CAPITULO XIV
Kain abrió los ojos y sacudió la cabeza vigorosamente. Todavía se nadaba consciente y pudo percibir primero, un ruido ensordecedor en los oídos, corno el cíe un huracán qué se abate sobre una ciudad abierta. Y en seguida el familiar y fantástico silencio absoluto y total de la nada.
Poco a poco fue comprendiendo que la nave no. había sido reducida a polvo por los disparos de las de la policía. El violento impacto había sido causado por la repentina y no delicada transmisión de vuelo desde el espacio-tiempo, al estado de vuelo en dimensión curva. La nave se hallaba intacta y se desplazaba ahora en la seguridad de la dimensión curva. Karla tuvo que haber realizado tal transmisión de cambio de vuelo a escasos segundos del bombardeo general de la ilota de la policía de Escario.
Sintiéndose empequeñecido y cojeando, Kain hizo el camino de retorno desde la torreta hasta la cabina de control de la nave. Su exaltado temperamento había estado a punto de condenar a muerte a Karla y a Lell y a sí mismo; pero Karla había sabido actuar justo en el último instante.
Entró en la cabina. Karla se hallaba sentada frente a los controles de la dimensión curva con la chica ex esclava de Cresna, junto a ella. La mutante de primer grado, le dirigió una de sus sonrisas encantadoras, que desvaneció instantáneamente avergonzado de haber abandonado la cabina, donde aquella maravillosa mujer había sabido tantas cosas.
—Seguimos nuestro camino hacia Tybor y hacia La Vorágine, Kain —dijo Karla—. La Vorágine consiguió los datos exactos que he puesto en el predictor de la nave. Ahora estamos seguros.
—Con el tiempo exacto —murmuró Kain—. Estaban rodeándonos para acabar con nosotros. Tiraban a matar y abandonaron el juego del ratón y el gato. Hubieran acabado rápidamente con nosotros.
—Ya lo sabía, tenía la mente abierta hacia ellos. Sus pensamientos me llegaron claramente y eran asesinos —concluyó Karla—. Lamento haberle tenido que paralizar duramente, Kain; pero no podía permitirme el riesgo de perder el contacto con La Vorágine, en el preciso momento en que estaba recibiendo la fórmula exacta del vuelo en dimensión . curva hacia ellos. Era una oportunidad entre un millón, y tenía que arriesgar el permanecer en el continuo espacio-tiempo, hasta recibir esas instrucciones.
—No es preciso que se excuse —farfulló Kain—. Mi temperamento estalló estúpidamente y casi he estado a punto de condenar a muerte a todos.
—Diga usted el resto, Karla —urgió Lell—, dígale usted lo que me dijo sobre Tybor.
—Nuestras preocupaciones están lejos de haber terminado, Kain. Nos encontramos en seguridad contra las fuerzas del Imperio, mientras permanezcamos dentro de la dimensión curva; pero los de La Vorágine me han advertido de que hay una enorme fuerza esperándonos a que lleguemos al sistema de Tybor —informó Karla—. Parece ser que ellos conocen nuestra dirección, por haber encontrado la fórmula de ruta impresa en el predictor de la nave que dejamos abandonada en Cresna. Hay una gran flota espacial aguardándonos, Kain. Está mandada en persona por Scudderman, con la intención de echarnos el guante personalmente a usted y a mí.
—¡Scudderman! —dijo Kain casi escupiendo aquel nombre repugnante y odioso—, ¡el que se regodeó viendo morir torturado a mi hermano Rolf dentro de un traje de fibras nerviosas! Así tendremos que encontrarnos otra vez...
—No será un encuentro muy feliz, Kain —dijo liarla gravemente—. La Vorágine me ha advertido que dispone de una flota de grandes naves, aguardando al otro extremo del vuelo en dimensión curva, y está determinado a capturarnos vivos.
—Lo que ya he hecho una vez con el cañón de la torreta, podré volver a hacerlo —prometió Kain. Aunque en seguida se dio cuenta de que la fanfarronada no convenció ni a Karla ni a Lell.
Interiormente, sintió un miedo mortal de que aquella nave ligera y ya batida por el enemigo, surgiese de nuevo de su estado de vuelo en dimensión curva para abocar al último acto de un catastrófico final.
