4

Aarón corre de aquí para allá, alterado y con una mala leche que no es normal en él. No para de soltar gritos a las dos empleadas y al camarero que, supuestamente, hará de boy para nuestra amiga. Se llama Diego y se ha presentado muy emocionado cuando hemos llegado porque ha pensado que yo era Dania. Me parece que es más joven que nosotros; veintisiete años, le echo. Es extrovertido, simpático, alegre y muy atractivo, la verdad. Lleva el pelo bastante corto, pero advierto que es castaño claro. Tiene unos ojos marrones achinados que le dan un aire algo infantil. A mí me ha caído bien de inmediato, por lo que me sabe mal que Aarón le chille tanto.

—¿No crees que te estás pasando con el chico? —le insinúo acercándome a él.

—Mel, si no los espabilo, la fiesta va a salir como el culo.

—La fiesta va a salir estupendamente porque estamos todos los amigos de Dania… —Me doy la vuelta y le señalo toda la gente que está en el local—. ¿Y quiénes son ésos? Apenas conozco a la mitad.

—Algunos son conocidos de Dania. Me dejó su agenda y los llamé. Los demás son clientes asiduos que se dejan una buena pasta —me explica al tiempo que observa al DJ que ha contratado mientras conecta todos sus aparatos.

—No entiendo por qué tienen que estar en el cumpleaños de nuestra amiga —protesto. No me hace ninguna gracia—. Pensaba que cerrarías el local.

Aarón enarca una ceja, pero no dice nada. Me aprieta el hombro como disculpándose porque debe dejarme sola para ir a hablar con unos clientes. Los observo con disimulo: son dos hombres muy bien vestidos, con aspecto de ricachones, pero también con cara de oler mierda. Vamos, que estoy segura de que son unos remilgados.

—No te hace mucha gracia todo esto, ¿verdad?

Diego ha interrumpido mis pensamientos. Ladeo el rostro y le dedico una sonrisa.

—Pues la verdad es que habría preferido ir a cenar a un bonito restaurante y después a un lugar tranquilo.

—Todavía estáis a tiempo de hacerlo. —Coge una bayeta y limpia de la barra los restos de chupitos que han dejado unos clientes.

—Quita, quita, que Aarón nos mataría. —Apoyo el codo en la madera y me quedo mirando a Diego con curiosidad—. He estado muy encerrada en mí misma últimamente. Estuve aquí hace un mes más o menos y no recuerdo que esto fuese así.

—¿Así cómo? —Me mira con extrañeza.

—Pues con tanta gente, tan cool. Recuerdo el día que conocí a Aarón. Me dijo entonces que no le gustaban estos ambientes, que se había cansado de ellos, y que por eso apenas pisaba el Dreams. —Sacudo la cabeza rememorando esa época—. Y míralo ahora, ¡está como pez en el agua!

Diego y yo nos volvemos hacia Aarón, quien no se cansa de saludar, de estrechar manos de hombres y de besar mejillas de mujeres.

—Le va muy bien —dice Diego, y asiente.

—Lo único que no quiero es que se obsesione con esto. Hoy está de un humor de perros. —Tuerzo el gesto.

—¿Sólo hoy?

Se echa a reír. Levanta el índice, va hasta los estantes con docenas de botellas y coge una de tequila. Sirve dos chupitos y me acerca el salero. Le sonrío y me echo un poco en el dorso de la mano.

—¿Por qué brindamos? —pregunto divertida.

—Para que Aarón no me chille más esta noche —responde riéndose.

Nos lamemos la sal y a continuación nos bebemos el chupito de un trago. Casi me atraganto con el jugo de la rodaja de limón porque me da la risa tonta.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí? —Siento curiosidad.

—Más o menos un mes. Pero de momento sólo vengo los sábados. Estoy pensando en plantear a Aarón que me contrate los viernes —me explica mientras retira los vasitos.

—¿Te gusta que te regañen?

Me echo a reír. Él también sonríe y luego niega con la cabeza.

—Me gusta este sitio. Y Aarón me cae bien.

—Ya que llevas aquí un mes debes de conocer a Dania. Es que como antes pensabas que era yo…

—Puede que sí. ¿Viene mucho por el Dreams?

