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Debe decirse en honor de Mr. Hughes, que se hizo cargo desde el principio del alcance de las negociaciones que precedieron al Armisticio sobre nuestro derecho a pedir una indemnización por todos los gastos de la guerra, protestando de que hubiéramos entrado en tales compromisos y sosteniendo claramente que no había tenido parte en ellos y que no se podía considerar obligado por ellos. Su indignación pudo ser debida, en parte, al hecho de que Australia, por no haber sido devastada, no tenía derecho a ninguna reclamación, según la interpretación restrictiva de nuestros derechos. ↵