Capítulo 24
Durante un minuto o así, se sentía como si el mundo se hubiese detenido. Nadie dijo nada, nadie se movió. Entonces, de repente Richard corrió hacia Peter, tirando de Molly de sus brazos y sosteniéndola en el aire. – ¡Dame la fórmula, bastardo! –Le gritó a Pip–. ¡Dámela ahora o ella muere! ¡Todos ellos mueren!
Los gritos de Molly llenaron la habitación mientas Richard la sacudía. Anna miraba con los ojos muy abiertos, entonces saltó sobre él, pateando y mordiéndolo como un animal salvaje. – ¡Dame a mi hija! –Gritó–. ¡Dámela!
Peter le arrebató a Molly de sus brazos cuando Richard cayó al suelo, y Anna continuó su frenético ataque hasta que Peter suavemente la apartó.
–Derek, –exclamó Richard–. Derek, ¡mátalos! ¡Mátalos a todos!
Derek se volvió lentamente para mirarlo, y luego negó con la cabeza.
–Derek, –dijo Richard con voz estrangulada, mirando a su jefe de seguridad con incertidumbre –. Derek, no hagas esto. Ahora no. Tenemos a Albert. Él nos dará la formula. Podemos gobernar el mundo otra vez, Derek. Tú y yo. Podemos hacerlo - sabes que podemos.
–No, Richard, –dijo Derek. Se acercó al escritorio y se apoyó contra él. Tomo un respiró hondo y soltó el aire, y luego tomó su cabeza entre las manos.
–Está enfermo, –dijo Hillary con cautela–. Guardias, él está –
Pero antes de que pudiera terminar su frase, Derek se enderezó. –Tanto tiempo, –suspiró–. Demasiado tiempo. Ha pasado demasiado tiempo.
– ¿Qué ha pasado mucho tiempo? –Richard hervía–. ¿De qué estás hablando?
–He estado haciendo esto tanto tiempo que apenas sé quién soy, –dijo Derek. Miró a su alrededor salvajemente –. ¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo?
–Tú sabes quién eres, –dijo Pip suavemente –. Lo sabes, Derek.
–No, no lo sé, –dijo Jude, con voz plana–, pero quiero saber. Quiero saberlo todo. ¿Tú... eres Albert Fern? –le preguntó a Pip con incredulidad.
Pip asintió.
– ¿Tu inventaste la Longevidad?
– ¡No! –Richard gritó–. No, Derek lo mató. Albert Fern ha muerto.
–No muerto, –dijo Derek–. No está muerto, Richard. No lo hice.
Hubo un silencio atónito. –No podías hacerlo, –dijo Pip suavemente. Luego respiró hondo y se acercó a la ventana, antes de volverse a Jude –. Derek entendió, –dijo simplemente –. Richard le pagó para matarme, pero él no era un asesino. Era un guardia de seguridad. Era un hombre. Un hombre con una intuición, con inteligencia. Un hombre valiente. Un hombre que podía ver, como yo, que ya era demasiado tarde para detener a Richard, que las ruedas ya estaban en marcha, pero sea lo que pasara, el círculo de la vida tenía que ser protegido. Sin embargo ese mundo nuevo que Richard jugaba, la vida nueva debía ser creada, de manera que cuando este día llegara, no todo estaría perdido. Los seres humanos son animales destructivos, Jude, pero también son sabios. No pueden permitirse morir simplemente por las aspiraciones de un solo hombre.
Jude estaba temblando y las lágrimas llenaron sus ojos. –Sabía que le mandaste los mensajes a Richard, –dijo, con una voz graciosa–. Al principio pensé que era Sheila. Pero luego huyó para encontrar a sus padres. Ella había pensado que fui yo. Me di cuenta... –Miró hacia ella suplicante. Poco a poco, ella se enderezó y se puso de pie, y luego alargó la mano y cogió la de él.
–Te diste cuenta de que habías pensado lo que me animaba a pensar, –dijo Pip gentilmente –. Lo siento, Jude. No podía decirte lo que estaba pasando. Era un juego largo. Un juego muy largo. Y el final estaba a la vista. Tenía que mantener a Richard preocupado mientras que Derek y yo implementábamos nuestro juego final.
