Año OCDE Mundo

Insistamos en ello: la rápida recuperación de la recesión de 1991 se produjo gracias al crédito y al aumento de la deuda privada, pero tuvo una consecuencia que entonces nadie vio o nadie quiso ver: la creación de una bola de nieve cuyo tamaño fue aumentando aceleradamente. Se concedían créditos para invertir y para consumir, pero no para sostener, sino para crecer. La economía fue basándose cada vez más en el crédito, máxime cuando a partir de 1998 se generó la burbuja punto-com: la especulación financiera basada en las acciones de las compañías vinculadas a internet -¿recuerdan la compañía española Terra?-: «En este mercado, mientras más dinero se pierda, más valioso se es».?

Una nueva vuelta de tuerca se dio con la recesión del año 2000, cuyo desencadenante fue la explosión de la burbuja de internet y que se manifestó a partir de los sucesos del 11-S.

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¿Cómo se salió de esa recesión? Nuevamente recurriendo al endeudamiento, pero en esta ocasión de forma masiva, creciente, coincidiendo, además, con el hundimiento de los tipos de interés, y trasladando al mundo inmobiliario y a la especulación financiera a él asociada el crecimiento económico, un crecimiento basado en la creencia de que el valor -y el precio- de un inmueble nunca desciende, y también extendiendo la concesión de créditos hipotecarios prácticamente a cualquier persona que lo solicitase;10 a ello se unió un aumento brutal de los créditos al consumo necesarios para financiar el hiperconsumismo individual y familiar. (Al final del proceso, tras la constatación del fiasco de las hipotecas basura, las sub-prime, en septiembre de 2007, se produjeron inyecciones masivas de capital en la especulación con las materias primas, que se manifestó en precios del petróleo cercanos a los 150 USD por barril en julio de 2008.)

El resultado de esta hipercreditización fue un elevado crecimiento -véase el cuadro de la pág. 99- entre el año 2004 y el 2007, pero a costa de un aumento sin parangón en el endeudamiento: se estaba creciendo a base de crédito, crédito que muchas entidades financieras nutrían con fondos demandados a otras entidades financieras en infinita sucesión: el caso español sirve como ejemplo.

La manifestación de esta acumulación de deuda titulizada y negociada hasta la saciedad se produjo en septiembre de 2007.

EL PERÍODO DE PRECRISIS

Septiembre es un mes más del año: principia el otoño, el verano puede darse por acabado con el inicio de los colegios, es el mes de la vendimia. Pero el mes de septiembre del año 2007 será recordado en los libros de historia por haber sido el mes en que dio comienzo el período de precrisis que, a mediados del 2010, desembocará en una crisis sistémica, la crisis económica y social más profunda por la que el capitalismo ha pasado desde la Gran Depresión de la década de 1930, y que supondrá la reformulación de una serie de elementos que caracterizan su modo de producción.

Además, el mes de septiembre de 2007 marca el principio del fin del sistema económico en que nos hallamos inmersos desde hace casi dos siglos, ya que la crisis de 2010 hará evolucionar el sistema siguiendo un proceso estructuralmente semejante al que el sistema mercantilista vivió en la segunda mitad del siglo XVIII hasta su total transformación en uno muy diferente: el nuestro. La crisis del 2010, por tanto, será consecuencia del proceso de muerte de la estructura actual; muerte que, por dramática que pueda parecer, no hace más que encuadrase en la dinámica histórica que lleva aconteciendo los últimos dos mil años. Ésta supone que los sistemas, como todo ente vivo, nacen, crecen, evolucionan, se agotan y mueren.

La tendencia que está manifestándose en el sistema nace tras el estallido del crash del 29 y se muestra en el estado de bienestar en el que el planeta ha estado inmerso, una bonanza que ha ido llevando a la economía mundial hacia una situación continuada de «ir-a-más».

Esa tendencia significó una ruptura radical con el pasado, ya que supuso un cambio drástico en el modo como «se hacían las cosas», que se manifestó a través de la unión entre trabajo e instinto de supervivencia que se dio en la sociedad y que se dirigió hacia ella, y que se concretó en un crecimiento económico continuado y sin parangón en la historia. Sin embargo, tal bienestar, tal etapa de «ir-a-más», de crecer, ha dejado de lado algo imprescindible: la estabilidad.

La estructura actual se halla en proceso de profunda modificación debido a que la búsqueda del éxito individual, consustancial a la evolución que ha experimentado el sistema, ha desatendido la necesidad de cumplir las cláusulas de estabilidad contenidas en el proyecto iniciado en 1929. El giro adoptado por el sistema tras el crash del 29 ha hecho que el planeta haya crecido, mucho, muchísimo, cada vez con más fuerza, pero a costa de entrar en un gasto de todo tipo de recursos desmedido e insostenible que, en la mayor parte de las ocasiones, ha derivado en el puro y simple desperdicio.11

El motivo de tal desperdicio ha sido la propia filosofía capitalista. El capitalismo es individualista, es decir, cada individuo debe mirar para sí -hacer lo mejor posible lo que le corresponde hacer- a fin de avanzar en su evolución personal, lo que incluye obtener la máxima ganancia en los actos económicos en los que participa, y de lo que se deriva que ningún ente supraindividual, como el Estado, ha de preocuparse de los problemas y quehaceres de los demás porque cada cual debe resolver sus problemas por sí mismo.12 En consecuencia, cada individuo actuará del mejor modo que pueda y sepa para sí; pero esa forma de proceder lleva implícito el desperdicio de recursos.T3

Entre 1973 y 1984, con las dos crisis energéticas, el sistema avisa de que al ritmo de consumo a que están siendo sometidos los recursos, especialmente el petróleo, difícilmente se podrá continuar avanzando al ritmo adoptado desde 1950.

