Agradecimientos

Primero y sobre todo, quiero dar las gracias a Robert Francis Moran, mi padre, por inculcarme su pasión por la historia. Fuiste mi gran campeón, mi defensor incondicional, y te extraño más de lo que puedo expresar con palabras. Mi pesar profundo será, siempre, que no hayas podido ver publicado Nefertiti, pero tengo que confiar en que lo sabes, estés donde estés. También quiero dar las gracias a mi madre, Carol Moran, por ser mi mejor amiga, mi gran confidente y mi apoyo en todos los sentidos de la palabra. Sin ti, Nefertiti no existiría. Tu amor y tu bondad son una fuente de inspiración para mí.

No puedo olvidar a mi marido, Matthew Carter, cuya generosidad con su tiempo también ha hecho posible la escritura. Eres mi primer editor y mi seguidor más querido. Gracias por creer tan profundamente en mí y por tolerar tantas horas de escritura.

Claro que, una vez que el trabajo está terminado y sale al mundo, escribir deja de ser un esfuerzo solitario. Tengo una gran deuda de gratitud con mi incansable agente, Anna Ghosh, que creyó en mí como para esperarme mientras escribía Nefertiti. Gracias, Anna, por mucho más de lo que imaginas. Danny Baror ha sido un extraordinario agente en el extranjero, que se ocupó de que Nefertiti pueda ser leída en más de treinta lenguas foráneas importantes. También doy las gracias a Allison McCabe, mi increíble editora, que colaboró enormemente en esta novela. Estoy en deuda con ella. Tu ojo para los detalles es insuperable. Trabajar contigo ha sido un gran placer y he disfrutado mucho con tus fotos de Audrey. Que su reinado perdure como el de la mejor hembra de galgo italiano de Nueva York.

De todas maneras, a pesar de toda la ayuda que he recibido al escribir Nefertiti, convertirse en autora no es algo que se da en el vacío. Muchos autores pueden mirar su pasado y ver las experiencias y los sucesos que los moldearon y sobre las que escribirán en algún momento. Por eso le doy las gracias al Museo de Historia Natural de Los Ángeles, por ofrecer clases de verano para los niños. Esas clases despertaron mi interés por la historia, que luego fue moldeado por mi padre y que refinaron mis maestras. También doy gracias al Pomona College y a la Claremont Graduate University, por ayudar a que me enviaran a Israel, a la excavación arqueológica que me inspiró para escribir ficción histórica.

En mi carrera académica conté, también, con la bendición de conocer a profesores que fueron una gran inspiración: Gayle Hauser, Ed LeVine, Kenneth Medina, Ernestine Potts y la incomparable profesora Martha E. Andresen.

Por último, quiero dejar constancia de lo afortunada que he sido al tener amigos y una familia que siempre creyeron en mi carrera de escritora. Robert William Moran, Tracy Carpenter, los Armstrong-Carter, mi familia Markstein, mi familia Moran, Cathey Carpenter, Judy Indig, Bobbie Kenyon y Barbara Ballinger, por nombrar a unos pocos. A mi colega escritor M. J. Rose: tu consejo en todo lo relacionado con la publicación ha sido simplemente invalorable. Y también a mi maravilloso equipo de asistentes de investigación, sin quienes nunca hubiera tenido tiempo para escribir: Mónica Castañeda, Cynthia Castellanos, Jésica Castillo, Dilery Lovillo y Catherine Pérez. Muchas gracias a todos.