—La semana pasada estuvo. —Omito que se emborrachó—. Es muy llamativa: alta, guapa, pelirroja.

—Vienen muchas chicas así por aquí.

Me guiña un ojo y después se aleja para atender a las dos mujeres que se han acercado a la barra. Me vuelvo hacia ellas con disimulo. Pues sí, una de las dos es pelirroja, como Dania, y también tiene unos pechos enormes.

En cuanto se marchan vuelvo a interrogar a Diego. Cada vez me cae mejor.

—¿Y no te molesta tener que hacer de boy para mi amiga?

—Aarón me comentó la idea y fui yo quien se ofreció. Va a pagarme bien y necesito la pasta.

No le pregunto para qué, pero él, como si me conociera de toda la vida, me lo cuenta.

—Vivo con mi madre. No es porque sea un vago ni nada de eso. Es que va en silla de ruedas y no tiene a nadie más. Mi padre murió hace dos años y, desde entonces, cuido de ella. —Se queda callado, pensativo y con la sonrisa menos ancha que antes—. No tenemos mucho. —Se encoge de hombros—. Así que todo el dinero que pueda ganar ¡bienvenido sea!

Asiento con la cabeza. Estoy a punto de comentarle que me parece muy buen hijo cuando noto que me vibra el móvil. Lo saco del bolsillo y descubro el nombre de Héctor en la pantalla. Hay tanto ruido aquí dentro que no puedo entender una sola palabra de lo que me dice cuando contesto. Me disculpo ante Diego y me encamino hacia la salida, pero justo en ese momento entran Dania y mi novio al local. Mi amiga tiene cara de perro, como si realmente no le apeteciera nada de nada celebrar su cumpleaños. Es más, Héctor la lleva agarrada por los hombros. La verdad es que lo he mandado a él a casa de Dania porque sabía que no podría negarse a venir ante la labia de mi novio. A mí, en cambio, me habría costado más convencerla.

—Ya estamos aquí. —Héctor me saluda con un beso en los labios que me sabe a gloria.

—Guapísima… —Abrazo a mi amiga; la noto rígida entre mis brazos. Con lo efusiva que ha sido siempre al saludar y ahora mismo lo único que hace es darme dos pequeños besos de lo más desganados—. ¿Cómo estás, Dania?

Observo atentamente su rostro en busca de alguna señal. Lo que descubro son unas grandes ojeras debajo de las toneladas de maquillaje que se ha puesto.

—Bien. —Y esboza una sonrisa.

—¿Preparada para una gran noche? —le pregunto tratando de mostrarme animada.

—No me hace ninguna gracia cumplir tantos años —me suelta con una mueca.

—¡Pero si estamos jovencísimas! —exclamo cogiéndola del brazo.

Hago una señal a Héctor para que se vaya a buscar a Aarón, y Dania y yo nos quedemos a solas.

—Porque tú lo eres más que yo… —Dania hace un puchero, pero al final se deja llevar hacia la barra.

Por favor, ¡si sólo nos llevamos un año!

—¡Diego! —Llamo al camarero y éste acude a toda prisa. Cuando descubre a Dania a mi lado se queda como paralizado. En realidad no me asombra porque ella provoca esas reacciones en la mayoría de los hombres. Me inclino hacia delante para que pueda oírme—. Ésta es la cumpleañera.

—Hola, Dania. Encantado. Yo soy Diego.

En lugar de darle dos besos, le tiende la mano. Mi amiga lo observa como si fuera un bicho raro. Y, aunque le devuelve el saludo, para nada es como los usuales de ella, tan llenos de seducción. No me lo explico, porque creo que Diego es el tipo de hombre que le gusta, aunque sea más joven que ella. Vamos, que no sería el primer yogurín que la atrae.

—Ponme algo fuerte —le pide un tanto seria.

Diego abre la boca, como si quisiera decir algo, pero al final se lo piensa mejor y nos da la espalda para preparar uno de los famosos cócteles del Dreams.