– ¿Tú me enviaste el mensaje? –Peter miró a Pip con incertidumbre –. ¿Dejaste que tomaran a Anna?
Pip asintió. –No esperaba que vinieras a Londres. Cuando lo descubrimos... Sabíamos que Anna no estaría a salvo. Sabíamos que teníamos que llegar allí antes de que alguien más lo hiciera. Richard estaba cerca. Tuvimos que actuar con rapidez.
–Pero ella fue llevada por sus hombres, –prosiguió Peter, sacudiendo la cabeza con incredulidad, con ira.
–Hombres de Derek. Hay una gran diferencia, –dijo Pip sombríamente –. Entiendo por qué estás enojado, Peter, pero teníamos que hacer lo que hicimos. Teníamos que mantenerla a salvo. No lo habíamos planeado... los eventos se hicieron cargo - los ataques contra el Subterráneo, Richard acercándose a tu casa segura. No podía correr el riesgo, no podía arriesgar a desentrañar todo. Pincent Pharma es el edificio más protegido del mundo. Puede que no sea cómodo, pero es seguro.
La mente de Jude estaba corriendo. –Los Excedentes, –jadeó–. ¿Tomaste a los Excedentes también?
–Sí, –Pip asintió lentamente –. Dejados en los Establecimientos de Excedentes, habrían sido atacados, incendiados como todo el mundo bajo sospecha. No habíamos apostado que las Autoridades culparan al Subterráneo. Eso cambió las cosas.
–Pero Derek, –dijo Jude, mirando al hombre que había temido durante tanto tiempo–. Quería matarme. Él nos habría matado a todos.
–No, –dijo Pip.
Derek miró hacia arriba miserablemente. –Lo siento, –dijo él, cayendo de rodillas–. Lo siento. Tenía que hacerlo. Nos pusimos de acuerdo. Lo único que importaba era el final. El circulo eterno de la vida.
– ¿Eso era más importante que nosotros?–Preguntó Jude fríamente.
Pip negó con la cabeza. –Tú eres el círculo eterno de la vida, –dijo–. Tú y Jude, y Anna, y Sheila y los niños. Especialmente los niños. Tú eres la verdadera renovación. La Longevidad amenazó con romper ese círculo; teníamos que seguir con el vínculo.
–La Longevidad mantiene viva a la raza humana para siempre, – exclamó Richard airadamente desde el piso donde todavía yacía. Estaba temblando, arañando su garganta.
–No, –Pip negó con la cabeza–. No para siempre. La vida es algo cambiante, Richard. La evolución nos enseña que la adaptación es la clave para la supervivencia. Ningún fármaco podría desafiar ese principio fundamental.
–Derek. Mi amigo, –logró decir Richard, su voz era ronca y dolorida–. Derek, te perdono por lo que has hecho. Todos tenemos nuestros momentos de debilidad. Derek, ayúdame. Tráeme agua. Tortura a este hombre. Obtén la fórmula. Todo va a estar bien otra vez. Todo…
Todo el mundo se volvió hacia Derek, cuyos ojos se precipitaron hacia a Pip y viceversa. Luego se echó a reír, con una risa aterradora llena de dolor, de desesperación y enojo. – ¿Tu amigo? –Él negó con la cabeza–. Nunca he sido tu amigo, Richard. Nunca.
–Por supuesto que sí. Estás delirando, eso es todo, –gruñó Richard–. Te han lavado el cerebro. Albert te tiene - ahora lo veo. Pero no puedes dejar que él gane. No puedes, Derek.
–He trabajado para ti más de cien años, –dijo Derek, en voz baja y furiosa–. Más de cien años he fingido. He matado y mutilado e hice cosas indescriptibles. Y todo por Albert.
– ¡No!, –Gritó Richard–. ¡No, no es cierto!