La respuesta llega en la década de los ochenta con el inicio de la mejora de la productividad, pero ello tiene una consecuencia muy perniciosa para el sesgo consumista en que desde el final de la segunda guerra mundial se basa el sistema, ya que desvincula el crecimiento económico del empleo de los factores productivos, de tal modo que comienza a ser posible crecer sin aumentar proporcionalmente la cantidad de población ocupada; sin embargo, este principio individualista no se eliminó, ni siquiera se matizó; es más, se aceleró: la aparición de los yuppies y la expansión del proceso globalizador lo atestiguan. 14

En los años ochenta se tendría que haber diseñado una estrategia colectiva y participativa a fin de optimizar la utilización de los recursos, una estrategia que hubiese redundado en la disminución de su consumo; no se hizo porque era imposible, ya que continuó pensándose en términos de individualismo tal y como marcaba el principio capitalista. Debido a la evolución sistémi-ca, tal estrategia fue ya inimaginable a partir de 1995, cuando el proceso se convirtió en postglobal gracias a las tecnologías de la información y de la comunicación: las TIC.

Es decir, hemos llegado a un punto en que el sistema está agotado porque, en su forma actual, ya no es sostenible.

La crisis del 2010 será de características muy parecidas a la de 1929: fin de un modo de hacer las cosas, aunque, a diferencia de lo sucedido en 1929, el hundimiento no llegará por sorpresa; de hecho, no está llegando por sorpresa.

La sociedad de los años veinte vivía totalmente centrada en su presente inmediato, en el día a día; la de 2010 dispone de una amplia perspectiva temporal. Entonces la crisis se presentó, literalmente, de ahora para luego; ahora la caída se está produciendo a cámara lenta desde el mismo momento en que comenzó el último boom en el año 2003 y, más concretamente, desde la manifestación de la problemática de las hipotecas basura en septiembre de 2007.

Este tiempo previo -la precrisis- del que ahora disponemos nos posibilita instaurar una serie de amortiguadores, fundamentalmente financieros y presupuestarios. Además, el modelo de protección social -inexistente en los años treinta-, aunque no sea simétrico en todos los países ni se dé en todas las economías, mitigará el impacto de la crisis cuando estalle en 2010; no obstante, el efecto compensador del modelo de protección social será limitado y decreciente debido a los progresivos recortes que la propia evolución del sistema lleva tiempo forzando en el modelo, recortes que se acrecentarán a medida que la crisis vaya ocasionando el descenso en los ingresos públicos al ir menguando la recaudación fiscal.15

En septiembre de 2007 todo comenzó a transformarse. Rápidamente fue imponiéndose la idea de que las cosas no iban tan bien como hasta aquel momento, sobre todo los políticos, habían asegurado. Esa constatación está siendo paulatina, aunque sus efectos son acumulativos y están incidiendo, sobre todo, en la confianza: el link que mantiene conectados todos los elementos del sistema, una confianza que lleva meses decreciendo y agrietándose, máxime desde que a partir del verano de 2008 comenzaron las intervenciones masivas y directas en numerosas entidades financieras tanto de Estados Unidos como de Europa, realizadas directamente a través del Estado o de otras entidades privadas que contaban con el soporte del Estado; de hecho, en estas intervenciones se detecta el germen de la concentración que paulatinamente irá imponiéndose en el subsector financiero de todos los países.

Las intervenciones de unas entidades en otras, incluso del Estado en países tan contrarios al intervencionismo estatal como Estados Unidos, se enmarca en el decorado de cierta previsión que diferencia la crisis de 2010 de la de 1929, intervención que, desde los primeros momentos, se ha traducido en la imposición de políticas y medidas concretas como precio a la recepción de las ayudas estatales, medidas que fueron aceptadas como un «mal menor».16

Así, la crisis que dará comienzo en el 2010, por un lado, será menos dura que la de 1929 debido a que se está contando con un período previo en que pueden tomarse medidas preparatorias. Sin embargo, a nivel social, y a diferencia de la del 29, en la que la institución familiar aún desempeñó un importante papel al brindar apoyo a sus miembros, en ésta ni la familia ni ningún otro apoyo de semejante calibre estará presente, al contrario. Pero, por otro lado, será más trascendental que aquélla, pues se producirá en un entorno de agotamiento sistémico. Tras la del 29, la tendencia fue la mejora: «ir-a-más», ahora, tras alcanzar un máximo bienestar, la tendencia está apuntando hacia el empeoramiento, hacia el «ir-a-menos».

