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CONTAGIO INTERNACIONAL, 1618-1930
Repartiendo las culpas de la crisis
Que la revisión de los archivos históricos sugiera que las crisis llegan por oleadas plantea dos preguntas: una se refiere a cuándo y dónde se inicia cada una de las ondas y la otra está relacionada con el mecanismo que enlaza las crisis en los diferentes países.
La tendencia en cada país es creer que la crisis es importada. El presidente de los EE. UU. Herbert Hoover insistió en que Europa era responsable de la depresión de la década de 1930 a causa de sus carteles y de los «estadistas europeos [que] no habían tenido el valor de enfrentarse a estos temas»[1]. Existía una sobreproducción global de trigo, caucho, café, azúcar, plata, zinc y algodón. Hoover aceptaba alguna responsabilidad de los EE. UU. en la especulación bursátil. Friedman y Schwartz afirmaron que la crisis se originó en los Estados Unidos, aunque el patrón oro hacía que el sistema financiero internacional fuera vulnerable. El acontecimiento desencadenante inicial —el crac bursátil— fue americano, y la evolución que condujo a la reducción en la disposición de dinero a finales de 1930 fue predominantemente doméstica[2].
Los europeos creen que la recesión en 2008 se inició en los Estados Unidos. Lo mismo creen muchos en Islandia.
En 1837, el presidente Jackson echó la culpa de la crisis de ese año tanto a Gran Bretaña como a los Estados Unidos:
Parecería imposible, para investigación sincera de la verdad, resistirse a la convicción de que las causas de la revulsión en ambos países han sido sustancialmente las mismas. Dos naciones, las más comerciales del mundo, disfrutando recientemente de los más altos grados de prosperidad aparente, están de repente, sin ninguna gran calamidad nacional, detenidas en esa carrera, y hundidas en la vergüenza y la aflicción. En los dos países hemos sido testigos de la misma redundancia de papel moneda y de otras facilidades de crédito, el mismo espíritu de especulación, el mismo éxito parcial, las mismas dificultades y reveses, y, a la larga, la misma catástrofe sobrecogedora[3].
Aunque los observadores en la década de 1850 llamaron a los pánicos de 1836-1837 los «pánicos americanos» porque se originaron allí y estuvieron restringidos a los bancos que tenían relación con los Estados Unidos[4], un economista moderno concluyó que resultaba «inútil trazar una línea clara para asignar a algún país una primacía causal en el ciclo en su conjunto o en sus fases individuales»[5].
Friedman y Schwartz se apoyaron en el dato de una pauta de los movimientos del oro para llegar a la conclusión de que los Estados Unidos fueron responsables de la recesión de 1920-1921[6]. Otros observadores no están de acuerdo:
¿Qué trajo [la caída en la actividad económica poco después del final de la guerra]?… Creo que la respuesta debe ser: se trató de una política deliberada inaugurada por dos de los países económicamente dominantes, el Reino Unido y los EE. UU. Resulta imposible darle prioridad a ninguno de los dos. Las primeras afirmaciones oficiales de esta política se realizaron indudablemente en Inglaterra. Por el otro lado, causalmente la política de los EE. UU. debió tener un peso más importante[7].
Unas pocas crisis son puramente nacionales: la crisis del agio del oro en los Estados Unidos en 1869, el City of Glasgow Bank en 1878, la Union Générale en Francia en 1882. En contraste, las crisis financieras canadienses que ocurrieron en 1879, 1887 y 1908 parecían relacionadas con las grandes corrientes financieras que unían Europa occidental, Escandinavia y los Estados Unidos[8].
Es posible que algunos países no se vean afectados por las crisis internacionales que impactan a sus vecinos, y por razones obvias. Francia no se vio afectada en 1873 porque había sufrido una deflación severa en 1871 y 1872 a causa de las reparaciones que debía pagar a Prusia. Los Estados Unidos quedaron aislados de la enfermedad de la patata europea y la tumultuosa situación del trigo europeo en 1847 porque los ferrocarriles americanos no se habían desarrollado aún hasta el punto de que los mercados alimenticios de los EE. UU. estuvieran estrechamente relacionados con los de Europa.
Sin embargo, en su mayor parte, las crisis financieras saltan de un país a otro. Juglar[9], Mitchell[10], y Morgenstern[11] han señalado que las crisis financieras suelen ser internacionales, y afectan a una serie de países al mismo tiempo o alternativamente se extienden desde los centros en que se originan a otros países.
Una de las muchas relaciones entre los países es que el arbitraje conecta los mercados de materias primas y financieros nacionales; la implicación de la Ley del Precio Único es que la diferencia en los precios de bienes idénticos o similares en varios países no puede superar los costes de transporte y las barreras comerciales. Las relaciones entre los mercados de materias primas en diferentes países pueden implicar solo una cantidad modesta de relaciones comerciales. Cuando el precio del algodón subió en la década de 1830 en un único país, el precio aumentó en todos los demás países; de forma similar, la caída en el precio del algodón después de 1864 fue mundial. Una caída en el precio de cualquier materia prima —en especial un producto de comercio tan amplio como el trigo o el algodón— puede provocar bancarrotas y quiebras bancarias muy lejos de la fuente del cambio original en la demanda o la oferta.
De manera parecida, los mercados financieros de diversos países también están relacionados, puesto que los precios de títulos que se negocian internacionalmente y están disponibles en diferentes mercados deben ser virtualmente idénticos después de una conversión de los precios en diferentes monedas a una misma moneda. Los precios de los títulos que se negocian internacionalmente que figuran en las bolsas de muchos países suben y bajan a la vez. Los precios de los títulos domésticos con frecuencia se mueven de manera sincrónica con los títulos internacionales como consecuencia de lazos psicológicos o a través de los impactos en los tipos de interés transmitidos mediante los movimientos de capital a corto plazo.
Cuando los cambios en los precios de las acciones son pequeños, las correlaciones entre los movimientos de los precios bursátiles en diferentes mercados nacionales son bajas. Cuando los cambios en los precios de las acciones aumentan, las correlaciones se vuelven más fuertes.
