaris. Tu padre le tendió una emboscada y lo mató. Mi padre no tuvo la menor oportunidad. —Su tono de voz se redujo a un murmullo al añadir—: Durante un par de años, cuando yo era una niña pequeña, mi padre era un mártir. El malvado Justin Xiang había matado a mi padre, el súbdito más leal a la Casa de Davion de toda la Esfera Interior. Wolfson y Capet también eran héroes. Cuando mi madre volvió a casarse, yo no quise cambiarme el apellido, aunque mi padrastro era un buen hombre: un cirujano, Roy Lear. En la escuela tenía muchas amigas y amigos, y todos me querían.
«Entonces —prosiguió— tu padre resultó ser un agente que nos había ayudado a ganar la guerra. La gente empezó a decir de mi padre que había sido un renegado. Los mismos niños que querían oír historias sobre mi padre, ahora se burlaban de mí. Decían que había sido tan malo como Stefan Amaris el Usurpador, y que estaban contentos de que Justin Allard lo hubiera matado. Algunos de sus padres decían incluso que yo estaba maldita por mi linaje y que no dejarían que sus hijos jugasen conmigo.
Kai retrocedió, vio su cuchillo, lo recogió y empezó a cavar la tierra alrededor de la pierna de Deinlre.
—¿Por eso estudiaste Medicina? —preguntó.
—No —contestó Deirdre, con la mirada baja y sin observar nada en concreto—, me hice médico porque imaginaba a menudo que habría podido salvar a mi padre si hubiese estado allí. Ingresé en las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad Federada para demostrar que los de mi familia no éramos traidores. Quise dar algo a la Mancomunidad Federada para redimir lo que mi padre hubiera hecho. Fueran cuales fuesen sus delitos, yo no creía que merecieran la muerte.
—Mi padre no es un asesino —dijo Kai, sacando tierra del agujero y quitando una delgada estaca de madera que estaba clavada en él—. No quería que tu padre muriese.
—¿Cómo puedes decir eso? Le tendió una emboscada y lo mató. Se ve en un holovídeo que se puede comprar en cualquier tienda.
—Lo sé —respondió Kai, arrancando una segunda estaca—. Cuando era niño, empecé una de esas discusiones en la escuela en las que uno dice cosas como: «mi padre es mejor que el tuyo». Acabó con uno de los niños corriendo de vuelta a casa, llorando. Le había dicho que mi padre podía matar al suyo.
—Los niños también se burlaban de mí diciendo que Justin Allard vendría a buscarme —dijo Deirdre, estremeciéndose.
Kai se sentó en cuclillas y sintió que se le formaba un nudo en la garganta mientras hablaba.
—Aquel día, mi padre me llevó a casa y me enseñó el holovídeo del combate con tu padre. Quitó el sonido y me dijo lo que él pensaba, en lugar de dejarme oír al locutor, que describía la lucha con palabras dramáticas y emocionantes. La narración del locutor se basaba en presentar a un combate típico de Liao, malvado y traicionero, tanto para justificar que se había ido de la Federación de Soles como para atraer la atención de Maximilian Liao. Después de disparar la primera andanada contra tu padre, el mío sabía que había causado demasiados daños en su 'Mech para que pudiese continuar la lucha. Quería que tu padre saltara del 'Mech y no perdió la esperanza de que lo hiciera al final.
—Pero no lo hizo. Murió en aquel Griffin.
—Lo sé. Mi padre dijo que había subestimado la intensidad del entrenamiento que Philip Capet daba a sus protegidos. Me dijo también que uno no debía sentirse orgulloso de matar hombres, y que matar era el último recurso, cuando nada más servía. —Kai miró a Corbin y agregó—: Es este mismo caso.
—La excepción a la regla —dijo Deirdre, levantando la barbilla a Kai—. Tenías una alternativa: podrías haberte rendido. No lo hiciste, sino que optaste por seguir luchando para salvarme. Después de la forma como te he tratado, ¿por qué lo has hecho?
Kai apartó la cara y siguió cavando.
—Tú me salvaste la vida. Te lo debía.
—No, Kai, eso no es suficiente. —Deirdre asió una de las estacas y lo ayudó—. Te he tratado con odio desde que te conocí, pero aquella mañana que nos conocimos en Skondia me sentí muy atraída hacia ti. Pensé que el Año Nuevo iba a ser muy bueno para mí.
Kai rió, pero dejó de hacerlo al sentir un pinchazo de dolor en las costillas.
—Sí, yo también lo pensé —reconoció.
—Luego, cuando el general Redburn nos presentó —continuó Deirdre, tragando saliva—, sentí que había traicionado a mi padre y a mí misma. Después empecé a insultarte, tratando de apartarte de mí y de causarte el mismo daño que sentía que me había hecho tu padre. No dejé de buscar formas de concentrar mi odio en ti; sin embargo, cuanto más lo intentaba, menos cosas encontraba odiosas en ti.
Mientras ella hablaba, Kai sintió que desaparecía el distanciamiento que había existido entre ellos. En los dos años que habían pasado desde que se habían conocido, él siempre se había sentido confuso por la aparente dualidad de sus sentimientos. Ahora que lo entendía, todo lo que había hecho ella cobraba sentido. Aquella parte suya que siempre había temido que ella lo odiase por ser como era, ahora quería gritar de alegría. Quería rodearla entre sus brazos y no dejarla marchar jamás.
No obstante, un frío temor nació en su vientre y pareció sujetarlo por la garganta. Ahora, Kai Allard, conoces su secreto, pero eso no cambiará que eres un asesino, hijo de otro asesino. Eres su antítesis, y ella siempre te lo reprochará.
—No miraste lo bastante dentro de mí, doctora —dijo Kai, otra vez serio—. Hay muchas cosas odiosas en mí, como mi tendencia a cometer errores, a conseguir que maten a los demás, u obligar a la gente a que haga cosas que no quiere hacer, como disparar contra alguien. ¿Por qué estaba dispuesto a sacrificarme por ti? Porque el mundo sería mucho mejor si estás tu en él que si estoy yo.
Kai arrancó la última estaca y dijo:
—Ya eres libre.
—Estás equivocado, Kai —replicó ella, sacando despacio la pierna del agujero.
—¿Equivocado? ¿Qué quieres decir? Ya no tienes la pierna atrapada.
—No me refería a eso —repuso Deirdre, evitando su mirada—. El mundo no sería mejor sin ti porque yo, por lo menos, me sentiría mucho peor si tú no estuvieses.
—Sobrevivirías. Sabes cómo hacerlo.
—Físicamente, quizá. —Ella lo sorprendió cuando se acercó a él y le rozó los labios con los suyos—. Por dentro, me moriría sin ti.
Capítulo 22
Diosd
Zona de ocupación del Clan de los Lobos
2 de abril de 3052
Phelan sonrió al ver que el ilKhan había decidido presidir el juicio del Derecho de Sangre que iba a celebrarse en la Gran Sala de lo que había sido la base del Tercero de Hombre Libres de Rasalhague. Varios miembros del Clan de los Lobos se hallaban en el otro extremo de la sala, pero Phelan no reconoció a ninguno. Sabía que la mayoría de los integrantes del Decimotercero de Guardias estaban descansando de los dos últimos días de combates y le habría gustado estar haciendo lo mismo.
El ilKhan aguardó hasta que un Elemental trajo un pozo gravitatorio. Entonces empezó la ceremonia.
—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?
—Seyla —contestaron Phelan y su adversario.
—Entonces, lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final —dijo Ulric, quien parecía un poco cansado, con un gesto de aprobación—. Como es su tercer combate, conocen bien el honor por el que luchan. Usted, Phelan Wolf, ha visto veinte años. ¿Por qué razón es digno?
—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor por mis servicios como sirviente. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en Satalice capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. En Hyperion dirigí la defensa del pantano de Simmons y cacé renegados en las tierras yermas. En Oiosd he participado en la persecución y aniquilación de la Lanza de Mando del Tercero de Hombres Libres. Antes de la batalla de hoy derroté a un Elemental, Dean, y a una piloto de caza, Glynis, por el derecho a participar aquí.
—Y usted, Lajos, ha visto veintiocho años. ¿Por qué es digno?
El adversario de Phelan en la competición empezó a recitar sus éxitos. Era un MechWarrior como Phelan y tenía una cierta rigidez en el lado izquierdo del cuerpo. Una venda blanca le cubría por completo el brazo y la mano como si fuese una manopla. Tenía quemada la carne alrededor del ojo izquierdo y brillaba a consecuencia de las pomadas que le habían aplicado.
Debería estar ingresado en un hospital y todavía no está, preparado para combatir, pensó Phelan mientras Lajos terminaba su enumeración.
—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos han sido establecidos y verificados —dijo Ulric, juntando las manos con gesto solemne—. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. —El ilKhan dio un paso adelante e hizo una seña a ambos de que se aproximaran—. Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.
Phelan alargó su moneda al ilKhan, que la tomó y se agachó un poco para recoger la moneda de Lajos de su mano izquierda. Las apoyó en las ranuras respectivas del aparato y anunció:
—El horrible caos de la guerra está reflejado en este juicio del Derecho de Sangre. Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?
—Seyla —dijeron ellos
Mientras el ilKhan lanzaba las monedas a su carrera en espiral por el pozo gravitatorio, Phelan miró a Lajos y pensó: Si estuviera en su pellejo, elegiría un combate aumentado. Con todas esas quemaduras, sólo puede derrotarme si combate desde el interior de un 'Mech. ¡Qué diablos!, apenas puede tenerse en pie. En un combate de boxeo, yo podría destrozarlo.
Levantó la mirada y vio que las monedas desaparecían en el embudo. Phelan sabía que, por maltrecho que pareciese, Lajos estaba allí gracias a su experiencia como guerrero y merecía su respeto por ello.
Ambas monedas cayeron con un tintineo en el mástil de la decisión. El ilKhan sacó la barra transparente y la sostuvo en alto. Sacó la moneda superior de su prisión y leyó el nombre que estaba grabado en ella.
—Phelan, usted es el cazador.
Phelan vio que Lajos hacía una mueca al conocer la decisión. Sabe que no tiene ninguna opción. El combate ha terminado antes de comenzar.
—Phelan, ¿cómo elige luchar?
El MechWarrior sonrió con gesto hosco al ilKhan y anunció:
—Combate aumentado, mi Khan.
★ ★ ★
Dentro del ascensor, Phelan giró el brazo derecho en círculo y oyó crujir la articulación.
—Pensabas que nos dejarían descansar antes de montar este combate, ¿quiaf?
El otro MechWarrior asintió con la cabeza.
—Creo que saliste mejor librado de tu combate que yo. Los Guardias de Wolf sois un grupo excéntrico, pero lucháis bien.
—Tú estás en el Octavo de Dragones, ¿quiaf? —preguntó Phelan, recostándose en la pared del ascensor y poniendo los pulgares en el cinturón—. Estuvisteis combatiendo en la refinería del valle de Oljen. ¿Eres el mismo Lajos que entró con su Adder en la refinería, le prendió fuego e hizo huir a la milicia?
El hombre, que tenía los cabellos oscuros, levantó con cuidado el brazo vendado y se señaló el perfil izquierdo del rostro.
—Lo habría pensado dos veces si hubiera sabido que se produciría una brecha en la escotilla de mi carlinga y en mi neurocasco, que me dejarían indefenso ante el luego.
Phelan observó que Lajos llevaba pantalones largos e imaginó fácilmente que unas vendas le cubrían la pierna en toda su extensión.
—No tienes muy buen aspecto. Las quemaduras no me gustan nada.
—A nadie le gustan, Phelan —repuso Lajos, sonriendo con timidez—. Cuando tu moneda resultó ser la que había quedado por encima, supuse que elegirías un combate no aumentado. El hecho de que escogieses un 'Mech me permite equilibrar las posibilidades. Te lo agradezco.
Phelan asintió mientras se detenía el ascensor en el nivel del hangar, de los 'Mechs de aquellas instalaciones de Rasalhague. Antes de que se abriese la puerta, la voz del ilKhan resonó a través del altavoz del techo.
—Lajos y Phelan, éste es su tercer combate del Derecho de Sangre. Ambos han progresado hasta un punto que otros guerreros sólo pueden soñar. Deben enorgullecerse de esto. Cuando se abran estas puertas, comenzará el combate. El vencedor alcanzará gran gloria, y al derrotado le corresponderá un gran honor.
—Seyla —susurraron ambos guerreros al unísono. Las puertas se abrieron despacio y ambos hombres contemplaron una vista impresionante del hangar de los 'Mechs. Fila tras fila, aquellas máquinas de guerra se alzaban como una aterradora legión que esperara cobrar vida por arte de magia. Aunque Phelan había visto imágenes semejantes en una docena de distintos planetas, la silenciosa reunión de tantas máquinas devastadoras nunca dejaba de impresionarlo.
A la derecha se hallaba el Adderáe Lajos. Las placas nuevas de su blindaje destacaban como parches en el casco ennegrecido del rechoncho BattleMech. Por la configuración elegida por Lajos, Phelan comprendió que el 'Meen iba armado de forma exclusiva con una docena de láseres medios de alcance ampliado. Las armas iban montadas en los brazos del 'Mech; pero, a causa de sus heridas, Lajos sólo podria utilizar la mitad de ellas. Del mismo modo, la herida de su pierna hacía que emplear los retropropulsores de salto del Adderfuc se una maniobra casi suicida.
Frente al Adder se encontraba el alto y delgado Wolfhound. Phelan, que parecía más el avatar de un dios guerrero que una máquina bélica. De color negro, salvo donde los marcadores rojos de su unidad adornaban sus hombros, la carlinga en forma de cabeza de lobo del 'Mech le daba un aire de vivacidad del que carecía el otro 'Mech. El armamento del Wolfhound contaba sólo con un tercio de los láseres del 'Mech de Lajos, pero su velocidad y su agilidad, así como su equipo de contramedidas electrónicas, lo convertían en un rival de categoría similar al otro.
—Que tengas habilidad, Phelan.
—Y tú también, Lajos —dijo Phelan, saliendo del ascensor.
Mientras salía, Lajos no llegó a ver la mano izquierda de Phelan. El puñetazo lo pilló por sorpresa e impactó en el lado de su rostro que no estaba quemado, con una fuerza que le hizo girar la cabeza. Lajos se desplomó sobre el suelo de ferrocemento del hangar.
Phelan se plantó sobre él y se lamió los nudillos dolidos.
—Lo siento, Lajos, pero el ilKhan ha dicho que el combate empezaba al salir del ascensor. Lucharía contra ti frente a frente, pero no en tu estado actual. No me importa la competición; no quiero bañar de sangre todos los escalones de mi ascenso.
★ ★ ★
Phelan se estremeció al examinar la pantalla de nuevo. Unas líneas de color verde pálido se desplazaban reflejadas sobre su rostro mientras sus ojos iban de línea en línea en una vana búsqueda de algo que demostrase su error. No puede ser. Es imposible.
Phelan se había dedicado con devoción a la tarea de desvelar el misterio de la identidad del Capiscol Marcial. Había escrito todo lo que conocía con seguridad acerca de él y había ordenado los datos de acuerdo a su verosimilitud y a la habilidad de sus fuentes. Valoró muy alto lo que sabía de labios del propio Capiscol Marcial, aunque se reservó la decisión final hasta saber si mentía para servir a sus propios fines.
Decidió aplicar el método de «la navaja de Occam»; la solución más sencilla era la más probable de ser la correcta. Sin embargo, Phelan no tardó en descubrir que el problema no tenía una solución fácil o, por lo menos, ninguna que él pudiese aceptar y explicársela al ilKhan. La respuesta más sencilla era, por supuesto, que Focht había sido criado y educado por ComStar para ostentar su cargo y que cualquier cosa que hubiese dicho sobre su pasado era una tapadera para ocultar que ComStar llevaba mucho tiempo adiestrando guerreros.
Se abrió la puerta del cuarto de Phelan y entró Ulric como un fantasma en el círculo de luz que proyectaba la lámpara.
—Acabo de venir de la enfermería —dijo—. Lajos está fastidiado por su derrota, pero creo que también está contento de seguir vivo. También he hablado con los médicos acerca de Glynis: dicen que puede haber superado lo peor. Sigue en coma, pero su cuerpo se está curando.
—Me alegra que ambos sigan vivos —repuso Phelan sonriendo—. Gracias por las noticias.
—Y yo me alegro si eso te tranquiliza. Por supuesto, Conal Ward te ha acusado de ganar el último combate con malas artes. Quería que presentase la decisión del combate al Consejo del Clan, pero se lo he denegado. Le he comentado que tú tenías la opción de elegir el estilo de lucha y que habías actuado de acuerdo con el texto literal de la ley que regula las competiciones de Derecho de Sangre.
—¿De modo que Conal me tacha de tramposo, además de librenacido? —dijo el joven MechWarrior suspirando—. Supongo que quería que Lajos me matase y ocupase mi lugar en la competición. ¿Tanto le preocupa que Vlad quizá no pueda vencerme?
El ilKhan reprimió una sonrisa y dijo:
—Conal ha pregonado tu perfidia a los cuatro vientos, pero Lajos no está en condiciones para combatir. He dicho a Conal que algún miembro de la Casa de Ward debería nominar a Lajos para la próxima competición de Derecho de Sangre por un Nombre de los Ward. De esta manera no se verá perjudicado.
»En cuanto a Conal y Vlad, yo no pensaría mucho en eso —añadió Ulric, acariciándose la perilla—. Las dos personas que luchaban por la posibilidad de enfrentarse a Vlad en la siguiente ronda han logrado matarse entre sí, de modo que Vlad queda exento y ya está clasificado para el combate final, salvo que muera o sea herido en el campo de batalla.
—Eso no ocurrirá —dijo Phelan—. No tendré tanta suerte.
—No, desde luego —repuso el ilKhan, y señaló la pantalla del ordenador—. ¿Qué hay de una posible solución al misterio de Anastasius Focht? Cuéntamelo todo para que pueda seguir tu razonamiento.
El joven MechWarrior consultó sus notas y se tomó unos momentos para elaborar mentalmente lo que iba a decir.
—Comencé por la base de datos que creó Gus Michaels antes de que usted lo enviase a Alyina. Por ella sé que Focht debe de tener cien años de edad como máximo. Parece obvio que es un varón, aunque no se ha descartado la posibilidad de un cambio dé sexo. La pérdida de un ojo se debió posiblemente a una herida de guerra. Aunque eso debió de poner fin a su carrera como soldado, podría haber conservado su capacidad de mando. También sabemos que apareció por primera vez en ComStar hace unos doce años, habla alemán como si hubiera nacido en la Mancomunidad de Lira y podría haber pasado cieno tiempo en el Nagelring. Focht también me dijo que se había encontrado con mi padre en una ocasión.
—No era mucho para empezar —comentó Ulric en voz baja.
—Cierto, pero era suficiente. Sabiendo que Focht es un alias, o al menos trabajando con esta suposición, examiné los registros de todos los cadetes y graduados del Nagelring de los últimos ochenta años. Al filtrarlos según la altura y otras medidas Bertilion, me quedaron un poco más de mil candidatos.
El ilKhan, sentado, se inclinó hacia adelante con interés y se agarró la rodilla con ambas manos.
—Supongo que has cruzado todos esos individuos con los datos sobre su vida profesional para ver quiénes han muerto en combate, ¿quiaf?
—Af, mi Khan. Incluimos a los que constan como desaparecidos en combate, aunque ello sucediese en escaramuzas antes de la Cuarta Guerra de Sucesión. La Cuarta Guerra eliminó a todos los candidatos salvo unos pocos, y el seguimiento de esos individuos nos condujo a un callejón sin salida. Nada.
»Eso hizo que me replantease los parámetros de búsqueda que habíamos introducido en el programa —prosiguió Phelan, dando unos golpecitos en la pantalla con un dedo—. Ejecuté otro conjunto de parámetros para buscar una variable conocida: yo mismo. Pedí al ordenador que me buscase del mismo modo como había buscado a quienquiera que fuera ese Focht.
—¿Y bien?
—¡Ningún resultado! —respondió Phelan con una sonrisa—. Amplié los parámetros de búsqueda eliminando las medidas Bertillon y añadiendo el apellido Kell. Entonces apareció mi padre, pero no nos incluyó ni a mí ni a mi tío Patrick. Eso se debía a que, según los archivos de ComStar y de la Mancomunidad de Lira, ambos estamos muertos.
—Pero tú estás vivo. Y, al parecer, también lo está el Capiscol Marcial —comentó Ulric, tirándose de los pelos de la barbilla con gesto pensativo—. Cambiaste los parámetros de búsqueda, ¿quiaf?
—Af. Conservé la selección inicial de mil candidatos y empecé a aplicar filtros de datos adicionales. En una ocasión, Focht mencionó que había estado en las tierras de los Lestrade en Summer, de modo que busqué individuos que hubiesen servido en unidades estacionadas en Summer o relacionados de alguna forma con Aldo Lestrade. Eso redujo la selección a la mitad.
»Otro comentario de Focht me impulsó a pensar que había perdido el ojo en la Cuarta Guerra de Sucesión. Como ya había examinado a todos los que habían sobrevivido a la guerra, me concentré en los muertos y desaparecidos. También intenté cruzar con mi ecuación todos los contactos o colaboraciones con mi padre. Por error, en este criterio incluí también los contactos sociales, copiándolos de los parámetros de Lestrade y cambiando sólo el nombre, y obtuve una reducción de candidatos que resultó muy interesante.
»Lo más significativo era que todos constaban como muertos o como desaparecidos en combate.
El ilKhan escuchaba con mayor atención a medida que Phelan relataba la investigación.
—Has tratado de verificar la muerte de los que estaban incluidos en esa lista, ¿quiaf?
El MechWarrior asintió con la cabeza.
—Certificados de defunción, informes de autopsias, lápidas... cualquier cosa. La base de datos genealógica que encontramos en Domain me ayudó muchísimo. Mientras la examinaba, encontré un bonito rótulo de defunción con mi nombre en Arc-Royal.
Aunque Phelan intentó que el comentario sonase irreverente, se quedó sin voz por unos instantes. No le molestaba tanto que lo considerasen muerto, como la pena que debía de haber causado a su familia. El Clan de los Lobos casi se había convertido en una segunda familia para él, pero todavía amaba a sus parientes y lamentaba el dolor que sufrían por causa suya.
—Me imagino que no fue una experiencia agradable, Phelan.
—No lo fue, ilKhan; sin embargo, por suerte me hizo evocar un recuerdo.
Phelan tecleó una solicitud en el ordenador y en la pantalla apareció la imagen de un enorme mausoleo de mármol y granito. En el negro mármol, con bordes de pan de oro, estaba grabada la palabra «Steiner».
—Yo acudí al funeral de la Arcontesa, Katrina Steiner. Fue enterrada en la cripta familiar junto con otros distinguidos Steiner. Recuerdo haber oído entonces que una de las placas del panteón señalaba un ataúd vacío. De no haber sido por aquel cotilleo, creo que habría descartado a mi mejor candidato.
Phelan tecleó otra solicitud y apareció otra imagen en la pantalla.
—Éste es el hombre que, en mi opinión, es el Capiscol Marcial. Estudió tres años en el Nagelring, pero fue trasladado y se graduó en Sanglamore, en Skye. Fue durante su estancia en Skye cuando llamó la atención de la familia Lestrade, que cultivó su amistad. Este hombre estuvo al mando del Séptimo y del Décimo de Guardias Liranos que, según los rumores, puede que sea la unidad donde Victor Davion está actualmente. Es habitual que el siguiente Arconte provenga del Décimo de Guardias, y nuestro hombre era un probable aspirante al trono en aquella época.
»Sin embargo, su candidatura quedó en entredicho cuando Katrina Steiner triunfó con su rebelión contra Alessandro Steiner, lo que le permitió subir al trono. Fue en ese momento de la vida de Focht cuando Aldo Lestrade se convirtió en una influencia importante. Aldo era aficionado a las intrigas políticas, incluyendo la planificación y la ejecución de varios atentados contra la Arcontesa. El último de ellos se produjo en plena Guerra de Sucesión.
—¿Qué fue de su carrera militar? ¿Qué clase de jefe era?
Phelan pulsó otra tecla y respondió:
—Era un líder excelente. Sus hombres lo apodaban «el Martillo» a causa de su predilección por concentrar la potencia de fuego en blancos específicos. Era particularmente eficaz contra los kuritanos, porque la anticuada estrategia de éstos solía involucrar numerosas unidades pequeñas y aisladas. En un par de enfrentamientos con la Liga de Mundos Libres, demostró tener un alto nivel de conocimiento de la táctica de las fuerzas de gran movilidad, pero seguía esforzándose por poner a sus enemigos en una posición en que pudiese atacarlos sin piedad hasta someterlos.
—Son raros los jefes militares que alteran su táctica para adaptarse a sus enemigos —dijo Ulric—. Esa capacidad, junto con todo lo que ha observado de nuestras tácticas, lo convierten en un hombre muy peligroso.
—Estoy de acuerdo, ilKhan —repuso Phelan—. La única anomalía es que se pensaba que este hombre era incapaz de ser sutil, pero ése no parece ser el caso de Focht. En esta nueva identidad, parece haber aprendido algunos trucos nuevos.
—¿Lo crees capaz de traicionar?
Phelan frunció el entrecejo. Bueno, me pidió que espiase a los Clanes, pero aceptó mi negativa cuando me convertí en miembro de la casta de los guerreros.
—Creo que, ante todo, es un guerrero, ilKhan —contestó al fin—. A causa de las intrigas de Lestrade, su unidad y él fueron destinados a una misión suicida durante la Cuarta Guerra de Sucesión. Desempeñó bien su labor y al final se rindió ante Theodore Kurita para salvar las vidas de sus hombres. Su ataque destrozó el contraataque del Condominio contra Isla de Skye. Se cree que Theodore lo ejecutó.
El ilKhan se levantó con una expresión paradigmática de la reflexión.
—La edad y el color de la tez coinciden. El adiestramiento es el correcto y su pasado militar es adecuado para el puesto que ocupa ahora. Lo que he visto de su capacidad de análisis táctico y estratégico, sin duda, coinciden con su formación. ¿Tienes algún dato que pueda levantar alguna sospecha sobre tu conclusión?
Phelan se encogió de hombros.
—Bueno, por lo que sabemos, en realidad este hombre podría estar pudriéndose en una tumba en Dromini VI, pero es el mejor candidato que tenemos. Salvo por el hecho de que se lo cree muerto, encaja a la perfección con la figura de Anastasius Focht.
—Muy bien —dijo Ulric—. Trabajaremos con la suposición de que tienes razón. Prepárame un informe completo sobre él y los otros cuatro candidatos principales. Lo necesito esta misma noche. Mañana informarás a los otros analistas.
—Tengo que ejecutar varios procesos más de comprobación —objetó Phelan, arqueando una ceja—. ¿Por qué tanta prisa?
—Porque, Phelan —contestó el ilKhan sonriendo—, quiero que todos estén informados antes de que el Capiscol Marcial se reúna con nosotros dentro de tres días para negociar el futuro de ComStar.
Capítulo 23
Nave de Salto Diré Wolf, órbita de tránsito, Diosd
Zona de ocupación del Clan de los Lobos
5 de abril de 3052
El Capiscol Marcial irguió la cabeza mientras las puertas del puente de mando se retraían al interior de las paredes. Los dos Elementales con armadura que estaban junto a la escotilla se pusieron firmes, al igual que las filas de oficiales del clan que se extendían basta el lugar donde aguardaba el ilKhan. Focht vio también que una bandera del Clan de los Lobos colgaba desde el techo junto a un estandarte de ComStar. A través de los altavoces sonaban las notas de una marcha militar que había sido famosa en los tiempos de la Liga Estelar.
Focht se ajustó el parche sobre el ojo y avanzó por cubierta al paso marcado por la música nacía el lugar donde Ulric lo esperaba, al lado del holotanque. Al pasar entre las filas de guerreros del Clan, los iba saludando con los respetuosos movimientos de cabeza que hacía a sus propios hombres cuando les pasaba revista. Éstos son guerreros a quienes no puedo más que respetar. Apretó las mandíbulas con fuerza. Un trato inferior seria suicida.
Se detuvo frente al ilKhan y le hizo un solemne saludo. El líder de los Clanes se lo devolvió y luego le tendió la mano.
—La Paz de Blake sea con usted, ilKhan Ulric —dijo Focht.
—Y con usted, Capiscol Marcial. Le doy la bienvenida de nuevo, aunque sólo sea por poco tiempo.
—Yo también me alegro de nuestro reencuentro, ilKhan —repuso Focht estrechando la mano de Ulric. A continuación, se puso a su lado.
El Capiscol Marcial escrutó los rostros de los soldados, pensando que quizás había pasado por alto a alguien en su lado ciego. Al no ver a Phelan, levantó la mirada hacia el mirador, pero tampoco vio allí su conocida figura. ¿Tiene algún significado especial la ausencia de Phelan?, se preguntó.
Ulric aguardó a que sus tropas saludaran, devolvió el saludo y les ordenó romper filas.
—Si no tiene nada en contra, Capiscol Marcial, creo que el holotanque será el lugar más adecuado para nuestra conversación.
Focht creyó oír algo más que una cuestión de procedimiento en la aseveración de Ulric, pero no pudo averiguar de qué se trataba con una evidencia tan escasa. Inclinó la cabeza y siguió al ilKhan al interior del holotanque.
Entrar en aquella máquina equivalía a introducirse en un mundo en que uno podía sentirse como un dios. Entre los negros paneles de forma romboidal, Focht descubrió que estaba atravesando la proyección de un mapa de la Esfera Interior. A la altura de su cabeza se hallaba la frontera de la Periferia, concretamente la región por donde habían entrado los Clanes, y junto al suelo se hallaba su querida Tierra. Focht no creyó que fuese una coincidencia que la sede central de ComStar estuviese tan abajo que Ulric pudiese aplastarla con un paso en falso.
El Capiscol Marcial ni siquiera intentó reprimir una sonrisa al penetrar en la imagen de realidad virtual producida por el holotanque. Como un niño maravillado al entrar por vez primera en un planetario, Focht contempló con admiración las miríadas de estrellas, cada una con su respectivo rótulo. Las realidades generadas por ordenador que empleaba Focht requerían trajes y cascos de RV1, lo que hacía que su equipo pareciese un juguete en comparación con este dispositivo.
Contempló el puente de mando por última vez y, sonriendo cortésmente al ilKhan, dijo:
—Esperaba volver a ver a Phelan. Tuve una sorpresa al ver que eran unos Elementales los que venían a mi encuentro en el hangar.
Ulric se encogió ligeramente de hombros. Levantó una mano y tocó un rótulo que flotaba en el aire junto a una estrella. Se desplegó una ventana de color verde brillante y una serie de datos, que Focht vio como reflejados en un espejo, aparecieron escritos en el aire.
—A Phelan también le habría gustado verlo a usted, pero su unidad se halla en Diosd por si acaso sale de su escondrijo otra de las unidades de la milicia. Creemos que hemos acabado con todas ellas, pero unos rebeldes destruyeron los ordenadores centrales del planeta, convirtiendo en un caos todos los sistemas de recogida y filtrado de información.
Ulric empujó un poco hacia arriba el borde inferior de la ventana, que se contrajo hasta quedar reducida de nuevo a un pequeño rótulo.
—Su interés por Phelan me ha recordado una cuestión que deseaba tratar antes de empezar la negociación. Es un favor personal por el que le estaría muy agradecido.
¿Un favor personal?, pensó Focht extrañado.
—Dígame, ilKhan.
El líder del Clan de los Lobos se asió las manos a la espalda y evitó la mirada de Focht.
—He grabado un holodisco que deseo que sea transmido al coronel Morgan Kell de la unidad de los Demonios de Kell. Deseo decirle que su hijo está vivo y es uno de mis guerreros más valiosos. —Ulric levantó la mirada para clavarla en el rostro de Focht y añadió—: ¿Lo sorprende, Capiscol Marcial?
Focht dejó que se viese su sorpresa.
—En efecto, ilKhan —contestó—, y también me complace. Será una enorme alegría para la familia Kell.
—Sí, supongo que sí. Usted conoce las familias mucho mejor que yo, Tas pequeñas rivalidades y los hondos sentimientos que existen entre sus miembros. —El ilKhan cruzó los brazos sobre el pecho—. Como usted sabe, nuestra cultura promueve unos fuertes vínculos de clan y de linaje a costa de la unidad familiar. Si esto es una debilidad nuestra, tiene poca importancia ahora. No deseo causar sufrimiento a los Kell porque necesitemos a Phelan. Creo que hay un refrán en la Esfera Interior que dice: «La sangre es más espesa que el agua», ¿quiaf?
—Sí, ilKhan, aunque por lo general añadimos esta apostilla: «pero no tanto como el deber».
Focht escrutó a su enemigo. Éste no es el Ulric que conocí. ¿Es sincero, o esto es una estratagema para dejarme descolocado?
—En cuanto a mis conocimientos sobre la familia —prosiguió—, me temo que no son tantos como usted imagina. Mi familia creció entre malentendidos, pero creo que tiene una impresión correcta de la familia Kell.
—Bien. No he informado a Phelan de que se enviará este mensaje, pero le permitiré recibir la respuesta, si la hay. Si desea incluir un mensaje particular suyo para el coronel Kell a este respecto, o transmitir sus propias impresiones sobre la vida de Phelan entre nosotros, le ruego que lo haga. —Ulric levantó una mano y agregó—: Por supuesto, sé que la Primus puede impedir la transmisión de este mensaje, dado el estado de nuestras relaciones en este momento.
—Diré al coronel Kell cómo ha progresado su hijo aquí —dijo Focht, y se permitió una sonrisa traicionera—. Creo que incluso podré eludir a la Primus en esta cuestión.
—Bien, entonces no seré yo el único traidor, porque creo que el Gran Consejo no aprobaría que me comunicase con el enemigo. —El ilKhan entornó sus azules ojos para añadir—: Éstos son tiempos peligrosos, Anastasius. Lo que hacemos aquí es al mismo tiempo fabuloso y terrible, y la mayor tragedia es que los políticos pueden conseguir que no sirva para nada.
—Comparto su temor, Ulric. Entre nosotros puede haber confianza. Yo no lo traicionaré.
—Ni yo a usted.
—Debemos combatir por lo que nuestros diplomáticos no pueden dividir —añadió Focht sonriendo—. Quiero dejar constancia de que yo no habría decidido declararle la guerra, ilKhan. Los he observado a ustedes el tiempo suficiente para saber que es mejor no enfrentarse a un enemigo con su capacidad.
El ilKhan rió suavemente.
—No soy inmune a la adulación, Anastasius. En nuestra negociación, con eso podría ganar un núcleo.
—Siempre y cuando sea el Decimotercero de Guardias de Wolf.
—Interesante elección, amigo mío, pero ¿desea ser usted quien diga a Natasha Kerensky o a Phelan Wolf que no podrán luchar contra ustedes?
—Touehé, mi Khan. Algunas misiones no están hechas para simples guerreros. —Focht se volvió hacia una de las consolas en que un ayudante suyo estaba trabajando con un hombre de los Clanes—. He traído algunos datos conmigo que nos ayudarán a negociar correctamente esta batalla.
El campo de estrellas del holotanque parpadeó por unos segundos y volvió a dibujarse.
—Creo que sus datos han sido incorporados a mi base de datos. ¿Podemos empezar?
—Sí —respondió Focht, irguiéndose—. Soy Anastasius Focht, Capiscol Marcial de ComStar y Comandante Supremo de todos los ejércitos de ComGuardias. Myndo Waterly, Primus de ComStar y Guardiana de la Palabra Sagrada de Blake, me ha asignado la tarea de negociar esta batalla. Lo que ofrezco, garantizo que es cierto y libre de engaño.
Ulric asintió con la cabeza y se irguió a su vez.
—Yo soy Ulric Kerensky, ilKhan de los Clanes y Khan del Clan de los Lobos. Por mi propia autoridad, investida por el Gran Consejo de los Khanes, entro en negociaciones con usted. Lo que ofrezco, garantizo que es cierto y libre de engaño. —Abarcó un millar de estrellas con un movimiento de la mano y agregó—: Como usted es el defensor, debo preguntarle si ha elegido el lugar de nuestro enfrentamiento.
—Así es, ilKhan —repuso Focht, y tocó el rótulo adjunto a la estrella Tukayyid—. En el cuarto planeta de este sistema creo haber encontrado un campo de batalla.
La ventana se desplegó y el ÜKhan, acariciándose la perilla, contempló el planeta azul y dorado que giraba en el espacio. El holotanque enfocó la imagen a través de la atmósfera del planeta y pronto se desplazó sobrevolando enormes campos de trigo a punto de madurar. Volaron como águilas sobre las llanuras y subieron a las oscuras montañas Pozoristu. Desde sus cumbres envueltas en nubes, descendieron por valles, ciénagas y deltas, y cruzaron el oscuro mar Crisol.
—No puede decirse que sea un examen exhaustivo, pero el terreno parece adecuado pata cualquier número de batallas —dijo el ilKhan, ceñudo—. ¿La población es reducida, y está concentrada en áreas muy específicas?
—La mayoría de los habitantes serán evacuados del planeta —contestó Focht—. Cuando bajemos nuestras tropas al planeta, las Naves de Descenso se llevarán a la gente. El único personal civil que quedará será el imprescindible para mantener en funcionamiento las fábricas que no puedan cerrarse. Pararemos la actividad de todas las industrias potencialmente peligrosas y estamos preparados para designar algunas comunidades religiosas como zonas libres de combates, si no tiene objeción. Además, ComStar acepta pagar la mitad de los costes de reparaciones si los Clanes aceptan pagar la otra mitad.
—¿ComStar pagará el coste de la evacuación y de la repatriación?
—Sí —respondió Focht—. Si ustedes conquistan el planeta, repatriaremos la población a Tukayyid o a cualquier otro planeta que ustedes o ellos elijan. A este fin, consideraremos a esas personas como subditos suyos, de modo que usted tendrá la prioridad para decidir cuál será su lugar de destino.
—Es aceptable —dijo Ulric, pero su sonrisa hizo estremecerse a Focht—. No tiene sentido llenar el tablero de piezas impotentes, ¿quiaf, Anastasius?
En un instante apareció un tablero de ajedrez en la mente de Focht. Vio a la Primus como su dama y a Natasha Kerensky al lado de Ulric. No fue una idea tranquilizadora. Le extrañó que no lo preocupase lo que fuese a hacer Natasha para enfrentarse a él, sino qué es lo que fuese a hacer la Primus para ayudarlo.
—Prefiero compararlo con la evacuación de los hinchas de un estadio deportivo antes de un partido —repuso Focht—. Usted sabe tan bien como yo que describir nuestra batalla como un juego de ajedrez devalúa el valor de las vidas de los hombres y las mujeres que morirán en Tukayyid.
—Lejos de mi intención, Anastasius. Sin embargo, debe admitir que nuestros preparativos se parecen a los que preceden a una partida de ajedrez. Le he concedido la elección del campo de batalla; por así decir, le he permitido elegir el color de las piezas. Ahora debemos decidir qué piezas ponemos y dónde, cuál es su valor y cómo podemos aprovechar esas ventajas a costa de nuestro enemigo.
»Al fin y al cabo —dijo Ulric, con expresión muy seria—, valoro una fuerza más que cualquier político, que puede enviar a la destrucción una unidad muy potente como una torre sacrificada en un gambito.
De pronto, Focht sintió como si alguien caminase sobre su tumba. ¡Oh, qué bien juegas a este juego, Ulric! ¿Has desentrañado el secreto de mi identidad? ¿Fue Phelan quien lo hizo, y por eso no se encuentra aquí?
—Esperaba eso de usted, ilKhan, porque es un militar de gran sabiduría. No obstante, eso no quiere decir que no vaya a malgastar una unidad en una maniobra suicida si cree que el riesgo vale la pena.
—Bien dicho, Capiscol Marcial —dijo Ulric, acariciándose la perilla de nuevo; parecía sentirse más cómodo de lo que Focht habría deseado—. En tal caso, ¿qué fuerza utilizará para defender este planeta?
Focht tocó uno de los iconos que se hallaban bajo la imagen de Tukayyid. Con esta acción se abrió otra ventana, que permaneció con el fondo negro y un borde de color verde orillante. Entonces, el Capiscol Marcial tocó un planeta que se hallaba dentro de la zona de ocupación del Clan de los Lobos.
—Desde Rasalhague I, traigo la 278ª División bajo el mando del capiscol IV Byron Koselka.
Cuando se desplegó la ventana de Rasalhague, Focht tomó de ella el icono que representaba aquella unidad de ComGuardias y la puso en Tukayyid.
El icono cruzó el universo artificial como un cometa y apareció en la ventana vacía. Otro icono lo siguió, y después otro, a medida que Focht quitaba todas las tropas de la región de Asta de ComStar. A continuación se dirigió a la Mancomunidad Federada y quitó tropas de la zona de ocupación de los Halcones de Jade. El Capiscol Marcial siguió en orden inverso a las agujas del reloj, enviando todas las Divisiones de ComGuardias hacía Tukayyid.
Cuando terminó, examinó los setenta y dos designadores de unidades que había trasladado a Tukayyid.
—Los datos que le he dado detallan las características de las unidades seleccionadas e incluyen una relación de sus historiales y los registros de las personas que las componen.
—¿Se ha guardado su propio registro, Capiscol Marcial?
Focht irguió bruscamente la cabeza al oír la pregunta del ilKhan.
—El motivo de que le haya proporcionado los registros de mis hombres se debe a que nuestras unidades no han participado en ningún combate real, aunque considerarlos tropas novatas sería un error. Por mor de la claridad, le enviaré el registro de mi servicio desde que me convertí en Capiscol Marcial. Deducir algo de mi carrera anterior sería un error.
—¿Eso cree? —dijo Ulric, caminando despacio hacia el otro lado de las ventanas de Tukayyid—. ¿Puede un viejo soldado aprender nuevas estrategias?
—¿Acaso un gusano es una mariposa? Elegí el nombre de Anastasius Focht por una razón muy concreta. No soy el hombre que fui. Privado de un ojo, ahora veo con mayor claridad que nunca. —Focht se asió las manos a la espalda y agregó—: Defenderemos Tukayyid con cincuenta regimientos de BattleMechs aproximadamente, junto con el correspondiente apoyo aéreo y de artillería, caballería e infantería. Hemos optado por no utilizar unidades navales, porque la superficie marina de Tukayyid es limitada y los enfrentamientos navales pondrían en peligro de forma innecesaria la ciudad submarina del mar Crisol.
Por unos momentos, Ulric pareció atónito al oír la fuerza de ComStar.
—¿Cincuenta regimientos?
—Sí —dijo Focht, asintiendo con gesto solemne— Todo lo que tiene ComStar, salvo las dos divisiones de 'Mech que están en la propia Tierra. La Primus prefiere mantener a su lado sus unidades de protección.
—Entonces no combatimos sólo por Tukayyid. Ése es su planeta sustituto de la batalla sobre la propia Tierra.
¿Esperaba que plantease un conflicto preliminar para ponerlo a prueba, pensó Focht.
—Sí, ilKhan, es el planeta sustituto. Tenemos tan pocas ganas como usted de librar la batalla en la Tierra.
»Si conquistan Tukayyid —prosiguió Focht—, además del cuidado de la población del planeta, les cederemos la Tierra y todas nuestras instalaciones en sus zonas de ocupación. Seguiremos administrando sus mundos conquistados en su nombre, y nuestros ingresos serán transferidos a ustedes. Si así lo ordenan, interrumpiremos todos nuestros servicios a los Estados Sucesores. También ordenaremos a nuestros empleados que se integren en sus fuerzas. De forma efectiva, pasaremos a formar parte de los Clanes... si quieren aceptarnos.
Ulric empezó a pasearse. Focht no estaba seguro de entenderle. Ulric había abandonado su habitual actitud imperturbable, para encerrarse en una especie de cascarón invisible. Focht casi podía oír las sinapsis en el cerebro del ilKhan, pero no albergaba ninguna esperanza de que llegara a derrumbarse bajo la presión del envite de ComStar para defender la Tierra.
Sin embargo, era evidente que convertir a Tukayyid en un planeta sustituto había sorprendido y preocupaba al ilKhan. Focht ni siquiera había soñado en pillarlo desprevenido. Tal vez sus averiguaciones sobre mi pasado le habían hecho esperar otra cosa de mi. Lo observaba con atención, pero la expresión de Ulric no revelaba ninguno de sus pensamientos.
Entonces, Ulric dejó de pasearse y contempló a Focht a través de la ventana de combate de Tukayyid.
—Si ustedes ganan, querrán algo a cambio —dijo.
—Sí. La Primus me ha ordenado que, en tal caso, exija a los Clanes que se retiren de la Esfera Interior.
Como respuesta a su demanda, Focht esperaba una sonora carcajada. No obstante, Ulric se detuvo para meditar la propuesta.
—Me temo que eso es imposible, Anastasius, como sabe muy bien —contestó por fin—. Si aceptase esa condición, el Gran Consejo me destituiría y rechazaría el acuerdo. No nos vamos a retirar.
El Capiscol Marcial aceptó la respuesta sin protestar.
—Es lo que imaginaba —dijo y, con un dedo, trazó una línea roja paralela alsuelo que atravesó Tukayyid—. Si no se retiran, concédame que sus fuerzas no traspasen nunca esta linea; que Tukayyid sea el lugar más próximo a la Tierra al que los Clanes se acerquen.
Ulric juntó las manos en una postura de plegaria y replicó:
—«Nunca» es mucho tiempo, amigo mío. Es mucho más de lo que yo, o cualquier persona que conozca, pueda obligar a los Clanes a respetar. No obstante, puedo aceptar trazar una línea de alto el fuego en Tukayyid, y puedo concederle un armisticio de un año, como cuando interrumpimos nuestro avance para elegir un nuevo ilKhan.
—Sin duda, usted considera que un año es una oferta generosa —contestó el Capiscol Marcial.
—Les ha permitido equiparse y entrenarse para enfrentarse a nosotros en mejores condiciones. Imagine los progresos que harían con otro año de tiempo.
—Imagine los progresos que haríamos todos con un siglo de paz.
—¿Un siglo? Me sería más fácil convencer al Gran Consejo de que no ataquemos nunca. Le propongo cinco años, entonces.
—Apenas un parpadeo, Ulric. Cinco años no es nada para nosotros. Sesenta años, el período de vida activa de nuestros mejores jefes militares. Concédame sesenta años.
El ilKhan no pudo reprimir una sonrisa.
—¿Sesenta años? Nosotros somos como mariposas en comparación con ustedes. Para nosotros, sesenta años son doce generaciones de guerreros. Yo estaré muerto y olvidado cuando se reanude la guerra. Diez años como máximo.
—Nosotros, en cambio, somos como tortugas y diez años no son nada. No es tiempo suficiente para preparar a un buen guerrero, y mucho menos para entrenar cuadros capaces de enfrentarse a ustedes. Treinta años, entonces. Deje que los guerreros que han luchado contra ustedes regresen a sus hogares para educar a una nueva generación de guerreros que hagan frente a los suyos.
Ulric titubeó, como si estuviera tentado de no envidar más.
—Amigo mío, me temo que treinta años es demasiado. Puedo concederle quince, y es una oferta firme. A menos que me maten en Tukayyid, creo que puedo seguir como ilKhan el tiempo suficiente para garantizar el cumplimiento de este trato. Más allá, no podré ejercer la influencia necesaria para que los Clanes lo mantengan.
Focht se ajustó el parche sobre el ojo derecho. Lo he presionado demasiado, ¿verdad?
—Puedo aceptar quince años. Al fin y al cabo, me ha cedido la elección del campo de batalla.
—Cierto —dijo Ulric, y volvió a examinar los datos de Tukayyid—. ¿Cuándo se celebrará la batalla?
—¿A principios de mayo? —sugirió Focht.
—Está dentro de nuestras posibilidades operativas. Cuando los Clanes hayan elegido las unidades que atacarán Tukayyid, le enviaré esta información.
Focht alargó la mano a través de la imagen de Tukayyid.
—Bien negociado y trato hecho, ilKhan.
Ulric sonrió al oír aquella fiase tan familiar.
—Aprendió mucho durante su estancia entre nosotros. ¿Cree que aprendió lo suficiente?
—Lo bastante para saber que la respuesta a esa pregunta está en Tukayyid.
Capítulo 24
Complejo del Primer Circuito de ComStar, isla de Hilton Head
América del Norte, Tierra
8 de abril de 3052
La Primus Myndo Waterly contempló la delgada figura de la capiscolesa de Dieron cuando se desvaneció la proyección del informe del Capiscol Marcial.
—Y bien, Sharilar Morí, ¿qué piensas?
—Me siento complacida y honrada de que me hayas mostrado este informe antes de presentarlo al Primer Circuito —dijo Sharilar, mas su rostro no revelaba ninguna emoción—. No obstante, estoy un poco perpleja por el motivo que te ha impulsado a distinguirme con este honor.
—¿Perpleja? ¿Por qué? —preguntó Myndo con una sonrisa inocente, tratando de mostrar una imagen serena y sabia—. ¿Acaso has olvidado que yo fui tu predecesora como capiscolesa de Dieron, y que yo personalmente te elegí como sustituía cuando ascendí a Primus?
—No, Primus, no lo he olvidado, pero no sería humana si no me extrañase mi buena fortuna —repuso Sharilar, bajando la mirada hacia el suelo—. Prefiero pensar que he sido útil el tiempo que he sido capiscolesa de Dieron.
—Así ha sido, Sharilar, y serás aún más útil en el futuro. —La Primus se sentó en una silla y dio unas palmadas en otra que estaba al lado—. Siéntate, por favor. Deseo compartir contigo una información de gran importancia.
Sharilar se movió con su elegancia habitual, pero Myndo notó su nerviosismo. Bien. Si no estuviese emocionada por mi actitud de confianza en esta situación, seria totalmente inadecuada para la labor que necesito que haga.
—Capiscolesa de Dieron, ¿qué piensas del acuerdo a que ha llegado el Capiscol Marcial con los Clanes?
Sharilar se mordisqueó el labio inferior por unos momentos antes de responder.
—Habría preferido un cese de hostilidades más prolongado, pero le creo cuando dice que quince años es el mejor acuerdo al que ha podido llegar. En ese plazo de tiempo, supongo que la Mancomunidad Federada y el Condominio Draconis habrán acumulado las fuerzas suficientes para mantener esa frontera cuando se reanude la guerra.
—Estoy totalmente de acuerdo con tus ideas —dijo Myndo, dándole un suave apretón en el brazo—. Ahora bien, si tuvieses que proyectar tus pensamientos quince años hacia el futuro (supongamos que eres la Primus), ¿cuáles crees que son las posibilidades de supervivencia de ComStar?
Myndo disfrutó en secreto de la inquietud de Sharilar I cuando ella le sugirió que podía llegar a ser Primus.
—Es difícil de saber, Primus —contestó Sharilar—. Si derrotamos a los Clanes, seguramente nos ordenarán que abandonemos sus planetas. Todo lo que hemos conseguido durante los dos últimos años se habrá perdido. Si el Condominio Draconis y la Mancomunidad Federada no son capaces de detener a los Clanes, la Tierra caerá en su poder. Supongo que nuestras posibilidades de supervivencia son escasas si no podemos unir a los Estados Sucesores para que nos ayuden a contenerlos.
—Y, dada la actitud actual de Hanse Davion —continuó la Primus, arrellanándose en la silla—, ¿qué posibilidades tenemos de unir la Esfera Interior?
—Muy pocas, Primus.
—Correcto. En resumen, el Capiscol Marcial nos ha dado quince años más en el mejor de los casos. Si los Clanes lo derrotan en Tulcawid, ComStar y el sueño del Bendito Blake desaparecerán de inmediato.
—Sin embargo, el Capiscol Marcial parecía muy confiado. Ha dicho que tiene la clave para derrotar a los Clanes. ¿Es posible que pierda?
Myndo resopló en tono despreciativo.
—Sharilar, debes aprender a ver la realidad del mundo. El Capiscol Marcial ve los conflictos como si fuesen grandes juegos de estrategia o de ajedrez. Para él, todo puede decidirse sobre el tablero de juego y ningún elemento del universo exterior afectará al resultado. Por lo que a él respecta, la batalla de Tukayyid lo decidirá todo y luego el ilKhan Ulric y él se despedirán como amigos.
—¿No eres un poco dura con él?
—No tanto, capiscolesa de Dieron —dijo la Primus, echándose atrás sus largos cabellos blancos con un gesto natural—. Piénsalo desde esta perspectiva: el Capiscol Marcial es un viejo soldado y ésta será la mayor batalla de su vida. Tanto si gana como si pierde, su utilidad se acaba. Nunca volverá a conocer el desafio o la gloria de una guerra que supere a ésta. Sus sueños se habrán cumplido, mientras que los nuestros deben continuar. Pretende proteger ComStar, mientras que nosotros (tú y yo) debemos permanecer fieles al sueño de Blake de reformar la humanidad.
La anciana se inclinó hacia adelante y bajó el tono de voz hasta reducirlo a un susurro conspiratorio:
—Se ha firmado la sentencia de muerte de ComStar. No podemos permitir que suceda esto.
Sharilar asintió con un gesto envarado, como si todo el peso de las palabras de la Primus cayese sobre ella poco a poco.
—El sueño de Jerome Blake no debe ser destruido. Sería una traición a la humanidad.
—Exacto. Mientras el Capiscol Marcial realiza un valiente esfuerzo para derrotar a los Clanes, nosotras debemos mirar más allá de sus actos y asegurarnos la victoria definitiva de ComStar y de Blake.
—Pero ¿cómo lo conseguiremos? —inquirió Sharilar—. ¿Qué podemos hacer?
La Primus sonrió y dijo:
—Ordenador, muestra la lista de objetivos de la Operación Escorpión.
El ordenador obedeció al instante. Allí donde antes podía verse el rostro del Capiscol Marcial, ahora apareció una brillante lista de palabras. Myndo volvió a repasarla, regodeándose en su gloria narcisista, y sonrió al ver que Sharilar miraba la lista boquiabierta.
—Sí, Sharilar, es un plan de concepción audaz, mas sencillo en su ejecución. Primera fase: revueltas organizadas en todos los planetas de los Clanes que están bajo nuestro control, dejando atrapadas las guarniciones y liberándolos en nombre de ComStar. Eso nos dará la gloria de ser considerados los salvadores de la humanidad.
—Veo la sabiduría del plan, Primus, pero ¿cuál es la segunda fase? Si cerramos todas nuestras instalaciones en los Estados Sucesores, ¿no sembraremos el pánico y la confusión entre aquellos a quienes necesitamos como aliados?
—Quiero que haya pánico en los Estados Sucesores —repuso la Primus, entornando los ojos—. Es la increíble arrogancia de Hanse Davion, Theodore Kurita y Thomas Marik lo que les hace creer que pueden dejarnos al margen. Hemos solicitado su apoyo a todos ellos para defender la Tierra, pero lo único que hemos recibido han sido promesas vacías. Creen que somos inútiles, y quiero demostrarles que todavía podemos hacerles daño. Una interdicción que se extienda a todos los Estados Sucesores destruirá sus cadenas y les recordará nuestra vital importancia, si es que esperan enfrentarse con éxito a los Clanes.
»Entonces, tal como hicimos con la Federación de Soles hace veintitrés años, levantaremos las sanciones a cambio de concesiones. Los obligaremos a que nos utilicen como han hecho los Clanes en los planetas ocupados. De hecho, cuando se abran las comunicaciones entre las capitales y los mundos exteriores, descubrirán que esa situación ya existe de facto, de modo que no tendrán más elección que aceptaría.
Sharilar sintió un leve estremecimiento.
—El Capiscol Marcial y el Primer Circuito se opondrán a este plan.
—Por eso no serán informados —repuso Myndo, viendo en la expresión de Sharilar que por fin empezaba a entenderlo—. Exacto, capiscolesa de Dieron. Te he explicado este plan porque negociaste con éxito mi breve alianza con Theodore Kurita. Sé que eres sutil y que puedes trabajar fuera de los canales oficiales. Necesito mantener al Primer Circuito alejado de nuestro plan, y sé que puedo confiar en ti. Debes transmitir los mensajes con rapidez a todos nuestros capiscoles y vicecapiscoles, para que estén preparados. La Operación Escorpión se pondrá en marcha al mismo tiempo que la batalla del Capiscol Marcial contra los Clanes.
»Cuando los haya derrotado —prosiguió Myndo, con la sonrisa del conquistador en los labios—, el ilKhan Ulric descubrirá que sus tropas están atrapadas detrás de las líneas enemigas. Entonces, los Clanes se verán obligados a retirarse y nos dejarán tranquilos para siempre.
La Primus vio un brillo perverso en los ojos de Sharilar Morí.
—Será como tú digas, Primus —dijo—. Pero tengo curiosidad acerca del nombre que has elegido para este plan. ¿Por qué «escorpión»?
—Por una antigua fábula, Sharilar —contestó Myndo—. La historia de un viejo perro ciego y del arácnido que le mostró cómo era la realidad.
Capítulo 25
Nave de Descenso Barbarossa, órbita de tránsito, Port Moseby
Comarca de Virginia, Mancomunidad Federada
9 de abril de 3052
Victor sintió como si una red de plomo le rodease el corazón y empezase a arrastrarlo hacia abajo.
—¡Morgan, debes de estar bromeando!
El alto mariscal de la Mancomunidad Federada miró a su primo con expresión de sorpresa y replicó:
—Y tú también bromeas al proponer este plan, supongo. ¡Me has pedido que venga aquí para evaluar esto! —Morgan levantó el holodisco como si fuese basura—. He visto planes más inteligentes en escenarios de juegos de estrategia que jugaban unos locos criminales.
—Morgan, hemos trabajado duro para elaborar ese plan —dijo Victor, sonrojándose—. Mis hombres se han entrenado mucho. Nuestra moral está más alta que nunca y disponemos de la colaboración plena del Condominio. Incluso la general Calcas ha aprobado el plan.
Morgan Hajek-Davion arrojó con desprecio el holodisco sobre el escritorio.
—Porque la hayas engañado, no esperes hacer lo mismo conmigo. Si fuese el guión de un holovídeo de la serie El guerrero inmortal, quizás, sólo quizás, empezaría a ver que tiene sentido. En esas fantasías, el héroe puede destruir unidades enteras él solo. ¿Desde cuándo tú y tus tropas tenéis vocación de superguerreros? Con este plan, lo único que conseguiríamos es tener a dos príncipes atrapados en Teniente.
—No, Morgan, estás equivocado —replicó Victor, apretando los puños—. Este plan puede funcionar y funcionará. Danos sólo la oportunidad de demostrarlo.
—La guerra no trata de posibilidades, Victor. Trata de certezas, de la certeza de que las personas mueren a causa de la guerra —repuso Morgan, echando fuego por los ojos—. Vas a enviar un batallón reforzado a un planeta que, en el mejor de los casos, tiene datos de espionaje incompletos acerca del enemigo. No sabes dónde está el objetivo, pero has reducido su posible ubicación a una docena de lugares en el continente septentrional. Cuando estéis cerca del planeta, esperas que Hohiro pueda dirigir sus tropas a la zona de aterrizaje más próxima a su posición. Sin embargo, no tienes ninguna pista de si se ha quebrantado la seguridad de las comunicaciones en el planeta, o si Hohiro ha sido capturado y obligado a confesar... ni tan sólo si sigue vivo. Podrías meterte de cabeza en una emboscada.
—Eso podría ser verdad, primo, si fuésemos allí como una fuerza hostil. Ya conoces el plan. Ellos no saben que vamos allí.