Transcurrieron muchas horas de tranquilo vuelo, totalmente ausente de ruidos, y ciego, dentro de la calmosa permanencia del desplazamiento cósmico en la dimensión curva, durante las cuales, los tres mutantes, pudieron dormir y descansar. Kain fue finalmente despertado vigorosamente por Karla, sacándole fuera de un pesado sueño poblado de pesadillas, en el cual se veía combatiendo contra todas las fuerzas del Nuevo Imperio, con su cañón solitario. Karla le indicó los controles de la dimensión curva. En el panel de control, un indicador numeral de tres cifras, repiqueteaba rápidamente, con los dígitos cayendo rápidamente en la escala numérica. Cuando la línea de ceros apareciesen la nave surgiría automáticamente de la dimensión curva y seguiría navegando en la dimensión espacio tiempo.
Karla, Lell y Kain acechaban el proceso matemático del dispositivo, viendo pasar los numerales como hipnotizados, al igual que pájaros frente a una serpiente. Cada uno de ellos sabía, que cada chasquido de aquella serie, que se producía sin cesar, les acercaba más y más al sistema de Tybor, donde aguardaba el vengativo comandante Scudderman con toda su horda, dispuesto a devorarlos.
Cero... Cero... Cero...
El susurro de una tufarada de aire silbante rodeó la nave y un estremecimiento general de la estructura, les indicó que se hallaban en el umbral del vuelo normal dentro del continuo espacio-tiempo... y en Tybor. Fascinados, los mutantes dirigieron sus miradas ansiosas hacia la gran pantalla visora apreciando la visión panorámica del sistema en que acababan de entrar, una profunda bóveda negra, salpicada de estrellas, en donde dominaba un sol, comparativamente pequeño, de color rojo. Por encima de la pantalla visora, el localizador de memoria electrónica, dibujó en seguida la pertinente información: Sistema de Tibor, extremidad de la Galaxia y del Nuevo Imperio Estelar. Atención naves del espacio, cuidado con la oscura zona conocida por La Vorágine... Lell levantó una mano apuntando hacia la pantalla, y en el lugar en que aparecía el espacio ennegrecido contra el vacío bordado de estrellas, una zona que sugería profundidades infinitas.» Estaba inmerso en la oscuridad, y con todo, a pesar de su casi completa negrura, podía apreciarse una especie de movimiento dentro de aquel remolino, como si algo girara en forma de colosal torbellino cósmico.
Entonces, eso es La Vorágine —dijo Lell impresionada-—, da la impresión de ser algo maligno y temible.
—No tan maligno ni tan temible como esos —repuso Karla, apuntando hacia lo que aparecía como Un conjunto de tenues trazos de: lluvia, que se hacían más y más grandes por instantes.
Era la formidable fuerza en misión especial de Scudderman, que se lanzaba contra un trozo de .carnaza.
Karla se dirigió instantáneamente sobre los controles de la nave espacial y en rápidos movimientos, accionando botones y palancas, alteró el curso del aparato para tomar un vuelo directo que les sumergiese en el lejano e inmenso agujero negro de La Vorágine.
Kain permaneció rígido como una estatua con Lell a su lado. La sombría escena, preludio de otra mucho más sombría, que se desarrollaba en la pantalla visora, les tenía agarrotados, como bajo el efecto de una hipnosis profunda. Las naves del Imperio parecían multiplicarse a medida que se iban aproximando. Parecía que había un maligno regodeo en aquella manada furiosa de naves atacantes contra la solitaria nave fugitiva. Se encontraban en la situación de la anterior tragedia, antes de perderse en la dimensión curva; pero multiplicada por diez. Kain no quitaba los ojos de la pantalla visora y conoció la amargura de una desesperación sin límites. No podrían vencer jamás. Les resultaría imposible luchar contra aquel enjambre de naves enemigas.
Se abrieron las compuertas laterales de las grandes naves de asalto y otras auxiliares, mucho más pequeñas comenzaron a desprenderse. Eran rápidas naves de ataque de fácil maniobra, con una pequeña tripulación. Eran usadas para desplazarse de nave a nave, o para abordar a una nave enemiga en caso necesario.
