Ángel y Demonio
Kate envolvió a su hijo con la manta blanca de lana que él le había comprado en una de esas casas de bebés muy exclusiva. Tuvo que llamar a un amigo casado para preguntarle, no tenía ni idea de dónde comprar ropa de bebé que fuera de calidad. Alfred abrió sus ojitos y ella lo cubrió porque le molestaba el sol. Iba en el asiento de atrás abrazada a su bebé mientras miraba de vez en cuando a Brent y al paisaje agreste que le rodeaba.
Estaba asustada, tenía la sensación de que su amante la estaba raptando, embarcándose en una aventura peligrosa. Y cuando vio que la llevaba al norte, a un paraje helado el distrito de los lagos casi lloró de angustia.
—Tranquila Kate, estaremos lejos de esa maldita ciudad. Empezaremos de nuevo, tendremos otros bebés si quieres… Nos gusta mucho hacerlos, ¿no crees?—bromeó él mirándola a través del espejo.
Ella suspiró besando la cabecita de su bebé que dormía como un santito luego de haber estado prendido a su alimento durante la mitad del viaje.
El bosque con sus lagos y agrestes parajes la envolvieron y notó que ese día no habría luz. Estaban en otoño y de pronto le preguntó:—¿A dónde vamos Brent? ¿Qué es este lugar?
—Lake distrit, en Cumbria preciosa. Tengo una casa muy antigua y señorial, era de mi padre y tal vez necesite reformas.
—Esto será muy frío para Alfred… Es tan pequeño.
—No lo llames Alfred, es Richard, es mi hijo y tengo derecho a ponerle un nombre de hombre.
Kate lo enfrentó.
—Es mi hijo también, y yo lo llamaré Alfred.
Brent no discutió, habían llegado a destino y tenía cosas más importantes que resolver en esos momentos.
Llegaron a la casa, una inmensa casa antigua, oscura, rodeada de un paisaje de bosque y lagos. Un lugar magnífico, como el que había soñado con John, rodeado de naturaleza, praderas… pero hacía mucho frío y su bebé… Cuidar a su hijo era la prioridad.
Dos criados aparecieron para llevarse las maletas, él tomó su mano y la presentó como su esposa Kate y su hijo Richard.
La casa estaba desierta pero todo estaba perfectamente, debió avisarles que irían.
—Perteneció a mi abuelo paterno, Richard Ferguson. Un gran hombre, trabajador, leal, tenía buena cabeza para los negocios. ¿Te agrada la casa querida?
Ella asintió y se acercó a la estufa encendida, estaba helada y comenzó a tiritar.
—Estás pálida Kate, te llevaré a tu habitación. Más que marido seré tu enfermero este día y también niñero del pequeño.
De pronto se acercó y lo tomó en brazos, rara vez lo hacía y ella quiso apartarlo pero finalmente cedió.
—Es maravilloso que no llore, ¿no crees? Pensé que pasaría el día llorando y que me volvería loco. Se parece a mí, yo no lloraba según mi madre, y de niño era mudo. Vaya cuando se entere que tiene un nieto y no le dije nada, querrá matarme… Siempre me ha preguntado cuando le daría un nieto. Y John me creía gay… ¿Sabes que no me creyó cuando le dije que había dormido contigo y era el padre de tu hijo? Esos Bentley siempre hablaron pestes de mí a mis espaldas, desgraciados—se quejó y tocó la carita del bebé y él lo miró con mucha calma, sus ojos azules eran muy grandes y brillantes. Pero tenía hambre y buscaba alimento, el calor de Kate y de pronto lanzó un chillido de protesta.
—Tiene hambre, te quiere a ti Kate… Eres su amor y su alimento… ¿Cómo harás cuando crezca? Porque vivirá prendido a tus faldas—dijo y se lo entregó despacio sin dejar de sonreír. Era un bebé simpático pero le gustaba salirse con la suya. En pocos minutos estuvo prendido del inmenso pecho derecho de Kate.
Observó cómo se prendía d ella hasta causarle dolor y rió.
—Ahora sí empiezo a enviarte hijo, daría todo por estar prendido allí de mi esposa—dijo.
Ella lo miró, era raro que la llamaba así, no era su esposa, era… la madre de su hijo, su amante. Y como si leyera sus pensamientos dijo:—bueno, en un tiempo podremos casarnos Kate, ya verás. Espero que ese tonto no haga las cosas difíciles.
********
La casa era cómoda pero algo antigua y su habitación siempre estaba fría, por lo que debía dejar encendido el calefactor eléctrico.
Los primeros días le costó adaptarse. El paisaje helado y gris de la ventana la desanimaba pero intentaba adaptarse. Cuidar a su bebé la absorbía por completo. El bebé no extrañaba y no se sentía. Pasaba el día entero durmiendo y despertaba cuando le cambiaba el pañal. Cada vez que despertaba era porque la hora de su almuerzo estaba cerca.
Un día llamó a su madre, necesitaba hacerlo.
—Kate, ¿dónde estás? Oh, Kate, John dijo que… Lo abandonaste. Y tu celular… Nació tu hijo y no nos avisaste—la voz de su madre se oía angustiada.
—Perdona mamá, estoy lejos… Yo… No es fácil lo que tengo que decirte pero estoy bien. Alfred nació antes de tiempo pero ahora está bien.
No tuvo valor para contarle toda la verdad, pero necesitaba hablar con ella, decirle que estaba bien.
—¿Dónde estás?—insistió su madre.
No se lo dijo, Brent no quería que los encontraran y días antes se lo había pedido.
“No recibiremos visitas por un tiempo Kate, si hablas con tu familia o con tus amigas, por favor no digas dónde estamos”.
—¿Y qué pasó con tu celular?
—Lo perdí, escucha… Estoy bien, John… No era el padre de mi hijo y estoy… con su verdadero padre. Quería avisarte eso mamá, no puedo hablar mucho ahora.
Debió decirle la verdad pero ¿cómo hacerlo? Su madre jamás lo entendería ni podría aprobar ese asunto clandestino y sórdido de tener un amante, que además era el primo de tu esposo, quedar embarazada de él y… Que la historia había terminado con el abandono de John y la huida con quien había sido su amante por varios meses.
—Kate, ¿te volviste loca?—su madre fue incapaz de decir otra cosa.
—Tal vez mamá, pero quería avisarte que estoy bien.
Ella gruñó un “bueno” y la conversación se cortó.
Brent estaba cerca de allí, y Kate lo miró.
—Es una locura, no puedo pedirle que lo entienda, solo quise avisarle que estaba bien.
Él se sirvió una cerveza fría, la necesitaba.
—Supongo que no… pero si te ama lo entenderá, con el tiempo…—dijo.
Su celular sonó entonces y Brent habló con su abogado sobre el divorcio y la anotación del bebé.
Días después le entregó unos papeles para que firmara la declaración de comportamiento irracional entre los cónyuges.
Ella leyó la declaración con cautela y lo miró.