Miro a Dania con expresión interrogativa, y se encoge de hombros para restar importancia a su forma de comportarse. Aguardo a que Diego le sirva la bebida y, para mi sorpresa, me entrega otra. Le doy las gracias con una sonrisa, pero la verdad es que sólo tiene ojos para mi amiga. Vamos, que al chico le ha gustado y mucho. Sin embargo, como se da cuenta de que Dania no le hace ni caso, se despide de nosotras con una inclinación de cabeza y se aleja para hablar con sus compañeras.

—Es guapo el nuevo camarero de Aarón, ¿eh? —dejo caer.

—Tiene buen culo —observa ella bebiendo de su pajita. El cóctel baja hasta la mitad con tan sólo un sorbo. Madre mía, cómo le da al alpiste.

—Pues luego vas a tener una sorpresa suya —le digo de forma misteriosa.

Dania me mira con los ojos muy abiertos.

—¿A qué te refieres? ¿Acaso saldrá de una tarta totalmente desnudo? —Sonríe, y pienso por un momento que esta Dania se acerca más a la que yo conozco.

—Aarón le dijo que quería traerte un boy y él se ofreció.

—¿Qué me estás contando? Aarón cada día tiene ideas más tontas. —Suelta un suspiro y da otro trago a su bebida, acabándosela. No espera ni un segundo: llama a Diego con una mano y le pide otro cóctel.

—¡Que todavía no ha empezado la fiesta! —le recuerdo poniéndome un poco nerviosa. Si ya lleva dos cócteles bien cargados, va a ocurrirle lo mismo que el otro día—. Todavía tiene que llegar Ana.

—Estoy entrando en calor, Mel —me dice un tanto molesta.

—Oye, sé que últimamente no nos hemos visto mucho, que no te he preguntado si…

Me deja con la palabra en la boca porque suelta tal grito que me asusto. Señala con una de sus largas uñas algo a mi espalda, y entonces me vuelvo y descubro qué es lo que ha despertado en ella semejante emoción. Acaba de entrar la banda que le gusta tanto. En ese momento Aarón se acerca a los músicos, los saluda y después acuden hasta nosotras.

—Éstos son Sin Calma y Con Prisas.

Nos presenta a cada uno de ellos, y con cada saludo Dania se emociona más. En persona parecen mucho más jóvenes de lo que aparentan en las fotos. La verdad es que yo no he escuchado nada de ellos, así que no puedo opinar, pero me los imagino como El Canto del Loco o algo por el estilo.

Mientras se dirigen hacia el escenario Dania se lanza a los brazos de Aarón y le estampa un pedazo de morreo. Que conste que ya no son nada. Desde que lo dejaron no han vuelto a tener ni un rollete. Pero parece que la efusividad de mi amiga ha regresado.

—¡No me puedo creer que hayas hecho esto por mí! —chilla abrazada a Aarón como una lapa.

—Ahora sí me quieres, ¿no? —le dice él en tono reprobatorio, pero en el rostro tiene una sonrisa. Le acaricia el pelo como si fuera una niña.

—Ya sabes que me encantan. —Le da otro beso, esta vez en la mejilla.

Aarón se vuelve hacia mí y me guiña un ojo. Después vuelve a dejarnos a solas para dirigirse a donde está el grupo de música.

—Te ha gustado la sorpresa, ¿eh? —Le froto el brazo con cariño.

—Es que, en serio, cuando los veas tocar te vas a morir de amor —me dice ella sin apartar la vista del escenario.

La veo tan contenta que no quiero chafarle el momento, pero la verdad es que me muero de ganas por continuar la conversación de antes que, en el fondo, ni habíamos empezado. Así que me inclino sobre ella, con mis labios pegados a su oído, dispuesta a sonsacarle qué es lo que le pasa. Sin embargo, antes de poder hablar, alguien me hace cosquillas en la cintura y doy un brinco.

—¡Mel, cariño! —Me doy la vuelta y me topo con la cara de mi hermana. Nos fundimos en un efusivo abrazo y, de inmediato, bajo la vista hasta su tripita. ¡Ay, por favor, que ya se le nota! Ella repara en mi cara de sorpresa y suelta una risita—. No te esperabas esto, ¿eh?