—¡Oh, claro! —exclamó Morgan en tono de burla—, entraréis en el sistema con Naves de Descenso disfrazadas. ¡Qué brillante plan a prueba de imbéciles!
—Tú utilizaste con éxito uno similar en Sian —replicó Victor.
—Cierto, pero hay enormes diferencias entre Sian y Teniente —dijo Morgan—. En primer lugar, Maximilian Liao era un estúpido y estaba desesperado; los Clanes no pecan de una cosa ni de la otra. Llegamos a bordo de Naves de Descenso del propio Liao, mientras que vosotros utilizaréis naves recién pintadas. Dos de las tres personas más importantes del servicio de inteligencia de Liao trabajaban en realidad para nosotros, pero vosotros no tenéis el mismo apoyo desde las filas enemigas. ¿Tengo que continuar?
Victor estaba enfurecido y quería golpear el casco de la nave para descargar su ira. Frustrado, se tiró del cuello de la camisa y tocó accidentalmente la figura del mono de piedra que llevaba colgada. Kai se la había regalado. Victor recordó con un sobresalto que Kai le había dicho que Sun Hou-Tzu lo mantendría siempre a salvo. «Este tótem sirve para recordarte que seas tú mismo, sin importar las circunstancias», me dijo Kai. Lo que soy ahora, lo que Morgan me obliga a ser, es un niño malhumorado. Nada más.
El príncipe aflojó los puños y respondió:
—Tus comentarios son correctos, pero tengo la palabra solemne de Shin Yodama de que el engaño funcionará a la perfección. Tengo que suponer que el propio Theodore Kurita ha aprobado la información con la que estamos trabajando.
—Eso no quiere decir que no sea errónea —objetó Morgan, mirando fijamente a Victor.
—Pero sí que quiere decir que el Kanrei está dispuesto a poner en juego la vida de su hijo por su veracidad. —Victor dio un tono más sereno a su voz y se dedicó de manera consciente a ralentizar su respiración y los latidos de su corazón—. Morgan, puedes ver con tanta claridad como yo que este plan es muy importante. Tú mismo me dijiste que habría otros Alyina y otras vidas que vengar además de la de Kai Allard.
Victor volvió a acariciar el colgante de jade y continuó:
—Es nuestra oportunidad para hacer algo más que vengar la muerte de Kai. Tras su desaparición, Galen me recordó que sólo sería inútil si los Clanes nos destruyesen. Para conseguirlo, tienen que destruir nuestro estilo de vida y nuestros gobiernos. Hasta entonces, siempre nos opondremos a ellos.
»Has visto los informes acerca de la República Libre de Rasalhague. —Victor señaló el visor de holovídeos que había en una esquina del escritorio de Morgan—. La pérdida del príncipe Ragnar los ha desmoralizado. Hasta ahora, el pueblo creía que luchaban para preservar su sueño de autodeterminación. Ahora, estando Ragnar en manos de los Clanes y con el corazón de su padre casi destrozado, las fuerzas de Rasalhague apenas tienen fuerzas para combatir. Incluso ese cabrón de Tor Miraborg se ha convertido en uno de los perrillos falderos de los Lobos, que ni siquiera tuvieron que combatir para conquistar Gunzburg.
—¿Qué tratas de decirme, Victor? —preguntó Morgan, apoyándose en el borde del escritorio.
Por el tono de voz de su primo, el príncipe comprendió que más le valía que su siguiente argumento fuese el mejor.
—No intento decirte nada, Morgan. Sólo te pido que reflexiones sobre la enorme importancia de esta misión para los Estados Sucesores. Cuando traigamos de vuelta a Hohiro, el pueblo se alegrará de que lo hayamos rescatado ante las mismas narices de los Gatos Nova. También comprenderán lo importante que es que colaboremos con el Condominio Draconis. Sabrán que Hohiro y yo somos capaces de coexistir sin tener que matarnos mutuamente, y eso les dará esperanzas para el futuro al margen de los Clanes. En cuanto a nuestros soldados, les demostrará que es posible superar a los Clanes. Les demostrará que las doctrinas militares que hemos estado impartiendo realmente funcionan. Demostrará que podemos vencerlos.
—¿Y si fracasas, Victor? Entonces, ¿qué?
—Para el Condominio tendrá poca importancia a corto plazo —respondió Victor, encogiéndose de hombros—. Seguirán enfrentándose a unas fuerzas de los Clanes muy superiores. Aunque la victoria podría darles más moral, la muerte de Hohiro, si llegara a conocerse, sólo les daría más determinación aún para defender sus posesiones de los Clanes. En cuanto al gobierno de Minoru Kurita, la verdad, no creo que suba al trono y, desde luego, yo no estaré por aquí para preocuparme por ello.
—Muy bien —dijo Morgan—, ¿y qué significaría tu muerte para la Mancomunidad Federada?
—Poco, por no decir nada —repuso Victor, manteniendo la calma ante la expresión sorprendida de Morgan—. Ésta es la verdad, Morgan. Todos han estado dudando de mi capacidad para mantener la leyenda de los Davion que habéis creado mi padre y tú. Siempre he sido considerado el «principito que intentaba hacerlo bien», no como «el principito que era capaz de hacerlo bien». Además, más de un miembro del gobierno vería con buenos ojos que fuese mi hermana Katherine o mi hermano Peter quien subiese al trono en mi lugar.
El mariscal rodeó el escritorio y se sentó en su silla.
—Entonces, ¿quieres esta misión para demostrar a todos los pesimistas que están equivocados respecto a ti?
—No, Morgan, ese juego ya no sirve de nada —contestó Víctor, irguiéndose—. No conseguirás que proteste y patalee, porque eso sólo demostrará que carezco de la objetividad necesaria para llevar adelante esta operación. SI, sigo teniendo mal carácter, pero también lo tengo más controlado. He estudiado todos los aspectos de esta misión, pero estoy preparado para cancelarla si cambia la situación o tú me ordenas que la abandone. Aun así, sé que este plan es serio; y sospecho que tú piensas igual.
Morgan Hasek-Davion juntó las yemas de los dedos. Sus largos cabellos de color cobrizo le cubrían las hombreras de su negro uniforme.
—Has cambiado mucho, Victor. Todavía recuerdo tu resistencia a ser trasladado a Trell I. Entonces me pediste que hiciera causa común contigo, y has hecho lo mismo varias veces desde entonces. Siempre me he opuesto a ti o te he obligado a aceptar la plena responsabilidad de tus actos.
«Ahora vienes a mí con un plan del que aceptas la responsabilidad —prosiguió Morgan—. Presiento que esto se debe, en parte, a que Kai Allard solía respaldarte. Lamento su muerte, pero me alegra que te haya forzado a madurar.
»Eres un hombre muy especial, Victor. Eres una de esas personas que brillan con mucha intensidad, decidido a estar a la altura de tu apellido. Siempre he sabido que estabas destinado a la grandeza.
—Si eso es cierto —dijo el príncipe, entornando los ojos—, ¿por qué me has puesto las cosas tan difíciles?
—Porque quienes brillan con tanta intensidad tienden a quemarse pronto. Nunca pondría en peligro las vidas de los hombres y mujeres que estén bajo mi mando basándome en un simple presentimiento. La guerra es un crisol en que los hombres descubren su verdadero fuste. Si resulta que a ti te falta, no quiero que otros sufran por ello.
Victor bajó la mirada y tragó saliva.
—Entiendo. ¿Has emitido tu veredicto sobre mí?
Morgan calló por unos momentos antes de responder.
—He reenviado una copia de tu informe a tu padre y le he adjuntado algunos comentarios. Aunque estamos pendientes de su aprobación o rechazo del plan, he autorizado al Primer Batallón reforzado del Décimo de Guardias Liranos para que se dirija al punto de enlace con las Naves de Salto del Condominio que aguardan en este sistema. Espero recibir informes completos en cada punto de salto y constantes actualizaciones de los cálculos del servicio de inteligencia. Por supuesto, la aprobación final depende de tu padre, pero creo que es una misión que debe llevarse a término.
El corazón le dio un brinco en el pecho a Victor.
—¡Gracias, Morgan! —exclamó.
—No me des las gracias, Victor. Guarda tu energía para asegurarte de que el plan funcione —repuso el mariscal—. Sé tú mismo, y sé sincero contigo mismo. Ahora no tienes a Kai Allard para ayudarte en eso. Si esta misión no puede tener éxito, abandónala. Abórtala, antes de que te mate.
Capítulo 26
Alyina
Zoiut de ocupación de los Halcones de Jade
12 de abril de 3052
Kai recorrió con el dedo el mapa que estaba extendido en el suelo.
—Según esto, parece que nunca nos hemos acercado a menos de doscientos kilómetros de la granja de los Mahler.
Deirdre se puso en cuclillas a su izquierda y se abrazó las rodillas con ambos brazos.
—Supongo que es lo mejor —dijo—. Si nos acercáramos más, sentiría la tentación de visitarlos y eso seguramente les echaría encima a los hombres de los Clanes. —Dio unos golpecitos en el mapa con un dedo y agregó—: Dijiste que nuestro lugar de destino tiene un radiotelescopio, pero no veo ninguna indicación de un observatorio en el monte Sera.
—Es una instalación más o menos secreta —explicó Kai, apretándole la mano cariñosamente—. El Secretariado de Inteligencia mantiene cierto número de proyectos de investigación en toda la Mancomunidad Federada, que varían en el nivel de seguridad y en la publicidad acerca de su existencia. Por ejemplo, las instalaciones de investigación en armamento dirigidas por el ICNA en Nueva Avalon se consideran alto secreto, pero la gente sabe que existen y dónde están. En cambio, llegar hasta ellas no es aconsejable y se sabe muy poco acerca de ningún proyecto específico en el que estén trabajando.
Kai tomó impulso y se levantó. Se sacudió las hojas y ramitas que se le habían quedado enganchadas en el mono y preguntó:
—¿Recuerdas los avistamientos de FANE en Nueva Avalon hace diez años?
—¿Unos «Fenómenos Aéreos No Explicados»? —aclaró Deirdre, y cerró los ojos para concentrarse—. Nunca me interesaron mucho esos rumores de alienígenas del espacio exterior, pero creo recordar algo al respecto. ¿Qué pasaba con esos avistamientos?
—Pues bien, la Mancomunidad Federada estaba probando prototipos Hammerhead en el centro aeroespacial de Hudson Gulf, que se habían construido a partir de planos recuperados de un centro de memoria de la época de la Liga Estelar. El proyecto era secreto, por lo que los vuelos se efectuaban sólo de noche, pero los aficionados a descubrir los FANE hablaban de unas naves que hacían maniobras imposibles. Las fuerzas armadas se negaron a hacer comentarios acerca de los avistamientos y ocultaron toda la cuestión. Eso, por supuesto, sólo empeoró las cosas y los «investigadores» de FANE decían que el silencio del gobierno demostraba la existencia de los alienígenas y que el gobierno estaba manteniendo negociaciones secretas con ellos.
—Creo haber visto un holovídeo sobre eso —comentó Deirdre, plegando el mapa—. Pensé que era una verdadera tontería. Decía que en el área 51, hangar 18b de la base de Hudson Gulf guardaban los restos de una nave que se había estrellado y los cuerpos de los alienígenas que la pilotaban.
—Recuerdo eso, y también recuerdo el accidente —dijo Kai mientras se ponía el chaleco antibalas, con cuidado para no hacerse daño en las costillas—. Uno de los prototipos de Hammerhead cayó sobre una granja a las afueras de Moore's Folly, en el distrito de Roswell. Los hombres de las FAFM pusieron el lugar en cuarentena y recogieron todos los fragmentos que quedaron del avión, incluyendo el blindaje ferrofibroso.
»Descubrieron que faltaban un par de pedazos. Uno de ellos fue a parar a manos de uno de los supuestos investigadores de FANE, quien proclamó de inmediato que se trataba de algo que la humanidad era incapaz de fabricar. Afirmaron que el gobierno ocultaba los cadáveres de los alienígenas. En general, los defensores de los FANE eran paranoicos que veían conspiraciones por todas partes, y con sus actividades sólo conseguían causar problemas a los funcionarios que tenían que procesar las solicitudes de información.
—Entonces, ¿no crees en los «platillos volantes», Kai Allard?
—No se trata de creer o no creer —contestó Kai, encogiéndose de hombros—. No sé si hay alguien «allí fuera», y en realidad no me importa. Si realmente viniese ahora un alienígena y nos llevara a casa, aceptaría encantado.
—Por eso vamos al radiotelescopio, ¿no?
Kai no dijo nada y se subió la cremallera del mono. Había dicho a Deirdre que esperaba que pudiesen utilizar el radiotelescopio para enviar un mensaje codificado al espacio. Sabía, y estaba bastante seguro de que ella también lo sabía, que cualquier mensaje enviado de esa forma tardaría siglos en llegar a Nueva Avalon y al menos dos décadas en alcanzar el planeta más próximo de la Mancomunidad Federada. Ambos sabían que era casi descabellado esperar que una Nave de Salto permaneciese aún varada en el sistema estelar y fuese capaz de transmitir el mensaje, pero pensaron que valía la pena probar.
Lo que Kai no le había dicho era que conocía los dispositivos secretos de comunicaciones que había desarrollado la Mancomunidad Federada para romper el monopolio de ComStar sobre las comunicaciones interestelares. Las «cajas negras» enviaban los mensajes a una velocidad mucho menor que los generadores de hiperpulsación de ComStar, pero conseguirían que un mensaje enviado a la Mancomunidad Federada llegase antes de que se hubieran hecho tan viejos que ya no les importase que acudieran a rescatarlos.
Kai no sabía si aquella instalación tenía una máquina de fax o no, pero no podía dejar sin investigar aquella posibilidad. Lamentaba tener que ocultarle aquella información, pero sólo la conocía gracias a su padre y a lo que había oído de niño. Compartir esa información, incluso con la mujer a la que amaba, habría supuesto violar la confianza de su padre y ponerla a ella en un peligro innecesario.
—Creo que es lo mejor para encontrar un taxi galáctico que nos saque de esta roca —dijo Kai por fin, echándose la mochila a la espalda—. Calculo que tardaremos un par de semanas en llegar a las montañas. Cruzaremos el paso Tedesco y llegaremos al monte Sera. Entonces enviaremos el mensaje y esperaremos.
A pesar de su aparente calma, Kai sabía que no sería tan sencillo. Tenían que cruzar el bosque nacional Vorrei, rodear una ciudad y dos pueblos y subir hasta la falda de las montañas. El viejo bosque sería un trayecto pintoresco, con sus altos pinos y sus claros dorados, pero los agotaría. Cuando llegasen a su destino, estarían exhaustos y con la ropa hedía jirones.
—¿Estás seguro de que esa instaladón se encuentra allí? —preguntó Deirdre, guardando el mapa en su mochila.
—Totalmente seguro —respondió Kai mientras esparcía con el pie las cenizas de la pequeña hoguera—. En la Academia Militar de Nueva Avalon asistí a una conferencia del profesor Todor Meir. Habló de las investigadones que estaban realizando, evitando escrupulosamente toda mención del lugar donde había estado. Más tarde, en la recepción, observé que llevaba un reloj de submarinismo y empezamos a hablar de la pesca submarina. Entonces mencionó el Mar Negro de Alyina. Con un mínimo trabajo detectivesco compuse el rompecabezas, y mi padre confirmó la exactitud de mis deducciones.
Deirdre sonrió cuando llegó a su altura.
—De tal palo, tal astilla, supongo.
Kai la miró, buscando algún indicio de su antiguo odio, pero su hermoso rostro no mostró nada de eso.
—Me gustaría creerlo —reconoció di.
Deirdre saltó sobre un tronco caído.
—¡Oh!, creo que puedes estar tranquilo en ese sentido. Sé que tus padres están muy orgullosos de ti.
—¿En serio? —exclamó Kai, que sintió una oleada de orgullo en el pecho que lo sorprendió—. ¿Qué te hace pensar eso?
Deirdre dio unos pocos pasos en silencio entre las sombras del bosque antes de responder.
—Cuando tuve que declarar en Outreach sobre tus actos en Twycross, pude verlo en sus ojos. Aunque yo quería herir a tu padre, sólo podía decir la verdad. No creo que puedan estar más orgullosos de ti, Kai. Tu pasado te ha convertido en la clase de persona que me gustaría ser.
—No digas eso. Has hecho cosas maravillosas y aún harás muchas más.
—Estoy tratando de redimir las cosas que hizo mi padre —dijo ella, encogiéndose de hombros—. Mi pasado no me ha ayudado mucho en lo que he intentado.
Kai meneó la cabeza en sentido negativo y subió por la ladera de una colina apoyando los pies en las raíces sobresalientes como si fueran peldaños.
—Estás demasiado obcecada por lo que crees que son los pecados de tu padre. Tal vez Peter Armstrong no fuese el mejor padre del universo, pero tampoco creo que seas hija suya en realidad.
—¿Qué?
—Mira, dijiste que querías remediar lo que hizo tu padre a la Mancomunidad Federada. Podrías haber elegido millones de formas distintas de hacer eso. —Kai la ayudó a subir a lo alto del promontorio y continuó—: Elegiste la medicina como el camino por el que realizas tu contribución a la Mancomunidad Federada. Creo que es porque tu verdadero padre, Roy Lear, era médico. Creo que, al elegir lo que ibas a hacer el resto de tu vida, lo hiciste a partir de tu entorno real.
»Claro que yo no sé nada de esto. Debería dejar las cuestiones psicológicas a los profesionales.
—Nunca lo había visto desde esa perspectiva-reconoció Deirdre, recogiéndose mechones sueltos de sus cabellos—. Siempre vi a mi padrastro como un mentor, no como un padre. Lo amaba, pero no de la manera normal.
—¿Y quién dice qué es lo normal? —inquirió Kai con una risa suave, mientras pensaba en su propia familia—. Mis padres siempre tenían que irse por una razón u otra: cenas oficiales, reuniones en otros planetas, guerras que planificar y combatir... La lista era interminable. Aun así, procuraron que supiéramos que nos amaban. Tenían confianza en nosotros y querían que nos convirtiésemos en lo que deseáramos ser. A pesar de que a veces tardábamos meses en volver a verlos, es posible que eso fuese mejor que tener siempre cerca a un padre que nunca te amase lo suficiente. Tal vez no pueda definirse mi infancia como normal a ojos de un extraño, pero fue normal para mí.
—Eres bastante inteligente para ser un soldado, ¿sabes? —dijo Deirdre, tomándolo de la mano.
—¿Eso crees?
—Bueno, salvo por dos cosas que me estaba preguntando.
—¿Cuáles?
—¿Nuestra ruta al monte Sera no nos llevará peligrosamente cerca de Dove Costoso? —preguntó ella, arrugando la nariz—. No me gusta estar en el mismo continente que ese vicecapiscol de ComStar.
—Supongo que tendremos que suspender nuestro plan de tomar té con él —contestó Kai, y le dio un apretón tranquilizador en la mano—. Rodearemos la ciudad en un área lo bastante amplia para evitar ser detectados y capturados. Estaremos cerca, pero no tanto. ¿Y la otra cosa?
—Explícame otra vez por qué no nos hemos quedado con el aerocamión.
El MechWarrior hizo una mueca de disgusto.
—El camión no habría sido adecuado para el viaje que vamos a hacer. Nos habríamos visto obligados a seguir las carreteras o terreno poco escabroso.
»Además, al programar el aerocamión para que recorra todos los sectores de búsqueda, espero haber confundido a quienes nos puedan estar persiguiendo. No sabrán cuándo o dónde dejamos el vehículo, y devolverles el cuerpo del Elemental les causará algunos problemas. Al menos, ganaremos tiempo al obligarlos a enviar a otro cazador en nuestra busca.
—Creo, Kai, que ése no es un hecho que me gustaría contemplar.
Kai asintió y notó que se le erizaban los cabellos del cogote. Miró a Deirdre y dejó que se le contagiara su sonrisa.
Incluso creyó que la sensación de temor que crecía en su mente no era más que una fría brisa que agitaba el cuello de su ropa.
★ ★ ★
—¡Yo envido que no usaré el lanzamisiles con mi armadura! —rugió un elemental.
—¡Pues yo no utilizaré el láser! —gritó otro. Taman Malthus saltó sobre la barandilla que rodeaba el pequeño anfiteatro donde los miembros de su unidad envidaban por el derecho a perseguir a Dave Jewell. Cayó con ambos pies bien apoyados en el suelo, como si clavasen pilotes en el subsuelo de rocas. Vestido sólo con unos calzones y unas sandalias, apretó los puños y miró con severidad a los dos hombres que quedaban en el escenario.
—Sois patéticos. Sois todos patéticos —rezongó Malthus, paseando la mirada por todos los miembros de su estrella—. Vais a cazar a un nombre, no un BattleMech.
—Pero ya ha visto lo que le hizo a Corbin, capitán estelar.
—Lo he visto. Le hizo un corte, lo golpeó y le rompió la espalda. Luego lo ató como a un animal al que llevase al mercado. Lo sujetó a ese aerocamión y lo lanzó en una carrera alocada a través de los sectores de búsqueda. Eso complica las cosas, pero no nos indica si Jewell es bueno o si Corbin era simplemente estúpido.
Malthus señaló el edificio de la administración de su estrella y añadió:
—Los laboratorios han analizado la daga de Corbin y han encontrado residuos de sangre. Jewell fue herido y podría estar en mal estado. Poner en marcha el camión pudo ser un recurso desesperado para hacernos perder su pista.
—Envido... —empezó una mujer. Malthus la hizo callar con un gesto.
—Tu envite no vale nada, porque mi propio envite es «nada» —dijo, y levantó los puños a la altura de los hombros—. Lo venceré con las manos desnudas.
—¿Cómo? —exclamó otro Elemental—. No tenemos ninguna pista del lugar donde está ahora.
—Sí que la tenemos. Está herido y debe de saber que no puede esperar eludirnos en los bosques durante mucho tiempo. Eso quiere decir que tiene que regresar a un lugar lo bastante grande para que pueda perderse y, muy posiblemente, ponerse en contacto con los partisanos.
El líder de los Elementales cruzó los brazos sobre su musculoso pecho y concluyó:
—Concentraremos nuestra búsqueda en Dove Costoso y sus alrededores. Nos cruzaremos en su trayectoria y lo encontraremos. Ha matado a uno de mis hombres, y eso lo convierte en algo más que una molestia para el vicecapiscol Khalsa. Sí, encontraremos a ese Dave Jewell y entonces, cuando crea que está a salvo, su vida estará en mis manos.
Capítulo 27
Lotban
Zona de ocupación del Clan de los Lobos
17 de abril de 3052
Phelan gruñó cuando otra reluciente marca en la silueta de su 'Mech le indicó el lugar donde el Elemental había arrancado otro pedazo del blindaje.
—¡Pequeño cabrón! Si sales donde pueda verte, te mataré. Pero no te encuentro.
Las acciones de Edick sorprendían a Phelan. Durante el ritual, su contrincante había alardeado con orgullo de sus anteriores victorias en la competición, dando una larga relación de sus hazañas. Phelan no esperaba que en este combate se dedicara a esconderse y atacar a hurtadillas.
Se había sentido feliz cuando Natasha sacó la moneda que había quedado por encima en el tubo y había dicho:
—Phelan, usted es el cazador. ¿Cómo va a cazar?
—Quiero una caza aumentada —había dicho él, mirando a Edick con una amplia sonrisa.
Creía que así iba a causar problemas al Elemental, pero el gigante se mostró tan indiferente como si Phelan hubiese pedido pistolas de agua a veinte pasos. Phelan sabía que Edick había vencido en todos sus enfrentamientos anteriores del Derecho de Sangre y siempre había optado por luchar con los puños contra sus adversarios. En el primer combate había matado a un piloto aeroespacial, y luego había enviado al hospital a dos MechWarriors. En lugar de ponerse nervioso por el primer combate en que estaría en clara desventaja, Edick sondó con calma y dijo:
—Lucharemos en el parque industrial Camelot de Lothan.
En el instante en que Phelan vio el lugar elegido por Edick, comprendió que tenía buenos consejeros. Numerosos edificios grandes y pequeños componían aquel moderno centro industrial, todos ellos fabricados con materiales semejantes que convertían el parque en un mundo de acero y de espejos. Por orden del ilKhan, el complejo había sido evacuado para preparar el combate. En algún lugar de aquel laberinto de espejos, un Elemental esperaba a Phelan.
El sol poniente pintó de sangre todos los cristales.
Phelan cambió el escáner de luz visual a infrarrojos, pero volvió a conmutar la modalidad enseguida para no quemarse la vista. El calor reflejado por los cristales inutilizaba el sistema de infrarrojos.
Por lo que podía imaginar, Edick se había colocado en el interior del gran edificio que se hallaba a su izquierda. Yendo de piso en piso, o quizá sólo abriéndose paso a través de los tabiques interiores, el Elemental disparaba su pequeño láser contra Phelan desde la seguridad de su guarida.
Otro MechWarrior habría lanzado su máquina directamente contra el edificio, pero a Phelan no le gustaba hacer eso. Sabía que Edick creía que él se resistía a causar daños en una propiedad ajena para defenderse. Sin embargo, para Phelan, su resistencia a entrar brutalmente en un edificio se debía a que era la única solución obvia al problema, y a que no se sentía totalmente cómodo con el 'Mech que pilotaba.
Aunque se suponía que la libre elección del lugar compensaba la ventaja conseguida por el ganador del sorteo, los Clanes tomaban otras medidas para asegurar que los combates del Derecho de Sangre fuesen lo más justos posibles. Así, se entregó a Phelan un Mercury para luchar contra Edick, en lugar de autorizarle el uso de su Wolfhound. Aquel 'Mech ligero era conocido por su capacidad en misiones de reconocimiento, pero su armamento era sólo un poco superior al de un Elemental. Ninguna de las armas del 'Mech podía acabar con Edick de un solo disparo; por este motivo le habían asignado este BattleMech.
—¡Todo lo que tengo son láseres, que no sirven de nada contra estos malditos edificios llenos de espejos! —exclamó—. Daría mi brazo derecho por tener una simple ametralladora para poder disparar a estos ventanales.
Phelan apretó los puños y las manos mecánicas del Mercury imitaron su gesto.
Los edificios que lo rodeaban se alzaban a una altura de diez pisos, que equivalía al triple de su altura. Su contenido de metales, tanto en los materiales de construcción como en los equipos, inutilizaban su escáner magnético. La luz del sol también anulaba el escáner de infrarrojos. Phelan se concentró, por tanto, en la imagen de luz visual, pero sabía que las posibilidades de localizar los orificios por donde Edick le disparaba eran nulas. Mientras permaneciese en aquel edificio, Phelan estaba en desventaja.
Accionó un interruptor de la consola para conectar el micrófono a los altavoces exteriores.
—¡Sal y pelea como un hombre, Edick! —exclamó.
—¡Ven a buscarme, Phelan! —resonó una voz en el desfiladero de cristal.
El tono jactancioso de Edick impidió a Phelan golpear la pared del edificio con el puño y avanzar con toda la mole de su'Mech.
—Si pudiera... —murmuró, pero calló al oír el eco de sus palabras.
Por una milésima de segundo, temió haberse traicionado a sí mismo; entonces, se le ocurrió una idea que lo hizo reír.
—Sí, podría salir bien...
Conectó de nuevo el micrófono y los altavoces exteriores. Luego aumentó la entrada del micro y la salida de los altavoces. El acoplamiento se convirtió en un agudo crescendo que le hizo rechinar los dientes. Desconectó los altavoces de su casco y aumentó al máximo el control de volumen de los exteriores.
Al unísono con el espantoso gemido del acoplamiento, las paredes de cristal que había a su alrededor empezaron a vibrar. De pronto, toda una pared del edificio se hizo trizas y cayó al suelo en lo que parecía una lluvia de brillantes. Parte de aquel granizo mortal cayó sobre el Mercury, pero Phelan no le prestó atención y se concentró en el edificio donde se escondía Edick. Donde antes sólo veía un reflejo, ahora veía despachos y pasillos con los indicios del avance azaroso de un Elemental por el edificio. La situación le recordó a Phelan la imagen del corte perpendicular de una casa infestada de ratas. Era como si su táctica hubiese pillado por sorpresa una enorme rata en el quinto piso.
El Mercury levantó su brazo derecho y se encendió el láser medio que llevaba en el antebrazo. El rayo impactó de pleno en el Elemental, que parecía intentar apartarlo con las manos. Phelan se maravilló de su audacia y se preparó para un segundo disparo.
—Se acabó, Edick —dijo.
De súbito, el mundo explotó y una bola de fuego amarillo envolvió todo el edificio en un instante. La figura de Edick siguió siendo visible durante un segundo como una silueta negra y luego desapareció entre las llamas. La onda de choque golpeó al Mercury y lo arrojó contra di edificio que se hallaba a su espalda. El 'Mech perdió el equilibrio y su cabeza y sus hombros atravesaron las tres plantas inferiores.
Phelan se preparó para el impacto contra el suelo apoyando con fuerza el neurocasco contra el respaldo de la silla de mando. El golpe fue fuerte y Phelan quedó aturdido por unos momentos. Luego, se encontró mirando la columna de un atrio abierto en el centro del edificio. Giró la barbilla del 'Mech para ver el agujero que había abierto.
Entonces, el edificio en llamas empezó a desplomarse sobre él.
Phelan dio un golpe con los talones del Mercury a los cimientos de ferrocemento para torcerlos. Extendió las piernas al máximo y el tronco del 'Mech atravesó el edificio en el que estaba atrapado. Levantó los brazos y los echó atrás, se agarró al terreno y arrastró el 'Mech hasta liberarse en parte de la estructura que lo aprisionaba. Con otro poderoso impulso de sus piernas, consiguió salir del todo.
Puso el 'Mech de bruces, apoyó las manos y los pies en el suelo y se incorporó. Mantuvo la máquina equilibrada mientras otra explosión sacudía toda el área. Se volvió y vio que el edificio en llamas se había desplomado sobre el otro donde había estado atrapado. El segundo edificio, muy dañado por el agujero abierto por Phelan en sus plantas inferiores, se dobló poco a poco y enterró al primero.
A lo lejos, Phelan vio las luces de emergencia de los bomberos civiles, que acudían para evitar que se propagase el fuego. Hincó una rodilla del Mercury y quitó algunos escombros de la carretera con la mano. Luego contempló las llamas de la pira de Edick y meneó la cabeza.
—Has muerto por un Nombre de Sangre, Edick. Nosotros, los Clanes, nos enorgullecemos de ser superiores a los habitantes de la Esfera Interior; pero me pregunto si puede considerarse civilizado un pueblo que causa toda esta destrucción en nombre de la vanidad.
★ ★ ★
Phelan pulsó el botón de paro de imagen del visor de holovídeos.
—¿Lo ves aquí, en su láser pequeño? —preguntó, señalando un cono borroso que rodeaba la boca del láser de Edick—. Parece una especie de junta de goma. Abría un agujero en una de las ventanas, apoyaba la junta a los bordes y me disparaba.
Natasha sonrió con frialdad y dijo:
—Edick había destruido las conducciones de gas del edificio, dejando que éste se llenase de gas natural. Ya había cortado la corriente eléctrica para que una chispa no hiciese volar en pedazos su trampa. Esa junta de goma le permitía disparar el láser sin iniciar el incendio.
Ranna, que se hallaba de pie detrás del sofá donde estaba Phelan, apoyó las manos en los hombros de éste.
—Con esos disparos, esperaba tentarte a atacar el edificio —dijo—. Si chocabas contra él, Edick sólo tenía que saltar lejos y utilizar el láser...
—... o el lanzamisiles de MCA para encender la hoguera —acabó la fiase Phelan, estremeciéndose. Miró sonriendo a Ranna cuando ella le dio un cariñoso apretón en los hombros.
—Esa explosión habría sido más que suficiente para causar daños graves a tu Mercury —prosiguió Ranna—. Lanzando los restos del edificio sobre ti, se habría asegurado de tu muerte.
—Te habrías cocido allí dentro —dijo Natasha en tono horrorizado—. Por lo general, un Elemental no se atreve a entrar en las luchas del Derecho de Sangre por un nombre que no sea el de un Elemental. Sin embargo, el nombre por el que luchas es tan valioso que todos quieren intentarlo. Además, Edick lo hizo muy bien en las primeras fases.
—Derrotó a tantos contrincantes como yo —argüyó Phelan.
—Cierto, pero la suerte del Derecho de Sangre juega un papel muy importante. Lo malo es que los Elementales no pueden permitirse un combate justo. No puede considerarse que disparar cohetes Inferno y hacer explotar edificios sea la manera correcta de ganar un Nombre de Sangre.
—Edick tenía que hacer algo. Si hubiera luchado contra mí en campo abierto, lo habría aplastado.
—Sin duda. Por eso debió esperar a que quedase vacante el Nombre de Sangre de un Elemental. Jugó fuerte y perdió aún más.
La puerta se abrió de forma repentina, poniendo En a los comentarios de Natasha. Phelan se levantó de un brinco al ver que entraba el ilKhan Ulric. Los tres se pusieron firmes hasta que Ulric hubo cerrado la puerta.
—Descansen —dijo Ulric, y sonrió.
Phelan y Ranna se asieron las manos a la espalda, mientras que Natasha se sentó en una silla y recogió la cerveza que había estado bebiendo.
—Perdóname, ilKhan, pero tienes el aspecto de un hombre que ha sobrevivido a una batalla.
—¿Una batalla? Querrás decir toda una campaña —dijo el ilKhan, apoyándose en el respaldo de la silla que estaba al lado de Natasha—. Los Halcones de Jade están haciendo todo lo posible para compensar lo de Twycross, mientras que los Gatos Nova y los Jaguares de Humo intentan recuperar sus pérdidas tras el asedio de Luthien. Los Osos Fantasmales, los Víboras de Acero y los Tiburones de Diamante quieren un tratamiento igualitario con el resto, y todos quieren conseguir sus ventajas a costa del Clan de los Lobos.
—¿Los Tiburones de Diamante? No sabía que formasen parte de la fuerza invasora.
—El Consejo decidió que la batalla era lo bastante significativa para aconsejar la activación de fuerzas adicionales de los Clanes. —Hizo una seña hacia el sofá—. Sentaos, por favor. —Miró la botella que sostenía Natasha y dijo a Phelan—: ¿Te importa traerme una de ésas?
Phelan se arrodilló ante la pequeña nevera sobre la que estaba el visor de holovídeos.
—Es Ttmbiqui oscura. Ragnar la consiguió gratis en Lothan mientras yo me dedicaba a conseguir un nuevo récord de incendios. Es importada de un planeta próximo a la frontera con la Liga de Mundos Libres. —Se encogió de hombros con timidez y añadió—: Era la cerveza de moda en el Nagelring.
—Cualquier cosa que me quite este sabor amargo de la boca me parecerá fantástica.
Ulric recogió la botella, quitó la tapa y bebió. Luego cerró los ojos y se relajó.
—Es buena. Recordadme que conquiste ese planeta.
Natasha se apoyó en el brazo derecho de la silla. El acolchado blanco resaltó el color negro de su mono cuando puso las piernas encima.
—¿Ya has discutido las asignaciones de tropas para la batalla con ComStar? —inquirió.
—Les he dicho que creía que veinticinco galaxias era una respuesta apropiada al compromiso de ComStar de utilizar cincuenta regimientos. Tocan a tres galaxias por cada uno, y las cuatro restantes corresponden al Clan de los Lobos por derecho.
—Por supuesto —asintió Natasha.
—Eso desencadenó una verdadera tormenta. De inmediato, envidé eliminar dos de las galaxias extras, pero los demás presionaron para conseguir más concesiones. Percibieron, con total acierto, mi deseo de ganar la batalla y actuaron para impedirlo. Me he visto obligado a mantener todas las tropas del Clan de los Lobos en la reserva durante los cinco primeros días de la batalla. —Ulric mostró una hosca sonrisa que produjo un escalofrío a Phelan—. Querían mantenemos fuera durante dos semanas, pero conseguí reducido a cinco días.
—Como si la batalla de Tukayyid fuese a durar dos semanas—se mofó Natasha—. Aunque habría disfrutado con el aterrizaje, creo que poder elegir los combates después de haberse consolidado los frentes tampoco está nada mal.
—El problema está en que esos idiotas empezaron a envidar entre ellos por el derecho a ser los primeros en aterrizar. Los Jaguares de Humo ganaron el derecho, pero creo que sacrificaron demasiadas cosas. Los demás no sienten por ComStar más que desprecio, a causa de su mensaje pacifista y porque creen que aplastarán fácilmente a las fuerzas de Focht. No tienen en cuenta las fuerzas aéreas, de caballería y de artillería de ComStar. De hecho, estoy bastante seguro de que los coroneles y capitanes estelares envidarán también entre ellos y reducirán sus fuerzas todavía más.
A Phelan no le gustó lo que implicaban las palabras del ilKhan ni su tono escéptico.
—Venceremos a ComStar, ¿quiaf? Quiero decir que, bueno, toda mi vida he oído extrañas historias sobre ComStar y sus 'Mechs escondidos, pero nunca he visto nada que pruebe que tienen cincuenta regimientos. ¿Qué probabilidades hay de que Focht se estuviese marcando un farol?
—No puedo saberlo, y esta frase debería servir de respuesta a ambas preguntas. —Ulric sorbió otro trago de cerveza y añadió—: Tú eres el autor del informe sobre Focht y sabes cómo fueron otras batallas con el enemigo al que nos enfrentamos. Si Focht dispone de cincuenta regimientos, eso equivale a casi cuatro mil 'Mechs. Si empezamos con las veinticinco galaxias que hemos comprometido, menos las cinco galaxias de los Lobos, ellos tendrán una ventaja de mil 'Mechs el primer día. Si suponemos que las fuerzas aéreas, de caballería y de artillería de ambos bandos están equilibradas, nuestras fuerzas siguen siendo sólo un setenta y uno por ciento de las suyas.
—Cada uno de nuestros 'Mechs tendrá que destruir 13 'Mechs de ComStar sólo para mantener la igualdad —intervino Ranna, acurrucada en su asiento—. Por supuesto, suponiendo que el despliegue sea total; pero sabemos que los otros Clanes negociarán a la baja parte de su fuerza. Los Jaguares de Humo y los Gatos Nova ni siquiera se acercaron a ese porcentaje de destrucción en Luthien.
Natasha rió en voz baja.
—No sé por qué estáis tan preocupados. Dejad que los otros metan la pata el primer día. He odiado a ComStar desde la primera vez que hablé con uno de esos serviles acólitos para negociar un contrato con los Dragones. Eso me basta para motivarme y para asegurarme de que los Guardias destruyan a todos los que se opongan a ellos.
»Porque los Guardias van a luchar, ¿quiaf? —agregó, volviéndose hacia Ulric.
—Af Natasha, af —contestó Ulric, levantando las manos en señal de rendición—. No estoy loco. Sé que, si no incluyera a los Guardias, tú encontrarías la manera de participar en la fuerza invasora. Prefiero tenerte a mi lado que contra mí.
»Pero basta de esta charla, porque no he venido a hablar de estas noticias. He venido a felicitar a Phelan por haber vencido en su cuarto combate para reclamar su Derecho de Sangre.
—Gracias, mi Khan —contestó Phelan, que tenía una cuestión aún más importante en la cabeza—. Si vamos a combatir en Tukayyid dentro de dos semanas, ¿el combate final se celebrará antes o después de la batalla con ComStar?
—Después, me temo.
—¿Lo teme? No lo entiendo.
—Es posible que tú o tu enemigo en la final muráis en la batalla —dijo el ilKhan casi en un susurro—. Te apremio a que vayas con mucho cuidado y vigiles tu espalda.
—No estará insinuando que Vlad o Conal intentarían algo en Tukayyid, ¿verdad?
—Sí —respondió Ulric—. Una vez decidida la batalla de Tukayyid, te enfrentarás a Vlad en la batalla final por el Nombre de Sangre de Cyrilla Ward. Si tienes problemas y la fuerza que está más cerca de ti es el Undécimo de Guardias de Wolf, no esperes que se apresurarán a acudir en tu socorro. No te matarán de manera deliberada, pero podrían dejar que fuese ComStar la que decidiera el ganador de la competición del Derecho de Sangre.
Capítulo 28
Nave de Descenso Dao, Hexare
Comunidad de Sian, Confederación de Copela
20 de abril de 3052
El Señor de la Casa, Ion Rush, se arrellanó en su silla cuando la figura embozada se sentó frente a él.
—Tiene aspecto cansado —le dijo.
Su visita rió por lo bajo.
—Siento cansancio, sí, pero eso no puede ser malo para alguien que ya ha muerto, ¿no?
Rush sonrió e incluso logró levantar la comisura de la boca, donde una cicatriz le partía la mejilla hasta el lóbulo de la oreja.
—Cuando oí que había muerto a manos del asesino enviado por Romano, no podía creerlo. Cuando recibí su mensaje, creí que era un engaño. Incluso estando frente a usted, aquí y ahora, me cuesta creer que nos hayamos embarcado en esta empresa.
—Es demasiado tarde para arrepentirse, amigo mío —dijo el visitante, y su puño enguantado golpeó el brazo de la silla—. Incluso aceptarme a bordo de su nave es traición. Su vida está en peligro y la perderá si alguno de sus hombres sospecha de mi presencia a bordo de la Dao.
—No malgaste sus pensamientos con temores de traición. La Casa de Imarra es ciegamente leal a mí y a la Casa de Liao.
—Y estamos de acuerdo en que Romano se ha convertido en una amenaza de primer orden para la continuidad de la Casa de Liao.
—Cierto. Si Hanse Davion no estuviese tan preocupado con esos invasores, habría aplastado a la Canciller por su audacia. ¡Zorra perversa! —Rush controló sus emociones e hizo un esfuerzo para aflojar los puños—. En cuanto a la amenaza a mi vida, ¿cuándo no he estado en peligro en los últimos veinte años? Como Romano se refugió detrás de un edificio que yo defendía, sobreviví a la purga que se desencadenó después de su marcha de Sian. Tuve la suerte de vencer en algunas batallas contra los invasores de Andurien y más tarde derroté a una unidad de Guardias de Marik. Por todo eso, Romano elevó la Casa de Imarra a la categoría de unidad de protección personal, pero sabemos que nuestro verdadero deber es salvaguardar el linaje de Liao, no a la mujer que está sentada en el trono.
Rush tenía cierta esperanza de que su voz no hubiera dejado traslucir su total devoción por el deber, pero la risa ronca de la persona invitada le indicó que se había expresado con total sinceridad.
—Debo pedirle que no se preocupe —dijo—. Mi cuenta pendiente es con Romano y su cónyuge. Ojo por ojo, diente por diente. Creo que mis hijos son muy capaces de cuidar de sí mismos. Sólo espero que mi intervención facilite su misión.
—Se lo agradezco —dijo el hombre de cabellos oscuros, sonriendo amablemente—. Eliminado ese obstáculo, no tendré problemas para cumplir con mi deber.
—¿Cuál es el horario?
—Saltaremos a Sian dentro de dos días; la unidad Kearny-Fuchida necesita todo ese tiempo para cargarse. Cuando lleguemos, nos dirigiremos a Sian a velocidad normal. Espero que aterricemos en el planeta alrededor del ocho de mayo. Ya he hecho todos los arreglos que usted necesitaba, de modo que podrá resolver su asunto y marcharse al cabo de una semana.
—Excelente, Rush, excelente —dijo la visita, frotándose los nudillos de la mano—. Usted tendrá el gobierno estable que desea y yo tendré lo que quiero: venganza. A Anales de la primera quincena de mayo, el destino de la Esfera Interior habrá cambiado para siempre.
Capítulo 29
Paso Tedesco, Alyina
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
1 de mayo de 3052 (Día uno de la Operación Escorpión)
Kai hizo señas de forma exagerada a Deirdre para que avanzara.
Contempló el sendero cubierto de hierba que los conducía a la parte más elevada del paso. Se aferraba a la ladera como un saliente excesivamente ancho. A su izquierda, unos peñascos de granito jugaban al escondite en un pinar como aquel que Deirdre y él habían atravesado durante la mayor parte de las dos últimas semanas. A esta altura, los árboles eran cada vez menos frecuentes, pero a Kai le gustaba caminar a campo abierto y notando el calor del sol poniente en el rostro.
A la derecha, el terreno descendía como si el suelo del valle se hubiera hundido. Aunque se alzaban algunos árboles, incluso por encima del nivel del sendero y de la meseta a la que se dirigían, la disposición geográfica del lugar seguía proporcionando a Kai una vista despejada del área que se extendía al norte y al oeste del paso. A lo lejos podía ver Dove Costoso, agazapada como una cantera en medio del bosque. Más allá, las montañas donde habían empezado el viaje ocultaban poco a poco el disco rojo del sol.
Deirdre llegó a la altura de Kai y lo tomó de la mano.
—Estoy exhausta, Kai —dijo—. Creo que la presión atmosférica es menor aquí.
—El cansancio te hace más bonita —repuso Kai, dándole un beso en la punta de la nariz—. Yo también noto el cambio de presión. Si seguimos andando un centenar de metros, llegaremos a un terreno llano. Podemos acampar para pasar la noche; mañana bajaremos por el otro lado y llegaremos al monte Sera.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Deirdre, apartando un mechón de pelo de su frente de un soplido—. Si hubiese sabido que este viaje sería así, me habría rendido cuando estábamos en Dove Costoso.
—Tal vez habrías tenido un acompañante —dijo Kai con un suspiro.
Deirdre lo había obligado a ir más despacio, pero no podría haber llegado hasta allí sin ella. Acepté la responsabilidad de ir con ella, como ella aceptó la de ir conmigo. Si no hubiésemos colaborado, ninguno de nosotros habría llegado tan lejos.
—¿Qué? —exclamó ella—. ¿Quieres decir que ahora podría ser la invitada del vicecapiscol?
—Sin duda —respondió Kai, ayudándola a subir por la ladera—. Podrías ser su invitada. Estoy seguro de que agradecería tus habilidades en la cama.
—Sólo en sus sueños más fantásticos.
—Bueno, al final lo dejamos bastante maltrecho —comentó el MechWarrior, sonriendo—. Y Dios sabe que me he curado mucho antes gracias a tus cuidados.
Ella lo abrazó por la cintura cuando llegaron a la meseta.
—Tú y yo nos entendemos especialmente bien. La verdad, dudo que me llegue a interesar tanto por el estado de Khalsa como me intereso por el tuyo.
Cerca del extremo occidental de la meseta, Kai se quitó la mochila y dejó el rifle automático encima de ella. Luego abrazó a Deirdre y la besó.
—Podría tratarse de un estado crónico, doctora —le dijo—. Tal vez tenga que cuidarme durante mucho tiempo.
—También atiendo a domicilio... —susurró ella, acercándolo más a su cuerpo.
—Es una escena enternecedora, señor Jewell y doctora Lear, pero me temo que tendrán que desfogarse en otra ocasión —dijo una voz.
Kai se dio la vuelta despacio y llevó a Deirdre a la izquierda, lejos del limite de la meseta. Por el tono bajo de la voz de aquel hombre, comprendió de inmediato que sólo podia tratarse de un Elemental, e increíblemente grande. El nombre que entonces vio frente a él encajaba con aquella descripción de una forma mucho más perfecta de lo que esperaba. Tenía los cabellos rubios muy cortos, y sus gélidos ojos parecían totalmente extraños para el MechWarrior. Sólo iba ataviado con calzones cortos y sandalias de cuero.
A sus espaldas, otros tres Elementales salieron de detrás de los árboles del perímetro de la meseta al sur y al este. Uno se desplazó para impedirles cualquier posibilidad de volver por donde habían llegado, mientras que otro bloqueó el camino hacia el noreste. Los tres iban vestidos con monos y armados con cuchillos, pero ninguno de ellos había desenfundado sus armas.
Su jefe se llevó la mano al pecho y declaró:
—Soy Taman Malthus, capitán estelar a cargo de la estrella triple de Elementales de Alyina. Deseo aplaudir sus esfuerzos por huir. Seguirlos y capturarlos ha sido un auténtico desafío.
Por sus gestos y su tono de voz, Kai comprendió que aquellas palabras eran realmente un cumplido.
—Se lo agradezco, capitán estelar —respondió, y apoyó la mano en la pistola que colgaba del lado derecho de su cadera—. Quiero subrayarle que voy armado con una pistola, de modo que ¿por qué no se van ahora usted y sus hombres, e impedimos que las cosas vayan a mayores?
Malthus asintió con un gesto despreocupado que inquietó a Kai.
—Es una pistola de agujas Mauser & Gray. Teniendo en cuenta mi tamaño, necesitaría unos tres disparos dirigidos a mi cabeza o a mi pecho para conseguir matarme. En ese tiempo, dado que los proyectiles no tienen una masa capaz de detenerme, yo habría recorrido la distancia que nos separa y lo habría lanzado al vacío. Al mismo tiempo, uno de mis ayudantes mataría a la doctora Lear.
—Su último cazador intentó utilizar a Deirdre contra mí.
—¿En serio? —inquirió Malthus. y se irguió—. Pagó su estupidez con la vida.
El Elemental miró a Deirdre y le hizo una seña de que se apartase de Kai. Ella miró a Kai, que asintió con la cabeza.
—Le prometo, señor Jewell, que no la utilizaré contra usted. De hecho, si consigue derrotarme en combate singular, ambos serán libres de proseguir su camino.
Kai bufó con desprecio.
—Ése fue el mismo trato que me propuso Corbin, pero lo desmintió en pleno combate. Estoy seguro de que usted puede ofrecerme algo más.
—Puedo y lo haré —contestó Malthus con una corta reverencia—. Me encargaré de que una Nave de Descenso los lleve de vuelta con los suyos.
—A la doctora Lear, a mí y a todos los prisioneros de guerra de la base Tango Zephyr —propuso Kai, poniendo los pulgares en el cinturón.
—A ComStar no le gustará que me lleve sus prisioneros, pero cualquier cosa que moleste al vicecapiscol Khalsa me complacerá. Bien negociado y trato hecho. —Malthus se volvió a sus hombres y les dijo—: Ya habéis oído nuestro acuerdo. Si Jewell me vence, os encargaréis de que mi parte sea cumplida.
—Af capitán estelar —asintieron. Kai se quitó el cinturón con el arma y lo arrojó sobre la mochila, al lado del rifle. Dio un paso apartándose del borde de la meseta y estiró la pierna derecha.
—Supongo que no le importa —dijo—. Subir por esa ladera me ha dejado un poco rígido.
Malthus imitó su gesto nexionando unos muslos que eran casi tan gruesos como el torso de Kai.
—No querría que estuviese en desventaja. En realidad, esperar a que llegase a este lugar también me ha dejado algo rígido.
—¿Cómo nos ha encontrado?
—Supusimos que se dirigirían a Dove Costoso para confundirse entre la gente. Cruzamos su ruta, que se dirigía al norte de la ciudad. El mapa nos mostró que no tenía ningún lugar adonde ir, salvo este paso y salir del valle Costoso. Los estamos esperando desde esta mañana.
Mientras Kai cambió de lado para estirar la otra pierna, vio que Deirdre lo miraba fijamente.
—No tienes por qué hacer esto —le dijo—. Puedes rendirte.
El Elemental meneó la cabeza en sentido negativo mientras su mirada parecía penetrar hasta el alma de Kai.
—Es un guerrero, mujer —declaró—. Todavía no ha sido capturado, y la libertad está a su alcance.
—La muerte no es libertad. Sólo tienes que rendirte. No quiero que mueras, Kai.
—En cierto sentido, Deirdre, no luchar sería como morir —replicó Kai, empezando unas torsiones del tronco—. Capitán estelar, si me mata, asegúrese de que Khalsa no se apodere de ella.
—Acepto —repuso Malthus, sonriendo—. En honor suyo por haber matado a Corbin, la convertiré en sirviente de los Halcones de Jade.
—¡Esto es una estupidez! —exclamó Deirdre, y rogó a Malthus—: Capitán estelar, hágalo sirviente a él. ¿Por qué tiene que matarlo?
—Nunca lo deshonraría con esa oferta.
Kai asintió con gesto muy serio al oír aquellas palabras.
—Y si yo fuese a rendirme, nunca me haría esa oferta.
—Pero si te rindieses, seguirías vivo —insistió Deirdre.
Kai quería ir a abrazarla, pero dijo en cambio:
—Deirdre, no lo entiendes. Así como tú eres médico, yo soy guerrero. Tú utilizarías todas tus técnicas y conocimientos para mantener viva a una persona, y ahora yo puedo hacer lo mismo.
—¡Pero no moriría para salvar a alguien!
—Con suerte, tampoco moriré. —Kai miró al Elemental y le dijo—: Si está listo, yo también. Empecemos.
—Estoy preparado —contestó Malthus, y adoptó una postura de lucha—. Comience.
Kai era muy consciente de que perdería en un combate muy largo. Se echó atrás, amagó una patada lateral a la cabeza con el pie derecho y acabó lanzándola a la rodilla derecha. El Elemental levantó el brazo izquierdo para bloquear la patada a la cabeza y desvió parcialmente la patada baja con la diestra. Aun así, el ataque alcanzó su objetivo y Kai se apartó antes de que Mathus pudiese atraparlo.
El Elemental se frotó la rodilla y asintió con la cabeza.
—Es muy buen luchador, señor Jewell. Entiendo por qué cayó Corbin ante usted. Quizás él lo subestimó, pero yo no cometeré el mismo error. —Se irguió e hizo señas a Kai para que se adelantara—. ¡Vamos, otra vez!
Kai atacó de nuevo; pero, mientras su pie derecho cruzaba el aire por donde había estado la cabeza de Malthus unos momentos antes, el Elemental se agachó, giró a la izquierda y se colocó a la espalda de Kai. Algo duro y pesado golpeó a Kai en la columna, empujándolo hacia adelante. Sintió un restallido de dolor en la espalda y en las piernas, que quedaron como adormecidas.
Kai cayó de bruces, pero se dio la vuelta de inmediato. Entonces vio que el pie derecho del Elemental pisaba el lugar donde había caído. Levantando la pierna derecha, golpeó el muslo de Malthus con los dedos del pie y se apartó rodando por el suelo.
Se irguió despacio, sintiendo dolor en el centro de la espalda. ¡Por la sangre de Blake! Casi me ha dejado inválido con un solo golpe, y nada de lo que hago parece hacerle mella. Vio que el Elemental se volvía hacia élsin ninguna señal de debilidad en su pierna derecha.
Ríndete, Kai, siseó una vocecilla en su cabeza. Pon fin a esta farsa.
El Elemental se abalanzó sobre Kai. Su mano derecha voló hacia su cabeza, y el MechWarrior levantó el brazo izquierdo para bloquear el golpe mientras lanzaba su diestra hacia la mandíbula. Notó que su puño daba en el blanco y el Elemental soltó un gemido.
El puñetazo de Malthus empujó el brazo de Kai hacia su cabeza, y éste impactó en ella como el estallido de una bomba. Una lluvia de puntos de todos los colores del arco iris brilló ante sus ojos y pareció que se le diluían las rodillas. No pudo recobrar el equilibrio y cayó al suelo. En la boca notó sangre y polvo. Se llevó la mano a la cara y, cuando la apartó, estaba húmeda y manchada de sangre; estaba sangrando por la nariz.
Unas manos enormes lo sujetaron por un muslo y por el cuello. Malthus lo sacudió en el aire y lo arrojó tres metros más allá. Cayó pesadamente al suelo, rodó y quedó tumbado de espaldas. Una constelación de estrellas seguía brillando ante sus ojos y el atardecer parecía haber acelerado hasta la medianoche.
Entonces, Malthus lo agarró por la pechera y lo obligó a incorporarse. Le dio un puñetazo en el estómago que encorvó a Kai y le hizo expulsar el aire de los pulmones; a continuación, un rodillazo en las costillas lo hizo tambalearse. Mientras intentaba mantenerse en pie, sentía que le dolía el estómago y le ardían los pulmones. Consiguió mantenerse erguido, aunque apoyándose en una mano y con la rodilla hincada. Quería gritar que se rendía, pero le faltaba aliento para poder hablar.
Lleno de pánico y casi ciego, Kai levantó la mirada a tiempo para recibir otro puñetazo del Elemental que lo derribó al suelo. Intentó apartarse, pero sólo lo logró en parte y quedó de costado en lugar de yacer otra vez por completo en el suelo. Dio una patada a ciegas y notó que tocaba algo, pero no tenía idea de dónde había golpeado a Malthus.
La primera bocanada que llegó a sus pulmones le quitó el pánico, pero no logró eliminar su desesperación. Has fracasado, Kai. Toda tu vida se reduce a esto: ciego, desangrado y moribundo. Es una lástima que tus padres tengan que vivir avergonzados, y que Deirdre tenga que presenciarlo. El dolor de las costillas y del estómago subrayaba la ignominia de la derrota.
—¡No! —aulló como respuesta. No me rendiré. No lucho por Deirdre, ni por mis padres, ni por la posteridad. Lucho por mí mismo—. ¡No me va a vencer!
Kai se levantó y se concentró en su respiración para aliviar el dolor. Frente a él, Malthus se incorporaba despacio, dándose un masaje en la pierna derecha. Kai se secó la sangre de la nariz en la manga e hizo señal al Elemental para que avanzara.
—¡Vamos! Debemos acabar con esto antes de que se haga demasiado oscuro.
Malthus se acercó con cautela y una leve cojera. Kai sabía que su única posibilidad de vencerlo estaba en estrangularlo hasta dejarlo inconsciente, pero una acción así lo dejaría indefenso a un severo castigo. ¡No importa, es preciso hacerlo!
Kai esperó hasta que Malthus puso en el suelo el pie derecho. Entonces se abalanzó sobre él. Avanzó el pie izquierdo, levantó el derecho y giró en una patada que impactó en la oreja derecha de Malthus. Vio que el Elemental giraba la cabeza, pero por la fuerza del golpe comprendió que Malthus sólo la movía para amortiguar el efecto.
Entonces, Malthus descargó su puño derecho sobre Kai. Éste se desplomó en el suelo y su brazo derecho golpeó en sus costillas, dejándolo sin aliento. Rebotó y giró torpemente por el aire. Kai oía un rumor como de truenos, y vio unas luces parpadeantes en el cielo, pero no pudo entender el sentido de una cosa ni de la otra.
Bajó la pierna derecha para intentar caer de pie, pero algo se enredó en su pie y rodó de costado. Tras bajar la otra pierna, vio que su mochila y su cinturón le sujetaban los pies y la meseta desaparecía debajo de su cuerpo.
Sin poder respirar, ni siquiera gritó cuando se precipitó en la oscuridad.
★ ★ ★
Khalsa vio que Dave Jewell caía de la meseta en el momento en que uno de sus soldados mataba a uno de los Elementales. Detrás de él, el jefe de paracaidistas gritaba una y otra vez:
—¡Abajo! ¡Abajo! ¡Abajo!
La brigada paracaidista, con su equipo de color plateado brillando en el cielo nocturno, descendió con facilidad sobre la meseta.
El piloto encendió los focos e iluminó la meseta con una luz más intensa que si fuese mediodía. Hizo una seña de confirmación a Khalsa, que se ajustó el micrófono y anunció:
—Aquí el vicecapiscol Khalsa de ComStar. Por orden de la Primus Myndo Waterly, nuestra Bendita Orden ha tomado el control de Alyina. En todos los lugares del planeta, sus hombres han sido detenidos o, por desgracia, eliminados, capitán estelar Malthus. Ahora, usted es nuestro prisionero.
Malthus se levantó despacio y sacudió la cabeza para despejarse.
—¡Perro stravag —exclamó—. ¡Le arrancaré el corazón con las manos desnudas!
