III. Los átomos principios y los átomos elementos

Schaubach en su disertación ya mencionada, sobre las concepciones astronómicas de Epicuro, afirma: «Epicuro ha hecho, como Aristóteles, una distinción entre principios (átomoi arjai, Dióg. Laercio, X, 41), y elementos (átoma stoijeia, Dióg. Laercio, X, 86). Los primeros son los átomos cognoscibles por la razón y no ocupan espacio...[128] Se les llama átomos no porque son los cuerpos más pequeños sino porque no son divisibles en el espacio. Se podría creer, según estas consideraciones, que Epicuro no ha atribuido a los átomos ninguna cualidad que se refiera al espacio[129]. Sin embargo, en la carta a Heródoto (Dióg. Laercio, X, 44-54) él no sólo asigna peso a los átomos sino también magnitud y figura... Yo considero que estos átomos derivados de los primeros pertenecen a la segunda especie, si bien son concebidos, no obstante, como partículas elementales de los cuerpos»[130].

Examinemos más exactamente el pasaje de Diógenes Laercio citado por Schaubach. Helo aquí: «Por ejemplo, que la totalidad del ser consiste de cuerpos y de naturaleza intangible, o que los últimos elementos de las cosas son indivisibles...»[131] Epicuro enseña aquí a Pitocles, a quien escribe, que la teoría de los meteoros se distingue de todas las otras doctrinas físicas, así: que todo es cuerpo y vacío, que existen principios fundamentales indivisibles. Se ve que no hay aquí la menor razón para admitir que se habla de una especie secundaria de átomos. Parecería quizá, que la disyunción entre «todos los cuerpos y la naturaleza intangible» y «los átomos elementos» estableciera una diferencia entre «cuerpo» (soma) y «átomos elementos» (átoma stoijeia), donde acaso soma («cuerpo») designaría los átomos de la primera clase para oponerlos a los átoma stoijeia («elementos»). Mas no debe pensarse en ello. Soma significa «lo corpóreo», opuesto al vacío que, por tanto, se llama[132] asómaton («incorpóreo»). En soma son comprendidos, pues, tanto los átomos como los cuerpos compuestos. Así, por ejemplo, se dice en la carta a Herodoto: «El todo consiste en cuerpos... Si no existiesen lo que llamamos vacío, lugar y naturaleza intangible... De los cuerpos algunos son compuestos, otros los elementos de los cuales estos cuerpos, compuestos son formados. Estos elementos son indivisibles e inmutables... Es necesario que los principios sean de naturaleza corpórea»[133]. En el pasaje arriba indicado Epicuro habla, entonces, ante todo, de lo corpóreo general a diferencia del vacío; luego de lo corpóreo en particular, los átomos.

La referencia de Schaubach a Aristóteles. prueba bastante poco. La distinción entre arjé («principio») y stoijeion («elemento»), en la que insisten[134] preferentemente los estoicos, se halla también, por cierto, en Aristóteles[135]; pero éste indica muy bien la identidad de ambas expresiones[136]. Enseña que stoijeion (elemento) significa en particular el átomo[137]. De igual modo Leucipo y Demócrito llaman stoijeion («elemento») a «lo lleno y lo vacío» (pléres kai kenón)[138].

En Lucrecio, en las cartas de Epicuro conservadas por Diógenes Laercio, en el Colotes de Plutarco[139], en Sexto Empírico[140], se atribuyen a los átomos las cualidades por las cuales ellos son determinados como anulándose a sí mismos.

Mas si se considera como una antinomia que los cuerpos perceptibles sólo mediante la razón son dotados de cualidades espaciales, resulta entonces una antinomia mucho mayor que las cualidades espaciales mismas puedan ser percibidas sólo por el entendimiento[141].

Para justificar, además, su opinión, Schaubach cita el siguiente pasaje de Estobeo: «Epicuro dice que los principios (sómata) son simples, en tanto que los compuestos de ellos derivados poseen todos peso». A este texto Se podrían agregar los siguientes, en los que se mencionan los átoma stoijeia («elementos») como especie particular de átomos: Plutarco, De placitis philosophorum, 1, 246 y 249, y Estobeo, Eclog. phys., I, p. 5[142]. En estos pasajes, por lo demás, no se afirma que los átomos originarios carezcan de magnitud, de figura y de peso. Se ha hablado más bien del peso sólo como de un carácter diferencial de los átomos originarios y los átomos element ales. Mas ya hemos observado en el capítulo precedente que el peso sólo es utilizado en el rechazo (repulsión) y en los conglomerados que de él resultan. Con la invención de la frase átomos elementales (átoma stoijeia) tampoco hemos ganado nada. Es tan difícil pasar de los átomos principios (átoma arjai) a los átomos elementos como atribuirles propiedades directamente. Sin embargo, yo no niego en absoluto esta distinción. Niego sólo que haya dos especies fijas y diferentes de átomos. Existen, más bien, determinaciones diversas de una y la misma especie.

Antes de analizar esta diferencia, llamo aún la atención sobre una modalidad de Epicuro. El gusta poner, en efecto, las distintas determinaciones de un concepto como existencias diferentes y autónomas. Así como su principio es el átomo también su modo de conocer es atomístico. Cada momento de la evolución se transforma inmediatamente en él en una realidad fija, separada, podría decirse, de su conexión con el espacio vacío; toda determinación toma la figura de la individualidad aislada.