—¿Comportamiento irracional de John? Escucha, él jamás fue irracional ni… Ni reñimos constantemente como dice aquí.
—No importa Kate, es el divorcio más rápido, o quieres seguir casada con tu amado John? Debo anotar a Richard, el tiempo vuela preciosa, firma aquí. Nadie te condenará por decir una mentirilla, una mentirilla sin importancia diría yo.
Ella vaciló pero finalmente firmó. Por momentos sentía deseos de correr, pero tenía a su hijo, debía velar por él y temía que si lo hacía él… A veces le temía. Era una tontería por supuesto pues esos días Brent había tenido que salir y cuando estaban juntos miraban televisión o charlaban. Como dos buenos amigos.
Era extraño que un hombre tan sensual se conformara con mirarla y dormir a su lado. Pero esos días que estuvo allí comprendió que había otro Brent, que no era el demonio sensual que le hacía el amor sin parar, y que ese nuevo Brent era un hombre alegre y de buen humor, pero nada dispuesto a ser complaciente y siempre dispuesto a salirse con la suya.
—¿Lo ves, Kate? Richard es como yo, hace lo que quiere, pretende estar todo el día en brazos prendido a tu cuerpo y tú lo consientes. Pero si lo hago yo me dices “eres un loco dominante, no haré lo que tú digas”.—le dijo en una ocasión.
Ella suspiró mientras contemplaba ese paisaje de niebla y lagos a través de la venta.
Se durmió sin darse cuenta y de pronto despertó al sentir sus besos. Era Brent, y la abrazaba despacio. Kate estaba exhausta y se refugió en su pecho. “Esto es una locura Brent, lo sabes ¿verdad?” susurró.
Él sonrió desde la oscuridad.
“Tú no me conoces preciosa, no intentes adivinar lo que siento o lo que pienso, es inútil que lo hagas” dijo y la besó. “Maldición, no podré soportar estar tres semanas sin tocarte, llevo más de una y me siento desesperado. ¿Quién fue que inventó la maldita cuarentena preciosa, quién hizo esto?”
Ella lo miró sin decir nada y lo besó despacio, pero su beso fue más ardiente y apasionado y pudo sentir como su miembro crecía y la rozaba despacio.
“No, el médico dijo que no puedo Brent, que si lo hago…”
“Está bien, déjame sentirte así, intentaré controlarme preciosa. ¿Qué tienes Kate? Estás temblando, ¿por qué lloras?
“Tengo miedo Brent. Mucho miedo”.
“¿Tienes miedo de mí preciosa? Eso es bueno, aprenderás a obedecerme y serás una esposa sumisa.”
“No bromees con esas cosas Brent, tenemos un hijo ahora y quiero que tenga un hogar tranquilo, y esta casa es tan fría y tú…”
Ella pensó que nada resultaría, que reñirían y se vería sola y abandonada por él. Estaba asustada, su futuro era incierto, y esa fuga seguía pareciéndole una locura.
—Calma preciosa, deja de llorar… eres mía ahora y yo cuidaré de ti y del bebé—le susurró al oído y la besó.
Ella pensó que nada resultaría, que reñirían y se vería sola y abandonada por él. Estaba asustada, su futuro era incierto, y esa fuga seguía pareciéndole una locura.
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Brent tuvo que salir días después y Kate se encerró en la casa, hacía frío y quería estar con su hijo. El pequeñín había pasado el día durmiendo y era un ángel, rara vez lloraba y comía y dormía casi todo el día. Por momentos sentía que viajaba a su infancia y cuidaba a Tom, su bebé preferido, le cantaba y le cambiaba los pañales. Siempre había adorado a los bebés y pasaba horas mirando como cuidaban a Ronnie, el hijo de la criada de su abuela. Un día había llegado a tenerlo en brazos y ahora, no podía creer que fuera su hijo, su bebé quien estuviera allí. ¡Era tan hermoso!
Pero no podía quedarse en ese distrito para siempre, se sentía como si hubiera viajado en el tiempo y fuera una esposa victoriana, encerrada todo el día esperando que su esposo regresara del trabajo.
Era extraño pero luego de su partida se sintió angustiada y triste. Lo extrañaba, días enteros con él que casi había dejado de temerle. En ocasiones se preguntaba quién era ese hombre con el que había compartido esas noches de pasión y descontrol. El padre de Alfred y el hombre que la mantenía casi prisionera en esa casa. La maternidad la absorbía tanto que no sentía deseos de tener sexo ni nada, pero le gustaba dormirse en sus brazos y sentir sus besos.
Brent había cambiado, le gustaba el campo y en ocasiones hasta le hablaba de su infancia. Hijo único de padres divorciados, no había tenido una infancia alegre, los parientes de su madre eran los Bentley, remilgados y neuróticos. Se burlaban de él… Porque era de baja estatura y usaba lentes.
John era más alto y atractivo, él y sus hermanos se dedicaban a gastarle bromas. Un día lo habían dejado desnudo y se habían reído del tamaño de su miembro. Le tendieron una trampa, lo sacaron del baño mientras se duchaba… Tenía diez años y nunca olvidó ese día. Lo llevaron al jardín para que todos lo vieran así: como un pollo mojado, con el cuerpo de un niño de ocho años.
Todos fueron castigados… Pero a los pocos días volvían a jugar en los jardines y él se había quedado encerrado porque no quería ver a nadie. Los odiaba a todos. No solo por las bromas, las burlas y las humillaciones. No dejaban de censurar a su madre por haber sido abandonada por su padre, el divorcio era una mancha espantosa para los Bentley: católicos recalcitrantes y conservadores.
Su infancia había sido tan distinta. Vacaciones en Francia, visitas a casa de su abuela paterna en Devon; playa, cuevas, y escondites. Se había criado con lo necesario y desde joven había empezado a trabajar.
Kate dejó al bebé en su cuna y fue en busca de su ropa. Necesitaba darse un baño. Empezaba a sentirse a gusto en la casa, al comienzo le había costado primero entender el diseño de la casa, con sus escaleras y pasillos múltiples, no dejaba de confundir la sala de música con la de estar y así… Era una casa muy grande y no la conocía completamente. Lo único malo era el frío que recorría la casa con unas corrientes heladas.
Luego de bañarse buscó un saco de lana porque tenía frío y de pronto mientras sacaba el buzo encontró un álbum de fotos pequeño y lo miró. Era de Brent cuando era niño. No se parecía en nada, algo en los ojos tal vez, en la mirada pero… La madre era una dama gruesa, y el padre era muy parecido a Brent, pero no miraba la cámara miraba al costado. Alto, guapo y cierto aire arrogante que en Brent era simple maldad.
Era un niño menudo, disminuido, introvertido, con gafas y uniforme de colegio. Siempre salía serio en la foto, inmóvil, tal vez estuviera tenso. Él jamás le hablaba de sus padres, no podía tener una idea de cómo eran. Su padre había muerto hacía tiempo y parecía odiarlo, su madre tenía una vida cómoda, sin hacer grandes cosas. Seguía insistiéndole en que fuera a visitar a los Bentley pero él se negaba. Los odiaba y era un tema difícil para él.
