CAPÍTULO 5
Los pequeñuelos deben aprender a leer
¿No sabéis que en cualquier trabajo el comienzo es lo principal, especialmente para una criatura que sea joven y tierna? Pues así puede amoldarse más fácilmente y recibir la señal que uno desee imprimirle.
PLATÓN.
Herbert Spencer dijo que el cerebro no debería pasar más hambre que el estómago. La educación debería comenzar en la cuna, pero en una atmósfera interesante. Es poco probable que llegue a la Universidad el hombre que va adquiriendo conocimientos con penosos esfuerzos y bajo amenazas de castigo, mientras que aquellos que han adquirido esos conocimientos de forma natural y a su debido tiempo son los que probablemente continuarán, a lo largo de su vida, la autoformación iniciada en su juventud.
Hemos examinado ya los casos de varios niños a quienes sus madres les enseñaron a leer muy pronto y que más tarde progresaron de forma espléndida, pero tales ejemplos no se encuentran en la literatura profesional.
Examinemos ahora los resultados del caso de Millie (Marta), recogidos por Terman en el curso ulterior de la vida de esta niña.
A los 12 años y 8 meses, Millie llevaba un avance de 2 años en relación con los niños de su misma edad, estando ya en el último año del bachiller elemental. Terman refiere:
"En el semestre anterior, fue la única alumna, en una clase de cuarenta, que obtuvo matrícula de honor.
"En el curso siguiente, 1927-1928, lo primero que el inspector le preguntó al profesor de Millie fue en que aspecto destacaba más. La contestación fue: "Millie lee maravillosamente." En una charla que Millie sostuvo con el inspector, dijo que "le gustaría leer cinco libros diarios, si no tuviera que ir al colegio". También admitió, sencillamente y sin ánimo de presumir, que leía muy de prisa, y que había leído trece volúmenes del Real American Romance en una semana. Su padre, dudando que pudiera haberse leído esos libros en tan poco tiempo y que los hubiera asimilado, le hizo preguntas sobre lo que había leído. Ella las contestó satisfactoriamente."
Terman concluye que no hay pruebas que indiquen que a Millie le haya perjudicado en ningún aspecto el haber aprendido a leer de muy pequeña, y sí en cambio absoluta evidencia para mantener el punto de vista de que sus facultades eran debidas, al menos en parte, a su preparación en la primera infancia.
Los varios test de CI que se le hicieron superaron los 140 puntos. Millie era fuerte y vivaracha; no halló obstáculo alguno en su adaptación social, ni siquiera cuando sus condiscípulos resultaron ser 2 o 3 años mayores que ella.
Un CI (cociente intelectual) de 140 situaba a Millie en la categoría de genio.
Numerosos estudios indican que muchos adultos de elevado nivel intelectual y de los clasificados como genios aprendieron a leer mucho antes de ir al colegio. Siempre se ha sostenido que estas personas leían a tan temprana edad precisamente porque tenían una inteligencia superior a la normal. Es un postulado adecuadamente científico, y siempre lo hemos aceptado.
Sin embargo, a la luz del gran número de casos registrados en los que los padres han decidido enseñar a leer a sus pequeños mucho antes que fuera posible aplicarles un test de inteligencia válido, y, por tanto, antes que hubiera razón alguna para creer que el niño tenía una inteligencia superior a la normal, debemos ahora plantearnos nuevas preguntas.
¿No será que estos niños llegan a tener una inteligencia superior a la normal porque se les enseñó a leer a muy temprana edad?
El hecho de que haya tantas personas de elevado grado intelectual, e incluso calificadas como genios, que leían antes de la edad escolar apoya tanto el primer postulado como el segundo.
Hay, no obstante, más pruebas para apoyar el segundo postulado que el primero, y forman también un supuesto científico perfectamente válido.
La hipótesis de que mucha gente de gran inteligencia leía a muy tierna edad porque son genios se apoya esencialmente en una base genética, y presupone que todas estas personas tienen una inteligencia superior porque fueron genéticamente dotados con este potencial.
