Todo hombre tiene un poema en su corazón
- ¿Estás seguro de que eso va ahí?
Miré a Julie exasperado.
- Quizá es que tienes lo de arriba abajo o algo así. ¿Has intentado sacudir aquella cosa rara de ahí?
Apreté los dientes y sacudí con furia.
- Esto no va a funcionar, ¿verdad?
«Puede que Julie tenga razón», pensé seriamente.
Hasta ahora todo el Plan había funcionado como un mecanismo de relojería perfectamente ajustado. Me encontré con Julie como acordamos y me llevó en coche a IKEA. Después de media hora y muchos dependientes molestos, la parte uno del Plan estaba completada. En los bolsillos llevaba las partes dos y tres, pero de camino a Clapham tuve un momento de inspiración y se me ocurrió una potencial cuarta parte del Plan. Una rápida parada en la sección de congelados de un Safeway cercano y mi tarea estaba casi acabada. A las ocho en punto llegamos al piso de Mel, donde el papel de Julie en el Plan tomaba el protagonismo: me pasó las llaves de repuesto del piso que ella guardaba. Le había dicho que habríamos terminado en menos de una hora. Eso fue entonces.
- ¿Qué hora es? -pregunté, frotándome las sienes suavemente mientras miraba el caos que yo mismo había desatado en la sala de estar de Mel-. Nos va a llevar siglos ordenar todo esto. Me siento como si ya fuera medianoche.
Julie miró el reloj e hizo la típica repetición cómica que por lo general uno solo ve en las películas. Miró el reloj. Me miró a mí. Volvió a mirar el reloj con incredulidad y luego lo volvió a mirar para asegurarse de que las dos veces anteriores no formaban parte de alguna horrible alucinación.
- Es la una de la madrugada -dijo.
- ¿Estás de broma?
- No. Estoy hablando completamente en serio. Mira, Duffy, nos vamos a tener que ir. Yo tengo que trabajar mañana. No puedo quedarme despierta toda la noche viéndote montar ese lío. Lo siento, pero creo que tenemos que ordenar todo esto y marcharnos.
- No podemos irnos aún -protesté-. Todavía no he acabado. Mel volverá mañana por la noche. Yo quería que todo fuera perfecto… -Se me acabó el gas conforme me fui dando cuenta de la futilidad de mi gran plan-. Esto no va a funcionar de verdad, ¿no?
- Oye, solo es una parte la que no funciona. El resto está perfecto. Venga, vamos a ordenar todo y a sacar el máximo provecho a lo que has hecho.
- ¿Me ayudarás con Mel? ¿Le explicarás lo que estaba intentando hacer?
- Por supuesto que sí-dijo Julie-. Cuanto más lo pienso, mejor me parece tu idea. No importa que no lo pudieras acabar todo. Lo importante es que lo intentaste. Mel no es tonta, verá lo duro que has trabajado. Lo que cuenta es la intención. Sabrá lo mucho que la quieres.
Julie hizo entonces algo que no había hecho nunca antes. Algo que jamás hubiera imaginado que hiciera en esta vida ni en ninguna otra: me abrazó.
Al principio, todo el cuerpo se me puso rígido como si me acabara de encontrar cara a cara con una araña viuda negra. No obstante, lentamente, superé mi reacción inicial al recordar las cualidades de la nueva Julie, la Julie que había hecho todo lo posible por ayudarme, y me encontré devolviéndole el abrazo. Y allí estábamos, envueltos uno en los brazos del otro, compartiendo un momento que hasta ayer había estado el primero del top 40 de los «sucesos menos probables de tener lugar en esta vida».
Justo cuando me estaba preguntando cuál sería el segundo suceso menos probable, Julie me susurró al oído:
- Creo que hay alguien en la habitación.
Nos separamos inmediatamente el uno del otro como si nos acabaran de conectar a la red eléctrica nacional, nos volvimos y nos quedamos mirando con los ojos muy abiertos al pasillo que llevaba a la sala de estar. De pie allí, con una pequeña maleta en la mano y una expresión de absoluta incredulidad, estaba Mel.
- ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Julie, tratando por todos los medios de no sonar culpable-. Se supone que no debías volver hasta mañana por la tarde.
- ¿Que qué estoy haciendo yo aquí? -dijo Mel, encendiendo la luz principal-. ¿No te parece más bien que la pregunta debería ser qué hacéis vosotros aquí? Es la una de la mañana, estoy hecha polvo y acabo de entrar en mi piso para descubrir a mi mejor amiga abrazada al padre de mi hijo. No creo que sea yo la que necesita dar una condenada explicación.
- Esto no es lo que parece -dije tontamente-. Te lo juro, Mel, esto solo es un enorme y horroroso malentendido.
- Por supuesto que no es lo que parece -se rió Mel-. ¡Echaos un vistazo! Estáis cagaditos de miedo de que os acuse de tener una aventura. ¿De verdad os habéis imaginado siquiera un momento que yo pensaría eso? -Entró en la habitación y se dio cuenta del caos que había esparcido por su sala de estar-. Vale -dijo con la mano en la cadera-. ¿Qué está pasando aquí? ¿Y por qué habéis hecho explotar una bomba en mi salón?
- Mel -comencé-. No es culpa de Julie, es todo culpa mía. Tenía un plan, algo que se suponía que te convencería de que iba en serio contigo, pero todo ha salido terriblemente mal…
- No ha salido mal, Duffy -apuntó Julie severamente-. Solo haz lo que tienes que hacer. -Caminó hacia Mel, le dio un abrazo y le dijo con ternura-: Trátalo bien. No es ni la mitad de malo de lo que parece. -Mel miró a Julie con silenciosa sorpresa-. Mi trabajo aquí ha acabado -continuó Julie-, así que me parece que voy a dejaros que arregléis esto vosotros solitos.
Se fue cerrando suavemente la puerta. Ahora Mel y yo estábamos solos y yo sabía que había llegado mi gran momento.
- Tengo algunas cosas que darte -comencé mientras notaba cómo se me aceleraba la respiración. La cabeza comenzó a írseme un poco conforme la sangre se apresuraba hacia el cerebro-. En el plan original se suponía que venías mañana y simplemente te las encontrabas aquí, en el piso. Se suponía que yo no estaría aquí. Pero dado que estoy, supongo que más vale que te las dé en persona. No son exactamente regalos, para ser exactos son una especie de no regalos, pero todos tienen algo en común sobre lo que quiero que pienses.
- Esto es muy raro, Duffy, hasta para ti -dijo Mel-. Y que hayas conseguido involucrar a Julie en tus maquinaciones me preocupa enormemente.
- Cierra los ojos -dije-, mientras te doy tu primer no regalo.
Mel cerró los ojos.
- Extiende las manos.
Hizo lo que le pedía y le dejé en la palma su primer no regalo.
- ¡Puaf! -exclamó Mel-. Está empapado.
- Lo sé. Me olvidé de ponerlo en el congelador, me confundí y lo metí en la nevera. Ya puedes abrir los ojos.
- Es una bolsa de brócoli -dijo sin comprender nada y mirándome en busca de una explicación.
- Lo sé, te dejaste un poco en mi congelador hace mucho tiempo, antes de que cortáramos. Lo tiré, pero te he comprado más.
- Gracias. Es justo lo que necesitaba -dijo Mel haciéndome una mueca-. ¿Y ahora qué?
- Ya conoces el procedimiento.
Cerró los ojos y le di el segundo no regalo.
- ¡Es el mando a distancia de mi televisión! -exclamó-. Bueno… ¡muchas gracias! Esto se está convirtiendo en una especie de versión retorcida de los regalos de Navidad.
- Este es un poco más complicado -dije, ignorando sus puyas-. Cierra los ojos otra vez, pero ahora tengo que guiarte hasta el otro lado de la habitación. -Llevándola firmemente por el brazo la acompañé cuidadosamente a través de la habitación-. Ya puedes abrir los ojos.
