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Trilby fue incapaz de explicar a su madre lo que había ocurrido en el campamento. Ni siquiera se atrevió a contárselo a Sissy. La conciencia le remordió durante varios días, mientras sus huéspedes holgazaneaban por los alrededores, representando mas trabajo para su madre y ella misma. Solo Sissy y Ben ayudaban. Richard parecía considerar que debían servirlo, y Julie se pasaba casi todo el tiempo enfurruñada en su habitación.

A pesar de la alegría que les embargo cuando Thorn y una extrañamente alicaída Trilby les anunciaran su compromiso, Jack y Mary Lang quedaron horrorizados al enterarse del incidente que se había producido con la partida de mejicanos que atacaron a los jóvenes en las montanas.

—Este lugar esta sin civilizar —comento Jack, malhumorado, a Mary—. Ojala nunca hubiese cometido la locura de venir aquí. Ahora no podemos permitirnos regresar a casa, y todo es culpa mía. ¿Que habría pasado si hubiesen matado a Trilby y los demás?

—Por fortuna no les ha sucedido nada, gracias a Thorn y al estupendo hombre apache

—dijo Mary con dulzura—. Deja de preocuparte —añadió, dándole una palmadita en el brazo—. Ahora todo va bien.

—¿Y por cuanto tiempo? —pregunto Jack—. Ya sabes que se dice que se cometen muchas atrocidades a lo largo de la frontera. Esto me recuerda un barril de pólvora a la espera de que alguien lo o

encienda.

—No nos hallamos cerca de Douglas —dijo Mary—. Estoy segura de que aquí estaremos seguros.

—Ojala sea así —dijo Jack, quien dejo a un lado su inquietud para centrar la conversación en el compromiso de Thorn y Trilby, que excitaba y complacía tanto a el como a su esposa—. Debo reconocer que nunca pensé que lo harían —agrego, con una sonrisa irónica—. Sobre todo tras sus continuos enfrentamientos. Aunque me da la impresión que lo hacían como una prueba antes del matrimonio. Me enorgullece que Trilby acabe tan bien.

Mary dijo:

—Considero que Thorn sale tan beneficiado de esa relación como nuestra hija. —Y rió al ver el rostro enrojecido de su marido mientras se disculpaba, algo avergonzado, por subestimar a su propia hija.

Richard, Ben y Julie prepararon las maletas, decididos a partir a la mañana siguiente.

—La verdad, no soportaría otro día aquí —dijo Richard—. El Oeste no me gusta. Añoro la sociedad civilizada.

—Eres un esnob, Richard. —Sissy suspiro—. Bueno, márchate si quieres, pero yo no estoy dispuesta a perderme la boda de Trilby.

—La han anunciado de forma bastante precipitada, ¿no te parece? —inquirió Richard.

—Thorn ya explico que la habían planeado hacia mucho tiempo y que tomaron la decisión cuando se hallaban en el campamento —rectifico Ben.

Richard se mostraba inquieto.

—Esta aprovechándose de ella. Trilby debería regresar con nosotros y alejarse de ese ranchero mientras puedas; nunca conseguirá adaptarse a la vida del desierto.

—Cualquier mujer se adaptaría a cualquier clase de vida con un hombre como Thorn, querido hermano. —Sissy rió entre dientes—. El señor Vance cuidara de ella; no te preocupes.

—Trilby fue mi primera novia —dijo Richard, resentido.

—Te comportaste como un necio al coquetear con Julie desde el día en que llegamos —replico Sissy en voz baja, para que Julie, que se hallaba en el salón, la oyese—. Tu empujaste a Trilby a los brazos de Thorn, y me alegro. $l es dos veces mas hombre que tu.

El rostro de Richard se encendió de rabia.

—Mira, será mejor que no me entere de que te ves con ese indio despreciable —amenazo.

—Ese indio despreciable me salvo la vida —recordó ella—. Mis asuntos privados no te incumben.

—¡Bah!

