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H a r r y  P o t t e r

Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE

J.K. ROWLING

Español

http://spanishhallows.blogspot.com

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Traducción al español en la pagina web; http://spanishhallows.blogspot.com

Version PDF:

Formateado e indizado: Himura Shinta,

ucmneumann@hotmail.com

Portadas y Fuentes: Hbk,

edi_hbk@hotmail.com

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La dedicatoria de este libro

se divide en siete partes

Para Neil,

para Jessica,

para David,

para Kenzie,

para Di,

para Anne,

y para ti.

si te has quedado

junto a Harry

hasta el mismísimo

FINAL

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CONTENIDOS

UNO

El ascenso del señor oscuro · 12

DOS

En memoria · 25

TRES

La despedida de los Durlsey · 44

CUATRO

Los siete Potters · 58

CINCO

Guerrero caído · 80

SEIS

El fantasma en pijama · 104

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SIETE

El testamento de Albus Dumbledore · 127

OCHO

La boda · 154

NUEVE

Un lugar donde esconderse · 179

DIEZ

La historia de Kreacher · 201

ONCE

El trato · 234

DOCE

La magia es poder · 264

TRECE

La comisión de registro de los nacidos Muggles  · 297

CATORCE

El ladró· 327

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QUINCE

La venganza del goblin · 348

DIECISÉIS

El valle de Godric · 386

DIECISIETE

El secreto de Batidla · 407

DIECIOCHO

Vida y mentiras de Albus Dumbledore · 429

DIECINUEVE

La cierva plateada · 443

VEINTE

Xenophilius Lovegood · 469

VEINTIUNO

El cuento de los tres hermanos · 488

VEINTIDÓS

Las Reliquias de la Muerte · 508

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VEINTITRÉS

La Mansión Malfoy · 537

VEINTICUATRO

El Fabricante de Varitas · 579

VEINTICINCO

La Cabaña protectora · 613

VEINTISÉIS

Gringotts · 636

VEINTISIETE

El escondrijo Final · 663

VEINTIOCHO

El espejo perdido · 675

VEINTINUEVE

La Diadema Perdida · 695

TREINTA

La destitucion de Severus Snape · 714

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TREINTA Y UNO

La batalla de Howarts · 735

TREINTA Y DOS

La varita de Sauco · 768

TREINTA Y TRES

El Cuento del Principe · 791

TREINTA Y CUATRO

El Bosque otra ves · 824

TREINTA Y CINCO

King´s Kross · 839

TREINTA Y SEIS

El Fallo del  Plan · 859

EPILOGO

Diecinueve años despué· 888

 

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Oh, la tormenta engendrada a la carrera,el grito

agudo de la muertey el golpe que alcanza la vena,la

hermita que nadie puede derribar, la culpa,la

maldici ó n que ning ú n hombre puede soportar.Pero hay una cura en su casa,Y no fuera de ella, nono de

ning ú n otro excepto de ellos.su binody strife. Os cantamos, dioses oscuros bajo la tierra.Ahora oid,

vosotros extasiados poderes subterr á neosresponded a la llamada, enviad ayuda.Bendecid a los ni ñ os, dadles el triunfo ahora.

Aeschylus, The Libation Bearer

La muerte atraviesa el mundo, como los amigos los

mares; viven en otro presente, ese amor y vida que es

omnipresente. En este divino cristal, miran cara a cara;

y su conversación es libre, al igual que pura. Este es el consuelo de los amigos, que puede que se diga que han

muerto, pero para sus amistades y para la sociedad

están, en el mejor de los sentidos, siempre presentes,

porque son inmortales.

William Penn, More Fruits of Solitude

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H a r r y  P o t t e r

Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE 

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Capítulo Uno:

El ascenso del señor oscuro

L  os dos hombres aparecieron de la nada, a unas

yardas de distancia en un sendero angosto e iluminado

por la luna. Por un segundo se quedaron quietos,

apuntándose con las varitas el uno al pecho del otro:

luego, habiéndose reconocido, las guardaron bajo sus

capas y se pusieron a caminar, lado a lado, en la misma

dirección.

- ¿Alguna novedad?-preguntó el más alto de los dos.

-La mejor.-respondió Snape.

El sendero estaba bordeado a la izquierda por

matorrales silvestres de lento crecimiento, a la derecha

con un alto y pulcramente recortado seto. Las largas

capas de los hombres flameaban alrededor de sus

tobillos mientras marchaban.

-Aunque podría ser tarde, -dijo Yaxley, sus rasgos fofos

entraban y salían de la vista cuando las ramas de los

árboles colgantes interrumpían la luz de la luna-. Fue

- 12 -

un poco más engañoso de lo que pensaba. Pero espero que esté satisfecho. Pareces confiar en que tu

recepción será buena.

Snape asintió, pero no se explicó. Giraron a la derecha,

a un amplio camino de acceso en el que desembocaba

el sendero. El alto seto se curvaba alejándose de ellos,

extendiéndose en la distancia más allá del par de

impresionantes verjas de hierro que interrumpían el

camino de los hombres. Ninguno de ellos dio un paso;

en silencio ambos alzaron sus brazos izquierdos en una

especie de saludo y pasaron a través del metal oscuro

que era humo.

Los arbustos amortiguaban el sonido de los pasos de los

hombres. Se oyó un susurró en algún lugar a su

derecha; Yaxley sacó su varita, de nuevo probó no ser

nada más que un pavo real blanco, pavoneándose

majestuosamente a lo largo de lo alto del seto.

-Lucius siempre se lo tuvo muy creído. Pavos reales… -

Yaxley metió su varita de vuelta bajo su capa con un

resoplido.

Una hermosa casa solariega surgió en la oscuridad al

final del recto camino, con luces destelleando en las

ventanas con forma de diamante del piso inferior. En

algún lugar del oscuro jardín más allá del seto una

fuente estaba en funcionamiento. La grava crujió bajo

sus pies cuando Snape y Yaxley se apresuraron hacia la

puerta principal, que se abrió hacia adentro ante su

aproximación, aunque no había nadie visible que la

abriera.

El vestíbulo era grande, pobremente iluminado, y

suntuosamente decorado, con una magnífica alfombra

que cubría la mayor parte del suelo de piedra. Los ojos

de los retratos de caras pálidas en las paredes siguieron a Snape y Yaxley mientras los pasaban a grandes

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zancadas. Los dos hombres se detuvieron ante una pesada puerta de madera que conducía a la siguiente

habitación, dudando durante el espacio de un latido de

corazón, entonces Snape giró la manilla de bronce.

El estudio estaba lleno de gente silenciosa, sentada a lo largo de una mesa ornamentada. El mobiliario usual de

la habitación había sido empujado descuidadamente

contra las paredes. La iluminación provenía de un

rugiente fuego bajo una hermosa chimenea de mármol

trasmontada por una ventana dorada. Snape y Yaxley se

demoraron un momento en el umbral. Cuando sus ojos

se acostumbraron a la falta de luz, fueron atraídos

hacia adelante por los extraños rasgos de la escena de

una figura humana aparentemente inconsciente que

colgaba bocabajo sobre la mesa, revolviéndose

lentamente como suspendida por una cuerda invisible,

y reflejada en el espejo y en la desnuda y pulida

superficie de la mesa de abajo. Ninguna de las personas

sentadas bajo esta singular visión estaba mirándola

excepto por un joven pálido sentado casi directamente

bajo ella. Parecía incapaz de evitar mirar hacia arriba a cada minuto o así.

-Yaxley, Snape, -dijo una voz alta y clara desde la

cabecera de la mesa-. Llegáis convenientemente tarde.

El que hablaba estaba sentado directamente ante el

fuego, así que fue difícil, al principio, para los recién llegados divisar algo más que su silueta. Cuando se

acercaron, sin embargo, su cara brilló a través de las

sombras, sin pelo, con aspecto de serpiente, con rajas

por nariz y brillantes ojos rojos cuyas pupilas eran

verticales. Estaba tan pálido que parecía emitir un

brillo perlado.

-Severus, aquí, -dijo Voldemort, señalando el asiento a

su inmediata derecha-. Yaxley… junto a Dolohov.

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Los dos hombres ocuparon sus lugares asignados. La mayoría de los ojos alrededor de la mesa siguieron a

Snape, y estaban posado en él cuando Voldemor habló

primero.

-¿Y?

-Mi Señor, La Orden del Fénix tiene intención de

trasladar a Harry Potter de su actual lugar seguro el

próximo sábado, al anochecer.

El interés alrededor de la mesa se agudizó

palpablemente. Algunos se tensaron, otros se

inquietaron, todos miraban fijamente a Snape y

Voldemort.

-Sábado… al anochecer, -repitió Voldemort. Sus ojos

rojos se fijaron en los negros de Snape con tanta

intensidad que algunos de los observadores apartaron la

mirada, aparentemente temerosos de que ellos mismos

resultaran quemados por la ferocidad de la mirada.

Snape, sin embargo, devolvió la mirada tranquilamente

a la cara de Voldemort y, después de un momento o

dos, la boca sin labios de Voldemort se curvó en algo

parecido a una sonrisa.

-Bien. Muy bien. Y esta información proviene de…

-… de la fuente que hemos discutido, -dijo Snape.

-Mi Señor.

Yaxley se había inclinado hacia adelante para mirar

mesa abajo hacia Voldemort y Snape. Todas las caras se

giraron hacia él.

-Mi Señor, yo he oído algo diferente.

Yaxley esperó, pero Voldemort no habló, así que siguió,

-A Dawlish, el Auror, se le escapó que Potter no será

trasladado hasta el día treinta, la noche antes de que

el chico cumpla diecisiete.

Snape estaba sonriendo.

-Mi fuente me dijo que plantarían un falso rastro; este

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debe ser. Ni dudo de que Dawlish está bajo un Encantamiento Confundus. No sería la primera vez; se

sabe que es susceptible.

-Te aseguro, mi Señor, que Dawlish parecía bastante

seguro, -dijo Yaxley.

-Si estaba Confundido, naturalmente que estaría

seguro, -dijo Snape-. Yo te aseguro, Yaxley, que la

Oficina de Aurores no tomará parte en la protección de

Harry Potter. La Orden cree que tenemos infiltrados en

el Ministerio.

-La Orden tiene razón en algo entonces, ¿verdad? -dijo

un hombre bajo y grueso sentado a corta distancia de

Yaxley; soltó una risita silbante que resonó allí y a lo

largo de la mesa.

Voldemort no rió. Su mirada había vagado hacia arriba

hasta el cuerpo que se revolvía lentamente en lo alto, y

parecía estar perdido en sus pensamientos.

-Mi señor, -siguió Yaxley-. Dawlish cree que toda una

partida de Aurores se ocupará de trasladar al chico…

Voldemort alzó una larga mano blanca, y Yaxley se

calló al instante, observando resentido como Voldemort

volvía a girarse hacia Snape.

-¿Dónde van a ocultar al chico a continuación?

-En la casa de un miembro de la Orden, -dijo Snape-. El

lugar, según la fuente, ha sido equipado con cada

protección que la Orden y el Ministerio juntos han

podido proporcionar. Creo que habrá poca oportunidad

de cogerle una vez esté allí, mi Señor, a menos, por

supuesto, que el Ministerio haya caído antes del

próximo Sabado, lo cual podría darnos la oportunidad

de descubrir y deshacer los suficientes encantamientos

como para romper el resto.

-Bien, ¿Yaxley? -llamó Voldemort mesa abajo, la luz del

fuego iluminaba extrañamente sus ojos rojos-. ¿Habrá

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caído el Ministerio para el próximo sábado?

Una vez más, todas las cabezas se giraron. Yaxley

cuadró los hombros.

-Mi Señor, tengo buenas noticias sobre ese punto. He…

con dificultad y después de grandes esfuerzos… tenido

éxito al colocar una Maldición Imperius sobre Pius

Thircknesse.

Muchos de los sentados alrededor de Yaxley parecieron

impresionados; su vecino, Dolohov, un hombre con una

larga y retorcida cara, le palmeó la espalda.

-Es un comienzo, -dijo Voldemort-. Pero Thicknesse es

solo un hombre. Scrimgeour debe estar rodeado por

nuestra gente antes de que yo actue. Un atentado

fallido contra la vida del Ministro me hará retroceder

un largo tramo del camino.

-Si… mi Señor, eso es cierto… pero ya sabe, como Jefe

del Departamente de Refuerzo de la Ley Mágica,

Thicknesse tiene contacto regular no solo con el propio

Ministro, sino también con los Jefes de todos los demás

departamentos del Ministerio. Será, creo yo, fácil ahora

que tenemos a un oficial de tan alto rango bajo nuestro

control, subyugar a los otros, y después podemos

trabajar todos juntos para someter a Scrimgeour.

-Mientras nuestro amigo Thicknesse no sea descubierto

antes de convertir al resto, -dijo Voldemort-. En

cualquier caso, parece improbabe que el Ministerio

vaya a ser mío antes del próximo Sábado. Si no

podemos tocar al chico en su destino, debemos hacerlo

mientras viaja.

-Tenemos ventaja ahí, mi Señor, -dijo Yaxley, que

parecía decidido a recibir alguna porción de

aprobación-. Ahora tenemos a varias personas plantadas

dentro del Departamento de Transporte Mágico. Si

Potter se Aparece o utiliza la Red Flu, lo sabremos

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inmediatamente.

-No harán ninguna de las dos cosas, -dijo Snape-. la

Orden está esquivando cualquier forma de transporte

que esté controlada o regulada por el Ministerios;

desconfían de todo lo que tenga que ver con ellos.

-Todavía mejor, -dijo Voldemort-. Tendrá que salir a

campo abierto. Más fácil de tomar, con mucho.

De nuevo Voldemort levantó la mirada hacia el cuerpo

que se revolvía lentamente mientras seguía,

-Me ocuparé del chico en persona. Se han cometido

demasiados errores en lo que a Harry Potter concierne.

Algunos de ellos han sido míos. Que Potter viva se debe

más a mis errores que a sus triunfos.

La compañía alrededor de la mesa observaba a

Voldemort aprensivamente, cada uno de ellos, por su

expresión, temiendo que pudieran ser culpados por la

continuada existencia de Harry Potter. Voldemort, sin

embargo, parecía estar hablando más para sí mismo

que para ninguno de ellos, todavía dirigiéndose al

cuerpo inconsciente sobre él.

-He sido descuidado, y así me he visto frustrado por la

suerte y la oportunidad, demoleroras de nada más y

nada menos que de los planes mejor trazados. Pero

ahora soy más listo. Entiendo lo que no entendía antes.

Debo ser yo quien mate a Harry Potter, y lo haré.

Ante esas palabras, aparentemente en respuesta a

ellas, sonó un repentino aullido, un terrible y

desgarrador grito de miseria y dolor. Muchos de los

sentados ante la mesa miraron hacia abajo,

sobresaltados, por el sonido que había parecido surgir

de debajo de sus pies.

-Colagusano, -dijo Voldemort, sin cambiar su tono

tranquilo y pensativo, y sin apartar los ojos de cuerpo

que se removía arriba-. ¿No te he dicho que

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mantuvieras a nuestro prisionero tranquilo?

-Si, m…mi Señor, -jadeó un hombrecillo en mitad de la

mesa, que había estado sentado tan abajo en su silla

que ésta había parecido, a primera vista, estar

desocupada. Ahora se revolvió en su asiento y salió a

toda prisa de la habitación, no dejando tras él nada

más que un curioso brillo plateado.

-Como estaba diciendo, -continuó Voldemort, mirando

de nuevo a las caras tensas de sus seguidores-. Ahora

soy más listo, necesitaré, por ejemplo, tomar prestada

la varita de uno de vosotros antes de ir a matar a

Potter.

Las caras a su alrededor no mostraron nada menos que

sorpresa; podría haber anunciado que quería coger

prestado uno de sus brazos.

-¿Ningún voluntario? -dijo Voldemort-. Déjadme ver…

Lucius, no veo razón para que sigas teniendo una

varita.

Lucius Malfoy levantó la mirada. Su piel parecía

amarillenta y cerosa a la luz del fuego, y sus ojos

estaban hundidos y sombríos. Cuando habló, su voz era

ronca.

-¿Mi Señor?

-Tu varita, Lucios. Exijo tu varita.

-Yo…

Malfoy miró de reojo a su esposa, que estaba mirando

directamente hacia adelante, tan pálida como él, su

largo pelo rubio colgaba por su espalda, pero bajo la

mesa sus dedos esbeltos se cerraron brevemente sobre

la muñeca de su esposo. Ante su toque, Malfoy metió la

mano en la túnica, retirando una varita, y pasándosela

a Voldemort, que la sostuvo en alto delante de sus ojos

rojos, examinándola atentamente.

-¿Qué es?

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-Olmo, mi Señor, -susurró Malfoy.

-¿Y el centro?

-Dragón… nervio de corazón de dragón.

-Bien, -dijo Voldemort. Sacó su propia varita y comparó

sus longitudes. Lucius Malfoy hizo un movimiento

involuntario; durante una fracción de segundo pareció

como si esperara recibir la varita de Voldemort a

cambio de la suya. El gesto no le pasó por alto a

Voldemort, cuyos ojos se abrieron maliciosamente.

-¿Darte mi varita, Lucius? ¿Mi varita?

Algunos de los miembros de la multitud rieron.

-Te he dado tu libertad, Lucius, ¿no es suficiente para

ti? Pero he notado que tú y tu familia parecéis menos

felices que antes… ¿Qué hay en mi presencia en tu casa

que te disguste, Lucius?

-Nada… ¡nada, mi Señor!

-Que mentiroso, Lucius…

La suave voz pareció sisear incluso después de que la

cruel boca hubiera dejado de moverse. Uno o dos de los

magos apenas reprimieron un estremecimiento cuando

el siseo creció en volumen; algo pesado podía oirse

deslizándose por el suelo bajo la mesa.

La enorme serpiente emergió para escalar lentamente

por la silla de Voldemort. Se alzó, pareciendo

interminable, y fue a descansar sobre los hombros de

Voldemor; su cuello era más grueso que el muslo de un

hombre; sus ojos, con sus rajas verticales por pupilas,

no parpadeaban. Voldemort acarició a la criatura

ausentemente con largos dedos finos, todavía mirando

a Lucius Malfoy.

-¿Por qué los Malfoy parecen tan infelices con su

suerte? ¿No es mi retorno, mi ascenso al poder, lo que

profesaban desear durante tantos años?

-Por supuesto, mi Señor, -dijo Lucius Malfoy. Su mano

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temblaba cuando se limpió el sudor del labio superior-.

Lo deseabamos… lo deseamos.

A la izquierda de Malfoy su esposa hizo un extraño y

rígido asentimiento, sus ojos evitaban a Voldemort y a

la serpiente. A su derecha, su hijo, Draco, que había

estado mirando fijamente hacia arriba al cuerpo inerte

en lo alto, miró rápidamente hacia Voldemort y apartó

la mirada una vez más, aterrado de hacer contacto

ocular.

-Mi Señor, -dijo una mujer oscura en mitad de la mesa,

su voz sonaba constrecnida por la emoción-, es un

honor tenerte aquí, en la casa de nuestra familia. No

puede haber mayor placer.

Sentada junto a su hermana, tan diferente a ella en

aspecto, con su pelo oscuro y ojos pesadamente

perfilados, como lo era en aguante y comportamiento;

donde Narcissa se sentaba rígida e impasible, Bellatrix

se inclinaba hacia Voldemort, como si las meras

palabras no pudieran demostrar su anhelo de estar más

cerca.

-No hay más alto placer, -repitió Voldemor, su cabeza

se inclinó un poco a un lado mientras evaluaba a

Bellatrix-. Eso significa mucho, Bellatrix, viniendo de ti.

La cada de ella se llenó de color, sus ojos se inundaron

de lágrimas de deleite.

-¡Mi Señor sabe que no dijo mas que la verdad!

-No hay más alto placer… ¡ni siquiera comparado con el

feliz evento que, según he oído, ha tenido lugar esta

semana en tu familia!

Ella le miró, con los labios separados, evidentemente

confusa.

-No sé lo que quieres decir, mi Señor.

-Estoy hablando de tu sobrina, Bellatrix. Y la vuestra,

Lucius y Narcissa. Se acaba de casar con el hombrelobo,

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Remus Lupin. Debéis estar orgullosos.

Hubo una explosión de risas socarronas alrededor de la

mesa. Muchos se inclinaron hacia adelante para

intercambiar miradas divertidas, unos pocos golpearon

la mesa con los puños. La gran serpiente, disgustada

por el disturbio, abrió la boca de par en par y siseó

furiosamente, pero los mortífagos no lo oyeron, tan

jubilosos como estaban ante la humillación de Bellatrix

y los Malfoy. La cara de Bellatrix, tan recientmente

ruborizada de felicidad, se había vuelto de un feo y

manchado rojo.

-No es prima nuestra, mi Señor, -gritó sobre el regocijo-

. Nosotros… Narcissa y yo… nunca volvimos a ver a

nuestra hermana desde que se casara con el

sangresucia. Esa mocosa no tiene nada que ver con

ninguna de nosotras, ni ninguna bestia con la que se

haya casado.

-¿Qué dices tú, Draco? -preguntó Voldemort, y aunque

su voz era queda, fue llevada claramente a través de

silbidos y risotadas-. ¿Harás de canguro a los engendros?

El regocijo creció; Draco Malfoy miraba aterrorizado a

su padre, que bajaba la mirada a su propio regazo,

entonces captó la mirada de su madre. Ella sacudió la

cabeza casi imperceptiblemente, después reasumió su

propia mirada impasible hacia la pared opuesta.

-Ya basta, -dijo Voldemort, acariciando a la furiosa

serpiente-. Ya basta.

Y la risa murió al instante.

-Muchos de nuestros más antiguos árboles familiares se

han vuelto un poco descuidados con el paso del tiempo,

-dijo cuando Bellatrix le miró fijamente, sin aliento e

implorante-. ¿Qué debes podar y qué no para

mantenerlo saludable? Cortas aquellas partes que

amenazan la salud del resto.

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-Si, mi Señor, -susurró Bellatrix, y sus ojos se inundaron de nuevo con lágrimas de gratitud-. ¡A la primera

oportunidad!

-Debes hacerlo, -dijo Voldemort-. y en tu familia, al

igual que en el mundo… debemos cortar el cáncer que

nos infecta hasta que solo los de la sangre auténtica

permanezcan…

Voldemort alzó la varita de Lucius Malfoy, apuntándola

directamente a la figura que se revolvía lentamente

suspendida sobre la mesa, y le dio una pequeña

sacudida. La figura volvió a la vida con un gemido y

empezó a luchar contra ataduras invisibles.

-¿Reconoces a nuestra invitada, Severus? -preguntó

Voldemort.

Snape alzó los ojos a la cara que estaba bocabajo.

Todos los mortifagos estaban mirando hacia la cautiva

ahora, ya que se les había dado permiso para mostrar

curiosidad. Cuando volvió la cara hacia la luz del fuego, la mujer dijo con voz rota y aterrada.

-¡Severus! ¡Ayúdame!

-Ah, si, -dijo Snape cuando la prisionera volvió a girar

lentamente hacia otro lado.

-¿Y tú, Draco? -preguntó Voldemort, acariciando el

hocico de la serpiente con la mano libre de la varita.

Draco sacudió la cabeza tirantemente. Ahora que la

mujer había despertado, parecía incapaz de seguir

mirándola.

-Pero no tendrás que asistir a sus clases, -dijo

Voldemort-. Para aquellos de vosotros que no lo sepáis,

nos reunimos aquí esta noche por Charity Burbage

quien, hasta recientemente, enseñaba en la Escuela

Hogwarts de Magia y Hechicería.

Se produjeron pequeños ruidos de comprensión

alrededor de la mesa. Una mujer ancha y encorvada

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con dientes puntiagudos cacareó.

-Si… la profesora Burbage enseñaba a los hijos de brujas

y magos todo sobre los muggles…. como no son tan

diferentes a nosotros…

Uno de los mortifagos escupió en el suelo. Charity

Burbage volvió la cara de nuevo hacia Snape.

-Severus… por favor… por favor.

-Silencio, -dijo Voldemort, con otro golpe de la varita

de Malfoy Charity cayó en silencio como amordazada-.

No me alegra la corrupción y contaminación de las

mentes de niños magos, la semana pasada la Profesora

Burbage escritió una apasionada defensa de los

sangresucia en el Profeta. Los magos, dijo, deben

aceptar a ladrones de su conocimiento y magia. La

mengua de los purasangre es, dice la Profesora

Burbage, una circunstancia de lo más deseable…. Haría

que todos nosotros nos emparejáramos con muggles… o,

sin duda, con hombreslobo…

Nadie rio esta vez. No había duda de la furia y el

descontento en la voz de Voldemort. Por tercera vez,

Charity Burbage se revolvió para enfrentar a Snape.

Corrían lágrimas desde sus ojos hasta su pelo. Snape le

devolvió la mirada, impasible, mientras ella giraba otra

vez lentamente.

-Avada Kedavra.

El destello de luz verde iluminó cada esquina de la

habitación. Charity cayó con un resonante golpe sobre

la mesa de abajo, que tembló y se partió. Varios de los

mortífagos saltaron hacia atrás en sus sillas. Draco cayó fuera de la suya hasta el suelo.

-La cena, Nagini, -dijo Voldemort suavemente, y la gran

serpiente se balanceó y se deslizó de su hombro hasta

el suelo pulido.

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Capítulo Dos:

En memoria

H  arry estaba sangrando. Agarrándose la

mano derecha con la izquierda y jurando por lo bajo,

abrió la puerta de su dormitorio con el hombro. Hubo

un crujido de porcelana rota. Había pisado una taza de

te frío que yacía sobre el suelo fuera de la puerta de su dormitorio.

-Que dem…

Miró a su alrededor, el descansillo del número cuatro

de Privet Drive, estaba desierto. Posiblemente la taza

de te fuera la idea que tenía Dudley de lo que sería una

hábil trampa cazabobos. Manteniendo la mano

sangrante elevada, Harry reunió los fragmentos de la

taza con la otra mano y los tiró dentro de la ya repleta

papelera que apenas se veía dentro del dormitorio.

Luego con fuertes pisadas fue hacia el baño para poner

el dedo debajo del grifo.

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Era estúpido, inconveniente e irritante más allá de lo creíble que todavía le faltaran cuatro días para poder

hacer magia… pero tenía que admitir ante si mismo que

ese sinuoso corte en el dedo podría haberlo derrotado.

Nunca había aprendido a curar heridas, y ahora que

pensaba en ello –particularmente a la luz de sus planes

inmediatos- este parecía un serio fallo en su educación

mágica. Haciendo una nota mental de pedirle a

Hermione que le enseñara a hacerlo, uso un gran

puñado de papel higiénico para limpiar tanto te como

pudo, antes de volver al dormitorio y cerrar la puerta

de un golpe tras de sí.

Harry había pasado la mañana vaciando completamente

el baúl del colegio por primera vez desde que lo había

empacado seis años atrás, desde comienzo de los años

de internado escolar, hasta ahora apenas había tocado

las tres cuartas partes superiores y las había

reemplazado o renovado, dejando una capa de restos

varios en el fondo, viejas plumas, ojos de escarabajo

disecados, calcetines sueltos que ya no le servían.

Minutos antes Harry había hundido la mano en esa

porquería, experimentando un dolor punzante en el

cuarto dedo de la mano derecha y al sacarla había visto

un montón de sangre.

Ahora procedió con algo más de cuidado. Arrodillándose

junto al baúl, tanteó el fondo y después de retirar una

vieja insignia que cambiaba débilmente entre “Apoyen

a CEDRIC DIGGORY y POTTER APESTA”, un

resquebrajado y gastado chivatoscopio y un relicario de

oro dentro del cual una nota firmada R.A.B había

estado escondida, finalmente descubrió el borde

afilado que había causado el daño. Lo reconoció

enseguida. Era un fragmento de dos pulgadas de largo

del espejo encantado que su padrino, ahora muerto,

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Sirius, le había dado. Harry lo dejo a un lado y tanteó cautamente en el baúl buscando el resto, pero no

quedaba nada más del último regalo de su padrino salvo

vidrio pulverizado que se adhería como arena brillante

a la capa más profunda de restos.

Harry se sentó derecho y examinó el mellado pedazo

con el que se había cortado, sin ver nada más que sus

propios brillantes ojos verdes reflejados en él. Luego

puso el fragmento sobre El Profeta de esa mañana, que

descansaba sobre la cama sin leer, e intentó contener

el repentino flujo de amargos recuerdos, las puñaladas

de añoranza y nostalgia que el descubrimiento del

espejo roto habían ocasionado, atacando el resto de la

basura que había en el baúl.

Le llevó otra hora vaciarlo completamente, tirar las

cosas inútiles y clasificar las restantes en pilas de

acuerdo a si iba a necesitarlas o no a partir de ahora.

Los uniformes del colegio y de Quidditch, el caldero,

pergaminos, plumas y la mayoría de los libros de texto

fueron apilados en una esquina, para ser dejados atrás.

Se preguntaba que harían su tía y su tío con ellos;

probablemente quemarlos a altas horas de la noche

como si fueran las pruebas de algún horrendo crimen.

Su ropa muggle, la capa de invisibilidad, el equipo para

fabricar pociones, algunos libros, el álbum de fotos que

Hagrid le había obsequiado una vez, un puñado de

cartas y su varita habían sido empacadas nuevamente

en una vieja mochila. En un bolsillo delantero coloco el

mapa del merodeador y el relicario con la nota firmada

R.A.B. Al relicario le había otorgado ese lugar de honor

no debido a su valor –era inútil en todos los sentidos

prácticos- sino debido a lo que había costado

obtenerlo.

Esto dejaba un considerable fajo de periódicos sobre el

- 27 -

escritorio, al lado de su nevada lechuza, Hedwig. Uno

por cada día que había pasado en Privet Drive ese

verano.

Se levantó del suelo, se estiró y cruzó la habitación

hacia el escritorio. Hedwig no hizo ni un movimiento

cuando empezó a hojear los periódicos, tirándolos a la

pila de basura uno por uno. La lechuza estaba dormida,

o lo fingía, estaba enfadada con Harry por la limitada

cantidad de tiempo que en ese momento se le permitía

pasar fuera de la jaula.

Mientras se acercaba al fondo de la pila de periódicos,

Harry aminoró la velocidad, buscando un ejemplar en

particular que sabía que había llegado poco después de

haber llegado él a Privet Drive a pasar el verano;

recordaba que en la primera página había habido una

pequeña mención sobre la renuncia de Charity Burbage,

la profesora de Estudios Muggles de Hogwarts. Al final

lo encontró. Yendo a la página diez se hundió en la silla del escritorio y releyó el artículo que había estado

buscando.

Albus Dumbledore Recordado

Por Elphias Dodge

Conocí a Albus Dumbledore a la edad de

once años en nuestro primer día en

Hogwarts. Nuestra mutua atracción se debió

sin duda al hecho de que ambos nos

sentíamos forasteros. Yo por mi parte había

contraído fiebre del dragón poco antes de

llegar al colegio, y aunque ya no era

contagioso, mi rostro picado y el tinte

verdoso no alentaban a muchos a que se me

- 28 -

acercaran. Por su parte Albus había llegado a Hogwarts con la carga de la no deseada

notoriedad. Apenas un año antes su padre

Percival había sido apresado por un salvaje y

bien publicitado ataque contra tres jóvenes

Muggles.

Albus nunca intentó negar que su padre (que

murió en Azkaban) hubiera cometido ese

crimen, al contrario, cuando reuní valor

para preguntarle me aseguró que sabía que

su padre era culpable. Aparte de eso,

Dumbledore se negaba a hablar del triste

asunto, aunque muchos trataron de que lo

hiciera. Algunos, incluso, estaban dispuestos

a alabar la acción de su padre y asumieron

que también Albus era enemigo de los

muggles. No podían haber estado más

equivocados: ya que cualquiera que

conociera a Albus podría haber atestiguado

que jamás reveló ni la más remota

tendencia anti-muggle. Es más, su decidido

apoyo a los derechos de los muggles le ganó

muchos enemigos en los años subsiguientes.

Sin embargo, en cuestión de meses la propia

fama de Albus comenzó a eclipsar la de su

padre. Al finalizar el primer año ya nunca

más sería conocido como el hijo del enemigo

de los muggles, sino nada más y nada menos

que como el más brillante alumno visto

nunca vez en el colegio. Aquellos de

nosotros que tuvimos el privilegio de ser sus

amigos nos beneficiamos de su ejemplo, por

no mencionar su ayuda y estímulo, con los

cuales siempre era generoso. Más tarde me

- 29 -

confesó que incluso entonces había sabido que su mayor placer sería siempre la

enseñanza.

No solo ganó cada premio por mérito que

ofrecía el colegio sino que pronto estuvo

manteniendo correspondencia regularmente

con los más notables magos de renombre de

la época, incluyendo a Nicolas Flamel, el

celebrado alquimista; Bathilda Bagshot, la

notoria historiadora; y Adalbert Waffling el

mago teórico. Varios de sus documentos se

abrieron camino hasta conocidas

publicaciones, como Transfiguración Hoy,

Los Retos de los Encantamientos y Pociones

Prácticas. La futura carrera de Dumbledore

parecía que iba a ser meteórica y la única

pregunta a considerar era cuándo iba a

convertirse en Ministro de Magia. Sin

embargo aunque en años posteriores se

predijo varias veces que estaba a punto de

aceptar el trabajo, nunca tuvo ambiciones

ministeriales.

Tres años después de que hubiéremos

comenzado en Hogwarts el hermano de

Albus, Aberforth, llegó al colegio. No se

parecían; Aberforth nunca fue carismático, y

al contrario que Albus, prefería arreglar las

disputas con duelos en lugar de a través de

discusiones razonables. Sin embargo es

bastante erróneo afirmar, como algunos han

hecho, que los hermanos no eran amigos. Se

llevaban tan bien como podrían hacerlo dos

muchachos tan diferentes. Para ser justos

con Aberforth, se debe admitir que vivir

- 30 -

bajo la sombra de Albus no puede haber sido una experiencia totalmente cómoda. Ser

continuamente eclipsado era el riesgo

inherente de ser su amigo y ser su hermano

no debe haber sido mucho más placentero.

Cuando Albus y yo dejamos Hogwarts

habíamos planeado hacer juntos la entonces

tradicional vuelta al mundo, visitando y

observando a magos extranjeros antes de

proseguir con nuestras respectivas carreras.

Sin embargo la tragedia intervino. En la

misma víspera de nuestra partida, la madre

de Albus, Kendra murió. Dejando a Albus

como el cabeza y único sustento de la

familia. Pospuse mi partida lo suficiente

como para presentar mis respetos en el

funeral de Kendra y luego partí para lo que

ahora sería un viaje solitario. Con un

hermano y hermana más jóvenes a los que

cuidar, y con poco dinero heredado, ya no

había dudas de que Albus no me

acompañaría.

Ese fue el período de nuestras vidas en el

que menos contacto tuvimos, le escribí a

Albus contándole, tal vez insensiblemente,

de las maravillas de mi viaje, narrándole

desde escapadas por los pelos de chimaeras

en Grecia hasta experimentos llevados a

cabo por los alquimistas egipcios. Sus cartas

me decían poco de su vida diaria, que

adivinaba debía ser extremadamente

aburrida para tan brillante mago. Inmerso

en mis propias experiencias fue con horror

que escuché ya cerca del final de mi viaje

- 31 -

de un año, que otra tragedia más había

golpeado a los Dumbledore; la muerte de su

hermana Ariana.

Aunque Ariana había sufrido de mala salud

desde hacía algún tiempo, el golpe,

acaecido tan poco tiempo después de la

pérdida de su madre, tuvo un profundo

efecto en ambos hermanos. Todas las

personas cercanas a Albus –y me cuento a mí

mismo entre ese afortunado número-

coincidimos en que la muerte de Ariana, y

los sentimientos de Albus de que se sentía

personalmente responsable (aunque por

supuesto que no tuvo la culpa) dejaron una

marca permanente en él.

Regresé a casa para encontrarme a un

hombre joven que había experimentado

sufrimientos reservados para una persona de

mayor edad. Albus era más reservado que

antes, y mucho menos alegre. En adición a

su desdicha, la pérdida de Ariana, había

llevado, no a una renovada cercanía entre

Albus y Aberforth, sino a un alejamiento

(con el tiempo este se disiparía… en años

posteriores restablecieron si no una relación

cercana al menos una ciertamente cordial).

De todas formas, de allí en adelante habló

muy raramente de sus padres o de Ariana y

sus amigos aprendimos a no mencionarlos.

Otras plumas describirán los triunfos de los

años subsiguientes. Las innumerables

contribuciones de Dumbledore al cúmulo de

conocimientos sobre hechicería, incluyendo

el descubrimiento de los doce usos de la

- 32 -

sangre de dragón que beneficiaría a las

generaciones por venir, así como la

sabiduría que desplegaba en los muchos

juicios que efectuó siendo Brujo Supremo

del Winzegamot. Aún se comenta que ningún

duelo entre brujos superó nunca al sostenido

entre Dumbledore y Grindelwald en 1945.

Los que lo presenciaron han escrito acerca

del terror y el asombro que sintieron al

observar a esos dos extraordinarios brujos

batallar. El triunfo de Dumbledore y sus

consecuencias para el mundo de la

hechicería son considerados un punto

culminante en la historia de la magia,

comparable a la introducción del Estatuto

Internacional de Reserva o la caída de El-

que-no-debe-ser-nombrado.

Albus Dumbledore nunca fue soberbio ni

vano; podía encontrar algo que valorar en

cualquier persona, sin importar cuan

aparentemente insignificante o ruin fuera, y

creo que sus tempranas pérdidas lo dotaron

de gran humanidad y compasión. Extrañaré

su amistad más de lo que puedo expresar,

pero mi pérdida no es nada comparada con

la del mundo de la magia. No se puede

cuestionar que fue el más inspirado y amado

director de Hogwarts. Murió como vivió,

trabajando siempre por el bien mayor y

hasta su última hora tan deseoso de tender

la mano a un pequeño niño con fiebre de

dragón como el primer día que le conocí.

- 33 -

Harry terminó de leer pero continuó mirando la foto que aparecía acompañando el obituario. Dumbledore

lucía su acostumbrada sonrisa gentil, pero como miraba

por encima de sus medias gafas, daba la impresión,

incluso desde el periódico, de que miraba a Harry con

rayos X, provocando que la tristeza se entremezclara

con una sensación de humillación.

Él había creído conocer a Dumbledore bastante bien,

pero desde que había leído el obituario se había visto

forzado a reconocer que apenas si le conocía. Ni una

sola vez se había imaginado la niñez y la juventud de

Dumbledore, era como si hubiera nacido tal como Harry

lo había conocido, venerable, con el cabello plateado y

anciano. La idea de un Dumbledore adolescente era

sencillamente extraña, como tratar de imaginarse a una

Hermione estúpida o a un escreguto de cola explosiva

amistoso.

Nunca había pensado en preguntarle a Dumbledore

acerca de su pasado. Sin duda se hubiera sentido

extraño, impertinente incluso, pero después de todo

era de común conocimiento que Dumbledore había

tomado parte en ese legendario duelo con Grindelwald,

y a Harry no se le había ocurrido preguntarle como

había sido eso, ni acerca de ninguno de sus otros

famosos logros. No, siempre habían hablado de Harry,

el pasado de Harry, el futuro de Harry, los planes de

Harry… y a Harry le parecía ahora que a pesar del

hecho de que su futuro fuera tan peligroso e incierto,

había perdido irremplazables oportunidades al haber

omitido preguntarle a Dumbledore más cosas acerca de

su vida. Aunque sospechaba que la única pregunta

personal que jamás le había hecho a su Director era

también la única que Dumbledore no había respondido

honestamente.

- 34 -

¿Qué ve cuando mira en el espejo?

¿Yo? Me veo a mi mismo sosteniendo un grueso par de

calcetines de lana.

Después de considerarlo unos minutos, Harry arrancó el

obituario de El Profeta, lo dobló cuidadosamente y lo

metió dentro del primer volumen de Defensa Mágica

Práctica y sus Usos Contra las Artes Oscuras. Luego tiró

el resto del periódico a la pila de basura y se giró

enfrentando la habitación. Estaba mucho más

ordenada. La única cosa fuera de lugar era El Profeta

del día de hoy, aún tirado sobre la cama con el trozo de

espejo roto encima.

Harry cruzó la habitación, corrió el fragmento de

espejo sacándolo de encima de El Profeta del día, y

desdobló el periódico. Cuando esa mañana temprano

había recogido el periódico enrollado traído por la

lechuza repartidora, apenas le había echado un vistazo

al titular y después de advertir que no decía nada

acerca de Voldemort lo había hecho a un lado. Harry

estaba seguro que el Ministerio estaba presionando a El

Profeta para que suprimiera las noticias sobre

Voldemort. Por lo que ahora mismo cuando vio lo que

se había perdido.

Atravesando la segunda mitad de la página principal

había un titular más pequeño colocado sobre una foto

de Dumbledore caminando a zancadas, con aspecto

apurado.

Dumbledore ¿Al fin la verdad? La próxima 

semana la conmocionante historia del 

imperfecto genio considerado por muchos el 

más grandiosos mago de su generación. 

Despojándole de la imagen popular de serena 

sabiduría bajo la barba plateada, Rita Skeeter 

- 35 -

revela la trastornada infancia, la desenfrenada juventud, las eternas enemistades, y los 

secretos culpables que Dumbledore se llevó a la 

tumba. ¿POR QUÉ el hombre hecho para ser 

Ministro de Magia se contentó con ser un mero 

Director? ¿CUÁL era el propósito real de la 

organización secreta conocida como la Orden 

del Fénix? ¿CÓMO encontró verdaderamente 

Dumbledore su final? 

La respuesta a estas y muchas otras preguntas 

serán exploradas en la nueva y explosiva 

biografía, Vida y Mentiras de Albus 

Dumbledore, por Rita Skeeter, exclusivamente 

entrevistada por Barry Braithwaite, página 13 

en el interior. 

Harry abrió el periódico de un tirón y encontró la

página trece. El artículo estaba encabezado por una

foto que mostraba otra cara familiar: una mujer que

usaba gafas enjoyadas con el cabello peinado en rizos

rubios muy elaborados, los dientes sobresalían en lo

que claramente se veía que era una sonrisa triunfal,

meneando los dedos ante él. Haciendo lo que pudo por

ignorar esa nauseabunda imagen, Harry continuó

leyendo

En persona Rita Skeeter es mucho más cálida y 

suave de lo que los famosos retratos hechos con 

su feroz pluma puedan sugerir. Me dio la 

bienvenida en el vestíbulo de su acogedor 

hogar y me condujo directamente a la cocina 

para ofrecerme una taza de té, una pedazo de 

tarta, y no hace falta que lo diga, un humeante 

cubo de los más novedosos chismes. 

- 36 -

-Bueno por supuesto que Dumbledore es el sueño de un cronista, dijo Skeeter, con una 

vida tan larga y plena. Estoy segura de que mi 

libro será el primero de muchos, muchos otros. 

Skeeter fue ciertamente rápida Había 

terminado el libro de novecientas páginas, 

solamente cuatro semanas después de la 

misteriosa muerte de Dumbledore acaecida en 

junio. 

Le pregunté como se las había arreglado para 

llevar a cabo esa proeza tan increíblemente 

rápido. 

-Oh, cuando has sido periodista tanto tiempo 

como yo, trabajar con plazos límite se 

convierte en tu segunda naturaleza. Sabía que 

el mundo de la magia clamaba por la historia 

completa y quería ser la primera en complacer 

esa necesidad. 

Mencioné la reciente nota ampliamente 

divulgada de Elphias Doge, Consejero Especial 

del Wizengamot y perpetuo amigo de Albus 

Dumbledore, que dice “El libro de Skeeter 

contiene menos hechos que una tarjeta de las 

que encuentras en las Ranas de Chocolate”. 

Skeeter echó atrás la cabeza y se rió. 

-¡Querido Dodgy! Recuerdo haberle 

entrevistado hace unos años acerca de los 

derechos de las sirenas, que Dios lo bendiga. 

Está completamente gaga, parecía pensar que 

estábamos sentados en el fondo del Lago 

Windermere, continuaba diciéndome que 

tuviera cuidado con las truchas. 

Y aún así las acusaciones de inexactitudes de 

Elphias Doge han echo eco en muchos lugares. 

- 37 -

¿Realmente Skeeter piensa que cuatro cortas semanas son suficientes para tener un cuadro 

completo de la larga y extraordinaria vida de 

Dumbledore? 

-Oh, querido, sonríe Skeeter golpeándome 

afectuosamente los nudillos, ¡sabes tan bien 

como yo cuanta información puede ser 

generada con una bolsa de galeones, una 

negativa a escuchar la palabra “no” y una linda 

y afilada Pluma Citas-Rápidas! De todas formas 

la gente hacía cola para entregarme en bandeja 

los chanchullos de Dumbledore. No todos 

pensaban que era tan maravilloso, sabes. Pisó 

una horrible cantidad de importantes pies. 

Pero el viejo Dodgy Doge puede ir bajándose de 

su alto hipogrifo, porque tuve acceso a una 

fuente por la que la mayoría de los periodistas 

hubieran agitado sus varitas, una que nunca 

había hablado en público antes y que estuvo 

muy unida a Dumbledore durante la más 

turbulenta y angustiosa etapa de su juventud. 

La publicidad anticipada de la biografía de 

Skeeter había sugerido que ciertamente habría 

abundantes sobresaltos para aquellos que 

creían que Dumbledore había llevado una vida 

libre de culpas. ¿Cuáles eran las grandes 

sorpresas que encubría? Le pregunté. 

-Venga, vamos, déjalo, Betty, ¡no voy a revelar 

todo lo destacable antes de que nadie compre 

el libro! Skeeter se echó a reír, pero te 

prometo que cualquiera que todavía piense que 

Dumbledore era tan blanco como su barba ¡es 

susceptible a sufrir un crudo despertar! 

Digamos solamente que nadie que lo haya oído 

- 38 -

rabiar contra Ya-sabes-quien hubiera soñado que él mismo chapoteó en las Artes Oscuras en 

su juventud. Y para un brujo que pasó sus 

últimos años defendiendo la tolerancia, no era 

exactamente abierto de mente cuando era más 

joven. Si, Albus Dumbledore tiene un pasado 

extremadamente oscuro, por no mencionar una 

familia muy sospechosa, que se empeñó muy 

duro en mantener oculta. 

Pregunté a Skeeter si iba a hacer referencia al 

hermano de Dumbledore, Aberforth, que fue 

encarcelado por mal uso de la magia por el 

Wizengamot causando un escándalo menor 

quince años atrás. 

-Oh, Aberforth es solo la punta del montón de 

estiércol, se rió Skeeter, No, no. Estoy 

hablando de algo mucho peor que un hermano 

con una afición a enredarse con cabras, aún 

peor que un padre mutilador de muggles… De 

cualquier forma Dumbledore no pudo mantener 

a ninguno de los dos entre las sombras, el 

Wizengamot presentó cargos contra ambos. No, 

eran la madre y la hermana las que me 

intrigaban y escarbando un poco descubrí un 

verdadero nido de asquerosidades, pero como 

dije, tendrás que esperar a los capítulos nueve 

a doce para obtener los detalles completos. 

Todo lo que puedo decir ahora es que no me 

extraña que Dumbledore nunca hablara acerca 

de cómo se rompió la nariz. 

¿No obstante los esqueletos familiares, negaba 

Skeeter la brillantez que llevó a Dumbledore a 

hacer varios descubrimientos mágicos? 

-Tenía cerebro, concedió, aunque ahora muchos 

- 39 -

se preguntan si realmente puede llevarse todo el crédito de todos sus supuestos logros. Como 

revelo en el capítulo dieciséis, Ivon Dillonsby, 

reclama que ya había descubierto ocho usos de 

la sangre de dragón cuando Dumbledore tomó 

“prestados” sus documentos. 

Pero la importancia de algunos de los logros de 

Dumbledore, no puede, presumo, ser negada. 

¿Qué me dice de la famosa derrota de 

Grindelwald? 

-Oh, me alegra que haya nombrado a 

Grindelwald, dijo Skeeter con una sonrisa 

exasperada, me temo que esos que ven con 

inocentes y confiados ojos la espectacular 

victoria de Dumbledore, deben prepararse a sí 

mismos para una bomba… o tal vez una bomba 

de estiércol. Un asunto muy sucio en verdad. 

Todo lo que diré es que no estén tan seguros de 

que realmente hubo un espectacular duelo de 

leyenda. Después de leer mi libro la gente 

puede verse forzada a concluir que Grindelwald 

sencillamente conjuró un pañuelo blanco de la 

punta de su varita y se rindió tranquilamente. 

Skeeter se negó a revelar nada más acerca de 

este intrigante tema, por lo que nos volcamos 

en la relación que seguramente fascinará a sus 

lectores más que cualquier otra. 

-Oh, si, dijo Skeeter, asintiendo vivamente, 

dedico un capitulo entero a la relación Potter-

Dumbledore. Ha sido llamada poco saludable, 

incluso siniestra. Nuevamente, los lectores 

tendrán que comprar el libro para obtener la 

historia completa, pero no hay duda de que 

Dumbledore tenía un interés poco natural en 

- 40 -

Potter, ya que estamos. Si eso fue realmente para bien del muchacho… bien ya lo veremos. 

Es ciertamente un secreto a voces que Potter 

ha tenido una adolescencia de lo más 

problemática. 

Pregunté a Skeeter si aún se mantenía en 

contacto con Harry Potter, a quien tan 

célebremente había entrevistado el año 

pasado, en un importante avance en el que 

Potter hablaba en exclusiva de su convicción de 

que Ya-saben-quien había regresado. 

-Oh, si desarrollamos un lazo íntimo, dijo 

Skeeter, pobre Potter tiene muy pocos amigos 

verdaderos, y nos conocimos en uno de los 

momentos de su vida en el que más duramente 

fue puesto a prueba… El Campeonato de los 

Tres Magos. Probablemente soy una de las 

pocas personas con vida que puede decir que 

conoce al verdadero Harry Potter. 

Lo que nos lleva a los muchos rumores que aún 

circulan acerca de las últimas horas de 

Dumbledore. ¿Piensa Skeeter que Potter estaba 

allí cuando Dumbledore murió? 

-Bueno no quiero decir demasiado… está todo 

en el libro… pero testigos dentro del castillo de 

Hogwarts vieron a Potter salir corriendo de la 

escena, momentos después de que Dumbledore 

cayera, saltara o fuera empujado. … después se 

encontraron evidencias contra Severus Snape un 

hombre contra el cual Harry siente un notorio 

rencor. ¿Es todo lo que parece? Eso queda a 

juicio de la Comunidad Mágica… una vez que 

haya leído mi libro. 

Con esa intrigante nota me despido. No hay 

- 41 -

duda de que Skeeter ha escrito un bestseller instantáneo. Mientras que las legiones de 

admiradores de Dumbledore puede que estén 

temblando ante lo que pronto saldrá a la luz 

acerca de su héroe. 

Harry llegó al final del artículo pero continuó mirando

la página inexpresivamente. La repulsión y la furia

ascendieron en él como si fuera a vomitar. Hizo una

bola con el periódico y lo arrojó con todas sus fuerzas,

contra la pared, donde fue a reunirse con el resto de la

basura apilada alrededor de la repleta papelera.

Empezó a caminar a zancadas, ciegamente, por la

habitación, abriendo cajones vacíos y levantando libros

solo para volverlos a dejar en las mismas pilas, apenas

consciente de lo que estaba haciendo, mientras frases

al azar del artículo de Rita hacían eco en su cabeza: Un

capítulo entero a la relación Potter-Dumbledore… Ha

sido llamada poco saludable, incluso siniestra… el

mismo chapoteó en las artes oscuras en su juventud…

tuve acceso a una fuente por la que la mayoría de los

periodistas hubieran agitado sus varitas…

-¡Mentiras! -gritó Harry, y a través de la ventana vio

como el vecino de la casa de al lado, que había hecho

una pausa mientras segaba el césped, miraba

nerviosamente hacia arriba.

Harry se sentó en la cama con fuerza. El pedazo roto de

espejo danzó lejos de él; lo levantó y le dio vuelta

entre los dedos, pensando… pensando en Dumbledore y

en las mentiras con que Rita Skeeter le estaba

difamando…

Hubo un relámpago de brillante azul. Harry se quedó

congelado, el dedo lastimado deslizándose sobre el

mellado borde del vidrio otra vez. Debía habérselo

- 42 -

imaginado, seguramente. Miro por encima del hombro, pero la pared lucía el enfermizo tono durazno que su

tía Petunia había elegido. No había nada azul allí que

pudiera ser reflejado por el espejo. Volvió a mirar el

fragmento de espejo nuevamente, sin ver otra cosa que

sus brillantes ojos verdes devolviéndole la mirada.

Se lo había imaginado, no había otra explicación. Lo

había imaginado por haber estado pensando en su

director muerto. Si de algo era seguro, era que los

brillantes ojos azules de Albus Dumbledore, nunca le

atravesarían otra vez.

- 43 -

Capítulo Tres:

La despedida de los Durlsey

E  l sonido al cerrarse de golpe la puerta

delantera hizo eco a través de las escaleras y una voz

rugió, “Eh! Tu!”Luego de dieciséis años tratado de esa

manera Harry no tuvo ninguna duda a quién su tío

llamaba, sin embargo, no respondió inmediatamente. Él

todavía estaba con el fragmento estrecho de espejo en

el cual, por un segundo, había creído ver los ojos de

Dumbledore. Esto antes que su tío gritara,

“MUCHACHO!”, Harry bajo lentamente de la cama y se

dirigió hacia la puerta del dormitorio, deteniéndose

brevemente para agregar el pedazo del espejo

quebrado a la mochila llena de cosas que llevaría

consigo. “Te tomo el tiempo!” rugió Vernon Dursley

cuando Harry apareció en el borde de las escaleras,

-Ven aqui abajo. Quisiera decirte una palabra!-

- 44 -

Harry bajo, con sus manos metidas profundamente en los bolsillos de los pantalones. Cuando entro en el salon encontró los tres Dursleys. Estaban vestidos para el

viaje; Tío Vernon con una vieja chaqueta rasgada y

Dudley, el ancho, rubio, musculoso primo de Harry en

su chaqueta de cuero.

-¿Si? -preguntó Harry.

-¡Siéntate! -dijo Tío Vernon.

Harry alzó las cejas-. ¡Por favor! -añadió Tío Vernon,

haciendo unaligera mueca cuando la palabra se le

atascó en la garganta.Harry se sentó. Creyó saber lo

que estaba por venir. Su tío empezó a pasearse arriba y

abajo, Tía Petunia y Dudley seguían sus movimientos

con expresiones ansiosas. Finalmente, su grancara

púrpura se arrugó con concentración. Tío Vernon se

detuvo delante de Harry y habló.

-He cambiado de opinión, -dijo.

-Que sorpresa, -dijo Harry.

-No me vengas con ese tono… -empezó Tía Petunia con

voz chillona, pero Vernon Dursley leindicó con un gesto

que se calmara.

-Todo eso son un montón de tonterías, -dijo Tío Vernon,

mirando fijamente a Harry con susojillos de cerdo-. He

decidido no creer ni una palabra de ello. Nos quedamos

aquí, no vamos a ir a ninguna parte.Harry levantó la

mirada hacia su tío y sintió una mezcla de exasperación

y asombro. Vernon Durley había estado cambiando de

opinión cada veinticuatro horas en las últimas cuatro

semanas, haciendo y deshaciendo y rehaciendo las

maletas sobre el auto a cada cambio de pensamiento.

El momento preferido de Harry habia sido cuando tio

Vernon sin saber que Dudley habia agregado las pesas

en su maleta desde la ultima vez que habian

reempaquetado, habia tentado de alzarlo nuevamente

- 45 -

dentro del cargador y se habia derrumbado con un gañido de dolor y tantos juramentos.

-Según tú, -dijo Vernon Durley ahora resumiendo y

caminando adelante y atras por el salon -Nosotros..

Petunia, Dudley y yo…estamos en peligro. Por… por…

- Algo en “mi parte” derecha? - dijo Harry.

- Bien yo no creo eso, - repitio tio Vernon, acercandose

adelante de Harry de nuevo - he estado despierto la

mitad de la noche pensando en todo esto, y creo que es

un complot para quedarte con la casa.

-¿La casa? -repitió Harry-. ¿Qué casa?

-¡Esta casa! -chilló Tío Vernon, la vena de su frente

empezaba a latir-. ¡Nuestra casa! Los precios de las

casas están por los cielos en esta zona! Quieres

quitarnos de en medio y entonces harás eso de hocus-

pocus y antes de que lo sepamos la escritura estará a tu

nombre y…

-¿Has perdido la cabeza? -exigió Harry-. ¿Un complot

para conseguir esta casa? ¿Realmente eres tan estúpido

como pareces?

-¡No te atrevas…! - chilló Tía Petunia, pero de nuevo,

Vernon le indicó que se calmara. Los desaires, a su

modo de ver, al parecer, no eran nada frente al peligro

que había divisado.

-Por si lo has olvidado, -dijo Harry-. Yo ya tengo una

casa, mi padrino me dejó una. ¿Así que para qué

querría esta? ¿Por todos los recuerdos felices? Se hizo

un silencio. Harry creyó haber impresionado bastante a

su tío con este argumento.

-Afirmas, -dijo Tío Vernon, empezando a pasearse de

nuevo-, que este Lord Lo que sea….

-… Voldemort, -dijo Harry impacientemente-, y hemos

pasado por esto cientos de veces ya. No lo afirmo, es

- 46 -

un hecho. Dumbledore te lo dijo el año pasado, y Kingsley y el Señor Weasley…

Vernon Dursley encorvó los hombros furiosamente, y

Harry supuso que su tío tenía intención de evitar

menciones a la visita no anunciada, a los pocos días de

las vacaciones de verano de Harry, de dos magos

adultos. La llegada a los escalones de entrada de

Kingsley Shacklebolt y Arthur Weasley había sido una

sorpresa de lo más incómoda para los Dursley. Harry

tenía que admitir, sin embargo, que como el Señor

Weasley había demolido medio salón, su reaparición

podía no haber sido esperada con ansia por Tío Vernon.

-… Kingsley y el Señor Weasley te lo explicaron todo

también -presionó Harry sinremordimientos-. Una vez

cumpla diecisiete años, el encantamiento protector que

me mantiene a salvo se romperá, y eso os dejará

expuestos a vosotros al igual que a mí. La Orden está

segura que de Voldemort irá a por vosotros, ya sea para

torturaros para intentar averiguar donde estoy, o

porque crea que manteniéndoos como rehenes yo iré e

intentaré rescataros. Los ojos de Tío Vernon y Harry se

encontraron. Harry estuvo seguro en ese instante de

queambos se preguntaban lo mismo. Entonces Tío

Vernon siguió caminando y Harry continuó.

-Tenéis que ocultaros y la Orden quiere ayudar. Se os

ha ofrecido protección seria, la mejor que hay. Tio

Vernon no dijo nada, pero continuó paseando arriba y

abajo. Fuera el sol colgaba más bajo que los setos

privados. El cortacésped del vecino de la puerta de al

lado se caló de nuevo.

-¿No había un Ministerio de Magia? -preguntó Vernon

Dursley bruscamente.

-Lo hay, -dijo Harry, sorprendido.

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-Bien, ¿entonces, por qué no pueden protegernos? ¡A mí me parece que, como víctimas inocentes, culpables

solo de dar cobijo a un hombre marcado, deberíamos

reunir los requisitos para la protección gubernamental!

Harry rió; no pudo contenerse. Era muy típico de su tío

poner sus esperanzas en las autoridades, incluso dentro

de este mundo que despreciaba y en el que no

confiaba.

-Ya oiste lo que dijeron el Señor Weasley y Kingsley, -

replicó Harry-. Creemos que se han infiltrado en el

Ministerio. Tío Vernon se acercó a zancadas a la

chimenea y volvió hacia atrás, respirando tan

pesadamente que su gran mostacho negro se sacudía,

con la cara todavía púrpura por la concentración.

-Muy bien, -dijo, deteniéndose de nuevo delante de

Harry-. Muy bien, digamos, por el bien de la discusión,

que aceptamos esta protección. Aún así no veo por qué

no podemos tener a ese tipo, Kingsley.

Harry se las arregló para no poner los ojos en blanco,

pero con dificultad. Esta pregunta también había sido

formulada media docena de veces.

-Como te he dicho, -dijo a través de los dientes

apretados- Kingsley está protegiendo al Primer Ministro

mug… quiero decir, a vuestro Primer Ministro.

-¡Exactamente… es el mejor! -dijo Tío Vernon,

señalando a la negra pantalla del televisor. Los Dursley

habían divisado a Kingsley en las noticias, caminando

discretamente tras el Primer Ministro Muggle mientras

este visitaba un hospital. Esto, y el hecho de que

Kingsley había dominado con maestría el talento para

vertir como un muggle, por no mencionar una cierta

cualidad tranquilizadora en su voz lenta y profunda,

habían provocado que los Dursle yaceptaran a Kingsley

como ciertamente no habían hecho con ningún otro

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mago, aunque era cierto que nunca le había visto en acción.

-Bueno, está cogido -dijo Harry-. Pero Hestia Jones y

Dedalus Diggle están más que preparados para el

trabajo…

-Si hubieramos visto curriculums.. - empezó Tío Vernon,

pero Harry perdió la paciencia.Poniéndose en pie

avanzó hacia su tío, ahora señalando al mismo

televisor.

-Esos accidente no son accidentes… los choques,

explosiones y descarrilamientos y todo lodemás que ha

ocurrido desde que vimos por última vez las noticias. La

gente está desapareciendo y muriendo y él está

detras… Voldemort. Te lo he dicho una y otra vez, mata

muggles por diversión. Incluso la niebla… está causada

por los dementores, ¡y si no puedes recordar lo que son

pregúnta a tu hijo! Las manos de Dudley saltaron hacia

arriba para cubrirse la boca. Con los ojos de Harry y los de sus padres sobre él, las volvió a bajar lentamente y

preguntó.

-¿Hay… más de ellos?

-¿Más? -rió Harry-. ¿Más aparte de los dos que nos

atacaron, quieres decir? Por supuesto que los hay, hay

cientos, quizá miles ahora, viendo como los alimentan

de miedo y desesperación…

-Muy bien, muy bien, -fanfarroneó Vernon Dursley-, has

dejado claro tu punto de vista…

-Eso espero, -dijo Harry- porque una vez cumpla

diecisiete, todo ellos… mortifagos, dementores, quizás

incluso inferis… que son cadáveres encantados por un

mago oscuro…podrán encontraros y ciertamente

atacaros. Y si recordáis la última vez que intentasteis

huir de magos, creo que estaréis de acuerdo en que

necesitáis ayuda.

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Hubo un breve silencio en el que el eco distante de Hagrid echando abajo una puerta principal de madera

pareció reverberar a través de los años transcurridos.

Tía Petunia estaba mirando a Tío Vernon; Dudley estaba

mirando fijamente a Harry. Finalmente Tío Vernon

barbotó.

-¿Pero y mi trabajo? ¿Y la escuela de Dudley? Supongo

que esas cosas no les importan a una panda de magos

fuera de la ley…

-¿No lo entiendes? -gritó Harry-. ¡Os torturarán y

matarán como hicieron con mis padres!

-Papá, -dijo Dudley en voz alta-. Papá… yo me voy con

esa gente de la Orden.

-Dudley, -dijo Harry- por primera vez en tu vida, hablas

con sentido común. Sabía que la batalla estaba ganada.

Si Dudley estaba lo bastante asustado como para

aceptar la ayuda de la Orden, sus padres le

acompañarían; No se discutiría la cuestión de separarse

de su Duddykins. Harry miró fijamente al reloj de

carrillón que había sobre la repisa de la chimenea.

-Llegarán aquí en unos cinco mintuos, -dijo, y antes de

que los Dursley replicaran, abandonó la habitación. La

perspectiva de separarse… probablemente para

siempre… de su tía, su tío y su primo e ra algo que

podía contemplar bastante alegremente, pero había no

obstante una cierta torpeza en el aire. ¿Que decirse los

unos a los otros después de dieciseis años de sólido

desagrado?

De vuelta en su habitación, Harry se paseó sin rumbo

fijo con su mochilla, después metió un par de golosinas

para lechuza de la jaula de Hedwig.

-Nos marcharemos pronto, muy pronto, -le dijo Harry-.

Y entonces podrás volar de nuevo.

Sonó el timbre de la puerta. Harry dudó, después volvió

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a salir de su habitación y bajó las escaleras. Era mucho esperar que Hestia y Dedalus trataran con los Dursleys

por su cuenta.

-¡Harry Potter! -chilló una voz excitada en el momento

en que Harry abrió la puerta; un hombre pequeño con

un sombrero alto color malva estaba inclinándose ante

él con una profunda reverencia-. ¡Un honor, como

siempre!

-Gracias, Dedalus, -dijo Harry, otorgando una pequeña

y avergonzada sonrisa a una Hestia de pelo oscuro-. Es

realmente amable por vuestra parte hacer esto… Están

aquí, mi tía, mi tío y mi primo…

-¡Buen día tengáis, parientes de Harry Potter! -dijo

Dedalus alegremente, entrando a zancadas en el salón.

Los Dursleys no parecían en absoluto felices de que se

dirigieran a ellos así; Harry casi esperaba otro cambio

de opinión. Dudley se encogió contra su madre ante la

visión de la bruja y el mago.

-Veo que ya han hecho el equipaje y están listos.

¡Excelente! El plan, como Harry les habrá contdo, es

simple, -dijo Dedalus, sacando un inmenso reloj de

bolsillo de su chaleco y examinándolo-. Debemos partir

antes de que lo haga Harry. Debido al peligro de utilizar magia en su casa… siendo Harry todavía menor de edad,

eso podría proporcionar al Ministerio una excusa para

arrestarle… tendremos que conducir, digamos, diez

millas o así, antes de Desaparecer hasta una

localización segura que hemos escogido para ustedes.

¿Sabe conducir, verdad? -preguntó a Tío Vernon

cortésmente.

-¿Que si sé…? ¡Por supuesto que sé endemoniadamente

bien cómo conducir! -balbuceó Tío Vernon.

-Muy astuto por su parte, señor, muy astuto. Yo

personalmente me vería absolutamente embaucado por

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todos esos botones y palancas, -dijo Dedalus. Tenía claramente la impresión de estar haciendo un cumplido

a Vernon Dursley, que estaba perdiendo visiblemente la

confianza en el plan con cada palabra que Dedalus

pronunciaba.

-Ni siquiera puede conducir, -murmuró por lo bajo, su

mostacho se sacudía indignadamente, pero

afortunadamente ni Dedalus ni Hestia parecieron oirle.

-Tú, Harry, -continuó Dedalus- esperarás aquí por tu

guardia. Ha habido unos pequeños cambios en los

arreglos…

-¿Qué quieres decir? -dijo Harry al instante-. Pensaba

que Ojoloco iba a vernir y llevarme en una Aparición

Conjunta.

-No puede ser, -dijo Hestia tensamente-. Ojoloco te lo

explicará.

Los Dursley que había escuchado todo esto con miradas

de absoluta incomprensión en sus caras, saltaron

cuando se ojó una voz diciendo “‘¡Aprisa!”. Harry miró

alrededor de la habitación antes de comprender que la

voz había había sido emitida por el reloj de bolsillo de

Dedalus.

-Muy cierto, operamos en un horario muy apretado, -

dijo Dedalus, asintiendo hacia su reloj y volviendo a

metérselo en el chaleco-. Estamos intentando

sincronizar tu partida de la casa con la Desaparición de

tu familia, Harry; así el encantamiento se romperá en

el momento en que todos estemos de camino a la

seguridad. -Se giró hacia los Dursleys-. Bueno, ¿todo

recogido y listos para marchar?

Ninguno de ellos le respondió. Tío Vernon todavía

miraba consternado el bulto en el bolsillo del chaleco

de Dedalus.

-Quizás deberíamos esperar fuera en el vestíbulo,

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Dedalus -murmuró Hestia. Sentía claramente que demostraría falta de tacto permanecer en la habitación

mientras Harry y los Dursleys intercambiaban amorosas

y posiblemente lagrimógenas despedidas.

-No hay necesidad, -murmuró Harry, pero Tío Vernon

hizo cualquier otra explicación innecesaria diciendo

ruidosamente.

-Bueno, esto es un adios entonces, chico.

Balanceó hacia arriba su brazo derecho para estrechar

la mano de Harry, pero en el último momento pareció

incapaz de afrontarlo, y simplemente cerró el puño y

empezó a balancerase hacia atrás y hacia adelante

como un metrónomo.

-¿Listo, Diddy? -preguntó Tía Petunia, comprobando

meticulosamente el cierre de su bolso de mano para

evitar mirar a Harry.

Dudley no respondió, sino que se quedó allí de pie con

la boca ligeramente entreabierta, recordándole a Harry

un poco al gigante, Grawp.

-Vamos entonces, -dijo Tío Vernon.

Ya estaba alcanzando la puerta del salón cuando Dudley

murmuró.

-No entiendo.

-¿Qué no entiendes, popkin? -preguntó Tía Petunia,

mirando a su hijo.

Dudley algó una mano grande como un jamón y señaló a

Harry.

-¿Por qué él no viene con nosotros?

Tío Vernon y Tía Petunia se quedaron congelados donde

estaba, mirando a Dudley como si acabara de expresar

el deseo de convertirse en bailarina.

-¿Qué? -dijo Tío Vernon ruidosamente.

-¿Por qué no bien él también? -preguntó Dudley.

-Bueno, él… no quiere, -dijo Tío Vernon, girándose para

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mirar a Harry y añadiendo-. No quieres, ¿verdad?

-En lo más mínimo, -dijo Harry.

-Ahí tienes, -dijo Tío Vernon a Dudley-. Ahora vamos,

salgamos.

Salió marchando de la habitación. Oyeron la puerta

delantera abrirse, pero Dudley no se movió y después

de unos pocos pasos vacilantes Tía Petunia también se

detuvo.

-¿Y ahora qué? -ladró Tío Venon, reapareciendo en el

umbral.

Parecía que Dudley estaba luchando con conceptos

demasiado difíciles para expresarlos con palabras.

Varios momentos después de aparentemente dolorosa

lucha interna dijo.

-¿Pero adónde va a ir?

Tía Petunia y Tío Vernon se miraron el uno al otro.

Estaba claro que Dudley les estaba asustando. Hestia

Jones rompió el silencio.

-Pero… seguramente sabés adonde va tu primo. -dijo,

con aspecto desconcertado.

-Indudablemente lo sabemos, -dijo Vernon Dursley-. Se

larga con una panda de los vuestros, ¿verdad? Vale,

Dudley, entremos en el coche, ya has oído a este

hombre, tenemos prisa.

De nuevo, Vernon marchó alejándose hacia la puerta

delantera, pero Dudley no le siguió.

-¿Se larga con una panda de los nuestros?

Hestia estaba indignada. Harry se había encontrado con

esta actitud antes. Las brujas y magos parecían

sorprendidos porque sus parientes vivos más cercanos

no mostraran el más mínimo interés en Harry Potter.

-Está bien, -la tranquilizó Harry-. No importa, de

verdad.

-¿No importa? -repitió Hestia, alzando la voz-. ¿No

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comprende esta gente por lo que has tenido que pasar?

¿El peligro en el que estás? La posición única que tienes en el corazón del movimiento anti-Voldemor?

-Eh… no, no lo comprenden, -dijo Harry-. Creen que soy

un desperdicido de espacio, en realidad, pero estoy

acostumbrado…

-Yo no creo que seas un desperdicio de espacio.

Si Harry no hubiera visto moverse los labios de Dudley,

no se lo habría creído. Como así fue, miró fijamente a

Dudley durante varios segundos antes de aceptar que

debía haber sido su primo el que había hablado por una

razón, Dudley se había vuelto rojo. El propio Harry

estaba avergonzado y atónito.

-Bueno… eh… gracias, Dudley

De nuevo, Dudley pareció acosado por pensamientos

demasiado dificiles de manejar, a juzgar por su

expresión antes de refunfuñar.

-Me salvaste la vida.

-En realidad no, -dijo Harry-. Habría sido tu alma lo que se hubiera llevado el dementor…

Miraba con curiosidad a su primo. No habían tenido

virtualmente ningún contacto durante este verano, ya

que Harry había venido a Privet Drive muy brevemente,

y había permanecido mucho tiempo en su habitación.

Ahora se le ocurría a Harry, sin embargo, que la taza de

té frio con lo que había tropezado esa mañana podría

no haber sido una trampa estúpida después de todo.

Aunque algo conmovido, se sintió no obstante bastante

aliviado de que Dudley pareciera haber agotado su

capacidad de expresar sus sentimientos. Después de

abrir la boca una o dos veces más, Dudley cayó en un

silencio con la cara escarlata.

Tia Petunia estalló en lágrimas. Hestia Jones le lanzó

una mirada aprobadora que cambió a indignación

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cuando Tía Petunia se adelantó y abrazó a Dudley en vez de a Harry.

-Que dulce, Dudders… -sollozó en el enorme pecho de

su hijo-. Que chico tan encantador… dando las gracias…

-¡Pero no ha dado las gracias en absoluto! -dijo Hestia

indignada-. ¡Solo ha dicho que cree que Harry no es un

desperdicio de espacio!

-Si, pero viniendo de Dudley eso es como un “te

quiero”, -dijo Harry; desgarrado entre la molestia y el

deseo de reir cuando Tía Petunia contunió abrazada a

Dudley como si este acabara de salvar a Harry de un

edificio en llamas.

-¿Venís o no? -rugió Tío Vernon, reapareciendo de nuevo

en la puerta del salón-. ¡Creía que teníamos un horario

apretado!

-Si… si, lo tenemos, -dijo Dedalus Diggle, que había

estado observando estos intercambios con un aire de

diversión y ahora parecía estar rehaciéndose-.

Realmente debemos marcharnos, Harry…

Se adelantó y estrechó la mano de Harry con las dos

suyas.

- …buena suerte. Espero que nos veamos de nuevo. Las

esperanzas del mundo mágico descansan sobre tus

hombros.

-Oh, -dijo Harry- claro. Gracias.

-Adios, Harry -dijo Hestia, también estrechando su

mano-. Nuestros pensamientos están contigo.

-Espero que todo vaya bien, -dijo Harry con una mirada

hacia Tía Petunia y Dudley.

-Oh, estoy seguro de que terminará siendo el mejor de

los viajes, -dijo Diggle alegremente, saludando con su

sombrero mientras abandonaba la habitación. Hestia le

siguió.

Dudley se soltó gentilmente del abrazo de su madre y

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se acercó a Harry, quien tuvo que reprimir la urgencia de amenazarle con magia. Entonces Dudley extendió su

gran mano rosa.

-Caray, Dudley, -dijo Harry sobre los renovados sollozos

de Tía Petunia- ¿Los dementores afectaron tu

personalidad?

-Supongo, -murmuró Dudley-. Hasta luego, Harry.

-Si… -dijo Harry, cogiendo la mano de Dudley y

estreñándola-. Quizás. Cuídate, Gran D.

Dudley casi sonrió, después salió de la habitación.

Harry oyó sus pesados pasos sobre la grava del camino

de entrada, y después una puerta de coche que se

cerraba.

Tía Petunia, cuya cara había estado enterrada en su

pañuelo, levantó la mirada ante el sonido. No parecía

haber esperado encontrarse a solas con Harry. Se metió

apresuradamente el pañuelo en el bolsillo y dijo.

-Bueno… adios, -y marchó hacia la puerta sin mirarle.

-Adios, -dijo Harry.

Ella se detuvo y miró hacia atrás. Por un momento

Harry tuvo el extraño presentimiento de que quería

decirle algo; le lanzaba una extraña y trémula mirada y

parecía a punto de hablar, pero entonces, con una

pequeña sacudida de la cabeza, salió a toda prisa de la

habitación tras su marido y su hijo.

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Capítulo Cuatro:

Los siete Potters

H  arry volvió corriendo escaleras arriba

hasta su dormitorio, llegando a la ventana justo a

tiempo para ver el coche de los Dursley dejar el camino

de entrada y recorrer la carretera. El sombrero de copa

de Dedalus era visible entre Tía Petunia y Dudley en el

asiento de atrás. El coche giró a la derecha al final de

Privet Drive, sus ventanas ardieron de color escarlata

por un momento al sol que ya se ponía, y entonces

desaparecieron.

Harry recogió la jaula de Hedwig, su Saeta de Fuego, y

su mochila, echó a su antinaturalmente diminuto

dormitorio una última mirada, y después se abrió paso

desgarbadamente escaleras abajo hasta el vestíbulo.,

donde depositó jaula, escoba, y mochila cerca de la

escalera. La luz se desvanecía rápidamente, el

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vestíbulo se llenaba de sombras a la luz del atardecer.

Sentía de lo más extraño estar allí de pie en silencio

sabiendo que iba a abandonar la casa por última vez.

Hacía mucho tiempo, cuando se quedaba solo, mientras

los Dursley iban a divertirse por su cuenta, las horas de soledad habían sido un regalo escaso.

Haciendo una pausa solo para escamotear algo sabroso

de la nevera, apresurarse a subir arriba a jugar con el

ordenador de Dudley, o encender la televisión y

cambiar los canales había contentado su corazón. Le

provocaba una sensación rara y vacía recordar esos

tiempos; era como recordar a un hermano menor al que

había perdido.

-¿Quieres echar un último vistazo al lugar? -preguntó a

Hedwig, que todavía estaba escondiendo la cabeza bajo

el ala-. Nunca volveremos aquí. ¿Quieres recordad los

buenos momentos? Quiero decir, mira este felpudo.

Que recuerdos… Dudley vomitó sobre él después de que

le salvara de los dementores… Imagina, estaba

agredecido después de todo, ¿puedes creértelo?… Y el

verano pasado, Dumbledore atravesó esa puerta…

Harry perdió el hilo de sus pensamientos por un

momento y Hedwig no le ayudó a recuperarlo, sino que

continuó sentada con la cabeza bajo el ala. Harry volvió

sobre sus pasos a la puerta principal

-¡Y aquí abajo, Hedwig -Harry abrió una puerta bajo las

escaleras- es donde solía dormir! No me conocías

entonces… Caray, que pequeña, lo había olvidado…

Harry miró alrededor hacia los zapatos apilados y

paraguas, recordando cómo solía despertar cada

mañana viendo la parte de abajo de las escaleras, que

con bastante frecuencia estaba adornada por una araña

o dos. Aquellos habían sido días anteriores a saber nada

sobre su verdadera identidad; antes de haber

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averiguado como habían muerto sus padres y por qué a menudo pasaban cosas tan raras a su alrededor. Pero

Harry todavía podía recordar los sueños que le habían

acosado, incluso en esos días: sueños confusos que

incluían destellos de luz verde y una vez… Tío Vernon

casi había estrellado el coche cuando Harry lo había

contado… una moto voladora.

Hubo un rugido repentino y ensordecedor en algún lugar

cercano. Harry se enderezó con una sacudida y se

golpeó la coronilla con el marco bajo de la puerta.

Deteniéndose sólo para emplear algunas de las

palabrotas preferidas de Tío Vernonm se tambaleó

hasta la cocina, agarrándose la cabeza y mirando por la

ventana al jardín trasero.

La oscuridad pareció ondear, el aire mismo tembló.

Entonces, una por una, empezaron a aparecer figuras a

la vista cuando los Encantamientos Desilusionadores se

iban alzando. Dominando la escena estaba Hagrid,

llevando un casco y guantes y sentado a horcajadas en

una enorme motocicleta con un sidecar negro adjunto.

A su alrededor los demás estaban desmontando de

escobas y, en dos casos, de esqueléticos y negros

caballos.

Abriéndo de golpe la puerta trasera, Harry se lanzó

entre ellos. Hubo un grito general de saludo mientras

Hermione le lanzaba los brazos alrededor, Ron le

palmeaba la espalda, y Hagrid decían “¿Todo bien,

Harry? ¿Listo para partir?”.

-Definitivamente, -dijo Harry, sonriendo a todos ellos-.

¡Pero no esperaba a tantos de vosotros!

-Cambio de planes, -gruñó Ojoloco, que sujetaba dos

enormes sacos, y cuyo ojo mágico estaba girando del

cielo oscurecido a la casa y el jardín con mareante

rapidez-. Pongámonos a cubierto antes de hablar de

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ello.

Harry les condujo de vuelta a la cocina donde, riendo y

charlando, se sentaron en sillas, sobre los brillantes

mostradores de Tía Petunia, o se apoyaron contra sus

impolutos aparatos; Ron, alto y largirucho; Hermione,

con el pelo recogido en una larga trenza; Fred y

George, sonriéndo idénticamente; Bil, cubierto de

cicatrices y con el pelo largo; el Señor Weasley, cara

amable, con un comienzo de calvicie, sus gafas un poco

torcidas; Ojoloco, desgastado por las batallas, con una

sola pierna, su brillante ojo mágico azul girando en su

cuenca; Tonks, cuyo pelo corto estaba de su tono

favorito de brillante rosa; Lupin, más canoso, más

agotado; Fleur, esbelta y hermosa, con su largo pelo

rubio platino; Kingsley, calvo y de anchos hombros;

Hagrid, con pelo y barba despeinados, permaneciendo

encorvado para evitar golpearse la cabeza con el techo;

y Mundungus Fletcher, pequeño, sucio y desaliñado,

con su ojos redondos de perro de caza y su pelo

enredado. El corazón de Harry pareció expandirse y

resplandecer ante la visión. Se sentía increíblemente

encariñado con todos ellos, incluso con Mundungus, a

quien había intentado estrangular la última vez que se

habían encontrado.

-Kingsley, creía que estabas ocupándote del Primer

Ministro Muggle. -gritó a través de la habitación.

-Puede pasar sin mí una noche, -dijo Kingsley-. Tú eres

más importante.

-¿Harry, sabes qué? -dijo Tonks desde su posición en lo

alto de la lavadora, y contoneó su mano izquierda hacia

él; un anillo refulgía allí.

-¿Te has casado? -chilló Harry, mirándo de ella a Lupin.

-Siento que no pudieras estar allí, Harry, fue muy en

secreto.

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-Eso es genial, felici…

-Muy bien, muy bien, tendremos tiempo para una

cariñosa bienvenida después, -rugió Moody sobre el

tumulto, y se hizo el silencio en la cocina. Moody dejó

caer sus sacos a sus pies y se volvió hacia Harry-. Como

Dedalus probablemente te ha dicho, hemos abandonado

el Plan A. Pius Thicknesse ha caído, lo que nos presenta

un gran problema. Ha convertido en asunto penado con

cárcel el conectar esta casa con la Red Flu, colocar

aquí un Traslador, o Aparecer dentro o fuera. Todo

hecho por bien de tu protección, para evitar que Ya-

sabes-quien llegue hasta ti. Una absoluta estupidez,

dado que el encantamiento de tu madre ya hace eso.

Lo que ha hecho en realidad es evitar que salgas de

aquí a salvo.

-Segundo problema: Eres menor de edad, lo que

significa que todavía pueden Rastrearte.

-No sé…

-¡El Rastro, el Rastro! -dijo Ojoloco impacientemente-.

El encantamiento que detecta la actividad mágica

alrededor de un menor de diecisiete años, ¡así es como

el Ministerio está al corriente de la magia menor de

edad! Si tú, o cualqueira a tu alrededor, lanza un

hechizo para conseguir que salgas de aquí, Thicknesse

lo sabrá, y también los mortifagos.

-No podemos esperar a que el Rastro se rompa, porque

en el momento en que cumplas diecisiete perderás toda

la protección que tu madre te dio. Para abreviar, Pius

Thicknesse cree que ha conseguido acorralarte buena y

apropiadamente.

Harry no pudo evidar estar de acuerdo con el

desconocido Thicknesse.

-¿Entonces qué vamos a hacer?

-Vamos a utilizar los únicos métodos de transporte que

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nos quedan, los únicos que el Rastro no puede detectar, porque no necesitamos lanzar hechizos para utilizarlos:

escobas, thertrals, y la motocicleta de Hagrid.

Harry podía ver defectos en ese plan; sin embargo,

contuvo la lengua para dar a Ojoloco la oportunidad de

señalarlas.

-Ahora bien, el encantamiento de tu madre se romperá

solo con dos condiciones: cuando seas mayor de edad, o

-Moody gesticuó hacia la inmaculada cocina- cuando ya

no llames a esta casa tu hogar. Tú, tu tía y tu tío estáis separándoos esta noche, se entiende plenamente que

nunca más vais a vivir juntos, ¿correcto?

Harry asintió.

-Así que en ese momento, cuando salgas, no habrá

vuelta atrás, y el encantamiento se romperá en el

momento en que abandones sus límites. Estamos

escogiendo romper el encantamiento antes, porque la

alternativa es esperar a que Quien-tú-ya-sabes venga y

te agarre en el momento en que cumplas diecisiete.

-La única cosa que tenemos a nuestro favor es que

Quien-tú-ya-sabes no sabe que te trasladamos esta

noche. Hemos filtrado un rastro en el Ministerio. Creen

que no te marcharás hasta el treinta. Sin embargo, es

con Quien-tú-ya-sabes con quien estamos tratando, así

que no podemos confiar en que se contende con la

fecha equivocada; debe tener un par de mortifagos

patrullando los cielos en el área en general, solo por si acaso. Así que hemos proporcionado a una docena de

casas diferentes todas las protecciones que hemos

podido lanzarles. Todas tienen el aspecto de poder ser

el lugar donde vas a ocultarte, todas tienen alguna

conexión con la Orden: mi casa, la de Kingsley, La de

Muriel la tía de Molly… te haces una idea.

-Si, -dijo Harry, sin entender realmente, porque

- 63 -

todavía podía divisar un gran agujero en el plan.

-Te llevaremos con los padres de Tonks. Una vez estés

dentro de los límites de los hechizos protectores que

hemos puesto en su casa podrás utilizar un Traslador

hasta la Madriguera, ¿Alguna pregunta?

-Eh… si, -dijo Harry-. Quizás no sepan a cual de las doce casas seguras me dirijo al principio, ¿pero no será obvio una vez -realizó un contoneo de cabeza rápido- catorce

de nosotros volemos hacia la casa de los padres de

Tonks?

-Ah, -dijo Moody-. Olvidé mencionar la clave del plan.

Catorce de nosotros no volarán hacia la casa de los

padres de Tonks. Habrá siete Harry Potters atravesando

los cielos esta noche, cada uno de ellos con un

compañero, cada pareja se dirigirá a una casa segura

diferente.

De dentro de su capa Moody sacó ahora un frasco de lo

que parecía barro. No hubo necesidad de que le dijeran

una palabra más; Harry entendió el resto del plan

inmediatamente.

-¡No! -dijo ruidosamente, su voz reverberó en la cocina-

. ¡De ningún modo!

-Les dije que te lo tomarías así, -dijo Hermione con un

dejo de complacencia.

-¡Si creéis que voy a dejar que seis personas arriesgen

sus vidas…!

-…porque es la primera vez para todos nosotros, -dijo

Ron.

-Esto es distinto, fingir ser yo…

-Bueno, a ninguno de nosotros le apetece mucho,

Harry, -dijo Fred seriamente-. Imagina que algo sale

mal y nos quedamos flacos y huesudos para siempre.

Harry no sonrió.

-No podéis hacerlo si no coopero, necesitais que os dé

- 64 -

algo de pelo.

-Bueno, ese es el fallo del plan, -dijo George-.

Obviamente no hay ninguna posibilidad de que todos

nosotros consigamos un poco de pelo si no cooperas.

-Si, trece contra uno, al que por cierto no le está

permitido utilizar magia; no tenemos ninguna

posibilidad, -dijo Fred.

-Que gracia, -dijo Harry-, realmente gracioso.

-Si tiene que ser a la fuerza, entonces así será, -gruñó

Moody, su ojo mágico estaba ahora temblando en su

cuenca mientras miraba fijamente a Harry-. Todo el

mundo aquí es mayor de edad, Poter, y están

preparados para afrontar los riesgos.

Mundungus se encogió de hombros e hizo una mueca, el

ojo mágico viró lateralmente y le observó a través de la

cabeza de Moody.

-No tenemos tiempo para discusiones. Se agota el

tiempo. Quiero unos cuantos de tus cabellos, chico,

ahora.

-Pero esto es una locura, no hay necesidad…

-¡No hay necesidad! -ladró Moody-. ¿Con Quien-tu-ya-

sabes ahí fuera y la mitad del Ministerio de su parte?

Potter, tendremos suerte si se ha tragado el cebo y está

planeando emboscarte el treinta, pero tendría que

estar loco para no tener a un mortifago o dos

vigilándote, es lo que haría yo. Puede que no sea capaz

de sacarte de esta casa mientras el encantamiento de

tu madre aguante, pero este se romperá y saben la

posición aproximada del lugar. Nuestra única

oportunidad es utilizar señuelos. Ni siquiera Quien-tú-

ya-sabes puedes dividirse a sí mismo en siete.

Harry encontró la mirada de Hermione y apartó la suya

al instante.

-Así que, Potter… algunos de tus cabellos, si te place.

- 65 -

Harry miró fijamente a Ron, que le hizo una mueca al estilo hazlo-de-una-vez.

-¡Ya! -ladró Moody.

Con todos los ojos fijos en él, Harry subió la mano hasta su coronilla, agarró un manojo de cabellos, y tiró.

-Bien, -dijo Moody, avanzando cojeando mientras

sacaba el tapón al frasco de poción-. Directamente

dentro, si te place.

Harry dejó caer el cabello en el líquido lodoso. En el

momento en que este hizo contacto con su superficie,

la poción empezó a echar espuma y vapor, al momento

se volvió clara y de un dorado brillante.

-Ooh, pareces mucho más sabroso que Crabbe y Goyle,

Harry, -dijo Hermione, antes de captar un vistazo de

las cejas alzadas de Ron, ruborizarse ligeramente, y

decir-, Oh, ya sabéis lo que quiero decir… la poción de

Goyle sabía a bogies.

-Bien entonces, falsos Potter alineaos aquí, por favor, -

dijo Moody.

Ron, Hermione, Fred, George, y Fleur se alienaron

delante del brillante fregadero de Tía Petunia.

-Nos falta uno, -dijo Lupin.

-Aqui, -dijo Hagrid roncamente, y alzó a Mundungus por

el cogote y lo dejó caer junto a Fleur, que arrugó la

nariz y se movió a la largo de la fila para quedar entre

Fred y George.

-Soy un soldado, yo más bien sería un protector, -dijo

Mundungus.

-Cállate, -gruñó Moody-. Como ya te he dicho, gusano

invertebrado, cualquier mortifago del que huyamos

apuntará para capturar a Potter, no para matarle.

Dumbledore siempre dijo que Quien-tu-ya-sabes querría

acabar con Potter en persona. Serán los protectores los

que más tengan que preocuparse, los mortifagos

- 66 -

querrán matarlos.

Mundungus no parecía particularmente tranquilizado,

pero Moody ya estaba sacando media docena de vasos

del tamaño de hueveras de su abrigo, que repartió,

antes de verter un poco de Poción Multijugos en cada

uno de ellos.

-Juntos, ya…

Ron, Hermoine, Fred, George, Fleur y Mundungos

bebieron. Todos ellos jadearon e hicieron muecas

cuando la poción golpeó sus gargantas; al instante, sus

rasgos empezaron a burbujear y deformarse como cera

caliente. Hermione y Mundungus se disparaban hacia

arriba; Ron, Fred y George estaban encogiendo; su

cabello se estaba oscureciendo, el de Hermione y Fleur

pareció salir disparado hasta sus cráneos.

Moody, bastante despreocupado, estaba ahora soltando

los lazos del mayor de los sacos que había traído con él.

Cuando se volvió a enderezar, había seis Harry Potters

jadeando y resoplando frente a él.

Fred y George se giraron el uno hacia el otro y dijeron

juntos.

-Guau… ¡somos idénticos!

-Sin embargo creo que aún así yo sigo siendo más

guapo, -dijo Fred, examinando su reflejo en un

hervidor.

-Bah, -dijo Fleur, comprobándose a sí misma en la

puerta del microhondas-. Bill, no me miges… estoy

hogenda.

-Aquellos cuya ropa le venga un poco holgada, tengo

alguna más pequeña aquí, -dijo Moody, señalando al

primer saco-. y viceversa. No olvidéis las gafas, hay seis pares en el bolsillo interior. Y cuando os vistáis, hay

equipaje en el otro saco.

El auténtico Harry pensaba que esto podría ser la cosa

- 67 -

más rara que había visto nunca, y había visto algunas extremadamente raras. Observó a sus seis dobles

rebuscando en los sacos, sacando juegos de ropa,

poniéndose gafas, haciendo la suyas a un lado. Estuvo a

punto de pedirles que mostraran un poco de respeto

por la privacidad cuando empezaron a quitársela con

impunidad, claramente más a gusto al exponer su

cuerpo de lo que hubieran estado con los suyos propios.

-Sabía que Ginny mentía sobre ese tatuaje, -dijo Ron,

bajando la mirada a su pecho desnudo.

-Harry, tu vista es realmente fatal, -dijo Hermione,

mientras se ponía las gafas.

Una vez vestidos, los falsos Harry tomaron equipaje y

jaulas de lechuzas, cada una contenía una esponjosa

lechuza nevada, del segundo saco.

-Bueno, -dijo Moody, cuando al fin siete Harrys

vestidos, con gafas, y cargados de equipaje le miraron-.

Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará

conmigo, en escoba…

-¿Por qué yo contigo? -gruño el Harry más cercano a la

puerta trasera.

-Porque tú eres el que necesita vigilancia, -gruñó

Moody, y estaba claro, su ojo mágico no se despegaba

de Mundungus mientras hablaba-. Arthur y Fred…

-Soy George, -dijo el gemelo al que Moody estaba

señalando-. ¿Ni siquieras puedes diferenciarnos cuando

somos Harry?

-Lo siento, George…

-Somo me quedaba con tu varita, en realidad soy Fred…

-¡Ya basta de liarla! -ladró Moody-. El otro… George o

Fred o quienquiera que seas… tú con Remus. La

Señorita Delacour…

-Yo llevo a Fleur en un thestral, -dijo Bill-. No le gustan mucho las escobas.

- 68 -

Fleur se acercó para ponerse a su lado, lanzándole una mirada sentimentaloide y servil que Harry esperaba de

todo corazón que nunca volviera a aparecer en su cara.

-La Señorita Granger con Kingsley, de nuevo en

thestral…

Hermione pareció tranquilizada mientras respondía a la

sonrisa de Kingsley; Harry sabía que a Hermione le

faltaba también confianza con la escoba.

-¡Lo que nos deja a tí y a mí, Ron!, -dijo Tonks

alegremente, golpeando un soporte de papel de cocina

mientras saludaba hacia él.

Ron no parecía tan complacido como Hermione.

-Y tú conmigo, Harry. ¿Te parece bien? -dijo Hagrid,

que parecía un poco ansioso-. Iremos en la moto, las

escobas y los thestrals no pueden con mi peso, ya ves.

No hay mucho espacio en el asiento conmigo, así que

tendrás que ir en el sidecar.

-Genial, -dijo Harry, no muy sinceramente.

-Creemos que los mortifagos esperará que vayas en

escoba, -dijo Moody, que pareció suponer lo que Harry

estaba sintiendo-. Snape ha tenido tiempo suficiente

para contarles de ti lo que nunca antes ha mencionado,

así que si topamos con algún mortifago, apostamos a

que escogerá al Potter que parecezca a gusto en la

escoba. Todo bien entonces, -siguió, atando el saco con

la ropa de los falsos Potters y abriendo camino hacia la

puerta-. Faltan tres minutos hasta la hora en la que se

supone que debemos salir. No servirá de nada cerrar la

puerta trasera, no mantendrá fuera a los mortifagos

cuando vengan. Vamos…

Harry se apresuró a reunir su mochila, su Saeta de

Fuego y la jaula de Hedwig y siguió al grupo hacia el

oscuro jardín trasero.

Por todas partes palos de escobas saltaban a las manos;

- 69 -

Hermione estaba ya siendo ayudada por Kingsley a subir a un gran thestral, Fleur a otro por Bill. Hagrid estaba

listo y de pie junto a la motocicleta, con los guantes

puestos.

-¿Es esta? ¿La moto de Sirius?

-La mismísima, -dijo Hagrid, sonriendo a Harry-. ¡Y la

última vez que montaste en ella, Harry, me cabías en

una mano!

Harry no pudo evitar sentirse un poco humillado al

meterse en el sidecar. Eso lo colocaba a varios pies más

abajo que todos los demás. Ron sonrió burlonamente al

verle sentado allí como un niño en un cochecito de

bebé. Harry colocó su mochila y escoba entre los pies y

se encajó la jaula de Hedwing entre las rodillas. Estaba

extremadamente incómodo.

-Arthur le ha hecho unos pequeños arreglos, -dijo

Hagrid, totalmente ignorante de la incomodidad de

Harry. Se colocó a horcajadas sobre la motocicleta, que

crujió ligeramente y se hundió unos centímetros en el

suelo-. Ahora tiene unos cuantos ases en la manga. Eso

fue idea mía. -Señaló con un dedo grueso a un botón

púrpura cerca del cuentakilómetros.

-Por favor ten cuidado, Hagrid, -dijo el Señor Weasley,

que estaba de pie junto a ellos, sujentando su escoba-.

Todavía no estoy seguro de que sea aconsejable e

indudablemente solo para usar en caso de emergencia.

-Bien entonces, -dijo Moody-. Todo el mundo

preparado, por favor. Quiero que todos salgamos

exactamente al mismo tiempo o el efecto de la

diversión se perderá.

Todo el mundo sacudió la cabeza.

-Agárrate fuerte, Ron, -dijo Tonks y Harry vio como Ron

lanzaba una mirada forzada y culpable a Lupin antes de

colocar las manos a cada lado de la cintura de Tonks.

- 70 -

Hagrid pateó volviendo la motocicleta a la vida. Esta rugió como un dragón, y el sidecar empezó a vibrar.

-Buena suerte a todos, -gritó Moody-. Nos veremos más

o menos en una hora en la Madriguera. A la de tres.

Uno… dos… TRES.

Hubo un gran rugido proviniente de la motocicleta, y

Harry sintió como el sidecar daba un bandazo. Se

estaba alzando en el aire con rapidez, sus ojos

lagrimeaban ligeramente, el pelo azotado hacia atrás

de su cara. Alrededor de él las escobas alzaban también

el vuelo; la larga cola de un thestral pasó a su lado. Sus piernas, atoradas en el sidecar por la jaula de Hedwig y

su mochilla, ya estaban magulladas y empezaban a

entumecerse. Tan grande era su incomodidad que casi

olvidó echar un vistazo al número cuatro de Privet

Drive. Para cuando miró por el borde del sidecar ya no

podía decir cual de ellas era.

Y entonces, salidos de ninguna parte, de la nada, les

rodearon. Al menos treinta figuras encapuchadas,

suspendidas en medio del aire, formando un gran

círculo en el medio del que los miembros de la Orden

había alzado el bueno, ignorantes.

Gritos, una llamarada de luz verde por cada lado.

Hagrid soltó un grito y la motocicleta se dio la vuelta.

Harry perdió cualquier noción de donde estaban.

Farolas sobre él, gritos a su alrededor, se estaba

aferrando al sidecar por su vida. La jaula de Hedwig, la

Saeta de Fuego, y su mochila resbalaban de sus rodillas.

-No… ¡AYUDA!

La escoba se le escapó, pero se las acababa de arreglar

para agarrar la correa de su mochila y la parte de

arriba de la jaula cuando la motocicleta se puso

derecha otra vez. Un segundo de alivio, y después otra

explosión de luz verde. La lechuza chilló y cayó al suelo

- 71 -

de su jaula.

-No… ¡NO!

La motocicleta avanzaba zumbando; Harry captó

vistazo de mortifagos apartándose mientras Hagrid

atravesaba su círculo.

-Hedwig… Hedwig…

Pero la lechuza yacía inmóvil y patética como un

juguete en el suelo de su jaula. No podía creérselo, y

su terror por los otros fue supremo. Miró sobre su

hombro y vio una masa de gente moviéndose, destellos

de luz verde, dos parejas en escobas se perdían en la

distancia, pero no podía decir quienes eran…

-Hagrid, tenemos que volver, ¡tenemos que volver! -

gritó sobre el atronador rugido del motor, sacando su

varita, dejó la jaula de Hedwig en el suelo, negándose

a creer que estuviera muerta-. ¡Hagrid, DA LA VUELTA!

-¡Mi trabajo es mantenerte a salvo, Harry! -bramó

Hagrid, y apretó el acelerador.

-¡Para… PARA! -gritó Harry, pero cuando volvió a mirar

atrás dos disparos de luz verde pasaron junto a su oreja

izquierda. Cuatro mortifagos se habían separado del

círculo y estaban persiguiéndoles, apuntando a la

amplia espalda de Hagrid. Hagrid viró, pero los

mortifagos mantenían el paso a la moto; más

maldiciones fueron lanzadas tras ellos. Retorciéndose

para darse la vuelta gritó. “¡Desmaius!” y un rayo de

luz rojo salió disparado de su varita, abriendo una

brecha entre los cuatro mortifagos perseguidores que

se dispersaron para evitarlo.

-¡Agárrate, Harry, esto los despistará! -rugió Hagrid, y

Harry levantó la mirada justo a tiempo para ver como

Hagrid estampaba un dedo grueso en un botón verde

cerca de la válvula del combustible.

Una pared, una negra pared sólida, hizo erupción desde

- 72 -

el tubo de escape. Estirando el cuello, Harry vio como se expandía quedando en medio del aire. Tres de los

mortifagos viraron y la evitaron, pero el cuarto no tuvo

tanta suerte. Se perdió de vista y después cayó como

una piedra de detrás de la pared, con la escoba rota en

pedazos. Uno de sus compañeros se quedó atrás para

salvalte, pero ellos y la pared fueron tragados por la

oscuridad cuando Hagrid se inclinó sobre el manillar y

aceleró.

Más Maldiciones Imperdonables pasaron volando junto a

la cabeza de Harry salidas de las varitas de los dos

mortifagos que quedaban; estaban apuntando a Hagrid.

Harry respondió con más Hechizos Desmaniun. Rojo y

verde colisionaron en medio del aire con una lluvia de

chispas, y Harry pensó salvajemente en fuegos

artificiales, y en los muggles de abajo que no tendrían

ni idea de qué estaba ocurriendo.

-¡Allá vamos de nuevo, Harry, sujétate! -chilló Hagrid, y apretó un segundo botón. Esta vez una gran red surgió

del tubo de escape, pero los motifagos ya estaban

preparados para ello. No solo la esquivaron, sino que el

compañero que se había retrasado para salvar a su

amigo inconsciente les había alcanzado. Surgió

repentinamente de la oscuridad y ahora eran tres los

que perseguían a la motocicleta, todos lanzando

maldiciones.

-¡Esto funcionará, Harry, agárrate fuerte! -chilló

Hagrid, y Harry le vio golpear con la mano entera el

botón púrpura junto al cuentakilómetros.

Con un inconfundible bramido, fuego de dragón explotó

del tubo de escape, ardiente blanco y azul, y la

motocicleta salió disparada hacia adelante como una

bala con un sonido de metal que se retorcía. Harry vio a

los mortifagos amargar y perdese de vista para evitar el

- 73 -

rastro mortífero de llamas, y al mismo tiempo sintió como el sidecar se balanceaba amenazadoramente. Sus

conexiones de metal con la moto se habían astillado

con la fuerza de la aceleración.

-¡Todo va bien, Harry! -bramó Hagrid, ahora estirado

hacia atrás por la fuerza de la velocidad; nadie

conducía ya, y el sidecar estaba empezando a

retrocerse violentamente con la fuerza del viento de

aceleración.

-¡Estoy en ello, Harry, no te preocupes! -chilló Hagrid,

y del bolsillo interior de su chaqueta sacó su florido

paraguas rosa.

-¡Hagrid! ¡No! ¡Déjame a mí!

-¡Reparo!

Se oyó un golpe sordo y el sidecar se separó

completamente de la moto. Harry salió despedido hacia

adelante, propulsado por el ímpetu del vuelo de la

moto, después el sidecar empezó a perder altura.

Desesperado Harry apuntó su varita hacia el sidecar y

gritó,

-¡Wingardium Leviosa!

El sidecar se levantó como un corcho, sin timón pero al

menos todavía aerotransportado. No había tenido más

que un segundo de alivio, sin embargo, cuando más

maldiciones pasaron a su lado. Los tres mortifagos se

estaban acercando.

-¡Ya voy, Harry! -gritó Hagrid desde la oscuridad, pero

Harry podía sentir como el sidecar empezaba a hundirse

de nuevo. Agachándose tanto como pudo, apuntó en

medio de la figuras que se acercaban y gritó.

-¡Impedimenta!

El maleficio golpeó en medio del pecho de un

mortifago. Por un momento el hombre quedo

ridículamente estirado en medio del aire como si

- 74 -

hubiera golpeado una barrera invisible. Uno de sus compañeros casi colisionó con él.

Entonces el sidecar empezó a caer fervorosamente, y

los mortifagos que quedaban dispararon una maldición

tan cerca que Harry tuvo que agacharse por debajo del

borde del coche, golpeándose un diente en el borde de

su asiento.

-¡Ya llego, Harry, ya llego!

Una mano enorme agarró la espalda de la túnica de

Harry y le sacó del sidecar que caía en picado; Harry

aferró su mochila mientras se colgaba del asiento de la

moto y se encontró espalda con espalda con Hagrid.

Mientras remontaban el vuelo, alejándose de los dos

mortifagos que quedaban, Harry escupió sangre por la

boca, apuntó su varita hacia el sidecar que caía, y

gritó,

-¡Confringo!

Sintió un retortijón atroz del intestino por Hedwig

cuando este explotó; el mortifago más cercano salió

despedido de su escoba y cayó fuera de la vista; su

compañero cayó hacia atrás y se desvaneció.

-Harry, lo siento, lo siento, -gimió Hagrid-. No debería

haber intentado repararlo yo mismo… no había

espacio…

-¡No hay problema, solo sigue volando! -gritó Harry en

respuesta, cuando dos mortifagos más emergieron de la

oscuridad, acercándose.

Cuando las maldiciones llegaron atravesando

velozmente el espacio intermedio, Hagrid hizo un viraje

y zigzagueó. Harry sabía que Hagrid no se atrevía a

utilizar el botón de fuego de dragón de nuevo, con

Harry tan inseguramente sentado. Harry envió un

Encantamiento Desmaius tras otro hacia sus

perseguidores, apenas conteniéndoles. Lanzó otra

- 75 -

maldición contenedora hacia ellos. El mortifago más cercano viró para evitarla y se le resbaló la capucha, y

a la luz roja de su siguiente Encantamiento Desmaniun,

Harry vio la cara extrañamente en blanco de Stanley

Shunpike… Stan.

-¡Expelliarmus! -gritó Harry.

-¡Es él, es él, es el auténtico!

El grito del mortifago encapuchado alcanzó a Harry

incluso por encima del tronar del motor de la

motocicleta. Al momento siguiente, ambos

perseguidores se habían quedado atrás y desaparecido

de la vista.

-¿Harry, qué ha pasado? -gritó Hagrid-. ¿Adónde han

ido?

-¡No lo sé!

Pero Harry tenía miedo. El mortifago encapuchado

había gritado “¡Es el auténtico!”, ¿cómo lo había

sabido? Miró alrededor hacia la oscuridad

aparentemente vacía y sintió la amenaza. ¿Dónde

estaban?

Se dio la vuelta en el asiento para mirar hacia adelante

y tensó el apretón sobre la espalda de la chaqueta de

Hagrid.

-¡Hagrid, haz de nuevo la cosa esa del fuego de dragon,

salgamos de aquí!

-¡Entonces agárrate fuerte, Harry!

De nuevo el rugido repentino y estridente y el fuego

blanco azulado salió disparado del tubo de escape.

Hagrid fue lanzado hacia atrás sobre él, apenas

manteniendo su agarre sobre el manillar.

-Creo que los hemos perdido, Harry, ¡creo que lo hemos

conseguido! -gritó Hagrid.

Pero Harry no estaba convencido. El miedo le asaltó

mientras miraba a derecha e izquierda buscando a los

- 76 -

perseguidores que estaba seguro que vendrían… ¿Por qué se habían quedado atrás? Uno de ellos todavía tenía

una varita… Es él… es el auténtico… Lo habían dicho

justo después de que hubiera intentando desarmar a

Stan….

-¡Ya casi estamos, Harry, casi lo hemos conseguido! -

gritó Hagrid.

Harry sintió la moto descender un poco, aunque las

luces del suelo todavía parecían estrellas distantes.

Entonces la cicatriz de su frente ardió como fuego,

mientras un mortifago aparecía a cada lado de la moto,

dos Maldiciones Imperdonables fallaron a Harry por

milímetros, lanzadas desde atrás.

Y entonces Harry le vio. Voldemort estaba volando

como humo en el viento, sin escoba o thestral que le

sujetara, su cara de serpiente brillaba en la oscuridad,

sus dedos alzaron de nuevo su varita…

Hagrid dejó escapar un bramido de miedo y dirigió la

motocicleta a un picado vertical. Aferrándose por su

propia vida, Harry lanzaba Encantamientos Desmaniun

al azar en la vertiginosa noche. Vio a un chico pasar

volando junto a él y supo que había sido alcanzado por

uno de ellos, pero después oyó un golpe y vio chispas

en el motor; la moto atravesaba el aire girando en

espiral, completamente fuera de control.

Destellos de luz pasaron de nuevo junto a ellos. Harry

no tenía ni idea de qué era arriba y qué abajo. Su

cicatriz todavía ardía, esperaba morir en cualquier

momento. Una figura encapuchada sobre una escopa

estaba a centímetros de él, le vio alzar un brazo.

-¡NO!

Con un grito de furia Hagrid se lanzó fuera de la moto

hacia el motifago; para su horror, Harry voy como

ambos caían perdiéndose de vista, su peso combinado

- 77 -

era demasiado para la escoba.

A duras penas aferrándose con las rodillas a la moto

que caía en picado, Harry oyó a Voldemort gritar.

-¡Es mío!

Se había acabado. No podía ver donde estaba

Voldemort; vislumbró a otro mortifago apartándose y

oyó.

-Avada…

Cuando el dolor de la cicatriz de Harry le obligó a

cerrar los ojos, su varita actuó por su propia cuenta. La sintió arrastrar su mano como un gran iman, vio un

fogonazo de fuego dorado a través de los párpados

entrecerrados, oyó un crujido y un grito de furia. El

mortifago que quedaba chilló; Voldemort gritó

-¡NO!

De algún modo, Harry encontró su nariz a un

centimetro del botón de fuego de dragón. Lo apretó

con la mano libre de la varita y la moto disparó más

llamas al aire, cayendo directamente hacia el suelo.

-¡Hagrid! -llamó Harry, sujetándose a la moto por su

vida-. Hagrid… ¡Accio Hagrid!

La moto aceleró, succionada hacia el suelo.

Con la cara al nivel del manillar, Harry no podía ver

nada excepto las lejanas luces acercándose más y más.

Iba a estrellarse y no había nada que pudiera hacer al

respecto. Tras él llegó otro grito.

-¡Tu varita, Selwyn, dáme tu varita!

Sintió a Voldemort antes de verle. Mirando de reojo,

encontró la mirada de los ojos rojos y estuvo seguro de

que serían la última cosa que vería: Voldemort

preparándose para maldecirle una vez más.

Y entonces Voldemort se desvaneció. Harry miró abajo

y vio a Hagrid despatarrado sobre el suelo bajo él. Tiró

con fuerza del manillar para evitar golpearle, buscó a

- 78 -

tientas el freno, pero con un choque ensordecedor que hizo temblar la tierra, se estrelló contra un estanque

enlodado.

  

- 79 -

Capítulo Cinco:

Guerrero caído

H

-¿ agrid?

Harry luchaba por levantarse el mismo de los restos de

metal y cuero que le rodeaban; sus manos se hundieron

en unos centímetros de agua lodosa cuando intentó

sostenese. No podía entender por qué Voldemort se

había marchado y esperaba que surgiera de la oscuridad

en cualquier momento. Algo caliente y húmedo goteaba

por su barbilla y desde la frente. Salió gateando del

estanque y se tambaleó hacia la gran masa oscura del

suelo que era Hagrid.

-¿Hagrid? Hagrid, háblame.

Pero la masa oscura no se movía.

-¿Quién está ahí? ¿Eres Potter? ¿Eres Harry Potter?

Harry no reconoció la voz del hombre. Entonces gritó

una mujer.

-¡Se han estrellado, Ted! ¡Estrellado en el jardín!

La cabeza de Harry daba vueltas.

- 80 -

-Hagrid, -repitió estúpidamente, y sus rodillas se doblaron.

Lo siguiente que supo fue que estaba tendido sobre su

espalda en lo que se sentían como cojines, con una

sensación ardiente en las costillas y el brazo derecho.

Su diente perdido había vuelto a crecer. La cicatriz de

su frente todavía estaba latiendo.

-¿Hagrid?

Abrió los ojos y vio que estaba tendido en un sofá de un

salón desconocido e iluminado. Su mochilla yacía en el

suelo a corta distancia, húmeda y embarrada. Un

hombre rubio y barrigón estaba observando

ansiosamente a Harry.

-Hagrid está bien, hijo, -dijo el hombre- mi esposa le

está atendiendo ahora. ¿Cómo te sientes? ¿Alguna otra

cosa rota? Te arreglé las costillas, el diente, y el brazo.

Soy Ted, por cierto, Ted Tonks… el padre de Dora.

Harry se sentó demasiado rápidamente. Estallaban

luces ante sus ojos y se sentía enfermo y mareado.

-Voldemort.

-Tranquilo, vamos, -dijo Ted Tonks, colocando una

mano en el hombro de Harry y empujándole de vuelta

contra los cojines-. Ha sido un feo golpe el que acabas

de tener. ¿Qué ocurrió, por cierto? ¿Algo fue mal con la

moto? Arthur Weasley la comprobó el mismo, él y sus

cachivaches muggles.

-No, -dijo Harry, mientras su cicatriz pulsaba como una

herida abierta- mortifagos, montones de ellos… nos

perseguían…

-¿Mortifagos? -dijo Ted agudamente-. ¿Qué quieres

decir, mortifagos? Creía que no sabían que te

trasladaban esta noche, creía…

-Lo sabían, -dijo Harry.

Ted Tonks levantó la mirada al techo como si pudiera

- 81 -

ver a través de él el cielo de arriba.

-Bueno, ya sabemos que nuestros hechizos protectores

aguantan, ¿verdad? No deberían ser capaces de

aproximarse en unas cien yardas a la redonda en

ninguna dirección.

Ahora Harry entendía por qué Voldemort se había

desvanecido; había sido en el punto en que la

motocicleta había cruzado la barrera de

encantamientos de la Orden. Solo esperaba que estos

continuaran funcionando. Imaginó a Voldemort cien

yardas por encima de ellos mientras hablaban,

buscando una forma de penetrar lo que Harry

visualizaba como una gran burbuja transparente.

Bajó las piernas del sofá; tenía que ver a Hagrid con sus propios ojos antes de creer que estaba vivo. No

obstante, a penas se había levantado cuando una

puerta se abrió y Hagrid pasó apretado por ella, su cara

estaba cubierta de barro y sangre, cojeaba un poco

pero estaba milagrosamente vivo.

-¡Harry!

Volcando dos delicadas mesas y una planta, cubrió el

suelo entre ellos con dos zancadas y empujó a Harry a

un abrazo que casi le rompió las recientemente

reparadas costillas.

-Caray, Harry, ¿cómo conseguimos salir de esta? Ya

creía que estabamos los dos acabados.

-Si, yo también. No puedo creer…

Harry se interrumpió. Acababa de fijarse en la mujer

que había entrado en la habitación tras Hagrid.

-¡Tú! -gritó, y sacó la mano del bolsillo, pero esta

estaba vacía.

-Tu varita está aquí, hijo, -dijo Ted, golpeando

ligeramente con ella el brazo de Harry-. Cayó justo a tu

lado, yo la recogí… Y es a mi mujer a la que estás

- 82 -

gritando.

-Oh, yo… lo siento.

Cuando entró en la habitación, el parecido de la Señora

Tonks con su hermana Bellatrix se volvió menos

pronunciado. su pelo era de un ligero y suave castaño y

sus ojos eran más grandes y más amables. No obstante,

parecía un poco arrogante tras la exclamación de

Harry.

-¿Qué le ocurrió a nuestra hija? -preguntó-. Hagrid dice

que caísteis en una emboscada; ¿dónde está

Nymphadora?

-No sé, -dijo Harry-. No sabemos lo que ocurrió con

nadie más.

Ella y Ted intercambiaron miradas. Una mezcla de

miedo y pesar asaltó a Harry a la vista de sus

expresiones; si algunos de los otros había muerto, era

culpa suya, todo culpa suya. Había consentido con el

plan, les había dado su pelo…

-El Traslador, -dijo, recordándolo todo de repente-.

Tenemos que volver a la Madrigera y averiguar…

entonces podremos enviarles noticias, o… o lo hará

Tonks, una vez…

-Dora estará bien, -dijo Ted-. Conoce su trabajo, ha

estado en bastantes situaciones apuradas con los

Aurores. El Traslador está aquí. -añadió para Harry-. Se

supone que se marcha en tres minutos, si queréis

cogerlo.

-Si, lo haremos, -dijo Harry. Agarró su mochila,

poniéndosela al hombro-. Yo…

Miró a la Señora Tonks, deseando disculparse por el

estado de terror en que la dejaba y del cual se sentía

tan terriblemente responsable, pero no se le ocurrió

ninguna palabra que no le hiciera parecer hueco e

insincero.

- 83 -

-Le diré a Tonks… Dora… que envie noticias, cuando…

Gracias por parchearnos, gracias por todo, yo…

Se alegró de abandonar la habitación y seguir a Ted

Tonks a los largo del corto pasillo hasta el interior de

un dormitorio. Hagrid vino tras ellos, agachándose para

evitar golpearse la cabeza con el dintel de la puerta.

-Ahí tienes, hijo. Ese es el Traslador.

El Señor Tonks estaba señalando a un pequeño cepillo

bañando en plata posado sobre el vestidor.

-Gracias, -dijo Harry, extendiendo la mano para poner

un dedo sobre él, listo para marchar.

-Espera un momento, -dijo Hagrid, mirando alrededor-.

¿Harry, dónde está Hedwig?

-Ella… la alcanzaron, -dijo Harry.

La comprensión le golpeó. Se sintió avergonzado de sí

mismo cuando las lágrimas empañaron sus ojos. La

lechuza había sido su compañera, su único vínculo con

el mundo mágico siempre que se había visto forzado a

volver a la casa de los Dursley.

Hagrid extendió una gran mano y le palmeó

dolorosamente el hombro.

-No importa, -dijo roncamente-. No importa. Tuvo una

buena y larga vida…

-¡Hagrid! -dijo Ted Tonks como advertencia cuando el

cepillo resplandeció de un brillante azul, y Hagrid

colocó su dedo índice sobre él justo a tiempo.

Con un tirón detrás del ombligo, como si un gancho

invisible le arrastrara hacia adelante, Harry fue

empujado a la nada, girando incontrolablemente, su

dedo pegado al Traslador mientras él y Hagrid se

alejaban del Señor Tonks. Segundos después, los pies

de Harry golpearon tierra dura y cayó sobre manos y

rodillas en el patio de la Madriguera. Oyó gritos.

Tirando a un lado el cepillo que ya no brillaba, Harry se

- 84 -

puso en pie, tambaleándose ligeramente, y vio a la Señora Weasley y a Ginny corriendo por los escalones

de la puerta de atrás mientras Hagrid, que también se

había derrumbado al aterrizar, se ponía laboriosamente

en pie.

-¿Harry? ¿Eres el auténtico Harry? ¿Qué ha pasado?

¿Dónde están los demás? -gritó la Señora Weasley.

-¿Qué quiere decir? ¿Nadie más ha vuelto? -jadeó Harry.

La respuesta estaba claramente grabada en la cara

pálida de la Señora Weasley.

-Los mortifagos estaban esperándonos, -le dijo-. Nos

rodearon en el momento en que despegamos… sabían

que era esta noche… no sé que pasó con los demás,

cuatro de ellos nos persiguieron, y todo lo que pudimos

hacer fue huir, y entonces Voldemort dio con nosotros…

Podía oir la nota autojustificativa en su voz, la súplica para que entendiera por qué no sabía qué les había

pasado a sus hijos pero…

-Gracias a dios que tú estás bien, -dijo, empujándole a

un abrazo del que no se sentía merecedor.

-¿No tendrás algo de brandy, verdad, Molly? -preguntó

Hagrid un poco tembloroso-. ¿Por propósitos

medicinales?

Podía haberlo convocado con mágica, pero cuando se

apresuró a volver a la encorvada casa, Harry supo que

quería esconder la cara. Se giró hacia Ginny y ella

respondió a su súplica silenciosa de información al

instante.

-Ron y Tonks deberían haber vuelto primero, pero

perdieron su Traslador, volvió sin ellos, -dijo señalando a una lata de aceite oxidada que descansaba en la

tierra cercana-. Y ese, -señaló a una vieja zapatilla

deportiva-. debería haber sido el de Papá y Fred, se

suponía que serían los segundos. Hagrid y tú erais los

- 85 -

terceros, -comprobó su reloj- si lo consiguen, George y Lupin estarán de vuelta en alrededor de un minuto.

La Señora Weasley reapareció llevando una botella de

brandy, que ofreció a Hagrid. Él la descorchó y bebió

de un trago.

-¡Mamá! -gritó Ginny señalando un punto a varios pies

de distancia.

Una luz azul había aparecido en la oscuridad. Se hacía

más y más brillante, y Lupin y George aparecieron,

girando y después cayendo. Harry supo inmediatamente

que algo había ido mal. Lupin estaba sujetando a

George, que estaba inconsciente y cuya cara estaba

cubierta de sangre.

Harry corrió y agarró las piernas de George. Juntos, él y Lupin llevaron a George a la casa y atravesaron la

cocina hasta el salón, donde le tendieron en el sofá.

Cuando la luz de la lámpara cayó sobre la cabeza de

George, Ginny jadeó y el estómago de Harry se

revolvió. Una de las orejas de George había

desaparecido. El costado de su cara y cuello estaban

empapados de una húmeda y sorprendentemente

escarlata sangre.

Tan pronto como la Señora Weasley se inclinó sobre su

hijo Lupin agarró a Harry por la parte superior del

brazo y le arrastró, no muy gentilmente, de vuelta a la

cocina, donde Hagrid todavía estaba intentando pasar

por la puerta de atras.

-¡Eh! -dijo Hagrid indignado-. ¡Suéltale! ¡Suélta a Harry!

Lupin le ignoró.

-¿Qué criatura se sentaba en la esquina la primera vez

que Harry Potter visitó mi oficina en Hogwarts? -dijo,

dando a Harry una pequeña sacudida-. ¡Respóndeme!

-¿Un… un grindylow en un tanque, verdad?

Lupin soltó a Harry y cayó hacia atrás contra un armario

- 86 -

de la cocina.

-¿A que ha venido eso? -rugió Hagrid.

-Lo siento, Harry, pero tenía que comprobarlo, -dijo

Lupin tensamente-. Hemos sido traicionados. Voldemort

sabía que te trasladabamos esta noche y las únicas

personas que podían habérselo dicho estaban

directamente involucradas en el plan. Podrías haber

sido un impostor.

-¿Y por qué no me compruebas a mí? -jadeó Hagrid,

todavía luchando con la puerta.

-Tú eres medio gigante, -dijo Lupin, levantando la

mirada hacia Hagrid-. La Poción Multijugos está

diseñada solo para uso humano.

-Ninguno de los miembros de la Orden le habría dicho a

Voldemor que nos movíamos esta noche, -dijo Harry. La

idea le resultaba aterradora, no podía creerlo de

ninguno de ellos-. Voldemort solo dio conmigo al final,

no sabía cual era yo al principio. Si hubiera estado al

tanto del plan habría sabido desde el principio que yo

era el que estaba con Hagrid.

-¿Voldemort te encontró? -dijo Lupin agudamente-.

¿Qué ocurrió? ¿Cómo escapaste?

Harry explicó como el mortifago que les perseguí había

parecido reconocerle como el auténtico Harry, como

habían abandonado la persecución, cómo debían haber

convocado a Voldemort, que apareció justo antes de

que Hagrid y él alcanzaran el santuario de la casa de los padres de Tonks.

-¿Te reconocieron? ¿Pero cómo? ¿Qué hiciste?

-Yo… -Harry intentó recordar, todo el viaje parecía un

borrón de pánico y confusión-. Vi a Stan Shunpike… Ya

sabes, el tipo que conducía el Autobus Noctámbulo. E

intenté desarmarle en vez de… bueno, él no sabía lo

que estaba haciendo, ¿verdad? ¡Debe estar bajo la

- 87 -

Maldición Imperius!

Lupin parecía consternado.

-¡Harry, el tiempo de Desarmar ha pasado! ¡Esta gente

está intentando capturarte y matarte! ¡Al menos utiliza

Desmanium si no estás preparado para matar!

-¡Estabamos a cientos de metros de altura! ¡Stan no era

él mismo, y si le hubiera hecho el Encantamiento

Aturdidor y hubiera caído, había muerto lo mismo que

si hubiera utilizado Avada Kedavra! Expelliarmus me

salvó de Voldemort hace dos años, -añadió Harry

desafiantemente. Lupin le estaba recordando al burlón

Hufflepuff Zacharias Smith, que se había mofado de

Harry por querer enseñar al Ejército de Dumbledore

como Desarmar.

-Si, Harry, -dijo Lupin con dolorosa contención-. ¡y un

gran número de motifagos vieron como ocurrió!

Perdóname, pero fue un movimiento muy poco habitual

entonces, bajo la inminente amenaza de muerte.

¡Repetirlo esta noche delante de mortifagos que o

presenciaron u oyeron hablar de la primera ocasión fue

casi un suicidio!

-¿Así que crees que debería haber matado a Stan

Shunpike? -dijo Harry furiosamente.

-¡Por supuesto que no, -dijo Lupin- pero los

mortifagos… ¡francamente, la mayoría de la gente!…

habrían esperado que respondieras al ataque!

¡Expelliarmus es un hechizo útil, Harry, pero los

mortifagos parecen creer que es tu firma personal, y te

urjo a no dejar que eso ocurra!

Lupin estaba haciendo sentir a Harry como un idiota, y

aún así todavía había un grado de desafío en su

interior.

-No voy a sacar a la fuerza la gente fuera de mi camino

solo porque estén ahí, -dijo Harry-. Eso es cosa de

- 88 -

Voldemort.

La réplica de Lupin se perdió. Consiguiendo finalmente

atravesar la puerta, Hagrid fue hasta una silla y se

sentó; esta se derrumbó bajo él. Ignorando su mezcla

de disculpas y juramentos, Harry se dirigió de nuevo a

Lupin.

-¿George se recuperará?

Toda la frustración de Lupin con Harry pareció

desapareció ante la pregunta.

-Eso creo, aunque no hay forma de reemplazar su

oreja, no cuando ha sido arrancada por un maldición.

Se oyeron unos roces fuera. Lupin se lanzó a la puerta

trasera, Harry saltó sobre las piernas de Hagrid y entró

corriendo en el patio.

Dos figuras habían aparecido en el patio, y mientras

Harry corría hacia ellas comprendió que eran Hermione,

ahora de vuelta a su apariencia normal, y Kinsgley,

ambos aferrados a una percha doblada. Hermione se

lanzó a los brazos de Harry, pero Kingsley no mostró

ningún placer ante la visión de ninguno de ellos. Sobre

el hombro de Hermione Harry le vio alzar su varita y

apuntar al pecho de Lupin.

-¡Las últimas palabras que Albus Dumbledore nos dirigió

a los dos!

-Harry es la mejor esperanza que tenemos. Confiad en

él, -dijo Lupin tranquilamente.

Kingsley giró su varita hacia Harry, pero Lupin dijo,

-¡Es él, lo he comprobado!

-¡Muy bien, muy bien! -dijo Kingsley, metiendo su

varita de vuelta bajo su capa-. ¡Pero alguien nos

traicionó! ¡Lo sabían, sabían que era esta noche!

-Eso parece, -replicó Lupin- pero aparentemente no

sabían que habría siete Harrys.

-¡Menudo alivio! -gruñó Kingsley-. ¿Quién más ha

- 89 -

vuelto?

-Solo Harry, Hagrid, George, y yo.

Hermione ahogó un pequeño gemido tras su mano.

-¿Qué os pasó a vosotros? -preguntó Lupin a Kingsley.

-Nos siguieron cinco, herí a dos, puede que matara a

uno, -soltó Kingsley- y vimos a Quien-tu-ya-sabes

tambien, se unió a la caza a medio camino aunque se

desvaneció bastante rápidamente. Remus, puede….

-Volar, -ayudó Harry-. Yo le vi también, vino a por

Hagrid y por mí.

-Así que por eso se desvaneció. ¿Pero que le hizo

cambiar de objetivo?

-Harry se comportó un poco demasiado amablemente

con Stan Shunpike, -dijo Lupin.

-¿Stan? -repitió Hermione-. ¿Pero yo creía que estaba en

Azkaban?

Kingsley dejó escapar una risa pesarosa.

-Hermione, obviamente ha habido una fuga en masa

que el Ministerio ha encubierto. La capucha de Travers

cayó cuando le maldije, se suponía que estaba dentro

también. ¿Pero qué te pasó a ti, Remus? ¿Dónde está

George?

-Perdió una oreja, -dijo Lupin.

-¿Perdió una.. ? -repitió Hermione con voz aguda.

-Cosa de Snape, -dijo Lupin.

-¿Snape? -gritó Harry-. No dijiste…

-Perdió la capucha durante la persecucion.

Sectumsempra siempre fue la especialidad de Snape.

Desearía poder decir que le volví el favor, pero todo lo

que pude hacer fue mantener a George sobre la escoba

después de que resultara herido, estaba perdiendo

demasiada sangre.

El silencio cayó entre los cuatro mientras miraban al

cielo. No había ningún signo de movimiento, las

- 90 -

estrellas estaban fijas, sin parpadear, indiferentes, sin quedar oscurecidas por amigos en vuelo. ¿Dónde estaba

Ron? ¿Dónde estaban Fred y el Señor Weasley? ¿Dónde

estaban Bill, Fleur, Tonks, Ojoloco, y Mundungus?

-¡Harry, échame una mano! -llamó Hagrid roncamente

desde la puerta, en la que estaba atascado de nuevo.

Contento de hacer algo, Harry le liberó, atravesó la

cocina vacía y volvió al salón, donde la Señora Weasley

y Ginny todavía estaban atendiendo a George. La

Señora Weasley ya había detenido la hemorragia, y a la

luz de la lámpara Harry vio una limpia herida abierta

donde había estado la oreja de George.

-¿Cómo está?

La Señora Weasley miró alrededor y dijo.

-No puedo hacerla crecer, no cuando ha sido arrancada

con Magia Oscura. Pero podría haber sido mucho peor…

Está vivo.

-Si, -dijo Harry-. Gracias a Dios.

-¿He oído a alguien más en el patio? -preguntó Ginny.

-Hermione y Kingsley, -dijo Harry.

-Menos mal, -susurró Ginny. Se miraron el uno al otro.

Harry deseaba abrazarla, sujetarla, ni siquiera le

importaba mucho que la Señora Weasley estuviera allí,

pero antes de poder llevar a cabo el impulso, se

produjo un gran estrépito en la cocina.

-¡Probaré quien soy, Kingsley, después de haber visto a

mi hijo, ahora apártate de mi camino si sabes lo que te

conviene!

Harry nunca antes había oído al Señor Weasley gritar

así. Irrumpió en el salón, su calva brillaba por el sudor, sus gafas estaban torcidas, Fred iba justo tras él, ambos pálidos pero ilesos.

-¡Arthur! -sollozó la Señora Weasley-. ¡Oh, gracias a

Dios!

- 91 -

-¿Cómo está?

El Señor Weasley cayó de rodillas junto a George. Por

primera vez desde que Harry le conocía, Fred parecía

haberse quedado sin palabras. Jadeó sobre el respaldo

del sofá ante la herida de su gemelo como si no pudiera

creer lo que estaba viendo.

Quizás alterado por el sonido de la llegada de Fred y su

padre, George se movió.

-¿Cómo te sientes, Georgie? -susurró la Señora Weasley.

Los dedos de George tanteron el costado de su cabeza.

-Bendecido, -murmuró.

-¿Qué le pasa? -croó Fred, con aspecto aterrado-. ¿Su

mente se vio afectada?

-Bendecido, -repitió George, abriendo los ojos y

mirando a su hermano-. Ves… Santificado. Agujereado,

Fred, ¿verdad? (nota*= juego de palabras

holy=santificado y holey=agujereado, suenan de forma

muy parecida)

La Señora Weasley sollozó más fuerte que nunca. El

color fluyó a la cara pálida de Fred.

-Patético, -dijo a George-. ¡Patético! Con el todo un

mundo lleno de humor verbal ante tí, ¿vas y haces que

te dejen sin oreja?

-Ah, bueno, -dijo George, sonriendo a su madre bañada

en lágrimas-. Ahora al menos podrás distinguirnos,

Mamá.

Miró alrededor.

-Hola, Harry… ¿eres Harry, verdad?

-Si, soy yo, -dijo Harry, acercándose al sofá.

-Bueno, al menos conseguimos que llegaras bien, -dijo

George-. ¿Por qué no están Ron y Bill rondando mi cama

de enfermo?

-No han vuelto aún, George, -dijo la Señora Weasley. La

sonrisa de George palideció. Harry miró a Ginny y le

- 92 -

hizo señas para que le acompañara a la parte de atrás.

Mientras atravesaban la cocina ella dijo en voz baja.

-Ron y Tonks deberían haber vuelto ya. No era un viaje

largo. La casa de Tía Muriel no está lejos de aquí.

Harry no dijo nada. Había estado intentando mantener

el miedo a raya desde que alcanzara la Madriguera,

pero ahora este le envolvía, pareciendo arrastrarse por

su piel, latiendo en su pecho, cerrando su garganta.

Mientras bajaban los escalones de atrás hasta el oscuro

patio, Ginny le cogió la mano.

Kingsley se estaba paseando de acá para allá, mirando

al cielo cada vez que giraba. A Harry le recordó a Tío

Vernon paseándose por el salón hacía un millón de

años. Hagrid, Hermione, y Lupin estaba de pie hombro

con hombro, mirando hacia arriba en silencio. Ninguno

de ellos miró alrededor cuando Harry y Ginny se

unieron a su silenciosa vigilia.

Los minutos se estiraron a lo que bien podrían haber

sido años. El más ligero soplo de viento les hacía saltar a todos y girarse hacia el arbusto susurrante o el árbol

con la esperanza de que uno de los miembros restantes

de la Orden pudiera saltar indemne de entre sus hojas.

Y entonces una escoba se materializó directamente

sobre ellos y se acercó a gran velocidad a tierra.

-¡Son ellos! -gritó Hermione.

Tonks aterrizó con un patinazo largo que lanzó tierra y

guijarros por todas partes.

-¡Remus! -gritó Tonks mientras se bajaban tambaleante

de la escoba hasta los brazos de Lupin. La cara de él

estaba seria y blanca. Con aspecto de ser incapaz de

hablar, Ron tropezó ofuscadamente hacia Harry y

Hermione.

-Estáis bien, -balbuceó, antes de que Hermione se

abalanzara sobre él y le abrazara firmemente.

- 93 -

-Creí… creí…

-Estoy bien, -dijo Ron, palmeándole la espalda-. Estoy

bien.

-Ron estuvo genial, -dijo Tonks cálidamente,

renunciando a su agarre sobre Lupin-. Maravilloso.

Aturdió a uno de los mortifagos, directo en la cabeza, y

cuando apuntas a un objetivo móvil en una escoba en

vuelo…

-¿Lo hiciste? -dijo Hermione, levantando la mirada

hacia Ron con los brazos todavía alrededor de su cuello.

-Siempre el tono de sorpresa, -dijo él un poco

gruñonamente, liberándose-. ¿Somos los últimos en

volver?

-No, -dijo Ginny- todavía esperamos a Bill y Fleur y a

Ojoloco y Mundungus. Voy a decirles a Mamá y Papá

que estás bien, Ron.

Volvió corriendo dentro.

-¿Que os retuvo? ¿Qué pasó? -Lupin sonaba casi furioso

con Tonks.

-Bellatrix, -dijo Tonks-. Me tenía tantas ganas a mí

como a Harry, Remus. Intentó con empeño matarme.

Desearía haber podido alcanzarla, le debo una a

Bellatrix. Pero definitivamente herí a Rodolphus…

Entonces llegamos a la Casa de la Tia de Ron y

perdimos nuestro Traslador y ella se excitó mucho,

preocupada por nosotros…

Un músculo saltaba en la mandíbula de Lupin. Asintió,

pero parecía incapaz de decir nada más.

-¿Y que os pasó a vosotros? -preguntó Tonks,

volviéndose hacia Harry, Hermione, y Kingsley.

Volvieron a relatar las historias de sus propios viajes,

pero todo el tiempo la continua la ausencia de Bill,

Fleur, Ojoloco, y Mundungus parecía extenderse sobre

ellos como escarcha, su mordisco helado más y más

- 94 -

duro e imposible de ignorar.

-Voy a tener que volver a Downing Street, debería

haber estado allí hace una hora, -dijo finalmente

Kingsley, después de una última mirada al cielo-.

Hacedme saber cuando vuelven.

Lupin asintió. Con un saludo a los demás, Kingsley se

adentró en la oscuridad hacia la verja. Harry creyó oir

el más leve de los pop cuando Kingsley Desapareció

justo más allá de los límites de la Madriguera.

El Señor y la Señora Weasley llegaron corriendo por los

escalones, con Ginny tras ellos. Ambos padres

abrazaron a Ron antes de girarse hacia Lupin y Tonks.

-Gracias, -dijo la Señora Weasley- por nuestros hijos.

-No seas tonta, Molly, -dijo Tonks al instante.

-¿Cómo está George? -preguntó Lupin.

-¿Qué le pasa? -interrumpió Ron.

-Perdió…

Pero el final de la frase de la Señora Weasley se vio

ahogado por una exclamación general. Un thestral

acababa de entrar volando en el campo de visión y

aterrizó a unos pocos metros de ellos. Bill y Fleur se

deslizaron de su lomo, azotados por el viento pero

ilesos.

-¡Bill! Gracias a Dios, gracias a Dios.

La Señora Weasley se adelantó, pero el abrazo que Bill

le dio fue mecánico. Mirando directamente a los ojos

de su padre, dijo,

-Ojoloco está muerto.

Nadie habló, nadie se movió. Harry sintió como si algo

en su interior estuviera cayendo, cayendo a través de la

tierra, abandonándole para siempre.

-Lo vimos, -dijo Bill. Fleur asintió, rastros de lágrimas brillaban en sus mejillas a la luz de la ventana de la

cocina-. Ocurrió justo después de que rompieramos el

- 95 -

círculo. Ojoloco y Dung estaban cerca de nosotros, se dirigían hacia el norte también. Voldemort… puede

volar… fue directamente a por ellos. Dung cedió al

pánico, le oí gritar, Ojoloco intentó detenerle, pero

Desapareció. La maldición de Voldemort dio a Ojoloco

de lleno en la cara, cayó hacia atrás de su escoba y… no

hubo nada que pudieramos hacer, nada, teníamos a

media docena de ellos a nuestra cola…

La voz de Bill se rompió.

-Por supuesto que no podríais haber hecho nada, -dijo

Lupin.

Todos se quedaron de pie mirándose unos a otros. Harry

no podía entenderlo del todo. Ojoloco muerto, no podía

ser… Ojoloco, tan duro, tan valiente, el consumado

superviviente…

Al final pareció calar en todo el mundo, aunque nadie

dijo nada, que no había razón para esperar ya en el

patio, y en silencio siguieron al Señor y la Señora

Weasley de vuelta a la Madriguera, y al salón, donde

Fred y George estaban riendo juntos.

-¿Qué pasa? -dijo Fred, estudiando sus caras mientras

entraban-. ¿Qué ha pasado? ¿Quién…?

-Ojoloco, -dijo el Señor Weasley-. Muerto.

Las sonrisas de los gemelos se convirtieron en muecas

de sorpresa. Nadie parecía saber qué hacer. Tonks

estaba llorando silenciosamente en un pañuelo. Había

estado muy unida a Ojoloco, Harry sabía que era su

favorita, su protegida en el Ministerio de Magia. Hagrid, que se había sentado en el suelo en la esquina donde

tenía más espacio, estaba dándose ligeros toques en los

ojos con un pañuelo del tamaño de un mantel.

Bill se acercó al aparador y sacó una botella de whisky

de fuego y algunos vasos.

-Aquí tenéis, -dijo, y con un ondeo de su varita, envió

- 96 -

los doce vasos a volar por la habitación hacia cada uno de ellos, sujetando el número trece en alto.

-Por Ojoloco.

-Por Ojoloco, -dijeron todos, y bebieron.

-Por Ojoloco, -repitió Harry, un poco tarde, con un

hipo. El whisky de fuego quemó la garganta de Harry.

Pareció arder devolviéndole los sentimientos, disipando

el entumecimiento y la sensación de irrealidad

llenándole de algo parecido al coraje.

-¿Así que Mundungos desapareció? -dijo Lupin, que

había vaciado su propio vaso de un trago.

La atmósfera cambió al momento. Todo el mundo

parecía tenso, observando a Lupin, a la vez que

deseando que siguiera, le pareció a Harry, y temiendo

ligeramente lo que podían oir.

-Sé lo que estás pensando, -dijo Bill- y yo me lo

pregunté también, de camino aquí, que parecían estar

esperándonos, ¿verdad? Pero Mundungus no puede

habernos traicionado. No sabían que habría siete Harry,

eso les confundió en el momento en que aparecimos, y

por si lo has olvidado, fue Mundungus quien sugirió esa

pequeña treta. ¿Por qué no iba a contarle la clave del

plan? Creo que Dung cedió al pánico, es tan simple

como eso. No quería venir en primer lugar, pero

Ojoloco le obligó, y Quien-tú-ya-sabes fue

directamente a por ellos. Eso es suficiente como para

que cualquiera entre en pánico.

-Quien-tu-ya-sabes actuó exactamente como Ojoloco

esperaba de él, -resopló Tonks-. Ojoloco dijo que él

esperaría que el auténtico Harry estuviera con el más

duro y hábil de los Aurores. Perseguiría a Ojoloco

primero, y cuando Mundungus les decepcionara iría a

por Kingsley…

-Si, y todo eso está muy bien, -exclamó Fleur, pero

- 97 -

todavía no explica como sabían que tgasladabamos a Haggy esta noche, ¿verdad? Alguien debe habegles

alegtado. A alguien se le escapó la fecha ante un

desconocido. Esa es la única explicación para que

supiegan la fecha pero no todo el plan.

Miró a todos alrededor, con rastros de lágrimas todavía

grabados en su hermosa cara, desafiando

silenciosamente a cualquiera de ellos a contradecirla.

Nadie lo hizo. El único sonido que rompía el silencio era los hipidos de Hagrid desde detras de su mantel. Harry

miró a Hagrid, que acababa de arriesgar su propia vida

por salvar la de Harry… Hagrid, a quien amaba, en

quien confiaba, quien una vez había sido engañado y

había dado a Voldemort información crucial a cambio

de un huevo de dragón…

-No, -dijo Harry en voz alta, y todos le miraron

sorprendidos. El whisky de fuego parecía haber

amplificado su voz-. Quiero decir… si alguien cometió

un error -siguió Harry-, y se le escapó algo, sé que no

tenía intención de que así fuera. No es culpa de nadie,

-repitió de nuevo un poco más alto de lo que

usualmente hubiera hablando-. Tenemos que confiar los

unos en los otros. Yo confío en todos vosotros, no creo

que nadie en esta habitación me vendiera nunca a

Voldemort.

Más silencio siguió a sus palabras. Todos le miraban.

Harry se sentía un poco acalorado otra vez, y bebió más

whisky por hacer algo. Mientras bebía, pensaba en

Ojoloco. Ojoloco siempre se estaba quejando de la

tendencia de Dumbledore a confiar en la gente.

-Bien dicho, Harry, -dijo Fred inesperadamente.

-Si, oído, oído, -dijo George con una mirada de reojo a

Fred cuya comisura de la boca estaba retorcida.

Lupin mostraba una expresión rara cuando miró a

- 98 -

Harry. Era casi de lástima.

-¿Crees que soy un tonto? -exigió Harry.

-No, creo que eres como James, -dijo Lupin- que habría

considerado una absoluta deshonra recelar de sus

amigos.

Harry sabía adonde quería llegar Lupin: a que su padre

había sido traicionado por su amigo Peter Pettigrew. Se

sintió irracionalmente furioso. Quería discutir, pero

Lupin ya se había alejado de él, dejado su vaso en una

mesita, y se dirigía a Bill.

-Hay trabajo que hacer. Puedo pedírselo a Kingsley si…

-No, -dijo Bill al instante-. Yo lo haré, iré.

-¿Qué hacéis? -dijeron Tonks y Fleur juntas.

-El cuerpo de Ojoloco, -dijo Lupin-. Tenemos que

recuperarlo.

-¿No puede…? -empezó la Señora Weasley con una

mirada invitadora hacia Bill.

-¿Esperar? -dijo Bill-. No a menos que prefieras que los

mortifagos se lo lleven.

Nadie habló. Lupin y Bill dijeron adios y salieron.

El resto se dejó caer en sillas, todos excepto Harry, que permaneció de pie. La premura y plenitud de la muerte

les acompañaba como una presencia.

-Yo tengo que irme también, -dijo Harry.

Diez pares de ojos sobresaltados le miraron.

-No seas tonto, Harry, -dijo la Señora Weasley-. ¿De qué

estás hablando?

-No puedo quedarme aquí.

Se frotó la frente; le picaba de nuevo, no le había

dolido así en un año.

-Todos estáis en peligro mientras yo esté aquí. No

quiero…

-¡No seas tan tonto! -dijo la Señora Weasley-. El

objetido de todo lo de esta noche era traerte aquí a

- 99 -

salvo, y gracias a Dios funcionó. Y Fleur ha estado de acuerdo en casarse aquí en vez de en Francia,

arreglaremos algo para que podamos quedarnos todos

juntos y vigilarte…

Ella no lo entendía; estaba haciéndole sentir peor, no

mejor.

-Si Voldemort averigua que estoy aquí…

-¿Pero por qué iba a hacerlo? -preguntó el Señor

Weasley.

-Hay una docena de lugares en los que podrías estar

ahora, Harry, -dijo el Señor Weasley-. No tiene forma

de saber en que casa segura estás.

-¡No es por mí por quien estoy preocupado! -dijo Harry.

-Eso lo sabemos, -dijo el Señor Weasley

tranquilamente-, pero haría que nuestros esfuerzos de

esta noche parecieran bastante inútiles si te marcharas

ahora.

-Tú no vas a ninguna parte, -gruñó Hagrid-. Caray,

Harry, ¿después de todo lo que hemos pasado para

traerte aquí?

-¿Si, qué hay de mi oreja sangrante? -dijo George,

incorporándose en los cojines.

-Lo sé…

-Ojoloco no querría…

-¡LO SÉ! -gritó Harry a pleno pulmón.

Se sentía asediado y chantajeado. ¿Creían que no sabía

lo que habían hecho por él, no entendían que era esa

era precisamente la razón por la que quería marcharse

ahora, antes de que tuvieran que sufrir más por su

culpa? Se hizo un largo y torpe silencio en el que su

cicatriz continuó picando y latiendo, y que fue roto al

fin por la Señora Weasley.

-¿Dónde está Hedwig, Harry? -dijo la Señora Weasley-.

Podemos ponerla con Pidwidgeon y darle algo de

- 100 -

comer.

Sus entrañas se apretaron como un puño. No podía

decirle la verdad. Se bebió lo que quedaba del whisky

para evitar responder.

-Espera a que la gente se entere de que lo hiciste de

nuevo, Harry, -dijo Hagrid-. !Escapar de él, luchar con

él cuando estaba justo encima de nosotros!

-No fui yo, -dijo Harry rotundamente-. Fue mi varita. Mi

varita actuó por su cuenta.

Después de unos momentos, Hermione dijo

gentilmente,

-Pero eso es imposible, Harry. Quieres decir que hiciste

magia sin pretenderlo; reaccionaste instintivamente.

-No, -dijo Harry-. La moto estaba cayendo, yo no podía

decir donde estaba Voldemor, pero mi varita giró en mi

mano y le encontró y le disparó un hechizo, ni siquiera

fue un hechizo que yo reconociera. Nunca antes había

hecho que aparecieran llamas doradas.

-Con frecuencia -dijo el Señor Weasley-, cuando

estamos en una situación bajo presión podemos

producir magia con la que nunca habríamos soñado. Los

niños pequeños lo averiguan a menudo, antes de ser

entrenados.

-No fue así, -dijo Harry apretando los dientes. Su

cicatriz estaba ardiendo. Se sentía furioso y frustrado;

odiaba la idea de que todos imaginaran que tenía poder

para igualar a Voldemort.

Nadie decía nada. Sabía que no le creían. Ahora que lo

pensaba, nunca antes había oído hablar de una varita

que hiciera magia por sí misma.

Su cicatriz parecía chamuscar, hizo todo lo que pudo

por no gemir en voz alta. Murmurando algo sobre tomar

aire fresco, dejó el vaso y abandonó la habitación.

Cuando cruzaba el patio, el gran thestral esquelético

- 101 -

levantó la mirada… batiendo sus enormes alas de murciélago, después volvió a su pasto. Harry se detuvo

en la verja del jardín, mirando hacia afuera a las

plantas demasiado crecidas, frotándose la frente

palpitante y pensando en Dumbledore.

Dumbledore le habría creído, lo sabía. Dumbledore

habría sabido cómo y por qué la varita de Harry había

actuado independientemente, porque Dumbledore

siempre tenía respuestas; sabía de varitas, había

explicado a Harry la extraña conexión que existía entre

su varita y la de Voldemort…. Pero Dumbledore, como

Ojoloco, como Sirius, como sus padres, como su pobre

lechuza, todos se habían marchado a donde Harry no

podría volver a hablar nunca con ellos. Sintió un ardor

en la garganta que no tenía nada que ver con el whisky

de fuego.

Y entonces, llegado de ninguna parte, el dolor de su

cicatriz alcanzó el máximo. Se aferró la frente y cerró

los ojos, una voz gritaba dentro de su cabeza.

-¡Me dijiste que el problema se resolvería utilizando

otra varita!

Y dentro de su mente explotó la visión de un viejo

esquelético yaciendo en harapos sobre un suelo de

piedra, gritando, un horrible grito interminable, un

grito de insoportable agonía…

-¡No! ¡No! Te lo suplico, te lo suplico…

-¡Mentiste a Lord Voldemort, Ollivander!

-No lo hice… Juro que no lo hice…

-¡Tratabas de ayudar a Potter, de ayudarle a escapar de

mí!

-Juro que no… Creía que otra varita funcionaría…

-Explica entonces qué ocurrió. ¡La varita de Lucius fue

destruída!

-No puedo entenderlo… La conexión… existe solo…

- 102 -

entre vuestras dos varitas…

-¡Mentiras!

-Por favor… te lo suplico…

Y Harry vio a la mano blanca alzar la varita y sintió la

ráfaga de cruel rabia, vio el cáscara del viejo

revolverse en el suelo retorciéndose de agonía…

-¿Harry?

Desapareció tan rápidamente como había venido. Harry

se puso en pie temblando en la oscuridad, aferrado a la

verja del jardín, con el corazón acelerado, la cicatriz

todavía zumbando. Pasaron varios momentos antes de

que comprendiera que Ron y Hermione estaban a su

lado.

-Harry, vuelve a entrar en casa, -susurró Hermione-.

¿Todavía estás pensando en marcharte?

-Si, tienes que quedarte, colega, -dijo Ron, aporreando

a Harry en la espalda.

-¿Estás bien? -preguntó Hermione, lo suficiente cerca

ahora para mirar a Harry a la cara-. ¡Tienes un aspecto

horrible!

-Bueno, -dijo Harry temblorosamente- Probablemente

mejor que el de Ollivander…

Cuando terminó de contarles lo que había visto, Ron

parecía consternado, pero Hermione categóricamente

aterrorizada.

-¡Pero se suponía que había parado! Tu cicatriz… ¡se

suponía que ya no hacía esto! No debes dejar que la

conexión se abra de nuevo… ¡Dumbledore quería que

cerraras tu mente!

Cuando él no replicó, le aferró el brazo.

-¡Harry, está tomando el Ministerio y los periódicos y la mitad del mundo mágico! ¡No dejes que se meta en tu

cabeza también!

- 103 -

 

Capítulo Seis:

El fantasma en pijama

L   a muerte de Ojoloco se cernió sobre la casa

en los días posteriores; Harry esperaba verlo entrar por

la puerta de atrás como los demas miembros de la

orden, quienes pasaban y transmitían noticias. Harry

sentía que nada mas podía aliviar sus sensaciones de

culpa y pena y salir en su misión de encontrar y destruir los horrocruxes lo antes posible.

-Bueno, tú no puedes hacer nada sobre los -Ron articuló

la palabra  horrocruxes- hasta que cumplas diecisiete años. Todavía te sigen el rastro. Y de todos modos

podemos planificarlo aquí, ¿verdad? o -bajó la voz hasta

un susurro- cuentale dónde sabes que está quien-tú-ya-

sabes...

- 104 -

-No.-decidió Harry.

-Yo creo que Hermione podría investigar.-dijo Ron- ella

dijo que esperaría a que te salvaran y a que estuvieras

aqui.

Estaban sentados en la mesa desayunando; el señor

Weasley y Will tenían que irse a trabajar. La señora

Weasley subío arriba para despertar a Hermione y

Ginny, mientras Fleur se tomababa un baño.

-El hechizo se romperá el día treinta y uno -dijo harry-

esto quiere decir que sólo tengo que quedarme aquí

cuatro días, entonces podré…

-Cinco días -le corrigió Ron firmemente- tenemos que

quedarnos para la boda. Ellos nos matarán si faltamos.

Harry entendió por ”ellos” a Fleur y la señora Weasley.

-Solo es un día mas.-dijo Ron cuando Harry le miró

amotinadamente.

-¿Ellos no comprenden como es de importante…?

-No entienden.- dijo Ron- Ellos no tienen una pista. Y

ahora que tu lo mencionas. Quise decirte una cosa.

Ron echó un vistazo hacia la puerta del pasillo para

comprobar que la señora Weasley no volvía aun,

entonces se acercó más a Harry.

-Mamá estaba intentando averiguar cosas sobre

Hermione y yo. Qué estamos haciendo. Lo intentará

despues contigo, así que prepárate. Papá y Lupin han

preguntado también, pero cuando dijimos que

Dumbledore te dijo que no se lo contaras a nadie

excepto a nosotros, ellos lo supieron, no mamá, aunque

ella ya está enterada.

La predicción de Ron se realizó al cabo de unas horas.

Poco antes del almuerzo, la señora Weasley separó a

Harry de los demás pidiendole ayuda para poder

indentificar el calcetín de un hombre que ella pensó

que podía haber venido de su mochila. Una vez

- 105 -

arrinconado en el almacén diminuto de la cocina, comenzó.

-Ron y Hermione parecen pensar que tres de vosotros

vais a dejar Hogwarts.- Comenzó en un tono ligero.

-Oh.-dijo Harry- Bien, sí, somos nosotros.

Un rodillo giraba por si mismo en una esquina,

retorciendo lo que parecía el chaleco del señor

Weasley.

-¿Y puedo preguntar  por qué  abandonais vuestra

educación?

-Bien, Dumbledore me ha dejado… un trabajo que

hacer.- masculló Harry -Ron y Hermione también saben

de ello y quieren venir también.

-¿Qué tipo de trabajo?

-Lo siento, no puedo…

-Bien, francamente. Conozco a Arthur y tengo derecho

a saberlo. ¡Y estoy segura que el señor y la señora

Granger estarían de acuerdo! -dijo la señora weasley.

Harry había tenido el miedo de los padres preocupados.

Tuvo fuerza para mirar directamente a sus ojos, que

contactaron con los suyos de modo que fueron, los

mismos que la sombra marrón de los de Ginny. Esto no

ayudó.

-Dumbledore no quiso que nadie más lo supiera, señora

Weasley. Lo siento. Ron y Hermione no tienen por qué

venir, eso es su opción…

-¡No veo por qué tienes que ir tu también! -Dijo

derrumbándose, dejando caer todo el pretexto ahora. -

¡Tú eres todavía menor de edad, cualquiera de

vosotros! Eso son realmente tonterias. Si Dumbledore

necesitara hacer trabajar a alguien, ¡tendría a toda la

Orden en su mando! Harry, tuviste que entenderlo mal.

Probablemente él estaba diciendote algo que él hizo, y

- 106 -

tú lo tomaste como si él te quisiera decir…

-No entendí mal. -dijo Harry rotundamente. -me lo dijo

para que lo hiciera yo.

Dio la espalda al calcetín que ella, como suponía, había

modelado con juncos de oro.

-Y este no es el mío.

-Oh, desde luego que no. -dijo la señora Weasley con

una vuelta repentina y que acobarda más bien a su tono

ocasional. -deberia haberlo sabido. Bien, harry,

mientras yo estoy aquí, ¿te importaria ayudarnos con

los preparativos de la boda de Bill y Fleur? Hay tanto

por hacer…

-No, por supuesto que no. -dijo Harry, desconcertado

por el súbito cambio de tema.

-¡Qué encantador eres! -replicó, y sonrió mientras se

daba la vuelta hacia el fregadero.

Justo en ese momento, la señora Weasley vigilaba a

Harry, Ron y Hermione que estaban tan ocupados con

los preparativos para la boda que no tenían tiempo para

pensar. La explicación de su comportamiento había sido

que la señora Weasley quiso distraerlos de pensar en la

muerte de Ojoloco y en el miedo del día anterior.

Después de dos días de limpieza de la casa, de multitud

de favores, de flores que recogían y emparejaban con

la gnomización del jardín y de ayudar a la señora

Weasley con las extensas preparaciones de comida para

la boda, Harry comenzó a sospechar un motivo

diferente. Todos los trabajos que ella mandaba

parecían estar hechos para que Ron y Hermione

estuvieran lo mas lejos posible uno del otro. No había

tenido ocasión de hablar con ellos dos desde la primera

noche, cuando Harry les contó que Voldemort había

torturado a Ollivander.

- 107 -

-Pienso que Mamá cree que separándoos retrasará vuestra salida de aquí- le susurró Ginny a Harry el

tercer día, mientras estaban poniendo la mesa.

-¿y qué cree que va a ocurrir?- murmuró Harry- ¿es que

alguien más puede matar a Voldemort mientras

nosotros estamos aquí encerrados?

Estaba hablando sin pensar, y la cara de Ginny se puso

blanca.

-¿así que es cierto?- dijo- ¿eso es lo que estáis

intentando hacer?

-Yo...no... estaba bromeando- añadió Harry

apresuradamente

Se miraron fijamente, y había algo más que asombro en

los ojos de Ginny. Harry se dio cuenta que era la

primera vez que se quedaba con ella a solas desde

aquellas horas robadas en las esquinas aisladas en los

terrenos de Hogwarts. Estaba seguro de que ella

también se acordaba. Ambos se sobresaltaron al abrirse

la puerta, y la señora Weasley, Kingsley y Bill entraron

dentro.

Ahora habían sido reemplazados por otros miembros de

la Orden para la cena, porque la Madriguera había

reemplazado al nº 12 de Grimmauld Place como cuartel

general. El señor Weasley había explicado que después

de la muerte de Dumbledore el Guardián Secreto se

había ido alternando.

-Y como hay veinte de nosotros, la energía del

encantamiento Fidelio se diluye enormemente. veinte

oportunidades para los mortífagos para conseguir el

secreto de alguien. No podemos esperar que se

sostenga mucho tiempo.

-Pero, seguramente Snape ya les habrá dicho a los

mortífagos la dirección, ¿verdad?- preguntó Harry

-Bueno, Ojoloco le echó un par de maldiciones a Snape

- 108 -

en el caso en que venga hacia aquí. Esperemos que sean bastante fuertes y que mantengan cerrada su boca

si intenta hablar del lugar, pero no estamos seguros.

Habría sido una locura hacer del lugar el cuartel

general ahora que su protección es tan inestable

La cocina estaba repleta de gente esa tarde, así que

era difícil manejar los cuchillos y tenedores. harry se

encontraba al lado de ginny. El conjunto de cosas que

habían sucedido le hacían desear que estuviera más

separado de Ginny. Intentaba cortar a duras penas el

pollo que tenía delante mientras se cepillaba el brazo.

(esto no esta mu bien traducido)

-¿No hay noticias acerca de Ojoloco?-preguntó Harry a

Bill

-nada- respondió

No habían podido celebrar un funeral para Moody

debido a que Bill y Lupin no habían conseguido

encontrar su cuerpo. Había sido difícil encontrar dónde

había caído, debido a la oscuridad y la confusión de la

batalla.

-El profeta no ha dicho nada sobre su muerte o la

búsqueda del cuerpo- dijo Bill- Pero no significa nada.

Están muy callados durante estos días.

-Y, ¿todavía no han convocado una vista por la magia

que utilizé para escapar de los mortífagos? – harry

llamó al señor Weasley, que estaba al otro lado de la

mesa. Sacudió su cabeza

-¿Porque saben que no tenía ninguna otra opción o

porque no quisieran que dijera al mundo que Voldemort

me atacó?

- Lo último, creo. Scrimgeour no desea admitir que

Quien-tú-sabes tenga tanto alcance como él tiene, ni

que Azkaban es un caos total.

-¿Por qué no le dice al mundo la verdad?-dijo Harry,

- 109 -

apretando su cuchillo tan firmemente que las cicatrices débiles en la parte posterior de su mano derecha

surgieran hacia fuera, blanca contra su piel: No debo

decir mentiras.

-¿No hay nadie del Ministerio preparado para hacerles

frente?- preguntó Ron enfadado

-Por supuesto Ron, pero la gente está atemorizada.-

dijo el sr Weasley-aterrorizados de que sean los

próximos en desaparecer, de que sus hijos sean los

siguientes en ser atacados. Circulan rumores

desagradables por ahí, no puedo creer que la profesora

de Estudios Muggles haya dimitido. No ha sido vista en

semanas. Mientras tanto, Scrimgeour se encierra en su

despacho todo el día. Esperemos que esté pensando en

algún plan.

Hubo una pausa en la cual la señora Weasley, por arte

de magia, llevó los platos vacíos al fregadero y sirvió

tarta de manzana.

-tenemos que decidir ´ómo vas a ir disfrazado, Adry´-

dijo Fleur mientras todo el mundo tomaba el postre-

para úestra boda. No vamos a invitar a un modtifago a

nuestra óda, pero después del ataque alguien puede

intentar hacerte algo en la boda.

Después de esto Harry se dio cuenta de que Fleur

todavía desconfiaba de Hagrid

(falta una frase?

-Ron, ¿has limpiado tu habitación?-le preguntó la sra

Weasley

-¿Por qué?-replicó Ron cerrando con fuerza su cuchara y

dirigiéndose a su madre- ¿Por qué mi sitio es estar en

mi habitación limpiando?

-Estamos celebrando la boda de tu hermano aquí estos

días, jovencito

-¡¡Y no se van a casar en mi habitación!! Eso es una

- 110 -

auténtica...

-No le hables así a tu madre-le dijo el sr Weasley- y haz lo que se te dice

Ron gritó a sus padres, después cogió su cuchara y se

comió los últimos trozos de su tarta

-Puedo ayudar, yo tengo algo de culpa en ese desorden-

dijo Harry, pero la Señora Weasley le interrumpió

-No Harry querido, Arthur y yo preferimos que nos

ayudes con los pollos. y Hermione, te agradeceríamos

mucho que cambiaras las sábanas, ya que el sr y la sra

Delacour estarán aquí mañana

Pero en cuanto se pusieron a trabajar, vieron que había

poco que hacer con los pollos.

-No hay necesidad de que esté aquí... -díselo a Molly –

le dijo el sr Weasley a Harry, bloqueando su acceso a la

bodega- pero er.. Ted Tonks me pidió que mirara qué le

ocurría a la moto de Sirius, y me estoy escondiendo

aquí. ¡Fantástico! Un exhausto gaskin, creo que se

llama, la mejor batería del mundo, y quiero saber cómo

funcionan los frenos. Voy a intentarlo ahora que Molly

no está, que es cuando tengo tiempo

-¡!Lo hice, lo hice!!Oh, eres tú- dijo Ron cuando Harry

entró en la habitación. Ron estaba tumbado en la

cama, era evidente que había terminado. La habitación

estaba tan desordenada como las otras semanas, el

único cambio era que Hermione estaba sentada en una

esquina de la habitación junto a Su gato canela,

Crookshanks, en sus pies, ordenando libros, algunos de

los cuales harry reconoció como suyos, en dos enormes

pilas

-Hola Harry-dijo cuando se sentó en la mullida cama

-¿Y cómo te escapaste?

-Oh, la madre de Ron olvidó que ya nos había mandado

a Ginny y a mi cambiar las sábanas- dijo Hermione. Ella

- 111 -

arrojaba “Numerología y Gramática”en una pila y “El ascenso y la caída de las Artes oscuras”en el otro.

-Estábamos hablando de Ojoloco-le contó Ron a Harry-

Creo que puede haber sobrevivido

-Pero Bill vio cómo le lanzaban la Maldición Asesina-

dijo HArry

-Sí, pero Bill no estaba al lado del ataque-dijo Ron-

¿Cómo puede estar seguro de lo que vio?

-Incluso si la maldición falló, Ojoloco cayó varios

metros- dijo Hermione con un pesado libro “Equipos de

Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda en su mano

-Podría haber usado un encantamiento escudo

-Fleur dijo que su varita salió despedida de su mano-

dijo HArry.

-Bueno, está bien, si queréis que esté muerto...gruño

Ron, golpeando su almohada para que fuera más

cómoda.

-Por supuesto que no queremos que muera!!- dijo

Hermione sobresaltada. Es terrible que haya muerto.

¡Pero debemos ser realistas!

Por primera vez, Harry se imaginó el cuerpo de

Ojoloco, al igual que el de Dumbledore, con el ojo

mágico girando en la cuenca todavía. Sentía una

puñalada de repulsión mezclada con un extraño deseo

de reír

“Los mortífagos probablemente lo ordenaran todo, por

eso nadie lo encontró- dijo Ron ansioso

Sí, dijo Harry- como Barty Crouch, convertido en hueso

y enterrado frente a la cabaña de hagrid

Probablemente transformaran a Moody y lo enterraran

-¡No!-.Chilló hermione. harry miró justo a tiempo cómo

explotaba su copia de “spellmanś Sillabary”

-Oh no- dijo Harry, luchando por ayudar a Hermione- No

- 112 -

intentaba distraerte

 Pero con un gran crujir de colchones de muelles

oxidados, Ron se levantó de la cama y consiguió llegar

primero. Puso un brazo alrededor de Hermione, cogió

en su bolsillo de los pantalones vaqueros un pañuelo

que había usado para limpiar el horno. Precipitado,

sacó su varita, apuntó al pañuelo y dijo “tergeo”

La varita quitó algo de grasa del pañuelo. Ron se lo dio

a HErmione

- Oh, gracias ron, lo siento. Se sonó la nariz- Es solo

triteza, después de lo de Dumbledore, nunca me

imaginé que le pasara lo mismo a Ojoloco

-Lo sé-dijo Ron abrazándola- Pero sabes lo que él nos

decía siempe

-Alerta Permanente-dijo Hermione mientras se secaba

los ojos

-Exacto- dijo Ron cabezeando-Nos hizo aprender de lo

que le ocurrió. Y lo que he aprendido es en no confiar

en los pequeños cobardes squit, Mundungus.”

