<p style="margin-top: 0.8em; margin-bottom: 0.8em">Prólogo</p> </h3> <p>—¡Eh, Baker! ¿Le has dado ya la medicación de las siete?</p> <p>Don giró las piernas, que había tenido colgando sobre el borde del escritorio, y tiró la torre de botes de refresco vacíos que había en una esquina.</p> <p>—Sí. A las siete en punto. Compruébalo en la hoja.</p> <p>«Muy típico de Sanjay hacer preguntas estúpidas».</p> <p>Don sacudió la cabeza y vio al chico nuevo sacar la carpeta y hojearla. Cómo había logrado vivir cien años era un misterio. Don había tenido encuentros demasiado cercanos con la muerte en sus veinte años como vampiro y más todavía en los treinta años previos. ¿Cómo podía alguien que había vivido el doble ir por ahí vagando en un estado de constante confusión…?</p> <p>—Entonces esto no tiene sentido —dijo Sanjay pasando las hojas en la carpeta, aunque a juzgar por la rapidez de sus movimientos, estaba claro que no podía estar leyendo nada—. ¡No tiene sentido!</p> <p>—¿Qué no tiene sentido?</p> <p>«¡Siempre tan dramáticos, estos científicos del Movimiento!».</p> <p>—Le he dado los medicamentos.</p> <p>Sanjay miró a Don, preocupado.</p> <p>—Lo sé, lo veo en la tabla. Pero la actividad de su cerebro es… demasiada. Es como si no estuviera sedada.</p> <p>—Tranquilo, tranquilo. Hay una explicación razonable para esto —los nuevos empleados solían ponerse nerviosos por cualquier tontería, pero él había visto lo que había sucedido la última vez que a Oráculo no le había hecho efecto su medicación—. Le daré otro tranquilizante y la mantendré lo más relajada posible hasta el informe de mañana. A partir de ahí se encargará el doctor Jacobson.</p> <p>Los medicamentos se le administraban cada hora mediante un tubo que primero disolvía el sedante en sangre caliente y después inyectaba toda la solución por vías intravenosas. Era muy sencillo… y Don lo detestaba por ello. No era que buscara gloria ni un trabajo lleno de peligros, simplemente quería un empleo que no pudiera robarle un chimpancé entrenado.</p> <p>Por lo menos podía ver la tele entre dosis y dosis. Y cuanto antes tuviera las cosas bajo control, antes podría irse a ver las reposiciones de <i>Will y Grace.</i></p> <p>Se sacó del bolsillo la tarjeta de la sala del tanque y la deslizó por el lector. La puerta se abrió y entró. Dentro había diez grados menos que en el resto del complejo (los monitores y máquinas de bombeo se recalentarían de no ser así) y eso que el resto estaba congelado. Don se frotó las manos y sopló dentro de ellas. En esa sala olía a sangre, pero siempre era así.</p> <p>—¡Cariño, ya estoy en casa! —le gritó al ayudante de laboratorio que estaba durmiendo en su puesto de trabajo. No soportaba el turno de día.</p> <p>La blancura cegadora de la habitación quedaba cortada en un lado por una enorme pared de cristal oscuro. Dentro, y suspendida en litros y litros de sangre, estaba Oráculo… durmiendo, si el tranquilizante había funcionado. Sacó dos tabletas del armario de medicamentos y fue hacia el tubo de acceso, silbando mientras lo hacía y esperando molestar al técnico de laboratorio tanto como para despertarlo.</p> <p>La bomba de medicamentos estaba unida a la pared justo debajo de donde terminaba el cristal. Se arrodilló y abrió el cajón. Las pastillas quedarían insertadas en una cámara de cristal y ahí se disolverían. Todo el proceso era un muermo, pero ella había creado una resistencia a casi todos los sedantes que venían en forma líquida. Don no sabía por qué funcionaba, pero se alegraba de ello. La muy zorra podía ponerse muy desagradable cuando despertaba.</p> <p>Parpadeó con incredulidad ante lo que vio en el cajón. La cámara de cristal, que debería haber estado vacía para recibir la siguiente dosis, seguía llena de sangre. Con manos temblorosas, siguió la vía intravenosa hasta donde desaparecía dentro de la pared. Un trozo de píldora que no se había disuelto estaba atascado en el fino tubo de plástico.</p> <p>Oráculo no había recibido su sedante.</p> <p>El resto sucedió demasiado deprisa. Miró arriba y vio a Oráculo, pálida, tocando el cristal. Tenía los ojos abiertos.</p> <p>Don fue tambaleándose hacia atrás, gritando, se tropezó con sus propios pies y aterrizó en los del técnico que seguía durmiendo. La sangre se acumulaba alrededor de las deportivas del chico. No estaba durmiendo.</p> <p>Abrió la boca para gritar, pero ese sonido nunca llegó a salir.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 1</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Lo inevitable</p> </h3> <p>—Carrie, creo que ha llegado el momento de que llames a Nathan.</p> <p>Sabía que tarde o temprano oiría esas palabras, aunque había estado esperando que fuera mucho, mucho, más tarde.</p> <p>Estábamos en el dormitorio de Max, la única habitación que tenía televisión en su espacioso y opulentamente decorado piso. Durante las tres últimas semanas, lo único que habíamos hecho había sido estar tumbados durante el día y frecuentar varios clubes de <i>blues</i> durante la noche. No era que no hubiera tenido tiempo de hablar con Nathan, era simplemente que no había querido.</p> <p>Cuando no respondí, Max suspiró intensamente. Se cruzó de brazos y se apoyó contra el cabecero tallado de su cama de estilo antiguo, la única pieza del mobiliario de la habitación que no era moderna. Verlo tendido encima de ella resultaba extraño y anacrónico.</p> <p>Max era el vampiro más joven que conocía, aparte de mí, claro; lo habían convertido a finales de los setenta. Se había adaptado al cambio de los tiempos con mucha más facilidad que algunos vampiros. Llevaba su pelo rubio rojizo corto y de punta, y su uniforme, compuesto por vaqueros y camiseta, lo ayudaba a mezclarse perfectamente con la población veinteañera de Chicago. Había momentos en los que se me olvidaba que era lo suficientemente mayor como para ser mi padre biológico.</p> <p>—Ya ha pasado casi un mes. No me importa que estés aquí, pero Nathan es mi amigo y si estás rompiendo con él de manera permanente, merece saberlo.</p> <p>Me negaba a discutir que lo único que había entre mi Creador y yo era el lazo de sangre, el extraño vínculo psicológico que nos permitía saber lo que pensaba y sentía el otro. Y ya ni siquiera eso nos conectaba mucho últimamente. Nathan parecía estar bloqueándome para que no entrara en su mente. Las pocas veces que había intentado comunicarme con él lo único que había recibido eran respuestas bruscas e imprecisas. Supongo que eso era mejor que suplicarme que volviera, pero me dolía de todos modos.</p> <p>Aun así, Max no aceptaría algo lógico como respuesta. Las muchas, muchas, veces que había intentado explicarle mi inexistente relación con Nathan, se había negado a entenderlo.</p> <p>—No te habría pedido que te quedaras si no te amara —había insistido—. Que no lo admita no significa que no sea verdad.</p> <p>—Ah, ¿te refieres a lo que pasa entre Bella y tú?</p> <p>Se lo había dicho en broma, pero con ello había logrado dar por terminada la conversación. Aunque tal vez debería haberlo dejado pasar; después de todo, él mismo, por mucho que lo negara, acababa de vivir una ruptura. Estaba claro que se había centrado en la relación que yo tenía con Nathan para evitar enfrentarse a sus sentimientos.</p> <p>—No creo que pueda soportar hablar con él ahora —dije, a pesar de saber la excusa tan pobre que era.</p> <p>—Cuanto más esperes, peor será —Max sabía que tenía toda la razón. Lo podía ver en el brillo de triunfo de sus ojos azules—. Mira, esta noche vamos a ir a Navy Pier. Puedes ahogar tus penas en algodón de azúcar. Nadie puede estar triste si tiene algodón de azúcar.</p> <p>Enarqué una ceja.</p> <p>—¿Ni siquiera un vampiro con una vida amorosa hecha polvo?</p> <p>—El algodón de azúcar es para el sufrimiento de un vampiro lo que la kriptonita para Superman —agarró el teléfono inalámbrico que estaba sobre la mesilla y me lo dio—. Llámalo.</p> <p>Miré el despertador antes de mirar el teléfono. Los días se habían hecho más largos. Aunque el sol no se había puesto todavía en Chicago, eran casi las nueve en Michigan. Nathan estaría preparándose para abrir la tienda. Si lo llamaba ahora, no tendríamos mucho tiempo para hablar. Y eso era positivo, teniendo en cuenta que no sabía qué decirle.</p> <p>Marqué el número y una bofetada de añoranza me golpeó mientras me imaginaba a Nathan moviéndose por el abarrotado salón para responder el teléfono en la cocina. Un abrumador deseo de volver a casa se apoderó de mí, y el corazón me palpitaba con fuerza ante la idea de hablar con él. Oí el tono de la línea y me humedecí los labios para prepararme a responder su «¿diga?».</p> <p>—Residencia de Nathan Grant —susurró una suave voz femenina.</p> <p>Tan pronto como mi corazón se había acalorado ante la idea de hablar con Nathan, volvió a congelarse al darme cuenta de quién era.</p> <p>—¿Diga? —preguntó con un claro acento italiano—. ¿Hay alguien ahí?</p> <p>Bella.</p> <p>Con manos temblorosas, colgué. No podía mirar a Max. ¿Cómo iba a decirle que Bella, la única mujer por la que alguna vez había sentido algo, por mucho que se negará a admitirlo, había prolongado tres semanas su estancia en casa de Nathan?</p> <p>Ya estaba resultándome bastante complicado explicármelo a mí misma. Pensé en dos posibilidades: uno, tal vez el Movimiento Voluntario para la Extinción de Vampiros había descubierto que nos había ayudado a encontrar una cura para Nathan y la había dejado sin trabajo ni un lugar donde quedarse. Dos, había perdido su avión y había tenido que esperar un vuelo que salía mucho, mucho, más tarde…</p> <p>Sin embargo, ninguna de las dos opciones logró disipar el malestar que tenía en el estómago.</p> <p>—Carrie, ¿qué pasa?</p> <p>—No estaba en casa, así que supongo que por ahora me libro de hablar con él.</p> <p>—Sí, bueno… pero lo llamarás otra vez cuando volvamos —miró la ventana cuando la rosada luz del sol se asomó por los extremos de las cortinas—. Voy a darme una ducha. Cuando estemos listos, el sol se habrá ocultado y podremos salir.</p> <p>Asentí y lo vi ir hacia el baño antes de que yo fuera a mi dormitorio.</p> <p>El ático de Max ocupaba tres pisos de la esquina de un viejo edificio cerca del campus del museo y del parque del lago, donde se concentraban los grandes atractivos de la ciudad. No era la zona más de moda de Chicago en la que me habría imaginado a Max, pero ya que había heredado ese piso, no había tenido elección.</p> <p>Marcus, el antiguo propietario de la casa y difunto Creador de Max, miraba con gesto acusatorio desde un antiguo retrato en el rellano de la escalera. Max siempre lo había descrito con elogiosas palabras, pero me costaba imaginarme a ese hombre de expresión adusta como un hombre «encantador» y «paternal».</p> <p>A pesar de haber sucedido veinte años antes, la muerte de Marcus seguía atormentando a Max y ésa fue la razón por la que no vi la necesidad de añadir un corazón roto más a la colección contándole que su mujer lobo, casi novia, estaba acostándose con Nathan, el hombre al que consideraba un amigo leal.</p> <p>¿Cómo había podido hacerlo? Mientras bajaba las escaleras hacia las habitaciones de invitados de la planta baja, estaba que echaba humo. Me tiré sobre la cama ostentosamente tallada en mi dormitorio de estilo neoclásico y me cubrí la cabeza con el edredón.</p> <p>Unas frías lágrimas se escaparon por los rabillos de mis ojos. Nathan había dejado claro desde el principio que nunca habría nada entre nosotros excepto el vínculo de sangre, pero cada nuevo recordatorio me hacía más daño que el anterior porque nunca lo había creído en realidad.</p> <p>Pensaba que todo había quedado solucionado la noche que el hechizo de Bella permitió que Nathan reviviera la pérdida de su esposa. Pensaba que cuando decía que nunca habría nada entre nosotros era porque aún no había superado el haber matado a su mujer. Ahora, menos de un mes después, parecía haber seguido adelante.</p> <p>De modo que, o había necesitado setenta años y un mes para recuperarse de su sentimiento de culpa, o el recuerdo de Marianne nunca había sido el problema.</p> <p>Lo único que sucedía era, simplemente, que no estaba interesado en mí.</p> <p>Mis padres me habían educado para pensar con lógica. La lógica insistía en que el razonamiento más verosímil era el correcto. Lo más probable era que Nathan siguiera traumatizado y fastidiado y que por ello no quisiera tener nada conmigo.</p> <p>Como no quería darle la noticia a Max todavía (aún seguía negando que sintiera algo por Bella), actué como si no pasara nada mientras nos atiborrábamos de algodón dulce y bollitos en el embarcadero. Por desgracia, Max captó mi inquietud.</p> <p>—Carrie, ¿qué pasa? Te comportas de un modo extraño.</p> <p>—Me comporto normal —le respondí bruscamente justo antes de lamentarlo. No era culpa suya que en mi cabeza no pararan de saltar imágenes de Bella y Nathan en millares de posturas sexuales—. Lo siento, es sólo que…</p> <p>—¿Estás nostálgica?</p> <p>«Lo que me pasa es que me preocupa que, en este mismo momento, el hombre al que amo este tirándose a la mujer que te negaste a admitir que querías».</p> <p>—Sí, supongo que es eso —intenté sonar más animada cuando añadí—: ¿Sabes lo que es una buena cura para la nostalgia? El alcohol.</p> <p>Max sonrió.</p> <p>—Ahora sí que hablas mi idioma. Vamos a dar una vuelta en la noria y después vamos a tomarnos algo.</p> <p>Nunca he sido admiradora de las alturas, de modo que debería haber dado gracias por estar tan preocupada y distraída cuando hacíamos el ascenso; sin embargo, no pude dar gracias por las tórridas imágenes de Bella y Nathan que anegaban mi mente.</p> <p>Pensé que él jamás podría enamorarse de Bella, que tenía «la llamada de la naturaleza» escrita por todo su cuerpo. Saber que probablemente estaban destinados al fracaso me animó un poco.</p> <p>Aun así, no podía evitar ni las torturadoras escenas ni los comentarios reprobatorios que las acompañaban. «Claro que se siente atraído por ella. Ella probablemente no lleve los pantalones del pijama en público y no pase un día sin lavarse la cabeza. Además, tiene la talla perfecta de caderas y unos pechos del tamaño de un pequeño sistema solar».</p> <p>Sintiéndome gorda y fea, cerré los ojos y suspiré.</p> <p>Al parecer, Max interpretó ese suspiro como una expresión de satisfacción, porque echó un brazo sobre los hombros y suspiró también.</p> <p>—Lo sé, esto es increíble, ¿verdad?</p> <p>—No es como para dar saltos de alegría, pero las vistas son bonitas.</p> <p>—Las vistas son impresionantes —me miró como si estuviera loca por no apreciar la experiencia—. Pero no hablaba de eso.</p> <p>En esa ocasión fui yo la que lo miró como diciéndole: «¿Estás loco?».</p> <p>—Esto —hizo un gesto, como si estuviera abarcando toda la ciudad con sus brazos—. Salir por ahí, ser como la gente normal.</p> <p>—¿Gente normal que bebe sangre y arde en llamas con la luz del sol? No es que quiera interrumpir tu pequeño delirio.</p> <p>Max se acomodó contra el asiento y apartó su brazo.</p> <p>—Ya sabes lo que quiero decir. Durante las últimas tres semanas no ha pasado nada, no hemos sabido nada del Devorador de Almas. Nada de faxes del Movimiento, ningún drama.</p> <p>«Menos en nuestras vidas amorosas. Pero esa parte aún no la sabes».</p> <p>—Bueno, yo rompí con mi Creador y a ti te abandonó Bella —me había jurado que no tocaría el tema, pero estaba desesperada por sacarlo de ese estado emocional en el que la vida le parecía perfecta. No es que envidiara esa actitud de alegría y optimismo (bueno, un poco sí), pero cuando descubriera lo de Bella y Nathan, se sentiría como si se hubiera caído de lo más alto de la noria.</p> <p>—Intentas provocar una pelea.</p> <p>—Culpable de todos los cargos.</p> <p>Respiró hondo. El aire olía a la ciudad, a cemento caliente, a tráfico y a comida de feria, los aromas de humanidad que sólo un vampiro podía apreciar de verdad.</p> <p>—Prueba con todo lo que quieras, no voy a picar. Nada puede arruinarme esta noche. Nada.</p> <p>Haciendo una parodia de su suspiro de satisfacción, apoyé la cabeza sobre su hombro.</p> <p>—Si no consigo algo de beber pronto, voy a atravesarte con una estaca.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Conforme a lo prometido, cuando escapamos de la noria, partimos hacia nuestro circuito nocturno de bares y clubes de <i>blues</i>. En algunos ya estábamos convirtiéndonos en habituales. En el resto, Max ya se había establecido como uno de ellos.</p> <p>Habíamos consumido suficiente alcohol como para matar a un pequeño rinoceronte cuando nuestra última parada del recorrido llegaba a su final.</p> <p>Mirando su reloj con unos ojos enrojecidos y caídos, Max frunció el ceño, invadido por la confusión propia de un borracho.</p> <p>—¿Qué? No pueden cerrar ya.</p> <p>—Pues así es —insistí con el tono de superioridad de una completa beoda—. Y es una mierda.</p> <p>—Sí, lo es —miró a su alrededor con gesto adusto—. La banda se marcha.</p> <p>—Sí —apoyé los antebrazos sobre la mesa y eché la cabeza sobre ellos. Oí el chirrido de su silla y cuando miré arriba, Max estaba caminando con dificultad, cruzando la pista de baile en dirección a los músicos subidos sobre el pequeño escenario. Habló con ellos un minuto, me señaló y después se giró con aire de arrogancia y seguridad en sí mismo. La banda comenzó con una lenta balaba y me indicó que lo acompañara.</p> <p>Si había aprendido algo desde que llegué a Chicago con Max, era que disfrutaba con cualquiera actividad que implicara poner las manos sobre una mujer. Fui tambaleándome hacia él. No sería la primera vez que habíamos bailado borrachos en un bar a la hora del cierre, y eso me resultó un poco patético.</p> <p>Aunque no tanto como para no volver a hacerlo.</p> <p>Me gustaba estar cerca de Max, en un sentido totalmente platónico. Él era el amigo que nunca había tenido. En realidad, hasta que me había convertido en vampiro, nunca había tenido amigos ni amigas. Resultaba agradable estar con alguien que no esperaba nada de mí aparte de simplemente pasar el rato juntos.</p> <p>A diferencia de Nathan.</p> <p>Se suponía que tenía que quedarme a su lado, esperándolo como un perro fiel por si alguna vez me necesitaba. La desafortunada comparación me hizo pensar en los hombres lobo, y tuve que parpadear para contener las lágrimas.</p> <p>Los brazos de Max me rodearon la cintura con fuerza y apoyó la cabeza contra la mía mientras nos movíamos torpemente al ritmo de la música.</p> <p>—¿Podemos seguir haciendo esto para siempre?</p> <p>—¿Bailar? —farfullé mientras jugueteaba con un mechón de pelo de su nuca.</p> <p>Sentí su risa vibrar en su pecho.</p> <p>—No, estúpida. Simplemente hacer esto. Salir y divertirnos y no preocuparnos ni de enamorarnos ni de estar solos. No tiene que cambiar nada, no tendríamos que preocuparnos de que nos hicieran daño. ¿No sería genial?</p> <p>Si no hubiera estado borracha, me habría sonado tan raro como era en realidad. Pero como sí que lo estaba, miré a Max como si hubiera curado el cáncer y el hambre en el mundo al mismo tiempo.</p> <p>—Es una idea brillante.</p> <p>—Lo sé. Siempre tengo mis mejores ideas cuando estoy borracho.</p> <p>El camarero nos pidió un taxi y estoy segura de que Max pagó de más cuando bajamos al llegar a su edificio.</p> <p>—Este lugar… este lugar parece el castillo de Drácula.</p> <p>—Lo sé. Es deprimente —una fugaz mirada de tristeza cruzó su rostro.</p> <p>Una vez dentro del ascensor, Max se colocó un poco más cerca de mí de lo habitual. Cuando salimos, me tomó la mano durante el breve camino hasta la puerta y, en lugar de abrirla, me llevó contra su cuerpo y me besó.</p> <p>A pesar de haber consumido mucho alcohol, no fue lo suficiente como para que en mi cabeza no saltaran las alarmas. Me eché atrás tan bruscamente que nuestros dientes chocaron.</p> <p>—Max, ¿qué coño estás haciendo?</p> <p>Se quedó mirándome unos segundos antes de sonreír y responder:</p> <p>—Oh, vamos, Carrie. Tú también sientes curiosidad y lo sabes.</p> <p>Y así era. Max era como la estrella del equipo de béisbol con el que todas quieren salir. Aun así, se encontraba sumido en una ruina emocional y no estaba pensando con claridad.</p> <p>—Sé que estás mal por lo de Bella…</p> <p>—Esto no trata de Bella —se rió un poco demasiado fuerte—. Joder, siempre estás hablando de ella. ¿Estás segura de que no quieres acostarte con ella?</p> <p>—No, pero si ahora los dos nos metiéramos en la cama, tú tampoco lograrías acostarte conmigo —le dije dándole unos toquecitos con el dedo en el pecho.</p> <p>Volvió a sonreír.</p> <p>—Créeme, no se trata de Bella.</p> <p>—Claro que sí —deslicé las manos sobre su camiseta (Max tiene unos pectorales fantásticos) y le di un empujón.</p> <p>Él volteó los ojos y levantó las manos.</p> <p>—Está bien, se trata de Bella…, aunque no directamente.</p> <p>—¿Qué quieres decir?</p> <p>Me rodeó por la cintura y me llevó hacia él.</p> <p>—Me gustan las mujeres. Todo el mundo lo sabe. Pero no me enamoro de ellas, así que ¿cómo puede ser que no haya tenido un encuentro sexual fortuito desde que estuve con ella?</p> <p>—Porque con ella no fue fortuito. Te gustaba de verdad —me apoyé sobre él, pero fue básicamente para mantener el equilibrio, de eso estoy segura.</p> <p>—Estás loca. Todas las mujeres lo estáis. Creéis que los hombres tienen que estar enamorados para acostarse con alguien —inclinó la cabeza para otro beso, pero lo detuve—. Sabes que eso no es verdad, ¿no?</p> <p>Enarqué una ceja.</p> <p>—Eh, estamos borrachos, nos acaban de abandonar…</p> <p>—A <i>ti</i> te han abandonado.</p> <p>—Bueno, da igual —volteé los ojos—. ¿Creo que me quieres? No. Creo que intentas que nos acostemos para demostrarte a ti mismo que no te importa Bella.</p> <p>—¿Y es eso algo tan terrible? —sus labios estaban a un milímetro de los míos. Me encogí de hombros.</p> <p>—Supongo que no.</p> <p>Volvió a besarme. Max besa de locura, pero en ese beso hubo desesperación y tristeza. No me hizo falta un lazo de sangre para sentirlo.</p> <p>—Vamos a hacerlo, Carrie —susurró hundiendo sus dedos en mi pelo—. Divirtámonos.</p> <p>Era una locura, pero en cierto modo tenía sentido. Mientras cruzamos la puerta a trompicones para acabar tirados sobre la alfombra persa del vestíbulo, me convencí de que no era tan terrible. La gente lo hacía todos los días.</p> <p>La boca de Max no se apartó en ningún momento de la mía mientras rodamos y me colocó sobre él, a horcajadas, y todavía totalmente vestida. Con una pequeña carcajada, Max se sentó. Lo sentí a través de sus vaqueros, pero no parecía sentirse incómodo por la situación. Es más, parecía estar más a sus anchas en esa situación tan íntima que haciendo cosas mundanas. Me pregunté si estaba con el verdadero Max o no, o si no era más que otro personaje. Tal vez ésa era parte de su magia practicada. Me compadecí de las mujeres que no lo veían como era, porque podían enamorarse de un hombre como él, que las hacía sentir que eran las mujeres más importantes que había acariciado.</p> <p>Por suerte para mí, no podía enamorarme de él porque yo ya estaba enamorada de un hombre que no me consideraba nada importante.</p> <p>El teléfono sonó.</p> <p>Max me miró, medio implorando. Pero entonces la culpabilidad se coló en su expresión y ya no pude mirarlo más.</p> <p>Gruñí, me puse de pie y darme cuenta de que había estado a punto de acostarme con Max hizo que todo el alcohol se disipara de mi cuerpo.</p> <p>—Eh, ya que te has levantado, ¿puedes contestar tú? —me preguntó.</p> <p>—Claro, pero si es una de tus amigas, no voy a ser muy buena tapadera.</p> <p>Mientras iba hacia el teléfono de la cocina, me sorprendió que quien fuera que estuviera llamando insistiera tanto.</p> <p>—¿Diga?</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>Era Nathan.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 2</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Reconectados</p> </h3> <p>—¿Carrie? —repitió Nathan haciendo que su suave acento escocés rodeara mi corazón como si fuera una mano.</p> <p>Tragué el nudo que se me hizo en la garganta e intenté no centrarme en el hecho de que estaba de pie en la cocina de Max limpiándome sus besos de mi cuello.</p> <p>—Sí, soy yo.</p> <p>Hubo una larga pausa.</p> <p>—Me alegra oír tu voz.</p> <p>Se me quedó la boca seca.</p> <p>«No voy a llorar. No voy a llorar».</p> <p>Pero mis emociones eran demasiado fuertes y el alcohol me había dejado sin nada con lo que amortiguarlas. Me sequé los ojos y recé porque la voz no me fallara cuando dije:</p> <p>—A mí también me alegra oír tu voz.</p> <p>—He llamado antes, debíais de estar por ahí —con delicadeza, intentó hacer uso del lazo de sangre, pero lo bloqueé firmemente. Dejó escapar una suave carcajada—. ¿Hay algo que no quieres que sepa?</p> <p>—Es que estoy un poco achispada, nada más. Acabamos de llegar.</p> <p>—Ah —no pareció que me hubiera creído.</p> <p>Aún no había dicho nada sobre Bella y el suspense me tenía enroscando el cable del teléfono alrededor de mi brazo.</p> <p>—Te he llamado antes.</p> <p>Él se aclaró la voz.</p> <p>—Ya, me lo ha dicho Bella. Dice que has colgado.</p> <p>Logré soltar una tensa carcajada.</p> <p>—Sí, bueno, creía que me había equivocado. No esperaba que siguiera allí. ¿Aún tengo habitación?</p> <p>—Claro que sí —respondió Nathan con una voz tan suave que tuve que esforzarme para oírla—. Escucha, ¿sabe Max algo del Movimiento?</p> <p>Intenté mantenerme al margen de los asuntos personales de Max, pero no podía olvidar el comentario que había hecho en la noria.</p> <p>—No, dice que no ha sabido nada últimamente.</p> <p>—Pues Bella sí. Son demasiadas cosas como para explicarlas por teléfono. Hemos salido hacia allá.</p> <p>La imaginé sentada a su lado, tan guapa y fuera de lugar en la oxidada y vieja furgoneta.</p> <p>—Se lo diré a Max. No creo que le haga mucha ilusión saber que ella viene.</p> <p>—¿Por qué no? —al parecer, Nathan no se enteraba de nada.</p> <p>Entonces recordé que el hechizo del Devorador de Almas lo había poseído y que probablemente se había perdido lo sucedido entre Bella y Max. Aun así, ella debería haber tenido la decencia de contárselo.</p> <p>—No hay ninguna razón. Olvida lo que he dicho.</p> <p>—Está bien… —volvió a aclararse la voz—. Escucha, estamos como a una hora de la ciudad. Esperamos poder llegar a casa de Max antes del amanecer, pero si no podemos, ¿hay algún aparcamiento cerrado o algún lugar cerca donde podamos refugiarnos?</p> <p>—Sí, el edificio tiene garaje.</p> <p>La puerta de la cocina se abrió detrás de mí y casi me aplastó contra la pared. Max entró y estiró los brazos por encima de la cabeza.</p> <p>—¿Sabes qué es tan bueno como el sexo? El helado. No, ¡qué va! Es mentira. Preferiría tener sexo.</p> <p>Cubrí el altavoz, aunque ya era demasiado tarde.</p> <p>—¿Le está costando a Max volver a familiarizarse con la ciudad? —preguntó Nathan con tono divertido.</p> <p>—Creo que estoy cortándole los vuelos.</p> <p>Al otro lado de la línea oí un intercambio de palabras.</p> <p>«Estás al teléfono conmigo, tu Iniciada, tu sangre, ¿y no puedes esperar unos segundos a hablar con ella?».</p> <p>Sin ser capaz de detenerlo, mi enfado se filtró por el lazo de sangre. Nathan lo captó y sentí su alivio al comprobar que volvíamos a estar conectados.</p> <p>—Tienes razón, ha sido una grosería por mi parte. Escucha, voy colgar. Te lo explicaré todo cuando lleguemos.</p> <p>Hablaba incluyéndola a ella, como si ese «nosotros» fuera un arma contra mí.</p> <p>—Bien. Aquí estaremos.</p> <p>Él vaciló.</p> <p>—Está bien… bueno, adiós, cielo.</p> <p>«Cielo». Eso fue el colmo. Colgué el teléfono y me dejé caer al suelo.</p> <p>Max se arrodilló a mi lado antes de que me diera tiempo a empezar a sollozar.</p> <p>—¿Carrie? ¿Estás bien?</p> <p>No podía hablar; sólo pude llorar sobre su hombro.</p> <p>—¿Qué pasa? ¿Sucede algo malo? —sonó tan alarmado como cualquier hombre ante las lágrimas de una mujer—. ¿Es por mí? ¿Es por algo que he hecho?</p> <p>Sacudiendo la cabeza, me sequé la nariz con el dorso de la mano, pero no pude controlar los sollozos lo suficiente como para emitir un sonido inteligible.</p> <p>Max me acercó más, como si intentara absorber mi sufrimiento a través de su piel.</p> <p>—Estás asustándome. ¿Qué pasa? ¿Es Nathan?</p> <p>La rabia bramó dentro de mí y secó mis lágrimas. Nathan y Bella venían hacia aquí, al lugar al que yo había ido para alejarme de Nathan y aclararme la mente, ¿y él estaba trayendo más dolor? Era como lo contrario a una ambulancia; en lugar de ayudar, portaba desastres.</p> <p>—Era Nathan —murmuré—. Viene hacia aquí con Bella.</p> <p>—¿Bella? Creía que había vuelto a España.</p> <p>Le di un minuto. Max era un tipo listo. Estaba segura de que se lo imaginaría y eso fue reflejándose poco a poco en su rostro.</p> <p>—No. Imposible.</p> <p>Asentí con vehemencia.</p> <p>—Cuando he llamado al apartamento esta tarde, ha contestado ella.</p> <p>—Bueno, eso no significa nada. Tal vez ha surgido algo y han vuelto a asignarle el caso. Sucede todo el tiempo.</p> <p>—No ha estado utilizando mi habitación —algo de lo que, en parte, me alegraba. No podía imaginarme volviendo allí si me había arrebatado a mi novio o, mejor dicho, a mi Creador. Tendría que acostumbrarme a la diferencia… y a mi cama.</p> <p>Max asintió.</p> <p>—Bueno, siento que él te haya hecho daño.</p> <p>Unas lágrimas frescas llenaron mis ojos ante el dolor en su voz.</p> <p>—Y yo siento que ella te haya hecho daño a ti.</p> <p>—¡Me importa una mierda lo que haga o deje de hacer! —estalló Max, y se marchó dando un portazo.</p> <p>Fría y petrificada sobre el suelo de la cocina, me quedé mirando el envase de helado que Max había dejado sobre la encimera.</p> <p>No sé cuánto tiempo estuve allí, viendo la condensación formarse sobre el cartón. Estaba dejando rastro y acumulándose alrededor de la base cuando por fin me moví.</p> <p>Bajé hacia mi dormitorio. En el baño, abrí la ducha, con el agua tan caliente como pude aguantar, y me quedé bajo ella hasta que abrí el agua fría y desapareció el vapor. Fuera, el sol estaba a punto de salir. Llegarían en cualquier momento.</p> <p>Pero tan pronto como lo había pensado, oí un suave golpe en la puerta.</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>Max se asomó, con los ojos modestamente cerrados, y me lanzó una toalla.</p> <p>—Ya están aquí.</p> <p>—Gracias, ahora mismo salgo.</p> <p>—Está bien —salió para volver a entrar—. Él tiene un aspecto horrible, Carrie.</p> <p>—Bien.</p> <p>Y lo dije en serio.</p> <p>Nathan había jugado conmigo desde que lo conocía y se había negado a entablar cualquier relación de pareja, pero ¡claro!, sí que nos habíamos acostado y a eso no le había puesto pegas. Podía vivir en la misma casa con él. Podía suplicarme que no lo dejara, decirme constantemente cómo lo destruiría si lo hiciera, pero no renunciaría a la memoria de su mujer muerta por mí.</p> <p>Sin embargo, sí que lo haría por Bella. Ella poseía una llave mágica, algún ingrediente que yo no tenía, que lo había hecho cambiar de opinión y querer tener una relación con alguien. Una relación con ella.</p> <p>Me vestí, sin molestarme en intentar tener buen aspecto. De nada serviría que me pasara media hora secándome el pelo y maquillándome.</p> <p>Mientras subía las escaleras vi a Nathan y a Bella sentados en los extremos opuestos del sillón. Aunque me fijé en la distancia que mantenían, no me pareció la suficiente como para evitar que mis rodillas dejaran de flaquear.</p> <p>Una vez que nos transforman, los vampiros nunca envejecemos. Nathan se había quedado congelado en el tiempo a los treinta y dos. Unos treinta y dos muy atractivos. En una ocasión le había mencionado en broma que había debido de llevar un régimen de ejercicio muy severo para tener unos brazos tan fantásticos. Él se había reído y había respondido:</p> <p>—No, eso era por llevar en brazos a Marianne. Al final, ella casi no podía caminar.</p> <p>En aquel momento sus ojos grises habían brillado con tristeza durante un momento y después, enseguida, habían vuelto a cambiar.</p> <p>Ahora, me encontró con la mirada y levantó la cabeza a la vez que yo ascendía los últimos escalones.</p> <p>Max se giró cuando entré en la habitación y me guiñó un ojo con gesto alentador.</p> <p>Nathan se levantó como si esperara… no sé… ¿un abrazo? ¿Qué me lanzara a sus brazos?</p> <p>Fuera lo que fuera, no era algo que yo quisiera darle. Lo saludé con la mano y me dejé caer en un sillón situado cerca de la puerta de la cocina.</p> <p>—No tienes por qué levantarte por mí.</p> <p>Él apretó los puños y volvió a sentarse.</p> <p>Bella lo miró y me miró a mí con los ojos entrecerrados y la boca fruncida en una sonrisa de diversión, pero no dijo nada.</p> <p>—Ahora que ya estáis aquí los dos, supongo que puedo daros la mala noticia —Nathan se inclinó hacia delante y se frotó las manos en las rodilleras de sus vaqueros. Era una especie de tic nervioso y la tela de sus muslos ya estaba casi blanca por la costumbre—. Voy a decirlo ya.</p> <p>—Vamos —le dijo Bella con lo que prácticamente fue un gruñido.</p> <p>¿Problemas en el Paraíso?</p> <p>Miré a Max, pero él tenía la mirada clavada en Bella.</p> <p>—Eso intentaba —le respondió mirándola de soslayo—. Ha sucedido algo en el cuartel general del Movimiento. Ésa es la razón por la que no habéis sabido nada de ellos. Oráculo anda suelta.</p> <p>—No —la exclamación de Max fue un susurro.</p> <p>A Max no le asustaban muchas cosas, pero yo sabía que Oráculo sí. Una vampira muy vieja con poderes de telequinesia que había estado retenida bajo estricta supervisión por el Movimiento. De hecho, Max había estado en el equipo asignado para trasladarla hasta las instalaciones de alta tecnología en la que había permanecido los últimos tiempos. No todos los miembros del equipo habían sobrevivido.</p> <p>Nathan no respondió, pero yo había visto esa expresión en su rostro muchas veces. Estaba tan asustado como su amigo.</p> <p>—Ha matado a sus cuidadores y a la mayor parte de los empleados. Miguel ha muerto, y también Breton. Ella estaba instalada en el ala destinada al hospital, de modo que la mayor parte de los destrozos se han producido allí.</p> <p>—Anne está muerta —dijo Bella sin mirar a Max—. Oráculo les prendió fuego a todos en el ala del hospital.</p> <p>—¿Con poderes mentales? —pregunté en voz baja.</p> <p>Bella me miró con el ceño fruncido, como si intentara comprender mi estupidez.</p> <p>—No. Con alcohol que sacó del almacén y el mechero de alguien.</p> <p>Max fue hacia la ventana con la mandíbula apretada mientras Nathan seguía hablando sobre los procedimientos a seguir durante el cese de comunicación y sobre si era seguro o no que los dos nos involucráramos.</p> <p>Fui al lado de Max y le puse una mano sobre el hombro.</p> <p>—¿Estás bien?</p> <p>Él asintió.</p> <p>—Sí, es sólo que… Bueno… lo sabía. Lo sé desde hace años, cuando la trasladamos a esa nueva instalación. Es como si pudiera sentir que estaba planeando algo.</p> <p>Bella le preguntó con brusquedad:</p> <p>—¿Y cómo podías saber lo que pasaba por la mente de Oráculo?</p> <p>—No creo que lo que pase por la mente de Oráculo sea asunto tuyo —le respondió—. ¿Cuántos hombres lobo han muerto por su culpa?</p> <p>El exótico rostro de Bella palideció, pero ella estrechó sus ojos dorados.</p> <p>—Siento que no os haya sido de ayuda en vuestra campaña de odio contra mi gente.</p> <p>Nathan se levantó.</p> <p>—Calmaos todos.</p> <p>Cuando lo había visto, me había sentido aliviada de estar en la misma habitación que mi Creador; no me había fijado ni en lo cansado que parecía, ni en sus ojeras, ni en el adusto gesto de su boca.</p> <p>Cuando me miró, me pareció ver que su agotamiento se intensificó.</p> <p>—Oráculo no ha explotado de pronto, sin más. Como Max ha dicho, debía de haber estado planeándolo. Dejémoslo por hoy y discutamos como adultos razonables cuando se ponga el sol.</p> <p>—Genial. Vamos chicos, os enseñaré vuestras habitaciones.</p> <p>Max recalcó el plural y me reconfortó saber que, a pesar de que probablemente acabarían durmiendo juntos, estaba dejándoles claro que no lo aprobaba.</p> <p>Nathan pareció sorprendido. Me miró, miró a Max y se encogió de hombros.</p> <p>—Me parece bien.</p> <p>—Buenas noches a todos —me giré hacia las escaleras.</p> <p>«Mira atrás».</p> <p>La orden que recibí mediante el lazo de sangre fue tan fuerte que tuve que ceder. Cuando eché la vista por encima de mi hombro, Nathan tenía la mirada clavada en mí. En ella no pude distinguir si la emoción que vi en sus ojos fue culpabilidad, disculpa o una súplica silenciosa pidiéndome que fuera con él.</p> <p>Sacudí la cabeza, negándome a todo.</p> <p>Aunque estaba cansada, no concilié el sueño inmediatamente. Mi cerebro estaba inundado de imágenes cargadas de horror. Había experimentado de primera mano una muestra del poder de Oráculo. Había visto lo que le había hecho a Anne, a la alegre y eternamente adolescente recepcionista del Movimiento. Oráculo la había atormentado con una visión de su columna vertebral hecha pedazos y, diez años después, la había hecho realidad. ¿Qué les había hecho ver a esa pobre gente del ala del hospital? Debió de haber sido una agonía para todos ellos.</p> <p>A pesar del hecho de que la continuidad de mi existencia y su agenda de trabajo se excluían mutuamente, los vampiros que había conocido en el cuartel general del Movimiento habían sido simpáticos conmigo, sobre todo Anne, que me había llevado a ver a Oráculo a pesar de las restricciones puestas. Eso había resultado en un altercado en el que Oráculo había arrojado a Anne como si fuera una muñeca de trapo y había intentado sacarme la cabeza de los hombros. Después, nos habíamos quedado aliviados al saber que Anne había sobrevivido al ataque, pero parecía que estaba condenada desde el principio. Dada la estricta política del Movimiento contra el tratamiento médico para las lesiones que podían provocar la muerte de un vampiro, Anne habría estado recuperándose lentamente sin más ayuda que la capacidad sanadora de su propio cuerpo. Habría estado completamente indefensa cuando Oráculo prendió en llamas el lugar. Creo que Nathan tenía razón. No era probable que Oráculo hiciera las cosas al azar.</p> <p>Me giré. La cama parecía más grande y extrañamente vacía ahora que mi Creador había llegado. Ansiaba tumbarme a su lado y escuchar sus suaves ronquidos y los ocasionales e incomprensibles balbuceos mientras dormía. Pero ahora todo eso era para otra persona.</p> <p>Me hizo sentirme un poco mejor analizar la frialdad con la que se habían comportado el uno con el otro en el vestíbulo. Tal vez la idea de Max de instalarlos en habitaciones separadas no había sido tan descabellada, ya que ese día ninguno de ellos parecía dispuesto a meterse en la cama del otro.</p> <p>¿Cómo podía haberme ocultado eso Nathan?</p> <p>A pesar de la distancia que siempre había habido entre los dos, yo había sido sincera con él y había puesto mi alma en peligro para salvarlo del torturador hechizo del Devorador de Almas. En mi opinión, me debía sinceridad, aunque ello le causara molestias.</p> <p>Ojalá todo eso lo hubiera razonado él.</p> <p>Pero Nathan tenía a Bella. Era exótica, apasionada y peligrosa, totalmente distinta a mí, la típica norteamericana media. Con tanto sexo y romanticismo, seguro que no había tenido tiempo ni de pensar en mí, ni en lo mucho que podía estar haciéndome sufrir.</p> <p>No por primera vez, derramé lágrimas por mi Creador.</p> <p>Casi me había quedado dormida llorando cuando oí un suave golpe en mi puerta. Probablemente era Max, que venía a compadecerse de mí. Me sequé los ojos apresuradamente. Si él podía fingir que la situación no le molestaba, yo podía hacer lo mismo. Incluso podía empezar a creérmelo.</p> <p>—Entra —dije, esperando que mi voz sonara pesada por el sueño y no por las lágrimas.</p> <p>La puerta se abrió con un chirrido y por ella entró Nathan, no Max.</p> <p>Me senté en la cama y me aferré a las sábanas para cubrirme el pecho con ellas, como si él pudiera ver mi corazón roto a través de mi camiseta… de haberlo tenido ahí. Mi corazón humano estaba guardado en una caja, después de que Cyrus, mi primer Creador, me lo hubiera arrancado.</p> <p>—¿Qué estás haciendo aquí?</p> <p>Levantó las manos, como alguien anticipándose a un ataque.</p> <p>—Por favor, escúchame.</p> <p>—¿De verdad crees que tenemos algo que decirnos? ¿Después de cómo fueron las cosas cuando me marché?</p> <p>—Lo sé. Y lo siento. Debería haber sido sincero contigo.</p> <p>Sus palabras no hicieron más que confirmar mi temor.</p> <p>Respiré hondo, obligándome a no estallar en sollozos.</p> <p>—Eso habría estado bien.</p> <p>—No puedo disculparme lo suficiente. Lo sé. Y sé que te he hecho pasar un infierno, pero te he echado mucho de menos.</p> <p>—Pues a mí me parece todo lo contrario —no permitiría que su actitud de niño herido apaciguara mi rabia.</p> <p>Durante un segundo pareció quedarse extrañado.</p> <p>—No quiero que volvamos a estar separados. Me perteneces.</p> <p>Sentí algo por dentro, algo parecido a la esperanza, pero con reservas.</p> <p>Aunque no hablé, él vino a la cama y se sentó.</p> <p>—He sido un egoísta. Quería aferrarme a un pasado que no puedo cambiar, pero no tenía derecho a arrastrarte a ti conmigo como lo hice. Carrie, te juro que si vuelves a casa, todo eso cambiará.</p> <p>Contuve las lágrimas. Ahí estaban las palabras que tanto había deseado oír, pero…</p> <p>—¿Y Bella?</p> <p>—¿Qué pasa con Bella?</p> <p>—No sé si sería tan amable de permitir que yo estuviera en casa. Tal vez, si fuera un vampiro, podría entenderlo, pero es una mujer lobo. Ellos no tienen el concepto de relación entre un Creador y un Iniciado.</p> <p>«Ni entienden lo frustrante que puede llegar a ser».</p> <p>Me pasó por la cabeza una escena horrible en la que Nathan respondía: «Tienes razón. Buenas noches», y volvía con ella.</p> <p>Por el contrario, me miró como si yo hubiera perdido la cabeza.</p> <p>—Carrie, Bella y yo… Creo que ha habido un malentendido. No estamos juntos.</p> <p>—Pero estaba en casa, ¿por qué se ha quedado ahí todo este tiempo? ¿Por qué no ha vuelto a España?</p> <p>—Volvió. Siguió al Devorador de Almas hasta San Francisco, hizo un reconocimiento de la situación y después fue a España. Tuvo que tomar vuelos comerciales porque no podía contactar con el Movimiento. Cuando llegó al cuartel general, lo encontró destruido y volvió a Grand Rapids porque era el único modo de saber cómo ponerse en contacto con Max.</p> <p>—Pero has dicho que no estaba utilizando mi habitación… y has estado ocultando tus pensamientos todo el tiempo.</p> <p>Estaba empezando a sentirme como una completa imbécil y eso no me gustaba. Casi habría sido mejor haber oído que había estado acostándose con Bella para así no tener que darme cuenta de que estaba comportándome como una loca.</p> <p>Una lenta sonrisa se dibujó en la preciosa boca de Nathan.</p> <p>—¿De verdad creías que estaba engañándote?</p> <p>—No habría sido un engaño ya que no tenemos ninguna relación. Nathan, no quiero ser tu Iniciada, quiero ser la mujer que amas. Y eso nunca va a pasar si no superas lo de Marianne.</p> <p>Pensé que se estremecería o que se daría la vuelta al oír su nombre, como sucedía antes, pero me sostuvo la mirada, atrayéndome hacia sus ojos grises.</p> <p>—Marianne se ha ido. Me pone enfermo decirlo, pero en cierto modo fue mejor así. Ella no era la mujer con la que me casé, se había rendido. Sé que la pinté como una santa, pero su enfermedad la cambió. Solía estar deprimida, y a veces era directamente odiosa. Cuando se acercaba el final, llegó a culparme a mí.</p> <p>—Oh, Nathan.</p> <p>Fue como si no me hubiera oído.</p> <p>—Aunque hubiera vivido… es decir, si yo no hubiera hecho lo que le hice… habría muerto un poco más tarde. Si la hubiera convertido en vampiro… bueno, estaba demasiado deteriorada. Aun así, no habría querido vivir.</p> <p>»Podría haberle dado a Marianne una nueva vida, podría haberla protegido y haberla cuidado durante el resto de nuestras vidas, pero no podría haberle devuelto su alma. La había perdido mucho antes de que la matara. El hechizo que hizo Bella… que hiciste tú… me hizo darme cuenta de ello. Suena algo melodramático, pero de verdad, tú me has salvado.</p> <p>Tímidamente, le toqué la mano y justo cuando esperaba despertarme de mi sueño sus dedos se cerraron alrededor de los míos con fuerza.</p> <p>—Eres mi Iniciada. Pase lo que pase entre nosotros, mi sangre corre por tus venas. Eres la única familia que tengo. Tú eres con quien quiero estar —se llevó mi mano a los labios y la besó.</p> <p>El pulso se me aceleró.</p> <p>—Pero no de la forma que yo quiero. Ésa es la parte que sigues pasando por alto.</p> <p>Una triste expresión cubrió su cara y bajó la mirada hasta nuestras manos unidas.</p> <p>—Si ahora te dijera que estoy preparado para… amarte, estaría condenándonos al desastre. El hechizo me mostró la verdad, pero hay partes que no puedo aceptar, a pesar de saber que son ciertas. Cuando llegue el momento, y llegará, no será una mujer lobo a quien elija. Serás tú.</p> <p>Al instante me invadió un sentimiento de culpa.</p> <p>—Tengo que decirte algo.</p> <p>A una mirada de recelo le siguió una sonrisa forzada y pude captar temor a través del lazo de sangre. Pensaba que iba a rechazarlo. Me soltó la mano.</p> <p>—Está bien.</p> <p>—Bueno, creía que tenías… una relación con Bella —cerré los ojos—. Está claro que saque unas conclusiones precipitadas… unas conclusiones estúpidas, estúpidas.</p> <p>Él asintió.</p> <p>—¿Y?</p> <p>—¿Y? —me mordí el labio y decidí que lo mejor era decirlo rápido—. He estado a punto de acostarme con Max.</p> <p>Mentalmente conté hasta tres a la espera de que Nathan explotara. Y lo hizo, aunque no como yo creía. Lo hizo con una sonora carcajada que lo hizo caerse de la cama.</p> <p>—Nathan, ¡esto no tiene gracia!</p> <p>Golpeé el colchón.</p> <p>—¡He estado a punto de acostarme con Max!</p> <p>Mirando por el borde de la cama, vi a Nathan secarse las lágrimas de risa.</p> <p>—Ya te he oído. Apuesto a que ha sido muy romántico.</p> <p>Con una carcajada involuntaria, le grité:</p> <p>—Oh, cierra la boca. No puedo creer que pensara que te habías acostado con Bella.</p> <p>—Yo tampoco puedo creerlo. Apenas la soporto. ¿Sabes que se muerde las uñas de los pies? Quiero decir, no se las corta como una persona normal, ¡se lleva los pies a la boca y se las muerde! Creía que me tenías en mejor consideración.</p> <p>Nuestras carcajadas cayeron en el silencio y Nathan se incorporó, quedándose sentado en el suelo y con el brazo apoyado en la cama mientras me observaba.</p> <p>—Carrie, no quiero que hagas nada que no quieras. Si no quieres volver a casa, dímelo.</p> <p>Casa. Nuestra casa. El pecho se me encogió como si de pronto fuera a desmoronarse.</p> <p>—Sí que quiero volver a casa, pero no puedo prometerte que vaya a esperarte. Es demasiado injusto pedirme eso. Así que…</p> <p>—¿Así que…? —preguntó, con una reticente sonrisa.</p> <p>Odié tener que acabar con la expresión de felicidad que podía haber crecido en su rostro.</p> <p>—Así que lo pensaré.</p> <p>Su sonrisa mantuvo la promesa de felicidad.</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>El modo en que pronunció mi nombre, el modo en que sonó al salir de sus labios me produjo un cosquilleo y me hizo temblar.</p> <p>—¿Qué?</p> <p>—He estado muriéndome por besarte.</p> <p>—Oh.</p> <p>Tragué con dificultad y asentí, a la vez que me humedecía mis resecos labios.</p> <p>Sin decir ni una palabra, se subió a la cama y nos besamos como si nunca antes lo hubiéramos hecho. En él noté una intensidad que antes no había visto y que no parecía fruto ni de la desesperación ni del miedo a perderme, como sucedió cuando me convirtió en su Iniciada. Era algo entre determinación… determinación a escapar del pasado y a hacer que lo nuestro funcionara… y la seguridad de que yo estaría ahí cuando llegara el momento.</p> <p>Deseé poder estar tan segura como él.</p> <p>Pero mi cuerpo estaba seguro de lo que quería. Independientemente de lo que hubiera sucedido entre los dos, lo necesitaba de un modo primario, visceral. Su sangre corría por la mía y me hacía parte de él. Tocarlo no me parecía suficiente mientras su boca cubría la mía una y otra vez y sus manos me llevaban hacia él.</p> <p>Me puse de rodillas y él hizo lo mismo a la vez que se quitaba la camiseta. Gemí al ver su pálida piel sobre los duros músculos. Las cicatrices del hechizo del Devorador de Almas seguían cubriendo su pecho y sus brazos y por un momento me maravillé ante el poder de una magia capaz de dejar unas marcas permanentes en el cuerpo de un vampiro. Pero perdí la capacidad de pensar cuando me acercó más a sí. Como siempre, Nathan podía hacer que las complicaciones del mundo desaparecieran cuando estaba en sus brazos. No porque yo fuera una débil florecilla con tendencia a marchitarse, sino porque todo en él, su cuerpo, su mente, su aroma, su tacto, sus problemas, todo, desbordaba la realidad.</p> <p>«Y tú siempre caes ante esos encantos, pero él nunca está ahí para sujetarte».</p> <p>Ignoré esa advertencia de mi voz, ignoré todo lo que pasaba por mi cerebro porque Nathan estaba tocándome y eso hacía que todo me pareciera perfecto.</p> <p>Me quitó la camiseta y bajó la cara hacia mi cuello. Me resultaba casi imposible mantenerme derecha teniendo su piel contra la mía, su boca trazando un ardiente camino por mi clavícula. Eran demasiadas sensaciones después de estar separados tanto tiempo, y cuando gemí, sentí un eco de ese sonido retumbar en su cuerpo.</p> <p>—Te he echado de menos —dijo con voz rasgada y tomando mis pechos en sus manos para besarlos—. Dios, cuánto te he echado de menos.</p> <p>Hundí los dedos en su cabello. Olía maravillosamente bien, a una mezcla del limón de su jabón y del intenso aroma del incienso de su tienda. Casi grité de deseo cuando sus manos se deslizaron hasta mi espalda y se curvaron sobre mis nalgas para llevar mi vulnerable y desnuda piel hacia sí y hacer que entrara en contacto con la áspera tela de sus vaqueros. Colé las manos entre los dos cuerpos para desabrocharle el botón, pero él las apartó.</p> <p>—Espera, espera. Calma. Tenemos todo el día.</p> <p>—No quiero tomarme todo el día —dije tirando de sus vaqueros.</p> <p>Sus ojos se oscurecieron y se quedó mirándome durante un largo y silencioso momento.</p> <p>—Me alegra mucho que hayas dicho eso.</p> <p>En unos pocos segundos, se había quitado los vaqueros y los calzoncillos, se había tumbado y yo me había sentado sobre él. Rodeé su miembro con fuerza y deslicé los dedos hacia arriba y abajo. El deseo que sentí a través del lazo de sangre magnificó el mío. Me alcé ligeramente y mi cuerpo tembló cuando él flexionó las caderas y se adentró en mí.</p> <p>—Dios, Carrie —dijo con los dientes apretados—. Es fantástico estar contigo.</p> <p>Quería responderle, decir algo, pero posó su dedo pulgar sobre ese ardiente punto de mi feminidad y lo único que pude hacer fue dejar escapar un gemido.</p> <p>Había pasado mucho, mucho, tiempo desde la última vez que habíamos estado así. Era más que una conexión física. Con el lazo de sangre uniéndonos, podía leer sus pensamientos, sentir su deseo y experimentar el placer que él sentía como si fuera mío. La piel me ardía ahí donde sus manos me tocaban, y mi cuerpo se tensó y se contrajo alrededor de su miembro mientras me movía encima de él. Perdí la cuenta de las veces que grité de satisfacción y, cuando me agarró de las caderas y se hundió en mí con tanta fuerza que casi me resultó doloroso, lo sentí palpitar en mi interior y caí sobre su pecho; mis brazos estaban demasiado débiles como para sostenerme.</p> <p>Las lágrimas que brotaron de mis ojos fueron totalmente inesperadas. Las sequé y, con cuidado, me aparté de él a la vez que lo bloqueaba de mis pensamientos con la poca fuerza mental que me quedaba. Sin embargo, sí que le había dejado sentir mi emoción, el alivio por volver a estar con él, pero sobre todo, el miedo a que me hicieran daño otra vez.</p> <p>Le temblaban las manos mientras me apartaba el pelo de la cara.</p> <p>—Ahora puedes confiar en mí, Carrie. Puedes confiar en mí porque sé que no voy a hacerte daño.</p> <p>Me apoyé contra su fría piel y hundí la cara en su cuello. El aroma de la sangre de mi Creador, tan primario y familiar, llenó mis sentidos.</p> <p>Lo había echado mucho de menos y también había echado de menos su piel bajo mis manos, su cuerpo firme a mi lado. Por mucho que odiara el hecho de tener que necesitar a otra persona para sentirme completa, el lazo de sangre nos convertía en dos mitades que no tenían sentido la una sin la otra.</p> <p>«Sería mucho más fácil si no lo amara».</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 3</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Posesión</p> </h3> <p>Max no podía creer que Bella estuviera tan tranquila.</p> <p>Ahí estaba, sentada a la isla de la cocina con la cabeza agachada sobre un libro y girándola únicamente para darle mordiscos al sándwich que tenía en la mano izquierda. Estaba en un taburete, con el pie derecho en un travesaño más alto que el izquierdo para poder apoyar el codo en la rodilla y aun así poder seguir pasando las páginas.</p> <p>¿Cómo podía estar tan relajada después de todo lo que había pasado, cuando gente que hacía años que conocían había muerto? Habían sido torturados hasta morir por Oráculo, que ahora deambulaba libre por cualquier lugar. Sí, claro, era un momento perfecto para tomarse un sándwich.</p> <p>«Si le meto una patada a ese taburete, no lograría mantener el equilibrio antes de que su trasero diera en el suelo».</p> <p>La idea le hizo sonreír.</p> <p>—¿Sintiéndote como en casa, eh?</p> <p>Max fue hacia la nevera, la abrió y se molestó al ver que ella se había terminado la mayonesa y había metido un bote nuevo. Sacó una bolsa de sangre y la metió en el microondas.</p> <p>—Bueno, ¿has dormido bien?</p> <p>—Sabes que no duermo más que unas pocas horas —le respondió ella sin levantar la cabeza.</p> <p>—Oh, es verdad —chasqueó con los dedos—. Es cosa de perros. ¿Y también tienes que dar tres vueltas alrededor de la cama antes de tumbarte?</p> <p>En esa ocasión, ella le lanzó una mirada de advertencia antes de volver a centrar la atención en el libro.</p> <p>—Lo siento, no pretendía interrumpir la hora del cuento —fijó el temporizador y se giró para apoyarse contra la encimera—. Aquí tienes uno divertido, no sé si lo habrás oído. Un edificio lleno de vampiros sale ardiendo y todo el mundo muere.</p> <p>Ella no levantó la cabeza del libro.</p> <p>—¿Crees que no me importa lo que le ha ocurrido al Movimiento?</p> <p>—Tienes razón. Eso es lo que creo. Mira, no has mostrado mucho cariño hacia los vampiros, ninguno de tu especie lo ha hecho, y tal vez lo que yo interpretaba como valor y estoicismo en ti era simplemente… que todo esto no te importa una mierda.</p> <p>El microondas sonó y Max retiró la bolsa; a continuación, sacó una taza y abrió la bolsa con los dientes dejando que un hilo de sangre le recorriera la barbilla.</p> <p>Bella arrugó la nariz ante el metálico olor y con un sonido de disgusto, soltó su sándwich y cerró el libro de golpe.</p> <p>—Eres un cerdo.</p> <p>—Y tú una perra. Pero aun así aquí estamos.</p> <p>Vació la bolsa, a pesar de que en realidad no tenía tanta hambre, y la arrojó al cubo de basura, aunque el plástico aterrizó en el suelo.</p> <p>Parecía que Bella fuera a vomitar; nada le habría gustado más a Max, pero por el contrario, ella se levantó, se metió el libro debajo del brazo y fue hacia la puerta. Tenía la mano apoyada sobre la suave madera cuando se giró para mirarlo. Su fría fachada se había derrumbado y sus altos pómulos se habían teñido de un rojo intenso.</p> <p>—Siento que no puedas aceptar mi rechazo y que tu orgullo no te deje ver las razones por las que no podemos estar juntos —le tembló la voz ligeramente con la última palabra—. Y siento que eso manche la imagen que tienes de la situación en la que nos encontramos ahora.</p> <p>Max decidió ignorar esa última parte.</p> <p>—Oh, por favor, si crees que tengo el corazón roto, no malgastes tu tiempo compadeciéndote de mí. Es por Carrie por quien estoy dolido.</p> <p>—¿De qué estás hablando?</p> <p>—Creo que lo sabes —se cruzó de brazos—. Sabía que ibas a acercarte a él. Tenía el presentimiento cuando te dejé en su casa. ¿Cómo has podido hacerlo después de ver lo destrozada que estaba Carrie?</p> <p>—¿Cómo he podido hacer qué? —alzó las manos en la clásica pose de inocencia—. Creo que definitivamente has perdido la cabeza, vampiro.</p> <p>—¡Deja de hacerte la inocente! Sabes muy bien lo que has hecho. ¡Has estado tirándote a Nathan! —se acercó a ella tanto que le pareció peligroso; podía perder los nervios y agarrarla o perder la fuerza de voluntad y…</p> <p>«No. Ya has pasado por ahí y fue patético».</p> <p>—¿Crees que me acuesto con tu amigo? —Bella tuvo el valor de reírse de él, como si la idea fuera ridícula. Le puso las manos en el pecho y lo empujó—. ¿Te atreves a acusarme de eso cuando anoche pude notar que olías a ella?</p> <p>«¡Vaya!».</p> <p>Pero lo que él había estado haciendo no importaba, era la falta de moralidad de Bella de lo que estaba hablando.</p> <p>—Escucha, lo que Carrie y yo hagamos es asunto nuestro, pero tú sabías lo destrozada que estaba cuando dejó a Nathan y aun así fuiste a por tu presa. Para tu información, le ha dolido mucho descubrir lo vuestro. Podría haberse acostado conmigo para olvidarlo todo, pero no lo ha hecho.</p> <p>—¿Cuándo ha descubierto lo nuestro? ¿Y qué ha descubierto exactamente?</p> <p>—No sé, supongo que descubrió algo cuando llamó —estaba empezando a darse cuenta de que tal vez se les había escapado algo y se habían equivocado.</p> <p>Bella se limitó a asentir.</p> <p>En el inquietante silencio de la cocina, incluso podía oírse el zumbido de los fluorescentes junto con el de unas gotas de agua cayendo a la pila y el sonido del elegante reloj de acero que colgaba en la pared. En el resto de la casa, no se oía nada.</p> <p>«Bueno, genio, ¿dónde están ahora Carrie y Nathan?».</p> <p>Casi en el mismo momento en que ese pensamiento cruzó su cabeza, una petulante sonrisa comenzó a tomar forma en el rostro de Bella.</p> <p>—Siento que la única válvula de escape para la atribulada mente de Carrie fuera un pobre jugueteo sexual con un compañero incompetente.</p> <p>Él lanzó el resto de su sándwich hacia la puerta justo cuando Bella salió por ella.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Cuando abrí los ojos y me vi en una cama vacía, mi confuso cerebro se puso en modo de alerta. De acuerdo… directamente, me entró pánico.</p> <p>«Te lo has imaginado todo. Ha sido un sueño».</p> <p>Era imposible que el día anterior no hubiera sido real. Era imposible que no hubiera pasado las últimas horas durmiendo en los brazos de Nathan.</p> <p>Había apartado las sábanas y estaba a punto de salir de la cama para comenzar una desesperada búsqueda cuando Nathan salió del baño, con un cepillo de dientes en la boca y una toalla alrededor de la cintura. Dejó de frotarse los dientes lo suficiente para lanzarme una mirada que parecía decir que me había vuelto loca y después entró de nuevo en el baño.</p> <p>Me dejé caer sobre la almohada y sonreí. Las cortinas estaban descorridas, el sol se había puesto y Nathan había encendido la lamparita. La suave y dorada luz brillaba a través de mis párpados cuando cerré los ojos y me sentí como si estuviera girando mi cara hacia el sol. Me pregunté si alguna vez me había despertado sintiéndome tan feliz.</p> <p>Salí de la cama y fui hacia el cuarto de baño. Nathan estaba apoyado en el lavabo y escupiendo pasta de dientes dentro.</p> <p>«Es de locos que algo así te resulte <i>sexy</i>», me dije.</p> <p>Bostecé y me apoyé contra el marco de la puerta.</p> <p>—¿Sabes por qué los vampiros tienen que lavarse los dientes?</p> <p>Él enarcó una ceja y se secó la boca con una toalla.</p> <p>—Para que no tengan aliento a murciélago.</p> <p>Mientras se secaba las manos, me miró en silencio.</p> <p>—Rescindo mi oferta de dejarte volver a casa.</p> <p>Le di una palmada en el hombro.</p> <p>—Escucha, no seas muy duro con Max, ¿de acuerdo?</p> <p>—¿Por qué no? —preguntó como si fuera un niño al que le habían quitado su juguete favorito.</p> <p>—Porque tengo la sensación de que va a sentirse bastante imbécil por todo esto cuando se entere.</p> <p>—¿Por qué? ¿Porque tú te sientes imbécil? —sacudió la cabeza—. ¿Acaso no tienes fe en mí? ¿No confías nada?</p> <p>Enarqué una ceja a modo de respuesta y él volteó los ojos.</p> <p>—Está bien, no se lo haré pasar mal. Las mujeres sois muy quisquillosas con estas cosas. Y cuando digo mujeres, me refiero a Max y a ti.</p> <p>—Sal —le ordené—. Voy a darme una buena ducha.</p> <p>Con una sonrisa, me preguntó:</p> <p>—¿Necesitarás ayuda?</p> <p>—Tú ya te has duchado —comenté, señalando su toalla.</p> <p>—Estoy lo suficientemente sucio como para ducharme dos veces —me guiñó un ojo.</p> <p>Habíamos descubierto que aunque el lazo de sangre no implicaba atracción sexual, sí que aumentaba cualquier atracción que ya existiera.</p> <p>—No lo dudo, pero tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos que tu líbido.</p> <p>Lo empujé hacia la puerta y se marchó gruñendo.</p> <p>—Está bien, pero que sepas que te levantas de muy mal humor.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Encontramos a Bella arriba, estirada sobre el sofá de piel en el vestíbulo y con un libro entre las manos. Aunque ahora sabía la verdad de lo que había sucedido entre Nathan y ella, el modo en que había tratado a Max hacía que todavía no me resultara muy simpática.</p> <p>Se incorporó y nos miró a los dos.</p> <p>—Max está en la cocina.</p> <p>Nathan pareció sentir la razón de su inquietud y gruñó:</p> <p>—Voy a matarlo.</p> <p>Pero Bella no parecía tan alarmada como Nathan se había esperado y al enarcar una ceja y mirar hacia la puerta, dijo:</p> <p>—¿De verdad va a matarlo?</p> <p>—No. Le he prohibido que se meta con Max, aunque en ningún momento le he dicho que no lo haga contigo —me metí las manos en los bolsillos de los vaqueros—. Escucha, lo siento.</p> <p>Ella levantó la mirada con cierta sorpresa.</p> <p>—¿Por qué?</p> <p>Pensé que lo sabía, a juzgar por lo vacilante que se había mostrado antes de decirle a Nathan dónde encontrar a Max.</p> <p>—Por… porque he estado a punto de acostarme con Max.</p> <p>—Ah, lo entiendo. Pues lo sentirías más si lo hubieras llegado a hacer.</p> <p>El libro volvió a captar toda su atención.</p> <p>—No me refiero a eso. Él pertenece a tu… territorio —me estremecí ante la terminología canina.</p> <p>—Max no me pertenece y no deseo que lo haga —Bella cerró el tomo con un suspiro de frustración—. Como tampoco deseo seguir con esta conversación. Hay mucho que hacer. Diles que nos reuniremos los cuatro en el comedor en quince minutos.</p> <p>Se marchó sin decir ni una palabra más.</p> <p>Sabía que Max negaba por completo sentir algo por Bella, pero no me había dado cuenta de que por parte de ella era verdad. Según Max, ella le había puesto fin a su aventura, pero estaba seguro de que aún quería tener una relación con él, mientras que a él no podía importarle menos.