Capítulo 13

Cuando Franny volvió más tarde a la taberna, encontró a May Belle esperándola en la habitación. Uniéndose a su amiga en la mesa donde estaba sentada, Franny examinó su cara. May Belle rara vez invadía el santuario de Franny, por lo que no pudo evitar preocuparse.

—¿Qué ocurre?

May Belle la miró con unos ojos brillantes y una gran sonrisa.

—Nada, cariño. Por una vez en mi desafortunada vida, creo que todo está bien. —Se retorció en la silla, incapaz de contener por más tiempo lo que tenía que decir—. Ah, Franny. Sé que vas a decir que he perdido la cabeza, pero voy a hacerlo. ¡De verdad que voy a hacerlo!

Incluso aunque Franny tuviese una idea aproximada de lo que estaba pasando, decidió ser cauta. Sin embargo, la felicidad de May Belle era contagiosa y no pudo evitar sonreír.

—¿Vas a hacer qué?

—¡Casarme con el viejo topo!

—¿Con Shorty?

—¿Quién si no? ¿Gus? —May Belle se abrazó—. No puedo creérmelo. ¡Si incluso vino a cantarme serenata hace un rato! Ah, Franny, fue tan romántico. Dijo que, si no le aceptaba, se quedaría cantando toda la noche. ¿Te imaginas?

Franny solo podía sacudir la cabeza, asombrada. Shorty tenía que llevar tirantes para que no se le cayeran los pantalones. No podía imaginárselo cantando serenatas a nadie.

—Dijo que soy muy guapa. —May Belle lo dijo con un suspiro—. ¿Vestida así, y cree que soy guapa? Es un viejo loco.

En ese aspecto, Franny tenía que estar de acuerdo con Shorty. Incluso con su raído camisón de algodón blanco, su melena despeinada y su cara lavada de maquillaje, May Belle tenía una hermosa figura para una mujer de su edad. Pero Franny pensó que era más que eso. May Belle emitía una bondad, una dulzura, que nunca había sido manchada, ni siquiera después de todos los años trabajando en la profesión más fea y más antigua del mundo.

—Pero, May Belle, es que eres muy guapa. ¡Shorty tiene toda la razón en eso!

Las mejillas de May Belle se tiñeron de rojo, complacida, y un punto de ensoñación nubló sus ojos.

—¡Soy tan feliz, Franny! Después de todos estos años, por fin he encontrado a mi príncipe azul. Sé que no lo parece. Al menos no si lo comparamos con otros tipos. Pero para mí, él es el hombre más guapo que he conocido nunca. Supongo que vas a recordarme que es una mala idea que me case con él. Que seguramente me dejará sin blanca y después me dejará.

—No —dijo Franny suavemente—. No voy a decirte eso. Índigo quiere a Shorty como si fuera de su familia. Con eso me basta. —Mientras hablaba, se le ocurrió que Chase era en realidad el hermano de Índigo—. Creo que deberías casarte y dejar atrás el pasado.

May Belle sacudió la cabeza.

—Odio dejarte aquí, es lo único que me preocupa.

—No te preocupes por mí. —Los nervios se le agarraron al estómago y tuvo de repente ganas de vomitar. Desde que había conocido a Chase, ese estado constante de agitación hacía que a menudo se sintiese indispuesta—. En realidad, estoy pensando en irme yo también.

—¿Irte adónde?

—Cerca de Canyonville. —Franny apenas podía creer lo que decía, pero, al hacerlo, supo que de verdad era lo que quería hacer—. Yo también he encontrado a mi príncipe azul y me ha pedido que me case con él.

—¿Chase?

Tratando de no llorar, Franny asintió.

—¡Alabado sea Dios!

—¡Tengo tanto miedo, May Belle! Nunca en mi vida había estado tan asustada. Y no es solo porque vaya a llevarme a un lugar perdido y crea que luego me pueda abandonar. Es más… bueno, ya sabes. Odio que me toquen. No sé cómo voy a soportarlo. Chase no dejará que piense en campos de margaritas, eso te lo garantizo.

La vieja mujer rompió a reír.

—¡Madre mía! —Después de reír un rato, se inclinó para poner una mano sobre la de Franny—. Cariño, nunca has estado con un hombre al que ames. Es totalmente diferente, créeme. ¿Y con un granuja tan guapo como Chase? —Puso los ojos en blanco—. ¡Al diablo con las margaritas!

—Mis margaritas me han mantenido cuerda.