En 2010, como el concepto de responsabilidad personal será uno de los ejes fundamentales de la nueva filosofía ya gestada, los apoyos exteriores a la persona, como los procedentes del Estado, serán prácticamente inexistentes; a lo sumo, aunque a nivel únicamente individual, cabe pensar en la instauración de una especie de subsidio de subsistencia que garantice la supervivencia con unos mínimos, hoy inimaginables e inaceptables, para la ciudadanía de los países desarrollados y a fin de que sus perceptores se impliquen activamente en la búsqueda de alternativas, es decir, se responsabilicen de su propia existencia.

La sensación que desde el verano de 2008 comenzó a asentarse en las mentes de las ciudadanías se fue traduciendo en una muy suave aunque creciente reducción del consumo, sobre todo desde la primavera del 2008, y abiertamente desde el verano de dicho año.

Los políticos de los diferentes gobiernos europeos, el gobierno de Estados Unidos, el japonés, el ruso, incluso el chino han ido lanzando mensajes de calma y desmintiendo una problemática que ha ido ganando fuerza día a día. A lo largo de 2008, según la definición técnica de recesión, diversos países han entrado en ella: Dinamarca e Irlanda fueron los primeros; en otoño, Francia reconoció que probablemente acabaría el año 2008 con dos trimestres de crecimiento negativo del PIB, poco importa que, cuantitativamente, no fuese así.17

La economía mundial lleva años funcionando por inercia, con el piloto automático en gran medida programado con la filosofía inherente a la divisa «el mundo va bien». Lo que en el fondo significa esto es que el sistema no está preparado para actuar en situaciones de verdadero riesgo porque lleva muchísimos años sin enfrentarse a una auténtica crisis. Por ello, las medidas que se están adoptando y se adoptarán hasta mediados de 2010 serán un «ir a salto de mata», un ir «tapando agujeros», sin un plan determinado, intentando salvar la situación, salir del paso sin tener la percepción cierta de que la economía mundial se halla a las puertas de una crisis sistémi-ca, y creyendo, en un principio, que se trata de un revés temporal. El problema reside en que no se ha prestado suficiente atención a los cambios acaecidos desde 1995.

Como sucedió entre 1748 y 1762, cuando la evolución llevó a una nueva filosofía en el sistema mercantilista, la que sentaría la base filosófica del sistema capitalista, desde 1995 se ha estado definiendo una nueva filosofía en el sistema, una nueva filosofía que habla del individuo como parte de un colectivo, no como un ente disgregado de la colectividad, tal y como estableció el capitalismo en sus inicios; un colectivo paulatinamente modelado por una productividad creciente y por una progresiva tendencia a usar más que a poseer, un colectivo cada vez más influido por la necesidad de comunicación en todos los ámbitos, incluido, cómo no, el productivo.

Paralelamente, el consumo de recursos y, más aún, la evolución esperada de la tendencia del consumo de recursos -de todo, incluido el consumo de algo que hoy es esencial: el ancho de banda por el que transitan las comunicaciones- muestra un panorama insoportable para el stock de recursos hoy existente y disponible.

En septiembre de 2007, este hecho comenzó a manifestarse con toda su crudeza (como muestra sirve el incremento espectacular experimentado por el precio del crudo entre mediados de 2007 y mediados de 2008, y en el que influyeron tanto la tendencia de oferta y demanda como la especulación financiera sobre sus futuros). Una vez la crisis estalle, esto supondrá la paulatina imposición de limitaciones al uso y al consumo de recursos, bien a través del aumento de sus precios, bien a través de la restricción o denegación de su consumo, lo que acarreará la muerte de algunas actividades, que se revelarán ineficientes cuando se les impida el desperdicio.

A la vez, todas las deficiencias del sistema que hasta ahora se han ido constatando pero que habían quedado enmascaradas por la consigna «el mundo va bien», se evidenciarán: los problemas en el comercio internacional, la dependencia financiera de Estados Unidos, las tensiones que provocará un cada vez más devaluado dólar estadounidense, las consecuencias de la hiperespeculación financiera, del crédito concedido sin las más mínimas precauciones de seguridad, los crujidos de las varias Europas dentro de una Europa que no acaba de cohesionarse, los insuficientes pero crecientes gastos sociales, el agotamiento de la capacidad de endeudamiento de las familias, las diferentes burbujas inmobiliarias…

A partir de septiembre, todo lo anterior desembocó en una situación de recortes en la actividad (plasmada en un progresivo incremento de la tasa de desempleo) y de crecientes tensiones sociales. En consecuencia fue menguando la confianza, lo que contribuyó a que se degradara la situación y se desvaneciera la sensación de bonanza, cuyas implicaciones -mayor consumo, mayor endeudamiento- comenzaron a pasar factura.18

En septiembre empezaron a darse dos fenómenos. Por un lado, la volatilidad en los mercados bursátiles comenzó a crecer, lentamente al principio, y a pesar de que la tendencia de las Bolsas no fue, de entrada, decreciente, a la vez, las materias primas y cotnmodities en general, muy especialmente el petróleo, empezaron a ser utilizadas de forma especulativa; poco importa que meses después su precio se hundiera, el mensaje estaba lanzado: había que mantener los rendimientos -financieros- al precio que fuese.