—¡Vamos, vamos, capitán estelar! ¿Es ésta la manera de tratar a su anfitrión?
Khalsa se frotó las manos y se rascó parte de la corteza de la herida debajo de la escayola.
—Podría haber ordenado a mis hombres que lo mataran ahí mismo, pero no creo que quiera que haga eso. Y tampoco creo que sea usted el único que padece este infortunio. La Operación Escorpión está asediando a todos los invasores.
Khalsa apagó los altavoces y ordenó:
—Llamad a los otros helicópteros para que vengan a buscar a los prisioneros. Los llevaremos de vuelta a Dove Costoso hasta que tengamos que enviarlos al centro principal de Valigia. —El piloto asintió, y Khalsa volvió a sonreír—. Operación Escorpión... ¡me encanta! —Señaló a Malthus y exclamó—: ¡Te he clavado mi aguijón!
Capítulo 30
Ciudad Avalon» Nueva Avalon
Marca Crucis, Mancomunidad Federada
1 de mayo de 3052 (Día uno de la Operación Escorpión)
Hanse Davion alivió el dolor de su hombro izquierdo con sus fuertes dedos mientras miraba a su esposa. Todavía era la esbelta mujer con la que se había casado un cuarto de siglo antes, aunque ahora llevaba puesta una máscara de ira que había visto en raras ocasiones en todos aquellos años. Debería haberlo irritado e impulsarlo a replicar, pero sabía de qué pozo extraía aquella había y no podía culparla por ello.
—¡Hanse, no puedes dejar que Victor siga con ese plan! No importa lo que diga Morgan, ambos sabemos que es una operación desesperada con muchas posibilidades de acabar en una catástrofe. —Melissa Steiner-Davion miró a su marido con sus ojos, de un tono gris apenas más claro que las primeras luces del alba—. Si lo dejas continuar con esto, lo matarás.
Hanse se levantó de la silla y le sujetó las muñecas. Ella intentó liberarse, pero él la mantuvo agarrada con firmeza.
—¡Melissa, por favor! Quiero a Victor tanto como tú. Si creyera que este plan es un suicidio para él o para sus hombres, lo abortaría de inmediato. Ya lo sabes. Y también sabes que no puedo detenerlo.
—¡Oh, los Davion! —Hanse la soltó y ella le dio la espalda—. Hanse, aquí, en nuestros aposentos privados, he conocido las pasiones que existen en lo más profundo de tu ser. Cada vez que observo cómo miras las grabaciones de las batallas, veo que querrías estar allí, en el fragor del combate. A veces creo que los Davion han nacido hechos para el campo de batalla como algunos perros son criados para la caza.
Melissa fue hacia una ventana, y la luz de la luna bañó sus cabellos con luz plateada.
—En tu caso, es algo más que deseo: es hambre —sentenció.
—Entonces, tu miedo no es por que maten a Victor —dijo Hanse— sino de que vuelva con la gloria del matador, ¿verdad? —Melissa se estremeció. Hanse lamentó de inmediato sus palabras y suavizó su tono—. Sé que esperabas torcer la afición natural de los Davion a la guerra, educando a Victor más como un Steiner que como un Davion. Sí, los Steiner han triunfado en la guerra, pero su fuerza siempre se ha basado en la negociación y en la administración de sus vastas posesiones. Los Steiner son, ante todo, estadistas; y guerreros, sólo en segundo término.
—¿Acaso es malo? —replicó Melissa, volviéndose de repente y enjugándose una lágrima de la mejilla—. ¿Es un delito esperar que mis hijos y mis nietos vivan en una época y en un universo en que la guerra sea sólo una opción secundaria? No, nunca recibí entrenamiento de MechWarrior y por eso no puedo entender por completo la relación que mantenéis con vuestras máquinas. Habláis de los 'Mechs como vuestros amigos, como fieles compañeros que son destrozados o mueren y luego resucitan para volver a combatir. A veces, suena como si los MechWarriors creyerais que no sois vosotros quienes causáis los disparos y las muertes, sino vuestros 'Mechs.
»Eso reduce la guerra a batallas de máquinas contra máquinas; sin embargo, ambos sabemos que es un concepto falso. Los Davion encontráis la gloria en la guerra. Tu hermano Ian, del que Victor ha tomado su segundó nombre, murió en una batalla por un planeta seco que no significaba nada para él ni para quienes se le oponían. Nunca debió siquiera acercarse al mundo de Mallory, y no obstante fue allí donde murió. ¡Y tú, cuando Nueva Avalon fue atacado hace veinte años, fuiste inmediatamente al combate y jamás pensaste en pedir ayuda!
Melissa apretó los puños, y Hanse sintió que su corazón se encogía de dolor.
—Y ahora mi hijo, mi Victor —prosiguió ella—, ha preparado un plan que lo llevará a territorio enemigo en una misión que podría no servir para nada más que recoger una caja con los restos de Hohiro Kurita. El riesgo no vale la pena.
Hanse apretó el puño izquierdo, pero lo aflojó para tratar de aliviar la presión que sentía en el pecho.
—No discutiré contigo los méritos relativos de los objetivos de esta misión. Aunque señalas que Hohiro podría estar muerto ya, el esfuerzo de rescate será significativo para el Condominio. Esa acción, llevada a cabo por Victor a petición de Omi Kurita, podría sellar el acuerdo que hicimos Theodore y yo, extendiéndolo a la próxima generación y quizás a las posteriores.
Hanse inspiró hondo y soltó el aire poco a poco.
—Ian murió en el mundo de Mallory —prosiguió— porque no quería pedir a sus soldados que hicieran una labor que no habría hecho él mismo. Murió defendiendo a sus hombres. Contuvo a las fuerzas de Kurita que los perseguían, consciente de que iba a morir. Debió de presentir algo antes incluso de partir hacia esa misión, porque me obligó a prometerle que no iría en su busca.
»A menudo desearía haber incumplido aquella promesa —añadió, sentándose en el borde de la cama—. Así, quizás Ian habría sobrevivido.
—Le enviaste apoyo. Por desgracia llegó demasiado tarde.
—Eso no importa, amor mío. Lo importante es que Ian, como Primer Príncipe de la Federación de Soles, tenía el derecho de ponerse en peligro. Él lo eligió y lo llevó a cabo según sus términos. Escogió aquella misión porque creía que era un reto que sólo él podía afrontar.
—¿Te das cuenta de que la mayoría de los Davion creéis que vuestro nombre quiere decir en realidad «mesías»? —comentó Melissa con una media sonrisa.
El Príncipe asintió con gesto solemne.
—Tienes razón en más sentidos de lo que crees. Un gobernante no sólo tiene el derecho de poner en peligro su vida, sino que tiene el deber de hacerlo. A través de su ejemplo, debe mostrar que las causas que son importantes para la nación trascienden la importancia de su propia vida o muerte.
»Yo estaba aquí —continuó, dando unas palmadas sobre el lecho— la noche que los Comandos de la Muerte aterrizaron en Nueva Avalon. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, no sentí pánico ni miedo, sino rabia de que se hubiesen atrevido a violar la santidad de mi planeta. Me enfureció que tuvieran tan poco respeto por mí y por mi pueblo como para atreverse a atacarnos. Fui a buscar mi 'Mech para defender Ciudad Avalon, pero sobre todo para demostrar al enemigo que nada hará que nos acobardemos en su presencia.
»Aquella noche, la lucha fue terrible, pero también fue necesaria para preservar la Federación de Soles y su futuro. Me permitió demostrarme a mí mismo, y a los demás, que era digno de la enorme confianza y poder que la Federación de Soles había puesto en mis manos. Ahora le toca el turno a Victor.
—No —repuso Melissa—. Victor conoce sus responsabilidades y sus deberes como heredero del trono de la Mancomunidad Federada. Hay ocasiones en que esas responsabilidades, como la de mantener la estabilidad del gobierno, deben prevalecer sobre nuestro sentido de la aventura.
—Si crees que esto es una manera de ir a la aventura, Melissa, subestimas enormemente a tu hijo —contestó Hanse, entornando los ojos—. A Victor se le acabaron las ganas de aventuras en Trell I. Aprendió a ser un líder en Twycross, y aprendió a perder en Alyina. Conoce sus responsabilidades mucho mejor que tú o yo cuando teníamos su edad, y ésta es su manera de demostrar que puede aceptarlas. Si no puede derrotar a los Clanes con su estrategia y su planificación, y con el entrenamiento al que ha sometido a los Espectros, nunca se creerá digno de ser nuestro heredero.
—Es una locura poner tanto valor en una misión insensata.
—Estás equivocada, esposa —replicó el Príncipe, sintiendo que unos pequeños tentáculos eléctricos le envolvían el lado izquierdo del cuerpo—. Si Victor fracasa en esta misión, jamás subirá al trono. Sabrá que es incapaz de afrontar los desafíos que se plantearán al próximo Príncipe Arconte.
—Morirá —susurró Melissa, horrorizada—. Morirá como murió Ian.
—No. Victor es demasiado listo. Sabe que, si no puede realizar esa labor, seguirá teniendo valor. Es el legado de los Steiner. No permitirá que sus pasiones de Davion se impongan a la lógica teutónica.
—No vas a cancelar la misión de Victor —dijo Melissa, mirando a Hanse con ojos implorantes—. Nunca pensaste hacerlo, ¿verdad?
—Victor es mi heredero, no mi títere.
Melissa inclinó la cabeza para expresar su resignación.
—Entonces, que Dios te proteja, Victor —dijo.
—Amén —contestó Hanse.
Un brillante fogonazo iluminó la ventana; segundos después, un fuerte estrépito resonó en la noche. Melissa se revolvió y miró entre las coranas.
—¿Qué ha sido eso?
El Zorro sonrió mientras notaba que remitía el dolor del costado.
—Parecía un camión que llevaba productos petroquímicos tóxicos que giró para no tener un accidente con un coche y fue a estrellarse contra el muro que rodea el edificio principal de ComStar.
—Veo llamas cerca del centro de la ciudad —dijo Melissa. Volvió lentamente la cara hacia su marido mientras sonaban las sirenas—. ¿Te han implantado unos amplificadores para los oídos?
El Príncipe se levantó de la cama y rodeó a su esposa con sus brazos.
—Recibimos un mensaje de Theodore Kuríta diciendo que ComStar podía intentar imponer una Interdicción sobre toda la Esfera Interior —explicó—. Alex pensó que podía ser oportuno que se produjera un pequeño accidente que obligase a evacuar el complejo de ComStar, y yo estuve de acuerdo. Por supuesto, será preciso mantener en cuarentena a todos los funcionarios y acólitos para asegurarnos de que no sufran efectos secundarios a causa del accidente. Y tendremos que limpiar toda el área de contaminación. Podrían pasar años hasta que las instalaciones de ComStar volvieran a ser seguras.
—¿No temes otra Interdicción?
—No. En realidad deberíamos ocupar el ochenta por ciento de las instalaciones. Podemos usarlas, junto con nuestras máquinas de fax, para eludir cualquier Interdicción. La Primus podría alentar rebeliones en algunos planetas si no conseguimos apoderarnos de los generadores de hiperpulsación, pero enviar alimentos inspira más lealtad que unas noticias venidas de un lugar lejano. Los planetas que deseen unirse a ComStar deberán confiar en ComStar para recibir provisiones.
—Eso es lo que le espera a la rebelión —comentó Melissa sonriendo, y entrelazó sus dedos con los de Hanse, que la seguía teniendo abrazada por la cintura—. Entonces, ¿«productos químicos tóxicos» fue lo mejor que se te ocurrió?
—En realidad, fue la Primus la que me dio la inspiración —dijo Hanse, ensanchando su sonrisa—. ¿Qué mejor que un camión de transporte de insecticida para librarnos de una plaga de insectos? ¡Vaya con la «Operación Escorpión»!
Capítulo 31
Tukayyid
Distrito de intervención de ComStar
República Libre de Rasalhague
1 de mayo de 3052 (Día uno de la Operación Escorpión)
Por primera vez en todos sus años de servicio en ComStar, Anastasius Focht comprendió hasta qué punto la Primus podía creerse una especie de Diosa Madre de una humanidad a punto de nacer. En su cuartel general, oculto en las profundidades de las montañas Tamo, un mapa de Realidad Virtual Interactiva que representaba el continente septentrional de Tukayyid se extendía a su alrededor. Se paseaba por las imágenes de las montañas creadas por ordenador como un titán, con su traje y su casco de RVI.
Sobre su cabeza, flotando como un halo fuera de su campo de visión, un círculo construido a partir de la miríada de vistas recibidas de sus estaciones de vigilancia y sus tropas giraba en medio de un abigarrado abanico de colores. Sólo levantando la mano derecha y bajándola, colocó la banda de informes al nivel de sus ojos. Caminó más despacio hasta detenerse cuando seleccionó una vista en particular. La amplió hasta que lo envolvió por completo, transportándolo a la llanura de Przeno. Las otras vistas giraron hacia el techo y desaparecieron mientras se oían cada vez con más fuerza las conversaciones del enlace de radio.
—Confirmado, jefe. Los Halcones de Jade están descendiendo sobre nosotros.
A lo lejos, Focht vio cuatro Naves de Descenso que activaban sus retropropulsores, preparándose para descargar lo que transportaban. Todas aquellas naves esféricas colgaban inmóviles sobre el llano, chamuscando los campos de trigo, mientras un 'Mech tras otro de un núcleo de los Halcones de Jade saltaban de su vientre blindado. Procurando evitar los chorros de propulsión de iones de la Nave de Descenso, aunque sin importarles el fuego que ardía en los campos, los 'Mechs de los Halcones de Jade fueron avanzando hasta ocupar sus posiciones defensivas.
Focht abrió un canal de comunicación.
—Capiscolesa Gesicki, ya puede retirar a sus exploradores —dijo.
—Mis hombres no tienen miedo, Capiscol Marcial —repuso Anna Gesicki, con un tono de voz que revelaba tanto temor como irritación—. Los Leones Blancos aguantarán.
Focht sonrió a su pesar.
—No dudo de la capacidad de combate de sus tropas, capiscolesa. Está contemplando un núcleo de los Halcones de Jade. Como recordará, parecen tener problemas con la táctica de guerrillas que ha utilizado la Mancomunidad Federada contra ellos. También recordará que el error del príncipe Victor Davion en Alyina fiie enzarzarse en un combate antes de lo necesario. Tiene el complemento completo de fuerzas aéreas, artillería y caballería. Úselos tal como hemos planeado.
—Sí, señor —respondió Gesicki con voz vacilante—. Sólo quería decir que mis exploradores están dispuestos a permanecer en su puesto hasta que llegue el momento de retirarse.
—Entendido, capiscolesa. Ese momento ha llegado. No queremos que los Halcones los descubran en su avance. Cuando ataquen su primera línea, quiero que se lleven una sorpresa.
—La tendrán, Capiscol Marcial. Ya retiro a los exploradores, señor.
—Muy bien. Recuerde que los Leones Blancos deben jugar con los Clanes como el gato con el perro: arañar, bufar, parecer más grande de lo que es en realidad y huir. Haga que dediquen recursos a golpes que no causen contraataques.
Focht interrumpió la comunicación alargando la mano y bajando el zoetropo, que giró hasta que Focht eligió un marco de color gris. Con un sencillo gesto de la mano, lo seleccionó y lo dejó colgando en el cielo azul sobre Przeno. El individuo que parecía estar atrapado en su interior apartó la mirada de la pantalla de un ordenador y dijo:
—A su servicio, Capiscol Marcial.
—Necesito que se comprueben algunas cosas, Hettig —dijo Focht—. Los Halcones de Jade están bajando a la llanura de Przeno. Los Jaguares de Humo han aterrizado en las montañas Dinju y el delta del Racice. Los Tiburones de Diamante están en el valle de Kozice, los Osos Fantasmales han llegado a Spanac y a Luk, y los Gatos Nova han descendido sobre Joje, Tost y Losije.
—Correcto, señor —contestó el comtech.—. Los Víboras de Acero se hallan en un vector de llegada orientado hacia las fuentes del Hladno dentro de una hora. Nuestras fuerzas situadas en esas áreas han sido alertadas.
—Excelente. ¿Alguna noticia de Brzo o Skupo?
—No, señor. Parece que los Lobos no han picado el anzuelo.
Focht frunció el entrecejo, porque no podía creer que Ulric declinara su invitación a atacar esos dos lugares. Había puesto allí las divisiones 66ª y 278ª, y había comunicado a Ulric que eran dos de las mejores de ComStar. Focht estaba seguro de que los ComGuardias podrían resistir el ataque de los guerreros del Clan de los Lobos si seguían su estrategia.
—No se apresure en sus juicios, Hettig. ¿Tiene algún indicio de que los Lobos se hayan comprometido? ¿Se han supervisado e identificado con éxito todas las Naves de Descenso?
El rostro de Hettig se deformó en una mueca.
—Si los Clanes tienen alguna fuerza en este planeta que no conozcamos, me presento voluntario a luchar contra ellos armado con un abrelatas.
—No es necesario que tome una decisión tan drástica, señor Hettig —contestó Focht, haciendo un gesto con la mano que hizo sonreír a su imagen en el visífono de Hettig.
El entusiasmo de Hettig era un reflejo de lo que sentían todos los ComGuardias. Después de veinte años de entrenamiento, por fin tenían la oportunidad de demostrar lo buenos que eran. Tanto si luchaban por orgullo personal como por salvar a ComStar, sus tropas estaban ansiosas de combatir y contentas de poder hacerlo en Tukayyid.
—La respuesta a la pregunta que está buscando, Capiscol Marcial, es ésta: por lo que hemos podido determinar, los Lobos no se han desplegado en esta batalla.
El análisis de Hettig confirmó lo que Focht suponía. ¿Por qué no? ¿Por qué se ha impedido actuar a Ulric? Se mordisqueó el labio inferior. Si se había impedido al ilKhan desplegar sus fuerzas, eso podía anunciar su caída del poder. En tal caso, el pacto establecido entre ellos podía considerarse rechazado. Fuera cual fuese el resultado, todo se habría perdido.
Al analizar esa posibilidad, Focht la rechazó. Si se hubiese anulado el pacto, los Clanes habrían vuelto a negociar la batalla. Aunque hacían envites entre ellos por el derecho a dirigir el ataque contra los diversos objetivos que les proporcionaba ComStar, nadie le había ofrecido volver a envidar por toda la batalla. No, Ulric vendrá, pero los otros lo deben de haber marginado. Pensaron que era una batalla rápida y no querían que él participase y la ganase.
Focht asintió para sí. Ulric les ha permitido hacerlo para mantenerse fuera del primer día de combates. Bajará a Brzo y Skupo, pero sólo después de ver cómo reaccionan mis tropas. Está utilizando a los otros como arietes, y espera que habré comprometido mis fuerzas de reserva antes de que descienda.
—Señor Hettig, ponga todas las unidades de reserva en espera. Quiero que todas pierdan un batallón para formar el Sexto Ejército de la reserva.
—Anotado, señor.
—Bien.
Focht sabía que su estrategia le llevaría todo el día, si sus hombres ejecutaban los planes que les había ordenado. En el aspecto organizativo, los ComGuardias estaban divididos en doce ejércitos. En Tukayyid se había asignado un área de aterrizaje de los Clanes a cada uno de los siete ejércitos de ComStar. Los más pequeños y menos experimentados se mantenían en reserva para reforzar a sus compañeros si surgía la necesidad. Además de la 66ª División, que había sido trasladada desde una unidad de reserva al Quinto Ejército para recibir a los Lobos, el resto de los ejércitos mantenían la integridad operativa que habían conocido en sus destinos anteriores.
Cada uno de los ejércitos estaba dividido a su vez en seis divisiones. A diferencia de las fuerzas del resto de la Esfera Interior, los ComGuardias estaban organizados como unidades combinadas integradas. Mediante el entrenamiento, Focht había conseguido suprimir los normales celos entre ellos y unirlos en unidades de combate terriblemente eficientes.
Si la Esfera Interior hubiese concebido jamás cuál era nuestra verdadera capacidad, habría intentado destruirnos hace mucho tiempo. Las unidades blindadas serían las primeras en atacar a los Clanes; luego, las fuerzas aéreas y el ruego de artillería les permitiría dispersarse y reagruparse para hostigar los flancos. A continuación atacarían los 'Mechs de Tos ComGuardias, que desaparecerían de inmediato, obligando a los Clanes a moverse constantemente. Dado que cada división actuaba de manera autónoma y trabajaba en colaboración con otra, podían presionar a los Clanes poco a poco.
—Si todo va según lo planeado.
—¿Disculpe, Capiscol Marcial? —preguntó Hettig, mirando a su comandante en jefe con perplejidad.
—Nada, sólo pensaba en voz alta —repuso Focht—. ¿En qué zonas hay más conflictos?
—Nadie dispara todavía, pero en Dinju y Spanac parecen estar a punto de... —Hetting se llevó una mano al auricular—. Prioridad Uno-Alfa, llega un mensaje para usted, procedente de la Primus.
La irritación borbotó como ácido en el estómago de Focht.
—Lo escucharé aquí, en Przeno —dijo.
Se volvió mientras la imagen de Hettig crecía y se desvanecía en una lejana nube. La cara de Myndo Waterly apareció en lugar del ayudante.
—Primus, el asalto ha empezado —comunicó Focht.
La mujer de cabellos blancos asintió con gesto sereno; luego levantó bruscamente la cabeza y dijo:
—Pero tú no estás en un 'Mech.
—No, ni lo estaré a menos que las cosas vayan muy mal —contestó Focht tratando de mantener un tono calmado, pero sus palabras estaban teñidas de inquietud.
—Sin embargo, mantener el cuartel general inmóvil fue lo que dio problemas a las fuerzas del Condominio en Teniente —alegó Myndo, reprochando a Focht su insensatez con la mirada—. ¿No aprendiste nada de aquellos hechos?
—Desde luego que sí, Primus. Desde este bunker, todas las comunicaciones están encaminadas a la red de comunicaciones del planeta. Llegan a las subestaciones a través de cable óptico. Por supuesto, los mensajes están cifrados y se emiten directamente desde las subestaciones o se envían a un satélite, que los reenvía a nuestras fuerzas. Nos cuesta quizás un par de segundos de tiempo de transmisión, pero en definitiva obliga a los Clanes a dedicar fuerzas a tratar de averiguar nuestra ubicación.
»Esta comunicación tuya está ocupando valiosos recursos —agregó, dejando que el ordenador pintase una mueca de desagrado en su rostro.
—Entonces no te voy a entretener mucho —dijo Myndo, con una sonrisa en los labios que a él le pareció fingida—. Sólo quería explicarte lo vital que es tu triunfó para ComStar.
—Me doy perfecta cuenta del carácter crucial de nuestra victoria, Primus.
—Bien, pero quiero que sepas que tú también te juegas algo —continuó la Primus con ojos brillantes; Focht sintió como una brisa de aire gélido en la columna—. Si vences aquí, te daré la recompensa que siempre has deseado.
—No es necesario que me recompenses por cumplir con mi deber, Primus.
—Pero lo haré, amigo mío.
Aquellas palabras, viniendo de ella, sonaron más como una amenaza que como una promesa.
—Es un honor para mí —dijo Focht.
—Será más que eso —repuso Myndo—. Serás exaltado. Si derrotas a los Clanes, te devolveré tu legítima herencia. —La Primus de ComStar irguió la cabeza y concluyó—: Te restauraré en tu antigua gloria y te haré a ti, Frederick Steiner, nuevo Arconte de la Mancomunidad de Lira.
Capítulo 32
Teniente
Zona de ocupación de los Jaguares ¿le Humo
4 de mayo de 3052
(Día cuatro de la Operación Escorpión)
Víctor Davion contempló la pantalla. De forma consciente, sonrió con la expresión de hosca satisfacción que habría esperado de Morgan Hasek-Davion al hablar a las tropas. Iba vestido con un chaleco refrigerante, y el amuleto de Kai colgaba sobre su superficie exterior de kevlar. Pulsó el botón con un dedo enguantado y abrió una línea con cada centro de comunicaciones de la flota de tres naves espaciales que volaban hacia el planeta.
—Dentro de dos días empezaréis los preparativos finales para invadir Teniente —dijo—. Nos encontramos a sólo cuarenta y cuatro horas de la entrada en la atmósfera y todo está ocurriendo de acuerdo con el plan. —Su sonrisa se ensanchó con estas palabras, pero se puso más serio antes de continuar—. Esta misión sigue adelante y nada va a cambiar esto.
»La última vez que una fuerza de la Mancomunidad Federada intentó algo así, todavía éramos la Federación de Soles y muchos de nosotros sólo habríamos podido jugar a ser MechWarriors. Entonces, mi primo, Morgan Hasek-Davion, dijo a sus hombres que la historia se maravillaría de lo que habían conseguido con tan pocos medios. Mostró una confianza absoluta en la capacidad de sus tropas.
»Pues bien, sé cómo lograron triunfar a pesar de que las probabilidades en contra eran abrumadoras. Supe la solución a lo largo del año pasado, trabajando con todos vosotros. Sobrevivimos a Alyina gracias a vuestras agallas y a vuestra determinación para que los Clanes pagasen cada centímetro cuadrado de terreno. Trabajamos duro y permanecimos juntos como una unidad gracias a vuestra resistencia. Aprendimos nuevas tácticas y estrategias y el manejo de nuevas máquinas a causa de vuestro coraje y vuestro deseo de sacaros la espina con los Clanes.
Los ojos de Victor relucían con un brillo duro y frío mientras continuaba su discurso:
—Ésta es nuestra oportunidad de demostrar a los Clanes y a todo el mundo que la Esfera Interior no se resigna a la derrota. Nuestro mayor logro, nuestra mayor victoria, es aquella en la que nadie dispara un solo tiro. Llegamos, encontramos el objetivo y nos vamos, así de sencillo. Si tenemos que combatir, no me cabe duda de que daréis mucho más de lo que recibiréis. Pero no hemos venido a reconquistar Teniente. Estamos en una misión de rescate. Cortaremos cabelleras en otra ocasión.
»Ésta es la primera batalla de los Espectros. No será la última. Mientras nos aproximamos al planeta, id a vuestras máquinas y preparaos. Comprobadlo todo dos y tres veces. Cuando lleguemos, no faltará la acción ni habrá tiempo para cortesías. Cuando lleguemos, empezaremos a escribir una leyenda que perseguirá a los Clanes para siempre.
Victor pulsó un botón para cerrar la comunicación y miró a Shin.
—¿Y bien?
El yakuza asintió con gesto solemne.
—Sus palabras de confianza conseguirán que todos hagan cuanto esté en su mano para justificarla. No envidio a las fuerzas a las que nos vamos a enfrentar.
Galen levantó el pulgar y dijo:
—Después de esto, si sugieres que preparemos una incursión a Sian, la haremos.
A su espalda, una luz roja que estaba sobre un monitor de comunicaciones empezó a parpadear. Victor y Shin se apartaron del campo de visión. Galen se puso la capucha de su túnica y tocó un botón para iniciar la comunicación.
—Aquí la Nave de Descenso de ComStar Serene Foresight —dijo.
—Serene Forestght, aquí el control de tierra de ComStar, sector Kunkai.
—Adelante, Kunkai.
—Forestght, no tenemos órdenes referidas a ustedes ni a Ecstasy of Reason o Valiant Wisdom. Aquí las cosas están un poco fastidiadas. ¿Pueden confirmar su misión?
Galen se recostó.en su silla, pero no dejó que los bordes de la capucha dejaran ver sus ojos.
—Sector Kunkai, no tengo autorización para decir nada más que estamos en una misión con prioridad Beta Predeir. Las órdenes están archivadas como Lima Zafiro cero-nueve-cuatro-cinco.
—Entendido, Foresight. Permanezcan a la espera.
Galen puso el monitor en modalidad de espera.
—Shin, espero haberlo hecho bien.
—Ha sido perfecto, Galen —dijo el MechWarrior del Condominio—. Se supone que esa prioridad nos permitirá entrar y salir con un mínimo de problemas.
Victor tenía los dedos cruzados. Los separó y se llevó las manos a la espalda. Mientras los tres hombres aguardaban en los oscuros y estrechos confines del centro de comunicaciones de la nave recién bautizada como Serene Foresight, Victor deseaba encontrar un lugar donde enchufar su chaleco refrigerante. Observó una gota de sudor que resbalaba por el rostro de Shin y sonrió.
El monitor de Galen emitió otro pitido.
—Adelante, Kunkai —dijo.
—Recibido, Foresight. A causa de la Operación Escorpión, el vicecapiscol ha aplicado una invalidación de prioridad Alfa de su misión. Sus órdenes dicen que tienen tropas a bordo y queremos que las presenten a 45,33 grados norte, 2,10 oeste. Podríamos utilizar su ayuda. Su tiempo estimado de llegada es de cuarenta y ocho horas, ¿correcto?
Victor oyó unas explosiones apagadas de fondo. Miró a Galen y se encogió de hombros. ¿Qué estará pasando?
—¿Tienen problemas con insurgentes de Kurita, Kunkai? —gruñó Galen con voz ronca.
—¿Kurita? ¡Ojalá! —exclamó el hombre con voz tensa mientras resonaba una explosión un poco más fuerte—. Un maldito jefe de los Clanes envió a sus hombres a unas maniobras por sorpresa a principios de esta semana. Cuando fuimos a rodearlos, ya se habían ido. —Otra explosión resonó en la cabina—. Ahora están furiosos.
—Recibido, Kunkai. Seguimos nuestra ruta. Que la Paz de Blake sea con ustedes. Corto.
La mente de Victor se tambaleó de vértigo. ¿ComStar lucha contra los Clanes? ¡Menuda suerte utilizar naves disfrazadas como de ComStar para realizar el rescate!
—¿Qué hacemos ahora, Victor? —preguntó Galen, poniendo los brazos sobre la consola—. Si no nos dirigimos a esas coordenadas, el control de tierra sabrá que no somos de ComStar.
—Y, si lo hacemos, ese jefe de los Clanes nos estará esperando —agregó Shin.
—Cierto. Tenemos que suponer que los Clanes tienen suficiente capacidad técnica para interceptar esa comunicación —dijo Victor con expresión reflexiva—. Ahora que hemos sido identificados como un blanco, los Clanes nos atacarán allá donde vayamos.
—¿Cancelamos la misión? —inquirió Shin.
—¿Volvernos a casa con las manos vacías? Ni hablar —contestó Victor—. Sé que el plan dice que debemos esperar hasta el último momento para tratar de localizar la posición de Hohiro, pero ahora tenemos que actuar antes. Es preciso averiguar dónde está y de qué fuerzas dispondrá cuando lleguemos a él.
—Hai —dijo Shin.
—¿Vas a ayudar a ComStar? —preguntó Galen con una mueca de asco.
—Si fuéramos nosotros quienes estuviéramos en un aprieto, ¿qué haría ComStar? —inquirió Victor con una expresión de diabólica satisfacción.
—¿Cobrarnos el doble por enviar los mensajes?
—¡Exacto! —Victor señaló el monitor—. Di a Kunkai que bajaremos encima de ellos, por lo que deben resistir a toda costa. Asegúrate de que el haz de emisión es lo bastante ancho para que los Clanes también lo reciban. Eso los hará atacar con más intensidad y ambos bandos se destruirán entre sí.
—¡Ala orden! Luego, ¿qué vamos a hacer nosotros?
—¡Eh!, sólo hemos venido en una misión relámpago —dijo Victor encogiéndose de hombros—. No buscamos pelea. Pero, si alguien se cruza en nuestro camino, bueno, daremos a los Clanes más de lo que han pedido.
Capítulo 33
Dove Costoso, Alyina
Zona de ocupación de los Halcones de Humo
5 de mayo de 3052
(Día cinco de la Operación Escorpión)
Sentada sobre su camastro y con la espalda apoyada en lo más profundo de un rincón de su celda, Deirdre Lear estrechó aún más las rodillas contra su pecho. Hundió el rostro en el círculo protector de sus brazos; notó los lugares donde sus lágrimas habían mojado las perneras de su mono, y le dolían las mandíbulas de mantener los dientes apretados para reprimir sus gritos de pesar.
Cuando Kai había intentado explicarle lo que significaba para él la lucha con Taman Malthus, ella se había obligado a sí misma a no juzgarlo. En lo más hondo, sabía que era una locura que combatiese contra un hombre mucho más grande que él. Además, Kai estaba agotado tras la larga caminata y, aunque sus heridas estaban cerradas y curadas, todavía no estaba en plena forma. La lucha iba a ser salvaje y brutal y le hizo evocar el desgarrado fantasma de su padre.
Sin embargo, mientras Kai y Malthus empezaban a combatir, ella vio lo preparado que estaba Kai para el combate. Incluso disfrutó viéndolo hacer fintas y golpear. Sabía que Kai tenía que dar todo de sí mismo y fue un milagro presenciar cómo parecía desvanecerse toda su fatiga. Sus movimientos, sorprendentemente gráciles, y su velocidad la hicieron sentirse orgullosa de haberlo ayudado en su curación.
Mientras intercambiaban golpes, Deirdre clasificaba el daño que se infligían el uno al otro. Se sintió distanciada de una forma extraña, como si estuviese en una clínica viendo operar a otro doctor. En el instante en que Kai dio con el pie en el muslo del Elemental, supo que le había aplastado el tejido muscular y le había roto bastantes vasos sanguíneos. Malthus tendría, como mínimo, un buen hematoma. Incluso podría haberle fracturado el fémur si la patada no hubiese sido tan corta.
Entre golpe y golpe, ella oscilaba el cuerpo de forma involuntaria para evitarlos. Se le formó un nudo en la garganta al ver desplomarse a Kai; pero, cuando volvió a levantarse, ella supo que jamás se rendiría. Una parte de ella quería gritarle que se sometiese, pero respetaba demasiado el coraje que había mostrado él al invitar al Elemental a atacar.
Cuando Kai saltó y dio una patada a Malthus en la cabeza, quiso aplaudir. Cuando el puño de Malthus le dio en las costillas, compartió su dolor; y, cuando cayó al suelo, no esperaba que volviera a levantarse. Comprendió que todo había terminado, pero al menos Kai seguía vivo.
Entonces llegó el helicóptero de ComStar disparando.
Distraída por la violenta muerte del Elemental que estaba más próximo a ella, ni siquiera vio a Kai caer de la meseta.
El agudo dolor que sintió al clavarse las uñas en sus propias palmas la arrancó del final de aquellos recuerdos. Alargó los brazos para arrastrar a Kai otra vez a la meseta; el rítmico estruendo del helicóptero le robó las últimas palabras, los últimos sonidos que podría haber pronunciado Kai.
Kai, Kai, ¡KAI! Ella quería gritar su nombre en voz alta, como no lo había hecho cuando cayó. Y quería gritar a los Elementales metidos en la celda que estaba enfrente de la suya, pero no quería mostrarles cuánto daño le habían hecho. Quizás estuviera físicamente en su poder, pero jamás quebrantarían su espíritu. Ni los Clanes, ni ComStar, ni nadie.
Oyó a lo lejos unos tonos; alguien estaba pulsando el código de la combinación de la puerta en el teclado. Al abrirse ésa, olió a comida. Su estómago gruñó de manera refleja, pero estaba demasiado llena de dolor y tristeza para querer comer nada. Ni siquiera levantó la mirada cuando el desconocido carcelero le pasó una bandeja por debajo de la puerta de barrotes de hierro. Sabía que vendría y se la llevaría más tarde.
El ruido de una llave en la cerradura sí que le hizo levantar la cabeza. A su derecha, al otro lado del estrecho pasillo, vio al trío de Elementales que aún estaban atrapados en su celda. Estaban agarrados a los barrotes con tanta fuerza que tenían los nudillos blancos, y observaban a su captor con un hambre que ningún alimento podía saciar.
Durante la fracción de segundo que los observó, Deirdre encontró un placer perverso en ver que la contusión en el lado derecho de la cara de Malthus aún no había empezado a perder el color.
Desvió sus azules ojos a la imponente figura que abrió la puerta de su celda. Khalsa empujó la bandeja con el pie y cerró la puerta despacio. Le sonrió, y las comisuras de su boca desaparecieron entre los pliegues de sus gordas mejillas. El vicecapiscol, ataviado con su túnica roja, parecía un monje resuelto a cambiar su inclinación al pecado de gula por el de lujuria.
—Doctora Lear, por favor, me dicen que no come nada —dijo, poniendo sus gruesas manos sobre el amplio promontorio de su vientre—. Debí venir antes, pero era preciso reprimir las actividades de unos partisanos de Steiner. Escúcheme: no debe llorar a ese hombre. No era digno de sus lágrimas, Era un canalla que sólo le traía problemas. —Su voz se redujo a un susurro—. Tenía mujer e hijos en la Mancomunidad Federada. Usted vale demasiado para caer en brazos de gente como Dave Jewell.
Deirdre le lanzó la mirada más fría que logró hacer con sus ojos enrojecidos; como no se fiaba de su tono de voz, no dijo nada. Encontró consuelo en el hecho de que Khalsa se refiriese al alias de Kai, porque eso demostraba hasta qué punto se sobrestimaba aquel hombre. Para Kai había sido importante mantener oculta su verdadera identidad y ella había hecho un gran esfuerzo por no traicionarlo. ¡Ni siquiera cuando murió pude llamarlo por su nombre! Nada le haría traicionarlo después de muerto.
Khalsa avanzó, muy despacio, hasta que pudo apoyar sus redondas nalgas en el borde del catre.
—Debe comer para mantenerse fuerte —insistió.
Ella siguió observándolo en silencio. Una gota de sudor nervioso se formó en la frente del vicecapiscol.
—Bueno, iba a reservar esta información para dársela como premio si comía algo, pero creo que su espíritu también necesita alimento. «Alimenta el alma y alimentarás todo», como ha dicho la Primus más de una vez. —Sonrió como un predicador que estuviera preparándose para compartir la buena nueva con un condenado—. Resulta que mis superiores quieren que los Elementales sean trasladados mañana a nuestro complejo principal de Valigia. ¡Usted podrá quedarse aquí, en Dove Costoso, conmigo!
Khalsa juntó las manos como si eso, de algún modo, lo arreglase todo. En su actitud expectante se mezclaban, en una combinación explosiva, el deseo sexual y una inocencia infantil. Cuando Deirdre superó la primera oleada de repulsión, sintió una inyección de adrenalina en su sangre.
—Ya no tendrá que seguir soportando ver a esos asesinos extranjeros —continuó diciendo Khalsa.
De pronto, apoyó la mano derecha en la rodilla de Deirdre como si hubiese puesto el émbolo en un detonador.
Deirdre apartó la pierna y se levantó como una pantera.
—¡No te atrevas, gusano! —le avisó, apretando los puños—. No me quedaría contigo aunque la alternativa fuera ser arrojada al Sol. Tal vez los Elementales sean extranjeros y asesinos, pero nunca hubo la menor duda de lo que eran. Sabíamos que eran enemigos y vinieron tras nosotros sin titubear. Aun así, se comportaron de forma honorable y querían que los combates fuesen justos.
Khalsa palideció hasta que su tez adquirió un tono tan ceniciento como el del suelo.
—Pero... ellos mataron a su amante.
—¿De verdad? —dijo Deirdre, caminando hacia él—. Usted los puso sobre nuestra pista. Nos traicionó. Se ocultaba bajo una capa de supuesta neutralidad, pero nos arrestó y los mandó llamar. ¿A quién hay que culpar? ¿A los perros de la guerra, o a sus amos?
Khalsa se puso en pie de manera apresurada y casi tropezó con la bandeja mientras iba hacia la puerta.
—¡Está loca, mujer! Le he ofrecido evitar pasarse la vida en un campo de prisioneros. —Manoseó una llave con gestos torpes, la insertó en la cerradura y abrió la puerta—. Se ha condenado a sí misma.
Deirdre se abalanzó sobre el gordinflón y le dio una bofetada que le dejó una marca roja y cuatro arañazos en la mejilla.
—¡Animal! Tiene suerte de que le tenga tanto asco que no dedique mi tiempo a pensar las cosas. Con mi formación y mis conocimientos, podría aceptar su propuesta y luego asegurarme de que, durante todo el tiempo que lo dejase vivir, sufriera una agonía insoportable.
Ella se apartó, y Khalsa hizo pasar su voluminosa masa por la puerta de la celda.
—Corra, Khalsa, corra —añadió Deirdre—. Mientras yo viva, nunca estará a salvo. Le atormentaré en sus sueños. Probará mi veneno en su comida y, con cada molestia o dolor, se preguntará si he conseguido mi propósito. —Soltó una carcajada más horrible de lo que jamás pudo imaginar—. ¡Algún día, tendrá razón!
Khalsa, angustiado, cerró la puerta con llave y huyó. Taman Malthus se incorporó con gestos lentos y rígidos y se agarró a los barrotes de su celda con sus enormes manos.
—¡Qué digna pareja de un guerrero es usted! —exclamó.
—No me halague —siseó ella—. A usted no lo trataría mejor que a él. Usted es quien tiene las manos manchadas de sangre. Usted lo mató... no, lo asesinó...
El dolor que había en la mirada de Malthus la sorprendió lo suficiente para no terminar la frase.
—Se equivoca, doctora —dijo el Elemental—. No soy un asesino. Sólo luchando contra los mejores podemos confirmar que somos los mejores. Su amante me derribó, pero yo no estaba derrotado. Él lo sabía, y sabía también que pagaría por su osado golpe. Describir lo que hice como un asesinato convierte a mi dignísimo enemigo en una simple víctima.
Deirdre se agarró a los barrotes de la celda y empezó a temblar.
—Él fue una víctima..., ¡una víctima de esta estúpida guerra!
A medida que se fue diluyendo su excitación, la fatiga y la debilidad pusieron plomo en sus músculos.
—Eso, doctora, es una calumnia. Jewell sabía y aceptaba su papel en nuestra lucha. Era más guerrero que muchos miembros de los propios Clanes. —En un arranque de furia, Malthus tiró de los barrotes, mas éstos no cedieron—. Si ComStar no me hubiese robado la victoria, yo, Taman Malthus, habría cumplido la promesa que les hice a los dos.
¡La muerte de Kai no tuvo sentido! A pesar de la sinceridad del capitán estelar, ella sintió que su espíritu comenzaba a replegarse. El hecho de que Kai hubiera muerto de manera innecesaria la golpeó y ocupó el lugar del trauma por la muerte de su padre. Reforzó su convicción, mantenida toda su vida, de que la guerra y la muerte eran estupideces, los recursos de los débiles. Sabía que Kai también pensaba igual, pero había ido al encuentro de la muerte como una polilla atraída hacia una llama de forma inexorable.
Abrió la boca para decir algo, pero los tonos de la cerradura la interrumpieron. La puerta volvió a abrirse. Sintió renacer la ira cuando vio la mole escarlata de Khalsa; sin embargo, se mantuvo callada al comprender que alguien lo obligaba a entrar en la sala. La luz se reflejaba en su calva, ya que estaba en una postura extraña.
La razón de aquella postura era el cañón de un rifle automático, que apuntaba a su fosa nasal derecha.
—Doctora, no sé si es el momento o el lugar adecuados, pero tengo una molestia —bromeó el hombre que empuñaba el arma, mientras obligaba a Khalsa a entrar—. ¿Es su hora de visitar pacientes?
★ ★ ★
La radiante y evidente alegría en el rostro de Deirdre hizo palpitar más deprisa el corazón de Kai en su pecho. Ella se apartó de los barrotes de su celda y se llevó las manos a la boca, asombrada. Parpadeó y lo miró como si fuera a evaporarse como un fantasma.
—¿Realmente eres tú?
—O soy yo, o el vicecapiscol tiene una terrible pesadilla —repuso Kai, sonriendo y jugueteando con su arma.
—Cabrón... —gruñó Khalsa.
Kai empujó al gordo metiéndole el arma en la nariz.
—Abre la puerta.
—Nunca podréis escapar —dijo el vicecapiscol mientras sacaba las llaves de su cinto.
Kai contuvo las ganas de apretar el gatillo.
—Si quisiera su consejo, le abriría la cabeza y lo buscaría entre sus sesos. Estoy cansado y hambriento, y reboté de una rama a otra de un pino hasta caer pesadamente en el fondo de aquel precipicio. A... bra la puer... ta.
Khalsa obedeció, y Kai lo apartó a un lado. Deirdre salió corriendo y lo abrazó con todas sus fuerzas. A Kai no le importó que volvieran a dolerle las magulladuras, porque sentir su cuerpo y oler su olor le aliviaron todos los dolores.
—Te quiero, Deirdre.
—Eres tú, realmente eres tú. Creía que te había perdido.
Mientras las lágrimas de Deirdre caían sobre su cuello, Kai sintió que le daban un tirón en la cadera derecha. Con el brazo izquierdo alrededor de la cintura de la mujer, la apartó a un lado mientras Khalsa sacaba la pistola de agujas de Kai de su funda. Kai levantó el rifle y golpeó al vicecapiscol en la sien cuando éste iba a apuntarle. Aturdido, el hombre trastabilló hacia atrás y fue a chocar contra la celda de los Elementales.
Malthus pasó las manos entre los barrotes y agarró a Khalsa por el cráneo. Sus músculos se tensaron al girar las manos para torcerle bruscamente la cabeza a la derecha. Cuando el ángulo fue el máximo posible, Kai oyó un crujido y Khalsa se desplomó en el suelo.
El MechWarrior agarró con más fuerza a Deirdre y apoyó la cabeza contra la suya para que no se volviera.
—Gracias —dijo.
Taman Malthus dejó las manos abiertas colgando con gesto aparentemente inocente entre los barrotes.
—Te he privado de una muerte que, por derecho, era tuya.
—Me has salvado de una bala —repuso Kai, aflojando el abrazo—. ¿Cómo estás, cariño? ¿Estás bien para viajar?
Deirdre sorbió por las narices y se enjugó las lágrimas.
—Estoy infinitamente mejor ahora. Creía que estabas muerto.
—Bueno, no creas que me siento muy bien de todos modos —dijo Kai, esbozando una sonrisa—. ¿Lista para una carrera hasta el radiotelescopio? Esta vez utilizaremos el coche de lujo de Khalsa. —Señaló con el rifle a los Elementales y añadió—: Con estos tipos enjaulados, deberíamos conseguirlo.
—Vámonos —dijo ella.
—¡Esperad!
Kai se volvió hacia Malthus.
—¡Ah!, perdona si declino la oferta de continuar nuestro combate. Sé que para ti es una cuestión de honor, pero me obligaste a luchar también contra la gravedad y contra un árbol gigantesco. —Abrió los brazos para que el Elemental pudiera ver bien su mono raído y manchado—. Considérate el vencedor, ¿de acuerdo?
—Lo soy. Y te considero el guerrero más osado que hay en la Esfera Interior.
—¿Yo, un guerrero osado?
—El luchador más valiente que haya conocido desde nuestro regreso a casa —dijo el Elemental, y señaló con la cabeza a Deirdre—. Como le he dicho a ella, yo gané la lucha. El hecho de que quisieras combatir te hace digno de mi respeto y me ha hecho reflexionar sobre la naturaleza de aquellos a quienes nos enfrentamos. Estoy preparado para hacer honor a mi promesa de proporcionarte transporte para salir de este planeta, aunque te pido que me concedas una cosa.
—¿Cuál? —preguntó Kai, entornando los ojos.
—Dime quién eres en realidad. —Malthus levantó una mano para acallar cualquier protesta—. Sé que no eres Dave Jewell. Leí su archivo y sé que era zurdo. Tú no. Debo saber quién eres.
—Capitán estelar Taman Malthus, permítame presentarle al leftenant Kai Allard-Liao —dijo Deirdre sonriendo mientras Kai se sonrojaba.
Malthus se quedó boquiabierto y retrocedió hasta desplomarse en uno de los catres.
—¿Eres el mismo Kai Allard-Liao que estaba en Twycross?
Kai, con las mejillas ardiendo, asintió.
—¿Y el mismo Kai Allard-Liao que echó a perder nuestra emboscada sobre el príncipe Davion aquí, en Alyina?
Kai volvió a asentir.
Malthus lo miró fijamente y luego contempló a los otros dos Elementales que estaban en su misma celda.
—Kai Allard-Liao... —murmuró, y se echó a reír con una carcajada que fue creciendo en volumen e intensidad.
Tuvo que llevarse las manos al estómago y rodó hacia atrás, mientras sus subordinados lo imitaban. Uno de ellos rió tanto que cayó al suelo, en tanto que el otro tuvo que agarrarse a los barrotes para mantenerse erguido.
Kai, atónito, miró a Deirdre, pero ella se encogió de hombros, tan confusa como él.
—De todas las reacciones que he visto al oír mi nombre, ésta es la primera vez que se ríen —comentó.
Malthus se incorporó, tratando de reprimir las convulsiones que lo sacudían.
—Perdona, leftenant, pero no nos reíamos de ti, sino de nosotros mismos. —Otra oleada de risas lo sacudió. Le brotaron lágrimas de los ojos, contuvo otra risa y miró a los ojos al sorprendido Kai—. Eres el auténtico Kai Allard-Liao.
—No te entiendo.
—¿Ah, no? ¿Recuerdas Twycross? ¿Y la trampa al príncipe? De haber sabido que te estábamos persiguiendo a ti, habría empleado una estrella entera,
¿Una estrella entera de Elementales? ¿Para perseguirme?¡Es una locura!, pensó Kai.
—Creía que los Clanes preferíais las batallas igualadas —dijo.
—Cierto. Dos estrellas, pues.
Uno de los hombres de Malthus asintió con entusiasmo.
—Estáis locos —afirmó Kai.
—¿De verdad? En Twycross destruíste a los Guardias de los Halcones. En Alyina abriste los dientes de una trampa que debería haber cazado al heredero del trono de la Mancomunidad Federada. Después lograste sobrevivir durante cuatro meses detrás de las líneas enemigas. Nos has eludido al tiempo que te atrevías a pedir la recompensa por tu propia muerte, y luego tú, un MechWarrior, derrotaste a un Elemental en combate singular. Te caíste de una meseta, chocaste contra un árbol y te estrellaste contra el suelo, y sin embargo todavía has sido capaz de venir a Dove Costoso y preparar una fuga.
Kai negó con la cabeza con vehemencia.
—No, no, estás exagerando mucho.
—Kai, basta ya —exclamó Deirdre, muy seria—. ¿Qué dirías si Victor hubiera hecho todo eso? ¿Dirías que no ha sido nada?
Kai la miró como si estuviese loca.
—No seas tonta. Claro que no —admitió.
—Entonces, ¿por qué ha de ser diferente en tu caso? —Le acarició la cara y añadió—: Durante mucho tiempo te has negado esos grandes logros hasta tal punto que no sabes lo especial que eres. Lo que haces es milagroso. El coronel Wolf dijo algo parecido cuando venciste a cinco 'Mechs en la prueba de Outreach.
—¿Cinco 'Mechs? —gimió Malthus.
—Tres estrellas... —murmuró uno de los otros.
—Pero, pero, pero... —farfulló Kai, hasta que Deirdre le puso un dedo sobre ios labios.
¿Es verdad lo que están diciendo? ¿Soy tan bueno en realidad, o están haciendo una interpretación equivocada de lo que no es más que una tremenda racha de buena suerte? Sonrió al recordar que un instructor de MechWarriors le había dicho: «Es mejor tener suerte que ser muy bueno». ¿Realmente he sido demasiado exigente conmigo mismo todos estos años?
Esperó a que resonara aquella voz que le decía que la arrogancia sería su perdición, pero no la oyó. Tal vez sea bueno, o tal vez tenga mucha suerte. Ninguna de las dos cosas es una excusa para que sea un engreído, pero quizá no sea tan torpe como creía. Kai sonrió al sentir que el peso sobre sus hombros se aliviaba por primera vez desde que tenía memoria.
Deirdre le dio un beso.
—Mantén este refuerzo, doctora, y podría llegar a creer casi todo lo que me digas. —Se volvió hacia Malthus y le dijo—: Parece que estamos en el mismo bando, al menos por el momento. Si dices en serio que puedes sacarnos de esta roca, te dejaré en libertad. Pero sólo con la condición de que no tengamos que terminar nuestro combate.
—¿Por qué debería luchar con un guerrero aliado? —inquirió Malthus—. Antes de sacaros de Alyina, debo liberar a mis hombres y vengar las muertes que se han producido. Creo que mis hombres han sido enviados al complejo de ComStar de Valigia.
—Esas instalaciones de ComStar son una fortaleza construida por el presidente de una gran empresa que gobernaba este planeta como un feudo personal —dijo Deirdre—. Tal vez unos Elementales con sus armaduras combatirían bien en su interior, pero entrar allí será algo muy distinto.
—Nuestras armaduras están almacenadas en las montañas donde os esperábamos, pero no tenemos mochilas de cohetes. Necesitaremos algo grande para entrar allí. ComStar ha desarmado a la población durante los cuatro últimos meses y ha eliminado todos los restos de 'Mechs que habían quedado en la superficie del planeta.
Kai soltó una risa ronca.
—Sé dónde podemos encontrar un rifle Gauss. Con eso abriremos un agujero. —Sacó las llaves de la cerradura de la celda de Deirdre y se las arrojó a Malthus—. Es hora de que alguien envíe un mensaje a ComStar. Si estáis dispuestos a colaborar con nosotros, estoy seguro de que podremos hacerles una entrega muy especial.
Capítulo 34
Skupo, Tukayyid
Distrito de intervención de ComStar
República Libre de Rasalhague
6 de mayo de 3052 (Día seis de la Operación Escorpión)
Phelan, sujeto a la silla dé mando de su Wolfhound modificado, examinó el océano de cañas doradas que ondeaban al viento. Se extendían a lo largo de varios kilómetros en todas direcciones; algún árbol sobresalía como una mala hierba en un jardín cuidado. Aparte de los caminos abiertos por su 'Mech y los otros al avanzar y unos senderos que había más adelante, el resto del campo permanecía intacto y tranquilo.
Phelan sintió escalofríos. No sólo no veía al enemigo por ninguna parte, sino que el sol se alzaba despacio sobre la cumbre de la colina de empinadas pendientes en cuya falda se encontraban. La inclinación parecía lo bastante pronunciada para reducir al mínimo la velocidad que pudiesen desarrollar, y estaba totalmente seguro de que el enemigo los aguardaba al otro lado de la cima.
—Armero, aquí la estrella Hacha.
—Adelante, Hacha.
—Estamos recorriendo los sectores 3021 y 3022. No hemos encontrado resistencia. O los peces no pican, o nos estamos metiendo en una gigantesca trampa. Solicito reconocimiento aéreo de 3023 y 3024 antes de proseguir.
—Permanezcan a la espera, Hacha.
—Recibido, Armero —dijo Phelan, frunciendo el entrecejo. Conmutó la radio a la frecuencia de mando de su estrella—. Esperaremos aquí unos segundos. Vamos a poner a tope nuestros sensores y a ver si podemos averiguar cuál es la recepción que nos ha preparado ComStar.
★ ★ ★
En el cuartel general del Clan de los Lobos, Ulric Kerensky se paseaba en medio del holotanque. A su derecha, los OmniMechs del Cuarto regimiento de Guardias de Wolf se preparaban para un contraataque de una unidad de ComStar. En unos feroces combates que habían durado casi toda la mañana, el Clan de los Lobos no había conseguido cerrar el círculo alrededor de Brzo para tener rodeado al Décimo Ejército de ComStar. La rápida llegada de la nueva unidad, el Noveno Ejército, implicaba que la conquista de Brzo tardaría mucho más de lo que se esperaba.
Se permitió una hosca sonrisa. Eres muy bueno, Anastasius Focht. Esperaba que, al ver que no aterrizábamos en los cinco primeros días, desviarías a tus mejores tropas para que se enfrentasen a los otros Clanes, pero no lo has hecho. Has contenido a los Tiburones de Diamante en el valle de Kozice y aplastado al Cuarenta y cuatro de Caballeros de los Gatos Nova en Joje. Y ahora, en Brzo, me estás ralentizando.
Un ayudante entró en el holotanque.
—¿Sí?
—Llegan informes de los Arañas de Wolf, mi Khan. La estrella Hacha es su estrella de vanguardia y quiere un reconocimiento aéreo en los sectores 3023 y 3024.
El ayudante mantuvo la mano sobre el teclado adjunto a su portafolio. Ulric asintió con la cabeza y su subordinado tecleó un número en el aparato. La imagen del holotanque se transformó en un mapa táctico del área de Skupo.
—El Undécimo de Guardias de Wolf acaba de llegar a la posición avanzada de la 278ª División y el resto del Decimotercero de Guardias está librando escaramuzas con la 166ª División a lo largo de este amplio frente hasta el sur de Skupo —explicó.
El mapa táctico dejaba al descubierto todo el flanco occidental de la posición de ComStar. Ulric sabía que tenía que estar defendido, pero no podía saber con seguridad por cuántas tropas y de qué calidad. Separar un núcleo de la galaxia Alfa para explorar la zona era, en el mejor de los casos, una opción aventurada. Según el mapa, o bien el área estaba libre de tropas o, si Focht había establecido la defensa de Skupo como defendía todo lo demás, se estaban dirigiendo a una emboscada.
—Si encuentran resistencia, será a esta distancia —dijo Ulric, recorriendo la línea de las montañas con un dedo—. Los atacarán cuando la estrella Hacha se encuentre a media altura de la ladera. Que un ala haga un reconocimiento desde mucha altura y que luego vuelva y bombardee toda la línea. Mientras tanto, la estrella Hacha tendrá que avanzar deprisa para llegar a la cumbre. ¿Sigue la estrella Destral por delante de Hacha?
—Sí, señor.
—Bien. Que los comandantes estelares Phelan y Fetladral ataquen esa línea justo después del bombardeo. Destral debería ser la primera en llegar para sembrar la confusión, en un ataque relámpago, para ablandar la resistencia. Diga a la coronel estelar Kerensky que suba deprisa con el resto del núcleo. Estas órdenes deben emitirse dentro de diez minutos.
—Sí, señor.
Cuando salió el ayudante, Ulric se acarició la perilla y murmuró:
—Asegúrate de que tu primer disparo sea el mejor, Anastasius. Si Natasha llega allí, Skupo será mía.
★ ★ ★
Anastasius Focht se negaba a rendirse ante la fatiga. En su mundo artificial, se encontraba en lo alto de la cordillera que se elevaba junto a Skupo y veía la estrella de cinco 'Mechs que esperaba en la falda de la colina. Más atrás, el resto del núcleo avanzaba despacio. Aun sin la ampliación que le proporcionaba el ordenador, habría reconocido la forma característica del Wolfhound que encabezaba la unidad de vanguardia, así como el Daishi negro que estaba al mando del resto.
—Ésta es la verdadera estupidez de la guerra, ¿verdad? —dijo en voz alta—. Sé lo buenos guerreros que sois, Phelan Wolf y Natasha Kerensky. He leído todos los informes sobre los Arañas y sé que, aunque os superemos en número de casi tres contra uno, podéis derrotarnos. Aun así, aunque me cueste hombres y máquinas, me veo obligado a enfrentarme a vosotros.
Abrió una comunicación con el capiscol TV Krag Jernberg.
—Capiscol Jernberg, su 138ª División se enfrenta al Decimotercero de Guardias de Wolf.
—La Maldición del Bandido resistirá, Capiscol Marcial —respondió Jernberg sin mostrar ninguna emoción.
—Confío en ello, capiscol. Recuerde que la sorpresa es nuestra ventaja. Mientras permanezcan agazapados y resguardados por el escudo, tal vez adivinan dónde se encuentran, pero no lo sabrán. Tenga en cuenta, no obstante, que esta unidad es muy buena. Si deben retroceder, no será ningún deshonor.
