se piensa

La nueva ciencia ficción

Las tendencias en la temática y en el estilo de los relatos de ciencia ficción cambian con el tiempo. En los Estados Unidos se está produciendo actualmente a este respecto una importante mutación, que apenas ha llegado aún a los países de habla castellana. Es la «Cosa Nueva», cuya influencia se está empezando a dejar sentir en Europa. Nuestro corresponsal en Uruguay nos habla en este artículo sobre todo ello, y de las repercusiones que está teniendo a nuestro alrededor.

La buena ciencia ficción actual es muy distinta de la que se escribía en los años 40 y 50. Los viejos maestros, salvo raras excepciones, ya no colaboran en revistas ni escriben libros. Y una nueva generación de autores, con una formación muy distinta, con preocupaciones que pertenecen a un nuevo estado de cosas, ha tomado su lugar.

Hay un enorme espíritu de experimentación, de romper con las viejas convenciones, de abrir nuevas posibilidades para el género. En Inglaterra, Michael Moorcock, director de la revista «New Worlds», (Nuevos Mundos), alienta a los autores a escribir con total libertad y es en su revista donde aparecen más relatos experimentales. En los Estados Unidos, Harlan Ellison acaba de publicar una antología con cuentos de todos estos nuevos escritores y algunos de los «viejos» que se adaptaron al cambio. Para esta antología fueron invitados a expresar aquella idea y forma que nunca utilizaron antes, porque nadie la iba a publicar. Judith Merril también prepara una antología con la nueva ciencia ficción inglesa.

A este movimiento se le ha dado en llamar «The New Thing» (La Cosa Nueva), o «The New Wave» (La Nueva Ola), y es resistido por algunos de los «viejos», como Asimov y Pohl. Esta reacción quizá sea nostálgica, al ver que su querida vieja ciencia ficción desaparece rápidamente. Sin embargo, Pohl, director de «Galaxy» e «If», parece haber comprendido que el cambio es definitivo y está publicando la nueva ciencia ficción.

Los autores actuales, en su afán de superación —esto es muy importante— han corregido algunos errores muy generalizados hace algunos años. Uno de los muchos ejemplos que podríamos dar son las historias del futuro: algunas de las mejores, escritas por Heinlein o Asimov, ahora parecen incompletas, casi ridículas. En ellas se ha extrapolado la parte tecnológica únicamente; la parte humana casi no ha cambiado, y así tenemos a un hombre del año 20.000 viviendo entre cambios fabulosos, pensando y actuando casi como uno del siglo XX.

Eso es imposible.

Se demuestra magistralmente en «The eyes of the overworld» (Los ojos del mundo superior), de Jack Vance, en toda la obra de Cordwainer Smith y en los relatos futuristas de Brian Aldiss, Richard McKenna y Samuel R. Delany.

También hay una gran preocupación por el estilo, y la calidad literaria ha aumentado considerablemente.

Veamos, algo más detalladamente, las características de la obra de algunos de estos autores:

Quizá sea Cordwainer Smith quien más ha influido en la formación del nuevo espíritu en ciencia ficción. Su concepción y su estilo, únicos, mostraron caminos inexplorados a los nuevos autores. Delany y Zelazny deben gran parte de su estilo y su enfoque a este innovador. Smith fue el primero en darse cuenta de que los cambios tecnológicos del futuro, y sus consecuencias, se ven mejor partiendo de seres humanos transformados y mirando a esos cambios por el rabillo del ojo. Toda su obra es una crónica que abarca algunos miles de años de un futuro remotísimo, donde la simbiosis hombre-máquina ha producido unos cambios tan enormes en todo que el hombre casi ha dejado de serlo. En estos relatos reconocemos lo poco que entonces queda de lo que nosotros ahora llamamos «humano», y no podemos decir si el cambio es para bien o para mal. Sólo vemos y sabemos que todo es distinto. Se ha extrapolado todo, y ese futuro, aunque remoto, es coherente y creíble.

La obra de Brian W. Aldiss también está, casi toda, situada en futuros muy lejanos. Algunas de sus mejores muestras están traducidas: «Starswarm» y «Galaxies like grains of sand» («Cuando la Tierra esté muerta» y «El futuro de la Tierra», Colección Infinitum). En ellas se explora el comportamiento y la función en el universo, del bicho extraño e incomprensible llamado «hombre».

Richard McKenna también utiliza el futuro para ver con más libertad de imaginación el problema de adaptación a ecologías extrañas. En su obra, el hombre ha dado otro paso en la escala del universo y su readaptación comienza.

El campo de especulación de J. G. Ballard es el «universo interior» («aquella área donde el mundo exterior de la realidad y el mundo interior de la psique se encuentran y se funden»). Para estudiar esa área, Ballard, surrealista en estilo, se vale de una potente simbología. Incluso inventa «Vermilion Sands» (Las arenas bermejas), un pueblo surrealista situado a orillas de un mar de arena, donde el mundo exterior de realidades fantásticas y el mundo interior de fantasías reales, se encuentran y se funden.

Roger Zelazny resucita viejos mitos y los traslada al futuro. «This immortal» (Este inmortal), su primera novela —literariamente, una de las mejores obras de toda la ciencia ficción—, es la historia de una Tierra del futuro, arrasada por radiaciones atómicas que generan, por mutación, los olvidados seres mitológicos. Los mejores cuentos de Zelazny son verdadera poesía en prosa: «This moment of the storm» (Este momento de la tormenta), «Dawn» (Amanecer), etc.

Samuel R. Delany ha publicado ocho novelas, la última «The Einstein intersection» (La intersección de Einstein), escrita antes de cumplir los veinticuatro años. Su anterior, «Babel-17», obtuvo el premio Nebula de la asociación de escritores de ciencia ficción. Las obras de este autor son muy complejas. Cuidadosamente escritas, pulidas hasta el último detalle, tienen una profundidad raramente lograda dentro o fuera de la ciencia ficción. Terminó su primera novela a los diecinueve años y desde entonces se ha ido superando continuamente. Va en camino de convertirse en el autor más completo que haya tenido el género. Delany es el primer escritor negro de ciencia ficción.

Thomas M. Disch también ha empezado a destacarse. Lleva publicadas tres novelas y una gran cantidad de cuentos, algunos de ellos excepcionales, como «The squirrel cage» (La jaula de la ardilla). En toda su obra se observa un gran dominio del lenguaje.

Harlan Ellison es otro autor y defensor de la «Cosa Nueva». Sus relatos contienen una mezcla de crueldad y de ternura que los hace inconfundibles. Su último libro de cuentos es «I have no mouth and must scream» (No tengo boca y debo gritar).

