CAPITULO XIV
—ASÍ están las cosas, muchacho. Esa Lorna Sprade no es trigo limpio, pero asegura que Lane estaba con ella esta mañana y la mayoría de la gente le creerá. Y Lane se ha llenado la boca diciendo las cosas que iba a hacerte si continúas acusándole de haberte disparado.
Wade se refregó la barbilla pensativo. No le gustaba nada aquello, desde luego. Olía a trampa, lo fuera o no lo fuera. Clint Lane, le constaba instintivamente, y no otro, era el emboscado que intentara matarle y malhirió a Clockley. Pero no tenía pruebas y no podía acusarle sin ellas. Por otra parte, tampoco podía dejar sin respuesta la bravata, a no ser que quisiera pasar por un cobarde.
Se hallaban los cuatro reunidos. Los Burton, Clare y él en la cocina. El herido había sido trasladado al dormitorio de peones y allí estaba el médico curándolo. La señora Burton marchó, llevándose a su marido, ambos cargados con vendas, toallas y demás adminículos necesarios para la cura, dejándoles solos. Fue entonces cuando Clare dio suelta a sus aprensiones.
—Tú no vas a hacer ningún caso a esa bravata — dijo nerviosa—. No vas a moverte de aquí… si es de veras que me quieres.
—Precisamente por quererte es por lo que voy a ir a Crescent a entrevistarme con Clint Lane. No puedo dejarle ir hablando de ese modo. Pronto quedaría yo como un cobarde y un embustero.
—Yo sé que no lo eres.
—Tú lo sabes, de acuerdo, pero comenzarías a dudar si ahora yo te hiciera caso. Y los demás me creerían un flojo, desde luego. ¿Sabes lo que eso significa? Que Milton traería al rancho sus reses y ningún peón querría ayudarme a contenerlo. Tú lo sabes.
—Si vas a pelear con Lane no quiero que vuelvas aquí.
Él se adelantó a su encuentro, pero la muchacha le volvió la espalda con gesto huraño.
—Escucha, Clare.
—¡No quiero escuchar nada! Ya estoy harta de escucharte y seguir tus consejos. Ahora me obedecerás a mí o no volverás al rancho.
—¿Es esa tu última palabra?
—¡Sí!
—Está bien. Adiós y buena suerte.
Dio media vuelta, yendo hacia la salida. Y casi había llegado a ella cuando le detuvo una voz airada.
—¡Espera!
Se volvió, afrontando su gesto furioso con calma perfecta.
—¿Qué deseas?
—Puesto que vas a irte, ven a cobrar.
—No es necesario…
—El rancho «High Hill» paga todas sus deudas. Ven a cobrar las tuyas.
Despacio, él se le acercó y, alargando ambas manos, la tomó por los hombros.
—De acuerdo…
—¡Suéltame!
—No sin antes cobrar. Me debes algún beso, recuerda. Devuélvemelos.
Roja como la grana, Clare se debatió… muy débilmente entre sus brazos.
—¡Eres un…, un…! ¡Y no voy a darte ningún beso! ¡Yo no te los pedí!
—Pues razón de más.
Se inclinó sobre ella, que trataba de rehuirle los labios y la estrechó contra su pecho, besándola. En el acto se acabó la resistencia de Clare, que se le agarró sollozando.
—Eres un testarudo cruel. ¿Por qué no has de hacerme caso? No me importa lo que digan de ti. Yo no quiero perderte, y Lane te matará cara a cara o a traición.
—No va a hacerlo. No ha podido hasta ahora y no ocurrirá en adelante. Y tienes que comprenderlo. No hay otro camino para conservar el rancho y poner a Milton en su lugar. Ahora me voy y me llevaré a uno de los muchachos conmigo. Estaremos de regreso lo antes posible.
—Ten mucho cuidado, cabezota.
Poco después, Wade ensillaba a su caballo en la cuadra, cuando se le acercaron Waters y Gaines.
—¿Es que vas a alguna parte, Wade? — dijo el primero.
Por sus expresiones, Jim comprendió que ellos ya sabían la bravata de Lane.
—Pues sí, voy a Crescent.
—Entonces espera un poco, que ensillemos nosotros.
—No es preciso que vengáis todos conmigo. El asunto es privado.
—El asunto es del rancho. Lane, o quien sea, casi ha matado a Clocksley. Iremos contigo los dos y eso tal vez haga más prudentes a los del «Doble Flecha» — dijo Waters con tono decidido.
Y Wade nada halló que objetar.
Cuando salieron al patio, el viejo Burton salía a su vez y se les quedó mirando fijo. Wade llevó a él su caballo.
—Webb, le hago personalmente responsable de la seguridad de Clare. Que los muchachos estén alerta hasta nuestro regreso.
—Descuida, Jim. Y buena suerte en Crescent.