En 1929 todos los mercados bursátiles quebraron a la vez y de nuevo en octubre de 1987 virtualmente todas las bolsas cayeron al mismo tiempo. Aunque se cree que los mercados financieros nacionales estaban más integrados en las décadas de 1980 y 1990 que en épocas anteriores, los precios de las acciones en la década de 1920 en diferentes países tenían una correlación tan fuerte como en décadas posteriores. A causa de la fuerte correlación de los movimientos de los precios de las acciones en diferentes países, muchos de los inversores que intentan reducir riesgos mediante la diversificación a través de la compra de acciones en diferentes mercados nacionales, obtienen reducciones de riesgo mucho más pequeñas de las que habían anticipado.
Las correlaciones entre los cambios en los precios bursátiles en diferentes países son algo asimétricas en cuanto que los cambios en la bolsa americana tienen un impacto mucho más poderoso en los precios de las acciones en diversos países extranjeros que el impacto que tienen los cambios en los precios bursátiles en cualquiera de estos países en los precios de las acciones en los EE. UU. Así, mientras los precios de las acciones aumentaron en los EE. UU. durante la década de 1990, la bolsa de Tokio se encontraba en un ciclo bajista, pero cuando bajaron los precios de las acciones en los EE. UU. en 2001, ocurrió lo mismo en Tokio, Londres y Frankfurt. La crisis financiera mexicana de 1994-1995 tuvo su impacto en Brasil y Argentina; los inversores norteamericanos se volvieron más cautelosos en la compra de bonos y acciones latinoamericanas. La devaluación del baht tailandés a principios de julio de 1997 disparó el «efecto contagio» y provocó devaluaciones en las monedas de los países asiáticos vecinos durante los seis meses siguientes y después se extendió a Rusia y Brasil, y finalmente, a Argentina.
Mecanismos de transmisión
Auges y pánicos se transmiten de un país a otro por vías muy diferentes, incluyendo el arbitraje de materias primas o títulos y los movimientos de dinero en varias formas (efectivo, depósitos bancarios, letras de cambio), la cooperación entre las autoridades monetarias y la psicología de los inversores[12].
Los mercados de títulos y activos en varios países están relacionados a través de movimientos de dinero. La inflación en los Estados Unidos a finales de la década de 1960 y a principios de la década de 1970 provocó grandes flujos de dinero desde los Estados Unidos a Alemania y Japón, y las tasas de inflación en estos países aumentaron cuando crecieron sus bases monetarias y su disponibilidad de dinero.
Los movimientos monetarios transfronterizos pueden responder a causas reales, incluyendo guerras y revoluciones, innovaciones técnicas y la apertura de nuevos mercados y de nuevas fuentes de materias primas, y a cambios en las relaciones entre las tasas de crecimiento en diferentes países, así como a los cambios en las políticas monetaria y fiscal. La privatización de empresas gubernamentales en un país determinado provoca a menudo flujos de dinero de inversores extranjeros para comprar acciones en dichas empresas.
Analicemos las conexiones entre la apreciación de una moneda y la deflación en el mercado de bienes de dicho país (o las conexiones entre la depreciación de una moneda y la inflación en el mercado de bienes de dicho país); la apreciación de la moneda provoca bajadas en los precios de bienes de exportación, y la quiebra y la descapitalización de los bancos y de otras entidades financieras. La apreciación del yen japonés en la segunda mitad de la década de 1980 y en la década de 1990 presionó a la baja los precios de los bienes de exportación en el Japón. La depreciación de las monedas argentina, uruguaya, australiana y neozelandesa a principios de la década de 1930 contribuyó a la caída en los precios del trigo en los Estados Unidos, que a su vez provocó la bancarrota de muchos granjeros y la quiebra de bancos en Missouri, Indiana, Illinois, Iowa, Arkansas y Carolina del Norte[13].
Auges y colapsos están conectados internacionalmente de maneras muy diferentes. Un auge económico en un país casi siempre atrae dinero del exterior. De forma similar, un auge en un país puede reducir el flujo monetario de otros; así, en 1872, Berlín y Viena dejaron de prestar a Nueva York, mientras que el auge bursátil de los EE. UU. en 1928 provocó una fuerte reducción de las compras americanas de bonos alemanes, australianos y latinoamericanos. El colapso del mercado de los préstamos bancarios sindicados a México, Brasil y Argentina en 1982 condujo a una reducción pronunciada en los valores de sus divisas.
Los precios bursátiles e inmobiliarios crecieron con fuerza en tres de los países escandinavos a finales de la década de 1980, triplicándose en Noruega y quintuplicándose en Suecia y Finlandia[14].
El Kipper und Wipperzeit
Esta crisis financiera ocurrió con dinero en metálico; los créditos de los bancos o de otros prestamistas no se vieron envueltos. Príncipes, abades, obispos e incluso el Sacro Emperador Romano-Germánico devaluaron las monedas de menor valor nominal utilizadas en las transacciones cotidianas (pero no el de las monedas de oro y plata de valor más alto) mediante el aumento del valor de las monedas existentes, sustituyendo la base de metales buenos y reduciendo el contenido metálico de las monedas con el objetivo de extraer más efectivo en preparación de la Guerra de los Treinta Años que estalló en 1618. La devaluación se limitó al principio a sus propios territorios. Después algunos espíritus emprendedores descubrieron que era más rentable llevar moneda mala al otro lado de las fronteras, a principados vecinos, para cambiarlas por monedas buenas a la gente ignorante; las monedas buenas se llevaban a casa y se devaluaban. La unidad territorial a la que se hería de esa manera, se defendía devaluando su moneda y se volvía hacia otros vecinos para resarcirse de las pérdidas y llenar las arcas de guerra. Se establecieron cada vez más cecas para aumentar el circulante.
La devaluación se aceleró hasta que las monedas de menor valor prácticamente lo dejaron de tener, y los niños jugaban con ellas en la calle, de manera similar a lo que se cuenta en el cuento de León Tolstoi «Iván el Imbécil».
