[1] Excepto en las propuestas del economista británico Nicholas Kaldor, a las que volveremos más adelante. Su propuesta consistía en complementar los impuestos progresivos sobre el ingreso y las sucesiones para evitar que éstos fueran esquivados (y no en sustituirlos, como en ocasiones se piensa). <<
[2] Por ejemplo, cuando una parte de las cotizaciones sociales se extendió en Francia al conjunto de los ingresos (ingresos del capital, pensiones de jubilación, y ya no solamente a sueldos e ingresos por actividad no asalariada) para formar, en 1990, la «contribución social generalizada» (CSG), los ingresos correspondientes se reclasificaron como impuesto sobre el ingreso en las normas internacionales. <<
[3] El poll tax adoptado en 1988 (y abolido en 1991) era un impuesto local que preveía un impuesto uniforme (es decir, de un mismo monto) para todas las personas adultas, sin importar el nivel del ingreso o del capital, de modo que la tasa impositiva era menor para los más ricos como proporción de sus ingresos o de su capital. <<
[4] Véase C. Landais, T. Piketty y E. Saez, Pour une révolution fiscale. Un impôt sur le revenu pour le XXIe siècle, Seuil, París, 2011, pp. 48-53. Véase también www.revolution-fiscale.fr. <<
[5] En particular, esta estimación no tiene en cuenta los ingresos ocultos en paraísos fiscales (que, como vimos en el capítulo XII, son importantes) y supone que cierto número de «nichos fiscales» se utiliza en la misma proporción en todos los niveles de ingresos y riquezas (lo cual probablemente conduce a sobrestimar la verdadera tasa impositiva en lo más alto de la distribución). Conviene subrayar que el sistema fiscal francés es excepcionalmente complejo y se caracteriza por la multiplicación de regímenes de excepción y la superposición de bases impositivas y modos de gravamen (por ejemplo, Francia es el único país desarrollado que no retiene el impuesto sobre el ingreso en la fuente de origen, cuando incluso las cotizaciones sociales y la contribución social generalizada se han retenido desde siempre en el origen). Esta complejidad agrava la regresividad y amenaza la inteligibilidad del conjunto del sistema (igual que para las jubilaciones). <<
[6] Sólo son tomados en cuenta los ingresos provenientes del capital heredado (junto con los otros ingresos del capital), y no el propio capital heredado. <<
[7] Por ejemplo, en Francia, la tasa impositiva media para herencias y sucesiones es de sólo 5%, y apenas llega a 20% para el percentil superior de la jerarquía de las herencias. Véase el anexo técnico. <<
[8] Véanse el capítulo XI, gráficas XI.9 a XI.11, y el anexo técnico. <<
[9] Por ejemplo, en vez de pasar de una tasa de 40-45% para la mitad más pobre a una de 45-50% para el 40% siguiente, se podría limitar la contribución a 30-35% en el primer grupo y aumentarla a 50-55% para el segundo. <<
[10] Habida cuenta de la débil movilidad intergeneracional, esto además sería más justo (desde el punto de vista de los criterios de justicia mencionados en el capítulo anterior). Véase el anexo técnico. <<
[11] La ley del 15 de julio de 1914 creaba el impuesto general sobre el ingreso (IGR, por sus siglas en francés), impuesto progresivo sobre el ingreso global que dio lugar al actual impuesto sobre el ingreso. Dicha ley se complementó con la del 31 de julio de 1917, por la que se creaban los impuestos llamados «cedulares» (que gravan de forma independiente cada categoría o «cédula» de ingresos, como las utilidades de las sociedades o los sueldos), lo que originó el actual impuesto a las empresas. Para una descripción detallada de la accidentada historia del impuesto sobre el ingreso en Francia desde la reforma fundadora de 1914-1917, véase T. Piketty, Les Hauts Revenus en France au XXe siècle: Inégalités et redistributions, 1901-1998, Grasset, París, 2001, pp. 233-334. <<
