Febrero 1.999
Laura revisó el examen comprobando que no había dejado sus datos sin poner en ninguna de las hojas. Se levantó del pupitre y lo dejó encima de la mesa del profesor. Salió por la puerta sin mirar atrás. Como siempre, salía decepcionada y triste, tanto estudiar y le había salido fatal, pero bueno, era el último parcial y había que celebrarlo.
Se quedó esperando a Marta, ella todavía estaba dentro, sólo quedaban cinco minutos para el final del examen, así que no tardaría en salir. Se acababa de sentar en un banco justo en frente de la puerta del aula, cuando vio salir a su amiga con la misma cara de decepción que ella. Con una mirada entre ambas intuyeron que era mejor no preguntar y hablar de otra cosa.
Se fueron juntas hacia sus respectivas casas, ambas vivían por la misma zona de Madrid y desde que entraron en la Facultad, hacía ya casi cinco años, compartían todos los días el trayecto. Se habían conocido el primer día de clase y desde entonces no se habían separado.
- ¿Has quedado con éstos esta noche? - Marta rompió el silencio y así los tristes pensamientos del examen recién realizado, se esfumaron. Éstos eran José Manuel y otros compañeros de la Facultad. José Manuel era amigo de Laura desde la infancia, habían ido juntos al colegio, al instituto y ahora a la Universidad, aunque no coincidían en asignaturas porque José Manuel iba un poco más rezagado que ellas. Sus padres eran muy amigos también. Todo el mundo pensaba que hacían muy buena pareja, pero nunca había pasado nada entre ellos, simplemente tenían una estrecha amistad, eran como hermanos.
- Si, he quedado con José Manuel y los demás, donde siempre. - Salían por la zona de Alonso Martínez, y solían comenzar en el mismo bar, donde todos eran más que conocidos por los camareros. Era un buen sitio, con buena música, espacioso y no permitían un gran aforo, cosa rara en la zona, porque en cualquier bar en el que entraras estaba siempre a reventar, por lo que era bastante incómodo bailar y disfrutar de la compañía cuando no hacías más que recibir empujones. Además, como eran clientes fijos, siempre les invitaban a algún mini.
- ¿Cómo está José Manuel? - Laura se encogió de hombros y negó con la cabeza, no sabía ni qué decir. Desde hacía algo más de un año, José Manuel se había quedado muy retrasado en los estudios, su madre había muerto en un accidente de tráfico hacía casi dos años. Al principio, para no pensar mucho en ello y no echar tanto de menos a su madre, se había dedicado casi exclusivamente a estudiar, pero eso cambió unos meses después, cuando empezó a juntarse con un grupo de gente no muy recomendable del barrio. Por lo que le habían dicho, el hermano de uno de los integrantes del grupo pasaba droga en el barrio desde finales de los ochenta, y nadie pensaba que hubiera dejado de hacerlo, aunque la verdad es que ella no estaba segura.
Llegó la estación de metro en la que Laura debía bajarse, se despidieron rápidamente quedando en la misma estación esa noche para celebrar el final de los parciales.
Nada más entrar por la puerta de casa, la madre de Laura le preguntó por el examen, recibiendo un gruñido por contestación, por lo que su madre supo que no le había salido bien. Aunque que a Laura no le hubiera salido bien un examen, no implicaba un suspenso, solía ser un aprobado, pero no con nota.
Comió lo que su madre le había dejado en el microondas, sus padres ya habían comido hacía rato. En su casa siempre se comía a las dos de la tarde, y como la Facultad estaba bastante lejos, ella nunca llegaba a esa hora, así que siempre comía lo que su madre le dejaba recalentado en el microondas.
Por los nervios del examen y el madrugón, apenas había dormido la noche anterior, por lo que decidió echarse un rato la siesta para relajarse del estrés provocado por los exámenes, además de descansar algo para poder aguantar esa noche.
Cuando se despertó estaba a punto de sonar el despertador. Siempre lo ponía para no quedarse dormida. Tenía el tiempo justo para vestirse y llegar al metro donde había quedado con su amiga.