—Lo sé, cariño, pero ya no vas a necesitarlas a partir de ahora. —Los ojos de May Belle se oscurecieron de comprensión—. Confía en mí. Será bueno para ti estar con Chase. Él es un joven honesto. Como su padre, a veces puede dar miedo. Pero Cazador es un hombre bueno y honrado. Si Chase es la mitad de hombre que él, te tratará como a una reina.

—¿No vas a advertirme de que tenga cuidado?

May Belle sonrió.

—Si fuera cualquier otro hombre sobre la tierra, sí, lo haría. Pero no con él. Él sabe lo de tu familia, y aun así está dispuesto a arriesgarse. No lo haría si no te quisiese de verdad.

—Le he pedido una semana para pensármelo.

May Belle volvió a echarse a reír.

—¡Yo también! ¿No es irónico? Yo solo estaba haciéndome la dura. ¿Y tú?

—Yo no. Es solo que tengo miedo. —Franny miró hacia la ventana. El cristal era de negro aceitoso por la oscuridad que había fuera, y la cálida luz de la lámpara sobre la mesa mostraba su reflejo. Se quedó mirándolo un momento—. Solo espero no estar cometiendo el peor error de mi vida.

Sin Chase para llenar sus horas, Franny encontró el tiempo necesario para hacer todas las cosas que había dejado a un lado en las últimas semanas. Una tarde, después de terminar una camisa para el pequeño Cazador y un vestido veraniego para Amelia Rose, fue a visitar a Índigo. Los cuatro huían del calor de julio bajando al río. Índigo había traído consigo una cesta para merendar. Cuando Franny echó un vistazo a los bocadillos de venado que su amiga sacó, tuvo ganas de vomitar.

—Yo no quiero, gracias.

Índigo la miró preocupada.

—¿Qué ocurre? Siempre te han gustado mis bocadillos de venado.

Franny se puso la mano en la tripa.

—Son los nervios, creo. Tengo el estómago revuelto últimamente.

Índigo la miró asombrada. Después de un momento en silencio, dijo:

—¿No estarás…? Quiero decir, no puede ser… ¿No será que estás esperando…?

Franny se rio.

—No, claro que no. Tuve la regla justo a… —Se calló, tratando de recordar cuándo había tenido su última menstruación. Como no había trabajado últimamente, no había mirado el calendario con tanto cuidado como solía—. Estoy segura de que no tengo ningún retraso, Índigo. Siempre tengo las reglas puntuales como un reloj. Es solo que me olvidé de mirar la fecha este mes. Con Chase monopolizando mi tiempo, no he estado atenta a nada más. A finales de agosto es el cumpleaños de Matthew y quiero hacerle una camisa y unos pantalones. Ni siquiera le he cogido las medidas todavía.

Índigo se relajó y sus hermosos ojos azules se llenaron de curiosidad.

—Por cierto, ¿qué tal van las cosas con Chase?

Cazador, que estaba jugando en el río, les salpicó con el agua. Franny se rio y se secó unas gotas de agua de la mejilla. Avergonzada, miró a los niños un momento. Amelia Rose gateaba con los pies descalzos por la orilla, recogiendo pequeños trofeos, probándolos con la boca antes de deshacerse de ellos.

—Supongo que las cosas están saliendo muy bien. Por eso estoy tan nerviosa. —Miró fijamente a su amiga—. ¿Qué te parecería si me convirtiese en tu cuñada?

Índigo gritó de júbilo. Los bocadillos de venado salieron disparados en todas direcciones cuando se levantó de un salto y fue a abrazar a su amiga.

—¿Que qué me parecería? Ah, Franny, ¡como estar en la luna! ¿Quieres decir que te lo ha pedido? ¿Te ha pedido que te cases con él? ¡Ahhhh! Le mataré cuando lo vea. Ha venido esta mañana a tomar un café a casa y no me ha dicho nada.

Sintiéndose aún con ganas de vomitar, Franny se soltó del abrazo entusiasta de Índigo.

—Eso es porque todavía no le he dado una respuesta. Pero estoy pensando en ello. —Se encontró con la mirada de su amiga—. Tengo que admitir que tengo algo de miedo. Es un gran paso.

—Sí, lo es —admitió Índigo—. Pero, ah, Franny. Es tan maravilloso. Chase es un buen hombre, de verdad que lo es. Será un marido excelente, estoy segura. Y nunca, ni en un millón de años, pediría a una mujer que se casara con él si no la amase de verdad. Estoy asombrada de que por fin alguien haya podido conquistarle. Debería de haberlo imaginado. Está raro desde que te vio la primera vez. Ah, verás cuando se lo cuente a Jake. Se va a reír de lo lindo. Chase no hacía más que perjurar que no se casaría nunca.