Hermione sonrió un poco y empezó a coger otros dos

libros más. Un segundo más tarde de que Ron dejara de

abrazar a Hermione, ella soltó el “monstruoso libro de

los monstruos en sus pies. El libro se liberó de su correa y agarró el tobillo de Ron

-Lo siento lo siento- decía Hermione mientras Harry

intentaba quitar del tobillo de Ron el libro

-¿Qué estás haciendo con todos esos libros?- preguntó

Ron, volviendo a su cama

-Decidir cuál llevo con nosotros cuando vayamos a

buscar a los Horrocruxes

-Oh, por supuesto- dijo Ron aplaudiendio- olvidé que

buscábamos a Voldemort en una libreria

-Ha ha,- dijo HErmione, mirando el Spellman’s

- 113 -

Syllabary.- Me preguntaba si... ¿necesitaremos traducir runas? Es posible, lo cogeré por si acaso

Cogió el sillabary y lo puso al lado de “historia de

Hogwarts”

-Escuchad- dijo HArry

Se incorporó. Ron y Hermione lo miraban

desafiantemente-

-Se que me dijisteis después del funeral de Dumbledore

que me acompañaríais- comenzó harry

-Así es- dijo Ron entornando los ojos

-Creo que cogeré “historia de Hogwarts”.Incluso si no

volvemos, no me siento bien sin él

-Escuchad!!-dijo harry otra vez

-No harry ,escucha tu- dijo Hermione- iremos. Es lo que

hemso decidido en estos meses y años antes

-Pero…

-Calla- le avisó Ron

-¿Estáis seguros de que lo habéis pensado bien?

-Mira- dijo Hermione mientras dejaba Viajando con

Trolls en la pila de inservibles con una mirada

asesina.He estado preparando el equipaje para cuando

llegue el momento, que se necesita mucha magia, y sin

mencionar lo de la poción multijugos de Ojoloco(no

muy bien traducido)

He modificado la memoria de mis padres, así que creen

que son Wendell y Monica Wilkins, y que su deseo era ir

a Australia, donde se encuentran. Así voldemort no los

podrá interrogar acerca de mí, aunque saben algo de ti.

Si sobrevivo, volveré con mis padres y desharé el

encantamiento. Si no, vivirán felices para siempre.

Wendell y Monica Wilkins no saben que tienen una hija.

Los ojos de Hermione estaban bañados en lágrimas de

nuevo. Ron volvió a abrazarla una vez más y frunció el

- 114 -

ceño ante Harry para reprocharle su falta de tacto.

Harry no podía decir nada, estaba asombrado de la

muestra de cariño que daba Ron

-Yo…Hermione…Lo siento… Yo no…

Ves como sabíamos lo que pasaba si íbamos contigo??

Bueno, Ron, enséñale lo que has hecho

No, acaba de comer- dijo Ron

¡Vamos, lo necesitaba saber!

Oh, está bien. Harry, ven aquí

Por segunda vez Ron retiró su brazo de Hermione y

abrió la puerta

-Vamos

-Por qué? – preguntó harry acompañando a Ron dentro

del ordenado rellano tiny landing.

- Descendo-” murmuró Ron, apuntando su varita al

techo bajo.. Una puerta se abrió sobre sus cabezas y

una escalera cayó a sus pies Un horrible, medio succión

medio gemido sonido vino de fuera del agujero

cuadrado, junto con un desagradable olor como

alcantarilla abierta.

-Este es tu ghoul, no?preguntó Harry, que no había visto

nuca a la criatura que interrumpió el silencio nocturno

-Sí, es el- dijo Ron, subiendo la escalera-Ven y lo ves

Harry siguió a Ron subiendo los cortos escalones hacia

el ordenado ático. Su cabeza y hombros estaban en la

habitación antes de que él viera a la criatura a pocos

pies de él, bostezando en la penumbra con su ancha y

grande boca abierta.

-Pero… mira… los ghouls llevan normalmente pijama?

-No- dijo Ron. Tampoco tienen normalmente el pelo

rojo o numerosos granos

Harry contempló la cosa, revuelta ligeramente. Era

humano en forma y tamaño, y llevaba puesto, ahora

que los ojos de Harry se habían acostumbrado a la

- 115 -

oscuridad, un par de antiguos pijamas de Ron.

Él estaba también seguro de que los ghouls eran

generalmente algo calvos, no melenudos y cubiertos de

granos morados..

-Yo soy él, ves?- dijo Ron.

-No, no veo- dijo Harry

Te lo explicaré de vuelta a mi cuarto, el olor se me

está pegando- dijo Ron. Bajaron la escalera, que Ron

devolvió al techo, y volvieron con Hermione, que

estaba todavía ordenando libros.

-Una vez que nos hayamos ido, el ghoul bajará aquí y

vivirá en mi habitación-dijo Ron- Creo que lo está

esperando- es extraño decirlo ya que está todo el rato

gimiendo y llorando- pero cabezea un montón cuando le

llamas, De cualquier manera, será igual que yo con

spattergroit. Buena idea eh?

Harry estaba confundido.

-Es eso!- dijo Ron, frustrado porque harry no había

comprendido el plan- Mira, cuando nosotros tres no

volvamos a Hogwarts de nuevo, todo el mundo pensará

que Hermione y yo estamos contigo, vale? Lo que

significa que los mortífagos irán a por nuestras familias para ver si tienen información de dónde estás

-Pero afortunadamente si todo sale bien, volveré con

Mamá y Papá; un montón de nacidos de Muggles están

hablando de esconderse por el momento- dijo Hermione

-No podemos esconder a mi familia entera, parecerá

muy extraño y tendrán que dejar todos sus trabajos.-

dijo Ron- Así que voy a contar la historia de que estoy

enfermo con spattergroit, y por eso no puedo volver al

colegio. Si alguien viene a investigar, Mamá y Papá

pueden enseñarle el ghoul en mi cama, cubierto de

granos. El spattergroit es muy contagiosos, así que no

querrán que esté cerca. (frse que no entiendo)

- 116 -

It won’t matter that he can’t say anything, either, because apparently you can’t once the

fungus has spread to your uvula.”

-Y tu padre y tu madre están de acuerdo con el plan?-

preguntó Harry

-Papá si. Él ayudó a Fred y George a transformar al

ghoul. mamá...bueno, ya ves cómo está. No aceptará

que nos vayamos hasta que nos hayamos ido

La habitación estaba en silencio, solo roto por ruidos

sordos ya que Hermione continuaba apilando libros

Ron estaba sentado viéndola, y Harry miraba a ambos,

sin saber qué decir

. La manera con la que protegían a sus familias, más de

lo que habían hecho nunca, para ir con él, indicaba lo

peligroso que era. Quería decirles lo que significaba eso para él, pero no encontraba palabras suficientes. A

través del silencio vinieron los camuflados sonidos de

sra Weasley gritando cuatro plantas mas abajo

-Porgablemente Ginny haya dejado algo de polvo en un

anillo- dijo Ron- No sé por qué los Delacour vienen dos

días antes de la bosa

-La hermana de Fleur es la dama de honor, debe estar

aquí para ensayar, y es demasiado joven- dijo

Hermione, mientras miraba dudando Recreo con la

Bañes

-Bueno, los invitados no van a ayudar a Mamá-dijo Ron

-Lo que debemos de decidir realmente - dijo Hermione

tirando “Teoría de Defensa Magica” a la papelera y

cogiendo “una valoración de la educación magica

europea”- es dónde vamos a ir después de salir de

aquí..Se que dijiste que querias ir primero al valle de

godric, y lo entiendo pero... bueno... no deberíamos

poner como prioridad los horrocruxes?

-Si sabemos dónde está alguno de los Horrocruxes,

- 117 -

acepto.- dijo Harry, que no entendía por qué Hermione no comprendía su deseo de ir al valle de Godric. El

cementerio de sus padres era solo parte de la

atracción: El tenían un fuerte e inexplicable

pensamiento de que ese lugar tenía respuestas para él.

Tal vez solo era porque allí había sobrevivido a la

maldición asesina, ahora creía que podría repetir la

hazaña por eso Harry quería ir al lugar dobde había

ocurrido, esperando entender,

-No crees que hay una posibilidad de que Voldemort

tenga vigilantes an el valle de Godric?- prguntó

Hermione- puede que espere que vayas a visitar la

tumba de tus padres cuando seas libre de ir donde

quieras?

Eso no lo había pensado. Mientras él luchaba por

encontrar un argumento convincente, (frase que no

entiendo) Ron spoke up, evidently following his own

train of thought.

-R.A.B. – dijo- sabes , el que robó el guardapelo-

hermione asintió- deci en su nota que iba a destruirlo,

no?

Harry arrastró su mochila y sacó el horrocrux falso, en

el que habían encontrado la nota de RAB

-He robado el Horrocrux real y lo pienso destruir en

cuanto pueda- leyo harry

-Bueno, y si él no acabó?- dijo Ron.

-O ella- interrumpio Hermione

Cualquiera- dijo Ron. –Puede ser algo menos por hacer

Sí, pero tenemos de tratar de encontrar el verdadero

Horrocrux- dijo hermione- por si acaso no ha sido

destruido. Tenemos que asegurarnos

-Y cuando lo tengas, ¿cómo destruirás el Horrocrux?-

preguntó Ron.

-Bueno- respomndio Hermione- Estoy buscando acerca

- 118 -

de eso

-Cómo?- pregunto Harry- creía que no había libros en la

biblioteca sobre horrocruxes

No los había- dijo Hermione, que había enrojecido-

Dumbledore los quitó todos, pero ... pero no los

destruyó“

-¿Cómo has conseguido esos librios

No…no he robado!!- dijo Hermione mirando a Harry y

rOn desesperada- eran todavía libros de la biblioteca,

incluso si los tenía Dumbledore. De cualquier manera,

si realmente no quería que nadie los leyera, seguro que

los habría escondido mejor...

-Qué dices!- exclamo Ron

Bueno, era facil- susurro Hermione- Solo hice un

encantamiento convocador. Ya sabes, accio. Y, se veía

el despacho de Dimbledore desde la ventana del

dormitorio de chicas.

-Pero, cuando lo hiciste??- pregunto Harry, mirando a

Hermione con una mezcla de admiración e incredulidad

-Despues del funeral de Dumbledore- susurro Hermione-

Cuando aceptamos que huiríamos del colegio y te

acompañaríamos a buscar los horrocruxes. Cuando subí

las escaleras, estaba sola allí, y lo intenté y lo

conseguí. Volaron a mi habitación y me los guardé

Tragó saliva y sigió hablando- NO puedo creer que

Dumbledore estuviera enfadado, no vamos a utilizar la

informacion para hacer un Horrocrux, verdad??

¿Nos has oido quejarnos?- dijo Ron- ¿donde estan esos

libros?

Hermione dudó un momento y extrajo de la pila un gran

volumen, encuadrernado en piel. (frase que no

entiendo) She looked a little nauseated and held it as

gingerly as if it were something

- 119 -

recently dead.

“Este es uno de los que dice cómo hacer un horrocrux,

” Secrets of the

Darkest Art “, . es un libro horrible, lleno de magia

maligna. Me pregunto, si cuando Dumbledore los quitó

de la librería, apuesto a que Voldemort consiguió la

instrucción para hacerlo.

-Y entonces, por qué le preguntó a Slughorn como

hacer un Horrocrux, si ya lo habia leido?- pregunto Ron

-Solo le preguntó que pasaba si dividias tu alma en 7-

dijo Harry- Sumbledore estaba seguro de que Ryddle ya

sabia como hacer un horrocrux cuando se lo pregunto a

Slughorn. Si llevas razon, Hermione, puede que lo haya

sacado de ahí

-y cuanto más he leído sobre ellos- dijo Hermione,- más

horribles parecen, y menos puedo creer que él hiciera

realmente seis. Advierte en este libro cómo es

inestable dividir tu alma haciendo un horrocrux!-harry

recordó como Dumbledore le dijo sobre Voldemort que

era demasiado malvado

-¿Hay una manera de reunirlos en ti de nuevo?-

pregunto Ron

Sí- dijo Hermione sonriendo malevolamente- peros es

realmente doloroso

-¿Cómo?¿Cómo se hace?- pregunto Harry

Remordimiento- dijo Hermione- te debes arrepentir

realmente de lo que hiciste. Hay una nota al pie de

pagina. Aparentemente el dolor de hacerlo te puede

destruir. NO puede ver a Voldemort así, veredad?

-NO- dijo Ron- antes de que Harry pudiera responder-

así que pone en ese libro como destruir los

Horrocruxes¿

Sí- dijo Hermione girando páginas- porque advierte a

los magos oscuros los fuertes encantamientos que

- 120 -

deben hacer. De lo que he leido, lo que Harry hizo al diario de Ryddle es una de las pocas maneras de

destruir un Horrocrux.

-Cómo, clavando un colmillio de basilisco?- pregunto

Harrt

 “- Oh, afortunadamente tenemos un gran grupo de

colmillos de basilisco- dijo Ron- me preguntaba qué

hacer con ellos

-No tiene por qué ser un colmillo de basilisco- dijo

pacientemente Hermione- tiene que ser algo tan

destructivo que el Horrocrux no lo pueda reparar. El

veneno de Basilisco solo tiene un atídoto y es

increíblemente raro

-Lágrimas de fenix- dijo Harry

Exacto- dijo Hermione-Nuestro problema es que hay

muy pocas sustancias tan destructivas como el veneno

de Basilisco, y es peligroso llevarls con nosotros. Es un problema. NO podemos utilizar el truco de romper,

cortar o rasgar el horrocrux, por que eso por magia se

pued arreglar

-Pero si incluso destruimos el Horrocrux,-dijo Ron

puede quedar un pedacito de alma que regresaria a

Voldemort?

-Porque un Horrocrux es todo lo contrario a la creacion

de un hombre

Viendo que Harry y Ron estaban confusos, Hermione se

lo explicó: Mirad si cogiera una espada ahora, Ron, y te

atravesara con ella, no dañaría tu alma.

-Que sería muy reconfortable para mí, seguro- dijo Ron.

Harry rió

-Debería ser así, actualmente. Pero yo creo es que si le

pasa algo a tu cuerpo, tu alma sigue viva intacta. El

fragmento de alma depende de su objeto, su cuerpo

- 121 -

encantado, para sobrevivir. No puede exitir sin eso.

-Así murió el diario cuando lo apuñalé- dijo Harry,

recordando cuando la tinta roja como la sangre fluyó de

las página agujereadas, y los gritos del alma de

Voldemort mientras desaparecia.

-Y cuando el diario está propiamente destruido, el

pedazo de alma atrapado no puede existir. Ginny

intentó librarse del diario antes que tú, mojándolo,

pero obviamente el diario estaba inmune.

Ok- dijo Ron, frunciendo el ceño- el pedazo de alma en

ese diario estaba poseyendo a Ginny, no? Cómo trabaja

entonces?

Mientras el objeto está intacto, el pedazo de alma

puede introducirse dentro de alguien si consigue abrir

ese objeto. No significa estar tocandolo todo el rato,

basta con tocarlo- añadió antes de que Ron pudiera

hablar- Significa emocionalmente. Ginny puso su

corazon en el diario, quedando muy vulnerable. Estás

en problemas si dependes del Horrocrux

-Me pregunto cómo destruiria el anillo Dumbledore-

dijo Harry- ¿por qué no se lo pregunté. Nunca,

realmente

Estaba pensando en todas las cosas que debería haberle

preguntado a Dumbledore, y cómo, desde que había

muerto, le parecía a Harry que habría tenido muchas

oportunidades si Dumbledore siguiera vivo de encontrar

más... de encontrarlo todo.

El silencio fue roto por un fuerte golpe al abrir la

puerta

El silencio fue roto cuando la puerta del dormitorio se

abrió de repente, dando un fuerte golpe en la pared.

Hermione chilló y dejó caer el libro de Artes Oscuras;

Crookshanks pasó como un rayo bajo la cama, silbando

indignadamente; Ron saltó de la cama, patinó en una

- 122 -

envoltura de Rana de Chocolate y se dio con la cabeza contra la pared; y Harry sacó, instintivamente, su

varita, cuando se dio cuenta de quien había entrado era

la señora Weasly, cuyo pelo estaba desaliñado y tenía

la cara retorcida por la rabia.

“Lamento mucho molestaros en esta pequeña y cómoda

reunión” dijo con voz temblorosa. “Estoy segura de que

necesitan descansar… pero hay regalos de boda

amontonados en mi cuarto que necesito ordenar, y tuve

la impresión de que habíais acordado ayudar”.

“Ah, sí” dijo Hermione aterrorizada. “Sentimos no…

haber ido antes”.

Con una angustiada mirada a Harry y Ron, Hermione

salió de la habitación tras la señora Weasley.

“Es como ser un elfo doméstico,” dijo Ron mientras se

frotaba la cabeza. “pero sin satisfacción laboral…

Cuanto antes acabe esta boda, más feliz seré”.

“Sí,” dijo Harry, “entonces no tendremos nada más por

preocuparnos a parte de los Horrocruxes… Serán como

unas vacaciones, ¿no?”.

Ron comenzó a reírse, pero a la vista de la enorme pila

de regalos de boda que los esperaban en la habitación

de la señora Weasley, paró bruscamente.

Los Delacours aparerecieron a la mañana siguiente a las

once en punto. Harry, Ron, Hermione y Ginny se

sentían bastante resentidos hacia la familia de Fleur

esta vez; y Ron estuvo intentando ponerse calcetines

pares durante un buen rato, mientras Harry intentaba

aplastar su pelo.

Una vez que todos creían que estaban listos, salieron al

jardín para esperar a los visitantes. Harry nunca había

visto el lugar tan arreglado… Los calderos mohosos y las

viejas botas de Wellington habían sido reemplazados

por dos nuevos arbustos; que, aunque no había brisa,

- 123 -

sus hojas ondeaban perezosamente, causando un atractivo efecto. Los pollos habían sido encerrados, la

yarda barrida y los árboles que cercaban el jardín

estaban ahora podados.

Harry había perdido la cuenta de cuantos hechizos de

seguridad habían sido conjurados por la orden y el

Ministerio para proteger la casa, todo lo que sabía era

que el señor Weasley había tenido que ir a buscar a los

Delacours a lo alto de una colina, donde habían

aparecido con un traslador. El primer

El primer sonido de su enfoque fue una risa

excepcionalmente aguda, que resultó ser la venida del

señor Weasley, que apareció en la puerta segundos más

tarde, cargado con equipaje y dirigiendo a una mujer

con una hermosa melena rubia, que debería ser la

madre de Fleur.

“Maman!” lloró Fleur, apresurándose a abrazarla.

“Papa!”

El señor Delacour no era tan atractivo como su esposa;

él era una cabeza más bajo que su mujer, con una

pequeña barba negra. Sin embargo, pareció amable, y

se acercó a la señora Weasley para saludarla.

“No se tenía que habeg tomado tantas molestias,” dijo

con voz profunda. “Fleur nos dijo que usted estuvo

tgabajando muy dugo”.

“¡Ah, no ha sido nada, nada!” respondió la señora

Weasley. “Ningún problema”.

Ron alivió sus sentimientos dando una patada a un

gnomo que se había asomado desde los nuevos

arbustos.

“¡Estimada dama!” dijo el señor Delacour, tendiendo la

mano a la sra. Weasley. “¡Estamos muy orgullosos de la

unión venidera entre nuestras familias! Permita

presentarle a mi esposa, Apolline”. La señora Delacour

- 124 -

avanzó y besó a la sra. Weasley. “Enchantée, ” dijo.

“Su hijo es tan encantadog como Fleur nos dijo”.

El Sr. Weasley soltó una risa maníaca; y la señora

Weasley le lanzó una mirada asesina, y él calló al

instante.

“Y por supuesto, aquí está mi hija pequeña, Gabrielle!”

dijo el señor Delacour.

Gabrielle era la réplica en miniatura de Fleur, de once

años de edad, con pelo largo hasta la cintura,

pleateado-rubio. Ella lanzó a la señora Weasley una

deslumbrante sonrisa y la abrazó, entonces lanzó a

Harry una mirada resplandeciente, a lo que Ginny hizo

un fuerte ruido con la garganta.

“Bien, ¡entrad, entrad!” dijo la señora Weasley. Al final consiguió acomodar a los Delacours, después de muchos

“Después de usted” y “No, por favor” y “nada en

absoluto”.

Los Delacours fueron huéspedes útiles y agradables,

comenzaron con los preparativos para la boda, el señor

Delacour repartió los asientos y la señora Delacour

limpió el horno. Gabrielle estuvo con su hermana Fleur

intentando ayudar, mientras farfullaba en francés

bastante rápido.

En desventaja, la Madriguera no fue construida para

acomodar tantas personas. El señor y la señora Weasley

dormían en el sofá, habiendo pasado por alto las quejas

que el señor y la señora Delacour hacían sobre esa

situación, diciéndoles que ya dormirían ellos en el sofá

si era necesario.

Gabrielle dormía con Fleur en la habitación de Percy, y

Hill compartiría habitación con Charlie una vez éste

llegara de Rumania. La casa estaba siempre tan

atestada que Harry, Ron y Hermione salían de ella con

la excusa de dar de comer a los pollos.

- 125 -

“¡Ella nunca nos dejará solos!” dijo Ron cuando vio aparecer a la señora Weasley tras su segundo intento

de reunirse con Harry y Hermione.

“Ah, bien, habéis dado de comer a los pollos,” dijo

“será mejor encerrarlos de nuevo antes de que mañana

venga Charlie, porque hay que poner el soporte para la

boda” explicó ella mientras se agachaba frente al

gallinero. Parecía agotada. “Marquesinas Máginas

Millamant… son muy buenos, Bill los acompaña… será

mejor –dijo dirigiéndose a Harry- que estuvieras dentro

mientras están aquí, Harry. Lo digo para no complicar

la organización de la boda, teniendo todos estos

hechizos de seguridad a lo largo del lugar.”

“Lo siento” dijo Harry.

“¡No seas tonto!” dijo la señora Weasley. “No quería

decir,… bien, ¡tu seguridad es mucho más importante!

Realmente, estaba esperando a preguntarte como

quieres celebrar tu compleaños… a fin de cuentas,

diecisiete es una cifra importante…”.

“No quiero ningún jaleo,” dijo Harry rápidamente. “De

verdad, señora Weasley, solamente una cena normal

será suficiente… Es el día antes de la boda…”.

“Oh, bien, si estás seguro. Invitaré a Remus y Tonks,

¿puedo? ¿y que pasa con Hagrid?”

“Sería genial, invítalos a todos” dijo Harry. “Pero por

favor, no se moleste demasiado”.

“Tranquilo, tranquilo… no es ningún problema”.

Ella le miró, después sonrió de manera un poco

apagada, y luego se fue. Mientras Harry la miraba, ella

ondeó su varita en el aire, y la ropa húmeda se tendió

por si sola en las cuerdas para secarse. De pronto,

Harry sintió una hondonada de remordimiento por darle

a la señora Weasley más trabajo.

- 126 -

Capítulo Siete:

El testamento de Albus Dumbledore

E   staba caminando por una larga carretera

de montaña a la fría luz azul del amanecer. Muy por

debajo, envuelta en niebla, se veía la sombra de una

pequeña ciudad. ¿Estaba el hombre al que buscaba ahí

abajo, el hombre al que necesitaba tan

desesperadamente que no podía pensar en nada más, el

hombre que tenía la respuesta, la respuesta a su

problema...?

-Eh, despierta.

Harry abrió los ojos. Estaba de nuevo tendido en la

cama plegable del revuelto cuarto de Ron en el ático.

El sol no había salido aún y la habitación estaba todavía oscura. Pigwidgeon estaba dormida con la cabeza bajo

su diminuta ala. La cicatriz de la frente le dolía.

-Estabas murmurando en sueños.

-¿De verdad?

-Si, "Gregorovitch". Estabas diciendo "Gregorovitch".

- 127 -

Harry no llevaba puestas las gafas; veía la cara de Ron ligeramente borrosa.

-¿Quién es Gregorovitch?

-¿Y yo que sé? Eras tú el que lo estaba diciendo.

Harry se frotó la frente, pensando. Tenía la vaga

sensación de haber oído el nombre antes, pero no podía

pensar donde.

-Creo que Voldemort le está buscando.

-Pobre tipo -dijo Ron fervorosamente.

Harry se sentó, todavía frotándose la cicatriz, ahora

totalmente despierto. Intentó recordar qué había visto

exactamente en su sueño, pero todo lo que recordaba

era un horizonte montañoso y la silueta de un pequeño

pueblo acunado en un profundo valle.

-Creo que está en el extranjero.

-¿Quién, Gregorovitch?

-Voldemort. Creo que está en algún lugar del

extranjero, buscando a Gregorovitch. No parecía ningún

lugar de Gran Bretaña.

-¿Crees que estás viendo en su mente de nuevo?

Ron parecía preocupado.

-Hazme un favor y no se lo digas a Hermione -dijo

Harry-. No sé como espera que deje de ver cosas en

sueños...

Levantó la mirada hacia la pequeña jaula de

Pidwidgeon, pensando... ¿Por qué el nombre

"Gregorovitch” le era familiar?

-Creo -dijo lentamente-, que tiene algo que ver con el

Quidditch. Hay alguna conexión, pero no se me

ocurre... no se me ocurre cual pueda ser.

-¿Quidditch? -dijo Ron-. ¿Seguro que no estás pensando

en Gorgovitch?

-¿Quién?

-Dragomir Gorgovitch, Guardián, traspasado a los

- 128 -

Chudley Cannons por un record hace dos años. El record que mantiene es el de dejar caer más Quaffle en una

temporada.

-No -dijo Harry-. Definitivamente no estoy pensando en

Gorgovitch.

-Yo intento no hacerlo tampoco -dijo Ron-. Bueno, feliz

cumpleaños, por cierto.

-Guau... ¡Tienes razón, lo olvidé! ¡Tengo diecisiete!

Harry agarró la varita posada en mesita junto a su cama

plegable, apuntó al desordenado escritorio donde había

dejado sus gafas, y dijo "¡Accio Gafas!". Aunque estaban a solo unos cuarenta centímetros de distancia, había

algo inmensamente satisfactorio en verlas zumbar hacia

él, al menos hasta que le pincharon el ojo.

-Muy astuto -bufó Ron.

Celebrando el levantamiento de su Rastro, Harry envió

las posesiones de Ron a volar por la habitación,

provocando que Pigwidgeon despertara y aleteara

excitadamente en su jaula. Harry intentó también

atarse los cordones de las zapatillas con magia (el

resultado fue un nudo que llevó varios minutos desatar

a mano) y, solo por el puro placer de hacerlo, cambió

el naranja de las túnicas del poster de Ron de los

Chudley Cannons por azul brillante.

-Yo que tu me subiría la cremallera con la mano -

aconsejó Ron a Harry, resoplando cuando Harry lo hizo

inmediatamente-. Aquí está tu regalo. Desenvuélvelo

aquí, no es apto para los ojos de mi madre.

-¿Un libro? -dijo Harry mientras tomaba el paquete

rectángulo-. Un poco alejado de la tradición, ¿verdad?

-Este no es un libro común -dijo Ron-. Es oro puro. Doce

Formas Infalibles de Encantar a las Brujas. Explica todo

lo que necesitas saber sobre las chicas. Si lo hubiera

tenido el año pasado habría sabido exactamente como

- 129 -

librarme de Lavender y tú habrías sabido como acabar con... Bueno, Fred y George me dieron una copia, y he

aprendido mucho. Te sorprendería, no es aburrido en

absoluto además.

Cuando llegaron a la cocina encontraron una pila de

regalos esperando sobre la mesa. Bill y Monsieur

Delacour estaban terminando su desayuno, mientras la

Señora Weasley estaba de pie canturreando sobre la

sartén.

-Arthur me dijo que te deseara felices diecisiete,

Harry, -dijo la Señora Weasley, sonriéndole-. Tuvo que

irse a trabajar temprano, pero volverá para la cena.

Ese de encima es nuestro regalo.

Harry se sentó, tomó el paquete cuadrado que ella

había indicado, y lo desenvolvió. Dentro había un reloj

muy parecido al que el Señor y la Señora Weasley

habían regalado a Ron por su decimoséptimo

cumpleaños; era de oro, con estrellas en vez de

manecillas.

-Es tradicional regalarle a un mago un reloj cuando

llega a la mayoría de edad -dijo la Señora Weasley,

observándole ansiosamente desde detrás de la cocina-.

Me temo que este no es nuevo como el de Ron, en

realidad era de mi hermano Fabián y él no es que fuera

terriblemente cuidadoso con sus posesiones, está

arañado por detrás, pero...

El resto de su discurso se perdió. Harry se había

levantado y la abrazaba. Intentó poner un montón de

cosas nunca dichas en el abrazo y quizás ella las

entrendió, porque le palmeó la mejilla torpemente

cuando la soltó, después ondeó su varita de forma

ligeramente aleatoria, causando la caída de un trozo de

beacon de la sartén al suelo.

-¡Feliz cumpleaños, Harry! -dijo Hermione,

- 130 -

apresurándose a entrar en la cocina y añadiendo su propio regalo a la pila-. No es mucho, pero espero que

te guste. ¿Qué le has regalado tú? -añadió para Ron,

que pareció no oírla.

-¡Vamos, venga, abre el de Hermione! -dijo Ron.

Le había comprado un nuevo Chivatoscopio. Los otros

paquetes contenían una hoja de afeitar encantada de

Bill y Fleur ("Ah, si, esto te hagá el afeitado más suave que hayas disfgutado nunca", le aseguró Monsieur

Delacour, "pero debes decigle clagamente lo que

deseas... de otgo modo podgías encontgagte con menos

pelo del que quisiegas..."), chocolates de los Delacour, y una enorme caja de lo último en artículos de

"Sortilegios Weasley" de Fred y George.

Harry, Ron y Hermione no se demoraron en la mesa,

cuando la llegada de Madame Delacour, Fleur y

Gabrielle dejó la cocina incómodamente atestada.

-Yo te guardo esto en el equipaje -dijo Hermione

alegremente, quitándole los regalos de los brazos

mientras los tres se dirigían otra vez escaleras arriba-.

Casi he acabado, solo estoy esperando a que el resto de

vuestra ropa interior salga de la lavadora, Ron...

La estampida de Ron fue interrumpida por una puerta

que se abrió en el descansillo del primer piso.

-¿Harry, te importaría venir un momento?

Era Ginny. Ron se detuvo bruscamente, pero Hermione

le cogió del codo y tiró de él escaleras arriba. Nervioso, Harry siguió a Ginny al interior de su habitación.

Nunca antes había estado allí dentro. Era pequeña,

pero brillante. Había un gran poster del grupo Las

Brujas de Macbeth en una pared, y una foto de Gwenog

Jones, Capitana del Equipo de Quiddith, solo de brujas,

las Holyhead Harpies, en la otra. Un escritorio estaba

colocado de cara a la ventana abierta, que daba al

- 131 -

huerto donde una vez Ginny y él habían jugado un dos contra dos al Quidditch con Ron y Hermione, y que

ahora estaba ocupado por una enorme y perlada carpa.

La bandera dorada de lo alto estaba al nivel de la

ventana de Ginny.

Ginny levantó la mirada hacia la cara de Harry, tomó un

profundo aliento, y dijo.

-Felices diecisiete.

-Si... gracias.

Ella le miraba firmemente; él sin embargo, encontraba

difícil devolverle la mirada, era como contemplar una

luz brillante.

-Bonita vista -dijo débilmente, señalando hacia la

ventana.

Ella lo ignoró. No podía culparla.

-No se me ocurrió qué regalarte -dijo

-No tenías que regalarme nada.

Ella hizo caso omiso de eso también.

-No sabía que sería útil. Nada demasiado grande,

porque si no, no podrías llevarlo contigo.

Se arriesgó a mirarla. No estaba llorando; esa era una

de las cosas más maravillosas de Ginny, raramente

lloraba. En ocasiones había pensado que tener seis

hermanos debía haberla endurecido.

Dio un paso hacia él.

-Así que después pensé, que me gustaría que tuvieras

algo para recordarme, ya sabes, por si conoces a alguna

veela cuando estés por ahí haciendo lo que sea que

vayas a hacer.

-No creo que las oportunidades de ligar vayan a estar a

la orden del día, para serte sincero.

-Ahí es adonde quería llegar -susurró ella, y entonces le besó como nunca le había besado antes, y Harry le

estaba devolviendo el beso, y ese extasiado olvido fue

- 132 -

mejor que el whisky de fuego; ella era la única cosa real en el mundo, Ginny, su sensación, la mano que

tenía en su espalda y la otra en su largo y oloroso

pelo...

La puerta se abrió de golpe tras ellos y se separaron de

un salto.

-Oh -dijo Ron mordazmente-. Lo siento.

-¡Ron! -Hermione estaba justo tras él, ligeramente sin

aliento. Se hizo un silencio tenso, y luego Ginny digo

con una vocecita seria,

-Bueno, feliz cumpleaños de cualquier modo, Harry.

Las orejas de Ron estaban de color escarlata; Hermione

parecía nerviosa. Harry deseó estamparles la puerta en

la cara, pero daba la sensación de que una corriente

fría había entrado en la habitación cuando la puerta se

abrió, y su brillante momento había estallado como una

burbuja de jabón. Todas las razones para terminar su

relación con Ginny, para dejarla al margen, parecían

haberse colado en la habitación con Ron, y toda su feliz

amnesia había desaparecido.

Miró a Ginny, deseando decir algo, aunque difícilmente

sabía qué, pero ella le había vuelto la espalda. Pensó

que podría haber sucumbido, por una vez, a las

lágrimas. No podía hacer nada por consolarla delante

de Ron.

-Te veo luego -dijo, y siguió a los otros dos fuera del

dormitorio.

Ron marchó escaleras abajo, a través de la todavía

atestada cocina y hasta el patio, y Harry le mantuvo el

paso todo el camino, con Hermione trotando junto a

ellos con aspecto un poco asustado.

Una vez alcanzaron la soledad del césped recién

cortado, Ron se volvió hacia Harry.

-La dejaste. ¿Qué estás haciendo ahora, rondándola?

- 133 -

-No la estoy rondando, -dijo Harry, cuando Hermione les alcanzaba.

-Ron...

Pero Ron alzó una mano para silenciarla.

-Estaba realmente echa polvo cuando terminásteis...

-También yo. Sabes por qué terminé con ella, y no fue

porque que yo quisiera.

-Si, pero ahora vas y la besas y va a hacerse ilusiones

otra vez...

-No es idiota, sabe que no puede ser, no espera que

acabemos... que acabemos casándonos, o...

Al decirlo, en la mente de Harry tomó forma una vívida

imagen de Ginny, con un vestido blanco, casándose con

un desconocido alto, desagradable y sin cara.

En un vertiginoso momento pareció golpearle. El futuro

de ella estaba libre y sin trabas, mientras que el suyo...

él no podía ver delante nada más que a Voldemort.

-Si sigues tonteando con ella a cada oportunidad que

tienes...

-No volverá a ocurrir -dijo Harry severamente. El día

estaba despejado, pero él sentía como si el sol hubiera

desaparecido-. ¿Vale?

Ron parecía medio resentido, medio tímido; se meció

adelante y atrás sobre sus pies por un momento,

después dijo

-Bien entonces, bien, esto... si.

Ginny no buscó otro encuentro a solas con Harry

durante el resto del día, ni con una mirada o gesto

demostró que habían compartido algo más que una

cortés conversación en su habitación. No obstante, la

llegada de Charlie fue un alivio para Harry. Proporcionó

una distracción observar a la Señora Weasley mientras

forzaba a Charlie a sentarse en una silla, alzaba su

varita amenazadoramente, y anunciaba que estaba a

- 134 -

punto de obtener un apropiado corte de pelo.

Como la cena de cumpleaños de Harry había estado más

allá de la capacidad de la cocina incluso antes de la

llegada de Charlie, Lupin, Tonks, y Hagrid, se habían

colocado varias mesas al fondo del jardín. Fred y

George habían embrujado un buen número de linternas

púrpura todas engalanadas con un gran número 17, que

colgaban en el aire sobre los invitados. Gracias a los

cuidados de la Señora Weasley, la herida de George

estaba pulcra y limpia, pero Harry no se acostumbraba

aún al agujero negro en el costado de su cabeza, a

pesar de que los gemelos hacían muchas bromas al

respecto.

Hermione hizo que grandes carteles de púrpura y oro

irrumpieran del extremo de su varita y se colgasen a sí

mismos artísticamente sobre los árboles y arbustos.

-Bonito -dijo Ron, cuando con una floritura final de la

varita, Hermione cambió las hojas del manzano a

dorado-. Realmente tienes ojo para este tipo de cosas.

-¡Gracias, Ron!, -dijo Hermione, pareciendo a la vez

complacida y un poco confusa. Harry se alejó,

sonriendo para sí mismo. Tenía la curiosa impresión de

que descubriría un capítulo de cumplidos cuando

encontrara tiempo para estudiar atentamente su copia

de Doce Formas Infalibles de Encantar a una Bruja;

captó la mirada de Ginny y le sonrió antes de recordar

su promesa a Ron y apresurarse a entablar conversación

con Monsieur Delacour.

-¡Fuera de mi camino, fuera de mi camino! -cantaba la

Señora Weasley, atravesando la puerta con lo que

parecía ser una Snitch gigante del tamaño de un balón

de playa delante de ella. Segundo después Harry

comprendió que era su pastel de cumpleaños, que la

Señora Weasley estaba sujetando con su varita, en vez

- 135 -

de arriesgarse a cargar con él por terreno accidentado.

Cuando el pastel hubo aterrizado finalmente en medio

de la mesa, Harry dijo,

-Tiene un aspecto asombroso, Señora Weasley.

-Oh, no es nada, querido, -dijo ella cariñosamente.

Sobre su hombro, Ron alzó el pulgar hacia Harry y

formó con la boca las palabras "Muy buena esa".

A las siete en punto todos los invitados habían llegado,

conducidos a la casa por Fred y George, que los

esperaban al final de la senda. Hagrid había honrado la

ocasión vistiendo su mejor y más horrible traje marrón.

Aunque Lupin sonreía cuando estrechó la mano de

Harry, Harry pensó que parecía bastante infeliz. Era

todo muy raro; Tonks, a su lado, parecía sencillamente

radiante.

-Feliz cumpleaños, Harry, -dijo, abrazándole

firmemente.

-¡Diecisiete, eh! -dijo Hagrid mientras aceptaba un

vaso, del tamaño de un cubo, de Fred-. Seis años desde

el día en que nos conocimos, Harry, ¿recuerdas?

-Vagamente, -dijo Harry, sonriéndole- ¿No derribaste la

puerta principal, le pusiste a Dudley una cola de cerdo,

y me dijiste que era un mago?

-Había olvidado los detalles -rió Hagrid con

satisfacción-. ¿Todo bien, Ron, Hermione?

-Estamos bien, -dijo Hermione-. ¿Y tú?

-Ah, no está mal. Ocupado, tenemos unicornios recién

nacidos. Os los mostraré cuando volváis. -Harry evitó

las miradas de Ron y Hermione mientras Hagrid

rebuscaba en su bolsillo-. Aquí tienes, Harry... no se me ocurría qué regalarte, pero entonces recordé esto. -

Sacó una bolsilla ligeramente peluda que se cerraba

con un largo cordel, que evidentemente servía para

llevarla al cuello-. Piel de topo. Oculta cualquier cosa

- 136 -

en ella pero solo su propietario puede sacarlas. Son raras.

-¡Hagrid, gracias!

-No es nada, -dijo Hagrid, ondeando su mano del

tamano de la tapa de un cubo de basura.-. ¡Ahí está

Charlie! Siempre me ha gustado Charlie... ¡ey! ¡Charlie!

Charlie se aproximó, pasándose la mano ligeramente

pesaroso sobre su nuevo y brutalmente corto rapado.

Era más bajo que Ron, ancho, con una gran número de

quemaduras y arañazos en sus musculosos brazos.

-Hola, Hagrid, ¿cómo va?

-Bien para los tiempos que corren. ¿Cómo le va a

Norberto?

-¿Norberto? -rió Charlie-. ¿El Colacuerno Noruego? Ahora

la llamamos Norberta.

-¿Qué... Norberto es una chica?

-Oh, si, -dijo Charlie

-¿Cómo lo sabes? -preguntó Hermione

-Son mucho más crueles -dijo Charlie. Miró sobre su

hombro y dejó caer la voz-. Desearía que Papá se diera

prisa y llegara ya. Mamá se está poniendo de los

nervios.

Todos miraron a la Señora Weasley, que estaba

intentando hablar con Madame Delacour mientras

lanzaba continuamente miradas hacia la verja.

-Creo que mejor empezamos sin Arthur -gritó hacia el

jardín después de un momento o dos-. ¡Debe haberse

entretenido... oh!

Todos lo vieron al mismo tiempo, una ráfaga de luz que

llegaba volando por el patio y hasta la mesa, donde

tomó la forma de una comadreja de plata brillante, que

se puso en pie sobre las patas traseras y habló con la

voz del Señor Weasley.

-El Ministro de Magia viene conmigo.

- 137 -

El Patronus se disolvió en el aire, dejando a la familia de Fleur mirando atónita el lugar donde se había

desvanecido.

-Nosotros no deberíamos estar aquí, -dijo Lupin al

instante-. Harry... lo siento... te lo explicaré en otro

momento...

Agarró la muñeca de Tonks y se la llevó; alcanzaron la

valla, la escalaron, y se perdieron de vista. La Señora

Weasley parecía desconcertada.

-El Ministro... ¿pero por qué...? No entiendo...

Pero no hubo tiempo de discutir la cuestión; un

segundo después, el Señor Weasley había aparecido de

la nada en la verja, acompañado por Rufus Scrimgeour,

instantáneamente reconocible por su melena de pelo

grisáceo.

Los dos recién llegados caminaron por el patio hacia el

jardín y la mesa iluminada por linternas, donde todo el

mundo estaba sentado en silencio, observándoles

acercarse. Cuando Scrimgeour llegó al alcance de la luz

de las linternas, Harry vio que parecía mucho más viejo

que la última vez que se habían visto, flacucho y

sombrío.

-Lamento la intrusión -dijo Scrimgeour, mientras

cojeaba para detenerse ante la mesa-. Especialmente

cuando veo que estoy aguando una fiesta.

Sus ojos se posaron un momento en el pastel con forma

de Snitch gigante.

-Muchas felicidades.

-Gracias -dijo Harry.

-Debo tener unas palabras en privado contigo, -siguió

Scrimgeour-. También con el Señor Ronald Weasley y la

Señorita Hermione Granger.

-¿Nosotros? -dijo Ron, que sonaba sorprendido-. ¿Por

qué nosotros?

- 138 -

-Se lo diré cuando estemos en algún lugar más privado -

dijo Scrimgeour-. ¿Hay un lugar semejante? -exigió al

Señor Weasley.

-Si, por supuesto, -dijo el Señor Weasley, que parecía

nervioso-. El, er, salón, ¿por qué no allí?

-Puede usted mostrarme el camino – le dijo Scrimgeour

a Ron-. No habrá necesidad de que nos acompañes,

Arthur.

Harry vio que el Señor Weasley intercambiaba una

mirada preocupada con la Señora Weasley mientras él,

Ron y Hermione se ponían en pie. Mientras se dirigían

de vuelta a la casa en silencio, Harry sabía que los otros dos estaban pensando lo mismo que él; Scrimgeour

debía haber averiguado de algún modo que los tres

estaban planeando dejar Hogwarts.

Scrimgeour no habló mientras todos pasaban a través

de la revuelta cocina al salón de la Madriguera. Aunque

el jardín había estado lleno de la suave luz dorada de la tarde, allí ya estaba oscuro. Harry ondeó su varita hacia las lámparas de aceite mientras entraba y estas

iluminaron la desgastada pero acogedora habitación.

Scrimgeour se sentó en el sillón hundido que

normalmente ocupaba el Señor Weasley, dejando a

Harry, Ron y Hermione intentando encajarse lado a

lado en el sofá. Una vez lo hubieron hecho, Scrimgeour

habló.

-Tengo algunas preguntas para vosotros tres, y creo que

será mejor si lo hacemos individualmente. Si vosotros

dos... -señaló a Harry y Hermione-.... esperáis arriba,

empezaré con Ronald.

-No vamos a ninguna parte -dijo Harry, mientras

Hermione asentía vigorosamente-. Puede hablarnos

juntos, o nada en absoluto.

Scrimgeour lanzó a Harry una fría y calculadora mirada.

- 139 -

Harry tuvo la impresión de que el Ministro se estaba preguntando si valía la pena o no abrir las hostilidades

tan pronto.

-Muy bien entonces, juntos -dijo, encogiéndose de

hombros. Se aclaró la garganta-. Estoy aquí, como

seguramente sabréis, por el testamento de Albus

Dumbledore.

Harry, Ron y Hermione se miraron unos a otros.

-¡Una sorpresa, aparentemente! ¿No erais conscientes

de que Dumbledore os había dejado algo?

-¿A todos? -dijo Ron-. ¿A Hermione y a mí también?

-Si, a todos...

Pero Harry interrumpió.

-Dumbledore murió hace un mes. ¿Por qué ha tardado

tanto en darnos lo que nos dejó?

-¿No es obvio? -dijo Hermione, antes de que Scrimgeour

pudiera responder-. Querían examinar lo que sea que

nos dejó. ¡No tenía derecho a hacer eso! -dijo, y su voz

tembló ligeramente.

-Tenía todo el derecho, -dijo Scrimgeour

despectivamente-. El Decreto para la Confiscación

Justificada da al Ministerio poder para confiscar el

contenido de un testamento...

-¡Esa ley fue creada para evitar que los magos legaran

artefactos Oscuros -dijo Hermione- y se supone que el

Ministerio debe tener una prueba poderosa de que las

posesiones heredadas son ilegales antes de confiscarlas!

-¿Está planeando seguir una carrera en Leyes Mágicas,

Señorita Granger? -añadió Scrimgeour.

-No, en absoluto, -replicó Hermione-. ¡Espero hacer

algo bueno para el mundo!

Ron rió. Los ojos de Scrimgeour se fijaron en él y una

vez más Harry habló.

-¿Y por qué ha decidido darnos nuestras cosas ahora?

- 140 -

¿No se le ocurrió un pretexto para quedárselas?

-No, será porque los treinta y un días han transcurrido -

dijo Hermione al momento-. No pueden confiscar los

objetos más tiempo a menos que puedan probar que

son peligrosos, ¿Correcto?

-¿Diría usted que estaba muy unido a Dumbledore,

Ronald? -preguntó Scrimgeour, ignorando a Hermione.

Ron pareció sobresaltarse.

-¿Yo? No... en realidad no... fue siempre Harry quien...

Ron miró alrededor, a Harry y Hermione, para ver como

Hermione le lanzaba una mirada del tipo deja-de-

hablar-¡ya!, pero el daño estaba hecho. Scrimgeour

pareció haber oído exactamente lo que esperaba, y

deseaba, oír. Se abalanzó como un ave de presa sobre

la respuesta de Ron.

-Si no estaba unido a Dumbledore, ¿cómo explica el

hecho de que le mencionara en su testamento? Hizo

excepcionalmente pocos legados personales. La gran

mayoría de sus posesiones... su biblioteca privada, sus

instrumentos mágicos, y otros efectos personales... se

legaron a Hogwarts. ¿Por qué cree que fue usted

distinguido?

-Yo... supongo -dijo Ron- Yo... cuando dije que no

estábamos unidos... quiero decir, creo que yo le

gustaba...

-Para ser honestos, Ron -dijo Hermione-, Dumbledore

estaba muy encariñado contigo.

Esto era estirar la verdad hasta el punto de fractura;

por lo que Harry sabía, Ron y Dumbledore nunca habían

estado juntos a solas, y el contacto directo entre ellos

había sido insignificante. Sin embargo, Scrimgeour no

parecía estar escuchando. Metió la mano dentro del

abrigo y extrajo una bolsita cerrada con un cordel

mucho mayor que la que Hagrid había regalado a Harry.

- 141 -

De ella, sacó un rollo de pergamino que desenrolló y leyó en voz alta.

- Ú ltima Voluntad y Testamento de Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore... Si, aquí esta.... A

Ronald Bilius Weasley, le dejo mi Desiluminador,

con la esperanza de que me recordar á cuando lo utilice.  

Scrimgeour sacó de la bolsa un objeto que a Harry le

pareció haber visto antes. Se parecía ligeramente a un

encendedor, pero tenía, él lo sabía, el poder de

succionar toda luz de un lugar, y restaurarla, con un

simple click. Scrimgeour se inclinó hacia adelante y le

pasó el Desiluminador a Ron, que lo tomó y le dio

vueltas entre los dedos con aspecto atontado.

-Es un objeto de gran valor -dijo Scrimgeour,

observando a Ron- Puede incluso que único.

Indudablemente es un diseño del mismo Dumbledore.

¿Por qué le dejaría a usted algo y además un artículo

tan raro?

Ron sacudió la cabeza, parecía desconcertado.

-Dumbledore debe haber enseñado a miles de

estudiantes -perseveró Scrimgeour-. Pero a los únicos

que recordó en su testamento fue a vosotros tres. ¿Por

qué? ¿Qué uso pensó que daría usted al Desiluminador,

Señor Weasley?

-Apagar las luces, supongo, -masculló Ron-. ¿Qué más

podría hacer con él?

Evidentemente Scrimgeour no tenía ninguna

sugerencia. Después de mirar de reojo a Ron durante un

momento o dos, volvió de nuevo al testamento de

Dumbledore.

-A Hermione Jean Granger, le dejo mi copia de Los

- 142 -

Cuentos de Beedle el Bardo, con la esperanza de que la encontrar á entretenida e instructiva.  

Scrimgeour sacó ahora de la bolsa un pequeño libro que

parecía tan antiguo como la copia de Secretos de las

Artes Más Oscuras que había arriba. Sus tapas estaban

manchadas y peladas en ciertos lugares. Hermonie lo

aceptó de Scrimgeour sin una palabra. Sostuvo el libro

en su regazo y lo miró fijamente. Harry vio que el título estaba en runas; él nunca había aprendido a leerlas.

Mientras miraba, una lágrima cayó sobre el símbolo

grabado en relieve.

-¿Por qué cree que Dumbledore le dejó ese libro,

Señorita Granger? -preguntó Scrimgeour.

-Él... sabía que me gustan los libros -dijo Hermione con

voz llorosa, limpiándose los ojos con la manga.

-¿Pero por qué este libro en particular?

-No sé. Debe haber pensado que me gustaría.

-¿Alguna vez discutió sobre códigos, o cualquier forma

de pasar mensajes secretos, con Dumbledore?

-No, no lo hice, -dijo Hermione, todavía limpiándose los

ojos con la manga-. Y si el Ministerio no ha podido

encontrar ningún código oculto en este libro en treinta

y un días, dudo que yo pueda.

Contuvo un sollozo. Estaban tan apretados en el sofá

que Ron tuvo dificultades para extraer el brazo y

ponerlo alrededor de los hombros de Hermione.

Scrimgeour volvió al testamento.

-A Harry James Potter -ley ó, y las entra ñ as de Harry se contrajeron con una s ú bita excitaci ó n-.

le dejo la Snitch que cogi ó en su primer partido de Quidditch en Hogwarts, como recordatorio de las

recompensas de la perseverancia y habilidad.

- 143 -

Mientras Scrimgeour sacaba la diminuta bola dorada del tamaño de una nuez, sus alas doradas revolotearon

bastante febrilmente, y Harry no pudo evitar sentir una

definitiva sensación de anticlímax.

-¿Por qué le dejó Dumbledore esta Snitch? -preguntó

Scrimgeour.

-Ni idea -dijo Harry-. Por las razones que acaba de leer, supongo... para recordarme lo que puedes conseguir

si... perseveras y todo eso.

-¿Crees que es un mero recuerdo simbólico entonces?

-Supongo -dijo Harry-. ¿Qué más podría ser?

-Yo hago las preguntas -dijo Scrimgeour, moviendo su

asiento un poco hacia el sofá. Fuera, el atardecer ya

estaba cayendo, la carpa más allá de la ventana se

erguía fantasmalmente blanca sobre los setos.

-He notado que su pastel de cumpleaños es una Snitch -

dijo Scrimgeour a Harry-. ¿Por qué?

Hermione rió despectivamente.

-Oh, puede ser una referencia al hecho de que Harry es

un gran Buscador, eso es bastante obvio -dijo-. ¡Debe

haber un mensaje secreto de Dumbledore escondido en

el glaseado!

-No creo que haya nada oculto en el glaseado, -dijo

Scrimgeour-, pero una Snitch sería un muy buen lugar

para ocultar un objeto pequeño. ¿Sabes por qué,

verdad?

Harry se encogió de hombros. Hermione, sin embargo,

respondió. Harry creía que eso de responder preguntas

era un hábito tan profundamente innato en ella que no

podía contener la urgencia.

-Porque las Snitch tienen memoria -dijo ella.

-¿Qué? -dijeron Harry y Ron juntos; ambos consideraban

que los conocimientos de Hermione sobre Quidditch

eran insignficantes.

- 144 -

-Correcto -dijo Scrimgeour-. Una Snitch no es tocada con las manos desnudas antes de soltarla, ni siquiera el

fabricante, que lleva guantes. Lleva un encantamiento

mediante el cual puede identificar al primer humano

que posa sus manos en ella, para casos de capturas

disputadas. Esta Snitch -sostuvo en alto la diminuta

bola dorada- recordará tu tacto, Potter.

-Se me ocurre que Dumbledore, que tenía prodigiosas

habilidades mágicas, a pesar de otros defectos, podría

haber encantado esta Snitch para que se abriera solo

para ti.

El corazón de Harry estaba latiendo bastante rápido.

Estaba seguro de que Scrimgeour tenía razón. ¿Cómo

evitar coger la Snitch con las manos desnudas delante

del Ministro?

-No dices nada -dijo Scrimgeour-. ¿Quizás ya sabes lo

que contiene la Snitch?

-No, -dijo Harry, todavía preguntándose como podía

fingir tocar la Snitch sin hacerlo realmente. Si al menos supiera Legilemencia, si la dominara realmente, y

pudiera leer la mente de Hermione; prácticamente

podía oir como zumbaba su cerebro tras él.

-Cógela -dijo Scrimgeour tranquilamente.

Harry encontró la mirada de los ojos amarillos de

Ministro y supo que no tenía más opción que obedecer.

Extendió la mano, Y Scrimgeour se inclinó hacia

adelante de nuevo y colocó la Snitch lenta y

deliberadamente, en la palma de Harry.

No ocurrió nada. Cuando los dedos de Harry se cerraron

alrededor de la Snitch, las cansadas alas revolotearon y

se quedó quieta. Scrimgeour, Ron y Hermione

continuaron mirando ávidamente a la ahora

parcialmente oculta bola, como si todavía esperaran

que pudiera transformarse de algún modo.

- 145 -

-Eso ha sido dramático -dijo Harry serenamente. Ron y Hermione rieron.

-Eso es todo entonces, ¿verdad? -preguntó Hermione,

desatascándose del sofá.

-No del todo -dijo Scrimgeour, que ahora parecía de

mal humor-. Dumbledore te dejó un segundo legado,

Potter.

-¿Qué es? -preguntó Harry, la excitación se reavivó.

Scrimgeour no se molestó en leer el testamento esta

vez.

-La espada de Godric Gryffindor -dijo. Hermione y Ron

se tensaron. Harry miró alrededor buscando una señal

de la empuñadura incrustada de rubíes, pero

Scrimgeour no sacó la espada de la bolsa de cuero, que

en cualquier caso parecía demasiado pequeña para

contenerla.

-¿Y dónde está? -preguntó Harry suspicazmente.

-Desafortunadamente -dijo Scrimgeour- esa espada no

era de Dumbledore para regalarla. La espada de Godric

Gryffindor es un importante artefacto histórico, y como

tal, pertenece a...

-¡Pertenece a Harry! -dijo Hermione acaloradamente-.

Ella le eligió a él, él fue quien la encontró, salió para él del Sombrero Selec...

-De acuerdo con fuentes históricas de confianza, la

espada puede presentarse para cualquier Gryffindor

digno, -dijo Scrimgeour-. Eso no la hace de la exclusiva

propiedad del Señor Potter, fuera lo que fuera lo que

Dumbledore decidiera.-Scrimgeour se rascaba su mal

afeitada mejilla, escudriñando a Harry-. ¿Por qué

crees...?

-¿... que Dumbledore quiso darme a mí la espada? -dijo

Harry, luchando por contener su temperamento-.

Quizás pensó que quedaría bien en mi pared.

- 146 -

-¡Esto no es una broma, Potter! -gruñó Scrimgeour-.

¿Fue porque Dumbledore creía que solo la espada de

Godric Gryffindor podría derrotar al Heredero de

Slytherin? ¿Quiso darte la espada, Potter, porque creía,

como tantos otros, que tú eras el destinado a destruir a

Quien-no-debe-ser-nombrado?

-Interesante teoría -dijo Harry-. ¿Alguien ha intentado

atravesar a Voldemort con una espada? Quizás el

Ministerio debería poner a alguna gente a ello, en vez

de malgastar su tiempo examinando Desiluminadores y

encubriendo fugas de Azkaban. ¿Eso es lo que ha estado

haciendo, Ministro, encerrado en su oficina, intentando

abrir a la fuerza una Snitch? La gente está muriendo...

yo casi fui uno de ellos... Voldemort me persiguió a

través de tres condados, mató a Ojoloco Moody, pero ni

una palabra sobre eso desde el Ministerio, ¿verdad? ¡Y

todavía espera que cooperemos con usted!

-¡Has ido demasiado lejos! -gritó Scrimgeour,

poniéndose en pie. Harry saltó sobre sus pies también.

Scrimgeour cojeó hacia Harry y le pinchó con fuerza en

el pecho con la punta de su varita. Esta chamuscó un

agujero en la camiseta de Harry como hubiera hecho un

cigarrillo encendido.

-¡Eh! -dijo Ron, levantándose de un salto y alzando su

varita, pero Harry dijo:

-¡No! ¿Quieres darle una excusa para arrestarnos?

-Recordando que ya no estás en la escuela, ¿verdad? -

dijo Scrimgeour respirando con fuerza en la cara de

Harry-. ¿Recordando que yo no soy Dumbledore, que

perdonaba tu insolencia e insubordinación? Puedes

llevar esa cicatriz en la frente como una corona,

Potter, ¡pero ningún chico de diecisiete años va a

decirme como hacer mi trabajo. ¡Ya es hora de que

aprendas respeto!

- 147 -

-Ya es hora de que usted se lo gane -dijo Harry.

El suelo tembló, se oyó un sonido de pies a la carrera,

entonces la puerta del salón se abrió de repente y el

Señor y la Señora Weasley entraron corriendo.

-Nosotros... creímos oir... -empezó el Señor Weasley,

que parecía realmente alarmado ante la visión de Harry

y el Ministro virtualmente nariz con nariz.

-... que se alzaban voces, -jadeó la Señora Weasley.

Scrimgeour dio un par de pasos atrás alejándose de

Harry, mirando fijamente al agujero que le había hecho

en la camisa. Parecía arrepentido por haber perdido el

control.

-No... no fue nada, -gruñó-. Yo... lamento tu actitud -

dijo, mirando a Harry directamente a la cara una vez

más-. Pareces creer que el Ministerio no desea lo que

tú... lo que Dumbledore... deseaba. Debemos trabajar

juntos.

-No me gustan sus métodos, Ministro -dijo Harry-.

¿Recuerda?

Por segunda vez, alzó el puño derecho y mostró a

Scrimgeour la cicatriz que todavía aparecía blanca en el

dorso de la misma, diciendo No debo decir mentiras. La

expresión de Scrimgeour se endureció. Se giró sin otra

palabra y salió cojeando de la habitación. La señora

Weasley se apresuró tras él. Harry la oyó detenerse en

la puerta trasera. Después de un minuto o así gritó-. ¡Se ha ido!

-¿Que quería? -preguntó el Señor Weasley, mirando a

Harry, Ron y Hermione mientras la Señora Weasley

volvía apresuramente.

-Darnos lo que Dumbledore nos dejó -dijo Harry-.

Acaban de liberar el contenido de su testamento.

Fuera, en el jardín, los tres objetos que Scrimgeour les

había dado pasaron de mano en mano. Todo el mundo

- 148 -

exclamó ante el Desiluminador y Los Cuentos de Beedle el Bardo y lamentaron el hecho de que Scrimgeour se

hubiera negado a entregar la espada, pero ninguno de

ellos pudo ofrecer una sugerencia sobre por qué

Dumbledore le había dejado a Harry una vieja Snitch.

Cuando el Señor Weasley examinaba el Desiluminador

por tercera o cuarta vez, la Señora Weasley dijo

tentativamente.

-Harry, querido, todo el mundo está horriblemente

hambriento pero no queríamos empezar sin ti...

¿Servimos la cena ya?

Todos comieron bastante rápido y después de un

apresurado coro de "Cumpleaños Feliz" y mucho engullir tarta, la fiesta terminó. Hagrid, que había sido invitado a la boda al día siguiente, pero era demasiado grande

como para dormir en la atestada Madriguera, se marchó

para montar una tienda de campaña en un campo

vecino.

-Encontrémonos arriba -susurró Harry a Hermione

mientras ayudaban a la Señora Weasley a restaurar el

jardín a su estado normal-. Cuando todo el mundo se

haya ido a la cama.

Arriba en la habitación del ático, Ron examinó su

Desiluminador, y Harry llenó la bolsa de piel de topo de

Hagrid, no con oro, sino con las cosas que más

apreciaba aunque eran cosas aparentemente sin valor

como el Mapa del Merodeador, el pedazo del espejo

encantado de Sirius, y el guardapelo de R.A.B. Cerró

bien el cordel y se deslizó la bolsa alrededor del cuello, después se sentó sujetando la vieja Snitch y observando

sus alas revolotear febrilmente. Al fin, Hermione llamó

a la puerta y entró de puntillas.

-Muffiato -susurró, ondeando la varita en dirección a las escaleras.

- 149 -

-Creía que no aprobabas ese hechizo -dijo Ron.

-Los tiempos cambian -dijo Hermione-. Ahora

muéstranos el Desiluminador.

Ron accedió al instante. Sujetándolo delante de el, lo

accionó. La lámpara solitaria que tenían se apagó al

instante.

-La cosa es -susurró Hermione en la oscuridad- que

podríamos haber logrado esto con Polvo Peruano de

Oscuridad Instantánea.

Se oyó un pequeño click, y la bola de luz de la lámpara

voló de vuelta al techo y los iluminó una vez más.

-Aún así, es genial, -dijo Ron, un poco a la defensiva-.

¡Y por lo que dicen lo inventó el propio Dumbledore!

-Lo sé pero, ¡seguramente no te habría mencionado en

su testamento solo para ayudarnos a encender las

luces!

-¿Crees que sabía que el Ministerio confiscaría su

testamento y examinaría todo lo que nos dejara? -

preguntó Harry.

-Definitivamente, -dijo Hermione-. No podía decirnos

en el testamento por qué nos dejaba estas cosas, pero

tiene que haber una explicación...

-¿... por qué no nos habrá dado una pista cuando estaba

vivo? -preguntó Ron.

-Bueno, exacto, -dijo Hermione, ahora ojeando las

páginas de Los Cuentos de Beedle el Bardo-. Si estas

cosas son lo bastante importantes como para

pasárnoslas bajo las narices del Ministerio, cualquiera

pensaría que nos habría hecho saber por qué... ¿a

menos que creyera que era obvio?

-Se equivocó entonces, ¿verdad? -dijo Ron-. Siempre

dije que estaba chalado. Brillante y todo eso, pero

como una cabra. Dejar a Harry una vieja Snitch... ¿a

qué demonios viene eso?

- 150 -

-No tengo ni idea -dijo Hermione-. ¡Cuando Scrimgeour te hizo cogerla, Harry, estaba tan segura de que iba a

pasar algo!

-Si, bueno -dijo Harry, su pulso se aceleró cuando alzó

la Snitch entre los dedos-. No iba a intentarlo

demasiado delante de Scrimgeour, ¿verdad?

-¿Qué quieres decir? -preguntó Hermione.

-La Snitch capturada en mi primer partido de Quidditch

-dijo Harry- ¿No lo recuerdas?

Hermione parecía simplemente aturdida. Ron, sin

embargo, jadeó, señalando frenéticamente de Harry a

la Snitch y otra vez de vuelta hasta que encontró la

voz.

-¡Es la que casi te tragaste!

-Exactamente, -dijo Harry, y con el corazón acelerado,

presionó la boca contra la Snitch.

No se abrió. Frustración y amarga desilusión fluyeron de

su interior. Bajó la dorada esfera, pero entonces

Hermione gritó.

-¡Hay algo escrito! ¡Hay algo escrito en ella, rápido,

mira!

Casi dejó caer la Snitch por la sorpresa y la excitación.

Hermione tenía toda la razón. Grabadas sobre la dorada

superficie, donde segundos antes no había habido nada,

habían cinco palabras escritas con la fina y sesgada

caligrafía que Harry reconoció como la de Dumbledore.

Abro lo que está cerrado.

Apenas había leído las palabras cuando estas se

desvanecieron de nuevo.

-Abro lo que está cerrado... ¿Qué se supone que

significa eso?

Hermione y Ron sacudieron las cabezas, parecían en

blanco.

-Abro lo que está cerrado... lo que está cerrado… abro

- 151 -

lo que está cerrado...

Pero sin importar cuantas veces repitieron las palabras,

con cuantas inflexiones diferentes, fueron incapaces de

arrancarles ningún significado.

-Y la espada -dijo Ron finalmente, cuando tuvieron al

fin que abandonar sus intentos de adivinar el

significado de la inscripción de la Snitch.

-¿Por qué querría darle a Harry la espada?

-¿Y por qué no me lo dijo simplemente? -dijo Harry

calladamente-. ¡Yo estaba allí, la espada estaba justo

ahí en la pared de su oficina durante todas nuestras

charlas del curso pasado! ¿Si quería que yo la tuviera,

entonces por qué no me la dio sin más?

Sentía como si estuviera allí sentado en un examen con

una pregunta que debía haber sido capaz de contestar

ante él, con el cerebro lento y negándose a responder.

¿Se había perdido algo en las largas charlas con

Dumbledore el año pasado? ¿Debía haber sabido lo que

significaba todo? ¿Dumbledore había esperado que lo

entendiera?

-Y por lo que respecta a este libro, -dijo Hermione-. Los Cuentos de Beedle el Bardo... ¡nunca había oído hablar

de ellos!

-¿Nunca has oído hablar de Los Cuentos de Beddle el

Bardo? -dijo Ron incrédulamente-. Está bromeando,

¿verdad?

-No, en serio, -dijo Hermione sorprendida-. ¿Los

conoces?

-¡Bueno, por supuesto que si!

Harry levantó la mirada, divertido. La circunstancia de

que Ron hubiera leído un libro que Hermione no conocía

no tenía precedentes. Ron, sin embargo, parecía

aturdido por la sorpresa de los otros dos.

-¡Oh, vamos! Se supone que todos los cuentos para

- 152 -

niños están en el libro de Beedle, ¿verdad? "La Fuente de la Buena Fortuna!... "El mago y la Marmita

Saltarina"... Babbitty Rabbitty y su Muñón

Cacareante"...

-¿Perdón? -dijo Hermione con una risita-. ¿Qué fue eso

último?

-¡Venga! -dijo Ron, mirando con incredulidad de Harry a

Hermione-. Debéis haber oído hablar de Babbitty

Rabbitty...

-¡Ron, sabes muy bien que Harry y yo fuimos criados

por muggles! -dijo Hermione-. No oíamos historias como

esas cuando éramos pequeños, oíamos "Blancanieves y

los siete enanitos" y "Cenicienta"...

-¿Qué es eso, una enfermedad? -preguntó Ron.

-¿Así que son cuentos para niños? -preguntó Hermione,

inclinada sobre las runas.

-Si -dijo Ron inciertamente-. Quiero decir, lo que

acabas de oír, ya sabes, todas esas viejas historias

provienen de Beedle. Supongo que es algo así como la

versión original.

-Pero me pregunto por qué Dumbledore pensó que yo

debía leerlas.

Algo crujió escaleras abajo.

-Probablemente es solo Charlie, ahora que Mamá está

durmiento, escabulléndose para hacer que le vuelva a

crecer el pelo -dijo Ron nerviosamente.

-Da igual, deberíamos irnos a la cama -susurró

Hermione-. Mañana no habrá tiempo para dormir.

-No -estuvo de acuerdo Ron-. Un brutal triple asesinato

llevado a cabo por la madre del novio podría apagar un

poco la boda. Apagaré la luz.

Y accionó el Desiluminador una vez más mientras

Hermione abandonaba la habitación.

- 153 -

Capítulo Ocho:

La boda

A     las tres de la tarde del día siguiente,

Harry, Ron, Fred y George estaban en el exterior de

una gran carpa en el jardín, esperando a los invitados a

la boda. Harry había tomado una larga dosis de Poción

Multijugos y ahora era el doble de un chico muggle

pelirrojo del pueblo, Ottery St. Catchpole, del que Fred

había robado cabellos utilizando un Encantamiento

Convocador. El plan era presentar a Harry como el

«primo Barny» y confiar en que la gran cantidad de

familiares Weasley le ocultasen.

Los cuatro sujetaban un plan de distribución de

asientos, para poder ayudar a la gente a encontrar los

sitios correctos. Un grupo de camareros vestidos de

blanco había llegado hacía una hora, junto con una

banda con chaquetas doradas. En ese momento todos

- 154 -

estos magos estaban sentados a corta distancia bajo un árbol; Harry podía ver un rastro azulado de humo de

pipa saliendo del lugar.

Detrás de Harry, la entrada a la carpa presentaba filas

y filas de frágiles sillas doradas dispuestas a ambos

lados de una larga alfombra púrpura. Los soportes de la

carpa estaban adornados con flores entrelazadas

blancas y doradas. Fred y George habían colocado un

enorme montón de globos dorados sobre el punto

exacto donde Bill y Fleur serían próximamente marido y

mujer. Fuera, mariposas y abejas planeaban perezosas

sobre la hierba y el seto. Harry estaba bastante

incómodo. El chico muggle por quien se estaba

haciendo pasar era ligeramente más gordo que él, y

sentía su túnica de gala calurosa y apretada bajo el

calor intenso del día veraniego.

—Cuando me case —dijo Fred, tirando del cuello de su

propia túnica—, no me preocuparé por todas estas

tonterías. Todos podréis llevar lo que queráis, y le haré a mamá una Inmovilización Total hasta que todo

termine.

—Considerándolo todo, no estaba tan mal esta mañana

—dijo George—. Lloró un poco al ver que Percy no

estaría, ¿pero quién le quiere aquí? Oh, vaya,

preparaos… aquí vienen, mirad.

Figuras de colores brillantes iban apareciendo, una por

una, por todas partes en el extremo más alejado del

jardín. En pocos minutos se formó una procesión, que

empezó a serpentear por el jardín hacia la carpa.

Flores exóticas y pájaros encantados se agitaban en los

sombreros de las brujas, mientras gemas preciosas

brillaban en las corbatas de muchos magos; el zumbido

del excitado parloteo se volvió cada vez más fuerte,

ahogando el sonido de las abejas, mientras la multitud

- 155 -

se aproximaba a la tienda.

—Excelente, creo que veo a algunas primas veela —dijo

George, estirando el cuello para ver mejor—.

Necesitarán ayuda para entender nuestras costumbres

inglesas, yo me ocuparé de ellas…

—No tan rápido, Su santidad —dijo Fred, y adelantando

con rapidez al grupo de brujas de mediana edad que

lideraba la procesión, dijo—: Aquí… permettez-moi que

assister vous —a un par de guapas francesas, que rieron

tontamente y le permitieron que las escoltase al

interior. George se quedó para encargarse de las brujas

de mediana edad y Ron se ocupó de Perkins, viejo

compañero del Ministerio del señor Weasley, mientras

que una pareja bastante sorda acabó en el grupo de

Harry.

—¿Qué hay? —dijo una voz familiar cuando salió

nuevamente de la carpa y se encontró a Tonks y Lupin

al frente de la cola. Ella se había puesto rubia para la

ocasión—. Arthur nos dijo que eras el del pelo rizado.

Siento lo de ayer por la noche —añadió en un susurro

mientras Harry los guiaba por el pasillo interior—. En

este momento el Ministerio está siendo muy anti-

hombres lobo y creímos que nuestra presencia no te

vendría demasiado bien.

—Está bien. Lo entiendo —dijo Harry, hablando más

para Lupin que para Tonks. Lupin le lanzó una rápida

sonrisa, pero cuando se dieron la vuelta, Harry vio de

nuevo líneas de sufrimiento en su cara. No lo entendía,

pero no tenía tiempo de insistir en el problema. Hagrid

estaba causando bastantes líos. Había malinterpretado

las instrucciones de Fred, y se había sentado, no en el

asiento mágicamente alargado y reforzado colocado

para él en la fila de atrás, sino en cinco sitios que ahora parecían una gran pila dorada de palillos.

- 156 -

Mientras el señor Weasley reparaba los daños y Hagrid gritaba pidiendo disculpas a cualquiera que escuchase,

Harry se apresuró a la entrada, donde encontró a Ron

cara a cara con un mago con aspecto de lo más

excéntrico. Con los ojos ligeramente bizcos y cabello

blanco por los hombros de textura de algodón dulce,

llevaba una capa cuya borla colgaba frente a su nariz y

una túnica de un color amarillo yema que hacía llorar

los ojos. Un símbolo raro, algo como un ojo triangular,

brillaba en una cadena alrededor de su cuello.

—Xenophilius Lovegood —dijo, extendiendo la mano

hacia Harry—, mi hija y yo vivimos justo al otro lado de

la colina, los buenos Weasleys han sido tan amables de

invitarnos. Pero creo que conoces a mi Luna —añadió

hacia Ron.

—Sí —dijo Ron—. ¿No está con usted?

—Se quedó un rato en ese pequeño jardín tan

encantador para saludar a los gnomos, ¡una plaga tan

gloriosa! Qué pocos magos se dan cuenta de cuánto

podemos aprender de los pequeños y sabios gnomos… o

para darles su nombre correcto, los Gernumbli

gardensi.

—Los nuestros saben un montón de excelentes

palabrotas —dijo Ron—, pero creo que esas se las

enseñaron Fred y George.

Se llevó a un grupo de magos al interior de la carpa

justo cuando Luna aparecía.

—¡Hola, Harry! —dijo.

—Eh… mi nombre es Barny —dijo Harry, desconcertado.

—Oh, ¿también te has cambiado eso? —preguntó

radiante.

—¿Cómo sabes…?

—Oh, simplemente por tu expresión —dijo.

Como su padre, Luna llevaba una túnica amarilla

- 157 -

brillante, que había complementado con un largo girasol en la cabeza. Una vez que uno superaba la

brillantez de todo el conjunto, el efecto general era

bastante agradable. Por lo menos no tenía rábanos

colgando de las orejas.

Xenophilius, que estaba en plena conversación con un

conocido, se había perdido el intercambio entre Luna y

Harry. Despidiéndose del mago, se giró hacia su hija,

que levantó un dedo y dijo:

—Papi, mira… ¡uno de los gnomos realmente me

mordió!

—¡Qué maravilloso! La saliva de gnomo es enormemente

beneficiosa —dijo el señor Lovegood, agarrando el dedo

estirado de Luna y examinando las marcas que

sangraban—. Luna, mi amor, si sintieras algún talento

floreciente hoy —quizás un inesperado impulso de

cantar ópera o declamar en sirenio— ¡no lo reprimas!

¡Puede que hayas sido bendecida con los Gernumblies!

Ron, que pasaba junto a ellos en dirección contraria,

dejó escapar un sonoro bufido.

—Ron puede reírse —dijo Luna con serenidad mientras

Harry la conducía con Xenophilius hacia sus asientos—,

pero mi padre ha investigado mucho acerca de la magia

Gernumbli.

—¿De verdad? —dijo Harry, que hacía mucho había

decidido no enfrentarse a las particulares ideas de Luna

o su padre—. ¿Estás segura que no quieres echarle nada

a ese mordisco?

—Oh, está bien —dijo Luna, chupándose el dedo de

forma soñadora y mirando a Harry de arriba abajo—.

Pareces listo. Le dije a Papi que mucha gente

probablemente llevaría túnicas de gala, pero él cree

que a una boda se deberían llevar colores de sol, para

la suerte, ya sabes.

- 158 -

Cuando se alejó con su padre, Ron apareció con una bruja anciana agarrándole el brazo. Su puntiaguda

nariz, ojos bordeados de rojo y sombrero rosa de

plumas la hacían parecer un flamenco malhumorado.

—… y tu pelo es demasiado largo, Ronald, por un

momento pensé que eras Ginevra. Por las barbas de

Merlin, ¿qué lleva puesto Xenophilius Lovegood? Parece

una tortilla. ¿Y quién eres tú? —ladró hacia Harry.

—Oh, sí, tía Muriel, este es nuestro primo Barny.

—Otro Weasley. Os reproducís como gnomos. ¿No está

Harry Potter aquí? Esperaba conocerlo. Creía que era

amigo tuyo, Ronald, ¿o simplemente estabas

alardeando?

—No… no podía venir…

—Hmm. Puso una excusa, ¿eh? No es tan corto de

entendederas como parece en esas fotografías,

entonces. Acabo de instruir a la novia en cómo llevar

mi tiara —le gritó a Harry—. La fabricaron los gnomos,

sabes, y lleva en mi familia varios siglos. Es una chica

guapa, pero aún así… francesa. Bien, bien,

encuéntrame un buen sitio, Ronald. Tengo ciento siete

años y no debo estar demasiado tiempo de pie.

Ron le lanzó a Harry una mirada significativa al pasar y

no reapareció durante bastante rato. Cuando se

volvieron a encontrar en la entrada, Harry había

llevado a una docena de personas más a sus asientos.

La carpa ahora estaba casi llena, y por primera vez no

había cola fuera.

—Muriel es una pesadilla —dijo Ron, limpiándose la

frente con la manga—. Solía venir cada año por

Navidad, entonces, gracias a Dios, se molestó porque

Freg y George tiraron una bomba fétida bajo su silla

durante la cena. Papá siempre dice que ella los quitará

de su testamento… como si les importase, van a acabar

- 159 -

más ricos que cualquiera en la familia, a la velocidad que van… Guau —añadió, parpadeando con bastante

rapidez al ver a Hermione yendo con prisa hacia ellos—.

¡Estás genial!

—Siempre con tono de sorpresa —dijo Hermione,

aunque sonrió. Llevaba una túnica suelta de color lila,

con sandalias de tacón alto a juego; su pelo estaba liso

y brillante—. Tu tátara tía abuela Muriel no está de

acuerdo, acabo de verla en el piso de arriba mientras le

daba a Fleur la tiara. Dijo, “Oh cariño, ¿esta es la hija de muggles?” y siguió “mala postura y codos

delgaduchos”.

—No te lo tomes como algo personal, es ruda con todo

el mundo —dijo Ron.

—¿Habláis de Muriel? —inquirió George, reapareciendo

de la carpa con Fred—. Sí, justo me acaba de decir que

mis orejas están torcidas. Viejo murciélago. Aunque

desearía que el viejo tío Bilius estuviera todavía con

nosotros; era una risa segura en las bodas.

—¿No fue el que vio un grim y murió veinticuatro horas

después? —preguntó Hermione.

—Bueno sí, se volvió un poco raro al final —concedió

George.

—Pero antes de volverse loco era la vida y alma de la

fiesta —dijo Fred—. Solía beberse una botella entera de

whisky de fuego, después corría a la pista de baile, se

levantaba la túnica, y empezaba a sacar ramos de

flores de su…

—Sí, parece auténticamente encantador —dijo

Hermione, mientras Harry se reía a carcajadas.

—Nunca se casó, por alguna razón —dijo Ron.

—Me asombráis —dijo Hermione.

Se estaban riendo tanto que ninguno notó un invitado

que llegó tarde, un joven de cabello negro con una

- 160 -

larga y curvada nariz, gruesas cejas negras, hasta que le dio a Ron su invitación y dijo, con sus ojos en

Hermione: —Estás «marravillosa».

—¡Viktor! —gritó ella, y dejó caer su pequeño bolso

adornado con cuentas, que hizo un sonoro y seco ruido,

bastante desproporcionado con su tamaño. Mientras se

revolvía, sonrojándose, para recogerlo, dijo—: No sabía

que fueses a… Dios… es muy agradable ver… ¿cómo

estás?

Las orejas de Ron se habían puesto de nuevo de un rojo

brillante. Después de echar un vistazo a la invitación de Krum como si no creyera ni una palabra de ella, dijo,

en voz demasiado alta: —¿Cómo es que estás aquí?

—Fleur me invitó —dijo Krum, levantando las cejas.

Harry, que no le guardaba ningún rencor a Krum, le dio

la mano; entonces, sintiendo que sería prudente sacar a

Krum de las proximidades de Ron, se ofreció a

enseñarle su asiento.

—Tu amigo no está muy contento de «verrme» —dijo

Krum mientras entraba en la ahora llena carpa—. ¿O es

un «familiarr»? —añadió con una mirada al cabello

rizado de Harry.

—Primo —farfulló Harry, pero en realidad Krum no

estaba escuchando. Su aparición estaba causando

alboroto, especialmente entre las primas veela.

Después de todo, era un famoso jugador de Quidditch.

Mientras la gente seguía estirando el cuello para

echarle un buen vistazo, Ron, Hermione, Fred y George

llegaron apresuradamente al pasillo.

—Tiempo de sentarse —le dijo Fred a Harry—, o nos va a

atropellar la novia.

Harry, Ron y Hermione ocuparon sus asientos en la

segunda fila detrás de Fred y George. Hermione estaba

bastante sonrojada y las orejas de Ron todavía estaban

- 161 -

coloradas. Después de un momento, le murmuró a Harry: —¿Has visto que se ha convertido en un estúpido

osito?

Harry dejó escapar un gruñido evasivo.

Una sensación de nerviosa anticipación había llenado la

cálida tienda, el murmullo general roto por brotes

ocasionales de risas excitadas. El señor y la señora

Weasley avanzaron por el pasillo, sonriendo y saludando

con las manos a sus familiares; el señor Weasley llevaba

un nuevo conjunto de túnica color amatista con un

sombrero a juego.

Un momento después Bill y Charlie se encontraban al

frente de la carpa, ambos llevando túnicas de gala, con

grandes rosas blancas en las solapas; Fred silbó con

admiración y hubo un estallido de risitas de las primas

veela. Entonces la multitud se quedó en silencio cuando

la música empezó a salir de lo que parecían ser los

globos dorados.

—Ooooh —dijo Hermione, girándose en su asiento para

mirar a la entrada.

Un colectivo y enorme suspiro salió de las brujas y

magos reunidos cuando Monsieur Delacour y su hija

empezaron a caminar por el pasillo, Fleur deslizándose,

Monsieur Delacour dando saltitos y sonriendo radiante.

Fleur llevaba una túnica blanca muy simple y parecía

estar emitiendo un fuerte brillo plateado. Mientras su

resplandor normalmente apagaba a los otros por

comparación, hoy embellecía a todos sobre los que

caía. Ginny y Gabrielle, ambas con túnicas doradas,

parecían incluso más guapas de lo habitual, y una vez

que Fleur lo alcanzó, Bill parecía que nunca hubiese

conocido a Fenrir Greyback.

—Damas y caballeros —dijo una voz ligeramente

cantarina, y con una ligera conmoción, Harry vio al

- 162 -

mismo mago bajito y de pelo ralo que había presidido el funeral de Dumbledore, ahora situado enfrente de

Bill y Fleur—. Estamos reunidos hoy aquí para celebrar

la unión de dos almas fieles…

—Sí, mi tiara hace resaltar todo eso muy bien —dijo la

tía Muriel en un susurro que se oyó bastante fuerte—.

Pero debo decir, la túnica de Ginevra tiene un corte

demasiado bajo.

Ginny miró alrededor, sonriendo de oreja a oreja,

guiñándole un ojo a Harry, después rápidamente se

volvió al frente de nuevo. La mente de Harry divagó

bastante lejos de la carpa, de vuelta a las tardes

pasadas con Ginny en algunos sitios solitarios de los

terrenos del castillo. Parecía haber sucedido hace

tanto; siempre habían parecido demasiado buenas para

ser verdad, como si hubiese estado robando horas

brillantes de la vida normal de otra persona, una

persona sin una cicatriz en forma de rayo en la frente…

—William Arthur Weasley, ¿tomas a Fleur Isabelle…?

En la primera fila, la señora Weasley y Madame

Delacour estaban sollozando en silencio en trozos de

encaje. Sonidos como de trompeta que sonaron en la

parte de atrás de la carpa le dijeron a todos que Hagrid

había sacado uno de sus pañuelos del tamaño de un

mantel. Hermione se giró y sonrió radiante a Harry; sus

ojos también estaban llenos de lágrimas.

—… entonces os declaro unidos de por vida.

El mago de pelo ralo movió su varita por encima de las

cabezas de Bill y Fleur y un chorro de estrellas

plateadas cayó sobre ellos, moviéndose en espirales

alrededor de las ahora entrelazadas figuras. Mientras

Fred y George encabezaban un aplauso, los globos

dorados suspendidos estallaron: pájaros del paraíso y

pequeñas campanas doradas volaron y flotaron sobre

- 163 -

ellos, añadiendo sus canciones y gorjeos al estruendo.

—¡Damas y caballeros! —llamó el mago de pelo raro—.

¡Si hacen el favor de levantarse!

Todos lo hicieron, la tía Muriel refunfuñando de manera

audible; el mago agitó nuevamente la varita. Los

asientos en los que se habían sentado se elevaron

graciosamente en el aire al tiempo que los lienzos de

las paredes de la carpa se desvanecían, de modo que se

quedaron bajo un dosel soportado por postes dorados,

con una gloriosa vista del jardín iluminado por el sol y

la campiña circundante. Después, una piscina de oro

fundido se extendió desde el centro de la tienda para

formar una brillante pista de baile; las sillas

suspendidas se agruparon alrededor de pequeñas mesas

con manteles blancos, y todas flotaron grácilmente de

nuevo a la tierra, y la banda con chaquetas doradas se

dirigió hacia un podio.

—Perfecto —dijo Ron con aprobación cuando los

camareros aparecieron por todos lados, algunos

llevando bandejas con zumo de calabaza, cerveza de

mantequilla y whisky de fuego, otros tambaleándose

con pilas de tartas y sándwiches.

—Deberíamos ir y felicitarlos —dijo Hermione,

poniéndose de puntillas para ver el lugar donde Bill y

Fleur habían desaparecido en medio de una multitud

que les deseaba lo mejor.

—Tendremos tiempo después —Ron se encogió de

hombros, agarrando tres cervezas de mantequilla de

una bandeja que pasaba y dándole una a Harry—.

Hermione, agárrate, cojamos una mesa… ¡No allí! En

ningún sitio cerca de Muriel…

Ron encabezó el recorrido a través de la vacía pista de

baile, mirando a derecha e izquierda al avanzar; Harry

estaba seguro que estaba pendiente de Krum. En el

- 164 -

momento que alcanzaron el otro lado de la carpa, la mayoría de las mesas estaban ocupadas: la más vacía

era en la que Luna se sentaba sola.

—¿Está bien si nos unimos a ti? —preguntó Ron.

—Oh, sí —dijo ella con felicidad—. Papi fue a darle a Bill y Fleur nuestro regalo.

—Qué es, ¿provisiones para toda la vida de gurdirraíz? —

preguntó Ron.

Hermione le dirigió una patada bajo la mesa, pero se

equivocó y golpeó a Harry. Con los ojos lagrimeando de

dolor, Harry perdió el hilo de la conversación durante

unos minutos.

La banda había empezado a tocar; Bill y Fleur fueron

los primeros en salir a la pista de baile, causando un

gran aplauso; después de un rato, el señor Weasley

llevó a Madame Delacour a la pista, seguido de la

señora Weasley y el padre de Fleur.

—Me gusta esta canción —dijo Luna, balanceándose al

ritmo del vals, y unos pocos segundos después se

levantó y se deslizó hacia la pista de baile, donde

empezó a girar, sola, con los ojos cerrados y ondeando

los brazos.

—¿Es genial, verdad? —dijo Ron con admiración—.

Siempre valiente.

Pero la sonrisa se borró de su cara al momento: Viktor

Krum se había sentado en el sitio vacío dejado por

Luna. Hermione parecía placenteramente nerviosa pero

esta vez Krum no había venido a hacerle cumplidos.

Con la cara ceñuda, dijo: —¿Quién es ese hombre de

«amarrillo»?

—Es Xenophilius Lovegood, el padre de una amiga

nuestra —dijo Ron. Su tono beligerante indicaba que no

se iban a reír de Xenophilius, a pesar de la obvia

provocación—. Ven a bailar —añadió abruptamente

- 165 -

hacia Hermione.

Ella pareció sorprendida, pero también complacida, y

se levantó. Desaparecieron juntos en la creciente

multitud de la pista de baile.

—Ah, ¿«ahorra» están juntos? —preguntó Krum,

momentáneamente distraído.

—Eh… algo así —dijo Harry.

—¿Quién «erres» tú? —preguntó Krum.

—Barny Weasley.

Se dieron la mano.

—«Barrny», tú… ¿conoces bien a este Lovegood?

—No, lo conocí hoy. ¿Por qué?

Krum frunció el ceño por encima de su bebida, mirando

a Xenophilius, que estaba charlando con varios magos al

otro lado de la pista.

—«Porrque» —dijo Krum—, si no es un invitado de Fleur,

lo «retarría» a un duelo, aquí y ahora, por llevar ese

inmundo símbolo en su pecho.

—¿Símbolo? —preguntó Harry, también mirando hacia

Xenophilius. El extraño ojo triangular brillaba en su

pecho—. ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?

—Grindelwald. Es el símbolo de Grindelwald.

—Grindelwald… ¿el mago tenebroso que Dumbledore

derrotó?

—Exacto.

Los músculos de la mandíbula de Krum se cerraron

como si estuviera masticando chicle, entonces dijo:

—Grindelwald mató a mucha gente, mi abuelo, por

ejemplo. Por supuesto, nunca fue «poderroso» en este

país, decían que temía a «Dumbledorre»… y con razón,

viendo como «terrminó» con él. «Perro» ese… —apuntó

con el dedo a Xenophilius— ese es su símbolo, lo

reconocí al momento: Grindelwald lo talló en una

«parred» de Durmstrang, de donde «erra» estudiante.

- 166 -

Algunos idiotas lo «copiarron» en sus «librros» y ropas pensando en «sorrprrender», «hacerrse»

«imprresionantes»… hasta que los que habíamos

«perrdido» «familiarres» a manos de Grindelwald les

dimos una lección.

Krum apretó los nudillos de forma amenazadora y le

frunció el ceño a Xenophilius. Harry se sentía perplejo.

Parecía increíblemente imposible que el padre de Luna

fuese un seguidor de las Artes Oscuras, y nadie más en

la carpa parecía haber reconocido la triangular forma

con runas.

—¿Estás… eh… bastante seguro de que es de

Grindelwald…?

—No estoy equivocado —dijo Krum con frialdad—.

Caminé al lado de ese símbolo «durrante» años. Lo

conozco bien.

—Bueno, hay la opción —dijo Harry—, de que

Xenophilius en realidad no sepa lo que significa el

símbolo, los Lovegood son bastante… raros. Fácilmente

podría haberlo recogido de algún lado y pensar que era

una muestra representativa de un snorkack de cuerno

arrugado o algo así.

—¿Una «muestrra» «reprresentativa» de un qué?

—Bueno, no sé lo que son, pero aparentemente él y su

hija se van de vacaciones a buscarlos…

Harry sintió que no estaba explicando muy bien a Luna

y su padre.

—Esa es ella —dijo, señalando a Luna, que todavía

bailaba sola, ondeando las manos alrededor de la

cabeza como alguien intentando repeler mosquitos.

—¿Por qué está haciendo eso? —preguntó Krum.

—Probablemente intenta deshacerse de un wrackspurt

—dijo Harry, que reconocía los síntomas.

Krum no parecía saber si Harry le estaba o no tomando

- 167 -

el pelo. Sacó la varita del interior de su túnica y se dio golpecitos amenazantes en los muslos; unas chispas

salieron del extremo.

—¡Gregorovitch! —dijo Harry en voz alta, y Krum se

sobresaltó, pero Harry estaba demasiado emocionado

para que le importase; el recuerdo le había vuelto al

ver la varita de Krum: Ollivander cogiéndola y

examinándola cuidadosamente antes del Torneo de los

Tres Magos.

—¿Qué pasa con él? —preguntó Krum sospechoso.

—¡Hace varitas!

—Lo sé —dijo Krum.

—¡Hizo tu varita! Por eso pensé… Quidditch…

Krum cada vez lo miraba con más recelo.

—¿Cómo sabes que Gregorovitch hizo mi «varrita»?

—Yo… lo leí en alguna parte, creo —dijo Harry—. En

una… una revista de fans —improvisó locamente, y

Krum pareció apaciguarse.

—No me había dado cuenta de que alguna vez había

hablado de mi «varrita» con fans —dijo.

—Entonces… eh… ¿dónde está Gregorovitch estos días?

Krum lo miró perplejo.

—Se «retirró» hace bastantes años. Fui uno de los

últimos en «comprrar» una «varrita» Gregorovitch. Son

las «mejorres», aunque sé, por supuesto, que

«vosotrros» los «brritánicos» le concedéis mucha

«imporrtancia» a Ollivander.

Harry no respondió. Fingió mirar a los que bailaban,

como Krum, pero estaba pensando profundamente. Así

que Voldemort estaba buscando a un célebre fabricante

de varitas. Harry no tuvo que buscar muy lejos una

razón. Seguramente era por lo que había hecho la

varita de Harry la noche que Voldemort lo había

perseguido por los cielos. La varita de acebo y pluma

- 168 -

de fénix había conquistado a la varita prestada, algo que Ollivander no había anticipado o entendido. ¿Sabría

Gregorovitch más? ¿Realmente era más hábil que

Ollivander, sabía secretos de las varitas que Ollivander

no conocía?

—Esa chica es muy bonita —dijo Krum, volviendo a

Harry al ambiente en el que estaban. Krum estaba

señalando a Ginny, que se acababa de unir a Luna—.

¿También es familiar tuya?

—Sí —dijo Harry repentinamente irritado—, y sale con

alguien. Del tipo celoso. Un tío grande. No quieras

enfrentarte a él.

Krum gruñó.

—¿Cuál —dijo, vaciando su copa y poniéndose

nuevamente de pie—, es el punto de ser un jugador de

Quidditch «interrnacional» si todas las chicas guapas

están cogidas?

Y se marchó dando grandes zancadas dejando a Harry,

que cogió un sándwich de un camarero que pasaba y se

acercó al borde de la abarrotada pista de baile. Quería

encontrar a Ron, contarle sobre Gregorovitch, pero

estaba bailando con Hermione en el medio de la pista.

Harry se apoyó contra uno de los postes dorados y miró

a Ginny, que ahora estaba bailando con Lee Jordan, el

amigo de Fred y George, intentando no sentirse

resentido con la promesa que le había hecho a Ron.

Nunca antes había ido a una boda, así que no podía

juzgar cómo las bodas mágicas se diferenciaban de las

muggles, aunque estaba bastante seguro de que estas

últimas no tendrían una tarta de bodas coronada con

dos modelos de fénix que echaron a volar cuando la

tarta se cortó, o botellas de champán que flotaban sin

apoyo entre la multitud. Cuando la tarde fue

avanzando, y las polillas empezaron a descender bajo

- 169 -

el toldo, ahora encendido con lámparas doradas flotantes, la juerga se fue volviendo cada vez más

incontrolable. Fred y George habían desaparecido en la

oscuridad hacía bastante tiempo, con un par de las

primas de Fleur; Charlie, Hagrid y un mago rechoncho

con un sombrero de copa baja púrpura estaban

cantando «Odo el Héroe» en la esquina.

Serpenteando entre la multitud para escapar de un tío

borracho de Ron, que no estaba muy seguro de si Harry

era o no su hijo, Harry localizó a un anciano mago

sentado sólo en una mesa. Su nube de pelo blanco lo

hacía parecer un viejo diente de león y estaba

coronada por una capa comida por las polillas. Era

vagamente familiar: estrujándose el cerebro, de

repente Harry se dio cuenta de que ese era Elphias

Doge, miembro de la Orden del Fénix y el escritor de la

nota necrológica de Dumbledore.

Harry se acercó a él.

—¿Puedo sentarme?

—Claro, claro —dijo Doge; tenía una voz bastante aguda

y sibilante.

Harry se inclinó hacia delante.

—Señor Doge, soy Harry Potter.

En un revoloteo de nervioso placer, Doge le sirvió a

Harry una copa de champán.

—Pensé en escribirte —le susurró—, después de que

Dumbledore… la conmoción… y para ti, estoy seguro…

Los pequeños ojos de Doge se llenaron de repentinas

lágrimas.

—Vi la nota necrológica que escribió para el Diario

Profeta —dijo Harry—. No me di cuenta que conocía tan

bien al Profesor Dumbledore.

—Tan bien como cualquiera —dijo Doge, secándose los

ojos con una servilleta—. Ciertamente lo conocía desde

- 170 -

más tiempo, si no cuentas a Aberforth, y de alguna manera, la gente nunca parece contar a Aberforth.

—Hablando del Diario Profeta… no sé si vio, señor

Doge…

—Oh, por favor, llámame Elphias, querido muchacho.

—Elphias, no sé si vio la entrevista que Rita Skeeter dio sobre Dumbledore.

La cara de Doge se invadió de un furioso rubor.

—Oh sí, Harry, la vi. Esa mujer, o buitre sería un

término más apropiado, verdaderamente me atosigó

para que hablase con ella. Me avergüenzo de decir que

me puse bastante rudo, la llamé trucha entrometida, lo

que dio como resultado, como habrás visto, calumnias

sobre mi cordura.

—Bueno, en esa entrevista —continuó Harry—, Rita

Skeeter dejó caer que el Profesor Dumbledore había

practicado las Artes Oscuras cuando era joven.

—¡No creas una palabra de eso! —dijo Doge al instante—

. ¡Ni una palabra, Harry! ¡No dejes que nada estropee

tus recuerdos de Dumbledore!

Harry miró la sincera y dolorida cara de Doge, y no se

sintió reconfortado, sino frustrado. ¿De verdad Doge

creía que era tan fácil, que Harry simplemente

escogería no creer? ¿No entendía Doge la necesidad de

Harry de estar seguro, de saber todo?

Quizás Doge sospechaba cómo se sentía Harry, porque

lo miró preocupado y continuó con rapidez.

—Harry, Rita Skeeter es una terrible…

Pero fue interrumpido por un estridente graznido.

—¿Rita Skeeter? Oh, me encanta, ¡siempre la leo!

Harry y Doge levantaron la mirada para ver a la tía

Muriel allí parada, las plumas bailando en su cabeza,

una copa de champán en su mano.

—¡Ha escrito un libro sobre Dumbledore, ya sabéis!

- 171 -

—Hola Muriel —dijo Doge—. Sí, justo estábamos hablando…

—¡Tú ahí! Dame tu silla, ¡que tengo ciento siete años!

Otro primo Weasley pelirrojo saltó de su asiento, con

cara de alarma, y la tía Muriel giró el asiento con

sorprendente fuerza y se sentó entre Doge y Harry.

—Hola otra vez Barry, o como quiera que te llames. —Le

dijo a Harry—. Ahora, ¿qué estabas diciendo sobre Rita

Skeeter, Elphias? ¿Sabes que escribió una biografía

sobre Dumbledore? No puedo esperar para leerla. ¡Debo

recordar encargarla en Flourish y Blotts!

Doge pareció rígido y solemne ante esto, pero la tía

Muriel vació su copa y chasqueó los huesudos dedos a

un camarero que pasaba para que le diese otra. Tomó

otro largo trago de champán, eructó y luego dijo: —¡No

hay necesidad de parecer un par de ranas disecadas!

¡Antes de llegar a ser tan respetado y respetable y todo

eso, hubo algunos rumores muy curiosos sobre Albus!

—Propaganda mal informada —dijo Doge, volviendo a

ponerse como un rábano.

—Tú dirías eso, Elphias —carcajeó la tía Muriel—. ¡Me di

cuenta de cómo trataste muy por encima las

bochornosas manchas en esa nota necrológica tuya!

—Siento que pienses eso —dijo Doge, todavía con más

frialdad—. Te aseguro que lo estaba escribiendo desde

el corazón.

—Oh, todos sabemos que venerabas a Dumbledore; ¡me

atrevería a decir que todavía piensas que era un santo

incluso si sale que se deshizo de su hermana squib!

—¡Muriel! —exclamó Doge.

Un escalofrío que no tenía nada que ver con el helado

champán se estaba introduciendo en el pecho de Harry.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó a Muriel—. ¿Quién

dice que su hermana era una squib? Pensé que estaba

- 172 -

enferma.

—¡Pensaste mal, entonces, eh, Barry! —dijo la tía

Muriel, pareciendo encantada ante el efecto que había

provocado—. De todas formas, ¿cómo puedes esperar

saber algo sobre eso? Pasó muchos años antes de que

incluso fueses pensado, cariño, y la verdad es que

aquellos de nosotros que estábamos vivos entonces

nunca supimos lo que pasó en realidad. ¡Por eso no

puedo esperar a saber lo que Skeeter ha desenterrado!

¡Dumbledore mantuvo a su hermana tranquila durante

demasiado tiempo!

—¡Falso! —siseó Doge—. ¡Totalmente falso!

—Nunca me contó que su hermana fuese una squib —

dijo Harry, sin pensar, todavía frío interiormente.

—¿Y por qué te lo habría contado? —chilló Muriel,

tambaleándose un poco en su asiento al intentar

centrarse en Harry.

—La razón por la que Albus nunca hablaba de Ariana —

empezó Elphias con la voz tensa por la emoción—, es,

me parece, bastante clara. Estaba tan destrozado por

su muerte…

—¿Por qué nadie la vio nunca, Elphias? —graznó Muriel—

. ¿Por qué la mitad de nosotros nunca supo que existía,

hasta que llevaron el ataúd fuera de la casa y

celebraron un funeral por ella? ¿Dónde estaba el santo

Albus mientras Ariana estaba encerrada en el sótano?

¡Lejos, siendo brillante en Hogwarts, y sin importarle lo que pasaba en su propia casa!

—¿Qué quiere decir, encerrada en el sótano? —preguntó

Harry—. ¿Qué es esto?

Doge parecía desconsolado. La tía Muriel se carcajeó

otra vez y respondió a Harry.

—La madre de Dumbledore era una mujer espantosa,

simplemente espantosa. De padres muggles, aunque

- 173 -

escuché que fingía lo contrario…

—¡Nunca fingió nada por el estilo! Kendra era una

buena mujer —susurró Doge tristemente, pero la tía

Muriel lo ignoró.

—… orgullosa y muy dominante, el tipo de bruja que

estaría mortificada por producir una squib…

—¡Ariana no era una squib! —siseó Doge.

—¡Eso dices, Elphias, pero explica entonces, porqué

nunca fue a Hogwarts! —dijo la tía Muriel. Se dio la

vuelta hacia Harry—. En nuestros tiempos, a menudo los

squibs eran acallados, aunque llegar al extremo de

encerrar a una niña pequeña en la casa y fingir que no

existía…

—¡Te estoy diciendo que eso no es lo que pasó! —dijo

Doge, pero la tía Muriel continuó como una

apisonadora, todavía dirigiéndose a Harry.

—A menudo enviaban a los squibs a escuelas muggles y

los animaban a integrarse en la comunidad muggle…

algo mucho más amable que intentar encontrarles un

lugar en el mundo mágico, donde siempre serían de

segunda clase, pero naturalmente a Kendra Dumbledore

no se le habría pasado por la cabeza dejar ir a su hija a un colegio muggle…

—¡Ariana era delicada! —dijo Doge desesperado—. Su

salud siempre fue demasiado pobre para permitirle…

—… permitirle salir de casa? —carcajeó Muriel—. ¡Y aún

así nunca la llevaron a San Mungo y tampoco llamaron a

ningún sanador para que la viese!

—De verdad, Muriel, ¿cómo puedes saber si…

—Para tu información, Elphias, mi primo Lancelot era

sanador en San Mungo en esa época, y le dijo a mi

familia en la más estricta confidencia que nunca se

había visto a Ariana por allí. ¡Todo muy sospechoso,

pensó Lancelot!

- 174 -

Doge parecía estar al borde de las lágrimas. La tía Muriel, que parecía estarse divirtiendo mucho,

chasqueó los dedos para pedir más champán. Como

paralizado, Harry pensó en cómo los Dursleys una vez lo

habían encerrado, mantenido bajo llave, escondido

fuera de la vista, todo por el crimen de ser un mago.

¿Había sufrido la hermana de Dumbledore el mismo

destino pero invertido: encerrada por la falta de magia?

¿Y realmente Dumbledore la había dejado a su suerte

mientras se iba a Hogwarts para mostrarse brillante y

con talento?

—Ahora, si Kendra no hubiese muerto primero —

continuó Muriel—, habría dicho que fue ella la que mató

a Adriana…

—¡Cómo te atreves, Muriel! —gimió Doge—. ¿Que una

madre mate a su propia hija? ¡Piensa en lo que estás

diciendo!

—Si la madre en cuestión era capaz de encerrar a su

hija durante años hasta el final, ¿por qué no? —la tía

Muriel se encogió de hombros—. Pero como dije, no

concuerda, porque Kendra murió antes que Adriana…

de qué, nadie nunca ha estado seguro…

—Sí, Ariana pudo haber hecho un desesperado intento

de liberarse y matar a Kendra en el forcejeo —dijo la

tía Muriel pensativamente—. Sacude la cabeza todo lo

que quieras, Elphias. Estabas en el funeral de Ariana,

¿verdad?

—Sí estaba —dijo Doge, con los labios temblorosos—, y

no puedo recordar una situación más

desesperadamente triste. Albus tenía el corazón roto…

—Su corazón no fue lo único. ¿No le rompió Aberforth la

nariz cuando había transcurrido la mitad de la

ceremonia?

Si Doge había parecido horrorizado antes de esto, no

- 175 -

era nada comparado con cómo se veía ahora. Muriel bien podría haberle clavado un cuchillo. Ella se

carcajeó ruidosamente y tomó otro trago de champán,

que le bajó goteando por la barbilla.

—¿Cómo sabes…? —graznó Doge.

—Mi madre era amiga de la vieja Bathilda Bagshot —dijo

la tía Muriel con alegría—. Bathilda le describió todo lo que había pasado a mi madre mientras yo escuchaba

tras la puerta. Una pelea al lado del ataúd, tal como

Bathilda lo contó. Aberforth gritó que era culpa de

Albus que Ariana estuviese muerta y entonces lo golpeó

en la cara. Según Bathilda, Albus ni siquiera se

defendió, y eso ya es bastante raro. Albus podría haber

destruido a Aberforth en un duelo con las dos manos

atadas tras la espalda.

Muriel tragó todavía más champán. Recitar aquellos

viejos escándalos parecían haberla llenado de euforia

tanto como habían horrorizado a Doge. Harry no sabía

qué pensar, qué decir. Quería la verdad, y aún así todo

lo que Doge hacía era permanecer sentado y comentar

débilmente que Ariana había estado enferma. Harry

apenas podía creer que Dumbledore no hubiese

intervenido si semejante crueldad hubiera pasado

dentro de su propia casa, y aún así indudablemente

había algo raro en la historia.

—Y te diré algo más —dijo Muriel, hipando ligeramente

al bajar su copa—. Creo que Bathilda le ha contado

todo a Rita Skeeter. Todas esas insinuaciones en la

entrevista de Skeeter sobre una importante fuente

cercana a los Dumbledore… Dios sabe que ella estaba

allí durante todo el asunto de Ariana, ¡y encajaría!

—¿Bathilda Bagshot? —dijo Harry—. ¿La autora de Una

historia de magia?

El nombre estaba impreso en la portada de uno de los

- 176 -

libros de Harry, aunque tenía que admitir, no de uno de los que había leído más atentamente.

—Sí —dijo Doge, agarrándose a la pregunta de Harry

como un hombre a punto de morir a su heredero vivo—.

Una de las historiadoras mágicas de más talento y una

vieja amiga de Albus.

—Chochea bastante estos días, he oído —dijo la tía

Muriel alegremente.

—Si es así, es todavía menos honorable por parte de

Skeeter haberse aprovechado de ella —dijo Doge—, ¡y

no se le puede dar credibilidad a cualquier cosa que

Bathilda pueda haber dicho!

—Oh, hay maneras hacer que vuelvan los recuerdos, y

estoy segura de que Rita Skeeter las conoce todas. —

Dijo la tía Muriel—. Pero incluso si Bathilda está

completamente chiflada, estoy segura de que todavía

tendrá viejas fotografías, tal vez incluso cartas.

Conocía a los Dumbledore desde hacía años… bien

merecía un viaje al Valle de Godric, diría yo.

Harry, que estaba tomando un sorbo de cerveza de

mantequilla, se atragantó. Doge lo golpeó en la espalda

mientras Harry tosía, mirando a la tía Muriel con ojos

llorosos. Una vez que retomó el control de su voz,

preguntó: —¿Bathilda Bagshot vive en el Valle de

Godric?

—¡Oh, sí, siempre ha estado allí! Los Dumbledore se

mudaron después de que Percival fuese encerrado, y

ella era su vecina.

—¿Los Dumbledore vivían en el Valle de Godric?

—Sí, Barry, eso es lo que acabo de decir —dijo la tía

Muriel con irritación.

Harry se sintió drenado, vacío. Ni una vez en seis años,

le había contado Dumbledore a Harry que ambos habían

vivido y perdido seres amados en el Valle de Godric.

- 177 -

¿Por qué? ¿Estaban Lily y James enterrados cerca de la madre y la hermana de Dumbledore? ¿Había visitado

Dumbledore sus tumbas, quizás caminado pasando las

de Lily y James para hacerlo? Y ni una vez se lo había

dicho a Harry… nunca se había molestado en decir…

Y por qué era tan importante, Harry no se lo podía

explicar ni a sí mismo, pero aún así sentía que equivalía a una mentira no decirle que habían tenido ese lugar y

esas experiencias en común. Miró hacia delante, apenas

notando lo que sucedía a su alrededor, y no se dio

cuenta de que Hermione había aparecido entre la

multitud hasta que puso una silla a su lado.

—Simplemente no puedo bailar más —jadeó, sacándose

uno de los zapatos y frotándose el talón—. Ron ha ido a

buscar más cervezas de mantequilla. Es un poco raro.

Acabo de ver a Viktor yéndose furioso de donde estaba

el padre de Luna, parecía que habían discutido… —su

voz se apagó, y lo miró fijamente—. Harry, ¿estás bien?

Harry no sabía por donde empezar, pero no importó. En

ese momento, algo grande y plateado apareció cayendo

del toldo sobre la pista de baile. Grácil y brillante, el lince aterrizó con suavidad en el medio de los

asombrados bailarines. Las cabezas se giraron, y

aquellos que estaban cerca se congelaron

absurdamente en medio del baile. Entonces la boca del

patronus se abrió y habló con la fuerte, profunda y

lenta voz de Kingsley Shacklebolt.

—El Ministerio ha caído. Scrimgeour está muerto. Están

viniendo.

  

- 178 -

Capítulo Nueve

Un lugar donde esconderse

T    odo parecía confuso, lento. Harry y

Hermione saltaron sobre sus pies y esgrimieron sus

varitas. Muchas personas se estaban dando cuenta

ahora de que algo raro había ocurrido; algunas cabezas

todavía se estaban volviendo hacia el gato plateado

cuando desapareció. El silencio se extendió hacia fuera

en frías ondas desde el lugar en que había aparecido el

Patronus. Entonces alguien gritó.

Harry y Hermione se lanzaron entre la multitud

despavorida. Los invitados corrían en todas direcciones;

muchos Desaparecían; los encantamientos protectores

que había alrededor de la Madriguera se habían roto.

- 179 -

-¡Ron! –lloró Hermione-. Ron, ¿dónde estás?

Mientras se abrían paso a empujones hasta el otro lado

de la pista de baile, Harry vio como unas figuras

enmascaradas salían de entre la multitud; luego vio a

Lupin y Tonks, con sus varitas levantadas, y escuchó

que ambos gritaban,  "¡Protego!",   grito que resonó por todas partes

- ¡Ron! ¡Ron! –llamó Hermione medio sollozando, al ser

envueltos por los aterrorizados invitados. Harry la

estaba cogiendo de la mano para asegurarse de que no

fueran separados, cuando una línea de la luz zumbó

sobre sus cabezas, aunque no supo si era un

encantamiento protector o algo más siniestro.

En ese momento apareció Ron. Cogió el brazo libre de

Hermione, y Harry la sintió girar sobre sí misma; la

visión y el sonido se extinguieron mientras la

obscuridad se cernía sobre él; todo lo que podía sentir

era la mano de Hermione mientras era lanzado a través

de espacio y tiempo, lejos de la Madriguera, lejos de

los Mortífagos que descendían, lejos, quizás, de

Voldemort mismo. . . .

-¿Dónde estamos? –dijo la voz de Ron.

Harry abrió los ojos. Por un momento, pensó que no

habían abandonado la boda, después de todo; todavía

parecían estar rodeados de gente.

-En Tottenham Court Road –jadeó Hermione-. Camina,

simplemente camina, tenemos que encontrar un sitio

para que os cambiéis.

- 180 -

Harry hizo lo que le decía. Medio anduvieron medio corrieron subiendo la amplia y oscura calle, atestada de

trasnochadores y llena de tiendas cerradas, mientras

las estrellas brillaban sobre ellos.

Un autobús de dos pisos rugió al pasar y un grupo de

parroquianos alegres se los comieron con los ojos

cuando pasaron; Harry y Ron todavía llevaban sus

túnicas de etiqueta.

-Hermione, no tenemos nada para cambiarnos, -dijo

Ron, cuando una mujer joven se echó a reir tontamente

al verle.

-¿Por qué no me habré asegurado de traerme la capa de

invisibilidad? -dijo Harry, maldiciendo interiormente su

propia estupidez-. Todo el año pasado la llevé encima y

-Está bien, tengo la capa, tengo ropa para los dos - dijo Hermione-. Sólo tratad de actuar con naturalidad hasta

… esto servirá.

Los condujo a una calle lateral, y luego a la protección

de un callejón sombrío.

-Cuando dices que tienes la capa, y la ropa ... –dijo

Harry, frunciendo el ceño a Hermione, que no llevaba

nada salvo su pequeño bolso bordado, en el que

rebuscaba en ese momento.

-Si, aquí están -dijo Hermione, y para absoluto asombro

de Harry y Ron, sacó un par de vaqueros, una camiseta

- 181 -

gruesa, algunos calcetines granates, y finalmente la plateada capa de invisibilidad.

-¿Cómo demonios…?"

-Encantamiento de Extensión Indetectable -dijo

Hermione-. Difícil, pero creo que lo he hecho bien; en

cualquier caso, me las arreglé para meter aquí todo lo

que necesitamos. -Dio una pequeña sacudida a la

aparentemente frágil bolsa, que resonó como si fuera

un cargamento con varios objetos pesados rodando

dentro.

-Oh, maldición, eso deben ser los libros -dijo,

mirándolo con atención-. Y los tenía todos apilados por

tema ... En fin ... Harry, es mejor que cojas tú la capa

de invisibilidad. Ron, date prisa y cámbiate ...

-¿Cuándo hiciste todo esto? – preguntó Harry mientras

Ron se desvestía.

-Te lo dije en la Madriguera, he llevado encima lo

esencial preparado durante días, ya sabes, por si acaso

tuviéramos que huir rápidamente. Hice tu mochila esta

mañana, Harry, después de que te cambiaras, y la puse

aquí ... Tenía un presentimiento ...

-Eres asombrosa, de verdad que si, -dijo Ron, pasándole

su túnica enrollada.

-Gracias -dijo Hermione, con una pequeña sonrisa,

mientras empujaba las túnicas en la bolsa-. ¡Por favor,

Harry, ponte esa capa!

- 182 -

Harry le lanzó la Capa de Invisibilidad alrededor de los hombros y la reafirmó sobre su cabeza, desapareciendo

de la vista. Estaba empezando a darse cuenta de lo que

había ocurrido en ese momento.

-Los demás …toda la gente de la boda…

-No podemos preocuparnos por eso ahora -cuchicheó

Hermione-. Van tras de ti, Harry, y si volvemos lo único

que conseguiremos será ponerlos a todos aún en más

peligro.

-Tiene razón – dijo Ron, que parecía saber que Harry

estaba a punto de discutir, incluso sin poderle ver la

cara-. La mayor parte de la Orden estaba allí, cuidarán

de todos.

Harry asintió con la cabeza, luego recordó que no

podían verlo y dijo

-Sí.

Pero pensó en Ginny, y el miedo burbujeó como ácido

en su estómago.

-Vamos, creo que deberíamos mantenernos en

movimiento - dijo Hermione.

Retrocedieron por la calle lateral y de nuevo por la

carretera principal, donde un grupo de hombres

cantaba y ondeaban los brazos en la acera de enfrente.

-¿Sólo por curiosidad, por qué Tottenham Court Road? -

preguntó Ron a Hermione.

- 183 -

-No tengo ni idea, fue lo primero que me vino a mi cabeza, pero estoy segura de que estaremos más

seguros en el mundo muggle, donde no esperarán que

estemos.

-Es cierto -dijo Ron, mirando a su alrededor-. Pero ¿tú

no te sientes un poco … expuesta?

-¿Dónde más podríamos ir? -preguntó Hermione,

encogiéndose cuando los hombres del otro lado de la

calle empezaron a aullarle como lobos-. Difícilmente

podemos reservar habitaciones en el Caldero

Chorreante, ¿no? Y Grimmauld Place está descartado,

ya que Snape puede ir allí. . . . Supongo que podríamos

probar en casa de mis padres, pero creo que hay una

posibilidad de que lo comprueben. . . . Oh, ¡por qué no

se callarán!

-¿Y bien, querida? -el más borracho de los hombres del

otro lado estaba gritando-. ¿Quieres un trago?

¡Abandona al pelirrojo y ven y tómate una pinta!

-Vamos a sentarnos en algún sitio –dijo Hermione

apresuradamente cuando Ron abrió la boca para

responder gritando al otro lado de la calle. Mirad, ¡esto servirá, entrad aquí!

Era un café nocturno pequeño y gastado. Un ligera capa

de grasa yacía sobre todas las mesas acabadas en

formica, pero por lo menos estaba vacío. Harry entró a

un reservado, y Ron se sentó junto a él, frente a

Hermione, que quedó de espaldas a la entrada, lo que

no pareció gustarle; echaba vistazos por encima del

hombro tan frecuentemente parecía tener un tic. A

- 184 -

Harry no le gustaba que estuvieran quietos; caminar les había dado la ilusión de que tener un objetivo. Debajo

de la capa podía sentir los últimos vestigios de la

Poción Multijugos abandonándole, sus manos

regresaban a su forma y longitud acostumbrada. Sacó

las gafas del bolsillo y se las puso otra vez.

Después de uno o dos minutos, Ron dijo:

-Sabéis, no estamos lejos del Caldero Chorreante, está

en Charing Cross…

-¡Ron, no podemos'! –dijo Hermione inmediatamente.

-No digo quedarnos allí, pero sí averiguar qué está

ocurriendo!

-¡Sabemos qué esta ocurriendo! Voldemort ha tomado

el Ministerio, ¿qué más necesitamos saber?

-Vale, vale, ¡era sólo una idea! -Cayeron en un silencio

espinoso. La camarera, que masticaba chicle, les

atendió, y Hermione pidió dos capuchinos: como Harry

era invisible, podría haber parecido raro pedirle uno.

Un par de obreros fornidos entró en el café y se metió

en el reservado de al lado. Hermione redujo su voz a un

susurro.

-Yo digo que encontremos un lugar tranquilo para

Desaparecernos y dirigirnos hacia el campo. En cuanto

estamos allí, podremos enviar un mensaje a la Orden.

-¿Entonces puedes hacer un Patronus de esos que

hablan? –preguntó Ron.

- 185 -

-He estado practicando, y creo que sí –dijo Hermione.

-Bueno, mientras eso no les cause problemas, aunque

deben haber sido arrestados ya. Dios, esto está

asqueroso -añadió Ron después de dar un sorbo al

espumoso café grisáceo. La camarera le había oído; le

echó a Ron una mirada rencorosa mientras se dirigía a

atender a los nuevos clientes. El más grande de los dos

obreros, que era rubio e inmenso, ahora que Harry lo

miraba, la apartó. Ella le miró fijamente, ofendida.

-Vámonos entonces, no quiero beberme esta mugre –

dijo Ron-. Hermione, ¿tienes dinero Muggle para pagar

esto?

-Sí, saqué todos mis ahorros de la Sociedad

Constructora antes de ir a la Madriguera. Apuesto a que

todo el dinero suelto está en la parte de abajo -se

quejó Hermione, cogiendo su bolso bordado.

Los dos obreros hicieron idénticos movimientos, y Harry

los imitó inconscientemente: los tres esgrimieron sus

varitas. Ron, que tardó unos segundos en darse cuenta

de lo qué estaba pasando, arremetió hacia al otro lado

de la mesa, empujando a Hermione al otro lado de su

banco. Los impactos de los hechizos de los mortífagos

hicieron añicos el mosaico de la pared justo donde

había estado la cabeza de Ron, mientras Harry, todavía

invisible, gritó,

-¡Desmanius!

El enorme mortífago rubio fue golpeado en la cara por

un rayo de la luz roja: se desplomó lateralmente,

- 186 -

inconsciente. Su compañero, incapaz de ver quién había lanzado el hechizo, disparó otro a Ron: brillantes

cuerdas negras volaron de su varita y ataron a Ron de

pies a cabeza. La camarera gritó y corrió hacia la

puerta. Harry envió otro Hechizo Aturdidor al mortífago

de la cara torcida que había atado a Ron, pero el

hechizo falló, rebotó en la ventana y golpeó a la

camarera, que se desplomó delante de la puerta.

-¡Expulso!   -gritó  el  mortífago,  y  la  mesa  detrás  de  la que estaba Harry explotó. La fuerza de la explosión le

hizo golpearse contra la pared y sintió como la varita

caía de su mano mientras se le soltaba la capa.

-¡Petrificus Totalus!  -gritó Hermione desde fuera de su campo de visión, y el mortífago se desplomó como una

estatua con un ruido sordo sobre los restos de loza,

mesa, y café. Hermione salío gateando de debajo del

banco, sacudiéndose del pelo los restos de cristal de un

cenicero y temblando entera.

-D… diffindo, -dijo, apuntando su varita hacia Ron, que bramó de dolor cuando le cortó la rodilla de los

vaqueros, dejando una profundo corte.

-Oh, lo siento tanto, Ron, ¡me tiembla la mano!  

¡Diffindo! 

Las cuerdas cayeron, cortadas. Ron se puso en pie,

agitando los brazos para recuperar la sensibilidad.

Harry recogió su varita y trepó sobre los escombros

hacia el lugar donde el enorme mortífago rubio se había

desplomado al otro lado del banco.

- 187 -

-Debería haberlo reconocido, estaba allí la noche en que Dumbledore murió -dijo. Giró al mortífago moreno

con el pie; los ojos del hombre se movían rápidamente

de Harry y Ron a Hermione rápidamente.

-Éste es Dolohov" –dijo Ron-. Lo reconozco de los

antiguos carteles de “Se busca”. Creo que el grande es

Thorfinn Rowle.

-¡No importa cómo se llamen! -dijo Hermione un poco

histéricamente-. ¿Cómo nos encontraron? ¿Qué vamos a

hacer?

De algún modo su pánico pareció despejar la cabeza de

Harry.

-Cierra con llave la puerta -le dijo- Y Ron, tú apaga las luces.

Miró al paralizado Dolohov, pensando rápidamente

mientras la cerradura hacía clic y Ron usaba el

Desiluminador para dejar el café sumido en la

obscuridad. Harry podía escuchar a los hombres que

habían piropeado a Hermione gritar a otra chica en la

distancia.

-¿Qué vamos a hacer con ellos? –le susurró Ron a Harry

en la oscuridad; luego, incluso en voz más baja-,

¿Matarlos? Ellos nos habrían matado. Este es el mejor

momento.

Hermione se estremeció y dio un paso atrás. Harry agitó

la cabeza.

- 188 -

-Sólo tenemos que borrar sus memorias –dijo Harry-. Es mejor de ese modo, los dejará fuera de escena. Si los

matáramos, sería obvio que hemos estado aquí.

-Tú eres el jefe -dijo Ron, que parecía enormemente

aliviado-. Pero no he hecho nunca un Encantamiento

Desmemorizador.

-Yo tampoco –dijo Hermione-. Pero sé la teoría.

Inspiró hondo para tranquilizarse, luego apuntó su

varita mágica a la frente de Dolohov y dijo:

-Obliviate.

Inmediatamente, los ojos de Dolohov se volvieron

desenfocados y soñadores.

-¡Brillante! -dijo Harry, dándole una palmada en la

espalda-. Ocúpate del otro y de la camarera mientras

Ron y yo limpiamos esto.

-¿Limpiar? -dijo Ron, mirando el café en parte

destruido-. ¿Por qué?

-¿No crees que podrían preguntarse qué puede haber

ocurrido si se despiertan y se encuentran en un lugar

que parece que acaba de ser bombardeado?

-Oh, es verdad, sí. . .

Ron forcejeó durante un rato antes de conseguir

extraer la varita de su bolsillo.

- 189 -

-No es raro que no pueda, Hermione, has encojido mis vaqueros viejos, me aprietan.

-Oh, lo siento tanto –siseó Hermione, y mientras

arrastraba a la camarera fuera de la vista de las

ventanas, Harry la escuchó farfullar una sugerencia

respecto a dónde se podía clavar la varita Ron.

En cuanto el café fue devuelto a su condición previa,

llevaron a los mortífagos de regreso a su reservado y los apoyaron mirándose el uno al otro

-¿Pero cómo nos encontraron? -preguntó Hermione,

mirando de un hombre inerte al otro-. ¿Cómo supieron

dónde estábamos?

Se volvió hacia Harry.

-Tu… no crees que lleves todavía el Rastro, ¿no, Harry?

-No puede ser –dijo Ron-. El Rastro acaba a los

diecisiete, es la Ley Mágica, no se puede poner sobre

un adulto.

-Por lo que tú sabes –dijo Hermione-. ¿Y si los

mortífagos han encontrado una forma de ponerlo sobre

un joven de diecisiete años?

-Pero Harry no ha estado cerca de un mortífago en las

últimas veinticuatro horas. ¿Quién se supone que podría

haber vuelto a poner un Rastro sobre él?

- 190 -

Hermione no respondió. Harry se sentía contaminado, corrompido; ¿era realmente así cómo les habían

encontrado los mortífagos?

-Si no puedo usar magia, y vosotros no podéis usar

magia cerca de mí, sin revelar nuestra posición… -

empezó.

-¡No nos vamos a separar! -dijo Hermione firmemente.

-Necesitamos un lugar seguro para escondernos –dijo

Ron-. Danos tiempo para pensarlo.

-Grimmauld Place –dijo Harry.

Los otros dos se quedaron con la boca abierta.

-¡No seas absurdo, Harry, Snape puede aparecer por

allí!

-El padre de Ron dijo que habían puesto sortilegios

contra él… e incluso aunque no hayan funcionado… -

continuó antes de que Hermione empezara a

argumentar- ¿qué más da? Os lo juro, no hay nada que

desee tanto como encontrarme a Snape.

-Pero…

-Hermione, ¿Qué otro sitio hay? Es la mejor elección

que tenemos. Snape es un solo  mortífago.  Si  todavía

tienen el Rastro sobre mí, tendremos multitudes de

ellos sobre nosotros allá donde vayamos.

- 191 -

No podía discutir eso, aunque se notaba que le hubiera gustado hacerlo. Mientras abría la puerta del café, Ron

accionó el Desiluminador para dar luz de nuevo al café.

Luego, a la cuenta de tres de Harry, deshicieron los

hechizos sobre sus tres víctimas, y antes de que la

camarera o cualquiera de los mortífagos pudieran hacer

nada mas que removerse somnolientos, Harry, Ron y

Hermione habían salido fuera y desaparecido en la

oscuridad otra vez.

En unos segundos Harry dilataba sus pulmones

agradecido, y abría los ojos, estaban en medio de una

tristona y familiar plaza. Casas altas y ruinosas, los

miraban desde todos los lados. El número doce era

visible para ellos, puesto que Dumbledore, su Guardián

Secreto, les había revelado su existencia, y se

encaminaron inmediatamente hacia él, comprobando a

cada metro que no les seguía nadie. Subieron los

peldaños de piedra, y Harry golpeó la puerta principal

una vez con su varita mágica. Escucharon una serie de

clics metálicos y el ruido de una cadena, luego la

puerta se abrió con un chirrido y se apresuraron a

atravesar el umbral.

Cuando Harry cerró la puerta tras ellos, las lámparas de

gas, pasadas de moda, volvieron a la vida, lanzando una

luz parpadeante a lo largo de todo el pasillo. Era como

Harry lo recordaba: extraña, tenebrosa, las filas de

cabezas de elfos caseros en la pared lanzando sombras

extrañas escaleras arriba. Unas largas cortinas oscuras

ocultaban el retrato de la madre de Sirius. Lo único que

estaba fuera de lugar era el paraguero con forma de

pierna de troll, que estaba estando tendido de lado

como si Tonks acabara de chocar con él.

- 192 -

-Creo que alguien ha estado aquí -cuchicheó Hermione, señalándolo con el dedo.

-Eso podía haber ocurrido cuando la orden partió –

murmuró Ron en respuesta.

-¿Pero dónde están los sortilegios que pusieron contra

Snape? –preguntó Harry.

-A lo mejor solamente se activan si aparece –sugirió

Ron.

Todavía seguían los tres sobre el felpudo, con la

espalda contra la puerta, temiendo internarse más en

la casa.

-Bueno, no podemos quedarnos aquí para siempre- dijo

Harry, y dio un paso adelante.

-¿Severus Snape?- susurró la voz de Ojoloco Moody en la

oscuridad, haciendo que los tres saltaran hacia atrás

aterrados.

-¡No somos Snape!- gruñó Harry, antes de que una

especie de aire frío se abalanzara sobre y su lengua se

enrollara sobre sí misma, haciéndole imposible hablar.

Antes de que tuviera tiempo de sentirla dentro de su

boca, sin embargo, su lengua se había desenrollado otra

vez.

Los otros dos parecían haber experimentado la misma

desagradable sensación. Ron estaba haciendo ruidos de

vómito; Hermione dijo tartamudeando,

- 193 -

-¡Esto debe haber sido el Sortilegio de Lengua Atada que preparó Ojoloco para Snape!

Cautelosamente, Harry dio otro paso adelante. Algo se

desplazó entre las sombras al fondo del vestibulo, y

antes de que ninguno de ellos pudiera decir una

palabra, una figura se alzó de la alfombra, alta, de

color polvo, y terrible; Hermione gritó y lo mismo hizo

la Señora. Black, sus cortinas que se abrieron; la figura gris planeó hacia ellos, más y más rápido, el pelo, que

le llegaba hasta la cintura, flotando tras ella, la cara

hundida, sin carne, con las cuencas de los ojos vacías:

horriblemente familiar, terriblemente alterada, levantó

un brazo descarnado, señalando a Harry.

-¡No! -gritó Harry, y aunque había levantado su varita

no se le ocurrió ningun hechizo-. ¡No! ¡No fuimos

nosotros! No te matamos…

Tras la palabra  matamos, la figura explotó en una gran nube de polvo. Tosiendo, con los ojos lloroso, Harry vió

a Hermione agachada en el suelo, junto a la puerta,

con los brazos sobre la cabeza, mientras Ron,

temblando de pies a cabeza, le masajeaba torpemente

la espalda diciendo,

- Todo va bien… se ha ido...

El polvo se arremolinó alrededor de Harry como si fuera

niebla, a la luz azul de las lámparas de gas, mientras la Señora Black seguía gritando.

-¡Sangresucia, mugre, manchas de deshonor, manchas

de vergüenza sobre la casa de mis padres…

- 194 -

-¡Cállate! –bramó Harry, apuntándola con su varita, y con un golpe y una ráfaga de chispas rojas, las cortinas

se cerraron otra vez, silenciándola.

-Eso... Eso ha sido... –gimió Hermione, mientras Ron la

ayudaba a ponerse en pie.

-Sí –dijo Harry-, Pero no era realmente él, ¿no? Sólo

algo para asustar a Snape.

¿Hubiera funcionado?, se preguntó Harry, ¿o habría

afrontado Snape a la horrible figura tan tranquilamente

como había acabado con el verdadero Dumbledore? Con

los nervios todavía hormigueando, llevó a los otros dos

hasta el final del pasillo, medio esperando a que un

nuevo terror se revelara, pero nada se movió, salvo un

ratón que pasó rozando el rodapié.

-Antes de que vayamos más lejos, creo que es mejor

que comprobemos -cuchicheó Hermione, y levantó su

varita, diciendo-.  Homenum revelio.

Nada ocurrió.

-Bueno, acabas de sufrir un gran shock -dijo Ron

generosamente-. ¿Qué se supone que debería haber

hecho eso?

-¡Ha hecho lo que le he dicho que hiciera! –dijo

Hermione algo enojada-. Era un hechizo para revelar la

presencia humana, y no hay nadie aquí excepto

nosotros!

- 195 -

-Y el viejo Polvoriento, -dijo Ron, echando una mirada a la mancha en la alfombra de la que el espectro se

había levantado.

-Subamos -dijo Hermione, mirando asustada la misma

mancha, y encabezó la marcha por las chirriantes

escaleras hasta el salón del primer piso.

Hermione agitó su varita para encender las viejas

lámparas de gas, luego, tiritando ligeramente en la fría

habitación, se sentó sobre el sofá, rodeandose

fuertemente con los brazos. Ron cruzó hasta la ventana

y abrió las pesadas cortinas de terciopelo unos

centímetros.

-No veo a nadie ahí fuera –informó-. Y uno pensaría que

si Harry tuviera todavía un Rastro sobre él, nos habrían

seguido hasta aquí. Sé que no pueden entrar en la casa,

pero …¿Qué pasa, Harry?"

Harry había dado un grito de dolor, su cicatriz había

ardido cuando algo destelló cruzando su mente como

una luz brillante sobre el agua. Vio una gran sombra, y

sintió una cólera que no era suya liberarse a través de

su cuerpo, de forma violenta y breve como una

descarga eléctrica.

-¿Qué has visto? –preguntó Ron, avanzando hacia Harry.

- ¿Le viste en mi casa?

-No, sólo sentí su cólera... está realmente enfadado.

- 196 -

-Pero eso podía ser en la Madriguera –dijo Ron en un tono fuerte- ¿Qué más? ¿No viste nada? ¿Estaba

maldiciendo a alguien?

-No, sólo sentí la cólera … No podría decir…

Harry se sentía importunado, confuso, y Hermione no

ayudó cuando dijo con voz asustada:

-¿Tu cicatriz, otra vez? ¿Pero qué está ocurriendo?

¡Pensaba que la conexión estaba cerrada!

-Lo estuvo, durante un tiempo, -farfulló Harry; la

cicatriz todavía le dolía, lo que le hacía difícil

concentrarse-. Creo que ha empezado a abrirse otra

vez siempre que pierde el control, cómo solía...

-¡Pues entonces tienes que cerrar tu mente! -dijo

Hermione estridentemente-. Harry, Dumbledore no

quería que usaras esa conexión, quería que la cerraras

¡Por eso se supone que tenías que usar la Oclumencia!

Si no, Voldemort podría introducir ideas falsas en tu

mente, recuerda…

-Sí, recuerdo, gracias, -dijo Harry apretando los

dientes; no necesitaba que Hermione le recordara que

Voldemort había usado la conexión entre ellos para

llevarlo una vez a una trampa, ni que su resultado

había sido la muerte de Sirius. Desearía no tener que

decirles lo que había visto y sentido; eso hacía a

Voldemort más amenazador, como si estuviera

presionando contra la ventana de la habitación, y el

dolor de su cicatriz persistía y luchó contra él: era

como resistir la sensación de estar enfermo.

- 197 -

Dio la espalda a Ron y Hermione, fingiendo examinar el viejo tapiz con el árbol genealógico de los Black de la

pared. Entonces Hermione chilló. Harry empuñó su

varita de nuevo y dio media vuelta para ver un Patronus

de plata pasar a través de la ventana de salón y

aterrizar sobre el suelo enfrente de ellos, donde se

solidificó en una comadreja que hablaba con la voz del

padre de Ron.

-La familia está a salvo, no respondais, nos vigilan.

El Patronus se disolvió en la nada. Ron soltó un ruido

entre un gemido y un quejido y se dejó caer en el sofá.

Hermione se reunió con él, cogiéndole del brazo.

-Están bien, están todos bien -murmuró, y Ron medio se

rió y la abrazó.

-Harry, -dijo por encima del hombro de Hermione-, Yo…

-No pasa nada -dijo Harry, asqueado por el dolor de

cabeza-. Es tu familia, luego estabas preocupado. Yo

me habría sentido igual. -Pensó en Ginny-. Yo me siento

igual.

El dolor en su cicatriz estaba llegando a un máximo,

quemando como lo había hecho en el jardín de la

Madriguera. Escuchó débilmente a Hermione decir,

-No quiero parecer egoista pero, ¿podríamos usar los

sacos de dormir que he traído y acampar aquí esta

noche?

- 198 -

Escuchó a Ron mostrar su acuerdo. No podía luchar contra el dolor mucho más tiempo. Tuvo que sucumbir.

-Baño -farfulló, y dejó la habitación tan rápido como

pudo sin correr.

Apenas lo consiguió: cerró con cerrojo la puerta detrás

de él con las manos temblando, se agarró la palpitante

cabeza y cayó al suelo, entonces, en una explosión de

agonía, sintió la rabia que no le pertenecía poseer su

alma, vio una habitación larga iluminada solamente por

un fuego, y al enorme mortífago rubio en el suelo,

gritando y retorciéndose, y una figura más pequeña

estaba de pie sobre él, con la varita extendida,

mientras Harry hablaba en una voz alta, fría y

despiadada.

-Más, Rowle, ¿o terminamos ya y alimentas a Nagini?

Lord Voldemort no está seguro de perdonar esta vez...

¿Me devuelves la llamada para esto, para decirme que

Harry Potter se ha escapado otra vez? Draco, dale a

Rowle otra muestra de nuestro desagrado... ¡Hazlo, o

siente tú mi ira!"

Un tronco cayó al fuego, las llamas crecieron, y

arrojaron luz sobre una cara blanca aterrorizada y

puntiaguda… con la sensación de emerger de debajo del

agua, Harry respiró profundamente y abrió los ojos.

Estaba despatarrado sobre el frío suelo de mármol

negro, su nariz a centímetros de la cola de una de las

serpientes plateadas que servían de soporte a la bañera

grande. Se incorporó. La cara petrificada y demacrada

de Malfoy parecía grabada a fuego en el interior de sus

- 199 -

ojos. Harry se sentía asqueado por lo que había visto, por el uso que Voldemort estaba dando a Draco.

Sonó un agudo golpe en la puerta, y Harry saltó cuando

la voz de Hermione resonó.

-Harry, ¿quieres tu cepillo de dientes? Lo tengo aquí.

-Si, guay, gracias, -dijo, luchando por mantener un

tono informal mientras se levantaba para dejarla

entrar.

 

- 200 -

Capítulo Diez

La historia de Kreacher

H    arry se despertó temprano a la

mañana siguiente, envuelto en una saco de dormir

sobre el suelo del salón de dibujo. Un resquicio de cielo era visible entre las pesadas cortinas. Era de un frío y

claro azul como de tinta aguada, en algún punto entre

la noche y el amanecer, y todo estaba en silencio a

excepción de las respiraciones lentas y profundas de

Ron y Hermione. Harry echó un vistazo a las oscuras y

largas siluetas tendidas en el suelo junto a él. Ron

había tenido un detalle de galantería y había insistido

en que Hermione durmiera sobre los cojines del sillón,

por lo que su silueta destacaba por encima de la de el,

con el brazo encorvado hacia el suelo y los dedos a

pocas pulgadas de los de Ron. Harry se preguntó si se

- 201 -

habrían quedado dormidos con las manos entrelazadas.

Esa idea le hizo sentir extrañamente solitario.

Miro hacia arriba al ensombrecido techo, al

candelabro lleno de telarañas. Menos de veinticuatro

horas antes, había estado de pie a la luz del sol a la

entrada de la carpa, esperando a los invitados de la

boda para guiarlos a sus asientos. Parecía que desde

entonces hubiera pasado toda una vida. ¿Qué pasaría

ahora? Acostado en el suelo pensó en los Horrocruxes,

en la intimidante y compleja misión que Dumbledore le

había dejado… Dumbledore…

La pena que lo había abrumado desde la muerte de

Dumbledore se sentía diferente ahora. Las acusaciones

que había oído hacer a Muriel en la boda parecían

haber anidado en su cerebro como algo enfermizo,

contaminando los recuerdos que tenía del mago al que

había idolatrado. ¿Podía Dumbledore haber dejado que

sucedieran esas cosas? ¿Podía haber sido como Dudley,

y haberse quedado tan contento presenciando tal

negligencia y abuso mientras no le afectara a él? ¿Podía

haber dado la espalda a su hermana a la que mantenían

encarcelada y oculta?

Harry pensó en el Valle de Godric, en las tumbas que

había allí y que Dumbledore nunca había mencionado;

pensó en los misteriosos objetos dejados sin explicación

en el testamento de Dumbledore, y allí en la oscuridad

le invadió el resentimiento. ¿Por qué Dumbledore no se

lo había contado? ¿Por qué no se lo había explicado? ¿De

verdad Dumbledore se había preocupado por Harry? ¿O

Harry no había sido para él mas que un instrumento a

- 202 -

ser perfeccionado y afinado, pero sin fiarse de él, sin nunca confiar en él?

Harry no podía soportar yacer allí sin nada más que

amargos pensamientos por compañía. Desesperado por

hacer algo, por conseguir una distracción, se deslizó

fuera del saco de dormir, cogió su varita, y se arrastró

fuera de la habitación. En el descansillo susurró,

lumos”,  y comenzó a subir las escaleras a la luz de la varita.

En el segundo descansillo se hallaba el dormitorio en

el que él y Ron habían dormido la última vez que

habían estado allí; miró dentro de la habitación. Las

puertas del armario estaban abiertas y la ropa de cama

había sido rasgada. Harry recordó la pierna de troll

derribada en el piso de abajo. Alguien había registrado

la casa después de que la Orden se hubiera ido. ¿Snape?

¿O tal vez Mundungus, que había hurtado bastantes

cosas de esta casa tanto antes como después de la

muerte de Sirius? La mirada de Harry vagó hacia el

retrato que a veces contenía a Phineas Nigellus Black,

el tatara-tatarabuelo de Sirius, pero estaba vacío,

mostrando solamente un turbio telón de fondo.

Evidentemente Phineas Nigellus estaba pasando la

noche en el estudio del Director en Hogwarts.

Harry continuó subiendo las escaleras hasta que llegó

al último descansillo donde solo había dos puertas. La

que estaba frente a él llevaba una placa con la

inscripción Sirius. Harry nunca antes había entrado en

el dormitorio de su padrino. Abrió la puerta,

sosteniendo la varita en alto para extender la luz lo

máximo posible. La habitación era espaciosa y en algún

- 203 -

momento debía haber sido elegante. Había una gran cama con una cabecera de madera labrada, una alta

ventana oscurecida por largas cortinas de terciopelo y

un candelabro densamente cubierto de polvo con restos

de vela todavía descansando en sus soportes, y cera

sólida colgando que había dejado regueros como

escarcha. Una fina capa de polvo cubría los cuadros de

las paredes y la cabecera de la cama; una tela de araña

se extendía entre el candelabro y la parte de arriba del

gran armario de madera, y al adentrarse Harry en la

habitación, oyó como se escurrían los ratones al

haberlos molestado.

El adolescente Sirius había empapelado las paredes

con tantos carteles y fotos que muy poco de las paredes

de seda gris acerada era visible. Harry solo podía

asumir que los padres de Sirius no habían sido capaces

de eliminar el Encantamiento de Adherencia

Permanente que los mantenía en la pared porque

estaba seguro que no debían haber apreciado el gusto

en decoración de su hijo mayor. Parecía que el único

propósito de Sirius había sido buscar la forma de

fastidiar a sus padres. Había varios grandes estandartes

de Gryffindor, de un desvaído color rojo, colgados con

el único propósito de subrayar su diferencia frente el

resto de la familia Slytherin. Había varias fotos de

motos muggle, y también (Harry tenía que admirar la

sangre fría de Sirius) varios carteles de chicas muggle

en bikini. Podía afirmar que eran muggles porque

permanecían inmóviles en sus fotos, con marchitas

sonrisas y satinados ojos congelados en el papel. Esto

contrastaba con la única foto encantada que había

sobre la pared que era una foto de cuatro estudiantes

- 204 -

de Hogwarts de pie unos junto a otros, sonriendo a la cámara.

Con un sobresalto de placer, Harry reconoció a su

padre, su alborotado cabello negro peinado hacia atrás

como el de Harry, y él también llevaba gafas. Junto a

él estaba Sirius, despreocupadamente apuesto, su

rostro ligeramente arrogante mucho más joven y feliz

de lo que Harry le había visto nunca en vida. A la

derecha de Sirius, se hallaba Pettigrew, más de una

cabeza más bajo, regordete y con los ojos llorosos,

sonrojado por el placer de ser incluído en la más

estupenda de las pandillas, con los muy admirados

rebeldes que James y Sirius habían sido. A la izquierda

de James estaba Lupin, aún entonces se veía le algo

desarrapado, pero con el mismo aire de deleitada

sorpresa de encontrase a sí mismo querido y aceptado…

¿o tal vez era simplemente que Harry sabía como

habían sido las cosas y por eso podía verlo en el

retrato? Trató de quitarlo de la pared; después de todo,

era suyo ahora, Sirius le había dejado todo, pero no

pudo moverlo. Sirius no había dejado nada al azar en su

prevención por que sus padres redecoraran la

habitación.

Harry miro alrededor por el suelo. El cielo afuera se

estaba aclarando. Un rayo de luz reveló trozos de

papel, libros, y pequeños objetos desparramados sobre

la alfombra. Evidentemente la habitación de Sirius

también había sido revisada, aunque su contenido

parecía haber sido juzgado en su mayor parte, aunque

no enteramente, sin valor. Algunos de los libros habían

sido sacudidos tan rudamente como para arrancarles las

tapas y esparcirlas junto a varias páginas por el suelo.

- 205 -

Harry se agachó, levantó unos pocos trozos de papel, y los examinó. Reconoció uno como parte de una vieja

edición de  Historia de la Magia, de Bathilda Bagshot, y otro como perteneciente a un manual sobre el

mantenimiento de motos. El tercero estaba escrito a

mano y arrugado. Lo aliso.

Querido Canuto

¡Gracias, gracias, por el regalo de 

cumpleaños de Harry! Fue su preferido de 

lejos. Apenas tiene un año y ya se eleva 

rápidamente sobre la escoba de juguete, se le 

veía tan complacido consigo mismo. Te 

adjunto una fotografía para que lo veas. Sabes 

que solo se eleva unos dos pies del piso pero 

casi mata al gato y destrozó un jarrón horrible 

que Petunia me envío por navidad (no me 

quejo de esto). Por supuesto que James creyó 

que había sido muy gracioso, dice que va a ser 

un gran jugador de Quidditch, pero tendremos 

que guardar todos los adornos y asegurarnos 

de no apartar los ojos de él mientras está en 

ello.

Tuvimos un muy tranquilo té de cumpleaños, 

solo nosotros y la vieja Bathilda que siempre 

fue muy dulce con nosotros y se le cae la baba 

con Harry. Sentimos tanto que no pudieras 

venir, pero la Orden tiene que ser lo primero, 

y de cualquier forma ¡Harry no es lo bastante 

mayor como saber que es su cumpleaños! 

James se siente un poco frustrado por estar 

aquí encerrado, trata de no demostrarlo pero 

yo puedo verlo… además Dumbledore todavía 

tiene su Capa de Invisibilidad, así que no tiene 

- 206 -

posibilidad de hacer ni una pequeña excursión. 

Si pudieras visitarnos, eso le alegraría 

muchísimo .Gusano estuvo aquí el fin de 

semana pasado. Me pareció que estaba triste, 

pero probablemente fuera por lo de los 

McKinnons; lloré toda la noche cuando me 

enteré.

Bathilda nos visita casi todos lo días, es una 

viejecita fascinante que cuenta historias de lo 

más fantásticas acerca de Dumbledore. ¡No 

estoy segura de si a él le agradaría mucho si se 

enterara! De hecho, no se cuanto creerle, 

porque parece increíble que Dumbledore

A Harry le pareció que las extremidades se le habían

entumecido. Se quedó inmóvil allí de pie, sosteniendo

el milagroso papel entre los dedos insensibles mientras

dentro de él una especie de erupción silenciosa

emandaba alegría y pena que retumbaba en igual

medida a través de sus venas. Caminó tambaleándose

hasta la cama, y se sentó.

Volvió a leer la carta, pero no pudo encontrarle otro

significado que el que ya le había encontrado la

primera vez, y se vio reducido a mirar fijamente la

caligrafía en sí misma. Hacia las “g” igual que él. Buscó en la carta cada una de ellas, y sintió cada una como

una amistosa pequeña ola entrevista a través de un

velo. La carta era un tesoro increíble, prueba de que

Lily Poter había vivido, realmente vivido, que su cálida

mano alguna vez se había movido por este pergamino,

trazando con tinta estas letras, estas palabras, palabras que se referían a él, Harry, su hijo.

- 207 -

Limpiándose las lágrimas de los ojos con impaciencia, volvió a leer la carta una vez más, esta

vez concentrándose en el significado. Era como

escuchar una voz recordada a medias.

Habían tenido un gato… tal vez hubiera muerto,

como sus padres en el Valle de Godric… o si no tal vez

hubiera huido cuando no quedo nadie que lo

alimentara… Sirius le había comprado su primera

escoba… Sus padres habían conocido a Bathilda

Bagshort; ¿Los habría presentado Dumbledore?

Dumbledore todavía tiene su Capa de Invisibilidad

Había algo extraño ahí…

Harry hizo una pausa ponderando las palabras de su

madre. ¿Por qué Dumbledore había tomado la Capa de

Invisibilidad de James? Harry recordaba claramente a su

Director diciéndole años atrás, “No necesito una capa

para volverme invisible” ¿Acaso algún miembro de la

Orden menos talentoso la había necesitado y

Dumbledore había actuado como enlace? Harry

continuó leyendo…

Gusano estuvo aquí… Pettigrew, el traidor, había

parecido “triste” ¿lo habría estado? ¿Habría sido

consciente de que veía a James y a Lily con vida por

última vez?

Y finalmente Bathilda otra vez, que contaba historias

increíbles acerca de Dumbledore . Parece increíble que Dumbledore

¿Qué Dumbledore qué? Pero había un gran número de

cosas que podrían parecer increíbles acerca de

- 208 -

Dumbledore; que alguna vez hubiera recibido bajas calificaciones en un Exámen de Transfiguración, por

ejemplo o que se hubiera sentido inclinado a encantar

de cabras como Aberforth…

Harry se levantó y examinó el suelo, tal vez el resto

de la carta estuviera por allí en alguna parte. Agarró

papeles, tratándolos, en su avidez, con tan poca

consideración como el que los había examinado en

primer lugar, abrió cajones, sacudió libros, se puso de

pie sobre una silla para pasar la mano por encima del

armario, y gateó debajo de la cama y del sillón.

Al final, yaciendo boca abajo sobre el piso, divisó lo

que parecía un pedazo de papel roto debajo del juego

de cajones. Cuando lo tomó, resultó ser gran parte de

la fotografía que Lily había descrito en la carta. Un

bebé de cabello negro se elevaba rápidamente dentro y

fuera de la fotografía en una pequeña escoba, rugiendo

de risa, y un par de piernas que debían pertenecer a

James lo perseguían. Harry se metió la fotografía en el

bolsillo junto con la carta de Lily y continuó buscando

la segunda hoja.

No obstante, después de un cuarto de hora, se vio

forzado a concluir que el resto de la carta de su madre

había desaparecido. ¿Sencillamente se había perdido en

los dieciséis años que habían pasado desde que había

sido escrita, o se la había llevado quienquiera que fuera que había registrado la habitación? Harry volvió a leer

la primera hoja nuevamente, esta vez buscando pistas

de que podría haber hecho que la segunda hoja fuera

de valor. Su escoba de juguete difícilmente pudiera ser

considerada interesante por los mortífagos… la única

- 209 -

cosa potencialmente útil que podía ver en ella era que contuviera posible información acerca de Dumbledore.

Parece increíble que Dumbledore… ¿Qué?

-¿Harry? ¿Harry? ¿ Harry?

-¡Aquí estoy! –gritó-. ¿Qué pasa?

Hubo un estruendo de pisadas fuera de la puerta, y

Hermione irrumpió en la habitación.

-¡Nos despertamos y no sabíamos donde estabas! –

dijo sin aliento-. Se dio la vuelta y gritó sobre el

hombro- ¡Ron! Lo encontré.

La voz fastidiada de Ron hizo eco en la distancia,

varios pisos por debajo.

-¡Bien! ¡Dile de mi parte que es un imbécil!

-Harry por favor no desaparezcas de esa forma,

¡estábamos aterrados! ¿Para que subiste aquí ya que

estamos? –Miró alrededor de la saqueada habitación-.

¿Qué has estado haciendo?

-Mira lo que acabo de encontrar.

Le tendió la carta de su madre. Hermione la tomó y

la leyó mientras Harry la observaba. Cuando llegó al

final de la página levantó la vista hacia él.

-Oh Harry…

-Y también encontré esto.

- 210 -

Le entregó la fotografía rasgada, y Hermione sonrió ante el bebé elevándose que aparecía y desaparecía de

la vista sobre la escoba de juguete.

-He estado buscando el resto de la carta, -dijo Harry-

, pero no está aquí.

Hermione miro a su alrededor.

-¿Tú has montado todo este lío, o ya estaba así

cuando llegaste?

-Alguien estuvo registrando antes que yo, -dijo

Harry.

-Eso me pareció. Cada habitación en la que he

mirado de camino hacia arriba había sido desordenada.

¿Que crees que pueden haber estado buscando?

-Información acerca de la Orden, si fue Snape.

-Pero se podría pensar que ya tiene toda la que

necesita. Quiero decir, él era parte de la Orden,

¿verdad?

-Bueno entonces, -dijo Harry, ansioso por discutir su

teoría-, ¿Podría ser información acerca de Dumbledore?

La segunda hoja de la carta, por ejemplo. Ves esta

Bathilda a la que mi madre menciona, ¿sabes quien es?

-¿Quién?

-Bathilda Bagshort, la autora de…

- 211 -

- Historia de la Magia, -dijo Hermione, mostrándose interesada-. ¿Así que tus padres la conocían? Era una

increíble historiadora mágica-

-Y aún está con vida, -dijo Harry-, y vive en el Valle

de Godric. La tía de Ron, Muriel habló de ella en la

boda. También conocía a la familia de Dumbledore.

Sería muy interesante hablar con ella, ¿no es así? –Para

el gusto de Harry, había demasiado entendimiento en la

sonrisa que Hermione le dedicó. Recuperó la carta y la

fotografía y las puso dentro del saquito que tenía

alrededor del cuello, para no tener que mirarla y

ponerse en evidencia.

-Entiendo porque te gustaría hablar con ella, acerca

de tu madre y tu padre y de Dumbledore también, -dijo

Hermione-. Pero eso en realidad no nos ayudará en

nuestra búsqueda de los Horrocruxes, ¿verdad? –Harry

no respondió, y ella se apresuró a continuar-, Harry, sé

que realmente deseas ir al Valle de Godric, pero me

asusta. Me asusta cuan fácilmente nos encontraron esos

mortífagos ayer. Solo hace que me sienta más segura

que nunca de que debemos evitar el lugar donde tus

padres están enterrados, estoy segura que están

esperando a que lo visites.

-No es solo eso, -dijo Harry, aún evitando mirarla-,

en la boda, Muriel dijo cosas acerca de Dumbledore.

Quiero saber la verdad…

Le contó a Hermione todo lo que Muriel le había

dicho. Cuando hubo terminado, Hermione dijo,

- 212 -

-Por supuesto, que puedo ver porque eso te trastornó, Harry…

-No estoy trastornado, -mintió-, Solo me gustaría

saber si es cierto o no…

-Harry, ¿Realmente crees que obtendrás la verdad de

una vieja mujer maliciosa como Muriel, o de Rita

Skeeter? ¿Cómo puedes creer en ellas? ¡Conociste a

Dumbledore!

-Creí que le conocía, -murmuró.

-¡Pero sabes cuanta verdad había en todo lo que Rita

escribió acerca de ti! Doge está en lo cierto, ¿Cómo

puedes dejar que esta gente empañen tus recuerdos de

Dumbledore?

El apartó la mirada, intentando no demostrar el

resentimiento que sentía. Allí estaba otra vez: Escoge

en que creer. Quería la verdad. ¿Por qué estaba todo el

mundo tan determinado a que no la obtuviera?

-¿Te parece que bajemos a la cocina? –Sugirió

Hermione después de una pequeña pausa-. ¿A buscar

algo de desayunar?

Accedió, pero de mala gana, y la siguió al descansillo

y más allá vio la segunda puerta que daba al rellano.

Había profundas marcas de arañazos en la pintura

debajo de un pequeño letrero en el que no había

reparado en la oscuridad. Cruzó el rellano para leerlo.

Era un pequeño letrero pomposo, escrito con prolija

- 213 -

letra manuscrita, el tipo de cosa que Percy Weasley podría haber pegado en la puerta de su dormitorio.

No entrar

Sin el expreso permiso de

Regulus Arcturus Black

Harry se vio invadido por la excitación, pero no se

dio cuenta enseguida del porque. Volvió a leer el

letrero. Hermione ya estaba un tramo de escaleras por

debajo de él.

-Hermione, -dijo, y se sorprendió de que su voz

sonara tan calmada-. Vuelve a subir aquí.

-¿Qué pasa?

-R.A.B. Creo que lo he encontrado.

Se oyó un jadeo, y luego Hermione que subía

corriendo las escaleras.

-¿En la carta de tu madre? Pero no vi…

Harry negó con la cabeza, señalando al letrero de

Regulus. Ella lo leyó, luego cogió a Harry por el brazo,

con tanta fuerza que este dio un respingo.

-¿El hermano de Sirius? –susurró.

-Era un mortífago, -dijo Harry-. Sirius me habló de

él, se unió a ellos cuando era verdaderamente joven y

- 214 -

luego se arrepintió y trato de abandonar… por lo que lo mataron.

-¡Eso encaja! –Jadeó Hermione-. ¡Si era un mortífago

tenía acceso a Voldemort, y si se sintió desencantado,

entonces podría haber deseado la caída de Voldemort!

Soltó a Harry, se inclinó sobre la barandilla, y gritó,

-¡Ron! ¡RON! ¡Sube, rápido!

Un minuto después apareció Ron resoplando, con la

varita lista en la mano.

-¿Qué pasa? Si son voluminosas arañas otra vez quiero

desayunar antes de…

Frunció el ceño ante el letrero que Hermione estaba

señalando silenciosamente en la puerta de Regulus.

-¿Qué? Ese era el hermano de Sirius, ¿verdad? Regulus

Arcturus… Regulus… ¡R.A.B! El relicario… ¿Suponen

que…?

-Averigüémoslo, -dijo Harry. Empujo la puerta;

estaba cerrada. Hermione apuntó el picaporte con la

varita y dijo, - Alohomora. Se oyó un clic, y la puerta se abrió.

Avanzaron juntos por el umbral, mirando alrededor.

El dormitorio de Regulus era ligeramente más pequeño

que el de Sirius, aunque producía la misma sensación

de antigua grandeza. Mientras Sirius había intentado

exponer sus diferencias con el resto de la familia,

- 215 -

Regulus se había esforzado por enfatizar lo opuesto. Los colores de Slytherin, verde esmeralda y plateado,

estaban por todas partes, adornando la cama, las

paredes y las ventanas. El blasón de la familia Black

estaba cuidadosamente pintado sobre la cama, junto

con su lema, TOUJOURS PUR. Debajo había una

colección de amarillentos recortes de periódico,

pegados todos juntos hasta formar un irregular colage.

Hermione cruzó la habitación para examinarlos.

-Son todos sobre Voldemort, -dijo-. Parece que

Regulus ya lw admiraba años antes de unirse a los

mortífagos.

Una nube de polvo se alzó cuando se sentó sobre el

cubrecama para leer los recortes. Mientras tanto, Harry

se fijó en otra fotografía: un equipo de Quiditch de

Hogwarts que sonreía y saludaba desde el marco. Se

acercó y pudo apreciar las serpientes en los blasones de

sus pechos: Slytherins. Reconoció inmediatamente a

Regulus como el muchacho sentado en el centro de la

primera fila: Tenía el mismo cabello oscuro y se le veía

ligeramente altanero como su hermano, aunque era

más pequeño, más delgado, y bastante menos apuesto

de lo que Sirius había sido.

-Jugaba de Buscador, -dijo Harry.

-¿Qué? –dijo Hermione vagamente; todavía estaba

inmersa en el montón de recortes acerca de Voldemort.

-Está sentado en el centro de la fila delantera, es el

lugar reservado para el Buscador… No importa, -dijo

Harry, dándose cuenta que nadie le estaba escuchando.

- 216 -

Ron estaba sobre manos y rodillas, buscando debajo del armario. Harry miró alrededor de la habitación

buscando posibles lugares que pudieran servir de

escondrijos y se aproximó al escritorio. Una vez más,

alguien había registrado este lugar antes que ellos. El

contenido de los cajones había sido revuelto

recientemente, el polvo había sido removido, pero no

había nada de valor allí: viejas plumas, textos caducos

que evidenciaban haber sido toscamente manoseados,

un frasco de tinta recientemente roto, el pegajoso

remanente cubría el contenido del cajón.

-Hay una forma más fácil, -dijo Hermione, mientras

Harry se limpiaba los dedos sucios de tinta en los

pantalones. Levantó la varita y dijo-, ¡ Accio, relicario!

Nada ocurrió. Ron, que había estado examinando los

pliegues de las desvaídas cortinas, pareció

decepcionado.

-¿Entonces, eso es todo? ¿No está aquí?

-Oh, aún podría estar aquí, pero bajo

encantamientos protectores, -dijo Hermione-.

Encantamientos para prevenir que sea convocado

mágicamente, tú sabes.

-Como el que Voldemort puso sobre el pedestal de

piedra en la cueva, -dijo Harry, recordando como había

sido incapaz de convocar el falso relicario.

-¿Entonces, cómo se supone que lo encontraremos? -

preguntó Ron.

- 217 -

-Buscando manualmente, -dijo Hermione.

-Buena idea, -dijo Ron, poniendo los ojos en blanco,

y reanudando su búsqueda en las cortinas.

Durante más de una hora, peinaron cada pulgada de

la habitación, pero al final, se vieron forzados a

concluir que el relicario no estaba allí.

El sol había ascendido ya; su luz los deslumbraba aún

a través de los sucios ventanales.

-Aunque podría estar en otra parte de la casa, -dijo

Hermione con un tono animado mientras bajaban las

escaleras. Mientras a Harry y Ron se les veían más bien

desalentados, parecía que ella se había vuelto mas

resuelta-. Tanto si se las ingenió para destruirlo como si no, querría mantenerlo oculto de Voldemort, ¿no es así?

¿Recuerdan todas esas cosas espantosas de las que

tuvimos que librarnos cuando estuvimos aquí la última

vez? Ese reloj que lanzaba rayos a todo el mundo y esas

viejas túnicas que trataron de estrangular a Ron;

Regulus podría haberlos puesto allí para proteger el

escondrijo del relicario, aunque no nos dimos cuenta en

ese… ese…

Harry y Ron la miraron. Estaba parada con un pie en

el aire, con la mirada perdida de alguien a quien le

hubieran hecho un Encantamiento Desmemorizador,

hasta sus ojos estaban desenfocados.

-…en ese momento, -terminó la frase con un susurro.

-¿Te pasa algo? –preguntó Ron

- 218 -

-Había un relicario.

-¿Qué? –dijeron Harry y Ron juntos.

-En el armario del salón de dibujo. Nadie pudo

abrirlo. Y nosotros… nosotros…

Harry sintió como si se le hubiera deslizado un

ladrillo a través del pecho hacia el estómago. Lo

recordaba. Hasta había manipulado la cosa mientras se

la pasaban unos a otros, cada cual en su turno

intentando espiar en su interior. Lo habían tirado a un

saco de basura, junto con la caja de rapé de polvo

Wartcap y la caja de música que había hecho que todo el mundo se sintiera somnoliento…

-Kreacher nos robó muchas cosas, -dijo Harry. Era su

única oportunidad, la única pequeña esperanza que les

quedaba, e iba a aferrarse a ella hasta que se viera

obligado a desecharla-. Tenía un escondite lleno de

cosas en la alacena de la cocina. Vamos.

Bajó las escaleras corriendo saltando los peldaños de

dos en dos, los otros dos yendo como relámpagos a su

estela. Hicieron tanto ruido que cuando pasaron por el

vestíbulo despertaron al retrato de la madre de Sirius.

-¡Asquerosos! ¡Sangresucia! ¡Canallas! –gritó trss

ellos mientras se lanzaban hacia el sótano de la cocina

y cerraban la puerta de golpe a sus espaldas. Harry

corrió toda la longitud de la habitación, patinó hasta

detenerse frente a la puerta de la alacena de Kreacher,

y la abrió de un tirón. Encontró el nido de sucias

mantas viejas en las que el elfo domestico había

- 219 -

dormido una vez, pero ya no brillaban con las baratijas que Kreacher había recobrado. Lo único que había allí

era una vieja copia de  La Naturaleza de la Nobleza: 

Genealogía Mágica. Negándose a creer lo que veían sus ojos, Harry tomó bruscamente las mantas y las sacudió.

Un ratón muerto cayó y rodó lúgubremente por el

suelo. Ron gimió y se subió sobre una silla de cocina;

Hermione cerró los ojos.

-Esto todavía no ha acabado, -dijo Harry, levantó la

voz y llamó-, ¡ Kreacher!

Se oyó un audible  crack y el elfo doméstico que

Harry tan reluctantemente había heredado de Sirius

apareció de la nada delante del frío y vacío hogar.

Diminuto, de la mitad del tamaño de un humano, con la

pálida piel colgando de él en pliegues, el cabello blanco brotando copiosamente de sus orejas parecidas a las de

un murciélago. Todavía llevaba puesto el inmundo

harapo con el que lo habían conocido la primera vez, y

la mirada despectiva que le dedicó a Harry demostraba

que su actitud ante el cambio de dueño no se había

alterado más que su vestimenta.

-Amo, -graznó Kreacher con su voz de sapo, e hizo

una profunda reverencia; murmurando contra sus

rodillas-, Otra vez en la antigua casa de mi ama con el

traidor a la sangre Weasley y la sangresucia…

-Te prohíbo que llames a nadie “traidor a la sangre”

o “Sangresucia”, -gruñó Harry. Habría encontrado a

Kreacher, con su nariz en forma de hocico y sus ojos

inyectados en sangre, un objeto particularmente

- 220 -

indeseable aunque el elfo no hubiera traicionado a Sirius ante Voldemort.

-Tengo una pregunta para ti, -dijo Harry, con el

corazón latiéndole considerablemente rápido mientras

miraba al elfo-, y te ordeno que la respondas con

veracidad. ¿Entendido?

-Si, Amo, -dijo Kreacher haciendo otra reverencia.

Harry vio que sus labios se movían silenciosamente,

indudablemente articulando los insultos que ahora

tenía prohibido pronunciar.

-Hace dos años, -dijo Harry, su corazón ahora

golpeaba contra sus costillas-, en el salón de dibujo del piso de arriba había un gran relicario de oro. Lo

tiramos. ¿Tú lo recuperaste?

Hubo un momento de silencio, durante el cual

Kreacher se enderezó para mirar a Harry directo a la

cara. Luego dijo, -Si.

-¿Dónde se encuentra en este momento? –preguntó

Harry alborozado mientras Ron y Hermione se

mostraban alegres.