—No te olvides de escribir. Y di a mama que iré a casa después de la boda —añadió Sissy con jubilo, guiñando un ojo a Ben, que disimulo una sonrisa.

—¡Mama se pondrá furiosa!

—No, no lo creo. Ella me animo a que estudiase en la universidad mientras que tu y papá os burlasteis de mi. Un día seré antropóloga; espera y veras.

—El lugar de una mujer es el hogar —dijo Richard, imitando el tono severo de su padre.

—Tal vez lo era, pero ya no. Y cuando todas seamos instruidas, nadie nos retendrá en la cocina todo el día.

—Oh, maldita sea. Vamos a acabar de preparar el equipaje, Ben. No se puede discutir con ninguna mujer —sentencio Richard, disgustado.

Ben se limito a encogerse de hombros, dedicando Una sonrisa cálida y sincera a su hermana.

Julie casi no hablaba con nadie. Había cambiado tras la acampada, convirtiéndose en una triste sombra de la muchacha que había sido. Había comenzado a mirar a Richard con ojos fríos, tan enojada con el como Sissy y Trilby. Sin embargo el era tan obtuso que no parecía advertirlo.

En la estación, Thorn se las arreglo para estar cerca de Trilby cuando esta se despidió del anterior hombre de su vida. Le rodeo la cintura con un brazo, mientras ella estrechaba educadamente la mano de un Richard abatido.

—Espero que seas muy feliz, Trilby —dijo Richard con rigidez, dirigiendo una mirada gélida a Thorn—. Nos mantendremos en contacto, ¿verdad?

—Oh, tendrá que visitarnos el ano próximo, cuando estemos adecuadamente instalados

—intervino Thorn, con sequedad—. Organizare otra partida de caza.

—Bueno, si, seria estupendo —replico Richard. Sostuvo la mano de Trilby un poco mas de lo aconsejado por la cortesía y se la apretó. La muchacha estaba ya fuera de su alcance, y a Richard le dolía no haber actuado con mas decisión. Julie lo había cegado e impedido valorar a Trilby.

Ahora pertenecía a aquel rufián astuto y solo Dios sabia que seria de ella—. Adiós, Trilby. Me acordare de ti.

Ella sonrió, a punto de llorar, aunque no de tristeza por la marcha de Richard, sino por la sensación de perdida del pasado.1r1 formaba parte de su infancia y adolescencia. Siempre había asociado esas etapas de su vida a Richard, su muchacho maravilloso. Ahora, en la estación, se sentía completamente desilusionada y pensaba que sus sueños no habían sido mas que fantasías propias de una colegiala. Richard no se ajustaba en absoluto a la imagen dulce que ella se había creado de e1. Trilby estaba desprendiéndose de todo cuanto había creído anhelar, y sus sueños de amor habían sido sustituidos por el matrimonio con un hombre que solo se interesaba por ella para obtener el agua de su padre.

—Oh, Dios mío —susurro.

Richard, en el colmo de la vanidad, interpreto que la muchacha lamentaba abiertamente el hecho de perderlo. Contuvo el aliento y habría hablado si un brusco movimiento de Thorn y una mirada de sus ojos oscuros no le hubiesen disuadido. A pesar de todo, dijo:

—Si alguna vez me necesitas, puedes contar conmigo, Trilby. —Hablo con vehemencia y luego soltándole la mano, se volvió para encaminarse hacia el tren.

Trilby se habría reído de su jactancia si no se hubiera sentido tan desdichada. Tenia el corazón destrozado, y no le importaba que Thorn lo notase. Después de todo, el la había hecho caer en la trampa.

Thorn, que si se había percatado de la inquietud de la muchacha, no lograba encontrar las palabras precisas para expresar lo que sentía. Deseaba disculparse por haberla puesto en un aprieto y también quería bajar a Richard del tren y arrojarlo contra un cactus. Estaba convencido de que Trilby amaba a Richard tanto como lo odiaba a el por haber hecho imposible su amor.