Cuando salió del portal, vio en frente a un hombre que aparentaba unos cincuenta años, apoyado en un coche, le llamó la atención porque su cara le sonaba, pero no sabía de qué. Era alto, llevaba un largo abrigo abierto, no podía verle bien la cara porque unas grandes gafas y un periódico se la ocultaban parcialmente. Le sonaba de haberlo visto en alguna otra ocasión, pero no lograba ubicarle. Él se dio cuenta que estaba siendo observado y se giró. Ella supuso que estaría esperando a alguien y que de eso mismo le sonaba, de verlo en otras ocasiones haciendo lo mismo.
De camino al metro se olvidó totalmente de ese hombre, se centró en José Manuel y en cómo comentarle por enésima vez que dejara de tratar con esos nuevos amigos que estaban haciendo que echara a perder sus estudios universitarios. También estaría Pablo, un compañero de la Facultad que se llevaba muy bien con José Manuel y que ella pensaba que también demasiado bien con Marta, aunque su amiga no le contaba mucho, para algunos temas era muy reservada.
Cuando llegó a la estación de metro, Marta ya estaba esperándola sentada en un banco. - Hola, ¿llevas mucho?
- No, acabo de llegar, he venido en el metro anterior. - Le dijo mientras Laura se sentaba a su lado en el banco.
- Estoy agotada, creo que hoy me volveré pronto. - Marta rió por el comentario de su amiga, la conocía perfectamente y en cuanto Laura salía de fiesta se olvidaba del cansancio y aguantaba hasta las mil.
Cuando llegaron al bar ya estaba lleno de gente, aunque era miércoles, se notaba que los exámenes en las universidades estaban terminando y la gente salía para quitarse el estrés de las dos últimas semanas, olvidar los resultados y empezar la semana siguiente las clases con energías renovadas.
José Manuel estaba en la barra pidiendo algo de beber y el resto estaba en una esquina al fondo del bar. Marta se fue con ellos, pero Laura se acercó a la barra.
- Hola. - José Manuel estaba pidiendo un par de minis para compartir, de ron con cola y whisky con cola. Era lo más económico, vasos de plástico de un litro del que bebía todo el mundo. José Manuel se giró y le sonrió.
- Hola, guapa. Acabo de pedir whisky. - Era lo que bebía ella. Se lo veía contento, estaba sonriente y sus ojos marrones brillaban, tenía el pelo húmedo lo que hacía que sus rizos cayeran desordenados por la frente.
- Genial, ¿qué tal te han ido los exámenes? - Laura sabía la respuesta, pero aún así le preguntó.
- No me he presentado a ninguno. Ya aprobaré en los finales de junio. - Contestó como si le diera igual todo. Este último año habían cambiado tanto sus prioridades que Laura no le reconocía.
- José Manuel, no puedes pasar de los exámenes. Desde que sales con esos nuevos amigos, estás en plan pasota. Tienes que centrarte. - José Manuel ignoró por completo el comentario, ya estaba empezando a estar bastante harto de la opinión de Laura respecto a sus amigos. Ellos le habían apoyado mucho estos últimos meses y qué pasaba si de vez en cuando se fumaban unos porros, o se tomaban un tripi, él no se metía cocaína ni nada más fuerte y tampoco se dedicaba a vender. Le pasó a Laura el mini de whisky con cola y la dejó ahí plantada, en la barra, yéndose con el otro mini donde estaba el grupo.
Laura lo siguió algo enfadada porque ya no sabía cómo hacerle ver que estaba echando a perder su vida. Si él no hacía nada, ella no podía hacer más. Así que decidió olvidarse de la conversación y disfrutar de la noche.
Estuvo bailando, bebiendo y divirtiéndose con sus amigos, hasta que se dio cuenta que Marta había desaparecido. Dio una vuelta por el bar en su busca y la vio en un reservado con Pablo, muy acaramelados. Así que estaban liados, tal y como ella pensaba. Sonrió al verlos, le hacía ilusión que su amiga hubiera encontrado a un chico como Pablo, guapo e inteligente. Ya le preguntaría, no se iba a escapar de rositas sin contarle nada.