[12] Cabe hacer notar que el impuesto progresivo tendía sobre todo a gravar los muy elevados ingresos del capital (de los que todos en la época eran bien conscientes de que dominaban la jerarquía de los ingresos) y que a nadie, en ningún país, se le ocurriría otorgar exenciones particulares. <<
[13] Por ejemplo, las numerosas obras publicadas por el economista estadunidense Edwin Seligman entre 1890 y 1910 para alabar los méritos del impuesto progresivo sobre el ingreso se tradujeron a muchas lenguas y suscitaron apasionados debates. Sobre este periodo y estos debates, véase P. Rosanvallon, La Société des égaux, Seuil, París, 2011, pp. 227-233. Véase también N. Delalande, Les Batailles de l’impôt. Consentement et résistances de 1789 à nos jours, Seuil, París, 2011, 464 pp. <<
[14] La tasa superior suele ser una tasa «marginal», en el sentido de que no se aplica sino al «margen», es decir, a la fracción del ingreso superior a determinado umbral. La tasa superior atañe generalmente a menos de 1% de la población (a menudo, a menos de 0.1%); para tener un panorama completo de la progresividad, es preferible examinar las tasas efectivas pagadas por los diferentes percentiles (que pueden ser claramente inferiores). La evolución de la tasa superior no por eso es menos interesante; se trata, por definición, de un límite superior de la tasa efectiva impuesta a los más ricos. <<
[15] Las tasas indicadas en la gráfica XIV.1 no tienen en cuenta las alzas de impuestos de 25% introducidas por la ley en 1920 para los contribuyentes solteros sin hijos y los contribuyentes casados «que al cabo de dos años de matrimonio todavía no tengan hijos» (al incluirlos, la tasa superior sería de 62% en 1920 y 90% en 1925). Este interesante dispositivo, que demuestra la intensidad del traumatismo francés en materia de natalidad, y también la imaginación sin límites del legislador fiscal para expresar los temores y la esperanza de un país, llegó a ser de 1939 a 1944 la «tasa de compensación familiar», que se prolongó de 1945 a 1951 en el marco del sistema del cociente familiar (las parejas casadas sin hijos, normalmente consideradas con dos unidades, cayeron entonces a 1.5 si no habían tenido hijos «al cabo de tres años de matrimonio»; nótese que la Asamblea constituyente de 1945 alargó un año el periodo de gracia fijado en 1920 por el Bloque Nacional). Véase T. Piketty, Les Hauts Revenus en France au XXe siècle, op. cit., pp. 233-334. <<
[16] En el Reino Unido también se había aplicado por corto tiempo un impuesto progresivo sobre el ingreso global durante las guerras napoleónicas, igual que en los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión, pero en ambos casos esos impuestos se derogaron poco después de finalizado el conflicto. <<
[17] Véase M. Touzery, L’Invention de l’impôt sur le revenu. La taille tarifée, 1715-1789, Comité pour l’Histoire Économique et Financière, París, 1994, 620 pp. <<
[18] Los bienes inmuebles comerciales y de negocios se gravaban mediante la contribución llamada de patentes. Sobre el sistema de las «cuatro viejas» (las cuatro contribuciones directas que, junto con los derechos sucesorios, formaban el núcleo del sistema fiscal creado en 1791-1792), véase T. Piketty, Les Hauts Revenus en France au XXe siècle, op. cit., pp. 234-239. <<
[19] Según los términos empleados por una de las múltiples comisiones parlamentarias del siglo XIX que se pronunció en contra de la progresividad del impuesto sucesorio, «cuando un hijo sucede a su padre, no se trata, propiamente hablando, de una transmisión de bienes; no es más que la continuación de un disfrute», decían los autores del Código Civil. «Esta doctrina, entendida en un sentido absoluto, excluiría cualquier impuesto sucesorio en línea directa o exigiría cuando menos una extrema moderación en la fijación del gravamen». Ibid., p. 245. <<
[20] Profesor de la École Libre des Sciences Politiques, después del Collège de France, de 1880 a 1916, portavoz entusiasta de la colonización entre los economistas liberales de su tiempo, Leroy-Beaulieu fue también director de L’Économiste Français, influyente revista semanal que en ese momento era el equivalente del The Economist de hoy, en particular por su capacidad sin límite y a menudo sin discernimiento para defender los intereses de los potentados del momento. <<