El ejemplo siguiente hará comprender esto claramente.

El «infinito», lo ápeiron, o el infinitio, según traduce Cicerón, es a veces empleado en Epicuro como una naturaleza particular; además, en los mismos pasajes en los que tenemos los elementos determinados como una sustancia fija, hallamos también lo ápeiron autónom[143].

Empero, según las propias determinaciones de Epicuro, el infinito no es ni una sustancia particular ni algo exterior a los átomos y al vacío, sino más bien una determinación accidental de ellos. Lo ápeiron se presenta, en suma, en tres significados.

En primer término lo ápeiron expresa para Epicuro una cualidad que es común a los átomos y al vacío. Designa la infinitud del todo que es infinito por la infinita pluralidad de los átomos, por la magnitud infinita del vacío[144].

En segundo lugar, la «infinitud» (apeiría) es la pluralidad de los átomos, de modo que lo que se opone al vacío no es el átomo sino la multiplicidad infinita de los átomos[145].

Finalmente, si podemos deducir a Epicuro de Demócrito, lo ápeiron significa, en efecto, lo contrario, el vacío ilimitado, que se opone al átomo determinado en sí y limitado por sí mismo[146].

En todos estos significados —y ellos son los únicos y aun los únicos posibles para la atomística— el infinito es una simple determinación del átomo y del vacío. Se independiza, no obstante, en una existencia particular que es puesta como una naturaleza específica al lado de los principios cuya determinación expresa.

Que el mismo Epicuro pueda haber fijado la determinación en la que el átomo deviene elemento (stoijeion) como una especie originaria y autónoma de átomos —lo que según la preponderancia histórica de una de las fuentes sobre la otra no es, por lo demás, el caso de deducir, o bien, lo que nos parece más verosímil, que haya sido Metrodoro, discípulo de Epicuro, el primero que haya transformado[147] la determinación diferenciada en existencia diferenciada, nosotros debemos atribuir la autonomía de los momentos individuales al modo subjetivo de la conciencia atomística. Aunque se conceda a las determinaciones diferenciadas la forma de una existencia no se ha captado su diferencia.

El átomo tiene para Demócrito sólo el significado de un stoijeion («elemento»), de un sustrato material. La diferencia entre el átomo como arjé y stoijeion, como principio y fundamento, pertenece a Epicuro. Lo que sigue mostrará su importancia.

La contradicción entre la existencia y la esencia, entre la materia y la forma, que yace en el concepto de átomo, es puesta en cada átomo individual por el hecho de estar dotado de cualidades. Debido a la cualidad del átomo es enajenado de su concepto, pero al mismo tiempo se completa en su estructura. El rechazo y los conglomerados conexos de átomos cualificados producen el mundo fenoménico.

En este paso del mundo de la esencia al del fenómeno, la contradicción evidente en el concepto de átomo alcanza su realización más penetrante. El átomo es, por cierto, según su concepto, la forma absoluta, esencial de la naturaleza. Esta forma absoluta es ahora degradada en la absoluta materia, en el sustrato informe del mundo fenoménico.

Los átomos son, en verdad, la sustancia de la naturaleza[148], de donde todo proviene y a donde todo retorna[149]; pero el aniquilamiento constante del mundo fenoménico no conduce a ningún resultado. Surgen nuevos fenómenos; mas el átomo mismo permapece siempre en su base como fundamento[150]. En tanto pensado según su concepto puro el átomo es el espacio vacío, la naturaleza aniquilada, su existencia; en tanto pasa a la realidad el átomo se hunde en la base material que, soporte de un mundo de relaciones múltiples, no existe sino en sus formas exteriores e indiferentes. Esta es una consecuencia necesaria, porque el átomo, supuesto como individualidad abstracta y finitud, no puede realizarse como fuerza idealizadora y extensiva de esa multiplicidad.

La individualidad abstracta es la libertad de la existencia, no la libertad en la existencia. Ella no puede brillar a la luz de la existencia. Esta es un elemento en el cual aquélla pierde su carácter y deviene material. Por esta causa el átomo no penetra en la luz de la apariencia[151] ni se sumerge en la base material cuando entra en ella. El átomo, como tal, sólo existe en el vacío. Así, la muerte de la naturaleza se convierte en su sustancia inmortal, y con razón exclama Lucrecio: Mortalem vitam mors cum immortalis ademit («cuando la muerte inmortal ha extinguido la vida mortal», Lucrecio III, 869).

Pero que Epicuro capte y objetive la contradicción en esta su forma suprema, que también distinga el átomo, que como soijeion deviene la base del fenómeno, del átomo que como arjé existe en el vacío, es la diferencia filosófica con Demócrito quien sólo objetiva aquel único momento. Es esta misma diferencia la que separa a ambos pensadores en el mundo de la esencia, en el dominio de los átomos y del vacío. Mas puesto que el átomo cualificado es completo y porque el mundo fenoménico puede surgir sólo del átomo completo y enajenado frente al concepto. Epicuro expresa así que sólo el átomo cualificado deviene stoijeion o que únicamente el átomon stoijeion («átomo elemento») está dotado de cualidades.