Y últimamente algunas revistas, especialmente «Galaxy» y «Fantasy & Science Fiction», han estado publicando una serie de cuentos de un humorista que no se parece a nadie: R. A. Lafferty. Este autor es un ingeniero electricista que a los cincuenta años empezó a escribir ciencia ficción y en poco tiempo se colocó entre los mejores autores del género. Sus relatos son siempre breves, originales, imaginativos e inclasificables.

Otros autores que renuevan la ciencia ficción son Kurt Vonnegut, Carol Emshwiller, Kit Reed, Jack Vance, Kate Wilhelm, Philip K. Dick… También quienes han estado, generalmente, con la ciencia ficción tradicional, escriben, muy a menudo, obras experimentales: Keith Laumer, Fritz Leiber, Larry Niven…

Se ha acusado a la ciencia ficción actual de estar falta de ideas verdaderamente originales. Quien así piense es que no las ha buscado realmente. Con toda seguridad que no las va a encontrar en los lugares habituales de la vieja ciencia ficción. Porque el escenario ha cambiado. Hay que mirar con ojos nuevos para poder ver.

Vale la pena.

Marcial SOUTO TIZÓN

Los tres estadios de la ciencia ficción.

¿Cuáles son las etapas por las que atraviesa un fan de ciencia ficción? ¿Cómo se llega a editar un fanzine? ¿Qué siente el aficionado que, en la soledad de su cuarto, abre como si fuera una reliquia el último libro que acaba de comprar? Con una agudeza sin igual, una de las más entusiastas fans europeas —autora también de varios cuentos publicados en revistas profesionales francesas—, nos señala las tres etapas por las que atraviesa un fanzinista, y nos da algunos consejos para los que las quieran seguir. Ahí está el camino: ¿se atreven a adentrarse en él?

1.- Lector

La ciencia ficción es un virus que comienza a hacer efecto en la edad escolar, probablemente porque esta clase de literatura no se encuentra incorporada al programa del bachillerato.

Un compañero pasa una revista; se lee, tapándola con un brazo, una novelita extraña, y es en ese preciso momento cuando comienza la enfermedad.

Introducido inadvertidamente en el dominio inquietante de Ray Bradbury, se descubre a Maurice Renard agazapado entre dos páginas, se aborda a Matheson sin desconfianza, se pierde uno mismo entre los meandros de Charles Henneberg.

Poul Anderson debería suministrar un antídoto radical, pero ya es demasiado tarde. Ya no se puede vivir sin la droga: se necesita, cada mes, la ración de marcianos, de astronaves, de flores venenosas, de aire polucionado por los betatrones.

Pasado o no el bachillerato, se entra en un ministerio, con unos vagos conocimientos de Derecho Romano y una sólida cultura interestelar.

Bajo mano, se inicia uno en el mundo de Asimov, se sumerge en Carsac, se hunde voluptuosamente en Brian Aldiss.

La vida se desarrolla en un perpetuo estupor.

Imposible mirar una puesta de sol: se piensa demasiado en los planetas que debe asfixiar, para poder dormir.

Imposible observar un hormiguero: se recuerdan demasiado bien las anticipaciones que han hecho de sus habitantes seres gigantes y saqueadores.

Imposible enternecerse con un bebé: su pequeña figura rojiza es demasiado parecida a la de un maléfico venusiano.

El aficionado a la ciencia ficción vive en un infierno.

Tiene miedo de que su refrigerador se rebele, englutiéndolo en el congelador. Es amable con los lentiscos, con el fin de quitarles los deseos de invadir su casa y hacerla estallar como una nuez.

Pero como desde la edad del bachillerato no lee sino ciencia ficción, llega hasta el extremo de su suicidio moral, y se abona a un fanzine escrito en lengua volapuk.

Todo se ha terminado definitivamente para él. Ya no osa salir, ya no osa comer. Monstruos telépatas se le han pegado a los talones; sospecha que su jefe de oficina es un Possi-Poussa, y su portera una pescadilla disfrazada.

Capitula.

De la terraza de su casa se lanza, en un artefacto de su invención, lejos de Bradbury y Matheson, que envenenaron su existencia terrestre.

Vuela, vuela; su aparato marcha bien. Aborda un planeta, que se asemeja extraordinariamente a los transportes públicos en las horas punta: los otros aficionados a la ciencia ficción ya se encuentran allí.

2.- Fan

Contrariamente a lo que se pueda creer, fanzine no es el nombre de una enfermedad, sino una revista multicopiada que disimula entre sus páginas, generalmente ásperas y multicolores, a bromistas, poetas, filósofos de tres al cuarto y, a veces, a un ilustrador despreocupado que nos agrede con cuatro trazos de lápiz y un talento que no será jamás del dominio público, pero que nos desconcierta y nos conmueve durante un instante.

El lector de fanzine debe ser modesto, paciente, y de una tolerancia a toda prueba: se verá tratado, en una forma más o menos velada, de cerdo que paga, beociano incurable y otros cumplidos de ese género, que echarían en brazos de los complejos a un lector ordinario.

No debe leer por puro placer: un fanzine se lee píamente, con la humildad de un iniciado que no se encuentra a la altura que debiera.

Si no comprende los términos ingleses, si confunde la cinta de Moebius con la cinta magnetofónica, si ignora quién fue Lovecraft y si no tiene más que vagas nociones sobre la mecánica ondulatoria, en ningún caso debe contar con el fanzine para que le proporcione la menor aclaración, pues los redactores se dan aires de personas para las que todas estas cosas no son sino pasatiempos de los que se conocen todos los trucos desde hace tiempo.

El redactor de fanzine, generalmente profesor de enseñanza media, escribe sus artículos por la treta, simple y eficaz, del «pensum» colectivo, que le procurará la concentración de espíritu necesaria para la elucubración de un cuento pseudocientífico. Termina su obra en su casa, fumando tabaco negro barato, mientras que sus hijos se pelean sobre la alfombra y la pequeñita se maquilla los ojos con un bolígrafo, lo cual nos da la explicación del final pesimista de la mayoría de los relatos aparecidos en los fanzines.

El animador de un fanzine sabe que debe tratar a sus autores en forma absolutamente inversa a como trata a sus lectores: no duda en decirles que son genios y, como los genios no tienen precio, sus colaboradores no son remunerados.

Maneja enfebrecidamente los clichés de multicopista, encerrado en su sótano, como si buscase la piedra filosofal, añadiendo comas a mano.

El fanzine ODIA a todos los otros fanzines, y no se priva del placer de denigrarlos, con un vocabulario tan enérgico como poco académico, no retrocediendo ante ninguna acusación, haciendo resaltar su falta de inspiración, su pobreza de ideas, la indigencia de su terminología y lamentando no tener a mano un objeto contundente.