</p> <p>Y tal vez tenía razón porque unas vibraciones cargadas de furia habían irradiado de Bella.</p> <p>En la cocina, Nathan estaba apoyado en la encimera tomando una taza de sangre, mientras Max, furioso, pasaba una fregona sobre una gran mancha de sangre en el suelo junto al cubo de la basura.</p> <p>—¿Hemos matado a alguien esta mañana?</p> <p>Me crucé de brazos y miré la fregona, que estaba cubierta de un tono rosa y parecía no estar haciendo más que extender una acuosa sangre sobre el brillante suelo de baldosas blancas.</p> <p>—Max se ha llevado un berrinche —dijo Nathan.</p> <p>—Eres un invitado en esta casa —le respondió Max con brusquedad y dirigiendo la fregona hacia sus pies—. Recuérdalo.</p> <p>—Y yo aprecio tu hospitalidad. Hablando de eso, ¿cuándo podré acostarme contigo? —Nathan dio otro trago e ignoró la mirada asesina de su amigo.</p> <p>Sonreí y me cubrí la boca con la mano cuando Max me miró a mí.</p> <p>—Bueno, Bella quiere que nos reunamos en el comedor.</p> <p>—Parece que le suponía mucha molestia venir y decírnoslo ella misma —soltó la fregona—. ¿Y si tengo algún plan o algo? ¡No puede venir aquí y empezar a darnos órdenes a todos!</p> <p>—No pensé que te importara tanto que viniera.</p> <p>Nathan estuvo a punto de no esquivar el salero, el objeto que Max tenía más cerca cuando ese comentario le enfureció.</p> <p>—A mi parecer, has puesto el dedo en la llaga —dije mientras me dirigía a la nevera para sacar una bolsa de sangre.</p> <p>Nathan la agarró y me dio su taza casi llena.</p> <p>—Yo ya me he tomado dos tazas. Termínate ésta.</p> <p>Me quedé de pie, bebiéndome mi sangre en silencio, mientras Nathan me observaba fingiendo estar interesado en sus pies descalzos, en las baldosas del suelo y en las ollas y sartenes suspendidas sobre la isla de la cocina. Sabía que odiaba que me miraran mientras comía, pero sus furtivas miradas me hicieron sentir mariposas en el estómago.</p> <p>Max maldijo mientras frotaba las baldosas manchadas con un rollo de papel y una absurda cantidad de limpiacristales. Según pasaban los minutos, iba quedando claro que ninguno de los tres quería ser el primero en presentarse en la reunión de Bella.</p> <p>—¿De qué creéis que vamos a hablar? —me aventuré a decir finalmente.</p> <p>Mi voz rompió el silencio de un modo tan brusco que Max se dio un golpe en la cabeza con la encimera.</p> <p>Nathan se encogió de hombros.</p> <p>—De un plan de ataque, supongo. Ahora que el Movimiento ha desaparecido, no tenemos una forma centralizada de comunicarnos. No podremos obtener información de otros operativos y no tenemos medios para seguir a Oráculo sin los contactos del Movimiento.</p> <p>—Eso sin mencionar al Devorador de Almas —añadí en voz baja. Una chispa de dolor cruzó el rostro de Nathan ante el nombre de su Creador—. Sigue ahí fuera.</p> <p>—Odio decirlo, pero podría tener algo que ver con la desaparición de Oráculo —comentó Max, aún con una mano en la cabeza.</p> <p>Como si el aire se hubiera esfumado de la habitación, respiré entrecortadamente y Nathan suspiró al darse cuenta de que los dos vampiros podían estar relacionados.</p> <p>—¿Y qué querría hacer Oráculo con el Devorador de Almas? —pregunté.</p> <p>—¿Qué no querría hacer? —respondió Nathan con otra pregunta—. Ella tiene poder, pero ha estado aislada durante siglos. Piensa en lo que eso haría en ti.</p> <p>Max asintió.</p> <p>—Perderías contacto con la gente con la que tenías relación.</p> <p>—Y sería más fácil sumarte a un maléfico ataque en progreso que comenzar tú solo uno desde el principio. Dios mío… no creeréis que…</p> <p>Max nos miró a los dos con la mandíbula apretada.</p> <p>—Sería útil tener a un dios en el bolsillo.</p> <p>La puerta del comedor se abrió y Bella asomó la cabeza.</p> <p>—He dicho quince minutos, ¿no?</p> <p>Al igual que el resto del piso, el comedor era grandísimo y ostentoso. Sólo lo había visto un par de veces, cuando Max me enseñó la casa y cuando me desorienté y me confundí de puerta. Max apenas usaba esa sala, prefería beber su comida en la escueta y antiséptica cocina antes que en esa grandiosidad de madera de caoba.</p> <p>Bella se había sentado en un extremo de la impresionante mesa bajo la luz dorada de una de las dos lámparas de araña. Se sentó en la cabecera de la mesa, detrás de un surtido de objetos con aspecto muy antiguo algunos de los cuales reconocí como los que Nathan vendía en la tienda. Los demás, una pieza cóncava de cristal y una gran colección de lo que parecían ser huesos de pollo disecados, eran totalmente extraños.</p> <p>Max se sentó a su izquierda y miró el montoncito de huesos.</p> <p>—¿Has cenado?</p> <p>Nathan retiró una silla y se sentó a su derecha, entre Bella y yo.</p> <p>A pesar de haber oído el comentario, Bella no le dio el placer de responderle.</p> <p>—Llevo todo el día intentando ponerme en contacto con otros asesinos, pero por desgracia el contingente de hombres lobo se ha marchado de España para volver a nuestros bosques ancestrales, y conozco a muy pocos vampiros.</p> <p>—Sorpresa, sorpresa —murmuró Max.</p> <p>—No quiero alarmaros —Bella se giró hacia Nathan y hacía mí—, pero siento que estamos en desventaja con respecto a Oráculo, y me temo que…</p> <p>—¿Que podría estar buscando al Devorador de Almas? —la pregunta salió automáticamente de mi boca.</p> <p>Ella asintió y continuó:</p> <p>—He revisado la escasa biblioteca de Max…</p> <p>Lo miré, sabiendo que el comentario le había enfurecido porque esa «escasa» biblioteca había pertenecido a Marcus; sin embargo, su rostro permaneció impasible y él seguía recostado en su silla con los brazos cruzados por encima del pecho.</p> <p>Bella, ignorando su afrenta, siguió diciendo:</p> <p>—Parece ser que hubo una interrupción de las comunicaciones del Movimiento en Francia durante la ocupación nazi. Un puñado de asesinos se vieron incapaces de contactar con el cuartel general y de seguir a su presa. Acudieron a la adivinación para reestablecer la comunicación y descubrir el paradero de su objetivo.</p> <p>»Aunque en este caso sería surrealista intentar abrir una línea de comunicación con el Movimiento, podríamos hacer uso de esos mismos medios para obtener información sobre Oráculo y sobre lo que planea hacer ahora que está libre.</p> <p>—O Nathan podría hacerlo —dijo Max haciendo que todos lo miráramos horrorizado mientras seguía hablando—. Tiene un lazo de sangre con el Devorador de Almas. Si él está trabajando con Oráculo, Nathan lo sabría.</p> <p>Ante la idea de que Nathan se pusiera en contacto con su aterrador Creador, el mismo que lo había poseído y atormentado, se me heló la sangre.</p> <p>—¡No!</p> <p>Mi negativa fue repetida por Bella.</p> <p>—El poder de su Creador ya lo ha poseído una vez. Mi hechizo lo liberó, pero no puedo garantizar que pueda volver a hacerlo.</p> <p>—Tiene razón —dije con vehemencia—. Nathan, ni siquiera puedes plantearte hacer algo así. Te encontraría al instante.</p> <p>A mi lado, Nathan tamborileaba los dedos sobre la mesa.</p> <p>—Creo que tienes razón. Primero probaremos lo que dice Bella.</p> <p>—Escuchad, no voy a echar por tierra la única solución que tenemos por ahora, pero no estoy seguro de que sea el modo más eficiente para encontrar a Oráculo y descubrir cuáles son sus planes.</p> <p>—¿Qué sería más eficiente? —preguntó Bella—. ¿Ir por todo el mundo llamando puerta por puerta y preguntando si Oráculo está ahí?</p> <p>Volteando los ojos, Max se giró hacia Nathan y hacia mí.</p> <p>—Escuchad, chicos, no creeréis que esto es lo mejor, ¿verdad? ¿Patrones de unas cartas al azar y bolas de cristal?</p> <p>Aunque me sentía como si estuviera traicionándolo, no teníamos muchas opciones.</p> <p>—Bueno, intentarlo no va a hacerle daño a nadie. Si el Movimiento ha caído, es cuestión de tiempo hasta que todos los vampiros no pertenecientes a él lo descubran y tengamos un gran problema entre manos.</p> <p>—¿Así que vamos a evitar que suceda todo esto con el <i>New Age</i>? —Max sacudió la cabeza—. Lo siento, pero creo que vamos por el camino equivocado.</p> <p>—Escucha —intervino Nathan—, Bella no ha podido localizar a nadie. Y yo estoy fuera del Movimiento desde hace dos meses, tampoco tengo contacto con nadie. Puede que tú puedas seguirle la pista a alguien, pero aunque fuera así, ¿cómo vamos a encontrar a Oráculo? Tenemos pruebas documentadas de que este mecanismo funciona. ¿Por qué no lo intentamos?</p> <p>—Max, tú pertenecías al Movimiento, debes de tener el directorio de la compañía o algo así, ¿no? —le pregunté.</p> <p>Esperaba que lo tuviera; me gustaban tan poco como a él esos huesos de pollo.</p> <p>Max negó con la cabeza.</p> <p>—El Movimiento nunca revelaba las identidades de sus asesinos, ni siquiera a otros asesinos.</p> <p>—Los asesinos que se conocían, como Max y yo, elegían contactar fuera del Movimiento —dijo Nathan—. Aunque a veces me pregunto por qué decidí ponerme en contacto con él.</p> <p>—Era una política que se aplicaba sólo a los vampiros —añadió Bella—. Los hombres lobo pertenecientes al Movimiento eran todos de la misma manada y era como si fuéramos una familia o una extensión de la misma. Tenemos un código de honor y unas consecuencias que afrontar si lo rompemos. Pero los vampiros… Imaginad lo que sería que un vampiro supiera cómo encontrar a todos los asesinos y que luego se vieran en compañía de una criatura como el Devorador de Almas.</p> <p>—Entonces, ¿guardaban en secreto vuestras direcciones e identidades para que nadie pudiera extraeros la información mediante tortura? —dije, y miré a Nathan.</p> <p>—O para que no se pudieran vender al mejor postor —Nathan señaló a Max—. Max y yo nos hicimos amigos cuando nos asignaron una misión juntos, pero si los dos no hubiéramos estado de acuerdo en que era útil conocer a un asesino, no habríamos intercambiado nuestra información de contacto ni habríamos mantenido relación.</p> <p>—Pero ¿y qué pasa con la reunión? En la librería se congregaron una docena de vampiros.</p> <p>—Eso fue un equipo de ataque que Rachel había reunido personalmente. Ya sabían quién era yo y dónde podían encontrarme, y confiaba en todos ellos.</p> <p>Me puso la mano sobre la rodilla como para tranquilizarme.</p> <p>—Nathan nunca fue tan reservado como algunos de nosotros —el modo en que Max lo dijo pareció insinuar que Nathan era un completo idiota por confiar en todo el mundo—. Tengo un Donante en la ciudad que tiene mucho trabajo. Puede que él me dé información.</p> <p>—Aun así, puede que lo tengamos muy difícil —señaló Bella—. De los cuatro, yo soy la que tiene más experiencia en el tema del ocultismo, pero la adivinación es algo que siempre se me ha escapado. ¿Alguno habéis hecho algo que tenga que ver con este tema?</p> <p>—Yo tengo una tienda de ocultismo —le recordó Nathan con tono sarcástico—. Ya he usado las cartas del Tarot antes.</p> <p>—Ah, bien —el rostro de Bella se iluminó. Agarró una baraja de cartas y se la pasó por encima de la mesa—. Ése será tu trabajo. Y ya que él no ha mostrado interés en ayudarnos, Max puede intentar contactar con otros asesinos a través de ese Donante.</p> <p>—¿Y yo? —miré el montoncito de huesos. Quería que me incluyeran, pero tal vez no tanto—. Aprendo rápido. Dame algo que hacer.</p> <p>Bella se quedó mirando los distintos objetos antes de pasarme un joyero. Lo abrí y encontré un cristal que pendía de una fina cadena.</p> <p>—Un péndulo —me informó—. Nathan, ¿puedes decirle cómo funciona? Pensé que tal vez podría servir para localizar a Oráculo en el mapa.</p> <p>—Estoy seguro de que lo aprenderá rápido —me guiñó un ojo.</p> <p>—Bien. Todos deberíamos ir tomando nota de los resultados que obtengamos —me recordaba a uno de mis antiguos profesores explicando las clases de laboratorio—. Hasta que sepamos en qué situación nos encontramos específicamente, todo es importante.</p> <p>Agarró una botella de algo que parecía tinta y la vertió en el cuenco de cristal, que levantó para agitarlo un par de veces. Después, se sacó un mechero del bolsillo y prendió el carbón del pequeño caldero que tenía a la izquierda.</p> <p>—Bueno, ¿podemos irnos ya? —preguntó Max.</p> <p>—Sí, claro, tenemos que ponernos a trabajar inmediatamente —respondió Bella sin mirarlo.</p> <p>Max esperó hasta que estuvimos en el vestíbulo antes de explotar.</p> <p>—¡Tenéis que estar de broma! ¡Viene a mi casa, nos asigna trabajos, se declara la Dwight Eisenhower del ocultismo y apesta mi comedor con lo que quiera que sea eso!</p> <p>—Madreselva y alcanfor —lo informó Nathan—. Son poderosas ayudas para la adivinación, pero huelen mejor frescas que calientes.</p> <p>—¡Joder! —el rostro de Max había adoptado un extraño color rojo—. Escuchad, tiene que irse. No me importa donde, pero tiene que salir de mi casa.</p> <p>Hasta una persona enferma de estupidez terminal podría haber visto que su problema no eran ni el incienso ni las cartas del Tarot. Aun así, tuve que actuar con cautela. Si mencionaba algo sobre sus sentimientos hacia Bella, se pondría hecho una furia y no resolvería nada.</p> <p>—Sé que te resulta difícil tenerla aquí, pero míranos. ¿Tres contra Oráculo y, posiblemente, también contra el Devorador de Almas?</p> <p>No respondió. No le gustaba lo que estaba diciéndole, pero sabía que yo tenía razón.</p> <p>—Bella tiene la ventaja de que puede salir durante el día —dijo Nathan—. La necesitamos por eso, como poco.</p> <p>Max, que no quería tener que darnos la razón, gruñó y alzó las manos.</p> <p>—Está bien, pero vosotros pagáis los ambientadores cuando ella haya terminado aquí.</p> <p>Nathan se rió.</p> <p>—Trato hecho. Ahora, ¿dónde podemos ponernos a trabajar?</p> <p>—En la biblioteca. O en el salón. O en una de las elegantes habitaciones para invitados, tanto arriba como abajo —Max se encogió de hombros—. Por mí, como si lo hacéis en el <i>jacuzzi</i>. A mí me da igual.</p> <p>Un ardiente rubor me subió por el cuello al ver la pícara sonrisa de Nathan.</p> <p>—No es buena idea, pero gracias —dije—. Estaremos en la biblioteca.</p> <p>Con aire petulante, Max añadió:</p> <p>—Hacedme un favor y no dejéis que ella entre. Si mi biblioteca es tan «escasa», ya se lo habrá leído todo. Estaré arriba.</p> <p>—Podríamos haberlo hecho en el <i>jacuzzi</i> —me dijo Nathan mientras lo conducía hasta la biblioteca—. Habría sido más divertido que todo esto de la adivinación.</p> <p>La mirada que le lancé le dejó claro que «todo esto de la adivinación» era lo único que íbamos a hacer.</p> <p>La biblioteca era, sin duda, la parte más impresionante del piso. El techo llegaba hasta la segunda planta, los libros cubrían las paredes y unas escaleras de caracol de hierro conducían al balcón que se extendía por tres partes de la sala. Me pregunté cuántas bibliotecas privadas habría visto Bella y cómo debían de haber sido para que ésa le pareciera una colección insignificante.</p> <p>Nathan silbó de asombro. Dejó las cartas sobre uno de los sillones de piel que había junto a la enorme chimenea y se rascó la cabeza mientras miraba a su alrededor.</p> <p>—No está tan mal.</p> <p>—Os dejaría un minuto a solas, pero me temo lo que harías —le indiqué que fuera hacia la pared más alejada. Las enormes ventanas daban al Grant Park y a la orilla del lago Michigan. Señalé al acuario que había en un extremo de la calle—. Max tiene contactos allí. Pudimos entrar por la noche, después de que cerraran.</p> <p>—¿Y no estaban durmiendo todos los peces? —se quedó en silencio un momento antes de añadir—: No te… gusta, ¿verdad?</p> <p>—No, claro que no —contuve las ganas de llamarlo «idiota»—. No del modo que crees.</p> <p>Él sonrió.</p> <p>—Lo siento. Sé que es una estupidez, pero aquí está él con una bonita casa en una gran ciudad, un tipo joven…</p> <p>—Tú eres un tipo joven —le recordé—. O al menos lo pareces.</p> <p>Un ligero rubor coloreó su pálido rostro.</p> <p>—Lo sé. Pero llevo vivo cientos de años y estoy empezando a comportarme acorde a mi edad.</p> <p>—Técnicamente, Max es un cincuentón.</p> <p>—Max es un adolescente, por mucho que envejezca.</p> <p>Sus ojos grises estaban posados en la calle.</p> <p>—Entiendo por qué viniste aquí. Querías estar con alguien con quien pudieras identificarte.</p> <p>—Lo que quiero es alguien que pueda amarme —lo observé detenidamente para ver su reacción—. Alguien que pueda amarme tanto como yo lo amo a él. Pero eso no era lo que buscaba en Max.</p> <p>Nathan levantó una mano como si fuera a tocarme, pero la aparté y señalé hacia la chimenea.</p> <p>—Tenemos cosas que hacer.</p> <p>Me enseñó a usar el péndulo.</p> <p>Primero, me mostró cómo sujetar la cadena de modo que el cristal pendiera perfectamente quieto sobre un libro. Le hice dos preguntas. La primera, «¿esto es un libro?», hizo que el péndulo girara en el sentido de las agujas del reloj. La segunda, «¿esto es un pez muerto?», resultó en una serie de amplios y bruscos movimientos en el sentido opuesto a las agujas del reloj.</p> <p>—Pues eso es todo —dijo Nathan—. Al menos, para ti. Varía de persona a persona.</p> <p>Era mucho más fácil de lo que Bella había hecho parecer y eso me hizo pensar que, o tenía un don para complicar las cosas, o había subestimado mi inteligencia. Probablemente era esto último, ya que los hombres lobo no le daban mucho crédito a la capacidad intelectual de las otras especies.</p> <p>Hice oscilar el cristal sobre un mapamundi moviéndolo de una zona a otra mientras preguntaba: «¿Está aquí Oráculo?». Mientras, Nathan iba sacando una carta tras otra. Después de barrer América del Norte, pasé de página y comencé a trabajar en los estados y provincias. Cada «sí» que obtenía lo anotaba porque, aunque Oráculo no podía estar en todos esos lugares al mismo tiempo, Bella había dicho que lo apuntáramos todo. Dejaría que ella se ocupara de aclarar los detalles.</p> <p>Estuvimos allí en silencio durante una hora antes de que Nathan alzara la mirada.</p> <p>—¿Has oído eso?</p> <p>Ahora que lo mencionaba, sí. Cada unos cuantos minutos, se oía un estallido procedente del nivel superior de la biblioteca.</p> <p>Me levanté despacio sin dejar de mirar a las paredes. El sonido aumentó y se volvió más violento haciendo que temblaran los cristales de la lámpara de araña que había sobre nosotros.</p> <p>—Suena como si vinieran de…</p> <p>—El comedor —dijo Nathan mientras salía corriendo por la puerta.</p> <p>Subíamos las escaleras hacia el vestíbulo justo cuando Max bajaba del tercer piso.</p> <p>—¿Qué demonios es eso?</p> <p>Nathan no respondió, y siguió corriendo hacia las puertas que conducían al comedor.</p> <p>Antes de poder tocarlas, se abrieron de golpe como empujadas por una ráfaga de viento, pero ya que en el comedor no había ventanas, la fuerza debía de provenir de una fuente sobrenatural. Nathan cayó hacia atrás y corrí a ayudarlo a levantarse.</p> <p>—Joder —susurró Max con los ojos abiertos como platos.</p> <p>Seguí su mirada.</p> <p>Bella estaba suspendida en el aire como si la hubieran clavado a un crucifijo invisible. Un viento sobrenatural la rodeaba en forma de ciclón y los distintos objetos que había colocado cuidadosamente sobre la mesa también eran arrastrados por la vorágine. Giraban a su alrededor y algún hueso de pollo y alguna runa fueron chocando contra una pared.</p> <p>La cabeza de Bella, que estaba inclinada hacia atrás, se alzó bruscamente. Sus ojos dorados ahora estaban opacos y cargados de sangre, su piel era de color aceituna y sus labios azules como los de un cadáver.</p> <p>Mientras los tres la mirábamos horrorizados, o tal vez estupefactos, o las dos cosas a la vez, los labios de Bella comenzaron a moverse.</p> <p>Pero la voz que se oyó no era la suya.</p> <p>Era la de Oráculo.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 4</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Oráculo</p> </h3> <p>—Hijos, me habéis buscado y ya me habéis encontrado.</p> <p>La voz, que había oído fuera de mi cabeza en otra ocasión, me produjo escalofríos. Incluso bajo el control del Movimiento y una fuerte sedación, Oráculo había sido capaz de destrozar a Anne y a uno de los amigos de Max en el cuartel general, y a mí había estado a punto de romperme el cuello. Si había podido hacerle daño a Bella desde donde quisiera que estuviera, podría hacernos daño a todos.</p> <p>Nathan me agarró y me llevó hacia él, como si pudiera protegerme de su cólera.</p> <p>Bella giró la cabeza y sus ojos ocluidos por la sangre se posaron en él con impactante intensidad.</p> <p>—No vuelvas a moverte.</p> <p>—Escúchala, Nathan —le advirtió Max—. Te matará.</p> <p>Los ojos se movieron hacia Max.</p> <p>—Te conozco.</p> <p>—Sí. Y ésa a la que estás poseyendo es amiga mía —dio un paso hacia ella—. Y vas a tener que irte.</p> <p>—¿Me tienes miedo, vampiro? —la cabeza de Bella se inclinó hacia delante un momento antes de volver a alzarse—. Ahora no tengo poder. Pero cualquier daño que me hagáis, recaerá sobre ella.</p> <p>—Si no tienes ningún poder, ¿cómo es que estás aquí? —le pregunté, intentado ser razonable. Era cierto que había intentado matarme una vez, pero por otro lado también me había dado información clave para encontrar a Cyrus. Me parecía extraño que se hubiera puesto en contacto con nosotros simplemente para matarnos.</p> <p>—Escuchad bien, vampiros. Vuestro reinado está llegando a su fin. Los que se resistan, morirán. Los que no, sobrevivirán. El caos gobernará y el orden quedará abolido. No os interpongáis en mi camino y viviréis.</p> <p>El brazo de Bella tembló. Parecía que el control y las fuerzas de Oráculo estaban flaqueando.</p> <p>—¿Y si te ayudamos? —Nathan se inclinó hacia delante—. Si no nos enfrentamos a ti, es posible que vivamos. Si te ayudamos, ¿nos ofrecerías asilo?</p> <p>Una carcajada llenó el aire, pero no salió de Bella. Tenía la cabeza echada hacia delante y su cuerpo seguía colgando del aire.</p> <p>—¿Deseáis ayudarme?</p> <p>—Es mejor que morir —Nathan se encogió de hombros como si no le importara ni una cosa ni la otra—. Es mejor que intentar luchar contra ti.</p> <p>—Ese camino os llevará directamente a la muerte —advirtió Oráculo con una voz que hizo retumbar las paredes—. Si queréis ganaros mi favor, dejad de buscar al títere que necesito para asegurar mi soberanía.</p> <p>—¿El Devorador de Almas? —susurró Max, como si ella no pudiera oírnos.</p> <p>—Se hace llamar por muchos nombres. Dejad de buscarlo y puede que así conozcáis mi clemencia.</p> <p>Otra pared retumbó.</p> <p>—Echad a perder mis planes y ¡conoceréis mi ira!</p> <p>Volvió a formarse una ráfaga de viento cuando la presencia de Oráculo nos dejó y las puertas se cerraron de golpe, dejándonos fuera, justo cuando el cuerpo de Bella cayó al suelo. Oímos el ruido del impacto de su caída y Max corrió hacia ella.</p> <p>Cuando agarró los pomos de las puertas, maldijo.</p> <p>—¡No se abre!</p> <p>—Seguro que se refería al Devorador de Almas —dijo Nathan mientras corría a ayudarlo—. Cuando has dicho su nombre, no lo ha negado.</p> <p>Max no respondió y tiró de la puerta con tanta fuerza que la madera que rodeaba el pomo se astilló.</p> <p>—¡No!</p> <p>—Vamos a probar a entrar por la cocina —propuse, pero en ese mismo instante las puertas se abrieron sin problema. Nathan cayó hacia atrás y aterrizó sobre el suelo de mármol maldiciendo. Max, que obviamente se había preparado ante la seguridad de que abrirían las puertas, logró mantenerse en pie. Entró corriendo en el comedor mientras gritaba el nombre de Bella.</p> <p>Ayudé a Nathan a levantarse y fuimos tras Max.</p> <p>—¡No la muevas! Podría haberse roto el cuello con la caída.</p> <p>Pero era demasiado tarde. Max ya la tenía en su regazo y estaba dándole unas palmaditas en su pálida mejilla.</p> <p>—¡Bella, vamos! —me miró—. Carrie, ¡no respira!</p> <p>—¡Túmbala! —la agarré de la muñeca cuando Max la puso en el suelo—. ¡No tiene pulso!</p> <p>—¡Haz algo! ¡Tiene que haber algo que puedas hacer!</p> <p>—¿Conoces la reanimación cardiopulmonar?</p> <p>—Sólo de haberlo visto en las películas. Dime qué tengo que hacer.</p> <p>—Tápale la nariz y respira dentro de su boca cuando te lo diga. Yo haré las compresiones de pecho —me giré hacia Nathan—. Llama a una ambulancia.</p> <p>—¡No! —gritó Max—. Dentro de poco habrá luna llena. Si está en el hospital medicada, cambiará.</p> <p>—Nathan, agarra el teléfono —miré a Max—. Si no la traemos de vuelta en dos intentos, llamaremos a una ambulancia.</p> <p>Max asintió con gesto adusto.</p> <p>Siempre he odiado hacer la reanimación cardiopulmonar. Se la había practicado a unos setenta pacientes en Urgencias que habían presentado un paro cardiaco y, por lo general, sus costillas habían sido tan frágiles por la pérdida de masa ósea que habían crujido como huesos de la suerte bajo mis manos.</p> <p>Bella tenía una constitución más fuerte, bien porque era más joven de lo que habían sido aquellos pacientes o por la especie a la que pertenecía, no lo sé. Hice la primera tanda de compresiones sin romperle ningún hueso.</p> <p>—¡Respira ahora!</p> <p>Max no vaciló. El pecho de Bella se infló con la fuerza del oxígeno entrante, pero volvió a caer cuando Max se retiró.</p> <p>Le agarré la muñeca… nada. Comencé otra tanda de compresiones.</p> <p>Ante el cese de compresiones, la sangre que viaja por el corazón se ralentiza. Reanudar el proceso no acelera la circulación. Es como acelerar hasta setenta, bajar a cincuenta, subir a sesenta y después bajar a cuarenta. Las uñas de Bella mostraban signos de cianosis. El azul nunca es un color prometedor.</p> <p>Pero no tuvimos que pedir ayuda. En esa ocasión cuando Max respiró por ella, su cuerpo tembló y ella tosió y volvió a la vida con una respiración entrecortada y cargada de pánico.</p> <p>—Bella, estás bien, estás bien —le aseguré, comprobando de nuevo su pulso. A pesar de ser un poco lento, era fuerte. Casi lloré de alivio.</p> <p>—Cálmate, cielo —le dijo Max mientras le acariciaba el pelo—. Cálmate. Estás bien.</p> <p>Ella abrió la boca y volvió a cerrarla, vomitó de un modo espectacular y después, visiblemente relajada, cerró los ojos y echó la cabeza atrás.</p> <p>—Vamos a llevarla a una cama —dijo Max levantándola en brazos.</p> <p>Bella abrió los ojos y se rió débilmente.</p> <p>—Siempre intentando meterme en tu cama, vampiro.</p> <p>—Ya lo sabes.</p> <p>Si Bella no hubiera vuelto a cerrar los ojos, seguramente habría visto en el rostro de Max esa mezcla de alivio y tristeza, junto con la determinación de que ninguna de esas dos sensaciones se reflejara en él.</p> <p>—Ocúpate de ella. Le diré a Nathan que no llame a la ambulancia —dije.</p> <p>Max y Bella necesitaban estar a solas. Si el hecho de que hubiera estado al borde de la muerte no los animaba a hablar sin atacarse el uno al otro, entonces nada lo haría.</p> <p>Encontré a Nathan en la cocina, apoyado contra la isla y con el teléfono en la mano. Cuando alzó la mirada, tenía los ojos enrojecidos.</p> <p>—¿Está…?</p> <p>—Está bien —retiré un taburete que había a su lado y me senté—. Hecha polvo, pero se recuperará. Aunque no estoy tan segura de que tú estés bien.</p> <p>Nathan intentó cubrir un sollozo con una carcajada.</p> <p>—Oh, me pondré bien. Es sólo que me he puesto nervioso, nada más.</p> <p>«Porque estaba poseída».</p> <p>Miré su brazo; tenía la manga subida. Aunque los vampiros se curan con rapidez, por alguna razón las cicatrices de las heridas que se había infligido bajo la influencia del Devorador de Almas no habían desaparecido por completo.</p> <p>Me puse a su lado y lo rodeé con los brazos.</p> <p>—Sigue atormentándote.</p> <p>—¡Y tanto! —se apartó y caminó hasta el otro lado de la cocina—. ¡Por Dios, Carrie! Nos ha encontrado. ¡Ha estado a punto de matar a Bella! —al momento, pareció arrepentido de su arrebato—. Podría haberte elegido a ti. Podría haberte hecho eso a ti.</p> <p>—Nathan —le susurré con el corazón encogido—, no me ha elegido a mí. Ha atacado a Bella. No ha habido un momento desde que te conozco que no hayamos estado en peligro. ¿Por qué es tan diferente ahora?</p> <p>—Porque ahora… —tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo—. Es diferente.</p> <p>«Porque ahora me quieres», terminé diciendo por él a través del lazo de sangre. Sacudió la cabeza, aunque ese gesto de rechazo no me atravesó el corazón como lo habría hecho antes.</p> <p>—Me quieres y te da miedo perderme.</p> <p>—Tenemos que ocuparnos de esto —dijo cambiando de tema—. No sabemos si alguien más sabe lo que ha pasado. Si somos los únicos y esperamos… no quiero pensar en las consecuencias.</p> <p>Tenía razón. Lo odiaba, pero tenía razón.</p> <p>—¿Qué propones que hagamos?</p> <p>—¿Esta noche? Nada. No hay tiempo. Pero mañana por la noche volveremos a reunimos y trazaremos un plan. Algo concreto. Algo…</p> <p>—¿Sangriento y violento? —la rabia que fluía por el lazo de sangre resultaba casi aterradora—. Tendríamos más probabilidades de éxito si no nos lo tomáramos como algo personal.</p> <p>Nathan movió la cabeza hacia la puerta.</p> <p>—Eso díselo a Max.</p> <p>—<i>Touché</i> —fui hacia él, apoyé la cabeza sobre su pecho y esperé a que me abrazara. Vaciló hasta que dije—: Hemos pasado por cosas peores, ¿verdad?</p> <p>—Pero siempre hay una primera vez para todo.</p> <p>Aunque quería quedarme ahí, aferrada a él para siempre, mi cabeza estaba pendiente de la pareja que había arriba.</p> <p>—Voy a ir ver cómo está Bella.</p> <p>Capté una sonrisa en la voz de Nathan cuando me preguntó:</p> <p>—¿Siempre estás de guardia?</p> <p>—Los viejos hábitos nunca mueren.</p> <p>Alcé la cabeza esperando recibir un pequeño beso, aunque lo que obtuve fue en realidad uno tan intenso que me dejó las extremidades temblando.</p> <p>—¿A qué ha venido eso?</p> <p>—Si algo así te sucediera alguna vez… —se detuvo—. Carrie, te juro que no me gusta lo que soy, pero mataría a cualquiera que te hiciera daño. Lo mataría y disfrutaría con ello.</p> <p>No supe qué decir. Creo que nunca había visto a Nathan tan furioso. Por lo menos, no una furia que no estuviera provocada por un inmenso dolor. Me aparté de él e intenté sonreír, pero me había asustado un poco y mi expresión resultó algo forzada.</p> <p>—Lo sé, Nathan, lo sé.</p> <p>Y no dudé de él ni un segundo.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>No sabía dónde había puesto Max a Bella, pero no estaba en ninguna de las habitaciones de invitados de la planta de arriba. Miré en el dormitorio de Max y comprobé que ahí no había nadie. Supongo que dada la cantidad de cajas de helado y botellas de cerveza vacías que habíamos dejado allí, no era el lugar más propicio para una enferma.</p> <p>Estaba a punto de echar un vistazo en las habitaciones de abajo cuando me percaté de que las imponentes puertas dobles del dormitorio de Marcus estaban ligeramente abiertas. La llave de latón con su pesada borla, que solía colgar del cabecero de Max, pendía del ojo de la cerradura.</p> <p>—¿Qué probabilidades hay de que haya llegado hasta ahí ella sola? —murmuré mientras empujaba las puertas ligeramente.</p> <p>Nunca había estado en esa habitación y, a pesar de no haber conocido al Creador de Max, en el momento en que vi el dormitorio imaginé a Marcus. Un mobiliario adusto, robusto; colores algo feos y masculinos, telas que parecían ásperas y caras. No me extrañaba que Max siempre la tuviera cerrada.</p> <p>La habitación estaba en penumbra. Una lamparita de mesa con un brillo dorado desprendía una luz cálida y suave. Bella estaba tumbada en el centro de la cama, eclipsada por la antigua monstruosidad. El enorme dosel casi tocaba el techo y calculé que a cada lado de Bella habría espacio para unas cuatro personas. Max estaba sentado con ella sosteniendo su flácida mano.</p> <p>Por un momento me pareció que iba a agacharse para besarla y carraspeé para que supiera que estaba allí.</p> <p>—Toc, toc.</p> <p>Entré lentamente, sintiéndome en cierto modo como una criminal por invadir ese santuario privado. En la mesilla de noche había una colección de fotografías de Max.</p> <p>—¿Ha perdido el conocimiento otra vez?</p> <p>Él asintió.</p> <p>—Pero sigue respirando, aunque eso ya lo habrás notado por los ronquidos.</p> <p>Le tomé el pulso y comprobé su respiración guiándome por el ornamentado reloj de oro que había en una esquina.</p> <p>—Se pondrá bien. Lo que le ha hecho Oráculo…</p> <p>—No. No digas nada delante de ella.</p> <p>Le colocó la mano sobre su pecho haciéndola parecer un cadáver.</p> <p>—Si necesitas algo…</p> <p>—Puedes irte. Si quiere volver a hacer algo, no creo que los dos podáis impedírselo. Y creo que, si regresa, Bella va a necesitar mucho más que una reanimación cardiopulmonar.</p> <p>—No hables así —supliqué en voz baja—. Escucha, podemos hablar de esto mañana por la noche. Ahora mismo, todos necesitamos tiempo para pensar, pero ésta no es una causa perdida.</p> <p>Max negó con la cabeza.</p> <p>—Odio decirte esto, pero la vida no siempre es así para nosotros. Has venido a nuestro mundo en un momento muy extraño.</p> <p>«¿Nuestro mundo?». Eso me hizo más daño que el hecho de que hubiera puesto mi optimismo en entredicho. Tal vez no era tan vieja como Nathan o él, y nunca había formado parte del Movimiento. Claro que había cosas que no conocía, pero estaba aprendiendo. Había matado a Cyrus… aunque al final no había servido de nada… y había evitado que el Devorador de Almas devorara a Nathan. Me había dejado poseer por el alma de su esposa muerta para romper el maléfico hechizo y, a pesar de no tener un historial de ejecuciones de vampiros tan impresionante como el de Max, creía que me había ganado un poco de reconocimiento.</p> <p>Pensar que podía estar equivocada, que tal vez aún no había visto nada, me dejó helada.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 5</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Defensas</p> </h3> <p>Max se despertó con el sonido del grito de Bella.</p> <p>Había estado acurrucado a los pies de su cama, como un perro, en el mismo sitio donde se había quedado dormido mientras cuidaba de ella.</p> <p>No hubo tiempo para reprenderse a sí mismo por haberse quedado dormido haciendo su trabajo. Bella clavó las uñas en las sábanas y después en su ropa mientras gritaba con absoluto pánico.</p> <p>La agarró de los hombros y gritó su nombre mientras la zarandeaba suavemente.</p> <p>—Estás bien, cielo. Estoy aquí. Estoy aquí.</p> <p>—Lo sé. Por eso estaba gritando —respondió ella echándose atrás un mechón de pelo que se le había soltado de su trenza.</p> <p>El hecho de que pudiera bromear le dio a Max la esperanza de que estaba bien. Al menos, por el momento.</p> <p>—Me has dado un susto de muerte.</p> <p>—Eso era lo que pretendía —se le quebró la voz, como si fuera a llorar, aunque, por supuesto, no lo hizo. Max estaba seguro de que los hombres lobo nacían sin conductos lagrimales. O sin corazón.</p> <p>—¿Me das un vaso de agua? —le preguntó con una voz ronca probablemente por haber gritado. Siempre había tenido ese tono de voz después de…</p> <p>Max no sólo apartó ese pensamiento de su cabeza, sino que lo metió en un nicho y lo emparedó vivo.</p> <p>Levantó una botella de agua de la mesilla y le quitó el tapón antes de dársela; esto lo hizo en parte para ver el gesto de enfado de Bella cuando se diera cuenta de que la veía débil e incapaz de ocuparse de sí misma, y en parte porque obtenía una extraña satisfacción cuidando de ella. Esperó a que tragara el agua antes de preguntarle:</p> <p>—¿Estás bien?</p> <p>Ella asintió.</p> <p>—Estoy bien. Me duele todo por alguna razón, pero estoy bien.</p> <p>—Bueno, después de que perdieras el conocimiento, fuimos dándote patadas por turnos —sonrió—. ¿Recuerdas lo que ha pasado?</p> <p>Ella sacudió la cabeza enérgicamente antes de estremecerse de dolor y tocarse el cuello.</p> <p>—Lo último que recuerdo es que estaba mirando mi bola de cristal y estaba empezando a ver una imagen. Después me desperté aquí. He tenido una pesadilla horrible.</p> <p>—¿Recuerdas de qué trataba? —pensó en anotarlo, pero decidió que sería bastante insensible por su parte. Y aunque no la tratara con sensibilidad como norma, había pasado un auténtico calvario y se merecía por lo menos un día de descanso antes de que comenzara el interrogatorio.</p> <p>Cuando sus miradas se encontraron, los ojos de Bella contenían una pizca de esperanza.</p> <p>—He visto un hombre. Tenía el pelo blanco… y he visto a Oráculo. Estaba ahí, alimentándose de su sangre. Y estaba haciéndose fuerte gracias a ella. No sé por qué ha sido tan perturbador, pero lo ha sido.</p> <p>—El Devorador de Almas. Cuando has perdido el conocimiento, Oráculo… se ha apoderado de tu cuerpo.</p> <p>—¿Qué? —gritó Bella con la cara pálida.</p> <p>Él puso una mano sobre su rodilla como para calmarla.</p> <p>—No te asustes. No ha hecho que te vuelvas loca ni que mates a nadie, como le hizo a Nathan el Devorador de Almas. Te ha utilizado para hablar con nosotros. Básicamente, nos ha anunciado su presencia.</p> <p>—Lo sabía.</p> <p>—Ah, bueno, entonces no estabas tan mal como pensábamos —dijo, a falta de algo mejor que decir. Podría haberle susurrado «mañana será otro día», o «no hay mal que por bien no venga». Eso habría sido brillante.</p> <p>—De algún modo, lo sabía —comenzó a temblar y con los ojos abiertos como platos, preguntó—: Pero ¿cómo lo sabía?</p> <p>—Probablemente se coló en tu subconsciente. Quiero decir, tal vez ella se ha marchado, pero ha quedado una especie de residuo psíquico…</p> <p>Bella enarcó una ceja.</p> <p>—¿Residuo?</p> <p>—Lo siento, no estoy al tanto de la escena de la comunicación mental.</p> <p>—Eres un vampiro. ¿Qué me dices del lazo de sangre? Eso pasa, ¿verdad?</p> <p>«Ni te lo imaginas». Claro que no podía esperar que una mujer lobo lo comprendiera.</p> <p>—Sólo intento ayudar.</p> <p>—Lo sé —respondió con una suave voz nada propia de ella—. Va a reunirse con el Devorador de Almas.</p> <p>—Pensamos que…</p> <p>—Está en un barco carguero con destino a… Boston —sacudió la cabeza—. ¿Por qué os habrá dado esa información?</p> <p>Max decidió ignorar por un momento los escalofríos que le recorrieron la espalda.</p> <p>—No lo ha hecho.</p> <p>Se quedaron mirándose un buen rato.</p> <p>—¿Y cómo lo he…?</p> <p>Él la interrumpió.</p> <p>—No lo sé. ¿Sabes algo más?</p> <p>—Muchas cosas.</p> <p>Ahora temblaba abiertamente y una lágrima se deslizó por su mejilla.</p> <p>—Ha matado a un marinero al que mandaron a ir a comprobar algo en la bodega. ¿Cómo puedo saberlo?</p> <p>—A lo mejor ha sido una casualidad.</p> <p>—¿Casualidad? Tengo sus recuerdos en mi cabeza. ¿Crees que eso es por casualidad? —se movió como si fuera a levantarse de la cama y Max la detuvo.</p> <p>—Has pasado una mala noche, tranquilízate.</p> <p>La arropó.</p> <p>—¿Que me tranquilice? —gritó apartando las sábanas—. ¡No me digas eso! ¡Me ha utilizado como si fuera una marioneta!</p> <p>—Mira, no hay razón para asustarse. Al menos, no todavía. No ha tenido el poder suficiente para seguir habitando tu cuerpo.</p> <p>Bella se cubrió la cara con las manos.</p> <p>—¿Por qué yo? No soy una de vosotros. ¿Por qué no ha buscado a alguien de su especie?</p> <p>—No lo sé.</p> <p>Max se había preguntado lo mismo. Más concretamente, se había preguntado por qué había tenido que ser Bella y no él. Le habría cambiado el puesto de buena gana.</p> <p>Ella volvió a intentar salir de la cama, pero sus temblorosos brazos no se lo pusieron fácil. Cayó hacia atrás con un grito de sobresalto, como si el dolor y la fatiga fueran algo que nunca hubiera experimentado.</p> <p>Max se movió para ayudarla mientras repetía:</p> <p>—Tranquilízate. Esta noche te has llevado una buena paliza.</p> <p>—¿Una paliza? Soy fuerte. No importa nada lo que Oráculo haya podido hacerme.</p> <p>—Has estado suspendida a varios metros del suelo y te ha dejado caer. Y estoy seguro de que tienes las costillas doloridas después de la reanimación cardiopulmonar.</p> <p>«Con cuidado, Max».</p> <p>—¿Reanimación cardiopulmonar?</p> <p>—Digamos que has estado… muerta.</p> <p>—¿Muerta?</p> <p>Se incorporó de golpe.</p> <p>—¡Sólo un segundo! Unos minutos como mucho. Carrie te trajo de vuelta enseguida.</p> <p>Bella levantó el puño como si fuera a golpearlo. Él se preparó para no hacer una mueca de dolor cuando le pegara.</p> <p>Pero Bella no lo hizo. Se echó a llorar.</p> <p>Max, que había descartado la posibilidad de que los hombres lobo, y Bella en particular, tuvieran sentimientos, no tenía la más mínima idea de cómo actuar en esa situación. En su mente, las lágrimas femeninas eran como ácido, y él nunca se había dejado mojar con ellas. Pero Bella solía ser tan fría, tan impasible, tan serena… que lo mataba ver que algo pudiera hundirla tanto.</p> <p>—Eh, no llores.</p> <p>Hizo ademán de rodearla con sus brazos a pesar de lo extraño que se sentía por ello y, cuando ella ni lo golpeó ni le clavó una estaca por intentar ayudarla, le dio un abrazo y unas palmaditas fraternales.</p> <p>—Me duele mucho —le dijo Bella entre sollozos; sus palabras fueron casi incomprensibles dado sus lágrimas y su acento—. Me duele llorar y no puedo parar.</p> <p>—Bueno… desahógate —le acarició la espalda con delicadeza. El contacto físico siempre lo había distraído de sus problemas y ella no podía ser muy diferente.</p> <p>—Eso me alivia. Tengo la espalda llena de nudos, parece una red de pescar.</p> <p>Max se sentó detrás de ella en la cama.</p> <p>—¿Qué estás…?</p> <p>—No es nada sórdido. Te vendrá bien un masaje —antes de que Bella pudiera discutir, la situó entre sus piernas y se puso a trabajar con sus hombros.</p> <p>Ella gimió de dolor y sus músculos parecieron fundirse bajo sus manos.</p> <p>—Espera.</p> <p>«Ya está. Ahora me dirá que me estoy confundiendo, que no siente nada por mí».</p> <p>Pero para su sorpresa, Bella se inclinó hacia delante y se quitó la camiseta.</p> <p>—La camiseta está estorbando.</p> <p>Ante la suavidad de su cálida espalda, Max dudó de que pudiera confiar en sí mismo. Centró la mirada en las oscuras líneas de la maldición que llevaba tatuada en los brazos y en silencio hizo la promesa de no fijarse en los tirantes negros de su sujetador de encaje, ni en los dos pequeños lunares que tenía en la parte baja de la espalda, los mismos que había besado cuando la había tomado por detrás…</p> <p>«No es más que un masaje amistoso para una persona lesionada. ¡Mantén tu miembro alejado de ella!».</p> <p>Ella gimió ligeramente mientras sus manos trabajaban sobre su cuello y Max se movió para mantenerla alejada todo lo posible de su creciente excitación.</p> <p>—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —le preguntó colocándose la trenza sobre un hombro.</p> <p>La sedosa cuerda de cabello rozó los nudillos de Max e hizo que un cosquilleo le recorriera el brazo.</p> <p>—Bueno, no estábamos contigo cuando empezó todo, y cuando llegamos… ya te habías ido. Pero después de que Carrie te trajera de vuelta, te he subido aquí y de eso han pasado… ¿seis horas?</p> <p>Bella giró la cabeza ligeramente. No podían mirarse a los ojos, pero en su perfil le vio esbozar una sonrisa.</p> <p>—¿Me has traído en brazos hasta aquí?</p> <p>—No podías caminar.</p> <p>—¿Y te has quedado conmigo?</p> <p>—En todo momento —se aclaró la voz—. Menos cuando he ido a por el agua, a por más toallas y a por un botiquín. Me parecía importante tenerlos aquí, por si acaso.</p> <p>—Ah —ella volvió a inclinarse hacia delante y contoneó los hombros, indicándole que continuara, a pesar de que él ni siquiera se había dado cuenta de haber parado.</p> <p>Cuando a Max comenzaron a dolerle las manos, se apartó suavemente.</p> <p>—¿Mejor así?</p> <p>—Sí, gracias.</p> <p>Pero Bella no se apartó de él.</p> <p>Es más, se dejó caer contra su cuerpo y alzó un brazo para echárselo alrededor del cuello.</p> <p>—Te he echado de menos.</p> <p>—¿Sí? —Max también la había echado de menos a ella.</p> <p>Bella suspiró.</p> <p>—¿Sabes que sigues siendo el único hombre con el que me he acostado?</p> <p>—Felicidades. Has pasado casi un mes sin acostarte con nadie más —sintió las carcajadas de Bella y sonrió, aunque no había pretendido hacer un chiste. De algún modo, pensar en ella con otro hombre le horrorizó más que los peligros que suponían Oráculo y el Devorador de Almas juntos—. Escucha, debería irme.</p> <p>—No —lo agarró con fuerza—. Quédate conmigo. ¿Qué podría tener de malo?</p> <p>No podía evitarlo. A cada momento del día pensaba en ella. No porque quisiera, sino porque tenía una tubería rota en el cerebro por la que no cesaban de caer gotas tóxicas de Bella hasta que su cabeza estaba completamente contaminada. Ahora ese escape se había convertido en una inundación y lo que temía era que su cerebro nunca se drenara. Se pasaría el resto de su vida ahogado en ella. Le ponía furioso no poder desconectar y alejarse de ella, como lo había hecho con todas las demás mujeres. Bella estaba peligrosamente cerca de convertirse en una obsesión y, si él no se controlaba ahora, tal vez nunca podría hacerlo.</p> <p>La arropó con la manta y se obligó a ignorar lo que se dejaba ver a través del encaje de su sujetador.</p> <p>—Has tenido una mala noche. Los dos la hemos tenido. No estás en condiciones para nada… físico.</p> <p>—Los hombres lobo nos recuperamos rápidamente —dijo ladeando la cabeza.</p> <p>—Sí, bueno —él se rascó el cuello, un tic nervioso que parecía surgir sólo cuando estaba con ella—. Yo no estoy muy dispuesto.</p> <p>Se puso de rodillas y volvió a rodearlo con los brazos.</p> <p>—¿Te has hecho daño?</p> <p>Max no le devolvió el abrazo.</p> <p>—Sí.</p> <p>—¿Sigues enfadado por lo que pasó entre nosotros?</p> <p>—¡Claro que lo estoy! —gritó—. ¡Por Dios, no ha pasado ni un mes! ¿Qué clase de perra inhumana eres para preguntarme eso?</p> <p>Ella abrió los ojos de par en par.</p> <p>—No soy humana. Creía que eso no era nuevo para ti.</p> <p>—¡No cambies de tema!</p> <p>Se levantó y fue hasta un lado de la cama.</p> <p>—No puedes hacer esto. No puedes decidir que somos amigos cuando estás sola, o excitada o…</p> <p>—¡Estoy asustada! —gritó—. No quiero sexo, simplemente quería que te quedaras conmigo. Tienes el irritante hábito de acurrucarte, y por eso pensé que si teníamos sexo, te quedarías y yo no estaría sola. Siento si he abierto tus heridas en lo que a mí concierne, pero ¿qué querías que hiciera?</p> <p>Bella era más humana de lo que quería hacer ver. Max se sintió como un absoluto cretino y odiaba que ella pudiera hacerlo sentir así.</p> <p>—En primer lugar, no tengo heridas por tu culpa.</p> <p>Ella lo miró y el dolor se reflejó en sus ojos a pesar de que estaba preparándose para otro asalto del combate.</p> <p>Max se sentó a su lado.</p> <p>—Y, segundo, lo único que tenías que hacer era pedírmelo.</p> <p>Sabía que estaba a punto de decir una estupidez, lo sabía, pero no podía evitarlo.</p> <p>—Lo único que tienes que hacer es pedir lo que quieras, y no seré capaz de decirte que no.</p> <p>Tragó saliva. «Ya está. Lo he dicho».</p> <p>—Y, probablemente, ésa es la razón por la que te odio tanto.</p> <p>Bella sonrió y lo besó, aunque, gracias a Dios, fue un beso pequeño, de amigos. Lo tendió en la cama junto a ella.</p> <p>Max miró el reloj de la esquina mientras Bella los arropaba y dijo:</p> <p>—¿Sabes? No es exactamente mi hora de irme a dormir.</p> <p>—Quédate —le imploró agarrándolo de la mano.</p> <p>—Y tampoco estoy vestido para meterme en la cama —añadió Max con una sonrisa.</p> <p>—Quédate —repitió ella entre bostezos.</p> <p>Y se quedó.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Durante el día, mientras dormíamos, la atmósfera de la casa pareció cambiar.</p> <p>Si Oráculo había tenido la intención de hacernos sentir inseguros al estar a punto de matar a Bella, le había salido el tiro por la culata. Cuando nos reunimos de nuevo para celebrar otro consejo de guerra, todos habíamos encontrado una especie de paz.</p> <p>Sin embargo, Max no había encontrado la paz con su comedor, y por ello nos reunimos en la biblioteca.</p> <p>Bella estaba acurrucada delante de la chimenea en una pose que reflejaba su sangre canina. Max estaba sentado a su lado y de vez en cuando le acariciaba la cabeza y, cada vez que lo hacía, Nathan, sentado en un sillón a mi lado, volteaba los ojos.</p> <p>Le dirigí una mirada de advertencia y carraspeé antes de decir:</p> <p>—Bueno, entonces, ¿puedes ver lo que hay dentro de la cabeza de Oráculo? ¿Como si tuvierais un lazo de sangre?</p> <p>Bella negó con la cabeza.</p> <p>—No. No sé cómo será vuestro lazo de vampiros, pero sé que no puedo controlar lo que veo.</p> <p>—Entonces, Oráculo está controlándolo —murmuró Nathan en tono pensativo. Miraba al frente, como siempre hacía cuando estaba intentando solucionar un problema difícil.</p> <p>—No necesariamente —apuntó Max—. Más bien creo que Oráculo le dio a Bella acceso a su cabeza de forma accidental. Como un residuo mental o algo así.</p> <p>—Pero hay cosas que están ocultas, que no puedo ver. Sé a donde se dirige, sé que hay alguien con ella, pero no puedo ver quién —Bella se concentró—. Otro vampiro.</p> <p>—Eso reduce la lista de candidatos —dijo Max en broma, pero ante la mirada ofendida de Bella, añadió apresuradamente—: Lo siento.</p> <p>Hubo una pausa.</p> <p>Nathan seguía mirando las llamas de la chimenea, con los dedos apoyados en los labios y los codos en las rodillas. Max nos miraba a los dos.</p> <p>—Bueno, entonces, ¿adónde va Oráculo? No tenemos mucho, pero eso es algo.</p> <p>—A Boston —respondió Bella—. Está en un barco.</p> <p>—¿Sabes cuándo llegará?</p> <p>Si ya había desembarcado, podía estar en cualquier parte.</p> <p>Bella asintió.</p> <p>—Pronto. Sigue en el mar, pero está muy impaciente. Desembarcarán en pocos días.</p> <p>—Eso no nos da mucho tiempo —dijo Max, que parecía correr el peligro de caer en el coma de concentración en el que Nathan estaba sumido. Por suerte, salió de él rápidamente—. Será mejor que nos pongamos en marcha.</p> <p>—¿Todos? —no me apetecía hacer otro viaje. Donde de verdad quería estar era en Grand Rapids, en casa y reconciliándome con Nathan—. Quiero decir, ¿no debería quedarse alguno e intentar encontrar al Devorador de Almas?</p> <p>—Sí, tienes razón. Tal vez deberíais quedaros Nathan y tú —Max sonrió—. En serio, es una buena idea. Bella tiene que ir a Boston porque es la única capaz de obtener pistas y la información necesaria del cerebro de Oráculo. Yo tengo experiencia con Oráculo, si bien es cierto que entonces ella estaba drogada y encerrada, pero es experiencia al fin y al cabo. Y Nathan y tú sois expertos en el Devorador de Almas.</p> <p>—Bueno, entonces supongo que ya está arreglado —dije lentamente mientras buscaba una reacción por parte de Nathan—. Vosotros vais a Boston y nosotros…</p> <p>—Nadie va a ir a ninguna parte —dijo Nathan finalmente mirándonos fijamente antes de volver a centrarse en las llamas.</p> <p>—Entonces, ¿vamos a quedarnos aquí sentados hasta que Oráculo se alíe con tu papaíto y conviertan al mundo en una pesadilla de caos sobre la Tierra? —Max sacudió la cabeza y alzó un brazo por encima de ella—. Levantad la mano si os parece una mala idea.</p> <p>—Es una mala idea —dijo Nathan—, pero también es mala idea fiarse de información procedente de Oráculo, sobre todo teniendo en cuenta cómo la hemos obtenido.</p> <p>—La información procedente de Oráculo no suele equivocarse —Max se giró hacia mí—. ¿Te acuerdas de Anne, la recepcionista? Te dijo que Oráculo le había dado una visión de su espalda rota y sucedió.</p> <p>Había sucedido ante nuestros propios ojos.</p> <p>—Pero no sabía cuándo. Me dijo que Oráculo no da detalles específicos y que por eso no pensó que fuera a suceder.</p> <p>—Si Oráculo está diciéndole a Bella que estará en Boston en un par de días, ¿no os resulta un poco sospechoso? —Nathan se dirigió a la mujer lobo—. No dudo que estés teniendo visiones y que sean auténticas, pero tú misma has dicho que hay cosas que no puedes ver.</p> <p>—¿Crees que está tendiéndonos una trampa?</p> <p>—A pesar de que voy a ir a Boston digáis lo que digáis, opino lo mismo —Max se levantó y se apoyó contra una de las impresionantes columnas de mármol que enmarcaban la chimenea—. Por otro lado, la he visto arrancarle la cabeza a un hombre, así que no voy a pensar que no es lo suficientemente vil como para tendernos una trampa.</p> <p>—Bueno, al menos estamos de acuerdo en algo —dije—. Es capaz de matarnos a todos.</p> <p>—Esa forma de pensar no es constructiva —respondió Bella con brusquedad mientras me miraba.</p> <p>—Si vais a enfrentaros a Oráculo, perderéis —Nathan se agarró a los reposabrazos y se puso de pie—. ¡No seáis tan testarudos o lograréis acabar muertos!</p> <p>—¡Eh, eh! —grité y me levanté para ponerme entre Nathan y Max. El nivel de testosterona estaba desbordándose—. No vamos a llegar a nada peleándonos.</p> <p>—En eso estoy de acuerdo —Bella seguía tumbada en el suelo.</p> <p>Le lancé una mirada furiosa y me giré hacia Nathan.</p> <p>—Por lo menos, Max y Bella deberían intentar descubrir más sobre la situación de Oráculo. Ahora bien, si eso implica tener que ir a Boston…</p> <p>—Cosa que voy a hacer… —añadió Max. Levanté una mano para hacerlo callar.</p> <p>—Si eso implica ir allí, entonces tal vez tengan que ir. Pero no tienen por qué luchar contra nadie. Pueden hacer una labor de reconocimiento, descubrir qué planea y volver.</p> <p>Me giré hacia Max.</p> <p>—Tienes que admitir que es bastante estúpido que corramos a matarla cuando ni siquiera sabemos qué tiene planeado. ¿Y si la matamos y el Devorador de Almas no puede terminar lo que sea que ella haya empezado, si es que ha empezado algo?</p> <p>—Tienes razón —accedió Max.</p> <p>—¿Y si Oráculo tiene una emboscada preparada? —preguntó Nathan.</p> <p>—Max y Bella son asesinos entrenados por el Movimiento —me abstuve de señalar que Bella había resultado gravemente herida y que Nathan y Max no habían tenido poder frente a Oráculo—. Son más que capaces de ocuparse de sí mismos. ¿Recordáis vuestro entrenamiento?</p> <p>—Lo recuerdo —respondió él con los dientes apretados—. Pero supongamos que siguen a Oráculo y aprenden todos sus secretos. ¿Qué vamos a hacer después?</p> <p>—Bueno, ya veremos qué pasa con el Devorador de Almas —respondí de manera poco convincente.</p> <p>—¿Sin contactos del Movimiento y sin saber dónde empezar a buscar? —Nathan se rió con sorna—. ¿Qué vais a hacer? ¿Sacudir una varita mágica? ¿O vamos a volver a las cartas del Tarot?</p> <p>Su desdén fue como una inyección para mi determinación a salir victoriosa en la discusión.</p> <p>—No. Nada de cartas del Tarot. Piensa en ello. Tienes un lazo de sangre con el Devorador de Almas. Entiendo que es un riesgo contactar con él, pero es mucho más arriesgado dejar que ronde por ahí libre.</p> <p>Y antes de pensarlo detenidamente, antes de tener tiempo de horrorizarme por lo que yo misma acababa de decir, unas palabras se escaparon de mi boca:</p> <p>—Y yo tengo a Cyrus.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 6</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Conversaciones con gente viva</p> </h3> <p>—¿Diga?</p> <p>No sabía qué estaba esperando oír cuando marqué el número que Información me había dado; supongo que seguía impactada por el hecho de que Cyrus apareciera en el listín telefónico. Cuando su voz apareció al otro lado de la línea, me quedé asombrada. Fuera lo que fuera lo que me esperaba, no era que Cyrus respondiera al teléfono.</p> <p>—¿Diga? —repitió—. Mira, puedo oír tu respiración y ni me parece <i>sexy</i> ni interesante. Si quieres volver a llamar cuando tengas algo <i>sexy</i> o interesante que decir, me alegraré de hablar. Hasta entonces…</p> <p>—Cyrus, soy yo —tragué con dificultad—. Carrie.</p> <p>Hubo una larga pausa. Me pregunté si había colgado.</p> <p>—Carrie. ¿Cómo estás?</p> <p>—Estoy bien.</p> <p>Miré al otro lado de la habitación, donde Nathan estaba sentado en un sillón fingiendo estar absorto en la lectura de una de mis novelas de Terry Prachett.</p> <p>Yo estaba junto a la cama. Había estado sentada en ella cuando había hecho la llamada, pero el sonido de la voz de Cyrus me hizo ponerme de pie. Me parecía demasiado pervertido estar tirada en la cama hablando con Cyrus y teniendo a Nathan en la misma habitación.</p> <p>—Estoy bien —repetí dándole la espalda a Nathan—. ¿Y tú?</p> <p>—Tan bien como puede esperarse. Ahora tengo trabajo.</p> <p>—¿Trabajo?</p> <p>Oí la carcajada reprimida de Nathan y decidí ignorarla.</p> <p>—Es fantástico. ¿Qué haces?</p> <p>—¿Prometes no reírte? —aunque no debía de importarle mucho, porque él mismo estaba riéndose—. Soy reponedor en un supermercado.</p> <p>—¡No! —me parecía imposible. Cyrus, mi antiguo Creador siempre hambriento de poder, ¿trabajando en un supermercado?</p> <p>Suspiró profundamente.</p> <p>—Ni te imaginas la de veces al día que vendería mi alma por un par de colmillos. En serio, los clientes… Dios mío, es como si estuvieran clínicamente muertos.</p> <p>Me reí y al instante nos sumimos en un incómodo silencio.</p> <p>—Bueno —comencé a decir—, entonces ¿has vuelto a Grand Rapids para siempre?</p> <p>—Encontré a la hermana de Ratón y sabe lo que pasó. Al menos, sabe la versión <i>light.</i></p> <p>—¿Cómo se lo tomó? —Cyrus me había contado muy poco sobre la chica a la que llamaba Ratón. Cuando se había marchado de Grand Rapids para buscar a la familia de la joven, me había dado la impresión de que no tenía muchas esperanzas de encontrar a nadie.</p> <p>—Me pidió cien pavos y se ofreció a… eh… compensarme por ello. Ni siquiera le importó.</p> <p>—Por lo menos a ti te importó —lo que dije fue una estupidez, pero nunca se me habían dado bien las condolencias—. ¿Dónde estás viviendo?</p> <p>—En un apartamento horrible en el centro de la ciudad, cerca de la universidad. La peor parte de la ciudad. Hay hippies por todas partes —capté una sonrisa en su voz cuando añadió—: Está cerca de la casa de tu Creador.</p> <p>—Aja.</p> <p>Fantástico. Toda posibilidad de felicidad doméstica que Nathan y yo pudiéramos tener echada a perder por una coincidencia geográfica.</p> <p>—No ha sido idea mía —se apresuró a añadir—. Fue Dahlia la que me lo buscó.</p> <p>—Así que has estado hablando con Dahlia —me giré y vi la repentina expresión de alerta de Nathan—. Es un consuelo. ¿Qué has tenido que hacer para ganarte su ayuda?</p> <p>—¿Seguimos siendo celosos? —se rió—. No te preocupes. Ha sido un acuerdo; la mansión a cambio de una habitación con una cocina y un baño diminuto con un toallero y una puerta que no se cierra del todo. No parece un acuerdo justo, pero desde hace un tiempo la vida está tratándome injustamente.</p> <p>—Oh, qué bonito. No me había dado cuenta de que me habían invitado a la fiesta de las penas.</p> <p>Volvió a reírse.</p> <p>—Carrie, coloco cartones de queso pasteurizado por siete dólares la hora. Permíteme que eche de menos las comodidades de mi antigua vida.</p> <p>—¿Has estado cuidándote físicamente? —le pregunté cambiando de tema—. Recuerda que ya no eres inmortal.</p> <p>—Por desgracia, soy consciente de ello. Como también soy consciente del hecho de que no tengo seguro y que el mundo parece depender de los ingresos generados por las compañías de seguro —esperó un momento antes de preguntar, aunque fue una pregunta que me esperaba—: Tal vez no te importe ser mi médico, sólo hasta que las cosas se arreglen. Tengo unas alergias insoportables…</p> <p>—No creo que sea buena idea —por experiencia sabía que la piel desnuda de Cyrus y yo formábamos una combinación inestable—. Pero tal vez podamos ir a la farmacia cuando vuelva y echarle un vistazo a algunos de los medicamentos contra la alergia que se venden sin receta. Algunos no…</p> <p>—Pregúntale por el Devorador de Almas —me interrumpió Nathan. Había agotado su paciencia. Suspiró profundamente y tiró el libro.</p> <p>Estreché los ojos y tapé el auricular.</p> <p>Demasiado tarde.</p> <p>—¿Es Nolen ése que he oído por detrás?</p> <p>—Sí. Y ahora se llama Nathan.</p> <p>—Lo sé, lo sé. Bueno, ¿y cómo está Nathan? «Nervioso».</p> <p>Seguía mirándome expectante, con sus grandes brazos cruzados sobre su pecho.</p> <p>—Está bien. Quiere saber si sabes algo de tu padre.</p> <p>—Oh, sí, claro.</p> <p>«¡Vaya! ¡Sí que había sido fácil!».</p> <p>—¿Sí?</p> <p>—Sí. Hemos ido a pescar y a un partido de béisbol y después me ha llevado a una juguetería y me ha comprado todo lo que le pedí. Y también un poni —si el sarcasmo fuera líquido, habría goteado de las palabras de Cyrus.</p> <p>—Sabes que tengo que preguntártelo —le dije bruscamente—. Está pasando algo, así que ayúdame si tienes algo que ver con…</p> <p>—¿Cómo, Carrie? —sonó cansado, de la forma que sólo podía estarlo un humano—. Con este cuerpo mortal, ¿cómo podría formar parte de algo que mi padre haya planeado? ¿Crees que he estado pasando tiempo en compañía de vampiros? ¿Conoces a algún humano que lo haga?</p> <p>—Dahlia —respondí—. Ella siempre estaba a tu lado y has hablado con ella últimamente, te ha conseguido el apartamento. ¿No estarás intentando volver a convertirte en vampiro, verdad?</p> <p>El silencio fue tan largo que me pregunté si habría colgado, pero entonces volvió a hablar.</p> <p>—¿Crees que querría volver a ser uno de vosotros? ¿Después de lo que le pasó… a ella?</p> <p>Me dolió que no pronunciara su nombre, como si yo no fuera merecedora de oírlo o fuera culpable por ser parte de la especie que la mató.</p> <p>Aunque no podía culparlo. Cuando su padre lo había levantado de entre los muertos, Cyrus había regresado como humano. Ratón había sido su cuidadora y, como suele pasar en los casos de desesperación y cautividad, se habían enamorado.</p> <p>Pero entonces yo había raptado a Cyrus, la única protección de Ratón contra los vampiros que los tenían retenidos, y la había dejado morir sin saberlo. No pasaba un único día en que no soñara con su cuerpo destrozado tendido en la cama donde la habíamos encontrado. No había un único día en que no me despertara sintiéndome culpable porque podría haberla salvado si hubiera escuchado a Cyrus en lugar de apresurarme a dragarlo con cloroformo.</p> <p>—Lo siento —bajé la voz, aunque no por Nathan—. Pero no siento haberte preguntado.</p> <p>—Claro que no —respondió con tono de burla—. Tú nunca eres responsable de nada en lo que a mí respecta.</p> <p>—Cyrus —comencé a decir mientras Nathan se levantaba y cruzaba la habitación como si pudiera defenderme por el teléfono.</p> <p>Le hice una señal para que se alejara justo cuando la voz de Cyrus me interrumpió.</p> <p>—Tengo que colgar. Tengo una vida finita que vivir y no quiero desperdiciarla discutiendo contigo.</p> <p>—Bien, cuelga —dije fríamente—. Pero primero, dime qué sabes sobre el Devorador de Almas.</p> <p>—¡No sé nada de él! —gritó. Hubo una pausa y casi pude oírlo alzar los brazos—. Dahlia pasa por aquí de vez en cuando con dinero y comida. La próxima vez que la vea, descubriré lo que pueda y me pondré en contacto contigo.</p> <p>—Te lo agradecería mucho.</p> <p>Aunque, lo que de verdad quería decir era: «Siento haber herido tus sentimientos. No tienes que esperar a hablar con Dahlia para llamarme. Siempre querré saber de ti».</p> <p>Pero Nathan, el siempre bueno y atento Nathan, estaba tan cerca que podía sentirlo literalmente respirando contra mi cuello. Y así, cuando Cyrus preguntó:</p> <p>—¿Algo más?</p> <p>Le respondí:</p> <p>—No. Adiós, Cyrus.