CAPÍTULO 6

¿Quién tiene problemas: el que sabe leer o el que no sabe?

Muchos de estos niños son clasificados generalmente como superdotados; pero cuando estudiamos cada caso adecuadamente, resulta que todos estos lectores precoces fueron profundamente estimulados a ello en su primera infancia. En consecuencia, el clasificar a un niño de superdotado no dispensa en absoluto de la necesidad de estimularle…, si queremos que aprenda.

WILLIAN FOWLER: Cognitive Learning in Infancy and Early Chilhood.

Tuvimos una fuerte tentación de titular este capítulo "Algo terrible va a pasar", puesto que su propósito es describir las tremendas predicciones relativas a lo que les pasará a los niños que empiezan a leer demasiado pronto. También estuvimos tentados de titular este capítulo "Nadie hace caso a las madres", que es, al menos en parte, la razón de que haya tantos mitos sobre los niños.

Un mito muy extendido sostiene que solo los especialistas de una u otra clase pueden entender a los niños. Entre los innumerables especialistas que traían a niños, muchísimos insisten en que las madres:

  1. no suelen saber mucho en cuestión de niños;
  2. son muy malas observadoras de sus propios hijos;
  3. suelen decir tremendas mentiras sobre las facultades de sus hijos.

Por experiencia propia, afirmamos que nada puede estar más lejos de la verdad.

Aunque hemos conocido madres que cuentan historias fantásticas y absolutamente falsas sobre sus hijos, y que no los entienden, creemos que, en verdad, son las menos. Por el contrario, hemos encontrado a muchas más que observan a sus hijos con cuidado y a fondo y son, además, absolutamente realistas.

Lo malo es que casi nadie atiende a las razones de las madres.

En El Instituto vemos al año más de un millar de niños con lesiones cerebrales. Probablemente no haya nada que una madre tema más que tener un niño con lesión cerebral. Y si lo sospecha, quiere averiguarlo lo antes posible, para poder comenzar a hacer, inmediatamente, todo lo que se pueda.

De un millar de casos vistos en El Instituto, 900 fueron declarados por la madre, que pensó que algo en su bebé no iba bien. En la mayoría de los casos, a la madre le resultaba muy difícil convencer a cualquiera —incluyendo al médico de cabecera y a otros profesionales— de que algo no iba bien y de que había que hacer algo desde ese instante.

Por mucho que se la intente disuadir, ella insiste hasta que se reconoce la situación. A veces tarda años en conseguirlo. Cuanto más quiere a su bebe, más imparcial se hace para juzgar su condición. Si el niño tiene un problema, no descansará hasta solucionarlo.

En El Instituto hemos aprendido a escuchar a las madres.

Sin embargo, al tratar con niños normales, muchos profesionales han logrado intimidar seriamente a las madres. A menudo han conseguido que las madres se aprendan de memoria bastante jerga profesional, que la mayoría de las veces ni siquiera entienden.

Lo peor de todo es que han estado casi a punto de suprimir las reacciones instintivas de las madres respecto de sus hijos, convenciéndolas de que sus instintos maternos las estaban traicionando.

Si esta tendencia continúa, corremos el grave riesgo de persuadir a las madres para que vean a sus hijos no como niños, sino como pequeños fardos llenos de extraños enigmas e impulsos, o incluso como un fardo impuro de extraños y estremecedores simbolismos que una madre inexperta posiblemente nunca entendería.

Tonterías. En nuestra experiencia, las madres resultan ser las mejores madres posibles.

En ningún campo se ha obligado a las madres a tragarse más mitos y leyendas terroríficas ni se les ha forzado más a ahogar todos sus instintos maternos como en el caso del aprendizaje preescolar.

Muchas madres de hoy han llegado a creer cosas que suponen verdad, sencillamente porque las han oído muy a menudo. Intentaré exponer estas premisas aceptadas corrientemente, todas las cuales son mito en uno u otro grado.

  1. El mito: Los niños que leen demasiado pronto tendrán problemas de aprendizaje.

    La realidad: En ninguno de los niños que hemos conocido personalmente, ni en ninguno de los niños a los que sabemos que les han enseñado a leer en casa, hemos encontrado que suceda así. De hecho, en la inmensa mayoría de los casos, la verdad es exactamente lo contrario. Ya hemos expuesto muchos de los resultados de la lectura temprana.

