Deseo

Cuando ella despertó unos días después, tomó su mano y la besó. No importaba lo que la había impulsado a escapar, a tomarse un tiempo, estaba embarazada y eso lo cambiaba todo. No le haría preguntas ni querría saber si realmente había estado en los brazos de Madison. No se había fugado con él, no lo había hecho, lo había llamado para pedirle perdón y…

—John, yo no sabía del bebé y pensé… Pensé que sería mejor separarnos.

¿Separarse cuando iban a tener un hijo? No podía hablar en serio, pero hablaba en pasado. Kate estaba exhausta y de pronto lloró.

Su madre llegó entonces con un inmenso peluche blanco y luego su hermana Lilly y todos la felicitaban sin imaginar siquiera la verdad.

—Regresaremos a Londres mañana Kate, debes hacer quietud unas semanas y controlarte. Los exámenes dieron bien, eres fuerte preciosa… Pero debes cuidar a nuestro hijo, sé cuánto lo deseabas y le he avisado a Brent que no regresaras a ese inmundo trabajo.

La mención de ese loco le puso la piel de gallina. ¿Le había dicho que era el padre de ese bebé, lo habría hecho?

No debía saberlo, no debía estar cerca, su esposo sabría que…

Estaba atrapada, no podía moverse, debía hacer quietud por el bebé… Era suyo, solo suyo. Y no podía decirle eso a John, se sentía como una bruja, una zorra malvada y taimada, envuelta en una maldita intriga. Porque estaba atrapada, no podía decirle la verdad, no en esos momentos pero…

La visita inesperada de Brent hizo que su corazón latiera acelerado.

Allí estaba él: con su traje de impecable corte, y la camisa blanca, la corbata costosa, italiana. El cabello oscuro brillante y los ojos de un azul intenso la miraron mientras le entregaba un ramo de rosas blancas y un muñeco de felpa.

—Gracias por este bebé preciosa, sabía que resultaría, solo necesitabas cambiar de padrillo porque el que tenías te vino fallado—le dijo luego de besar su mejilla.

—Sal de aquí Brent o gritaré, juro que lo haré.

Él tomó su mano y besó sus labios en un impulso.

—¿Gritarás? Tu madre está afuera Kate y tu hermana también, ¿querrás que se enteren de que su preciosa niña se quedó embarazada de su amante? Escucha, ten calma… Debes cuidar al bebé, nuestro bebé… no te alteres. Iré a visitarte y cuando pase el riesgo nos veremos como antes, y recordaremos viejos tiempos. Ahora tranquilízate y ten calma. Y no sueñes en separarte ni en abandonar a tu esposo, no te dejará y además, ¿a dónde irías? Tu embarazo es de alto riesgo ahora, lo dijo el médico preciosa y no desearás perderlo, con lo que te costó tenerlo y lo mucho que te divertiste haciéndolo.

Era un cínico y Kate lloró, podía imaginar lo que planeaba, siempre sería una sombra en su vida, una piedra en su camino. Pero no le diría a John que el hijo no era suyo, disfrutaría sabiendo que había engendrado un bastardo en su familia, nada más. En realidad era una granuja de poca monta que tal vez la chantajeara para tener sexo con ella. Porque solo quería sexo. Pues ella lo ignoraría. No tenía forma de acercarse, viviría encerrada en su casa y no regresaría al trabajo.

Secó sus lágrimas y lo echó.

—Está bien, me iré… Pero regresaré por ti preciosa, lo prometo. Debemos recuperar el tiempo perdido ¿no crees? Cuando pase el riesgo y estés bien. ¿No me darás las gracias por este suvenir?

Era un maldito cínico.

—No te saldrás con la tuya Brent, John sabrá la verdad, no lo engañaré. No seré parte de esto.

Él se detuvo cerca de la puerta y la miró de forma extraña.

—Ya eres parte preciosa, ya lo hiciste, te quedaste embarazada de otro Bentley que no es tu esposo, pero tú solo querías un bebé, estabas desesperada y cuando lo hacíamos no tomaste las precauciones. Bienvenida al club de los secretos Bentley mi amor, serás una más del clan ahora.

Kate intentó serenarse, debía pensar en su hijo, si tenía un embarazo de riesgo no podía dejarse consumir por los nervios.

La casa se convirtió en su refugio y lentamente con las ecografías y recuperada, Kate comenzó a sentirse mejor. John se desvivía por cuidarla sin pedir nada, como un buen amigo. Jamás le hizo preguntas y no dejaba de decir nuestro hijo.

Pero ella extrañaba estar entre sus brazos. El médico había dicho que hiciera vida normal, que había pasado el período de alto riesgo. Su hijo estaba bien y crecía en cada control.

Él la deseaba, lo veía en sus ojos pero no se había acercado a ella por temor a su embarazo. Todavía estaba asustado.

—No es prudente Kate, el bebé…

—El bebé está perfectamente, ven…

Su esposo se acercó y la abrazó con cautela tomando su rostro para acariciarlo mientras le daba un beso profundo, desesperado. La deseaba, estaba loco por ella, a pesar de todo, a pesar del tiempo y su huida…

Sus manos recorrieron sus pechos que habían duplicado su tamaño. Se veía más recuperada y su panza empezaba a notarse, poco, pero se notaba. Besó su vientre y lo acarició con ternura y ella gimió cuando sus besos atraparon los pliegues de su sexo con desesperación. Hacía tanto que no tenía sexo y pensó que ya no le interesaba, pero esa noche quería hacerlo, quería ser la esposa que debió ser mucho tiempo antes y lo dejó que continuara pues sabía cuánto le gustaba perderse en su cuerpo y llenarla de caricias íntimas.

John la penetró muy despacio, casi no se atrevía y ella gimió porque su cuerpo le pedía sexo, ardiente, apasionado… como ese loco desgraciado le había dado, despertando su cuerpo a la lujuria. Porque ahora ya no era la esposa que se entregaba a él algunas veces en el mes, era la joven que se había acostado con el demonio y quería sentir ese fuego que solo el mismo diablo podía darle. Él estaba allí, abrazándola, apretándola, atando sus manos y torturándola de mil formas hasta que estallaba en su cuerpo. No quería pensar en ese maldito, no quería hacerlo, le había hecho un hijo y nunca más se acostaría con él, pero estaba allí, podía sentirlo. Una presencia maligna y sombría; agazapada en la oscuridad, observando, al acecho y cuando estalló una y otra vez sintió que perdía el aire y pensaba en Brent. Era como una fantasía erótica morbosa que no podía evitar, pensaba en él y sentía cierta energía, no podía explicarlo… ¿Sería por el hijo que llevaba en su vientre? Debía estar loca, debía sacarse a ese demonio de la cabeza, debía hacerlo.

Cuidar a ese niño era su prioridad, a ese ser indefenso, vulnerable.

Él se mantuvo alejado, las primeras semanas no molestó ni la llamó.

Kate comenzó a animarse cuando en la semana veinte vio a su bebé en la ecografía; un varón. Tamaño normal, pudo ver las piernas largas moviéndose de un sitio a otro, las manitos y ese corazón que latía sin parar, desesperado.