[21] Observó satisfecho, por ejemplo, que el número de indigentes socorridos sólo aumentó 40% en Francia entre 1837 y 1860, mientras que el número de agencias de beneficencia casi se duplicó. Además de que es necesario ser muy optimista para deducir de estas cifras que el número real de indigentes ha disminuido (lo cual Leroy-Beaulieu hace sin dudar), una eventual disminución del número absoluto de pobres, en un contexto de crecimiento económico, evidentemente no dirá nada sobre la evolución de la desigualdad de los ingresos. Ibid., pp. 522-531. <<
[22] En ocasiones se tiene la impresión de que es el autor de la campaña de publicidad con la que HSBC tapiza los muros de los aeropuertos desde hace unos años: «Nosotros vemos un mundo de oportunidades, ¿y usted?». <<
[23] Otro argumento clásico de la época era que la técnica «inquisitorial» de la declaración de ingresos sólo convenía a un país «autoritario» como Alemania, pero que sería rechazado de entrada por un «pueblo libre» como el de Francia. Ibid., p. 481. <<
[24] Igual que Joseph Caillaux, ministro de finanzas de la época: «Nos han hecho creer, decir que Francia era el país de las fortunas pequeñas, del capital disperso hasta el infinito. Las estadísticas que el nuevo régimen sucesorio nos ofrece nos obligan de manera singular a reconsiderarlo. […] Señores, no puedo ocultar que esas cifras modificaron en mi mente algunas de estas ideas preconcebidas. El hecho es que un número muy limitado de personas posee la mayor parte de la fortuna del país». Véase J. Caillaux, L’Impôt sur le revenu, Berger, París, 1910, pp. 530-532. <<
[25] Sobre estos debates, véase J. Beckert, Inherited Wealth, Princeton University Press, Princeton, 2008, pp. 220-235. Las tasas indicadas en la gráfica XIV.2 se refieren a las herencias en línea directa (de padres a hijos). Las tasas aplicadas a las otras transmisiones han sido siempre más elevadas en Francia y Alemania. En los Estados Unidos y el Reino Unido, las tasas no dependen en general de la identidad del heredero. <<
[26] Sobre el papel de las guerras en la transformación de las percepciones respecto del impuesto sucesorio, véase también K. Scheve y D. Stasavadge, «Democracy, War, and Wealth: Evidence of Two Centuries of Inheritance Taxation», American Political Science Review, vol. 106, núm. 1, febrero de 2012, pp. 81-102. <<
[27] Para poner un ejemplo extremo, la Unión Soviética nunca tuvo necesidad de un impuesto confiscatorio sobre los ingresos o patrimonios excesivos porque su sistema económico consistía en controlar directamente la distribución de los ingresos primarios y en prohibir casi totalmente la propiedad privada (todo esto de una forma claramente menos respetuosa del derecho). En ocasiones, la Unión Soviética aplicó un impuesto sobre el ingreso, pero totalmente secundario, y con tasas superiores muy moderadas. Lo mismo ocurrió en China. Volveremos sobre este tema en el capítulo siguiente. <<
[28] Aunque le disgustara a Leroy-Beaulieu, Francia iba en el mismo saco que el Reino Unido o Prusia, en el fondo bastante justificadamente. <<
[29] Véase I. Fisher, «Economists in Public Service», The American Economic Review, vol. 9, núm. 1, marzo de 1919, pp. 5-21. Fisher se inspiró sobre todo en propuestas del economista italiano Rignano. Véase G. Erreygers y G. Di Bartolomeo, «The Debates on Eugenio Rignano’s Inheritance Tax Proposals», History of Political Economy, vol. 39, núm. 4, invierno de 2007, pp. 605-638. La idea de gravar menos la riqueza acumulada por la generación precedente que la más antigua, resultado de varias generaciones de situación desahogada, es en principio muy interesante (aunque la percepción de doble tributación es a menudo más intensa en el primer caso que en el segundo, incluso si se trata de generaciones y, por lo tanto, de individuos distintos en ambos casos). Sin embargo, esta idea es difícil de formalizar y poner en práctica (las trayectorias patrimoniales son a menudo muy complejas), lo que explica sin duda por qué nunca se aplicó. <<