Suspiró.
John y sus primos habían sido crueles con Brent, lo sabía bien.
Ahora lo odiaban porque él era mucho más rico y permanecía soltero, mientras que la fortuna de la familia Bentley había menguado. Sus primos estaban casados pero no parecían felices.
Kate se preguntó qué diría ahora lady Rose de su fuga con Brent, si acaso inventaría alguna historia absurda para tapar las apariencias.
Fue inevitable que pensara en John y se preguntó si acaso estaría odiándola o… Si de haber tenido hijos, de no haberse involucrado con su primo tal vez…
Era una tonta, no podía seguir atormentándose con esos pensamientos.
Brent casi la había raptado y ella le daría una oportunidad, si algo pasaba… Empezaba a sentirse padre, era raro pero, se acercaba al niño y tocaba su cabeza y hasta lo tenía en brazos. Sonreía con sus gestos y ella se había sentido tan conmovida cuando vio esa imagen, de Brent y el pequeño Alfred juntos…
Pero él no era como John, era un hombre recio, que odiaba las muestras de afecto, a veces la besaba sí y debió aprender a besarla sin tocarla más allá. En el trato diario no era tan agresivo como lo había sido antes, durante los primeros tiempos de su relación, bueno salía a hacer cosas, no podía estarse mucho quieto. Tenía mucha energía, parecía nervioso a veces y ella se preguntó si tal vez no le habría faltado afecto en su infancia y en su vida. El afecto, las relaciones personales, amistades y sentimentales eran muy importantes, aunque con esos modales de macho alfa, ¿qué mujer iba a prestarle atención? Debieron salir todas corriendo a tiempo, lástima que ella no había podido.
Kate sonrió para sí.
Era la hora de cambiar al bebé y despertarlo para alimentarlo, adoraba cuidar a su pequeño, sentir su olor…
Tenía tres semanas de vida, es acercaba al mes lentamente y seguía siendo tan chiquitino y tierno, con sus ojillos azules. Y era idéntico a Brent, se parecía tanto pero era un ángel, tan bueno, tan tranquilo… No daba ningún trabajo, temió que al ser su primer hijo… Que tuviera problemas, pero había leído mucho y hacía tanto tiempo que lo esperaba. Era extraño pero nunca pensó que fuera como su padre, algo malvado. No lo sería, ella lo criaría diferente.
*******
Brent llegó al anochecer, Kate se había dormido con el bebé en la cama, estaba algo cansada, no había dormido mucho la noche anterior, por unos sueños inquietantes.
Sintió sus besos y despertó, estaba frío y se frotó las manos.
—Este cuarto está frío Kate, ¿qué pasa con la calefacción? Estas casas viejas. ¿Cómo estás preciosa? ¿Y el bebé?
Alfred despertó al oír su voz y lloró, tenía hambre y buscó a su madre de inmediato.
Brent sonrió al verlo prenderse del pecho con hambre, era un guerrero nato. Lucharía y sería un hombre grandote como su abuelo, podía imaginarlo.
Cenaron momentos después y Brent le entregó un obsequio, una sortija, un celular y la noticia de que el divorcio tardaría unos meses.
—Luego nos casaremos Kate, pero no podré anotar a Richard hasta que ese malnacido… No es sencillo, puedes imaginarlo ¿verdad?
Ella asintió, sí podía… pensar en John le daba escalofríos. Debía odiarla… No, John era incapaz de odiar a nadie.
—¿Viviremos escondidos aquí? Alfred necesita ir al médico Brent, controles de rutina, saber si crece bien, si tiene buen peso…
Él la miró con fijeza.
—No lo llames así, es Richard. Pero en cuanto a eso no te preocupes, está gordo, no hace más que comer todo el día y dormir. ¿Has visto esas mejillas? Puedo llamar a uno de esos médicos rurales que hay aquí, todavía existen. Él lo controlará. Como antes… viviremos como en otra época.
Kate suspiró—¿Por qué nos escondemos Brent? John lo sabe, tú se lo dijiste.
—Lo hago para protegerte , ¿es que no comprendes? A ti y al bebé. John no es ese peluche que tú imaginas, está furioso porque de un plumazo arruiné su vida. No quiso creerme, pensó que bromeaba o que lo hacía para vengarme. Y los Bentley están furiosos, intentan disimular, hacer que nada ocurre pero… No podrán tapar el escándalo mucho tiempo. Quiero mantenerte apartada de todo ese lío legal y de John. Y de cualquier Bentley que quiera acercarse.
—¡Al demonio con los Bentley! Este lugar es tan solitario, y tan frío y esta casa… quisiera un lugar más alegre, la humedad y el frío le harán mal. Podría enfermar.
—No le pasará nada, exageras. Vives pendiente de ese niño, déjalo respirar. Debe inmunizarse, criado entre algodones no resultará. Luego buscaré otro lugar Kate, disculpa, no sabía que este caserón era tan frío pero perteneció a mi abuelo y siempre dije que sería el hogar de mi hijo un día.
Ella lo miró sorprendida.
—Pero tú no querías tener un hijo.
—Es verdad, pero de alguna forma sabía que lo tendría, debí intuir que terminaría prisionero en una cama y en las garras de una gata hermosa de ojos grises…
Brent se acercó y la besó de forma fugaz.
—¿Cuánto falta preciosa?—quiso saber.
Kate lo ignoraba pero él dijo los días exactos. —Cuento los días, las horas Kate para que volvamos a la cama tú y yo…
***********
El doctor Adam llegó una semana después, cuando Alfred cumplió su primer mes de vida y encontró al bebé muy bien. No había nada de cuidado pero debían mantenerlo abrigado. Hacía mucho frío y podía nevar.
Brent la abrazó por detrás. —Te lo dije, ese bebé es muy fuerte, es un toro Kate, deja de preocuparte.
Ella lo miró y se besaron, se abrazaron y él la llevó a la cama.
—No, aguarda Brent, todavía falta una semana.
—¡Demonios! Me voy a volver loco si no te tengo ahora Kate.
Ella protestó pero cuando la desnudó y la arrastró a la cama gimió. Tenía la sensación de que hacía años que no tenían sexo y se preguntó si podrían hacerlo antes… no tuvo tiempo a pensarlo siquiera, se quejó al sentir sus besos en su pubis, ardientes, desesperados. Quería devorarla toda y no se detendría hasta conseguirlo.
—Despacio Brent, por favor, creo que me dolerá…
Él sonrió y ella se apuró a responder a sus caricias, se moría por darle placer, por tener aquello que los había unido al comienzo llevándolos a esa loca aventura. Su miembro estaba como él; ardiente y desesperado, y cuando entró en su cuerpo pensó que se desmayaría. ¡Era tan maravilloso!