Se aparto de ella con brusquedad para liar un cigarrillo con dedos diestros. Mientras tanto, Trilby se despedía de Ben y, con cierta frialdad, de Julie. Luego el tren se alejó de la estación y no tardo en convertirse en una mancha de humo en el horizonte gris.

El viento era frió, incluso para el mes de diciembre en el sur de Arizona.

La boda se celebro tres semanas mas tarde, en otro día frió y melancólico. Mary y Jack habían tratado de persuadir a la pareja de que esperasen hasta la llegada de la primavera, pero ninguno de los dos transigió. Thorn especialmente se empeño en no aplazar la fecha de la boda, como si algún motivo lo apremiase, pensó Mary. Por supuesto, nada podía haber sucedido en las montañas , pues habían estado en compañía de muchas personas como para permitirse una imprudencia... Tal vez su urgencia se debía a que Thorn amaba a Trilby y temía perderla en favor de Richard. Si, tenia que ser eso... Sin embargo Richard había partido hacia Luisiana con su hermano Ben y Julie. Entonces, ¿como explicar la obstinación del señor Vance? La pregunta quedaba sin respuesta.

Trilby, vestida con un traje largo de satén blanco, se presento a la ceremonia con una expresión que ninguna novia debería adoptar el día de su boda. Rígida y melancólica, pronuncio su promesa de fidelidad con aire ausente. Ni su actitud ni su rostro irradiaban alegría, y cuando Thorn se inclino para besarla, ella le ofreció la mejilla en lugar de la boca.

La distancia entre ambos era descomunal. Y la recepción posterior no contribuyo en absoluto a disminuirla, en especial cuando Curt, el primo de Thorn, se acerco para besar a la novia.

Trilby le sonrió, un gesto que su marido tuvo que aceptar.

—Gracias, Curt —dijo ella con dulzura.

—Lamento el modo en que comenzaron aquí las cosas para usted —dijo con timidez—. Espero que usted y Thorn sean felices. Lo deseo sinceramente.

—También yo —acertó a decir ella.

Sissy se quedo mirando a Curt, con curiosidad.

—Es guapo —dijo.

—Si, lo es. —Trilby advirtió que la pequeña Samantha parecía molesta cuando Curt le dirigía la palabra, y que enseguida se escudaba en su padre. La aparición de Sissy aparto a la novia de esos pensamientos. Sonrió al ver a su amiga con un vestido de color rosa con adornos de volantes y encaje—. Estas muy guapa —dijo, observando que llevaba el cabello suelto.

—A un determinado caballero alto no le gusta que me

recoja el pelo. —Suspiro y miro alrededor—. No se encuentra aquí, por supuesto. Se comporta con cortesía al evitarme. Es tarde, por la noche, oiré una flauta y saldré furtivamente para cobijarme bajo su manta mientras hablamos de razas antiguas y recitamos sonetos de Shakespeare.

—No hablaras en serio —exclamo Trilby, con malicia.

—Oh, claro que si. Nuestra relación es imposible —dijo Sissy, tras habérsele eclipsado la alegría—. Se que no existe futuro para nosotros, pero deseo estar con el. Cada segundo es precioso; mañana regresare a casa.

—Podrías quedarte aquí conmigo —dijo Trilby, agarrándose de un clavo ardiendo.

Sissy rió con tristeza.

—¿En tu luna de miel? Desde luego que podría. —Hizo un gesto irónico—. Deberías avergonzarte.

¿Que opinaría Thorn?

—No me importa.

La otra chica se apretó levemente las manos.

—No le tienes miedo, ¿verdad? —pregunto, solemne—. No se mucho mas que tu al respecto, pero he leído mucho. No debe doler demasiado, y si amas a un hombre se supone que tiene que resultar muy placentero, a pesar de lo que diga la gente mayor —susurro con tono conspirador.

Trilby se ruborizo, porque ya sabia demasiado. Pero no podía confesarlo.