No vamos a discutir el hecho de que hay diferencias genéticas en las personas ni vamos a entrar en la vieja discusión sobre la importancia respectiva del medio ambiente y de la dotación genética, puesto que no concierne directamente al asunto primordial de este libro.
A pesar de ello, no podemos cerrar los ojos a las considerables pruebas que apoyan la posibilidad de que leer a temprana edad tiene una gran influencia en el rendimiento intelectual de la vida posterior.
- A muchos niños que resultaron superiores a lo normal se les enseñó a leer antes que hubiera prueba alguna de que fueran, en cualquier aspecto, poco comunes. De hecho, algunos padres habían decidido, antes que el niño naciera, hacer de él un niño de inteligencia superior enseñándole a leer a temprana edad, y así lo hicieron.
- En muchos de los casos registrados, a un niño se le enseñó a leer, y este niño resultó tener una inteligencia que superaba la normal, mientras que en la misma familia, y con los mismos padres, otros niños a los que no se les enseñó a leer pronto no resultaron tan inteligentes. En algunos casos, el niño al que se le enseñó a leer fue el primero. En otras familias, por varias razones, el niño al que se le enseñó a leer no fue el primero.
- En el caso de Tommy Lunski (y hay otros casos similares al suyo) no había absolutamente nada que indicara que Tommy estuviera genéticamente dotado de un modo especial. Tanto el padre como la madre de Tommy tienen un grado de instrucción que no sobrepasa el del bachillerato, y no presentan ninguna faceta intelectual distinta de lo común. Los hermanos de Tommy son niños corrientes. Por añadidura, no hemos de olvidar que Tommy sufrió una grave, lesión cerebral y que cuando tenía 2 años se recomendó su ingreso para toda la vida en una institución, por ser un "anormal sin posibilidades de curación". No queda nada que decir, a no ser que hoy Tommy es un niño extraordinario que lee y entiende tan bien, al menos, como la mayoría de los niños normales que le doblan la edad.
¿Sería honrado, científico e incluso racional considerar a Tommy como un niño "superdotado"?
Thomas Edison dijo que el genio se compone de un 10 por 100 de inspiración y un 90 por 100 de transpiración. (Es curioso observar que el mismo Thomas Edison fue considerado como "retrasado" cuando era niño).
Hemos explicado ya con cierto detalle las seis funciones neurológicas que pertenecen exclusivamente a los seres humanos, y hemos destacado que tres de ellas son facultades receptivas, mientras que las otras tres son expresivas.
Parece obvio que la inteligencia humana se limita a la cantidad de conocimientos que haya podido adquirir del mundo que le rodea, a través de sus sentidos receptivos. La más elevada de estas facultades receptivas es la capacidad de leer.
Es así mismo obvio que si estas tres facultades humanas fueran totalmente suprimidas, el hombre tendría más de vegetal que de ser humano.
La inteligencia humana, por tanto, se halla limitada por la suma de las tres características humanas de ver y oír de manera que culmina en la capacidad de leer y de entender el lenguaje hablado, y en una facultad especial de sentir que lo capacita, en caso necesario, para leer el lenguaje por el tacto.
Destruyendo estas tres facultades receptivas se destruiría gran parte de lo que hace al hombre distinto de los demás animales.
Limitando estas tres facultades, se limitará igualmente la inteligencia humana.
A no ser que una de estas tres facultades humanas sea elevada, tendremos a un ser humano cuya inteligencia es baja.
Si una de estas facultades es más elevada que las demás, la persona se comportará al máximo nivel de dicha facultad, siempre que esa persona haya tenido acceso a todas las oportunidades posibles para adquirir conocimientos a través concretamente de esa facilidad.
Nadie obtendrá mayores éxitos que los que permita la conjugación de su facultad receptiva más desarrollada y las oportunidades que haya tenido de emplear dicha facultad.
El caso inverso es, por supuesto, igualmente cierto. Si estas tres facultades humanas se dan en un grado muy bajo en el mismo ser humano, este se comportará a un nivel muy bajo e incluso infrahumano.