Algunas fuentes locales extendieron la idea de que la primera invasión de moneda devaluada procedía de Italia y desde allí penetró en el sur de Alemania a través del obispado de Chur en el lago Constanza. Sin embargo, la misma fuente en Ulm proclamaba que la falsificación del Círculo del Alto Rin, que incluía Estrasburgo, era especialmente ultrajante. Iniciada a pequeña escala alrededor de 1600, la devaluación se fue acelerando lentamente después de 1618 y se extendió por Alemania y Austria y hacia lo que se iba a convertir en Hungría y Checoslovaquia, y hacia Polonia y, según algunas fuentes, hasta el Cercano y el Lejano Oriente a través de Lviv en Rusia[15].
Las burbujas de South Sea y del Mississippi
Åkerman calificó la crisis de 1720 como la primera crisis internacional, porque la especulación de 1717 a 1720 en Francia y Gran Bretaña afectó a las ciudades de los Países Bajos, el norte de Italia y Hamburgo[16]. Las burbujas de South Sea y del Mississippi estuvieron conectadas de muchas formas. En fecha tan temprana como 1717 los inversores británicos empezaron a seguir el mercado de acciones de los bancos y compañías de John Law en la Rue de Quincampoix en París. En mayo de 1719, el embajador británico en París recibió cartas de amigos y familiares en Escocia pidiéndole que comprase para ellos acciones en la Compagnie des Indes. Treinta mil extranjeros, incluida la nobleza británica, viajaron a París para suscribirlas en persona. En mayo, el embajador Stair urgió a su gobierno a que hiciese algo para competir con John Law y ralentizar el flujo de dinero desde Londres a París. Al llegar a su cima el sistema de Law en diciembre de 1719, algunos especuladores, incluido el duque de Chandos, vendieron acciones de South Sea y compraron acciones del Mississippi[17].
Mientras los especuladores británicos estaban comprando acciones del Mississippi en París, muchos continentales estaban comprando acciones de South Sea en Londres. Sir Theodore Janssen tenía una larga lista de suscriptores de Ginebra, París, Ámsterdam y La Haya. Uno de los inversores franceses fue el banquero Martin, que, como ya se ha señalado, quedó recogido por Charles McKay como suscriptor de 500 libras con la nota: «Cuando el resto del mundo se ha vuelto loco, lo tenemos que imitar en cierta medida». Cuando los primeros pájaros empezaron a liquidar en julio, el cantón de Berna, que había especulado con 200 000 libras de fondos públicos, los vendió con un beneficio de 2 millones de libras[18].
Ámsterdam se aprovechó de su posición entre París y Londres. Los holandeses vendieron sus acciones en la Mississippi Compagnie des Indes en el momento oportuno y perdieron poco en el crac. En abril de 1720, quizás de forma algo prematura, David Leeuw liquidó sus acciones de South Sea y compró acciones del Banco de Inglaterra y de la Compañía de las Indias Orientales. A finales de dicho mes, el banquero holandés Crellius observó con frialdad que en Exchange Alley parecía «como si todos los lunáticos se hubieran escapado a la vez del manicomio»[19]. En junio y julio hubo enlaces por barco cada doce horas entre Gran Bretaña y Ámsterdam, y el 16 de julio ochenta especuladores judíos, presbiterianos y anabaptistas de Exchange Alley fueron a Holanda y Hamburgo para negociar acciones de aseguradoras[20]. En el otoño de 1720, Londres y el continente estaban compartiendo el desastre financiero. Samuel Bernard, un banquero francés, fue enviado a Londres para vender acciones de South Sea a cambio de oro, que debía traer de vuelta a Francia como revulsivo al sistema de Law. Los bancos holandeses «recogieron velas, recuperaron adelantos, rechazaron otorgar más crédito, vendieron acciones que se conservaban como avales»[21]. El precio de la libra británica en relación con el florín en Ámsterdam —que había subido de 35,4 florines la libra a 36,1 cuando se produjo la primera alza de las acciones de South Sea en abril y «Francia, Holanda y hasta cierto nivel Dinamarca, España y Portugal» estaban comprando— bajó a 33,9 el 1 de septiembre cuando «los extranjeros perdieron su gusto por los títulos ingleses». En el momento álgido del pánico se recuperó hasta 35,2[22].
De 1763 a 1819
La crisis de 1763 implicó principalmente a Holanda, Hamburgo, Prusia y Escandinavia, con repercusiones y ayuda en Londres. Francia no se vio implicada; la guerra de los Siete Años se había dirigido contra Francia. George Chalmers, un observador contemporáneo muy perspicaz, consideró que la especulación en terrenos en los Estados Unidos fue un factor en la crisis, aunque nadie más apoyó dicha afirmación[23]. Ámsterdam había sido el centro intermediario para el pago de dinero a los aliados de los británicos, y los holandeses habían estado expandiendo el crédito mediante la compra de acciones del gobierno británico y Wisselruiterij (cadena de letras de favor) que llevó a la construcción de un edificio de crédito vertiginoso sobre una base pequeña (el proverbial «castillo de naipes»), con letras emitidas contra casas mercantiles en Estocolmo, Hamburgo, Bremen, Leipzig, Altona, Lübeck, Copenhague y San Petersburgo. Letras de cambio emitidas con los títulos de bienes embarcados también circulaban en Ámsterdam, además de las letras de favor. Cuando cayeron los precios de las materias primas después de la guerra —en especial al reanudarse las importaciones de azúcar de las Indias Occidentales francesas— no se pudieron pagar las letras[24]. Hamburgo advirtió a las casas de Ámsterdam que iban a suspender los pagos al menos que se consiguiera apoyo a los DeNeufville. En una cuenta, la letra llegó demasiado tarde[25]. Otro afirmó que fracasó un plan para salvar la empresa porque su reputación era demasiado mala[26]. A largo plazo, los DeNeufville habrían sido capaces de pagar el 70% de sus obligaciones, pero sus creditores acordaron el 60% antes de que se supiera dicha información. Al final, los creditores de Hamburgo tuvieron que esperar treinta y seis años para cobrar[27]. El coup de grâce ocurrió cuando el rey Federico II de Prusia, que había devaluado las monedas de plata en 1759 para apoyar el esfuerzo de guerra, recogió las monedas antiguas e hizo acuñar otras nuevas en Ámsterdam sobre la base de créditos de banqueros holandeses[28]. La retirada de las monedas antiguas antes de emitir las nuevas provocó una deflación al reducirse el dinero en circulación.