—No le tengo miedo —dijo, dirigiendo una mirada a la esbelta figura de su marido que, vestido con un traje oscuro, se hallaba cerca, junto a un grupo de invitados que habían acudido para darles la enhorabuena.

—Te preocupa Samantha —apunto Sissy, señalando a la niña, que se encontraba junto a la mesa del refrigerio, totalmente sola, tratando de pasar inadvertida—. Siento pena por ella. Es como éramos tu y yo a su edad —añadió, con una sonrisa de pesar—. Ninguna de las dos éramos particularmente sociables.

—Yo cuidare de ella —dijo Trilby, mirando a la niña con cariño—. Ha recibido muy poco amor. Su padre no es una persona cariñosa.

—Tal vez te lleves una sorpresa —dijo Sissy—. A mi me parece muy sensible; un hombre que oculta sus sentimientos porque teme que le hieran. Su anterior matrimonio no seria feliz,

¿verdad?

—No; no creo lo fuera.

Sissy asintió.

—Bien, esta boda tal vez sea lo mejor para los dos. Desde luego, Thorn tiene mas que ofrecer que mi hermano, Trilby. Supongo que tu también lo sabes.

—Si, lo se. Relaciono a Richard con una parte importante de mi vida —dijo lentamente—. Sospecho que deseaba tanto revivir el pasado que lo confundí con el.

—La verdad es que serás mas feliz con Thorn. Si Richard hubiese llegado a casarse contigo, te habría dejado en casa mientras el se dedicaría a perseguir a otra mujer. Ni siquiera puede ser fiel a una novia. < Como hubiese sido soportar su traición dentro del matrimonio?

—Hubiese sido terrible —admitió Trilby—. En un tiempo creí amarle —dijo con tristeza—. Ha sido necesario este viaje para que me diese cuenta de que no era así. Realmente, no le amaba.

—Puedes aprender a amar a Thorn. Es muy hombre —enfatizo Sissy—. Dudo de que te arrepientas.

—Ya veremos. —Tomando a Sissy de un brazo, la condujo hacia la mesa del refrigerio, mientras procuraba no pensar en la noche que se avecinaba—. Vamos a comer y beber algo.

Mas tarde, Samantha se acerco tímidamente a Trilby, quien se arrodillo para quedar a la altura de la niña.—Solo quería felicitarla —dijo Samantha con su dulce— voz—. Me alegro de que se haya casado con mi padre. Espero que sea muy feliz.

—Yo espero que tu también lo seas. Me gustaría que fuéramos amigas.

—¿Piensa tener muchos niños? —pregunto la niña, seria, con gesto resignado.

Trilby se ruborizo.

—No deberíamos hablar de eso ahora, ¿de acuerdo? Sus palabras provocaron una débil sonrisa en la niña. —De acuerdo.

—Tendremos mucho tiempo para llegar a ser amigas,

Samantha. Y realmente lo seremos.

—¿Ama a mi padre, señorita Lang? —pregunto la pequeña con un tono muy prudente—. Quiero decir...mama —se corrigió.

—¿No seria mas fácil que me llames Trilby? –pregunto la muchacha a la niña, evitando responder su pregunta. —Mi padre dijo que debo llamarla —mama—. —Entonces lo harás solo en su presencia

—dijo Trilby con dulzura y sonrió—. Cuando estemos solas, puedes llamarme Trilby.

Los ojos oscuros de la niña se iluminaron. —Oh, bien, estupendo. Trilby rió.

—Será nuestro secreto.

—Si, un secreto de verdad. Trilby, ¿podría ayudarme con mis estudios? No quiero vivir con el do Curt para asistir a la escuela de la ciudad —dijo, preocupada.

—Estoy segura de que resolveremos ese problema —repuso la joven—. No me gusta la idea de que permanezcas en Douglas precisamente ahora, con todos esos incidentes en la frontera. Hablare con tu padre al respecto.