Clare salió al porche. Jim llevó allí su caballo mientras los otros dos cambiaban una mirada de inteligencia y se quedaban atrás.
—Bueno, Clare, hasta luego. No salgas de la casa para nada.
—Ten mucho cuidado, por favor.
Le alargó una mano con gesto suplicante y él la sonrió para prestarle confianza mientras la tomaba.
—Pierde cuidado. Lo tendré.
Tras lo cual viró el caballo, lanzándolo al trote hacia el arroyo. Los dos peones le siguieron, volviéndose para ver a Clare parada en actitud elocuente bajo el porche. Gaines ensanchó una sonrisa y dijo en voz alta:
—¡Vaya, vaya! No se puede negar que el amigo Wade corre muy de prisa. La patrona ya tiene puesta su marca, me parece…
—¡Hum! Yo diría que este vaquero larguirucho corre un poco más que de prisa — dijo a su vez Waters, siguiendo la broma—. Y pronto tendremos que acostumbrarnos a llamarle señor Wade.
—¡A callar, buharros! — medio se enojó Wade, risueño—. ¿Qué clase de graznidos son esos?
—Los de dos viejos coyotes de pradera que ven cómo un lobo joven se hace el amo de la más linda oveja de la zona. Supongo que no demoraréis el casamiento. «High Hill» necesita un amo y Milton lo pensará mucho una vez estéis casados Clare y tú, para seguir en su juego.
—Sois un par de chismosos sin ninguna vergüenza. ¿No podéis pensar con la cabeza?
—Con ella estamos pensando y viendo con los ojos.
La noche cerró cuando estaban a medio camino de Crescent. Y era la hora más bulliciosa de ella cuando entraron en la población. Los tres venían desplegados en cierto modo, atisbando en previsión de una posible emboscada. Pero no parecía haberla y más bien la ciudad presentaba un aspecto tranquilo.
Waters dijo despacio:
—Me da la impresión de que están esperando nuestra llegada. Y no me extrañaría que Lane se encontrase en el «Frontier».
—Pues vamos para allá.
Había pocos transeúntes en la calle y éstos se quedaron mirándolos mientras avanzaban. Desde detrás de la ventana de su tienda, Lorna Sprade les vio pasar y se mordió los labios, preocupada. Este Jim Wade parecía ser un tipo de cuidado. Lo era, a ser cierto cuanto había dicho Clint en esta pelea del saloon… eso sería una lástima. Pero siempre quedaba Militan. Esta tarde había ella sonsacado a Clint, entre caricias, un montón de cosas interesantes, y, aunque él muriese, sabría beneficiarse bien de ellas.
Se fue hacia la parte trasera de la casa cuando el trío hubo pasado, tomó un mantón y salió tapada con él, escurriéndose ligera hacia el saloon. Necesitaba saber quién ganaba la pelea a tiros en el mismo momento de producirse. No podía entrar en el saloon, pero desde fuera sería fácil conocerlo por las voces de los espectadores.
De pronto se detuvo pegándose a la pared y conteniendo hasta el silencio. Llegaban voces apagadas desde la esquina del almacén de Hanson. Y una de ellas era la de Milton.
Por fortuna, ella iba calzada con mocasines y su ligero paso no hacía el menor ruido sobre los recios tablones. Se escurrió más hacia la esquina, prestando atento oído. Y pudo oir.
—…entrarán a enfrentar a Lane — estaba diciendo Milton—, Es casi seguro que Clint se las arreglará para provocar la pelea en inmejorables condiciones. Entonces será la nuestra. Sube al piso alto y te colocas de manera que puedas cubrir a Clint con tu arma. Ganará él, de seguro. En cuanto suenen los disparos, tú le metes a Clint una bala entre las cejas y te escurres a la puerta trasera, marchándote
al galope al rancho. Yo estaré allí dentro, presente, para que no puedan sospechar.
—¿Y si es Wade quien gana? — era la voz de Pete Crow.
—Entonces te vas a apostar en la Roca del Buitre y esperas allí. Zaner irá en seguida. Entre los dos podéis dar cuenta de ese tipo y sus compañeros sin que ellos consigan escapar. Andando, no llegues tarde.
Sonaron pasos de hombre, unos alejándose hacia la calle Principal y otros viniendo hacia la trasera. Lorna se pegó aún más contra la pared, escondiéndose lo más que pudo. Y a la luz de las estrellas, distinguió la silueta alta y elástica de Pete Crow doblando la esquina y yendo hacia la trasera del saloon, por donde desapareció.
Entonces la muchacha se retiró por donde había venido con una mueca dura en su hermosa cara y el paso quedo y silencioso. Ahora ya sabía quién iba a morir en el duelo del «Frontier Saloon» y estaba pensando sus propios planes para aprovecharse bien de lo escuchado.