Besos en la oscuridad

Unas semanas después, siguiendo el consejo de Lilly, comenzó a trabajar en otra empresa de publicidad.

Su jefe era muy guapo y agradable y sus ojos se desviaron a sus piernas con cierto disimulo. Tenía el cabello oscuro y parecía muy varonil, pero ella no quería enredarse en historias de oficina, ni poner en práctica la sugerencia de su hermana de buscarse un amante para tener hijos.

Intentó mostrarse distante, fría y pidió cambio de sección. No le agradaba tener jefes que miraran sus piernas y se hicieran algunas fantasías sobre ella.

Su nuevo jefe: Adam Barton, era un hombre recio, de sesenta años alto y fornido. No estaba para mirar mujeres, porque no le gustaban. Desde el principio le agradó su nuevo jefe: sus ojos oscuros la observaron con fijeza, sin asomo de coqueteo ni nada.

Sin embargo un día le dijo preciosa, pero sabía que ese preciosa era un reconocimiento, una caricia a una mascota valiosa y nada más.

Estaba contenta, trabajar con Barton suponía un desafío. Un hombre muy rico, sin más parientes que un sobrino heredero a quién jamás nombraba… Había algo entre él y cierto diseñador gráfico muy guapo, estilo modelo de ropa cara. No tardó en enterarse que su jefe era gay, así que no suponía peligro ni incomodidad alguna para ella.

Kate se mantuvo distante, había comenzado un curso de artesanía en porcelana. Su amiga Bessie se reía de ella pero no le importaba, necesitaba ocupar su tiempo y distraerse.

Con John rara vez hablaban del trabajo, él estaba preocupado porque las empresas Bentley no marchaban bien. Vivía hablando por celular, lo llamaban a todas horas y luego en la noche se dormía. Se alejaron, era inevitable, y Kate comenzó a llenar la casa de hadas y muñequitos de porcelana de mirada dulce. Niños y angelotes, un bebé… Se moría por un bebé y un buen día le dijo a John de adoptar.

—¿Adoptar?—Él estaba tan espantado como si de repente ella le estuviera diciendo que pensaba asaltar un banco.

Adoptar un niño, un bebé, era muy común en los matrimonios que no podían tener hijos sin embargo para él era algo insólito y peligroso.

—No. No me agrada la idea. No sabes quiénes fueron sus padres. La carga genética Kate.

—Por supuesto, seguramente adoptemos al hijo del diablo o la niña rusa de la película la huérfana—se quejó Kate incómoda y molesta

—Ten paciencia, somos jóvenes Kate. Y hay clínicas de fecundación, podemos intentarlo.

—Fui durante meses a esa maldita clínica, estuvimos semanas enteras en la cama y nada…  Sabes cuánto quiero un hijo, por favor.

Ella lloró y él se acercó abrazándola despacio. La idea le repugnaba, esos niños eran abandonados: hijos de padres alcohólicos, madres drogadictas… Además los Bentley jamás habían adoptado.

—Ten paciencia Kate, ya vendrá, cuando menos lo esperes, somos jóvenes mi amor. Tenemos toda la vida por delante.

Su esposa se alejó, no insistiría tal vez él tuviera razón debían esperar…

Intentó concentrarse en el trabajo, llegó la primavera y regresó a Mary house junto a John, a la reunión familiar de los Bentley con motivo del cumpleaños de lady Rose, la reina del enjambre. La gran abeja reina.

Las llamadas misteriosas a su celular habían cesado entonces, pero ella no dejaba de pensar en Anthony, mientras la rutina de su matrimonio la envolvía más y más.

—Hola querida, muchas gracias… ¡Qué regalo tan bonito!

Lady Rose quedó muy contenta con el chal de seda y el perfume floral. Nunca sabía qué regalarle en su cumpleaños y como sabía que le gustaban los perfumes…

Los Bentley se acercaron y entonces apareció Brent y la miró. Su madre lo acompañaba, una dama menuda, bajita, tan distinta a la gran matrona que le costaba trabajo creer que era su madre.