—Eres mía de nuevo Kate, ya no deberé compartirte—dijo él mirándola con intensidad mientras la rozaba una y otra vez.
Kate sonrió y lo besó.—Di que me amas y que serás mi tonto enamorado. Porque tú me amas ¿verdad?—le dijo.
Brent se puso serio y atrapó su boca, su cuerpo hasta inundarla con su placer por primera vez en mucho tiempo.
Pero no le dijo que la amaba, no lo haría, sin embargo sabía que la amaba… Había esperado años para seducirla y luego hacerle un bebé y ahora, había decidido cuidarla a ella y al niño. De no haberla querido no habría llegado tan lejos. Él no quería saber nada del bebé pero luego de su nacimiento había cambiado.
—Nunca seré tu tonto enamorado Kate y lo sabes, pero eres importante para mí, lo sientes ¿no es así? Tantos dicen amar sin sentir nada…—dijo él. La miraba con devoción, y podía sentir su corazón palpitante, su piel hirviendo.
—Yo sí te amo Brent…—le susurró ella.
Él la apretó con mucha fuerza y volvió a besarla, a hacerle el amor.
Estuvieron horas en la cama, horas, hasta caer exhaustos, rendidos, abrazados. Brent la retuvo entre sus brazos y deseó atarla a la cama pero cambió de idea, luego lo haría, ahora estaba muy delicada luego de haber tenido al bebé. Debía ir con calma.
Había sido grandioso, especial.
“Voy a hacerte muchos bebés preciosa, y te mantendré encerrada en casa cuidándolos y amarrada a la cama como una esposa sumisa y obediente. Seguro que te gustará… Era lo que soñabas ¿no es así?” le dijo él.
Kate lo miró.
—Quiero que me ames Brent, que me trates con amor y ternura, yo te daré todo lo que me pidas si me das lo principal. ¿Podrás hacerlo algún día?
Él se puso serio.
—Me tienes atrapado en tu cuerpo, preciosa, amarrado a ti, ¿quieres más pruebas que esa? Yo no quería una esposa ni ser padre, nunca me interesó ser como esos tontos Bentley: unos cerdos casados y respetables. Pero te quiero aquí conmigo, por eso te traje, por eso te robé del hospital y de John. No habría soportado que ese gusano volviera a tocarte, que se quedara con todo lo que debía ser mío. Tú Kate y mi hijo.
—Pero tú querías vengarte, tú lo dijiste, al principio…
—Escucha preciosa, de haber querido vengarme habría dormido con todas las esposas de mis primos, odiaba mucho más Fred que a John. A todos en realidad. No lo hice por eso, lo hice porque me gustabas, desde el día que te conocí en tu casamiento. Una novia hermosa, con vestido blanco… Parecías una gatita mimada de mejillas redondas. Soñé estar allí, que fueras mi esposa Kate. Luego me dije, no, no soy uno de ellos. Jamás me casaré. Pero me gustabas y luego… Iba a esas reuniones aburridas solo para verte, soportaba a esos demonios correr y gritar por toda la casa y a veces te llamaba para oír tu voz. Te di aquel beso a oscuras en el cumpleaños de lady Rose, ¿lo recuerdas?
Ella se sonrojó intensamente.
—Brent…¡Qué susto me diste! Pero tú esperaste tanto para…
—Pensé que amabas a John, él siempre fue más seductor y es tan faldero, ¿no? Actúa como tonto para conquistar a las mujeres. Te conquistó a ti… Tú lo quieres todavía ¿no es así? Querías entregarle a mi hijo para que lo educara como suyo y fuera su padre. Primero te escapaste a casa de tu tía Ellen y luego…
Kate suspiró y él le dio un beso fugaz sin dejar de mirarla.
—Bueno, al menos lo intenté. Escapar. Quería escapar de ti, Brent.
—Nunca podrás hacer eso Kate. No te dejaré, te haré muchos bebés para que estés contenta…—acarició su cabello despacio sin dejar de mirarla. Su amor, su gran obsesión durante tanto tiempo. Kate.—No me has respondido preciosa, ¿todavía amas a John?
—Tú sabes la respuesta Brent, sabes muchas cosas de mí.
Él la besó y volvió a hacerle el amor, a recorrer su cuerpo con caricias con la misma desesperación de la primera vez cuando sintió que el mundo se venía abajo y solo importaba estar juntos, hacer el amor, follar sin parar como si todo fuera a desaparecer…
—Entonces sí me quieres Brent, me amas… aunque no te guste decirlo y temas que quiera dominarte como ocurría con John. Dilo por favor, di que me amas—le rogó ella.
Brent se puso serio, Kate lo provocaba para que la besara, para que la tocara mientras besaba sus labios y su cuello. De pronto sintió que lamía su miembro con desesperación. Él le había enseñado a hacerlo, a darle placer hasta el final, lentamente… y ella quería hacerlo, quería volverlo loco.
Pero él la detuvo, debía entrar en su cuerpo, poseerla una y otra vez, rozarla con su inmenso miembro erecto y desesperado. Atrapó su pubis y sus labios a la vez, la dejó extasiada y sin aliento, gimiendo desesperada mientras la llenaba y mojaba toda con su simiente y caía rendido sobre ella. Sí la amaba, la adoraba, pero no se lo diría, le haría comprender que aunque lo hubiera atrapado nunca podría domesticarlo ni convertirlo en otro John.
**********
Desde esa noche nunca más volvieron a estar separados y los días siguientes lo pasaron en la cama, encerrados, afuera hacía mucho frío y comenzaría a nevar, el bebé dormía como un santito, reinaba la calma, la paz.
Él no la dejaba en paz, ý en las mañanas, luego de que desayunara y alimentara al pequeño Alfred comenzaba a besarla… Sabía que lo harían poco después. Kate sonrió, debían cuidarse, no podían tener un bebé tan pronto.
—Al diablo, ven aquí… No me importó dejarte preñada la primera vez, quería tenerte... Y ahora que eres mi esposa…—dijo él al ver que se le resistía pidiéndole que usara condón.
—Todavía no soy tu esposa—le recordó ella.
—Como si lo fueras preciosa, entonces te llamaré mía. ¿Te agrada? Y yo tu dueño, tu amo.
Kate rió y lo besó.
Había cambiado, ya no era ese demonio con el que había dormido más de diez meses atrás, sin embargo había zonas de su alma que permanecían inaccesibles para ella. Llenas de oscuridad. Ella habría deseado conocerlas y poder confiar plenamente en él y en que resultaría. No podía quejarse, habían pasado unas semanas sin sexo y sin roces, pero el futuro le provocaba angustia. No estaba segura de esa relación, y en ocasiones temía que solo fuera atracción física, sexual. Para ella el matrimonio era un tema serio, había escogido a John por sus virtudes, porque era un hombre tranquilo, respetuoso, y maduro, era un hombre y no un muchacho. Y era en ese entonces lo opuesto a Anthony: mujeriego, irresponsable y demás.