Si pudiéramos imaginarnos una situación en la que el hombre perdiera de repente su facultad de leer y oír el lenguaje sería necesario enseñar a la nueva generación a comunicarse de alguna otra manera. Es obvio que elegiríamos para comunicarnos el sentido del tacto, como hizo la primera profesora de Hellen Keller, puesto que su alumna, ciega y sorda, no podía hablar, leer ni escribir. Si la capacidad de Hellen Keller de recibir el lenguaje a través del tacto hubiera sido muy baja, solo podría haber existido a un nivel animal. Si su sentido del tacto no hubiera existido, como le ocurría con la vista y el oído, hubiera solo podido vivir a nivel vegetal.
Cuando estas facultades se incrementan en el hombre, su capacidad de actuación mejora.
Los niños con lesiones cerebrales graves, a quienes se ha enseñado a leer a temprana edad, han demostrado una capacidad mucho mayor que los niños con lesiones cerebrales a los que no se les ha dado igual oportunidad. Los niños normales antes mencionados, y muchos otros, han conseguido éxitos mucho mayores que aquellos a quienes no se les han concedido estas oportunidades.
Es posible que existan algunos adultos retrasados mentales profundos capaces de entender el lenguaje con ciertas limitaciones, pero no hay personas geniales que no puedan entenderlo, al menos en nuestra cultura.
Naturalmente, debemos tener presente que la inteligencia solo puede vincularse a la cultura en la que existe. Un aborigen australiano normal y adulto, llevado a Nueva York para someterle a un test americano corriente de inteligencia, resultaría ser un retrasado mental profundo, según nuestras normas.
Por otra parte, un adulto americano, llevado a una tribu de aborígenes australianos, se hallaría totalmente desamparado en aquella cultura, y probablemente no podría sobrevivir, a menos que aquel pueblo le cuidara del mismo o parecido modo que nosotros cuidamos a nuestros retrasados mentales. Es evidente que el "idiota" americano sería incapaz de obtener alimentos con un bumerang, incapaz, de cazar lagartos vivos y comérselos crudos, incapaz de encontrar agua y, sobre todo, incapaz de entender lo que se le dijera, al menos por una temporada.
El lenguaje es el instrumento más valioso para el hombre. Este no puede tener pensamientos más complicados que los que su lenguaje le permita formular. Si necesita añadir más palabras, ha de inventarlas para usarlas como instrumento de pensar y para poder comunicar este nuevo pensamiento.
Esto se comprueba fácilmente en nuestra sociedad técnica, en la que cada decenio se han de inventar miles de palabras a fin de dar nombre a los nuevos descubrimientos. Durante la segunda guerra mundial, la Quinta Fuerza Aérea entrenó a un elevado número de indios americanos en las técnicas de radio y los envió a distintos puestos militares del Pacífico.
Puesto que pocos japoneses, o ninguno, hablarían chocto o siux, se esperaba que se pudiera ahorrar un tiempo muy valioso al no tener que descifrar los mensajes en clave.
La idea no dio resultado, sencillamente porque no había palabras en el lenguaje de los indios para describir un bombardero, un torpedero, un portaaviones, el combustible y otra infinidad de términos de la Fuerza Aérea.
Prácticamente todos los test de inteligencia que se aplican a seres humanos se basan en la capacidad para captar los conocimientos escritos (lectura) o los hablados. En nuestra cultura es así como debiera ser.
Si la capacidad de leer es reducida o no existe, no cabe duda de que la capacidad para expresar la inteligencia también se ve claramente disminuida.
Entre los pueblos de la Tierra que no tienen un lenguaje escrito, o donde el lenguaje escrito es muy primitivo, no solo es cierto que tales gentes no tienen cultura, sino que también lo es el que su inteligencia y su facultad creadora son bajas.
Los esquimales sujetan a sus hijos pequeños a las pieles con que se cubre su madre la espalda, y les niegan así toda oportunidad de patear y de arrastrarse hasta que tienen casi 3 años. Esto resulta altamente interesante si consideramos que la cultura esquimal ha permanecido invariable por lo menos desde hace 3.000 años. Los esquimales no tienen lenguaje escrito. Su lengua hablada es muy rudimentaria.