Entonces notó que la presencia de ese primo, el único de cabello castaño y ojos azules, provocaba cierta tensión en el ambiente. A pesar de estar todos en el jardín y al aire libre, podía sentir algo que cortaba el aire como si fuera una daga. No lo querían, parecían detestarlo porque era más rico que ellos. John mencionó algo una vez. Dijo que tenía más plata que el diablo por ser hijo único y haber heredado una fortuna de su lunático padre y de su abuelo.  Era dueño de una empresa y tenía otros negocios. Propiedades con vastas extensiones de campo en Cumbria… También se insinuaba que era homosexual, y lady Rose sonrió preguntándole con fingida dulzura:—Dime Brent querido, ¿cuándo nos presentarás a tu novia? Con tanto dinero que tienes, ¿acaso no piensas tener hijos ni una esposa?

Brent le siguió el juego mientras su madre se alejaba disgustada. Además de menuda y nerviosa parecía muy sensible. No era atractiva, el cabello blanco recogido en un moño, los ojos muy claros… Kate sintió pena de ella y también de Brent, porque sabía que ninguno de los Bentley le tenía aprecio.

—Ni hijos, ni esposa abuela Rose, soy el perfecto playboy—respondió Brent.

Uno de sus primos dijo en voz baja: playboy de hombres. Lo acusó de gay públicamente y Brent lo miró con odio.

—¿Qué has dicho Albert? ¿Escuché bien o me acusaste de gay?

Todos se miraron ruborizados, los Bentley jamás decían las cosas en la cara.

Albert rió. —Era una broma. ¿Por qué te molestas? Hoy día está de moda ser gay y últimamente también ser bisexual. ¿No lo creen?—dijo.

Lady Rose rió.

—Qué estúpido eres Albert, Brent es bien hombre, se le nota. No hay homosexuales en esta familia, nunca los hubo afortunadamente, ni los habrá. Hombres verdaderos engendran hombres, no maricas—dijo con soberbia.

La dama era tan victoriana que Kate se sintió enferma, tenía un amigo gay y no creía que… Era una tontería que ofendieran a alguien por su gusto sexual, era solo eso. Tampoco reflejaba la realidad pues en Londres todo el mundo hacía su vida y nadie discriminaba por eso. Pero claro, los Bentley eran medievales, ya no victorianos, de una era más oscura y antigua.

Sin embargo Brent se sintió furioso y con ganas de darle una trompada a su primo por llamarlo así.

Kate tuvo deseos de marcharse, se hizo un embarazoso silencio y aunque llegaron más Bentley el ánimo quedó raro, como siempre en realidad.

Esa noche, después de la cena sintió que había bebido más de la cuenta y no se animaba a levantarse de la sala e ir a su habitación. Brent se sentó a su lado mientras John se iba con sus primos a jugar villar.

—Dime prima Kate, ¿tú también crees que soy un playboy de hombres?—le preguntó.

La joven se sonrojó ante su mirada intensa. De pronto notó que a través de la camisa asomaba un pecho musculoso, cubierto de vello oscuro.

—No te conozco Brent, pero si fueras gays tienes todo mi apoyo. No creo que nadie deba burlarse de ti por eso.

Él sostuvo su mirada de una forma que la hizo temblar.

—Entonces sí crees que soy gay y que tengo alguna pareja escondida—era una acusación. Allí estaba Brent Ferguson, impecable, con su traje de estupendo corte y una camisa sin corbata, con un perfume caro, dulzón…

Era muy guapo y viril, qué pena que fuera gay, imaginaba que en la cama sería un amante ardiente… Dios, había bebido demasiado.

—Yo no dije eso… No te conozco y no me pareces gays, solo quise decirte que detesto la homofobia y toda forma de discriminación.

Él bebió de su cerveza y sonrió.