Pero no había llegado a amarle. Comenzó a sentirse atraída por Brent, sin darse cuenta, cada vez que lo veía pensaba “que guapo es” y su corazón se estremecía al verle. Sabía que era irracional, algo pasional y jamás creyó que podría ser algo más profundo.
Cuando durmieron juntos todo cambió, y cuando supo que odiaba a su primo… Había intentado escapar, ser una mujer decente que solo dormía con su marido y le era fiel, pero no pudo evitar caer de nuevo en la tentación.
Y como si leyera sus pensamientos él le preguntó en qué pensaba mientras almorzaban en la habitación. Alfred dormía profundamente. Estaba hermoso y la ropita comenzaba a quedarle chica.
—Pensaba en el pasado y me preguntaba sí… Creo que no debemos precipitarnos, Brent, tomaste algunas decisiones por mí, no me mires así. Esperemos un tiempo para saber si esto resulta. En ocasiones temo que riñamos y luego… No quiero que mi hijo se críe en un hogar sin armonía, con padres peleando, discutiendo.
Él no dejaba de mirarla.
—¿Por eso eres tan insegura? ¿Hija de padres que pelean como perro y gato? Te entiendo, los míos también peleaban, mi padre era un maldito ¿sabes? Bebía y golpeaba a mi madre y a mí… Hasta que mi madre se hartó y lo mandó al carajo. Los Bentley la censuraron, era un hombre muy rico y ellos siempre han amado el dinero—hizo una pausa y suspiró— No sentí nada cuando murió, alivio tal vez…Tuvo el fin que merecía. Pero yo no soy así, no soy un hijo de puta. Sin embargo hubo un tiempo que fui como él quería.
—Tú no eres así Brent—ella acarició su rostro y él la miró, emocionado por sus caricias.
—Pero comprende que vivimos una aventura, tú nunca quisiste esto, solo querías ser mi amante y luego me acusaste de usarte como un semental. Pero no lo planee, me moría por ser madre, es verdad y adoro a Alfred… Pero no quise que tú…
—Richard. Nuestro hijo se llama Richard preciosa.
—¡Al demonio, yo lo tuve, yo daría mi vida por mi hijo deja que le ponga el nombre! ¡Para mí siempre será Alfred!
Kate parecía alterada, en ocasiones le ocurría. Era emocional, temperamental, y eso le daba cierta chispa a la relación. Porque él era igual, pero debía contenerse.
—Está bien, lo llamaremos Alfred Richard, ¿te parece? Deja de reñir, pareces buscar excusas para hacerlo.
Ella lo miró y él sonrió mirándola con intensidad, con esa mirada maligna que le recordaba al diablo.
—¿Tú no confías en mí verdad, muñeca?—dijo— Temes un día despertar y encontrar a un demonio con un rabo y cuernos a tu lado, piensas que soy maligno y que perderé la cabeza y luego… Me divertía que lo creyeras, dominarte y manipularte al comienzo fue divertido, pero ahora es distinto. Estamos en otra etapa, la realidad nos alcanzó Kate y ya no me hace gracia que me creas un bastardo.
—Yo no pienso eso de ti, solo que no te conozco en profundidad. Solo en la intimidad, pero tú estás lleno de sombras Brent, y temo que… La vida doméstica no sea para ti, siempre te he visto salir y divertirte, usar ropa cara y tramar nuevos negocios.
—Bueno, pero ahora tengo una esposa y un hijo, soy un hombre afortunado, una esposa hermosa y dulce y un bebé que nunca llora. Es el paraíso para mí Kate.
Rieron, en ocasiones hacía esas bromas pero él se puso serio.
—¿Y tú, extrañas tu vida con John? ¿La cómoda villa elegante de Londres?—quiso saber.
Ella negó con un gesto, no lo echaba de menos ni siquiera pensaba en él.
—Tú no lo querías a John, ¿por qué te casaste con él? Tienen tan poco en común…
Siempre le hacía esas preguntas, como si tuviera unos celos enfermizos de su primo.
—Deja de pensar que John era mejor que tú en algo, era bueno conmigo y complaciente. Cuando te rompen el corazón y te engañan quieres otras cosas, yo quería tener una familia, seguridad, calor… Y muchos niños, y pensé que John me daría todo eso.
—¿Te refieres a Anthony Madison? ¿Él te rompió el corazón? ¡Qué imbécil! ¿Todavía lo quieres, Kate? ¿A ese yuppie granuja?
—No… ¿Por qué preguntas? Anthony es el pasado, lo quise mucho pero jamás volvería a confiar en él. Yo no perdono el engaño, si quieres estar conmigo deberás serme fiel, no me quedaré en esta relación si no me satisface, o si no me hace feliz, no importa que tan bueno seas en la cama ni que me ates con diez niños para que no pueda escapar.
Él la miró con esa mirada enigmática y extraña, insondable.
—No te haré diez niños preciosa, no te ilusiones, máximo tres. Y ahora me iré a descansar, este padrillo necesita recuperar fuerzas para la noche.
En ocasiones no respondía, la dejaba en ascuas. Era un hombre misterioso, reservado y por momentos sentía que lo conocía muy poco y que ese hecho la afectaba. Le costaba confiar en él. Deseaba tanto que fuera como un hombre normal que la acariciara y besara diciéndole “te amo preciosa”. ¿Por qué no podía ser más dulce? O al menos darle una señal de que le importaba, de que sentía cosas por ella. Porque ella se sentía confundida, atrapada, hablando de escapar pero sabiendo que hacía tiempo lo había intentado y no había resultado. Empezó como una pasión física, una atracción sexual salvaje pero luego… Estaba loca por él maldición y había mantenido esa relación clandestina en contra de sus principios, siguiendo los impulsos del corazón. Ese hombre la asustaba, la fascinaba y la tenía envuelta en el misterio. Era pérfido, malvado, estaba lleno de sombras y secretos y sin embargo, sabía que no habría podido vivir sin él. Que aunque a veces sentía deseos de alejarse… Regresaría.
********
Un día notó que estaba más callado que de costumbre, no sabía qué le pasaba, él solía ser muy reservado.
Y luego de hacerle el amor y quedarse rendido en sus brazos le preguntó.
—Nada muñeca, estoy bien… Esto me calma bastante…
Pero estaba algo extraño, él solía viajar a Londres de vez en cuando pero esa semana se quedó y la acompañó a llevar al bebé a control pediátrico. El niño había aumentado muy bien y era un niño saludable, tranquilo.
Él lo miró con orgullo.
—Debe parecerse a ti preciosa, yo nunca fui tranquilo… Escucha, mi madre está furiosa, quiere conocerlo, pero le dije que esperara un poco más. Acaba de enterarse de que fui padre hace dos meses y que la madre eres tú.
Kate se sonrojó.
—¿Se lo dijiste? ¿Fuiste capaz?
—Por supuesto. Bueno, está en shock no por lo nuestro, sino porque tiene un nieto y recién ahora se enteró.