</p> <p>—Ha ido bien —las palabras de Nathan habrían resultado sarcásticas de no ser por su suave tono—. ¿Estás bien?</p> <p>Me giré y apoyé la cara contra su pecho.</p> <p>—No.</p> <p>Él me puso una mano sobre el pelo.</p> <p>—No ha podido ser tan malo.</p> <p>—Me ha llamado monstruo —alcé la mirada y me encogí de hombros—. Puedes decir que estoy loca, pero me ha dolido.</p> <p>Nathan dio un paso atrás y se dio la vuelta, pero capté la expresión que pretendió ocultar.</p> <p>—Bueno, ¿y lo culpas?</p> <p>—¿Cómo dices?</p> <p>Me llevé las manos a las caderas en una representación del horrible cliché de mujer enfadada, y me obligué abajarlas.</p> <p>—Ahora es humano. Probablemente se sienta intimidado por nosotros —con actitud tranquila, volvió a su libro, en esa ocasión mucho más interesado en la lectura que antes, cuando había estado escuchando mi conversación privada.</p> <p>—¡Perdona! ¡Fue él el que me arrancó el corazón a mí y no al revés! Puede que a ti no te importe que te llamen monstruo, ¡pero a mí sí me importa!</p> <p>Nathan me miró con verdadera preocupación en su rostro.</p> <p>—No sabía que esto te hiciera tanto daño.</p> <p>—Bueno, pues sí. Todo esto me hace daño.</p> <p>Él volvió a mi lado.</p> <p>—No dejes que te afecte. Estás dándole demasiada importancia a lo que piensa de ti.</p> <p>—Lo sé —me sequé las lágrimas con el dorso de la mano—. Y sé que tiene que preocuparte, por todo lo que ha pasado.</p> <p>—¿A qué te refieres? —no comprendía nada.</p> <p>—A cuando me marché y me fui con Cyrus —aparté la mirada de los ojos de dolor de Nathan—. No te culparía si pensaras que podría volver a hacerlo.</p> <p>Su expresión se oscureció. Parecía verdaderamente dolido por el hecho de que yo pensara que él me creería capaz de hacer algo así dos veces.</p> <p>—No me pidas que desconfíe de ti, Carrie. Fuiste a buscarlo para salvarme la vida. No tengo ninguna duda de que, si volvieras a verte en esa situación, harías lo mismo. Es una de las razones por las que…</p> <p>Mi corazón dio un brinco, como un cachorrillo suplicando unas migas de pan. Debió de reflejarse en mi cara porque rápidamente se aclaró la voz y miró a otro lado.</p> <p>—Bueno, por las que confío tanto en ti —fue hacia la puerta—. Voy a por un poco de sangre, ¿te apetece?</p> <p>Le di unas palmaditas a mi barriga y después de inyectar demasiada alegría en mis palabras, dije:</p> <p>—No, ya me he puesto como una cerda.</p> <p>—Vale —respondió él con un tono que dejaba claro que no se había creído mi exagerada actitud distendida. La puerta se cerró tras él y yo me dejé caer en la cama.</p> <p>No era que quisiera que pensara que iría corriendo al lado de Cyrus en cualquier momento, quería que confiara en mí, pero otra parte de mi persona quería protegerlo de mí misma. Estaba aferrado a la idea de que sólo había ido al lado de Cyrus porque su vida estaba en peligro, y lo cierto era que habría ido a buscarlo de cualquier modo.</p> <p>Ahora Cyrus era humano; en él ya no quedaba nada del monstruo que había sido. Entonces lo había temido, a pesar de estar extrañamente enamorada de la pizca de humanidad que había visto en su interior. Ahora que era todo humanidad, no podía confiar en mí misma en lo que a él concernía y tampoco quería que Nathan lo hiciera.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>—¿Por qué quieres ir conmigo? —preguntó Bella.</p> <p>Max apretó los dientes. Primero Nathan quería evitar que fuera al este, ¿y ahora también Bella?</p> <p>—Porque no puedes cuidar de ti sola.</p> <p>—Recibí el mismo entrenamiento como asesina que tú —señaló.</p> <p>Max metió una camiseta dentro de su bolsa y se giró hacia su cómoda; eso lo ayudó a evitar la imagen de Bella tumbada en su cama.</p> <p>—Si Oráculo vuelve a colarse en tu cabeza, ¿crees que podrás ocuparte tú sola?</p> <p>Max se sobresaltó ante el tacto de sus cálidas manos en sus hombros, ya que no la había oído levantarse de la cama.</p> <p>—Deja de preocuparte por algo que no puedes prever o cambiar.</p> <p>No quería reconfortarse con su caricia, pero el niño necesitado que había en su interior le hizo cubrir la mano de Bella. Lentamente, ella lo giró para quedar el uno frente al otro, se puso de puntillas y le dio un beso junto a la boca.</p> <p>—No —él le apartó las manos.</p> <p>Bella esbozó su ensayada sonrisa seductora.</p> <p>—Creía que habías dicho que no podrías decirme «no» a nada.</p> <p>—Pues en esta ocasión puedo —tragó saliva para humedecer su de pronto seca garganta y se dio la vuelta—. Puedo hacerlo cuando es por mi propio bien.</p> <p>Cuando ella se movió, el cuerpo de Max notó la distancia. La oyó hundirse en la cama y suspirar.</p> <p>—Bueno, entonces ¿me seguirás hasta Boston y te pondrás en peligro, pero no me tocarás?</p> <p>—No es nada personal. No puedo separar mis emociones de mi erección cuando se trata de ti.</p> <p>Esquivó la almohada que ella le había arrojado.</p> <p>—¡No seas grosero! —la furia de Bella no pudo ocultar sus carcajadas justo antes de que se produjera un incómodo silencio—. ¿Me quieres?</p> <p>Max sacó unas cuantas camisetas más y otro par de vaqueros y volvió a la cama para meterlos en su bolsa. No podía mirarla y esperó todo lo posible para responder.</p> <p>—No lo sé, tal vez.</p> <p>—Ya te dije que me querías.</p> <p>¿Era satisfacción lo que había oído en su voz?</p> <p>—He dicho que tal vez —sonó un poco más enfadado de lo que había pretendido, pero eso lo ayudó a volver a levantar el muro que había dejado derrumbarse ante Bella—. Bueno, ¿cuál es el plan?</p> <p>—Tendremos que llevarnos tu coche. En cuanto a lo demás, no tengo ningún plan.</p> <p>Max cerró la cremallera de la bolsa enérgicamente.</p> <p>—Vamos a la biblioteca de Marcus a conectarnos a Internet. Encontraremos direcciones y nos pondremos en marcha.</p> <p>—Sólo por la noche. No sé conducir. Mi gente… nosotros no usamos coches.</p> <p>«No, os limitáis a quedaros en el asiento del copiloto con la lengua asomando por la ventanilla bajada». Orgulloso por haberse contenido y haber pensado aquel chiste sobre perros en lugar de decirlo en voz alta, se cruzó de brazos.</p> <p>—Bien, tendremos que quedarnos en alguna parte durante las horas de luz.</p> <p>Max miró la caja de puros que había en su mesilla. Tendría unos doscientos dólares en metálico. Sería suficiente para comprarle comida a Bella, chantajear a alguien si se quedaba sin sangre y hospedarse en alguna parte.</p> <p>—¿Ya tienes la maleta hecha?</p> <p>—No viajo con mucho —una extraña expresión atravesó el rostro de Bella, algo entre tristeza y rabia, aunque las disimuló con una carcajada—. No tengo muchas pertenencias.</p> <p>Por alguna extraña razón, él quiso preguntarle a qué se debía eso, por qué no tenía un armario lleno de ropa y suficiente maquillaje como para abastecer a todo un burdel (aunque no lo necesitaba) pero no pudo pronunciar esas palabras. Ella le había dejado claro que eran entidades separadas y que eso sería así para siempre. Y esa clase de distanciamiento no invitaba a intercambios gratuitos de información personal.</p> <p>De todos modos, a Max no le interesaba saber nada de ella. Tenían un trabajo que hacer y sería mucho más sencillo si ignoraban el hecho de que se habían acostado.</p> <p>Una imagen de ella sonrojada, cubierta de sudor y con una mueca de placer, cruzó sus pensamientos. Casi pudo saborear la sal de su piel, sentir sus caderas sacudiéndose bajo él…</p> <p>—Me gustaría salir cuando se ponga el sol. Después de que hablemos con Nathan y Carrie —dijo para sacarse esa imagen de la cabeza. Lo último que necesitaba era tener alucinaciones de contenido sexual.</p> <p>—Sí, quiero saber cómo le ha ido a Cyrus desde la última vez que lo vi.</p> <p>Bella habló como si Cyrus fuera un amigo que acababa de mudarse de la ciudad y no una despiadada máquina de matar.</p> <p>—¿Y por qué cono te importa? —preguntó con los ojos casi fuera de las órbitas.</p> <p>—Porque he pensado en él y me preocupa. ¿Pasa algo?</p> <p>—Bueno, claro… ¡es un asesino!</p> <p>—Era un asesino —señaló—. Te pareces a Nathan.</p> <p>—Por un comentario así podrías ganarte un puñetazo. Tienes suerte de que…</p> <p>—¿De que no pegues a las mujeres?</p> <p>—No. Iba a decir que tienes suerte de que esté del lado de Nathan en ese aspecto. Vuelve a compararme con él y te ganas uno.</p> <p>—Eres muy duro con él —abrió la bolsa de viaje de Nathan y sacó dos camisetas—. Estas te quedan fatal.</p> <p>—No —él volvió a meterlas—. Nathan es muy duro consigo mismo. Quiero a ese tío, aunque no en plan gay ni nada de eso, y odio verlo sumido en la culpa. Quiero decir, tú estuviste en el ritual, logró superar haber matado a su mujer, ¿ahora qué le pasa?</p> <p>—Nathan no ha superado la muerte de su mujer. Acepta que lo haya perdonado y ha permitido que su espíritu descanse, pero él sigue viéndose responsable. Y su muerte no es el único peso con el que carga.</p> <p>—Sí, lo sé, todo el mundo tiene cicatrices emocionales. Gracias por la información, Oprah.</p> <p>Bella obvió el burlón comentario.</p> <p>—Todo el mundo tiene cicatrices. Lo que importa es cómo las sanemos. Nathan ha trabajado para curarse y tú te burlas de él.</p> <p>Sin saber qué responder, Max la vio salir por la puerta. Bella se detuvo, con una mano en el marco y se giró ligeramente sin llegar a mirarlo del todo.</p> <p>—No te burles de él por lograr lo que tú no puedes.</p> <p>Antes de que él pudiera pensar en una respuesta inteligente, ella ya se había ido.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 7</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Regreso al hogar</p> </h3> <p>—Creo que deberíamos volver a Grand Rapids.</p> <p>La voz de Nathan me despertó de mi sueño. Habíamos pasado la mayor parte del día haciendo… bueno lo que solíamos hacer cuando nos quedábamos solos en una apropiada superficie horizontal, y estaba agotada. Sabía que ya hacía tiempo que había caído el sol, pero mi cuerpo protestó ante la intrusión. Respondí, grogui:</p> <p>—¿Qué?</p> <p>Me tocó la cara y me apartó un mechón de mi alborotado pelo para ponerlo sobre la almohada.</p> <p>—Allí estaremos tan a salvo como aquí y tendríamos más material para documentamos a nuestra disposición. Eso sin mencionar que hay que atender la tienda y que tengo que hacer inventario la semana que viene…</p> <p>—Para —farfullé—. Para de hablar.</p> <p>Se detuvo.</p> <p>—¿En qué estás pensando?</p> <p>—Creo que deberías dejar de hablar y dejarme dormir —me giré dándole la espalda, pero él se inclinó sobre mí para encender la lamparita. La luz atravesó mis párpados y me incorporé adormecida—. ¿No crees que es un poco estúpido volver al único lugar donde el Devorador de Almas puede saber que estás?</p> <p>—Lo que me parece estúpido es dejar que mi miedo arruine mi negocio. No he generado una riqueza a lo largo de los siglos sobre la que pueda mantenerme —había amargura en su voz y supe que estaba pensando en su Creador—. Además, así tendrás más oportunidades de manipular a Cyrus para sacarle información.</p> <p>—¿Manipularlo? ¿Crees que soy manipuladora?</p> <p>Nathan sonrió, o mejor dicho, medio sonrió, y me dio un beso en el hombro.</p> <p>—Creo que eres lo suficientemente inteligente como para hacer lo que tienes que hacer. A menos que no creas que pueda sernos de utilidad.</p> <p>Me mordí el labio.</p> <p>Claro que pensaba que Cyrus nos sería útil. Tenía dudas de que estuviera implicado con su padre, pero él mismo me había dicho que había estado viendo a Dahlia y si había algo que Dahlia quería, era la clase de poder que el Devorador de Almas podía ofrecerle. Si tenía que utilizar a Cyrus para llegar hasta ella, lo haría.</p> <p>—Creo que tienes razón. Creo que deberíamos volver.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Más tarde, cuando Nathan, Bella, Max y yo habíamos confirmado los números de móvil y habíamos sincronizado nuestros relojes (bueno, eso no, pero a veces los tres se dejan llevar por su régimen de entrenamiento del Movimiento), Nathan fue a cargar la furgoneta y Bella fue con él para asegurarse de que no se había dejado nada. Max y yo estábamos en el vestíbulo.</p> <p>Al verlo ruborizado, dije para romper el silencio:</p> <p>—Bueno, esto es un poco extraño.</p> <p>—¿Sabes?, a veces es mejor no hablar.</p> <p>—Eh, ¿qué pasa? Cometimos un error, pero no es para tanto. Por lo menos, no fue un error tan grande como para llegar a arruinar nuestra amistad.</p> <p>—Lo sé, lo sé —fue hacia una consola de plástico que había junto a la puerta y que se veía totalmente fuera de lugar allí, entre todas las antigüedades, y la abrió—. Pero no ha sido un error. Es sólo…</p> <p>—Nunca antes habías seguido viendo a alguien con quien has tenido un acercamiento físico.</p> <p>Me lanzó una mirada de exasperación, la misma que me dirigía cuando yo estaba cien por cien segura de tener razón. Al girarse de nuevo hacia la alarma, suspiró.</p> <p>—Y ahora veo a dos.</p> <p>—Bueno, si te sirve de consuelo, durante las próximas semanas sólo tendrás que estar con una.</p> <p>—¿Podrías darme algún consejo?</p> <p>Me indicó que lo siguiera hasta el sillón.</p> <p>—¿Consejo? —me senté en un extremo del sofá con cuidado de no tocarlo. Fue una actitud infantil, pero no podía olvidar lo que habíamos estado a punto de hacer.</p> <p>—Sobre Bella.</p> <p>Me quedé confusa.</p> <p>—No creo que vaya a necesitar más medicamentos, si es eso a lo que te refieres. Aunque es una mujer lobo y no puedo decir que tenga mucha experiencia tratando a los de su especie.</p> <p>—No, no es eso —miró a su alrededor como si Bella fuera a aparecer por detrás de una planta o algo así y sorprendernos—. Está comportándose de un modo extraño. Ya sabes… como una mujer.</p> <p>—¡Dios mío! —exclamé volteando los ojos.</p> <p>Max no captó mi sarcasmo.</p> <p>—Me está volviendo loco. Primero actúa como si quisiera estar conmigo y soy yo el que la rechaza y después se pone a la defensiva y ni siquiera puedo hacerle una simple pregunta.</p> <p>—Y yo que creía que no te importaba.</p> <p>—¡Y no me importa! —gritó pasándose las manos por el pelo.</p> <p>—Y lo dejas perfectamente claro.</p> <p>«Hombres. Idiotas».</p> <p>—¿Se te ha ocurrido pensar que tal vez sus sentimientos hayan cambiado, pero que le tenga miedo al rechazo?</p> <p>—¡Le dije que yo no la rechazaría! —bajó la voz—. ¿Qué más tengo que hacer?</p> <p>—No lo sé —y no lo sabía. Si fuera una gurú de las relaciones, no me habría pasado los últimos cuatro meses tambaleándome por una situación igual de mala—. Está claro que Bella no tiene mucha experiencia para comunicarse con el sexo opuesto. Y tú no tienes mucha experiencia para comunicarte con el sexo opuesto sin decir guarradas. Tal vez este viaje os vendrá bien a los dos.</p> <p>—Sí, hasta que me muera por una falta de oxígeno en el cerebro provocada por una erección permanente —se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro—. ¿Por qué tardan tanto?</p> <p>—A lo mejor están dándose el lote en la parte trasera de la furgoneta —sugerí con tono divertido.</p> <p>—¡No tiene gracia!</p> <p>—No, pero tú sí que la tienes. Estás completamente loco por ella, quieres que ella esté loca por ti, y probablemente lo esté, pero ninguno de los dos quiere dar el primer paso. ¡Es tan de jovencitos de instituto, Max! —me levanté y fui hacia la puerta—. ¿Cómo salgo de aquí?</p> <p>—¿Estás enfadada conmigo?</p> <p>—No. Es sólo que estoy cansada de verte correr en círculos alrededor de alguien cuando no eres capaz de decirle lo que sientes.</p> <p>En cuanto lo dije, comprendí con dolor que su actitud era un reflejo de la de Nathan.</p> <p>—No importa.</p> <p>—Escucha, te llamaré desde la carretera si pasa algo y si es que no te importa escucharme.</p> <p>—¡Max! —se me cayó el alma a los pies al darme cuenta de lo egoísta que había sido por considerarlo el malo de la situación sólo porque Nathan me había hecho daño en el pasado.</p> <p>—En algún momento tendrás que hablar con él.</p> <p>«Lo sé». Antes de poder decirlo, alguien llamó a la puerta. Era Nathan, extrañamente contento.</p> <p>—¡Vamos, moza, a la furgoneta antes de que salga el sol!</p> <p>—¿De verdad quieres pasar la eternidad con este tipo? —me preguntó Max con una reticente sonrisa.</p> <p>—Me lo estoy pensando.</p> <p>En el garaje, los cuatro nos dijimos adiós. Nathan le estrechó la mano a Bella a regañadientes y Max me abrazó mientras me susurraba al oído:</p> <p>—No pierdas el tiempo, Carrie. Puede que a los cuatro no nos quede mucho.</p> <p>—Lo mismo te digo.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Nathan y yo habíamos salido del garaje y estábamos en la avenida Wabash cuando me preguntó:</p> <p>—Bueno, ¿qué te ha dicho Max al despedirnos?</p> <p>Sabía que se moría por saberlo, pero no se lo diría. Contárselo me obligaría a explicarle algo y esa explicación nos llevaría a una confesión que no estaba dispuesta a hacer.</p> <p>Sonreí.</p> <p>—Es un secreto.</p> <p>Nathan se rió y se giró para mirar la carretera.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Alrededor de la medianoche, Grand Rapids emergió por detrás de una curva. Cuando era niña, solía pasarme los ratos de aburrimiento en el colegio apretándome los ojos con las manos y viendo las luces que resplandecían en la oscuridad detrás de mis párpados. Así fue como vi en ese momento la ciudad.</p> <p>—¿Estás despierta? —me preguntó Nathan suavemente. Se había negado a dejarme conducir porque había sido un día muy largo y merecía dormir más.</p> <p>Asentí y sonreí. Me había quedado un poco dormida durante el aburrido tramo de la 1-94, pero había pasado la mayor parte del camino observando a Nathan mientras tarareaba algunas canciones que yo no conocía. De vez en cuando había sonreído y se había girado hacia mí, aunque yo me había hecho la dormida. Le puse la mano sobre la rodilla.</p> <p>—Estaba disfrutando viéndote tan contento.</p> <p>Me miró con ternura.</p> <p>—No estás acostumbrada a ver algo así.</p> <p>—Tienes razón. Cuando me marché, dejé a un Nathan gruñón y malhumorado. Me llevará un tiempo acostumbrarme al Nathan alegre y cantarín.</p> <p>Se me hizo un nudo en la garganta.</p> <p>—Pero me gusta el cambio.</p> <p>Le acaricié la mano derecha, que tenía apoyada sobre la palanca de cambios, y recorrimos el resto del trayecto hasta el apartamento en silencio.</p> <p>Aunque sólo había estado fuera unas cuantas semanas, ver todos esos lugares familiares casi me hicieron derramar lágrimas de alivio. Aparcamos al final de la calle, ya que los mejores aparcamientos ya estaban ocupados, y nos dirigimos al edificio.</p> <p>Nathan me detuvo antes de abrir la puerta.</p> <p>—Escucha, antes de que veas el apartamento…</p> <p>—¿Está hecho un desastre y lleno de platos sucios? Créeme, ya venía preparada para esa posibilidad.</p> <p>—No, no es eso —se detuvo—. Bueno, sí que está hecho un desastre, pero he lavado los platos. Lo que quiero decir es que he hecho algunos cambios. En tu dormitorio.</p> <p>—Oh —se me cayó el alma a los pies—. ¿Qué clase de cambios?</p> <p>Se rascó la frente y miró al fondo de la calle.</p> <p>—Tal vez sea mejor que lo veas y después puedes gritarme. O no.</p> <p>Intenté no subir las escaleras corriendo cuando abrió la puerta y esperé con increíble impaciencia mientras abría la puerta de arriba. En el salón, había libros esparcidos y apilados en todas las superficies disponibles. A pesar de haber dicho que había lavado los platos, vi cuatro o cinco tazas manchadas de sangre. En el pasillo, la puerta de mi habitación estaba abierta.</p> <p>—Ve a echar un vistazo —me dijo.</p> <p>Cuando encendí la luz, lo primero que noté fue que había cambiado la pintura. Había logrado cubrir con un tono lavanda claro las paredes negro mate que Ziggy había preferido. Mi escritorio y ordenador estaban tal cual los había dejado, pero un plástico salpicado de pintura y polvo los cubría. Donde antes estaba mi cama había nuevas estanterías alineadas en la pared.</p> <p>Me apoyé contra el marco de la puerta e intenté tomar aire mientras pensaba algo que pudiera ayudarme a comprender lo que había pasado sin crearme demasiadas esperanzas.</p> <p>—Sé que me he arriesgado, pero creí que necesitabas un despacho en condiciones. O, por lo menos, un lugar donde puedas alejarte de mí cuando te vuelva loca —entró en la habitación y señaló las estanterías—. He contratado a los mismos obreros que hicieron la reforma de la tienda. ¿Te gusta?</p> <p>—Es muy bonito, pero… Nathan, ya no tengo ninguna razón para seguir con mis proyectos de investigación.</p> <p>Ahora que el Movimiento había desaparecido, ya no había una red de comunicación entre los vampiros, y estaba claro que mi estudio sobre el metabolismo de los vampiros no acabaría ni en la lista de los libros más vendidos ni en revistas de medicina.</p> <p>—¿Lo dices por lo del Movimiento? Sería una razón estúpida para abandonar todo el trabajo que llevas hecho.</p> <p>Hubo admiración en sus palabras y, de algún modo, me pareció que tenía más valor viniendo de él. En toda mi carrera como doctora, había intentado recibir alguna alabanza de mis profesores y jefes, sin lograrlo. Ese elogio no pronunciado de Nathan fue como agua para una planta que estaba secándose, y me sentí extrañamente conmovida.</p> <p>—Um… ¿y dónde está mi cama?</p> <p>—Oh, la he puesto abajo, en la trastienda —le dio un golpecito a una de las estanterías, como para demostrarme lo resistentes que eran—. ¿Te gusta el color? Pensé que tal vez fuera demasiado de chica, pero…</p> <p>¿La trastienda? ¿Ese almacén infestado de arañas donde estaba el calentador del agua y había una única bombilla?</p> <p>—Bueno, ¡lo prefiero antes que manchas de cal por el goteo de las tuberías!</p> <p>Él me miró con gesto de confusión.</p> <p>—¿De qué estás hablando? Carrie, no quiero que duermas ahí abajo. He metido la cama en el almacén.</p> <p>—Bueno, ¿y qué quieres? ¿Que duerma en el sofá? —grité con frustración.</p> <p>—¡Quiero que duermas en mi cama, como hace toda buena novia! —me miró, resopló y se rió—. Por Dios, ¿siempre tenemos que discutir? ¿No nos puede salir nada bien?</p> <p>Me acerqué a él y eché los brazos alrededor de su cuello.</p> <p>—No se nos da mal la parte en la que estamos desnudos y cubiertos de sudor.</p> <p>Me sonrió y volví a sorprenderme de lo alto que era. Se inclinó para besarme y me preguntó:</p> <p>—Bueno, ¿te gusta?</p> <p>—Me gusta el despacho —admití—. Pero me gusta más el hecho de estar en casa.</p> <p>—Pues mañana por la noche no te va a gustar. ¿Has visto todos los libros que hay en el salón?</p> <p>—Sí. Estaba intentando ignorarlos.</p> <p>Me dio un beso y se apartó, indicándome que lo siguiera hasta el salón.</p> <p>—Vamos a tener que revisarlos todos para buscar cualquier mención del ritual para el que el Devorador de Almas estaba recolectando las almas de sus Iniciados, información sobre el hechizo que utilizó para controlarme y sobre cualquier cosa que pueda resultarnos útil ahora que tiene a Oráculo de su parte. Va a llevarnos un buen rato. Si no estás demasiado cansada…</p> <p>—Sí, estoy muy cansada —lo interrumpí antes de que sugiriera que nos pusiéramos a trabajar enseguida.</p> <p>—Pues espero que no estés tan cansada como para entrar en la cocina y prepararle a tu hombre una buena cena —marcó un acento del Medio Oeste para realzar la misoginia de la frase.</p> <p>—¿Como toda buena novia?</p> <p>—Eso lo has dicho tú, no yo.</p> <p>Tuvo el valor de darme una palmadita en el trasero cuando me giré para ir hacia la cocina.</p> <p>—Quiero pensar que esto se debe a que estás demasiado cansado como para darte cuenta de lo cerca que estás de la muerte —grité por encima de mi hombro. Una vez en la cocina, puse la tetera en el fuego y saqué una bolsa de sangre de la nevera—. Bueno, ¿qué has encontrado por ahora?</p> <p>Me esperaba oír el ruido de páginas pasando y de libros abriéndose, pero no fue así.</p> <p>—¿Nathan?</p> <p>—Lo siento —sonó como si estuviera a kilómetros de distancia—. Bella encontró dos versiones más del hechizo bajo el que cree que estuve. Los tres que tenemos se parecen bastante, y lo que me asusta es el número de variaciones que puede haber.</p> <p>Abrí la bolsa y vertí el contenido en la tetera antes de lamerme una gota de sangre de mi pulgar. Cuatro meses atrás, me habría parado a analizar esa acción, pero ahora lo del consumo de sangre ya me parecía algo de lo más normal.</p> <p>Lo que más me preocupaba era que Nathan y yo no habíamos hablado sobre lo que le había sucedido escasas semanas atrás.</p> <p>Encendí el fuego; una vez que la sangre empieza a calentarse, tienes que estar pendiente para que no se queme. Fui a la puerta y miré al salón. Nathan estaba sentado en su sillón, con los codos sobre las rodillas y mirando la imposible pila de libros que yacía sobre la mesita de café.</p> <p>—¿Crees que volverá a intentarlo? —le pregunté.</p> <p>Esa posibilidad me aterrorizaba. Cuando el Devorador de Almas había poseído a Nathan, lo había vuelto loco. Atormentado por el hecho de revivir el momento en que había asesinado a Marianne, Nathan se había convertido en un animal herido sin razón ni control. Aunque Bella había logrado romper el hechizo, había habido consecuencias; Nathan había estado a punto de matarme y nuestra relación también había quedado destruida. No estaba dispuesta a volver a sufrir esas consecuencias.</p> <p>Nathan se encogió de hombros.</p> <p>—No lo sé, pero tampoco sabía que iba a hacerlo cuando lo hizo.</p> <p>—Bella dijo que ya no sentías culpabilidad porque Marianne te había perdonado…</p> <p>La tetera silbó y corrí a apartarla del fuego antes de que se nos quemara la cena.</p> <p>—Bueno, parece bastante simple, pero no es fácil olvidar que has matado a la mujer que amabas.</p> <p>Su voz me sorprendió. No me había dado cuenta de que había entrado en la cocina.</p> <p>Pero más sorprendente fue el hecho de que utilizara el verbo «amar» en pasado. Aunque su mirada dejó claro que lo había hecho a propósito, no sabía si con ello pretendía hacérmelo creer a mí u obligarse a él mismo a creerlo.</p> <p>Saqué dos tazas del armario y serví la sangre.</p> <p>—A lo mejor, y ya que estamos intentado dar un gran paso en nuestra relación, podrías hablarme de ello.</p> <p>—Podría —agarró su taza y fue hacia el salón.</p> <p>Apreté los dientes.</p> <p>—Bueno, ¿vas a hacerlo?</p> <p>Cuando lo seguí, lo encontré sentado en su sillón otra vez, frotándose los ojos.</p> <p>—El Devorador de Almas es mi Creador. Lo sabe todo sobre mí.</p> <p>—¿Por el lazo de sangre? —me parecía muy extraño que, aunque Nathan y su Creador fueran enemigos, siguieran unidos—. ¿Puedes oírlo?</p> <p>Me miró.</p> <p>—Si él quiere, sí. Y él puede oírme a mí. Sabe cómo hacerme daño. Lo hizo con Marianne y podría volver a hacerlo.</p> <p>—¿Con tus recuerdos de Ziggy? Era algo que no se me había ocurrido.</p> <p>¡No me extrañaba que tuviera miedo!</p> <p>—Nathan, si eso sucede, sabemos cómo detenerlo. No tendrás que volver a pasar por lo que has pasado.</p> <p>—Cuando me hechizó, yo no sabía que era un hechizo. Simplemente sabía que estaba reviviendo la noche que maté a Marianne una y otra vez. Podía vivir con ello porque era algo que había recordado cada noche de mi vida, pero lo de Ziggy… —miró a otro lado—. Con una vez ya es suficiente.</p> <p>—El Devorador de Almas sólo logró controlarte porque te sentías responsable de la muerte de Marianne. No eres responsable de la muerte de Ziggy —señalé.</p> <p>Se rió con amargura.</p> <p>—¿Te has fijado en la costumbre que tengo de culparme por cosas que no puedo controlar?</p> <p>Recordé la mirada de Nathan mientras me había suplicado fuera de la mansión de Cyrus que cuidara de Ziggy y el modo en que había acunado a su hijo moribundo cuando yo fracasé. Si Nathan fue parcialmente responsable, yo fui la figura central en la muerte del chico. Había sido yo la que, sin darse cuenta, lo había marcado para morir.</p> <p>—Podrías culparme a mí —dije en voz baja, aunque añadí una sonrisa por si Nathan se sentía mejor interpretándolo como una broma.</p> <p>—No quiero culparte, Carrie —me respondió con una leve sonrisa—. Sólo quiero hablar contigo.</p> <p>—No voy a quejarme. Antes te lo guardabas todo.</p> <p>Es la ironía de mi vida; cuando quiero algo y por fin lo tengo, me siento profundamente incómoda.</p> <p>Sacudiendo la cabeza, Nathan levantó uno de los muchos libros que había en la mesa.</p> <p>—Toma un libro y empieza a leer.</p> <p>—Antes te dije que estaba muy cansada —protesté.</p> <p>—Lo sé. Considéralo una forma de pagarme por tu nuevo despacho —se recostó en su sillón y centró la atención en la página que tenía delante.</p> <p>Gruñí, pero accedí. Apenas había logrado hojear dos páginas cuando el teléfono de la cocina sonó.</p> <p>Sin soltar la taza, Nathan se levantó y fue a responder.</p> <p>—¿Quieres que te la rellene?</p> <p>Negué con la cabeza y cubrí la taza con la palma de mi mano.</p> <p>En la página, las letras bailaban y se veían borrosas ante mis cansados ojos y tuve que duplicar mi concentración. No le presté atención a la llamada hasta que oí el tono de voz de Nathan cambiar.</p> <p>—Bien. Se lo diré —colgó sin despedirse y volvió al salón—. Era Cyrus. Dahlia se reunirá con él mañana cuando se ponga el sol. Tienes que ir sobre las diez.</p> <p>—No me has dejado hablar con él —fue en parte una acusación y en parte una pregunta.</p> <p>Nathan se encogió de hombros.</p> <p>—No me ha dicho que te pongas.</p> <p>Intenté no dejar ver que me sentía rechazada.</p> <p>—¿Vendrás conmigo?</p> <p>—Preferiría no hacerlo —volvió a sentarse y agarró el libro—. Puedes llevarte mi móvil si te preocupa que intente algo.</p> <p>—No, no es nada de eso —respondí con un ademán, descartando la idea de que Cyrus pudiera hacerme daño—. Pero no te importa que vaya, ¿verdad?</p> <p>—Claro que no —dijo—. Es la razón por la que hemos vuelto.</p> <p>Algo en su tono me indicó que deseaba que no lo hubiéramos hecho, pero no importaba. Al día siguiente, vería a Cyrus.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 8</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Un caso grave de nerviosismo</p> </h3> <p>De todas las cosas horribles que Max podría haberse imaginado que sucedieran en su viaje, que Bella vomitara cada ochenta kilómetros no era una de ellas.</p> <p>—¿Sabes? Podríamos llegar mucho más lejos si no tuviera que parar tanto —gruñó Max mientras se limpiaba las manos con las toallas de papel del lavabo de la gasolinera.</p> <p>Bella levantó la cabeza del retrete (fue una muestra de su valentía, o bien de su estupidez, ver lo mucho que se acercaba a esa maldita cosa), e intentó responder, aunque lo único que salió de su boca fue un gran vómito.</p> <p>—Se acabaron para ti los sándwiches de máquina. ¿Puedes aguantar unos minutos hasta que podamos llegar al hotel? Este lugar es un asco.</p> <p>—Siento no haber podido esperar hasta llegar al Ritz-Carlton —le respondió ella limpiándose la boca con el dorso de la mano.</p> <p>Max le dio un puñado de toallas de papel.</p> <p>—No te enfades. Lávate la cara y vamos a ponernos en marcha.</p> <p>—Una forma muy bonita de tratar a una persona enferma.</p> <p>—Marearte en el coche no es estar enfermo —la miró a los ojos y vio que estaban rodeados de unas sombras oscuras—. Oh, mierda.</p> <p>—¿Qué? —ella palideció y miró a su alrededor como si estuviera buscando una ruta de escape alternativa.</p> <p>—Tienes alguna rara enfermedad de perros, ¿verdad?</p> <p>Retrocedió y la expresión de pánico de Bella se convirtió en una de furia.</p> <p>—No tengo ninguna enfermedad de perros. Me encuentro mal, sobre todo por el hecho de que me haya violado uno de tu especie.</p> <p>—¿Ahora estás hablando de Oráculo o…?</p> <p>—¡Vete al infierno! —se giró hacia el retrete y emitió un gruñido de dolor.</p> <p>Él mojó un pedazo de papel y se arrodilló para ponérselo sobre la frente.</p> <p>—Tranquila. Cabrearte conmigo sólo empeorará las cosas.</p> <p>—Tal vez no debería hacer este viaje contigo —susurró—. No te seré de mucha ayuda si estoy vomitando. No puedo luchar en estas condiciones.</p> <p>—¿Quién ha dicho que vayas a luchar?</p> <p>No se le había pasado por la cabeza. La había visto luchar y había sido objetivo de su ira, pero últimamente la veía más frágil, demasiado humana para su gusto.</p> <p>Antes no le habría importado verla mutilada o muerta. Es más, cuando ella lo había retenido contra el suelo en el dormitorio de Nathan dispuesta a atravesarlo con una estaca, se habría reído a carcajadas si la hubiera visto muerta.</p> <p>Pero el sexo cambiaba las cosas. ¿A quién pretendía engañar?</p> <p>—Soy una asesina entrenada por el Movimiento. Pondré de mi parte si hay alguna refriega.</p> <p>Sin embargo, no pareció muy segura de sí misma cuando lo dijo. Tal vez era por estar vomitando.</p> <p>—Vamos. Encontraremos un motel o algo así y pararemos por hoy.</p> <p>La ayudó a llegar hasta el coche rodeándola por los hombros. Para haber estado vomitando sobre el suelo del lavabo de una gasolinera, Bella olía bien.</p> <p>—¿Has vomitado lilas y perfume ahí dentro? —bromeó, pero a ella no pareció hacerle gracia.</p> <p>—No me apetece hablar —respondió bruscamente cuando él le abrió la puerta.</p> <p>—Bien —respondió Max, ya sentado detrás del volante—, porque cada vez que abres la boca, de ella sale vómito.</p> <p>Salió del aparcamiento con más suavidad de lo que solía hacerlo y para cuando llegaron a un motel de carretera, Bella estaba sudando y pálida. Lo apartó y entró en la andrajosa habitación corriendo en dirección al baño.</p> <p>Bajo la luz de la lámpara de pie, Max examinó las dos camas y quitó una de las mantas de franela marrón con unas manchas de lo más sospechosas para ponerla sobre la ventana y engancharla bajo las persianas. Con suerte, evitaría que entrara el sol una vez que amaneciera.</p> <p>Por si no funcionaba, quitó el resto de ropa de la cama y la extendió sobre el suelo, junto a la cama más alejada de la ventana. Se pasaría el día atrapado entre la pared y el colchón, algo parecido a estar en un ataúd, pero eso era mucho mejor que convertirse en fuego.</p> <p>Más sonidos desagradables salían del cuarto de baño. ¡Era increíble que a Bella le quedara algo que echar!</p> <p>—Voy a sacar las cosas del coche. Sólo tardo un segundo. ¿Estarás bien?</p> <p>—Sí, no pasa nada.</p> <p>El aire de la calle parecía más frío, renovado; tal vez fue por haber salido de esa habitación con olor a rancio, pero le parecía como si hubiera llegado la mañana. Lamentaba haberse perdido el momento exacto en que la noche había dado paso al día.</p> <p>Sacó del maletero su bolsa y la mochila de piel que contenía las cosas de Bella. Movido por la paranoia, buscó furgonetas y coches fúnebres que pudieran albergar a otros vampiros. No tenía duda de que Oráculo sabía a donde iban.</p> <p>También se fijó en los toldos que había sobre las puertas del motel y calculó la sombra que podrían dar por si acaso Bella y él necesitaban salir huyendo de pronto. Sólo esperaba que, si eso sucedía, no fuera a mediodía porque de ser así, Bella tendría que terminar la misión sola.</p> <p>Claro que también existía la posibilidad de que nadie los descubriera, que localizaran a Oráculo y que salvaran la situación. Sin embargo, le parecía más probable acabar viviendo en un barrio residencial con Bella y sus peludos hijos, cortando el césped y celebrando el Cuatro de Julio.</p> <p>No le gustaba la sensación de no saber qué iba a pasar, de no saber qué hacer.</p> <p>Maldiciendo, sacó su teléfono móvil. Seguro que Carrie y Nathan estaban ocupados revolviendo las sábanas de su cama, pero no sintió ningún remordimiento ante la idea de interrumpirlos.</p> <p>—¿Diga? —fue Nathan quien respondió, cansado, pero despierto.</p> <p>—Soy Harrison. ¿Sigues despierto? —miró el reloj.</p> <p>—Es sólo medianoche —Nathan se detuvo—. ¿Dónde estáis?</p> <p>—Acabamos de cruzar la frontera de Indiana y de entrar en Ohio. Pensé que os meteríais en la cama en cuanto llegarais a casa.</p> <p>—Y yo pensé que ibais a conducir hasta el amanecer. ¿Qué ha pasado?</p> <p>—Bueno, me gusta mucho Ohio. No, la verdad es que hemos tenido que parar porque Bella está enferma.</p> <p>—¿Enferma? ¿Es grave? —Max lo oyó contárselo a Carrie—: Max dice que Bella está enferma.</p> <p>—No es grave. Es sólo que se marea en el coche. He pensado que era mejor parar y recuperar el tiempo perdido mañana por la noche.</p> <p>Oyó voces al otro lado de la línea.</p> <p>—Carrie dice que le des <i>ginger ale</i> para que se le asiente el estómago.</p> <p>—¿Es médico y eso es lo mejor que se le ocurre? Espero que no pagara demasiado por ir a la facultad de Medicina.</p> <p>—Sí, bueno. ¿Alguna otra cosa?</p> <p>—Ah, no. Sólo quería saber si habíais averiguado algo del Movimiento, si teníais alguna advertencia o algún consejo que darme, cosas así —qué excusa tan pobre. Hacía sólo cuatro horas que los había visto, ¿qué probabilidades había de que supieran algo más?</p> <p>—Nos hemos puesto con ello hace poco. Carrie hablará con Cyrus mañana y espero saber más entonces.</p> <p>Max silbó.</p> <p>—¿Va a ver a Cyrus? ¿Y tú cómo estás?</p> <p>—Del único modo que puedo estar —lo cual significaba que no podía hablar porque Carrie estaba delante.</p> <p>—Ponle toque de queda. Hablamos.</p> <p>—Sí. Adiós, Max.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Dentro del motel, Bella seguía en el cuarto de baño. Max fue hacia la puerta y llamó.</p> <p>—¿Estás bien?</p> <p>Pudo oír lágrimas en su voz.</p> <p>—Necesito estar sola.</p> <p>—Carrie cree que algo de <i>ginger ale</i> podría venirte bien. ¿Quieres que salga a comprar un poco? Quiero decir, tengo tiempo. No habrá luz hasta al menos dentro de seis horas.</p> <p>—No, estaré bien. Sólo necesito… controlarme.</p> <p>Max apoyó la cabeza contra la puerta. Una parte de él quería ordenarle que dejara de comportarse como un bebé, la otra deseaba reconfortarla. Pero ella no era una frágil florecilla, era Bella, la princesa de hielo, la fría asesina, la mujer más ardiente, <i>sexy</i> y mezquina con la que había tenido la gran fortuna de acostarse. No había gritado cuando él le había dado puntos sin anestesia en el salón de Nathan, de modo que algo grave tenía que estar pasándole para que reaccionara así, y tenía el presentimiento de qué era.</p> <p>A Bella no le gustaba que la ayudaran y Max conocía bien esa sensación. Aun así, no podía dejarla llorando en el suelo del baño.</p> <p>—¿Quieres que te saque algo de la mochila? ¿El pijama o algo?</p> <p>Qué pregunta más estúpida. Bella no llevaba pijama. Resultaba casi increíble que usara ropa interior.</p> <p>—No tengo. ¿Puedes dejarme tu camiseta?</p> <p>—Sí, claro, voy a traerte una.</p> <p>—No, ¿puedo ponerme la que llevas? —le preguntó tímidamente.</p> <p>Estaba enferma y Max pensó que lo mejor era no discutirle nada.</p> <p>—Claro.</p> <p>La puerta se abrió un poco justo cuando él estaba sacándose la camiseta por la cabeza. Un brazo desnudo se alargó para agarrarla y la puerta volvió a cerrarse.</p> <p>Sacudiendo la cabeza, Max fue hacia la cama que había improvisado junto a la pared. Se quitó los vaqueros y se estremeció cuando sus músculos, agarrotados después del largo viaje, se ajustaron al duro suelo. Se cubrió con la sábana e intentó convencerse de que irse a dormir tan pronto era una buena idea. Necesitaría estar bien descansado una vez que se enfrentaran a Oráculo.</p> <p>Un clic lo avisó de que Bella había salido del baño.</p> <p>Su cabello, que solía llevar recogido hacia atrás en una trenza, caía alrededor de su cara. Max nunca la había visto con el pelo suelto, ni siquiera cuando habían dormido juntos. Ella se colocó unos mechones detrás de las orejas y se cruzó de brazos.</p> <p>—Huele a ti —dijo refiriéndose a la camiseta, que llevaba como si fuera una armadura—. Lo he echado de menos.</p> <p>—Eso… —él cerró los ojos. Si no la miraba, si no podía ver lo vulnerable que era, podría seguir enfadado con ella por haber salido de su vida—. Eso da miedo.</p> <p>No, el problema no era que hubiera salido de su vida, sino que lo hubiera hecho tan fácilmente. Su rabia estaba disipándose ahora que sabía que no era verdad y eso era peligroso.</p> <p>—Siempre haces algún chiste —dijo ella con voz débil.</p> <p>A Max se le hizo un nudo en la garganta. ¿Cómo lograba hacerlo sentirse como si fuera una mierda con unas simples palabras? ¿Practicaba?</p> <p>—Eso no te molestaba antes.</p> <p>Sintió su calidez cuando Bella se arrodilló a su lado y le puso una mano sobre la rodilla. Al abrir los ojos, la vio, pálida, muy pálida, y con los ojos abiertos como platos y llenos de miedo.</p> <p>—Por Dios, Bella, ¿qué te pasa? —le puso la mano sobre el brazo.</p> <p>—Prométeme que —le suplicó apretándole la mano con fuerza—, pase lo que pase en el tiempo que nos queda juntos, cuando me vaya harás lo correcto en mi memoria.</p> <p>Como si lo hubiera tocado la misma mano de la Muerte, Max sintió un escalofrío.</p> <p>—¿De qué estás hablando?</p> <p>—Sabes que he visto a través de los ojos de Oráculo —agachó la cabeza y una lágrima se deslizó por su nariz.</p> <p>—Aún no sabemos nada —Max le agarró la otra mano—. Puede que algo de eso que estás viendo no sea verdad.</p> <p>—Sé que es verdad —alzó la mirada—. Y veo cosas horribles. Si no sobrevivo, habrá cosas de las que ocuparse. Prométeme que harás lo que se tiene que hacer.</p> <p>—Bien. Quieres que se lo comunique a tu familia y lo haré. Pero no te pasará nada —prácticamente se mordió la lengua para evitar decir: «Porque no permitiré que te pase nada».</p> <p>Ella no discutió, pero Max pudo ver que deseaba decirle que se equivocaba.</p> <p>—Estás cansada. Has estado vomitando y es probable que estés deshidratada. Ve a beber un poco de agua y duerme un poco.</p> <p>—No quiero agua —se llevó una mano a los labios—. ¿Te acuestas conmigo?</p> <p>—No te ofendas, pero haberte visto vomitar una cantidad equivalente a la comida de dos días no me ha excitado demasiado. En otro momento, tal vez.</p> <p>Ella sonrió.</p> <p>—No, quiero decir que te acuestes a mi lado, para dormir. Que me abraces.</p> <p>—No puedo decirte que no —señaló a la ventana y a la dudosa protección contra el sol que ofrecía la manta—, pero si eso no se sujeta, podría estar frito en unas horas.</p> <p>—Entonces levántate en unas horas y cámbiate de sitio.</p> <p>Le agarró la mano mientras se levantaba y ambos cayeron sobre la cama. Sin embargo, ese momento de jugueteos no duró lo suficiente.</p> <p>Más tarde, cuando Max pensó que Bella dormía y aprovechó para enroscar en su dedo uno de sus mechones, ella susurró:</p> <p>—Me da miedo morir.</p> <p>A Max se le encogió el corazón.</p> <p>De ningún modo iba a permitir que muriera, aunque una parte de él le advertía que comenzara a desvincularse de ella por lo que pudiera pasar. Pero estaba cansado de vivir constantemente a la defensiva. Ya no podía hacerlo, no cuando se trataba de Bella. La acercó más a sí, esperando que ése no fuera el último momento que les quedara juntos.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Intenté que Nathan no me lo notara, pero a medida que se acercaba el momento de reencontrarme con Cyrus estaba que me subía por las paredes. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué me diría él a mí? ¿Cometería alguna estupidez, como hice la última vez? ¿Encontraría la casa?</p> <p>Hasta ese momento no había pensado en que no sabía dónde vivía Cyrus.</p> <p>En cuanto habíamos salido de la cama, Nathan había vuelto a los libros y como estaba tan inmerso en el tema, había tenido que recordarle que se vistiera. Después de lo mucho que había protestado y refunfuñado por ello, lo último que quería era volver a molestarlo, pero era importante.</p> <p>—Cuando hablaste con Cyrus, ¿te dijo dónde vive?</p> <p>—¿Hmm? —levantó la mirada del libro que tenía sobre el regazo—. ¿Qué?</p> <p>—Que si te dijo dónde está su casa. ¿Cómo voy a llegar hasta allí si no sé dónde está?</p> <p>—Podrías llamarlo. Seguro que está despierto —volvió a su libro—. Ahora es humano. Seguro que está cenando.</p> <p>Miré el reloj. Eran las nueve. Seguramente Dahlia ya había estado allí y se había marchado. Marqué el número de Cyrus.</p> <p>Cuando respondió, sonó distraído y su respiración era entrecortada. No quise pensar en las posibles razones.</p> <p>—¿Cómo te encuentro?</p> <p>—Muy bien, gracias —se detuvo—. Aunque imagino que lo que quieres decir es que cómo encuentras mi casa.</p> <p>Gruñí con tono afirmativo. Con un suspiro, él dijo:</p> <p>—Vivo muy cerca de ti. ¿Por qué no nos vemos en la esquina delante de Brandywine?</p> <p>Fruncí el ceño. Unas fuertes gotas de agua golpeaban las ventanas y había oído un trueno no mucho antes. ¿Por qué estaba poniéndomelo tan difícil?</p> <p>—¿Y si me dices directamente dónde vives?</p> <p>—De acuerdo —suspiró otra vez—. Te alegrará saber que vivo justo al final de tu calle, en la gran casa gris, la que tiene la bandera estadounidense con las rayas de un arco iris.</p> <p>Contuve una carcajada.</p> <p>—Sí, es muy gracioso. Y te alegrará más saber que mi apartamento está en el sótano. Tienes que rodear la parte trasera y bajar las escaleras —la amargura en su tono de voz despertó en mí algo de compasión—. Supongo que era la entrada del servicio antes de que la casa se dividiera en dos.</p> <p>—No puede estar tan mal —comencé a decir, pero me interrumpió.</p> <p>—Tengo que dejarte. Te veo luego —y colgó sin decir adiós.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Fui caminando. La lluvia nunca me había importado, por lo menos no desde que aprendí en la facultad que no era el pelo mojado, sino un virus, el causante de un resfriado común. Es más, me gustaba la lluvia.</p> <p>Tal y como Cyrus me había indicado, fui hacia la puerta trasera que se abrió hacia un rellano. Podía elegir subir o bajar y ambos caminos estaban iluminados por bombillas que colgaban de unas cuerdas.</p> <p>Eso sí que era buen ejemplo de que los poderosos pueden caer bajo.</p> <p>Al final de las escaleras había un cuarto de lavar sin puerta y un único apartamento marcado con la letra <i>B</i>. Estaba a punto de llamar a la puerta cuando ésta se abrió.</p> <p>Lo primero que pensé al no ver a Cyrus fue: «Me he equivocado de piso». Lo segundo fue: «Oh, mierda».</p> <p>Dahlia parecía estar pensando lo mismo, aunque ella terminó de pensar un poco antes que yo… y sus reflejos fueron mejores.</p> <p>Me agarró por el cuello y me puso contra la pared.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 9</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">En carne y hueso</p> </h3> <p>No tuve tiempo de reaccionar. Tenía la cara de Dahlia a escasos centímetros de la mía y su mano me estrujaba la garganta. Las puntas de sus uñas se clavaban en mi piel.</p> <p>—¿Qué haces aquí? —me golpeó la cabeza contra la pared.</p> <p>Levanté los pies y le di una patada, al estilo canguro, con tanta fuerza que rebotó contra la pared contraria.</p> <p>—¡Me han invitado, zorra!</p> <p>—Qué suerte tienes —alzó las manos y formó una bola de llamas azules. Yo levanté las manos para cubrirme la cara, pero antes de que pudiera lanzarla, la puerta que había a mi lado se abrió.</p> <p>—¡Dahlia! —Cyrus salió al pasillo con una toalla alrededor de las caderas. No sé si fue un acto reflejo después de sus días como mascota obediente de Cyrus, o si fue porque estaba tan impresionada como yo por su presencia, pero el caso es que Dahlia condensó la mortífera energía entre sus manos. Cuando las abrió, había desaparecido.</p> <p>—¿Qué coño hace ella aquí? —preguntó apoyando los puños en las caderas como una exagerada imitación de esposa exasperada. El gesto resultó de lo más extraño dado su rostro de vampiro, que no se había molestado en transformar.</p> <p>Con el tono con el que había empleado para aplacarme a mí muchas, muchas, veces, Cyrus dijo:</p> <p>—¿Por qué estás tan celosa ahora? Ya sabes nuestra historia. Es una conocida, nada más.</p> <p>Me obligué a ignorar el comentario. Habíamos sido enemigos. Habíamos sido amantes. Habíamos sido amigos. En ocasiones, lo habíamos sido todo al mismo tiempo. Amaba a Nathan, pero una parte de mí jamás dejaría de amar a Cyrus.</p> <p>Dahlia no era estúpida y lo sabía. Por eso se quedó mirándome así.</p> <p>—Además —continuó diciendo—, te he dejado bastante claro que no tengo ningún interés en tenerte por aquí demasiado a menudo, ¿verdad?</p> <p>La mirada de furia de Dahlia dejó de centrarse en mí para posarse en él.</p> <p>—Si no le hubiera prometido a tu padre que no te mataría, lo haría.</p> <p>Me reí ante su pobre amenaza, pero fue un error. Apartó a Cyrus de un golpe y vino hacia mí.</p> <p>—¿Tienes algo que decirme?</p> <p>Sonreí.</p> <p>—No.</p> <p>Se giró hacia Cyrus.</p> <p>—Más te vale rezar para que no le cuente a tu papaíto que la he visto aquí.</p> <p>—A mi «papaíto» no le importo una mierda. Dile lo que quieras. Pero no te molestes en volver por aquí.</p> <p>La actitud de Dahlia cambió de inmediato.</p> <p>—Cariñito, sabes que sólo estoy jugando. ¿Dónde está tu sentido del humor?</p> <p>—Al parecer, en mis otros calzoncillos —le dio un beso en la frente y la empujó hacia las escaleras—. ¿Nos vemos la semana que viene?</p> <p>Ella me miró mientras respondía:</p> <p>—Ya veremos —después, subió las escaleras y se oyó el golpe de la puerta al cerrarse.</p> <p>Cyrus se giró hacia mí con un rostro absolutamente serio.</p> <p>—Has llegado temprano.</p> <p>—No sabía que seguiría aquí —entré con él en el apartamento. El baño estaba a mi derecha y pude ver la ducha, de donde aún corría el agua.</p> <p>—Hemos perdido la noción del tiempo —Cyrus entró en el baño y cerró el grifo. Se quitó la toalla y agarró los pantalones que tenía colgados en el toallero.</p> <p>Me di la vuelta.</p> <p>—Oye, podrías haberme avisado.</p> <p>—No es nada que no hayas visto antes —me recordó—. Bueno, excepto esta barriga que me está saliendo.</p> <p>Volví la cara.</p> <p>—Siempre he pensado que te vendría bien engordar un poco. Tus caderas siempre…</p> <p>Me detuve ahí.</p> <p>Vagué por el apartamento ocupado principalmente por un sofá cama abierto y alborotado después de su revolcón con Dahlia. En la pared opuesta había unas encimeras, armarios, una pila, una cocina y una nevera verde lima que seguro existía desde antes de que yo naciera. Había unas pequeñas estanterías que sostenían unos cuantos libros, entre ellos una Biblia. Me giré para asegurarme de que Cyrus seguía en el baño antes de bajarla, pero tuve la mala suerte de que salió justo cuando toqué la cubierta.</p> <p>—Fisgoneando entre mis cosas privadas, como siempre —me quitó la Biblia de las manos y volvió a ponerla en la estantería.</p> <p>—No pensé que fueras religioso —iba a sentarme en la cama, pero me lo pensé mejor al recordar quién acababa de irse.</p> <p>Cyrus me miró como diciendo «¡vamos, madura un poco!».</p> <p>Plegó el sofá y colocó los cojines mientras yo esperaba.</p> <p>—Tal vez me has malinterpretado. Otra vez.</p> <p>—Prefiero creer que me sorprendes constantemente —me encogí de hombros—. No pretendía nada.</p> <p>—Ella quería que la leyera.</p> <p>«Claro». El amor perdido de Cyrus, el otro rehén humano de los Colmillos.</p> <p>—Oh.</p> <p>—¿No crees que ahora somos unos insensibles?</p> <p>Pensé que cambiar de tema me libraría de esa situación tan incómoda. Podía lidiar mejor con él cuando me comportaba como una cretina y no como una amiga.</p> <p>—¿Para qué ha venido Dahlia?</p> <p>—En busca de sexo —se dejó caer en el sofá y se recostó contra los cojines—. Así que espero que tú no vengas buscando lo mismo. Mi cuerpo mortal está exhausto. Y dolorido.</p> <p>—No necesito oírlo —levanté una mano—. Sé que estaba loca por ti antes, pero eso era cuando intentaba convertirse en vampiro. ¿Por qué iba a desearte ahora que no eres más que el reponedor de un supermercado?</p> <p>—Sí, tú ríete, Carrie. Siempre eres tan divertida.</p> <p>—Eh, se suponía que eras tú el que iba a obtener información y, lo siento, no creo que estés comprándola con sexo. Ahora es una vampira. Podría tener a quien quisiera.</p> <p>—Y he obtenido información, aunque haya sido poca. Antes era el más poderoso de nuestra especie, ahora soy sólo… —dejó la frase en el aire con un gruñido de disgusto.</p> <p>Me senté a su lado.</p> <p>—Bueno, ¿y qué sabes?</p> <p>—Al parecer, Jacob sigue trabajando para convertirse en una deidad. Y tiene un aliado —enarcó una ceja—. ¿Hay algo que no hayas oído antes?</p> <p>—Está trabajando con Oráculo. Eso ya lo sabíamos. Ha estado hablando a través de Bella.</p> <p>¿Cuánto debía contarle a Cyrus? ¿Era posible que estuviera jugando a dos bandas?</p> <p>Como si pudiera leerme la mente, se inclinó hacia delante y me puso una mano sobre la rodilla. Di un respingo ante el contacto y esperé ver una sonrisa de satisfacción en su rostro, aunque lo único que vi fue una expresión terriblemente seria.</p> <p>—Carrie, ¿crees que quiero que mi padre logre su objetivo?</p> <p>—No lo sé. Hace dos meses estabas… hundido o algo así. Ahora has vuelto a la normalidad y eso es malo. Recuerdo cómo eras —cerré los ojos. «No pienso llorar delante de él. No quiero que sepa cuánto me sigue doliendo lo que me hizo».</p> <p>—Ya no soy esa persona —me acarició la mejilla y cuando abrí los ojos, vi los suyos brillar con lágrimas—. No puedo serlo. Sé que crees que lo que pasó entre Ratón y yo fue sólo el resultado de vivir temiendo por nuestras vidas, pero no puedo creerlo. La amaba. Tengo que creer que me amaba porque me lo dijo. Nunca le oculté lo que yo era y aun así me amaba. No puedo volver a ser aquel monstruo. Si lo hiciera, la decepcionaría.</p> <p>Me sequé los ojos sin querer derramar lágrimas por él. Sería como mostrarme débil y una parte de mí temía que se riera.</p> <p>—Claro que he tenido que hacer algunas cosas desagradables para sobrevivir… Pero no me importa.</p> <p>Se me pusieron los pelos de punta ante la rapidez con la que había cambiado de tema. Pero ya que estaba de nuestra parte, supuse que podía confiar en él.</p> <p>—Lo único que sabemos es que Oráculo se dirige a Boston. No sabemos cómo encontrar al Devorador de Almas ni cómo enfrentarnos a ninguno de los dos.</p> <p>Él asintió.</p> <p>—Dahlia ha dicho que uno de sus hombres se ha puesto en contacto con ella. Quieren que elabore algún hechizo para descubrir un arma que Oráculo profetizó.</p> <p>—¿Un arma?</p> <p>—Al parecer es algo que dijo hace siglos. Hay una especie de arma y el lado que la controle tendrá la lealtad de todos los vampiros. «Una espada forjada con la carne de todos los vampiros y bañada en la sangre de todos los traidores». Si Oráculo está libre, seguro que él teme que lo recuerde y simplemente intenta evitarlo. Lo cierto es que es algo en lo que mi padre lleva mucho tiempo trabajando. Un asunto bastante complicado.</p> <p>—¿Recuerdas qué era?</p> <p>—No me lo dijo —se rascó la frente—. Jacob me daba órdenes y yo las obedecía. Nunca le pregunté.</p> <p>Me cubrí la cara con las palmas de la mano.</p> <p>—Entonces, hay un arma y no sabemos quién la conseguirá primero.</p> <p>—Lo más probable es que nuestro lado no la consiga ya que el Movimiento no está buscándola.</p> <p>—¿Nuestro lado? —me resultó muy extraño que se hubiera unido a una causa de la que no podría obtener nada.</p> <p>—El lado que no es el de mi padre. Cualquiera con dos dedos de frente debería estar en ese lado.</p> <p>—Nathan y yo investigaremos lo de esa espada. Con suerte, encontraremos algo antes de que Max y Bella encuentren a Oráculo.</p> <p>—Me pregunto si habrá alguna especie de acertijo —dijo con gesto pensativo—. ¿Has dicho que Bella oyó los pensamientos de Oráculo? ¿Y si eso es señal de algún poder que ella pueda tener?</p> <p>—Es una mujer lobo. Están especializados en la magia —dije volteando los ojos.</p> <p>—Esa magia que vende tu novio en su tienda. La misma que te paga el alquiler.</p> <p>—<i>Touché.</i> Le diré a Max que esté atento —el teléfono de Nathan sonó en mi bolsillo trasero—. Vaya, debe de ser él. Tengo que irme.</p> <p>—¿Max? —frunció el ceño—. Ah, no. Será el otro.</p> <p>Ignoré el teléfono, aunque sabía que cuando llegara a casa me esperaría un buen interrogatorio.</p> <p>—Escucha, no mandes a paseo a Dahlia todavía, intenta entretenerla un poco más. Cualquier información que puedas obtener nos ayudará.</p> <p>—Oh, creo que puedo entretenerla.</p> <p>—Dios, además de ser humano, eres un crío de catorce años —sacudí la cabeza—. Escucha, sonsácale a Dahlia todo lo que puedas, pero no te pongas en peligro.</p> <p>—¿De verdad crees que me hará daño? —se rió—. Estaba obsesionada conmigo.</p> <p>—Sí, y me pidió que te matara. Además, no tienes ni idea de dónde ha estado. No sé si las enfermedades de transmisión sexual afectan a los vampiros, pero por el momento ten cuidado —no sabía cómo despedirme, de modo que alargué la mano para estrechar la suya con un gesto que resultó de lo más incómodo.</p> <p>Cuando él se apartó, no me miró.</p> <p>—Intentaré descubrir dónde está Jacob. Seguro que Dahlia debe saberlo. Mi padre la tiene en nómina.</p> <p>—Sería genial. Gracias.</p> <p>Me giré para marcharme y ya había llegado a la puerta cuando su voz me detuvo.</p> <p>—Gracias por no darme la espalda, Carrie.</p> <p>Lo miré y le lancé una temblorosa sonrisa.</p> <p>—Creo que eso jamás podría hacerlo.</p> <p>Cuando salí a la calle, recorrí corriendo la escasa distancia que me separaba de casa, llena de energía y de esperanza porque parecía que por fin algo iba bien.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Bella había dormido el resto de la noche y todo el día, aunque había hecho intentos de quedarse despierta las varias ocasiones que se había levantado para beber agua o ir al baño. Por fin, justo antes de que se pusiera el sol, Max se había visto obligado a despertarla.</p> <p>Sin embargo, después de levantarse, había vuelto a vomitar y en lo que a Max concernía, eso era lo único que importaba.</p> <p>—Tuve la gripe justo antes de que me crearan —dijo Max intentando sonar comprensivo mientras volaban por la autopista—, y fue horrible.</p> <p>Ella se limitó a asentir.</p> <p>—No tengo la gripe. ¿Estás seguro de que estás conduciendo a la velocidad permitida?</p> <p>«Definitivamente no».</p> <p>—En Pennsylvania no multan a nadie —le aseguró.</p> <p>—No lo sé. Yo nunca he quebrantado la ley —dijo ella mientras toqueteaba la radio—. ¿Podemos oír algo que no suene tan estruendoso?</p> <p>Max frunció el ceño. Había sintonizado la emisora de música <i>rock </i>desde que habían cruzado la frontera de Ohio, pero la señal había empezado a fallar. Aun así, no quería terminar escuchando una de esas emisoras nocturnas en las que la gente dedicaba canciones.</p> <p>—Yo no diría que Tom Petty hace un sonido estruendoso, pero si puedes encontrar alguna otra cosa, adelante. Pero que no sea música de chicas.</p> <p>—¿Música de chicas? —preguntó ella con tono divertido y una ligera sonrisa que Max pudo ver cuando desvió la mirada de la carretera un segundo.</p> <p>—Sí, música de chicas. Alanis Morisette, Fiona Apple. Tori Amos…</p> <p>Bella se rió y volvió a centrar la atención en la radio.</p> <p>«Qué agradable», pensó Max. Conducir como si estuviéramos haciendo un viaje y no una misión suicida. Bromear como viejos amigos. Abrazarla mientras ella se quedaba dormida con su camiseta puesta.</p> <p>«Demasiado agradable». ¿Qué demonios estaba haciendo dejándola entrar en su vida? ¿Y si ella resultaba herida? ¿Y si le hacía daño a él?</p> <p>La culpa la tenían todas las veces que había oído a Carrie hablar de lo mucho que amaba a Nathan. De algún modo, se había dejado convencer de que él también necesitaba una relación. ¡Dios! Sólo pensar en esa palabra le hacía desear abrazar a Bella y sentir su presencia a su lado.</p> <p>Se aclaró la voz.</p> <p>—Tengo algo de Carol King debajo del asiento, pero si se lo dices a alguien, no dudaré en matarte.</p> <p>Bella volvió a reírse y cuando introdujo el CD y comenzó a sonar <i>I Feel the Earth Move</i>, le puso una mano sobre la rodilla y le dijo:</p> <p>—Me gusta tu música de chicas.</p> <p>—Con mis propias manos —le advirtió él entre bromas.</p> <p>Sin previo aviso, los dedos de Bella se hundieron en su piel y su cuerpo convulsionó. Max giró el volante bruscamente y pisó el freno, sacando el coche de la carretera. Sintió un profundo dolor cuando sus huesos crujieron bajo su mano y una vez que detuvo el coche intentó desesperadamente apartarle la mano.</p> <p>—¡Te he advertido que os mantuvierais alejados! —gritó Bella.</p> <p>Max se quedó paralizado.</p> <p>—¿Lo… siento?</p> <p>Oráculo sacudió el cuerpo de Bella como si fuera una marioneta loca y Max se apoyó contra la puerta del conductor sintiéndose ligeramente ridículo por tenerle miedo.</p> <p>Esa sensación se esfumó cuando ella le retorció la rodilla. El hueso y el cartílago se soltaron con un espeluznante crujido.</p> <p>—A cada kilómetro que os acerquéis, más poder tengo sobre vosotros.</p> <p>Y como para ilustrarlo, el cuerpo de Bella se sacudió hacia atrás y su cabeza se golpeó contra la ventanilla.</p> <p>Casi al instante, Bella parpadeó, se estremeció de dolor y gritó.</p> <p>—¿Ha vuelto a pasar? ¿Ha vuelto a hacerlo?</p> <p>A pesar del dolor que lo invadía, Max se acercó para darle todo el consuelo que pudiera. Temía que si abría la boca comenzaría a llorar como un bebé, bien por el dolor de la rodilla o por el hecho de que, una vez más, no había sido capaz de protegerla.</p> <p>—¿Qué me ha hecho? ¿Has visto lo que me ha hecho?</p> <p>—Bella, estás bien.</p> <p>—¡No estoy bien! —aporreó el salpicadero y se pasó las manos por su alborotado pelo. Después, repitió con un tono más tranquilo—: No estoy bien.</p> <p>¿Qué podía hacer él? Había intentado abrazarla, pero no había funcionado. Ahora Bella lloraba en silencio e intentaba contenerse y él no sabía qué hacer.</p> <p>Además, tenía la rodilla rota, de eso no había duda. Si Bella entraba en estado catatónico, no podría levantarla en brazos y ponerla a salvo. Ni siquiera podría ponerse a salvo a sí mismo.</p> <p>Y ahí estaba la advertencia de Oráculo. No era una amenaza que fuera a tomarse a la ligera.</p> <p>Unos meses atrás, habría pisado el acelerador a fondo y habría tocado el claxon para decirle a Oráculo que allá iban. Pero con Bella a su lado, lo único que quería era dar la vuelta y huir.</p> <p>«Es curioso cómo puede cambiarte una persona».</p> <p>—Vamos a parar. Me parece haber visto un motel en la última salida. Puedo dar la vuelta ahí —señaló un acceso de grava al otro lado de la mediana.</p> <p>—¿Acaso has sufrido algún daño cerebral? —le preguntó ella entre lágrimas—. No hemos avanzado casi nada esta noche.</p> <p>—No he sufrido ningún daño cerebral —suspiró—. Pero no creo que sea buena idea continuar hasta que sepamos más sobre lo que Oráculo podría llegar a hacer.</p> <p>—¿Qué? —el miedo se borró de la expresión de Bella—. Tienes miedo.</p> <p>—No tengo miedo. Mira, tengo la rodilla completamente destrozada y tú acabas de pasar por una experiencia aterradora. Vamos a encontrar un lugar donde podamos resguardarnos. De todos modos, necesitaré unos cuantos días para recuperarme.</p> <p>—Te quedarás sin tus raciones de sangre y no pienso dejar que te alimentes de mí.</p> <p>Él cubrió su frustración con una carcajada.