Kreacher cerró los ojos como si no soportara ver su

reacción ante sus siguientes palabras.

-Ido.

-¿Ido? –Hizo eco Harry, el júbilo lo abandonó flotando

lejos de él-, ¿Que quieres decir con ido?

- 221 -

El elfo se estremeció. Flaqueó.

-Kreacher, -dijo Harry ferozmente-, Te ordeno…

-Mundungus Fletcher, -graznó el elfo, con los ojos

aún fuertemente cerrados-. Mundungus Fletcher lo robó

todo; los retratos de la Señorita Bella y la Señorita

Cissy, los guantes de mi ama, la Orden de Merlín de

Primera Clase, las copas con el escudo familiar, y… y…

Kreacher estaba tragando para conseguir un poco de

aire: su hundido pecho subía y bajaba rápidamente,

luego sus ojos se abrieron de golpe y profirió un

horripilante grito.

-… y el relicario, el relicario del amo Regulus. 

¡Kreacher hizo mal, Kreacher falló en su encargo!

Harry reaccionó instintivamente: cuando Kreacher se

abalanzó sobre el atizador que estaba sobre la rejilla,

se lanzó sobre el elfo, aplastándolo. El grito de

Hermione se mezcló con el de Kreacher pero el rugido

de Harry fue más fuerte que el grito de ambos:

-¡Kreacher, te ordeno que te estés quieto!

Sintió que el elfo se quedaba congelado y lo soltó.

Kreacher yacía laxo en el frío piso de piedra, con

lágrimas brotando de sus ojos hundidos.

-¡Harry, deja que se levante! –susurró Hermione.

-¿Para que pueda golpearse con el atizador? –bufó

Harry, arrodillándose junto al elfo-. No creo. Bien.

- 222 -

Kreacher, quiero la verdad: ¿Como sabes que Mundungus Fletcher robó el relicario?

-¡Kreacher lo vio! –dijo entrecortadamente el elfo

mientras las lágrimas corrían sobre el hocico y se le

metían en la boca llena de dientes grisáceos-. Kreacher

lo vio salir de la alacena de Kreacher con las manos

llenas de los tesoros de Kreacher. Kreacher le dijo al

furtivo ladrón que se detuviera, pero Mundungus

Fletcher se rió y huyó…

-¿Dijiste que el relicario era del “Amo Regulus”?, -

dijo Harry-. ¿Por qué? ¿De donde provenía? ¿Que tenía

Regulus que ver con él? ¡Kreacher, enderézate y

cuéntame todo lo que sepas del relicario, y qué tenía

que ver Regulus con él!

El elfo se sentó derecho, se enroscó formando una

pelota, colocó la cara mojada entre las rodillas, y

empezó a mecerse hacia atrás y hacia delante. Cuando

habló, la voz sonó atenuada pero bastante definida en

el silencio, haciendo eco a través de la cocina.

-El Amo Sirius huyó, fue bueno librarnos de él, ya

que era un mal muchacho y le rompió el corazón a mi

Ama con sus modales desenfrenados. Pero el Amo

Regulus tenía la disposición apropiada; conocía las

obligaciones que implicaba el apellido Black y la

dignidad de su sangre pura. Durante años habló del

Señor Oscuro, que sacaría a los magos de su retiro para

gobernar a los muggles y a los nacidos muggles… y

cuando tuvo dieciséis años, el Amo Regulus se unió al

Señor Oscuro. Cuan orgulloso, cuan orgulloso, tan feliz

de servirlo…

- 223 -

-Y un día, tras un año de haberse unido, el Amo Regulus vino a la cocina a ver a Kreacher. Al Amo

Regulus siempre le gustó Kreacher. Y el Amo Regulus

dijo… él dijo…

El viejo elfo se meció más rápido que antes.

-…dijo que el Señor Oscuro requería un elfo.

-¿Voldemort necesitaba un  elfo? –repitió Harry,

mirando a Ron y Hermione, que parecían tan

confundidos como él.

-Oh si, -gimió Kreacher-. Y el Amo Regulus había

ofrecido voluntariamente a Kreacher. Era un honor,

dijo el Amo Regulus, un honor para él y para Kreacher,

que debía asegurarse de hacer cualquier cosa que el

Señor Oscuro le ordenase… y luego volver a casa.

Kreacher se meció aún más rápidamente, respirando

en sollozos.

-Así que Kreacher con el Señor Oscuro. El Señor

Oscuro no le dijo a Kreacher lo que iban a hacer, pero

llevó a Kreacher con él a una cueva cerca del mar. Y

adentrándose en la cueva había una caverna, y en la

caverna había un gran lago negro…

A Harry se le erizaron los pelos de la nuca. Los

graznidos de Kreacher parecían llegarle como

atravesando el agua oscura. Vio lo que había pasado tan

claramente como si hubiera estado allí presente.

-… Había un bote…

- 224 -

Por supuesto que había habido un bote; Harry conocía el bote, de un verde fantasmal y pequeñito,

embrujado para llevar a un brujo y a una victima hasta

la isla que había en el centro. Entonces, así había sido

como Voldemort había puesto a prueba las defensas

que rodeaban el Horrocrux, tomando prestada a una

criatura prescindible, un elfo doméstico…

-En la isla, había un p-pedestal con una vasija llena

de poción. El S-Señor Oscuro hizo que Kreacher la

bebiera…

El elfo se estremeció de la cabeza a los pies.

-Kreacher bebió, y mientras bebía, vio algo terrible…

El interior de Kreacher ardía… Kreacher gritó para que

el Amo Regulus lo salvara, gritó llamando a la Señora

Black, pero el Señor Oscuro solo rió… hizo que Kreacher

bebiera toda la poción… dejo caer un relicario dentro

de la vasija vacía sobre el pedestal… y lo llenó con más

poción.

-Y luego el Señor Oscuro se alejó en el bote, dejando

a Kreacher en la isla…

Harry podía ver como sucedía. Observó la cara

blanca de serpiente de Voldemort desvaneciéndose en

la oscuridad, los ojos rojos despiadadamente fijos en el

derrotado elfo cuya muerte se produciría en pocos

minutos, cuando sucumbiera a la desesperante sed que

el ardiente veneno provocaba en sus víctimas… Pero, la

imaginación de Harry no llegaba a tanto, por lo que no

pudo ver como había escapado Kreacher.

- 225 -

-Kreacher necesitaba agua, se arrastró hasta el borde de la isla y bebió del lago negro… y manos,

manos muertas, salieron del agua y arrastraron a

Kreacher debajo de la superficie…

-¿Cómo escapaste? –preguntó Harry, y no se

sorprendió al notar que había hablado en susurros.

Kreacher levantó la fea cabeza y miró a Harry con

sus grandes ojos, inyectados en sangre.

-El Amo Regulus le dijo a Kreacher que regresara, -

dijo.

-Lo sé… ¿Pero como escapaste de los Inferi?

Kreacher no pareció entenderlo.

-El Amo Regulus le dijo a Kreacher que regresara, -

repitió.

-Lo sé, pero…

-Bueno, es obvio, ¿no Harry? –dijo Ron-.

¡Desapareció!

-Pero… no podías Aparecerte dentro y fuera de esa

cueva, -dijo Harry-, De otra forma Dumbledore…

-La magia de los elfos no es igual que la magia de los

brujos, ¿verdad? –dijo Ron-, Quiero decir, ellos pueden

Aparecer y Desaparecer dentro y fuera de Hogwarts

cuando nosotros no podemos hacerlo.

- 226 -

Hubo un silencio mientras Harry digería eso. ¿Como podía Voldemort haber cometido un error semejante?

Pero incluso mientras lo pensaba, Hermione habló, y su

voz era helada.

-Por supuesto, que Voldemort consideraría las

aptitudes de los elfos domésticos demasiado inferiores

como para tenerlas en cuenta… Nunca se le hubiera

ocurrido pensar que podrían contar con una magia que

él no poseía.

-La ley principal entre los elfos domésticos es el

vínculo con el Amo, -entonó Kreacher-. A Kreacher se le

dijo que regresara a casa, así que Kreacher regresó a

casa...

-Bueno, entonces, hiciste lo que se te había

ordenado, ¿verdad? –dijo Hermione gentilmente-. No

desobedeciste las órdenes en ningún momento.

Kreacher sacudió la cabeza, meciéndose mas rápido

que nunca.

-¿Entonces que pasó cuando regresaste? –Preguntó

Harry-. ¿Qué dijo Regulus cuando le contaste lo que

había pasado?

-El Amo Regulus estaba muy preocupado, muy

preocupado, -graznó Kreacher-. El Amo Regulus le dijo

a Kreacher que permaneciera escondido y que no

saliera de la casa. Y luego… fue un tiempo después… el

Amo Regulus vino a buscar a Kreacher a su alacena una

noche, y el Amo Regulus estaba raro, no parecía el de

siempre, perturbado en la mente, Kreacher se dio

- 227 -

cuenta… y le pidió a Kreacher que lo llevara a la cueva, la cueva a la que Kreacher había ido con el Señor

Oscuro…

Y así partieron. Harry podía visualizarlos bastante

claramente, el asustado viejo elfo y el delgado y

moreno Buscador que tanto se había parecido a Sirius…

Kreacher sabía como abrir la entrada oculta que llevaba

a la caverna subterránea, sabía como alzar el pequeño

bote: esta vez era su amado Regulus el que navegaba

con él hacia la isla donde estaba la vasija con veneno.

-¿Y te hizo beber el veneno? –dijo Harry, asqueado.

Pero Kreacher sacudió la cabeza y lloró. Hermione se

llevó las manos a la boca; Parecía haber entendido

algo.

-El A-Amo Regulus sacó del bolsillo un relicario igual

al que tenía el Señor Oscuro, -dijo Kreacher, con las

lágrimas corriendo a cada lado de su nariz en forma de

hocico-. Y le dijo a Kreacher que lo tomara, y que

cambiara los relicarios cuando la vasija estuviera

vacía…

En ese momento los sollozos de Kreacher se

volvieron sonidos estridentes; Harry tuvo que esforzarse

firmemente para poder entenderlo.

-Y le ordenó… a Kreacher que se fuera… sin él. Y le

dijo a Kreacher… que se fuera a casa… y que nunca le

dijera al Ama… lo que había hecho… pero que

destruyera… el primer relicario. Y bebió… toda la

poción… y Kreacher cambió los relicarios… y observó…

- 228 -

como al Amo Regulus… lo arrastraban debajo del agua…

y…

-¡Oh, Kreacher! –se lamentó Hermione, que estaba

llorando. Cayó de rodillas junto al elfo y trató de

abrazarlo. En un instante el elfo estaba de pie,

arrastrándose lejos de ella, obviamente asqueado.

-La sangresucia tocó a Kreacher, el no lo permitirá,

¿Qué va a decir su ama?

-¡Te dije que no la llamaras “Sangresucia”! –le

regañó Harry, pero el elfo ya estaba castigándose a sí

mismo. Cayó de bruces y empezó a golpearse la frente

contra el suelo.

-¡Detenlo… detenlo! –gritó Hermione-. ¿Oh, no

puedes ver lo enfermizo de la situación, la forma en

que se ven obligados a obedecer?

-¡Kreacher… detente, detente! –gritó Harry.

El elfo se quedó tendido en el piso, jadeando y

temblando, con el hocico brillando con un moco verde,

un morado floreciendo en su pálida frente donde se

había golpeado a si mismo y los ojos hinchados e

inyectados en sangre bañados en lágrimas. Harry nunca

había visto nada tan lamentable.

-Así que trajiste el relicario a casa, -dijo

implacablemente, ya que estaba determinado a saber

la historia completa-. ¿Y trataste de destruirlo?

- 229 -

-Nada de lo que Kreacher intentó hizo mella en él, -

gimió el elfo-. Kreacher lo intentó todo, todo lo que

sabía, pero nada, nada funcionaba… Conjuro muchos

poderosos hechizos sobre la cubierta, Kreacher estaba

seguro que la forma de destruirlo era metiéndose

dentro de él, pero no se abría… Kreacher se castigaba a

sí mismo, y lo intentaba de nuevo, se castigaba a sí

mismo y lo intentaba de nuevo. Kreacher fracasó al

obedecer las órdenes, ¡Kreacher no pudo destruir el

relicario! Y su ama estaba loca de pena, porque el Amo

Regulus había desaparecido y Kreacher no podía decirle

lo que había pasado, no, porque el Amo Regulus le

había p-p-prohibido decirle a nadie de la familia lo que

había ocurrido en la cueva…

Kreacher empezó a sollozar tan fuerte que no hubo

más palabras coherentes. Las lágrimas fluían por las

mejillas de Hermione mientras miraba a Kreacher, pero

no se atrevió a tocarlo otra vez. Hasta Ron, que no era

un admirador de Kreacher, parecía contrariado. Harry

se sentó sobre los talones y sacudió la cabeza, tratando

de aclararla.

-No te entiendo, Kreacher, -dijo finalmente-.

Voldemort trató de matarte, Regulus murió intentando

hacer caer a Voldemort, ¿pero aún así traicionaste

alegremente a Sirius ante Voldemort? Te alegraste de ir

con Narcissa y Bellatrix, para pasar información a

Voldemort a través de ellas…

-Harry, Kreacher no lo ve de esa forma, -dijo

Hermione, limpiándose los ojos con el dorso de la

mano-. Es un esclavo; los elfos domésticos están

acostumbrados a recibir malos tratos, incluso a la

- 230 -

brutalidad. Lo que Voldemort le hizo a Kreacher, para él, no fue muy diferente a como lo trataban

normalmente. ¿Qué pueden significar las guerras de los

magos para un elfo como Kreacher? Es leal a la gente

que es bondadosa con él, y la Señora Black debe

haberlo sido, y Regulus ciertamente lo era, así que les

servía con gusto y repite sus creencias como un loro. Sé

lo que vas a decir, -continuó cuando Harry comenzó a

protestar-, que Regulus cambió de parecer… pero al

parecer que no se lo explicó a Kreacher, ¿verdad? Y

creo que sé por que. Si defendían la antigua tradición

de la sangre pura tanto Kreacher como la familia de

Regulus estarían a salvo. Regulus estaba tratando de

protegerlos a todos.

-Sirius…

-Sirius era horrible con Kreacher, Harry, y no hay

forma de encontrarle el lado bueno a eso, sabes que es

verdad. Kreacher llevaba solo mucho tiempo cuando

Sirius vino a vivir aquí, y probablemente estuviera

hambriento de un poco de cariño. Estoy segura que “la

Señorita Cissy” y “la Señorita Bella” fueron

perfectamente amorosas con Kreacher cuando se lo

pidieron, así que les hizo un favor y les dijo todo lo que querían saber. Siempre dije que los magos pagarían por

la forma en que trataban a los elfos domésticos. Bueno,

Voldemort, lo hizo… y también Sirius.

Harry no tenía respuesta para eso. Mientras miraba a

Kreacher sollozando en el piso, recordó lo que

Dumbledore le había dicho, solo unas pocas horas

después de la muerte de Sirius:  No creo que Sirius haya 

- 231 -

contemplado nunca a Kreacher como un ser con sentimientos tan agudos como los de un humano…

-Kreacher, -dijo Harry después de un momento-,

Cuando te sientas mejor, er… por favor siéntate.

Pasaron varios minutos antes de que Kreacher hipara

hasta quedarse en silencio. Luego se alzó a sí mismo

hasta estar sentado nuevamente, frotándose los ojos

con los nudillos como un niño pequeño.

-Kreacher, voy a pedirte que hagas algo, -dijo Harry.

Miró a Hermione pidiéndole ayuda. Quería darle la

orden amablemente, pero al mismo tiempo, no podía

hacer que pareciera como si no fuera una orden. De

todos modos, el cambio en su tono pareció haber

ganado su aprobación: sonrió alentadoramente.

-Kreacher, quiero, que por favor, vayas a buscar a

Mundungus Fletcher. Tenemos que averiguar donde está

el relicario… donde está el relicario del Amo Regulus.

Es muy importante. Queremos terminar el trabajo que

el Amo Regulus comenzó, queremos… er… asegurarnos

de que no murió en vano.

Kreacher bajó los puños y levantó la mirada hacia

Harry.

-¿Encontrar a Mundungus Fletcher? –graznó.

-Y traerlo aquí, a Grimmauld Place, -dijo Harry-.

¿Crees que podrías hacer eso por nosotros?

- 232 -

Cuando Kreacher asintió y se puso de pie, Harry tuvo una súbita inspiración. Sacó la bolsa de Hagrid y tomó

el falso Horrocrux, el relicario sustituto en el que

Regulus había depositado la nota para Voldemort.

-Kreacher, yo, er, quisiera que tuvieras esto, -dijo,

presionando el relicario contra la mano del elfo-.

Perteneció a Regulus y estoy seguro que él querría que

tu lo tuvieras como una muestra de gratitud por lo

que…

-Estás exagerando, compañero, -dijo Ron mientras el

elfo le echaba un vistazo al relicario, dejaba escapar un alarido de conmoción y desdicha, y se volvía a tirar al

suelo.

Les llevó casi media hora calmar a Kreacher, que

estaba tan abrumado ante el ofrecimiento de que

conservara una reliquia de la familia Black, que se le

pusieron las rodillas tan flojas que no podía mantenerse

en pie correctamente. Cuando finalmente fue capaz de

dar unos pocos pasos tambaleantes todos le

acompañaron a la alacena, le vieron dejar a salvo el

relicario entre las sucias mantas, y le aseguraron que la primera prioridad para ellos sería la protección del

relicario mientras él estuviera ausente. Luego hizo dos

grandes reverencias en dirección a Harry y a Ron, y

hasta le dedicó a Hermione una pequeña y graciosa

sacudida que podría haberse interpretado como un

intento de saludo respetuoso, antes de Desaparecerse

con el acostumbrado y ruidoso  crack.

- 233 -

Capítulo Once

El trato

S   i Kreacher había podido escapar de un lago

lleno de inferis, Harry confiaba en que la captura de

Mundungus le llevaría unas pocas horas como mucho, y

rondó por la casa toda la mañana en un estado de

máxima expectación. Sin embargo, Kreacher no volvió

esa mañana o siquiera esa noche. A la puesta de sol,

Harry se sentía desaminado y ansioso, y la cena

compuesta mayormente por pan mohoso, sobre el que

Hermione había intentando una variedad de

Trasfiguraciones sin éxito, no ayudaron en nada.

Kreacher no volvió al día siguiente, ni el día después de ese. Sin embargo, dos hombres encapuchados habían

aparecido en la plaza fuera del número doce, y se

- 234 -

quedaron allí en la noche, mirando fijamente en dirección a la casa que no podían ver.

-Mortifagos, seguro, -dijo Ron, mientras él, Harry y

Hermione miraban por la ventana del salón de dibujo-.

¿Seguro que no saben que estamos aquí?

-No creo -dijo Hermione, aunque parecía asustada-. o

habrían enviado a Snape a por nosotros, ¿verdad?

-¿Creéis que ha estado aquí y tiene la lengua atada por

la maldición de Moody? -preguntó Ron.

-Si, -dijo Hermione- de otro modo habría podido

decirles como entrar aquí, ¿verdad? Pero

probablemente estén vigilando para ver si aparecemos.

Sabían que Harry es el dueño de esta casa, después de

todo.

-¿Cómo lo... ? -empezó Harry.

-Los testamentos de magos son examinados por el

Ministerio, ¿recuerdas? Saben que Sirius te dejó este

lugar.

La presencia de los mortifagos fuera incrementó el

humor amenazador dentro del número doce. No habían

tenido noticias de nadie que estuviera más allá de

Grimmauld Place desde el patronus del Señor Weasley,

y la tensión empezaba a pasar factura. Inquieto e

irritable, Ron había desarrollado el molesto hábito de

jugar con el Desiluminador en sus bolsillos. Esto

enfurecía particularmente a Hermione, que había

abandonado la espera por Kreacher para estudiar  Los 

- 235 -

Cuentos de Beedle el Bardo y no apreciaba la forma en que las luces seguían encendiéndose y apagándose.

-¡Quieres parar! -gritó la tercera noche de ausencia de

Kreacher, cuando todas las luces se apagaron de nuevo

en el salón de dibujo.

-¡Lo siento, lo siento! -dijo Ron, accionando el

Desiluminador y restaurando las luces-. ¡No sé qué

estoy haciendo!

-¿Bueno, puedo sugerirte que encuentres algo útil en

que ocuparte?

-¿Algo como leer cuentos para niños?

-Dumbledore me dejó este libro, Ron...

-... y a mí me dejó el Desiluminador, ¡quizás se supone

que tenga que usarlo!

Incapaz de soportar la pelea, Harry salió de la

habitación sin que lo notara ninguno de los dos. Se

dirigió escaleras abajo hacia la cocina, la cual seguía

visitando porque estaba seguro de que era allí donde

era probablemente aparecería Kreacher. A medio

camino, sin embargo, oyó un golpe en la puerta

delantera, después chasquidos metálicos y el rechinar

de la cadena.

Todos los nervios de su cuerpo parecieron tensarse.

Sacó su varita, adentrándose en las sombras junto a las

cabezas de elfos decapitados, y esperó. La puerta se

abrió. Vio un destello de luz de las farolas de la plaza

- 236 -

de abajo, y una figura encapuchada se adentró en el vestíbulo y cerró la puerta tras ella. El intruso dio un

paso hacia adelante y la voz de Moody pregunto.

"¿Severus Snape?". Entonces la figura de polvo alcanzó el final del vestíbulo y se lanzó sobre él, alzando su

mano muerta.

-No fui yo quien te mató, Albus, -dijo una voz

tranquila.

La maldición se rompió. La figura explotó de nuevo, y

fue imposible divisar al recién llegado a través de la

densa nube gris que esta dejó atrás.

Harry apuntó su varita en medio de ella.

-¡No te muevas!

Había olvidado el retrato de la Señora Black. Al oir su

grito, las cortinas que la ocultaban se abrieron y ella

empezó a gritar "Sangresucia y basura deshonrando mi casa...".

Ron y Hermione se lanzaron escaleras abajo tras Harry,

apuntando con las varitas, como él con la suya, al

hombre desconocido que ahora estaba de pie con los

brazos alzados en el vestíbulo de abajo.

-¡Alto el fuego, soy Remus!

-Oh, gracias a Dios, -dijo Hermione débilmente,

apuntando con su varita al retrato de la Señora Black;

con una detonación, las cortinas se cerraron de nuevo y

- 237 -

se hizo el silencio. Ron también bajó su varita, pero Harry no.

-¡Muéstrate! -gritó.

Lupin se adelantó hasta la luz de la lampara, con las

manos todavía alzadras en un gesto de rendición.

-Soy Remus John Lupin, hombrelobo, algunas veces

conocido como Lunático, uno de los cuatro creadores

del Mapa del Merodeador, casado con Nymphadora,

normalmente llamada Tonks, y te enseñé como

producir un Patronus, Harry, que tiene forma de ciervo.

-Oh, está bien, -dijo Harry, bajando la varita-, pero

tenía que comprobarlo, ¿verdad?

-Hablando como tu exprofesor de Defensa Contra las

Artes Oscura, tengo que estar de acuerdo con que

tenías que comprobarlo. Ron, Hermione, no deberíais

ser tan rápidos bajando vuestras defensas.

Corrieron escaleras abajo hacia él. Envuelto en su

gruesa capa negra de viaje, parecía exhausto, pero se

alegraron de verle.

-¿No hay rastro de Severus entonces? -preguntó.

-No, -dijo Harry-. ¿Qué está pasando? ¿Todo el mundo

está bien?

-Si -dijo Lupin-, pero todos estamos siendo vigilados.

Hay un par de motifagos fuera en la plaza.

- 238 -

-Lo sabemos...

-Tuve que Aparecerme exactamente en el escalón

superior de la entrada para asegurarme de que no me

vieran. No deben saber que estás aquí, o estoy seguro

de que tendrían más gente fuera, han estado

escarbando por todas partes buscando cualquier

conexión contigo, Harry. Vamos abajo, tengo mucho

que contaros, y quiero saber qué ocurrió después de

que abandonárais la Madriguera.

Descendieron a la cocina, donde Hermione señaló con

su varita a la chimenea. Un fuego surgió

instantáneamente. Eso proporcionó una ilusión de

comodidad sobre las sombrías paredes de piedra y brillo

a la larga mesa de madera. Lupin sacó unas pocas

cervezas de mantequilla de debajo de su capa de viaje

y se sentaron.

-Estuve aquí hace tres días pero tenía que librarme de

los mortifagos que me iban a la zaga, -dijo Lupin-

¿Entonces vinísteis directamente aquí después de la

boda?

-No, -dijo Harry-. Solo depués de que toparamos con un

par de mortifagos en un café de Tottenham Court Road.

Lupin se derramó casi toda su cerveza en la pechera.

-¿Qué?

Explicaron lo que había ocurrido, cuando hubieron

terminado Lupin parecía consternado

- 239 -

-¿Pero como os encontraron tan rápidamente? Es imposible seguir a alguien que Desaparece, a menos

que los agarres mientras desaparecen.

-Y no parece muy problable que estén sencillamente

patrullando Tottenham Court Road todo el tiempo,

¿verdad? -dijo Harry.

-No preguntábamos -dijo Hermione tentativamente-, si

Harry no podría estar todavía bajo el control del

Rastro.

-Imposible, -dijo Lupin. Ron se mostró arrogante y

Harry se sintió enormemente aliviado-. Dejando

cualquier otra cosa aparte, estarían seguros de que

Harry está aquí si todavía pudieran Rastrearle, ¿verdad?

Pero no se me ocurre como pudieron seguiros a

Tottenham Court Road, eso me preocupa, me preocupa

realmente.

Pareció perturbado, pero por mucho que a Harry le

preocupara eso, la cuestión podía esperar.

-Cuéntanos que ocurrió después de que nos

marcháramos, no hemos tenido noticias desde que el

padre de Ron nos dijo que la familia estaba a salvo.

-Bueno, Kingsley nos salvó, -dijo Lupin-. Gracias a su

advertencia la mayoría de los invitados a la boda

pudieron Desaparecer antes de que llegaran.

-¿Eran mortifagos o gente del Ministerio? -intervino

Hermione.

- 240 -

-Una mezcla de ambos pero las intenciones y propósitos de todos ellos son los mismos ahora -dijo Lupin-. Había

una docena, pero no sabían que tú estabas allí, Harry.

Arthur oyó el rumor de que habían intentado sacarle tu

paradero a Scrimgeour mediante la tortura antes de

matarle; si es cierto, no cedió.

Harry miró a Ron y Hermione, sus expresiones

reflejaban la misma mezcla de sorpresa y gratitud que

sentía él. Nunca le había gustado mucho Scrimgeour,

pero si lo que decía Lupin era verdad, al final el

hombre había intentado proteger a Harry.

-Los mortifagos registraron la Madriguera de arriba a

abajo -siguió Lupin-. Encontraron al fantasma, pero no

quisieron acercarse demasiado y después interrogaron a

aquellos de nosotros que quedamos durante horas.

Intentaban conseguir información sobre ti, Harry, pero

por supuesto nadie aparte de la Orden sabía que habías

estado allí.

-En el mismo momento en que irrumpían en la boda,

forzaban la entrada en cada casa del pais relacionada

con la Orden. Ningún muerto, -añadió rápidamente,

anticipándose a la pregunta- Pero fueron duros.

Quemaron la casa de Dedalus Diggle, pero como sabéis

él no estaba allí, y utilizaron la Maldición Cruciatus con la familia de Tonks. De nuevo, intentando averiguar

adonde habías ido después de visitarles. Están bien...

sacudidos, obviamente, pero aparte de eso bien.

-¿Los mortifagos consiguieron entrar en todas las casas

protegidas con encantamientos? -preguntó Harry

recordando lo efectivos que estos habían sido la noche

- 241 -

en que se había estrellado en el jardín de los padres de Tonks.

-Lo que tienes que comprender, Harry, es que los

mortifagos cuentan ahora con todo el poder del

Ministerio de su lado, -dijo Lupin-. Tienen el poder para realizar hechizos brutales sin miedo a ser identificados

o al arrestro. Se las arreglaron para penetrar cualquier

hechizo defensivo que lanzamos contra ellos, y una vez

dentro, eran libres de hacer lo que quisieran.

-¿Y no se molestaron en inventar ninguna excusa para

torturar a la gente por averiguar el paradero de Harry?

-Bueno, -dijo Lupin. Dudó, después sacó una copia

doblada de El Profeta.

-Aquí tienes, -dijo, empujándola a través de la mesa

hacia Harry-. Lo ibas a averiguar tarde o temprano.

Este es su pretexto para perseguirte.

Harry desplegó el periódico. Una enorme fotografía de

su propia cara llenaba la página frontal. El titular decía así:

BUSCADO PARA SER INTERROGADO SOBRE

LA MUERTE DE ALBUS DUMBLEDORE

Ron y Hermione rugieron indignados, pero Harry no dijo

nada. Empujó lejos el periódico; no quería leer nada

más. Sabía lo que diría. Nadie más que aquellos que

habían estado en lo alto de la torre cuando Dumbledore

había muerto sabíaN quien le había matado realmente,

- 242 -

como Rita Skeeter ya había dicho al mundo mágico, Harry había sido visto alejándose corriendo del lugar de

los hechos momentos después de que Dumbledore

hubiera caído.

-Lo siento, Harry, -dijo Lupin.

-¿Así que los mortifagos han tomado El Profeta

también? -preguntó Hermione furiosamente.

Lupin asintió.

-Pero seguramente la gente comprende lo que está

pasando, ¿no?

-La estratagema ha sido limpia y virtualmente

silenciosa, -dijo Lupin-. La versión oficial del asesinato de Scrimgeour es que dimitió, ha sido reemplazado por

Pius Thicknesse, que está bajo la Maldición Imperius.

-¿Por qué Voldemort no se declara a sí mismo Ministro

de Magia? -preguntó Ron.

Lupin rio.

-No lo necesita, Ron. En la práctica es el Ministro, ¿pero por qué debería sentarse tras un escritorio en el

Ministerio? Su marioneta, Thicknesse, se ocupa de los

asuntos cotidianos, dejando a Voldemort libre para

extender su poder más allá del Ministerio.

-Naturalmente la gente ha adivinado lo que ha

ocurrido. Ha habido un cambio muy dramático en la

política del Ministerio en los últimos días, y muchos

- 243 -

susurran que Voldemort debe estar detrás. Sin embargo, esa es la cuestión. Susurran. No se atreven a

confiar los unos en los otros, sin saber en quien confiar, temen hablar, por si acaso sus sospechas son ciertas y

sus familias se convierten en objetivos. Si, Voldemort

está jugando a un juego muy astuto. Desvelarse a sí

mismo podría haber provocado una rebelión abierta.

Permaneciendo enmascarado esparce confusión,

inseguridad y miedo.

-¿Y este cambio dramático en la política del Ministerio -

dijo Harry-, incluye advertir al mundo mágico contra mí

en vez de contra Voldemort?

-Indudablemente es parte de ello -dijo Lupin-. y es un

golpe maestro. Ahora que Dumbledore está muerto,

tu... El Chico que Vivió... eres claramente el símbolo y

punto de apoyo de cualquier resistencia contra

Voldemort. Pero sugiriendo que fue tu mano la que

acabó con el viejo héroe, Voldemort no solo puede

poner precio a tu cabeza, sino que siembra duda y

miedo en cualquiera de los que te habrían defendido.

-Entretanto, el Ministerio ha empezado a moverse

contra los nacidos muggles. -Lupin señaló a El Profeta-.

Mirad la página dos.

Hermione pasó las páginas con misma expresión de

disgusto que habia mostrado mientras sujetaba

Secretos de las Artes Mas Oscuras.

-Registro de nacidos muggles, -leyó en voz alta-. El

Ministerio de Magia emprende una investigación sobre

- 244 -

los así llamados "nacidos muggles" para comprender mejor como llegan a poseer secretos mágicos.

-Investigaciones recientes llevadas a cabo por 

el Departamento de Misterios revelan que la 

magia solo puede pasar de una persona a otra 

cuando tienen hijos. Cuando no hay ninguna 

prueba de que existan antepasados magos, 

por consiguiente, los así llamados nacidos 

muggles probablemente hayan obtenido poder 

mágico robándolo o arrebatándolo a la 

fuerza. 

-El Ministerio está decidido a castigar a tales 

usurpadores de poder mágico, y es con este 

fin que invita a los así llamados nacidos 

muggles a presentarse para una entrevista 

con la recientemente creada Comisión de 

Registro de los Nacidos Muggles. 

-La gente no dejará que ocurra esto, -dijo Ron.

-Está ocurriendo, Ron, -dijo Lupin- Los nacidos muggles

están siendo rodeados mientras hablamos.

-¿Pero cómo se suponen que han robado la magia? -dijo

Ron-. Es una locura, si pudieras robar magia no habría

ningún Squib, ¿verdad?

-Lo sé, -dijo Lupin-. No obstante, a menos que puedas

probar que tienes al menos un pariente cercano mago,

ahora se estima que has obtenido tu poder mágico

ilegalmente y debes sufrir el castigo.

- 245 -

Ron miró a Hermione, después dijo:

-¿Y si los sangre pura y los de sangre media juran que

un nacido muggle es parte de su familia? Diré a todo el

mundo que Hermione es mi prima...

Hermione cubrió la mano de Ron con las suyas y apretó.

-Gracias, Ron, pero no podría dejar que tú...

-No tienes elección, -dijo Ron ferozmente, apretándole

la mano en respuesta-. Te enseñaré mi árbol familiar

para que puedas responder a cualquier pregunta sobre

él.

Hermione soltó una risa temblorosa.

-Ron, estamos a la fuga con Harry Potter, la persona

más buscada del pais, no creo que eso importe. Si fuera

a volver a la escuela sería distinto. ¿Que planea

Voldemort para Hogwarts? -preguntó a Lupin.

-Asistir es ahora obligatorio para cada joven bruja o

mago -replicó él-. Se anunció ayer. Es un cambio,

porque nunca antes fue obligatorio. Por supuesto, casi

todos los magos y brujas ingleses han sido educados en

Hogwarts, pero sus padres tenía derecho a enseñarles

en casa o enviarlos al extranjero si lo preferían. De esta forma, Voldemort tendrá a toda la población mágica

vigilada desde corta edad. Y también es otra forma de

limpiar la maleza de los nacidos muggles porque los

estudiantes deben tener Status de Sangre... significa

que han probado ante el Ministerio que son

- 246 -

descendientes de magos... antes de que se les permita asistir.

Harry se sintió enfermo y furioso. Es este momento,

excitados chicos y chicas de once años estarían

enfrascados en la lectura de un montón de libros de

hechizos recién comprados, ignorando que nunca verían

Hogwarts, que quizás nunca volverían a ver a sus

familias tampoco.

-Es... es... -murmuró, luchando por encontrar las

palabras que hicieran justicia al horror de sus

pensamientos, pero Lupin dijo quedamente.

-Lo sé.

Lupin dudó.

-Entenderé que no puedas confirmar esto, Harry, pero

la Orden tiene la impresión de que Dumbledore te

encargó una misión.

-Lo hizo -replicó Harry-, y Ron y Hermione están al

tanto y vienen conmigo.

-¿Puedes confiarme en qué consiste esa misión?

Harry miró a la cara prematuramente envejecida,

enmarcada por espeso pero canoso pelo, y deseó darle

una respuesta diferente.

-No puedo Remus. Lo siento. Si Dumbledore no te lo

contó no creo que yo pueda.

- 247 -

-Sabía que dirías eso, -dijo Lupin, parecía decepcionado-. Pero aún así podría serte de alguna

utilidad. Ya sabes lo que soy y lo que puedo hacer.

Podría ir con vosotros y proporcionaros protección. No

habría necesidad de que me contaras exactamente lo

que estás tramando.

Harry dudó. Era una oferta muy tentadora, aunque

como podrían mantener su misión en secreto para él si

estaba con ellos todo el tiempo era algo que no

alcanzaba a imaginar.

Hermione, sin embargo, se quedó perpleja.

-¿Pero y qué hay de Tonks? -preguntó.

-¿Qué pasa con ella? -dijo Lupin.

-Bueno, -dijo Hermione, frunciendo el ceño-. ¡Estás

casado! ¿Cómo va a sentirse ella si te largas con

nosotros?

-Tonks estará perfectamente a salvo -dijo Lupin-.

Estará en casa de sus padres.

Había algo extraño en el tono de Lupin; era casi frío.

Había algo raro en la idea de Tonks ocultándose en casa

de sus padres; ella era, después de todo, un miembro

de la Orden y, por lo que Harry sabía de ella,

probablemente querría estar en medio de la acción.

-¿Remus -dijo Hermione tentativamente-, todo va

bien... ya sabes... entre vosotros?

- 248 -

-Todo va bien, gracias, -dijo Lupin bruscamente.

Hermione se puso colorada. Hubo una pausa, una torpe

y embarazosa, y después Lupin dijo, con aire de estar

obligándose a sí mismo a admitir algo desagradable.

-Tonks está embarazada.

-¡Oh, maravilloso! -chilló Hermione.

-¡Excelente! -dijo Ron entusiamado.

-Felicidades, -dijo Harry.

Lupin les dedicó una sonrisa tan artificial que fue más

bien una mueca, después dijo:

-¿Entonces... aceptas mi oferta? ¿Los tres se

convertirán en cuatro? No puedo creer que Dumbledore

lo hubiera desaprovado, me designó como vuestro

profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, después

de todo. Y debo deciros que creo que nos enfrentamos

a una magia que muchos de nosotros nunca podimos

preveer o imaginar.

Ron y Hermione miraron ambos a Harry.

-Solo... solo para dejarlo claro -dijo él-. ¿Quieres dejar a Tonks en casa de sus padres y venir con nosotros?

-Estará perfectamente a salvo allí, ellos se ocuparán de

ella, -dijo Lupin. Hablaba con una determinación que

rayaba en la indiferencia-. Harry, estoy seguro de que

James habría deseado que me quedara contigo.

- 249 -

-Bueno -dijo Harry lentamente-. Yo no. Estoy bastante seguro de que mi padre habría querido saber por qué no

te quedabas con tu propio hijo, en realidad.

La cara de Lupin perdió todo color. La temperatura de

la cocina podría haber caído diez grados. Ron recorría

la habitación con la mirada como si estuviera

aprendiéndosela de memoria mientras los ojos de

Hermione saltaban de Harry a Lupin.

-No lo entiendes -dijo Lupin al fin.

-Explícamelo entonces -dijo Harry.

Lupin tragó.

-Yo... cometí un grave error casándome con Tonks. Lo

hice contra mi buen juicio y me he arrepentido mucho

desde entonces.

-Ya veo -dijo Harry-, ¿así que te deshaces de ella y del

niño y sales corriendo con nosotros?

Lupin saltó sobre sus pies. Su silla cayó hacia atrás, y

les miró tan ferozmente que Harry vio, por primera

vez, la sombra del lobo bajo la cara humana.

-¿No entiendes lo que he hecho a mi mujer y a mi hijo

nonato? ¡Nunca debí casarme con ella, la he convertido

en una paria!

Lupin pateó a un lado la silla que había volcado.

- 250 -

-¡Tú solo me has visto entre los de la Orden, o bajo la protección de Dumbledore en Howargts! ¡No sabes

como ve la mayoría del mundo mágico a las criaturas

como yo! Cuando conozcen mi afección, a penas

pueden hablarme. ¿No ves lo que he hecho? Incluso su

propia familia está disgustada con nuestro matrimonio,

¿qué padres querrían que su única hija se casara con un

hombrelobo? Y el niño... el niño...

Lupin realmente se estaba arrancando manojos de pelo;

parecía bastante trastornado.

-¡Mi raza normalmente no procrea! Será como yo, estoy

convencido de ello... ¿como puedo perdonarme a mí

mismo, cuando sabía que me arriesgaba a pasar mi

propia condición a un niño inocente? ¡Y si, por algún

milagro no es como yo, será mejor, un millón de veces

mejor, no tener un padre del que siempre tuviera que

sentirse avergonzado!

-¡Remus! -susurró Hermione, con lágrimas en los ojos-.

No digas eso... ¿cómo podría ningún niño avergonzarte

de ti?

-Oh, no sé, Hermione, -dijo Harry-. Yo estoy bastante

avergonzado de él.

Harry no sabía de donde salía su rabia, pero le había

compelido a ponerse en pie también. Lupin tenía el

mismo aspecto que hubiera tenido si Harry le hubiera

golpeado.

-Si el nuevo régimen cree que los nacidos muggles son

malos -dijo Harry-. ¿qué harán con un medio

- 251 -

hombrelobo cuyo padre es miembro de la Orden? Mi padre murió intentando protegernos a mi madre y a mí,

¿y crees que él te diría que abandonaras a tu hijo y

fueras a la aventura con nosotros?

-¿Cómo... cómo te atreves? -dijo Lupin-. Esto no es por

gusto.. por peligro o gloria personal... ¿cómo te atreves a sugerir tal cosa...?

-Creo que estás siendo un poco atrevido -dijo Harry-.

Calzándote los zapatos de Sirius.

-¡Harry, no! -le suplicó Hermione, pero él continuó

mirando a la cara lívida de Lupin.

-Nunca me habría creído esto -dijo Harry-. El hombre

que me enseñó a luchar contra los dementores... un

cobarde.

Lupin sacó su varita tan rápido que Harry dificilmente

tuvo tiempo de coger la suya; se oyó un sonoro  bang y se sintió volar hacia atrás como si le hubieran dado un

puñetazo, golpeó la pared de la cocina y se deslizó

hasta el suelo, captó un vistazo del ruedo de la capa de

Lupin desapareciendo por la puerta.

-¡Remus, Remus, vuelve! -gritó Hermione, pero Lupin

no respondió. Un momento después oyeron la puerta

principal cerrarse de golpe.

-¡Harry! -lloró Hermione-. ¿Como has podido?

-Fue fácil -dijo Harry. Se puso en pie, podía sentir un

bulto hinchándose en su cabeza donde había golpeado

- 252 -

la pared. Todavía estaba tan lleno de rabia que estaba temblando.

-¡No me mires así! -exclamó a Hermione.

-No la pagues con ella -gruñó Ron.

-No... no... ¡no debemos pelear! -dijo Hermione,

lanzándose entre ellos.

-No deberías haber dicho esas cosas a Lupin -dijo Ron a

Harry.

-Se lo merecía -dijo Harry. Imágenes sueltas recorrieron

su mente. Sirius cayendo a través del velo, Dumbledore

suspendido, roto, en medio del aire, un destello de luz

verde y la voz de su madre, suplicando piedad...

-Los padres -dijo Harry-, no deberían abandonar a sus

hijos a menos... a menos que tengan que hacerlo.

-Harry -dijo Hermione, estirando hacia él una mano

consoladora, pero él se encogió y se apartó, con los

ojos en el fuego que Hermione había conjurado. Una

vez había hablado con Lupin ante esta chimenea,

buscando consuelo con respecto a James, y Lupin le

había consolado. Ahora la cara blanca y torturada de

Lupin se mecía en el aire ante él. Sintió una enfermiza

ráfaga de remordimiento. Ni Ron ni Hermione

hablaban, pero Harry estaba seguro de que se miraban

el uno al otro a sus espaldas, comunicándose

silenciosamente.

- 253 -

Se giró y los pilló dándose apresuradamente la espalda el uno al otro.

-Sé que no debería haberle llamado cobarde.

-No, no deberías -dijo Ron al instante.

-Pero actúa como tal.

-Es lo mismo... -dijo Hermione.

-Lo sé -dijo Harry-. Pero si eso le hace volver con

Tonks, habrá valido la pena, ¿no?

No pudo evitar la súplica de su voz. Hermione parecía

simpatizar con él, Ron se mostraba inseguro. Harry bajó

la mirada a sus pies, pensando en su padre. ¿Habría

aprobado James lo que su hijo había dicho a su viejo

amigo?

La silenciosa cocina parecía zumbar por la sacudida de

la escena reciente y con los reproches no pronunciados

de Ron y Hermione. El Profeta que Lupin había traído

consigo todavía yacía sobre la mesa, la propia cara de

Harry miraba al techo desde la portada. Se acercó a él

y se sentó, abriendo una página al azar, y fingiendo

leer. No podía concentrarse en las palabras, su mente

todavía estaba llena del encuentro con Lupin. Estaba

seguro de que Ron y Hermione habían reasumido su

comuminicación silenciosa al otro lado de El Profeta.

Pasó una página ruidosamente, y el nombre de

Dumbledore saltó hacia él. Eso fue un momento o dos

antes de que captara el signficado de la fotografía, que

mostraba a una familia. Bajo la foto se leían estas

- 254 -

palabras:  La familia Dumbledore, de izquierda a derecha: Albus, Pervical, sujetando a la recién nacida Ariana, Kendra, y Aberforth.

Captada su atención, Harry examinó la foto más

cuidadosamente. El padre de Dumbledore, Percival, era

un hombre bien parecido con ojos que parecían

tintinear incluso en esta vieja foto desvaída. El bebé,

Ariana, era un poco más grande que una barra de pan y

de aspecto no muy llamativo. La madre, Kendra, tenía

el pelo negro azabache echado hacia atrás en un moño

alto. Su cara tenía una cualidad tirante debido a él.

Harry pensó en las fotos de nativos americanos que

había visto cuando estudió sus ojos oscuros, los pómulos

altos, la nariz recta, formalmente compuesta con un

vestido de cuello alto. Albus y Aberforth vestían

chaquetas de cuello a juego y tenía identicos cortes de

pelo. Albus parecía varios años mayor, pero por lo

demás los dos chicos se parecían mucho, pero eso había

sido antes de que Dumbledore se rompiera la nariz y

antes de llevar gafas.

La familia parecía feliz y normal, sonriendo

serenamente desde el periódico. El brazo del bebé

Ariana ondeaba vagamente dentro y fuera de su chal.

Harry miró sobre la foto y vio el titular.

- 255 -

EXTRACTO EXCLUSIVO DE LA PROXIMA 

BIOGRAFIA DE ALBUS DUMBLEDORE

Por Rita Skeeter

Pensando que dificilmente podría hacerle sentir mucho

peor de lo que ya se sentía, Harry empezó a leer:

Orgullosa y arrogante, Kendra Dumbledore 

no pudo soportar permanecer en en Mould-

on-the-Wold después de que su marido 

Percival fuera públicamente arrestado y 

encerrado en Azkaban. Por consiguiente 

decidió desarraigar a la familia y 

reacomodarla en el Valle de Godric, el 

pueblo que después ganaría fama como el 

escenario de la extraña escapada de Harry 

Potter de Quien-ustedes-ya-saben. 

Como Mould-on-the-Wold, el Valle de 

Godric era hogar de un buen número de 

familias de magos, pero Kendra no entabló 

relación con ninguna de ellas, evitaba la 

curiosidad sobre el crimen de su marido que 

había soportado en el pueblo anterior. 

Rechazó repetidamente los amigables 

avances de sus nuevos vecinos magos, 

pronto se seguró de que su familia se 

mantuviera aislada. 

"Me cerró la puerta en la cara cuando fui a 

darle la bienvenida con un caldero de 

Cauldron Cakes caseros" dijo Bathilda 

- 256 -

Bahshot. "La primera vez que estuve allí solo vi a los dos chicos. No habría sabido 

que tenía una hija si no hubiera estado 

recogiendo hierbas a la luz de la luna un 

invierno después de que se mudaran. Vi a 

Kendra conduciendo a Ariana hasta el jardín 

de atrás. La paseó por el césped, 

manteniendo una garra firme sobre ella, 

luego la volvió a entrar dentro. No supe qué 

pensar. 

Parece ser que Kendra pensó que mudarse al 

Valle de Godric era la oportunidad perfecta 

para ocultar a Arianna de una vez y para 

siempre, algo que probablemente había 

estado planeando durante años. La 

oportunidad del momento fue significativa. 

Ariana tenía apenas siete años cuando se 

perdió de vista, y los siete es la edad 

mágica en la que la mayoría de los expertos 

está de acuerdo en que se revela la magia a 

sí misma, si se presenta. Nadie vivo 

actualmente recuerda a Arianna 

demostrando la más mínima señal de 

habilidad mágica. Parece claro, por lo 

tanto, que Kendra tomó la decisión de 

ocultar la existencia de su hija antes que 

sufrir la vergüenza de admitir que había 

dado a luz a un a Squib. Mudarse lejos de 

amigos y vecinos que conocían a Ariana, por 

supuesto, haría que mantenerla prisionera 

fuera más fácil. Podía contarse con el 

pequeño número de personas que de ahí en 

adelante conocieron la existencia de 

- 257 -

Arianna para mantener el secreto, 

incluyendo a sus dos hermanos, que 

desviaban preguntas embarazosas con la 

respuesta que su madre les había enseñado. 

"Mi hermana es demasiado frágil para la 

escuela". 

Próxima semana: Albus Dumbledore en 

Hogwarts... los Premios y la Presencia. 

Harry no había estado equivocado. Lo que había leído

le había hecho sentir peor. Volvió a mirar la fotografía

de la aparentemente feliz familia. ¿Era cierto? ¿Cómo

podía averiguarlo? Deseaba ir al Valle de Godric, incluso si Bathilda no estaba en condiciones de hablar con él;

quería visitar el lugar donde Dumbledore había perdido

a aquellos a los que amaba. Estaba en proceso de bajar

el periódico, para preguntar a Ron y Hermione su

opinión, cuando un ensordecedor crack llenó la cocina.

Por primera vez en tres días Harry se había olvidado del

todo de Kreacher. Su primer pensamiento fue que Lupin

había irrumpido en la habitación, y durante una

fracción de segundo, no se fijó en la masa de

extremidades que se retorcían y que había aparecido

de la nada junto a su silla. Se apresuró a ponerse en pie mientras Keacker se desenredaba y se inclinaba ante

Harry, croando,

-Kreacher ha vuelto con el ladrón Mundungus Fletcher,

Amo.

Mundungus luchó por levantarse y sacó su varita.

Hermione sin embargo, fue demasiado rápida para él.

- 258 -

-¡Expelliarmus!

La varita de Mundungus voló por el aire y Hermione la

cogió. Con los ojos salvajes, Mundungus se lanzó hacia

las escaleras; Ron le hizo un placaje y Mundungus

golpeó el suelo de piedra con un crujido amortiguado.

-¿Qué? -gritó a voz en cuello, retorciéndose en su

intento por liberarse del agarre de Ron-. ¿Que he

hecho? Mandarme a un sangriento elfo doméstico, ¿a

qué estás jugando, qué he hecho?, suéltame, suéltame

o...

-No estás en posición de formular amenazas -dijo Harry.

Lanzó a un lado el periódico, cruzó la cocina en unas

pocas zancadas, y se puso de rodillas junto a

Mundungus que dejó de luchar aterrado. Ron se

levantó, jadeando, y observó como Harry apuntaba su

varita deliberadamente hacia la nariz de Mundungus.

Mundungus hedía a sudor rancio y humo de tabaco. Su

pelo estaba enredado y su túnica manchada.

-Kreacher se disculpa por la tardanza en traer al

ladrón, Amo -croó el elfo-. Fletcher sabe como evitar la

captura, tiene muchos escondrijos y cómplices. No

obstante, Kreacher atrapó al ladrón al final.

-Lo has hecho realmente bien, Kreacher -dijo Harry, y

el elfo hizo una reverencia.

-Bueno, tenemos unas cuantas preguntas para ti -dijo

Harry a Mundungus, que gritó al instante.

- 259 -

-¿Me entró el pánico, vale? Nunca quise ir para empezar, sin ofender, colega, pero nunca me ofrecí

voluntario para morir por ti, y era el mismísimo Quien-

tu-ya-sabes el que venía volando hacia mí, todo el

mundo se largaba, dije todo el rato que no quería

hacerlo...

-Para tu información, el resto de nosotros no

Desapareció -dijo Hermione.

-Bueno, entonces sois unos malditos héroes, ¿verdad?,

pero yo nunca fingí presentarme voluntario para que

me mataran...

-No estamos interesados en por qué dejaste en la

estacada a Ojoloco -dijo Harry, moviendo su varita un

poco más cerca de los ojos perrunos e inyectados de

sangre de Mundungus-. Ya sabíamos que eras un pedazo

de escoria indigno de confianza.

-Bueno entonces, ¿por qué me mandas elfos

domésticos? ¿O esto va de las copas de nuevo? No tengo

ya ninguna de ellas, o te las habría dev...

-No es por las copas tampoco, aunque te vas acercando

-dijo Harry-. Cállate y escucha.

Era maravilloso tener algo que hacer, alguien a quien

poder exigir un trocito de verdad. La varita de Harry

estaba ahora tan cerca del puente de la nariz de

Mundungus que Mundungus bizqueaba intentando

mantener la vista fija en ella.

- 260 -

-Cuando limpiaste esta casa de cualquier cosa de valor.

-Empezó Harry, pero Mundungus le interrumpió de

nuevo.

-A Sirius ningun le interesó nada de esta basura...

Se produjo un sonido de pies corriendo, un destello de

cobre brillante, un resonante  clang y un grito de agonía. Kreacher había ido corriendo hacia Mundungus

y le había golpeado en la cabeza con una cacerola.

-Quítamelo de encima, quítamelo de encima. ¡Deberían

encerrarlo! -gritaba Mundungus, acobardado cuando

Kreacher alzó de nuevo la pesada cacerola.

-¡Kreacher, no! -gritó Harry.

Los flacos brazos de Kreacher temblaban por el peso de

la cacerola, todavía sostenida en alto.

-¿Quizás solo un poco más, Amo Harry, por suerte?

Ron rio.

-Le necesitamos consciente, Kreacher, pero si necesita

que lo persuadan podrás hacer los honores -dijo Harry.

-Muchas gracias, Amo -dijo Kreacher con una

reverencia, y retorcedió una corta distancia, sus

grandes ojos pálidos todavía estaban fijos en

Mundungus con aversión.

-Cuando despojaste esta casa de todo lo de valor que

pudiste encontrar. -Empezó Harry de nuevo-, cogiste

- 261 -

unas cuantas cosas de la alacena de la cocina. Había allí un guadapelo. -La boca de Harry se quedó de

repente seca. Podía sentir la tensión de Ron y Hermione

y también la excitación-. ¿Que hiciste con él?

-¿Por qué? -preguntó Mundungus-. ¿Tenía algún valor?

-¡Todavía lo tiene! -gritó Hermione.

-No, no lo tiene -dijo Ron astutamente-. Se pregunta si

debió haber pedido más dinero por él.

-¿Más? -dijo Mundungus-. Eso habría sido dificil.... dado que me lo quitaron, ¿verdad? No tuve elección.

-¿Qué quieres decir?

-Estaba vendiendo en el Callejón Diagon y ella se

presentó y mi preguntó si tenía licencia para vender

artefactos mágicos. Menuda entrometida. Me iba a

arrestar, pero se le antojó el guardapelo y me dijo que

se lo llevaba y me dejaría en paz por el momento, y

supongo que tuve suerte.

-¿Quién era esa mujer? -preguntó Harry.

-No sé, alguna vieja bruja del Ministerio.

Mundungus pensó por un momento, frunciendo la

frente.

-Pequeña. Con un sombrerito en lo alto de la cabea.

Frunció el ceño y después añadió:

- 262 -

-Parecía un sapo.

Harry dejó caer su varita. Esta golpeó a Mundungus en

la nariz y disparó chispas rojas hacia sus cejas, que se

incendiaron.

-¡Aguamenti!  -gritó Hermione, y un chorro de agua surgió de su varita, empapando a un balbuceante y

ahogado Mundungus.

Harry levantó la mirada y vio su propia sorpresa

reflejada en las caras de Ron y Hermione. Las cicatrices

del dorso de su mano derecha parecían estar

cosquilleando otra vez.

- 263 -

Capítulo Doce

La magia es poder

M  ientras agosto se agotaba, la plaza

de desaliñado césped en medio de Grimmauld Place se

marchitó al sol hasta que quedó quebradiza y marrón.

Los habitantes del número doce nunca eran vistos por

ninguno de los ocupantes de las casas circundantes, ni

tampoco el número doce en sí mismo. Los muggles que

vivían en Grimmauld Place hacía mucho que habían

aceptado el divertido error en la numeración que había

causado que el número once se asentara junto al

número trece.

Y aún así la plaza atraía ahora a todo un flujo de

visitantes que parecían encontrar esta anormalidad de

lo más intrigante. Apenas pasaba un día sin que una o

dos personas llegaran a Grimmauld Place sin otro

propósito, o al menos así lo parecía, que el de apoyarse

contra el pasamanos de cara a los números once y

- 264 -

trece, observando la unión entre las dos casas. Los acechadores nunca eran los mismos dos días seguidos,

aunque todos parecían compartir un desagrado por la

ropa normal. La mayoría de los londinenses que

pasaban junto a ellos vestían de forma excéntrica y

tomaban poca nota, aunque ocasionalmente uno de

ellos podía mirar atrás, preguntándose por qué todo el

mundo llevaba capas tan largas con este calor.

Los observadores parecían obtener poca satisfacción de

su vigilia. Ocasionalmente uno de ellos se echaba hacia

adelante excitado, como si hubiera visto algo

interesante al fin, solo para volver a caer hacia atrás

pareciendo decepcionados.

El primer día de septiembre había más gente que nunca

acechando en la plaza. Media docena de hombres con

capas largas estaban de pie silenciosos y vigilantes,

mirando como siempre hacia las casas once y trece,

pero lo que fuera que estuvieran esperando parecía que

seguía eludiéndoles. Cuando cayó la noche, trayendo

una inesperada bocanada de lluvia fría por primera vez

en  semanas,  tuvo  lugar  uno  de  esos  inexplicables

momentos en los que parecían haber visto algo

interesante.

El hombre de la retorcida cara puntiaguda y su

compañero más cercano, un hombre rechoncho y

pálido, se echaron hacia adelante, pero un momento

después se habían relajado a su estado anterior de

inactividad, pareciendo frustrados y decepcionados.

Entretanto, dentro del número nueve, Harry acababa

de entrar en el vestíbulo. Casi había perdido el

- 265 -

equilibrio al Aparecerse sobre el escalón más alto justo fuera de la puerta principal, y gracias a eso los

mortífagos podían haber captado un vistazo de su

momentáneamente expuesto codo. Cerrando la puerta

cuidadosamente tras él, se quitó la Capa de

Invisibilidad, colgándosela del brazo, y se apresuró a lo largo del sombrío pasillo hacia la puerta que conducía

al sótano, con un ejemplar robado de El Profeta

aferrada en la mano.

El acostumbrado susurro de "Severus Snape" le saludó, el  viento  frío  le  barrió,  y  su  lengua  se  enrolló  por  un momento.

-Yo  no  te  maté  -dijo.  Al  instante  su  lengua  se  había desenrollado, después contuvo el aliento cuando la

polvorienta figura del maleficio explotó. Esperó hasta

estar a mitad de la escalera hacia la cocina, fuera del

oído de la Señora Black y se limpió la nube de polvo,

antes de gritar.

-Tengo noticias, y no os gustarán.

La cocina estaba casi irreconocible. Cada superficie

estaba ahora pulida. Ollas de cobre y sartenes habían

sido bruñidas hasta darles un brillo rosado; la superficie de madera de la mesa brillaba; las copas y platos ya

estaba preparados para la cena destellando a la luz de

un fuego que ardía alegremente, y sobre éste hervía un

caldero. Nada en la habitación, sin embargo, estaba

más dramáticamente cambiado que el elfo doméstico

que se acercó apresuradamente hasta Harry, vestido

con una esponjosa toalla blanca, el pelo de sus orejas

- 266 -

tan limpio y sedoso como algodón, y el relicario de Regulus rebotando contra su delgado pecho.

-Zapatos fuera, por favor, Amo Harry, y manos limpias

antes de cenar -graznó Kreacher, cogiendo la Capa de

Invisibilidad y colgándola de un gancho en la pared,

junto a un buen número de capas pasadas de moda que

habían sido recientemente lavadas.

-¿Qué pasa? -preguntó Ron aprensivamente. Hermione y

el habían estado estudiando una larga lista de notas

manuscritas y mapas hechos a mano que se apilaban

descuidadamente al final de larga mesa de la cocina,

pero ahora observaron a Harry mientras este se

acercaba a ellos y tiraba el periódico en la alto de los

pergaminos esparcidos por todas partes.

Una gran foto de un familiar hombre moreno de nariz

ganchuda les miraba a todos; debajo un titular decía:

SEVERUS SNAPE CONFIRMADO COMO DIRECTOR DE

HOGWARTS

-¡No! -dijeron Ron y Hermione ruidosamente.

Hermione fue la más rápida; agarró el periódigo y

empezó a leer la historia que acompañaba a la foto en

voz alta.

-"Severus Snape, durante largo tiempo 

Profesor de Pociones de la Escuela de 

Hogwarts de Magia y Hechicería, ha sido hoy 

designado director en el más importante de 

los muchos cambios de personal de la antigua 

- 267 -

escuela. Después de la destitución del anterior profesor de Estudios Muggles, Alecto 

Carrow ocupará el puesto, mientras su 

hermano, Amyous, ocupará la posición de 

Defensa Contra las Artes Oscuras. "Doy la 

bienvenida a la oportunidad de defender 

nuestra más fina cultura mágica y sus 

valores...."

¡Como cometer asesinatos y cortar las orejas a la

gente, supongo! ¡Snape director! Snape en el estudio de

Dumbledore... -¡Por los pantalones de Merlin! -chilló,

haciendo que Harry y Ron saltaran. Se puso de pie de

un salto y salió corriendo de habitación, gritando

mientras lo hacían-. ¡Vuelvo en un minuto!

-¿Por los pantalones de Merlín? -repitió Ron, que

parecía divertido-. Debe estar cabreada -Empujó el

periódico hacia él y estudió el artículo sobre Snape.

-Los demás profesores no apoyarán esto. McGonagall y

Flitwick y Sprout, todos saben la verdad, sabén como

murió Dumbledore. No aceptarán a Snape como

director. ¿Y quienes son esos Carrows?

-Mortifagos -dijo Harry-. Hay fotos de ellos dentro.

Estaban en lo alto de la torre cuando Snape mató a

Dumbledore, así que todos son muy amiguitos. Y -siguió

Harry con amargura, acercando una silla-, no veo como

los demás profesores vayan a tener nada que decir. Si

el Ministerio y Voldemort están tras Snape será una

elección entre quedarse y enseñar, o unos agradables

añitos en Azkaban... y eso si tienen suerte. Apuesto a

- 268 -

que se quedarán e intentarán proteger a los estudiantes.

Kreatcher se acercó apresuradamente a la mesa con

una gran sopera en las manos, y sirvió la sopa en

inmaculados cuencos, silbando entre dientes mientras

lo hacía.

-Gracias, Kreatcher -dijo Harry, pasando las páginas de

El Profeta para no tener que ver la cara de Snape-.

Bueno, al menos ahora sabemos donde está Snape

exactamente.

Empezó a llevarse la cuchara de sopa a la boca. La

calidad de la comida de Kreacher se había

incrementado dramáticamente desde que le habían

dado el relicario de Regulus. Hoy las cebollas francesas

estaban más buenas de lo que Harry nunca había

saboreado.

-Todavía hay un montón de mortifagos vigilando la casa

-dijo a Ron mientras comía-, más de lo normal. Es como

si estuvieran esperando que saliéramos con nuestros

baúles y nos dirigiéramos al Expreso de Hogwarts.

Ron miró su reloj.

-He estado pensando en eso todo el día. Partió hace

casi seis horas. Raro, no estar en él, ¿verdad?

En su imaginación a Harry le pareció ver la máquina de

vapor escarlata a la que Ron y él habían seguido una

vez por el aire, reluciendo entre campos y colinas, con

el retumbar de la locomotora escarlata. Estaba seguro

- 269 -

de que Ginny, Neville y Luna estaban sentados juntos en este momento, quizás preguntándose donde estaban

Ron, Hermione y él, o debatiendo muevas formas de

minar el nuevo régimen de Snape.

-Casi me vieron volver ahora mismo -dijo Harry-.

Aterrizé de mala manera sobre el escalón más alto y la

Capa resbaló.

-A mi me pasa a cada rato. Oh, aquí esta -añadió Ron,

girándose en su asiento para ver como Hermione volvía

a entrar en la cocina-. ¿Y de qué en nombre de los

pantalones de Merlín más desgastados va todo esto?

-Recordé esto -jadeó Hermione.

Llevaba una gran pintura enmarcada, que bajó al suelo

antes de agarrar su pequeño bolso de cuentas del

mostrador del aparador de la cocina. Abriéndolo,

procedió a meter a la fuerza la pintura dentro y a pesar

del hecho de que resultaba patente que era demasiado

grande para caber dentro del diminuto bolso, en unos

segundos se había desvanecido, como todo lo demás, en

la espaciosa profundidad del bolso.

-Phineas Nigellius -explicó Hermione mientras tiraba el

bolso sobre la mesa de la cocina con su usual sonoridad

de choques y rechinamientos.

-¿Perdona? -dijo Ron, pero Harry lo entendió. La imagen

pintada de Phineas Nigellus Black podía viajar entre su

retrato en Grimmauld Place y el que colgaba del

despacho del director en Hogwarts, en la habitación

circular en lo alto de la torre donde sin duda Snape

- 270 -

estaba sentado ahora mismo, en triunfante posesión de la colección de delicados y plateados instrumentos

mágicos de Dumbledore, el Pensadero, el Sombrero

Seleccionador, y a menos que hubiera sido trasladada a

algún otro sitio, la espada de Gryffindor.

-Snape podría enviar a Phineas Nigellus a mirar dentro

de la casa por él -explicó Hermione a Ron mientras

volvía a su asiento-. Dejemos que lo intente ahora,

todo lo que Phineus Nigellus podrá ver es el interior de

mi bolso.

-¡Bien pensado! -dijo Ron, que parecía impresionado.

-Gracias -sonrió Hermione, acercándo su sopa-.

Entonces, Harry, ¿qué más ha pasado hoy?

-Nada -dijo Harry-. Vigilé la entrada del Ministerio

durante siete horas. Ni rastro de ella. Sin embargo vi a

tu padre, Ron. Parecía estar bien.

Ron asintió apreciando esta noticia. Habían estado de

acuerdo en que era demasiado peligroso intentar

comunicarse con el Señor Weasley mientras entraba y

salía del Ministerio, porque siempre estaba rodeado por

otros trabajadores del Ministerio Sin embargo era

tranquilizador verle de tanto en tanto, aunque

pareciera agotado y ansioso.

-Papá siempre nos decía que la gente del Ministerio

utiliza la Red Flu para ir a trabajar -dijo Ron-. Por eso no hemos visto a Umbridge, nunca camina, cree que es

demasiado importante como para eso.

- 271 -

-¿Y que hay de esa curiosa vieja bruja y el pequeño mago de la túnica azul marina? -preguntó Hermione.

-Oh, si, el tipo de Mantenimiento Mágico

-¿Cómo? -preguntó Hermione, con la cuchara

suspendida en medio del aire.

-Papá dice que todos los de Manteniento Mágico llevan

túnicas azul marinas.

-¡Pero nunca nos habías dicho eso!

Hermione dejó caer la cuchara y empujó hacia ella la

hoja de notas y mapas que ella y Ron habían estado

examinando cuando Harry había entrado en la cocina.

-No hay nada aquí sobre túnicas azul marino, nada! -

dijo, pasando fervientemente las páginas.

-Bueno, importa realmente?

-Ron, todo importa! Si vamos a entrar en el Ministerio

sin que nos cojan cuando deben estar a la búsqueda de

intrusos, cada pequeño detalle importa! Hemos estado

repasando esto una y otra vez, quiero decir, ¿de qué

sirven de todas estas salidas de reconocimiento si no te

molestas en contarnos...?

-Caray, Hermione, olvidé una cosita...

-Lo comprendes, ¿verdad?, que probablemente no haya

lugar más peligroso en el mundo entero para nosotros

ahora mismo que el ministerio de....

- 272 -

-Creo que deberíamos hacerlo mañana, -dijo Harry.

Hermione se quedó congelada, con la mandíbula

colgando. Ron se atragantó un poco sobre su sopa.

-¿Mañana? -repitió Hermione-. ¿Hablas en serio, Harry?

-Solo digo -dijo Harry- que no creo que vayamos a estar

mucho mejor preparados de lo que estamos ahora si

rondamos alrededor de la entrada del Ministerio un mes

más. Cuando más lo alarguemos más lejos podría estar

el relicario. Ya hay muchas posibilidades de que

Umbridge lo haya tirado a la basura, esa cosa no se

abre.

-A menos -dijo Ron-, que encontrara una forma de

abrirlo y ahora esté poseída.

-No habría ninguna diferencia en su caso, ya era

malvada para empezar. -Harry se encogió de hombros.

Hermione se estaba mordiendo el labio, profundamente

pensativa.

-Sabemos todo lo importante -siguió Harry, dirigiéndose

a Hermione-. Sabemos que han acabado con las

Apariciones y Desapariciones dentro del Ministerio

Sabemos que ahora solo a algunos de los miembros

senior del Ministerio se les permite conectar sus casas

con la Red Flu, porque Ron oyó a esos Innombrables

quejarse de ello. Y sabemos más o menos donde está la

oficina de Umbridge porque tú oiste a ese tipo barbudo

contárselo a su compañero...

- 273 -

-Subo al primer piso, Dolores quiere verme -recitó Hermione inmediatamente.

-Exactamente -dijo Harry-. Y sabemos que acostumbran

a utilizar esas curiosas monedas, o esas señales, o lo

que sean, porque yo vi a esa bruja pedirle prestada una

a su amiga...

-¡Pero no tenemos ninguna!

-Si el plan funciona, la tendremos -continuó Harry

serenamente.

-No sé, Harry, no sé... Hay un enorme montón de cosas

que podrían ir mal y tantas oportunidades de...

-Eso será igual de cierto si pasamos otros tres meses

preparándonos -dijo Harry-. Es hora de actuar.

Podía ver, por las caras de Hermione y Ron, que

estaban asustados; él mismo no estaba particularmente

confiado tampoco, aunque estaba seguro de que éste

era el momento de poner en funcionamiento su plan.

Habían pasado las últimas cuatro semanas haciendo

turnos con la Capa Invisible y espiando la entrada

oficial de Ministerio, que Ron, gracias al Señor Weasley, conocía desde la niñez. Habían seguido a trabajadores

del Ministerio, oído a hurtadillas sus conversaciones, y

aprendido por medio de cuidadosa observación cuales

de ellos solían aparecer, solos, a la misma hora cada

día. Ocasionalmente habían tenido oportunidad de

escamotear un ejemplar de El Profeta del maletín de

- 274 -

alguien. Lentamente habían elaborado los mapas y notas que ahora se apilaban delante de Hermione.

-De acuerdo -dijo Ron lentamente- digamos que lo

hacemos mañana... Creo que deberíamos ser solo Harry

y yo.

-¡No empieces otra vez con eso! -suspiró Hermione-.

Creía que lo habíamos aclarado.

-Una cosa es rondar por las entradas bajo la Capa, pero

esto es diferente, Hermione -Ron pinchó con un dedo la

copia de El Profeta fechada diez días atras-. Estás en la lista de nacidos muggles que no se presentaron al

interrogatorio!

-¡Y se supone que tú estás muriéndote de spattergroit

en la Madriguera! Si hay alguien que no debería ir, ese

lugar es Harry, dan una recompensa de diez mil

galeones por su cabeza...

-Vale, me quedaré aquí -dijo Harry-. ¿Me lo haréis saber

si derrotáis a Voldemort, verdad?

Mientras Ron y Hermione reían, el dolor se disparó en la

cicatriz de la frente de Harry. Su mano saltó hacia ella.

Vio los ojos de Hermione estrecharse, e intentó

disimular el movimiento apartándose el pelo de los

ojos.

-Bueno, si vamos a ir los tres tendremos que

Desaparecer por separado -estaba diciendo Ron-. Ya no

cabemos todos bajo la capa.

- 275 -

La cicatriz le estaba doliendo más cada vez. Se puso de pie. Al instante, Kreacher se adelantó.

-El Amo no ha terminado su sopa. ¿Preferíria el Amo un

sabroso guiso, o algo de la tarta de melaza que al Amo

le gusta tanto?

-Gracias, Kreacher, pero volveré en un minuto... er...

voy al baño.

Consciente de que Hermione le estaba mirando

suspicazmente, Harry se apresuró escaleras arriba hacia

el vestíbulo y después al primer piso, donde se metió

en el baño y cerró la puerta con cerrojo otra vez.

Gruñendo de dolor, se derrumbó sobre la bañera negra

con las patas en forma de serpiente con la boca

abierta, y cerró los ojos...

Se deslizaba por una calle grisácea. Los edificios a

ambos lados de él eran altos y de madera; parecían

casas de gengibre.

Se aproximó a uno de ellos, entonces vio la blancura de

su mano de dedos largos contra la puerta. Llamó.

Sentía gran excitación...

La puerta se abrió. Una mujer sonriente estaba allí de

pie. Su cara se quedó blanca cuando miró a la cara de

Harry; el humor desapareció y el terror lo reemplazó.

-¿Gregorovitch? -dijo una voz alta y fría.

- 276 -

Ella sacudió la cabeza. Estaba intentando cerrar la puerta. Un mano blanca la sujetaba, evitando que la

cerrara.

-Quiero a Gregorovicth.

-¡Er whon hier mcht mehr! -gritó ella, sacudiendo la

cabeza-. ¡No vive aquí! ¡No vive aquí! ¡No le conozco!

Abandonando el intento de cerrar la puerta, empezó a

retroceder por el vestíbulo oscuro, y Harry siguió en

segida, y su mano de dedos largo sacó la varita.

-¿Dónde está?

-¡Das welf ieh nieht! ¡Se mudó! ¡No lo sé, no lo sé!

Él alzó la varita. Ella gritó. Dos niños pequeños llegaron corriendo al vestíbulo. Ella intentó escudarlos con sus

brazos. Se produjo un destello de luz verde...

-¡Harry! ¡HARRY!

Abrió los ojos; estaba tirado en el suelo. Hermione

estaba aporreando de nuevo la puerta.

-¡Harry, abre!

Había gritado, lo sabía. Consiguió levantarse y abrió la

puerta. Hermione cayó dentro al instante, recuperó el

equilibrio, y miró alrededor suspicazmente. Ron estaba

justo tras ella, con aspecto de estar nervioso mientras

apuntaba su varita a las esquinas del frío baño.

- 277 -

-¿Qué estabas haciendo? -preguntó Hermione severamente.

-¿Tú qué crees que estaba haciendo? -preguntó Harry

con una débil bravata.

-¡Estabas gritando a pleno pulmon! -dijo Ron.

-Oh, si... debe haberme quedado dormido o...

-Harry, por favor, no insultes nuestra inteligencia, -dijo Hermione, tomando aire profundamente-. Sabemos que

la cicatriz te dolía abajo, y estás blanco como una

sábana.

Harry se sentó en el borde de la bañera.

-Bueno, acabo de ver a Voldemort asesinar a una

mujer. En estos momentos probablemente ya haya

matado a toda su familia. Y no tenía necesidad. Fue

como lo de Cedric otra vez, estaban sólo...

-Harry, se supone que no ibas a dejar que esto volviera

a ocurrir! -gritó Hermione, su voz resonó a través del

baño-. ¡Dumbledore quería que usaras Occlumencia!

Pensaba que la conexión era peligrosa… ¡Voldemort

puede usarla, Harry! ¿Qué tiene de bueno observarlo

matar y torturar, cómo puede ayudar?

-Porque así sé qué está haciendo -dijo Harry.

-¿Así que no vas ni siquiera a intentar cerrarla?

- 278 -

-Hermione, no puedo. Tú sabes que soy malísimo en Oclumencia, nunca le he cogido el truco.

-¡Nunca lo has intentado realmente! –dijo Hermione

amargamente-. No consigo entender que te guste tener

esta conexión especial o relación o… lo que sea…"

Hermione vaciló ante la mirada que le echó él mientras

se levantaba.

-¿Gustarme? -dijo en voz baja-. ¿A ti te gustaría?

-Yo… no… lo siento, Harry, no quería decir…

-Lo odio, odio el hecho de que pueda estar dentro de

mí, de tener que verle cuando es más peligroso. Pero

voy a utilizarlo.

-Dumbledore…

-Olvidate de Dumbledore. Ésta es mi elección, de nadie

más. Quiero saber por qué va tras Gregorovitch.

-¿Quién?

-Es un fabricante de varitas extranjero – dijo Harry-.

Hizo la varita de Krum y éste dice que es el mejor.

-Pero según tú –dijo Ron-, Voldemort ya tiene a

Ollivander bajo llave en algún lugar. ¿Si ya tiene un

fabricante de varitas, para qué necesita otro?

-Tal vez coincide con Krum, tal vez piensa que

Gregorovitch es el mejor....o quizás piensa que

- 279 -

Gregorovitch podrá explicar  lo  que  hizo  mi  varita cuando me estaba persiguiendo, porque Ollivander no

lo sabe.

Harry echó un vistazo al rajado y polvoriento espejo y

vio a Ron y Hermione intercambiar miradas escépticas a

su espalda.

-Harry, tú sigues hablando de lo que hizo tu varita -dijo Hermione-, ¡pero fuiste tú quien lo hizo! ¿Por qué estás

tan decidido a no asumir la responsabilidad de tu

propio poder?

-¡Porque sé que no fui yo! ¡Y Voldemort también lo

sabe, Hermione! ¡Los dos sabemos lo que pasó en

realidad!

Le miraron furiosos. Harry sabía que no había

convencido a Hermione y que esta estaba preparando

contrargumentos, tanto contra su teoría sobre su varita

como sobre el hecho de que estuviera permitiéndose

entrar en la mente de Voldemort. Para su alivio,

intervino Ron.

-Déjalo –la aconsejó-. Es su decisión. Y si vamos a ir

mañana al ministerio, ¿no crees que deberíamos

repasar el plan?

De mala gana, lo que fue evidente para los otros dos,

Hermione dejó estar el tema, aunque Harry estaba

bastante seguro de que atacaría de nuevo a la primera

oportunidad. Mientras tanto, regresaron a la cocina de

sótano, donde Kreatcher les sirvió estofado y tarta de

melaza.

- 280 -

No se acostaron hasta bastante tarde esa noche, después de pasar horas repasando el plan hasta que

cada uno pudo recitarselo a los demás al dedillo. Harry,

que ahora dormía en el dormitorio de Sirius, estuvo

tendido en la cama a la luz de su varita contemplando

la vieja foto de su padre, sirius, Lupin, y Pettigrew, y

murmurando el plan para sí durante otros diez minutos.

Cuando se extinguió la luz de su varita, sin embargo, no

pensó en Pociones Multijugo, Pastillas Vomitivas, o en

las túnicas azul marino de los de Mantenimiento

Mágico, sino en el fabricante de varitas Gregorovitch, y

en cuánto tiempo podría permanecer escondido cuando

Voldemort empezara a buscarlo con determinación.

El amanecer pareció seguir a la medianoche con

indecente prisa.

-Se te ve fatal -le saludó Ron cuando entró en la

habitación a despertarle.

-No durará mucho -dijo Harry, bostezando.

Encontraron a Hermione abajo, en la cocina. Kreacher

le estaba sirviendo café y bollos calientes, y tenía esa

expresión levemente maníaca que Harry asociaba con

los exámenes.

-Túnicas -dijo respirando, advirtiendo su presencia con

una inclinación de cabeza nerviosa, mientras seguía

hurgando en su bolso bordado-. Poción Multijugos…Capa

de Invisibilidad… Detonadores Trampa… deberíais llevar

un par cada uno por si acaso… Pastillas Vomitivas,

Turrón Hemorragia Nasal, Orejas Extensibles...."

- 281 -

Se bebieron de un trago el desayuno y se fueron arriba, mientras Kreacher les hacía reverencias y les prometía

tener un pastel de carne y riñones preparado para

cuando regresaran.

-Bendíto sea –dijo Ron cariñosamente-, y pensar que

solía fantasear con cortarle la cabeza y clavarla en la

pared.

Se abrieron paso hasta el primer escalón con una

precaución inmensa. Podían ver a un par de mortífagos

con los ojos como platos mirando hacia la casa desde el

otro lado de la nebulosa plaza.

Hermione Desapareció primero con Ron, luego volvió a

por Harry.

Después de la breve y habitual adaptación a la

oscuridad y la desorientación tras el hechizo, Harry se

encontró en el diminuto callejón en el que habían

programado que tuviera lugar la primera fase del plan.

Estaba desierto, salvo por un par de recipientes

grandes; los primeros trabajadores del Ministerio no

aparecían generalmente por allí hasta al menos las

ocho.

-Todo bien -dijo Hermione, verificando su reloj-.

Debería estar aquí en aproximadamente cinco minutos.

Cuando la haya dejado sin sentido…

-Hermione, lo sabemos – dijo Ron severamente-. ¿Y

quien se supone que iba a abrir la puerta antes de que

llegue?

- 282 -

Hermione chilló.

-¡Casi se me olvida! Quedaos atrás…

Apuntó con su varita mágica a la salida de incendios

cerrada con candado y llena de pintadas que había

junto a ellos, que se abrió con un estallido. El oscurro

corredor desembocaba, como sabían gracias a su

cuidadoso reconocimiento previo, en un teatro vacío.

Hermione tiró de la puerta hacia ella, de forma que

pareciera que todavía estaba cerrada.

-Y ahora -dijo, volviendo a mirar a los otros dos en el

callejón-, nos ponemos la capa otra vez…

-… y esperamos -terminó Ron, haciendo un gesto sobre

la cabeza de Hermione como si echara una manta sobre

una jaula de pájaros, y poniendo los ojos en blanco

hacia Harry.

Poco más de un minuto después, se produjo una

diminuta explosión, y una pequeña bruja de Ministerio

con el pelo suelto y gris se Apareció junto a ellos,

parpadeó un poco por el repentino brillo, el sol

acababa de salir desde detrás de una nube, pero apenas

tuvo tiempo de disfrutar de su inesperada tibieza antes

de que el silencioso Hechizo Aturdidor de Hermione la

golpeara en el pecho y se desplomara.

-Bien hecho, Hermione –dijo Ron, surgiendo de detrás

de un poste junto a la puerta del teatro mientras Harry

se quitaba la Capa de Invisibilidad. Juntos llevaron a la pequeña bruja por el oscuro pasillo que llevaba a los

bastidores. Hermione arrancó algunos pelos de la

- 283 -

cabeza de la bruja y los añadió a un matraz de barro con Poción Multijugos que había sacado de su bolso.

Ron estaba rebuscando en el bolso de la pequeña bruja

.

-Es Mafalda Hoppkiss -dijo, leyendo una tarjeta

pequeña que identificaba a su víctima como ayudante

de  la  Oficina  Contra  el  Uso  Incorrecto  de  la  Magia-.

Será mejor que lleves tú esto, Hermione, y aquí están

las monedas.

Le pasó algunas monedas de oro pequeñas, todas

grabadas con las siglas M.O.M., que había cogido del

monedero de la bruja.

Hermione se bebió la Poción Multijugos, que tenía

ahora un agradable color heliotropo, y en unos

segundos, estuvo de pie ante ellos el doble de Mafalda

Hopkirk. Cuando le quitó las gafas a Mafalda y se las

puso, Harry comprobó su reloj.

-Estamos tardando, el Sr. Mantenimiento Magico llegará

en cualquier momento.

Se apresuraron a cerrar la puerta tras la verdadera

Mafalda. Harry y Ron se echaron la Capa de Invisibilidad

por encima, mientras Hermione se quedaba a la vista,

esperando. Varios segundos después se producía otro

estallido, y un mago pequeño y de aspecto perruno

apareció ante ellos.

-Oh, hola, Mafalda

- 284 -

-¡Hola! -dijo Hermione con voz temblorosa-. ¿Cómo estás?

-No demasiado bien, en realidad – respondió el pequeño

mago, que parecía cabizbajo.

Cuando Hermione y el mago fueron hacia la calle

principal, Harry y Ron se deslizaron tras ellos.

-Siento oír que estás mal -dijo Hermione hablandole

firmemente al pequeño mago que trataba de

explayarese con sus problemas; era esencial detenerlo

antes de que llegara a la calle-. Toma, ten un dulce.

-¿Eh? Oh, no gracias.

-¡Insisto! -dijo Hermione agresivamente, agitando la

bolsa de pastillas en su cara. Un poco alarmado, el

pequeño mago se tomó uno.

El efecto fue instantáneo. En cuanto la pastilla tocó su

lengua, el pequeño mago empezó a vomitar tanto que

ni siquiera notó cuando Hermione le arrancó unos

cuantos pelos de la coronilla.

-¡Oh querido! -Dijo, mientras él salpicaba el callejón

con su vómito-. ¡Quizás sea mejor que te tomes el día

libre!

-No… ¡no! -Se ahogó e tuvo arcadas, tratando de seguir

su camino pese a ser incapaz de caminar derecho.

-Debo… hoy… debo ir…

- 285 -

-¡Pero eso es absurdo! –dijo Hermione, alarmada-. No puedes ir a trabajar en este estado… ¡creo que deberías

ir a San Mungo a que te curen!

El mago se había derrumbado, intentando todavía, a

cuatro patas, gatear hacia la calle principal.

-¡No puedes ir al trabajo así! -lloriqueó Hermione.

Él por fin pareció aceptar la verdad de sus palabras.

Utilizando un Encantamiento Repulsor Hermione le

ayudó a volver a sentarse, él giró en el lugar y se

desvaneció, sin dejar atrás al marcharse nada más que

la bolsa que Ron le había quitado de las manos y

algunos resto de vómito.

-Urgh -dijo Hermione, sujentando en alto el ruedo de su

túnica para evitar los charcos de vómito-. Habría sido

mucho menos molesto Aturdirle.

-Si -dijo Ron, emergiéndo de debajo de la capa y

sujetando la bolsa del mago-, pero entonces tendríamos

una enorme pila de cuerpos inconscientes que habría

atraído mucho más la atención.

En dos minutos, Ron estaba allí ante ellos, tan pequeño

y perruno como el mago enfermo, y vistiendo la túnica

azul marino que había estado doblada en su bolsa.

-Es raro que no la lleve todo el día, ¿verdad? viendo lo

mucho que quería marcharse. De cualquier modo, soy

Reg Cattermole, de acuerdo con la etiqueta de mi

bolsa.

- 286 -

-Ahora espera aquí -dijo Hermione a Harry, que todavía estaba bajo la Capa de Invisibilidad-. Y volveremos con

algunos cabellos para ti.

Tuvo que esperar diez minutos, pero a Harry le pareció

mucho más, acechando solo en el callejón salpicado de

vómito junto a la puerta que ocultaba a la Aturdida

Mafalda. Finalmente Ron y Hermione reaparecieron.

-No sabemos quien es, -dijo Hermioe, pasando a Harry

varios cabellos negros rizados, ¡pero se fue a casa con

una horrorosa hemorragia nasal! Aqui tienes, es

bastante alto, necesitarás una túnica más grande...

Sacó un conjunto de túnicas viejas que Kreacher había

lavado para ellos, y Harry se retiró para tomar la poción y cambiarse.

Una vez la dolorosa transformación estuvo completa

tenía más de metro ochenta de estatura, a los que

acompañaba unos brazos bien musculados y una

poderosa constitución. También tenía barba.

Guardando la Capa de Invisibilidad y sus gafas dentro

de su nueva túnica, se unió a los otros dos.

-Caray, es escalofriante -dijo Ron, mirando a Harry,

que ahora se erguía sobre él.

-Cojamos algunas de las fichas de Mafalda -dijo

Hermione a Harry y entremos, son casi las nueve.

Salieron del callejón juntos. Cincuenta yardas a lo largo de la acera atestada había barandillas negras que

- 287 -

bordeaban dos juegos de escalones, uno etiquetado como CABALLEROS y otro DAMAS.

-Os veo en un momento entonces -dijo Hermione

nerviosamente, y bajó tambaleante los escalones de

DAMAS. Harry y Ron se unieron a un buen número de

hombres extrañamente vestido que descendían a lo que

parecía ser un baño público subterráneo ordinario,

azulejado de mugriento blanco y negro.

-¡Buenos días, Reg! -llamó otro mago de túnica azul

marina  y  se  metió  en  un  cubículo  insertando  su  ficha dorada en una ranura de la puerta-. Menudo grano en el

culo, este, ¿eh? ¡Obligarnos a todos a ir al trabajo de

esta forma! ¿Quién creen que va a colarse dentro, Harry

Potter?

El  mago  rugió  de  risa  ante  su  propia  ocurrencia.  Ron soltó una risita forzada.

-Si, -dijo- estúpido, ¿verdad?

Y él y Harry se metieron un cubículos adyacentes.

De derecha e izquierda a Harry le llegaba el ruido de

tirar de la cadena. Se agachó y espió a través de la

abertura del fondo del cubículo, justo a tiempo para

ver un par de pies calzados con botas entrár en el baño

de la puerta de al lado.

Miró a la izquierda y vio a Ron parpadeando hacia él.

-¿Tenemos que tirarnos por el retrete? -susurró.

- 288 -

-Busca como, -le respondió Harry en susurros; su voz salió profunda y grave.

Se pusieron ambos de pie. Sintiéndose

excepcionalmente tonto, Harry trepó al retrete

Supo al instante que había hecho lo correcto; a pesar

de que parecía estar de pie en el agua, sus zapatos,

pies y ropa permanecían secos. Extendió la mano hacia

arriba, tiró de la cadena, y al momento siguiente

bajaba zumbando por un corto tobogán, emergiendo de

una chimenea en el Ministerio de Magia.

Se puso en pie torpemente. Había en él un montón más

cuerpo del que estaba acostumbrado a manejar. El

grandioso atrio parecía más oscuro de lo que Harry

recordaba. Anteriormente una fuente doraba había

llenado el centro del vestíbulo, lanzando chorros

dorados de luz sobre la madera pulida del suelo y las

paredes. Ahora una estatua gigante de piedra negra

dominaba la escena. Era bastante aterradora, una vasta

escultura de una bruja y un mago sentados en tronos

muy ornamentados, bajando la mirada hacia los

trabajadores del Ministerio que salían despedidos de las

chimeneas bajo ellos. Grabadas en letras de treinta

centímetros de altura en la base de la estatura estaban

las palabras

LA MAGIA ES PODER.

Harry recibió un fuerte golpe en la parte de atrás de las piernas; otro mago acababa de salir de la chimenea tras

él.

- 289 -

-¡Fuera de mi camino, no puedes... oh, lo siento, Runcorn!

Claramente asustado, el mago parcialmente calvo se

apresuró a alejarse. Aparentemente el hombre al que

Harry estaba representando, Runcorn, era intimidante.

-¡Psst! -dijo una voz, y miró alrededor para ver a una

bruja de cabello corto y al mago de aspecto perruno de Mantenimiento Mágico gesticulando hacia él junto a la

estatua. Harry se apresuró a unirse a ellos.

-¿Todo bien entonces? -susurró Hermione a Harry.

-No, todavía está embutido dentro de ese cerdo -dijo

Ron.

-Oh, muy divertido... es horrible, ¿verdad? -dijo a

Harry, que estaba mirando la estatua-. ¿Ves en qué

están sentados?

Harry miró más atentamente y comprendió que lo que

había pensado que eran tronos con tallas decorativas

eran en realidad montones de seres humanos

esculpidos; cientos y cientos de cuerpos desnudos,

hombres, mujeres y niños, todos con caras bastante

estúpidas y feas, retorcidos y presionados todas juntas

para soportar el peso del los magos bien vestidos.

-Muggles -susurró Hermione-.  En  el  lugar  que  les

corresponde. Vamos, entremos.

Se unieron a la marea de brujas y magos que avanzaban

hacia las verjas doradas al final del vestíbulo, mirando

- 290 -

alrededor e intentando parecer tan poco sospechosos como fuera posible, pero no había señales de la

inconfundible figura de Dolores Umbridge. Pasaron a

través de las verjas a un vestíbulo más pequeño donde

se formaban colas delante de veinte rejas doradas que

albergaban otros tantos ascensores.

-¡Cattermole!

Miraron alrededor; el estómago de Harry dio un vuelco.

Uno de los mortifagos que habían presenciado la

muerte de Dumbledore se acercaba a zancadas a ellos.

Los trabajadores del Ministerio que estaban junto a

ellos se quedaron en silencio, el hombre fruncía el

ceño, su cara ligeramente animal contrastaba

extrañamente con su magnífica y abrumadora túnica,

bordada con mucho hilo dorado. Algunos de entre la

multitud que se reunía alrededor de los ascensores

gritaron aduladoramente: ¡Buenos días Yaxleay!. Yaxley

los ignoró.

-Solicité a alguien de Mantenimiento Mágico para

ocuparse de mi oficina, Cattermole. Todavía está

lloviendo allí.

Ron miró alrededor como si esperara que algún otro

interviniera, pero nadie habló.

-¿Lloviendo... en su oficina? Eso... Eso no es bueno,

¿verdad?

Ron soltó una risa nerviosa. Los ojos de Yaxley se

abrieron de par en par.

- 291 -

-Crees que es divertido, Cattermole, ¿verdad?

Un par de brujas se separaron de la cola del ascensor y

se alejaron apresuradamente.

-No -dijo Ron-. No, por supuesto...

-¿Comprendes que voy de camino abajo para interrogar

a tu esposa, Cattermole? De hecho, me sorprende

bastante que no estés allí abajo cogiéndola de la mano

mientras espera. Ya la has dado por perdida, ¿verdad?

Probablemente sabio. Asegúrate de casarte con una

sangrepura la próxima vez.

Hermione emitió un pequeño grito de horror. Yaxley la

miró. Ella tosió débilmente y se giró.

-Yo... yo... -tartamudeó Ron.

-Pero si mi esposa fuera acusada de ser una nacida

muggle -dijo Yaxley-... no es que ninguna mujer con la

que yo me casara pudiera ser confundida con esa

basura... y el Jefe del Departamento de Refuerzo de la

Ley Mágica necesitara que se hiciera un trabajo,

convertiría en mi prioridad hacer ese trabajo,

Cattermole. ¿Me comprendes?

-Si -murmuró Ron.

-Entonces atiéndelo, Cattermole, y si mi oficina no está

completamente seca dentro de una hora, el Estatus de

Sangre de tu mujer será más grave incluso de lo que ya

es ahora.

- 292 -

La reja dorada ante ellos se abrió traqueteando. Con un asentimiento y una sonrisa complacida a Harry, de

quien evidentemente se esperaba que apreciara este

tratamiento a Cattermole, Yaxley se alejó hacia el otro

ascensor. Harry, Ron y Hermione entraron en el suyo,

pero nadie les siguió. Era como si fueran contagiosos.

Las rejas se cerraron con un sonido metálico y el

ascensor empezó a subir.

-¿Qué voy a hacer? -preguntó Ron a los otros dos,

parecía afligido-. Si no aparezco, mi esposa... quiero

decir la esposa de Cattermole...

-Iremos contigo, deberíamos permanecer juntos... -

empezó Harry pero Ron sacudió la cabeza

fervorosamente.

-Eso es una locura, no tenemos mucho tiempo. Vosotros

dos encontrad a Umbridge, yo iré y arreglaré lo de la

oficina de Yaxley... ¿pero como hago que deje de

llover?

-Intenta con Finite Incantatem -dijo Hermione en

seguida-, eso debería detener la lluvia si es un

maleficio o una maldición; si no lo es, algo va mal con

el Encantamiento Atmosférico, lo que sería más difícil

de arrelgar, así que como medida provisoria intenta

Impervious para proteger sus pertenencias...

-Pronuncialo de nuevo, lentamente... -dijo Ron,

buscando desesperadamente en sus bolsillos una pluma,

pero en ese momento el asensor saltó y se detuvo.

Una voz femenina e incorporea dijo.

- 293 -

-Nivel cuatro, Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas, que incluye las Divisiones de

Bestias, Seres y Espíritus, la Oficina de Coordinación de Duendes y la Agencia Consultiva de Plagas.. -Y las rejas

se abrieron de nuevo, admitiendo a un par de magos y

varios aviones de papeles de un pálido violeta que

revolotearon alrededor de la lámpara del techo del

ascensor.

-Buenos días, Albert -dijo un hombre peludo y con

barba, sonriendo a Harry. Él miró hacia Ron y Hermione

mientras el ascensor subía una vez más. Hermione

estaba ahora susurrando instrucciones frenéticas a Ron.

El mago se inclinó hacia Harry, con mirada maliciosa, y

murmuró.

-Dirk Cresswell, ¿eh? ¿De Coordinación de Duendes? Muy

buena, Albert. ¡Confío en que ahora conseguiré ese

puesto!

Le guiñó un ojo. Harry respondió con una sonrisa,

esperando que eso fuera suficiente. El ascensor se

detuvo, las rejas se abrieron una vez más.

-Nivel dos, Departamento de Seguridad Mágica, que

incluye la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia, el Cuartel General de Aurores y los Servicios

Administrativos del Wizengamot-dijo la voz incorpórea

de la bruja.

Harry vio a Hermione dar a Ron un pequeño empujón y

este se apresuró a salir del ascensor, seguido por otros

magos, dejando a Harry y Hermione solos. En el

- 294 -

momento en que las puertas doradas se hubieron cerrado, Hermione dijo muy rápido.

-En realidad, Harry, creo que será mejor que vaya con

él, no creo que sepa lo que está haciendo y si hace que

le descubran todo...

-Nivel uno, Ministro de Magia y Personal de Apoyo.

Las rejas doradas se separaron de nuevo y Hermione

jadeó. Cuatro personas estaba de pie ante ellos. Dos de

ellos inmersos en una animada conversación; un mago

de pelo largo que vestía una magnífica túnica de negro

y oro y una bruja rechoncha con aspecto de sapo que

llevaba un lazo de terciopelo en su corto cabello y

aferraba un portafolios contra su pecho.

- 295 -

Capítulo Trece

La comisión de registro de los nacidos muggles

—¡Ah, Mafalda! —dijo Umbridge, mirando a

Hermione—. ¿Travers te mandó a ti, eh?

—S-sí —chilló Hermione.

—Bien, servirás perfectamente bien. —Umbridge se

dirigió al mago vestido de negro y dorado—. Ese

problema está resuelto, Ministro, si pueden prescindir

de Mafalda en la oficina de Registros podremos

empezar inmediatamente. —Consultó su portafolios—.

¡Diez personas hoy y una de ellas la mujer de un

empleado del Ministerio! Vaya, vaya… ¡incluso aquí, en

el corazón del Ministerio! —Se metió en el ascensor tras

Hermione, al igual que los dos magos que habían estado

escuchando la conversación de Umbridge con el

Ministro—. Vamos directas abajo, Mafalda, encontrarás

todo lo que necesites en la sala del tribunal. Buenos

días, Albert, ¿no te bajas?

- 296 -

—Sí, por supuesto —dijo Harry con la voz profunda de Runcorn.

Harry salió del ascensor. La reja dorada se cerró con

un ruido metálico tras él. Mirando por encima de su

hombro, Harry vio el rostro ansioso de Hermione

perdiéndose de vista, con un mago alto a cada lado y

las gomas de pelo de terciopelo de Umbridge a nivel de

su hombro.

—¿Qué te trae por aquí arriba, Runcorn? —le

preguntó el nuevo Ministro de Magia. Su largo cabello

negro y barba estaban veteados de plateado, y una

frente sobresaliente ensombrecía sus brillantes ojos,

recordando a Harry a un cangrejo rebuscando bajo una

roca.

—Necesitaba hablar un momento con —Harry dudó

durante una fracción de segundo— Arthur Weasley.

Alguien dijo que estaba en la planta uno.

—Ah —dijo Pius Thicknesse—. ¿Le pillaron

contactando con un Indeseable?

—No —dijo Harry, con la garganta seca—. No, nada

de eso.

—Ah, bueno, es sólo cuestión de tiempo —dijo

Thicknesse—. Si quieres saber mi opinión, los traidores

de sangre son tan malos como los sangre sucia. Que

tengas un buen día, Runcorn.

—Que tenga un buen día, Ministro.

- 297 -

Harry vio a Thicknesse marcharse por el pasillo de alfombras gruesas. En el momento en que el Ministro se

perdió de vista, Harry sacó la Capa de Invisibilidad de

debajo de su pesada capa negra, se la lanzó por encima

y se dirigió por el pasillo en dirección opuesta. Runcorn era tan alto que Harry se vio obligado a parar para

asegurarse de que sus pies estuvieran ocultos.

El pánico le atenazó la parte baja del estómago.

Mientras pasaba junta varias puertas brillantes de

madera, cada una con una pequeña placa con el

nombre del propietario y su ocupación en ella, el

poderío del Ministerio, su complejidad, su

impenetrabilidad, pareció caer sobre él, de forma que

el plan que había tramado con tanto cuidado junto a

Ron y Hermione durante las últimas cuatro semanas

pareció absurdamente infantil. Habían concentrado

todos sus esfuerzos en acceder al interior sin ser

detectados: no habían pensado en lo que harían si se

veían obligados a separarse. Ahora Hermione estaba

metida en procedimientos legales, que indudablemente

se prolongaban durante horas; Ron estaba luchando por

hacer magia que Harry estaba seguro de que estaba por

encima de su nivel, con la libertad de una mujer

posiblemente dependiendo de los resultados, y él,

Harry, estaba paseándose por el piso superior cuando

sabía perfectamente bien que su presa acababa de

bajar en el ascensor.

Dejó de caminar, se apoyó contra una pared e

intentó decidir lo que hacer. El silencio se abatió sobre él: allí no había bullicio, ni conversaciones, ni pasos

ligeros; los pasillos de alfombras púrpuras estaban

- 298 -

callados como si hubiesen lanzado un hechizo  Muffliato en ellos.

Su oficina debe estar aquí arriba, pensó Harry.

Parecía bastante poco probable que Umbridge

guardase las joyas en su oficina, pero por otro lado,

parecía tonto no buscar para asegurarse. Por lo tanto,

se dirigió de nuevo por el pasillo pasando sólo junto a

un mago con el ceño fruncido que murmuraba

instrucciones a una pluma que flotaba delante de él,

garabateando en un trozo de pergamino.

Ahora prestando atención a los nombres en las

puertas, Harry torció en una esquina. A medio camino

por el siguiente pasillo se encontró en un espacio

amplio y abierto donde una docena de brujas y magos

estaban sentados en filas en pequeños pupitres, no muy

diferentes a los del colegio, aunque mucho más pulidos

y sin pintadas. Harry se detuvó para mirarlos, porque el

efecto era bastante hipnótico. Todos estaban agitando

y haciendo girar sus varitas al unísono, y cuadrados de

papel de colores volaban en todas direcciones como

pequeñas cometas rosas. Tras unos pocos segundos,

Harry se dio cuenta de que los procedimientos seguían

un ritmo, de que todos los papeles formaban el mismo

patrón; y tras otros pocos segundos se dio cuenta que

estaba viendo la creación de panfletos, que los papeles

cuadrados eran páginas, que, cuando se juntaban, se

plegaban y se les aplicaba magia, y se depositaban en

pilas ordenadas al lado de cada bruja o mago.

Harry se aproximó con sigilo, aunque los

trabajadores estaban tan concentrados en lo que

- 299 -

estaban haciendo que dudaba que notasen un paso silencioso sobre la alfombra, y cogió un panfleto

completo de la pila de detrás de una bruja joven. Lo

examinó bajo la capa de Invisibilidad. Su portada rosa

estaba grabada con un título dorado:

SANGRES SUCIA

Y los Peligros Que Suponen

para una Pacífica Sociedad de Sangre Limpia 

Bajo el título había un dibujo de una rosa roja con

una cara de sonrisa tonta en el medio de los pétalos,

siendo estrangulada por una mala hierba verde con

colmillos y el entrecejo fruncido. En el panfleto no

figuraba el nombre del autor, pero de nuevo, las

cicatrices en la parte posterior de su mano derecha

parecieron hormiguear mientras lo examinaba.

Entonces la joven bruja a su lado confirmó su

suposición al decir, todavía agitando y dando vueltas a

su varita:

—¿Alguien sabe si la vieja arpía se pasará todo el día

interrogando a sangres sucia?

—Cuidado —dijo el mago a su lado, mirando con

nerviosismo a su alrededor; una de sus páginas perdió

el ritmo y cayó al suelo.

—¿Qué pasa, ahora tiene orejas mágicas además de

un ojo?

- 300 -

La bruja miró hacia la puerta brillante de caoba frente al espacio lleno de fabricantes de panfletos;

Harry también miró y la cólera se alzó en su interior

como una serpiente. Donde debería haber habido una

mirilla en una puerta principal muggle, un ojo grande y

redondo con un brillante iris azul había sido colocado

en la madera… un ojo que era terriblemente familiar

para cualquiera que hubiese conocido a Alastor Moody.

Durante una fracción de segundo Harry se olvidó de

donde se encontraba y lo que estaba haciendo allí:

incluso se olvidó de que era invisible. Avanzó

directamente hacia la puerta para examinar el ojo. No

se movía: miraba ciegamente hacia arriba, congelado.

En la placa que tenía debajo se leía:

DOLORES UMBRIDGE

SUBSECRETARIA DEL MINISTRO

Debajo de eso, una placa nueva ligeramente más

brillante ponía:

JEFA DE LA COMISIÓN DE REGISTRO

DE NACIDOS MUGGLES

Harry volvió la vista a las docenas de fabricantes de

panfletos; aunque estaban concentrados en su trabajo,

difícilmente podía suponer que no notasen que la

puerta de una oficina vacía se abría delante de ellos.

Por lo tanto sacó de un bolsillo interior un extraño

objeto con pequeñas piernas que se balanceaban y una

bocina de caucho como cuerpo. Poniéndose en cuclillas

- 301 -

bajo la capa, colocó el Detonador Trampa sobre el suelo.

Este se escabulló al momento entre las piernas de los

magos y brujas que estaban enfrente. Unos pocos

momentos después, durante los que Harry estuvo

esperado con la mano en el pomo, se oyó un fuerte

golpe y una gran cantidad de humo negro acre ondeó en

una esquina. La joven bruja de la primera fila chilló:

páginas rosas volaron por todas partes cuando ella y sus

compañeros saltaron, buscando la fuente del revuelo.

Harry giró el pomo, entró en la oficina de Umbridge y

cerró la puerta.

Sintió como si hubiese retrocedido en el tiempo. La

habitación era exactamente igual que la oficina de

Umbridge en Hogwarts: colgaduras de encaje, paños y

flores secas cubrían cada superficie disponible. Las

paredes tenían los mismos platos ornamentales, cada

uno con un gatito muy coloreado decorado con lazos,

brincando y retozando con repugnante monería. El

escritorio estaba cubierto por una tela con flores y

volantes. Detrás del ojo de Ojoloco, un enganche

telescópico permitía a Umbridge espiar a los

trabajadores que estaban al otro lado. Harry miró por

él y vio que todavía estaban reunidos en torno al

Detonador TrampaArrancó el telescopio de la puerta, dejando un agujero en su lugar, le sacó el ojo mágico y

se lo guardó en el bolsillo. Después se giró para

examinar de nuevo la habitación, levantó la varita y

murmuró:

—¡ Accio relicario!

- 302 -

No pasó nada, pero era lo que había esperado; sin duda Umbridge sabía todo sobre encantamientos y

hechizos protectores. Por lo tanto se apresuró hacia

detrás del escritorio y empezó a abrir los cajones. Vio

plumas y cuadernos de notas y celo mágico;

sujetapapeles que se enroscaban como serpientes

saliendo del cajón y a los que había que hacer

retroceder; una recargada cajita con encaje llena de

gomas y pinzas de pelo de repuesto; pero ni rastro de

un relicario.

Había un archivador detrás del escritorio. Harry

empezó a buscar en él. Como los archivadores de Filch

en Hogwarts, estaba lleno de carpetas, cada una

etiquetada con un nombre. No fue hasta que Harry

llegó al cajón que estaba más abajo que vio algo que lo

distrajo de su búsqueda: el archivo del señor Weasley.

Lo sacó y lo abrió.

ARTHUR WEASLEY

ESTADO DE SANGRE: Sangre pura, pero con

inaceptables tendencias a favor de los muggles.

Conocido miembro de la Orden del Fénix.

FAMILIA: Mujer (sangre pura), siete hijos, los dos más

jóvenes en Hogwarts. Nótese bien: el hijo más joven

está actualmente en casa, seriamente enfermo. Los

inspectores del Ministerio lo confirmaron.

ESTADO DE SEGURIDAD: RASTREADO. Todos los

movimientos están siendo controlados. Fuerte

- 303 -

probabilidad de que el Indeseable nº 1 contacte (ha estado previamente con la familia Weasley)

—Indeseable número uno —murmuró Harry en voz

baja mientras volvía a colocar la carpeta del señor

Weasley y cerraba el cajón. Tenía una idea de quién

era ese, y efectivamente, cuando se enderezó y echó

un vistazo a la oficina buscando nuevos sitios donde

ocultar cosas, vio un póster de sí mismo en la pared,

con las palabras INDESEABLE Nº 1 estampadas en su

torso. Una pequeña nota rosa estaba con un dibujo de

un gatito estaba clavada en la esquina. Harry se acercó

hasta allí para leerla y vio lo que Umbridge había

escrito:  “A ser castigado”

Más enfadado que nunca, procedió a buscar a tientas

en los fondos de los jarrones y cestas de flores secas,

pero no le sorprendió demasiado de que el relicario no

estuviese allí. Barrió la oficina con una última mirada y su corazón dio un salto. Dumbledore le estaba mirando

desde un pequeño espejo rectangular, sujeto a una

librería tras el escritorio.

Harry atravesó el cuarto a la carrera y lo cogió, pero

en el momento en que lo tocó se dio cuenta de que no

era un espejo. Dumbledore estaba sonriendo

melancólicamente desde la portada de un libro

reluciente; Harry no se dio fijó de inmediato en la

curvada escritura verde sobre su sombrero — Vida y 

Mentiras de Albus Dumbledore— y tampoco de la

escritura más pequeña sobre su torso: “por Rita

Skeeter, autora de éxito de  Armando Dippet: ¿Maestro 

o Idiota?

- 304 -

Harry abrió el libro de forma aleatoria y vio una fotografía en una página que mostraba a dos

adolescentes, ambos riendo sin moderación con los

brazos alrededor de los hombros del otro. Dumbledore,

ahora con el pelo largo hasta los codos, se había dejado

crecer una barba rala que recordaba a la de Krum, y

que tanto había molestado a Ron. El muchacho que se

reía en silenciosa diversión junto a Dumbledore tenía

un aire eufórico y salvaje. Su cabello dorado caía en

rizos sobre sus hombros. Harry se preguntó si sería un

joven Doge, pero antes de poder comprobar el pie de

foto, la puerta de la oficina se abrió.

Si Thicknesse no hubiese estado mirando por encima

del hombro al entrar, Harry no habría tenido tiempo de

cubrirse con la Capa de Invisibilidad. Aun así, creyó que Thicknesse tal vez había vislumbrado un movimiento,

porque durante un momento o dos se quedó bastante

quieto, mirando con curiosidad al lugar donde Harry se

acababa de desvanecer. Quizás decidiendo que todo lo

que había visto era a Dumbledore rascándose la nariz

en la portada del libro, porque Harry lo había colocado

con rapidez en el estante, Thicknesse al fin se acercó al escritorio y apuntó con su varita a la pluma preparada

en el tintero. Esta salió disparada y empezó a

garabatear una nota para Umbridge. Muy despacio, casi

sin atreverse a respirar, Harry salió de la oficina hacia el espacio abierto que estaba detrás.

Los fabricantes de panfletos todavía estaban

apiñados alrededor de los restos del Detonador Trampa,

que continuaba ululando débilmente mientras echaba

humo. Harry se apresuró al pasillo mientras una bruja

decía:

- 305 -

—Me apuesto a que llegó hasta aquí desde Encantamientos Experimentales. Son tan descuidados,

¿recuerdas aquel pato venenoso?

Volviendo con rapidez a los ascensores, Harry repasó

sus opciones. Nunca había sido muy probable que el

medallón estuviera en el Ministerio, y no había

esperanza de sacarle a Umbridge su localización con un

encantamiento mientras estuviera sentada en una sala

atestada. Su prioridad ahora tenía que ser abandonar el

Ministerio antes de que los descubrieran, e intentarlo

de nuevo otro día. Lo primero que tenía que hacer era

encontrar a Ron, y entonces podían pensar en una

manera de sacar a Hermione de la sala del tribunal.

El ascensor estaba vacío cuando llegó. Harry saltó al

interior y se sacó la Capa de Invisibilidad cuando este

empezó a descender. Para su enorme alivio, cuando se

detuvo en la planta dos, un Ron, empapado y con los

ojos muy abiertos, entró.

—B-buenos días —tartamudeó hacia Harry mientras el

ascensor se volvía a poner en marcha.

—¡Ron, soy yo, Harry!

—¡Harry! Caray, me había olvidado del aspecto que

tenías… ¿Por qué no está Hermione contigo?

—Tuvo que bajar a las salas del tribunal con

Umbridge, no pudo rechazarla, y…

Pero antes de que Harry pudiese acabar el ascensor

se detuvo otra vez: las puertas se abrieron y el señor

- 306 -

Weasley entró, hablando con una bruja anciana cuyo cabello rubio estaba estirado tan alto que parecía un

hormiguero.

—… entiendo muy bien lo que me dices, Wakanda,

pero me temo que no puedo participar en…

El señor Weasley se interrumpió; se había fijado en

Harry. Fue muy extraño que el señor Weasley le

fulminase con la mirada con tanta aversión. Las puertas

del ascensor se cerraron y los cuatro bajaron

lentamente una vez más.

—Oh, hola Reg —dijo el señor Weasley, mirando

alrededor ante el sonido del chorrear constante de la

túnica de Ron—. ¿No estaban hoy interrogando a tu

mujer? Eh… ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estás tan

mojado?

—En la oficina de Yaxley está lloviendo —dijo Ron. Le

habló al hombro del señor Weasley, y Harry estaba

seguro de que temía que su padre pudiese reconocerlo

si se miraban directamente a los ojos—. No pude

pararlo, así que me enviaron a buscar a Bernie…

Pillsworth, creo que dijeron…

—Sí, últimamente ha estado lloviendo en muchas

oficinas —dijo el señor Weasley—. ¿Intentaste una

Maldición Meteorológica Recanto? A Bletchley le

funcionó.

—¿Maldición Meteorológica Recanto? —susurró Ron—.

No, no lo probé. Gracias p… quiero decir, gracias,

Arthur.

- 307 -

Las puertas del ascensor se abrieron; la vieja bruja del pelo de hormiguero salió, y Ron la siguió hasta

perderse de vista. Harry hizo un movimiento para

seguirlo, pero encontró su camino bloqueado cuando

Percy Weasley entró en el ascensor, con la nariz

enterrada en unos papeles que estaba leyendo.

Hasta que las puertas se cerraron de nuevo con un

ruido metálico, Percy no se dio cuenta de que estaba

en un ascensor con su padre. Levantó la vista, vio a

Arthur, se puso rojo como un rábano y salió del

ascensor en cuanto las puertas se abrieron otra vez. Por

segunda vez Harry intentó salir, pero esta vez vio su

camino bloqueado por el brazo de Arthur.

—Un momento, Runcorn.

Las puertas del ascensor se cerraron y mientras

bajaban otro piso, el señor Weasley dijo:

—Oí que pasaste información sobre Dirk Cresswell.

Harry tuvo la impresión de que la ira del señor

Weasley no sólo era por haberse cruzado con Percy.

Decidió que su mejor opción era hacerse el tonto.

—¿Perdón? —dijo.

—No finjas, Runcorn —dijo el señor Weasley con

fiereza—. Localizaste al mago que falsificó su árbol

genealógico, ¿verdad?

—Yo… ¿y qué si lo hice? —dijo Harry.

- 308 -

—Que Dirk Cresswell es diez veces mejor mago que tú —dijo el señor Weasley con calma, mientras el

ascensor bajaba todavía más—. Y si sobrevive a

Azkaban, tendrás que responder ante él, por no decir

ante su mujer, sus hijos y sus amigos…

—Arthur —le interrumpió Harry—, ¿sabes que te están

investigando, verdad?

—¿Eso es una amenaza, Runcorn? —dijo el señor

Weasley elevando la voz.

—No —dijo Harry— ¡Es un hecho! Están vigilando cada

movimiento que haces…

Las puertas del ascensor se abrieron. Habían

alcanzado el Atrio. El señor Weasley lanzó a Harry una

mirada cáustica y salió del ascensor. Harry se quedó de

pie, sacudido, deseando estar haciéndose pasar por

cualquier otro excepto Runcorn… las puertas del

ascensor se volvieron a cerrar.

Harry sacó la Capa de Invisibilidad y se la volvió a

poner. Intentaría sacar a Hermione por su cuenta

mientras Ron se ocupaba de la oficina en la que llovía.

Cuando las puertas se abrieron, salió a un pasillo de

piedra iluminado con antorchas bastante diferente a los

pasillos con paneles de madera de los pisos superiores.

Cuando el ascensor traqueteó de nuevo, Harry tembló

ligeramente, mirando hacia la lejana puerta negra que

marcaba la entrada al Departamento de Misterios.

Salió del ascensor, su destino no era la puerta negra,

sino el vano de la puerta que recordaba situado al lado

- 309 -

izquierdo, que daba a un tramo de escaleras que bajaba hasta las salas del tribunal. Su mente se llenó

de posibilidades mientras las bajaba: todavía tenía un

par de Detonador Trampa, ¿pero tal vez sería mejor

simplemente llamar a la puerta de la sala, entrar como

Runcorn y pedir hablar un momento con Mafalda? Por

supuesto, no sabía si Runcorn era lo suficientemente

importante como para salir bien parado de esto, e

incluso si lo conseguía, la no reaparición de Hermione

podría provocar una búsqueda antes de que saliesen del

Ministerio…

Sumido en sus pensamientos, no registró de

inmediato el extraño frío que lo estaba invadiendo,

como si estuviese sumiéndose en la niebla. Con cada

paso que daba había más y más frío: un frío que le

llegaba al fondo de la garganta y le desgarraba los

pulmones. Y entonces sintió ese sentimiento

arrebatador de desesperación, de desesperanza,

llenándolo, expandiéndose en su interior…

Dementores, pensó.

Y cuando alcanzó la base de las escaleras y se giró a

la derecha vio una escena espantosa. El largo pasillo

fuera de las salas estaba lleno de figuras altas y con

capas negras, con las caras completamente ocultas, su

aliento entrecortado era el único sonido en el lugar.

Los petrificados nacidos muggles traídos para ser

interrogados se sentaban amontonados y temblando en

bancos duros de madera. La mayoría ocultaban los

rostros entre las manos, quizás en un intento instintivo

de escudarse de las codiciosas bocas de los

dementores. Algunos estaban acompañados por sus

- 310 -

familias, otros se sentaban solos. Los dementores se deslizaban de un lado a otro delante de ellos, y el frío y la desesperanza, y la desesperación del lugar se

cernieron sobre Harry como una maldición…

Lucha contra esto, se dijo, pero sabía que no podía conjurar aquí un patronus sin descubrirse al instante.

Así que se movió hacia delante tan silencioso como

pudo, y con cada paso que daba el entumecimiento

pareció invadir su cerebro, pero se forzó a pensar en

Hermione y Ron, que le necesitaban.

Moverse entre las altas figuras negras fue terrorífico:

los rostros sin ojos ocultos bajo las capuchas se giraron cuando pasó, y estaba seguro que le habían sentido,

sentido, tal vez, una presencia humana que todavía

tenía alguna esperanza, alguna capacidad de

recuperación…

Y entonces, abrupta y asombrosamente entre el

silencio congelado, una de las puertas de las mazmorras

de la izquierda se abrió de golpe, y resonaron gritos en

su interior.

—No, no, tengo sangre mezclada. ¡Os digo que tengo

sangre mezclada! Mi padre era un mago, lo  era,

comprobadlo, Arkie Alderton, es un conocido diseñador

de escobas voladoras, comprobadlo, os digo… quitadme

las manos de encima, quitadme las manos…

—Esta es tu última advertencia —dijo la voz suave de

Umbridge, mágicamente amplificada de modo que

sonaba claramente por encima de los desesperados

- 311 -

gritos del hombre—. Si te resistes, serás sometido al beso del dementor.

Los gritos del hombre se apagaron, pero resonaron

sollozos secos por el pasillo.

—Sacadlo de aquí —dijo Umbridge.

Dos dementores aparecieron en el umbral de la sala

del tribunal, agarrando con sus manos podridas y con

costras los antebrazos de un mago que parecía estar

desmayándose. Se deslizaron por el pasillo con él, y la

oscuridad que los seguía se tragó al hombre de vista.

—Siguiente… Mary Cattermole —llamó Umbridge.

Una mujer pequeña se levantó; estaba temblando de

la cabeza a los pies. Su cabello oscuro estaba recogido

en un moño y llevaba una túnica larga y simple. Su cara

estaba completamente pálida. Cuando pasó entre los

dementores, Harry la vio estremecerse.

Lo hizo instintivamente, sin ningún tipo de plan,

porque odiaba verla entrar sola a la mazmorra: cuando

la puerta empezó a cerrarse, se deslizó en la sala del

tribunal detrás de ella.

No era la misma sala en la que una vez había sido

interrogado por uso incorrecto de la magia. Esta era

mucho más pequeña, aunque el techo estaba

igualmente elevado; provocaba el sentimiento

claustrofóbico de estar atrapado en el fondo de un

profundo pozo.

- 312 -

En ella había muchos más dementores, propagando su aura helada por todo el lugar; estaban de pie como

centinelas sin rostro en las esquinas más alejadas de la

alta y elevada plataforma. Allí, detrás de una

balaustrada, se sentaba Umbridge, con Yaxley a un

lado, y Hermione, con la cara tan pálida como la de la

señora Cattermole, al otro. A los pies de la plataforma,

un gato de pelo largo y brillante color plateado

merodeaba de arriba abajo, de arriba abajo, y Harry se

dio cuenta de que estaba allí para proteger a los

acusadores de la desesperación que emanaba de los

dementores: esto era para que lo sufriera el acusado,

no los acusadores.

—Siéntese —dijo Umbridge, con su voz suave y

sedosa.

La señora Cattermole fue tropezando hasta una silla

solitaria en el medio del suelo delante de la

plataforma. En el momento en que se sentó, unas

cadenas se cerraron en los apoyabrazos de la silla y la

inmovilizaron a ella.

—¿Es usted Mary Elizabeth Cattermole? —preguntó

Umbridge.

La señora Cattermole dio un simple y tembloroso

asentimiento con la cabeza.

—¿Casada con Reginald Cattermole del Departamento

de Mantenimiento Mágico?

La señora Cattermole se echó a llorar.

- 313 -

—No sé donde está, ¡se suponía que se iba a encontrar conmigo aquí!

Umbridge la ignoró.

—¿Madre de Maisie, Ellie, y Alfred Cattermole?

La señora Cattermole sollozó todavía con más

fuerza.

—Están asustados, creen que tal vez no vuelva a

casa…

—Ahórrenos eso —le espetó Yaxley—. Los mocosos de

los sangre sucia no despiertan nuestra compasión.

Los sollozos de la señora Cattermole ocultaron los

pasos de Harry cuando se fue acercando con cautela

hacia los escalones que llevaban a la elevada

plataforma. En el momento en que pasó junto al lugar

donde el patronus de gato se movía, sintió el cambio de

la temperatura: ahí todo era cálido y confortable. El

patronus, estaba seguro, era de Umbridge, y brillaba

con tanta intensidad por lo contenta que estaba ella de

estar allí, en su elemento, aplicando las retorcidas

leyes que había ayudado a redactar. Despacio y con

mucha cautela fue bordeando la plataforma por detrás

de Umbridge, Yaxley, y Hermione, sentándose detrás

de esta. Estaba preocupado por si hacía saltar a

Hermione. Pensó en lanzar el encantamiento  Muffliato

sobre Umbridge y Yaxley, pero hasta murmurar la

palabra podría alarmar a Hermione. Entonces Umbridge

elevó la voz para dirigirse a la señora Cattermole, y

Harry aprovechó su oportunidad.

- 314 -

—Estoy detrás de ti —le murmuró a Hermione al oído.

Como había esperado, ella saltó con tanta violencia

que casi derramó el bote de tinta con el que se suponía

que tenía que registrar la entrevista, pero Umbridge y

Yaxley estaban concentrados en la señora Cattermole,

por lo que no lo advirtieron.

—Le fue confiscada una varita a su llegada al

Ministerio hoy, señora Cattermole —estaba diciendo

Umbridge—. Veintidós centímetros, madera de cerezo,

núcleo de pelo de unicornio. ¿Reconoce esa

descripción?

La señora Cattermole asintió, limpiándose los ojos

con la manga.

—¿Podría decirnos por favor de qué mago o bruja

tomó esa varita?

—¿T-tomar? —sollozó la señora Cattermole—. No se la

q-quité a nadie. La c-compré cuando tenía once años.

Me… me… me…  eligió.

Lloró todavía con más fuerza que antes.

Umbridge dejó escapar una risa suave e infantil que

hizo que Harry deseara atacarla. Se inclinó hacia

delante sobre la barrera, para observar mejor a su

víctima, y algo dorado también se inclinó y se balanceó

en el vacío: el relicario.

- 315 -

Hermione lo había visto; dejó escapar un pequeño chillido, pero Umbridge y Yaxley, todavía concentrados

en su presa, estaban sordos a todo lo demás.

—No —dijo Umbridge—, no, creo que no, señora

Cattermole. Las varitas sólo escogen a magos o brujas.

Usted no es una bruja. Aquí tengo las respuestas al

cuestionario que le fue enviado… Mafalda, pásamelas.

Umbridge estiró una pequeña mano: en ese momento

se parecía tanto a un sapo, que Harry se sorprendió

bastante de no ver membranas entre los rechonchos

dedos. Las manos de Hermione temblaban por la

conmoción. Rebuscó en una pila de documentos

colocados en la silla que tenía a su lado, finalmente

sacando un fajo de pergaminos con el nombre de la

señora Cattermole.

—Eso es… eso es bonito, Dolores —dijo, señalando al

colgante que brillaba sobre los fruncidos pliegues de la

blusa de Umbridge.

—¿Qué? —replicó Umbridge, bajando la vista—. Oh,

sí… una vieja reliquia familiar. —dijo, dándole

golpecitos al relicario que descansaba sobre su amplio

pecho—. La S es de Selwyn… estoy emparentada con los

Selwyn… De hecho, hay pocas familias de sangre pura

con las que no estoy emparentada… una pena —

continuó en voz más alta, pasando sobre el cuestionario

de la señora Cattermole—, que no se pueda decir lo

mismo de usted.  Profesión de los padres: verduleros.

- 316 -

Yaxley se rió con mofa. Abajo, el peludo gato plateado patrullaba de arriba abajo, y los dementores

seguían esperando en las esquinas.

Fue la mentira de Umbridge la que hizo que a Harry

se le subiese la sangre al cerebro y olvidase su sentido

de la precaución… que el relicario que había tomado

como soborno de un insignificante criminal fuera usado

para reforzar sus credenciales de pura sangre. Levantó

la varita, sin ni siquiera preocuparse de mantenerla

oculta bajo la capa de Invisibilidad y dijo:

—¡ Desmaius!

Hubo un destello de luz roja; Umbridge se derrumbó

y su frente golpeó el borde de la balaustrada; los

papeles de la señora Cattermole se deslizaron de su

regazo hasta el suelo, y por debajo, el gato plateado

que merodeaba se desvaneció. Un aire helado los

golpeó como un viento en dirección contraria. Yaxley,

confuso, miró alrededor buscando la fuente del

problema y vio la mano sin cuerpo de Harry y la varita

apuntándolo. Intentó sacar su propia varita, pero fue

demasiado tarde.

—¡ Desmaius!

Yaxley se deslizó hasta el suelo para yacer

enroscado.

—¡Harry!

—Hermione, si crees que me iba a quedar ahí

sentado y dejar que ella fingiese…

- 317 -

—¡Harry, la señora Cattermole!

Harry se dio la vuelta, quitándose la Capa de

Invisibilidad. Abajo, los dementores se habían movido

de las esquinas; se estaban deslizando hacia la mujer

encadenada en la silla. Ya fuese porque el patronus se

había desvanecido o porque sentían que sus amos ya no

tenían el control, parecían haber abandonado la

contención.

La señora Cattermole dejó escapar un terrible grito

de miedo cuando una mano viscosa y con costras le

agarró el mentón y le inclinó la cabeza hacia atrás.

—¡EXPECTO PATRONUM!

El ciervo plateado salió disparado de la punta de la

varita de Harry y saltó hacia los dementores, que

retrocedieron y se fundieron de nuevo en las sombras.

La luz del ciervo, más poderosa y cálida que la

protección del gato, llenó la mazmorra por completo

mientras cabalgaba a medio galope por la habitación.

—Coge el horrocrux —le dijo Harry a Hermione.

Bajó de nuevo por los escalones, guardando la Capa

de Invisibilidad en su mochila, y se acercó a la señora

Cattermole.

—¿Tú? —susurró ella, mirando su cara—. ¡Pero… pero

Reg dijo que eras el que había presentado mi nombre

para los interrogatorios!

- 318 -

—¿Lo hice? —farfulló Harry, tirando de las cadenas que le inmovilizaban los brazos—. Bueno, he cambiado

de idea. ¡ Diffindo! —no pasó nada—. Hermione, ¿cómo me deshago de estas cadenas?

—Espera, estoy intentando algo aquí arriba…

—Hermione, ¡estamos rodeados de dementores!

—Lo sé Harry, pero si se despierta y no tiene el

medallón… necesito duplicarlo… ¡ Geminio! Así… esto debería engañarla…

Hermione bajó corriendo las escaleras.

—Veamos… ¡ Relashio!

Las cadenas hicieron un ruido metálico y

retrocedieron en los apoyabrazos de la silla. La señora

Cattermole parecía tan asustada como antes.

—No entiendo —susurró.

—Va a salir de aquí con nosotros —dijo Harry,

poniéndola de pie—. Vaya a casa, coja a sus hijos y

haya, salga del país si es necesario. Disfrácense y

escapen. Ha visto como es, aquí no conseguirá un

proceso justo.

—Harry —dijo Hermione—, ¿cómo vamos a salir de

aquí con todos esos dementores fuera de la puerta?

—Patronus —dijo Harry, señalando con la varita al

suyo: el ciervo redujo la velocidad y dispuso a caminar

- 319 -

hacia la puerta, todavía brillando intensamente—.

Tantos como podamos conseguir; haz el tuyo,

Hermione.

Expec… Expecto patronum —dijo Hermione. No

pasó nada.

—Es el único hechizo con el que tiene problemas —le

contó Harry a una señora Cattermole completamente

perpleja—. Un poco desafortunado, la verdad… Vamos,

Hermione…

—¡Expecto patronum!

Una nutria plateada salió disparada de la punta de la

varita de Hermione y nadó con elegancia por el aire

para unirse al ciervo.

—Vamos —dijo Harry, y guió a Hermione y la señora

Cattermole hacia la puerta.

Cuando los patronus se deslizaron fuera de la

mazmorra hubo gritos de asombro de la gente que

esperaba fuera. Harry miró alrededo,: los dementores

estaban retrocediendo a ambos lados, fundiéndose con

la oscuridad, dispersándose ante las criaturas

plateadas.

—Se ha decidido que todos ustedes deben irse a casa

y esconderse con sus familias. —lcomentó Harry a los

nacidos muggles que esperaban, que estaban aturdidos

por la luz de los patronus y todavía se encogían

ligeramente de miedo.

- 320 -

—Salgan del país si pueden. Simplemente aléjense todo lo posible del Ministerio. Esa es la… eh… nueva

postura oficial. Ahora, si siguen a los patronus, podrán

marcharse desde el Atrio.

Consiguieron subir por las escaleras de piedra sin ser

interceptados, pero cuando se acercaban a los

ascensores Harry empezó a tener dudas. Si aparecían

en el Atrio con un ciervo plateado, con una nutria

flotando a su lado, y unas veinte personas, la mitad

acusadas de ser nacidos muggles, no pudo evitar pensar

que atraerían una atención indeseada. Justo acababa

de llegar a esa conclusión inoportuna cuando el

ascensor se detuvó con un ruido metálico delante de

ellos.

—¡Reg! —gritó la señora Cattermole, y se lanzó a los

brazos de Ron—. Runcorn me liberó, atacó a Umbridge y

Yaxley, y nos ha dicho a todos que abandonemos el

país. Creo que será mejor que lo hagamos Reg, de

verdad. Vamos a casa y cojamos a los niños y… ¿por qué

estás tan mojado?

—Agua —dijo Ron, libeándose del abrazo—. Harry,

saben que hay intrusos dentro del Ministerio, algo

acerca de un agujero en la puerta de la oficina de

Umbridge. Calculo que tenemos cinco minutos o así…

El patronus de Hermione se desvaneció con un

estallido mientras le dirigía una mirada horrorizada a

Harry.

—¡Harry, si nos atrapan aquí…!

- 321 -

—No lo harán si nos movemos rápido —dijo Harry. Se dirigió al grupo silencioso que estaba tras ellos, y que

le estaban mirando con la boca abierta—. ¿Quién tiene

varita?

Alrededor de la mitad levantaron la mano.

—Muy bien, todos los que no tengan varita tienen que

pegarse a alguien que sí tenga. Tenemos ser rápidos

para que no nos puedan detener. Adelante.

Pudieron de meterse apretados en dos ascensores. El

patronus de Harry se quedó como centinela ante de las

puertas doradas hasta que estas se cerraron y los

ascensores comenzaron a elevarse.

—Planta ocho —dijo la voz mecánica de la bruja—. El

Atrio.

Harry supo al momento que tenían problemas. El

Atrio estaba lleno de gente que se movía de chimenea

en chimenea, sellándolas.

—¡Harry! —gritó Hermione—. ¿Qué vamos a…?

—¡ALTO! —dijo Harry con voz de trueno, y la

poderosa voz de Runcorn resonó por el Atrio. Los magos

que sellaban las chimeneas se quedaron paralizados—.

Seguidme —susurró al grupo de aterrorizados magos

nacidos muggles, que avanzaron en grupo, guiados por

Ron y Hermione.

- 322 -

—¿Qué pasa, Albert? —dijo el mismo mago que se estaba quedando calvo que antes había seguido a Harry

desde la chimenea. Parecía nervioso.

—Este grupo tiene que salir antes de que selléis las

salidas —dijo Harry con toda la autoridad que fue capaz

de reunir.

El grupo de magos que tenía delante empezó a

mirarse entre sí.

—Nos han dicho que sellemos todas las salidas y no

dejemos que nadie…

—¿Me estás contradiciendo?  —soltó Harry—. ¿Quieres que haga que examinen tu árbol genealógico como hice

con el de Dirk Cresswell?

—¡Lo siento! —dijo el mago casi calvo,

retrocediendo—. No quise decir nada, Albert, pero

pensé… pensé que los habían llevado para el

interrogatorio…

—Su sangre es pura —dijo Harry, y su profunda voz

resonó de forma impresionante por el vestíbulo—. Más

pura que la de muchos de vosotros, debo decir. Salid

todos —les dijo con voz resonante a los nacidos

muggles, que se apresuraron hacia las chimeneas y

empezaron a desvanecerse en parejas. Los magos del

Ministerio se echaron hacia atrás, algunos con aspecto

confuso, otros asustados y resentidos. Y entonces...

—¡Mary!

- 323 -

La señora Cattermole miró por encima de su hombro.

El verdadero Reg Cattermole, que ya no vomitaba pero

estaba pálido y lánguido, acaba de salir corriendo de un

ascensor.

—¿R-Reg?

Miró de su marido a Ron, que maldijo con fuerza. El

mago casi calvo los miró con la boca abierta, su cabeza

giraba de forma ridícula de un Reg Cattermole al otro.

—Eh, ¿qué está pasando? ¿Qué es esto?

—¡Sellad la salida! ¡SELLADLA!

Yaxley había salido de repente de otro ascensor y

estaba corriendo hacia el grupo que se encontraba ante

las chimeneas, por las que todos los nacidos muggles

salvo la señora Cattermole se habían desvanecido.

Cuando el mago casi calvo levantó su varita, Harry

levantó un enorme puño y le golpeó, enviándolo

volando por el aire.

—¡Estaba ayudando a escapar a nacidos muggles,

Yaxley! —gritó Harry.

Los compañeros del mago calvo iniciaron un tumulto,

que aprovechó Ron para agarrar a la señora

Cattermole, empujándola a la chimenea todavía

abierta, y desapareciendo. Confuso, Yaxley miró de

Harry al golpeado mago, mientras el verdadero Reg

Cattermole gritaba:

- 324 -

—¡Mi mujer! ¿Quién era ese que estaba con mi mujer? ¿Qué está pasando?

Harry vio girar la cabeza de Yaxley, vio que un

indicio de verdad aparecía en esa cara brutal.

—¡Vamos! —gritó Harry a Hermione; la cogió de la

mano y juntos saltaron a la chimenea mientras la

maldición de Yaxley pasaba por encima de la cabeza de

Harry. Giraron durante unos segundos antes de salir en

un inodoro y pasar al cubículo del retrete. Harry abrió

la puerta. Ron estaba parado delante de los lavabos,

todavía luchando con la señora Cattermole.

—Reg, no entiendo…

—¡Suélteme, no soy su marido, tiene que irse a casa!

Se produjo un ruido en el retrete que tenían detrás;

Harry miró alrededor; Yaxley acababa de aparecer.

—¡VÁMONOS! —gritó Harry. Agarró a Hermione de la

mano y a Ron del brazo y giró en el lugar.

La oscuridad los tragó, junto con la sensación de

manos que le comprimían, pero algo iba mal… la mano

de Hermione parecía resbalar de su agarre…

Se preguntó si se iba a asfixiar, no podía respirar ni

ver, y las únicas cosas sólidas en el mundo eran el

brazo de Ron y los dedos de Hermione, que se estaban

escurriendo lentamente…

- 325 -

Y entonces vio la puerta del número doce de Grimmauld Place, con el llamador en forma de

serpiente, pero antes de poder tomar aliento, hubo un

grito y un destello de luz púrpura; la mano de Hermione

lo agarró de repente como unas tenazas y de nuevo

todo se volvió oscuro.

- 326 -

Capítulo Catorce

El ladrón

H    arry abrió los ojos y quedó deslumbrado

por el verde y dorado; no tenía ni idea de lo que había

sucedido, solo sabía que yacía en lo que parecían hojas

y ramitas. Luchando por llevar aire a unos pulmones

que parecían aplastados, parpadeó y se dio cuenta de

que la luz deslumbrante de colores chillones era la

claridad del sol, que se colaba a través de un dosel de

hojas a mucha altura sobre él. Se apoyó en las manos y

se puso de rodillas, preparado para enfrentarse a una

criatura pequeña y feroz, pero vio que el objeto era el

pie de Ron. Mirando alrededor Harry observó que él y

Hermione yacían sobre el suelo de un bosque,

aparentemente solos.

El primer pensamiento de Harry fue que era el

Bosque Prohibido, y por un momento, incluso sabiendo

- 327 -

lo tonto y peligroso que sería que Aparecerse en los terrenos de Hogwarts, su corazón dio un salto al pensar

en escabullirse entre los árboles hacia la cabaña de

Hagrid. Sin embargo, en los pocos momentos que le

llevó a Ron emitir un gruñido bajo y a Harry empezar a

gatear hacia él, se dio cuenta de que éste no era el

Bosque Prohibido. Los árboles parecían más jóvenes,

había espacios más amplios y el terreno era más claro.

Se encontró con Hermione, también apoyada sobre

las manos y rodillas, junto a la cabeza de Ron. En el

momento que sus ojos se posaron sobre Ron, todas las

otras preocupaciones volaron de la mente de Harry, ya

que la sangre empapaba por completo el lateral

izquierdo de Ron y su cara de color blanco grisáceo,

destacaba sobre el suelo lleno de hojas. La poción

multijugos ahora estaba desapareciendo. Ron estaba a

medio camino entre su apariencia normal y la de

Cattermole, su pelo se volvía más y más pelirrojo

mientras su cara perdía el poco color que le quedaba.

—¿Qué le ha pasado?

—Se escindió —dijo Hermione, con los dedos ya

ocupados en la manga de Ron, donde la sangre era más

abundante y oscura.

Harry miró, horrorizado, como abrí con violencia la

camisa de Ron. Siempre había pensado que escindirse

era algo cómico, pero esto… Sus tripas se revolvieron

con desagrado cuando Hermione descubrió el antebrazo

de Ron, donde faltaba un gran pedazo de carne, sacado

limpiamente como si se hubiera usado un cuchillo.

- 328 -

—Harry, rápido, en mi bolso hay una pequeña botella con la etiqueta ‘Esencia de Díctamo…

—El bolso… sí…

Harry se apuró hacia el lugar donde había aterrizado

Hermione, agarró el pequeño bolso adornado con

cuentas y metió la mano en el interior. Al momento,

empezó a tocar objeto tras objeto: sintió lomos de

cuero de libros, mangas de lana de jerséis, tacones de

zapatos…

Rápido.

Agarró su varita del suelo y la apuntó a las

profundidades del bolso mágico.

—¡ Accio Díctamo!

Una pequeña botella marrón salió zumbando del

bolso; la cogió y volvió con rapidez junto a Hermione y

Ron, cuyos ojos ahora estaban medio cerrados. Todo lo

que se veía entre sus pestañas eran franjas del blanco

globo ocular.

—Se ha desmayado —dijo Hermione, que también

estaba bastante pálida; ya no parecía Mafalda, aunque

su pelo todavía estaba gris en algunas partes…

—Destápala en mi lugar, Harry, me tiemblan las

manos.

Harry arrancó el tapón de la pequeña botella,

Hermione la cogió y vertió tres gotas de la poción en la

- 329 -

herida que sangraba. Un humo verdoso se elevó hacia arriba y cuando se aclaró, Harry vio que la sangre había

dejado de manar. Ahora la herida parecía que tuviera

varios días; una piel nueva se estiraba sobre lo que un

momento antes había estado en carne viva.

—Guau —dijo Harry.

—Es todo lo que me siento segura de hacer —dijo

Hermione temblorosa—. Hay hechizos que lo curarían

completamente, pero no me atrevo a intentarlos por si

acaso me salgan mal y cause más daño… Ya ha perdido

tanta sangre…

—¿Cómo se hirió? Quiero decir... —Harry sacudió la

cabeza intentando aclararla, para darle sentido a lo

que fuese que hubiera sucedido— ... ¿por qué estamos

aquí? Creía que íbamos a volver a Grimmauld Place.

Hermione inspiró profundamente. Parecía estar al

borde de las lágrimas.

—Harry, no creo que vayamos a poder volver allí.

—¿Qué estás…?

—Cuando desaparecimos, Yaxley me agarró y no pude

deshacerme de él, era demasiado fuerte, y todavía

estaba sujeto cuando llegamos a Grimmauld Place. Y

entonces… bueno, creo que debió haber visto la puerta

y pensar que parábamos ahí, así que aflojó su agarre,

conseguí apartarlo y nos traje aquí.

- 330 -

—Pero entonces, ¿dónde está? Espera un momento…

No querrás decir que está en Grimmauld Place, ¿no? No

puede entrar allí, ¿verdad?

Los ojos de ella brillaron con lágrimas no derramadas

mientras asentía.

—Harry, creo que puede, yo... lo obligué a soltame

con una Maldición de Repulsión, pero ya le había

metido dentro de la protección del encantamiento

Fidelius. Desde que Dumbledore murió, hemos sido

Guardianes Secretos, así que le desvelé el secreto,

¿verdad?

No había fingimiento posible. Harry estaba seguro de

que tenía razón. Fue un serio golpe. Si ahora Yaxley

podía entrar en la casa, de ningún modo podían

regresar. Incluso ahora podría estar llevando a otros

mortífagos allí mediante la Aparición. A pesar de lo

sombría y agobiante que era la casa, había sido su

único refugio seguro; precisamente ahora, que

Kreacher era mucho más feliz y amistoso, una especie

de hogar. Con una punzada de pesar que no tenía nada

que ver con la comida, Harry se imaginó al elfo

doméstico preparando el pastel de bistec y riñón que

Harry, Ron y Hermione nunca comerían.

—¡Harry, lo siento, lo siento tanto!

—¡No seas tonta, no fue culpa tuya! Si acaso, fue

mía...

- 331 -

Harry metió la mano en su bolsillo y sacó el ojo de Ojoloco. Hermione retrocedió, con expresión

horrorizada.

—Umbridge lo colocó en la puerta de su oficina, para

espiar a la gente. No podía dejarlo allí… pero así fue

como supieron que había intrusos.

Antes de que Hermione pudiera responder, Ron gimió

y abrió los ojos. Todavía estaba gris y su cara brillaba

por el sudor.

—¿Cómo te sientes? —susurró Hermione.

—Fatal —dijo Ron con voz ronca, haciendo una mueca

de dolor al sentir el brazo dolorido—. ¿Dónde estamos?

—En el bosque donde celebraron la Copa Mundial de

Quidditch —dijo Hermione—. Quería algún sitio

apartado, oculto, y este fue…

—… el primer lugar en el que pensaste —terminó

Harry por ella, echando un vistazo alrededor al claro

aparentemente desierto. No pudo evitar recordar lo

que había sucedido la última vez que habían Aparecido

en la primera localización. Hermione había estado

pensando en cómo los mortífagos los habían encontrado

a los pocos minutos. ¿Había sido Legelemancia? ¿Sabían Voldemort o sus secuaces, incluso ahora, a dónde los

había llevado Hermione?

—¿Crees que deberíamos movernos? —preguntó Ron a

Harry, y Harry pudo ver por la expresión de Ron que

éste estaba pensando lo mismo.

- 332 -

—No sé.

Ron todavía estaba pálido y sudoroso. No había

hecho ningún intento de levantarse, y daba la

impresión de estar todavía demasiado débil para

hacerlo. La posibilidad de moverlo era desalentadora.

—Quedémonos aquí de momento —dijo Harry.

Con expresión aliviada, Hermione se puso en pie.

—¿A dónde vas? —preguntó Ron.

—Si nos quedamos, deberíamos poner algunos

encantamientos protectores alrededor —respondió, y

elevando su varita, empezó a caminar en un amplio

círculo alrededor de Harry y Ron, murmurando

encantamientos mientras avanzaba. Harry vio pequeñas

perturbaciones en el aire que los rodeaba, era como si

Hermione hubiese conjurado un viento cálido en el

claro.

Salvio Hexia…  Protego Totalum…  Repello Muggletum…  Muffliato… Podías sacar la tienda, Harry…

—¿Tienda?

—¡En el bolso!

—En el… por supuesto —dijo Harry.

Esta vez no se molestó en rebuscar en el interior,

sino que usó otro Encantamiento Convocador. La tienda

salió en un montón de bultos, con lonas, cuerda y

- 333 -

palos. Harry la reconoció, en parte por el olor a gato, como la misma tienda en la que habían dormido la

noche del Mundial de Quidditch.

—Creí que pertenecía a ese Perkins del Ministerio,

¿no? —preguntó, empezando a desenredar las varillas de

la tienda.

—Aparentemente no la quiso de vuelta, tiene mucho

lumbago —dijo Hermione, ahora realizando una

complicada figura de ocho movimientos con su varita—,

así que el padre de Ron dijo que me la podía llevar 

prestada.  ¡Erecto!  —añadió, apuntando con su varita a las deformadas lonas, que en un movimiento fluido se

elevaron en el aire y se asentaron, completamente

colocadas, en el suelo delante de Harry, de cuyas

sorprendidas manos saltó una varilla, para aterrizar con

un golpe sordo final en el extremo de un viento.

Cave Inumicum —terminó Hermione con una

floritura hacia el cielo—. Esto es todo cuanto puedo

hacer. Por lo menos, lo sabremos si se acercan. No

puedo garantizar que mantenga fuera a Vol…

—¡No pronuncies el nombre! —la cortó Ron, con voz

áspera.

Harry y Hermione se miraron el uno al otro.

—Lo siento —dijo Ron, gimiendo un poco al elevarse

para mirarlos—, pero se siente como una… una

maldición o algo así. ¿No le podemos llamar Quien-tú-

sabes, por favor?

- 334 -

—Dumbledore decía que el miedo a un nombre… —

empezó Harry.

—Por si no lo has notado, tío, llamar a Quien-tú-

sabes por el nombre no le sirvió de mucho a

Dumbledore al final. —Le espetó Ron como

contestación—. Sólo... sólo muéstrale a Quien-tú-sabes

algo de respeto, ¿vale?

¿Respeto? —repitió Harry, pero Hermione le lanzó una mirada de advertencia; aparentemente no podía

discutir con Ron mientras éste estuviera en una

condición tan debilitada.

Harry y Hermione medio llevaron, medio arrastraron

a Ron hasta la entrada de la tienda. El interior era

exactamente como Harry recordaba, un pequeño

apartamento, completo con cuarto de baño y una

pequeña cocina. Apartó a un lado un viejo sillón y bajó

a Ron con cuidado a la cama de abajo de una litera.

Incluso este pequeño recorrido había dejado a Ron más

pálido, y una vez que lo tuvieron colocado en el

colchón cerró los ojos y no habló durante un rato.

—Haré algo de té —dijo Hermione sin aliento,

sacando un hervidor y tazas de las profundidades de su

bolso, y dirigiéndose hacia la cocina.

Harry encontró la bebida caliente tan bienvenida

como lo había sido el whisky de fuego la noche en que

había muerto Ojoloco; pareció consumir un poco del

miedo que palpitaba en su pecho. Después de un

minuto o dos, Ron rompió el silencio.

- 335 -

—¿Qué crees que le pasó a los Cattermole?

—Con algo de suerte, se habrán marchado —dijo

Hermione, aferrando su taza caliente para

reconfortarse—. Si el señor Cattermole fue capaz de

pensar con claridad, habrá sacado a la señora

Cattermole mediante Aparición Conjunta y ahora mismo

estarán huyendo del país con sus hijos. Eso es lo que

Harry le dijo que hiciese.

—Vaya, espero que escapen —dijo Ron, recostándose

contra las almohadas. El té parecía estar haciéndole

bien; le había vuelto un poco el color—. Aunque no me

pareció que Reg Cattermole fuese tan ingenioso, por la

forma en que todo el mundo me hablaba cuando era él.

Dios, espero que lo consiguiesen… Si ambos acabasen

en Azkaban por nuestra culpa…

Harry miró a Hermione y la pregunta que había

estado a punto de formular —que la falta de varita de

la señora Cattermole le impediría Aparecerse

Conjuntamente con su marido— murió en su garganta.

Hermione estaba observando a Ron preocuparse por el

destino de los Cattermole, y había tanta ternura en su

expresión, que Harry casi se sintió como si la hubiera

pillado besándolo.

—Así que, ¿lo cogiste? —le preguntó Harry, en parte

para recordarle que estaba allí.

—Si cogí… ¿cogí qué? —dijo ella mirándolo fijamente.

—¿Por que hemos pasado todo eso? ¡El relicario!

¿Dónde está?

- 336 -

¿Lo cogiste? —gritó Ron, elevándose un poco más sobre las almohadas—. ¡Nadie me dice nada! ¡Caray,

podíais haberlo mencionado!

—Bueno, estábamos escapando de los mortífagos

para salvar la vida, ¿no? —dijo Hermione—. Aquí está.

Y sacó el relicario del bolsillo de sus ropas y se lo

pasó a Ron.

Era tan grande como un huevo de gallina. Una

ornamentada letra S con muchas piedrecillas verdes

incrustadas, destelló con un brillo apagado en la luz

difusa que brillaba a través del techo de lona de la

tienda.

—¿No hay ninguna posibilidad de que alguien lo

destruyera desde que estuvo en posesión de Kreacher?

—preguntó Ron con esperanza—. Quiero decir, ¿estamos

seguros de que todavía es un Horrocrux?

—Eso creo —dijo Hermione, cogiéndolo de nuevo y

examinándolo más cerca—. Habría alguna señal de daño

si hubiese sido mágicamente destruido.

Se lo pasó a Harry, que le dio vueltas entre los

dedos. El relicario estaba en perfecto estado, prístino.

Recordó los restos destrozados del diario, y cómo la

piedra en el Horrocrux del anillo se había rajado

cuando Dumbledore lo había destruido.

—Creo que Kreacher tiene razón —dijo Harry—.

Vamos a tener que descubrir cómo abrir esta cosa antes

de poder destruirla.

- 337 -

Una repentina conciencia de lo que estaba sosteniendo, de lo que vivía bajo las pequeñas puertas

doradas, golpeó a Harry mientras hablaba. Incluso

después de todos los esfuerzos para encontrarlo, sentía

el violento impulso de arrojar lejos de él el relicario.

Controlándose de nuevo, intentó abrirlo con los dedos.

Luego probó el encantamiento que Hermione había

usado para abrir la puerta de la habitación de Regulus.

Ninguno funcionó. Le devolvió el guardapelo a Ron y

Hermione, que hicieron todo lo posible por abrirlo, 

pero no tuvieron más éxito que él.

—Aunque, ¿puedes sentirlo? —preguntó Ron en voz

muy baja, mientras lo sostenía apretadamente en su

puño cerrado.

—¿Qué quieres decir?

Ron le pasó el Horrocrux a Harry. Después de un

momento, Harry pensó que sabía lo que Ron quería

decir. ¿Era su propia sangre latiendo por sus venas lo

que sentía, o era algo que latía dentro del relicario,

como un pequeño corazón metálico?

—¿Qué vamos a hacer con él? —preguntó Hermione.

—Mantenerlo a salvo hasta que descubramos cómo

destruirlo —respondió Harry, y, aunque le apetecía

poco, se colgó la cadena alrededor del cuello, dejando

caer el relicario fuera de la vista bajo sus ropas, donde descansó sobre su pecho junto a la bolsita que le había

dado Hagrid.

- 338 -

—Creo que deberíamos turnarnos para vigilar fuera de la tienda —añadió mirando a Hermione,

levantándose y estirándose—. Y también tenemos que

pensar en conseguir algo de comida. Tú te quedas aquí

—añadió con dureza, cuando Ron intentó levantarse y

se puso de un desagradable tono verde.

Con el Chivatoscopio que Hermione le había dado a

Harry por su cumpleaños colocado con cuidado sobre la

mesa de la tienda, Harry y Hermione pasaron el resto

del día compartiendo la tarea de vigilancia. Sin

embargo, el chivatoscopio permaneció en silencio y

quieto en su posición todo el día, y ya fuese por los

encantamientos protectores y hechizos repeledores que

Hermione había extendido a su alrededor, o porque la

gente raramente se aventuraba por esa zona, su trozo

de bosque permaneció desierto, sin contar a los pájaros

o ardillas ocasionales. La tarde no trajo ningún cambio.

Harry encendió su varita cuando sustituyó a Hermione a

las diez, y miró hacia la escena desierta, tomando nota

de los murciélagos volando muy por encima a través del

único trozo de cielo visible desde su resguardado claro.

Ahora se sentía hambriento, y un poco mareado.

Hermione no había guardado nada de comida en su

bolso mágico, ya que había asumido que esa noche

regresarían a Grimmauld Place, por lo que no tenían

nada que comer salvo algunos champiñones salvajes

que Hermione había recogido en los árboles cercanos y

cocido en un cazo. Después de un par de cucharadas,

Ron había alejado su porción, con aspecto mareado.

Harry sólo había perseverado para no herir los

sentimientos de Hermione.

- 339 -

El silencio que lo rodeaba fue roto por extraños crujidos y lo que sonó como ramitas rompiéndose:

Harry pensó que eran sonidos causados por animales

más que por personas, pero aún así agarró la varita con

fuerza y se puso alerta. Sus tripas, ya con molestias

debido a la inadecuada ayuda de los champiñones

correosos, hormigueaban con inquietud.

Harry creía que se sentiría eufórico si conseguían

robar y recuperar el Horrocrux, pero de alguna manera

no era así. Todo lo que sentía mientras se sentaba

mirando hacia la oscuridad, de la que su varita sólo

iluminaba una pequeña parte, era temor por lo que

pasaría a continuación. Era como si hubiera estado

avanzando bullicioso hasta ese punto durante las

últimas semanas, meses, incluso años, pero ahora que

se había parado de golpe, ya no le quedasen caminos. 

Había otros Horrocruxes ahí fuera, en alguna parte,

pero no tenía ni la más mínima idea de dónde podrían

estar. Ni siquiera sabía lo que eran todos. Mientras

tanto, no sabía cómo destruir el único que habían

encontrado, el Horrocrux que actualmente yacía contra

la carne desnuda de su pecho. Curiosamente, no había

absorbido calor de su cuerpo, sino que yacía tan frío

contra su piel como si acabase de salir de agua helada.

De vez en cuando Harry pensaba, o tal vez imaginaba,

que podía sentir el débil latido pulsando irregular al

lado del suyo.

Presentimientos sin nombre lo invadieron mientras

estaba sentado en la oscuridad. Intentó resistirlos,

apartarlos, pero aún así lo seguían implacables.

Ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro 

- 340 -

siga con vida. Ron y Hermione, ahora hablando en voz baja detrás, dentro de la tienda, podían alejarse si

querían, él no. Y a Harry le parecía, mientras estaba

sentado intentando controlar su propio miedo y

cansancio, que el Horrocrux apoyado contra su pecho

estaba marcando el tiempo que le quedaba…  Una idea 

estúpida, se dijo a sí mismo,  no pienses en eso…

Su cicatriz estaba empezando nuevamente a doler.

Tenía miedo de estar provocándolo por tener esos

pensamientos, e intentó dirigirlos en otra dirección.

Pensó en el pobre Kreacher, que los habría estando

esperado a ellos en la casa y había recibido a Yaxley.

¿Se quedaría callado el elfo o le contaría al mortífago

todo lo que sabía? Harry quería creer que Kreacher

había cambiado su actitud hacia él durante el último

mes, que ahora le sería leal, ¿pero quién sabía lo que

pasaría? ¿Y si los mortífagos lo torturaban? Imágenes

morbosas zumbaron por la mente de Harry, y también

intentó apartarlas, porque no había nada que pudiese

hacer por Kreacher; Hermione y él ya habían decidido

no intentar convocarlo, ¿y si también venía alguien del Ministerio? No podían contar con que la Aparición de los elfos estuviese libre del mismo fallo que había

llevado a Yaxley a Grimmauld Place en el dobladillo de

la manga de Hermione.

Ahora la cicatriz de Harry estaba ardiendo. Pensó en

que había tanto que no sabía. Lupin había tenido razón

al hablar de magia que nunca habían esperadoo

imaginado. ¿Por qué Dumbledore no le había explicado

más? ¿Había pensado que habría tiempo, que viviría

durante años, tal vez durante siglos, como su amigo

Nicolas Flamel? Si así fuese, se había equivocado…

- 341 -

Snape se había encargado de ello… Snape, la serpiente dormida, que había atacado en lo alto de la torre…

Y Dumbledore había caído… caído…

Dámela,   Gregorovitch.

La voz de Harry era alta, clara y fría, y su varita

estaba aferrada delante de él por una mano blanca de

largos dedos. El hombre al que estaba apuntando con la

varita, estaba suspendido en el aire con las piernas

hacia arriba, aunque no había cuerdas que lo sujetasen;

se balanceaba allí, atado de forma invisible e

inquietante, con los miembros enroscados sobre su

cuerpo, con la cara aterrorizada a nivel de la de Harry,

rubicunda debido a la sangre que se había agolpado en

su cabeza. Tenía el cabello de color blanco puro y una

barba densa y tupida: un Papá Noel atado.

—¡No la tengo, ya no la tengo! ¡Hace muchos años

que me la robaron!

—No mientas a Lord Voldemort, Gregorovitch. Él

sabe… Siempre sabe.

Las pupilas del hombre colgado estaban muy

abiertas, dilatadas con miedo, y parecieron agrandarse,

cada vez más, hasta que su negrura engulló por

completo a Harry…

Y ahora Harry se dirigía apresurado por un oscuro

pasillo siguiendo la estela del corpulento Gregorovitch,

que sujetaba un farol en lo alto. Gregorovitch irrumpió

en una habitación al final del pasillo y su farol iluminó

- 342 -

lo que parecía ser un taller. Virutas de madera y oro brillaban en el oscilante círculo de luz, y en el alféizar de la ventana se hallaba posado, como un pájaro

gigante, un joven de cabello dorado. En la fracción de

segundo que la luz del farol lo iluminó, Harry vio el

placer en su apuesto rostro. Entonces el intruso lanzó

un Hechizo Aturdidor con su varita y saltó hacia atrás

hasta casi caer por fuera de la ventana con un estallido

de risa.

Y Harry se encontró precipitándose de vuelta del

interior esas pupilas dilatadas como túneles, y se fijó

otra vez en la cara de Gregorovitch, presa del terror.

—¿Quién fue el ladrón, Gregorovitch? —dijo la voz alta y fría.

—No lo sé, nunca lo supe, un hombre joven… no… por 

favor… ¡POR FAVOR!

Un grito que continuó y continuó y entonces una

ráfaga de luz verde…

¡Harry!

Abrió los ojos, jadeando, con la frente palpitando.

Había perdido el conocimiento contra el costado de la

tienda, se había deslizado lateralmente por la lona, y

estaba tendido en el suelo. Levantó la vista hacia

Hermione, cuyo espeso cabello oscurecía el pequeño

trozo de cielo visible a través el oscuro enramado

situado por encima.

- 343 -

—Sueño —dijo, sentándose con rapidez e intentado responder a la mirada de ira de Hermione con una de

inocencia—. Debí quedarme dormido, lo siento.

—¡Sé que fue tu cicatriz! ¡Puedo verlo por tu

expresión! Estabas viendo en la mente de Vol…

—¡No digas su nombre! —la voz enfadada de Ron se

escuchó desde las profundidades de la tienda.

Bien —replicó Hermione—. ¡La mente de  Quién-tú-

sabes, entonces!

—¡No quise hacer que sucediese! —dijo Harry—. ¡Fue

un sueño! ¿Puedes   controlar lo que sueñas,

Hermione?

—Si sólo aprendieses a aplicar la Oclumancia…

Pero Harry no estaba interesado en que le

regañaran, quería discutir lo que acababa de ver.

—Ha encontrado a Gregorovitch, Hermione, y creo

que lo ha matado, pero antes de hacerlo le leyó la

mente a Gregorovitch y vi…

—Creo que será mejor que me ocupe yo de la

vigilancia si estás tan cansado que te estás quedando

dormido —dijo Hermione fríamente.

—¡Puedo terminar mi turno!

—No, obviamente estás agotado. Ve a tumbarte.

- 344 -

Hermione se dejó caer en la entrada de la tienda, con expresión testaruda. Enfadado, pero queriendo

evitar un follón, Harry se metió de vuelta en el interior.

La cara de Ron, todavía pálida, se asomaba en la

litera de abajo. Harry trepó a la que estaba encima, se

tumbó y miró hacia el techo oscuro de lona. Después de

un rato, Ron habló en una voz tan baja que no le

llegaría a Hermione, acurrucada en la entrada.

—¿Qué está haciendo Quién-tú-sabes?

Harry arrugó los ojos con el esfuerzo de recordar

cada detalle, y despues susurró en la oscuridad.

—Encontró a Gregorovitch. Lo tenía atado. Lo estaba

torturando.

—No sé… es raro, ¿verdad?

Harry cerró los ojos, pensando en todo lo que había

visto y oído. Cuanto más recordaba, menos sentido le

encontraba… Voldemort no había dicho nada sobre la

varita de Harry, nada sobre los núcleos gemelos, nada

sobre que Gregorovitch le hiciese una nueva varita más

poderosa para derrotar a la de Harry…

—Quería algo de Gregorovitch —dijo Harry, todavía

con los ojos bien cerrados—. Le dijo que se lo diese,

pero Gregorovitch dijo que se lo habían robado… y

entonces… entonces…

- 345 -

Recordó como él, como Voldemort, había parecido meterse a través de los ojos de Gregorovitch, en sus

recuerdos…

—Leyó la mente de Gregorovitch. Vi a un tío joven

posado en el alféizar de una ventana, que le lanzó un

hechizo a Gregorovitch y saltó perdiéndose de vista. Lo

robó, robó lo que fuese que Quién-tú-sabes buscaba.

Y… creo que lo he visto en alguna parte…

Harry deseó poder echar otro vistazo a la cara

risueña del muchacho. El robo había sucedido hacía

muchos años, según Gregorovitch. ¿Por qué el joven

ladrón le resultaba familiar?

Los sonidos del bosque que los rodeaba estaban

apagados dentro de la tienda; todo lo que Harry podía

oír era la respiración de Ron. Después de un rato, Ron

susurró: —¿No pudiste ver lo que el ladrón estaba

agarrando?

—No… debía ser algo pequeño.

—¿Harry?

Las tablillas de madera de la cama de Ron crujieron

cuando cambió de posición.

—Harry, ¿no crees que Quién-tú-sabes está detrás de

algo más para convertirlo en un Horrocrux?

—No lo sé —dijo Harry despacio—. Quizás. ¿Pero no

sería peligroso para él hacer otro? ¿No dijo Hermione

que ya había llevado su alma hasta el límite?

- 346 -

—Sí, pero tal vez no lo sabe.

—Sí… tal vez —dijo Harry.

Había estado seguro de que Voldemort buscaba una

forma de resolver el problema de los núcleos gemelos,

seguro de que intentaba conseguir una solución del

viejo fabricante de varitas… y aún así lo había matado,

aparentemente sin hacerle ni una pregunta sobre el

saber popular sobre varitas.

¿Qué estaba intentando encontrar Voldemort? ¿Por

qué, con el Ministerio de Magia y el mundo mágico a sus

pies, estaba tan lejos, concentrado en perseguir un

objeto que una vez Gregorovitch había poseído, y que

había sido robado por un ladrón desconocido?

Harry todavía podía ver la cara del joven rubio: era

alegre, salvaje; tenía un aire pícaro triunfante, como

Fred y George. Se había lanzado del alféizar como un

pájaro, y Harry lo había visto antes, pero no podía

pensar dónde…

Con Gregorovitch muerto, era el mago de expresión

alegre el que estaba ahora en peligro. Los

pensamientos de Harry se dirigieron hacia él, cuando

los ronquidos de Ron empezaron a sonar de la litera de

abajo y él mismo se fue quedando una vez más

lentamente dormido.

- 347 -

Capítulo Quince

La venganza del goblin

T  emprano, a la mañana siguiente, antes de

que los otros dos se despertaran, Harry dejó la tienda

para buscar en el bosque que les rodeaba el árbol más

viejo, nudoso y resistente que pudiera encontrar. Allí, a su sombra, enterró el ojo de Ojo-Loco Moody y marcó el

lugar tallando con la varita una pequeña cruz sobre la

corteza. No era mucho, pero Harry pensaba que Ojo-

Loco lo habría preferido a estar incrustado en la puerta

de Dolores Umbridge. Luego regresó a la tienda a

esperar a que despertaran los demás, para discutir que

harían a continuación.

Harry y Hermione pensaban que era mejor no

quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, y Ron

estuvo de acuerdo, con la única condición de que su

próximo movimiento les llevara cerca de un sándwich

- 348 -

de bacon. Así que Hermione quitó los encantamientos que había colocado alrededor del claro, mientras Harry

y Ron borraban todas las marcas y señales sobre la

tierra que pudieran revelar que habían acampado allí.

Luego se  Desaparecieron hacia las afueras de una

pequeña ciudad comercial.

Después de armar la tienda al resguardo de un

pequeño grupo de árboles, y rodearla nuevamente con

encantamientos protectores, Harry se aventuró a salir,

debajo de la capa de invisibilidad, a buscar sustento.

Pero no salió según lo planeado. Apenas había entrado

en la ciudad cuando un frío antinatural, una niebla

descendente, y un súbito oscurecer del cielo hizo que

se quedara congelado en el lugar donde estaba parado.

-¡Podías haber hecho un brillante Patronus! –protestó

Ron, cuando Harry regresó a la tienda con las manos

vacías, sin aliento y articulando únicamente la palabra

Dementores.

-No pude… hacerlo. –jadeó, apretando sobre la

punzada que tenía sobre un costado-. No… aparecía.

Las expresiones de consternación y desilusión

hicieron que Harry se sintiera avergonzado, ver salir a

lo lejos a los dementores volando entre la niebla y

notar que el frío paralizador estrangulaba sus

pulmones, que un grito lejano le llenaba los oídos, y

que no iba a ser capaz de protegerse a sí mismo, había

sido una experiencia angustiosa.