    Es difícil comprender por qué causa tanta sorpresa el elevado porcentaje de niños con problemas de lectura. Y no tiene nada de sorprendente. Lo que en realidad debería sorprender es que haya alguien capaz de aprender a leer, empezando, como la mayoría lo hace, a la edad en que precisamente está a punto de desaparecer la capacidad de aprender fácil y espontáneamente.

  2. El mito: Los niños que aprenden a leer demasiado pronto serán unos "repelentes" niños prodigio.

    La realidad; Vamos, vamos, creadores de mitos, analicemos el asunto, ¿Van a ser los niños que leen pronto unos zopencos o unos genios? Es realmente asombroso lo a menudo que una misma persona afirma el mito 1 y el mito 2. El hecho es que ninguno de los dos es verdad. Siempre que hemos encontrado a niños que han aprendido a leer muy pronto, les hemos visto felices, bien adaptados y disfrutando más que otros niños. No pretendemos sostener que la lectura temprana solucione todos los problemas que se le puedan presentar a un niño, y suponemos que si se busca bastante, se encontrará algún niño que aprendió a leer muy pronto y que, por otras razones, resultó ser también "repelente". A lo largo de nuestras experiencias nos ha sido mucho más difícil encontrar un niño de este tipo entre los que aprendieron a leer pronto que entre los que aprendieron a leer en el colegio. Tenemos la seguridad de que encontraríamos muchos, muchísimos niños inadaptados e infelices entre los que no saben leer cuando comienzan a ir al colegio. En realidad, son muy corrientes.

  3. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto causará problemas en la escuela primaria.

    La realidad: Esto no es totalmente un mito, porque, en parte, es cierto. Causará problemas al principio, y no los tendrá él, sino que los causará a la profesora. Puesto que se supone que las escuelas son para beneficio del niño y no de la profesora, será preciso que esta se esfuerce un poco para tratar de resolver su problema. Centenares de estupendas profesoras lo están haciendo diariamente y con facilidad. Las verdaderas responsables de que se mantenga en circulación este mito de los problemas que crea el niño que ha aprendido a leer muy pronto son las pocas maestras que no están dispuestas a hacer esfuerzo alguno. Pero una profesora digna de este nombre puede ocuparse del niño avanzado en lectura con menos tiempo y esfuerzo que el que necesita para resolver los problemas planteados por la legión de niños que no saben leer. De hecho, una maestra de primer grado con una clase llena de niños que saben leer y a quienes les encanta hacerlo, apenas tendrá problemas. Esta situación también solucionaría muchos problemas posteriores, puesto que en todos los grados se pasa mucho tiempo con los niños que no saben leer.

    Es francamente malo que la profesora de primer grado no pueda resolver todos sus problemas (y tiene docenas) con la misma facilidad con que lo hace frente al niño que ya sabe leer cuando llega a la escuela. Centenares de buenas profesoras resuelven sencillamente este problema dándole al niño unos cuantos libros para que lea él solo, mientras que ellas luchan con los otros compañeros, enseñándoles el alfabeto. Muchas profesoras van más allá: hacen que el niño lea en voz alta a sus compañeros. A este, generalmente, le gusta tener oportunidad de demostrar su capacidad, y los demás temen menos a la lectura al ver que puede hacerse. Las profesoras realmente buenas han enfocado este "problema" de muchas maneras.

    ¿Qué hacemos con las profesoras sin imaginación? Esto sí que es problema, ¿verdad? Es un problema para todos los niños de cualquier grado que tengan una profesora deficiente. Cuando un niño de primer grado tiene una profesora así, hay muchas probabilidades de que ocurra lo siguiente: el niño que, sin duda, será el mejor en el segundo grado es el que sabía leer ya antes de empezar a ir a la escuela. Él no necesitaba realmente el primer grado tanto como los demás.

    Paradójicamente, incluso el colegio que pone mayores reparos al niño que sabe leer antes de iniciarse en el primer grado, se siente extremadamente orgulloso del que es superior en lectura a los demás en el segundo grado. Uno de los problemas más fáciles con que ha de enfrentarse cualquier profesora sensata de primer grado es el del niño que ya sabe leer. Lo más difícil para ella, y en lo que tardará más tiempo, es el niño al que no puede enseñar a leer. Aunque todo esto no fuera verdad, ¿se atrevería alguien a sostener seriamente que debemos evitar que el niño aprenda para mantenerlo en el nivel medio de sus compañeros?