Las patrullas de abordaje se aproximaban rápidamente a la caza de los fugitivos y claramente pe veía el propósito de capturarlos vivos. Kain comprendió que abrir fuego con el cañón de la torreta era empresa totalmente inútil. Serían batidos sin remedio, ahora que habían llegado de tan lejos, con la preciosa fórmula almacenada en sus cerebros, del vuelo de la dimensión curva, hasta el mismo borde de La Vorágine. Y serían vencidos total y definitivamente por el vengativo Scudderman, que a tales horas estaría felicitándose a sí mismo v con su aceitosa sonrisa distendida en su repulsivo rostro semiseco .
—¡No, Kain, no seremos vencidos! —gritó Karla a través de la cabina como un grito de desafío—. Hay un camino para vencerlos.
—¡Cómo! —gritó Kain; incapaz de continuar hablando, como si. la voz no pudiera salirle del cuerpo. Dirigió desesperadamente una mano hacia la pantalla visora de la nave—. ¡Mire esas naves, a cuestión de millas cerca de nosotros! ¡Estamos acabados, Karla y es inútil intentar negarlo...!
Karla le dirigió una mirada que le hizo sentirse agudamente avergonzado de sí mismo, aparentando aquel pánico frente a dos mujeres.
—Sí, hay un camino, Kain —repuso ella calmosamente—, el camino que se usa para confundir a las naves del Imperio que quieren atacar a Oix. Dejen libres sus bloques mentales y usted también, Lell y estarán en contacto con La Vorágine. Ahora estamos lo suficientemente cerca, para que también los mutantes de segundo grado, puedan recibir los mensajes de la transVorágine. Con la ayuda de La Vorágine, daremos a todas esas naves un ataque telepático. ¡Túmbense por el suelo de la cabina y relájense por completo!
Lell y Kain obedecieron inmediatamente, echándose a través del suelo metálico de la cabina. Karla se les aproximó, siguiendo el ejemplo. Kain miró de reojo hacia la pantalla visora y apreció las naves de la policía, cómo aparecían más y más grandes y ostensibles. Sería cuestión de segundos que fuesen abordados, y los perseguidores se hallaban más cerca... más cerca... más cerca.
—¡Ahora, dejen libres todos sus bloques mentales voluntarios! —ordenó Karla telepáticamente, con un agudo impacto en los cerebros de Lell y Kain. Los dos mutantes de segundo grado, dejaron abiertos totalmente sus bloques mentales, que preparaban sus mentes supernormales en perfecta disposición, para la recepción telepática.
Y en el acto, las voces de millares de hermanos, miembros de la Liga Mutante, del profundo reducto cósmico de La Vorágine y de los mundos vecinos, llegaron como un profundo consuelo y con una entonación curiosamente autoritaria:
—¡Estamos con vosotros, Kain y Lell, centenares de nosotros, millares, canalizando nuestro esfuerzo telepático! —cantó un coro argentino de voces, en el interior de sus mentes—: Vamos a dar a esa canalla de las naves del Imperio, todo el terror que vosotros habéis padecido... ¡¡AHORA!!
Acostados sobre las planchas metálicas de la cabina, los mutantes comenzaron a emitir imágenes de terror y pesadilla contra los navíos estelares de la policía. Desde La Vorágine, venía a engrosar su esfuerzo telepático, una colosal fuerza mental telepática, en un fabuloso canal de energía supernormal, irresistible.
En el exterior, las pequeñas naves de abordaje de la policía, se hallaban casi a punto de saltar contra ellos. Y repentinamente, los pilotos vieron, horrorizados, cómo en sus pantallas visoras, la visión del sistema de Tybor, era reemplazada por espantosas imágenes de horror y de pesadilla. Monstruosos bosques de delirio crecían y se entrecruzaban en una danza infernal. Bestias terribles que rugían, gritos enloquecedores, chillidos, bramidos, imágenes absurdas y fantásticas, ruidos espantosos, chispazos, explosiones horrísonas. Habían desaparecido las estrellas, y toda otra visión de la realidad y un espantoso cuadro de pesadilla estuvo a punto de enloquecer a los pilotos del Imperio. Y entonces, la formidable barrera telepática, comenzó a emitir agujas neurales que alcanzaban de lleno el cerebro de los asaltantes y contra las cuales, eran insuficientes los imperfectos cascos con que se protegían la cabeza. Toda la visión del espacio era entonces una jungla delirante. Las naves se encontraron perdidas en un torbellino de fuerzas invencibles, sumergidas en visiones espantosas de delirio.