—Resistiremos.
—Muy bien. Si eliminan al Wolfhound y al Daishi, dañarán gravemente la efectividad de la unidad —dijo Focht, intentando que la voz no trasluciera su emoción. Sí, la estupidez de la guerra, pensó.
—Délos por muertos —gruñó la voz de Jernberg.
★ ★ ★
—Conmutando a modalidad de tierra. Escuadrilla Lucha en formación conmigo.
Carew pulsó un botón de su consola de mandos y pasó la pantalla de combate de aire-aire a aire-tierra. La pantalla holográfica de ciento sesenta grados que le mostraba el campo de batalla pasó sucesivamente a las modalidades de luz visual, resonancia magnética y exploración por infrarrojos, pero no detectó nada en lo alto de la cordillera. Sé que están ahí, pero ¿dónde?
—Jefe Lucha, Tres y Cuatro dan negativo. Deben de tener un escudo.
—Recibido, Trey.
Carew torció el controlador de vuelo del Visigoth a la derecha para empezar una larga vuelta en bucle. Todo negativo, pero tiene que haber una manera Phelan está allá abajo, con los MCA preparados, y yo no puedo encontrar a los tipos que lo están esperando. Este lugar parece libre de enemigos. ¡Espera un momento!
Carew tecleó unas órdenes en el teclado del ordenador; Éste reprodujo de nuevo la imagen de radar de la cordillera y le superpuso los datos topográficos extraídos de la Real Sociedad Geográfica de Rasalhague. A lo largo de la cordillera vio algo parecido a un patrón de aguas allí donde la disposición de la tierra difería del examen del planeta que había hecho aquella sociedad.
Carew pidió al ordenador que resaltara la discrepancia y la pintara de colores, según el grado de diferencia entre los dos conjuntos de datos. Esa gente ha excavado grandes fortificaciones para engañarnos, pero no tenían equipos lo bastante buenos para que fuese una réplica perfecta del aspecto del terreno antes de las obras.
La imagen volvió a visualizarse según sus instrucciones, revelando una línea dentada de color verde que recorría las cumbres de la cordillera.
—¡Eso es! —exclamó Carew, que abrió el canal de radio con sus compañeros de escuadrilla y les envió la imagen—. Venid conmigo. Atacad con todo lo que tengáis. Sólo tendremos una oportunidad, así que vamos a aprovecharla para ayudar a nuestros amigos terrestres.
Encendió la frecuencia de mando con las unidades de tierra y dijo:
—Hacha Uno y Destral Uno, aquí Lucha Uno. Tenemos un blanco. Agachad las cabezas. Vamos a hacer el trabajo y vosotros sólo tendréis que recoger los pedazos.
★ ★ ★
Phelan empezó a subir corriendo la ladera con el Wolfhound mientras los cuatro Visigoths se aproximaban en su vuelo de bombardeo. Cientos de cohetes salieron disparados de los cazas, trazando estelas de humo en el cielo hacia la cumbre de la colina. Como una hilera de petardos, los misiles explotaron por orden y pulverizaron el pico. Unas bolas de fuego ascendieron como grandes maniquíes hasta convertirse en manchas de humo negro.
Phelan sintió que el suelo temblaba por efecto de las andanadas, pero siguió corriendo tan deprisa como fue capaz. Detrás de la cortina de humo que se levantaba ante él, vio los rayos azules de los CPP que incidían en las posiciones enemigas. De vez en cuando, un rayo láser de color rojo como la sangre resplandecía en el cielo, pero Phelan no podía ver si daba en el blanco.
En cambio, observó con hosca satisfacción que ninguna arma de las posiciones de ComStar devolvía el mego contra los cazas. ¡Tal vez se los hayan cargado todos! Por mucho que quisiera que fuese verdad, sabía que no lo era. Cuando el Wolfhound rebasó la mitad de la ladera, se preparó para afrontar todo lo que ComStar lanzase contra él.
El capiscol Karg Jernberg sacudió la cabeza para despejarse y miró a través de la escotilla resquebrajada de su Exterminator. Irguió el enorme 'Mech y usó sus manos para hacer pedazos los restos del toldo de sensores que recubría su posición. Vio a través del humo y de los fragmentos del toldo a los muertos y heridos por el bombardeo, pero los olvidó al cabo de un momento.
—¡Por la Santa Palabra de Blake! ¡A ellos!
★ ★ ★
Jernberg avanzó con el Exterminator y descubrió que el parapeto de la trinchera estaba destrozado. Al ver que el muro sólo cubría el 'Mech de los muslos para abajo, se sintió semidesnudo. Aun sí, cuando levantó las armas y los retículos de mira se centraron en el pecho de Wolfhound que cargaba contra él, se sintió invencible.
—¡Por Blake! ¡Por la Primus! ¡Resistiremos! —vociferó.
★ ★ ★
Mientras Evantha Fedadral salía del montón de tierra que le había caído encima a consecuencia del bombardeo, un informe de estado de los Elementales de la estrella Destral apareció en el lado izquierdo del visor de su armadura. Aunque su estrella se había dispersado bajo el pico de la colina, parecía que nadie había muerto a causa del «fuego amigo». Buenos guerreros. Están deseosos de acercarse más.
—Atacad duro, Destrales —dijo—. Utilizad vuestros misiles contra los 'Mechs y luego concentraos en las baterías de misiles que tengan. Comandantes de puntas, coordinaos.
Un velo negro de humo se corrió sobre ella y se disipó, revelando un 'Mech de ComStar que subía a lo alto de un terraplén en forma de U. El Exterminator, completamente blanco a excepción de la estrella dorada que relucía en su pecho, habría parecido hermoso de no ser por el blindaje reventado en el costado derecho de su tórax. Por la manera como estaban curvadas las placas fundidas sobre el esqueleto de endoacero, Evantha comprendió que un CPP había aumentado los daños causados por la andanada de MLA que había caído sobre la posición de ComStar.
Evantha miró el 'Mech mientras éste levantaba los brazos. Sintió un fuerte tirón en los hombros al disparar sus dos MCA de su lanzamisiles portátil. Cuando los proyectiles salieron disparados escupiendo chorros de llamas, ella arrojó de inmediato el afuste.
Vio por el rabillo del ojo que los misiles habían dado en el blanco, pero su atención ya estaba centrada en otro lugar. Seguida por su punta, Evantha Fedadral avanzó para sembrar el pánico en las trincheras.
★ ★ ★
Phelan notó la boca seca al ver que un Exterminator de ComStar se alzaba ante él. Sabía que aquel diseño de 'Mech no se había visto en la Esfera Interior en muchos siglos, y por buenas razones. El Exterminator había sido diseñado para buscar y destruir 'Mechs de mando. Había llegado a ser tan bueno realizando su misión que se habían formado unos escuadrones especiales para cazarlos y destruirlos.
Phelan sabía que aquel 'Mech iba por él.
Cuando el Exterminator levantó los brazos, Phelan vio dos fogonazos junto a un Elemental que estaba agachado junto al pico de la colina. Ambos MCA volaron directamente hacia el 'Mech de ComStar y penetraron en el orificio abierto en su pecho. El 'Mech se estremeció cuando los misiles detonaron en su interior.
Las explosiones dieron un par de segundos a Phelan para intentar eludir el ataque del Exterminator. Efectuó un brusco viraje a la izquierda que lo lanzó en dirección contraria al movimiento involuntario del Exterminator. Cuando los brazos de éste empezaron a seguir al Wolfhound, Phelan levantó sus propias armas contra su enemigo.
El Exterminator se convulsionó por una serie de explosiones secundarias. Un ruido sordo y una voluta de humo blanquecino anunciaron la destrucción de un retropropulsor. Las llamas envolvieron el cañón antimisiles que llevaba en el pecho cuando una carga de cartuchos fue disparada en todas direcciones. Las placas del blindaje saltaron en pedazos cuando los cartuchos salieron al exterior abriéndose paso a través del torso.
Phelan se estremeció cuando una andanada de proyectiles antimisiles salió a través de la carlinga rota del Exterminator. Salió humo del agujero y el 'Mech cayó hacia atrás como si lo arrastrasen con unas poleas. Phelan cambió de rumbo de nuevo y se dirigió hacia la brecha abierta en el muro, pero otro 'Mech de ComStar acudió a cubrir el hueco en la línea.
Phelan atacó al 'Mech, un Sentinel con todas sus armas delanteras. El láser medio que Sonriente llevaba en el hombro derecho quemó parte del blindaje del brazo izquierdo del Sentinel. El que tenía montado en el otro hombro acertó a darle en el brazo derecho, mientras que el disparo del láser central salió muy bajo y convirtió la tierra del terraplén en cristal sin dar en el Sentinel.
El láser pesado del Wolfhound sacó partido de los daños que había causado en el brazo izquierdo y en el cañón automático de su enemigo. Los últimos restos del blindaje se evaporaron bajo el infernal contacto de aquella luz coherente, y el cañón automático brilló con una intensa luz blanca antes de fundirse. El 'Mech, desequilibrado por la pérdida del miembro, se tambaleó, pero logró mantenerse erguido.
El piloto de ComStar demostró su valor al contraatacar. Dos MCA surgieron del pecho del Sentinel y arrancaron pedazos de blindaje del costado derecho de Sonriente. El láser pequeño que tenía montado justo debajo del lanzamisiles disparó un rayo que fundió la pintura y parte del blindaje del lado izquierdo del ancho pecho del Wolfhound, pero ninguno de estos ataques causó verdaderos daños, ni fueron capaces de frenar el ataque de Phelan.
El 'Mech embistió a través de la abertura de la trinchera. Dio una patada en el costado izquierdo al Sentinel, que lo lanzó hacia atrás. El 'Mech de ComStar tropezó con el Exterminator y perdió el equilibrio. Chocó contra el otro muro de la trinchera, y una lluvia de polvo lo enterró en una tumba improvisada.
Phelan sabía que no estaba derrotado, pero vio que tres Elementales caían sobre él para rematarlo. Se volvió a la izquierda, dio un paso adelante y despejó la brecha abierta para que otra de sus puntas pudiese entrar en las posiciones de ComStar. Mientras lo nacía, vio que un Lancelot de ComStar doblaba un recodo y encaraba hacia él.
—La Paz de Blake, ciertamente —dijo riendo, y centró el punto de mira en la estrella silueta del 'Mech enemigo—. Venid, chicos, os daremos toda la paz que queráis. La servimos al momento.
★ ★ ★
El Capiscol Marcial observó cómo la lanza de Phelan consolidaba sus posiciones en una sección de la trinchera. Aunque el trazado en zigzag de ésta impedía a los Clanes disparar en toda su extensión, también hacía extremadamente peligrosa la aproximación a la brecha, sobre todo para 'Mechs de brazos rígidos como el Lancelot. Antes de que éste acabase de doblar el recodo, Phelan ya había fundido parte del blindaje de su pecho y de sus brazos.
Abrió un canal de radio y dijo:
—Señor Hettig, coordine la retirada de la 138ª de Skupo. El capiscol Jernberg está muerto o incapacitado para dirigirla. Utilice su caballería para frenar el núcleo que los está siguiendo. Recuerde que la mayoría de esas tropas son novatas, por lo que retirarlas va a ser algo parecido a anunciar una desbandada.
—Recibido, Capiscol Marcial.
Focht volvió a examinar el campo de batalla y vio que el resto de los Arañas subían por la colina a toda velocidad. Habían tardado menos de dos minutos en recorrer la distancia que existía entre la estrella de Phelan y el grupo principal. Algunos de los 'Mechs más veloces de aquel grupo ya habían intercambiado disparos con los 'Mechs de la unidad Maldición del Bandido. Sabía que las pérdidas de la 138ª serían terribles.
El lugar correcto, la táctica correcta, pero los hombres equivocados. Sin embargo, no había otra forma de que pudiese destinar una división más experimentada a luchar con una unidad tan pequeña. Miró fijamente el 'Mech de Phelan. Si tengo que perder, mejor que sea ante guerreros a los que respeto que ante los que no. Esto no ha terminado, porque una batalla no decide la guerra. Lo sé y, lo que es peor, sé que tú también lo sabes.
—Señor Hettig, traslade desde Brzo la 282ª reconstituida para que se encargue de los Arañas de Wolf.
—Tardarán un día o más en llegar hasta allí. La 138ª no durará tanto.
—Lo sé, lo sé, señor Hettig —dijo el Capiscol Marcial con gesto adusto—. No quiero que salven a la 138ª. Sólo que frenen a los Arañas. Si es que pueden.
Capítulo 35
Teniente
Zona de ocupación de los Gatos Nova
6 de mayo de 3052 (Día seis de la Operación Escorpión)
Victor Ian Davion miró el cronómetro de la consola de mando de Prometeo, su Daishi.
—Kama-ichi, ¿dónde están? Se están metiendo en nuestra zona de alarma.
—Ya vienen, Alteza —restalló la voz de Shin a través de los altavoces de su neurocasco—, pero su velocidad equivale a la del más lento de sus 'Mechs.
—Shin, no sé si tenemos tiempo suficiente para permitirnos eso —repuso Victor, y activó un mapa táctico del área.
Detrás del lugar donde se hallaban su Daishi y el resto de la lanza, vio las Naves de Descenso formando el característico triángulo que usaban en sus aterrizajes. La mayoría de sus tropas estaban dispuestas en forma de media luna a lo largo del perímetro noroccidental del alcance efectivo de las armas de las naves, ya que ésa era la dirección de la que esperaban que vinieran los Clanes. Un cuadrado grande representaba la distancia máxima que calculaban que podían recorrer los Clanes, mientras que otro más pequeño indicaba su última localización probable, teniendo en cuenta su velocidad y su ruta.
Ambas áreas estaban demasiado próximas entre sí para que Victor se sintiera tranquilo.
—Shin, pídeles que abandonen los 'Mechs estropeados. Podemos enviar un helicóptero desde las naves para recogerlos.
—Alteza, muchos de esos 'Mechs han permanecido en sus familias durante décadas.
Victor soltó un juramento.
—Te he oído, Shin —dijo luego.
El príncipe amplió la imagen del mapa táctico para manejar un área lo bastante grande para que el convoy del Condominio apareciese en el borde. Parecía que los Clanes estaban acercándose, y desde luego se movían más deprisa que las tropas del Condominio. Estamos en la única área de aterrizaje lo bastante amplia para maniobrar con Naves de Descenso. Los Clanes lo saben y nosotros sabemos que lo saben. Siento como si estuviese en medio de una pelea de taberna y tuviera un pie clavado en el suelo.
Se puso en contacto por radio con la Nave de Descenso Serene Foresight.
—Capitán Coir, ¿tienes combustible suficiente para un vuelo corto?
—Afirmativo. Puedo dar un par, pero será fácil vemos.
—Manténte a la espera. Tal vez os necesite para ir a buscar a algunos de los nuestros.
—Sí, señor, sigo esperando.
El príncipe conmutó la radio de nuevo a la frecuencia de mando.
—Shin, vete con la lanza de Kama y explora la ruta de Hohiro. Quiero que los traigas lo más deprisa que puedas, y quiero que estés listo para disparar. Galen, tú, Murphy, Hudson y Cooper, formad vuestras lanzas conmigo. Daremos un rodeo e intentaremos atraer a los Clanes hada el oeste. Mades, tú toma el mando del resto de la unidad y permaneced aquí para enfrentaros a los que no despistemos. Cuando os dé la orden, o si no recibís más noticias nuestras, entrad de nuevo en la Valiant Wtsdom y largaos de aquí. ¿Está claro?
—Clarísimo, señor.
—Bien —dijo Victor, inspirando hondo—. Entonces, vamos allá.
En el último avistamiento claro que habían hecho de la unidad de los Clanes que se aproximaba a ellos la habían identificado como un núcleo entero, que equivalía aproximadamente al doble de los 'Mechs que Victor iba a llevarse consigo. La única nota de esperanza era que los Clanes no habían dejado una unidad de primera línea en Teniente, sino sólo una fuerza de guarnición. Por tanto, su equipo no estaba formado sólo de OmniMechs.
Una voz interior le gritaba que aquello era un acto suicida. Recordó que en el Nagelring había ciertos jugadores de ajedrez muy malos que eran famosos por dominar un tipo de defensa kamikaze, también conocida como «general Custer». Aquella táctica se transformó en «el plan Custer» para referirse a ciertos cadetes que se mostraban incapaces de concebir la manera de conseguir una victoria, o simplemente lograr un resultado aceptable, durante los ejercicios tácticos.
Sin duda alguna, dividir las propias fuerzas frente a un enemigo superior tenía todas las características de un «plan Custer», y a Victor le dio miedo esa idea. Por la misma razón sabía que el comandante en jefe de los Clanes no podía concentrarse totalmente en él a causa de una posible ofensiva de ComStar. Si está lo bastante distraído, podríamos atraerlo muy lejos y después volver. Abrió un canal de comunicación con la Foresight.
—Capitán Coir, ve a recoger a los rezagados del grupo de Kurita.
—¡Sí, señor!
Detrás de él, la Foresight encendió su reactor, iluminando el paisaje con una luz argéntea como si fuese una antorcha de iones, y empezó a cruzar el cielo nocturno. Los negros 'Mechs de los Espectros proyectaron largas sombras en el suelo. Mientras ascendía la nave, la oscuridad iba cubriendo de nuevo a los 'Mechs.
Victor echó un vistazo a su mapa táctico y dijo:
—Vamos a tomar un poco de velocidad. Según este mapa táctico, no pueden estar a menos de diez kilómetros, pero esto me da mala espina.
—De acuerdo —asintió Galen—. No me fío de los informes de los espías, sobre todo si los recibimos de ComStar.
Victor aceleró el Daishi a su máxima velocidad e inició una carrera hacia el oeste que, de acuerdo con su propósito, debía llevarlo de regreso al este justo antes de que atacaran a los Clanes. Si mantenía la velocidad y teniendo en cuenta la distancia que supuestamente los separaba, le quedaban casi diez minutos hasta que las unidades se encontrasen cara a cara. A seis minutos de carrera, una hilera de colinas que se extendía de norte a sur cruzaba la ruta de Victor.
—Galen, al llegar al otro lado de esas colinas viraremos un poco al norte y luego iremos al este —dijo. Miró el mapa táctico y vio que los Clanes estaban aún a tres kilómetros—. Los sorprenderemos.
—Recibido. Abrid bien los ojos, chicas y chicos: ahora entramos en la zona de peligro.
Mientras las palabras de Galen resonaban aún en sus oídos, Victor subió una colina y miró al otro lado. ¿Zona de peligro? No, esto es el mismo infierno.
La relativa seguridad de la vertiente occidental también había atraído al jefe de los Clanes. Cuando Victor llegó a la cumbre, vio dos docenas de 'Mechs corriendo en la noche. Sus ordenadores los marcaron todos con un número de identificación y un modelo. Enseguida comprendió que el jefe de aquella unidad había enviado a los 'Mechs más pequeños y rápidos a una marcha rápida para aislarlos de los que venían para reforzar su posición. El jefe de los Clanes no podía saber que los refuerzos no eran más que un grupo de maltrechos 'Mechs de Kurita, cuyo mal estado les impedía afrontar una batalla en serio.
—¡A ellos, Espectros! —exclamó Victor.
Lanzó dos enjambres de MCA Streak a un Hornet de los Clanes que corría a gran velocidad. Cuando el Daishi fijó el blanco, una docena de misiles volaron hacia éste y le dieron sucesivamente, arrancando parte del blindaje del pecho y de la pierna derecha. El piloto trató de resistir la fuerza de las explosiones, pero el 'Mech, desequilibrado, cayó y rodó por el suelo.
Victor vio que un Centurión de los Clanes le lanzaba una andanada de misiles MLA surgidos del centro de su pecho. Antes de que se le ocurriera siquiera una maniobra evasiva, oyó un agudo gemido en el pectoral derecho del Daishi De los diez misiles que habían volado hacia él, sólo seis tenían el blanco fijado. Esos proyectiles desaparecieron cuando el sistema antimisiles montado en el Daishi lanzó una salva de cartuchos que los destruyeron en pleno vuelo.
El príncipe centró el punto de mira en la silueta del Centurión. Apretó el pulgar y disparó un proyectil plateado del rifle Gauss, que trazó un arco desde el arma que tenía montada en el brazo izquierdo. Perdió el proyectil de vista, pero entonces vio que el Centurión sufría una sacudida cuando la gigantesca bola casi le arrancó el brazo izquierdo.
El Crusader de Galen sobrevolaba el campo de batalla, sostenido por los chorros plateados de los retropropulsores que llevaba en la espalda. Disparaba unas andanadas de MLA desde los lanzamisiles de los hombros hacia blancos alejados, mientras los MCA Streak que llevaba en las piernas volaban hacia todos los que se acercasen demasiado. Cuando volvió a aterrizar, una doble andanada de MLA impactó en un Firestarter de los Clanes que había emprendido la huida.
—¡Victor, gira a la izquierda! —exclamó alguien.
De forma refleja, el príncipe viró el OmniMech a la izquierda. Vio por el rabillo del ojo que un Vulcan disparaba el láser pesado y el medio y que los rayos atravesaban el lugar donde había estado unos segundos antes. En medio de la confusión casi habría jurado que la voz que le había avisado era la de Kai. No es posible. Kai está muerto. Entonces, ¿quién?
Un Hunchback de tórax cilindrico se volvió para enfrentarse al Vulcan. El cañón automático Kali-Yama que llevaba montado sobre el hombro arrojó fuego y retumbó como un trueno. El chorro de cartuchos de uranio reducido acertó justo a la derecha de la cintura del Vulcan y atravesó su torso como si aquel 'Mech de los Clanes estuviera hecho de queso tierno. Fragmentos de blindaje, mezclados con pedazos de su esqueleto de endoacero, sembraron el suelo mientras el 'Mech se torcía como si quisiera protegerse su costado destrozado. Dio un paso corto adelante y la parte superior del torso giró y se partió por el lugar donde le había dado el Hunchback.
—¡Gracias por la ayuda! —exclamó Victor, saludando a su salvador.
—Gracias por tu fe, Victor —contestó Renny Sanderlin, riendo con alegría.
A lo largo del frente, los Espectros arrojaban una lluvia de fuego y misiles a los 'Mechs de los Clanes. Una parte de Victor odiaba contemplar cómo aquellos pequeños 'Mechs eran machacados y pulverizados por sus propias fuerzas, muy superiores. Sin embargo, aquella aversión desapareció en cuanto recordó cómo había sido diezmado el Duodécimo de Guardias de Donegal por unas fuerzas muy superiores de los Clanes. Nos superaron incluso en Alyina, cuando sabíamos lo que nos esperaba. Esto es la revancha.
Los Espectros avanzaban a medida que los Clanes iban frenando su marcha y comenzaban a dar media vuelta. Sus tropas presionaban más y más a los Clanes, concentrando su fuego, y derribaban un 'Mech detrás de otro. En la oscuridad, aquellas máquinas de guerra parecían el foco de un centenar de rayos láser y misiles. Las explosiones los iluminaban y los derribaban, mientras que los rayos de energía fundían sus blindajes en nubes de vapor ferrofíbroso. Los 'Mech, prácticamente «despellejados», seguían corriendo hasta que más láseres y misiles les desgarraban los músculos de miómero y aplastaban los huesos metálicos.
—Espectros, retiraos —ordenó Victor al ver que su línea empezaba a dejarse arrastrar por la retirada de los Clanes.
—Perdón, señor, pero los hemos hecho huir.
—Déjalos, Murphy —intervino la voz de Galen—. Es probable que el jefe de los Clanes nos esté esperando para darnos la bienvenida si nos acercamos demasiado a ellos.
—Podemos darle una paliza también a él.
Victor oyó en la voz de Murphy todas las esperanzas y los deseos del resto de los Espectros. Comprendía su deseo de perseguir a los Clanes. Libres del miedo a sus atormentadores, libres del terror que los había acosado desde la primera vez que los Clanes habían atacado la Esfera Interior, sus hombres querían que los Clanes los temiesen a ellos.
Lo entendía, porque él tenía esa misma idea.
—Retiraos —insistió—. No vamos a reconquistar esta roca; sólo vamos a llevarnos sus recursos más valiosos.
Echó un vistazo al mapa táctico y, aunque no pudo ver el grupo principal de los Clanes, sabía que debía de hallarse cerca de las Naves de Descenso. No esperaba que los 'Mechs de los Clanes estuvieran tan lejos. ¿A cuánta distancia dejaría ir el grupo principal a sus estrellas exploradoras!
Víctor conectó la radio.
—Galen, utiliza los retropropulsores de salto y echa una ojeada a nuestra ruta de regreso. El grupo principal de los Clanes debe de estar cerca.
—Recibido.
El ruido de la estática llenó la frecuencia cuando los propulsores de iones del Crusader lo elevaron por los aires.
—Victor, veo una eran fuerza de los Clanes avanzando hacia nuestras Naves de Descenso —dijo Galen—. Han separado unos 'Mechs que vienen hacia nosotros.
Mientras el Crusader descendía, Victor activó la frecuencia de banda ancha para dirigirse a todos sus guerreros.
—Abrid bien los ojos. Los Gatos Nova se encuentran entre nosotros y el viaje de vuelta a casa. Vamos.
★ ★ ★
Al subir las colinas que los habían mantenido ocultos de las estrellas de exploración a las que habían sorprendido, Victor vio que las llanuras de Teniente se habían convertido en un infierno. Mediante la telemetría de dos de los 'Mechs más pequeños de los Espectros, las lanzas de apoyo dispararon unos MLA sobre las colinas que cayeron sobre los Gatos Nova. Las explosiones hicieron temblar la tierra e iluminaron la noche con cegadoras bolas de fuego.
Al frente de una lanza extrarrápida, el Daishi de Victor bajó por la ladera a toda velocidad. Chocó contra un pequeño Dasher de los Clanes, al que tumbó de espaldas en medio de una lluvia de fragmentos de blindaje. Haciendo medio giro, disparó el rifle Gauss contra su pecho y lo dejó tumbado en el suelo con unos misiles de corto alcance que penetraron en el orificio que había abierto.
Un Loki de los Clanes, totalmente negro salvo por un resplandor azul que brillaba en el centro de su torso, atravesó el fuego de misiles y apuntó con sus armas a Prometeo. El cañón automático que el Loki llevaba en el brazo izquierdo escupió llamas al lapizarle una ráfaga de cartuchos a la pierna derecha. A su vez, el rifle Gauss de su brazo derecho lanzó una bala plateada que, al dar de lleno en el costado derecho del Daishi, lo hizo girar y lo derribó al suelo.
El príncipe se preparó para el golpe y sonrió cuando no saltó ninguna chispa en su carlinga. Apoyó en tierra el brazo izquierdo de Prometeo y se incorporó lo suficiente para apuntar al Loki con el brazo derecho del 'Mech. Centró el punto de mira en su silueta, pero, antes de que pudiese disparar sus láseres pesados, un Mech se acercó por la derecha y atacó al Loki.
Era el Hunchback de Renny Sanderlin, que disparó una andanada de su cañón automático Kali-Yama. La línea de destrucción se trazó de derecha a izquierda, de un hombro al otro, y partió la cabeza y la carlinga del Loki, decapitándolo. El 'Mech, que había retrocedido ante el ataque, cayó hacia atrás y se desplomó como un montón de chatarra inerte.
Victor iba a radiar otro mensaje de agradecimiento a Renny, pero brotaron unas llamas del costado derecho del Hunchback, que se tambaleó violentamente hacia la izquierda mientras varios fragmentos del blindaje saltaban por los aires. Un rayo láser atravesó la nube de humo resultante y el Hunchback tropezó con las piernas del Daishi. Victor notó que su máquina rodaba un poco mientras la de Renny caía al suelo.
Aunque ahora estaba de espaldas a la dirección de la que procedía el ataque, Victor pudo alcanzar a ver el Thor que había convertido el 'Mech de Renny en chatarra. ¡Estoy tumbado del lado contrario! Mientras el Thor avanzaba, Victor trató de torcer el brazo derecho del 'Mech para apuntarle. ¡Está fuera del arco de movimientos!¡Estoy perdido!
El Thor apuntó a Victor con el cañón automático de su brazo izquierdo. El piloto centró su mira en la nuca de Prometeo, como si fuera a dar el tiro de gracia a un animal herido y dio un paso adelante para asegurar la puntería.
Entonces sufrió una sacudida, como si hubiese pisado alambre electrificado. Victor contempló cómo el blindaje de su torso adquiría un tono rojizo, y luego blanco. Se abrió un agujero redondo a la altura del corazón del Thor hasta que los vestigios de cuatro rayos de un láser pesado brillaron en las brechas abiertas.
—¿Qué demonios pasa? —dijo Victor, levantando su 'Mech, mientras el Thor quedaba paralizado por unos instantes y caía despacio a un lado—. Quienquiera que haya disparado a ese Thor, muchísimas gracias.
Una distante señal de radio llena de estática le respondió.
—Ha sido un placer, Víctor Davion.
—Hohiro, ¿eres tú?
—En efecto, Jefe Espectro. El 311º de Regulares de Pesht llega ahora mismo. —A lo lejos, Victor vio cómo se acercaban corriendo los 'Mechs de Kurita—. En vuestra primera visita al Condominio, no querríamos por nada del mundo que sucediera ningún incidente desafortunado a nuestros invitados.
Capítulo 36
Sian
Comunidad de Sian, Confederación de Copela
8 de mayo de 3052 (Día ocho de la Operación Escorpión)
Aunque estaba endurecido tras tantos años de ver los resultados de la depravación de su madre, Sun-Tzu quedó estupefacto al ver en aquel estado a ella y a su padre, Tsen Shang. No por su desnudez —había visto a sus padres desnudos en diversas ocasiones— ni por la aparente reconciliación que los había colocado a ambos en la misma cama. Tsen Shang, que nunca había sido capaz de explicar su atracción hacia Romano, le había dicho que ella jamás lo mataría, y que él volvería siempre con ella cuando se lo pidiera.
Lo que sorprendió a Sun-Tzu fue la violencia y la evidente sorpresa que había dejado retorcidos sus cuerpos. Tsen Shang había caído fuera del lecho, con las piernas colgando entre las sábanas cuando, al parecer, había intentado dar un salto hacia la mesita de noche. En su intento había tumbado la mesita y había tirado al suelo la pistola láser que buscaba, a escasos centímetros de sus dedos extendidos. La alfombra había sido arañada por las afiladas uñas de sus dedos en un intento de arrastrarse hacia el arma.
La herida de láser en la espalda de Tsen, sorprendentemente, no tenía sangre. De no haber sido por una única y fina cinta que se extendía desde la herida a lo largo de la columna vertebral, aquel círculo negro podría haberse confundido con una picadura de insecto infectada. Apenas parecía bastar para detener a un hombre tan corpulento como Tsen Shang; sin embargo, por el lugar de la herida, Sun-Tzu sabía que aquel disparo había reventado el corazón de su padre.
Se incorporó y se limpió las manos en las perneras de los pantalones.
—Teniendo en cuenta que moriste tratando de proteger a mi madre —dijo en voz alta—, supongo que tu muerte fue feliz. Aquí, en Sian, eso es algo verdaderamente único.
Al mirar a su madre, Sun comprendió que de ella sólo podía decirse lo contrario. Tumbada sobre la cabecera del lecho, parecía como si se hubiese erguido como una gata para bufar a su atacante. La furia seguía marcada en su rostro como una horrenda máscara mortuoria, pero la postura de su cuerpo inspiraba más compasión que temor. Aun así, Sun-Tzu no pudo evitar sentir más alivio que tristeza por su muerte.
Cruzó los brazos sobre el pecho para contener un estremecimiento. El asesino de Romano había sido muy cuidadoso: el rayo láser había acertado justo entre los ojos. Una parte de él reconoció el estigma de la herida como la marca bíblica de Caín, pero rechazó aquella posible explicación del disparo. Sabía que su madre se habría enfrentado a su asesino y habría fanfarroneado de que podía destruirlo empleando el poder de su tercer ojo. ¿Qué mejor prueba de que estaba loca?
Mientras se consolidaba su reconstrucción de lo que había sucedido en el dormitorio de sus padres, la alusión a la marca de Caín lo atormentaba. Caín fue un fratricida, si recuerdo bien mis estudios de mitología. Sabía que su madre había ordenado la muerte de su hermana, y Sun tenía sospechas fundadas de que también había ordenado el asesinato de su propio padre. ¿Un gesto simbólico, pues?
Supo de inmediato quién había matado a sus padres. ¡Qué adecuado, qué apropiado!, pensó. Se arrodilló y recogió la pistola láser de su padre. Disfrutó al sentir el suave y brío tacto de su empuñadura y su peso. Sabía dónde iba a encontrar al asesino y decidió darle las gracias antes de terminar el trabajo que debería haber hecho en Nueva Avalon el asesino enviado por su madre.
Mientras deambulaba por los pasillos del palacio, sintió que su corazón latía cada vez más deprisa, aunque lo identificó como nerviosismo ante lo que iba a acontecer, no miedo. Vengar a sus padres sería su primer acto como nuevo Canciller de la Confederación de Capela. De acuerdo con sus planes, su acceso al trono era claramente prematuro. Tampoco había previsto la muerte de su padre, aunque había pensado en la posibilidad de tener que matar a Tsen Shang después de haber eliminado a Romano.
Tomar conciencia de todas sus responsabilidades habría paralizado a otra persona, pero Sun-Tzu, en cambio, se sintió lleno de energía. Sabía que tendría que actuar con prontitud si quería consolidar su poder, pero no con las brutales purgas públicas que había realizado su madre. Tales medidas no inspiraban la lealtad ni la confianza del pueblo, al contrario. No, repudiaría con serenidad los actos de su madre y daría algunos desagravios a quienes habían perdido parientes suyos a causa de la ferocidad de Romano.
Enseñaría a su pueblo un guante de terciopelo, consciente de que siempre tendría guardado el puño de acero. Para unirlos aún más, lanzaría un ataque preventivo contra una de las bases que mantenía su tío Tormana delitro de la Mancomunidad Federada. Reuniendo las pruebas suficientes de que ellos tenían la intención de atacamos, crearé una amenaza externa que nos unirá en una causa común.
Se pasó el arma a la zurda, se enjugó el sudor de la diestra en los pantalones y volvió a cambiar la pistola de mano. Con la izquierda, giró el pomo de la puerta y sonrió al comprobar que estaba abierta. La abrió despacio y entró sigilosamente en la habitación que se había convertido en su refugio. Cerró la puerta y escrutó una segunda serie de huellas en el polvo que cubría el suelo. Siguiéndolas, llegó a distinguir la figura encapuchada y embozada que estaba sentada en la silla, detrás del escritorio.
—Por lo que veo, las noticias de su muerte han sido muy exageradas, Justin Xiang —dijo Sun-Tzu, levantando la pistola y apuntando con pulso firme a la persona sentada—. Lo felicito por la precisión de sus disparos. Oí en Outreach que era muy bueno con ese láser que lleva en la muñeca, pero no me imaginaba una precisión tan milimétrica.
—Hay muchas cosas que no puedes imaginarte, Sun-Tzu Liao —siseó Candace Liao, quitándose la capucha—. Justin era bueno, muy bueno, y acabó con el asesino que quería matarnos a ambos; pero no fue lo bastante bueno para no morir de una herida mortal.
Sun-Tzu estaba totalmente desconcertado. Parpadeó y sintió una fuerte tensión en el pecho.
—¿Qué? ¡Se suponía que estabas muerta!
Candace apartó la capa que le cubría el hombro izquierdo con un gesto rígido.
—Por supuesto, sabes que hace seis años recibí tratamiento en Nueva Avalon para curar un cáncer de mama. Sufrí una mastectomía radical y los músculos fueron reconstruidos con fibras de miómero. El láser de vuestro asesino tenía potencia suficiente para quemar la carne, pero el miómero es un poco más resistente. Cuando caí, me di un golpe en la cabeza que me dejó inconsciente, dando la impresión de que había muerto a causa del orificio humeante de mi pecho.
—Y ahora has venido aquí, has matado a tu hermana y crees que puedes subir al trono por las buenas, ¿no? —inquirió Siti-Tzu, enseñando los dientes como si así. quisiera atemorizarla. Candace aparecía ante él como un pozo oscuro que podía engullir sus planes y destruir sus sueños—. Quieres convertirte en Canciller de la Confederación de Cápela.
—Sé que eres más listo, Sun-Tzu. Tu actuación en Outreach no consiguió engañarme. Tú eres tan impulsivo o demente como yo soy una difunta. —Candace lanzó una risa despreciativa—. La Confederación de Capela podría haber sido mía cuando yo hubiese querido. Cuando me marché, hace veinte años, Justin y yo estudiamos varias conspiraciones que me habrían dado el trono. Podríamos haber simulado un secuestro, del que me hubiese salvado escapando de manera milagrosa. Mi padre me habría acogido de nuevo, al igual que el pueblo. O podría haberlo hecho cuando las tropas de la Comunidad de Saint Ivés fueron a luchar contra los invasores de Andurien, o cuando cortamos las relaciones diplomáticas con la Mancomunidad Federada para evitar que Hanse Davion atacase la Confederación de Capela.
«Había cientos de planes —prosiguió—, y siempre tuve ayuda más que suficiente a mi disposición desde el interior de la misma Confederación. Las purgas de Romano descubrieron quizás a uno o dos agentes míos, pero crearon docenas más de ellos. No estarías muy equivocado si pensaras que dentro de este palacio hay más gente en mi nómina que en la de mi hermana.
Me fié demasiado de la imagen que mi madre tenia de su hermana. No volveré a cometer ese error, pensó Sun-Tzu, que se apovó en la puerta y se concentró en el dolor que le causaba el pomo en la columna.
—¿Por qué has esperado tanto tiempo para atacar? —preguntó.
—Porque no quiero ser Canciller de la Confederación de Capela —respondió Candace entrelazando los dedos—. Mientras tu madre me describía como una zorra y una traidora por haberme aliado con Hanse Davion, encontré la manera de que mi pueblo mantuviera su identidad cultural sin verse absorbido por la Mancomunidad. Aunque creo que Hanse es un gobernante mucho más responsable que lo que Romano pudo haber sido jamás, no tenía ningún deseo de ver cómo se desvirtuaba el espíritu de mi pueblo uniéndose al imperio de Davion.
La fría lógica de las palabras de Candace sorprendió a Sun-Tzu, a causa de lo diferente que era de los motivos que su madre había atribuido a todo lo que Candace había hecho.
—En tal caso, ¿por qué has venido ahora?
—Lo que he hecho a Romano es una cuestión personal, no política. Ha sido el último acto de un drama que ha durado demasiado.
—Pero la noticia de su asesinato creará un clamor de venganza —repuso su sobrino, escéptico.
—Incluso Romano supo mantener en secreto la verdadera causa de la muerte de nuestro padre. Que ésta sea tu primera lección como Canciller: aquí, en la Confederación de Capela, la verdad es lo que tú digas que es.
Candace se incorporó despacio y se envolvió de nuevo en su capa.
—Yo no he asesinado a tu madre. Ella, en un ataque de ira, mató a Tsen Shang y luego se suicidó. Dejó un mensaje verigrafiado en el que lo explicaba todo, que tú leíste y destruíste porque trataba de asuntos que no pueden hacerse públicos. Serás vago en tus declaraciones acerca de su muerte pero los llorarás tanto en público como en privado. Por supuesto, amenazarás con vengarte de quien haya sido el causante de todo esto.
No muy distinto de lo que había pensado decir cuando la matase yo mismo. Sun-Tzu sintió que recuperaba la confianza.
—¿Y mi segunda lección como Canciller?
—Nunca te fíes de tu hermana. Kali está tan loca como su madre, si no más. —Candace levantó una mano para que no hablase aún—. Y tu tercera lección: deja en paz a mis hijos. Ninguno de ellos tiene el menor deseo de sentarse en el Trono Celestial. Déjalos tranquilos y jamás tendrás que temerlos.
—Pero su misma existencia ya es una amenaza para mí.
—Sólo serán una amenaza si actúas contra ellos. —La mirada de Candace heló a Sun-Tzu hasta el tuétano de sus huesos—. Hay más caminos que conducen a la Confederación de Capela y a este palacio de lo que tú sabrás nunca. Si me viese obligada, podría volver y volvería, o activaría a mis agentes como venganza. Tal vez tenga mis reparos a aceptar mi responsabilidad con la Confederación, pero eso no quiere decir que sea incapaz de hacerlo si es necesario.
—¿Y si te disparo ahora mismo? —dijo Sun-Tzu, moviendo la pistola láser.
Candace se encogió de hombros y contestó:
—En tal caso, un informe completo de las brechas en el sistema de seguridad de la Confederación (incluyendo información suficiente para preparar un golpe de estado que pondría a Kuan Yin en el trono en tu lugar) llegaría a manos de Hanse Davion. Puedo asegurarte que él será menos cauteloso para utilizarlo de lo que sería yo.
Sun-Tzu bajó la pistola.
—¿Por qué sólo mis padres? —quiso saber aún—. ¿Por qué nos dejas vivos a mi hermana y a mí?
—A ti te dejo vivo porque sé que no eres estúpido —respondió Candace, sonriendo sin alegría—. Si la Confederación debe perdurar, lo hará de acuerdo con tus acciones. Yo odiaba a mi hermana, pero eso no quiere decir que desee el sufrimiento del pueblo de Capela. Después de Maximilian y Romano, mi patria necesita a un gobernante perspicaz, y te considero capacitado para serlo. En cuanto a dejar viva a tu hermana, yo tuve que convivir con Romano. La adversidad te hará más fuerte y prefiero que busques tus enemigos dentro de tu propio hogar que en el exterior.
Candace cruzó la habitación y tocó un interruptor que abrió una puerta secreta en la pared.
—Recuerda: el futuro de la Confederación de Capela está en tus manos. Considéralo como un legado sagrado. La diferencia entre los juegos que jugabais en Outreach y el mundo real es ésta: ahora no puedes cometer errores. Recuerda esto y vivirás. Olvídalo, y será tu fin.
★ ★ ★
Sun-Tzu siguió contemplando el panel después de que se hubo cerrado de nuevo. Luego metió la pistola láser en el cinto. Por tanto, el reinado de terror de mi madre ha terminado, y he sobrevivido para verlo. Muy bien.
Fue al antiguo escritorio de Justin y se sentó en la silla. Tocó un botón de la consola y, ante su sorpresa, el antiguo monitor se encendió. ¡Qué interesante! Todavía funciona. Aún hay vida en la maquinaria que destruyó la Confederación de Capela.
Sun-Tzu se recostó en la silla y dijo en voz alta:
—Mi madre y mi abuelo odiaban tanto a Hanse Davion que no fueron capaces de comprender lo bien que funcionaban sus métodos contra nosotros. En mí, Hanse Davion verá cómo sus propias tácticas y estrategias vuelven para acosarlo. —Sonrió y juntó las yemas de los dedos—. La Confederación de Capela no está muerta, y lo que no nos mató nos hará más fuertes.
Capítulo 37
Tukayyid
Zona de intervención de ComStar, República Libre de Rasalhague
9 de mayo de 3052
(Día nueve de la Operación Escorpión)
Con la estatura de un Adas en su mundo artificial, el Capiscol Marcial se plantó en las montañas Diniu y observó la retirada de los Jaguares de Humo. Durante la evolución de la batalla en sus ocho primeros días, Focht había comprendido que los Jaguares de Humo no habían identificado correctamente al Segundo Ejército como un refuerzo del Quinto, que era el que defendía la cordillera inicialmente. Como resultado de ello, los Jaguares de Humo habían gastado cantidades increíbles de municiones para eliminar a quienes creían que eran los últimos defensores. Cuando la segunda mitad del Quinto Ejército, que acababa de eliminar al Primero de Caballeros de los Jaguares, llegó desde el delta de Racice para atrapar a los Jaguares en las montañas, el final fue previsible.
Focht sonrió al observar la retirada de los Clanes y se permitió sentir cierto orgullo por la victoria. El ilKhan inicial de la invasión, Leo Showers de los Jaguares de Humo, había sido una especial molestia en la misión de Focht entre los Clanes. También habían sido los Jaguares de Humo quienes habían arrasado la ciudad de Edo para reprimir una rebelión en Turde Bay. El haberlos aplastado lo hacía sentirse feliz.
Ten cuidado, Anastasius. No te creas que tú o tus hombres sois invencibles. Mientras se advertía a sí mismo, admitió que su análisis de los Clanes y de sus tácticas le habían dado ventaja. Sus guerreros habían aprovechado aquella ventaja y la habían convertido en una victoria en las montañas Dinju. El mismo resultado parecía asegurado en la llanura de Przeno, en las fuentes del Hladno y en el valle de Kozice. Si todo iba bien, obtendría la victoria sobre cuatro Clanes.
Aun asi, eso no bastará para que ganes la guerra. Focht levantó la mano derecha y bajó el halo de visión. Seleccionó la ventana que abría el teatro de operaciones de Brzo. Tras ampliarla para sustituir el paisaje montañoso que estaba más al sudeste, Focht abrió un canal de radio con Hettig.
—¿Sí, Capiscol Marcial?
—¿Algún informe de actividad de los Lobos, señor Hettig?
—Lo estoy comprobando, señor.
Brzo, un complejo agrario grande, le pareció al Capiscol Marcial un disco de cemento en el centro de un círculo dorado. Más allá, las montañas Pozoristu arañaban el cielo con dedos enguantados de nieve. En Brzo y sus alrededores vio indicios de escaramuzas, pero ningún combate destacado.
—Capiscol Marcial, parece que los Lobos se están reabasteciendo y permanecen a la espera para dirigirse hacia las montañas. A excepción de los Arañas, todas las unidades de los Lobos parecen deseosas de aceptar su invitación a combatir en la cordillera. Nuestro Undécimo Ejército ya ha tomado posiciones defensivas e informan que están bien abastecidos. Los fragmentos del Noveno y del Décimo se están retirando, aunque la 282ª aún está acosada por los Arañas.
Focht suspiró hondo.
—¿Ya ha retirado el capiscol Wollam la 282ª y la ha llevado a las montañas?
—Dice que lo está intentando y que lo conseguirá en cuanto pueda saber dónde lo esperan los Arañas.
—Estando Natasha Kerensky al frente de ellos, eso podría ser imposible —comentó Focht—. Que nuestros exploradores identifiquen todas las bases de suministros del Clan de los Lobos en las llanuras que están bajo las montañas y que las señalen como objetivos. Si alguna parece estar cerca de la 282ª, puede enviar a Wollam por ella.
—Sí, señor.
Focht se acarició la barbilla; de pronto, comprendió que había copiado aquel gesto del ilKhan Ulric. Asi pues, ¿en qué estás pensando, Ulric? ¿Por qué aceptas los campos de batalla que he elegido yo, en las montañas? ¿Sólo para expulsar a mis hombres de las posiciones que hemos preparado y extender nuestras lineas de suministros del mismo modo que se extienden las tuyas? ¿O has visto algo que yo no he visto?
★ ★ ★
Phelan puso el Wolfhound en cuclillas para que tres rayos de color azul eléctrico de un CPP le pasaran sobre la cabeza.
—Estrella Hacha, retroceded. Delante hay blindados. —Conmutó el alcance de la radio al núcleo—. Natasha, una unidad de caballería está defendiendo el paso de la Cuenca Sangrienta. Allá va una transmisión.
Phelan pulsó un botón e inició una transmisión de datos al Diré Wolf de Natasha Kerensky. Pese a haber apenas atisbado las fuerzas que le hacían frente, el ordenador ya había clasificado todos los datos de los sensores y dio a Phelan un mero desglose de las fuerzas que había detectado.
—Parece que ComStar quiere defender este paso a toda costa —murmuró Phelan.
El ordenador informó que tenía enfrente un trío de tanques pesados Burke, dos Furys pesados y un Rhino. Los Burke llevaban tres CPP en las torretas y un lanzamisiles de MLA en la parte frontal. Aunque los Furys podían causar daños graves en un solo ataque, preocupaban más a Phelan por su blindaje increíblemente resistente. También eran conocidos por sus duelós con 'Mechs, pero el Wolfhound de Phelan no podría resistir un castigo muy severo.
El Rhino era un lanzacohetes pertrechado con un grueso blindaje y un par de láseres medios para frenar a los 'Mechs en caso de combate a corta distancia. Era más rápido que un Burke, pero no podía igualar la velocidad de un Fury si la unidad se veía obligada a moverse con rapidez. Esto, junto con el hecho de que estaban atrincherados, tranquilizaba a Phelan, porque quería decir que los tanques no se abalanzarían sobre su estrella.
—Natasha, los tanques están atrincherados. ¿Todavía está disponible la escuadrilla Lucha?
—Hacha Uno, ten en cuenta que estamos empujando a los ComGuardias hacia vuestra posición. Te sugiero que hagas retroceder a los blindados y ocupes sus fortificaciones. Aquí es donde te ganarás el sueldo, Pnelan.
—Recibido, Viuda Negra.
Phelan sabía que sus 'Mechs eran capaces de hacer retroceder a los blindados, pero su atrincheramiento hacía que la labor fuese mucho más difícil.
—¿Tengo apoyo aéreo?
—Tiempo estimado de llegada: treinta segundos, estrella Hacha —resonó la voz de Carew por la radio—. Estad preparados para actuar.
—Recibido, Lucha Uno. Aprovecharemos vuestra pasada. —Conmutó rápidamente a la frecuencia táctica—. Abrid los ojos. Dispondremos de un ataque aéreo. Thea y Ace, entrad con vuestros 'Mechs de un salto. Concentraos en el Rhino. Es un blanco difícil, pero se sabe que explotan si se los ataca lo bastante fuerte. El resto de nosotros atacaremos al primer Burke. Los Furys son veloces y correrán si les damos la ocasión.
—Recibido, comandante estelar. Preparados para atacar.
★ ★ ★
Carew se puso en contacto por radio con su compañero de ala.
—Cúbreme mientras hago la entrada, Virgil. Luego yo te cubriré a ti. ComStar tiene algunas naves, pero no veo nada en mi pantalla.
—Recibido, Carew.
El piloto de los Clanes conmutó el sistema de disparo a la modalidad de tierra y lanzó el Visigoth a un vuelo en picado amplio y pronunciado. El ordenador le mostró la ubicación de la estrella de Phelan y la posición de la caballería de ComStar. Estableció un rumbo que unía las dos líneas y descendió acelerando hasta alcanzar los seiscientos cincuenta nudos a sólo quinientos metros del terreno.
Durante una milésima de segundo, los blindados de ComStar brillaron como blancos válidos en su pantalla de disparo, pero Carew pulsó los botones de disparo cuando todavía aparecían como hologramas. El CPP y los láseres medios gemelos que tenía montados en el morro iluminaron la carlinga con un resplandor púrpura y rojizo. Dos andanadas de MLA salieron de los afustes montados en las alas y frenaron la velocidad del caza en unos cuarenta nudos.
Mientras el calor aumentaba en la carlinga, tiró de la palanca y orientó el Visigoth al cielo. Con un viraje a la izquierda, lanzó el caza a un tonel que lo llevó a un rumbo en ángulo recto de su vuelo de bombardeo. Cuando enderezó la nave de nuevo, conmutó el sistema otra vez a aire-aire y vio que Virgil iniciaba su maniobra.
Unas bocinas de alarma empezaron a sonar en la carlinga. Vio de inmediato dos cazas de ComStar que se aproximaban. Su ordenador los identificó de inmediato como Rapiers y lo que quería decir que tanto él como Virgil debían prepararse para un difícil duelo.
—¡Interrumpe la maniobra, Virgil! Tenemos compañía.
★ ★ ★
Con las explosiones resonando aún en sus oídos, el acólito R. G. Flute tensó aún más el cinturón de seguridad que lo mantenía sujeto al asiento de la torreta del Rhino.
—¡Maldición! —exclamó—. Ese disparo ha fundido parte del blindaje y se ha solidificado en el mecanismo de dirección de mi torreta. Anderson, prepárate para empezar a movemos, porque sólo podremos disparar a los blancos que encares.
—No puedo, acólito. Una oruga está dañada. No nos vamos a ninguna parte.
—Correcto, Fury Uno está intacto, pero Fury Dos tiene la torreta bloqueada. Burke Uno está en el mismo estado que nosotros, Burke Dos ha perdido parte del blindaje y Burke Tres ha perdido sus misiles y uno de los CPR —El técnico de la radio miró al interior de la torreta, más allá de los pies de Flute—. Quieren saber qué es lo que deben hacer.
—¡Luchar! ¿Qué otra cosa puede hacerse? Que la Paz de Blake sea con vosotros, muchachos —entonó el acólito en tono solemne—. ¡Ahí vienen!
Phelan se había precipitado con el Wolfhound hacia la abertura mientras Virgil iniciaba su maniobra en dirección al paso. El segundo Visigoth disparó su CPP y sus láseres, pero interrumpió la maniobra a la mitad. El MechWarrior sabía que sólo una cosa podía impedir a un piloto de caza finalizar un bombardeo: la llegada de cazas enemigos. Recordando su combate con Glynis, no quería que ComStar devolviera el favor con un bombardeo sobre sus 'Mechs.
Phelan aceleró la marcha al entrar en el paso; entonces vio los daños que la escuadrilla Lucha había infligido a ios tanques y murmuró una oración de ayuda para Carew y Virgil en su batalla con los cazas de ComStar. Todos los blindados salvo un Fury parecían como si hubieran sido atacados por un gigantesco soplete. El blindaje ennegrecido, junto con las brechas abiertas por el láser y el CPP, cubrían las torretas y la parte frontal de los vehículos. El bombardeo no había destruido ninguno, pero cinco de los seis estaban en mal estado.
Espero que baste con eso, pensó Phelan. Sobre él pasaron el Summoner y el Viper. El Summoner de Thea lanzó dos andanadas de MLA al Rhino. Más de la mitad cayeron al suelo frente al voluminoso vehículo, pero los restantes destruyeron aún más el blindaje de su parte frontal.
El tirador del Rhino levantó los afustes de misiles y lanzó una andanada completa de cuarenta misiles al Summoner. Su esfuerzo apresurado de puntería y su dificultad para seguir a la escuadrilla causó que sólo una cuarta parte alcanzara el blanco. Las explosiones fragmentaron el blindaje del brazo y de la pierna izquierdos del Summoner. Aunque ninguno logró atravesarlo cualquier daño era grave en unos 'Mechs tan ligeros, sobre todo mientras los Furys y los Burkes seguían siendo operativos.
Ace pilotaba el Viper con tanta pericia que Phelan pensó que, en vez de un 'Mech, podía pasar por un gigante alienígena. El monstruo disparó el CPP de su brazo izquierdo contra el Rhino y lanzó un siseante rayo a su blindaje delantero. El rayo de un láser medio, montado por debajo del antebrazo derecho del 'Mech, se unió al otro haz y dio en el blanco.
Un fogonazo arrojó fuego por la parte delantera del vehículo y una bola de fuego lo hizo pedazos. La torreta saltó por los aires como si fuese un sistema de eyección. Antes de llegar al punto más alto del arco, se encendieron los misiles de su afuste de estribor, lo que le imprimió un giro hacia atrás. Fue a chocar contra la ladera de la montaña y se perdió de vista.
Algo explotó un poco más allá, pero Phelan no tenía tiempo para pensar qué podía ser. Hizo una finta a la izquierda cuando uno de los Burkes intentó empalarlo con un par de rayos azules de CPP Los rayos pasaron lejos, pero la maniobra evasiva le hizo perder la puntería con el Fury averiado. El rayo del láser pesado y los de los medios cayeron sobre el terreno delante del Fury. Sólo uno de los rayos dio en el blanco y consiguió arrancar un poco de blindaje.
La iniciada Elza Speer tiró de ambos controles del Fury averiado. En la pantalla holográfica que la rodeaba, vio el retículo dorado del punto de mira en su centro. Movió el control izquierdo hacia adelante un segundo y centró el retículo en el Wolfhound que encabezaba el ataque.
—Lo tengo fijado para ti, Perry —dijo a su compañero—. Derríbalo.
★ ★ ★
El rifle Gauss del Fury lanzó una bala plateada que dio justo debajo de la rodilla derecha del Wolfhound. Sonriente se tambaleó hacia ese lado, pero Phelan logró mantenerlo erguido. ¡Stravag! Otro disparo como ése y perderé la pierna.
—¡Vamos a cargarnos esos Furys! —exclamó.
El Nova de los Clanes le parecía a Phelan poco más que un enorme sapo aerodinámico preparado para el combate. El cañón automático cilindrico que tenía como brazo derecho lanzó una ráfaga de cartuchos que trazaron una línea recta por el suelo hasta el único Fury que seguía indemne, pero no llegó a darle. Un enjambre de MLA del Nova volaron más rápido que las cargas del cañón automático y envolvieron de mego la torreta del Fury.
Aparentemente, aquel ataque no impresionó a sus tripulantes. La torreta giró con facilidad y lanzó una bala del rifle Gauss para destrozar el blindaje de la pierna izquierda del Nova. Aunque éste tenía un blindaje mucho más grueso que el Wolfhound, de Phelan, el piloto comprendió que otro disparo de cualquier arma en esa pierna se la dejaría reducida simplemente a los huesos, con lo que el 'Mech estaría condenado.
El Ice Ferret de Dimitria había virado al extremo izquierdo de la formación. Su cañón automático no acertó en el Burke al que apuntaba y la andanada de MLA, pese a ir mejor dirigida, explotó al chocar contra el suelo. Sólo el láser medio que llevaba en el pecho dio en el blanco, aunque no causó más daños que la destrucción de un poco de blindaje.
El contraataque del Burke fue más eficaz. Aunque un disparo de sus tres CPP salió demasiado alto, los otros dos envolvieron el Ice Ferretean fuego eléctrico. Los rayos arrancaron blindaje de cada brazo en proporción similar, dejando su cabeza y sus hombros rodeados de vapor. Otro Burke intentó contribuir al infortunio del Ice Ferret, pero sus disparos fallaron.
Phelan se estremeció. Esto va a ser más difícil de lo que creía. Dios mío, por favor, haz que Carew se libre de esos moscardones.
★ ★ ★
Carew levantó el caza y realizó una maniobra zigzagueante que lo llevó por encima y por detrás del lugar donde los Rapiers estaban acosando a Virgil. Disfrutó con la ventaja que la maniobra le había dado, pero el hecho de que ellos tuvieran en el punto de mira a Virgil lo llenó de temor.
—Virg, tienes dos. ¡Vira a la derecha!
El Visigoth de Virgil inició su brusco viraje, pero el primer Rapterse enganchó a él e hizo un giro aún más pronunciado. Aquel caza de alas estilizadas y doble morro y cola no parecía tan amenazador como la más compacta nave de Virgil; sin embargo, voló con la elegancia de un saurio y abrió fuego con el cañón automático que llevaba en el morro.
La maniobra de Virgil llevó a su nave directamente al chorro de cartuchos, que salpicaron el fuselaje y arrancaron placas de blindaje que siguieron al Visigoth como una lluvia reluciente. Un rayo de CPP destrozó aún más partes del blindaje y unos MLA salieron disparados del Rapier y perforaron el caza ya muy castigado. En medio de un fogonazo y una voluta de humo negro, el Visigoth empezó a hacerse pedazos en el aire.
El icono de la nave de Virgil desapareció de la pantalla holográfica de Carew. El primer Rapier subió y su silueta brilló con una luz blanca en la escala de infrarrojos. El piloto de los Lobos inició una trayectoria espiral a la derecha y, al salir de la maniobra, vio que el compañero del Rapier seguía a su líder y se aproximaba a su punto de mira.