Londres salió al rescate de Ámsterdam y financió una porción considerable del comercio y las inversiones holandesas con Escandinavia y Rusia. En contra de su voluntad, el rey Federico tuvo que ayudar a los mercaderes de Berlín que se vieron atrapados en la crisis cuando sus letras fueron protestadas[29]. Las casas suecas se quejaron a principios de otoño de 1762 de que las letras que emitían eran protestadas y no se pagaban en Ámsterdam mientras que se retenían los envíos para cubrir las letras. Que Ámsterdam intentase salvarse con la venta de títulos británicos es un tema a debate. Wilson afirmó que de esta forma Ámsterdam exportó la crisis a Londres. Canter insistía en que no había podido encontrar evidencias de las ventas en los libros de transferencia[30].
En 1772 la crisis se extendió desde Escocia y Londres a Ámsterdam, y desde allí a Estocolmo y San Petersburgo. Grandes flujos en dinero en efectivo desde París a Londres alimentaron la manía de los bancos del Canal y rurales durante el reinado del Terror en 1792, que alcanzó su cima con la ejecución de Luis XVI en enero de 1793; la dirección del flujo de los metales preciosos revirtió en 1797 cuando se restauró más o menos el orden monetario bajo el Consulado después de los assignats.
La crisis británica de 1810 estuvo localizada: en primer lugar los exportadores británicos exageraron sus ventas a Brasil y después quedaron aislados de sus establecimientos bálticos por el bloqueo. Se produjeron ecos de esta crisis en Hamburgo y en Nueva York.
Los aspectos internacionales de las crisis de 1816 y 1819 reflejaban que la perspectiva del final de la guerra en 1814 provocó grandes ventas británicas de manufacturas al continente. Smart lo calificó como un frenesí exportador que estalló pronto, como las burbujas de South Sea y del Mississippi. Cuando colapsaron los precios, los bienes fueron enviados a América del Norte, lo que condujo a las tarifas de los EE. UU. de 1816. El resultado fue una profunda depresión, sin un pánico, ni siquiera una crisis[31]. En 1818 y 1819 se produjeron pánicos a ambos lados del Atlántico que estaban conectados de manera poco obvia. La crisis de 1819 en Gran Bretaña siguió al colapso de la especulación de materias primas en 1818, y el descrédito y la tensión «se originaron claramente en un exceso previo de actividad comercial»[32]. El año 1819 estuvo marcado por la reaparición de los pagos en especie y por la masacre de Peterloo, cuando una manifestación de trabajadores de Manchester y sus familias fue reprimida con una carga de caballería que mató al menos a ochenta personas; Smart lo calificó como un «año desastroso»[33]. En América, el Second Bank of the United States precipitó un pánico que se ramificó hacia los bancos de los estados para compensar balances muy grandes y las letras que estaban en su poder. El propósito era reunir 4 millones de dólares en especie para devolver los préstamos tomados en Europa en 1803 para pagar la compra de Luisiana[34]. Pero el Second Bank era una burbuja en sí mismo, después de restablecerse en 1817 tras la disolución del First Bank en 1811. El banco estaba dirigido por directores avariciosos y corruptos que aceptaban pagarés en pago de acciones, registraron acciones bajo nombres diferentes para sortear la ley que limitaba la concentración de la propiedad, aprobaron créditos avalados por acciones del banco, permitieron otros préstamos sin aval, y autorizaron cuentas para que quedasen en descubierto. Hammond observó que el curso sobrio de los negocios del siglo XVIII había dado paso a la pasión democrática de hacerse rico con rapidez, y los hombres imbuidos de esta pasión y sin escrúpulos habían conseguido el control del Second Bank[35].
De 1825 a 1896
La crisis de 1825 implicó a Gran Bretaña y América del Sur, aunque se produjo una ramificación específica hacia París que se extendió hasta que golpeó el pánico en enero de 1828. Con el pánico en Londres en diciembre de 1825, se detuvieron las ventas continentales, causando un impacto en los bancos en París, Lyon, Leipzig y Viena, y obligando a Italia y a otros mercados que dependían de estos centros para financiarse a reducir sus compras. Las tensiones en los inventarios sobrecargados en las áreas productoras de textil en Alsacia fueron generales; las empresas tenían poco dinero y pusieron en circulación entre 9 y 16 millones de francos con pagarés propios como sustituto del dinero. Cuando este edificio se derrumbó en diciembre de 1827 al negarse los bancos parisinos a renovar los préstamos alsacianos, la crisis de Londres, consecuencia de un exceso con las acciones sudamericanas, había llegado al continente[36].
Åkerman calificó las crisis de 1825 y 1836 de «anglo-americanas» en contraste con la de 1847, que era anglo-francesa[37]. Las dos primeras fueron anglo-americanas de maneras diferentes: la crisis de 1825 fue anglo-sudamericana; la crisis de 1836, anglo-norteamericana. Además, la situación en 1836 era mucho más compleja que la de 1825.
Como se ha señalado antes, el presidente Jackson consideraba que la responsabilidad por las crisis de 1836 y 1839 se debía dividir a partes iguales entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, mientras que Matthews pensaba que resultaba inútil asignar una primacía causal. La expansión monetaria en ambos países era muy diferente. Las actividades bancarias salvajes alimentadas por las importaciones de plata habían empezado en los Estados Unidos mientras se establecían nuevos bancos por acciones en Gran Bretaña como consecuencia de la nueva legislación de 1826 y 1833. La especulación británica se centraba en el algodón, los textiles algodoneros y los ferrocarriles; la especulación americana lo hacía en algodón y tierras; en especial, en tierras en las que se podía cultivar algodón. Además los bancos anglo-americanos en Londres financiaban las exportaciones británicas a los Estados Unidos.