–Por Pip, –prosiguió Derek desesperadamente –. Ese día me dijiste que lo llevara, lo hice, –dijo Derek–. Lo amenacé con matarlo. Le di una paliza. Hice todo tipo de cosas. Y él solo me decía que no sabía lo que estaba haciendo, que me perdonaba, que su vida no importa, pero sí, el hecho de que la vida misma.
– ¿Has estado... tú has estado de nuestro lado todo este tiempo? –preguntó Peter de repente, mirando a Derek con incertidumbre.
– ¡No! –Sheila gritó de repente –. No, está mintiendo. Él es malo. No está de nuestro lado. No lo está. No puede ser.
–Silencio, –dijo Pip suavemente –. Sheila, Derek está diciendo la verdad.
–Entonces ¿por qué no nos ayudó? –Anna le preguntó en tono acusador–. ¿Por qué me encerró? ¿Por qué dejó que Sheila...? ¿Dejó que los Excedentes...? ¿Cómo pudo hacerlo?
–Sí, –dijo Jude con suspicacia–. ¿Cómo pudo hacerlo?
Pip se acercó hacia él y le puso la mano sobre su hombro. –Jude, debes entender. Derek tenía que estar cerca de Richard Pincent más que nadie. Tenía que estar más allá de toda sospecha. No podíamos correr el riesgo de que sea descubierto, incluso si eso significaba sufrimiento. Incluso si eso significa que perderíamos personas.
–Derek te habló de la Unidad X, –dijo Peter de repente –. Él es la razón por la que entré. Nos ayudó a salvar a Sheila.
Pip asintió. –Él me alertó de muchas cosas, pero teníamos que garantizar que la inteligencia parecía provenir de otras fuentes, –dijo.
– ¿Todo este tiempo? –Richard se quedó sin aliento–. ¿Todo este tiempo has estado trabajando para él?
–Albert me dijo lo que iba a suceder. Predijo todo, –dijo Derek en voz baja–. Incluso esto. Sabía que todo iba a terminar, a menos que... a menos que –
– ¿A menos que qué? –Hillary intervino.
–A menos que nos aseguremos de que hayan niños, –dijo Pip en voz baja–. A menos que protejamos el circulo eterno de la vida. El nacimiento y la muerte, como siempre lo ha sido. Eso es lo que el anillo simboliza, Richard. No la fórmula de la Longevidad. Se trata de la eternidad de la Naturaleza, la forma correcta de vivir para siempre. A través de nuestros hijos, a través de los hijos de nuestros hijos. A través de Peter, Jude, Molly y Ben, los Excedentes de todo el mundo.
Jude trató de tragar, pero descubrió que no podía - un bulto enorme había aparecido en su garganta. En su lugar, se dirigió a Pip desesperadamente. –Lo siento, –dijo–. Dude de ti. Yo que pensaba... Cuando te vi con Derek pensé que estabas de su lado. Pensé...
–Tenías razón en dudar de mí, –dijo Pip suavemente –. Eres un líder, Jude y un líder nunca puede confiar ciegamente. Me has ayudado más de lo que puedo decir. Estoy... –Él miró hacia abajo–. Estoy muy orgulloso de ti, Jude.
Jude se mordió el labio. –No, –dijo él rotundamente –. Yo te fallé.
–Tú nunca podrás defraudarme, –dijo Pip, con su voz un poco ahogada. Luego tomó una respiración profunda–. He sido tan duro contigo, Jude. Te he mentido, he ocultado la verdad de ti. De todos ustedes. Pero sólo hice lo que hice para protegerlos. Para proteger el círculo de la vida. Ahora he hecho lo que tenía que hacer, ahora he pagado el precio por lo que hice hace tantos años. Ahora es tiempo para ustedes. Tú eres un líder, Jude. Es el momento para liderar. Debes inspirar, debes planificar, debes hacer del mundo un lugar mejor. Peter, tú eres un luchador. Un protector.
–No, –dijo Peter, lanzando una mirada a Anna–. No, Pip. Soy un padre. Eso es lo que debería haber sido en vez de venir a Londres. No soy un luchador. Ya no más.