Si bien es obvio que la falta de material para leer o la falta de capacidad para ello desembocan inevitablemente en una falta de cultura, es infinitamente más importante el que también da lugar a una inteligencia muy baja.
Es una cuestión puramente académica investigar sí los aborígenes australianos no leen porque poseen escasa inteligencia o si tienen escasa inteligencia porque no leen.
La falta de lectura y la falta de inteligencia se dan la mano, tanto en los seres individuales como en los pueblos.
La facultad del lenguaje es un instrumento vital. No nos podemos imaginar una conversación de "altos vuelos" o la descripción de un pensamiento complicado en la lengua de una tribu del Amazonas, aunque se hablara esta lengua con soltura.
Por consiguiente, la capacidad de expresar la inteligencia se halla ligada a la flexibilidad de la lengua con la que nos manifestamos.
No hay ningún test de CI válido para niños menores de 2 ½ años. Es posible empezar a aplicar el test Stanford-Binet a un niño de 2 ½ años y obtener resultados que pueden ser generalmente válidos en su vida posterior.
Sin embargo, a medida que la capacidad de lenguaje va en aumento, los tests que se aplican resultan más válidos, y más adelante podrán usarse incluso test como el de Wechsler-Bellevue.
Naturalmente, en los tests infantiles de CI se exige cada año una mayor capacidad de lenguaje. Por tanto, es evidente que si la fluidez verbal de un niño es más avanzada que las de otros niños de su edad, será considerado más inteligente que los demás.
A Tommy Lunski, cuando tenía 2 años, se le clasificó como retrasado mental sin esperanza de curación, esencialmente porque no podía hablar (y eso es una forma de manifestar la inteligencia), mientras que a los 5 años se le consideró un niño superior a los demás porque leía maravillosamente.
Es completamente obvio que la capacidad de leer, sobre todo a temprana edad, tiene mucho que ver con la medida de la inteligencia. A fin de cuentas, poco importa que la capacidad de manifestar la inteligencia sea un test de inteligencia válido en sí mismo: es el test sobre el cual se juzga la inteligencia.
Cuanto más pronto se enseñe a leer al niño, más presto estará para aprender y mejor lo hará.
Así, pues, algunas de las razones por las que los niños deberían aprender a leer muy pequeños son las siguientes:
- La hiperactividad del niño de 2 o 3 años es, de hecho, el resultado de una infinita sed de conocimiento. Si se le da oportunidad de saciar esa sed, aunque sea por poco tiempo, el niño será bastante menos hiperactivo, mucho más fácil de proteger de cualquier daño y estará mucho más capacitado para aprender cosas del mundo físico y de sí mismo.
- La capacidad del niño de 2 o 3 años de adquirir conocimientos jamás podrá ser igualada.
- Es infinitamente más fácil enseñar a leer a un niño de esta edad que lo será después.
- Los niños a quienes se ha enseñado a leer muy pronto adquieren una cantidad de conocimientos mucho mayor que aquellos cuyos intentos de leer de pequeños se vieron frustrados.
- Los niños que aprenden a leer siendo muy pequeños tienden a comprender mejor que los que no han aprendido tan pronto. Es interesante oír leer al niño de 3 años con inflexión y comprendiendo lo que lee, en contraste con el promedio de los niños de 7, que leen cada palabra por separado y sin apreciar la frase como algo con sentido completo.
- Los niños que aprenden a leer muy pequeñitos tienden a leer con rapidez y comprensión mucho mayores que los que no han aprendido tan pronto. Y esto se debe a que los niños pequeñitos no le temen nada a la lectura ni la consideran una "asignatura" llena de tremendas abstracciones. Para los niños pequeñitos es una de las cosas maravillosas de un mundo lleno de cosas maravillosas que aprender. No se "atascan" en detalles; sino que para ellos tiene la lectura un sentido totalmente funcional. Y tienen razón.
- Finalmente, una razón tan importante al menos como las ya expuestas: a los niños les encanta leer a una edad muy temprana.