La crisis no fue puramente un asunto anglo-americano, aunque se ha discutido con frecuencia sobre estos términos con un énfasis en el impacto sobre la evolución de la política de descuento del Banco de Inglaterra[38]. Hawtrey señala que se inició en Gran Bretaña en 1836 y 1837, se extendió a los Estados Unidos y después, en mayo de 1838, cuando Gran Bretaña se estaba recuperando con lentitud, estalló en Bélgica, Francia y Alemania para regresar a Gran Bretaña y los Estados Unidos en 1839[39]. La crisis en los Estados Unidos también afectó directamente a Francia y Alemania a través de la caída en el volumen de las importaciones, el declive de los precios y las conexiones financieras. Lyon sintió de forma inmediata la pérdida de puntos de venta para la seda. Las compras americanas eran importantes para el éxito de las ferias en Frankfurt y Leipzig. Las casas comisionistas americanas en París, que financiaban sus compras en gran parte en Londres, y el banquero americano Samuel Welles, que también se apoyaba en Londres para sus finanzas, se vieron amenazados de quiebra en una fecha tan temprana como la primavera de 1837[40]. La Maison Hottinguer, un banco francés, ayudó a Nicholas Biddle del Bank of the United States a colocar el monopolio en algodón que estranguló a los hiladores algodoneros en Manchester, Ruán y Alsacia en el verano y el otoño de 1838, antes del colapso del monopolio en noviembre de aquel año como consecuencia de un boicot anglo-francés[41]. Además, el Banco de Francia proporcionó ayuda al Banco de Inglaterra. En la década de 1830, el mundo financiero tenía unas relaciones transatlánticas muy complejas en el comercio, el precio de las materias primas y los flujos de capital entre Gran Bretaña, los Estados Unidos y Francia.
En enero de 1847 crecieron las tensiones en Londres como respuesta a los dividendos de los ferrocarriles y la crisis apareció más tarde, avanzado el verano. Åkerman afirma que los problemas eran anglo-franceses, pero tuvieron ecos en el comercio anglo-indio, en Ámsterdam y en los Países Bajos, y también en Alemania e incluso en Nueva York. Cierto rastro de la extensión de la crisis resulta evidente por el número de quiebras reunido por Evan pero no por el valor de los activos de los bancos y empresas en bancarrota. Los datos son más completos para Gran Bretaña que para otros países, puesto que Evans solo da noticia de las «principales quiebras extranjeras». A pesar de sus deficiencias serias, una tabla que muestra las quiebras mensuales proporciona una impresión útil de cómo se extendió la onda de choque de la crisis. La crisis británica parece que casi había muerto, excepto en Londres, cuando la revolución en Francia y Alemania provocó las reacciones de marzo y abril de 1848, que probablemente no están bien representadas en los datos de Evans[42].
La quiebra del A. Schaaffhausen Bank de Colonia el 29 de marzo de 1848 jugó su papel en el desarrollo de la banca alemana. El gobierno prusiano permitió la salvación del banco mediante su transformación en una compañía por acciones, a pesar de su política de oposición a la expansión del crédito; este precedente abrió la senda para la expansión sustancial de los bancos alemanes en la década de 1850, con consecuencias importantes para el crecimiento económico alemán[43]. Como Colonia había sido una ciudad hanseática, es probable que el banco estuviera inmerso en la red de banca mercantil de Londres-Amberes-Hamburgo-Bremen-La Haya-Marsella que tan bien caracterizó Evans. Una fuente local afirmaba que Colonia era el cruce mercantil entre Holanda, Brabante, Francia y Alemania oriental y superior, y que la ciudad sufrió muchas bancarrotas como consecuencia de la crisis británica de 1825. La fuente admite que, además de cierta financiación de las importaciones de cuero desde América del Sur, la mayor parte de las finanzas de la banca eran locales y estaban comprometidas con la industria pesada. Johann Wolter y Abraham Schaaffhausen empezaron como comerciantes de cuero, comprando pieles sudamericanas en España, primero a través de Ámsterdam y después directamente. Abraham, el hijo, fue mercader, comisionista, consignatario de transporte y banquero con conexiones internacionales. Sin embargo, los problemas en 1848 procedieron en su mayor parte de la financiación de inversiones inmobiliarias en Colonia. Casi una cuarta parte de la cartera del banco consistía en terrenos y préstamos a un solo constructor que en conjunto ascendía a 1,6 millones de táleros comparados con el capital del banco de 1,5 millones. Al aumentar el malestar social y retirar los depositarios el dinero en efectivo, el banco se buscó primero un socio holandés y después recibió ayuda de la filial del Banco de Prusia en Colonia, la filial del mismo banco en Münster, el Seehandlung prusiano (otra agencia financiera estatal) y la lotería prusiana. El permiso dado a A. Schaaffhausen para convertirse en A. Schaaffhausen’scher Bankverein es posible que estuviera relacionado con el hecho de que los bancos por acciones tenían prohibidas las inversiones en terrenos inmobiliarios y cualquier otra forma de especulación[44].
Tabla 8.1 Quiebras reconocidas durante la crisis de 1847-1848, por ciudades (número de quiebras)
1847 |
1848 |
||||||||||||||
Ciudad |
Ago |
Sept |
Oct |
Nov |
Dic |
En |
Feb |
Mar |
Abr |
May |
Jun |
Jul |
Ago |
Oct-Dic |
|
Londres |
11 |
19 |
21 |
25 |
7 |
3 |
7 |
3 |
1 |
8 |
2 |
1 |
1 |
1 |
|
Liverpool |
5 |
4 |
28 |
10 |
4 |
3 |
1 |
||||||||
Manchester |
6 |
11 |
8 |
1 |
1 |
||||||||||
Glasgow |
2 |
4 |
6 |
9 |
7 |
6 |
1 |
||||||||
Otras (RU) |
2 |
4 |
16 |
7 |
7 |
2 |
1 |
1 |
1 |
||||||
Calcuta |
1 |
11 |
5 |
1 |
2 |
1 |
|||||||||
Otras (Imperio) británico |
1 |
2 |
1 |
4 |
|||||||||||
París |
1 |
2 |
1 |
14 |
2 |
||||||||||
La Haya |
1 |
1 |
5 |
2 |
|||||||||||
Marsella |
1 |
1 |
1 |
2 |
13 |
||||||||||
Otras (Francia) |
2 |
1 |
1 |
1 |
1 |
||||||||||
Ámsterdam |
3 |
1 |
1 |
14 |
4 |
1 |
|||||||||
Otras (Países Bajos) |
1 |
1 |
4 |
4 |
1 |
1 |
|||||||||
Hamburgo |
1 |
2 |
1 |
7 |
4 |
3 |
1 |
||||||||
Frankfurt |
3 |
1 |
1 |
||||||||||||
Berlín |
3 |
4 |
1 |
||||||||||||
Otras (Alemania) |
2 |
1 |
1 |
6 |
|||||||||||
Italia |
3 |
7 |
1 |
||||||||||||
Otras (Europa) |
1 |
3 |
2 |
1 |
1 |
1 |
1 |
||||||||
Nueva York |
1 |
3 |
1 |
1 |
5 |
4 |
|||||||||
Otras (EE. UU.) |
7 |
||||||||||||||
Otros lugares |
1 |
1 |
2 |
1 |
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Fuente: Elaborado a partir del nombre de empresas y bancos listados por D. Morier Evans, The Commercial Crisis, 1847-48 (1849, reedición, Nueva York: Augustus M. Kelley, 1969), pp. 69, 74, 91-92, 103-104, 105-106, 112-113, 118-120, 123, 127.