A lo largo de los meses de febrero y marzo, tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea, van siendo cada vez más necesarias las constantes inyecciones de liquidez en el sistema realizadas por el Banco Central Europeo y por la Reserva Federal. Se pretende paliar así la sequía crediticia provocada por la creciente desconfianza que las entidades financieras se profesan a raíz de la situación creada por las subprime y por los bonos de baja calidad, aunque altamente calificados por las agencias de valoración, y que ha llevado a que los bancos no se presten fondos, lo que ha ido originando la parálisis del crédito. El 12 de marzo, el Fondo Monetario Internacional bendice que se utilicen fondos públicos para sostener bancos con problemas. Coincidiendo en el tiempo, comienza en Estados Unidos la «era del desendeudamiento».

Uno de los componentes esenciales de la crisis que dará comienzo en el 2010 será -ha sido- el progresivo proceso de desregulación de los servicios financieros, iniciado en Estados Unidos en 1980 con la derogación de la normativa implantada en 1933 por la que los bancos de inversión no podían adquirir bancos comerciales, y viceversa; en 1999, la Gramm-Leach-Bliley Act acabó con ciertas regulaciones que aún sobrevivían. Animada por la ausencia de regulación estatal y por las exigencias de sus juntas de accionistas de obtener mayores beneficios y crecientes cotizaciones de sus acciones, la gran banca estadounidense se lanzó a una política orientada al crecimiento, sustentada en el crédito y basada en tasas de apalancamiento en aumento.

Ante la dimensión de las consecuencias que tal política estaba empezando a insinuar, junto con el desconocimiento del volumen de activos «basura» emitidos y aceptados por las entidades financieras de todo el mundo, se entró en un proceso de ralentiza-ción del crédito que coincidió con el parón del subsector inmobiliario que, desde hacía un año, se estaba produciendo en los países en los que se había generado un boom de la construcción: fundamentalmente, Estados Unidos, Reino Unido (sobre todo Inglaterra), España, Irlanda y Australia; el boom de la construcción: el mecanismo utilizado por la banca estadounidense para crear los activos «basura» y extenderlos por todo el planeta.

A lo largo de 2.008 la realidad iba mostrando lo que las previsiones realizadas en todos los países mostraban: el progresivo empeoramiento de la situación económica.^ Todos los macroagregados sufrieron este deterioro, pero fue en el subsector financiero donde, debido a su protagonismo, este proceso se puso de manifiesto más visiblemente:

–16 de marzo: A fin de evitar su quiebra debido a la progresiva degradación del valor de sus activos, y con el respaldo de la Reserva Federal, el banco comercial J.P. Morgan adquiere el banco de inversión Bear Stearns.

–11 de julio: El Congreso de Estados Unidos aprueba el rescate del mercado hipotecario. La medida respalda explícitamente las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, que poseen casi la mitad de la deuda hipotecaria nacional (25 billones de dólares; estas entidades compran las hipotecas aprobadas por las entidades que prestan el dinero para luego venderlas a inversionistas). La responsabilidad del Estado es directa pues se trataba de entidades semipúblicas; de hecho, el Estado había asegurado muchas de las operaciones realizadas por ambas.

–6 de septiembre: El Tesoro estadounidense decreta la nacionalización de las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.

–14 de septiembre: Se produce la quiebra (la mayor de la historia estadounidense) de Lehman Brothers, uno de los grandes bancos de inversión estadounidenses; a su vez, otro banco de inversión, Merrill Lynch, es absorbido por Bank of America debido a sus problemas. Caída generalizada de las cotizaciones bursátiles.

–L5 de septiembre: El Fondo Monetario Internacional declara que «lo peor está por llegar».

–16 de septiembre: Inyecciones masivas de liquidez realizadas por la Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón, a fin de reducir la tensión en los mercados.

–17 de septiembre: En Estados Unidos, la Reserva Federal decreta la nacionalización de AIG, la mayor aseguradora del mundo.

–18 de septiembre: El gobierno estadounidense aprueba un plan de rescate estatal (0,7 billones de dólares) a fin de que bancos estadounidenses y no estadounidenses pero con negocios en Estados Unidos puedan cambiar sus activos contaminados por dinero público. Sin embargo, no se pondrán en marcha otras medidas de compensación social. Las decisiones tomadas por el plan, así como los gastos a que dé lugar, serán considerados procedentes. Hasta al cabo de seis meses el Tesoro no tendrá que dar cuenta al Congreso. La responsabilidad del Estado en las consecuencias de su actuación será nula.

–También en Estaños Unidos, la Reserva Federal obliga a los bancos de inversión Goldman Sachs y Morgan Stanley a convertirse en bancos comerciales, por lo que quedarán sujetos a control por parte de la Reserva Federal. Esta medida supone la desaparición de la banca de inversión como tal en Estados Unidos.