—Aún no he dicho que sí —le recordó Franny.

—Pero vas a hacerlo, estoy segura. Tú le quieres, ¿verdad?

El estómago de Franny volvió a dar otra vuelta, lo que la convenció una vez más de que su malestar se debía a los nervios.

—Lo cierto, Índigo, es que no estoy segura. Me gusta mucho. Y es muy atractivo.

Índigo se inclinó, mirándola con curiosidad.

—¿Cómo te hace sentir eso?

Franny pensó la pregunta.

—¿Me prometes que no te enfadarás? Es tu hermano.

—Desde luego que no me enfadaré.

—Bueno… —Franny se mordió el labio superior—. La verdad es, Índigo, que me hace sentir como si me hubiese tragado un cubo lleno de serpientes.

Índigo echó hacia atrás la cabeza y soltó una gran carcajada. Después se dejó caer de espaldas sobre la hierba, olvidando por completo los bocadillos que tenía a su alrededor. Franny no entendía por qué le parecía tan gracioso y no podía dejar de mirarla.

—¡Eso es amor! —consiguió por fin decir, cuando paró de reír para tomar aire—. Yo sentía exactamente lo mismo con Jake, solo que yo sentía más como un puñado de peces nadando en mi estómago.

—Es bastante parecido.

Índigo volvió a reír.

—Se pasa. Y sigue siendo incluso más bonito cuando llega eso.

—Eso espero. No es un sentimiento muy agradable. —Franny se tocó el estómago otra vez—. Es pensar en él, y sentir como si serpenteasen en mi interior.

—Lo único que te cura es el matrimonio. —Índigo suspiró y se incorporó para sentarse. Sonreía como si supiese un secreto maravilloso—. Ah, Franny, serás tan feliz. Lo sé. Me alegro tanto por vosotros dos. Mis dos personas favoritas y se han enamorado. Es un sueño hecho realidad. Mi mejor amiga será mi hermana. ¡Piénsalo! Para el resto de nuestras vidas, nuestras familias se reunirán en las vacaciones y en momentos especiales. Vuestros hijos con los nuestros. ¿No crees que es maravilloso?

No solo sonaba maravilloso, sino que sonaba increíble. Pero por un momento, Franny se atrevió a soñar. En niños y en árboles de Navidad. En mesas llenas de comida. En amor y en risas. En pertenecer a alguien. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Ah, Índigo, ¿de verdad crees que algo así puede pasarme? Tengo miedo de creerlo por miedo a que no ocurra.

—¡Pues claro que puede suceder! ¿Por qué no? Solo tienes que decirle a Chase que sí, boba. Es lo único que necesitas.

«Es lo único que necesitas».

Franny se aferró a estas palabras mientras caminaba de vuelta a la taberna. Trató de imaginar cómo sería caminar por una calle como esa y mirar a los escaparates sin tener que llevar un sombrero de ala ancha. Saludar a las otras mujeres y que le devolvieran el saludo. Sentirse parte de la comunidad. La señora de Chase Lobo. Franny Lobo. Francine Lobo. Sonaba muy bien.

Mientras subía las escaleras que llevaban a su habitación, los olores a grasa de la cocina hicieron que Franny volviera a sentirse mareada. Una vez en el cuarto, se acercó al calendario que tenía colgado en la pared. Estaban ya en el mes de julio, y buscó rápidamente las pequeñas equis con las que siempre marcaba el inicio del ciclo. Era extraño. No había. ¿Se había olvidado de contar desde su último ciclo?

Supuso que así debía ser. Sonrió al pensarlo. Con Chase rondándola, un día sí y otro también, era un milagro que no se hubiese olvidado también la cabeza en algún lado. Tratando de rectificar lo sucedido, Franny volvió hasta junio para encontrar los días de su última regla, que siempre marcaba con una línea horizontal que atravesaba los cuadros del calendario. El corazón le dio un vuelco. No había línea marcando los días de regla el último mes.

Había solo una equis para marcar el día que debería haber empezado.

Franny se quedó mirándola. Una equis sin línea. El 24 de junio. Debería haber tenido su regla entonces, y estaban ya a mediados de julio. Tenía un retraso de tres semanas.

Temblando, Franny fue a sentarse en el borde de la cama. Nunca se había retrasado. Nunca.