El auge que condujo al pánico de 1857 fue mundial. El descubrimiento de oro en California (1849) y Australia (1851) provocó un auge de las exportaciones a estos países y amplió las bases crediticias en Europa y los Estados Unidos. Y se habría extendido mucho más si la India no hubiera exportado mucho más de lo que estaba importando y hubiera empezado a recibir, junto con los Estados Unidos, dinero de Gran Bretaña, que se había desanimado de invertir en el continente a causa de las revoluciones de 1848. El excedente en la balanza de pagos fue financiado por pagos en plata. Tanto Europa como los Estados Unidos estaban experimentando auges ferroviarios y bancarios. La expansión también vino de los bancos por acciones en Gran Bretaña y Alemania, y del Crédit Mobilier, Crédit Foncier y Crédit Agricole en Francia, que ofrecieron grandes créditos al comercio y la industria. En especial Escandinavia se había visto estimulada por el auge en el comercio generado por la revocación de las Corn Laws británicas, los aranceles sobre la madera y las Navigation Acts[45]. Las malas cosechas y la guerra de Crimea, que cortó las exportaciones rusas, elevó el precio de los cereales para los campesinos de todo el mundo. Estos fueron, de hecho, los años dorados de los agricultores británicos, a pesar de la derogación de las Corn Laws en 1846. Después de la guerra, los precios de los cereales se hundieron cuando regresó al mercado el grano ruso y declinó la construcción ferroviaria. Las piezas de dominó empezaron a caer en Ohio —o, mejor dicho, en la filial en Nueva York de un banco de Ohio— y siguieron en Nueva York, Ohio, Pennsylvania, Maryland, Rhode Island y Virginia, y después en Liverpool, Londres, París, Hamburgo, Oslo y Estocolmo. Los datos de Evans sobre bancarrotas en 1857 son menos detallados que los de 1847 y no se puede trazar la senda de las quiebras. La quiebra de la filial en Nueva York de la Ohio Life and Trust Company ocurrió más o menos al mismo tiempo que la retirada británica de fondos de los Estados Unidos en respuesta al alza de los tipos de interés en Londres.
La naturaleza concentrada de la crisis —desde el anuncio de la Ohio Life el 24 de agosto a la suspensión de la Bank Act en Londres el 12 de noviembre, pasando a los préstamos a Hamburgo concedidos por Austria (el Silberzug) el 10 de diciembre— resulta sorprendente. Clapham ha observado que la crisis apareció casi en el mismo instante en los Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa central, y se sintió en América del Sur, Sudáfrica y el Lejano Oriente[46]. Rosenberg la llama «la primera crisis mundial». La cámara de comercio de Elberfeld afirmó: «El mundo es una unidad; la industria y el comercio lo han hecho así[47]».
La crisis de 1866 es el ramalazo final de una que se inició en 1864. Åkerman afirma que tiene paralelismos con la crisis de 1857, teniendo en cuenta que siguió a la Guerra Civil de la misma forma que la de 1857 se produjo después de la guerra de Crimea, y porque el colapso del algodón en 1866 fue un paralelismo del colapso del trigo una década antes[48]. La inclusión de 1864 elimina la opinión general de que la crisis fue estrictamente británica[49]. El momento de pánico durante el Viernes Negro, el 11 de mayo de 1866, estuvo íntimamente relacionado con la guerra pruso-austríaca, principalmente por los colapsos bursátiles atribuibles a los rumores de guerra y, posteriormente, al estallido de la guerra, y después al corzo forzoso del 11 de mayo de 1866, cuando el gobierno italiano suspendió la convertibilidad de la lira en oro y a cambio de este privilegio tomó prestados 250 millones de liras del banco nacional[50]. Como el colapso de Overend, Gurney & Co., el corzo forzoso tuvo su causa en una carrera interna de cambio de billetes por oro, estimulada por la salida de dinero hacia París, que a su vez había sufrido a causa de las ventas de títulos extranjeros. El mercado londinense estaba debilitado a mediados de abril a causa de los rumores de guerra. La bolsa de Berlín entró en pánico el 2 de mayo con la movilización y de nuevo el 12 de mayo cuando estalló la guerra. El Banco Prusiano elevó su tipo de descuento hasta el 9% el 11 de mayo. El pánico en Londres en el mismo día se debió en parte a la prisa general en busca de liquidez contra una empresa vulnerable en un momento de grandes tensiones financieras. Alfred André, un banquero parisino con grandes intereses en Egipto, pasó «una semana agotadora» en Londres cuidando de los intereses de su empresa durante la época de la crisis Overend, Gurney. Regresó a París el 17 de mayo, después de llegar a la conclusión de que las empresas financieras estaban arruinadas y que los negocios estaban paralizados en Italia, Prusia, Austria y Rusia, con Francia resistiendo bastante bien, pero solo momentáneamente[51].