  4. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto se aburrirá en las clases de primer grado.

    La realidad: Este es el temor extendido en la inmensa mayoría de las madres y es el más cuerdo de todos los problemas. Para exponer la cuestión más exactamente, lo que preguntamos en realidad es: el niño que ha aprendido demasiado, ¿no se aburrirá en el primer grado?

    La contestación es que sí; hay, efectivamente, bastantes probabilidades de que se aburra en el primer grado, exactamente igual que casi todos los niños en una clase de primer grado.

    ¿Ha vuelto a vivir el lector alguna vez días la mitad de largos que aquellos pasados en la escuela elemental? Las escuelas elementales son, en general, mucho mejores hoy que cuando fue al colegio el lector de este libro. Pero pregúntese a casi todos los niños de primer grado lo largo que se les hace un día de colegio en comparación con el sábado o domingo. ¿Significa su respuesta que no desean aprender? En absoluto; pero cuando los niños de 5 años tienen unas conversaciones tan poco sencillas como las suyas, no creo que podamos realmente esperar que sea para ellos un gran estímulo un material de lectura tan pobre como este: "Mira este automóvil. Es un automóvil rojo muy bonito." El niño de 7 años que tiene que leer frases como estas no solo ve el bonito automóvil rojo, sino que podría decirnos el fabricante, el año, el modelo y probablemente incluso los caballos de fuerza que tiene. Si nos interesara saber algo más sobre el bonito coche rojo, lo mejor sería preguntárselo. El sabe, con toda seguridad, mucho más sobre el coche que nosotros mismos. Los niños tendrán razón al aburrirse en el colegio, en tanto no se les de material digno de interés.

    Aceptar que el niño que sabe más es el que más se aburre equivale a aceptar igualmente que el que menos sabe es el más interesado en la clase y, por tanto, el que menos se aburre. Si la clase no tiene interés, todos se aburrirán. Si lo tiene, solo, se aburrirán los que no puedan entenderla.

  5. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto perderá en fonética.

    La realidad: Puede perder en fonética, pero si le ocurre no lo echará de menos.

    El doctor O. K. Moore, al que ya hemos mencionado anteriormente como uno de los verdaderos pioneros en enseñar a leer a niños de 3 años, se ha negado rotundamente a intervenir en la perpetua y superficial polémica entre los adeptos de la lectura a través de la vista y los de la lectura a través del sonido. La define como una pugna estéril.

    En la actualidad no existe una forma para enseñar a leer a niños pequeñitos que quepa llamar "la mejor". No hay un método exclusivo, como tampoco lo hay para enseñar a un niño el lenguaje a través del oído. Tendríamos que preguntarnos a nosotros mismos: "¿He enseñado a mi hijo a oír por el método "fonético" o, sencillamente, lo expuse al lenguaje hablado?" También habríamos de preguntarnos: "¿Qué tal resultó?" Si aprendió a oír y hablar con fluidez la lengua, posiblemente el sistema que hemos usado es bueno.

    El material que utilizamos en El Instituto para que aprendan a leer los niños pequeñitos no tiene ninguna clase de magia. Es, sencillamente, un intento claro, natural y organizado de enseñar a leer a un niño chiquitín. Se basa en la comprensión de cómo se desarrolla el cerebro del niño y en la experiencia adquirida con muchísimos niños, tanto normales como lesionados cerebrales.

    Es, simplemente, un camino que tiene la virtud de dar resultado en un alto porcentaje de niños pequeñitos.

    Sí, es cierto. Su niño puede perder en fonética si usted le enseña a leer cuando es muy pequeño… Y eso no hace bonito.

  6. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto tendrá algún problema de lectura.

    La realidad: Pudiera ser, pero la probabilidad de tener este problema es mucho menor que si aprendiera a leer a la edad usual.

    Los niños que saben leer no tienen problemas con la lectura. Quienes los tienen son los que no saben leer.

  7. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto se verá privado de su preciosa infancia.

    La realidad: De todos los tabúes que se han creado sobre los niños en relación con la lectura, este es el más patente desatino. Examinemos un momento los hechos de la vida y no un grupo de ilusorios cuentos de hadas.