—Me alegra mucho. —Miro a Trilby con inquietud—.¿Debo ir a casa del tío Curt esta noche?

—Me temo que si. ¿No te agradan tus tíos?

Samantha no respondió directamente.

—Son buenos; dicen que puedo volver a casa mañana.—Entonces, te veré mañana, ¿no es así?

—dijo Trilby con una sonrisa.

La conversación había enternecido a Trilby; entonces recordó que esa era su noche de bodas. Solo ella, y Thorn sabían que no seria la primera vez que se acostaban juntos, pero no podían admitirlo ante los demás.

Trilby y Thorn estuvieron ocupados hasta tarde despidiéndose de los invitados. Después, como era inevitable se encontraron solos en el salón, débilmente iluminado por una lámpara, junto al calor del fuego de la chimenea, bebiendo la ultima copa de champaña.

La recién casada se había cambiado el traje de novia por un sencillo vestido de color gris.

En un primer momento pensó en ponerse el camisón, pero temió Thorn lo interpretase erróneamente como una insinuación de ir a su cama, y eso era lo ultimo que deseaba.

Vance no se había cambiado. Bestia una impecable camisa blanca y pantalones negros a juego con el fajín. Tan solo se había quitado la chaqueta y sus dedos estaban aflojando el corbatín.

—Estoy cansado, ¿y tu? —pregunto el para entablar conversación—. Había olvidado lo agotador que es casarse.

El comentario recordó a Trilby que no era la primera vez que el iba al altar. Observando las burbujas de la copa de champán, dijo:

—Si, es agotador.

La vista del hombre se poso en la elegante copa la muchacha sostenía en la mano.

—¿Sabes por que las copas de champán tienen forma? —pregunto el de repente.

Trilby lo miro y luego examino la copa.

—No. ¿Por qué?

El sonrió.

— ¿Estas segura de que quieres saberlo?

—Si, por supuesto —replico ella, curiosa.

Thorn se inclino un poco, acariciando sensualmente la copa que sostenía.

—Fueron diseñadas a partir de un molde de los senos de María Antonieta —dijo, con voz suave.

Ella dejo caer la copa, tanto por la sorpresa de la respuesta como por la manera en que el acariciaba la suya mientras miraba el pecho de Trilby.

Thorn sonrió ante la visible turbación de la muchacha., cha. Depositando la copa sobre una mesilla, se levantó del sofá. Cuando se acerco a ella, Trilby aprecio el brillo centelleante de sus ojos, la amenaza sensual de su cuerpo, y se irguió rápidamente.

—Será mejor que limpie esto —comenzó a decir, desesperada.

Vance la cogió en brazos, como si no pesase.

—No hasta que hayamos hecho el amor —dijo, con voz ronca.

Se inclino y comenzó a besarla. La boca de su esposo, sabia a champán y menta, y el aliento de el era cálido cuando lleno la boca de la muchacha.

Trilby hubiera querido protestar, resistirse, pero e contacto del hombre la narcotizaba.

Tardo pocos segundos en ceder y rodear con timidez el cuello del hombre con los brazos, temblando con deliciosa expectativa a recordar la ultima vez y lo maravilloso que había sido incluso en la fría humedad de la tienda, sobre el duro suelo. En esta ocasión seria en una cama caliente y sin ninguna posibilidad de interrupciones: tenían toda la noche para ellos.

—Te he deseado durante mucho tiempo, Trilby —dijo el cuando la deposito dulcemente sobre la inmaculada colcha blanca de la cama—. Eres cuanto he soñado.

Ella quedo tendida, a la débil luz de la lámpara de queroseno. El corazón comenzó a latirle agitadamente cuando el procedió a quitarse la camisa y a punto estuvo de pedirle que apagase la lámpara cuando la arrojó a un lado y sus ojos descubrieron lo que sus manos ya sabían hacia tiempo; era velludo, musculoso y muy, muy varonil. Estaba tan fascinada contemplando el pecho del hombre que ni siquiera reparó en que este comenzaba a desabrocharse los pantalones.