No existe una conexión obvia entre la crisis del oro en los EE. UU. de septiembre de 1869 y la crisis austríaca del mismo mes. Ambas divisas flotaban. Ambos países estaban viviendo auges de inversión después de sus guerras, aunque la devastación provocada por el conflicto había sido mucho mayor en los Estados Unidos. Wirth introdujo su breve análisis del «gran crac de 1869», que precedió al gran crac de verdad de 1873, con comentarios sobre las inversiones alemanas y austríacas en los Estados Unidos, la invasión de los mercados europeos por bienes americanos, y la extensión de las conexiones marítimas y bancarias a través del Atlántico[52]. Sin embargo, como Wirth no menciona la crisis del oro de los EE. UU., no parece probable que esté sugiriendo una conexión. Los estudios sobre la crisis del oro de 1869 en los Estados Unidos ignoran a Austria[53]. Una relación posible se establece a través del precio del trigo, que Jay Gould y Jim Fisk estaban intentando incrementar cuando empujaron al alza la prima en oro (por ejemplo, el descuento sobre el dólar greenback). Las dificultades que siguieron al crac de septiembre de 1869 se concentraron en Hungría, que era un país productor de trigo[54]. Gould constata que los Estados Unidos podían vender trigo a Gran Bretaña en competencia con la mano de obra barata y el transporte marítimo desde el Mediterráneo con la cotización del oro a 45, pero los Estados Unidos no podían vender trigo con el oro por debajo de 40[55]. La caída en la cotización del oro en los Estados Unidos en septiembre podría haber ayudado a las perspectivas económicas húngaras.
En 1873 la historia empieza con las indemnizaciones franco-prusianas, de las que una décima parte se pagó en oro en 1871 y que provocaron una especulación sustancial en Alemania, que después se extendió a Austria[56]. Jay Cooke, que llegó tarde a las finanzas ferroviarias y buscaba capital para los ferrocarriles en Europa, sobrepasó sus posibilidades con el Northern Pacific; intentó conseguir préstamos en Frankfurt pero no pudo competir con los auges de la construcción en Alemania y Austria[57]. Otras perturbaciones incluyeron la abertura del canal de Suez en 1869, el error de las autoridades alemanas en la emisión de monedas nuevas antes de retirar las antiguas monedas de plata, el incendio de Chicago del 8 de octubre de 1871[58], y en especial la excitación generada por la unificación alemana bajo la dirección de la Prusia de Bismarck. La adquisición alemana de 90 millones de libras de las indemnizaciones puso en peligro la estabilidad en Gran Bretaña por la amenaza de su conversión en oro. Francia deflacionó para pagar las indemnizaciones y no se vio afectada por la inflación que se extendió por toda Europa.
Una cuestión principal es la conexión entre el colapso en mayo de 1873 en Austria y Alemania después de algunos meses de tensiones y el de los Estados Unidos en septiembre. Una relación se establece a través de los cambios en las inversiones alemanas en los ferrocarriles americanos; inicialmente los inversores alemanes especularon con los ferrocarriles y los terrenos occidentales, y después se produjo un paro abrupto de más inversiones. McCartney afirma que por lo general se acepta que la de 1873 es la primera crisis internacional significativa. La crisis estalló en Austria y Alemania en mayo; se extendió a Italia, Holanda y Bélgica, y después a los Estados Unidos en septiembre; y más tarde atacó a Gran Bretaña, Francia y Rusia. Un segundo pánico golpeó Viena el 1 de noviembre pero fue de corta duración[59]. Morgenstern destaca una «clara evidencia de la transmisión a lo largo del año, extendiéndose a Ámsterdam y Zúrich» en su tabla de pánicos bursátiles internacionales[60]. En el otoño de 1875, el barón Carl Meyer von Rothschild escribió a Gerson von Bleichröder y comentó el estado deprimido de los precios de las acciones en todas partes, señalando que «todo el mundo se ha convertido en una centro financiero[61]».
Siguieron una serie de quiebras y pánicos que no estuvieron tan íntimamente relacionados, incluidos los del City of Glasgow en 1878, la Union Générale en 1882 y la Bolsa de Nueva York en 1884; los pánicos bursátiles por toda Europa en 1887 a causa de la amenaza de guerra entre Rusia y Turquía; el monopolio del cobre en 1888 en París con la quiebra del Comptoir d’Escompte; y la crisis Baring de 1890, el escándalo de Panamá de 1892, y el pánico de Nueva York de 1893. Su propagación fue estudiada en detalle por Morgenstern[62] y Pressnell que se centraron en especial en la crisis Baring y dieron una importancia particular a su impacto en las reservas de oro del Banco de Inglaterra[63]. La crisis Baring de 1890 provocó estrecheces financieras más que pánico en Nueva York cuando los inversores británicos vendieron acciones buenas de los EE. UU. para cubrir préstamos latinoamericanos malos[64]. Un punto de vista es que la crisis financiera en Nueva York en octubre de 1890 precipitó el colapso de Baring Brothers en noviembre al producirse una serie de quiebras en Londres, lo que hizo que a Baring le resultara más difícil continuar. La crisis Baring, inducida por dificultades en Argentina, provocó una fuerte caída en los préstamos británicos por todo el mundo y contribuyó con fuerza a las crisis económicas en Sudáfrica, Australia y los Estados Unidos durante los años siguientes[65].