Harry había necesitado toda su fuerza de voluntad

para apartarse del lugar en el que estaba y correr,

- 349 -

dejando que los ciegos dementores se deslizaran entre los muggles, que podían no ser capaces de verlos, pero

que seguramente sentían la desesperanza que estos

vertían dondequiera que fueran.

-Así que seguimos sin tener comida.

-Cállate, Ron. –dijo Hermione bruscamente-. Harry,

¿Qué ocurrió? ¿Por qué piensas que no pudiste hacer el

Patronus? ¡Ayer lo hiciste perfectamente!

-No lo sé.

Se hundió en uno de los viejos sillones de Perkins,

sintiéndose más humillado a cada momento que

pasaba. Temía que algo estuviera mal dentro de él.

Ayer parecía muy lejano: hoy podría haber tenido trece

años otra vez, y volver a ser el único que se desmayó

en el expreso de Hogwarts.

Ron pateó una de las patas del sillón.

-¿Qué? –le gruño a Hermione. –¡Me muero de hambre!

¡Lo único que he comido desde que casi me desangro

hasta la muerte han sido un par de hongos!

-Entonces ve y ábrete camino luchando a través de

los dementores. –dijo Harry, enardecido.

-Lo haría, pero mi brazo está en cabestrillo, ¡por si

no te habías dado cuenta!

-Eso te es muy conveniente.

- 350 -

-Y que se supone que significa…

-¡Por supuesto! –gritó Hermione, golpeándose la

frente con la mano sobresaltándolos a ambos,

provocando que se quedaran en silencio-. Harry, dame

el relicario.

-Vamos -dijo impacientemente, chasqueando los

dedos ante él por su falta de reacción-. ¡El Horcrux,

Harry, todavía lo llevas puesto!

Ella extendió las manos, y Harry se paso la cadena de

oro por encima de la cabeza. En el momento en que

dejo de estar en contacto con la piel de Harry, este se

sintió libre y extrañamente liviano. Ni siquiera se había dado cuenta de que se sentía sofocado o de que sentía

un fuerte peso presionándole el estómago hasta que

ambas sensaciones cesaron.

-¿Mejor? –preguntó Hermione.

-¡Si, muchísimo mejor!

-Harry -dijo arrodillándose frente de él y usando el

tipo de voz que se asocia a cuando visitas a alguien

extremadamente enfermo-. No habrás sido poseído,

¿verdad?

-¿Qué? ¡No! –dijo a la defensiva-. Recuerdo todo lo

que hicimos mientras lo llevaba. Si hubiera estado

poseído, no sabría lo que había hecho, ¿verdad? Ginny

me contó que había veces en las que no podía recordar

nada.

- 351 -

-Hmmm -dijo Hermione, mirando hacia abajo al pesado relicario de oro-Bueno, tal vez no deberíamos

llevarlo puesto. Podríamos dejarlo en la tienda.

-No dejaremos el Horcrux por ahí. –declaró Harry

firmemente-. Si lo perdemos, si lo roban…

-Vale, esta bien, está bien -dijo Hermione, y se lo

puso alrededor del cuello y lo escondió de la vista

debajo de la camisa.

-Pero lo llevaremos por turnos, para que nadie lo

lleve demasiado tiempo.

-Genial -dijo Ron irritado-, Ahora que hemos resuelto

eso ,por favor, ¿podemos conseguir algo de comida?

-Bien, pero iremos a otra parta a buscarla -dijo

Hermione lanzándole a Harry una mirada de reojo-. No

hay necesidad de que nos quedemos en un lugar donde

sabemos que hay dementores apareciéndose por ahí.

Al final se acomodaron para pasar la noche en un

campo remoto perteneciente a una solitaria granja, de

la cual se las habían ingeniado para obtener huevos y

pan.

-No es robar, ¿verdad? -preguntó Hermione inquieta,

mientras devoraban los huevos revueltos con tostadas-.

Hemos dejado dinero debajo del gallinero.

Ron hizo rodar los ojos y dijo, con las mejillas

abultadas, -¡Er-mynee, no te pr-oupes ta-to, ‘elájate!

- 352 -

Y verdaderamente, era mucho más fácil relajarse cuando estaban confortables y bien alimentados:

olvidaron la discusión sobre los dementores con las risas de esa noche y Harry se sintió alegre, hasta

esperanzado, cuando fue a hacer el primero de los tres

turnos de guardia de esa noche.

Este era su primer encuentro con la realidad de que

un estómago lleno significa buen humor; uno vacío,

disputas y tristeza. Harry se sintió muy poco

sorprendido por este hecho, ya que había sufrido

períodos de casi inanición en casa de los Dursley.

Hermione soportaba razonablemente bien aquellas

noches en las que sólo conseguían escamotear bayas y

bizcochos rancios, quizás su temperamento se volviera

un poco más explosivo de lo normal y sus silencios algo

agrios. Ron, en cambio, siempre había estado

acostumbrado a tres deliciosas comidas por día,

cortesía de su madre o de los elfos domésticos de

Hogwarts, y el hambre lo ponía irracional e irritable.

Cada vez que la falta de comida coincidía con el

turno de Ron de usar el Horcrux, se volvía directamente

desagradable.

-¿Entonces a donde vamos ahora? –era el constante

estribillo. Parecía no tener ideas propias, pero

esperaba que Harry y Hermione idearan planes mientras

él se sentaba y meditaba sobre el escaso

abastecimiento de comida.

En consecuencia, Harry y Hermione pasaban

infructuosas horas tratando de decidir donde podrían

encontrar los otros Horcruxes, y como destruir el que

- 353 -

ya tenían, y sus conversaciones se volvían cada vez más repetitivas, ya que no tenían nueva información.

Como Dumbledore le había dicho a Harry que creía

que Voldemort había escondido Horcruxes en lugares

importantes para él, seguían compendiando, como en

una especie de lúgubre itinerario, aquellas localidades

en las que sabían que Voldemort había vivido o

visitado. El Orfanato donde había nacido y se había

criado; Hogwarts, donde había sido educado; Borgin

and Burkes, donde había trabajado después de terminar

su educación; Albania, donde había pasado los años de

exilio. En ellas sentaban las bases para sus

especulaciones.

-Si, vayamos a Albania. No debería llevarnos más de

unas tarde registrar un país entero -dijo Ron

sarcásticamente.

-No puede haber nada allí. Ya había hecho cinco

Horcruxes antes de irse al exilio, y Dumbledore estaba

seguro que la serpiente fue el sexto -dijo Hermione-.

Sabemos que la serpiente no está en Albania,

generalmente está con Vol…

-¿ No os he pedido que dejéis de decir eso?

-¡De acuerdo! La serpiente generalmente está con

Ya-sabes-quién… ¿contento?

-No exactamente.

-No puedo creer que haya escondido nada en Borgin

and Burkes –dijo Harry, que ya había repasado este

- 354 -

punto varias veces antes, pero lo repitió simplemente para romper el incómodo silencio-. Borgin and Burkes

eran expertos en objetos oscuros, hubieran reconocido

un Horcrux en el acto.

Ron bostezó intencionadamente. Reprimiendo el

fuerte deseo de tirarle algo, Harry continuó escarbando

-Todavía creo que puede haber escondido alguno en

Hogwarts.

Hermione suspiró.

-¡Pero Dumbledore lo hubiera encontrado, Harry!

Harry repitió el argumento que continuaba aportando

a favor de su teoría.

-Dumbledore me dijo que nunca había dado por

sentado que conociera todos los secretos de Hogwarts.

Estoy seguro, si hay un lugar donde Vol…

-¡OI!

-¡YA-SABES-QUIEN, entonces! –gritó Harry,

aguijoneado más alla de su tolerancia-. ¡Si existe un

lugar verdaderamente importante para Ya-sabes-quién,

es Hogwarts!

-Oh, vamos. –Se burló Ron-. ¿Su colegio?

-¡Si, su colegio! Fue su primer hogar verdadero, el

lugar que lo hizo especial; lo significa todo para él, y

aún después de irse…

- 355 -

-Estamos hablando de Ya-sabes-quién, ¿no? No de ti -

Inquirió Ron. Estaba tirando de la cadena del Horcrux

que le colgaba del cuello; Harry se vio invadido por el

deseo de apoderarse de ella y estrangularlo.

-Nos contaste que Ya-sabes-quien le pidió a

Dumbledore que le diera trabajo después de graduarse

-dijo Hermione.

-Si así es -dijo Harry.

-Y Dumbledore pensó que solo quería volver para

tratar de encontrar algo, probablemente otro objeto de

los fundadores, ¿Tal vez para convertirlo en otro

Horcrux?

-Si -dijo Harry.

-Pero no consiguió el puesto, ¿verdad? –dijo

Hermione-, ¡Así que no tuvo la oportunidad de

encontrar un objeto perteneciente a los fundadores allí

y esconderlo en el colegio!

-Vale, entonces -dijo Harry, derrotado-. Olvídaros de

Hogwarts.

Sin otras pistas que seguir, viajaron a Londres y,

escondidos bajo la capa de invisibilidad, buscaron el

orfanato donde Voldemort había crecido. Hermione se

introdujo furtivamente en una biblioteca y descubrió en

sus archivos que el lugar había sido demolido muchos

años antes. Visitaron el lugar y encontraron un bloque

de oficinas.

- 356 -

-Podríamos intentar excavar los cimientos –sugirió Hermione con poco entusiasmo.

-No habría escondido un Horcrux aquí. –dijo Harry.

Lo había sabido todo el tiempo. Para Voldemort, el

orfanato había sido el lugar del cual estaba

determinado a escapar; nunca hubiera escondido parte

de su alma allí. Dumbledore le había revelado a Harry

que Voldemort buscaba grandeza o misterio al elegir

sus escondrijos; esta lúgubre esquina gris de Londres

era lo más alejado que se pudiera imaginar de

Hogwarts, o del Ministerio o de un edificio como

Gringotts,  el  Banco  de  los Brujos, con sus puertas

doradas y pisos de mármol.

Como no se les ocurrieron nuevas ideas, siguieron

moviéndose a través del distrito rural, armando la

tienda cada noche en un lugar diferente, por seguridad.

Cada mañana se aseguraban de eliminar todas las pistas

que pudieran revelar su presencia, luego partían para

encontrar otro solitario y apartado paraje, viajando por

medio de la  Aparición hacia más zonas boscosas, hacia oscuras hendiduras sobre acantilados, hacia brezales

púrpuras, laderas de montañas cubiertas de enebro, y

una vez a una resguardada cueva llena de guijarros.

Cada doce horas más o menos se pasaban el Horcrux

entre ellos como si estuvieran jugando a algún perverso

juego a cámara lenta de “Pasa-el-Paquete”, temiendo

que la música se detuviera porque la recompensa eran

doce horas de creciente miedo y ansiedad.

A Harry le punzaba la cicatriz constantemente. Se

dio cuenta que le pasaba más a menudo cuando llevaba

- 357 -

puesto el Horcrux. A veces no podía evitar reaccionar ante el dolor.

-¿Qué? ¿Qué fue lo que viste? –preguntaba Ron cada

vez que notaba que Harry se encogía.

-Un rostro -murmuraba Harry, cada vez-. El mismo

rostro. El ladrón que le robó a Gregorovitch.

Y Ron se daba la vuelta, sin esforzarse en esconder

su desilusión. Harry sabía que Ron tenía la esperanza de

escuchar noticias acerca de su familia o del resto de la

Orden del Fénix, pero, después de todo, él, Harry, no

era una antena de televisión; solo podía ver lo que

estaba pensando Voldemort en ese momento, no

sintonizar cualquiera cosa que le apeteciera.

Aparentemente Voldemort pensaba obsesiva y

continuamente en el desconocido joven de rostro

alegre, acerca de cuyo nombre y paradero, Harry

estaba seguro, que Voldemort conocía tanto como él.

Como la cicatriz de Harry continuaba ardiendo, y el

alegre y rubio muchacho flotaba exasperantemente en

sus recuerdos, aprendió a suprimir toda señal de dolor

o incomodidad, ya que los otros dos solo daban

muestras de impaciencia ante la mención del ladrón.

No podía culparlos del todo, cuando estaban tan

desesperados por encontrar una pista de los Horcruxes.

Cuando los días se convirtieron en semanas, Harry

comenzó a sospechar que Ron y Hermione estaban

teniendo conversaciones a sus espaldas, acerca de él.

Varias veces dejaron de hablar abruptamente cuando

Harry entraba en la tienda, y dos veces

accidentalmente los encontró acurrucados a cierta

- 358 -

distancia, con las cabezas juntas, y hablando rápidamente; ambas veces se quedaron en silencio

cuando se dieron cuenta de que se acercaba y se

apresuraron a mostrarse ocupados recolectando madera

o agua.

Harry no podía evitar preguntarse si sólo habían

accedido a embarcarse en lo que ahora parecía un

inútil e indefinido viaje, porque pensaban que tenía

algún plan secreto del que se enterarían a su debido

tiempo. Ron no hacía ningún esfuerzo por ocultar su

mal humor, y Harry estaba empezando a temer que

Hermione también estuviera desilusionada por su pobre

liderazgo. Desesperado trató de pensar en posibles

localizaciones de Horcruxes,  pero  la  única  que  se  le ocurría siempre era Hogwarts, y como ninguno de los

otros pensaba que esto fuera posible, dejo de sugerirlo.

El otoño envolvió al distrito rural mientras lo

recorrían.

Ahora armaban la tienda sobre mantos de hojas

caídas. La niebla natural se unía a la conjurada por los

dementores; el viento y la lluvia se añadían a sus

problemas. El hecho de que Hermione estuviera

mejorando su habilidad para identificar hongos

comestibles no compensaba totalmente el continuo

aislamiento, la falta de compañía de otras personas, o

la total ignorancia acerca de lo que estaba pasando en

la guerra contra Voldemort.

-Mi madre -dijo Ron una noche, mientras se sentaban

en la tienda junto al lecho de un río en Gales-, puede

hacer aparecer una provechosa comida del aire.

- 359 -

Malhumorado, pinchó los trozos de lucio carbonizado que había en su plato. Automáticamente, Harry miro el

cuello de Ron y vio, como había esperado, la cadena

dorada del Horcrux brillando allí. Se las arreglo para

luchar contra el impulso de maldecir a Ron, cuya

actitud, estaba seguro, mejoraría un poco cuando

llegara la hora de sacarse el relicario.

-Tu madre no puede producir comida del aire -dijo

Hermione-. Nadie puede. La comida es la primera de

las cinco Excepciones Principales a la Ley de Gamp de

Transfiguración Element…

-Oh, habla en español, ¿o no puedes? –dijo Ron,

sacándose una espina de pescado de entre los dientes.

-¡Es imposible fabricar una buena comida de la nada!

Puedes convocarla si sabes donde está, puedes

transformarla, puedes incrementar la cantidad si ya

tienes un poco…

-Bien, no te esfuerces en incrementar esta, es

asquerosa -dijo Ron.

-¡Harry cogió el pescado y yo hice lo mejor que pude

con él! ¡He notado que siempre soy yo la que termina

cocinando, supongo que porque soy una chica!

-¡No, es porque se supone que eres la mejor

haciendo magia! –replicó Ron.

Hermione saltó, y unos trozos de lucio asado se

deslizaron del plato de lata hasta caer al piso.

- 360 -

-Puedes cocinar tú mañana, Ron, puedes buscar los ingredientes y probar un encantamiento que los

transforme en algo digno de comerse, y yo me sentaré

ahí y te pondré caras y gemiré, para que puedas ver

como…

-¡Callaros! –dijo Harry, parándose de un salto y

levantando ambas manos-. ¡Callaros,  ahora!

Hermione se veía ultrajada.

-Como puedes ponerte de parte de él, casi nunca

cocina…

-¡Hermione, cállate, oigo a alguien!

Estaba esforzándose por escuchar, tenía las manos

levantadas aún, advirtiéndoles para que no hablaran.

Entonces, sobre el torrente y efusión del oscuro río que

había junto a ellos, escuchó voces otra vez. Miró a su

alrededor buscando el chivatoscopio. No se estaba

moviendo.

-Conjuraste el encanto Muffliato sobre nosotros, ¿no?

–le susurró a Hermione.

-Los hice todos -susurró en respuesta-, Muffliato,

Repelente de Muggles y los Encantamientos

Desilusionadores, todos ellos. No deberían ser capaces

de oírnos ni vernos, quienquiera que sean.

Fuertes ruidos de forcejeos y arañazos, mas el sonido

de piedras y ramitas desalojadas, les indicaron que

varias personas estaban trepando por la empinada y

- 361 -

arbolada ladera que descendía hacia la angosta orilla donde habían armado la tienda. Sacaron las varitas y

esperaron.

Los encantamientos que habían conjurado a su

alrededor deberían ser suficientes, en la casi total

oscuridad, para escudarlos de la vista de los muggles y

de los brujos y brujas normales. Si eran Mortífagos,

entonces tal vez sus defensas estuvieran a punto de ser

probadas contra la Magia Oscura por primera vez.

Cuando el grupo de hombres llegó a la orilla las

voces se hicieron más altas pero no más inteligibles.

Harry estimaba que sus dueños debían estar a menos de

veinte pies de distancia, pero el río que caía en forma

de cascada hacía que fuera imposible asegurarlo.

Hermione tomó su bolso bordado y empezó a

registrarlo; después de un momento sacó tres Oídos

Extensibles y les tiró uno a Harry y otro a Ron, que

velozmente insertaron un extremo del cordón color piel

en sus oídos y sacaron el otro extremo fuera de la

entrada de la tienda.

Segundos después Harry escucho una cansada voz

masculina.

-Debería haber algunos salmones por aquí, ¿o te

parece que todavía no ha llegado la temporada? ¡Accio

Salmon!

Hubo varios ruidos de salpicaduras y luego ruidos

distintivos del pescado batiéndose contra la carne.

Alguien gruñó apreciativamente. Harry presionó más

profundamente el extremo del Oído Extensible en el

- 362 -

suyo. Sobre el murmullo del río podía distinguir otras voces, pero no estaban hablando en español ni en

ningún otro lenguaje humano del que tuviera

conocimiento. Era una lengua ruda y poco melodiosa,

una sarta de repiqueteantes ruidos guturales, y parecía

haber dos interlocutores, uno con un tono apenas un

poco más bajo y pausado que el otro.

Un fuego cobró vida del otro lado de la lona; largas

sombras pasaron entre la tienda y las llamas. El

delicioso aroma del salmón asado flotó tentadoramente

en su dirección. Luego llegó el tintinear de cubiertos

sobre platos, y el primer hombre habló otra vez.

-Aquí, Griphook, Gornuk.

-¡Goblins! -Hermione articulo hacia Harry, quien

asintió.

-Gracias -dijeron ambos Goblins en español.

-Asi que ¿Cuánto tiempo habéis estado huyendo,

vosotro tres? –preguntó una nueva voz, melodiosa y

agradable; a Harry le sonó vagamente familiar, y se

imagino a un hombre de panza redonda, y cara alegre.

-Seis semanas… siete… lo olvidé -dijo el hombre

cansado-. Me encontré con Griphook los primeros días y

unimos fuerzas con Gornuk no mucho después. Es

agradable tener algo de compañía. –Hubo una pausa,

mientras los cuchillos rasgaban los platos y apequeñas

copas eran alzadas y vueltas a dejar en la tierra-. ¿Que

te hizo partir, Ted? –continuó el hombre.

- 363 -

-Sabía que vendrían a buscarme -contestó el de voz melodiosa, Ted, y de repente Harry supo quien era: el

padre de Tonks-. La semana pasada escuché que los

Mortífagos estaban en el área y decidí que era mejor

huir. Desde el principio, rehusé a registrarme como un

nacido de muggles, sabes, así que sabía que era

cuestión de tiempo, sabía que al final tendría partir. Mi esposa debería estar bien, es de sangre pura. Y luego

conocí a Dean aquí presente, ¿que hará, unos días, hijo?

-Si, -dijo otra voz, y Harry, Ron y Hermione se

miraron uno al otro, en silencio pero, a pesar de si

mismos, emocionados, seguros de haber reconocido la

voz de Dean Thomas, su compañero de Gryffindor.

-Nacido de muggles, ¿eh? –preguntó el primer

hombre.

-No estoy seguro, -dijo Dean-. Mi padre dejó a mi

madre cuando yo era un niño. Aunque no tengo pruebas

de que haya sido un brujo.

Por un momento se hizo el silencio, salvo por los

sonidos de masticación; luego Ted volvió a hablar.

-Tengo que decir, Dirk, que estoy sorprendido de

haberme encontrado contigo. Contento, pero,

sorprendido.  Se  corrió  la  voz  de  que  te  habían

atrapado.

-Y así fue -dijo Dirk-. Estaba a medio camino de

Azkaban cuando intenté fugarme. Lancé un hechizo

Aturdidor sobre Dawlish y le robé la escoba. Fue más

fácil de lo que puedas pensar; supongo que no debía

- 364 -

estar muy bien en ese momento. Parecía  Confundido. Si es así, me gustaría estrechar la mano de la bruja o

brujo que lo hizo, probablemente me salvó la vida.

Hubo otra pausa en la que el fuego crepitó y se

podían escuchar las embestidas del río. Luego Ted dijo

-¿Y como encajais vosotros dos? Yo, eh, tenía la

impresión de que los goblins estaban con Ya-sabes-

quien, todos ellos.

-Tenías una falsa impresión. –dijo el goblin de voz

más aguda-. No nos ponemos del lado de nadie. Esta es

una guerra de brujos.

-¿Entonces, como es que estáis escondiéndoos?

-Estimé que era lo más prudente -dijo el goblin de

voz más profunda-. Habiéndo rehusado a aceptar lo que

yo consideré que era una demanda impertinente, me di

cuenta que mi seguridad personal estaba en riesgo.

-¿Qué te pidieron que hicieras? –preguntó Ted.

-Tareas impropias de la dignidad de mi raza. –

respondió el goblin, empleando un tono de voz más

rudo y menos humano al decirlo-. No soy un elfo

doméstico.

-¿Y tu, Griphook?

-Razones similares -dijo el goblin de voz más aguda-.

Gringotts ya no está bajo el exclusivo control de los de

mi raza. Yo no reconozco a ningún brujo como Director.

- 365 -

Añadió algo en voz baja en Gobbledegouk, y Gornuk se echó a reír.

-¿Cuál es el chiste? –preguntó Dean.

-Dijo -contestó Dirk-, que hay cosas que tampoco los

brujos reconocen.

Hubo una pequeña pausa.

-No lo entiendo. –dijo Dean.

-Me tomé mi pequeña venganza antes de partir -dijo

Griphook en español.

-Buen hombre… goblin, quise decir. –enmendó Ted

rápidamente-. ¿Supongo que no te las ingeniarías para

encerrar a uno de los Mortífagos en una de las viejas

cámaras de alta seguridad?

-Si lo hubiera hecho, la espada no le habría ayudado

a escaparse de allí -replicó Griphook. Gornuk se rió otra vez y hasta Dirk soltó una risa seca.

-Todavía creo que aquí hay algo que Dean y yo nos

hemos perdido. –dijo Ted.

-También Severus Snape, solo que todavía no lo

sabe, -dijo Griphook, y los dos goblins estallaron en

risas malignas. Dentro de la tienda la respiración de

Harry se había vuelto superficial por la excitación. El y Hermione se miraron fijamente el uno al otro,

escuchando lo más atentamente posible.

- 366 -

-¿No te enteraste de eso, Ted? –preguntó Dirk-. ¿De los chicos que trataron de robar la espada de Gryffindor

de la oficina de Snape en Hogwarts?

Pareció como si a Harry lo hubiera atravesado una

corriente eléctrica, alterando cada uno de sus nervios

mientras permanecía en el lugar como si hubiera

echado raíces.

-No escuché ni una palabra, -dijo Ted-. No salió en el

Profeta, ¿verdad?

-Difícilmente –se rió Dirk entre dientes-. Griphook

aquí presente me lo contó, se enteró del asunto por Bill

Weasly que trabaja en el banco. Uno de los jóvenes que

trató de llevarse la espada era la hermana más pequeña

de Bill.

Harry miró hacia donde se hallaban Hermione y Ron,

ambos aferraban los Oídos Extensibles tan firmemente

como si fueran cuerdas de salvamento.

-Ella y un grupo de amigos entraron en la oficina de

Snape y rompieron el vidrio de la vitrina donde

aparentemente guardaba la espada. Snape los atrapó

cuando bajaban la escalera tratando de pasarla de

contrabando.

-Ah, Dios los bendiga. –dijo Ted-. ¿Qué pensaban,

que serían capaces de usar la espada contra Ya-sabes-

quien? ¿O contra el mismo Snape?

-Bien, fuera lo que fuera lo que pensaran hacer con

ella, Snape decidió que la espada no estaba a salvo

- 367 -

donde estaba. –dijo Dirk-. Un par de días más tarde, me imagino que después de obtener el visto bueno de Ya-sabes-quien, la mando a Londres para que en cambio

fuera guardada en Gringotts.

Los goblins comenzaron a reírse otra vez.

-Todavía no le encuentro la gracia -dijo Ted.

-Es una falsificación. –graznó Griphook.

-¡La espada de Gryffindor!

-Oh si. Es una copia… una excelente copia,

verdaderamente… pero estaba hecha por magos. La

original fue forjada hace siglos por goblins y tenía

ciertas propiedades que solo las armas hechas por

goblins poseen. Donde quiera que esté la genuina

espada de Gryffindor, no está en una bóveda del Banco

de Gringotts.

-Ya veo. –dijo Ted-. Y asumo que no te molestaste en

decirle esto a los Mortífagos.

-No vi ninguna razón para molestarles con esa

información. –dijo Griphook con mucha compostura, y

ahora Ted y Dean se unieron a las risas que proferían

Gornuk y Dirk.

Dentro de la tienda, Harry cerró los ojos, deseando

que alguien hiciera la pregunta de la cual necesitaba la

respuesta, y después de un minuto que parecieron diez,

Dean le hizo el favor; después de todo (recordó Harry

sintiendo una sacudida) también era ex-novio de Ginny.

- 368 -

-¿Que ocurrió con Ginny y los demás? ¿Los que trataron de robarla?

-Oh, fueron castigados, y cruelmente-. Dijo Griphook

con indiferencia.

-¿Pero aún así se encuentran bien? –preguntó Ted

velozmente-. Quiero decir, que los Weasley lo menos

que necesitan es más hijos heridos ¿verdad?

-Por lo que se, no sufrieron heridas serias. –dijo

Griphook.

-Me alegro por ellos. –dijo Ted-. Con los

antecedentes que tiene Snape supongo que deberíamos

alegrarnos de que aún sigan con vida.

-¿Entonces, crees esa historia, verdad, Ted? –

preguntó Dirk-. ¿Crees que Snape mató a Dumbledore?

-Por supuesto que lo creo. -dijo Ted-. ¿Te vas a

quedar sentado allí diciéndome que crees que Potter

tuvo algo que ver con ello?

-Es difícil saber en que creer en estos días. –murmuró

Dirk.

-Conozco a Harry Potter. –dijo Dean-. Y considero

que el es el verdadero… el Elegido, o lo que sea que

quieran llamarlo.

-Si, hay muchos a los que les gustaría poder creer

eso, hijo –dijo Dirk-, yo incluido. Pero ¿Dónde está? Por lo que parece, huyó por su vida. Se podría pensar que si

- 369 -

supiera algo que nosotros no sabemos, o tuviera algo especial dentro de si, estaría allí fuera ahora,

peleando, oponiendo resistencia, en vez de esconderse.

Y sabes, el Profeta presentó un caso bastante bueno

contra él…

-¿El Profeta? –se burló Ted-. Mereces que te mientan

si aún continuas leyendo esa porquería, Dirk. Si quieres

los hechos, prueba con el Quibbler.

Hubo una súbita explosión de sofocos y arcadas

además de gran cantidad de golpes. Por el ruido que

hacían, Dirk se había tragado una espina de pescado. Al

final balbuceó.

-¿El Quibbler? ¿Ese fancín lunático de Xeno Lovegood?

-No está tan lunático estos días. –dijo Ted-. Deberías

echarle una ojeada. Xeno esta imprimiendo todas las

cosas que el Profeta está ignorando, ni una sola

mención acerca de Snorkacks de Cuernos Rugosos en el

último ejemplar. Lo que me preocupa es cuanto tiempo

más lo dejarán salirse con la suya, no lo sé. Pero Xeno

dice, en la primera página de cada publicación, que

todo brujo que esté en contra de Ya-sabes-quien

debería tener como primera prioridad el ayudar a Harry

Potter.

-Es difícil ayudar a un muchacho que ha

desaparecido de la faz de la tierra -dijo Dirk.

-Escucha, el hecho de que aún no lo hayan atrapado

es un tremendo logro –dijo Ted-. Gustosamente

- 370 -

aceptaría sus consejos; es lo que estamos tratando de hacer, permanecer libres, ¿verdad?

-Si, bueno, ahí tienes razón –dijo Dirk lentamente-.

Con todo el Ministerio y todos sus informantes

buscándolo yo habría supuesto que a estas alturas ya lo

habrían atrapado. Considerándolo, ¿quien nos asegura

que no lo hayan capturado y matado sin haberlo

difundido?

-Ah, no digas eso, Dirk. –murmuró Ted.

Hubo una larga pausa ocupada con otro alboroto de

cuchillos y tenedores. Cuando volvieron a hablar fue

para discutir si deberían dormir en la orilla o refugiarse en la ladera arbolada. Decidiendo que los árboles les

darían una mejor cobertura, extinguieron el fuego, y

luego treparon nuevamente la pendiente, las voces

perdiéndose en la distancia.

Harry, Ron y Hermione enrollaron los Oídos

Extensibles. Harry, que durante todo el tiempo que

estuvieron escuchando a escondidas, había encontrado

cada vez mas difícil permanecer en silencio, ahora fue

incapaz de decir nada más que:

-Ginny… la espada…

-Lo sé. –dijo Hermione.

Se abalanzó sobre el pequeño bolso bordado, esta

vez hundiendo el brazo dentro de él justo hasta la

axila.

- 371 -

-Aquí… lo… tengo… -dijo con los dientes apretados, y tiró de algo que evidentemente estaba en el fondo del

bolso.

Paulatinamente, pudo verse el borde de un

recargado marco de cuadro. Harry se apresuró a

ayudarla. Mientras levantaban el vacío retrato de

Phineas Nigellus para sacarlo del bolso, lo mantuvo

apuntado con la varita, lista para conjurar un hechizo

en cualquier momento.

-Si alguien cambió la verdadera espada por la falsa

mientras estaba en la oficina de Dumbledore -jadeó,

mientras apoyaban la pintura contra un lado de la

tienda-, ¡Phineas Nigellus debería haber sido testigo,

esta colgado justo al lado de la vitrina!

-A menos que estuviera durmiendo –dijo Harry, pero

aún así contuvo el aliento mientras Hermione se

arrodillaba frente al vacío lienzo, con la varita

apuntada hacia el centro. Se aclaró la garganta y luego

dijo: -Er… ¿Phineas? ¿Phineas Nigellus?

Nada ocurrió.

-¿Phineas Nigellus? –dijo Hermione otra vez-.

¿Profesor Black? Por favor… ¿Podemos hablar con usted?

¿Por favor?

-Decir por favor siempre ayuda. –dijo una fría y

sarcástica voz, y Phineas Nigellus se deslizó dentro de

su retrato. Al instante, Hermione gritó: -¡ Obscuro!

- 372 -

Una venda negra apareció sobre los inteligentes ojos oscuros de Phineas Nigellus, provocando que se

golpeara contra el marco y gritara de dolor.

-¿Qué… cómo te atreves… quién eres?

-Lo siento mucho, Profesor Black, -dijo Hermione-.

¡Pero es una precaución necesaria!

-¡Remueve este tonto aditamento enseguida!

¡Quítalo, te he dicho! ¡Estás arruinando una gran obra

de arte! ¿Dónde estoy? ¿Qué está ocurriendo?

-No importa donde estamos. –dijo Harry, y Phineas

Nigellus se congeló, abandonando los intentos de

quitarse la venda pintada que le cubría el rostro.

-¿Será posible que esa sea la voz del huidizo Mr.

Potter?

-Tal vez. –dijo Harry, sabiendo que esto mantendría

a Phineas Nigellus interesado-. Tenemos un par de

preguntas que hacerle… acerca de la espada de

Gryffindor.

-Ah -dijo Phineas Nigellus, ahora volviendo la cabeza

de un lado a otro en un esfuerzo por tratar de obtener

un vistazo de Harry-. Si. Esa tonta chica actuó muy

imprudentemente…

-No hable así de mi hermana. –dijo Ron bruscamente.

Phineas Nigellus enarcó las cejas de forma arrogante.

- 373 -

-¿Quién  más  está  ahí?  –preguntó,  girando  la  cabeza de lado a lado-. ¡Tu tono me desagrada! La muchacha y

sus amigos fueron extremadamente temerarios.

¡Robarle al Director!

-No estaban robando. –dijo Harry-. La espada no es

de Snape.

-Pertenece al colegio del Profesor Snape. –dijo

Phineas Nigellus-. ¿Qué derecho tiene exactamente la

joven Weasley sobre ella? ¡Se merecía el castigo, tanto

como el idiota de Longbottom y la rareza de Lovegood!

-¡Neville no es un idiota y Luna no es una rareza! –

dijo Hermione.

-¿Dónde estoy? –repitió Phineas Nigellus, empezando

nuevamente a forcejear con la venda-. ¿Dónde me

habéis traído? ¿Por qué me habéis sacado de la casa de

mis ancestros?

-¡En este momento eso no es importante! ¿Cómo

castigó Snape a Ginny, Neville y Luna? –preguntó Harry

con apremio.

-El Profesor Snape los mandó al Bosque Prohibido, a

hacer algún trabajo para el idiota de Hagrid.

-¡Hagrid no es un idiota! –dijo Hermione

estridentemente.

-Y seguro que Snape pensó que eso era un castigo -

dijo Harry-. Pero Ginny, Neville y Luna probablemente

pasaron un rato agradable con Hagrid. El Bosque

- 374 -

Prohibido… han pasado por cosas mucho peores que el Bosque Prohibido, ¡vaya cosa!

Se sintió aliviado; se había estado imaginando

horrores, la maldición Cruciatus, como poco.

-Lo que realmente queríamos saber, Profesor Black,

es si ¿alguien más, um, por alguna razón, ha sacado la

espada? ¿Tal vez se la llevaron para limpiarla o… o algo?

Phineas Nigellus hizo una pausa en los forcejeos con

que intentaba liberarse los ojos y se rió

disimuladamente.

- Nacidos de muggles -dijo-. Las armas de hechura

Goblin no necesitan limpieza, ingenua niña. La plata

Goblin repele el polvo mundano, absorbiendo

solamente aquello que la fortalece.

-No llame ingenua a Hermione. –dijo Harry.

-Me estoy cansando de que me contradigais. –dijo

Phineas Nigellus-. ¿Tal vez sea hora de que regrese a la

oficina del Director?

Aún vendado, comenzó a andar a tientas por el borde

del marco, tratando de tantear su camino fuera de esta

pintura y de regreso a la que estaba en Hogwarts. Harry

tuvo una súbita inspiración.

-¡Dumbledore! ¿Puede traernos a Dumbledore?

-¿Perdón? –preguntó Phineas Nigellus.

- 375 -

-El retrato del Profesor Dumbledore… no podría traerlo con usted, aquí, a su propio retrato.

Phineas Nigellus volvió el rostro en dirección a la voz

de Harry.

-Evidentemente no solamente los nacidos de muggles

son ignorantes, Potter. Los retratos de Hogwarts

pueden comunicarse entre ellos, pero no pueden viajar

fuera del castillo excepto para visitar pinturas de si

mismos colgadas en otros lugares. Dumbledore no

puede venir conmigo aquí, y después del tratamiento

que he recibido en vuestras manos. ¡Os aseguro que no

regresaré a visitaros!

Ligeramente cabizbajo, Harry observó como Phineas

redoblaba sus esfuerzos para dejar el marco.

-Profesor Black -dijo Hermione-, ¿No podría decirnos,

por favor, cuando fue la última vez que la espada fue

sacada de la vitrina? ¿Me refiero a antes de que Ginny

la tomara?

Phineas bufó impacientemente.

-Creo que la última vez que vi la espada de

Gryffindor fuera de la vitrina fue cuando el Profesor

Dumbledore la usó para abrir un anillo de un golpe.

Hermione se giro vivamente para mirar a Harry.

Ninguno de ellos se atrevía a decir nada más delante de

Phineas Nigellus, que al fin se las había arreglado para

encontrar la salida.

- 376 -

-Bien, buenas noches tengan ustedes. –dijo algo gruñón, y empezó a apartarse de la vista otra vez. Solo

el borde de su sombrero de ala quedaba a la vista

cuando Harry dio un inesperado grito.

-¡Espere! ¿Le contó a Snape que había visto eso?

Phineas Nigellus metió la vendada cabeza

nuevamente dentro del cuadro.

-El Profesor Snape tiene cosas más importantes en su

mente que las muchas excentricidades de Albus

Dumbledore. ¡Adiós, Potter!

Y diciendo esto, se desvaneció por completo,

dejando detrás de él nada más que el sombrío telón de

fondo.

-¡Harry! –gritó Hermione.

-¡Lo sé! –gritó Harry. Incapaz de contenerse a si

mismo, dio un puñetazo al aire; era más de lo que se

había atrevido a esperar. Caminó a zancadas por la

tienda, de arriba abajo, sintiendo que podría correr una

milla entera; Ya ni siquiera tenía hambre. Hermione

comprimía el retrato de Phineas Nigellus metiéndolo

nuevamente dentro del bolso bordado; cuando hubo

cerrado el cierre tiró el bolso de vuelta a un lado y

levanto la cara brillante hacia Harry.

-¡La espada puede destruir Horcruxes! Las hojas

fabricadas por los Goblins absorben solo aquello que las

fortalece… ¡Harry esa espada esta impregnada con

veneno de basilisco!

- 377 -

-Y Dumbledore no me la entregó antes porque aún la necesitaba, quería usarla en el Relicario…

-…y debe de haberse percatado que no te dejarían

tenerla si te la dejaba en su testamento…

-… Por lo que hizo una réplica…

-… Y puso una falsificación en la vitrina…

-… Y dejó la verdadera… ¿Dónde?

Se miraron uno al otro; Harry sentía que la respuesta

estaba colgando invisible en el aire que había sobre

ellos, tentadoramente cerca.  ¿Por  qué  no  se  lo  había dicho Dumbledore? ¿O, de hecho, se lo dijo a Harry,

pero Harry no se dio cuenta en ese momento?

-¡Piensa! –susurró Hermione-. ¡Piensa! ¿Donde podría

haberla dejado?

-No en Hogwarts. –dijo Harry, reanudando su paseo.

-¿En algún lugar de Hogsmeade? –sugirió Hermione.

-¿En la Casa de los Gritos? –dijo Harry-. Nunca va

nadie por allí.

-Pero Snape sabe como llegar allí, ¿No sería eso un

poco arriesgado?

-Dumbledore confiaba en Snape. –le recordó Harry.

- 378 -

-No lo suficiente como para decirle que había intercambiado las espadas. –dijo Hermione.

-¡Si, tienes razón! –dijo Harry, y se sintió incluso más

alegre ante el pensamiento de que Dumbledore había

tenido ciertas reservas, aunque fueran leves, sobre la

honradez de Snape-. Por lo que habrá escondido la

espada bien lejos de Hogsmeade ¿Qué supones tú, Ron?

¿Ron?

Harry miro a su alrededor. Por un desconcertante

momento pensó que Ron había dejado la tienda, luego

se dio cuenta que Ron estaba tendido en una litera

envuelto en las sombras, inmovil.

-Oh, os habéis acordado de mi, ¿eh? –dijo.

-¿Qué?

Ron bufó con la vista fija en la parte de abajo de la

litera superior.

-Proseguid. No dejeis que os estropee la diversión.

Perplejo, Harry miró a Hermione en busca de ayuda,

pero ella negó con la cabeza, aparentemente tan

confusa como él.

-¿Cuál es el problema? –preguntó Harry.

-¿Problema? No hay ningún problema. –dijo Ron aún

rehusando mirar a Harry-. No en lo que a ti respecta,

de cualquier forma.

- 379 -

Se  escucharon  varios  golpes  sordos  en  la  lona  sobre sus cabezas. Había empezado a llover.

-Bueno, evidentemente tienes un problema. –dijo

Harry-. Escúpelo, ¿quieres?

Ron balanceó las largas piernas fuera de la cama y se

sentó. Se le veía sórdido, no parecía él mismo.

-Esta bien, lo escupiré. No esperes que salte arriba y

abajo por toda la tienda porque hay otra condenada

cosa que debemos encontrar. Añádela a la lista de

cosas que no sabes.

-¿Qué no sé? –repitió Harry-. ¿Qué no sé?

Plunk, plunk, plunk. La lluvia caía cada vez más

fuerte y pesada; produciendo leves ruidos en la capa de

hojas esparcidas alrededor de ellos y chapoteando en el

río a través de la oscuridad. El temor apagó el júbilo de Harry. Ron estaba diciendo exactamente lo que había

sospechado y temido que estuviera pensando.

-No es como si estuviera pasando el mejor momento

de mi vida aquí, -dijo Ron-. Sabes, con el brazo

estropeado y nada que comer y congelándome el

trasero todas las noches. Solo tenía la esperanza,

sabes, de que después de haber estado dando vueltas

durante semanas, hubiéramos logrado algo.

-Ron –dijo Hermione, pero con una voz tan baja que

Ron podía pretender no haberla oído sobre el ruidoso

tamborileo de la lluvia que ahora golpeaba la tienda.

- 380 -

-Creí que sabías para lo que te habías ofrecido voluntario. –dijo Harry.

-Si, yo también creía saberlo.

-Entonces ¿Qué parte de ello no esta colmando tus

expectativas? –preguntó Harry. El enfado venía en su

auxilio ahora-. ¿Creías que nos alojaríamos en hoteles

cinco estrellas? ¿Qué encontraríamos un Horcrux cada

dos por tres? ¿Pensabas que volverías con tu mami para

navidad?

-¡Pensamos que sabías lo que estabas haciendo! –

grito Ron, poniéndose de pie, y sus palabras

traspasaron a Harry como cuchillos ardientes-.

¡Pensamos que Dumbledore te había dicho qué hacer,

pensamos que tenías un verdadero plan!

-¡Ron! –dijo Hermione, esta vez de forma claramente

audible sobre la lluvia que retumbaba contra el techo

de la tienda, pero otra vez la ignoró.

-Bueno siento haberte desilusionado. –dijo Harry, su

voz lo bastante serena aunque se sentía vacío,

inadecuado-. Fui honesto contigo desde el principio. Te

dije todo lo que Dumbledore me había dicho. Y en caso

que no te hayas dado cuenta, encontramos un Horcrux…

-Si, y estamos casi tan cerca de librarnos de él como

lo estamos de encontrar el resto de ellos… ¡En otras

palabras, para nada cercanos, maldición!

-Quítate el relicario, Ron. –dijo Hermione, su voz

inusualmente alta-. Por favor quítatelo. No estarías

- 381 -

hablando de esa forma si no hubieras estado usándolo todo el día.

-Si, lo haría. –dijo Harry, que no quería que le

buscaran excusas a la actuación de Ron-. ¿En serio

creeis que no he adivinado que pensabais estas cosas?

-Harry, nosotros no estábamos…

-¡No mientas! –le lanzó Ron-. Tu también lo dijiste,

dijiste que estabas desilusionada, dijiste que habías

creído que tenía algo más en lo que apoyarse, además

de…

-No lo dije de esa forma, Harry, ¡No lo hice! –lloró.

La lluvia aporreaba la tienda, por el rostro de

Hermione caían las lágrimas, y la emoción que había

sentido hacía unos minutos se desvaneció como si nunca

la hubiera experimentado, un fuego artificial de corta

vida que había brillado y muerto, dejándolo todo

oscuro, mojado y frío. La espada de Gryffindor estaba

escondida y no sabían dónde, y eran tres adolescentes

en una tienda cuya única hazaña hasta el momento

consistía en no estar muertos, aún.

-¿Entonces por qué estáis aquí aún? –le preguntó

Harry a Ron.

-Que me registren.

-Iros a casa, entonces. –dijo Harry.

- 382 -

-¡Si, tal vez lo haga! –gritó Ron, y dio varios pasos hacia Harry, que no se echó para atrás-. ¿No escuchaste

lo que dijeron de mi hermana? Pero no das un pedo de

gato, no. Es solo el Bosque Prohibido.  Ha-enfrentado-

cosas-peores,   a    Harry Potter no le importa lo que le pase a ella allí… bueno a mi si, entiendes, arañas

gigantes y juegos de mente…

-Lo que quise decir… es que estaba con los demás,

estaban con Hagrid…

-Si, lo entiendo, ¡No te importa! Y que hay acerca

del resto de mi familia, “los Weasley lo que menos que

necesitan es más hijos heridos” ¿oíste eso?

-Si, yo…

-¿Sin embargo no te preocupó lo que quiso decir con

eso?

-¡Ron! –dijo Hermione, forzando su camino para

interponerse entre ellos-. No creo que signifique que

haya pasado nada nuevo, nada de lo que no estemos

enterados; piensa, Ron, Bill ya tiene una cicatriz, a

esta altura mucha gente debe haber visto que George

perdió una oreja, y se supone que tú estás en tu lecho

de muerte con Spattergroit. Estoy segura que eso fue lo

que quiso decir…

-Oh, estás segura, ¿verdad? Bueno, entonces, no me

preocuparé por ellos. Para ti también está todo bien,

¿no es cierto? Con tus padres a salvo fuera del camino…

-¡Mis padres están muertos! –rugió Harry.

- 383 -

-¡Y los míos podrían estar en el mismo camino! –gritó Ron.

-Entonces ¡VETE! –rugió Harry-. Regresa con ellos,

pretende que te recuperaste del Spattergroit y tu

madre podrá alimentarte bien y…

Ron hizo un movimiento súbito. Harry reaccionó,

pero antes de que cualquiera de las dos varitas

estuviera fuera de los bolsillos de sus propietarios,

Hermione había levantado la suya.

Protego! –gritó, y un escudo invisible se extendió entre ella y Harry de un lado y Ron del otro; todos ellos se vieron forzados a retroceder unos pocos pasos por la

fuerza del hechizo, y Harry y Ron se miraban

insistentemente a cada lado de la transparente barrera

como si se vieran claramente uno al otro por primera

vez. Harry sintió un odio corrosivo contra Ron. Algo se

había roto entre ellos.

-Deja el Horcrux. –dijo Harry.

Ron se pasó la cadena por sobre la cabeza y tiró el

relicario sobre una silla cercana. Se giró hacia

Hermione.

-¿Que vas a hacer?

-¿A que te refieres?

-¿Te quedas, o qué?

- 384 -

-Yo… -se veía angustiada-. Si…si, me quedo. Ron, dijimos que iríamos con Harry. Dijimos que lo

ayudaríamos.

-Lo entiendo. Lo eliges a él.

-Ron, no… por favor… regresa, ¡Regresa!

Se vio obstruida por su propio encantamiento

escudo; para cuando lo hubo levantado él ya había

salido rabiando hacia la noche. Harry permaneció

inmóvil y en silencio, escuchándola sollozar y gritar el

nombre de Ron entre los árboles.

Después de unos pocos minutos regresó, el empapado

cabello pegado contra la cara.

-¡Se ha i-i-ido! ¡Se ha  Desaparecido!

Se tiró sobre una silla, se encogió sobre sí misma, y

empezó a llorar.

Harry se sentía aturdido. Se detuvo, levantó el

Horcrux, y lo colocó alrededor de su cuello. Sacó las

mantas de la litera de Ron y las tiró sobre Hermione.

Luego trepó a su propia cama y miró al oscuro techo de

lona, escuchando el repiqueteo de la lluvia.

- 385 -

Capítulo Dieciseis 

EL VALLE DE GODRIC

C    uando Harry se despertó al día siguiente

transcurrieron algunos segundos antes de que recordara

lo que había pasado. Luego esperó, infantilmente, que

todo hubiera sido un sueño, que Ron aún estuviera ahí y

nunca se hubiera ido. Pero al girar la cabeza sobre la

almohada pudo ver la cama de Ron vacía. Apartó los

ojos sin expresión alguna. Harry bajó de un salto de su

propia cama, manteniendo la vista apartada de la de

Ron. Hermione, que ya estaba ocupada en la cocina, no

le dio los buenos días, sino que desvió la mirada cuando

él entró.

Se ha ido, se dijo Harry a sí mismo. Se ha ido. Se tuvo

que repetir lo mismo mientras se bañaba y se vestía,

como si repitiéndolo pudiera insensibilizarse de la

conmoción. Se ha ido y no va a regresar. Y era la pura

verdad, Harry lo sabía, porque los encantamientos

protectores harían imposible que Ron, una vez dejaran

- 386 -

este sitio, los encontrara otra vez.

Él y Hermione tomaron el desayuno en silencio. Los ojos

de Hermione estaban rojos e hinchados; parecía que no

hubiera dormido nada. Empacaron sus cosas, Hermione

haciéndolo demasiado despacio. Harry sabía por qué

quería alargar su estancia en la ladera del río; varias

veces la vio con mirada vigilante, y estaba seguro de

que se engañaba a sí misma pensando que había

escuchado pasos a través de la pesada lluvia, pero

ninguna figura pelirroja apareció entre los árboles.

Cada vez que Harry hacía la imitaba, y miraba

alrededor (no podía evitar tener un poco de esperanza,

el también), no veía nada más que el bosque barrido

por la lluvia, y una pequeña porción de furia explotaba

dentro de él. Podía escuchar a Ron diciendo,

“¡Pensábamos que sabías lo que hacías!” y terminó de

empacar con un fuerte nudo en la boca del estómago.

A su lado, el lodoso río estaba creciendo rápidamente y

pronto se desbordaría sobre su margen. Se habían

retrasado una hora larga sobre el momento en que

hubieran levantado el campamento en condiciones

normales. Al final, después de rehacer tres veces

completas el equipaje en el bolso bordado, Hermione

parecía incapaz de encontrar más razones para

retrasarse: ella y Harry se cogieron de la mano y se

Desaparecieron, reapareciendo sobre una ventosa

ladera cubierta de brezos.

En el instante que llegaron, Hermione soltó la mano de

Harry y se alejó de él, sentándose finalmente sobre una

gran roca, su cara sobre las rodillas, sacudiéndose con

lo que él sabía eran sollozos. La observó, sabiendo que

debería ir a consolarla, pero algo lo mantenía atado a

donde estaba. Sentía su interior frío y encogido:

nuevamente vio la expresión desdeñosa en la cara de

- 387 -

Ron. Harry echó a andar a grandes zancadas a través de los brezos, caminando en un gran círculo con centro en

la desconsolada Hermione, conjurando los hechizos que

solía hacer ella para garantizar su seguridad.

No hablaron de Ron en el transcurso de los siguientes

días. Harry había decidido no volver a mencionar su

nombre, y Hermione parecía saber que sería inútil

forzar el tema, aunque a veces, por las noches, cuando

ella pensaba que estaba dormido, podía escucharla

llorar. Mientras tanto, Harry había comenzado a sacar

el Mapa del Merodeador y a examinarlo a la luz de su

varita. Estaba esperando el momento en el que el

punto etiquetado con el nombre de Ron pudiera

aparecer en los corredores de Hogwarts, probando que

había regresado a la comodidad del castillo, protegido

por su estatus de sangre pura. Sin embargo, Ron no

apareció en el mapa, y con el tiempo, Harry se

encontró sacándolo solamente para observar el nombre

de Ginny en el dormitorio de las niñas, deseando que la

intensidad con la que lo miraba pudiera entrar en su

sueño, de manera que ella supiera de una u otra forma

que él estaba pensando en ella, deseando que estuviera

bien.

Por el día, se dedicaban a tratar de determinar los

posibles lugares donde pudiera estar la espada de

Gryffindor, pero cuanto más hablaban de los sitios en

los que Dumbledore pudiera haberla escondido, su

especulación se volvía más desesperada y menos

atractiva. Aunque se devanó los sesos todo lo que pudo,

Harry no podía recordar que Dumbledore hubiera

mencionado alguna vez un lugar donde pudiera

esconder algo. Hubo momentos en que no supo si

estaba más enojado con Ron o con Dumbledore.

Pensábamos que sabías lo que hacías… Pensábamos que

- 388 -

Dumbledore te había dicho qué hacer… ¡Pensábamos que tenías un plan de verdad!

No podía engañarse: Ron estaba en lo cierto.

Dumbledore no le había dejado virtualmente nada.

Habían descubierto un Horrocrux, pero no tenían

medios para destruirlo. Los otros seguían siendo tan

inalcanzables como lo habían sido siempre. La

desesperanza amenazaba con hundirlo. Ahora titubeaba

pensando en su presunción al aceptar la oferta de sus

amigos de acompañarlo en este viaje errante y sin

sentido. No sabía nada, no tenía ideas, y estaba

constante y dolorosamente alerta a cualquier signo de

que Hermione también fuera a decirle que ya había

tenido suficiente, que se iba.

Pasaban muchas noches en casi total silencio, y

Hermione empezó a sacar el retrato de Phineas Nigellus

y a colocarlo en una silla, como si fuera a llenar parte

del vacío que Ron dejó con su partida. A pesar de su

previa advertencia de que no los visitaría más, Phineas

Nigellus no parecía capaz de resistir la oportunidad de

saber más acerca de lo que Harry planeaba, y consentía

en reaparecer, con los ojos vendados, cada pocos días.

Harry incluso se alegraba de verlo, porque era

compañía, aunque fuera de un tipo despreciativo y se

burlara de ellos. Saciaron su ansia de noticias acerca de lo que estaba pasando en Hogwarts, aunque Phineas

Nigellus no era un informante ideal. Veneraba a Snape,

el primer director de Slytherin desde que él había

dirigido la escuela, y tenían que tener cuidado de no

criticar o hacer preguntas impertinentes sobre Snape, o

Phineas Nigellus abandonaba el retrato

instantáneamente.

Sin embargo, dejó caer ciertos fragmentos. Snape

parecía estar enfrentando un constante aunque débil

- 389 -

motín de un amplio grupo de estudiantes. A Ginny se le había prohibido ir a Hogsmeade. Snape había retomado

el viejo decreto de Umbridge prohibiendo reuniones de

tres o más estudiantes o la creación de cualquier

sociedad estudiantil no oficial.

De todas estas cosas, Harry dedujo que Ginny, y

probablemente Neville y Luna con ella, estaban

haciendo todo lo que podían para continuar con el

Ejército de Dumbledore. Estas escasas noticias hicieron

que Harry deseara ver a Ginny tan desesperadamente

como cuando deseas que se te cure pronto un dolor de

estómago; pero también le hizo pensar en Ron otra vez,

y en Dumbledore, y en el mismo Hogwarts, que había

extrañado casi tanto como a su ex-novia. De hecho,

mientras que Phineas Nigellus hablaba acerca de las

medidas de Snape, Harry experimentó un pequeño

segundo de locura al imaginarse simplemente

regresando a la escuela para unirse a la

desestabilización del régimen de Snape: estando bien

alimentado, y con una cómoda cama, y otras personas

haciéndose cargo de todo; parecía la más maravillosa

propuesta del mundo en ese momento. Pero luego

recordó que era el Indeseable Número Uno, que había

un precio de diez mil galeones sobre su cabeza, y que

estar en Hogwarts en esos días era tan peligroso como

estar en el Ministerio de Magia. Sin darse cuenta,

Phineas Nigellus enfatizaba este hecho al dejar caer

preguntas casuales acerca de dónde estaban Harry y

Hermione. Cada vez que lo hacía, Hermione lo envolvía

nuevamente en la bolsa de cuentas, y Phineas Nigellus

invariablemente rehusaba reaparecer hasta varios días

después de esas despedidas tan poco ceremoniosas.

El clima se volvió más y más frío. No se atrevían a

permanecer en un lugar demasiado tiempo, aunque

- 390 -

permanecían en el sur de Inglaterra, que era una dura región. El frío era la peor de sus preocupaciones, así

que continuaron errando arriba y debajo de la región,

desafiando la falda de una montaña, donde el

aguanieve aporreó la tienda; una amplia y plana

ciénaga, donde la tienda se inundó con agua fría; y una

pequeña isla en medio de un lago, donde la nieve

cubrió la tienda hasta la mitad durante la noche.

Habían comenzado a colocar árboles de Navidad con

luces parpadeantes en algunas ventanas del salón antes

de que llegara la noche, cuando Harry decidió sugerir,

de nuevo, lo que le parecía la única ruta sin explorar

que les quedaba. Acababan de terminar una inusual

merienda: Hermione había ido al supermercado bajo la

Capa de Invisibilidad (dejando escrupulosamente el

dinero dentro de una caja registradora abierta antes

irse), y Harry pensó que podría estar más persuadible

de lo normal con el estómago lleno, gracias a los

espagueti boloñesa y a las peras enlatadas. También

había tenido la previsión de sugerir que tomaran

algunas horas de descanso de llevar el Horrocrux, que

estaba colgando sobre la cama a su lado.

-¿Hermione?

-¿Mmm? -Estaba acurrucada en un de los sillones

combados con Las Aventuras de Beedle el Bardo. No

podía imaginar cuanto tiempo más iba a estar pegada al

libro, que no fue, después de todo, demasiado; pero

evidentemente aún estaba descifrando algo en él,

porque El silabario del Hechicero permanecía abierto

en un brazo del sillón.

Harry se aclaró la garganta. Se sentía exactamente

como en aquella ocasión, algunos años atrás, cuando

tuvo que preguntarle a la Profesora McGonagall si podía

ir a Hogsmeade de todas formas, a pesar del hecho de

- 391 -

no haber persuadido a los Dursley de firmar su permiso.

-Hermione, he estado pensando, y …

-Harry, ¿podrías ayudarme con algo?

No parecía haberle escuchado. Se inclinó frente a él y

le extendió Las Aventuras de Beedle el Bardo.

-Mira este símbolo -dijo, apuntando al encabezado de

la página. Sobre lo que Harry suponía que era el título

de la historia (siendo incapaz de leer runas, no podía

estar seguro), había el dibujo de lo que parecía un ojo

triangular, su pupila cruzada con una línea vertical.

-No he estudiado Runas Antiguas, Hermione.

-Ya lo sé, pero esto no es una runa y tampoco está en el

silabario. Todo este tiempo pensaba que era el dibujo

de un ojo, ¡pero ya no creo que lo sea! Fue dibujado

con tinta, mira, alguien lo pintó ahí, no es realmente

parte del libro. Piensa, ¿has visto esto antes?

-No… No, espera un momento. -Harry lo miró más de

cerca-. ¿No es el mismo símbolo que el padre de Luna

llevaba colgado del cuello?

-Bien, eso mismo pensé

-Entonces es la marca de Grindelwald

Ella lo miró fijamente, con la boca abierta.

-¿Qué?

-Krum me dijo…

Le recontó la historia que Viktor Krum le había contado

en la boda. Hermione lo miraba anonadada.

-¿La marca de Grindelwald?

Miró a Harry y luego al extraño símbolo otra vez.

-Nunca he oído que Grindelwald tuviera una marca. No

se menciona en nada de lo que he leído de él.

-Bueno, como te dije, Krum cree que ese símbolo fue

tallado en una pared de Durmstrang, y que Grindelwald

lo puso ahí.

Ella se dejó caer en el viejo sillón, con el ceño

- 392 -

fruncido.

-Es muy extraño. Si es un símbolo de Magia Oscura,

¿que está haciendo en un libro de historias para niños?

-Si, es raro -dijo Harry-. Y se supone que Scrimgeour

debería haberlo reconocido. Él era Ministro, tendría

que haber sido un experto en artes oscuras.

-Lo se… Tal vez pensó que era un ojo, como yo. Las

otras historias también tienen pequeñas imágenes sobre

los títulos.

No dijo nada más, pero continuó estudiando

detenidamente la extraña marca. Harry lo intentó otra

vez.

-¿Hermione?

-¿Mmm?

-He estado pensando. Quiero… quiero ir al Valle de

Godric.

Ella lo miró, pero sus ojos estaban desenfocados, y él

estuba seguro de que estaba pensando todavía en la

misteriosa marca del libro.

-Sí -dijo ella-. Sí, yo también he estado pensando en

eso. Realmente pienso que tenemos que ir.

-¿Me has escuchado bien? -preguntó él.

-Por supuesto que sí. Quieres ir al Valle de Godric.

Estoy de acuerdo, creo que deberíamos ir. Quiero

decir, no se me ocurre otro lugar donde pueda estar.

Será peligroso, pero mientras más lo pienso, más

probable me parece que esté ahí.

-Eh… ¿Qué es lo qué está ahí? -preguntó Harry.

En ese momento, ella lo miró tan desconcertada como

lo estaba él.

-Pues, ¡la espada, Harry! Dumbledore tenía que saber

que tu querrías regresar ahí, y quiero decir, el Valle de Godric es el lugar de nacimiento de Godric Gryffindor

-¿En serio? ¿Gryffindor es del Valle de Godric?

- 393 -

-Harry, ¿has abierto alguna vez Historia de la Magia?

-Eh -dijo, sonriendo por primera vez en meses, por lo

que notaba: los músculos de su rostro estaban

raramente tiesos-. Sí lo abrí, sabes, cuando lo compré…

sólo una vez…

-Bueno, si el pueblo tiene ese nombre en su honor, creo

que podrías haber pensado en hacer la conexión -dijo

Hermione. Sonaba más como la vieja Hermione que

como la nueva; Harry casi esperaba que anunciara que

se iba a la biblioteca.

-Hay algo sobre el pueblo en Historia de la Magia,

espera…

Abrió la bolsa de cuentas y revolvió en su interior

durante un rato, extrayendo finalmente la copia del

viejo libro de texto, Historia de la Magia por Bathidla

Bagshot, el cual hojeó hasta encontrar la página que

quería.

“Después de la firma del Estatuto Internacional del

Secreto en 1689, los magos tuvieron que esconderse por

su propio bien. Era frecuente, quizás, que formaran sus

propias pequeñas comunidades dentro de una

comunidad más grande. Muchos pueblos pequeños y

aldehuelas atrajeron a algunas familias mágicas, que

permanecieron juntas para apoyarse mutuamente y

como protección. Los pueblos de Tinworth en Cornwall,

Upper Flagely en Yorkshire, y Ottery St. Catchpole en la

costa sur de Inglaterra fueron hogares notables para

corrillos de familias mágicas que vivían junto con

muggles tolerantes y a veces Confundidos. El más

célebre de estos lugares de residencia medio-mágicos,

es quizás, el Valle de Godric, el pueblo del oeste del

país donde nació el gran mago Godric Gryffindor, y

donde Bowman Wright, herrero mágico, forjó la

primera snitch dorada. El cementerio está lleno de

- 394 -

nombres de antiguas familias mágicas, y sus relatos son, sin duda alguna, historias de embrujos que han

acechado la pequeña iglesia local durante muchos

siglos.’

-No os menciona ni a tí ni a tus padres -dijo Hermione,

cerrando el libro-, porque la profesora Bagshot no

cubre nada posterior a finales del siglo diecinueve.

¿Pero lo ves? El Valle de Godric, Godric Gryffindor, la

espada de Gryffindor; ¿no crees que Dumbledore debía

espera rque hicieras la conexión?

-Oh sí…

Harry no quiso admitir que no había pensando en la

espada en absoluto cuando sugirió ir al Valle de Godric.

Para él, el atractivo del pueblo estaba en la tumba de

sus padres, la casa donde escapó de la muerte, y en la

persona de Bathidla Bagshot.

-¿Recuerdas lo que dijo Muriel? -le preguntó

casualmente.

-¿Quién?

-Ya sabes -vaciló: no quería decir el nombre de Ron-. La

tía abuela de Ginny. En la boda. La que dijo que tenías

tobillos flacos.

-Ah -dijo Hermione. Fue un momento difícil: Harry supo

que había notado la omisión del nombre de Ron. Dijo

apresuradamente:

-Dijo que Bathilda Bagshot aún vive en el Valle de

Godric.

-Bathilda Bagshot -murmuró Hermione, pasando su

dedo índice sobre el nombre en relieve de Bathidla en

la portada de Historia de la Magia-. Bueno, supongo…

Jadeó tan fuerte que Harry sintió que se le revolvían las entrañas; sacó su varita, mirando hacia la entrada, casi

esperando ver una mano intentando atravesar la solapa

de la entrada, pero no había nada.

- 395 -

-¿Qué pasa? -dijo, medio enojado, medio aliviado. -¿Por qué hiciste eso? Pensé que habías visto, como mínimo,

un Mortífago bajando la cremallera de la tienda…”

-Harry, ¿y si Bathidla tiene la espada? ¿y si Dumbledore

se la confió?

Harry consideró la posibilidad. Bathidla debía ser una

mujer muy vieja ahora, y de acuerdo con Muriel, estaba

un poco loca. ¿Era posible que Dumbledore hubiera

escondido la espada de Gryffindor con ella? Si eso fuera

cierto, a Harry le parecía que Dumbledore se había

arriesgado demasiado: nunca había revelado que había

reemplazado la espada por otra falsa, ni había

mencionado demasiado su amistad con Bathidla. Ahora,

a pesar de todo, no era el momento de levantar dudas

sobre la teoría de Hermione, sobre todo cuando estaba,

insperadamente, tan decidida a cumplir el deseo más

añorado de Harry.

-¡Sí, tuvo que hacerlo! Entonces, ¿vamos al Valle de

Godric?”

-Sí, pero tendremos que pensarlo cuidadosamente,

Harry -Se sentó, y Harry podía apreciar que tener un

plan en perspectiva había levantado su ánimo tanto

como el de él.

-Para empezar vamos a tener que practicar

Desaparecernos juntos bajo la Capa de Invisibilidad, y

tal vez también sería sensato hacerlo con los hechizos

desilusionadores, a menos de que pienses que

deberíamos ir en una neblina espesa y usar Poción

Multijugos. En ese caso necesitaremos conseguir cabello

de alguien. De hecho creo que deberíamos hacer eso

mejor, Harry, mientras más elaborado sea el disfraz

mejor…”

Harry la dejó hablar, asintiendo y mostrándose de

acuerdo cada vez que hacía una pausa, pero su mente

- 396 -

había abandonado la conversación. Por primera vez desde que habían descubierto que la espada en

Grynffindor era falsa, se sentía emocionado.

Estaba a punto de volver a casa, a punto de regresar al

lugar donde había tenido una familia. Fue en el Valle

de Godric donde, si no fuera por Voldemort, podría

haber crecido y pasado cada una de sus vacaciones.

Podría haber invitado amigos a su casa… hasta podría

haber tenido hermanos y hermanas… hubiera sido su

madre la que hiciera su pastel de su cumpleaños

número diecisiete. La vida que había perdido

difícilmente podía parecerse la real que vivía en ese

momento, cuando sabía que estaba a punto de ver el

lugar donde se la habían arrebatado. Después de que

Hermione se hubiera ido a la cama esa noche, Harry

sacó cuidadosamente su mochila de la bolsa de cuentas

de Hermione, y de ésta, sacó el álbum de fotografías

que Hagrid le había dado hacía mucho tiempo. Por

primera vez en muchos meses, examinó las viejas fotos

de sus padres, sonriéndole y saludándolo desde las

imágenes, que era lo único que tenía de ellos.

Harry hubiera partido hacia el Valle de Cedric al día

siguiente con mucho gusto, pero Hermione tenía otros

planes. Convencida como estaba de que Voldemort

podía esperar que Harry regresara al lugar en que sus

padres murieron, estaba decidida a ir sólo después de

que se hubieran asegurado de tener los mejores

disfraces posibles. Pasó como una semana entera – una

vez que hubieron obtenido furtivamente cabellos de

muggles inocentes haciendo las compras navideñas, y

hubieron practicado Aparecerse y Desaparecerse juntos

debajo de la Capa de Invisibilidad – hasta que Hermione

accedió a hacer el viaje.

Se Aparecieron en el pueblo protegidos por la

- 397 -

oscuridad, la tarde estaba ya avanzada cuando finalmente se bebieron la Poción Multijugos, Harry

transformándose en un muggle calvo y de edad madura,

Hermione en su pequeña y bastante tímida esposa.

Guardaron la bolsa de cuentas que contenía todas sus

posesiones (aparte del Horrocrux, el cual Harry llevaba

colgado al cuello) dentro de uno de los bolsillos del

abrigo abotonado de Hermione. Harry colocó la Capa de

Invisibilidad sobre ellos, y se sumergieron bajo la

sofocante oscuridad una vez más.

Con el corazón latiendo en su garganta, Harry abrió los

ojos. Estaban parados cogidos de la mano en un camino

nevado bajo un cielo azul oscuro, en el que las

primeras estrellas de la noche empezaban a brillar

débilmente. Había chalets a ambos lados del angosto

camino, con decoraciones navideñas parpadeando en

las ventanas. A poca distancia de ellos, el brillo de

algunos faroles dorados indicaba el centro del pueblo.

-¡Toda esta nieve! -murmuró Hermione debajo de la

capa-. ¿Por qué nunca pensamos en la nieve? Después

de todas las precauciones que tomamos, ¡vamos a dejar

huellas! Tenemos que deshacernos de ellas – tú ve

delante, yo lo haré-”

Harry no quería entrar al pueblo como un caballo de

pantomima, tratando de permanecer inadvertidos

mientras cubrían su rastro mágicamente.

-Vamos a quitarnos la capa -dijo Harry, y cuando vio la

expresión espantada de Hermione dijo-. Oh, vamos, no

parecemos nosotros y no hay nadie cerca.

Escondió la capa bajo su abrigo y continuaron sin

ningún otro impedimento, el aire helado cortándoles la

cara mientras pasaban más y más chalets: Alguno de

ellos pudo haber sido en el que James y Lily alguna vez

vivieron o en el que Bathilda vivía ahora. Harry miraba

- 398 -

las puertas principales, sus techos cargados de nieve, y sus porches, deseando poder recordar alguno de ellos,

sabiendo en el fondo que eso era imposible, que tenía

menos de un año cuando dejó este lugar para siempre.

Ni siquiera estaba seguro de si podría ver el chalet

después de todo; no sabía lo que pasaba cuando todos

los relacionados con un Encantamiento Fidelius morían.

Entonces, la pequeña vereda por donde caminaban se

curvó a la izquierda hacia el corazón del pueblo, en

donde apareció una pequeña plaza.

Acordonado en todo su alrededor con luces de colores,

había lo que parecía como un monumento en su centro,

en parte oscurecido por la sombra de un árbol de

Navidad. Había algunas tiendas, una oficina de correos,

un bar, y una pequeña iglesia cuyas vidrieras de colores

lanzaban un resplandeciente brillo a través de la plaza.

Aquí la nieve tenía otro efecto: Era dura y resbaladiza,

como si la gente la hubiera estado pisoteando todo el

día. Se cruzaron con algunos habitantes, sus figuras

débilmente iluminadas por los faroles. Escucharon

algunas risas y música pop en un momento en que la

puerta del bar se abrió y se cerró; después escucharon

el principio de un villancico dentro de la pequeña

iglesia.

-¡Harry, creo que es Nochebuena! -dijo Hermione.

-¿Si?

Había perdido la cuenta de las fechas; no habían visto

un periódico en semanas.

-Estoy segura de que sí -dijo Hermione, con los ojos

fijos en la iglesia-. Ellos… estarán dentro, ¿verdad? Tu

padre y tu madre. Puedo ver el cementerio detrás.

Harry sintió un estremecimiento más allá de la

emoción, más parecido al miedo. Ahora que estaba tan

cerca, se preguntó qué era lo que quería ver después

- 399 -

de todo. Quizás Hermione sabía cómo se sentía, porque le tomó la mano y dirigió el paso por primera vez,

arrastrándolo con ella. Sin embargo, al cruzar la plaza,

se pararon en seco.

-¡Harry, mira!

Estaba apuntando a donde antes estaba un monumento

a los caídos. Al dejarlo atrás, se había transformado. En lugar de un obelisco cubierto de nombres, había una

estatua con tres personas: un hombre con gafas y

cabello desaliñado, una mujer con largo cabello y un

rostro bello y amable, y un bebé sentado en sus brazos.

Había un poco de nieve sobre sus cabezas de forma que

parecían gorros blancos.

Harry se acercó, contemplando el rostro de sus padres.

Nunca se hubiera imaginado que hubiera una estatua…

Era extraño verse representado a sí mismo en la piedra,

un bebé feliz sin ninguna cicatriz en la frente…

-Vamos -dijo Harry, cuando hubo visto suficiente, y se

dieron la vuelta rumbo a la iglesia. En el momento en

que cruzaron la calle, se volvió sobre su hombro; la

estatua se había convertido en el monumento que

vieron en un principio.

Los cantos se hacían más fuertes a medida que se

aproximaban a la iglesia. A Harry se le encogió la

garganta, le recordaba mucho a Hogwarts, a Peeves

cantando groseras versiones de villancicos dentro de las

armaduras, a los doce árboles de navidad dentro del

Comedor, a Dumbledore usando una gorra que había

ganado en un trueque, a Ron con un suéter tejido a

mano.

Había una portezuela en la entrada del cementerio.

Hermione la empujó lo más silenciosamente que pudo y

entraron. A ambos lados del resbaladizo camino, la

nieve permanecía profunda y sin señales de haber sido

- 400 -

pisada. Se movieron a través de ella, dejando profundas huellas detrás mientras caminaban alrededor

de la iglesia, manteniéndose en la sombra, donde no

llegaba la luz de las ventanas.

Detrás de la iglesia, hilera tras hilera de tumbas

nevadas sobresalía una manta azul pálido salpicada de

rojo, dorado y verde deslumbrantes, los reflejos

provenientes de los vidrios de colores. Sosteniendo

firmemente su varita con la mano metida en el bolsillo,

Harry se aproximó a la tumba más cercana.

-¡Mira esto, es un Abbot, puede ser algún pariente

lejano de Hannah!

-Baja el volumen de tu voz -le rogó Hermione.

Caminaron más dentro del cementerio, dejando huellas

oscuras en la nieve detrás de ellos, parándose a mirar

de cerca las palabras sobre las viejas tumbas, cada vez

escudriñando en la oscuridad para asegurarse de que

estaban completamente solos.

-¡Aquí, Harry!

Hermione estaba dos hileras de tumbas más allá; Harry

tuvo que caminar de vuelta hacia ella, su corazón

saliéndosele del pecho.

-¿Es…?

-No, ¡pero mira!

Apuntó a la piedra oscura. Harry se inclinó y vió, en el

granito manchado de líquenes, el nombre de Kendra

Dumbledore y, un poco más abajo sus fechas de

nacimiento y muerte, y Su Hija Ariana. También había

una cita:

Donde esté tu tesoro, también estará tu corazón.

Entonces Rita Skeeter y Muriel tenían algo de razón. La

familia Dumbledore había vivido ahí, y parte de ella

había muerto ahí.

- 401 -

Ver la tumba era peor que escucharlo. Harry no pudo evitar pensar en que ambos, Dumbledore y él, tenían

profundos arraigos en este cementerio, y que

Dumbledore debería haberle dicho algo al respecto, no

pensar en que él lo investigaría. Pudieron haber

visitado el lugar juntos; por un momento Harry se

imaginó viniendo aquí con Dumbledore, el lazo que

podrían haber creado al hacerlo, de lo mucho que

hubiera significado para él. Pero parecía que a

Dumbledore el hecho de que sus familias reposaran en

el mismo cementerio había sido una coincidencia sin

importancia, irrelevante, quizás, para el trabajo que

quería que Harry llevase a cabo.

Hermione estaba mirando a Harry, y él se sintió

agradecido de que su rostro estuviera escondido en la

sombra. Leyó las palabras de la tumba nuevamente.

Donde esté tu tesoro, también estará tu corazón. No

entendía lo que significaban estas palabras.

Seguramente Dumbledore las había escogido, como el

miembro mayor de la familia a la muerte de su madre.

-¿Estás seguro de que nunca mencionó…? -comenzó

Hermione.

-No -dijo Harry en tono cortante-, sigamos buscando -y

se alejó, deseando no haber visto la tumba: No quería

que su entusiasmo se empañara con resentimiento.

-¡Aquí! -gritó Hermione otra vez un momento después,

en una parte fuera de la oscuridad-. ¡Ah no, perdón!

Pensé que decía Potter.

Estaba frotando una piedra desmoronada y musgosa,

mirándola, frunciendo un poco el ceño.

-Harry, vuelve un momento.

Harry no tenía ganas de abrirse camino sobre la nieve

de nuevo, y de mala gana volvió hacia ella.

-¿Qué?

- 402 -

-¡Mira esto!

La tumba era extremadamente vieja, tan maltratada

por el paso del tiempo que Harry difícilmente podía

leer un nombre en ella. Hermione le mostró el símbolo

debajo de él.

-¡Harry, esa es la marca del libro!

Miró fijamente el lugar que le indicaba: La piedra

estaba tan desgastada que era difícil saber lo que

estaba tallado ahí, aunque parecía ser una marca

triangular debajo del nombre ilegible.

-Sí… puede ser…

Hermione encendió su varita y la apuntó al nombre en

la piedra.

-Dice Ig- Ignotus, creo…

-Voy a seguir buscando a mis padres, ¿vale? –le dijo

Harry, en un tono levemente cortante, y se alejó,

dejándola encogida a un lado de la vieja tumba.

De tanto en tanto reconocía un apellido, como Abbott,

que había escuchado en Hogwarts. Algunas veces había

varias generaciones de la misma familia mágica escritas

sobre las tumbas: Harry podía imaginarse, por las

fechas, que ya había muerto la mayoría, o que el resto

de la familia se había mudado lejos del Valle de Godric.

Cuanto más se internaba en las tumbas, y cada vez que

encontraba un nuevo nombre, sentía una sacudida de

aprehensión, un presentimiento.

La oscuridad y el silencio parecían volverse, de

repente, más profundos. Harry miró alrededor,

preocupado, pensando en los dementotes, luego se dio

cuenta de que los villancicos habían terminado, que el

bullicio y la agitación de los visitantes de la iglesia se extinguía al momento en que se encaminaban a la

plaza. Alguien dentro de la iglesia estaba apagando las

luces.

- 403 -

Entonces la voz de Hermione resonó en la oscuridad por tercera vez, clara y definida desde unos metros más

allá.

-Harry, están aquí… justo aquí.

Y él supo, por su tono, que esta vez eran sus padres. Se

encaminó hacia ella, sintiendo como si algo muy pesado

le oprimiera el pecho, la misma sensación que había

tenido justo después de que Dumbledore hubiera

muerto, una aflicción que pesaba sobre su corazón y sus

pulmones.

La tumba estaba sólo dos hileras detrás de la de Kendra

y Ariana. Estaba hecha de mármol blanco, como la de

Dumbledore, y eso la hacía fácil de leer, pues parecía

brillar en la oscuridad. Harry no necesitó arrodillarse o acercarse demasiado para leer las palabras talladas en

ella.

JAMES POTTER                                                    

NACIDO EL 27 DE MARZO DE 1960                           

MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981   

LILY POTTER 

NACIDA EL 30 DE ENERO DE 1960 

MURIÓ EL 31 DE OCTUBRE DE 1981 

 

El último enemigo que debe ser destruido es la muerte.

Harry leyó las palabras lentamente, como si sólo

tuviera una única oportunidad para entender su

significado, y leyó la última parte en voz alta.

-El último enemigo que debe ser destruido es la

- 404 -

muerte… -un pensamiento terrible vino a él, acompañado de un poco de pánico-. ¿No es una idea de

Mortífago? ¿Por qué está ahí?

-No significa derrotar a la muerte en la manera en que

lo ven los Mortífagos, Harry -dijo Hermione, con voz

gentil-. Significa… no sé… vivir más allá de la muerte.

Vivir después de la muerte.

Pero ellos no vivían, como Harry: Se habían ido. Las

palabras vacías no podían disfrazar el hecho de que los

restos de sus padres descansaban debajo de la nieve y

la piedra, indiferentes, desconocidos. Y las lágrimas se

le escaparon antes de que pudiera contenerlas,

calientes al principio y congelándose en su rostro

después, ¿había razones para limpiárselas, o de fingir

más fortaleza? Las dejó caer, sus labios oprimidos

fuertemente uno contra el otro, con la mirada baja

hacia la espesa nieve escondiendo de su vista el lugar

donde finalmente descansaban Lily y James, en los

huesos ahora, o convertidos en polvo, no sabiendo ni

importándoles el hecho de que su hijo estuviera parado

ahí, tan cerca, con el corazón aún latiendo, vivo gracias a su sacrificio y cerca de desear, en este momento,

estar durmiendo bajo la nieve con ellos.

Hermione le había tomado la mano nuevamente,

apretándola fuertemente. Él no podía mirarla, pero le

devolvió el apretón, tomando bocanadas profundas de

aire nocturno, tratando de mantenerse en calma,

tratando de volver a controlarse. Debió haber traído

algo para ellos, y ni siquiera lo había pensado, y cada

planta en el cementerio estaba medio congelada. Pero

Hermione levantó su varita, hizo un círculo en el aire, y una guirnalda de rosas navideñas floreció frente a ellos.

Harry la tomó y la colocó sobre la tumba de sus padres.

Tan pronto como se levantó quiso irse: No podía estar

- 405 -

un momento más ahí. Puso su brazo alrededor de los hombros de Hermione, y ella puso el suyo alrededor de

su cintura, y se volvieron en silencio alejándose a

través de la nieve, pasando frente a la tumba de la

madre y la hermana de Dumbledore, de regreso hacia la

oscura iglesia y la ahora oculta verja.  

- 406 -

Capítulo Diecisiete

El SECRETO de BATHILDA

 

 

-

H arry, Alto

- ¿Qué pasa?

Acababan de alcanzar la tumba del desconocido

Abbott.

-Hay alguien allí. Alguien vigilándonos, puedo sentirlo.

Allí junto a los arbustos.

Se quedaron totalmente inmóviles, aferrados el uno al

otro, mirando fijamente al negro y denso límite del

cementerio. Harry no podía ver nada.

- ¿Estás segura?

-He visto algo moverse, podría jurar que lo he visto...

Se separó de él para tener libre el brazo de la varita.

-Parecemos muggles - señaló Harry.

-¡Muggles que han estado poniendo flores en la tumba

de tus padres! ¡Harry, estoy segura de que hay alguien

- 407 -

por allí!

Harry pensó que según Historia de la Magia, el

cementerio se suponía que estaba embrujado: ¿Y si...?

Pero entonces oyó un susurro y vio un poco de nieve

arremolinarse en el arbusto que Hermione había estado

señalando. Los fantasmas no podían mover la nieve.

-Es un gato -dijo Harry, al cabo de un segundo o dos, -o

un pájaro. Si fuese un Mortifago ya estaríamos muertos

a estas alturas. Pero salgamos de aquí, y podremos

volver a ponernos la Capa.

Miraron hacia atrás varias veces mientras se abrían paso

fuera del cementerio. Harry, que no se sentía tan

tranquilo como había fingido al reconfortar a Hermione,

se sintió aliviado al alcanzar la verja y el resbaladizo

pavimento. Se pusieron la Capa de Invisivilidad por

encima. El bar estaba más lleno que antes. Dentro,

muchas voces cantaban ahora el villancico que habían

oído mientras se acercaban a la iglesia. Por un

momento Harry consideró sugerir que se refugiaran

dentro, pero antes de que pudiera decir nada,

Hermione murmuró:

-Vamos por aquí -y tiró de él hacia abajo por la oscura

calle que conducía fuera del pueblo, en dirección

opuesta a la que habían cogido para entrar. Harry podía

divisar el punto donde las casas de campo finalizaban y

la senda se convertía en campo llano otra vez.

Caminaban tan rápidamente como se atrevían, pasando

más ventanas que centelleaban con luces multicolores,

viendo los oscuros contornos de árboles de Navidad a

través de las cortinas.

- ¿Cómo vamos a encontrar la casa de Bathilda? -

preguntó Hermione, que temblaba un poco y seguía

mirando sobre su hombro-. ¿Harry? ¿Qué piensas?

¿Harry?

- 408 -

Le tiró del brazo, pero Harry no prestaba atención.

Miraba hacia la oscura masa que se erguía al final de

esa fila de casas. Al momento siguiente aceleró,

llevando a rastras a Hermione con él. Ella resbaló un

poco en el hielo.

-Harry

-Mira… Mira eso, Hermione

-¡No veo… oh!

Podía verla. El hechizo Fidelius debía haber muerto con

James y Lily. El seto había crecido salvaje en los

dieciséis años que habían pasado desde que Hagrid

había tomado a Harry de entre los escombros que

yacían dispersos entre la hierba, tan alta que le llegaba a la cintura. La mayor parte de la casa de campo

estaba todavía en pie, estaba enteramente cubierta de

oscura hiedra y de nieve, pero el lado derecho del piso

superior había sido volado. Allí, estaba seguro, era

donde la maldición había impactado. Él y Hermione se

detuvieron ante la verja, contemplado la ruina de lo

que una vez había sido una casa de campo como las

otras que la flanqueaban.

-Me pregunto por qué nadie la ha recontruyó - murmuró

Hermione.

-Tal vez no se pueda reconstruir -contestó Harry-. Tal

vez sea como las lesiones de Magia Oscura y no se

pueda reparar el daño.

Metió una mano bajo la capa y asió la nevada y muy

oxidada verja, sin querer abrirla, solo deseando

simplemente ser parte de la casa.

- No iras a entrar ¡Parece peligroso, podría... oh, Harry, mira!

Tocar la verja pareció activarlo. Un letrero había

surgido del suelo delante de ellos, alzándose a través

de las marañas de ortigas y rastrojos, como una

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extravagante flor, creciendo rápidamente, y en letras doradas sobre la madera decía:

En este lugar, en la noche de 31 octubre de 1981 

Lily y James Potter perdieron sus vidas. 

Su hijo, Harry, permanece siendo el único mago que 

Alguna vez haya sobrevivido a la Maldición 

Imperdonable. 

Esta casa, invisible para los muggles, se ha dejado 

En su estado ruinoso como monumento a los Potter 

Y como recordatorio de la violencia 

Que destrozó a su familia. 

Y alrededor de las palabras pulcramente rotuladas,

había garabatos agregados por otras brujas y magos que

habían venido a ver el lugar donde El Niño Que Vivió

había escapado. Algunos solamente habían firmado con

sus nombres con Tinta Eterna; Otros habían grabado sus

siglas en la madera, no obstante otros habían dejado

mensajes. Los más recientes de ellos brillaban

intensamente sobre los grafittis mágicos de hacía

dieciseis años, y todos decían cosas parecidas.

Buena suerte, Harry, dondequiera que estés.

¡Si lees esto Harry, que sepas que todos te apoyamos!

Larga vida Harry Potter.

- ¡No deberían haber escrito sobre el cartel! -dijo

Hermione, indignada.

Pero Harry le sonrió.

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-Es genial. Me alegro de que lo hicieran, yo…

Se interrumpió. Una figura contraecha cojeaba senda

arriba hacia ellos, su silueta marcada por las brillantes luces de la plaza distante. Harry creyó, aunque era

difícil de juzgar, que la figura era una mujer. Se movía

lentamente, posiblemente temiendo resbalar en la

tierra nevada. Su porte, su corpulencia, su forma de

andar arrastrando los pies, todo daba la impresión de

una edad extrema. Observaron en silencio como se

acercaba. Harry esperaba que fuera hacia alguna de las

casas de campo junto a las que pasaba, pero sabía

instintivamente que no lo haría. Al fin se detuvo a unas

pocas yardas de ellos y simplemente se quedó ahí de

pie en medio de la congelada carretera, frente a ellos.

No necesitó el pellizco que Hermione le dio en el brazo.

Así de cerca no había posibilidad de que esta mujer

fuera muggle. Estaba de pie contemplando una casa

que habría sido completamente invisible para ella, si no

fuera una bruja. Aun asumiendo que fuera una bruja,

sin embargo, salir fuera en una noche así de fría

simplemente para mirar unas viejas ruinas era un

comportamiento extraño. Según todas las reglas de la

magia normal, no obstante, no debería poder verlos ni

a Hermione y ni a él en absoluto. Sin embargo, Harry

tenía el extraño presentimiento de que sabía que

estaban allí y también quiénes eran. Justo cuando

había llegado a esta inquietante conclusión, ella alzó

una mano enguantada e hizo señas.

Hermione se acercó más a él bajo la Capa, su brazo

presionando contra el de él.

- ¿Cómo lo sabe?

Sacudió la cabeza. La mujer les hizo señas otra vez,

más vigorosamente. A Harry se le ocurrían muchas

razones para no obedecer la llamada, aunque sus

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sospechas acerca de su identidad se intensificaban a cada instante que pasaban mirándose cara a cara en la

calle desierta.

¿Era posible que los hubiese estado esperando todos

estos largos meses? ¿Que Dumbledore le hubiera dicho

que les esperara, y que al final Harry vendría? ¿No era

más probable que fuera la que se había movido entre

las sombras en el cementerio y les había seguido hasta

este lugar? Incluso su capacidad para sentirles sugería

algún poder típico de Dumbledore que él nunca antes

había conocido.

Finalmente Harry habló, haciendo que Hermione se

quedase sin aliento y saltara.

- ¿Eres Bathilda?

La figura torpe asintió con la cabeza e hizo señas otra

vez.

Bajo la capa Harry y Hermione se miraron. Harry arqueó

las cejas; Hermione hizo una diminuta inclinación de

cabeza, nerviosa.

Dieron un paso hacia la mujer y, de inmediato, ella

cambió de dirección y cojeó regresando por donde

había venido. Guiándoles junto a varias casas, se giró

hacia una verja. La siguieron por el camino delantero a

través de un jardín casi tan crecido como el que

acababan de dejar. Ella tanteó un momento con una

llave en la puerta principal, luego la abrió y retrocedió un paso atrás para dejarles pasar.

Olía mal, o quizá fuera la casa. Harry arrugó la nariz

mientras pasaban junto a ella y se quitaban la capa.

Ahora que estaba junto a ella, se percataba de lo

pequeña que era; encorvada por la edad apenas le

llegaba al nivel del pecho. Cerró la puerta tras de ellos, sus nudillos eran azules y moteados contra la pintura

desconchada, entonces se volvió y estudió con atención

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la cara de Harry. Sus ojos estaban velados por las cataratas y hundidos en pliegues de piel transparente.

Se preguntó si podía verle en absoluto. Aunque si

podía, sería al muggle medio calvo, cuya identidad

había robado, lo que vería.

El olor a vejez, a polvo, a ropas sin lavar y comida

rancia se intensificó cuando se desenrolló el chal negro

comido por las polillas, revelando una cabeza canosa a

través de la cual se veía claramente el cuero cabelludo.

-¿Bathilda? -repitió Harry

Asintió con la cabeza otra vez. Harry fue consciente de

pronto del guardapelo contra su piel. La cosa que había

dentro, que algunas veces hacía tictac o golpeaba, se

había despertado, podía sentirla pulsando a través del

frío oro. ¿Sabía, podía sentir, que su destrucción estaba cerca?

Bathilda pasó junto a ellos arrastrando los pies,

echando a un lado a Hermione como si no la hubiera

visto, y desapareciendo en lo que parecía una sala de

estar.

-Harry, no estoy segura de esto -susurró Hermione.

-Mira su tamaño. Creo que podríamos dominarla si

tuviéramos que hacerlo -dijo Harry-. Mira, debería de

habértelo dicho. No está en sus cabales. Muriel la llamó

chiflada.

- ¡Ven! - le llamó Bathilda desde la habitación de al

lado.

Hermione saltó y aferró el brazo de Harry.

-Está bien -dijo Harry tranquilizadoramente, y abrió el

camino hasta la sala de estar.

Bathilda se tambaleaba por el lugar encendiendo velas,

pero todavía estaba muy oscuro, por no mencionar que

estaba sumamente sucio. Un polvo espeso crujía bajo

sus pies, y la nariz de Harry detectó, debajo del

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malsano, húmedo y enmohecido olor, algo peor, que parecía carne podrida. Se preguntó cuando había sido

la última vez que alguien había estado dentro de la

casa de Bathilda para comprobar si esta vivía. Parecía

haberse olvidado, además, de que podía hacer magia,

pues encendía las velas torpemente a mano,

arrastrando constantemente el puño de su camisa de

encaje con peligro de que comenzara a arder.

-Déjeme hacer eso - ofreció Harry y le quitó las cerillas.

Ella se quedó mirando como encendía las velas que se

sostenían en platitos alrededor del cuarto, posados

precariamente sobre montones de libros y sobre

mesitas desconchadas con grietas y mohosos clips.

La última superficie sobre la cual Harry divisó una vela

fue una cómoda inclinada precariamente sobre la cual

había colocadas un gran número de fotos. Cuando la

llama bailó volviendo a la vida, su reflejo fluctuó en un vaso de plata polvoriento. Vio algunos diminutos

movimientos en los portaretratos. Mientras Bathilda

toqueteaba los leños para el fuego, masculló:

-Tergeo.

El polvo desapareció de las fotos, y vio de inmediato

que faltaban media docena, la mayoría de los marcos

más grandes, meticulosamente adornados. Se preguntó

si había sido Bathilda o algún otro los había quitado.

Entonces la visión de una fotografía cercana, casi en el

extremo de la colección, captó su atención, y la cogió

rápidamente.

Era el ladrón de pelo dorado y cara alegre, el joven que

había estado posado sobre el alféizar de la ventana de

Gregorovitch, sonriendo perezosamente hacia Harry

fuera del marco de plata. Y Harry recordó

instantáneamente donde había visto al chico antes: En

Vida y mentiras de Albus Dumbledore, abrazando al

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joven Dumbledore, y ahí debían estar todas las fotos que faltaban: en el libro de Rita.

-¿Señora... Bagshot... Señorita? -dijo, y su voz tembló

ligeramente-. ¿Quién es este?

Bathilda estaba de pie en mitad de la habitación

observando a Hermione encender el fuego por ella.

- ¿Señorita Bagshot? -repitió Harry, y avanzó con la foto en las manos mientras las llamas volvían a la vida en la

chimenea. Bathilda miró hacia su voz, y el Horrocrux se

calentó rápidamente sobre su pecho.

-¿Quién es esta persona? -le preguntó Harry, empujando

la foto hacia adelante.

Ella escudrinó la foto solemnemente, después se la

devolvió a Harry.

-¿Sabe quién es éste? -repitió él, con voz mucho más

lenta y más fuerte de lo normal-. ¿Este hombre? ¿Le

conoce? ¿Cómo se llama?

Bathilda solo le miró vagamente. Harry sentía una

horrorosa frustración. ¿Cómo había desenterrado Rita

Skeeter sus recuerdos?

-¿Quién es este hombre? -repitió ruidosamente.

-¿Harry, qué estás haciendo? -preguntó Hermione.

-¡Esta foto, Hermione, es el ladrón, el ladrón que robó

a Gregorovitch! ¡Por favor! -dijo a Bathilda-. ¿Quién es

este?

Pero ella sólo clavó los ojos en él.

- ¿Por qué nos pidió que viniéramos con usted?

¿Señora... Señorita... Bagshot? -preguntó Hermione,

alzando su propia voz-. ¿Hay algo que quiera contarnos?

Sin dar ninguna señal de que hubiera oído a Hermione,

Bathilda se acercó ahora unos pocos pasos más a Harry.

Con una pequeña inclinación de cabeza señaló de

vuelta al vestíbulo.

-¿Quiere que nos marchemos? -preguntó.

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Ella repitió el gesto, esta vez señalándole a él, en primer lugar, luego a sí misma, luego al techo.

-Oh, bien… Hermione, creo que quiere que yo vaya

arriba con ella.

-Bien -dijo Hermione-, vamos.

Pero cuando Hermione se movió, Bathilda negó con la

cabeza con asombroso vigor, una vez más señalando

primero a Harry, y luego a sí misma.

-Quiere que yo vaya con ella, solo.

-¿Por qué? -preguntó Hermione, y su voz se oyó brusca y

clara en el cuarto iluminado por las velas. La vieja

señora sacudió la cabeza un poco ante el fuerte ruido.

-¿Tal vez Dumbledore le dijo que me diera la espada a

mí, y sólo a mí?

-¿Crees realmente que sabe quién eres?

-Sí -dijo Harry, bajando la mirada a los ojos lechosos

fijos en los suyos-, creo que lo sabe.

-Bien, de acuerdo entonces, pero que sea rápido,

Harry.

-Guíeme -dijo Harry a Bathilda.

Ella pareció entenderle, porque le rodeó arrastrando

los pies hacia la puerta. Harry volvió la mirada hacia

Hermione con una reconfortante sonrisa, pero no

estaba seguro de que ella lo hubiera visto; estaba de

pie abrazándose a sí misma en medio de la inmundicia

iluminada por las velas, mirando hacia las estanterías

de libros. Cuando Harry salió de la habitación, sin que

le vieran ni Hermione y ni Bathilda, se deslizó la foto

con el marco de plata del desconocido ladrón dentro de

la chaqueta.

Las escaleras eran pronunciadas y estrechas. Harry

estuvo medio tentado de colocar las manos en la

corpulenta espalda de Bathilda para asegurarse de que

no perdía el equilibrio y caía encima de él, lo cual

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parecía muy probable. Lentamente, respirando con un poco de dificultad, ella ascendió al rellano superior,

giró inmediatamente a la derecha, y le guió hasta un

dormitorio de techo bajo.

Estaba oscuro como un pozo y olía horriblemente. Harry

solo pudo divisar una habitación con algo sobresaliendo

de debajo de la cama antes de que Bathilda cerrara la

puerta y entonces incluso eso fue tragado por la

oscuridad.

-Lumos, -dijo Harry, y su varita se encendió. Tuvo un

sobresalto, Bathilda se había acercado a él en esos

pocos segundos de oscuridad y no la había oído

acercarse.

-¿Eres Potter? -murmuró ella.

-Sí, lo soy.

Ella asintió lentamente, solemnemente. Harry sentía al

Horrocrux palpitar rápidamente, más rápido que su

propio corazón. Era una sensación desagradable,

perturbadora.

-¿Tiene algo para mí? -repitió.

Luego ella cerró los ojos y varias cosas ocurrieron a la

vez. La cicatriz de Harry latió dolorosamente. El

Horrocrux se sacudía tanto que la parte delantera de su

jersey realmente se movía, el cuarto oscuro y fétido se

disolvió momentáneamente. Dió un salto de alegría y

oyó una voz alta, fría: ¡Entretenle!

Harry se tambaleó. La hedionda habitación oscura

pareció cerrarse a su alrededor otra vez. No sabía qué

estaba ocurriendo realmente.

-¿Tienes algo para mí? -pidió por tercera vez, mucho

más fuerte.

-Por allí -murmuró ella, apuntando hacia la esquina.

Harry sacó su varita y vio el contorno de un

desordenado tocador bajo la acortinada ventana.

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Esta vez ella no le guió. Harry avanzó entre ella y la cama sin hacer, con la varita levantada. No quería

apartar la vista de ella.

- ¿Qué es eso? -preguntó cuando alcanzó el tocador, el

cual se veía abarrotado y olía como un montón de ropa

sucia.

-Allí -dijo ella, señalando hacia la informe masa.

Y en el instante en que apartó la mirada, y sus ojos

buscaron en el enmarañado desorden en busca de la

empuñadura de la espada, o un rubí, ella se movió

extrañamente. La vio de reojo, aterrorizado, se dio la

vuelta y el horror le paralizó cuando vio el viejo cuerpo derrumbarse y la gran serpiente saliendo del lugar

donde había estado su cuello.

La serpiente golpeó cuando levantaba la varita. La

fuerza del mordisco en su antebrazo envió la varita

girando hacia el techo, su luz vagó por toda la

habitación y después se extinguió. Entonces un golpe

poderoso de la cola en su pecho le dejó sin aliento.

Cayó hacia atrás sobre el tocador, en el montón de

ropa asquerosa.

Rodó de lado, evitando por poco la cola de la serpiente,

que se agitaba hacia la mesa donde había estado él un

segundo antes. Llovieron fragmentos de un vaso que

cayó al suelo. Oyó a Hermione llamándole desde abajo.

- ¿Harry?

No pudo meter suficiente aire en sus pulmones para

contestarle. Entonces una pesada y suave masa le

aplastó contra el suelo y sintió como se deslizaba sobre

él, poderosa, musculosa.

- ¡No! -jadeó sin aliento, inmovilizando contra el suelo.

-Sí, -murmuró la voz-. SSSi.... creo que te quedarasss

- Accio... Accio Varita.

Pero nada ocurrió y necesitó las manos para tratar de

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quitarse de encima a la serpiente cuando esta se enrrolló alrededor de su pecho, impidiéndole respirar,

presionándole el Horrocrux con fuerza contra el pecho,

un círculo de hielo latiendo con vida, a pulgadas de su

frenético corazón, y su cerebro inundándose de una fría

luz blanca, todo pensamiento se extingió, su

respiración se ahogada, pasos distantes, todo se

volvía...

Un corazón de metal estaba explotando de su pecho, y

de repente estaba volando, volando con triunfo en su

corazón, sin necesidad de escoba o thestral.

De repente estaba despierto en una oscuridad que olía

a agrio. Nagini le había soltado. Se levantó y vio a la

serpiente dibujada contra la luz del rellano. Golpeó y

Hermione se lanzó a un lado con un chillido. Su

maldición desviada golpeó las ventanas acortinadas, lo

cual las hizo pedazos. Un aire congelado llenó el cuarto

mientras Harry se agachaba para evita otra lluvia de

cristal roto y su pie resbaló con algo parecido a un

lápiz... su varita...

Se inclinó y la cogió rápidamente, pero ahora el cuarto

estaba lleno con la serpiente, su cola golpeaba a

Hermione en alguna parte fuera de la vista y por un

momento Harry pensó lo peor, pero entonces su

produjo un fuerte bang y un destello de luz roja, y la

serpiente voló por el aire, abofeteando a Harry en la

cara con fuerza al pasar, enrollándose en una gruesa

espiral que se alzó hasta el techo. Harry alzó la varita, pero mientras lo hacía, su cicatriz quemó

dolorosamente, más dolorosamente de lo que había

hecho en años.

-¡Él viene! ¡Hermione, viene!

Mientras gritaba la serpiente se alzó, siseando

salvajemente. Todo era caos. Hizo pedazos los estantes

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de la pared, y la porcelana china astillada voló en todas direcciones mientras Harry saltaba sobre la cama y

agarraba la oscura forma que sabia que era Hermione.

Ella gritó de dolor cuando tiró de ella a través de la

cama. La serpiente se irguió otra vez, pero Harry sabía

que algo peor que la serpiente estaba en camino, que

quizás ya estuviera ante la verja, su cabeza se iba a

partir por el dolor de la cicatriz.

La serpiente se abalanzó cuando harry saltó corriendo,

arrastrando a Hermione con él; cuando la serpiente

golpeó, Hermione gritó,

-¡Confringo! -y su hechizo voló por la habitación,

haciendo explotar el espejo del armario y rebotando

hacia ellos, saltando del suelo al techo. Harry sintió un ardor en la parte de atrás de la cabeza. El cristal le

cortó el cuello mientras arrastraba a Hermione con él.

Saltó de la cama al tocador roto y después sin titubear

por la ventana destrozada hacia la nada. El grito de

Hermione reververó a través de la noche mientras se

retorcían en medio del aire.

Y entonces su cicatriz se abrió de golpe y él fue

Voldemort y estaba corriendo a través del fétido

dormitorio, sus largas manos blancas agarraban el

alféizar de la ventana mientras veía al hombre medio

calvo y a la mujer pequeña retorcerse y desaparecer, y

gritó de rabia, un grito que se entremezcló con los de

la chica, que resonó a través de los oscuros jardines

sobre las campanas de la iglesia que tocaban señalando

el día de Navidad.

Y su grito fue el grito de Harry, su dolor fue el dolor de Harry… lo que podría haber pasado aquí, donde había

ocurrido antes... aquí a la vista de esa casa donde

había estado tan cerca de saber lo que era morir...

morir... El dolor era tan terrible… desgarraba su

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cuerpo… Pero si no tenía ningún cuerpo, por qué la cabeza le dolía tanto; si estaba muerto, cómo podía

sentir algo tan insoportable, no podía, cesaría con la

muerte, no podría seguir...

La noche era húmeda y ventosa, dos niños disfrazados

de calabazas caminaban bamboleándose a través de la

plaza, y los escaparates estaban cubiertos de arañas de

papel, todos adornos muggle de mal gusto de un mundo

en el cual no creían… Y él se deslizaba hacia delante,

con esa sensación de resolución y poder y corrección

que siempre sentía en estas ocasiones… no furia… que

era para almas más débiles que las de él... sino triunfo, aunque... había anhelado esto, lo había esperado...,

- ¡Bonito disfraz, señor!

Vio la sonrisa del pequeño niño vacilar cuando se

acercó lo suficiente como para ver bajo la capucha de

la capa, vio el miedo nublar su cara pintada: Entonces

el niño se giró y huyó… Bajo la túnica sostenía el mango

de su varita… Un movimiento simple y el niño nunca

alcanzaría a su madre… pero era innecesario,

realmente innecesario...

Y recorrió una calle nueva y más oscura, y ahora su

destino estaba a la vista a fin de cuentas, el

Encantamiento Fidelius roto, aunque ellos no lo

supieran aún… E hizo menos ruido que las hojas

muertas, reptando sobre el pavimento hasta llegar al

nivel del oscuro seto y miraba por encima de él.

No habían corrido las cortinas, los veía muy cariñosos

en su pequeño salón, el hombre alto de pelo negro con

sus gafas, haciendo que ráfagas de humo de colores

salieran de su varita para diversión del pequeño de pelo

negro en su pijama azul. El niño se reía y trataba de

coger el humo, agarrándolo en su pequeño puño.

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Una puerta se abrió y la madre entró, pronunciando palabras que él no podía oír, su largo pelo rojo oscuro

le caía sobre la cara. Ahora el padre cogía en brazos al

hijo, y se lo entregaba a la madre. Arrojó su varita al

sofá y se desperezó, bostezando.

La verja rechinó un poco cuando la abrió, pero James

Potter no lo oyó. Su mano blanca aferró la varita bajo

su capa y apuntó a la puerta, la cual se abrió de golpe.

Estaba en el umbral cuando James llegó corriendo al

vestíbulo. Fue fácil, demasiado fácil, ni siquiera había

recogido su varita.

-¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Huye! ¡Le

retendré!

¡Retenerle, sin una varita en la mano! … Se rió antes de

lanzar la maldición.

-¡Avada Kedavra!

La luz verde llenó el estrecho vestíbulo, dibujando la

silueta del cochecito de niño contra la pared, hizo que

los pasamanos brillaran intensamente igual que

relámpagos, y James Potter cayó como una marioneta

cuyas cuerdas hubieran sido cortadas.

Podía oirla gritar en el piso de arriba, atrapada, pero

mientras fuera sensata, ella, al menos, no tenía nada

que temer… subió las escaleras, notando con diversión

sus débiles intentos por bloquearle con una barricada

desde dentro… No llevaba encima la varita… Qué

estúpidos habían sido, y qué confiados, creyendo estar

seguros confiando su seguridad a sus amigos, esas

armas debían descartarse en determinados

momentos...

Forzó la cerradura de la puerta, arrojó a un lado la silla y las cajas precipitadamente amontonadas contra ella

con una perezosa onda de su varita… y allí de pie

estaba ella, con el niño entre sus brazos. Al verle, dejó

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a su hijo en la cuna tras ella y abrió los brazos, como si eso fuera a ayudar, como si ocultándole a su vista

esperara ser elegida en su lugar...

-¡Harry no, Harry no, por favor Harry no!

-Apártate, muchacha estúpida... hazte a un lado,

ahora.

-Harry no, por favor no, llévame, mátame en su lugar...

-Ésta es mi última advertencia

-¡Harry no! ¡Por favor… ten misericordia… ten

misericordia. ¡Harry no! ¡Harry no! Por favor, haré

cualquier cosa

-Apártate. ¡Apártate, muchacha!

Pudo haberla apartado a la fuerza de delante de la

cuna, pero parecía más prudente matarlos a todos....

La luz verde brilló intermitentemente en toda la

habitación y cayó como su marido. El niño no había

llorado en todo ese tiempo. Estaba de pie, aferrando

firmemente los barrotes de su cuna, y levantando la

mirada hacia la cara del intruso con brillante interés,

quizá pensando que era su padre el que se escondía

bajo la capucha, para hacer más luces bonitas, y que su

madre se levantaría en cualquier momento, riendo.

Apuntó con mucho cuidado la varita a la cara del niño.

Quería ver como ocurría, la destrucción de este

inexplicable peligro. El niño comenzó a llorar. Había

visto que no era James. No le gustó que llorase, nunca

había podido soportar a los pequeños lloriqueando en el

orfanato.

-¡Avada Kedavra!

Y entonces se rompió. Él no era nada, nada excepto

dolor y terror, y debía esconderse, no aquí entre los

escombros de la casa en ruinas, donde el niño estaba

atrapado y gritando sino lejos… muy lejos...

-No - gimió.

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La serpiente murmuraba en el piso asqueroso y desordenado, y él había matado al niño, y sí él era el

niño…

-No.

Y ahora estaba de pie ante la ventana rota de la casa

de Bathilda, inmerso en los recuerdos de su mayor

pérdida, y a sus pies la gran serpiente murmuraba sobre

los cristales y la porcelana china rota… Bajó la mirada y vio algo … algo increíble...

-No

-¡Harry, está bien, estás bien!

Se agachó y recogió la foto hecha pedazos. Allí estaba,

el desconocido ladrón, el ladrón al que buscaba...

-No… la dejé caer… la dejé caer...

-¡Harry, estás bien, despierta, despierta!

Él era Harry… Harry, no Voldemort… y la cosa que

murmuraba no era una serpiente… Abrió los ojos.

-Harry, -murmuró Hermione. - ¿Te sientes... bien?

-Sí -mintió.

Estaba en la tienda de campaña, tendido sobre una de

las literas inferiores bajo un montón de mantas. Supo

que estaba amaneciendo por la quietud y la calidad

fresca y uniforme de la luz más allá del techo de lona.

Estaba empapado en sudor, podía sentirlo en las

sábanas y mantas.

-Escapamos.

-Sí -dijo Hermione-. Tuve que usar a un Encantamiento

Levitatorio para meterte en la litera, no te podía

levantar. Has estado… Bueno, no has estado muy...

Había sombras púrpuras bajo sus ojos café y advirtió

una pequeña esponja en su mano. Le había estado

enjuagando la cara.

-Has estado enfermo -terminó-. Muy mal.

-¿Cuánto hace que salimos?

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-Han pasado horas. Es casi de día.

-Y he estado… ¿qué?, ¿inconsciente?

-No exactamente, -dijo Hermione con inquietud-. Has

estado gritando y gimiendo y… diciendo cosas -añadió

en un tono que hizo que Harry se sintiera intranquilo.

¿Qué había dicho? ¿Había gritado maldiciones como

Voldemort, había llorado como el bebé de la cuna?

-No podía quitarte el Horrocrux, -dijo Hermione, y vio

que quería cambiar de tema-. Estaba pegado, pegado a

tu pecho. Te ha quedado una marca, lo siento. Tuve

que usar un Hechizo Separador para quitártelo. La

serpiente te mordió también, pero he limpiado la

herida y he puesto algo de díctamo en ella…

Tiró de la sudorosa camiseta que llevaba puesta y se

miró. Había un óvalo de color escarlata sobre su

corazón donde el guardapelo le había quemado.

También podía ver las marcas de colmillos medio

cicatrizadas en el antebrazo.

-¿Dónde has puesto el Horrocrux?

-En mi bolso, creo que deberíamos mantenerlo a

distancia durante algún tiempo.

Harry se recostó contra las almohadas y examinó la

cara gris de ella.

-No deberíamos haber ido al Valle de Godric. Es culpa

mía. Todo es culpa mía, Hermione. Lo siento.

-No es culpa tuya. Yo también quería ir. Realmente creí

que Dumbledore podía haber dejado la espada allí para

ti.

-Si, pues bueno… nos equivocamos en eso, ¿no?

-¿Qué sucedió, Harry? ¿Qué sucedió cuándo ella te llevó

arriba? ¿Estaba la serpiente escondida en alguna parte?

¿Simplemente apareció y la mató y te atacó?

-No -dijo-. Ella era la serpiente… o la serpiente era

ella…

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Cerró los ojos. Todavía olía la casa de Bathilda en él.

Eso hacía vívido todo ese horror.

-Bathilda debe llevar muerta algún tiempo. La

serpiente estaba… estaba dentro de ella. Quien-Tu-Ya-

Sabes la dejó allí, en el Valle de Godric, a esperar.

Tenías razón. Sabía que volvería.

- ¿La serpiente estaba dentro de ella?

Abrió los ojos otra vez. Hermione parecía revuelta,

asqueada.

-Lupin dijo que habría magia que nunca habíamos

imaginado -dijo Harry-. No quiso hablar delante de ti,

porque hablaba Parsel, todo en Parsel, y yo no me di

cuenta, pero por supuesto la podía entender. Una vez

que subimos a la habitación, la serpiente envió un

mensaje a Quien-tu-ya-sabes, lo oí en mi cabeza

mientras lo hacía, le sentí entusiasmarse, dijo que me

entretuviera allí … y luego...

Él recordó a la serpiente saliendo del cuello de

Bathilda. Hermione no necesitaba saber los detalles.

-... cambió, se transformó en la serpiente, y atacó.

Bajó la mirada a las marcas punzantes.

-Se suponía que no tenía que matarme, sólo

mantenerme allí hasta que Quien-tu-ya-sabes llegara.

Si al menos hubiera logrado matar a la serpiente,

entonces habría valido la pena, todo… Con el corazón

dolorido, se sentó erguido y apartó las mantas.

-No Harry. ¡Estoy segura de que debes descansar!

-Tú eres la que necesita dormir. Sin ofender, pero estás

horrible. Estoy bien. Me quedaré de guardia un rato.

¿Dónde esta mi varita?

Ella no contestó, simplemente le miraba.

- ¿Dónde está mi varita, Hermione?

Hermione se mordió el labio, y sus ojos se inundaron de

lágrimas.

- 426 -

-Harry...

- ¿Dónde esta mi varita?

La vio extender el brazo hacia abajo por un lado de la

cama y se la ofreció.

La varita de acebo y fénix estaban casi partida en dos.

Una frágil hebra de pluma del fénix mantenía unidos

ambos pedazos. La madera se había roto

completamente. Harry la sostuvo entre sus manos como

si fuera una cosa viva que sufriera una terrible lesión.

No podía pensar correctamente. Todo era un borrón de

pánico y miedo. Después le tendió la varita a Hermione.

-Repárala. Por favor.

-Harry, no creo, cuando está así de rota...

-¡Por favor, Hermione, inténtalo!

-R-Reparo.

La rotura de la varita se selló. Harry la levantó

-¡Lumos!

La varita se encendió débilmente, luego se apagó.

Harry señaló a Hermione.

-¡Expelliarmus!

La varita de Hermione dio un pequeño tirón, pero no

abandonó su mano. Ese débil intento de magia fue

demasiado para la varita de Harry, que se partió de

nuevo en dos. Clavó los ojos en ella, consternado,

incapaz de aceptar lo que veía… la varita que había

sobrevivido a tantas cosas...

-Harry -murmuró Hermione tan quedamente que apenas

la oyó-. Lo siento muchísimo, creo que fui yo. Cuando

salíamos, ya sabes, la serpiente venía a por nosotros,

así es que lancé una Maldición Explosiva, y rebotó por

todas partes, y debió de golpearla.

-Fue un accidente -dijo Harry mecánicamente. Se

sentía vacío, estaba conmocionado-.En...

encontraremos una forma de repararla.

- 427 -

-Harry, no creo que seamos capaces -dijo Hermione, las lágrimas corrían por su cara-. ¿Recuerdas… recuerdas a

Ron? ¿Cuándo rompió su varita, al estrellar el coche?

Nunca volvió a ser la misma.Tuvo que hacerse con una

nueva.

Harry pensó en Ollivander, secuestrado y mantenido

como rehén por Voldemort, y en Gregorowitch, que

estaba muerto. ¿Cómo se supone que iba a encontrar

una varita nueva?

-Bueno -dijo, con una voz falsamente práctica-,

entonces, simplemente te pediré prestada la tuya por

ahora, mientras estoy de guardia.

Con la cara cubierta de lágrimas, Hermione le entregó

su varita, y la dejó sentada junto a su cama, deseando

más que nada alejarse de ella.

- 428 -

 

Capítulo Dieciocho

VIDA Y MENTIRAS DE ALBUS

DUMBLEMORE

E

l sol se elevaba. La pura y

descolorida inmensidad del cielo se extendía en lo alto,

indiferente a él y su sufrimiento.

Harry se sentó en la entrada de la tienda y respiró

hondo para despejarse. Simplemente el estar vivo

contemplando la salida del sol sobre la brillante ladera

nevada debería haber sido el mayor tesoro sobre la

tierra, pero él no podía apreciarlo. Sus sentidos se

habían entumecido por la calamidad de haber perdido

su varita. Observó el valle cubierto de nieve, las

lejanas campanas de la iglesia repicaban a través del

brillante silencio.

- 429 -

Sin darse cuenta, se estaba clavando los dedos sobre los brazos como si intentara resistirse al dolor físico. Había derramado su propia sangre más veces de las que podía

contar, había perdido todos los huesos del brazo

derecho una vez, este viaje ya le había dejado

cicatrices en el pecho y el antebrazo para unirse a las

de la mano y la frente, pero nunca, hasta este

momento, se había sentido tan fatalmente débil,

vulnerable y desnudo, como si la mayor parte de su

poder mágico le hubiese sido arrancado. Sabía

exactamente lo que Hermione le diría si expresaba algo

de esto: la varita mágica es sólo tan buena como lo es

el mago. Pero estaba equivocada, su caso era

diferente. Ella no había sentido a la varita girar como la aguja de una brújula y disparar las llamas doradas sobre

el enemigo. Había perdido la protección de los

corazones gemelos y solo ahora que había desaparecido

comprendía lo que había estado contando con ello.

Sacó los pedazos de la varita rota del bolsillo y, sin

mirarlos, los metió en la bolsa de Hagrid que llevaba

alrededor del cuello. La bolsa estaba ya demasiado

llena de objetos rotos e inútiles como para meter más.

La mano de Harry acarició la vieja Snitch a través de la

piel de topo y por un momento tuvo que luchar contra

la tentación de arrancársela y tirarla. Impenetrable,

inservible, inútil, como todo lo demás que Dumblemore

había dejado atrás.

Y la furia hacia Dumblemore estalló ahora en él como

lava, quemando en su interior, borrando cualquier otro

sentimiento. Aparte de la pura desesperación con que

se había aferrado a la creencia de que en el Valle de

Godric encontrarían respuestas, se habían

autoconvencido de que se suponía que volverían, que

todo esto era parte de algún camino secreto diseñado

- 430 -

para ellos por Dumblemore; pero no había ningún mapa, ningún plan. Dumblemore los había dejado para

que caminaran a tientas en la oscuridad, luchando

contra desconocidos e inimaginables terrores, solos y

sin ayuda. Nada tenía explicación, nada era entregado

libremente, no tenían la espada, y ahora, Harry no

tenía varita. Y había dejado caer la fotografía del

ladrón y esto seguramente facilitaría que Voldemort

averiguara quién era...Voldemort tendría toda la

información ahora....

-¿Harry?

Hermione parecía temer que pudiera maldecirla con su

propia varita mágica. Con la cara bañada en lágrimas,

se agachó a su lado, con dos tazas de té en sus

temblorosas manos y algo voluminoso bajo el brazo.

-Gracias - dijo él, cogiendo una de las tazas.

-¿Te importa si te hablo?

-No –dijo, porque no quería herir sus sentimientos.

-Harry, querías saber quién era el hombre de la

fotografía. Bueno... tengo el libro.

Tímidamente lo puso sobre su regazo, una copia

inmaculada de Vida y Mentiras de Albus Domblemore.

-¿Dónde... cómo...?

-Estaba en la sala de estar de Bathilda, allí tirado...Esta nota sobresalía dentro de él.

Hermione leyó las pocas líneas de escritura puntiaguda,

verde-ácido en voz alta.

-"Querida Batty, gracias por la ayuda. Aquí está la copia del libro, espero que te guste. Lo contaste todo, incluso si no lo recuerdas. Rita." Creo que debe haber llegado mientras la verdadera Bathidla estaba viva, pero

¿quizás no estaba en condiciones de leerlo?

-No, probablemente no lo estaba.

Harry bajó la mirada a la cara de Dumblemore y

- 431 -

experimentó una oleada de salvaje placer. Ahora averiguaría todo lo que Dumblemore nunca había

pensado que valiera la pena contarle, tanto si

Dumblemore lo quería o no.

-Todavía estás realmente enfadado conmigo, ¿verdad? -

dijo Hermione. Harry advirtió lágrimas frescas manando

de sus ojos y sabía que la rabia debía mostrarse en su

cara.

-No -dijo él quedamente-. No, Hermione, sé que fue un

accidente. Intentabas mantenernos vivos y estuviste

increíble, habría muerto si tú no hubieras estado alli

para ayudarme.

Trató de devolverle la pálida sonrisa, luego volvió su

atención al libro. El lomo estaba rígido; estaba claro

que nunca antes había sido abierto. Hojeó las páginas,

buscando fotografías. Las encontró casi

inmediatamente, el joven Dumblemore y su apuesto

compañero, rugiendo de risa por alguna broma

largamente olvidada. Harry dejó caer los ojos sobre la

nota al pie.

Albus Dumblemore, poco después de la muerte de su

madre, con su

amigo Gellert Grindelwald.

Harry se aferró a la última palabra durante largo

tiempo. Grindelwald. Su amigo Grindelwald. Miró de

reojo a Hermione, que todavía contemplaba el nombre

como si no pudiera creer en sus ojos. Despacio alzó la

vista hacia Harry.

-¿Grindelwald?

Ignorando el resto de las fotografías, Harry buscó en las páginas de los alrededores la repetición del fatídico

nombre. Pronto lo descubrió y leyó ansiosamente, pero

- 432 -

se acabó perdiendo. Era necesario ir más hacia atrás para que todo aquello tuviera sentido, y finalmente se

encontró al principio de un capítulo titulado "El Bien Mayor". Juntos, él y Hermione comenzaron a leer:

Acercándose a su décimo octavo 

cumpleaños, Dumblemore deja Hogwarts en 

el resplandor de la gloria-... Alumno 

destacado, Prefecto, Ganador del Premio 

Barnabus Finkley de Lanzamientos de 

Hechixos Excepcional, Joven Representante 

del Wizengamot, Medalla de Oro, Ganador 

por su Gran Contribución a la Conferencia 

Internacional de Alquimia de El Cairo. 

Dumblemore tiene la intención, a 

continuación, de hacer un Grand Tour con 

Elphias "Dogbreath" Doge, el compañero 

tonto pero devoto que había adoptado en la 

escuela. 

Los dos jóvenes se hospedaban en el Caldero 

Chorreante en Londres, preparándose para 

la partida a Grecia a la mañana siguiente, 

cuando llegó una lechuza con noticias sobre 

la muerte de la madre de Dumblemore. 

"Dogbreath" Doge, quien rechazó ser 

entrevistado para este libro, ha dado al 

público su propia versión sentimental de lo 

que pasó después. Presentó la muerte de 

Kendra como un trágico golpe y la decisión 

de Dumblemore de abandonar la expedición 

como un acto de noble sacrificio. 

Indudablemente Dumblemore volvió al Valle 

- 433 -

de Godric inmediatamente, supuestamente para cuidar de su hermano menor y su 

hermana. ¿Pero cuanto cuidado les dedicó 

en realidad? 

"Era un cabeza loca, ese Aberfort", dijo Enid Smeck, cuya familia vivía a las fueras del 

Valle de Godric en aquel tiempo. "Corría 

salvaje" Naturalmente, con su madre y su 

padre desaparecidos tenías que sentir pena 

por él, solo que siguió tirando estiércol de 

cabra sobre mi cabeza. No creo que Albus se 

preocupara por él, nunca los vi juntos, de 

cualquier modo. 

¿Entonces que hacía Albus, si no estaba 

consolando a su salvaje hermano? La 

respuesta, parece ser, asegurar el 

encarcelamiento continuo de su hermana. Al 

parecer, aunque su primer carcelera había 

muerto, no hubo ningún cambio en la 

lamentable condición de Ariana 

Dumblemore. Su misma existencia siguió 

siendo solo conocida por unos pocos 

allegados que, como "Dogbreath" Doge, se 

contentaban con creer la historia de su 

"enfermedad". 

Otro amigo fácilmente satisfecho de la 

familia era Bathilda Bagshot, la famosa 

maga historiadora que ha vivido en el Valle 

de Godric durante muchos años. Kendra, 

desde luego, había rechazado a Bathilda 

cuando intentó dar la bienvenida a la 

familia al pueblo. Varios años más tarde, sin 

embargo, la autora envió una lechuza a 

Albus a Howard, habiendo quedado 

- 434 -

favorablemente impresionada por su papel en la transformación de trans-especies en 

Transfiguration Today. Este contacto inicial 

la llevó a conocer a toda la familia 

Dumblemore. En el momento de la muerte 

de Kendra, Bathilda era la única persona en 

Godric Hollow que se llevaba bien con la 

madre de Dumblemore. 

Lamentablemente, la brillantez que 

Bathilda exhibió pronto en su vida ahora ha 

perdido intensidad. "El fuego estaba 

encendido, pero el caldero está vacío", 

como decía Ivor Dillonsby me exprimía, o, 

en la frase ligeramente anterior de Enid 

Smeck, "Está más chiflada que una cagada 

de ardilla". Sin embargo, una combinación 

de técnicas de prueba y error me permitió 

extraer bastantes pepitas de hechos sólidos 

para ensartarlos hasta dar forma a la 

escandalosa historia. 

Como el resto del mundo magico, Bathilda 

atribuía la prematura muerte de Kendra a 

un encantamiento rebotado, una historia 

repetida por Albus y Aberforth en años 

posteriores. Bathilda también repite como 

un loro la historia de la familia sobre 

Ariana, llamándola "frágil" y "delicada". En un tema, sin embargo, Bathilda bien 

merecía el esfuerzo de ponerse a obtener 

Veritaserum, ya que ella, y solo ella, 

conocía la historia completa del secreto 

mejor guardado de la vida de Albus 

Dumblemore. Ahora revelado por primera 

vez, que pone en duda todo lo que creían 

- 435 -

sus admiradores sobre Dumblemore, su supuesto odio a las Artes Oscuras, su 

oposición a la opresión de los muggles, e 

incluso la devoción hacia su propia familia. 

El mismo verano en que Dumblemore se fue 

a casa en el Valle de Godric, ahora huerfano 

y cabeza de familia, Bathilda Bagshot 

acordó aceptar en su casa a su sobrino nieto 

Gellert Grindelwald. 

El nombre de Grindelwald es a toda suerte 

famoso. En una lista de Magos Oscuros 

Peligros de Todos los Tiempos, él perdería 

el primer lugar solo debido la llegada de 

quien-ustedes-ya-saben una generación más 

tarde, robándole la corona. Como 

Grindelwald nunca extendió su campaña de 

Terror a Gran Bretaña, sin embargo, los 

detalles del aumento de su poder no es 

ampliamente conocido aquí. 

Educado en Durmstrang, una conocida 

escuela famosa incluso entonces por su 

desafortunada tolerancia a las Artes 

Oscuras, Grindelwald se mostró tan 

brillantemente precoz como Dumblemore. 

En vez de canalizar sus habilidades en lograr 

reconocimientos y premios, sin embargo, 

Gellert Grindelwald se dedicó a otras 

búsquedas. A los dieciséis años, incluso en 

Durmstrang sintieron que ya no podían 

hacer la vista gorda con respecto a los 

retorcidos experimentos de Gellert 

Grindelwald y fue expulsado. 

Hasta ahora, todo lo que se sabía sobre los 

siguientes movimientos de Grindelwald era 

- 436 -

que "viajó por el extranjero durante algunos meses". Ahora puede ser revelado que 

Grindelwald decidió visitar a su tía abuela 

en el Valle de Godric, y que allí, por 

intensamente chocante que pueda ser para 

muchos de los que leen, acabó trabando una 

cercana amistad con nada menos que Albus 

Dumblemore. 

"Me parecía un muchacho encantador", 

balbuceó Bathilda, "fuera lo que fuera en lo 

que se convirtió despues. Naturalmente se 

lo presenté al pobre Albus, que echaba de 

menos la compañía de jóvenes de su propia 

edad. Los muchachos simpatizaron el uno 

con el otro inmediatamente" 

Ciertamente lo hicieron. Bathilda me 

mostró una carta, guardada por ella, que 

Albus Dumblemore había enviado a Gellert 

Grindelwald a altas horas de la noche. 

"¡Sí, incluso después de que se pasaban todo 

el día discutiendo, ambos muchachos eran 

jóvenes brillantes, bullían como un caldero 

al fuego, yo a veces oía a una lechuza 

golpeando en la ventana del dormitorio de 

Gellert, entregando una carta de Albus¡ ¡Se 

le habría ocurrido una idea y tenía tendría 

que hacérselo saber a Gellert 

inmediatamente! 

Y qué ideas tenían. Unas profundamente 

sorprendentes, como los admiradores de 

Albus Dumblemore descubrirán, aquí están 

los pensamientos de su héroe a los 

diecisiete años, en una misiva a su nuevo 

mejor amigo. (Una copia de la carta original 

- 437 -

puede se vista en la página 463)

Gellert 

Tu punto de vista de que la dominación del 

Mago es POR EL PROPIO BIEN DE LOS 

MUGGLES...ese, creo yo, que es el punto 

crucial. Sí, se nos ha dado el poder y sí, ese 

poder nos da derecho a dominar, pero 

también conlleva una responsabilidad para 

con el mundo. Debemos acentuar ese punto, 

será la piedra angular sobre la que 

construiremos. Donde encontremos 

oposición, que seguramente la habrá, esta 

debe ser la base de todos nuestros 

contraargumentos. Tomemos el control POR 

EL BIEN MAYOR. Y seguir a partir de eso 

donde encontraremos resistencia, debemos 

usar solo la fuerza necesaria y no más. (Ese 

fue tu error en Durmtrang) Pero no me 

quejo, por que si no hubieras sido 

expulsado, nunca nos habríamos conocido. 

Albus 

 

 

Asombrados y consternados estarán sus 

muchos admiradores, esta carta constituye 

la prueba de que Albus Dumblemore una vez 

soñó con derrocar el Estatuto Secreto y 

establecer el control de los Magos sobre los 

muggles. ¡Qué golpe para los que siempre 

retrataban a Dumblemore como el mayor 

- 438 -

defensor de los nacidos muggles! A la luz de esta evidencia indiscutiblemente nueva, las 

cosas se ven desde otra perspectiva. ¡Qué 

despreciable aparece Albus Dumblemore 

ocupado en planear su ascención al poder, 

cuando debería haber estado afligido por su 

madre y cuidando de su hermana! 

Sin duda, aquellos decididos mantener a 

Dumblemore sobre un pedestal alabarán 

que, después de todo, no pusiera sus 

proyectos en acción, debió haber sufrido un 

cambio de parecer, recobrando el juicio. Sin 

embargo, la verdad parece totalmente 

sorprendente. 

Apenas dos meses después del comienzo de 

su nueva gran amistad, Dumblemore y 

Grindelwald se separaron, y nunca se 

volvieron a ver el uno al otro hasta que se 

encontraron en su legendario duelo (para 

más, ver capítulo 22). ¿Qué causó esta 

abrupta ruptura? ¿Dumblemore había 

recobrado el juicio? ¿Le había dicho a 

Grindelwald que no quería formar parte de 

sus proyectos? Ay!, no. 

"Fue la muerte de la pobre y pequeña 

Ariana, creo, eso fue", dice Bathilda. "Fue un golpe terrible. Gellert estaba allí en la 

casa cuando pasó y volvió a mi casa muy 

nervioso, me dijo que se quería ir a casa al 

día siguiente. Terriblemente apenado, 

sabes. Entonces arreglé un Traslador y esa 

fue la última vez que le vi. 

"Albus estaba fuera de sí por la muerte de 

Ariana. Fue terrible para los dos hermanos. 

- 439 -

Habían perdido a todos excepto el uno al otro. No es extraño que los temperamentos 

se elevaran a gran altura. Aberforth culpó a 

Albus, ya se sabe como se pone la gente en 

esas terribles circunstancias. Pero Aberforth 

siempre hablaba un poco como a lo loco, el 

pobre muchacho. En todo caso, romperle la 

nariz a Albus en el funeral no fue decente. 

Habría destruido a Kendra, el ver que sus 

hijos luchaban así, sobre del cuerpo de su 

hija. Una pena que Gellert no pudiera 

quedarse para el entierro... Habría sido un 

consuelo para Albus, al menos... 

Esta reyerta junto al ataúd fue terrible, 

conocida solo por aquellos pocos que 

asistieron al entierro de Ariana 

Dumblemore, levantando varias preguntas. 

¿Por qué culpaba exactamente Aberforth 

Dumblemore a Albus de la muerte de su 

hermana? ¿Fue, como "Batty" pretende, una 

mera efusión de pena? ¿O podía haber una 

razón más concreta para esa furia? 

Grindelwald, expulsado de Durmstrang por 

los casi fatales ataques a sus compañeros de 

estudios, escapó del país pocas horas 

después después de la muerte de la 

muchacha y Albus (¿por vergüenza o miedo?) 

nunca le volvió a ver, no antes de ser 

obligado a ello por las súplicas del mundo 

mágico. 

Ni Dumblemore ni Grindelwald se refirieron 

nunca posteriormente a esta breve amistad 

de juventud. Sin embargo, no puede haber 

ninguna duda de que Dumblemore se 

- 440 -

retrasó, durante aproximadamente cinco años de confusión, víctimas y 

desapariciones, en su ataque sobre Gellert 

Grindelwald. ¿Le retrasó el afecto por el 

hombre o el miedo a exponerse ante su una 

vez mejor amigo lo que hizo que 

Dumblemore vacilara? ¿Fue solo a 

regañadientes que Dumbledore se dedicó a 

la captura del hombre al que una vez había 

estado tan encantado de conocer?  

¿Y cómo fue la misteriosa muerte de Ariana? 

¿Fue víctima involuntaria de algún rito 

oscuro? ¿Tropezó con algo que no debería 

haber visto, cuando los dos jóvenes estaban 

sentados practicando para su intendo de 

conseguir gloria y dominación? ¿Es posible 

que Ariana Dumblemore fuera la primera 

persona en morir por "el bien mayor"? 

 

El capítulo terminaba aquí y Harry levantó la vista.

Hermione había llegado al final de la página antes que

él. Arrancó el libro de la mano de Harry, pareciendo un

poco alarmada por su expresión, y lo cerró sin mirarlo,

como si ocultara algo indecente.

-Harry....

Pero él negó con la cabeza. Alguna certeza interna

había sido aplastada dentro de él; era exactamente lo

que había sentido después de la marcha de Ron. Había

confiado en Dumblemore, había creído que era la

encarnación de la bondad y la sabiduría. Todo cenizas.

¿Qué más podía perder? Ron, Dumblemore, la varita de

fénix...

- 441 -

-Harry -Ella pareció haber escuchado sus pensamientos.

- Escúchame. Esto....no es una lectura muy

agradable...

-Sí, podrías decirlo así...

-...pero no lo olvides. Harry, que esto está escrito por

Rita Skecter.

-Leiste esa carta a Grindelwald, ¿verdad?

-Sí...lo hice -Vaciló, parecía molesta, acunando su té

en las frías manos-. Creo que ese fue el peor trozo. Sé

que Bathilda pensaba que solo era charla, pero "Por el Bien Mayor" se convirtió en el lema de Grindelwald, su justificación para todas las atrocidades que cometió

más tarde. Y...desde que... esto hace que parezca que

Dumblemore le dio la idea. Dicen que "Por El Bien

Mayor” incluso fue tallado sobre la entrada de

Nurmengard.

-¿Qué es Nurmengard?

-La prisión que tenía Grindelwald para retener a sus

opositores. Él mismo terminó allí, una vez que

Dumblemore le atrapó. De todos modos, esto....esto es

un pensamiento horrible, que las ideas de Dumblemore

ayudaran a impulsar la subida al poder de Grindelwald.

Pero por otra parte, ni siquiera Rita puede fingir que se conocieron el uno al otro solo durante unos meses de

verano cuando eran realmente jóvenes, como...

-Sabía que dirías eso -dijo Harry. No quería que su

cólera se derramara sobre ella, pero era difícil de

mantener la voz estable-. Sabía que dirías "eran

jóvenes". Tenían la misma edad que nosotros ahora. Y

aquí estamos nosotros, arriesgando nuestras vidas para

luchar contra las Artes Oscuras y allí estaba él,

reuniéndose con su nuevo mejor amigo, trazando

planes para su ascención al poder sobre los muggles.

Su temperamento no permanecería bajo control mucho

- 442 -

más. Se levantó y paseó por los alrededores, intentando trabajar un poco en acallarlo.

-No intento defender lo que Dumblemore escribió -dijo

Hermione-. Toda esa basura de "derecho a gobernar", es solo "La Magia es Poder" una vez más. Pero Harry, su madre acababa de morir, estaba solo en casa....

-¿Solo? ¡No estaba solo! Tenía a su hermano y a su

hermana acompañándolo, su hermana Squib, a la que

mantenía encerrada...

-No me creo eso -dijo Hermione. Ella también se

levantó-. Independientemente de lo que le pasara a esa

chica. No creo que fuera una Squib. El Dumblemore que

nosotros conocíamos nunca, jamás habría permitido...

-¡El Dumblemore que creíamos conocer no quería

conquistar a los muggles a la fuerza! -gritó Harry, su

voz resonó por la vacía cima haciendo que varios grajos

se elevaran en el aire, graznando y volando en espiral

contra el nacarado cielo.

-¡Cambió, Harry, cambió! ¡Es tan simple como eso! !Tal

vez realmente creía en estas cosas cuando tenía

diecisiete años, pero el resto de su vida lo dedicó a la

lucha contra las Artes Oscuras! ¡Dumblemore fue quien

detuvo a Grindelwald, quien siempre votó a favor de la

protección de los muggles y los derechos de los nacidos

muggles, quien luchó contra quien-tu-ya-sabes desde el

principio y quien murió intentando derrocarlo!

El libro de Rita yacía en el suelo entre ellos, de forma

que la cara de Albus Dumblemore sonreía

culpablemente hacia ambos.

-Harry, lo siento, pero creo que la auténtica razón por

la que estás tan enfadado es que Dumblemore nunca te

contó nada de esto él mismo.

-¡Tal vez! -bramó Harry y arrojando los brazos sobre la

cabeza, apenas sabiendo si intentaba contener su

- 443 -

cólera o protegerse a sí mismo del peso de su propia desilusión. -¡Mira lo que me pidió, Hermione! ¡Arriesga

tu vida, Harry! ¡Y otra vez! ¡Y otra vez! ¡Y no esperes

que te lo explique todo, solo confía en mí a ciegas,

confía en que sé lo que hago, confía en mí aun cuando

yo no confío en ti! ¡Nunca toda la verdad! ¡Nunca!

Su voz se rompió por la tensión y se quedaron de pie

mirándose el uno al otro en la blancura y el vacío, y

Harry sintió que eran tan insignificantes como insectos

bajo el amplio cielo.

-Te quería -susurró Hermione-. Sé que te quería.

Harry dejó caer los brazos.

-No sé a quien quería, Hermione, pero nunca fue a mí.

Esto no es amor, el lío en el que me ha dejado metido.

Compartió más de lo que estaba pensando con Gellert

Grindelwald a simple vista de lo que nunca compartió

conmigo.

Harry recogió la varita de Hermione, que había dejado

caer en la nieve y volvió a sentarse en la entrada de la

tienda.

-Gracias por el té. Terminaré la guardia. Regresa al

calor.

Ella vaciló, pero reconoció la despedida. Recogió el

libro y luego regresó caminando por delante de él a la

tienda, pero mientras lo hacía, le acarició la parte

superior de la cabeza ligeramente con la mano. Él cerró

los ojos ante su tacto y se odió por desear que lo que

Hermione había dicho era verdad: que Dumblemore

realmente se había preocupado por él.

- 444 -

Capítulo Diecinueve

LA CIERVA PLATEADA

   staba nevando para cuando Hermione se

hizo cargo de la vigilancia a medianoche. Los sueños de

Harry habían sido confusos y perturbadores. Nagini

entraba y salía de ellos, primero a través de un anillo

gigante agrietado, después a través de una corona de

Navidad de rosas. Despertó repetidamente, en pleno

ataque de pánico, convencido de que alguien le había

llamado en la distancia, imaginando que el viento que

azotaba la tienda eran ruido de pasos y voces.

Finalmente se levantó en la oscuridad y se unió a

Hermione, que estaba acurrucada en la entrada de la

tienda leyendo Historia de la Magia a la luz de su

varita. La nieve estaba cayendo copiosamente, y ella

agradeció con alivio su sugerencia de recoger temprano

por la mañana y ponerse en movimiento.

-Iremos a algún sitio más protegido -estuvo de acuerdo,

estremeciéndose mientras se ponía un jersey sobre su

- 445 -

pijama-. Sigo pensando que puede que haya oído a gente moverse fuera. Incluso creí ver a alguien una o

dos veces.

Harry se detuvo en el acto de ponerse un suéter y miró

al silencioso e inmóvil Chivatoscopio sobre la mesa.

-Estoy segura de que lo imaginé -dijo Hermione, que

parecía nerviosa-. La nieve en la oscuridad, juega malas

pasadas a los ojos... Pero quizás deberíamos

Desaparecer bajo la Capa de Invisibilidad, solo por si

acaso.

Media hora después, con la tienda recogida, Harry

llevando el Horrocrux, y Hermione aferrando su bolso

de cuentas, se Desaparecieron. La usual estrechez los

engulló. Los pies de Harry estaban parcialmente

hundidos en el suelo nevado, y momentos después

golpeó con fuerza en lo que le pareció tierra congelada

cubierta de hojas.

-¿Dónde estamos? -preguntó, escudriñando alrededor

hacia una nueva masa de árboles mientras Hermione

abría su bolso de cuentas y empezaba a sacar los palos

de la tienda.

-El Bosque de Dean -dijo-. Acampé aquí una vez con

mamá y papá.

Había nieve posada en los árboles de alrededor y hacía

un frío amargo, pero al menos estaban protegidos del

viento. Pasaron la mayor parte del día dentro de la

tienda, acurrucados en busca de calor alrededor de las

útiles llamas de un brillante azul que Hermione era tan

hábil en producir, y que podían ser recogidas y llevadas

por ahí en una jarra. Harry se sentía como si se

estuviera recuperando de una breve pero grave

enfermedad, una impresión reforzada por la solicitud

con la que Hermione le trataba. Esa tarde nuevos copos

de nieve cayeron sobre ellos, haciendo que incluso su

- 446 -

claro protegido se cubriera de una nueva capa de nieve en polvo.

Después de dos noches de poco sueño, los sentidos de

Harry parecían más alerta de lo normal. Su escapada

del Valle de Godric había sido por tan poco que

Voldemort parecía de algún modo más cercano que

antes, más amenazador. Cuando la oscuridad cayó otra

vez Harry rehusó el ofrecimiento de Hermione de

quedarse vigilando y le dijo que se fuera a la cama.

Harry llevó un viejo cojín a la entrada de la tienda y se sentó, llevaba puestos todos los jerseys que poseía e

incluso así todavía temblaba. La oscuridad se acentuó

con el paso de las horas hasta que resultó virtualmente

impenetrable. Estaba a punto se sacar el Mapa del

Merodeador, para observar el punto de Ginny un rato,

cuando recordó que estaban en medio de las vacaciones

de navidad y que ella debía estar de vuelta en la

Madriguera.

Cada diminuto movimiento parecía magnificado por la

inmensidad del bosque. Harry sabía que debía de haber

criaturas vivas, pero deseaba que todas permanecieran

inmóviles y en silencio para poder separar sus inocentes

roces y murmullos de los ruido que podrían proclamar

otros movimientos siniestros. Recordaba el sonido del

serpenteo de una capa sobre las hojas muertas que

había oído hacía años, y una vez creyó haberlo oído de

nuevo antes de sacudirse mentalmente a sí mismo. Sus

encantamientos protectores habían funcionado durante

semanas, ¿por qué iban a fallar ahora? Y aun así no

podía sacudirse la sensación de que algo era diferente

esta noche.

Varias veces se enderezó de un salto, le dolía el cuello

porque se había quedado dormido, derrumbado en un

ángulo torpe contra el costado de la tienda. La noche

- 447 -

alcanzó tal profundidad de aterciopelada negrura que podría haber estado suspendido en el limbo entre la

Desaparición y la Aparición. Acababa de levantar una

mano ante su cara para ver si podía distinguir sus dedos

cuando ocurrió.

Una brillante luz plateada justo delante de él,

moviéndose entre los árboles. Fuera cual fuera la

fuente, se estaba moviendo silenciosamente. La luz

parecía simplemente vagar hacia él. Saltó sobre sus

pies, la voz se le quedó congelada en la garganta, y

alzó la varita de Hermione. Entrecerró los ojos cuando

la luz se volvió cegadora, los árboles de delante eran

solo siluetas negras, y la cosa todavía seguía

acercándose...

Y entonces la fuente de luz salió de detrás de un roble.

Una cierva plateada, brillante a la luz de la luna y

deslumbrante, abriéndose paso por el terreno, todavía

silenciosa y sin dejar pisadas en la fina nieve en polvo.

Se acercó a él, su hermosa cabeza de ojos grandes y

largos se mantenía en alto.

Harry miraba fijamente a la criatura, lleno de

maravilla, no por su extrañeza, sino porque sentía una

inexplicable familiaridad. Se sentía como si hubiera

estado esperando su llegada, pero había olvidado, hasta

ese momento, que tenían una cita. Su impulso de

llamar a Hermione, que había parecido tan fuerte

momentos antes, había desaparecido. Sabía, se habría

jugado la vida, que ella había venido por él, y sólo por

él.

Se miraron el uno al otro durante largos momentos y

entonces la cierva se giró y se alejó.

-No -dijo él, y su voz sonó agrietada por la falta de uso-

. ¡Vuelve!

Ella continuó caminando deliberadamente a través de

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los árboles, y pronto su brillo se vio veteado por los gruesos troncos negos. Durante un tembloroso segundo

vaciló. La cautela le murmurba que podía ser un truco,

un cebo, una trampa. Pero el instinto, el abrumador

instinto, le decía que esto no era Magia Oscura.

Comenzó la persecución.

La nieve crujía bajo sus pies, pero la cierva no hacía

ningún ruido mientras pasaba a través de los árboles,

no era nada más que luz. Le conducían adentrándose

más y más en el bosque, y Harry caminaba

rápidamente, seguro de que cuando ella se parara, le

dejaría aproximarse apropiadamente. Y entonces

hablaría y la voz le diría lo que necesitaba saber.

Al fin, se detuvo. Giró su hermosa cabeza hacia él una

vez más, y él echó a correr, una pregunta ardía en su

interior, pero cuando abrió los labios para pronunciarla, ella se desvaneció.

Aunque la oscuridad se la había tragado del todo, su

imagen bruñida estaba todavía impresa en las retinas

de Harry; oscurecía su visión, iluminándola cuando

bajaba los párpados, desorientándole. Ahora volvía el

miedo. La presencia de ella significaba seguridad.

-¡Lumos! -susurró, y la punta de la varita se encendió.

La impresión de la cierva palidecía con cada parpadeo

de sus ojos y se quedó allí de pie, escuchando los

sonidos del bosque, los distantes crujidos de ramas, los

suaves latigazos de nieve. ¿Estaba a punto de ser

atacado? ¿Le había atraído ella a una emboscada? ¿Se

estaba imaginando que había algo de pie más allá del

alcance de la luz de la varita, observándole?

Sostuvo la varita más alto, nadie corría hacia él, ningún destello de luz verde salió de detrás de un árbol.¿Por

qué le había conducido a este lugar?

Algo brillaba a la luz de la varita, y Harry se acercó,

- 449 -

pero todo lo que allí había era una pequeña y congelada charca, su agrietada superficie negra brilló

cuando alzó aún más alto la varita para examinarla.

Se adelantó cautelosamente y bajó la mirada hasta

ella. El hielo reflejaba su sombra distorsionada y el

rayo de la varita, pero en lo profundo, bajo el grueso y

brumoso caparazón gris, algo más brillaba. Una gran

cruz plateada...

El corazón le saltó a la boca. Cayó de rodillas en el

borde de la charca e inclinó la varita en un ángulo que

inundara el fondo de la charca con tanta luz como fuera

posible. Un destello de rojo profundo... Era una espada

con relucientes rubíes en la empuñadura... la espada

de Gryffindor yacía en el fondo de la charca de un

bosque.

Apenas respirando, bajó la mirada. ¿Cómo era esto

posible? ¿Cómo podía haber llegado a yacer en una

charca del bosque, tan cerca del lugar en el que

acampaban? ¿Alguna magia desconocida había

arrastrado a Hermione a este lugar, o era la cierva, a la que había tomado por un Patronus, algún tipo de

guardián de la charca? ¿O la espada había sido puesta

en la charca después de que llegaran, precisamente

porque ellos estaban aquí? En cualquier caso, ¿dónde

estaba la persona que se la estaba entregando a Harry?

De nuevo barrió con la varita los árboles y arbustos

circundantes, buscando un humano a la vista, por el

rabillo del ojo, pero no pudo ver a nadie. Al mismo

tiempo un poco más de miedo fermentó su exitación

cuando volvió la atención a la espada que reposaba en

el fondo de la charca congelada.

Apuntó la varita hacia la forma plateada y murmuró.

-Accio espada.

No se movió. No había esperado que lo hiciera. Si

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hubiera sido tan fácil, la espada habría estado tirada en el suelo para que él la recogiera, no en las

profundidades de una charca helada. Se paseó

alrededor del círculo de hielo, pensando con fuerza en

la última vez que la espada se había entregado a sí

misma a él. Había estado en un terrible peligro

entonces, y había pedido ayuda.

-Ayuda -murmuró, pero la espada permaneció en el

fondo de la charca, indiferente, inmóvil.

¿Qué era, se preguntó Harry a sí mismo (paseando de

nuevo), lo que le había dicho Dumbledore la última vez

que había recuperado la espada? Solo un verdadero

Gryffindor podría haber sacado eso del Sombrero. ¿Y

cuales eran las cualidades que definían a un Gryffindor?

Una vocecita en su cabeza le respondió: Su

atrevimiento, nervio, y su valor diferencian a un

Gryffindor.

Harry dejó de pasearse y dejó escapar un largo suspiro,

su vaporoso aliento se dispersó rápidamente en el aire

congelado. Sabía lo que tenía que hacer. Para ser

honesto consigo mismo, había pensado en ello desde el

momento en que había divisado la espada a través del

hielo.

Miró de nuevo a los árboles circundantes, pero estaba

convencido de que nadie iba a atacarle. Habían tenido

su oportunidad cuando caminaba solo a través del

bosque, había habido muchas oportunidades mientras

examinaba la charca. La única razón para retrasarlo era

que la perspectiva de la acción inmediata era muy poco

invitadora.

Con dedos torpes Harry empezó a quitarse las muchas

capas de ropa. En cuanto a donde entraba el "valor" en esto, pensó resentido, no estaba muy seguro, a menos

que contara como valor que no hubiera llamado a

- 451 -

Hermione para hacerlo en su lugar.

Una lechuza ululó en alguna parte mientras se

desnudaba, y pensó con una punzada de dolor en

Hedwig. Ahora estaba temblando, sus dientes

castañeteaban horriblemente, aunque continuó

desnudándose hasta que al fin estuvo allí en ropa

interior, descalzo en la nieve. Colocó la bolsita que

contenía su varita, la carta de su madre, el trozo del

espejo de Sirius, y la vieja Snitch encima de su ropa,

después señaló con la varita de Hermione al hielo.

-Diffindo.

Se agrietó con un sonido parecido al de disparar una

bala en el silencio. La superficie de la charca se rompió y trozos de hielo oscuro se mecieron sobre el agua se

ondeaba. Por lo que Harry podía juzgar, no era

profunda, pero para recuperar la espada tendría que

sumergirse completamente.

Contemplar la tarea venidera no la haría más fácil o

calentaría más el agua. Se acercó al borde de la charca

y colocó la varita de Hermione en el suelo, todavía

encendida. Después, intentando no imaginar el frío que

estaba a punto de experimentar o lo violentamente que

temblaría, saltó.

Cada poro de su cuerpo gritó en protesta. El mismo aire

de sus pulmones pareció congelarse y volverse sólido

cuando se sumergió hasta los hombros en agua

congelada. A penas podía respirar; temblaba tan

violentamente que el agua lamía los bordes de la

charca, tanteó la hoja con su pie entumecido. Quería

sumergirse solo una vez.

Calculó el momento de la inmersión total segundo a

segundo, jadeando y temblando, hasta que se dijo a sí

mismo que debía hacerse, reunió todo su coraje, y se

sumergió. El frío era una agonía. Le atacaba como

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fuego. Su mismo cerebro parecía haberse congelado mientras empujaba a través del agua oscura hacia el

fondo y extendía la mano, buscando la espada. Sus

dedos se cerraron sobre la empuñadura, tiró hacia

arriba.

Entonces algo se cerró firmemente alrededor de su

cuello. Pensó que eran algas aunque nada le había

rozado cuando se sumergió, y alzó la mano vacía para

liberarse. No eran algas. La cadena del Horrocrux se

había apretado y estaba apretando lentamente su

tráquea.

Harry pateó salvajemente, intentando impulsarse de

vuelta a la superficie, pero solo consiguió impulsarse

contra el lado rocoso de la charca. Agitándose,

ahogándose, asió la cadena estranguladora, sus dedos

congelados fueron incapaces de soltarla, y ahora había

luces estallando en su cabeza, e iba a ahogarse, no

había nada, nada que pudiera hacer, y los brazos que se

cerraban alrdedor de su pecho seguramente eran de

motigafos...

Tosiendo y vomitando, empapado y más frío de lo que

había estado nunca en su vida, se derrumbó bocabajo

en la nieve. En alguna parte, cerca, otra persona

jadeaba, tosía y se tambaleaba. Hermione había venido

de nuevo al rescate, como había hecho cuando el

ataque... Aunque no parecía ella, no con esas toses

profundas, ni a juzgar por el peso de las pisadas.

Harry no tenía fuerzas para alzar la cabeza y averiguar

la identidad de su salvador. Todo lo que pudo alzar fue

una mano temblorosa hasta su garganta y palpar el

lugar donde el guardapelo había cortado firmemente su

carne. Había desaparecido. Alguien se lo había cortado.

Entonces una voz jadeande habló sobre su cabeza.

-¿Estas... loco?

- 453 -

Nada excepto la sorpresa de oir esa voz podría haber dado a Harry las fuerzas necesarias para levantarse.

Temblando violentamente, se puso en pie tambaleante.

Allí ante él estaba Ron, completamente vestido pero

empapado del todo, con el pelo aplastado sobre la

cara, la espada de Gryffindor en una mano y el

Horrocrux colgando de su cadena rota en la otra.

-¿Por qué demonios -jadeó Ron, sujetando en alto el

Horrocrux, que se balanceaba adelante y atrás en la

corta cadena en una especie de parodia de hipnosis- no

te quitaste esta cosa antes de sumergirte?

Harry no podía responder. La cierva plateada no había

sido nada, nada, comparado con la aparición de Ron, no

podía creérselo. Temblando de frío, cogió la pila de

ropa que todavía yacía al borde del agua y empezó a

ponérsela. Mientras se pasaba jersey tras jersey sobre

la cabeza, Harry miraba a Ron, medio esperando que

hubiera desaparecido cada vez que le perdía de vista,

aunque tenía que ser real. Acababa de tirarse a la

charca, había salvado la vida de Harry.

-¿Eras t-tú? -dijo Harry al fin, sus dientes

castañeteaban, su voz era más débil de lo habitual

dada su casi-estrangulación.

-Bueno, si -dijo Ron, ligeramente confuso.

-¿Tú lanzaste esa cierva?

-¿Qué? ¡No, por supuesto que no! ¡Yo creía que habías

sido tú!

-Mi patronus es un ciervo.

-Oh, si. Pensé que parecía diferente. Sin cornamenta.

Harry se puso la bolsita de Hagrid alrededor del cuello,

poniéndose un último jersey, acercándose a recoger la

varita de Hermione, y enfrentándose de nuevo a Ron.

-¿Cómo es que estás aquí?

Aparentemente Ron había esperado que ese punto se

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tocara más adelante, si es que se tocaba.

-Bueno, yo... ya sabes... he vuelto. Si... -Se aclaró la

garganta-. Ya sabes. Si todavía me queréis aquí.

Hubo una pausa, en la cual el tema de la partida de

Ron pareció alzarse como una pared entre ellos.

Aunque estaba aquí. Había vuelto. Acababa de salvar la

vida de Harry.

Ron bajó la mirada a sus manos. Pareció

momentáneamente sorprendido al ver las cosas que

sujetada.

-Oh, si, saqué esto, -dijo, bastante innecesariamente,

alzando la espada para que Harry la inspeccionara-.

¿Saltaste por esto... verdad?

-Si -dijo Harry-. Pero no lo entiendo. ¿Cómo llegaste

aquí? ¿Cómo nos encontraste?

-Es una larga historia -dijo Ron-. Os he estado buscando

durante horas, es un bosque grande, ¿verdad? Y justo

estaba pensando en que iba a tener que dormir bajo un

árbol y esperar a la mañana cuando vi a la cierva y la

seguí.

-¿No viste a nadie más?

-No -dijo Ron- Yo...

Pero vaciló, mirando a dos árboles que crecían cerca el

uno del otro a algunas yardas de distancia.

-Creo que vi algo moverse allí, pero estaba corriendo

hacia la charca en ese momento, porque habías entrado

pero no salías, así que no iba a hacer un desvío para...

¡ey!

Harry ya estaba corriendo hacia el lugar que Ron había

señalado. Los dos robles crecían bastante juntos, había

un hueco de solo unos centímetros entre los troncos al

nivel de los ojos, un lugar ideal para ver sin ser visto.

La tierra alrededor de las raíces, sin embargo,estaba

libre de nieve, y Harry pudo ver que no había ninguna

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señal de pisadas. Volvió adonde estaba Ron esperando, todavía sujetando la espada y el Horrocrux.

-¿Hay algo? -preguntó Ron.

-No -dijo Harry.

-¿Entonces, que hacía la espada en esa charca?

-Quienquiera que lanzara el Patronus debe haberla

puesto ahí.

Ambos miraron a la ornamentada espada de plata, su

empuñadura de rubíes brillaba un poco a la luz de la

varita de Hermione.

-¿Crees que es la auténtica? -preguntó Ron.

-Hay una forma de averiguarlo, ¿verdad? -dijo Harry.

El Horrocrux todavía se balanceaba en la mano de Ron.

El guardapelo se sacudía ligeramente. Harry sabía que

la cosa de dentro estaba de nuevo agitada. Había

sentido la presencia de la espada y había intentado

matar a Harry antes que dejarle poseerla. Ahora no

había tiempo para largas discusiones; era el momento

de destruir al guardapelo de una vez y para siempre.

Harry miró alrededor, sujetando en alto la varita de

Hermione, y vio el lugar; una roca plana que yacía a la

sombra de un sicomoro.

-Vamos -dijo, y abrió el camino, limpiando la nieve de

la superficie de la roca, y extendiendo la mano

pidiendo el Horrocrux. Cuando Ron ofreció la espada,

sin embargo, Harry sacudió la cabeza.

-No, debes hacerlo tú.

-¿Yo? -dijo Ron, sorprendido-. ¿Por qué?

-Porque tú sacaste la espada de la charca, creo que se

supone que debes ser tú.

No estaba siendo para nada amable o generoso. Tan

indudablemente como había sabido que la cierva era

benigna, sabía que tenía que ser Ron quien esgrimiera

la espada.

- 456 -

Dumbledore le había enseñado al menos algo sobre cierto tipo de magia, y el incalculable poder de ciertos

actos.

-Lo voy a abrir -dijo Harry- y tú lo golpeas.

Directamente, ¿vale? Por si lo que sea que haya dentro

ofrece resistencia. El pedazo de Riddle del diario

intentó matarme.

-¿Cómo vas a abrirlo? -preguntó Ron. Parecía aterrado.

-Voy a pedirle que se abra, en parsel -dijo Harry. La

respuesta llegó tan fácilmente a sus labios que pensó

que en el fondo siempre lo había sabido. Quizás había

sido su reciente encuentro con Nagini lo que le había

hecho comprenderlo. Miró a la serpentina S dibujada

con brillantes piedras. Era fácil visualizarla como una

minúscula serpiente, enroscada sobre la fría piedra.

-¡No! -dijo Ron. -¡No lo abras! ¡Lo digo en serio!

-¿Por qué no? -preguntó Harry-. Librémonos de esta

maldita cosa, hace meses...

-No puedo, Harry, en serio... hazlo tú.

-¿Pero por qué?

-¡Porque esa cosa es mala para mí! -dijo Ron,

retrocediendo lejos del guardapelo tendido sobre la

roca-. ¡No puedo con ello! No es una excusa, Harry, ya

me gustaría, pero a mi me afecta más que a ti y a

Hermione, me hizo pensar cosas... cosas que yo ya

estaba pensando de todos modos, pero las hizo peor.

No puedo explicarlo, y entonces me fui y volví a pensar

con claridad, y entonces vas tú y me pones esa cosa

asquerosa delante... ¡no puedo hacerlo, Harry!

Se había alejado, con la espada colgando a su costado,

sacudiendo la cabeza.

-Puedes -dijo Harry, -¡puedes! Solo tienes que coger la

espada, sé que se supone que tienes que ser tú quien la

utilice. Por favor, librémonos de él, Ron.

- 457 -

El sonido de su nombre pareció actuar como un estimulante. Ron tragó, después, todavía respirando

con dificultad a través de su larga nariz, volvió hasta la roca.

-Dime cuando -graznó.

-A la de tres -dijo Harry, volviendo a mirar al

guardapelo y entrecerrando los ojos, concentrándose

en la letra S, imaginando una serpiente, mientras el

contenido del guardapelo se retorcía como un gallo de

pelea atrapado. Habría sido fácil compadecerlo, solo

que el corte del cuello de Harry todavía ardía.

-Uno... dos... tres... ábrete.

La última palabra llegó en forma de un siseo y un

gruñido y las puertas doradas del guardapelo se

abrieron con un pequeño chasquido.

Tras las dos ventanas de cristal de dentro parpadeaban

unos ojos vivos, oscuros y hermosos como habían sido

los ojos de Tom Riddle antes de volverse escarlatas y

de pupilas como rajas.

-Golpea -dijo Harry, sujetando el guardapelo firme en

la roca.

Ron alzó la espada entre sus manos temblorosas. Surgió

un punto sobre los ojos que saltaban de un lado a otro,

y Harry agarró el guardapelo firmemente,

endureciéndose a sí mismo, ya imaginando sangre

manando de las ventanas vacías.

Entonces una voz siseó desde el Horrocrux.

-He visto tu corazón, y es mío.

-¡No le escuches! -dijo Harry ásperamente- ¡Golpea!

-He visto tus sueños, Ronald Weasley, y he visto tus

miedos. Todo lo que deseas es posible, pero todo lo que

temes también es posible...

-¡Golpea! -gritó Harry, su voz resonó entre los árboles

circundantes, la espada temblaba, y Ron miraba

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fijamente a los ojos de Riddle.

-Siempre menos amado, por la madre que anhelaba una

hija... Menos amado ahora, por la chica que prefiere a

tu amigo... El segundo mejor, siempre eternamente a

la sombra...

-¡Ron, golpea ya! -gritó Harry a voz en cuello. Podía

sentir al guardapelo estremeciéndose en su apretón y le

asustó lo que se avecinaba. Ron alzó la espada más

alto, y cuando lo hizo, los ojos de Riddle se volvieron

escarlata.

Saliendo de las dos ventanas del guardapelo, saliendo

de los ojos, habían florecido como dos grotescas

burbujas, las cabezas de Harry y Hermione,

extrañamante distorsionadas.

Ron chilló por la sorpresa y retrocedió mientras las

figuras surgían del guardapelo, sus pechos, sus cinturas, sus piernas, hasta que estuvieron de pie en el

guardapelo, lado a lado como árboles con una raiz

común, balanceándose sobre Ron y el auténtico Harry,

que apartó los dedos del guardapelo como si quemara,

repentimente al rojo vivo.

-¡Ron! -gritó, pero el Harry-Riddle estaba ahora

hablando con la voz de Voldemort y Ron le miraba

fijamente, hipnotizado, a la cara.

-¿Por qué volviste? Estabamos mejor sin tí, más felices

sin ti, nos alegraba tu ausencia... Nos reíamos de tu

estupidez, de tu cobardía, de tu presunción...

-¡Presunción! -repitió el Riddle-Hermione, que era más

guapa aunque más terrible que la auténtica Hermione.

Se bamboleaba, cacareando, ante Ron, que parecía

horrorizado, aunque transfigurado, la espada colgaba

inútilmente a su costado-. ¿Quién podría mirarte a ti,

quien te miraría nunca, estando junto a Harry Potter?

¿Qué has hecho tú, comparado con el Elegido? ¿Qué

- 459 -

eres tú comparado con el Chico que Vivió?

-¡Ron, golpea, GOLPEA! -chilló Harry, pero Ron no se

movía. Sus ojos estaba abiertos de par en par y el

Riddle-Harry y la Riddle-Hermione estaban reflejados

en ellos, sus cabellos se arremolinaban en llamas, sus

ojos brillaban rojos, sus voces se elevaban en un dueto

maléfico.

-Tu madre confesó -dijo con desprecio el Riddle-Harry,

mientras la Riddle-Hermione se burlaba- que me habría

preferido a mí como hijo, que se habría alegrado de

intercambiar...

-¿Quién no le preferiría a él, qué mujer te aceptaría, no eres nada, nada, nada comparado con él -graznó la

Riddle-Hermione, y se estiró como una serpiente y se

entrelazó alrededor del Riddle-Harry, envolviéndole en

un estrecho abrazo. Los labios de ambos se

encontraron.

Sobre el suelo ante ellos, la cara de Ron estaba llena de angustia. Alzó la espada en alto, sus brazos temblaban.

-¡Hazlo, Ron! -gritó Harry.

Ron le miró, y Harry creyó ver un rastro de escarlata en

sus ojos.

-¿Ron...?

La espada centelleó, cayó. Harry se lanzó fuera de su

camino, se oyó un chasquido de metal y un largo,

interminable grito. Harry se dio la vuelta, resbalando

en la nieve, con la varita en alto para defenderse, pero

no había nada contra lo que luchar.

Las versiones mostruosas de sí mismo y Hermione

habían desaparecido. Solo estaba Ron, allí de pie con la

espada laxa en la mano, mirado a los restos esparcidos

del guardapelo sobre la roca plana.

Lentamente, Harry se acercó a él, sin saber apenas qué

decir o hacer. Ron estaba respirando con dificultad. Sus

- 460 -

ojos ya no eran rojos, sino de su azul normal, también estaban húmedos.

Harry se agachó, fingiendo no haberlo visto, y recogió

el Horrocrux roto. Ron había perforado el cristal de

ambas ventanas. Los ojos de Riddle habían

desaparecido, y el forro de seda manchado del

guardapelo humeaba ligeramente. La cosa que había

habitado en el Horrocrux se había desvanecido; torturar

a Ron había sido su acto final. Las espada produjo un

sonido metálico cuando Ron la dejó caer. Había caído

de rodillas, con la cabeza entre las manos. Estaba

temblando, pero no de frío, comprendió Harry. Harry se

metió el guardapelo roto en el bolsillo, arrodillándose

junto a Ron, y colocando una mano cautelosamente en

su hombro. Se tomó como una buena señal que Ron no

se la apartara de un manotazo.