Sus dos láseres medios arañaron el blindaje que recubría el afuste de popa del Rapier, y la mitad de los misiles lanzados por Carew también arrancaron fragmentos de ferrocerámica. Otros proyectiles perforaron el fuselaje y el ala izquierda, destrozando el blindaje y deteriorando la forma aerodinámica de la nave.
El Rapier dañado bajó el ala izquierda y empezó a virar en una curva cerrada, mientras su compañero seguía subiendo y desviándose a la derecha. Si te persigo, patito herido, tu compañero me atacará. ¡No! Carew rehusó el gambito y también ascendió a la derecha. Este juego lo jugaremos con mis reglas.
Tal como esperaba, el caza dañado niveló su trayectoria cuando vio que el Visigoth ya no lo perseguía. Carew mantuvo el punto de mira sobre su blanco y disparó los dos láseres medios del arco trasero que llevaba el Visigoth. Uno quemó parte del blindaje protector del motor, mientras que el otro deterioró aún más el ala izquierda del Rapier.
Carew sonrió de forma inconsciente cuando el caza que tenía frente a él hizo una serie de oscilaciones. Sí, sabes combatir mejor que tu compañero. Esto se decidirá entre tú y yo, pero me las pagarás por Virgil. Apretando los clientes, Carew apretó los pedales de aceleración y viró para atacar de nuevo.
★ ★ ★
En el suelo, Phelan echó un vistazo al monitor auxiliar y comprendió que aquella explosión lejana debía de ser uno de los cazas que se había estrellado. ¡Espero que no sea Carew! Entonces observó que dos Rapiers y un Visigoth seguían luchando sobre él. No sabía decir si prefería que Carew estuviese ya muerto o a punto de morir en la batalla que lo enfrentaba a dos enemigos.
La batalla terrestre no le daba tiempo para pensar nada más. El Nova de Lee se cruzó en su camino, tapando al Fury que lo había atacado antes. El Nova disparó el cañón automático y los MLA contra el blindado, y arrancó un poco más del blindaje frontal. El Fury respondió virando a la derecha y disparando el rifle Gauss, que hizo una gran hendedura en el blindaje central del torso del Nova.
Phelan llevó a Sonriente a la derecha para completar la maniobra de cruce con el Nova. Avanzó deprisa y se colocó al lado de un Burke. Abrió fuego con todas sus armas, pero el láser pesado que llevaba en lugar de la mano derecha falló. En cambio, el trío de láseres incidieron a lo largo del lado izquierdo del Burke y redujeron todo su blindaje a una masa fundida que se deslizó al suelo en gruesas gotas.
Dado que la torreta estaba atascada mirando hacia adelante, el Burke no podía apuntar con sus armas a Sonriente. Incapaz de moverse y con su arma bloqueada, el Burke estaba prácticamente fuera de combate. Phelan confiaba en que su tripulación también se diese cuenta de ello, porque no tenía ningunas ganas de matarlos si no era necesario.
El Viper de Ace tomó tierra frente al Fury que había quedado indemne tras el bombardeo. Su CPP fundió placas del blindaje de su morro, convirtiéndolas en una masa amorfa, y su láser medio hizo pedazos parte del blindaje trasero. El Fury giró su arma y disparó una bala plateada hacia el pecho del Viper, al que hizo desviar parcialmente a la izquierda.
El Ice Ferret de Dimitria apuntó a otro de los Burkes, pero su duelo con el primero de dios la había descentrado. El cañón automático, el láser medio y todos los MLA fallaron el blanco, mientras los tripulantes del Burke giraban sus CPP. Dos relámpagos artificiales cayeron sobre el Ice Ferret, uno arrancó blindaje del centro de su pecho, mientras que el otro destruyó lo que quedaba de la armadura del brazo izquierdo y empezó a corroer los huesos metálicos y los músculos.
El tercer Burke lanzó dos rayos de CPP al Summoner. Al igual que el Ice Ferret, el Summoner perdió fragmentos de blindaje del brazo izquierdo y del pecho, pero Thea aguantó el ataque sin perder el blanco fijado. Dos andanadas de MLA salieron de los afustes y estallaron en el blindaje del morro del Burke.
Sus detonaciones iniciaron una serie de explosiones secundarias que levantaron el Burke del hueco donde estaba semienterrado y le hicieron dar una vuelta de campana. Las dos orugas salieron disparadas como si fuesen bandas elásticas de acero y empezaron a desintegrarse en pleno aire. La torreta también saltó y fue a chocar contra una ladera, mientras que el resto del vehículo quedó aplastado por su parte central y reventó en un millón de fragmentos. Nació una estrella nova en su corazón a causa de las explosiones de las municiones y del combustible, que consiguió de forma mucho más eficaz lo que los ataques de los Clanes no habían logrado.
★ ★ ★
Carew, metido en una carlinga que le parecía tan cómoda como el vientre de la madre, hizo dos descubrimientos. El primero fue que su aerocaza podía subir y bajar más deprisa que los Rapiers. Lo averiguó cuando su Visigoth acortó velozmente en su descenso la distancia que lo separaba del Rapier dañado. El otro piloto intentó levantar su nave, pero Carew se abalanzó sobre él apartándose del segundo Rapier.
El Visigoth lo atacó con ambos láseres y misiles. Los cohetes impactaron en el fuselaje y en el ala izquierda. Carew vio que había abierto varios orificios en el cuerpo cilindrico de la nave y comprendió que algunos ordenadores de control debían de haber sufrido daños, porque las aletas de cola quedaron rígidas en la posición de trayectoria recta.
Uno de los láseres destruyó el blindaje que protegía el motor del Rapier. Un fuerte brillo en la pantalla de infrarrojos indicó que también había dañado la maquinaria. El motor se oscureció de inmediato y el Rapier empezó a perder velocidad. Con los sistemas de control bloqueados y la nave volando cada vez más despacio, Carew sabía que podía destruirla con otra ráfaga.
El segundo descubrimiento fue que moriría si cedía a la tentación de incendiar el Rapier. Su compañero había perdido potencia en el arco trasero, pero dio la vuelta para impedir que Carew pudiese fijar el blanco. El hombre de los Clanes imprecó y movió la palanca bruscamente a la derecha. La nave viró con elegancia. Entonces, en respuesta a la orden que le dio cuando el Rapier se situó detrás de él, viró de nuevo a la izquierda.
El piloto de ComStar dio un pronunciado giro a su Rapier pasa, colocarse en el radio de viraje del Visigoth, por lo que Carew optó por girar su caza en una pirueta que lo puso sobre su ala izquierda. Cortó la aceleración y dejó que su nave cayera en picado como una piedra. Luego recuperó el control y la llevó en una trayectoria lateral que lo situó detrás del Rapier a menos de un kilómetro de distancia.
Sin embargo, antes de que Carew pudiese disparar, el piloto del Rapier levantó el morro de la nave en una acrobacia Immelmann y atacó al Visigoth. A la velocidad que iban ambos cazas, sus trayectorias iban a cruzarse al cabo de tres segundos. En ese tiempo, ambos cazas se dispararon mutuamente con todas sus armas y a bocajarro.
Carew notó que el Visigoth sufría una sacudida violenta cuando el cañón automático del Rapier abrió una grieta en zigzag en el blindaje del ala izquierda. Una luz azul llenó la carlinga y un ruido de estática restalló en los auriculares cuando un CPP destruyó parte del blindaje del ala derecha. El segundo CPP y los MLA del Rapier fallaron, pero no por mucho. Carew estaba seguro de que ya había agotado toda la suerte que se le había concedido para este día.
El cálculo que hizo el ordenador de los daños lo alegró. Su CPP había fallado el blanco, pero los MLA habían compensado de sobra aquel fallo. Habían salpicado todo el fuselaje del Rapier y arrancado fragmentos en lugares que el ordenador marcaba como radiadores. Los misiles también habían destruido blindaje del motor, mientras que los láseres delanteros habían acertado en el ala derecha y el fuselaje, dañando posiblemente un ordenador de control de fuego.
Carew asintió con la cabeza y examinó la marca de infrarrojos del Rapier, blanca como una nova. Te estás recalentando... tanto como el piloto que crees ser. Levantó el ala izquierda y giró en una trayectoria zigzagueante. Sonrió al ver que el Rapier venía a su encuentro.
★ ★ ★
El Fury que había sufrido menos daños giró la torreta a la derecha y lanzó un proyectil del rifle Gauss al brazo izquierdo del Summoner. La bala plateada atravesó el blindaje fragmentado y aplastó el afuste de MLA que había debajo. El Summoner se estremeció, pero siguió erguido y contraatacó con una andanada de misiles que hizo saltar en pedazos el blindaje frontal del tanque.
El Viper de Ace encaró al Fury más peligroso y disparó el CPP y el láser medio. Continuó la labor iniciada por el Summoner y uno de los rayos incluso atravesó la oruga derecha. La cinta metálica saltó de las ruedas y paralizó el Fury en pleno giro. Se elevó una nube de polvo cuando el Fury intentó escapar de las máquinas que lo estaban martirizando.
A causa del calor que crecía en la carlinga, Phelan sólo empleó sus láseres contra el Fury. La ráfaga de rayos rojos atravesó la debilitada protección del morro del tanque como si no existiese. Una explosión interna sacudió el Fury. Luego se quedó quieto, mientras el polvo caía sobre él y una columna de humo negro salía de debajo de su mole.
★ ★ ★
Manipulando frenéticamente las palancas de control, Elza Speer se esforzó por seguir la trayectoria en círculo del Black Hawk hacia la derecha.
—¡Lo intento, Perry, maldita sea! —exclamó—. Pero el 'Mech no me está ayudando.
Fuera cual fuese la respuesta de Perry, fue engullida por el espantoso estrépito del metal chocando contra metal. Elza vio el fogonazo del cañón automático del Black Hawk y notó una fuerte sacudida a la izquierda. Las ruidosas explosiones de los misiles contra el casco del vehículo resonaron en sus oídos. Luego sintió la punzada del metal doblado hacia el interior y vio sus brazos y sus manos arañados con pequeñas marcas sangrientas.
Redobló sus esfuerzos para girar el Fury, pero sólo logró ver la humeante carcasa del otro vehículo del mismo modelo.
—Maldición... —murmuró.
Observó que el Fenris intercambiaba disparos con el único Burke que seguía operativo y sintió una cierta satisfacción al ver que el 'Meen retrocedía tambaleándose y con el blindaje del pecho hecho pedazos. Al mismo tiempo vio que el morro del Burke estaba aplastado y sus tripulantes ya salían para rendirse.
Elza despertó de su ensimismamiento y puso la marcha atrás.
—Sólo soy una herramienta de la Sabiduría de Blake. ¡Diablos, Perry, dispara algo!
El Rapier se acercó al Visigoth de Carew como un misil teledirigido. Su cañón automático vomitó fuego y metal en una tormenta que atravesó el fuselaje del caza. Unas bocinas de alarma resonaron en la carlinga, pero Carew hizo caso omiso. En la atmósfera, eso no importa, pensó. El caza inclinó el morro hacia abajo y el ordenador le informó que uno de los radiadores había sido destruido. Bueno, eso tampoco importa mucho en la atmósfera.
Sus ráfagas de respuesta dieron en el Rapier cuando pasaba sobre él. Con el único de los láseres medios que acertó en el blanco destruyó otro radiador, en compensación por el daño que él había sufrido. El bisturí azul del rayo de proyección de partículas siguió a varios MLA hasta la caja externa del motor y atravesó la protección que recubría el reactor de fusión. Un halo de calor envolvió el motor y el Rapier salió disparado como si el piloto hubiese pisado a fondo los aceleradores.
Carew contuvo el aliento mientras el piloto se esforzaba por levantar el morro del Rapier. Éste empezó a desviarse hacia arriba, pero de pronto se apagó el marcador de calor del motor. Carew solicitó otra exploración del estado del blanco; entonces comprendió que los ordenadores del Rapier habían apagado el motor para evitar una explosión.
El Rapier inició un rizo lento y, al carecer de aceleración, inició un picado hacia el suelo. La escotilla se hizo pedazos cuando detonaron los cierres explosivos que la sujetaban. El piloto saltó de la carlinga con un cohete y se encendieron los giropropulsores de eyección para estabilizar su vuelo.
Carew conectó la radio y dijo:
—Si tenemos Elementales en el sector 4123, un piloto de ComStar está descendiendo. No sé quién es, pero el Clan de los Lobos lo quiere a toda costa como sirviente.
★ ★ ★
Elza sufrió una sacudida que la lanzó contra los cinturones de seguridad de su silla. Entonces notó que los controles de la oruga derecha estaban inutilizados.
—¡Se acabó, Perry! —exclamó.
Por mucho que lo intentase, no podía girar lo bastante deprisa para evitar que los 'Mechs más ligeros concentrasen su fuego en el costado derecho del Fury. El Thor, el Fenris y un Dragonfly lo estaban machacando, mientras que Perry no podía contraatacar.
La mujer pulsó el botón de apagado del motor, esperó unos instantes y abrió la escotilla. El aire frío del exterior empezó a entrar en la cabina y la refrescó, hasta que un golpe de brisa le llevó el hedor de los tanques incendiados. Frunció la nariz y salió despacio del tanque, para unirse a la tripulación del otro Fury y de los dos últimos Burkes.
—Espero que el Capiscol Marcial sepa lo que está haciendo —murmuró, saltando al exterior y levantando las manos—. Al cuerno con la Sabiduría de Blake. Combatir en esta clase de batallas es estúpido.
★ ★ ★
Phelan se sintió complacido al ver que las tripulaciones empezaban a abandonar sus vehículos. Conectó el canal externo de comunicaciones y dijo:
—Han luchado bien y con gran coraje. —Señaló en la dirección desde la que habían venido las fuerzas de ComStar—. Pónganse a cubierto. Vienen más fuerzas de su bando y la situación no será muy hospitalaria.
A continuación conmutó la radio a la frecuencia táctica del núcleo.
—Viuda Negra, aquí Hacha Uno. Hemos tomado el paso. Seguimos siendo operativos, pero esto no durará mucho. La escuadrilla Lucha ha perdido uno de los aviones, pero no consta la presencia de ningún elemento aéreo de ComStar. Solicito instrucciones respecto a nuestra disposición.
—Presentaos en el cuartel general del núcleo para repostar y reparar las averías —contestó Natasha. Phelan distinguió el tono de enfado de su voz.
—¿Qué ha ocurrido? ¿ComStar ha huido demasiado deprisa?
—No tanto como para no poder atraparlos. Nos han ordenado retroceder. Cuando ceda la presión que sufre ahora, Wollam y sus tropas se retirarán hacia el nordeste.
—¿Qué?
El MechWarrior examinó el blindaje quemado y los daños sufridos por su estrella. Podrían habernos matado a todos aquí.
—Hemos conquistado el objetivo, coronel —insistió.
—Lo sé, pero ¿quién puede averiguar lo que tiene el ilKhan en mente?
Así pues, ha sido Ulric quien nos ha ordenado retroceder. Debe de estar pasando algo gordo.
—Entendido. Llevaremos algunos prisioneros.
—Registrado, estrella Hacha. Habéis hecho un buen trabajo.
—Recibido, Viuda Negra. Vamos allá.
★ ★ ★
Ulric levantó la cabeza cuando apareció el rostro de Conal Ward en el monitor de su despacho. El sudor empapaba los negros cabellos del guerrero, pegándolos a suficiente, y los cojinetes del neurocasco los habían aplastado contra el cráneo.
—Gracias por dar tu informe por fin, comandante galáctico Ward —dijo Ulric—. Habría preferido una comunicación más inmediata, en vez de que esperaras a estar a salvo para abandonar tu 'Mech.
Conal mantuvo la mirada al frente, sin que la transmisión le hiciera perder nada de su intensidad.
—Perdóname, ilKhan, pero mis Lobos Rojos han estado luchando duro y ComStar interfirió en nuestras comunicaciones. Necesité que un mensajero de mi cuartel general me trajera tu mensaje.
—No me mientas, Conal —repuso di ilKhan—. Has seguido combatiendo con la 278ª División de los ComGuardias mucho después de que ordenara el alto el fuego.
—Los estamos derrotando, Ulric. No puedes arrebatarnos eso.
—Sí, los estáis derrotando, pero estáis gastando vuestros suministros al doble de la velocidad permitida.
—¿Qué importa que se nos acaben los misiles y la munición de los cañones automáticos después de haberlos destruido? —preguntó Conal, tiñendo sus palabras de ira—. Quieres provocar la catástrofe para mí y para mis hombres.
—Tonterías —gruñó Ulric-He observado con gran placer vuestra excelente actuación. Me he asegurado de que todos los Clanes sepan que Vlad y el Undécimo de Guardias han sido superiores a una de las unidades de ComGuardias más destacadas de Tukayyid.
—Si lo que dices es cierto, ¿por qué nos obligas a desviarnos hacia las montañas mientras a los Arañas se les permite seguir combatiendo? Es repugnante que dejes que esa vieja bruja continúe su carrera a una edad tan avanzada.
—Ella obtiene resultados y sus tropas no están agotando sus suministros a mayor velocidad de lo ordenado. Además —añadió Ulric, entornando los ojos—, tú no eres Natasha Kerensky. Sólo su nombre, conocido por los años pasados con los Dragones de Wolf, siembra el terror en los corazones de los ComGuardias. El hombre que dirige la 282ª División luchó anteriormente en la guerra civil de la Liga de Mundos Libres, y fue ella quien lo venció. Ella tiene un enorme prestigio ante él, y su ansiedad debe de ser desmoralizante para sus compañeros. Además, ella también ha recibido instrucciones de retirarse.
—Sigue siendo antinatural, al igual que toda esta batalla. Los ComGuardias juegan al gato y al ratón en lugar de enfrentarse abiertamente a nosotros.
—En efecto, es antinatural —confirmó Ulric—. El Capiscol Marcial ha visto nuestra debilidad y ya la ha utilizado para derrotar a los Jaguares de Humo. Estamos acostumbrados a las batallas rápidas y decisivas. A lo largo de esta invasión hemos padecido guerras de guerrillas que no nos han permitido concentrar todas nuestras fuerzas. Ahora nos enfrentamos a esa misma táctica a una escala mucho mayor, en un planeta en el que no tenemos recursos para sostener una batalla larga.
—¡Bah! —exclamó Conal—. Podríamos ganarla mañana, y tú también lo verías si estuvieses aquí.
—Estás equivocado, Conal; y, si persistes en esa creencia, no sobrevivirás a la batalla. —Ulric se permitió una sonrisa taimada—. En cuanto a tu sugerencia de que vaya a verlo con mis propios ojos, tienes razón. He permanecido demasiado tiempo alejado de la batalla. Cuando nos enfrentemos a los ComGuardias en las montañas, yo mismo guiaré a nuestras tropas al combate. Allí, de una vez por todas, decidiremos el destino de la Esfera Interior.
Capítulo 38
Mar Negro, Alyina
Trellshire, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
10 de mayo de 3052 (Día diez de la Operación Escorpión)
Desde lo alto del acantilado, Kai vio que los dos Elementales submarinistas salieron a la superficie en medio de un círculo de burbujas. Levantaron el dedo pulgar hacia él, que imitó el gesto a los que estaban a sus espaldas. Alguien accionó un interruptor, y el torno empezó a funcionar. El cable de acero sobre el que Kai tenía apoyada la diestra se tensó y el rifle Gauss de Yen-lo-wang empezó su ascenso hasta tierra firme.
Kai apenas podía creer que todo aquello hubiese ocurrido en los últimos días. La huida había salido a la perfección. Kai y Deirdre habían tomado el aerocoche de lujo del vicecapiscol y se dirigieron al sur dando un rodeo hacia la granja de los Mahler. Los Elementales se apoderaron de un aerocamión pesado y regresaron a las montañas para recoger sus armaduras; luego se reunieron con ellos en casa de los Mahler.
Kai sonrió al ver que Erik Mahler bloqueaba la manija del torno. Luego enseñó a Malthus cómo desbloquearla cuando llegase el momento propicio. Erik había reaccionado con frialdad al ver a los Elementales, pero Hilda los había tratado con la misma cortesía que a Kai cuando llegó. El pacto de Kai con los Elementales ayudó a convencer a Erik y, cuando supo que habían unido sus fuerzas para enfrentarse a ComStar, el anciano MechWarrior insistió en ayudarlos a organizar la misión de rescate y supervisar la preparación de la resistencia de los Steiner.
Erik les contó las operaciones de salvamento que había organizado ComStar en la península, y en las cuales él había sido obligado a formar parte de una brigada de trabajo. Por lo que sabía, todos los Mechs habían sido sacados del planeta, pero no recordaba ninguna operación de salvamento submarina. Aquella noticia dio más confianza a Kai de que todavía fuese posible recuperar Yen-lo-wang y su rifle Gauss.
Al día siguiente de la llegada de los Elementales, todos se dirigieron al lugar donde el Centurión se había hundido en el mar. Fueron muy cautelosos, escrutando constantemente la posible presencia de patrullas de ComStar, pero no vieron a ningún enemigo. Sin embargo, no estaban solos, y eso los sorprendió.
Gus Michaels apoyó la mano sobre el hombro izquierdo de Kai y le dijo:
—Siento que no hayamos podido recuperar nada más de Yen-lo-wang, muchacho. Podríamos izarlo, pero no con un torno como éste. El Omni lo mantiene sujeto a las rocas; es la única razón por la que no se hundió a un kilómetro.
—Lo sé —dijo Kai. Miró las oscuras aguas y empezó a ver un cilindro blanco que oscilaba bajo las olas—. Si hubiese caído hasta el fondo, la carlinga se habría aplastado por la presión y yo habría muerto.
—Es mejor tener suerte que ser bueno, chico.
A Kai le caía bien aquel hombrecillo, pequeño pero robusto. Malthus recelaba de él al principio, pero el MechWarrior lo atribuía a que Gus había dicho que su presencia allí se debía a una misión encomendada por el ilKhan. Los informes de batalla sobre las acciones de Kai en Alyina indicaban que allí había un 'Mech con una tecnología de miómero superior, por lo que Gus había sido enviado a comprobar la veracidad de la noticia. Acababa de localizar el emplazamiento de la batalla cuando ellos llegaron, y al grupo le parecieron muy útiles el torno y los cables que Gus había llevado consigo.
El rifle Gauss salió a la superficie y manó agua del orificio. Aparte de algunas algas y unos cables que colgaban del lugar donde había sido arrancado del Centurión, parecía estar en buen estado. Los Elementales tiraron de él hacia la orilla y extendieron colchonetas y neumáticos viejos para evitar que sufriera rasguños al rozar con la superficie del acantilado.
Malthus se acercó y rodeó los hombros de Gus con su brazo.
—Asegúrese de recordar bien todo esto para informar al ilKhan, hombrecillo —le dijo—. Ahora comienza la liberación de Alyina.
★ ★ ★
Cuando hubieron cargado el rifle Gauss en la plataforma del aerocamión, escondiéndolo bien en su interior, empezaron una acalorada discusión acerca de la naturaleza de aquella liberación.
—No me importa que usted sea un enviado del ilKhan, Michaels —dijo Malthus, poniendo los brazos en jarras—. Va a quedarse en la granja de los Mahler.
—¡Espere un momento! —replicó el historiador, echando fuego por los ojos—. He sido yo quien les ha dado los planos de las instalaciones de Valigia que utiliza ComStar.
—Nada de eso. Los dibujó de memoria después de una visita apresurada hace dos semanas, y desde entonces ha estado viajando.
—He sido adiestrado para recordar detalles. Les he dado un mapa. Están en deuda conmigo.
—Yo no tengo ninguna deuda —repuso Malthus, irguiéndose cuan alto era—. Usted sólo es un notario de los acontecimientos.
—¡Exacto, maldita sea! ¿Cómo quiere que escriba un informe de todo lo que pase si no estoy presente?
—Se le permitirá ver nuestras grabaciones después de los combates —contestó Malthus con una sonrisa feroz—. Nuestras armaduras están preparadas para grabarlo todo.
Gus imitó la sonrisa del Elemental diente por diente.
—¡Estupendo! Déme entonces una armadura para que pueda grabar mi propia crónica del ataque.
El jefe de los Elementales desdeñó aquella propuesta con un gesto de la mano.
—Usted no pertenece a la casta de los guerreros —arguyó.
—Perdona, Taman —intervino Kai—, pero tienes cuatro armaduras y vosotros sois sólo tres.
—Cierto —dijo Malthus—. Una es para ti, si aceptas usarla.
Kai lo miró fijamente y cerró la boca muy despacio.
—¿Yo? ¿Ponerme la armadura de un Elemental?
—Eres un guerrero, Kai Allard-Liao. No es lo mismo llevar una armadura que pilotar un 'Mech; pero, con una de ellas, un guerrero adquiere la máxima capacidad de un ser vivo. Tienes el corazón, la mente y el espíritu de un guerrero; ahora puedes tener también la carne y los músculos de un guerrero. —Malthus bajó la mirada y añadió—: Si te niegas, lo entenderemos.
Kai miró a Locke y a Slane, los otros dos Elementales. Asentían en silencio a las palabras de Malthus. Me ofrecen el honor más elevado que pueden imaginar. La emoción lo embargó.
—Aunque no soy digno, acepto tu invitación y haré todo lo posible para honrar la memoria del guerrero que vistió esta armadura antes que yo.
Los tres Elementales sonrieron y lo felicitaron, dándole fuertes palmadas en la espalda. Kai se echó a reír.
—Por supuesto, siempre y cuando podáis adaptar la armadura a mi tamaño y tenga algo de tiempo para acostumbrarme a ella —añadió.
—De acuerdo. Todos queremos un poco de tiempo para hacer algunos ejercicios —dijo Malthus con una sonrisa maliciosa.
Gus aceptó la decisión asintiendo con la cabeza.
—Entonces, Malthus, va a meter a Kai y a sus hombres en las armaduras, irán a Valigia en el camión, cargarán el cañón y harán explotar la fortaleza de ComStar, ¿no?
—Correcto.
—¡Bingo! —exclamó Gus, cruzándose de brazos—. Entonces voy con ustedes, porque no tendrán tiempo de ponerse las armaduras en la zona de guerra.
—Nosotros nos preparamos antes de ir a la batalla —repuso Malthus.
—Cierto, de modo que, a menos que puedan pensar la manera de poder sentarse en el asiento del conductor después de ponerse ese traje de hojalata, necesitarán un conductor: y ése soy yo.
Kai paseó la mirada desde el barbudo hombrecillo al corpulento guerrero. Malthus se encogió de hombros, y Gus le enseñó una sonrisa que le estiraba las comisuras de los labios casi hasta las orejas.
—Nunca discutas con un historiador, Kai. Tal vez sean los vencedores quienes escriben la historia, pero somos quienes hacemos el trabajo. A menos que quieras ser recordado como una simple nota a pie de página, deja que los historiadores se salgan con la suya.
★ ★ ★
Solos en el bosque que se extendía detrás de la granja de los Mahler, Deirdre dejó que Kai la abrazase con todas sus fuerzas.
—Yo tampoco quiero perderte, Deirdre —dijo él. Su mente corría desbocada buscando las palabras apropiadas para explicarle la situación—. He visto los planes para atacar la fortaleza de ComStar. Si no voy con ellos, tienen pocas posibilidades, por no decir ninguna, de triunfar en el intento de liberar a sus amigos. Pero, si lo logran, Malthus hará honor a su juramento y nos dejará libres a nosotros y a los prisioneros de la Mancomunidad Federada.
—Lo sé, lo sé, pero detesto la idea de estar separada de ti. Cuando pienso que quizá no vuelva a verte nunca...
Kai notó que ella estaba temblando y la abrazó con más fuerza.
—No te preocupes. No me perderás. No voy a morir.
—No te burles de mí, Kai. —Deirdre se apartó y se enjugó las lágrimas—. No puedes prometerme que no vas a morir.
¿Cómo puedo explicárselo? Kai inspiró hondo y soltó un fuerte suspiro.
—No espero que lo entiendas, porque ni yo mismo lo comprendo plenamente. Lo que pasa es que la confianza que tú y los demás tenéis en mi me ha abierto los ojos. Ahora veo que tengo una habilidad y una pericia que me permiten hacer las cosas muy bien. Del mismo modo que tú no podrías dejar de atender a los enfermos en ningún caso, yo no podría...
—¿Dejar de matar? —dijo ella, desconsolada—. Creo que ya te he perdido.
Kai la sujetó por los hombros y le dio un suave empellón.
—No, sabes que no es verdad. No soy una máquina de matar. ¡No lo soy!
—¿A quién intentas convencer, Kai? ¿A mí, o a ti mismo?
Kai sonrió y bajó la mirada.
—Deirdre, ser un guerrero es diferente de ser un asesino. Lo que hago es prepararme para los conflictos con el fin de proteger las libertades que, como pueblo civilizado, hemos acordado darnos. Los Clanes quieren dominarnos y arrebatarnos nuestras libertades; por tanto, me opondré a ellos. ComStar tiene fines similares, aunque más virulentos, y también debo enfrentarme a ellos. No lo hago como instrumento de la política de un estado, sino como humano que lucha por preservar lo que toda la humanidad debería considerar sagrado.
»Tal vez digan algunos —añadió— que tomar medicamentos o antibióticos implica librar una guerra a nivel celular, mientras que yo hago lo mismo a nivel pluricelular. Creo que eso es una falacia, porque me doy cuenta de que una criatura viviente es más valiosa que unos virus o bacilos. Aun así, la idea de combatir una enfermedad es válida en cierta forma, y debo tener esperanzas de que, actuando para reducir los problemas al mínimo desde el principio, puedo ayudar a prevenir la propagación de algo que podría destruir a la humanidad. ¿Puedes entender esto?
Deirdre asintió con la cabeza.
—Demasiado bien —repuso. Sonrió y envolvió el rostro de Kai entre sus manos—. Lo que pasa es que entiendo lo que es y lo que se siente al salvar una vida y al destruir otra. No deseo que te pases el resto de tu existencia destruyendo vidas.
—Ni yo tampoco se lo deseo a nadie —dijo Kai, con la mirada perdida—. Estoy dispuesto a aceptar esa responsabilidad. Es mi elección y mi deber. No disfruto con ello, sino que lo soporto para que otros no tengan que hacerlo.
—Lo sé, y te quiero por eso.
Deirdre le dio un beso fugaz en los labios.
—¿Tenemos una semana antes de que os vayáis?
—Sí. Mahler, Michaels y Malthus acabarán de elaborar el plan; mientras, Slane y Locke se entrenarán. Desde el amanecer hasta el anochecer, estoy en sus manos.
Ella lo tomó de la mano y lo condujo de vuelta a la casa.
—Entonces, serás mío el resto del tiempo, Kai Allard-Liao. Ya que tus días estarán llenos de muerte y de horror, llenemos nuestras noches de amor y de vida.
Capítulo 39
Nave de Descenso Serene Foresight
Órbita de transferencia de Teniente Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
14 de mayo de 3052 (Día catorce de la Operación Escorpión)
Victor Ian Davion salió de la esclusa de aire y se puso en un lado de la lanzadera espacial. Ver el emblema de la Mancomunidad Federada grabado sobre el nombre Arcturus lo hizo sonreír, y dio unas palmadas en el casco de la nave. Entonces se abrió una escotilla y entró un soldado, que lo saludó. Victor devolvió el saludo y vio que Galen trataba de pasar por la puerta de la esclusa con sus dos equipajes.
Detrás de él, el príncipe vio a Shin Yodama y a Hohiro, que entraban en el hangar. Hohiro se apoyaba en el bastón mucho más de lo que a Victor le pareció normal con la escasa gravedad ocasionada por la aceleración de la nave. Los meses que ha pasado huyendo lo han afectado mucho. Aun así, sus hombres y él lucharon de forma denodada. Victor salió de la nave para ir al encuentro de sus anfitriones.
—Me iré pronto. Toda mi gratitud y mis mejores deseos para ti y para tu pueblo. De no haber sido por la labor del servicio de inteligencia y el ánimo de tus hombres, jamás habríamos conseguido salir de Teniente. En muchos sentidos, todavía me cuesta creer que lo hayamos logrado.
Hohiro sonrió, mas su sonrisa se desvaneció pronto por carecer de energía para mantenerla.
—Cuando envié a Shin en busca de ayuda, jamás imaginé que la encontraría en la Mancomunidad Federada.
—Una buena ayuda es difícil de encontrar —intervino Shin.
—Y nuestra tarifa era mucho más barata que la de la mayoría —terminó Victor, riendo—. Cuando se me pidió que hiciera esto, estuve seguro de que tú habrías hecho lo mismo por mí en el caso inverso. Y confiaría en que mi padre fuese lo bastante inteligente para aceptar tu ayuda.
Hohiro bajó la mirada y luego se volvió hacia Shin.
—Mi amigo me ha dicho cómo se te solicitó que hicieras esta misión. Sé el precio que ha costado y lamento haberos causado dolor a tí y a mi hermana.
—Tú y yo no teníamos las cosas nada claras en Outreach. Allí aprendimos a respetarnos mutuamente. Aprendimos que podíamos aceptar lo que tuviésemos que hacer para cumplir con nuestro deber. El dolor personal forma parte de todo eso. Sé que tu regreso sano y salvo aliviará el dolor que posiblemente sintió tu hermana a causa de su pacto con tu padre. Yo sentiría ese dolor suyo con mucha más fuerza que el mío propio. Al salvarte, me he salvado a mí mismo.
—Sigues asombrándome, Victor —dijo Hohiro, y miró a Shin en busca de confirmación—. No procedes de nuestra tradición samuray, pero entiendes giri y ninjo, el deber y la compasión, tan bien como cualquiera de nosotros.
—Tuve un buen maestro —comentó el príncipe de la Mancomunidad Federada, encogiéndose de hombros—. Además, el conflicto entre el deber y los sentimientos no es exclusivo de los samuráis o de los yakuza. Los que hemos nacido destinados al trono lo entendemos muy bien. Tu padre y el mío fueron afortunados porque sus matrimonios no se oponían a sus sentimientos. Me temo que no tendré tan buena suerte cuando yo decida casarme. Sin embargo, tal vez sea el último príncipe desgarrado por ese dilema.
Hohiro se apoyó en el bastón y asintió con la cabeza.
—Espero que la realidad sobrepase tu imaginación —dijo—. Ya sabes que no es preciso que te marches aún. Podrías venir con nosotros a Lutnien y continuar tu viaje desde allí.
—¿Yo, en Luthien? —exclamó Victor—. ¿Quieres que le estalle el corazón a mi padre?
La imagen de Omi flotó tentadora en su imaginación. Victor estuvo a punto de aceptar. Entonces recordó que no darían permiso a Omi para verlo. ¿Quieres destrozarme el corazón?
Galen intervino para romper el tenso silencio que se produjo.
—Peor aún, ¿queréis que la Arcontesa ordene que me corten la cabeza? ¿El heredero de Davion y Steiner en Luthien? Eso bastaría para levantar de entre los muertos a Amaris el Usurpador.
Los cuatro hombres se echaron a reír y la tensión se desvaneció.
—Hohiro, te agradezco la oferta —dijo Victor—. Me gustaría ver Luthien algún día, pero creo que los jefes de protocolo de ambos reinos se tirarían de los pelos si yo apareciese por allí de improviso.
—Entendido —repuso Hohiro, y añadió en voz baja—: Amigo mío.
—Nunca creí oír esas palabras de un Kurita —comentó Victor, riendo entre dientes.
—Ni yo pensé jamás que las diría a un Davion —admitió el heredero del Dragón—. ¡Imagínate! Los Clanes vinieron a destruirnos, pero sólo han conseguido unirnos.
—Me temo que se necesitará algo más que una operación conjunta para unirnos, Hohiro. Tantos siglos de desconfianza y de derramamiento de sangre no desaparecen con tanta facilidad. ¿Quién sabe lo que el miedo y los recelos que han existido entre nuestras Casas nos obligarán a hacer algún día?
Hohiro estrechó la mano de Victor con las dos suyas, con la empuñadura del bastón entre ellas.
—Me has salvado la vida, lo que, según nuestra tradición, quiere decir que ahora eres responsable de ella.
Victor recordó el Thor de los Clanes que lo había atacado y repuso:
—Y tú me la has salvado a mí, de modo que tú eres responsable de la mía.
—Sí —dijo Hohiro, dándole un fuerte apretón—. Pase lo que pase, que ambos recordemos esta carga. Tal vez no nos impida vernos obligados a atacarnos algún día, pero nos ayudará a buscar antes soluciones más racionales. No quiero enfrentarme a ti en el campo de batalla, Victor Davion.
—Ni yo a ti, Hohiro Kurita.
—Entonces podemos aprender a no temernos. De esa manera, no podrán manipularnos. No podrán arrojarnos al uno contra el otro.
—Al menos durante una generación, podemos aprender a no temernos.
Ambos hombres se miraron fijamente a los ojos. Victor no vio ningún indicio de traición en la firme mirada de Hohiro. Permanecieron con las manos estrechadas y las apartaron cuando Galen y Shin también se saludaron. Víctor se volvió y ofreció su mano a Shin.
—Aunque su príncipe me atribuye el éxito del rescate, sin usted no habría pasado nada de todo esto. Ha sido un enorme placer y un honor trabajar con usted.
—Y para mí ha sido un gran honor la fe que ha puesto en mí. Algún día, espero ser verdaderamente merecedor de ella —dijo Shin, inclinando la cabeza.
—Consérvalo a tu lado —aconsejó Victor a Hohiro, sonriendo—, porque es más valioso que todos los cortesanos juntos. Y si consigues hacer clones de él, envíame uno enseguida.
Hohiro se echó a reír.
—Sólo si tú me envías una copia de Galen Cox y de Kai Allard.
—Me temo que Kai nunca salió de Alyina —dijo Victor, poniéndose rígido.
—En tal caso, los crímenes cometidos por los Clanes son tales que ya no pueden redimirse. Lo siento de veras, Victor. Rezaré por él.
—Gracias, se lo diré a sus hermanos. —Victor se volvió y vio que los techs habían desconectado las toberas del combustible y cerrado las compuertas de la cabina de las mercancías—. Debo irme.
—Que tengas un viaje tranquilo y feliz, amigo mío —deseó Hohiro, e inició con paso vacilante su camino de regreso a la puerta de la esclusa de aire.
—Igualmente, amigo —repuso Victor—. Dile a tu hermana...
—¿Sí?
—Dile... —empezó, pero se le quebró la voz y meneó negativamente la cabeza.
—Se lo diré —dijo Hohiro, saludándolo desde la puerta—. Conocerá de mis labios todo lo que desee saber sobre el hombre que aterrorizó a los Gatos Nova. Le hablaré del hombre que me salvó la vida, el hombre que es mi amigo.
Capítulo 40
Montañas Pozoristu, Tukayyid
Zona de intervención de ComStar, República Libre de Rasalhague
16 de mayo de3052 (Día dieciséis de la Operación Escorpión)
Una cortina de lluvia tras otra iban cayendo, empujadas por el fuerte viento, sobre el Wolfhound de Phelan. La pantalla holográfica proyectada por el ordenador oscilaba y se volvía borrosa como consecuencia del diluvio que mojaba los sensores de las orejas del 'Mech. Con la modalidad de infrarrojos, el paisaje montañoso que se extendía a su alrededor parecía tan tenebroso y desolado como bajo la luz natural.
En el interior de la carlinga, Phelan tenía que trabajar con la intensa luz multicolor de media docena de monitores y pantallas sobre las condiciones meteorológicas. Tecleó nuevas instrucciones en el ordenador para que éste definiese los datos que iban llegando en bandas cada vez más estrechas. La proyección se borró a medias y volvió a configurarse con pequeños cambios en las partes de color azul oscuro y negro.
—¡Maldición! Esta puñetera lluvia lo empapa todo como si el mal tiempo fuera universal —exclamó.
La batalla de Tukayyid estaba empezando a afectar a Phelan. Él y el resto de los Arañas habían pasado varios días parados, saliendo sólo en ocasiones para enfrentarse a incursores de ComStar. Entonces, de súbito, los habían hecho acudir a toda prisa a las montañas, para ir al encuentro de una tremenda borrasca. ¡Corre y espera, corre y espera!
Sabía que Ulric, en realidad, trabajaba siguiendo un plan, pero le molestaba tener que oír informes de los combates librados por otros Clanes mientras los Guardias mantenían sus posiciones. Habían logrado rechazar dos intentonas de ComStar de destruir su depósito de suministros, y Phelan sabía que sus esfuerzos habían complacido al ilKhan. Aun así se senda como un tendero que ahuyentase rateros, no como un guerrero que estaba luchando por conquistar la Tierra.
Frustrado por el clima, conmutó los sensores a luz visual e irguió el Wolfhound para que las puntas de las orejas se elevasen sobre el peñasco de granito que lo mantenía oculto. Se levantó despacio, molesto de que la pantalla holográfica mostrase un paisaje rocoso irregular cuando las escótalas de visión sólo le permitían ver paredes de granito.
Un rayo en forma dentada se elevó desde el valle para hacer cosquillas a las negras nubes de tormenta que cubrían el cielo. Phelan hizo un guiño y apartó la mirada de aquella luz tan brillante. Viendo aún unas líneas a causa del reflejo, hizo un esfuerzo para mirar la pantalla holográfica. Se estremeció y pulsó la repetición del momento en que el rayo había iluminado el paisaje con un fogonazo estroboscópico.
—Uno, dos, tres... —fue contando Phelan para sus adentros mientras marcaba en la pantalla con la palanca cada imagen de un 'Mech. Descubrió que eran una compañía completa, y continuó con las unidades de caballería y de infantería. Se quedó estupefacto.
—¡Por todos los diablos del infierno! Es una ofensiva de ComStar que dividirá los Guardias del 341° de Asalto. No es en absoluto lo que Ulric pensó que haría el Capiscol Marcial.
Pulsó dos botones de la consola de mandos. A causa de la tormenta y los incontables valles que se extendían entre las montañas, la radio era inútil. Así también evitaba la posibilidad de que ComStar lo localizase por triangulación. Sólo el hecho de que la tormenta hubiese inutilizado todos los sensores le había evitado ser descubierto hasta ese momento y, si una compañía de 'Mechs iba a interponerse entre su estrella y el núcleo principal, prefería seguir escondido.
Con la mano izquierda manipuló el punto de mira del láser trasero. Había bajado su potencia a una fracción de la que utilizaba en combate, y había ampliado su longitud de foco. Pulsó una serie de coordenadas, esperó a que el arma localizase el blanco y enlazó el sistema de comunicaciones con el generador de rayos.
—Aquí Hacha Uno —dijo—. Veo cuarenta, cuatro cero, 'Mechs acercándose en el sector 4134. Tienen apoyo de blindados y de infantería. Preparados para la transmisión de datos.
Emitió una señal de comprobación, y un elemento de la línea de estaciones devolvió una señal de admisión a su ordenador. En escasos segundos, los resultados de la exploración y su análisis salieron a la velocidad de la luz hacia el cuartel general de los Guardias.
Phelan observó cómo el ordenador mostraba una descripción de todos los integrantes de la unidad de ComStar en su monitor secundario. Hmmm... El ordenador dice que su nombre es Decimotercer Ejército, lo que quiere decir que es muy nueva. Los 'Mechs datan de la 'epoca de la Liga Estelar, como cabía esperar, y están todos recién estrenados. Está claro que es una nueva unidad de reserva.
—Viuda Negra a Hacha Uno —sonó una voz—. Atacadlos desde el flanco o desde la retaguardia.
Phelan parpadeó con incredulidad.
—Dispongo de una estrella, coronel. Aunque seamos los Clanes, las proporciones son muy desventajosas para nosotros.
—El resto del núcleo llegará enseguida, Hacha Uno. Necesitamos que los detengáis. El Khan Garth Radick acude con el 341° de Asalto para rematarlos. ¡Atacad, ahora!
Phelan apagó el láser y devolvió la salida a las especificaciones reglamentarias. Conmutó el sistema de comunicaciones a la radio y aumentó la potencia de salida.
—Estrella Hacha, vamos a atacar la compañía de ComStar que se encuentra en el valle de al lado. Moveos deprisa y preocupaos más de armar jaleo que de ser precisos. Olvidaos de la puntería. Sus filas son muy apretadas; no podéis fallar.
—¿Recibiremos ayuda, comandante? —inquirió Ace.
Phelan reconoció aquella pregunta como una simple petición de información, no como una opinión sobre la sensatez de la orden. Éstos son los Clanes: obedecer o morir sin preocuparse.
—Eso dicen los rumores —contestó—. Atacadlos con todo. Son nuevos y, si tenemos suerte, también son novatos. No resistirán.
Cortó la comunicación por radio con el resto de la estrella. Y si no lo son, nos matarán a todos.
★ ★ ★
El iniciado Horagi Kano se encorvó para protegerse de la lluvia y siguió avanzando. Observaba la espalda de la persona que iba delante de él y hacía todo lo posible por mantener el equilibrio en el estrecho saliente del camino. Abajo, en el fondo del desfiladero, rodaba un Rhino que parecía esperar que cayese algún soldado torpe para convertirlo en protoplasma bajo sus orugas.
Kano agarró con más fuerza el lanzacohetes Inferno que llevaba. El Capiscol Marcial nos ha puesto aquí para detener a los Clanes. El peso de la humanidad, recae sobre nuestros hombros. Se esforzó por mantener puros sus pensamientos, y trató de no fijarse en el chapoteo de sus calcetines empapados dentro de sus botas. Hay que permanecer preparados y alertas. ComStar depende de nosotros.
Veinte metros más arriba en la ladera de la pared del desfiladero, vio que unas rocas se movían y caían algunos guijarros que rebotaron en su casco. Lanzó una maldición y siguió su caída con la mirada. Cuando levantó los ojos de nuevo, brilló un relámpago con un resplandor blanco que envolvía lo que parecía ser el avatar de un dios de la guerra.
—¡Aaaahhh! —gritó, y amartilló el lanzamisiles Inferno. El hombre que estaba detrás de él, sorprendido, perdió pie y cayó del saliente. Kano alargó la tobera y puso la mirilla en su lugar. ComStar depende de nosotros. Cuando el 'Mech apuntó con su láser pesado a las tropas, Kano disparó el botón de disparo.
—¡Doy la vida por la gloria de la Primus! —vociferó.
★ ★ ★
El cohete Inferno explotó en medio del pecho del Wolfhound Una masa de sustancia petroquímica gelatinosa cubrió el 'Mech con una capa ardiente. La lluvia la diluyó un poco, pero eso sólo hizo que el 'Mech se transformara en una gigantesca antorcha cuando el líquido lo recubrió por completo.
Phelan oyó las bocinas de alarma y vio que el indicador de calor ascendía desde las frías zonas verde y azul hasta casi llegar a la amarilla, pero la lluvia había enfriado tanto los sistemas que las probabilidades de un sobrecalentamiento eran mínimas. Pulsó el botón del pulgar de la palanca derecha para lanzar un haz de fuego láser, que pasó por encima de los soldados de infantería que habían disparado el cohete y alcanzó un lado del Rhino.
Mientras el tanque empezaba a girar la torreta hacia él, Phelan saltó al vacío y se precipitó hacia el suelo del valle. Dobló las piernas del 'Mech para amortiguar el impacto y aterrizó sin perder el equilibrio, aplastando un aerojeep bajo el pie derecho.
Durante una fracción de segundo, todo se paralizó. El Wolfhound se alzaba como un duende de fuego que se burlaba del grupo de mortales reunidos en el valle. La luz de las llamas proyectaba un resplandor dorado sobre las piedras empapadas y hacía que las sombras de los aterrorizados soldados oscilasen como banderas negras sobre las paredes del desfiladero. Phelan, plantado ante el equipo más próximo, se sintió como un inmortal. Disfrutó con el terror que vio en todos los rostros.
Entonces, con idéntica rapidez, sus compañeros se lanzaron hacia el valle. Los blindados de ComStar empezaron a girar sus torretas para destruir a aquellos desvergonzados intrusos. Cuando una compañía entera de 'Mechs de ComStar se volvió para enfrentarse a la estrella Hacha, Phelan comprendió que tenían problemas.
Esquivó un disparo de CPP echándose a la izquierda, sonrió y susurró para sus adentros:
—¡Ay, Phelan, Phelan! ¿Cómo te las arreglarás para salir de ésta?
★ ★ ★
El Capiscol Marcial, plantado al otro extremo del valle pero en su propio mundo virtual, se estremeció al ver el Mech envuelto en llamas que descendía como un ángel vengador. ¿Cómo han podido encontrarnos aquí? Si echan a perder este intento de dividirlos...
En un segundo, una instrucción del ordenador reajustó la escala para que Focht se convirtiese en un titán tan gigantesco que pudiese ver la curvatura del planeta. En lugar de ver las montañas Pozoristu en toda su longitud, veía áreas despejadas en medio de un mar de nubes grises que flotaban alrededor de sus pies. La tormenta le impedía obtener información salvo de aquellas áreas donde se encontraban sus tropas o sus exploradores.
Estamos deambulando a ciegas por un campo de minas. Aunque no puedo verlos, ellos tampoco pueden vernos a nosotros, pero no me tranquiliza que ambos tengamos la misma desventaja.
Se encogió de nuevo al tamaño de un 'Mech y abrió una línea directa de comunicaciones con las tropas acosadas por la estrella de los Clanes.
—Acólito Durkovic, haga dar la vuelta a la compañía Gamma y destruya la estrella que está a sus espaldas. Capiscol Leboeuf, están atacando su batallón Alfa. Vaya a reforzarlo.
Sus tropas obedecieron, pero Focht comprendió que no iba a ser fácil. Los 'Mechs de los Clanes se movían lo más deprisa posible a fin de ser blancos difíciles para el batallón Alfa. Mientras que ellos podían agacharse y esquivar los ataques, dispersar las tropas y destruir los vehículos, las tropas de ComStar tenían que pasar entre sus propios camaradas, lo que frenaba su contraataque y permitía a los 'Mechs aterrorizar a la infantería lo suficiente para causar su desbandada.
Focht, irritado y desanimado, observó cómo el Wolfhound de Phelan Kell se ponía en cuclillas para ponerse a cubierto detrás de un Rhino de ComStar. El MechWarrior agarró la torreta con la mano izquierda y la giró para que los misiles, si eran lanzados, cayeran sobre las tropas de ComStar. Lo acribillaron con rayos láser, pero el tanque pesado le servía de escudo. Cuando un Black Knight falló con el CPP y dos rayos del láser pesado, el Wolfhound saltó como un muñeco sorpresa y contraatacó. Dos de los láseres medios y el láser pesado destrozaron el blindaje del brazo derecho del Black Knight. El tercer láser abrió una tremenda brecha en el blindaje del pecho.
Los otros 'Mechs de la estrella demostraron ser igual de efectivos. Su fuego alcanzó numerosos blancos. El Thor y el Fenris repartieron sus misiles por el estrecho desfiladero, de una forma aleatoria que aumentó el pánico ai máximo. El Dragonfly intercambiaba disparos con un Lancelot acertando mucho más a menudo que recibiendo, mientras que el Black Hawk hizo pagar muy caro a un simiesco Kintaro su intento de acercarse al alcance óptimo de sus armas.
Phelan Kell no es estúpido. Este ataque sería suicida, a menos que...
—Hettig, ¿cuál es el tiempo estimado de llegada de los batallones Beta y Gamma para reforzar el Alfa?
—Diez minutos, Capiscol Marcial.
—Dése prisa, Durkovic —dijo Focht, apretando los puños—. Dispérselos ahora, o del batallón Alfa quedará sólo el recuerdo cuando lleguen sus refuerzos.
★ ★ ★
En comparación con sus sentimientos al principio del ataque, Phelan estaba encantado de haber sobrevivido a más de un cruce de disparos con el batallón que le habían pedido que atacara por sorpresa. Otro disparo de su láser pesado arrancó el brazo derecho del Black Knight a la altura del hombro. Los restantes miembros de su estrella habían causado más daños, y la infantería estaba totalmente dispersada; sin embargo, los 'Mechs enviados contra dios se acercaban deprisa.
El brillante color azul de un rayo de CPP iluminó el valle durante un segundo, y la oscuridad volvió a extenderse. Luces rojas y verdes cruzaban el valle de un lado a otro. La llamarada intermitente de un cañón automático y el fuego de los cohetes que volaban hacia di cido contribuían a dar un aspecto infernal al paisaje. Un rayo auténtico se burló de tanta iluminación artificial, mientras que el humo y la niebla se mezclaban en cortinas impenetrables que ocultaban a los combatientes.
Phelan miraba aprovechando los haces de los rayos láser, disparaba y luego esquivaba. De forma lenta e inexorable, fue cediendo terreno ante la compañía que estaba atacando a los suyos. Por lo poco que podía ver de ellos entre las tinieblas, comprendió que habían evitado sufrir daños graves pero aun así sabía que aquélla era una esperanza muy débil. Tras tantos días de combates, los 'Mechs de su estrella ya no se encontraban en plena forma. El blindaje que él había perdido en la batalla del paso todavía no había sido reemplazado, por lo que su pierna derecha seguía siendo vulnerable.
Un denso y penetrante rayo dio en lo alto de las montañas, al otro extremo del valle. Su luz proyectó largas sombras en la capa de humo y niebla, y sumió el valle en una oscuridad aún mayor al desvanecerse. Phelan apretó los ojos para no quedar deslumbrado; pero, cuando los abrió de nuevo, vio unos puntos de luz a lo largo de la cordillera. Parpadeó y deseó poder frotarse los ojos pese al neurocasco. Entonces amplió la imagen de la pantalla de luz visual. Natasha y el resto del núcleo ya habían llegado. Dejando encendidas las luces de identificación, los Lobos arrojaron una lluvia de fuego al valle. El Diré Wolf de Natasha disparó todas sus armas; a su lado, el Warhawk de Ranna destrozaba las tropas de ComStar con sus rayos gemelos de CPR Los impactos y las explosiones de los MLA sembraron el valle como una serie de erupciones volcánicas. Rayos rojos y azules recorrían de lado a lado las fuerzas de ComStar. Phelan vio el fuego que salía de las bocas de los cañones automáticos, y segundos más tarde escuchó el estruendo de explosiones.
Phelan activó el canal táctico y dijo:
—Preparaos, estrella Hacha. Tenemos que defender la puerta trasera. O vienen hacia nosotros para escapar, o penetrarán aún más en nuestro territorio. En cualquier caso, no será nada fácil.
★ ★ ★
El Capiscol Marcial observó cómo el Decimotercero de Guardias de los Lobos se precipitaba sobre el batallón Alfa de la División 2/82. La compañía Gamma, atrapada entre la estrella de Phelan y los refuerzos recién llegados, tenía que elegir entre pasar por un pasillo de fuego para reunirse con el resto del batallón Alfa, que avanzaba hacia el lugar en que el desfiladero torcía hacía el oeste, o bien encontrar otra vía de escape. Sonrió al ver que el acólito Durkovic dirigía a sus hombres a través de la abertura que había utilizado Phelan para emboscar sus tropas.
—Bien, Durkovic, bien —dijo—. Así los obligarás a que te persigan. —Activó la comunicación con Hettig—. ¿A qué distancia está el resto de la 2/82?
—El tiempo estimado de llegada es de un minuto, pero los exploradores han localizado actividad de los Clanes.
Desde su atalaya, el Capiscol Marcial observó a Natasha Kerensky y su núcleo. La imagen de su 'Mech se desvaneció en medio de la estática por una fracción de segundo; luego volvió a formarse, desplazándose un poco a la izquierda mientras el ordenador pasaba a recibir los datos de un 'Mech que seguía existiendo. A su derecha, Focht vio las ruinas humeantes de un Thug.
A su alrededor, el batallón Alfa empezó la desbandada. Aunque era un veterano de cien batallas, Focht sintió un retortijón en el estómago cuando las fuerzas de los Clanes bajaron al valle. Sabía que la única posibilidad de sobrevivir era retirarse, y esperaba que la retirada arrastrase ciegamente a las tropas de Natasha hasta el lugar donde el resto de la 2/82 podía cambiar las tornas. Aun así, dado que la 2/82 estaba compuesta por completo de tropas inexpertas, imaginaba que el Decimotercero de Guardias los aplastaría.
—¡Maldita tormenta, no puedo utilizar la fuerza aérea! Hettig, ¿podemos desviar las fuerzas de artillería del 9/247 a este combate?
—Sí, señor. La distancia está al límite de su capacidad, pero pueden intervenir.
—Excelente. Que siembren de bombas de dispersión la línea de retirada del batallón Alfa de la 2/82. Hágalo ahora.
—Artillería asignada.
★ ★ ★
La capiscolesa Susan Litto aceptó la salida impresa y pulsó el botón de conexión del sistema de intercomunicación.
—Sector 91534, cuatro andanadas de bombas de dispersión, todas las baterías. Que la trayectoria sea elevada porque tienen que rebasar una montaña.
—Recibido —oyó gruñir al artillero Bob Rule—. ¿Tenemos amigos en ese sector?
—Las bombas tardarán treinta segundos en llegar. Confió en que, de una forma u otra, ya no estén allí cuando lleguen.
★ ★ ★
Cuando cayeron las bombas, el Capiscol Marcial vio que todo el batallón Alfa, salvo una lanza, había abandonado el sector 91534. Los proyectiles se abrieron sobre el valle y distribuyeron una gran cantidad de submuniciones del tamaño de un puño. Cuando las pequeñas bombas caían por el aire, una caja de plástico impedía que una bola de titanio golpease el explosivo. Una vez activadas, las bombas explotaban con un impacto.
La mayoría explotaron al chocar contra el suelo.
Otras lo hicieron al golpear un Mad Catde los Clanes en el morro. Por un segundo, pareció como si el OmniMech se hubiese arrojado contra un muro de fuego... Las placas de blindaje cayeron como las plumas de un pájaro herido. El 'Mech trastabilló hacia adelante y cayó de bruces. La segunda andanada envolvió el 'Mech con una capa de fuego y lo levantó por los aires. Cuando se despejó el humo, el Capiscol Marcial vio una masa de hierros retorcidos allí donde antes había visto el Mad Cat.
Las dos siguientes andanadas no dieron a nadie, pero obligaron a los Guardias a retroceder. Focht tecleó con rapidez en un teclado fantasma y conmutó la vista de la retaguardia al primer elemento del batallón Alfa.
—Más o menos ahora deberíamos reunimos con el resto de la división... —murmuró.
Cuando el Wyvern que proporcionaba los datos de vídeo al Capiscol Marcial dobló un recodo del desfiladero, Focht vio que los 'Mechs de los Clanes entraban en masa por una abertura y estaban destrozando a los restos de la División 2/82. Como caballeros del pasado, la tremenda fuerza de la carga de los Clanes los llevó más allá de las líneas de ComStar. Los 'Mechs caían y acababan aplastados bajo los pies de amigos y enemigos por un igual.
Otros 'Medís de los Clanes, cuyas siluetas se recortaban contra el cielo en lo alto de la pared del desfiladero, apoyaban la carga con el fuego mortal de los láseres y los MLA. Un OmniMech, un Gladiator monstruosamente grande, atrajo de inmediato la atención de Focht. Escribió furiosamente en el teclado para que el ordenador ampliase y aclarase la imagen. Con el resplandor de un rayo de energía de color rubí, vio el emblema de la cabeza de lobo y cinco estrellas debajo de él.
¡Cinco estrellas! Ese 'Mech pertenece a un Khan. Natasha está detrás de él ¿Es Ulric?
Antes de que pudiese asignar una etiqueta informática al Gladiator y emitida a las tropas, un Highlander de ComStar llegó junto al Wyvern y apuntó con el brazo derecho al Gladiator. El 'Mech de los Clanes empezó a girar lentamente para encararse con los recién llegados. En medio de un estallido de energía argéntea, el rifle Gauss que llevaba el Highlander lanzó una gigantesca bala de plata.