</p> <p>—¡Vamos! ¡Como que iba a quererla! Prefiero el sabor de los humanos. He tenido que rebajarme a beber sangre de vaca y volveré a hacerlo si lo necesito, pero nunca antes he probado el perro.</p> <p>—Sí, claro que sí —le dijo ella con un tono pícaro.</p> <p>Y eso bastó, un recordatorio de las cosas que habían hecho juntos, para que Max dejara de ponerse a la defensiva.</p> <p>—No quiero continuar porque Oráculo te ha amenazado cuando estabas…</p> <p>—¿Qué ha dicho?</p> <p>Bella alzó la barbilla con gesto desafiante, aunque parecía como si estuviera conteniéndose para no llorar.</p> <p>De nada servía protegerla de la verdad, sobre todo ahora que le estaba resultando tan difícil protegerla.</p> <p>—Ha dicho que cuanto más nos acerquemos más fuerte se hará.</p> <p>—¿Ha dicho eso? No puede ser, no lo recuerdo.</p> <p>—¿Recuerdas algo de la última vez que te ha poseído? ¿Recuerdas haberme roto la rodilla?</p> <p>No tenía pensado alzar la voz, pero estaba demasiado furioso como para mantener la calma.</p> <p>—Bella, estaba sentado aquí mismo.</p> <p>Se quedaron mirándose en silencio hasta que él volvió a hablar.</p> <p>—Mira, podemos seguir y hacer que te mate, o podemos volver y tomarnos uno o dos días para pensar qué hacer. Por lo menos dame tiempo para recuperarme y poder tener la oportunidad de luchar si tú no lo logras.</p> <p>—Está bien. Pararemos esta noche. Pero no podemos perder más tiempo. No creo que pueda… Estoy cansada, no digo más que tonterías. Tienes razón, deberíamos dar la vuelta.</p> <p>Max arrancó el coche y gracias al escaso tráfico logró cruzar los carriles hasta la mediana sin problema. Una vez que estaban a salvo y avanzando en la otra dirección, Max volvió a poner la música y condujeron en silencio hasta que por fin y, después de dejar escapar un suspiro, Bella habló.</p> <p>—He visto algo.</p> <p>—¿Algo que yo debería saber?</p> <p>—Oráculo ha llegado. Está en un lugar llamado Danvers. ¿Lo conoces?</p> <p>—No, pero apuesto a que Nathan tendrá algún libro con un montón de datos sobre ese lugar —abrió la guantera, donde llevaba el teléfono móvil.</p> <p>Bella se sobresaltó y se apartó para evitar que la tocara.</p> <p>—Lo siento.</p> <p>—Lo entiendo.</p> <p>Pero no lo entendía. Odiaba a Oráculo más que nunca por poner esa distancia entre los dos.</p> <p>Bella sacó el teléfono, pero no se lo dio.</p> <p>—Hay más.</p> <p>—Dime.</p> <p>—Ha enviado algo mediante un mensajero. Un paquete —vaciló—. Parece una locura, pero… creo que podría ser su corazón.</p> <p>—¿Qué? ¿Sabes adónde lo ha enviado?</p> <p>Bella esperó demasiado antes de responder.</p> <p>—¿Adónde crees que lo ha enviado?</p> <p>Max miró hacia la carretera y apretó con fuerza el volante.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 10</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Conversión</p> </h3> <p>—¿Qué? ¿Bella está bien?</p> <p>Levanté la vista del aburrido libro que tenía sobre mi regazo ante la exclamación de Nathan. Los únicos momentos en los que sonaba tan preocupado era cuando se trataba de algo relacionado con las fuerzas del mal o cuando nos quedábamos sin cerveza. Ahora, estaba en la cocina, con el teléfono en la mano y el ceño fruncido.</p> <p>Vio que estaba mirándolo y se dio la vuelta para que no pudiera ver su expresión. Aun así, no importaba cuánto pudiera bajar la voz, porque podía oírlo. Estaba hablando con Max.</p> <p>—¿Cómo iba a…? No lo sé, ¡busca un atlas!</p> <p>Fui a la cocina. No sabía qué hacer, aparte de quedarme a su lado formulándole preguntas con gestos y expresiones fáciles, pero por lo menos así sentía que estaba haciendo algo.</p> <p>—Bueno, vigílala. Y mantenme informado cuando decidas algo —hubo una larga pausa—. Lo descubriremos, pero ahora necesitas tiempo para recuperarte. Y avísanos si necesitáis ayuda.</p> <p>¿Tiempo para recuperarse?</p> <p>—¿Qué demonios ha pasado? —pregunté cuando Nathan colgó el teléfono.</p> <p>Se frotó los ojos. Estaba tan cansado como yo.</p> <p>—Oráculo ha vuelto a poseer a Bella. La ha utilizado para romperle la rodilla a Max.</p> <p>—¿Está bien?</p> <p>Sin embargo, fue una pregunta innecesaria, porque si algo le hubiera pasado a Bella, habría podido oír a Max gritando por el teléfono.</p> <p>—Está bien. No ha sido tan malo como la última vez. Bueno, al menos para ella —fue al armario que había sobre la pila y sacó una botella de Bailey's—. Voy a hacer café y voy a añadirle mucho alcohol, ¿quieres?</p> <p>—Sí, me vendrá bien —me dejé caer en una de las sillas de la cocina y me pasé los dedos por el pelo. Eran sólo las dos de la madrugada, pero llevábamos toda la noche encerrados—. Bueno, teníamos claro que Oráculo volvería a atacarlos. Ellos también debían de saber que sucedería. Son listos.</p> <p>—Sí, pero Max no está pensando con lógica. Quiere volver —colocó un filtro en la cafetera y sacó el café de la nevera—. Casi me pregunto…</p> <p>—¿Qué te preguntas?</p> <p>Siempre que Nathan tenía una corazonada, solía estar en lo cierto.</p> <p>Sonrió y sacudió la cabeza.</p> <p>—Nada. Estoy cansado. Me falla el cerebro.</p> <p>Una vez que la cafetera estuvo preparada, salió hacia el pasillo, pero lo detuve cuando pasó por mi lado.</p> <p>—Siéntate un rato conmigo. Vamos a tomarnos un descanso.</p> <p>A regañadientes, se sentó en la otra silla.</p> <p>—Bella tenía más información para nosotros. Oráculo va a un lugar llamado Danvers y le ha enviado un paquete al Devorador de Almas. Bella cree que le ha enviado su corazón.</p> <p>—¿Y por qué iba a hacer algo así? —lo cierto era que me sorprendía que tuviera un corazón; creía que el Movimiento se lo había sacado por si alguna vez escapaba, aunque no era la primera vez que la organización metía la pata—. Bueno, vamos a echarle un vistazo al mapa de Massachusetts para ver si ha elegido Boston por alguna razón.</p> <p>—Tienes razón, pero deberías llamar a Cyrus para ver si sabe algo.</p> <p>—No creo que él sepa nada, pero seguro que Dahlia sí. Sigue trabajando para el Devorador de Almas —me mordí el labio a la vez que me sentía como Judas por lo que estaba a punto de decir—: Estoy preocupada. Me preocupa que él pueda…</p> <p>—¿Ser un agente doble? —Nathan intentó imitar el acento de Sean Connery como James Bond, pero no lo logró por muy escocés que fuera—. Yo también lo he pensado, pero por desgracia es nuestra única fuente.</p> <p>Apoyé la barbilla en mis manos.</p> <p>—¿Tu vida ha sido aburrida alguna vez?</p> <p>—¿Quieres decir si siempre he estado en el lado de los buenos luchando contra los mayores malvados conocidos por la especie de los vampiros? —me sonrió—. No. Creo que todo empezó cuando esa mujer tan mandona entró en mi tienda hace unos cuatro meses.</p> <p>—Y tu hijo delincuente estuvo a punto de cortarme la cabeza.</p> <p>A pesar de que lo había dicho en broma, deseé no haberlo hecho. No porque Nathan fuera a ofenderse porque hubiera mencionado a Ziggy, sino porque rara vez hablábamos de él. El dolor aún estaba muy reciente.</p> <p>Nathan rió, como recordando. Alargué la mano para acariciar la suya, pero se levantó y fue a ver el café.</p> <p>—Lo siento.</p> <p>—No lo sientas. Sólo intentas hacerme hablar de él. Es por mi bien. Hay momentos en los que olvido que se ha ido y hablar de ello, sobre todo aquí…</p> <p>—Lo hace más real —sabía exactamente cómo se sentía. Cuando recibí la llamada informándome sobre el accidente de mis padres, podría haberme recorrido el campus gritando: «¡Mis padres han muerto, mis padres han muerto!». Pero una vez que llegué a casa para el funeral, enmudecí. Para siempre.</p> <p>Y no quería que eso le pasara a Nathan.</p> <p>—No puedes guardarte esto para siempre. Ya lo intentaste antes y mira adónde te ha llevado.</p> <p>—Lo sé —esperamos un buen rato en silencio hasta que el café salió y después Nathan sirvió dos tazas junto con el licor—. ¿Sangre?</p> <p>—Sí, por favor.</p> <p>Lo vi añadirle un poco de sangre a cada café y esperé a que los llevara a la mesa.</p> <p>—Rosa turbio. Como me gusta.</p> <p>Él sonrió.</p> <p>—¿Sabes cuántas veces Ziggy bebió sangre humana por accidente?</p> <p>Me obligué a sonreír, por muy asqueroso que me resultara el tema.</p> <p>—Y también solía gastarle bromas. Te sorprendería saber cómo se parecen a la sangre el sirope de maíz y el colorante rojo para comida cuando los mezclas. Carrie, ¿estoy traicionándolo?</p> <p>Ésa no era la pregunta que me esperaba oí.</p> <p>—¿Qué quieres decir?</p> <p>Miró su taza.</p> <p>—¿No debería querer matarlo por lo que le hizo a Ziggy? Una parte de mí se avergüenza de no querer venganza, pero ¿no es mejor así?</p> <p>—No estás traicionándolo —le tomé las manos—. Es mucho mejor así, y además…</p> <p>¿Qué más podía decirle? ¿Que Ziggy había acabado apreciando a Cyrus? ¿Que lo había respetado y confiado en él en ciertos aspectos? ¿Que había sido yo la que lo había matado inconscientemente, independientemente de quién fueran los colmillos implicados?</p> <p>Nathan no estaba preparado para oír eso.</p> <p>—Ziggy no era una persona vengativa y entendería que estés haciendo lo que hay que hacer.</p> <p>Nathan asintió.</p> <p>—Bueno, ahora no estoy haciendo lo que hay que hacer, ¿no? Estoy tomando café contigo.</p> <p>Se levantó y señaló hacia el salón.</p> <p>—Dime, ¿cuál es tu teoría sobre eso del corazón? Tú eres experta en perder uno.</p> <p>—Ni te lo imaginas —me levanté y lo besé. La boca le sabía a café, dulce y metálico.</p> <p>Cuando me aparté, sonrió.</p> <p>—No vas a encandilarme con el sexo para disuadirme de seguir investigando. Me gustan demasiado los libros.</p> <p>Volteé los ojos, agarré mi taza y lo seguí hasta el salón. ¿Cómo podía ver siempre mis segundas intenciones?</p> <p>—Bueno, supongo que el Devorador de Almas podría consumir el alma de Oráculo comiéndose su corazón, ¿no?</p> <p>—Pero entonces, ¿por qué se lo ha enviado Oráculo? —gruñó al sentarse en el sofá—. Esto es muy incómodo.</p> <p>Mi espalda protestó cuando me senté en el sillón.</p> <p>—Bueno, si ella no supiera que va a comerse su alma…</p> <p>Nathan me lanzó una mirada que remarcó mi estupidez. ¡Claro que Oráculo sabría lo que el Devorador de Almas pretendía hacer con su corazón! Podía ver el futuro.</p> <p>—¿Y lo de esa espada que mencionó Cyrus? Tal vez es una metáfora y su corazón tiene algo que ver.</p> <p>Nathan dio un trago a su café.</p> <p>—Podría ser, pero no lo sabremos hasta que hables con él. ¿Crees que está despierto?</p> <p>Miré el reloj.</p> <p>—No lo sé. Hace el tercer turno, así que tal vez ni siquiera haya vuelto a casa.</p> <p>—¿Por qué no lo llamas? Si está, no me quitará el sueño perturbar el suyo.</p> <p>Fui a la cocina y marqué su número. Después de dos tonos, saltó el contestador.</p> <p>—Hola, Cyrus. Soy yo, Carrie. Escucha, tenemos noticias sobre lo que trama Oráculo. Ahora mismo me vendría muy bien que contactaras con Dahlia, pero ten cuidado con ella, ¿de acuerdo? Quiero decir, no quiero que sepa que estás buscando información porque entonces sabrá que sé que está trabajando para el Devorador de Almas.</p> <p>Vacilé un minuto antes de colgar el teléfono.</p> <p>—Y tal vez después los dos podáis ir a tomaros un batido —dijo Nathan sin levantar la vista del libro.</p> <p>Deseé poder tener algo que arrojarle.</p> <p>Nos pasamos el resto de la noche revisando textos y ya estaba un poco harta. El sol salió justo cuando mis ojos estaban demasiado cansados como para seguir leyendo.</p> <p>—Lo siento, pero tengo que irme a la cama.</p> <p>Nathan cerró el libro que había estado hojeando y se frotó los ojos.</p> <p>—Yo también.</p> <p>Cuando nos metimos en la cama, agradecí más que nunca un colchón demasiado blando y unas sábanas desgastadas.</p> <p>—Puedes seguir tú y dejarme dormir hasta mañana por la noche.</p> <p>—Ni hablar —respondió él con un gruñido—. Si voy a sufrir otra vez una noche tan horrible como ésta, tú también lo harás.</p> <p>Me acurruqué junto a él y froté la cara contra su camiseta. Era muy extraño eso de irme a dormir con él como si fuéramos una pareja normal. Habíamos pasado tanto tiempo intentando mantener nuestra independencia que sólo habíamos dormido juntos después de desnudarnos y acabar cubiertos de sudor. Dormir el uno al lado del otro, sin que hubiera sexo por medio, parecía un gesto más íntimo que yacer juntos en una maraña de cuerpos desnudos.</p> <p>Debió de captar parte de mis pensamientos mediante el lazo de sangre porque se rió.</p> <p>—No te acostumbres a esto. Ahora que por fin puedo tenerte sin sentirme culpable, no vas a poder salir de esta cama en días.</p> <p>—¿Te sentías culpable?</p> <p>—Oh, claro. Soy católico. Nos sentimos culpables todo el tiempo.</p> <p>Apagó la lamparita y murmuró algo antes de quedarse profundamente dormido.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Aunque a Nathan no le costó dormir durante el día, yo me mantuve al borde de la inconsciencia pendiente de una posible llamada de Cyrus. Cada ruido me despertaba y en una ocasión incluso me caí de la cama antes de darme cuenta de que el teléfono que oí sonar no había sido más que un sueño.</p> <p>Al final, pensando que mi inquietud acabaría despertando a Nathan, me puse su albornoz y fui al salón.</p> <p>El día estaba nublado y eché un vistazo por la ventana entre las persianas. La luminosidad de la tarde me hizo daño en las retinas y se me saltaron las lágrimas. Desde el salón podía ver el tejado de la casa de Cyrus si me retorcía el cuello, pero no podía ver la casa detalladamente. No tenía sentido quedarme ciega cuando no iba a aprender nada nuevo.</p> <p>Miré el reloj. Las cuatro y media. ¿Por qué no había llamado?</p> <p>Decidí que le llamaría cada media hora hasta obtener respuesta. Cuando se pusiera el sol, si aún no había sabido nada de él, saldría a investigar.</p> <p>Cuando Nathan se despertó a las seis, yo ya estaba vestida y andando de un lado a otro esperando a estar absolutamente segura de que salir no era peligroso.</p> <p>—Temes que Dahlia lo haya cambiado —me dijo Nathan mirándome por encima de su taza del desayuno.</p> <p>Sabía que lo había captado mediante el lazo de sangre.</p> <p>—Ha dicho que no quiere volver a ser un vampiro y tiene una buena razón para ello. Pero sucede algo y no puedo evitar sacar conclusiones.</p> <p>—Puede que no —Nathan dejó a un lado su taza y se puso detrás de mí mientras volvía a marcar el número. Sus grandes y fuertes manos masajeaban mis hombros mientras yo escuchaba el insistente tono que me indicaba que la línea estaba ocupada.</p> <p>—Tal vez está con alguna novia… o algún novio… humano. O haciendo la compra, o almorzando, o haciendo un millón de cosas de las que hacen los humanos todos los días. Las recuerdas, ¿verdad? —remarcó su pregunta con un beso en mi cuello y después añadió con tono alegre—: A lo mejor lo han arrestado.</p> <p>Sabía que Nathan sólo pretendía ayudar, pero no podía evitar la sensación de que algo iba muy, muy, mal. Le aparté las manos y miré entre las persianas. El sol estaba poniéndose.</p> <p>—Algo va mal. Cuando estuvo en el desierto, a veces podía sentirlo. No sé cómo funciona ni por qué, pero tengo esta… No es el lazo de sangre, es una intuición. Sigo conectada a él y sé que algo no va bien.</p> <p>—¿Quieres que vaya contigo? —el tono de Nathan ya no sonaba divertido.</p> <p>—Deberías quedarte aquí por si llama. Además, si ha sucedido algo, si ha cambiado… No creo que me haga daño, pero a ti sí te lo haría.</p> <p>Llamé dos veces más antes de darme cuenta de que tendría que ir a su casa. Le di un beso a Nathan, me guardé la estaca que me dio «por si acaso», y salí por la puerta con una sudadera de capucha para protegerme de los últimos rayos de sol que doraban las nubes.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Cyrus no respondió cuando llamé al timbre de la puerta trasera, pero se veía luz a través de una de las ventanas del sótano. Forcé la puerta… algo que ni siquiera habría sido difícil para alguien que no tuviera la fuerza de un vampiro, y bajé las escaleras corriendo.</p> <p>Lo que vi al final de las escaleras me hizo detenerme en seco. La puerta del apartamento de Cyrus estaba abierta.</p> <p>Me tragué el miedo y di un paso al frente antes de llamar tímidamente. La puerta se abrió un poco más y grité con voz temblorosa:</p> <p>—¿Hay alguien?</p> <p>No hubo respuesta. Empujé la puerta, se abrió más. Por lo menos no había un cuerpo bloqueándola. La luz del baño estaba encendida e iluminaba una parte de la habitación principal. Los armarios de la pared de enfrente estaban abiertos y sus estantes vacíos. Los platos y la comida no perecedera estaban tirados por el suelo. Habían quitado los cojines del sofá. De alguna parte se oyó un pitido seguido de una voz que decía:</p> <p>—Si quiere realizar una llamada, por favor cuelgue y vuelva a marcar.</p> <p>Vi el cordón del teléfono asomando por debajo de uno de los cojines del sofá cama. Lo agarré hasta llegar al teléfono y al contestador roto. «Mi mensaje».</p> <p>Se me hizo un nudo en la garganta cuando mi cerebro reconstruyó los hechos de que debían de haber provocado la destrucción que me rodeaba. Dahlia habría oído el mensaje y llevada por la ira habría destrozado el apartamento. ¿Pero se había llevado a Cyrus con ella? ¿Había llegado él al hospital tambaleándose o había llamado a la policía?</p> <p>No. Yo habría oído las sirenas. Caminé de un lado a otro mientras respiraba profundamente y esperaba que mi sangre dejara de aporrear mis oídos, y entonces capté el cálido aroma de la sangre. Tal vez había dejado un rastro. Si era lo suficientemente fresca, podría seguirlo.</p> <p>A dos pasos de la puerta, recordé que no había mirado en el baño.</p> <p>El suelo de baldosas estaba cubierto de sangre y unas marcas de manos ensangrentadas manchaban las paredes. Era como el escenario de una película de miedo y, ahí, tirado en mitad del suelo, estaba Cyrus.</p> <p>—¡No!</p> <p>Me arrodillé a su lado en lo que me pareció demasiada sangre para que el humano que la hubiera perdido siguiera vivo. Mi cerebro volvió a la noche en que lo vi por primera vez en una situación mucho más sangrienta que ésa, pero por entonces era un vampiro. Le tomé el pulso, aunque pensaba que sería inútil; debía de llevar allí todo el día. Sin embargo, por increíble que pareciera, estaba vivo.</p> <p>Abrió los ojos lentamente.</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>Le puse una mano sobre el pecho.</p> <p>—Estoy aquí.</p> <p>Cuando aparté la mano, tenía los dedos llenos de sangre. Una docena de cortes profundos le cubrían los brazos, llegando hasta el hueso en algunos puntos. Tres largos cortes le recorrían el pecho.</p> <p>—Creía que… —le costaba respirar y se estremeció cuando, al hacerlo, las heridas de su pecho se separaban—. Creía que eras… Ratón.</p> <p>Mi visión se llenó de lágrimas.</p> <p>—No. No, tardarás en verla.</p> <p>—No me… mientas, Carrie —de la boca le salían burbujas rojas—. Dahlia lo sabe. Todo.</p> <p>—Lo siento mucho —le aparté el pelo de la frente, sin saber si estaba siendo lo suficientemente delicada.</p> <p>En la facultad de Medicina nos enseñaban a reconfortar a los moribundos, pero por alguna razón ese detalle siempre se nos escapaba mientras memorizábamos grupos de músculos y diseccionábamos cadáveres.</p> <p>Moribundo. Cyrus estaba muriendo. En ese mismo momento, mientras lo acariciaba, iba yéndose a cada segundo que pasaba. Y no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo.</p> <p>—Tenía que… decirte… que sé dónde está.</p> <p>Tosió y más sangre salió de sus labios. Me sorprendía que aún le quedara algo.</p> <p>Ya no podía hablar más. Aunque seguía respirando, los ojos se le pusieron en blanco.</p> <p>Estaba sola con un humano agonizante en un lugar que desconocía. Necesitaba a Nathan. Desesperadamente. Me arrastré hasta el teléfono en la otra habitación y las manos me temblaron mientras marcaba los números.</p> <p>Nathan contestó al primer tono.</p> <p>—Carrie, ¿qué pasa?</p> <p>Una oleada de calma llegó hasta mí mediante el lazo de sangre. Había sentido mi pesar y mi dolor, pero había esperado a que yo le pidiera ayuda.</p> <p>—Está muerto. O casi —se me saltaron las lágrimas y apenas podía hablar, aunque no me molesté en ocultarlo—. Oh, Dios, Nathan, ¡va a morir!</p> <p>—¿Qué ha pasado? ¿Puedes hacer algo por él? —la sinceridad con que me habló me produjo más lágrimas—. ¿Te llevo el botiquín?</p> <p>Cerré los ojos.</p> <p>—No se puede hacer nada.</p> <p>«A menos que…».</p> <p>—Olvídalo, olvida que he pensado eso.</p> <p>—Carrie… —la voz de Nathan contenía un tono de súplica.</p> <p>—Sabe algo. Sabe dónde está el Devorador de Almas, pero no ha podido decírmelo.</p> <p>—Podemos descubrirlo de otro modo…</p> <p>—¡Va a morir! —agarré el teléfono con tanta fuerza que el plástico crujió.</p> <p>El silencio me pareció interminable y tal vez esa conversación estaba siendo inútil, porque Cyrus podía estar muerto.</p> <p>—Estaré allí en un minuto. ¡Por favor no hagas nada hasta que llegue!</p> <p>Pero ya era demasiado tarde.</p> <p>—Lo siento, Nathan.</p> <p>Colgué el teléfono con manos temblorosas y me levanté despacio. Cada paso que daba hacia el cuarto de baño parecía requerir más esfuerzo que el anterior, como si estuviera adentrándome en unas aguas cada vez más profundas. Cuando por fin llegué al lado de Cyrus, supe que no podía vacilar. Estaba tan cerca de la muerte que podía sentir la presencia del ángel en la habitación con nosotros.</p> <p>—Siento hacerte volver con las manos vacías —murmuré mientras le subía las mangas. Había una taza con un cepillo de dientes y una cuchilla en el lavabo.</p> <p>Me temblaban tanto las manos que se me cayó al suelo cuando la agarré.</p> <p>El ruido despertó a Cyrus por un momento. Sus ojos me buscaron y su boca se movió cuando comprendió lo que iba a pasar.</p> <p>Logró pronunciar una palabra:</p> <p>—No.</p> <p>Deslicé la cuchilla por mi muñeca. El dolor me sorprendió. En las películas nunca parece que duela. La sangre comenzó a brotar de mis venas rasgadas.</p> <p>Él logró reunir la fuerza suficiente para incorporarse y apartarse. Apretó la boca y tuve que tirar de su mandíbula con la mano que me quedaba libre.</p> <p>—No —me suplicó mientras intentaba escupir la sangre que ya había caído en sus labios—. Esto no…</p> <p>No podía soportar oírlo, oírle decir que preferiría morir antes que permitirme salvarlo. Lo agarré por el hombro para sujetarlo contra el suelo y presioné mi muñeca rajada contra su boca para acallar sus protestas.</p> <p>Dejó de forcejear y, aunque no tragó la sangre de propia voluntad, no importó, porque lo único que hacía falta era que ingiriera un poco.</p> <p>El proceso no pareció funcionar. Yo nunca había convertido a nadie, así que no sabía exactamente lo que tenía que estar sintiendo. No se estaba formando ningún lazo de sangre, nada que yo pudiera notar. Lo único que sentía era cierto mareo por mi falta de sangre, y Cyrus parecía irse. Su pecho había dejado de moverse. Su rostro se volvió azul.</p> <p>¿Qué error había cometido? Mi sangre debería haberlo convertido en vampiro, igual que él había hecho conmigo cuando habíamos intercambiado nuestra sangre en la morgue.</p> <p>«¿Intercambiado? Carrie, ¿cómo has podido ser tan estúpida?».</p> <p>Tenía que beber su sangre… si es que le quedaba algo… para completar el proceso. Esperaba que el orden no importara. Presioné los labios contra una de las heridas de su pecho y deslicé la lengua suavemente sobre el músculo ahí expuesto.</p> <p>Cuando me convirtió, habíamos intercambiado tan poca sangre que yo apenas me había dado cuenta, de modo que ahora unas cuantas gotas también tenían que funcionar. Succioné la herida.</p> <p>El cambio fue inmediato, desagradable y violento. El cuerpo de Cyrus dio una sacudida contra el suelo y un fuerte dolor me atravesó el pecho, la cabeza y el corazón. Creo que grité. Una luz blanca resplandeció detrás de mis ojos y caí sobre el cuerpo de Cyrus, muerto y curiosamente vivo.</p> <p>Un canal distinto, pero familiar, se abrió en mi cabeza. Era Cyrus y estaba lleno de odio, incluso mientras vagaba entre los mundos de los muertos y de los vivos.</p> <p>Era mi Iniciado.</p> <p>Y yo era su Creadora.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 11</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Sólo los tontos se precipitan</p> </h3> <p>Por mucho que Max odiara estar encerrado en el motel Prancing Pony, se sentía aliviado de que, por el momento, Oráculo no se hubiera metido con Bella.</p> <p>Es más, Bella parecía estar disfrutando de su cautiverio.</p> <p>Durante el día dormía a su lado, excepto por las pocas veces que había salido para comprar comida en la gasolinera que había al otro lado de la carretera. Por la noche, casi obtenía placer ocupándose de él, colocándole almohadas debajo de su rodilla lesionada y calentando bolsas de sangre en el agua caliente del lavabo.</p> <p>—Creo que la dieta a base de bollitos de nata y patatas fritas encaja contigo —dijo él con una carcajada cuando Bella le llevó el desayuno la tercera noche.</p> <p>Le sonrió y lo ayudó a incorporarse a la vez que le colocaba las almohadas detrás de la espalda.</p> <p>—Tal vez. Tal vez no soy más que una buena persona aunque tú nunca me hayas considerado como tal.</p> <p>—Tú no eres una buena persona.</p> <p>Ella le dio una palmada en la rodilla y Max gritó.</p> <p>—Nada buena —gruñó, quitándole de las manos la bolsa de san</p> <p>gre y abriéndola con la boca.</p> <p>Dio unos cuantos tragos largos y bajó la bolsa, con cuidado de no manchar nada. Al personal de los moteles, por muy de baja categoría que fueran, no les gustaba ver sangre en sus camas.</p> <p>Y, por cierto, Bella no tenía por qué mirarlo con esa cara de asco cuando estaba comiendo.</p> <p>—Bueno, ¿qué ha pasado últimamente? ¿Por qué estás tan… contenta? —se colocó la pierna. Estaría curada en un día o dos más, pero tenía pensado fingir que seguía lesionado todo el tiempo que pudiera hasta que descubriera qué hacer con Oráculo. Durante el tiempo que había perdido hasta el momento, había consultado un atlas y había encontrado una ciudad llamada Danvers justo al norte de Boston. Junto a Salem, ¡qué bien!, y estaba seguro de que no era una coincidencia. Pensar en toparse con una horda de brujas como Dahlia hizo que todo su cuerpo se tensara, pero no podía decir que Bella y él estuvieran indefensos. Cuando no estaba vomitando, tenía algunos poderes mágicos bastante poderosos.</p> <p>Ignorando que Max acababa de incluirla como parte de su arsenal, Bella se recostó en la cama a su lado.</p> <p>—Estoy contenta de estar pasando lo que podrían ser nuestros últimos días haciendo algo útil.</p> <p>Max tardó un momento en asimilar esas palabras y, cuando lo hizo, tuvo que contener las ganas de echarla de la cama.</p> <p>—Vaya, qué bien.</p> <p>Si hubiera podido levantarse y alejarse de ella, lo habría hecho, pero si lo hiciera sería evidente que podía conducir el coche y, en ese caso, ella habría hecho que se pusiera en carretera en menos de una hora.</p> <p>Bella se incorporó y lo miró dolida.</p> <p>—No lo entiendo. ¿Por qué estás enfadado?</p> <p>—¡Porque no dejas de hablar de la muerte! —golpeó el colchón con los puños—. No vas a morir.</p> <p>—Eso no lo sabes —insistió ella—. Ninguno sabemos cuándo la muerte vendrá a por nosotros.</p> <p>—¡No sabes una mierda! Y si crees que vas a morir, entonces es que no me conoces.</p> <p>—Tú no puedes evitar nada —le puso una mano sobre el brazo—. Evitarlo podría estar fuera de tu alcance.</p> <p>—¿Te ha dicho esto Oráculo? Porque podría estar intentando engañarte.</p> <p>¿Cómo podía Bella creerse todo lo que esa zorra loca le metía en la cabeza?</p> <p>—Le he tenido miedo desde el primer día que la vi, el día en que entré en el Movimiento —soltó una suave carcajada—. No es raro que acabe matándome. O a ti.</p> <p>Se arrodilló a su lado y con ternura le puso las manos sobre la cara, girándole la cabeza para poder mirarlo a los ojos. Él no se resistió.</p> <p>—No estoy mintiendo, pero me mostró algo —una lágrima se deslizó por la mejilla de Bella—. Hace mucho tiempo, cuando la vi por primera vez. Me mostró que te encontraría.</p> <p>¡Al diablo la rodilla lesionada!</p> <p>Max tomó a Bella en sus brazos y la besó, como si la intensidad de ese beso pudiera mantenerla a salvo de su propia mortalidad.</p> <p>—Creí que te dolía —le susurró ella contra la mejilla mientras él le besaba el cuello.</p> <p>Max sonrió y le acarició la oreja con sus labios.</p> <p>—No tanto como te he hecho creer.</p> <p>Volvió a besarla, pero en ese momento Bella giró la cabeza.</p> <p>—¿Qué pasa? —preguntó él, aunque ya lo sabía.</p> <p>—¿Por qué has mentido?</p> <p>Max gruñó y se dejó caer sobre la cama.</p> <p>—No he mentido. De verdad que me duele, pero no tanto.</p> <p>—Has fingido estar más dolorido de lo que estás en realidad. Eso es una mentira —le dijo Bella con tono acusatorio.</p> <p>—No, no lo es —¿cómo podía explicárselo?—. Es sólo que no quería continuar con este viaje hasta no tener información más concreta. No quiero lanzarnos precipitadamente y acabar metidos en algo malo.</p> <p>Ella sacudió la cabeza.</p> <p>—No tenemos que lanzarnos precipitadamente. Sólo tenemos que llegar hasta allí. Es un viaje largo. ¿Cómo puedes malgastar tanto nuestro tiempo?</p> <p>—No estoy malgastando nuestro tiempo, ¡estoy protegiendo tu vida!</p> <p>Si Bella no iba a dejarle protegerla de Oráculo, entonces tampoco la protegería de la verdad.</p> <p>—Me dijo a través de ti que cuanto más nos acercáramos, más poder tendría sobre nosotros.</p> <p>—¡Lo sé! —se incorporó y gritó unas cuantas palabras en italiano—. Seguro que crees que soy una niña, Max.</p> <p>Rara vez pronunciaba su nombre, o por lo menos, no delante de él.</p> <p>Max se cubrió la cara con las manos.</p> <p>—Bella, escúchame. Le tienes miedo a Oráculo. Tú misma has admitido que es un peligro para nosotros.</p> <p>Bella asintió.</p> <p>—Tal vez, sólo tal vez, si no la encontráramos, no moriríamos. Podemos meternos en el coche y conducir. No importa donde vayamos, con tal de que nos alejemos de ella.</p> <p>Bella agarró a Max de los brazos y le apartó las manos de la cara.</p> <p>—¿Y qué me dices de Nathan y Carrie? Dependen de nosotros para que los ayudemos.</p> <p>—Podemos tirar el teléfono móvil y olvidarnos de ellos.</p> <p>Max no sabía qué le impactó más, si el hecho de estar sugiriendo abandonar a sus amigos, y al mundo, a la merced de Oráculo y del Devorador de Almas, o la desesperación necesaria para hablar de ello.</p> <p>—Podemos olvidarlo todo, nadie nos encontrará nunca.</p> <p>—No —Bella se llevó las manos de Max a la boca y las besó—. Siempre estaríamos huyendo de nuestros pasados.</p> <p>—No pienso llevarte hasta ella. No, si sientes tanto pavor. No, si estás segura de que vas a morir. Eso nunca va a pasar.</p> <p>—Si no me llevas tú, ¡encontraré un modo de hacerlo sola! —con los ojos cerrados en un claro intento de calmarse, Bella preguntó—: ¿Por qué te molesta tanto esto? Antes querías matarme.</p> <p>—Bueno, las cosas han cambiado —preferiría arrancarse la lengua antes que confesarle lo que sentía por ella, pero no quería que muriera. Sin embargo, tenía que encontrar un modo de hacerla entrar en razón.</p> <p>Cerró los ojos y comenzó a decir:</p> <p>—Bella, yo…</p> <p>—Te quiero —le dijo ella como si no pudiera creer las palabras que acababa de pronunciar o quisiera retirarlas.</p> <p>Cuando Max abrió los ojos, la vio como nunca antes la había visto: asustada, aunque no de un enemigo ni de una fuerza invisible, sino de sus propios actos. Aterrorizada ante la posibilidad de que la rechazara. Avergonzada por haber mostrado unos sentimientos humanos.</p> <p>Max sintió tanta presión en el pecho que se preguntó si era posible que los vampiros sufrieran infartos. No sabía qué decir, no tenía palabras. ¿Qué podía decir cuando estaba frente a un reflejo de sí mismo?</p> <p>Tomando su silencio como una respuesta, Bella bajó la mirada y dijo:</p> <p>—Ahora vas a burlarte de mí.</p> <p>—No. Al menos, no por esto.</p> <p>Al no haber estado nunca enamorado, Max se veía en territorio desconocido. No era justo que tuviera que sentirse tan vulnerable.</p> <p>—Si yo te hubiera dicho lo que tú acabas de decirme, ¿te habrías reído de mí?</p> <p>Ella enarcó una ceja y puso gesto de mofa, aunque al instante se mostró seria.</p> <p>—Si me lo hubieras dicho tú a mí, habría sido diferente porque yo habría querido oírlo.</p> <p>—Yo quería oírlo, pero algo me dice que nunca lo creerías.</p> <p>—¿Por qué? —se rió con amargura—. Querías que creyera que no amas a nadie, que te dejas llevar por encuentros sexuales insignificantes, y me parecía bien cuando eso era lo único que quería de ti. Pero tú querías más de mí que eso y no te lo di. Y ahora me rechazas como castigo.</p> <p>—Yo no quería más —insistió—. Quiero decir… todo eso del sexo lo hacía porque una vez quise a alguien. Pero él murió. Y no, no se trataba de una relación homosexual. Era mi Creador. Sé que crees que todo lo que tiene que ver con los vampiros es asqueroso y sé que no te lo vas a creer, pero el lazo de sangre… te hace algo. Y cuando mi Creador murió… me era más fácil pensar que no estaba solo si volvía a casa con una mujer distinta cada noche. Después llegaste tú y cuando intenté tener sexo contigo de un modo que no significara nada para mí, no funcionó.</p> <p>Bajó las piernas de la cama.</p> <p>—Será mejor que deje de hablar. Estoy estropeándolo más.</p> <p>—No estás estropeando nada. Max, tenemos que hablar de esto o no seremos felices.</p> <p>—De todos modos, no seremos felices. Vamos a morir, ¿lo recuerdas? Dios, voy a enamorarme de ti y algo horrible va a suceder.</p> <p>Ella le echó los brazos sobre los hombros y apoyó la mejilla contra la suya.</p> <p>—No pensemos en ello ahora.</p> <p>—Yo no quería que sucediera de este modo.</p> <p>—Tampoco es como yo quería que sucediera —respondió Bella con un susurro que le hizo cosquillas en la oreja.</p> <p>A Max se le secó la boca al pensar en las tres semanas que había pasado alejado de ella.</p> <p>—Hemos perdido mucho tiempo.</p> <p>—Entonces, no perdamos más —Bella hundió su cara contra su cuello y él sintió la ardiente humedad de sus lágrimas—. ¿Me quieres?</p> <p>—Qué pregunta tan estúpida. Claro que te quiero.</p> <p>—Entonces no perdamos más tiempo —repitió suavemente mientras se quitaba la camiseta.</p> <p>Si se hubiera apartado de ella, tal vez podría haber reconstruido su armadura. Tal vez podría haberse protegido un poco del dolor que le produciría su muerte.</p> <p>Pero no podía apartarse de ella, y tampoco se obligaría a hacerlo.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>No sé cuánto tiempo pasó entre el momento en que me desmayé en el baño de Cyrus hasta que desperté en la cama de Nathan, pero me sentía como si hubiera envejecido veinte años. Era como si me fuera a explotar la cabeza y parecía que la suave luz de la habitación me guardara rencor. Me dolían los músculos, como si hubiera hecho muchísimo ejercicio sin estirar lo apropiado. Gemí de dolor y sentí como si la garganta se me fuera a desgarrar y a sangrar de lo reseca que estaba.</p> <p>—Estás despierta, gracias a Dios.</p> <p>Era Nathan. Giré la cabeza e intenté mirarlo, pero la luz me cegó.</p> <p>—¿Dónde está Cyrus?</p> <p>Nathan me acariciaba el dorso de la mano.</p> <p>—Está en el sofá. Se despertó hace unas horas, pero sigue recuperándose de lo que Dahlia le ha hecho.</p> <p>—Ha sobrevivido —respiré hondo—. Bueno, al menos eso es algo.</p> <p>—¿Estás bien? —preguntó Nathan.</p> <p>«Tan patético como siempre».</p> <p>—No he sido yo.</p> <p>Fue la voz de Cyrus la que había hablado en mi cabeza criticando a Nathan.</p> <p>—¿Qué? —Nathan se sentó a mi lado en la cama.</p> <p>—Nada, nada.</p> <p>«Dile que puedes oírme. Eso lo matará».</p> <p>Me tapé los oídos.</p> <p>—¡Cállate!</p> <p>Con delicadeza, Nathan puso las manos sobre mis hombros, pero apenas lo sentí.</p> <p>—Cálmate. Es sólo el lazo de sangre. Respira hondo.</p> <p>¿Eso era el lazo de sangre? Ya tenía mucha experiencia como Iniciada y a pesar de ello, me impresionó la claridad con que recibía los pensamientos de Cyrus.</p> <p>—¿Es esto lo que sentiste cuando me creaste?</p> <p>Me forcé a abrir los ojos para poder ver a Nathan responder.</p> <p>Asintió.</p> <p>—Así fue como supe que habíamos creado un lazo de sangre. Por tu parloteo.</p> <p>—Yo no parloteo —le dije bruscamente mientras me echaba atrás el pelo.</p> <p>—Lo hiciste entonces —señaló a la mesilla de noche, donde había vivido su pez antes de morir de viejo—. Y mucho de ello trató sobre la capacidad de memoria del pececillo.</p> <p>—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente esta vez?</p> <p>—Probablemente no tanto como crees. Unas doce horas, y no has estado inconsciente del todo. Cuando te he encontrado, he podido llevarte caminando hasta la furgoneta. Él no ha tenido tanta suerte —apartó la mirada—. ¿Por qué lo has hecho?</p> <p>—Tenía que hacerlo —apreté los puños. Nathan me había salvado en el callejón cuando yo había estado herida y sin esperanzas de sobrevivir, y sin embargo ahora no comprendía esto. Si se hubiera tratado de otra persona que no fuera Cyrus, seguro que lo habría entendido—. Tiene información sobre el Devorador de Almas.</p> <p>Nathan se encogió de hombros.</p> <p>—Podríamos haberlo encontrado solos, así que ¿por qué?</p> <p>«Dile por qué».</p> <p>—No —me llevé las manos a la cabeza.</p> <p>«Dile que te supliqué que no lo hicieras. Dile que me has creado cuando estaba cerca de la muerte y eso casi te estaba matando. Dile que preferirías tenerme a mí antes que a él».</p> <p>—Es el mismo. Es exactamente el mismo —dije mirando a Nathan totalmente desesperanzada.</p> <p>Él se levantó con fría determinación.</p> <p>—Todo esto es surrealista, Carrie. Pero es lo suficientemente real como para no mostrarme comprensivo con tus malas elecciones.</p> <p>Nathan salió de la habitación y me levanté para seguirlo, pero no pude encontrar la puerta. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba soñando. Fui tambaleándome y me caí. Me golpeé la cabeza contra el suelo y mi rostro se quebró como el cristal.</p> <p>Entonces me desperté.</p> <p>Me toqué la cara. Seguía allí, aunque estaba sola. Salí de la cama, pero todos mis músculos protestaron ante el esfuerzo y tuve que sujetarme a la cómoda.</p> <p>—Te he hecho las maletas —Nathan estaba en la puerta. Tenía la ropa arrugada y unas sombras oscuras alrededor de los ojos.</p> <p>—¿Por qué estabas en mi sueño? —le pregunté, odiando el temblor de mi voz.</p> <p>—Ahí podía hablarte sin… Bueno, era más seguro. Soy tu Creador y tengo el deber de ayudarte cuando lo necesitas. Y vas a necesitarlo. Pero no confiaba en mí mismo. Estoy demasiado furioso.</p> <p>Se me hizo un nudo en la garganta. Había muchas cosas que quería decir, pero no serviría de nada. Debería haber sabido que Nathan no lo aceptaría. Cyrus había sido un monstruo y había sido tan cruel con Nathan que ni siquiera él sabía hasta qué punto.</p> <p>Pero yo amaba a Nathan y las cosas entre nosotros habían mejorado mucho.</p> <p>—Lo has estropeado todo, Carrie.</p> <p>Me leyó los pensamientos con la misma facilidad con que yo había oído a Cyrus en mi sueño.</p> <p>Señaló hacia el pasillo.</p> <p>—Cuando estés preparada, está ahí.</p> <p>Miré hacia mi antiguo dormitorio.</p> <p>—¿Está despierto?</p> <p>—Lleva un rato despierto. Lo tengo atado. Ha estado fuera de control.</p> <p>—Gracias.</p> <p>Di unos pasos obligándome a ignorar el temblor de mis extremidades. Tenía la ropa llena de sangre seca y sabía que Nathan estaba justo detrás de mí. Tomé la decisión de no reaccionar cuando viera a Cyrus, pero esa decisión salió volando por la ventana en el mismo momento en que entré en mi dormitorio.</p> <p>En algún momento durante la noche, Nathan había subido la cama del sótano y en ella yacía Cyrus, totalmente despierto, atado como si fuera Hannibal Lecter. Solo le faltaba el bozal.</p> <p>Miré a Nathan con consternación antes de correr al lado de mi Iniciado.</p> <p>Había oído que las madres primerizas, después de soportar el prolongado dolor del parto, se sentían extrañas cuando las separaban de sus hijos y ahora, mientras estaba arrodillada al lado de Cyrus, las comprendía por completo. Todo lo que había conocido de Cyrus, John Doe, mi Creador, un humano herido y apenado, se desvaneció. Y aunque el lazo de sangre nos conectaba, era un extraño. Cuando sus ojos azules me recorrieron, temblé.</p> <p>—¿Por qué?</p> <p>En lugar de responder a la acusación de Cyrus, me giré hacia a Nathan para acusarlo yo de otra cosa.</p> <p>—¿No le has dado de comer?</p> <p>—Tienes suerte de que no lo haya atravesado con una estaca.</p> <p>—Es verdad —dijo Cyrus con una voz que me resultó escalofriantemente familiar por un lado y repulsivamente extraña por el otro—. Se ha quedado en la puerta veinte minutos intentando controlarse.</p> <p>«Es el mismo. Es exactamente el mismo». Mis pensamientos se mofaban de mí con la realidad de la situación.</p> <p>—¿Qué esperabas, Carrie? —me preguntó Nathan—. Le traeré un poco de sangre. Mantente alejada de él, por si se suelta.</p> <p>Pero su advertencia me pareció innecesaria, ya que Cyrus no se resistía y estaba perfectamente quieto lanzándome una mirada acusatoria.</p> <p>—Escucha, Cyrus, yo…</p> <p>—Ahórrame tus disculpas —dijo con una voz carente de emoción.</p> <p>Impactada y dolida, me sequé unas inesperadas lágrimas.</p> <p>—Si no lo hubiera hecho, habrías muerto.</p> <p>—Eso se me ha pasado por la cabeza, sí —miró al techo—. Si hubiera muerto, podría haber vuelto a estar con ella. Creo que he intentado decírtelo. Es más, recuerdo haber intentado resistirme.</p> <p>—He tenido que hacerlo, aunque no por mí. Tú eres el único que puede decirnos dónde está tu padre —pero sonó como una excusa pobre. ¿Era ésa realmente la razón por la que lo había obligado a tragar mi sangre?</p> <p>—Un burdel en Nevada. Y ahora devuélveme mi yo mortal —gritó enseñándome los colmillos.</p> <p>Nunca antes le había tenido miedo a Cyrus. Cuando había sido mi Creador, había temido mis reacciones ante él y lo que podría obligarme a hacer mediante manipulaciones, pero nunca había pensado que me hiciera daño físicamente. Ahora era diferente. Ese Cyrus me destruiría directamente.</p> <p>—Sabes que no puedo hacerlo —susurré.</p> <p>Avancé hacia la cama movida por un extraño instinto de estar cerca de él.</p> <p>—Apártate de él.</p> <p>Ante la advertencia de Nathan, me giré. Y ese instante fue suficiente para que Cyrus se liberara de sus ataduras y, con la fuerza de un vampiro y la rabia que lo invadía, me agarró por el cuello con un brazo. Con el otro me sujetaba la frente. Intentó romperme el cuello.</p> <p>Sin embargo, Nathan no le dejó llegar tan lejos. Primero lanzó una estaca que se clavó en la pared. A continuación, se sacó otra del bolsillo trasero y la arrojó. Ésa dio a Cyrus en el brazo, y con un desagradable crujido le separó los huesos haciendo que me soltara mientras gritaba.</p> <p>Caí al suelo y Nathan sujetó a Cyrus contra la cama, poniéndole una rodilla en el pecho.</p> <p>—¿Como en los viejos tiempos, Nolen? —preguntó Cyrus entre risas—. Recuerdo que te gustaba el juego duro.</p> <p>Cerré los ojos con fuerza. Oí un golpe y Cyrus se quedó en silencio.</p> <p>Nathan se levantó y se puso a mi lado.</p> <p>—¿Por qué lo has hecho?</p> <p>—No podía dejarlo morir. Yo aún…</p> <p>Nathan se quedó en silencio un momento y cuando volvió a hablar, deseé no haberlo oído.</p> <p>—Márchate.</p> <p>—¿Qué?</p> <p>Me invadió un fuerte dolor, pero ¿qué me había esperado? ¿Que recibiría a Cyrus en casa con los brazos abiertos?</p> <p>—No tengo donde ir y lo sabes.</p> <p>—Y tú también lo sabías antes de convertirlo —se dio la vuelta y sentí que el lazo de sangre que existía entre los dos se cerraba.</p> <p>Probé una nueva táctica.</p> <p>—Si nos marchamos, ¿adónde crees que irá? Acabará con su padre otra vez. Y puede que yo también.</p> <p>Nathan pareció pensar en ello un momento. Por mucho que intentara bloquearlo, sentí su pánico y su deseo primario de protegerme, a mí, a su Iniciada, a su medio novia. Después de un largo momento, suspiró y señaló la estaca que salía del brazo de Cyrus.</p> <p>—Tráeme el botiquín. Está en el salón.</p> <p>Sin duda, no fue la reacción que me esperaba de él. Fui tambaleándome y agarré la pesada caja roja que contenía nuestros suministros médicos.</p> <p>Cuando se lo llevé a Nathan, ni se molestó en darme las gracias. Se centró únicamente en Cyrus, que se retorcía de dolor en la cama a la vez que iba recobrando el conocimiento.</p> <p>—Te pondrás bien. Espera un minuto y nos ocuparemos del dolor.</p> <p>Mirándome con gesto de preocupación, Nathan llenó una jeringa con anestesia local.</p> <p>—Necesitará puntos. ¿Puedes hacerlo?</p> <p>Furiosa, me crucé de brazos.</p> <p>—¿Tienes un porta agujas?</p> <p>Nathan miró dentro del botiquín y sacó el brillante instrumento con aspecto de tijeras.</p> <p>—¿Esto?</p> <p>—Sí. Tengo que ir a lavarme las manos —cuando él volteó los ojos, alcé los brazos enfadada—. ¡Es una costumbre! Mis padres no se gastaron gran parte de sus ahorros mandándome a la facultad de Medicina para que luego a mí se me olvidaran unas simples precauciones sanitarias.</p> <p>Por otro lado, pensé que eso también me daría un momento para aclarar mi cabeza.</p> <p>Amaba a Nathan y, a pesar de que me había esperado que el trato con él fuera difícil dada la situación, tenía la esperanza de que no destruyera cualquier posibilidad que tuviéramos de estar juntos.</p> <p>No podía terminar así. No por esa razón.</p> <p>Aunque… ¿de verdad me importaba? Tenía a Cyrus.</p> <p>«Lo sabía».</p> <p>Con firmeza, aparté ese pensamiento de mi cabeza, los míos y los suyos. No tenía a Cyrus. Él era mi Iniciado y yo tenía un deber para con él, eso era todo. Aunque no estaba del todo segura de qué se suponía que tenía que hacer un Creador. Cyrus me había manipulado y torturado y Nathan me había dado un lugar donde vivir y protección ante los numerosos peligros de la vida de los no muertos. Me parecía que tenía que hacer esto último, no lo primero.</p> <p>Al mismo tiempo, comprendía el seductor poder que poseía. Cyrus había abusado del lazo de sangre y ahora yo tenía la oportunidad de obtener la más dulce de las venganzas… de hacerle probar un poco de lo que él me había hecho a mí. Y también entendía por qué lo había hecho. Porque pudo. Porque tenía esa capacidad.</p> <p>Me sequé las manos y volví.</p> <p>Nathan estaba esperando en silencio junto a la puerta. Cyrus yacía sobre la cama, y al parecer, nada preocupado por el hecho de que estuviera desangrándose. Ignoré la oscura mirada de Nathan para ponerme manos a la obra y, por curioso que pueda parecer, mientras lo hacía, los sentimientos de rabia y furia de Nathan cesaron para dar paso a… ¿lástima?</p> <p>«¿Te compadeces de él? ¿Ahora yo soy la mezquina Creadora y tú te has puesto de su lado?».</p> <p>Contuve el resentimiento que sentía para evitar que fluyera por el lazo de sangre.</p> <p>«Yo no estoy de su parte. No hay ninguna parte».</p> <p>Miré a Nathan, que entró en la habitación con los brazos cruzados mientras me veía curar las heridas de Cyrus.</p> <p>«Actúas como si estuvieras más preocupado por él que yo».</p> <p>«Ahora mismo, centrarme en él es lo único que está evitando que me largue de aquí».</p> <p>Nathan me dio una toalla limpia para poder limpiar algo de la sangre.</p> <p>«Deberías odiarlo».</p> <p>«Sé por lo que está pasando».</p> <p>No necesité preguntarle a Nathan a qué se refería. Él se había convertido en vampiro en contra de su voluntad, al igual que yo había convertido a Cyrus en contra de su voluntad. Me miró antes de irse a su dormitorio.</p> <p>Terminé mi trabajo rodeada por un silencio sepulcral. De vez en cuando, miraba a Cyrus y me lo encontraba observando con macabra satisfacción cómo la aguja se deslizaba a través de su carne. Se me puso la piel de gallina. Había visto esa expresión en él antes. En sus días de vampiro, cuando el dolor, independientemente de quien lo estuviera padeciendo, le daba una satisfacción que no podía igualarse a nada en su vida. Evité volver a mirarlo.</p> <p>Cuando terminé con él, no me molesté en volver a atarlo. Estaba furioso, pero no era estúpido, y había sido vampiro el tiempo suficiente como para saber las limitaciones que tenía en ese momento. Los vampiros se curan, pero el proceso lleva tiempo. Esa noche no sería capaz de atacar con efectividad.</p> <p>Me lavé y fui al dormitorio de Nathan. Se encontraba tumbado en la cama con un libro entre las manos, aunque sus pensamientos estaban tan enmarañados que sabía que no podía estar leyendo.</p> <p>—¿No crees que es un poco pronto para irte a dormir? —intenté que mi tono sonara ligero, pero no lo logré.</p> <p>Me miró, no dijo nada, y bajó la mirada hacia el libro.</p> <p>No pude controlarme.</p> <p>—¡Sabe dónde está el Devorador de Almas! ¡Lo necesitamos!</p> <p>—¡Oh, vamos, Carrie! —furioso, Nathan tiró el libro, apartó las sábanas y bajó los pies de la cama—. ¡Podríamos haber encontrado al Devorador de Almas nosotros solos y lo sabes!</p> <p>—¡No, no lo sabía! —cerré la puerta de golpe y avancé hacia Nathan señalándolo con un dedo acusatorio—. No podemos utilizar tu lazo de sangre para encontrarlo, podría poseerte otra vez. Podría encontrarte y entonces estaría a un solo paso de completar su ritual. ¡Como de costumbre, yo he tenido que decidir entre hacer lo sencillo o hacer algo que iba a destrozarme la vida! ¡Todo siempre se reduce a eso, y no es justo! Pero así son las cosas.</p> <p>Con impactante velocidad, Nathan me agarró la muñeca.</p> <p>—Lo que no es justo es tener durmiendo en tu casa al tipo que te sodomizó y te desangró mientras tu esposa yacía moribunda a escasos metros de ti.</p> <p>—Y hace sólo unos minutos te compadecías de él —me solté de él con un tirón—. ¡Suéltame!</p> <p>Nathan me lanzó una advertencia acompañada de su rostro de vampiro y me soltó el brazo. Yo me froté la muñeca mientras él caminaba hacia la puerta.</p> <p>—¿Adónde vas?</p> <p>—¡A la tienda! —me gritó.</p> <p>Miré el reloj. Sólo faltaban unas pocas horas para que saliera el sol.</p> <p>—¿Para qué?</p> <p>Desapareció de mi vista al final del pasillo y oí el tintineo de las llaves.</p> <p>—Para pasar el día.</p> <p>El portazo que dio le puso punto final a su frase.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Yo pasé el día en el dormitorio con la puerta cerrada, pero no fui capaz de dormir. Entre la furia que sentía hacia Nathan y el miedo a que Cyrus entrara y me atravesara con una estaca mientras dormía, vi la luz detrás de las persianas intensificarse y volverse cada vez más luminosa.</p> <p>En una ocasión, un golpe en la puerta me despertó de un ligero sueño. Me levanté gritando:</p> <p>—¿Nathan?</p> <p>Pero entonces me di cuenta de que no podría haber subido al apartamento sin exponerse plenamente a la luz del día.</p> <p>—No —la voz de Cyrus sonó extrañamente tímida—. ¿Estás bien?</p> <p>«Déjame entrar».</p> <p>—Puedo oír lo que piensas —le dije—. Lo sabes —estaba deseando abrirle la puerta, pero no sabía qué intenciones tendría.</p> <p>—Lo sé. Quiero estar a tu lado. Bueno, no importa.</p> <p>Una visión de los dos tumbados el uno junto al otro en la cama abrazándonos de un modo nada sexual me pasó por la mente. Me llevó un momento darme cuenta de que no lo había soñado, sino que era una imagen que había venido de él.</p> <p>Oí sus pisadas alejarse por el pasillo mientras yo estaba de pie con la mano apoyada contra la fría madera de la puerta y fingiendo que podía sentirlo al otro lado.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 12</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">De vuelta a la no normalidad</p> </h3> <p>Las noches que siguieron al renacimiento de Cyrus como vampiro fueron casi insoportables. Después de rechazarlo aquella única vez, se volvió más hosco y difícil de tratar. Cuando no estaba discutiendo conmigo, se aprovechaba del lazo de sangre y me enviaba visiones de los dos realizando morbosos actos. Los primeros días pude soportarlo, pero después se me hizo imposible.</p> <p>Nathan volvió al apartamento y no me engañé ni ilusioné diciéndome que lo hacía porque me hubiera perdonado. En el almacén de la tienda ya no había una cama, y seguro que el suelo no era demasiado cómodo. Apenas hablamos y, con la igualmente gélida actitud de Cyrus, el apartamento me resultó un lugar demasiado frío para estar allí.</p> <p>Eso sin mencionar el hecho de que después de incontables horas de búsqueda, no habíamos obtenido más información sobre el Devorador de Almas ni sobre lo que Oráculo tramaba. Había llamado al burdel donde se suponía que estaba alojado el Devorador de Almas… es decir, al único burdel donde tenía sentido que estuviera, y no me sorprendió demasiado descubrir que el teléfono de Marzo ya no existía y que su establecimiento había sido eliminado de la lista de los burdeles con licencia de Nevada.</p> <p>—No van a quedarse esperando a que alguien los encuentre —había dicho Cyrus—. A menos que quieras desperdiciar otra semana visitando el desierto. Y ni Nathan ni yo queríamos hacerlo. A pesar de no ponernos de acuerdo en muchas cosas, los dos sabíamos que el Devorador de Almas se movía demasiado como para ir tras él, y mucho más deprisa de lo que nosotros podíamos.</p> <p>Si el Devorador no quería que lo encontráramos, no lo encontraríamos. Y tenía la impresión de que cuando quisiera, él vendría hasta nosotros.</p> <p>—Me he quedado sin ideas —le dije a Nathan una mañana sentada a su lado en la cama. No habíamos hecho las paces después de nuestra pelea, pero estábamos ignorando educadamente la discusión. Sin embargo, me parecía que en cuanto venciéramos al Devorador de Almas, nos echaría a Cyrus y a mí a patadas.</p> <p>Nathan dejó el libro sobre su pecho y se frotó los ojos.</p> <p>—No te preocupes por eso ahora. Ha sido una noche larga.</p> <p>—Bueno, me preocupo por ello ya que tenemos un tiempo limitado antes de que Bella y Max encuentren a Oráculo.</p> <p>Max había llamado esa noche para ponernos al día de su situación. Llegarían a Danvers al amanecer, se instalarían en una base de operaciones y comenzarían a trabajar. Nathan estaba de acuerdo en que no pasaría mucho tiempo antes de que los secuaces de Oráculo los encontraran.</p> <p>Suspiró.</p> <p>—Soy consciente del problema del tiempo, pero ahora mismo no hay nada que podamos hacer al respecto.</p> <p>Con un gruñido de absoluto enfado, me di la vuelta para no tener que mirarlo y le pregunté:</p> <p>—¿Y qué pasa con Dahlia?</p> <p>—¿Qué pasa con ella? Te matará, y no queremos que esté cerca de Cyrus.</p> <p>«Deja de hablar de mí como si no estuviera justo al fondo del pasillo».</p> <p>Saqué los pensamientos de Cyrus de mi mente.</p> <p>—Lo sé. Tal vez podría entrar en la casa a la fuerza o algo así.</p> <p>Y a Cyrus le pregunté: «¿Tienes alguna idea?».</p> <p>«¿Qué me dices de Clarence?». La voz de Cyrus resonó por mi cabeza. «Te ayudó a traicionarme y sé que Dahlia le importa mucho menos. Por lo menos, así era cuando yo estaba allí».</p> <p>—Es buena idea —murmuré accidentalmente en voz alta.</p> <p>—¿Qué es buena idea?</p> <p>Nathan intentó sonar aburrido y nada interesado en mi comentario, pero aún nos unía el lazo de sangre. Sus celos y su enfado eran latentes desde que había convertido a Cyrus.</p> <p>—Nada.</p> <p>Cerró los ojos y frunció el ceño. Durante un segundo me esperé que explotara y Cyrus debió de captar mi temor porque una profunda vibración protectora retumbó por el lazo de sangre. Me impactó. Jamás pensé que llegaría a ver el día en el que a Cyrus le importara si yo vivía o moría.</p> <p>Pero Nathan no perdió el control. Abrió los ojos y me miró, me miró por primera vez en días.</p> <p>—Odio esto.</p> <p>Antes de poder preguntarle a qué se refería, siguió:</p> <p>—Odio que vuelva a estar en tu cabeza. En realidad antes no lo odiaba, pero ahora sí.</p> <p>Por alguna razón, lo que dijo me dolió.</p> <p>—¿No te importaba que fuera mi Creador cuando nos conocimos?</p> <p>Nathan se encogió de hombros.</p> <p>—No. Más bien fue una especie de alivio.</p> <p>—No para mí; por lo que recuerdo, amenazaste con matarme. ¿Por qué te importa ahora?</p> <p>—Porque ahora sé que siempre lo has amado.</p> <p>«¿Es eso verdad? ¿Me amas?».</p> <p>Ignoré a Cyrus por un momento.</p> <p>—¿Crees que lo preferí antes que a ti? ¿De eso trata todo esto?</p> <p>—¿De qué otra cosa podría tratar? —Nathan sonrió con tristeza—. No puedo ofrecerte una devoción inquebrantable. No puedo entregarte todo mi corazón. No después de esto. Pero tampoco quiero perderte.</p> <p>—Bueno, en realidad no puedes tenerme, ¿verdad? No puedes, si no estás dispuesto a darme algo a cambio —quería acariciarlo, tocarlo, porque eso siempre parecía mejorar las cosas. Pero sería una mentira—. No vas a perderme. Cyrus es… diferente ahora. No me necesita.</p> <p>«No estés tan segura…».</p> <p>—No, no me necesita —repetí, para mí, para él—. Creo que eso es lo que antes lo hacía tan atrayente. A pesar de toda la manipulación y la tortura, de verdad necesitaba a alguien que lo amara. Pero eso ya lo ha tenido y no querrá la clase de amor que yo puedo darle.</p> <p>«¿Y qué clase de amor es ésa?».</p> <p>—¿Qué clase de amor es ésa? —Nathan repitió la pregunta telepática de Cyrus.</p> <p>Me aseguré de dejar abierto mi vínculo con mi Iniciado cuando dije:</p> <p>—Una especie de falso amor. Compasivo.</p> <p>«Qué chica más dulce».</p> <p>Nathan sonrió.</p> <p>—La misma clase de amor que crees que yo estoy dándote.</p> <p>—Tal vez es lo que estás dándome —sugerí sin crueldad—. En cualquier caso, no me desea como me deseaba antes, así que no me perseguirá como antes.</p> <p>Y yo no me vería tentada como me había visto entonces porque no querría el amor de segunda mano que podía ofrecerme, si es que estaba dispuesto a ello.</p> <p>Yo no sería el segundo plato después de otro amor perdido.</p> <p>Nathan había oído mis pensamientos.</p> <p>—Entonces, ¿por qué quieres el mío?</p> <p>¿Por qué?</p> <p>Me había sentido atraída hacia Nathan desde la primera vez que lo había visto. Me había encaprichado con su devoción hacia su misteriosa esposa muerta y su hijo adoptado de manera extraoficial. Después, se había convertido en mi Creador y eso había generado otra clase de sentimiento. Pero ¿por qué lo amaba?</p> <p>Abrí la boca con cautela, al no estar segura de lo que saldría de ella.</p> <p>—Porque veo cómo amaste a Marianne, veo cómo Cyrus amó a Ratón y me pregunto… —mis inesperados sollozos interrumpieron mis palabras—. Me pregunto si alguien podría llegar a amarme así.</p> <p>Sin decir nada, me rodeó con sus brazos.</p> <p>No podía dejar de llorar. Toda mi frustración y todo mi dolor habían chocado contra la barrera que había alzado para protegerme, y ya no podía contenerlos más.</p> <p>«Alguien podría haberte amado así. Yo lo habría hecho si me hubieras dado la oportunidad». Los pensamientos de Cyrus me invadieron con un aluvión de imágenes, de momentos que nunca habían ocurrido entre los dos. Tumbada a su lado en su gran cama en la mansión, mis labios curvados en una sonrisa de satisfacción mientras me abrazaba. Cyrus observándome con orgullo mientras yo me movía por el salón de baile como la viva imagen de la belleza y la elegancia enfundada en un vestido de alta costura. El mismo vestido arrugado sobre el suelo mientras me metía en la cama con un joven desconocido y después la expresión de sus ojos muertos mientras me daba un festín con su cuello.</p> <p>Me incorporé entre arcadas.</p> <p>—Carrie, ¿qué pasa?</p> <p>Nathan pasó de reconfortarme a protegerme desesperadamente en un segundo.</p> <p>«Díselo, Carrie. Dile lo que pasa».</p> <p>Ríos de sangre corriendo de mi boca manchada de rojo y fluyendo por mi cuello, entre mis pechos. Las frías manos de Cyrus sobre mis hombros, su áspera lengua lamiéndome la sangre de mi piel.</p> <p>—¡No! —me agarré la cabeza, desesperada por detener esas visiones, pero aterrorizada de que Nathan pudiera adivinar la fuente del problema y hacerle daño a Cyrus.</p> <p>Sí que la adivinó, pero en lugar de ir al salón y hacer pedazos a Cyrus, me agarró por los hombros y me zarandeó con delicadeza.</p> <p>—Vamos, Carrie, puedes detenerlo. Tú tienes el control. Simplemente concéntrate y déjalo fuera.</p> <p>Tenía mucha experiencia bloqueando y abriendo el lazo de sangre entre Nathan y yo y resultó ser mucho más fácil desde el lado del Creador. Respiré hondo varias veces y mentalmente construí un muro de ladrillos. Nathan una vez me había sugerido una burbuja de luz blanca, pero yo prefería que mi visualización estuviera mejor fortificada. Me sentí aliviada cuando el aluvión de las odiosas imágenes de Cyrus se desvaneció hasta desaparecer por completo.</p> <p>—¿Qué te ha mostrado?</p> <p>El gesto de Nathan era de preocupación, el mismo que mostraba antes de dejarse llevar completamente por la rabia.</p> <p>De ningún modo admitiría delante de él lo que había sucedido, no cuando en el pasado había estado a punto de acabar con Cyrus.</p> <p>—Me ocuparé de ello mañana.</p> <p>Me miró.</p> <p>—¿Estás segura?</p> <p>—Sí. Tú sólo… abrázame.</p> <p>Nathan me acarició el pelo mientras nos acurrucábamos bajo las sábanas. No estaba segura de si pensaba que estaba dormida o no, pero después de un buen rato me besó la oreja y susurró:</p> <p>—Siento que hayamos discutido, cielo. Eso no significa que no tenga razón, pero siento que volvamos a estar en este punto.</p> <p>Me quedé dormida con una sonrisa agridulce en mi rostro y mi cabeza dichosamente llena de horrores.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Desperté al notar unas manos sobre mis pechos, mi estómago, colándose entre mis piernas. Sonreí contra los labios que presionaban los míos y me estiré lentamente mientras disfrutaba de las atenciones recibidas. Eché los brazos alrededor del cuello de Nathan y me coloqué encima de modo que su frío y firme cuerpo quedó alineado con el mío.</p> <p>Guió mi pierna sobre su cadera y presionó su excitado miembro contra mi sexo. Yo ya estaba húmeda y preparada para él, de modo que se deslizó con facilidad y grité ante el intenso placer que eso me produjo mientras sus dedos recorrían mis brazos y mi cuello dejando escalofríos a su paso.</p> <p>Otras dos manos se colaron entre nuestros cuerpos. Abrí los ojos de par en par y grité asustada.</p> <p>Nathan sonrió, al parecer impertérrito ante el hecho de que hubiera otra persona con nosotros en la cama. Una fría piel rozaba mi espalda y giré el cuello para encontrarme allí a Cyrus, con su cuerpo curvado contra el mío. Mientras tocaba las zonas más íntimas de mi cuerpo con sus manos, me dirigió la misma sonrisa sagaz que había visto en Nathan. Me apoyé contra Cyrus con los ojos cerrados de placer.</p> <p>«Esto está mal», gritaba mi cerebro. «Esto no puede estar pasando».</p> <p>Pero no estaba pasando. Era un truco, un sueño. Aunque parecía muy real.