El fanzine es una asombrosa mezcla de lirismo, de lamentables juegos de palabras, de pequeños poemas tímidos, de enormes farsas; cuaderno mal llevado, refleja, sin saberlo, la nostalgia de los tiempos de la adolescencia, en los que se decían, en los cafés de moda, tantas tonterías y se concebían tantas esperanzas.

3.- Autor

Para convertirse en un autor de ciencia ficción no es indispensable el ser calvo y es desaconsejable tener una sólida educación científica.

Con el examen de reválida de la enseñanza media, basta.

Los Tiempos Futuros, pintados con tonos oscuros, sin un árbol y sin una flor, generalmente son causa del éxito de un autor de ciencia ficción.

Es necesario no abusar de los hombres con dos cabezas, de las mujeres con mandíbulas teleguiadas, de los animales trisexuados, pero es muy difícil pasarse completamente sin ellos.

Se puede sin peligro describir detalladamente un cohete interplanetario con carburante desconocido, exploradores de limpia mirada, y un ingeniero femenino moldeado por una escafandra tan sugestiva como funcional.

Los sentimientos desconocidos en nuestra época actual tales como el amor, los beneficios del hágaselo-usted-mismo y las aportaciones intelectuales de la marcha a pie, serán expresados en una jerga científica, minuciosa y difícilmente comprensible.

Sin recurrir obligatoriamente a faltas gramaticales, es bueno emplear palabras con guión de unión y que en principio no signifiquen nada. Esto desorienta al lector que cree, firmemente, ser iniciado en el lenguaje del mañana.

Si el autor de ciencia ficción es un hombre de bien, al que le gusta la col a la vinagreta y las cintas de René Clair, debe tratar de corregirse rápidamente de esas penosas desviaciones o, por lo menos, ocultar cuidadosamente sus taras.

Debe afirmar, sobre todo ante sus colegas, que se nutre exclusivamente de arañas hervidas, que no soporta más que las canciones hindúes y que ocupa sus ocios practicando la cría de la langosta desfasada.

Si persevera en esta rama de la literatura mundial llegará, pronto o tarde, a fundar un fanzine.

Encargará a su mujer y a sus hijos de la impresión multicopiada de su fanzine, que habrá hecho ilustrar a un amigo de provincias.

Podrá entonces dedicarse tranquilamente a sus obsesiones futuristas y transgredir todas las leyes citadas anteriormente.

Llegará en su audacia hasta a contar una increíble historia de gentes dichosas en el planeta Tierra, que se encuentran en un café, se besan, se casan y tienen muchos hijos.

Abrigado por su etiqueta de autor de ciencia ficción, podrá responder a las personas que hallen su relato muy descabellado, que todo parecido con personajes, vivos o muertos, no es sino pura coincidencia.

Suzanne MALAVAL

Tres diálogos en torno a FATA MORGANA:

Garci-Montalbán, Vicente Aranda, Teresa Gimpera

En la filmografía española, tan vacía de films de ciencia ficción, la aparición de una película como FATA MORGANA no ha podido por menos que llamarnos la atención. ¿Es realmente un film de ciencia ficción? ¿O es tal vez un sucedáneo? La presencia de elementos claramente pertenecientes al género nos ha impelido a estudiarla más a fondo. Para ello hemos pedido la ayuda de dos de nuestros colaboradores especializados en cine: José Luis Garci, redactor-jefe de la revista Cinestudio, y José Luis Martínez Montalbán, secretario de redacción de la misma revista. Ellos nos aclararán un poco los conceptos en torno a este film, que todo buen aficionado a la ciencia ficción debería ver.

GARCI. — ¿Crees que estamos ante una película de ciencia ficción?

MONTALBÁN. — Yo creo que sí; desde luego tiene muchísimos elementos del género.

GARCI. — ¿Pero esa ciencia ficción viene de la historia en sí o, por el contrario, de las repercusiones que esa historia tiene en nosotros, espectadores?

José Luis Martínez Montalbán…

MONTALBÁN. — Evidentemente, por la historia en sí. ¿Cuál es, si no, el argumento? Vamos a contarlo para que luego nos podamos ir refiriendo a él con mayor exactitud.

GARCI. — Dentro de su complejidad, FATA MORGANA es la historia de una modelo que se llama Gim. En Gim, claro, podemos encontrar varios puntos de contacto con la actriz, Teresa Gimpera: mismo trabajo, idénticos gestos, trajes, peinados, etcétera. Nosotros vemos a esa chica en su ciudad, en el ambiente en donde ha alcanzado la fama como modelo publicitaria. Pronto aparece el primer elemento extraño, y es que esa ciudad está siendo abandonada por sus habitantes, al parecer impulsados por un temor colectivo e inconcreto. La vida de Gim ha sido algo cómoda. Es una mujer que todos conocen. Todos la desean, la asedian. Es, como si dijéramos, una especie de diosa de la Gran Ciudad. No hay que olvidar que a esa mujer la tenemos constantemente en la televisión. Es la gran deseada. A todo el mundo que puebla la ciudad de FATA MORGANA le gustaría hacer el amor con ella al apagar su receptor de televisión. (No sé si esto es el argumento o estoy diciendo conclusiones mías).

MONTALBÁN. — No, a mí me parece que es eso, realmente.

GARCI. — Ese día que conocemos a Gim, cuando todos huyen (¿terror atómico?), la modelo, inesperadamente, decide de una manera intuitiva renunciar a una evasión que le parece inútil. Entonces se encuentra, de repente, dramáticamente sola. Le falta esa gente que la ha mimado durante mucho tiempo.

Aparece entonces el segundo elemento extraño. Un desconocido la profetiza que, ese mismo día, morirá asesinada. Gim recurre a la poca gente que se ha quedado en la ciudad. Tenemos ya a esta mujer, que nunca ha dado de verdad nada al público, sola, como una mujer más; y la gente, claro, no la ayuda. Es un ser totalmente indefenso. En este punto es cuando entran en juego tres personajes que a mí me parecen fundamentales.

MONTALBÁN. — A mí también. Sobre todo el Profesor, que es el autor de la profecía de que a Gim la asesinarán ese mismo día. Estamos ante un especulador intelectual, que encuentra, en este estado de crisis colectiva, la ocasión óptima para ensayar vagas teorías de previsión sobre la conducta de los seres.

GARCI. — En realidad, es un reprimido sexual.

MONTALBÁN. — Miriam, el segundo personaje, es una chica que vive en un extraño estado patológico.

… y José Luis Garci

GARCI. — Bueno, esto quizás sea debido a que es el único personaje que sí estuvo en Londres (¿te acuerdas que al empezar la película un cartel nos advierte que esa historia que vamos a ver tiene lugar después de lo acontecido en Londres, aunque nunca sepamos que es eso que ocurrió en Londres?).