—Pero si no hace tanto que no nos vemos —digo, como si fuera algo superextraño.

—Esto va así de rápido. Dentro de poco estaré como una foca.

Me coge una mano y la acerca a su vientre. Me quedo esperando unos segundos, pero no noto nada. ¿Cuándo dará pataditas?

Félix y Héctor llegan en ese momento, gesticulando muy emocionados. Supongo que estarán hablando de algún concierto de música clásica o de alguna ópera. En cuanto me ve, Félix también me abraza con fuerza. Tiene un brillo especial en los ojos y parece muy contento. Supongo que tanto Ana como él sienten que están cumpliendo sus sueños. Y creo que, a este paso, voy a ser la tía más orgullosa del mundo.

—Me muero de ganas por saber qué es lo que llevas ahí. Me encantaría que fuese una nena —digo a mi hermana con una sonrisa.

Tras saludos y más saludos, empieza la fiesta. Me quedo con Héctor, mi hermana y mi cuñado, y Dania se pierde por el local para saludar a los amigos y conocidos que han venido. Las camareras circulan por el Dreams con bandejas repletas de bocaditos y de cócteles especiales para la ocasión.

—¡¿Dónde está Dania?! —pregunto a Aarón, que no deja de corretear de aquí para allá.

—¡Ni idea! —exclama él por encima de la música. Se sube al escenario en cuanto el DJ deja de pinchar temas. La gente se da cuenta de que algo pasa y se vuelve al oír a Aarón—. ¡Buenas noches a todos! Hoy el Dreams acoge una celebración especial… ¡Es el cumpleaños de una de mis mejores amigas! Dania, por favor, ven aquí ahora mismo.

La buscamos por entre la gente y, al cabo de unos segundos, ella aparece con esos andares tan elegantes y felinos que tiene. Bueno, ahora se asemeja otra vez más a esa Dania segura, fuerte y seductora. Ni siquiera se molesta en bajarse el corto vestido cuando sube al escenario. ¡Que se le va a ver todo, leches! Aarón le permite que coja el micro y que dirija unas palabras a la concurrencia. No todos los congregados han venido aquí por ella, pero eso a Dania le da exactamente igual.

—¡Gracias por venir! No me apetecía mucho celebrar mi cumpleaños, pero ahora estoy tan contenta… —Se le traban las palabras. Chasqueo la lengua. A saber cuánto habrá bebido durante este rato—. Mi amigo me ha traído este fantástico grupo al que adoro. —Señala a la banda, que ya se ha colocado en el escenario y sonríe al auditorio—. Después van a pasarme un pene por la cara…

La gente ríe aunque no entiende lo que Dania quiere decir. Me vuelvo hacia Diego, que tiene los ojos muy abiertos y una expresión sorprendida en el rostro. Me encojo de hombros como disculpándome.

—Y ya veremos cómo acaba la noche. Lo que sí os digo ahora es… ¡que empiece la fiesta! —Dania suelta un gritito y el público se une a ella como si la conociera de toda la vida.

Mientras bajan del escenario suenan los primeros acordes de Sin Calma y Con Prisas. ¡Y la verdad es que son geniales! Su música es de un estilo cercano al rock y al swing, y con la primera canción la gente se muestra ya de lo más emocionada. Incluso mueven el cuerpo aquellos de los que, por su aspecto, nunca habría dicho que les gustara este ritmo.

—¡Está genial! —exclama Ana mientras baila con Félix.

Vaya, sí que la ha cambiado el embarazo. Con lo sosa que era, por favor.

Dania y Aarón también están dándolo todo en medio de la pista, rodeados de un montón de personas que los acompañan con palmas. Héctor me tiende una mano y con un gesto me pide que nos unamos a ellos. Bailamos todas las canciones sin parar hasta que nos falta el aire en los pulmones. Me río, salto, grito, tropiezo. De vez en cuando lanzo miradas de soslayo a Dania, pero la descubro tan sonriente que me quedo tranquila. También me fijo en que Aarón no deja de mirar a una mujer que se encuentra no muy lejos de nosotros, sentada a la barra. Cuando sus ojos se cruzan ambos sonríen con timidez. ¿Qué? ¿Aarón tímido? ¿Desde cuándo?