</p> <p>Abrí los ojos y miré hacia el punto donde Nathan estaba adentrándose y saliendo de mí. Los dedos de Cyrus tocaron el miembro de Nathan, resbaladizo por mis secreciones, y Nathan hundió la cara en mi cuello con un gemido. Sentí sus rasgos cambiar contra mi piel y sus colmillos me pincharon vacilantes. Notaba la erección de Cyrus en la espalda mientras sus dedos bailaban sobre mi piel. La presión en mi torturado cuerpo se volvió casi insoportable. Supliqué y sostuve la boca de Nathan contra mi cuello. Cyrus guió su miembro hacia mis nalgas y se adentró en mí mientras los colmillos de Nathan atravesaban mi cuello.</p> <p>Grité de asombro ante el dolor que me produjo Cyrus, pero su habilidosa agresión sobre mi lugar más íntimo, unida a la boca de Nathan sobre mi cuello y a su miembro dentro de mí, me llevaron al borde del éxtasis. Empalada entre los dos, grité de satisfacción.</p> <p>Abrí los ojos de pronto. Aunque estaba sola en la cama, mi cuerpo vibraba por el placer producido por el sueño, y la humedad entre mis piernas dio fe del efecto físico que había tenido en mí. Me giré, me aparté el pelo de la frente y agarré la nota que Nathan me había dejado en la almohada:</p> <p>Estoy trabajando.</p> <p>Nathan.</p> <p>Fui a la cocina y puse la tetera en el fuego con suficiente sangre para Nathan y para mí. Se la llevaría abajo y le echaría una mano en la tienda, tanto si la necesitaba como si no. Lo que fuera por fortalecer la frágil paz que reinaba entre nosotros y alejarme de mi pervertido Iniciado.</p> <p>Mientras la sangre se calentaba, me obligué a ignorar el contenido del sueño. Estaba claro que lo había enviado Cyrus, que me torturaba durante el día del mismo modo que me asaltaba durante la noche. ¿Qué había provocado ese despiadado regreso del hombre que me había torturado y había abusado de mí cuatro meses antes? Había dicho que el tiempo que había pasado con Ratón lo había salvado, pero había vuelto a su vieja forma de ser como si yo hubiera apretado un interruptor al transformarlo. ¿Era el simple hecho de ser un no muerto lo que hacía que los vampiros fueran así? ¿O se trataba sólo de Cyrus?</p> <p>¿O era yo? Cuando había sido mi Creador, había sido su sangre la que me había tentado a la autodestrucción. ¿Era mi sangre la que ahora estaba sacando lo peor de él?</p> <p>El vapor había comenzado a salir del pitorro de la tetera justo cuando Cyrus salió del salón con aspecto relajado y vestido únicamente con los pantalones de lino de un pijama.</p> <p>—¿Me obsequias con ese encantador interludio mental y también con el desayuno? Me siento halagado.</p> <p>—No es para ti —le respondí con brusquedad apartando la tetera del fuego.</p> <p>—¿Así que vas a matarme de hambre hasta que me porte bien?</p> <p>Estaba detrás de mí, demasiado cerca, y sus labios rozaron mi oreja mientras hablaba.</p> <p>—Preferiría que fuera un castigo más físico.</p> <p>Le di un codazo en la tripa. A pesar de haberse preparado para el golpe, se dobló hacia delante.</p> <p>—¡No vuelvas a acercarte a mí! —agarré el arma más cercana que encontré, un tenedor de barbacoa, y lo blandí con actitud amenazadora.</p> <p>Al instante el viejo Cyrus desapareció y allí estaba el Cyrus mortal y reformado, con las manos alzadas como para protegerse.</p> <p>—Carrie, sólo estaba bromeando.</p> <p>—No. Has invadido mi mente, has introducido en ella pensamientos perversos…</p> <p>—¿Que yo he introducido pensamientos perversos? —sacudió la cabeza—. No. He sido yo el que se ha despertado esta mañana con tus lascivas fantasías.</p> <p>«Oh, no».</p> <p>—Eso es una locura. Yo jamás…</p> <p>Asintió pacientemente.</p> <p>—¿Y crees que yo sí? ¿Alguna vez he querido compartirte con él? ¿Alguna vez he soportado la idea de que te pusiera las manos encima? ¿Crees que lo haría ahora? —sonriendo con cierta crueldad, añadió—: Puede que sea un poco retorcido, pero no puedes echarme la culpa por lo que ronda en tu cabeza. Has sido tú la que me ha atormentado con ese sueño, no yo.</p> <p>Con piernas temblorosas, fui tambaleándome hasta la mesa de la cocina. Cyrus retiró una silla y me senté, con cuidado de no rozarlo al hacerlo.</p> <p>—Eso es imposible. Yo jamás… haría esas cosas.</p> <p>—Sé que eso no es verdad. Conmigo hiciste algunas cosas —respiró hondo y se apresuró a disculparse—. Lo siento, no tenía derecho a…</p> <p>—Sabes lo que he querido decir —lo interrumpí, sin querer ahondar en el pasado, y mucho menos en las sórdidas cosas que había hecho con él—. Yo jamás le pediría a Nathan que… jamás.</p> <p>Cyrus me sirvió una taza de sangre y se sentó enfrente de mí con gesto de verdadera comprensión.</p> <p>—No tienes que explicarme nada. Es tu subconsciente el que está haciéndote esto.</p> <p>—¿Quiero subconscientemente hacer un trío con Nathan y contigo?</p> <p>Él volteó los ojos.</p> <p>—Escucha, si no quieres mi ayuda, dilo. Pero no sigas así, enfadada conmigo por estar en tu sueño. Contra mi voluntad, debo añadir.</p> <p>Suspiré y apoyé la cabeza sobre la mesa.</p> <p>—Lo siento. Quédate.</p> <p>Vacilante, me tocó el pelo y me acarició la cabeza con un gesto amistoso y reconfortante.</p> <p>—Venga, anímate. Estoy seguro de que es difícil estar unida mediante el lazo de sangre a dos hombres con los que has tenido una relación.</p> <p>Levanté la cabeza y me eché el pelo atrás.</p> <p>—Independientemente de lo morbosas que fueran esas relaciones.</p> <p>—Brindaría por ello si tuviera algo que beber.</p> <p>Sonrió y le pasé mi taza.</p> <p>—Me alegra que seas capaz de desayunar conmigo.</p> <p>—¿Qué puedo decir? Tengo un punto débil cuando se trata de ti —pensé en Nathan, que estaba en la tienda, y me preocupó que él también hubiera visto el sueño.</p> <p>«No te preocupes, <i>dotair</i>, lo bloqueé». Al parecer, comprendía que no tenía control sobre mis sueños, pero entonces, ¿por qué no podía comprenderlo yo?</p> <p>—Bueno, ¿sigues pensando ver a Dahlia? —Cyrus volcó ligeramente la taza y metió el dedo meñique para sacar un coágulo de sangre—. Podrías haberla dejado un poco más en el fuego.</p> <p>Le quité mi taza.</p> <p>—Ya sabemos que tiene información que podemos usar. Probablemente más de la que le has sacado.</p> <p>—Pues buena suerte. Tendrías que aprender a leer la mente o emborracharla mucho. Divaga cuando ha bebido.</p> <p>—El fallo de ese plan es que es muy poco probable que vaya a salir conmigo de copas. O contigo —me mordía mi dedo pulgar mientras pensaba.</p> <p>—No. Nuestra última cita no salió nada bien.</p> <p>Tamborileé mis dedos sobre la mesa.</p> <p>—¿Crees que Clarence me ayudaría si se lo pidiera?</p> <p>Cyrus dejó escapar un largo suspiro.</p> <p>—Si puedes encontrarlo, es posible que lo hiciera.</p> <p>—Bueno, ¿adónde iba cuando trabajaba para ti? ¿Qué costumbres tenía? —recordaba que se le permitía entrar y salir de la mansión, pero no tenía la más mínima idea de donde iba—. ¿Iba a hacer la compra o cosas así?</p> <p>—No. La comida para los guardias y las mascotas nos la entregaban a domicilio —frunció el ceño mientras pensaba—. Pero sí que lo enviaba a comprar chocolate y todos los pequeños extras que pudiera necesitar.</p> <p>—No quiero ni preguntar —di un trago de sangre.</p> <p>Cyrus se encogió de hombros.</p> <p>—Alcohol para las chicas, revistas indecentes para los chicos…</p> <p>—No he preguntado. Sólo he dicho que no quería hacerlo —cerré los ojos—. ¿Qué le encargaría Dahlia que hiciera?</p> <p>—Enterrar cadáveres —dijo Cyrus.</p> <p>—Si ésa es toda la ayuda que vas a darme…</p> <p>—Se me ha ocurrido algo —me interrumpió—. ¿Por qué no esperamos a una discreta distancia de la mansión y descubrimos adónde va?</p> <p>Tenía sentido. Cyrus podría haberse ahorrado ese tono de sabelotodo, pero lo que había dicho tenía sentido.</p> <p>—De acuerdo —miré el reloj—. Bueno, no hay mejor momento para hacerlo que ahora.</p> <p>Me siguió cuando me levanté y llevé la taza a la pila.</p> <p>—¿Por qué no me dejas ir contigo?</p> <p>—¿Te parece sensato? —enarqué una ceja—. Quiero decir, Clarence creerá que estás muerto y todo eso…</p> <p>—¿Y qué? —era como si no comprendiera la impresión que verlo podría causarle a un ser humano mortal—. Créeme, Carrie, está familiarizado con cosas paranormales.</p> <p>Pensé en ello. Probablemente tenía más sentido llevarlo conmigo que dejarlo con Nathan. ¡Dios sabía qué podría pasar!</p> <p>—De acuerdo. Pero tú te quedas en el coche.</p> <p>Me vestí y le llevé el desayuno a Nathan mientras Cyrus se preparaba (se dio la ducha más larga que había visto en mi vida) para poder hablar del plan a solas con él.</p> <p>—Mmm. O negativo —murmuró Nathan con satisfacción después de dar un gran trago—. ¿A qué debo este detalle?</p> <p>Sonreí y me tragué el nudo que se me había formado en la garganta.</p> <p>—Cyrus y yo vamos a buscar a Clarence.</p> <p>—¿Solos? —por su tono de voz supe que intentaba mostrarse indiferente, pero no lo logró.</p> <p>Le dejé hacerse ilusiones de haberme engañado.</p> <p>—¿Es un problema?</p> <p>—Tal vez —se puso derecho cuando las campanillas de la puerta tintinearon y saludó al cliente que entró.</p> <p>Esperé hasta que el hombre desapareció detrás de una estantería para aclararme la voz y volver a captar la atención de Nathan.</p> <p>—Bueno, ¿es un problema?</p> <p>—Un poco —respondió—. Es una parte peligrosa de la ciudad.</p> <p>«No lo es», le respondí mentalmente. «Nathan, deja de tratarme como si fuera una adolescente que no puede quedarse sola con su novio».</p> <p>«¿Después de tu sueño de esta mañana?». Me miró mientras lo pensaba.</p> <p>—No voy a ir sola —le recordé. Las pisadas del cliente retumbaban sobre el suelo. Tal vez los humanos no eran conscientes del lazo de sangre, pero sí de la tensión que originaba—. Iré con Cyrus.</p> <p>—Oh, muy bien.</p> <p>«¿Y quién va a protegerte de él?».</p> <p>Volteé los ojos.</p> <p>—Muy bien.</p> <p>«No necesito que me protejas de él. Es mi Iniciado y no voy a cometer ninguna estupidez».</p> <p>«Eso no significa que él no vaya a intentar ninguna estupidez. Por lo menos, llévate una estaca».</p> <p>—Que te diviertas.</p> <p>—Sí, me divertiré.</p> <p>El cliente fue hasta la caja registradora con un libro sobre la invocación de espíritus y yo aproveché para salir corriendo mientras Nathan estaba demasiado ocupado como para discutir.</p> <p>Cuando subí, Cyrus estaba en su cuarto, probablemente preparándose todavía. Pensé en lo que había dicho Nathan, en que debería ir armada cuando estuviera a solas con Cyrus. Aunque dudaba que mi Iniciado me hiciera daño, admití que sería estúpido confiar en él a ciegas. Abrí la puerta del armario que contenía las armas de Nathan y saqué una estaca de la bolsa de lona que había en el suelo.</p> <p>—¿Qué estás haciendo? —el tono de Cyrus sonó curioso y divertido, pero su expresión cambió cuando vio la estaca en mi mano—. Oh.</p> <p>—No es nada per… personal —tartamudeé. Entre suspiros, metí la estaca en mi bolso—. Lo es. Lo siento. Nathan ha pensado que…</p> <p>Con una triste carcajada, Cyrus asintió.</p> <p>—Claro.</p> <p>Era una situación incómoda.</p> <p>—Es que… cuando eras un vampiro hace tiempo…</p> <p>—¡Para! —a través del lazo de sangre me invadieron su vergüenza y su furia—. Nunca tendrás suficiente, ¿verdad?</p> <p>—¿Qué? —mis dedos buscaban la estaca, aunque no llegaría a usarla contra él. La idea de matar a mi propia sangre me puso enferma. Aun así, habría sido un alivio tener alguna forma de defenderme—. ¿Qué no será suficiente?</p> <p>—Cualquier cosa que haga. Siempre vas a verme como el monstruo que te atacó aquella noche en la morgue, el vampiro que te manipuló y te degradó. Pero desde entonces he sido un hombre, Carrie, un buen hombre. Y ahora soy tu Iniciado. Cualquier cosa que sea capaz de hacer ahora, será por tu culpa —apretaba los puños con gesto de impotencia.</p> <p>Miré a otro lado.</p> <p>—Si te hiciera lo que tú me hiciste a mí, tú tampoco te fiarías de mí.</p> <p>Oí sus pisadas según se acercaba. Alcé la mirada y vi que su rostro estaba prácticamente pegado al mío. El corazón me palpitó con fuerza cuando se acercó más.</p> <p>—Si quisiera matarte, podría hacerlo en cualquier momento. No tendríamos que estar solos —su voz no era más que un mortífero susurro—. Y tú sí me has hecho lo que yo te hice a ti.</p> <p>Caminó a mí alrededor y tragué saliva con dificultad.</p> <p>—Te espero en la furgoneta —se marchó dando un portazo sin darme tiempo a disculparme.</p> <p>Me dejé caer contra la pared y cerré los ojos; me dolía el pecho ante la idea de haberle hecho daño.</p> <p>Aun así, antes de salir, me metí una estaca en el bolso, por si acaso.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 13</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Triángulo</p> </h3> <p>—Es él, tiene que ser él.</p> <p>Ignoré las palabras de Cyrus. Según él, había visto a Clarence por lo menos cinco veces desde que habíamos aparcado a una discreta distancia de la mansión.</p> <p>—No es él —apenas me hizo falta abrir los ojos para saberlo—. ¿Pero qué te pasa? ¿Acaso nunca miraste a ese hombre?</p> <p>—Lo miré —admitió Cyrus avergonzadamente—, pero no muy a menudo.</p> <p>—Porque eres un cabrón engreído y déspota —eché la cabeza atrás y cerré los ojos. No era que no hubiera dormido lo suficiente, sino que me resultaba más fácil ignorar a Cyrus si podía fingir estar inconsciente.</p> <p>El sueño me había alborotado la cabeza. E incluso él, con la poca vergüenza que tenía, lo sentía. Ahora que estábamos unidos de nuevo mediante el lazo de sangre, la vieja atracción regresó como una venganza. Aunque nunca había llegado a marcharse del todo. Supongo que simplemente había estado latente durante su breve periodo de humanidad.</p> <p>No había posibilidades de volver a aquella relación. Quería a Nathan y él casi me quería a mí… por lo menos hasta que yo había vuelto a estropearlo todo.</p> <p>Cyrus se mostraba más petulante a cada minuto que pasaba.</p> <p>—¿Por qué no me dejas entrar solo y hablar con Dahlia?</p> <p>—Porque la última vez que estuvisteis a solas te hizo pedazos y… —parpadeé—. Intentas acostarte con quien sea, ¿verdad?</p> <p>—Bueno, alguien ha estado bombardeándome con sueños pornográficos —señaló a la calle—. ¡Es él!</p> <p>—No es él. Ese hombre por lo menos mide un metro ochenta y puede que sea veinte años más joven que Clarence.</p> <p>—Por lo menos —repitió Cyrus lanzándome una mirada que no pude interpretar—. Lo siento, se parecían.</p> <p>—¿Por qué? ¿Porque es negro?</p> <p>¡Cómo no! Tuve que crear a un racista.</p> <p>—Porque tiene la piel morena y no veo bien. Al parecer, haber perdido los dos ojos en una encarnación pasada tiene sus secuelas. Estoy tan sorprendido como tú.</p> <p>—Deberíamos comprarte unas gafas —dije con gesto pensativo y observando la calle—. ¡Ése sí es él!</p> <p>Lo supe por el modo en que la figura caminaba encorvada y pegada a la pared. Su ropa era anacrónica, por decir poco (en la mansión no parecía estar tan fuera de lugar porque hacía juego con el anticuado mobiliario, pero en la calle parecía sacado de la época victoriana) y corría hacia la mansión como una araña.</p> <p>—Es él —observó Cyrus—. Nunca me había dado cuenta del aspecto tan extraño que tiene.</p> <p>—Tú, quédate aquí —le ordené mientras abría la puerta—. Volveré.</p> <p>No le di oportunidad de discutir antes de cerrar la puerta de golpe. Clarence casi había llegado hasta la puerta que conducía a las dependencias del servicio y tuve que correr para alcanzarlo.</p> <p>—¡Clarence! —cuando grité su nombre, fue como si se hubiera quedado impactado. Me vio y por un momento pensé que saldría corriendo. Pero algo en su naturaleza de sirviente lo hizo detenerse y esperó pacientemente hasta que lo alcancé.</p> <p>—Doctora, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Intentas que te mate? —miró hacia la casa con gesto de preocupación—. Está como loca por algo que has hecho. No sé qué es, pero no está nada contenta.</p> <p>—Por eso estoy aquí —le expliqué—. Tengo que hablar con ella.</p> <p>Los profundos ojos marrones de Clarence se abrieron de par en par.</p> <p>—¿No has oído lo que he dicho? Te matará. Ha estado vociferando y delirando y Dios sabe qué. Si entras en esa casa, entonces eres más tonta de lo que creía.</p> <p>Ignoré lo que su comentario implicaba; que, al parecer, antes ya creía que era tonta.</p> <p>—Por eso necesito tu ayuda.</p> <p>—¿Qué clase de ayuda? —me miró con desconfianza antes de comenzar a darse la vuelta.</p> <p>—No. ¡No quiero que la mates! Sólo quiero que la entretengas un poco. Cyrus ha dicho…</p> <p>—¿Cyrus? —su voz se alzó con miedo—. Murió.</p> <p>—Ahora ha vuelto —se suponía que eso no podía contárselo. Podría haberle dicho directamente a Cyrus que saliera corriendo detrás de Clarence con cara de vampiro, pero, claro, tal vez ver a alguien que hubiera vuelto de entre los muertos no le resultara tan extraño. Después de todo, trabajaba para los vampiros. Seguro que había visto cosas peores.</p> <p>—No puede volver aquí —sacudió la cabeza como si con eso pudiera evitarlo.</p> <p>—Espero que no lo haga. Es Cyrus el que me ha enviado para hacer esto. Quiere que sepa hasta qué punto Dahlia está aliada con el Devorador de Almas.</p> <p>Un visible escalofrío lo recorrió.</p> <p>—Están relacionándose, pero no sé cómo.</p> <p>—Tal vez podrías ayudarme a averiguarlo. Eso podría evitar que Cyrus viniera a descubrirlo por sí mismo —utilicé su nombre como un arma. Pero Clarence captó mi estratagema.</p> <p>—No puedes evitar que haga nada. Ni siquiera intentes jugar esa mano.</p> <p>Siempre había subestimado a ese hombre.</p> <p>—¿Y qué pasa con la carta que dice «soy tu amigo y deberías ayudarme»?</p> <p>Se rió.</p> <p>—¿Qué me dices de «no soy tu amigo y por qué no vuelves cuando tengas algo con lo que negociar»?</p> <p>Se movió hacia el portón y yo avancé como para detenerlo poniéndole una mano sobre el hombro. «Movimiento equivocado».</p> <p>Se giró antes de que pudiera posar la mano sobre él.</p> <p>—Los vampiros no me tocan.</p> <p>Recordé la segunda noche que había pasado en casa de Cyrus, cuando vi las cicatrices que tenía Clarence fruto de un ataque. Debería haberlo recordado.</p> <p>Se adentró en las sombras entre las columnas de piedra y el portón comenzó a chirriar mientras se cerraba.</p> <p>Creí que era una causa perdida hasta que su voz llegó hasta mí arrastrada por la oscuridad.</p> <p>—Sé cómo cuidarme solo. Vuelve mañana por la noche y tendrás tus respuestas.</p> <p>Me quedé en la acera con la boca abierta de par en par.</p> <p>—Entonces, ¿me ayudarás?</p> <p>—¡No lo repetiré! —dijo bruscamente. Oí sus pisadas apresurándose por el camino pavimentado que conducía a la casa y me giré hacia el coche.</p> <p>Cyrus estaba en la acera de brazos cruzados con actitud arrogante.</p> <p>—Ha ido bien.</p> <p>—Entra en el coche antes de que te atropelle con él.</p> <p>¿Qué demonios había querido decir Clarence con eso de que obtendría mis respuestas?</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Cyrus estuvo callado durante el camino de vuelta a casa, pero en todo momento mantuvo su engreída sonrisa. Aparqué en paralelo delante del edificio y me giré para preguntarle qué demonios le pasaba. Fue un gran error. Se echó hacia delante y me vi atrapada entre la puerta y su cuerpo.</p> <p>—¿Pero qué cono estás haciendo…? —mis palabras murieron bajo sus labios y me quedé demasiado impactada como para resistirme.</p> <p>Él se echó atrás y me apartó el pelo de la cara.</p> <p>—Aún sientes algo por mí. No habrías tenido ese sueño si…</p> <p>—¡Ha sido sólo un sueño! —insistí—. ¿Sabes esas imágenes que se plantan en tu cabeza y no puedes controlar?</p> <p>—¿Que nacen de tu subconsciente y muestran tus deseos más íntimos? —se detuvo—. Y tus miedos. ¿Aún me temes, Carrie?</p> <p>—No. No te temo.</p> <p>—Mientes.</p> <p>Estaba acercándose para darme otro beso cuando la puerta se abrió detrás de mí. Caí sobre la acera y me golpeé la cabeza contra el suelo.</p> <p>Antes de darme cuenta de lo que había pasado, Cyrus salió del coche, y no bajo su voluntad. Le oí ofrecer una débil excusa… ¿o fue una disculpa?… y después sus palabras quedaron silenciadas por el ruido sordo de carne golpeando carne.</p> <p>Me levanté como pude. Debí de morderme la lengua al caer porque sabía a sangre. Cuando se aclaró mi visión, vi a Cyrus apoyado sobre el muro de ladrillo del edificio y con el antebrazo de Nathan contra su cuello. El puño de Nathan entró en contacto con su nariz y un desagradable crujido surcó el aire.</p> <p>Me quedé paralizada al ver a Nathan perder el control. Nunca lo había visto así, ni siquiera cuando había estado luchando contra Cyrus para salvarme la vida. Cyrus se desplomó bajo la mano de Nathan.</p> <p>El dolor de mi cabeza era insoportable. Los lúgubres pensamientos de Cyrus se entremezclaron con mi propio temor y grité a Nathan para que se detuviera. Odié el tono suplicante de mi voz, pero habría negociado, le habría ofrecido lo que fuera, para evitar que siguiera haciéndole daño a Cyrus.</p> <p>De rodillas, lloré y supliqué por su vida. Por Cyrus, el hombre que me había torturado y abusado de mí, el que había querido matarme, el que le había enviado mi corazón a su perturbado padre.</p> <p>Algo cambió en Nathan. Soltó a Cyrus y lo dejó caer hasta el suelo, inconsciente. El rostro de Nathan albergaba una mezcla de emociones y por un segundo me pareció ver que sentía verdaderos remordimientos por sus actos. Esa expresión desapareció cuando se acercó a mí y me agarró del brazo hundiendo sus dedos en mi piel. Me arrastró hasta la puerta y me resistí, negándome a dejar a Cyrus detrás. No podía ponerme de pie mientras Nathan me arrastraba por las escaleras, y cada escalón se clavaba dolorosamente en mi espalda. Finalmente, dejé de resistirme y dejé que me llevara hasta el dormitorio. Me lanzó a través de la puerta y cerró de un golpe. Agarré el pomo, pero estaba sujetándolo desde el otro lado.</p> <p>Perdí la razón. Necesitaba llegar hasta Cyrus. Me consumió pensar que si no lo hacía, que si no lo protegía, moriría.</p> <p>—¡Déjame salir!</p> <p>Él no respondió.</p> <p>—Nathan, ¡déjame salir! ¡Morirá ahí fuera!</p> <p>—¡Que arda! —oí las tablas del suelo crujir cuando se sentó con la espalda contra la puerta.</p> <p>Nunca antes me había sentido tan impotente. Resultaba aterrador no poder hacer nada mientras mi Iniciado yacía indefenso en la calle. Mi frustración explotó en una serie de crueles acusaciones: que yo no le importaba a Nathan, que él era incapaz de cuidar de nadie, que dejaría que Cyrus muriera del mismo modo que permitió que muriera Ziggy, del modo que permitió que muriera Marianne.</p> <p>Aunque sabía el efecto que tendrían mis palabras en los dos, no podía parar de decirlas. Ni siquiera pude reunir la fuerza suficiente para disculparme por ellas. Hasta ese momento había pensado que comprendía el poder del lazo de sangre, pero lo había subestimado y me vi destruyendo mi relación con mi propio Creador en un esfuerzo de proteger a mi Iniciado. Y no había duda de que la destrucción sería absoluta.</p> <p>Nathan permaneció en silencio al otro lado de la puerta, pero podía sentir su rabia cuando di un último e inútil tirón. No me quedaban fuerzas, y por eso me tiré al suelo y me quedé dormida hasta que desperté y me di cuenta de que había pasado bastante tiempo. La puerta estaba abierta. Nathan se había ido.</p> <p>Seguía oscuro. Miré el reloj de la cocina y vi que no faltaba mucho para el amanecer. Pero a Cyrus aún le quedaba tiempo. Abrí la puerta y estaba a punto de bajar las escaleras cuando vi la nota: <i>Mira en tu habitación.</i></p> <p>No decía nada más, no había ninguna otra explicación sobre dónde estaba Nathan o cuáles eran sus intenciones. Fui a mi habitación y me quedé en la puerta.</p> <p>Cyrus estaba en la cama, sobre las sábanas arrugadas y la ropa llena de sangre. Le habían limpiado la cara, pero el daño que Nathan le había hecho tardaría más de un día en sanarse.</p> <p>Nathan había hecho eso. Lo había hecho para herirme a mí, para herir a Cyrus. Lo había hecho por algún deseo de venganza sin pensar en cómo eso podría afectarnos a los demás. Me quedé dividida entre la ira y la admiración. Había estado esperando mucho tiempo para ver a Nathan actuar llevado por sus volátiles emociones después de haberlas estado conteniendo tanto tiempo. Lo único que lamentaba era que lo había pagado con mi Iniciado.</p> <p>«Lo único que lamento yo es que no esté esperando en una esquina a que salga el sol y arda en llamas. No tiene moral».</p> <p>Cyrus abrió un ojo hinchado en un intento de puntuar su pensamiento y acompañó el gesto con una expresión sarcástica, pero el movimiento lo hizo estremecerse de dolor. Resultó una imagen tan patética que no pude más que sentir lástima por él.</p> <p>Y una parte de mí estaba de acuerdo con él. Quería sentirme mal por las cosas que le había dicho a Nathan, pero lo único en lo que podía pensar era en cómo me había separado de mi Iniciado y cómo se sentiría él si alguien me golpeara y me dejara morir tirada en la calle. Me arrodillé al lado de Cyrus.</p> <p>«No quiero tu compasión». Su voz volvió a llenar mi cabeza.</p> <p>Le quité los zapatos y los calcetines.</p> <p>—Lo sé —respondí con una sonrisa—. Pero eres mi Iniciado. Tengo que cuidar de ti.</p> <p>Alargó las manos hasta su cremallera y se las aparté.</p> <p>—Deja que yo me ocupe, ¿de acuerdo?</p> <p>«Gracias». Me apretó la mano con fuerza y se dejó caer sobre las almohadas. Creo que volvió a perder el conocimiento.</p> <p>Terminé de quitarle su ropa manchada de sangre y lo cubrí con las sábanas. Lo besé en la frente y le acaricié el pelo, sin sentir otra cosa que un absoluto e incondicional amor por él.</p> <p>Los tablones del suelo crujieron en el pasillo y alcé la mirada para encontrarme a Nathan mirándonos. No se disculpó con palabras, pero su expresión me dijo todo lo que necesitaba saber. Sentía remordimientos por sus actos y ese remordimiento minó gran parte de mi rabia.</p> <p>—Así es como me siento por ti, ¿sabes?</p> <p>—No, no lo sabía —le di la espalda a Cyrus y dejé que todo el alivio y el amor que sentía por él… junto con un poco del amor residual de cuando lo había amado de verdad… cruzara el lazo de sangre hasta llegar a Nathan—. Porque nunca me dices nada.</p> <p>No sé si vaciló porque mis palabras le sorprendieron o porque había subestimado mis sentimientos hacia mi Iniciado. Cuando volvió a hablar, su voz era baja y ronca.</p> <p>—Siento todo eso por ti… y más.</p> <p>La incertidumbre del momento colgaba como una manta de tensión alrededor de mis hombros. ¿Era ése el punto en el que hacíamos las paces o rompíamos del todo?</p> <p>Nathan me miró fijamente mientras hablaba.</p> <p>—Y lo sentiría aunque no fueras mi Iniciada.</p> <p>Hice intención de moverme hacia él, pero la mente de Cyrus invadió la mía.</p> <p>«Por favor, quédate conmigo».</p> <p>Comprendiendo mi reticencia, Nathan asintió:</p> <p>—Te tiene hoy. Yo te tengo todos los días.</p> <p>La culpabilidad que sentía en mi pecho no me permitió darle la espalda a Nathan en ese momento.</p> <p>—Todas esas cosas que he dicho…</p> <p>—No te disculpes —sacudió la cabeza como si así pudiera disipar todo el daño que le había causado.</p> <p>—Nathan, yo…</p> <p>—No te disculpes —repitió—. Porque sentías todo lo que has dicho.</p> <p>—Sabes que eso no es verdad.</p> <p>Levantó una mano.</p> <p>—No. Carrie, querías hacerme daño. Si no hubieras pensado realmente esas cosas, no me habrían hecho tanto daño. Así que no te disculpes.</p> <p>Unas lágrimas brotaron de mis ojos y un sollozo bloqueó mis palabras. No podría haber hablado si hubiera tenido que hacerlo.</p> <p>Nathan se metió las manos en los bolsillos.</p> <p>—Te veo cuando se ponga el sol.</p> <p>Se giró para marcharse y encontré mi voz.</p> <p>—¿No quieres saber qué ha pasado con Clarence?</p> <p>—Está bien. ¿Cómo ha ido? —preguntó, resignado porque sabía que iba a contarle cómo iba a ponerme en peligro en la fase dos de mi plan.</p> <p>—Ha ido bien. Ha accedido a ayudarnos.</p> <p>Deseé tener más detalles que darle ahora que había sacado el tema.</p> <p>—¿Ayudar a hacer qué? —ahora su voz contenía cierta diversión. Un tono cercano que me llenó de calidez por dentro.</p> <p>—No lo sé. Tengo que volver esta noche.</p> <p>Respiró hondo para reprimir la lista de advertencias que habrían salido de su boca si las hubiera dejado.</p> <p>—Hablaremos sobre ello esta noche.</p> <p>Lo vi doblar la esquina hasta su dormitorio.</p> <p>—Voy a ir —le grité.</p> <p>Y él me respondió:</p> <p>—Hablaremos esta noche.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 14</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Clarence</p> </h3> <p>Al final Nathan accedió a que fuera yo la que se reuniera con Clarence porque había sido yo la que había quedado con él y porque el mayordomo probablemente intentaría matar a Cyrus si pisaba la propiedad.</p> <p>—O a ti —dije—. A Clarence no le gustan los vampiros.</p> <p>Nathan sonrió.</p> <p>—Pues resulta curioso cómo su trabajo siempre acaba llevándolo hasta ellos, ¿eh?</p> <p>Había sido demasiado fácil, había accedido al «voy yo, pero tú no» y me preguntaba si seguiría furioso conmigo y deseaba que Dahlia me rematara. Después, me pregunté si seguiría furioso con Cyrus y qué le haría cuando yo me fuera.</p> <p>También había sentido mi duda, y eso le había dolido claramente.</p> <p>—Eres mi Iniciada. ¿Crees que te causaría esa clase de dolor?</p> <p>Sin querer pensar en ello, respondí:</p> <p>—Ibas a hacerlo esta mañana.</p> <p>Nos habíamos despedido en buenos términos, con Nathan intentando actuar como si no estuviera enfadado y yo fingiendo que nunca habíamos discutido. Aun así, antes de marcharme, me había vuelto a asegurar que no le haría daño a Cyrus y eso fue lo único que me reconfortó de camino a la mansión.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Me negaba a pensar en ese lugar como la casa de Dahlia. La primera vez que había entrado allí había sido la casa de Cyrus y él había sido mi Creador. Él había querido que la considerara mi hogar, aunque yo nunca había llegado a sentirme del todo cómoda en esas suntuosas habitaciones llenas de guardaespaldas armados. Por eso he de admitir que me quedé impactada cuando Clarence me recibió en el portón y no vi ningún hombre vestido de negro con intercomunicadores y gesto adusto. Clarence miró detrás de él y negó con la cabeza.</p> <p>—Se los ha comido. O los ha despedido. A la mayoría se los ha comido, pero ahora tengo más sitio para mí en la casa.</p> <p>—¿Te trata bien? —le pregunté mientras lo seguía hasta la casa.</p> <p>Se detuvo y me dirigió esa mirada que parecía decir: «Estúpida vampira».</p> <p>—Claro que sí. ¿No acabo de decirte que me ha dado una casa? Y también me da días libres, y no sólo uno al año, como hacía tu viejo.</p> <p>Mi viejo. Me reí disimuladamente ante la idea de ver a Cyrus como algo paternal para mí. Pero entonces recordé el motivo de mi visita y cambié el gesto.</p> <p>—Si tan genial es, ¿por qué estás ayudándome a entrar en la casa?</p> <p>Clarence se tensó ante el comentario y se colocó su noble dignidad como una armadura con la que protegerse de mis difamatorias acusaciones.</p> <p>—Lo que vas a hacer esta noche no va a hacerle daño. Va a hacerle daño al gran hombre y no siento ningún amor hacia él.</p> <p>—Entonces, ¿qué está pasando? ¿La has mandado a alguna parte para que yo pueda husmear por la casa o qué?</p> <p>—La he drogado, pero no sé si habrá hecho efecto. Tiene resistencia a la mayoría de las cosas.</p> <p>—¿Ya has intentado envenenarla antes?</p> <p>Clarence no había sentido ningún aprecio por Cyrus, pero por lo que yo sabía, nunca había intentado matarlo. Y si tan bien le caía Dahlia, no habría intentado matarla a ella.</p> <p>Sacudió la cabeza con tristeza.</p> <p>—No. Pero ella sí que ha intentado suicidarse. Es una pena, no era una mala chica. Tampoco era una buena chica, pero nadie debería querer quitarse la vida.</p> <p>¿Dahlia había intentado suicidarse?</p> <p>—¿Y cómo sabremos si está drogada o no?</p> <p>—Lo sabrás si no te mata cuando entres ahí.</p> <p>Nos encontrábamos en la terraza y me quedé mirando las losas con sentimiento de culpa y preguntándome si aún habría una mancha de la noche en que murió Ziggy.</p> <p>Había vuelto a esa casa en una ocasión después de su muerte, pero había estado demasiado preocupada con mi condición de noble sacrificio humano como para pensar en mirar. Para mi alivio, la piedra estaba limpia y esperé pacientemente a que Clarence abriera las puertas de cristal que daban al vestíbulo.</p> <p>Me había preguntado si Dahlia habría redecorado la casa, pero no había cambiado mucho, a excepción de unas plantas y una sencilla mesa de café de hierro forjado y sillas colocadas en el vestíbulo. Las puertas del despacho estaban cerradas, pero durante un extraño instante quise ir corriendo y abrirlas para encontrarme allí a Cyrus, al viejo Cyrus, esperándome.</p> <p>—Está arriba —dijo Clarence señalando a la escalera. Desde el vestíbulo podía ver que la segunda planta estaba a oscuras—. Ya conoces el camino.</p> <p>Comencé a subir los escalones y Clarence no hizo intención de seguirme. El corazón se me subía a la garganta a cada paso que daba. Nunca había vuelto a subir a las habitaciones donde había dormido con Cyrus, donde había hecho el amor con él… o mejor dicho, donde había practicado sexo con él. Eso no podía olvidarlo y tenía que tenerlo claro. A las habitaciones donde había negociado por la vida de Ziggy. Anhelaba esos meses y no sé por qué. Cuando estaba viviendo allí, había estado en el Infierno, pero las cosas no habían mejorado mucho y me di cuenta de que tal vez había amado a Cyrus entonces más de lo que ahora amaba a Nathan.</p> <p>Pero no era el momento para reflexionar sobre mis problemas sentimentales.</p> <p>Las enormes puertas dobles del dormitorio de Cyrus estaban al fondo; al pasar por delante de mi antigua habitación, mis dedos ansiaron rozar el pomo y me di el capricho. No me cabía duda de que seguramente habían tirado todas mis cosas, pero tenía que volver a entrar, aunque fuera un momento.</p> <p>Yo no había cambiado la decoración de la habitación cuando la había heredado de Dahlia, de modo que no me sorprendió ver que seguía exactamente tal como la había dejado. Es más, una ligera capa de polvo indicaba que tampoco la había habitado nadie en mucho tiempo.</p> <p>Caminé alrededor del mobiliario del salón. Ahí estaba el sofá donde Ziggy había dormido y la silla que Cyrus me había arrojado en un arrebato de furia.</p> <p>Y estaba la puerta secreta que había utilizado para espiarme e inmiscuirse en mi espacio privado.</p> <p>Desde la ventana pude ver el portón oxidado donde Nathan y yo nos habíamos reunido para tramar la liberación de Ziggy. Se me hizo un nudo en la garganta. En aquel momento habría dado cualquier cosa por estar con él y estar lejos de Cyrus. ¿Por qué ahora mis sentimientos estaban tan divididos?</p> <p>Recuerdos de mi cautiverio (mi cautiverio consentido) me abordaban. La humillación que había sentido de manos de Cyrus, el poder que había ejercido sobre mí para hacerme actuar en contra de mi naturaleza. Lo había perdonado por todas esas cosas y las había borrado de mi memoria, pero nunca saldrían de mi corazón. ¡Dios! Desde que Nathan me había liberado, no había sabido valorarlo.</p> <p>La puerta de mi viejo dormitorio estaba cerrada. La abrí y crucé hasta mi gigantesca cama. Con un fuerte empujón, logré mover el armazón y oí el inconfundible sonido del papel. Metí la mano en el hueco a tientas hasta que encontré lo que estaba buscando. El dibujo que me había hecho Nathan, el que me había llevado cuando lo dejé por Cyrus.</p> <p>Lo desdoblé y miré a la mujer que Nathan había visto en una tienda. No era en absoluto exacto. Por un lado, yo rara vez llevaba el pelo suelto y no tenía ni los ojos tan grandes ni esa mirada inocente que me había puesto. Y ahora era distinta. En cierto modo, mayor. Era cierto que no había envejecido físicamente, pero me habría gustado meterme en una máquina del tiempo y abofetear a la mujer del dibujo.</p> <p>Claro que eso sería suponiendo que hubiera aprendido algo. Cuando pasaran unos meses más, ¿querría volver a ese momento y abofetearme también?</p> <p>El reloj que había sobre la repisa de la chimenea del salón repicó y recordé que no estaba allí de visita. Esa ya no era mi habitación ni la casa de Cyrus y tenía un trabajo que hacer.</p> <p>Crucé la puerta secreta. La antesala era la única parte de las dependencias de Cyrus donde había estado, aparte de su dormitorio. Estoy segura de que había más puertas secretas, pero nunca las había visto ni sabía a donde conducirían. La puerta del dormitorio estaba abierta, de modo que entré.</p> <p>Me esperaba una respuesta algo más visceral al ver la cama donde Cyrus y yo habíamos compartido nuestros momentos íntimos. Entonces no lo sabía, pero él había bajado su guardia conmigo. Cuando me había preguntado si lo amaba, se había abierto a mí a pesar de sus sufrimientos pasados. No me extrañaba que mi rechazo lo hubiera llevado al límite.</p> <p>Aun así, ni sentí escalofríos ni me hundí al volver a estar en ese dormitorio que tanto me había aterrorizado y excitado antes. Ahora parecía distinto. Las paredes seguían siendo blancas y la moqueta color marfil, pero ella había colgado pósters y tenía las paredes llenas de artículos góticos.</p> <p>Dahlia yacía en la cama, vestida como si se hubiera preparado para salir por la noche. Sobre la mesilla de noche, delante de una escultura de metal con forma de árbol de la que pendían más de una docena de colgantes, collares de pinchos y gargantillas, había un vaso vacío con restos de sangre. Lo levanté y lo olí. Fuera cual fuera la droga que Clarence había elegido para dejarla inconsciente fue una que no dejaba aroma.</p> <p>A juzgar por su respiración, supe que Dahlia estaba dormida, y eso era lo que yo quería, pero ¿qué iba a hacer con ella?</p> <p>Caminé por la habitación, de la chimenea al escritorio, y pensé en Cyrus allí sentado la noche que había ido a buscarlo. Ahora ahí estaba el portátil de Dahlia, pero el juego de escritorio seguía allí, aunque cubierto de polvo. Agarré el abridor de cartas y me lo metí en la camisa, sin estar segura del todo de qué pretendía hacer hasta que mi mirada se posó en el vaso vacío de la mesilla.</p> <p>Si había visto el pasado de Cyrus y de Nathan en su sangre, ¿podría ver el de Dahlia? ¿O eso sólo funcionaba si había un lazo de sangre? Supongo que no había un mejor momento para averiguarlo.</p> <p>No la bebería directamente de ella. Eso me resultaría muy raro e incómodo, teniendo en cuenta que ella era la primera persona de la que había bebido y que ahora éramos enemigas. Además, las cosas no me habían salido tan bien aquella primera vez. Quería escapar con las menos puñaladas posibles.</p> <p>Limpié el interior del vaso con la manga de mi camisa esperando que los restos de la droga no me hicieran desplomarme, y eché atrás las pulseras de goma que Dahlia llevaba en la muñeca. Respiré hondo, cerré los ojos y le clavé en el brazo la punta del abridor de cartas.</p> <p>La sangre brotó y, entre arcadas, me limpié la cara antes de dirigir el flujo dentro del vaso. Cuando estaba lo suficientemente lleno para dar varios tragos, lo aparté. Arranqué un trozo de sábana y se lo até alrededor de la herida.</p> <p>Me llevé el vaso a los labios e inhalé el aroma de su sangre. Había cambiado, igual que ella, de humano a vampiro, pero bajo el hedor a muerte de la sangre de vampiro capté el olor que recordaba de la noche que me había alimentado de ella. Nunca olvidas tu primera vez. Tragué la sangre deprisa concentrándome en el sabor y esperando poder acceder al recuerdo que portaba. La habitación daba vueltas mientras bebía y me dejé caer al suelo dejando la cabeza apoyada sobre el colchón. Lentamente, mi visión se volvió borrosa y un fuerte sonido penetró en mis oídos. Los recuerdos de Dahlia se colaron en mi cabeza sin que yo hiciera nada.</p> <p>¿Era algo que les pasaba a todos los vampiros? La sangre humana no me afectaba de ese modo o, por lo menos, no tan a menudo. Me había pasado cuando me había alimentado de Ziggy, pero en esa ocasión él había estado intentando comunicarse conmigo, creo. ¿Era Dahlia lo suficientemente consciente como para estar manipulando mi cerebro?</p> <p>Pero estaba demasiado inmersa en las imágenes que atravesaban mi mente como para seguir pensando. Los pensamientos de Dahlia giraban principalmente en torno a Cyrus, cosa que no me sorprendió. Un club lleno de ruido, el sonido de cuerpos retorciéndose y el monótono martilleo de música electrónica… ¿Era el club donde había conocido a Dahlia? La multitud se apartó como en la escena de una película (tal vez esa parte la había adornado Dahlia) y vio a Cyrus al otro lado de la sala.</p> <p>Era la primera vez que lo veía, y lo había deseado desde entonces. Se acercó a él con paso decidido y cuando él la vio, reconocí su expresión. Hambre y una anormal lujuria. Cyrus también la había deseado. Y mucho.</p> <p>Me invadieron los celos al saber que había sentido eso por ella y que la pasión que Dahlia sentía por él era mutua; eso me quedó claro cuando Cyrus se levantó, le tomó la mano y la llevó a sus labios.</p> <p>—Soy Cyrus, ¿y tú?</p> <p>—Y yo me voy a casa contigo esta noche —respondió ella con atrevimiento y descaro.</p> <p>Al momento, avancé en el tiempo y llegué hasta el coche donde Dahlia se sentó sobre el regazo de Cyrus mientras él le mordía el cuello, no para alimentarse, sino para excitarla. Después, fui hasta el dormitorio de él, donde la sujetó contra la cama y le mostró su verdadero rostro. Ella sintió miedo, pero no lo dejó ver, y eso a él le gustó. Por eso no la mató como a las otras chicas. Por eso, y porque cuando la tomó mientras se alimentaba de ella, Dahlia invadió su mente y le dio una muestra de su verdadero poder. Si había algo a lo que Cyrus no había podido resistirse en su vida anterior, era la promesa de poder.</p> <p>Perdí la noción del tiempo mientras vi su breve vida desarrollarse desde ese momento. Fue como ver una película en un proyector estropeado. A veces las imágenes se movían demasiado deprisa como para comprenderlas y a veces tan despacio que parecía que iban a desintegrarse. Aun así, no tenía miedo. Sentía que podía salir en cualquier momento, a pesar de no poder controlar lo que veía u oía.</p> <p>Y entonces vi a Max, de pie en el salón de la que era mi habitación, y me sobresalté. Debía de ser el recuerdo de la noche en la que fuimos a matar a Cyrus. Sabía que lo habían llevado al dormitorio de Dahlia, pero ¿por qué iba ella a recordarlo? Habían pasado meses y, por lo que yo había podido comprobar, Dahlia estaba absolutamente centrada en Cyrus por aquel entonces.</p> <p>Los guardias que lo habían llevado arriba mientras él se resistía lo metieron por la puerta a empujones y la cerraron tras él. Fiel a su estilo, Max le lanzó una enorme sonrisa a pesar de que tenía los brazos atados a la espalda y que se encontraba completamente vulnerable en manos de su enemiga.</p> <p>Dahlia no perdió mucho tiempo mirándolo. Se giró para continuar con lo que fuera que había estado haciendo y para lo que utilizó un mortero, un quemador, un vaso de precipitados y un enorme libro escrito a mano con los lomos de piel. Levantó una garrafa de sangre que tenía a su derecha y sirvió un vaso; a continuación, apartó el vaso de precipitados del fuego y mezcló el contenido con la sangre. El aroma a ajos quemados me invadió y se me encogió el estómago de pavor.</p> <p>Agarró el cuchillo y la sangre y se acercó a Max. Le cortó el nudo de plástico que tenía alrededor de las manos y le dio el vaso.</p> <p>—Bebe.</p> <p>—Ya, cielo, pero lo que pasa es que la verdad es que esta noche no me apetece convertirme en sapo —intentó devolverle el vaso—. Quiero decir, estoy seguro de que eres una magnífica cocinera y todo eso…</p> <p>—Bebe o te mato —volvió a su libro, pero no fui capaz de leer nada antes de que lo cerrara—. Estaba reservándolo para Cyrus, pero no parece interesado en ayudar a la causa.</p> <p>—Ayudar a… —comenzó a decir Max para volver a ser interrumpido por Dahlia.</p> <p>—Bebe o te mato.</p> <p>Se giró para verlo beberse el vaso y a continuación se acercó y le echó los brazos alrededor del cuello. Él se resistió un poco, pero ella se puso de puntillas para besarlo.</p> <p>—Y, ahora, fóllame.</p> <p>Max cedió con gusto y ella no se quedó atrás. La próxima vez que lo viera iba a tener unas palabras con él. Nunca nos había mencionado eso ni a Nathan ni a mí. Por norma general, no tenía interés en oír los detalles de su vida sexual, pero Dahlia era el enemigo. Al menos debería haber mencionado que había practicado sexo con ella.</p> <p>Cuando terminaron (por suerte, su memoria se saltó lo que hicieron), le ordenó que se vistiera y lo empujó por la puerta. Volví a oír el fuerte estruendo y salí de la escena. Me encontraba de nuevo en la habitación de Dahlia, tirada en el suelo y con una resaca horrorosa.</p> <p>—¿Has visto todo lo que necesitabas?</p> <p>La voz me sorprendió tanto que me incorporé a pesar del dolor que tenía en la cabeza. Dahlia me miraba con gesto acusatorio, pero no se movía.</p> <p>—Márchate.</p> <p>—Dime qué es «la causa» y me lo pensaré —metí la mano en el bolsillo para sacar la estaca.</p> <p>—No voy a decirte nada —su voz sonaba cansada—. Quiero que te vayas.</p> <p>—¿Vas a obligarme? No pareces estar en condiciones de luchar y vencerme —me subí a la cama y le puse la punta de la estaca contra el pecho, asegurándome de que podía sentirla a través de la ropa—. ¿Qué es «la causa»?</p> <p>—¡Que te jodan!</p> <p>—No me dejas opciones —levanté la estaca como si fuera a atravesarle el corazón, con la esperanza de que cambiara de idea y me respondiera.</p> <p>Pero debería habérmelo imaginado. Ella me observó mientras yo vacilaba con la estaca en el aire. Después, sentí algo en mi espalda y cuando me giré, me encontré a Clarence blandiendo una ballesta.</p> <p>Solté la estaca.</p> <p>—Clarence, ¿qué estás haciendo?</p> <p>—Lo siento mucho, pero no puedo permitir que la mates —siguió apuntándome al pecho para dejarme ver que hablaba en serio—. Creo que es hora de que te marches.</p> <p>—Espera, espera —sacudí la cabeza—. Sabe que la has drogado, sabes que me has ayudado, te matará en cuanto se le pase el efecto.</p> <p>Dahlia se rió.</p> <p>—Y tanto que lo haré.</p> <p>—No puede matarme —dijo Clarence y sonó como si estuviera seguro de ello.</p> <p>—Piensa en lo que estás haciendo. ¡Es un vampiro! —exclamé alzando las manos—. Y, además, no puedes matarme tampoco. No tengo un corazón humano dentro de mi pecho.</p> <p>—Oh, puede que no te mate directamente, pero puedo dejarte sin sentido el tiempo suficiente mientras enciendo la chimenea y te arrojo dentro.</p> <p>—De acuerdo —miré a Dahlia y volví a mirarlo a él—. Está bien. Me iré.</p> <p>—Ya conoces la salida —dijo—. No quiero volver a verte por aquí.</p> <p>—No lo harás —me detuve en la puerta—. ¿Por qué estás protegiéndola?</p> <p>—Porque yo vengo incluido en la casa y ella es mejor que algunos de los que han pasado por aquí —asintió hacia la puerta—. Como el antiguo Amo y su padre.</p> <p>¿El Devorador de Almas?</p> <p>Quería preguntarle más, pero soltó la ballesta y se giró para atender a su ama. Y como no quería que se convirtiera en más enemigo de lo que ya era, me marché.</p> <p>¿Cuántos años tenía exactamente y cuánto tiempo llevaba trabajando en la casa? Sabía que sentía un afecto especial por aquella mansión, tanto como para no huir de sus jefes vampiros ni siquiera cuando tenía oportunidad. Era un acertijo para el que probablemente jamás tendría respuesta.</p> <p>Estaba cruzando el vestíbulo hacia la puerta principal cuando me detuve. Las puertas del despacho estaban cerradas, pero por alguna razón sabía que no con llave. Me moví hacia ellas automáticamente y las empujé.</p> <p>Tal vez fue la influencia de la sangre de Dahlia en la mía, tal vez mi propia memoria o tal vez simplemente un instinto, pero cuando abrí las puertas, el primer punto donde se posó mi vista fue el lugar donde había matado a Cyrus. El dolor y el pesar de aquella noche me recorrieron, como si acabara de suceder. Lo había besado y le había clavado un cuchillo en el corazón. ¿Cómo pude hacer algo así? Era el lazo de sangre existente ahora entre nosotros lo que me provocaba ese dolor. En aquel momento entendí por qué tenía que hacerlo; ahora me horrorizaba.</p> <p>Aparté la mirada y ahí estaba. Sobre el sofá de piel y junto a una <i>Cosmopolitan, </i>se encontraba el libro con los lomos de piel que había visto a Dahlia leer la noche que le había dado a Max ese misterioso elixir.</p> <p>Miré atrás. Clarence debía de seguir arriba. Apoyé el libro contra mi pecho, eché un último vistazo a la habitación y salí corriendo por la puerta.</p> <p>No paré hasta que llegué a la calle y me doblé hacia delante jadeando. Me metí el libro debajo de la camisa y lo sujeté con fuerza hasta llegar al apartamento, segura en todo momento de que si me giraba, ahí estaría Clarence, dispuesto a matarme por haberle robado a su ama.</p> <p>Pero estaba igualmente segura de que lo que fuera que había en el libro era la pieza que faltaba para hacer que todas las demás encajaran.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 15</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">La causa</p> </h3> <p>Nathan no perdió el tiempo y al instante comenzó a ahondar en las notas de Dahlia.</p> <p>—Esto es increíble —murmuró, sentado a la mesa de la cocina y con la cabeza agachada sobre las páginas. Cyrus y yo estábamos en la puerta, observándolo en un tenso silencio.</p> <p>En ocasiones, cuando una pareja discute, la parte culpable lleva flores a casa. Para calmar a Nathan, lo único que yo tuve que llevar a casa fue en libro de notas de una bruja. Me pregunté cómo podría superarme a mí misma la próxima vez que Nathan estuviera a punto de echarme de casa.</p> <p>—Increíble —repitió al pasar la página.</p> <p>—Bueno, ¿qué es? —Cyrus fue el primero en hablar.</p> <p>Nathan alzó la mirada y dejó escapar un suspiro de exasperación.</p> <p>—Es un <i>grimoire,</i> un libro de hechizos. ¿No lo habías visto antes?</p> <p>—No. No me interesaba mucho lo que hacía Dahlia.</p> <p>—Pues deberías —respondió Nathan al volver al libro—. Aquí hay cosas que podrían interesarte.</p> <p>Ahora era Cyrus el que miraba las páginas.</p> <p>—¿Como qué?</p> <p>—Afrodisíacos, pociones del amor, todas esas cosas que al parecer utilizó contigo —leyó en alto—: «Prueba esto y él no podrá resistirse».</p> <p>—¡Seguro que estaba muy cansado cuando las probé! —gritó Cyrus.</p> <p>—Seguro que sí —le di unas palmaditas en la cabeza con gesto condescendiente—. ¿Qué sabes sobre «la causa»?</p> <p>Cyrus agachó la cabeza y se atusó el pelo con expresión de enfado antes de responderme.</p> <p>—¿Qué causa?</p> <p>Me encogí de hombros.</p> <p>—Lo dijo Dahlia. Es la razón por la que tuvo sexo con Max.</p> <p>Nathan me miró.</p> <p>—¿Que tuvo sexo con Max?</p> <p>—Créeme, me he quedado tan sorprendida como tú —contuve un escalofrío de repulsión—. Creía que tenía mejor gusto.</p> <p>Cyrus agarró el libro.</p> <p>—¿Te ha dicho algo más?</p> <p>Cuando intenté recordar, un dolor me atravesó la cabeza.</p> <p>—Estaba haciendo algo… una poción… olía a dientes de ajo quemados…</p> <p>A lo lejos oí a Nathan decir:</p> <p>—Sujétala, va a desmayarse.</p> <p>Cuando abrí los ojos, estaba en el sillón y me sentía como si alguien me hubiera incrustado un hacha en la cabeza. Nathan se inclinó hacia mí con una expresión de absoluta preocupación.</p> <p>Y de furia.</p> <p>—¿Cómo has obtenido esta información de Dahlia?</p> <p>Su mirada pareció atravesarme y me contagió de su preocupación.</p> <p>—Ella… ¿me lo ha dicho? —ni aunque lo intentara era buena mintiendo y Nathan me descubrió sin problemas.</p> <p>Se rió y tuve la clara sensación de que perdería los nervios de un momento a otro.</p> <p>—¿Que te lo ha dicho? Has entrado en la mansión, os habéis sentado a tomar el té y ella te ha dicho: «Por cierto, me acosté con tu amigo y estoy trabajando en un misterioso propósito al que llamo la causa. Y ahora, por favor, vete de mi casa corriendo para poder contárselo a todos tus amigos».</p> <p>—¡Claro que no! —respondí con brusquedad e intenté incorporarme. Vi a Cyrus en la puerta de la cocina hojeando el libro. Sus labios se movían a medida que leía como si fuera un niño pequeño, y esa imagen me llenó el corazón.</p> <p>—Carrie, céntrate —Nathan sonó cansado e irritable y me di cuenta de que no le había ocultado lo que sentía por Cyrus.</p> <p>Quería darle la mano a Nathan y asegurarle que lo amaba más a él, pero algo en su actitud me indicó que no era buena idea.</p> <p>—Sabías que Clarence me ayudaría.</p> <p>Pero entonces suspiré; mi cerebro estaba demasiado confuso como para lograr darle forma a una mentira convincente.</p> <p>—La drogó y yo bebí su sangre.</p> <p>Nathan retrocedió horrorizado.</p> <p>—¿Y por qué has hecho algo así?</p> <p>—¿Por nostalgia? —sugirió Cyrus desde la cocina.</p> <p>Nathan lo ignoró.</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>—Bebí tu sangre, mezclada con la de Cyrus, y vi vuestra… historia. Creía que si bebía su sangre… —¿cómo podía haber sido tan estúpida? Si me bebía su sangre y a ella la habían drogado, yo también estaría ingiriendo la droga—. Cuesta creer que aprobara los exámenes de la facultad.</p> <p>—¡Cuesta creer que hayas pasado de los diez años! —Nathan se levantó y se alejó, pero entonces se dio la vuelta y volvió hacia el sofá—. Para ser tan lista como para ser médico, ¡está claro que tienes muy poco sentido común!</p> <p>—¡Bueno, en el momento me pareció una buena idea!</p> <p>¿Por qué esas palabras siempre seguían a una acción de lo más estúpida?</p> <p>—Además, ¡gracias a ello he conseguido información!</p> <p>—¡Que podría ser falsa! —Nathan dejó de andar de un lado para otro y se sentó en un extremo del sofá con los codos apoyados sobre las rodillas—. Cuando bebiste nuestra sangre, viste lo que viste porque los dos habíamos tenido un lazo de sangre contigo. Ella puede haberte mostrado lo que haya querido.</p> <p>Miré a Cyrus de soslayo y recordé su rostro mientras estaba tendido sobre Dahlia en su cama.</p> <p>—Estaba drogada, ¿cómo podría haber metido en mi cabeza cosas si estaba inconsciente?</p> <p>—Puede que no se haya inventado las imágenes —admitió Nathan—, pero es probable que haya obviado detalles cruciales que habrían cambiado el orden o el significado de las cosas que has visto.</p> <p>—Está loca, no lo olvides. Puede que algunas cosas de las que has visto no hayan ni siquiera sucedido, por mucho que ella crea que sí —interpuso Cyrus, que aún seguía absorto en el libro, probablemente preguntándose cuáles eran exactamente las cosas que su ex novia había probado en él.</p> <p>—Eso es verdad.</p> <p>Nathan odió tener que admitir que Cyrus había dicho algo útil.</p> <p>—La cuestión es que aún no sabemos nada. Sólo tenemos este libro y sus enrevesados recuerdos. El riesgo que has corrido no ha valido la pena.</p> <p>Bajo su ira, sentí su amor. Se preocupaba por mí. Alargué la mano hacia él y la estrechó.</p> <p>—Lo siento, no estaba pensando. Estaba tan obsesionada con encontrar algo, lo que fuera que pudiera ayudarnos… —sacudí la cabeza.</p> <p>Nathan suspiró.</p> <p>—No has fracasado. Nos has conseguido este libro, y eso ya es algo.</p> <p>Se inclinó para besarme y capté los celos de Cyrus. Lo oí retirar su silla y después oí sus pasos mientras venía al salón.</p> <p>—En realidad lo único que necesitamos saber es hacia donde se dirige ahora mi padre. No se quedará en un mismo sitio mucho tiempo. Él no actúa así.</p> <p>Cyrus se sentó en el suelo junto al sofá y no pude evitar poner la mano sobre su cabeza. Él se apoyó contra mi mano y Nathan apartó la mirada.</p> <p>No podía soportarlo más. Ser el objeto de deseo de dos hombres no era tan seductor como hacían creer en las películas. Los dos hombres que me querían exclusivamente para ellos no eran dos elegantes <i>playboys</i> internacionales, eran dos no muertos sorprendentemente inmaduros, teniendo en cuenta que el más joven tenía unos cien años.</p> <p>Cyrus continuó, ajeno a mi angustia.</p> <p>—Sería más sencillo descubrir eso que entrar en la mansión y beber la sangre de la gente.</p> <p>—¿Ah, sí? —la irritación de Nathan era tangible—. ¿Y por qué no has mencionado esto antes de que Carrie arriesgara su vida?</p> <p>—Porque no me escucharías a menos que no tuvieras elección. Y no te molestaste en preguntarme la otra noche cuando estabas dándome una paliza.</p> <p>—Lo siento —dijo Nathan en voz baja y, aunque su voz portaba un toque de amargura, su disculpa sonó auténtica—. ¿Qué idea tienes?</p> <p>—Mi padre viaja de un modo muy notorio, con todo un séquito de guardias armados, coches negros y un coche fúnebre. ¿Te parece que esas cosas pasan desapercibidas? —preguntó enarcando una ceja. Nathan y yo sacudimos la cabeza. Con una sonrisa de satisfacción, Cyrus continuó:</p> <p>—¿Conocéis muchos lugares donde se pueda alquilar un coche fúnebre? Lo único que tenemos que hacer es ver los registros de las ventas de coches fúnebres de los últimos días.</p> <p>—¿Qué? —me pareció notar cómo se me salían los ojos de las órbitas ante lo que sugirió—. ¿Y cómo esperas que hagamos eso?</p> <p>—No lo sé —respondió encogiéndose de hombros—. En las películas lo hacen todo el tiempo. Siempre hay alguien que conoce a alguien que puede darle la información.</p> <p>Volteé los ojos.</p> <p>—Qué bien que hayamos llegado a la fase de desesperación en la que decimos: «¡Pero si eso lo hacen en las películas!». Eso me inspira mucha confianza.</p> <p>Se produjo un largo silencio antes de que Nathan hablara.</p> <p>—Yo conozco un modo de hacerlo.</p> <p>—Tanto si lo conoces como si no, es una estupidez y lo tenemos muy difícil —negué con la cabeza—. Es imposible.</p> <p>—Creo que Nathan se refiere a otra solución. Una que hemos negado desde el principio.</p> <p>Un desalentador silencio siguió a las palabras de Cyrus y entonces Nathan se giró hacia él y con una dura mirada, dijo:</p> <p>—Créeme, la he tenido en cuenta.</p> <p>Cyrus se quedó mirándolo un momento y se encogió de hombros.</p> <p>—Simplemente digo lo evidente. Te muestras muy dispuesto a enviar a Carrie para que espíe por ti, pero cuando se trata de algo que te ponga en peligro…</p> <p>—¿Debería exponerla al peligro que soy cuando estoy bajo la influencia de él? —gritó Nathan.</p> <p>Su repentino cambio de tono me sobresaltó y el movimiento me produjo otro fuerte dolor de cabeza. No sabía qué era eso que Clarence le había dado a Dahlia, pero la compadecía por la resaca que tendría cuando se recuperara del todo.</p> <p>—Cyrus, él no puede conectar con el Devorador de Almas. Estuvo poseído…</p> <p>—Por un hechizo. Un hechizo que probablemente lanzó Dahlia. Está en el libro, podéis verlo vosotros mismos —dijo Cyrus señalando hacia la cocina.</p> <p>Me levanté y fui tambaleándome hasta la cocina. Allí, en la página que había dejado abierta, estaban los símbolos que había visto grabados en la piel de Nathan, algunos de los cuales aún llevaba en forma de feas cicatrices. Junto a los sigiles, la letra de Dahlia decía: <i>Plagiado de varias fuentes. Mi versión funciona mejor.</i></p> <p>Debía haberla atravesado con la estaca cuando tuve la oportunidad. ¡La muy zorra!</p> <p>—Mi padre es incapaz de hacer algo así —dijo Cyrus en voz baja—. Lo hizo Dahlia. Es más, si miráis este libro con detenimiento, veréis que ha estado detrás de la mayoría de la magia que se le ha atribuido a mi padre. Incluso escribió el hechizo que me devolvió de entre los muertos. Todo está ahí. Y propongo que nos adelantemos al próximo movimiento de mi padre, ya que ella tiene hechizos mucho más peligrosos.</p> <p>—¿Nathan? —pregunté tímidamente—. Nathan, ¿quieres echarle un vistazo a esto?</p> <p>Negó con la cabeza, aunque fue un movimiento casi imperceptible.</p> <p>—Hemos tenido la mejor herramienta para seguir a mi padre aquí mismo todo el tiempo —continuó Cyrus—. Pero no la utilizará, Carrie.</p> <p>¿Qué debía sentir? En mi corazón, comprendía la renuencia de Nathan a comunicarse con su Creador. Ese hombre le había arrebatado a su esposa y había intentado arrebatarle también su alma. La vida, la fe y la dignidad de Nathan habían quedado destruidas. ¿Por qué demonios iba a querer sentir algo que su Creador quisiera darle?</p> <p>Sin embargo, otra parte de mí estaba furiosa. Nathan me había puesto en peligro. Sí, es verdad, se había preocupado por mí, pero había estado más preocupado por sí mismo, por lo que sería más fácil para él. Intenté apartar mis amargos sentimientos del lazo de sangre, pero Nathan los captó.</p> <p>—Eso no es así, Carrie —se levantó y fui hacia el dormitorio, añadiendo mentalmente: «Deberías conocerme mejor».</p> <p>Impotente, miré a Cyrus, que me acarició la mejilla.</p> <p>—Habla con él.</p> <p>Cuando fui al dormitorio, encontré a Nathan sentado en el borde de la cama, mirando a la pared con expresión sombría. Pero yo sabía que no lo había visto. Estaba en otro momento, en otro lugar.</p> <p>Me arrodillé a su lado sobre la cama.</p> <p>—Crees que he sido un egoísta.</p> <p>Pensé la respuesta.</p> <p>—Sí. Pero por un instinto de supervivencia. No sabes qué va a hacer contigo.</p> <p>—No debería haberte dejado ir a esa casa —se frotó la cara con las manos—. Tengo el arma perfecta y soy demasiado cobarde como para usarla.</p> <p>—No es cobardía. Tiene un poder increíble sobre ti —cuando Nathan se mofó de mi comentario, le puse la palma de su mano sobre el lugar donde antes estaba mi corazón—. Igual que tú tienes poder sobre mí.</p> <p>—¿Qué poder, Carrie? —levantó las manos—. No puedo hacerte hacer nada que no quieras hacer.</p> <p>Las alarmas saltaron en mi cabeza.</p> <p>—¿Y por qué ibas a querer obligarme a hacer algo que no quiero?</p> <p>—Para mantenerte alejada de Cyrus. Para evitar que sigas acudiendo a él en busca de soluciones, en busca de consuelo. Para evitar que lo ames.</p> <p>—Te amo a ti. Por él siento lo que supongo que sienten todos los Creadores hacia sus Iniciados. ¿Me equivoco?</p> <p>La mirada de Nathan era tan intensa que parecía que fuera a quemarme.</p> <p>—¿Y qué sentimiento crees que es ése?</p> <p>Nunca se había acercado tanto a pronunciar las palabras. Me quedé sin habla por un momento y él se aprovechó de mi estado para continuar.</p> <p>—Si me expongo a mi Creador, no sé qué pasará. Puede que me ignore y que descubramos todo lo que necesitamos, pero puede que vuelva a perderme de nuevo, y quizá esta vez ya no tendrás necesidad de traerme de vuelta.</p> <p>Lo llevé hacia mí con el deseo de absorber parte de su miedo, de aliviar parte de su carga.</p> <p>—¿Cómo puedes pensar eso? Te quiero. Cuando estabas bajo su control, arriesgué mi vida y mi alma para salvarte. Lo haría cien veces más si fuera necesario.</p> <p>—Pero yo no.</p> <p>Vi su garganta moverse cuando tragó con dificultad.</p> <p>—No podría volver a pasar por eso. No, con todo lo que tiene para usar en mi contra.</p> <p>«Ziggy».</p> <p>—Nathan, sólo puede utilizarlo para controlarte si sigues sintiéndote culpable. Y lo que le pasó a Ziggy no fue culpa tuya.</p> <p>—¿No? —preguntó furioso—. Lo eché de casa…</p> <p>—Se escapó.</p> <p>—Bueno, ¡pero yo tampoco intenté detenerlo!