Brent aminoró la marcha al llegar a un sendero oscuro.
—Pero dile que venga a conocerlo, ¿por qué no le has dicho nada? Es tu madre.
Él la miró con fijeza y sonrió al ver que su hijo estaba alimentándose de nuevo, sin perder tiempo.
—Quiero abandonar este maldito país Kate, lo odio. Estoy harto de muchas cosas, el maldito lío legal. Ese imbécil está haciendo todo por trancar el divorcio. Quiere tapar el escándalo, maldito pollerudo dominado. Todos tienen terror a la abeja reina Lady Rose.
Kate lo miró. ¿John? Murmuró.
—¿Quién más? Pero no es necesario estar aquí, tengo buenos abogados, lo haremos todo virtual, vía internet.
—Brent, no entiendo… ¿Qué te preocupa exactamente? Tú no le temes a nada.
—Es verdad, pero temo que ese loco… Ese loco venga aquí y te haga daño a ti o a mi hijo, Kate. Creo que lo mataría si lo intentara.
—Oh no, eso no ocurrirá, conozco a John. Debe estar odiándome, es orgulloso y comprendo que su familia… Su familia vive de las apariencias y nadie se atreve a divorciarse, pero John… Él nunca me haría daño.
—Me temo que los Bentley tienes sus métodos para convencer a los miembros más díscolos de la familia. John siempre fue el preferido de la abuela. La historia de esos Bentley está escrita con sangre Kate. Mataron a uno en el siglo pasado ¿sabías? Por escaparse con la amante y abandonar a una Bentley. Están todos locos, son personajes medievales, los conozco. Y saben todo lo ocurrido. ¿Entiendes? Temo que esos desgraciados tramen algo y…
—Pues sí lo hacen llamaremos a la policía, no podemos vivir escondidos como si fuéramos criminales Brent, no es justo. Tenemos un hijo, sabes cuánto lo amo si algo le pasara…
Llegaron a la casa y él la abrazó, Kate lloró asustada, y Brent maldijo en silencio. Odiaba verla así, y habría odiado que algo le pasara. Los amaba, a los dos, maldita sea, ese niño era suyo, un ángel, tan bueno. Nunca lloraba, aunque vivía pegado a su madre, había aprendido a amarlo, a dejar fluir en su corazón esos sentimientos fuertes que iban más allá de la sangre, era su hijo, y ella la mujer que amaba. Por primera vez sabía lo que significaba una verdadera familia, el calor de un hogar. No lo había planeado, había ocurrido. Y ahora eran lo más importante en su vida.
—Calma Kate, no llores por favor, nada malo pasará. Y no estamos escondiéndonos, no tengo miedo a esa familia de dementes, lo hice por ti, para que estés tranquila. En Londres no te habrían dejado en paz. Estoy deseando terminar todo este asunto. Además mi primo… No es el hombre bueno que tú imaginas Kate, no lo es. Y está furioso por haberte perdido y quisiera verme muerto ¿sabes?
Ella pensó entonces que exageraba, John, el bueno de su ex, era incapaz de hacerle daño ni a una mosca, siempre había sido así. Debía sentirse herido, traicionado…
No, no quería pensar en John, maldita sea, todo había sido su culpa. Pero tenía miedo, y cuando horas después vio llegar a un grupo de policías vestidos de particular se asustó. ¿Qué tramaba Brent? Estaba exagerando, John nunca le haría daño.
Brent sabía cosas que ella ignoraba por completo y que nunca le diría.
Estaba muy nervioso con todo ese asunto, tenía sus informantes y sabía lo que tramaba su adversario, o creía saberlo y esperaba atraparlo y hacer justicia. Solo eso, maldita sea.
**********
Kate estaba alimentando al pequeño Alfred mientras le cantaba una canción de cuna.
El niño se dormía sereno pero no dejaba de alimentarse. Ella sentía su calor, traspiraba porque siempre lo abrigada demasiado. Es que hacía mucho frío en esa parte del país y Kate deseaba que fueran a vivir a otro lugar, pero Brent siempre buscaba excusas. Era una mansión muy costosa y le gustaba estar allí, le traía buenos recuerdos. Manejaba sus negocios con el celular y el portátil, y vivía pendiente de ambos. Empezaba a querer al bebé, todos los días lo tenía en brazos y lo miraba con orgullo.
Y el sexo era el postre, siempre, a toda hora, en esa parte de la casa nadie entraba así que podían hacerlo en donde quisieran. Siempre lo hacían como si quisieran hacerle un hermanito a Alfred muy pronto. No se cuidaban y ella había dejado de preocuparse. Esperaba que John le diera el divorcio, Brent insistía en que luego se casarían y podría reconocer a su hijo. Todo era tan complicado.
Pero confiaba en él, empezaba a perder el miedo, no era un hombre de carácter fácil, seguía siendo autoritario. Kate empezaba a rendirse, a dominarla y eso no le agradaba demasiado, estaba acostumbrada a hacer lo que quería con John, a manejar sola sus asuntos y Brent no la dejaba.
Nunca la dejaría en paz, ni dejaría de domeñarla, no sabía si porque era inseguro o…
De pronto sintió algo extraño, y miró a su hijo. Dormía plácidamente como un angelito, Brent había salido momentos antes y un silencio sepulcral invadía la habitación y a pesar de ello escuchaba su respiración a la distancia y sentía su mirada extraña, inexpresiva observándola. John Bentley. El hombre con el que soñó tener una familia y al que había abandonado.
—Buenos días Kate. ¿Te sorprende verme aquí?—dijo siguiendo todos sus movimientos.
—John, ¿por qué estás aquí?
La mirada de su antiguo esposo era distinta, no parecía él pero… Ella comenzó a temblar y se acercó a la cuna. Quería gritar, pedir ayuda pero su impulso fue defender la vida de su hijo.
—Así que ese es el hijo del bastardo. Te acostabas con él, te gustaba como te follaba verdad, debió hacerte de todo para que dejaras todo por su culpa. Pero no te juzgo Kate, ni te odio, ya no. Tú me conoces, jamás podría odiarte.
Hablaba sin emoción pero sus ojos no se apartaban de ella ni del niño.
—Vete de aquí John, por favor, ¿por qué haces esto? Es una locura.
—Locura fue que me abandonaras por ese malnacido. ¿Es que no ves que hizo todo para vengarse de mí? Siempre me odió Kate, porque no era uno de nosotros, su padre… Era un maldito advenedizo, sin orígenes, que bebía y golpeaba a su madre. Y él es igual. ¿Crees que él te ama Kate? No. Solo quiere follarte preciosa, y si te hizo ese niño fue porque tú debiste obligarlo, jamás ha querido formar una familia ni… Él no quiere a nadie preciosa, no te engañes. Además, no todo en la vida es refocilar con demonios, hay cosas más valiosas. Nuestro matrimonio, nuestra familia Kate. Somos una familia ahora. Él te usó para destruirme, para vengarse, no te ama, tú no le importas.