Fue tan emocionante que lloró y estalló de felicidad. Lo llamarían Alfred como al abuelo fallecido de John y pensó que ese bebé les traería paz, que todo cambiaría.  John era un hombre tranquilo, complaciente, jamás reñían y ella vivía leyendo libros de bebés, comprándole ropita, juguetes… Tenía la habitación esperándole y no veía el momento de que naciera. Habían vuelto a ser un matrimonio, a compartir la cama y momentos como en el pasado. El pequeño los había unido, su hijo…

Sus padres y su hermana Lilly fueron a visitarla el fin de semana y le llevaron ropita de bebé. Empezaba a notarse, tenía la forma de un huevo y había engordado unas libras pero eso no le importaba. Comía muchos dulces y disfrutaba de quedarse durmiendo toda la tarde.

—Te ves espléndida, Kate—dijo su padre ese día.

Se sentía así. Llena de vida, con una luz especial, y no quería pensar en la forma que ese niño llegó allí. Prefería negarlo, engañarse.

Tal vez John no sabía que era estéril y creía que ese niño era suyo.

Su hermana en cambio dijo que había engordado y que se cuidara.

—Si vas a tener varios niños mejor que empieces a cuidarte o te pondrás redonda.

Ella sonrió y John la abrazó. —Eres malvada Lilly, Kate está hermosa. Llena de vida…

Y cuando sus familiares se fueron la arrastró a la cama para llenarla de besos y caricias. Lo necesitaba tanto, el embarazo había despertado en ella una lujuria espantosa. Necesitaba el sexo como necesitaba comer cosas dulces y mientras lo enloquecía con las suaves lamidas en su miembro imaginaba que era Brent, que estaba allí, atándola, sometiéndola a sus deseos y se humedecía mucho más con la fantasía mientras él se ponía de lado para responderle.

Atrapó sus piernas y las abrió despacio mientras su lengua húmeda y anhelante se deleitaba con su respuesta y ella aprisionaba su miembro y lo devoraba cada vez más. Ella estalló poco después, mientras él no quería dejarla ir, quería más…  Adoraba a Kate cuando se convertía en una gata en celo, exigente, insaciable y lo dejaba devorar su preciosa vagina blanca y dulce. Cuando se entregaba a él sin reservas y le daba todo. No siempre ocurría y en esos momentos sintió que volaba y que habría muerto en esos momentos con su inmenso miembro prisionero de su sexo apretado y dulce. Quería llenarla con su placer varias veces esa noche, se moría por hacerlo. Había vuelvo a ser suya y sabía que podrían volver a hacerlo. Esa noche su preciosa esposa estaba insaciable y él disfrutó como un loco. Todo era perfecto. Ella le necesitaba. No lo abandonaría, había sido siempre un esposo bueno y complaciente y tendido a sus pies la tendió de espaldas  y comenzó a besar sus nalgas, a rozarla con su miembro erecto, listo para dar pelea. Kate siempre se resistía a esa práctica, temía que le doliera pero esa noche quería probarlo todo y lo dejó continuar mientras atrapaba su boca y la llenaba con su lengua, su miembro entraba en ese rincón nuevo y él gemía al sentirlo estrecho. Dios, hacía años que fantaseaba eso pero Kate no lo dejaba, no podía convencerla y ahora sí quería y podía entrar en ella sin problema. Rozarla una y otra vez mientras acariciaba su vagina húmeda. “Eres hermosa Kate, tan hermosa, cada rincón de tu cuerpo lo es, moriría si algo te pasara, si te perdiera” le susurró. Ella lo miró y gimió al sentir cómo la llenaba con su inmensa verga dura, como lo hacía Brent, sin piedad, como un maldito macho alfa para luego estallar y llenarla. Brent, pensaba en Brent cada vez que él la tocaba, no podía evitarlo. Y sentía que era él, no John, John era Brent, actuaba como él y le daba todo lo que quería.

******

Lady Rose solía llamarla para preguntarle por el bebé y lamentaba que no pudiera viajar a la mansión de los Bentley.

Pasaba mucho tiempo en casa aguardando que regresara su esposo pero ese encierro no la atormentaba, no la estresaba pues estaba en la dulce espera.

Un día mientras escogía la ropita que llevaría al hospital cuando naciera la señora Hoffman le avisó que tenían visitas. No le dijo quién era y ella creyó que sería su amiga Claire que vivía en la otra cuadra.

Dejó lo que estaba haciendo y fue. Tenía un vestido ligero floreado que marcaba su preñez que había empezado a notarse de forma evidente. Estaba feliz, radiante, había un brillo especial en sus ojos y él lo notó enseguida.

—Hola prima, perdona que viniera sin avisar pero tenía que hacerte un regalo. Trabajaste tanto tiempo en nuestra empresa y ..

Kate se detuvo asustada y sorprendida, jamás creyó que él tuviera la osadía de acercarse, de meterse en su casa.

Intentó serenarse pero le fue muy difícil. Él la miraba con fijeza, había estado llamando a su primo para enterarse de las novedades y sabía que era un varón y que los exámenes habían dado bien. Su hijo. Alfred. No le agradaba ese nombre, se oía débil, habría preferido otro.

—Vete de aquí, Brent. No quiero más regalos ¿sabes? Ya tengo el suvenir que me diste, aquí. ¿Lo recuerdas? Ahora vete.

Esas palabras lo hicieron sonreír pérfidamente. Estaba loco por esa mujer, había tramado una venganza pero no podía desprenderse de un deseo salvaje, insaciable… Nunca había repetido sus aventuras, nunca había tenido una relación estable ni duradera, era un dom y cuando quería placer sabía dónde buscarlo. Sabía que era más que deseo, y que a ella le pasaba lo mismo. Llevaba meses sin tocarla y eso lo estaba enloqueciendo.

—Es mío, Kate, ese bebé no es de John y lo sabes. Deja de fingir que eres la esposa perfecta. Hogareña, virtuosa, esa no eres tú Kate… Y yo sé bien cómo eres, te conozco… Ven Kate, daremos un paseo, si no lo haces arruinaré tu nidito de amor con ese tonto y le diré la verdad, juro que lo haré.

Ella lo apartó pero él la atrapó entre sus brazos y le dio un beso salvaje, se atrevió a ir a su casa, a amenazarla y a robarle un beso. Kate tembló con ese arrebato pero cedió a su chantaje.

Avisó a John que saldría a dar un paseo y fue al apartamento de ese demente.

—Tranquila Kate, seré muy suave contigo, no será como al comienzo, debemos cuidar a nuestro hijo… Relájate preciosa y disfrútalo. Ahora quítate ese vestido y abre tus piernas muñecas para que pueda darte el dulce que tanto te gusta.

Sabía a qué se refería y tembló pero luego se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. Él se acercó y le quitó a todo con prisa solo para deleitarse viéndola desnuda.

Brent se puso serio al ver su vientre en forma de huevo, los pechos inmensos. Era hermosa, a pesar de estar preñada de varios meses seguía siendo armónica, de curvas suaves y él quería llenarla de besos.

Se desnudó aprisa. No había tiempo que perder. Se acercó y comenzó a acariciarla mientras atrapaba su boca y le daba un beso profundo, ardiente, luego sus pechos, una uno para perderse en su cintura y deleitarse con su húmeda y dulce respuesta.

Ella gimió al sentir esa boca devorarla con desesperación y la excitación que sentía era la suya propia. Solo él podía ser genuinamente ardiente y despiadado, solo él podía enloquecerla de esa forma…

—Despacio, aguarda… ve despacio—le susurró.

Él la arrastró a la cama y ella vio su inmenso miembro erecto, duro y brillante aguardando por caricias. Era perfecto, y pasó la lengua por sus labios y se acercó para lamerlo con suavidad. Brent la dejó continuar mientras se desnudaba por completo.