- Hola, soy Jose. - Se giró y se encontró a un chico moreno que la miraba con unos bonitos ojos verdes, llevaba una camisa entallada que marcaba su espalda ancha y su tripa inexistente y unos pantalones ajustados, su cuerpo era casi perfecto. Seguro que era uno de esos que se pasaban las horas muertas en el gimnasio y que lo único de lo que hablaban era de alimentación sana. Esa fue su primera impresión, que se confirmó al ver que estaba bebiendo un botellín de agua. Parecía algo mayor que ella, seguro que ya rozaba los treinta años. Aún así, le dio una oportunidad, no solía ser borde con los chicos que se acercaban a ella, siempre le había parecido que lanzarse era duro y humillante si te rechazaban inmediatamente.
- Hola, yo soy Laura. - Se dieron dos besos en la mejilla como marcan las reglas de presentación y comenzaron a hablar de lo típico, ¿trabajas o estudias? ¿vienes mucho por aquí?
Por lo visto, Jose acababa de mudarse a Madrid y estaba intentando ubicarse en la ciudad. Había alquilado un pequeño piso por Diego de León. Tenía veintinueve años, como había predicho Laura, seis más que ella, y trabajaba, aunque no especificó en qué, ni por qué se había mudado. Estuvieron hablando de cine clásico, un hobby que compartían los dos, les encantaban las viejas películas de Clark Gable, Errol Flynn y Cary Grant, entre otros.
Marta se acercó a ellos y Laura le presentó a Jose. - Laura, nosotros nos vamos, ¿qué haces tú, te quedas? - Miró a Jose con un lo siento en la mirada, no sabía si el lo siento era por él o por ella misma, porque le apetecía seguir charlando con él, tenía que reconocer que le gustaba, aunque quizás era el alcohol el que hablaba por ella.
- Me voy con vosotros, espera un momento que cojo mi abrigo. - Se giró para mirar a Jose directamente. - Perdona, pero tengo que irme. - Le dio dos besos de despedida en la mejilla y se dirigió a la barra a pedirle a Paco, el camarero, su abrigo y el bolso, que muy amablemente le guardaba detrás de la barra. Al volverse se tropezó con Jose.
- Perdona. - Laura le sonrió, había girado muy bruscamente y no se había dado cuenta que estaba ahí.
- Me gustaría volver a verte, ¿me das tú número? - Laura se alegró, parecía que no iba a terminar todo ahí. Le dio el teléfono de casa de sus padres ya que no tenía móvil. Pensaba que tener móvil era convertirse en un pijo, así que tampoco estaba por la labor de hacerse con uno.
Cuando Laura se disponía a salir por la puerta, se giró para despedirse de Jose con la mano, pero ya no estaba donde lo había dejado, creyó verlo en un lateral del bar hablando con alguien, un hombre mayor, le pareció el mismo hombre que se había encontrado esa noche al salir de su casa, en frente del portal. Seguramente eran imaginaciones suyas.
Esa noche Laura no durmió bien, estaba nerviosa y no sabía por qué. Despertó por la mañana sudando y gritando. Había tenido un mal sueño que ya apenas recordaba, aunque hubiera jurado que en él aparecían Jose y el señor mayor a quién ya se había encontrado en un par de ocasiones. Suponía que debía de ser sólo su imaginación, la verdad es que no había visto bien a la persona que hablaba con Jose, podía ser cualquiera y su mente podía haberle jugado una mala pasada. Seguro que era eso, así que no le dio más vueltas y se olvidó del tema.
Aunque era jueves, no tenía clase hasta el lunes puesto que todavía era época de exámenes. En la Facultad, los profesores y las aulas estaban ocupados con los exámenes parciales lo que quedaba de semana. Así que decidió ir al gimnasio para despejarse un rato. En el tablón anunciaban una clase de Karate en unos minutos, y como con los exámenes no había podido seguir su entrenamiento habitual, se decidió a asistir, en su taquilla tenía el kimono.