MONTALBÁN. — A mí toda esa cosa de Londres me parece un simple chiste de Aranda sólo para tener al espectador agarrado, pero que no tiene ninguna importancia. Lo cierto es que Miriam mata a todos los seres que tiene a su alrededor, valiéndose para ello de un extraño pez-puñal (con bastantes aires de ser un símbolo fálico).

GARCI. — ¿A ti J. J., el tercer personaje, qué te parece?

MONTALBÁN. — Externamente, es el «bueno» de la película. Una especie de agente secreto cuya misión es encontrar y salvar a Gim. Y aunque se pasa toda la película corriendo tras este objetivo, acabará sin conseguirlo. Yo, a este personaje, lo veo con claras resonancias kafkianas. Como sacado de «El castillo» o de «El proceso». Es ese tipo que jamás llegará a su destino, que jamás se realizará como ser humano.

GARCI. — Tal vez sea el único personaje con una raíz hondamente literaria. Por otro lado, Kafka y sus novelas no están lejos de lo que nosotros entendemos por gran ciencia ficción.

MONTALBÁN. — Además, la aparición de estos personajes precipitan ese final totalmente inesperado. Ya que J. J. acabará cayendo junto al profesor en la trampa que este último preparaba a Gim, mientras ésta se salva huyendo de la ciudad, ayudada por un grupo de chicos jóvenes, que la acompañan maravillados por su belleza. Al final de la película, esto sí se espera ya, aparece el rótulo que dice: «Y entonces sucedió lo mismo que en Londres».

GARCI. — Una cosa así, creo, viene a ser FATA MORGANA. Pero, aparte de esta acción externa, lo importante de la película es toda la serie de ideas que Aranda nos va planteando. Pienso que FATA MORGANA es una película totalmente insólita dentro del panorama de nuestro cine, por la historia que nos cuenta y por los seres que aparecen en ella. De otro lado, creo que es el primer y único ejemplo válido de un cine español de ciencia ficción. Me parece importante por la integración que hace de una cultura moderna, de un arte moderno, de un mundo cercano a nosotros. FATA MORGANA es ciencia ficción de igual modo que lo es PRIVILÈGE. Hay unos problemas que están a nuestro lado, con una mayor progresión hacia el futuro, naturalmente, pero que existen, es indudable. Ocurría ya con «Mercaderes del espacio», la novela de Pohl y Kornbluth. Además, ésa es la auténtica ciencia ficción.

MONTALBÁN. — Hay un momento muy bello en la película que es durante la conferencia que da el Profesor. Éste dice: «Todo asesinato es la historia de un encuentro, y todo encuentro es una historia de amor». Al mismo tiempo que dice esto va mostrando una serie de diapositivas, de mujeres asesinadas, entre las que vemos a Marilyn Monroe y a Gim. Es evidente que el personaje de Gim pertenece de alguna manera a la violencia contenida de los habitantes de la ciudad. De su presencia constante, por medio de todos los métodos publicitarios, televisión, grandes carteles por la calle, en la vida de cada ciudadano, hace que de alguna manera ella les pertenezca. El deseo que todos la tienen llega en sus últimas consecuencias a la posibilidad del asesinato como acto de posesión y destrucción total.

GARCI. — Ahora que dices tú eso de los carteles, creo que es uno de los detalles con el que más se conecta FATA MORGANA a la ciencia ficción, toda esa ciudad llena de carteles anunciadores, similar a cualquiera de las nuestras. Esto es una cosa que aceptamos con una naturalidad tremenda, lo cual indica hasta qué punto esto ya está dentro de nosotros. Pero hay aquí una imagen totalmente nueva dentro del cine español, unos chicos recortan la imagen de Gim de uno de estos grandes carteles para llevárselo a casa, como si fuese un poster.

MONTALBÁN. — Éste es uno de los ejemplos que aparecen en la película con el que Aranda nos cuenta la despersonalización de esta modelo publicitaria. De tal manera se ha introducido en nuestras vidas que la consideramos casi como cosa nuestra. Por otro lado, su gran belleza física hace que se convierta en un objeto erótico, deseable, pero totalmente inalcanzable. Esto, a lo largo de la película, tiene dos vertientes, la de los señores maduros que la acosan y la de los chicos jóvenes que la admiran.

GARCI. — Estoy de acuerdo. Para mi FATA MORGANA es una historia en la que hay una reflexión sobre nuestro mundo moderno, un mundo lleno de inhibiciones y falsedades. Por eso me parece una historia de ciencia ficción. Normalmente parece que se acepta que una historia de ciencia ficción ha de transcurrir en un futuro y bajo un aspecto de historia de terror, de locura o de absurdo: creo que esto es cerrar los ojos ante unos acontecimientos que ya tenemos delante de nosotros. A mí, por ejemplo, me parece mucho más importante cualquier relato de Carlos Fuentes que la mayoría de los relatos de historias de marcianos que hemos leído hasta ahora. Por eso me parece que FATA MORGANA es una película de ciencia ficción, lo mismo que me lo pareció «El año pasado en Mariembad».

MONTALBÁN. — Esto que dices es cierto y se puede concretar con algún ejemplo. No creo que sea elemento de ciencia ficción este posible peligro atómico que parece se cierne sobre esa ciudad… después de lo que aconteció en Londres. A mí eso me trae sin cuidado. Me parece mucho más importante todo ese sentido de despersonalización que hace que un día salgamos a la calle a recortar anuncios, y que incluso puede que lleguemos a matarnos por tener un trozo de cartel con la cara de Gim. Esto ya sí es una idea…

GARCI. —… de aquí a las pantallas de televisión, que ocupan toda la pared, de Bradbury, sólo hay un paso. Éste es, pues, uno de los muchos caminos que puede haber en FATA MORGANA.

MONTALBÁN. — Y éstos son aspectos de lo que de gran ciencia ficción tiene la película. Porque de pequeños detalles, pequeños aspectos, está llena. Recuerda por ejemplo la tienda de electrodomésticos en donde uno de los personajes tiene que escribir silencio en una pared, para hacerse escuchar, ya que por estar todos los electrodomésticos funcionando el ruido es insoportable.

GARCI. — Otro acierto es que si la película se inicia bajo un aspecto de comic, según va avanzando nos vamos dando cuenta que todo lo que estamos viendo, todo lo que está desfilando ante nuestros ojos no es sino la realidad, o al menos una parte de ella, que estamos viviendo todos los días. Y dejando a un lado los elementos que de ciencia ficción tiene FATA MORGANA, me parece que es una de las películas más importantes que se han realizado nunca en España, por la belleza de su fotografía, por la elegancia de sus mujeres, por el aire acabado de su realización. Me parece que Aranda ha intentado ponerse al día, al realizar esta película, con una auténtica cultura moderna. Yo creo que la Gamba es la mujer de los próximos años, pero Teresa Gimpera es un claro antecedente de ello. Esto queda fuera de toda duda.