—Así preciosa, como te enseñé, un poco más, devóralo, es todo tuyo mi amor… ven aquí—acarició su hermosa cabeza, las mejillas y sus labios, lo excitaba mucho tenerla así, tendida ante él como su amo. Pero lo que más quería era hundir su verga en su pubis apretado y estrecho y le pidió que se detuviera. Quería follarla una y mil veces ese día, ¡al demonio, lo haría!

—Espera despacio, mi bebé, te mataré si le haces daño, lo juro.

Él sonrió atrapándola mientras hundía un poco más su miembro duro como piedra, ella siempre se quejaba y le gustaba enfurecerla haciéndolo así. Quería demostrarle que era suya, marcar cada centímetro de su cuerpo.

—No me matarás preciosa, me necesitas para que te haga más bebés en el futuro. Soy tu semental bebé, tú, yo y el tonto de John para darles el ilustre apellido Bentley. Funcionamos bien como equipo ¿no crees?

Esas palabras la enfurecieron pero no podía pensar en nada. No quería eso maldita sea, no podría soportarlo.

“Despacio por favor” volvió a suplicarle mientras su cuerpo convulsionaba en oleadas de placer por primera vez. Él sonrió, parecía su cautiva gazmoña y él un sátiro consumado. Eso no era verdad, ella no era ninguna cautiva, era una gata en celo desvergonzada, él lo sabía bien. Pero era su preciosa gata, suya y no había en todo Londres una fémina más dulce ni más hermosa que ella. Su delicioso pubis, sus nalgas, el olor de su piel todo lo volvía loco. Eso había pensado la primera vez que la vio y ahora, la maternidad le sentaba, sus ojos y la forma en que respondía a sus caricias… pero quería atrapar su deliciosa y estrecha vagina, adoraba ese rincón y sentir su verga hundida en ella hasta el fondo como si nunca hubiera follado a una mujer en su vida. Como un adolescente y loco y desesperado ansioso de perder de su virginidad y hacerse hombre.

Una y otra vez la rozó como un salvaje.

Kate estalló de nuevo y olvidó su estado, lo olvidó todo por dormir con ese demonio, poseída por el instinto más primitivo y básico. Quería que la abrazara que la apretara contra su pecho y la llenara con su inmenso miembro, estirando su sexo hasta sentir dolor… No podía ceder más, le faltaba el aire y un orgasmo múltiple y desesperado la envolvía, algo que solo podía sentir con él… Horas estuvo en esa cama, cuatro veces estuvo en su cuerpo llenándola con su inmensidad hasta dejarla exhausta, rendida, solo entonces vio satisfecho su deseo. No pudo moverse, quiso hacerlo, darse un baño, no podía regresar así a su casa pero él la retuvo, abrazada, apretada contra él.

—Quédate quieta gata, ahora me perteneces… Volveré hacerlo en cuanto descanse.

—No, déjame, debo regresar… El bebé… Mi bebé… Siéntelo, ha pateado de nuevo…

Él se puso muy serio mientras ella llevaba su mano a su vientre. No le agradaban esas escenas sentimentales, él jamás la habría dejado preñada intencionalmente, fue un descuido… Kate lo enloquecía, eso no lo había planeado.

—¿Tú no quieres al bebé verdad? No sientes nada por él aunque sepas que es tuyo y que fuiste muy irresponsable al no cuidarte. Yo te rogué que lo hicieras.

Él sonrió de esa forma perversa que tanto lo asustaba.

—Me estás conociendo preciosa, al fin empiezas a entender… Quería hacerlo contigo y me pareció divertido embarazarte, pero no lo planee. Y tampoco lo hice por vengarme, lo hice porque me moría por follarte preciosa, porque me gustas, no te amo ni quiero una casa llena de niños llorones. No me agradan los niños. Para eso tienes a mi primo John.

—Pero intentaste chantajearme para que viniera aquí, y no te pusiste condón cuando te rogué que lo hicieras.

—Tú te morías por tener un bebé y yo te hice ese regalo, ya lo tienes allí, donde querías, me debes una y voy a cobrártela preciosa, ven aquí… tenemos tiempo hasta que llegue John del trabajo.

—Tu querías vengarte—lo acusó ella.

Él la miró con fijeza y la tendió de espaldas para poder entrar en su pequeño y hermoso trasero. Ahora lo tendría, nada podría impedírselo.

—Te quería a ti, en mi cama, rendida como mi esclava, eso quería… te vi el día de tu boda y desee que así fuera y aguardé durante años. Durante mucho tiempo esperé por esto preciosa, nunca antes había esperado tanto por una mujer… tal vez sí te ame muñeca… o tal vez me atrapaste en tu precioso rincón y me tienes cautivo allí. Eres hermosa Kate, tan bella…

Se moría por sentir su calor, sus labios y sentir que era suya… Entró en su trasero y no se detuvo hasta follarla una y otra vez. La tenía atrapada contra la cama, inmóvil. Kate gimió desesperada, sintió que iba a desmayarse, pero maldita sea, le gustaba… era el diablo original y John siempre sería una mala copia. Pero era su esposo. Y eso no era correcto… Era una locura, era terrible… No podía continuar.

******

Pasó el tiempo y Kate estaba angustiada, ese hombre la ponía histérica, quería que fuera todos los días a su apartamento, estaba insaciable.

Le había dicho claramente que solo podían verse dos veces por semana pero él insistía.

—No puedo… Hoy no puedo. John no fue a trabajar, está aquí… Aguarda a mañana—le dijo ese día angustiada.

Estaba nerviosa, había vuelto a reanudar esa relación enfermiza que la tenía atrapada. Y no podía escaparse cuando se le antojaba. ¿Por qué Brent no entendía?

Pasaron los días y no pudo escapar. John estaba resfriado y desganado.

Él se moría por tenerla y la noche siguiente Brent la esperó con expresión sombría.

Su estado era evidente, su vientre había crecido de golpe pero eso no lo asustó ni disminuyó su deseo, y acercándose con rapidez la envolvió entre sus brazos y le dio un beso intenso, profundo, atrapando su boca, su cuerpo en un apasionado abrazo.

La desnudó con prisa, quería hacerlo rápido, sin darle tiempo, dejándola mareada con la feroz embestida.

—Este no era el trato Kate, si no vienes más seguido hablaré con John, te lo juro—le advirtió y no se detuvo hasta hacerlo así, rápido.

Luego le ordenó que se arrodillara. Ella tembló al postrarse ante él, sabía lo que quería y se lo dio. Lo excitaba mucho hacerlo así, tanto como follarla sin piedad una y otra vez. Sexo rudo, salvaje pero menos que antes… Se contenía por su estado y comenzó a animarla a continuar tendiéndola de lado para devorar su pubis lentamente, separando los pliegues de su sexo.

Horas la retuvo en su cama, en su cuerpo y solo entonces se sintió satisfecho para dejarla en paz.

—No lo intentes, preciosa—le dijo entonces cuando estaba entre sus brazos deseando dormir. No tenía fuerzas, no podía moverse y lo miró intrigada sin comprender. “¿Qué dices Brent?” le preguntó.

—Intentas escapar de mí… Cuando nazca tu bebé, no me necesitarás hasta dentro de un tiempo, ¿no es así?

Tenía una expresión rara en sus ojos y la miraba con intensidad.

—No sabes lo que dices Brent, eres tú quién no me conoce… Yo tampoco quería esto, el bebé debió ser de John, no tuyo.

—Ahora es tarde para lamentaciones, es mío, yo te lo hice, sabía cuánto querías un bebé.