Las tripulaciones de las pequeñas naves de abordaje cayeron bajo el efecto de la más espantosa confusión imaginable. Los pilotos empezaron a saltar hacia atrás, en arcos pronunciados, huyendo de aquella jungla horripilante poblada de monstruos, hacia los navíos nodriza. Más allá y entre la flota de las grandes naves del Nuevo Imperio, el comandante Scudderman, observaba la terrible confusión, huyendo de la nave solitaria perseguida, del enjambre de los aparatos de abordaje, como una riada de sardinas batidas por una fuerte corriente.
—¡Rayos y truenos! —rugió Scudderman—, ¿Qué les ocurre a esos imbéciles? ¡Son los únicos que pueden proceder al abordaje de la nave de los mutantes y se vuelven atrás! —dijo a los oficiales superiores que se hallaban a su lado.
Desde el trío mutante recostado sobre las planchas de la cabina, y ayudado por el canal mental supernormal reforzado de millares de mentes poderosas de La Vorágine, aquella colosal fuerza telepática extendía por el vacío sus tentáculos en todas direcciones. Llegó irremisiblemente sobre los grandes navíos estelares del Imperio, agarrotando las mentes de sus ocupantes. Sus víctimas empezaron a sentir los horrores más espantosos, en las regiones de su subconsciente.
Scudderman, oyó el grito terrible de uno de sus oficiales y observó como otro cerraba los ojos, de la visión de la pantalla de la nave. Sus oídos se llenaron de gritos de pánico y el sonido de pisadas que erraban sin rumbo fijo en el interior de la gran nave estelar. Scudderman dirigió sus ojillos de cerdo hacia la pantalla. Se le mostraron rostros sombríos, rostros acusadores, todos aquellos de las víctimas cruelmente torturadas y muertas en el penal de Grazil-Dos, del que él había sido el jefe. Toda la pantalla se hallaba llena de aquellos terribles rostros, apelotonados en la pantalla. Fila tras fila de ojos chispeantes de odio miraban fijamente a Scudderman.
Aquella bestia permaneció impasible e inmóvil, aunque visiblemente atacada por el terror. A su alrededor oficiales y policías se hallaban temblando de un pánico incoercible, cada uno torturado por aquellas imágenes de pesadilla. Y Scudderman reaccionó en un momento violentamente:
—¡No hagáis caso, estúpidos! —gritó—. ¡Recobraos, idiotas, cretinos, sólo es una ilusión! Es sólo una emanación imaginativa de los mutantes. ¡Eso no existe!
Toda la flota se hallaba en la más espantosa confusión. Algunas naves salieron disparadas sin rumbo fijo, otras volvieron grupas para escapar a aquellos horrores imposibles de soportar y que llenaban por completo todo el espacio del sistema de Tybor. Scudderman barbotaba maldiciones sin cuento y disparaba constantemente órdenes que nadie obedecía, con las tripulaciones sumidas en el pánico más imponente. Su voz falló finalmente, al ser alcanzada su mente por una nueva tanda de agujas neurales que le hirieron de lleno el cerebro. Volvió sus ojos llenos de espanto, a la pantalla visora de la nave insignia. Vio a la nave encerrada por entero en un traje de fibras nerviosas, el instrumento de refinada tortura que él había aplicado tantas veces. La nave estaba sujeta y sometida a tortura. Era como un ente viviente, era como lo que había sido Rolf Kain y tantos otros miembros de. la Liga Mutante, que habían perecido torturados en los trajes de fibras nerviosas de Grazil-Dos. No eran planchas de metal, sino la nave entera transformada en carne viviente, tejidos nerviosos y fibras vivas y él formaba parte de aquel ente viviente, una parte de la cual era incapaz de escapar, como una terminación nerviosa sensitiva de aquel cuerpo:
Scudderman gritó horriblemente una y otra vez y se sintió atenazado por el más lacerante dolor de todas las fibras de su propio cuerpo.
Cuando el dolor cesó y su cabeza se aclaró, se encontró yacente en las planchas aceradas del suelo de la cabina de mando de la nave capitana, surgiendo gotas de frío sudor de cada poro de su cuerpo. Comprobó que el sistema de Tybor aparecía de nuevo en la pantalla visora, cuajado de estrellas rutilantes y en la más profunda paz del vacío cósmico.
Y el pequeño navío fugitivo, que transportaba a los mutantes, sumergido de lleno en el recto camino de La Vorágine, como un pez sumergido en el fondo de un lago sin orillas.