[30] A esto se debe agregar el impuesto sobre el ingreso en el ámbito estatal (cuya tasa generalmente fluctúa entre 5 y 10%). <<
[31] La tasa superior del impuesto sobre el ingreso subió brevemente a 85% en 1947-1949, cuando dependía de la ocupación estadunidense, y bajó de inmediato a 55% en 1950, cuando el país recuperó su soberanía fiscal. Véase el anexo técnico. <<
[32] Se trata de las tasas aplicadas a las herencias en línea directa. Las tasas aplicadas a hermanos, hermanas, primos, etc., y a los individuos externos a la familia, a menudo alcanzaron niveles más elevados en Francia y Alemania (por ejemplo, hasta 60%, como hoy en Francia para los no parientes), pero sin llegar al 70-80% aplicado a los hijos en los Estados Unidos y el Reino Unido. <<
[33] Esa tasa récord de 98% se aplicó en el Reino Unido de 1941 a 1952 y después, de 1974 a 1978. Véase el anexo técnico para la serie completa. Durante la campaña presidencial estadunidense de 1972, George McGovern, candidato demócrata, incluso se refirió a una tasa superior a 100% para las herencias más elevadas (en ese entonces, la tasa era de 77%), en el marco de su plan tendiente a introducir un ingreso mínimo incondicional. La tajante derrota de McGovern ante Nixon marcó el principio del fin del entusiasmo redistributivo estadunidense. Véase J. Beckert, Inherited Wealth, op. cit., p. 196. <<
[34] Por ejemplo, cuando la tasa superior sobre el retorno del capital en el Reino Unido llegó a 98% de 1974 a 1978, era de 83% para los ingresos del trabajo. Véase la gráfica S14.1 (disponible en línea). <<
[35] Esta reflexión ya estaba presente en el siglo XIX, con los trabajos de John Stuart Mill, pero se intensificó en el periodo de entreguerras, con la creciente sofisticación de las estadísticas de las sucesiones. Y continuó después de la guerra, con las obras ya citadas de James Meade y Anthony Atkinson. También se debe mencionar que la interesante propuesta de Nicholas Kaldor de un impuesto progresivo sobre el consumo (en realidad, sobre el tren de vida de lujo) se inspiró directamente en la voluntad de hacer contribuir más a los herederos ociosos, que Kaldor suponía que escapaban, en ocasiones, a los impuestos progresivos sobre las sucesiones y los ingresos (sobre todo a través de trust funds), a diferencia de los profesores universitarios (como él mismo), que pagaban hasta el último centavo del impuesto sobre el ingreso. Véase N. Kaldor, An Expenditure Tax, Allen & Unwin, Londres, 1955, 252 pp. <<
[36] Véase J. Wedgwood, The Economics of Inheritance (1929), Pelican Books, Harmondsworth, 1939, 282 pp. Wedgwood desmenuzaba meticulosamente los diferentes efectos en operación, por ejemplo, cuando medía la escasa importancia de las contribuciones caritativas, y concluía que sólo el impuesto podía conducir al igualamiento deseado; o bien, cuando comprobaba que, hacia 1910, la concentración de las herencias era casi tan grande en Francia como en el Reino Unido, y esto lo llevaba a concluir que el reparto igualitario a la francesa, aunque deseable, era claramente insuficiente para llegar a la igualdad social. <<
[37] En cuanto a Francia, incluimos en la gráfica XIV.1 la Contribución Social Generalizada (actualmente de 8%) en el impuesto sobre el ingreso (que terminó en 45% en 2013), de ahí que la tasa superior actual sea de 53%. Véase la serie completa en el anexo técnico. <<
[38] Esto no sólo se aplica a los Estados Unidos y el Reino Unido (en el primer grupo), y a Alemania, Francia y Japón (en el segundo); también al conjunto de los 18 países de la OCDE, para los que las series de la World Top Income Database permiten estudiar este asunto. Veáse T. Piketty, E. Saez y S. Stantcheva, «Optimal Taxation of Top Labor Incomes: A Tale of Three Elasticities», American Economic Journal: Economic Policy, vol. 6, núm. 1, 2014, pp. 230-271 (figura 3). Véase también el anexo técnico. <<
