Capítulo 7
[1] Lycan (1987), por ejemplo. <<
[2] Churchland y Churchland (1981) objetaron los argumentos de la «nación china» sobre la base de que un sistema de este tipo necesitaría manejar alrededor de 1030 000 000 entradas a la retina y un número aún más vasto de estados internos del cerebro. La simulación de la población, que requiere una persona por entrada y una persona por estado, requeriría por lo tanto una cantidad de personas mucho mayor de lo que una población podría proporcionar.
Esta objeción pasa por alto el hecho de que las entradas y los estados internos están estructurados en forma combinatoria. En lugar de representar cada patrón de entrada (en más de 108 células) con una sola persona, lo que requeriría 2108 personas, sólo necesitamos 108 personas para representar la entrada de un patrón estructurado. Lo mismo es válido para los estados internos. Por lo tanto no necesitamos más personas que la cantidad de células en el cerebro. <<
[3] Bogen (1981) y Lycan (1987) hacen la sugerencia de que estas situaciones «accidentales» no tendrían qualia, ya que los qualia requieren teleología. Esto tendría la extraña consecuencia de hacer que la presencia o ausencia de los qualia dependa de la historia de un sistema. Creo que sería mejor aceptar que un sistema de este tipo tendría qualia, al mismo tiempo que señalamos la improbabilidad de que un sistema de esta clase pueda surgir por azar. <<
[4] Analizo esta cuestión más detalladamente en Chalmers (1994a). <<
[5] Esta cifra surge de advertir que hay 101()9 posibles elecciones para el consecuente de cada condicional, que representa el estado global al que pasará el sistema. La probabilidad de que un estado global dado pase al estado correcto siguiente es entonces de 1 en 1010n. De hecho será menor, ya que cualquier estado global determinado será realizable por muchos estados «maximales» diferentes del sistema físico, cada uno de los cuales se requiere que tenga una transición apropiada. Hay 10109 condicionales de este tipo que deben satisfacerse, de donde surge la cifra de más arriba. <<
[6] Para alguna fábulas relacionadas, véase también Harrison (1981a, 1981b). <<
[7] Quizás algún elemento de esta situación pueda explicarse mediante la constitución de creencias por la experiencia del tipo que analizamos en el apartado 7 del capítulo 5: tal vez el concepto de «experiencia de rojo» de José ahora refiera a experiencias de rosa, por ejemplo, de modo que él estaría totalmente equivocado. Esta estrategia ciertamente no ayudaría con los errores en sus juicios acerca de las distinciones, sin embargo. <<
[8] Cuda (1985) afirma que una descripción de sistemas con creencias equivocadas de esta clase no tiene sentido. No ofrece ningún argumento para ello aparte de la afirmación de que si la descripción tuviese sentido, entonces tendría sentido pensar que nosotros estamos equivocados de un modo semejante, lo que (él dice) claramente no es así. Pero esto me parece un argumento falaz. Tiene sentido suponer que yo me podría equivocar de ese modo y que la hipótesis es coherente; sólo sucede que mi situación epistémica me muestra que la hipótesis no es verdadera en mi propio caso, porque tengo experiencia directa de los qualia de rojo brillante y similares. <<
[9] Esto no implica que no puedan hallarse argumentos sorites en este campo; por ejemplo, véase Tienson (1987). <<
[10] Esta posición está muy estrechamente asociada con Shoemaker (1982), pero también fue defendida por Horgan (1984a), Putnam (1981) y otros más. <<
[11] Podría incluso ocurrir que estos casos existan en el mundo real. En un artículo interesante, Nida-Rümelin (1996) hace notar que la investigación en la visión del color nos lleva a esperar que debería de haber casos de visión en color «pseudonormal», en los que 1) los conos R en la retina tengan el patrón de respuesta usualmente asociado a los conos G y 2) los conos G tengan el patrón de respuesta usualmente asociado a los conos R. Tomados separadamente, 1) y 2) son las causas estándar de la ceguera al color rojo-verde. En teoría, las anomalías genéticas responsables de 1) y 2) podrían ocurrir juntas, lo que produciría un sujeto que se comportará en una forma conductualmente muy similar a una persona normal, pero que puede tener experiencias de color que estén invertidas respecto del resto de la población. <<
[12] Putnam (1981) y Shoemaker (1982) utilizan este ejemplo para oponerse a las concepciones funcionalistas de los qualia pero, en el mejor de los casos, sus argumentos contradicen un principio de invariancia «de grano grueso», en el cual, por ejemplo, se sostiene que el mismo tipo de experiencia surge siempre de estados que son desencadenados por cosas azules y llevan a informes de «azul». El principio de grano fino no está amenazado (Levine [1988] ofrece un argumento relacionado).
Existe una variante de este escenario en el cual los sujetos reconectados sufren un proceso de adaptación, aprendizaje y finalmente amnesia (olvidan que las cosas alguna vez parecieron diferentes), y terminan en un estado conductualmente idéntico al original. Sin embargo, hay pocas razones para creer que serán organizacionalmente idénticos, en especial dado que la reconexión todavía se refleja en el estado de su cerebro. Si por algún proceso especial la organización termina exactamente como comenzó, no parecería inverosímil que las experiencias deban también revertir a su estado original (Colé [1990] y Rey [1992] defienden versiones de una hipótesis de reversión aquí). <<
[13] Un argumento relacionado fue formulado por Seager (1991, pp. 39-41), quien describe un caso en el cual las células retinianas están «ajustadas» a un nivel más alto en el espectro óptico. Este argumento puede tratarse del mismo modo que el de Block. <<
[14] Block responde a una objeción relacionada haciendo notar que podemos mover la «lente» hacia adentro en el sistema, reconectando cosas en el nervio óptico o en la corteza visual, por ejemplo. Como antes, sin embargo, esto no representa ningún caso de isomorfos organizacionales con experiencias diferentes. La descripción de Block de esos casos parece directamente compatible con el enfoque de que los qualia dependen de la organización de los sistemas «centrales». Se nos pide que creamos que las experiencias son las mismas en ciertos casos precisamente porque el procesamiento central no se encuentra afectado; se supone que nosotros creemos que las experiencias difieren en los casos en los que el procesamiento central difiere. Los argumentos de esta clase no pueden refutar el principio de invariancia. <<
[15] El argumento en este apartado está lejanamente inspirado en la historia de Dennett «¿Dónde estoy yo?» (1978d). Shoemaker (1982) considera una situación con una cierta semejanza a la que describo más abajo. Puede encontrarse un análisis más estrechamente relacionado en Seager (1991, p. 43), aunque este autor no defiende el principio de invariancia. Cuando este libro entraba en imprenta, descubrí un estimulante y reciente artículo de Arnold Zuboff (1994) que formula lo que es esencialmente el argumento de los qualia danzantes para apoyar una versión del funcionalismo reductivo, en donde sostiene que los qualia danzantes son imposibles a priori. <<
[16] White (1986) sostiene algo similar, sugiriendo que si diferencias físicas no funcionales son significativas para los qualia, entonces aún diminutas diferencias en el ADN podrían también afectarlos. <<
[17] Shoemaker (1982) enuncia un criterio complejo de lo específica que debe ser una propiedad fisiológica para fijar los qualia o para «realizar una quale», como dice. Sin embargo, me parece que si mi análisis aquí ha sido correcto, su criterio seleccionará una propiedad funcional de grano fino. <<
[18] Esta sugerencia fue hecha por Terry Horgan en conversación personal. <<