MONTALBÁN. — Además aquí hay un bonito ejemplo de integración de distintos medios de comunicación, porque si a lo largo de la película se nos dan toda una serie de características de esta mujer, belleza, naturalidad, estilo, los que no se nos dan los suplimos nosotros por la doble vertiente del conocimiento que tenemos de ella, Gim personaje de la película y Teresa Gimpera modelo publicitaria que todos conocemos. A mí FATA MORGANA me interesa por lo compleja que es, por la cantidad de sugerencias que me ofrece. Habría que hablar de Miriam y de lo que la conduce al asesinato, de su personalidad, fruto también de un mundo moderno. Habría que hablar, también, de las características de esos hombres maduros que acosan a Gim y de la pureza de los jóvenes que la respetan…

GARCI. —… yo creo que este final es quizá un deseo, o una esperanza, que Aranda deposita en los jóvenes. En esos jóvenes que cada vez ocupan mayor extensión en las páginas de los periódicos.

José Luis GARCI

José Luis M. MONTALBÁN

Pero FATA MORGANA merece un examen más a fondo. Cuando fuimos a verla, en el cine de arte y ensayo donde se proyectaba nos entregaron, junto con el programa, una tarjeta a través de la cual podíamos plantear a su director, Vicente Aranda, cualquier consulta o duda que nos hubiera sugerido la visión del film. Nosotros hicimos algo más: le pedimos una entrevista. Accedió, acudimos, y aquí está el resultado.

N. D. — Vamos al tema que nos incumbe: Los elementos de ciencia ficción en su cine. Cuando usted hizo esta película, ¿colocó conscientemente los elementos de ciencia ficción que hay en ella?

V. ARANDA. —Sí, desde luego. Esos elementos que ustedes mencionan han sido incluidos en la película con toda intención, pero me atrevería a decir que es una intención teñida de otras Intenciones. El total y aun lo particular de FATA MORGANA es difícil de clasificar. Los elementos de ciencia ficción que hay en ella no sobresalen particularmente sobre la influencia o utilización de otros géneros, como el policíaco, terror, fantástico, suspense o psicológico. La película es un «collage» de imágenes y frases.

N. D. — También se ve mucho en esta película, por lo menos nosotros lo creemos así, una valoración del mundo de los objetos. Por ejemplo, el pez, el muelle, el camión… El camión es una de las cosas que a mí me atrajo mucho, porque es un elemento real de ciencia ficción. No sólo nos hizo pensar en FAHRENHEIT 451, sino también en EL PEATÓN de Bradbury.

Vicente Aranda ante Nueva Dimensión

V. ARANDA. —He leído EL PEATÓN hace pocos días, precisamente en el primer número de su revista. Me ha llamado mucho la atención la coincidencia evidente con la escena del camión en FATA MORGANA, pero también me han resultado muy curiosas sus diferencias. El coche de EL PEATÓN es algo así como un robot a control remoto que recorre en misión de vigilancia las calles de la ciudad. El camión de FATA MORGANA es más realista, más «posible», e incluso absolutamente posible en nuestros días. No se prescinde nunca de la idea de que hay dentro de él un hombre que lo conduce y habla por un amplificador. En todo caso se induce al espectador a que fabrique por sí mismo la posibilidad de ver un enorme robot humanizado en ese camión. Siempre en la idea de proceder por «collage» de elementos, se utilizó el camión de la basura, apenas reconocible por el simple hecho de haberle incorporado un altavoz y también pintado el parabrisas con purpurina. Creo que este ejemplo puede explicarles en qué forma se usó «conscientemente» la ciencia ficción en FATA MORGANA.

N. D. — ¿Tienen algún otro significado esta serie de objetos que aparecen, aparte de ser «truquillos» para el incremento del interés en la acción?

V. ARANDA. — Soy muy amplio en la admisión de significados. Siempre me parecen válidos los que dan los espectadores, aunque estén muy alejados de mis intenciones. Nunca me siento sorprendido, pues lo cierto es que desde la creación del guión siempre se procuró dotar a FATA MORGANA de una condición abierta hasta en sus más pequeños detalles, de tal forma que las interpretaciones no sufriesen jamás de un simbolismo estrecho y referido. Esto, que muchos interpretan como una especie de coartada para la impunidad, no es en verdad más que un afán de realismo y sinceridad. Se ha procedido en la película, en cierto modo, tratando de esquematizar, de reducir a escala por decirlo así, la visión del mundo que uno quisiera atribuir al hombre de nuestros días: confusa, contradictoria, fenomenológica, sometida continuamente a chantaje por los medios de difusión.

Todo asesinato es la historia de un encuentro…

N. D. — Quisiéramos que nos hablase de esos personajes planos, es decir, esquemáticos, sin gran complejidad.

V. ARANDA. —Son planos como en los comics. Esquemáticos y sin complejidad porque tratan de ser el vehículo para una explicación difícil. Intuitivamente uno cree haber visto en esos elementos casi infantiles la mejor herramienta para hablar con claridad de una situación sumamente compleja, una situación que yo no he inventado, que está ahí, y que también para mí es inextricable. Reconozco que esto es algo así como un procedimiento a la inversa, pues lo corriente es explicar prolija y barrocamente lo que de antemano ya se da por sabido. El público está habituado a las clasificaciones y contempla con verdadero horror cualquier intento que trate de establecer una realidad inclasificable, o difícilmente clasificable.

N. D. — Tal vez uno de los personajes más interesantes sea GIM. Háblenos de ella.

V. ARANDA. — Es otro ejemplo de ese prurito de realismo que tiene la película. Ejemplo también de que se ha procedido con trazo simple. GIM es el esquema potencial y real de Teresa Gimpera, sobre cuyas circunstancias representativas de mujer publicitaria, de mujer-objeto como está de moda decir, se operó.

N. D. — Y en cuanto al grupo de muchachos, ¿qué significado tienen?

V. ARANDA. — Pues, ante todo, son un grupo de muchachos admiradores de GIM y del mito por ella representado. Además, si usted lo desea, son algo así como el coro de la tragedia. Están allí para dar testimonio de que existe una colectividad.

N. D. — ¿Existe una influencia de Hitchcock en esta cinta? Me refiero al hecho de hacer intervenir más al color como personaje que en su valoración.

V. ARANDA. — Soy un «fan» de Hitchcock, pero confieso que nunca he sabido ver la relación que pueda tener con el color. Cuando, al final de FATA MORGANA, la sangre del profesor gotea por la puerta, creo que es inevitable evocar el fantasma de Hitchcock, pero en cuanto al color no sé nada. Ni en las películas de Hitchcock ni en FATA MORGANA lo veo como personaje. Es más, si me apuran les diré que Hitchcock precisamente se abstiene de dar al color el valor controlable y significativo que otros pretenden. Igual en FATA MORGANA. Hicimos cuanto pudimos para que la foto fuese buena, nos desgañitamos para evitar los colorines, pero por lo demás confiábamos en que la buena emulsión Eastman hiciese su trabajo sin ponerle delante demasiados «dominantes».