-Después de que te marcharas -dijo en voz baja,

agradeciendo el hecho de que la cara de Ron estuviera

oculta- lloró durante una semana. Probablemente más,

solo que no quería que yo la viera. La mayoría de las

noches ni siquiera nos hablábamos el uno al otro. Como

te habías ido...

No pudo terminar, ahora que Ron estaba aquí de nuevo

Harry comprendió lo mucho que su ausencia les había

pesado.

-Ella es como una hermana -siguió-. La quiero como a

una hermana y apuesto a que ella siente lo mismo por

mí. Siempre ha sido así. Creí que lo sabías.

Ron no respondió, pero apartó la cara de Harry y se

limpió la nariz ruidosamente en la manga. Harry se

puso de nuevo en pie y se acercó a donde yacía la

enorme mochila de Ron, descartada por Ron mientras

corría hacia la charca para salvar a Harry de ahogarse.

Se la colgó a su propia espalda y volvió hasta Ron, que

- 461 -

removía los pies mientras Harry se aproximaba, con los ojos rojos pero por lo demás compuesto.

-Lo siento -dijo con una voz ronca-. Siento haberme

marchado. Sabía que era un... un...

Miró alrededor, hacia la oscuridad, como si esperara

que una palabra lo suficientemente mala se abalanzase

sobre él y le reclamara.

-Ya has tenido suficiente por esta noche -dijo Harry-.

Conseguir la espada. Terminar con el Horrocrux.

Salvarme la vida.

-Eso hace que suene más guay de lo que fue -murmuró

Ron.

-Esas cosas siempre suenan más guays de lo que son en

realidad -dijo Harry-. He estado intentando decírtelo

durante años.

Simultáneamente se adelantaron y se abrazaron, Harry

aferró la espalda de la chaqueta todavía empapada de

Ron.

-Y ahora -dijo Harry cuando se apartaron- todo lo que

tenemos que hacer es volver a encontrar la tienda.

Pero no fue dificil. Aunque la caminata a través del

bosque oscuro con la cierva había parecido larga, con

Ron a su lado, el viaje de vuelta pareció llevar

sorprendemente muy poco tiempo. Harry no podía

esperar a despertar a Hermione, y fue con apresurada

excitación que entró a la tienda, con Ron un poco

rezagado tras él.

Resultaba gloriosamente cálida después de la charca y

el bosque, la única iluminación era la de las llamas

azules que todavía brillaban en un cuenco en el suelo.

Hermione estaba bien dormida, acurrucada sobre sus

mantas, y no se movió hasta que Harry pronunció su

nombre varias veces.

-¡Hermione!

- 462 -

Se movió, después se sentó rápidamente, apartándose el pelo de la cara.

-¿Qué pasa? ¿Harry? ¿Estás bien?

-Bien, todo va bien. Más que bien, estoy genial. Hay

alguien aquí.

-¿Qué quieres decir? ¿Quién...?

Vio a Ron, que estaba de pie sujetando la espada y

goteando sobre la raída alfombra. Harry retrocedió

hasta una esquina oscura, soltando la mochila de Ron, e

intentando fundirse con la lona.

Hermione bajó de su litera y se movió como una

sonámbula hacia Ron, con los ojos en la cara pálida de

él. Se detuvo justo delante de él, con los labios

ligeramente separados y los ojos abiertos de par en

par. Ron lanzó una débil y esperanzada sonrisa y medio

alzó los brazos.

Hermione se lanzó a sí misma hacia delante y empezó a

dar puñetazos a cada centímetro de él que pudo

alcanzar.

-Ouch... ow... ¡basta! ¿Pero qué...? Hermione... ¡OW!

-¡Tú... completo... estúpido... Ronald... Weasley!

Puntualizaba cada palabra con un golpe. Ron

retrocedió, protegiéndose la cabeza mientras Hermione

avanzaba.

-Te... arrastras... hasta... aqui... después... de...

semanas... y... semanas... oh, ¿dónde está mi varita?

-¡Protego!

Un escudo invisible se irguió entre Ron y Hermione. La

fuerza del mismo la derribó hacia atrás sobre el suelo.

Escupiendo el pelo de la boca, se levantó de nuevo de

un salto.

-¡Hemione! -dijo Harry-. Cálma...

-¡No pienso calmarme! -gritó ella. Nunca antes la había

visto perder el control así; parecía un poco loca-.

- 463 -

¡Devuélveme mi varita! ¡Devuélvemela!

-Hermione, si quieres...

-¡No me digas lo que debo hacer, Harry Potter! -chilló-.

¡No te atrevas! ¡Devuélvemela ahora! ¡Y TÚ!

Estaba señalando a Ron en directa acusación. Sonó

como una maldición, y Harry no culpó a Ron por

retroceder varios pasos.

-¡Corrí detrás de ti! ¡Te llamé! Te supliqué que

volvieras.

-Lo sé -dijo Ron-. Hermione, lo siento, de verdad...

-¡Oh, lo sientes!

Soltó una risa aguda, que sonó fuera de control. Ron

miró a Harry buscando ayuda, pero Harry simplemente

le hizo una mueca impotente.

-¿Vuelves después de semanas... semanas... y crees que

todo se arreglará diciendo simplemente lo siento?

-Bueno, ¿qué más puedo decir? -gritó Ron, y Harry se

alegró de que Ron estuviera contraatacando.

-¡Oh, no sé! -chilló Hermione con feo sarcasmo-.

Registra tu cerebro, Ron, eso solo debería llevarte un

par de segundos...

-Hermione -intervino Harry, que consideró eso un golpe

bajo-. acaba de salvarme la...

-¡No me importa! -gritó ella-. ¡No me importa lo que ha

hecho! Semanas y semanas en las que podríamos haber

muerto por lo que él sabía...

-¡Sabía que no estábais muertos! -bramó Ron, ahogando

la voz de ella por primera voz y acercándose tanto

como podía con el Encantamiento Escudo entre ellos-.

Harry está todo el rato en El Profeta, en la radio, le

están buscando por todas partes, hay todo tipo de

rumores e historias alocadas. Sabía que lo oiría si

estabais muertos, no sabes lo que ha sido...

-¿Lo que ha sido para ti?

- 464 -

Su voz era tan chillona que pronto sólo los murciélago podrían oírla, pero había alcanzado un nivel de

indignación que la dejó temporalmente muda, y Ron

aprovechó la ocasión.

-¡Quise volver en el minuto en que Desaparecí, pero me

metí directamente en medio de una banda de

Merodeadores, Hermione, y no pude ir a ninguna parte!

-¿Una banda de qué? -preguntó Harry, mientras

Hermione se lanzaba sobre una silla con los brazos y las

piernas cruzadas tan firmemente que parecía

improbable que fuera a poder desenredarlos en varios

años.

-Merodeadores -dijo Ron-. Están por todas partes...

bandas intentando ganar oro persiguiendo a nacidos

muggles y traidores de sangre, hay una recompensa

desde el Ministerio por cualquiera capturado. Yo estaba

solo, y parecía que pudiera tener edad escolar; estaban

realmente excitados, creyeron que era un nacido

muggle a la fuga. Tuve que hablar rápido para evitar

que me arrastraran hasta el Ministerio.

-¿Qué les dijiste?

-Les dijo que era Stan Shunpike. La primera persona en

quien pude pensar.

-¿Y se lo creyeron?

-No eran muy brillantes. Uno de ellos era

definitivamente en parte trolll, olía como ellos...

Ron miró a Hermione, claramente esperando que se

hubiera suavizado tras este pequeño lapsus de humor,

pero la expresión de ella permaneció pétrea sobre sus

extremidades altamente anudadas.

-De cualquier modo, empezaron a discutir sobre si yo

era Stan o no. Fue un poco patético, para ser honesto;

pero aún así había cinco de ellos y yo era solo uno, y

ellos me habían quitado la varita. Entonces dos de ellos

- 465 -

empezaron a pelear y mientras los otros estaban distraídos me las arreglé para golpear al que me

sujetaba en el estómago, agarré mi varita, Desarmé al

tipo que me sujetaba, y Desaparecí. No lo hice muy

bien. Me escindí otra vez -Ron mantuvo en alto su mano

derecha que mostraba dos uñas desaparecidas.

Hermione alzó las cejas fríamente- y fui a parar a miles

de millas de donde estábais. Para cuando conseguí

volver a ese tramo de ribera donde habíamos estado...

os habíais ido.

-Córcholis, que historia tan absorbente -dijo Hermione

con el tono más agudo que adoptaba cuando quería

herir-. Debes haber estado realmente aterrado.

Mientras, nosotros fuimos al Valle de Godric y,

pensemos, ¿qué ocurrió allí, Harry? Oh, si, la serpiente

de Quien-Tu-Ya-Sabes apareció, casi nos mata a los dos,

y entonces el mismo Quien-Tu-Ya-Sabes llegó y no nos

pilló por cuestión de un segundo.

-¿Qué? -dijo Ron, boqueando de ella a Harry, pero

Hermione le ignoró.

-¡Imagina, ha perdido dos uñas, Harry! Eso realmente

pone nuestros sufrimientos en ridículo, ¿verdad?

-Hermione -dijo Harry calmadamente-. Ron acaba de

salvarme la vida.

Ella fingió no haberle oído.

-Sin embargo hay una cosa que me gustaría saber -dijo,

fijando los ojos en un punto sobre la cabeza de Ron-.

¿Cómo exactamente nos has encontrado esta noche? Eso

es importante. Una vez lo sepamos, podremos

asegurarnos de que no somos visitados por nadie más a

quien no queramos ver.

Ron la miró fijamente, después sacó un pequeño objeto

plateado del bolsillo de sus vaqueros.

-Con esto.

- 466 -

Hermione tuvo que mirar a Ron para ver lo que les estaba mostrando.

-¿El Desiluminador? -preguntó, tan sorprendida que se

olvidó de mirarle fría y ferozmente.

-No solo apaga y enciende las luces -dijo Ron-. No sé

como funciona o por qué ocurrió entonces ni ninguna

otra vez, porque había estado deseando volver desde

que me marché. Pero estaba escuchando la radio

temprano en la mañana de Navidad y oí... te oí.

Estaba mirando a Hermione.

-¿Me oíste por la radio? -preguntó ella incrédulamente.

-No, te oí en mi bolsillo. Tu voz -Volvió a sostener en

alto el Desiluminador- salía de esto.

-¿Y qué dije exactamente? -preguntó Hermione, su tono

rondaba entre el exceptisismo y la curiosidad.

-Mi nombre, "Ron". Y dijiste... algo sobre una varita...

Hermione se volvió de un feroz tono escarlata. Harry

recordó cuando había sido la primera vez que el

nombre de Ron había sido pronunciado en voz alta

desde el día en que se marchara. Hermione lo había

mencionado cuando hablaban de reparar la varita de

Harry.

-Así que lo cogí -siguió Ron, mirando al Desiluminador-

y no parecía diferente ni nada, pero estaba seguro de

haberte oído. Así que lo accioné. Y la luz se apagó en

mi habitación, pero otra luz apareció justo fuera de la

ventana.

Ron alzó su mano vacía y señaló delante de él, sus ojos

estaban enfocados en algo que ni Harry ni Hermione

podían ver.

-Era una bola de luz, una especie de luz pulsante, y

azulada, como la luz que sale de un Traslador, ¿sabéis?

-Si -dijeron juntos automáticamente Harry y Hermione.

-Sabía que era esto -dijoRon-. Cogí mis cosas e hice el

- 467 -

equipaje, después me puse la mochila y salí al jardín.

-La pequeña bola de luz estaba allí revoloteando,

esperando por mí, cuando salí osciló y la seguí hasta

detrás del cobertizo y entonces... buen, entró dentro

de mí.

-¿Perdona? -dijo Harry, seguro de no haber oído bien.

-La cosa esa flotó hacia mí -dijo Ron, ilustrando el

movimiento con su dedo índice libre- justo hasta mi

pecho, y entonces... simplemente lo atravesó. Estaba

ahí -Se tocó un punto cerca del corazón-. Podía

sentirla, estaba caliente. Y una vez dentro de mí, supe

lo que se suponía que tenía que hacer. Sabía que me

llevaría a donde necesitaba ir. Así que me Desaparecí y

llegué a la ladera de una colina. Había nieve por todas

partes...

-Estábamos allí -dijo Harry-. Pasamos dos noches allí, ¡y la segunda noche la pasé pensando que podía oir a

alguien moviéndose alrededor en la oscuridad y

llamándome!

-Si, bueno, ese debía que ser yo -dijo Ron-. Vuestros

hechizos protectores funcionan, por cierto, porque no

podía veros ni oíros. Sin embargo estaba seguro de que

estábais por ahí, así que al final cogí mi saco de dormir y esperé a que alguno de vosotros apareciera. Creí que

os mostraríais cuando recogiérais la tienda

-En realidad no -dijo Hermione-. Desaparecimos bajo la

Capa de Invisibilidad como precaución extra. Y nos

marchamos realmente temprano, porque como Harry ha

dicho, oíamos a alguien rondando por ahí.

-Bueno, yo me quedé en la colina todo el día –dijo Ron-

. Todavía esperaba que apareciérais. Pero cuando

empezaba a oscurecer supe que os había perdido, así

que accioné de nuevo el Desiluminador, salió la luz azul

y volvió a entrar dentro de mí, y Desaparecí y llegué

- 468 -

aquí, a este bosque. Todavía no podía veros, así que simplemente mantuve la esperanza de que uno de

vosotros se mostrara al final... y Harry lo hizo. Bueno,

vi a la cierva primero, obviamente.

-¿Que viste qué? -dijo Hermione agudamente.

Le explicaron lo que había ocurrido y cuando la historia

de la cierva plateada y la espada en la charca se

desplegó, Hermione frunció el ceño de uno al otro,

concentrándose tanto que olvidó mantener las

extremidades cruzadas.

-¡Pero debe haber sido un Patronus! -dijo-. ¿No

pudísteis ver a quien lo lanzó? ¿No visteis a nadie? ¡Y te entregó la espada! ¡No puedo creerme esto! ¿Después

que ocurrió?

Ron explicó como había visto a Harry saltar a la charca,

y había esperado a que volviera a salir a la superficie;

como había comprendido que algo iba mal, se había

sumergido, y había salvado a Harry, para después

volver a por la espada. Pero cuando llegó a la apertura

del guardapelo, dudó, y Harry le interrumpió.

-... y Ron lo golpeó con la espada.

-¿Y.. y después? ¿Simplemente eso? -susurró ella.

-Bueno,... gritó -dijo Harry con una mirada de reojo a

Ron-. Aquí está.

Le tiró el guardapelo en el regazo. Ella lo recogió

cautelosamente y examinó sus ventanas rotas.

Decidiendo que al fin era seguro hacerlo, Harry levantó

el Encantamiento Escudo con un ondeo de la varita de

Hermione y se giró hacia Ron.

-¿Acabas de decir que conseguiste escapar de los

Merodeadores con una varita de repuesto?

-¿Qué? -dijo Ron, que había estado observando como

Hermione examinaba el guardapelo-. Oh... oh, si.

Abrió una hebilla de su mochilla y sacó una varita corta

- 469 -

y oscura del bolsillo-. Aquí esta, me figuré que siempre sería útil tener una de repuesto.

-Tenías razón -dijo Harry, extendiendo la mano-. La

mía se rompió.

-¿Estás bromeando? -dijo Ron, pero en ese momento

Hermione se puso en pie, y él pareció de nuevo

aprensivo.

Hermione colocó el Horrocrux roto en su bolso de

cuentas, después volvió a subir a su cama y se acostó

sin otra palabra.

Ron pasó a Harry la nueva varita.

-Es lo mejor que puedes esperar, creo -murmuró Harry.

-Si -dijo Ron-. Podría haber sido peor. ¿Recuerdas

aquellos pájaros que me azuzó?

-Todavía no lo he descartado -les llegó la voz

amortiguada de Hermione desde debajo de sus mantas,

pero Harry vio que Ron sonreía ligeramente mientras

sacaba su pijama marrón de la mochila.

- 470 -

Capítulo Veinte

Xenophilius Lovegood

H  arry no había esperado que la cólera de

Hermione se apaciguase durante la noche, por lo que

no le sorprendió que a la mañana siguiente se

comunicase principalmente con miradas desagradables

y silencios mordaces. Ron respondió manteniendo un

comportamiento sombrío poco natural en su presencia,

como un signo externo de continuo arrepentimiento. De

hecho, cuando los tres estaban juntos, Harry se sentía

como el único no afligido en un funeral al que habían

acudido pocas personas. Sin embargo, durante los pocos

momentos que Ron pasaba a solas con Harry

(recogiendo agua y buscando champiñones en la

maleza), Ron se volvía descaradamente alegre.

—Alguien nos ayudó —decía todo el rato—. Alguien envió

- 471 -

a esa cierva. Alguien está de nuestro lado. ¡Un Horrocrux menos, tío!

Alentados por la destrucción del guardapelo, se

pusieron a debatir sobre las posibles localizaciones de

los otros Horrocruxes, y aunque habían discutido el

asunto antes con tanta frecuencia, Harry se sentía

optimista, seguro de que más descubrimientos

importantes seguirían al primero. El enfado de

Hermione no podía estropear su humor optimista: el

repentino aumento de su suerte, la aparición de la

misteriosa cierva, la recuperación de la espada de

Gryffindor, y por encima de todo, la vuelta de Ron,

hacía a Harry tan feliz que era bastante difícil

mantener una expresión seria.

Al final de la tarde, él y Ron escaparon de nuevo de la

presencia ceñuda de Hermione, y con el pretexto de

registrar los setos vacíos en busca de zarzamoras

inexistentes, retomaron el intercambio de noticias.

Harry finalmente había conseguido contarle a Ron la

historia completa de los distintos sucesos que habían

vivido él y Hermione, hasta todo lo sucedido en el Valle

de Godric. Ron ahora estaba informando a Harry de

todo lo que había descubierto sobre el amplio mundo

mágico durante esas semanas que había estado fuera.

—… y cómo descubristeis lo del Tabú? —le preguntó a

Harry después de explicar los muchos intentos

desesperados que hacían los hijos de muggles para

evitar al Ministerio.

—¿El qué?

—¡Tú y Hermione habéis parado de decir el nombre de

Quien-tú-sabes!

—Oh, sí. Bueno, es simplemente un mal hábito en el

que hemos caído —dijo Harry—. Pero no tengo problema

en llamarle V…

- 472 -

—¡NO! —bramó Ron, causando que Harry saltase al seto y que Hermione (con la nariz enterrada en un libro en

la entrada de la tienda) los mirase con el ceño

fruncido—. Perdón —dijo Ron, tirando de Harry para

sacarlo de las zarzas—, pero el nombre ha sido

maldecido, Harry, ¡así es cómo rastrean a la gente!

Usar su nombre rompe encantamientos protectores,

causa algún tipo de perturbación mágica… ¡así es como

nos encontraron en Tottenham Court Road!

—¿Porque usamos su nombre?

—¡Exacto! Hay que reconocerles el mérito, tiene

sentido. Era sólo la gente que se tomaba en serio lo de

hacerle frente, como Dumbledore, la que se atrevía a

usarlo. Ahora que le han puesto un Tabú, cualquiera

que lo diga puede ser rastreado… ¡una manera rápida y

fácil de encontrar a miembros de la Orden! Casi

pillaron a Kingsley…

—¿En serio?

—Sí, un grupo de mortífagos lo acorralaron, según dijo

Bill, pero consiguió escapar. Huyó, justo como nosotros.

—Ron se rascó pensativamente la barbilla con la punta

de su varita—. ¿No crees que pudo ser Kingsley el que

nos mandó esa cierva?

—Su patronus es un lince, lo vimos en la boda,

¿recuerdas?

—Oh, sí…

Se fueron alejando por los setos, lejos de la tienda y de Hermione.

—Harry… ¿no crees que pudo haber sido Dumbledore?

—¿Dumbledore qué?

Ron pareció un poco avergonzado, pero dijo en voz

baja: —Dumbledore… la cierva. Quiero decir… —Ron

estaba mirando a Harry de reojo—, fue el último en

tener la verdadera espada, ¿no?

- 473 -

Harry no se rió de Ron, porque entendía demasiado bien el anhelo bajo la pregunta. La idea de que

Dumbledore hubiese conseguido volver a ellos, que los

estuviese vigilando, habría sido totalmente

reconfortante. Negó con la cabeza.

—Dumbledore está muerto —dijo—. Vi cómo sucedió, vi

el cuerpo. Definitivamente se ha ido. De todas formas,

su patronus era un fénix, no una cierva.

—Pero los patronus pueden cambiar, ¿verdad? —dijo

Ron—. El de Tonks lo hizo, ¿no?

—Sí, pero si Dumbledore estuviese vivo, ¿no se

mostraría? ¿Por qué no nos daría directamente la

espada?

—A mí que me registren —dijo Ron—. ¿La misma razón

por la que no te la dio mientras estaba vivo? ¿La misma

razón por la que te dejó una vieja snitch y a Hermione

un libro con cuentos de niños?

—¿Y cual es? —preguntó Harry, girándose para mirar a

Ron a la cara, desesperado por la respuesta.

—No lo sé —dijo Ron—. Algunas veces pensé, cuando

estaba un poco frustrado, que simplemente se estaba

riendo o… o que sólo quería hacerlo más difícil. Pero no

creo eso, ya no. Sabía lo que estaba haciendo cuando

me dio el Desiluminador, ¿no? Él… bueno —las orejas de

Ron se pusieron de color rojo brillante, y se quedó

absorto con un terrón de césped a sus pies—, debió

haber sabido que yo saldría corriendo.

—No —lo corrigió Harry—. Debió haber sabido que

siempre querrías volver.

Ron lo miró agradecido, pero todavía incómodo. En

parte para cambiar de tema, Harry dijo: —Hablando de

Dumbledore, ¿escuchaste lo que escribió Skeeter sobre

él?

—Oh, sí —dijo Ron enseguida—, la gente está hablando

- 474 -

bastante sobre ello. Por supuesto, si las cosas fuesen diferentes, serían noticias enormes, que Dumbledore

fuera amigo de Grindelwald, pero ahora es sólo algo de

lo que reírse para la gente a la que no le gustaba

Dumbledore, y una pequeña bofetada en la cara para

todos los que pensaban que era un tipo estupendo.

Aunque no veo que sea tan importante. Era realmente

joven cuando ellos…

—De nuestra edad —dijo Harry, justo como le había

replicado a Hermione, y algo en su expresión pareció

hacer decidir a Ron no seguir con el tema. Una gran

araña estaba sentada en el medio de una telaraña

congelada en las zarzas. Harry la apuntó con la varita

que le había dado Ron la noche anterior, la que

Hermione se había dignado a examinar, y que había

decidido estaba hecha de endrino.

—Engorgio.

La araña tembló un poco, saltando ligeramente en la

tela. Harry lo intentó de nuevo. Esta vez la araña

aumentó un poco de tamaño.

—Para de hacer eso —dijo Ron con dureza—. Siento

haber dicho que Dumbledore era joven, ¿vale?

Harry había olvidado el odio que sentía Ron hacia las

arañas.

—Perdón… Reducio.

La araña no se encogió. Harry bajó la mirada hacia la

varita de endrino. Cada hechizo menor que había

realizado hasta entonces ese día, había parecido menos

poderoso que los producidos con su varita de fénix. La

nueva le parecía como una intrusa, poco familiar, como

tener la mano de otra persona cosida al final del brazo.

—Sólo necesitas practicar —dijo Hermione, que se les

había acercado en silencio por detrás y había observado

ansiosa mientras Harry intentaba aumentar y reducir la

- 475 -

araña—. Es todo cuestión de confianza, Harry.

Él supo porqué quería que estuviese bien: todavía se

sentía culpable por romperle la varita. Se tragó la

réplica que brotó a sus labios, que podía quedarse con

la varita de endrino si pensaba que no había diferencia,

y él en cambio cogería la suya. Sin embargo, deseando

que todos volviesen a ser amigos, estuvo de acuerdo;

pero cuando Ron miró a Hermione con una sonrisa

indecisa, ella se marchó airada y desapareció una vez

más detrás del libro.

Los tres volvieron a la tienda cuando llegó la oscuridad, y Harry se encargó de la primera guardia. Sentado en la

entrada, intentó hacer que la varita de endrino levitase

pequeñas rocas a sus pies; pero su magia todavía

parecía más torpe y menos poderosa que la que había

hecho antes. Hermione estaba tumbada en su litera

leyendo, mientras que Ron, después de dirigirle muchas

miradas nerviosas, había sacado una pequeña radio de

madera de su mochila y estaba empezando a intentar

sintonizarla.

—Hay un programa —le dijo a Harry en voz baja—, que

cuenta las noticias como realmente son. Todos los

demás están del lado de Quien-tú-sabes y están

siguiendo la línea del Ministerio, pero este… espera a

escucharlo, es genial. Salvo que no pueden hacerlo

todas las noches, tienen que cambiar continuamente de

localización por si les hacen redadas, y se necesita una

contraseña para sintonizarla… El problema es que me

perdí la última.

Tamborileó ligeramente con la varita en la parte de

arriba de la radio, farfullando palabras aleatorias en

voz baja. Le lanzó a Hermione muchas miradas

disimuladas, claramente temiendo un arrebato de ira,

pero por toda la atención que le prestó, bien podría

- 476 -

Ron no haber estado allí. Durante unos diez minutos Ron dio golpecitos y farfulló, Hermione pasó las hojas

de su libro, y Harry continuó practicando con la varita

de endrino.

Finalmente Hermione bajó de su litera. Ron paró de dar

golpecitos al instante.

—¡Si te está molestando, paro! —le dijo a Hermione con

nerviosismo.

Hermione no se dignó a responder, sino que se acercó a

Harry.

—Tenemos que hablar —dijo.

Él miró al libro que todavía agarraba en la mano. Era La

Vida y Mentiras de Albus Dumbledore.

—¿Qué? —dijo con aprensión. Pasó por su mente que ahí

había un capítulo sobre él; no estaba seguro de cómo se

sentiría al escuchar la versión de Rita de su relación

con Dumbledore. Sin embargo, la respuesta de

Hermione fue completamente inesperada.

—Quiero que vayamos a ver a Xenophilius Lovegood.

Él se la quedó mirando fijamente.

—¿Cómo dices?

—Xenophilius Lovegood, el padre de Luna. ¡Quiero ir y

hablar con él!

—Eh… ¿por qué?

Ella respiró profundamente, como si se estuviera

preparando, y dijo: —Es esa marca, la marca en Beedle

el Bardo. ¡Mira esto!

Puso La Vida y Mentiras de Albus Dumbledore bajo los

ojos poco dispuestos de Harry y éste vio una fotografía

de la carta original que Dumbledore le había escrito a

Grindelwald, con la conocida escritura fina e inclinada.

Odiaba ver una prueba absoluta de que realmente

Dumbledore había escrito esas palabras, que no habían

sido invención de Rita.

- 477 -

—La firma —dijo Hermione—. ¡Mira la firma, Harry!

Él obedeció. Por un momento no supo de qué le estaba

hablando, pero, examinándola más de cerca con la

ayuda de su varita encendida, vio que Dumbledore

había reemplazado la A de Albus con la pequeña versión

de la misma marca triangular inscrita sobre Los Cuentos

de Beedle el Bardo.

—¿Eh… qué estáis…? —dijo Ron con vacilación, pero

Hermione lo aplastó con una mirada y se giró de vuelta

hacia Harry.

—Continúa apareciendo, ¿verdad? —dijo ella—. Sé que

Viktor dijo que era la marca de Grindelwald, pero

definitivamente estaba en esa vieja tumba del valle de

Godric, ¡y las fechas de la lápida eran de mucho antes

de que apareciera Grindelwald! Bueno, no podemos

preguntarle a Dumbledore o Grindelwald lo que

significa la marca —ni siquiera sé si Grindelwald todavía está vivo—, pero le podemos preguntar al señor

Lovegood. Llevaba puesto el símbolo en la boda. ¡Estoy

segura de que esto es importante, Harry!

Harry no respondió inmediatamente. Miró su cara

intensa y ansiosa, y después desvió la vista hacia fuera, hacia la oscuridad que los rodeaba, pensando. Tras una

larga pausa, dijo: —Hermione, no necesitamos otro

valle de Godric. Nos convencimos de ir allí…

—¡Pero continúa apareciendo, Harry! Dumbledore me

dejó Los Cuentos de Beedle el Bardo, ¿cómo sabes que

no se supone que tenemos que averiguar cosas sobre el

signo?

—¡Aquí vamos otra vez! —Harry se sintió ligeramente

exasperado—. Seguimos intentando convencernos de

que Dumbledore nos dejó señales secretas y pistas…

—El Desiluminador resultó ser muy útil —dijo Ron

elevando la voz—. Creo que Hermione tiene razón,

- 478 -

deberíamos ir y ver a Lovegood.

Harry le lanzó una mirada sombría. Estaba bastante

seguro de que el apoyo de Ron hacia Hermione tenía

poco que ver con el deseo de conocer el significado de

la runa triangular.

—No será el valle de Godric —añadió Ron—. Lovegood

está de nuestro lado, Harry. El Quisquilloso ha estado a

tu favor todo este tiempo, ¡continúa diciendo a todo el

mundo que tienen que ayudarte!

—¡Estoy segura de que esto es importante! —dijo

Hermione con seriedad.

—¿Pero no creéis que si lo fuera, Dumbledore me lo

habría dicho antes de morir?

—Tal vez… tal vez es algo que tienes que averiguar por

ti mismo —dijo Hermione, como si se estuviera

agarrando a un clavo ardiendo.

—Sí —dijo Ron, con actitud servil—, eso tiene sentido.

—No, no lo tiene —le espetó Hermione—, pero aún así

creo que deberíamos hablar con el señor Lovegood. ¿Un

símbolo que une a Dumbledore, Grindelwald y el valle

de Godric? ¡Harry, estoy segura de que deberíamos

saber sobre esto!

—Creo que deberíamos votar —dijo Ron—. Aquellos a

favor de ir a ver a Lovegood…

Su mano se levantó disparada antes que la de

Hermione. Los labios de ella temblaron

sospechosamente mientras levantaba la suya.

—Sobrepasado en votos, Harry, lo siento —dijo Ron,

golpeándolo en la espalda.

—Bien —dijo Harry, medio divertido, medio irritado—.

Sólo que, una vez que hayamos visitado a Lovegood,

intentaremos buscar más Horrocruxes, ¿vale? De todas

formas, ¿dónde viven los Lovegood? ¿Alguno de vosotros

lo sabe?

- 479 -

—Sí, no están muy lejos de mi casa —dijo Ron—. No sé exactamente donde, pero mamá y papá siempre

señalan hacia las colinas cuando los mencionan. No

debe ser muy difícil de encontrar.

Cuando Hermione había vuelto a su litera, Harry bajó la

voz.

—Sólo estuviste de acuerdo para intentar volver a estar

bien con ella.

—Todo vale en el amor y en la guerra —dijo Ron

alegremente—, y es un poco de ambos. ¡Anímate, son

las vacaciones de navidad, Luna estará en casa!

Tenían una excelente vista del pueblo de Ottery St.

Catchpole desde la ladera ventosa hacia la que se

desaparecieron la mañana siguiente. Desde su

ventajosa posición elevada, el pueblo parecía una

colección de casas de juguete dentro de los grandes

rayos de luz inclinados que se extendían desde los

espacios entre las nubes hasta la tierra.

Se quedaron parados un minuto o dos mirando a la

Madriguera, protegiéndose los ojos del sol con las

manos, pero todo lo que fueron capaces de distinguir

fueron los altos setos y árboles del huerto, que

proporcionaban a la pequeña casa torcida protección a

ojos muggles.

—Es raro, estar tan cerca, pero no hacer una visita —

dijo Ron.

—Bueno, no es como si no los acabases de ver. Estuviste

aquí en Navidad —dijo Hermione fríamente.

—¡No estuve en la Madriguera! —dijo Ron con una risa

incrédula—. ¿Crees que iba a volver allí y decirles que

salí corriendo? Sí, Fred y George se lo habrían tomado

genial. Y Ginny, habría sido realmente comprensiva.

—¿Pero dónde estuviste entonces? —preguntó Hermione

sorprendida.

- 480 -

—En la nueva casa de Bill y Fleur. Shell Cottage. Bill siempre ha sido decente conmigo. No… no se quedó

impresionado cuando escuchó lo que había hecho, pero

no insistió en ello. Sabía que yo realmente lo sentía.

Nadie del resto de la familia sabe que estuve allí. Bill le dijo a mamá que él y Fleur no iban a ir a casa por

Navidad porque querían estar solos. Ya sabes, las

primeras vacaciones después de casarse. No creo que a

Fleur le importase. Ya sabes lo mucho que odia a

Celestina Warbeck. —Ron le dio la espalda a la

Madriguera.

—Probemos por aquí —dijo, liderando el recorrido sobre

la cima de la colina.

Caminaron durante unas pocas horas, Harry oculto bajo

la capa de Invisibilidad ante la insistencia de Hermione.

El grupo de colinas bajas parecía estar deshabitado,

salvo por una pequeña casa de campo, que parecía

abandonada.

—¿Crees que es de ellos, y que se han marchado

durante las Navidades? —dijo Hermione, mirando a

través de la ventana a una pequeña cocina ordenada

con geranios en el alféizar. Ron resopló.

—Escucha, presiento que serías capaz de saber quién

vive ahí si mirases a través de la ventana de los

Lovegood. Probemos el siguiente grupo de colinas.

Así que se desaparecieron unos pocos kilómetros más al

norte.

—¡Ajá! —gritó Ron, mientras el viento les azotaba el

cabello y las ropas. Ron estaba apuntando hacia arriba,

hacia la cima de la colina en la que habían aparecido,

donde una casa con aspecto de lo más extraño se erguía

hacia el cielo, con un gran cilindro negro que tenía una

luna fantasmagórica colgando por detrás bajo el cielo

de la tarde—. Esa tiene que ser la casa de Luna, ¿quién

- 481 -

más viviría en un sitio como ese? ¡Parece un grajo gigante!

—No se parece en nada a un pájaro —dijo Hermione,

frunciendo el ceño hacia la torre.

—Estaba hablando de una torre de ajedrez —dijo Ron—.

Un castillo para ti.

Las piernas de Ron eran las más largas, por lo que llegó

a la cima de la colina en primer lugar. Cuando Harry y

Hermione lo alcanzaron, jadeando y con punzadas en

los laterales del cuerpo, lo encontraron sonriendo

ampliamente.

—Es la suya —dijo Ron—. Mirad.

Tres letreros pintados a mano habían sido clavados a

una verja estropeada.

En el primero se leía:

EL QUISQUILLOSO. EDITOR: X. LOVEGOOD

En el segundo:

ESCOGE TU PROPIO MUÉRDAGO

En el tercero:

NO TOCAR LAS CIRUELAS DIRIGIBLES

La verja chirrió cuando la abrieron. El camino

zigzagueante que llevaba hasta la puerta principal

- 482 -

estaba cubierto de una variedad de plantas extrañas, incluyendo un arbusto cubierto de frutas naranjas

parecidas a un rábano que a veces Luna llevaba de

pendientes. Harry creyó reconocer un Snargaluff y se

mantuvo lejos de la marchitada cepa. Dos ancianos

manzanos silvestres, doblados por el viento, vacíos de

hojas pero todavía llenos de frutas rojas del tamaño de

bayas y coronas de arbustos de muérdago con gotitas

blancas, estaban colocados como centinelas a cada lado

de la puerta. Una pequeña lechuza con la cabeza

ligeramente aplastada y parecida a un halcón, los

miraba desde una de las ramas.

—Es mejor que te quites la capa de Invisibilidad, Harry

—dijo Hermione—. Es a ti a quien quiere ayudar el señor

Lovegood, no a nosotros.

Él siguió la sugerencia, pasándole la capa para que la

guardase en el bolso con cuentas. Entonces ella llamó

tres veces a la gruesa puerta negra, que estaba

incrustada de clavos de hierro y tenía un llamador con

forma de águila.

Apenas habían pasado diez segundos cuando la puerta

se abrió de golpe y apareció Xenophilius Lovegood,

descalzo y llevando lo que parecía ser un camisón

manchado. Su largo pelo como de algodón dulce estaba

sucio y desarreglado. En comparación, en la boda de

Bill y Fleur Xenophilius había estado absolutamente

elegante.

—¿Qué? ¿Qué es esto? ¿Quienes sois? ¿Qué queréis? —

chilló con voz chillona y quejumbrosa, mirando primero

a Hermione, luego a Ron, y finalmente a Harry. Al

mirarlo su boca se abrió en una perfecta y cómica O.

—Hola, señor Lovegood —dijo Harry extendiendo su

mano—. Soy Harry, Harry Potter.

Xenophilius no le estrechó la mano a Harry, aunque el

- 483 -

ojo que no estaba apuntando hacia su nariz se deslizó directamente a la cicatriz en la frente de Harry.

—¿Estaría bien que pasásemos? —preguntó Harry—. Hay

algo que nos gustaría preguntarle.

—No… no estoy seguro de que sea aconsejable —susurró

Xenophilius. Tragó y echó un vistazo rápido alrededor

del jardín—. Es bastante sorprendente… caramba… yo…

me temo que pienso que realmente no debería…

—No llevará mucho —dijo Harry, ligeramente

decepcionado por esta bienvenida poco cálida.

—Yo… oh, está bien entonces. Pasad, rápido. ¡Rápido!

Apenas habían cruzado el umbral cuando Xenophilius

cerró con fuerza la puerta tras ellos. Se encontraban en

una de las cocinas más peculiares que Harry había

visto. La habitación era perfectamente circular, por lo

que parecía que estaban en un pimentero gigante. Todo

estaba curvado para encajar en las paredes —el

hornillo, el fregadero, y los armarios— y todos habían

sido pintados con flores, insectos y pájaros de brillantes colores primarios. Harry creyó reconocer el estilo de

Luna: el efecto, en un espacio tan cerrado, era

ligeramente abrumador. En medio del suelo, una

escalera de hierro en espiral llevaba a los pisos

superiores. De la parte de arriba llegaba un montón de

estrépito y estruendo: Harry se preguntó lo que podría

estar haciendo Luna.

—Es mejor que subáis —dijo Xenophilius, todavía con

aspecto extremadamente incómodo, y encabezó la

marcha.

La habitación de arriba parecía ser una mezcla de salón

y lugar de trabajo, y siendo eso, estaba todavía más

atestada que la cocina. Aunque mucho más pequeña y

completamente redonda, de alguna manera la

habitación recordaba a la Sala de los Menesteres en la

- 484 -

inolvidable ocasión en que se había transformado en un laberinto gigante que contenía objetos escondidos

durante siglos. Había pilas sobre pilas de libros y

papeles en cada superficie. Delicadas maquetas hechas

a mano de criaturas que Harry no reconoció, todas

batiendo las alas o cerrando las mandíbulas, colgaban

del techo.

Luna no estaba allí: la cosa que estaba armando tanto

jaleo era un objeto de madera cubierto de ruedas

dentadas que giraban mágicamente. Parecía la extraña

prole de un banco de trabajo y una vieja estantería,

pero tras un momento, Harry dedujo que era una

prensa antigua, por el hecho de que estaba

produciendo en masa revistas El Quisquilloso.

—Perdonadme —dijo Xenophilius, y se acercó hasta la

máquina, agarró un mantel sucio de debajo de la

inmensa cantidad de libros y papeles, que se cayeron al

suelo, y lo lanzó sobre la prensa, amortiguando de

alguna manera los ruidosos estallidos y estrépitos.

Entonces miró a Harry.

—¿Por qué habéis venido aquí?

Sin embargo, antes de que Harry pudiera hablar,

Hermione dejó escapar un pequeño grito de conmoción.

—Señor Lovegood… ¿qué es eso?

Estaba señalando a un cuerno gris enorme en espiral,

no muy distinto al de un unicornio, que estaba colocado

en la pared, sobresaliendo algunos metros en la

habitación.

—Es el cuerno de un snorkack de cuerno arrugado —dijo

Xenophilius.

—¡No, no lo es! —dijo Hermione.

—Hermione —murmuró Harry, avergonzado—, ahora no

es el momento…

—Pero Harry, ¡es un cuerno de erumpent! ¡Es un

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Material Comerciable de Clase B y es algo extremadamente peligroso para tener en una casa!

—¿Cómo sabes que es un cuerno de erumpent? —

preguntó Ron, alejándose del cuerno lo más rápido que

pudo, teniendo en cuenta el extremo desorden de la

habitación.

—¡Hay una descripción en Animales fantásticos y dónde

encontrarlos! Señor Lovegood, tiene que deshacerse de

eso en seguida, ¿no sabe que puede explotar ante el

menor contacto?

—El snorkack de cuerno arrugado —dijo Xenophilius muy

claramente, con expresión testaruda—, es una criatura

asustadiza y muy mágica, y su cuerno…

—Señor Lovegood, reconozco las marcas de ranuras

alrededor de la base. Es un cuerno de erumpent y es

increíblemente peligroso… no sé donde lo consiguió…

—Se lo compré —dijo Xenophilius de forma dogmática—,

hace dos semanas, a un encantador joven mago que

conocía mi interés en el exquisito snorkack. Una

sorpresa navideña para mi Luna. Ahora —dijo, girando

hacia Harry—, ¿exactamente por qué ha venido aquí,

señor Potter?

—Necesitamos algo de ayuda —dijo Harry, antes de que

Hermione pudiera volver a empezar.

—Ah —dijo Xenophilius—. Ayuda. Hmm.

Su ojo bueno se movió de nuevo a la cicatriz de Harry.

Pareció simultáneamente aterrorizado y fascinado.

—Sí. La cosa es… ayudar a Harry Potter… bastante

peligroso…

—¿No es usted el que le continúa diciendo a todo el

mundo que su primer deber es ayudar a Harry? —dijo

Ron—. ¿En esa revista suya?

Xenophilius lanzó una mirada a la oculta prensa,

todavía haciendo estallidos y estrépitos bajo el mantel.

- 486 -

—Eh… sí, he expresado esa idea. Sin embargo…

—¿Eso es para que todos los demás lo hagan, pero no

usted en persona? —dijo Ron.

Xenophilius no respondió. Continuó tragando, con los

ojos revoloteando entre los tres. Harry tuvo la

impresión de que estaba experimentando una dolorosa

lucha interna.

—¿Dónde está Luna? —preguntó Hermione—. Veamos lo

que piensa.

Xenophilius tragó de golpe. Pareció estar armándose de

valor. Finalmente dijo en una temblorosa voz difícil de

oír por el ruido de la prensa: —Luna está abajo en el

arroyo, pescando Plimpies de agua dulce. A ella… le

gustará veros. Bajaré a llamarla y entonces… sí, muy

bien. Intentaré ayudaros.

Desapareció por la escalera en espiral y escucharon la

puerta principal abrirse y cerrarse. Se miraron unos a

otros.

—Vieja verruga cobarde —dijo Ron—. Luna tiene diez

veces más agallas.

—Probablemente está preocupado por lo que pueda

pasar si los mortífagos se enteran de que estuve aquí —

dijo Harry.

—Bueno, yo estoy de acuerdo con Ron —dijo Hermione—

. Horrible viejo hipócrita, diciéndole a todo el mundo

que te ayude y ahora intentando escabullirse. Y por el

amor de Dios, manteneros alejados de ese cuerno.

Harry cruzó hasta la ventana del otro lado de la

habitación. Pudo ver un arroyo, un lazo delgado y

reluciente tumbado muy por debajo de ellos en la base

de la colina. Estaban a bastante altura; un pájaro pasó

revoloteando por la ventana mientras miraba en

dirección a la Madriguera, ahora visible más allá de otra línea de colinas. Ginny estaba allí, en alguna parte. Hoy

- 487 -

estaban más cerca el uno del otro de lo que habían estado desde la boda de Bill y Fleur, pero Ginny no

podía saber que ahora estaba mirando hacia ella,

pensando en ella. Suponía que debería alegrarse por

eso; cualquiera que entrase en contacto con ellos

estaba en peligro. La actitud de Xenophilius lo probaba.

Se apartó de la ventana y su mirada se deslizó sobre

otro objeto peculiar situado en un aparador curvado y

desordenado: un busto de piedra de una bruja hermosa

pero de mirada adusta, que llevaba un tocado en la

cabeza de lo más extraño. Dos objetos que parecían

trompetillas doradas se curvaban en los extremos. Un

pequeño par de relucientes alas azules estaban pegadas

a una cinta de cuero que recorría la parte superior de

la cabeza, mientras una especie de rábano anaranjado

estaba pegado a una segunda cinta alrededor de la

frente.

—Mirad esto —dijo Harry.

—Encantador —dijo Ron—. Estoy sorprendido de que no

lo llevase a la boda.

Oyeron cerrarse la puerta delantera, y un momento

después, Xenophilius subió por la escalera en espiral y

entró en la habitación, con sus delgadas piernas ahora

en botas de goma, llevando una bandeja con tazas de

distintos juegos y una tetera humeante.

—Ah, habéis visto mi invento preferido —dijo, poniendo

la bandeja en brazos de Hermione y uniéndose a Harry

al lado de la estatua—. Basado, de manera bastante

adecuada, en la cabeza de la hermosa Rowena

Ravenclaw. ¡«Una inteligencia sin límites es el mayor

tesoro de los hombres»!

Indicó varios objetos, como las trompetillas.

—Estos son sifones de torposoplo… para eliminar todas

las fuentes de distracción del área inmediata del

- 488 -

pensador. Allí —señaló a las pequeñas alas—, una hélice de billywig, para provocar un sublime estado de ánimo.

Finalmente —apuntó al rábano anaranjado—, la ciruela

dirigible, para realzar la habilidad de aceptar lo

extraordinario.

Xenophilius se dirigió de vuelta a la bandeja con el té,

que Hermione había conseguido equilibrar de forma

precaria sobre una de las mesas laterales atestada.

—¿Puedo ofreceros una infusión de gurdirraíz? —dijo

Xenophilius—. La fabricamos nosotros. —Cuando

empezó a verter la bebida, que era tan morada como el

zumo de remolacha, añadió—: Luna está más allá del

Puente Inferior, está de lo más entusiasmada por que

estéis aquí. No debería tardar demasiado, ha cogido

casi todos los Plimpies necesarios para hacer sopa para

todos. Sentaros y serviros azúcar.

—Ahora —apartó una pila de papeles en forma de torre

de un sillón y se sentó, con las piernas con botas de

goma cruzadas—, ¿cómo puedo ayudarte, señor Potter?

—Bueno —dijo Harry, mirando a Hermione, que asintió

con ánimo—, es sobre el símbolo que llevaba alrededor

del cuello en la boda de Bill y Fleur, señor Lovegood.

Nos preguntábamos lo que significaba.

Xenophilius elevó las cejas.

—¿Te estás refiriendo al signo de las Reliquias de la

Muerte?

- 489 -

Capítulo Veintiuno

El Cuento de los Tres hermanos

H

arry se volvió para mirar a Ron y a

Hermione. Ninguno de ellos parecía haber entendido

tampoco lo que había dicho Xenophilius

-¿Las Reliquias de la Muerte?

-Eso es -dijo Xenophilius-. ¿No habéis oido hablar de

ellas? No me sorprende. Muy, muy pocos magos creen

en ellas. Como esos jóvenes cabezaduras en la boda de

su hermano -se inclinó hacia Ron- !me atacaron por

ostentar el símbolo del bien conocido Mago Oscuro! Que

ignorancia. Al menos no hay nada Oscuro en las

Reliquias, no en esencia. Uno simplemente utiliza el

símbolo para mostrarse a sí mismo ante los otros

creyentes, con la esperanza de que puedan ayudarle en

la Búsqueda.

Dejó caer varios terrones de azúcar en la infusión

gurdirraíz y bebió un poco.

- 490 -

-Lo siento. –dijo Harry-. De verdad, todavía no lo entiendo.

Por ser educado, también tomó un sorbo de su taza, y

casi se ahoga: la cosa estaba bastante asquerosa, como

si alguien hubiera licuado Grageas de Sabores de sabor

a moco.

-Bueno, verás los creyentes buscan Las Reliquias de la

Muerte –dijo Xenophilius lamiéndose los labios con

evidente aprecio a la infusión de Gurdyroot.

-¿Pero que són Las Reliquias de la Muerte? –preguntó

Hermione.

Xenophilius dejó a un lado la vacía taza de té.

-¿Doy por supuesto que todos ustedes están

familiarizados con "El Cuento de los Tres Hermanos"?

Harry dijo. "No", pero Ron y Hermione dijeron "Sí".

Xenophilius asintió con seriedad.

-Bueno, Bueno. Sr. Potter, todo esto empieza con "El Cuento de los Tres Hermanos"… Tengo una copia en

alguna parte…

Miró vagamente por la habitación, hacia los montones

de pergaminos y libros, pero Hermione dijo,

-Yo tengo una copia, Señor Lovegood, la tengo aquí

mismo.

Y sacó Los Cuentos de Beedle el Bardo del pequeño

bolso de cuentas.

-¿El original? –preguntó Xenophilius con agudeza, y

cuando ella asintió, dijo-. En fin, ¿por qué no lo lee en voz alta? Es la mejor forma de asegurar que todos lo

entendemos.

-Eh... de acuerdo -dijo nerviosamente Hermione. Abrió

el libro, y Harry vió que el símbolo que estaban

investigando encabezaba la página, mientras ella se

aclaraba la garganta y empezaba a leer.

- 491 -

-Había una vez tres hermanos que viajaban al atardecer por un camino solitario y sinuoso. 

 

-A medianoche, mamá siempre nos lo contaba así -dijo

Ron, que había extendido los brazos detrás de la

cabeza para escuchar.

Hermione le lanzó una mirada de enfado.

-¡Lo siento, creo que es más espeluznante si es

medianoche! –dijo Ron.

-Sí, porque necesitamos realmente un poco más de

terror en nuestras vidas -dijo Harry antes de poder

contenerse.

Xenophilius no parecía prestar mucha atención, sino

que miraba fijamente el cielo a través de la ventana.

-Continúa, Hermione.

-Con el tiempo, los hermanos alcanzaron un río 

demasiado profundo para vadearlo y demasiado 

peligroso para cruzarlo a nado. Sin embargo, estos 

hermanos habían aprendido las artes mágicas, y con el sencillo ondear de sus varitas hicieron aparecer un 

puente sobre el agua traicionera. Iban ya por la mitad del puente cuando encontraron el paso bloqueado por 

una figura encapuchada. Y la Muerte les habló... 

 

-Perdón -interrumpió Harry-, pero ¿La Muerte les habló?

-¡Es un cuento de hadas Harry!

-De acuerdo, lo siento, sigue.

- 492 -

-Y la muerte les habló. Estaba enojada por que le hubieran sido escatimadas tres nuevas víctimas, ya que los viajeros normalmente se ahogaban en el río. Pero 

La Muerte era astuta. Fingió felicitar a los tres 

hermanos por su magia, y dijo que cada uno de ellos 

había ganado un premio por haber sido lo 

suficientemente listos como para engañarla. 

-Así el hermano mayor, que era un hombre combativo, 

pidió la varita más poderosa que existiera, una varita que ganara siempre en los duelos para su dueño, ¡una 

varita digna de un mago que había vencido a la Muerte! 

Así que La Muerte cruzó hasta un viejo árbol de Sauco en la ribera del río, dando forma a una varita de una rama que colgaba, y se la entregó al hermano mayor. 

-Entonces el segundo hermano, que era un hombre 

arrogante, decidió que quería humillar a La Muerte 

todavía más, y pidió el poder de resucitar a los 

muertos. Así que la Muerte recogió una piedra de la 

orilla del río y se la dio al segundo hermano, y le dijo que la piedra tenía el poder de traer de vuelta a los muertos. 

-Entonces la Muerte preguntó al tercer y más joven de los hermanos lo que quería. El hermano más joven era 

el más humilde y también el más sabio de los 

hermanos, y no confiaba en La Muerte. Así que pidió 

algo que le permitiera marcharse de aquel lugar sin 

que la Muerte pudiera seguirle. Y la Muerte, de mala 

gana, le entregó su propia Capa de Invisibilidad. 

 

-¿La Muerte tenía una Capa de Invisibilidad? –

Interrumpió Harry de nuevo.

-Así puede acercarse sigilosamente a las personas, -dijo

Ron-. A veces se aburre de correr tras ellos, agitando

- 493 -

los brazos y chillando… lo siento Hermione.

-La Muerte se apartó y permitió a los tres hermanos 

continuar su camino, y así lo hicieron, charlando 

asombrados sobre la aventura que habían vivido, y 

admirando los regalos de La Muerte. 

En su debido momento los hermanos se separaron, cada 

uno hacia su propio destino 

El primer hermano viajó durante una semana más, y 

alcanzó un pueblo lejano, acompañando a un camarada 

mago con el que tuvo una riña. Naturalmente con la 

Varita de Saúco como arma, no podía perder en el 

duelo que seguiría. Dejando al enemigo en el suelo el hermano mayor avanzó hacia la posada, donde alardeó 

en voz alta de la poderosa varita que le había 

arrebatado a la Muerte, y de como ésta lo hacía 

invencible. 

Esa misma noche, otro mago se acercó sigilosamente al hermano mayor que yacía, empapado en vino, sobre la 

cama. El ladrón tomó la varita y para más seguridad, le cortó la garganta al hermano mayor. 

Y así la Muerte tomó al primer hermano para sí. 

Entretanto, el segundo hermano viajaba hacia su casa, donde vivía solo. Allí sacó la piedra que tenía el poder de resucitar a los muertos, y la volteó tres veces en su mano. Para su asombro y su deleite, la figura de la 

chica con la que una vez había esperado casarse, antes de su muerte prematura, apareció ante él. 

Pero ella estaba triste y fría, separada de él por un velo. Sin embargo había vuelto al mundo, pero ese no 

era su sitio y sufría. Finalmente el segundo hermano, impulsado por un loco anhelo desesperado, se mató 

para reunirse finalmente con ella. 

- 494 -

-Así fue como La Muerte tomó al segundo hermano para sí. 

Sin embargo La Muerte buscó al tercer hermano 

durante muchos años, y nunca pudo encontrarlo. Fue 

sólo cuando tenía ya una edad avanzada que el 

hermano más joven finalmente se quitó la Capa de 

Invisibilidad y se la dio a su hijo. Y entonces saludó a la Muerte como a una vieja amiga y fue con ella 

gustosamente, e igualmente, pasó a mejor vida. 

 

Hermione cerró el libro. Pasó un momento o dos antes

que Xenophilus pareciera darse cuenta que había

dejado de leer, luego apartó la vista de la ventana y

dijo:

-Bien ahí las teneis.

-¿Perdón? –dijo Hermione, que parecía confundida.

-Esas son las Reliquias de la Muerte -dijo Xenophilus.

Agarró una pluma de la atestada mesa a su vera, y sacó

un pedazo roto de pergamino de en medio de otros

libros.

-La Varita de Saúco -dijo dibujando una línea vertical

sobre el pergamino-. La Piedra de Resurrección, -dijo

añadiendo un círculo encima de la línea-. La Capa de

Invisibilidad, -terminó incluyendo la línea y el círculo

dentro de un triángulo, para dibujar el símbolo que

tanto intrigaba a Hermione-. Unidas -dijo- Las Reliquias

de la Muerte.

-Pero no se mencionan las palabras "Reliquias de la

Muerte" en la historia -dijo Hermione.

-Bueno, claro que no -dijo Xenophilius,

exasperantemente pagado de sí mismo-. Eso es un

cuento de niños, para divertir a la vez que instruir.

Aquellos de nosotros que entendemos de estas

- 495 -

materias, sin embargo, reconocemos que esa antigua historia hace referencia a los tres objetos, o Reliquias, las cuales, reunidas, convierten a su dueño en el amo

de la Muerte.

Hubo un corto silencio en el cual Xenophilius miró por

la ventana.

El sol ya estaba bajo en el cielo.

-Luna debería tener pronto bastantes Plimpies -dijo

quedamente.

-Cuando usted dice "amo de la Muerte"… -dijo Ron.

-Amo, -dijo Xenophilius, agitando una mano en el aire-.

Conquistador, Vencedor. El término que prefiera.

-Pero entonces… quiere decir… -dijo lentamente

Hermione, y Harry podía ver que estaba intentando

eliminar de su voz cualquier rastro de escepticismo-,

que usted cree que esos objetos (esas Reliquias)

¿realmente existen?

Xenophilius alzó las cejas otra vez.

–Por supuesto.

-Pero -dijo Hermione, y Harry podía oír como su

contención empezaba a agrietarse-, Sr. Lovegood,

¿cómo puede usted creer…?

-Luna me ha hablado sobre ti, jovencita, -dijo

Xenophilius-. No es usted, deduzco, poco inteligente,

pero está dolorosamente limitada. Estrecha de miras.

De mente cerrada.

-Quizas deberías probarte el sombrero, Hermione -dijo

Ron, inclinándose hacia el absurdo tocado. Su voz

temblaba por la tensión de evitar reírse.

-Señor Lovegood -empezó otra vez Hermione-, Sabemos

que existen cosas como las Capas de Invisibilidad. Son

raras, pero existen. Pero…

-¡Ah, pero la Tercera Reliquia es una verdadera Capa

de Invisibilidad, Señorita. Granger! Quiero decir que,

- 496 -

no es una capa de viaje imbuida con un Encantamiento de Desilusión, o portadora de un Hechizo de Bedazzling,

o algún tejido del pelo de Demiguise, el cual le esconde

a uno al principio pero se marchita con los años hasta

que se vuelve opaco. Estamos hablando de una capa

que realmente vuelve al que la lleva completamente

invisible, y dura eternamente, proporcionando

constante e impenetrable ocultamiento, sin importar

que hechizos le lancen. ¿Cuántas capas como esa ha

visto, Señorita Granger?

Hermione abrió la boca, luego la cerró otra vez,

parecía más confundida que nunca. Ella, Harry y Ron se

miraron entre ellos, y Harry sabía que todos estaban

pensando lo mismo. Sucedía que una capa exactamente

como la que Xenophilius había descrito había estado en

la habitación con ellos en todo momento.

-Exactamente -dijo Xenophilius, como si los hubiera

derrotado con su razonada argumentación.

-Ninguno de ustedes ha visto nunca tal cosa. El

poseedor sería inconmensurablemente rico, ¿no? -Miró a

través de la ventana de nuevo. El cielo estaba ahora

teñido de un leve vestigio de rosado.

-De acuerdo -dijo Hermione, desconcertada-. Digamos

que la Capa existe… ¿que hay de la piedra, Señor

Lovegood? ¿Eso que usted llama la Piedra de

Resurrección?

-¿Qué hay de eso?

-Bien, ¿cómo puede ser eso real?

-Pruebe que no lo es -dijo Xenophilius.

Hermione parecía indignada.

-Pero eso es… lo siento, ¡pero es completamente

ridículo! ¿Cómo puedo probar que no existe? ¿Espera de

mí que recoja… todos los guijarros del mundo y los

pruebe? Es decir, ¡puede afirmar que todo eso existe

- 497 -

con la única base para creer en ello el que nadie puede probar que no existen!

-Sí, puedo -dijo Xenophilius-. Me alegra ver que ha

abierto un poco su mente.

-Y la Varita de Saúco, -dijo Harry rápidamente, antes

de que Hermione pudiera replicar-, ¿piensa usted que

también existe?

-Oh, bien, en ese caso hay interminables pruebas -dijo

Xenophilius-. La Varita de Saúco es la Reliquia a la que

resulta más fácil seguirle la pista, por la forma en que

cambia de mano.

-¿Qué es? –preguntó Harry.

-Que consiste en que el poseedor de la varita debe

quitársela a su propietario anterior, si es

verdaderamente el amo de la misma -dijo Xenophilius-.

¿Seguramente has oído hablar de como la varita llegó a

Egbert el Ilustre, tras matar salvajemente a Emeric el

Malvado? ¿De cómo Godelot murió en su propio sótano

después de que su hijo, Hereward, le robara la varita?

¿Del horrible Loxias, que robó la varita a Baraabas

Deverill, al cual había asesinado? La sangrienta huella

de la Varita de Saúco está salpicada a través de las

páginas de la historia de la Brujería.

Harry echó un vistazo a Hermione. Que miraba con el

ceño fruncido a Xenophilius pero no le contradecía.

-¿Y dónde cree que está ahora la Varita de Saúco? –

preguntó Ron.

-Desgraciadamente, ¿Quién lo sabe? –contestó

Xenophilius, mientras echaba un vistazo por la ventana-

. ¿Quién sabe dónde yace escondida la Varita de Saúco?

La huella se enfría con Arcus y Livius. ¿Quién puede

decir cual de ellos realmente derrotó a Loxias, y quién

tomó la varita? ¿Y quien puede decir quien los derrotó a

ellos? La historia, desgraciadamente, no nos lo cuenta.

- 498 -

Hubo una pausa. Finalmente Hermione preguntó tensa,

-Señor Lovegood, ¿tiene algo que ver la familia Peverell

con las Reliquias de la Muerte?

Xenophilius pareció desconcertado y algo se agitó en la

memoria de Harry, pero no lo podía localizar. Peverell…

había oído antes ese nombre…

-¡Pero usted me ha estado induciendo a error,

jovencita! –dijo Xenophilius, sentándose ahora mucho

más derecho en la silla y mirando con ojos saltones a

Hermione-. ¡Pensaba que eras nueva en la Búsqueda de

las Reliquias! ¡Muchos de los Buscadores creemos que

los Peverells tienen mucho… mucho... que ver con las

Reliquias!

-¿Quiénes son los Peverells? –preguntó Ron.

-Ese era el nombre grabado en la tumba que tenía la

marca, en el Valle de Godric, -dijo Hermione, sin

apartar la vista de Xenophilius-. Ingnotus Peverell.

-¡Exactamente! –dijo Xenophilius, con el dedo índice

alzado con pedantería-.¡El signo de las Reliquias de la

Muerte en la tumba de Ignotus es una prueba definitiva!

-¿De qué? –preguntó Ron.

-¡De qué, esos tres hermanos de la historia fueran de

hecho los tres hermanos Peverell, Antioch, Cadmus e

Ignotus! ¡Qué ellos fueron los primeros propietarios de

Las Reliquias!

Echando otra mirada hacia la ventana se levantó, y

recogió la bandeja, encaminándose hacia la escalera de

caracol.

-¿Os quedaréis a cenar? –les gritó, mientras desaparecía

escaleras abajo de nuevo-.Todo el mundo nos pide la

receta de la sopa Freshwater Plimply.

-Seguramente para mostrarla en el Departamento de

Venenos de St. Mungo -dijo Ron en voz baja.

Harry esperó hasta que pudieron oír a Xenophilius

- 499 -

moverse en la cocina escaleras abajo antes de hablar.

-¿Tú qué piensas? –le preguntó a Hermione.

-Oh, Harry, -dijo ella con cansancio-, es un absoluto

montón de basura. Esto no puede ser lo que realmente

significa el signo. Debe ser su extraña manera de

asumirlo. Qué perdida de tiempo.

-Supongo, este es el hombre que nos trajo los Snorkacks

de Cuerno Retorcido -dijo Ron.

-¿No creíste tampoco en eso? –le preguntó Harry.

-No, esa historia es de esas cosas que cuentas a los

niños como moralejas, ¿no? ¡No busques problemas, no

busques peleas, no hagas el tonto con esas cosas es

mejor dejarlo en paz! Sólo mantén la cabeza gacha,

ocúpate de tus asuntos y todo irá bien. Piensa en ello -

añadió Ron-, quizás es por esas historias por lo que se

cree que las varitas de saúcos supuestamente traen

mala suerte.

-¿De qué estas hablando?

-Una de esas supersticiones, ¿verdad? "Las brujas

nacidas en mayo se casarán con muggles" "Maldición en el crepúsculo, deshecha a medianoche" "La varita de sauco, nunca prospera" Tienes que haberlas oído. Mi

madre tiene un montón.

-Harry y yo hemos crecido entre muggles, -le recordó

Hermione-. Nos enseñaron otras supersticiones. –Suspiró

profundamente cuando un olor más bien acre ascendió

desde la cocina. La única cosa buena de su

exasperación con Xenophilius era que parecía haber

olvidado que estaba enfadada con Ron-. Creo que estás

en lo cierto, -le dijo–. Sólo es una moraleja, es obvio

qué regalo es el mejor, el que uno escogería…

Los tres hablaron al mismo tiempo: Hermione dijo,

-la Capa,

Ron dijo,

- 500 -

-La Varita,

Y Harry,

-La Piedra.

Se miraron, medio sorprendidos, medio divertidos.

-Se suponía que dirías la Capa, -le dijo Ron a Hermione-

, pero no necesitas ser invisible si tienes la varita. Una varita invencible, Hermione, ¡vamos!

-Ya tenemos una Capa de Invisibilidad, -dijo Harry.

-¡Y nos ha ayudado bastante, por si no os habías dado

cuenta! –respondió Hermione-. Mientras que la varita

atraería problemas…

-Solo si lo das a conocer, -argumentó Ron-. Sólo si

fueras lo bastante idiota como para ir a bailando y

cantando, agitándola sobre tu cabeza, "tengo una varita invencible, inténtalo si crees que eres lo bastante

fuerte". Mientras mantengas la boca cerrada...

-Si, ¿pero podrás mantener tú la boca cerrada? –dijo

Hermione, con escepticismo-. ¿Sabes que la única cosa

auténtica que nos ha dicho es que ha habido tres

historias sobre varitas súper poderosas en centenares

de años.

-¿Las hay? –preguntó Harry.

Hermione parecía exasperada. La expresión era tan

encantadoramente familiar que Harry y Ron se

sonrieron mutuamente.

-La Rama de la Muerte, la Varita del Destino, surgen

bajo nombres diferentes a lo largo de los siglos,

normalmente en posesión de algún Mago Oscuro que

alardea de ellas. El profesor Binns mencionó alguna

cosa, pero… oh, todo esto es una tontería. Las varitas

sólo tienen tanto poder como los magos que las

utilizan. A algunos magos simplemente les gusta

alardear de que las suyas son más grandes y mejores

que las de los demás.

- 501 -

-¿Pero cómo sabes, -dijo Harry- que esas varitas... la Rama de la Muerte y la Varita del Destino... no son la

misma varita, saliendo a la superficie a lo largo de los

siglos bajo diferentes nombres?

-¿Qué pasa si realmente todas ellas son la Varita de

Saúco, fabricada por la Muerte? –dijo Ron.

Harry rió. La extraña idea que se le había ocurrido era

después de todo, ridícula. Su varita, se recordó, estaba

hecha de acebo, no de saúco, y había sido fabricada

por Ollivander, hiciera lo que hiciera esa noche en que

Voldemort le había perseguido a través de los cielos; y

si hubiera sido invencible, ¿cómo podría haberse roto?

-¿Entonces por qué escogerías la piedra? –le preguntó

Ron.

-Bueno, si pudiera traer a la gente de regreso,

podríamos tener a nuestro lado Sirius… Ojoloco…

Dumbledore… a mis padres…

Ni Ron ni Hermione sonrieron.

-Pero según Beedle el Bardo, ellos no querían volver,

¿no? –dijo Harry, pensando en el cuento que acababan

de escuchar-. No creo que haya muchas otras historias

sobre piedras que puedan resucitar a los muertos, ¿las

hay? –preguntó a Hermione.

-No -replicó ella tristemente-. No creo que nadie

excepto el Señor Lovegood pudiera engañarse a sí

mismo creyendo que es posible. Probablemente Beedle

tomó la idea de La Piedra del Hechicero; ya sabes, en

vez de una piedra que te hiciera inmortal, una piedra

que invirtiera la muerte.

El olor de la cocina se hacía más fuerte. Algo así como

a calzoncillos quemados. Harry se preguntó si le sería

posible comer algo de lo que Xenophilius estaba

cocinando para no herir sus sentimientos.

-¿Sin embargo, qué hay de la Capa? –dijo Ron

- 502 -

lentamente-. ¿No te das cuenta, él está en lo cierto? He utilizado la Capa de Harry y no sé como funciona,

nunca me detuve a pensarlo. Y nunca he oído hablar de

ninguna como la de Harry. Es infalible. Nunca hemos

sido divisados bajo ella…

-¡Por supuesto que no… somos invisibles cuando

estamos bajo ella, Ron!

-Pero todas esas cosas que él dijo sobre las otras capas, y no eran precisamente de diez Knuts, sabes, ¡es

cierto! Nunca se me había ocurrido antes pero he oído

bastante respecto a encantamientos sobre capas que

cuando envejecían, o eran desgarradas por hechizos

tenían agujeros, la de Harry pertenecía a su padre, por

lo tanto no es precisamente nueva, ¡pero se conserva...

perfectamente!

-Bien, de acuerdo, pero Ron, la piedra…

Mientras ellos discutían entre susurros, Harry se

paseaba por la habitación, escuchando a medias.

Alcanzó la escalera de caracol, alzó distraídamente los

ojos hacia el siguiente piso y se distrajo un vez más.

Su propia cara lo miraba desde el techo de la

habitación. Tras unos momentos de desconcierto, se dio

cuenta de que no era un espejo, si no una pintura.

Curioso, empezó a subir las escaleras.

-Harry, ¿qué estás haciendo? ¡No creo que debas mirar

por aquí cuando él no está!

Pero Harry ya había alcanzado el siguiente nivel. Luna

había decorado el techo de la habitación con cinco

preciosas caras pintadas: Harry, Ron, Hermione, Ginny

y Neville. No se movían como en las fotos de Hogwarts,

pero había una cierta magia en ellos. Harry creyó que

respiraban. Lo que parecía ser una fina cadena dorada

se tejía alrededor de las pinturas uniéndolas, pero tras

examinarlas durante un minuto o más, Harry se percató

- 503 -

que la cadena era una palabra repetida miles de veces en tinta dorada : amigos… amigos… amigos…

Harry sintió una gran corriente de afecto hacia Luna.

Estudió la habitación. Había una gran fotografía junto a

la cama, de una joven Luna y una mujer a la que se

parecía mucho. Se abrazaban. Luna parecía bastante

mejor vestida en esa foto de lo que Harry la había visto

en su vida. La foto estaba cubierta de polvo. Eso le

pareció a Harry un poco raro. Miró alrededor. Algo iba

mal. La pálida alfombra azul estaba también cubierta

de polvo. No había ropa en el armario, las puertas

estaban entreabiertas. La cama tenía una apariencia

fría y antipática, como si no se hubiera dormido en ella

durante semanas. Una solitaria telaraña se extendía a

través de la ventana cruzando el cielo rojo sangre.

-¿Qué ocurre? –preguntó Hermione mientras Harry

descendía las escaleras, pero antes de que pudiera

responderle, Xenophilius alcanzó los escalones

superiores llegando desde la cocina, ahora trayendo

una bandeja cargada con tazones.

-Señor Lovegood, -dijo Harry-. ¿Dónde está Luna?

-¿Perdón?

-¿Dónde está Luna?

Xenophilius se detuvo en el último escalón.

-Ya… se os lo he dicho. Está abajo en el Puente Botions

pescando Plimpies.

-¿Entonces por qué ha preparado esa bandeja sólo para

cuatro?

Xenophilius intentó hablar, pero no le salió ningún

sonido. El único ruido que se oía era el traqueteo

continuado de la imprenta, y un leve repiqueteo en la

bandeja cuando las manos de Xenophilius temblaron.

-No creo que Luna haya estado aquí desde hace

semanas. –dijo Harry-. Su ropa no está, no ha pasado la

- 504 -

noche en su cama. ¿Dónde está? ¿Y por qué mira continuamente hacia la ventana?

Xenophilius dejó caer la bandeja. Los tazones

rebotaron y se hicieron pedazos. Harry, Ron y Hermione

sacaron sus varitas. Xenophilius se quedó congelado a

punto de meter la mano en el bolsillo. En ese momento

la imprenta hizo un enorme ruido y numerosos

Quibblers salieron en tropel a través del suelo desde

debajo del mantel, al menos la imprenta se quedó en

silencio. Hermione se detuvo y recogió una de las

revistas, todavía con la varita apuntando al Señor

Lovegood.

-Harry, mira esto.

Se acercó a ella tan rápido como pudo a través de todo

el desorden.

La portada de El Quisquilloso llevaba su foto, adornada

con las palabras "Indeseable Numero Uno" y con la recompensa al pie de foto.

-¿Entonces, El Quisquilloso opta por un nuevo punto de

vista? –preguntó Harry fríamente, con la mente

trabajando a toda máquina-. ¿Qué hizo usted cuando

fue al jardín, Señor Lovegood? ¿Enviar una lechuza al

Ministerio?

Xenophilius se lamió los labios.

–Me quitaron a Luna -susurró-, A causa de lo que estaba

escribiendo. Me quitaron a Luna y no se donde está,

qué le han hecho. Pero me la devolverán si yo… si yo…

-¿Entrega a Harry? –terminó Hermione por él.

-No hay trato. –Dijo Ron rotundamente-. Apártese de

nuestro camino, nos vamos.

Xenophilius estaba pálido como la cera, como si tuviera

cien años, sus labios retrocedieron con espantosa

malicia.

-Estarán aquí de un momento a otro. Tengo que salvar

- 505 -

a Luna. No puedo perder a Luna. No podéis marcharos.

Extendió los brazos frente a la escalera, y Harry tuvo la repentina visión de su madre haciendo lo mismo frente

a su cuna.

-No nos obligue a hacerle daño, -dijo Harry-. Apártese

de nuestro camino, Señor Lovegood.

-¡Harry! –gritó Hermione.

Figuras con escobas pasaban volando ante de las

ventanas. Cuando los tres apartaron de él la mirada,

Xenophilius sacó la varita. Harry se percató de su error

justo a tiempo. Se lanzó a un lado, empujando a Ron y

a Hermione fuera de peligro mientras el Hechizo

Contundente de Xenophilius se alzaba por la habitación

y golpeaba el cuerno del Erumpent.

Hubo una explosión colosal. Por el sonido parecía que

hubiera explotado la habitación.

Fragmentos de madera, papel y escombros volaban en

todas direcciones, junto con una nube impenetrable de

espeso polvo blanco. Harry voló por los aires, chocando

luego contra el suelo, incapaz de ver mientras los

escombros llovían sobre él, con los brazos sobre la

cabeza. Oyó el grito de Hermione, el alarido de Ron, y

una serie de escalofriantes ruidos metálicos que le

informaron de que Xenophilius había perdido pie y

caído por las escaleras de caracol.

Medio enterrado en los escombros, Harry trató de

levantarse. A penas podía respirar o ver a causa del

polvo.

La mitad del techo había caído y un extremo de la

cama de Luna colgaba por el agujero.

El busto de Rowena Ravenclaw yacía a su lado con la

mitad de la cara ausente, fragmentos de pergamino

roto que flotaban en el aire, y la mayor parte de la

imprenta yacía a su lado, bloqueando la parte superior

- 506 -

de las escaleras hacia la cocina. Entonces otra forma blanca se movió a su lado, y Hermione, cubierta polvo

como una segunda estatua, se presionó el dedo contra

los labios.

La puerta de abajo se abrió de golpe.

-¿No te dije que no había necesidad de correr, Travers?

–dijo una voz áspera-. ¿No te dije que este chiflado está tan loco de atar como de costumbre? –Se oyó un golpe y

un grito de dolor provenientes de Xenophilius.

-¡No… no… arriba… Potter!

-Te lo dije la semana pasada Lovegood, ¡que no íbamos

a volver por nada menos que algo de información

sólida! ¿Recuerdas la semana pasada? ¿Cuando querías

intercambiar a tu hija por ese estúpido sombrero

ensangrentado? Y la semana anterior (Otro golpe, otro

chillido) ¿cuando creías que te la entregaríamos si nos

ofrecías la prueba de que existían los Crumple (golpe)

Horned (golpe) Snorkacks?

-¡No… no… se lo suplico! –Xenophilius sollozó-.

¡Realmente es Potter, de verdad!

-¡Y ahora resulta que sólo nos ha llamado aquí para

tratar de hacernos estallar! -rugió el mortífago, y hubo

una descarga de golpes intercalados con los gritos de

agonía de Xenophilius.

-El lugar parece a punto de caerse, Selwyn, -dijo

fríamente una segunda voz, resonando hacia a las

escaleras destrozadas-. Las escaleras están

completamente bloqueadas. Tratar de despejarlas

podría derribar el lugar.

-Estas mintiendo pedazo de porquería. –gritó el mago

llamado Selwyn.

-Nunca has visto a Potter en tu vida, ¿verdad?. Creo que

nos has atraído aquí para matarnos, ¿no? ¿Y piensas que

así recuperarás a tu niña?

- 507 -

-¡Lo juro… lo juro… Potter está arriba!

-Homenum revelio. –dijo la voz al pie de las escaleras.

Harry oyó el grito sofocado de Hermione, y tuvo la

extraña sensación de que algo estaba bajando en

picado sobre él, sumergiéndole el cuerpo en su sombra.

-Hay alguien arriba, Selwyn, -dijo el segundo hombre

bruscamente.

-¡Es Potter, le digo, que es Potter! –sollozó Xenophilius-

. Por favor… por favor… devuélvanme a Luna, sólo

denme a Luna…

-Tendrás a tu niñita, Lovegood, -dijo Selwyn-, si subes

esas escaleras y me traes a Harry Potter. Pero si es un

complot, si es un truco, si tienes a un cómplice

esperándome allí arriba para tendernos una

emboscada, veremos si podemos darte un pedacito de

tu hija para que la entierres.

Xenophilius gritó de miedo y desesperación. Se oyeron

prisas y arañazos. Xenophilius trataba de pasar a través

de los escombros de las escaleras.

-Vamos, -susurró Harry-, tenemos que salir de aquí.

Empezó a excavar él mismo cubierto por todo el ruido

que Xenophilius estaba haciendo en la escalera. Ron

estaba profundamente sepultado. Harry y Hermione

treparon, tan silenciosamente como pudieron, sobre los

restos donde yacía, tratando de quitar haciendo

palanca una pesada cómoda de sus piernas.

Mientras Xenophilius golpeaba y arañaba arrastrándose

más y más cerca, Hermione se las arregló para liberar a

Ron utlizando un Encantamiento Levitatorio.

-Bien –jadeó Hermione, cuando la imprenta rota que

bloqueaba la parte superior de las escaleras empezó a

temblar. Xenophilius estaba a unos pasos de ellos.

Todavía estaba blanca de polvo. -¿Confías en mi Harry?

Harry asintió.

- 508 -

-Entonces vamos. –susurró Hermione-. Dame la Capa Invisible. Ron, póntela encima.

-¿Yo? Pero Harry…

-¡Ron, por favor! Harry sujétame la mano con fuerza,

Ron agarrame por el hombro.

Harry la sujetó con la mano izquierda. Ron desapareció

bajo la Capa. La imprenta que bloqueaba las escaleras

estaba vibrando. Xenophilius trataba de moverla usando

un Encanto Levitatorio. Harry no sabía a qué estaba

esperando Hermione.

-Sujétame fuerte –susurró-. Sujétame fuerte… sin

dudar…

La cara blanca como el papel de Xenophilius apareció

por la parte superior del aparador.

-¡Obliviate! –gritó Hermione, apuntándolo con la varita

primero a la cara y después al suelo ante ellos. -

¡Deprimo!

Había hecho un agujero en el suelo de la habitación.

Cayeron como pedruscos. Harry todavía se aferraba a su

mano como a la propia vida. Se oyó un grito abajo, y

Harry vislumbró a dos hombres tratando de apartarse

del camino de las enormes cantidades de escombros y

muebles rotos que llovían a su alrededor desde techo

destrozado. Hermione se giró en el aire y el estruendo

de la casa derrumbándose zumbó en las orejas de Harry

mientras ella lo arrastraba una vez más hacia la

oscuridad.

- 509 -

Capítulo Veintidós

Las reliquias de la muerte

H  arry cayó, jadeando, sobre la hierba y se

levantó al instante. Parecían haber aterrizado en la

esquina de un campo al atardecer. Hermione ya estaba

corriendo en círculos alrededor de ellos, ondeando su

varita.

-Protego Totalum… Salvio Hexia…

-¡Ese viejo bastardo traidor! -jadeó Ron, saliendo de

debajo de la Capa de Invisibilidad y tirándosela a Harry-

. Hermione eres genial, absolutamente genial; ¡no

puedo creer que nos sacaras de esa!

- Cave inimicun…  Te   dije que no era un cuerno de Humpern,  ¿verdad?, ¡Ahora su casa ha volado en

pedazos!

- 510 -

-Se lo merecía -dijo Ron, examinando sus vaqueros rotos y los cortes de su pierna-. ¿Qué crees que le

harán?

-¡Oh, espero que no lo maten! -gimió Hermione- ¡Por

eso quise que los mortífagos echaran un vistazo a Harry

antes de largarnos, para que supieran que Xenophilius

no estaba mintiendo!

-¿Y por qué me escondiste a mí?- Preguntó Ron.

-¡Se supone que estás en cama con Spattergroit, Ron!

¡Han secuestrado a Luna porque su padre apoyaba a

Harry! ¿Qué le ocurriría a tu familia si supieran que

estás con él?

-¿Pero entonces qué pasa con  tus  padres?

-Ellos están en Australia -dijo Hermione-. Deberían

estar bien, no saben nada.

-Eres genial -repitió Ron impresionado.

-Sí, lo eres -agregó Harry fervientemente-.No se que

habríamos hecho sin ti.

Ella sonrió, pero de inmediato se tornó solemne.

-¿Y qué hay de Luna?

-Si decían la verdad y aún está viva...-comenzó Ron.

-¡No digas eso, no lo digas!, -chilló Hermione-. ¡Tiene

que estar viva, tiene que estarlo!

- 511 -

-Entonces estará en Azkaban, me imagino. -dijo Ron-.

Ahora, que sobreviva a ese lugar… muchos no lo

consiguen…

-Ella si -dijo Harry. No podía soportar pensar en la

alternativa-. Es dura, Luna es mucho más dura de lo

que os imagináis. Probablemente les esté enseñando a

los presos todo sobre los Wrackspurts y Nargles.

-Espero que tengas razón -dijo Hermione. Se puso una

mano sobre los ojos- Me sentiría tan mal por

Xenophilius si...

-...si no hubiera intentado vendernos a los mortífagos,

si. -dijo Ron.

Levantarón la tienda y se metieron en ella, mientras

Ron les hacía algo de té. Tras su milagrosa escapada, el

frío, húmedo, y viejo lugar parecía un hogar: seguro,

familiar y amistoso.

-Oh, ¿por qué fuimos allí,? -gimió Hermione despues de

unos minutos de silencio-. Tenías razón Harry, fue como

lo del Valle de Godrick otra vez, ¡una absoluta pérdida

de tiempo! Las Reliquias de la Muerte… menuda

tontería… aunque de hecho -Un pensamiento súbito

pareció haberla golpeado-, podría habérselo inventado

todo, ¿verdad? Probablemente no creía en las Reliquias

de la Muerte en absoluto, ¡solo quería que siguiéramos

hablando hasta que llegaran los mortífagos!

-No lo creo -dijo Ron-. Es endemoniadamente más

difícil de lo que crees inventar cosas cuando estás bajo

presión. Me di cuenta de eso cuando los Merodeadores

- 512 -

me cogieron. Fue mucho más fácil fingir ser Stan, porque le conocía un poco, que inventar a una persona

completamente nueva. El viejo Lovegood estaba bajo

toneladas de presión, intentando asegurarse de que nos

quedábamos. Creo que nos dijo la verdad, o lo que él

cree que es la verdad, para que siguiéramos hablando.

-Bueno, supongo que no importa -suspiró Hermione-.

Aunque estuviera siendo honesto, no había escuchado

semejante cantidad de tonterías en toda mi vida.

-Espera, espera -agregó Ron- Se supone que la Cámara

de los Secretos era un mito, ¿no?

-Pero la Reliquias de la Muerte  no pueden existir, Ron.

-Sigues diciendo eso, pero una de ellas existe -dijo Ron-

: la Capa de Invisibilidad de Harry...

-El cuento de los tres hermanos es una historia -afirmó

Hermione- sobre cómo los humanos le temen a la

muerte. ¡Si sobrevivir fuera tan simple como ocultarse

debajo de la Capa de Invisibilidad, ya tendríamos todo

lo que necesitamos!-

-No sé. Lo que podríamos hacer con una varita

invencible -dijo Harry, mientras movía la varita de

espino negro que tanto le disgustaba entre sus dedos.

-¡No existe tal cosa, Harry!

-Dijiste que había habido un montón de varitas... el

Palo de la Muerte y como quiera que se llamen...

- 513 -

-Está bien. Incluso si quieres engañarte a ti mismo pensando que la Varita de Sauco es real, ¿qué hay de la

Piedra de Resurreción? -hizo el gesto de comillas con

los dedos al pronunciar el nombre y su tono destilaba

sarcasmo-. ¡Ninguna magia puede resucitar a los

muertos y eso es todo!

-Cuando mi varita conectó con la de Quien-tu-ya-sabes,

hizo que mi madre y mi padre aparecieran… y Cedric…

-Pero no volvieron realmente de entre los muertos,

¿verdad? -dijo Hermione-. Ese tipos de... pálidas

imitaciones no son lo mismo que traer verdaderamente

a alguien de vuelta a la vida.

-Pero ella, la chica del cuento, no regresó realmente,

¿verdad? La historia dice que cuando alguien ha muerto,

pues debe estar con los muertos. Pero el segundo

hermano pudo verla y hablar con ella, ¿verdad? Incluso

vivió con ella un tiempo...

Vio preocupación y algo menos tangible en la expresión

de Hermione. Pero cuando la vio mirar a Ron, Harry

comprendió que era miedo. La había asustado con su

charla sobre vivir con los muertos.

-Entonces ese tal Peverell, el que está enterrado en el

Valle de Godrick -dijo Ron apresuradamente,

intentando parecer robustamente cuerdo- ¿no sabéis

nada de él?

-No -Respondió ella, que pareció aliviada por el cambio

de tema-. Lo busqué después de ver la marca sobre su

tumba; si hubiera sido alguien famoso o hubiera hecho

- 514 -

algo importante, estoy segura de que estaría en nuestros libros. El único sitio donde pude encontrar el

apellido Peverell fue en  Nobleza Natural, una 

Genealogía de la Magia. Lo tomé prestado de Kreacher.

-Explicó cuando Ron arqueó las cejas-. Tiene una lista

de las familias de sangre pura que se extinguieron en la

línea masculina. Aparentemente la de los Peverell fue

una de las líneas que desapareció más rápido.

-¿Qué se extinquieron en la línea masculina? -repitió

Ron.

-Quiere decir que el apellido se perdió -respondió

Hermione-. Siglos atrás en el caso de los Peverell.

Podrían tener descendientes pero con algún otro

apellido.

Y de repente le llegó a Harry, de un solo golpe

brillante, el recuerdo que había despertado en él el

nombre "Peverell", un viejo asqueroso alardeando de un horrendo anillo en la cara de un oficial del Ministerio, y dio un fuerte grito,

-¡Marvolo Gaunt!

-¿Perdón?- dijeron Hermione y Ron al mismo tiempo.

-¡Marvolo Gaunt! ¡El abuelo de Quien-tu-ya-sabes! ¡En

el Pensadero! ¡Con Dumbledore! ¡Marvolo Gaunt dijo

que era un descendiente de los Peverell!

Ron y Hermione parecían desconcertados.

- 515 -

-El anillo, el anillo que se convirtió en el Horcrux,

¡Marvolo Gaunt dijo que tenía el escudo de los Peverell!

Le vi menearlo ante la cara al tipo del Ministerio, ¡casi se lo mete por la nariz!

-¿El escudo de los Peverell?- dijo Hermione secamente-.

¿Pudiste ver como era?

-En realidad no.-dijo Harry intentando recordar-. No

había nada llamativo en él, por lo que pude ver, solo

algunos rasguños. En realidad solo lo vi de cerca

después de que hubiera sido destruído.

Harry notó que Hermione comprendía por como se

dilataban sus pupilas. Ron movía la mirada de uno al

otro, asombrado.

-Caray… ¿Crees que era este mismo símbolo otra vez?

¿El de las Reliquias?

-¿Por qué no? -dijo Harry excitado-. Marvolo Gaunt era

un viejo ignorante que vivía como un cerdo, lo único

que le preocupaba era su ascendencia. Si ese anillo

había sido heredado a lo largo de los siglos, podría no

haber sabido lo que era realmente. No había libros en

esa casa, y creedme, él no era del tipo de los que leen

cuentos de hadas a sus hijos. Le hubiera encantado

pensar que los arañazos de la piedra eran un escudo,

porque en lo que a él respectaba, ser sangre pura te

hacía parte de la realeza.

-Si… y todo eso es muy interesante-dijo Hermione

cautelosamente-, pero Harry, si estás pensando lo que

yo creo...

- 516 -

-Bueno, ¿por qué no?  ¿por qué no? -dijo Harry abandonando cualquier precaución-. Era una piedra,

¿no? -Miró a Ron en busca de apoyo- ¿Y si era la Piedra

de Resurreción?

La boca de Ron se abrió de par en par.

-Caray... ¿pero funcionaría la piedra aún cuando

Dumbledore la hubiera roto...?

-¿Funcionar?   ¿Funcionar?  Ron, ¡nunca funcionó! No existe ninguna Piedra de Resurreción!

Hermione saltó sobre sus pies, exasperada y molesta.

-Harry, estás intentando que todo encaje con la historia

de las Reliquias...

-¿Intentando que encaje? -repitió Harry- ¡Hermione, todo encaja por su propia cuenta! ¡Sé que el símbolo de

las Reliquias estaba en la piedra! ¡Gaunt dijo que

descendía de los Peverell!

-¡Hace un minuto nos dijiste que no pudiste ver bien el

símbolo de la piedra!

-¿Dónde crees que está el anillo ahora? -preguntó Ron a

Harry-. ¿Qué hizo con él Dumbledore después de

romperlo?

Pero la imaginación de Harry viajaba mucho mas allá

que la de Ron y Hermione…

- 517 -

Tres objetos, o Reliquias, las cuales, unidas, convierten a su poseedor en el Amo de la Muerte... Maestro... 

Conquistador... Vencedor... El último enemigo que 

debe ser destruido es la muerte...

Y se vio él mismo, poseedor de las Reliquias,

enfrentado a Voldemort, cuyos Horrocruxes no eran

rival…  Ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva… 

¿Era esta la respuesta? ¿Reliquias contra Horrocruxes?

¿Había un camino, después de todo, para asegurar que

era él el que triunfaba? ¿Si era él el amo de las

Reliquias de la Muerte, estaría entonces a salvo?

-¿Harry?

Pero apenas escuchaba a Hermione. Había sacado su

Capa de Invisibilidad y la dejaba resbalar entre los

dedos, tela flexible como el agua, ligera como el aire.

Nunca había visto nada igual en sus casi siete años en el mundo mágico. La capa era exactamente lo que

Xenophilius había descrito.  Una capa que real y 

verdaderamente hace a su dueño completamente 

invisible, resistiendo eternamente, proporcionando un ocultamiento constante e impenetrable, sin importar 

que hechizos se le lancen...

Y con un grito de asombro recordó...

-¡Dumbledore tenía mi Capa el día en que mis padres

murieron!

Su voz temblaba y podía sentir los colores en su cara,

pero no le importó.

- 518 -

-¡Mi madre le dijo a Sirius que Dumbledore había tomado prestada la Capa! ¡Por esto era! ¡Quería

examinarla porque creía que era la tercera Reliquia!

Ignotus Peverell está enterrado en Valle de Godric…-

Harry caminaba ciegamente por la tienda, sintiendo

como nuevas visiones de la verdad se abrían ante él-. Él

es mi ancestro. ¡Soy descendiente del tercer hermano!

¡Todo tiene sentido!

Se sintió armado de la certeza, en su creencia en la

Reliquias, como si la mera idea de poseerlas le

proporcionara protección, y se sentía feliz mientras se

giraba hacia los otros dos

-Harry. -dijo Hermione una vez mas, pero él se

encontraba ocupado desamarrando la bolsa alrededor

de su cuello, sus dedos temblorosos.

-Léela -le dijo a ella, poniendo la carta de su madre en

su mano. -¡Léela! ¡Dumbledore tenía la capa,

Hermione! ¿Por qué mas la querría? El no necesitaba

ninguna capa, ¡podía hacer un encantamiento de

Desilusión tan poderoso que se hacía completamente

invisible sin una!-

Algo cayó al piso y rodó, brillando debajo de una silla:

había tirado la snitch al sacar la carta. Se agachó a

recogerla, y el recién hallado pozo de descubrimientos

le dio otro regalo, y el shock y la maravilla surgieron

dentro de él de tal manera que gritó.

-¡ESTÁ AQUÍ! Me dejó el anillo - ¡Está en la snitch!

-¿Tu… crees?

- 519 -

No podía creer que Ron pareciera tan sorpendido. Era tan obvio, tan claro para Harry. Todo cuadraba, todo…

su capa era la tercera reliquia, y cuando consiguiera

abrir la snitch tendría la segunda y todo lo que tendría

que hacer es conseguir la primera reliquia, La Varita

Antigua y entonces…

Pero fue como si la cortina cayera en el escenario

iluminado: Toda su excitación, toda su esperanza y

felicidad se extinguieron de un golpe, y se encontró en

medio de la oscuridad y el hechizo gloriosó se rompió…

-Eso es lo que él busca.-

El cambio en su voz hizo que Ron y Hermione se

mostraran aún más asustados.

-Tu-sabes-quien está buscando la Varita Antigua.

Les dio la espalda a sus incrédulas caras. Sabía que era

la verdad. Todo tenía sentido, Voldemort no estaba

buscando una nueva varita, estaba buscando una varita

antigua, muy antigua de hecho. Harry caminó a la

entrada de la tienda, olvidándose de Ron y Hermione y

miró hacia la noche, pensando…

Voldemort había sido criado en un orfanato muggle.

Nadie podría haberle contado  Los cuentos de Beedle el bardo cuando era un niño, más de lo que se lo habían contado al mismo Harry. Difícilmente ningún hechicero

creía en las Reliquias de la Muerte. ¿sería posible que

Voldemort supiera de ellas?

- 520 -

Harry miró hacia la oscuridad… si Voldemort conocía las Reliquias de la muerte seguro que las había buscado,

hubiera hecho cualquier cosa por poseerlas: ¿tres

objetos que hacían a su poseedor Amo de la Muerte? Si

hubiera sabido de las Reliquias no hubiera necesitado a

los horcruxes, en primer lugar. No demostraba acaso el

simple hecho de que hubiera tomado una reliquia y la

hubiera convertido en una horcrux que Voldemort no

sabía este gran último secreto de la hechicería?-

Eso significaba que Voldemort buscaba la Varita Antigua

sin darse cuenta de potencial real, sin entender que era

una de tres… porque la Varita era la reliquia que no se

podía esconder, cuya existencia era bien conocida…  el rastro sangriento de la Varita Antigua está regado por toda la historia de la hechicería..

Harry miró el cielo nublado, curvas de humo gris y

plateado se deslizaban sobre la luna blanca. Se sintió

mareado por sus asombrosos descubrimientos.

Volvió a la tienda y se impresionó al ver a Hermione y a

Ron exactamente en el mismo sitio en que los había

dejado. Hermione con la carta de Lilly en las manos y

Ron a su lado ligeramente ansioso. ¿No se daban cuenta

de todo lo que había avanzado en éstos últimos

minutos?

-¿No lo véis?- dijo Harry intentando incluirlos en su

brillante e increíble certeza-. Esto lo explica todo. Las reliquias de la muerte son reales y tengo una… quizás

dos…

Levantó la snitch.

- 521 -

-…y tu-sabes-quien está buscando la tercera, pero él no se da cuenta… él solo cree que es una varita poderosa…

-Harry -dijo Hermione, acercándose a él y

devolviendole la carta de Lily-, lo siento, pero creo que lo has entendido todo mal, muy mal.

-¿Pero no lo ves?, todo cuadra…

-No,   no cuadra.  Harry, te estás dejando llevar. Por favor -dijo mientras comenzaba a hablar-, si las

Reliquias de la Muerte existieran realmente, y

Dumbledore lo hubiera creído, sabiendo que el

poseedor de todas ellas sería el amo de la Muerte…

Harry, ¿Por qué no te lo habría dicho? ¿Por qué?

Tenía su respuesta preparada.

-¡Pero tu misma lo dijiste, Hermione! ¿Tienes que darte

cuenta por ti mismo! ¡Es una búsqueda!-

-¡Pero solo lo dije para persuadirte de ir a casa de los

Lovegood!- gritó hermione exasperada-. ¡No lo creía

realmente!

Harry no se inmutó.

-Dumbledore siempre dejaba que yo me diera cuenta

de las cosas por mi cuenta. Me dejaba probar mi

fuerza, tomar riesgos. Esto parece ser el tipo de cosas

que él haría.

-Harry, ¡esto no es un juego, no es una práctica! Esto es verdadero y Dumbledore te dejó órdenes claras:

- 522 -

¡encuentra y destruye las horcruxes! ¡ese símbolo no significa nada!, olvidate de la reliquias de la muerte,

no podemos permitirnos el lujo de desviarnos…

Harry apenas la escuchaba, se encontraba dándole

vueltas a la snitch entre sus manos, medio esperando

que se abriera para revelar la Piedra de Resurreción,

para probarle a Hermione que estaba en lo cierto, que

las Reliquias de la Muerte eran reales.

Ella apeló a Ron.

-Tu no crees en esto, ¿verdad?

Harry lo miró y Ron dudo.

-No se… quiero decir… hay pedazos de la historia que

cuadran entre sí -Dijo Ron torpemente-. Pero cuando

ves el cuadro completo… -Respiró profundamente-.

Creo que se supone que tenemos que deshacernos de

los horcruxes, Harry. Eso fue lo que Dumbledore nos

dijo que hiciéramos. Quizás… quizás debamos

olvidarnos de este asunto de las reliquias.

-Gracias Ron -Dijo Hermione-. Yo haré la primera

guardia.

Y pasó al lado de Harry hacia la entrada de la tienda

poniéndole un violento final a la discusión.

Pero Harry apenas pudo dormir esa noche. La idea de

las Reliquias Sagradas lo había poseído, y no podía

descansar mientras sus agitados pensamientos giraban a

- 523 -

toda velocidad en su mente: La Varita, la Piedra y la Capa, si pudiera poseerlas todas…

Me abro en el cierre…  Pero, ¿qué era el cierre? ¿Por qué no podía sacar la piedra? Si tuviera la piedra, podría

preguntarle a Dumbledore en persona… Y Harry le

murmuró palabras a la snitch en la oscuridad,

intentando de todo, hasta en Parsel, pero la bola

dorada no se abrió…

Y la Varita, la Antigua Varita, ¿Dónde estaba escondida?

¿Dónde buscaba Voldemort en este momento? Harry

deseó que su cicatriz ardiera y le enseñara en qué

estaba pensando Voldemort, porque por primera vez él

y Voldemort se encontraban unidos, deseando el mismo

objeto… a Hermione no le gustaría la idea, por

supuesto… Pero ella no creía… Xenophilius había estado

en lo correcto, de alguna manera…  limitado, estrecho, mente cerrada.  La verdad es que ella estaba asustada de la idea de las reliquias sagradas, especialmente de

la Piedra de Resurreción… Y Harry presionó su boca

contra la Snitch, besándola, casi tragándosela, pero el

frío metal no cedió…

Estaba casi amaneciendo cuando recordó a Luna, sola

en una celda de Azkaban, rodeada de dementores, y de

repente se sintió avergonzado de si mismo. Se había

olvidado totalmente de ella en su febril contemplación

de las Reliquias. Si pudieran rescatarla. Si pudiera

rescatarla, pero los dementotes, en esas cantidades,

serían virtualmente invencibles. Ahora que lo pensaba

no había intentado conjurar un Patronus con la varita

de espino… Tendría que intentarlo en la mañana…

- 524 -

Si hubiera una forma de obtener una varita mejor…

Y el deseo por la Varita Antigua, el Palo de la Muerte,

invencible, se lo tragó una vez más…

Guardaron la tienda a la mañana siguiente, y se

movieron a través de una terrible lluvia. El diluvio los

persiguió hasta la costa, donde levantaron la tienda esa

noche. Continuaron toda la semana a través de duros

terrenos que Harry encontró tristes y deprimentes. Solo

podía pensar en las Reliquias de la Muerte. Era como si

se hubiera encendido dentro de él una llama que nada,

ni la incredulidad de Hermione, ni las dudas

persistentes de Ron, podían extinguir: su determinada

indiferencia era tan mala como el diluvio que caía

empapando sus espíritus. Pero ninguno podía erosionar

su certeza, que era absoluta. La creencia de Harry y el

deseo por las Reliquias le consumían de tal manera que

se sentía aislado de los otros dos y su obsesión con las

horcuxes.

-¿Obsesión? -dijo Hermione con un feroz tono bajo,

cuando, una tarde, Harry fue lo suficientemente

descuidado para usar esta palabra cuando Hermione lo

despidió por su falta de interés en localizar más

horcruxes-. ¡No somos nosotros los que estamos

obsesionados, Harry! ¡Somos los que intentamos hacer

lo que Dumbledore quería que hiciéramos!

Pero era impenetrable a la crítica. Dumbledore había

dejado el símbolo de las Reliquias para que Hermione lo

descifrara. Y también había dejado, Harry estaba

convencido, la Piedra de Resurreción dentro de la

snitch dorada.  Ninguno puede vivir mientras el otro 

- 525 -

sobreviva… Amo de la muerte… ¿Por qué no lo entendían Ron y Hermione?

-El último enemigo que ha de ser vencido es la muerte 

- Citó Harry calmadamente.

-Pensaba que era con quien-tu-sabes con quien

deberíamos pelearnos.- Replicó Hermione, y Harry se

dio por vencido con ella.

Incluso el misterio de la cierva plateada, que los otros

dos insistían en discutir, le parecía a Harry menos

importante ahora, apenas un entretenimiento

secundario. La única otra cosa que le importaba era

que su cicatriz empezaba a picarle otra vez, aunque se

esforzaba en escondérselo a los otros dos. Buscaba la

soledad cada vez que podía, pero se decepcionaba de

lo que veía. Las visiones que él y Voldemort compartían

habían disminuido en calidad, se habían vuelto

borrosas, como si entraran y salieran de foco. Harry

apenas podía ver los rasgos indistinguibles de un objeto

que parecía ser una calavera y algo que parecía una

montaña, más de sombras que sólida. Acostumbrado a

imágenes nítidas como la realidad, Harry estaba

desconcertado con el cambio. Le preocupaba que el

enlace entre él y Voldemort estuviera dañado, un

enlace al que tenía tanto miedo e, independientemente

de lo que le dijera a Hermione, tanto aprecio. De algún

modo Harry conectó estas ideas poco consistentes y

vagas con la destrucción de su varita, como si la

defectuosa varita de espino fuera la causante de no

poder ver en la mente de Voldemort tan bien como

antes.

- 526 -

Mientras pasaban las semanas, Harry no pudo dejar de notar, a pesar incluso de su nueva obsesión, que Ron

parecía estar más incolucrado. Quizás porque estaba

decidido a compensar el haberles dejado, quizás

porque la desgana de Harry impulsó sus cualidades de

liderazgo aletargadas, Ron era ahora más alentador y

les animaba a los otros dos a la acción.

-Han desaparecido Tres Horcruxes -les decía-.

¡Necesitamos un plan de acción, vamos! ¿Dónde no

hemos mirado? Repasémoslo otra vez. El orfanato…

El Callejón Diagon, Hogwarts, la casa de Riddle, Borgin

y Burkes, Albania… Ron y Hermione repasaron otra vez

cada lugar en el que sabían que Tom Riddle había

vivido o trabajado, visitado o asesinado alguna vez,

mientras Harry sólo participaba para evitar que

Hermione le siguiera hostigando. Habría sido feliz

sentándose a solas en silencio, tratando de leer el

cerebro de Voldemort mientras buscaba la Antigua

Varita, pero Ron insistía en viajar a lugares improbables solamente, Harry era consciente, para mantenerles en

movimiento.

-Tú no lo sabes -era el estribillo constante de Ron-.

Upper Flagley es un pueblo de magos, podría haber

vivido allí. Vayamos y echemos un vistazo.

Estas incursiones frecuentes a territorio mágico los

expusieron algunas veces a la vista de los

Merodeadores.

-Algunos de ellos se creen tan malos como mortífagos –

dijo Ron-. La mayoría de los que me cogieron eran un

- 527 -

poco patéticos, pero Bill cree que algunos de ellos son muy peligrosos. Lo dijeron en Potterwatch…

-¿En dónde? -preguntó Harry.

"En Potterwatch, ¿no te dije que se llamaba así? El

programa que intento captar con la radio, el único que

dice la verdad sobre lo que esta ocurriendo! Casi todos

los programas siguen la línea de quién-tu-sabes, todos

salvo Potterwatch, quiero que lo escuches, pero es

difícil de sintonizar… -Ron empleó tarde tras tarde en

usar su varita para tocar varios ritmos encima de la

radio mientras el dial giraba. Ocasionalmente captaban

retazos de consejos sobre cómo tratar dragonpox, y una

vez algunas estrofas de "Un caldero lleno del amor

caliente y fuerte". Mientras se escuchaba, Ron seguía intentando golpear la contraseña correcta, farfullando

retahílas de palabras aleatorias bajo su aliento.

-Normalmente son algo relacionado con la Orden -les

dijo-. Bill tenía un verdadero don para adivinarlas. Hay

que poner una al final.

Pero hasta marzo, Ron no tuvo suerte. Harry estaba

sentado en la entrada de la tienda, haciendo guardia,

mirando fijamente un racimo de jacintos de uva que

había encontrado un camino para salir a través del frío

suelo, cuando Ron gritó con excitación desde el interior

de la tienda.

-Lo he conseguido, ¡lo he conseguido! ¡La palabra clave

era "Albus"! Ven aquí, Harry.

- 528 -

Despertado por primera vez en muchos días de su meditación en las Reliquias de la Muerte, Harry volvió

rápidamente dentro de la tienda para encontrar a Ron y

Hermione arrodillados en el suelo al lado de la pequeña

radio. Hermione, que había estado sacando brillo a la

espada de Gryffindor sólo por hacer algo, estaba

sentada boquiabierta, mirando fijamente el diminuto

altavoz, del que salía una voz más que familiar.

"… se piden disculpas por nuestra ausencia temporal de las ondas aéreas, debido a varias visitas a domicilio en nuestra zona de esos encantadores mortífagos."  

-Pero ése es Lee Jordan! –dijo Hermione.

-¡Lo sé! –dijo Ron sonriendo radiantemente-. Mola, ¿no?

"… hemos conseguido otra ubicación segura", decía Lee, 

“y estoy encantado de comunicaros que dos de nuestros colaboradores regulares se han reunido conmigo aquí 

esta noche. Hola, chicos!"  

"Hola." 

"Hola, River."  

-River es Lee, -explicó Ron-. Todos tienen nombres en

clavel, pero se puede saber generalmente….

-Shh! -dijo Hermione.

"Pero antes de que oigamos a Royal y Romulus", siguió Lee, "Dedicaremos un momento para informar sobre unas muertes que las noticias de la Wizarding Wireless 

- 529 -

Network y El Profeta no han considerado lo suficientemente importantes como para mencionarlas. 

Informamos con gran pesar a nuestros oyentes de los 

homicidios de Ted Tonks y Dirk Cresswell."  

Harry sintió un dolor, bajando por el estómago. Él, Ron,

y Hermione se miraron horrorizados.

"También murió un duende conocido como Gornuk. Se cree que Dean Thomas, nacido de Muggles, así como un 

segundo duende, que estarían viajando con Tonks, 

Cresswell y Gornuk, podrían haber escapado. Si Dean 

está escuchando, o si alguien tiene cualquier noticia de su paradero, sus padres y hermanas están desesperados por saber algo.  

"Mientras tanto, en Gaddley, una familia Muggle de cinco miembros ha sido encontrada muerta en su casa. 

Las autoridades Muggles atribuyen sus muertes a una 

fuga de gas, pero los miembros de la Orden del Fénix 

me informan que lo hicieron con una maldición 

mortal… Mas evidencias, si fueran necesarias, del 

hecho de que la caza de Muggles se está convirtiendo 

en poco más que un deporte recreativo bajo el nuevo 

régimen.  

"Finalmente, lamentamos informar a nuestros oyentes que los restos de Bathilda Bagshot han sido 

descubiertos en el valle de Godric. Las pruebas indican que murió hace varios meses. La Orden del Fénix nos 

informa que su cuerpo indicaba inconfundibles señales de lesiones infligidas por Magos oscuros.  

- 530 -

"Oyentes, me gustaría invitaros a que os unais en un minuto de silencio en memoria de Ted Tonks, Dirk 

Cresswell, Bathilda Bagshot, Gornuk, y los 

desconocidos, pero no menos lamentados, Muggles 

asesinados por los Mortífagos."  

El silencio cayó, y Harry, Ron, y Hermione no hablaron.

La mitad de Harry deseaba seguir escuchando, mientras

la otra mitad de él estaba asustada de lo que poder

venir después. Era la primera vez que se había sentido

completamente conectado con el mundo exterior desde

hacía mucho tiempo.

"Gracias", dijo la voz de Lee. "Y ahora podemos regresar con nuestro colaborador habitual Royal, para una actualización de cómo está afectando al mundo 

Muggle el nuevo orden."  

"Gracias, River",  dijo una inconfundible voz, honda, mesurado, alentadora.

-Kingsley! -explotó Ron.

-¡Lo sabemos! -dijo Hermione, haciéndolo callar.

"Los Muggles siguen ignorantes del origen de su 

sufrimiento mientras continúan teniendo gran número 

de víctimas", dijo Kingsley. "Sin embargo, seguimos escuchando historias realmente inspiradoras de magos 

y brujas que arriesgan su propia integridad para 

proteger a Muggle amigos y vecinos, a menudo sin el 

conocimiento de los Muggles. Me gustaría apelar a 

todos nuestros oyentes a imitar su ejemplo, quizás 

creando un encanto protector sobre cualquier casa de 

- 531 -

Muggles que halla en tu calle. Podrían salvarse muchas vidas simplemente con esta medida."  

"¿Y qué dirías, Royal, a los oyentes que responden que en esta época peligrosa, debe seguirse el ‘los Magos 

primero’?” Preguntó Lee.  

"Diría que hay un paso breve de "los Magos Primero" a 

"los Sangre Pura primero", y luego a Mortífago”, respondió Kingsley. "Todos somos humanos, ¿no? Cada vida humana es digna de lo mismo, y digna de 

salvarse."  

"Excelentemente expuesto, Royal, y tienes mi voto para Ministro de Magia si alguna vez nos desacemos de este desorden", dijo Lee. "Y ahora, oigamos a Romulus en nuestro popular sección ‘Amigos de Potter.’" 

"Gracias, River" , dijo otra voz muy familiar. Ron empezó a hablar, pero Hermione se anticipó a él en un

susurro.

-¡Sabemos que es Lupin!

-Romulus, ¿sostienes que, como haces cada vez que 

apareces en nuestro programa, ese Harry Potter 

todavía está vivo?"  

-Lo hago – dijo Lupin firmemente-. En mi opinión, no 

hay absolutamente ninguna duda de que los mortífagos 

habrían anunciado su muerte tan extensamente como 

hubieran podido, si ésta hubiera ocurrido, porque daría un golpe mortal en la moral de aquellos que resisten el nuevo régimen. ‘El niño que vivió’ sigue siendo un 

símbolo de todo aquello por lo que estamos peleando: 

- 532 -

el triunfo del bien, el poder de la inocencia, la necesidad de resistir."  

Una mezcla de gratitud y vergüenza brotó en Harry.

¿Lupin lo había perdonado, entonces, por las cosas

terribles que le había dicho la última vez que se habían

visto?

“¿Y qué le dirías a Harry si supieras que nos está 

escuchando, Romulus?"  

"Le diría que estamos todos con él en espítritu", dijo Lupin, luego vaciló ligeramente, "Y le diría que siga sus instintos, que casi siempre son correctos."  

Harry miró Hermione, cuyos ojos estaban llenos de las

lágrimas.

"Casi siempre correctos", repitió.  

-Oh, ¿no te lo dije? –dijo Ron con sorpresa-. ¡Bill me

dijo que Lupin está viviendo con Tonks otra vez! Y por

lo visto ella se está poniendo enorme …

"… ¿y nuestro habitual repaso a los amigos de Harry Potter que están sufriendo por su lealtad?" dijo Lee. 

"Bueno, como los oyentes habituales sabrán, varios conocidos seguidores de Harry Potter están ahora 

prisioneros, incluyendo a Xenophilius Lovegood, ahora ex-editor de El Quisquilloso" -dijo Lupin. 

-¡Al menos todavía está vivo! -farfulló Ron.

- 533 -

-También hemos oído en las últimas horas que Rubeus Hagrid -Los tres jadearon, y casi se perdieron el resto de la frase-... bien conocido guardabosques de la 

Escuela Hogwarts, ha escapado por poco al arrestro 

dentro de los terrenos de Hogwarts, donde se rumorea 

que ha estado celebrando reunidones de "Apoya a Harry Potter" en su casa. Sin embargo, sin embargo no ha sido detenido, y está, creemos, fugado. 

-Supongo que ayuda, cuando estas escapando de los 

mortifagos, tener un medio hermano de 10 metros de 

altura, ¿no? -preguntó Lee. 

-Te da cierta ventaja -estuvo de acuerdo Lupin 

gravemente-. Puedo añadir que aunque desde aqui 

aplaudo el espíritu de Apoyo a Potter de Hagrid, 

urgimos incluso a los más devotos partidarios de Harry a no seguir su ejemplo. Las reuniones de "Apoyo a Harry Potter" son desaconsejables con el presente clima. 

-Efectivamente lo son, Romulus -dijo Lee-, ¡así que 

sugerimos que continuéis mostrando vuestra devoción 

al  hombre  de  la  cicatriz  en  forma  de  relámpago escuchando Potterwarth! Y ahora cambiemos a las 

noticias sobre el mago que ha probado ser tan 

escurridizo como Harry Potter. Nos gusta referirnos a él como el Jefe de los Mortífagos, y aquí estamos para que den sus opiniones sobre algunos de los rumores 

malsanos que circulan sobre él. Me gustaría presentar a un nuevo corresponsal, ¿Roedor? 

-¿ Roedor? -digo otra voz familiar, y Harry, Ron, y Hermione gritaron juntos.

- 534 -

-¡Fred!

-No... ¿es George?

-Es Fred, creo -dijo Ron, inclinándose más cerca,

mientras fuera quien fuera el gemelo decía,

-No voy a ser "Roedor", de ninguna manera, ¡Te dije que quería ser "Estoque"! 

-Oh, vale entonces, Estoque, ¿podrías ponernos al 

corriente sobre las variadas historias que hemos estado oyendo sobre el Jefe de los Mortifagos? 

-Si, Rio, puedo -dijo Fred-. Como nuestros oyentes 

sabrán, a menos que se hayan estado refugiando en el 

fondo de la charca de un jardín o en algún sitio similar, la estrategia de Quien-no-debe-ser-nombrado de 

permanecer en la sombra a creado un agradable clima 

de pánico. Si todas los presuntos avistamientos fueran genuinos, tendríamos al menos diecinueve Quien-vosotros-Sabéis sueltos por ahí. 

"Es lo que le conviene, por supuesto", dijo Kingsley. "El aire de misterio está creando más terror que si se 

mostrara abiertamente."  

"Estoy de acuerdo", dijo Fred. "Así que, gente, intentemos calmarnos un poco. Las cosas son 

suficientemente malas sin tener que inventar cosas 

también. Por ejemplo, esta nueva idea de que Tú-

Sabes-Quién puede matar a la gente con la sola mirada de sus ojos. Eso es un basilisco, oyentes. Una prueba simple: verifica que la cosa que tienes ante ti tiene 

- 535 -

piernas. Si las tiene, es seguro mirarle a los ojos, aunque si es de verdad Tú-Sabes-Quién, seguramente 

será lo último que hagas."  

Por primera vez en muchas semanas, Harry se estaba

riendo: podía sentir como le abandonaba el peso de la

tensión.

"¿Y los rumores de que se le ha visto en el extranjero?" 

preguntó Lee.

"¿Bueno, a quién no le gustaría tener unas pequeñas vacaciones después de lo duro que ha estado 

trabajando?" preguntó Fred. "Apuntaros esto, gente, no os dejéis llevar por una falsa sensación de seguridad, pensando que está fuera del país. Tal vez lo esté, tal vez no, pero el hecho es que puede moverse más rápido de lo que Severus Snape huye del champú cuando 

quiere hacerlo, así que no cuentes con que él esté muy lejos si estás planeando correr algún riesgo. ¡No creía que me escucharía nunca decir esto, pero la seguridad primero!"  

"Muchas gracias por estas sabias palabras, Estoque", Lee dijo. "Oyentes, con esto llegamos al final de otro Potterwatch. No sabemos cuándo será posible 

transmitir otra vez, pero puedes estar seguro de que 

volveremos. Sigue girando el dial: la próxima 

contraseña será "Ojo-Loco". Cuidaros. Mantened la fe. 

Buenas noches."  

El dial de la radio giró y las luces del panel de

sintonización se extinguieron. Harry, Ron, y Hermione

todavía estaban sonriendo radiantemente. Escuchar

- 536 -

esas voces familiares y amigables era un tónico raro; Harry se había acostumbrado tanto a su aislamiento que

casi había olvidado que había otras personas resistiendo

a Voldemort. Era como despertar de un sueño largo.

-¿Bueno, ¿eh? –dijo Ron con felicidad.

-Brillante -dijo Harry.

-Es tan valiente por su parte –dijo Hermione con

admiración-. Si les encuentran…

-Bueno, se mantienen en movimiento, ¿no? –dijo Ron-.

De la misma manera que nosotros.

-¿Pero escuchaste lo que dijo Fred? -preguntó Harry con

excitación; ahora que la transmisión se había

terminado, sus pensamientos volvieron hacia su

absorbente obsesión-. ¡Está en el extranjero! Todavía

está buscando la varita, ¡lo sabía!

-Harry…

-Vamos, Hermione, ¿por qué estás tan decidida a no

admitirlo? Vol…"

-Harry, ¡no!

-…demort está detrás de la Antigua Varita!

-¡El nombre es tabú! –bramó Ron, saltando sobre sus

pies cuando un fuerte chasquido sonó fuera de la

tienda-. Te lo dije, Harry, te lo dije, no podemos

decirlo más… tenemos que volver a poner la protección

- 537 -

alrededor nuestro… rápido… es cómo localizan… -pero Ron dejó de hablar, y Harry supo por qué. El

Chivatoscopio se había iluminado y empezado a girar

sobre la mesa; podían escuchar voces acercarse más y

más: voces excitadas. Ron se sacó el Desiluminador del

bolsillo y lo accionó: las lámparas se apagaron.

-¡Sal de ahí con las manos arriba! –dijo una voz ronca a

través de la oscuridad-. ¡Sabemos que estás ahí!

¡Tienes media docena de varitas apuntándote y no nos

importa a quién le echamos una maldición!

- 538 -

Capítulo Veintitrés

La mansión Malfoy

H  arry miró alrededor hacia los otros dos,

ahora meros contornos en la oscuridad. Vio a Hermione

apuntar su varita, no hacia el exterior, sino hacia su

cara. Hubo un estallido, una ráfaga de luz blanca, y

Harry se retorció en agonía, incapaz de ver. Podía

sentir que su cara se hinchaba con rapidez bajo sus

manos, mientras pesados sonidos de pasos lo rodeaban.

-Levántate, alimaña.

Manos desconocidas levantaron a Harry con

brusquedad del suelo. Antes de poderlos detener,

alguien hurgó en sus bolsillos y sacó la varita de

endrino. Harry se apretó la cara, que le dolía

terriblemente. Parecía irreconocible bajo sus dedos,

tirante, hinchada e inflamada, como si hubiera sufrido

- 539 -

una violenta reacción alérgica. Sus ojos se habían reducido a ranuras por las que apenas podía ver; sus

gafas se cayeron cuando lo sacaron atado de la tienda:

todo lo que podía apreciar eran las borrosas formas de

cuatro o cinco personas arrastrando también a Ron y

Hermione fuera, que forcejeaban.

-¡Apartaros… de… ella! –gritó Ron. Hubo el

inconfundible sonido de puños golpeando carne: Ron

gruñó de dolor y Hermione gritó:

-¡No! ¡Dejadlo en paz, dejadlo en paz!

-A tu novio le van a hacer cosas peores que estas si

está en mi lista.   –dijo la voz horriblemente familiar y rasposa-. Una chica deliciosa… qué bocado… me

encanta la suavidad de su piel…

El estómago de Harry se revolvió. Supo quién era,

Fenrir Greyback, el hombre lobo al que se le permitía

llevar ropas de mortífago a cambio de contratar su

salvajismo.

-¡Registrad la tienda! –dijo otra voz.

Harry  fue  arrojado  de  cabeza  al  suelo.  Un  golpe

sordo le contó que habían tirado a Ron a su lado.

Pudieron oír pasos y estrépito; estaban tirando sillas

dentro de la tienda mientras buscaban.

-Ahora, veamos a quiénes tenemos –dijo la voz de

Greyback con deleite por encima de sus cabezas, y a

Harry lo giraron hasta quedar boca arriba. El rayo de

luz de una varita cayó en su cara y Greyback se rió.

- 540 -

-Necesitaré cerveza de mantequilla para lavar a este. ¿Qué te ha pasado, feo?

Harry no contestó de inmediato.

-He  dicho –repitió Greyback, y Harry recibió un golpe en el diafragma que lo hizo doblarse de dolor-. ¿Qué te

pasó?

-Picado –farfulló Harry-. Me picaron.

-Sí, lo parece –dijo una segunda voz.

-¿Cómo te llamas? –gruño Greyback.

-Dudley –dijo Harry.

-¿Y tu nombre?

-Yo… Vernon. Vernon Dudley

-Comprueba la lista, Scabior –dijo Greyback, y Harry

lo oyó moverse lateralmente para bajar la vista hacia

Ron-. ¿Y qué hay de ti, pelirrojo?

-Stan Shunpike –dijo Ron.

-¡Y un cuerno! –dijo el hombre llamado Scabior-.

Conocemos a Stan Shunpike, ha hecho algunas cosas

para nosotros.

Hubo otro golpe sordo.

- 541 -

-Soy Barny –dijo Ron, y Harry pudo notar que su voz estaba llena de sangre-. Barny Weasley

-¿Un Weasley? –dijo Greyback con voz rasposa-. Así

que estás emparentado con esos traidores de sangre

incluso si no eres un sangre sucia. Y finalmente, tu

pequeña y guapa amiga… -el deleite de su voz le puso

la carne de gallina a Harry.

-Calma, Greyback –dijo Scabior por encima de las

mofas de los otros.

-Oh, todavía no la voy a morder. Veremos si es un

poco más rápida que Barny en recordar su nombre.

¿Quién eres, niña?

-Penelope Clearwater –dijo Hermione. Sonaba

aterrorizada, pero convincente.

-¿Cuál es tu estatus de sangre?

-De sangre mezclada –dijo Hermione.

-Bastante fácil de comprobar –dijo Scabior-. Pero

todos estos parecen tener edad de estar en Hogwarts…

-Nos hemos ido –dijo Ron.

-¿Así que os habéis ido, eh, pelirrojo? –dijo Scabior-.

¿Y decidisteis ir de camping? ¿Y pensasteis, que para

reíros, podíais usar el nombre del Señor Tenebroso?

-No para reírnos –dijo Ron-. Un accidente.

- 542 -

-¿Accidente? –hubo más risas burlonas.

-¿Sabes quién solía usar el nombre del Señor

Tenebroso, Weasley? –gruñó Greyback-. La Orden del

Fénix. ¿Te dice algo?

-No.

-Bueno, no le muestran el debido respeto al Señor

Tenebroso, así que el nombre se ha hecho Tabú. Unos

pocos miembros de la Orden han sido rastreados de esa

forma. Ya veremos. ¡Atadlos con los otros dos

prisioneros!

Alguien levantó a Harry por el pelo, lo arrastró un

corto espacio, lo empujó hasta dejarlo sentado y

empezó a atarlo espalda contra espalda con otra gente.

Harry todavía estaba medio ciego, apenas capaz de ver

nada a través de sus hinchados ojos. Cuando por fin el

hombre que los ataba se marchó, Harry le susurró a los

otros prisioneros:

-¿Alguien todavía tiene varita?

-No –dijeron Ron y Hermione a cada lado.

-Esto es todo culpa mía. Dije el nombre. Lo siento…

-¿Harry?

Era una voz nueva pero conocida, y venía

directamente de detrás de Harry, de la persona atada a

la izquierda de Hermione.

- 543 -

-¿ Dean?

-¡Eres  ! ¡Si se enteran de a quién han cogido…! Son Merodeadores, sólo están buscando a gente haciendo

novillos para sacar dinero…

-No ha sido un mal botín para una noche –estaba

diciendo Greyback, cuando un par de botas con

tachuelas pasaron cerca de Harry, y oyeron más golpes

desde el interior de la tienda-. Un sangre sucia, un

duende fugitivo y estos haciendo novillos. ¿Ya

comprobaste sus nombres en las listas, Scabior? –rugió.

-Sí, no hay ningún Vernon Dudley aquí, Greyback.

-Interesante –dijo Greyback-. Eso es interesante.

Se puso de cuclillas junto a Harry, que vio, a través

del hueco infinitesimal que quedaba entre sus

hinchadas pestañas, una cara cubierta de pelo gris

enmarañado y bigotes, con dientes marrones

puntiagudos y llagas en las comisuras de la boca.

Greyback olía de la misma forma que en la torre donde

Dumbledore había muerto: a suciedad, sudor y sangre.

-¿Así que no te buscan, eh, Vernon? ¿O estás en esa

lista con un nombre diferente? ¿En qué casa estabas en

Hogwarts?

-Slytherin –dijo Harry automáticamente.

-Es gracioso como piensan todos que queremos oír

eso –dijo Scabior con malicia desde las sombras-. Pero

ninguno nos puede decir dónde está la sala común.

- 544 -

-Está en las mazmorras –dijo Harry con claridad-. Se entra por la pared. Está llena de cráneos y demás, y

bajo el lago, por lo que las luces son verdes.

Hubo una breve pausa.

-Bueno, parece que realmente hemos pillado un

pequeño Slytherin –dijo Scabior-. Bien por ti, Vernon,

porque no hay demasiados sangre sucia Slytherins.

¿Quién es tu padre?

-Trabaja en el Ministerio –mintió Harry. Sabía que

toda la historia se podría derrumbar con la más mínima

investigación, pero por otro lado, sólo tenía tiempo

hasta que su cara volviese a su apariencia normal,

porque para entonces el juego se habría acabado-.

Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes.

-Sabes que, Greyback –dijo Scabior-. Creo que hay un

Dudley allí.

Harry apenas podía respirar: ¿podría la suerte, la

pura suerte, sacarlos indemnes de esta?

-Bien, bien –dijo Greyback. Harry pudo oír una

pequeña nota de turbación en esa voz cruel, y supo que

Greyback se estaba preguntando si de hecho acababa

de atacar y atar al hijo de un oficial del Ministerio. El corazón de Harry estaba golpeando contra sus costillas;

no se habría sorprendido de saber que Greyback podía

verlo-. Si estás diciendo la verdad, feo, no tienes nada

que temer de un viaje al Ministerio. Espero que tu

padre nos recompense por recogerte.

- 545 -

-Pero –dijo Harry, con la boca seca-, si nos dejase…

-¡Eh! –se escuchó un grito del interior de la tienda-.

¡Mira esto, Greyback!

Una figura oscura se movió de prisa hacia ellos, y

Harry vio un destello de plata bajo la luz de las varitas.

Habían encontrado la espada de Gryffindor.

-Muuy bonita –dijo Greyback con admiración,

cogiéndola de su compañero-. Oh, muy bonita, sí.

Parece fabricada por duendes. ¿De dónde sacaste algo

como esto?

-Es de mi padre –mintió Harry, esperando contra toda

esperaza que estuviese lo suficientemente oscuro como

para que Greyback no viese el nombre grabado bajo la

empuñadura-. La cogimos prestada para cortar leña…

-¡Espera un minuto, Greyback! ¡Mira esto, en el

Profeta!

Cuando Scabior lo dijo, la cicatriz de Harry, que

estaba tensa en su dilatada frente, le ardió

salvajemente. Con más claridad de la que podía ver a

su alrededor, vio un altísimo edificio, una fortaleza

sombría, negro azabache y prohibida. De repente los

pensamientos de Voldemort se habían vuelto de nuevo

afilados; se estaba deslizando hasta el gigante edificio

con un sentimiento de calmada y eufórica intención…

Tan cerca… tan cerca…

- 546 -

Con un enorme esfuerzo Harry cerró su mente a los pensamientos de Voldemort, llevéndose de vuelta a

donde estaba sentado, atado a Ron, Hermione, Dean, y

Griphook en la oscuridad, escuchando a Greyback y

Scabior.

- Hermione Granger –estaba diciendo Scabior-.  La sangre sucia de la que se tiene constancia que viaja con Harry Potter.

La cicatriz de Harry ardió en el silencio, pero él hizo

un esfuerzo supremo para mantenerse presente, para

no deslizarse en la mente de Voldemort. Oyó el crujido

de las botas de Greyback cuando se puso de cuclillas,

enfrente de Hermione.

-¿Sabes qué, niñata? Esta imagen se parece mucho a

ti.

-¡No es así! ¡No soy yo!

El aterrorizado chillido de Hermione fue tan bueno

como una confesión.

-…  se tiene constancia de que viaja con Harry Potter

–repitió Greyback tranquilamente.

Una quietud se había instalado sobre la escena. La

cicatriz de Harry estaba completamente dolorida, pero

luchó con todas sus fuerzas contra la atracción de los

pensamientos de Voldemort. Nunca había sido tan

importante permanecer en su propia mente.

- 547 -

-Bueno, esto cambia las cosas, ¿no? –susurró Greyback. Nadie habló. Harry sintió a la banda de

Saqueadores mirando, paralizados, y notó el brazo de

Hermione temblar contra el suyo. Greyback se levantó

y dio un par de pasos hacia donde estaba sentado

Harry, agachándose de nuevo para mirar de cerca a sus

deformadas facciones.

-¿Qué es eso que tienes en la frente, Vernon? –

preguntó suavemente, su aliento nauseabundo en la

nariz de Harry cuando presionó un asqueroso dedo

contra la tensa cicatriz.

-¡No lo toques! –gritó Harry; no pudo evitarlo. Pensó

que podría estar enfermo por el dolor que le causaba.

-Creí que llevabas gafas, Potter –susurró Greyback.

-¡Encontré gafas! –gritó uno de los Saqueadores que

merodeaba de fondo-. Había gafas en la tienda,

Greyback, espera…

Y segundos después las gafas de Harry habían sido

colocadas de vuelta en su cara. Los Saqueadores ahora

se estaban acercando, tratando de verlo.

-¡Es él! –raspó Greyback-. ¡Hemos cogido a Potter!

Todos dieron algunos pasos hacia atrás, aturdidos por

lo que habían hecho. Harry, todavía luchando por

mantenerse en su propia cabeza dolorida, no podía

pensar en nada que decir. Visiones fragmentadas

estaban traspasando la superficie de su mente…

- 548 -

…se estaba deslizando alrededor de los altos muros de la fortaleza negra…

No, era Harry, atado y sin varita, en grave peligro…

…mirando hacia arriba, hacia la ventana más alta, la 

torre más alta…

Era Harry, y estaban discutiendo su destino en voces

bajas…

…hora de volar…

-…al Ministerio?

-A la mierda el Ministerio –gruñó Greyback-. Se

llevarían el mérito, y nosotros nos quedaríamos sin

nada. digo que se lo llevemos directamente a Quien-tú-

sabes.

-¿Lo vas a convocar? ¿Aquí? –dijo Scabior, sonando

sobrecogido, aterrorizado.

-No –gruñó Greyback-. No tengo… dicen que está

usando la casa de los Malfoy como base. Llevaremos al

chico allí.

Harry creyó saber porqué Greyback no llamaba a

Voldemort. Al hombre lobo le podrían haber permitido

llevar ropas de mortífago cuando querían usarlo, pero

sólo el círculo íntimo de Voldemort era marcado con la

Marca Tenebrosa: a Greyback no se le había concedido

ese honor superior.

- 549 -

La cicatriz de Harry le quemó otra vez…

…y se elevó en el cielo, volando directo hacia las 

ventanas en lo más alto de la torre…

-…completamente seguro de que es él? Porque si no

lo es, Greyback, estamos muertos.

-¿Quién está al mando, aquí? –rugió Greyback,

cubriendo su momento de insuficiencia-. Yo digo que es

Potter, además de su varita, ¡y eso son doscientos mil

galeones aquí mismo! Pero si no tenéis las agallas

suficientes para venir, ninguno de vosotros, es todo

para mí, y con algo de suerte, ¡además me llevaré a la

chica!

…la ventana era una mínima ranura en la roca negra, 

no lo suficientemente grande para que entrase un 

hombre… una figura esquelética era visible a través de ella, acurrucada bajo una manta… ¿Muerta o 

durmiendo?

-¡Muy bien! –dijo Scabior-. ¡Muy bien, estamos en

esto! ¿Y qué pasa con los otros, Greyback, qué haremos

con ellos?

-Bien podríamos llevarlos a todos. Tenemos dos

sangres sucia, eso son otros diez galeones. Dame

también la espada. Si son rubíes, tenemos otra pequeña

fortuna aquí.

Arrastraron a los prisioneros para ponerlos de pie.

Harry pudo escuchar la respiración de Hermione, rápida

y aterrorizada.

- 550 -

-Agarradlos, y fuerte. ¡Yo cojo a Potter! –dijo Greyback, agarrando un puñado del cabello de Harry.

Harry pudo sentir sus largas uñas amarillas arañándole

el cráneo-. ¡A la de tres! Uno… dos… tres…

Se Desaparecieron, llevando a los prisioneros con

ellos. Harry luchó, intentando apartar la mano de

Greyback, pero fue inútil: Ron y Hermione estaban

apretados con fuerza contra él a cada lado; no se podía

separar del grupo, y cuando el aliento se escapó de sus

pulmones, su cicatriz ardió todavía más

dolorosamente…

…cuando se forzó a pasar a través de la ranura de

una ventana como una serpiente y aterrizó ligeramente

como vapor en el interior de la celda…

Los prisioneros se chocaron unos contra otros cuando

aterrizaron en un camino rural. A los ojos de Harry,

todavía hinchados, les llevó un momento aclimatarse.

Entonces vio un par de verjas de hierro forjado al

principio de lo que parecía ser un camino de entrada.

Experimentó un pequeño alivio. Lo peor aún no había

pasado: Voldemort no estaba allí. Estaba, Harry sabía,

en la cima de una torre. Lo que tardaría Voldemort en

llegar a este lugar una vez que supiese que Harry

estaba allí, era otro asunto…

Uno de los Saqueadores avanzó hacia las rejas y las

sacudió.

-¿Cómo entramos? Están cerradas, Greyback, no

puedo… ¡Caray!

- 551 -

Apartó las manos asustado. El hierro se estaba retorciendo, doblándose para pasar de los abstractos

rollos y espirales a una cara espantosa, que habló en

una voz metálica y retumbante: -¡Declara tu propósito!

-¡Tenemos a Potter! –rugió Greyback con triunfo-.

¡Hemos capturado a Harry Potter!

Las verjas se abrieron.

-¡Vamos! –le dijo Greyback a sus hombres. Movieron

a los prisioneros por las rejas y por el camino, entre

altos setos que amortiguaban sus pasos. Harry vio una

forma blanca fantasmal sobre él, y se dio cuenta de

que era un pavo real albino. Se tropezó y Greyback lo

enderezó; ahora avanzaba tambaleante por el lateral,

atado espalda contra espalda a los otros cuatro

prisioneros. Cerrando sus hinchados ojos, permitió que

el dolor de la cicatriz lo abrumase por un momento,

queriendo saber lo que estaba haciendo Voldemort, si

sabía que habían cogido a Harry…

La consumida figura se estiró bajo la delgada manta 

y se dio la vuelta hacia él, abriendo los ojos en una cara cadavérica… el frágil hombre se sentó, con los 

ojos hundidos fijos en él, en Voldemort, y entonces 

sonrió. Le faltaban la mayoría de los dientes…

-Así que has venido. Pensé que lo harías… un día. 

Pero tu viaje ha sido en vano. Nunca la tuve.

-¡Mientes!

- 552 -

Cuando la rabia de Voldemort vibró en su interior, la cicatriz de Harry amenazó con estallar de dolor, por lo

que obligó a su mente a volver a su propio cuerpo,

luchando para mantenerse presente mientras los

prisioneros eran empujados sobre la grava.

La luz se derramó sobre todos ellos.

-¿Qué es esto? –dijo la voz fría de una mujer.

-¡Estamos aquí para ver a El-que-no-debe-ser-

nombrado! –raspó Greyback.

-¿Quién eres tú?

-¡Sabes quién soy! –hubo resentimiento en la voz del

hombre lobo-. ¡Fenrir Greyback! ¡Hemos cogido a Harry

Potter!

Greyback agarró a Harry y lo arrastró hacia la luz,

forzando a los otros prisioneros a arrastrase con él.

-Lo sé, está hinchado, señora, ¡pero es él! –apuntó

Scabior-. Si lo mira un poco más cerca, verá su cicatriz.

Y esta aquí, ¿ve a la chica? Es la sangre sucia que ha

estado viajando con él, señora. No hay duda de que es

él, ¡y también tenemos su varita! Aquí, señora…

A través de sus hinchados ojos, Harry vio a Narcissa

Malfoy examinando su inflamada cara. Scabior le pasó

la varita de endrino. Ella levantó las cejas.

-Traedlos dentro –dijo.

- 553 -

Harry y los otros fueron empujados a golpes por los amplios escalones de piedra hasta llegar a un vestíbulo

con retratos alineados.

-Seguidme –dijo Narcissa, encabezando la marcha por

el  pasillo-.  Mi  hijo,  Draco,  está  en  casa  por  las vacaciones de Semana Santa. Si ese es Harry Potter, él

lo sabrá.

El salón deslumbraba después de la oscuridad

exterior; incluso con los ojos casi cerrados, Harry podía distinguir las amplias proporciones de la habitación.

Una lámpara de araña colgaba del techo, había más

retratos en las paredes de color morado oscuro. Dos

figuras se levantaron de sus sillas situadas enfrente de

una recargada chimenea de mármol cuando los

prisioneros fueron introducidos a la fuerza en la

habitación por los Saqueadores.

-¿Qué es esto?

La espantosamente conocida y arrastrada voz de

Lucius Malfoy llegó a los oidos de Harry. Ahora le

estaba entrando pánico. No podía ver una salida, y era

más fácil, mientras su miedo aumentaba, bloquear los

pensamientos de Voldemort, aunque su cicatriz todavía

seguía quemando.

-Dicen que tienen a Potter –dijo la fría voz de

Narcissa-. Draco, ven aquí.

Harry no se atrevió a mirar directamente a Draco,

sino que lo miró de soslayo: una figura ligeramente más

- 554 -

alta que él levantándose de un sillón, su cara un pálido y puntiagudo borrón bajo el cabello rubio blanquecino.

Greyback obligó a los prisioneros a girarse de nuevo

para colocar a Harry directamente bajo la lámpara de

araña.

-¿Bien, chico? –raspó el hombre lobo.

Harry estaba de cara a un espejo sobre la chimenea,

un enorme objeto dorado en un marco intrincado y con

volutas. A través de las ranuras de sus ojos vio su

propio reflejo por primera vez desde que dejaron

Grimmauld Place.

Su cara estaba enorme, brillante y rosa, todas sus

facciones distorsionadas por la maldición de Hermione.

El cabello negro le llegaba a los hombros y había una

sombra oscura en su mandíbula. Si no supiese que

estaba allí parado, se habría preguntado quién llevaba

sus gafas. Decidió no hablar, porque su voz

seguramente lo delataría; aún así evitó mantener

contacto visual con Draco cuando este se acercó.

-¿Bien, Draco? –dijo Lucius Malfoy. Sonaba ávido-. ¿Lo

es? ¿Es Harry Potter?

-No puedo… no puedo estar seguro –dijo Draco.

Estaba manteniendo las distancias con Greyback, y

parecía tan asustado de mirar a Harry como Harry lo

estaba de mirarlo.

-¡Pero míralo detenidamente, míralo! ¡Acércate más!

- 555 -

Harry nunca había escuchado a Lucius Malfoy tan entusiasmado.

-Draco, si somos los que le entregamos a Potter al

Señor Tenebroso, todo será perdon…

-Ahora, no nos olvidemos de quién lo cogió en

realidad. Eso espero, señor Malfoy –dijo Greyback

amenazador.

-¡Por supuesto que no! ¡Por supuesto que no! –dijo

Lucius con impaciencia. Se acercó a Harry, tan cerca

que este pudo ver la habitual cara lánguida y pálida con

nitidez incluso con los ojos hinchados. Con la cara como

una máscara inflamada, Harry se sintió como si

estuviese mirando a través de las barras de una celda.

-¿Qué le hicisteis? –le preguntó Lucius a Greyback-.

¿Cómo llegó a este estado?

-No fuimos nosotros.

-Parece más bien una Maldición Picante –dijo Lucius.

Sus ojos barrieron la frente de Harry.

-Hay algo ahí –susurro-. Podría ser la cicatriz,

estirada tensa… ¡Draco, ven aquí, observa

adecuadamente! ¿Qué crees?

Harry vio ahora la cara de Draco cerca, justo al lado

de la de su padre. Eran extraordinariamente parecidos,

excepto que mientras su padre parecía más

- 556 -

entusiasmado que nunca, la expresión de Draco estaba llena de desgana, incluso miedo.

-No lo sé –dijo, y se marchó hacia la chimenea donde

su madre estaba mirándolos.

-Es mejor que estemos seguros, Lucius –le dijo

Narcissa a su marido en su fría voz-. Completamente

seguros de que es Potter, antes de avisar al Señor

Tenebroso… Dicen que esta es suya –estaba mirando

muy de cerca la varita de endrino-, pero no se parece a

la descripción de Ollivander… Si estamos equivocados,

si llamamos al Señor Tenebroso para nada… ¿Recuerdas

lo que le hizo a Rowle y Dolohov?

-¿Y qué pasa con la sangre sucia, entonces? –gruñó

Greyback. Harry casi se cayó al suelo cuando los

Saqueadores obligaron a los prisioneros a girar otra vez, para que la luz cayese sobre Hermione.

-¡Espera! –dijo Narcissa bruscamente-. Sí… ¡estaba en

la tienda de Madam Malkin’s con Potter! ¡Vi la

fotografía en el Profeta! Mira, Draco, ¿no es la chica

Granger?

-Yo… tal vez… sí.

-Pero entonces, ¡ese es el chico Weasley! –gritó

Lucius, rodeando a los prisioneros hasta llegar a Ron-.

Son ellos, los amigos de Potter… Draco, míralo, ¿no es

el hijo de Arthur Weasley, cómo se llama…?

-Sí –dijo Draco de nuevo, dándole la espalda a los

prisioneros-. Puede ser.

- 557 -

La puerta del salón se abrió detrás de Harry. Una mujer habló, y el sonido de su voz elevó el miedo de

Harry hasta un punto culminante.

-¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado, Cissy?

Bellatrix Lestrange caminó con lentitud alrededor de

los prisioneros, y paró a la derecha de Harry, mirando a

Hermione a través de sus ojos de párpados caídos.

-Pero bueno –dijo calmadamente-, ¿esta es la sangre

sucia? ¿Es esta Granger?

-¡Sí, sí, es Granger! –gritó Lucius-. Y a su lado,

creemos, ¡Potter! ¡Potter y sus amigos, por fin

capturados!

-¿Potter? –chilló Bellatrix, y se apartó, para observar

mejor a Harry-. ¿Estás seguro? Bueno entonces, ¡el

Señor Tenebroso debe ser informado de inmediato!

Se levantó la manga izquierda: Harry vio la Marca

Tenebrosa quemada en la piel de su brazo, y supo que

estaba a punto de tocarla, de convocar a su querido

amo…

-¡Estaba a punto de llamarlo! –dijo Lucius y su mano

se cerró sobre la muñeca de Bellatrix, evitando que

tocara la Marca-. Yo seré el que lo convoque, Bella.

Potter ha sido traído a mi casa, y por lo tanto está bajo mi autoridad…

-¡Tu autoridad! –se burló ella, intentando liberar la

mano de su agarre-. ¡Perdiste tu autoridad cuando

- 558 -

perdiste la varita, Lucius! ¡Cómo te atreves! ¡Quítame las manos de encima!

-Esto no tiene nada que ver contigo, no capturaste al

chico…

-Perdone, señor Malfoy –interrumpió Greyback-, pero

fuimos nosotros los que capturamos a Potter, y somos

nosotros los que reclamaremos el oro…

-¡Oro! –se rió Bellatrix, todavía intentando apartar a

su cuñado, su mano libre bajando a su bolsillo para

buscar  la  varita-.  Coge  tu oro, asqueroso carroñero,

¿qué me importa el dinero? Sólo busco el honor de su…

de…

Paró de luchar, sus ojos oscuros fijos en algo que

Harry no podía ver. Lleno de júbilo ante su

capitulación, Lucius apartó la mano y rasgó su propia

manga…

-¡PARA! –chilló Bellatrix- ¡No la toques, todos

moriremos si el Señor Tenebroso viene ahora!

Lucius se paralizó, su dedo índice suspendido sobre

su Marca Tenebrosa. Bellatrix salió de la limitada visión de Harry.

-¿Qué es eso? –la oyó decir.

-Una espada –gruñó un Saqueador fuera de vista.

-Dámela.

- 559 -

-No es suya, señora, es mía, la encontré yo.

Hubo un estrépito y un destello de luz roja; Harry

supo que el Saqueador había sido aturdido. Hubo un

rugido de rabia de sus compañeros: Scabior sacó la

varita.

-¿A qué crees que estás jugando, mujer?

-¡Stupefy! –gritó ella- ¡Stupefy!

Ellos no estaban a la altura de Bellatrix, a pesar de

ser cuatro contra ella: era una bruja, como Harry sabía,

con talento prodigioso y ninguna conciencia. Cayeron

donde se encontraban, todos menos Greyback, que

había sido obligado a ponerse de rodillas, con los brazos estirados. Por las comisuras de sus ojos, Harry vio a

Bellatrix mirando al hombre lobo, con la espada de

Gryffindor agarrada con fuerza en su mano, su cara

como cera.

-¿Dónde conseguiste esta espada? -susurró a Greyback

mientras arrancaba la varita de su mano sin que él

ofreciera resistencia.

-¿Cómo te atreves? -gruñó él, su boca era la única parte

de su cuerpo que podía mover mientras se esforzaba

por mirarla. Desnudó sus dientes puntiagudos-.

¡Suéltame, mujer!

-¿Dónde conseguiste esta espada? -repitió ella,

blandiéndola ante su cara-. ¡Snape la envió a una

cámara en Gringotts!

- 560 -

-Esta estaba en su tienda, -gruñó Greyback-. ¡Suéltame te digo!

Ella ondeó su varita, y el hombrelobo saltó sobre sus

pies, pero se mostró demasiado cauteloso como para

acercársele. Rodó hasta detrás de un sillón, sus sucias

uñas curvadas se clavaron en el respaldo del mismo.

-Draco, saca a esta basura -dijo Bellatrix, señalando a

los hombres inconscientes-. Si no tienes agallas para

terminar con ellos, déjalos en el patio para mí.

-No te atrevas a hablar así a Draco. -dijo Narcisa

furiosamente, pero Bellatrix chilló.

-¡Cállate! ¡Esta situación es más grave de lo que

posiblemente puedas imaginar, Cissy! ¡Tenemos un

problema muy serio!

Se puso en pie, jadeando ligeramente, bajando la

mirada a la espada, examinando su empuñadura.

Después se volvió hacia los silenciosos prisioneros.

-Si de verdad es Potter, no debe sufrir daño, -murmuró,

más para sí misma que para los demás-. El Señor Oscuro

desea disponer de Potter él mismo... Pero si averigua...

debo... debo saber..

Se giró de nuevo hacia su hermana.

-¡El prisionero debe ser encerrado en la celda, mientras

yo pienso en qué se debe hacer!

-Esta es mi casa, Bella, tú no me das órdenes en mi...

- 561 -

-¡Hazlo! ¡No tienes ni idea del peligro en el que estamos! -chilló Bellatrix. Parecía asustada, loca; una

delgada corriente de fuego salió de su varita y quemó

un agujero en la alfombra.

Narcissa vaciló un momento, después se dirigió al

hombrelobo.

-Lleva a estos prisioneros abajo a la celda, Greyback.

-Espera -dijo Bellatrix agudamente-. A todos excepto...

excepto a la sangresucia.

Greyback soltó un gruñido de placer.

-¡No! -gritó Ron-. ¡Puedes teneme a mí, cógeme a mí!

Bellatrix le cruzó la cara de una bofetada, el golpe

resonó por toda la habitación.

-Si ella muere en el interrogatorio, tú serás el siguiente

-dijo-. El traidor de sangre es el siguiente pero la

sangre sucia está en mi lista. Llévalos abajo, Greyback,

y asegúrate de que están a salvo, no les hagas nada

más... aún.

Le lanzó a Greyback su varita, después sacó un cuchillo

corto de plata de su túnica. Cortó la cuerda separando

a Hermione de los demás prisioneros, la arrastró por el

pelo hasta el medio de la habitación, mientras

Greyback obligaba al resto a avanzar hacia la otra

puerta, hasta un oscuro pasillo, con la varita sostenida

ante él, proyectando una fuerza invisible e irresistible.

- 562 -

-¿Creéis que me dará un trozo de la chica cuando termine con ella? -gaznó Greyback mientras los

arrastraba a lo largo del pasillo-. Creo que conseguiré

un pedazo o dos, ¿no crees, pelirrojo?

Harry podía sentir a Ron temblando. Fueron forzados a

bajar un tramo de escalones, todavía atados espalda

con espalda y a riesgo de resbalar y romperse el cuello

en cualquier momento. En el fondo había una pesada

puerta. Greyback la abrió con su varia, después les

obligó a entrar en la oscura, húmeda y mohosa

habitación y los dejó en medio de una oscuridad total.

El eco del golpe de la puerta al cerrarse no había

muerto cuando un terrible y desgarrado gritó llegó de

directamente de encima de ellos.

-¡HERMIONE! -bramó Ron, y empezó a retorcerse y

luchar contra las cuerdas que los ataban, haciendo que

Harry se tambaleara-. ¡HERMIONE!

-¡Cállate! -dijo Harry-. Cállate, Ron, tenemos que salir

de aquí...

-¡HERMIONE, HERMIONE!

-Necesitamos un plan, deja de chillar... tenemos que

librarnos de estas cuerdas...

-¿Harry? -llegó un susurró a través de la oscuridad-.

¿Ron! ¿Eres tú?

Ron dejó de gritar. Se produjo un sonido de movimiento

cerca de ellos, entonces Harry vio una sombra que se

acercaba.

- 563 -

-¿Harry? ¿Ron?

-¿Luna?

-¡Si, soy yo! ¡Oh, no, no quería que os capturaran!

-¿Luna, puedes ayudarnos a librarnos de estas cuerdas?

-dijo Harry.

-Oh, si, eso espero... Hay una vieja púa que utilizamos si tenemos que cortar algo... solo un momento...

Hermione gritó de nuevo arriba, y pudieron oir a

Bellatrix gritando también, pero sus palabras resultaron

inaudibles, porque Ron gritaba de nuevo.

-¡HERMIONE! ¡HERMIONE!

-¿Señor Ollivander? -pudo Harry oir que decía Luna-.

¿Señor Ollivander, tiene la púa? Si se mueve solo un

poco... creo que estaba junto a la palangana de agua.

Estuvo de vuelta en segundos.

-Tenéis que estaros quietos -dijo.

Harry podía sentirla trabajando con las fibras

resistentes de la cuerda para soltar los nudos. Desde

arriba oyeron la voz de Bellatrix.

-¡Voy a preguntártelo de nuevo! ¿De donde ha salido

esta espada? ¿De donde?

- 564 -

-La encontramos... la encontramos... ¡POR FAVOR! -

gritó Hermione de nuevo. Ron luchó con más fuerza que

nunca, y la  púa  oxidada resbaló sobre la muñeca de Harry.

-¡Ron, por favor estate quieto! -susurró Luna-. No

puedo ver lo que estoy haciendo....

-¡En mi bolsillo! -dijo Ron-. ¡En mi bolsillo, hay un

Desiluminador, y está lleno de luz!

Unos pocos segundos después, se oyó un click y las

esferas luminiscentes que el Desiluminador había

succionado de las lámparas de la tienda de campaña

volaron hasta el techo. Incapaz de unir sus fuerzas,

simplemente colgaron allí como diminutos soles,

bañando la habitación de luz. Harry vio a Luna, toda

ojos en su cara blanca, y la inmóvil figura de

Ollivander, el fabricante de varitas, acurrucada en el

suelo en la esquina. Girando el cuello, captó un vistazo

de sus compañeros prisioneros: Dean y Griphook el

duende, que parecía a penas consciente, mantenido en

pie por las cuerdas que le ataban a los humanos.

-Oh, así es mucho más fácil, gracias, Ron -dijo Luna, y

empezó de nuevo a trabajar en sus ataduras- ¡Hola,

Dean!

Desde arriba llegó la voz de Bellatrix.

-Estás mintiendo, asquerosa sangresucia, y lo sé! ¡Has

estado dentro de mi cámara de Gringotts! ¡Dime la

verdad!

- 565 -

Otro terrible grito...

-¡HERMIONE!

-¿Que más cogisteis? ¿Qué más tomásteis? ¡Dime la

verdad o, lo juro, te atravesaré con este cuchillo!

-¡Ya!

Harry sintió las cuerdas caer y se giró, frotándose las

muñecas, para ver a Ron corriendo por la celda,

levantando la mirada hacia el bajo techo, buscando una

trampilla. La cara de Dean estaba magullada y

sanguinolenta, dijo "Gracias" a Luna y se quedó allí de pie, temblando, pero Griphook se derrumbó en el suelo

de la celda, con aspecto de estar atontado y

desorientado, había muchos verdugones en su cara

atezada.

Ron estaba ahora intentando Desaparecer sin varita.

-No hay forma de salir, Ron -dijo Luna, observando sus

infructuosos esfuerzos-. El techo es completamente a

prueba de fugas. Yo lo intenté, al principio; el Señor

Ollivander ha estado aquí mucho tiempo, él también lo

intentó.

Hermione estaba gritando de nuevo. El sonido atravesó

a Harry como un dolor físico.

Apenas consciente del feroz dolor de su cicatriz,

también él empezó a correr por la celda, tanteando las

paredes aunque sabía, en el fondo de su corazón que

era inútil.

- 566 -

-¿Qué más os llevasteis, qué mas? ¡RESPONDEME!  

¡CRUCIO!

Los gritos de Hermione resonaban entre las paredes de

arriba, Ron estaba medio sollozando mientras

aporreaba las paredes con los puños, y Harry con

absoluta desesperación aferró la bolsita de Hagrid que

llevaba al cuello y tanteó dentro de ella. Sacó la Snitch de Dumbledore y la sacudió esperando que ocurriera

algo, aunque sin saber qué... no ocurrió nada... ondeó

las mitades rotas de la varita de fénix, pero estaba sin

vida... el fragmento de espejo cayó centelleando sobre

el suelo, y vio un rayo de azul chispeante... el ojo de

Dumbledore estaba mirándole desde el espejo.

-¡Ayúdanos! -chilló hacia él loco de desesperación-

Estamos en una celda en Malfoy Manor, ayúdanos!

El ojo parpadeó y desapareció.

Harry no estaba seguro de si realmente había estado

allí. Inclinó el trozo de espejo a un lado y al otro, y no voy nada reflejado en él excepto las paredes y el techo

de su prisión, y arriba Hermione estaba gritando más

que nunca, y junto a él Ron estaba bramando,

-¡HERMIONE! ¡HERMIONE!

-¿Cómo entrasteis en mi cámara? -oyeron gritar a

Bellatrix-. ¿Ese sucio duendecillo os ayudó a entrar?

-¡Le conocimos esta noche! -sollozó Hermione-. Nunca

hemos estado dentro de tu cámara... ¡No es la

auténtica espada! ¡Es una copia, solo una copia!

- 567 -

-¿Una copia? -chilló Bellatrix-. ¡Oh, una historia probable!

-¡Pero podemos averiguarlo fácilmente! -llegó la voz de

Lucius-. ¡Draco, vuelve a traer al duente, él puede

decirnos si la espada es auténtica o no!

Harry se apresuró a atravesar la celda hasta donde

Griphook estaba acurrucado en el suelo.

-Griphook -susurró en la oreja puntiaguda del duente-,

debes decirles que la espada es falsa, no deben saber

que es la auténtica, Griphook, por favor...

Podía oir a alguien bajando a la carrera los escalones

hasta la celda. Al momento siguiente, la voz

temblorosa de Draco habló tras la puerta.

-Quedáos atrás. Alineados contra la pared de arás. ¡No

intentéis nada, u os mataré!

Hicieron lo que les decía. Cuando el cerrojo se

descorrió, Ron accionó el Desiluminador y las luces

volvieron a su bolsillo, restaurando la oscuridad de la

celda. La puerta se abrió de golpe. Malfoy marchó

hasta dentro, con la varita sujeta ante él, pálido y

decidido. Agarró al duende con el brazo y retrocedió,

arrastrando a Griphook con él.

La puerta se cerró y al mismo momento un ruidoso

crack resonó dentro de la celda.

Ron accionó el Desiluminador. Tres bolas de luz

flotaron de vuelta al aire desde su bolsillo, revelando a

- 568 -

Dobby el elfo doméstico, que simplemente había Aparecido entre ellos.

-¡DOB...!

Harry golpeó el brazo de Ron para evitar que gritara, y

Ron pareció horrorizado ante su error. Se oyeron pasos

cruzando el techo arriba, Draco llevando a Griphook

ante Bellatrix.

Los enormes ojos con forma de pelota de tenis de

Dobby estaban abiertos de par en par, estaba

templando de los pies a las orejas. Estaba de vuelta en

la casa de sus antiguos amos, y esto claramente le

había dejado petrificado.

-Harry Potter -chilló con su más fina y temblorosa voz-.

Dobby ha venido a rescatarte.

-¿Pero como...?

Un horrendo grito ahogó las palabras de Harry.

Hermione estaba siendo torturada de nuevo. Saltó a lo

esencial.

-¿Puedes Desaparecerte fuera de esta celda? -preguntó

a Dobby, quien asintió, sus orejas aletearon.

-¿Y puedes llevar humanos contigo?

Dobby asintió de nuevo.

-Vale. Dobby, quiero que cogas a Luna, Dean y al Señor

Ollivander, y los lleves a... los lleves a....

- 569 -

-La casa de Bill y Fleur -dijo Ron-. ¡Shell Cottage a las afueras de Tinworth!

El elfo asintió por primera vez.

-Y después vuelve, -dijo Harry-. ¿Puedes hacerlo,

Dobby?

-Por supuesto, Harry Potter -susurró el pequeño elfo. Se

acercó presuroso hasta el Señor Ollivander, que parecía

estar apenas consciente. Tomó una de las manos del

fabricante de varitas en una de las suyas, después

extendió la otra a Luna y Den, ninguno de los cuales se

movieron.

-¡Harry, queremos ayudarte! -susurró Luna.

-No podemos dejarte aquí -dijo Dean.

-¡Marchaos los dos! Os veremos en la casa de Bill y

Fleur.

Mientras Harry hablaba, su cicatriz ardió peor que

nunca, y por unos segundos bajó la mirada, no hacia el

fabricante de varitas, sino hacia otro hombre que era

igual de viejo, igual de delgado, pero reía

desdeñosamente.

-¡Mátame entonces, Voldemort, doy la bienvenida a la 

muerte! Pero mi muerte no te conseguirá lo que 

buscas... Hay mucho que no entiendes...

- 570 -

Sintió la furia de Voldemort, pero cuando Hermione gritó otra vez despertó, volviendo a la celda y al horror de su propio presente.

-¡Vamos! -imploró a Luna y Dean-. ¡Vamos! ¡Os

seguiremos en seguida!

Ellos cogieron los dedos extendidos del elfo. Se oyó

otro ruidoso crack y Dobby, Luna, Dean y Ollivander se

desvanecieron.

-¿Qué fue eso? -gritó Lucius Malfoy sobre sus cabezas-.

¿Oísteis eso? ¿Que fue ese ruido en la celda?

Harry y Ron se miraron el uno al otro.

-¡Draco... no, llama a Colagusano! ¡Haz que vaya a

comprobarlo!

Unos pasos cruzaron la habitación arriba, después se

hizo un silencio. Harry sabía que la gente del salón de

dibujo estaba escuchando en busca de más ruidos desde

la celda.

-Vamos a tener que intentar abalanzarnos sobre él -le

susurró a Ron. No tenían elección. En el momento en

que alguien entrara en la habitación y viera la ausencia

de los tres prisioneros, estarían perdidos-. Deja las

luces encendidas, -añadió Harry, y oyeron los pasos de

alguien descendiendo al otro lado de la puerta,

retrocedieron contra la pared del otro lado.

-Quedáos atrás. -les llegó la voz de Colagusano-.

Quedáos lejos de la puerta. Voy a entrar.

- 571 -

La puerta se abrió. Durante una fracción de segundo Colagusano miró al interior de la aparentemente vacía

celda, iluminada por tres soles en minuatura que

flotaban en medio del aire. Entonces Harry y Ron se

lanzaron sobre él. Ron agarró la varita de Colagusano y

obligándole a apuntarla hacia arriba.

Harry  le  estampó  una  mano  en  la  boca,  amortiguando su  voz.  Lucharon  en  silencio.  La  varita  de  Colagusano emitía chispas, su mano plateada se cerró alrededor de

la garganta de Harry.

-¿Qué pasa, Colagusano? -gritó Lucius Malfoy arriba.

-¡Nada! -gritó Ron en respuesta, en una pasable

imitación de la voz chillona de Colagusano-. ¡Todo

bien!.

Harry a penas podía respirar.

-¿Vas a matarme? -consiguió decir Harry, intentando

apalancar los dedos de metal-. ¿Después de que te

salvé la vida? ¡Me debes una, Colagusano!

Los dedos de plata se aflojaron. Harry no lo había

esperado. Se liberó atónito, manteniendo la mano

sobre la boca de Colagusano. Vio los llorosos ojillos de

rata abiertos de miedo y sorpresa. Parecía tan

sorprendido como Harry por lo que había hecho, ante

ese diminuto y misericordioso impulso que le había

traicionado, y volvió a estrangularle más

poderosamente, como para compensar ese momento de

debilidad.

- 572 -

-Y necesitamos esto -susurró Ron, arrancándole a Colagusano la varita de su otra mano.

Sin varita, indefenso, las pupilas de Pettigres se

dilataron de terror. Sus ojos habían resbalado de la

cara de Harry hasta otro sitio. Sus propios dedos de

plata se estaban moviendo inexorablemente hacia su

propia garganta.

-No...

-Sin detenerse a pensar, Harry intentó tirar hacia atrás

de la mano, pero no había forma de detenerla. La

herramienta de plata que Voldemort había dado a su

sirviente más cobarde se había vuelto contra su

desarmado e indefenso propietario. Pettigrew estaba

recibiendo la recompensa por su vacilación, por su

instante de piedad; estaba siendo estrangulado ante sus

ojos.

-¡No!

Ron había soltado también a Colagusano, y juntos él y

Harry intentaban apartar los dedos de metal de la

garganta de Colagusano, pero fue inútil. Pettigrew se

estaba volviendo azul.

-¡Relashio!  -dijo Ron, apuntando la varita hacia la mano de plata, pero no ocurrió nada.

Pettigrew cayó de rodillas, y en el mismo momento,

Hermione soltó un grito atormentado arriba. Los ojos

de Colagusano se pusieron en blanco en su cara

púrpura; dio una última sacudida, y se quedó quieto.

- 573 -

Harry y Ron se miraron el uno al otro, después dejaron el cuerpo de Colagusano en el suelo tras ellos, y

corrieron escaleras arriba hacia el pasillo ensombrecido

que conducía al salón de dibujo. Se arrastraron

cautelosamente hasta alcanzar la puerta del salón de

dibujo, que estaba entreabierta. Ahora tenía una vista

clara de Bellatrix que bajaba la mirada hacia Griphook,

que sujetaba la espada de Gryffindor en su manos de

dedos largos. Hermione yacía a los pies de Bellatrix.

Apenas se movía.

-¿Y bien? -dijo Bellatrix a Griphook-. ¿Es la auténtica

espada?

Harry esperó, conteniendo el aliento, luchando contra

el dolor de su cicatriz.

-No -dijo Griphook-. Es una copia.

-¿Estás seguro? -jadeó Bellatrix-. ¿Totalmente seguro?

-Si -dijo el duende.

El alivio estalló en la cara de ella, toda tensión

desapareció.

-Bien -dijo, y con un ondeo casual de su varita hizo otro profundo corte en la cara del duente, y este cayó con

un grito a sus pies. Ella le pateó a un lado-. Y ahora -

dijo con una voz que destilaba triunfo-. ¡llamaremos al

Señor Oscuro! -Y se subió la manga y tocó con la punta

de su dedo la Marca Oscura.

- 574 -

Al instante, Harry sintió la cicatriz como si se hubiera abierto otra vez. Su auténtico entorno se desvaneció. Él

era Voldemort, y el esquelético mago que tenía ante él

se reía desdentado, se enfureció por la llamada que

sentía...  les había advertido, les había dicho que no le convocaran a menos que fuera por Potter. Si se 

equivocaban...

-¡Matame entonces! -exigió el viejo-. ¡No vencerás, no puedes vencer! Esa varita nunca, jamás será tuya...

Y la furia de Voldemort se desató. Una explosión de luz verde llenó la celda de la prisión y el frágil y viejo cuerpo se alzó en su cama dura y volvió a caer, sin 

vida, y Voldemort regresó a la ventana, su furia a 

penas controlada... Sufrirían su venganza si no tenían buenas razones para llamarle...

-Y creo -dijo la voz de Bellatrix-, que podemos

deshacernos de la sangresucia Greyback, llévatela si

quieres.

-¡NOOOOOOO!

Ron había irrumpido en el salón de dibujo. Bellatrix

miró alrededor, sorprendida, giró su varita peor

enfrentar a Ron en lugar de...

-¡Expelliarmus!  -rugió Ron, apuntando la varita de Colagusano hacia Bellatrix, y la de ella voló en el aire y fue capturada por la mano de Harry, que había entrado

corriendo tras Ron. Lucius, Narcissa, Draco y Greyback

se dieron media vuelta. Harry gritó,  "¡Desmanius!"  y Lucius Malfoy se derrumbó junto a la chimenea. Rayos

- 575 -

de luz salieron disparados de las varitas de Draco, Narcissa y Greyback. Harry se lanzó al suelo, rodando

tras el sofá para evitarlos.

-¡ALTO O ELLA MUERE!

Jadeando, Harry se asomó por detrás del sofá. Bellatrix

mantenía en pie Hermione, que parecía inconsciente, y

sujetaba su cuchillo en la garganta de Hermione.

-Dejad caer las varitas -susurró-. ¡Dejádlas caer, o

veremos exactamente como de sucia es su sangre!

Ron se quedó rígido, aferrando la varita de Colagusano.

Harry se enderezó, todavía sujetando la de Bellatrix.

-¡He dicho que las dejéis caer! -chilló ella, presionando la hoja contra la gartanta de Hermione.

Harry vio aparecer gotas de sangre.

-¡De acuerdo! -gritó, y dejó caer la varita de Bellatrix

al suelo a sus pies.

Ron hizo lo mismo con la de Colagusano. Ambos alzaron

las manos a la altura de los hombros.

-¡Bien! -dijo ella maliciosa-. ¡Draco, recógelas! ¡El

Señor Oscuro está de camino, Harry Potter! ¡Tu muerte

se aproxima!

Harry lo sabía, su cicatriz estallaba de dolor, y podía

sentir a Voldemort volando a través del cielo en la

distancia, sobre un oscuro y tormentoso mar, y pronto

- 576 -

estaría lo suficientemente cerca como Aparecerse ante ellos, y Harry no veía forma de escapar.