–Sí que lo eres, –dijo Anna, con su voz suave pero firme –. Eres un luchador, Peter. También eres un padre, pero puedes ser ambas cosas. Los niños y yo - no somos los únicos que te necesitan.
Peter la miró durante unos instantes y luego asintió con gratitud, al darse cuenta de que ella lo había perdonado, que entendía.
–Anna tiene razón - debes ser todas estas cosas, –dijo Pip suavemente –. Luchar por el futuro. Proteger a aquellos que necesitan protección. Ser un padre, Peter - para tus hijos, para tus futuros hijos, para otros que no tienen padres por su cuenta. ¿Y Anna? –Anna miró hacia arriba, con los ojos muy abiertos, pero decidida–. Tú, Anna, debes ser la madre de todos. Tienes que ser la más fuerte de todos, ya que necesitaras liderar y proteger y luchar. Debes negociar, convencer, debes ofrecer. Y tienes que cuidar de Sheila.
–Yo cuidaré de Sheila, –dijo Jude con fuerza, pero Sheila negó con la cabeza.
–Puedo cuidar de mí misma, –dijo con calma. Caminó hacia Pip, y sus ojos se clavaron en los de él inquebrantablemente –. Ya no necesito más padres, –dijo, con la voz un poco atrapada–. No necesito protectores. Voy a ser útil, Pip. Voy a proteger a los Excedentes. Voy a ayudar.
–Sí, lo harás, –dijo Pip, sonriendo gentilmente –. Eres más fuerte de lo que crees, Sheila, y me gustaría poder estar aquí para verte descubrir esa fuerza.
–Tú puedes, –dijo Jude con incertidumbre –. Lo harás.
Pero antes de que Pip pudiera responder, Richard se levantó tabaleando de su silla. –Basta de estas mentiras, –bullía–. Hillary, haz algo. Detén estas mentiras. Guardia, llévatelos. Mátalos a todos...
Hillary lo miró con disgusto. –Guardia, –dijo–, llama para que alguien se lo lleve. He oído suficiente de sus mentiras. Más que suficiente.
El guardia asintió y segundos más tarde, llegaron dos hombres enmascarados. Agarraron a Richard por los brazos y piernas y lo llevaron fuera de la habitación.
– ¡No! –Richard gritaba mientras era arrastrado por el pasillo–. ¡No! ¡Agua! Sólo necesito agua...
Segundos más tarde los gritos ya no podían ser escuchados y la habitación estaba llena de silencio.
Hillary miró a su alrededor con los ojos vidriosos, se centró en el científico de Richard, quien estaba de pie junto a la puerta, con el rostro tan blanco como su bata.
– ¿Así que no hay contaminación? ¿Hay un virus? ¿No puede ser curado? –Preguntó.
Él negó con la cabeza. –No. Tal vez los síntomas pueden ser aliviados con la medicina antigua, pero hemos realizado cientos de autopsias y no podemos... –Se calló, luciendo un poco enfermo–. No, –susurró–. No se puede curar.
– ¿Y afecta a todo el mundo?
–No a todo el mundo, –dijo Pip gravemente –. No a los Excluidos por Voluntad. No a los Excedentes. No a aquellos cuyos sistemas inmunológicos han sido permitidos para funcionar.
Hillary asintió lentamente. –Entonces tenemos que planificar, –dijo, sólo sus manos temblorosas traicionaron su emoción–. Debemos mantener el orden. Debemos organizarnos. –Estudió cuidadosamente a Pip–. ¿Cuánto tiempo tenemos?–Preguntó finalmente.
–Semanas. Meses como máximo, –dijo Pip–. Tenemos que proteger a los que sobrevivirán. Eso es lo más importante.
–Por supuesto. –Hillary asintió–. Y tenemos que hacer frente a los cadáveres... logísticamente, quiero decir. No tenemos tumbas. No –
Derek se movió hacia adelante. –Ya hemos elaborado planes para la gestión civil. No queremos disturbios. No queremos la histeria de masas. Pero las cosas van a causar problemas. Habrá una escasez de trabajadores clave, una escasez de policías, de agricultores, de sepultureros. Puede haber ataques terroristas en el extranjero, incluso guerras si la gente realmente se desespera.