Cuando se los quito, revelando la parte mas amenazadoramente masculina de el, ella se quedo inmóvil, sin aliento.

—Ahora ya sabes —dijo Thorn.

Ella desvió la vista, esperando aun una risa burlona, pero no la hubo. El crujido de la tela y el ruido sordo de las pesadas botas llegaron a sus oídos. A continuación Thorn se sentó en la cama junto a ella.

—La lámpara, Thorn —susurro con desesperación al ver que las manos del hombre se disponían a desabotonarle el vestido.

—Quiero que este encendida, Trilby —dijo el con serenidad—. Deseo que me veas y ver todas las intimidades de tu cuerpo.

—Pero...

Ella enrojeció, furiosa, cuando lo dejo su torso desnudo y la recostó para despojarla del resto de ]as prendas.

La mujer trató de cubrirse, pero las manos del hombre se lo impidieron. Permaneció tendida durante unos segundos, anonadada, mientras los ojos del hombre completaban la posesión extasiada de su desnudez.

—Thorn, por favor... —comenzó a decir ella, cohibida.

—Toda mi vida lo he hecho en la oscuridad —dijo el, con la mirada fija en sus senos—. Esta vez quiero ver todo, cada segundo. Nunca he deseado a nadie como te deseo a ti.

Se inclinó y posó su boca en la cima de un pezón. Lo besó y lo succionó, logrando que pronto se endureciese.

La muchacha contuvo el aliento ante el placer recordado y hundió los dedos en la espesa cabellera oscura del hombre, con la vista clavada en los leves movimientos de su rostro mientras él la saboreaba.

La otra mano del hombre se deslizo poco a poco por los muslos, las caderas y el vientre liso de Trilby. Las caricias se prolongaron durante minutos largos y lánguidos, y la boca y las manos del hombre se volvieron mas audaces, al igual que las palabras que salían de los labios húmedos de Trilby.

Cuando ella estuvo por completo sensible, Thorn la instó a que explorase su cuerpo con las manos, enseñándole dónde y como acariciar, de modo que su propio placer fue en aumento, acompasado al de su esposa.

—¡Es... indecente! —protesto ella, cuando al fin él coloco su cuerpo entre sus piernas y la tomó por los muslos para alzarla abruptamente hasta alcanzar la intimidad absoluta.

Ella noto el estremecimiento del cuerpo masculino sacudido por el placer, y vio la súbita e intensa oscuridad de los ojos del hombre y la contracción de los músculos de su rostro bañado en sudor.

—Si —replico el. Bajo la mirada hacia el amplio espacio entre los cuerpos de ambos y la fijo en el punto en que se unían amorosamente—. Mira, Trilby —susurro.

De manera automática ella miro y se quedo sin aliento mientras el permanecía inmóvil, permitiéndole así ver el total contacto intimo al que se hallaban entregados. Vance alzo la vista para encontrarse con la expresión escandalizada de la muchacha. Le sostuvo la mirada y lentamente, con un movimiento semejante al del viento estival al agitar las hojas de los árboles, comenzó a adentrarse en el cuerpo de la mujer.

—Es hermoso —murmuró, buscando el rostro de Trilby cuando el placer la estremeció—. Contigo es algo mucho mas profundo que la simple unión carnal de los cuerpos.

La inesperada ternura del hombre conmovió a la muchacha. Se relajo cuando Thorn profundizo su posesión y le acuno el rostro con las manos, acariciando su boca mientras el jadeaba y comenzaba a temblar.

Ambos estaban alcanzando el éxtasis. Estremeciéndose, sin ocultar el rostro, Trilby permitía que el la mirase, lo que parecía acentuar el placer del hombre,, que gemía con cada movimiento.

—Acéptame —susurro el, agitado.