—Pero yo no voy a seguir contigo más tiempo Brent, no quiero, esto es muy difícil para mí.

Él sonrió.

—Eso mismo pensaba preciosa Kate, muñeca de ojos grises. Quieres dejarme. No lo intentes…

Hablaba en serio, y ella notó una velada amenaza.

—¿Y qué harías si te dejara Brent? ¿Me matarías?

Él sonrió.

—No, eso jamás Kate… Nunca te haría daño, pero no me dejes, no lo hagas… Yo te hice ese bebé y exijo que seas mía, ¿entiendes?

—Eso no es posible, sabes que tengo un esposo y que él le dará su apellido al bebé…

—Alfred… mi hijo se llamará Richard no Alfred, detesto ese nombre, es débil.

—Tú no quieres al bebé, pero John sí va a amarlo.

—Por supuesto y luego vendrás para que te haga otro ¿verdad? Y yo seré tu amante y tu padrillo… Pero no me dejes Kate, no lo hagas…Nunca me dejes.

Ella lo miró asustada, no parecía él, parecía otro hombre, era un pedido amoroso, una súplica salida de su corazón. Él besó su cabeza y la apretó contra su pecho para darle calor. Ese calor la sumió en un sueño profundo.

*******

Dormir con Brent era como dormir con varios hombres, o dormir con el diablo… Era un demonio. Oscuro y maligno, intensamente sensual y ardiente.  Y despertaba en ella algo que no podía entender ni explicar. Era solo sexo… Estaba sucumbiendo a su chantaje y saciando su propia lujuria, matando dos pájaros de un tiro como decía el refrán.

Ya no le importaba que la atara, que estuviera horas haciéndole el amor, solo él podía satisfacerla y dejarla exhausta, rendida. Y no se detenía a pensar si aquello estaba mal, era adicta a él y a esa doble vida que llevaba.

Esa noche él acarició su cabello y besó sus labios ardiendo de deseo; le gustaba verla así; rendida y atada a la cama. Pero no estaba sola, tenía a su bebé y de pronto notó que su vientre se movía. Estaba allí, su hijo, no quería pensar en él era un bebé metido en la panza de su madre y esperaba que se quedara un buen tiempo más o que saliera pronto porque le incomodaba.

Ella sonrió emocionada y dijo: —Desátame por favor, quiero tocarlo, se ha movido, patea…

Brent demoró en hacerlo, esperó a que le suplicara y entonces vio que Kate adoraba a ese niño y entre lágrimas le confesó que lo había buscado durante años.

Él la besó y entró en ella pensando que luego le pediría otros hijos y que John se dedicaría a empollar huevos ajenos. Ese pensamiento sin saber por qué lo hizo sentir enfermo. Empezaba a detestar que su primo tocara a Kate y que estuviera muy feliz esperando la llegada de su primer hijo. No era de él maldita sea, era suyo. Y ella también era suya, cada vez que entraba en su cuerpo era como si lo atrapara un poco más. No era un tonto sentimental, había tenido muchas féminas en el pasado, solían gustarle rollizas, delgadas, rubias… No tenía un tipo definido de mujer pero ella era su favorita, desde el mismo instante en que la conoció en la boda de su primo y mientras lo hacía sentía que no quería dejarla ir. Y era un deseo tan intenso que casi resultaba doloroso. Él no creía en el amor, para él todo era una obsesión, un deseo sexual insatisfecho. Era ella… Dulce, cálida, y ardiente como una gata en celo, Kate, su hermosa Kate, sabía cuánto le gustaban todas las cosas que le hacía.

Y mientras la llenaba con su semen la atrapaba entre sus brazos y le susurraba “soy tu amo preciosa, tu dueño, lo sabes ¿verdad? Dilo. Quiero que lo digas.

Kate lo miró sorprendida y él la retuvo con fuerza y no la dejó en paz hasta que le dijo que era su amo, su dueño. Esas palabras lo embriagaron, lo hicieron sentir fuerte, poderoso… Quería disfrutar de cada momento, cada instante robado sin comprender que era solo eso; horas y días robados a John: su primo. Porque era su esposa, suya, no de él. Al igual que ese bebé que llevaba en su vientre y que crecía deprisa. Sintió una patada de protesta mientras la abrazaba y entraba en su cuerpo, maldita sea, ¿qué era eso? Kate sonrió.

—Tú no lo quieres y al parecer él tampoco te quiere Brent… Te está pateando, ¿lo sientes? Son sus piecitos, quiere sacarte de allí.

A su amante no le hizo ninguna gracia, y de pronto notó que su estado era avanzado.

—¿Cuándo nacerá ese niño Kate?—quiso saber.

—¿Te refieres a tu hijo? Muy pronto, en unas semanas. Y se llama Alfred. Alfred William Bentley.

En ocasiones hablaba de los exámenes y ese día le mostró las fotos de la ecografía en 3D. Cuando Brent vio la foto de ese rostro regordete, de ese bebé sintió algo muy extraño.

Ella lo observó sonriente como lo hacía ahora.

—¿Qué pasa? ¿Al final es que tienes un corazón en ese pecho frío y musculoso?  ¿O te sientes atormentado de que otro críe a tu hijo y le dé su nombre? Es igual a ti… Mira sus mejillas, los ojos y aquí sus piernas.

Él la miró con intensidad.

—Quieres mucho a ese bebé, ¿no es así? Pues estoy deseando que nazca para poder tenerte aquí todos los días, muñeca, sin esa cosa estorbando de mil formas.

Sus palabras la enfurecieron.

—Mi hijo no es una cosa, ni una molestia, es mi bebé y si vuelves a decir eso te daré una bofetada—lo amenazó. Estaba a punto de llorar de rabia.

No lo haría, pero de alguna forma debía calmarla. Estaba temblando. En ocasiones reñían y él le decía “ven aquí gata en celo, te daré una zurra si no me obedeces.” Sí, tal vez era una gata en celo pero adoraba a ese niño no porque fuera de él, pudo ser de otro, lo quería porque era solo suyo.

—Calma preciosa, no hablaba en serio y no me hables así, no nació la mujer que me ponga un dedo encima. ¿Tú me amas verdad? Dijiste que te sacarías al bebé y no lo hiciste. Cuando escapaste a casa de tu tía en Devon. Yo estaba allí cerca, observándote…

Kate sintió un escalofrío.

—Sí, por un momento lo pensé Brent, no era la manera ideal de hacer un bebé ¿sabes? Pero luego me dije: “es mío, solo mío”… Tú no entiendes, no puedes entender la desesperación de una mujer… Me casé con John para tener hijos y habría deseado  tener tres, cuatro hijos… Y nunca quedaba embarazada, año tras año…

Él sonrió pérfidamente—Y yo te ayudé a cumplir tu sueño… Pero ¿qué harás cuando el niño crezca y el parecido conmigo sea evidente? Tal vez tengas suerte y al comienzo no se note pero luego… ¿Te quedarás con John mientras yo te embarazo una y otra vez? Me quieres de padrillo, por eso estás conmigo, quieres que luego te haga otra cría y me retendrás como solo tú sabes hacerlo: en la cama.

Kate no quería pensar en el futuro. Por momentos sentía deseos de escapar pero no podía hacerlo: estaba atada por su embarazo, atada por John y la culpa que sentía por engañarle, por no amarlo y por pretender que criara un hijo que no era suyo.

—Tú me embarazaste Brent, lo hiciste para vengarte de tu primo porque lo odias, yo no te pedí un hijo. Me gustabas sí, y disfrutaba cuando lo hacíamos pero nunca planee esto ni pensé que ocurriría.

