[1] Los intereses de la deuda pública, que no forman parte del ingreso nacional (se trata de una simple transferencia) y que remuneran un capital que no forma parte del capital nacional (ya que la deuda pública es un activo para los poseedores privados y un pasivo para el Estado), no fueron tomados en cuenta en las gráficas VI.1-VI.4. Si fueran incluidos, la participación del capital sería un poco más elevada, en general del orden de 1-2 puntos (y hasta de 4-5 puntos en los periodos en que la deuda pública es particularmente elevada). Para series completas, véase el anexo técnico. <<
[2] Se puede atribuir a los trabajadores no asalariados el mismo ingreso laboral promedio que a los asalariados, o bien se puede aplicar el rendimiento promedio de las otras formas de capital al capital profesional utilizado por los trabajadores no asalariados. Véase el anexo técnico. <<
[3] En los diferentes países ricos, la participación de las empresas individuales pasó de aproximadamente 30-40% de la producción interna en los años 1950-1960 (en el siglo XIX y a principios del XX pudo rebasar 50%) a alrededor de 10% en los años 1980-1990 (lo que refleja principalmente la caída de la participación de la agricultura), luego se estabilizó en torno a ese nivel desde entonces, a veces con una ligera subida alrededor de 12-15%, siguiendo sobre todo los azares de las ventajas y desventajas fiscales vigentes. Véase el anexo técnico. <<
[4] Las series representadas en las gráficas VI.1-VI.2 se establecieron a partir de los trabajos históricos de Robert Allen para el Reino Unido y de mis propios trabajos sobre Francia. Todos los detalles sobre las fuentes y los métodos están disponibles en línea en el anexo técnico. <<
[5] Véanse asimismo las gráficas suplementarias S6.1 y S6.2 disponibles en línea, en las que indicamos los límites inferiores y superiores para la participación del capital en el Reino Unido y en Francia. <<
[6] Véase en particular la tercera parte, capítulo XII. <<
[7] La tasa de interés aplicada sobre la deuda pública en el Reino Unido y Francia en los siglos XVIII y XIX solía ser del orden de 4-5%. A veces disminuyó a aproximadamente 3% (como durante la desaceleración económica de finales del siglo XIX). A la inversa, alcanzó 5-6%, e incluso más, durante periodos de fuertes tensiones políticas, cuando la credibilidad presupuestal del régimen era cuestionada, por ejemplo durante las décadas previas a la Revolución francesa o durante el periodo revolucionario. Véase F. Velde y D. Weir, «The Financial Market and Government Debt Policy in France, 1746-1793», Journal of Economic History, Cambridge University Press, vol. 52, núm. 1, marzo de 1992, pp. 1-39. Véase también K. Béguin, Financer la guerre au XVIIIe siècle. La dette publique et les rentiers de l’absolutisme, Champ Vallon, Seyssel, 2012, 390 pp. En el anexo técnico se presentan series históricas detalladas. <<
[8] La libreta de ahorros A en Francia produjo una tasa de interés nominal de apenas 2% en 2013, es decir, un rendimiento real cercano a 0%. <<
[9] Véase el anexo técnico. Las sumas invertidas en cuentas de cheques dan lugar a una remuneración en la mayoría de los países (aunque eso está prohibido en Francia). <<
[10] Por ejemplo, una tasa de interés nominal de 5% con una inflación de 10% corresponde a una tasa de interés real de −5%, mientras que una tasa de interés nominal de 15% con una inflación de 5% corresponde a una tasa de interés real de +10%. <<
[11] Los activos inmobiliarios representan por sí solos la mitad de los activos totales y, dentro de los activos financieros, los activos reales suelen representar más de la mitad del total y a menudo más de las tres cuartas partes. Véase el anexo técnico. <<
[12] Como explicamos en el capítulo anterior, este enfoque equivale, en determinadas ocasiones, a integrar en la tasa de rendimiento la plusvalía estructural correspondiente a la capitalización de los beneficios no distribuidos en el valor de las acciones, elemento importante del rendimiento de las acciones a largo plazo. <<