De repente se convulsiono en la posesión completa y arremetió con rápidos e intensos embates de placer que la elevaron del colchón en su incontenible frenesí.

En ese momento ella no entendía nada, dominada por la dulce ráfaga de color, calor y olvido que la impulso a gritar por todo lo que el podía proporcionarle.

Vance le dio satisfacción. Se aparto de ella y se tendió de espaldas a su lado, con la mirada clavada en el techo mientras asumía que la amaba, pues solo el amor podía explicar la fiebre que encendía no solo su cuerpo sino su mente, su corazón y su alma. El modo en que la había poseído tenia poco que ver con una necesidad simplemente física. Esa vez había sido incluso mas increíble que la anterior.

Trilby yacía junto a el, ofreciéndose a sus ojos y procurando apaciguar su agitada respiración.

De pronto, después del placer, se sentía lánguida, como si todavía fuese parte de el. Su marido la miro y ella no hizo ademán de cubrirse; ahora le pertenecía.

La mirada de Thorn se deslizo por el cuerpo femenino, recorriendo todos los lugares que su boca y sus manos habían explorado, observando las marcas rojas que su hambre devoradora había dejado en ella.

—Tendrás moretones —dijo, con voz serena—. Lo siento. No pretendía ser tan brusco.

—Al final es casi imposible no serlo —dijo ella y se ruborizo, desviando la vista.

—Te he dado placer, ¿no es cierto? —pregunto el, tranquilamente, leyendo la respuesta en el rostro aun mas enrojecido de su esposa y en el débil sonido que emitió—. ¿Te han explicado que las mujeres no deben disfrutar con sus maridos?

—Si—admitió ella—. Dicen que solo las malas mujeres gozan con un hombre.

—Tu no eres una mala mujer. —Le cogió una mano y la beso con ternura—. Gracias por el placer que me has proporcionado.

—Thorn...

El se inclino y le beso los párpados cerrados.

—Déjame tenerte otra vez —susurro el, descendiendo hasta su boca.

—¡Pero no estaría bien! —protesto ella con vehemencia.

—¿Por que no?

La boca del hombre se demoro en la de ella, y mientras ella trataba de alegar razones volvió a deslizarse en su interior y la poseyó con eficiencia dulce y experta. Cuando la mente de Trilby comenzó a funcionar de nuevo, se encontró tendida contra el, en la segunda y saciada lasitud que sucede al placer.

—Nunca supuse que resultaría tan grato —dijo, el somnoliento. La atrajo hacia su cuerpo y la cubrió con las mantas—. Ahora duerme, pequeña.

—Mis ropas —dijo ella.

Vance la miro a los ojos antes de apagar la lámpara.

—Por la mañana volveremos a desearnos, incluso mas de lo que ya lo hemos hecho. Será mas fácil si no tenemos que molestarnos en desnudarnos. —Trilby se ruborizo, estremecida—. No es pecado que desees hacer el amor conmigo —murmuro el, sonriendo—. Dios nos dio el placer para realzar la alegría del matrimonio y los hijos. Gocemos el uno del otro, Trilby. No tenemos que avergonzarnos de ello.

Consiguió convencer a la joven esposa, que, sin embargo, pensó que su actitud no era muy lógica, pues una parte de ella seguía resentida por el modo en que el la había manipulado para llevarla al matrimonio. Pero cuando el la poseía, solo era consciente de la seducción de sus sentidos, de su cuerpo. Cuando se acercaba a ella, el era lo tónico que deseaba.

Con un débil suspiro, se acurruco junto a el, apoyando la mejilla en su hombro cálido y fuerte mientras cerraba los ojos.

—Si, eso es —murmuro el—. Duerme. Te he dejado exhausta, ¿no es cierto?

Ella pensó que era el agotamiento mas maravilloso que había conocido en su vida. Así lo expreso en un susurro cuando el se volvió para apagar la luz y ella se sumió lentamente en el sueno.