—¿Y todavía esperabas que John te embarazara? Él no puede tener hijos, o al menos sus posibilidades son muy remotas. No es tan hombre como aparenta. Y lo que ocurrió fue un castigo, castigo divino Kate.

—¿Por qué lo odias tanto, Brent? ¿Qué te hizo para que lo odies así, de esa forma?

Él demoró en responderle.

Nunca hablaba de su infancia, ni de su pasado, era ella quien le contaba cosas pero jamás hablaba de John ni permitía que él lo hiciera.

—Si tú le haces daño a un niño Kate—dijo de pronto—si lo humillas y te burlas de él ten por seguro algo preciosa… Que ese niño jamás lo va a olvidar. No importa que pase el tiempo, ni que ese niño se vuelva adulto, atractivo y lleno de dinero, en su corazón siempre estará esa maldita espina. 

Kate no podía siquiera imaginar el odio que había en su corazón ni lo que tramaba, estaba con él por una mezcla de miedo y deseo, estaba atrapada y lo sabía.

—¿Acaso tú nunca has amado a alguien?

Él no le respondió, quería atarla y hacerle el amor, poseerla sin que ella hiciera nada más que someterse a sus deseos. No le agradaba recordar el pasado, ni pensar en ese bebé que la mantendría apartada de él por mucho tiempo. En ocasiones temía que volverá a escapar como aquella vez, podía adivinar sus pensamientos. No era una mujer que pudiera fingir ni tolerar esa situación, ahora estaba atrapada por él y por ese bebé pero luego…

—Déjame, estoy cansada, debo regresar, por favor Brent.

En ocasiones era un déspota pero sabía que él la amaba, aunque no se lo dijera, pero era un amor sombrío, oscuro y no había ningún futuro, así que mejor no pensar en eso.

Él la miraba furioso, con expresión triunfal. —Soy tu amo preciosa, ¿lo olvidas? Me debes obediencia—le dijo.

Kate lloró.

—Espera, el bebé…

Sin darse cuenta le pidió que la abrazara, estaba llorando y se asustó porque su hijo no dejaba de patear.

Brent la liberó de inmediato al comprender que algo le pasaba. De pronto vio que había mojado la cama.

—Rompí la bolsa… Debes llevarme al hospital, mi bebé va a nacer. Se adelantó… Por favor, voy a morir. Mi bebé Brent.

Él se asustó, Kate no dejaba de llorar y agarrarse el vientre, debía dolerle mucho. ¿Pero no faltaban unas semanas?

—Tranquila Kate, te llevaré al hospital. No temas… Tranquilízate—le dijo mientras la ayudaba a vestirse. Luego se vistió él con prisa.

Nadie mencionó a John, y en esos momentos él actuó como si fuera su esposo, manejó como un loco y la ingresó en su clínica privada.

Debía avisar a su primo pero no lo hizo, era su mujer, su amante y no iba a dejarla sola, no era un desalmado a pesar de que todo ese asunto lo pusiera nervioso. El bebé, las fotos de la ecografía y las palabras de Kate diciéndole que era su hijo y se le parecía, maldita sea, tenía la cabeza embotada y su corazón latía acelerado porque en esos momentos deseó que ese niño naciera y todo estuviera bien. Ella adoraba a su hijo y si lo perdía por su culpa...

Tuvo la sensación de que pasaba una eternidad. La habían ingresado a la sala de operaciones para practicarle una cesárea, ella ni siquiera sabía que él estaba allí, la habían anestesiado y sus últimas palabras fueron Brent, el bebé… la vio pálida, con los ojos llenos de lágrimas, desesperada, sufriendo y luego pasó en la camilla dormida, inconsciente.

Una empleada se acercó para pedirle los datos de Kate para ingresarla en la clínica, llenar la ficha médica y demás.

Dijo que era su esposa, no podía decir que era la amante, el hijo era suyo ¿y qué importaba llenar una ficha con datos falsos?

—Señor, necesitamos ropa para el bebé… ¿Usted la trajo?

Brent palideció, debía estar en el apartamento de John, no podía ir a buscarla.

La enfermera dijo que podían prestarle una ropa si el bebé nacía antes, mientras él iba a buscar ropa, pañales y demás.

La lista era larga, la enfermera se la entregó y Brent corrió desesperado.

No tenía idea a dónde iría. Kate también necesitaría ropa, la habían ingresado con lo puesto y necesitaría ropa de cama y…

Llamó a un antiguo amigo que había sido padre el año pasado y le preguntó dónde comprar ropa de bebé y pañales de recién nacido.

Una joven muy amorosa le enseñó la ropa, las distintas marcas pero tenía prisa y le rogó que escogiera ella. Cuando hubo tenido todo lo necesario fue en busca de los pañales y metió todo eso en un auto. ¡Qué locura! Esperaba que nadie lo viera... Si ese cretino se enteraba o alguno de sus amigos, pues se burlarían de él por la eternidad.

Al regresar al hospital no había novedades, Kate seguí en cesárea y él entregó todo a la enfermera, quien le dijo que dejaría todo en la habitación que le sería designada.

Su madre lo llamó entonces y luego sintió sonar el celular de Kate. Era John.

¡Maldito y condenado estorbo hijo de puta! No pensaba atenderlo. Que llamara y llamara.

Apagó el celular y lo desarmó. Sabía que esas cositas tenían un GPS muy potente.

Mejor sería destruirlo, lanzarlo hacia el vacío.

Dio vueltas y aguardó con los nervios destrozados, furioso, su cabeza era un torbellino y no podía pensar con claridad. ¿Qué mierda estaba haciendo? Debía llamar a John y decirle toda la verdad. ¿Acaso iba a desperdiciar una oportunidad semejante de vengarse y cobrar una vieja deuda?

¡Maldita sea, no lo quería ver allí! Lo mataría si aparecía, era su hijo… Kate era suya. No le importaba gran cosa ese bebé, no era un hombre paternal ni sentimental como esos perros falderos que se veían en todos lados. El bebé había sido una broma, una venganza que ni siquiera había planeado. Ella no podía tomar la píldora porque le hacía mal y él odiaba usar un maldito condón, eso era todo.

Pero sus locuras daban frutos, la locura de ambos, el fruto de su lujuria estaba allí a punto de nacer y era necesario hacer algo al respecto. No llamar a su padre legal había sido el primer paso, ni siquiera lo pensó, vio el número de ese desgraciado y cortó la llamada y destruyó el celular.

Necesitaba un trago maldita sea, algo para ayudarlo a soportar todo lo que estaba viviendo.

Miró el reloj de la sala y vio pasar a las enfermeras con sus uniformes blancos. Una mujer de cabello blanco se rió de él.

—Padre primerizo ¿eh? ¿Qué será? ¿Niña o varón?—quiso saber.

Brent no sonrió ni le respondió, no necesitaba fingir con extraños.

—Bueno, tranquilo, todo saldrá bien, hoy día se complica un poco y hacen cesárea, en mis tiempos…

La mujer empezó a hablarle, era una de esas inglesas charlatanas que al parecer no tenían nadie más a quien fastidiar en esos momentos, él apenas la escuchó.

Se alejó despacio, no estaba de humor para hablar con extraños, necesitaba saber cómo diablos estaba Kate. Maldita sea, había pasado más de una hora y nadie le avisaba… Esperaba con ansiedad que alguien saliera de esa maldita sala para decirle…

Dio vueltas desesperado, el tiempo se detuvo en ese lugar, y de pronto vio salir a uno de los cirujanos quitándose el barbijo, buscándolo.