Sus padres la habían metido en clases de karate en el colegio como clase extraescolar, pero le había gustado tanto que se lo empezó a tomar muy en serio. Entrenaba tres veces a la semana desde hacía prácticamente diez años, para ella era una rutina más en su vida. Ya era cinturón negro primer dan, hacía poco más de seis meses que se había presentado ante el tribunal para conseguirlo. De vez en cuando, su sensei le hablaba de algún torneo en el que participaba como hobby y para mejorar su técnica, aprendía mucho de sus contrincantes o mirando el resto de combates. La verdad es que el entrenamiento la relajaba y la ponía en forma.
Cuando entró en clase, todavía no había llegado mucha gente. Alberto, su sensei se acercó a ella.
- ¿Qué tal los exámenes? Espero que vengas con energía. - Laura sonrió, eso significaba que hoy les iba a dar caña, justo lo que ella estaba deseando.
Después del calentamiento, estuvieron practicando técnicas de caídas, siempre es importante saber caer bien para no romperte nada cuando te hacen una llave. También practicaron algunas técnicas combinadas de defensa y ataque con puño y con patada. Cuando terminó la clase, Laura estaba agotada, dos semanas sin entrenar se notaban. Tenía que volver a ponerse las pilas y volver a la rutina.
Cuando atravesaba la puerta de su casa, su madre le dijo que un tal Jose la había llamado. El corazón le dio un vuelco, aunque le pareció muy raro que llamara tan pronto. No había dejado ningún mensaje, ni tampoco dejó un número en el que poder contactar con él, sólo había dicho que ya llamaría otra vez.
Esa tarde, mientras estaba viendo un episodio de la serie “Buffy, cazavampiros” el teléfono sonó. Estaba sola en casa, así que fue ella la que contestó. Era Jose que quería quedar con ella esa noche, la invitaba a cenar. Ella aceptó encantada, no tenía otra cosa mejor que hacer. No habían hablado de más, había sido una conversación apremiante, parecía que tenía prisa por colgar, pero a la par estaba interesado en quedar con ella. Laura seguía sintiendo que había algo raro en todo esto, sus tripas se lo decían, o quizás eran los nervios porque Jose le había gustado. En todo ello estuvo pensando mientras en la tele se emitía una pelea entre varios vampiros y la cazadora, aunque Laura ya no prestaba ninguna atención a lo que ahí ocurría.
Se vistió rápidamente, con unos vaqueros, una blusa que le habían traído los Reyes ese año y unas botas de tacón que la hacían sentirse muy sexy, pero a la par iba lo suficientemente informal para no parecer desesperada. Aunque si alguien podía parecer desesperado era Jose, no hacía ni veinticuatro horas que le conocía y ya la había llamado un par de veces y habían quedado. Por supuesto, ella no pensaba que estuviera desesperado, era demasiado guapo para tener problemas de mujeres y también muy directo. No sabía qué pensar. El caso es que esperaba sacar algo en claro con la cena de esa noche, porque estaba algo despistada.
En todo eso pensaba mientras iba de camino al restaurante en el que habían quedado. Un mesón cercano a la Plaza Mayor, que por ser febrero y jueves no estaba lleno de gente, cosa que agradecía.
En cuanto entró, vio que Jose estaba sentado al fondo del local, en una de las rústicas mesas de madera con dos bancos. A la derecha quedaba una larga barra que tenía a modo de decoración un montón de toneles que seguramente aún guardaban algún vino.
Cuando Jose vio a Laura se levantó para saludarla y se sentaron uno en frente del otro. Como la noche anterior, Jose estaba bebiendo agua, así que Laura decidió pedir una coca cola para estar centrada. El camarero lo trajo todo inmediatamente con un par de aperitivos.
- He invitado a un amigo, espero que no te importe. - Al oír estas palabras, Laura se quedó más estupefacta, ahora sí que no entendía nada. Quizás estuviera pensando en montarse un trío con ella, se rió de su propia imaginación. - Tiene que estar al llegar. Carlos siempre es muy puntual.