-Ahora -dijo Bellatrix suavemente, mientras Draco se

apresuraba a volver hasta ella con las varitas-. Cissy,

creo que deberíamos volver a atar a estos pequeños

héroes, mientras Greyback se ocupa de la Señorita

Sangresucia. Estoy segura de que el Señor Oscuro no te

escatimará a la chica, Greyback, después de lo que has

hecho esta noche.

Al finalizar esta última palabras se oyó un peculiar

chirrido arriba. Todos ellos levantaron la mirada a

tiempo de ver la araña de cristal temblar; con un

crujido y un amenazador cascabeleo, empezó a caer.

Bellatrix, que estaba directamente bajo ella, dejó caer

a Hermione y se lanzó a un lado con un grito. La araña

de cristal de estrelló contra el suelo con una explosión

de cristal y cadenas, cayendo sobre Hermione y el

duende, que todavía estaba aferrado a la espada de

Gryffindor. Trozos brillantes de cristal volaron en todas direcciones. Draco se dobló por la mitad, cubriéndose

con las manos la cara ensangrentada.

Mientras Ron corría a sacar a Hermione de las ruinas,

Harry aprovechó la oportunidad. Saltó sobre el sillón y

arrancó las tres varitas de la mano de Draco, apuntando

con todas ellas a Greyback,

-¡Desmanius!. 

El hombrelobo se alzó sobre sus pies a causa del triple

hechizo, salió volando hasta el techo y después se

estrelló contra el suelo.

- 577 -

Mientras Narcissa arrastraba a Draco fuera de peligro, Bellatriz se ponía en pie, con el pelo volando mientras

blandía el cuchillo de plata; pero Narcisa había dirigido su varita hacia la puerta.

-¡Dobby! -gritó y incluso Bellatrix se quedó congelada-.

¡Tú! ¿Hiciste caer la araña...?

El diminuto elfo entró trotando en la habitación, su

dedo tembloros apuntaba a su antigua señora.

-No debe hacer daño a Harry Potter -chilló.

-¡Mátale, Cissy! -chilló Bellatrix, pero se oyó otro

crujido, y la varita de Narcissa también voló en el aire

para aterrizar al otro lado de la habitación.

-¡Asqueroso monito! -ladró Bellatrix-. ¿Cómo te atreves

a tomar la varita de una bruja, cómo te atreves a

desafiar a tus amos?

-¡Dobby no tiene amo! -chilló el elfo-. ¡Dobby es libre,

y Dobby tiene que salvar a Harry Potter y sus amigos!

La cicatriz de Harry le cegaba de dolor. Atontado,  supo que tenía momentos, segundos, antes de que

Voldemort estuviera allí con ellos.

-Ron, cógela... y VETE! -chilló, tirándole una de las

varitas, después se inclinó para sacar a Griphook de

debajo de la araña. Cargándose al gemebudo duende,

que todavía aferraba la espada, al hombro, Harry

agarró la mano de Dobby y giró en el punto para

Desaparecer.

- 578 -

Mientras giraba en la oscuridad captó un último vistazo del salón de dibujo con las figuras pálidas y congeladas

de Narcissa y Draco, de la veta de rojo que era el pelo

de Ron, y de un destello azul de plata voladora cuando

Bellatrix tiró el cuchillo desde el otro lado de la

habitación hacia el lugar donde él se estaba

desvaneciendo... la casa de Bill y Fleur... Shell

Cottage... la casa de Bill y Fleur...

Había desaparecido a lo desconocido, todo lo que podía

hacer era repetir el nombre de destino y esperar que

eso fuera suficiente para llevarle allí. El dolor en su

frente le atravesaba, y el peso del duende la aplastaba.

Podía sentir la hoja de la espada de Gryffindor

golpeando contra su espalda, la mano de Dobby tirando

de la suya, se pregundo si el elfo estaba intentado

hacerse cargo de la Desaparición, empujarles en la

dirección correcta, o intentando, aprentándole los

dedos, indicar que todo iba bien...

Y entonces golpearon tierra sólida y olieron el aire

ensalitrado. Harry cayó de rodillas, soltando la mano de

Dobby, e intentado bajar gentilmente a Griphook al

suelo.

-¿Estás bien? -dijo cuando el duende se movió, pero

Griphook simplemente lloriqueó.

Harry escudriñó la oscuridad. Parecía haber una casa de

campo no muy lejos bajo el ancho y estrellado cielo, y

creyó ver movimiento fuera.

-¿Dobby, es esto Shell Cottage? -susurró, aferrando las

dos varitas que le había quitado a Malfoy, listo para

- 579 -

luchar si era necesario-. ¿Hemos venido al lugar adecuado, Dobby?

Miró alrededor. El pequeño elfo estaba de pie junto a

él.

-¡DOBBY!

El elfo se tambaleó ligeramente, con las estrellas

reflejadas en sus grandes y brillantes ojos. Juntos, él y Harry bajaron la mirada a la empuñadura de plata que

sobresalía del pecho del elfo.

-Dobby... no... ¡AYUDA!

No sabía ni le importaba si eran magos o muggles,

amigos o enemigos; solo le importaba la mancha oscura

que se extendía por el pecho de Dobby y que este había

extendido sus brazos hacia Harry con una mirada

suplicante. Harry le cogió y le tendió de lado en la

fresca hierba.

-Dobby, no, no te mueras, no te mueras...

Los ojos del elfo se encontraron con los suyos, y sus

labios temblaron por el esfuerzo que le suponía formar

las palabras.

-Harry... Potter...

Y entonces sufrió un pequeño estremecimiento y el elfo

se quedó inmóvil, y sus ojos no eran más que grandes y

vidriosos orbes, chispeando con la luz de las estrellas

que ya no podían ver.

- 580 -

Capítulo Veinticuatro

El fabricante de varitas

F   ue como hundirse en una vieja pesadilla; por

un instante Harry estuvo otra vez arrodillado junto al

cuerpo de Dumbledore al pie de la torre más alta de

Hogwarts, pero en realidad estaba mirando a un

pequeño cuerpo acurrucado sobre la hierba, perforado

por el cuchillo plateado de Bellatrix. La voz de Harry

todavía estaba diciendo, -Dobby...  Dobby...- a pesar que sabía que el elfo se había ido a donde ya no podía

llamarle de regreso.

Después de un minuto o algo así se dio cuenta de que,

después de todo, habían llegado al lugar correcto, allí

estaban Bill y Fleur, Dean y Luna, reuniéndose

alrededor de él mientras se arrodillaban sobre el elfo.

-Hermione, -dijo de pronto-. ¿Dónde está?

- 581 -

-Ron la ha llevado adentro, -dijo Hill-. Se pondrá bien.

Harry bajó la mirada hacia Dobby. Extendió una mano y

tiró de la afilada hoja arrancándola del cuerpo del elfo, luego tomó su propia chaqueta y cubrió a Dobby con

ella como si fuera una manta.

El mar se precipitaba sobre las rocas en algún lugar

cercano; Harry lo escuchaba mientras los demás

hablaban, discutiendo temas en los que él no podía

interesarse, tomando decisiones. Dean llevó al herido

Griphook dentro de la casa, Fleur se precipitó tras

ellos. Ahora Bill estaba entendiendo realmente lo que

Harry le decía.   Mientras lo hacía, miraba fijamente al diminuto cuerpo, y su cicatriz punzó y ardió, y en una

parte de su mente, visto como por el extremo

equivocado de un largo telescopio, vio a Voldemort

castigando a aquellos que habían quedado atrás en la

Mansión Malfoy. Su rabia era terrible y aunque el dolor

de Harry por Dobby parecía atenuarla, se convirtió en

una tormenta distante que alcanzó a Harry a través del

vasto y silencioso océano.

-Quiero hacerlo como es debido -fueron las primeras

palabras que Harry fue consciente de haber

pronunciado- No con magia. ¿Teneis una pala?

Y poco después se había puesto a trabajar, solo,

excavando la tierra en el lugar que Bill le había

mostrado al final del jardín, entre los arbustos. Cavó

con cierta furia, disfrutando el trabajo manual,

glorificándose en la falta de magia que había en

aquello, cada gota de su sudor y cada ampolla los

- 582 -

sentía como un regalo para el elfo que había salvado sus vidas.

Su cicatriz ardía, pero era dueño del dolor, lo sentía y a la vez era ajeno a él. Había aprendido a controlarlo al

fin, aprendido a cerrar su mente a Voldemort, la única

cosa que Dumbledore había querido que aprendiera de

Snape. Tal como Voldemort no había podido poseer a

Harry cuando Harry estaba consumido de dolor por

Sirius, así sus pensamientos no podían penetrar la

mente de Hary ahora que velaba a Dobby. La tristeza,

al parecer, expulsaba a Voldemort... aunque

Dumbledore hubiera dicho que era el amor.

Harry cavaba, cada vez mas profundamente en la dura

y fría tierra ahogando su desconsuelo en el sudor,

negando el dolor de su cicatriz. En la oscuridad, con

nada más que el sonido de su propia respiración y el

agitado mar por compañía, las cosas que habían pasado

en la casa de los Malfoy volvían a él, las cosas que

había escuchado volvían a él, y la comprensión floreció

en la oscuridad...

El constante ritmo de sus brazos batía al ritmo de sus

pensamientos.

Relíquias..Horrocruxes…Relíquias…Horrocruxes… pero

ya no ardía con ese extraño y obsesivo anhelo. La

pérdida y el miedo lo habían extinguido. Se sentía como

si le hubieran despertado de nuevo.

Harry profundizaba más y más la tumba, y mientras,

sabía dónde había estado Voldemort esta noche, y a

quién había matado en la celda más alta de

Nurmengard, y porqué.

- 583 -

Y pensaba en Colagusano, muerto a causa del pequeño e inconsciente impulso de piedad... ¿Dumbledore había

previsto eso?... ¿Cuánto mas había sabido?

Harry perdió el sentido del tiempo. Sólo supo que la

oscuridad se había aligerado algunos grados cuando se

reunió por fin con Ron y Dean.

-Cómo está Hermione?

-Mejor -dijo Ron-. Fleur se está ocupando de ella.

Harry tenía su réplica preparada para cuando

preguntaran por qué no había creado simplemente un

sepulcro perfecto con su varita, pero no la necesitó.

Bajaron al agujero que había hecho con la pala y

comenzaron a trabajar juntos en silencio hasta que el

agujero pareció lo bastante profundo.

Harry envolvió al elfo más cómodamente en su

chaqueta. Ron se sentó en la orilla del sepulcro y se

quitó los zapatos y calcetines que colocó en los pies

desnudos del elfo. Dean produjo un sombrero de lana

que Harry colocó cuidadosamente en la cabeza de

Dobby, cubriendo sus orejas de murciélago.

-Deberíamos cerrarle los ojos.

Harry no había oído a los otros aproximándose a través

de la oscuridad. Bill vestía un abrigo de viaje, Fleur un largo delantal blanco, de uno de sus bolsillos sobresalía una botella que Harry reconoció como una Poción

Crece-Huesos. Hermione estaba envuelta en un vestido

prestado, pálida e inestable sobre sus pies. Ron la

- 584 -

rodeó con un brazo cuando ella le alcanzó. Luna, vestida con uno de los abrigos de Fleur, se agachó y

posó los dedos tiernamente sobre cada uno de los

párpados, deslizándolos sobre su mirada cristalina.

-Ya está -dijo suavemente-. Ahora podría estar

durmiendo.

Harry colocó al elfo en el sepulcro, acomodó sus

pequeños miembros como si estuviera descansando,

luego salió y lanzó una última mirada al pequeño

cuerpo. Se obligó a sí mismo a no desmoronarse

mientras recordaba el funeral de Dumbledore, y las

filas y filas de sillas doradas, y al Ministro de Magia en la fila principal, la enumeración de los logros de

Dumbledore, la magnificencia de la blanca tumba de

mármol. Sentía que Dobby se merecía un funeral tan

grandioso como ése, y el elfo yacía entre los arbustos

en un agujero precariamente cavado.

-Creo que deberíamos decir algo, -dijo Luna-. Yo lo

haré primero, ¿puedo?.

Y puesto que todos la miraban, dirigió su discurso a los

pies de la tumba del elfo muerto.

-Muchas gracias Dobby por rescatarme de ese sótano. Es

injusto que tuvieras que morir cuando eras tan bueno y

tan valiente. Siempre recordaré lo que hiciste por

nosotros. Espero que ahora seas feliz.

Se dio vuelta y miró expectante a Ron, que se aclaró la

garganta y dijo con voz ronca

- 585 -

-Sí... gracias Dobby.

-Gracias -murmuró Dean.

Harry tragó.

-Adiós Dobby -dijo, era todo lo que podía hacer, ya que

Luna lo había dicho todo por él. Bill alzó su varita y la pila de tierra que había junto al sepulcro se elevó en el aire y cayó limpiamente sobre él, en un pequeño

montón rojizo-. ¿Os importa si me quedo aquí un

momento? - preguntó a los demás.

Murmuraron palabras que no alcanzó a oír; sintió

gentiles palmadas en la espalda, y luego todos

volvieron a la casa, dejando a Harry solo junto al elfo.

Miró alrededor. Había un buen número de grandes

piedras blancas, pulidas por el mar, que marcaban el

linde de los lechos de flores. Tomó una de las más

grandes y la colocó como si fuera una almohada sobre

el lugar donde ahora descansaba la cabeza de Dobby.

Luego tanteó en su bolsillo en busca de una varita.

Tenía dos allí. Lo había olvidado, perdido el rastro;

ahora no podía recordar de quien eran esas varitas;

podía recordar arrancarlas de la mano de alguien. Eligió

la más corta, la que sentía más cómoda en su mano, y

apuntó a la roca.

Lentamente, bajo su susurrada instrucción, profundos

cortes aparecieron en la superficie de la roca. Sabía

que Hermione podía haberlo hecho más limpiamente, y

probablemente más rápidamente, pero quería marcar

- 586 -

él la piedra como había querido cavar el sepulcro.

Cuando se detuvo de nuevo, leyó en la piedra:

AQUÍ YACE DOBBY, UN ELFO LIBRE.

Examinó su trabajo un par de segundos más, luego se

alejó, la cicatriz todavía le dolí un poco, y su mente

estaba llena de esas cosas que habían llegado a él en el

sepulcro, ideas que habían tomado forma en la

oscuridad, ideas tan fascinantes como terribles.

Estaban todos sentados en la sala de estar cuando entró

al pequeño salón, su atención se concentró en Bill, que

estaba hablando. El cuarto estaba pintado

luminosamente, bonito, con un pequeño fuego de

madera ardiendo brillantemente en la chimenea. Harry

no quería dejar barro en la alfombra, así que se quedó

en la puerta, escuchando.

-... por suerte Ginny estaba de vacaciones. Si hubiera

estado en Hogwarts, podrían haberla cogido antes de

que la alcanzáramos. Ahora sabemos que también está

a salvo-. Miró alrededor y vio a Harry allí de pie-. Los

he estado sacando a todos de la Madriguera -explicó-.

Los trasladé a la casa de Muriel. Los mortífagos saben

ahora que Ron está contigo, se limitaron a marcar a la

familia… no te disculpes -añadió al ver la expresión de

Harry-. Siempre fue una cuestión de tiempo, Papá lleva

meses diciéndolo. Somos la mayor familia de traidores

de sangre que ha habido.

-¿Cómo se les ha protegido? -preguntó Harry.

- 587 -

-Encantamiento Fidelius. El Guardián Secreto es Papá.

Y nosotros lo hemos hecho aquí también, yo soy el

Guardián Secreto aquí. Ninguno de nosotros puede ir al

trabajo, pero eso no tiene mucha importancia. Una vez

Ollivander y Griphook estén lo suficientemente bien,

nos mudaremos a la casa de Muriel también. No hay

mucho espacio aquí, pero ella tiene mucho. Estamos

curando las piernas de Griphook. Fleur le ha dado

Poción Crece-Huesos, así que probablemente podamos

moverlo en una hora o…

-No -dijo Harry y Bill pareció asustarse-. Los necesito a ambos aquí. Necesito hablarles. Es importante. -Oyó la

autoridad en su propia voz, la convicción, la voz de la

determinación que había llegado a él mientras cavaba

la tumba de Dobby. Todos los rostros se giraron hacia él

con aspecto confundido.

-Voy a bañarme -dijo Harry a Bill mirándose las manos

todavía cubiertas de fango y de la sangre de Dobby–.

Después necesitaré verles, inmediatamente. Caminó

hacia la pequeña cocina, el fregadero bajo la ventana

tenía vistas al océano. El ocaso se perdía en el

horizonte, un color entre rosado y dorado. Mientras se

lavaba, seguía otra vez el tren de pensamientos que

había llegado a él en el oscuro jardín.

Dobby ya nunca podría decirles quién le había enviado

al sótano, pero Harry sabía lo que había visto. Un

penetrante ojo azul le había mirado a través del

fragmento de espejo, y entonces la ayuda había

llegado.   Hogwarts siempre ayudará a aquellos que lo 

pidan.

- 588 -

Harry se secó las manos, indiferente a la belleza de la escena que se desplegaba fuera de la ventana y a los

murmullos de los demás en la sala. Miró hacia fuera

más allá del océano y sintió más cerca, este atardecer,

mas que ninguna otra, más cerca al corazón de todo.

Y su cicatriz todavía dolía, y sabía que Voldemort venía

hacia aquí también. Harry lo entendía pero no lo

entendía. Su instinto le decía una cosa, su cerebro otra.

El Dumbledore de su cabeza sonreía, examinando a

Harry sobre la punta de sus dedos unidos en un ademán

de rezo.

Le diste a Ron el Desiluminador... le entendías... le diste una salida...

Y entendías a Colagusano también... sabías que había 

un atisbo de remordimiento allí, en alguna parte...

Y si los conocías a ellos... ¿Qué sabías acerca de mí, Dumbledore?

¿Estoy destinado a buscar pero no a saber? ¿Sabías lo que sentiría al respecto? ¿Por eso me lo pusiste tan 

difícil? ¿Para que tuviera tiempo de pensarlo?

Harry estaba inmóvil, sus ojos congelados, observando

el lugar donde un brillante rayo de luz dorada del sol se alzaba en el horizonte. Luego miró sus manos limpias y

estuvo momentáneamente sorprendido de ver el

aspecto que tenían. Las bajó y regresó al salón, y

mientras lo hacía, sintió su cicatriz palpitar

furiosamente, y luego correr rápidamente a través de

su mente, veloz como el reflejo del vuelo de un dragón

- 589 -

sobre el agua, el contorno de un edificio que conocía extremadamente bien.

Bill y Fleur estaban a los pies de las escaleras

-Necesito hablarles a Griphook y Ollivander -dijo Harry.

-No -dijo Fleur-. Vas a tener que esperar Harry. Ambos

están muy cansados…

-Lo siento -dijo él calmadamente, -pero no puedo

esperar. Necesito hablarles ahora. En privado… y por

separado. Es urgente.

-Harry, ¿qué demonios está pasando?- preguntó Bill-.

Llegaste aquí con un elfo doméstico muerto y un

duende semi-inconsciente, Hermione está como si la

hubieran torturado, y Ron acaba de negarse a contarme

nada…

-No podemos decirte lo que estamos haciendo -dijo

Harry llanamente-. Estás en la Orden, Bill, tu sabes que

Dumbledore nos dejó una misión. Se supone que no

podemos hablar acerca de eso con nadie más.

Fleur hizo un ruido de impaciencia, pero Bill no la miró; estaba mirando a Harry. Su profundamente asustado

rostro era difícil de descifrar. Finalmente, Bill dijo

-Esta bien. ¿Con quién deseas hablar primero?.

Harry dudó. Sabía lo que pesaba su decisión. No había

tiempo; era el momento de decidir; ¿Horcruxes o

Reliquias?

- 590 -

-Griphook -dijo Harry-. Hablaré con Griphook primero.

El corazón le latía como si hubiera hecho una carrera y

acabado de evitar un enorme obstáculo.

-Aquí arriba- dijo Bill, enseñándole el camino.

Harry había subido varios escalones cuando se paró y

miró atrás.

-¡Os necesito a vosotros dos también! -les dijo a Ron y

Hermione, quienes se habían estado escondiendo,

medio cubiertos, en el camino a la puerta de la sala de

estar.

Ambos se movieron hacia la luz, muy aliviados.

-¿Como estás? –le preguntó Harry a Hermione-. Estuviste

sorprendente… contando esa historia mientras te

estaba torturando de esa manera.

Hermione esbozó una débil sonrisa mientras Ron le

daba un apretón de una mano.

-¿Que vamos a hacer ahora Harry? -preguntó.

-Ya verás. Ven.

Harry, Ron y Hermione siguieron a Bill escaleras arriba

hasta un pequeño piso que daba a tres puertas.

-Aquí -dijo Bill, abriendo la puerta que daba al cuarto

de él y Fleur. También tenía vista al mar, ahora la

puesta de sol de un vivo dorado. Harry se dirigió hacia

- 591 -

la ventana, y dio la espalda a la espectacular vista, y esperó, sus brazos cruzados, su cicatriz punzando.

Hermione se sentó en una silla junto al vestidor; Ron se

sentó en el reposabrazos.

Bill reapareció, trayendo el pequeño duende, a quien

sentó cuidadosamente sobre la cama. Griphook gruñó

un gracias, y Bill se fue, cerrando la puerta sobre ellos.

-Siento sacarlo de su cama -dijo Harry-. ¿Como están

sus piernas?.

-Doloridas -replicó el duende-. Pero sanando.

Todavía asía la espada de Griffindor, y tenía un aspecto

extraño: medio enfadado, medio intrigado. Harry notó

la piel enfermiza del duende, sus largos dedos

delgados, sus oscuros ojos. Fleur le había quitado los

zapatos: sus grandes pies estaban sucios. Era mas

grande que un elfo domestico, pero no por mucho. Su

curva cabeza era mucho más grande que la de un

humano.

-Usted probablemente no recuerde…- comenzó Harry.

-…¿que yo fui el duende que te guió a tu cámara, la

primera vez que visitaste Gringotts? -dijo Griphook-. Lo

recuerdo Harry Potter. Incluso entre los duendes, eres

muy famoso.

Harry y el duende se miraron, examinándose el uno al

otro. La cicatriz de Harry todavía punzaba. Quería

terminar la entrevista con Griphook rápidamente, y al

mismo tiempo estaba temeroso de hacer un movimiento

- 592 -

en falso. Mientras trataba de pensar la mejor manera de hacerle su petición, el duende rompió el silencio.

-Tú enterraste al elfo -dijo, sonando inesperadamente

rencoroso-. Te vi desde la ventana del cuarto que está

junto a este.

-Sí- dijo Harry.

Griphook lo miró por el rabillo del ojo.

-Eres un mago inusual, Harry Potter.

-¿En qué sentido?- preguntó Harry, rascándose la

cicatriz inconscientemente.

-Cavaste el sepulcro.

-¿Y?-

Griphook no respondió. Harry pensó que estaba siendo

despreciado por actuar como un Muggle, pero no le

importó si Griphook aprobaba el sepulcro de Dobby o

no. Se decidió a pasar a la ofensiva.

-Griphook, necesito preguntarle…

-También rescataste a un duende...

-¿Qué?

-Me trajiste aquí, me salvaste.

- 593 -

-Bueno, ¿le debo una disculpa? -dijo Harry un poco impaciente.

-No, Harry Potter- dijo Griphook, y con un dedo torció

su delgada barba negra sobre su barbilla-, pero eres un

mago muy extraño.

-Bien -dijo Harry-, Necesito algo de ayuda, Griphook, y

usted puede dármela.

El duende no dio ninguna señal de perturbarse, pero

continuó con el ceño fruncido hacia Harry como si

nunca hubiera visto algo como él.

-Necesito abrir una cámara de Gringotts

Harry no había tenido la intención de decirlo tan mal:

las palabras salieron forzadas de él como un disparo de

dolor a través de su cicatriz y vio, otra vez, el contorno de Hogwarts. Cerró su mente firmemente. Necesitaba

hacer el trato con Griphook primero. Ron y Hermione

miraban a Harry como si se hubiera vuelto loco.

-Harry… -dijo Hermione, pero fue interrumpida por

Griphook.

-¿Abrir una cámara de Gringotts? -repitió el duende,

haciendo una mueca mientras se acomodaba en la

cama-. Eso es imposible.

-No, no lo es -dijo Ron-. Ya lo han hecho

-Sí -dijo Harry-. El mismo día en el que le conocí,

Griphook. Mi cumpleaños, hace siete años.

- 594 -

-La cámara en cuestión estaba vacía en ese momento -

impuso el duende y Harry entendió que incluso aunque

Griphook hubiera dejado Gringotts, estaba ofendido

con la idea de sus defensas siendo violadas-. Su

protección era mínima.

-Bueno, la cámara a la que queremos llegar no está

vacía, y adivino que su protección debe ser muy

poderosa -dijo Harry-. Le pertenece a los Lestrange.

Vio a Ron y Hermione mirarse el uno al otro,

asombrados, pero ya habría tiempo para explicarselo

cuando Griphook hubiera dado su respuesta.

-No tienes ninguna posibilidad -dijo Griphook

llanamente-. Ninguna posibilidad en absoluto.  Si buscas bajo nuestros suelos, un tesoro que nunca fue tuyo…-

-Mago, has sido advertido, cuidado… sí, lo sé, lo recuerdo -dijo Harry-. Pero no estoy tratando de coger

ningún tesoro, no estoy tratando de coger nada como

ganancia personal. ¿Puede creerselo?.

El duende miró a Harry, y la cicatriz en forma de rayo

en la frente de Harry ardió, pero lo ignoró, negandose a

reconocer el dolor o su invitación.

-Si hay un mago del que creería que no busca una

recompensa personal -dijo Griphook finalmente-, ese

serías tú, Harry Potter. Los elfos y los duendes no han

sido tratados con la protección o el respeto que tú has

mostrado esta noche. No de gente con varitas.

- 595 -

-Gente con varitas -repitió Harry: la frase sonó extraña a sus oídos mientras su cicatriz ardía, mientras

Voldemort situaba sus pensamientos hacia el norte, y

mientras Harry ardía de curiosidad por preguntarle a

Ollivander, que estaba en la puerta de al lado.

-El derecho a llevar una varita -dijo el duende

tranquilamente-, ha sido una larga pelea entre duendes

y magos.-

-Bueno, los duendes pueden hacer magia sin varitas -

dijo Ron.

-¡Eso es insustancial! Los magos rehúsan compartir los

secretos de la sabiduría de las varitas con otros seres

mágicos, nos niegan la posibilidad de extender nuestros

poderes.

-Bueno, los duendes tampoco comparten nada de su

magia -dijo Ron-. Ustedes no nos dirán cómo hacer

espadas y armaduras como las que hacen. Los duendes

saben trabajar el metal de una forma en la que un

mago nunca…

-No importa -dijo Harry, notando la cara de Griphook

subir de color-. Esto no trata acerca de magos contra

duendes, o algún otro tipo de criatura mágica…

Griphook hizo una sucia risa.

-¡Pero es eso! ¡Es precisamente eso! Según crece el

poder del Señor Oscuro, su tarea está puesta incluso

más firmemente en mí. Gringotts cae bajo el imperio

- 596 -

de los Magos, los elfos domésticos son asesinados, ¿y quién entre los que llevan varita protesta?.

-¡Nosotros lo hacemos! -dijo Hermione. Se había

sentado erguida, sus ojos brillantes-. Nosotros

protestamos. ¡Estoy tan asustada como cualquier

duende o elfo, Griphook! ¡Soy una Sangresucia!.

-No te llames así… -murmuró Ron.

-¿Porqué no puedo hacerlo? -dijo Hermione-.

¡Sangresucia, y orgullosa de serlo! ¡No tengo una

posición mas alta que ud bajo este nuevo

orden,Griphook! ¡Es a mí a quien eligieron torturar, en

casa de los Malfoy!

Mientras hablaba, echó a un lado el cuello del vestido

para revelar el pequeño corte que Bellatrix le había

hecho, rojo en contraste con su garganta.

-¿Sabía que fue Harry quien liberó a Dobby? –preguntó-.

¿Sabías que buscamos la libertad de los elfos durante

años? -(Ron se sintió incómodo en el brazo del sillón de

Hermione)- ¡Usted no puede desear que Quién-Ud-Sabe

sea derrotado más que nosotros, Griphook!-

El duende miró a Hermione con la misma curiosidad que

había mostrado por Harry.

-¿Qué buscan en la cámara de los Lestrange? -preguntó

abruptamente-. La espada que se encuentra en el

interior es una falsa copia. Esta es la real -Miró a cada uno de ellos-. Pero creo que eso ya lo saben. Me

pediste que mintiera por ti allí.

- 597 -

-Pero la falsa espada no es lo único que hay en la cámara, ¿verdad? -preguntó Harry-. A lo mejor ha visto

otras cosas allí.

Su corazón latía más fuerte que nunca. Redobló sus

esfuerzos para ignorar el ardor de su cicatriz.

El duende giro su barba alrededor de su dedo

nuevamente.

-Va contra nuestro código revelar los secretos de

Gringotts. Somos los guardianes de fabulosos tesoros.

Tenemos un deber con los objetos puestos bajo nuestro

cuidado, el cual ha sido, muy a menudo, escrito con

nuestras propias manos.

El duende movió la espada, y sus negros ojos vagaron

de Harry a Hermione y a Ron y luego de vuelta.

-Tan jóvenes -dijo finalmente- para pelear contra

tantos.

-¿Nos ayudará? -dijo Harry-. No tenemos esperanzas de

entrar ahí sin la ayuda de un duende. Usted es nuestra

única posibilidad.

-Yo… lo pensaré -dijo Griphook exasperadamente.

-Pero… -comenzó Ron furiosamente; pero Hermione le

dio un golpe en las costillas.

-Gracias -dijo Harry.

- 598 -

El duende arqueó su gran cabeza curva en reconocimiento, luego flexionó sus cortas piernas.

-Pienso -dijo, acomodándose a si mismo

ostentosamente sobre la cama de Bill y Fleur- que la

poción Crece-huesos ha terminado su trabajo. Por fin

podré dormir. Si me disculpáis...

-Sí, claro -dijo Harry, pero antes de dejar el cuarto se

inclinó hacia delante y cogió la espada de Griffindor del lado del duende. Griphook no la reclamó, pero Harry

creyó ver resentimiento en los ojos del duende

mientras cerraba la puertas tras él.

-Pequeño tonto -murmuró Ron-. Disfruta haciéndonos

esperar.

-Harry -musitó Hermione, llevándolos a ambos lejos de

la puerta, al medio del piso medio iluminado- ¿estás

diciendo lo que creo que estás diciendo? Estás diciendo

que hay un Horcrux en la cámara de los Lestrange.

-Sí -dijo Harry-. Bellatrix estaba espantada cuando

pensó que podríamos haber estado allí, estaba fuera de

sí. ¿Porque?. ¿Qué creía que habíamos visto? ¿Que más

pensó que podíamos haber cogido? Algo de lo tenía

miedo que Quien-Tu-Sabes se enterarase.

-Pero pensé que estábamos buscando lugares donde

Quien-Tu-Sabes había estado, lugares donde hubiera

hecho algo importante -dijo Ron, pareciendo

anonadado-. ¿Alguna vez estuvo dentro de la cámara de

los Lestrange?.

- 599 -

-No se siquiera si ah estado alguna vez en Gringotts -

dijo Harry-. Nunca tuvo oro allí cuando era joven,

porque nadie le dejó nada. Quizás vió el banco desde

fuera la primera vez que fue al callejón Diagon.

La cicatriz de Harry palpitó,  pero  él  la  ignoró;  quería que Hermione y Ron entendieran lo de Gringotts antes

de ir a hablar con Ollivander.

-Creo que debe haber envidiado a cualquiera que

tuviera una llave de alguna cámara de Gringotts. Lo

debe haber visto como un símbolo de que pertenece al

mundo Mágico. Y no olvideis que confiaba en Bellatrix y

su esposo, eran sus sirvientes más devotos antes que

cayera, y fueron en su busca cuando desapareció. Lo

dijo la noche que regresó, yo lo escuché.

Harry se frotó la cicatriz.

-Aunque no creo que le haya dicho a Bellatrix que era

un Horcrux. El nunca le dijo la verdad sobre del diario a Lucius Malfoy. Quizás le dijo que era una posesión

valiosa y le pidió que la guardara en su cámara. El lugar más seguro del mundo para cualquier cosa que quieras

esconder, me dijo Hagrid... excepto Hogwarts.

Cuando Harry terminó de hablar, Ron sacudió su

cabeza.

-Tu realmente le entiendes.

-En parte - dijo Harry.-En parte... me gustaría haber

entendido a Dumbledore tanto como a él. Pero

veremos. Vamos…Ahora Ollivander.

- 600 -

Ron y Hermione se sentían desconcertados aunque muy impresionados a medida que lo seguían a través del

pequeño piso y golpeaba la puerta que se encontraba

en dirección opuesta a la de Bill y Fleur. Un débil -

Pasen- les respondió.

El fabricante de varitas estaba tendido en la cama más

alejada de la ventana. Había estado prisionero en aquel

sótano durante más de un año y había sido torturado,

Harry  lo  sabía,  en  al  menos una ocasión. Estaba muy

delgado, los huesos de su cara sobresalían

notoriamente contra su amarillenta piel. Sus grandes

ojos plateados parecían divagar entre sus párpados. Las

manos que yacían sobre la manta podían haber

pertenecido a un esqueleto. Harry se sentó en la cama

vacía, junto a Ron y Hermione. El sol naciente no se

veía desde allí. El cuarto daba al jardín sobre el

acantilado y la tierra fresca del sepulcro.

-Señor Ollivander, siento molestarlo -dijo Harry.

-Mi querido muchacho -la voz de Ollivander era débil-.

Tú nos rescataste. Pensé que moriría en ese lugar,

nunca podré agradecerte...  nunca  podré agradecerte...

lo suficiente.-

-Estuvimos contentos de hacerlo.

La cicatriz de Harry palpitó. Sabía, estaba seguro, de

que no tenían tiempo para apartar a Voldemort de su

meta, o al menos para tratar de frustrarlo. Sintió un

brote de pánico... pero había tomado una decisión al

hablar con Griphook primero. Fingiendo una calma que

- 601 -

no sentía, tomó a tientas la bolsa alrededor de su cuello y tomó las dos mitades de su varita rota.

-Señor Ollivander, necesito ayuda.

-Lo que sea, lo que sea,- dijo el fabricante de varitas

débilmente.

-¿Puede repararla? ¿Es posible?-

Ollivander alzó una temblorosa mano, y Harry colocó

las dos mitades apenas conectadas en su palma.

-Acebo y pluma de fénix -dijo Ollivander con voz

trémula. -Once pulgadas. Agradable y flexible.

-Sí -dijo Harry-. ¿Puede…?

-No -susurró Ollivander-. Lo siento, de verdad lo siento, pero una varita que ha sufrido este grado de daño no

puede ser reparada de ninguna manera que conozca.

Harry había estado esperanzado de escucharlo, pero

era un soplo solamente. Volvió a coger las mitades de

la varita y las volvió a colocar en la bolsa alrededor de su cuello. Ollivander se quedo mirando el lugar donde

la varita rota había desaparecido y no dejó de mirar

hasta que Harry tomó de su bolsillo las dos varitas que

había traído de la casa de Malfoy.

-¿Puede identificar estas? -preguntó Harry.

- 602 -

El fabricante tomó la primera de las varitas y la sostuvo cerca de sus pálidos ojos, girándola entre sus dedos,

flexionándola suavemente.

-nuez y nervio de dragón –dijo-. Doce pulgadas y tres

cuartos. Inflexible. Esta varita pertenecía a Bellatrix

Lestrange.

-¿Y ésta?

Ollivander la examinó de la misma forma.

-Espino y pelo de unicornio. Diez pulgadas justas.

Moderadamente flexible. Esta era la varita de Draco

Malfoy.

-¿Era? -repitió Harry-. ¿Acaso no sigue siento suya?

-Quizás no. Si tu la tomaste…

-…lo hice…

-…entonces puede ser tuya. Claro, la forma de ver las

cosas depende mucho también de la varita en sí misma.

En general, si una varita ha sido ganada, su lealtad

cambiará.

Hubo un silencio en el cuarto, excepto por el distante

rugir de las olas.

-Habla de las varitas como si tuvieran sentimientos -

dijo Harry-. Como si pudieran pensar por sí mismas.

- 603 -

-La varita elige al mago -dijo Ollivander-. Eso siempre ha sido obvio para los que hemos estudiado la sabiduría

de las varitas.

-¿Pero una persona puede usar una varita que no lo ha

elegido? -preguntó Harry.

-Oh sí, si eres mago puedes movilizar tu magia a traves

de casi cualquier objeto. Pero los mejores resultados

siempre aparecen con la mayor afinidad entre varita y

mago. Estas conexiones son complejas. Una atracción

inicial, y luego un mutuo deseo debido a la experiencia,

la varita aprendiendo del mago, el mago aprendiendo

de la varita.

El mar iba hacia delante y de vuelta; era un triste

sonido.

-Tomé esta varita de Draco Malfoy por la fuerza -dijo

Harry-. ¿Es seguro usarla?-

-Así lo creo. Las leyes que gobiernan al propietario y la varita son sutiles, pero la varita conquistada tiende a ir hacia su nuevo maestro.

-¿Así que yo debería usar esta? -dijo Ron, sacando la

varita de Colagusano fuera de su bolsillo y pasándosela

a Ollivander.

-Castaño y nervio de dragón. Nueve pulgadas y un

cuarto. Frágil. Me forzaron a hacer esta tras mi

secuestro, para Peter Pettigrew. Sí, si la ganas, es mas

que probable que haga tus peticiones, y que las haga

bien, mejor que otra varita.

- 604 -

-¿Y esto es cierto para todas las varitas?- preguntó Harry.

-Así lo creo -replicó Ollivander, sus protuberantes ojos

sobre el rostro de Harry.- Hace profundas preguntas,

Señor Potter. La sabiduría de las varitas es una parte de la magia compleja y misteriosa.

-¿así que no es necesario matar al anterior propietario

para tomar la posesión de una varita?- preguntó Harry.

Ollivander tragó.

-¿Necesario? No, no debería decirse que sea necesario

matar.-

-Aunque hay leyendas -dijo Harry, y las palpitaciones

de su corazón se aceleraron, el dolor de su cicatriz se

hacía más intenso; estaba seguro de que Voldemor iba a

poner su idea en acción-, leyendas sobre una varita…o

varitas…que han ido pasando de mano en mano por

asesinato.

Ollivander se volvió pálido. Contra la blanca almohada

su tono era gris, y sus ojos enormes, rojos, y llenándose de lo que parecía ser temor.

-Sólo una varita, creo -susurró.

-Y Usted-Sabe-Quien está interesada en ella, no es así?

-preguntó Harry.

-Yo…¿cómo? -croó Ollivander, y se volvió hacia Ron y

Hermione en busca de ayuda-. ¿Cómo sabéis eso?

- 605 -

-Él quería que le dijera como superar la conexión entre nuestras varitas -dijo Harry.

Ollivander parecía aterrorizado.

-¡Él me torturó, debes entenderlo! Usó la maldición

Cruciatus, yo...¡yo no tenía mas opción que decirle lo

que sabía, lo que creía!

-Lo entiendo -dijo Harry-. ¿Le dijo algo acerca de los

corazones hermanos? ¿Le dijo que había tenido que

pedir prestada la varita de otro mago?

Ollivander parecía horrorizado, transfigurado, por la

cantidad de información que tenía Harry. Asintió

lentamente.

-Pero no funcionó –continuó Harry-. Mi varita todavía

vencía a la varita prestada. ¿Sabe porqué pasó eso?

Ollivander sacudió su cabeza lentamente tal como

había asentido.

-Yo nunca... había escuchado tal cosa. Tu varita hizo

algo único esa noche. La conexión de varitas hermanas

es increíblemente rara, pero porqué tu varita habría

vencido a la varita prestada, no lo sé...

-Estábamos hablando acerca de la otra varita, la varita

que cambia de manos por asesinato. Cuando Quien-

Usted-Sabe se dio cuenta que mi varita había hecho

algo extraño, volvió y le preguntó acerca de la otra

varita, ¿cierto?

- 606 -

-¿Como sabes esto?

Harry no respondió

-Sí, lo preguntó -susurró Ollivander-. Quería saber todo

lo que pudiera decirle acerca de la varita también

conocida como La Varita Mortífera, La Varita del

Destino, o la Varita de Saúco.

Harry miró de soslayo a Hermione. Parecía horrorizada.

-El Señor Oscuro -murmuró Ollivander en un silencioso y

temeroso tono-siempre había estado feliz con la varita

que le construí…sí, pluma de fénix y trece pulgadas y

media… hasta que descubrió la conexión de las varitas

gemelas. Ahora busca otra, una varita más poderosa,

como la única forma de conquistarte.

-Pero sabrá pronto, si es que todavía no lo sabe, que la

mía esta dañada sin poder repararse -dijo Harry

tranquilamente.

-¡No! -dijo Hermione pareciendo asustada-. Él no podría

saber eso, Harry, ¿Cómo podría…?

-Priori Incantatem -dijo Harry-. Dejamos tu varita y la

varita de espino en casa de Malfoy, Hermione. Si las

examinan adecuadamente, haciéndolas recrear los

hechizos que han hecho previamente, podrían ver que

la  tuya  rompió  la  mía,  verán que fallaste tratando de repararla, y se darán cuenta que he estado usando la

varita de espino desde entonces.

- 607 -

El poco color que había ganado desde su llegada se habia retirado de su rostro. Ron le echó a Harry una

mirada reprobadora, y dijo:

-no nos preocupemos por eso ahora…

Pero el Señor Ollivander intervino.

-El Señor Oscuro ya no busca la Varita de Saúco solo

para destruirle, Señor Potter. El está decidido a

poseerla porque cree que lo hará realmente

invulnerable.

-¿Y lo hará?.

-El propietario de la Varita de Saúco siempre debe

temer el ataque -dijo Ollivander- pero la idea del Señor

Oscuro de poseer la Varita Mortífera es, debo admitirlo,

formidable.

Harry de pronto recordó cuan inseguro estaba, cuando

se conocieron, de lo que le gustaba a Ollivander.

Incluso ahora, siendo torturado y aprisionado por

Voldemort, la idea del Mago Oscuro en posesión de la

varita parecía cautivarlo tanto como le causaba

repulsión.

-Usted… ¿Usted realmente piensa que esa varita existe,

entonces, Señor Ollivander?- preguntó Hermione.

-Oh sí -dijo Ollivander-, sí, es perfectamente posible

seguir su curso a través de la historia. Hay espacios en

blanco, por supuesto, y muy largos, donde desaparece

de la vista, temporalmente perdida o escondida; pero

- 608 -

siempre vuelve a surgir en la superficie. Tiene características certeramente identificables que

aquellos instruidos en la sabiduría de las varitas

reconocen. Se han escrito tratados, algunos de ellos

oscuros, que yo y otros fabricantes hemos hecho

nuestro objeto de estudio. Tiene el anillo de la

autenticidad.

-Así que…¿usted no cree que pueda ser un mito o un

cuento de hadas? -preguntó Hermione

esperanzadamente.

-No -dijo Ollivander-. Si es necesario que pase

mediante un asesinato, no lo se. La historia es

sangrienta, pero eso puede ser simplemente debido al

hecho de que es un objeto muy deseable, y despierta

pasiones entre los magos. Inmensamente poderosa,

peligrosa en las manos equivocadas, y un objeto

increíblemente fascinante para todos aquellos que

estudiamos el poder de las varitas.

-Sr. Ollivander -dijo Harry- Le contó al Innombrable que

Gregorovitch tenía la Varita de Saúco, ¿no?

Ollivander se puso, si era posible, todavía más pálido.

Se veía fantasmagórico mientras tragaba saliva.

-¿Pero cómo… cómo hace…?

-Nunca presté atención a cómo lo se -dijo Harry,

cerrando los ojos momentáneamente porque la cicatriz

le quemaba, y vio, durante unos segundos, una visión

de la calle principal de Hogsmeade, todavía oscura,

- 609 -

porque estaba mucho más al norte-. ¿Le contó al Innombrable que Gregorovitch tenía la varita?

-Era un rumor, -susurró Ollivander-. Un rumor, de hace

muchísimos años, mucho antes que ustedes nacieran,

creo que Gregorovitch mismo lo inició. Pueden ver cuan

bueno sería eso para el negocio; ¡que él estaba

estudiando y reproduciendo las cualidades de la Varita

de Saúco!

-Sí, puedo verlo -dijo Harry. Se levantó-. Sr. Ollivander, una última cosa, y luego le dejaremos descansar un

poco. ¿Qué sabe usted sobre las Reliquias de la Muerte?

-Las… ¿las qué? –preguntó el fabricante de varitas,

pareciendo completamente desconcertado.

-Las Reliquias de la Muerte.

-Lo siento no se de lo que me está hablando. ¿Es algo

que se hace con las varitas?

Harry examinó la cara hundida y creyó que Ollivander

no estaba actuando. No sabía nada sobre las Reliquias.

-Gracias -dijo Harry-. Muchas gracias. Nos marcharemos

ahora para dejarle descansar un poco.

Ollivander parecía afligido.

-¡Me torturó! –jadeó-. La Maldición Cruciatus… no

tienen idea…

- 610 -

-La tengo -dijo Harry-, ciertamente la tengo. Por favor descanse un poco. Gracias por contarme todo esto.

Encabezó a Ron y a Hermione escaleras abajo. Harry les

echó un fugaz vistazo a Bill, Fleur, Luna y Dean

sentados  en  la  mesa  de  la  cocina,  con  tazas  de  té frente a ellos. Todos ellos alzaron la mirada hacia Harry cuando apareció en la puerta, pero simplemente les

inclinó la cabeza y continuó hacia el jardín, Ron y

Hermione detrás de él. Harry caminó hacia el montículo

rojizo de tierra que cubría el lugar de reposo de Dobby,

mientras el dolor en su cabeza se hacía más y más

poderoso. Ahora era un esfuerzo enorme bloquear las

visiones que se le imponían, pero sabía que debería

resistir solamente un poco más. Se rendiría muy pronto,

porque necesitaba saber que su teoría era correcta.

Debería hacer sólo un pequeño esfuerzo más, para

poder explicárselo a Ron y Hermione.

-Gregorovitch tuvo la Varita de Saúco mucho tiempo

atrás -dijo-. Vi al Innombrable tratando de encontrarla.

Cuando la localizó, se encontró con que Gregorovitch

ya no la tenía: le fue robada por Grindelwald. Cómo

Grindelwald averiguó que Gregorovitch la tenía, no lo

sé… pero si Gregorovitch fue tan estúpido de difundir el

rumor, no pudo haber sido tan difícil.

Voldemort estaba a las puertas de Hogwarts; Harry

podía verlo allí de pie, y veía también la lus oscilante

del pre-amanecer, acercándose más y más.

-Y Grindelwald utilizó la Varita de Saúco para hacerse

más poderoso. Y en la cima de su poder, cuando

Dumbledore supo que era el único que podía detenerlo,

- 611 -

se batió en duelo con Grindelwald y le ganó, tomando la Varita de Saúco.

-¿Dumbledore tenía la Varita de Saúco? –dijo Ron-. Pero

entonces… ¿dónde está ahora?

-En Hogwarts -dijo Harry, luchando por permanecer con

ellos en el borde del acantilado del jardín.

-¡Pero entonces, vamos! –dijo Ron con urgencia-.

¡Harry, vamos y la obtendremos antes de que él lo

haga!

-Es demasiado tarde para eso -dijo Harry. No podía

ayudarse a sí mismo, pero podía agarrarse la cabeza,

intentado ayudar a su resistencia-. Sabe dónde está.

Está allí ahora.

-¡Harry! –dijo Ron furiosamente-. ¿Hace cuánto que lo

sabes… por qué hemos estado perdiendo el tiempo? ¿Por

qué hablaste con Griphook primero? Podíamos habernos

ido… podríamos irnos todavía…

-No -dijo Harry, hincándose de rodillas en la hierba-.

Hermione está en lo cierto. Dumbledore no quería que

la tuviera. No quería que la tomara. Quería que

consiguiera los Horricruxes.

-¡La varita invencible, Harry! –gimió Ron.

-No, se supone que yo... se supone que destruiré los

Horricruxes...

- 612 -

Y ahora todo era frío y oscuro: El sol era apenas visible sobre el horizonte mientras planeaba sobre Snape,

atravesando los jardines por encima hacia el lago.

-Me reuniré en el castillo contigo en breve -dijo en voz

alta y fría-. Déjame ahora.

Snape se inclinó respetuosamente y rehizo el camino de

regreso, la capa negra ondulando detrás de él.

Harry caminaba lentamente, esperando que la figura de

Snape desapareciera. No lo haría por Snape, ni por

nadie más, ver a dónde iba. Pero no había luces en las

ventanas del castillo, y se podía ocultar… y en un

segundo se había lanzado sobre sí mismo un

Encantamiento Desilusionador que lo ocultaba incluso

de sus propios ojos.

Y siguió andando, alrededor de la orilla del lago,

asimilando los contornos del querido castillo, su primer

reino, su legado…

Y aquí estaba, al lado del lago, reflejada en las oscuras aguas. La tumba de mármol blanco, una mancha

innecesaria en el familiar paisaje. Le hizo sentir de

nuevo esa corriente de euforia controlada, ese

embriagador sentido de destrucción a propósito. Alzó la

vieja varita de tejo: cómo encajaría esto, sería su

última gran acción.

La tumba se abrió de pies a cabeza. La figura envuelta

era tan larga como delgada había sido en vida. Alzó la

varita otra vez.

- 613 -

Los sudarios cayeron abiertos. La cara estaba traslúcida, pálida, hundida, todavía conservada casi

perfectamente. Habían dejado las gafas en la nariz

encorvada: Se sintió ridículamente divertido. Las manos

de Dumbledore estaban dobladas sobre el pecho, allí

yacía, agarrada entre ellas, enterrada con él.

¿Se había imaginado ese viejo tonto que el mármol o la

muerte protegería la varita? ¿Había creído que el Señor

Oscuro se asustaría por violar su tumba? La mano

arácnida bajó en picado y soltó la varita del agarre de

Dumbledore, y cuando la tuvo, una lluvia de chispas

voló de su punta, centelleando sobre el cadáver de su

último dueño, preparada por fin para servir al nuevo

amo.

- 614 -

Capítulo Veinticinco

La cabaña protectora

L    a casa de campo de Bill y Fleur se asentaba

sola en una roca dando al mar, sus paredes incrustadas

con conchas y cal. Era un solitario y hermoso lugar. En

cualquier sitio al que Harry fuera dentro de la pequeña

casa o de su jardín, podía oír el constante ir y venir del mar, como la respiración de alguna gran critatura

dormida. Pasó gran parte de los siguientes días

buscando excusas para escapar de la concurrida casa,

un deseo incontrolable de disfrutar la vista desde arriba de las rocas, del cielo abierto y ancho, el mar vacío, y

la sensación del viento frío y salado en su rostro.

La enormidad de su decisión, no competir con

Voldemort por la varita todavía asustaba a Harry. No

podía recordar que nunca antes hubiera escogido no

- 615 -

actuar. Estaba lleno de dudas, dudas con las que Ron no ayudaba diciendo, dondequiera que fuesen juntos:

-¿Y si Dumbledore quería que trabájaramos en el

símbolo en vez de conseguir la varita? ¿Y si trabajando

en lo que el símbolo significaba te revelaba la

importancia de conseguir las reliquias? Harry, si esa es

realmente la varita de sauco, ¿Cómo demonios se

supone que debemos terminar con Tú-Sabes-Quien?

Harry no tenía respuestas. Hubo momentos en los que

se preguntó si habia sido una completa locura no tratar

de impedir que Voldemort abriera la tumba. No podía

siquiera explicar satisfactoriamente por qué había

decidido no hacerlo: Cada vez que intentaba

reconstruir los argumentos internos que lo habían

llevado a su decisión, sonaban más débiles para él.

Lo extraño es que el apoyo de Hermione lo hizo sentir

tan confundido como las dudas de Ron. Ahora forzado a

aceptar que la varita de sauco era real, ella sostenía

que era un objeto diabólico, y que la forma en que

Voldemort había tomado posesión de ella era

repelente, sin ninguna consideración.

-Tú nunca podrías haber hecho eso, Harry –decía ella

una y otra vez. -No podrías haber roto la tumba de

Dumbledore.

Pero la idea del cuerpo de Dumbledore asustaba a

Harry mucho menos que la posibilidad de que podría

haber malinterpretado las intenciones de Dumbledore

mientras estaba vivo. Sintió que todavía andaba a

tientas en la oscuridad; había escogido su camino, pero

- 616 -

seguía mirando hacia atrás, preguntándose si había leído mal los signos, si no debería haber tomado otro

camino.

De tiempo en tiempo, la cólera contra Dumbledore se

desataba en él otra vez, poderosa como las olas que se

cierran de golpe contra la roca bajo la casita de campo,

cólera por que Dumbledore no le hubiera explicado

todo antes de morirse.

-Pero, ¿Está muerto? -dijo Ron, tres días después de

que hubieran llegado a la casa de campo.

Harry estaba mirando fijamente hacia fuera, sobre la

pared que separaba el jardín de la casa de campo de la

roca, cuando Ron y Hermione lo encontraron;

lamentaba que lo hubiesen hecho, no tenía ningún

deseo de participar en su discusión.

-Sí, lo esta. Ron, por favor, no empieces otra vez!

-Mira los hechos, Hermione -dijo Ron, hablando hacia

Harry, que continuaba mirando fijamente al horizonte-.

El ciervo plateado. La espada. El ojo que Harry vió en

el espejo...

-¡Harry admite que podría haber imaginado el ojo! ¿No,

Harry?

-Podría haberlo hecho -dijo Harry sin mirarla.

-Pero tu no piensas que lo hayas hecho, ¿verdad? -

preguntó Ron.

- 617 -

-No, no lo creo -dijo Harry.

-Ahí lo tienes -dijo Ron rápidamente, antes de que

Hermione pudiera terminar-. Si no fué Dumbledore,

explica cómo sabía Dobby que estábamos en el sótano,

Hermione.

-No puedo... pero ¿Puedes explicar cómo nos lo pudo

enviar Dumbledore si está metido en una tumba en

Hogwarts?

-¡No se, podría haber sido su fantasma!

-Dumbledore no volvería como un fantasma -dijo Harry.

Había pocas cosas de las que estuviera seguro ahora

sobre Dumbledore, pero de eso si lo estaba-.Él habría

continuado.

-¿A qué te refieres con 'continuado'? -preguntó Ron,

pero antes de que Harry pudiese decir más, una voz

detrás de él dijo, -¿Aggy?-

Fleur había salido de la casa de campo, su largo cabello

plateado volando en la brisa.

-'Arry, a Grip'ook le gustagía hablag contigo. 'Ezta en la habitación máz pequeña, dijo que no quegía ser

escuchado pog casualidad.-

Su disgusto con que el duende la enviara a entregar

mensajes era clara; se ña veía irritable mientras

caminaba de vuelta a la casa.

- 618 -

Griphook les estaba esperando, como Fleur había dicho, en el más pequeño de los tres cuartos de la casa, en el

que Hermione y Luna dormían por la noche.

Había echado las cortinas rojas de algodón contra el

luminoso y nublado cielo, lo que le daba al cuarto un

resplandor ardiente que contrastaba con el resto de la

aireada y luminosa casa.

-He tomado mi decisión, Harry Potter -dijo el duende,

que estaba sentado con las piernas cruzadas en una

silla baja, golpeando los brazos con sus largos y

delgados dedos-. Aunque los duendes de Gringotts

considerarán esto una traición, he decidido ayudarte...

-¡Eso es genial! -dijo Harry, una oleada de alivio pasó a través de él-. Griphook, gracias, nosotros le estamos

realmente...

-...a cambio, -dijo el duende firmemente- de un pago.

Ligeramente desconcertado, Harry vaciló.

-Cuánto quieres? Tengo oro.

-Oro no -dijo Griphook. –Ya tengo oro.

Sus ojos negros resplandecieron; no tenía blanco en los

ojos.

-Quiero la espada. La espada de Godric Gryffindor.

El espíritu de Harry se desplomó

- 619 -

-No puedes tener eso -dijo. -Lo siento.

-Entonces -dijo el duende suavemente- tenemos un

problema.

-Podemos darte alguna otra cosa -dijo Ron con

impaciencia- Apuesto a que Lestrange tiene montones

de cosas, puedes coger tu parte una vez estemos en la

cámara.

Había dicho lo incorrecto. Griphook se sonrojó furioso.

-¡No soy un ladrón, niño! ¡No estoy tratando de

conseguir tesoros a los que no tengo derecho!-

-La espada es nuestra...

-No, no lo es -dijo el duende.

-Somos Gryffindor, y era de Godric Gryffindor...

-Y antes de que fuese de Gryffindor, ¿de quién era? -

reclamó el duende, sentándose derecho.

-De nadie -dijo Ron-. Fue hecha para él, ¿no?

-¡No! -gritó el duende, erizándose de ira mientras

apuntaba un largo dedo hacia Ron.

-¡La arrogancia de los magos otra vez! ¡Esa espada fue

primero de Ragnuk, al que se la robó Godric Gryffindor!

¡Es un tesoro perdido, una pieza maestra del trabajo

duende! Pertenece a los duendes. ¡La espada es el

- 620 -

precio a mis servicios, tómalo o déjalo! -Griphook les miraba fijamente.

Harry miró a los otros dos, y luego dijo- Necesitamos

discutir esto, Griphook, si le parece bien. ¿Podría

darnos unos minutos?

El duende asintió, pareciendo enfadado.

Abajo, en el vacío salón, Harry caminó hacia la

chimenea con el ceño fruncido, tratando de pensar en

qué hacer. Detrás de él, Ron dijo, -Está bromeando. No

podemos darle esa espada.

-¿Es verdad? –preguntó Harry a Hermione.- ¿ Gryffindor

robó la espada?

-No lo sé -dijo desesperanzadamente-. La historia de

los magos a menudo evita lo que estos han hecho a

otras razas mágicas, pero no hay ningún informe que

conozca que diga que Gryffindor robó la espada.

-Será una de esas historias de duendes -dijo Ron- sobre

como los magos estamos siempre tratando de terminar

sobre ellos. Supongo que deberíamos sentirnos felices

de que no nos haya pedido una de nuestras varitas.

-Los duendes tienen buenas razones para que no les

gusten los magos, Ron.- dijo Hermione. - Han sido

tratados brutalmente en el pasado.

-Los duendes no son exactamente pequeños conejos

mullidos, ¿no? - dijo Ron-. Han matado ha muchos de

los nuestros. Han peleado sucio también.

- 621 -

-Pero discutir con Griphook sobre que raza es la más misteriosa y violenta no va a ponerlo más deseoso de

ayudarnos, ¿no?

Hubo una pausa mientras intentaban pensar en una

solución al problema. Harry miró afuera hacia la tumba

de Dobby. Luna estaba colocando lavanda de mar en un

tarro de mermelada al lado de la piedra principal.

-Muy bien - dijo Ron, y Harry se volvió para verlo,

-¿Qué?

-Le decimos a Griphook que necesitamos la espada

hasta que estemos dentro de la cámara y que luego

podrá tenerla. Hay una falsa dentro, ¿no? Las

cambiamos, y le damos la falsa.

-¡Ron, notará la diferencia mejor que nosotros!- dijo

Hermione. -¡Él fue el único que notó que había habido

un cambio!

-Si, pero podríamos escapar antes que se de cuenta...

Se acobardó ante la mirada que le echó Hermione.

-Eso -dijo silenciosamente-, es despreciable. ¿Pedir su

ayuda, y luego traicionarlo? ¿Y tú te preguntas por qué

a los duendes no les gustan los magos, Ron?

Las orejas de Ron se pusieron rojas.

-¡Esta bién, esta bién! ¡Era lo único que se me ocurría!

¿Cuál es tu solución, entonces?

- 622 -

-Necesitamos ofrecerle algo más, algo igual de valioso.

-Brillante, iré y traeré una de nuestras antiguas espadas hechas por duendes y tú puedes envolverla en papel de

regalo.

El silencio se hizo entre ellos otra vez. Harry estaba

seguro de que el duende no aceptaría nada más que la

espada, aunque ellos tuvieran algo igual de valioso que

ofrecerle. Pero la espada era su única, su arma

indispensable contra los Horcruxes.

Cerró los ojos durante un minuto o dos y escuchó la

intensidad del mar. La idea de que Gryffindor hubiera

robado la espada le resultaba desagradable: Siempre

había estado orgulloso de ser un Gryffindor; Gryffindor

había sido el campeón de los nacidos Muggle, el mago

que había chocado con el amante de la sangre pura,

Slytherin....

-A lo mejor está mintiendo -dijo Harry, abriendo los

ojos otra vez-. Griphook. Tal vez Gryffindor no robó la

espada. ¿Como sabemos que su versión de la historia es

la buena?

-¿Hay alguna diferencia?- preguntó Hermione.

-Cambia lo que siento sobre ello - dijo Harry.

Tomó un profundo respiro.

-Le diremos que le daremos la espada después de que

nos ayude a entrar en la cámara... pero seremos

- 623 -

cuidadosos de evitar decirle cuando exactamente podrá tenerla.

Una amplia sonrisa se extendió lentamente en la cara

de Ron. Hermione, sin embargo, parecía alarmada.

-Harry, no podemos...

-Podrá tenerla –continuó Harry-, cuando la hallamos

usado con todos los Horcruxes. Me aseguraré de que la

tenga entonces. Mantendré mi palabra.

-¡Pero eso podrían ser años!- dijo Hermione.

-Si sé, pero él no la necesita. No estaré mintiendo...

realmente.

Harry encontró sus ojos con una mezcla de desafío y

verguenza. Recordó las palabras que habían sido

grabadas sobre la entrada de Nurmengard: POR EL BIEN

MAYOR. Apartó la idea. ¿Qué opción tenían?

-No me gusta -dijo Hermione.

-A mí tampoco mucho -admitió Harry.

-Bien, creo que es genial -dijo Ron, poniéndose de pie

otra vez. -Vamos a decirselo.

De vuelta en la pequeña habitación, Harry hizo la

oferta, cuidando de decirlo sin dar una fecha definitiva

para la entrega de la espada. Hermione miró con el

ceño fruncido al piso mientras hablaba; se sintió

irritado con ella, con temor de que pudiese

- 624 -

estropearlo. Sin embargo, Griphook no tenía ojos para nadie excepto para Harry.

-¿Tengo tu palabra, Harry Potter, de que me daras la

espada de Gryffindor si te ayudo?-

-Si -dijo Harry.

-Entonces aprieta mi mano -dijo el duende, levantando

su mano.

Harry la tomó y sacudió. Se preguntó si esos ojos negros

vieron algún recelo en los suyos. Luego Griphook lo

soltó, rápidamente juntó sus manos, y dijo, -¡Entonces

comenzamos!-

Era como planear entrar en el ministerio de nuevo.

Acordaron trabajar en la pieza más pequeña, la cual se

mantenía, de acuerdo a la preferencia de Griphook, en

semioscuridad.

-He visitado la cámara de Lestrange sólo una vez –les

dijo Griphook-. La vez que me mandaron poner dentro

la falsa espada. Es una de las cámaras más antiguas.

Las familias de magos más antiguas guardan sus tesoros

en el nivel más bajo, donde las cámaras son más

grandes y están mejor protegidas....-

Permanecían callados en la alacena hecha habitación

durante horas cada vez. Lentamente los días se

convirtieron en semanas. Había un problema tras otro

que resolver, y si eso no era suficiente, su

abastecimiento de poción multijugos estaba

considerablemente agotada.

- 625 -

-En realidad sólo hay suficiente para uno de nosotros -

dijo Hermione, inclinando la poción espesa como fango

contra la luz de la lámpara.

-Será suficiente - dijo Harry, que estaba examinando el

mapa hecho a mano de Griphook de los más profundos

caminos.

Los otros habitantes de la casa de campo no  podían

evitar notar que algo estaba pasando, ahora que Harry,

Ron y Hermione solo salían a las horas de las comidas.

Nadie hacía preguntas, aunque Harry constantemente

sentía en la mesa los ojos de Bill en los tres, pensativo, preocupado.

Cuanto más tiempo pasaban juntos, más se daba cuenta

Harry de que no le gustaba mucho el duende. Griphook

era inesperadamente sangriento, se reía de la idea de

causar dolor a criaturas menores y parecía agradarle la

posibilidad de que tendrían que herir a otros magos

para llegar a la cámara de los Lestrange. Harry podría

asegurar que su aversión era compartida por los otros

dos, pero no hablaron de ello. Necesitaban a Griphook.

El duende solo comió el resto de mala gana. Incluso

después de que sus piernas estuvieran bien, continuó

pidiendo bandejas de comida en su cuarto, como el

todavía frágil Ollivander, hasta que Bill (después de un

furioso arrebato de Fleur) fue arriba a decirle que la

situación no podía continuar. Después Griphook se les

unió a la atestada mesa, aunque rehusó comer la misma

comida, insistiendo, en cambio, en pedir trozos de

carne cruda, raices, y varios tipo de hongos.

- 626 -

Harry se sentía responsable: Era, después de todo, él quien había insistido en que el duende debería

permanecer en la casa de campo para que él pudiese

interrogarlo; culpa suya que toda la familia Weasley

hubiese sido forzada a esconderse, que Bill, Fred,

George, y el Sr. Weasley no pudiesen trabajar más.

-Lo siento -le dijo a Fleur, una tempestuosa tarde de

Abril mientras le ayudaba a preparar la cena. -Nunca

quise que tuvieras que lidiar con todo esto.

Ella acababa de poner algunos cuchillos a trabajar

cortando en pedacitos filetes para Griphook y Bill, que

prefería la carne sangrienta desde que había sido

atacado por Greyback. Mientras los cuchillos cortaban

tras ella, la expresión de su cara se suavizó.

-Arry, tu zagvazte la vida de mi hegmana, yo no olvido.

Eso no era, estrictamente hablando, verdad, pero Harry

decidió no recordarle que Gabrielle nunca había estado

en verdadero peligro.

-De todaz fogmaz –continuó Fleur, señalando un pote

de salsa en el fuego, que comenzó a burbujear

inmediatamente- Mg. Oggivandeg ze va donde Mugiel

ezta noche. Ezo hagá las cosas máz fácilez. El duende -

frunció el ceño un poco al mencionarlo- puede

cambiagse abajo, y tú, Ron, y Dean podéis usag eza

habitación.-

-No nos importa dormir en el salón -dijo Harry, que

sabía lo que Griphook pensaría de tener que dormir en

- 627 -

el sofá; mantener a Griphook feliz era esencial para sus planes.

-No te preocupes por nosotros.- Y cuando ella intentó

protestar se fué-Estaremos fuera de tus manos pronto,

Ron, Hermione y yo. No necesitaremos estar aquí

mucho más.

-Pero, ¿a qué te gefieres? –dijo ella, frunciendo el ceño, su  varita  apuntando  al  fondo  de  la  cacerola  ahora suspendida en el aire.- Clago que no te debes igte,

¡estas a salvo aquí! -Se pareció más a la Sra. Weasley

cuando lo dijo, y agradeció que la puerta trasera se

abriese en ese momento. Luna y Dean entraron, con el

cabello húmedo por la lluvia de afuera y los brazos

llenos de madera que flotaba en el mar.

-... y pequeñas orejas –estaba diciendo Luna-, un poco

como los hippos, decía papá, pero morado y peludo. Y

si quieres llamarlos, tienes que tararear; prefieren un

vals, nada muy rápido...

Sintiéndose incómodo, Dean encogió los hombros

cuando pasó frente a Harry, siguiendo a Luna a la sala

que era comedor y sala de estar donde Ron y Hermione

ponían la mesa.

Aprovechando la oportunidad de escapar de las

preguntas de Fleur, Harry agarró dos jarros de jugo de

calabaza y los siguió.

-... y si alguna vez vienes a nuestra casa podré

mostrarte el cuerno, papá me escribió sobre eso pero

no lo he visto aún, porque los mortífagos me capturaron

- 628 -

en el expreso de Hogwarts y no fuí a casa en navidad –

estaba diciendo Luna, mientras ella y Dean avivaban el

fuego.

-Luna, te lo dijimos –le dijo Hermione- Ese cuerno

explotó. Era de un Erumpent, no de un Snorkack de

cuerno arrugado...-

-No, era definitivamente un cuerno de Snorkack,- dijo

Luna serenamente, -Papá me lo dijo. Lo habrá

reformado ya probablemente, se curan a sí mismos,

¿sabes?

Hermione sacudió su cabeza y continuó poniendo los

tenedores mientras Bill aparecía, conduciendo al Sr.

Ollivander por las escaleras. El creador de varitas

todavía se veía excepcionalmente débil, y se aferró al

brazo de Bill mientras éste lo sostenía, cargando una

gran maleta.

-Voy a echarle de menos, Sr. Ollivander -dijo Luna,

acercándose al viejo hombre...

-Y yo a tí, querida -dijo Ollivander, dándole palmaditas

en el hombro-. Fuiste un inexpresable alivio para mí en

ese terrible lugar.

-Entonces, au revoir, Mg. Ollivandeg -dijo Fleur,

besándolo en ambas mejillas- Y me pregunto si podría

hacegme el favog de entregag un paquete a Muriel la

tía de Bill!? No le he devuelto su tiaga.

- 629 -

- Será un honor -dijo Ollivander con una pequeña reverencia- es lo mínimo que puedo hacer en

agradecimiento a su generosa hospitalidad.

Fleur sacó un gastado maletín de terciopelo, el cual

abrió para mostrarselo al creador de varitas. La tiara

brillaba y centelleaba a la luz de la baja lámpara

colgante.

-Piedras de luna y diamantes -dijo Griphook, que había

llegado furtivamente al cuarto sin que Harry lo notara.

-Hecha por duendes, ¿no?

-Y pagada por magos -dijo Bill seriamente, y el duende

le lanzó una mirada que era tanto furtiva como

desafiante.

Un viento fuerte golpeó contra las ventanas de la casa

mientras Bill y Ollivander ingresaban a la oscuridad. El

resto de ellos se puso con dificultad alrededor de la

mesa; codo a codo y con apenas suficiente espacio para

moverse, comenzaron a comer. El fuego crujió y pasó

por la rejilla a su lado. Fleur, notó Harry, simplemente

jugaba con su comida; echaba un vistazo a la ventana

cada poco minutos; sin embargo, Bill regresó antes que

hubiesen terminado su primer plato, con el largo pelo

enredado por el viento.

-Todo esta bien -le dijo a Fleur- Ollivander se instaló,

mamá y papá mandan saludos. Ginny te envía todo su

amor, Fred y George están sacando a Muriel de sus

casillas, siguen con su negocio de pedidos mediante

búhos en el cuarto trasero. Pienso que la animó tener

- 630 -

otra vez su tiara. Dijo que pensaba que se la habíamos robado.

-Ah, es  charmante  (encantadora) tu tía -dijo Fleur irritadamente, agitando su varita y haciendo que los

platos sucios se elevaran y formaran un montón en el

aire. Los cogió y salió del cuarto.

-Mi padre esta haciendo una tiara -dijo con voz aguda

Luna- Bueno, mas bien una corona, en realidad.

Ron miró a Harry y sonrió; Harry supo que se estaba

acordando del absurdo tocado que habían visto en su

visita a Xenophilius.

-Sí, está tratando de recrear la diadema perdida de

Ravenclaw. Cree que ya ha identificado la mayoría de

los elementos fundamentales. Añadir la alas billywig

realmente fue un avance...

Se oyó una explosión en la puerta principal. Todo el

mundo se giró hacia allí. Fleur salió corriendo desde la

cocina, mirando aterrorizada; Bill se levantó

rápidamente, con su varita apuntando a la puerta;

Harry, Ron, y Hermione hicieron lo mismo.

Silenciosamente Griphook se deslizó debajo de la mesa,

fuera de la vista.

-¿Quién es?- dijo Bill.

-Soy yo, ¡Remus John Lupin! -dijo una voz sobre el

aullante viento. Harry experimentó un estremecimiento

de miedo; ¿que había pasado?- Soy un hombre lobo,

casado con Nymphadora Tonks, y ustedes, los

- 631 -

guardianes secretos de la casa de campo Shell, me dijeron la dirección y me ordenaron venir en caso de

emergencia.

-Lupin -susurró Bill, y corrió a la puerta abriéndola.

Lupin cayó sobre el umbral. Estaba pálido, abrigado con

una capa de viaje, su pelo grisáceo azotado por el

viento. Se enderezó, miró alrededor del cuarto,

asegurandose de quien estaba allí, luego gritó fuerte, -

¡Es un niño! ¡Lo hemos llamado Ted, por el padre de

Dora!-

Hermione chilló.

-Que..? Tonks... Tonks tuvo el bebé?-

-Si, si, ¡tuvo el bebé!- gritó Lupin. Todos alrededor de

la mesa gritaron de placer y suspiros de alivio:

Hermione y Fleur chillaron, -¡Felicidades!- y Ron dijo, -

Dios, un bebé!- como si nunca hubiese escuchado eso

antes.

-Si... si... un niño,- dijo Lupin otra vez, que parecía

aturdido por su propia felicidad. Caminó a zancadas

alrededor de la mesa y abrazó a Harry; la escena en el

sotano en Grimmauld parecía no haber sucedido nunca.

-¿Serás su padrino?- dijo mientras miraba a Harry.

-Y...¿yo?- tartamudeó Harry.

-Tu, si, claro... Dora esta de acuerdo, quién mejor...

- 632 -

-Yo... si... Dios...

Harry  se  sintió  abrumado,  atónito,  encantado;  Bill  se apuraba buscando el vino, y Fleur persuadía a Lupin

para unírseles a tomar un trago.

-No puedo quedarme más, debo volver,- dijo Lupin,

sonriendo radiante entre ellos: Parecía varios años más

joven de lo que Harry nunca lo había visto.

-Gracias, gracias, Bill-

Bill pronto había llenado todas sus copas, se pararon y

las levantaron en alto en un brindis.

-Por Teddy Remus Lupin,- dijo Lupin, -¡un gran mago en

camino!-

-¿Como se le ve?- Fleur preguntó.

-Creo que como Dora, pero ella piensa que es como yo.

Poco pelo. Parecía negro cuando nació, pero juro que

cambió a jenjibre una hora después. Probablemente

rubio cuando vuelva. Andrómeda dijo que el cabello de

Tonks había comenzado a cambiar el día en que nació.-

Vació su copa. -Oh, venga entonces, solo una más,-

añadió, sonriendo radiente, mientras Bill la llenaba otra vez.

El viento azotó continuamente la pequeña casa y el

fuego saltó y crujió, y Bill pronto estaba abriendo otra

botella de vino. Las noticias de Lupin parecían haberlos

hecho salir de sí mismos, sacándolos por un rato de su

estado de sitio: las noticias de una nueva vida eran

- 633 -

estimulantes. Sólo el duende parecía impasible ante la repentina atmósfera festiva, y tras un rato se escabulló

de vuelta a la habitación que ahora ocupaba solo. Harry

pensó que había sido el único que lo había notado,

hasta que vió los ojos de Bill siguiendo al duende

escaleras arriba.

-No... no... En realidad debo volver,- dijo Lupin al

final, declinando otra copa de vino. Se levantó y se

echó de nuevo la capa de viaje alrededor- Adios,

adios...trataré de traer unas fotos en unos días...

estarán todos tan felices de saber que os he visto...

Se sujetó la capa y se despidió, abrazando a las

mujeres y apretando las manos de los hombres, luego,

todavía con una radiante sonrisa, regresó a la salvaje

noche.

-¡Padrino, Harry!- dijo Bill mientras caminaban a la

cocina juntos, ayudando a limpiar la mesa. -¡Un

verdadero honor! Felicidades!

Mientras Harry ponía abajo las copas vacías que estaba

trayendo, Bill cerró la puerta detrás de él, acallando

las voces aún audibles de los demás, quienes

continuaban con la celebración incluso con la ausencia

de Lupin.

-Quería tener una conversación privada, Harry. No ha

sido fácil tener una oportunidad con la casa llena de

gente.- dijo Bill indeciso- Harry, estas planeando algo

con Griphook.

- 634 -

Era una declaración, no una pregunta, y Harry no se molestó en negarlo. Simplemente miró a Bill,

esperando.

-Conozco a los duendes,- dijo Bill. -He trabajado para

Gringotts desde que deje Hogwarts. Hasta el punto en

que magos y duendes pueden ser amigos, tengo amigos

duendes.. o, al menos, duendes que conozco bien y me

agradan.- Dijo, otra vez indeciso- Harry, que quieres de

Griphook, y que le prometiste en recompensa.

-No puedo decirtelo -dijo Harry- Lo siento, Bill.

La  puerta  de  la  cocina  se  abrió  detrás  de  ellos;  Fleur estaba tratando de traer más copas vacías.

-Espera –le dijo Bill- Solo un momento.

Ella se volvió y cerró la puerta otra vez.

-Entonces tengo que decirte esto -continúo Bill- Si has

cerrado cualquier clase de negocio con Griphook, y

particularmente si ese negocio envuelve un tesoro,

debes ser excepcionalmente cuidadoso. Las nociones de

los duendes de propiedad, pagos, y reembolso no son

las mismas que las humanas.

Harry sintió un ligero retorcimiento de disconformidad,

como si una pequeña serpiente se hubiese agitado

dentro de él.

-A qué te refieres?- le preguntó.

- 635 -

-Estamos hablando de una manera diferente de ser -

dijo Bill.- Los negocios entre magos y duendes han

estado llenos de problemas durante siglos.. pero sabrás

todo eso por la Historia de la Magia. Ha habido faltas de ambos lados, nunca alegaría que los magos han sido

inocentes. Sin embargo, hay una creencia entre algunos

duendes, y los de Gringotts son quizas más propensos,

de que los magos no son fiables en asuntos de oro y

tesoros, que no tienen respeto a las posesiones de los

duendes.

-Yo respeto...- Harry comenzó, pero Bill sacudió su

cabeza.

-Tu no entiendes, Harry, nadie puede entenderlo a

menos que hayan vivido con duendes. Para un duende,

el legítimo y verdadero dueño de cualquier objeto es el

creador, no el comprador. Todos los objetos hechos por

duendes son, a sus ojos, legítimamente suyos.

-Pero fue comprado...-

-...entonces ellos lo consideraran alquilado por el que

pago. Ellos tienen, sin embargo, serias dificultades en

aceptar la idea de objetos hechos por duendes que

pasan de mago en mago. Viste  la  cara  de  Griphook

cuando la tiara pasó bajo sus ojos. Lo desaprueba. Creo

que piensa, como los mas violentos de su tipo, que

deberían ser devueltas a los duendes una vez que el

comprador original muere. Ellos consideran nuestro

hábito de quedarnos con objetos hechos por duendes,

pasando de mago a mago sin un mayor pago, poco más

que un robo.

- 636 -

Harry tuvo la sensasión de que algo no oportuno acababa de pasar; se preguntó si Bill adivinaba mas de

lo que él le estaba diciendo.

-Todo lo que estoy diciendo,- dijo Bill, poniendo su

mano en la puerta que volvía a la sala de estar- es que

hay que ser muy cuidadoso en lo que le prometes a los

duendes, Harry. Sería menos peligroso entrar ala fuerza

en Gringotts que renegar de una promesa a un duende.

-Esta bien -dijo Harry mientras Bill abría la puerta-

Gracias. Lo tendré en cuenta.

Mientras él continuaba allí, Bill volvió con los demás.

Un irónico pensamiento vino a él, sin duda del vino que

había bebido. Parecía ya en proceso de convertirse en

un padrino tan imprudente para Teddy Lupin como

Sirius Black lo había sido para él.

- 637 -

Capítulo Veintiséis

Gringotts

S   us planes estaban hechos, los preparativos

completos; en el dormitorio mas pequeño un solo

cabello negro, largo y grueso (tomado del jersey que

Hermione había estado usando en Malfoy Manor) estaba

enrollado dentro de un pequeña ampolleta de cristal

sobre la repisa de la chimenea.

—Y estarás usando su propia varita, —dijo Harry,

señalando hacia la varita de nogal—, así que considero

que resultaras muy convincente.

Mientras la levantaba, Hermione parecía asustada como

si la varita pudiera picarla o morderla.

—Odio esta cosa, —dijo en voz baja—. Realmente la

odio. Se siente tan mal, no funciona bien para mí… Es

como un poco de ella.

Harry no podía evitar recordar como Hermione había

desechado su aversión por la varita de endrino, cuando

esta no funciono tan bien como la suya, insistiendo en

- 638 -

que se estaba imaginando cosas, diciéndole que simplemente practicara. Opto por no repetirle su

propio consejo, de todas formas, la víspera de su

intento de asalto a Gringotts parecía el peor momento

para contrariarla.

—Sin embargo, tal vez te ayude a meterte en su

personalidad —dijo Ron—. Piensa en todas las cosas que

esa varita ha hecho.

—¡Pues ese es mi punto! —Dijo Hermione—. Esta es la

varita que torturo a la madre y al padre de Neville, y

¿quién sabe a cuanta gente más? ¡Esta es la varita que

mató a Sirius!

Harry no había pensado en eso; miro hacia la varita y

fue invadido por un impulso brutal de romperla, de

partirla por la mitad con la espada de Griffindor, que

estaba apoyada contra la pared detrás de el.

—Extraño mi varita, —dijo Hermione miserablemente—.

Desearía que el Sr. Ollivander me hubiera hecho otra

varita a mi también.

Esa mañana el Sr. Ollivander le había enviado una

nueva varita a Luna. En ese momento ella estaba

afuera en el jardín trasero, probando sus capacidades

bajo el sol del atardecer. Dean, que había perdido su

varita con los Snatchers, estaba mirándola un tanto

melancólico.

Harry bajo la mirada hacia la varita de espino que

alguna vez había pertenecido a Draco Malfoy. Se había

sentido sorprendido, pero satisfecho al descubrir que le

funcionaba por lo menos tan bien como lo había hecho

la de Hermione. Recordando lo que les había dicho

Ollivander de los funcionamientos secretos de las

varitas, Harry creyó que sabia cual era el problema de

Hermione. Al no haberla tomado personalmente de

Bellatrix, no había podido ganarse la lealtad de la

- 639 -

varita.

La puerta de la habitación se abrió y Griphook entro.

Por instinto, Harry se estiró para asir la empuñadura de

la espada y la jalo cerca de él, pero lamento la acción

inmediatamente. Podría asegurar que el gnomo lo había

notado. Intentando distraer la atención sobre el

bochornoso momento, dijo, —Estábamos revisando los

detalles de último minuto, Griphook. Le hemos dicho a

Bill y Fleur que nos vamos mañana y que no se levanten

para vernos partir.

Se habían mantenido firmes sobre este punto porque

Hermione necesitaría trasformarse en Bellatrix antes de

que se fueran, y cuanto menos supieran o sospecharan

Bill y Fleur, acerca de lo que iban a hacer, mejor.

También les habían explicado que no iban a regresar.

Como habían perdido la vieja tienda de Perkins la

noche que los Snatchers los capturaron, Bill les había

prestado otra. Estaba ahora empacada dentro del bolso

de cuentas, el cual, Harry quedo sorprendido al

enterarse, Hermione había protegido de los Snatchers

con el sencillo y oportuno hecho de esconderlo dentro

de su calcetín.

A pesar de que extrañaría a Bill, Fleur, Luna y Dean, sin mencionar las comodidades hogareñas que habían

disfrutado por las últimas semanas, Harry estaba

ansioso de escapar del confinamiento de Shell Cottage.

Estaba cansado de tratar de cerciorarse que no eran

escuchados por casualidad, cansado de estar encerrado

en la pequeña y oscura habitación. Sobretodo, deseaba

librarse de Griphook. Sin embargo, exactamente como

y cuando dejaría al gnomo sin devolverle la espada de

Griffindor continuaba siendo una pregunta para la cual

Harry no tenia respuesta. Había sido imposible decidir

como iban a hacerlo, porque el gnomo raramente

- 640 -

dejaba solos a Harry, Ron y Hermione por más de cinco minutos seguidos. —Podría darle lecciones a mi madre,

—gruño Ron—, mientras los largos dedos del gnomo

continuaban apareciendo en las orillas de las puertas.

Con la advertencia de Bill en mente, Harry no podía

dejar de sospechar que Griphook estaba cuidándose de

una posible triquiñuela. Hermione desaprobaba tan

apasionadamente el engaño planeado que Harry había

dejado de intentar recurrir a su inteligencia sobre la

mejor forma de hacerlo. Ron, en las raras ocasiones

que habían tenido la oportunidad de robar unos pocos

momentos libres de Griphook, había salido con nada

mejor que: Tendremos que irnos volando, colega.

Harry durmió mal esa noche. Yaciendo quieto en las

primeras horas, pensó de nuevo en la manera en que se

había sentido la noche anterior a que se hubieran

infiltrado en el Ministerio de Magia y recordó haberse

sentido decidido, casi excitado. Ahora estaba

experimentando sacudidas de ansiedad, dudas

persistentes; no podía sacudirse el miedo de que todo

fuera a ir mal. Seguía repitiéndose que su plan era

bueno, que Griphook sabia a lo que se estaban

enfrentando, que estaban bien preparados para todas

las dificultades que podrían encontrarse, aun así se

sentía inquieto. Una o dos veces escucho a Ron

revolverse y estaba seguro de que también estaba

despierto, pero estaban compartiendo la habitación con

Dean, por lo que Harry no hablo.

Fue un alivio cuando llegaron las seis en punto y

pudieron escurrirse de sus bolsas de dormir, vestirse en

la penumbra, y salir al jardín, donde iban a encontrarse

con Hermione y Griphook. El amanecer era frío, pero

ahora que estaba llegando Mayo había poco viento.

Harry miro hacia las estrellas que aun brillaban

- 641 -

tenuemente en el cielo oscuro y escucho el mar golpeando al avanzar y retirarse contra el acantilado;

iba a extrañar el sonido.

Pequeños brotes verdes estaban forzando su camino

sobre la tierra roja de la tumba de Dobby, dentro de un

año el montículo estaría cubierto de flores. La piedra

blanca que tenía grabado el nombre del elfo ya había

adquirido una apariencia desgastada. Ahora se daba

cuenta que difícilmente podrían haber encontrado un

lugar mas hermoso para que Dobby descansara, pero

Harry se lleno de tristeza al pensar en dejarlo atrás.

Mirando hacia la tumba, se pregunto de nuevo como

había sabido el elfo a donde ir a rescatarlos. Sus dedos

se movieron distraídamente hacia el pequeño bolso que

colgaba de su cuello, a través del cual podía sentir el

fragmento de espejo en el que había estado seguro que

había visto el ojo de Dumbledore. Entonces el ruido de

una puerta abriéndose le hizo mirar alrededor.

Bellatrix Lestrange caminaba a zancadas sobre el

césped hacia ellos, acompañada por Griphook. Mientras

caminaba iba remetiendo el pequeño bolso de cuentas

en el bolsillo interior del otro juego de antiguas túnicas que habían tomado de Grimmauld Place. A pesar de

que Harry sabía perfectamente bien que era realmente

Hermione, no pudo evitar un temblor de repudio. Era

más alta que él, el cabello largo y negro le bajaba

ondulado por la espalda, sus ojos claramente

desdeñosos al posarse en él; pero entonces hablo, y

escucho a Hermione con la voz baja de Bellatrix.

—¡Ella sabe horrible, peor que gurdirraiz! De acuerdo

Ron, acércate para que pueda hacerte…

—Bien, pero recuerda que no me gusta la barba muy

larga.

—Por Dios Santo, esto no se trata de lucir bien.

- 642 -

—No es eso, ¡se pone en medio! Pero me gustaría mi nariz una pizca mas corta, trata de hacerla igual que la

vez pasada.

Hermione suspiro y empezó a trabajar, refunfuñando

bajo su aliento mientras transformaba algunos aspectos

de la apariencia de Ron. Iba a recibir una identidad

completamente falsa, y confiaban en la malévola aura

de Bellatrix para protegerlo. Mientras tanto Harry y

Griphook iban a estar ocultos debajo de la capa de

invisibilidad.

—Listo —dijo Hermione—, ¿Qué tal se ve, Harry?

Era posible distinguir algo de las facciones de Ron bajo

el disfraz, pero solo, pensó Harry, debido a que lo

conocía tan bien. El cabello de Ron era ahora largo y

ondulado; tenía barba y bigote castaños, ninguna peca,

nariz chata y cejas espesas.

—Bueno, no es mi tipo, pero funcionara, —dijo Harry—.

¿Nos vamos entonces?

Los tres volvieron la vista hacia Shell Cottage, que lucia oscura y silenciosa bajo las tenues estrellas, después se dieron la vuelta y caminaron hacia el punto, apenas

más allá de la pared divisoria, donde el encantamiento

Fidelius dejaba de funcionar y podrían desaparecerse.

Una vez que pasaron la puerta, Griphook hablo. —¿Creo

que debería trepar ahora, Harry Potter?

Harry se inclino y el gnomo se trepo en su espalda, con

las manos unidas al frente de la garganta de Harry. No

era pesado, pero a Harry le desagradaba la sensación

del gnomo y la sorprendente fuerza con la que se

aferró. Hermione sacó la capa de invisibilidad del bolso

de cuentas y la lanzó sobre ambos.

—Perfecto, —dijo agachándose para revisar los pies de

Harry—. No puedo ver nada. Vamos.

Harry se dio la vuelta sobre el terreno, con Griphook

- 643 -

sobre sus hombros, concentrándose con todo su ser en el Caldero Chorreante, la posada que era la entrada al

Callejón Diagon. El gnomo se aferró incluso mas fuerte

mientras se movían en la oscuridad opresora, y

segundos después los pies de Harry encontraron el

pavimento y abrió los ojos en Charing Cross Road.

Ajetreados muggles pasaban con la típica expresión

abatida de primera hora de la mañana, bastante

inconscientes de la existencia de la pequeña posada.

El bar del Caldero Chorreante estaba casi desierto.

Tom, el encorvado y desdentado encargado, estaba

puliendo vasos de cristal detrás de la barra; un par de

brujos que conversaban en murmullos en una esquina

lejana echaron un vistazo hacia Hermione y se volvieron

de vuelta a las sombras.

—Madam Lestrange, —murmuro Tom, y cuando

Hermione se detuvo brevemente inclino la cabeza

servilmente.

—Buenos Días, —dijo Hermione, y mientras Harry se

movía lentamente a un lado, aun cargando a cuestas a

Griphook bajo la capa, vio a Tom parecer sorprendido.

—Demasiado amable, —susurró Harry al oído de

Hermione mientras salían de la posada hacia el

minúsculo patio trasero—. ¡Necesitas tratar a la gente

como si fuera basura!

—¡Vale, vale!

Hermione sacó la varita de Bellatrix y golpeó un ladrillo de la indefinible pared que había frente a ellos.

Inmediatamente los ladrillos empezaron a dar vueltas y

a girar, un agujero apareció en el centro, que creció

más y más amplio, formando finalmente una entrada

arqueada hacia la calle estrecha adoquinada que era el

callejón Diagon.

Estaba en calma, apenas iba a ser hora de que las

- 644 -

tiendas abrieran, y había muy pocos compradores. La tortuosa calle adoquinada se veía muy diferente ahora

del ajetreado lugar que Harry había visitado antes de su

primer año en Hogwarts, tantos años atrás. Aunque,

desde su última visita, muchas tiendas habían sido

clausuradas con tablones, también habían sido creados

muchos establecimientos dedicados a las artes oscuras.

La propia cara de Harry lo saludo desde los muchos

carteles pegados sobre las ventanas, siempre titulados

con las palabras INDESEABLE NUMERO UNO.

Un grupo de gente andrajosa estaba sentada

amontonada en los umbrales. Los escucho gimiendo a

los pocos transeúntes, suplicando por oro, insistiendo

en que ellos eran verdaderos magos. Un hombre tenía

un vendaje ensangrentado sobre un ojo.

Mientras caminaban por la calle, los mendigos

vislumbraron a Hermione. Parecieron esfumarse ante

ella, cubriendo sus rostros con capuchas y alejándose

tan rápido como podían. Hermione los miro con

curiosidad, hasta que el hombre con el vendaje

sangriento avanzo, cruzándose en su camino.

—Mis hijos, —grito, apuntándola. Su voz era mordaz,

estridente, sonaba fuera de si—. ¿Dónde están mis

hijos? ¿Qué ha hecho él con ellos? ¡Tú lo sabes, tú lo

sabes!

—Y… yo realmente… —balbuceo Hermione.

El hombre se lanzo hacia ella, buscando su garganta.

Entonces, con un estallido y una explosión de luz roja

fue lanzado de vuela al suelo, inconsciente. Ron estaba

parado allí, su varita aun a la vista y detrás de la barba se apreciaba su rostro conmocionado. Rostros

aparecieron en las ventanas en cada lado de la calle,

mientras un pequeño grupo de transeúntes de

apariencia próspera recogieron sus túnicas y se

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separaron en apacibles trotes, apurados por abandonar la escena.

Su entrada en el Callejón Diagon difícilmente podría

haber sido más notoria; por un momento Harry se

preguntó si tal vez no seria mejor irse ahora y tratar de idear un mejor plan. Sin embargo, antes de que se

pudieran mover o consultar uno al otro, escucharon un

grito detrás de ellos.

—¡Pero si es Madam Lestrange!

Harry giro y Griphook apretó su agarre alrededor del

cuello de Harry. Un mago alto y delgado con una espesa

corona de cabello gris y una nariz larga y afilada

avanzaba a zancadas hacia ellos.

—Es Travers, —silbo el gnomo al oído de Harry, pero en

ese momento Harry no podía pensar en quien era

Travers. Hermione se había enderezado hasta su altura

completa y dijo con tanto desprecio como pudo reunir:

—¿Y que es lo que quieres?

Travers detuvo sus andares, claramente ofendido.

—¡Es otro mortifago! —dijo Griphook en voz baja, y

Harry se hizo a un lado para repetir la información en

el oído de Hermione.

—Intentaba solamente saludarte, —dijo Travers

fríamente—, pero si mi presencia no es bienvenida…

Ahora Harry reconoció su voz, Travers era uno de los

mortifagos que habían sido convocados a la casa de

Xenophilius.

—No, no, para nada, Travers, —dijo Hermione

rápidamente, tratando de cubrir su error—. ¿Cómo

estas?

—Bueno, debo confesar que estoy sorprendido de verte

afuera y aquí, Bellatrix.

—¿En serio? ¿Por qué? —pregunto Hermione.

—Bueno, —tosió Travers—, escuche que los habitantes

- 646 -

de Malfoy Manor estaban confinados a la casa, después de… ah… la fuga.

Harry rogó para que Hermione pudiera mantener el

control. Si eso era cierto y se suponía que Bellatrix no

debía estar fuera en público…

—El Señor Oscuro perdona a aquellos que lo sirvieron

tan fielmente en el pasado, —dijo Hermione en una

magnifica imitación de los modales mas despectivos de

Bellatrix—. Tal vez tu credibilidad con él no es tan

buena como la mía, Travers.

Aunque el mortifago parecía ofendido, también parecía

menos sospechoso. Miro hacia el hombre al que Ron

acababa de aturdir.

—¿Cómo te ofendió?

—No importa, no volverá a hacerlo, —dijo Hermione

fríamente.

—Algunos de estos sin varita pueden ser molestos, —dijo

Travers—. Mientras no hagan nada mas que mendigar no

tengo objeción, pero uno de ellos realmente me pidió

que abogara por su caso ante el Ministro la semana

pasada. Soy un brujo, sir, soy un brujo, déjeme

probárselo dijo en una representación chillona. Como si

yo fuera a darle mi varita… ¿Pero la varita de quien —

dijo Travers con curiosidad—, estas usando por el

momento, Bellatrix? Escuche que la tuya fue…

—Tengo mi varita aquí, —dijo Hermione fríamente,

sosteniendo en alto la varita de Bellatrix—. No se que

rumores has estado escuchando, Travers, pero

lamentablemente parece que has sido mal informado.

Travers pareció un poco desconcertado con esto, y

entonces se volvió hacia Ron.

—¿Quién es tu amigo? No lo reconozco.

—Ese es Dragomir Despard, —dijo Hermione, habían

decidido que un personaje extranjero ficticio era la

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cobertura más segura para que asumiera Ron —. Habla muy poco Ingles, pero simpatiza con las aspiraciones

del Señor Oscuro. Ha viajado hasta aquí desde

Transilvania para ver nuestro nuevo régimen.

—¿En serio? ¿Cómo estas, Dragomir?

—¿U tu? —dijo Ron, extendiéndole la mano.

Travers extendió dos dedos y tomo la mano de Ron

como si tuviera miedo de ensuciarse.

—Entonces ¿Qué te trae a ti y a tu…ah… amigo

simpatizante al Callejón Diagon tan temprano? —

pregunto Travers.

—Necesito visitar Gringotts, —dijo Hermione.

—Ay, yo también, —dijo Travers—. ¡Oro, asqueroso oro!

No podemos vivir sir él, si lo confieso, deploro la

necesidad de relacionarnos con nuestros amigos de

dedos largos.

Harry sintió que las manos entrelazadas de Griphook, se

estrechaban momentáneamente alrededor de su cuello.

—¿Vamos? —dijo Travers, haciendo ademanes para que

Hermione se adelantara.

Hermione no tuvo más opción que avanzar junto a él y

encaminarse por la calle torcida y adoquinada hacia el

lugar donde el edificio, blanco como la nieve, de

Gringotts se alzaba por sobre las otras pequeñas

tiendas. Ron avanzó a un lado de ellos y Harry y

Griphook los siguieron.

Un mortífago en guardia era la última cosa que

necesitaban y lo peor de todo era que con Travers

emparejado al lado de quien el creía era Bellatrix, no

existía manera de que Harry pudiera comunicarse con

Hermione o Ron. Demasiado pronto llegaron al pie de

los escalones de mármol que llevaban a las grandes

puertas de bronce. Como Griphook ya les había

advertido, los gnomos en librea que usualmente

- 648 -

franqueaban la entrada habían sido reemplazados por dos magos, los cuales sostenían largas y delgadas varas

doradas.

—¡Ah, Probity Probes, —suspiro Travers teatralmente—,

tan crudo… pero tan efectivo!

Y subió los escalones, saludando a izquierda y derecha

a los magos, que alzaron sus varas doradas y las pasaron

arriba y abajo por su cuerpo. Las sondas, sabia Harry,

detectaban hechizos de ocultamiento y objetos mágicos

ocultos. Sabiendo que tenía solo segundos, Harry

apunto la varita de Draco hacia cada uno de los

guardias y murmuro: —Confundo —dos veces.

Inadvertido por Travers, que miraba a través de las

puertas de bronce hacia el recibidor interno, cada uno

de los guardias dio un pequeño brinco cuando los

hechizos los golpearon.

El largo cabello negro de Hermione ondulo detrás de

ella mientras subía los escalones.

—Un momento Madam, —dijo el guardia, alzando su

sonda.

—¡Pero si acaba de hacer eso! —dijo Hermione con la

voz dominante y arrogante de Bellatrix. Travers volteo,

con las cejas alzadas. El guardia estaba confundido.

Miro fijamente la sonda dorada y después a su

compañero, que dijo con una voz levemente

confundida, —Si, acabas de revisarlos, Marius.

Hermione avanzo, con Ron a su lado, Harry y Griphook

trotando invisibles detrás de ellos. Harry echo un

vistazo detrás mientras cruzaban el umbral. Ambos

magos se estaban rascando la cabeza.

Dos gnomos estaban parados ante las puertas internas,

que estaban hechas de plata y que tenían grabada la

poética advertencia de un terrible castigo para

potenciales ladrones. Harry la miró y le llego un

- 649 -

repentino y punzante recuerdo: estar parado en ese mismo punto el día que cumplió once años, el mas

maravilloso cumpleaños de su vida, y Hagrid parado a

su lado diciendo: Como te dije, si, hay que estar loco

para intentar robar aquí. Gringotts había parecido un

lugar de ensueño ese día, el deposito encantado de un

tesoro de oro que nunca había sabido que poseía, y ni

siquiera por un instante podría haber soñado que

volvería para asaltarlo… Pero en segundos estuvieron

parados en el extenso vestíbulo de mármol del banco.

El largo mostrador estaba atendido por gnomos

sentados en altos taburetes atendiendo a los primeros

clientes del día. Hermione, Ron y Travers se dirigieron

hacia un viejo gnomo que estaba examinando una

gruesa moneda de oro con una lente. Hermione dejo

que Travers se adelantara bajo el pretexto de estar

explicando las características del vestíbulo a Ron.

El gnomo dejo la moneda que estaba sosteniendo a un

lado, diciéndole a nadie en particular, —Leprechaun, —

y después saludo a Travers, que le pasó una pequeña

llave dorada, que fue examinada y devuelta a él.

Hermione dio un paso adelante.

—¡Madame Lestrange! —dijo el gnomo, evidentemente

asustado—. ¡Vaya! ¿Cómo… como puedo ayudarla?

—Quisiera entrar a mi bóveda, —dijo Hermione.

El viejo gnomo pareció retroceder un poco. Harry echo

un vistazo alrededor. No solamente Travers estaba

expectante, mirando, sino que otros tantos gnomos

habían levantado la mirada de sus labores para

quedarse mirando hacia Hermione.

—¿Tiene una… identificación? —pregunto el gnomo.

—¿Identificación? ¡N… nunca me habían pedido

identificación antes! —dijo Hermione.

—¡Lo saben, —susurro Griphook al oído de Harry—,

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deben haber sido advertidos de que podría haber un impostor!

—Con su varita será suficiente, madam, —dijo el

gnomo. Extendió una mano levemente temblorosa, con

un terrible estallido de entendimiento Harry supo que

los gnomos de Gringotts estaban al tanto de que la

varita de Bellatrix había sido robada.

—¡Hazlo ahora, hazlo ahora, —susurro Griphook al oído

de Harry—, la maldición Imperius!

Harry alzo la varita de espino debajo de la capa,

señalando hacia el viejo gnomo, y susurrando, por

primera vez en su vida, —¡Imperio!

Una curiosa sensación bajo por el brazo de Harry, sintió

como un hormigueo, un ardor que pareció fluir desde su

mente, bajo los tendones y venas conectándolo con la

varita y la maldición que acababa de ser ejecutada. El

gnomo tomo la varita de Bellatrix, la examino

detenidamente, y entonces dijo, —¡Ah, usted tiene una

varita nueva, Madam Lestrange!

—¿Qué? —Dijo Hermione—. No, no, esa es mía…

—¿Una nueva varita? —dijo Travers, acercándose al

mostrador nuevamente; los gnomos de alrededor

seguían observándolos—. Pero ¿Cómo lo conseguisteis,

que fabricante de varitas utilizaste?

Harry actuó sin pensar. Apuntando su varita a Travers,

murmuro, —¡Imperio! —una vez más.

—Oh si, ya veo, —dijo Travers, mirando hacia la varita

de Bellatrix—, si, muy hermosa, y ¿esta trabajando

bien? Siempre he creído que las varitas requieren un

pequeño ablande, ¿no crees?

Hermione parecía completamente desconcertada, pero

para el enorme alivio de Harry acepto el extraño giro

de los acontecimientos sin ningún comentario.

El viejo gnomo detrás del mostrador batió palmas y un

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joven gnomo se acerco.

—Necesitare los Clankers, —le dijo al gnomo, que se fue

y regreso un momento mas tarde con un bolso de piel

que parecía estar lleno de metal entrechocándose, y

que entrego a su superior. —¡Bien, bien! Entonces, si

gusta seguirme, Madam Lestrange, —dijo el viejo

gnomo, bajándose de su taburete y desapareciendo de

la vista—. La llevare a su bóveda.

Apareció a la vuelta del extremo del mostrador,

trotando felizmente hacia ellos, el contenido del bolso

de piel aun resonando. Travers estaba ahora parado

absolutamente quieto con la boca completamente

abierta. Ron estaba llamando la atención hacia este

raro fenómeno al quedarse mirando a Travers

totalmente confundido.

—¡Espera…Bogrod!

Otro gnomo vino dándole la vuelta al mostrador.

—Tenemos instrucciones, —dijo con una reverencia

hacia Hermione—. Perdóneme, Madam, pero hay

instrucciones especiales respecto a la bóveda

Lestrange.

Le susurro urgentemente al oído de Bogrod, pero el

gnomo que estaba bajo la maldición Imperio lo hizo a

un lado.

—Estoy al tanto de las instrucciones, Madam Lestrange

desea visitar su bóveda… Familia muy antigua… viejos

clientes… Por aquí, por favor…

Y, aun tintineando, se apresuro hacia una de las

muchas puertas que conducían fuera del vestíbulo.

Harry miro atrás hacia Travers, que estaba aun

paralizado en el sitio luciendo anormalmente ausente,

y tomo una decisión. Con un golpe de su varita hizo que

Travers los acompañara, caminando mansamente en su

avanzar mientras alcanzaban la puerta y pasaban al

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estrecho pasillo de piedra mas allá, que estaba débilmente iluminado con antorchas.

—Estamos en problemas, ellos sospechan, —dijo Harry

mientras la puerta se cerraba de golpe detrás de ellos y

se quitaba la capa de invisibilidad. Griphook salto

desde sus hombros, ni Travers ni Bogrod mostraron la

mas mínima sorpresa por la repentina aparición de

Harry Potter entre ellos. —Están bajo la maldición

Imperio, —agrego, en respuesta a las preguntas

confundidas de Hermione y Ron acerca de Travers y

Bogrod, que estaban ahora allí parados luciendo

perplejos. —No creo haberlo hecho lo suficientemente

fuerte, No lo se…

Y otro recuerdo atravesó su memoria, sobre la

verdadera Bellatrix Lestrange chillándole cuando por

primera vez intento usar una maldición imperdonable.

¡Tienes que sentirlas, Potter!

—¿Qué hacemos? —pregunto Ron—. ¿Nos vamos ahora,

cuando aun podemos?

—Si es que podemos, —dijo Hermione, mirando detrás

hacia la puerta del vestíbulo principal, tras la cual

quien podía saber lo que estaba ocurriendo.

—Hemos llegado hasta aquí, digo que continuemos, —

dijo Harry.

—¡Vale!, —dijo Griphook—. Entonces, necesitamos a

Bogrod para controlar el carro, yo ya no tengo la

autoridad. Pero no habrá lugar para el mago.

Harry apunto su varita hacia Travers.

—¡Imperio!

El mago se dio la vuelta y camino hacia el oscuro

camino con un paso elegante.

—¿Qué estas obligándolo a hacer?

—Esconderse, —dijo Harry mientras apuntaba su varita

hacia Bogrod, que silbo y un pequeño carro apareció,

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saliendo de la oscuridad, acercándose por los rieles hacia ellos. Harry estaba seguro que podía escuchar

gritos detrás de ellos en el vestíbulo mientras se

subían, Bogrod al frente con Griphook, Harry, Ron y

Hermione apretados en la parte de atrás.

Con un tirón el carro se puso en marcha, ganando

velocidad. Pasaron volando por un lado de Travers, que

estaba retorciéndose en una grieta en la pared,

entonces el carro empezó a girar y dar vueltas por los

pasillos como laberintos, yendo hacia abajo todo el

tiempo. Harry no podía escuchar nada por sobre el

traqueteo del carro sobre las vías. Su cabello volaba

detrás de el mientras se desviaban entre estalactitas,

volando aun mas profundo en la tierra, pero evito echar

un vistazo hacia atrás. Tal vez estaban dejando

enormes huellas detrás de ellos, entre mas pensaba en

ello, mas tonto le parecía haber disfrazado a Hermione

como Bellatrix, haber traído con ellos la varita de

Bellatrix, cuando los mortifagos sabían quien la había

robado…

Estaban aun mas profundo de lo que nunca Harry había

penetrado en Gringotts; tomaron una curva volando y

vieron frente a ellos, con segundos para evitarla, una

cascada bañando los rieles. Harry escucho a Griphook

gritar —¡No! —pero no frenaron. La atravesaron. El agua

cubrió los ojos y la boca de Harry. No podía ver ni

respirar. Entonces con un sacudida tremenda, el carro

dio un tirón y todos salieron volando de el. Harry

escucho al carro romperse en pedazos contra la pared

del pasillo, escucho a Hermione chillar algo, y sintió

que se deslizaba sobre la tierra como si no pesara nada,

aterrizando sin dolor sobre el rocoso piso del pasaje.

—Hechizo C... Cushioning, —farfulló Hermione,

mientras Ron la ayudaba a ponerse de pie, pero para

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horror de Harry vio que ya no era Bellatrix; en su lugar estaba parada allí con la túnica demasiado grande,

empapada y siendo completamente ella misma; Ron

tenía el cabello rojo de nuevo y no tenia barba.

—¡La Caída del Ladrón! —dijo Griphook, poniéndose de

pie y viendo hacia atrás hacia el aguacero sobre los

rieles, el cual, ahora sabía Harry, había sido más que

solo agua—. ¡Se lleva todos los encantamientos, todos

los ocultamientos mágicos! ¡Saben que hay impostores

en Gringotts, han puesto sus defensas contra nosotros!

Harry vio a Hermione revisando para ver si aun tenía el

bolso de cuentas, y rápidamente metió la mano bajo la

chaqueta pasa asegurarse que no había perdido la capa

de invisibilidad.

Después se dio la vuelta para ver a Bogrod sacudir la

cabeza con desconcierto. La Caída del Ladrón parecía

haberlo liberado de la maldición Imperio.

—Lo necesitamos —dijo Griphook—, no podemos entrar

a la bóveda sin un gnomo de Gringotts. ¡Y necesitamos

los Clankers!

—¡Imperio! —dijo nuevamente Harry, su voz hizo eco

por el pasillo de piedra mientras sentía el pesado

sentido de control que fluía del cerebro a la varita.

Bogrod se sometió una vez mas a su voluntad, su

expresión desconcertada cambio a una educada

indiferencia, mientras Ron se apresuro a levantar el

bolso de piel con las utensilios de metal.

—¡Harry, creo que puedo escuchar gente acercándose!

—dijo Hermione, mientras apuntaba la varita de

Bellatrix hacia la cascada y gritaba: —¡Protego! —Vieron

el encantamiento escudo detener el flujo del agua

encantada que bajaba por el pasillo.

—Bien pensado —dijo Harry—. Guíanos, Griphook.

—¿Cómo vamos a salir de aquí? —pregunto Ron mientras

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se apresuraban dentro de la oscuridad detrás de gnomo, Bogrod que jadeaba como un perro viejo.

—Preocupémonos por eso cuando tengamos que hacerlo

—dijo Harry. Estaba tratando de escuchar. Pensó que

podía escuchar algo cerca moviéndose alrededor—.

¿Griphook, estamos lejos?

—No muy lejos, Harry Potter, no muy lejos…

Y entonces dieron la vuelta a una esquina y vieron la

cosa para la cual Harry se había preparado, pero que

hizo que todos se detuvieran.

Un gigantesco dragón estaba atado a la tierra frente a

ellos, bloqueando el acceso a cuatro o cinco de las

bóvedas mas profundas del lugar. Las escamas de la

bestia se había vuelto pálidas y quebradizas durante su

largo encarcelamiento bajo tierra, sus ojos eran rosa

lechoso, ambas piernas traseras tenía pesadas esposas

de donde salían cadenas que estaban soldadas a

enormes clavijas enterradas profundamente en el suelo

rocoso. Sus enormes alas en pico, estaban plegadas

cerca de su cuerpo, de haberlas extendido habrían

llenado la cámara, y cuando volvió su horrible cabeza

hacia ellos, rugió con un sonido que hizo temblar la

roca, abrió su boca y escupió un chorro de fuego que

los hizo regresar corriendo hacia el pasillo.

—Es parcialmente ciego, —jadeo Griphook—, es incluso

más salvaje por eso. No obstante, tenemos lo medios

para controlarlo. Ha aprendido que esperar cuando los

Clakers suenan. Dénmelos.

Ron le pasó el bolso a Griphook y el gnomo saco cierto

número de pequeñas herramientas de metal que

cuando se sacudieron hicieron un largo sonido de

repique como el de diminutos martillos contra un

yunque. Griphook se los paso a Bogrod que los acepto

mansamente.

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—Saben que hay que hacer, —le dijo Griphook a Harry, Ron y Hermione—. Esperará dolor cuando escuche el

sonido. Se retirara y Bogrod debe poner su palma

contra la puerta de la bóveda.

Dieron la vuelta a la esquina de nuevo, sacudiendo los

Clankers, y el sonido hizo eco por las paredes rocosas,

tan fuertemente magnificado, que el interior del

cráneo de Harry pareció vibrar con la cámara. El dragón

soltó otro ronco rugido, después se retiró. Harry podía

verlo temblar, y mientras se acercaban mas, pudo ver

las cicatrices hechas por salvajes tajos a través de su

cara, y dedujo que había aprendido a temer a las

espadas calientes cuando escuchaba el sonido de los

Clankers.

—¡Hazlo que presione la mano contra la puerta! —urgió

Grinhook a Harry, que volvió su varita de nuevo hacia

Bogrod. El viejo gnomo obedeció, presionando la palma

contra la madera, y la puerta de la bóveda desapareció

para revelar la abertura que daba a una cueva

abarrotada del piso al techo con monedas de oro y

copas, armaduras de plata, pieles de extrañas

criaturas, algunas con largas espinas dorsales, otras con alas plegadas, pociones en frascos enjoyados, y una

calavera que aun llevaba una corona.

—¡Busquen rápido! —dijo Harry cuando entraron todos

corriendo en la bóveda.

Le había descrito la copa de Hufflepuff a Ron y

Hermione, pero si era el otro Horrocrux desconocido el

que residía en la bóveda, no tenia idea de cómo seria.

No obstante, apenas tuvieron tiempo de echar un

vistazo alrededor, antes de que escucharan un ruido

amortiguado detrás de ellos. La puerta reapareció,

sellándolos dentro de la bóveda, y se sumieron en la

oscuridad total.

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—¡No importa, Bogrod será capaz de liberarnos! —dijo Griphook cuando Ron dio un grito de sorpresa—.

Iluminen con sus varitas, ¿pueden? ¡Y aprisa, tenemos

poco tiempo!

—¡Lumus!

Harry giro su varita iluminada alrededor de la bóveda.

Su luz cayo sobre las gemas que brillaban, vio la

falsificación de la espada de Gryffindor descansado en

un estante alto entre un revoltijo de cadenas. Ron y

Hermione habían iluminado sus varitas también, y

estaban ahora revisando las pilas de objetos que los

rodeaban.

—Harry, ¿Podría ser es…? ¡Ayyyy!

Hermione gritó de dolor, y Harry volvió su varita hacia

ella a tiempo para ver una copa enjoyada que caía de

su mano. Pero al caer, se separo, convirtiéndose en una

lluvia de copas, de modo que un segundo después, con

un gran estruendo, el piso estaba cubierto de copas

idénticas rodando en todas direcciones, siendo

imposible distinguir la original de todas las demás.

—Me quemo, —gimió Hermione, chupándose los

ampollados dedos.

—¡Le pusieron maldiciones Germino y Flagrante! —dijo

Griphook—. ¡Todo lo que toque arderá y se

multiplicara, pero las copias no valen nada y si

continúan tocando el tesoro eventualmente el peso del

oro multiplicado nos aplastara hasta la muerte!

—¡Vale, no toquen nada! —dijo Harry

desesperadamente, pero mientras lo decía Ron pateo

accidentalmente una de la copas caídas con el pie, y

veinte copas mas explotaron en el lugar mientras Ron

saltaba, parte de su zapato empezó a arder al tocar el

metal caliente.

—¡Quédense quietos, no se muevan! —dijo Hermione,

- 658 -

agarrando a Ron.

—¡Solo busquen alrededor! —dijo Harry—. Recuerden la

copa es pequeña y de oro, tiene un tejon grabado, dos

manijas, aparte vean si pueden distinguir el símbolo de

Ravenclaw en cualquier parte, el águila…

Dirigieron sus varitas hacia cada recoveco y grieta,

dando vuelta cautelosamente por el lugar. Era

imposible no chocar contra algo; Harry envió una gran

cascada de Galeones falsos sobre la tierra donde se

unieron con las copas, y ahora apenas había sitio para

poner los pies y el brillante oro ardió caliente, por lo

que la bóveda se sentía como un horno. La luz de la

varita de Harry pasó por las armaduras y cascos hechos

por gnomos puestos en estantes que llegaban hasta el

techo; mas y mas alto levanto la luz, hasta que

repentinamente encontró un objeto que hizo su corazón

saltar y su mano temblar.

—¡Ahí esta, ahí arriba!

Ron y Hermione apuntaron sus varitas hacia ahí

también, por lo que la pequeña copa dorada brilló bajo

la luz de tres reflectores, la copa que había

pertenecido a Helga Hufflepuff y que había pasado a

posesión de Hepzibah Smith, de quien había sido robada

por Tom Riddle.

—¿Y como demonios vamos a llegar hasta allá arriba sin

tocar nada? —pregunto Ron.

—¡Accio copa! —grito Hermione, que había olvidado

evidentemente en su desesperación lo que Griphook

había dicho durante sus sesiones de planeación.

—¡No sirve, no sirve! —gruño el gnomo.

—¿Entonces que hacemos? —dijo Harry, deslumbrando al

gnomo—. Si quieres la espada, Griphook, entonces

tendrás que ayudarnos mas… ¡esperen! ¿Puedo tocar las

cosas con la espada? —¡Hermione, pásamela!

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Hermione rebusco dentro de su ropa, saco el bolso de cuentas, rumiando por unos segundos, después saco la

espada brillante. Harry la tomo por la empuñadura de

rubíes y toco con la punta de la espada un jarrón de

plata, y no se multiplico.

—¿Si puedo pasar la espada por una de las manijas…

pero como voy a llegar hasta allá arriba?

La repisa en la que la copa reposaba estaba fuera del

alcance de cualquiera de ellos, incluso de Ron, que era

el mas alto. El calor del tesoro encantado se alzaba en

olas, y a Harry le corría el sudor por la cara y espalda

mientras luchaba por pensar en una formar de alcanzar

la copa; y entonces escucho el rugido del dragón al otro

lado de la puerta de la bóveda, y el sonido metálico

haciéndose cada vez más fuerte.

Estaban realmente atrapados ahora. No había otro

camino mas que a través de la puerta, y una horda de

gnomos parecían estarse aproximando por el otro lado.

Harry miro hacia Ron y Hermione y vio terror en sus

rostros.

—Hermione, —dijo Harry, mientras el ruido crecía más—

, tengo que alcanzarla, tenemos que librarnos de ella.

Ella alzo su varita, la apunto hacia Harry, y susurro, —

Levicorpus.

Alzado en el aire por su tobillo, Harry golpeó una

armadura y las replicas explotaron como si fueran

cuerpos calientes, llenando el espacio reducido. Con

gritos de dolor, Ron, Hermione y los dos gnomos fueron

lanzados a un lado hacia otros objetos, que también

empezaron a duplicarse. Medio enterrados en una

marea creciente de tesoros rojo candente, lucharon y

gritaron mientras Harry alcanzaba la manija de la copa

de Hufflepuff, enganchándola con la espada.

—¡Impervius!, —chillo Hermione en un intento de

- 660 -

protegerse a si misma, a Ron y a los dos gnomos del metal ardiendo.

Entonces el peor grito hasta ahora hizo a Harry mirar

hacia abajo. Ron y Hermione estaban enterrados hasta

la cintura en el tesoro, luchado para evitar que Bogrod

se hundiera en la marea creciente, pero Griphook se

había hundido, y nada más que las puntas de unos

largos dedos quedaban a la vista.

Harry alcanzo los dedos de Griphook y tiro. El

ampollado gnomo emergió un poco, gritando.

—¡Liberatocorpus! —grito Harry, y con un golpe el y

Griphook aterrizaron en la superficie del aumentado

tesoro y la espada se escapo de la mano de Harry.

—¡Cogedla! —grito Harry, luchando contra el dolor del

metal ardiente contra su piel, mientras Griphook se

trepaba sobre sus hombros de nuevo, resuelto a evitar

la masa crecida de objetos rojo candente—. ¿Dónde

esta la espada? ¡Tiene la copa colgando!

El estruendo al otro lado de la puerta estaba creciendo

ensordecedor… era demasiado tarde.

—¡Allí!

Era Griphook quien la había visto y el que se lanzo a por ella, y en ese instante, Harry supo que el gnomo nunca

había esperado que cumplieran su palabra. Una mano

se sostuvo fuertemente a un mechón de cabello de

Harry, para asegurarse de no caerse sobre el mar

espeso de ardiente oro, Griphook alcanzo la

empuñadura de la espada y la alzo fuera del alcance de

Harry.

La pequeña copa, ensartada por la manija en la hoja de

la espada fue arrojada por el aire. Con el gnomo a

horcajadas sobre él, Harry se zambullo y la cogió, podía

sentirla escaldando su carne pero no la soltó, ni cuando

incontables copas de Hufflepuff estallaron en su puño,

- 661 -

cayendo en forma de lluvia sobre él, mientras la entrada de la bóveda se abría nuevamente, se encontró

deslizándose incontrolablemente con una avalancha de

oro y plata ardiente, que lo lanzo dando vueltas con

Ron y Hermione hacia la cámara exterior.

Apenas consciente del dolor de las quemaduras que

cubrían su cuerpo, y todavía envuelto por el creciente

tesoro duplicante. Harry empujo la copa dentro de su

bolsillo y se estiro para recuperar la espada, pero

Griphook se había ido. Deslizándose de los hombros de

Harry en el momento que pudo, había corrido

velozmente para esconderse entre los gnomos

cercanos, blandiendo la espada y gritando, —¡Ladrones!

¡Ladrones! ¡Ayuda! ¡Ladrones!

Desapareció en medio de la muchedumbre que

avanzaba, sosteniendo dagas y que lo recibieron sin

ninguna duda.

Deslizándose entre el metal caliente, Harry luchó por

ponerse de pie y sabia que la única salida era pasando a

través de ellos.

—¡Stufefy! —grito, y Ron y Hermione se le unieron,

rayos de luz roja volaron hacia la multitud de gnomos,

y algunos fueron derrumbados, pero otros avanzaron, y

Harry vio a varios guardias magos corriendo doblando la

esquina.

El dragón amarrado soltó un rugido, y un chorro de

fuego cayó sobre los gnomos. Los magos huyeron,

dando la vuelta, de regreso por donde habían venido, y

la inspiración o la locura, se apoderaron de Harry, que

grito:

—¡Relashio!

Las esposas rotas se abrieron con una sonora explosión.

—¡Por aquí! —gritó Harry, aun disparando hechizos

aturdidores hacia los gnomos que avanzaban, corrió

- 662 -

hacia el ciego dragón.

—Harry… Harry… ¿Qué estas haciendo? —grito Hermione.

—Levántense, trepen, vamos…

El dragón no se había dado cuenta de que estaba libre,

el pie de Harry encontró el dedo de su pata trasera y se

impulso sobre su lomo. Las escamas eran duras como el

acero, pero no pareció sentirlo. Estiro un brazo,

Hermione se sujeto y trepo; Ron trepo detrás de ellos,

y un segundo después el dragón se percato de que no

estaba atado.

Con un rugido se alzo, Harry cayó sobre sus rodillas,

sujetándose a las escamas tan fuerte como pudo,

mientras desplegaba las alas, derribando a los

histéricos gnomos a un lado como pinos de bolos, y se

elevó en el aire. Harry, Ron y Hermione, se pegaron a

su lomo, rozando el techo mientras se zambullía por la

abertura del pasillo, entonces los gnomos acechantes

lanzaron las dagas que rebotaron contra sus flancos.

—¡Nunca podremos salir, es demasiado grande! —grito

Hermione, pero el dragón abrió la boca y arrojo fuego

de nuevo, haciendo estallar el túnel, cuyos pisos y

techos se agrietaron y destrozaron. Con fuerza pura, el

dragón rasgo y lucho por abrirse camino. Los ojos de

Harry estaban cerrados firmemente contra el calor y el

polvo. Ensordecido por el desplome de las rocas y los

rugidos del dragón, solo pudo aferrarse a su lomo,

esperando salir expulsado en cualquier momento,

entonces escucho a Hermione gritando, —¡Defodio!

Estaba ayudando al dragón a hacer más grande el

pasaje, rompiendo el techo mientras luchaba por salir

hacia el aire fresco, lejos de los histéricos y ruidosos

gnomos. Harry y Ron la imitaron, resquebrajando el

techo con más hechizos demoledores. Salieron del lago

subterráneo, y la gran bestia se arrastro, gruño y

- 663 -

pareció detectar la sensación de libertad y el espacio abierto delante de él, y detrás de ellos quedaba el

pasillo lleno con los escombros que hacía el dragón, con

su cola en forma de espiga, dejando grandes montones

de roca, gigantescas estalactitas fracturadas y el

estruendo de los gnomos parecía estar apagándose,

mientras que adelante, el fuego del dragón continuaba

abriéndose paso.

Y finalmente, con la fuerza combinada de sus hechizos

y la fuerza bruta del dragón, se abrieron paso fuera del

pasillo hacia el vestíbulo de mármol. Gnomos y magos

chillaron y corrieron a buscar cobijo, y por fin el dragón tuvo espacio para extender sus alas. Dando la vuelta su

cabeza con cuernos hacia el aire fresco del exterior que

podía oler mas allá de la puerta, avanzo, y con Harry,

Ron y Hermione aun aferrados a su lomo, forzó su paso

a través de las puertas de metal, dejándolas colgando

de sus bisagras, se tambaleo hacia el callejón Diagon y

se lanzo hacia el cielo.

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Capítulo Veintisiete

El escondrijo final

N    o había ningún medio de dirección; el

dragón no podía ver a donde iba, y Harry sabía que si

daba vuelta bruscamente o lo hacía dar de golpe un

giro en el aire ellos encontrarían imposible agarrarse

cola.

Sin embargo, como ellos subieron más y más alto,

Londres se desplegó debajo de ellos como un mapa gris-

y-verde, el sentimiento aplastante de Harry era de

gratitud para una fuga que había parecido imposible.

Agachado bajo el cuello de la bestia, se agarró

apretado a las escamas metálicas, y la brisa fresca

aliviava su piel quemada y con ampollas, las alas del

dragón golpeaban el aire como las velas de un molino

de viento. No sabía si por miedo o placer, pero no podía

ver detrás de él

- 665 -

Ron siguió aferrado al cuello del dragón, y Hermione

pareció sollozar. Después de cinco minutos más o

menos, Harry perdió un poco de su temor de que el

dragón iba a tirarlos, la intención fue coger al dragón

para salir de su prisión subterranea; pero la pregunta

de como y cuando ellos debían desmontarse se tornó

bastante espantosa en su cabeza.

Él no tenía ni idea de cuanto tiempo podían estar los

dragones en el aire sin aterrizar, ni como este dragón

en particular, que apenas podría ver, localizaría un

lugar bueno para dejarlos. Echaba un vistazo alrededor

constantemente, imaginando que de pronto sentiría

como descendía en picada.

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Voldemort se

diera cuanta de que ellos habían entrado a la bóveda

de Lestrange? ¿Cuándo notificarían los duendes de

Gringotts a Bellatrix? ¿Qué tan rápido se darían cuenta

de que ellos habían estado allí?.Y luego, cuándo ellos

descubrieran que la copa de oro no estaba, Voldemort

sabría, por fin, que ellos buscaban los Horcruxes.

El dragón pareció ansiar el frío y el aire más fresco.

Éste subía regularmente cada vez más, hasta que ellos

volaban por los mechones de una nube fría, y Harry

apenas podía distinguir los pequeños puntos coloreados

que eran coches que ciculaban dentro y fuera de la

ciudad. Volaron sin cesar, sobre los campos pincelados

de parches verde y marrón, sobre caminos y curvas de

ríos por el paisaje de trasgos mates y brillantes

- ¿Qué esta buscando? - gritó Ron, mientras volaban

- 666 -

hacia el norte.

- No tengo idea - sintiendo un rugido nuevamente. Sus

manos estaban entumecidas con el frío pero no se

atrevió a soltarse para cambiar su postura.

Se había estado preguntando desde hace algún tiempo

lo que ellos harían si vieran la costa bajo ellos, si el

dragón se dirigiera al mar abierto; tenía frío y estaba

entumecido, y no digamos desesperadamente

hambriento y sediento. ¿Cuándo, se pregunto, habría

sido la última vez que la bestia había comido?,

Seguramente necesitaría el sustento en poco tiempo, Y

¿Qué?, si así era, tenía tres personas sumamente

comestibles sentadas sobre su espalda.

El sol se escondió un poco más abajo en el cielo, que se

ponía de un color añil; aún así, el dragón voló, ciudades y ciudades se deslizaban bajo ellos, su enorme sombra

se veía sobre la tierra como una nube gigantesca y

oscura. Cada parte de Harry le dolió con el esfuerzo de

conservarse arriba del dragón.

- ¿Es mi imaginación? - gritó Ron después de una

extensión considerable de silencio - ¿O perdemos

altura?

Harry miró abajo y vio montañas de un profundo verde

y lagos, colores cobrizos en el cielo por la puesta del

sol. El paisaje pareció agrandarse y más detallado,

bizqueó sobre el lado del dragón, y se preguntó si esto

se debía a la presencia de agua dulce por los destellos

de luz del sol reflejada.

El dragón voló, pero cada vez bajaba más en grandes

círculos en espiral, y se afiló en, pareció, sobre uno de

- 667 -

los más pequeños lagos.

- Digo que saltemos cuándo esté bastante bajo - Harry

llamó a los demás - Directamente en el agua antes de

que se de cuenta de que estamos aquí.

Estuvieron de acuerdo, Hermione muy poco y se puso a

pensar que ahora podría ver el amplio vientre amarillo

del dragón ondularse en la superficie del agua.

- ¡AHORA! - se deslizó sobre el lado del dragón y cayó

sobre sus pies primero hacia la superficie del lago; la

profundidad era mayor que lo que había creído y golpeó

el agua con fuerza, sumergiéndose como una piedra y

se congeló, estaba todo verde, lleno de caña.

Dió patadas hacia la superficie y surgió, pudo entonces

ver enormes ondulaciones emanar en círculos de los

sitios donde Ron y Hermione se habían caído. El dragón

no pareció haber notado nada; estaba ya a cincuenta

pies de distancia, bajando en picada sobre el lago para

beber con su hocico lleno de cicatrices.

Cuando Ron y Hermione surgieron, balbuceando y

jadeando, de las profundidades del lago, el dragón voló

sobre ellos, sus alas que golpeaban con fuerza, y

aterrizó por fin sobre una orilla distante. Harry, Ron y

Hermione emprendieron el camino hasta la orilla de

enfrente. El lago no pareció ser profundo.

Pronto se dieron cuenta que era más costoso abrirse

camino entre cañas y barro que el esfuerzo de nadar, y

por fin ellos se arrojaron, empapados, y agotados, en la

hierba resbaladiza.

Hermione se derrumbó, tosiendo y tembló. Aunque

Harry felizmente podía haberse acostado y dormir, él

- 668 -

se tambaleó a sus pies, sacó su varita mágica, y comenzó a echar los hechizos habituales para

protejerse alrededor de ellos. Cuando él había

terminado, se unió con los demás.

Era la primera vez que él los había visto correctamente

desde el escape de la bóveda. Tenían tantas

quemaduras rojas por todas partes de sus caras y

brazos, y su ropa estaba chamuscada en algunos sitios.

Se estremecían cuando aplicaron la esencia de dictamo

en sus muchas heridas. Hermione dio a Harry la

esencia, luego sacó tres botellas de jugo de calabaza

que había traído de Shell Cottage y trajes limpios,

secos para todos ellos. Se cambiaron y luego tomaron

un trago de zumo.

- Bien, sobre todo - dijo Ron finalmente, que se miraba

la piel sobre sus manos que crecía de nuevo -

conseguimos el Horcrux. Aún con el inconveniente.

- ninguna espada - dijo Harry entre dientes cerrados

fuertemente, goteó dictamo por el agujero chamuscado

entre sus vaqueros en la herida de la quemadura que

tenía debajo.

- Ninguna espada - Repitió Ron

- Aquella pequeña costra traiciona ... - Harry tiró el

Horcrux del bolsillo de la chaqueta mojada y lo había

dejado sobre la hierba delante de ellos. Destelleando

en el sol, y dibujó destellos mientras se bebían a tragos sus botellas de zumo.

- Al menos no podemos llevarnos esto esta vez, mira,

que esto de vueltas por nuestros cuellos sería un poco

extraño - dijo Ron, limpiando su boca con el dorso de su

mano. Hermione miró a través del lago a la orilla lejana

donde el dragón todavía bebía. - ¿Qué creeis que le

pasará? - preguntó ella ¿Estará bien?

- 669 -

- Pareces Hagrid - dijo Ron - Es un dragón, Hermione, puede cuidar de sí mismo. Somos nosotros los que

tenemos que preocuparnos de…

- ¿Qué piensas?

- Bien no sé como decir esto - dijo Ron - pero creo que

ellos podrían haber notado que nosotros estuvimos en

Gringotts.

 Los tres comenzaron a reírse, y una vez comenzado, era

difícil parar. A Harry le dolieron las costillas, sintió que estaba mal de la cabeza por el hambre, pero se puso

atrás sobre la hierba bajo el cielo que enrojecía y se rió hasta que su garganta fue la materia prima.

- ¿Qué vamos a hacer? - dijo Hermione finalmente,

teniendo hipo, volviendo a ser ella misma y recuperar

la seriedad - ¿Él sabrá, verdad? ¡Tu-ya-sabes-quien!

Sabrá que sabemos lo de los Horcruxes.

- Tal vez estarán demasiado asustados para contarselo -

dijo Ron con esperanza - tal vez ellos nos cubrirán - el

cielo, el olor del agua de lago, el sonido de la voz de

Ron fue extinguido. En la cabeza, Harry sintió como un

golpe de espada.

Estaba de pie en un espacio débilmente alumbrado y un

semicírculo de magos lo rodeaban, en el suelo, en sus

pies se arrodilló una figura pequeña, temblorosa.

- ¿Qué has dicho? - Su voz era alta y fría, la furia y el miedo quemaban dentro de él. Lo que más había

temido, pero no podía ser verdad, no veía como. El

duende temblaba, incapaza de encontrarse con sus

ojos.

- ¡Dilo otra vez! - murmuró Voldemort. - ¡Dilo otra vez!

- 670 -

- M - mi Lord - tartamudeó el duende, sus ojos morados amplios con el terror - m - mi Lord... Nosotros

intentamos pararlos a los... Im-impostores, mi Lord ..

lo tomaron, lo tomaron de la, de la cámara de

Lestrange...

- ¿Impostores? ¿Qué impostores? ¿Pensé que Gringotts

tenía los modos de revelar impostores? ¿Quiénes era

ellos?

- Eran… eran ss señor los impossttt tores eran el

muchacho de P de P-Potter y dos cómplices...

- ¿Y lo cogieron? – dijo Voldemort, con rebeldía en su

voz, apoderándose de él un miedo terrible -

¡¡Decidme!! ¿Qué fue lo que cogieron?

- A. .. una pequeña c-copa de oro, mi lord - el grito de

rabia, de negación lo dejó como si le hubiesen pegado.

Estaba enloquecido, frenético, no podía ser verdad, era

imposible, nadie lo sabía. ¿Cómo era posible que el

muchacho pudiera haber descubierto su secreto?

La Varita Mayor lanzó por el aire y la luz verde estalló

por el espacio: el duende se arrodilló y y se volvió

muerto; los magos que miraban se dispersaron,

aterrorizados.

Bellatrix y Lucius Malfoy lanzaron a otros tras de ellos

en su carrera hacia la puerta, una y otra vez la varita

mágica escupió ráfagas verdes, y los que quedaban

atrás eran asesinados, todos ellos. Por traerle estas

noticias, para enterarse sobre la copa de oro. Solo

entre los muertos, caminó arriba y abajo, pasaron antes

de él en la visión: sus tesoros, sus salvaguardas, sus

anclas a la inmortalidad, el diario fue destruido y la

copa fue robada.

Lo que no estaba seguro es sí Harry sabía de los demás

- 671 -

Horrocruxes. ¿Podría él saber, ya lo había echo antes?

¿Qué había ido más allá? ¿Estaba Dumbledore en la raíz

de esto? Dumbledore, que siempre había sospechado de

él; Dumbledore, muerto, dándole órdenes.

Dumbledore, de quién tenía la varita mágica ahora, aún

quien extendió la mano de la ignominia de muerte por

el muchacho, el muchacho. ¿Pero seguramente si el

muchacho había destruido cualquiera de su Horcruxes,

él, Lord Voldemort, lo sabría, habría sentido? Él, el

mayor mago de todos; él, el más poderoso; él, el

asesino de Dumbledore y de cuantos otros hombres sin

valor, anónimos. ¿Cómo podía Lord Voldemort no

haberlo sabido, si él, él mismo, el más importante y

precioso, había sido atacado, mutilado?

Cierto, él no había sentido nada cuando el diario había

sido destruido, pero él había pensado que era porque él

no tenía ningún cuerpo, era menos que un fantasma...

No, seguramente, el resto estaban a salvo... Otro

Horcrux debe estar intacto... Pero debe asegurarse,

debe estar seguro... Repasó el espacio, dando patadas

al cadáver del duende cuando pasó, y los cuadros

velados y empezó a memorizar: el lago, la choza, y

Hogwarts - un mínimo de tranquilidad había refrescado

su rabia ahora. ¿Cómo podría el muchacho saber que él

había ocultado el anillo en la choza Descarnada? Nadie

alguna vez sabía que él era relacionado con el Gaunts,

él había ocultado la conexión, las matanzas nunca le

habían sido remontadas.

El anillo, seguramente, estaba a salvo. ¿Y cómo podía el

muchacho, o alguien más, saber de la cueva o penetrar

su protección? La idea del medallón siendo robado era

absurda... Como para la escuela:

- 672 -

Solamente él conocía los secretos de Hogwarts en dónde había guardado el Horcrux, porque él y solo él

tenía el conocimiento de los secretos más profundos de

aquel lugar...

Y estaba todavía Nagini, quién no debía permanecer

cerca ahora, fue enviada para su protección... Pero

estaba seguro, para estar completamente seguro, debía

volver a cada uno de sus escondrijos, debía redoblar la

protección alrededor de cada uno de sus Horcruxes...

Un trabajo, como la búsqueda de la Varita Mayor, que

debía emprender solo... ¿Cuál debería visitar primero,

cuál corría mayor parte del peligro?

Una vieja inquietud parpadeada dentro de él.

Dumbledore sabía su segundo nombre... Dumbledore

podría haber hecho la conexión con los Gaunts... Su

casa abandonada, quizás, la menos segura de sus

escondrijos, era allí dónde iría primero... El lago...

seguramente imposible aunque estuviera allí una

posibilidad leve de que Dumbledore podría haber sabido

algunas de sus fechorías pasadas, por el orfanato.

Y Hogwarts ... pero él conocía su Horcrux que había en

la caja fuerte; sería imposible para Potter entrar en

Hogsmeade sin la detección, sin hablar de la escuela.

Sin embargo, sería prudente alertar Snape al hecho que

el muchacho podría tratar de entrar de nuevo en el

castillo.... Para decir Snape por qué el muchacho

podría volver sería tonto, desde luego; esto había sido

un error grave de confiar en Bellatrix y Malfoy. ¿Su

estupidez y descuido demuestran lo imprudente que

había sido alguna vez al confiar en ellos?

Él visitaría la choza primero, entonces, y se llevaría a

- 673 -

Nagini con él. Él no se separaría de la serpiente más...

y cruzó de un bandazo el espacio del pasillo, y caminó

hacia fuera del jardín oscuro donde la fuente jugaba;

llamó a la serpiente en Parsel y ésta se deslizó hacia

fuera para unirse a él como una sombra larga.... Los

ojos de Harry volvieron a abrirse como él, se tiró atrás

al presente.

Estaba sobre la orilla del lago en el sol poniente, y Ron y Hermione le miraban desde arriba. Juzgando por sus

miradas preocupadas, y por la palpitación continuada

de su cicatriz, su excursión repentina en la mente de

Voldemort no había pasado inadvertido. Luchó por

zafarse de ellos, el temblor, vagamente se sorprendió

que estaba todavía mojado, y vio la copa con inocencia

en la hierba entre él y el lago, se vio claramente los

colores profundamente azul con oro en el sol

decreciente.

- Él lo sabe - Su propia voz pareció extraña y baja

después de los altos gritos de Voldemort – lo sabe y va a comprobar donde están los demás, y los últimos -

estaba ya a sus pies – uno está en Hogwarts. Yo lo

sabía. Yo lo sabía-

- ¿Qué? - Ron bostezaba; Hermione se sentó, mirando

preocupada.

- ¿Pero qué viste? ¿Cómo lo sabes?

- Yo lo vi averiguar sobre la copa, yo, yo estaba en su

cabeza, en él - Harry recordó las matanzas - está

seriamente enfadado, y asustado también, él no puede

entender como nosotroslo lo sabíamos, y ahora se va a

comprobar que los demás estén seguros, el anillo

primero. Él del Hogwarts es el más seguro, porque

- 674 -

Snape está allí, porque será muy difícil el no ser visto entrando. Pienso que él comprobará éste el último,

pero todavía puede estar allí dentro de unas horas.

-¿Viste en qué parte de hogwarts esta? - pregunto Ron,

ahora trepando a sus pies también.

- No, él se concentraba en advertirle a Snape, él no

pensó exactamente dónde está.

- Esperar, esperar - Hermione gritó cuando Ron llegó

hasta el Horcrux y Harry sacó la Capa de Invisibilidad

otra vez - solos no podemos ir, no tenemos un plan,

necesitamos a…

-Tenemos que irnos - dijo Harry firmemente - ¿Había

estado esperando dormir, esperando con impaciencia el

entrar en la nueva tienda, pero era imposible ahora –

¿Podéis imaginaros lo que va a hacer una vez se dé

cuenta de que el guardapelo y el anillo ya no están? ¿Y

si mueve el Horrorcruxe de Hogwarts porque dice que

no es un sitio lo bastante seguro?

¿Pero cómo vamos a entrar?

- Iremos a Hogsmeade - dijo Harry – e intentaremos

resolver lo haremos cuando veamos la protección que

hay en Hogwarts. Poneros bajo la Capa, Hermione,

quiero que nos mantengamos juntos esta vez.

- Pero ya no cabemos

- Estará oscuro, nadie va anotar nuestros pies.

El dragón había bebido todo lo que necesitó y se había

elevado en el aire. Hicieron una pausa en sus

preparativos para mirarlo subir más y más alto, ahora

negro contra el cielo que se oscurece rápidamente,

hasta que desapareció sobre una montaña cercana.

Entonces Hermione anduvo adelante y tomó su lugar

entre los otros dos, Harry sacó la capa y se taparon, y

- 675 -

juntos dieron vueltas sobre el terreno en la oscuridad aplastante.

- 676 -

Capitulo Veintiocho

El espejo perdido

L    os pies de Harry tocaron la carretera. Vio la

ansiadamente familiar calle principal de Hogsmeade,

las fachadas oscuras de las tiendas, la línea de neblina

en las montañas negras tras la aldea, la curva adelante

en el camino que conducía directamente a Hogwarts, y

luz que salía de las ventanas de Las Tres Escobas, y con

una sacudida de la cabeza, recordó con exactitud

desgarradora, como había aterrizado aquí hacia casi un

año, sosteniendo a un Dumbledore desesperadamente

débil; todo esto en un segundo, durante el aterrizaje…y

entonces mientras relajaba su apretón sobre los brazos

de Ron y Hermione, sucedió.

El aire fue rasgado por un grito que sonó igual que el de Voldemort al descubrir que la copa había sido robada.

Resonó en cada uno de los nervios del cuerpo de Harry,

- 677 -

y supo que había sido causado por su aparición.

Mientras miraba hacia los otros bajo de la Capa, la

puerta de Las Tres Escobas se abrió de golpe y una

docena de mortifagos encapuchados y enmascarados

salieron a la calle, con las varitas en alto.

Harry agarro la muñeca de Ron cuando éste alzó su

varita. Había demasiados para correr. Incluso intentarlo

revelaría su posición. Uno de los mortifagos alzó su

varita, y el grito se detuvo, haciendo eco a través de

las montañas distantes.

—¡Accio Capa!, —rugió uno de los mortiagos.

Harry aferró los pliegues, pero la Capa no hizo ningún

intento por escapar. El hechizo convocador no había

funcionado.

—¿No estas bajo tu envoltorio, entonces, Potter? —grito

el mortifago que había intentado el encantamiento, y

despuéss hacia sus compañeros, —Dispersáos ahora.

Esta aquí.

Seis de los Mortifagos corrieron hacia ellos, Harry, Ron

y Hermione retrocedieron tan rápido como fue posible

hacia la calle lateral más cercana y los Mortifagos no

los encontraron por milímetros. Esperaron en la

oscuridad, oyendo los pasos corriendo arriba y abajo,

haces de luz de las varitas de los mortifagos que

buscaban volaban a lo largo de la calle.

—¡Vamos sin más! —susurró Hermione—.

¡Desaparezcamos ahora!

—¡Excelente idea! —dijo Ron, pero antes de que Harry

pudiera responder, un mortifago grito,

—¡Sabemos que estas aquí, Potter, y no hay salida

posible! ¡Te encontraremos!

—Estaban preparados para nosotros, —susurro Harry—.

Montaron ese hechizo para que les avisara cuando

vinieramos. Supongo que han hecho algo para

- 678 -

mantenernos aquí, atraparnos…

—¿Y que hay de los dementores? —habló otro

Mortifago—. ¡Dadles rienda suelta, ellos los encontrarán

rapidamente!

—El Señor Oscuro no quiere a Potter muerto por

ninguna mano que no sea la suya…

—¡… los dementores no le matarán! El Señor Oscuro

quiere la vida de Potter, no su alma. ¡Será más fácil de

matar si ha sido Besado antes!

Se produjeron muestras de conformidad. El pavor

inundó a Harry, para repeler a los dementores tendrían

que hacer Patronus que les descubrirían

inmediatamente.

—¡Vamos a tener que intentar desaparecer, Harry! —

susurró Hermione.

Mientras lo decía, sintió ese frió antinatural

extendiéndose por la calle. La luz fue succionada del

ambiente, hasta las estrellas se desvanecieron. En

medio de la oscuridad, sintió a Hermione tomar y

sujetar su brazo y juntos, se dieron la vuelta en el

lugar.

El aire por el que necesitaban moverse, parecía haberse

vuelto solidó. No podían desaparecerse, los mortifagos

habían realizado bien sus encantamientos. El frió

penetrando mas y mas profundamente en la carne de

Harry. Ron, Hermione y él retrocedieron hacia atrás por

la calle lateral, andando a tientas a lo largo de la

pared, intentando no hacer ruido. Entonces, a la vuelta

de la esquina, deslizándose silenciosamente, llegaron

los dementores, diez o más de ellos, visibles porque

eran de una oscuridad más densa que sus alrededores,

cubiertos con sus negras capas y con sus manos en

descomposición y con pústulas. ¿Podían detectar miedo

en las cercanías? Harry estaba seguro de ello. Parecían

- 679 -

estar acercándose mas rápido ahora, con esas pesadas y ruidosas respiraciones que detestaba, probando la

desesperación en el aire, acercándose…

Alzó su varita. No podía, no sufriría el beso de los

dementores, sin importar lo que ocurriera después. Era

en Ron y Hermione en lo que pensaba mientras

susurraba, —¡Expecto Patronum!

El ciervo plateado surgió de su varita y embistió. Los

dementores se dispersaron y se oyó un grito triunfante

en alguna parte fuera de vista.

—¡Es él, allá abajo, allá abajo, he visto su Patronus, era un ciervo!

Los dementores se había retirado, las estrellas

destellaban de nuevo y los pasos de los mortifagos se

hacían mas fuertes, pero antes de que Harry en su

pánico pudiera decidir que hacer, se oyó un rechinar de

goznes cerca, una puerta se abrió en el lado izquierdo

de la estrecha calle, y una voz áspera dijo: —¡Potter,

aquí adentro, rápido!

Obedecieron sin vacilación, los tres se apresuraron a

través del umbral abierto.

—¡Escaleras arriba, dejáos la capa puesta, manteneos

en silencio! —murmuró una figura alta, pasando junto a

ellos mientras salía a la calle y cerrando la puerta tras él.

Harry no había tenido ni idea de donde se metían, pero

ahora veía, a la luz temblorosa de una simple vela,

reconoció el mugriento suelo recubierto de aserrín del

bar de la posada La Cabeza de Cerdo. Corrieron detrás

de la barra y a través de una segunda puerta, que

conducía a una engañosa escalera de madera, que

subieron tan rápido como pudieron. Las escaleras daban

a una sala de estar con una alfombra raída y una

pequeña chimenea, sobre la cual colgaba un retrato

- 680 -

grande al óleo de una chica rubia que miraba hacia el cuarto con una especie de dulzura ausente.

Llegaron gritos desde las calles abajo. Aun llevando la

Capa de Invisibilidad puesta, se acercaron a la

mugrienta ventana y miraron hacia abajo. Su salvador,

a quien Harry había reconocido como el cantinero de La

Cabeza de Cerdo, era la única persona que no vestía

una capucha.

—¿Qué? —bramaba hacia una de las caras

encapuchadas—. ¿Qué? ¡Enviáis dementores a mi calle,

yo respondo un Patronus! ¡No permitiré que se

acerquen a mi! !Os lo he dicho! ¡No lo permitiré!

—Ese no era tu Patronus, —dijo un mortifago—. Era un

ciervo. ¡Era el de Potter!

—¡Ciervo! —gruño el cantinero, y saco su varita—.

¡Ciervo! Idiota, ¡Expecto Patronum!

Algo enorme y con cuernos salió de la varia. Con la

cabeza baja, embistió porHigh Street, hasta perderse

de vista.

—Eso no es lo que yo vi, —dijo el mortifago, aunque

parecía ahora menos seguro.

—Violaron el toque de queda, ya oiste el ruido, —dijo

uno de sus compañeros al cantinero—. Alguien estaba

afuera en la calle contra las regulaciones…

—¡Si quiero dejar salir a mi gato, lo haré, y al diablo tu toque de queda!

—¿Tu activaste el encantamiento aullido?

—¿Y qué si lo hice? ¿Vais a llevarme a Azcaban?

¿Asesinarme por asomar la nariz fuera de mi propia

puerta principal? ¡Hacedlo entonces, si queréis! Pero

espero por vuestro bien que no hayais presionado

vuestrass pequeñas Marcas Oscuras, convocándolo. No

le va a gustar que le hagan venir aquí por mi y mi viejo

gato, ¿o si?

- 681 -

—¡No te preocupes por nosotros, —dijo uno de los mortifagos—, preocupate por ti mismo, ¡violando el

toque de queda!

—¿Y en donde traficaréis con pociones y venenos

cuando mi bar sea clausurado? ¿Qué pasara entonces

vuestra pequeña actividad suplementaria?

—¿Nos estas amenazando?

—Mantengo la boca cerrada, por venís aquí, ¿o no?

—¡Sigo diciendo que vi un Patronus con forma de

ciervo! —grito el primer mortifago.

—¿Ciervo? —rugió el cantinero—. ¡Es una cabra, idiota!

—Vale, cometimos un error, —dijo el segundo

mortifago—. ¡Viola el toque de queda de nuevo y no

seremos tan clementes!

Los mortifagos avanzaron a zancadas de vuelta hacia

High Street. Hermione gimió de alivio, saliendo de

debajo de la capa, y se sentó en una silla de patas

bamboleantes. Harry corrió las cortinas y después retiro

la capa de Ron y de sí mismo. Podían oir al cantinero

abajo, ehando los cerrojos de la puerta del bar, y

después subiendo las escaleras.

La atención de Harry fue capturada por algo que habia

en la repisa de la chimenea, un pequeño espejo

rectangular, colocado de pie, justo debajo del retrato

de la chica.

El cantinero entró en el cuarto.

—Malditos tontos, —dijo bruscamente, mirando de uno

a otro—. ¿En qué estaban pensando al venir aquí?

—¡Gracias! —dijo Harry—. ¡No podemos agradecerselo lo

suficiente! !Salvo nuestras vidas!

El cantinero gruñó. Harry se aproximó mirándole a la

cara, tratando de ver mas allá del largo, fibroso y

canoso pelo de la barba. Llevaba gafas. Tras los sucios

cristales, los ojos eran de un azul brillante y

- 682 -

penetrante.

—¡Es su ojo el que he estado viendo en el espejo!

Se hizo el silencio en la habitación. Harry y el cantinero se miraban uno a otro.

—¡Usted envió a Dobby!

El cantinero asintió y busco al elfo alrededor.

—Pensé que estaría contigo. ¿Dónde lo dejasteis?

—Está muerto, —dijo Harry—, Bellatrix Lestrange lo

mató.

La cara del cantinero permaneció indiferente. Después

de unos momentos dijo,

—Lamento oirlo. Me gustaba ese elfo.

Se dio la vuelta, encendiendo lamparas con golpecitos

de su varita, sin mirar a ninguno de ellos.

—Usted eres Aberforth, —dijo Harry a la espalda del

hombre.

Él no lo confirmó ni negó, sino se agachó para encender

la chimenea.

—¿Cómo conseguió esto? —preguntó Harry, caminando

hacia el espejo de Sirius, el gemelo del que él había

roto casi dos años antes.

—Se lo compré a Dung hace cosa de un año, —dijo

Aberforth—. Albus me dijo lo que era. Intentaba

mantener un ojo en ti.

Ron jadeó.

—La cierva plateada, —dijo excitadamente—. ¿Fue

tambien usted?

—¿De que estas hablando? —pregunto Aberforth.

—¡Alguien nos envio un Patronus en forma de cierva!

—Con un cerebro así, podrias ser mortifago, hijo. ¿No

acabo de probar que mi Patronus es una cabra?

—¡Oh, —dijo Ron—, vale… bueno, tengo hambre! —

agregó a la defensiva mientras su estomago soltaba un

enorme gruñido.

- 683 -

—Iré a por comida —dijo Aberforth, y salió de la habitación, reapareciendo momentos mas tarde con

una hogaza grande de pan, algo de queso, y una jarra

de estaño con aguamiel, los puso sobre una pequeña

mesa frente al fuego. Hambrientos, comieron y

bebieron, y durante un rato solo hubo silencio, excepto

por los crujidos del fuego, los golpes de las copas, y el sonido producido al masticar.

—Bien entonces, —dijo Aberforth cuando hubieron

comido su ración y Harry y Ron se sentaron encorvados

y somnolientos en sus sillas—. Tenemos que pensar en

la mejor forma de sacaros de aquí. No puede ser de

noche, ya oísteis lo que pasa si alguien se mueve en el

exterior en la oscuridad. El encantamiento aullido se

activa, saldrán tras vosotros como bowtruckles sobre

huevos de doxy. No considero que vaya a ser capaz de

hacer pasar un ciervo por una cabra una segunda vez.

Esperad a que amanezca cuando el toque de queda

termine, entonces os podréis poner vuestra Capa de

Invisibilidad de nuevo y salir a pie. Salid directamente

de Hogsmeade, hacia las montañas, y podréis

desaparecer allí. Tal vez veais a Hagrid. Se ha estado

escondiendo en una cueva allá arriba con Grawp desde

que intentaron arrestarlo.

—No nos iremos, —dijo Harry—. Tenemos entrar en

Hogwarts.

—No seas estúpido, chico, —dijo Aberforth.

—Tenemos que hacerlo, —dijo Harry.

—Lo que tenéis que hacer, —dijo Aberforth,

inclinándose hacia adelante—, es iros tan lejos de aquí

como podáis.

—No lo entiende. No hay mucho tiempo. Tenemos que

conseguir entrar en el Castillo. Dumbledore… quiero

decir, su hermano, quería que nosotros…

- 684 -

La luz de la chimenea hizo que las mugrientas gafas de Aberforth se volvieron momentáneamente opacas, de

un parejo blanco brillante, y que a Harry le recordaron

a los ojos ciegos de la araña gigante, Aragog.

—Mi hermano Albus quería un montón de cosas, —dijo

Aberforth— y la gente tenia el hábito de salir

malparada mientras el llevaba a cabo sus grandes

planes. Mantente alejado de ese colegio, Potter, y

fuera del país si puedes. Olvida a mi hermano y sus

astutas intrigas. Él se ha ido a donde ya nada de esto

puede herirle, y no le debéis nada.

-Usted no lo entiende -dijo Harry de nuevo.

-Oh, ¿no? -dijo Aberforh con calma-. ¿Crees que no

entendía a mi propio hermano? ¿Crees conocer a Albus

mejor que yo?

-No quería decir eso -dijo Harry, cuyo cerebro se sentía

entumecido por el cansancio y el exceso de comida y

vino-. Él... me dejó un trabajo.

-¿De veras? -dijo Aberforth-. Un trabajo agradable,

espero. ¿Cómodo? ¿Fácil? ¿La clase de cosas que

esperarías que un mago niño no cualificado pudiera

hacer sin abusar de sí mismo?

Ron soltó una risa sombía. Hermione parecía cansada.

-N-no es fácil, no -dijo Harry-. Pero tengo que...

-¿Tienes? ¿Por qué? Él está muerto, ¿no? -dijo Aberforth

rudamente-. ¡Lárgate, chico, antes de que le sigas!

¡Sálvate a ti mismo!

-No puedo.

-¿Por qué no?

-Yo... -Harry se sentía superado; no podía explicarlo,

así que tomó la ofensiva en vez de eso-. Pero usted

también luchó, estaba en la Orden del Fénix.

-Lo estaba -dijo Aberforth-. La Orden del Fénix está

acabada. Quien-tú-ya-sabes ha ganado, se acabó, quien

- 685 -

pretenda otra cosa se engaña a sí mismo. Aquí nunca estarás a salvo, Potter, él te tiene muchas ganas. Vete

al extranjero, escóndete, sálvate a tí mismo. Será

mejor que te lleves a estos dos contigo. -Lanzó el

pulgar hacia Ron y Hermione-. Estarán en peligro

mientras vivan ahora que todo el mundo sabe que han

estado ayudándote.

-No puedo marcharme -dijo Harry-. Tengo un trabajo...

-¡Que lo haga otro!

-No puedo. Tengo que ser yo. Dumbledore lo explicó

todo...

-Oh, ¿lo hizo? ¿Y te lo contó todo, fue honesto contigo?

Harry deseó con todo su corazón decir "Si", pero de algún modo esa sencilla palabra no llegaba a sus labios.

Aberfoth pareció saber lo que estaba pensando.

-Conocía a mi hermano, Potter. Aprendió secretismo en

el regazo de mi madre. Secretos y mentiras, así es

como crecimos, y Albus... estaba en su naturaleza.

Los ojos del viejo viajaron hasta la pintura de la chica

sobre el chimenea. Era, ahora que Harry se fijaba

apropiadamente, la única foto de la habitación. No

había ninguna foto de Albus Dumbledore, ni de nadie

más.

-Señor Dumbledore, -dijo Hermione bastante

tímidamente-. ¿Es esa su hermana Ariana?

-Si -dijo Aberfoth tensamente-. ¿Has estado leyendo a

Rita Skeeter, verdad, señorita?

Incluso a la luz pálida del fuego se notó claramente que

Hermione se había ruborizado.

-Elphias Doge nos la mencionó, -dijo Harry, intentando

cubrir a Hermione.

-Ese viejo imbécil, -murmuó Aberforth, tomando otro

trago de aguamiel-. Creía que el sol salía y se ponía a

voluntad de mi hermano, desde luego. Bueno, igual que

- 686 -

mucha gente, incluídos vosotros tres por lo que se ve.

Harry siguió callado. No quería expresar la dudas e

incertidumbres que le habían carcomido durante

meses. Había hecho su elección mientras cavaba la

tumba de Dobby, había decidido continuar por el

sinuoso y peligroso camino señalado por Albus

Dumbledore, aceptar que no se le había contado todo

lo que quería saber, pero simplemente confiando. No

tenía ningún deseo de volver a dudar; no quería oir

nada que pudiera desviarle de su propósito. Encontró la

mirada de Aberforth que era tan penetrante como la de

su hermano. Los brillantes ojos azules daban la misma

impresión, como si estuvieran atravesando con rayos X

al objeto de su escrutinio, y Harry creyó que Aberforth

sabía lo que estaba pensando y le despreciaba por ello.

-El Profesor Dumbledore se preocupaba por Harry,

muchísimo -dijo Hermione en voz baja.

-¿De veras? -dijo Aberforth-. Es curioso como muchas de

las personas a las que apreciaba tanto mi hermano han

terminado en peor estado que si les hubiera dejado en

paz.

-¿Qué quiere decir? -preguntó Hermione sin respiración.

-No importa, -dijo Aberforth.

-¡Pero eso es algo realmente serio para decir! -dijo

Hermione-. ¿Está hablando de su hermana?

Aberforth la miró fijamente. Sus labios se movían como

si estuviera mordiendo las palabras para contenerlas.

Entonces rompió a hablar.

-Cuando mi hermana tenía seis años, fue atacada, por

tres chicos muggles. La habían visto hacer magia,

espiando a través del seto del jardín trasero. Era una

niña, no podía controlarlo, ninguna bruja o mago puede

a esa edad. Lo que vieron, les asustó, supongo. Se

abrieron paso a través del seto, y cuando ella no les

- 687 -

mostró el truco, fueron un poco lejos intentando detener lo que la pequeña mostruito hacía.

Los ojos de Hermione estaban enormes a la luz del

fuego. Ron parecía ligeramente enfermo.

Aberforth se puso en pie, tan alto como Albus, y

repentinamente terrible en su furia y la intensidad de

su dolor.

-Eso la destruyó, lo que le hicieron. Nunca volvió a

estar bien. No utilizaba la magia, pero no podía librarse de ella; la interiorizó y eso la volvió loca, explotaba

cuando ya no podía controlarla más, y a veces era

extraña y peligrosa. Pero principalmente era dulce,

asustadiza e inofensiva.

-Y mi padre fue a por los bastardos que lo hicieron, -

dijo Aberfoth-, y les atacó. Y le encerraron en Azkaban

por ello. Nunca dijo por qué lo había hecho, porque si

el Ministerio hubiera sabido en qué se había convertido

Ariana, la habrían encerrado en St Mungo por su bien.

La hubieran visto como una seria amenaza contra el

Estatuto Internacional de Secreto, desequilibrada como

estaba, con la magia explotando de ella por momentos

cuando no podía contenerla más.

-Nosotros la mantuvimos a salvo y tranquila. Nos

mudamos de casa, pero eso hizo que enfermara, y mi

madre se ocupaba de ella, e intentaba manterla

tranquila y feliz.

-Ella era su favorita, -dijo él, y mientras lo decía, un

escolar desaliñado pareció surgir a través de mugrienta

y enredada barba-. No Albus, que siempre estaba en su

dormitorio cuando estaba en casa, leyendo sus libros y

contando sus premios, manteniendo correspondencia

con "los más notables nombres mágicos de la

actualidad" -gruñó Aberforth-. No quería molestarse con ella. A ella le gustaba más yo. Yo podía llevarle la

- 688 -

comida cuando no podía mi madre, la calmaba cuando tenía uno de sus ataques de rabia, y cuando estaba

tranquila, solía ayudarme a alimentar a las cabras.

-Entonces, cuando tenía catorce años... Veréis, yo no

estaba allí -dijo Aberfoth-. Si hubiera estado allí,

podría haberla calmado. Tuvo una de sus rabietas, y mi

madre ya no era tan joven como antes, y... fue un

accidente. Ariana no pudo controlarlo. Pero mi madre

murió.

Harry sintió una horrible mezcla de pena y repulsión, no

quería oír nada más, pero Aberfoth siguió hablando, y

Harry se preguntó cuanto hacía que no hablaba de esto;

de hecho, si alguna vez había hablado de ello.

-Así que eso dio al traste con el viaje de Albus

alrededor del mundo con el pequeño Doge. Los dos

volvieron a casa para el funeral de mi madre y después

Doge se fue por su cuenta, y Albus se quedó como

cabeza de familia. ¡Ja!

Aberforth escupió en el fuego.

-Yo me habría ocupado de ella, así se lo dije, no me

importaba la escuela. Me hubiera quedado en casa y lo

hubiera hecho. Él me dijo que tenía que terminar mi

educación y que él ocuparía el lugar de mi madre. Un

poco bajo para el Señor Brillante, no había ningún logro

en ocuparse de tu hermana medio loca y evitar que

volara la casa un día si y otro también. Pero lo hizo muy bien durante unas semanas... hasta que llegó él.

Y ahora una mirada positivamente peligrosa se arrastró

hasta la cara de Aberforth.

-Grindelwald. Y al fin mi hermano tenía un igual con el

que hablar, alguien tan brillante y talentoso como él. Y

ocuparse de Ariana pasó a ocupar un lugar secundario,

mientras tramaban sus planes para un Nuevo Orden

Mágico y buscaban Reliquias, y lo que fuera en lo que

- 689 -

estaban interesados. Grandes planes en beneficio de toda la raza mágica, ¿y si se era negligente en el

cuidado de una jovencia, que importaba, cuando Albus

estaba trabajando por el bien mayor?

-Pero después de unas semanas, yo ya había tenido

suficiente. Casi me había llegado el momento de volver

a Hogwarts, así se lo dije, a los dos, cara a cara, como

os lo estoy diciendo ahora, -y Aberfoth bajó la mirada

hasta Harry, y requirió poca imaginación verle como un

adolescente, tieso y enfadado, enfrentando a su

hermano mayor-. Le dije, será mejor que despiertes

ahora. No puedes moverla, no en su estado, no puedes

llevártela contigo adonde quiera que estés planeando ir

cuando estás haciendo tus astutos discursos, intentando

reunir seguidores. No le gustó eso, -dijo Aberforth y sus ojos se opacaron brevemente por la luz del fuego sobre

los cristales de las gafas. Se volvió blanco y ciego de

nuevo-. A Grindelwald no le gustó en absoluto. Se

enfadó. Me dijo que era un estúpido muchachito,

intentando interponerme en el camino de mi brillante

hermano... ¿Es que yo no entendía que mi pobre

hermana tendría que permanecer oculta, una vez ellos

cambiaran el mundo, y lideraran a los magos

abandonando el ocultamiento, y enseñaran a los

muggles cual era su lugar?

-Y hubo una discusión... y yo saqué mi varita, y él la

suya, y me encontré sufriendo una Maldición Cruciatus

a manos del mejor amigo de mi hermano... y Albus

estaba intentando detenerle, y entonces los tres nos

ensarzamos en un duelo, y los destellos de luces y los

ruidos la atrayeron, no pudo quedarse...

El color desapareció de la cara de Aberfoth, como si

hubiera sufrido una herida mortal.

-... y creo que quería ayudar, pero en realidad no sabía

- 690 -

qué estaba haciendo, y no sé cual de nosotros lo hizo, pudo haber sido cualquiera... y estaba muerta.

Su voz se rompió en la última palabra y se dejó caer en

la silla más cercana.

La cara de Hermione estaba bañada en lágrimas, y Ron

estaba casi tan pálido como Aberfoth. Harry no sentía

nada más que repulsión. Deseó no haberlo oído, deseó

poder limpiarlo de su mente.

-Yo... lo.. lo siento mucho, -susuró Hermione.

-Desaparecida -graznó Aberfoth-. Desaparecida para

siempre.

Se limpió la nariz con la manga y se aclaró la garganta.

-Por supuesto, Grindelwald puso pies en polvorosa. Ya

tenía un historial, allá en su país, y no quería que

Arianna se sumara a su cuenta también. Y Albus estaba

libre, ¿verdad? Libre de la carga de su hermana, libre

para convertirse en el más grande de los magos de...

-Nunca fue libre -dijo Harry.

-¿Perdón? -dijo Aberforth.

-Nunca -dijo Harry-. La noche en que su hermano

murió, bebió una poción que le volvió loco. Empezó a

gritar, suplicando a alguien que no estaba allí-. No les

hagas daño, por favor... házmelo a mí.