—Esa chica viene muy a menudo, y sola. Qué extraño, ¿no? —me explica Dania cuando el grupo termina su concierto. Por suerte, se le ha bajado la borrachera con los bailes—. Creo que a Aarón le gusta. —Me dedica una sonrisa picarona.

—¿Y él todavía no se ha presentado? —pregunto con curiosidad.

—En realidad ella se presentó a él una noche. Estaba sola, como siempre, junto a la barra y le dijo que se llamaba Alice. —Dania la observa de forma disimulada. Dirijo también los ojos hacia esa mujer, que ahora está pidiendo algo a una de las camareras—. Creo que es francesa, pero no tiene apenas acento. Llevará mucho tiempo viviendo aquí. Pero vamos, por lo que sé, Aarón y ella no han llegado a tener un contacto más estrecho. Lo único que hacen es hablar aquí.

—¡Qué raro, joder! —Hasta se me ha escapado una palabrota de lo asombrada que estoy—. Y encima el tío no me ha contado nada. Ya le diré cuatro cosas, ya —murmuro un tanto molesta.

No nos da tiempo a hablar sobre nada más porque Aarón se lleva a Dania. Subimos hasta el segundo piso mientras el resto de la gente se queda abajo bailando con la música que pincha el DJ. Aarón nos ha preparado el reservado más grande y ha colocado una silla en el centro para Dania. A pesar de las reticencias que ha mostrado antes, ahora se la ve emocionada con la idea de que el boy se contonee para ella. Nos sentamos en los sillones de los rincones y esperamos dando palmas. Hasta Ana está divirtiéndose, pero cuando Diego aparece con una careta de cuero, un collar alrededor del cuello y un látigo entre las manos a mi hermanita se le abre tanto la boca que casi le llega al suelo. Héctor y Félix sueltan una carcajada y Dania un gritito de emoción.

—¡Acércate, que voy a darte tu castigo! —exclama mi amiga agarrando el látigo.

Durante unos cinco o seis minutos Diego baila para Dania de manera muy sensual. La verdad es que el chico lo hace tan bien que no puedo evitar preguntarme si, quizá, ésta no sea su primera vez. Dania se entrega en el espectáculo, se divierte dando golpecitos a Diego en el trasero, aunque también se lo estruja en alguna que otra ocasión. Héctor, Aarón y Félix no pueden dejar de reír, y Ana, de vez en cuando, me lanza miradas escandalizadas. Me alegro muchísimo de que mi amiga esté comportándose tal como es, de que esta noche haya dejado atrás la tristeza, sea por lo que sea. Eso sí, en cuanto pasen unos días, tengo que quedar con ella para hablar sobre el asunto.

—Esto es para ti.

Terminado el espectáculo, cuando Diego acaba de marcharse para cambiarse, Héctor entrega a Dania el regalo que le hemos comprado entre todos. Es un conjunto de ropa interior bien caro y precioso, de esos que a ella le encantan. Después le da el que nosotros dos hemos elegido. También entrega uno a mi hermana, que nos mira un tanto confundida.

—Pero ¡si no es mi cumpleaños! —dice con nerviosismo.

Dania ya ha abierto el suyo: es un patito como el mío, pero el suyo va vestido de cuero negro y lleva una mordaza en la boca. Se echa a reír y pide a Aarón que le haga una foto dándole un beso en el piquito. En ese momento oímos a Félix soltar una carcajada y a mi hermana llamándome a gritos.

—¡Mel! Pero ¿qué es esto? —Nos muestra su regalo. También es un pato, todo de color rosa, con unas plumas alrededor del cuello en plan diva.

—¡El tuyo está chulísimo! —exclama Dania. Se sienta a su lado y pide a Aarón otra foto, en la que mi hermana sale con gesto horrorizado.

—Hemos pensado que a Félix y a ti os vendrá muy bien dentro de unos meses, cuando no te veas los pies por culpa de la tripa —le digo guiñándole un ojo.

Ana se pone como un tomate, pero la verdad es que a mi cuñado sí que parece hacerle gracia.