</p> <p>Se levantó y comenzó a andar de un lado para otro mientras yo retrocedía un poco sobre la cama. No era que pensara que fuera a hacerme daño, pero siempre me he sentido incómoda delante de gente que se encuentra en semejante estado de alteración.</p> <p>—Nathan, ése es tu problema. Te lo guardas todo hasta que te ves obligado a enfrentarte a ello y cuando llega ese momento, no puedes hacerlo. Esta culpabilidad es como la… gangrena. Si no la tratas, acaba devorándote.</p> <p>—Es un buen ejemplo, pero el único procedimiento que conozco para tratar un miembro gangrenado es la amputación. ¡No creo que puedan amputarme los recuerdos que tengo de mi hijo!</p> <p>Volvió a sentarse, como si le supusiera un esfuerzo demasiado grande sostener el peso de su cuerpo y el peso de su pena al mismo tiempo.</p> <p>—Pero no es sólo por mí por quien estoy preocupado.</p> <p>Me tomó las manos, se las llevó a los labios y las besó. Rara vez Nathan cedía a un contacto físico tan intenso, a menos que se produjera antes del sexo, pero a través del lazo de sangre sentí desesperación. Cuando me miró, vi el significado detrás de su miedo antes de que lo expresara con palabras.</p> <p>Apretándome las manos con excesiva fuerza, me susurró:</p> <p>—Me lo ha arrebatado todo. A Marianne, a Ziggy. Y también te llevará a ti.</p> <p>Intenté reconfortarlo, pero no me dejó.</p> <p>—No me discutas, Carrie. No lo conoces. Él desea. Eso es todo lo que es, una criatura hecha de deseo. Si creías que Cyrus era malo, no es más que una versión suavizada de su padre. Me arrastrará y a ti también. Y no puedo permitir que eso te suceda.</p> <p>—Yo no voy a ir a ninguna parte —aparté las manos de él—. Me infravaloras, ¿verdad? No soy la propiedad de nadie. No se me pueden llevar ni se me puede poseer. Ni Cyrus, ni tú, y mucho menos el Devorador de Almas.</p> <p>Me puse a la defensiva.</p> <p>—Tú mismo has dicho que tenemos el arma perfecta, pero que tienes miedo de usarla. Es él. ¿No lo entiendes? El miedo que le tienes es lo que utiliza para controlarte.</p> <p>—Lo sé… —parecía como si lo hubiera abofeteado—. Lo sé desde hace años. ¿Por qué crees que he estado tanto tiempo solo? ¿Por qué crees que sólo tenía a Ziggy en mi vida cuando te conocí? Sé que mi Creador me controla. Me mantiene aislado. Puedo cerrarme a él, Carrie, puedo bloquearlo, pero no permanentemente y no para siempre. Con el tiempo, volveré a saber de él.</p> <p>—Y, ¿por qué no hoy?</p> <p>Había formulado la pregunta sin pensar en ello, pero me alegré de haberlo hecho. No lo habría dicho de otro modo.</p> <p>Durante un momento, vagó entre un colapso emocional y un estallido de indignación. Después, dejó caer los hombros, se frotó la nariz y cerró los ojos, agotado.</p> <p>—De acuerdo.</p> <p>—¿Qué? —no podía haberlo oído bien.</p> <p>Se recostó en la cama y miró al techo… o mejor dicho, a través de él.</p> <p>—Tienes razón. Debería hacerlo. No tenemos ninguna otra arma disponible y estoy siendo un cobarde.</p> <p>Cerró los ojos y respiró hondo. Lo agarré de la muñeca intentando que me prestara atención.</p> <p>—No irás a hacerlo ahora mismo, ¿verdad?</p> <p>—No hay mejor momento que el presente.</p> <p>Esperé, sin atreverme a moverme, sin apenas respirar, y centré la mirada en su cara.</p> <p>¿Volvería a poseerlo? ¿Tendría que salir corriendo para salvar mi vida? Mentalmente calculé el tiempo que me llevaría ponerme de pie después de llevar tanto tiempo arrodillada, lo sopesé con la velocidad de mis piernas, que se me habían quedado dormidas, y me di cuenta de que si Nathan entraba en modo monstruo salvaje, podía ir dándome por muerta.</p> <p>Cuando abrió los ojos, di un salto atrás y lancé un grito ahogado.</p> <p>—¡Por Dios! Me has asustado —se llevó una mano al pecho—. ¿Llevabas mirándome todo este rato?</p> <p>Mentí.</p> <p>—No. Más o menos. Por si acaso. Ya sabes…</p> <p>Me sonrió.</p> <p>—Pues siento decepcionarte.</p> <p>—Bueno, ¿no ha funcionado?</p> <p>No, no podía haber funcionado en tan poco tiempo, ¿verdad?</p> <p>Parpadeó como para aclarar su visión.</p> <p>—Sí que ha funcionado. Ha ido a la mansión para recoger a Dahlia y para volver a instalarse.</p> <p>—Espera… creía que la mansión pertenecía a… —me puse de pie y fui al salón.</p> <p>Cyrus todavía estaba en la cocina leyendo las notas de Dahlia. Ocupé la silla que había enfrente de él.</p> <p>—Cyrus, ¿de quién es tu mansión?</p> <p>—¿Mi mansión? Si tuviera una mansión, ¿crees que estaría alojándome aquí? —pasó una página con indiferencia.</p> <p>Volteé los ojos.</p> <p>—Sabes de qué hablo. La casa de la calle Plymouth. ¿De quién es?</p> <p>—De mi padre —se humedeció el dedo índice con la lengua y pasó de página—. ¿Por qué lo preguntas?</p> <p>—Entonces Clarence… ¿trabaja para tu padre?</p> <p>Cyrus asintió.</p> <p>—Va incluido en la casa.</p> <p>—¿Desde cuándo tiene tu padre esa casa, Cyrus? —tenía la extraña sensación de que se me había pasado algo importante—. ¿Veinte años? ¿Treinta?</p> <p>—Ciento cincuenta —estiró los brazos por encima de la cabeza y bostezó—. Le gustaba Michigan porque tenía mucho en común con Inglaterra, un clima parecido.</p> <p>Me apoyé en la mesa y observé la página que tenía delante.</p> <p>—Entonces, ¿hay alguna conexión entre esta zona y Oráculo?</p> <p>Cyrus sacudió la cabeza.</p> <p>—No. En aquellos tiempos no estaba interesado en ella. No sé por qué lo está ahora. Simplemente le gusta el clima.</p> <p>Miré detrás de mí y vi a Nathan en la puerta. Me giré hacia Cyrus.</p> <p>—¿Y cómo es posible eso de que Clarence va incluido en la casa? Es viejo, pero no tanto como para tener ciento cincuenta años.</p> <p>Cyrus me miró como si hubiera perdido la cabeza.</p> <p>—No crees que esté vivo, ¿verdad?</p> <p>Comenzó a reírse como nunca lo había visto y acabó dándose golpes con los puños en las rodillas y secándose las lágrimas de los ojos.</p> <p>—¡Oh, es para morirse de risa!</p> <p>—Entonces, ¿es un vampiro? —dije, sin estar divirtiéndome tanto como él—. ¿Trabaja para tu padre?</p> <p>—Es un fantasma, Carrie —Cyrus soltó una última carcajada—. No puedo creer que no lo supieras.</p> <p>—Eso es imposible. Los fantasmas no existen.</p> <p>—Decías lo mismo sobre los vampiros —le recordó Nathan—. Y sobre los hombres lobo.</p> <p>—Sí, pero…</p> <p>—Vi a uno de los subalternos de mi padre hacerlo —me interrumpió Cyrus, ahora más calmado—. ¿Recuerdas cuando te saqué el corazón?</p> <p>Lo miré.</p> <p>—Qué pregunta más estúpida. Claro que lo recuerdo.</p> <p>—¿Recuerdas cómo fue morir? —se detuvo para dejarme pensar.</p> <p>Aunque no necesité ahondar mucho en mi memoria.</p> <p>Morir, y lo que pasó después, nunca se había alejado de mi mente. El recuerdo de haber abandonado mi cuerpo y flotar entre un puñado de una especie de fantasmas sin rostro fue todo lo que necesitaba para mantenerme alejada del peligro.</p> <p>—Pero debe de ser distinto para los humanos.</p> <p>Me estremecí al pronunciar esa palabra; aún odiaba verme como alguien apartado de mi especie de nacimiento.</p> <p>—Tienen alma.</p> <p>—¿Crees que nosotros no tenemos alma, Carrie? —preguntó Nathan con voz suave poniendo las manos sobre mis hombros—. ¿Crees que no tienes alma?</p> <p>—No me refería a eso. No un alma en el sentido filosófico, sino en el sentido judeocristiano. Que hay algo en la persona que va al Cielo. Está claro que nosotros no vamos ahí. Vamos a ese extraño mundo de las sombras azules —temblé al pensar en ello.</p> <p>—Bueno, eso no te lo discutiré. Pero Clarence no llegó al lugar donde lo esperaban después de morir. Oh, cuánto nos divertimos acorralándolo en el salón y persiguiéndolo alrededor de la mesa. Incluso nos intentó engañar haciendo que iba a dirigirse hacia un lado, para luego intentar escapar por otro.</p> <p>Cyrus sonrió y se me erizó el vello de la nuca. Me miró a mí primero, después a Nathan, y una expresión de culpabilidad invadió su rostro.</p> <p>—Bueno, el caso es que Geoffrey lo atrapó, lo dejó seco y dejó su cadáver en el suelo. Padre se quedó lívido. Ya sabéis eso que dicen de lo mucho que cuesta encontrar buenos ayudantes. Estaba como loco, despotricando por el salón como si estuviera poseído… por cierto, ¿recuerdas el salón de mi suite, Carrie?… Y así estuvo hasta que finalmente se calmó lo suficiente como para matar a Geoffrey y castigarlo. Imagina su sorpresa cuando, justo en el momento en que el cuerpo de Geoffrey ardió y se convirtió en cenizas, ¡Clarence entró por la puerta y muy educadamente le preguntó si quería que limpiara todo ese desastre!</p> <p>Ya que ni Nathan ni yo estábamos riéndonos, Cyrus tuvo que tragarse sus ganas de hacerlo.</p> <p>—Lo que no comprendo es que si Clarence está unido a la casa y trabaja para el propietario, ¿cómo pudo ayudarme a actuar contra ti y contra Dahlia?</p> <p>—Bueno, ni Dahlia ni yo somos los dueños de la casa. El nombre de mí padre siempre ha aparecido en las escrituras, de alguna forma u otra —pasó otra página—. Así que mi padre me quería muerto y quería que encontrarais esto.</p> <p>—Pero ¿por qué? —cuando formulé la pregunta, Cyrus siguió centrado en el libro, como si no le importara el hecho de que su padre hubiera querido matarlo. Me parecía tan extraño querer matar a tu propia sangre… ¿Y Dahlia? Ella había sido humana una vez. ¿Qué tenía que ver con ella el Devorador de Almas?</p> <p>—Oh, Dios —oí la exclamación de Nathan y alcé la mirada. Cyrus había apartado las manos del libro como si lo hubiera quemado. Me giré hacia Nathan, que estaba mirando horrorizado el libro de hechizos.</p> <p>Bajé la mirada y vi, escritas con la letra de Dahlia las palabras <i>Elixir de vitalidad,</i> y después de una larga lista de ingredientes y conjuros: <i>Probado con en ese chico del Movimiento. No funcionó.</i></p> <p>—¿Qué demonios puede significar eso?</p> <p>Supuse que el chico del Movimiento era Max, pero ¿«vitalidad»?</p> <p>Nathan agarró el libro y leyó con tanta velocidad que me parecía imposible que estuviera procesando la información.</p> <p>—Esto es… ¿Qué demonios intentaba hacer?</p> <p>Entró en el salón y agarró una libreta. En una página dibujó tres columnas.</p> <p>—Hay muchos componentes distintos… No los conozco todos. Dividiré la lista de ingredientes en tres. Voy a tener que ponerme en contacto con uno de mis clientes que conoce la magia romana y los conjuros.</p> <p>—No te molestes —dijo Cyrus—. Mira.</p> <p>Nathan miró el libro de hechizos. En el margen y con una letra diminuta, Dahlia había anotado:</p> <p>Para fraguar la espada (un vampiro de nacimiento).</p> <p>Probado en Cyrus. Sin efectos.</p> <p>Probado en vampiro rubio. Sin efectos. Requiere revisión.</p> <p>—¿Qué es? —preguntó Nathan. Sentí náuseas cuando seguí leyendo:</p> <p>—«Puede que funcione en cruce de especies, humano con vampiro o vampiro con hombre lobo».</p> <p>—¿Probó esto en mí?</p> <p>—No hay duda de que el hechizo tiene elementos para la fertilidad. Parece como si estuviera intentando crear lo que dice, un vampiro de nacimiento.</p> <p>—Lo empleó en Cyrus. El otro vampiro… apuesto a que fue Max.</p> <p>Mis pensamientos se precipitaron en mi mente y llegaron a una horrible conclusión que quise ignorar.</p> <p>Nathan sacudió la cabeza.</p> <p>—Aquí dice que no funcionó. Pero… oh…</p> <p>—No funcionó porque ella también era un vampiro. Pero se lo dio a Max.</p> <p>Max. Bella. Su inexplicable cansancio y sus mareos en el coche.</p> <p>Aunque no eran simples mareos producidos por el coche.</p> <p>Bella estaba embarazada.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 16</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Vitalidad</p> </h3> <p>Llegaron a Danvers la noche anterior a la luna llena.</p> <p>—¿No irás a ponerte así, verdad?</p> <p>Max imitó el aullido de los hombres lobo de las películas.</p> <p>—Max, imagínate que yo hablara así sobre vuestras costumbres y tradiciones.</p> <p>—¡Y lo haces! Odias a los vampiros —cerró el maletero de un portazo y la siguió adentro. El lugar era bastante normal, dos camas, una televisión y un lavabo fuera del cuarto de baño por alguna razón que no tenía sentido. Pero si podía decirse algo de la Costa Este, era que por lo menos sus baratos moteles de carretera estaban limpios.</p> <p>Bella comenzó a deshacer sus maletas. Max sólo la había visto sacar ropa interior limpia y un cepillo de dientes, aunque al parecer contenía todo tipo de cosas interesantes, como un collar tachonado y una correa.</p> <p>—Muy bonito —dijo él con un silbido—. ¿Quién soy yo? ¿El sumiso o…?</p> <p>—No es para practicar sexo. Es para tenerme sujeta mañana por la noche.</p> <p>—Creía que podías controlarte y no transformarte. Es una especie de código de tu… gente.</p> <p>Aun así, comenzó a mirar a su alrededor en busca de un lugar donde enganchar la correa.</p> <p>Después de un largo momento, ella respondió:</p> <p>—Nuestro código dice que no debemos hacer daño a los humanos, pero hay otros factores. Puede que no sea capaz de evitar cambiar. Me encuentro bajo mucho estrés.</p> <p>—Lo entiendo —la interrumpió—. Pero entonces, ¿me reconocerás o me harás pedacitos?</p> <p>—No lo sé —se encogió de hombros con un gesto de lo más elegante—. Si te atacara, no te comería. Los vampiros sabéis fatal.</p> <p>—Es un alivio —si es que acabar mutilado podía considerarse un alivio…</p> <p>Ella metió la mano dentro de su mochila y sacó un vial.</p> <p>—Por si no puedes controlarme, puedes usar esto.</p> <p>Él agarró el frasco y examinó el brillante líquido azul que contenía.</p> <p>—¿Un sedante?</p> <p>—Algo parecido —le dio un tirón al radiador, pero crujió—. Tal vez debería engancharla a la pata de la cama. Probablemente lograré moverla, pero no causaré ningún daño que luego tengamos que pagar.</p> <p>—Otro alivio —se metió el vial en el bolsillo—. En caso de que necesite administrarte el sedante, ¿cómo lo hago? Quiero decir, ¿dejarás de ser una mujer lobo enloquecida el tiempo suficiente para poder tragarlo?</p> <p>Ella se arrodilló en el suelo y enroscó un candado alrededor de la pata de la cama, al que enganchó la correa.</p> <p>—No, tendrás que dármelo de comer metido en algo.</p> <p>—¿Como si le diera a un perro una pastilla dentro de un trozo de queso?</p> <p>Sonrió para indicarle que estaba de broma.</p> <p>—No me gusta el queso, pero me encanta el zumo de naranja —se detuvo un momento y le agarró las manos—. Prométeme que sólo lo usarás si supongo un peligro. Soy un lobo muy tranquilo, pero todos tenemos potencial para enfurecernos. Sobre todo en determinadas circunstancias. La poción es muy poderosa y no quiero sufrir una sobredosis.</p> <p>—De acuerdo.</p> <p>Con un gruñido juguetón, Bella se acercó a él, pero entonces se detuvo en seco y su cuerpo se tensó.</p> <p>—¿Bella?</p> <p>«Oh, Dios. Otra vez no».</p> <p>Antes de poder terminar de darle forma a ese pensamiento, una ráfaga de viento que pareció atravesar las paredes lo lanzó hacia atrás. Nada más se movió, ni siquiera las cortinas, pero Bella se levantó lentamente del suelo con la cabeza echada hacia atrás. Tenía la boca abierta y la sangre brotaba de sus labios cuando Oráculo habló a través de ella:</p> <p>—¡Traedme el arma!</p> <p>—¿Quieres un arma? Te traeré un arma, ¡perra loca!</p> <p>Max se metió la mano en el bolsillo para sacar la estaca que guardaba ahí, pero entonces recordó que era Bella, y no Oráculo, a quien mataría si la utilizaba.</p> <p>—¡Traedme el arma! —rugió la voz a través de la garganta de Bella.</p> <p>Después, tan rápido como la había poseído, el poder de Oráculo se desvaneció. Bella cayó al suelo, se quedó quieta un momento y a continuación abrió los ojos, cargados de pavor.</p> <p>Max corrió hacia ella.</p> <p>—Bella, ¿eres tú?</p> <p>—Soy yo —respondió con la voz entrecortada y atragantándose con la sangre—. Está aquí. Tiene a gente aquí. Saben que estamos llegando.</p> <p>Él se pasó una mano por la cara y odió el hecho de que esa mano estuviera temblando.</p> <p>—Descansa, yo vigilaré. Y llamaré a Nathan para ver si tiene información o puede enviar refuerzos.</p> <p>—No —Bella sacudió la cabeza y se levantó lentamente—. No. No esperaré a que vengan a por nosotros. Vuelve al coche.</p> <p>—Bella —comenzó a decir, dispuesto a discutir. Fue hacia ella, que ya tenía una estaca en la mano y estaba apuntándolo con ella.</p> <p>—Vuelve al coche.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Max tenía un ojo puesto en la carretera y otro en Bella mientras ella se asomaba por la ventanilla olfateando al aire. Por primera vez, se vio tentado a regañar a un pasajero por no llevar puesto el cinturón. ¡Tenía el cuerpo demasiado fuera!</p> <p>¿Cuándo se había vuelto tan parecido a Marcus? Si eso era lo que el amor le hacía a la gente, no era de extrañar que Max hubiera estado evitándolo tanto tiempo.</p> <p>—¿Captas algo? —le preguntó él agarrando el volante con fuerza, como si al hacerlo también estuviera sujetándola a ella. ¡Si se le ocurría caerse y partirse el cuello, la mataría!</p> <p>Bella volvió a sentarse en el asiento, ¡gracias a Dios!, aunque no se abrochó el cinturón.</p> <p>—Gira a la derecha cuando puedas.</p> <p>Max se inclinó hacia delante para ver mejor.</p> <p>—Eso es un camino lleno de barro.</p> <p>—Pues es ahí por donde debemos ir —Bella arrugó la nariz—. Huelo a vampiros.</p> <p>—¿Cuántos?</p> <p>Lo último que necesitaban era que les tendieran una emboscada, aunque cuando giró hacia el sucio camino ya le pareció demasiado tarde para lamentarse.</p> <p>—Necesito saberlo antes de que lleguemos ahí.</p> <p>Bella se encogió de hombros.</p> <p>—Había muchos. Ahora sólo hay un aroma definido. Dos, tres como mucho.</p> <p>—¿Uno sigue siendo una posibilidad? —redujo la marcha y se estremeció ante el chirrido de los bajos del coche contra el camino lleno de surcos.</p> <p>—Claro. Pero es mejor estar preparado para lo peor —Bella alargó la mano hasta el asiento trasero y sacó dos estacas de la bolsa de Max—. ¿Puedo?</p> <p>—Sírvete. ¿Qué les ha pasado a las tuyas?</p> <p>Ella se inclinó hacia delante. El parabrisas había empezado a empañarse, un fenómeno del que no había tenido que preocuparse desde que era vampiro. Llevar pasajeros mortales era un fastidio. Frotó el cristal con el antebrazo.</p> <p>—Están en el maletero. Tengo todo lo demás. Agua sagrada, mi ballesta…</p> <p>Max la hizo callar.</p> <p>—¿Es allí?</p> <p>Al fondo, donde terminaba el camino, había una cabaña destartalada con dos ventanas y un porche. Bella bajó la ventanilla y olfateó antes de asentir.</p> <p>Max alzó la mano y levantó tres dedos. Ella sacudió la cabeza y respondió con un dedo.</p> <p>Un vampiro. «Ningún problema». Respirando aliviado, abrió la puerta del coche, pero no la cerró una vez que bajó. No había por qué hacerle saber a ese pobre diablo que estaban allí.</p> <p>Bella sacó sus armas del asiento trasero y avanzó indicándole a Max que la siguiera.</p> <p>¡Y una mierda iba a dejarla entrar ahí primero! Corrió para adelantarla y la agarró del hombro. La oyó chasquear con la lengua, molesta, y levantó una mano para hacerla callar.</p> <p>Los escalones de subida a la cabaña estaban mojados y rotos y seguro que crujían. Max puso un pie sobre el primero y su rostro se quedó helado al temer que se oyera un fuerte crujido o, peor todavía, que se hundiera bajo su peso.</p> <p>Cuando eso no sucedió, le indicó a Bella que avanzara. El porche tenía sólo aproximadamente un metro y medio de ancho y el tejado combado obligó a Nathan a agacharse. La puerta de la cabaña ni siquiera tenía pomo. Un rayo de luz salía del agujero donde debería haber estado el pomo.</p> <p>«¿Están poniéndonoslo fácil a propósito?». Prefirió pensar que Bella y él no estaban cayendo en una trampa y levantó el dedo pulgar. Cuando ella le respondió del mismo modo, abrió la puerta de una patada. Si había tenido alguna duda de que ése fuera el lugar que buscaban, se desvaneció en el mismo segundo en que entró. El mobiliario de la diminuta habitación consistía en una mesa de cocina, una pila oxidada, una mininevera y una sucia cama con una almohada manchada. Había una única figura sentada a la mesa, encorvada y con las manos en la cabeza.</p> <p>—Sabía que vendríais —levantó la cabeza y Max vio que tenía los ojos enmarcados por unas sombras negras.</p> <p>—¿Eres un vampiro? —preguntó Max con voz tranquila mientras sacaba una estaca del bolsillo trasero.</p> <p>El hombre asintió.</p> <p>—¿Cómo te llamas? —con la estaca en la mano, oyó esa diminuta voz en su cabeza que siempre aparecía en momentos como ése y que le canturreó: «Podrías ser tú».</p> <p>El vampiro volvió a recostarse sobre la mesa.</p> <p>—Ford Prefect.</p> <p>—¿Ford Prefect?</p> <p>«¡Qué nombre más raro!».</p> <p>—Bueno, entonces… Ford Prefect, por orden del Movimiento Voluntario para la Extinción de Vampiros…</p> <p>—No se llama así —dijo Bella en voz baja detrás de él. Cuando él la miró, se encogió de hombros—. Es el nombre de uno de los personajes de <i>Guía del autoestopista galáctico</i> —y como para defenderse, añadió—: Me gusta leer.</p> <p>A Max le costó un minuto reaccionar.</p> <p>—Ah, ya lo entiendo, quieres quedar como un insolente y un antipático conmigo, ¿verdad?</p> <p>—Más o menos —el vampiro se recostó en su silla. Tenía un pendiente en la parte central de su nariz y jugueteaba con él, deslizándolo entre sus dedos.</p> <p>—Bueno, buen intento, pero…</p> <p>El ruido de la ballesta soltando una flecha interrumpió a Max. El proyectil atravesó el aire y se hundió en el hombro del vampiro.</p> <p>Gritó y Max se giró hacia Bella.</p> <p>—¿Qué coño ha sido eso?</p> <p>—Un disparo limpio con la intención de dejarlo lisiado.</p> <p>Metió la mano en la aljaba que llevaba a la espalda y sacó otra flecha.</p> <p>—Se supone que tenemos que sacarle información, ¡no matarlo directamente!</p> <p>Max agarró la ballesta y se la arrancó de las manos, pero la flecha salió disparada y pasó por delante de su oreja para acabar incrustada en la sucia pared.</p> <p>—Ya me encargaré yo de conseguir la información —dijo Bella volteando los ojos—. Tal vez deberías no matarte a ti mismo esta noche.</p> <p>—Oh, intentaré no matarme a mí mismo —de algún modo, repetir el comentario de Bella con sarcasmo añadido no pareció tener el efecto que había pretendido. Soltó la ballesta y se maldijo mientras ella caminaba hacia su presa agitando su trenza letalmente tras ella.</p> <p>Se inclinó sobre el quejumbroso vampiro y agarró un extremo de la flecha para girarla.</p> <p>Cuando el vampiro gritó, dijo:</p> <p>—Oh, lo siento. ¿Te ha dolido?</p> <p>—¡Que te jodan, perra! —le escupió, pero ella lo esquivó.</p> <p>Con un giro de muñeca, hizo que el vampiro volviera a gritar.</p> <p>—Deberías ser más educado con la persona que tiene tu vida en sus manos. ¿Serás más educado?</p> <p>Se oyó una letanía de insultos y ella respondió hundiendo más la flecha.</p> <p>—No te interesaría mucho que esta flecha se acercara más a tu corazón.</p> <p>El vampiro se quedó paralizado y levantó los brazos.</p> <p>—Yo no sé nada. ¿Por qué iba yo a saber algo? ¿Parezco estar conectado con alguien? Si ni siquiera tengo teléfono.</p> <p>Bella miró a su alrededor y se detuvo en la mininevera.</p> <p>—Pero sí que tienes cinta adhesiva.</p> <p>No tuvo que decirlo dos veces. Max agarró el sucio rollo de cinta que había encima de la nevera y comenzó a inmovilizar a su amigo.</p> <p>—Déjale un brazo libre. Ata esa mano a la mesa con la palma hacia abajo.</p> <p>Le arrancó la flecha del hombro y la sangre comenzó a brotar.</p> <p>—No dejarás que se desangre, ¿verdad? —Max tiró de la cinta, transformó su rostro y utilizó los colmillos para cortar el fuerte material.</p> <p>Bella se rió de él.</p> <p>—No, pero deseará morir cuando terminemos.</p> <p>—Ya os he dicho que no sé nada —el vampiro estaba demasiado distraído con sus amenazas como para oponer resistencia.</p> <p>Max había visto ese escenario demasiadas veces y se detuvo mientras lo ataba.</p> <p>Se había ablandado entre su último trabajo y ése. Ya no quería causar más dolor y más muertes. No quería formar parte de eso.</p> <p>Pero, sobre todo, no quería ver a Bella haciendo esas cosas. Quería sacarla de la cabaña, meterla en el coche y conducir hasta alguna parte sin mirar atrás.</p> <p>—¿Max? —Bella apretó los labios y asintió hacia la cinta que Max tenía en la mano—. Continúa.</p> <p>Si hubiera que describir los métodos de tortura de Bella, las palabras «cruel eficiencia» habrían sido las únicas apropiadas.</p> <p>—¿Cómo te llamas? —le preguntó a su víctima cuando ya estaba atada.</p> <p>Cuando el vampiro respondió «Arthur Dent», le atravesó la mano con la flecha que antes le había clavado en el hombro.</p> <p>—Imagino que es otro nombre falso, ¿no? —preguntó Max alzando la voz para que se le oyera por encima de los gritos del vampiro.</p> <p>Ella sacó la flecha y volvió a formularle la pregunta.</p> <p>—¿Cómo te llamas?</p> <p>—¡Patrick! ¡Me llamo Patrick! —gritó mientras se movía contra sus ataduras.</p> <p>Para sorpresa de Max, no se rompieron, así que todo eso que decían sobre la cinta adhesiva era verdad.</p> <p>—Patrick, ¿trabajas para Oráculo? —sostenía la flecha sobre la mano del vampiro, que ya había empezado a curarse. La velocidad con la que se cerró la herida era una indicación de la edad de Patrick y de su poder.</p> <p>«Cuidado con éste, cariño».</p> <p>En cuanto Max dio forma a ese pensamiento, vio a Bella fijarse en la herida y dar un paso atrás, de un modo tan sutil que Patrick no se percató. Le hizo una señal a Max ladeando la cabeza.</p> <p>Él se sacó un guante de piel del bolsillo trasero y extrajo un pequeño tubo de agua bendita de uno de los dedos. Lo colocó sobre la mesa mientras se ponía el guante y a continuación lo agarró y lo destapó.</p> <p>—Estamos esperando, Patrick.</p> <p>—Yo… tra-trabajo para el Devorador de Almas —tartamudeó mirando el líquido.</p> <p>—¿El Devorador de Almas? —Bella miró a Max—. Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?</p> <p>—Sí, el Devorador de Almas está en San Francisco —era una mentira, pero para alivio de Max, Bella le siguió el juego.</p> <p>Y también Patrick.</p> <p>—¿San Francisco?</p> <p>—Sí, ¿no lo sabías? Tío, no te tienen al tanto.</p> <p>—¡Mentira! —Patrick intentó levantar una mano—. Si están todos en San Francisco, ¿por qué me han mandado aquí?</p> <p>—Eso es lo que queremos saber. ¿Qué tiene que ver el Devorador de Almas con Oráculo?</p> <p>Envalentonado, Patrick volvió a escupir a Bella.</p> <p>—¡No pienso deciros una mierda!</p> <p>Ella asintió hacia Max, que dejó caer una gota del agua bendita sobre la piel ya curada de la mano de Patrick. Una nube de vapor emergió de la herida mientras la piel se escaldaba bajo el agua.</p> <p>—Hay mucha más aquí dentro, amiguito —dijo Max ladeando el vial exageradamente.</p> <p>Patrick dejó de gritar lo suficiente como para disuadirlo.</p> <p>—Vale, vale, os lo diré.</p> <p>Cuando no respondió con la suficiente rapidez, Bella volvió a hacerle una señal a Max.</p> <p>—¡No, no! —suplicó Patrick—. Estoy aquí para recoger algo.</p> <p>Ahora estaban llegando a alguna parte. Max retiró el vial unos centímetros.</p> <p>—¿Recoger qué?</p> <p>Patrick se calmó un poco al ver que ya no corría peligro inminente de chamuscarse.</p> <p>—Un arma. No sé lo que es.</p> <p>—Ese arma… ¿Se la llevarás al Devorador de Almas?</p> <p>La voz de Bella sonó extraña y tensa.</p> <p>Max no se percató de ello hasta que ya fue demasiado tarde.</p> <p>Patrick volcó la mesa, se soltó la mano y Max cayó hacia atrás justo cuando el otro vampiro se puso de pie tambaleándose. Golpeó contra la pared la silla que aún llevaba pegada a la espalda y la partió. Con un grito de furia arrancó un trozo de la silla astillada de la cinta que aún colgaba de su codo y avanzó hacia Bella con su improvisada estaca.</p> <p>—¡Eh, no! —Max se puso de pie y se sacó una estaca del bolsillo.</p> <p>Aunque no era un vampiro, Bella era mortal y habría sido una estúpida si hubiera ignorado las consecuencias de que algo le atravesara el corazón. Con unos reflejos sorprendentemente rápidos, agarró al asaltante de los antebrazos, pero no fue lo suficientemente fuerte como para reducirlo. Él la empujó y la hizo caer, pero Bella levantó las piernas y lo golpeó en el pecho cuando él se abalanzó sobre ella.</p> <p>Max saltó sobre la mesa volcada y apartó a Patrick de un golpe. Lo sujetó contra el suelo poniéndole un pie sobre la garganta antes de que a Bella le diera tiempo a levantarse.</p> <p>—¿Dónde está Oráculo? —Max hundió la punta de la estaca en el pecho de Patrick.</p> <p>El vampiro se rió.</p> <p>—Podría llevarte hasta ella.</p> <p>—¡Que te jodan! ¿Dónde está? —la hundió más y vio sangre brotar alrededor de la madera—. ¿Dónde coño está?</p> <p>—¡Max! ¡Lo matarás!</p> <p>La voz de Bella atravesó la roja neblina de la furia de Max. Ese cabrón había intentado matarla, había intentado clavarle una estaca. ¡Le había puesto la mano encima!</p> <p>—Max, por favor, no le sacaremos ninguna información de ese modo —le agarró el brazo.</p> <p>Max giró el pie y el rostro de Patrick se volvió azul.</p> <p>—Vas a morir. Puedes decirnos dónde encontrar a Oráculo y lo haré rápido, pero puedo hacer que esto dure toda la noche. ¿Qué me dices?</p> <p>Patrick agarró el tobillo de Max intentando dislocarle el pie, pero cuando eso no funcionó, se conformó con hacerle un gesto grosero, sacándole un dedo.</p> <p>—Trae el agua bendita —gritó Max. Apoyó una rodilla sobre el pecho del vampiro y le sujetó la mandíbula obligándolo a abrir la boca.</p> <p>Los gritos de furia de Patrick se convirtieron en gritos de terror cuando vio el vial en el puño de Bella.</p> <p>—¿Vas a hablar? —Max alargó la mano, pero algo en el modo en que Bella sostenía el frasco lo hizo actuar con precaución.</p> <p>Patrick no se percató.</p> <p>—Está bien, está bien. No sé exactamente dónde. Su gente vino aquí la otra noche.</p> <p>—¿Van a volver?</p> <p>A Max le costaba sujetar la estaca. ¿Por qué de pronto tenía las manos tan sudorosas?</p> <p>—Dentro de dos noches —la zona blanca de los ojos de Patrick estaba convirtiéndose en una telaraña de venas rotas—. Estarán aquí justo cuando se ponga el sol. Se supone que me llevarán con Oráculo y entonces ella tendrá lo que quiere. Cree… cree que tengo un mensaje del Devorador de Almas que sólo puede transmitirle a ella.</p> <p>—Nunca vienen los mismos dos veces —interpuso Bella olfateando con delicadeza—. Muchos han pasado por aquí desde que llegaste… hace dos semanas.</p> <p>—Eres buena —dijo Patrick con aire despectivo—. Hubo otro tipo antes que yo. Uno de los bebés del Devorador de Almas.</p> <p>Max ejerció más presión con su rodilla.</p> <p>—¿Cuál es el mensaje?</p> <p>—No hay mensaje —gruñó el vampiro—. Era una farsa. Tengo que ir y conseguir lo que quiere el Devorador de Almas. El otro tipo tiene sus propias instrucciones.</p> <p>—¿Y cuáles son? —preguntó Max.</p> <p>Patrick miró a Bella con una extraña luz en la mirada y separó los labios para formar una horrible sonrisa antes de decir:</p> <p>—Vas a morir. Lo sabes. Deberías haber dejado que te clavara la estaca.</p> <p>—Cierra la boca —Max hundió la estaca en el pecho de Patrick.</p> <p>Pero el vampiro seguía con la mirada puesta en Bella mientras le decía:</p> <p>—Sufrirás. Y morirás. Y sabrás que no tienes poder para proteger a vuestro hijo.</p> <p>—¿Qué? —Max miró a Bella y ella retrocedió con una mano sobre la boca.</p> <p>«Esto no puede estar pasando».</p> <p>El vampiro se rió.</p> <p>—¿No lo sabíais?</p> <p>Ardió en llamas antes de poder gritar. Max agarró a Bella del brazo y la sacó de la cabaña, ignorando sus protestas. Sabía que debería haber inspeccionado la casa en busca de pruebas, pero no, ya no le importaba haber recorrido todo ese trayecto para nada.</p> <p>Una vez en el coche, y mientras conducía demasiado deprisa por la sucia carretera, la cabaña explotó.</p> <p>—¿De qué demonios estaba hablando? —dijo Max—. ¿Un bebé? ¡Pero no puede ser mío!</p> <p>El viento sacudió al coche cuando llegaron a la carretera principal y por un segundo no estuvo seguro de si acabarían en la cuneta.</p> <p>Bella lloraba en silencio a su lado.</p> <p>—¡Tiene que serlo! No he estado con nadie excepto contigo.</p> <p>—Odio estropear tu pequeña mentira, ¡pero los vampiros no son exactamente fértiles! —aceleró para pasar un semáforo en ámbar—. ¡Lo que significa que no puede ser mío!</p> <p>—Bueno, ¿y cómo lo explicas entonces? —Bella le dio un puñetazo al salpicadero—. No sé cómo ha pasado. ¡Pero ha pasado! ¡Y ahora Oráculo nos quitará a nuestro bebé!</p> <p>—¡No hay bebé! —agarró el volante con tanta fuerza que casi lo partió—. Vamos a volver a Chicago y lo aclararemos todo.</p> <p>Ella asintió y se mostró razonable por una vez.</p> <p>—Tienes razón. Nos marcharemos. Nos marcharemos.</p> <p>—Por fin algo de lo que dices tiene sentido.</p> <p>Se alejarían de Oráculo todo lo que pudieran. Y en cuanto a cómo se había quedado embarazada Bella… bueno, eso ya intentarían aclararlo más tarde.</p> <p>Se relajó un poco y se recostó en el asiento. Las cosas saldrían bien. Bella no moriría, terminarían con ese asunto de Oráculo y todo saldría bien.</p> <p>Vio los faros del coche justo antes de que chocara contra ellos por el lado del copiloto y los empotrara contra la cuneta.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 17</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Madre</p> </h3> <p>—Es imposible —insistió Nathan—. Si Bella estuviera embarazada, ¿no acabaría el bebé siendo…?</p> <p>—Una especie de lupin, sí —Cyrus sacudió la cabeza—. Pero ésa no era la intención de Dahlia. Pensó que sería ella la que se quedaría embarazada, obviamente, porque de lo contrario no lo habría probado en mí.</p> <p>—Pero un lupin no es más que un hombre lobo que se alía con la ciencia en lugar de con la magia, ¿no? —dijo Nathan.</p> <p>—Eso es lo que os dice vuestro querido Movimiento, pero los lobos saben que no es sólo eso. Lupin es un término que ellos emplean para referirse a un vampiro mordido por un hombre lobo o un hombre lobo que ha intercambiado su sangre con un vampiro. Puede que retengan todos los poderes de cada especie o que sólo adopten algunas características clave.</p> <p>Sin recuperarme aún del impacto, agarré el libro.</p> <p>—¿Cuánto tiempo estuvo Dahlia trabajando en esto?</p> <p>—Sé lo que puedes saber tú. Recuerdo haber bebido una poción, pero siempre estaba dándome pociones —no me miró a los ojos—. Por varias… razones sexuales.</p> <p>—¿Y nunca te preguntaste para qué eran? —preguntó Nathan con los brazos cruzados y expresión de incredulidad.</p> <p>Tímidamente, Cyrus nos miró.</p> <p>—No. Las primeras veces sí, por supuesto, pero siempre eran brebajes hechos de hierbas. Para mejorar el acto… Ella también los tomaba, así que yo daba por sentado que no eran peligrosos.</p> <p>—Ya sabes lo que se consigue dando las cosas por sentado. Hace que… —dijo Nathan.</p> <p>—Eso no es constructivo —dije bruscamente antes de sentir náuseas.</p> <p>Recuerdos de la primera vez que había estado con Cyrus me invadieron. Había sido tenso, violento, depravado… y no tenía duda de que había tratado a Dahlia del mismo modo. ¿Había hecho esas cosas tan repugnantes para concebir un bebé?</p> <p>—¿Por qué querría un bebé? ¿Creía que con eso te obligaría a convertirla? ¿A quedarte con ella? —preguntó Nathan.</p> <p>—Bueno, está claro que creía que un vampiro de nacimiento tendría algo que ver con la profecía de Oráculo sobre el arma —intenté no imaginar con qué fines sería utilizado el bebé.</p> <p>—O es posible que ese bebé sea el arma —las palabras de Nathan dieron forma a mi temor. Levantó el libro—. Aunque no me parece probable que pudiera haber logrado todo esto entre el Año Nuevo Vampiro y el momento en que te matamos. Ojalá hubiera fechado sus notas.</p> <p>—No, no empezó después del Año Nuevo Vampiro. Ésa es la razón por la que no logro imaginar su propósito. Pero me dio la poción la primera noche que estuve contigo.</p> <p>Cyrus se dio cuenta demasiado tarde del efecto que sus palabras tuvieron en mí.</p> <p>Entré tambaleándome en el salón y respirando con dificultad. Oí a Nathan murmurar algo y el chirrido de una silla. Pero fue Cyrus el que se quedó detrás de mí.</p> <p>—¿Carrie?</p> <p>—¡No! —avancé por el salón mientras en mi cabeza se acumulaban las cosas que quería gritarle.</p> <p>El hecho de que su mascota hubiera manipulado mi capacidad reproductiva… cosa que no sabía que hubiera tenido… debería haber sido lo primero de la lista. ¿Cómo podía no haberlo sospechado? Ella nunca había ocultado sus ambiciones, ni ante él ni ante nadie. De modo que, ¿cómo pudo no haberlo sabido? ¿Y qué le habría pasado al niño que podríamos haber creado?</p> <p>El hecho de que hubiéramos podido tener un hijo juntos, que me hubiera convertido en madre era otra posibilidad que me partió el corazón. Pero ¿qué clase de niño habría sido? ¿Un monstruo impuro, como su padre?</p> <p>Cyrus me siguió hasta mi dormitorio y se sentó a los pies de la cama después de que yo me tendiera encima. Dos lágrimas le humedecían la cara mientras me miraba.</p> <p>—No lo sabía, Carrie. Te lo juro. No lo sabía.</p> <p>Colocó las piernas en el pequeño espacio que quedaba al final de la cama y desde ahí cerró la puerta, dejándonos a oscuras. No encendió la luz.</p> <p>—¿Cómo es posible que no lo supieras? —pero eso no era lo que quería preguntarle y él lo supo.</p> <p>—¿Quieres decir que cómo pude tomar las pociones que preparaba? —tenía la voz cargada de emoción—. ¿Que cómo pudo Dahlia hacer algo de lo que yo no era consciente a pesar de ser la persona más cercana a ella? ¿Quieres preguntarme por qué no me preocupé por ella, por qué no me interese en ella más que en aquello que podía beneficiarme? Ojalá pudiera decirte que me obligaron. Pero no fue así. Tomé lo que me dio, como un drogadicto común. No puedo mentirte y decirte que lo sabía todo o que me preocupaba por ella, o que en alguna ocasión le hice alguna pregunta que no fuera una proposición. Ni siquiera sabía cuál era su apellido.</p> <p>—¿Cómo podías ser así? —odié cómo tembló mi voz cuando me eché a llorar. Sonó como la de una adolescente rompiendo con su novio—. ¿Cómo pudiste tratarla así?</p> <p>—No lo sé. Me avergüenzo de mí mismo. No porque quieras oírlo, sino porque me siento así. Y sabes que he cambiado, pero no puedo cambiar el pasado por mucho que desee hacerlo.</p> <p>Nos quedamos en silencio un largo rato. Conté los segundos guiándome por el latido de su corazón, que sonaba tan fuerte como el mío en el silencio de la habitación.</p> <p>—Habría sido un niño precioso —dijo finalmente—. No se puede decir que seamos gente poco atractiva.</p> <p>Sonreí a pesar del dolor que me retorcía el pecho.</p> <p>—Dar de mamar a un bebé vampiro podría haber supuesto un problema.</p> <p>Él se rió, pero después volvió a hacerse el silencio.</p> <p>—¿Por qué lo hizo? —pregunté a pesar de saber cuál sería la respuesta.</p> <p>—Porque mi padre se lo pidió —sonó abatido y hundido—. De eso no tengo duda.</p> <p>—Pero ella lo hizo antes del Año Nuevo Vampiro —le recordé.</p> <p>Él sacudió la cabeza con tristeza.</p> <p>—No me sorprendería en absoluto que mi padre hubiera organizado mi encuentro con ella desde el principio. Tiene esa clase de poder. Puede lograr que la gente haga cualquier cosa.</p> <p>Era verdad. Cyrus había estado tan desesperado por el amor y la aprobación del Devorador de Almas que había matado a su propio hermano para convertirse en el Iniciado de su padre. Había sacrificado su propia felicidad, su humanidad. Incluso había admitido que le habría entregado su alma a Jacob Seymour si él se la hubiera pedido. Pero ¿por qué? Yo había visto al Devorador de Almas y estaba claro que no podían ser ni su belleza ni su encanto los que provocaban semejante lealtad suicida.</p> <p>Sintiendo lo que pensaba, Cyrus se tensó a mi lado.</p> <p>—No siempre fue así, Carrie. Lo has visto al final de un ayuno de un año y en ese momento es poco más que un cadáver con pretensiones. Mi padre… mi padre es egoísta, pero te engaña para que pienses que merece todo lo que haces por él. Y se muestra agradecido, y esa gratitud es como una droga para la gente como Dahlia y como yo. Para cualquiera que haya vivido una vida como la mía.</p> <p>Cyrus parecía estar luchando contra algo; su confusión y su dolor eran evidentes a través del lazo de sangre. Imágenes de Ratón, entrelazadas con imágenes de tiempos muy pasados, aparecían en sus pensamientos.</p> <p>Le tomé la mano.</p> <p>—Cuéntamelo.</p> <p>Con una triste sonrisa, se llevó mi mano a los labios.</p> <p>—Te lo mostraré.</p> <p>Compartir recuerdos era como algo íntimo para los dos. Lo habíamos hecho antes, cuando él era el Creador y yo era la Iniciada. Aunque nuestros roles se había invertido, me parecía tan natural como antes y reconfortantemente familiar. Era algo que nunca me había atrevido a hacer con Nathan. Él había visto recuerdos mediante el lazo de sangre y en las pocas veces que había probado mi sangre, pero yo nunca lo había invitado a entrar en mi cabeza como había hecho con Cyrus. Tal vez no confiaba en él. Tal vez creía que me juzgaría por lo que viera. Tal vez estaba intentando protegerlo de ver algo que pudiera hacerle daño.</p> <p>Con Cyrus no me importaba. Nada que yo hubiera hecho había sido más vergonzoso que las cosas que conocía de su pasado. Y nada que él pudiera ver podía hacerle daño. Conocía la extensión de mi traición, me conocía mejor que Nathan y probablemente mejor que yo misma, ya que había visto, y se había deleitado, con el lado oscuro de mi personalidad que yo había negado.</p> <p>Nos quedamos tumbados en mi diminuta cama con las manos aún entrelazadas.</p> <p>—¿Estás seguro?</p> <p>—¿Qué tengo que perder? —preguntó tomando aire. Y al instante me vi atravesando una oscuridad, unas emociones demasiado numerosas como para sentir y, no digamos, para nombrar.</p> <p>Al otro lado de esa oscuridad vi a una mujer. Durante un momento, pensé que debía de ser muy alta. Sus caderas me llegaban a los ojos cuando estuvimos la una enfrente de la otra. Entonces recordé que no era yo misma, sino que estaba mirando a través de los ojos de Cyrus. De Cyrus como un niño.</p> <p>Se me hizo un nudo en la garganta de pensar que en alguna parte, antes de las conspiraciones y los asesinatos, había sido un niño inocente.</p> <p>Aproveché el momento para observar a la mujer. No era adulta y con su delgadez, su lacio y sucio cabello rubio y sus ojeras parecía que fuera a derrumbarse de agotamiento mientras removía el enorme caldero que colgaba del fuego. Una mano regordeta le tiraba de las faldas y ella bajó la mirada. Una sonrisa iluminó su agotado rostro y después una expresión de alarma la sustituyó.</p> <p>—¡Simon, no! Está muy caliente. Te quemarás, ¡ya lo verás!</p> <p>Era algo que el pequeño Cyrus oía a menudo. A ella le aterrorizaba que los niños se quemaran. Lo levantó en brazos, le besó la frente y le limpió la nariz con el delantal. Después de dejarlo en el suelo, le dio un cubo de madera. Pesaba y el asa hecha con cuerda le hacía daño en las manos, pero era un buen chico. Sabía cómo sacar agua y llevársela a su madrastra.</p> <p>—Vamos —le dijo ella dándole una palmadita en la espalda.</p> <p>Por su modo de caminar, supuse que tendría tres años como mucho. Se tropezó en la puerta y cayó al suelo. Corrí hasta el punto donde estaba Cyrus, tirado en el suelo, pero el pequeño Simon Seymour era un niño fuerte y logró levantarse. Se sacudió el polvo de sus rodillas arañadas y dio unos pasos antes de oír la voz de su madrastra.</p> <p>—¿Simon? ¿Estás bien?</p> <p>Soltó el cubo y se dejó caer al suelo, donde comenzó a derramar las mejores lágrimas fingidas que podía generar un niño de tres años. Cuando la chica salió corriendo de la destartalada casita, su rostro sólo reflejaba preocupación; ni enfado porque hubiera interrumpido sus tareas, ni resentimiento por tener que ocuparse de un niño que no era suyo. Lo levantó, lo besó y le susurró que se pondría bien.</p> <p>Me llegó al alma ver, sin importarme cómo se había desarrollado el resto de su vida, que por lo menos había tenido a una persona que lo había querido de manera incondicional.</p> <p>La escena cambió.</p> <p>Cyrus seguía siendo un niño, aunque tal vez un poco mayor. Caminaba con más seguridad y sus pensamientos eran más sofisticados. Llevaba un cubo de madera, probablemente el mismo del recuerdo anterior, y se dirigía al río. Hacía calor y el nivel del agua era bajo. Tendría que bajar hasta la ribera para conseguir algo.</p> <p>Había dejado el cubo en el suelo y estaba a punto de descender cuando oyó los gritos. No era extraño oír a una mujer gritar en la aldea. Las mujeres les gritaban a sus hijos, gritaban cuando daban a luz, gritaban cuando les pegaban. Las mujeres gritaban todo el tiempo por las cosas más insignificantes, en su opinión.</p> <p>Todas gritaban, excepto su madre.</p> <p>Y ésa fue la razón por la que no reconoció la voz en un primer momento.</p> <p>Se dio cuenta de que era ella cuando apareció en el camino gritando de dolor y aterrorizada. Las llamas consumían su ropa y le quemaban el pelo. Golpeaba sus faldas en llamas con manos ensangrentadas. La piel se le caía en enormes pedazos.</p> <p>Él vio que estaba intentando llegar al río y su pequeño corazón latió con furia dentro de su pecho. Necesitaba agua, necesitaba ayuda. Sin pensar en las afiladas rocas y en las raíces que sobresalían, agarró el cubo y se deslizó por la ribera.</p> <p>Le pareció tardar una eternidad mientras los gritos continuaban. El cubo se llenó lentamente, como si fuera alquitrán en lugar de agua. Pesaba poco y logró subir por la resbaladiza ribera más deprisa de lo que lo había bajado antes. Llegó a lo alto y corrió al punto donde había caído su madre, cuyo cuerpo aún ardía en llamas y cuya ennegrecida piel no podía distinguirse de su ropa abrasada. Cuando le echó el agua encima, del cuerpo salió una nube de vapor.</p> <p>No se movía. No emitía ningún sonido y, a pesar de ello, el niño no podía dejar de oír gritos en su cabeza.</p> <p>Los hombres y las mujeres de la aldea se habían arremolinado a su alrededor y otros cuantos más corrían hacia ellos. Y allí estaba su padre, con los puños tan fuertemente apretados que se hizo sangre al clavarse las uñas, pero con una impasible máscara en su rostro.</p> <p>—Vete a casa, Simon, y termina de hacer la cena.</p> <p>En un agonizante segundo, volví al presente.</p> <p>Cyrus me miraba con compasión. Después de lo que había visto a través de él, ¿se compadecía de mí?</p> <p>—Por haberlo visto.</p> <p>Me acarició la cara y me di cuenta de que estaba húmeda por las lágrimas. Le pregunté:</p> <p>—¿Cuántos años tenías?</p> <p>—Siete, creo. No sé cuándo nací —su mano se detuvo y descansó sobre mi cabello—. Era la tercera mujer de mi padre. Él no la amaba, pero… creo que fue el horror de la situación lo que lo cambió. Muy poco tiempo después conoció al hombre que lo creó. Nos marchamos de la aldea con él y padre nos dijo que lo olvidáramos todo. Que era un nuevo comienzo.</p> <p>—¿Cómo sucedió?</p> <p>Si una hora antes alguien me hubiera dicho que sentiría algo que no fuera odio por el Devorador de Almas, no lo habría creído. Pero la mirada que había visto en su rostro, la contención de emociones con la que pretendía ocultarle su dolor a su hijo…</p> <p>—Estaba colocando el caldero sobre el fuego y sus faldas rozaron las brasas. Eso fue todo —carraspeó—. No era algo poco habitual por aquel entonces.</p> <p>—Habitual o no, fue horrible —ya no podía soportarlo más. Lo rodeé con mis brazos—. Para ti y para tu padre.</p> <p>No absolví a Jacob Seymour por todos los pecados que había cometido, pero eso ayudó a explicarlos un poco. Y también explicó por qué Cyrus estaba tan desesperado de afecto de cualquier mujer, independientemente de si esa mujer estaba dispuesta a amarlo a su vez, o de si era capaz de hacerlo.</p> <p>Nuestros ojos se encontraron. Los suyos estaban enrojecidos por las lágrimas que no había derramado.</p> <p>—Me arrebataron a las únicas mujeres que me quisieron. En una ocasión fue el destino, y en el resto fue mi padre. No puedo perdonarlo por ello.</p> <p>—No tendrías que hacerlo.</p> <p>Quería decirle lo mucho que yo lo había amado, pero habría sido una mentira.</p> <p>—Tú no me amaste —aunque ahora estaba en el lado opuesto del lazo de sangre, mis emociones seguían siendo transparentes para Cyrus—. Pero creo que querías.</p> <p>—Quería —no pude contener las lágrimas—. Quería.</p> <p>—Si te hace sentir mejor, eso dice mucho de ti —sonrió, pero ese gesto se desvaneció enseguida—. Ahora lo sé.</p> <p>—Me odiabas por ello —apoyé la frente contra la suya. Nuestros labios estaban a punto de tocarse. Se me secó la boca y al momento él ya estaba sobre mí, besando mi boca y aplastando mi cuerpo bajo el suyo.</p> <p>«Aún te odio». Pero ese pensamiento fue arrasado por una oleada de deseo y… ¿miedo?</p> <p>Cyrus se echó atrás y asintió hacia la puerta.</p> <p>—La última vez que hice esto, tu novio me pegó.</p> <p>—No es mi novio —me detuve ante el sonido de la puerta del salón cerrándose—. Y no quiero hablar de ello.</p> <p>Yo sí quería, pero no con Cyrus.</p> <p>«Es sólo un beso», le transmití a Nathan mediante el lazo de sangre. El frío que recibió a mi pensamiento desde el otro lado me produjo un escalofrío.</p> <p>—Olvídalo, Carrie —los brazos de Cyrus me rodeaban—. Le has dado muchas oportunidades.</p> <p>—¿Y qué más te da cuántas oportunidades le haya dado? —le pregunté bruscamente apartándome.</p> <p>—Me da igual —no hubo malicia en sus palabras—. Sé que eres mía, tanto si te deseo como si no.</p> <p>—¿Qué quiere decir eso?</p> <p>Era una faceta de él que conocía; la faceta arrogante y posesiva.</p> <p>Se incorporó.</p> <p>—Veamos esto de un modo razonable. Después de que te hubiera atacado, cuando sabías que era un monstruo, me buscaste.</p> <p>—Por el lazo de sangre —le recordé.</p> <p>—Ya —se encogió de hombros—. Después de eso, cuando necesitaste ayuda con Nathan, acudiste a mí.</p> <p>—Necesitaba que tu mascota deshiciera lo que le había hecho.</p> <p>Suspiró.</p> <p>—Estás racionalizando las cosas, pero al final seguías volviendo a mí. Incluso para matarme, querías que quedara sólo entre nosotros.</p> <p>Tenía razón. Eso no podía discutírselo. Cuando algo concernía a Cyrus, quería ser la única involucrada. Tanto si estaba luchando contra él como rescatándolo.</p> <p>—No estoy echándote nada en cara, Carrie —sus elegantes manos acariciaron mis hombros—. Pero parece que tú ya me has echado algo en cara a mí.</p> <p>Me giré y me apoyé en él cuando curvó su cuerpo alrededor del mío.</p> <p>—Pero me has dejado.</p> <p>—Sí —sus labios rozaron mi mandíbula, mis orejas. Apoyó la boca sobre mi garganta, al otro lado de donde aún seguía marcada la cicatriz de su primer ataque—. Supongo que tenía que ser así.</p> <p>Sus colmillos pincharon mi piel amenazando con atravesarme y pedirme permiso a la vez.</p> <p>—¿Qué pasa con Ratón? —pregunté deteniéndolo.</p> <p>—¿Qué pasa con Nathan? —respondió alzando la boca—. Hay una parte de mí que sigue en el desierto con ella, y mientras estuve allí una parte de mí seguía contigo.</p> <p>—Debo de tener un don para enamorarme de hombres que están enamorados de su pasado.</p> <p>Mis palabras parecieron dejarlo paralizado. No me disculpé por ello ni intenté explicarlo de otro modo. Lo había estado negando demasiado tiempo.</p> <p>Titubeó un poco cuando intentó hablar, carraspeó y comenzó de nuevo.</p> <p>—Bueno, puede que sea verdad. Pero no soy tonto. Sé a quién te estás refiriendo ahora.</p> <p>En el pasado, habría buscado algún truco o trampa en sus palabras. Ahora, produjeron lágrimas de alivio en mis ojos.</p> <p>Y en esa ocasión, cuando me preguntó si lo amaba a él, pude pronunciar las palabras sin temor.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 18</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Colisión</p> </h3> <p>—¡Mételos dentro y sujétalos!</p> <p>A Max le costó captar las palabras. Cuando las entendió, se resistió. Nada lo retenía, pero no había duda de que algo lo sujetaba por los lados. Una lona, si sus ojos no lo engañaban.</p> <p>—¡Bella! —se sacudía en su prisión con forma de hamaca, pero no podía liberar los brazos—. ¡Bella!</p> <p>—La tenemos. Os pondréis bien —una cara pálida se asomó por encima de la camilla—. ¿Cómo te llamas?</p> <p>—Está embarazada. ¿Está bien? Está embarazada —cerró los ojos para concentrarse en el ruido que lo rodeaba. Si pudiera oír su voz…—. ¡Bella!</p> <p>—Está bien. ¿Cómo te llamas? —repitió la paramédico.</p> <p>¿Qué demonios había ocurrido? ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo esa gente?</p> <p>«El coche. Rodar por el terraplén. Sangre. Por todas partes había sangre».</p> <p>Oh, Dios, no estaba con los paramédicos, ¿verdad? Podían llevarlo al hospital, sedarlo, meterlo en una bonita y soleada habitación orientada al este…</p> <p>—¡Soy alérgico al sol! —gritó liberando por fin una mano con la que agarró la cara que tenía delante—. ¡No puedo exponerme a la luz del sol!</p> <p>El rostro de la mujer se transformó en una visión demoníaca. Max nunca se había alegrado tanto de ver algo tan horrible en toda su vida.</p> <p>—Lo sabemos —dijo ella—. Y ahora, ¿cómo te llamas?</p> <p>—Max Harrison. Soy… —había estado a punto de decir «soy del Movimiento».</p> <p>Lo que la vampira dijo a continuación fue música para sus oídos.</p> <p>—Max Harrison, en nombre del Movimiento Voluntario para la Extinción de Vampiros, desde este momento quedas bajo arresto.</p> <p>—Soy del Movimiento —dejó escapar una cansada carcajada. Cada vez le costaba más mantenerse despierto—. Cuando todavía existía.</p> <p>—¿Qué? —la mujer palideció más todavía—. ¿Qué has dicho?</p> <p>—Déjalo tranquilo. No está en condiciones para un interrogatorio —la reprendió otra voz—. Mételo en la furgoneta.</p> <p>—Bella. ¿Dónde está Bella?</p> <p>A Max le dio un vuelco el estómago. ¿Por qué no le decían nada?</p> <p>—La necesito. Necesito ver a Bella.</p> <p>—Y la verás, te lo aseguro —le dijo el vampiro—. La verás.</p> <p>Algo pinchó el brazo de Max. Una calidez aletargadora se extendió por sus venas y todo se volvió oscuro.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Cuando volvió a despertar, Max estaba en una cama de hospital.</p> <p>Se sobresaltó y comenzó a examinar la habitación desesperadamente en busca de una ventana. Al no encontrarla, unos recuerdos fragmentados volvieron a su memoria. Estaba con el Movimiento. Estaba bien.</p> <p>Intentó incorporarse y sentarse. Tenía los brazos amarrados a los barrotes de la cama.</p> <p>Con un gruñido de frustración, tiró de sus ataduras. Eran de cuero, nada que no pudiera romper en un buen día, pero no había duda de que ése no era un buen día.</p> <p>—¿Hay alguien ahí? —nadie le respondió—. Eh, ¿puede alguien oírme?</p> <p>—Te oigo, te oigo.</p> <p>Unas fuertes pisadas retumbaron hasta llegar a la cama. Max giró la cabeza. El vampiro que se acercaba a él era una amedrentadora masa de unos ciento cincuenta kilos de peso y dos metros de alto. Su tupida barba rojiza y sus ojos negros le pegaban más a una camisa de cuadros y a un mono que a una bata de médico.</p> <p>—¿Paul Bunyan? —dijo Max antes de poder contenerse.</p> <p>Al doctor no le hizo mucha gracia que lo comparara con el leñador gigante de algunos relatos estadounidenses.</p> <p>—¿Qué necesitas? Recuerda que no voy a soltarte al menos hasta que comprobemos tu acreditación del Movimiento.</p> <p>—Bella —susurró. El pecho le dolía mucho—. ¿Dónde está?</p> <p>—Está allí —el doctor leñador señaló a un cubículo rodeado por una cortina no lejos de donde yacía Max.</p> <p>Por lo menos Max pudo oír el constante pitido de un monitor cardiaco.</p> <p>—¿Está bien?</p> <p>—Está bien. Tenemos que sedarla para evitar que se mueva y que se le abran los puntos, pero se recuperará.</p> <p>—¿Y el bebé? —se humedeció los labios—. Quiero decir, ¿sabías que está embarazada?</p> <p>—Nos lo hemos imaginado —dijo el médico enarcando una ceja—. ¿Te incumbe personalmente?</p> <p>—¿Tú qué crees? —le respondió bruscamente. Después se calmó un poco—. Sólo estoy cuidando de ella.</p> <p>—El bebé está bien. Le hemos hecho una ecografía. ¿Quieres verla?</p> <p>Antes de que Max pudiera responder, el doctor abrió una carpeta.</p> <p>La imagen que sostuvo ante Max no parecía nada al principio; no eran más que unas extrañas líneas grisáceas contra un fondo negro azulado. Sólo cuando el médico señaló la imagen y dijo «ahí está el bebé», Max comprendió lo que estaba viendo. Dentro de una zona oscura con forma de judía había un objeto grisáceo que guardaba un asombroso parecido con un camarón.</p> <p>—¿Ése es el bebé? —preguntó Max mirando al doctor hasta que lo vio asentir. Se le encogió el pecho—. Es… increíble.</p> <p>—¿Hay algo que quieras contarnos? —le preguntó el doctor mientras guardaba la ecografía en la carpeta.</p> <p>Max negó con la cabeza.</p> <p>—Te he dicho todo lo que sé.</p> <p>El hombre gruñó con incredulidad, pero dejó pasar el tema.</p> <p>—¿Puedo verla?</p> <p>El hecho de que Bella aún no hubiera hablado le inquietaba. No creía que existiera un sedante que pudiera hacerla callar.</p> <p>—Lo siento, no puedes levantarte todavía. Te avisaremos cuando comprobemos tu acreditación del Movimiento y después hablaremos. Pero puedes pulsar este botón —le puso un mando de plástico en la mano— si quieres hablar con alguien antes de que volvamos.</p> <p>—¿Te refieres a si quiero soltar algo sobre el bebé? —lo miró estrechando los ojos.</p> <p>—No necesariamente —silbando, el médico se marchó.</p> <p>El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la sala. Max estaba solo.</p> <p>—¿Bella? —susurró. Cuando ella no respondió, apoyó la cabeza sobre la almohada y miró las tuberías expuestas en el techo.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>No tenía la más mínima idea de cuánto había estado durmiendo cuando Bella lo despertó.</p> <p>—¿Max? —sonó aterrorizada—. ¡Max!</p> <p>—Estoy aquí, cielo —tiró del brazo. Seguía atado—. Baja la voz o vendrán.</p> <p>—¿Vendrán? —le tembló la voz—. Max, ¿dónde estamos?</p> <p>Max observó el techo y el sistema de ventilación sin cubrir.</p> <p>—En un almacén, al parecer. El Movimiento nos ha arrestado.</p> <p>Hubo una pausa en la que Max la oyó suspirar algo aliviada. Cuando Bella habló, parecía mucho más calmada.</p> <p>—Gracias a Dios.</p> <p>—No le des las gracias todavía. Saben lo del bebé.</p> <p>Otra pausa.</p> <p>—Oh.</p> <p>—Sí, y creo que saben de dónde ha venido —estiró el cuello para buscar cualquier signo de aparatos de grabación y aunque no vio ninguno no estaba seguro al cien por cien de que estuvieran fuera de peligro—. Aunque no estoy del todo seguro.</p> <p>Ella gimoteó.</p> <p>¡Maldita sea! La había hecho llorar.</p> <p>—No hagas eso. Lo siento —y al ver que no paraba, dijo con el tono más alegre que pudo—: ¡Eh, me han enseñado una ecografía!</p> <p>—¿Ha sobrevivido? —la esperanza en su voz era trémula. Estaba preparándose por si la respuesta de Max era negativa.</p> <p>Él mantuvo la voz animada.</p> <p>—Oh, sí, todo está bien. Parece un camarón, pero está bien.</p> <p>Bella se rió entre lágrimas.</p> <p>—Gracias, Max.</p> <p>—Soy la última persona a la que tienes que darle las gracias.</p> <p>Cerró los ojos, resistiendo las ganas de golpearse la cabeza contra los barrotes de la cama. Era culpa suya que estuvieran allí. Si se hubiera calmado, si hubiera ido más despacio…</p> <p>Probablemente los habría capturado Oráculo.</p> <p>Genial.</p> <p>—¿Cómo nos han encontrado? —Bella había recuperado su tono de voz—. Nadie sabía que estábamos ahí.</p> <p>—No lo sé. Supongo que nos lo dirán una vez que descubran que no trabajamos para Oráculo.</p> <p>Pensó en pulsar el botón para llamar a alguien a quien poder exigirle respuestas.</p> <p>Pero como si le hubiera leído la mente, Bella protestó.</p> <p>—No. Que vengan ellos a su debido tiempo. Ahora mismo quiero estar contigo, aunque no podamos vernos.</p> <p>Una sonrisa rozó los labios de Max.</p> <p>—¿Sabes? Siempre he querido probar el sadomasoquismo. Supongo que funciona mejor cuando una de las personas no está atada.</p> <p>—Preferiría que esa persona fuera yo —ella se rió, pero al instante volvió a ponerse seria—. ¿Crees que le harán daño al bebé?</p> <p>—Lo que creo es que si lo intentan, tendré que arrancar algunas cabezas —dijo intencionadamente en voz alta, para que si los captores estaban escuchándolos, lo oyeran bien. Después, con voz más suave, y sólo para los oídos de Bella, añadió—: Sabes que no permitiré que eso suceda.</p> <p>—Gracias —respondió ella—. ¿Max?</p> <p>—¿Sí?</p> <p>¡Dios! Quería tenerla allí a su lado. Ver la ecografía había hecho que la idea del bebé se le hiciera extrañamente real. Quería rodearla con sus brazos y ponerle las manos sobre su vientre para protegerla. ¿Se movía un bebé cuando no era más que una cosa parecida a un renacuajo? ¿Sería capaz de sentirlo?</p> <p>La voz de Bella tembló cuando habló.</p> <p>—Te quiero. Eres el único al que quiero.</p> <p>«O he querido», añadió sin palabras y Max lo supo. A ella seguía preocupándole que él pensara que no era el padre.</p> <p>Y… ¿lo era?</p> <p>Parecía imposible, pero había una prueba visual. Y Bella había dicho antes que los lobos eran diferentes en lo que concernía al sexo. Incluso el hombre lobo más sexualmente activo no tendría más de una pareja en toda una vida. No era probable que Bella hubiera estado saliendo con un humano durante el ajetreado mes que habían estado separados. Eso se lo había dicho a Max y, por muy increíble que pudiera resultar toda la situación, la creía.</p> <p>—Sí, lo sé. No te preocupes por eso —esperó que con decir eso fuera suficiente—. Y yo también te quiero.</p> <p>Después de un largo silencio, se dio cuenta de que había vuelto a quedarse dormida.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>—Max, ¡despierta!</p> <p>La habitación estaba totalmente a oscuras. Alguien había entrado, ¿era de día o de noche? Había perdido la noción del tiempo.</p> <p>—¡Max! ¿Te han drogado?</p> <p>—Probablemente.</p> <p>Esa voz le resultaba muy familiar.</p> <p>—Abre los ojos, tonto.</p> <p>Y lo hizo.</p> <p>Anne, la eternamente adolescente recepcionista del cuartel general del Movimiento estaba a su lado, con su rostro de porcelana marcado por la preocupación.</p> <p>Max suspiró aliviado.</p> <p>—¡Oh, genial! ¿Puedes ir a decirles que soy del Movimiento y que me dejen levantarme? ¿O que me den de comer?</p> <p>Pero entonces parpadeó y un detalle crucial salió a la superficie de su adormilada mente.</p> <p>—Espera… estás muerta.</p> <p>—Bueno, está claro que no porque estoy aquí mismo —se inclinó sobre él y miró furiosa sus ataduras—. Tenemos que sacarte de aquí.</p> <p>—¿Qué? —levantó la cabeza de la almohada todo lo que pudo—. Son del Movimiento.</p> <p>—No son del Movimiento —se quitó una horquilla del pelo—. Espera.</p> <p>Max observó con adusta diversión cómo coló la horquilla en el pequeño candado que sujetaba las correas de piel que le rodeaban el brazo. En segundos, su mano quedó libre y ella se había puesto a trabajar con el otro brazo.</p> <p>—Está bien, si no son del Movimiento, ¿quiénes son?</p> <p>Cuando tuvo los brazos liberados, se frotó las muñecas con una mueca de dolor. El cuero nunca volvería a parecerle <i>sexy</i>.