I H S

S. C. C. M.

Santificada, Cesárea, Católica Majestad,

el Emperador Don Carlos, nuestro Señor Rey:

Muy Eminente Majestad: desde esta Ciudad de México, capital de la Nueva España, en este día de la Fiesta de la Circuncisión y primer día del Año de Nuestro Señor, mil quinientos veinte y nueve, os saludo.

Por requerimiento de Vuestra Majestad, envío otra parte de la historia del azteca. Este vuestro siervo, necesariamente obediente aunque todavía renuente os suplica que le permitáis citar a Varius Géminus, cuando en una ocasión él se acercó a su emperador con alguna vexata quaestio: «Quien se atreve a hablar delante de ti, oh César, no conoce tu grandeza; quien no se atreve a hablar delante de ti, no conoce tu bondad».

Corriendo el riesgo de daros afrenta y de recibir de vos una reprensión, os rogamos, Señor, que deis vuestro consentimiento para abandonar este proyecto pernicioso.

En vista de que Vuestra Majestad ha leído recientemente, en la porción previa de este manuscrito entregado en vuestras reales manos, la confesión casual del indio de haber cometido el abominable pecado de incesto —un acto prohibido inclusive por la escasa lex non scripta observada por sus propios compañeros bárbaros; un acto proscrito en todo el mundo, lo mismo el civilizado que el incivilizado; un acto abjurado inclusive por gentes degeneradas como los vascos, los griegos y los ingleses; un acto imposible de condonar aunque fue cometido antes de que este despreciable pecador tuviera conocimiento de la moral cristiana—, por todas estas razones, nos, confiadamente esperamos que Vuestra Pía Majestad estuvieseis lo suficientemente asqueado como para ordenar la inmediata suspensión del discurso del azteca, si es que no al azteca mismo.

Sin embargo, este humilde clérigo de Vuestra Majestad jamás ha desobedecido una orden dada por su soberano. Así es que nos, estamos añadiendo las páginas recolectadas desde nuestro último envío. Continuaremos manteniendo a nuestros escribanos e intérprete en esa ocupación obligada y odiosa para seguir añadiendo más páginas, hasta que llegue el día en que nuestro Muy Estimado Emperador se digne poner fin a esto. Nos, solamente os suplicamos y urgimos, Señor, para que cuando hayáis leído la siguiente parte de la narración del azteca, que contiene episodios que podrían asquear a Sodoma, Vuestra Majestad reconsidere la orden de continuar con esta crónica.

Que la luz de Nuestro Señor Jesucristo ilumine y guíe por siempre los pasos de Vuestra Majestad, es el devoto deseo del misionero y legado de Su S. C. C. M.,

(ecce signum) ZUMÁRRAGA