- ¡Fantástico! -Mel miró a su alrededor-. Pedazos de madera y de metal. Ahora ya sé a ciencia cierta que, a menos que hayas estado desmantelando mis muebles, nada de esto es mío.
- Ah, tú ves pedazos de madera y de metal -corregí-. Pero yo veo pedazos de madera y metal muy importantes. -Señalé una pila de barras cortas de metal, dos grandes puertas, un gran folleto de instrucciones y un motoncito de corchetes y paneles laterales-. Este desastre de aquí solo es un montón de pedazos de madera y metal, pero en las manos de alguien con un poco más de sentido común que del usual manitas casero, se unen para formar un armario de IKEA.
La cara de Mel cambió por completo conforme fue intuyendo lo que yo estaba haciendo. Abrió la boca a punto de hablar, pero le puse un dedo en los labios para silenciarla.
- No todavía. Podrás hablar cuando te haya dado el último de mis no regalos. -Rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta y me arrodillé frente a ella-. Esto es para ti -dije, dándole una pequeña cajita envuelta en papel de regalo.
Arrancó el envoltorio, dejando al descubierto la cajita y la abrió muy deprisa. Se quedó quieta durante unos instante y luego me miró con lágrimas en los ojos y se arrodilló a mi lado;
- Es mi anillo de compromiso.
- Sé que probablemente te estarás preguntando de qué va todo esto. Probablemente creas que solo estoy haciendo el payaso, y en cierta manera lo estoy haciendo. Mel, quiero ser el hombre que te haga feliz para siempre, pero también hay algo serio en todo esto. Verás, el brócoli era tuyo y yo te lo devuelvo. El mando a distancia es tuyo pero yo solía usarlo más que tú así que ahora te lo devuelvo. El armario debería haber sido tuyo aquel día en que discutimos en IKEA, así que te lo doy ahora. Y, finalmente, este anillo en tu mano, que representa mi corazón, es, fue y siempre será tuyo. Incluso si me rechazas, no puedo llevármelo porque es tuyo para siempre. -Me senté en el suelo de madera, exhausto-. Charlie me dijo una vez que cuando se trata de conquistar a la persona a la que amas, «todo hombre tiene un poema en su corazón». Bien, Mel, este ha sido mi soneto. Lo único que lamento de esta noche -dije secándole una lágrima de la mejilla mientras se acercaba a mí-, es que ese estúpido armario pudiera conmigo.
Y luego cerré los ojos como un desertor al que están a punto de fusilar y me quedé esperando una respuesta.
Hubo un breve momento de silencio y luego sentí los brazos de Mel envolviéndome, apretándome fuerte mientras me susurraba al oído: «Te quiero».
- ¿Te casarás conmigo? -le pregunté tímidamente.
- Por supuesto -dijo Mel mientras yo abría los ojos.
- ¿De verdad?
- Por eso les he dicho hoy a mis jefes que no podía continuar con el trabajo en Escocia y les pedí volver a mi antiguo puesto. Por eso he venido un día antes. Ya no podía esperar más. No necesitaba brócoli congelado, un mando a distancia, un anillo o ni siquiera un armario para saber que me quieres. Simplemente lo sé. Por supuesto -dijo secándose la nariz con la manga de su chaqueta-, si es eso lo que realmente quieres.
- ¿Incluso aunque no sepa montar armarios?
- Especialmente porque no sabes montar armarios.
- ¿Incluso aunque aún siga odiando comprar en IKEA?
- Especialmente porque odias comprar en IKEA.
- ¿Incluso aunque no te entienda, te haga enfadar con las estupideces que hago y a veces trate de hacerte callar cuando la tele está encendida?
- No te pases -dijo acercándose para besarme-. Deja la partida cuando aún estás ganando, señor Duffy. -Me volvió a besar-. Cuanto necesitas saber es que me gusta todo de ti. Te amo exactamente como eres. Y no quiero que seas como yo, y desde luego yo no quiero ser como tú. Quiero que seamos como somos.