</p> <p>—Son los hombres del Devorador de Almas —sonrió con gesto triunfante cuando le desató su pierna derecha—. Ni te imaginas lo que he tenido que hacer para entrar aquí.</p> <p>—¿Cómo sabían dónde estábamos? —se incorporó.</p> <p>Ella se encogió de hombros.</p> <p>—Sabían que estabais en la cabaña del bosque. Han estado vigilando ese lugar como locos. Y nosotros también. He oído que la has destrozado.</p> <p>—Tuve ayuda —nunca antes se había alegrado tanto de poder levantarse de la cama—. Gracias.</p> <p>—De nada.</p> <p>Anne señaló el cubículo rodeado de cortinas donde yacía Bella.</p> <p>—Y ahora vamos a por ella.</p> <p>Max retiró la cortina y se quedó paralizado.</p> <p>No había visto a Bella desde antes del accidente… bueno, durante el accidente.</p> <p>Los profundos cortes cerrados con puntos que tenía en la cabeza y la cara eran cortesía de la ventanilla del copiloto. Les habían llovido encima los fragmentos de cristal y él había visto la sangre de Bella pender un segundo del aire antes de manchar el salpicadero. El moretón que tenía en el cuello y en la parte alta del pecho guardaba un asombroso parecido con un cinturón de seguridad. No quería ni imaginarse qué le habría hecho en la zona del regazo. Lo de los ojos amoratados era inexplicable, pero probablemente tenía algo que ver con su nariz ligeramente deformada y la cinta que tenía sobre el puente de la misma. Su pierna derecha, la que estuvo más cerca del punto de impacto, estaba sujeta por un extraño artefacto de metal.</p> <p>—Es un fijador externo —explicó Anne animadamente mientras bajaba la barra lateral—. Me recuerda a mi última misión. Me caí de un globo de aire caliente desde una altura equivalente a dieciséis pisos. Acabé con tornillos de metal en mi pelvis. La medicina del Movimiento era buena. Ya pensaban en cosas así antes de que lo hicieran los médicos de hoy en día.</p> <p>—¿Cómo vamos a sacarla de aquí? Tenía una vía en el brazo derecho y un catéter sujeto a la pierna.</p> <p>—Tengo una silla de ruedas en el coche. Tendrás que llevarla en brazos hasta allí, si puedes.</p> <p>Anne desató la bolsa del catéter de la barra y agarró la bolsa de la intravenosa que colgaba de una barra superior. Las colocó sobre la cama entre las piernas de Bella y tiró de la sábana bajera.</p> <p>—Creo que lo mejor es que la levantes con la sábana.</p> <p>—Creo que tienes razón —se inclinó sobre Bella y la besó en la frente intentando no oler la sangre que tenía en el corte de la ceja—. Despierta, cariño. Tenemos que irnos.</p> <p>—¿Ir adónde? —murmuró adormilada y con una leve sonrisa. Abrió los ojos a medida que iba recordando—. ¿Cómo te has soltado?</p> <p>Anne se acercó y tocó el brazo de Bella.</p> <p>—Aquí no estáis a salvo.</p> <p>—¿Con el Movimiento? No seas absurda —miró a Max—. Díselo. Dile qué está pasando.</p> <p>—Sabe lo que está pasando —miró por encima del hombro, seguro de que en cualquier momento aparecería el médico y echaría por tierra su operación—. Esta gente no es del Movimiento. Son los tipos del Devorador de Almas. Estaban vigilando la cabaña.</p> <p>Se oyó un ruido en la puerta.</p> <p>—Vienen. La he bloqueado por dentro, pero pasarán —les advirtió Anne.</p> <p>—Vamos —Max levantó a Bella con el mayor cuidado posible, aunque ella gritó cuando le golpeó la pierna—. Lo siento, cielo.</p> <p>—Hay otra puerta —Anne señaló un lateral de la sala.</p> <p>Cruzaron la puerta corriendo para ir a dar a un laberinto de estantes cubiertos de polvo. En el otro extremo (tuvieron que recorrer aproximadamente el largo de un campo de fútbol con Bella gritando a cada paso que daban), una señal con la palabra <i>Salida</i> resplandecía con un fantasmagórico tono rojo.</p> <p>Anne iba delante y derribó la puerta de una patada.</p> <p>—¿Estaba cerrada con llave? —le gritó Max cuando ella lo dejó pasar.</p> <p>—No lo sé. ¡El coche está allí!</p> <p>Corrió y volvió a situarse delante de ellos, aunque se resbaló sobre la grava con sus botas militares de plataforma.</p> <p>—Tranquila, cielo —le dijo a Bella para calmarla mientras la metía en la parte trasera del coche—. ¿Por qué demonios nos quiere el Devorador de Almas?</p> <p>—¡Ya sabes por qué!</p> <p>Anne cerró la puerta tan pronto como él se sentó al lado de Bella.</p> <p>Los seguros de las puertas se cerraron automáticamente.</p> <p>No había tiradores.</p> <p>—¿Anne?</p> <p>Golpeó la ventanilla con el puño. Oyó un ruido sordo. A prueba de balas. A prueba de roturas.</p> <p>Fuera, tres vampiros salían corriendo del edificio. Anne sacó tres finas estacas de la cinturilla de sus pantalones negros elásticos y arrojó una detrás de otra sin detenerse a comprobar si había dado en el blanco. Y no le hizo falta. En cuanto se dejó caer sobre el asiento del conductor, los vampiros estallaron en llamas.</p> <p>—No importa lo que el Devorador de Almas quiera de Bella —logró decir respirando aceleradamente mientras arrancaba el coche. Se giró hacia él.</p> <p>Max no se percató de la aguja hipodérmica hasta que se la clavó. Primero lo vio todo borroso y después ya sólo vio oscuridad. Lo último que oyó antes de perder el conocimiento fue a Anne diciendo con petulancia:</p> <p>—Porque Oráculo la quiere todavía más.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 19</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Abracadabra</p> </h3> <p>Seguía dormida cuando Nathan irrumpió en la habitación y, al parecer, también lo estaba Cyrus. Se incorporó a mi lado y estrechó los ojos contra la luz de la lámpara del techo.</p> <p>Nathan nos miró y después gritó:</p> <p>—¡Levantaos! Tenemos problemas.</p> <p>Cerró la puerta con tanta fuerza que una ligera llovizna de pintura cayó desde el techo.</p> <p>—Bueno, me había esperado un despertar más agradable —dijo Cyrus mientras salía de la cama. Se estremeció de dolor al ponerse de pie—. Y creo que volveré a dormir en el sofá.</p> <p>—Sí, y él te atravesará con una estaca en cuanto te quedes dormido.</p> <p>Mis músculos protestaron cuando me senté.</p> <p>—Oh, va a ser una noche muy larga.</p> <p>—Ha sido un día muy largo. Había olvidado cuánto roncas. Y babeas —dijo Cyrus mirándome de soslayo.</p> <p>—Y yo había olvidado cuánto exageras —pero me pasé la mano por la boca, por si acaso tenía razón con lo de babear.</p> <p>Fuimos al salón.</p> <p>Nathan tenía aspecto de querer partirle las piernas a alguien con un palo de golf.</p> <p>Sí. Sin duda, iba a ser una noche muy larga.</p> <p>—¿Qué está pasando? —pregunté sentada en el sofá. Cuando Cyrus se sentó a mi lado, me aparté.</p> <p>Recibía sentimientos de celos desde ambos lados del lazo de sangre, por diferentes razones, y tuve que desviar mi atención y centrarla en lo que teníamos entre manos. Para mi alivio, Nathan cerró el lazo desde su extremo.</p> <p>—He recibido una llamada de algunos vampiros del Movimiento de Canadá. Al parecer Max y Bella han tenido un accidente de coche. Max estaba bien, pero Bella estaba grave.</p> <p>—¿Estaba? —Cyrus me puso la mano sobre la rodilla. No con actitud posesiva, aunque probablemente Nathan lo interpretó así. No me aparté.</p> <p>—¿Pero han sobrevivido al accidente?</p> <p>Nathan asintió.</p> <p>—Por lo que saben, sí. Pero ya no están allí. Mataron a tres médicos del Movimiento y huyeron. Max se lo dejó todo, dinero, el coche, el teléfono… no hay forma de contactar con él.</p> <p>—¿Y por qué huyeron del Movimiento?</p> <p>No tenía sentido. Max seguía siendo un miembro activo.</p> <p>Nathan pensó en ello y después levantó las manos.</p> <p>—¡No sé! Creen que tuvieron ayuda.</p> <p>—¿Ayuda contra el Movimiento? Eso no suena muy prometedor. ¿Quién iba a ayudarlos a ir contra el Movimiento? —preguntó Cyrus con su típico sarcasmo.</p> <p>—Tal vez los han raptado —dije—. ¿Y si alguien se los ha llevado?</p> <p>Nathan sacudió la cabeza.</p> <p>—¿Quién podría sacar de un almacén vigilado por el Movimiento a un vampiro y a una mujer lobo embarazada y herida?</p> <p>—Alguien en quien ellos confiaran —dijo Cyrus en voz baja sin mirarnos a ninguno de los dos.</p> <p>—¿Cómo dices?</p> <p>Cyrus alzó la mirada, primero hacia él, después hacia mí y luego de nuevo hacia Nathan.</p> <p>—Si alguien del Movimiento en quien Bella y Max confiaran los ayudó, no se habrán resistido.</p> <p>—Es imposible —Nathan se levantó y se dio la vuelta mientras se pasaba la mano sobre su mandíbula cubierta de una incipiente barba. Tenía aspecto de no haber dormido—. No, eso no es posible.</p> <p>—Piensa en la situación —continuó Cyrus con voz calmada—. Has dicho que estaban bajo estricta vigilancia. Si alguien quiso entrar o salir, tendría que haber matado a más de tres personas.</p> <p>—La única persona que pudo lograrlo debió de ser un asesino, alguien que pudiera matar a tres vampiros al mismo tiempo.</p> <p>Cyrus emitió un sonido afirmativo.</p> <p>—Y que convenciera a tus amigos para ir con ellos.</p> <p>—¿De qué estás hablando? —Nathan se dio la vuelta con el rostro retorcido en un gesto de furia. Atravesó el aire con su dedo para señalar a Cyrus—. Lo primero de todo, tú nunca has formado parte del Movimiento, así que no sabes nada sobre cómo trabajamos.</p> <p>—Sé cómo nos infiltrábamos y socavábamos las bases una y otra vez —respondió Cyrus con tono calmado.</p> <p>—Tiene razón —dije.</p> <p>¿Por qué de pronto me sentía como si estuviéramos confabulando contra Nathan?</p> <p>Pero un momento después, ya no me importó. Nathan me miró con frialdad.</p> <p>—Está claro que tú no sabrías nada sobre cómo funciona el Movimiento. Es un grupo de vampiros que se mantienen fieles a una idea común. La palabra clave es «fiel».</p> <p>Se me cayó el alma a los pies.</p> <p>—¿Qué me has dicho?</p> <p>—Ya me has oído —al otro lado del lazo de sangre sentí una oleada de vergüenza por el modo en que estaba comportándose, pero su furia era demasiado intensa como para poder contenerlo.</p> <p>—¡Ya basta! —Cyrus se puso de pie y por un momento pensé que intentaría alguna estupidez, como golpear a Nathan. Pero tragó saliva y habló con un tono más tranquilo—: No nos encontramos en una situación ideal. Yo, por mi parte, intentaré cambiar eso en cuanto pueda recuperar la casa que me ha arrebatado mi antigua novia que, por cierto, antes era humana. Pero ahora tenemos problemas más graves que tu romance con Carrie.</p> <p>Esas palabras me hicieron daño. Amaba a Cyrus, ahora que me sentía moralmente libre para hacerlo. Pero amaba a Nathan también, y odiaba causarle dolor después de todo lo que había sufrido por mí.</p> <p>Cyrus me miró con frialdad.</p> <p>«Nunca sabrás lo que quieres. Ahora no es el momento».</p> <p>Nathan nos miró a Cyrus y a mí y suspiró.</p> <p>—Entonces, gran sabio, ¿cuál es nuestro siguiente paso a seguir?</p> <p>Gracias a Dios, Cyrus ignoró la burla.</p> <p>—Volvemos a nuestra fuente de información. Mi padre.</p> <p>—Oh, sí. Tu padre. ¿El mismo que te ha controlado durante siglos? Deja que te lleve allí ahora mismo.</p> <p>Nathan se rió.</p> <p>—¡Nathan!</p> <p>Me llevé las manos la cabeza, incapaz de soportar otro momento de esa discusión que no nos llevaba a ninguna parte.</p> <p>—Está claro que Max y Bella están en peligro. Tenemos que descubrir dónde están para poder evitar que el Devorador de Almas se apodere del bebé. Lo conocemos lo suficiente como para saber que lo que sea que quiera hacer con él no será nada bueno. Y lo que les haga a Bella y a Max tampoco será nada bueno. ¿Al menos podemos ponernos de acuerdo en eso?</p> <p>—Claro que podemos —farfulló Nathan—. Pero estoy harto de estar sentado hablando de esto. Llevamos aquí días leyendo, investigando y esperando mientras ellos pueden acabar muertos.</p> <p>—Eso fue en lo que quedamos —pero podía entenderlo perfectamente. Yo también me había sentido inútil durante los últimos días. Era duro después de haber estado tan activa en nuestros dramas pasados—. No tenemos nada. No sabemos dónde está el Devorador de Almas. No sabemos dónde están Bella y Max. Lo único que podemos hacer es esperar.</p> <p>—Tienes razón, pero no del todo —Nathan parecía muy cansado—. Sé dónde está Jacob… —se detuvo—. Sé dónde está el Devorador de Almas. Ha regresado para buscar a Dahlia.</p> <p>Oír ese nombre me hizo apretar los puños. Furia y celos me recorrieron. Sí, seguía celosa, después de todo el tiempo que había pasado.</p> <p>—Está bien. Iré a descubrir lo que necesitamos saber.</p> <p>—¿Estás loca? —Cyrus se rió de mí—. Mi padre te matará. Y Dahlia te matará antes de que él tenga la oportunidad.</p> <p>Sacudí la cabeza.</p> <p>—Clarence me ayudará. Va de duro, pero odia a los vampiros. Hará lo que sea por sacarlos de la casa.</p> <p>—Él no puede ayudarte, Carrie. Mientras el nombre de mi padre aparezca en las escrituras, Clarence no puede hacer nada que le haga daño directamente. Él…</p> <p>—Va incluido en la casa, lo sé —lo interrumpí—. Pero tengo que intentarlo. Soy la única que no está unida a él mediante el lazo de sangre ni mediante la genética.</p> <p>—¡Rotundamente no! —Nathan sacudió la cabeza con vehemencia—. Es una idea ridícula y peligrosa.</p> <p>Alcé las manos, aunque sabía que lo que decía no era nada razonable.</p> <p>—Tenemos una oportunidad de hacer algo. Soy la única de esta habitación a la que el Devorador de Almas ni ha manipulado ni ha esclavizado. Creemos que quiere a Bella por el bebé, así que ¿por qué no hacemos más? ¿Por qué no vamos a la mansión y descubrimos qué trama? ¿Por qué no hacemos algo…?</p> <p>—¡Algo suicida!</p> <p>—¡Pero al menos sería algo! —grité a la vez que me levantaba—. Lo lamento si no pienso exactamente lo que vosotros queréis hacer, pero ¡tenemos que hacer algo!</p> <p>Nathan tenía los puños apretados.</p> <p>—¿Que lo lamentas? ¿Desde cuándo te preocupa lo que quiero?</p> <p>Respiré hondo y me obligué a calmarme. Se me hizo bastante difícil.</p> <p>—Tienes razón. Nunca he hecho nada pensando en lo que era mejor para ti. Nunca he cambiado tu vida por la mía. Nunca me he arriesgado por proteger a tu hijo. Nunca he dejado que tu esposa muerta invadiera mi cuerpo para liberarte de un hechizo.</p> <p>—No sin restregármelo una y otra vez —me respondió bruscamente—. Si quieres que te maten, adelante.</p> <p>—¿Quién dice que vayan a matarnos? —preguntó Cyrus inclinándose para levantar el <i>grimoire</i> de Dahlia de la mesa—. Estoy seguro de que tiene algo aquí que podamos usar para protegernos.</p> <p>Nathan se quedó mirándolo un momento y su expresión se suavizó un poco cuando le quitó el libro de las manos.</p> <p>—Estos hechizos son demasiado avanzados para un principiante. No podrías hacerlo.</p> <p>—¿Y tú? —preguntó Cyrus—. Tienes esa tienda de ahí abajo. ¿Pretendes decirme que no sabes nada de… «abracadabras»?</p> <p>Resoplé y los dos me miraron.</p> <p>Nathan sacudió la cabeza.</p> <p>—Yo no practico brujería. Sólo estoy metido en el negocio del <i>New Age</i> para aprovecharme del desenfrenado consumismo.</p> <p>Miré el libro que Nathan tenía entre las manos como si fuera una víbora venenosa.</p> <p>—Bueno, ¿qué daño podría hacernos? Quiero decir, le hemos echado un vistazo. Tiene un montón de trucos que podríamos utilizar.</p> <p>—Maleficios, contramaleficios, hechizos de invisibilidad —Cyrus enumeró la lista—. Este último no es mala idea. Sé que tenía uno.</p> <p>—Los hechizos de invisibilidad rara vez lo son de un modo literal —protestó Nathan—. Por lo general sólo sirven para pasar desapercibido.</p> <p>Cyrus dio un paso al frente y le quitó el libro; después, comenzó a pasar las páginas.</p> <p>—¡Ah!</p> <p>Puso el dedo sobre la hoja para que pudiéramos ver garabateado en la parte superior: <i>Hechizo de Invisibilidad (Literalmente).</i></p> <p>Hubo un largo momento durante el que ninguno dijo nada; no tengo ninguna duda de que todos estábamos valorando lo que eso suponía. Harían falta muchas agallas para intentar entrar en la casa de una bruja oculto mediante un hechizo de invisibilidad, por mucho que funcionara. Sería peligroso.</p> <p>Claro que no más peligroso de lo que yo ya había hecho.</p> <p>—Lo haré.</p> <p>Me miraron como si hubiera sugerido que iba a hacer desaparecer la Estatua de la Libertad.</p> <p>—¿Cómo? —Nathan se cruzó de brazos como si estuviera retándome a demostrar que se equivocaba—. ¿Conoces las normas básicas para la hechicería?</p> <p>—No —admití a regañadientes—. Pero participé en el ritual para traerte de aquel lugar. Y solía jugar a levantar a alguien con un dedo en las fiestas de pijamas. Nathan sonrió ante ese último comentario.</p> <p>—Tiemblo de miedo.</p> <p>—Por lo que entiendo, nuestras opciones son bastante limitadas. Podemos hacer dos cosas: o irrumpir allí armas en mano, o colarnos para reunir información y después ir a rescatar a vuestros amigos —Cyrus le dio unas palmaditas al libro—. Creo que deberíamos probar la opción en la que mi padre no nos mata a todos y tenemos una oportunidad de salvar también sus vidas.</p> <p>Nathan nos miró.</p> <p>—¿Y qué pasa conmigo?</p> <p>—¿Qué pasa contigo? —preguntó Cyrus con brusquedad.</p> <p>Él volteó los ojos.</p> <p>—Tengo un lazo de sangre con tu padre, ¡estúpido cabrón! ¡Sabrá que vamos!</p> <p>—No hay necesidad de que lo insultes —dije—. Llevas años bloqueándolo. No sospechará nada.</p> <p>—Eso no es verdad —dijo Cyrus en voz baja—. Nathan tiene toda la razón.</p> <p>Me giré hacia Cyrus.</p> <p>—Entonces, ¿sólo quedamos tú y yo?</p> <p>—¡Y una mierda! —bramó Nathan—. ¡No pienso dejarte entrar ahí con él!</p> <p>—Si no puede ir conmigo, entonces tendrá que ir sola, y ya has dejado claro que no te gusta esa opción —Cyrus suspiró—. A mí tampoco me gusta, pero es nuestra mejor opción.</p> <p>—Cyrus… —comencé a decir, pero me interrumpió.</p> <p>—Aún soy susceptible a él —miró al suelo como avergonzado—. Es un hombre muy… carismático.</p> <p>—Bueno, de todos modos ella logró luchar contra tus encantos un tiempo. Tal vez pueda contra él —Nathan sonó resignado y muy, muy, triste—. Tengo que bajar a abrir la tienda. Si prometéis no dar problemas, podéis bajar y ayudarme a encontrar los ingredientes necesarios para el hechizo. Carrie, tendrás que practicar.</p> <p>Sonó como si fuera un profesor de música.</p> <p>¡Practicar! Como si pudiera practicar algo tan peligroso. Es más, cuanto menos pensara en ello, menos probable sería que me echara atrás.</p> <p>—Está bien. Mirad qué podéis hacer. Me reuniré con vosotros en un rato —Cyrus habló con la actitud de alguien acostumbrado a ordenar a la gente.</p> <p>—¿Qué vas a hacer? ¿Desearnos suerte? —me planté las manos sobre las caderas.</p> <p>—No. Voy a darme una ducha. A diferencia de otros en este apartamento, no dejo que la higiene personal se quede por el camino cuando azota la catástrofe —nos miró a los dos y desapareció por el pasillo.</p> <p>Nathan apenas dijo nada cuando bajamos a la tienda. Abrió la puerta, entré y esperé a que encendiera las luces. Yo nunca tocaba los interruptores que tenía detrás del mostrador porque siempre me daban calambre.</p> <p>Las hileras de fluorescentes se encendieron con un clic e iluminaron toda la tienda. Parpadeé contra el cambio de luz y fui hacia el mostrador.</p> <p>En el suelo detrás de las vitrinas donde se exponían amuletos de colores chillones y varitas de cristal absurdamente caras, vi un saco de dormir. Nathan se agachó y comenzó a enrollarlo. Cuando alzó la mirada, me preguntó:</p> <p>—Bueno, ¿vas a echarle un vistazo a ese hechizo?</p> <p>—¿Has estado durmiendo aquí?</p> <p>Me estremecí al imaginarme lo que ese suelo tan duro le habría hecho a mi espalda si yo hubiera tenido que dormir ahí.</p> <p>Subió la cremallera del saco.</p> <p>—No es permanente. No pienso cederos mi apartamento.</p> <p>—Jamás te lo pediría. Y jamás te lo he pedido. Se produjo un largo silencio y cuando Nathan volvió a mirarme, tenía los ojos enrojecidos.</p> <p>—¿Por qué él, Carrie?</p> <p>Se me hizo un nudo en la garganta.</p> <p>—¿Sería mejor si hubiera sido cualquier otro?</p> <p>—No —no se giró, sino que se quedó mirándome con tanta intensidad que fue como si me quemara con la mirada—. No, no lo habría sido.</p> <p>Miré al suelo para ocultar mis lágrimas.</p> <p>—Me ama. O quiso que lo amara una vez y ahora es… suficiente.</p> <p>—Tú también quisiste amarme una vez —me recordó Nathan.</p> <p>Asentí e intenté contener las lágrimas.</p> <p>—Ahora ha cambiado. Cuando era mi Creador, quería desesperadamente ceder ante él, desprenderme de mi humanidad para poder estar con él, pero no pude. No sé por qué.</p> <p>—Porque eres una buena persona —sonrió con tristeza—. Entonces, ¿ahora lo quieres porque se lo merece?</p> <p>—Nathan, nunca querría hacerte daño, pero… —cerré los ojos—. Pero pase lo que pase no voy a estar con alguien que no me ame más de lo que ama a un recuerdo. Es mi Iniciado. Siento que… siento que le debo mi afecto.</p> <p>—Sé exactamente lo que se siente —sus palabras me atravesaron como una daga—. Excepto por eso de deber mi afecto. ¿Sabes? Yo nunca he sentido que te debiera nada. Lo poco que pudiera darte, te lo di voluntariamente.</p> <p>Se me encogió el pecho y no pude contener los sollozos.</p> <p>—Nathan…</p> <p>—No —se dio la vuelta—. No. Ni una palabra más sobre este tema, Carrie. Lee el hechizo. Iré a buscar un libro sobre magia básica.</p> <p>Me eché sobre el mostrador con la frente apoyada en las palmas de mis manos. Me habría sentido mejor derrumbándome, quedándome sin lágrimas por lo injusto de la situación. Una vez más, me encontraba entre los dos mismos hombres. Una vez más, no volvería a estar segura de si había tomado la decisión correcta.</p> <p>Pero no había tiempo para la autocompasión. Me sequé los ojos y me obligué a dejar de llorar. Era momento de ponerme a trabajar.</p> <p>El hechizo estaba dividido en dos partes, una lista de ingredientes y varias instrucciones, numeradas, renumeradas, tachadas y garabateadas.</p> <p>—Necesitamos heliotropo —grité.</p> <p>—¿La hierba o la piedra?</p> <p>Unos armarios chirriaron al abrirse en la trastienda.</p> <p>—Las dos —miré los ingredientes—. Y una vela azul. Y un puñado de cosas que son demasiado desagradables.</p> <p>Nathan volvió y se apoyó sobre mi hombro. Su proximidad no hizo más que aumentar mi nerviosismo.</p> <p>—¿Por qué habrá incluido esas cosas? —farfulló posando su dedo sobre las palabras «dientes de bebé».</p> <p>—¿Tal vez para despistar?</p> <p>La idea me sobrevino en una ráfaga de inspiración.</p> <p>—Si tuviera que hacer este hechizo, pensaría que todas estas cosas extrañas y exóticas son las más importantes.</p> <p>Las campanillas de la puerta repicaron y Cyrus entró con expresión tranquila.</p> <p>—Bueno, ¿qué me he perdido? —se detuvo a mi lado, me puso una mano sobre la parte baja de la espalda con actitud posesiva y se inclinó sobre el libro—. ¿De verdad tienes todos estos ingredientes?</p> <p>—Eso era lo que estábamos hablando —explicó Nathan—. Tenemos el heliotropo, pero no mucho más.</p> <p>—Mmm —Cyrus miró la lista—. Bueno, estamos perdidos. El corazón de ternera podemos conseguirlo en una carnicería, pero uñas de pies humanas… Os daría las mías, pero ya no son humanas.</p> <p>—¿Lo ves? —sonreí con aire triunfante—. Apuesto a que todo esto no es más que una distracción. El que sea que intente el hechizo se romperá la cabeza para encontrar todos estos ingredientes y se le escaparán uno o dos pequeños detalles cuando los pequeños detalles son los verdaderamente importantes.</p> <p>—Tengo que admitir que estoy impresionado —Nathan se rascó la barbilla—. ¿Cómo lo has sabido?</p> <p>—Recetas. Mi madre solía quejarse de que su suegra siempre se dejaba algo importante o lo etiquetaba como opcional. Era como descifrar un código.</p> <p>Me fijé en las instrucciones del hechizo en cuestión.</p> <p>—Las mujeres sois muy retorcidas además de astutas… —observó Cyrus como si no se hubiera dado cuenta antes.</p> <p>Señalé la página.</p> <p>—Mirad aquí, dice que hay que ungir la piedra de heliotropo con aceite de heliotropo, pero todo lo demás va a un caldero.</p> <p>—Imaginaos el olor —exclamó Cyrus con cara de asco.</p> <p>—Preferiría no imaginármelo.</p> <p>Nathan agitó la pequeña botella de aceite.</p> <p>—Esperemos que sea de verdad y no sintético. Pago mucho por tener el auténtico, pero los proveedores pueden ser un poco tramposos.</p> <p>—Oh, he oído que el comercio de hierbas es brutal —dijo Cyrus burlándose.</p> <p>Le di un codazo.</p> <p>—Si no vas a ayudar, hay una pila llena de platos por fregar arriba.</p> <p>—¿Estáis dispuestos a probar esto? —preguntó Nathan alzando la piedra para que pudiera verla.</p> <p>Era verde con unas apenas perceptibles motas rojas del color de la sangre seca.</p> <p>—También se la conoce como «la piedra sangre» —dijo Nathan girándola para que las motas rojas resplandecieran con la luz—. Una elección muy obvia para un vampiro.</p> <p>Extendí la mano y me puso la piedra encima. Parecía quemarme la piel.</p> <p>—¿Qué tengo que hacer?</p> <p>—Ungir la piedra con el aceite, al parecer —apuntó Cyrus con diversión en la voz—. Y llevarla contigo para hacerte invisible.</p> <p>Un escalofrío me recorrió la espalda.</p> <p>Me había prestado voluntaria para hacerlo, pero ahora no estaba segura de que me gustara la idea de ser invisible. Gran parte de la psique humana está unida al cuerpo físico y me pregunté qué efecto tendría en una persona volverse incorpóreo… a falta de un término mejor.</p> <p>Nathan me puso una mano sobre el brazo con la intención de reconfortarme.</p> <p>—Es probable que no te haga físicamente invisible. La mayoría de los hechizos hacen que cualquiera que te vea no se dé cuenta de tu presencia.</p> <p>Cerré la mano alrededor de la piedra.</p> <p>—De acuerdo, vamos allá.</p> <p>Nathan destapó la botella de aceite y la acercó a mí tímidamente.</p> <p>—Pero en esto no consiste todo el hechizo. Lo que lo hace funcionar es tu intención. Centra tu mente y toda tu energía en hacerte invisible.</p> <p>Lo cierto era que en eso había tenido mucha experiencia. Con tranquilidad, dejé la piedra sobre el mostrador y me imaginé encogiéndome en mi silla en clase de lengua cuando el profesor me hacía una pregunta. Pensé en caminar de noche por una zona peligrosa de la ciudad pegándome a los edificios, a las sombras.</p> <p>Pensé en cruzar el jardín trasero de la mansión de Cyrus para reunirme con Nathan en el portón e imaginé a los guardias mirándome sin ver nada.</p> <p>Entonces comprendí que ya era una experta en hacerme invisible. Durante años nadie me había visto cuando yo no quería que lo hicieran. Mi cara, mi constitución, mi color de pelo, eran tan anodinos que podría robar un banco sin que nadie me identificara.</p> <p>Sería pan comido.</p> <p>Al mismo tiempo que lo pensaba, otra oleada de confianza surgió en mi interior. Era más oscura y salvaje.</p> <p>Era Dahlia.</p> <p>—Bebí su sangre —me oí decir como a lo lejos—. Creo que está provocando algo en mí.</p> <p>Cyrus dio un paso atrás e incluso Nathan parecía asustado.</p> <p>«Soy invisible», canturreé en mi cabeza mientras extendía el aceite sobre la piedra. El aroma a flores me calmó a pesar de que la piedra parecía quemar por mi energía concentrada. Todos mis pensamientos y visualizaciones salieron flotando de mi cuerpo a través de los dedos de mi mano derecha para introducirse en la piedra.</p> <p>Y entonces, con la misma brusquedad con que esa sensación había llegado, se detuvo. La oscura energía procedente de la sangre de Dahlia se filtró en la piedra junto con un poco de mí y retiré la mano.</p> <p>—Lo ha hecho —dijo Cyrus casi sin respiración—. No puedo creer que lo haya hecho.</p> <p>—¿Qué? ¿Qué he hecho?</p> <p>Antes de que pudieran responder, levanté la piedra, tan fría que quemaba, y contuve un grito cuando mi mano, mi muñeca y después mi brazo se desvanecieron como si se disolvieran. Me miré los pies, pero sólo vi el suelo sobre el que deberían haber estado posados. Agité los dedos delante de mi cara, pero ya no estaban ahí.</p> <p>La habitación giró a mi alrededor. Sin confirmación visual de mi cuerpo, perdí el sentido del equilibrio por un momento y me caí contra el mostrador.</p> <p>—¡Sujétala! —gritó Nathan.</p> <p>—¿Cómo? ¡No puedo verla! —Cyrus alargó la mano con gesto vacilante y le agarré los brazos. En el momento en que la piedra lo tocó, él también desapareció. Nos quedamos absolutamente quietos sujetándonos el uno al otro para no perder el equilibrio. Habría pagado lo que fuera por ver la expresión de Cyrus.</p> <p>—Bueno, ahora ya sabemos que no se trata de una invisibilidad figurada, ¿eh? —dijo con una carcajada y yo me reí con él.</p> <p>Por fin algo estaba funcionando a nuestro favor.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 20</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Orígenes</p> </h3> <p>Max parpadeó en un intento de centrar su visión. Cuando intentó frotarse los ojos, unas cadenas sonaron y sus brazos encontraron resistencia.</p> <p>«Me despierto atado en otro lugar extraño y oscuro».</p> <p>«Perfecto».</p> <p>—Me preguntaba cuándo despertarías.</p> <p>Bella.</p> <p>Deseó poder verla.</p> <p>—¿Te ha hecho daño?</p> <p>Algo le rozó el pie. Cuando alzó la mirada, vio su rostro.</p> <p>—Las drogas harán que te resulte difícil ver. Relájate y se pasará.</p> <p>Sus dedos le acariciaban la cara. No estaba atada.</p> <p>—¿Te han hecho daño? —repitió. Sentía la lengua como si fuera de trapo. Mataría por algo para beber.</p> <p>El aroma de la sangre lo invadió e involuntariamente se lanzó hacia ella. La oyó tomar aire, sobresaltada, y notó cómo se retiró un poco. La había asustado.</p> <p>—Lo siento, no puedo evitarlo.</p> <p>—Lo sé —Bella le puso la fría palma de su mano sobre la frente—. No, no me han hecho daño. Me han tratado mejor que el Movimiento. Al principio, no sabía por qué, pero…</p> <p>—¿Por qué no te han atado?</p> <p>No era que quisiera que lo hicieran, simplemente se preguntaba por qué ella estaba libre y no había intentado escapar aún.</p> <p>—No podría llegar lejos. Estoy… en una silla de ruedas —susurró las palabras como si fueran una maldición.</p> <p>Él cerró los ojos aunque, de todos modos, no podía ver nada.</p> <p>—Lo siento, cielo.</p> <p>—No lo sientas. Nos siguieron desde la cabaña. No podrías haberlo evitado.</p> <p>Se apartó y Max se preguntó por qué no había reconocido el sonido de la silla de ruedas cuando se deslizó sobre el sucio suelo de la sala.</p> <p>—Pareces muy tranquila.</p> <p>Demasiado tranquila. Algo iba mal, aunque no sabía qué.</p> <p>Anne. Esa zorra los había vendido. Cuando le pusiera las manos encima, le arrancaría su pequeño corazón negro.</p> <p>—He tenido tiempo para pensar.</p> <p>Bella volvió con una bolsa llena de sangre. Él no sabía de dónde la había sacado y tampoco le importó. Se la colocó en la boca y él la abrió con los dientes sin importarle que el contenido le goteara por la barbilla y le manchara la camisa. Sólo cuando había bebido la mitad pensó que podían estar drogándolo. Se apartó bruscamente y los restos de la comida cayeron en forma de cascada sobre su regazo.</p> <p>Bella gritó y retrocedió de un salto.</p> <p>—¡Deberías habértelo bebido todo!</p> <p>—¿Por qué? —intentó liberarse—. ¿Estás metida en esto? ¿Qué tienen planeado?</p> <p>—No lo sabía. No antes de que Anne nos trajera aquí —su voz cayó hasta convertirse prácticamente en un susurro—. Nunca he estado involucrada en esto de ningún modo. Hasta que nos han traído aquí, sólo sabía lo que sabías tú. Debes creerme.</p> <p>Lo abrazó a pesar de que tenía la ropa manchada y él deseó poder rodearla con sus brazos.</p> <p>—Te creo, cielo. Pero dime qué está pasando.</p> <p>—Todo estaba preparado —lloró contra su hombro—. La cabaña, el accidente de coche. El Movimiento llegó allí antes de que la gente de Oráculo pudiera recogernos, pero cuando nos fuimos con Anne… No es de los nuestros.</p> <p>»Me desperté en el coche. Tú estabas drogado. Cuando llegamos aquí, me llevaron a un hospital. No sé qué me han hecho. Cuando volví a despertar, les pedí que me trajeran contigo y no me lo negaron.</p> <p>—¿Te han tratado bien?</p> <p>Aunque eso tampoco era buena señal.</p> <p>—¿Qué pasa con el bebé? ¿Está bien?</p> <p>—Sí —respondió en voz baja—. Eso es lo que quieren.</p> <p>Max rugió y su rostro se transformó mientras intentaba liberarse de los grilletes.</p> <p>—Cálmate —le dijo Bella poniéndole una mano en la frente. Con un intenso suspiro, se apartó—. Creo que tal vez ha llegado el momento de que te cuente algo que muy pocos de tu especie saben.</p> <p>Max tragó con dificultad.</p> <p>—¿Es algo que quiero saber?</p> <p>—Es algo que ahora debes saber —vaciló un momento y después respiró hondo antes de continuar—: ¿Sabes que existe una división entre hombres lobo y lupins?</p> <p>No era la pregunta que él se había esperado.</p> <p>—Sí. Es algo que enseñan en el Movimiento. Los hombres lobo están metidos en la espiritualidad terrenal y emplean la magia para controlar su Cambio, mientras que los lupins desarrollaron un modo de hacerlo mediante la medicina y creen que son mejores que vosotros.</p> <p>—No —dijo Bella con una nota de tristeza en su voz—. Llevan años engañándoos.</p> <p>¿El Movimiento engañaba? Debería haberle sorprendido más, pero últimamente era difícil no creer cualquier cosa desagradable que alguien dijera sobre ellos.</p> <p>—¿Es eso verdad?</p> <p>Su visión se había aclarado lo suficiente como para permitirle ver cómo asintió Bella.</p> <p>—La verdadera causa de nuestra división es… Tal vez debería empezar por el principio. ¿Recuerdas lo que te conté sobre la deuda de sangre que nunca puede ser saldada? ¿La maldición que llevo grabada en mi cuerpo?</p> <p>—Claro —Max buscó en los rincones de su todavía aturdido cerebro—. Algo sobre que todos los hombres lobo descienden de Poncio Pilatos y que ésa es la razón por la que todos estáis malditos, ¿no?</p> <p>—La división entre hombres lobo y lupins comenzó ahí, aunque ambas facciones lo mantuvieron en secreto hasta hace poco. Cuando los hijos de Poncio Pilatos, y los hijos de éstos, fueron conscientes de su mal, naturalmente, lo ocultaron. Era una época de supersticiones y estaban rodeados por gente devota. Algunos regresaron a Roma, donde su estado animal era venerado como un don regalado por los dioses, una alusión a Rómulo y Remo, que fundaron la ciudad.</p> <p>»Pero los que se quedaron atrás en la tierra de los hebreos aprendieron rápidamente a controlar su Cambio. Vivieron sus vidas lo más discretamente posible, aunque algunos comenzaron a reconstruir la razón de su maldición. Tardaron generaciones. Con el tiempo, el evangelio del Mesías carpintero era predicado incluso en Roma. Los hombres lobo que allí había fueron perseguidos, como lo fueron los seguidores de los antiguos dioses. Los compadezco, a pesar de su posterior alianza. Si bien no divinidades, llegaron a ser como la realeza en el Imperio Romano. Huyeron, y su número rivalizaba con la legión más populosa de Roma, hacia sus raíces en Tierra Santa.</p> <p>»Aunque sus hermanos lobos los recibieron con los brazos abiertos, no pasó mucho tiempo hasta que tuvo lugar la pelea. Los hombres lobo de Jerusalén ya comprendían la naturaleza de su maldición y los lobos romanos no lo aceptaron. Resentidos por el ascenso del cristianismo, que les había robado prosperidad en Roma, no estaban dispuestos a morir para pagar por la sangre de un carpintero hebreo. Lo que pasó a continuación no está del todo claro. Hay demasiadas versiones de la historia como para poder decirte que la que te voy a contar es la verdadera, pero me la enseñaron de pequeña y es la que mejor conozco. Había una mujer noble romana, Julia, viviendo en Jerusalén. Su marido había sido prefecto allí y cuando él murió, se había quedado sola y sin dinero suficiente para regresar a Roma. Cómo continuó sobreviviendo fue un gran debate, pero se decía que podían verse hombres entrar en su casa durante la noche y que siempre tenía dinero suficiente para pagar el pan. Nunca salía de su casa, ni de día ni de noche, pero enviaba muchas cartas y recibía invitados de tierras muy lejanas.</p> <p>»De algún modo, llegó a saber que había hombres lobo en la ciudad y cuál era su situación. Mandó buscar a tres de los expatriados romanos, Tito, Cicerón y Lucio, y celebró una cena en su honor. Después de que el resto de invitados se hubiera marchado, se reunió con los lobos en privado y ahí es donde la historia de los lupins y los hombres lobo se convierte en una historia de enemistad. Después de la reunión con Julia, los hombres lobo nunca fueron los mismos. Se vieron aquejados de una insaciable sed de sangre. Se transformaban a su antojo y ya no estaban esclavizados por la luna llena. Resulta que Julia era una vampira que, movida por el aburrimiento o por unos viles motivos, los convirtió. Ellos fueron los primeros lupins.</p> <p>—Oh, joder —susurró Max, casi sin darse cuenta de que había hablado.</p> <p>Bella no lo reprendió por haberla interrumpido.</p> <p>—De los tres, Tito fue el que menos complacido quedó con el cambio. Había empezado a aceptar la deuda de sangre que habíamos heredado de Poncio Pilatos y había estado estudiando en secreto los evangelios con otra manada de hombres lobo. Cuando les reveló su nueva naturaleza, lo rechazaron. La noticia se extendió rápidamente por la facción de Jerusalén. Se volvieron recelosos de todos los hombres lobos romanos y les declararon la guerra. Los hombres lobo romanos volvieron a dispersarse, pero juraron destruir a los hombres lobo. Uno a uno, fueron convertidos, bien por Cicerón o por Lucio. Tito desapareció, aunque de vez en cuando surge el rumor de que regenta un santuario para lupins que han cambiado y que desean saldar la deuda de sangre.</p> <p>—Matando a otros lupins —todo estaba quedando muy claro. Horrorosamente claro.</p> <p>Bella asintió.</p> <p>—¿Y Julia? ¿La noble que lo empezó todo? —preguntó Max, temiéndose la respuesta.</p> <p>—¿Por qué crees que el Movimiento no compartía esta información con vosotros? Ella es Oráculo, a quien habéis ayudado a retener cautiva todos estos años.</p> <p>No le habló con tono de burla, pero aun así él se sintió como un tonto.</p> <p>—Hijos de puta. ¿Todo este tiempo han sabido lo que eran los lupins y nunca nos lo han dicho? ¿Por qué?</p> <p>—No lo sé. Cuando la Hermandad se formó, intentaron aplicar su código a los lupins, pero a ellos no… les hizo gracia. Ésa es la razón por la que la Hermandad se puso del lado de los hombres lobo. Les ofrecieron ayuda para exterminar a los lupins siempre que los hombres lobo…</p> <p>—Mantuvieran la boca cerrada y mataran a algunos vampiros y lupins, lo cual debería haber pagado la deuda de sangre.</p> <p>Ahora todo parecía estar muy claro. Pero ¿por qué tenían a Oráculo? Había hecho poderosas predicciones, pero solían ser demasiado abstractas como para comprenderlas hasta después de que el suceso en cuestión hubiera tenido lugar.</p> <p>Como si le leyera la mente, Bella dijo:</p> <p>—Oráculo era una póliza de seguro. Sabíamos que no podíamos ganar la batalla si la tenían de su parte. Después de que el Movimiento la capturara, nos tuvieron bajo su control con la amenaza constante de liberarla.</p> <p>—Maravilloso. Me alegra que les haya funcionado tan bien —Max tiró de sus grilletes—. Así que los lupins son medio hombres lobo, medio vampiros. Y entonces nuestro bebé es…</p> <p>—Un lupin… de nacimiento —respondió ella con tristeza—. El único de su especie.</p> <p>—Razón por la que Oráculo la quiere. ¡Genial! Nunca había querido tener hijos hasta que descubrió que iba a tener uno tanto lo quisiera como si no y ahora se la iban a arrebatar.</p> <p>—¿La? —preguntó Bella—. Creía que habías dicho que parecía un camarón.</p> <p>—Y eso dije. Pero… Tenemos que salir de aquí.</p> <p>Ella miró a otro lado.</p> <p>—Después de traerme aquí me han dicho que… eres un ejemplo.</p> <p>—¿Un ejemplo de qué? ¿Del vampiro más estúpido de la Tierra?</p> <p>Se dejó caer sobre la cama con brusquedad y se estremeció de dolor cuando las esposas se le clavaron en las muñecas.</p> <p>—Tienen a algunos miembros del Movimiento como prisioneros. Van a… torturarte y a matarte para asustarlos y hacerlos cambiar de bando.</p> <p>Ahora Bella lloraba abiertamente. Le hizo sentirse un poco mejor saber que estaba angustiada ante la posibilidad de su inminente muerte, a pesar de que él no lo estuviera. Era una estupidez, pero le preocupaba más ella.</p> <p>—Bueno, siempre he dicho que quería marcharme a lo <i>Braveheart.</i> Sólo espero que se me ocurra algo chulo que decir antes de que me corten la cabeza.</p> <p>Su intento de bromear fue fallido y maldijo.</p> <p>—Ven aquí, Bella. Si voy a morir, por lo menos quiero pasar mis últimas horas contigo.</p> <p>Ella llevó su silla hasta su lado y Max encontró a tientas su mano. Sus dedos se entrelazaron mientras ella apoyaba la cabeza sobre su pecho.</p> <p>—No me des por muerto todavía, cielo —le susurró para reconfortarla—. Todos saldremos de ésta vivos.</p> <p>Y esperaba no haberle dicho una mentira.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Cuando nos fuimos a acostar por la mañana, los tres acordamos algo: iría a la mansión del Devorador de Almas al anochecer.</p> <p>Con toda la tensión nerviosa acumulada en mi estómago, no podía dormir. Y tampoco me ayudó que en mi cama apenas cupiera una sola persona y mucho menos dos, Cyrus y yo.</p> <p>—Si no dejas de moverte, voy a atarte —le advirtió él adormilado—. Y no hablo en tono sugerente.</p> <p>Apoyé la cara contra su frío pecho.</p> <p>—Lo siento. No puedo dormir.</p> <p>—¿En serio? Si no me lo hubieras dicho, ni me habría dado cuenta.</p> <p>Me llevó hacia sí; sus manos se relajaron sobre mi vientre y pensé que había vuelto a quedarse dormido, pero entonces dijo:</p> <p>—Carrie, no vayas.</p> <p>—¿Qué? —me incorporé ligeramente.</p> <p>—No vayas —repitió—. Vamos a hacer las maletas ahora mismo, robaremos la furgoneta y nos marcharemos.</p> <p>—Sabes que no podemos.</p> <p>Pero mi corazón gritaba: «¡Marchaos!». Sin embargo, decidí que en esa ocasión escucharía a mi mente. Últimamente había tomado demasiadas decisiones basándome en mis sentimientos y había tenido unas consecuencias horribles.</p> <p>—¡Podemos! No tendremos que enfrentarnos a mi padre. Encontraremos un lugar bonito… bueno, a lo mejor no bonito, pero un lugar donde quedarnos al fin y al cabo… y nos esconderemos hasta que todo esto haya terminado —insistió con tono suplicante.</p> <p>Quería decirle que sí. La mirada de absoluta desesperación que vi en su rostro casi me abrumó. Pero entonces pensé en Nathan, en la habitación contigua y me lo imaginé despertándose y descubriendo que me había ido y que tenía que luchar contra su Creador él solo.</p> <p>—No puedo perderte, Carrie. No puedo —me abrazó y sus dedos se hundieron en mi espalda. ¿Siempre había sido así de frágil incluso cuando era un monstruo?</p> <p>—No me perderás —le dije acariciándole el pelo—. Pero si no vamos tras tu padre, ¿quién lo hará? ¿Nathan? ¿Va él a entrar en la mansión a hurtadillas? ¿Va a rescatar a Bella y a Max?</p> <p>Era imposible que pudiera hacerlo. Enfrentarse al poder de su Creador él solo era muy arriesgado, pero esperar que lo lograra y que además liberara a Max y a Bella era ridículo.</p> <p>—No voy a dejar atrás a Nathan —repetí—. No me perderás —y entonces me di cuenta de que yo nunca me había imaginado que pudiera perderlo a él o a Nathan.</p> <p>De pronto comprendí demasiado bien qué quería decirme Cyrus.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Estuvimos en silencio mientras nos preparábamos. Nathan sacó su uniforme del Movimiento y otro igual para Cyrus. Se me ocurrió hacer un chiste sobre las gemelas que anunciaban los chicles Doublemint, pero imaginé que no les haría ninguna gracia.</p> <p>Me vestí con ropa cómoda (de todas formas iba a ser invisible, daba igual mi aspecto) y me armé con unas cuantas estacas y unos frascos de agua bendita; ésas eran las únicas armas que llevaba y las que esperaba que no fuera a necesitar. Si todo salía según el plan, entraría en la mansión, echaría un vistazo hasta encontrar lo que buscaba y me marcharía sin luchar.</p> <p>Claro que, ¿cuándo habían salido las cosas según el plan?</p> <p>Nathan, por el contrario, tenía una montaña de armas a su lado mientras estaba sentado en el sillón revisando su ballesta.</p> <p>—¿Es eso todo lo que vas a llevar? —le pregunté con sarcasmo cuando me dejé caer en el sofá.</p> <p>Él sonrió irónicamente.</p> <p>—¿Dónde está Cyrus?</p> <p>—Duchándose y poniéndose su nuevo y sensacional uniforme del Movimiento.</p> <p>Nathan enarcó una ceja.</p> <p>—Dice que si va a morir otra vez, quiere morir limpio.</p> <p>A escondidas, me olí la axila. No quería ser la única que muriera con olor a sudor.</p> <p>—Nadie va a morir —me aseguró con esa forma tan brusca que tenía de hablar cuando sus ojos y sus manos estaban ocupados—. Puede que ésta sea probablemente la cosa más sencilla que hayamos hecho nunca, gracias a tu inesperado talento para el ocultismo.</p> <p>—Ya te he dicho que es por la sangre de Dahlia. Esperemos que no se dé cuenta mientras estoy allí —miré a mi alrededor—. ¿Dónde está la piedra?</p> <p>—Está en la tienda, sobre la mesa —se colgó la ballesta a un lado y exhaló—. Quiero que tengas mucho cuidado esta noche.</p> <p>Muy típico de él, convertir un momento intrascendente en uno demasiado serio.</p> <p>Le mostré mi gesto más valiente.</p> <p>—Sabes que lo tendré. ¿Cuándo me he adentrado en el peligro imprudentemente?</p> <p>Otra ceja enarcada.</p> <p>—Vale, pero en esas ocasiones era una cuestión de vida o muerte. Y en una de ellas era tu vida la que estaba en peligro, así que no puedes quejarte —movida por un impulso, me puse de pie, fui hasta su sillón, me arrodillé a su lado y apoyé la cabeza sobre su rodilla.</p> <p>Creo que se quedó demasiado asombrado como para decir algo al principio, pero al cabo de un momento me puso la mano sobre la cabeza.</p> <p>—Te amo, Carrie.</p> <p>Si me hubiera golpeado en el pecho con un mazo, habría tenido el mismo efecto. No podía respirar. Fue como si me hubiera quedado sin aire.</p> <p>Quería preguntarle qué quería decir con eso. ¿Me amaba como un Creador ama a su Iniciado? ¿O me amaba como un hombre ama a una mujer cuando no había un bagaje emocional y una historia de vampiros mezclados? ¿Y por qué ahora? ¿Por qué esperar para confesar su amor cuando estábamos a punto de hacer algo peligroso? ¿Pensaba que uno de los dos no sobreviviría?</p> <p>Pero no le hice ninguna de las preguntas cuya respuesta me moría por conocer.</p> <p>Por fin había oído lo que llevaba mucho tiempo queriendo oír y decidí que por el momento lo aceptaría tal cual.</p> <p>—Anoche escuché mi lazo de sangre con el Devorador de Almas —dijo cambiando de tema con total naturalidad como si acabara de decir «hace buen tiempo, ¿verdad?».</p> <p>—¿Ah, sí?</p> <p>Asintió.</p> <p>—Tiene el corazón de Oráculo.</p> <p>—¿Ah, sí? —exclamé ahora con sorpresa y apenas sin voz.</p> <p>—Sí. Tiene planeado devorarlo y con ello devorar el alma de Oráculo. ¿Quieres oír lo que pienso?</p> <p>Sabía que era una pregunta retórica, así que no respondí. Me lo diría de todos modos.</p> <p>Y tenía razón. Una chispa que llevaba mucho tiempo perdida iluminó los ojos de Nathan.</p> <p>—Creo que deberíamos cambiar nuestro objetivo un poco. ¿Estás dispuesta a encontrar el corazón de Oráculo y destruirlo?</p> <p>Me reí un poco para ocultar lo impactada que estaba. Aunque seguro que funcionó igual de mal que mis intentos de ocultar mis emociones.</p> <p>—Bueno… em… supongo.</p> <p>—Creo que así mataríamos dos pájaros de… una pedrada.</p> <p>Sonrió.</p> <p>—Si Oráculo tiene a Max y a Bella… y aunque los tenga la gente del Devorador de Almas… la muerte de Oráculo va a hacer que las cosas caigan en picado. Para ellos será más fácil escapar y con eso nos quitaremos de encima el problema de Oráculo para siempre.</p> <p>—También arruinará los planes del Devorador de Almas y nos dará más tiempo para reagruparnos —asentí—. De acuerdo. Lo haré. Si el padre se parece al hijo, tengo la sensación de que no será muy difícil.</p> <p>—De tal palo tal astilla —dijo Nathan poniéndose serio de pronto—. Carrie, se parecen mucho. Si sucede algo, si las cosas salen mal… si te ves forzada a enfrentarte a él, no lo subestimes. Es muy manipulador y seductor.</p> <p>¿Seductor?</p> <p>Había visto al Devorador de Almas una vez en persona. Estaba medio descompuesto, apestaba a muerte y pedía a gritos sangre y almas. Lo había visto en recuerdos, pero por entonces había sido un mugriento campesino y el estiércol no me resulta atractivo en un hombre.</p> <p>—Intentaré resistirme a sus encantos.</p> <p>Nathan no se rió conmigo.</p> <p>—No es broma, Carrie.</p> <p>Y, por primera vez, se obligó a introducir sus recuerdos en mi mente.</p> <p>Al principio, no me di cuenta de qué estaba pasando. Estaba acostumbrada a la sensación de compartir recuerdos con Cyrus y de verlos a través de la sangre. Incluso había visto los recuerdos de Nathan a través del alma de su mujer muerta, pero desde que lo conocía no había visto nada que Nathan hubiera elegido mostrarme.</p> <p>En un desagradable y fugaz momento, pasé de estar cómodamente sentada en el salón a correr medio desnuda por un amplio jardín. La lluvia caía con fuerza sobre el rostro de Nathan y sus pies resbalaban por la hierba. Tras él, el sonido de unos ladridos de perro aumentaba según ganaban terreno. La alta valla de hierro, increíblemente lejos, se burlaba de él. Estaba condenado.</p> <p>Los perros le pisaban los talones. Se giró y les mostró los colmillos, sintiéndose culpable y absurdo por haber tenido que emplear las herramientas que ese monstruo le había dado. Pero más culpable todavía se sentía de pensar que podía matar a uno de esos animales y comer. El hambre lo invadía cada vez más intensamente hasta que fue aminorando el paso y admitió la derrota sobre la fría y mojada hierba. Se sintió hundido. Jamás sobreviviría.</p> <p>Y tampoco es que quisiera. No después de lo que le había hecho a Marianne. Pensó en su cuerpo, que aún yacía en el salón de baile, y cayó sobre la hierba llorando, ajeno a los perros que le arrancaban la carne. No lo morderían mucho rato. No les gustaba el sabor.</p> <p>Unas ásperas manos lo pusieron de pie.</p> <p>—Llevadlo con el Amo —ordenó una voz.</p> <p>Nathan sabía que estaban cansándose de sus constantes intentos de fuga.</p> <p>No se resistió mientras lo arrastraban por la hierba hacia la casa. No reconocí el lugar, pero supuse que era la casa de Brasil, donde Nathan había sido convertido, a juzgar por las palmeras.</p> <p>Dentro, lo llevaron hasta un gran salón. Un hombre con una túnica de color rojo intenso estaba junto a la chimenea. No podía verle la cara, pero su cabello blanco caía en una trenza sobre su espalda. Reconocí a Cyrus tumbado en un sillón junto al fuego. Su rostro quedó surcado por la furia al ver a Nathan. Sin embargo, me había esperado una reacción más violenta, teniendo en cuenta que su mujer había sido sacrificada para saciar el hambre del Devorador de Almas en lugar de Nathan. Después, la mirada de Nathan se posó en el cabestrillo donde descansaba el brazo de Cyrus y en las heridas que le cubrían un lado de la cara. Al parecer, Nathan ya se había vengado.</p> <p>—Arrodíllate ante el Amo —le ordenó el guardia que lo sujetaba cuando lo lanzó hacia el hombre vestido de rojo. Nathan se mantuvo firme.</p> <p>—¡Arrodíllate! —le gritó Cyrus dándole una patada en los riñones.</p> <p>Nathan cayó al suelo.</p> <p>—¡Ya basta! —el hombre de rojo se giró y, furioso, miró a su hijo. Jacob Seymour, con su cuerpo renovado por haberse alimentado de su nuera, desvió la mirada hacia su nuevo Iniciado. Sus afilados y regios rasgos se suavizaron—. Nolen, Nolen, Nolen. ¿Por qué seguimos corriendo?</p> <p>Nathan bajó la cabeza. Por absurdo que pareciera, se sentía avergonzado. Odiaba a ese monstruo que le había arrebatado a Marianne y le había arrebatado su vida mortal. Odiaba que aún pudiera saborear la sangre de Jacob en su boca y que ansiara más. Y odiaba esa parte de sí mismo que le impedía escapar.</p> <p>No podía ser imposible salir de esa casa, pero lo era. Había dolor, dolor físico cuando se separaba de su Creador. Esa palabra ardía en su mente, que estaba bajo el poder de ese hombre.</p> <p>El Devorador de Almas se agachó con elegancia.</p> <p>—Hace mucho que no te alimentas. Pareces agotado.</p> <p>Sus manos sobre el hombro de Nathan disiparon algo del dolor y del anhelo. Desagradó y confortó a Nathan al mismo tiempo.</p> <p>Ahora podía entender lo que quería decir con «seductor».</p> <p>—Traedle algo —le ordenó el Devorador de Almas a uno de los guardias—. Algo… bonito.</p> <p>—Y que grite —añadió Cyrus con crueldad.</p> <p>Nathan intentó levantarse, pero había gastado la energía que le quedaba intentando huir.</p> <p>Jacob se puso derecho y ayudó a Nathan a levantarse.</p> <p>—¿Por qué te haces esto? ¿Por qué te niegas la satisfacción de alimentarte?</p> <p>—No lo sé —Nathan estaba medio llorando. Temblaba de frío y de agotamiento.</p> <p>El Devorador de Almas lo envolvió en sus brazos y lo acunó contra su frío pecho.</p> <p>—Me duele que prefirieras morir antes que quedarte conmigo. Eres como un hijo. Mi hijo.</p> <p>—Qué suerte tiene —se burló Cyrus.</p> <p>El desprecio irradiaba de Jacob Seymour e incluso le llegó a Nathan a través del lazo de sangre, a pesar de no ir dirigido a él.</p> <p>—Mejor que un hijo, en algunos aspectos.</p> <p>El guardia regresó empujando a una chica por la puerta. Nathan se giró y al instante captó el aroma a miedo y a sangre.</p> <p>La chica luchaba con el guardia que la tenía presa. Tenía los brazos atados a la espalda. Los botones de su vestido estaban mal abrochados y la fina tela colgaba, sucia y mustia, alrededor de su cuerpo. Llevaba los pies descalzos y ensangrentados.</p> <p>—Ha intentado escapar varias veces también —dijo el Devorador de Almas mientras acariciaba el pelo de Nathan—. Sabes que tienes derecho. Ya no eres como ellos.</p> <p>La chica abrió los ojos de par en par. Tenía el pelo oscuro, igual que Marianne.</p> <p>—Haz lo que quieras con ella. Es tuya.</p> <p>El Devorador de Almas dio un paso atrás y Nathan se giró, en busca de algo que lo reconfortara, que lo absolviera tal vez.</p> <p>La chica gritó y él corrió. Estaba sobre ella en un instante, sujetándola, susurrándole disculpas antes de rasgarle el cuello.</p> <p>Y yo estaba de nuevo en el apartamento, temblando de arriba abajo.</p> <p>—Sabes que yo nunca haría esas cosas… —dijo Nathan con voz suplicante—. Pero él es así. Encuentra tu debilidad y no te das cuenta de que lo está haciendo.</p> <p>—Tendré cuidado.</p> <p>Pero no podía dejar de temblar y no podía sacarme de la cabeza los gritos de la chica, ni el tacto del Devorador de Almas. Aunque sus manos habían estado sobre Nathan, igualmente podrían haber estado tocándome a mí.</p> <p>Y temía que pronto lo hicieran.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 21</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">De mal…</p> </h3> <p>Al cabo de un tiempo fueron a por ellos. Max no sabía qué hora era.</p> <p>Cuando la puerta se abrió, Bella se despertó sobresaltada y su rostro se arrugó en un gesto de confusión. Después pareció darse cuenta de dónde estaba y el horror tomó el control.</p> <p>—¡No!</p> <p>—Para —la reprendió él—. Ya he muerto antes, ¿lo recuerdas?</p> <p>Iba a ser muy difícil que lo torturaran sin tener que recordar los sollozos y gritos de Bella mientras lo sacaban de la habitación. Mientras le hicieran lo que sólo Dios sabía, preferiría recordar la imagen de la fría Bella riéndose de él por ser un mariquita.</p> <p>—Buenos días —gritó desde la puerta una burlona voz. Un vampiro entró con una chulesca sonrisa en la cara.</p> <p>La misma sonrisa que solía preceder a una muerte horrible y sangrienta para ése que sonreía.</p> <p>Las cosas iban mejorando.</p> <p>Dos vampiros más lo seguían, ambos portando ballestas. Tenían estacas colgando de sus caderas y parecían aburridos con su trabajo, una clara señal de que estaban demasiado seguros de sí mismos.</p> <p>Bella también se percató de ello y su desesperación se convirtió en despiadada determinación. Gesticuló sin hablar «primero el de la derecha», le dio un beso a Max y se apartó con su silla de ruedas.</p> <p>El de la derecha. Un tipo nervioso algo más bajo que Max con el dedo ya preparado para lanzar una flecha directa a su corazón. Sería un problema.</p> <p>«Es de los nuevos».</p> <p>El primero que había entrado le quitó los grilletes.</p> <p>—Ponte de pie.</p> <p>Después lo llevó hasta la puerta, con más brusquedad de la necesaria. Definitivamente, ese tipo estaba suplicando morir.</p> <p>—Te quiero, cielo —dijo Max por encima del hombro. Miró a Bella por última vez cuando lo sacaron de la habitación.</p> <p>Uno de ellos se quedó atrás y eso desconcertó un poco a Max. No quería que Bella estuviera a solas con un vampiro cuando él no podía protegerla.</p> <p>—¿Qué estás haciendo? —la oyó preguntarle.</p> <p>No le gustó la respuesta.</p> <p>—Tienes que prepararte. Oráculo quiere que estés presentable para el espectáculo.</p> <p>Genial. Max había planeado liberarse a golpes allí mismo en el pasillo, retroceder y agarrar a Bella para huir. Eso iba a complicar las cosas. Descartó el plan. No se marcharía sin Bella, y no estaba dispuesto a provocar que aumentaran la seguridad cuando no sabía dónde estaba ella o cómo llegar hasta ella.</p> <p>Lo llevaron por una serie de pasillos y subieron unos cuantos tramos de escaleras. Habían estado en un sótano, uno enorme, con arcos y columnas que no podías ver en una casa de barrio. Cuando salieron a la superficie, el aire olía a mañana.</p> <p>Lo llevaron hasta una gran sala en el centro del segundo piso, si es que se había orientado bien. El suelo de mármol estaba frío bajo sus pies descalzos. Debían de haberle quitado los zapatos cuando lo encadenaron. La oscura madera de las paredes se extendía hacia un vasto techo donde había ángeles feos y gordos. Tuvo la sensación de que esos querubines y serafines que habían dejado de tocar sus arpas eternamente para mirarlo desde arriba no habían sido elegidos como decoración por la actual propietaria.</p> <p>Y si había sido ella la que los había elegido, entonces disfrutaría más todavía matándola.</p> <p>Las ventanas estaban cubiertas por postigos de la misma madera. Eran enormes, de modo que era imposible que los abrieran… a menos que fueran aficionados a las barbacoas. Sin embargo, la claraboya cubierta en el centro del techo le inquietó. Sobre todo al ver la cuerda que caía del postigo.</p> <p>Otra cuerda colgaba del techo; lo engancharon por las muñecas y tiraron de ella haciéndolo quedar de puntillas.</p> <p>—Chicos, no pensaba que teníais estas preferencias —dijo con los dientes apretados mientras sus hombros se dislocaban. Ahora estaba en verdadera desventaja.</p> <p>—¿Qué me has dicho? —le preguntó un vampiro agarrándolo de la camiseta antes de soltarlo y hacerlo girar sobre la cuerda.</p> <p>Max cerró los ojos para evitar marearse mientras la habitación daba vueltas y el vampiro se reía.</p> <p>—Ahora ya no eres tan duro, ¿eh?</p> <p>Otro se reía con él, pero más nervioso. Tenía motivos para estarlo. Antes de que Max abandonara ese lugar, se lo haría pasar muy mal.</p> <p>—Salid de aquí.</p> <p>La orden llamó la atención de los tres vampiros y Max estiró el cuello en una de las vueltas para ver quién la había pronunciado.</p> <p>Anne entró lentamente por las dobles puertas con total tranquilidad. Llevaba el pelo igual que antes, recogido hacia atrás y tan tirante que parecía que la cara se le fuera a saltar. Max estiró las piernas y los dedos de sus pies rozaron el resbaladizo mármol. Logró parar de girar, pero el esfuerzo supuso un infierno para sus pantorrillas.</p> <p>—¿No estás cómodo? —observó Anne mientras lo rodeaba y a cada paso que daba las hebillas de sus botas militares resonaban. Se quedó mirándolo un momento con una expresión difícil de descifrar y después le ofreció la misma sonrisa ingenua que le había mostrado cada vez que él había visitado el cuartel general del Movimiento—. Max.</p> <p>—Bueno, ¿cuál es el plan? ¿Atarme así y dejar que estos imbéciles me den vueltas hasta que muera vomitando?</p> <p>Ella se rió, con las carcajadas incontroladas y tontas de una eterna adolescente.</p> <p>—Siempre has sido muy gracioso.</p> <p>—Pero al parecer no lo suficiente para salvarme el trasero —se alzó y los músculos de sus brazos gritaron de dolor—. ¿Hay alguna posibilidad de que soltéis esto un poco? Soy bastante alto.</p> <p>—Cuando termine vas a ser tan alto como una montaña de ceniza. Oráculo va a dejar que te mate.</p> <p>Su tono implicaba que él debería estar muy impresionado o contento por ello.</p> <p>—Bueno, ¿pues por qué no tiras de esa cuerda y terminas de una vez? —era un riesgo, pero estaba seguro al noventa y nueve por ciento de que ella no lo haría. No aún—. No me van las charlas sin sentido.</p> <p>—Sí, ya, como que eso va a funcionar conmigo —suspiró—. Aunque no puedo decir que no esté acostumbrada a que la gente me infravalore.</p> <p>«Oh, pobrecita».</p> <p>—Bueno, por eso eras tan buena asesina. Porque nadie se lo veía venir. Mierda, no creía que fueras a engañarme a la cara y apuñalarme por la espalda.</p> <p>—¿A que no? —su rostro se iluminó—. ¡La gente nunca se daba cuenta! Se creen que porque parezco joven no tengo ni la experiencia ni el cerebro para hacer este tipo de cosas. Aunque no creas que hacerme la pelota va a librarte de ésta ni nada de eso, pero gracias de todos modos por haberlo captado.</p> <p>—Parece que vivo para captar cosas. Cosas como que mis supuestos amigos me traicionan —tiró de la cuerda. Era de piel sintética. Se estiró un poco. Podía bajar las plantas de los pies ahora que Anne estaba tan ensimismada en su propio drama. No se daría cuenta.</p> <p>—Oráculo también lo ha captado —Anne se giró y fue hasta una larga mesa que había en un lado de la habitación—. Dice que es uno de mis puntos fuertes.</p> <p>Con un elegante ademán, retiró la tela que cubría la mesa para dejar ver todo un surtido de armas, hierros de marcar, herramientas e instrumental quirúrgico.</p> <p>«Haz que siga hablando, Harrison. Haz que siga hablando o estarás a punto de comenzar tu peor visita al dentista». Giró las muñecas dentro de las esposas de cuero, pero no logró nada.</p> <p>—Bueno, ¿y a qué juega? Quiero decir, ¿trabaja con el Devorador de Almas o qué?</p> <p>—¡Oh, por favor! —dijo mientras se reía—. ¿Crees que nunca he visto una peli de James Bond? Vamos, voy a contarte todos mis secretos.</p> <p>—La única razón por la que los villanos de las pelis de Bond eran tan estúpidos como para soltar sus secretos era que Bond siempre se libraba —tiró de la cuerda—. Pero yo no voy a ir a ninguna parte.</p> <p>Ella ladeó la cabeza mientras pensaba en ello.</p> <p>—Sí, vale.</p> <p>Conteniendo un suspiro de alivio cuando ella soltó una taladradora inalámbrica, Max le dio a la cuerda otro discreto tirón.</p> <p>—¿Qué sabes? —lo miró con recelo.</p> <p>Ese era el momento en que le vendría bien no precipitarse. Tenía que actuar como si estuviera ligeramente interesado en el tema sobre el que quería saber, pero lo suficiente como para que ella no decidiera dejar de perder el tiempo y se pusiera en marcha con su tortura.