Ron y Hermione miraban fijamente a Harry. Nunca

había entrado en detalles sobre lo que había ocurrido

en la isla del lago. Los eventos que habían tenido lugar

después de que él y Dumbledore volvieran a Hogwarts

lo habían eclipsado concienzudamente.

-Creyó estar de vuelta allí con usted y con Gridelwald,

lo sé -dijo Harry, recordando a Dumbledor susurrando y

suplicando-. Creyó estar viendo como Grindelwald les

hacía daño a usted y a Ariana... Fue una tortura para

él. Si le hubiera visto entonces, no diría que era libre.

Aberfoth parecía perdido en la contemplación de sus

- 691 -

propias manos nudosas y venosas. Después de una larga pausa dijo,

-¿Cómo puedes estar seguro, Potter, de que mi

hermano no estaba más interesado en el bien mayor

que en ti? ¿Cómo puedes estar seguro de que no eres

prescindible, como mi hermanita?

Un afilado trozo de hielo atravesó el corazón de Harry.

-Yo no lo creo. Dumbledore quería a Harry, -dijo

Hermione.

-¿Por qué no le dijo que se ocultara entonces? -disparó

Aberforth. ¿Por qué no le dijo "Cuida de ti mismo, así es como sobrevivirás"?

-¡Porque, -dijo Harry antes de que Hermione pudiera

responder-, algunas veces tienes que pensar en algo

más que en tu propia seguridad! ¡Algunas veces tienes

que pensan en el bien mayor! ¡Esto es una guerra!

-¡Tienes diecisiete años, chico!

-¡Soy mayor de edad, y voy a seguir luchando incluso si

usted se ha rendido!

-¿Quién dice que me haya rendido?

-La Orden del Fénix está acabada, -repitió Harry-.

Quien-tu-ya-sabes ha ganado, se acabó, y cualquiera

que finja lo contrario se engaña a sí mismo.

-¡No dije que me gustara, pero es la verdad!

-No, no lo es -dijo Harry-. Su hermano sabía cómo

terminar con Quien-usted-ya-sabe y me pasó a mí el

conocimiento. Voy a seguir adelante hasta que tenga

éxito... o muera. No crea que no sé como podría

terminar esto. Lo sé desde hace años.

Esperó a que Aberfoth se quejara o discutiera, pero no

lo hizo. Simplemente se movió.

-Tenemos que entrar en Hogwarts -dijo de nuevo Harry-

. Si no puede ayudarnos, esperaremos hasta que sea de

día, le dejaremos en paz, e intentaremos encontrar una

- 692 -

forma de entrar por nuestra cuenta. Si puede ayudarnos... bueno, sería un gran momento para

mencionarlo.

Aberforth permaneció pegado a su silla, mirando a

Harry a los ojos, con esos ojos que se parecían tan

extraordinariamente a los de su hermano. Al fin se

aclaró la garganta, se puso en pie, rodeó la mesa, y se

aproximó al retrato de Ariana.

-Ya sabes qué hacer -dijo él.

Ella sonrió, se giró, y salió, no como hacia normalmente

la gente por el costado de sus marcos, sino a lo largo de lo que parecía un largo túnel pintado tras ella.

Observaron su pálida figura retraerse hasta que

finalmente fue tragada por la oscuridad.

-Er... ¿qué...? -empezó Ron.

-Ahora hay solo un camino -dijo Aberforth-. Debéis

saber que todos los pasadizos secretos han sido

tapiados por los dos extremos, hay dementores

alrededor de los muros exteriores, y patrullas regulares

dentro de la escuela por lo que mis fuentes me dicen.

El lugar nunca ha estado tan bien guardado. Cómo

esperáis hacer algo una vez consigáis entrar, con Snape

al cargo y los Carros en sus puestos... bueno, eso es

cosa vuestra, ¿no? Os digo que os preparéis a morir.

-¿Pero qué...? -dijo Hermione, frunciendo el ceño a la

pintura de Ariana.

Un diminuto punto blanco reaparecía al final del tunel

de la pintura, y ahora Ariana volvía hacia ellos,

haciéndose más y más grande mientras llegaba. Pero

había alguien más con ella ahora, alguien más alto que

ella, que avanzaba cogeando, con aspecto excitado.

Llevaba el pelo más largo de lo que Harry le había visto

nunca. Estaba pálido y agotado. La dos figuras se

hicieron más y más grandes, hasta que solo sus cabezas

- 693 -

y hombros llenaron el retrato.

Entonces toda la cosa se separó de la pared como si

fuera una pequeña puerta, y la entrada a un auténtico

tunel se reveló. Y de él, con su pelo demasiado largo,

la cara cortada, la túnica desgarrada, surgió trepando

el auténtico Neville Longbotton, que soltó un rugido de

alegría, saltó de la chimenea y gritó.

-¡Sabía que volverías! ¡Lo sabía, Harry!

- 694 -

Capitulo Veintinueve

La diadema perdida

-

N eville… que dem…. ¿Como?

Pero Neville había divisado a Ron y Hermione, y con

gritos de alegría los estaba abrazando a ellos también.

Cuanto más miraba a Neville, peor lo veía: uno de sus

ojos estaba hinchado y de un tono violeta amarillento,

tenía marcas de arañazos que le estropeaban el rostro,

y el aire general de descuido sugería que había estado

viviendo duramente. A pesar de su aspecto maltratado

brillaba de felicidad al soltar a Hermione diciendo

nuevamente,

-¡Sabía que vendríais! ¡Le dije a Seamus que era una

cuestión de tiempo!

-¿Neville, que te ha ocurrido?

-¿Qué? ¿Esto? –Neville deshechó sus heridas con una

sacudida de la cabeza-. Esto no es nada, Seamus está

- 695 -

peor. Ya lo veras. ¿Nos vamos entonces? Oh, -se dio la vuelta-. Ab, puede que haya un par de personas más en

camino.

-¿Un par más? –repitió Aberforth ominosamente-. ¿Que

quieres decir con un par más, Longbottom? ¡Hay un

toque de queda y un Encanto Aullador sobre todo el

pueblo!

-Lo sé, por eso se van a Aparecer directamente dentro

del bar, -dijo Neville-. Mándalos por el pasaje cuando

lleguen, ¿quieres? Muchas gracias.

Neville le tendió la varita a Hermione y la ayudó a subir a la repisa de la chimenea y a entrar en el túnel; Ron

subió a continuación y luego Neville. Harry se dirigió a

Aberforth.

-No sé como agradecértelo. Nos has salvado la vida dos

veces.

-Cuida de ellos entonces, -dijo Aberforth malhumorado-

. Puede ser que no sea capaz de salvaros una tercera

vez.

Harry se encaramó a la repisa de la chimenea y se

metió en el agujero que había detrás del retrato de

Ariana. Había peldaños de lisa piedra al otro lado:

Parecía como si el pasadizo hubiera estado allí durante

años. De las paredes colgaban lámparas de metal y el

piso de tierra estaba desgastado y suave; mientras

caminaban, sus sombras ondeaban sobre la pared

formando un abanico.

-¿Cuanto tiempo ha estado esto aquí? –preguntó Ron

mientras avanzaban-. No figura en el mapa del

merodeador, ¿verdad Harry? Pensaba que solo había

siete pasadizos que comunicaban con el colegio

-Todos esos fueron sellados antes de que comenzara el

curso -dijo Neville-. Ahora no hay forma de pasar por

ninguno de ellos, no con las maldiciones que colocaron

- 696 -

en las entradas y los mortífagos y dementores esperando en las salidas. Se dio la vuelta y empezó a

caminar hacia atrás, radiante, bebiendo de ellos-. Eso

no importa… ¿Es verdad? ¿Entrasteis en Gringotts?

¿Escapasteis a lomos de un dragón? Lo escuchas por

todos lados, todo el mundo habla de ello, ¡Carrow

golpeó a Terry Boot por gritarlo en el Gran Comedor

durante la cena!

-Si, es verdad. –dijo Harry.

Neville se echó a reír alegremente.

-¿Qué hicisteis con el dragón?

-Lo dejamos en libertad, -dijo Ron-. Hermione quería

quedárselo como mascota.

-No exageres, Ron…

-¿Pero que habéis estado haciendo? La gente decía que

habías huido, Harry, pero yo no lo creí. Supuse que

estabas planeando algo.

-Tenias razón, -dijo Harry-, pero cuéntanos algo de

Hogwarts, Neville, no hemos oído nada.

-Ha sido… bueno, ya no es Hogwarts, -dijo Neville, la

sonrisa desvaneciéndose del rostro mientras hablaba-.

¿Conoces a los Carrow?

-¿Esos dos mortífagos que enseñan aquí?

-Hacen más que enseñar, -dijo Neville-. Están a cargo

de la disciplina. A los Carrow le gustan los castigos.

-¿Cómo a Umbridge?

-Nah, comparada con ellos es mansa. Se supone que los

otros profesores deben recurrir a los Carrow si hacemos

las cosas mal. Aunque no lo hacen, si pueden evitarlo.

Se nota que todos los odian tanto como nosotros.

-Amycus, el hombre, enseña lo que antes solía ser

Defensa Contra las Artes Oscuras, salvo que ahora es

simplemente Artes Oscuras. Se supone que debemos

practicar la Maldición Cruciato con las personas que han

- 697 -

merecido una detención…

-¿Qué? –las voces de Harry, Ron y Hermione hicieron eco

al mismo tiempo a lo largo del pasadizo.

-Si, -dijo Neville-. Así fue como me hicieron esto -dijo

apuntando a un corte particularmente profundo que

tenía en la mejilla-, No quise hacerlo. Aunque alguna

gente lo hace; a Crabbe y Goyle les encanta. Supongo

que es la primera vez que sobresalen en algo.

-Alecto, la hermana de Amycus, enseña Estudios

Muggles, lo cual es obligatorio para todos. Todos

tenemos que escuchar sus explicaciones de cómo los

muggles son como animales, estúpidos y sucios, y como

obligan a los brujos a permanecer escondidos, siendo

despiadados con ellos, y como esta siendo restablecido

el orden natural. Este me lo hicieron -dijo indicando

otro corte en el rostro-, por preguntarle cuanta sangre

de muggle tenían ella y su hermano

-Caramba, Neville, -dijo Ron-, hay momentos y lugares

para hacerte el listo.

-No la has visto, -dijo Neville-. Tampoco lo hubieras

soportado. Lo que pasa es que ayuda cuando la gente

se pone firme, les da esperanzas a todos. Solía notar

eso cuando tú lo hacías Harry.

-Pero te han usado como afilador de cuchillos, -dijo

Ron, encogiéndose levemente cuando pasaron una

lámpara y pudo ver las heridas de Neville en todo su

esplendor.

Neville se encogió de hombros.

–No importa. No desean derramar demasiada sangre

pura, así que si somos bocazas nos torturan un poco

pero realmente no nos matan.

Harry no sabía que era peor, las cosas que estaba

contando Neville o el tono de resignación en el que las

decía.

- 698 -

-Las únicas personas que corren peligro son aquellas cuyos amigos y parientes están dando problemas fuera

de aquí. Se los llevan como rehenes. El viejo Xeno

Lovegood estaba siendo un demasiado franco en lo que

publicaba en El Quisquilloso, por lo que a Luna la

sacaron a rastras del tren cuando regresaba de las

vacaciones de Navidad.

-Neville, ella está bien, la hemos visto…

-Si. Lo se, se las arreglo para enviarme un mensaje.

De su bolsillo sacó una moneda dorada, y Harry la

reconoció como uno de los falsos galeones que el

Ejército de Dumbledore había usado para mandarse

mensajes entre ellos.

-Nos han venido genial, -dijo Neville, sonriéndole a

Hermione-. Los Carrow nunca han sabido como nos

comunicábamos, se volvían locos. Solíamos salir

furtivamente por la noche y poníamos graffitis en las

paredes: El Ejército de Dumbledore sigue reclutando,

cosas como esa. Snape lo odiaba.

-¿Solían? –dijo Harry, que había notado el tiempo

pasado utilizado en la oración.

-Bueno, se hizo cada vez más difícil, -dijo Neville-.

Perdimos a Luna en Navidad, Ginny no regresó después

de la Pascua, y nosotros tres éramos los supuestos

líderes. Los Carrow parecieron darse cuenta de que yo

estaba tras muchas de las cosas que estaban

sucediendo, así que empezaron a lanzarse sobre mi

despiadadamente, y luego atraparon a Michael Corner

liberando a un alumno de primer año al que habían

encadenado, y lo torturaron muy duramente. Eso asustó

a la gente.

-No me digas -murmuró Ron, en el momento que el

pasadizo comenzaba a elevarse formando una

pendiente.

- 699 -

-Si, bueno, no podía pedirle a las personas que pasaran por lo mismo que había pasado Michael, así que

dejamos de hacer ese tipo de cosas. Pero aún

seguíamos luchando, haciendo cosas clandestinas justo

hasta hace un par de semanas. Supongo que en ese

momento fue cuando decidieron que había solo una

manera detenerme, y fueron en busca de mi abuela.

-¿Qué hicieron que? –dijeron Harry, Ron y Hermione al

mismo tiempo.

-Si, -dijo Neville, jadeando un poquito ahora, debido a

que el pasadizo se había vuelto muy empinado, -Bueno,

puedes adivinar su forma de pensar. El plan de

secuestrar niños para forzar a sus familiares a

comportarse había funcionado realmente bien. Supongo

que era solo cuestión de tiempo antes de que lo

hicieran al revés. El asunto fue que -se volvió hacia

ellos, y Harry se quedó pasmado al ver que estaba

sonriendo- mordieron un poco más de lo que podían

masticar cuando fueron a buscar a la abuela.

Probablemente pensaron que para atrapar a una

pequeña y vieja bruja que vivía sola, no necesitarían

mandar a alguien particularmente poderoso. Sin

embargo -Neville se echó a reír-, Dawlish todavía está

en St. Mungo y la abuela se dio a la fuga. Me mando una

carta -Se palmeo el bolsillo superior de la túnica con la mano-, diciéndome que estaba orgullosa de mi, y que

era digno hijo de mis padres, y que siguiera así.

-Genial, -dijo Ron.

-Si -dijo Neville alegremente-. El único problema fue

que cuando se dieron cuenta de que no tenían por

donde agarrarme, decidieron que después de todo,

Hogwarts podría arreglárselas sin mi. No sé si

planeaban matarme o enviarme a Azkaban, de

cualquier manera, sabía que era el momento de

- 700 -

desaparecer.

-Pero, -dijo Ron, viéndose completamente confundido-,

¿no vamos… no vamos directamente hacia Hogwarts?

-Por supuesto, -dijo Neville-. Ya veréis. Ya llegamos.

Doblaron en una esquina y allí delante de ellos estaba

el final del pasadizo. Otro corto tramo de escalones

llevaban a una puerta igual a la que estaba escondida

detrás del retrato de Ariana. Neville la abrió y pasó a

través de ella. Mientras Harry lo seguía, pudo oír a

Neville gritándole a unas personas que estaban todavía

fuera de su vista: -¡Mirad quien es! ¿No os lo había

dicho?

Cuando Harry emergió del pasadizo adentrándose en la

habitación, se oyeron varios gritos y alaridos: ¡HARRY!

¡Es POTTER! ¡Ron! ¡Hermione!

Tuvo una confusa impresión de colgaduras de colores,

de lámparas y varios rostros. Al instante, él, Ron y

Hermione fueron achuchados, abrazados, palmeados en

la espalda, sus cabellos alborotados, sus manos

estrechadas, por lo que parecían ser más de veinte

personas. Bien podría haberse tratado de una

celebración por haber ganado la final de Quidditch.

-¡Ok, Ok, calmaros! –gritó Neville, y mientras la

multitud se alejaba, Harry fue capaz de apreciar lo que

lo rodeaba.

No reconocía el dormitorio. Era enorme, y parecía más

bien como el interior de una particularmente suntuosa

casa de árbol, o tal vez un gigantesco camarote de

barco.

Hamacas multicolores colgaban del techo y de la

galería que corría a lo largo de las paredes cubiertas de paneles de madera y sin ventanas, que estaban

cubiertas por brillantes tapices. Harry vio el león

dorado de Gryffindor, engalanado de rojo; el tejón

- 701 -

negro de Hufflepuff, contrastando sobre un fondo amarillo; y el águila color bronce de Ravenclaw, sobre

fondo azul.

El plata y verde de Slytherin era el único que estaba

ausente. Había estanterias repletas, unas pocas escobas

apoyadas contra las paredes, y en una esquina una gran

radio inalámbrica recubierta en madera.

-¿Dónde estamos?

-¡La Sala de Menesteres, por supuesto! –dijo Neville-. Se supero a si misma, ¿verdad? Los Carrow me estaban

persiguiendo, y sabía que tenía solo una oportunidad de

encontrar un refugio: ¡Me las ingenié para encontrar la

puerta y esto fue lo que encontré! Bueno, no era

exactamente así cuando yo llegué, era mucho más

chica, había solo una hamaca y los tapices eran todos

de Gryffindor. Pero se fue expandiendo a medida que

iban llegando más integrantes del ED.

-¿Y los Carrow no pueden entrar? –preguntó Harry,

mirando alrededor buscando la puerta.

-No, -dijo Seamus Finnigan, a quien Harry no había

reconocido hasta que habló: El rostro de Seamus estaba

amoratado e hinchado-. Es un refugio apropiado,

siempre y cuando uno de nosotros permanezca dentro,

no pueden llegar a nosotros, la puerta no se abre. Todo

gracias a Neville. Realmente entiende esta habitación.

Tienes que pedir exactamente lo que necesitas… como

por ejemplo, "No quiero que ningún partidario de los Carrow sea capaz de entrar"… ¡y lo hace para ti! Solo tienes que asegurarte de ser preciso y prestar atención

a los detalles. ¡Neville es genial!

-En realidad es bastante sencillo, -dijo Neville

modestamente-. Había estado aquí alrededor de un día

y medio, estaba realmente hambriento, y deseando

conseguir algo de comer, y ahí fue cuando el pasadizo

- 702 -

hacia Hog’s Head se abrió. Lo atravesé y conocí a Aberforth. Nos ha estado abasteciendo de comida,

porque por alguna razón, esa es realmente la única

cosa que la habitación no fabrica.

-Si, bueno, la comida es una de las cinco excepciones a

la Ley de Gamp sobre Transfiguración Elemental, -dijo

Ron para asombro de todo el mundo.

-Así que nos hemos estado escondiendo aquí durante

casi dos semanas, -dijo Seamus-, y simplemente fabrica

más hamacas cada vez que necesitamos espacio, y

hasta hizo brotar un baño bastante decente cuando

empezaron a venir chicas…

-… ya que a ellas les gusta asearse, verdad, -añadió

Lavender Brown, a quien Harry no había visto hasta ese

momento. Ahora que miraba detenidamente a su

alrededor, reconoció varios rostros familiares. Ambas

mellizas Patil estaban allí, y Terry Boot, Ernie

Macmillan, Anthony Goldstein, y Michael Corner.

-No obstante, cuéntanos que has estado haciendo, -dijo

Ernie-. Ha habido tantos rumores, hemos tratado de

seguirte el rastro con Potterwatch. -Dijo apuntando

hacia la radio inalámbrica-. ¿No irrumpiste en

Gringotts?

-¡Lo hicieron! –dijo Neville-. ¡Y lo del dragón también

era cierto!

Hubo unos pocos aplausos e incluso algunos gritos; Ron

hizo una reverencia.

-¿Qué estabais buscando? –preguntó Seamus

ávidamente.

Antes de que alguno de ellos pudiera eludir la pregunta

con una propia, Harry sintió un terrible dolor punzante

en la cicatriz con forma de relámpago. Mientras le daba

la espalda velozmente a los rostros curiosos y

deleitados, la Sala de Menesteres se desvaneció, y se

- 703 -

encontró de pie dentro de una ruinosa cabaña de piedra, las podridas tablas del piso que estaban a sus

pies habían sido arrancadas, y una caja dorada que

había sido desenterrada yacía abierta y vacía al lado

del agujero, y el grito de furia de Voldemort vibraba

dentro de su cabeza.

Con un enorme esfuerzo se arrancó de la mente de

Voldemort nuevamente, regresando a la Sala de

Menesteres donde permanecía de pie tambaleándose,

el sudor corriéndole por el rostro mientras Ron lo

sujetaba.

-¿Estás bien, Harry? –Estaba diciendo Neville-. ¿Quieres

sentarte? Supongo que estarás cansado, ¿verdad…?

-No, -dijo Harry. Miro a Ron y a Hermione, tratando de

decirles con la mirada que Voldemort acababa de

descubrir la pérdida de uno de sus otros Horrocruxes. El

tiempo corría deprisa: Si Voldemort elegía visitar

Hogwarts a continuación, perderían su oportunidad.

-Es necesario que nos pongamos en marcha, -dijo, y sus

expresiones le dieron a entender que habían

comprendido.

-¿Entonces, que vamos a hacer, Harry? –preguntó

Seamus-. ¿Cuál es el plan?

-¿Plan? –repitió Harry. Estaba empleando toda su fuerza

de voluntad para evitar ser arrastrado nuevamente por

la furia de Voldemort: Su cicatriz aún ardía-. Bueno,

hay algo que -Ron, Hermione y yo- debemos hacer, y

luego nos largaremos.

Ya nadie se reía ni alentaba. Neville se veía

confundido.

-¿Qué quieres decir con "nos largaremos"?

-No hemos venido a quedarnos, -dijo Harry, frotándose

la cicatriz, tratando de aliviar el dolor-. Hay algo

importante que debemos hacer…

- 704 -

-¿Qué?

-No… no puedo decírtelo.

Ante esto se alzo un murmullo generalizado: Las cejas

de Neville se contrajeron.

-¿Por qué no puedes decírnoslo? Tiene algo que ver con

la lucha contra Tu-sabes-quien, ¿verdad?

-Bueno, si…

-Entonces te ayudaremos.

Los otros miembros del Ejercito de Dumbledore

asentían, algunos con entusiasmo otros solemnemente.

Un par de ellos se levantó de sus sillas para demostrar

su disposición para entrar inmediatamente en acción.

-No lo entendéis -a Harry le parecía que había dicho lo

mismo muchas veces en las pasadas horas.

-No… no podemos decíroslo. Debemos hacerlo… solos.

-¿Por qué? –preguntó Neville.

-Porque… -en su desesperación por empezar a buscar el

Horrocrux que les faltaba o al menos tener una

conversación privada con Ron y Hermione acerca de

donde podían comenzar a buscar, Harry encontraba

difícil coordinar sus pensamientos. La cicatriz todavía

le quemaba-. Dumbledore nos dejó una tarea a nosotros

tres, -dijo cuidadosamente-, y se supone que no

debemos divulgarlo… quiero decir, deseaba que la

hiciéramos nosotros, solamente nosotros tres.

-Nosotros somos su ejército -dijo Neville-. El Ejército de Dumbledore. Estábamos todos juntos en esto, lo

mantuvimos funcionando mientras vosotros tres os

fuisteis por vuestra cuenta…

-No ha sido exactamente un paseo por el campo,

compañero, -dijo Ron.

-Nunca dije eso, pero no veo porque no podeis confiar

en nosotros. Cada uno de nosotros ha estado luchando,

y nos hemos visto forzados a venir aquí porque los

- 705 -

Carrow nos estaban cazando. Todo el mundo aquí dentro ha probado su lealtad a Dumbledore… su lealtad

a ti.

-Mira, -comenzó Harry, sin saber muy bien que iba a

decir, pero no importó. La puerta que daba al túnel se

acababa de abrir detrás de él.

-¡Recibimos tu mensaje, Neville! ¡Hola a vosotros tres,

pensé que podrían estar aquí!

Eran Luna y Dean. Seamus soltó un gran rugido de

felicidad y corrió a abrazar a su mejor amigo.

-¡Hola, a todo el mundo! –dijo Luna alegremente-. ¡Oh,

es grandioso estar de vuelta!

-Luna, -dijo Harry distraído-, ¿Qué estás haciendo aquí?

¿Cómo supiste…?

-Yo la mande a buscar, -dijo Neville, sosteniendo el

falso galeón-. Le prometí a Ginny y a ella que si

aparecías se lo haría saber. Todos pensamos que si

volvías, iba a significar la revolución. Que íbamos a

derrotar a Snape y a los Carrow.

- Por supuesto que eso es lo que significa, -dijo Luna

vivamente-. ¿No es así, Harry? ¿Lucharemos para

expulsarlos de Hogwarts?

-Escuchad, -dijo Harry con un creciente sentimiento de

pánico-. Lo siento, pero no he vuelto para eso. Hay algo

que debemos hacer y después…

-¿Nos vas a dejar en este enredo? –reclamó Michael

Corner.

-¡No! –dijo Ron-. Lo que estamos haciendo beneficiará a

todo el mundo al final, se trata de intentar librarnos de Ya-sabes-quien…

-¡Entonces dejadnos ayudar! –dijo Neville enfadado-.

¡Queremos tomar parte en ello!

Hubo otro ruido detrás de ellos, y Harry se giró. Pensó

que se le paraba el corazón: Ginny estaba saliendo del

- 706 -

agujero en la pared, siguiéndola de cerca venían Fred, George y Lee Jordan. Ginny obsequió a Harry con una

radiante sonrisa. Se había olvidado, o nunca había

apreciado realmente lo guapa que era, pero nunca se

había sentido menos contento de verla.

-Aberforth está un poco enfadado, -dijo Fred,

levantando la mano en respuesta a varios gritos de

bienvenida-. Quiere dormir un poco, y su bar se ha

convertido en una estación de trenes.

Harry se quedó con la boca abierta. Justo detrás de Lee

Jordan venía la antigua novia de Harry, Cho Chang. Le

sonrió.

–Me llegó el mensaje, -dijo, sosteniendo en alto su

propio galeón falso y avanzó para sentarse al lado de

Michael Corner.

-¿Así que cual es el plan, Harry? –dijo George.

-No hay un plan, -dijo Harry, aún desorientado por la

súbita aparición de toda esa gente, incapaz de

absorberlo todo mientras la cicatriz continuaba

ardiéndole fieramente.

-Lo haremos a medida que vayamos progresando,

¿verdad? Esos son mis preferidos, -dijo Fred.

-¡Teneis que detener todo esto! –le dijo Harry a Neville-

. ¿Para que les has pedido que volvieran? Esto es una

locura…

-Vamos a luchar, ¿verdad? –dijo Dean, sacando su falso

galeón-. ¡El mensaje decía que Harry había regresado, y

que íbamos a luchar! Aunque tengo que conseguir una

varita…

-¿No tienes varita? –comenzó Seamus.

Repentinamente Ron se volvió hacia Harry.

-¿Por qué no pueden ayudarnos?

-¿Qué?

-Pueden ayudar. –bajo la voz, para que nadie aparte de

- 707 -

Hermione, que estaba parada entre los dos, lo escuchara, y dijo-. No sabemos donde está. Debemos

encontrarlo rápido. No tenemos que decirles que es un

Horrocrux.

Harry miró de Ron a Hermione, que murmuró

-Creo que Ron tiene razón. Ni siquiera sabemos que es

lo que estamos buscando, los necesitamos. –y como

Harry no parecía muy convencido, añadió-, No tienes

que hacerlo todo tú solo, Harry.

Harry pensó rápido, su cicatriz aún ardiendo, su mente

amenazando con volver a dividirse. Dumbledore le

había advertido que no le contara a nadie lo de los

Horrocruxes exceptuando a Ron y Hermione. Secretos y

mentiras, así era como había crecido, y en Albus… era

innato… ¿Se estaba convirtiendo en Dumbledore,

manteniendo secretos apretados en el pecho, temiendo

confiar? Pero Dumbledore había confiado en Snape, y

¿Adonde lo había llevado eso? A ser asesinado en la

cumbre de la torre más alta…

-Está bien, -dijo en voz baja a los otros dos-. Ok, -gritó hacia la totalidad de la habitación, y todo ruido cesó:

Fred y George, que habían estado gastando bromas a

aquellos que tenían más cerca, se quedaron en silencio

y todos permanecían alerta, excitados.

-Hay algo que debemos encontrar, -dijo Harry-. Algo…

algo que nos ayudara a derrocar a Ya-sabes-quien. Está

aquí en Hogwarts, pero no sabemos donde. Puede haber

pertenecido a Ravenclaw. ¿Alguien ha oído hablar

acerca de un objeto como ese? ¿Por ejemplo, alguien

ha visto algún objeto que llevara su águila?

Miro esperanzadamente hacia el pequeño grupo de

Ravenclaws, a Padma, Michael, Terry y Cho, pero fue

Luna, que estaba encaramada sobre el brazo de la silla

de Ginny, la que contestó.

- 708 -

-Bueno, está su diadema perdida. Te hable sobre ello,

¿recuerdas Harry? ¿La diadema perdida de Ravenclaw?

La que papá estaba tratando de duplicar.

-Si, pero la diadema perdida, -dijo Michael Corner,

poniendo los ojos en blanco-, está perdida, Luna. Es lo

malo.

-¿Cuándo se perdió? –preguntó Harry.

-Dicen que hace siglos, -dijo Cho, y Harry sintió que se

le hundía el corazón-. El Profesor Filtwick dice que la

diadema se desvaneció junto con la misma Ravenclaw.

La gente la ha buscado, pero –apeló a sus compañeros

de Ravenclaw-. Nadie ha encontrado ni rastro de ella,

¿verdad?

Todos asintieron.

-Lo siento pero, ¿Que es una diadema? –preguntó Ron.

-Es una especie de corona, -dijo Terry Boot-. Se supone

que la de Ravenclaw tenía propiedades mágicas,

acrecentaba la sabiduría del portador.

-Si, los Wrackspurt siphons de papá…

Pero Harry interrumpió a Luna.

-¿Y ninguno de vosotros ha visto nunca nada parecido?

Todos sacudieron la cabeza nuevamente. Harry miró a

Ron y Hermione y su propia desilusión se vio reflejada

en ellos. Un objeto que había estado perdido tanto

tiempo, y aparentemente sin dejar rastro, no parecía

un buen candidato para ser el Horrocrux escondido en

el castillo… Sin embargo, antes de que pudiera formular

la siguiente pregunta, Cho habló nuevamente.

-Si quieres hacerte una idea de cómo se supone que es

la diadema, puedo llevarte a nuestra sala común y

mostrártela, Harry. Ravenclaw la lleva puesta en la

estatua que tenemos de ella.

La cicatriz de Harry ardió nuevamente. Por un

momento la Sala de Menesteres osciló ante el, y en

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cambio se vio volando con la negra tierra debajo de él y sintió a la gran serpiente enrollada sobre sus hombros.

Voldemort estaba volando otra vez, si hacia el lago

subterráneo o hacia aquí, al castillo, no lo sabía. De

cualquier forma, apenas le quedaba tiempo.

-Se está moviendo, -dijo quedamente a Ron y

Hermione. Miró a Cho y luego volvió su vista hacia ellos-

. Escuchad, se que no es una gran pista, pero voy a

echarle un vistazo a esa estatua, al menos para saber

como es la diadema. Esperadme aquí y manteneros a

salvo.

Cho se había puesto de pie, pero Ginny dijo bastante

ferozmente,

-No, Luna guiará a Harry, ¿verdad Luna?

-Oooh, si, me gustaría, -dijo Luna alegremente,

mientras Cho se sentaba nuevamente, desilusionada.

-¿Cómo salimos? –le preguntó Harry a Neville.

-Por aquí.

Llevó a Harry y a Luna hacia un rincón, donde un

pequeño armario se abría hacia una empinada escalera.

-Cada día aparece en un lugar distinto, por eso nunca

han podido encontrarla, -dijo-. El único problema es

que nunca sabemos exactamente donde vamos a

terminar cuando salimos. Ten cuidado, Harry, siempre

patrullan los corredores por la noche.

-No hay problema, -dijo Harry-. Nos vemos en un rato.

Luna y el se apresuraron a subir la escalera, que era

larga, estaba alumbrada por antorchas, y presentaba

esquinas en lugares inesperados. Al final llegaron a lo

que aparentaba ser una pared sólida.

-Ponte aquí debajo, -le dijo Harry a Luna, sacando la

capa de invisibilidad y colocándola por encima de

ambos. Le dio un pequeño empujón a la pared.

Cuando la tocó se desvaneció y se deslizaron afuera.

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Harry miró hacia atrás y vio que se había vuelto a cerrar herméticamente. Estaban de pie en un oscuro

corredor. Harry tiró de Luna hasta estar entre las

sombras, busco dentro del bolsito que tenía alrededor

del cuello y saco el Mapa del Merodeador.

Sosteniéndolo cerca de la nariz busco y al fin localizó

los puntitos que eran él y Luna.

-Estamos en el quinto piso, -susurró, mirando como se

movía Filtch alejándose de ellos a un corredor de

distancia. –Vamos, por aquí.

Partieron.

Harry había merodeado muchas veces por el castillo de

noche antes, pero nunca le había latido el corazón tan

rápidamente, nunca nada tan importante había

dependido de que realizara su travesía a salvo por él.

A través de cuadrados de luz de luna que brillaban en

el piso, pasaron frente a piezas de armadura cuyos

cascos crujían ante el sonido de sus suaves pisadas,

doblando esquinas al otro lado de las cuales quien sabía

lo que acechaba.

Harry y Luna caminaron, examinando el Mapa del

Merodeador cada vez que la luz lo permitía,

deteniéndose dos veces para permitir que un fantasma

siguiera su camino sin prestarles atención. Esperaba

encontrar algún obstáculo en cualquier momento; su

peor temor era que apareciera Peeves, y a cada paso

aguzaba los oídos para ver si oía alguna señal que le

indicara que el poltergeist se aproximaba.

-Por aquí, Harry, -jadeó Luna, agarrándole la manga y

tirando de él hacia una escalera en espiral.

Subieron siguiendo cerrados, vertiginosos círculos;

Harry nunca había estado allí arriba antes. Al final

llegaron a una puerta. No había pestillo ni agujero de

cerradura: nada, solo una lisa extensión de madera

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antigua, y una aldaba de bronce en forma de águila.

Luna sacó la pálida mano, que parecia sobrenatural

flotando en el medio de la nada, sin estar

aparentemente conectada a un brazo o un cuerpo.

Golpeó una vez, y en el silencio sonó como lo que a

Harry le pareció un disparo de cañón. En seguida el

águila abrió el pico, pero en vez de un piar de pájaro,

una voz suave y musical, dijo, -¿Qué fue primero, el

fénix o la llama?

-Hmm… ¿Que piensas, Harry? –dijo Luna, pareciendo

pensativa.

-¿Qué? ¿No tienen una contraseña?

-Oh no, tienes que responder una pregunta, -dijo Luna.

-¿Qué pasa si das la respuesta incorrecta?

-Bueno, tienes que esperar a alguien que de la

respuesta correcta, -dijo Luna-. De esa forma aprendes,

¿te das cuenta?

-Si… el problema es que no nos podemos permitir el

lujo de esperar a nadie más, Luna.

-No, ya veo lo que quieres decir, -dijo Luna seriamente-

. Bueno entonces, creo que la respuesta es que un

círculo no tiene comienzo.

-Bien razonado, -dijo la voz, y la puerta se abrió.

El desierto salón común era una habitación amplia y

circular, más etérea que cualquier otra que Harry

hubiera visto nunca en Hogwarts. Graciosas ventanas

abovedadas resaltaban sobre las paredes, de las que

colgaban sedas de color azul y bronce. Durante el día,

los Ravenclaw debían gozar de una vista espectacular

de las montañas que los rodeaban. El techo era

abovedado y tenía estrellas pintadas, que se repetian

en la alfombra color azul medianoche. Había mesas,

sillas y estanterias, y en un nicho que estaba en frente

de la puerta se elevaba una alta estatua de mármol

- 712 -

blanco.

Harry reconoció en ella a Rowena Ravenclaw por el

busto que había visto en la casa de Luna.

La estatua estaba al lado de una puerta que, supuso,

llevaba a los dormitorios en el piso superior. Caminó a

zancadas derecho hacia la mujer de mármol, que

pareció devolverle la mirada con una burlona media

sonrisa grabada en el hermoso aunque algo intimidante

rostro. Sobre la cabeza llevaba una diadema de aspecto

delicado que había sido reproducida en mármol. No era

muy distinta de la tiara que Fleur había usado en su

casamiento. Había diminutas palabras grabadas en ella.

Harry salió de debajo de la capa y se trepó sobre el

zócalo de la estatua para poder leerlas.

-Sabiduría más allá de toda medida, es el mayor tesoro

del hombre.

-Lo que significa que tú eres bastante pobre, tonto, -

dijo una voz cascada.

Harry se giró, se resbaló del zócalo, y aterrizó en el

piso. La figura de hombros inclinados de Alecto Carrow

estaba de pie frente a él, e incluso mientras Harry

levantaba la varita, presionó el rechoncho dedo índice

sobre el cráneo y la calavera grabados en su antebrazo.

- 713 -

Capitulo Treinta

La destitucion de Severus Snape

E     n el momento que su dedo tocó la Marca,

la cicatriz de Harry ardió salvajemente, la estrellada

habitación desapareció de la vista, y se encontró de pie

sobre el saliente de una roca bajo un acantilado, el mar

moviéndose a su alrededor y había triunfo en su

corazón. Tenían al chico.

Un fuerte golpe trajo a Harry de vuelta a la realidad.

Desorientado, alzó la varita, pero la bruja que tenía

ante él ya estaba cayendo, golpeó contra el suelo, tan

fuerte que los cristales de la librería tintinearon.

-Nunca he Aturdido a nadie excepto en nuestras

lecciones del E.D., -dijo Luna, sonando medianamente

interesada-. Hizo más ruido del que pensé que haría.

Y efectivamente, el techo empezó a temblar con

carreras apresuradas, el eco de pasos crecía en

- 714 -

intensidad tras la puerta que se dirigía a los dormitorios. El hechizo de Luna había despertado a los

Rawenclaws que dormían arriba.

-¿Luna, dónde estás? ¡Tengo que meterme bajo la Capa!

Los pies de Luna aparecieron de ninguna parte, corrió a

su lado y dejó caer la Capa sobre ellos cuando la puerta

se abrió y una riada de Ravenclaw, todos ellos en

pijama, inundaron la sala común. Hubo jadeos y gritos

de sorpresa cuando vieron a Alecto yaciendo allí

inconsciente. La rodearon lentamente, una bestia

salvaje que podía despertar en cualquier momento y

atacarles. Entonces un valiente pequeño de primero se

adelantó y la pinchó en el trasero con el dedo gordo.

-¡Creo que puede estar muerta! –gritó con deleite.

-Oh mira, -susurró Luna felizmente, mientras los

Ravenclaw se apiñaban alrededor de Alecto-. !Están

encantados!

-Bravo... genial...

Harry cerró los ojos, y cuando la cicatriz latió eligió

hundirse de nuevo en la mente de Voldemort. Se movía

a lo largo de un túnel en la primera cueva. Había

escogido asegurarse de que el guardapelo estaba bien

antes de ir a... pero no le llevaría mucho tiempo...

Se oyó un golpe en la puerta de la sala común y cada

uno de los Ravenclaw se quedó helado. Desde el otro

lado, Harry oyó la suave y musical voz que surgía del

picaporte en forma de águila.

-¿Adónde van los objetos Desaparecidos?

-¿Y yo que sé? !Cállate! –gruñó una voz inculta que

Harry conocía como la del hermano de Carrow, Amycus-

, ¿Alecto? ¿Alecto? ¿Estás allí? ¿Le tienes? !Abran la

puerta!

Los Ravenclaw susurraban entre ellos, aterrorizados.

Luego sin ninguna advertencia, hubo una serie de

- 715 -

fuertes golpes, como si alguien disparara un arma contra la puerta.

-¡ALECTO! Si viene, y no tenemos a Potter. ¿Quieres

seguir el mismo camino que los Malfoy? !CONTÉSTAME! –

bramó Amycus, sacudiendo la puerta con todas sus

fuerzas, pero ni aun así la puerta se abrió. Los

Ravenclaw estaban todos en la parte de atrás, y algunos

de los más asustados echaron a correr por las escaleras

hacia sus camas. Luego, justo cuando Harry se estaba

preguntando si debía o no abrir la puerta de golpe y

Aturdir a Amycus antes de que el mortífago pudiera

hacer algo más, una segunda voz mucho más familiar se

oyó detrás de la puerta.

-¿Puedo preguntar que está usted haciendo, Profesor

Carrow?

-!Intento... conseguir... traspasar esta maldita...

puerta! –gritó Amycus-. !Ve y traéme a Flitwick!

!Obligueles a abrirla, ahora mismo!

-¿Pero no está su hermana ahí? -preguntó la Profesora

McGonagall-. ¿No Profesor? Flitwick la dejó ahí esta

tarde más temprano, ante su urgente petición ¿Quizás

ella podría abrirle la puerta? Entonces no necesitaría

despertar a medio castillo.

-!No contesta, vieja escoba! !Abrala! !Demonios!

!Hágalo ahora!.

-Si de verdad lo desea -dijo la profesora McGonagall,

con gran frialdad. Se oyó un geltil golpe de la aldaba y

la voz musical preguntó otra vez.

-¿Adónde van los objetos Desaparecidos?

-A la no existencia, lo que quiere decir, al todo, -

replicó la profesora McGonagall.

-Muy bien expresado -respondió la aldaba en forma de

águila, y la puerta se abrió suavemente.

Los pocos Ravenclaw que se habían quedado atrás

- 716 -

corrieron rápidamente hacia las escaleras cuando Amycus apareció en el umbral, blandiendo su varita.

Encorvado como su hermana, tenía una cara pálida y

fofa y ojos diminutos, que cayeron de inmediato sobre

Alecto, extendida inmóvil en el suelo.

Dejó escapar un grito de furia y miedo.

-¿Qué habéis hecho, jovencitos? –gritó-. Voy a imponer

la Maldición Cruciatus a un buen montón de ellos hasta

que me digan quién lo hizo… ¿y qué voy a decirle al

Señor Oscuro? –chilló, de pie sobre su hermana y

golpeándose la frente con el puño-, ¡No lo tenemos, se

han ido y la han matado!

-Sólo está Aturdida, -dijo impaciente la profesora

McGonagall que se había inclinado para examinar a

Alecto-. Se pondrá bien.

-¡No lo creo! –bramó Amycus-. ¡No después de que el

Señor Oscuro acabe con ella! Está acabada y borrada

para él, siento arder mi Marca. ¡Y cree que tenemos a

Potter!

-¿Tienen a Potter? –dijo la profesora McGonagall

bruscamente-, ¿Qué quiere decir, "tienen a Potter"?

-Él nos dijo que Potter intentaría entrar en la Torre de

Ravenclaw, ¡y nos envió aquí para atraparle!

-¿Por qué trataría Harry Potter de entrar en la Torre de

Ravenclaw? ¡Potter pertenece a mi Casa!

Bajo la incredulidad y la cólera, Harry oyó un pequeño

dejo de orgullo en su voz y el afecto que sentía hacia

Minerva McGonagall brotó en su interior.

-¡Nos informaron de que podría presentarse aquí! –dijo

Carrow-. No se por qué.

La profesora McGonagall se levantó y sus pequeños ojos

brillantes recorrieron la habitación. Dos veces pasaron

por encima del lugar dónde estaban Harry y Luna.

-Podemos cargárselo a los chicos, -dijo Amycus, su cara

- 717 -

de cerdo repentinamente astuta-. Bravo, eso es lo que haremos. Le diremos que Alecto fue emboscada por los

niños, los niños de arriba -se quedó mirando el techo

estrellado hacia el dormitorio- y le diremos que ellos la obligaron a tocarse la Marca, y así fue como se produjo

la falsa alarma… No puede castigarlos a ellos. Una par

de chicos más o menos, ¿Cuál es la diferencia?

-La única diferencia es la que hay entre la verdad y la

mentira, el valor y la cobardía, -dijo la profesora

McGonagall, que se puso pálida-, una diferencia, en

resumen, que usted y su hermana parecen incapaces de

apreciar. Pero déjeme dejarle una cosa muy clara. No

va a cargar las culpas de sus numerosas ineptitudes a

los estudiantes de Hogwarts. No lo permitiré.

-¿Perdón?

Amycus se movió hasta que estuvo ofensivamente cerca

de la profesora McGonagall, la cara a pocas pulgadas de

la de ella. McGonagall se negó a dar un pasó atrás, en

lugar de eso bajó la mirada hacia él como si fuera algo

repugnante que hubiera encontrado pegado al retrete.

-La cuestion no es que lo permitas, Minerva

McGonagall. Tu tiempo se acabó. Nosotros estamos al

cargo ahora, y me respaldarás o pagarás el precio.

Y le escupió en la cara.

Harry se sacó la Capa de encima, alzando la varita, y

dijo,

-No deberías haber hecho esto.

Cuando Amycus se giraba, Harry gritó,

-¡Crucio!

El mortífago se levanto sobre sus pies. Se contorsionó

en el aire como un ahogado, azotado y aullando de

dolor, y entonces, con un crujido y un estallido de

cristales, y se estrelló contra la librería y cayó

acurrucado e insensible, en el suelo.

- 718 -

-Ya veo lo que quería decir Bellatrix, -dijo Harry, con la sangre tronando a través de su cerebro-, es necesario

desearlo realmente.

-¡Potter! –susurró la profesora McGonagall, aferrándose

al corazón- ¡Potter… estás aquí! ¿Qué…? ¿Cómo…? –

Luchó para recobrar la compostura-. ¡Potter, eso ha

sido una locura!

-Le escupió, -dijo Harry.

-Potter, yo… eso es muy… galante de tu parte… ¿pero

no te das cuenta…?

-Sí, me doy cuenta, -le aseguró Harry. En cierta forma

su pánico le estabilizó-. Profesora McGonagall,

Voldemort está en camino.

-¿Oh, ahora se nos permite decir el nombre? –preguntó

Luna con un aire de interés, quitándose la Capa de

Invisibilidad. La aparición de un segundo proscrito

pareció abrumar a la profesora McGonagall, que se

tambaleó hacia atrás y cayó en una silla cercana,

aferrándose al cuello de su viejo camisón de tartán.

-No creo que haya ninguna diferencia en como le

llamemos, -dijo Harry a Luna-. Siempre sabe dónde

estoy.

Una parte distante del cerebro de Harry, esa parte

conectada a la inflamada y ardiente cicatriz, podía ver

a Voldemort navegando rápidamente sobre el oscuro

lago en un fantasmagórico bote verde… Casi había

alcanzado la isla en dónde estaba la vasija de piedra…

-Debéis escapar, -susurró la profesora McGonagall-,

¡Ahora Potter, tan rápido como podáis!

-No puedo, -dijo Harry-. Hay algo que necesito hacer.

Profesora, ¿Sabe dónde está la diadema de Ravenclaw?

-¿La d-diadema de Ravenclaw? Por supuesto que no… ha

estado perdida durante siglos. –Se sentó un poco más

derecha-. Potter, es una locura, una completa locura

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para ti entrar en este castillo…

-Tenía que hacerlo, -dijo Harry-. Profesora, hay algo

escondido aquí que se supone que debo encontrar, y

podría ser la diadema… si al menos pudiera hablar con

el profesor Flitwick…

Se oyó un movimiento, un tintineo de cristal. Amycos se

estaba dando la vuelta.

Antes de que Harry o Luna pudieran actuar, la

profesora McGonagall se levantó, apuntando la varita

hacia el atontado mortífago, dijo,

-Imperio.

Amycus se levantó, caminó hacia su hermana, recogió

la varita, luego se encaminó obedientemente hacia la

profesora McGonagall y se la dio junto con la suya.

Luego se echó en el suelo junto a Alecto. La profesora

McGonagall agitó su varita otra vez, y una cuerda

brillante de plata apareció por arte de magia y reptó

alrededor de los Carrows, atándolos juntos

apretadamente.

-Potter, -dijo la profesora McGonagall, volviendo de

nuevo la cara hacia él con soberbia indiferencia hacia

el apuro de los Carrows-. Si El Que No Debe ser

Nombrado se entera de que estás aquí…

Mientras decía esto, un arranque de cólera, como un

dolor físico, atravesó a Harry dejando ardorosa su

cicatriz, y por un segundo bajó la mirada a una vasija

cuya poción se había vuelto clara, y veía que ningún

guardapelo de oro yacía seguro bajo la superficie.

-Potter, estás bien. –dijo una voz, y Harry regresó.

Estaba aferrado al hombro de Luna para estabilizarse.

-El tiempo corre, Voldemort se está acercando,

profesora, actuo bajo las ordenes de Dumbledore,

¡debo encontrar lo que quería que encontrara! Pero

tengo que mantener a los estudiantes fuera mientras

- 720 -

registro el castillo. Es a mí a quien Voldemort quiere, pero no le importará matar a unos pocos más o menos,

no ahora… -no ahora que sabe que estoy acabando con

los Horrocruxes, Harry terminó la frase en su cabeza.

-¿Actúas bajo las órdenes de Dumbledore? –repitió ella

con una mirada naciente de asombro. Luego se alzó en

su altura completa-. Debemos asegurar la escuela

contra el Que No Debe ser Nombrado mientras buscas

ese… ese objeto.

-¿Eso es posible?

-Creo que sí, -dijo la profesora McGonagall secamente-,

los profesores somos bastante hábiles con la magia,

sabes. Estoy segura que seremos capaces de

mantenerle alejado un rato si ponemos todo nuestro

empeño en ello. Por supuesto, tendremos que hacer

algo con el profesor Snape…

-Dejeme…

-…y si Hogwarts está a punto de entrar en un estado de

sitio, con el Señor Oscuro a sus puertas, ciertamente

sería aconsejable apartar a cuanta más gente inocente

sea posible del camino. Con las comunicaciones Flu

bajo su control y la Aparición imposible siquiera en los

terrenos…

-Hay un camino, -dijo Harry rápidamente, y le habló del

pasadizo que cuya entrada se escondía en La Cabeza

del Cerdo.

-Potter, estamos hablando de cientos de estudiantes…

-Lo sé, profesora, pero si Voldemort y los mortífagos se

concentran en los límites de la escuela no se

interesarán en nadie que se Desaparezca fuera de La

Cabeza del Cerdo

-Hay algo de razón eso, -estuvo ella de acuerdo. Apuntó

la varita hacia los Carrows, y una red plateada cayó

sobre sus cuerpos unidos, se ató a su alrededor, y los

- 721 -

alzó en el aire, dónde quedaron suspendidos bajo el techo azul y dorado como dos grandes y feas criaturas

marinas-. Vamos. Tenemos que alertar a los otros Jefes

de Casas. Mejor te vuelves a poner la Capa.

Marchó hacia la puerta, y mientras lo hacía alzó la

varita. De la punta salieron tres gatos plateados con

espectaculares marcas alrededor de los ojos. Los

Patronus corrían lustrosos delante, llenando la escalera

de caracol de luz plateada, mientras la profesora

MacGonagall, Harry y Luna bajaban corriendo.

Recorrieron los pasillos velozmente, y uno a uno los

Patronus les abandonaron. El camisón de tartán de la

profesora McGonagall susurraba contra el suelo, y Harry

y Luna trotaban tras ella bajo la Capa.

Habían descendido dos pisos más cuando tropezaron

con alguien.

Harry, cuya cicatriz todavía picaba, lo oyó primero.

Rebuscó la bolsa que llevaba alrededor del cuello,

buscando el Mapa del Merodeador, pero antes de que

pudiera hacerse cargo del asunto, McGonagal también

pareció caer en la cuenta de que tenían compañía. Se

detuvo, alzó la varita preparada para un duelo, y dijo,

-¿Quién anda ahí?

-Soy yo, -dijo una voz grave.

Desde detrás de una armadura salió Severus Snape.

El odio hirvió en Harry ante su visión. Había olvidado los detalles de la apariencia de Snape ante la magnitud de

sus crímenes, olvidando cuan grasiento era su cabello

negro colgando en cortinas alrededor de su delgada

cara, cuan fría y mortífera la mirada de sus negros

ojos. No llevaba pijama, pero estaba vestido con su

habitual capa negra, y también sujetaba la varita

preparado para una pelea.

-¿Dónde están los Carrows? –preguntó con tranquilidad.

- 722 -

-Donde quiera que les dijeras que fueran, supongo, Severus, -dijo la profesora McGonagall.

Snape se acercó unos pasos, y sus ojos revolotearon de

la profesora McGonagall al aire a su alrededor, como si

supiera que Harry estaba allí. Harry sostenía la varita

en alto también, preparado para el ataque.

-Me dio la impresión, -dijo Snape- de que Alecto había

detenido a un intruso.

-¿De verdad? –dijo la profesora McGonagall-. ¿Y que te

dio esa impresión?

Snape hizo una leve flexión con su brazo izquierdo,

dónde la Marca Oscura estaba grabada en su piel.

-Oh, pero naturalmente, -dijo la profesora McGonagall-.

Vosotros los mortífagos tenéis vuestras formas de

comunicaros, lo olvidaba.

Snape fingió no haberla oido. Sus ojos todavía

sondeaban el aire a alrededor de McGonagall, y se

acercaba gradualmente, como sin darse cuenta de lo

que estaba haciendo.

-No sabía que era tu turno de patrullar los pasillos

Minerva.

-¿Alguna objección?

-Me pregunto qué te ha sacado de la cama a estas horas

tardías

-Creía haber oido un alboroto, -dijo la profesora

McGonagall.

-¿De verdad? Pues todo parece en calma.

Snape la miró a los ojos.

-¿Ha visto a Harry Potter, Minerva? Porque si lo ha visto.

Tengo que insistir…

La profesora McGonagall se movió más rápido de lo que

Harry la hubiera creído capaz. Su varita cortó el aire y

durante una fracción de segundo Harry creyó que Snape

se arrugaría, inconsciente, pero la rapidez de su

- 723 -

Hechizo Protego fue tal que McGonagall perdió el equilibrio. Blandió su varita en una floritura y a un

toque de la misma con la pared la voló de su soporte.

Harry, a punto de maldecir a Snape, se vio forzado a

apartar a Luna del camino de las llamas descendentes,

las cuales se convirtieron en un anillo de fuego que

llenó el pasillo y volvió volando como un lazo hacia

Snape…

Entonces ya no fue fuego, sino una gran serpiente negra

que McGonagall hizo estallar en humo, y luego se

reagrupó y solidificó en segundos para convertirse en

un enjambre de dagas perseguidoras. Snape las evitó

simplemente forzando a la armadura a ponerse frente a

él, y con golpes resonantes, las dagas se hundieron, una

tras otra, en su pecho.

-¡Minerva! –dijo una voz chirriante, y mirando tras de

él, todavía escudando a Luna de los hechizos voladores,

Harry vio al profesor Flitwick y a Sprout corriendo por

el pasillo hacia ellos en pijama, con el enorme profesor

Slughorn resollando en la retaguardia.

-¡No! –chilló Flitwick, alzando la varita-. ¡No matarás a nadie más en Hogwarts!

El hechizo de Flitwick golpeó la armadura tras la cual

Snape se había escudado. Con un estrépito esta volvió a

la vida. Snape luchó para liberarse de los aplastantes

brazos y los envió volando hacia sus atacantes. Harry y

Luna se lanzaron a un lado para evitarlos mientras se

estrellaban contra la pared y se hacían añicos. Cuando

Harry alzó la mirada, Snape estaba en pleana huída, y

McGonagall, Flitwick y Sprout corrían tras él.

Se lanzó a traves de la puerta de una clase y,

momentos más tarde, se oyó el grito de McGonagall,

-¡Cobarde! ¡COBARDE!

-¿Qué pasa, que está pasando? –preguntó Luna.

- 724 -

Harry la arrastró y corrieron rápidamente por el pasillo, arrastrando la Capa de Invisibilidad tras ellos, hasta el interior de la clase desierta dónde los profesores

McGonagall, Flitwick y Sprout estaban de pie frente a la

ventana rota.

-Ha saltado, -dijo la profesora McGonagall cuando Harry

y Luna entraron corriendo en la habitación.

-¿Quiere decir que está muerto? –Harry corrió

velozmente hacia la ventana, ignorando los gritos de

sorpresa de Flitwick y Sprout por su repentina

aparición.

-No, no está muerto, -dijo McGonagall con amargura-. A

diferencia de Dumbledore, todavía llevaba una varita…

y parece haber aprendido unos cuantos trucos de su

maestro.

Con un matiz de horror, Harry vio en la distancia una

enorme forma de murcielago volando a través de la

oscuridad hacia los muros de Hogwarts.

Se oyeron pasos pesados tras ellos, y una gran cantidad

de resoplidos. Slughorn los había alcanzado.

-¡Harry! –Resolló, masajeándose el inmenso pecho bajo

el pijama de seda verde esmeralda-. Mi querido

muchacho… qué sorpresa… Minerva, por favor

explícate… Severus… ¿qué?

-Nuestro director se ha tomado un breve descanso, -

dijo la profesora McGonagall, señalando hacia el

agujero con la forma de Snape de la ventana.

-¡Profesora! –gritó Harry con la mano en la frente.

Podía ver a los Inferi del lago deslizándose bajo él, y

pudo sentir un fantasmagórico bote verde golpear el

fondo en la orilla, y Voldemort salió de él con la muerte en su corazón…

-Profesora, tenemos que atrincherar la escuela. ¡Ya

viene!

- 725 -

-Muy bien. El Que No Debe ser Nombrado está en camino -informó a los demás profesores.

Sprout y Flitwick ahogaron un grito. Slughorn dejó

escapar un gemido por lo bajo.

–Potter tiene un trabajo que hacer en el castillo bajo

las ordenes de Dumbledore. Necesitamos levantar cada

protección de la que seamos capaces mientras Potter

hace lo que necesita hacer.

-¿Te das cuenta, por supuesto, de que nada de lo que

seamos capaces de hacer para mantener fuera a El Que

No Debe Ser Nombrado será indefinido? –chilló Flitwick.

-Pero podemos retrasarle –dijo la profesora Sprout.

-Gracias, Pomona –dijo la profesora McGonagall, y entre

las dos brujas pasó una corriente de entendimiento-.

Sugiero que establezcamos una protección básica

alrededor del lugar, luego congregaremos a los alumnos

y nos reuniremos en el Gran Salón. La mayoría deben

ser evacuados, sin embargo si cualquiera que sea mayor

de edad desea quedarse y luchar, creo que deberíamos

darle la oportunidad.

-De acuerdo, -dijo la profesora Sprout, apresurándose

hacia la puerta-. Nos encontraremos en el Gran Salón

en veinte minutos con los de mi Casa.

Y cuando se perdió de vista al trote, pudieron oir sus

murmullos,

-Tentacula, Trampas malditas. Y Vainas de Snargaluff…

sí, quiero ver a los Mortífagos peleando con eso.

-Yo puedo actuar desde aquí, -dijo Flitwick, y aunque

apenas podía ver fuera, apuntó con la varita a través de

la ventana rota y empezó a murmurar conjuros de

enorme complejidad. Harry oyó un extraño ruido de

precipitación, como si Flitwick hubiera desatado el

poder del viento en los jardines.

-Profesor, -dijo Harry, que se acerba al pequeño

- 726 -

Profesor de Encantamientos-. Profesor, siento interrumpirle, pero es importante. ¿Tiene alguna idea

de dónde está la diadema de Ravenclaw?

-… Protego Horribilis… ¿la diadema de Ravenclaw? –

chilló Flitwick-. Un pequeño extra de sabiduría nunca

viene mal, Potter, pero no creo que pudiera ser de

mucha utilidad en esta situación.

-Sólo quise decir… ¿sabe dónde está? ¿La ha visto alguna

vez?

-Verla. ¡Nadie la ha visto desde que tengo memoria!

Hace mucho que se perdió, chico.

Harry sintió una mezcla de decepción desesperada y

pánico. ¿Qué es entonces, el Horrocrux?

-¡Nos reuniremos con usted y sus Ravenclaw en el Gran

Vestíbulo, Filius! –dijo la profesora McGonagall,

llamando por señas a Harry y Luna para que la

siguieran.

Justo habían alcanzado la puerta cuando Slughorn habló

con tono sordo.

-¡Dios mio!, -resopló, pálido y sudoroso, su bigote de

morsa temblaba-. ¡Qué jaleo! No estoy del todo seguro

de que esto esa inteligente, Minerva. Seguro que va a

encontrar la forma, sabes, y todo el que haya intentado

retrasarle estará en el más grave de los peligros…

-Les esperaré también a usted y a los de Slytherin en el

Gran Vestíbulo en veinte minutos. –dijo la profesora

McGonagall-. Si desea irse con sus alumnos, no le

detendremos. Pero si hace algún intento de sabotaje a

nuestra resistencia o de levantarse en armas en nuestra

contra nosotros en el interior del castillo, entonces,

Horacio, será un duelo a muerte.

-¡Minerva! –dijo, horrorizado.

-Ha llegado el momento de que la Casa de Slytherin

decida sobre sus lealtades, -interrumpió la profesora

- 727 -

McGonagall-. Vaya y despierte a los estudiantes, Horacio.

Harry no se quedó para observar el balbuceo de

Slughorn. Él y Luna permanecieron detrás de la

profesora McGonagall, quien había asumido una

posición en medio del pasillo y alzado la varita.

-Piertotum… oh, por el amor de Dios, Filch, ahora no…

El anciano conserje había entrado en su campo de

visión cojeando, y gritando

-¡Estudiantes fuera de sus camas! ¡Estudiantes en los

pasillos!

-¡Se supone que tienen que estarlo, idiota balbuceante!

–gritó McGonagall-. ¡Ahora váyase y haga algo

constructivo! ¡Encuentre a Peeves!

-¿P-Peeves? –tartamudeó Filch como si no hubiera oído

nunca antes el nombre.

-¡Sí, Peeves, no se haga el tonto, Peeves! ¿No se ha

estado quejando de él durante un cuarto de siglo? Vaya

y tráigalo, enseguida.

Filch evidentemente pensó que la profesora McGonagall

se había vuelto loca, pero marchó cojeando, con los

hombros caidos, murmurando por lo bajo.

-Y ahora… ¡Piertotum Locomator! –gritó la profesora

McGonagall. Y a lo largo del pasillo las estatuas y

armaduras saltaron de sus pedestales, y por el eco de

los choques en los pisos de arriba y abajo, Harry supo

que los miembros de todo el profesorado habían hecho

lo mismo.

-¡Hogwarts está amenazada! –gritó la profesora

McGonagall-. ¡Hombres a sus puestos, protegednos,

cumplid vuestro deber para con nuestra escuela!

Hablándo rápidamente y a gritos, la horda de estatuas

en movimiento se precipitaron pasando junto a Harry,

algunos de ellos más pequeños, otros más altos que en

- 728 -

vida. También había animales, y el sonido metálico de las armaduras blandiendo espadas y cadenas con bolas

de púas.

-Ahora, Potter, -dijo McGonagall-, usted y la señorita

Lovegood harán mejor en volver con sus amigos y

traerlos Al Gran Salón… despertaré a los otros

Gryffindors.

Partieron hacia lo alto de la siguiente escalera, Harry y Luna se dirigieron hacia la entrada oculta de la Sala de

los Menesteres. Mientras corrían, se encontraron con

tropeles de estudiantes, la mayoría llevaban capas de

viaje sobre los pijamas, siendo guiados hacia el Gran

Vestíbulo por los profesores y prefectos.

-¡Es Potter!

-¡Harry Potter!

-¡Era él, lo juro, acabo de verlo!

Pero Harry no miró hacia atrás, y al fin alcanzaron la

entrada de la Sala de los Menesteres, Harry se apoyó en

la pared encantada, la cual se abrió permitiéndoles

entrada, y él y Luna bajaron rápidamente los escalones.

-¿Qu…?

Cuando la habitación estuvo a la vista, Harry resbaló

unos pocos escalones del susto. Estaban apiñados,

muchos más que cuando había estado allí la última vez.

Kingsley y Lupin alzaron la vista hacia él, estaban Oliver Wood, Katie Bell, Angelina Johnson y Alicia Spinnet, Bill y Fleur, y el Señor y la Señora Weasley.

-¿Harry qué sucede? –dijo Lupin, reuniéndose con él al

pie de las escaleras.

-Voldemort está en camino, están atrincherando la

escuela… Snape ha huido… ¿Qué estais haciendo aquí?

¿Cómo lo habeis sabido?

-Enviamos mensajes al resto del Ejercito de

Dumbledore, -explicó Fred-. No puedes esperar que

- 729 -

todo el mundo se pierda la diversión, Harry, y el E.D. se lo hizo saber a la Orden del Fenix, y así sucesivamente.

-¿Qué hacemos primero, Harry? –llamó George-. ¿Qué

pasa?

-Estan evacuando a los más pequeños y todo el mundo

se está reuniendo en el Gran Salón para organizarse, -

dijo Harry-. Vamos a luchar.

Se alzó un gran rugido y una oleada de gente se

abalanzó hacia las escaleras, lo presionaron contra la

pared al pasaron corriendo. Los miembros mezclados de

la Orden del Fenix, el Ejercito de Dumbledore y el

antiguo equipo de Quidditch de Harry, todos ellos

sacando las varitas, se dirigían hacia el salón principal del castillo.

-Vamos, Luna, -la llamó Dean al pasar, tendiéndole la

mano libre. Ella la tomó y le siguó escaleras arriba.

La multitud se disolvió. Sólo un pequeño núcleo de

gente se quedó en la Sala de los Menesteres, y Harry se

reunió con ellos. La Señora Weasley discutía con Ginny.

A su alrededor estaban Lupin, Fred, George, Bill y

Fleur.

-¡Eres menor de edad! –gritaba la Señora Weasley a su

hija mientras Harry se aproximaba-. ¡No te lo voy a

permitir! Los chicos, sí, ¡pero tú te vas a ir a casa!

-¡No quiero! -El pelo de Ginny ondeaba cuando liberó el

brazo del apretón de su madre.

-Pertenezco al Ejercito de Dumbledore…

-¡Una pandilla de adolescentes!

-¡Una pandilla de adolescentes que se han enfrentado a

él cuando nadie se atrevió a hacerlo! –dijo Fred.

-¡Tiene dieciseis años! –gritó la Señora Weasley-. ¡No es lo bastante mayor! En qué estabais pensando al traerla

con vosotros…

Fred y George parecían algo avergonzados.

- 730 -

-Mamá tiene razón, Ginny. –dijo Bill suavemente-. No puedes hacer esto. Los menores de edad tienen que

marcharse, es lo correcto.

-¡No puedo ir a casa! –gritó Ginny, lágrimas airadas

brillanban en sus ojos. –toda mi familia está aquí, no

puedo quedarme esperando allí sola y sin saber y …

Sus ojos se encontraron con los de Harry por primera

vez. Le miró suplicante, pero él sacudió la cabeza y se

dio media vuelta con amargura.

-Bien, -dijo, mirando hacia la entrada del túnel que

regresaba a La Cabeza del Cerdo-. Diré adiós ahora,

entonces, y…

Se oyó una escaramuza y un gran golpe. Alguien había

salido a trompicones del tunel, perdiendo ligeramente

el equilibrio y cayendo. Se levantó el solo apoyándose

en la silla más cercana, miró alrededor a través de sus

torcidas gafas de carey, y dijo,

-¿He llegado tarde? ¿Ya ha empezado?. Acabo de

enterarme, yo… yo… -Balbuceó Percy en silencio.

Evidentemente no había esperado chocar con la mayor

parte de su familia. Hubo un largo momento de

asombro, roto por Fleur que se volvió hacia Lupin y

dijo, en un intento totalmente transparente de romper

la tensión.

–Entonces… ¿como está el pequeño Teddy?

Lupin parpadeó asustado. El silencio entre los Weasleys

parecía solidificarse, como el hielo.

-Yo… oh sí… ¡está bien! –dijo Lupin en voz alta-. Sí,

Tonks está con él… y con su madre…

Percy y los otros Weasleys todavía se estaban mirando

mutuamente con frialdad.

-Aquí, tengo una foto. –gritó Lupin, sacando una

fotografía de su chaqueta y enseñándosela a Fleur y a

Harry, que vieron a un pequeño bebé con un penacho

- 731 -

de un brillante pelo turquesa, agitando sus puños regordetes hacia la cámara.

-¡Fui un tonto! –rugió Percy tan fuerte que Lupin casi

dejó caer la fotografía- Fui un idiota, un gilipollas

pomposo, fui un… un…

-Lameculos del Ministerio, repudiaste a la familia,

idiota hambriento de poder, -dijo Fred.

Percy tragó saliva.

-¡Sí, lo fui!

-Bien, no podías decir nada más honesto que eso -dijo

Fred, tendiéndole la mano a Percy.

La Señora Weasley estalló en lágrimas. Corrió hacia él,

empujando a Fred a un lado, y envolviendo a Percy en

un abrazo estrangulandor mientras él le palmeaba la

espalda, con los ojos fijos en su padre.

-Lo siento, Papá. –dijo Percy.

El Señor Weasley parpadeó rápidamente, luego también

corrió a abrazar a su hijo.

-¿Cómo te ha vuelto la cordura, Percy? –preguntó

George.

-Ha estado llegando desde hace bastante, -dijo Percy,

secándose los ojos bajo las gafas con el borde de su

capa de viaje-. Pero tuve que encontrar una salida y no

es tan fácil en el Ministerio, encarcelan a los traidores a cada momento. Me las arreglé para mantener

contacto con Aberforth y él me sopló hace diez minutos

que Hogwarts estaba a punto de entrar en batalla, así

que aquí estoy.

-Bien, debemos buscar a nuestros prefectos para que

nos dirijan en momentos como estos, -dijo George en

una buena imitación de los modales más pomposos de

Percy-. Ahora subamos las escaleras y luchemos, o

todos los mortifagos buenos estarán cogidos.

-Así que, ¿eres mi cuñada? –dijo Percy, estrechando la

- 732 -

mano a Fleur mientras corrían escaleras arriba con Bill, Fred y George.

-¡Ginny! –ladró la Señora Weasley.

Ginny había intentado, bajo la cobertura de las

reconciliaciones, escabullirse también escaleras arriba.

-Molly, con respecto a eso, -dijo Lupin-. ¿Por qué no

dejas que Ginny se quede aquí, al menos así estará en

la escena y sabrá lo que está pasando pero sin estar en

medio de la pelea.

-Yo…

-Es una buena idea, -dijo el Señor Weasley firmemente-

, Ginny, quédate en esta habitación, ¿me has oído?

A Ginny no pareció gustarle mucho la idea, pero bajo la

inusual mirada severa de su padre, asintió. El Señor y la Señora Weasley y Lupin se dirigieron hacia las escaleras

también.

-¿Dónde está Ron? –preguntó Harry-, ¿Dónde está

Hermione?

-Deben haber subido ya al Gran Salón, -gritó el Señor

Weasley sobre su hombro.

-No los he visto pasar, -dijo Harry.

-Dijeron algo sobre un baño, -dijo Ginny-, no mucho

después de que te fueras.

-¿Un baño?

Harry atravesó la habitación a zancadas para abrir la

puerta de la Sala de los Menesteres e inspeccionó el

baño de abajo. Estaba vacío.

-¿Estás segura que dijeron baño..?

Pero entonces su cicatriz ardió y la Sala de los

Menesteres desapareció. Estaba inspeccionando las

altas verjas de hierro forjado con aladas gárgolas en los pilares de cada lado, inspeccionando los oscuros

jardines del castillo, que irradiaba luces. Nagini yacía

cubriendo sus hombros. Estaba poseído por esa fría y

- 733 -

cruel sensación de determinación que precedía al asesinato.

- 734 -

Capitulo Treinta y uno

La batalla de Howarts

E     l techo encantado del Gran Comedor

estaba oscuro y salpicado de estrellas, y bajo él las

cuatro largas mesas de las Casas estaban llenas de

estudiantes desaliñados, algunos con capas de viaje,

otros en bata. Aquí y allá brillaban las figuras blanco

perladas de los fantasmas del colegio. Cada ojo, vivo o

muerto, estaba fijo en la profesora McGonagall, que

estaba hablando desde la elevada plataforma en lo alto

del Comedor. Detrás de ella se encontraban el resto de

profesores, incluyendo al centauro palomino Firenze, y

los miembros de la Orden del Fénix que habían llegado

para luchar.

—… la evacuación será supervisada por el señor Filch y

la señora Pomfrey. Prefectos, cuando os avise,

organizad a vuestras casas y llevad a los estudiantes a

- 735 -

vuestro cargo de forma ordenada al punto de evacuación.

Muchos de los estudiantes parecían petrificados. Sin

embargo, mientras Harry bordeaba las paredes,

examinando la mesa de Gryffindor en busca de Ron y

Hermione, Ernie Macmillan se levantó en la mesa de

Hufflepuff y gritó: —¿Y si queremos quedarnos y luchar?

Hubo un puñado de aplausos.

—Si sois mayores de edad, podéis quedaros —dijo la

profesora McGonagall.

—¿Y qué pasa con nuestras cosas? —habló una chica en

la mesa de Ravenclaw—. ¿Nuestros baúles, nuestras

lechuzas?

—No tenemos tiempo de recoger posesiones —dijo la

profesora McGonagall—. Lo importante es sacaros de

aquí sin contratiempos.

—¿Dónde está el Profesor Snape? —gritó una chica desde

la mesa de Slytherin.

—Se ha, por decirlo de forma coloquial, largado —

respondió la Profesora McGonagall, y un gran vitoreo

estalló entre los Gryffindors, Hufflepuffs, y Ravenclaws.

Harry se desplazó por el Comedor junto a la mesa de

Gryffindor, todavía buscando a Ron y Hermione.

Mientras pasaba, muchas caras se giraron en su

dirección y una gran cantidad de susurros estalló tras su estela.

—Ya hemos colocado protección alrededor del castillo —

estaba diciendo la Profesora McGonagall—, pero es poco

probable que aguante durante mucho tiempo si no la

reforzamos. Por tanto, debo pediros que os mováis

rápido y con calma, y que hagáis lo que los prefectos

os…

Pero sus palabras finales fueron ahogadas por una voz

diferente que resonó por todo el Comedor. Era alta,

- 736 -

fría y clara. No se podía decir de dónde venía. Parecía emitirse desde las mismas paredes. Como el monstruo

al que una vez había dado órdenes, podía haber

permanecido latente allí durante siglos.

—Sé que os estáis preparando para luchar —hubo gritos

entre los estudiantes; algunos de ellos se agarraron a

otros, mirando alrededor aterrados en búsqueda de la

fuente del sonido—. Vuestros esfuerzos son inútiles. No

podéis luchar contra mí. No quiero mataros. Tengo un

gran respeto por los profesores de Hogwarts. No quiero

derramar sangre mágica.

Ahora hubo silencio en el Comedor, el tipo de silencio

que presionaba contra los tímpanos, que parecía

demasiado enorme para ser contenido por las paredes.

—Entregadme a Harry Potter —dijo la voz de

Voldemort—, y no se os hará daño. Entregadme a Harry

Potter y dejaré la escuela intacta. Entregadme a Harry

Potter y seréis recompensados.

—Tenéis hasta medianoche.

El silencio se los tragó de nuevo. Cada cabeza se giró,

cada ojo de la habitación pareció posarse en Harry,

sujetándole para siempre en el resplandor de miles de

rayos invisibles. Entonces una figura se levantó de la

mesa de Slytherin, y Harry reconoció a Pansy Parkinson

cuando levantó un brazo tembloroso y gritó:

—¡Pero está allí! Potter está allí. ¡Que alguien lo coja!

Antes de que Harry pudiera hablar, hubo un movimiento

generalizado. Los Gryffindors que tenía delante se

habían levantado y se enfrentaban a los Slytherins, no a

Harry. Entonces los Hufflepuffs se levantaron, y casi al

mismo tiempo los Ravenclaws, todos con la espalda

hacia Harry, todos mirando a Pansy. Y Harry,

asombrado y abrumado, vio salir varitas de todas

partes, sacadas de debajo de las capas y de las mangas.

- 737 -

—Gracias, señorita Parkinson —dijo la Profesora McGonagall con voz cortante—. Abandonará el Comedor

la primera con el señor Filch. El resto de su Casa puede

seguirla.

Harry oyó el chirrido de los bancos y luego el sonido de

los Slytherin saliendo en tropel por el otro lado del

Comedor.

—¡Ravenclaw, seguidlos! —gritó la Profesora

McGonagall.

Con lentitud las cuatro mesas se vaciaron. La mesa de

Slytherin estaba completamente vacía, pero bastantes

Ravenclaw de los últimos cursos permanecieron

sentados mientras sus compañeros salían; incluso más

Hufflepuff se quedaron, y la mitad de los Gryffindors

permanecieron en sus asientos, de modo que fue

necesario que la Profesora McGonagall bajase de la

plataforma de los profesores para obligar a los menores

de edad a ponerse de camino.

—¡Absolutamente no, Creevey, váyase! ¡Y usted,

Peakes!

Harry se acercó apresurado hacia los Weasley, todos

sentados juntos en la mesa de Gryffindor.

—¿Dónde están Ron y Hermione?

—¿No los has encontrado…? —empezó el Señor Weasley,

con expresión preocupada.

Pero se interrumpió cuando Kingsley dio un paso

adelante en la plataforma elevada para dirigirse a los

que se habían quedado.

—Sólo tenemos media hora hasta la medianoche, así

que tenemos que actuar con rapidez. Ya se ha aceptado

un plan de batalla entre los profesores de Hogwarts y la

Orden del Fénix. Los profesores Flitwick, Sprout y

McGonagall van a llevar a grupos de luchadores a la

parte de arriba de las tres torres más altas —

- 738 -

Ravenclaw, Astronomía y Gryffindor— donde tendrán una buena visión general, excelentes posiciones desde

donde lanzar hechizos. Mientras tanto Remus —señaló a

Lupin—, Arthur —apuntó hacia el señor Weasley,

sentado en la mesa de Gryffindor—, y yo, llevaremos

grupos a los terrenos. Necesitaremos a alguien que

organice la defensa de las entradas o de los pasadizos

hacia el colegio…

—Eso suena a un trabajo para nosotros —gritó Fred,

indicándose a George y a sí mismo, y Kingsley asintió

con aprobación.

—Muy bien, ¡que vengan aquí los líderes y dividiremos

las tropas!

—Potter —dijo la Profesora McGonagall, apresurándose

hacia él mientras los estudiantes inundaban la

plataforma, empujándose por alcanzar una mejor

posición, recibiendo instrucciones—. ¿No se supone que

tienes que estar buscando algo?

—¿Qué? Oh —dijo Harry—, ¡oh, sí!

Casi se había olvidado del Horrocrux, casi se había

olvidado de que se estaba presentando esta batalla

para que pudiese buscarlo, la inexplicable ausencia de

Ron y Hermione había apartado momentáneamente de

su mente el resto de pensamientos.

—¡Entonces vete Potter, vete!

—Cierto… sí…

Sintió que muchos ojos le seguían cuando de nuevo

salió corriendo del Gran Comedor, hacia el vestíbulo de

entrada todavía lleno de estudiantes que estaban

siendo evacuados. Se dejó arrastrar con ellos subiendo

la escalera de mármol, pero al llegar arriba se apresuró

por un pasillo vacío. Miedo y pánico nublaban sus

procesos mentales. Intentó calmarse, concentrarse en

encontrar el Horrocrux, pero sus pensamientos

- 739 -

zumbaban tan frenéticos e infructuosos como avispas atrapadas bajo un cristal. Sin Ron y Hermione para

ayudarle, no parecía ser capaz de ordenar sus ideas.

Empezó a avanzar más despacio, deteniéndose a mitad

de un pasillo. Se sentó en el pedestal de una estatua

que se había ido y sacó el Mapa del Merodeador de la

bolsita que llevaba colgada al cuello. No pudo ver por

ninguna parte el nombre de Ron o el de Hermione,

aunque pensó que la densidad de la multitud de puntos

que ahora se dirigían a la Sala de los Menesteres podría

estar ocultándolos. Apartó el mapa, se apretó las

manos contra la cara y cerró los ojos, intentando

concentrarse.

Voldemort creyó que iría a la torre de Ravenclaw.

Ahí estaba, un hecho sólido, un lugar por donde

empezar. Voldemort había colocado a Alecto Carrow en

la sala común de Ravenclaw, y sólo podía haber una

explicación: Voldemort temía que Harry ya supiese que

su Horrocrux estaba conectado a esa Casa.

Pero el único objeto que alguien parecía asociar con

Ravenclaw era la diadema perdida… ¿y cómo podía ser

el Horrocrux la diadema? ¿Cómo era posible que

Voldemort, un Slytherin, hubiera encontrado la

diadema que había esquivado a generaciones de

Ravenclaws? ¿Quién le habría dicho dónde mirar,

cuando nadie que hubiese visto la diadema estaba vivo

para contarlo?

Nadie estaba vivo para contarlo…

Bajo sus dedos, los ojos de Harry se abrieron de golpe.

Saltó del pedestal y se apresuró por donde había

venido, ahora en persecución de su última esperanza.

El sonido de cientos de personas avanzando hacia la

Sala de los Menesteres fue haciéndose más elevado

mientras regresaba hacia las escaleras de mármol. Los

- 740 -

prefectos estaban gritando instrucciones, intentando llevar la cuenta de los estudiantes de sus propias casas; había muchos empujones y gritos. Harry vio a Zacharias

Smith derribando a estudiantes de primer año para

llegar al principio de la cola. Aquí y allá estudiantes

más jóvenes estaban llorando, mientras los mayores

llamaban desesperados a amigos o hermanos.

Harry avistó una figura de un blanco perlado

deslizándose por el vestíbulo de entrada hacia abajo, y

gritó tan fuerte como pudo por encima del clamor.

—¡Nick! ¡NICK! ¡Necesito hablar con usted!

Se abrió paso entre la marea de estudiantes,

finalmente alcanzando la base de las escaleras, donde

Nick Casi Decapitado, fantasma de la torre de

Gryffindor, estaba esperándole.

—¡Harry! ¡Mi querido muchacho!

Nick intentó agarrar las manos de Harry con las suyas.

Harry sintió como si las hubieran metido en agua

congelada.

—Nick, tiene que ayudarme. ¿Quién es el fantasma de

la torre de Ravenclaw?

Nick Casi Decapitado pareció sorprendido y un poco

ofendido.

—La Dama Gris, por supuesto; pero si son servicios

fantasmales lo que necesitas…

—Tiene que ser ella… ¿sabe donde está?

—Veamos…

La cabeza de Nick se tambaleó un poco en su gorguera

al girar de aquí a allá, mirando por encima de las

cabezas del tropel de estudiantes.

—Es esa de allí, Harry, la joven con el pelo largo.

Harry miró en la dirección que indicaba el dedo

transparente de Nick y vio un fantasma alto, que pilló a

Harry mirándola, levantó las cejas y se alejó por una

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pared sólida.

Harry corrió tras ella. Una vez en la puerta del pasillo

por el había desaparecido, la vio llegando al final,

todavía deslizándose con fluidez, alejándose.

—¡Eh… espere… vuelva!

Ella accedió a parar, flotando a unos centímetros del

suelo. Harry notó que era hermosa, con el pelo largo

hasta las caderas y capa hasta los pies, pero también

parecía altiva y orgullosa. Al acercarse, la reconoció

como el fantasma junto al que había pasado varias

veces por los pasillos, pero con quien nunca había

hablado.

—¿Usted es la Dama Gris?

Ella asintió, pero no habló.

—¿El fantasma de la torre de Ravenclaw?

—Eso es correcto.

Su tono no era alentador.

—Por favor, necesito algo de ayuda. Necesito saber

cualquier cosa que pueda contarme sobre la diadema

perdida.

Una sonrisa fría curvó sus labios.

—Me temo —dijo, girándose para marcharse—, que no

puedo ayudarte.

—¡ESPERE!

No había tenido intención de gritar, pero el enfado y el

pánico amenazaban con abrumarlo. Miró a su reloj

mientras ella estaba suspendida delante. Faltaba un

cuarto de hora para la medianoche.

—Es urgente —dijo con fiereza—. Si esa diadema está en

Hogwarts, tengo que encontrarla, rápido.

—No eres el primer estudiante que codicia la diadema

—dijo desdeñosa—. Generaciones de estudiantes me

han importunado…

—¡Esto no tiene que ver con sacar mejores notas! —le

- 742 -

gritó Harry—. Es sobre Voldemort, derrotar a Voldemort, ¿o es que eso no le interesa?

Ella no se podía sonrojar, pero sus transparentes

mejillas se volvieron más opacas, y su voz sonó

acalorada cuando respondió: —Por supuesto, ¿cómo te

atreves a sugerir…?

—Bueno, ¡entonces ayúdeme!

La compostura el fantasma se estaba resquebrajando.

—No… no es un asunto de… —tartamudeó—. La diadema

de mi madre…

—¿Su madre?

Ella pareció enfadada consigo misma.

—Cuando vivía —dijo con rigidez—. Era Helena

Ravenclaw.

—¿Usted es su hija? Pero entonces, debe saber lo que

pasó con ella.

—Aunque la diadema otorga sabiduría —dijo con un

obvio esfuerzo de recuperar la compostura—, dudo que

aumente mucho tus posibilidades de derrotar al mago

que se hace llamar Lord…

—¡Ya se lo he dicho, no me interesa llevarla! —dijo

Harry con fiereza—. No hay tiempo de explicarlo, pero

si Hogwarts le importa, si quiere ver a Voldemort

acabado, ¡tiene que decirme todo lo que sepa sobre la

diadema!

Ella se quedó totalmente inmóvil, flotando en medio

del aire, mirándole fijamente, y un sentimiento de

desesperación engulló a Harry. Por supuesto, si ella

hubiese sabido algo, se lo habría contado a Flitwick o

Dumbledore, que seguramente le habrían hecho la

misma pregunta. Sacudió la cabeza y empezó a girar

para marcharse cuando ella habló en voz baja.

—Le robé la diadema a mi madre.

—¿Usted… hizo qué?

- 743 -

—Robé la diadema —repitió Helena Ravenclaw en un susurro—. Buscaba hacerme más lista, más importante

que mi madre. Huí con ella.

No sabía cómo había conseguido ganarse su confianza y

no preguntó, simplemente escuchó, firme, mientras

ella continuaba.

—Dicen que mi madre nunca admitió que la diadema se

había perdido, sino que pretendió que todavía la tenía.

Ocultó la pérdida, mi espantosa traición, incluso a los

demás fundadores de Hogwarts.

»Entonces mi madre cayó enferma… de muerte. A pesar

de mi traición, estaba desesperada por verme una vez

más. Envió a un hombre que hacía mucho me había

amado, aunque yo había desdeñado sus atenciones, a

que me encontrase. Sabía que él no descansaría hasta

haberme encontrado.

Harry esperó. Ella respiró profundamente y echó la

cabeza hacia atrás.

—Me rastreó hasta el bosque en el que me ocultaba.

Cuando rechacé volver con él, se puso violento. El

Barón siempre fue un hombre de temperamento fuerte.

Furioso ante mi rechazo, celoso de mi libertad, me

apuñaló.

—¿El Barón? ¿Quiere decir…?

—El Barón Sanguinario, sí —dijo la Dama Gris, y apartó

la capa que llevaba para descubrir una herida oscura en

su pecho blanco—. Cuando vio lo que había hecho, se

vio abrumado por los remordimientos. Cogió el arma

que se había llevado mi vida, y la usó para matarse.

Después de todos estos siglos, aún lleva sus cadenas

como un acto de penitencia… como debe ser —añadió

amargamente.

—¿Y… y la diadema?

—Se quedó donde yo la había escondido cuando oí al

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Barón avanzar tropezando por el bosque, yendo hacia mí, oculta en el interior de un árbol hueco.

—¿Un árbol hueco? —repitió Harry— ¿Qué arbol? ¿Dónde

fue eso?

—Un bosque en Albania. Un lugar solitario que creí

fuera del alcance de mi madre.

—Albania —repitió Harry. El sentido estaba surgiendo

milagrosamente de la confusión, y ahora entendió

porqué le estaba contando lo que le había negado a

Dumbledore y Flitwick—. Ya le ha contado a alguien

esta historia, ¿verdad? ¿Otro estudiante?

Ella cerró los ojos y asintió.

—No tenía… ni idea… Era adulador. Parecía… entender…

comprender…

Sí, pensó Harry. Tom Ryddle ciertamente había

entendido el deseo de Helena Ravenclaw de poseer

fabulosos objetos sobre los que tenía pocos derechos.

—Bueno, no es la primera persona a la que Ryddle le

sonsaca cosas —murmuró Harry—. Podía ser encantador

cuando quería…

Así que Voldemort había sido capaz de sonsacarle la

localización de la diadema perdida a la Dama Gris.

Había viajado a aquel bosque remoto y recuperado la

diadema de su escondite, quizás tan pronto como

abandonó Hogwarts, antes incluso de haber empezado a

trabajar en Borgin y Burkes.

¿Y no le habrían parecido aquellos retirados bosques

albaneses un excelente refugio cuando, mucho

después, Voldemort había necesitado un lugar donde

esconderse, sin ser molestado, durante diez largos

años?

Pero la diadema, una vez se convirtió en su valioso

Horrocrux, no había sido abandonada en ese modesto

árbol… No, la diadema había vuelto en secreto a su

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verdadero hogar, y Voldemort debía haberla puesto allí…

—…la noche que vino a pedir trabajo! —dijo Harry,

acabando su pensamiento.

—¿Perdón?

—¡Ocultó la diadema en el castillo, la noche que le

pidió a Dumbledore que le dejara dar clase! —dijo

Harry. Decirlo en voz alta le permitió darle sentido a

todo—. ¡Debió esconder la diadema al ir, o volver, al

despacho de Dumbledore! Pero merecía la pena

intentar obtener el trabajo, de lograrlo podría haber

tenido oportunidad de robar también la espada de

Gryffindor… ¡gracias, gracias!

Harry la dejó allí flotando, con expresión

absolutamente desconcertada. Al girar en una esquina

para volver al vestíbulo de entrada, comprobó su reloj.

Faltaban cinco minutos para la medianoche, y aunque

sabía lo qué era el último Horrocrux, no estaba más

cerca de descubrir dónde estaba…

Generaciones de estudiantes habían fallado en la

búsqueda de la diadema; eso sugería que no estaba en

la torre de Ravenclaw… pero si no estaba allí, ¿dónde?

¿Qué escondite había encontrado Tom Ryddle dentro

del castillo de Hogwarts, que creía que permanecería

secreto para siempre?

Perdido en desesperada especulación, Harry giró en una

esquina, pero había dado sólo unos pocos pasos en el

nuevo pasillo cuando la ventana a su izquierda se

rompió en añicos con un estrépito ensordecedor.

Cuando saltó a un lado, un cuerpo gigante voló a través

de la ventana y golpeó la pared opuesta.

Algo grande y peludo se separó, gimoteando, de lo que

había llegado y se lanzó hacia Harry.

—¡Hagrid! —bramó Harry, rechazando las atenciones de

- 746 -

Fang, el gran danés, cuando la enorme figura barbuda se puso en pie—. ¿Qué…?

—¡Harry, estás aquí! ¡Estás aquí!

Hagrid se agachó, le dio a Harry un rápido abrazo que

casi le parte las costillas, y corrió de vuelta hacia la

ventana hecha añicos.

—¡Buen chico, Grawpy! —bramó a través del agujero en

la ventana—. ¡Te veo en un momento, qué buen chico!

Detrás de Harry, en la noche oscura, Harry vio ráfagas

de luz en la distancia y oyó un extraño grito agudo.

Bajó la mirada a su reloj: era medianoche. La batalla

había empezado.

—Caray, Harry —jadeó Hagrid—, este es, ¿eh? El

momento de luchar.

—Hagrid, ¿de dónde vienes?

—Escuché a quién-tú-ya-sabes en la cueva —dijo Hagrid

ceñudo—. La voz se oye lejos, ¿sabes? "Tenéis hasta

medianoche para entregarme a Potter". Supe que debía estar allí, imaginé lo que debería estar sucediendo.

Baja, Fang. Así que hemos venido a unirnos, Grawpy,

Fang y yo. Nos abrimos paso por el linde del bosque,

Grawpy nos llevaba, a mí y Fang. Le dije que me dejase

en el castillo, así que me tiró por la ventana, bendito

sea. No es exactamente lo que quería decir, pero…

¿dónde están Ron y Hermione?

—Esa —dijo Harry—, es realmente una buena pregunta.

Vamos.

Se movieron a prisa por el pasillo, con Fang

siguiéndolos patoso. Harry podía oír movimientos a lo

largo del pasillo: pasos de gente corriendo, gritos; a

través de las ventanas, podía ver más destellos de luz

en los oscuros terrenos.

—¿A dónde vamos? —dijo Hagrid sin aliento, sus pasos

resonaban, pegados a los talones a Harry, haciendo

- 747 -

temblar las tablas.

—No lo sé exactamente —dijo Harry, haciendo otro giro

aleatorio—, pero Ron y Hermione deben estar por aquí

en algún sitio…

Las primeras bajas de la batalla ya estaban

desparramadas en el siguiente pasillo: dos gárgolas de

piedra que normalmente guardaban la entrada a la sala

de profesores habían sido destrozadas por una

maldición que había entrado por una ventana rota. Sus

restos se arrastraban débilmente en el suelo, y cuando

Harry saltó sobre una de las cabezas sin cuerpo, esta

gimió ligeramente.

—Oh, no te preocupes por mí… simplemente me

quedaré aquí desmenuzada…

Su fea cara de piedra hizo pensar a Harry en el busto de

mármol de Rowena Ravenclaw en la casa de

Xenophilius, adornado con ese alocado tocado… y

después en la estatua de la torre de Ravenclaw, con la

diadema de piedra sobre los rizos blancos…

Y cuando llegó al final del pasillo, el recuerdo de una

tercera figura de piedra volvió a él, una de un viejo

brujo, uno en cuya cabeza el mismo Harry había

colocado una peluca y un destrozado sombrero viejo.

La conmoción recorrió a Harry con el calor del whisky

de fuego, y casi tropezó.

Sabía, por lo menos, dónde le estaba esperando el

Horrocrux.

Tom Ryddle, que no confiaba en nadie y trabajaba sólo,

podía haber sido tan arrogante como para asumir que

él, y sólo él, había penetrado en los misterios más

profundos del castillo de Hogwarts. Por supuesto,

Dumbledore y Flitwick, esos estudiantes modelo, nunca

habían puesto un pie ese lugar concreto, pero él, Harry,

se había desviado del camino habitual en sus días de

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colegio… había al menos un lugar secreto que él y Voldemort conocían, que Dumbledore nunca había

descubierto…

Fue devuelto a la realidad por la profesora Sprout, que

pasó con estruendo llevando detrás a Neville y a una

media docena más de alumnos, todos con orejeras y lo

que parecían ser grandes plantas en macetas.

—¡Mandrágoras! —bramó Neville a Harry por encima del

hombro mientras corría—. Vamos a lanzarlas por las

paredes… ¡no les va a gustar!

Harry sabía a donde ir. Avanzó más rápido, con Hagrid y

Fang corriendo tras él. Pasaron retrato tras retrato, y

las figuras pintadas corrieron lateralmente con ellos,

brujas y magos con gorgueras y calzones, con

armaduras y capas, apretándose en los lienzos de los

otros, gritando noticias de otras partes del castillo.

Cuando alcanzaron el final de ese pasillo, todo el

castillo se sacudió, y Harry supo, cuando un jarrón

gigante salió volando de su pedestal con fuerza

explosiva, que era por la presión de encantamientos

más siniestros que los de los profesores y la Orden.

—¡Todo está bien, Fang, todo está bien! —gritó Hagrid,

pero el enorme gran danés se había dado a la fuga

cuando astillas de vajilla volaron como metralla por el

aire. Hagrid corrió pesadamente tras el aterrorizado

perro, dejando a Harry solo.

Siguió adelante por los pasillos temblorosos, con la

varita alerta, y recorriendo la longitud del pasillo, el

pequeño caballero pintado, Sir Cardigan, se lanzaba de

cuadro en cuadro junto a Harry, con la armadura

resonando con un ruido metálico, gritando con ánimo,

con su pequeño y gordo pony a medio galope por

detrás.

—¡Fanfarrones y granujas, perros y bribones, sácalos de

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aquí, Harry Potter, échalos!

Harry se lanzó por una curva y encontró a Fred y a un

pequeño grupo de estudiantes, incluyendo a Lee Jordan

y Hannah Abbott, en pie delante de otro pedestal

vacío, cuya estatua había ocultado un pasadizo secreto.

Sus varitas estaban listas y estaban escuchando en el

oculto agujero.

—¡Una buena noche para eso! —gritó Fred cuando el

castillo se sacudió otra vez, y Harry pasó a toda

velocidad, eufórico y aterrorizado en igual medida. Se

lanzó por otro pasillo y entonces vio lechuzas por todas

partes, y la señora Norris estaba siseando e intentando

espantarlas con las zarpas, sin duda para devolverlas a

su lugar apropiado…

—¡Potter!

Aberforth Dumbledore estaba bloqueando el siguiente

pasillo, con la varita lista.

—¡Tengo a cientos de chicos haciendo escándalo en mi

bar, Potter!

—Lo sé, estamos evacuando —dijo Harry—. Voldemort

está…

—… atacando porque no te han entregado, sí —dijo

Aberforth—, no estoy sordo, todo Hogsmeade lo oyó. ¿Y

no se os ocurrió a ninguno tomar a algunos Slytherins

como rehenes? Hay hijos de los mortífagos a los que

habéis mandado a ponerse a salvo. ¿No habría sido un

poco más inteligente dejarlos aquí?

—Eso no habría detenido a Voldemort —dijo Harry—, y

su hermano nunca lo habría hecho.

Aberforth gruñó y se encaminó en dirección contraria.

Su hermano nunca lo habría hecho… Bueno, era la

verdad, pensó Harry mientras volvía a correr:

Dumbledore, que había defendido a Snape durante

tanto tiempo, nunca habría exigido rescate por los

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prisioneros…

Y entonces derrapó en una última curva y con un grito

de alivio mezclado con furia, los vio. Ron y Hermione,

ambos con los brazos llenos de grandes objetos

curvados, sucios y amarillos, y Ron con una escoba bajo

el brazo.

—¿Dónde demonios habéis estado? —gritó Harry.

—La Cámara de los Secretos —dijo Ron.

—Cámara… ¿qué? —dijo Harry.

—¡Fue Ron, todo idea de Ron! —dijo Hermione sin

aliento—. ¿No fue absolutamente brillante? Ahí

estábamos, después de irnos, y le dije a Ron que

aunque encontrásemos otro, ¿cómo nos íbamos a

deshacer de él? ¡Todavía no nos habíamos ocupado de

la copa! ¡Y entonces se acordó de él! ¡En el basilisco!

—¿Qué dem…?

—Algo para terminar con los Horrocruxes —dijo Ron

simplemente,

Los ojos de Harry bajaron a los objetos en brazos de

Ron y Hermione, grandes colmillos curvados;

arrancados, se dio cuenta ahora, de la calavera de un

basilisco muerto.

—¿Pero cómo entrasteis allí? —preguntó, mirando de los

colmillos a Ron—. ¡Se necesita hablar lengua pársel!

—¡Lo hizo! —susurró Hermione—. ¡Enséñaselo, Ron!

Ron hizo un horrible y estrangulado sonido siseante.

—Es lo que hiciste para abrir el guardapelo —le dijo a

Harry disculpándose—. Tuve que probar varias veces

hasta que sonó bien, pero —se encogió de hombros con

modestia—, al final entramos.

—¡Estuvo increíble! —dijo Hermione—. ¡Increíble!

—Entonces… —Harry estaba luchando para seguir el hilo

de la historia—. Entonces…

—Entonces ya queda un Horrocrux menos —dijo Ron, y

- 751 -

sacó los restos destrozados de la copa de Hufflepuff de debajo de su chaqueta—. Hermione le clavó el colmillo.

Me pareció que debía ser ella. Todavía no había tenido

el placer.

—¡Qué genio! —gritó Harry.

—No fue nada —dijo Ron, aunque parecía encantado

consigo mismo—. Así que, ¿qué novedades tienes?

Al decirlo, hubo una explosión por encima de sus

cabezas. Los tres miraron hacia arriba mientras caía

polvo del techo y se escuchaba un grito lejano.

—Sé cómo es la diadema, y dónde está —dijo Harry,

hablando con rapidez—. La escondió exactamente

donde yo tenía mi viejo libro de Pociones, donde todo

el mundo lleva siglos escondiendo cosas. Creyó que era

el único que lo había encontrado. Vamos.

Mientras las paredes temblaban otra vez, Harry los

llevó de vuelta hacia la entrada tapiada y por la

escalera que bajaba a la Sala de los Menesteres. Estaba

vacía salvo por tres personas: Ginny, Tonks y una bruja

muy anciana que llevaba un apolillado sombrero, a

quien Harry reconoció de inmediato como la abuela de

Neville.

—Ah, Potter —dijo ella con sequedad como si hubiera

estado esperando por él—. ¿Puedes decirnos lo que está

sucediendo?.

—¿Están todos bien? —dijeron Ginny y Tonks a la vez.

—Que yo sepa —dijo Harry—. ¿Todavía hay gente en el

pasadizo que lleva a La Cabeza de Cerdo?

Sabía que la habitación no sería capaz de transformarse

mientras todavía hubiese usuarios en ella.

—Yo fui la última en entrar —dijo la señora

Longbottom—. Lo sellé. Creo que no es muy inteligente

dejarlo abierto ahora que Aberforth ha abandonado su

bar. ¿Habéis visto a mi nieto?

- 752 -

—Está luchando —dijo Harry.

—Naturalmente —dijo la anciana señora con orgullo—.

Perdonadme, debo ir y ayudarle.

Con sorprendente rapidez se marchó hacia las escaleras

de piedra.

Harry miró a Tonks.

—Creía que se suponía que estabas con Teddy en la casa

de tu madre.

—No podía aguantar no saber… —Tonks parecía

angustiada—. Ella le cuidará… ¿has visto a Remus?

—Tenía planeando liderar un grupo de luchadores en los

terrenos…

Sin decir otra palabra, Tonks se marchó con rapidez.

—Ginny —dijo Harry—, lo siento, pero necesitamos que

tú también te vayas. Sólo un momento. Después puedes

volver a entrar.

—¡Y después puedes volver! —le gritó mientras la veía

echar a correr por los escalones detrás de Tonks—.

¡Tienes que volver!

—¡Espera un momento! —dijo Ron abruptamente—. ¡Nos

hemos olvidado de alguien!

—¿Quiénes? —preguntó Hermione.

—Los elfos domésticos. Estarán todos abajo en las

cocinas, ¿no?

—¿Quieres decir que deberíamos ordenarles luchar? —

preguntó Harry.

—No —dijo Ron serio—. Quiero decir que deberíamos

decirles que se marcharan. No queremos más Dobbys,

¿verdad? No podemos ordenarles que mueran por

nosotros…

Se oyó estruendo cuando los colmillos de basilisco

cayeron en cascada de los brazos de Hermione.

Corriendo hacia Ron, le lanzó los brazos al cuello y le

besó de lleno en la boca. Ron arrojó los colmillos y la

- 753 -

escoba que estaba sujetando y respondió con tanto entusiasmo que levantó a Hermione del suelo.

—¿En este momento? —preguntó Harry débilmente, y

cuando no ocurrió nada excepto que Ron y Hermione se

abrazaron el uno al otro con más firmeza y se

tambalearon, elevó la voz—. ¡Eh! ¡Que estamos en

medio de una guerra!

Ron y Hermione se separaron, con los brazos todavía

alrededor del otro.

—Lo sé, tío —dijo Ron, que parecía que acababa de

recibir un golpe en la parte de atrás de la cabeza con

una bludger—, es que es ahora o nunca, ¿no?

—No importa, ¿qué pasa con el Horrocrux? —gritó

Harry—. ¿Creéis que podréis… conteneros hasta que

tengamos la diadema?

—Sí… de verdad… lo siento —dijo Ron, y él y Hermione

empezaron a recoger los colmillos, los dos ruborizados.

Cuando los tres volvieron al pasillo escaleras arriba,

quedó claro que en los minutos que habían pasado en la

Sala de los Menesteres la situación del castillo se había deteriorado severamente. Las paredes y el techo

temblaban más que nunca; el polvo llenaba el aire, y a

través de la ventana más cercana, Harry vio ráfagas de

luz verde y roja tan cerca de la base del castillo que

supuso que los mortífagos debían estar a punto de

entrar en él. Mirando hacia abajo, Harry vio al gigante

Grawp serpenteando entre ellos, balanceando lo que

parecía ser una gárgola de piedra arrancada del techo y

rugiendo su disgusto.

—¡Esperemos que pise a algunos! —dijo Ron mientras

más gritos resonaban en las cercanías.

—¡Mientras no sea ninguno de los nuestros! —dijo una

voz. Harry se giró y vio a Ginny y Tonks, ambas con las

varitas apuntadas a la siguiente ventana, a la que le

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faltaban varios cristales. Incluso mientras miraba, Ginny lanzó una maldición con buena puntería a la

multitud de combatientes más abajo.

—¡Buena chica! —rugió una figura corriendo entre el

polvo hacia ellos, y Harry vio de nuevo a Aberforth, con

su cabello gris volando mientras guiaba a un pequeño

grupo de estudiantes—. Es posible que atraviesen las

almenas de la parte norte. Tienen sus propios gigantes.

—¿Has visto a Remus? —le gritó Tonks cuando él se

marchaba.

—Estaba en un duelo con Dolohov —gritó Aberforth—,

¡no lo he visto desde entonces!

—Tonks —dijo Ginny—, Tonks, estoy segura de que está

bien…

Pero Tonks se había marchado corriendo entre el polvo

siguiendo a Aberforth.

Ginny se giró, impotente, hacia Harry, Ron, y

Hermione.

—Estarán bien —dijo Harry, aunque sabía que eran

palabras vacías—. Ginny, volveremos en un momento.

Solo quédate a un lado, mantente a salvo… ¡Vamos! —le

dijo a Ron y Hermione, y echaron a correr de vuelta a

la extensión de pared donde la que la Sala de los

Menesteres esperaba recibir las órdenes del siguiente

que entrase.

Necesito el lugar donde se esconde todo, rogó Harry en

el interior de su cabeza, y una puerta se materializó a

la tercera pasada.

El furor de la batalla murió en el momento que

cruzaron el umbral y cerraron la puerta tras ellos. Todo

estaba en silencio. Estaban en un lugar del tamaño de

una catedral con la apariencia de una ciudad, sus

altísimas paredes estaban cubiertas de objetos

escondidos por miles de estudiantes hacía mucho

- 755 -

tiempo.

—¿Y nunca se dio cuenta de que cualquiera podía

entrar? —preguntó Ron, su voz resonó en el silencio.

—Pensó que era el único —dijo Harry—. Qué lástima que

yo tuviera que esconder cosas en mis tiempos… por aquí

—añadió—. Creo que está por aquí abajo…

Pasó delante del trol disecado y el armario evanescente

que Draco Malfoy había arreglado el año anterior con

consecuencias tan desastrosas. Entonces dudó, mirando

arriba y abajo las pilas de trastos; no podía recordar

por dónde ir después…

—¡Accio diadema! —gritó Hermione en desesperación,

pero nada voló por el aire hacia ellos. Parecía que,

como en la cámara de Gringotts, la habitación no

cedería los objetos ocultos tan fácilmente,

—Separémonos —le dijo Harry a los otros dos—. ¡Buscad

un busto de piedra de un anciano con una peluca y una

diadema! Está sobre un armario y definitivamente en

algún lugar cerca de aquí…

Se apuraron por los pasillos contiguos. Harry podía

escuchar los pasos de los otros resonando sobre las

elevadas pilas de trastos, de libros, sombreros, cajas,

sillas, libros, armas, escobas, bates…

—En algún lugar cerca de aquí —murmuró Harry para

sí—. En algún lugar… En algún lugar…

Se adentró cada vez con más profundidad en el

laberinto, buscando objetos que reconocía de su

anterior viaje a la habitación. La respiración le

retumbaba en sus oídos, y su misma alma parecía

temblar. Ahí estaba, justo enfrente, el viejo armario

con la superficie llena de ampollas en el que había

escondido su viejo libro de pociones, y arriba de todo,

el picado brujo de piedra que llevaba un viejo sombrero

polvoriento y lo que parecía ser una antigua diadema

- 756 -

opaca.

Ya había estirado la mano, aunque estaba a unos

metros de distancia, cuando una voz atrás de él dijo:

—Quieto, Potter.

Resbaló hasta detenerse y se dio la vuelta. Crabbe y

Goyle estaban detrás de él, hombro con hombro, con

las varitas directamente apuntadas hacia Harry. A

través del pequeño espacio entre sus caras burlonas,

vio a Draco Malfoy.

—Es mi varita la que estás sujetando, Potter —dijo

Malfoy, apuntando la suya a través del hueco entre

Crabbe y Goyle.

—Ya no —jadeó Harry, apretando con más fuerza la

varita de endrino—. Él que gana se la queda, Malfoy.

¿Quién te ha dejado la suya?

—Mi madre —dijo Draco.

Harry se rió, aunque no había nada demasiado divertido

en la situación. Ya no podía oír a Ron o a Hermione.

Parecían haber corrido lejos del alcance de su oído,

buscando la diadema.

—¿Entonces cómo es que los tres no estáis con

Voldemort? —preguntó Harry.

—Vamos a ser recompensados —dijo Crabbe. Su voz era

sorprendentemente suave, para ser la de una persona

tan enorme. Harry apenas le había oído hablar antes.

Crabbe hablaba como un niño pequeño al que le

hubiesen prometido una bolsa de caramelos—. Nos

quedamos, Potter. Decidimos no irnos. Decidimos

entregarte.

—Buen plan —dijo Harry con fingida admiración. No

podía creer que estando tan cerca se lo fuesen a

impedir Malfoy, Crabbe, y Goyle. Empezó a retroceder

lentamente hacia el lugar donde el Horrocrux estaba

ladeado sobre el busto. Si sólo pudiese ponerle las

- 757 -

manos encima antes de que estallase la pelea…

—¿Entonces cómo entrasteis aquí? —preguntó,

intentando distraerlos.

—Prácticamente viví en la Habitación de las Cosas

Escondidas todo el año pasado —dijo Malfoy, con voz

crispada—. Sé cómo entrar en ella.

—Estábamos escondidos en el pasillo de fuera —gruñó

Goyle—. ¡Ahora podemos hacer Encantamientos

Desilusionadores! Y entonces —en su cara se formó una

sonrisa estúpida—, ¡apareciste justo delante de

nosotros buscando una dia-dum! ¿Qué es una dia-dum?

—¿Harry? —la voz de Ron sonó de repente del otro lado

de la pared, a la derecha de Harry—. ¿Estás hablando

con alguien?

Con un movimiento rápido, Crabbe apuntó su varita

hacia la montaña de quince metros de muebles viejos,

baúles rotos, viejos libros, ropa y trastos imposibles de identificar, y gritó: —¡Descendo!

La pared empezó a tambalearse, y entonces el tercio

superior cayó en el pasillo de al lado, en el que estaba

Ron.

—¡Ron! —bramó Harry, cuando en algún lugar que no

estaba a la vista Hermione gritó, y Harry oyó

innumerables objetos caer al suelo al otro lado de la

desestabilizada pared. Apuntó su varita a la muralla y

gritó: —¡Finite! —y se estabilizó.

—¡No! —gritó Malfoy, agarrando el brazo de Crabbe

cuando esté hizo amago de repetir el hechizo—. ¡Si

destrozas la habitación puede que entierres esa cosa,

esa diadema!

—¿Importa eso? —dijo Crabbe, liberándose—. Es a Potter

a quien quiere el Señor Tenebroso, ¿a quién le importa

una dia-dum?

—Potter vino hasta aquí para cogerla —dijo Malfoy, con

- 758 -

impaciencia poco disimulada ante la lentitud de sus compañeros—, así que debe significar…

—¿"Debe significar"? —Crabbe se giró hacia Draco sin disimular su ferocidad—. ¿A quién le importa lo que tú

creas? Ya no recibo órdenes tuyas, Draco. Tú y tu padre

estáis acabados.

—¿Harry? —gritó Ron de nuevo, desde el otro lado del

montón de trastos—. ¿Qué está pasando?

—¿Harry? —imitó Crabbe—. ¿Qué está pasando…?

-¡No, Potter! ¡Crucio!

Harry se había lanzado hacia la diadema. La maldición

de Crabbe no le alcanzó, pero golpeó al busto de

piedra, que voló por los aires. La diadema se elevó y

luego cayó fuera de la vista sobre la masa de objetos en

los que el busto había estado apoyado.

—¡ALTO! —gritó Malfoy a Crabbe, su voz resonó por la

habitación—. El Señor Tenebroso lo quiere vivo…

—¿Y? No le he matado, ¿verdad? —gritó Crabbe,

empujando el brazo de Malfoy que le retenía—. Pero si

puedo, lo haré. De todas formas el Señor Tenebroso le

quiere muerto, ¿cuál es la difer…

Un chorro de luz escarlata pasó a centímetros de Harry.

Hermione había doblado la esquina y lanzado un

encantamiento aturdidor a la cabeza de Crabbe. Sólo

falló porque Malfoy le apartó.

—¡Es esa sangre sucia! ¡Avada Kedavra!

Harry vio a Hermione lanzarse a un lado, y la furia de

ver que Crabbe había apuntado a matar, borró todo lo

demás de su mente. Le lanzó a Crabbe un Hechizo

Aturdidor, este se hizo a un lado, tirando la varita de

Malfoy fuera de su mano, esta rodó fuera de la vista

bajo una montaña de muebles y huesos rotos.

—¡No lo matéis! ¡NO LO MATÉIS! —gritaba Malfoy a

Crabbe y Goyle, que estaban apuntando a Harry. Su

- 759 -

vacilación durante esa fracción de segundo fue todo lo que Harry necesitó.

—¡Expelliarmus!

La varita de Goyle salió volando de su mano y

desapareció en el baluarte de objetos que había a su

lado. Goyle saltó tontamente donde estaba, intentado

recuperarla. Malfoy saltó fuera del alcance del segundo

Hechizo Aturdidor de Hermione, y Ron, apareciendo de

repente al final del pasillo, lanzó un hechizo de

Inmovilización Total a Crabbe, que no le alcanzó por

poco.

Crabbe se dio la vuelta y gritó: —¡Avada Kedavra! —de

nuevo. Ron saltó fuera de vista para eludir el chorro de

luz verde. Malfoy, que estaba sin varita, se ocultó

detrás de un armario de tres patas cuando Hermione

cargó contra ellos, golpeando a Goyle con un Hechizo

Aturdidor al avanzar.

—¡Está por aquí, en algún lugar! —le gritó Harry,

apuntando a la pila de trastos en los que la vieja

diadema había caído—. Búscala mientras yo voy a

ayudar a Ron…

—¡HARRY! —gritó ella.

Un sonido crepitante y humeante a su espalda le

advirtió. Se giró y vio a Ron y Crabbe corriendo por el

pasillo hacia él, tan rápido como podían.

—¿Te gusta caliente, escoria? —rugía Crabbe mientras

corría.

Pero no parecía tener control sobre lo que había hecho.

Llamas de un tamaño anormal los estaban persiguiendo,

lamiendo los laterales de las murallas de trastos, que se estaban desmenuzando convertidos en hollín ante su

contacto.

—¡Aguamenti! —chilló Harry, pero el chorro de agua que

salió de la punta de su varita se evaporó en el aire.

- 760 -

—¡CORRED!

Malfoy agarró al aturdido Goyle y lo arrastró. Crabbe

los adelantó a todos, ahora con aspecto aterrorizado.

Harry, Ron y Hermione iban a todo correr tras su estela,

y el fuego los persiguía. No era un fuego normal.

Crabbe había usado una maldición que Harry no

conocía. Cuando giraron en una curva las llamas los

persiguieron como si estuvieran vivas, sensibles,

decididas a matarlos. Ahora el fuego estaba mutando,

formando una manada gigante de bestias ardientes:

serpientes llameantes, quimeras y dragones se elevaban

y caían, y se elevaban de nuevo, y los detritus de siglos de los que se estaban alimentando, fueron lanzados al

aire y hacia sus bocas con colmillos, sacudidos en lo

alto de pies con garras, antes de ser consumidos por el

infierno.

Malfoy, Crabbe y Goyle habían desaparecido fuera de

vista; Harry, Ron y Hermione se pararon en seco: los

ardientes monstruos estaban rodeándolos, acercándose

cada vez más, moviendo garras, cuernos y colas, y el

calor a su alrededor era tan sólido como una pared.

—¿Qué podemos hacer? —gritó Hermione por encima de

los rugidos ensordecedores del fuego—. ¿Qué podemos

hacer?

—¡Aquí!

Harry agarró un par de escobas de aspecto sólido de la

pila más cercana de trastos y le lanzó una a Ron, que

puso a Hermione detrás. Harry pasó la pierna por

encima de la segunda escoba y, con fuertes golpes en el

suelo, se elevaron en el aire, esquivando por

centímetros el pico cornudo de una llameante ave de

rapiña que cerró la mandíbula con fuerza. El calor y el

humo se estaban volviendo insoportables. Bajo ellos el

fuego maldito estaba consumiendo el contrabando de

- 761 -

generaciones de estudiantes perseguidos, los resultados culpables de miles de experimentos prohibidos, los

secretos de incontables almas que habían buscado

refugio en la habitación. Harry no podía ver ni rastro de Malfoy, Crabbe o Goyle por ninguna parte. Descendió

en picado tan bajo como se atrevió sobre los

merodeadores monstruos llameantes para intentar

encontrarlos, pero no había nada más que fuego. Qué

terrible manera de morir… nunca había querido esto…

—¡Harry, salgamos, salgamos! —bramó Ron, aunque a

través del humo negro era imposible ver dónde estaba

la puerta.

Y entonces Harry escuchó un débil y lastimoso grito

humano en el medio de la terrible conmoción, del

estruendo de las llamas devoradoras.

—¡Es… demasiado… peligroso! —gritó Ron, pero Harry se

giró en el aire. Con las gafas proporcionándole una

pequeña protección en los ojos contra el humo, rastreó

la tormenta de fuego que había debajo, buscando un

signo de vida, una extremidad o una cara que todavía

no estuviese carbonizada como la madera…

Y entonces les vio. Malfoy con los brazos alrededor del

inconsciente Goyle, ambos colocados sobre una frágil

torre de carbonizados pupitres, y Harry bajó en picado.

Malfoy le vio acercarse y elevó un brazo, pero incluso

cuando Harry lo cogió, supo al momento que no servía

de nada. Goyle era demasiado pesado y la mano de

Malfoy, cubierta de sudor, resbaló al instante de la

mano de Harry…

—¡SI MORIMOS POR ELLOS, TE MATARÉ, HARRY! —rugió

la voz de Ron, y, mientras una gran quimera llameante

se lanzaba hacia ellos, él y Hermione arrastraron a

Goyle a su escoba y se elevaron de nuevo en el aire,

girando y tambaleándose, mientras Malfoy se

- 762 -

encaramaba detrás de Harry.

—¡La puerta, llega hasta la puerta, la puerta! —gritó

Malfoy al oído de Harry, y Harry aceleró, siguiendo a

Ron, Hermione y Goyle a través del ondeante humo

negro, apenas capaces de respirar. A su alrededor los

últimos objetos sin quemar por las llamas devoradoras

fueron lanzados en el aire, cuando las criaturas del

fuego maldito las lanzaron a lo alto en celebración:

copas y escudos, un collar centelleante y una vieja

diadema opaca…

—¡Qué estás haciendo, qué estás haciendo, la puerta

está por ese lado! —gritó Malfoy, pero Harry realizó un

giro cerrado y se lanzó en picado. La diadema parecía

caer a cámara lenta, girando y brillando mientras

bajaba hacia las fauces de una serpiente con la boca

abierta, y entonces la cogió, se la puso alrededor de la

muñeca…

Harry volvió a virar bruscamente cuando la serpiente se

lanzó hacia él; se elevó hacia arriba, directo al lugar

donde, rezaba, estuviera la puerta abierta. Ron,

Hermione y Goyle habían desaparecido. Malfoy estaba

gritando y agarrándose tan fuerte a Harry que le hacía

daño. Entonces, a través del humo, Harry vio una

mancha rectangular en la pared y dirigió la escoba

hacia ella. Momentos después el aire limpio le llenó los

pulmones y colisionaron contra la pared del pasillo de

enfrente.

Malfoy cayó de la escoba bocabajo, jadeando, tosiendo

y con arcadas.

Harry se dio la vuelta y se sentó. La puerta de la Sala

de los Menesteres se había desvanecido, y Ron y

Hermione estaban sentados sin aliento junto a Goyle,

que todavía estaba inconsciente.

—C-Crabbe —dijo Malfoy con voz ahogada tan pronto

- 763 -

como pudo hablar—. C-Crabbe…

—Está muerto —dijo Ron con severidad.

Se hizo el silencio, sólo roto por los gemidos y toses.

Entonces un gran número de enormes explosiones

sacudió el castillo, y una gran cabalgata de figuras

transparentes pasó galopando en sus caballos, con las

cabezas gritando con sed de sangre bajo sus brazos.

Harry se levantó tambaleándose cuando el Cazador sin

Cabeza pasó y miró alrededor: la batalla todavía tenía

lugar a su alrededor. Podía oír más gritos que aquellos

de los fantasmas que acababan de pasar. El pánico lo

invadió.

—¿Dónde está Ginny? —dijo bruscamente—. Estaba aquí.

Se suponía que tenía que volver a la Sala de los

Menesteres.

—Caray, ¿crees que todavía funcionará después de ese

fuego? —preguntó Ron, mientras se ponía en pie,

frotándose el pecho y mirando de derecha a izquierda—

. ¿Deberíamos dividirnos y mirar…?

—No —dijo Hermione, también levantándose. Malfoy y

Goyle permanecieron inútilmente desplomados en el

suelo del pasillo; ninguno tenía varita—.

Permanezcamos juntos. Digo que vayamos… Harry, ¿qué

es eso en tu brazo?

—¿Qué? Oh, sí…

Se sacó la diadema de la muñeca y la levantó. Todavía

estaba caliente, ennegrecida de hollín, pero cuando la

examinó más cerca fue capaz de ver las pequeñas letras

que tenía grabadas: Una inteligencia sin límites es el

mayor tesoro de los hombres.

Una sustancia como sangre, oscura y alquitranada,

parecía estar manado de la diadema. De repente Harry

la sintió vibrar con violencia, después romperse entre

sus manos, y al hacerlo, le pareció oír un débil y

- 764 -

distante grito de dolor, resonando no sólo en los terrenos del castillo, si no en el objeto que acababa de

fragmentarse entre sus dedos.

—¡Debe de haber sido Fiendfyre! —dijo Hermione con

un quejido, con los ojos en la pieza rota.

—¿Cómo dices?

—Fiendfyre —fuego maldito— es una de las sustancias

que destruyen Horrocruxes, pero yo nunca, nunca me

habría atrevido a usarlo, por lo peligroso que es…

¿cómo supo Crabbe cómo…?

—Debió de aprenderlo de los Carrow —dijo Harry

severamente.

—Una pena que no estuviese concentrado cuando le

mencionaron cómo pararlo, la verdad —dijo Ron, cuyo

pelo, al igual que el de Hermione, estaba chamuscado,

y cuya cara estaba ennegrecida—. Si no hubiese

intentado matarnos a todos, lamentaría bastante que

estuviese muerto.

—¿Pero no te das cuenta? —susurró Hermione—. Esto

quiere decir, que si podemos pillar a la serpiente…

Pero se interrumpió cuando gritos y alaridos y los

inconfundibles sonidos de duelos llenaron el pasillo.

Harry miró alrededor y su corazón pareció fallar. Los

mortífagos habían entrado en Hogwarts. Fred y Percy

acababan de aparecer a la vista, ambos peleando

contra hombres enmascarados y con capuchas.

Harry, Ron y Hermione corrieron para ayudarlos.

Chorros de luz volaron en todas direcciones y el hombre

que peleaba con Percy retrocedió con rapidez,

entonces la capucha se deslizó y vieron una alta frente

y cabello veteado…

—¡Hola, Ministro! —bramó Percy, lanzando una limpia

maldición directamente hacia Thicknesse, que dejó

caer la varita y se empezó a arañarse las ropas por

- 765 -

delante, aparentemente con tremendo malestar—. ¿Le he mencionado que renuncio?

—¡Estás de coña, Perce! —gritó Fred cuando el

mortífago con el que estaba luchando se derrumbó bajo

el efecto de tres Hechizos Aturdidores distintos.

Thicknesse había caído al suelo con pequeños pinchos

saliéndole por todas partes, parecía estarse

convirtiendo en una especie de erizo de mar. Fred miró

a Percy con regocijo.

—Realmente estás bromeando, Perce… no creo haberte

oído bromear desde que tenías…

El aire explotó. Habían estado agrupados todos juntos,

Harry, Ron, Hermione, Fred, y Percy, con los dos

mortífagos a sus pies, uno aturdido y el otro

transformado; y en esa fracción de segundo, cuando el

peligro parecía temporalmente a raya, el mundo se

desgarró. Harry se sintió volar por el aire, y todo lo que pudo hacer fue agarrarse lo más fuerte posible a esa

fina ramita de madera que era su única arma, y

protegerse la cabeza con las manos. Escuchó los gritos

y alaridos de sus compañeros, sin esperanza de saber lo

que les había pasado…

Y entonces el mundo se volvió todo dolor y penumbra.

Estaba medio enterrado en las ruinas de un pasillo que

había sido objeto de un terrible ataque. El aire frío le

dijo que esa parte del castillo había volado, y algo

caliente y pegajoso en su mejilla le indicó que estaba

sangrando abundantemente. Entonces escuchó un grito

terrible que le retorció las entrañas, que expresaba

agonía de un tipo que ninguna llama o maldición podía

causar, y se levantó, tambaleándose, más asustado de

lo que había estado en todo el día, más asustado,

quizás, de lo que había estado en toda su vida…

Hermione estaba luchando por ponerse en pie entre las

- 766 -

ruinas, y tres hombres pelirrojos estaban juntos en el suelo donde la pared había explotado. Harry agarró la

mano de Hermione al tambalearse y tropezar contra

piedra y madera.

—¡No… no… no…! —estaba gritando alguien—. ¡No!

¡Fred! ¡No!

Percy estaba sacudiendo a su hermano, y Ron estaba

arrodillado a su lado. Los ojos de Fred miraban sin ver,

con el fantasma de su última sonrisa todavía grabada en

la cara.

- 767 -

Capitulo Treinta y dos

La varita de Sauco

E     El mundo había acabado, así pues ¿por qué

la batalla no había cesado, el castillo caído en

silencioso horror, y cada combatiente depuesto las

armas? La mente de Harry caía en picado, girando fuera

de control, incapaz de comprender la imposibilidad,

porque Fred Weasley no podía estar muerto, lo que

evidenciaban todos sus sentidos debía ser mentira... Y

entonces un cuerpo cayó pasando por el hueco que

había a un lado del colegio y las maldiciones volaron

hacia ellos desde la oscuridad, golpeando la pared tras

sus cabezas.

—¡Al suelo! —gritó Harry, mientras más maldiciones

- 768 -

volaban a través de la noche. Ron y él agarraron a Hermione y la tiraron al suelo, pero Percy se colocó

sobre el cuerpo de Fred, protegiéndolo de más daños, y

cuando Harry gritó —¡Percy, vamos, tenemos que irnos!

—negó con la cabeza.

-¡Percy! -Harry vio rastros de lágrimas barriendo la capa de mugre del rostro de Ron mientras agarraba a su

hermano mayor por los hombros y tiraba, pero Percy no

se movía. —¡Percy, no puedes hacer nada más por él!

Vamos a...

Hermione chilló, y Harry, volviéndose, no necesitó

preguntar por qué. Una monstruosa araña del tamaño

de un coche pequeño estaba intentando escalar a

través del enorme agujero en la pared. Uno de los

descendientes de Aragog se había sumado a la

contienda.

Ron y Harry gritaron juntos, sus hechizos chocaron y el

monstruo voló hacia atrás desapareciendo en la

oscuridad, con las patas sacudiéndose horriblemente.

—¡Ha traído amigos! —gritó Harry a los demás, mirando

sobre el borde del castillo a través del agujero que las

maldiciones habían hecho en la pared. Más arañas

gigantes estaban trepando por el lateral del edificio

liberadas del Bosque Prohibido, en el que los motifagos

debían haber penetrado. Harry lanzó Hechizos

Aturdidores sobre ellas, tirando al primer monstruo

encima de sus compañeros, por lo que rodaron

nuevamente fuera del edificio y se perdieron de vista.

Entonces llegaron más maldiciones volando por encima

de la cabeza de Harry, tan cerca que sintió que su

estela le movía el pelo.

—¡Vámonos, AHORA!.

Empujando a Hermione delante de él con Ron, Harry se

detuvo para agarrar el cuerpo de Fred por debajo de la

- 769 -

axila. Percy, dándose cuenta de lo que Harry estaba intentando hacer, dejo de aferrarse al cuerpo y le

ayudó, y juntos, agachándose para esquivar las

maldiciones que volaban hacia ellos desde los jardines,

arrastraron a Fred fuera del camino.

—Aquí —dijo Harry, y lo colocaron en un nicho donde

anteriormente había habido una armadura. No podía

soportar mirar a Fred un segundo más de lo necesario, y

después de asegurarse de que el cuerpo estaba bien

oculto, marchó detrás de Ron y Hermione. Malfoy y

Goyle habían desaparecido pero al final del corredor

que ahora estaba lleno de polvo, mampostería que se

desmoronaba y cristales que hacía tiempo habían caído

de las ventanas, vio a mucha gente corriendo de un

lado a otro, aunque no podría asegurar si eran amigos ó

enemigos. Al doblar la esquina, Percy soltó un rugido

como el de un toro: —¡ROOKWOOD!— y corrió en

dirección a un hombre alto que estaba persiguiendo a

una pareja de estudiantes.

—¡Harry, aquí dentro! —gritó Hermione.

Había arrastrado a Ron detrás de un tapiz. Parecían

estar luchando, y por un loco segundo Harry pensó que

estaban abrazándose de nuevo, pero entonces vio que

Hermione estaba intentando contener a Ron,

impidiendo que corriera tras Percy.

—Escúchame... ¡ESCÚCHAME RON!

—Quiero ayudar... Quiero matar mortifagos...

Su cara estaba desencajada, manchada de polvo y

humo, y temblaba de furia y dolor.

—¡Ron, somos los únicos que podemos terminar con

esto! Por favor... Ron... necesitamos la serpiente,

¡tenemos que matar a la serpiente! —dijo Hermione

Pero Harry sabía como se sentía Ron. Perseguir otro

Horrocrux no podía darle la satisfacción de la venganza;

- 770 -

él también quería pelear, castigarlos, a la gente que había matado a Fred, y quería encontrar a los otros

Weasley, y sobre todo asegurarse, asegurarse

completamente, de que Ginny no estaba... pero no

podía permitir que esa idea se formara en su mente...

—¡Lucharemos! —dijo Hermione— ¡Debemos hacerlo,

para poder llegar a la serpiente!¡Pero no perdamos de

vista ahora lo que se supone que deberíamos estar

haciendo! ¡Somos los únicos que podemos terminarlo!

Ella estaba llorando también, y mientras hablaba se

limpió el rostro con la rota y chamuscada manga, pero

jadeando, tomó grandes bocanadas de aire para

calmarse a si misma y aún aferrando con fuerza el

brazo de Ron, se volvió hacia Harry.

—Debes descubrir donde está Voldemort, porque tendrá

la serpiente con él, ¿no es verdad? ¡Hazlo Harry...mira

dentro de él!

Por no era tan fácil ¿Por eso su cicatriz había estado

quemando durante horas, anhelando mostrarle los

pensamientos de Voldemort? Cerró los ojos ante la

orden, y enseguida, los gritos, los estallidos y los demás ruidos discordantes de la batalla se apagaron hasta

hacerse distantes, como si estuviera lejos, muy lejos de

ellos...

Estaba de pie en medio de una desolada pero

extrañamente familiar habitación, con papel rasgado

cubriendo las paredes y todas las ventanas tapiadas

excepto una. Los ruidos del asalto al castillo se oían

amortiguados y distantes. La única ventana que no

estaba tapiada revelaba distantes estallidos de luz que

provenían del castillo, pero el interior de la habitación estaba oscuro excepto por una solitaria lámpara de

aceite.

Estaba haciendo rodar la varita entre los dedos,

- 771 -

mirándola, sus pensamientos centrados en la habitación del castillo, la habitación secreta que únicamente él

había encontrado. Para descubrir la habitación, igual

que la cámara, tenías que ser inteligente, astuto y

curioso... estaba seguro de que el muchacho no

encontraría la diadema... aunque la marioneta de

Dumbledore había llegado mucho más lejos de lo que

hubiera imaginado... demasiado lejos...

—Mi señor -dijo una voz, desesperada y enronquecida.

Se dio la vuelta. Allí estaba Lucius Malfoy sentado en la esquina más oscura, harapiento y todavía llevando las

marcas del castigo que había recibido después de la

última escapada del muchacho. Uno de sus ojos

permanecía cerrado e hinchado. —Mi Señor... por

favor... mi hijo...

—Si tu hijo está muerto, Lucius , no es culpa mía. No

vino a unirse a mí como el resto de los Slytherin.

¿Quizás ha decidido hacerse amigo de Harry Potter?

—No... nunca —susurró Malfoy

—Mejor que no sea así.

—¿No...no tenéis miedo, mi Señor, de que Potter pueda

morir a otras manos que sean las vuestras? —preguntó

Malfoy, temblándole la voz. —¿No sería...disculpe el

atrevimiento... más prudente...dar por terminada esta

batalla, entrar en el castillo, y buscarle usted m-

mismo?

—No finjas, Lucius. Deseas que la batalla cese para

poder averiguar que le ha ocurrido a tu hijo. Y yo no

necesito ir a buscar a Potter. Antes de que la noche

acabe, Potter habrá venido a en mi busca.

Voldemort bajó una vez más la mirada a la varita que

tenía entre los dedos. Le inquietaba... y aquellas cosas

que inquietaban a Lord Voldemort debían ser

remediadas...

- 772 -

—Vé y trae a Snape.

—¿Snape, m...mi señor?

—Snape. Ahora. Lo necesito. Hay un... trabajo... que

necesito de él. Ve.

Asustado, tropezando un poco en la penumbra, Lucius

dejó la habitación. Voldemort continuó allí de pie,

girando la varita entre los dedos, mirándola fijamente.

—Es el único camino, Nagini —susurró. Miró alrededor y

ahí estaba la gran y gruesa serpiente, ahora suspendida

en medio del aire, girando grácilmente dentro del

mágicamente protegido espacio que había fabricado

para ella, una resplandeciente esfera transparente que

parecía algo a medio camino entre una brillante caja y

un tanque.

Con un suspiro, Harry se retiró y abrió los ojos, en ese

mismo momento sus oídos fueron asaltados con los

aullidos y gritos, los estruendos y estallidos de la

batalla.

—Está en la Casa de los Gritos. La serpiente está con él, tiene alguna clase de protección mágica alrededor.

Acaba de enviar a Lucius Malfoy a buscar a Snape.

—¿Voldemort sentado en la Casa de los Gritos?—dijo

Hermione ultrajada —¿no... ni siquiera está PELEANDO?

—No cree que necesite pelear —dijo Harry.¾ Cree que

voy a ir a por él.

—¿Por qué?

—Sabe que voy detrás de los Horrocruxes... está

reteniendo a Nagini cerca de él...obviamente voy a

tener que ir hasta él para acercarme a esa cosa...

—Vale —dijo Ron, cuadrando los hombros —Entonces no

puedes ir, eso es lo que él quiere, lo que está

esperando. Quédate aquí y cuida de Hermione, y yo iré

y la conseguiré...

Harry atajó a Ron.

- 773 -

—Vosotros dos os quedáis aquí, yo iré bajo la Capa y volveré tan pronto como...

—No —dijo Hermione-, tiene mucho más sentido si yo

cojo la Capa y...

—Ni lo pienses —le gruñó Ron.

Antes de que Hermione pudiera llegar más lejos de,

"Ron, yo soy tan capaz..." el tapiz en lo alto de la escalera en que permanecían se desgarro.

—¡POTTER!

Dos mortifagos encapuchados estaban allí de pie, pero

incluso antes de que su varitas estuvieran

completamente alzadas, Hermione gritó ¾¡Glisseo!

Las escaleras se allanaron bajo sus pies formando un

tobogán y ella, Harry y Ron se precipitaron hacia abajo,

incapaces de controlar su velocidad pero tan rápido que

los Hechizos Aturdidores de los mortífagos volaron muy

por encima de sus cabezas. Pasaron disparados a través

del tapiz que había al pie de las escaleras y rodaron por el suelo, chocando contra la pared opuesta.

¾¡Duro! ¾gritó Hermione apuntando su varita al tapiz,

y se oyeron dos fuertes y espeluznantes crujidos cuando

el tapiz se volvió de piedra y los mortifagos que los

perseguían chocaron contra él.

¾¡Echaos atrás! ¾gritó Ron, y él, Harry y Hermione se

arrojaron contra una puerta mientras una manada de

pupitres galopantes pasaban retumbando, pastoreados

por una precipitada Profesora McGonagall. Ella no

pareció fijarse en ellos. Llevaba el cabello suelto y

había una herida en su mejilla. Mientras giraba la

esquina, oyeron su grito ¾¡CARGUEN!

¾Harry, ponte la Capa ¾dijo Hermione¾ Olvídate de

nosotros...

Pero él la arrojó sobre los tres; aunque eran demasiado

altos, dudaba de que alguien fuera a notar sus

- 774 -

incorpóreos pies a través del polvo que llenaba el aire, las piedras que se desmoronaban y el resplandor de los

hechizos. Bajaron corriendo el siguiente tramo de

escaleras y se encontraron en un corredor lleno de

duelistas. Los retratos a ambos lados de los luchadores

estaban abarrotados de figuras gritando consejos y

dando ánimos, mientras los mortifagos, tanto

encapuchados como no, se batían a duelo con

estudiantes y profesores. Dean había logrado hacerse

con una varita, por lo que estaba cara a cara con

Dolohov, Parvati con Travers. Harry, Ron y Hermione

levantaron sus varitas a la vez, listos para golpear, pero los duelistas estaban tan entremezclados y

compenetrados que si lanzaban maldiciones había una

fuerte probabilidad de herir a uno de su propio bando.

Mientras aguardaban preparados esperando la

oportunidad de actuar, les llegó un gran ¾¡Wheeeee!

¾y mirando hacia arriba, Harry vio a Peebes que

pasaba zumbando sobre ellos, dejando caer tubercolos

Snargaluff pods encima de los mortifagos, cuyas

cabezas fueron repentinamente engullidas por

serpenteantes tubérculos verdes que parecían gusanos

gordos.

¾¡ARGH!.

Un puñado de tubérculos había caído sobre la Capa en

la cabeza de Ron. Las húmedas raíces verdes quedaron

improbablemente suspendidas en medio del aire

mientras Ron intentaba sacudirlas para quitárselas de

encima.

¾¡Allí hay alguien invisible! ¾gritó un mortifago

encapuchado, señalándolos.

Dean aprovechó al máximo la momentánea distracción

del mortifago, dejándole fuera de combate con un

hechizo Aturdidor; Dolohov intentó desquitarse y,

- 775 -

Parvati le disparó una Maldición de Cuerpo Atado.

¾!VAMOS¡ ¾aulló Harry, y él, Ron y Hermione aferraron

firmemente la Capa, envolviéndose en ella y se

apresuraron, con las cabezas bajas, a pasar en medio

de los luchadores, resbalando un poco en charcos de

jugo de Snargaluff, dirigiéndose hacia lo alto de la

escalera de mármol que conducía al hall de entrada.

¾¡Soy Draco Malfoy, soy Draco Malfoy, estoy de vuestra

parte!

Draco estaba en el rellano superior, suplicando a otro

mortifago encapuchado. Al pasar, Harry aturdió al

mortifago. Malfoy miro a su alrededor sonriendo a su

salvador, y Ron le golpeó por debajo de la Capa. Malfoy

cayó hacia atrás sobre el mortifago, con la boca

sangrando y completamente aturdido.

¾¡Esta es la segunda vez que salvamos tu vida esta

noche, bastardo hipócrita! ¾gritó Ron.

Había más duelistas sobre las escaleras y por todo el

hall. Había mortifagos allá donde Harry mirara. Yaxley,

cerca de las puertas de entrada, combatiendo con

Flitwick; justo al lado de ellos, un mortifago

encapuchado peleaba con Kingsley. Los estudiantes

corrían en todas direcciones; algunos llevando o

arrastrando a amigos heridos. Harry dirigió un Hechizo

Aturdidor hacia el Mortifago encapuchado, falló pero

casi hiere a Neville, que había salido de la nada

blandiendo brazadas de Tentáculos Venenosos que

serpentearon felizmente alrededor del mortifago más

cercano y comenzaron a envolverle.

Harry, Ron y Hermione se apresuraron a alcanzar la

escalera de mármol. A su izquierda un cristal se hizo

añicos y el reloj de arena de Slytherin que llevaba la

cuenta de los puntos de la Casa derramó sus esmeraldas

por todas partes, por lo que la gente se resbalaba y se

- 776 -

tambaleaba mientras corría. En el momento en que llegaban a los terrenos vieron caer dos cuerpos desde la

galería de arriba y un contorno gris que Harry tomó por

un animal corrió a toda prisa a cuatro patas a través del hall para hundir los dientes en uno de los caídos.

¾¡No! ¾ chilló Hermione, y con una ensordecedora

ráfaga de su varita, Fenrir Greyback fue derribado

hacia atrás lejos del débil y desplomado cuerpo de

Lavender Brown. Greyback golpeó la barandilla de

mármol y luchó por volver a levantarse. Entonces, con

un blanco y brillante destello y un crujido, una bola de

cristal cayó en lo alto de su cabeza, y se desplomó en

el suelo para ya no volver a moverse.

¾¡Tengo más! ¾gritó la Profesora Trelawney por

encima de la barandilla¾ ¡Más para quien las quiera!

Aquí...

Y con un movimiento como en un servicio de tenis,

levantó otra enorme esfera de cristal del bolso, agitó su varita a través del aire, e hizo que la bola corriera a

través del hall y se estrellara contra una ventana. Al

mismo tiempo, las puertas de entrada de pesada

madera se abrieron de golpe, y más de esas gigantescas

arañas forzaron su camino hasta el hall de entrada.

Gritos de terror rasgaron el aire y los combatientes se

dispersaron. Mortifagos y Hogwartianos por igual, y

rojos y verdes chorros de luz volaron entre los

monstruos que se aproximaban, que vibraron y se

alzaron, más aterradores que nunca.

¾¿Cómo salimos? ¾gritó Ron por encima de los aullidos,

pero antes de que Harry ó Hermione pudieran

responder fueron lanzados a un lado.

Hagrid venía bajando las escaleras, bramando y

blandiendo su florido paraguas rosa.

¾¡No las lastiméis, no las lastiméis!¾gritó.

- 777 -

¾¡HAGRID, NO!

Harry olvidó todo lo demás, salió corriendo velozmente

quitándose la Capa, corriendo inclinado para evitar las

maldiciones que iluminaban todo el hall.

¾¡HAGRID, VUELVE AQUÍ!

Pero ni siquiera estaba a medio camino del lugar donde

se hallaba Hagrid cuando vio lo que ocurría. Hagrid

desapareció en medio de las arañas, y con gran

apresuramiento y un repugnante movimiento

hormigueante, estas retrocedieron bajo el furioso

ataque de las maldiciones, con Hagrid enterrado en

medio de ellas.

¾¡HAGRID!

Harry oyó a alguien gritando su nombre, si era amigo ó

enemigo no le importaba, bajaba corriendo las

escaleras principales hacia los oscuros jardines, y las

arañas se iban amontonando como hormigas en su

presa, y no podía ver nada de Hagrid en absoluto.

¾¡HAGRID!

Creyó haber distinguido un enorme brazo agitándose en

el medio del hormiguero de arañas. Pero cuando

intentaba correr tras ellas, su camino fue obstaculizado

por un pie colosal, que salió de la oscuridad e hizo

estremecerse la tierra en la que se encontraba.

Levantó la vista. Un gigante estaba de pie ante él.

Medía veinte pies de altura, su cabeza estaba oculta

entre las sombras, solamente se distinguían las

espinillas peludas que parecían árboles, iluminadas por

la luz de las puertas del castillo. Con un brutal y fluido movimiento, incrustó un macizo puño atraves de una

ventana que había sobre Harry, y el cristal llovió sobre

él, obligándole a retroceder buscando la protección del

portal.

¾¡Oh, mi...!¾ gritó Hermione, cuando ella y Ron

- 778 -

alcanzaron a Harry y miraron hacia arriba al gigante que ahora intentaba coger gente a través de la ventana

superior.

¾¡NO LO HAGAS! ¾gritó Ron, cogiendo la mano de

Hermione cuando levantaba su varita.

¾Atúrdelo y aplastará la mitad el castillo...

¾¿HAGGER?

Grawp llegó tambaleándose doblando una de las

esquinas del castillo. Solo ahora se daba cuenta Harry

de que Grawp era, en realidad, un gigante demasiado

pequeño. El gigantesco monstruo que intentaba

aplastar a la gente en los pisos superiores giró en

redondo y soltó un rugido.

Los escalones de piedra temblaron cuando los pisoteó

para ir tras de su pariente más pequeño, y la boca

torcida de Grawp se abrió, mostrando dientes amarillos

del tamaño de medio ladrillo. Entonces se lanzaron uno

contra otro con la ferocidad de leones salvajes.

¾!CORRED! ¾rugió Harry, la noche estaba llena de

espantosos chillidos y golpes mientras los gigantes

luchaban a brazo partido. Buscó la mano de Hermione y

bajó los escalones hacia los jardines, con Ron cerrando

la marcha. Harry no había perdido la esperanza de

encontrar y salvar a Hagrid; corría tan rápido que

estaban a mitad de camino hacia el bosque antes de

que se vieran obligados a detenerse en seco otra vez.

El aire a su alrededor se había congelado. Harry

contuvo el aliento que se le solidificó en el pecho.

Había siluetas moviéndose en la oscuridad, figuras de

negrura concentrada que se arremolinaban, moviéndose

en una gran ola hacia el castillo, sus caras estaban

encapuchadas y sus respiraciones eran ruidosas...

Ron y Hermione lo rodearon mientras los sonidos de

peleas tras ellos enmudecían repentinamente,

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refrenados, porque un silencio que solo los Dementores podían traer estaba cayendo densamente sobre la

noche, y Fred se había ido, y seguramente Hagrid

estaba muriendo ó ya muerto...

¾¡Vamos , Harry! ¾dijo la voz de Hermione desde una

larga distancia. ¾¡Patronus, Harry, vamos!

Levantó la varita, pero una pesada desesperanza estaba

extendiéndose a través de él. ¿Cuántos más habrían

muerto, y él aún no lo sabía? Sentía como si ya su alma

hubiera abandonado su cuerpo a medias...

¾¡HARRY, VAMOS! ¾gritó Hermione.

Un centenar de Dementores estaban avanzando,

deslizándose hacia ellos, absorbiendo al avanzar,

acercándose a la desesperanza de Harry, que era como

la promesa de un banquete...

Vio como el terrier plateado de Ron irrumpía

violentamente en el aire, destellaba tenuemente, y

expiraba; vio girar la nutria de Hermione en mitad del

aire para desvanecerse, y su propia varita tembló en su

mano, y casi le daba la bienvenida al olvido que se

aproximaba, la promesa de la nada, de no sentir...

Y entonces una liebre plateada, un cerdo y un zorro se

elevaron por encima de las cabezas de Harry, Ron y

Hermione. Los Dementores retrocedieron ante la

aproximación de las criaturas. Tres personas más

habían salido de la oscuridad colocándose junto a ellos,

con sus varitas extendidas para seguir proyectando el

Patronus: Luna, Ernie y Seamus.

¾Esta bien ¾dijo Luna en tono alentador, como si

estuvieran nuevamente en la Sala de Menesteres y esto

fuera simplemente un ejercicio de práctica de hechizos

para el ED¾ Está bien, Harry... vamos piensa en algo

feliz...

¾¿Algo feliz? ¾dijo él, la voz enronquecida.

- 780 -

¾Todos estamos aquí aún ¾susurró ella¾ todavía estamos luchando. Vamos, hazlo...

Se produjo una chispa plateada, después una luz

vacilante, y luego, con el mayor esfuerzo que nunca le

hubiera costado, el ciervo prorrumpió desde la punta

de la varita de Harry. Fue a medio galope hacia

delante, y entonces los Dementores se dispersaron en

serio, e inmediatamente la noche se volvió templada de

nuevo, aunque el sonido de la batalla circundante

sonaba alto en sus oídos.

¾No podemos agradecéroslo lo suficiente ¾dijo Ron

con voz temblorosa, volviéndose hacia Luna, Ernie y

Seamus¾ nos acabáis de salvar...

Con un rugido y un temblor como el de un terremoto,

otro gigante emergió tambaleándose de la oscuridad

proveniente de los bosques, blandiendo una porra más

alta que cualquiera de ellos.

¾¡CORRED! ¾gritó Harry de nuevo, pero los otros no

necesitaban que se lo dijera. Todos se dispersaron, y ni

un segundo demasiado pronto, ya que al momento

siguiente el enorme pie de la criatura había caído

exactamente donde ellos habían estado. Harry echó

una mirada alrededor, Ron y Hermione le seguían, pero

los otros tres habían desaparecido en el fragor de la

batalla.

¾¡Salgamos fuera de su alcance! ¾aulló Ron mientras

el gigante movía su porra de nuevo y sus rugidos

resonaban a través de la noche, cruzando los jardines,

donde explosiones de luz roja y verde continuaban

iluminando la oscuridad.

¾¡Al Sauce boxeador ¾dijo Harry¾ vamos!

De alguna manera lo encerró todo en la mente, lo

embutió en un pequeño espacio en el que no miraría

ahora: pensamientos sobre Fred y Hagrid, y el terror

- 781 -

que sentía por todas las personas a las que amaba, dispersados dentro y fuera del castillo; todos debían

esperar, porque tenían que correr, tenían que llegar a

la serpiente y a Voldemort, porque esa era, como había

dicho Hermione, la única forma de terminar con todo...

Corrió rápido, medio creyendo que podría dejar atrás a

la muerte, ignorando las llamaradas de luz que volaban

en la oscuridad a su alrededor, el sonido del lago

rompiendo como el mar, y el crujir del Bosque

Prohibido aunque esa noche no había viento, a través

de jardines que parecían haberse alzado en rebelión,

corrió mas rápido de lo que nunca se había movido en

su vida.

Y fue el primero en ver el gran árbol, el Sauce que

protegía el secreto de sus raíces con ramas que

fustigaban como látigos.

Resollando y jadeando, Harry redujo la marcha,

esquivando las ramas del sauce boxeador, escudriñando

a través de la oscuridad hacia el marcado tronco,

intentando ver el único nudo en la corteza del viejo

árbol que podía paralizarlo. Ron y Hermione lo

alcanzaron, Hermione estaba tan falta de aliento que

no podía hablar.

¾¿Cómo... cómo vamos a colarnos? ¾jadeó Ron.

¾Puedo...ver el lugar... si tuviéramos... otra vez a

Crookshank...

¾¿Crookshanks? ¾resolló Hermione, doblada por la

mitad, aferrándose el pecho.

¾¿Eres un mago ó qué?

¾Oh... vale...si...

Ron echó un vistazo alrededor, luego dirigió su varita

hacia una ramita en el suelo y dijo —¡Winguardium

Leviosa!. —la ramita se elevó desde el suelo, giró a

través del aire como cogida por una ráfaga de viento,

- 782 -

después se acerco rápida y directa al tronco pasando a través de las amenazadoras ramas oscilantes del Sauce.

Golpeó un lugar cerca de las raíces, e inmediatamente

el serpenteante árbol se quedó quieto.

—¡Perfecto! —resolló Hermione

—Espera.

Por un incierto segundo, mientras los estallidos y

truenos de la batalla llenaban el aire, Harry vaciló.

Voldemort quería que hiciera esto, quería que fuera...

¿Estaba guiando a Ron y Hermione a una trampa? Pero

la realidad parecía cerrarse a su alrededor, cruel y

evidente. La única forma de progresar era matar a la

serpiente, y la serpiente estaba donde estaba

Voldemort y Voldemort estaba al final de ese túnel...

—¡Harry, vamos a ir contigo, entra ahí! —dijo Ron,

empujándole hacia delante.

Harry culebreó por el terroso pasaje oculto entre las

raíces del árbol. Había mucho menos espacio del que

había habido la última vez que habían entrado. El túnel

era de techo bajo: habían tenido que doblarse sobre sí

mismos para moverse a través de él casi cuatro años

atrás; ¡ahora no había otra forma de hacerlo más que

arrastrándose! Harry iba primero, con la varita

iluminada, esperando encontrar barreras en cualquier

momento, pero no había ninguna. Se movían en

silencio, la mirada de Harry estaba fija en el oscilante

haz de la varita que aferraba en el puño. Al fin, el túnel empezó a elevarse y Harry vio una tira de luz al frente.

Hermione tiró de su tobillo.

—¡La Capa! —susurró— ¡Ponte la Capa!

Tanteó hacia atrás y ella embutió el bulto de

escurridiza tela en su mano libre. Con dificultad la pasó sobre sí mismo, murmuró, — Nox —, extinguiendo la luz

de la varita , y continuó sobre manos y rodillas, tan

- 783 -

silenciosamente como le fue posible, con todos sus sentidos esforzándose al máximo, esperando a cada

segundo ser descubiertos, oír una fría y clara voz ó ver

un destello de luz verde.

Y entonces oyó voces provenientes de la habitación que

había directamente frente a ellos, solo un poco

amortiguadas por el hecho de que la abertura al final

del túnel había sido bloqueada con lo que parecía ser

un viejo cajón. Apenas atreviéndose a respirar, Harry se

acercó de lado hasta llegar a la abertura y miró a

través de un minúsculo resquicio que había quedado

entre el cajón y la pared. La habitación al otro lado

estaba tenuemente iluminada, pero pudo ver a Nagini,

arremolinándose y enroscándose como una serpiente

submarina, segura en su encantada esfera

resplandeciente, que flotaba sin apoyo en medio del

aire. Podía ver el borde de una mesa, y una blanca

mano de largos dedos jugueteando con una varita.

Entonces Snape habló, y el corazón de Harry dio una

sacudida. Snape estaba a poca distancia de donde él se

agazapaba oculto.

¾...mi Señor, la resistencia se está desmoronando...

¾... y lo está haciendo sin tu ayuda ¾dijo Voldemort

con su altiva y clara voz. ¾Aunque tú seas un hábil

mago, Severus, no creo que supongas mucha diferencia

ahora. Casi estamos... casi.

¾Permítame encontrar al chico. Déjeme traerle a

Potter. Sé que puedo encontrarle, mi Señor. Por favor.

Snape pasó a zancadas por delante de la hendidura, y

Harry se retiró un poco, manteniendo los ojos fijos en

Nagini, preguntándose si habría algún hechizo que

pudiera penetrar la protección que la rodeaba, pero no

podía recordar ninguno. Un intento fallido, y revelaría

su posición.

- 784 -

Voldemort se levantó. Harry podía verle ahora, ver sus ojos rojos, el achatado rostro de serpiente, su palidez

reluciendo levemente en la penumbra.

¾Tengo un problema Severus ¾dijo Voldemort

suavemente.

¾¿Mi Señor?- ¾dijo Snape.

Voldemort levantó la Varita de Saúco, cogiéndola tan

delicada y meticulosamente como la batuta de un

director.

¾¿Por qué no me funciona, Severus?

En el silencio Harry imaginó que podía escuchar el leve

siseo de la serpiente mientras se enroscaba y

desenroscaba... ¿ó era el suspiro sibilante de Voldemort

persistiendo en el aire?

¾¿Mi... Mi Señor? ¾ dijo Snape sin comprender. ¾No lo

entiendo. Usted... usted ha ejecutado magia

extraordinaria con esa varita.

¾No ¾dijo Voldemort¾ He ejercido mi magia habitual.

Soy extraordinario, pero esta varita...no. No ha

revelado las maravillas que me habían prometido. No

percibo diferencias entre esta varita y la que obtuve de

Ollivander tantos años atrás.

El tono de Voldemort era pensativo, tranquilo pero la

cicatriz de Harry había comenzado a palpitar y latir. El

dolor estaba aumentando en su frente, y podía sentir

aquel controlado sentimiento de furia creciendo dentro

de Voldemort.

¾Ninguna diferencia ¾dijo de nuevo Voldemort.

Snape no habló. Harry no podía verle la cara. Se

preguntó si Snape presentía el peligro, y estaba

intentando encontrar las palabras adecuadas para

tranquilizar a su maestro.

Voldemort empezó a moverse alrededor de la

habitación. Harry lo perdió de vista unos segundos

- 785 -

mientras la rondaba, hablando con la misma voz mesurada, mientras el dolor y la furia aumentaban en

Harry.

¾He pensado largo y tendido, Severus... ¿sabes por qué

te he hecho volver de la batalla?

Y por un momento Harry vio el perfil de Snape. Sus ojos

estaban fijos en la enroscada serpiente en su caja

encantada.

¾No, mi Señor, pero le ruego que me permita volver.

Déjeme encontrar a Potter.

¾Suenas como Lucius. Ninguno de vosotros entiende a

Potter como lo hago yo. No necesita ser encontrado.

Potter vendrá a mí. Yo conozco sus debilidades, sabes,

su único gran defecto. Odiaría ver como son fulminados

los demás a su alrededor, sabiendo que lo que ocurre es

a causa de él. Querrá detenerlo a cualquier precio.

Vendrá.

¾Pero mi Señor, podría resultar muerto

accidentalmente por cualquier otro antes de que

usted...

¾Mis instrucciones a los mortifagos han sido

perfectamente claras. Capturar a Potter. Matar a sus

amigos...cuantos más, mejor... pero no matarle a él.

Pero es de ti de quien deseo hablar, Severus, no de

Harry Potter. Has sido muy valioso para mí. Muy

valioso.

¾Mi Señor sabe que solo ambiciono servirle. Pero...

déjeme ir a por el chico, mi Señor. Déjeme traérselo.

Sé que puedo...

¾¡Te he dicho que no! ¾dijo Voldemort, y Harry captó

el brillo rojo en sus ojos cuando se giraba de nuevo, y

el susurrar de su manto fue como el deslizar de una

serpiente, y sintió la impaciencia de Voldemort en su

ardiente cicatriz. ¾ Mi preocupación por el momento,

- 786 -

Severus, es que ocurrirá cuando finalmente encuentre al chico.

¾Mi Señor, no puede haber dudas, ¿seguramente...?

¾... pero hay una duda, Severus. La hay.

Voldemort se detuvo, y nuevamente Harry pudo verlo

perfectamente mientras deslizaba la Varita de Saúco

entre sus blancos dedos, mirando fijamente a Snape.

¾¿Por qué las dos varitas que he usado fracasaron

cuando las dirigí hacia Harry Potter?

¾Yo... Yo no puedo responder eso mi Señor.

¾¿No puedes?

Harry sintió la puñalada de ira como si le hubieran

atravesado la cabeza con un clavo. Se metió el puño

dentro de la boca para evitar lanzar un grito de dolor.

Cerró los ojos y de repente él era Voldemort,

estudiando la pálida cara de Snape.

¾Mi varita de tejo hizo todo lo que le pedí, Severus,

excepto matar a Harry Potter. Falló dos veces. Cuando

torturé a Ollivander este me habló de los núcleos

gemelos, me dijo que usara la varita de otra persona.

Así lo hice, pero la varita de Lucius se hizo pedazos tras enfrentarse a la de Potter.

¾No... no tengo explicación, mi Señor.

Snape no estaba mirando ahora a Voldemort. Sus

oscuros ojos estaban todavía fijos en la enroscada

serpiente en la esfera protectora.

¾Busqué una tercera varita, Severus, la Varita de

Sáuco, la Varita del Destino, la Vara de la Muerte. La

tome de su dueño anterior. La cogí de la sepultura de

Albus Dumbledore.

Y ahora Snape miró a Voldemort, y el rostro de Snape

parecía como una mascara de muerte. Era blanco como

el mármol y tan quieto que cuando habló, fue una

conmoción ver que alguien vivía tras de esos ojos

- 787 -

vacíos.

¾Mi Señor...déjeme ir a por el chico...

¾Toda esta larga noche mientras estoy al borde de la

victoria, he estado aquí sentado ¾dijo Voldemort, su

voz apenas más alta que un suspiro,¾ preguntándome,

preguntándome por qué la Varita de Saúco se niega a

ser lo que debería ser, se niega a actuar como la

leyenda dice que debe actuar para su verdadero

dueño...y creo que tengo la respuesta.

Snape no habló

¾¿Quizás tú ya la sabes? Después de todo, eres un

hombre inteligente, Severus. Has sido un buen y leal

sirviente, y lamento lo que debe ocurrir.

¾Mi Señor...

¾La Varita de Saúco no puede servirme

adecuadamente, Severus, porque yo no soy su

verdadero dueño. La Varita de Saúco pertenece al mago

que asesinó a su último dueño. Tú mataste a Albus

Dumbledore. Mientras vivas, Severus, la Varita de Saúco

no puede ser realmente mía.

¾¡Mi Señor! ¾protestó Snape, levantando su varita.

¾No hay otro camino ¾dijo Voldemort ¾Debo dominar

la varita, Severus. Dominar la varita, y dominar a

Potter al fin.

Y Voldemort golpeó el aire con la Varita de Saúco. No

pareció hacerle nada a Snape, que por una fracción de

segundo pareció pensar que había sido indultado, pero

entonces la intención de Voldemort quedó clara. La

jaula de la serpiente se había girado en el aire, y antes de que Snape pudiera hacer algo más que gritar, le

había cubierto parcialmente, la cabeza y los hombros y

Voldemort habló en Parsel.

¾Mata.

Hubo un terrible grito. Harry vio la cara de Snape

- 788 -

perder el poco color que le quedaba, empalideció mientras sus negros ojos se ensanchaban, mientras los

colmillos de la serpiente atravesaban su cuello, y él

fracasaba en su intento de librarse a si mismo de la

jaula encantada. Sus rodillas cedieron y cayó al suelo.

¾Lo lamento ¾dijo fríamente Voldemort.

Se apartó. No había tristeza en él, ni remordimiento.

Ya era hora de dejar esta choza y hacerse cargo de la

situación, con una varita que ahora obedecería todas

sus órdenes. La apuntó hacia la resplandeciente jaula,

que contenía a la serpiente, y esta flotó hacia arriba,

liberando a Snape, que cayó de lado sobre el suelo, con

sangre chorreando de las heridas del cuello. Voldemort

salió de la habitación sin una mirada atrás y la gran

serpiente flotó tras él dentro de su enorme esfera

protectora.

De regreso al túnel y a su propia mente, Harry abrió los

ojos. Se había hecho sangre al morderse los nudillos en

un esfuerzo por no gritar. Ahora estaba viendo a través

de la minúscula grieta entre el cajón y la pared, viendo

un pie enfundado en una bota negra que temblaba en el

suelo.

¾¡Harry!¾dijo Hermione en voz baja tras él, pero él ya

había apuntado con la varita el cajón que bloqueaba la

vista. Éste se levantó un poco en el aire y flotó

haciéndose silenciosamente a un lado. Tan

sigilosamente como pudo, se metió en la habitación.

No sabía por que lo estaba haciendo, pero se estaba

aproximando al hombre moribundo. No sabía que sentía

al ver la blanca cara de Snape, tratando de restañar

con los dedos la sangrienta herida del cuello. Harry se

sacó la Capa de invisibilidad y bajó la mirada hacia el

hombre que odiaba, cuyos agrandados ojos negros

encontraron a Harry mientras trataba de hablar. Harry

- 789 -

se inclinó sobre él, y Snape le agarró la parte delantera de sus ropas y lo acercó.

Un terrible y borboteante ruido salio de la garganta de

Snape.

¾Coge...la... coge... la

Algo más que sangre estaba escurriéndose de Snape.

Azul plateado, ni gas ni liquido, emanaba de su boca,

oídos y ojos, y Harry sabía lo que era, pero no sabía qué hacer...

Una redoma, conjurada del el fino aire, fue dejada en

su temblorosa mano por Hermione. Harry recogió la

plateada sustancia con su varita metiéndola dentro.

Cuando la redoma estuvo llena hasta el borde, y Snape

daba la sensación de que ya no le quedara nada de

sangre dentro, su agarre en la ropa de Harry se aflojó.

¾Mira...a...me...¾susurró Snape.

Los ojos verdes encontraron los negros, pero después

de un segundo, algo en las profundidades de los oscuros

pareció desaparecer, dejándolos fijos, en blanco y

vacíos. La mano que agarrada a Harry hizo un ruido

sordo al golpear el suelo, y Snape no se movió más.

- 790 -

Capitulo Treinta y tres

El Cuento del Principe

H    arry permaneció arrodillado junto a

Snape, simplemente mirándolo, hasta que de pronto

una aguda y fría voz habló tan cerca de ellos que Harry

se puso en pie de un salto, sujetando firmemente el

frasco entre sus manos y pensando que Voldemort había

vuelto a entrar a la habitación.

La voz de Voldemort resonó desde las paredes y el piso,

y Harry se dio cuenta de que estaba hablando para

Hogwarts y todo lo que lo rodeaba, que quienes vivían

en Hogsmeade y todos aquellos que aún peleaban en el

castillo lo escucharían tan claramente como si estuviera

parado detrás de ellos, sintiendo su aliento en sus

cuellos, como un soplo de muerte.

- Habeis peleado – dijo la voz, fría y aguda –

valientemente. Lord Voldemort sabe valorar el coraje.

- 791 -

"Aun así, habeis sufrido grandes pérdidas. Si continuais resistiéndoos a mí, todos vosotros morireis, uno por

uno. No quisiera que esto pasara. Cada gota de sangre

mágica que se derrama es una pérdida y un

desperdicio.

"Lord Voldemort es piadoso. Ordeno a mis tropas

retirarse inmediatamente.

"Teneis una hora. Preparad vuestra muerte con

dignidad. Tratad a los heridos.

"Ahora te hablo a ti, Harry Potter. Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarte

conmigo. Esperaré durante una hora en el Bosque

Prohibido. Si cuando acabe esa hora no has venido a

verme, si no te has rendido, entonces la lucha se

reiniciará. Pero esta vez yo mismo entraré en la

batalla, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a

cada hombre, mujer o niño que trate de protegerte.

Una hora.

Tanto Ron como Hermione sacudieron sus cabezas

frenéticamente, mirando a Harry:

-No lo escuches – dijo Ron.

-Todo irá bien – recalcó Hermione, con firmeza – Sólo...

volvamos al castillo, si ha ido al bosque necesitamos

otro plan…

La chica miró el cuerpo de Snape, y luego se apresuró

en ir hacia la entrada del túnel. Ron fue detrás de ella.

Harry recogió la capa de invisibilidad, y luego miró a

Snape. No sabía que sentir, excepto una fuerte

impresión por como Snape había sido asesinado, y la

razón por la que eso había pasado.

Se juntaron en su regreso por el túnel, sin que ninguno

de los tres hablara, y Harry se preguntó si Ron y

Hermione aún podían escuchar a Voldemort resonando

en sus cabezas, como a él le ocurría.

- 792 -

"Has permitido que tus amigos mueran por ti en vez de enfrentarte conmigo. Esperaré durante una hora en el

Bosque Prohibido… Una hora…"

Pequeños trozos de algo parecían estar esparcidos en el

frente del castillo. Faltaba una hora más o menos para

el amanecer, y aún así todo estaba en completa

oscuridad. Los tres se apresuraron a ir hacia los

escalones de piedra. Un perro solitario, del tamaño de

un bote pequeño, yacía frente a ellos. No había ninguna

señal de Grawp o de su atacante.

El castillo estaba inusualmente silencioso. No había

destellos luminosos, ni explosiones, gritos o

exclamaciones. Las gárgolas de la desierta entrada

estaban salpicadas de sangre. Aún había esmeraldas

esparcidas por el suelo, junto con trozos de mármol y

madera astillada. Parte de las barandillas había sido

destrozada.

- ¿Dónde estarán todos? – susurró Hermione.

Ron iba el primero en su camino hacia el Gran

Comedor. Harry se detuvo en el umbral.