N. D. — Precisamente una de las cosas que más nos han llamado la atención es que siendo una película donde hay temas de ciencia ficción se echen en olvido los decorados de cartón piedra para salir a la calle, lo cual no es muy usual. Tal vez un tratamiento similar se ha llevado en ALPHAVILLE, pero realmente no es usual. Una película de segunda categoría americana hubiera sacado trajes y algún vehículo futurista, en cambio aquí se usan unos elementos de la calle.

V. ARANDA. — En esto ha coincidido con ALPHAVILLE y FAHRENHEIT, donde los elementos futuristas están siempre inmersos en una decoración realista, de nuestros días, y hasta quizás algo anticuada. Cuestión de presupuesto en cierto modo.

N. D. — Una pregunta de interés para nosotros: ¿usted lee ciencia ficción?

V. ARANDA. — Leo y he leído, aunque no mucho. En general me defrauda. Es un género atractivo, fácil de leer, pero en el cual la imaginación pronto toca techo. En cuanto las historias se alejan mucho de las referencias a este planeta y lo que en él pasa, dejan de interesarme.

N. D. — ¿Puede citar algunos autores que le gusten?

V. ARANDA. — Lo primero que debo decirles es que no me siento seguro al hablar de ciencia ficción. ¿Qué es ciencia ficción?, podría preguntarles yo a ustedes. «Un mundo feliz», de Huxley, ¿es ciencia ficción? Stevenson, Swift, Lovecraft, ¿son ciencia ficción? Hace poco he leído un cuento de Clarín en el que el protagonista tiene largos diálogos con una mosca. ¿Es ciencia ficción? ¿Entra Poe en la clasificación? El Bosco, ¿es un pintor de ciencia ficción? Todos éstos, y muchos más, son autores que me gustan. Pero para no retorcer demasiado el sentido de su pregunta añadiré que me gustan mucho Bradbury y Asimov, dos clásicos de la ciencia ficción, en suma.

N. D. — ¿Hay alguna historia de ciencia ficción entre las que ha leído de la que le gustaría hacer un film?

V. ARANDA. — Pues sí. Concretamente me interesó «SOY LEYENDA», de Matheson, pero al indagar sobre los derechos resultó que la película ya se había hecho en Italia. Debe ser muy mala, pues nunca más se supo de tal película.

N. D. — Y aparte de ésta, ¿no hay ninguna otra que le gustaría?

V. ARANA. — En un sentido extenso muchas, pero la ciencia ficción en cine es un género muy caro. Automáticamente, cuando un tema exige un presupuesto que no es alcanzable para mí, dejo de tener interés.

N. D. — ¿Cree que se puede hacer una película de ciencia ficción con presupuesto reducido?

V. ARANDA. — Sí, siempre que el ingenio consiga reemplazar los trajes futuristas, los cohetes interespaciales y los hombres que vuelan. Todas estas cosas y los trucos a ellas ligados suponen procedimientos sumamente caros.

N. D. — Además creemos que a veces se nota demasiado, como en la misma película de Truffaut…

V. ARANDA. — La misma película de Truffaut tenía un presupuesto demasiado escaso para lo que se pretendía. El público es muy exigente en cuanto a lo espectacular en cine. Si se le promete algo en este sentido no perdona que la cosa quede a medias.

N. D. — No sé si usted la conoce. Una película que no acabamos de explicarnos cómo la hicieron es TERROR EN EL ESPACIO, italiana, de Mario Baba.

V. ARANDA. — Sí, los decorados estaban muy bien.

N. D. — Porque cuando uno va a ver una película italiana no espera mucho en cuestión de decorados.

V. ARANDA. — Hasta las películas americanas fallan a la hora de materializar la fantasía propia de la literatura de ciencia ficción. ¿Han visto VIAJE ALUCINANTE? Falla casi totalmente. Es tristísima, pese al despliegue de medios.

N. D. — ¿Hay alguna película de ciencia ficción que le haya gustado?

V. ARANDA. — Generalmente lo paso bien con ellas. Pero hay una que me ha gustado especialmente, a pesar del retraso con que ha llegado a las pantallas españolas: PLANETA PROHIBIDO. Me encanta. Mi entusiasmo viéndola crecía a medida que reconocía, hábilmente trasladados a una dimensión futurista, los elementos de «La Tempestad», de Shakespeare.

N. D. — ¿Usted cree a Bradbury fácil de llevar al cine?

V. ARANDA. — Todo lo contrario. Evidentemente, Truffaut no ha hecho una adaptación muy lograda, a pesar de que posiblemente era el que mejor podía entenderlo.

N. D. — ¿Ha leído CRÓNICAS MARCIANAS?

V. ARANDA. — Sí.

N. D. — ¿Cree posible llevarla al cine? Mejor dicho: ¿cree que se puede adaptar?

V. ARANDA. — Me ampararé en lo que dice Hitchcock acerca de obras literarias muy conseguidas: Son muy difíciles porque tienen en sí mismas un elemento comparativo muy peligroso. Aparte de esto todo depende de lo valiente que sea el que quiera convertir en cine CRÓNICAS MARCIANAS. Desde un punto de vista material no es de lo más difícil en el género, especialmente algunos de los relatos.

N. D. — Veamos, una pregunta un tanto difícil… Si usted tuviera que calificar a FATA MORGANA dentro de un género, sea policíaco, terror, surrealista…, el género que sea, ¿en cuál la incluiría?

V. ARANDA. — Ése es un pequeño problema que nació con la película. Encasillarla en cualquiera de los géneros que habitualmente manejan los compradores y vendedores de películas es, evidentemente, incurrir en falsedad. Para eludir esta falsedad decidimos colocarle la etiqueta de: FICCIÓN-POSIBLE, con lo cual se gana en exactitud, pero se pierde en eficacia.

N. D. — Quisiéramos hacerle otra pregunta. Vemos aparecer al profesor en el Estadio, primero vendándose en un camerino y luego en el Estadio, ya vendado. Hemos observado que mucha gente le da un parentesco con el hombre invisible de Wells, aunque particularmente no hayamos coincidido en la idea. Ahora bien, ¿con qué fin puso esos vendajes?