El Gladiator volvió la cabeza en el momento en que la bala impactó en su mejilla derecha. El blindaje resquebrajado cayó del rostro del 'Mech, reduciéndolo a una calavera mecánica. Las escotillas de visión de la carlinga saltaron en pedazos, mientras la bala seguía su trayectoria y abría un orificio de salida a través de la nuca.
El Gladiator se tambaleó por un segundo y cayó hacia adelante. Giró lentamente al caer y aterrizó de cabeza. La pesada masa del 'Mech aplastó la cabeza y los hombros al chocar contra el suelo. Aunque el piloto hubiese sobrevivido de milagro al disparo del rifle Gauss, la caída lo habría matado.
De algún modo, el Capiscol Marcial sabía que las tropas que estaban bajo su mando habían comprendido el significado de la destrucción de aquel 'Mech. Con la furia desatada que habría esperado ver sólo en tropas de los Clanes, los restos del batallón Alfa cargaron contra el flanco de los Clanes. El ataque sorprendió a éstos, que empezaron a dispersarse.
Sin embargo, con la misma rapidez con que su emociones llegaron al cénit, descendieron de nuevo al ver las siluetas de los Arañas que bajaban al valle. Cuando se disponía a designar el 'Mech de la Viuda Negra con una etiqueta, la imagen de vídeo se llenó de estática y cubrió el mundo virtual de una nube gris mientras el ordenador intentaba, en vano, curar su repentina ceguera.
Capítulo 41
Hogar de los Mahler, Alyina
Trellshire, Zona ele ocupación ele los Halcones de Jade
17 de mayo de 3052 (Día diecisiete de la Operación Escorpión)
Kai, vestido sólo con los pantalones cortos de un MechWarrior como los otros Elementales, permanecía totalmente quieto mientras Slane lo observaba y hacía algunos retoques en la armadura. Taman y Locke lo miraban sonrientes. Erik y Hilda contemplaban todo el proceso con gran interés, mientras que Michaels parecía aburrido. Deirdre estaba detrás de los Mahler, escudada tras ellos.
Una parte de Kai quería tranquilizarla como había hecho la noche anterior. Sin embargo, vencer fantasmas no era una tarea tan sencilla bajo la áspera luz de la realidad como en la suave penumbra de la intimidad. Le sonrió, y ella se sintió obligada a imitar su gesto con valentía.
laman trajo la mitad inferior de la armadura mientras Kai subía a un lado del aerocamión. Se quitó la hierba y el polvo de los pies, y se embutió en aquellos pantalones blindados. El revestimiento interno, de un brillante color negro, tenía un tacto caliente sobre la piel de sus piernas. Sus pies descendieron hasta las botas, que tenían receptáculos separados para los dedos, y encontró una resistencia un poco mayor.
—¿Estás totalmente dentro? —preguntó Taman.
—Sí —respondió Kai—. Los ajustes de las piernas son perfectos. No tengo la sensación de tener atada la rodilla izquierda como ayer. Collar de presión de la cintura, liberado. —Mientras hacía este anuncio, oprimió un pestillo que aflojaba una banda metálica que rodeaba el borde del traje.
—Correcto.
A continuación, Locke y Slane introdujeron los brazos de la armadura a través de cada mitad de la placa pectoral. Locke fue el primero en acercarse y pidió a Kai que metiera el brazo en la manga metálica. Kai notó en el extremo un guante con una abertura para el pulgar y otras dos para los demás dedos. Metió dos dedos en cada una y sintió una cierta tensión en la primera articulación que rodeaba las tres piezas del guante. Al mover los dedos, vio que también se movía la triple garra del brazo metálico.
—La garra es operativa —declaró con una sonrisa.
—Comprobado —dijo Taman, tras inspeccionar el engarce del pectoral izquierdo en el collar de la cintura—. Kai, repasa el procedimiento de disparo de la ametralladora.
El MechWarrior asintió con la cabeza.
—Cuando el arma esté cargada, apuntaré al blanco con el dedo índice y el medio. Una vez que tenga el blanco fijado o cuando quiera disparar, cerraré el puño con el pulgar metido debajo de los dos dedos más pequeños. Lo mismo para el láser del brazo derecho.
Kai iba llevando a cabo las instrucciones mientras las decía en voz alta. La evidente sabiduría del sistema le hacía sonreír. Bastaba con señalar el blanco para que las armas lo apuntasen de forma automática, y señalar y disparar era una técnica que se había utilizado durante eones para enseñar a los soldados de infantería a apuntar sin pensar. La posición nada natural de la mano hacía que las descargas accidentales fuesen extremadamente raras.
Slane le hizo meter el brazo derecho en la manga y enganchó las dos mitades del blindaje del torso en la solapa de la espalda. Ambas mitades se alzaron hasta cubrirle los hombros y formaron incluso una protección para el cuello, que quedó tapado hasta las puntas de las orejas. Sobre el pecho notó el mismo tejido negro que antes, y el traje entero le recordó los diversos equipos de inmersión que había usado a veces en el pasado.
—Me alegra que estés aquí para ayudarme a ponerme esta armadura —dijo a Taman—. Os debe de resultar difícil equiparos en caso de emergencia o si estáis solos.
—No, normalmente el conjunto del pecho ya está montado y sólo hay que bajarlo hasta la cintura. Si tiene mucha prisa y está cansado, el Elemental puede dejarlo todo en el suelo y meterse en cada pieza forcejeando un poco. Sólo te estamos ayudando para que los encajes de las piezas sean perfectos. ¿Cómo te sientes?
Kai lo pensó durante unos segundos.
—¡Muy bien! Mejor que nunca. No me siento tan voluminoso como a principios de semana.
Locke se aproximó con una pieza de la cabeza y el pecho, pero Deirdre pasó entre los Mahler y lo detuvo.
—¿Me concedes un minuto?
Malthus dio su permiso y Kai se volvió con las piernas rígidas.
—¿Qué te parece? —le preguntó.
—Creo que ahora tienes la carne que hace juego con tu corazón de acero —dijo ella, bajando la mirada. Su tono sombrío pilló a Kai por sorpresa.
—Deirdre, contigo no tengo un corazón de acero. Te quiero.
Ella asintió y pasó la mano por la parte del pecho que la armadura dejaba aún al descubierto.
—Sé que es verdad, y yo te quiero a ti. También sé...
Deirdre no pudo continuar.
—¿Qué? —preguntó Kai. Fue a abrazarla, pero sus miembros mecánicos se movían con una rigidez que los atemorizó a ambos—. ¿Qué?
Deirdre se esforzó por sonreír y se enjugó una lágrima de la mejilla.
—Sé que eres el mejor guerrero de este planeta —dijo por fin—. Sé que no morirás.
Se puso de puntillas para darle un beso, dio media vuelta y se alejó.
Kai alargó el brazo hacia ella, pero se estremeció al ver las garras metálicas que aparecieron entre él y la figura de Deirdre. Hilda Mahler la rodeó con sus brazos y se la llevó al interior de la casa. Mientras tanto, Erik se acercó con la pieza de la cabeza de la armadura.
—A las mujeres nunca les gusta ver que sus hombres se van a la guerra, ¿ja?
—¿Alguna sugerencia a este respecto?
—Entiéndelo. Cuando regreses, encontrarás rabia mezclada con alegría y alivio. —Erik levantó la pieza para la cabeza y el pecho, y Kai se inclinó para que se la pudiese poner mejor—. Ella es una mujer fuerte, Herr Aliara, y os necesitáis el uno al otro. Procurad que vuestra fuerza no os destruya.
—Gracias.
Cuando la última pieza de la armadura estuvo encajada, el collar de la cintura se colocó en su posición y se ciñó para sellar el conjunto. Kai oyó un zumbido grave mientras el tejido negro, lenta pero firmemente, se adhería a su cuerpo. Mientras que el interior del conjunto resultaba caliente y cómodo, el forro de las botas se volvía más consistente y éstas se adaptaban para ajustarse a sus pies, más pequeños que los de un Elemental.
Entonces, una pantalla holográfica se materializó entre su rostro y el visor en forma de V. Además de ver que la visión normal de trescientos sesenta grados se truncaba a sólo ciento sesenta, también distinguió dos hileras de cubos que se extendían por encima y por debajo de la pantalla. Cuando miró la que estaba marcada como «IR», brilló un segundo y la pantalla holográfica conmutó a la modalidad de infrarrojos. Miró al cubo de luz visual para devolver la pantalla a su estado normal. Luego miró el cubo con la etiqueta «Taccomm».
—Conjunto comprobado; todos los sistemas funcionan —informó—. Esta radio activada por la voz es buena, pero ¿no tenéis problemas con los tipos parlanchines?
—Si un guerrero adquiriese semejante hábito —respondió Malthus, frunciendo el ceño—, sería expulsado de la unidad. Los Elementales no son propensos a la charla irrelevante.
—Cierto, perdona —dijo Kai sonriendo, y la expresión de Malthus se suavizó.
Kai sabía que aquella armadura era una maravilla tecnológica como no se había visto jamás en la Esfera Interior. Con él podía levantar unos quinientos kilos de peso en un planeta normal de gravedad uno. La garra podía generar una presión de treinta Ksc, más que suficiente para arrancar fragmentos de blindaje de un 'Mech y diez veces más de la necesaria para quebrar un hueso. Su velocidad de carrera aumentaba levemente a pesar del peso añadido, y su capacidad de salto se doblaba en cuanto a la distancia. Sabía que la armadura también tenía retropropulsores de salto, pero Malthus los había inhabilitado porque Kai no tenía tiempo para practicar su uso.
Locke se colocó su propio casco y dijo:
—Kai, recuerda que una vez que hayas cargado las armas, puedes dispararlas como quieras utilizando la posición de la mano que has comentado antes. Puedes, descargarlas mediante el sistema de la mirada, pero la ametralladora estará siempre activada mientras permanezcas en el interior de un conjunto que tenga las armas cargadas.
—¿Por si acaso me encuentro con algo inesperado?
—En efecto. Si tienes una brecha en la armadura o si resultas herido, el conjunto activará una terapia con drogas para combatir el impacto y aliviar el dolor. El conjunto cerrará la herida por sí mismo y emitirá una señal de aviso que nos permitirá venir a buscarte. Esa señal es distinta de la que se activa con el cubo de «Señal de alerta» de tu pantalla. Este sólo se emplea en caso de emergencia.
Kai sonrió y empezó a mover los miembros para adaptarse de nuevo a las sensaciones. Con la energía activada, se movían de forma suave y grácil. Empezó a caminar hacia el lugar donde los otros Elementales, vestidos con colores verde y gris de camuflaje, subían a la parte trasera del aerocamión. Se acercó lo suficiente para ver los ojos de Malthus a través de su visor.
—Gracias, Taman, por este honor —le dijo.
El Elemental apoyó su garra mecánica en el hombro de Kai.
—Ahora sabes lo que se siente al ser un verdadero guerrero. Vamos a rescatar a nuestros amigos sin dar cuartel a nuestros enemigos.
Gus Michaels afirmaba que la diversión de conducir un aerocamión era que, al tratarse de un vehículo con cojín de aire, no tenía que viajar por carreteras convencionales. Kai notó casi desde el principio que el conductor parecía encontrar un perverso placer en conducir el camión por los terrenos más escabrosos, pero se maravilló por la capacidad de la armadura de absorber las sacudidas del vehículo, que hacían saltar los cables que estaban sobre el rifle Gauss.
Mientras que Dove Costoso se hallaba al norte y en el interior, apartada del Mar Negro y del hogar de los Mahler, Valigia estaba en la costa, unos cuatrocientos kilómetros al oeste. Kai imaginaba que, si Taman no lo hubiese prohibido, Michaels habría preferido cruzar el Mar Negro y entrar en la ciudad por el puerto. Aunque el aerocamión podía navegar sobre las olas con facilidad, la posible pérdida del rifle Gauss en caso de un fallo de los ventiladores los obligó a viajar por tierra.
Los cálculos convencionales ponían a Valigia a cuatro horas de distancia, pero el camión llegó en poco más de tres. Entraron en la ciudad sin ser detenidos ni inspeccionados. Michaels siguió rigurosamente las normas del tráfico y condujo el aerocamión por la ciudad, compuesta de edificios de ladrillos blanqueados, demorándose al mínimo. Por fin, entró en un callejón que se hallaba enfrente de la puerta principal de la fortaleza de ComStar.
—ComStar central, señores —exclamó, mirando hacia la plataforma de carga a través de la ventanilla—. ¿Dejo el taxímetro funcionando?
—¡Quédese aquí! —le ordenó Malthus—. Equipo, cargad las armas.
Kai lanzó una mirada al cubo que llevaba la etiqueta «Cargar armas». La pantalla holográfica mostró una silueta de su armadura. Miró el brazo izquierdo y activó la ametralladora. Cuando activó también el láser pequeño del brazo derecho, pensó en su padre y en el arma que llevaba en el brazo postizo. Espero hacerlo tan bien con esto como tú lo haces con el tuyo, padre.
Entonces sonrió, al darse cuenta de que ya no sentía la vieja sensación de dudar de sí mismo.
—Armados y preparados, capitán estelar.
—Desplegaos.
Kai saltó del camión y ocupó una posición detrás de éste. Escrutó la parte superior de los muros de la fortaleza, pero no vio a nadie sobre los gruesos bloques de piedra. Las torres de vigilancia de las esquinas parecían estar vacías. Más arriba, unos gruesos cables de electricidad se extendían [desde la calle hasta el interior del complejo, justo por encima de las puertas de hierro de ocho metros de altura que cerraban el arco de la entrada. En el centro del recinto se alzaba una enorme torre de comunicaciones, en cuyo extremo parpadeaba despacio una luz roja.
Locke bajó del camión y fue extendiendo los dos cables mientras caminaba hacia la calle y hacia los enormes postes de electricidad que estaban plantados en ella. Slane bajó la puerta trasera del camión y ayudó a Taman a sacar una barra de acero que estaba junto al rifle Gauss. Kai prefirió no pensar en el deterioro que se hacía en el alma del rifle Gauss al introducir aquella barra.
—Arma lista.
Taman dejó su láser sobre el rifle Gauss y la usó para representar el blanco. La empujó un poco a la derecha con la garra mecánica.
—Blanco alineado. ¿Estado?
Kai examinó los muros de nuevo.
—Despejado —anunció.
Locke sacó el gancho que estaba unido al primer cable. Lo sostuvo con la garra y lo lanzó hacia arriba, donde quedó enganchado en el cable más alto. Al igual que la mayoría de los que estaban tendidos muy por encima del suelo, aquel cable no estaba aislado. Locke recogió el segundo gancho y lo arrojó también.
La barra de acero aceleró a una velocidad vertiginosa un instante antes de que se fundiesen los cables que conectaban el arma a la línea eléctrica, y salió disparada hasta chocar contra las puertas de hierro. Impactó en ellas justo encima del centro y las arrancó de sus goznes. Las dos hojas rodaron por el patio y fueron a incrustarse en el edificio principal. Los fragmentos más pequeños rebotaron en las paredes e hicieron pedazos a media docena de acólitos que estaban al descubierto.
Kai y Locke cruzaron corriendo la calle, esquivando los coches que pasaban. Al entrar en el patio, Kai vio que algunos ComGuardias salían de un edificio situado a su izquierda. Levantó la ametralladora, apuntó y disparó una ráfaga de izquierda a derecha. Los cuerpos cayeron en medio de un baño de sangre, pero Kai no se detuvo a considerar la clase de muerte que habían tenido aquellos hombres.
¡Tengo una misión y no voy a sabotearla!, pensó.
Tal como habían acordado, Locke fue el primero en disparar contra la puerta del área de las celdas. Sin prestar atención a las gotas rojas que caían por la pared, Kai dio una patada a la puerta. Cuando la pantalla holográfica mostró a Locke aguantando la puerta, Kai entró en los calabozos de la fortaleza.
Un ComGuardia apareció de detrás de una esquina y le disparó con un rifle automático. Kai sintió los impactos de las balas en su armadura como si fuesen una suave brisa. Sin tomar conciencia de ello, Kai apuntó a su enemigo y las balas de la ametralladora le destrozaron el corazón.
Al llegar a la primera de varias puertas de acero, Kai rodeó la cerradura con sus garras mecánicas. Metió el pulgar entre los otros dos dedos encorvados, perforó el mecanismo y lo arrancó. Con una fuerte patada, lanzó la puerta contra la pared. Los seis Elementales que había en la habitación se levantaron de un salto.
Kai activó el altavoz externo con un golpe de vista y dijo:
—Vámonos. Sois libres.
Uno de ellos, un Elemental de ojos negros que tenía un ojo amoratado, titubeó:
—¿Quién eres? —le preguntó.
—¿Acaso importa? Me envía el capitán estelar Malthus. —Kai salió de la celda y fue a abrir las otras a patadas—. ¡Salid, salid!
Al llegar al final de la hilera de celdas, subió corriendo unos peldaños de piedra y atravesó la puerta que conducía al edificio principal. Tal como esperaba, se encontró al otro lado del pasillo de la armería de los ComGuardias. Un soldado se volvió y trató de disparar un lanzamisiles de MCA, pero una ráfaga de ametralladora puso fin a aquella amenaza.
Kai señaló la armería a los Elementales liberados.
—Armaos —les ordenó—. Tenemos que controlar estas instalaciones.
Al ver los fogonazos de unas explosiones en el patio, Kai echó a correr e hizo pedazos una puerta para entrar en una habitación que daba al exterior. Un coche blindado Rotunda había llegado a la fortaleza desde la ciudad y se encontraba entre las sombras de la entrada. Los lanzamisiles de MCA, que estaban situados justo debajo de los faros del vehículo, lanzaron dos misiles que volaron en espiral hacia el lugar donde antes se hallaba Locke. Las explosiones sembraron el patio de piedras y hormigón, pero Kai no escuchó nada a través de la radio que indicase el estado en que se encontraba Locke.
El Rotunda avanzó, decidido a atrapar a Malthus y a Slane en sus posiciones del interior del patio. Al empezar a dar la vuelta para apuntar con las armas, el aerocamión entró por la puerta y lo embistió en el cuarto trasero izquierdo. El Rotunda giró, mientras que el aerocamión se inclinó a un lado y volcó.
Kai saltó por la ventana y corrió hacia el patio. El Rotunda estaba avanzando de nuevo. De un salto, Kai cayó de bruces en el techo y empezó a resbalar, pero se sujetó bien con una garra. Fue a la derecha y metió el láser a través del parabrisas. Cerró el puño y llenó la cabina de fuego.
Desde la azotea del edificio principal dispararon un MCA que fue a dar en el vientre expuesto del aerocamión. Explotó y partió el vehículo en dos. Kai saltó del Rotunda incendiado y buscó al ComGuardia que había disparado, pero Slane y Malthus ya lo habían localizado. Le dispararon sus armas láser y lo convirtieron en una antorcha humana.
Dos de los Elementales liberados corrían sobre el muro de la fortaleza. Uno de ellos señaló la calle.
—¡Vienen más vehículos y tropas, capitán estelar! —exclamó.
—¡Capitán estelar, que todos se alejen del muro! —gritó Kai. Se agazapó detrás del Rotunda y empezó a empujarlo. Cuando fue tomando velocidad y ya estaba orientado hacia la puerta principal, Kai le dio un empujón final, se puso a la derecha y destrozó parte de la rueda delantera. El vehículo cruzó la entrada y salió a la calle.
El primer vehículo de ComStar chocó de frente con el Rotunda y saltó por los aires. Era un aerocoche ligero de modelo Gabriel, que voló tan alto que los alerones traseros rozaron el arco de la entrada y dieron al vehículo un lento giro hacia atrás. Cayó justo al lado del aerocamión. La parte trasera fue la primera en chocar contra el suelo; luego volcó y resbaló hasta entrar en el garaje del complejo de ComStar.
El aerocamión que seguía al Gabriel también chocó con el Rotunda a toda velocidad y no consiguió desembarazarse de él. Los ventiladores chirriaron y se desintegraron cuando el camión dio una vuelta de campana sobre el vehículo blindado. Entonces, los misiles de corto alcance que permanecían dentro del Rotunda explotaron en una serie intermitente de fogonazos. Los cuerpos de los soldados que iban en el camión volaron por doquier; por último, el arco de la entrada se desplomó y enterró los restos ardientes de los vehículos.
Un Elemental sin armadura apareció en la entrada del edificio principal.
—Hemos tomado las instalaciones, capitán estelar —anunció—. Nos hemos apoderado del generador de hiperpulsación, que sigue en estado operativo. Tenemos una radio local que indica que se acerca un batallón de infantería blindada. El tiempo estimado de llegada es de media hora. También tenemos informes de que en el garaje hay seis armaduras de Elementales completas y un Daishi.
—Prepare otra estrella con esas armaduras y que alguien se sume a la mía. Me gustaría haber envidado más de dos estrellas de Elementales contra un batallón de infantería blindada, pero eso es lo que tenemos.
—¿No han dicho tus hombres que han encontrado un Daishi en el garaje? —inquirió Kai.
—Sí, está operativo y totalmente armado —dijo el hombre que estaba en la puerta—. Sin embargo, le faltan los módulos de codificación. Tenemos suerte de que nadie lo haya pilotado para participar en este combate.
—Capitán estelar, ¿qué te parece si añadimos un Daishi a tu envite de dos estrellas de Elementales?
—En cierto modo, no me sorprende que sepas manejar uno de nuestros OmniMechs —repuso Malthus, haciendo una reverencia a Kai.
—Precisamente utilicé un Daishi para destruir cinco 'Mechs en aquellas pruebas de las que te hablamos —contestó Kai, sonriendo.
—Ve, pues, y reclama tu 'Mech. Ha llegado la hora de que ComStar sepa el error que cometió al desencadenar la Operación Escorpión.
Capítulo 42
Tukayyid
Distrito de intervención de ComStar
República Libre de Rasalhague
20 de mayo de 3052 (Día veinte de la Operación Escorpión)
—Si esto se hizo de acuerdo con la Voluntad de Blake, entonces Jerome Blake es un monstruo del calibre de Amaris el Usurpador.
Paseándose como un titán a través de los pasos de las montañas Pozoristu, los pies invisibles de Focht no podían pisar el terreno sin aplastar un tanque quemado o un 'Mech destrozado. Algunos incendios seguían ardiendo en los cuerpos ennegrecidos de las máquinas. En otros lugares seguían explotando municiones sin previo aviso, a pesar de que la batalla había terminado.
A su alrededor, unos soldados de los Clanes ayudaban a conducir a los ComGuardias al centro de intercambio de prisioneros. Los soldados heridos ayudaban a los que estaban más graves a caminar por el irregular terreno. Los Elementales, que habían sido tan feroces en la batalla, se agachaban a ayudar a sus enemigos heridos, reconociendo en silencio el valor de los otros guerreros, incluso en su derrota.
También guardaban silencio los cadáveres que yacían por doquier, empapados de lluvia, parcialmente vestidos, rígidos. Allá donde mirase, el Capiscol Marcial veía muertos. Quiso con desesperación que el ordenador lo volviese tan alto que no pudiese ver los cadáveres pálidos e hinchado; ni los charcos de sangre, pero de algún modo sabía que no podía escapar de ellos.
Están aquí, están por todas partes en el planeta. Qué distintos somos de los Clanes en ropas y costumbres y, sin embargo, ¡qué semejantes en la muerte y el dolor! Revivió el dolor que había sentido al perder el ojo derecho por un disparo, varias décadas atrás. Por mucho que estos Clanes se consideren distintos de nosotros, y por mucho que nosotros no queramos aceptarlos a ellos, todos somos lastimosamente humanos.
Se frotó una sien para aliviar el dolor. Debí prever todo esto. Debí haber sido más inteligente... sobre esto y sobre la Operación Escorpión.
Se abrió una ventana en la ladera de una montaña, y Focht vio el demacrado rostro de Hettig.
—El ilKhan ha establecido comunicación —dijo—. Está a la espera para hablar con usted.
El Capiscol Marcial hizo que el ordenador lo envolviese con burdas ropas de lana sin teñir y botas negras de cuero. Un parche también negro le cubría el ojo derecho. También dejó que dibujase las arrugas que la fatiga había trazado en su rostro, y suspiró al comprender que realmente se sentía tan exhausto como reflejaba aquella imagen.
—Señor Hettig, creo que ya estoy listo para que me ponga en comunicación con el ilKhan —anunció. Hizo una breve pausa y añadió—: Una vez que lo haya hecho, tiene permiso para abandonar su puesto. Vaya a dormir un poco.
Ulric se materializó frente a él, vestido aún con el chaleco refrigerante y los pantalones cortos de MechWarrior. Un harapo empapado en sangre colgaba de su brazo derecho y parecía tener las piernas quemadas. Ulric, cuya imagen se proyectaba desde su holotanque en el mundo virtual del Capiscol Marcial, parecía tan cansado como él.
—Saludos, ilKhan de los Clanes. Sus hombres han luchado con valentía. —Focht esperó que el tono de sinceridad de su voz le llegase a Ulric, a pesar de los procesos informáticos de transmisión—. Agradezco su disposición a reunirse conmigo de este modo.
—Y saludos a usted, vencedor de Tukayyid —repuso Ulric, haciendo una solemne reverencia—. Esperaba poder verlo cara a cara, pero estoy de acuerdo en que este método es más conveniente por lo que aún tenemos que hacer.
Focht mostró una sonrisa irónica y meneó negativamente la cabeza.
—¡Qué extraño es que me llame vencedor cuando, de hecho, todo lo que ha sucedido aqui ha sido obra suya! Usted sabía exactamente lo que iba a ocurrir, cuándo y probablemente dónde. Los Clanes han sido derrotados porque usted quería que perdiesen.
El ilKhan se puso tenso y se llevó las manos a la espalda. Empezó a pasearse despacio, moviéndose de forma que evitara tropezar con la mole caída de un Mad Cat.
—Hay dos errores en lo que ha dicho —replicó—. El primero es que yo sería culpable de traición si hubiera hecho aquello de lo que me acusa, y la traición se castiga con la muerte. Como no deseo morir, jamás haría algo así. Lo que ha ocurrido es que usted ha descubierto una manera de derrotarnos. Ha encontrado nuestra debilidad y la ha explotado. Sabía que nuestra doctrina militar no era adecuada para batallas largas y vio que nuestros problemas con los suministros acabarían siendo nuestra perdición.
—No, Ulric, yo no he descubierto esa estrategia —dijo Focht, abarcando el paisaje destruido por la guerra con un amplio gesto—. Tanto Victor Davion como Theodore Kurita vieron que los Clanes estaban preparados para guerras rápidas y decisivas. Sabían que forzarlos a realizar una campaña prolongada les causaría problemas.
Ulric soltó una risa ronca.
—Usted no es tan ciego como pretende hacerme creer. Vio el mayor fallo de los Clanes: nuestro sistema de envites promueve el ingenio y la audacia, pero también reduce las pérdidas al mínimo. Cauterizamos nuestras heridas antes de ser lastimados. Si un jefe militar es derrotado, lo es porque ha fallado en su estrategia o en sus envites. Las tropas que pierden no son avergonzadas por ello, sino que son rehabilitadas para volver a utilizarlas. Recompensamos la victoria con la longevidad genética, pero nos aislamos de la tremenda brutalidad de la guerra.
Señaló la espantosa imagen que los rodeaba con un enérgico gesto y continuó:
—Nunca, desde que Nicholas Kerensky formó los Clanes, nos hemos enfrentado a una derrota tan aplastante. ¡Sus tropas obligaron a los Jaguares de Humo a retirarse del campo de batalla en tres días! El resto fue expulsado del planeta al décimo día, pero sólo porque sus líderes eran demasiado estúpidos para darse cuenta de que habían sido vencidos. No sólo no están acostumbrados a luchar tanto tiempo, sino que tampoco pierden tan deprisa. El Sexto de Dragones de los Jaguares ha sido destruido, y los Granaderos tienen en sus filas más fantasmas que guerreros vivos.
—No obstante, permítame indicarle, ilKhan, que los Jaguares de Humo y los Lobos son enemigos políticos. Sé bien que no existe precisamente una historia de amor entre ambos Clanes, y no puedo evitar preguntarme si usted no habrá forzado al Khan de los Jaguares a hacer un envite terriblemente bajo desafiándolo.
Los ojos azules de Ulric brillaron como fragmentos de hiélo.
—Esa es una pregunta que no puede responderse, ya que los dos Khanes de los Jaguares de Humo murieron en las montañas Dinju.
—¿O es una pregunta que usted no quiere contestar? —inquirió Focht, caminando en círculos alrededor del ilKhan—. Estuve observando atentamente los combates de las montañas Pozoristu.
—Entonces vio morir al Khan Garth Radick.
—Si y vi que tanto la Khan Natasha Kerensky como el ilKhan Ulric Kerensky salían victoriosos de todo lo que yo lanzaba contra ustedes. Usted sabía que me había preparado para batallas prolongadas, por lo que también creó almacenes de municiones y provisiones. Asignó a sus tropas una ración estricta de municiones, e hizo que la mayoría de sus OmniMechs estuvieran configurados con armas de energía. Aplastó las unidades que envié a destruir sus centros de suministros, y persiguió y exterminó las unidades que tenía en las montañas. En esta batalla particular entre usted y yo, ha sido usted quien ha vencido.
—Tal vez sea así, Capiscol Marcial —admitió Ulric, acariciándose la perilla—. Sin embargo, las montañas Pozoristu no son todo el planeta. En la llanura de Przeno, los Halcones de Jade se alejaron veinte kilómetros de sus zonas de aterrizaje, y sólo a causa de los Guardias de los Halcones, y luego quedaron estancados en una batalla igualada. No siguieron adelante. Si usted les hubiese enviado una unidad de reserva, los habría hecho retroceder. En la segunda semana, los Tiburones de Diamante fueron expulsados del valle de Kozice. Los Osos Fantasmales lograron conservar Spanac, pero perdieron Luk y la mayoría del Séptimo de Guardias. Los Gatos Nova mantuvieron su control sobre el distrito de Losije durante cinco días, pero fueron derrotados en Joje y Tost, y fueron finalmente desalojados por los ComGuardias. También hizo retroceder a los Víboras de Acero de las fuentes del Hladno el decimotercer día.
»Aunque contemos la victoria de los Osos Fantasmales en Spanac y consideremos la batalla de Przeno como un empate, usted ha ganado la batalla de Tukayyid. Usted ha vencido en nuestra negociación. Los Clanes no seguirán avanzando hacia la Tierra más allá de este planeta durante los próximos quince años.
—¿Le parecería un romántico incurable si dijera que creo que ni siquiera quinientos años valen el precio que hemos tenido que pagar? —preguntó Focht.
—Me parecería un general que ha valorado en su justa medida las consecuencias de la guerra y que valora mucho a sus tropas —respondió Ulric, enjugándose el sudor de la frente—. He visto los informes de bajas de mis guerreros. Las muertes se elevan al veinte por ciento, con un porcentaje global de bajas del treinta y cinco por ciento, y daños en los equipos de un sesenta y dos coma tres por ciento, de los cuales la mitad pueden ser reparados. Y sé que mis hombres han salido bien librados.
—¿Que han salido bien librados? ¿Acaso no es el ilKhan? ¿No dirige a todos los Clanes?
El ilKhan meneó la cabeza despacio en sentido negativo.
—Como esta batalla iba a decidir de forma prematura el final de nuestra empresa, de nuestra cruzada, se decidió que el control de las operaciones de cada Clan recaería en sus Khanes. Aunque se me permitió revisar todos los datos que procedían del planeta, no estaba obligado a distribuirlos a menos que me fueran solicitados. Como nadie consideró adecuado prestar oídos a mis ideas, fui libre de actuar en favor de mi propio Clan.
Asi pues, te obligaron a actuar por cuenta propia y tú dejaste que cargaran con las consecuencias, pensó Focht.
—Si usted los hubiera dirigido y coordinado, me habría vencido —dijo.
—El vencedor es usted, Anastasius. No es necesario que halague al derrotado. Con todo lo que ha hecho, con la muerte y la desgracia, ha mostrado a los demás Khanes lo que yo no pude hacer. Si los hubiera encabezado y hubiera perdido, me habrían destituido porque toda la culpa sería mía. De hecho, todavía pueden hacerlo. —Ulric contempló de nuevo los cuerpos grisáceos que cubrían las laderas de las montañas—. Ahora deben entender lo que ha causado su cruzada, y deben aceptar su responsabilidad de todo ello.
—Tiene una tarea difícil, Ülric. Dirige un pueblo que ha sido criado para la guerra. No tomarán la derrota a la ligera.
—Creo que mi tarea es más sencilla que la suya, Anastasius —repuso Ulric—. Por lo menos, los ataques contra mí serán públicos. Quizá juguemos el juego de la política en los Clanes, pero resolvemos los conflictos como guerreros. —Miró fijamente al único ojo de Focht y agregó—: No intente adivinar lo que significa su victoria, Capiscol Marcial. La Operación Escorpión, aunque ha sido una molestia, no ha reducido el valor de nuestras operaciones en Tukayyid.
Focht suspiró hondo.
—Le doy mi palabra que, de haberlo sabido, le habría avisado.
—Lo sé —dijo Ulric, y dejó que una sonrisa cansada dejara sus dientes al descubierto—. Tengo que hacerle una petición más, ¿quiaf?
—Af- repuso el Capiscol Marcial—. Pida lo que quiera.
—Dentro de tres días habrá un combate por el derecho a reclamar el Nombre de Sangre de Cyrilla Ward. Me gustaría celebrarlo aquí, en Tukayyid. Phelan Wolf luchará por ese honor con Vlad. Si les permito permanecer en el planeta, podrán descansar hasta la lucha final.
—Por supuesto. ¿Necesita algo para preparar el combate?
—Creo que no. Sin embargo, Phelan ha pedido permiso al ilKhan para invitarlo a usted. —La sonrisa de Ulric se ensanchó—. El ilKhan ha tenido a bien dar su aprobación.
—Por favor, dígale a Phelan que me siento honrado por su invitación —respondió Focht, inclinando la cabeza—, pero me será imposible asistir. Dentro de una hora partiré de Tukayyid.
—¿Dentro de una hora? —exclamó Ulric, con los ojos brillantes—. Es evidente que la Primus está muy satisfecha por su trabajo.
—Me temo que así es, amigo mío —dijo Focht—. La Primus Myndo Waterly me ha llamado a la Tierra. Dice que me tiene preparado un premio.
Capítulo 43
Tukayyid
República Libre de Rasalhague
23 de mayo de 3052 (Día veintitrés de la Operación Escorpión)
La terrible calma que lo rodeaba intrigaba y aterraba a Phelan Kell Wolf. Vestido con un mono gris en el que lucía un emblema de una estrella daga roja en el hombro derecho y la insignia de la araña roja y negra del Decimotercero de Guardias en el izquierdo, mantenía la cabeza alta como todos los guerreros tienen derecho a hacer. Con un gesto casi arrogante, puso el pulgar izquierdo tras el cinturón que llevaba colgado del hombro, sin preocuparle en absoluto que otros pensasen que era una estupidez llevar pistola en la carlinga. Él era un miembro de los Lobos y su Clan no había conocido la derrota a manos de los ComGuardias. Su unidad en particular, encabezada por Natasha Kerensky, había destruido todas las unidades de ComGuardias a las que se habían enfrentado.
El peso de la moneda de plata en su diestra simbolizaba la importancia de todo aquello que representaba. Cuando llegase su oponente, ambos colocarían las monedas en el dispositivo gravitatorio que estaba a su derecha. Las monedas darían vueltas y vueltas, persiguiéndose entre sí hasta el tubo de recogida. La moneda que quedase encima decidiría quién tenía el derecho de elegir las armas, mientras que al perdedor le quedaría la elección del campo de batalla.
Phelan ya había realizado aquel ritual cuatro veces. Se había enfrentado y había derrotado a otros tantos guerreros de la Casa de Ward. Había matado sólo a uno, y lamentaba que el Elemental no le hubiese dado otra opción. Aunque una parte de él estaba cansada de luchar después de la guerra con ComStar, el orgullo lo sostenía. No seré vencido.
Plantado en medio de la pista de exhibición de un complejo agropecuario, cuyo propietario tenía la afición de cuidar y entrenar caballos, podía sentir la tensión en la muchedumbre que llenaba poco a poco las gradas situadas al borde del círculo central. Habían acudido a ver el combate final de la competición por el Nombre de Sangre de Cyrilla Ward. Aquel nombre tenía una reputación casi sagrada y era bien sabido que los finalistas se odiaban mutuamente. Si la multitud tenía suerte, los dos MechWarriors decidirían luchar con las manos desnudas, en el centro de la pista.
Sobre su cabeza, unas pantallas circulares mostraban una imagen de la pista circular. La cámara se aproximó a tomar un primer plano de él; entonces la pantalla pasó a mostrar a dos hombres que se acercaban desde el extremo norte del edificio. Mientras atravesaban la muchedumbre, Phelan los reconoció de inmediato y una chispa de ansiedad ardió en su pecho. Vlad tenía que estar presente para la decisión, pero el otro hombre no era quien esperaba que controlase el proceso.
Cónál Ward apartó su brazo de los hombros de Vlad y subió al estrado de madera situado frente a ambos MechWarriors. Era un hombre alto, atractivo, de cabellos oscuros, que desprendía confianza y majestuosidad.
—Soy el Señor del Juramento y acepto la responsabilidad de representar a la Casa de Ward. ¿Aceptan esto?
—Seyla —dijo Phelan. Así que ésta es la razón de la presencia de Conal. Para la prueba final, él, el Señor de la Sabiduría del Clan, representará a su propia casa. Por respeto al cargo, le hizo la debida reverencia; luego se irguió y observó a su enemigo.
El brillante foco que iluminaba el ritual producía reflejos plateados en el pelo engominado y peinado hada atrás de Vlad. El MechWarrior, al inclinar la cabeza ante Conal, se ajustó el cinturón para que Phelan pudiese ver la hebilla. La cabeza de un sabueso negro, con los ojos de malaquita.
—Seyla —murmuró Vlad en tono solemne.
Phelan reprimió su ira. Se había convertido en sirviente del Clan de los Lobos cuando Vlad lo había derrotado y capturado. Vlad le había quitado la hebilla y la usaba como símbolo para recordar a Phelan su inferioridad. Por mucho que Phelan quisiera recuperarla, por lo que representaba para él y porque se la había regalado una mujer a la que había amado y que había muerto luchando contra los Clanes, Phelan se negó a mostrar a Vlad que aquello lo afectaba.
Vio que Vlad lo escrutaba en busca de una reacción. Quieres jugar conmigo, Vlad. Bueno, interpreta esto. Phelan se mantuvo impertérrito y levantó la zurda como si fuese a rascarse, pero trazó una línea desde la ceja izquierda hasta la mandíbula.
Vlad se conmovió como si le hubiera caído un rayo encima. La línea que había trazado Phelan imitaba la cicatriz que Vlad llevaba en el rostro. Al ver que se sonrojaba, Phelan comprendió que estaba trastornado porque aquella cicatriz le recordaba que le debía la vida. Había sido débil, y Phelan lo había salvado. Es una vergüenza de la que piensa que sólo se librará matándome.
Conal paseó su mirada de uno a otro y dijo:
—Lo que suceda aquí nos vinculará a todos hasta nuestro final. Ustedes son los mejores que tiene que ofrecer la Casa de Ward. Esto es impresionante porque, a diferencia de otras Casas y otros Clanes, la Casa de Ward no ha perdido ningún guerrero con Nombre de Sangre en la batalla de Tukayyid; por el contrarío, se ha cubierto de gloria. El que hayan llegado hasta aquí significa que serán recordados siempre, pero hoy sólo uno ganará un Nombre de Sangre.
»Al aceptar tomar parte en este combate, ¿comprenden que santifican con su sangre la determinación de Nicholas Kerensky de convertir a los Clanes en la cumbre de la evolución humana? ¿Comprenden que haber sido elegidos para participar ya los designa como miembros de una elite, pero que la victoria los colocará legítimamente entre los pocos ue existen en el cénit de todo aquello que los Clanes comieran sagrado?
—Seyla.
El Señor de la Sabiduría sonrió satisfecho.
—Usted es Vlad y ha visto veinticuatro años. ¿Por qué es digno?
Vlad levantó la cabeza e interpretó su propio papel ante el gentío a través de las pantallas.
—De manera constante he estado en el dos por ciento mejor en las pruebas de mi sibko. Como resultado de mis acciones contra los Gatos Nova, fui elegido comandante estelar para la misión de exploración que nos trajo de regreso a la Esfera Interior. En mi primer enfrentamiento maté a varios piratas y mercenarios. Sin realizar un esfuerzo apreciable por mi parte, también capturé a este guerrero que está frente a mí.
Vlad hizo una pausa para que calase el comentario y luego prosiguió:
—En la invasión de la Esfera Interior, he participado en todos los asaltos organizados por los Lobos. En Rasalhague maté en persona a cuatro de sus temidos Drakens. En la batalla más reciente de Tukayyid, mi estrella no cedió un solo milímetro del terreno que ocupamos. Antes del combate de hoy maté a dos MechWarriors y a un Elemental por el derecho a participar aquí.
Conal se volvió a Phelan y dijo:
—Y usted es Phelan Wolf y ha visto veinte años. ¿Por qué es digno?
Phelan tragó saliva para aclararse la garganta y empezó a recitar su historial.
—He sido elegido por Cyrilla Ward para ser heredero de su Nombre de Sangre. Fui adoptado en la casta de guerreros tras demostrar ser digno de tal honor mediante mi servicio como sirviente. Me entrené y pasé las pruebas como guerrero. Yo solo conquisté Gunzburg, y en Satalice capturé al príncipe Ragnar de Rasalhague. En Hyperion dirigí la defensa del pantano de Simmons y cacé renegados en las tierras yermas. En Diosd participé en la persecución y aniquilación de la Lanza de Mando del Tercero de Hombres Libres. Antes de la batalla de hoy derroté a dos Elementales, a un piloto aéreo y a un MechWarrior por el derecho a participar aquí.
El Señor de la Sabiduría se dispuso a continuar, pero Phelan lo interrumpió diciendo:
—Y, como sirviente, rescaté a mi oponente de una muerte segura en la batalla de Radstadt.
Aunque hacer aquella última declaración pudiera considerarse un paso en falso, la forma como enrojeció Vlad le indicó que había valido la pena arriesgarse a un reproche. Conal miró a Phelan como si quisiera matarlo con la mirada, y Vlad hinchó las narices de furia. Se puso otra vez los pulgares en el cinto, pero Phelan se negó a picar el anzuelo y nunca apartó la mirada de sus ojos.
Conal Ward alargó las manos hacia ambos hombres y recitó:
—El heroísmo y la valentía exhibidos por ambos guerreros han sido establecidos y verificados. Sus declaraciones no carecen de base. No importa cuál sea su destino en este combate, el brillo de su luz no se verá disminuido. Presenten los símbolos de su legítimo derecho a participar.
Phelan sujetó su medallón entre el dedo pulgar y el índice y lo alargó a Conal, que lo aceptó y lo puso en una ranura del pozo gravitatorio. Hizo lo mismo con la moneda de Vlad.
—Cuando una moneda ha seguido a la otra y ambas han completado su tránsito por este cono, la moneda cazadora será la superior. Ese guerrero ganará entonces el derecho a elegir el estilo del combate. El propietario de la moneda inferior decidirá a continuación el lugar del combate. De esta manera, ambos combatirán en un campo de batalla que no es por completo su preferido. ¿Lo han entendido?
—Seyla —entonaron Phelan y Vlad al unísono.
Conal oprimió el botón y las monedas empezaron a bajar. Phelan observaba su moneda como un águila. Antes de que desaparecieran en el tubo, estaba bastante seguro de que era su moneda la que quedaba por encima. ¡Sí, yo ganaré esta decisión!
Phelan había estudiado una y otra vez cuál sería su elección si ganase. Sabía que Vlad elegiría la lucha aumentada, porque eso le daba la mejor oportunidad de matarlo. En sus dos combates anteriores con 'Mechs, Vlad había vencido en el primero pilotando un OmniMech contra su Wolfhound. Aquello había dado a Vlad una ventaja exagerada. Phelan admitía que, en el segundo duelo, había sido él quien había disfrutado de la ventaja al tener a su lado a Natasha Kerensky.
Aunque se sentiría satisfecho si combatían con 'Mechs, y era lo que esperaba si ganaba Vlad, Phelan prefería luchar con las manos desnudas. No es bueno librarse de un odio de manera impersonal, pensaba. Además, sabía que era menos probable que una pelea con los puños acabase con una muerte. Aunque estaba dispuesto a matar para ganar este Nombre de Sangre, estaba bastante orgulloso de haber matado a una sola persona a lo largo de la competición.
La confianza de Phelan creció al oír el tintineo de metal sobre metal cuando las monedas cayeron en la base del tubo. Conal sacó el recipiente y lo sostuvo con la mano izquierda. Sin embargo, en lugar de sacar la moneda superior, Conal giró el tubo y echó ambas monedas sobre la palma de su mano. Mientras tanto, Vlad se encorvó a causa de un repentino ataque de tos. Conal empujó la moneda superior hacia su dedo índice con el pulgar y mantuvo oculta en la palma la que había perdido la carrera.
Phelan se quedó boquiabierto. ¡Ha hecho trampa! ¡Ha girado las monedas para cambiar el resultado. La ira lo embargó; mas, cuando iba a protestar, algo en su interior lo detuvo. ¿Por qué protestar? Sea una decisión justa o injusta, puedes vencer a Vlad. Puedes vencerlos a todos. Ellos son sólo de los Clanes, pero tú eres el mejor de ambos pueblos.
—Vlad, usted es el cazador —declaró Conal.
Vlad se bajó la cremallera del mono y mostró el chaleco refrigerante que llevaba debajo.
—Desde el principio, Phelan Kell ha afirmado ser un MechWarrior —dijo—. Aunque ha mostrado cierta destreza en esa área, sus mayores victorias se han producido fuera de un 'Mech. Ahora le daré la oportunidad de demostrar su capacidad contra un verdadero MechWarrior. Quiero un combate aumentado.
Phelan quería echarse a reír por el intento de Vlad de intimidarlo. Imitó el gesto de Vlad y mostró el chaleco refrigerante que él también llevaba bajo el mono.
—No era lo deseado, pero ni es una sorpresa ni me causa temor —replicó, y dejó que su confianza hiciese aflorar una sonrisa a su rostro.
Conal entornó los ojos para ocultar su sorpresa.
—Phelan, el estilo ha sido decidido —dijo—. ¿Dónde va a ser cazado?
—Aquí el terreno es llano y no permite trucos ni espejismos —respondió Phelan, y miró hacia el este—. Cinco minutos deberían ser suficientes para poner las cámaras. Será aquí y ahora.
—Aquí y ahora —repitió Vlad, sonriendo con gesto cruel—. Eres demasiado débil para vencerme, Phelan. Yo he matado a todos mis enemigos del Derecho de Sangre y también te mataré a ti.
—Haz lo que puedas, Vlad. Tal vez no haya matado adrede a ninguno de mis adversarios, pero en tu caso es algo que saborearé.
—A sus máquinas, pues —indicó Conal, levantando las manos—. ¡Que gane el verdadero guerrero!
Phelan dio media vuelta y se alejó hacia el sur. Mientras iba hacia la gente, vio que se abrían las puertas dobles del otro extremo del recinto. Los rayos del sol entraron en la sala de exhibición como si fuesen rayos láser. Al principio, Phelan arrugó el ceño, pero cuando apareció la silueta de su Wolfhound, sonrió de satisfacción. Natasha se puso a su izquierda y recogió su cinturón.
—¿Has visto lo que ha pasado?
—¿Acaso importa? —inquirió Phelan, encogiéndose de hombros—. Un combate de boxeo o una batalla de 'Mechs, es lo mismo. Vlad es mío. El nombre de Cyrilla será mío.
La Viuda Negra sonrió feliz y le dio una palmada en la es» palda.
—Has hablado como el Lobo que Cyrilla sabía que llegarías a ser.
—No, Natasha, no es eso —repuso Phelan, mirándola a los ojos—. He hablado como el Lobo que tú, Cyrilla y Ulric queríais que llegase a ser. Tukayyid ha demostrado a los Clanes que los guerreros de la Esfera Interior pueden derrotarlos. Ahora depende de mí demostrarles que, a pesar de su exilio, a pesar de su entrenamiento y de sus programas de reproducción, la Esfera Interior no está tan lejos que uno de nosotros no pueda ser uno de los mejores entre ellos.
Se detuvo a los pies del Wolfhound y se despojó del mono.
Recogió el cinturón de las manos de Natasha y se lo ciñó. Luego se inclinó para atarse la funda al muslo derecho y, al erguirse, vio que Ranna habla reemplazado a su abuela. Ranna alargó los brazos hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas.
—Eres el mejor de la Casa de Ward —le dijo—. Cuando vuelvas, celebraremos tu victoria.
Phelan la estrechó con fuerza y apretó la boca contra la suya. Se aferró a ella durante lo que pareció una eternidad. Luego se separaron.
—Ranna, sé que Vlad y tú erais del mismo sibko. No puedo prometerte que él siga vivo después de este combate.
—Él sabe el peligro que afronta —repuso Ranna, irguiendo la cabeza con ojos centelleantes—. Tú, Phelan Wolf, eres el hombre a quien amo. Harás lo que debas hacer. Si él muere, lo lloraré por la pérdida que representará para el Clan. Si tú mueres, te lloraré por la pérdida que serás para mí. Eres el legítimo heredero del nombre de Cyrilla Ward. Ve en busca de tu herencia y toma tu legado.
Phelan le dio un último beso y trepó por la pierna del Wolfhound. Saltó al brazo izquierdo y luego subió al hombro. Se introdujo en la carlinga a través de la escotilla que había en el cuello del BattleMech. Luego bajó el cierre para asegurarla en su sitio y presurizar la cabina. Accionó un interruptor que estaba sobre la escotilla y notó ‹jue se ponía en marcha el motor de fusión en el corazón del Mech. A su alrededor se encendieron los botones, las pantallas y los monitores, llenando la cabina de colores apagados.
Tranquilízate, Phelan. Mantén la cabeza fría. Haz las cosas bien. Giró el cinturón y lo puso en la posición correcta. No importa lo estúpido o inútil que sea esto, hazlo como las otras veces.
Dejó fijado el interruptor, se volvió e hincó una rodilla para abrir el cajón que había debajo de la silla de mando. Lo abrió y sacó cuatro cojinetes de sensores médicos. Quitó la protección del adhesivo y se los pegó cada uno en los brazos y en los muslos. También sacó los cables y enganchó los extremos redondeados en los sensores de los cojinetes. A continuación enhebró los cables rojos en las presillas del chaleco de manera que las clavijas quedaron sueltas junto a su garganta.
Pasó por el estrecho pasillo entre la consola y la silla de mando y se sentó en ésta. Sacó un cable del bolsillo derecho del chaleco refrigerante y lo enchufó en la silla. De manera instantánea, el líquido refrigerante empezó a circular por los tubos insertos entre el forro de kevlar y la capa interior de goretex que estaba en contacto con su piel. Se le puso la piel de gallina en ios brazos al sentir el gélido líquido del chaleco, pero sabía que el ambiente se calentaría bastante en el combate.
—Probablemente, Vlad lleva cohetes Inferno —dijo en voz alta—, así que disfruta del frío mientras dure.
Tras ajustarse los cinturones de seguridad sobre el pecho y la cintura y comprobarlos dos veces, alargó las manos arriba y atrás. De un receptáculo situado encima de la silla de mando sacó su neurocasco. Se lo colocó en la cabeza, apoyándolo en las hombreras acolchadas del chaleco. Lo giró un poco para centrar el visor en forma de cuña y para que los neurosensores quedaran apoyados contra las zonas correctas del cráneo. A continuación utilizó unas tiras de velero para sujetarlo. Se ajustó con fuerza la correa debajo de la barbilla e introdujo las clavijas de los sensores en los enchufes hembra que el neurocasco tenía en el cuello.
Entonces pulsó un botón situado a la derecha en la consola de mando.
—Comprobación del patrón de voz: comandante estelar Phelan Kell Wolf —dijo.
Los altavoces del casco reflejaron fielmente la monocorde voz del ordenador.
—Obtenida confirmación del patrón de voz. Prosiga con la secuencia de inicialización.
Cada 'Mech comprobaba un patrón de voz de los pilotos a quienes se permitía usarlo para evitar su utilización indebida. Dado que era posible falsear la voz, cada piloto programaba su propia frase de comprobación. Como tenía que ser algo que pudiese recordar y que debía pronunciar antes de ir al combate, los pilotos elegían frases que tenían significados especiales para ellos. Aquel código era imposible de adivinar y permitía a cada MechWarrior personalizar su máquina de guerra y mantenerla a salvo de intrusos.
Phelan exhaló despacio y dijo:
—Código de comprobación: un guerrero no retrocede ante el deber, pero tampoco se regodea en la muerte.
—Autorización confirmada, comandante estelar. Tiene el control completo.
La pantalla táctica holográfica se materializó ante él; sus sistemas de armas se activaron uno a uno y llevaron a cabo una serie de procedimientos de diagnóstico. Los tres láseres medios de pulsación delanteros que llevaba en el torso no reportaron problemas. Parecía existir una pequeña anomalía en el control de reciclado del láser pesado de largo alcance que llevaba en el brazo derecho, pero el ordenador lo solventó en un instante. El láser medio de largo alcance, que disparaba en el arco trasero, tampoco tenía problemas, y el equipo de contramedidas electrónicas situado en las puntiagudas orejas del Wolfhound parecía funcionar a la perfección.
Phelan sabía que a Vlad se le daría un 'Mech similar al suyo en blindaje y armamento, por lo que no lo sorprendió ver un Adder dejándose del lado septentrional del edificio. Aquel OmniMech tenía un surtido de armas más amplio a causa de su sistema modular, que permitía colocar y retirar armas. El ordenador de Phelan dibujó un diagrama del Adder en su monitor auxiliar y repasó los paquetes normales de armas en busca del que tenía más probabilidades de ir montado en aquel 'Mech.
El ordenador determinó que Vlad llevaba un paquete que aumentaba al máximo los daños a corta distanda. Eso quería decir que llevaría un par de lanzamisiles MCA de tipo Streak bajo las protecciones de los hombros. El brazo izquierdo tenía un láser pesado similar al del brazo derecho del Wolfhound. También llevaba allí un cañón automático que no era muy potente, pero en una batalla entre 'Mechs ligeros, podía resultar muy eficaz. Del mismo modo, el lanzallamas del pecho también podía ser peligroso a corta distancia. La voz de Conal restalló en los altavoces.
—Ya tienen el campo de batalla. Habilidad, guerreros. ¡Que comience el combate!
Ninguno de los 'Mechs se movió durante el segundo posterior a la señal de inicio de Conal. Entonces, Phelan centró el punto de mira en la compacta silueta del Adder y disparó sus armas. Su láser pesado destrozó parte del blindaje de la pierna izquierda, convirtiéndolo en tiras humeantes de ferrocerámica. Sus láseres de pulsación se clavaron también en el brazo izquierdo, el flanco derecho y el centro del pecho del Adder.
Phelan pulsó un botón de su consola de mandos. La pantalla holográfica cambió a la modalidad de infrarrojos y dibujó un punto blanco en el centro del pecho del Omni. ¡Si, ése ha atravesado el blindaje exterior y ha dado en la protección del motor! La máquina se va a calentar mucho.
Los disparos de respuesta de Vlad a larga distancia delataron una debilidad en la configuración de su 'Mech. El láser pesado del Adder incidió en la pierna izquierda del Wolfhound e hizo saltar varios fragmentos de blindaje en mecho de nubes de vapor. El cañón automático destrozó placas del blindaje de la pierna derecha, pero Phelan logró resistir el impacto y mantuvo erguido el 'Mech.
Mientras el ordenador actualizaba la imagen del Wolfhound y mostraba los daños infligidos al blindaje, Phelan hizo correr el 'Mech hacia el noroeste. Aquella acción dejaba más al descubierto su costado derecho, pero también reducía la distancia que los separaba. No se espera esto. Estoy jugando su propio juego y se confiará en exceso.
Vlad giró su Omni para mantener a Phelan en su punto de mira, pero Phelan notó que el Adder se movía con cierta torpeza. ¿Es posible que el disparo al pecho haya dañado también el giróscopo? Los sensores del neurocasco permitían al ordenador utilizar el sentido del equilibrio del piloto para regular los giróscopos; pero, si uno de ellos estaba averiado, el Adder iba a tener graves problemas. Si tuve tanta suerte por aquel disparo, debe de tratarse de un favor divino por la trampa que hizo Conal.
A pesar del movimiento de su 'Mech, Phelan mantuvo a su enemigo en el punto de mira como si estuviese pintado en él. Apretó el botón del pulgar y lanzó el rayo escarlata del láser pesado a través de los escasos restos del blindaje del pectoral derecho del Adder. Otra subida de calor en la pantalla indicó a Phelan que había acertado en un radiador pero, lo que era más importante, vio que varios pedazos de la estructura interna caían al suelo detrás del Omni.
Uno de los láseres de pulsación montados en el torso del Wolfhound amplio una fila de orificios ardientes en la cabeza del Adder, mientras que los otros dos se combinaron para terminar la destrucción del brazo izquierdo. Al evaporar los últimos restos del blindaje, pasaron a dañar los músculos de miómero y los huesos de endoacero. Fundieron los tejidos artificiales y calentaron el metal hasta el punto de fusión. Brillando con una luz blanca, el brazo del Adder cayó al sudo.
Sin embargo, mientras Phelan disparaba sus armas, Vlad hacía lo mismo con las suyas. El láser pesado que tenía montado en el brazo izquierdo fundió el blindaje del brazo derecho del Wolfhound antes de que el arma acábase destruida. Lo poco que quedaba del arma humeaba mientras el resto goteaba hasta el suelo como si fuera agua. El cañón automático del brazo derecho abrió varios agujeros en el blindaje del costado izquierdo y el único de los misiles MCA que dio en el blanco destrozó el blindaje que rodeaba el láser central del pecho.
Los impactos de los misiles y las balas del cañón automático sacudieron el Wolfhound e hicieron rechinar los dientes a Phelan. Luchó por mantener erguido su 'Mech y siguió acercándose mientras el Adder se tambaleaba y, desequilibrado por la pérdida del brazo, empezaba a caerse del lado izquierdo. Vlad giró el torso arriba y a la derecha en un intento de mantener erguida la máquina, pero la debilitada estructura del pecho chirrió y comenzó a retorcerse.
El Adder acabó desplomándose de bruces contra el suelo, y se dio un fuerte golpe en la barbilla. Rebotó, y la escotilla de visión saltó en pedazos y cubrió el suelo de fragmentos de cristal. Pataleó de manera fútil, sin lograr otra cosa que levantar grandes nubes de polvo y guijarros, pues el blando terreno no le daba un punto de apoyo suficiente. El brazo derecho del 'Mech, doblado por la caída, no tenía el movimiento suficiente para ayudarlo a incorporarse, aunque Phelan dudaba que, en cualquier caso, el torso del Adder hubiese resistido el esfuerzo.
Detuvo el Wolfhound a unos veinte metros de distancia y observó cómo Vlad buscaba con los pies el borde de la escotilla de visión del Adder. Como un borracho tambaleándose a la salida del bar, Vlad salió de la carlinga, perdió el equilibrio y tuvo que agarrarse al marco de la escotilla. Dio un paso adelante y cayó sobre el polvo de bruces.
