Capítulo 7: Libros digitales

«The printed book, as Seth Godin wrote recently, is a fetish of sorts, like an expensive watch: something we buy because we like to look at it, but something that is no longer really functional or necessary. In the end, that’s likely to be a good thing, not a bad one.»[9]

Gerd Leonhard

Tinta digital

Compilación de «Es el momento para aprovechar la tinta digital» (publicado el 14 de octubre de 2009 en El Día) y «Libros electrónicos» (publicado el 4 de noviembre de 2009 en El Día)

El libro electrónico es otro de los avances que nos cambiará la vida en los próximos meses. En abril me compré un Kindle de Amazon y luego un Reader 700 de Sony, que vengo usando activamente desde entonces.

Devolví el Kindle después de probarlo unas horas, porque aparentemente no se podían comprar libros en Amazon sin tarjetas de crédito emitidas en Estados Unidos. Un amigo en la red me explicó que había una fórmula: comprar una giftcard de Amazon con la tarjeta chilena y luego usar la giftcard para adquirir los libros. Los datos que más me han servido me los dio un usuario del mismo modelo 700 de Sony que yo había comprado. Gracias a sus consejos, en mi blog hay decenas de sitios donde uno puede revisar la ilimitada oferta de libros para bajar y la forma de complementar el software que entrega Sony con Calibre, que es más versátil. Esto me permite leer cada semana las ediciones de las revistas Wired, Time y The Economist.

Los readers son comodísimos, del tamaño de un libro chico, por lo que se manejan con una mano. El contraste de las letras funciona casi tan bien como en el papel. La tinta digital opera a través de una pantalla, que no emite luz como la de los computadores. Prácticamente no gasta energía mientras leemos y sus letras no vibran.

Pese a las bondades del libro electrónico, los ejecutivos de nuestras empresas son reacios a las nuevas oportunidades del mundo digital. El argumento es la cantidad de tiempo que falta para que esta novedad se masifique. Es evidente que en nuestro país los avances que implica la compra de nuevos dispositivos se demoran, pero el problema es que la ventana de oportunidad para innovar es ahora, cuando hay tiempo para prepararse. Si esperamos hasta tener la ola encima, ni siquiera podremos salvar los muebles.

En Estados Unidos, los libros impresos que cuestan alrededor de 15 mil pesos, tienen una versión digital de no más de 5 mil pesos. O sea, las personas que compran más de un libro al mes ahorran el costo del aparato al año de uso. El libro digital hasta ahora ha sido un producto norteamericano, pero acaba de terminar la Feria del Libro de Frankfurt, quizá la más importante del mundo, donde analistas adelantaron que dentro de los próximos cinco años entre el 5 y el 10 % de todo el comercio editorial europeo se dirigirá a estos nuevos dispositivos.

Vengo llegando de un viaje por Estados Unidos que tuvo como objeto entender las tendencias que vienen. Una de las pocas cosas que me quedan claras es que se aproxima el Internet móvil. 2008 fue el año del celular inteligente, simbolizado por la imagen de Obama con su BlackBerry. El 2009 estalló Twitter, el Internet en tiempo real. En esta línea, se espera que el 2010 sea el año de un nuevo dispositivo. Por ese espacio está compitiendo la industria del libro electrónico.

El libro digital se impondrá

Publicado el 27 de julio de 2010 en El Día

Esta semana discutía con un exalumno sobre la existencia de los lectores de libros electrónicos. A pesar de que surgieron recién hace dos años, Amazon informó que en EE. UU. ya vende más libros digitales que en papel. La discusión se dio respecto a las características que deberían tener estos productos para «imponerse» sobre el papel.

Mi contradictor decía que el papel siempre ganaría si con la nueva tecnología solo se intentaba imitarlo. Para él la clave del éxito de los nuevos soportes pasará por las nuevas funciones que entregará lo digital. Ejemplificaba con un libro de economía, donde los datos y precios mencionados podrían actualizarse.

Aunque es valioso que se aprovechen nuevos servicios digitales (por ejemplo, en un libro electrónico uno puede marcar párrafos, incluso cortar y pegarlos en otros documentos), la revolución que explica su éxito ha consistido en repetir la experiencia de lectura de libros en un producto completamente digital (por lo mismo, muchísimo y crecientemente más barato).