26 de septiembre: La entidad de ahorro estadounidense Washington Mutual, la principal caja de ahorros del país, es adquirida por J.P. Morgan.

–27 de septiembre: Irlanda es la primera economía de la Unión Económica y Monetaria (UEM) que entra en recesión técnica.

–28 y 29 de septiembre: Intervenciones de varios gobiernos europeos en diversas entidades bancarias a través de otras entidades bancarias. Caos en los mercados financieros y caída de las cotizaciones bursátiles.

–30 de septiembre: Los Estados irlandés y griego deciden garantizar el 100% de sus depósitos bancarios, lo que provoca tránsitos desde entidades financieras británicas hacia otras irlandesas.

–4 de octubre: La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba el Acta de Estabilización Económica de Urgencia 2008, por la que el Estado destina 0,7 billones de dólares para sostener el sistema financiero, lo que representa la mayor dotación intervencionista desde el crash de 1929.

–5 de octubre: El Estado alemán declara que garantizará el 100% de los depósitos bancarios.

–16 de octubre: Propuestas para una reunión del G8 y Brasil, India, China y Sudáfrica en noviembre o diciembre, a fin de abordar la reforma del sistema financiero internacional. Gordon Brown, primer ministro británico, manifiesta que ya ha elaborado un proyecto de programa: en el corto plazo, estabilizar el subsector financiero a base de intervenciones en la banca, a fin de restaurar confianza; en el medio y largo plazo, realizar reformas en la arquitectura -estructura- financiera introduciendo elementos supervisores (de forma inmediata, creación de treinta colegios de supervisores que se ocupen de las mayores instituciones transfronterizas); también, convertir al Fondo Monetario Internacional en un superinspector que vigile si se cumplen los objetivos fijados; esa función deberá ceñirse a unos estándares que se aplicarán en todos los Estados).

–Ese mismo día, la UEM acuerda la creación de un grupo para atender las situaciones de crisis financieras que se manifiesten, grupo que podrá ser convocado en cualquier momento por cualquier miembro que sufra una crisis financiera; también plantea la necesidad de reforzar la supervisión del subsector financiero y que la lucha contra el cambio climático sea abordada por cada país mientras dure esta situación de tensión económica.

–17 de octubre: El Estado suizo entra en el capital de la banca UBS debido a la grave situación financiera que afecta a la entidad.

–18 de octubre: George W. Bush ofrece Estados Unidos para acoger una cumbre de líderes internacionales a fin de abordar las vías de solución a la actual problemática financiera y las formas de evitar que en el futuro se produzcan crisis similares. Realiza el anuncio tras mantener una reunión con el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.

–21 de octubre: El presidente de Francia, en una intervención ante el Parlamento europeo, defiende la creación de un «gobierno económico claramente identificado» en la zona euro y en colaboración con el Banco Central Europeo. Asimismo, propone que los países de la Unión Europea creen sus propios fondos soberanos y los coordinen entre sí a fin de invertir en las empresas comunitarias y evitar que caigan en manos de capital extranjero en un momento en que su cotización bursátil se encuentra en mínimos históricos.

–La Reserva Federal estadounidense decide avalar por un importe de 412.000 millones de dólares la compra de activos (pagarés, papel comercial…) de 50 fondos de inversión del mercado de dinero, fondos que se dedican a comprar este papel a empresas que los utilizan para sus gastos corrientes. La medida estará en vigor hasta abril de 2009.

–En Francia el Estado destinará 5.000 millones de euros a financiar a los ayuntamientos que no consigan financiación para su deuda.

–El gobierno argentino decide nacionalizar los fondos de pensiones privados. Justifica la medida como garantía del cobro de las pensiones, pues esos fondos pueden estar contaminados; como el hecho coincide con una grave situación financiera para el Estado, la lectura popular es que lo que pretende el Estado es disponer de los fondos de las pensiones y atender pagos corrientes.

–27 de octubre: En Estados Unidos se firma el acuerdo por el que el Estado nacionalizará parcialmente las nueve mayores entidades financieras del país y diez entidades regionales.

–En Kuwait, coincidiendo con la caída en el precio del petróleo (147 dólares estadounidenses a principios de julio de 2008, 59 el 27 de octubre), el Gulf Bank, el segundo mayor banco, es intervenido por el Estado debido a las pérdidas ocasionadas por sus inversiones en derivados bancarios y la depreciación del euro frente al dólar, lo que no impide retiradas de depósitos; a la vez, cae la Bolsa. En Dubai se da un fuerte enfriamiento de la demanda inmobiliaria.

–28 de octubre: El primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, esboza las que deben ser las líneas sobre las que se base la nueva «gobernabilidad» -la nueva estructura- financiera internacional: 1) Refundar el sistema financiero internacional, para lo que el FMI debe disponer de los recursos precisos para intervenir cuando sea necesario (por ello propone que China y los países petroleros del Golfo entren en el FMI), lo que lo convertiría en el Banco Central del mundo. 2) Poner en marcha reformas a partir de conclusiones sacadas de la actual situación. 3) Hacer lo necesario para que se recupere la confianza.