—¡Ahora las tres tenemos un patito del que disfrutar! —chilla Dania toda emocionada—. No sé cómo bautizarlo…

Ducky ya sabes que está cogido —le digo riéndome.

El resto de la noche lo pasamos felices, recordando viejas anécdotas y hablando sobre planes futuros. Félix y mi hermana se retiran a las dos y media porque ella está un poco cansada y empieza a tener náuseas. Le doy un abrazo bien grande y me despido con la promesa de que pronto nos veremos. La verdad es que no quiero perderme ni una de las etapas de su embarazo. A las cuatro Héctor y yo anunciamos nuestra marcha.

—Ya os vais a copular, ¿eh? —Dania me abraza con fuerza, a diferencia de la forma débil en que me había saludado.

—A ver si el viernes que viene puedes sacar un ratito para comer juntas —le digo—. Tenemos que hablar. No lo hacemos en serio desde que… —Estoy a punto de recordarle que no lo hacemos desde que rompió con su último novio, con el que había durado más que con ninguno y con el que de verdad se la veía contenta. Incluso hablaron de boda. Pero un día nos dijo que lo habían dejado y no quiso explicarnos los motivos.

Ella se pone seria de repente, alza un dedo y lo posa en mis labios negando con la cabeza. La miro con los ojos muy abiertos.

—Ya hablaremos, Mel. —Me da un empujón hacia Héctor. Acabo de ver una sombra en sus ojos—. Venga, id a disfrutar. Me quedo un rato más con Aarón.

Quiero preguntarle si de verdad está bien, si necesita que me quede con ella, pero con un gesto me indica que me vaya. Le advierto con la mirada que del viernes no pasa.

Héctor y yo caminamos en silencio hasta el coche y, una vez dentro, suelto un suspiro.

—Menuda noche… ¡Cuántas emociones!

—Pero al final todo ha ido bien, ¿no? —Me dedica una de esas sonrisas suyas tan cálidas.

—Aarón tiene razón: Dania está muy rara. Espero que el viernes quiera quedar y me explique qué le sucede.

—Puede que su última ruptura la haya dejado más tocada —opina Héctor mientras mira por el retrovisor.

—Pero ella no es así…

—Melissa, todos caemos alguna vez.

Me dan ganas de decirle que no, que Dania jamás lo hará, que ella es la amiga fuerte y alegre. Sin embargo, en esta ocasión no estoy tan segura de mis creencias.

Ya en el piso, a pesar de que son las tantas, le digo a Héctor que voy a llenarme una bañera. Apesto a tabaco y a alcohol, y son olores que odio meter en la cama. Estoy en el agua con un montón de sales y de espuma cuando Héctor entra en el cuarto de baño. Va desnudo y lleva las manos ocultas a la espalda.

—¿Compartimos? —pregunta sonriente, aunque sabe perfectamente que le diré que sí.

Me echo hacia delante para que se coloque detrás de mí. En cuanto lo noto pegado a mí se me escapa un pequeño gemido. Todavía no hemos hecho nada, pero su sexo ya ha despertado y está rozándome la parte baja de la espalda.

—Mira lo que he traído —me susurra al oído.

Estira un brazo, abre la mano y me muestra a mi Ducky. Me echo a reír y me apoyo en su pecho. Pasa la otra mano por delante y la posa sobre uno de mis senos, acariciándomelo con suavidad.

—He pensado que entre Ducky y yo podemos hacer que te relajes… —Su voz cada vez es más sensual. Me mordisquea el lóbulo de la oreja. Su respiración profunda me excita.

—No lo dudo —murmuro con los ojos cerrados.

Aprieta el pato y enseguida el sonido inconfundible de la vibración quiebra el silencio. Lo apoya en mi cuello y va deslizándolo por él. Unas agradables cosquillas me inundan y me estiro en la bañera dispuesta a pasarlo bien.

—Dime, cariño, ¿por dónde quieres que pasee a Ducky?

—Por aquí… —Me señalo los pechos.

Héctor desliza el patito hasta mis pezones y hace círculos en ellos con él. Suelto un suspiro y esbozo una sonrisa. Mientras tanto su mano baja por mi vientre hasta mi sexo. Separo las piernas rápidamente, ansiosa por sentir sus dedos en mí.