Pienso que lo digital se impondrá fundamentalmente por un tema de precio: cada vez es más caro imprimir y distribuir copias impresas, y no solo de libros, sino también en el caso de los diarios, donde el fenómeno es mucho más grave. De hecho, de aquí viene la importancia que las empresas editoriales le han otorgado a productos como las tabletas de Apple. Rupert Murdoch, el mayor empresario de medios del mundo, ha dicho que de ellas depende el futuro de los diarios.

En los computadores ya teníamos la experiencia de oír una radio o ver una película en forma completamente similar a como lo hacíamos a través de los sistemas análogos previos. Sin embargo, leer en un PC no es lo mismo que leer en papel. Lo mismo ocurría con los libros, que desde hace mucho se podían leer en sistemas como el PDF. Eso ya es pasado gracias al libro digital.

A estas alturas, ¿quién lee todo El Quijote?

Publicado el 17 de marzo de 2011 en El Día

Hace años me cuestionaba el efecto que tendría en las futuras generaciones la masificación del uso del mando a distancia en la televisión tradicional. Hay estudios que muestran lo relevante que es la práctica de «apurar» la visualización de una película previamente grabada.

Un amigo español acaba de publicar en un blog de un diario gallego una columna que titula «iPadear». Así describe la acción que se da al pasearse por los contenidos dentro de las tabletas (iPads). Con la idea del zapping muchos usuarios encienden la tableta sin un objetivo claro y comienzan a pasearse por sus diversas aplicaciones. La idea surgió de un estudio que pretendía analizar las mejores aplicaciones para revistas, que concluyó que el gran desafío es mantener a las personas en una sola aplicación.

Ayer retuitié otra columna que comenzaba preguntando: «¿Todavía estás leyendo esto o ya estás por clickear en otro link?». Se trata de una cita al columnista inglés Andrew Sullivan, quien destacaba la presión que significaba para nuestra concentración el solo hecho de pensar: «A cada instante, en algún lugar del planeta, está ocurriendo algo trascendental para nuestras vidas». Muchos explican con este tipo de factores lo adictivo que puede resultar el microblogging.

No sé si los jóvenes actuales, que viven incluso sus relaciones sociales sobrecargados por los estímulos de las redes, sean capaces de leer una novela clásica. Leer, por ejemplo, a Marcel Proust, donde una parte relevante del relato no se refiere a acciones sino a lúcidas descripciones del entorno. The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains, del columnista del New York Times Nicholas Carr, es muy pesimista respecto del impacto que Internet está teniendo en nuestra capacidad intelectual. Otros creen que será un estímulo al desarrollo neuronal de las futuras generaciones. Lo que dudo es que, en este escenario, alguien se interese por leer El Quijote.

Libros sin papel

Publicado el 22 de octubre de 2011 en El Día

Muchas veces he hablado en este espacio sobre los lectores digitales. Hoy presentaré la primera novela que una autora consagrada edita en formato digital en el país: se trata de Hada de las cadenas, de Francisca Solar. Nos encontramos en el tránsito del mundo digital centrado en el computador de escritorio, a otro dominado por aparatos móviles, como los teléfonos, lectores y tabletas.

La importancia del cambio tiene un factor económico: los libros de papel son un lujo cada vez más caro. La lectura se masificó en el norte de Europa cuando los libros se leían como folletines, en capítulos que venían dentro de diarios o revistas. Así se hicieron conocidos autores como Arthur Conrad Doyle o Charles Dickens.

Hada de las cadenas costará solo 5 mil pesos, un precio razonable para un libro para jóvenes. En este contexto, el empresario Seth Godin asegura que un libro de papel será un objeto similar a un reloj caro, algo que compraremos porque nos gusta mirarlo, pero no será algo funcional y mucho menos necesario. El problema que tendrán los autores en el mundo digital es que los lectores no estarán acostumbrados a pagar por lo digital.

Un blogger muy conocido, Joey Baker, creía que «controlar la escasez de algo que no es escaso no puede funcionar». Por lo desafiante e iluminador del posteo de Baker, terminó diciendo: «No podemos cobrar por información que se puede encontrar gratis en cualquier parte, pero sí podemos cobrar por una gran experiencia de uso».

La edición digital se podrá vender si permite en los dispositivos de lectura una experiencia equivalente a la de leer un libro en el papel. Esta experiencia no es poca cosa y no me refiero al sonido de dar vuelta a la página. Hablo del diseño, de la tipografía, del contraste y el orden conseguido en la presentación.

Leí el libro de Francisca en un iPhone y les puedo garantizar que, en este caso, no extrañé el papel.