Ya sé qué haremos, exclama. Te volveré a contar los cuentos que me contaste y que olvidaste. Por ejemplo, el de Xi Shi.
¿Xi Shi?, repito.
Xi Shi, la famosa belleza, estaba triste y fruncía el entrecejo a la vista de todos.
Como nota que no reacciono ni recuerdo nada, sigue:
En aquel mismo pueblo vivía una niña que la admiraba y que no oía más que elogios sobre Xi Shi. Creyendo que era astuto imitarla para volverse hermosa, la niña se puso a hacer ese mismo gesto. Fue en vano que su madre le dijese que no lo hiciera más. La niña fruncía el entrecejo porque no entendía que Xi Shi era hermosa a pesar de ello.