[39] Ibid., figuras 3 y A1 y tabla 2. Esos resultados sobre 18 países también están disponibles en el anexo técnico. Conviene observar que esta conclusión no depende de la elección de los años de partida y de llegada: en ningún caso hay una relación estadísticamente significativa entre la reducción de la tasa marginal y la tasa de crecimiento; en particular, el hecho de empezar en 1980 y no en 1960 o 1970 no cambia nada. Para las tasas de crecimiento de los diferentes países ricos en el periodo 1970-2010, véase también el capítulo V, tabla V.1. <<
[40] Lo cual permite descartar una elasticidad de la oferta de trabajo superior a 0.1-0.2 y obtener la tasa marginal óptima descrita más adelante. Todos los detalles del razonamiento teórico y de los resultados teóricos están disponibles en T. Piketty, E. Saez y S. Stantcheva, «Optimal Taxation of Top Labor Incomes: A Tale of Three Elasticities», art. cit., y se resumen en el anexo técnico. <<
[41] Es importante sacar promedios de periodos relativamente largos (cuando menos 10 o 20 años) para que estas comparaciones de tasas de crecimiento tengan sentido. En periodos más cortos, las tasas de crecimiento varían por todo tipo de razones y es imposible llegar a conclusión alguna. <<
[42] La diferencia en el PIB por habitante se debe a que en los Estados Unidos el número de horas trabajadas por habitante es más elevado. Según los datos internacionales más estandarizados, el PIB por hora trabajada es prácticamente igual en los Estados Unidos y en los países más ricos de Europa continental (por el contrario, es significativamente más bajo en el Reino Unido; véase el anexo técnico). La diferencia en el número de horas se explica porque las vacaciones son más largas y las semanas laborales más cortas en Europa (la diferencia en la tasa de desempleo, casi inexistente si se compara a los Estados Unidos con Alemania o los países nórdicos, cuenta poco). Sin pretender tratar aquí un asunto tan delicado, simplemente daremos cuenta de que la opción que consiste en pasar menos tiempo en el trabajo, cuando se es más productivo, es cuando menos tan justificable como la opción contraria. Permítaseme agregar el comentario siguiente: el hecho de que Alemania y Francia, a pesar de tener una inversión mucho menor en enseñanza superior (y de un sistema fiscal social espantosamente complejo, sobre todo en Francia), tengan el mismo nivel de PIB por hora trabajada que los Estados Unidos es de por sí un milagro, y se explica posiblemente por un sistema de educación primaria y secundaria más igualitario y más inclusivo. <<
[43] Véase en particular el capítulo II, gráfica II.3. <<
[44] La tasa de crecimiento del PIB por habitante en los Estados Unidos fue de 2.3% entre 1950 y 1970, y de 1.4% entre 1990 y 2012. Véase el capítulo II, gráfica II.3. <<
[45] La idea de que los Estados Unidos innovan para el resto del mundo fue recientemente formulada por D. Acemoglu, J. Robinson y T. Verdier, «Can’t We All Be More Like Scandinavians? Asymmetric Growth and Institutions in an Interdependent World», MIT, Cambridge, Estados Unidos, documento de trabajo del Departamento de Economía de MIT. Es un artículo esencialmente teórico cuyo principal elemento fáctico es que el número de patentes por habitante es más elevado en los Estados Unidos que en Europa, hecho interesante, pero que parecer remitir, cuando menos en parte, a prácticas jurídicas distintas y que de todas formas debería permitir que el país innovador conservara una productividad significativamente superior (o un ingreso nacional más elevado). <<
[46] Véase T. Piketty, E. Saez y S. Stantcheva, «Optimal Taxation of Top Labor Incomes: A Tale of Three Elasticities», art. cit., figura 5, tablas 3 y 4. Los resultados resumidos aquí se basan en datos detallados de casi 3000 empresas de 14 países. <<