—¿Y ahí? ¿Quieres notar a Ducky ahí? —Su respiración entrecortada junto a mi oreja me provoca. La mía se acelera con cada avance del juguete por mi cuerpo. Héctor lo va bajando por mi piel, arrancándome cosquillas y suspiros—. ¿O prefieres sentir otra cosa?

Le suplico que lo segundo, pero de todas formas no me hace caso y continúa jugando con Ducky. De repente la colita del pato vibra sobre mi clítoris, que ya se encuentra hinchado, y se me escapa un gemido. A continuación noto los dedos de Héctor abriéndose paso por entre los pliegues de mi sexo. Él mismo me abre las piernas más y se acomoda en mi espalda de manera que noto la presión de su pene contra mi trasero, ansioso de meterse en mí. Otro gemido sale de mi garganta en cuanto uno de sus dedos hace círculos en mi interior. Mueve el vibrador de arriba abajo sobre mi clítoris, provocando que cada vez me excite más. El placer que sabe darme este hombre es inaudito.

—¿Y si te follo contra esa pared, Melissa?

Ladeo la cabeza hacia el lugar que me está indicando. Asiento con la boca seca. Dejaría que me lo hiciera en cualquier parte, y la verdad es que ahora mismo me apetece un poco de ese sexo salvaje que él me da.

No alcanzo a decir nada porque ya ha salido de la bañera y, en cuestión de segundos, me está sacando. Me arrastra hasta la pared de tal manera que no toco el suelo con los pies. Me muevo y consigo aferrarme con las piernas a su cintura antes de que mi espalda impacte contra la pared. Nos besamos con ganas, buscando nuestras lenguas y jugando con ellas de esa forma tan sensual que tanto nos gusta. Sus manos recorren toda mi piel, húmeda en parte por el agua de la bañera, en parte por el sudor que empieza a perlarme a causa de la excitación. Héctor tiene las mejillas coloradas debido al vapor del baño, y eso le da un aspecto tremendamente excitante. Clavo los talones en su trasero y echo el mío hacia delante, rozando mi sexo contra el tuyo.

—Tómame, por favor —le ruego.

Como él también está muy excitado, no me hace esperar más. Me coge bien de los muslos, para que no me resbale, y empuja contra mi sexo. En cuanto lo noto dentro de mí suelto un largo gemido. Héctor empieza a moverse con dureza, tal como me gusta en muchas ocasiones. Me encanta hacerlo en esta postura, atrapada contra la pared por todo su cuerpo, que choca con el mío. Muerdo sus labios, se los chupo, tiro de ellos. Clava sus dedos en mi piel, jadeando en mi boca, musitándome palabras subidas de tono, pero también de amor.

—Jamás… —susurra entrecortadamente. Mis jadeos se unen a los suyos con cada una de las embestidas—. Jamás… dejaré de hacerte el amor, Melissa. —Me besa una vez más, traspasándome el sabor de su excitación—. Siempre que estoy dentro de ti siento que nos merecemos la vida.

Me aprieto contra él, apoyando las manos en sus hombros con la intención de acompasar nuestros movimientos. Le clavo las uñas al notar su sexo en lo más profundo del vientre.

Se me escapa un gemido tras otro, hasta que me doy cuenta de que el orgasmo acude a mí. Héctor aumenta las sacudidas, de manera más rápida e intensa, haciendo que lo note en cada uno de los rincones de mi ser. Cuando se deja ir, sonrío. Y segundos después yo también me libero. Le araño la espalda y chillo como si me fuera la vida en ello. Hacer el amor con Héctor es como si volviera a nacer.

—Te quiero —dice mientras nos damos besitos.

Nos quedamos así unos minutos, él todavía agarrándome, yo aún con la espalda contra la pared. Entonces veo en sus ojos algo diferente: ilusión y esperanza, pero también algo de inquietud. Me dispongo a preguntarle qué sucede, pero no me da tiempo porque se adelanta y suelta algo que me deja sin respiración:

—¿Nos casamos?