–29 de octubre: La Comisión Europea anuncia un plan de apoyo a la economía real cuyos objetivos declarados son «proteger el empleo, el poder adquisitivo y la prosperidad de los ciudadanos». Será presentado el 29 de noviembre. El plan se basará en medidas de corte keynesiano para impulsar la demanda: anticipar pagos de proyectos cubiertos por los fondos de cohesión, ampliar los criterios de utilización del Fondo de Ajuste a la Globalización, reforzar el capital del Banco Europeo de Inversiones a fin de atender a las pymes, reprogramar los recursos del Fondo Social Europeo a fin de «reintegrar a los desempleados en el mercado laboral», destinar ayudas a los desempleados para que creen empresas, estimular la eficiencia energética, promoviendo los automóviles verdes, por ejemplo mediante la concesión de préstamos a bajo interés a la industria del automóvil para su construcción, fomento de la exportación… El requisito de equilibrio presupuestario, que el déficit presupuestario no sobrepase el 3 % del PIB, será interpretado con flexibilidad.

–30 de octubre: Dominique Strauss-Kahn, el director del FMI, anuncia que en la reunión del G20 del 15 de noviembre en Washington propondrá una estrategia de regulación global en torno a cinco ejes: 1) nuevo préstamo para solventar problemas de liquidez a corto plazo; 2) aumentar los recursos del FMI; 3) analizar las políticas económicas ejecutadas que han conducido a las burbujas financieras; 4) supervisar las nuevas regulaciones financieras diseñadas por el FMI y el Foro de Estabilidad Financiera (los grandes Bancos Centrales); 5) ayudar a replantear un sistema mundial más coherente. Dijo que el FMI no puede contentarse con ser un bombero.

–3 l de octubre: En el Reino Unido, el Barclays Bank, necesitado de liquidez, como era de prever, vende el 31 % de su capital a dos fondos soberanos de Qatar y Abu Dabi, presumiblemente a fin de que el gobierno británico no investigue sus cuentas.

–2 de noviembre: El Estado luso nacionaliza el Banco Portugués de Negocios debido a sus pérdidas ocultas.

–7 de noviembre: Los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea acuerdan que la UE presente una serie de propuestas para definir un nuevo papel para el FMI en la reunión del G20 del 15 de noviembre, de modo que sea el auténtico gobernante de las finanzas planetarias, por lo que habrá que dotarlo de los instrumentos que necesite. El objetivo será «prevenir las crisis financieras y extender la competencia del FMI al conjunto de las cuentas de capital». Los grupos de trabajo que sean nombrados deberán entregar en cien días (a mediados de febrero de 2009) las propuestas concretas. Paralelamente, la UE propondrá: someter a especial vigilancia a las agencias de calificación de riesgos, la convergencia de las normas contables y la revisión del principio de «valor razonable» en la contabilidad a fin de que se aproxime al «principio de prudencia», establecer normas de regulación subsectorial que sean aplicables a todo territorio y a todas las instituciones, y establecer un manual de comportamiento para las entidades financieras para que no asuman riesgos excesivos.

–13 de noviembre: Cinco de los principales inversores estadounidenses en fondos de alto riesgo son llamados a declarar ante una comisión de investigación de la Cámara de Representantes por el papel desempeñado por estos fondos en la génesis de los problemas financieros internacionales (8.000 fondos de alto riesgo o hedge funds mundiales mueven más de 1,5 billones de dólares).

–15 de noviembre: Cumbre del G20 (más España y Países Bajos). Documento final: el FMI pide que los países destinen el 2% de su PIB a rebajas de impuestos a fin de estimular la economía. Antes de finales de diciembre debe haberse desencallado la Ronda de Doha a fin de profundizar en la liberación del comercio mundial. Regulación de mercados, productos y agentes financieros. Redefinición del funcionamiento de las agencias de calificación. Deben crearse cámaras de compensación de los intercambios en los mercados de tal modoque, mediante el cobro de una prima, se aumenten las garantías (esto se hace porque con los seguros de impagos de créditos, los Credit Default Swap [6o billones de dólares] los intercambios se realizan de forma bilateral y sin garantías de pago si, finalmente, se produce el impago). Supervisión de los hed-ge funds. La norma que ajusta los activos trimestralmente a su valor de mercado es óptima, aunque se verá si debe ser revisada cuando los mercados no funcionen adecuadamente. Analizar si el capital de las entidades financieras es el conveniente. Los paraísos fiscales ya no están de moda. (A finales de diciembre todo el mundo económico y financiero está convencido de que la reunión de Washington fue inútil.)

Llegado este punto, lo que estaba poniendo de manifiesto esta rápida evolución de los acontecimientos no era más que el agotamiento de un sistema que ya se sentía incapaz de revertir la situación por la que iba deslizándose. La sucesión de parches que en los meses siguientes fueron aplicando en el sistema financiero los diferentes Estados consiguieron mantener la situación bajo cierto control hasta la conclusión del proceso electoral en Estados Unidos.