Phelan activó los altavoces externos.
—Se acabó, Vlad —dijo.
Vlad se sentó en el suelo y se quitó el neurocasco.
—¡Librenacido! —rugió.
Con precisión deliberada, Phelan levantó el brazo derecho del Wolfhound y señaló la boca del láser.
—¿Librenacido, dices? —replicó—. Acabo de destrozar tu OmniMech. No creerás que ese insulto puede herirme ¿quineg?
Vlaa se levantó y arrojó el casco hacia Phelan. Éste rebotó en el morro del Wolfhound y golpeó suavemente la escotilla de la carlinga.
—Eres un librenacido expósito, Phelan. Jamás serás mi igual.
—Estoy harto —dijo Phelan, y pulsó el botón para aflojarse los cinturones de seguridad. Hincó la rodilla del Wolfhound y puso la mano izquierda en el suelo—. Voy a resolver este asunto de una vez para siempre. Hemos luchado con 'Mechs tres veces y te he vencido en dos. Hemos quedado empatados en las dos peleas que hemos librado. Ha llegado la hora de decidir eso también.
Se quitó el neurocasco y lo dejó sobre la silla de mando. Abrió la escotilla y empezó a bajar por el brazo izquierdo de Sonriente. Al llegar al codo, se detuvo y meneó la cabeza.
—Eres un loco, Vlad.
—Y tú eres muy valiente porque llevas una pistola —se burló Vlad, quitándose el chaleco refrigerante.
—No podía esperar que lo olvidases, ¿verdad? —dijo Phelan sonriendo. Se desató la funda del muslo, se desabrochó el cinturón y lo arrojó al suelo. Saltó del 'Mech y se despojó del chaleco—. Esto ha tardado ya mucho tiempo.
Aunque sabía que no debía subestimar a Vlad, no pudo evitar sonreír al aproximarse. Vlad le dio un derechazo en el estómago, pero eso lo dejó indefenso ante un golpe con la zurda que le hizo volver la cabeza. Phelan se abalanzó sobre él y asestó un gancho terrorífico en el plexo solar de Vlad. Éste se dobló de dolor, y tras otro zurdazo en un lado de la cabeza se desplomó en el suelo.
Phelan se apartó bailoteando y dijo:
—Conque librenacido, ¿eh? Tenías razón cuando decías que jamás seré tu igual. ¡Yo nunca podría caer tan bajo!
Un grito de ira animal salió de la garganta de Vlad cuando se incorporó y embistió a Phelan. Éste se apartó a la derecha y sonrió cuando vio que, en su caiga ciega, Vlad no había visto que él se había puesto a un lado. Un gancho y todo habrá terminado.
Phelan preparó la diestra, pero se quedó boquiabierto por la sorpresa al ver que Vlad se alejaba de él. Pensó que se había vuelto loco, pero entonces vio que encogía los brazos y corría hacia el Wolfhound. Va a buscar la pistola.
Vlad se lanzó de cabeza y cayó sobre el cinturón. Rodó por el suelo, sujetándolo contra su pecho. Manoseó el cierre de la funda, la abrió por fin, empuñó la pistola y la amartilló. La blandió con un gesto triunfal y se incorporó despacio.
—¡Sí, Phelan, librenacido! —exclamó, riéndose burlonamente—. Te lo dije, Phelan, eres demasiado débil para vencer en esta competición. ¡Eras un sirviente, yo hice que lo fueras cuando te capturé, y tomé esta hebilla como trofeo cuando el ilKhan te arrancó de mi poder! Jamás has sido mi igual, y aquí y ahora ha quedado demostrado.
—Sólo una cosa ha quedado demostrada, Vlad —contestó Phelan con desprecio—, y es lo increíblemente estúpido que eres en realidad.
Phelan meneó la cabeza con un gesto de decepción y echó a andar hacia Vlad.
Con un fuego homicida en sus ojos, Vlad curvó el dedo sobre el gatillo.
La pistola dio un chasquido.
—¿Recuerdas que los suministros son un poco escasos en Tukayyid, Vlad? —dijo Phelan, sonriendo—. Di toda mi reserva de municiones a Evantha.
—No! —chilló Vlad, y se abalanzó sobre Phelan blandiendo la pistola como si fuese una porra.
Phelan esquivó la torpe embestida, y lanzó el puño derecho contra su mandíbula. El golpe levantó del suelo a Vlad, que puso los ojos en blanco. Cuando volvió a caer al suelo, se desplomó como si le hubieran extirpado todos los huesos del cuerpo.
Phelan se arrodilló al lado de su enemigo y arrancó la pistola de entre sus dedos.
—Es una suerte que se me acabaran las balas —comentó—; podría sentirme tentado a malgastar una.
Desabrochó el cinturón a Vlad y se lo quitó. Se lo colgó sobre el hombro derecho y se levantó. Mientras se alejaba, la aturdida voz de Vlad lo hizo detenerse.
—Eres un guerrero. Mátame —le dijo.
—Todavía no lo has entendido, ¿quiaf? —respondió Phelan; lo miró y meneó la cabeza—. Soy más que un guerrero. Tal vez entiendas lo que esto quiere decir cuando ganes tu Nombre de Sangre.
Capítulo 44
Palacio de la Unidad, Ciudad Imperial, Luthien
Distrito Militar de Pesht, Condominio Draconis
30 de mayo de 3052
La nueva ropa de seda que habían entregado a Shin Yodama lo hacía sentirse incómodo. Sabía que en realidad no era por culpa de la ropa, que había sido preparada de forma impecable por sastres imperiales por orden expresa del Coordinador, Takashi Kurita. La negra hakama tenía un tacto frío y suave como un susurro sobre sus piernas después del traje presurizado que Shin había llevado para poder hacer un viaje rápido a Luthien desde el punto de salto por el que habían entrado en el sistema. El quimono verde con el borde negro también tenía un tacto agradable sobre su piel, pero el emblema cosido en seda roja sobre negro en el pecho, las mangas y la espalda no le recordaba nada más que una forma muy estilizada de las Garras del Dragón.
El fajín de obi que sujetaba el vestido mostraba una elaboración tan exquisita que habría sido una blasfemia considerarlo como menos que una obra de arte. El bordado era de hilo dorado y, como el tatuaje de su brazo izquierdo y del costado del torso, al principio parecía tener la forma de una nube de tormenta resaltada en oro. Sin embargo, si se miraba de cerca, el patrón revelaba unos trigramas y otros símbolos que reflejaban las aventuras de Shin al servicio de la Casa de Kurita.
Se arrodilló con timidez sobre un tatami rosa situado a la izquierda del hogar, en el centro del salón de té. La situación de la colchoneta lo colocaba mucho más cerca del centro del salón de lo que él tenía derecho a estar. Aunque se sentía orgulloso de su servicio a los Señores del Condominio Draconis, no se hacía ilusiones acerca de sí mismo. Como Takashi Kuríta había dejado muy claro durante la batalla de Luthien, Shin no era más que un yakuza. Si Theodore Kurita no hubiese solicitado la ayuda de bandidos como él durante los conflictos que había tenido con su padre, las probabilidades de que Shin hubiese ido jamás a Luthien habrían sido nulas.
Arrodillado y solo en un salón de té que se alzaba en medio de los jardines situados en el centro del palacio, en el mismo corazón de la Ciudad Imperial, Shin sabía que su suerte había sido mucho mayor de la que jamás había llegado a aspirar. Desde recibir una misión en el ejército y sobrevivir al primer ataque de los Clanes, hasta ser capaz de defender Luthien y organizar el rescate de Hohiro, Shin había ido a lugares y había hecho cosas que nunca se había atrevido siquiera a soñar. Sin embargo, todo ello le recordaba al oyabun de los Kuroi Kiri, que le había asegurado que su destino no estaba ligado por las convenciones normales.
A la derecha de Shin, el panel de shoji se deslizó hacia atrás. Theodore Kurita hizo una reverencia a la mesa que estaba en el centro de la habitación y luego a Shin. Shin le devolvió el gesto, apoyando la frente en el borde de la colchoneta. Cuando se irguió, vio que Omi seguía a su padre al interior del recinto, y Hohiro era el último. Los jóvenes Kurita intercambiaron reverencias con Shin y con su padre y ocuparon sus lugares. Theodore y Hohiro, como era lo correcto, ocuparon las colchonetas rojas situadas aún más cerca de la mesa que la de Shin. Omi ocupó una posición detrás de ellos tres sobre una colchoneta blanca.
Hohiro parecía tan demacrado como se sentía Shin. Los círculos oscuros que le rodeaban los ojos indicaban su falta de sueño, mas Shin observó que su tez tenía más color y que llevaba un parche medicinal azul en el interior de la muñeca izquierda. Vestido con un quimono idéntico al de Shin.
Hohiro logró arrodillarse de la manera correcta a pesar de su fatiga y su debilidad.
Haber permanecido atrapado en Teniente no había sido bueno para Hohiro, pero había sobrevivido y había conseguido que también sobrevivieran la mayoría de sus hombres. A Shin no le cabía duda de que las canciones, los poemas y los cuadros que describirían lo que ya empezaba a conocerse como el Exilio Secreto subrayarían la resistencia y la valentía del príncipe por encima de cualquier otro detalle. Shin no tenía ninguna objeción, pero haber disfrutado de una atalaya tan privilegiada en la creación de una leyenda lo sobrecogía un poco.
Shin volvió ligeramente la cabeza a la izquierda y vio a Omi, resplandeciente en su vestido de seda blanca con borde rojo y bordados de color dorado y carmesí. Tardó un momento en reconocer el vestido como el mismo que llevaba en el último holodisco grabado para Victor Davion, en el que le pedía que condujese a los Espectros para salvar a su hermano. Al observar la forma como había colocado correctamente el vestido sobre la colchoneta, comprendió que el simbolismo implícito en la elección de su atuendo, al igual que todo lo demás que había en el salón de té, había sido concebido para causar un efecto muy determinado.
No podía concebir cuál era ese efecto, y empezaba a temer el llegar a descubrirlo.
Shin vio que una sombra se arrodillaba junto al panel de shoji del norte, al otro lado de la mesa. El panel se deslizó con un susurro y Takashi Kurita entró de rodillas en la habitación. Hizo una reverencia a todos los presentes, que se la devolvieron. Sin decir palabra, el anciano cerró el panel y se puso sobre el tatami rojo que estaba a sólo veinte centímetros del extremo norte de la mesa.
El quimono de seda negra con borde verde de Takashi sorprendió de inmediato a Shin, ya que era exactamente el contrario del que lucían Hohiro y él mismo. El yakuza se fijó aún más y vio que los emblemas bordados con hilo de seda negro sobre fondo rojo parecían ser los mismos que los de su propia ropa, pero con los colores invertidos. Aun así, el diseño parecía la enseña del Dragón del Condominio Draconis.
Desde un lugar oculto a la vista de Shin en el otro extremo de la mesa, Takashi sacó cinco tazas iguales de color azul celeste. Las puso en fila sobre la mesa, pero Shin observó que no corrían paralelas al borde. Además, la tercera estaba colocada un poco más cerca del borde que las otras, alterando la línea.
Por el carácter firme y decidido de los gestos del Coordinador, Shin comprendió que este aparente error estético era deliberado. Era consciente de que cha-no-yu era una ceremonia en la que debían observarse estrictamente las formalidades, por lo que se daba cuenta de que una adherencia rígida a la norma podía vaciar el ritual de cualquier significado específico. Al romper el patrón estético, el Coordinador ponía la atención en la estética y la forma, reforzando la importancia del ritual.
El Coordinador introdujo un antiguo cucharón de bambú en una tetera de agua que estaba oculta en el hogar del salón de té. Lo dejó dentro de la tetera unos momentos más de lo necesario y lo sacó. Tomó un tazón y, tras verter lentamente un poco de agua en su interior, lo dio vuelta para limpiarlo de cualquier impureza que estuviese pegada en los bordes.
Takashi tiró el agua al fuego y volvió a llenar el tazón con cinco cucharadas. Shin observó aquel recipiente. Era viejo y estaba gastado, y parecía hecho con el material del blindaje de un BatdeMech. ¿No había una leyenda de que Takashi había hecho una tetera para el agua con el blindaje de su primer 'Mech?¿Será ésta la tetera?
Takashi dejó hervir el agua en la tetera puesta al fuego. Como por arte de magia, una voluta de humo subió hacia el orificio del tejado y un aroma a abetos llenó la pequeña habitación. Aquel aroma tan conocido y agradable hizo sonreír a Shin, y vio su misma felicidad reflejada en los azules ojos del Coordinador.
—Komban wa —los saludó Takashi Kurita.
—Komban wa —contestaron sus visitantes.
—Me honran con su presencia aquí esta noche —dijo el anciano—. Hoy hace sesenta y cuatro años, miré por vez primera a mi amada Jasmine. —Levantó un cofre de té que estaba a un lado de la mesa y lo dejó al final de la hilera de tazas—. Este es el mismo cofre con el que me sirvieron aquella noche, y es el que utilizaré para enseñarles hoy.
Takashi lanzó una mirada al agua y luego a sus invitados.
—Es adecuado que yo les sirva —continuó—, pues es lo menos que puedo hacer para pagarles por lo que todos han hecho por el Condominio. Más importante es, sin embargo, que recuerdan a un anciano que sólo a través del servicio puede uno llegar a ser digno de ser servido.
La columna de vapor que salía del agua fue lo bastante densa para satisfacer a Takashi. Hundió el cucharón en el agua hirviente y dejó que saliera una voluta de vapor mientras acercaba la primera taza. La llenó hasta el borde, sorbió un poco y la esparció de forma sucesiva en las otras tazas. Llevó cuatro veces el cucharón a la tetera y llenó las cuatro tazas. El resto del agua que había en el cucharón fue a parar a la primera taza, terminando así el círculo.
Takashi abrió el cofre del té con la zurda, sacó algunas hojas con una cuchara de bambú y las esparció en la segunda taza. Agitó las hojas en el agua con una escobilla de bambú. Sacó la escobilla, dio a la taza un cuarto de vuelta a la derecha y la dejó frente a su hijo.
—Theodore, has perseverado allá donde otros habrían renunciado o se habrían rebelado. Luchaste contra mí porque tus ojos podían ver a través de la niebla que envolvía el futuro del Condominio. Tu visión nos preservó a nosotros y preservó nuestro hogar. También te obligó a tomar una decisión respecto a la seguridad de tu hijo que los dioses no deberían pedir a nadie.
Takashi preparó la tercera copa de té de una manera similar y la dejó delante de su nieto.
—Hohiro, aceptaste la carga del liderazgo y soportaste grandes adversidades por el bien de tu nación. No has retrocedido ante el deber ni te ha faltado compasión. La supervivencia de tantos guerreros en Teniente se debe a que dedicaste tu tiempo a cuidarlos y a preocuparte por ellos. Te has ganado lo que la sangre te legará con el paso del tiempo.
Shin oyó el roce de la cuchara en el té mientras Takashi sacaba las hojas para la cuarta taza. Ésta la preparó con la misma diligencia que las otras dos y la dejó entre ellas y un poco más adelante para Omi.
—Tú, nieta, has demostrado poseer unos recursos y una determinación que veo maravillado y que envidio. En una Casa que ha conocido querellas internas en el pasado, tu devoción por tu hermano promete unas sólidas bases para el futuro. Tu disposición a sacrificarte para rescatar a Hohiro es un ejemplo que emplearé para reprochar a quienes se quejen de las adversidades que la guerra lance sobre ellos, si creo que esas personas son dignas de un modelo tan noble.
Mientras el Coordinador agitaba la escobilla dentro de la quinta taza, Shin sintíó que sus propias entrañas comenzaban a girar también. Inclinó la cabeza cuando Takashi puso la taza delante de él y mantuvo la mirada agachada para no contemplarlo como un bribón carente de modales.
—Y tú, Shin Yodama —dijo Takashi—, ¿qué puedo decir de tí? Eres un bandido, un yakuza que se ha atrevido a convertirse en MechWarrior, una labor reservada a quienes han seguido los caminos del bushido. Hay quienes aún mantienen que la decisión de mi hijo de reclutar a los vuestros es una ofensa al Dragón y que debería mataros a todos para purificar nuestras fuerzas.
»Y, pese a ello, una y otra vez has arriesgado la vida por mi nieto, mi hijo, e incluso por mí mismo. Tú, que no afirmas tener sangre noble en las venas ni una educación regular, has demostrado ser más digno de que se te confíe el destino del Condominio que diez nobles o veinte cortesanos. Si no fueses un delincuente, te concedería la Orden del Dragón por todo lo que has hecho.
¡La Orden del Dragón! Sería un Caballero del Reino. Shin estuvo a punto de levantar la mirada para ver si Takashi era sincero, pero la frase «si no fueses un delincuente» lo detuvo. Tiene razón. La tradición jamás permitiría que se concediera semejante honor a un yakuza. Que el propio Coordinador me haya servido el té ya es una recompensa suficiente para mí.
—No, Shin Yodama —prosiguió Takashi—, eso no es posible. No obstante, te recompensaré. Ésta es la razón de que tú y mi nieto llevéis los mismos vestidos, pues asumiréis la dirección de mí guardia personal, las Garras del Dragón. Sin embargo, en honor a vuestras hazañas, se llamarán en adelante los Guerreros de Izanagi.
Shin contempló con gesto inexpresivo la humeante taza de té verde. Sabía que Izanagi era un guerrero legendario que había viajado al Infierno y había conseguido regresar. No puede negarse que Hohiro y yo nos hemos enfrentado a muchos enemigos y hemos retornado del infierno una y otra vez. Lanzó una mirada a Hohiro y se sintió complacido al ver sonreír a su amigo.
Takashi se estiró el quimono y removió su propia taza de té.
—Sé que querríais protestar diciendo que lo que habéis hecho no habría sido posible sin la ayuda de Victor Davion y sus hombres. Mis sastres han preparado para cada uno de ellos un vestido semejante y crearé un fondo que otorgue becas para la educación de todos sus hijos, que será administrado por la corte de Davion y supervisado desde Luthien por un miembro de nuestra familia. Creo que será una experiencia muy importante para quien será algún día la Guardiana del Honor de la Casa.
Detrás de él, Omi hizo una reverencia aceptando la tarea.
—Yo os saludo, pues sois todos unos héroes —agregó Takashi, levantando la taza mientras los demás lo imitaban—. Bebamos juntos los cinco, que hemos hecho cuanto estaba en nuestras manos por mantener unido el Condominio. Que esta ceremonia marque nuestra determinación de unir nuestros esfuerzos y dedicarnos de nuevo a la tarea de servir a nuestra nación y preservarla por toda la eternidad.
Capítulo 45
Complejo del Primer Circuito de ComStar
isla de Hilton Head América del Norte, Tierra
6 de junio de3052
Anastasius Focht, Capiscol Marcial y vencedor de Tukayyid, se encontraba en el patio central del complejo del Primer Circuito y contempló el monumento levantado para conmemorar su victoria. Era un obelisco de mármol negro que se alzaba sobre él, y la luz del sol relucía en la capa de pan de oro que se había aplicado a las palabras grabadas en su base. Trató de disolver el nudo que tenía en la garganta y leyó la leyenda en voz alta para ver si sonaba mejor que al leerla.
—Conscientes de la amenaza que los Clanes presentaban a los sueños de nuestra Bendita Orden, Anastasius Focht y sus ComGuardias, por orden de la Primus Myndo Waterly, se enfrentaron a los invasores y los derrotaron en las tres primeras semanas de mayo del año 3052. Al detener a los Clanes, facilitaron el renacimiento de nuestra Bendita orden y su aceptación del papel previsto por Jerome Blake cuando fundó ComStar.
Focht estudió de nuevo las palabras en silencio y meneó la cabeza. A pesar de sus reuniones con la Primus, era obvio que ella no tenía idea de la muerte y de la destrucción que se había producido en Tukayyid. Para ella, la batalla con los Clanes era un árbol del que podían extraerse monumentos. Lo veía como un principio para ComStar, no como el fin de tantas vidas. ¡Es preciso que ella vea la realidad!
El Capiscol Marcial tiró del broche de su capa blanca y se la quitó de los hombros. Debajo llevaba el mono de color verde oliva que le había regalado la 82ª División del Segundo Ejército seis meses atrás, cuando había asistido al ingreso de un nuevo grupo de MechWarriors en su organización. En el bolsillo de su cadera izquierda había un libro con los nombres de todos de los guerreros de aquella división que habían muerto luchando contra los Arañas de Natasha Kerensky. Apoyó la mano en el libro y notó también la pistola que llevaba oculta. ¡Es preciso que vea!
Siguiendo la sombra alargada del obelisco, cruzó el prado con pavimento de granito hasta el Salón de la Historia, donde estaba citado con la Primus. En la rotonda lo esperaban ella y su ayudante, Sharilar Mori, vestidas con túnicas dorada y roja respectivamente. Focht se detuvo y saludó con gesto marcial, y sólo siguió acercándose cuando la Primus lo aplaudió felicitándolo.
—Has visto el monumento, por supuesto.
—Sí, Primus. Es impresionante.
—Me complace que sea de tu agrado. —Myndo sonrió y se apartó sus largos cabellos blancos de un hombro—. En los veinte años transcurridos desde que formamos los ComGuardias, jamás habíamos tenido que luchar en ninguna batalla seria o importante. Mi fe en ti era absoluta, por descontado. En cambio, algunos miembros del Primer Circuito creían que enviar tropas inexpertas contra los Clanes era una locura total. Por suerte, nosotras —agregó, mirando a Sharilar— pudimos imponernos para darte esa oportunidad.
—Tu apoyo ha sido muy alentador, Primus —dijo Focht, y añadió franciendo el ceño—: Creía que me habías dicho que esta reunión era para informar al Primar Circuito. ¿Dónde están los demás?
—En realidad —contestó Myndo, abriendo las manos en un gesto de desprecio—, sobran ahora que ha amanecido una nueva era para ComStar. Deberías estar contento, porque tú eres el portador de la Luz.
¡Portador de la Luz!, repitió Focht en su mente.
—¿Acaso estás diciendo que soy tu Lucifer?
—Creo que llamarte Prometeo es más apropiado, Anastasius. Tú has hecho posible la iluminación de la humanidad. —Myndo lo tomó de la mano y lo condujo al interior del edificio—. Debes ver esto. Nuestros artesanos han estado trabajando día y noche desde la victoria. Es mucho mejor que la realidad virtual de tu ordenador.
Lo acompañó hasta el umbral de una puerta. Entonces Focht se paró. La gigantesca galería dedicada a mostrar todas las reliquias de Jerome Blake y los primeros días de ComStar se habían retirado de las paredes y en su lugar se habían colocado innumerables mesas. Se acercó a la primera y vio miniaturas de montañas y árboles que coincidían con exactitud con las imágenes de los campos de batalla que estaban grabadas en su cerebro.
Campos quemados de trigo y grandes agujeros salpicaban el diminuto paisaje. Había también 'Mechs rotos y retorcidos, hechos según la escala del área del planeta donde estaban en pie o habían caído; cada uno de ellos era exacto al original, incluso en los detalles de su pintura y con el nombre del piloto grabado en el 'Mech. Pequeñas figuras humanas yacían en los campos de batalla en miniatura tal como estaban en Tukayyid. Los artesanos habían conseguido un color equivalente a la palidez cenicienta de su tez.
¡Dios santo!, pensó Focht.
—Esto es Luk —dijo; pasó a la siguiente mesa y vio más destrucción—. Éstas son las montañas Dinju, y allí está la llanura de Przeno.
De forma inexorable, como una pulga atraída a una llama, Anastasius Focht se paseó entre los modelos con la misma facilidad con que había cruzado el planeta en la realidad virtual, encaminándose siempre hacia el enorme diorama gris del centro. En cada escena recordó detalles espantosos que los modelistas no podían imitar de ninguna forma. En sus pequeños mundos no resonaban los gemidos y los gritos de los heridos y los agonizantes. Su trabajo carecía del hedor de los cadáveres putrefactos y de los graznidos de los carroñeros que acudían a alimentarse. Sus mundos artificiales no tenían el mismo frío que había invadido Tukayyid cuando las armas dejaron de disparar.
En el centro de la sala, Focht encontró las montañas Pozoristu. Dando la vuelta despacio, siguió la línea de destrucción que marcaba la metódica campaña del Clan de los Lobos. Vio el valle donde había caído el Khan Garth Radick, pero el número de 'Mechs caídos por el bando de los Clanes parecía insignificante comparado con el número de cuerpos, tanques y 'Mechs de ComStar que cubrían el terreno.
—Está todo aquí, Anastasius, y esto es sólo el principio —dijo Myndo, con los ojos brillando con una luz infernal—. Estos modelos únicamente muestran el tiempo posterior a la batalla, pero volveremos a crear cada uno de los combates, segundo a segundo. Cada campo de batalla tendrá su propio edificio y la gente podrá ver cómo se desarrolla la batalla exactamente igual que en Tukayyid.
Focht no daba crédito a lo que escuchaban sus oídos.
—¿Por qué haces esto, cuando tienes tus propias grabaciones de los combates y las de los Clanes para montar una narración exacta de la historia?
Myndo sonrió con aires de superioridad y miró a Sharilar. La mujer kuritana le devolvió la sonrisa, pero Focht vio que se estremeció cuando Myndo apartó la mirada y se volvió de nuevo hacia él.
—Anastasius, son los vencedores quienes escriben la historia. La realidad de lo que sucedió no es tan importante como el carácter simbólico de tu victoria. Has demostrado que ComStar es la salvadora de la humanidad. Hemos impedido a las hordas bárbaras que arrasen la Esfera Interior y extingan la luz del conocimiento. Ahora, la gente se volverá hacia nosotros en busca de un líder.
Antes de que Focht pudiese poner en tela de juicio su interpretación de lo ocurrido, la Primus lo tomó de la mano de nuevo y prosiguió:
—Ahora debes ver esto. Alrededor de nosotros está la historia. ¡Ahora te enseñaré el futuro!
Lo condujo a la siguiente galería. Al entrar, Focht sintió que el corazón le subía a la garganta.
—¡Sí, Anastasius, éste es el futuro de ComStar! Tú eres su padre y yo soy su madre.
Examinaron el suelo ligeramente hundido de la sala desde una pasarela que lo rodeaba. Toda la sala permanecía a oscuras, salvo por los puntos de luz que Focht reconoció como una representación tridimensional de los numerosos planetas de la Esfera Interior. La luz más potente brillaba en el centro con una luz dorada intermitente y los planetas, en una disposición en forma de cono, se extendían hacia el tejado y parpadeaban como respuesta a aquella luz con un destello amarillo, que indicaba todos los mundos que los Clanes habían conquistado y ComStar había administrado.
Los planetas del Condominio Draconis estaban en rojo; pero, mientras Focht observaba, un planeta central de aquel conjunto pasó a tener un brillo dorado, y después todos los demás empezaron a cambiar también.
—Luthien... —murmuró el Capiscol Marcial. Un poco más abajo, uno de los planetas de color azul que estaban al otro lado de la esfera también se volvió dorado.
—Nueva Avalon, también Sian y Atreus —dijo Focht. Entonces, otro planeta azul cambió de color y Focht sintió una intensa emoción en su pecho—. Y Tharkad, mi Tharkad...
Myndo asintió. Los millares de puntos de luz dorados se reflejaban en sus ojos.
—¿Pensabas que lo había olvidado? —Se volvió y tocó uno de los paneles oscuros que había detrás de ellos—. Así será Tharkad bajo tu gobierno, Arconte Frederick Steiner.
Apareció otro modelo en miniatura, éste resguardado por una caja protectora de lexan. Focht tenía la sensación de que reconocía la ciudad representada: la capital, Tharkad. Sin embargo, algunos elementos extraños lo confundían. Creyó estar equivocado, ya que hacía más de dos décadas desde que había visto aquella ciudad por última vez, pero entonces comprendió que había sido modificada para adaptarla a la enloquecida visión que la Primus tenía del futuro.
Una colosal estatua se alzaba en el centro de la Tríada, empequeñeciendo a los tres edificios que indicaban el centro de la ciudad y la sede del gobierno. Se vio a sí mismo empuñando una espada en alto y ataviado con los ropajes de las antiguas estatuas romanas. Sostenía un libro en la zurda en el que se veía el emblema de ComStar y la leyenda: «La Palabra de Blake».
Doce caminos, como los rayos de un sol, atravesaban los edificios y confluían en la Tríada. En los doce mástiles que estaban sobre el edificio, vio ondear la bandera con la estrella de doce puntas de ComStar. Los edificios estaban pintados con los colores blanco y dorado, utilizados por los dirigentes de ComStar. Toda la ciudad estaba reformada a imagen y semejanza de esta organización.
De pronto se abrió la pared posterior del diorama y el paisaje urbano fue retirado y sustituido por otro modelo. Estaba hecho en una escala mucho mayor y mostraba un lugar que él conocía bien. Dos BattleMechs Griffin se alzaban en aquella oscura sala, custodiando un trono situado debajo de un estandarte de ComStar y con el puño blindado de los Steiner debajo de la estrella de doce puntas. Los 'Mechs ya no estaban pintados de azul y blanco, que los identificaban como parte del Décimo de Guardias Liranos, sino que habían sido pintados de nuevo con los colores de los ComGuardias.
Focht se puso rígido al ver la figura que estaba sentada en el trono. Era él, alto y delgado, con los cabellos blancos y un parche negro sobre el ojo derecho, quien ocupaba un trono que no había deseado desde el día en que había quedado tuerto. La única vez que me senté en ese trono fue en una pesadilla. ¿Se ha convertido la vida en un espantoso sueño del que no hay despertar?
—Sí, Anastasius —dijo Myndo—, tal como te prometí, el trono de la Mancomunidad de Lira será tuyo. Como protectorado de ComStar, disfrutará de todo lo que nosotros podemos ofrecer. —Apoyó la mano en el cristal y añadió—: Yo recompenso a aquellos en los que puedo confiar.
—Debo hacerte una pregunta, Primus —repuso Focht—. ¿Cómo vamos a conquistar Tharkad? Tus ComGuardias no están en condiciones de afrontar una campaña en estos momentos.
Myndo dio unas palmadas.
—Exacto, Anastasius. No tendremos que combatir. Mientras te enfrentabas a los Clanes, hemos puesto de rodillas al resto de la Esfera Interior. He ordenado una Interdicción total de todas las comunicaciones y los transportes. Aunque hemos perdido el control de algunas instalaciones, lo recuperaremos pronto. Los planetas que administramos ahora nos son leales y otros los imitarán, incluido Tharkad. Nuestra Interdicción los está ahogando.
—Ésta es tu Operación Escorpión —dijo Focht, entornando su único ojo—. Creía que confiabas en mí.
—Y así era —replicó Myndo, y agregó señalando las maquetas de los campos de batalla—: Confiaba en tí para distraer y causar pérdidas a los Clanes; pero esto es demasiado grandioso para ponerlo todo sobre tus hombros. Los Clanes han destrozado la Esfera Interior y nosotros vamos a reconstruirla. Como puedes ver, te conozco muy bien y conozco tus deseos. No temas: Tharkad será tuyo.
Focht se echó a reír, con una voz ronca que fue creciendo a medida que la perplejidad se extendía por el rostro de Myndo.
—No me conoces en absoluto —contestó—. Me juzgas como el hombre que fui. Sí, a Frederick Steiner le habría encantado recibir como recompensa el trono de los Steiner; pero ni siquiera él se habría humillado hasta el punto de conspirar con ComStar para conseguirlo. De todos modos, yo no soy Frederick Steiner. Hace veinte años que dejé de serlo.
Focht descargó su puño sobre el lexan que lo separaba de la maqueta.
—Anastasius Focht es un nombre que elegí para recordarme a mí mismo cada día que sólo soy un guerrero. No estoy preparado para participar en la política. Pagué un precio muy alto por haberlo hecho una vez y, lo que fue aún peor, casi hice que mi nación también lo pagase. Si creías que podías comprarme con un bonito sueño, entonces nunca me has entendido en absoluto.
La Primus fue a hablar, pero Focht la interrumpió señalándola con el dedo.
—No tenías necesidad de sobornarme. Yo era, en cuerpo y alma, una criatura de ComStar. Combatí en Tukayyid porque creía que ComStar debía dedicar sus recursos a detener a los Clanes. ¡No negocié con el ilKhan sólo para que tú desacreditases mi palabra!
—Eso es posible —replicó la Primus—, pero la realidad es que la Operación Escorpión ha paralizado los Estados Sucesores. La Esfera Interior está destrozada y sólo nosotros podemos curarla. Es una lástima que no quieras formar parte de la solución a esta situación porque yo podría haberte utilizado para ello. —Se cruzó de brazos y agregó—: ¡Por consiguiente, acepto tu dimisión y me encargaré de que seas entregado a los Clanes para que ejerciten cualquier acción penal que consideren necesaria por haberlos apuñalado a traición!
Focht se rió de nuevo. La ausencia de miedo en su actitud asombró a la Primus.
—Eso no te servirá de nada, Primus —dijo Focht—. El ilKhan Ulric sabe muy bien que no tuve nada que ver con la Operación Escorpión. Además, esa operación no fue más que una broma. No causó ningún perjuicio a los Clanes, salvo el tener que reprimir algunas revueltas. Reconquistar los planetas que conseguimos liberar será una distracción secundaria para ellos, y probablemente esa tarea la encomendarán a las fuerzas que están entrando en la Esfera Interior para asentarse aquí.
»En cuanto a haber paralizado la Esfera Interior —prosiguió—, creo que estás equivocada. Me resultó fácil enviar un mensaje con prioridad Alfa a mi prima Melissa, que está en Nueva Avalon, y ella contestó una hora después. Parece que en la Mancomunidad Federada nuestras instalaciones están funcionando con normalidad, aunque bajo su control.
—¡Eso es imposible! —exclamó Myndo, apoyándose en la barandilla y contemplando su imperio de luces—. Son unos infieles. ¡No pueden conocer los secretos de los generadores de hiperpulsación!
—La ciencia no es un dios. La tecnología no requiere fe ni rituales, Primus. Ellos han descubierto cómo funcionan. —Focht sacó la pistola de agujas que tenía guardada y le apuntó—. Me temo que, de hecho, ha llegado la hora de que presentes tu dimisión. Es cierto que alguien tiene que recoger y recomponer los fragmentos de la Esfera Interior, pero tú no eres quien lo hará.
Myndo paseó su mirada entre el arma y el rostro de Focht. Entonces se giró, dándole la espalda.
—Me subestimas a mí y a lo mucho que sé de ti, Anastasius —dijo. Con la mano izquierda jugueteando sobre la barandilla, empezó a alejarse de él y de Sharilar—. Tú eres un guerrero. Tienes un código ético que te vincula y te ciega. Jamás te permitiría dispararme por la espalda. Eso significa que puedo irme de aquí y buscar a otros guerreros que tengan un código ético que les exija obedecer a sus superiores. Tu ridicula revolución acabará ahora, ¡porque el sueño debe vivir!
—Los sueños de los lunáticos se convierten en pesadillas para los cuerdos —replicó Focht. Acarició el gatillo dos veces y la Primus se desplomó.
Focht apuntó a continuación a Sharilar Mori.
—¿Y qué es lo que debo hacer contigo?
—No ne hecho nada que pueda considerarse un crimen tan grave —contestó la mujer oriental, abriendo las manos.
—¿De verdad? Yo siempre había creído que la traición se pagaba con la pena capital —dijo Focht, arqueando una ceja—. Al fin y al cabo, ¿acaso no es traición contra ComStar el espiar en favor del Condominio Draconis?
—¿Qué? ¿Cómo puedes saber eso?
—Soy el Capiscol Marcial. La seguridad forma parte de mi trabajo, y descubrir las filtraciones que se estaban produciendo en el Primer Circuito es un aspecto importante de su mantenimiento. Tenía que sospechar que había un agente del Condominio dentro del Primer Circuito, por lo mucho que complació a la Primus que Theodore Kurita me presentase ante ella hace ya muchos años. Yo era la respuesta a sus plegarias y, desde luego, Theodore consiguió cuanto quiso a cambio de mis servicios a ComStar. La filtración al Condominio de informaciones referidas a los Clanes y sus actividades, y luego de la Operación Escorpión, indicaba que el espía estaba muy arriba. Melissa me confirmó que existía una conexión con el Condominio gracias al aviso sobre el regreso de los Clanes y sobre Escorpión. Este último dato te señala a ti, porque la Primus había emitido la orden a través de ti para poder desmentir, en caso de que fracasara, que ella había concebido aquel plan. Tú también tenías que ser quien le impedía conocer realmente su estrepitoso fracaso.
—Tu análisis es impecable —dijo Sharilar, sonriendo con respeto—. Sabía que existía un riesgo, pero tenía que correrlo aunque pusiera en peligro mi tapadera.
—Como siempre han hecho los espías.
—En efecto. —Sharilar miró el cadáver de Myndo y preguntó—: Entonces, ¿vas a dispararme porque he traicionado a una organización que ya está muerta?
—No —contestó Focht—. Yo también tengo un sueño para ComStar. La guerra con los Clanes me ha convencido de que no debemos malgastar los recursos que tenemos, y las batallas intestinas entre los Estados Sucesores me han dado algunas ideas para una nueva orientación de ComStar. Sin embargo, tengo un problema.
—No eres un político, ni tienes ganas de serlo —sugirió Sharilar.
—No tengo tiempo suficiente para serlo. Tú, en cambio, has recorrido el laberinto de ComStar con la habilidad suficiente para llegar a ser miembro del Primer Circuito en relativamente poco tiempo, —El Capiscol Marcial se peinó los cabellos con los dedos y preguntó—: ¿Tienes la habilidad necesaria para hacer realidad un sueño?
—¿Te fiarías de mí si te dijera que sí?
Focht reflexionó unos momentos. Luego asintió con la cabeza.
—El hecho de que entrases en ComStar porque tú o tus amos veían la orden como un mal que era preciso detener, me indica que no crees ciegamente los fundamentos mitológicos y pseudosagrados de todo esto. Que hayas arriesgado la vida para subvertir la perversión que pensaba llevar a cabo la Primus en los Estados Sucesores, me revela que puedes actuar cuando es necesario. Si me dices que utilizarás cuanto está en nuestras manos para reparar el mal que hemos causado, me fiaré de ti.
—¿Por dónde empezamos?
Focht guardó la pistola en el bolsillo y rodeó con el brazo los hombros de Sharilar.
—Lo primero que haremos, jovencita, es clavar a Myndo una estaca en el corazón, y luego la enterraremos en la misma tumba en que daremos sepultura a la Palabra de Blake.
Capítulo 46
Alyina, Zona de ocupación de los Halcones de Jade
10 de junio de 3052
Kai Allard saludó con la mano cuando Erik Mahler hizo sonar la bocina del aerocoche. Dio el cepillo metálico y el accesorio del actuador al tech que estaba a su lado y se limpió las manos en un trapo.
—¡Estaré contigo en un momento! —gritó a través de la puerta abierta del hangar de 'Mechs, y se dirigió a la pila de aseo. Se limpió la mayor parte de la suciedad, se bajó las mangas y se puso la chaqueta.
Cuando iba a salir, se detuvo para mirar atrás. Cinco meses bajo las aguas del Mar Negro habían hecho su efecto en Yen-lo-wang, pero habían trabajado mucho en él desde que lo habían sacado del mar. Malthus había sugerido que su reparación fuese una especie de proyecto para los techs y los MechWarriors que habían liberado de la base Tango Zephyr. Quienes estaban en buenas condiciones físicas aceptaron enseguida trabajar en él, y la perspectiva de tomar parte en la reconstrucción impulsó a varios guerreros a presionar a sus médicos para que les diesen antes el alta del hospital.
El BattleMech se alzaba orgulloso a pesar de que en algunos lugares había perdido pintura al arrancarle los percebes que se le habían adherido. Del muñón del brazo derecho colgaban cables y actuadores, pero sobre un jergón tenían el rifle Gauss que serviría para sustituir el que se había perdido con la explosión del aerocamión de Michaels. La escotilla de visión también yacía a los pies del Centurión, y los trabajadores entraban y salían de la carlinga a través de la abertura.
—Por motivos obvios, creo que ésta es una de las imágenes más hermosas que he visto jamás. Me trae a la memoria muchos recuerdos de mis años de servicio. Puedo entender el amor que sientes hacia esa máquina —dijo Mahler, que estaba de pie junto a la puerta del conductor—. No me cabe duda de que los padres atemorizarán a los hijos de los Clanes para que se porten bien contándoles historias sobre Yen-lo-wang.
Kai sonrió a Mahler y subió al asiento del pasajero. Cuando Mahler volvió a sentarse frente al volante y puso en marcha los ventiladores, le pasó una hoja de papel.
—Las personas que manejan la estación de ComStar han recibido una respuesta al mensaje que enviaste. Dentro de dos semanas llegará a Morges una nave procedente de Yeguas para recogerte. Los Clanes harán despegar una nave en veinticuatro horas para que puedas llegar a tiempo a la cita.
—¿Qué pasa con la gente que está demasiado enferma para dar saltos hiperespaciales?
—Los sacaremos de aquí más tarde —contestó Mahler—. Malthus ha decidido ampliar vuestro acuerdo sobre los prisioneros de la base Tango Zephyr para incluir también a todos los militares de la Mancomunidad Federada, como agradecimiento por tu ayuda en la pacificación de las unidades de ComStar. Harán viajes regularmente a Morges. tanto tiempo como sea necesario para repatriarlos a todos.
—Veinticuatro horas, ¿eh? —dijo Kai mientras Mahler conducía en medio del tráfico—. Eso no es mucho tiempo.
—¿Todavía tienes que tomar una decisión respecto a ella? —preguntó Mahler, sin apartar los ojos de la carretera.
—No —respondió el MechWarrior, suspirando—. La quiero, pero me temo que nuestros caracteres sean tan opuestos que acabemos por destrozarnos mutuamente.
El anciano rió por lo bajo.
—¿No dicen acaso que los opuestos se atraen? ¿No se siente uno atraído por quien es diferente? Hilda y yo nos peleábamos como perro y gato cuando nos conocimos.
Kai movió negativamente la cabeza con tristeza.
—Hay algo que he aprendido durante mi estancia en Alyina. Es algo que ya sospechaba antes, algo que mis padres, Victor y otros ya me habían dicho: soy un buen guerrero.
—Eres un guerrero de primera. El comandante estelar Malthus siempre me lo está recordando.
—Yo...
Antes de que Kai pudiera llevarle la contraria, Mahler lo miró con severidad y añadió:
—Malthus dice que, si hubieses caído prisionero de ios Halcones de Jade, te habría hecho sirviente suyo para poder solicitar de inmediato tu adopción como guerrero del Clan. Los Lobos lo hicieron con alguien que capturaron y parece que su intención es hacer lo mismo con el príncipe Ragnar de Rasalhague. Dijo también que los Halcones de Jade tendrían en ti a un guerrero que haría avergonzar a los adoptados por los Lobos.
—A Malthus le gusta exagerar —dijo Kai, sintiendo el calor de sus mejillas—. Sé que lo que dices tiene cierto fundamento, y es mucho más de lo que me habrías escuchado hace no mucho. Deirdre tiene razón al recordarme que consideraría sobresaliente en otra persona lo que en mí apenas veo como adecuado. Soy un guerrero; ahí están mis habilidades, mi impulso y mi deseo. Pero también está ahí mi problema.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Mahler girando a la izquierda. Kai ya vio el hospital general de Valigia al fondo de la carretera—. En mi época vi a muchos soldados que se enamoraban de cualquiera que estuviera cerca de ellos durante un permiso. En cambio, Deirdre y tú sois diferentes. Si existe un problema, no sé cuál es.
—El problema es que nos queremos, pero ese amor ha nacido aquí, en Alyina. Vivir viajando de un lado a otro es una situación totalmente artificial. ¿Cómo podemos saber si nuestro amor es verdadero?
—Kai, se me ocurre que te has desviado de la cuestión principal. Al hacer la pregunta de esa manera, ya has empezado a refugiarte en la impresión de que no es verdadero. —Mahler bajó la voz para preguntar—: Además, eso no tiene nada que ver con el hecho de que seas un guerrero, ¿verdad?
Kai hizo una mueca.
—Tienes razón. Sé lo que tengo que hacer y voy a hacerlo. Si seguimos juntos, la haré sufrir mucho si tiene que vivir soportando lo que hago y lo que soy.
—¿No estás subestimando su fortaleza de carácter, amigo mío?
—Es posible; pero si no es así, podría destruirla. No puedo correr ese riesgo, por el bien de ella y por el mío propio.
Mahler condujo el aerocoche al interior del aparcamiento del hospital.
—Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer?
Lo que ya he hecho en el pasado, pensó Kai.
—Le diré que todo esto ha sido un error.
El anciano se echó a reír.
—Ella es una mujer de voluntad fuerte. No te hará caso.
—Ya lo sé —repuso Kai, mordisqueándose una uña con gesto nervioso—. Adoptaré el tono de un aristócrata hablándole a un plebeyo. Dios sabe que a veces me han acusado de altivez, porque suelo ser bastante reservado. Puedo darle la vuelta a eso y utilizarlo. Le diré que sólo estaba con ella porque no era correcto dejar sola a una de nuestras mujeres entre los hombres de los Clanes. Sin embargo, ahora que puedo volver a casa, esta ridicula relación tiene que terminar.
—Quieres que te odie —dijo Mahler con un gesto de comprensión y tristeza.
—Le daré un objeto para su odio y le haré creer que estará mejor sin mí.
Lo cuales probablemente cierto, pensó Kai.
—Entonces, te aconsejo que también le ofrezcas dinero para que pueda comprarse algo de recuerdo.
—Has dado en el clavo —se asombró Kai, mirando de reojo a Mahler—. Para ser un hombre felizmente casado, pareces saber bien cómo debería actuar.
Mientras aparcaba el aerocoche en una de las plazas libres, el MechWarrior retirado se encogió de hombros y dijo:
—Tal como te he dicho antes, tenía bajo mi mando a muchos chicos que se «prometían» un viernes por la noche y tenían que irse un lunes. Aprendí a resolver esa clase de situaciones, ¿ja?
—Sí —dijo Kai, abriendo la puerta—. No sé cuánto tiempo tardaré.
—Te esperaré —contestó Mahler, dándole una palmada en el hombro.
Kai asintió y bajó del vehículo. Cruzó un puente y se encaminó hacia el hospital. Entró en el cuarto piso. Preguntó por Deirdre a una enfermera, que le dijo que estaba más arriba, en pediatría. Kai subió despacio por la escalera que le habían señalado para demorar el enfrentamiento.
Mientras el miedo crecía en sus entrañas, abrió la puerta del piso de pediatría y la vio enseguida, de espaldas y al fondo del pasillo. Tenía un niño en los brazos y lo estaba meciendo. Kai no podía oír lo que le cantaba, pero la melodía de la nana era un suave placer para sus oídos.
Kai, estás loco si dejas escapar a esta mujer. Tú la quieres, y ella te quiere a ti. La reconciliación de vuestras diferencias facilitará una relación más fuerte. ¡Diablos!, si tus padres podían quererse a pesar de tener orígenes tan distintos y proceder de naciones que estaban en guerra entre sí, ¿cómo podéis fracasar vosotros en una situación mucho más sencilla?
Mientras pensaba en esto, la ansiedad que había crecido en él se desvaneció. Sonrió y empezó a sentirse muy bien. Una enfermera salió de una habitación y señaló su presencia a Deirdre. Ella le entregó el pequeño, se dio la vuelta y le sonrió.
—Los Clanes han...
Deirdre levantó una mano y señaló una puerta abierta.
—No hablemos en el pasillo. Vamos allí.
Kai asintió, un poco confuso, pero entró en la habitación delante de ella. Era consciente de que hablar de su partida podía sembrar la confusión entre algunas personas, y se imaginó que ella quería evitar que los niños que pudiesen oírlos se pusieran nerviosos. Cuando él se volvió, ella cerró la puerta y señaló una silla.
—Kai, tenemos que hablar —dijo.
—Lo sé —repuso él—. Erik Mahler dice que mañana partirá una nave. Puedo arreglarlo todo para que nuestro equipaje esté a bordo sin que tengas que ocupar el tiempo que te resta de trabajo aquí. —Kai se sentó y añadió—: Cuando lleguemos a la Mancomunidad, conseguiré un pasaje para Nueva Avalon lo antes posible.
Deirdre, aún de pie, tenía la mirada baja y contemplaba el suelo de plastityle.
—Kai, no me voy contigo —anunció.
—¿Qué? —exclamó él, con el corazón en un puño—. ¿No vienes?
—Voy a quedarme aquí. Hay mucho trabajo que hacer. Hay muchas cosas que necesitan mi ayuda.
—Estupendo. Entonces, yo también me quedo.
—¡No, Kai, tú te vas! —replicó ella, apretando los puños—. Tienes que irte.
—No te entiendo, Deirdre. —Kai hizo el ademán de incorporarse, pero ella se puso detrás de él y lo obligó a seguir sentado. Kai torció un poco el tronco para verla—. ¿Qué es lo que sucede?
—No saldría bien, Kai. Venimos de mundos diferentes y tenemos distintos objetivos.
Él se levantó y se puso detrás de ella.
—Saldrá bien, porque nosotros haremos que salga bien —dijo. Fue a abrazarla, pero ella se apartó y se encaró con él.
—¡Basta de juegos, Kai! No quería hacerte daño, pero no me dejas elección. —Deirdre cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró sin pestañear—. Eres un buen chico y ha sido maravilloso estar contigo huyendo detrás de las líneas enemigas. Los Mahler no podían defenderme y yo no quería que sufrieran represalias por acogerme. Tuve suerte de que fueras tú el primer soldado que apareció. Tampoco eres un mal amante, pero sólo has sido una diversión para mí.
Kai se sintió como si su corazón desapareciese en un agujero negro. ¿Una diversión? ¿Sexo a cambio de protección? ¿Todas las cosas que me dijo eran mentiras? Se tambaleó y se desplomó en la silla. ¿Cómo he podido ser tan estúpido?
—Verás, Kai, tú tienes una mentalidad militar. Ni siquiera podrías empezar a entender una personalidad tan compleja como la mía. Tu trabajo te absorbería mucho y yo no puedo permitirme el estar atada a alguien como tú. Además, quiero encontrar a alguien que sea más maduro. —Se encogió de hombros con gesto un poco tenso—. Tal vez algún día lo comprendas.
Kai, estupefacto, cerró los ojos y notó cómo la sangre le subía al rostro. Se le hizo un nudo en la garganta, pero estaba vacío de cualquier emoción salvo la de mortificarse. Se sentía totalmente vacío. Debí de estar loco para pensar que...
Titubeó y por fin agachó la cabeza con resignación. Entonces se le ocurrió que en realidad estaba oyendo la versión de Deirdre del discurso «Conseguiré que me odie» que él había estado preparando para ella. Eso quiere decir que ella también piensa que el hecho de que yo sea un guerrero la destrozará. He eludido mi deber, obligándola a asumir la responsabilidad de todo esto. ¿Cómo he podido hacerle esto? Kai abrió los ojos y asintió con la cabeza.
—Te he oído, doctora, y lo entiendo muy bien. —Se levantó despacio de la silla—. Fueran cuales fuesen tus motivos, te doy las gracias por todo lo que hiciste por mí durante el tiempo que pasamos juntos. Me curaste y me hiciste entender muchas cosas sobre mí mismo y sobre el mundo. Por todo eso, jamás te olvidaré, y me esforzaré toda la vida para que tus sacrificios por mí valgan la pena.
Deirdre Lear, con su silueta a contraluz junto a la ventana, no dijo nada, pero Kai percibió un leve temblor en sus hombros.
—No seré por más tiempo una carga para ti, doctora —prosiguió él, volviéndose hacia la puerta para no tener que mirarla—. Jamás volveremos a vernos; pero espero que, de vez en cuando, pienses en mí con cariño. —Abrió la puerta y cruzó el umbral—. Pues yo sí que pensaré así de ti.
Con la suavidad y el carácter definitivo de la tapa de un ataúd, la puerta se cerró a sus espaldas.
Capítulo 47
Nave de Salto Diré Wolf, órbita de transferencia
Diosd, Zona de ocupación de los Lobos
12 de junio de 3052
Phelan mantenía la cabeza muy erguida, vestido con el traje ceremonial de cuero gris bajo un foco del techo. Frente a él, en un estrado que también estaba iluminado, Ulric vestía de negro con un manto de piel de lobo gris por encima y una máscara de lobo esmaltada. En un atril situado entre ambos había una lámpara dorada con la forma de un lobo. La llama que ardía en la mecha y que sobresalía por la parte de atrás iba fundiendo lentamente la cera. Phelan sabía que otros miembros del Clan de los Lobos se habían reunido fuera de los círculos de luz, pero no podía verlos ni oírlos.
—Hermanos de juramento, visibles e invisibles, cercanos y lejanos, vivos y muertos, regocijaos, pues ha nacido uno más entre nosotros —dijo la resonante voz de Ulric de forma que pudo oírse en toda la sala; sin embargo, las paredes no devolvieron su eco—. Cinco batallas ha luchado, hasta derrotar a una estrella de sus pares, y ha salido victorioso. Todos hemos presenciado la competición y nadie puede negar su validez.
—Seyla —susurraron los invisibles guerreros que los rodeaban.
La cabeza de lobo se inclinó hacia Phelan.
—Viniste a nosotros como sirviente, pero probaste tu valor como sólo podría hacerlo un guerrero. Te adoptamos como a un huérfano en la casta de los guerreros, y te entrenaste duro para pasar tu Juicio de Posición. Cuando se te asignaron deberes de combate, alcanzaste el triunfo superando todas las expectativas, capturando tú solo el planeta Gunzburg y trayéndonos al príncipe de Rasalhague. Incluso en esta última batalla, en la derrota de Tukayyid, tus hombres y tú vencisteis allí donde otros Clanes fracasaron.
Phelan sonrió al oír este último comentario, y escuchó un murmullo casi imperceptible entre las demás personas presentes en la sala. Ulric hizo una pausa lo bastante larga para que la imagen del fracaso de los otros Clanes calase en el público. Puede que sea un ritual muy solemne, pero el ilKhan está dispuesto a utilizarlo para recordarnos las hazañas que hemos realizado.
—Aunque todos estos hechos ya te distinguen como alguien especial, tu conquista de un Nombre de Sangre te exalta por encima de los meros guerreros contra los que has luchado. Diez y diez y cinco son los que han llevado el mismo apellido que tú. Con él, te conviertes en miembro del Consejo del Clan y puedes ser elegido para cargos y responsabilidades aún mayores.
»Tu Nombre de Sangre tiene un linaje de especial orgullo —prosiguió—. De los quince que lo han llevado antes que tú, diez llegaron a ser Khanes. Todos fueron conocidos por su pericia y valentía en el combate. Tú, al ganar el Nombre de Sangre apenas cumplidos los veintiún años, ya has entrado en la leyenda al ser el guerrero más joven en ganar un Nombre de Sangre.
Phelan bajó la mirada y la imagen del rostro de Cyrilla apareció en su mente. «No me llores, Phelan Wolf, más bien haz que me sienta orgullosa de ti.» Ésas fueron las últimas palabras que me dijo. Espero haberlo conseguido.
Ulric dio un paso adelante y sacó la diestra de debajo de la capa.
—Dame tu daga —ordenó.
Phelan empuñó la daga ceremonial de plata que le habían dado al adoptarlo en la casta de guerreros. Cuando levantó el puñal y lo presentó al ilKhan por el lado de la empuñadura con una cabeza de lobo, mantuvo la zurda sobre la hebilla que le había arrebatado a Vlad.
Ulric recogió la daga con la mano derecha y sujetó la muñeca de Phelan con la izquierda. Le acarició la palma con la hoja y sólo apretó un poco la hoja en el borde de la mano. Phelan sintió la punzada y el corte se cubrió enseguida de sangre.
Phelan apretó el puño e hizo fuerza. Una gota de sangre cayó sobre el fuego de la lámpara y volvió a ascender convertida en una voluta de humo. La llama parpadeó y chisporroteó por un segundo; luego siguió brillando.
El ilKhan dio la vuelta a la daga y se la devolvió a Phelan.
—Ahora y para siempre serás conocido entre los Clanes como Phelan Ward. Todos acatarán el juramento dado aquí. ¡Así será hasta nuestro final!
—¡Así será hasta nuestro final! —repitieron los asistentes.
El foco que alumbraba por encima de Ulric se apagó, dejando sólo a Phelan iluminado. Él esperaba que la sala estuviera vacía, como durante su ceremonia de adopción, pero cuando se encendieron todas las luces, vio a muchas personas sentadas en un semicírculo de sillas. Reconoció de inmediato a Natasha y a Evantha; luego vio a Conal Ward, que se dirigía a la parte delantera. Natasha se levantó con desgana y lo siguió. Phelan fue a ocupar la silla que ella había dejado vacía.
—Bienvenido, Phelan Ward —dijo Evantha, sonriendo.
—Gracias, Evantha Fedadral —contestó él, y movió la cabeza en dirección al lugar donde Conal se había sentado en una silla al nivel del suelo, mientras que Ulric, ahora sin la máscara, y Natasha ocupaban las sillas del estrado—. ¿Es esto una reunión del Consejo del Clan?
La Elemental asintió con gesto solemne, sacudiendo su cola pelirroja.
—En efecto, lo es. A pesar de las pérdidas que hemos sufrido en la batalla, tenemos quórum en la sala y —señaló una cámara que estaba en un rincón— estamos dentro del alcance de las comunicaciones.
—¿Por qué se celebra una reunión tan pronto?
—Quizá te parezca pronto, Phelan, pero en realidad esta reunión se había pospuesto durante mucho tiempo. Hemos perdido un Khan y debemos sustituirlo.
Phelan asintió y miró a Conal. Ese hombre estuvo a punto de convertirse en Khan durante la última elección y ahora es el Señor del Juramento. También es el cabrón que hizo trampa para dar ventaja a Vlad en nuestro último combate. De forma casi instantánea, Phelan se sorprendió a si mismo pensando como lo habría hecho Cyrilla.
—Evantha, ¿cuáles son las probabilidades de que gane Conal?
—Tiene sus partidarios.
—¿Cómo afectaría a su candidatura el hecho de que se revelase que hizo trampa durante la competición del Nombre de Sangre? —preguntó, con un brillo malicioso en sus verdes ojos.
La sonrisa de Evantha se hizo más grande.
—Natasha me dijo que harías esa pregunta.
—¿Y bien?
—Me pidió que te dijera que el asunto ya ha sido discutido y el castigo es más que ajustado al delito.
Conal Ward se puso en pie.
—Yo, Señor de la Sabiduría de este Cónclave, abro la sesión —declaró.
Natasha se levantó de la silla e hizo sentar a Conal con una mirada.
—Como todos saben, Garth Radick murió en la batalla de Tukayyid. Esto quiere decir que debemos elegir un nuevo Khan, porque habrá un Gran Consejo inmediatamente después de nuestra elección de hoy. Ésta será una reunión muy importante, a causa del acuerdo hecho por el ilKhan respecto a Tukayyid, de manera que queremos elegir a alguien que entienda lo que realmente sucedió allí. Abro el período de nominaciones.
—Tú hiciste una gran labor en Tukayyid —dijo al oído Phelan a Evantha—. Te nominaré, ¿vale?
—Debes aprender a hablar con mayor corrección, Phelan, si esperas llegar a algo en el Consejo del Clan —repuso ella, frunciendo el entrecejo.
—¿Eso quiere decir que no?
—Eso quiere decir: espera y mira a qué situación nos enfrentamos.