[13] En otras palabras, el hecho de que la inflación pase de 0% a 2%, en un mundo en el que el rendimiento del capital era inicialmente de 4%, no equivale, desde luego, a una tasa impositiva de 50% sobre el rendimiento del capital por la simple y llana razón de que el precio de los activos inmobiliarios y bursátiles también podrá aumentar en un 2% anual, y que sólo una parte muy pequeña de los activos de los hogares —en líneas generales, depósitos en efectivo y una parte de los activos nominales— pagará el impuesto inflacionario. Volveremos a este tema en la tercera parte, capítulo XII. <<
[14] Véase P. Hoffman, G. Postel-Vinay y J.-L. Rosenthal, Priceless Markets. The Political Economy of Credit in Paris, 1660-1870, University of Chicago Press, Chicago, 2000, 350 pp. <<
[15] En el caso extremo de una elasticidad nula, el rendimiento y, por consiguiente, la participación del capital descienden a 0 desde el momento en que hay un ligero exceso de capital. <<
[16] En el caso extremo de una elasticidad infinita, el rendimiento no cambia, de tal manera que la participación del capital aumenta en la misma proporción que la relación capital/ingreso. <<
[17] Se puede mostrar que la función de producción Cobb-Douglas tiene la siguiente forma matemática: Y = F (K, L) = KαL1 − α, donde Y es la producción, K el capital y L el trabajo. Existen otras formas matemáticas que permiten representar el caso en el que la elasticidad de sustitución es superior o inferior a 1. El caso de la elasticidad infinita corresponde a una función de producción lineal: la producción está dada por Y = F (K, L) = rK + vL. Dicho de otra manera, el rendimiento del capital r no depende, en ningún modo, de las cantidades de capital y trabajo involucradas, como tampoco le ocurre, por otra parte, al rendimiento del trabajo v, que no es más que la tasa salarial, y que también es fija en este caso. Véase el anexo técnico. <<
[18] Véase C. Cobb y P. Douglas, «A Theory of Production», The American Economic Review, American Economic Association, vol. 18, núm. 1, marzo de 1928, pp. 139-165. <<
[19] Según los cálculos de Bowley, los ingresos del capital representan a lo largo de todo el periodo aproximadamente 37% del ingreso nacional, frente a los ingresos del trabajo, que suponen aproximadamente 63%. Véase A. Bowley, The Change in the Distribution of National Income, 1880-1913, Clarendon Press, Oxford, 1920, 27 pp. Estas estimaciones son coherentes con las que reservamos para este subperiodo. Véase el anexo técnico. <<
[20] Véase J. Kuczynski, Labour Conditions in Western Europe, 1820 to 1935, Lawrence & Wishart, Londres, 1937, 118 pp. El mismo año, Bowley actualizó y amplió su trabajo de 1920: véase A. Bowley, Wages and Income in the United Kingdom since 1860, Cambridge University Press, Cambridge, 1937, 176 pp. Véase asimismo J. Kuczynski, Gesichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus, 38 volúmenes, Berlín, 1960-1972. Los volúmenes 32, 33 y 34 están dedicados a Francia. Para un análisis crítico de las series de Kuczynski, que todavía hoy constituyen una fuente histórica ineludible a pesar de sus lagunas, véase T. Piketty, Les Hauts Revenus en France au XXe siècle: Inégalités et redistributions, 1901-1998, Grasset, París, 2001, pp. 677-681. Véase el anexo técnico para referencias complementarias. <<
[21] Véase F. Brown, «Labour and Wages», Economic History Review, Wiley, vol. 9, núm. 2, mayo de 1939, pp. 215-217. <<
[22] Véase J. M. Keynes, «Relative Movement of Wages and Output», Economic Journal, Royal Economic Society, vol. 49, 1939, p. 48. Es interesante señalar que en esa época los partidarios de la tesis de la estabilidad del reparto capital-trabajo dudaban todavía del nivel —supuestamente estable— de ese reparto. En este caso, Keynes insistía en que la participación de los ingresos que iban al «trabajo manual» (categoría difícil de definir de manera rigurosa en un amplio periodo) le parecía estable, en torno a 40% del ingreso nacional en los años 1920-1930. <<