La tarde siguiente, Franny fue unas casas más allá en la calle principal para ver al doctor Yost. Convencida de que él le daría una explicación razonable para sus náuseas y su retraso con el período, se quedó atónita al ver su expresión lúgubre después de hacerle el reconocimiento. Franny se sentó en el borde de la mesa y se arregló el vestido. Estaba tan preocupada por su expresión que apenas le importó que le viera la cara. Normalmente, cuando necesitaba ir al médico, iba al médico de Grants Pass.

—¿Qué es? ¿Una especie de gripe? —preguntó esperanzada.

—Tú eres la chica de May Belle, ¿verdad?

Franny sintió que el calor le subía por la nuca. La chica de May Belle. Sonaba horrible.

—Esto… sí. Trabajo en la taberna.

Él asintió y se rascó la nariz.

—Bien, señorita, me gustaría que fuese una gripe. Sé que este tipo de noticias no son exactamente bien recibidas entre las de su profesión.

Franny cerró los ojos. No podía ser. No ahora. No después de llevar nueve años librándose. En tres días, pretendía decir a Chase que iba a casarse con él. Tres días más, y daba la espalda a esta vida. Estaba a punto de conseguir el milagro. ¿No entendía Dios esto? Su única oportunidad de tener un milagro.

—Es difícil asegurarlo cuando se está al principio, pero yo diría que estás de más de dos meses. Definitivamente embarazada, según lo que he visto.

Franny sacudió la cabeza.

—¿Está seguro de que no se equivoca? Solo me he retrasado tres semanas. Como es tan pronto, ¿no podría estar equivocado?

Sus amables ojos grises la miraron con tristeza.

—Cariño, desearía que así fuera. Pero en cuarenta años, nunca me he equivocado. Estás embarazada. La única pregunta es saber exactamente desde cuándo. —La miró con el entrecejo fruncido—. ¿Y dices que solo tienes tres semanas de retraso? ¿Y cómo fue tu última regla? ¿Normal? ¿O fue ligera y discontinua?

Con un hondo sentimiento de resignación, Franny hizo memoria.

—Ligera y entrecortada.

Él asintió.

—Sí, eso me imaginaba. Eso ocurre a veces. He tenido mujeres que no se han dado cuenta de que estaban esperando hasta los cinco meses, y todo porque tenían reglas ligeras y entrecortadas todos los meses.

—Entiendo.

El doctor no dijo nada para responder. Después de un buen rato, se aclaró la garganta.

—Si estás pensando en pedirme que te ayude a solucionar esto, no puedo. Y no te recomendaré a nadie que pueda. No me importa si hay quien opina de otra manera, es peligroso. No tomaré parte en ello.

Entumecida, Franny bajó de la mesa y se puso el sombrero. El doctor siguió hablando, pero las palabras pasaron por ella como un remolino confuso. Se sentía como si se moviera en una madeja de algodón. Salió del consultorio. Caminó por la acera. Instintivamente, giró hacia la taberna. Un pie delante de otro. Apenas veía, apenas escuchaba, apenas sentía. Embarazada. Estaba embarazada.

Cuando llegó a la habitación, se sentó en el borde de la cama y miró al techo con la mente en blanco. Embarazada. Chase no se casaría con ella ahora. Tomar a una prostituta como esposa era una cosa. Pero casarse con una mujer embarazada de otro hombre era otra muy diferente.

Franny no sabía qué hacer. No podía seguir trabajando si estaba embarazada. El flujo de dinero que había estado recibiendo de Chase terminaría en el instante en que se lo dijera. ¿Qué iba a ser de su familia? ¿Qué sería ahora de su madre y de su hermano Jason? Frankie y Alaina tendrían que encontrar un trabajo en Grants Pass, pero ninguno de ellos ganaría lo suficiente como para comprar la medicina de su hermano pequeño y mantener al resto de la familia. Los costes eran desorbitantes.

Por un instante, Franny consideró no decírselo a Chase. Podría casarse con él y pretender que el niño era suyo. ¿Podría? Estaba al principio del embarazo. Solo de dos meses. Cuando el niño naciese, podría decir que se adelantó. Él nunca lo sabría. Lo único que tenía que hacer era mentirle durante el resto de sus vidas.

Una mentira. Franny cerró los ojos, sabiendo incluso mientras jugaba con la idea que nunca podría hacerlo. Sobre todo no podía hacérselo a Chase. Era un acto despreciable, incluso de pensamiento. Pero, si no era así, ¿qué iba a hacer?