Y efectivamente, nada más terminar de decir esto, se abrió la puerta del local. Ambos estaban colocados de forma que la puerta quedaba en un lateral, así que cuál fue la sorpresa de Laura cuando miró hacia la puerta y vio al hombre que el día anterior había visto en dos ocasiones, en frente de su portal y hablando con Jose en el bar, no habían sido imaginaciones suyas. Y más aún, sabía que lo había visto en más ocasiones aunque no lograba recordar dónde.
Como había imaginado, era un hombre que rondaba los cincuenta años, con mucho pelo oscuro, que ya empezaba a clarear por algunas canas. Para su edad se le veía bastante en forma. Era casi tan alto como Jose, y más ancho de espaldas. Era atractivo.
En cuanto estuvo en la mesa, Laura se levantó para saludar o para salir corriendo, no lo tenía muy claro, pero en ese momento de duda, el hombre se presentó.
- Hola Laura, soy Carlos García. - Esta vez Laura no pudo disimular su sorpresa, conocía su nombre, aunque también se lo podía haber dicho Jose. Se sentaron los tres a la mesa y Carlos pidió otro botellín de agua.
- Supongo que estarás un poco aturdida.- Continuó hablando el hombre. Laura estaba más que aturdida, no sabía de qué iba todo esto, pero esperó, porque se imaginaba que ahora vendrían las explicaciones. - Como te decía, soy Carlos García y él es mi compañero Jose Olalla. - ¿Compañero?, ¿de qué? se preguntaba Laura. - Somos policías.
Vio cómo Jose apartaba su mirada de ella, pensó que se sentiría culpable por haberle ocultado ese detalle. De todas formas, ¿por qué dos policías querían hablar con ella? Parecía que Laura no iba a poder cerrar la boca con tantas sorpresas, una detrás de otra. Carlos la miraba expectante para ver su reacción, así que Laura aprovechó para hacer alguna pregunta.
- ¿Policías? ¿Y qué queréis de mí? Soy lo que llaman una buena chica, preocupada por mis estudios y por disfrutar la vida a mi edad. No entiendo nada. - Se quedó mirando al que parecía llevar la voz cantante, con los ojos entrecerrados, intentando ubicarle. - Por cierto, Carlos, no consigo acordarme, pero estoy segura que te he visto en alguna parte.
- Parece que estoy perdiendo facultades. - Dijo riéndose. - Efectivamente, llevo un par de meses siguiéndote. Te hemos estado investigando, y creo que sí, que podemos definirte como una buena chica. - Su comentario resultó de una ironía un poco insultante, pensó. Carlos por su parte, se rió de su propia gracia.
En ese momento, apareció el camarero con el botellín de agua que había pedido Carlos y un aperitivo. El silencio se hizo en la mesa mientras que el camarero dejaba las cosas y se iba para continuar con sus quehaceres.
- Estamos investigando a Manuel Velasco. - Continuó hablando Carlos, que parecía haber tomado las riendas de la situación. El nombre así de primeras no le sonaba a Laura de nada, así que su extrañeza fue en aumento. - Tú lo conocerás por el Chino, es amigo de un buen amigo tuyo.
Laura lo sabía, la gente a la que se había unido José Manuel no era trigo limpio, era peor de lo que se imaginaba. No sabía qué hacer, pero tenía que apartar a su amigo de toda esa gente nueva que había aparecido en su vida y con la que parecía sentirse mejor que con ella y el resto de sus amigos de siempre.
- Supongo que estarás pensando que qué tiene todo esto que ver contigo. Sabemos que eres la mejor amiga de José Manuel Zamora, os conocéis de toda la vida. Pues tu amigo se está convirtiendo poco a poco en la mano derecha del Chino. El Chino es un camello de poca monta que vende droga por el centro y algún barrio de Madrid. En principio, él tampoco nos interesa. Quién nos interesa es su jefe, al que llaman el Coyote. - Laura, no pudo evitarlo, pero le salió una carcajada, serían los nervios, pero el mote no ayudó nada. Parecía una escena sacada de una película de policías de serie B.