—¿Señor Ferguson? —El médico lo miró con fijeza—Su esposa está bien pero el bebé… Debimos ingresarlo al CTI, sufre una prematurez leve y está bien… Pero es necesario dejarlo en observación.

La cesárea había sido exitosa, ella se recuperaría, pero el bebé tenía ciertas complicaciones que él no entendió y que nadie se molestó en explicarle. Corrió a ver a Kate y la encontró dormida, pálida.

Tardó horas en despertar y la escuchó hablar en sueños.

De pronto despertó gritando, preguntando por su bebé. Porque comprendía que había nacido, ya no estaba en su vientre y esa sala de hospital le resultaba tan fría y extraña.

—Está bien Kate, descansa.

—¿Dónde está mi bebé? Estás mintiendo Brent, ¿qué hiciste con mi hijo? Tú no lo querías.

Brent pensó que ese histerismo debía ser por su estado y sonrió.

—Oye muñeca, te traje aquí, dije que eras mi esposa y he estado horas aquí cuidándote. El bebé está con los doctores, le están haciendo exámenes, pero pronto lo verás. Tranquilízate.

Ella suspiró hondamente y lloró.

—¿Pero dónde está mi niño? ¿Por qué no está su cuna aquí?

Él vaciló pero finalmente le dijo la verdad. Estaba en el CTI pero su estado era estable.

—¿En el CTI? ¿Por qué? Era un bebé sano, saludable.

—Nació antes de tiempo y es necesario tenerlo en observación, eso dijeron, por unos días nada más. Está bien.

Kate tragó saliva.

—¿Lo has visto?

No, no se había movido de esa habitación más que para tomarse un café, beber agua y comprar el almuerzo.

Ella volvió a llorar desesperada, aterrada de que su hijo no viviera. El CTI no era para los bebés sanos, para eso estaba la nursery, allí los cuidaban y alimentaban hasta que su madre se recuperaba de la cesárea. Su hijo debía tener algo y él no quería decirle.

—Ve a verlo por favor… Yo no puedo moverme de aquí me duele mucho…

Brent se negó, no quería saber de nada con ese bebé, sus sentimientos eran extraños. No quería que le pasara nada pero tampoco le interesaba saber cómo era.

—¡Es tu hijo maldita sea! ¡Es tuyo! ¿Cómo puedes ser tan insensible? Tan cruel. Tú le diste la vida, salió de ti aunque no quieres, no voy a pedirte que seas padre porque eso dependerá de que tú lo quieras, solo te pido que vayas y le saques alguna foto con tu celular y me lo muestres. Yo sí lo amo y no soporto esta incertidumbre, por favor Brent.

Ella lloró pensando que no lo convencería y de pronto deseó que John estuviera allí, y la ayudara un poco, acababa de nacer su hijo, era el mejor día de su vida, o debía serlo y su amante malvado quería arruinárselo.

Y al ver que no se movía sino que miraba su celular distraído le dijo furiosa: —Entonces avísale a John, él sí quiere a este bebé, y lo amará como si fuera suyo. ¿Dónde está John? ¿Por qué diablos no le avisaste?

Sus ojos azules se llenaron de rabia y celos, la mención de John, la alusión a que él haría mejor papel que él en todo ese asunto, lo dejó enfermo de odio. No era verdad. Ese hijo no era suyo: ¡y maldito fuera el cornudo de su primo!

Sin decir nada fue a ver al bebé y preparó su celular para sacarle algunas fotos. La visión del bebé pequeñito de piernas largas le provocó un sudor frío y no fue capaz de mirar la pantalla un momento más. Sus ojos vieron la incubadora y al bebé. Su hijo. Un bebé pequeño pero rollizo, sus ojos abiertos buscaban la luz, lo buscaban a él. No podía ser. Debía buscar a su madre, pero no lloraba. Era extraño. Los bebés de los Bentley aullaban todo el tiempo, gritaban, eran muy molestos. Pero ese era muy guapo y tranquilo, sano. No tenía nada raro, la cabecita era muy redonda y tenía un gorrito de bonete muy mono. ¡Parecía un duende pequeño y malvado!

Una enfermera se acercó para cambiarlo y darle el biberón y él lo tomó con desesperación. Debía estar famélico.

Cerca de allí otros bebés minúsculos peleaban por su vida, un montón de bebés y le sorprendió lograr resistir la fobia que sentía por las criaturas pequeñas.

De pronto sintió orgullo de su hijo, era el más guapo y el más fuerte de todos, estaba seguro. Se acercó y olvidando por completo que debía sacarle fotos se quedó mirándolo embobado. Allí estaba el fruto de su venganza, solo debía dejar que ese tonto lo criara y olvidar que existía, que tenía su sangre.

Pero no podría alejarse de Kate, nunca podría hacerlo. Esperaría un tiempo y luego…

Sacó las fotos y sonrió, observó que su piel era muy rosada y el cabello oscuro. Luego se alejó, no podía estar más tiempo en el CTI, era área restringida.

Encontró a Kate llorando escondida en la almohada, quería ver a su bebé, estaba desesperada. Y necesitaba a John, le rogó que lo llamara.

Brent se acercó y le mostró las fotos de su hijo en la incubadora. Ella se transformó y secó sus lágrimas para ver a su bebé.

Pero no avisó a John, no lo haría. Al día siguiente trajeron al bebé a la habitación privada en su cuna. Fue un momento maravilloso para ella. Era un caso extraño esa Kate, siempre había creído que las mujeres buenas en la cama no eran maternales, que las jóvenes de hoy día no querían hijos ni compromisos.  Sin embargo ella estaba enamorada de ese pequeñín, fascinada por él y lo alimentó, se desvivió por atenderlo ignorándolo por completo.

—¿Es hermoso, verdad?—le preguntó.

Él asintió y salió. Debía regresar a su apartamento a darse un baño y luego… Kate necesitaba que le comprara ropa y más cosas para el niño. Su hijo. ¡Qué extraño era todo eso! Fue a comprarle ropa mientras una idea iba tomando forma en su mente.

Sabía que debía actuar en poco tiempo, Kate llevaba tres días internada y muy pronto le darían de alta.

Cuando regresó ella lo miró. Con su bebé en brazos el mundo podía desaparecer, nada más le importaba.

—Brent… Debo agradecerte lo que has hecho por mí pero necesitamos hablar. Siéntate por favor.

Él la miró pero permaneció de pie, viendo a su hijo alimentarse con desesperación. Pasaba el día entero en sus brazos, prendido a sus pechos, durmiendo… era un santo y Kate dijo que se parecía a él. Tal vez…

—Debes avisar a John, debe estar buscándome con la policía ahora, tú lo conoces… Imagina su angustia, desaparecí una tarde cuando estaba a punto de dar a luz y luego…

Llámalo, inventaremos una historia… No debe encontrarte aquí. Yo lo llamaré.

Kate estaba nerviosa y de pronto lloró al ver que él no le respondía.

—Calma Kate, ¿es que vas a ponerte a llorar por todo? Al bebé le hará mal y lo harás llorar, por favor no hagas eso. No soportaré si comienza a llorar como esos bebés de la nursery.

Ella secó sus lágrimas y lo miró con fijeza.