[47] X. Gabaix y A. Landier defienden la idea de que el alza de las remuneraciones de los altos ejecutivos se deriva mecánicamente del aumento de tamaño de las empresas (lo que aumentaría la productividad de los ejecutivos más «talentosos»). Veáse X. Gabaix y A. Landier, «Why has CEO Pay Increased so Much?», Quarterly Journal of Economics, vol. 123, núm. 1, 2008, pp. 49-100. El problema es que esta teoría, basada completamente en el modelo de la productividad marginal, no permite explicar las importantes variaciones observadas a nivel internacional (el tamaño de las empresas ha aumentado en casi todos lados en las mismas proporciones, no así las remuneraciones). Los autores utilizan únicamente datos estadunidenses, lo cual por desgracia limita las posibilidades de pruebas empíricas. <<
[48] Los economistas suelen defender la idea de que con más competencia podría reducirse la desigualdad (véanse R. Rajan y L. Zingales, Saving Capitalism from the Capitalists, Crown Business, Nueva York, 2003, 392 pp.; L. Zingales, A Capitalism for the People, Basic Books, Nueva York, 2012, 336 pp., o D. Acemoglu y J. Robinson, Why Nations Fail. The Origins of Power, Prosperity and Poverty, op. cit.). En ocasiones, los sociólogos coinciden con esa idea. Véase D. Grusky, «What to do About Inequality», Boston Review, 12 de marzo de 2012. <<
[49] Precisemos al respecto que, contrariamente a una idea que a menudo se enseña pero rara vez se verifica, ningún dato indica que los altos ejecutivos de los años 1950-1980 compensaran sus menores remuneraciones con gratificaciones en especie más importantes. Todo sugiere, por el contrario, que esas gratificaciones —jets privados, lujosas oficinas, etc.— también han crecido desde 1980. <<
[50] Para ser exactos, 82%. Véase T. Piketty, E. Saez y S. Stantcheva, «Optimal Taxation of Top Labor Incomes: A Tale of Three Elasticities», art. cit., tabla 5. <<
[51] Se verá que el impuesto progresivo desempeña dos funciones muy distintas en el modelo teórico que proponemos (por cierto, al igual que en la historia del impuesto progresivo): las tasas confiscatorias (del tipo de 80-90% en el nivel del 1 o 0.5% de los más ricos) permiten poner fin a las remuneraciones indecentes e inútiles; las tasas elevadas pero no confiscatorias (de 50 a 60%, en el nivel del 10 o 5% de los más ricos) permiten obtener ingresos fiscales y contribuir al financiamiento del Estado social, aunadas a lo obtenido del 90% de los menos ricos. <<
[52] Véanse J. Hacker y P. Pierson, Winner-Take-All Politics. How Washington Made the Rich Richer —And Turned its Back on the Middle Class, Simon & Schuster, Nueva York, 2010, 368 pp.; K. Schlozman, S. Verba y H. Brady, The Unheavenly Chorus: Unequal Political Voice and the Broken Promise of American Democracy, Princeton University Press, Princeton, 2012, 728 pp., y T. Noah, The Great Divergence, Bloomsbury Press, Nueva York, 2012, 288 pp. <<
[53] Véanse las referencias de los trabajos de Goldin, Katz, Blank y Rajan en el capítulo IX. <<
[54] Sus remuneraciones van al alza, arrastradas por las que ofrece el sector privado (en particular, el financiero) por competencias similares. Véase el capítulo VIII. <<
[55] Por ejemplo, a través de modelos teóricos abstrusos destinados a demostrar que los más ricos deben ser gravados con tasa 0, casi ser subsidiados. Véase en el anexo técnico un breve florilegio. <<
[56] Según los datos reunidos por el Center for Responsible Politics a partir de las declaraciones patrimoniales de los elegidos, el patrimonio promedio de los 535 miembros del Congreso estadunidense sería superior a 15 millones de dólares en 2012. Según los datos publicados por el gobierno francés, el patrimonio promedio de los 30 ministros y secretarios de Estado sería actualmente del orden de un millón de euros. Aparte de la incertidumbre, la distancia parece significativa. En ambos países, el patrimonio promedio por adulto es del orden de los 200 000 dólares o euros. Véase el anexo técnico. <<