    ¿Los niños de 2 o 3 años ocupan deliciosamente cada minuto del día haciendo lo que más les gusta? Lo que más le gusta al niño es pasar todos los minutos posibles ocupado y jugando con su familia. Nada, absolutamente nada, puede compararse a la total atención que le presta su familia, y si puede hacer lo que quiera, esto es lo que buscará.

    Pero ¿qué niño, en nuestra sociedad, en nuestra cultura y en nuestro tiempo, puede tener una infancia semejante? Lo impiden los pequeños detalles prácticos; por ejemplo, ¿quién limpia la casa, quién tiene que lavar, quién ha de planchar, quién tiene que cocinar, quién lava la vajilla y va a la compra? En la mayoría de los hogares que conocemos es mamá la que hace todo esto.

    A veces, si mamá es lo bastante lista y tiene paciencia suficiente, puede encontrar la forma de hacer algunas de estas cosas con su hijita de 2 años, como hacerla participar en el maravilloso juego de ayudarle a hacer la comida. Si mamá sabe y puede, el resultado es estupendo.

    Sin embargo, en su inmensa mayoría, las madres que conocemos no han sido capaces de compartir las tareas domesticas con sus niños. El resultado de todo esto es que casi todos los niños de 2 años se pasan una gran parte de su tiempo dando gritos angustiosos para salir del “parque”. La mamá simplemente tiene que dejarlo allí, y así el niño no meterá sus deditos en los enchufes, no se arrastrará, no se cortará no se caerá por la ventana mientras ella hace algo.

    ¿Es esta la encantadora infancia de la que estamos hablando, la infancia que se pierde por aprender a leer? Esto es lo que ocurre, más o menos, en casi todos los hogares que conocemos. Si en el suyo no es este el caso, y es usted una de las personas que presta la mayor atención en casi todos los momentos del día a su hijo de 2 años, creemos entonces que no tendrá por qué preocuparse, y que hay una gran probabilidad de que su niño de 2 años ya sepa leer. Usted no se puede pasar todo el día, ni todos los días, enseñándole a hacer pastelillos.

    No hemos encontrado ni una sola madre, por ocupada que estuviera, que no haya tratado de encontrar algún momento todos los días para poder dedicarlo a su niño durante sus primeros años. La cuestión es cómo hacer este tiempo lo más fructífero, feliz y provechoso posible. Es indudable que no queremos desperdiciar ni un minuto que ayude a formar a un niño más feliz, más capacitado y más creador.

    Nosotros, que hemos pasado la vida trabajando como miembros de una organización dedicada al desarrollo de los niños, estamos convencidos de que no hay camino más alegre ni más productivo para la madre y el niño que ocupar en el ejercicio de la lectura los pocos minutos que pasen juntos cada día.

    La alegría que sienten los padres y el niño a medida que este va aprendiendo el significado de palabras, frases y libros no tiene igual. Este, es uno de los grandes contenidos de una infancia verdaderamente encantadora.

    Vamos a concluir, volviendo al caso de Millie y sus padres. En el informe que el padre de Millie publicó, resumió correctamente el caso cuando dijo: "Si la mente del bebé no hubiera estado ocupada en aprender a leer, lo hubiera estado en oír, actividad menos fructífera."

    Pero la madre de Mullie, haciendo uso de su prerrogativa femenina, dijo las últimas palabras, quizá las más importantes: "Disfrutábamos tanto las dos, que parecía que no nos importaban nada los demás; pero me temo que esto era un poco egoísta por nuestra parte."

  8. El mito: El niño que aprende a leer demasiado pronto sufrirá "demasiada tensión".

    La realidad: Si este mito significa que es posible crearle al niño demasiada tensión enseñándole a leer, es verdad: como es igualmente verdad que podemos crear demasiada tensión en un niño enseñándole cualquier otra cosa.

    Crearle al niño tensión, sea cual fuere la razón, es una tontería, y nosotros no nos cansamos de advertir a todos los padres contra ello. Por tanto, no debe hacerse. La pregunta ahora es la siguiente: ¿qué tiene que ver la tensión con el hecho de dar a un niño la oportunidad de leer? Si el lector o lectora se deciden a seguir el consejo que este libro contiene, la respuesta es que no hay conexión alguna entre la tensión y la forma en que el niño aprende a leer. Incluso no solamente advertimos a los padres que no creen tensión en sus hijos, sino que insistimos en que no les deben permitir que lean hasta que tanto el padre como el niño tengan el oportuno estado de ánimo y el auténtico deseo de hacerlo.