—¿Por qué no me respondes? ¿Qué harás conmigo? Necesito a John ahora, mi bebé también. Tú no lo quieres y siempre has dicho que…

—Deja de imaginar lo que yo quiero Kate. Detesto eso y lo sabes. Ese hijo es mío no de John, y no soy un perro. NO me pidas que lo tenga en brazos todavía, necesito tiempo y poner mi cabeza en orden. Maldita sea, llevo días aquí cuidándote, ayudándote. Eres mía Kate y no voy a llevarte de regreso con John para que él tenga su familia perfecta; a ti y a ese niño que lleva mi sangre. No lo haré ni que me supliques.

Ella palideció.

—Entonces llévame a Devon, o a casa de mi tía porque tú no vas a cargar con una esposa y un bebé, nunca has querido hacerlo.

—Te ayudaré Kate, te quiero conmigo. ¿Has comprendido? Quiero que dejes a ese estúpido y enfrentes que no puedes vivir sin mí, ni yo sin ti. Todo esto me ayudó a comprender que no soy un maldito cínico ni un Bentley. A la mierda las apariencias Kate, la conveniencia. Y no te atrevas a decirme que él será mejor padre para mi hijo, porque yo soy su padre y puedo hacerme cargo de él. Tengo veintinueve años, no soy un pendejo irresponsable.

Ella suspiró.

—Pero estoy casada con John, y este hijo es legalmente suyo… ¿Cómo esperas solucionar eso? Y estás seguro de esto Brent? ¿O estás siendo impulsivo? No quiero que actúes por obligación, necesito mucha ayuda ahora y no tendremos sexo hasta dentro de un mes. El bebé comenzará a llorar y detestaría tener que soportar que te pusieras histérico. A ti nunca te han gustado los niños, en las reuniones familiares sufrías cuando los veías correr y gritar.

—Sí, es verdad, los otros niños me molestan, más si son Bentley… Pero este no es Bentley, es Ferguson. Y no estoy actuando por capricho, cuando te traje aquí Kate ni siquiera lo pensé, y esto no es gratitud. No quiero seguir con esta farsa, lo hice antes porque tú volviste con Brent, tu embarazo era de riesgo y te asustaste, no podías enfrentar nada. Pero el bebé nació. ¿Realmente deseas regresar con John y hacer como si nada hubiera pasado? Respóndeme.

Kate besó la cabeza de su hijo que se había dormido.

—Quiero mejor para Alfred Brent, es tu hijo y tienes derecho a verlo, pero criarlo es una gran responsabilidad y no quiero que luego cambies de parecer y…

—Deja de pensar que estás hablando con el bobo de tu marido Kate. Soy un hombre, y de no haber querido todo esto habría llamado a John la primera noche. Lo habría hecho. Y no me digas qué es mejor para el bebé, di qué quieres hacer tú. Amas a John ¿no es así? Lo quieres y él es tan tranquilo, un marido que hace todo lo que tú deseas todo el tiempo. Jamás riñen, jamás nada… Es como un ser cibernético, no es humano, no es real.

—¿Y qué quieres que haga? ¡Maldita sea, Brent! Debo pensar en mi hijo antes que nadie y quiero que su padre lo ame y lo cuide, que lo ame de corazón no porque tenga su sangre y se sienta tocado en su orgullo. Él merece un hogar feliz, armónico y mucho amor de sus padres para crecer sano. ¿Estás dispuesto a amarle? Porque nadie puede obligarte a ello. Y cuidar y comprarle cosas, pagarle el mejor colegio, eso está bien, pero no alcanza para mí. Él merece lo mejor, y no hablo de cosas materiales.

Él sostuvo su mirada furioso.

—¿Y crees que John sería mejor esposo y mejor padre para Richard? —lo llamaba Richard y de pronto se acercó y lo tomó en brazos. Era su hijo, tan pequeñito, indefenso. Un bebé hermoso, perfecto… Un varón. Todos los hombres querían tener un varón, él jamás pensó en tener  hijos. Su infancia había sido triste, llena de carencias, solo su madre lo había amado, su padre lo maltrataba, lo despreciaba. Por suerte se había muerto hacía muchos años. Su muerte había sido un alivio.

Kate lo observó asustada como si pensara…

Él lo acunó y olfateó. Le encantaba ese olorcito a bebé, su calor… Estaba tan dormido que no se había enterado que estaba en brazos de su padre. Tranquilo, glotón, mientras tuviera a su madre para alimentarle todo estaría bien para él. Todavía no lo necesitaba, pero Kate sí, Kate necesitaba un esposo y él los necesitaba a ambos. No era un perro desalmado como lo había sido su padre, el afecto de su madre lo había salvado. Pero no era demostrativo, ni cariñoso más que cuando quería cama. Eso era verdad. Su padre le había enseñado a ser hombre de esa forma. “No quiero que seas un marica Bentley, hay muchos maricas en esa familia, dominados y estúpidos. Tú serás Ferguson, macho hasta la médula.” Le había dicho.

“¿Se ríen de ti porque tienes baja estatura y usas lentes? Pues yo te diré algo hijo: tú eres igual a mí y serás bien macho, pero esos primos tuyos serán unos redomados maricas. Ya verás. Acuérdate de mis palabras. Las mujeres les meterán cuernos, porque son todos unos imbéciles educados y amanerados. Las mujeres precisan mano firme Brent, no cedas a sus malditos caprichos, ni a sus llantitos porque estarás perdido”.

Así le había hablado el hombre que fue su padre y que tanto odió. Por momentos parecía amarlo, cuando no lo golpeaba por tener bajas notas en la escuela o por cualquier tontería.

Años de terapia y al final había seguido sus consejos.

Dejó al bebé en su cuna y la miró.

—No me respondiste Kate, te pregunté si amas a John. ¿No crees que merezco saberlo?

Ella suspiró.

—¿Y crees que me habría ido a la cama contigo de haberlo amado? Tú me sedujiste, me volviste loca Brent, y si conseguiste eso fue porque John no me interesaba. Quería separarme de él, estaba harta de la rutina y si en algún momento lo quise fue por cómo era él conmigo. Amaba la forma de que él me amaba. Pero eso no es amor. Yo te amo Brent, pero no siento que tú me ames y sentir esas cosas me da miedo. Una vez amé mucho a alguien y me lastimaron, luego nadie más me importó tanto y ahora… Esto es serio Brent. ¿Entiendes? Yo no seguiré contigo si regreso con John. Y si me preguntas, necesito a John ahora, no porque lo ame, sino por mi hijo. Soy egoísta, pero él es todo para mí ahora, durante años lo busqué y lo adoro. Y si algo le pasa a mi bebé… Temo que me volvería loca.

Él se acercó y la besó.

—Eso quería escuchar preciosa, tranquila, todo va a estar bien. No soy hombre de tomar responsabilidades por capricho, no cambiaré de opinión mañana. Te quiero a ti Kate, conmigo. De haberte perdido esa noche… Maldita sea, pasé horas enteras de angustia por ti y por el bebé. Yo cuidaré de ti preciosa, lo prometo, de ti y de nuestro hijo.

—¿Vas a arriesgarte, Brent?  Tú no quieres responsabilidades,  y luego… Esto no es lo mismo que irnos a la cama. Hace falta más, hace falta amor, comprensión, paciencia y tú…

—¡Por supuesto! Yo solo lo hago bien en la cama, quieres sacarme hijos como si fuera tu semental mientras vives tu existencia prolija y decente con el señor Bentley. Hoy debo irme Kate, debo hacer algunos trámites antes de marcharnos. No intentes escapar ni hacer locuras.  Hace meses que dormimos juntos, y ese niño es mío, ¿crees que John tiene más derecho que yo a quedarse con todo?

