3. UN PRESIDENTE, UN PARTIDO, UNA AMBICIÓN
[1]. Entrevista a Leopoldo Calvo Sotelo, El Mundo, 15 de junio de 2007.<<
[2]. Conviene precisar, porque es un detalle significativo que se ha sustraído de las «historietas» de la transición, que Rodolfo Martín Villa no fue elegido diputado por la UCD, sino senador digital en el paquete de los 41 nombrados por el Rey. Un guiño a los «40 de Ayete» que nombraba Franco. Este guiño lo mantuvo Torcuato Fernández Miranda en la Ley para la Reforma Política, y por esas casualidades del destino, Rodolfo iba a ser uno de los beneficiados. El que sí se presentó a las elecciones del 15 de junio, y con la UCD y en León, y además salió elegido, fue el hermano de Rodolfo, Emilio Martín Villa.<<
[3]. Las palabras que usa son «la banque d’Espagne», pero el Rey debe querer decir «el sistema bancario español en su conjunto» más que referirse a una entidad concreta.<<
[4]. Que yo sepa, la primera vez que se reprodujo esta carta fue en el libro de José García Abad, La soledad del Rey (Madrid, 2004), extraída de la edición inglesa de 1991. Desconozco las razones por las que Abad califica a Asadollah Alam como «secretario del Rey», puesto que fue sucesivamente ministro del Interior, de Agricultura y primer ministro, entre otras cosas. Por otra parte, la traducción de la carta que yo solicité a Natalia Fernández Díaz y que aparece aquí, apenas si se diferencia en cuestiones de estilo con la de Teresa Larraz, que Abad incluye en su libro.<<
[5]. Asadollah Alam, The Shah and I. The Confidencial Diary of Iran’s Royal Court. 1969-1970, Nueva York, 1992.<<
[6]. José García Abad, Adolfo Suárez. Una tragedia griega, Madrid, 2005.<<
[7]. En la galería de personajes de la transición hay una gama de derrotados a los que cabría denominar «los retóricos». Son aquellos que han pasado más o menos fugazmente por la época y han dejado sobre todo una frase, incluso dos, en la que ellos pretenden resumir su histórica envergadura. El caso de Alfonso Osorio es casi un paradigma de la especie. Cuenta que le dijo al presidente Suárez que no seguía apoyándole porque él era «monárquico por convicción, democristiano de formación y liberal de talante». ¡Pobre filisteo! No cuesta imaginar a Suárez oyéndole y mirándole, y esperando a que desapareciera del despacho y de su vida para siempre. Si es que osó decirlo, cosa que tengo mis dudas, tratándose de un pusilánime patológico.<<
[8]. Uno de los misterios de la transición es cómo fue posible que Ignacio Camuñas alcanzara un ministerio. No he logrado saberlo.<<
[9]. Rafael Arias-Salgado Araújo, hijo del más conspicuo promotor del nacional-catolicismo, Gabriel Arias Salgado, había convertido los dos apellidos del padre en uno, y estaba casado, como ya hemos dicho, con la hija de otro ministro de Franco, Joaquín Ruiz Jiménez.<<
[10]. Confederación Española de Organizaciones Empresariales.<<
[11]. El País (Madrid) y La Vanguardia (Barcelona).<<
[12]. Traté y entrevisté en varias ocasiones a Carlos Ferrer Salat durante los años 1977 y 1978. Era uno de esos hombres que transpiran desconfianza y traición incluso cuando sonríen, o especialmente cuando sonríen. Un triunfador siempre insatisfecho de los límites de su triunfo. Vivió obsesionado por los récords; murió, dicen, tras un exceso sexual a una edad en la que uno debe medirse. Un acercamiento a su biografía lo publiqué, con enormes dificultades, en el suplemento dominical del periódico barcelonés Mundo Diario, en septiembre de 1978. Llevaba por título «La tenacidad del corredor de fondo».<<
[13]. Esta vez sí se amnistiaba a los militares demócratas de la UMD, pero —curiosa paradoja en una democracia— no se les permitía incorporarse al Ejército, donde, por cierto, buena falta hacían entre tanto ansioso golpista; sólo se les perdonaba la vida y la cárcel, pero su carrera militar quedaba truncada por defender la libertad.<<
[14]. Suárez ponía en cuestión que un profesor pudiera enseñar «la química (sic) nuclear en vasco, en catalán…», Paris Match, 28 de agosto de 1976.<<
[15]. Partido Socialista Unificado de Cataluña, siglas con las que funcionaba en Cataluña el Partido Comunista de España, desde 1936.<<
[16]. La UCD obtuvo en Cataluña, en las elecciones del 77, dos diputados.<<
[17]. Citado por Alfonso Osorio en su Trayectoria política de un ministro de la Corona, Barcelona, 1980.<<
[18]. Luis Olarra, personaje curiosísimo de la política vasca y de su mundo empresarial, pronto dejaría el suarismo y se acercaría a Fraga. En ambos casos sin demasiado éxito.<<