Consecuentemente, a medida que vaya aproximándose el año 2010 o irán imponiéndose los conceptos utilidad, eficiencia, no desperdicio, aprovechamiento, aunque ello suponga el abandono de posiciones hasta ahora inamovibles. Así, en Europa comenzará a abordarse una idea en su momento abandonada, la de «geometría variable»;20 el tipo de interés puede no ser único y estar vinculado al destino que se pretenda dar a los capitales solicitados. A la vez, los conceptos colectivo, coordinación, colaboración -aunque sea asimétrica- irán adquiriendo una creciente importancia. En este momento será obvio que la idea de ilusión es algo que, definitivamente, ya pertenece al pasado.21

Entre septiembre de 2007 y octubre de 2009 se ha producido la fase previa a los años más duros de la crisis: 2010, 2011 y 2012, lo que ha supuesto que se fuesen implementando medidas enfocadas a evitar «ir a peor». En este decorado ha ido produciéndose el choque entre todo lo que brinda seguridad -empleo fijo, indexación de salarios con la inflación, responsabilidad social de las empresas, contratos indefinidos de trabajo- y la actuación orientada a la supervivencia -reducciones de plantillas, cese de actividades, reducciones de riesgos por parte de entidades financieras- pues, al ser la supervivencia lo único importante, el mantenimiento de la protección social, crediticia, laboral… entorpece las actuaciones necesarias para lograrla.22

Por ello, las políticas y actuaciones se centrarán en «lo básico», lo que provocará que se vayan instalando concepciones minimalistas y que gran número de servicios básicos -sanidad, educación…- entren en crisis. Ello afectará de plano al modelo de protección social, cuyo funcionamiento empeorará ostensiblemente -falta de recursos financieros, de profesionales, de materiales y equipos-, así como su grado de cobertura, generalizándose, además, el pago por los menguantes servicios recibidos por parte de sus perceptores -el denominado «copago»-, como ya sucede en varios países europeos.

La paulatina manifestación de este estado de precrisis ha ido desembocando en una situación en la que tan sólo las empresas muy pequeñas, las de tamaño mínimo, o las compañías gigantescas tienen posibilidades de subsistencia. Las empresas de dimensiones mínimas tienen la ventaja de su gran flexibilidad y adaptabilidad; las de talla gigantesca, la de tener acceso a enormes recursos aunque a costa de ir realizando constantes recortes y de estar en permanente reorganización. Esta tendencia se acelerará en los próximos años y repercutirá negativamente en la renta de las personas, de hecho, tan sólo la población activa altamente especializada en tareas verdaderamente útiles y de alto valor añadido y capaces de desarrollar una alta productividad tendrán en los próximos años garantizado el acceso a un empleo a tiempo completo.

El resultado de lo anterior será el desconcierto, entre otras razones porque faltará un plan a largo plazo, plan que, por otra parte, será imposible elaborar, porque las políticas hasta ahora utilizadas ya no servirán debido a la transición sistémi-ca en que se hallan la economía y la sociedad, es decir, el sistema. En consecuencia, y como está ocurriendo ahora, tan sólo puede esperarse que en los próximos años vayan diseñándose medidas cortoplacistas a falta de una auténtica estrategia estructurada a largo plazo. En otras palabras: al margen de que se vayan apuntando algunas tendencias de futuro, lo cierto es que no se tendrá una idea clara de qué hacer.

Excepto por algunas protestas y reivindicaciones acaecidas en los últimos dos años, la población está encajando sin excesivos problemas los cambios que ha ido experimentando su estándar de vida; este hecho se ha producido tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado; es previsible que esta respuesta continúe en el futuro inmediato, fundamentalmente porque el número de alternativas va a ser escaso.

Es decir, las ciudadanías de los diferentes países perciben -y continuarán percibiendo- la existencia de problemas que serán muy reales, aunque los vivirían sin demasiadas tensiones. Sin embargo, es posible que ciertas estadísticas y que algunos datos puedan llegar a ser ocultados, manipulados e incluso falseados a fin de inyectar ciertas dosis de optimismo entre la población. Paralelamente puede incrementarse el control político que limite y dificulte la libertad de expresión, control que muy bien podría justificarse por la «lucha contra el terrorismo», lo que facilitará la censura de los temas considerados sensibles.

El período enero de 2008-octubre de 2009 debe ser entendido como un período bisagra en el que el objetivo único será -está siendo- prolongar la situación que se vive, alargar los propios recursos -«lo que se tiene»-, a fin de no perderlos: ahorros, ingresos públicos, recursos al crédito, ello independientemente de que el precio de las commodities pueda descender, lo que está provocando que se lleven a cabo reducciones generalizadas en todos los órdenes con la aplicación de recortes manifestados en auténticos y masivos «tijeretazos». Se pondrá especial atención al uso que se pretenda dar a los recursos, es decir, a la utilidad potencial de lo que se quiera hacer con ellos. En este período, las valoraciones que se realicen de la situación continuarán teniendo el sentido de «¡aún aguantamos!».23

Es decir, en esta etapa, va acentuándose el sentimiento de que lo único importante es la supervivencia, por lo que la confianza lleva meses decayendo y las creencias, las esperanzas y las ilusiones se tambalean. Especialmente significativo está siendo el impacto que la caída de la confianza está teniendo en la actividad económica -fabril, comercial, crediticia, financiera, bursátil- y particularmente destacable la velocidad de propagación de los efectos de la pérdida de confianza en los elementos característicos del sistema -solidez de la banca, capacidad de respuesta de los Estados…- manifestada, sobre todo, a partir de mediados de septiembre de 2008.