—Bueno, de ti dicen que eres estéril y que no llegaste virgen a John. Eso es imperdonable en esta familia donde los hombres deben conseguir una chica virgen para casarse—agregó provocador, y no dijo todo lo que decían de ella. Que no tenía clase ni dinero y que su madre era una simple ama de casa que hablaba el inglés de forma pésima entre otras cosas…

Kate lo miró furiosa.

—Por supuesto, deben hablar pestes de mí, no soy estúpida, Brent. Me detestan porque soy flaca y estéril. Son todos unos falsos—se quejó—Pero tú no eres Bentley, eres Ferguson y me agradas. Tengo un buen amigo gay en Londres y…

Él rió tentado.

—No soy gay, muñeca hermosa. Y si no fueras tan pacata te quitaría las dudas sobre mi sexualidad. Pero no sería correcto, tú no eres de esas que engañan a sus maridos.

Kate sintió deseos de abofetearle.

—Ni loca dormiría contigo, eres un maldito Brent.

Iba a marcharse pero él la retuvo.

—Tranquila, perdóname, no quise ofenderte. Aquí nada es lo que parece. Sí hay gays en esta familia: el tío Rupert lo es, pero disimula llevando una doble vida, tiene esposa y amante joven en Londres, y el hermano de mi abuela hacía orgías en los jardines de esta hermosa mansión a mediados de siglo. Chicas y chicos, todo le venía bien. Pero frente al mundo son los reyes de la respetabilidad. Y te diré algo: ninguna de las chicas de los Bentley llegó virgen al matrimonio, sino que tuvieron algunas aventuras antes, con otros hombres. Ellos juraron lo contrario. Y otros secretos que mejor que no sepas preciosa. Ella rió. El vino le había dado una rara somnolencia. Debía estar ebria, mejor sería marcharse y lo hizo.

Casi corrió a su habitación sin esperar a John.

Cuando llegaba al segundo piso encontró el corredor oscuro y tuvo miedo. Esa casa antigua era tan siniestra como todos sus habitantes. Dio unos pasos y tropezó con algo, pegándose en la rodilla y mientras avanzaba alguien la atrapó en la oscuridad sujetándola a la fuerza. “¡No! Por favor.” Susurró. Estaba tan aterrada que no se atrevía a gritar, un hombre la tenía entre sus brazos y de pronto sintió que la besaba y la arrastraba. Un beso ardiente, profundo. Quería su boca y todo su cuerpo, la deseaba, podía sentir su respiración agitada. Aterrada y mareada quiso escapar pero se daba cuenta de que estaba indefensa frente a su agresor. ¡Qué razón tenía Brent! En esa familia los más inofensivos eran los homosexuales que llevaban una doble vida, lo peor eran esos psicópatas que atacaban en la oscuridad.

Pero maldita sea, no iba a tomarla sin que se defendiera y lo golpeó y arañó con todas sus fuerzas. Sorprendido por el ataque: el depravado cayó hacia atrás y ella quedó libre. Kate avanzó a tientas llamado a gritos a John.

Estaba en un ataque de nervios y necesitaba ayuda, si ese demonio la había seguido, si acaso intentaba abusar de ella mientras esos tontos se entretenían en una sala de villar.

Pero el misterioso besador no regresó, tal vez se asustó por sus gritos y John llegó poco después y la encontró histérica.

Pensó lo peor y habló con sus primos para que buscaran al pervertido en la casa.

No encontraron a nadie.

Como si la hubiera besado un fantasma y eso fuera lo más normal del mundo.

—Espera Kate, no me iré, tranquilízate… Te buscaré agua.

—¡No te vayas John, por favor! Estaba allí, era muy fuerte, tuve miedo de que me hiciera daño.

Tardó horas en calmarse, su habitación era un desfile de Bentleys, hasta un galgo entró a olfatearla para cerciorarse de que estuviera bien.

—Sal de allí Shelton, ven aquí—lo llamó Albert.

John cerró la puerta con llave y se acercó. Kate tardó horas en dormirse y tuvo sueños inquietantes y extraños.