Hillary estaba asintiendo, como si estuviera en piloto automático. –Estás hablando como si el mundo estaría llegando a su fin, –acertó a decir.
–No es un fin, un nuevo comienzo, –dijo Pip suavemente –. Un comienzo sin la Longevidad. Un comienzo que tiene vida, ya que también tiene muerte. Hillary, la gente ha estado enferma por mucho tiempo, y no de enfermedad sino de sus semividas - sin suficiente comida, sin suficiente energía, sin suficientes cosas para llenar el día. Es hora de poner fin a la Longevidad. Es hora de poner fin a la enfermedad.
Hillary asintió vagamente. –Los niños - deben ser enseñados. Ellos tienen que entender tanto si van a... –Se calló, frunciendo el ceño, como si su cerebro estuviera tratando de procesar tanta información a la vez–. Los jóvenes deben ser enseñados. Y rápidamente, –dijo. Luego se dejó caer en una silla, apretándola, con sus nudillos blancos y temblando.
–Hillary, –dijo Pip, acercándose a ella y poniéndole una mano sobre su hombro–. Ellos entienden más de lo que crees. Cómo liderar, cómo mantenerse a sí mismos, cómo luchar por lo justo, por lo que creen.
Él miró por encima a Jude, a Peter, Anna y Sheila. –No podría estar más orgulloso de ustedes, –dijo él, su voz apretada–. De todos ustedes. Jude, Sheila, Anna - son todos los padres del nuevo mundo. Una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. O por lo menos para hacerlas mejor. Hemos cometido tantos errores, arruinado tanto. Ustedes son nuestra esperanza.
– ¿Nosotros? Estás hablando como si no vas a estar para ayudar, –dijo Jude con torpeza.
Albert sonrió, con sus ojos azules brillando. –Exactamente, Jude, como siempre, –dijo–. Sabes, he esperado este momento durante mucho tiempo, –dijo–. Tan pronto supe que el final estaba cerca, dejé de tomar mi Longevidad. Fue una liberación. No deben tratar de aferrarse a las cosas que están más allá de su fecha de caducidad. Ninguno de nosotros debería, incluyéndome a mí. Ahora sólo tengo que decirles adiós a ustedes, para asegurar de que tienen todo lo necesario para el nuevo mundo que tienen por delante. Tengo días, tal vez, pero no más.
–Pero... pero te necesitamos. El Subterráneo te necesita, –dijo Jude, luchando contra las lágrimas.
–No, –Pip negó con la cabeza–. El Subterráneo ha terminado. No hay más necesidad de ello. Ha servido a su propósito. Hay un nuevo mundo para construir, Jude, y sé que eres capaz de construirlo. –Él sonrió gentilmente –. La verdad es, que tengo ganas de un sueño muy largo. El más largo.
–Pero... –dijo Peter, sacudiendo la cabeza–. No te puedes ir. No puedes.
–Todos nos vamos con el tiempo, –dijo Pip suavemente –. Y otros vendrán a nuestro paso. Solo soy una hoja, Peter. Sólo una hoja que cae del árbol para que un nuevo brote pueda crecer. Cuida de los brotes, ¿quieres? Y el uno al otro. Los echaré de menos.
–Y nosotros te extrañaremos, –dijo Jude, con su voz llena de emoción–. Pero puedes confiar en nosotros. Seremos el futuro, Pip. Lo haremos juntos. –Él extendió su mano a Sheila y tomó la de ella.
–Juntos. –Ella asintió tímidamente.
–Juntos, –acordó Peter, extendiendo su brazo a Anna.
–Juntos, dijo ella.
–Untos, –dijo Ben, mirando hacia ella con incertidumbre –. ¿Casa ahora? ¿Vamos a casa?
–Esta es tu casa, jovencito, –dijo Pip, sus ojos brillaban de nuevo–. El mundo entero lo es.