1907
La crisis de los EE. UU. de 1907 empezó varios años antes en Italia, que había participado en el crecimiento de los primeros años del siglo[66]. La especulación alimentada por el crédito se había extendido. Hubo operaciones ficticias y corporaciones del acero utilizaron fondos pedidos en préstamos ostensiblemente para inversiones reales, para especular con sus propios títulos; se pagaron grandes dividendos con el dinero de los préstamos para estimular el interés de los inversores. Las tensiones estallaron en mayo de 1905 con el colapso de muchas compañías nuevas. Una segunda recaída ocurrió en la bolsa de Génova en octubre de 1906. En abril y mayo de 1907 se habían ralentizado los préstamos de París y Londres, y las tensiones se agudizaron. La Società Bancaria Italiana se había fundado en 1898 con un capital de 4 millones de liras, que aumentó a 5 millones en 1899, 9 millones en 1900, 20 millones en 1904, 30 millones en 1905 y 50 millones en marzo de 1906. A medida que se aumentó el capital, se adquirieron bancos antiguos y con frecuencia con problemas y personal nuevo[67]. La central del banco en Milán no conocía los riesgos que había adquirido su filial en Génova[68]. En particular, el banco estaba profundamente implicado en adelantos sobre títulos (riporti). El gobernador Stringher de la Banca d’Italia estaba preocupado por la baja calidad de sus préstamos y la gran cantidad que había pedido prestada al banco central en diciembre de 1906. Cuando París y Londres cortaron los créditos nuevos a Italia y a los Estados Unidos en la primavera de 1907, el banco advenedizo y marginal estuvo condenado. Las conexiones directas entre Turín-Milán-Génova y los Estados Unidos eran limitadas. Pero los centros italianos estaban conectados con París; Nueva York tenía su conexión principal con Londres; y París y Londres, entre ellos. Bonelli afirma que cuando París vendió sus títulos británicos, y París y Londres dejaron de prestar, los países coloniales se encontraron de pronto privados de capital y se vieron obligados a detener proyectos de inversión en marcha, con la consecuente presión a la baja sobre la demanda, la producción, el empleo y los precios. La analogía entre Italia en 1907 y un territorio colonial es sorprendente. Bonelli sostiene que la restricción de crédito a Italia por parte de París habría tenido consecuencias mucho más serias si no hubiera sido por las remesas de los emigrantes, en su mayor parte desde los Estados Unidos[69]. Existía una conexión directa a través del Atlántico, principalmente entre Nueva York y Nápoles. El estudio de Bonelli se centra en la estrecha conexión directa y contrasta con la de un observador contemporáneo, un banquero neoyorquino llamado Frank Vanderlip, que afirma que la causa básica del pánico fue la guerra de los bóers, la guerra ruso-japonesa y el terremoto de San Francisco. Pero después de un inicio tan grandioso, analiza los excesos mercantiles de compañías fiduciarias recién formadas y la necesidad de una divisa expansiva[70].
Las ramificaciones internacionales de 1929
El presidente Hoover afirmó que parte de las causas reales de la Gran Depresión fueron la expansión de la producción fuera de Europa durante la Primera Guerra Mundial, que contribuyó a un exceso de oferta mundial cuando se recuperó la producción europea después de la guerra. Además, estaban las complicaciones financieras de las reparaciones y las deudas de guerra; una libra británica sobrevalorada y un franco francés devaluado, y el reciclaje de las reparaciones alemanas después del Plan Dawes con las compras americanas de los bonos de las corporaciones y los organismos gubernamentales alemanes. Cierta culpa se atribuye a la reducción de los tipos de interés en los EE. UU. en el verano de 1927 para ayudar a Gran Bretaña a mantener la paridad de la libra cuando las necesidades internas de los EE. UU. se habrían visto mejor servidas con tipos de interés altos. Cuando el precio de las acciones americanas aumentó en marzo de 1928 y en especial después de junio, se detuvieron las compras americanas de bonos extranjeros. Durante un tiempo, Alemania, los países latinoamericanos y Australia pidieron prestado a corto plazo. Alemania respondió a la reducción de entrada de moneda mediante la deflación de su economía, de manera que así iba a tener dinero para pagar las reparaciones. Las posiciones de pago de Argentina, Australia, Uruguay y Brasil se volvieron muy adversas. Incapaces de hacer frente a su acumulación de deudas a corto plazo o de pedir más prestado, sus divisas se depreciaron poco después del crac de la bolsa en octubre de 1929, cuando los precios del trigo, el café, la goma, el azúcar, la seda y el algodón cayeron con fuerza.
Un programa de mercado abierto emprendido por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York por iniciativa propia, pasando por encima de las protestas del Consejo de la Reserva Federal en Washington, alivió la restricción crediticia a principios de 1929. Se produjo un aumento en los préstamos internacionales durante la primera mitad de 1930; su volumen en el trimestre abril-junio fue mayor que en cualquier otro trimestre de las décadas de 1920 y 1930. Sin embargo, el bajo nivel de los precios y la pérdida de confianza en Alemania, en especial después de ganar los nacionalsocialistas en las elecciones de septiembre de 1930, provocó la continuación de las tensiones financieras. Los bancos en Europa central, sobre todo en Austria y Alemania, intentaron mejorar sus posiciones empujando al alza los precios de sus propias acciones. Dos bancos privados, el Banque Adam y el Banque Oustric, quebraron en París, desencadenando este último un escándalo que implicó a tres funcionarios gubernamentales y provocó la caída del gobierno. El gobierno deflacionista de Laval subió al poder a principios de 1931. Y después se inició el proceso deflacionista: la quiebra del Credit Anstalt en Viena en mayo, la quiebra del Danatbank en Alemania en julio, el acuerdo alemán de paralización de julio, y las retiradas de dinero de Londres en agosto, que culminaron con la decisión de los británicos en septiembre de 1931 de romper la paridad entre la libra y el oro. El bloque del oro de Francia, Bélgica, los Países Bajos y Suiza empezó a comprar oro con dólares norteamericanos y la retirada de oro de los Estados Unidos redujo las reservas de los bancos americanos. Japón salió del oro en diciembre de 1931. La deflación en los Estados Unidos derivó de la depreciación de la libra británica y de las divisas de los países de la zona de la esterlina que siguieron unidas a la libra, y de la reducción de las reservas bancarias. En febrero de 1932, la ley Glass-Steagall hizo posible una reflación a través de operaciones de mercado abierto, pero ya era demasiado tarde. Se siguieron extendiendo las quiebras de los bancos en un círculo retroalimentado de un proceso de endeudamiento deflacionista con una caída en los precios de los bienes, bancarrotas y quiebras bancarias. La economía de los EE. UU. tocó fondo con las vacaciones bancarias generales que se iniciaron en marzo de 1933 y con la depreciación del dólar en la primavera de dicho año, cuando se abandonó la paridad americana con el oro situada en 20,67 dólares.
Esta historia no lleva a la conclusión que la depresión de la década de 1930 se originase en los Estados Unidos.