A la mañana despertó y le dijo a John que quería irse. Él se acercó y acarició su cabello.

—No puedo creer que pasara esto, Kate. Ese cretino pudo hacerte mucho daño y pensar que está aquí fingiendo que es inocente… ¿Llegaste a ver cómo era, o qué edad tenía?

Ella negó con un gesto. Estaba muy oscuro y tampoco… Solo notó que era alto, delgado y muy fuerte.

Se marcharon a media mañana, Kate se dijo que jamás regresaría a ese lugar, lo odiaba con toda su alma.

******** 

Nadie mencionó el asunto y ella regresó al trabajo días después.

Y mientras trabajaba sonó su celular.

No conocía el número y se quedó mirándolo pensando en Anthony. Siempre pensaba en él maldita sea, todavía lo amaba y deseaba que fuera él quien la llamara y…

Atendió con voz triste pero nadie habló. Cortaron poco después.

Kate chilló furiosa y salió en busca de un café: lo necesitaba.

¿Por qué demonios Anthony le hacía eso? Estaba harta de que la llamara y cortara, tenía tiempo haciéndolo. Meses, años… Pero eran llamadas esporádicas, cada seis u ocho meses.

Pero ¡maldita sea! No podía llamarlo y preguntarle, podía negarlo y dejarla como una reverenda tonta.

Debía investigar y averiguar a quién pertenecía ese número.

Regresó a su oficina y lo hizo.

“Señora, ese número no existe, debe usted haberlo anotado mal, no es de nadie” le informó una señorita muy amable.

¡Qué bien! La llamaban desde ultratumba, ¿algún fantasma?

Mientras retomaba el trabajo entró su jefe.

—Señora Bentley, escuche, debo hablar con usted.

No era nada grave, por suerte.

—Mi sobrino vendrá a trabajar con nosotros en unas semanas, quisiera que usted fuera amable con él y le explicara un poco cómo funciona la empresa y demás. Además necesita que lancen su marca, él tiene una empresa de ropa masculina y necesita afianzar, crear un sello… Quisiera que comenzara a trabajar ahora en ese comercial, haré que le traigan ahora todos los documentos.

El trabajo la distrajo. No prestó atención a los detalles, trabajó sobre una nueva campaña publicitaria de una marca de ropa masculina la tuvo distraída  durante semanas y lo hizo con rapidez para que estuviera listo cuando apareciera el sobrino- heredero (su jefe se lo había insinuado) y estuviera satisfecho con el comercial.

La voz del señor Barton; arrogante y autoritaria: la despertaron de sus pensamientos.

—Debe usted ayudar a mi sobrino, pronto deberé alejarme de la empresa por un tiempo. Y quisiera que… Bueno, él un joven guapo y de buenos modales, congeniarán.

No le dijo nada más, como si hubiera deseado decirle algo y luego se hubiera arrepentido.

Ella dijo que lo ayudaría en todo lo posible y el señor Barton se fue tras dar un ligero portazo como siempre hacía.

John regresó temprano y al notar que estaba mejor se acercó lentamente sin hacer ruido y la besó. Un beso que se hizo largo, y esperó a que la señal fuera certera. La deseaba, era tan hermosa… Y la amaba…

Pero Kate lo apartó, no quería, no podía hacerlo… No sentía deseo alguno y dijo estar cansada mientras se alejaba a darse un baño.

Él no insistió y se durmió poco después.

Era una crisis, luego pasaría.

Al día siguiente, luego de que su esposo la dejara a una cuadra caminó hacia la empresa y tuvo la sensación inquietante de que alguien la seguía. No podía ser por supuesto, sin embargo la sensación de ser observaba la atormentó los días siguientes.

Y un día, mientras almorzaba en un restaurant recibió de nuevo la maldita llamada anónima; la de oír su voz y cortar. Tuvo muchas ganas de gritar entonces de la impotencia que sentía.