Los puntos de vista, las percepciones, los discursos han ido tornándose mucho más utilitaristas, más orientados hacia la operatividad, por lo que el mensaje de los políticos ha ido variando, pasando a un entorno más práctico y menos teórico; en este sentido sorprende la rapidez -diez días- con que se decidió la convocatoria de la reunión de los jefes de Estado del G20 celebrada en Washington el 15 de noviembre de 2008.

Las tendencias minimalistas se irán acentuando. Las consecuencias sociales de ello serán visibles; así, aceleradamente se irá aceptando la idea de que un título no es garantía de empleo, ya que en realidad lo fundamental son los conocimientos -adquiridos de la forma que sea- orientados hacia lo «útil», es decir, que sirvan para incidir en la practicidad de las cosas y para diseñar y elaborar bienes y servicios que sean auténticamente útiles; contrariamente a lo que podría parecer no escasearán fondos para realizar inversiones (en el planeta existe un exceso de liquidez), pero inversiones que estén orientadas hacia la eficiencia.

Durante este período de precrisis ya están adquiriendo un creciente protagonismo una serie de conceptos: coordinación, colaboración, responsabilidad, todos entendidos desde la perspectiva de la operatividad y enfocados a la optimización en el uso de los recursos. La idea será siempre la misma: una serie de personas, de entidades, de instituciones, se coordinan a fin de colaborar para alcanzar un objetivo que beneficie al conjunto. Uno de los ejemplos más significativos fueron los planes de rescate / salvamento / apoyo de las entidades financieras diseñados por los gobiernos de los países desarrollados entre finales de septiembre y primeros de octubre de 2008. En consecuencia, este modo de plantear la realidad está teniendo un efecto evidente en el modo de entender la individualidad.

Las circunstancias y la evolución de los acontecimientos están llevando aceleradamente, desde la manifestación del presente período de precrisis en septiembre de 2007, a la conclusión de que gran parte de la solución se halla en una nueva delimitación de los diferentes aspectos de las realidades económica, social y científica, lo que pondrá en marcha un proceso semejante (en sus principios) a las enclosures iniciadas en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, por lo que se promulgará un gran número de normativas regulatorias que serán el embrión de una nueva estructura.

A lo largo de los meses comprendidos entre septiembre de 2007 y marzo de 2009, momento en que esta obra ha sido publicada, la tendencia ha ido apuntando hacia un progresivo y acelerado empeoramiento de las cosas se tomasen las medidas que se tomaran, lo que ha generado un sentimiento de impotencia en gestores y economistas y se ha traducido en una creciente desconfianza entre la población de todos los países, realidad que se irá acentuando en los próximos meses.24

Asimismo, de forma acelerada, se está percibiendo un paulatino descenso en la disponibilidad de recursos -crediticios, financieros, monetarios- e incluso respecto a las com-modities, aunque, en la práctica, su oferta no se verá afectada debido a que el creciente desempleo derivará en una renta media en retroceso y en una caída de la demanda.

Manifestaciones del consecuente enlentecimiento de la actividad ya son perceptibles desde hace meses: progresiva degradación en el funcionamiento de los servicios públicos debido a la falta de recursos económicos de los ayuntamientos derivada de la menor recaudación, la ralentización en el ámbito monetario y caída en el bursátil, así como de la actividad comercial a nivel internacional, el parón en la inversión pública ya reflejado en los presupuestos estatales del año 2009… Paralelamente, y como consecuencia del continuado debilitamiento de los Estados, las grandes corporaciones están ya comenzando a adquirir un mayor protagonismo: rumores y ejecuciones de absorciones y opas entre compañías de diversos subsectores, así como medidas llevadas a cabo por parte de los Estados a fin de sostener, sobre todo, a entidades financieras, para evitar su caída por el riesgo sistémico que ello comportaría.

En consecuencia, las medidas que se irán adoptando hasta mediados de 2009 estarán dirigidas a «ir tapando agujeros», pero sin que lleguen a tener un impacto real porque se corresponden con estrategias de un modelo ya superado. El objetivo, por tanto, dejará de ser «trabajar para crecer» para convertirse en «trabajar para aguantar».

Esta situación irá traduciéndose en una creciente falta de expectativas, lo que llevará a que, a lo largo de todo el año 2009, vaya generalizándose la sensación de que «esto se acába». Llegados a este punto, la crisis, de hecho, ya se habrá instalado en el planeta.