Conal señaló con gesto premioso a un hombre que estaba al fondo de la sala.
—Te reconozco, Kevin Carson —dijo.
Un hombre más bien joven se levantó y, asiéndose las manos a la espalda, dijo:
—Compañeros Lobos, sólo hay una elección obvia como Khan. Es un hombre que, al frente de los Lobos Rojos, ha logrado infligir un daño increíble a los ComGuardias. Su unidad resultó crucial en la ofensiva final que expulsó a los ComGuardias de las montañas Pozoristu. Además, ya debió ser Khan cuando Ulric fue legítimamente elevado al cargo de ilKhan. Hablo, por supuesto, de nuestro Señor de la Sabiduría, Conal Ward. Por tanto, presento su candidatura.
Cuando Carson se sentó, Phelan observó que Conal había palidecido. ¿Qué está pasando aquí?
—¿No quieres hacer ningún comentario sobre esa nominación, Conal? —preguntó Natasha con un tono de voz cargado de ironía.
Conal carraspeó y dijo:
—Sí, Khan Natasha, sí que lo haré.
El MechWarrior se incorporó y juntó las manos con gesto nervioso.
—Me siento honrado por esta nominación, pero debo declinar este honor. Creo que no es el momento adecuado para mí.
Sonrió débilmente y miró a Natasha.
—¿Y? —preguntó la Viuda Negra con una sonrisa helada.
Conal parecía consternado.
—Y, aunque me doy cuenta de que éste es un momento crítico para el Clan de los Lobos, no me siento capaz de continuar en mi cargo de Señor de la Sabiduría. Por tanto, eh... presento mi dimisión con carácter inmediato.
La sonrisa de Natasha se hizo aún más amplia.
—¿Y?
—Y he decidido —añadió Conal con una mueca de dolor— pedir al ilKhan que me releve al frente de los Lobos Rojos para poder dedicarme a cazar bandidos.
Natasha asintió despacio con la cabeza.
—¿Queda algo más?
—Sí, Khan Natasha —dijo Conal, con el dolor pintado en su rostro—. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para nominar al candidato que... eh... personalmente creo que debe ser elegido como Khan. Doy mi pleno apoyo a su candidatura. Yo eh... presento como candidato a Phelan Ward.
Phelan se echó atrás en la silla mientras Conal prácticamente se desplomaba en la suya. ¡Dios mío! Realmente han hecho que el castigo sea ajustado al delito.
Evantha se puso en pie y Conal la reconoció.
—Secundo la nominación de Phelan Ward —dijo—. ¿Cómo podemos negar este honor al individuo más joven que ha ganado un Nombre de Sangre? ¿Quién de entre nosotros, a pesar de nuestras gloriosas acciones en la batalla, ha conquistado un planeta sin disparar una sola arma? Y ¿qué MechWarrior de entre vosotros ha derrotado a un Elemental en un combate con los puños? —agregó, frotándose la mandíbula.
Unas risas saludaron su comentario.
—Además, ¿quién de entre nosotros conoce tan bien a los pueblos que hemos conquistado y con los que todavía tendremos que luchar? No cabe ninguna duda sobre sus méritos para alcanzar este honor. La pregunta es: ¿seremos lo bastante sabios para darnos cuenta de ello?
Evantha se sentó y dio una palmada en la pierna a Phelan.
—¿Lo ves? Ahora ya no es necesario que me nomines.
—Lo que Ulric hizo a Natasha, tú me lo has hecho a mí —dijo Pnelan estremeciéndose—. Y creía que eras amiga mía.
—Lo soy, Phelan. Soy amiga tuya y amiga del Clan de los Lobos. —Miró al ilKhan y añadió—: Soy un instrumento suyo, al igual que tú. Ulric te ha estado cuidando desde que mostraste por primera vez ser más inteligente que ningún otro cautivo. Sabía, al igual que muchos de nosotros, que era vital tener líderes que entendiesen la Esfera Interior. Natasha regresó junto a nosotros después de estar medio siglo viviendo en la Esfera Interior. Tú, que naciste y fuiste entrenado allí, traes una perspectiva diferente. Este conocimiento debe ser llevado al Gran Consejo.
»Además, ver sufrir de esa manera a Conal ha sido divertido, ¿quiaf?
—Af —contestó Phelan. Poco a poco, las piezas del rompecabezas empezaban a encajar. Ulric había estado poniéndolo a prueba constantemente, pero Phelan nunca había entendido sus motivos ocultos. Había supuesto que mucho de lo que le hacía Ulric era para obtener información sobre la Esfera Interior, aunque también sabía que tenía que haber algo más. De lo contrario, ¿por qué había sido tan importante que Phelan entendiese los Clanes y fuese aceptado por ellos? Aún más, la adopción de Phelan en la casta de guerreros y ganarse el respeto de los demás era un objetivo que Ulric siempre había promovido.
Suponía que Ulric quizá me veía como una versión más joven de sí mismo. Eso puede ser cierto, pero quería que triunfase porque quería tender un puente entre los Clanes y la Esfera Interior. El príncipe Ragnar sigue una senda parecida. Ulric, tal vez el único entre los Khanes, comprendió que, si queríamos conquistar la Esfera Interior, tendríamos que gobernarla.
—Conal, antes de que te vayas, creo que deberías reconocer a Katya Kerensky —dijo Natasha, señalando a una mujer que se hablaba a la derecha.
Conal hizo una mueca y Katya dijo:
—Propongo cerrar el período de nominaciones.
—Lo secundo —anunció Natasha, y sonrió de nuevo a Conal.
El Señor de la Sabiduría se levantó de nuevo con gesto cansino.
—A la luz de las candidaturas presentadas, debemos elegir a Phelan Ward para sustituir a Garth Radick. Dada la gravedad de la reunión a la que asistirá, creo, eh... estoy convencido eh... de que debemos elegirlo por aclamación.
—No veo ninguna objeción a eso —dijo Natasha. Se levantó y empezó a aplaudir.
Conal la imitó de mala gana; a continuación, el resto del Consejo del Clan se sumó al aplauso. Evantha sujetó a Phelan por el hombro y casi lo obligó a ponerse en pie. Luego, Phelan recorrió el pasillo y se puso al lado de Natasha. Cuando terminó la ovación, ella se sentó y le guiñó el ojo.
—Di algo —le sugirió.
Phelan inspiró hondo y deseó que su corazón dejara de latir con tanta fuerza.
—Las palabras no son suficientes para expresar lo que siento en este momento de tanto honor. Como todos sabe mas, las palabras carecen de valor cuando se comparan con las acciones, de modo que dejaré que mis acciones al aceptar esta enorme responsabilidad os muestren mi agradecimiento. —Una sonrisa irónica asomó a sus labios y paseó su mirada por todos los presentes en la sala—. Dejadme añadir sólo que por fin siento que, librenacido o no, estoy donde estaba destinado. Gracias.
Volvieron a sonar los aplausos y Phelan no pudo evitar una amplia sonrisa. Conal se puso de pie y levantó la sesión con las palabras:
—Así será hasta nuestro final.
Phelan repitió aquellas palabras con convicción. Realmente, estoy encasa.
—Natasha, ahora que Ulric y tú me habéis conseguido meter en esto, ¿qué se supone que debo hacer?
Natasha miró a Ulric, que sonrió y dijo:
—Sé tú mismo.
Los miembros del Consejo del Clan de los Lobos salieron de la sala, que sufrió una lenta transformación. Unos paneles se deslizaron en las paredes y mostraron unos monitores equidistantes alrededor de la sala que se fueron encendiendo uno a uno. Phelan vio en ellos la cabeza y los hombros de varios Khanes de los Clanes. Las máscaras que llevaban puestas, similares a la de Ulric durante la ceremonia pero adaptadas a cada Clan, ocultaban su identidad.
Las puertas del otro extremo de la sala se abrieron y entraron doce individuos. Los Khanes de los Clanes que habían participado en la batalla de Tukayyid ocuparon los asientos en silencio. Como también llevaban máscaras, Phelan no pudo reconocer a ninguno, pero dos de ellos —uno de los Jaguares de Humo y el otro de los Víboras de Acero— iban cojeando; Phelan supuso que era debido a heridas recibidas en los recientes combates. Phelan se volvió hacia Natasha y susurró:
—¿No deberíamos llevar puestas nuestras máscaras?
La Viuda Negra meneó la cabeza negativamente.
—La adhesión ciega a un ritual formal es un signo de que uno no tiene nada...
—... mejor en que pensar —acabó la frase Phelan—. Lo sé, ya me acuerdo.
El ilKhan se puso en pie.
—He convocado este Gran Consejo y os recuerdo que todavía estamos bajo el código marcial legado por Nicholas Kerensky. Estamos en guerra y debemos resolver nuestros asuntos como corresponde a tal circunstancia.
Un Jaguar de Humo se levantó del asiento y dijo:
—Debo poner en cuestión esa afirmación, ilKhan. Tu acuerdo con Anastasius Focht nos impide continuar con la invasión. Sin embargo, aunque nos impide seguir avanzando, las fuerzas de ComStar nos atacan por la retaguardia. No has negociado bien con ellos y debemos destituirte para que tu acuerdo con él pueda ser rechazado.
—Afirmas que ya no estamos en guerra, pero utilizas el hecho de que nos están atacando como justificación de lo que solicitas —dijo el ilKhan, con una sonrisa que dio escalofríos a Phelan—. No has logrado convencerme de que estemos en paz.
—Acepto ese juicio a regañadientes —dijo el Jaguar de Humo—, pero no lo cuestionaré. El asunto es muy grave, ilKhan. Presento una moción ante el Gran Consejo de que no has llevado a cabo nuestros deseos al hacer un pacto con Anastasius Focht. Has negociado de buena fe con un hombre traicionero, como demuestran los ataques que antes he mencionado. Digo que seas destituido del cargo y que el pacto con Focht sea reducido a nada.
Un Gato Nova se levantó para secundar la moción y Ulric la aceptó con rostro inexpresivo.
—¿Así pues, la moción propone mi destitución y el rechazo del acuerdo con Anastasius Focht? Muy bien, esto será lo que discutiremos. Como estamos bajo el código marcial, sólo se permitirá un orador a favor y otro en contra de la moción.
Hizo un gesto con la diestra al Jaguar de Humo que estaba de pie.
—Tú, Lincoln Osis, hablarás en favor de tu moción. —A continuación, levantó la mano izquierda y señaló a Phelan—. Y tú, Phelan Ward, hablarás en contra.
El ilKhan iba a sentarse de nuevo, pero se irguió y se volvió hacia el orador.
—Por cierto, Lincoln, quizá te interese saber que Focht me ha informado que la Primus, que fue quien tomó la iniciativa de los ataques en nuestra retaguardia, ha sido eliminada. Como sin duda sabrás por los escasos planetas ocupados por cu Clan, toda la resistencia de ComStar ha cesado.
¿Qué voy a decir?, pensó Phelan. Miró a Natasha, pero ella sólo meneó la cabeza y dijo:
—Sé tú mismo, Phelan. Escucha la propuesta de Osis y destrózala.
Ser yo mismo. Asintió y observó a Osis, que avanzó hasta el centro de la sala.
El Elemental abrió los brazos para abarcar a todos los miembros de los Clanes excepto los Lobos, y dijo:
—Hermanos de juramento, hemos visto que este acuerdo sólo beneficia al Clan de los Lobos. Como el ilKhan Ulric ha diseñado con todo cuidado una frontera que no cruzaremos en tres generaciones, seguirá siendo ilKhan hasta que muera, dimita o sea destituido. De esta manera, se ha asegurado su dominio sobre todos nosotros de una manera que Nicholas Kerensky jamás concibió al crear el cargo de ilKhan. Osis apretó el puño y lo echó atrás, hacia su hombro.
—Ulric y el Clan de los Lobos han violado de manera permanente el espíritu de nuestro acuerdo respecto a la conquista de la Esfera Interior. Al aceptar el derecho de negociar una batalla con Focht, impidió que el resto de nosotros mantuviera consultas con él o le ofreciera su consejo sobre el acuerdo. Ahora, todos estamos vinculados por un pacto en cuya creación no hemos participado. Además, Ulric no actuó como ilKhan en el ataque a Tukayyid. No coordinó nuestras acciones y, por esta causa, nuestro esfuerzo para conquistar el planeta fue inútil.
El Elemental se volvió hacia Ulric y prosiguió:
—Tu actitud contraria a la invasión es bien conocida. Tu negociación de ese pacto con Focht ha servido bien para tu propósito de detenerla, no para el nuestro de restablecer la Liga Estelar. Como líder militar nos has dado la paz, pero esta paz es inútil para nosotros. No debería pedir una votación para destituirte, sino que sólo debería escucharte presentar la dimisión. Como no lo harás, me veo obligado a pedir esta votación.
»Debemos despojarte del mando y continuar con nuestro objetivo inicial. Ésta es la voluntad de los Clanes. Éste es el destino que debemos cumplir y no dejaremos que tú o tu pacto se interpongan en nuestro camino.
Osis volvió a su asiento y Ulric se volvió hacia Phelan. El joven MechWarrior deseó ser capaz de leer los pensamientos de aquel hombre para saber lo que estaba pensando y cómo manejar la situación, pero no podía. Phelan se llevó la mano al cinto y rozó el frío metal de la hebilla. Sé tú mismo.
—Hermanos de juramento —empezó en tono un poco nervioso—, no tengo la ventaja de conocer los argumentos y las discusiones que se plantearon cuando los Clanes iniciaron su entrada en la Esfera Interior. Como sabéis, yo fui capturado en uno de los primeros enfrentamientos en la Periferia. A causa de ello, sólo puedo hablar de lo que he visto de los Clanes y lo que sé del ilKhan.
Phelan vio que una sonrisa aparecía lentamente en el rostro de Natasha. Eso lo animó.
—Tú, Lincoln Osis —continuó—, has acusado al ilKhan de hacer todo esto en beneficio de su propio Clan, y has dicho que era conocida su desgana de embarcarse en esta cruzada. ¿Cómo es posible, entonces, que el Clan de los Lobos, cuya cuña de invasión contenía más planetas que ninguna otra, haya avanzado tanto y tan deprisa? ¿Acaso las acciones del ilKhan Ulric son las de un líder reservado, avaricioso o vacilante? Está claro que no.
»El ilKhan ha visto lo que vosotros no —prosiguió, entornando los ojos y observando aquellos tótems de los Clanes que tenía ante él—. Todos os imaginabais una Esfera Interior desgarrada por la guerra y totalmente incapaz de resistir vuestra embestida. Es verdad que su nivel tecnológico no es tan alto como el vuestro, pero se le aproxima con rapidez. Al final del primer año de vuestra invasión, habíais conseguido ocupar mucho territorio, pero la Esfera Interior ya había aprendido la táctica que os ponía en desventaja. En Wolcott, el Condominio Draconis os venció en vuestro propio juego de envites. Un miembro de una casa de Nombre de Sangre murió por haber negociado tan mal la batalla. Y en Twycross volvimos a conocer la derrota.
»En el tiempo que necesitamos para elegir ilKhan a Ulric, la Esfera Interior se unió. Se entrenaron juntos e intercambiaron información. Aprendieron unos de otros y las casas gobernantes empezaron a comparar la nueva tecnología. Con algunas excepciones, logramos unir a personas que no habían colaborado desde antes de que nuestros antepasados abandonaran la Esfera Interior. Y, en efecto, nosotros también aprendimos durante nuestro alejamiento y modificamos la táctica, pero nos vencieron.
»Vosotros perdisteis la batalla de Luthien —añadió, señalando a Osis y al otro Khan de los Jaguares de Humo—. Los Halcones de Jade fracasaron en su intento de capturar a Victor Davion. Conquistamos algunos planetas, pero no alcanzamos esas victorias cruciales.
»Hemos desdeñado esas pérdidas y hemos echado la culpa a las circunstancias. En Twycross, por ejemplo, Kai Allard-Liao hizo caer en una trampa a los Halcones de Jade. En Luthien os enfrentasteis a los Dragones de Wolf y a los Demonios de Kell, además de las mejores fuerzas del Condominio Draconis. En Alyina, fue de nuevo Kai Allard quien echó a perder la trampa que habíamos puesto para capturar a Víctor Davion. Luego, Allard escapó durante cuatro meses y acabó liberando a nuestros propios hombres para que pudiesen vencer a ComStar. Y Victor Davion encabezó una unidad de elite para liberar a Hohiro Kurita en Teniente... ¡a quien ni siquiera sabíamos que teníamos acorralado.
Phelan volvió a sentir cómo le palpitaba el corazón en el pecho, pero esta vez no era de nerviosismo. De pronto, comprendió lo que el ilKhan siempre había querido de él. Soy una fusión entre los Clanes y la Esfera Interior. Sé y entiendo lo que Ulric confiaba que llegase a ser realidad. Asintió con la cabeza, descargó el puño sobre la palma de su zurda y continuó:
—Habláis de personas especiales. Os quejáis de circunstancias especiales. ¡Discrepo con todo mi ser! Sí, Kai es especial, al igual que Victor, y los Dragones, y los Demonios y la Genyosha, pero no son únicos. Hay innumerables personas especiales en los Estados Sucesores. Los ComGuardias, antes de combatir contra nosotros en Tukayyid, eran unas fuerzas inexpertas. Los Dragones de Wolf a los que os enfrentasteis eran huérfanos adoptados al final de la última guerra o librenacidos de aquellos miembros del Clan de los Lobos que se habían aventurado hace años a entrar en la Esfera Interior.
«Miradme. En los Estados Sucesores, lo único notable sobre mí era mi familia y mi tozudez. Por supuesto, esto último me ha sido de gran ayuda entre los Clanes. Pero si hubiese terminado mi formación en el Nagelring, habría sido sólo un MechWarrior más, probablemente ni siquiera leftenant. Sin embargo, aquí estoy entre vosotros, los jefes de los Clanes, tras haber estado al frente de una estrella y haber ganado un Nombre de Sangre.
»Ésta es la verdad que ha visto el ilKhan —dijo, señalándolo con el dedo—. Trescientos años de manipulación genética no nos han hecho tan diferentes. Si continuásemos, sería la batalla entre un cuchillo y una piedra de afilar. Sí, el arma estaría más afilada y obtendríamos grandes victorias; pero al final, no serviría de nada.
»El acuerdo del ilKhan con Focht nos da el tiempo que necesitamos para prepararnos para el futuro. Esta invasión jamás volverá a conocer las victorias relampagueantes del principio. Como nos ha enseñado ComStar, nuestras tácticas no son adecuadas para un conflicto prolongado. No os preparasteis para eso y perdisteis. El Clan de los Lobos se preparó y vencimos.
»La conquista y administración planeta a planeta de los Estados Sucesores no servirá de nada si no es larga y prolongada. En los escasos quince años que nos ha dado el ilKhan, podemos poner las bases que necesitamos para continuar nuestra conquista. Él ha sido un verdadero señor de la guerra porque, al ver la derrota en el horizonte, nos ha impedido abocarnos a ella.
»Si lo destituís, si rechazáis el pacto, los Clanes sólo serán un recuerdo mucho antes de la expiración de éste.
Phelan volvió a su asiento y Natasha le guiñó el ojo. Ulric lo saludó con un movimiento de cabeza apenas perceptible y se volvió hacia la asamblea de los Khanes.
—Habéis oído los argumentos —dijo—. Sopesadlos y tomad vuestra decisión. ¿Debe ser el ilKhan destituido y su acuerdo con ComStar rescindido? ¿Qué decís vosotros, hijos de Kerensky?
—¡No! —exclamaron Phelan y Natasha al unísono. Entonces se sonrieron, porque sus voces no eran una minoría.
★ ★ ★
Cuando se apagaron los monitores y los Khanes restantes salieron de la sala, Ulric se acercó a Natasha y a él y comentó:
—Phelan, has podido señalar aquello de lo cual yo jamás los habría convencido.
—Gracias, ilKhan —dijo Phelan—. El voto no ha sido unánime, claro, por lo que los perdedores podrían haber pedido un combate de contestación. ¿Por qué no lo han hecho?
—Porque saben que os habría pedido a Natasha y a ti que defendierais la decisión, y eso habría resuelto la cuestión aún más deprisa. —Phelan y la Viuda Negra se echaron a reír. Ulric sacó un holodisco de debajo de la capa y añadió—: Phelan, esto es para u.
Phelan titubeó, al recordar que el último holodisco que había recibido era de Cyrilla.
—¿Debo verlo?
—Creo que sí —respondió Ulric—. El contenido lo ha transmitido Anastasius Focht. Has sido eficaz, porque tú eres en parte de los Clanes, y en parte de la Esfera Interior. No quiero que pierdas esto jamás. —Puso el holodisco sobre la diestra de Phelan—. Es de tu padre. Entre otras cosas, incluye su aceptación de mi invitación para que venga a visitamos.
Capítulo 48
Complejo del Primer Circuito de ComStar
isla de Hüton Head América del Norte, Tierra
16 de junio de 3052
El Capiscol Marcial observó cómo los miembros del Primer Circuito ocupaban sus puestos detrás de los atriles de cristal desde los cuales lo habían interrogado tan a menudo. Tanto Ulthar Everston como Huthrin Vandel se frotaban las muñecas y parecían más delgados. Gardner Riis parecía deprimido; las semanas que había pasado en una celda no habían contribuido precisamente a mejorar su salud ni su tez pálida. Las capiscolesas de Sian, Jen Li, y de Atreus, Demona Aziz, daban la impresión de haber soportado su confinamiento de forma más cómoda, pero también parecían vacilantes al ocupar sus antiguas posiciones.
—Bienvenidos de vuelta al Primer Circuito —dijo Focht desde el lugar donde normalmente se hallaba la Primus—. Me complace veros con tanta salud.
—¿Qué significa este insulto, Focht? —inquirió Everston, señalando a los dos ComGuardias armados con rifles que custodiaban las puertas de acceso a la cámara—. ¿Por qué nos han tenido cautivos y por qué hay guardias apostados en las puertas? ¿Por qué no está aquí la Primus para dar explicaciones de nuestra prisión? ¡Por la Sangre de Blake! Entre todas las personas, jamás habría esperado que fueras tú quien la protegiese.
—Cálmate, capiscol de Tharkad —diio Focht—. Has sufrido algunas molestias pero no has sido herido. Tu túnica ya no está tan ajustada sobre tu vientre, de modo que creo incluso que has salido ganando con la detención.
—¿Detención? ¡Ja! —exclamó Huthrin Vandel, apoyándose en el atril—. Lo describes como si el confinamiento en soledad fuese una simple molestia. La Primus pagará por esta afrenta. Me daban tan poca comida que creí que iba a morir.
—¡Qué apropiado! —replicó Focht—. Así es como están exactamente el cuarenta por ciento de mis ComGuardias. —Dejó que aquella afirmación calase en quienes lo escuchaban, frunció el entrecejo y prosiguió—: Por culpa de vosotros, por culpa de las acciones que hicisteis o dejasteis de hacer, yacen muertas muchas más personas de lo que sería necesario. En ComStar vamos a efectuar algunos cambios, unos cambios fundamentales, para asegurarnos que esto no vuelva a suceder.
—¿De qué estás hablando? —inquirió Gardner Riis—. ¿A qué te refieres? Yo no he hecho nada.
—Exacto, capiscol de Rasalhague, no has hecho nada. No hiciste nada para explicar a la Primus que sus ideas de cómo tratar a la Esfera Interior y a los Clanes eran una locura. Ella hizo que ComStar ayudase a los Clanes porque quería que ellos destruyesen al pueblo que Jerome Blake quería que protegiésemos. En nombre de la reconstrucción de la humanidad, intentaba destrozarla aún más. —Focht señaló con el dedo a todos los miembros del Primer Circuito, aunque se detuvo poco antes de llegar a Sharilar Morí—. Aunque no os opusisteis a sus acciones, ¿acaso conspirasteis contra ella en secreto?
—Hicimos lo que pudimos —contestó Everston, cruzándose de brazos.
—¿Ah, sí? ¿Por qué en tu área los partidarios de Davion fueron encerrados en campos de prisioneros de ComStar, cuando habría sido fácil sacarlos del planeta? ¿Qué pensabas cuando te abstuviste de enviar mensajes a las familias diciendo que sus guerreros estaban vivos; o, peor aún, cuando enviaste mensajes falsos afirmando que habían muerto? A veces me pregunto si vosotros, las personas que quieren proteger a la humanidad, habéis olvidado ser humanos.
La capiscolesa de Sian echó sus negros cabellos sobre los hombros de su túnica escarlata y dijo:
—Hicimos lo que ordenó la Primus.
—¿De verdad? —Focht clavó en ella una mirada acerada—. En tu caso, eso quiso decir que permitiste el envío de un mensaje que activó al asesino que mató a Justin Allard. Dejaste que Romano Liao matase a un hombre cuyos conocimientos eran vitales para defender la Esfera Interior de los Clanes. ¿Por ti, por todos vosotros, he dejado que den su vida unos muchachos?
—¿Por qué nos atacas? La Primus es la pieza clave de todo este entramado. Es culpa suya —dijo Riis y miró a los demás capiscoles—. Vamos a despojaría de su cargo y a librarnos de ella. Hace años que está loca. —Se volvió hacia Focht y le preguntó—: ¿No es ése un paso en la dirección correcta?
—Es un paso —reconoció Focht, y sacó la pistola de agujas del bolsillo de su pantalón militar—. Un poco tarde, pero un paso de todos modos.
—¿Está muerta? —preguntó Everston, palideciendo.
—Sí, yo hice el trabajo sucio en vuestro lugar. —Focht mostró el arma y luego volvió a guardarla en el bolsillo—. Ahora haréis algunas cosas que os pediré. Ha llegado la hora de cambiar ComStar.
—Si vamos a hablar de asuntos importantes, reclamo que sáques de esta sala a tus soldados. Nuestras reuniones de consejo son secretas —dijo Vandel.
—No —replicó Focht—. Ellos oirán sólo lo que yo quiera que oigan.
La rubia capiscolesa de Atreus tembló de ira.
—¡Esto es increíble! Este hombre nos dice que la Primus ha muerto, ¡asesinada!, y ahora quiere dictarnos unos cambios en nuestra Bendita Orden mientras sus pistoleros nos mantienen como rehenes. No podemos aceptar esto.
—Guarda tu indignación para después. Has aceptado crímenes peores en los tres últimos años —dijo Focht, y señaló a Sharilar Mori con un movimiento de cabeza—. En los últimos ocho días, la capiscolesa de Dieron y yo hemos elaborado un plan que nos permitirá reparar los daños causados y nos permitirá recobrar nuestra misión de ser el Prometeo de una humanidad que ha perdido la tecnología. ¡Ordenador! Presenta el proyecto ComGuardias, Resumen Uno.
En respuesta a su instrucción, el ordenador materializó en el centro de la sala una tabla de la organización y el equipo de los ComGuardias. Giró despacio y luego se dividió en diagramas más pequeños e idénticos delante de cada atril.
—Como veis, vamos a organizar a los ComGuardias para convertirlos en un grupo móvil y de respuesta rápida. El objetivo final es reconstruir las fuerzas que teníamos en Tukayyid; pero, por ahora, cada ejército tendrá cuatro divisiones. A corto plazo, desplegaremos nuestras fuerzas en los planetas de la República Libre de Rasalhague para evitar incursiones del Condominio o de la Mancomunidad Federada.
—Si haces eso —intervino Demona Aziz—, y esas fuerzas quedan estacionadas en los lugares que indicas, dejarás desprotegidas la mayoría de nuestras estaciones.
—De acuerdo con la segunda mitad de nuestro plan, no necesitarán protección —dijo Focht. Paseó su mirada por la sala y sonrió con ironía—. Cuando ayudé a eliminar la horrorosa exposición que había creado la Primus en el Salón de la Historia, pude examinar algunos datos que habían estado en los diagramas referidos a Jerome Blake. Así fue como descubrí una copia del primer libro que escribió. Probablemente, su contenido os sorprenderá a vosotros tanto como a mí. En este libro, Blake analizaba una cuestión muy técnica de forma que era comprensible para cualquier lector.
—¡Mientes, Focht! —exclamó Vanael, asestando un puñetazo sobre el atril—. Soy un estudioso de la obra de Jerome Blake y afirmo que ese libro no existe.
Los guardias cargaron sus rifles automáticos.
—Que yo sepa, quiero decir —se apresuró a añadir el capiscol de Nueva Avalon.
—Cierto, Huthrin. No hay mentira mayor que la que tantos otros propagaron como el «descubrimiento» de unos nuevos diarios de Blake. Teniendo en cuenta su don para explicar lo complejo a quienes apenas podrían comprenderlo, tenemos que contemplar los planes y las intenciones de Blake bajo otra luz. Debemos dejar de verlo como un hombre que creía que ComStar debía esperar a que la humanidad hubiese retrocedido a la Edad de Piedra antes de poder devolverle la tecnología. Por el contrario, él insistía que, si eso llegaba a suceder, ComStar tenía que actuar para compartir la información y la tecnología con la humanidad.
—¡Herejía! —exclamó Demona, mirando a Focht con los ojos desorbitados—. Eres una víbora que nos muerde el pecho, Focht. Ya desafiamos la Palabra de Blake cuando constituimos los ComGuardias, y nos condenamos cuando te pusimos a su frente. Esto es una herejía que no pienso tolerar.
—Si crees que es una herejía —repuso Focht sonriendo—, déjame que te la explique toda. Adoptando un papel similar al que hemos representado entre los Clanes, empezaremos a instruir a personas de los Estados Sucesores en el conocimiento de la tecnología. Compartiremos con ellos el conocimiento que mejorará sus vidas.
La capiscolesa de Atreus se puso lívida. Riis, sin embargo, se relamía los labios mientras reflexionaba en lo que estaba escuchando.
—En resumen, ¿quieres que secularicemos ComStar? —le preguntó.
—No tanto. Secularizaremos los ComGuardias, pero eso no debería resultar difícil, porque casi todos ellos son reclutas o MechWarriors que ya sentían cierto menosprecio por la parafernalia mágica de ComStar. A diferencia de la mayoría de la población de los planetas no metropolitanos, han visto funcionar la tecnología y saben que una patada es tan buena como una oración para que funcione una máquina. Sólo impartiremos conocimientos básicos que aumenten la calidad de vida, pero absolutamente nada que tenga aplicaciones militares. Nuestros techs seguirán siendo necesarios para mantener el funcionamiento de los generadores de hiperpulsación, pero las naciones-estado administrarán las instalaciones y financiarán la construcción de nuevas estaciones.
—Eso aumentaría nuestra influencia en la sociedad sin convertirnos en una amenaza —comentó Everston—. También podría crear una mejora de las relaciones entre nosotros y los gobernantes de los Estados Sucesores.
—No es un cambio tan radical respecto a lo que hacíamos con los Clanes —añadió Jen Lin, asintiendo con la cabeza—. En lugar de hacer propaganda, realizaremos algo verdaderamente positivo. La única dificultad es que hemos dicho a los nuestros durante demasiado tiempo que es causa de excomunión y apostasía el compartir hasta el dato más trivial de información tecnológica con los no iniciados. Tendremos que resolver esto.
Por fin, Demona volvió a recobrar el uso de la palabra.
—¡No puedo creer que estéis hablando así! Nos han confiado un deber sagrado y vosotros habláis sobre él como si ComStar no fuese más que una empresa que toma mejores posiciones en el mercado. Ruego al espíritu de Jerome Blake que venga a atormentaros en vuestros sueños.
Focht intercambió una mirada con Sharilar y sonrió.
—De hecho, capiscolesa de Atreus, el propio Jerome Blake se me ha aparecido en sueños. Me ha dicho que lo habíamos entendido todo al revés. Éstas han sido sus palabras: «La tecnología no debe considerarse como algo místico. Lo místico es lo que la tecnología permite hacer al ser humano. No debemos ser avaros ni pródigos, sino maestros».
—¡Blasfemia! Pero ¿qué cabe esperar del hombre que ha asesinado a la Primus? —Demona miró a todos los presentes—. Vosotros estáis de acuerdo con él y tenéis las manos manchadas con la sangre de Myndo Waterly. No quiero formar parte de esto.
Demona dio media vuelta y se dirigió a una de las puertas con la cabeza muy erguida. Los ComGuardias fueron a impedirle el paso, pero Focht hizo un gesto y se apartaron a un lado, dejándola salir. La puerta se cerró a sus espaldas. Focht se dio cuenta de que los otros escuchaban con atención si se producían disparos en el exterior.
—No sufrirá ningún daño —explicó—. Un pelotón de ComGuardias la escoltará hasta una Nave de Descenso, que la llevará a una Nave de Salto para que pueda estar de regreso en la Liga de Mundos Libres dentro de una semana, más o menos.
—Suponíamos que habría algunos intransigentes que no aceptarían la apertura de ComStar —intervino Sharilar Morí—. Estamos convencidos de que Demona declarará a Thomas Marik «Primus en el exilio». Dado que tendrá que hablar con nosotros para conseguir piezas sueltas para los generadores de hiperpulsación, al menos a corto plazo, no romperán las relaciones con nosotros. Sin embargo, es probable que dé cobijo en la Liga de Mundos Libres a quienes no puedan reconciliar la nueva ComStar con la antigua. Con el tiempo, su ortodoxia se suavizará si la Liga de Mundos Libres debe competir con los avances tecnológicos que proporcionaremos a los otros estados.
—¿Alguien más discute la veracidad de mi sueño? —preguntó Focht, ajustándose el parche sobre el ojo.
—Tal vez se necesite algún retoque para que se adapte al modelo de otras revelaciones similares del pasado —comentó Everston—, pero no habrá mayor problema.
—Excelente. —Focht hizo una seña a los guardias, que abrieron las puertas—. Ahora, vuestra tarea es presentar la nueva ComStar a los gobernantes de vuestras naciones/estado. Una vez hecho esto, podremos empezar a reparar el daño causado a la humanidad por nuestra negligencia.
Capítulo 49
Nueva Avalon
Marca Crueis, Mancomunidad Federada
17 de junio de 3052
Victor Davion sintió un nudo en la garganta cuando el helicóptero ligero Ferret salió del hangar de 'Mechs de estribor de la Nave de Descenso. Descendió doscientos metros hacia la oscura Ciudad Avalon, que dormía en la noche, hasta que el piloto puso en marcha el rotor automático. Al hacerlo, el helicóptero levantó el morro y aplastó a Victor contra el asiento.
—¿Lo ves? Te dije que iría bien —dijo a Galen.
Galen Cox, que estaba más pálido que nunca desde que Victor lo conocía, asintió débilmente con la cabeza.
—¿No podrías aterrizar en la base de la Brigada Real como todo el mundo? Allí sólo tendríamos que pedir a alguien que nos llevara al palacio.
—Mira, se supone que llegamos con un mes de adelanto —repuso Victor, encogiéndose de hombros—. Tuvimos suerte de que algunas naves estuviesen esperando cuando llegamos del sistema.
—No consigo entender cómo puedes decir que fue una suerte cuando enviamos antes un mensaje ordenándoles que nos esperasen. —Galen sonrió y volvió un poco de color a su cara—. De hecho, estoy deseando volver a ver Avalon... de día, quiero decir. Es estupendo dar un paseo aéreo a las eres de la madrugada, pero falta el colorido que prometen todos los folletos turísticos.
—Sí, y tendrás la ocasión de hacer esa visita, amigo. Mañana saldremos a celebrarlo. Celebraremos que estamos vivos y, si el mensaje de los Halcones de Jade es cierto, ¡celebraremos la resurrección de Kai!
—Sólo Kai podía hacerlo —comentó el hauptmann, meneando la cabeza—. Creo que probablemente murió en Alyina... varias veces, en realidad, pero ha vuelto porque prometisteis volver a encontraros dentro de veinte años y no quiere decepcionarte.
Victor recordó el rostro sonriente de Kai y la caiga suicida que había hecho con Yen-lo-wang para salvarle la vida en Alyina. En cierto modo, no descarto que sea capaz de regresar del reino de los muertos. Entonces volvió a ponerse serio.
—Me pregunto si Kai sabe que sus padres han muerto.
—No creo que haga todo el viaje hasta Nueva Avalon sin que alguien le exprese sus condolencias —comentó Galen.
—Mañana grabaré un holovídeo y lo enviaré con prioridad Alfa. Mi padre habría querido que fuese yo quien le diese la noticia. Si no puedo hacerlo, al menos le diré que lo acompaño en el sentimiento.
—Creo que a Kai le gustaría.
Víctor vio aparecer el palacio en la escotilla de estribor.
—Ahora estamos sobre el Parque de la Paz. Mira, eso es el palacio. La fachada permanece iluminada toda la noche para los turistas con insomnio. Por eso las habitaciones privadas están en la parte de atrás, a oscuras. Sólo las oficinas ocupan las habitaciones de delante.
Galen señaló una de las ventanas. Había luz en el interior.
—¡Imagínate! Hay quien no duerme en el gobierno.
Victor escudriñó la ventana.
—No me extraña —dijo—. Es el despacho de mi padre. Seguramente ha vuelto a quedarse dormido sobre el escritorio.
Ambos se echaron a reír mientras el helicóptero sobrevolaba el palacio. Luego se posó en medio de un anillo de luces en el jardín trasero. Victor dio las gracias al piloto y bajaron los dos. Corrieron agachados y se sujetaron las gorras contra el aire cuando el helicóptero volvió a despegar.
Se irguieron de nuevo, y un hombre vestido con el uniforme de Seguridad Personal del Ministerio de Inteligencia ios saludó.
—Bienvenido a casa, príncipe Davion. De acuerdo con sus instrucciones por radio, no se ha informado de su llegada. Todos están durmiendo.
—¿Mi padre sigue en su despacho?
—Sí, señor, al menos hasta nace cinco minutos. El ministro Mallory le ha traído un holodisco de alta prioridad hace una hora más o menos y su padre ha decidido verlo en privado.
—Como ha dicho, todos están durmiendo.
—Eso creo, señor —dijo el guardia personal, sonriendo—. Hemos preparado para el hauptmann Cox la habitación que está al otro lado del pasillo respecto a sus aposentos. Hauptmann, basta con que use su número de servicio como código de la puerta.
—Gracias, leftenant —repuso Galen.
Victor echó a andar hacia la entrada posterior del palacio, flanqueado por el hombre de seguridad y Galen.
—Creo que entraremos con sigilo y daremos una sorpresa a mi padre —comentó Victor—. Luego nos iremos a dormir.
—Tal vez usted tenga más éxito para convencerlo de que vaya a descansar un poco, Alteza. Pasa tanto tiempo en el despacho que a los soldado^ que custodian la puerta ya les deben de haber crecido raíces en el pasillo.
Victor sonrió al notar la preocupación de aquel hombre.
—Agradezco su sinceridad, leftenant. Veré lo que puedo hacer.
El leftenant volvió a su oficina de la planta baja, y Victor y Galen subieron por una ancha escalera de mármol hasta el tercer piso. Doblaron a la derecha donde había una enorme estatua de Ares y entraron en un largo pasillo con columnas de mármol blanco. Las paredes estaban decoradas con un extenso mural que describía la historia de la Casa de Davion. Victor aminoró el paso para que Galen pudiese examinar la pintura.
—Galen, ésta es la historia de la humanidad según los Davion.
—Esto es un poco egocéntrico pero supongo que no debe importarme porque todos somos una gran familia, ¿no? —dijo Galen, sonriendo.
—Bueno, ha venido bien que la Federación de Soles y la Mancomunidad de Lira no hayan tenido nunca una ocasión de enfrentarse. —Victor olfateó el aire con un gesto exagerado—. Hmmm, no huele a pintura. Supongo que todavía no han inmortalizado a los Espectros.
—¡Maldición, otra vez olvidados por la historial —gruñó Galen con buen humor.
Los dos guardias que custodiaban la puerta del despacho de Hanse Davion se pusieron firmes y saludaron cuando Victor se acercó. Ambos MechWarriors devolvieron el saludo y uno de los guardias abrió con sigilo la pesada puerta de bronce. Victor y Galen entraron sin hacer ruido y se miraron sonriendo.
Hanse Davion estaba sentado en un sillón de alerones tras su escritorio. Sólo se veía parte de su perfil porque el sillón estaba girado hacia el reproductor de holodiscos que estaba montado en el interior de un armario de roble en el otro extremo de la habitación. El Príncipe tenía la barbilla apoyada en el pecho y parecía estar dormido.
Cuando Victor se acercó al escritorio, los altavoces del reproductor empezaron a tocar a bajo volumen los acordes del himno de Capela. Victor miró la pantalla y vio que el emblema de Capela desaparecía y era sustituido por la imagen de Sun-Tzu Liao. Se detuvo, y Galen se paró a su lado.
Sun-Tzu esbozó lentamente una sonrisa y dijo:
—Príncipe Davion, al atender las cuestiones de estado subsiguientes a la muerte de mis padres, he encontrado el holodisco que vuestro agente, Justin Allard, dejó para mi abuelo. Creo que vos sois consciente de que este holodisco fue la gota que colmó el vaso, ya muy débil, de la cordura de mi abuelo. También creo que desequilibró, o al menos deterioró aún más, la salud mental de mi madre. A la luz del efecto que tuvo en ellos, creí que debía devolveros la cortesía y grabar esto para vos.
»Por supuesto, sé que sois demasiado fuerte para que esta grabación os afecte como los afectó a ellos —prosiguió el nuevo Canciller de la Confederación de Capela, sentado en el borde de un escritorio de piedra—. Aun así, si os causa un par de horas de insomnio, consideraré que el gasto ha valido la pena.
Victor miró de reojo a su padre dormido y sonrió.
—Te has vuelto a equivocar, Sun-Tzu —murmuró.
—Como sabéis, Príncipe Davion —continuó—, mi reino es pequeño y no muy poderoso. La Comunidad de Saint Ives apunta a nuestro vientre como un puñal. Mi tío Tormana sigue activo en la zona de ocupación que vos llamáis la Marca de Sarna. Trabaja contra nosotros, infiltra sus agentes en la Confederación y amenaza constantemente con invadir y liberar el resto de la Confederación. Por supuesto, no considero que su actuación como agente vuestro en una guerra de conquista sea un acto de liberación.
»Soy consciente de que sería una locura absoluta atacarlo a él o a la Comunidad de Saint Ivés, pues vos aplastaríais de inmediato mi diminuta nación-estado. Sin embargo, ni siquiera mi promesa de no atacaros nunca puede aliviarme de la amenaza que representáis para mi reino. Por esta razón, he dado algunos pasos para asegurar nuestra supervivencia.
La cámara se acercó lentamente a Sun-Tzu para tomar un primer plano.
—Una vez más, en una tradición que vos iniciasteis con mi abuelo, quiero comunicaros personalmente mis planes de boda. He solicitado, y me ha sido concedida, la mano de Isis Marik. La ceremonia tendrá lugar en Atreus a finales de este año. Os daría detalles más precisos e incluso os enviaría una invitación; pero, tras haber oído comentarios de vuestra conducta en la última boda que se celebró entre miembros de dos familias reales, pensé que era mejor que os quedaseis encasa.
Victor contempló la pantalla con incredulidad. ¿Sun-Tzu se casa con una Marik? Asi respalda la Confederación con el poder de la Liga de Mundos Libres, que ahora están produciendo nuevos Mechs y equipos diseñados para combatir contra los Clanes. ¿Cuántas armas de ésas serán desviadas para defender la Confederación?
—Os digo cordialmente adiós, Príncipe Davion. Dedicad todos vuestros recursos a luchar contra los Clanes. No creo que queráis hacerme la guerra a mí.
La imagen se desvaneció. Entonces apareció el emblema de Capela y volvió a sonar el himno. Con cara de asco, Víctor señaló la máquina.
—Es un bucle sin fin —dijo a Galen—. Apágalo. Es un milagro que mi padre haya podido quedarse dormido con esto.
—Supongo que le aburrió después de vedo por primera vez.
Victor siguió acercándose al escritorio. Entonces vio que la cabeza de su padre estaba inclinada de forma extraña. De inmediato comprendió que algo iba terriblemente mal. Corrió hasta la silla y se echó a los pies de su padre.
—¡Oh, Dios mío! ¡Galen, ha pasado algo!
Hanse Davion no se movió aunque Víctor gritó junto a su oído. Tenía la tez cenicienta y los ojos cerrados. Víctor lo sujetó por las axilas y, por el color azul de sus labios, comprendió que su padre se estaba muriendo.
—¡Padre, padre! —exclamó. Lo levantó en vilo y apartó la silla de un puntapié—. ¡Galen, ha tenido un infarto! Apenas puede respirar.
Cuando Victor tumbó a su padre en el suelo, vio que la gravedad volvía a llevar sangre hasta su rostro. Hanse abrió los ojos y miró a su hijo. Centró la mirada y esbozó una débil sonrisa. Extendió una mano para sujetar del hombro a Victor.
—¿Victor? —susurró.
—Estoy aquí, padre. Ya vienen a ayudarte. Tranquilízate,
—Victor...
Hanse Davion sonrió con orgullo al contemplar a su hijo y cerró los ojos para siempre.
Epílogo
Palacio de la Unidad Luthien
20 de junio de 3052
Querido Víctor:
La noticia del fallecimiento de tu padre ha causado una gran tristeza en Luthien. Era un hombre muy notable. Al conocer su muerte, mi abuelo comentó que ahora no quedaba ningún oponente digno del Condominio, ni aun entre los Clanes.
Me han informado que la capilla ardiente de tu padre permanecerá un mes y luego será enterrado en el panteón familiar en una ceremonia privada. Se me ha pedido que te pregunte si se nos permite enviar una delegación que represente al Condominio en la ceremonia. Mi padre y mi abuelo no podrán asistir, no por falta de respeto, sino porque no pueden abandonar Luthien a causa de las consecuencias de la guerra con los Clanes. Te pedimos perdón y solicitamos permiso para que asistan otros miembros de la familia, si nuestra presencia es adecuada y deseada.
Sigue en deuda contigo,
Omi
Glosario
AMNA: Siglas de la Academia Militar de Nueva Avalon.
BATTLEMECH: Los BattleMechs son las máquinas de guerra más poderosas que se han construido jamás. Estos gigantescos vehículos de aspecto humanoide fueron diseñados y experimentados por primera vez hace más de 500 años por científicos e ingenieros terrestres. Resultan más rápidos, móviles y con un armamento mucho mejor y más pesado que cualquier tanque del siglo XX. Tienen entre diez y doce metros de altura aproximadamente y van equipados con cañones de proyección de partículas, láseres, cañones automáticos de disparo rápido y misiles. Disponen de una potencia de fuego suficiente para destruir por completo cualquier persona, objeto o máquina de guerra salvo a otro BattleMech. Un pequeño reactor de fusión les suministra la energía necesaria en cantidad virtualmente ilimitada. Los BattleMechs pueden ser adaptados para combatir con gran precisión en toda clase de entornos naturales, desde desiertos abrasadores hasta los hielos árticos.
BlENNACIDO: Una persona que nace como resultado del programa de selección genética de la casta de guerreros.
CAÑÓN AUTOMÁTICO: El cañón automático es un arma de carga automática y disparo rápido. El cañón automático de los vehículos tiene un calibre que oscila entre los 30 y los 90 mm, mientras que el cañón de un 'Mech pesado puede tener un calibre de 80 a 120 mm o más. Esta arma dispara a alta velocidad ráfagas de cartuchos altamente explosivos, capaces de atravesar blindajes. Dadas las limitaciones de la tecnología de dispositivos de puntería de los 'Mechs, el alcance efectivo del cañón automático está limitado a menos de 600 metros.
CLANES: Cuando se produjo la caída de la liga Estelar, el general Nicholas Kerensky, jefe del ejército regular de la Liga, condujo a sus fuerzas fuera de la Periferia en lo que se ha conocido como el Exodo. Tras establecerse más allá de la Periferia, el ejército de la Liga Estelar se deshizo. De las cenizas de la civilización que intentaron crear las fuerzas de Kerensky surgieron los Clanes.
COMSTAR: Esta red de comunicaciones interestelares fue concebida por Jerome Blake, ex ministro de Comunicaciones durante los últimos años de existencia de la Liga Estelar. Tras el desmoronamiento de ésta, Blake se apoderó de la Tierra, reorganizó lo que quedaba de la red de comunicaciones de la Liga y fundó una organización privada que ofrecía sus servicios a los cinco Estados Sucesores a cambio de beneficios. Desde aquel día, ComStar se ha transformado en una poderosa sociedad secreta, caracterizada por su misticismo y sus rituales ocultos. Los iniciados en la Orden de ComStar se comprometen de por vida a su servicio.
CPP: CPP es la abreviatura de «Cañón de Proyección de Partículas», un acelerador magnético que dispara rayos de protones o iones de alta energía y causa daños tanto por impacto como por elevada temperatura. El CPP es una de las armas más eficaces de que disponen los 'Mechs.
DERECHO DE SANGRE: Un linaje específico de Nombre de Sangre se denomina Derecho de Sangre. A cada Nombre de Sangre le corresponden veinticinco Derechos de Sangre. No es un linaje tal como lo definimos nosotros, porque los guerreros que ostentan sucesivamente un Derecho de Sangre pueden estar emparentados sólo por su antepasado original. Con sucede con los Nombres de Sangre, ciertos Derechos de Sangre se consideran más presagiosos que otros, lo cual depende en gran medida de su Herencia de Sangre.
ELEMENTALES: La infantería blindada de elite de los Clanes. Estos hombres y mujeres son gigantes y han sido criados de forma específica para llevar la armadura de combate diseñada por los Clanes.
FAMF: Siglas de las Fuerzas Armadas de la Mancomunidad Federada.
FACD: Siglas de las Fuerzas Armadas del Condominio Draconis.
HERENCIA DE SANGRE: El historial de los guerreros con Nombre de Sangre pertenecientes a un determinado Derecho de Sangre.
INSTITUTO DE CIENCIAS DE NUEVA AVALON (ICNA): En el año 3015, el Príncipe Hanse Davion decretó la construcción de una nueva universidad en Nueva Avalon, capital planetaria de la Federación de Soles. Esta universidad es conocida ahora bajo el nombre de Instituto de Ciencias de Nueva Avalon (ICNA) y su propósito consiste en recuperar las tecnologías y los conocimientos del pasado que se han perdido. Las casas Kurita y Marik han creado también sus propias universidades, pero ninguna dispone de una financiación ni de un personal tan notables como el ICNA.
LÁSER: Acrónimo de «Amplificación de la Luz por la Emisión de Radiación Estimulada». Cuando se utiliza como arma, daña el blanco al concentrar un calor extremo en un área pequeña. Los láseres de las máquinas de guerra denominadas BattleMechs pueden ser pequeños, medios o pesados. También están disponibles como armas portátiles que se disparan apoyándolas en el hombro y que funcionan con una batería. Existen ciertos sistemas de cálculo de distancias y equipos de localización de blancos que funcionan también con láseres de nivel bajo.
Librenacido: Individuo concebido y nacido por medios naturales. Dado que los Clanes valoran tanto su programa de selección genética, se supone de forma automática que un librenaculo tiene escasas aptitudes. Como epíteto utilizado por miembros biennacidos de la casta de guerreros, es un insulto intolerable para otro biennacido. En un sentido general, expresa disgusto o frustración.
LIGA ESTELAR: La Liga Estelar se fundó en 2571 como un intento de la raza humana de establecer una alianza pacífica entre los principales sistemas estelares tras haberse extendido por el espacio. La Liga prosperó durante casi 200 años, hasta que se desencadenaron las Guerras de Sucesión a finales del siglo XXVIII. Finalmente, la Liga fue destruida cuando el órgano principal de gobierno, conocido como el Consejo Supremo, se disolvió a causa de la lucha por el poder. Cada uno de los jefes de cada Casa Real se proclamó a sí mismo como Primer Señor de la Liga Estelar y, pocos meses después, toda la Esfera Interior estaba en guerra. Este conflicto continuo, prolongado a lo largo de varios siglos, es conocido simplemente como las Guerras de Sucesión y sigue existiendo en la actualidad.
MCA: MCA es la abreviatura de «Misil de Corto Alcance». Son misiles de trayectoria directa con cabezas altamente explosivas y capaces de atravesar blindajes.
MLA: MLA es la abreviatura de «Misil de Largo Alcance», un misil de trayectoria indirecta con una cabeza altamente explosiva.
Periferia: Más allá de los límites de la Esfera Interior se encuentra la Periferia, el vasto dominio de planetas conocidos y desconocidos que se extienden hasta el infinito. Poblados en el pasado por colonias de la Tierra, fueron devastados tecnológica, política y económicamente por la caída de la Liga Estelar. En la actualidad, la Periferia se ha convertido en el refugio de los Reyes Bandidos, piratas y proscritos de la Esfera Interior.
Quiaf/Quineg: Estas expresiones de los Clanes se utilizan como preguntas de confirmación. Si se espera una respuesta afirmativa, se utiliza quiaf. Si, en cambio, se espera una negativa, se emplea quineg.
Señores Sucesores: Cada uno de los cinco Estados Sucesores está gobernado por una familia que desciende de los Señores del Consejo de la Liga Estelar. Las cinco Casas Reales reivindican el titulo de Primer Señor v han tratado de destruirse mutuamente desde el inicio de las Guerras de Sucesión en el año 2786. Su campo de batalla es la vasta Esfera Interior, compuesta de todos los sistemas estelares ocupados en el pasado por los Estados miembros de la Liga Estelar.
Seyla: Esta palabra significa más o menos «unidad». Es una respuesta ritual que pronuncian al unísono quienes asisten a determinadas ceremonias. El origen y el significado exacto de la palabra es desconocido, pero sólo se pronuncia con la mayor reverencia y respeto.
SIBKO: Grupo de niños del programa de selección genética de la casta de guerreros que probablemente tuvieron los mismos padres y se han criado juntos. Cuando maduran, son puestos a prueba constantemente. Los miembros del sibko que fracasan en estas pruebas son transferidos a las castas inferiores. Un sibko se compone de unos veinte miembros, pero generalmente sólo cuatro o cinco permanecen cuando pasan la prueba final, el Juicio de Posición. Estas pruebas y otras adversidades vinculan a los sibkin supervivientes de forma tan estrecha que forman vínculos de confianza y comprensión mutua que a menudo duran toda su vida.
Sirviente: Un guerrero capturado, llamado sirviente, se considera como un miembro de la casta de obreros hasta que el Clan que lo haya capturado lo libere o lo promueva de nuevo al estado de guerrero. Un sirviente está vinculado por el honor, no por las cadenas. La costumbre dicta que incluso los guerreros con Nombre de Sangre que sean capturados en combate serán retenidos como sirvientes durante un tiempo. Todos los sirvientes llevan un cordón de servicio, que no es más que un brazalete de tejido. El color del cordón indica a qué Clan pertenece y las franjas que lo cruzan determinan cuál es la unidad que lo capturó.
NAVES DE SALTO Y NAVES DE DESCENSO
Nave de Salto
El viaje interestelar se efectúa mediante las Naves de Salto, cuyos primeros modelos se diseñaron en el siglo XXII. Estas naves reciben su nombre por su capacidad para «saltar» de manera instantánea de un punto del espacio a otro. Están compuestas de una unidad central estrecha y alargada y una enorme vela. La vela está construida con un polímero revestido de una manera especial, que absorbe enormes cantidades de energía electromagnética de la estrella más cercana. La energía captada por la vela es transferida lentamente a la unidad central, que la convierte en un campo de alteración del espacio. Tras realizar el salto, la nave no puede volver a viajar hasta haber recargado la unidad con energía solar en su nueva ubicación espacial. Los plazos de seguridad para la recarga oscilan entre seis y ocho días.
Las Naves de Salto recorren en un instante vastas distancias interestelares gracias al hiperpropulsor Kearny-Fuchida. El propulsor K-F genera un campo alrededor de la Nave de Salto y abre un agujero en el hiperespacio. Momentos después, la Nave de Salto es transportada a su nuevo destino, recorriendo distancias de 30 años-luz como máximo.
Los puntos de salto son las posiciones espaciales en un sistema estelar donde la gravedad del sistema es prácticamente nula, requisito previo e indispensable para el funcionamiento del propulsor K-F. La distancia de la estrella del sistema depende de la masa de dicha estrella, y suele ser de muchas decenas de millones de kilómetros. Toda estrella tiene dos puntos de salto principales: uno en el punto de cénit, en el polo norte de la estrella; y otro en el nadir, en el polo sur.
También existe un número infinito de otros puntos de salto posibles, pero éstos sólo se utilizan en raras ocasiones.
Las Naves de Salto no aterrizan nunca en los planetas y sólo de vez en cuando se adentran en un sistema estelar. El viaje interplanetario es realizado por las Naves de Descenso. Estas naves se acoplan a la Nave de Salto hasta su llegada al punto de salto. La mayoría de las Naves de Salto que siguen en servicio tienen varios siglos de antigüedad, pues los Estados Sucesores no disponen de conocimientos técnicos suficientes para construir muchas más cada año. Por esta razón, existe un acuerdo tácito entre esos feroces enemigos de no atacar las Naves de Salto.
Nave de Descenso
Como las Naves de Salto suelen permanecer a una distancia considerable de los mundos habitados de un sistema estelar, para el viaje interplanetario fueron concebidas las Naves de Descenso. Una Nave de Descenso se acopla a ciertos engarces de la Nave de Salto y, tras la entrada en el sistema de destino, es liberada por la nave nodriza. Las Naves de Descenso tienen una elevada capacidad de maniobra, van profusamente armadas y son lo bastante aerodinámicas para despegar y aterrizar en las superficies de los planetas.
NOMBRE DE SANGRE
Se refiere al apellido de cada uno de los ochocientos guerreros que permanecieron al lado de Nicholas Kerensky durante la guerra civil del Éxodo. Estos ochocientos son la base del complejo programa de reproducción genética de los Clanes. El derecho a utilizar uno de estos apellidos ha sido la ambición de todos los guerreros de los Clanes desde que se estableció este sistema. Sólo a veinticinco guerreros, lo que corresponde a veinticinco Derechos de Sangre, se les permite utilizar uno de estos apellidos al mismo tiempo. Cuando uno de ellos muere, se celebra un juicio para determinar quién asumirá ese Nombre de Sangre. Un contendiente debe demostrar su linaje dentro del Nombre de Sangre y vencer en una serie de duelos con otros competidores. Sólo los guerreros con Nombre de Sangre pueden formar parte de los Consejos de los Clanes y ser elegidos Khan o ilKhan. La mayoría de los Nombres de Sangre se han ido restringiendo a una o dos clases de guerreros. Sin embargo, algunos nombres prestigiosos como el de Kerensky han demostrado su valor genético al producir guerreros excelentes en las tres clases (MechWarriors, pilotos de caza y Elementales).
Los Nombres de Sangre se determinan de forma matrilineal, al menos después de la generación inicial. Dado que un guerrero sólo puede heredar de su madre, sólo puede reclamar un Nombre de Sangre.
OMNIMECHS DE LOS CLANES
Durante la invasión de los Clanes, la Esfera Interior asignó nombres codificados a los diversos tipos de OmniMechs de los Clanes que encontraron. La siguiente lista indica los nombres que asignan los Clanes a sus propias máquinas.
Nombre de la Esfera Interior
Black Hawk
Daishi
Dasher
Dragonfly
Fenris
Gladiator
Koshi
Loki
Mad Cat
Man OWar
Masakari
Puma
Ryoken
Thor
Uller
Vukure
Nombre de los Clanes
Nova
Diré Wolf
FireMoth
Viper
Ice Ferret
Executioner
MistLynx
Heübringer
TtmberWolf
Gargoyle
Warhawk
Adder
Stormcrow
Summoner
KitFox
Mad Dog