Lejos de la casa de los Lang, dos figura envueltas en una misma manta contemplaban la luna. Una era alta y tocaba la flauta; la otra era muy femenina y descansaba la cabeza en el pecho del hombre mientras disfrutaba de su ultima noche en compañía de su amado.

—¿Cual era esa ultima canción? —pregunto Sissy, complacida, cuando el terminó.

—Una mas de una larga sucesión de canciones de amor —respondió Naki—. Disponemos de una fuente inagotable. Los hombres siempre tratamos de llevar a las mujeres a nuestras chozas para que enciendan fuego, cocinen y tengan hijos.

Hijos. Ella nunca los tendría, porque los hijos mestizos no eran bien recibidos. Ese pensamiento la entristeció.

—Si yo fuese una mujer apache, podría vivir contigo—dijo.

—Tendría que pagar varios caballos por ti —recordó el—. Y tu hermano Richard nunca aceptaría nuestra unión.

—Mi hermano es un hombre terrible. —¿Tu padre es como el? Ella suspiro.

—Me temo que si. Mi madre, en cambio, es como yo.

Se opone a las antiguas creencias y considera que las mujeres deberíamos usar el cerebro y tener derecho a votar —añadió, con una sonrisa.

—A los apaches no se nos permite votar —replico el, sonriendo con tristeza—. Es nuestro país y se nos niega el derecho al sufragio.

—Hay muchas injusticias —dijo ella. —Realmente.

Sissy permaneció silenciosa en sus brazos. —Mañana partiré.

—Una decisión prudente —replico el—. Cada vez que nos separamos me resulta mas difícil dejarte marchar. —También es difícil para mi.

Naki le acaricio la barbilla con el pulgar y le alzo el rostro con dulzura para ver sus ojos a la pálida luz de la luna.

—Te gustaría acostarte conmigo, ¿verdad? —susurro el. —Si —respondió ella, sincera.

—Y a mi contigo. – él suspiro—. Ojala fueses apache. —O tu blanco. —Ella se irguió y lo beso en la comisura de los labios—. Naki, podrías venir conmigo a Luisiana. .

El puso el dedo índice sobre los labios de la muchacha.

—Nunca pronuncies mi nombre —dijo el—. Es un tabú entre nosotros. Un nombre tiene poder.

Ella sonrió.

—Eres muy supersticioso.

—Es mi herencia cultural. —El hombre le acaricio la larga cabellera—. No puedo acompañarte.

En el Este no seria mas que una curiosidad y una vergüenza. Este es el lugar a que pertenezco.

—Podría quedarme yo aquí —dijo ella, obstinada.

—¿Y vivir en una choza primitiva o en una reserva —pregunto el con tristeza—para ser tratada como si fueses una apestada? Muchos de los míos odian a los blancos.

—¿Por que tienen que ser así las cosas?

Los poderosos hombros del apache se alzaron y cayeron, abatidos.

—¿Quien puede explicarlo? —pregunto a su vez, pesaroso—. Tu y yo somos de la misma clase.

No se como nos hemos encontrado. Mi vida estará vacía sin ti.

—Y la mía sin ti —dijo ella con voz apagada.

Naki se inclino hasta sus labios, besándola con suavidad, con dolorosa ternura.

—Oh, no, así no —suplico ella, aferrándose a la larga y espesa cabellera del hombre.

El le desenredo los dedos y se los apretó con calidez.

—Solo así —corrigió Naki—. De modo que podamos separarnos sin riesgo de traspasar la línea de las convenciones.

—Yo arriesgaría algo...

—El hijo que engendráramos pagaría el precio de nuestro error —recordó el—. Y seria un precio alto.

Ella desistió.

—Tienes razón, por supuesto. ¿Por que siempre tienes razón?

—Oh, porque soy superior y brillante.

Ella rió y le acaricio el pecho, juguetona. —Eres un vanidoso.

—Es el resultado inevitable del asedio de una mujer bella e inteligente —susurro el.

Ella se irguió y lo beso con ternura.