Kate se alejó despacio con el niño en brazos.
—¡Eso no es verdad! Tú no lo conoces. Siempre han tenido la arrogancia de creerse mejores que todo el mundo. Los Bentley, sangre noble, importantes, ricos… Imagino que ahora tu familia ha de estar contenta, nunca me soportaron y tenían razón, no soy más que una zorra advenediza. Siempre lo fui para ellos, pero ahora tiene pruebas de ello.
Ella se alejó despacio, sin dejar de temblar, tenía a su hijo maldición y si algo le pasaba…
—Eres una estúpida zorra Kate, yo te daba todo pero al parecer tú querías más. Querías mucho más y te gustaba recibir azotes y sexo rudo. Porque eso es lo que él sabe hacer. Te golpeará Kate, a ti y al niño, nunca estarás a salvo. Escucha, tranquilízate. No te haré daño Kate…Vine a hablar contigo, a pedirte… Yo estoy dispuesto a pasar por alto este desliz. Sé que lo hiciste para tener ese bebé, que debió perseguirte… Por Dios, nunca ha tenido una relación normal en toda su vida con una mujer. Iba a esos clubes nocturnos para amos y esclavos, las golpeaba tanto que una de ellas le hizo una demanda. Pregúntale por el dom, sabe bien qué es. Ese hombre está loco, te está usando para vengarse, ¿es que no lo entiendes?
Kate gritó, llamó a Brent con todas sus fuerzas mientras él la atrapaba con su hijo en brazos. No sabía cómo había logrado eludir a los policías, la casa estaba rodeada por ellos y Brent no podía estar muy lejos.
—Tranquila Kate, no te haré daño. Vendrás conmigo ahora, piensa en tu hijo, jamás te daré el divorcio y él no podrá darle su nombre porque voy a matarlo ¿entiendes? Lo mataré. ¡Mataré a ese bastardo hijo de puta!
—Perdóname John, pero no le hagas daño a mi bebé, sabes cuánto quería tener un hijo.
Él vaciló y miró con odio a ese bebé rollizo y hermoso, perfecto. No debía ser suyo, él no podía tener hijos, el doctor se lo había dicho y creyó… Que el bebé sería de Anthony, jamás creyó que su primo había empollado un huevo para que él lo criara. Ese tipo era un lunático, y todos decían que era impotente y gay.
—Vamos Kate, vendrás conmigo ahora y sin gritar o juro que lo lamentarás—sus ojos echaban chispas, estaba furioso.
Ella lo siguió aterrada, no podía hacer otra cosa. Miró a su alrededor pero sabía que en esa parte de la casa no había nadie, eran sus apartamentos privados para estar juntos y hacer el amor. Brent… ¿Dónde estaría Brent? Debía avisarle…
John la empujó escaleras abajo y salieron por una habitación trasera secreta, debía conocer esa casa al dedillo no sabía como pero de pronto se encontraron en los jardines, rumbo a su auto.
Quiso empujarlo pero no se atrevió, él tenía su brazo tan apretado que la estaba lastimando y cerca de allí no había nadie.
—¡Aguarda John, por favor! —le pidió respirando con dificultad. Alfred despertó entonces y lloró, lloró como si quisiera llamar a su padre con todas sus fuerzas, nunca lo había visto así, tan furioso. Debía tener hambre… O estaba asustado porque notaba sus nervios.
—¡Calla a ese bastardo de inmediato, Kate! No soporto sus gritos.
John estaba furioso pero ella se negó a entrar y sostuvo a su hijo consolándolo para que no llorara.
Entonces escuchó unos pasos y lo vio a Brent rodeado por ese grupo de policías. Sintió deseos de llorar.
—¡Vaya! ¿Miren a quién tenemos aquí? Al semental salvaje de la manada Bentley—dijo John burlándose.
Brent se acercó despacio sin apartar la mirada de Kate y el bebé mientras los policías se dispersaban.
—Quietos todos allí, he venido a buscar a mi esposa y a mi hijo, porque legalmente lo son… Y me los llevaré. ¡Quieto ahí bastardo desgraciado o juro que los mataré a todos!—chilló John apuntando a Brent con la pistola mientras Kate gritaba desesperada.
Brent se detuvo sin perderlo de vista.
—Así está mejor, y antes de irme con mi esposa sería bueno que ella supiera algunos secretos de familia, ¿no crees? Mírame Kate, ¿me crees tonto? Siempre supe que ese niño no era mío, soy estéril, pero tú querías tanto un bebé… No podía decirte la verdad, temía tanto perderte así que dejé que te embarazaras de tu amante. Estabas desesperada que no te importó pillar lo que tuvieras más a mano, en este caso al poco dotado de mi primo. Debo darte las gracias, Brent, te confieso que jamás te creía impotente y gay. Tal vez lo fuiste en el pasado pero para vengarte cambiaste al otro bando.
Brent no dejaba de observarlo y parecía decirle a Kate que se calmara. Los policías lo tenían rodeado, no podría escapar.
—Pero ya no serás necesario. ¿Me creíste tan tonto Kate? ¿Te fuiste a casa de tu tía o quién sabe a dónde y te regresas embarazada? Tú eres la tonta, porque ese malnacido solo te está usando, siempre me ha odiado por burlarme de él, y siempre ha deseado llevar el apellido Bentley. Lo planeó todo Kate, no te quiere, te usó para vengarse pero no lo dejaré. Además, ese niño debe ser de Anthony, es demasiado guapo para ser de ese patito feo que ves allí.
Brent estaba furioso, sabía del amor que había tenido Kate por su antiguo novio pero lo que estaba haciendo John era una bajeza. Claro que era su hijo, se había acostado con ella durante semanas y sabía que no había nadie más.
—Suéltame John, deja de decir esas cosas horribles. Estás mintiendo, nunca estuve con Anthony y lo sabes.
Él sonrió.
—Ahora entiendo esas llamadas misteriosas en la noche, tus salidas sin decir a dónde ibas. Pero jamás creí que fuera ese desgraciado. ¿Qué viste en él? Porque aquello no pudo ser, a menos que se haya hecho una cirugía para agrandárselo. Tú no sabes quién es, no lo conoces, era una tonta Kate, realmente no tienes cerebro.
La expresión de Brent era odio intenso pero parecía alerta mientras John se llevaba a Kate con el bebé en brazos.
—Deja a mi esposa, John, déjala o te mataré, no la llevarás, si entras en ese auto juro que te volaré la cabeza, no me obligues a hacerlo.
—¿Tu esposa? Es mi esposa, malnacido. ¿Crees que tienes derecho a ella por unos cuantos revolcones? Ella vendrá conmigo, lo hará. O juro que todos lo lamentarán.
Kate lloró y miró a Brent suplicante, tenía un arma y podía matarla, lo haría. Debía estar odiándola en esos momentos, y ese odio era peligroso.