Hay, probablemente, un largo número de historias fantasmagóricas sobre las terribles cosas que sucederán si se le enseña a leer a un niño pequeñito, pero a lo largo de toda nuestra experiencia jamás hemos visto un solo resultado poco afortunado. Todas las tenebrosas predicciones que hemos oído están basadas en la falta de conocimiento del proceso de desarrollo cerebral, una parte del cual es la lectura.

De acuerdo con esto, debemos reiterar uno de los puntos más importantes que este libro intenta destacar. Formulada sencillamente, y desde un punto de vista neurológico, la lectura no es en absoluto una asignatura: es una función cerebral.

Leer el lenguaje es una función del cerebro igual que lo es oírlo. ¿Cuál sería nuestra reacción si al examinar las asignaturas de un niño nos tropezáramos con la Geografía, la Ortografía, la Urbanidad y la Comprensión Verbal?

Hubiéramos dicho, seguramente: ¿qué hace la comprensión verbal considerada como asignatura? Esta comprensión de la palabra oída, diríamos, es algo que hace el cerebro, algo que no se puede confundir con asignaturas que se enseñan en el colegio.

Igual ocurre con la lectura.

Por otra parte, la ortografía es una asignatura propia del colegio.

Un niño puede leer de modo maravilloso y no tener, necesariamente, una buena ortografía. Son dos cosas diferentes y dos procesos totalmente distintos. Leer es algo que hace el cerebro, y la ortografía es una asignatura sobre ciertas reglas que la gente ha inventado para mantener ordenada la lectura y la escritura. Cuando la profesora enseña ortografía, trata con hechos que forman parte de unos conocimientos que el hombre ha acumulado. Cuando un niño lee, su cerebro no se fija en los detalles de construcción de una palabra.

El cerebro del niño está, en realidad, interpretando pensamientos expresados por el autor.

Que el lector se haga estas dos preguntas:

1. ¿Puede leer palabras que no sabría escribir ortográficamente? Claro que puede, y muchas.

2. ¿Puede escribir ortográficamente palabras que no sepa leer? Desde luego que no. Leer es una función del cerebro, y la ortografía es un conjunto de reglas. De la misma manera que podemos leer y entender palabras que no sabemos escribir ortográficamente, podemos leer y entender palabras que no sabemos pronunciar. El autor oyó recientemente a un afamado profesor americano, doctor en Filosofía y Letras, pronunciar mal la palabra inglesa epitome[2]. Evidentemente, había usado esta palabra durante muchos años y en su sentido correcto. Aunque hubiera seguido cursos de fonética (y lo había hecho, probablemente), seguiría pronunciándola mal, sencillamente porque la había aprendido leyéndola, como aprendemos la inmensa mayoría de las 100.000 palabras que componen un vocabulario inglés razonable. ¿Cuántas de estas palabras se enseñaron en el colegio? Un pequeño número solamente. Cuando llegamos al colegio tenemos ya un enorme vocabulario de la lengua hablada. Nos enseñan a leer, a lo sumo, usos cuantos miles de palabras, y a escribir ortográficamente unos cuantos miles más. Las restantes decenas de millares que hemos llegado a conocer las hemos aprendido por nuestra cuenta oyendo, leyendo y, muy de tarde en tarde, buscando algunas en diccionario.

Por todo lo expuesto anteriormente, ¿queremos decir que nos oponemos a que los niños aprendan ortografía? Claro que no. La ortografía es una asignatura propia del colegio y una de las más importantes.

Quizá en el futuro todo el mundo llegue a la conclusión de que los chiquitines deberían aprender a leer en casa, igual que aprenden a comprender lo que oyen. Sería una bendición, tanto para la madre privilegiada como para el afortunado niño y para la profesora, terriblemente cargada de trabajo (que entonces podría dedicarse a transmitir a sus alumnos la maravillosa historia de los conocimientos que el hombre ha ido acumulando). Y sería también un gran beneficio para nuestros sistemas escolares, mal financiados, faltos de espacio y escasos de personal.

Echemos un vistazo a nuestro alrededor y veamos cuáles son los auténticos problemas de una escuela.

Fijémonos en los diez mejores niños de cada clase, y observaremos cuál es el factor común más destacado en el grupo. Es fácil: son los que mejor leen. Los niños que no saben leer son el mayor problema de la educación.