[23] Véase el anexo técnico para una referencia bibliográfica completa. <<
[24] Véase el anexo técnico. <<
[25] Esto puede tomar la forma de un alza del exponente 1 − α en la función de producción Cobb-Douglas (y una baja correspondiente en α), o de modificaciones similares en las funciones de producción más generales, correspondientes a elasticidades de sustitución superiores o inferiores a 1. Véase el anexo técnico. <<
[26] Véase el anexo técnico. <<
[27] Véase J. Bouvier, F. Furet y M. Gilet, Le Mouvement du profit en France au XIXe siècle. Matériaux et études, Mouton, París, 1965, 456 pp. <<
[28] Véanse F. Simiand, Le Salaire, l’évolution sociale et la monnaie, Alcan, 1932; E. Labrousse, Esquisse du mouvement des prix et des revenus en France au XVIIIe siècle, Libraire Dalloz, París, 1933. Las series históricas reunidas por Jeffrey Williamson y sus colegas, sobre la evolución a muy largo plazo de la renta de la tierra y de los salarios, sugieren asimismo un alza de la participación de la renta de la tierra en el ingreso nacional en el siglo XVIII y hasta principios del XIX. Véase el anexo técnico. <<
[29] Véase A. Chabert, Essai sur les mouvements des prix et des revenus en France de 1798 à 1820, Librairie de Médicis, París, 1945-1949, 2 vols. Véase asimismo G. Postel-Vinay, «À la recherche de la révolution économique dans les campagnes (1789-1815)», Revue économique, Presses de Sciences Po, vol. 40, núm. 6, 1989, pp. 1015-1046. <<
[30] El «valor agregado» de una empresa se define como la diferencia entre el valor de las ventas de bienes y servicios (monto llamado chiffre d’affaires en la contabilidad francesa y sales revenue en inglés) y lo que le cuestan sus compras a otras empresas (monto llamado «consumo intermedio»). Como su nombre indica, esta suma calcula el valor que la empresa añadió al proceso de producción. El valor agregado permite pagar la masa salarial y el resto constituye, por definición, los beneficios de la empresa. El estudio del reparto capital-trabajo se limita muy a menudo al del reparto beneficios-salarios, lo que equivale a dejar de lado las rentas. <<
[31] La noción de un crecimiento permanente y duradero de la población a largo plazo no era muy clara y, a decir verdad, sigue siendo igual de confusa y aterradora en nuestros días. De ahí la hipótesis admitida en general acerca de una estabilización de la población mundial. Véase el capítulo II. <<
[32] El único caso en el que el rendimiento no tiende hacia 0 es el de una economía infinitamente capitalista y «robotizada» a largo plazo (el caso de una elasticidad de sustitución infinita entre trabajo y capital, y que eventualmente sólo utiliza capital en la producción). Véase el anexo técnico. <<
[33] Los datos fiscales más interesantes se presentan en el anexo 10 del libro I de El capital. Véase el anexo técnico para un análisis de algunos de los cálculos de la participación de los beneficios y de las tasas de explotación a partir de las cuentas empresariales presentadas por Marx. En Salario, precio y ganancia (1865), Marx dio asimismo el ejemplo de las cuentas de una fábrica muy capitalista en la que los beneficios alcanzaban 50% del valor agregado (tanto como los salarios). Incluso si no se dice explícitamente, era el tipo de distribución global que parecía tener en mente para una economía industrial. <<
[34] Véase el capítulo I. <<
[35] Algunos modelos teóricos recientes intentan aclarar esta intuición. Véase el anexo técnico. <<
[36] Sin contar con que ciertos estadunidenses (empezando por Modigliani) postulaban la idea de que el capital había cambiado totalmente de naturaleza (emanando en lo sucesivo de la acumulación a lo largo del ciclo de vida), mientras que los británicos (empezando por Kaldor) seguían considerando el capital a través del prisma sucesorio, lo que es claramente menos tranquilizador. En la próxima parte de este libro volveremos a esta cuestión central. <<