Las mesas de las Casas ya no estaban, y la habitación

estaba repleta. Los sobrevivientes se mantenían

abrazados en grupos. Los heridos estaban siendo

tratados por Madam Pomfrey y algunos ayudantes en

una plataforma. Firenze se encontraba entre los

heridos, emanaba sangre de su costado, y se sacudía

desde donde estaba tendido, incapaz de ponerse de

pie.

Los muertos se encontraban en una fila en el medio del

salón. Harry no podía ver el cuerpo de Fred, ya que su

familia lo rodeaba. George estaba arrodillado junto a su

cabeza, la señora Weasley; tendida sobre el pecho de

Fred, temblando incontrolablemente. El señor Weasley

le acariciaba el cabello, mientras las lágrimas caían de

- 793 -

sus ojos.

Sin decirle nada a Harry, Ron y Hermione se alejaron.

Harry vio a Hermione aproximarse a Ginny, cuya cara

estaba hinchada y turbada, y abrazarla. Ron se acercó a

Bill, Fleur y Percy, quien puso un brazo alrededor de los hombros de Ron. Mientras Ginny y Hermione se

aproximaban más al resto de la familia, Harry observó

los cuerpos tendidos junto a Fred. Remus y Tonks,

pálidos, quietos y con una mirada de paz, parecían

dormir bajo el negro cielo encantado.

El Gran Comedor parecía alejarse volando, hacerse más

pequeño, encogerse, mientras Harry se alejaba

rápidamente del umbral. No podía respirar. No podía

soportar mirar los demas cadáveres para ver quienes

más habían muerto por él. No podía soportar el estar

con los Weasley, no podía mirarlos a los ojos sabiendo

que de haberse rendido de inmediato, Fred nunca

hubiese muerto.

Dio media vuelta y corrió hacia la escalera de mármol.

Lupin, Tonks… Anhelaba no sentir… deseaba poder

arrancarse el corazón, el estómago, todo lo que gritaba

dentro de él.

El castillo estaba completamente vacío, incluso los

fantasmas parecían haberse unido a la masa de luto en

el Gran Comedor. Harry corrió sin detenerse, aferrando

el frasco de cristal que contenía los últimos

pensamientos de Snape, sin aminorar el paso hasta que

llegó a la gárgola de piedra que cuidaba la oficina del

director.

- ¿Contraseña?

- ¡Dumbledore! - gritó Harry sin pensarlo, pues era a él

a quien quería ver, y para su sorpresa, la gárgola se

hizo a un lado, abriéndole el paso a la escalera de

espiral a sus espaldas.

- 794 -

Pero cuando Harry irrumpió en la oficina circular la encontró cambiada. Los portarretratos que colgaban de

las paredes estaban vacíos. Ni un solo director o

directora permanecía allí para verlo, todos, según

parecía, se habían ido, tal vez porque en las pinturas

alrededor del castillo podían ver más claramente lo que

estaba pasando.

Harry miró desesperanzado al marco vacío de

Dumbledore, que colgada directamente detrás de la

silla del director, y luego le dio la espalda. El

Pensadero de piedra se encontraba en la misma cabina

de siempre. Harry lo cargó hasta el escritorio e

introdujo los recuerdos de Snape en la gran vasija con

las marcas de runas en el borde. Escapar a la cabeza de

otro sería un gran alivio… nada podía ser peor que sus

propios pensamientos, aunque hubiesen pertenecido a

Snape. Los recuerdos se arremolinaron, plateados y

extraños, y sin dudarlo, con un sentimiento de

imprudente abandono, aún sabiendo que esto

aumentaría su pesar, Harry se zambulló.

Sintió la luz del sol, y sus pies tocaron un suelo cálido.

Al enderezarse, pudo ver que estaba en un patio de

juegos casi totalmente desierto. Una única y gran

chimenea era lo que distinguía en el lejano horizonte.

Dos niñas se columpiaban hacia delante y atrás, y un

niño delgadísimo las observaba desde detrás de unos

arbustos. Su cabello negro era largo, y su ropa era tan

desastrosa que parecía a propósito: jeans demasiado

cortos, un abrigo lamentable y demasiado largo que

podía haber pertenecido a un adulto y una extraña

polera que parecía un delantal.

Harry se acercó al muchacho. Snape parecía tener unos

nueve o diez años, pálido, pequeño y rudo. Había

codicia sin disfrazar en su delgado rostro, mientras

- 795 -

observaba a la más joven de las dos hermanas columpiarse más y más alto que su hermana.

- ¡Lily, no hagas eso! – gritó la mayor

Pero la chica se había soltado del columpio en el punto

más alto de este, y voló por los aires (literalmente,

voló) y se lanzó hacia el cielo con una gran carcajada, y en vez de estrellarse contra el asfalto de patio, se

elevó como un trapecista por el aire, manteniéndose

arriba durante bastante tiempo y aterrizando

suavemente.

- ¡Mamá te dijo que no lo hicieras!

Petunia dejó de columpiarse hundiendo sus sandalias en

la tierra, provocando un crujido, y luego se puso de

pie, con las manos en la cintura.

- ¡Mamá dijo que no tenías permiso para hacerlo, Lily!

- Pero estoy bien – dijo Lily, aún riendo – Tuney, mira

esto. Mira lo que puedo hacer.

Petunia miró alrededor. El patio estaba vacío, a

excepción de ellas mismas y, a pesar de que ellas no lo

sabían, Snape. Lily recogió una flor que se había caído

del arbusto detrás del cual Snape se escondía. Petunia

avanzó, evidentemente dividida entre la curiosidad y la

desaprobación. Lily esperó a que Petunia estuviese lo

suficientemente cerca como para ver bien, y luego

abrió la palma de su mano. La flor se sentó ahí,

abriendo y cerrando sus pétalos, como si fuera una

ostra extraña y bizarra, con muchos labios.

- ¡Detenlo! – chilló Petunia.

- No te hace daño – replicó Lily, pero cerro su mano y

arrojó la flor.

- No está bien – dijo Petunia, pero sus ojos habían

seguido el vuelo de la flor hacia el suelo, y los mantuvo fijos en ese lugar - ¿Cómo lo haces? – añadió, con una

voz que indicaba cuanto quería saber.

- 796 -

- Es obvio, ¿no? – Snape ya no podía contenerse, y saltó de detrás de los arbustos. Petunia gritó y retrocedió

corriendo hacia los columpios, pero Lily, aunque

claramente asustada, permaneció donde estaba. Snape

pareció lamentar haber aparecido. Una capa de rubor

se posó en sus pálidas mejillas mientras miraba a Lily.

- ¿Qué es obvio? – preguntó Lily.

Snape parecía nervioso y exaltado. Mirando a Petunia,

que se asomaba por detrás de los columpios, bajó la

voz y dijo:

- Yo sé lo que eres.

- ¿Qué quieres decir?

- Eres… eres una bruja – susurró Snape.

La niña se mostró ofendida.

- ¡Eso no es algo muy agradable para decirselo a

alguien!

Se dio vuelta, con la nariz hacia arriba, y se alejó hacia su hermana.

- ¡No! – dijo Snape. Ahora estaba completamente

colorado, y Harry se preguntó porque no que quitaba su

ridículamente largo abrigo, a menos que fuera porque

no quería mostrar el delantal que traía debajo. Aleteó

detrás de las chicas, pareciéndose grotescamente a un

murciélago, al igual que su yo mayor.

Las hermanas lo examinaron con una mirada

desaprobatoria, y se colgaron de las poleas de uno de

los columpios, como si ese fuera un lugar seguro.

- Lo eres - le dijo Snape a Lily – Eres una bruja, te he

estado observando desde hace tiempo. Pero no tiene

nada de malo, mi madre también lo es, y yo soy un

mago.

La risa de Petunia era como agua fría.

- ¡Un mago! – exclamó, recuperando el coraje ahora

que ya había superado el susto la aparición repentina -

- 797 -

¡Yo sé quien eres! ¡Eres ese tal Snape! Vivis al terminar Spinner End, cerca del río – le dijo a Lily, y era

evidente por su tono de voz que consideraba la

dirección muy poco recomendable - ¿Por qué nos has

estado espiando?

- ¡No he estado espiando! – dijo Snape, acalorado,

incómodo y con el cabello sucio bajo la luz del sol – No

te espiaría a ti, de todas formas – añadió con desprecio

– eres una muggle.

Aunque claramente Petunia no entendía la palabra,

intuía lo que era por el tono.

- ¡Ven, Lily, vamonos! – dijo fríamente. Lily obedeció a

su hermana de inmediato, mirando a Snape mientras se

iba. Él no dejó de mirarlas en su camino hacia el portón

de la plaza, y Harry, el único que quedaba para

observarlo, pudo reconocer en él una amarga

decepción, y comprendió que Snape había estado

planeando este momento desde hacia mucho, y que le

había salido completamente mal…

La escena se disolvió, y antes de que Harry se diera

cuenta, se rehizo a su alrededor. Ahora estaba en un

pequeño bosque. Podía ver el agua de un río brillando a

través de los troncos. Las sombras que daban los

árboles dejaban un claro verde y fresco. Dos niños se

encontraban sentados en suelo, cara a cara y con las

piernas cruzadas. Snape se había quitado el abrigo, y su

delantal parecía menos peculiar a media luz.

- … y el Ministerio puede castigarte por hacer magia

fuera de la escuela, te envían cartas.

- ¡Pero yo sí he hecho magia fuera de la escuela!

- Estamos a salvo. Aún no tenemos nuestras varitas. Te

dejan en paz cuando eres un niño y no puedes evitarlo.

Pero cuando cumples once – y asintió, dándose

importancia – y te comienzan a entrenar, debes ser más

- 798 -

cuidadoso.

Hubo un pequeño silencio. Lily había recogido una

ramita caída y la hacía girar en el aire; Harry supo que

la niña imaginaba chispas saliendo de ella. Luego dejó

caer la ramita y se inclinó hacia el chico.

-Es verdad ¿no? ¿No es una broma? Petunia dice que me

estás mintiendo. Petunia dice que no existe Hogwarts.

Es verdad, ¿no?

- Es verdad para nosotros – dijo Snape - no para ella.

Pero recibiremos la carta, tú y yo.

- ¿En serio? – susurró Lily.

- Definitivamente – dijo Snape, e incluso con su mal

corte de cabello y su extraña ropa, su figura pareció

enaltecerse en frente de ella, lleno de confianza en su

destino.

- ¿Y de verdad me llegará por lechuza? – susurró Lily.

- Normalmente – dijo Snape – pero eres hija de

muggles, así que alguien de la escuela tendrá que venir

a explicarsele a tus padres.

- ¿Existen diferencias por ser hija de muggles?

Snape dudó un instante. Sus ojos negros, impacientes y

repentinamente abatidos, recorrieron la pálida cara y

el cabello rojo oscuro.

- No – dijo – No existe ninguna diferencia.

- Que bien –dijo Lily, relajándose. Estaba claro que eso

la había estado preocupando.

- Tienes mucha magia – dijo Snape – pude verlo. Todo el

tiempo que te observé…

Su voz fue desapareciendo, ella no estaba escuchando,

pero se había estirado en el suelo frondoso y miraba

hacia las hojas en las copas de los árboles que había

sobre ellos. Él la miró con tanta intensidad como la

había mirado en el patio de juegos.

- ¿Cómo van las cosas en tu casa? – preguntó Lily.

- 799 -

Snape frunció un poco el entrecejo.

- Bien – dijo.

- ¿Ya no se pelean?

- Oh, sí. Sí se pelean – dijo Snape, recogiendo un

montón de hojas y rompiéndolas, aparentemente sin

darse cuenta de lo que estaba haciendo - Pero no falta

mucho para que me vaya.

- ¿A tu padre no le gusta la magia?

- Creo que no hay nada que le guste mucho – dijo

Snape.

- ¿Severus?

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Snape

cuando ella mencionó su nombre.

- ¿Si?

- Hablame otra vez sobre los Dementores.

- ¿Qué quieres saber de ellos?

- Si yo uso magia fuera de la escuela…

- ¡No te enviarán a los Dementores por eso! Los

Dementores son para gente que ha hecho cosas

realmente malas. Son los guardianes de la prisión

mágica, Azkaban. Pero tú no irás a Azkaban, eres

demasiado…

Snape se sonrojó nuevamente y destrozó más hojas.

Luego, un ligero crujido detrás de Harry hizo que se

diera vuelta: Petunia, escondida detrás de un árbol,

había perdido el equilibrio.

- ¡Tuney! – exclamó Lily, con una voz llena de sorpresa

y bienvenida, pero Snape se había puesto de pie de un

salto.

- ¿Quién espía a quién ahora? – gritó – ¿Qué es lo que

quieres?

Petunia había perdido el aliento, alarmada por haber

sido atrapada. Harry podía ver como luchaba por

encontrar algo hiriente que decir.

- 800 -

- ¿Y tú, qué traes puesto? – dijo, señalando al pecho de Snape - ¿Una blusa de tu mami?

Escucharon un "CRACK": una rama cayo sobre la cabeza de Petunia. Lily gritó, la rama golpeó a Petunia en el

hombro, quien retrocedió y se echó a llorar.

- ¡Tuney!

Pero Petunia había salido corriendo. Lily se volteó hacia Snape.

- ¿Tú hiciste que pasara eso?

- No – el chico parecía desafiante y asustado.

- ¡Fuiste tú! – la niña se alejaba, sin darle la espalda -

¡Fuiste tú! ¡La lastimaste!

- No… ¡no lo hice!

Pero la mentira no convenció a Lily: después de una

última mirada fulminante, se fue corriendo del

bosquecillo, detrás de su hermana, y Snape se quedó

allí, miserable y confundido…

Y el escenario se rearmó. Harry miró a su alrededor, se

encontraba en el anden 9 y ¾, y Snape estaba a su

lado, ligeramente encorvado, junto a una mujer

delgada, pálida y con una mirada amarga, que le

recordaba mucho a él. Snape miraba a una familia de

cuatro miembros que se encontraba a una escasa

distancia. Las dos niñas estaban un tanto alejadas de

sus padres. Lily parecía estar discutiendo con su

hermana. Harry se acercó más para escuchar.

- ¡…lo siento mucho, Tuney, lo siento! Escucha – tomó

la mano de su hermana, y la sostuvo, a pesar de que

Petunia trataba de soltarse – Tal vez cuando llegue

(¡Escucha, Tuney!) Tal vez cuando llegue, podré ir a

hablar con el profesor Dumbledore y convencerlo para

que cambie de opinión.

- ¡Yo… no… quiero… ir! – dijo Petunia, forcejeando por

quitar su mano de entre las de su hermana - ¿Crees que

- 801 -

quiero ir a un estúpido castillo a aprender a ser una…

una…?

Sus ojos claros recorrieron la plataforma, sobre los

gatos maullando en los brazos de sus dueños, sobre las

lechuzas ululando y aleteándose unas a otras en sus

jaulas, sobre los estudiantes, algunos ya vestidos con

sus largas túnicas negras, cargando sus baúles al

interior del tren escarlata o saludándose felices unos a

otros después de un verano sin verse.

- ¿…crees que quiero ser un… un… fenómeno?

Los ojos de Lily se llenaron de lágrimas mientras

Petunia conseguía recuperar su mano.

- No soy un fenómeno – dijo Lily – Es horrible que digas

eso.

- Ahí es a donde vas – dijo Petunia, ardientemente – A

una escuela especial para fenómenos. Tú y ese Snape…

raros, eso es lo que sois. Es bueno que te separen de la

gente normal. Es por nuestra propia seguridad.

Lily miró a sus padres, quienes miraban la plataforma

con un aire de dicha total, disfrutando la escena. Luego

volvió a mirar a su hermana, y su voz se volvió baja y

fría.

-No pensabas que era una escuela para fenómenos

cuando le escribiste al director rogándole que te

aceptara.

Petunia se puso escarlata

-¿Rogandole? ¡Yo no le rogué!

-Vi su respuesta. Fue muy amable.

-¡No debiste haberlo leído…! – susurró Petunia – Era

algo privado… ¿Cómo pudiste?

Lily se delató a sí misma al mirar hacia donde se

encontraba Snape. Petunia jadeó.

- ¡Ese chico la encontró! ¡Tú y ese niño habeis estado

espiando en mi habitación!

- 802 -

- No… no espiando – ahora era Lily quien estaba a la defensiva – ¡Severus vio el sobre, y no podía creer que

un no mago fuera capaz de contactar con Hogwarts, eso

es todo! Dice que debe haber magos trabajando

encubiertos en el servicio postal y que ellos se

encargan de…

- ¡Aparentemente los magos meten las narices en todas

partes! – dijo Petunia, ahora tan pálida como antes

sonrojada - ¡Fenómeno! – le espetó a su hermana,

encaminándose luego hacia sus padres.

La escena se disolvió una vez más. Snape recorría el

corredor del Expreso de Hogwarts mientras este

atravesaba el país. Ya se había puesto su túnica de la

escuela, seguramente había aprovechado la primera

oportunidad que había tenido para deshacerse de su

extraña ropa muggle. Al fin se detuvo, fuera de un

compartimiento en el cual unos chicos muy ruidosos

conversaban. Encogida en un asiento de la esquina,

junto a la ventana, estaba Lily, con su cara apretada

contra el cristal de la ventana.

Snape abrió la puerta del compartimiento y se sentó

frente a Lily. Ella lo miró y luego volvió la vista hacia la ventana. Había estado llorando.

- No quiero hablar contigo – dijo con la voz contraída.

- ¿Por qué no?

- Tuney m-me odia. Por ver la carta que Dumbledore le

envió.

- ¿Y qué?

Lily le lanzó una mirada de profundo desprecio.

- ¡Que es mi hermana!

- Ella es sólo una… - Snape se contuvo rápidamente,

pero Lily, demasiado ocupada en secarse las lágrimas

sin que nadie se diera cuenta, no lo escuchó.

- ¡Pero nosotros nos vamos! – dijo él, sin poder

- 803 -

contener la emoción en su voz - ¡Este es el gran momento! ¡Nos vamos a Hogwarts!

Ella asintió, restregándose los ojos, pero muy a su

pesar, sonrió ligeramente.

- Más te vale estar en Slytherin – dijo Snape,

envalentonado por el hecho de que se hubiese alegrado

un poco.

- ¿Slytherin?

Uno de los chicos con los que compartían el vagón, que

no había demostrado el menor interés en Lily o Snape

hasta ese momento, miró a su alrededor al escuchar

esa palabra, y Harry, cuya atención se había

concentrado completamente en los dos que estaban

junto a la ventana, vio a su padre: delgado, con el

cabello negro igual que Snape, pero con ese aire

indefinido de haber sido querido, incluso adorado, y

que a Snape tanta falta le hacía.

-¿Quién quiere estar en Slytherin? Creo que mejor me

voy, ¿te vienes? – preguntó James al chico tendido en

los asientos de enfrente, y con un estremecimiento,

Harry se dio cuenta de que era Sirius. Sirius no sonreía.

-Toda mi familia ha estado en Slytherin – dijo.

-Rayos – dijo James – Y a mí que me parecías normal.

Sirius sonrió.

-Tal vez rompa la tradición. ¿A dónde te irías, si

tuvieras que elegir?

James levantó una espada invisible.

-¡Gryffindor, donde habitan los valientes de corazón!

Igual que mi padre.

Snape hizo un ruidito de disgusto. James se giró hacia

él

-¿Tienes algún problema con eso?

-No – dijo Snape, aunque el desprecio en su voz daba a

entender otra cosa – Si prefieres ser un musculoso a un

- 804 -

cerebrito...

-¿A dónde esperas ir, viendo que no eres ninguna de las

dos cosas? – interrumpió Sirius.

James se echó a reír. Lily se puso de pie, un tanto

sonrojada, mirando a James y a Sirius con desagrado.

- Vamos, Severus, busquemos otro compartimiento.

- Oohhhhh…

James y Sirius imitaron su voz arrogante. James trató

de empujar a Snape mientras pasaba.

-¡Te veo luego, Quejicus! – gritó una voz, mientras la

puerta del compartimiento se cerraba de un portazo…

Y la escena se disolvió una vez más…

Harry estaba parado detrás de Snape, mirando las

iluminadas mesas de las Casas, llenas de caras. Luego la

profesora McGonagall dijo:

- ¡Evans, Lily!

Harry vio a su madre avanzar con las piernas

temblándole y sentarse en el inestable taburete. La

profesora McGonagall puso el Sombrero Seleccionador

sobre su cabeza, y apenas un segundo después de que

este tocó el cabello rojo oscuro, el sombrero gritó:

"¡Gryffindor!"

Harry escuchó a Snape soltar un pequeño quejido. Lily

se quitó el sombrero, se lo devolvió a la profesora

McGonagall, y luego se apresuró en ir a la alegre mesa

de los Gryffindors, pero mientras se encaminaba hacia

allá miró a Snape con una sonrisa triste en su rostro.

Harry vio a Sirius acomodarse en el banco para hacerle

espacio. Ella le lanzó una mirada, pareció reconocerlo

del tren, cruzó los brazos y firmemente le dio la

espalda.

La llamada de la lista continuó. Harry vio a Lupin,

Pettigrew y a su padre unirse a Lily y Sirius en la mesa

de Gryffindor. Cuando faltaban sólo una docena de

- 805 -

estudiantes para ser sorteados, la profesora McGonagall llamó a Snape.

Harry caminó junto a él hacia el taburete, lo vio

ponerse el sombrero.

- ¡Slytherin! – gritó el Sombrero Seleccionador.

Y Severus Snape caminó para el otro lado del Gran

Comedor, lejos de Lily, hacia la mesa donde los de

Slytherin le animaban, hacia donde Lucius Malfoy, con

una placa de prefecto en el pecho, palmeaba a Snape

en la espalda, mientras este se sentaba junto a él.

Y luego la escena cambió…

Lily y Snape caminaban por el patio de la escuela,

evidentemente discutiendo. Harry se apresuró en

alcanzarlos, para escuchar lo que decían. Mientras los

alcanzaba, se dio cuenta de cuanto habian crecido.

Parecía que había pasado un par de años desde el

sorteo.

- ¿… a pesar de que se suponía que éramos amigos? –

decía Snape - ¿Mejores amigos?

- ¡Lo somos, Sev, pero no me gustan algunas de las

personas con las que te juntas! Lo siento, pero detesto

a Avery y a Mulciber. ¡Mulciber! ¿Qué le ves, Sev? ¡Es

aterrador! ¿Sabes lo que trató de hacerle a Mary

Macdonald el otro día?

Lily había alcanzado un pilar y se apoyaba en él,

mirando a la delgada y pálida cara.

- No fue nada – dijo Snape – Fue un chiste, eso era

todo…

- Era magia oscura, y si eso te parece gracioso…

- ¿Y qué hay con las cosas que hace Potter con sus

amigos? – demandó Snape. El color volvió a su rostro

mientras decía esto, incapaz, al parecer, de

mantenerse enojado.

- ¿Qué tiene que ver Potter con todo esto? – preguntó

- 806 -

Lily.

- Se escapan de noche. Hay algo raro en ese Lupin. ¿A

dónde va todo el tiempo?

-Está enfermo – dijo Lily – Dicen que está enfermo…

-¿Todos los meses en luna llena? – replicó Snape.

-Conozco tu teoría –dijo Lily fríamente– De cualquier

forma, ¿Por qué te obsesionas con ellos? ¿Qué te

importa lo que hagan de noche?

- Sólo trato de demostrarte que no son tan maravillosos

como todos creen que son.

La intensidad de su mirada la hizo sonrojarse.

- Al menos no usan magia oscura – Lily disminuyó su voz

– Y estás siendo muy ingrato, oí lo que pasó la otra

noche. Fuiste a meterte a ese túnel cerca del Sauce

Boxeador, y James Potter te salvó de lo que sea que

haya ahí.

La cara de Snape se contrajo completamente mientras

murmuraba:

- ¿Que me salvó? ¿Salvar? ¿Crees que estaba jugando al

héroe? ¡Estaba salvando su cuello, y el de sus amigos

también! Tú no vas a…no te permitiré…

- ¿Permitirme? ¿Permitirme?

Lily abrió sus brillantes ojos verdes como platos. Snape

se arrepintió de inmediato.

- No quise decir… es sólo que no quiero que hagas el…

¡Le gustas, le gustas a James Potter! – las palabras

parecían salir de Snape contra su voluntad – Y él no es…

lo que todos piensan… un héroe del Quidditch… - la

amargura y el desagrado de Snape lo estaban volviendo

incoherente, y las cejas de Lily se elevaban más y más

en su frente.

- Sé que James Potter es un idiota arrogante – dijo,

cortando a Snape – No necesito que tú me lo digas. Pero

la idea que Mulciber y Avery tienen del humor es

- 807 -

simplemente malvada. Malvada. No entiendo como puedes ser amigo de ellos.

Harry dudaba mucho de que Snape hubiese siquiera

escuchado sus quejas sobre Mulciber y Avery. En cuanto

la había oído insultar a James Potter, todo su cuerpo se

había relajado, y mientras seguían caminando el paso

de Snape se volvió distinto…

Y la escena se disolvió…

Harry volvió a ver a Snape dejando el Gran Comedor

luego de hacer su T.I.M.O. de Defensa Contra las Artes

Oscuras, vio como se alejaba del castillo y paseaba sin

darse cuenta cerca del lugar en donde James, Sirius,

Lupin y Pettigrew estaban sentados juntos bajo el haya.

Pero Harry se mantuvo distante esta vez, pues sabía lo

que había pasado luego de que James levantaba a

Snape en el aire y lo ridiculizaba, sabía lo que habían

hecho y dicho, y no quería volver a escucharlo… Vio a

Lily unirse al grupo y defender a Snape. A la distancia

oyó a Snape gritarle, en su humillación y su furia, las

palabras imperdonables: Sangre sucia.

La escena cambió…

- Lo siento.

- No me interesa.

- ¡Lo siento!

- Guarda tu aliento.

Era de noche. Lily, que vestía una túnica de gala,

estaba de pie con los brazos cruzados enfrente del

portarretrato de la Dama Gorda, a la entrada de la

torre de Gryffindor.

- Sólo salí porque Mary me dijo que amenazabas con

dormir aquí.

- Iba a hacerlo. Lo hubiera hecho. Nunca quise llamarte

sangre sucia, sólo…

- ¡Se te escapo! – no había pena en la voz de Lily – Es

- 808 -

demasiado tarde, he encontrado excusas para ti todos estos años. Ninguno de mis amigos puede entender por

que te hablo. Tú y tus queridos amigos Mortífagos…

¡Ves, ni siquiera lo niegas! ¡Ni siquiera niegas que es a lo que todos aspirais! No puedes esperar para unirte a

Ya – Sabes – Quien, ¿verdad?

Snape abrió la boca, pero la cerró sin hablar.

- No puedo seguir pretendiendolo. Tú escogiste tu

camino, y yo el mío.

- No, escucha, no quería…

-¿Llamarme sangre sucia? Pero así es como llamas a

todos los de mi clase, Severus. ¿Por qué yo debería

recibir un trato especial?

Snape luchó consigo mismo, a punto de decir algo, pero

con una mirada de desprecio, Lily se dio vuelta y

atravesó el agujero del portarretrato.

El corredor se disolvió, y la escena se demoró un poco

más en rehacerse: Harry sintió que volaba a través de

figuras y colores cambiantes hasta que todo a su

alrededor se solidificó otra vez y se paró en la cima de

una colina, triste y fría en la oscuridad, con el viento

soplando a través de las ramas de unos cuantos árboles

sin hojas. El Snape adulto estaba sin aliento, girando

sobre si mismo, con la varita firmemente sujeta en la

mano, esperando algo o a alguien… Su miedo infectó a

Harry también, a pesar de saber que no podía ser

dañado, y miró sobre su hombro, preguntándose que

sería lo que Snape estaba esperando…

Luego un destello de luz blanca cegadora voló a través

del aire. Harry pensó en el resplandor, pero Snape

había caído de rodillas y su varita había salido

disparada de sus manos.

- ¡No me mate!

- Esa no era mi intención.

- 809 -

Cualquier sonido de la Aparición de Dumbledore había sido sofocado por el ruido del viento entre las ramas.

Se detuvo junto a Snape con su túnica ondeando a su

ardedor, y su cara iluminada por debajo por la luz

creada por su varita.

- ¿Y bien, Severus? ¿Qué mensaje tiene Lord Voldemort

para mí?

- Ni… ningún mensaje… ¡Estoy aquí por mi cuenta!

Snape se secaba las manos. Parecía un poco loco, con

su desordenado pelo negro volando a su alrededor.

- Yo…vine con una advertencia… no, una petición… por

favor…

Dumbledore agitó su varita. A pesar de que las hojas y

las ramas aún volaban a través del aire nocturno a su

alrededor, se hizo silencio en el lugar donde él y Snape

se veían cara a cara.

- ¿Qué petición podría hacerme un Mortífago?

- La… la profecía… la predicción… Trelawney…

- Ah, sí – dijo Dumbledore - ¿Cuánto le contaste a Lord

Voldemort?

- ¡Todo, todo lo que escuché! – respondió Snape – Es por

eso que…. es por esa razón que… ¡él cree que se trata

de Lily Evans!

- La profecía no hacía referencia a una mujer – dijo

Dumbledore – Hablaba de un niño nacido a finales de

Julio…

- ¡Sabes lo quiero decir! El piensa que se trata de su

hijo, y la va a cazar… los va a matar a todos…

- Si significa tanto para ti – dijo Dumbledore –

seguramente Lord Voldemort la dejará ir, ¿no? ¿No

podrías pedir piedad por la madre, a cambio del hijo?

- Yo… yo ya se lo pedí…

- Eres repugnante – dijo Dumbledore, y Harry nunca

había oído tanto disgusto en su voz. Snape pareció

- 810 -

encogerse un poco – ¿No te preocupa, entonces, que su esposo y su hijo mueran? ¿Ellos pueden morir, siempre y

cuando tú obtengas lo que quieres?

Snape no dijo nada, simplemente miró a Dumbledore.

- Escóndelos a todos, entonces – gruñó – Mantenla…

mantenlos a salvo. Por favor.

- ¿Y qué me darás a cambio, Severus?

- ¿A… a cambio? – Snape miró a Dumbledore, y Harry

pensó que se iba a quejar, pero luego de un momento

muy largo dijo – Lo que sea.

La colina se deshizo, y Harry se encontró de pie en la

oficina de Dumbledore. Algo hacía un sonido terrible,

como un animal herido. Snape se dejó caer en una silla

y Dumbledore, parado sobre él, parecía muy afligido.

Luego de un momento, Snape levantó su rostro, y

parecía un hombre que hubiese vivido cien años de

miserias desde que había dejado la colina salvaje.

- Pensé… que iba... a mantenerla… a salvo…

- Ella y James depositaron su confianza en la persona

equivocada – dijo Dumbledore – Igual que tú, Severus.

¿Acaso no esperabas que Voldemort la dejara ir?

Snape respiraba entrecortadamente.

- Su hijo sobrevivió – dijo Dumbledore.

Con un pequeño movimiento de cabeza, Snape pareció

alejar algo desagradable.

- Su hijo vive. Tiene sus ojos, sus mismos ojos.

Recuerdas la forma y el color de los ojos de Lily Evans,

me imagino

- ¡No! – aulló Snape – Se ha ido… muerta…

- ¿Te remuerde la conciencia, Severus?

- Desearía… desearía que yo hubiese muerto…

- ¿Y eso de qué serviría? – dijo Dumbledore fríamente –

Si amabas a Lily Evans, si realmente la amabas,

entonces está claro lo que debes hacer.

- 811 -

- ¿Qué… qué quieres decir?

- Sabes como y porqué murió. Asegúrate de que no fue

en vano. Ayuda a proteger al hijo de Lily.

- Él no necesita protección. El Señor Oscuro se ha ido…

- El Señor Oscuro regresará, y Harry Potter estará en un

peligro terrible cuando lo haga.

Hubo una pausa muy larga, y lentamente Snape

recuperó el control de sí mismo, reguló su respiración.

Al fin dijo:

- Muy bien. Muy bien. ¡Pero nunca, nunca se lo diga a

nadie, Dumbledore! ¡Esto queda entre nosotros!

¡Júrelo! No puedo soportar… especialmente el hijo de

Potter… ¡Quiero su palabra!

- ¿Mi palabra, Severus, de no revelar nunca lo mejor de

ti? – suspiró Dumbledore, mirando a la angustiada y

feroz cara de Snape – Si insistes…

La oficina se disolvió y rearmó instantáneamente.

Snape caminaba de un lado a otro en frente de

Dumbledore.

-…. mediocre, arrogante como su padre, decidido a

romper las reglas, fascinado de descubrir que es

famoso, llamando la atención e impertinente…

- Ves lo que quieres ver, Severus – dijo Dumbledore, sin

levantar la vista de una copia de Transformación

Moderna – Otros profesores me han dicho que el chico

es modesto, agradable y razonablemente talentoso.

Personalmente, me parece un muchacho encantador.

Dumbledore dio vuelta a la página, y dijo sin mirar:

- Échale un vistazo a Quirrel, ¿quieres?

Un espiral de colores, y ahora todo se había oscurecido,

y Snape y Dumbledore estaban de pie, un poco alejados

en el hall de entrada, mientras los últimos que

quedaban del Baile de Navidad pasaban junto a ellos

para irse a la cama.

- 812 -

- ¿Y bien? – murmuró Dumbledore.

- La marca de Karkaroff también se ha oscurecido. Está

aterrado, teme una venganza, usted sabe cuanta ayuda

le brindó al Ministerio despues de que el Señor Oscuro

cayera –Snape miró de reojo al perfil de nariz ganchuda

de Dumbledore – Karkaroff huirá si la Marca comienza a

quemar.

- ¿Lo hará? – preguntó Dumbledore suavemente,

mientras Fleur Delacour y Roger Davies venían desde el

patio, riendo - ¿Y tú, te sientes tentado a irte con él?

- No – dijo Snape, con sus ojos negros fijos en las cada

vez más alejadas siluetas de Fleur y Roger – No soy tan

cobarde.

- No – acordó Dumbledore – Eres un hombre mucho más

valiente que Igor Karkaroff. Sabes, a veces pienso que

sorteamos las Casas demasiado pronto…

Dumbledore se alejó, dejando a Snape con cara de

estar herido.

Y ahora Harry estaba una vez más en la oficina del

director. Era de noche, y Dumbledore giraba en la silla

que parecía un trono detrás del escritorio,

aparentemente semiconsciente. Su mano derecha

colgaba de un lado, ennegrecida y quemada. Snape

murmuraba encantamientos, señalando la muñeca de

esa mano con su varita, mientras que su mano izquierda

vaciaba un cáliz lleno de una poción dorada en la

garganta de Dumbledore. Al cabo de unos momentos,

las pestañas del director se sacudieron para abrirse.

- ¿Por qué? – dijo Snape, sin preámbulo - ¿Por qué se

puso ese anillo? Lleva una maldición, seguramente ya lo

sabía. ¿Por qué lo tocó?

El anillo de Marvolo Gaunt yacía en el escritorio frente

a Dumbledore. Estaba roto; la espada de Gryffindor

estaba tendida junto a él.

- 813 -

Dumbledore frunció el ceño.

- Fui… un tonto. Me vi profundamente tentado…

- ¿Tentado a que?

Dumbledore no respondió.

- ¡Es un milagro que haya podido regresar! – Snape

sonaba furioso – Ese anillo portaba una maldición de un

poder extraordinario, contenerla es lo más que

podemos hacer; he atrapado la maldición en su mano,

por ahora…

Dumbledore levantó su mano, ennegrecida e inútil, y la

examinó como si se tratara de una interesante

antigüedad.

- Has hecho bien, Severus. ¿Cuánto tiempo crees que

me queda?

El tono de Dumbledore era el de una conversación

normal, podría haber estado preguntando por un

informe del clima. Snape dudó un momento, antes de

hablar.

- No sabría decirlo. Tal vez un año. No hay forma de

contrarrestar un hechizo así para siempre.

Eventualmente, se esparcirá. Es el tipo de maldición

que crece con el tiempo.

Dumbledore sonrió. La noticia de que le quedaba menos

de un año de vida no parecía importarle mucho.

- Soy muy afortunado, extremadamente afortunado de

tenerte, Severus.

- ¡Si sólo me hubiese llamado un poco antes, hubiese

podido hacer algo más, darle algo más de tiempo! – dijo

Snape, furioso. Miró el anillo roto, y la espada - ¿Creia que con romper el anillo se romperia la maldición?

- Algo así… estaba delirando, sin duda alguna…. – dijo

Dumbledore. Con un gran esfuerzo se enderezó en la

silla – Bueno, en realidad, eso importará más adelante.

Snape se quedó completamente perplejo. Dumbledore

- 814 -

sonrió.

- Me refiero al plan que Lord Voldemort tiene sobre mí-

Su plan para conseguir que el pobre chico Malfoy me

asesine.

Snape se sentó en la silla que Harry solía ocupar, al

otro lado del escritorio de Dumbledore. Harry se dio

cuenta de que quería seguir hablando de la mano

maldita de Dumbledore, pero que este rehusaba

educadamente a seguir discutiendo el asunto. A

regañadientes, Snape dijo:

- El Señor Oscuro no cree que Draco lo consiga. Esto es

simplemente un castigo por las recientes faltas de

Lucius. Una tortura lenta para los padres de Draco,

mientras ven como este falla y paga el precio.

- En otras palabras, el chico también está condenado

por una sentencia de muerte, al igual que yo – dijo

Dumbledore – Ahora, creo saber que el sucesor natural

del trabajo, cuando Draco falle, eres tú.

Hubo una pequeña pausa.

- Ese, según creo, es el plan del Señor Oscuro.

- ¿Lord Voldemort predice que en un momento no muy

lejano no necesitará un espía en Hogwarts?

- Cree que la escuela pronto estará bajo su control, sí.

- Y si realmente cayera bajo su control – dijo

Dumbledore, casi, según parecía, al aire - ¿Tengo tu

palabra de que harás todo lo esté en tus manos para

proteger a los estudiantes de Hogwarts?

Snape asintió firmemente.

- Bien. Ahora, tu primera prioridad es descubrir que es

lo Draco trama. Un adolescente asustado es tan

peligroso para el resto como para sí mismo. Ofrécele

ayuda y guía, él aceptará, tú le agradas…

- … mucho menos desde que su padre perdió la

confianza. Draco me culpa, cree que yo tomé el lugar

- 815 -

de Lucius.

- De todas formas, intentalo. Me preocupo más por las

posibles víctimas de cualquier ataque que se le ocurra

al chico que por mí mismo. En último caso, por

supuesto, sólo hay una cosa que hacer para salvarlo de

la ira de Lord Voldemort.

Snape alzó las cejas y su tono de voz era sardónico al

preguntar:

- ¿Piensas dejar que Voldemort te mate?

- Por supuesto que no. Tú debes matarme.

Hubo un largo silencio, interrumpido sólo por un

extraño ruido de algo rompiéndose. Fawkes, el fénix,

masticaba un poco de cuttlebone.

- ¿Quiere que lo haga ahora? – preguntó Snape, con la

voz cargada de ironía - ¿O le doy algunos minutos para

que componga su epitafio?

- Oh, todavía no– respondió Dumbledore, sonriendo – Me

atrevería a decir que el momento se presentará solo en

el transcurso de los acontecimientos. Dado lo que ha

ocurrido esta noche – indicó su mano calcinada –

podemos estar seguros que pasará durante este año.

- Si no le importa morir – dijo Snape con rudeza - ¿Por

qué no deja que Draco lo haga?

- El alma de ese chico aún no está tan dañada – dijo

Dumbledore – no dejaré que se rompa por mi culpa.

- ¿Y mi alma, Dumbledore? ¿Y la mía?

- Tú eres el único que sabe si tu alma se dañará al

ayudar a un viejo a evitar el dolor y la humillación –

dijo Dumbledore – Te pido este gran favor a ti, Severus,

porque la muerte vendrá por mi con tanta certeza

como los Chudley Cannons serán los últimos de la liga

este año. Confieso que prefiero una salida rápida y sin

dolor a la larga y caótica situación en la que me vería

si, por ejemplo, Greyback está involucrado (¿Oí que

- 816 -

Voldemort lo reclutó?) o la querida Bellatrix, a quien le gusta gusta jugar con su comida antes de comérsela.

Su tono de voz era ligero, pero sus ojos azules

atravesaban a Snape al igual que tantas otras veces

habían atravesado a Harry, como si pudieran ver el

alma sobre la cual estaban discutiendo. Al fin, Snape

volvió a asentir con firmeza. Dumbledore pareció

satisfecho.

- Gracias, Severus…

La oficina desapareció, y ahora Snape y Dumbledore

caminaba juntos por los vacíos patios de la escuela a

media luz.

- ¿Qué hace con Potter, todas esas tardes que pasan

encerrados juntos? – preguntó Snape abruptamente.

Dumbledore parecía cansado.

- ¿Por qué? ¿No tratarás de ponerle más castigos,

Severus? El chico pronto pasará más tiempo castigado

que fuera.

- Está actuando como su padre otra vez…

- En apariencia, tal vez, pero su naturaleza es mucho

más parecida a la de su madre. Paso mucho tiempo con

Harry porque debo discutir algunas cosas con él,

información que debo darle antes de que sea

demasiado tarde.

- Información – repitió Snape – Confía en él… no confía

en mí.

- No es un asunto de confianza. Poseo, como ambos

sabemos, un tiempo limitado. Es esencial que le de

suficiente información como para que haga lo que

necesita hacer.

- ¿Y por qué no puedo recibir yo la misma información?

- Prefiero no poner todos mis secretos en el mismo

cesto, especialmente si ese cesto pasa tanto tiempo

colgando del brazo de Lord Voldemort.

- 817 -

- ¡Lo hago bajo sus órdenes!

- Y lo haces muy bien. No creas que no estimo el

constante peligro al que te expones, Severus.

Entregarle a Voldemort información que parece valiosa

mientras guardamos lo esencial es un trabajo que no le

confiaría a nadie más que a ti.

- ¡Y aún así, confía mucho más en un chico que es

incapaz de aprender Oclumancia, cuya magia es

mediocre, y que tiene una conexión directa con la

mente del Señor Oscuro!

- Voldemort le teme a esa conexión – dijo Dumbledore –

No hace mucho, tuvo una pequeña lección sobre lo que

realmente significa para él compartir la mente de

Harry. Fue un dolor que nunca antes había

experimentado. No volverá a tratar de poseer a Harry,

estoy seguro. No de esa forma.

- No entiendo.

- El alma de Voldemort, tan desfigurada como se

encuentra, no puede soportar el contacto con un alma

como la de Harry. Es como una navaja de acero

congelado, como la carne en llamas…

- ¿Almas? ¡Estamos hablando de mentes!

- En el caso de Harry y Lord Voldemort, hablar de una

cosa es lo mismo que hablar de la otra.

Dumbledore miró a su alrededor para asegurarse de que

estuvieran solos. Estaban cerca del Bosque Prohibido,

pero no había señal alguna de alguien cerca de ellos.

- Después de que me hayas matado, Severus…

- ¡A pesar de que rehúsa contarme todo, espera ese

pequeño servicio de mi parte! – gritó Snape, y una furia

verdadera apareció en su delgada cara – ¡Toma algo tan

importante como si estuviera garantizado, Dumbledore!

¡Tal vez he cambiado de idea!

- Me diste tu palabra, Severus. Y ya que hablamos de

- 818 -

servicios que me debes, pensé que habías aceptado mantener vigilado a nuestro joven amigo de Slytherin.

Snape estaba furioso, desafiante. Dumbledore suspiró.

- Ven a mi oficina esta noche, Severus, a las once, y no

podrás quejarte de que no confío en ti…

De nuevo estaban en la oficina de Dumbledore, las

ventanas oscuras y Fawkes sentado en silencio,

mientras Snape permanecía rígido y Dumbledore

caminaba a su alrededor hablando.

- Harry no debe enterarse, no hasta el último momento,

no hasta que sea necesario, de otra forma, ¿cómo

tendría la fuerza necesaria para hacer lo tiene que

hacer?

- Pero, ¿qué debe hacer?

- Eso el algo entre Harry y yo. Ahora escucha con

atención, Severus. Llegará un momento… después de mi

muerte… ¡no discutas, no me interrumpas! Llegará un

momento en el que Lord Voldemort parecerá temer por

la vida de su serpiente.

- ¿Nagini? – Snape parecía atónito.

- Precisamente. Cuando Lord Voldemort deje de enviar

a su serpiente a cumplir sus órdenes, y la mantenga

segura junto a él bajo protección mágica, entonces,

creo, será seguro decirselo a Harry.

- ¿Decirle qué?

Dumbledore respiro profundamente y cerró los ojos.

- Decirle que la noche en que Voldemort trató de

matarlo, cuando Lily puso su propia vida entre ellos,

como un escudo, la Maldición Asesina rebotó en Lord

Voldemort, y un fragmento del alma de Voldemort se

apartó del resto, y fue a caer en la única alma viviente

que quedaba en ese lugar. Parte de Lord Voldemort

vive dentro de Harry, y eso es lo que le da el poder de

hablar con las serpientes, y la conexión con la mente

- 819 -

de Voldemort que nunca ha sido capaz de entender. Y

mientras ese fragmento de alma, perdido por Lord

Voldemort, permanezca adjunto y protegido por Harry,

Lord Voldemort no puede morir.

A Harry le pareció que veía a los dos hombres desde el

final de un largo túnel, lejos de él, con sus voces

formando ecos en sus oídos.

- ¿Así que el chico… el chico debe morir? – preguntó

Snape, con calma.

- Y debe hacerlo Voldemort, Severus. Eso es esencial.

Otro silencio interminable. Luego Snape dijo:

-Pensé… que todos estos años… lo estábamos

protegiendo por ella. Por Lily.

-Lo hemos protegido porque es esencial enseñarle,

educarle, dejarle que pruebe su fuerza – dijo

Dumbledore, con los ojos aún cerrados – Mientras tanto,

la conexión entre ellos se hace cada vez más fuerte, se

desarrolla como un parásito. A veces creo que él mismo

lo sospecha. Si le conozco bien, él lo habra arreglado

todo para que cuando salga a enfrentar su muerte, esta

realmente signifique el fin de Voldemort.

Dumbledore abrió los ojos. Snape estaba horrorizado.

- ¿Lo has mantenido vivo para que muera en el

momento correcto?

- No te sorprendas, Severus. ¿Cuántos hombres y

mujeres has visto morir?

- Últimamente, sólo a aquellos a los que no he podido

salvar – dijo Snape, poniéndose de pie – Me has

utilizado.

- ¿Qué quieres decir?

- He espiado y mentido por ti, me he puesto en peligro

mortal por ti. Se supone que todo esto era para

mantener a salvo al hijo de Lily Potter. Y ahora me

dices que le has estado criando como a un cerdo para el

- 820 -

matadero…

- Esto es conmovedor, Severus – dijo Dumbledore

seriamente - ¿Te has encariñado con el chico, después

de todo?

- ¿De él? – gritó Snape – Especto Patronum!

De la punta de su varita salió una sombra plateada.

Aterrizó en el piso de la oficina, voló a través de ella, y escapó por la ventana. Dumbledore la observó alejarse

volando, y mientras su brillo plateado se desvanecía le

dio la espalda a Snape, con los ojos llenos de lágrimas.

- ¿Después de todo este tiempo?

- Siempre – dijo Snape.

Y la escena cambió. Ahora, Harry observó a Snape

hablándole al portarretrato de Dumbledore detrás del

escritorio.

- Tendrás que darle a Voldemort el día correcto de la

salida de Harry de la casa de su tía y tío – dijo

Dumbledore – No hacerlo levantaría muchas sospechas,

pues Voldemort cree que estás muy bien informado. Sin

embargo, debes planear las distracciones; eso, según

creo, asegurará la seguridad de Harry. Trata de

confundir a Mundungus Fletcher. Y, Severus, si te

obligan a formar parte de la persecución, asegúrate de

actuar convincentemente… cuento con que mantengas

la confianza de Lord Voldemort tanto tiempo como sea

posible, o Hogwarts quedará a la merced de los

Carrow…

Ahora Snape estaba frente a frente con Mundungus en

una taberna desconocida. La cara de Mundungus estaba

curiosamente pálida, y la de Snape fruncida de

concentración.

- Sugerirás a la Orden del Fénix – murmuró Snape –

utilizar distracciones. La Poción Multijugos. Potters

idénticos. Es lo único que podría funcionar. Olvidarás

- 821 -

que yo te sugerí esto. Creerás que fue tu idea.

¿Entiendes?

- Entiendo – murmuró Mundungus, sus ojos

desenfocados…

Ahora Harry volaba en una escoba junto a Snape, en

una oscura noche despejada. Estaba acompañado por

otros Mortífagos encapuchados, y adelante estaban

Lupin y un Harry que en realidad era George… un

Mortífago que estaba delante de Snape levantó su

varita, apuntando directamente a la espalda de Lupin.

- Sectumsempra! – gritó Snape.

Pero el hechizo, dirigido a la mano del Mortífago que

llevaba la varita, en vez de darle a él golpeó a George…

Y luego Snape estaba de rodillas en la vieja habitación

de Sirius. Las lágrimas caían del final de la ganchuda

nariz, mientras leía la vieja carta de Lily. La segunda

página contenía sólo unas pocas palabras.

…pudo haber sido amiga de Gellert Grindelwald. ¡Creo

que ha perdido un poco la razón!

Con amor,

Lily.

Snape tomó la página que tenía la firma de Lily, y su

amor, y la guardó en su túnica. Luego rompió en dos la

fotografía que también sujetaba, y guardó la parte en

la que Lily se reía, tirando al suelo el pedazo en el que se veía a James y Harry, debajo de una cajonera…

Y ahora Snape estaba nuevamente en la oficina del

director, mientras Phineas Nigellus llegaba corriendo a

su retrato.

- ¡Director! ¡Están acampando en el Bosque de Dean! La

sangre sucia…

- ¡No uses esa palabra!

- ¡… la chica Granger, entonces, mencionó el lugar

mientras abría su bolsa y la escuché!

- 822 -

- ¡Bien, muy bien! – exclamó el portarretrato de Dumbledore detrás de la silla del director - ¡Ahora,

Severus, la espada! ¡No olvides que debe ser tomada

bajo circunstancias de necesidad y valor, y que él no

debe saber que tú se la diste! Si Voldemort realmente

puede leer la mente de Harry y te ve ayudándolo…

- Lo sé – dijo Snape, cortante. Se aproximó al

portarretrato de Dumbledore y lo hizo a un lado. Se

movió hacia el frente, revelando una cavidad escondida

al reverso, de la cual sacó la espada de Gryffindor.

- ¿Y aún así no me dirá porqué es tan importante darle

la espada a Potter? – dijo Snape, mientras echaba una

capa de viaje sobre sus hombros.

- No, no lo creo – dijo el retrato de Dumbledore – Él

sabe que hacer con ella. Y, Severus, sé muy cuidadoso,

no serán muy amables con tu llegada después del

accidente con George Weasley…

Snape se giró hacia la puerta.

- No se preocupe, Dumbledore – dijo fríamente – Tengo

un plan…

Y Snape dejó la habitación. Harry salió del Pensadero, y

en unos momentos se encontró en el suelo alfombrado

en la misma habitación cuya puerta Snape podría haber

cerrado hace sólo unos momentos.

- 823 -

Capitulo Treinta y cuatro

El Bosque otra ves

A   Al fin la verdad. Tirado con la cara contra la

polvorienta alfombra de la oficina donde una vez creyó

estar aprendiendo los secretos de la victoria, Harry

entendió al fin que no estaba destinado a sobrevivir. Su

tarea suponía ir tranquilamente en busca de un abrazo

de bienvenida dado por la muerte. A lo largo del

camino, debía deshacerse de los vínculos que

mantenían a Voldemort vivo, de modo que cuando se

interpusiera él en su camino, sin levantar la varita a

modo de defensa, el final fuera limpio, y el trabajo que

debería haber sido hecho en el Valle de Godric,

quedara acabado. Ninguno viviría, ninguno podía

sobrevivir.Sentía el corazón palpitándole ferozmente en

el pecho. Qué extraño era que, en medio del pavor de

la muerte, palpitara con máximo esfuerzo,

manteniéndolo gloriosamente vivo. Pero habría de

- 824 -

parar, y pronto. Sus latidos estaban contados. ¿Cuánto tiempo le quedaba para, mientras se levantaba y

caminaba a través del castillo por última vez, atravesar

los terrenos e ir al bosque?

El terror lo cubría mientras se tiraba en el suelo, con el latido fúnebre de su interior. ¿Dolería el morir? Todas

esas veces que había pensado que estaba a punto de

ocurrir pero había escapado, no había pensado

realmente en ello: su voluntad de vivir había sido

siempre más fuerte que su miedo a morir. Con todo, en

ese momento no se le ocurrió intentar escapar, correr

más que Voldemort. Se había acabado, lo sabía, y todo

lo que quedaba era morir.

¡Si hubiera muerto aquella noche de verano en que

abandonó el número cuatro de Privet Drive por última

vez, cuando la noble varita de pluma de Fénix le salvó!

¡Si hubiera muerto como Hedwig, tan rápido que no se

hubiera dado cuenta de qué sucedía! O si hubiera

podido interponerse entre una varita y alguien a quien

amara... Ahora envidiaba incluso las muertes de sus

padres. Esta despiadada caminata hacia su propia

destrucción requería una clase distinta de valentía.

Sentía que sus dedos temblaban levemente e hizo un

esfuerzo por controlarlos, aunque nadie podía verlo,

pues los retratos de las paredes estaban todos vacíos.

Lentamente, muy lentamente, se incorporó, y al

hacerlo se sintió más vivo y más consciente de su propio

cuerpo que nunca. ¿Por qué nunca había apreciado el

gran milagro que él mismo era, el cerebro, los nervios,

el palpitante corazón? Todo eso desaparecería… o, al

menos, desaparecería de él. Su respiración se volvió

lenta y profunda, y su boca y su garganta se quedaron

totalmente secas, pero más lo estaban sus ojos.

La traición de Dumbledore no era casi nada. Por

- 825 -

supuesto que había un plan mayor: Harry había sido simplemente demasiado estúpido para verlo, ahora se

daba cuenta. Nunca se había preguntado por qué

Dumbledore lo quería vivo. Ahora veía que sus años de

vida los habia determinado cuánto tiempo tardara en

eliminar todos los Horrocruxes. ¡Dumbledore le había

pasado el trabajo de destruirlos, y él, obedientemente,

había continuado acabando con los vínculos que

ataban, no sólo a Voldemort sino a sí mismo, a la vida!

Cuán hábil y elegante había sido, para no perder más

vidas, pero sí darle la peligrosa tarea al muchacho que

ya había sido marcado para la matanza, y cuya muerte

no sería una calamidad, sino un soplo contra

Voldemort.

Y Dumbledore sabía que Harry no iba a eludir su

responsabilidad, que llegaría hasta el final, aunque

fuera su final, porque se había tomado la molestia de

conocerlo bien, ¿o no? Dumbledore sabía, igual que

Voldemort, que Harry no dejaría que ninguna otra

persona muriera por él ahora que había descubierto que

la fuerza para parar todo aquello estaba en sí mismo.

Se forzo a recordar las imágenes de Fred, Lupin y Tonks

cayendo muertos en el Gran Comedor, y por un

momento apenas pudo respirar. La muerte estaba

impaciente...Pero Dumbledore lo había sobrestimado.

Había fallado: la serpiente sobrevivió. Un Horrocrux

aún ataba a Voldemort a la tierra, incluso después de

haber matado a Harry. Cierto, eso significaría un

trabajo más fácil para alguien. Se preguntaba quién lo

haría... Ron y Hermione sabían qué debía hacerse, por

supuesto... Ése debía ser el por qué de que Dumbledore

quisiera que confiara en ellos dos... De modo que si él

cumplía su destino un poco antes, ellos pudieran

continuar...

- 826 -

Al igual que la lluvia en una ventana fría, esos pensamientos repiquetearon contra la fría superficie de

la innegable verdad, que él debía morir. Debo morir.

Debo terminar.Ron y Hermione parecían algo muy

lejano ya, en un país remoto; sentía como si se hubiera

separado de ellos hacía mucho tiempo. No habría

despedidas ni explicación alguna, estaba decidido. Este

era un viaje que no podrían emprender juntos, y los

intentos que ellos pudieran hacer para pararlo sólo le

harían perder un valioso tiempo. Miró hacia el

estropeado reloj de oro que había recibido por su

decimoséptimo cumpleaños. La mitad de la hora que

Voldemort le había dado para su rendición casi había

transcurrido.

Se incorporó. Su corazón golpeaba contra sus costillas

como un pájaro frenético. Quizás él sabía que le

quedaba poco tiempo, quizás estaba decidido a cumplir

con los últimos latidos antes del final. No miró hacia

atrás cuando cerró la puerta de la oficina.

El castillo estaba vacío. Se sentía como un fantasma al

cruzarlo solo, como si ya hubiera muerto. La gente de

los cuadros todavía estaba ausentes de sus marcos; el

lugar al completo aún resultaba espeluznante, como si

el resto de su sangre estuviera concentrada en el Gran

Comedor, donde se apiñaban los muertos y los

moribundos.

Se puso la capa de invisibilidad y descendió varios

pisos, hasta que en el último descendió la escalera de

mármol del vestíbulo. Quizás una minúscula parte de sí

mismo esperaba ser detectado, ser visto, ser detenido,

pero la capa era, como siempre, impenetrable,

perfecta, y alcanzó las puertas delanteras fácilmente.

Entonces Neville pasó caminando muy cerca de él.

Estaba trasladando un cuerpo desde los terrenos junto

- 827 -

con otra persona. Harry echó un vistazo hacia abajo y sintió otro soplo de tristeza en el estómago: Colin

Creevey, aunque menor de edad, debía haber entrado

furtivamente, tal y como lo habían hecho Malfoy,

Crabbe y Goyle. Era diminuto aun estando muerto.

–¿Sabes qué? Puedo llevarlo solo, Neville –dijo Oliver

Wood, y levantó a Colin sobre su hombro en un

movimiento de bombero, cargándolo hasta el Gran

Comedor.

Neville se inclinó contra el marco de la puerta por un

momento y se limpió la frente con la parte posterior de

su mano. Parecía un hombre mayor. Entonces miró de

nuevo hacia atrás, en la oscuridad, en busca de más

cuerpos para recuperar.

Harry echó un vistazo por detrás de la entrada del Gran

Comedor. La gente se movía alrededor, intentando

reconfortarse unos a otros, bebiendo, arrodillándose al

lado de los muertos, pero no podía ver a nadie a quien

amara, ninguna pista de Hermione, Ron, Ginny, o

cualquier otro Weasley, ni tampoco de Luna. Sentía que

habría dado todo el tiempo que le quedaba con tal de

verlos por última vez; pero, entonces, ¿habría tenido

fuerzas para dejar de mirar? Era mejor así.

Bajó los escalones y se adentró en la oscuridad. Eran

casi las cuatro de la mañana, y la calma mortal de los

terrenos era como si también ellos estuvieran

respirando, esperando para ver si él podría hacer lo que

debía hacer.

Harry se movió hacia Neville, que se doblaba sobre otro

cuerpo.

–Neville. –¡Ostras, Harry, casi haces que me dé un

ataque!

Harry se había quitado la capa: la idea le había surgido

de repente, nacida del deseo de estar totalmente

- 828 -

seguro.

–¿A dónde vas solo? –preguntó Neville suspicazmente.

–Es todo parte del plan –dijo Harry. –Hay algo que tengo

que hacer. Escucha... Neville...

–¡Harry! –Neville parecía asustado de repente-.Harry,

¿no estarás pensando en entregarte?

–No –mintió Harry con facilidad-. Por supuesto que no...

Esto es algo diferente. Pero tal vez desaparezca de la

vista durante un rato. ¿Conoces a la serpiente de

Voldemort, Neville? Él tiene una serpiente enorme... Se

llama Nagini...

–He oído hablar sobre ella, sí... ¿Qué pasa con eso?

–Hay que matarla. Ron y Hermione lo saben, pero en

caso de que ellos...

El horror de esa posibilidad le aturdió durante un

momento, le hizo imposible seguir hablando. Pero

volvió a recomponerse: era algo crucial, debía ser como

Dumbledore, mantener la cabeza fría, asegurarse de

que habría reemplazos, otros que continuarían.

Dumbledore había muerto sabiendo que quedaban tres

personas que sabían lo de los Horrorcruxes; ahora

Neville ocuparía el lugar de Harry: quedarían tres que

conocerían el secreto.

–¿Matar a la serpiente?–

–Matar a la serpiente –repitió Harry.

–De acuerdo, Harry... ¿Estás bien, verdad? –

–Estoy bien. Gracias, Neville –

Pero Neville le agarró la muñeca, cuando Harry quise

ponerse en movimiento.

–Todos vamos a seguir luchando, Harry. Lo sabes,

¿cierto? –

–Sí, yo…–

Un sentimiento sofocante extinguió el final de la frase;

no podía continuar. Neville no pareció encontrarlo

- 829 -

extraño. Acarició el hombro de Harry, le soltó y se alejó en busca de más cuerpos.

Harry volvió a ponerse la Capa y echó a andar. Alguien

se movía no muy lejos, observando otra figura tendida

en los campos. Estaba a sólo unos metros de ella

cuando se dio cuenta de que era Ginny.

Se detuvo. Se inclinaba sobre una chica que susurraba

llamando a su madre.

–Tranquila –decía Ginny. –Todo va bien. Vamos a

llevarte dentro.

–Pero quiero ir a casa –susurró la chica –¡Ya no quiero

luchar más!.

–Lo sé –dijo Ginny, y su voz se quebró. –Todo irá bien.

Corrientes de aire frío le recorrían. Quería gritar a la

noche, quería que Ginny supiera que él estaba allí,

quería que ella supiera a dónde iba. Quería que le

detuvieran, que le sujetaran, que le arrastraran de

vuelta a casa...

Pero estaba en casa. Hogwarts era el primer y el mejor

hogar que había conocido. Tanto él como Voldemort y

Snape, los niños abandonados, habían encontrado su

hogar allí.

Ginny estaba arrodillada al lado de la chica herida,

sosteniéndole la mano. Con un enorme esfuerzo, Harry

se obligó a seguir. Creyó ver que Ginny miraba a su

alrededor cuando pasó a su lado, y se preguntó si había

sentido algo moviéndose cerca de ella, pero no le habló

y tampoco miró atrás.

La cabaña de Hagrid apareció en la oscuridad. No había

luces, ni se oía a Fang arañando la puerta, dando la

bienvenida con ladridos. Todas esas visitas a Hagrid, el

brillo de la tetera de cobre puesta al fuego, los

pasteles como piedras y las larvas gigantes, y Ron

vomitando babosas, y Hermione ayudándole a salvar a

- 830 -

Norberto... Siguió andando, alcanzó el borde del bosque y entonces se detuvo.

Un enjambre de Dementores volaba entre los árboles;

podía sentir el frío que emanaban, y no estaba seguro

de que pudiera pasar con seguridad entre ellos. No le

quedaban fuerzas suficientes para lanzar un Patronus.

Ya no podía controlar más sus temblores. Después de

todo, no era tan fácil morir. Cada segundo que

respiraba, el olor de la hierba, el aire fresco en su cara, eran tan deliciosos... Saber que la gente tenía años y

años, tanto tiempo que desperdiciar, tanto tiempo para

vivir lentamente, y él se aferraba a cada segundo. Al

mismo tiempo que pensaba que no iba ser capaz de

continuar, sabía que debía hacerlo. El interminable

juego llegaba a su fin, la snitch dorada había sido

atrapada, ya era hora de dejar el aire...

La snitch. Sus nerviosos dedos juguetearon durante un

momento con la bolsita de piel de topo, que colgaba de

su cuello y la sacó.

Me abro al llegar el final.

Respirando fuerte y rápido, se quedó observándola.

Ahora que deseaba que el tiempo pasara lo más

lentamente posible, se sentía acelerado, y la

comprensión le llegaba tan rápido que parecía

atravesarle. Éste era el final. Éste era el momento.

Presionó el metal dorado contra sus labios y susurró:

"Estoy a punto de morir".

El caparazón de metal se rompió y se abrió. Bajó su

temblorosa mano, alzó la varita de Draco por debajo de

la capa y murmuró: "Lumos".

La piedra negra con la grieta irregular que le

atravesaba por el centro contemplaba las dos mitades

de la snitch. La Piedra de la Resurrección se había

agrietado más, siguiendo la línea vertical que

- 831 -

representaba a la Antigua Varita. Todavía podían verse el triángulo y el círculo que representaban a la Capa y a la Piedra.

Y de nuevo Harry lo comprendió sin siquiera pensarlo.

No se trataba de hacerles volver, pues estaba a punto

de unirse a ellos. No tenia que atraerlos, eran ellos los que le estaban llamando.

Cerró los ojos y giró la piedra en su mano tres veces.

Supo lo que había sucedido porque oyó suaves

movimientos a su alrededor, que sugerían la presencia

de frágiles cuerpos pisando el terreno arenoso, lleno de

ramas, que marcaba el borde exterior del bosque. Abrió

los ojos y miró a su alrededor.

No eran ni fantasmas ni cuerpos vivientes, eso podía

verlo. A lo que más se parecían era al Riddle que había

escapado del diario hacía ya tanto tiempo, y había sido

una memoria casi sólida. Con menos sustancia que

cuerpos vivientes, pero mucho más que simples

fantasmas, se movieron hacia él. Y en cada cara, la

misma cariñosa sonrisa.

James era exactamente de la misma estatura que

Harry. Llevaba la misma ropa que cuando murió, con el

pelo despeinado y revuelto, y las gafas un poco

ladeadas, como las del señor Weasley.

Sirius parecía alto y guapo, y muchísimo más joven de

lo que Harry le había visto en su vida. Caminaba a

zancadas con estilo, las manos en los bolsillos y una

amplia sonrisa en su cara.

Lupin también tenía un aspecto más joven y mucho

menos desgastado, su pelo estaba más espeso y oscuro.

Parecía feliz de haber regresado a ese lugar tan

familiar, escenario de tantos vagabundeos

adolescentes.

La sonrisa de Lily era la más amplia de todas. Se echó

- 832 -

atrás la melena mientras se acercaba a él, y sus ojos verdes, tan parecidos a los de él, exploraron su cara

con ansia, como si jamás fuera a ser capaz de haberle

mirado lo suficiente.

–Has sido tan valiente...

Él no podía hablar. Sus ojos se recrearon en ella, y

pensó que le gustaría quedarse allí y mirarla

eternamente, y que no querría nada más.

–Ya casi has llegado –dijo James. –Estás muy cerca.

Estamos... tan orgullosos de ti.

–¿Duele?

La pregunta infantil había salido de los labios de Harry

sin poder evitarlo.

–¿Morir? Nada en absoluto –dijo Sirius. –Es más rápido y

más fácil que quedarse dormido.

–Y él querrá que sea rápido. Quiere que esto acabe ya –

dijo Lupin.

–No quería que murieras –dijo Harry. Estas palabras le

salieron sin querer- –Ni ninguno de vosotros. Lo

siento... –se dirigió especialmente a Lupin, suplicándole

–...justo después de nacer tu hijo... Remus, lo siento...

–Yo también lo siento -dijo Lupin. –Siento no poder

conocerle... Pero él sabrá porqué morí y espero que lo

entienda. Intentaba que el mundo fuera uno en el que

pudiera vivir una vida mejor.

Una fría brisa que parecía emanar del corazón del

bosque llevó el aire hasta la frente de Harry. Supo que

no le dirían que continuara, que tendría que ser su

decisión.

–¿Os quedaréis conmigo?

–-Hasta el final -dijo James.

–¿No podrán veros? -preguntó Harry.

–Somos parte de ti -dijo Sirius, –invisibles a cualquier

otro.

- 833 -

Harry miró a su madre.

–Quédate cerca de mí –dijo suavemente.

Y empezó a moverse. El frío de los dementores no le

atemorizó; pasó a través de ellos junto con sus

compañeros, que actuaron como Patronus para él, y

juntos marcharon entre los viejos árboles que crecían

apretadamente, sus ramas se enredaban, sus raíces se

retorcían y enroscaban bajo sus pies. Harry sujetó

fuertemente la Capa a su alrededor mientras avanzaban

en la oscuridad, viajando a lo más profundo del bosque,

sin saber en realidad dónde estaba exactamente

Voldemort, pero seguro de que le encontraría. A su

lado, sin hacer apenas ruido, caminaban James, Sirius,

Lupin y Lily, y su presencia le daba coraje, y era lo que le permitía seguir poniendo un pie enfrente del otro.

Notaba su cuerpo y su mente extrañamente

desconectados, con las costillas trabajando sin

instrucciones conscientes, como si fuera un pasajero y

no el conductor del cuerpo que estaba a punto de

abandonar. Los muertos que caminaban a su lado,

atravesando el bosque, eran mucho más reales para él,

en ese momento, que los vivos que habia dejado atrás

en el castillo; Ron, Hermione, Ginny y todos los demás

eran fantasmas, mientras caminaba como atontado

hacia el final de su vida, hacia Voldemort...

Un golpe y un susurro: alguna otra criatura viviente se

había agitado muy cerca. Harry se detuvo bajo la Capa,

atisbando a su alrededor, escuchando, sus padres,

Lupin y Sirius se detuvieron también.

–Hay alguien ahí –sonó un áspero susurro muy, muy

cerca. –Tiene una Capa de Invisibilidad. ¿No será...?

Dos figuras aparecieron desde detrás de un árbol

cercano: sus varitas resplandecieron, y Harry vio a

Yaxley y Dolohov escudriñando la oscuridad,

- 834 -

directamente hacia el lugar en que estaban Harry, sus padres, Sirius y Lupin. Daba la impresión de que no

podían ver nada.

–He oido algo, seguro –dijo Yaxley. –¿Crees que habrá

sido un animal?

–Ese grandullón de Hagrid guardaba un enorme montón

de cosas raras en su casa –dijo Dolohov, echando un

vistazo sobre su hombro. Yaxley bajó la mirada hasta su

reloj.

–Ya casi es el momento. Se ha cumplido la hora de

Potter. Y no viene.

–Será mejor que volvamos –dijo Yaxley. –Nos

enteraremos de cuál es ahora el plan.

Dolohov y él se volvieron y se adentraron más en el

bosque. Harry les siguió, sabiendo que le guiarían

exactamente a donde quería ir. Miró de un lado a otro,

su madre le sonrió y su padre asintió, dándole ánimos.

Habían avanzado durante sólo unos minutos cuando

Harry vio luz frente a él, Yaxley y Dolohov llegaron a un claro, que Harry reconoció como el lugar donde el

monstruoso Aragog había vivido en otra época. Aún

quedaban restos de su gigantesca red, pero su

enjambre de descendientes había sido expulsado de allí

por los Mortífagos, para que luchara por su causa.

Había un fuego ardiendo en el medio del claro, y su luz

parpadeante iluminaba una multitud de mortífagos

completamente silenciosos y vigilantes. Algunos de

ellos aún llevaban máscara y capucha; otros mostraban

sus caras. Dos gigantes estaban sentados en el extremo

del grupo, arrojando enormes sombras en la escena, de

caras crueles y rugosas, como talladas vastamente en

roca. Harry vio a Fenrir, merodeando, mordiéndose las

largas uñas; el enorme y rubio Rowle estaba tocándose

delicadamente su labio, que sangraba. Vio a Lucius

- 835 -

Malfoy, que parecía derrotado y aterrado, y a Narcissa cuyos ojos estaban hundidos y llenos de aprehensión.

Cada ojo estaba fijo sobre Voldemort, que estaba

parado, con su cabeza inclinada, y sus manos blancas

dobladas sobre la Varita Mayor delante de sí. Tal vez

estaba rezando o contando silenciosamente en su

mente, y Harry, parado en la orilla de la escena, pensó

absurdamente en un niño contando, jugando al

escondite. Detrás de su cabeza, todavía enrollándose y

girando, la gran serpiente Nagini flotaba en su brillante jaula encantada, como un halo monstruoso. Cuando

Dolohov y Yaxley se reunieron en el círculo, Voldemort

miraba hacia arriba.

–Ninguna señal de él, mi Señor –dijo Dolohov. La

expresión de Voldemort no cambió. Los ojos rojos

parecían brillar junto a la luz del fuego. Lentamente,

extrajo la Vieja Varita entre sus dedos largos.

–Mi señor –Bellatrix había hablado. Se sentó lo más

cerca posible de Voldemort, despeinada, con la cara un

poco ensangrentada pero ilesa. Voldemort levantó la

mano para silenciarla, y ella no soltó una palabra más,

lo miró con fascinación, adorándole.

–Pensé que vendría –dijo Voldemort con voz fuerte y

clara, sus ojos aún en las llamas saltarinas. –Esperaba

que viniera–.

Nadie habló. Parecían estar tan asustados como Harry,

cuyo corazón estaba palpitando contra sus costillas,

tratando de escapar de aquel cuerpo que estaba a

punto de caer a un lado. Sus manos sudaban mientras

se quitaba la capa de Invisibilidad y la guardaba junto a su túnica, con su varita. No quería verse tentado a

pelear.

–Parece que he sido… engañado –dijo Voldemort.

–¡No lo has sido! –dijo Harry con la voz más alta que

- 836 -

pudo, con toda la fuerza que pudo reunir. No deseaba sonar asustado. La Piedra de la Resurrección se deslizó

por entre sus dedos entumecidos, y por el rabillo de sus

ojos vio que sus padres, Sirius y Lupin desaparecieron

cuando caminó hacia delante de la luz del fuego. En

ese momento sentía que nadie importaba excepto

Voldemort. Eran simplemente los dos.

La ilusión se fue tan pronto como llegó. Los gigantes

rugieron como los Mortífagos y se levantaron juntos,

había muchos gritos, lamentos, incluso risas. Voldemort

estaba congelado donde estaban parados, sus ojos rojos

se habían encontrado con los de Harry, y miró

fijamente en cuanto se movió hacia él, con nada más

que el fuego entre ellos. Entonces una voz gritó:

–¡HARRY! ¡NO! –

Se dio vuelta y vio a Hagrid, estaba atrapado y atado a

un árbol cercano. Su cuerpo macizo agitó las ramas

sobre la cabeza cuando luchó por zafarse, desesperado.

–¡NO! ¡NO! HARRY, ¿QUÉ HACES…?

–¡CÁLLATE! –gritó Rowle, y con un golpecito de su

varita, Hagrid fue silenciado.

Bellatrix, que había saltado sobre sus pies, miraba con

impaciencia de Voldemort a Harry, su pecho se agitaba.

Las únicas cosas que se movieron eran las llamas y la

serpiente, enrollandose y desenrollándose en la jaula

que brillaba detrás de la cabeza de Voldemort.

Harry podía sentir la varita contra su pecho, más no

hizo ningun intento de cogerla. Él sabía que la

serpiente estaba demasiado protegida, sabía que si

conseguía apuntar a Nagini, cincuenta maldiciones lo

golpearían primero. Entretanto, Voldemort y Harry se

miraban el uno al otro, y ahora Voldemort inclinaba su

cabeza un poco para un lado, considerando lo que tenía

en frente, y una sonrisa particularmente decepcionada

- 837 -

surgió de sus labios.

–Harry Potter –dijo muy suavemente. Su voz podría ser

parte del fuego que saltaba. –El muchacho que vivio….

Ninguno de los Mortífagos se movió. Esperaban: Todos

esperaban. Hagrid se debatia, y Bellatrix jadeaba, y

Harry pensó inexplicablemente en Ginny, y su mirada

ardiente, y la sensación de sus labios en los suyos.

Voldemort había levantado su varita. Su cabeza todavía

estaba inclinada de lado, como un niño curioso,

preguntándose qué sucedería si procedía. Harry

devolvió la mirada a los ojos rojos, y deseó que

sucediera de una vez, rápido, mientras aún podía

permanecer de pie, antes de que perdiera el control,

antes de que le traicionara el miedo...

Vio cómo se movía la boca y un rayo de luz verde, y

todo desaparecio.

- 838 -

Capitulo Treinta y cinco

King´s Kross

Y   acía bocabajo, escuchando el silencio.

Estaba absolutamente solo. Nadie lo estaba mirando.

Nadie más estaba allí. No estaba completamente seguro

de que él mismo estuviera allí.

Bastante tiempo después, o quizá en ese mismo

instante, le vino el pensamiento de que debía de

existir, debía de ser más que un pensamiento

incorpóreo, ya que estaba tendido, definitivamente

tendido sobre alguna superficie. Por tanto tenía el

sentido del tacto, y la cosa contra la que estaba

tendido también existía.

Casi en el momento en que llegó a esa conclusión,

Harry se dio cuenta de que estaba desnudo. Convencido

como estaba de su total aislamiento, esto no le

preocupó, pero sí le intrigó levemente. Si bien podía

sentir, se preguntó si también podría ver. Abriéndolos,

- 839 -

descubrió que tenía ojos.

Yacía en medio de una brillante neblina, aunque no era

como las otras neblinas que siempre había

experimentado. Los alrededores no estaban ocultos por

vapor nublado; más bien el vapor nublado no se había

formado a su alrededor. El suelo en el que estaba

echado parecía ser blanco, ni caliente ni frío,

simplemente así, un espacio liso y blanco en el que

estar.

Se sentó. Su cuerpo parecía indemne. Se tocó la cara.

Ya no llevaba las gafas puestas.

Entonces un ruido le llegó a través de la nada uniforme

que le rodeaba: los pequeños y suaves golpeteos de

algo que aleteaba, se sacudía y luchaba. Era un sonido

lastimoso, pero también ligeramente indecente. Tenía

la incómoda sensación de que estaba escuchando algo

vergonzoso y furtivo.

Por primera vez, deseó estar vestido.

Casi al instante de formarse el deseo en su mente, unas

túnicas aparecieron a corta distancia. Las cogió y se las puso. Eran suaves, limpias, y cálidas. Era extraordinario cómo simplemente habían aparecido así, en el

momento en que las quería…

Se puso en pie mirando alrededor. ¿Estaba en alguna

gran Sala de los Menesteres? Cuanto más lejos miraba,

mas se veía. Un gran techo abovedado de cristal

brillaba en lo alto bajo la luz del sol. Tal vez era un

palacio. Todo estaba silencioso y quieto, exceptuando

esos extraños golpeteos y sonidos gimoteantes que

salían de algún lugar cercano, en la neblina…

Harry se giró lentamente, y los alrededores parecieron

inventarse a si mismos ante sus ojos. Un gran espacio

abierto, brillante y limpio, una grandiosa sala mucho

más grande que el Gran Comedor, con ese límpido

- 840 -

techo abovedado de cristal. Estaba bastante vacío. Era la única persona allí, excepto por…

Retrocedió. Había localizado la cosa que estaba

haciendo los ruidos. Tenía la forma de un niño pequeño

desnudo, arrebujado en el suelo, con la piel ajada y

áspera, despellejada. Estaba temblando bajo el asiento

donde había sido abandonado, no deseado, escondido

fuera de vista, luchando por respirar.

Sintió miedo de él. Aunque era pequeño y frágil y

estaba herido, no quería acercarse a él. Sin embargo,

se fue acercando lentamente, listo para saltar hacia

atrás en cualquier momento. Pronto estuvo lo

suficientemente cerca para tocarlo, pero no fue capaz

de hacerlo. Se sintió como un cobarde. Debería

reconfortarlo, pero le causaba repulsión.

-No puedes ayudar.

Se dio la vuelta. Albus Dumbledore estaba andando

hacia él, directo y lleno de energía, vistiendo prendas

de un radical azul medianoche y con una túnica suelta

de color azul medianoche.

-Harry -abrió los brazos ampliamente, y sus manos

estaban enteras, blancas e intactas-. Chico maravilloso.

Valiente, valiente hombre. Paseemos.

Atónito, Harry siguió a Dumbledore cuando este se

alejó a grandes zancadas del gimoteante y despellejado

niño, llevándolo a dos asientos que Harry no había

notado previamente, que estaban colocados a cierta

distancia bajo el alto y destellante techo. Dumbledore

se sentó en uno de ellos y Harry en el otro, mirando la

cara de su antiguo director. El largo cabello plateado y

la barba de Dumbledore, los penetrantes ojos azules

bajo las gafas de media luna, la nariz torcida: todo

estaba como lo recordaba. Y aun así…

-Pero está muerto -dijo Harry.

- 841 -

-Oh, sí -dijo Dumbledore de forma práctica.

-Entonces… ¿también estoy muerto?

-Ah -dijo Dumbledore, sonriendo más abiertamente-.

Esa es la cuestión ¿no es cierto? En conjunto, querido

muchacho, creo que no.

Se miraron mutuamente, el hombre mayor todavía

sonriendo.

-¿No? -repitió Harry.

-No -dijo Dumbledore.

-Pero… -Harry levantó instintivamente la mano hacia la

cicatriz con forma de relámpago. No parecía que estar

allí-. Pero debería haber muerto… ¡no me defendí!

¡Tenía la intención de dejar que me matara!

-Y esa voluntad -dijo Dumbledore-, pienso, marcó toda

la diferencia.

La felicidad parecía irradiar de Dumbledore como una

luz, como fuego. Harry nunca había visto al hombre tan

completamente y palpablemente satisfecho.

-Explíquese -dijo Harry.

-Pero ya lo sabes –dijo Dumbledore. Se cruzó de brazos

y jugueteó con los dedos.

-Dejé que me matase –dijo Harry-, ¿verdad?

-Lo hiciste –dijo Dumbledore, asintiendo con la cabeza-.

¡Sigue!

-Así que la parte de su alma que estaba en mí…

Dumbledore asintió todavía con más entusiasmo,

instando a Harry a seguir, con una amplia sonrisa de

aliento en la cara.

-… se ha ido?

-¡Oh sí! –dijo Dumbledore-. Sí, la destruyó. Tu alma

está completa, y es completamente tuya, Harry.

-Pero entonces…

Harry miró por encima de su hombro, hacia donde la

pequeña y mutilada criatura temblaba bajo la silla.

- 842 -

-¿Qué es eso, profesor?

-Algo que está más allá de nuestra ayuda –dijo

Dumbledore.

-Pero si Voldemort usó la Maldición Asesina –empezó

Harry otra vez-, y nadie murió por mí esta vez… ¿cómo

puedo estar vivo?

-Creo que lo sabes –dijo Dumbledore-. Piensa en lo que

pasó. Recuerda lo que hizo, en su ignorancia, en su

codicia y crueldad.

Harry pensó. Dejó que su mirada vagase por los

alrededores. Si efectivamente estaban sentados en un

palacio, era uno extraño, con sillas colocadas en

pequeñas filas y trozos de verja aquí y allá. Y aún así,

él y Dumbledore y la atrofiada criatura bajo la silla

eran los únicos seres allí. Entonces la respuesta brotó

en sus labios con facilidad, sin esfuerzo.

-Tomó mi sangre –dijo Harry.

-¡Precisamente! –dijo Dumbledore-. ¡Tomó tu sangre y

reconstruyó su cuerpo vivo con ella! Tu sangre en sus

venas, Harry, ¡la protección de Lily dentro de ambos!

¡Te ató a la vida mientras él viva!

-Yo vivo… ¿mientras él vive? Pero pensé… ¡pensé que

era al revés! Pensé que ambos teníamos que morir. ¿O

es lo mismo?

Fue distraído por los gemidos y golpeteos de la criatura

que agonizaba tras ellos, y de nuevo miró hacia atrás

para verla.

-¿Está seguro de que no podemos hacer nada?

-No hay ayuda posible.

-Entonces explíqueme… más –dijo Harry, y Dumbledore

sonrió.

-Tú fuiste el séptimo Horrocrux, Harry, el Horrocrux

que nunca tuvo intención de hacer. Había vuelto su

alma tan inestable que se rompió en pedazos cuando

- 843 -

cometió esos actos de atroz maldad, el asesinato de tus padres, el intento de matar a un niño. Pero lo que

escapó de esa habitación fue menos de lo que supo.

Dejó algo más que su cuerpo detrás. Dejó parte de su

alma pegada a ti, la víctima en potencia que había

sobrevivido.

»¡Y su conocimiento permaneció deplorablemente

incompleto, Harry! Aquello a lo que Voldemort no da

valor, no se toma la molestia de entender. De elfos

domésticos y cuentos de niños, de amor, lealtad e

inocencia, Voldemort no sabe ni entiende nada. Nada.

Que todos tienen un poder más allá del suyo, un poder

más allá del alcance de cualquier magia, es una verdad

que nunca ha comprendido.

»Tomó tu sangre pensando que lo haría más fuerte.

Tomó en su cuerpo una pequeña parte del

encantamiento que tu madre colocó en ti cuando murió

por salvarte. El cuerpo de Voldemort mantiene su

sacrificio vivo, y mientras ese encantamiento sobreviva,

asimismo lo harás tú y también la última esperanza de

Voldemort para sí mismo.

Dumbledore sonrió a Harry y éste lo miró.

-¿Y usted sabía todo esto? Lo sabía… ¿todo este tiempo?

-Lo suponía. Pero mis suposiciones normalmente han

sido buenas –dijo Dumbledore con alegría, y

continuaron sentados en silencio durante lo que pareció

un largo rato, mientras la criatura que estaba detrás

continuaba gimiendo y temblando.

-Hay más –dijo Harry-. Hay más sobre eso. ¿Por qué mi

varita rompió la que él había tomado prestada?

-Sobre eso no puedo estar seguro.

-Haga una conjetura, entonces. –dijo Harry, y

Dumbledore rió.

-Lo que debes entender, Harry, es que tú y Lord

- 844 -

Voldemort habéis viajado juntos en dominios de la magia hasta el momento desconocidos y no probados.

Pero esto es lo que creo que pasó, y no tiene

precedente, y pienso que ningún fabricante de varitas

se lo podría haber pronosticado o explicado a

Voldemort.

»Sin tener intención de ello, como sabes ahora, Lord

Voldemort dobló el vínculo entre vosotros cuando volvió

a la forma humana. Un parte de su alma todavía estaba

pegada a la tuya, y pensando en fortalecerse, tomó una

parte del sacrificio de tu madre en sí mismo. Si sólo

hubiese entendido el preciso y terrible poder de ese

sacrificio, tal vez no se habría atrevido a tocar tu

sangre… Pero entonces, si hubiese sido capaz de

entenderlo, no podría ser Lord Voldemort, y quizás

nunca habría asesinado.

»Habiendo asegurado esta conexión doble, habiendo

enlazado vuestros destinos juntos con más seguridad de

lo que alguna vez dos magos han estado unidos en la

historia, Voldemort procedió a atacarte con una varita

que compartía núcleo con la tuya. Y entonces algo muy

extraño pasó, como sabemos. Los núcleos actuaron de

una forma que Lord Voldemort, que nunca supo que tu

varita era una gemela de la suya, nunca habría

esperado.

»Tenía mucho más miedo que tú esa noche, Harry.

Habías aceptado, incluso abrazado la posibilidad de la

muerte, algo de lo que Lord Voldemort nunca ha sido

capaz. Tu valentía ganó, tu varita sobrepasó en poder a

la suya. Y al hacer eso, algo pasó entre esas dos

varitas, algo que repitió la relación entre sus amos.

»Creo que tu varita se imbuyó de parte del poder y las

cualidades de la varita de Voldemort esa noche, que es

lo mismo que decir que pasó a contener un poco del

- 845 -

mismo Voldemort. Así que tu varita lo reconoció cuando te persiguió, reconoció al hombre que era a la vez

familiar y enemigo mortal, y regurgitó parte de su

propia magia contra él, magia mucho más poderosa que

la que la varita de Lucius había realizado alguna vez.

Tu varita ahora contiene el poder de tu enorme

valentía y la propia habilidad mortal de Voldemort:

¿Qué oportunidad tenía esa pobre ramita de Lucius

Malfoy?

-Pero si mi varita era tan poderosa, ¿cómo es que

Hermione fue capaz de romperla? –preguntó Harry.

-Mi querido muchacha, sus extraordinarios efectos

fueron únicamente dirigidos a Voldemort, que había

interferido de forma tan poco aconsejable con las leyes

más profundas de la magia. La varita sólo fue

anormalmente poderosa al enfrentarse a él. Por lo

demás era una varita tan normal como cualquier otra…

aunque una muy buena, estoy seguro –terminó

Dumbledore amablemente.

Harry permaneció sentado pensando durante bastante

tiempo, o tal vez segundos. Ahí era bastante

complicado estar seguro de cosas como el tiempo.

-Me mató con su varita.

-Falló al matarte con mi varita –corrigió Dumbledore a

Harry-. Creo que podemos estar de acuerdo en que no

estás muerto… aunque, por supuesto –añadió, como si

temiese haber sido descortés-, no minimizo tus

sufrimientos, que estoy seguro fueron severos.

-Aunque ahora me siento genial –dijo Harry, bajando la

vista a sus manos limpias y sin manchas-. ¿Dónde

estamos, exactamente?

-Bueno, te iba a preguntar eso –dijo Dumbledore,

mirando alrededor-. ¿Dónde dirías que estamos?

Hasta que Dumbledore lo preguntó, Harry no lo había

- 846 -

sabido. Ahora, sin embargo, se encontró con que tenía una respuesta preparada.

-Parece –dijo lentamente-, la estación de King’s Cross.

Excepto que mucho más limpia y vacía, y por lo que

puedo ver, no tiene trenes.

-¡La estación de King’s Cross! –Dumbledore se estaba

riendo entre dientes excesivamente-. ¿Dios mío, de

verdad?

-Bueno, ¿dónde piensa usted que estamos? –dijo Harry,

un poco a la defensiva.

-Mi querido muchacho, no tengo ni idea. Esto es, como

dicen, tu fiesta.

Harry no tenía ni idea de lo que quería decir eso;

Dumbledore estaba siendo exasperante. Lo miró airado,

y entonces recordó una pregunta mucho más

apremiante que esa de su actual localización.

-Las Reliquias de la Muerte –dijo, y se alegró al ver que las palabras le borraban la sonrisa a los labios de

Dumbledore.

-Ah, sí –dijo él. Incluso parecía un poco preocupado.

-¿Bueno?

Por primera vez desde que Harry conocía a

Dumbledore, pareció menos un hombre mayor, mucho

menos. Fugazmente pareció un niño pequeño pillado en

una maldad.

-¿Puedes perdonarme? –dijo-. ¿Puedes perdonarme por

no confiar en ti? ¿Por no decírtelo? Harry, sólo temía

que fallases como yo lo había hecho. Temía que

cometieses mis errores. Ansío tu perdón, Harry. He

sabido, desde hace bastante tiempo, que eres el mejor

hombre de los dos.

-¿De qué está hablando? –preguntó Harry, sobresaltado

por el tono de Dumbledore, por las repentinas lágrimas

en sus ojos.

- 847 -

-Las Reliquias, las Reliquias –murmuró Dumbledore-. ¡El sueño de un hombre desesperado!

-¡Pero son reales!

-Reales y peligrosas, y un atractivo para los tontos –dijo Dumbledore-. Y yo era tan tonto. Pero lo sabes,

¿verdad? Ya no tengo más secretos para ti. Lo sabes.

-¿Qué sé?

Dumbledore giró todo su cuerpo para enfrentar a Harry,

y las lágrimas todavía destellaban en los brillantes ojos azules.

-El amo de la muerte, Harry, ¡el amo de la Muerte! ¿En

última instancia, fui mejor que Voldemort?

-Por supuesto que lo fue –dijo Harry-. Por supuesto…

¿cómo puede preguntar eso? ¡Nunca mataba si podía

evitarlo!

-Cierto, cierto –dijo Dumbledore, que parecía un niño

buscando confianza-. Y aún así busqué una manera de

conquistar a la muerte, Harry.

-No de la forma que él lo hizo –dijo Harry. Después de

toda su rabia contra Dumbledore, qué extraño era

sentarse ahí, bajo el alto techo abovedado, y defender

a Dumbledore de sí mismo-. Reliquias, no Horrocruxes.

-Reliquias –murmuró Dumbledore-, no Horrocruxes.

Precisamente.

Hubo una pausa. La criatura detrás de ellos gimoteó,

pero Harry no volvió a mirar alrededor.

-¿Grindelwald también las buscaba? –preguntó.

Dumbledore cerró los ojos un momento y asintió.

-Era la cosa, por encima de todo, que nos acercó. –dijo

en vos baja-. Dos chicos listos y arrogantes con una

obsesión común. Quería ir al Valle de Godric, como

estoy seguro de que acertaste, debido a la tumba de

Ignotus Peverell. Quería explorar el lugar donde el

tercer hermano había muerto.

- 848 -

-¿Entonces es cierto? –preguntó Harry-. ¿Todo eso? Los hermanos Peverell…

-… fueron los tres hermanos del cuento –dijo

Dumbledore, asintiendo-. Oh, sí, creo que sí. Si

conocieron o no a la Muerte en un camino solitario…

creo que es más probable que los hermanos Peverell

fuesen simplemente magos dotados y peligrosos que

consiguieron crear esos objetos poderosos. La historia

de que fuesen las propias Reliquias de la Muerte, me

parece el tipo de leyenda que podría haberse extendido

alrededor de esas creaciones.

»La Capa, como sabes ahora, viajó a través de los años,

de padre a hijo, de madre a hija, hasta el último

descendiente vivo de Ignotus, que nació, al igual que

Ignotus, en el pueblo del Valle de Godric.

Dumbledore sonrió a Harry.

-¿Yo?

-Tú. Has adivinado, lo sé, porqué la Capa estaba en mi

posesión la noche en que tus padres murieron. James

me la había enseñado justo unos días antes. ¡Explicaba

tanto sus travesuras no descubiertas en el colegio!

Apenas podía creer lo que estaba viendo. Se la pedí

prestada, para examinarla. Hacía mucho que había

desistido de mis sueño de juntar las Reliquias, pero no

pude resistirme, no pude evitar querer examinarla… Era

una Capa como nunca había visto, extremadamente

antigua, perfecta en todos los sentidos… y entonces tu

padre murió, y yo tuve dos Reliquias, ¡todas para mí!

Su tono era insoportablemente amargo.

-Aunque la Capa no les habría ayudado a sobrevivir –

dijo Harry con rapidez-. Voldemort sabía dónde estaban

mis padres. La Capa no les habría hecho inmunes a las

maldiciones.

-Cierto –suspiró Dumbledore-. Cierto.

- 849 -

Harry esperó, pero Dumbledore no habló, por lo que apuntó:

-¿Así que había abandonado la búsqueda de las

Reliquias cuando vio la Capa?

-Oh sí –dijo Dumbledore débilmente. Parecía que se

estaba obligando a encontrar los ojos de Harry-. Sabes

lo que pasó. Lo sabes. No puedes despreciarme más de

lo que me desprecio a mí mismo.

-Pero no le desprecio.

-Entonces deberías hacerlo –dijo Dumbledore. Tragó

aire profundamente-. Conoces el secreto de la mala

salud de mi hermana, lo que le hicieron esos muggles,

en lo que se convirtió. Sabes cómo mi pobre padre

buscó la venganza, y pagó el precio, muriendo en

Azkaban. Sabes cómo mi madre renunció a su propia

vida para cuidar de Ariana.

»Yo estaba resentido por eso, Harry.

Dumbledore lo indicó sin rodeos, con frialdad. Ahora

estaba mirando por encima de la cabeza de Harry,

hacia la distancia.

-Tenía dones, Harry, era brillante. Quería escapar.

Quería brillar. Quería la Gloria.

»No me malinterpretes. –dijo, y el dolor cruzó su cara,

de modo que de nuevo parecía un anciano-. Los amaba,

amaba a mis padres. Amaba a mi hermano y a mi

hermana, pero era egoísta, Harry, más egoísta de lo

que tú, que eres una persona extraordinariamente

desinteresada, puedas imaginar.

»Entonces, cuando mi madre murió y quedé

responsable de una hermana dañada y un hermano

caprichoso, volví al pueblo con ira y amargura.

¡Atrapado y desaprovechado!, pensé. Y entonces por

supuesto, él vino…

dumbledore miró nuevamente a Harry a los ojos.

- 850 -

-Grindelwald. No te puedes imaginar cómo sus ideas me atraparon, Harry, me excitaron. Muggles forzados al

servilismo. Nosotros los magos, triunfantes.

Grindelwald y yo, los gloriosos jóvenes líderes de la

revolución.

»Oh, tuve unos pocos escrúpulos. Calmé a mi

conciencia con palabras vacías. Todo sería para el bien

superior, y cualquier daño hecho sería reparado cien

veces más en beneficios para los magos. ¿Sabía, en lo

más profundo de mi corazón, lo que era Gellert

Grindelwald? Creo que lo sabía, pero cerré los ojos. Si

los planes que estábamos haciendo daban resultado,

todos mis sueños se harían realidad.

»Y en el corazón de nuestras maquinaciones, ¡las

Reliquias de la Muerte! ¡Cómo le fascinaban, cómo nos

fascinaban a los dos! ¡La varita invencible, el arma que

nos llevaría al poder! La Piedra de Resurrección… para

él, aunque yo fingía no saberlo, ¡significaba un ejército de Inferi! Para mí, te confieso, significaba la vuelta de mis padres, y que se fuesen todas las responsabilidades

de mis hombros.

»Y la Capa… por alguna razón, nunca discutimos mucho

la Capa, Harry. Ambos nos ocultábamos lo

suficientemente bien sin la Capa, cuya verdadera

magia, por supuesto, es que se podía usar para proteger

y escudar a otros además de a su dueño. Pensé que si

alguna vez la encontrábamos, podría ser útil para

esconder a Adriana, pero nuestro interés en la Capa era

principalmente que completaba el trío, ya que la

leyenda decía que el hombre que uniese los tres

objetos sería el verdadero amo de la Muerte, lo que

nosotros pensábamos que significaba "invencible".

»¡Invencibles amos de la Muerte, Grindelwald y

Dumbledore! Dos meses de locura, de sueños crueles, y

- 851 -

de abandono de los únicos dos miembros de mi familia que me quedaban.

»Y entonces… ya sabes lo que pasó. La realidad volvió

en forma de mi brusco, poco académico e infinitamente

mucho más admirable hermano. No quise escuchar las

verdades que me gritó. No quise escuchar que no podía

exponerme y buscar las Reliquias con una frágil e

inestable hermana a cuestas.

»La discusión se convirtió en una pelea. Grindelwald

perdió el control. Eso que siempre había sentido en él,

aunque fingía que no, ahora se volvió un ser terrible. Y

Ariana… después de todo el cuidado y precaución de mi

madre… yació muerta en el suelo.

Dumbledore soltó un pequeño jadeo y empezó a llorar

de verdad. Harry estiró la mano y se alegró al

encontrarse con que podía tocarlo. Lo agarró del brazo

con fuerza, y gradualmente Dumbledore recuperó el

control.

-Bueno, Grindelwald escapó, como cualquiera menos yo

podía haber pronosticado. Se desvaneció, con sus

planes de alcanzar el poder, y sus maquinaciones de

torturas a muggles, y sus sueños sobre las Reliquias de

la Muerte, sueños en los que lo había animado y

ayudado. Escapó, mientras yo me quedé para enterrar a

mi hermana, y aprender a vivir con mi culpa y mi

terrible pesar, el precio de mi deshonra.

»Pasaron los años. Hubo rumores sobre él. Decían que

se había hecho con una varita de inmenso poder.

Mientras tanto, a mi me ofrecieron el puesto de

Ministro de Magia, no una vez, sino varias.

Naturalmente, lo rechacé. Había aprendido que no se

podía confiar en mí teniendo poder.

-¡Pero usted habría sido mejor, mucho mejor, que

Fudge o Scrimgeour! –soltó Harry de golpe.

- 852 -

-¿Lo habría sido? –preguntó Dumbledore pesadamente-.

No estoy tan seguro. Había probado, siendo un hombre

joven, que el poder era mi debilidad y mi tentación. Es

una cosa curiosa, Harry, pero quizás aquellos que son

más apropiados para el poder son los que nunca lo han

buscado. Aquellos que, como tú, se les impone el

liderazgo, y que toman el control porque deben, y se

encuentran para su propia sorpresa que lo llevan bien.

»Estaba seguro en Hogwarts, creo que fui un buen

profesor…

-Fue el mejor…

-… eres muy amable, Harry. Pero mientras me ocupaba

con el entrenamiento de jóvenes magos, Grindelwald

estaba formando un ejército. Decían que me temía, y

tal vez lo hacía, pero menos, creo, de lo que yo le

temía.

»Oh, no la muerte –dijo Dumbledore, en respuesta a la

mirada interrogante de Harry-. No a lo que me pudiera

hacer mágicamente. Sabía que estábamos totalmente

igualados, quizás incluso yo era un poco más habilidoso.

Era la verdad lo que temía. Sabes, nunca supe quién de

nosotros, en esa última pelea horrible, había lanzado la

maldición que mató a mi hermana. Puedes llamarme

cobarde: tendrías razón, Harry. Temía por encima de

todas las cosas el conocimiento de que había sido yo el

que la había matado, no meramente por mi arrogancia

y estupidez, sino porque en realidad hubiese lanzado el

golpe que la dejó sin vida.

»Creo que él lo sabía, que sabía lo que me

atemorizaba. Retrasé nuestro encuentro hasta que

finalmente, habría sido demasiado vergonzoso resistirse

más. La gente estaba muriendo y él parecía imparable,

y tuve que hacer lo que pude.

»Bueno, ya sabes lo que pasó después. Gané el duelo.

- 853 -

Gané la varita.

Otro silencio. Harry no preguntó si Dumbledore había

averiguado alguna vez quién había matado a Ariana. No

quería saberlo, y menos quería que Dumbledore se lo

contase. Por fin sabía lo que Dumbledore debería haber

visto al mirarse en el espejo de Oesed, y porqué

Dumbledore había entendido tan bien la fascinación

que había ejercido sobre Harry.

Se sentaron en silencio durante bastante rato, y los

quejidos de la criatura detrás de ellos apenas

perturbaban más a Harry.

Por fin dijo: -Grindelwald intentó detener a Voldemort

de perseguir la varita. Le mintió, sabe, aparentó que

nunca la había tenido.

Dumbledore asintió, bajando la vista a su regazo, con

lágrimas todavía brillando en su torcida nariz.

-Dicen que mostró arrepentimiento en sus últimos años,

solo en su celda en Nurmengard. Espero que eso sea

cierto. Me gustaría pensar que sintió el horror y la

vergüenza de lo que había hecho. Tal vez esa mentira

hacia Voldemort fue su intento de reconciliarse… de

evitar que Voldemort consiguiese la Reliquia…

-… o tal vez de que entrase en su tumba? –sugirió Harry,

y Dumbledore se enjugó los ojos.

Después de otra corta pausa, Harry dijo,

-Intentó utilizar la Piedra de Resurección.

Dumbledore asintió.

-Cuando la descubrí, después de todos esos años,

enterrada en el hogar abandonado de los Gaunts... la

Reliquia que anhelaba mas que todas, aunque en mi

juventud la había deseado por razones muy distintas...

Perdí la cabeza, Harry. Realmente olvidé que era un

Horrocrux, que el anillo claramente cargaba con una

maldición. Lo recogi, y me lo puse, y en un segundo

- 854 -

imaginé que estaba a punto de ver a Ariana, y a mi madre, y a mi padre, y en decirles lo mucho,

muchísimo que lo sentía, fui...

»Fui un tonto, Harry. Después de todos esos años no

había prendido nada. Yo no servía para reunir las

Reliquias, lo había demostrado una y otra vez, y aquí

estaba la prueba final.

-¿Por qué? -dijo Harry- ¡Es natural! Quería verles de

nuevo. ¿Qué hay de malo en ello?

-Quizás un hombre entre un millón podría reunir las

Reliquias, Harry. Yo servía solo para poseer la menos de

ellas, la menos extraordinaria. Era apropiado para la

Varita de Sauco, y no más, y no jactarme, ni matar con

ella. Se me permitía vencer y utilizarla, porque la había cogido, no ganado, para salvar a otros de ella.

-Pero la Capa, la tomé por vana curiosidad, y nunca

funcionaría para mí como para vosotros, sus auténticos

poseedores. La piedra la habría utilizado en un intento

de arrastrar de vuelta a los que descansan en paz, en

vez de ser capaz de sacrificarme a mi mismo, como tú

has hecho. Tú eres el legítimo poseedor de las

Reliquias.

Dumbledore palmeó la mano de Harry, y Harry levantó

la mirada hacia el anciano y sonrió. No puedo evitarlo.

¿Cómo podía guardar rencor a Dumbledore ahora?

-¿Por que me lo ha puesto tan difícil?

La sonrisa de Dumbledore fue tremula.

-Me temo que contaba con que la Señorita Granger te

retrasara, Harry. Temía que tu cabeza ardiente pudiera

dominar a tu buen corazón. Me asustaba eso, si

presentaba categóricamente la verdad sobre estos

objetos tentadores, podías coger las Reliquias como yo

lo hice, en el momento equivocado, y por las razones

equivocadas. Si posabas las manos en ellas, quería que

- 855 -

las poseyeras con seguridad. Eres el auténtico amo de la muerte, porque el auténtico amo no busca huir de al

Muerte. Acepta que debe morir, y entiende que hay

cosas mucho, mucho peores en el mundo que morir.

-¿Y Voldemort nunca oyó hablar de las Reliquias?

-No creo, porque no reconoció la Piedra de Resurección

que convirtió en Horrocruz. Pero incluso si las hubiera

conocido, Harry, dudo que se hubiera interesado en

ninguna excepto en la primera. No había creído

necesitar la Capa, y en cuanto a la piedra, ¿a quién

había querido devolver de la muerte? Él teme a la

muerte. No ama.

-¿Pero esperaba que fuera a por la varita?

-Estaba seguro de que lo intentaría, desde que tu varita

venció a la de Voldemort en el cementerio de Little

Hangleton. Al principio, temía que le hubieras

conquistado con una habilidad superior. Una vez hubo

raptado a Ollivander, sin embargo, descubrió la

existencia de los núcleos gemelos. Pensó que eso lo

explicaba todo. ¡Aunque la varita prestada no fue

mejor contra la tuya! Así que Voldemort, en vez de

preguntarse a sí mismo que cualidad había en ti que

hacía a tu varita tan poderoso, que don poseías que él

no, naturalmente se embarcó en la búsqueda de una

varita que, por lo que decían, batiría a cualquier otra.

Para él, la Varita de Sauco se había convertido en una

obsesión, que rivalizaba con su obsesión por ti. Creia

que la Varita de Sauco eliminaba su última debilidad y

le hacia verdaderamente invencible. Pobre Severus...

-Si planeó su muerte con Snape, ¿quiere decir que él se

quedó con la Varita de Sauco, verdad?

-Admito que esa era mi intención -dijo Dumbledore-, no

funcionó como yo pretendía, ¿verdad?

-No -dijo Harry-. Esa parte no funcionó.

- 856 -

La criatura bajo ellos se sacudió y gimió, y Harry y Dumbledore se sentaron sin hablar un largo rato. La

comprensión de lo que habia ocurrido se aposentó

gradualmente sobre Harry en esos largos minutos, como

suave nieve cayendo.

-Tengo que volver, ¿verdad?

-Si así lo quieres.

-¿Tengo elección?

-Oh, si -Dumbledore le sonrió-. ¿Estamos en King Cross

dijiste? Creo que si decides no volver, podrás...

digamos... tomar un tren.

-¿Y adónde me llevaría?

-Adelante -dijo Dumbledore simplemente.

Silencio de nuevo.

-Voldemort cogió la Varita de Sauco.

-Cierto. Voldemort tiene la Varita de Sauco.

-¿Pero usted quiere que vuelva?

-Creo -dijo Dumbledore-. que si eliges volver, hay una

posibilidad de que esto puedo terminar bien. No puedo

prometerlo. Pero sé esto, Harry, que tienes menos

miedo de volver aquí que él.

Harry miró de nuevo a la especie de material que

temblaba y se ahogaba en la sombra bajo la distante

silla.

(Harry glanced again at the raw looking thing that

trembled and choked in the

shadow beneath the distant chair. )

-No compadezcas a los muertos, Harry. Compadece a

los vivos, y sobre todo, a quien vive sin amor. Pero

volviendo al tema, puedo asegurate que se mutilaran

menos almas, y se romperan menos familias. Si esa no

te parece una meta que merezca la pena, digamos

adios al presente.

Harry asintió y suspiró. Abandonar este lugar no sería ni

- 857 -

de lejos tan duro como había sido entrar en el bosque, pero se estaba caliente y había luz y paz allí, y sabía

que se dirigía de vuelta al dolor y al miedo de más

pérdidas. Se puso en pie, y Dumbledore hizo lo mismo,

y se miraron durante un largo momento a la cara.

-Dígame una última cosa -dijo Harry-. ¿Esto es real? ¿O

ha estado ocurriendo dentro de mi cabeza?

Dumbledore le sonrió ampliamente, y su voz sonó alta y

fuerte en los oídos de Harry a pesar de que la brillante

niebla estaba descendiendo de nuevo, oscureciendo su

figura.

-Por supuesto que está ocurriendo en tu cabeza, ¿Harry,

pero por qué demonios tendría que significar eso que

no es real?

- 858 -

Capitulo Treinta y seis

El Fallo del Plan

E     staba tirado con la cara pegada al suelo.

El olor del bosque llenaba su nariz. Podía sentir el frío del suelo bajo de su mejilla, sus gafas habían caído a un lado. Cada centímetro de su cuerpo le dolía y el lugar

donde la maldición asesina le había dado le dolía como

si hubiera sido golpeado con acero. No se movió,

permaneciendo en el mismo lugar donde había caído;

con el brazo izquierdo doblado en un ángulo extraño y

la boca semi-abierta.

Había esperado oír gritos de triunfo y júbilo por su

muerte, pero en lugar de eso se oían pasos

apresurados, susurros y murmullos que llenaban el aire.

–Mi Señor… mi Señor…

Era la voz de Bellatrix, y hablaba como si lo hiciera a

un amante. Harry no se atrevió a abrir los ojos, en

- 859 -

cambio dejo que sus otros sentidos exploraran su dilema. Sabía que su varita seguía guardada bajo la

túnica porque podía sentirla entre el pecho y el suelo.

Un ligero efecto acolchado en la zona de su estómago

le decía que la Capa de Invisibilidad también estaba

allí, amontonada fuera de la vista de los demás.

–Mi Señor…

–Eso servirá –dijo la voz de Voldemort

Más pasos, varias personas estaban alejándose del

lugar. Desesperado por ver lo que pasaba y por que,

Harry abrió los ojos un milímetro.

Voldemort estaba poniéndose en pie. Varios mortífagos

se apresuraban a alejarse de él, volviendo a la multitud

que se alineaba en el claro. Solamente Bellatrix

permaneció arrodillada junto a él.

Harry cerró de nuevo los ojos y consideró lo que había

visto. Los mortífagos se habían agrupado alrededor de

Voldemort, quien al parecer había caído al suelo. Algo

había ocurrido en el momento en que atacó a Harry con

la Maldición Asesina. ¿Voldemort también se había

derrumbado? Eso parecía. Y ambos había quedado

brevemente incosncientes y los dos habían despertado

ya…

–Mi señor, permíteme…

–¡No necesito ayuda! –dijo Voldemort fríamente y a

pesar de que no podía verle, Harry se imaginó a

Bellatrix retirando la mano solícita-. El muchacho, ¿está muerto?

Se hizo un silencio absoluto en el claro. Nadie se acercó a Harry pero sentía sus miradas concentradas; parecían

presionarle con más fuerza en la tierra, y le aterraba

que un dedo o un parpado pudieran delatarle.

–Tú –dijo Voldemort, y se oyó un golpe y un pequeño

chillido de dolor.

- 860 -

–Examínale. Dime si está muerto.

Harry no sabía quien había sido enviado a verificar su

muerte. Solo podía quedarse alli tendido, con el

corazón latiendo traicioneramente, y esperar a ser

examinado; pero al mismo tiempo un pequeño consuelo

le invadía y se mostraba cauteloso, no queriendo

aproximarse a él, sospechaba que no todo había ido

según lo planeado...

Unas manos, mas suaves de lo que había esperado,

tocaron la cara de Harry y palparon su corazón, podía

oír la respiración agitada de una mujer.

–¿Draco esta vivo? ¿Está en el castillo?

El susurro fue apenas audible, los labios de la mujer

estaban a centímetros de su oído, la cabeza tan

inclinada que su largo cabello tapaba la cara de Harry.

–Sí –murmuró en respuesta.

Sintió que la mano se contraía sobre su pecho, las uñas

le apuñalaron. Entonces la mano se retiró. Ella se había

enderezado.

–¡Está muerto! –gritó Narcissa Malfoy a los

observadores.

Y ahora gritaron, ahora aullaban de triunfo y

estampaban los pies en el suelo y a través de los

párpados, Harry vio explosiones de luz roja y plata en

el aire, animando al celebración.

Todavía fingiéndose muerto en el suelo, entendió.

Narcissa sabía que la única forma de que se le

permitiera entrar a Hogwarts, y encontrar a su hijo, era

como parte del ejército conquistador. Ya no le

importaba si Voldemort ganaba o no.

–¿Veis? –dijo Voldemort a la multitud, –Harry Potter ha

muerto por mi mano, y ningún hombre vivo puede

amenazarme ahora, ¡Observad! ¡CRUCIO!

Harry había estado esperándolo, sabía su cuerpo no

- 861 -

sería abandonado sin daño en el suelo del bosque; debía ser objeto de humillación para probar la victoria

de Voldemort. Fue elevado en el aire, y necesitó toda

su determinación para permanecer inerte, aunque el

dolor que había esperado no llegó. Fue lanzado una

vez, dos, tres al aire.

Sus gafas salieron volando y sintió como su varita se

deslizaba un poco entre su ropa, pero se mantuvo flojo

y sin vida, y cuando cayó a tierra por última vez, el

claro resonó con los ecos de vítores y chillidos de risa.

-Ahora -dijo Voldemort- vamos al casillo, y

mostrémosles en que se ha convertido su héroe. ¿Quien

arrastrará el cuerpo? No... esperad...

Se oyó una oleada renovada de risas, y tras unos

momentos Harry sintió como el suelo temblaba bajo él.

-Tú, llevale -dijo Voldemort-. Estará muy bien y muy

visible en tus brazos, ¿verdad? Recoge a tu amiguito,

Hagrid. Y las gafas... ponle las fatas... debe ser

reconocible...

Alguien volvió a ponerle las gafas con brusquedad en la

cara con una fuerza deliberada, pero las manos

enormes que le alzaron en el aire eran

extremadamente gentiles. Harry podía sentir como

temblaban los brazos de Harry por la fuerza de sus

sollozo, grandes lágrimas se derramaban sobre él

mientras Hagrid le acunaba en sus brazos, y Harry no se

atrevió, por movimiento o palabras, a confiar a Hagrid

que no estaba todo aún perdido.

-Múevete -dijo Voldemort, y Hagrid se tambaleó hacia

adelante, abriéndose paso a través del bosque cerrado,

de vuelta a través del bosque.

Las ramas se enganchaban en el pelo y la túnica de

Harry, pero él yacía inmóvil, con la boca entreabierta,

los ojos cerrados, y en la oscuridad, mientras los

- 862 -

mortifagos se apiñaban a su alrededor, y mientras Hagrid sollozaba salvajemente, nadie pareció nota que

latía el pulso en el cuello expuesto de Potter.

Los dos gigantes lo aplastaban todo a su paso siguiendo

a los mortifagos. Harry podía oir los árboles crujiendo y cayendo mientras pasaban, eran tan ruidosos que los

pájaros se lanzaban chillando al cielo, e incluso los

vítores de los mortifagos quedaban ahogados. La

procesión victoriosa marchó hacia terreno abierto, y

después de un rato Harry pudo decir por el

aligeramiento de la oscuridad que percibía a través de

los párpados cerrados, que los árboles empezaban a

aclararse.

-¡BANE!

El bramido inesperado de Hagrid casi oblió a Harry a

abrir los ojos-. ¿Estás contento ahora, eh? ¿No vais a

luchar, verdad, panda de mulas cobardes? ¿Os alegra la

m-m-muerte de Harry Potter?

Hagrid no continuó, sino que estalló en renovadas

lágrimas. Harry se preguntó cuantos centauros estaban

viendo pasar la procesión. No se atrevió a abrir los ojos.

Algunos de los mortifagos lanzaban insultos a los

centauros cuando les dejaron atrás. Poco después,

Harry sintió, por el aire refrescante, que habían

alcanzado el linde del bosque.

-Alto.

Harry creyó notar que Hagrid había sido obligado a

obedecer la orden de Voldemort porque se tambaleó un

poco. Y un nuevo escalofrío se cernió sobre ellos

cuando se detuvieron, y Harry oyó la áspera respiración

de los dementores que patrullaban los demás árboles.

No le afectarían ahora.

El hecho de su propia supervivencia ardía en su

interior, un talisman contra ellos, como si el ciervo de

- 863 -

su padre montara guardia en su corazón.

Alguien pasó junto a Harry, y supo que habia sido el

propio Voldemort porque habló un momento después,

con una voz mágicamente amplificada para que así

atravesara los terrenos, estrellándose contra los

tímpanos de Harry.

-Harry Potter está muerto. Le maté mientras huía,

intentando salvarse mientras vosotros sacrificábais

vuestras vidas por él. Traemos su cuerpo como prueba

de que vuestro héroe ha muerto.

»La batalla está ganada. Habéis perdido a la mitad de

vuestros combatientes. Mis mortifagos os superan en

número, y El Chico que Vivió está acabado. La guerra

debe acabar. Cualquiera que continue resistiéndose,

hombre, mujer, o niño, será masacrado, al igual que

cada miembro de su familia. Salid del castillo ahora,

arrodilláos ante mí, y seréis absueltos. Vuestros padres

e hijos, vuestros hermanos y hermanos vivirán y serán

perdonados, y os uniréis a mí en un nuevo mundo que

construiremos juntos.

Había silencio en los terrenos y el castillo. Voldemort

estaba tan cerca de él que Harry no se atrevió a abrir

los ojos de nuevo.

-Vamos -dijo Voldemort, y Harry le oyó adelantarse, y

Hagrid se vio obligado a seguir. Ahora Harry abrió los

ojos una fracción de segundo, y vio a Voldemort

avanzando a zancadas ante ellos, llevando a la gran

serpiente Nagini alrededor de sus hombros, ahora libre

de su jaula encantada. Pero Harry no tenía posibilidad

de extraer la varita oculta bajo su túnica sin que lo

notaran los mortifagos, que marchaban a ambos lados

de ellos a través de la lentamente aligerada oscuridad.

-Harry -sollozaba Hagrid-. Oh, Harry... Harry.

Harry volvió a cerrar los ojos firmemente. Sabía que se

- 864 -

estaban aproximando al castillo y agudizó los oídos para distinguir, sobre las voces alegres de los mortifagos y

sus pasos atronadores, señales de vida de los que

estaban dentro.

-Alto.

Los mortifagos se detuvieron. Harry les oyó desplegarse

en una fila frente a las puertas principales abiertas de

la escuela. Podía ver, incluso con los párpados

cerrados, el brillo tenue que indicaba que la luz se

derramaba sobre él desde el vestíbulo de entrada.

Esperó. En cualquier momento, la gente por la que

había intentado morir le vería, yaciendo

aparentemente muerto, en los brazos de Hagrid.

-¡NO!

El grito fue más terrible porque nunca había esperado o

soñado que la Profesora McGonagall pudiera emitir tal

sonido. Oyó a otras mujeres reír cerca, y supo que

Bellatirx se vanagloriaba ante la desesperación de

McGonagall.

Miró de reojo una vez durante un solo segundo y vio el

umbral lleno de gente, mientras los supervivientes de

la batalla salían a los escalones delanteros para

enfrentar a sus vencedores y ver la verdad de la muerte

de Harry por sí mismos. Vio a Voldemort de pie delante

de él, acariciando la cabeza de Nagini con un solo dedo

blanco. Cerró los ojos de nuevo.

-¡No!

-¡No!

-¡Harry! ¡HARRY!

Las voces de Ron, Hermione y Ginny fueron peores que

la de McGonagall. Nada deseaba más que responderles,

aunque siguió tendido en silencio, y sus gritos actuaron

como un gatillo. La multitud de supervivientes hizo

suya la causa, gritando y chillando insultos a los

- 865 -

motifagos, hasta...

-¡SILENCIO! -gritó Voldemort, y se oyó un golpe y un

destello de luz brillante y silencio obligaron a callar a todos-. ¡Se acabó! ¡Déjale, Hagrid, a mis pies, donde

debe estar!

Harry sintió como le dejaban sobre la hierba.

-¿Véis? -dijo Voldemort, y Harry le sintió pasearse de

acá para allá justo junto al lugar donde él yacía-.

¡Potter está muerto! Lo entendéis ahora, ¿verdad,

ilusos? ¡No era nada, nunca lo fue, más que un niño que

confiaba en que los demás se sacrificaran por él!

-¡Se enfrentó a ti! -gritó Ron, y el hechizo se rompió, y los defensores de Hogwarts gritaron y chillaron de

nuevo hasta que una segunda y más poderosa explosión

extinguió sus voces una vez más.

-Murió mientras intentaba salir a hurtadillas de los

terrenos del castillo -dijo Voldemort, y hubo una

inflexión en su voz por la mentira- Muerto mientras

intentaba salvarse a sí mismo...

Pero Voldemort se interrumpió. Harry oyó una riña y un

grito, después otro golpe, un destello de luz, y un

gruñido de dolor. Abrió los ojos una milésima. Alguien

se había liberado de la multitud y cargaba hacia

Voldemort. Harry vio a la figura golpear el suelo.

Desarmado, Voldemor lanzaba la varita de su oponente

a un lado y reía.

-¿Y quién es este? -dij un su suave siseo serpentino-.

¿Quién se ha ofrecido voluntario para demostrar lo que

ocurre a los que continuan luchando cuando la batalla

está perdida?

Bellatrix soltó una risa deleitada.

-¡Es Neville Longbottom, mi Señor! El chico que ha

estado dando a los Carrow tantos problemas! El hijo de

los Aurores, ¿recuerda?

- 866 -

-Ah, si, recuerdo, -dijo Voldemort, bajando la mirada hacia Neville, que estaba luchando por volver a ponerse

en pie, desarmado y desprotegido, de pie en la tierra

de nadie entre los supervivientes y los mortifagos-.

Pero eres un pura sangre, ¿verdad, mi valiente

muchacho? -preguntó Voldemort a Nevile, que le

enfrentaba con las manos vacías, cerrados los puños.

-¿Y qué si lo soy? -dijo Neville ruidosamente.

-Muestras espíritu y valor, y provienes de un linaje

noble. Serás un mortifago de gran valor. Necesitamos

gente como tú, Neville Longbottom.

-Me uniré a ti cundo el infierno se congele, -dijo

Neville-. ¡Ejército de Dumbledore! -gritó, y hubo

vitores en respuesta entre la multitud, a la que los

Encantamientos Silenciadores de Voldemort parecían

incapaces de contener.

-Muy bien, -dijo Voldemort, y Harry oyó más peligro en

la suavidad de su voz que en la más poderosa de las

maldiciones-. Si esa es tu decisión, Longbottom,

volveremos al plan original. Allá, -dijo tranquilamente-

tú.

Todavía observando todavía tras los párpados, Harry vio

a Voldemort ondear su varita. Segundos después,

saliendo de una de las ventanas del castillo, algo que

parecía un pájaro deforme voló a través de las ventanas

y en la luz tenue y aterrizó en la mano de Voldemort.

Este cogió el enmohecido objeto por el extremo y lo

sacudió, vacío y desgarrado, el Sombrero

Seleccionador.

-No habrá más Sombrero Seleccionador en la Escuela

Hogwarts, -dijo Voldemort-. No habrá más Casas. El

emblema, escudo y colores de mi nombre ancestro,

Salazar Slythering, servirá a todo el mundo. ¿verdad,

Neville Longbotton?

- 867 -

Apuntó su varita hacia Neville, que se quedó rígido e inmóvil, después embutió el sombrero en la cabeza de

Neville, de forma que se deslizó hacia abajo

cubriéndole los ojos. Hubo movimientos en la multitud

de observadores delante del castillo, y como uno, los

mortifagos alzaron sus varitas, manteniendo a raya a

los luchadores de Hogwarts.

-Neville va a demostrar ahora lo que le ocurrirá a

cualquiera lo suficientemente estúpido como para

continuar oponiéndose a mí, -dijo Voldemort, y con un

ondeo de su varita, hizo que el Sombrero Seleccionador

ardiera en llamas.

Los gritos hendieron el amanecer, y Neville ardía,

arraigado en el lugar, incapaz de moverse, y Harry no

podía soportarlo. Debía actuar...

Y entonces muchas cosas ocurrieron a la vez.

Oyeron alzarse un rugido de los límites distantes de la

escuela que sonaba como si un enjambre de cientos de

personas estuvieran derramándose sobre los muros

exteriores y vertiéndose hacia el castillo, bramando

gritos de guerra. Al mismo tiempo, Grawp había

aparecido rodeando una esquina del castillo con su

andar torpe y gritando "¡HAGGER!. Su llamada fue

respondida por los rugidos de los gigantes de Voldemot.

Corrieron hacia Grawp como elefantes a la carga

haciendo que la tierra se estremeciera.

Después llegaron los cascos, los tañidos de arco,s y las

flechas de repente caían entre los mortifagos que

rompieron filas, gritando de sorpresa. Harry sacó la

capa de invisibilidad de dentro de su túnica, la lanzó

sobre sí mismo, y se puso en pie de un salto, mientras

Neville se movía también.

En un movimiento veloz y fluido, Neville se liberó de la

Maldición lanzada sobre el Sombrero. El llameante

- 868 -

sombrero cayó y Neville extrajo de sus profundidades algo plateado, con una brillante empuñadura de rubíes.

La cuchillada de la hoja de plata no pudo oirse sobre el

rugido de la multitud que se aproximaba o los sonidos

de los gigantes o de la carga de los centauros, y aún

así, pareció atraer cada mirada. Con una sola estocada,

Neville partió en dos la gran cabeza de la serpiente,

que giró alto en el aire, brillando a la luz que fluía

desde el vestíbulo de entrada, la boca de Voldemort se

abrió en un grito de furia que nadie pudo oir, y el

cuerpo de la serpiente cayó pesadamente al suelo a sus

pies.

Oculto bajo la Capa de Invisibilidad, Harry lanzó un

Encantamiento Escudo entre Neville y Voldemort antes

de que este último pudiera alzar su varita. Entonces,

sobre los gritos y los rugidos y estruendosos golpes de

los gigantes que luchaban, Hagrid gritó más alto que

todos.

-¡HARRY! -gritó Hagrid-. ¡HARRY!... ¿DONDE ESTÁ

HARRY?

Reinaba el caos. Los centauros a la carga estaban

dispersando a los mortifagos, todos sentían los pies

retumbantes de los gigantes, y cada vez más y más

cerca el estruendo de los refuerzos que había venido de

quién sabía dónde. Harry vio grandes criaturas aladas

sobrevolando las cabeza de los gigantes de Voldemort,

los thestrals y Buckbeak el hipogrito arañaban sus ojos

mientras Grawp les golpeaba y mordía y ahora los

magos, defensores de Hogwarts y mortífagos por igual

estaban siendo forzados a volver a entrar en el castillo.

Harry estaba lanzando maleficios y maldiciones a

cualquier mortifago que veía, y ellos se derrumbaban,

sin saber qué o quién les había dado, y sus cuerpos eran

pisoteados por la multitud en retirada

- 869 -

Todavía oculto bajo la Capa de Invisibilidad, Harry fue también empujado a entrar en el vestíbulo. Estaba

buscando a Voldemort y le vio al otro lado de la

habitación, disparando hechizos con su varita mientras

retrocedía hasta el Gran Salón, todavía gritando

instrucciones a sus seguidores, mientras lanzaba

maldiciones a diestro y siniestro. Harry lanzó más

Encantamientos Escudo, entre Voldemort y sus

presuntas víctimas.

Seamus Finnigan y Hannah Abbot, pasaron junto a él a

la carrera hacia el interior del Gran Salon, donde se

unieron a la lucha que ya florecía dentro.

Y había más, incluso más gente saltando los escalones

delanteros, y Harry vio a Charlie Weasley alcanzando a

Horace Slughorn, que todavía vestía su pijama

esmeralda. Parecía haber vuelto a la cabeza de lo que

parecían ser las familias y amigos de cada estudiante

de Hogwarts que había seguido luchando junto a los

tenderos y vecinos de Hogsmeade. Los centauros Bane,

Ronan y Magorian irrumpieron en el vestíbulo con un

gran crepitar de cascos, y detrás de Harry la puerta que

conducía a las cocinas fue golpeada hasta sacarla de sus

goznes.

Los elfos domésticos de Hogwarts inundaron el

vestibulo de entrada, gritando y ondeando cuchillos de

carnicero de trinchar, y a la cabeza de los mismos, con

el guardapelo de Regulus Black rebotando en su pecho,

estaba Kreacher, su voz de rana era audible incluso

sobre este alboroto: -¡Luchad! ¡Luchad! ¡Luchad por mi

Amor, defensor de los elfos domésticos! ¡Luchad con el

Señor Tenebroso, en nombre del Valiente Regulus!

¡Luchad!

Estaban asaltando y apuñalando los tobillos y

pantorrillas de los mortifagos con su diminutas caras

- 870 -

iluminadas de malicia, y mirara donde mirara Harry veía mortifagos doblegados por el puro peso del

número, superados por hechizos, sacándose flechas de

heridas, apuñalados en las piernas por los elfos, o

simplemente intentando escapar, pero tragados por la

orda que se aproximada.

Pero esto no había acabado aún. Harry corrió entre los

duelistas y los prisioneros que se resistían hasta el Gran Salón.

Voldemort estaba en el centro de la batalla, atacando y

golpeando a todo el que se ponia a su alcance. Harry no

podía conseguir un disparo claro, así que luchó por

acercarse más, todavía invisible, pero el Gran Salon se

fue abarrotando más y más con cada uno que conseguía

forzar su entrada.

Harry vio a Yaxley derribado en el suelo por George y

Lee Jordan, vio a Dolohov caer con un grito a manos de

Flitwick, vio a Walden Macnair lanzado al otro lado de

la habitación por Hagrid, golpear la pared opuesta, y

deslizarse inconsciente hasta el suelo. Vio a Ron y

Neville derrotando a Fenrir Greyback, Aberforht

Aturdiendo a Rookwood, Arthur y Percy rodeaban a

Thicknesse, y Lucius y Narcissa Malfoy corriendo entre

la multitud, sin intentar luchar, llamando a gritos a su

hijo.

Voldemort estaba ahora luchando contra McGonagall,

Slyghorn y Kingsley, todos a la vez, y había un odio frío en su cara mientras ondeaban y amagaban alrededor,

incapaces de acabar con él.

Bellatrix todavía estaba luchando también, a cincuenta

yardas de Voldemort, y como su amo, luchaba con tres

a la vez: Hermione, Ginny y Luna, todas al máximo de

sus posibilidades, pero Bellatrix las igualaba, y la

atención de Harry se desvió cuando una Maldición

- 871 -

Asesina golpeó tan cerca de Ginny que falló y no la mató por un centímetro.

Cambió de curso, corriendo hacia Bellatrix en vez de

hacia Voldemort, pero antes de haber dado un par de

pasos fue golpeado a un lado.

-¡MI HIJA NO, PERRA!

La Señora Weasley se quitó la capa mientras corría,

liberando sus manos. Bellatrix se dio la vuelta, rugiendo de risa antes de visión del nuevo desafío.

-¡FUERA DE MI CAMINO! -gritó la Señora Weasley a las

tres chicas, y con un simple ademán de su varita

empezó el duelo. Harry observaba con terror y júbilo

como la varita de Molly Weasley acuchillaba y se

retorcía, y la sonrisa de Bellatrix Lestrage decaía y se

convertía en un gruñido. Rayos de luz volaban desde

ambas varitas, el suelo alrededor de los pies de las

brujas se levantó y agrietó. Ambas mujeres estaban

luchando a muerte.

-¡No! -gritó la Señora Weasley cuando unos pocos

estudiantes se adelantaron, intentando acudir en su

ayuda-. ¡Atrás! ¡Atrás! ¡Es mía!

Cientos de personas estaban ahora alineadas contra las

paredes, observando las dos luchas, Voldemort y sus

tres oponentes. Bellatrix y Molly, y Harry de pie,

invisible, desgarrado entre ambas, deseando atacar y a

la vez proteger, incapaz de estar seguro de no alcanzar

a un inocente.

-¿Qué ocurrirá con tus hijos cuando mueras? -se burlón

Bellatrix, tan loca como su amo, haciendo cabrioles

mientras las maldiciones de Molly danzaban a su

alrededor-. ¿Cuando Mami se haya ido como Freddie?

-¡Tú... nunca... volverás... a... tocar... a... mis...

hijos! -gritó la Señora Weasley.

Bellatrix rió con la misma risa alborozada que su primo

- 872 -

Sirius había soltado mientras caía hacia atrás a través del velo, y de repente Harry supo lo que iba a ocurrir

antes de que ocurriera.

La maldición de Molly pasó bajo el brazo extendido de

Bellatrix y la golpeó de lleno en el pecho, directamente

sobre el corazón.

La sonrisa satisfecha de Bellatrix se congeló, sus ojos

parecieron salirse de sus órbitas. Durante el más ínfimo

espacio de tiempo supo lo que había ocurrido, y

después perdió el equilibrio, y la multitud de

observadores rugió enardecida, y Voldemort gritó.

Harry lo sintió mientras se giraba a cámara lenta. Vio a

McGonagall, Kingsley y Slughorn salir despedidos hacia

atrás, agitándose y contorsionándose en el aire, cuando

la furia de Voldemort ante la caída de su última y

mejor lugarteniente explotó con la fuerza de una

bomba. Voldemort alzó la varita y la apuntó hacia Molly

Weasley.

-¡Protego! -rugió Harry, y el Encantamiento Escudo se

expandió en medio del Salón, y Voldemort miró

alrededor en busca de la fuente mientras Harry se

quitaba la Capa de Invisilibidad al fin.

El chillido de sorpresa, los vitores, los gritos de por

todos lados: "¡Harry! ¡ESTÁ VIVO!" fueron ahogados de inmediato. La multitud tenía miedo, y el silencio cayó

abrupta y completamente cuando Voldemort y Harry se

miraron el uno al otro, y empezaron, al mismo tiempo,

a girar en círculos.

-No quiero que ningún otro ayude, -dijo Harry en voz

alta, y en el silencio absoluto su voz sonó como la

llamada de una trompeta-. Así es como debe ser. Tengo

que ser yo.

Voldemort siseó.

-Potter no quiere decir eso, -dijo, sus ojos rojos

- 873 -

estaban abiertos de par en par-. Así no es como funciona, ¿verdad? ¿A quién vas a utilizar como escudo

hoy, Potter?

-A nadie, -dijo Harry simplemente-. No hay más

Horrocruxes. Solos tú y y yo. Ninguno puede vivir

mientras el otro sobreviva, y uno de nosotros está a

punto de desaparecer para siempre.

-¿Uno de nosotros? -se burló Voldemort, y todo su

cuerpo estaba tenso y sus ojos rojos fijos, una serpiente a punto de atacar-. ¿Crees que serás tú, eh, el chico

que ha sobrevivido por accidente, y porque Dumbledore

tiraba de sus cuerdas?

-¿Fue un accidente, cuando me salvó mi madre? -

preguntó Harry. Se movian lentamente de lado, ambos,

en un círculo perfecto, manteniendo la misma distancia

el uno del otro, y para Harry no existía más cara que la

de Voldemort-. ¿Accidente, cuando decidi luchar en ese

cementerio? ¿Accidente, que no me defendiera esta

noche, y aún así sobreviviera, y volviera para luchar?

-¡Accidentes! -gritó Voldemort, pero aún así no

atacaba, y la multitud de observadores estaba

congelada, como Petrificados, y los cientos de personas

del Vestibulo, nadie parecía respirar excepto ellos dos-.

Accidente y casualidades y el hecho de que te escondes

y gimoteas tras las faldas de grandes hombres y

mujeres, ¡y me permites matarles en tu lugar!

-No matarás a nadie más esta noche, -dijo Harry

mientras giraban, y se miraban directamente a los ojos,

verde contra rojo-. No podrás volver a matar nunca a

ninguno de ellos. ¿No lo coges? Estaba preparado para

morir para evitar que hicieras daño a esta gente...

-¡Pero no lo hiciste!

-...tenía intención de hacerlo, y eso es lo que cuenta.

Hice lo que hizo mi madre. Protegerles de ti. ¿No has

- 874 -

notado como ninguno de los hechizos que les has lanzado les han tocado? No puedes torturarles. No

puedes tocarles. No has aprendido de tus errores,

Riddle, ¿verdad?

-Te atreves...

-Si, me atrevo -dijo Harry-. Sé cosas que tú no sabes,

Tom Riddley. Sé un montón de cosas que tú no.

¿Quieres oir algunas, antes de cometer otro gran error?

Voldemort no habló, pero rondaba en circulos, y Harry

sabía que le tenía temporalmente hipnotizado,

contenido por la idea de que hubiera la más mínima

posibilidad de que Harry pudiera saber un secreto

definitivo...

-¿El amor de nuevo? -dijo Voldemort, su cara de

serpiente se burlaba-. La solución favorita de

Dumbledore, que él afirmaba conquistaba a la muerte,

aunque el amor no evitó que cayera de la torre y se

rompiera como un muñeco de cera vieja. Amor, que no

evitó que aplastara a tu madre sangre sucia como a una

cucaracha, Potter... y nadie parece amarte a ti lo

suficiente como para adelantarse estaba vez e

interceptar mi maldición. ¿Qué evitará entonces que

mueras esta vez cuando ataque?

-Solo una cosa -dijo Harry, y siguieron rodeándose el

uno al otro, absortos el uno en el otro, separados solo

por el último secreto.

-Si no es el amor lo que te salvará esta vez, -dijo

Voldemort- debes creer que tienes una magia que yo no

tengo, o alguna otra cosa, ¿un arma más poderasa que

la mía?

-Las dos cosas, creo -dijo Harry, y vio el destello de

sorpresa cruzar la cara de serpiente, aunque se disipó

instantáneamente. Voldemort empezó a reir, y el

sonido fue más aterrador que sus gritos, enloquecido y

- 875 -

sin humor, y resonó a través del silencioso Salón.

-¿Crees que conoces magia que yo no? -dijo-. ¿Que yo,

que Lord Voldemort, que ha realizado magia con la que

ni siquiera el propio Dumbledore habría soñado jamás?

-Oh, soñó con ella, -dijo Harry- pero sabía más que tú,

sabía lo suficiente para no hacer lo que tú.

-¡Quieres decir que era débil! -gritó Voldemort-.

Demasiado débil como para atreverse, demasiado débil

como para coger lo que podría haber sido suyo, ¡lo que

será mío!

-No, era más astuto que tú, -dijo Harry- mejor mago, y

mejor hombre.

-¡Yo ordené la muerte de Albus Dumbledore!

-Crees haberlo hecho, -dijo Harry- pero estás

equivocado.

Por primera vez, la multitud de observadores se movió

cuando cientos de personas alrededor de las paredes

respiraron como una.

-¡Dumbledore está muerto! -Voldemort arrojó las

palabras a Harry como si estas le causaran un dolor

insoportable-. Su cuerpo se pudre en una tumba de

mármol en los terrenos de este castillo. Yo le vi,

Potter, ¡y no volverá!

-Si, Dumbledore está muerto, -dijo Harry

tranquilamente-. pero no fuiste tú quien lo mató. Eligió

su propia forma de morir, la eligió meses antes de

morir, lo arregló todo con el hombre al que creías tu

sirviente.

-¿Que sueño infantil es este? -dijo Voldemort, pero

todavía no atacaba, y sus ojos rojos no se separaban de

los de Harry.

-Severus Snape no era uno de tus hombres-. dijo Harry-.

Lo era de Dumbledore. De Dumbledore desde el

momento en que empezarse a perseguir a mi madre. Y

- 876 -

nunca lo comprendiste, porque es la única cosa que no puedes entender. ¿Nunca viste que a Snape lanzar un

Patronus, Riddle?

Voldemort no respondió. Continuaron girando uno

alrededor del otro como lobos dispuestos a hacer trizas

al otro.

-El Patronus de Snape era una cierva -dijo Harry-, como

el de mi madre, porque la amó durante casi toda su

vida, desde que eran niños. Deberías haberlo notado, -

dijo cuando vio llamear las fosas nasales de Voldemort-

, te pidió que le perdonaras la vida, ¿verdad?

-La deseaba, eso era todo, -dijo Voldemort con

desprecio-, pero cuando desapareció, él estuvo de

acuerdo en que habían otras mujeres, y de sangre pura,

que le merecerían...

-Por supuesto que te dijo eso -dijo Harry-. pero fue

espia de Dumbledore desde el momento en que la

amenazaste, y ha estado trabajando contra tí desde

entonces! ¡Dumbledore ya se estaba muriendo cuando

Snape acabó con él!

-¡Eso no importa! -chilló Voldemort, que había seguido

cada palabra con absorta atención, pero ahora dejó

escapar un cacareo de risa enloquecida-. ¡No importa si

Snape era mío o de Dumbledore, o que mezquinos

obstáculos trató de poner en mi camino! Los aplasté

como aplasté a tu madre, ¡el supuesto gran amor de

Snape! ¡Oh, pero todo cobra sentido, Potter, y de

formas que no tú no entiendes!

¡Dumbledore estaba intentando mantener la Varita de

Sauco lejos de mí! ¡Su intención era que Snape fuera el

auténtico amo de la varita! Pero yo voy por delante de

tí, muchachito. ¡Cogí la varita antes de que

consiguieras poner sus manos en ella! ¡Entendi la

verdad antes que tú! ¡Maté a Severus Snape hace tres

- 877 -

horas, y la Varita de Sauco, la Vara de la Muerte, la Varita del Destino es verdaderamente mía! ¡El último

plan de Dumbledore salió mal, Harry Potter!

-Si, lo hizo -dijo Harry-. Tienes razón. Pero antes de

que me mates, te aconsejo que pienses en lo que has

hecho... Piensa, e intenta sentir algo de

remordimiento, Riddley...

-¿Que es esto?

De todas las cosas que Harry le había dicho, más allá de

cualquier revelación o burla, nada había sorprendido a

Voldemort como esto. Harry vio sus pupilas contraerse

en las finas rendijas, vio la piel alrededor de sus ojos

quedarse blanca.

-Es tu última oportunidad, -dijo Harry-, todo lo que te

queda... he visto lo que hubieras sido de otro modo...

Sé un hombro... inténtalo... Intenta sentir algún

remordimiento...

-¿Te atreves...? -dijo Voldemort de nuevo.

-Si, me atrevo, -dijo Harry-, porque el último plan de

Dumbledor no se ha vuelto contra mí en absoluto. Se ha

vuelto contra tí, Riddle.

La mano de Voldemort estaba temblando sobre la

Varita de Sauco, y Harry aferraba la de Draco muy

firmemente. El momento, lo sabía, estaba a solo

segundos.

-La varita todavía no funciona apropiadamente para ti

porque mataste a la persona equivocada. Severus Snape

nunca fue el auténtico amo de la Varita de Sauco.

Nunca derrotó a Dumbledore.

-Le mató...

-¿No has estado escuchando? ¡Snape nunca derrotó a

Dumbledore! ¡La muerte de Dumbledore estaba

planeada! Dumbledore tenía intención de morir, sin ser

derrotado, el último amo de la varita! ¡Si todo hubiera

- 878 -

salido tal y como estaba planeado, el poder de la varita habría muerto con él, porque nunca ha sido derrotado!

-¡Pero entonces, Potter, Dumbledore fue tan amable de

darme la varita! -la voz de Voldemort se sacudía con

malicioso placer-. ¡Robé la varita de la tumba de su

último amo! ¡La cogí contra los deseos del último amo!

¡El poder es mío!

-¿Todavía no lo coges, verdad, Riddley? ¡La posesión de

la varita no es suficiente! Sujetarla, utilizarla, no la

hace realmente tuya. ¿No oiste a Ollivander? La varita

elige al mago... La Varita de Sauco reconoció a un

nuevo amo antes de que Dumbledore muriera, alguien

que nunca puso su mano en ella. El nuevo amo le quitó

la varita a Dumbledore contra su voluntad, sin

comprender nunca lo que había hecho exactamente, o

que la varita más peligrosa del mundo le había otorgado

su lealtad...

El pecho de Voldemort se alzaba y caía rápidamente, y

Harry podía sentir la maldición llegando, la sintió

formarse dentro de la varita apuntada hacia su cara.

-El auténtico amo de la Varita de Sauco era Draco

Malfoy

Una sorpresa estupefacta se mostró por un momento en

la cara de Voldemort, pero entonces desapareció.

-¿Y qué importa eso? -dijo suavemente-. Incluso si

tienes razón, Potter, eso no supone ninguna diferencia

entre tú y yo. Ya no hay varitas de fénix. Será un duelo

solo de habilidad... y después de que te haya matado,

puedo ocuparme de Draco Malfoy...

-Pero llegas demasiado tarde, -dijo Harry-. Perdíste tu

oportunidad. Yo llegué primero. Vencí a Draco hace

semanas. Le quité su varita.

Harry ondeó la varita de espino, y sintió los ojos de

todo el mundo en el Salón posados en ella.

- 879 -

-Asi que todo se reduce a eso, ¿verdad? -susurró Harry-.

¿Sabe la varita que está en tu mano que su último amo

fue Desarmado? Porque si lo sabe... yo soy el auténtico

amo de la Varita de Sauco.

Un rayo rojo estalló repentinamente cruzando el cielo

encantado sobre ellos cuando el borde del sol

deslumbrante apareció sobre el alféizar de la ventana

más cercana. La luz golpeó ambas caras al mismo

tiempo, haciendo que la de Voldemort pareciera

repentinamente un borrón llameante. Harry oyó a la

voz más aguda gritar y también el gritó esperando lo

mejor, apuntando la varita de Draco.

-¡Avada Kedavra!

-¡Expelliarmus!

La explosión fue como el disparo de un cañón, y las

llamas doradas que estallaron entre ellos, marcando el

centro del círculo que habían estado trazando, en el

punto donde los hechizos colisionaron. Harry vio el rayo

verde de Vodemort encontrarse con su propio hechizo,

vio la Varita de Sauco volar alto, oscura contra el

amanecer, girando por el techo encantado como la

cabeza de Nagini, dando vueltas a través del aire hacia

el amo al que no podía matar, que había tomado

posesión absoluta de ella al fin. Y Harry, con la

habilidad infalible de un Buscador, cogió la varita con

la mano libre mientras Voldemort retrocedía, con los

brazos abiertos y los ojos escarlata de pupilas verticales mirando hacia arriba. Tom Riddley golpeó el suelo con

mundana banalidad, su cuerpo débil y encogido, las

manos blancas vacías, la cara de serpiente vacía e

ignorante.

Voldemort estaba muerto, muerto por su propia

maldición rebotada, y Harry estaba en pie con dos

varitas en las manos, mirando al cadáver de su

- 880 -

enemigo.

Un estremecedor segundo de silencio, la sorpresa del

momento quedó suspendida, y después el tumulto

estalló alrededor de Harry mientras gritos, vítores y

rugidos de los observadores llenaban el aire.

La ferocidad del nuevo sol atravesaba las ventanas

cuando corrieron hacia él y los primeros en alcanzarle

fueron Ron y Hermione, y fueron sus brazos los que le

rodearon, sus gritos incomprensibles los que le

ensordecieron. Los de Ginny, Neville, y Luna estaban

allí, y todos los Weasleys y Hagrid, y Kingsley y

McGonagall y Flitwick y Sprout, y Harry no podía oir ni

una palabra de que lo todos estaban gritando, ni decir

que manos estrechaban las suyas, tirando de él,

intentando abrazar alguna parte de él, cientos de ellos

presionando, todos decididos a tocar al Chico Que

Vivió, la razón de que todo hubiera acabado al fin.

El sol se había alzado completamente sobre Hogwarts, y

el Gran Salon hervía de vida y luz. Harry era una parte

indispensable de la mezcla de efusiones de júbilo y

luto, de pena y celebración. Deseaban que estuviera

allí con ellos, su líder y símbolo, su salvador y su guía, y que no había dormido, que anhelaba la compañía de

solo unos pocos de ellos, no parecía ocurrírsele a

ninguno. Debía dar el pésame, estrechar manos,

presenciar lágrimas, recibir agradecimientos, oir las

noticias que llegaban poco a poco de todas partes

mientras la mañana pasaba: que por todas partes del

país los maldecidos por la Maldición Imperius habían

vuelto a su verdadero ser, que los mortifagos se daban

a la fuga o estaban siendo capturados, que los

inocentes de Azkaban serían liberados en cualqueir

momento, y que Kingsley Shacklebot había sido

nombrado temporalmente Ministro de Magia.

- 881 -

Movieron el cuerpo de Voldemort y lo tendieron en una cámara junto al Vestíbulo, lejos de los cuerpos de Fred,

Tonks, Lupin, Colin Creevey, y cincuenta estudiantes

más que habían muerto luchando. McGonagal había

vuelto a colocar las mesas de las Casas, pero ya nadie

se sentaba de acuerdo con su Casa. Estaban todos

apiñados juntos, profesores y pupilos, fantasmas y

padres, centauros y elfos domésticos, y Firenze yacía

recuperándose en una esquina, y Grawp espiaba a

través de una ventana destrozada, y la gente se tiraba

comida a las bocas sonrientes.

Después de un rato, exhausto y agotado, Harry se

encontró sentado en un banco junto a Luna.

-Si yo fuera tú, querría algo de paz y tranquilidad.

-Me encantaría, -replicó él.

-Yo les distraeré, -dijo ella-. Usa tu capa.

Y antes de que pudiera decir una palabra, ella gritó.

-¡Ooooh, mirad, un Blibbering Hundinger! -Y señaló a la

ventana. Todo el que la había oído miró, y Harry se

deslizó la Capa por encima, y se puso en pie.

Ahora se podía mover por el Salón sin interferencia.

Divisó a Ginny a dos mesas de distancia, estaba sentada

con la cabeza sobre el hombro de su madre. Habría

tiempo de hablar después, horas y días y quizás años en

los que hablar. Vio a Neville, la espada de Gryffindor

yacía junto a su plato mientras comía, rodeado por un

grupo de fervientes admiradores.

Avanzó a lo largo del pasillo entre las mesas, y divisó a los tres Malfoy, apiñados juntos como inseguros de si se

suponía o no que debían estar allí, pero nadie les

prestaba ninguna atención. A donde quiera que mirara,

veía familias reunidas, y finalmente, vio a los dos cuya

compañía más anhelaba.

-Soy yo, -murmuró, agachándose entre los dos-. ¿Venís

- 882 -

conmigo?

Se pusieron en pie al instante, y juntos, él, Ron y

Hermione abandonaron el Gran Salón. Habían

desaparecido grandes trozos de la escalera de mármol,

parte de la balaustrada había volado, y encontraron

escombros y manchas de sangre cada pocos escalones

mientras subían.

En algún lugar en la distancia pudieron oir a Peeves

zumbando a través de los corredores cantando una

canción de victoria de su propia composición:

Lo hicimos, le machacamos, Pottercito es el elegido,

Y Voldy en el barro ha desaparecido, ¡así que ahora a

divertirse!

-Realmente te da una sensación de drama y tragedia,

¿verdad? -dijo Ron, empujando una puerta para dejar

pasar a Harry y Hermione.

La felicidad llegará, pensó Harry, pero en ese momento

estaba amortiguada por el cansancio, el dolor de perder

a Fred, Lupin y Tonks que le atravesaba como una

herida física cada pocos pasos. La mayor parte de él se

sentía estupendamente aliviado, y anhelaba dormir.

Pero primero debía una explicación a Ron y Hermione,

que habían aguantado con él durante tanto tiempo, y

merecían la verdad. Relató cuidadosamente lo que

había visto en el Pensadero y lo que había ocurrido en

el bosque, y no habían empezado a expresar del todo su

sorpresa y asombro, cuando al fin llegaron al lugar al

que se habían estado dirigiendo, aunque ninguno de

ellos había mencionado su destino.

Desde que la había visto la última vez, la gargola que

guardaba la entrada del despacho del director había

sido volcada. Estaba inclinada, como un pequeño

borracho, y Harry se preguntó si podría aún distinguir

contraseñas.

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-¿Podemos subir? -preguntó a la gargola.

-Paso libre -gimió la estatua.

Escalaron sobre ella y subieron a la escalera de espiral

que se movía lentamente hacia arriba como una

escalera mecánica. Harry abrió la puerto al llegar a lo

alto.

Captó un breve vistazo del Pensadero sobre el

escritorio donde él lo había dejado, y entonces oyó un

ruido ensordecedor que le hizo gritar, pensando en

maldiciones y mortifagos y en Voldemort renacido.

Pero era un aplauso. En todas las paredes, los

directores y directoras de Hogwarts le estaban

dedicando una ovación en pie. Ondeaban sus sombreros

y en algunos casos alas, se extendian a través de sus

marcos para extrechar las manos de los demás,

danzaban arriba y abajo en las sillas en las que habían

sido pintados. Dilys Derwen sollozaba

desvergonzadamente. Dexter Fortescui estaba

ondeando su trompetilla, y Phineas Niggelus gritaba,

con su voz alta y aflautada "¡Y deja claro que la Casa Slytherin ha tomado parte en ello! ¡No dejes que

nuestra contribución sea olvidada!

Pero Harry tenía ojos solo para el hombre que estaba

en pie en el retrato más grande, directamente tras la

silla del director. Corrían lágrimas por sus mejillas tras las gafas de medialuna hasta la larga barba plateada, y

el orgullo y la gratitud emanaban de él llenando a Harry

con el mismo bálsamo consolador que la canción del

fénix.

Al fin, Harry alzó las manos, y los retratos cayeron en

un respetuoso silencio, sonriendo y secándose los ojos y

esperando ansiosamente a que hablara.

Dirigió sus palabras a Dumbledore, sin embargo, y las

eligió con enorme cuidado. Exhausto y con los ojos

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enrojecidos como estaba, debía hacer un último esfuerzo, buscar un último consejo.

-Lo que estaba oculto en la Snitch, -empezó- lo dejé

caer en el bosque. Sé donde exactamente, pero no voy

a volver a buscarlo. ¿Está de acuerdo?

-Mi querido muchacho, lo estoy -dijo Dumbledore,

mientras sus compañeros retratos parecían confusos y

curiosos-. Una sabia y valerosa decisión, pero no es

menos de lo que habría esperado de ti. ¿Alguien más

sabe donde cayó?

-Nadie -dijo Harry, y Dumbledore asintió con

satisfacción.

-Sin embargo voy a conservar el regalo de Ignotus, -dijo

Harry, y Dumbledore sonrió.

-Por supuesto, Harry, es tuya para siempre, ¡hasta que

la pases!

-Y luego está esto.

Harry sostuvo en alto la Varita de Sauco, y Ron y

Hemione la miraban con tal reverencia, que ni siquiera

en su estado falto de sueño y aturdido, a Harry le

gustaba ver.

-No la quiero -dijo Harry.

-¿Qué? -dijo Ron ruidosamente-. ¿Estás loco?

-Sé que es poderosa. -dijo Harry cansado-. Pero estaría

mucho más contento con la mía. Así que...

Hurgó en la bolsita que colgaba de su cuello y sacó las

dos mitades de la varita de acebo todavía conectadas

por la más fina hebra de pluma de fénix. Hermione

había dicho que no podía ser reparada, que el daño era

demasiado severo. Él lo único que sabía es que si esto

no funcionaba, nada lo haría.

Tendió la varita rota sobre el escritorio del director, la tocó con la punta de la Varita de Sauco, y dijo. -

Reparo.

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Cuando su varita se selló, chispas rojas salieron de su extremo. Harry sabía que había tenido éxito. Recogió la

de varita de acebo y fénix y sintió una calidez en sus

dedos, cuando varita y mano celebraron su reunión.

-Pondré la Varita de Sauco -dijo a Dumbledore, que le

estaba observando con enorme afecto y admiración-

otra vez donde estaba. Puede quedarse aquí. Si muero

de muerte natural como Ignotus, su poder se romperá,

¿no? El anterior amo nunca habrá sido derrotado. Ese

será su final.

Dumbledore asintió. Se sonrieron el uno al otro.

-¿Estás seguro? -dijo Ron. Habia un ligero rastro de

anhelo en su voz mientras mira a la Varita de Sauco.

-Creo que Harry tiene razón, -dijo Hermione

tranquilamente.

-Esta varita da más problemas de los que vale -dijo

Harry-. Para ser honestos, -se alejó de los retratos,

pensando ahora solo en la cama de cuatro postes que le

esperaba en la Torre de Gryffindor, y preguntándose si

Kreacher podría llevarle un sandwich allí-,ya he tenido

suficientes problemas para toda una vida.

- 886 -

 

 

 

 

 

 

Diecinueve años despues

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Epilogo

Diecinueve años despues

E l otoño pareció llegar repentinamente ese

año. La mañana del uno de Septiembre era

crispada y dorada como una manzana y

mientras la pequeña familia se apresuraba a cruzar la

ajetreada calle hacia la grandiosa y sombría estación,

el humo de los tubos de escape de los coches y el

aliento de los caminantes centelleaban como telas de

araña en el aire frío. Dos grandes jaulas descansaban en

lo alto de los carritos de equipaje que los padres

empujaban, las lechuzas dentro de ellas ululaban

indignadamente, y la pequeña pelirroja se demoraba

temerosamente tras sus hermanos, aferrada al brazo de

su padre.

-No pasará mucho tiempo, y también tú iras, -le dijo

Harry.

-Dos años, -resopló Lilly-. ¡Yo quiero ir ahora!

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Los transeuntes miraban curiosamente a las lechuzas mientras la familia se abría paso hasta la barrera entre

los andenes nueve y diez. La voz de Albus llegó hasta

Harry por encima del clamor que les rodeaba; sus hijos

habían reasumido la discusión que habían empezado en

el coche.

-¡No! ¡No estaré en Slytherin!

-¡James, dale un respiro! -dijo Ginny.

-Yo solo digo que podría ser, -dijo James, sonriendo a

su hermano menor-. No hay nada de malo en ello.

Podría estar en Slyth...

Pero James captó la mirada de su madre y se quedó en

silencio. Los cinco Potters se aproximaron a la barrera.

Con una mirada ligeramente autosuficiente sobre el

hombro hacia su hermano menor, James tomó el carrito

de manos de su madre y echó a correr. Un momento

después, se había desvanecido.

-Me escribiréis, ¿verdad? -preguntó Albus a sus padres

inmediatamente, aprovechando la momentanea

ausencia de su hermano.

-Cada día, si quieres que lo hagamos, -dijo Ginny.

-No cada día, -dijo Albus rápidamente-. James dice que

la mayoría de la gente solo recibe cartas de casa una

vez al mes.

-Escribimos a Jemes tres veces por semana, -dijo

Ginny.

-Y no deberías creer todo lo que te cuenta de Hogwarts

-añadió Harry-. A tu hermano le gusta gastar bromas.

Lado a lado, empujaron el segundo carrito hacia

adelante, cobrando velocidad. Cuando se aproximaron

a la barrera, Albus hizo una mueca, pero no se produjo

ninguna colisión. En vez de eso, la familia emergió a la

plataforma nueve y tres cuartos, que estaba oscurecida

por el vapor blanco que surgía del expreso escarlata de

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Hogwarts. Figuras confusas se movían como un engambre a través de la neblina, en la que James ya

había desaparecido.

-¿Dónde están? -preguntó Albus ansiosamente, espiando

hacia las nebulosas formas que pasaban mientras se

abrían paso andén abajo.

-Los encontraremos -dijo Ginny tranquilizadoramente.

Pero el vapor era denso, y resultaba dificil discernir la cara de nadie. Desconectadas de sus propietarios, las

voces sonaban antinaturalmente ruidosas. Harry creyó

haber oído a Persy discurriendo ruidosamente acerca de

las regulaciones de escobas, y se alegró la excusa que

se le presentaba para no pasar y saludar...

-Creo que esos son ellos, Al, -dijo Ginny de repente.

Un grupo de cuatro personas emergió de la niebla, de

pie junto a un carrito muy grande. Sus caras solo se

enfocaron cuando Harry, Ginny, Lily, y Albus llegaron

justo ante ellos.

-Hola, -dijo Albus, que sonaba inmensamente aliviado.

Rose, que ya vestía su nueva túnica de Hogwarts, le

sonrió.

-¿Todo bien al aparcar entonces? -preguntó Ron a

Harry-. Para mí si. Hermione no se creía que pudiera

pasar un exámen de conducir muggle, ¿verdad? Pensó

que había Confundido al examinador.

-No, no es cierto, -dijo Hermione-. Tenía una fé

absoluta en ti.

-Para que quede claro, le Confundí. -susurró Ron a

Harry mientras juntos alzaban el baúl de Albus y la

lechuza hasta el vagón-. Solo olvidé mirar por el

retrovisor, y mira tú. Puedo utilizar un Encantamiento

Supersensorial para eso.

De vuelta en la plataforma, encontraron a Lilly y Hugo,

el hermano menor de Rose, teniendo una animada

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conversación sobre en qué casa serían seleccionados cuando finalmente fueran a Hogwarts.

-Si no entras en Gryffindor, te desheredaremos, -dijo

Ron- pero sin presiones.

-¡Ron!

Lilly y Hugo rieron, pero Albys y Rose parecían

solemnes.

-No lo dice en serio, -dijeron Hermione y Ginny, pero

Ron ya no estaba prestando atención. Captando la

atención de Harry, asintió subcepticiamente hacia un

punto a unas cincuenta yardas de distancia. El vapor se

había disipado por un momento y tres personas estaban

de pie en un espacio libre de la cambiante niebla.

-Mira quién está ahí.

Draco Malfoy estaba allí de pie con su esposa e hijo,

con un abrigo oscuro abonotado hasta la garganta. Su

pelo estaba peinado hacia atrás de tal forma que

enfatizada la barbilla puntiaguda. El nuevo chico se

parecía a Draco tanto como Albus se parecía a Harry.

Draco captó un vistazo de Harry, Ron, Hermione y

Ginny mirándole, asintió cortesmente, y se alejó.

-Así que ese es el pequeño Scorpius, -dijo Ron por la

bajo-. Asegúrate de machacarle en cada exámen,

Rosie. Gracias a Dios heredaste el cerebro de tu madre.

-Ron, por amor de Dios, -dijo Hermione medio severa,

medio divertida-. ¡No intentes volverlos uno contra otro

antes de que empiecen siquiera la escuela!

-Tienes razón, lo siento, -dijo Ron, pero incapaz de

contenerse, añadió-. No seas muy amigable con él,

Rosie. El abuelo Wesley nunca te perdonaría que te

casaras con un sangre pura.

-¡Ey!

James había reaparecido, se había librado a sí mismo

de su baúl, lechuza y carrito, y evidentemente estaba

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que explotaba con nuevas noticias.

-Teddy está de vuelta, -dijo sin respiración, señalando

sobre el hombro hacia las vaporosas nubes-. ¡Acabo de

verle! Y adivinad que está haciendo. ¡Morreándose con

Victoire!

Fulminó con la mirada a los adultos, evidentemente

decepcionado por su falta de reacción.

-¡Nuestro Teddy! ¡Teddy Lupin! ¡Morreándose con

nuestra Victoire! ¿Nuestra prima? Y le pregunté a Teddy

que estaba haciendo...

-¿Les interrumpiste? -dijo Ginny- Te pareces tanto a

Ron...

-... ¡y dijo que había venido a verla! Y después me dijo

que me largara. ¡La estaba morreando! -Añadió James

como preocupado de no haber sido lo bastante claro.

-¡Oh, sería adorable que se casaran! -murmuró Lilly

soñadoramente-. ¡Entonces Teddy sería realmente

parte de la familia!

-Ya viene a casa a cenar casi todos los días -dijo Harry,

.... falla mi imaginación pero supongo que dice algo así

como qué más da que se quede todo el rato.

-¡Si! -dijo James entusiamado-. No me importaría

compartir cuarto con Al... Teddy podría quedarse mi

habitación.

-No, -dijo Harry firmemente-. Al y tú os estaríais

peleando a cada rato y no quiero que la casa acabe

demolida.

Comprobó el carrito.

-Son casi las once, será mejor que subáis.

-¡No olvides darle recuerdos a Neville! -dijo Ginny a

James y le abrazó.

-¡Mamá! No puedo hacer eso con un profesor.

-Pero conoces a Neville...

James puso los ojos en blanco.

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-Fuera, si, pero en la escuela es el Profesor Longbotton,

¿verdad? No puedo entrar en Herbología y darle

recuerdos...

Sacudiendo la cabeza ante las tonterías de su madre, se

apresuró a adelantarse para dar una patada a Albus.

-Luego te veo, Al. Vigila a los Thestrals.

-Creía que eran invisibles. Dijiste que eran invisibles.

Pero James simplemente se rio, permitió que su madre

le besara, dio un abrazo rápido a su padre, después

saltó rápidamente al tren. Le vieron avanzar, después

alejarse vagón arriba hacia sus amigos.

-Los Thestrals no son nada de qué preocuparse, -dijo

Harry a Albus-. Son criaturas gentiles, no hay nada que

asuste en ellos. De otodos modos, vosotros no vais a

llegar a la escuela en los carruajes, iréis en botes.

Ginny se despidió de Albus.

-Te veremos en Navidad.

-Adios, Al, -dijo Harry mientras su hijo le abrazaba-. No olvides que Hagrid te ha invitado a tomar el té el

próximo viernes. No te metas en lios con Peeves. Nada

de duelos con nadie hasta que hayas aprendido como

hacerlo. Y no dejes que James se meta contigo.

-¿Y si acabo en Slytherin?

El susurro era solo para su padre, y Harry sabía que solo el momento de la partida podría haber obligado a Albys

a revelar lo grande y sincero que era su temor.

Harry se agachó para que la cara de Albus estuviera

ligeramente por encima de la suya. Solo Albus entre los

tres hijos de Harry, había heredado los ojos de Lilly.

-Albus Severus, -dijo Harry quedamente, para que nadie

más que Ginny pudiera oirle, y ella tenía suficiente

tacto como para fingir que estaba escuchando a Rose,

que ya estaba en el tren-, te pusimos ese nombre por

dos directores de Hogwarts. Uno de ellos era un

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Slytherin y fue probablemente el hombre más valiente que nunca haya conocido.

-Pero y si...

-... entonces la Casa Slytherin habrá ganado un

excelente estudiante, ¿verdad? A nosotros no nos

importa, Al. Pero si a ti te importa tanto, podrás elegir Gryffindor en vez de Slytherin. El Sombrero

Seleccionador toma en cuenta tu elección.

-¡De veras!

-Lo hizo en mi caso, -dijo Harry.

Nunca antes había contado eso a sus hijos, y vio la

maravilla en la cara de Albus cuando lo dijo. Pero ya las puertas se estaba cerrando a lo largo de todo el tren

escarlata, y los sonidos señalaban el momento de partir

para los últimos rezagados.

Albus saltó al vagón y Ginny cerró la puerta tras él. Los estudiantes colgaban de las ventanas que tenían más

cerca. Un gran engambre de caras, sobre y fuera del

tren, parecían estar vueltas hacia Harry.

-¿Por qué están todos mirando? -exigió Albus mientras

Rose y él se giraban alrededor para mirar al resto de los estudiantes.

-No dejes que eso te preocupe, -dijo Ron-. Soy yo. Soy

extremadamente interesante.

Albus, Rosie, Hugo, y Lily rieron. El tren empezó a

moverse, y Harry caminó junto a él, observando la

delgada cara de su hijo, ya sonrojada por la excitación.

Harry siguió sonriendo y saludando, incluso aunque era

un poco embarazoso, observando como su hijo se

alejaba de él...

El último rastro de humo se evaporó en el aire otoñal.

El tren había doblado una esquina. La mano de Harry

estaba inmóvil, alzada en un adiós.

-Estará bien, -murmuró Ginny.

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Cuando Harry miró hacia ella, bajó la mano ausentemente y se tocó la cicatriz en forma de

relámpago de la frente.

-Lo sé.

La cicatriz no le había dolido a Harry en diecinueve

años. Todo iba bien.

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