Otra posibilidad entró fríamente en su cabeza. Su vista se fijó en la percha metálica de la ropa que colgaba del perchero. Desde hacía años, había oído hablar de ello. Sabía que algunas prostitutas se ocupaban de ello. Pensarlo hizo que tuviese ganas de llorar. Toda su vida, desde que tenía conciencia, había deseado tener un hijo. Ahora estaba pensando en deshacerse de él. Volviendo la vista hacia la pared, Franny miró el motivo intrincado de las margaritas. Sus miembros empezaron a relajarse.

No tuvo que cerrar los ojos ni estar rodeada de oscuridad en esta ocasión para encontrar los prados. Rayos de sol y margaritas. Soplaba una brisa dulce. En un abrir y cerrar de ojos estaba allí, todos los problemas y el dolor que sentía en el pecho habían desaparecido. Su padre estaba sentado en una manta con mamá, y los dos sacaban comida de una cesta. Jason gateaba cerca de ellos con sus ojos azules danzando.

—¿Franny? —dijo una voz.

Echándose a correr, fue hacia sus padres. Papá miró hacia arriba, con sus ojos verdes y su pelo flotando en el sol.

—¿Franny? Cariño, ¿qué te pasa?

Confundida, Franny erró el paso y se volvió en su sueño para ver quién la llamaba. No era su padre. Era la voz de una mujer. ¿May Belle? Ah, sí, May Belle. Sonrió ligeramente y se preguntó cómo había encontrado May Belle el prado.

—Franny, detente. Me estás asustando. Vamos, amor.

Franny oyó que alguien chasqueaba los dedos. Después notó un dolor en la mejilla. Parpadeó y arrugó el entrecejo.

—Maldita sea, Franny. No hagas eso. Eh, chica. Sea donde sea que hayas ido, vuelve aquí ahora mismo. ¿Franny?

May Belle. Franny podía oírla con claridad, pero no podía verla. Y no quería. No había nada malo ahí en el prado. Podía quedarse aquí si quería. El mundo desde el que la llamaba May Belle estaba lejos, y ese podía convertirse en su realidad. Se acercaría a sus padres, y la voz de May Belle se haría más distante. Franny se puso rígida para ponerse a correr, pero la nota de miedo que escuchó en la súplica de May Belle le hizo dudar.

Miró por encima del hombro. Vio el rostro ansioso de May Belle.

—No —susurró—. Deja que me vaya, May Belle. Por favor, deja que me vaya.

May Belle llegó hasta ella y cogió la cara de Franny con sus dos manos temblorosas.

—Cariño, ay, qué miedo he pasado. ¿Estás bien?

Al contacto, el prado de Franny se rompió en mil pedazos. Ella parpadeó y enfocó la habitación, confundida. Nunca antes se había escapado con tanta facilidad, y nunca antes le había resultado tan difícil volver.

Franny volvió a sentir dolor al recordar las razones por las que había escapado al prado. Cerró los ojos, deseando con todo su corazón haber podido quedarse allí. Estaba tan cansada. Tan cansada de todo. En este mundo todo lo que había para ella era dolor y más dolor. Cada vez que algo bueno estaba a punto de sucederle, Dios se lo quitaba. Como casarse con Chase. No habría casa, ni valla blanca de madera. Estaba embarazada y ni siquiera Chase Lobo sería capaz de perdonarle eso.

—¡Ay, May Belle! —susurró con voz entrecortada—. Está volviendo a pasar.

—¿El qué, cariño?

—Dios no dejará que nada ni nadie me quiera. Soy mala, y Él no quiere que sea feliz. Ni siquiera un poquito. Ese es mi castigo. ¿No lo ves? Cada vez que quiero algo, él me lo quita.

May Belle se puso en cuclillas junto a ella y le cogió las manos.

—Ah, vamos. Si eso no es lo más estúpido que he oído nunca, entonces no sé qué puede serlo.

—No, no es estúpido. Yo quería a mi gato, Toodles; ¿te acuerdas? Y murió.

May Belle guiñó los ojos tratando de acordarse.

—Ah, cariño, ese no fue Dios. Los culpables fueron dos hombres sin corazón y borrachos que fueron crueles con él. —Frotó las manos de Franny—. Por dios, estás helada, muchacha. ¿Qué te ha puesto en este estado?

Franny tenía dificultades para hablar.

—Estoy embarazada.

La mujer mayor palideció. Soltando las manos de Franny, se puso en pie y caminó agitada.

—¿Estás segura?

Franny contuvo un sollozo.