Ella lo miró sorprendida y asustada, pero debía conservar la calma, su estado era grave, estaba sola con su bebé, nadie sabía que estaba en esa clínica.

—Ten calma Brent, yo nunca te pedí esto. Deja de hacer planes por impulso o por orgullo. Tú no me amas, y esto… No resultará y lo sabes.

—Resultará si aprendes a no contradecirme a todo y me obedeces en la cama y fuera de ella. Sabes bien lo que me gusta y cómo tenerme contento. No te preocupes por lo demás, seré el esposo que tú sueñas. Te haré muchos niños preciosa, lo prometo, pero no me convertirás en un pelele, ni me confundirás con John. ¿Entiendes? Y serás como hasta ahora, una hembra con todas las letras, poco y nada me importa lo demás, solo recuérdalo y todo irá bien.

Pero Kate no quería ir con él y tembló.  No tenía su celular y no podía decirles a las enfermeras lo que le pasaba. Le tenía miedo. Esa historia había tomado un giro inesperado y peligroso.

Abrazó a su hijo con fuerza y besó su cabecita. Era hermoso y él le había comprado ropita preciosa, y algunos peluches. Pero no lo tocaba ni se acercaba a él y ni una vez lo había tenido en brazos. ¿Acaso lo amaba,  había despertado algo en su corazón oscuro y malvado? De repente se volvía protector, no podía entenderlo, había sido un cambio tan repentino. Pero maldición no quería vivir con él ni que fuera su marido. No era un hombre tranquilo ni medianamente manejable, como John. Pensar que tendría un marido machista y dominante la hacía sentir enferma.

Quería a su bebé y a John, un hogar tranquilo y en realidad esperaba que él la dejara en paz ahora que había tenido un hijo. No podía tocarla en más de un mes, ¿qué haría entonces?

Lo vio alejarse y tembló.

No tenía ropa y todas sus cosas estaban en casa de John.

De pronto se sintió mal. Todo había salido al revés, nada de eso debió pasar, nunca…

Pero al parecer ella se lo había buscado y se lo merecía. Las personas cambian, y al parecer Brent no era ese demonio que solo quería sexo, la quería a ella y eso solo podía deberse a una razón.

********** 

Brent se reunió con John Bentley en un restaurant esa misma tarde. No le dijo a Kate para no asustarla, estaba muy sensible, todo la hacía llorar y eso no era bueno.

Lo encontró demacrado, nervioso.

—¿Dónde está Kate, por qué no la trajiste? —dijo mirándolo con odio. Sabía parte de la verdad.

—Esto no puede ser más que una venganza, a ti nunca te han gustado las mujeres. Ni siquiera tienes con qué darles placer.

Brent lo miró con odio.

—Eso decían de mí pero no era verdad. Me gustan las mujeres hermosas, y la tuya me gustó de mucho tiempo atrás. Fuiste un estúpido John, debes reconocerlo. Pero eso no cuenta ahora. Solo vine a decirte que tengo a Kate y a mi hijo y me los quedaré. Son míos, ambos y manejaremos este asunto como adultos.

—¡Maldito rufián, te denunciaré si no me traes a mi esposa ahora! Es mía y ese niño también.

—Baja la voz, no querrás armar un escándalo en un lugar público. Mi abogado vendrá en unos minutos y te explicará lo que quiero que hagas. La metí en ese trabajo para tenerla cerca estúpido, y aquella vez que la besé en esa maldita casa Bentley en navidad fui yo. La metí en ese trabajo para estar cerca de ella, cuando supe que se moría por tener un bebé y tú no podías dárselo…. Conozco todos los secretos de la familia Bentley John y tú sabes que ese hijo no podía ser tuyo. Hace meses que duermo con Kate, y ahora todo ha cambiado. Tiene un hijo mío y no soy tan perro de desentenderme de mi cría amigo. Ed un bebé hermoso, tranquilo y tiene mi sangre.

—¿Es tuyo o es de Madison? No te creo has hecho esto para vengarte, nunca has tocado a Kate.

—¿Eso piensas?—Brent sonrió—Te diré donde tiene un lunar tu esposa y te diré que su cielo es el más dulce y apretado que puede existir. Al principio lo hice por venganza, para cobrarme todas las humillaciones de mis primos, de ti… Riéndote de mí, burlándote de mis genitales. Pues los niños crecen amigo y no olvidan, y ahora las cosas han cambiado. Adoro follarme a tu esposa y me la llevaré. Ella no quiere regresar contigo, solo te usó porque pensó que no me haría cargo del niño. Necesitaba un padre para el pequeño Richard. Pero yo quiero ocupar ese puesto, no voy a devolvértela estúpido John. Es mía ahora, y si te acercas o intentas algo te mataré. Tú sabes bien de lo que soy capaz. Harás todo lo que te ordene.

John lo miró con odio, lo habría matado en esos momentos. Ese maldito le había robado a Kate, pero no lo creía, nunca lo habían visto con una mujer y decían que era gay, lo sospechaban. Vivía para hacer dinero, nunca había tenido una maldita relación formal con una mujer. Y él había permitido que trabajara con él.

Para quitarle dudas le había hablado de ese lunar en su vagina, de ese pubis estrecho y dulce que él tanto había adorado. Se sintió enfermo de saber que ese cretino había estado allí. Ella había estado en su apartamento casi todos los días, por eso nunca la encontraba en casa. Maldición. La había seducido y ella había respondido a él como una maldita zorra. Había quedado preñada de ese infeliz. Porque estaba tan desesperada por ser madre que no le importó follarse a su primo. Pero no lo hizo solo para quedar embarazada, lo disfrutó. Siguió esa relación clandestina. Y ahora, al fin se la había robado, a Kate… No, ella no era Kate.

Cuando Brent se marchó y apareció su abogado para arreglar el asunto del divorcio se sintió enfermo. No hablaría con ese desconocido y se sintió asqueado y furioso de que otro hombre supiera su vergüenza. No firmaría nada y lo mandó al carajo.

Él hablaría con su abogado cuando fuera capaz de hacerlo.

Tenía a Kate, escondida en alguna clínica, no podía entender, había hecho la denuncia a la policía pero nadie la había encontrado. Horas de angustia, noches de insomnio para enterarse de que ella lo había traicionado con su peor enemigo.

Le llevó algunos días reaccionar, y más tiempo comprender que lo había perdido todo. Y él tenía la culpa en parte, había sido un imbécil con Kate, complaciéndola en todo, aceptando ese bebé sin hacer preguntas, sin querer saber… Porque siempre supo que no podía ser suyo, que era estéril y que no la había tocado en semanas.

¡Maldito bastardo! Se había vengado, lo había hecho para vengarse, no amaba a Kate, no amaba a nadie era un demonio sin alma. Eso era Brent Ferguson. Pero ella se había acostado con él, no podía perdonarla, ni pensar siquiera… No quería verla. Era una zorra maldita y se había entregado a su primo como una vulgar ramera… Se merecían. Eran tal para cual. Una pareja de zorros bastardos.

Estaba furioso pero no se quedaría de brazos cruzados, ¡al carajo con todo! Ese desgraciado había destrozado su vida, durante meses se había acostado con su mujer, se había reído en su cara, ambos se habían reído y ahora comenzarían una vida juntos, serían una familia. Ese maldito cretino se quedaría con el premio, con la mujer que amaba. ¡Mierda! No lo permitiría. Todavía le quedaba algo de orgullo.

Llamó a la empresa, ese día no iría y se tomaría unas vacaciones. Las necesitaba o se volvería loco.