[19]. Un veterano colaborador de los Servicios de Información desde la época de Carrero Blanco, luego devenido cronista oficial, Joaquín Bardavío, escribiría años después con desvergüenza de funcionario interesado: «Fue una pena que Tarradellas, un gran talento político, llegara a la presidencia de la Generalitat de Cataluña un poco tarde. Porque había habido una gran ocasión para que se instalara en Barcelona unos meses antes, previos a las elecciones, y así, muy posiblemente, el magma político catalán hubiera quedado más compensado, más en consonancia con el espíritu de aquel ente autonómico que ya se perfilaba en la vanguardia de la nueva filosofía administrativa española». J. B., La ocasión perdida. Historia de la transición, 2.a parte, Diario 16, 1984.<<
[20]. La cosa alcanza cotas cómicas. Incluso el hijo del presidente Suárez salió a la palestra defendiendo a su padre como constitucionalista. Cuando se empezó con la Constitución, el muchacho, que ya mostraba su escasa inclinación hacia el estudio y la inteligencia, cursaba bachillerato en un colegio del Opus Dei, institución que trabajó intensamente para que no se hiciera aquella Constitución.<<
[21]. «La Constitución en España se hizo porque nosotros decidimos que se hiciera … Si hubiera dependido de Adolfo Suárez no se hubiera hecho la Constitución.» Declaraciones de Felipe González a la revista mexicana Proceso, junio de 2000.<<
[22]. Me resisto a que tamaña simpleza, orquestada a bombo y platillo por un personaje secundario, sórdido e inane, como José Manuel Otero Novas, entonces subsecretario de Presidencia, y otros «fontaneros» de su departamento, vaya más allá de esta referencia que hubiera debido colocar íntegramente a pie de página. La llamaron «Constitución de Gades», porque allí se felicitaron de la buena idea de Torcuato almorzando en el restaurante del bailarín flamenco Antonio Gades. La razón de que escogieran lugar tan peculiar, propiedad de un amigo de los hermanos Castro y de la Cuba castrista donde fue enterrado, no era otra que la vecindad entonces con Presidencia del Gobierno y sus servicios, en el paseo de la Castellana, a escasas semanas de su traslado a La Moncloa.<<
[23]. Los comunistas, tras el menguado resultado electoral y los Pactos de la Moncloa, no tenían otra alternativa que acercarse a Suárez para evitar que el PSOE los absorbiera, como al final sucedería.<<
[24]. De los 27 diputados que correspondían a las cuatro provincias gallegas, la UCD contaba con 20; la AP de Fraga, 4, y el PSOE, 3. La UCD lo copaba todo. Salvo en Coruña, que rozaba el 50 por ciento del electorado, en el resto lo sobrepasaba. En Lugo y Orense con el 70 por ciento.<<
[25]. Para ser investido en la primera votación en el Parlamento era necesario una mayoría absoluta, mientras que en la segunda vuelta bastaba la mayoría simple.<<
[26]. Historia de la transición, 2.ª parte, abril-septiembre de 1984, p. 503. La cursiva es suya.<<
[27]. El País, 15 de octubre de 1978.<<
[28]. El País, 20 de octubre de 1978. Información elaborada por Sebastián García, Joaquín Prieto y Pablo Sebastián.<<
[29]. Rafael Arias-Salgado acompañará a Suárez durante su travesía del desierto y nunca llegará a la tierra prometida. Abandonará la política, o para ser más precisos, la política lo abandonará a él. Su último empleo conocido era el de presidente de los centros comerciales de la cadena de supermercados Carrefour.<<
[30]. Fernández Ordóñez, de Hacienda, por Zaragoza; Rodríguez Sahagún, de Industria, por Vizcaya; Abril Martorell, vicepresidente económico, por Valencia; Sánchez-Terán, de Transportes, por Salamanca; Calvo Ortega, de Trabajo, por Oviedo; Pío Cabanillas, de Cultura, por Orense; Joaquín Garrigues, de Presidencia, por Murcia; Calvo Sotelo, de Comunidad Europea, por Madrid; Martín Villa, de Interior, por León; Marcelino Oreja, de Exteriores, por Guipúzcoa; Lamo de Espinosa, de Agricultura, por Castellón; García Díez, de Comercio, por Cádiz; Íñigo Cavero, de Educación, por Baleares; Alberto Oliart, ex ministro de Industria, por Badajoz.<<
[31]. Asistieron Pilar Cernuda, Julián Barriga, Pilar Urbano, Charo Zarzalejos, Abel Hernández, Pablo Sebastián, Jaime Peñafiel, Mariano González y Pedro J. Ramírez.<<
[32]. ABC, 25 de marzo de 1979.<<
[33]. Hay una anécdota impagable como una categoría. Cuando días antes fue elegido presidente de las Cortes, presidía la sesión el diputado de mayor edad, el antiguo obrero socialista Máximo Rodríguez Valverde, y al leer el nombre del elegido tuvo un lapsus y en vez de decir su apellido correcto, «Lavilla», le gritó «Ladilla», lo que provocó la hilaridad de la Cámara. ¡Se trataba de un circunspecto miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas!<<