—Sí, estoy segura. Acabo de visitar al doctor Yost, y dice que estoy embarazada.

—Ay, Dios mío.

La reacción agitada de May Belle corroboró los peores augurios de Franny.

—¿Qué voy a hacer, May Belle?

No hubo respuesta. Por lo que pareció una eternidad, May Belle se quedó allí de pie. Entonces emitió un sonoro suspiro y fue a sentarse al borde de la cama.

—Si no eres la persona con la peor de las suertes, Franny, desde luego no conozco a nadie más. ¿Cómo puede pasarte esto ahora? ¿Justo cuando todo iba a cambiar para ti?

Franny ahogó otro sollozo.

—Él no va a quererme ahora.

May Belle no preguntó de quién se trataba. Era obvio.

—No, a menos que sea un santo —admitió finalmente—. Y de esos no hay muchos en este viejo mundo, me temo. Ah, mi niña, qué desventura.

May Belle rodeó con su brazo carnoso los hombros de Franny. La calidez que sintió fue su perdición. Con un sollozo, escondió la cara entre el cuerpo de la mujer.

—No puedo trabajar mientras estoy embarazada, May Belle. ¿Qué va a ser de mi familia? ¿De Jason y de mi madre? Están tan indefensos. Siempre he sido yo la que ha cuidado de ellos. ¿Qué harán sin el dinero que siempre les he enviado a casa cada mes? ¿Cómo sobrevivirán?

May Belle le dio una palmada en la espalda.

—Ya se nos ocurrirá algo, cariño. Buscaremos la manera. Tengo algo de dinero ahorrado.

Un soplo de aire entró en la garganta de Franny y volvieron a darle arcadas.

—No puedo quedarme con tus ahorros, May Belle. ¿Cómo te los devolvería? No puedo quedarme aquí en el Lucky Nugget y criar a un hijo. ¿Cómo podría seguir trabajando y criar a un niño en cualquier lugar? ¿Qué clase de vida tendría?

No hubo respuestas. Solo un silencio pesado que era más elocuente que todas las palabras del mundo.

—Las dos sabemos lo que tengo que hacer —susurró Franny.

—No nos precipitemos. Tiene que haber otra manera. Solo deja que piense un poco.

—¿Qué otra manera, May Belle? Dime una sola.

—¿Quizás una pareja que quiera adoptar al niño? Deja que pregunte por ahí, ¿de acuerdo?

—¿El hijo de una prostituta? Ah, May Belle, estás soñando. La gente tiene miedo de las enfermedades y de los defectos. Lo sabes tan bien como yo. ¿Y quién puede culparles? No tienen forma de saber si yo estaba sana.

—Eso no significa que no podamos encontrar a nadie.

—¿Y si lo hacemos? Tú y Shorty contabais con ese dinero para construir una casa junto al río. Sé que es así. Pasarán años antes de que pueda devolveros el dinero. Si tengo el niño, empezaré a trabajar justo después, pero la mayor parte del dinero que gane irá a parar a mi familia. Lo poco que queda no es mucho.

—Pensaré en algo —prometió la experimentada mujer—. Pero prométeme que no harás nada precipitado hasta que encuentre una solución. Prométemelo, Franny. Lo que estás pensando… Cariño, más a menudo de lo que crees, las chicas mueren haciéndolo. No encuentran el sitio adecuado y terminan desangrándose. No puedes arriesgarte a eso.

Franny no estaba segura de que hubiese otra opción, pero, como no quería preocupar a May Belle, le prometió a regañadientes no hacer nada de momento.

—Escucha —dijo May Belle—, voy a acercarme a la iglesia y…

—¿La iglesia?

—Claro, la iglesia. ¿Qué mejor lugar para empezar a buscar que con el párroco? Seguro que él conoce a una pareja sin hijos. Y si no, siempre puede preguntar por ahí. Tiene que haber alguien que quiera tener un niño, Franny. Alguien que crea que pueda tener una oportunidad de estar sano. Solo tenemos que encontrarlo, es todo.

Franny no compartía el optimismo de su amiga. Cuando May Belle dejó por fin a Franny, esta se tumbó en la cama y se quedó mirando al techo. Por muchas vueltas que le diera, no podía encontrar la manera de concebir ese hijo. May Belle había estado ahorrando toda su vida para tener una vejez tranquila. Franny no podía dejar que derrochase así el dinero. Los embarazos no deseados eran parte de esta profesión. Una mujer se hacía dura y hacía lo que tenía que hacer. Era tan sencillo y tan horrible como eso.