V. ARANDA. — Me temo que si usted venda la cabeza y las manos de un hombre, lo mejor es reconocer el homenaje al hombre invisible. No tiene remedio. Ahora bien, en FATA MORGANA, el profesor vendado, en claro homenaje —o referencia— al hombre invisible, está a la vez aceptablemente encuadrado dentro de la progresión explicativa de la película. Va vendado para no ser reconocido por J. J. con quien debe entrevistarse, y a éste le cuenta, más o menos explícitamente, que resultó afectado —se supone que por quemaduras— en la catástrofe ocurrida en Londres.

N. D. — Una pregunta que sí nos interesa de verdad. ¿Piensa usted hacer alguna película de ciencia ficción pura?

V. ARANDA. — No creo, al menos por el momento. Aunque, por otra parte, debo insistir en que no sé qué es lo que se entiende por ciencia ficción pura. Si consideran «Soy leyenda» como tal ciencia ficción, debo decirles que no sólo no tengo inconveniente en ello, sino que me encantaría rodar una película de tales características. Repito una vez más que, por otra parte, todo depende de que tal película encuadre dentro de los límites de producción para mí asequibles.

N. D. — Háblenos un poco de EL CADÁVER EXQUISITO, su próxima película. ¿Sigue la línea de FATA MORGANA o se aparta de ella? ¿Tiene elementos de ciencia ficción?

V. ARANDA. — Creo que no hay en ella tales elementos. Por lo demás, si tuviésemos que etiquetarla —una vez más— no quedaría más remedio que ponerle lo de FICCIÓN-POSIBLE, tal vez más posible que FATA MORGANA. Espero que será una película clara e imaginativa.

N. D. — Volviendo a FATA MORGANA. ¿Esta película refleja la temática de la Escuela de Barcelona?

V. ARANDA. — Han dado en decir que es la primera película de la Escuela de Barcelona, pero la verdad es que ni refleja temática alguna de tal escuela, ni tampoco es la primera película. Francamente es difícil una definición teórica de la llamada Escuela de Barcelona, y hasta incluso distinguir una orientación común a todos sus componentes. Cada cual actúa como una república independiente, y ojalá siga así. Prefiero que no se instale ningún programa, especialmente en lo que se refiere a temas y la manera de tratarlos. Antes que FATA MORGANA fue LOS FELICES 60, de Camino. Esta película ya disponía de las características que, en rigor, pueden considerarse comunes a la Escuela de Barcelona, es decir, independencia de producción y una manera de negarle al distribuidor el monopolio de los gustos del público.

N. D. — Entonces, usted considera que la Escuela de Barcelona está fijada, no por el estilo de las películas que hace, sino por las circunstancias de producción y económicas…

V. ARANDA. — Y por un hecho geográfico sumamente importante: Barcelona…

Pero FATA MORGANA es también una película de intérprete. No olvidemos que fue concebida en función a una de las «cover-girl» más famosas de España, y en función del mundo que representa, un mundo alucinantemente de ciencia ficción: la publicidad moderna. La entrevista con Vicente Aranda nos sugirió ir en busca de otro tema presente en la película, y nos fuimos con nuestro magnetofón a buscar al tercer elemento (tal vez el más importante) presente en la película: Teresa Gimpera, Gim.

N. D. — Comenzaremos con unas preguntas sobre Teresa Gimpera como persona, si no te importa. ¿Cómo ha influido en ti el hecho de ser una «cover-girl»?

T. GIMPERA. — ¿Cómo ha influido en mi vida? No sé, creo que de ninguna manera. Continúo siendo la misma de antes, lo que pasa es que hago esto como podría haber hecho cualquier otra cosa, pero siempre desde el punto de vista de profesión.

N. D. — ¿Hasta qué punto te encuentras metida dentro del mundo de la publicidad?

T. GIMPERA. — Pues sí, llega un momento en que te encuentras completamente metida en el mundo de la publicidad, pero ya no ocurre en mi caso. Hace ya un año que estoy fuera, aunque hace dos años estaba haciendo un «corto» publicitario tras otro.

N. D. — ¿Cuántos años llevas en la publicidad?

T. GIMPERA. — Debe hacer cinco años que comencé y hace casi un año desde que he parado casi completamente. No me acuerdo demasiado bien.

N. D. — ¿Prefieres hacer cine de Arte y Ensayo o te gustaría más el cine comercial, más de masas?

T. GIMPERA. — Personalmente prefiero el cine de Arte y Ensayo. Me gustaría hacer siempre películas con buenos directores, con argumentos muy extraños y difíciles, pero si quiero hacer carrera tengo que hacer películas que vaya a ver la gente.

N. D. — ¿Te sientes víctima del público cuando ven tus cortos publicitarios? Esto ya tiene relación con FATA MORGANA y su teoría de las víctimas.

T. GIMPERA. — Sí, me siento víctima, pero no en el sentido de FATA MORGANA sino por la falta de libertad que sientes debido a que la gente te reconoce: vas a unos grandes almacenes y te das cuenta de que la gente te conoce y dicen: «¡Ah!, es la que sale en TV». A mí, francamente, me molesta.

N. D. — ¿Crees que el público te desea? Esto lo pregunto en la línea de la exposición de Aranda en la cinta, o sea como parte del fenómeno de la mujer-objeto. ¿Crees que el público que te ve en la TV, en el cine, en los anuncios, te desea?

T. GIMPERA. — Sí. Es un fenómeno de la publicidad que creo que tiene que existir. Que existe. Yo lo veo por alguna carta que recibo, por algún lío en que me meto, aún sin buscarlo. Más que nada lo veo por la gente con la que hablo, por los amigos de unos y otros.

N. D. — ¿Cómo es el personaje de Gim, la protagonista de FATA MORGANA?

T. GIMPERA. — La verdad es que nunca lo vi muy claro, pero, para mí, es una modelo que va por la calle y todo el mundo le dice cosas, la desea. Está en una ciudad de la que todo el mundo huye porque hay un peligro, un peligro no definido, atómico o de otro tipo. Bueno, en principio, cuando hicieron el guión, lo hicieron un poco sobre la psicología de mi forma de ser. Es mi forma de ser vista por ellos, Aranda y Suárez.

N. D. — ¿Crees que el personaje de Gim en FATA MORGANA es el contrapunto del de REPULSIÓN?

T. GIMPERA. — No entiendo…

N. D. — Me explicaré: me refiero a la protagonista femenina de Repulsión, la cinta de Román Polanski, si crees que tu Gim es, en cierta manera, su contrapunto.

T. GIMPERA. — Lo cierto es que yo creo que ese personaje de Polanski es una chica un poco anormal, mientras que, por lo contrario, Gim es una chica que es muy concreta, que tan sólo no sabe muy bien lo que quiere y que prescinde un poco de lo que la rodea.

N. D. — ¿Es quizás Gim una chica de Tuset Street?

T. GIMPERA. — No, en absoluto.

N. D. — ¿No?

T. GIMPERA. — No, realmente. Ahora, por la película que he estado haciendo, es la primera vez que he estado tanto tiempo en Tuset, porque tengo que trabajar en ella, pero antes sólo había estado de paso.