Necesitaba escapar, alejarse, olvidar toda esa locura. No podía ser él… pero ¿quién más podía estar haciéndole esa broma?

Furiosa y asustada; llamó a Anthony, recordaba su número de memoria, y mientras iba en busca de un postre helado marcó su número.

—Anthony, perdona que te llame. Es que necesito hablar contigo.

—Kate—parecía sorprendido.

—Sí, soy yo… Escucha, alguien ha estado haciéndome una broma al celular, llaman y cortan y disculpa, es una locura pero debo saber… Si tú…me has estado llamando. Dime la verdad. Si tal vez llamaste alguna vez para decirme algo y…—se sentía muy tonta haciéndole esas preguntas.

Su respuesta fue muy firme, él no había sido.

—No es mi estilo Kate, tú me conoces bien. Si quiero invitarte a salir te llamo y te pregunto. ¿Sigues casada con ese imbécil?

—No lo llames así.

—Disculpa nena. ¿Y cuántos hijos tienes ahora?

—Ninguno, Anthony.

—Oh, ¿de veras? ¡Qué extraño! Tú querías tener muchos bebés conmigo, pero tal vez no quieras que tus hijos hereden la mala genética de los Bentley.

—Eres un cretino, Anthony.

Él rió.

—Cuídate preciosa, ¿alguien te está molestando, acosándolo? Pues denúncialo. Debe ser un acosador del trabajo. Llamas mucho la atención, eres muy bella para ese tonto. Oye Kate, esto es serio. Si hay un demente persiguiéndote debes avisar a la policía. Anota su número, averigua quién es y de qué teléfono te llama. ¿Acaso te ha amenazado?

—No, no… Solo llama y cuando lo atiendo corta.

—Un desgraciado lunático. ¿Y tú esposo no sabe nada del asunto? ¿Algún amante resentido tal vez?

Kate dejó escapar una maldición.

—Sabes que no tengo amantes, nunca los tuve.

—Por supuesto, pero el tiempo cambia a las personas. Hiciste una mala elección, debiste quedarte conmigo. Yo te quería ¿sabes? Todavía te recuerdo a veces.

Kate no respondió, sintió deseos de llorar. Quería a Anthony, se moría por estar entre sus brazos, sus besos pero no podía volver el tiempo atrás.

—No pareces muy feliz ¿eh? Y no olvidaste mi número, eso significa que tu matrimonio no es el cuento de hadas que cree tu distinguida madre. No deja de hablar con sus amigas y decirles sobre el matrimonio ventajoso que hizo su hermosa hija con el millonario y conservador John William Bentley. Pero era muy poco para ti Kate, lo noté el mismo día de la boda.

—Anthony por favor, deja de decir tonterías. Perdóname por haberte llamado pero pensé…

—Pensaste que no te había olvidado. Es verdad y me han dicho que tú tampoco, y que lloraste el día de tu boda.

—¡Vete al diablo, Anthony!—Kate cortó furiosa. ¡Listo! Había quedado como una tonta que todavía amaba a su ex  y lo llamaba para invitarlo a salir.

Cortó el celular, pagó la cuenta del restaurant y regresó sintiendo ganas de llorar. Tenía los nervios destrozados. ¿Quién estaba haciéndole eso? ¿Acaso su esposo tenía una amante o…? No, eso era una locura, John era incapaz. Pero ella no tenía ningún amante secreto como había insinuado Anthony. ¡Descarado!

Kate no se sintió capaz de regresar al trabajo, se sentía nerviosa, deprimida. Había una llovizna helada y gris. El día estaba espantoso y tuvo la sensación de que su vida se había estancado, que lo tenía todo y nada a la vez. No era feliz. No le alcanzaba con tener un esposo guapo, bueno y fiel. No le alcanzaba con John.

Mientras caminaba sintió que sonaba su celular, no atendería, no entraría en su juego, maldito lunático. ¡Quién quiera que fuera! El teléfono sonó unas veces más hasta que dejó de insistir.