- Perdón. - Tuvo que disculparse porque parecía que los polis no se tomaban nada en broma el asunto. Para relajarse un poco contó hasta tres, le dio un buen sorbo a su refresco y cogió uno de los aperitivos que había dejado el camarero encima de la mesa.
- Supongo que te estarás preguntando, qué pintas tú en toda esta historia. - Jose por fin metió baza en la conversación. - Queremos infiltrarnos en la banda, y no sabíamos cómo hacerlo, hasta que te encontramos a ti.
- ¿Infiltraros? ¿y qué tengo yo que ver en todo esto? No conozco a ninguno de los amigos de José Manuel. - Laura intentaba ordenar toda la información que estaba recibiendo en su cabeza, pero no le encontraba ningún sentido a nada.
- Eres muy amiga de José Manuel, y pensamos que es el punto débil de la banda del Chino. - Continúo con la explicación Carlos. - Lleva poco tiempo en ella, es una persona muy inteligente y creemos que se dará cuenta de lo que ocurre en breve, pero ya será demasiado tarde para salir. Como te digo, se está convirtiendo en la mano derecha del Chino, y empieza a saber demasiadas cosas. Tú, como su mejor amiga, quizás puedas ir con él y entrar en la banda sin llamar demasiado la atención. Sin que nadie sospeche.
- ¡¡¡Estáis locos!!! - Laura ahora se estaba asustando.
- Por supuesto, Jose siempre estará a tu lado. Pensamos que por edad, podría pasar por tu pareja, además, ayer os conocisteis de la forma más casual y allí estaba José Manuel para verlo y que resultara los más creíble posible. - Laura empezó a entender, así que por todo esto eran las prisas, por todo esto Jose se había acercado a ella en el bar. Nada tenía que ver con ella. Ella que había sentido algo por ese chico al que había conocido el día anterior y ahora se daba cuenta que todo había sido minuciosamente planeado por la policía.
- Sabemos que es muy peligroso. - Volvía a hablar Jose. - Y entenderemos perfectamente que no quieras participar, es tu decisión, por supuesto no te vamos a obligar. Pero piensa que así podrías sacar a José Manuel de este mundo en el que se ha metido casi sin querer y del que cada vez es más difícil salir. - Jose y Carlos se levantaron de la mesa. Carlos se acercó a pagar las consumiciones. - Sabemos que tienes mucha información que asimilar, también te surgirán un montón de preguntas. Toma, esta es mi tarjeta para que me llames en cualquier momento. - Laura cogió la tarjeta que Jose le ofrecía, en la que aparecía su nombre, Jose Olalla, y que indicaba que era Inspector de la Policía en Madrid. - De todas formas, en un par de días te llamaré para que nos cuentes cuál ha sido tu decisión y nos hagas todas las preguntas que te surjan cuando termines de analizar lo que te hemos propuesto. - Jose le acarició el brazo intentándole dar su apoyo.
Ya se estaba alejando, cuando Laura se levantó y le cogió del brazo haciendo que se girara para mirarlo a la cara. - ¿Por qué yo?
Jose la miró con una dulzura que aún no había visto en nadie, a parte de en su padre. - Estás unida a José Manuel, de una manera que la gente de vuestro alrededor parece no entender, sois como hermanos, eso te llevará a ayudarle y eso nos conviene a nosotros. Por otro lado, sabemos que te sabes defender, te hemos visto en tu último torneo de karate y hay que reconocer que eres buena. Es increíble, con lo delgada que estás, la fuerza que tienes. - Jose habló con un punto de admiración que ella reconoció, sin saber por qué, eso le hizo sentirse mejor. Agradeció su sinceridad.
Laura se dio cuenta que aún estaba agarrando a Jose por el brazo y lo soltó. Carlos y él salieron por la puerta, pero antes se giraron y se despidieron de Laura con un pequeño gesto con la cabeza, ella les miraba desconcertada. Se desplomó en su asiento y esta vez pidió un whisky con cola.