N. D. — Ya, pero a la Gim que nos referimos es al personaje. ¿Ella no se asemeja al estereotipo de una chica Tuset?

Teresa Gimpera = Gim

T. GIMPERA. — ¡Ah, Gim de FATA MORGANA! Bueno, creo que tampoco. Es que Tuset no lo conozco mucho, pero me parece que la gente de Tuset no tienen ninguna clase de preocupaciones. Se levantan, van a Tuset a tomar unas copas y luego a dormir, éste es el día de ellos. Yo creo que el personaje de FATA MORGANA es otra cosa, lo que pasa es que no quiere saltar la barrera, que prefiere quedarse con aquel grupo de muchachos insignificantes antes que irse con aquel señor que le promete…

Un camión de recogida de basuras puede ser también un elemento de ciencia ficción

N. D. — En FATA MORGANA, respecto a tu personaje, se da el hecho curioso de que representaba una modelo de publicidad, que es lo que tú has sido hasta hace poco. ¿Facilitó esto una identificación entre la modelo de la vida real y la del film?

T. GIMPERA. — Sí, no cabe duda. Pero lo que yo encuentro de malo es que una película se debe hacer y estrenarla al cabo de pocas semanas, un mes como mucho. FATA MORGANA, en ese aspecto, es una película que se queda anticuada y aquella chica, aquella modelo, no es una modelo como las de ahora. Claro, es una cinta que tendría que haber sido hecha y exhibida inmediatamente, porque los vestidos, los peinados, son cosas que cambian mucho. Y cuesta mucho, por lo menos me cuesta a mí, imaginar que aquella chica es modelo porque todo queda anticuado.

N. D. — ¿Has creído alguna vez ser la Gim de FATA MORGANA?

T. GIMPERA. — No.

N. D. — Resumiendo, ¿cómo es el personaje de Gim?

T. GIMPERA. — Cuando hicieron el guión, el personaje lo hicieron un poco sobre mi manera de ser. Es mi forma de ser vista por ellos. Así, por ejemplo, en eso de no ser capaz de tomar una decisión importante. En un momento determinado todo desaparece para mí y yo me quedo: prefiero quedarme a probar lo que pasaría en otro lugar. Realmente la idea es de un personaje que no quiere a nadie, que no desea realmente nada con la suficiente fuerza como para hacer algo importante y que tampoco se preocupa lo suficiente por lo que pasa como para irse. Se queda, siempre está aquí.

N. D. — ¿Prefieres quedarte?

T. GIMPERA. — Sí, es un poco también mi manera de ser. Nunca haré cosas demasiado arriesgadas, como irme a otro lugar a probar fortuna.

N. D. — Para ti, ¿qué personaje es Bennet?

T. GIMPERA. — Supongo que Vicente os explicaría esto mejor que yo. Bennet es la chica que realmente ha vivido lo de Londres, el desastre, una chica completamente desquiciada. Lo que ya no veo muy claro es su reacción, el que comience a matar a toda aquella gente…, será debido a la radiactividad o algo así.

N. D. — ¿Te hubiera gustado hacer el personaje de Bennet?

T. GIMPERA. — No, además, con mi tipo no hubiera podido hacer ese personaje.

N. D. — ¿Esta película se podría haber hecho en cualquier otro sitio o es una expresión típica de la cultura mediterránea que no hubiera salido de otro punto que Barcelona?

T. GIMPERA. — Creo no tiene nada que ver FATA MORGANA con la cultura mediterránea. Se podría haber rodado en cualquier otra ciudad, con tal que hubiera estado desierta y diese la sensación de abandono que daba Barcelona en la cinta, o sea una ciudad de la cual toda la gente ha huido. Tanto hubiera dado situarla aquí como en cualquier otro sitio.

N. D. —Para finalizar, entremos un poco en nuestro tema, en la ciencia ficción. ¿Es FATA MORGANA una cinta de ciencia ficción?

T. GIMPERA. — Vosotros habéis hablado con Vicente antes, ¿no? ¿Os ha dicho él que FATA MORGANA fuera de ciencia ficción?

N. D. — No.

T. GIMPERA. — Es que no lo es.

N. D. — Pero, sin embargo, estamos de acuerdo con Vicente de que contiene algunos elementos que sí son de ciencia ficción. Por ejemplo el camión y…

T. GIMPERA. — Sí, y la deshumanización.

N. D. — Pero lo más importante es que sean sucesos que se sitúen en el tiempo por venir. Hechos que ocurrirán después de lo de Londres. Esto ya es en sí un tema de ciencia ficción, aunque no sea una película con decorados de cartón piedra y naves en maqueta.

T. GIMPERA. — Sí, como las de James Bond.

N. D. — Tú sabes lo que es la ciencia ficción, ¿no? Lo digo porque Aranda nos dijo que no, y luego nos dio la sorpresa de que nos citaba casi todo lo existente en el género!

T. GIMPERA. — Para mí ciencia ficción es la descripción de lo que puede pasar, pero no ha pasado.

N. D. — Es una definición tan válida como otra cualquiera. Por tu parte, ¿te sientes identificada con algo de la ciencia ficción?

T. GIMPERA. — ¡No!

N. D. — Vaya no categórico. Corramos un tupido velo sobre el asunto y pasemos a otro tema: ¿crees que la ciencia ficción influye en la publicidad?

T. GIMPERA. — Yo creo que la ciencia ficción influye mucho actualmente en el mundo, y así la moda de los comics, las películas como Barbarella. En fin, la gente busca algo diferente, que se aparte de lo que están acostumbrados a ver. La misma arquitectura va adoptando formas que parecen salidas de un relato de ciencia ficción…

N. D. — Sin pensarlo: ¿te gusta la ciencia ficción?

T. GIMPERA. — Bueno, he visto FAHRENHEIT 451…

N. D. — No, no, la literatura de ciencia ficción.

T. GIMPERA. — No he leído nada.

N. D. — ¿Ni a Bradbury?

T. GIMPERA. — ¿Bradbury?

N. D. — El autor del libro en que está basada FAHRENHEIT 451.

T. GIMPERA. — No… y la verdad es que creo que no me gustaría. Por ejemplo, leí un libro de James Bond y no me gustó.

N. D. — No es lo mismo.

T. GIMPERA. — No, si ya sé que no es lo mismo, pero es que es un mundo tan irreal…, tal vez ver una película muy bien hecha…

N. D. — ¿Como FAHRENHEIT 451?

T. GIMPERA. — Es una película que está muy bien hecha, muy bien llevada. Me gustó como espectáculo, pero no es un mundo en el que pueda creer.

N. D. — Y en el que nosotros preferimos no creer…