Brent se acercó despacio con el arma a un costado, intentando hacerle comprender, razonar porque en esos momentos estaba fuera de sí.
Quería convencerla de que volviera con él, que cuidaría a su niño, que luego adoptarían otro… que la perdonaría.
Ella comprendió que era una locura y le suplicó que la dejara ir, estaba desesperada, tenía el arma de ese demente muy cerca de la cabeza y de pronto sintió una detonación y gritó. Su rostro se cubrió de sangre y retuvo a su hijo. Estaba a punto de desmayarse pero no lo hizo. Y de pronto vio a John caer al piso con una herida de bala en la cabeza. Brent le había disparado sin vacilar y luego se acercó para saber si estaba bien.
La abrazó con mucha fuerza y el bebé despertó y lloró de nuevo mucho más furioso como rara vez lo hacía. Kate besó su cabecita oscura y lloró con él. ¡Qué momento tan espantoso había vivido!
—Ya pasó Kate, todo terminó. Sabía que haría algo así y no sé cómo carajo entró aquí… esto será un maldito embrollo, todos creerán que lo maté para quedarme con su esposa. ¿Tú no lo crees verdad?
Todavía temblaba, no podía creer que su marido hiciera todo eso, que intentara matarla a ella o a Brent, por un instante lo vio vacilar con su pistola, parecía desesperado.
—Todo esto es obra de los Bentley y sus ideas anticuadas sobre el divorcio. Enloquecieron a mi madre, la obligaron a soportar un calvario en manos de mi padre para evitar la deshonra del divorcio. Regresemos ahora, estás temblando preciosa.
Los guardias se encargaron de John, llamaron a una ambulancia pero poco pudieron hacer, murió rumbo al hospital.
Durante días Kate tuvo pesadillas sobre lo ocurrido, y Brent debió testificar que había sido en defensa propia.
Meses después se mudaron al sur, a una casa cerca de la costa de Devon, querían recomenzar y para ella hacía demasiado frío en Cumbria.
Además acababa de enterarse de que estaba nuevamente embarazada y quería un lugar más cálido para su hijo.
Él sonrió y la besó apasionado.
—Realmente me atrapaste para convertirme en tu padrillo, pero por más que me tengas ensillado y con las riendas, nunca podrás domesticarme. Lo sabes ¿verdad?
Kate rió y dejó que la llevara a la cama para festejar que en siete meses tendrían otro hijo.
—Tú me harás muchos bebés y yo te daré todo lo que quieras… ¡Te amo Brent! Y me alegra saber que no eras el demonio que temí al comienzo, que tú…
—Te equivocas, si soy un demonio, preciosa pero tú me amas igual. Al fin tienes un verdadero hombre en la cama y en tu vida.
Ella gimió al sentir que la llenaba de golpe, era una molestia deliciosa que la excitaba, la había dejado preñada enseguida, era un verdadero semental salvaje, mucho más hombre que cualquier hombre que hubiera estado allí… Y mientras la rozaba con fuerza le susurró: —Dilo Brent, dilo por favor. Quiero escucharlo…
Él se detuvo y la miró, podía sentir su inmenso miembro fundido en su cuerpo, estirándola hasta lo imposible.
—Dilo—insistió Kate.
Brent le susurró—Suplícame, preciosa.
—Te lo suplico. Dime que me amas, porque sé que me amas como nunca has amado a nadie en tu vida.
Él la miró con intensidad y ella lloró por su silencio. Estaba en ella y le arrancaba oleadas de placer, no quería que se detuviera, quería estar siempre así, fundido en su cuerpo, sintiendo su corazón latir. Pero nunca le decía esas palabras tiernas que decían todos los hombres y que ella necesitaba escuchar.
Brent se acercó y secó sus lágrimas.
—¡Te amo, Kate! Tú lo sabes, lo sientes en tu corazón. Hay tantas falsas declaraciones de amor que… Yo no soy un faldero ni me gusta quedar como un bobo.
Ella secó sus mejillas húmedas.
—Quiero escucharlo, me hace bien. No me casaré contigo hasta que jures amarme, hasta que me digas que soy importante para ti. Que soy mucho más que la mujer con quién duermes y te gusta hacerlo.
—Te lo diré cuando aceptes ser mi esposa y te sometas a mí en todo. Pero nunca lo harás porque eres una niña consentida, preciosa Kate.
—No volverás a tocarme si no me lo dices.
Él se acercó furioso y la atrapó.
—¿Acabo de hacerte otro bebé y dices que no volveré a tocarte? Pues no volveré a darte otro si te niegas a mí y te ataré y te daré nalgadas como te mereces pequeña insolente. Soy tu dueño, preciosa, y siempre lo seré, mataré a quien se atreva a tocarte como maté a ese desgraciado en Cumbria. Haría cualquier cosa por ti Kate, ¿tienes dudas de eso o de lo que siento por ti?
Kate sintió un estremecimiento. No quería pensar en John ni en el pasado, era su mujer y lo adoraba, se casarían en tres meses y estaba el pequeño Alfred que había comenzado a gatear y era el vivo reflejo de su padre. Y sin pensar en nada lo abrazó y él la besó y comenzó a atarla a la cama para someterla a sus deseos. Era uno de los rituales más excitantes para ella.
—Di que soy tu dueño Kate, y que me amas—le susurró antes de atrapar sus pechos mientras los lamía despacio. Pero quería su pubis, dulce, pequeño… era toda suya y le gustaba mucho tenerla así atada y luego dominarla. Así había sido en un comienzo y lo sería siempre.
—¡Te amo Brent, oh, sabes cuánto te amo!—dijo ella al sentir que atrapaba los pliegues de su sexo y sus besos ascendían hacia arriba, hacia ese rincón que tanto la enloquecía.
Sin poder contener su deseo un instante más atrapó sus caderas y las abrió para hundir su miembro en su vagina estrecha, ella lo abrazaba, lo subyugaba, lo vencía… Pero eso jamás iba a reconocerlo. Odiaba los compromisos, las relaciones estables y las mujeres jamás le habían durado más de unas semanas, los niños le causaban espanto y la peor tortura era tener que estar cerca de un bebé aullando. Ahora era un loco atado y vencido, pero debía fingirse recio para que no se notara tanto. La amaba sí, adoraba cada centímetro de su cuerpo y así había sido desde la primera vez que lo vio. Jamás había sentido algo así por una mujer y mientras estallaba en un placer intenso le susurró: “¡te amo Kate!” Y la apretó contra su cuerpo, envuelta en esas cuerdas, inmóvil, como su esclava, su mujer… Era su amo, su dueño absoluto y sabía que en sus brazos había olvidado a su antiguo amor y que lo era todo en su vida… Aunque debía compartir cartel con “el bebé de la casa”, un detalle sin importancia.
—Oh Brent…
Él la desató lentamente para poder sentir sus brazos estrecharle, todo su calor y ese amor sabía, ni siquiera la muerte podría aniquilar jamás.