</p> <p>—No mucho. ¿Por qué no me haces un resumen? Así mataré un poco el tiempo.</p> <p>—Sí, ya, lo que quieres es evitar que te agujeree —volteó los ojos—. Está bien. ¿Sabías que el Devorador de Almas intentaba convertirse en una especie de dios?</p> <p>—Sí, ése fue el mensaje que nos dio tu jefa justo antes de que te partiera la espalda, ¿te acuerdas? —le lanzó una mirada llena de sarcasmo.</p> <p>Pero Anne no la captó.</p> <p>—Sí, lo recuerdo. Ahora, ¿quieres escuchar el resto de la historia o no?</p> <p>Él inclinó la cabeza.</p> <p>—Continúa.</p> <p>—Está bien —y después de una exagerada pausa, Anne continuó—: Bueno, ¿ya sabes como voló el Movimiento por los aires? Estuvo hablando conmigo todo el mes que estuve recuperándome cuando me rompió la espalda. Podía oír su voz en mi cabeza. Me liberó, la ayudé a liquidar a algunos empleados del Movimiento y ahora he llegado a ser su mano derecha.</p> <p>—Eso es genial, pero no tenía mucha curiosidad por la historia de tu vida. Eso ya me lo había imaginado yo.</p> <p>Ella volvió a voltear los ojos.</p> <p>—Ahora llego ahí. Bueno, resulta que todo ese tiempo que estuve en coma, oí que el Devorador de Almas intentaba convertirse en dios y que ella iba a tomarle el pelo y a hacerle creer que iba a ayudarlo cuando lo que en realidad iba a hacer era favorecer su propia agenda.</p> <p>«Sorpresa, sorpresa».</p> <p>—¿Y esa agenda incluye…?</p> <p>—Caos —Anne se rió—. Oh, Dios mío. ¿Alguna vez te he dicho lo que pienso del Movimiento?</p> <p>—Al parecer, no les tenías mucha estima —volvió a girar las manos y cuando la mirada de Anne se clavó en sus muñecas, sacudió la cabeza—. Sólo intento ponerme un poco cómodo. Entonces, ¿qué? ¿El Movimiento te cabreó tanto que querías que Oráculo reinara libremente sobre todo el planeta Tierra?</p> <p>—Está bien. Pasé de ser la asesina mejor pagada a la recepcionista. ¿Recepcionista? Podría haberme quedado como humana y hacer algo tonto como eso —se detuvo—. Bueno, si hubiera nacido unos diez siglos después. Pero la cuestión es que me dijeron que tenían una contingencia para cuando los asesinos ya no podían trabajar, pero no esperaba que fueran a degradarme a secretaria.</p> <p>—¿Entonces vas a ayudar a destruir el mundo porque no estás conforme con tus condiciones de jubilación? —Max se rió—. Eres más madura de lo que pareces.</p> <p>—Oh, cierra la boca. Hablas así y eres tan honrado porque no te pasas el día rellenando formularios todo el día. Aunque, como si eso importara. No soy estúpida. Sé que una vez que Oráculo obtenga algo de poder, muchos de vosotros seréis lo suficientemente tontos como para manteneros a su lado. Los listos, como yo, vamos a dejarla fuera de combate.</p> <p>—¿Y no crees que os encontrará? —bueno, había llegado el momento. Ahí iba la desesperada lucha por la libertad. Esperaba que ella no se lo tomara así—. Escucha, puedes parar todo esto ahora. Hay gente del Movimiento trabajando contra vosotros y vais a perder. Pero si me sacas de aquí, si sacas a Bella de aquí…</p> <p>—Oh, qué dulce. Quieres salvar a tu novia perrita de una muerte segura y crees que puedes asustarme. Pues no te va a funcionar. Tengo un montón de dinero esperándome y una parte de ese dinero depende de que mi nueva jefa se apodere de tu bebé bastardo.</p> <p>Max se tragó su furia. No lo ayudaría explotar estando atado y probablemente ella le pondría fin a su pequeña charla y empezaría a tallarlo como si fuera una calabaza de Halloween.</p> <p>—Sí, eso es lo que no entiendo de todo esto. ¿Ha estado esperando a que alguien lograra lo imposible? No quiero alardear, pero los vampiros no van dejando embarazadas a chicas todos los días.</p> <p>—No te eches demasiadas flores. Por un lado, estaba preparado para que fuera tu amiguita rubia, la chica de los zapatos feos que llevaste a ver a Oráculo hace un par de meses. Y cuando no funcionó, esa bruja pensó en probar contigo. Y entonces de vuelta a empezar, aunque no pensábamos que fuera a suceder. Cuando hablo en plural me refiero a Oráculo y al Devorador de Almas. ¡Llevan un tiempo trabajando juntos y el Movimiento nunca lo ha sabido! Ella necesitaba un vampiro de nacimiento para completar su profecía. ¿Pero un lupin de nacimiento? ¿Se podría esperar un accidente mejor?</p> <p>Max cerró los ojos.</p> <p>Claro. La noche que había estado con Dahlia. Casi podía saborear la poción, tan dulce y ardiente en su boca.</p> <p>—Sí. Qué suerte habéis tenido.</p> <p>—Bueno, una vez que Oráculo tenga al bebé, va a intentar atraer al Devorador de Almas hasta aquí para beberse su sangre y comerse su alma. Y después ya no habrá más Devorador de Almas —Anne se sacudió las manos como si las cenizas del viejo vampiro se las hubiera manchado.</p> <p>—¿Y el bebé? —Max ya no se molestó en disimular; tiró con fuerza y las esposas se soltaron milagrosamente unos milímetros—. ¿Qué vais a hacer con el bebé?</p> <p>—Oh, no te preocupes. No va a hacerle daño. Va a criarla, como si fuera una hija. Y deja de moverte, no te liberarás.</p> <p>Se dio la vuelta, al parecer cansada del juego.</p> <p>—Iba a esperar hasta que te trajeran a tu novia para verlo, pero no soy tan mezquina. Antes estabais de mi lado. Simplemente te pegaré un poco para que te queden marcas.</p> <p>—Vaya, gracias.</p> <p>Tiró de sus ataduras más motivado que antes cuando la vio agarrar un par de tenazas de la mesa.</p> <p>—¿Empezamos? —le preguntó Anne al acercarse.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>La mansión del Devorador de Almas (había dejado de verla como la mansión de Cyrus) era tan aterradora como la recordaba. Claro que ahora lo era por más razones. Antes, cuando había ido a robar la sangre de Dahlia, me había dado miedo mi pasado. Ahora, mi miedo estaba más aferrado al presente y al futuro próximo.</p> <p>Nos agachamos junto al muro de atrás.</p> <p>Nunca había visto los jardines y la mansión desde ese ángulo, ni siquiera la habrían visto los que vivían en la propiedad por la que nos habíamos colado. Habíamos pasado a hurtadillas por delante de un vigilante nocturno, habíamos cruzado un oscuro jardín, unas canchas de tenis, una piscina y habíamos encontrado el muro que separaba un jardín aparentemente normal de la guarida del Devorador de Almas.</p> <p>Ahora entendía por qué la mansión había estado tan aislada. Aunque la casa era visible, no podían distinguirse las figuras. Y el sonido tampoco llegaba hasta allí. Había densos arbustos rodeando el lugar y laberintos que absorbían el ruido antes de poder llegar a nosotros.</p> <p>—Atravesaremos el laberinto —dijo Cyrus—. Conozco el camino para llegar al otro lado y Nolen y yo podemos esperarte ahí.</p> <p>—¿Pero cómo nos encontrará? —susurró Nathan—. Tenemos que quedar en un punto.</p> <p>Alcé la mano. No era momento para que empezaran a discutir.</p> <p>—Recordaré el camino. Nos encontraremos al final. Si hay problemas, si alguien nos descubre, nos separamos.</p> <p>—¡No! —susurraron los dos a la vez.</p> <p>Los hice callar.</p> <p>—¿Queréis que os oiga alguien? Escuchad, puedo cuidarme sola. Seré invisible. Sois vosotros los que me preocupáis.</p> <p>—No pienso abandonarte si hay problemas. ¡Eso es pedir demasiado! No lo haré —insistió Nathan.</p> <p>—¡Escuchadme! —le agarré la mano y la apreté con fuerza—. Tengo lazos de sangre con los dos. Podéis vigilarme así. Si no podéis comunicaros conmigo, entonces sabréis que ya es demasiado tarde. Prometedme que si no podéis oírme, os marcharéis.</p> <p>El dolor que brilló en los ojos de Nathan fue visible a pesar de la oscuridad que nos rodeaba. Asintió.</p> <p>—Entonces, vamos —dijo Cyrus en voz baja asintiendo hacia el muro—. Carrie, te alzo.</p> <p>Cuando caí al otro lado, fui arrastrándome hasta un árbol cercano. No me taparía mucho, pero era reconfortante sentir que tenía algo entre la casa y yo.</p> <p>Cyrus me siguió y después Nathan. Les hice señas, pero Cyrus negó con la cabeza y señaló hacia el laberinto.</p> <p>En el tiempo que había estado con Cyrus en la mansión, nunca me había aventurado en el laberinto. Había visto a los Colmillos entrar en él, había visto a Dahlia correr hacia él para escapar de los vampiros en la fiesta de Año Nuevo. Pero nunca me había atrevido a entrar en él. Los laberintos siempre me han dado miedo; no me gusta eso de no saber adonde ir o cómo volver. Y esa noche menos, cuando una posible muerte me esperaba.</p> <p>Seguí a Cyrus; Nathan avanzaba a mi lado.</p> <p>Una regla que había aprendido de niña sobre los laberintos es «siempre ve hacia la izquierda». Ahora veía claramente que no era una regla infalible. Giramos a la derecha y a la izquierda, siguiendo ángulos, después curvas, atravesando angostos pasillos y espacios circulares.</p> <p>—¿Cómo puedes recordar esto? —le pregunté.</p> <p>—¡Shh! —susurró Cyrus—. Podría haber guardias cerca.</p> <p>—No habrá. Al parecer, Dahlia se los ha comido a todos.</p> <p>Deseé no haber dicho eso; no me ayudó nada a mantenerme tranquila.</p> <p>—¿Pero cómo recuerdas el camino?</p> <p>—Práctica, además de concentración y paciencia. Todo de lo que ya me queda muy poco, por cierto ¿Has dicho que se los ha comido? ¿A todos? A mí me gustaban algunos.</p> <p>Me pareció que el momento de salir de la protección ofrecida por el laberinto había llegado demasiado pronto.</p> <p>—Vale. ¿Tenéis la piedra?</p> <p>Extendí la mano y Nathan sacó una bolsa de cuero del bolsillo. Al parecer, el cuero no se veía afectado por el hechizo y eso era algo que habíamos descubierto cuando él, pero no su reloj, había desaparecido cuando sujetó la piedra. Me la puso en la mano delicadamente.</p> <p>—Prométeme que tendrás cuidado, Carrie —dijo en voz baja.</p> <p>—Lo tendré.</p> <p>Pude sentir cómo me desvanecía.</p> <p>—Me voy.</p> <p>Me vigilaron mientras me alejaba a pesar de no verme. Lo sé porque me detuve a medio camino y miré atrás. Estaban el uno al lado del otro, demasiado visibles en la entrada del laberinto.</p> <p>El rostro de Nathan reflejaba su dolor y miedo más que nunca, supongo que porque ya había admitido, tanto a mí como a sí mismo, que me amaba.</p> <p>Cyrus estaba igual. Qué parecidos eran. Los dos pensaban que su amor sería lo que me mataría. Qué parecidos y qué engreídos.</p> <p>«Sigue moviéndote, cielo», me dijo Nathan a través del lazo de sangre.</p> <p>Y así avancé hacia la casa y hacia el Devorador de Almas.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 22</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">… en peor</p> </h3> <p>—¿Entonces no les has dicho nada? ¿En todo el tiempo que estuviste allí no les dijiste por qué venías aquí o a quién venías a buscar?</p> <p>Max levantó la cabeza. El sudor le caía por la frente.</p> <p>—¿Qué te he dicho?</p> <p>Anne se quedó mirándolo con frialdad un momento.</p> <p>—¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil? Me caías bien. Incluso iba a ablandarme un poco contigo, pero sigues presionando y presionando.</p> <p>Oyó un desagradable sonido, el mismo que había llegado a identificar con el de un hueso siendo aplastado por unas tenazas. Se concentró en el sonido en un intento por ignorar el dolor mientras ella le cortaba otro dedo. Si eso era ser blanda con él, se alegraba de haber sido simpática con ella todos esos años.</p> <p>—No me gusta hacer esto —dijo Anne con un suspiro—. Bueno, sí que me gusta. Me recuerda a los viejos tiempos. La tortura era lo mío.</p> <p>Otra falange. Max llevaba la cuenta. Hasta el momento le había cortado el meñique y medio anular de la mano izquierda.</p> <p>En una ocasión había mirado al suelo y había visto la carne y los huesos astillados; por eso ahora miraba al techo, centrado en la ventana que acabaría abriéndose para dejar pasar el abrasador sol.</p> <p>«No te desmayes antes de que traigan a Bella. Resiste porque le dará un ataque».</p> <p>Las enormes puertas se abrieron. Anne lo giró hacia ellas.</p> <p>—¡Vaya, mira quién está aquí!</p> <p>Un vampiro empujaba la silla de ruedas de Bella. Le habían puesto un vestido de terciopelo negro con encajes en la parte delantera y llevaba el pelo suelto, como una princesa de una película de fantasía de bajo presupuesto. Pero esa princesa parecía preocupada y cansada. La saludó con la mano, pero se dio cuenta demasiado tarde de que para ello había usado la mano herida. Cuando unas gotas de sangre salpicaron el suelo de mármol, ella palideció.</p> <p>—Te pareces a Morticia Adams —le dijo en broma, aunque tenía la voz ronca de gritar.</p> <p>Bella hizo intención de levantarse de la silla, pero el vampiro la sujetó.</p> <p>—No vuelvas a moverte.</p> <p>—Pues no le hagáis daño y no me veré tentada a hacerlo —dijo con el tono más amedrentador que pudo emitir.</p> <p>Max esperaba que el temblor de su voz fuera por el cansancio y no por estar preocupada por él. «Aún no estoy muerto», pensó con la esperanza de que las palabras se materializaran en su cabeza. Pero no tenía telepatía y sabía que era inútil.</p> <p>—Sólo he traído aquí al papá de tu bebé para que me cuente qué estáis tramando.</p> <p>Anne se arrodilló al lado de Max y levantó su pie descalzo para poner las tenazas sobre su dedo pequeño.</p> <p>—¿No querrás que lo mutile más, verdad? ¿Por qué no habláis?</p> <p>Bella alzó la barbilla y miró a otro lado.</p> <p>—¿Por qué iba a hacerlo? Lo matarás de todas formas.</p> <p>«Buena chica», pensó Max hundiendo los dedos, los que tenía enteros, en las esposas de cuero mientras Anne le cortaba el dedo. No quiso gritar delante de Bella, aunque se le escapó un tembloroso gimoteo que resultó más patético que un grito.</p> <p>—¡Para! —gritó Bella intentando levantarse otra vez.</p> <p>El vampiro que tenía detrás volvió a sentarla y le golpeó la cara.</p> <p>—¿Qué crees que estás haciendo? —Anne soltó su instrumento de tortura y fue hacia ella.</p> <p>—Aléjate de ella —gritó Max, aunque no sabía cómo respaldaría esa orden con los brazos atados y sangre saliéndole por todo el cuerpo. Tiró de las ataduras estremeciéndose de dolor por la presión sobre sus dedos destrozados. La mano se le deslizó un centímetro, pero el brutal dolor enturbió la pequeña victoria.</p> <p>Ignorándolo, Anne se enfrentó al vampiro que estaba al lado de Bella.</p> <p>—Si vuelves a tocarla, arderás con él.</p> <p>Por lo menos no parecía interesada en hacerle daño a Bella y eso le quitó un gran peso de encima a Max. Anne era muy, muy, buena haciendo daño y pensar que Bella pudiera comprobarlo…</p> <p>¡Tenía que sacarla de allí!</p> <p>—Hablando de arder, ¿cuándo va a pasar eso exactamente?</p> <p>Volvió a tirar de las correas, rezando por liberarse, pero asustado también de pensar cómo iba a luchar contra dos vampiros en el estado en que se encontraba.</p> <p>—Es que estoy aburriéndome un poco.</p> <p>—¿Así que estás aburriéndote? —Anne lo giró para que no viera a Bella y fue hacia la mesa frotándose las manos como un niño mirando un carro de postres—. Podemos pasar a algo como… ¿esto?</p> <p>Se acercó con la taladradora inalámbrica.</p> <p>—¿Qué te parece?</p> <p>—No pienso decirte nada y está claro que ella tampoco —dijo señalando a Bella con la cabeza—. Bueno, supongo que si quieres torturarme, adelante, pero estás perdiendo el tiempo.</p> <p>Anne agarró la cuerda que lo sujetaba y tiró haciendo que sus pies no pudieran tocar el suelo.</p> <p>—Seré yo quien decida si estoy o no perdiendo el tiempo.</p> <p>—Tiene que quedar algo que poder quemar cuando la jefa llegue —le advirtió el otro vampiro—. O no estaré aquí cuando venga.</p> <p>—No estarás de todos modos; no estás invitado.</p> <p>—Bueno, ¿y cuándo viene? —preguntó Max.</p> <p>—¿Por qué? ¿Tienes miedo?</p> <p>Se acercó un poco más sin soltar la cuerda y un segundo tirón lo hizo balancearse.</p> <p>—¿Acaso el pequeño Max tiene miedo de la chica mala? —presionó el botón de la taladradora.</p> <p>Estaba muy cerca. Estaba muy cerca y Max casi tenía las manos fuera de las correas. Tendría que calcularlo con exactitud…</p> <p>Anne dio otro paso hacia él alzando la taladradora.</p> <p>—¿Qué tal… los ojos?</p> <p>—¿Qué tal… no?</p> <p>Se echó hacia delante tomando impulso y le quitó de un golpe la taladradora de las manos mientras la enganchaba por las costillas con las piernas.</p> <p>Anne había cometido el error de empezar con los dedos porque eso había funcionado a favor de él. El cuero, mojado con la sangre, se había vuelto resbaladizo y los dígitos que había perdido habían hecho que sus manos quedaran lo suficientemente pequeñas como para soltarse de las ataduras. El peso de su cuerpo hizo el resto.</p> <p>La tiró al suelo con él. Aterrizaron con un golpe y se deslizaron sobre el mármol cubierto de sangre. La agarró de la cabeza y le giró el cuello. No la mataría, pero la dejaría impedida.</p> <p>El vampiro que había estado vigilando a Bella echó a correr con un bramido. Max agarró la taladradora y la puso contra su garganta.</p> <p>—Lo siento, no podía permitir que pidieras ayuda.</p> <p>El vampiro se retorcía en el suelo, justo debajo de la ventana. Max agarró el cuerpo de Anne por las piernas y tiró de ella.</p> <p>—Lo siento. Fuiste buena gente… un tiempo.</p> <p>Cubriéndose los ojos, tiró de la cuerda y llenó la habitación de luz.</p> <p>—¡Max, no! —gritó Bella.</p> <p>Bajo el cegador dolor del momento, la vio ponerse de pie y caer.</p> <p>—¡Joder, Bella!</p> <p>Bordeó el rayo de luz y su piel crepitó ante la limitada exposición. Logró levantarla y volvió a sentarla en la silla justo antes de empezar a arder.</p> <p>—¿Vas a estar callada? ¿Quieres que todos vengan?</p> <p>Se tiró al suelo y fue rodando hasta una esquina oscura.</p> <p>—Ven hasta aquí y vámonos.</p> <p>El horror en el rostro de Bella cuando se acercó le rompió el corazón.</p> <p>Imaginaba el aspecto que debía de tener. Tenía sangre en los brazos, seca y fresca, una mano mutilada, un dedo del pie cortado. No podía haber estado muy guapo justo antes de arder en llamas.</p> <p>El desagradable hedor a vampiro quemado los rodeó. Bella tuvo arcadas y se cubrió la nariz. Alzando la cabeza, Max vio la pila de cenizas donde antes estaban los dos cuerpos. La bola de llamas azul del que dejaría de ser el corazón de Anne se extinguió con un silbido.</p> <p>—Espera —le dijo Max a Bella. En ese momento entró el viento convirtiendo la cavernosa habitación en una vorágine y destruyendo los postigos de las ventanas. Bella se tiró de la silla para protegerlo de la luz.</p> <p>—He matado a muchos vampiros y eso nunca ha pasado —dijo ella casi en tono acusatorio.</p> <p>—Era vieja —le explicó Max—. A pesar de su aspecto, era muy, muy, vieja.</p> <p>Durante la noche, cuando se había quedado despierto pensando en los que podrían ser sus últimos momentos con Bella, se había dado cuenta de que probablemente tendría que matar a Anne. Había pensado que lo… lamentaría. Era curioso cómo el hecho de que le hubiera cortado los dedos poco a poco le había hecho cambiar de opinión.</p> <p>Bella le tocó el hombro y retrocedió.</p> <p>—Te has quemado bastante. ¿Cómo vamos a escapar de aquí? No puedes luchar. Te aplaudiré si puedes caminar.</p> <p>—Bueno, pues prepárate para levantarte y darme una ovación porque vamos a salir de aquí —se puso de pie y se apoyó contra la pared—. Perdóname si no te ayudo a levantarte, pero creo que ya he tenido bastante barbacoa por hoy.</p> <p>Bella se estremeció de dolor al colocarse en la silla.</p> <p>—Si no vuelvo a caminar, por favor, hazme el favor de matarme.</p> <p>—Por lo menos tú aún tienes todas las partes de tu cuerpo, funcionen o no —le mostró su mano destrozada—. Sígueme.</p> <p>Avanzó totalmente pegado a la pared para evitar la luz que ahora se extendía por todo el suelo. Llegar hasta la puerta sería lo más difícil. Una vez que salieran, las probabilidades de encontrar otra ventana abierta eran escasas… a menos que a Oráculo no le importara buscar empleados nuevos cada vez que amanecía.</p> <p>Unos pasos más y llegaría, siempre que no perdiera el equilibrio y cayera sobre la luz.</p> <p>Y, como en respuesta a una oración que no había pronunciado, la luz se atenuó.</p> <p>—Max, ¿qué está pasando? —preguntó Bella, aunque sus últimas palabras quedaron ocultas por el ruido de los postigos de acero. Las ventanas y la claraboya quedaron cubiertas y los dejaron a oscuras.</p> <p>No era buena señal.</p> <p>—¡Vamos! —le gritó él agarrándola, pero era demasiado tarde.</p> <p>Las puertas se cerraron de golpe ante ellos.</p> <p>—Estamos atrapados —susurró Bella.</p> <p>Un sonido mecánico los hizo mirar hacia el otro lado de la habitación.</p> <p>Allí, una sección del alto panel comenzó a moverse hasta que toda la pared se giró. Al otro lado había un estrado con un gran y ornamentado trono. Y en ese trono estaba sentada Oráculo.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>La invisibilidad no era un tema sobre el que hubiera pensado demasiado, pero por lógica habría imaginado que el hecho de ser invisible me habría hecho desinhibirme y ser un poco más imprudente. Pero en realidad, me había hecho sentir expuesta y ser extremadamente cauta.</p> <p>Tal vez la situación habría sido un poco distinta si hubiera estado utilizando mi invisibilidad para espiar el vestuario masculino en el gimnasio en lugar de para colarme en una casa de la que había intentado escapar desesperadamente antes.</p> <p>Cuando Cyrus vivía allí, había estado llena de guardias, pero claro, él había sido muy paranoico. Al abrir una de las puertas de cristal dobles que daban de la terraza al vestíbulo, vi que el Devorador de Almas estaba más confiado en que nadie intentaría enfrentarse a él.</p> <p>Y entonces sonó la alarma.</p> <p>Me entró el pánico durante un segundo.</p> <p>¿Desde cuándo tenían alarma? ¡Y yo que creía que Dahlia había matado a todos los guardias!</p> <p>Entonces recordé que aunque no tuviera dónde esconderme, llevaba el mejor traje de camuflaje. Aun así, ser invisible no me hacía incorpórea y eso se convirtió en un problema cuando la habitación empezó a llenarse de guardias.</p> <p>Reconocí a algunos. Eran el séquito personal del Devorador, entrenados para obedecer los deseos de su amo, principalmente por miedo a una muerte segura.</p> <p>Habían estado allí la noche del Año Nuevo Vampiro, acompañando a su señor. Seguro que me torturarían un poco antes de matarme.</p> <p>Me colé en el rincón que había bajo las escaleras y los observé. Catorce de ellos armados con brillantes estacas negras con las puntas de metal registraban la habitación.</p> <p>—Aquí no hay nada —gritó uno, tanto a los demás guardias como a sus auriculares—. Quiero dos hombres en lo alto de esas escaleras. Que otro equipo registre el ala de los sirvientes. Dos más en la cocina, en el comedor y en el salón de baile. Tres, id a mirar por el jardín. El resto volved a vuestros puestos y mantened los ojos bien abiertos. Puede que hayan hecho saltar la alarma para despistarnos. ¡Vamos, vamos, vamos!</p> <p>Los guardias se dispersaron con la misma velocidad con la que se habían reunido. Uno desactivó la alarma haciendo que descendiera un inquietante silencio.</p> <p>Mientras salía a gatas de mi escondite, me obligué a calmarme. Alguien podría oírme.</p> <p>La puerta del despacho estaba abierta. Vi que no había nadie dentro y por ello me pareció un buen lugar por donde empezar. Estaba a medio camino cuando oí pisadas por las escaleras.</p> <p>Dahlia entró en la habitación, ataviada con un vestido negro. Las mangas flotaban tras ella mientras avanzaba hacia el despacho. Me quedé paralizada para no hacer ningún ruido. Se me humedecieron las manos y se me hacía un poco difícil sujetar la piedra, mi único camuflaje.</p> <p>Ella se detuvo y giró la cabeza ligeramente. Después, sin avisar, se dio la vuelta y extendió las manos.</p> <p>—¡Iluminación!</p> <p>La habitación se encendió.</p> <p>Estrechó los ojos. Sabía que había alguien más con ella, pero no podía verme.</p> <p>—Deja que se ocupen los guardias, querida —gritó una profunda voz desde el despacho. Sonó como…</p> <p>Un visible temblor recorrió a Dahlia antes el sonido de esa voz. Una reacción casi idéntica a la que había experimentado Nathan en presencia de su Creador.</p> <p>«Dios mío». Dahlia era la Iniciada del Devorador de Almas.</p> <p>Ahora tenía sentido por qué Dahlia había estado dándole información a Cyrus. Sabía que con el tiempo acabaría de plato en la mesa del Devorador de Almas y creía que si jugaba a dos bandas, alguien podría rescatarla.</p> <p>Me había mentido. Estaba furiosa, pero no sorprendida. Dahlia era inteligente de un modo que seguía desconcertándome. Nadie sabría nunca qué tenía planeado y mi error había sido creer que uno de los Colmillos la había creado, tal y como me había dicho.</p> <p>Había anhelado la sangre de Cyrus, ¿por qué iba a haberse conformado al final con un premio inferior? Podría haber tenido mi sangre la noche que me había alimentado de ella y me había apuñalado. Pero había querido poder.</p> <p>La seguí hasta la puerta del despacho calculando mis pasos para que coincidieran con los suyos.</p> <p>Intentó ponerme la zancadilla una vez; era algo con lo que había contado. Seguramente se había dado cuenta de que no tenía su libro de hechizos y se imaginaba por qué los guardias no habían podido (ni con suerte podrían) localizar al intruso.</p> <p>En el despacho la chimenea estaba encendida. Todas las lámparas, delicadas creaciones de estilo <i>Art Nouveau</i>, iluminaban la habitación. Sentado junto al escritorio, y con su largo cabello blanco recogido en una trenza que rozaba el suelo, estaba el Devorador de Almas.</p> <p>Se giró al oír a Dahlia entrar y sonrió. Se parecía mucho a Cyrus, pero con el añadido del misterio y la elegancia que le aportaba la edad.</p> <p>«Pero no soy yo», me recordó Cyrus a través del lazo de sangre. «Él es mucho peor de lo que yo he sido nunca».</p> <p>—Esta noche estás preciosa —dijo Jacob Seymour inclinando la cabeza en la dirección de Dahlia—. ¿Es una ocasión especial?</p> <p>—En realidad, no.</p> <p>Se dejó caer en el gran sillón de piel; parecía una reina en su trono. Seguro que era una postura ensayada.</p> <p>—He pensado que podríamos volver a probar la poción, si quieres.</p> <p>Él emitió un sonido de disgusto.</p> <p>—Ya hemos hablado de esto. Julia ha capturado a la mujer lobo y a su compañero vampiro. Pronto tendremos al bebé.</p> <p>—¡Pero no hay razón para no continuar según lo planeado!</p> <p>Se puso derecha y golpeó los reposabrazos con los puños.</p> <p>—No sabemos si el bebé nacerá siendo vampiro, hombre lobo… o lupin.</p> <p>—El bebé será un lupin —le respondió el Devorador de Almas con tono calmado—. Una mezcla de vampiro y hombre lobo. ¿De qué me serviría tener un simple niño vampiro?</p> <p>—¿Una mano derecha? Un hijo con el poder de un vampiro de nacimiento. Tal vez si Cyrus hubiera sido…</p> <p>—¡Mi hijo no es la cuestión!</p> <p>El Devorador de Almas se levantó tan deprisa que tiró la silla y el delicado escritorio. Unos papeles escritos a mano cayeron al suelo y me acerqué con cuidado mientras él seguía invadido por la furia.</p> <p>—¡Te he advertido que no hables de él en mi presencia!</p> <p>Avanzó hacia Dahlia apartando la silla que había tirado. Me dio en las piernas y contuve un grito de dolor y sorpresa. Por suerte, ninguno lo notó; el uno, ensimismado en su ira, y la otra en su miedo.</p> <p>Dahlia retrocedía arrastrándose por el suelo como un cangrejo.</p> <p>—¡Debería destruirte ahora mismo!</p> <p>Mientras su voz crecía en volumen, también lo hacía en intensidad cuando las voces de sus víctimas se sumaron al infernal coro. Ya había oído esa voz antes y me estremecí al hacerlo de nuevo.</p> <p>—¡No! —gritó Dahlia levantando las manos—. ¡Me necesitas!</p> <p>—¿Que te necesito? —seguía avanzando.</p> <p>«¡Carrie! ¡Busca lo que tienes que buscar y márchate!».</p> <p>Era la voz de Nathan en mi cabeza, que de manera involuntaria me hizo revivir las imágenes de la noche en la que ambos habíamos escapado de esa habitación. La noche en la que Ziggy murió.</p> <p>Me puse de rodillas y me acerqué hasta los papeles. Eran cartas dirigidas a Julia. Cuando toqué una, desapareció. Tendría que leerlas donde estaban y transmitir el contenido a través del lazo de sangre.</p> <p>Julia:</p> <p>Espero que recibas esta carta. Ya lo tengo todo preparado para trasladaros a la mujer lobo y a ti la semana del siete. Así nos aseguraremos de que ya ha pasado la luna llena.</p> <p>Vi, además de que su notorio carisma no se reflejaba en el papel, que junto a las cartas sueltas había sobres dirigidos a Oráculo, pero sin dirección.</p> <p>«Padre utiliza mensajeros personales», me dijo Cyrus. «No encontrarás la dirección ahí. Pero la tendrá. Mira en mi dormitorio».</p> <p>«Su dormitorio, querrás decir», le corregí. «Iré cuando pueda moverme».</p> <p>El Devorador de Almas agarró a Dahlia por su mata de pelo pelirroja y la levantó.</p> <p>—¿Sabes cuántas hay como tú, que harán lo que les diga sin pedir nada a cambio? Las brujas no son algo difícil de encontrar. ¡Lo único que me hace falta es toparme con alguna que sea obediente!</p> <p>La soltó del pelo y la agarró por el cuello.</p> <p>—¡No volverás a hablarme de esto! ¿Entendido?</p> <p>Una lágrima cayó del ojo de Dahlia. Logró decir «sí» antes de que él la arrojara hacia atrás. Cayó sobre una mesa.</p> <p>Corrí hacia la puerta pensando que podría escapar sin que se me oyera aprovechando el llanto de Dahlia.</p> <p>—¡Y tú no te muevas!</p> <p>Me quedé paralizada.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 23</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">De entre los muertos</p> </h3> <p>—Sí. Sé que estás ahí —el Devorador de Almas se acercó a mí como si pudiera verme a pesar de mi invisibilidad. Olfateó el aire y esbozó una sonrisa—. ¿Crees que no puedo oler la sangre de mis Iniciados en ti?</p> <p>Agarré la piedra con más fuerza.</p> <p>«¡Corre, sal de ahí!», gritaba Nathan en mi cabeza y me preparé para seguir su consejo.</p> <p>El Devorador de Almas se rió.</p> <p>—Oh, Nolen. Siempre tan dramático. No tienes por qué temerme.</p> <p>«¡Carrie, no lo escuches!». Ahora era Cyrus. Me agarré la cabeza con desesperación para no perder el control bajo las insistencias y los gritos de mi Creador y de mi Iniciado.</p> <p>—Cálmate —me aconsejó el Devorador de Almas. Su tono era paciente y razonable—. Sabes cómo hacerlos callar.</p> <p>¿Bloquear el lazo de sangre? En medio de tanta confusión y dolor recordé haberles dicho a Cyrus y a Nathan que no lo haría, que podrían mantenerse en contacto conmigo y saber que todo iba bien. Era demasiado tentador seguir la indicación del Devorador de Almas. Y lo hice.</p> <p>—Ya está —dijo Jacob acercándose a mí—. Ahora, muéstrate. No te haré daño.</p> <p>Por alguna horrible razón, lo creí.</p> <p>Dejé la piedra caer al suelo.</p> <p>Se le iluminaron los ojos al verme y reconocerme. Una sonrisa, muy parecida a la de Cyrus, tocó sus labios.</p> <p>—Oh, qué agradable sorpresa.</p> <p>—¿Me recuerdas?</p> <p>¿Por qué eso me hacía sentir especial?</p> <p>Dahlia se puso de pie; tenía la cara ensangrentada y llena de cortes.</p> <p>—¡Tú!</p> <p>—Dahlia, puedes irte. Ya he terminado contigo —no la miró hasta que abrió la boca para protestar—. A menos que haya algo más que desees ofrecerme…</p> <p>Ella retrocedió hasta la puerta, con los ojos abiertos de miedo y nos dejó a solas.</p> <p>Como si no acabara de amenazar a alguien con robarle su alma, me dijo que me acercara a él.</p> <p>—Ven aquí, deja que te vea.</p> <p>Fui hacia él arrastrada por una cuerda invisible que parecía atarnos. No era nada parecido al lazo de sangre. Era puro carisma.</p> <p>—Claro que me acuerdo de ti. Eras… bueno, me parece que decir que eras el juguete de mi hijo es demasiado cruel.</p> <p>—Porque lo es —sin embargo, no sé por qué no me sentí ofendida.</p> <p>—Es una pena lo que sucedió entre los dos, pero no estabais hechos el uno para el otro —alargó la mano y me agarró la muñeca—. Eres demasiado fuerte para él.</p> <p>—¿Es eso un cumplido?</p> <p>Era difícil saberlo. Era difícil pensar. La piel me ardía bajo su mano.</p> <p>—Es una… observación —se llevó mi muñeca a los labios. No me resistí, ni siquiera aunque creía estar segura de que me mordería. Por el contrario, me dio un beso y temblé—. Cuando lo mataste, eso me trajo muchos problemas.</p> <p>—¿Ah, sí? —retiré la mano lentamente… o en realidad a regañadientes—. No me disculparé.</p> <p>El Devorador de Almas se rió.</p> <p>—No esperaba que lo hicieras.</p> <p>—¿Porque me conoces muy bien?</p> <p>Oí el sarcasmo en mi propia voz, pero no sentí la convicción que había generado mis palabras.</p> <p>Volvió a reírse.</p> <p>—Ahora entiendo por qué mi hijo disfrutaba tanto de tu compañía. Por favor, siéntate. Habla conmigo. Después de cinco siglos, los días se me hacen tediosos, sobre todo con compañeras tan… inútiles.</p> <p>—Pues vosotros dos parecéis llevaros muy bien.</p> <p>Me senté en el sofá, tal y como me indicó.</p> <p>Levantó la silla que había tirado y la giró hacia mí antes de sentarse.</p> <p>—Tiene sus utilidades. Debo admitir que durante un tiempo me resultó amena, pero me canso de la gente con rapidez. Es un defecto que tengo y lo acepto. Así que, dime, ¿a qué has venido?</p> <p>—Quiero saber dónde está Oráculo —no tenía ningún sentido ocultárselo. Dudaba que pudiera salir de allí viva. Si podía obtener información, tal vez podría transmitírsela a Cyrus o a Nathan—. Oráculo tiene a mis amigos. Dime dónde están.</p> <p>Se rió.</p> <p>—Ahora estás subestimándome, Carrie.</p> <p>—No me dejarás salir viva de aquí. Podrías decírmelo. Saciar mi curiosidad podría ser como… cumplir mi último deseo —a medida que lo decía me daba cuenta de que no sería tan estúpido como para picar.</p> <p>Se levantó y caminó detrás de su silla y después hacia la chimenea. Había un decantador de cristal tallado lleno de un líquido color ámbar sobre la repisa. Sirvió un vaso y me lo ofreció.</p> <p>Lo rechacé.</p> <p>—Tengo que estar sobria. He oído que puedes ser peligroso.</p> <p>—En más sentidos de los que te imaginas —se movió hacia mí y puso el vaso contra mi mano—. Bebe.</p> <p>Tomé el vaso.</p> <p>—¿Está envenenado? ¿Le has puesto agua bendita?</p> <p>—Yo no te haría algo tan horrible —se sirvió otro vaso como muestra de buena fe y se sentó en su silla—. Te recuerdo. Recuerdo cuando te arrodillaste junto a mi ataúd y pusiste tus taimadas manos sobre él. Y recuerdo lo molesta que estabas cuando no caí en la misma trampa que mi estúpido hijo. Qué inocente eras, qué estúpida.</p> <p>—No puedo decir que Cyrus fuera mucho mejor —no pude evitar mirar al suelo. Estábamos sentados en la misma habitación donde había visto al Devorador por primera vez. La habitación en la que había matado a su hijo.</p> <p>—No. Simon siempre fue demasiado obstinado. Desde que mató a su hermano, lo supe. Nunca pudo aceptar no ser mi primera elección como Iniciado. Nunca vio el alcance de mis actos, sólo de qué modo le afectaban.</p> <p>El Devorador de Almas sacudió la cabeza con gesto de arrepentimiento.</p> <p>—¡Por cierto! Mataste a sus mujeres y no te importó que la única figura maternal que había conocido en su vida muriera abrasada, tus matones mataron a la chica en el desierto…</p> <p>—¿Qué chica del desierto? —se inclinó hacia delante, claramente intrigado y… ¿divertido?—. No he oído nada de eso.</p> <p>—Pues no seré yo la que te lo cuente. Pero no puedes culparlo por no poder ver venir una traición. Después de vivir contigo tanto tiempo, probablemente lo veía como algo natural.</p> <p>—Muy bien, querida.</p> <p>El Devorador de Almas se rió con un profundo y seductor sonido.</p> <p>—La verdad es que sí que maté a varias de sus compañeras, pero sus dos primeras esposas se suicidaron. Y su madrastra, qué mujer tan inútil. ¿Te dijo alguna vez que cree que fui yo el que le prendió fuego?</p> <p>Lo miré.</p> <p>—Nunca. Cuando lo conocí, estaba cegado por su lealtad hacia ti.</p> <p>Chasqueó con la lengua.</p> <p>—He de decir que me enorgullece que nunca te haya hablado mal de mí. Eso demuestra que al menos tenía algo de sensatez.</p> <p>—Demuestra menos sensatez el hecho de que se quedara sometido a ti tanto tiempo —dejé el comentario pender del aire un momento antes de continuar—: Dime qué le hiciste a su madre.</p> <p>—Madrastra —me corrigió—. Era una inútil. Estaba constantemente embarazada y no servía para nada. Tuve dos hijas con ella, aunque murieron de niñas, gracias a Dios. Pero la experiencia de tener un hijo y verlo morir… bueno, eso acabó con ella. Desatendió las tareas del hogar y mis hijos vivían como unos salvajes. Todos menos Cyrus, que era un estúpido mocoso. La adoraba.</p> <p>»El día que murió, yo estaba muy harto. Había vuelto a casa del campo… por aquel entonces no era más que un granjero sin tierras que trabajaba día tras día para hacer rico a otro hombre. Entré en casa, y el fuego se había apagado. No hacía frío, pero sin fuego no se podía hacer la cena y yo estaba hambriento. Pensé en mis hijos, por ahí perdidos haciendo Dios sabía qué mientras que su madrastra se regodeaba en su dolor. No podía soportarlo más. Fui a por troncos, encendí el fuego y la empujé.</p> <p>Los atormentados recuerdos de Cyrus recorrieron mi mente. La adorada figura materna envuelta en llamas. Su única amiga y aliada en su cruel infancia muriendo presa de las llamas ante sus ojos. Y Ratón, que también había ardido.</p> <p>—Bueno, de cualquier forma ahora está muerto.</p> <p>Entonces no sabía la verdad. ¿Cómo era posible?</p> <p>—Eres un monstruo —dije intentando disimular el impacto que acababa de llevarme.</p> <p>—¡Y tú eres una imbécil!</p> <p>Me agarró del cuello; sus ojos ardían de ira. Aun así, no era el Devorador de Almas que había temido encontrarme esa noche. Esperaba que esa criatura no mostrara su rostro mientras yo estaba allí.</p> <p>Respiró hondo y me soltó con una tensa sonrisa.</p> <p>—Lo siento. Discúlpame. No pretendo hacerte daño.</p> <p>«Me cuesta creerlo», pensé, aunque no lo dije.</p> <p>—Me tienes intrigado, Carrie —se quedó mirándome con una intensidad que parecía quemarme—. Puede que hayas sido demasiado fuerte para mi hijo y demasiado fuerte para mi Iniciado, pero a mí no puedes vencerme. Un desafío, sin duda. Creo que nos llevaría mucho tiempo cansarnos el uno del otro.</p> <p>—Bueno, pues yo ya estoy cansándome de ti —respondí, aunque no era verdad.</p> <p>Cuando Cyrus había sido mi Creador, me había atraído el peligro que representaba. En él había visto reflejados mis deseos más viles. Me había ofrecido una vida de caprichos y hedonismo y yo había sido capaz de rechazarlo. Pero el Devorador de Almas… Todo en Jacob Seymour parecía bueno. Como si no pudiera hacer nada malo simplemente porque él creía que nada era malo. Eso lo hacía muy poderoso, y el poder seguía siendo mi debilidad.</p> <p>Me supliqué recordar lo que había sucedido antes, lo infeliz que sabía que habría sido si me hubiera quedado al lado de Cyrus. El Devorador de Almas no me necesitaba. Yo había anhelado eso, que alguien me necesitara y ahora me parecía algo muy lejano. Ahora quería necesitar a alguien.</p> <p>Estaba cayendo en su hechizo otra vez.</p> <p>—Piensa en ello, querida. Tengo pocas compañeras y ninguna con la que pueda compartir intereses —me miró de un modo que no dejaba lugar a dudas de cuáles eran esos intereses—. Y saldrías beneficiada de nuestra alianza en otros aspectos.</p> <p>—¿Qué? ¿Cuando te canses de mí mi alma pasará a ocupar un lugar de honor en tu intestino? —sacudí la cabeza—. De ninguna manera.</p> <p>—Oh, no tendría que comerte, Carrie —agitó la mano como para ignorar mi estupidez—. Utiliza la cabeza. Mi Iniciado sabe qué tramo y probablemente te lo haya contado. ¿Para qué iba a quererte a ti o a tu patética alma? No te he creado. No me sirves para nada.</p> <p>—¿Hace un minuto prácticamente te has arrodillado ante mí y ahora soy patética? Tú sí que sabes ganarte el corazón de una chica —me levanté como para marcharme—. Así que, si es todo…</p> <p>Alargó la mano y una fuerza invisible me sentó en el sofá.</p> <p>—Siempre has soñado con el poder.</p> <p>Lo miré.</p> <p>—Y lo emplearás en mi contra cada día de mi vida para convertirme en tu marioneta. Ya he pasado por eso con tu hijo. ¿Qué precio pides, oh, gran señor, a cambio de este dudoso honor?</p> <p>Con una malvada sonrisa, se acercó a mí. Tenía colmillos, pero el resto de su rostro no se había transformado. Su nariz casi tocaba la mía y su aliento era frío contra mi cara cuando dijo:</p> <p>—Ésta es la razón por la que mi hijo no pudo domarte. Yo no tendré el mismo problema.</p> <p>Me abofeteó la cara. Me pilló desprevenida. Podía saborear mi sangre.</p> <p>—¡El precio por dejarte vivir —susurró agarrándome del pelo—… es que me traerás a mi Iniciado!</p> <p>—¿Nathan? ¡No! Mátame ahora.</p> <p>Me levantó por el cuello y me lanzó al otro lado de la habitación. Reboté contra la pared y aterricé en el suelo. El golpe hizo que el muro que había levantado en mi cabeza para bloquear a Nathan se derrumbara y pude sentir su furia, hacia mí y hacia su Creador, además de su dolor.</p> <p>—¡Nathan, no! —grité, aunque lo que había pretendido era llamarlo a través de mi mente.</p> <p>El Devorador de Almas se rió y el sonido se entremezcló con los gritos de las almas atrapadas dentro de él.</p> <p>—Déjalo entrar. Deja que mi díscolo hijo vuelva a casa, tal y como ha deseado hacer muchas veces.</p> <p>—¡No! —me puse de pie y corrí hacia la puerta, pero al instante el Devorador de Almas estaba a mi lado, sujetándome.</p> <p>—¡Lucha! Sentirá tu miedo y vendrá más rápido —las manos de Jacob se transformaron en garras alrededor de mis brazos y un hedor a descomposición me embargó—. Serás recompensada.</p> <p>—¡Te matará! ¡Y yo lo ayudaré, te lo juro!</p> <p>—Y morirás igual que todos los que lo han intentado.</p> <p>Su voz murió en un grito de angustia cuando el coro de voces dentro de él se alzó para protestar contra su eterno tormento.</p> <p>La puerta del despacho salió despedida de la pared.</p> <p>—¡Claro que lo hará!</p> <p>—¡Nathan, no! ¡Sal de aquí!</p> <p>Intenté escapar y para mi sorpresa me soltó. No me lo había esperado y caí de bruces sobre el suelo de mármol.</p> <p>Cuando levanté la mirada, vi lo que había hecho que Jacob Seymour bajara la guardia.</p> <p>Su hijo Cyrus, al que creía muerto, estaba en la puerta.</p> <p>Cyrus no se mostró bravucón cuando entró en la sala donde una vez había muerto. Miró al Devorador de Almas.</p> <p>—Hola, padre. Hay unas cuantas cosas que tenemos que hablar.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>En todo el tiempo que había trabajado para el Movimiento, Max nunca había visto a Oráculo consciente. La verdad es que parecía menos aterradora, menos peligrosa.</p> <p>Estaba sentada en un trono de madera tallada con un respaldo que parecía el campanario de una iglesia. Su cabeza, que era calva, estaba cubierta por una peluca al estilo egipcio y su delgado cuerpo ataviado con un suelto vestido rojo. Tenía una pose regia, pero parecía frágil, como una paciente haciendo el papel protagonista en la función de <i>Cleopatra</i> del manicomio. Su fragilidad le hizo sentir lástima.</p> <p>—Ven —Oráculo señaló a Bella con el dedo. La silla de ruedas comenzó a rodar con tanta velocidad que cuando se detuvo, ella salió despedida y cayó al suelo.</p> <p>Cuando Max intentó correr a ayudarla, no pudo hacerlo. Añadió la telequinesia a la lista de las cosas que odiaba de Oráculo.</p> <p>—¡Eh, zorra! —le gritó esperando llamar su atención sin que le arrancara la cabeza de los hombros—. ¿Sabes? Para querer tanto al bebé no estás siendo demasiado delicada con la madre.</p> <p>—Lo que le pase al lobo no me importa, sólo lo que le pase al bebé que lleva dentro, y no está en peligro —mirando a Bella, añadió—: Mi hija es fuerte dentro de ti.</p> <p>—No es tu hija —gritó Bella alzándose con los brazos—. ¡Jamás será tuya!</p> <p>—¿Te atreves a corregirme? —Oráculo se rió—. ¿A mí, que todo lo sé?</p> <p>—Pues para saberlo todo, está claro que no tienes mucho sentido común —gritó Max desesperado por lograr que Oráculo dejara de centrar su atención en Bella—. ¿Por qué te has aliado con el Devorador de Almas? Te traicionará mucho antes de que puedas lograr una de tus estúpidas profecías.</p> <p>Oráculo dobló un dedo y lo arrastró hacia ella, a pesar de que Max se resistió. Lo dejó a escasos centímetros de Bella y sonrió con crueldad.</p> <p>—¿Dudas de la legitimidad de mis profecías?</p> <p>Intentando mostrarse bravucón, Max se rió.</p> <p>—Sí. La mitad de las veces sólo podemos comprender qué significan cuando ya han sucedido. No es una habilidad demasiado útil hacer observaciones generales y después provocar que ese hecho suceda.</p> <p>—Yo nunca he hecho algo así. Fue vuestra Hermandad la que decidió que hablara de un futuro que las incluyera —cerró los ojos y agarró los reposabrazos del trono. Cuando volvió a mirarlos, tenía los ojos inyectados en sangre—. Se les ha acabado el tiempo.</p> <p>—Sí, me di cuenta de ello cuando le prendiste fuego a todo —Max intentó mover los brazos, pero no le sirvió de nada. No podía luchar contra Oráculo. Era una batalla perdida antes de que hubiera empezado—. Pero sigues queriendo un mundo de dolor aliándote con el Devorador de Almas. No es un tipo en quien se pueda confiar.</p> <p>Oráculo serió.</p> <p>—Es una marioneta. No tiene poder sobre mí. Tiene mi corazón. Podría haberme matado en cualquier momento, pero no lo hace porque es débil y no sabe cómo actuar sin mi ayuda.</p> <p>—Pero tú le has enviado tu corazón —dijo Bella; le salía sangre de su labio partido—. Tiene tu corazón.</p> <p>—Así es —soltó otra carcajada—. Lo tiene.</p> <p>Max sacudió la cabeza.</p> <p>—Va a matarte.</p> <p>Oráculo se recostó en el trono y poco a poco sus ojos volvieron a la normalidad.</p> <p>—Desea poder por encima de todo lo demás. No matará a la fuente de ese poder.</p> <p>—Pero no querrá vivir con alguien que tiene más que él. Intenta convertirse en un dios porque eso implica ser todopoderoso.</p> <p>Se agachó para ayudar a Bella, pero Oráculo cerró el puño y lo puso derecho.</p> <p>—Jamás llegará a ese nivel. Lo utilizaré y después me libraré de él.</p> <p>—¿Para qué? ¿Para que te mate? Yo mismo podría haberlo hecho por ti —Max hizo una mueca de dolor cuando la mano invisible le estrujó la espalda—. ¡Si vas a matarme, hazlo!</p> <p>Oráculo lo soltó.</p> <p>—No me ciegan las ansias de poder. No caeré tan fácilmente como él.</p> <p>Max estiró el cuello esperando no destrozarse la espalda.</p> <p>—Entonces, ¿qué visión tienes? Cuéntamelo, cariño. Tengo tiempo.</p> <p>—Tienes menos tiempo del que crees —Oráculo lo señaló, aunque no empleó sus destructores poderes—. Voy a establecer un nuevo orden. Con la ayuda del Devorador de Almas, destruiré a todos los que se opongan a mí. Cuando ya no me sea útil, me desharé de él. Los que sean leales al caos reinarán.</p> <p>—¿Caos? —Max enarcó una ceja.</p> <p>Aparentemente contenta ante su interés, Oráculo asintió.</p> <p>—El mundo se convertirá en el paraíso de los vampiros. Los mortales llorarán de miedo y temblarán al vernos. La Tierra quedará tan saturada de sangre que no podremos beber tanta cantidad.</p> <p>—Suena… bien —Max carraspeó—. Pero a mí eso no me parece un caos. Quiero decir, estás utilizando el término «orden», hablas de que la gente te venere. Y eso se parece mucho a lo que está haciendo el Devorador de Almas.</p> <p>—¡Déjame terminar! —alzó una mano y apretó los dientes—. Los más humildes se alegrarán, los poderosos buscarán más poder. Será como es ahora, pero sólo por un tiempo. Pronto se darán cuenta de que no existen ni leyes ni bandos en una guerra sin fin. Empezarán a darse la espalda los unos a los otros.</p> <p>—Los vampiros cazarán vampiros y nuevos Devoradores de Almas se alzarán. Otros los matarán. No habrá ningún líder que pueda mantenerse en pie. Toda la Tierra quedará perdida en la oscuridad y en la sangre.</p> <p>—¿Y para qué quieres eso? —preguntó Bella gimoteando.</p> <p>Con ternura, Oráculo alargó la mano para tocarle la cara.</p> <p>—No esperaría que una simple mujer lobo lo entendiera.</p> <p>—¿Qué tiene que ver el bebé en todo esto? Quiero decir, si eres tan poderosa, ¿para qué necesitas que un bebé te ayude?</p> <p>«¿Por qué necesitas a mi bebé?».</p> <p>Max luchó por no formular la pregunta en voz alta. Era posible que esa zorra lo matara, que le arrebatara a Bella y a su hija y todo lo que le importaba, pero no permitiría dejarle saber lo que significaban para él.</p> <p>—La profecía —fue Bella la que habló y su pesar se clavó directamente en el corazón de Max—. No quería decírtelo. No estaba preparada para contártelo.</p> <p>—¿Qué profecía? —las miró a las dos—. ¿Qué profecía?</p> <p>—Hay una profecía entre mi gente que Oráculo hizo hace mucho tiempo.</p> <p>Agachó la cabeza. No podía mirarlo.</p> <p>Cuando Oráculo habló, lo hizo con una voz suave y mecánica.</p> <p>—La espada forjada de sangre. Un vampiro de nacimiento.</p> <p>—Pero no es un vampiro, Bella. Es un hombre lobo. El bebé será un lupin —protestó Max, aunque estaba muy seguro de que no importaría.</p> <p>Oráculo extendió las manos con una expresión de desconcierto en su rostro de porcelana.</p> <p>—Entonces también podré controlar a los hombres lobo. No es ningún contratiempo. Estad orgullosos. El bebé que me habéis dado gobernará después de mis cien años de caos.</p> <p>—¿Estás haciendo todo esto por sólo cien años de caos? —preguntó Max con incredulidad—. ¡Para ti eso es un santiamén!</p> <p>—Si tengo al bebé, al vampiro de nacimiento, el curso de los sucesos en esos cien años puede alterarse considerablemente —se inclinó hacia delante con una depredadora sonrisa—. A través de ella, el caos podría reinar sin fin.</p> <p>Así que ése era el plan. Convertiría a su hija en un monstruo.</p> <p>—Que te jodan.</p> <p>—No me gusta la vulgaridad.</p> <p>Oráculo se giró hacia uno de sus centinelas.</p> <p>—Lo quiero muerto.</p> <p>La vampira se acercó y se sacó una estaca del cinturón.</p> <p>«Ya está. Voy a morir».</p> <p>Max tragó saliva, pero no pudo deshacerse del nudo que tenía en la garganta. Siempre se había preguntado si tendría miedo cuando llegara el momento… y lo tenía.</p> <p>«Voy a morir y va a ser una vampira de tercera el que haga los honores».</p> <p>—No, tú no —Oráculo alzó una mano y la vampira se detuvo—. Trae al que acaba de llegar. El regalo que me ha enviado mi querido Jacob.</p> <p>La espera se hizo interminable. Oráculo no habló. Se quedó sentada con gesto aburrido en su trono y tamborileando los dedos sobre los brazos de madera tallada.</p> <p>—Max —susurró Bella como si Oráculo no fuera a oírlos—. Creo que no vamos a sobrevivir a esto.</p> <p>—No. No creo que lo hagáis.</p> <p>La carcajada de Oráculo lleno la sala y golpeó el cerebro de Max como si fuera un mazo.</p> <p>Al mismo tiempo, se oyeron unos golpes en las grandes puertas que tenían detrás.</p> <p>A Oráculo se le iluminó la cara.</p> <p>—Ah, aquí estás. Ven. Mata a este vampiro.</p> <p>—¿Por qué?</p> <p>Max reconocía esa voz, pero no podía recordar dónde la había oído.</p> <p>Oráculo estrechó los ojos. Estaba claro que no le gustaba que la cuestionaran.</p> <p>—Porque te lo he pedido. Digamos que es una prueba de lealtad.</p> <p>—Digamos que es una pobre excusa para sacarme de la cama antes del anochecer —la voz se acercó con el tintineo de unas cadenas—. Pero vale, no hay problema.</p> <p>El cuerpo que iba con la voz pasó por delante de Max. Era bajo y fornido, tenía el pelo marrón y rapado por los lados.</p> <p>—Bueno, dame una estaca.</p> <p>La vampira le arrojó una y la atrapó antes de que pudiera atravesarle el pecho.</p> <p>—Muy bien, chica. Gracias.</p> <p>Después se giró.</p> <p>Era el chico. El hijo muerto de Nathan.</p> <p>Era Ziggy.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 24</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Cenizas</p> </h3> <p>La gente siempre dice: «Deberías ver la cara que has puesto» u «ojalá tuviera una cámara». Esas dos frases se me pasaron por la cabeza cuando los ojos del Devorador de Almas se posaron sobre su hijo.</p> <p>Cyrus entró en la habitación como si siguiera siendo el dueño del lugar, con la cabeza bien alta.</p> <p>—¿Sorprendido de verme?</p> <p>Nathan lo seguía de cerca. Su expresión se suavizó al verme.</p> <p>—Dahlia me dijo que estabas muerto… —alargó la mano para sujetarse a algo. Parecía demasiado desconcertado para hacerse llamar el Devorador de Almas.</p> <p>Y para Cyrus ver el impacto de su padre fue como una bocanada de aire fresco. Lo conocía lo suficiente como para saber que era la primera vez que se veía en esa situación.</p> <p>—Lo intentó, pero no lo logró. Pero lo que quiero saber es ¿por qué la enviaste para que lo hiciera?</p> <p>—¡Yo no lo hice! —el Devorador de Almas retrocedió a medida que Cyrus avanzaba hacia él.</p> <p>Antes de que Jacob pudiera llamar a los guardias, Nathan agarró el sofá volcado y lo lanzó contra las puertas, que se cerraron de golpe con el peso. Tal vez los guardias eran fuertes, pero eran humanos. El sofá nos haría ganar tiempo.</p> <p>—No necesitamos más compañía —dijo Nathan con frialdad mientras avanzaba hacia su Creador.</p> <p>—¡Retrocede, Nolen! —le ordenó Cyrus—. Esta batalla es mía y sólo mía.</p> <p>Sentí el dilema de Nathan. Quería cumplir el deseo de Cyrus, porque al fin y al cabo era su padre el que estaba a punto de morir, pero también quería vengar a su esposa.</p> <p>«No pasa nada». Esperé hasta que me miró y alargué la mano hacia él. Vino a mi lado.</p> <p>Tenía lágrimas en los ojos.</p> <p>«Va a terminar de una vez». Nathan nunca había sido tan optimista. El Devorador de Almas aún no estaba muerto.</p> <p>Jacob recuperó su regia pose y habló.</p> <p>—Dahlia es una chica problemática y desobediente. Le advertí repetidamente que se mantuviera alejada de ti, pero no me escuchó. Si te convirtió, fue por iniciativa propia.</p> <p>—Oh, no me convirtió —Cyrus fue hacia el fuego—. Me desangró y me dio por muerto.</p> <p>El Devorador de Almas también comenzó a caminar de un lado a otro. Resultaba casi cómico ver cómo padre e hijo se movían idénticamente invadidos por la rabia. Se detuvo y se giró hacia Cyrus.</p> <p>—Pero entonces, ¿cómo es posible que estés aquí si no te convirtió?</p> <p>Y como inspirado, se dirigió a mí:</p> <p>—¡Tú!</p> <p>Retrocedí cuando vino hacia mí y Nathan se puso entre los dos. El Devorador de Almas lo apartó de un golpe como si estuviera hecho de paja.</p> <p>—¡Nathan!</p> <p>Dividida entre protegerlo y ver si estaba herido, y mi instinto de escapar del Devorador, vi que lo último salió ganando. Pero no fui lo suficientemente rápida. Jacob me sacaba siglos de entrenamiento en cuestión de reflejos. En cuanto pensé en echar a correr, me agarró.</p> <p>Me giró y mi espalda quedó contra su pecho mientras sus garras me sujetaban por los brazos. Nathan y Cyrus se levantaron aunque sabían que eran incapaces de salvarme.</p> <p>—Tu resistencia hacia mí me parece de lo más peculiar. Al menos Nolen tenía algo de fuego en su interior, algo de pasión. Y Simon… oh, mi querido Simon —levantó una mano para acariciarme el cuello—. ¿Qué vamos a hacer contigo?</p> <p>No sabía si estaba hablándome a mí o a Cyrus y por eso no le respondí. Con los dientes apretados, farfullé:</p> <p>—Suéltame.</p> <p>Por un momento, pareció pensárselo. Después me agarró la barbilla y me tiró de la cabeza.</p> <p>—¿No es gracioso que mi hijo sea tu Iniciado y que mi Iniciado sea tu Creador? En cierto modo, somos parientes.</p> <p>—En ese caso, lo que me estabas proponiendo antes sería incesto —le dije sin poder apenas respirar.</p> <p>—¿Por qué estás haciendo esto, Jacob?</p> <p>Nathan intentó atraer la atención del Devorador de Almas y funcionó, aunque sólo un poco. Podía volver a respirar, pero mi cabeza seguía estirada hacia arriba formando un incómodo ángulo y mi espalda gritaba de dolor.</p> <p>Aun así, le envié a Nathan un mental «gracias».</p> <p>«Aguanta, cielo». Me miró durante un segundo antes de volver a dirigirse al Devorador de Almas.</p> <p>—¿Por qué persigues esta locura? ¿De verdad crees que no va a haber otro vampiro igual de ambicioso que tú que intente darte caza una vez que te conviertas en un dios? ¡Imagina qué trofeo serías!</p> <p>—¿Más ambicioso? —se rió socarronamente—. ¿Alguna vez te has topado con un vampiro ambicioso? Mírate. Podrías haberte quedado conmigo y nunca te habría faltado nada si hubieras hecho lo que te pedí. Pero elegiste vivir tu patética existencia sirviendo a los que querían vernos subyugados y exterminados. Viviendo en un asqueroso apartamento y regentando tu patética tienda llena de supersticiones en las que nunca has creído.</p> <p>»¡Y tú, Simon! Lo único que te pedí fue que cumplieras mis deseos, que fueras mis ojos cuando yo no podía despertar de mi letargo. Pero estabas más preocupado por encontrar una mujer que te adorara, como si eso te hiciera más hombre. ¡Me avergüenzas! Si pretendes servirme, te aconsejo que te libres de tu insípida humanidad.</p> <p>»Se acerca una nueva era, hijos míos. Los vampiros gobernarán este mundo como debe ser. Se acabaron los dóciles del Movimiento. Ellos que se queden con el Cielo. Los fuertes gobernaremos la Tierra —según hablaba, su mano se tensaba alrededor de mi cuello y su cuerpo temblaba de ira—. Oráculo ha cumplido su papel. Ha asegurado el bebé que necesito. Tiene una visión de caos y pretende horrorizarme con ello. Pero el verdadero horror llegará cuando yo gobierne y la mate.</p> <p>Su mano volvió a relajarse alrededor de mí y cayó hasta agarrarme la mano para girarme hacia él.</p> <p>—A pesar de tus fracasos y de tu ingenua alianza con los que pretendían matarme, tu muerte no es necesaria, Carrie. Eres de los míos. Podrías servirme. O puedes morir aquí mismo, esta noche.</p> <p>—Si ellos mueren, yo muero —dije con tanta fuerza como pude en la voz, a pesar de estar aterrorizada.</p> <p>El Devorador de Almas sonrió.</p> <p>—Muy valiente. Debería matarte sólo por eso, pero esta noche me siento bondadoso.</p> <p>—¿Gracias? —miré a Nathan y a Cyrus. Sabían mejor que yo cómo eran las demostraciones de bondad del Devorador.</p> <p>Puso su dedo índice bajo mi barbilla y me miró a los ojos.</p> <p>—Puedes elegir cuál de ellos vivirá.</p> <p>—¿Cómo dices? —parpadeé como si eso fuera a ayudarme a despejarme la mente. No podía creer lo que había oído.</p> <p>—Puedes elegir cuál de ellos vivirá —se encogió de hombros—. O puede que los dos acaben muriendo. Necesito el alma de Nathan para llevar a cabo mi ritual y estoy seguro de que pronto mi hijo hará algo que despierte mi ira. Pero si tú lo dices, uno de los dos puede marcharse de esta casa esta noche.</p> <p>Miré a Nathan.</p> <p>«¿Qué hago?».</p> <p>«Confío en ti».</p> <p>La respuesta no me ayudó, pero era la única comunicación que podíamos mantener. El Devorador de Almas hizo un movimiento…</p> <p>No estaba segura de lo que pretendía hacer, pero en ese segundo Cyrus salió corriendo con una estaca en la mano. Arrojó el arma contra su padre y antes de que mis ojos pudieran seguir los movimientos del Devorador, éste ya tenía el brazo de Cyrus retorcido detrás de su espalda.</p> <p>—¿Por qué luchas contra mí?</p> <p>Jacob parecía afligido mientras retorcía el brazo de su hijo. Oí los huesos crujir y vi la estaca caer de su mano mientras gritaba.</p> <p>El Devorador de Almas se estremeció.</p> <p>—¿Por qué ibas a atentar contra mi vida?</p> <p>—¡Porque sé que eres un cobarde! ¡La matarás, igual que matas a todo el mundo que supone una amenaza para tu poder! —gritó Cyrus mientras derramaba lágrimas por el dolor físico y el pesar que sentía. Ambas sensaciones se apoderaron de mí—. ¡No me la arrebatarás!</p> <p>El Devorador de Almas parecía desconcertado.</p> <p>—¿Valoras su vida por encima de la mía?</p> <p>—¡Sí! —Cyrus apoyó su destrozado brazo contra su pecho y lloró en silencio mientras se dejaba caer de rodillas derrotado—. No lo sé. Estoy cansado de este dolor.</p> <p>Quería ir a su lado y abrazarlo, pero fue su padre el que lo consoló poniéndole una mano en la cabeza.</p> <p>—Y yo puedo evitarte ese dolor. Hijo mío. Puedo evitártelo.</p> <p>«No lo escuches», le supliqué en silencio, pero Cyrus no estaba escuchándome. Ya había tomado una decisión.</p> <p>—Deja que te ayude, hijo —el Devorador de Almas se arrodilló a su lado—. Vuelve a casa.</p> <p>«¡Va a desangrarlo!», le grité a Nathan en silencio. «Va a desangrarlo para volver a crearlo».</p> <p>«Tranquilízate, Carrie. No digas ni una sola palabra».</p> <p>Si mi cabeza hubiera estado en condiciones, tal vez habría captado el sentido de las palabras de Nathan, pero lo único que sentí fue un dolor inimaginable por el hecho de que fueran a arrebatarme a mi Iniciado, de que mi vida fuera perder todo el sentido.</p> <p>Por eso no vi la estaca que Cyrus había agarrado. Yo tenía la mirada centrada en el Devorador de Almas mientras se transformaba para atravesar la piel de Cyrus.</p> <p>Y por eso grité:</p> <p>—¡Mató a tu madrastra!</p> <p>El Devorador de Almas se detuvo.</p> <p>Yo no podía dejar de hablar.</p> <p>—La arrojó al fuego. Fue él quien la mató.</p> <p>El Devorador se apartó como si fuera a disculparse, vio la estaca en la mano de Cyrus y alzó una mano para golpearlo.</p> <p>Cyrus fue más rápido. Le hizo la zancadilla a su padre y Jacob cayó al suelo de espaldas. Antes de que pudiera levantarse, Cyrus lo sujetó con un pie sobre su pecho.</p> <p>—¿La mataste? —tenía el rostro contraído de ira—. ¿La mataste?</p> <p>—Era una vaca inútil —el Devorador de Almas resopló. El sonido de sus costillas crujiendo bajo el pie de Cyrus fue seguido por un gorgoteo de sangre de su boca—. ¡Y ahora te enviaré con ella!</p> <p>Plantó los pies en el suelo y se levantó agarrando a Cyrus del brazo. Pero agarró el que no era. A Cyrus sólo le llevó un minuto hundir la estaca con firmeza en el pecho de su padre.</p> <p>Me preparé para la vorágine de viento y la tormenta de cenizas que vendrían a continuación, pero no sucedió nada.</p> <p>El grito de dolor del Devorador de Almas murió en una siniestra carcajada.</p> <p>Pensé en el corazón de Cyrus, en cómo lo había tenido guardado en una caja.</p> <p>Pensé en mi propio corazón, en su caja de metal sobre la mesilla de Nathan.</p> <p>La mano del Devorador pendía cerca del cuello de Cyrus. Lo levantó del suelo y se arrancó la estaca del pecho.</p> <p>Después, sin decir más, atravesó el corazón de Cyrus. No hubo ni una ráfaga de viento ni una llama espectacular.</p> <p>La segunda vida como vampiro de Cyrus terminó en un insignificante montón de cenizas.</p> <p>Un desgarrador dolor se apoderó de mí y lo último que oí a través del lazo de sangre fue su grito de terror.</p> <p>Caí al suelo a la vez que el Devorador de Almas. Se agarró el pecho como si su mano pudiera detener la sangre que brotaba de él. Una bola de llama azul salió de la herida, pero él no ardió.</p> <p>—No es su corazón —susurró Nathan, mirando horrorizado.</p> <p>Las puertas se abrieron. Dahlia entró gritando.</p> <p>Cuando me parecía que no podría soportar otro segundo de dolor, se dobló, se triplicó. Miré el punto donde había estado mi Iniciado.</p> <p>—¡No!</p> <p>Nunca había oído a Dahlia gritar así y tratándose de ella eso era decir mucho, pero no capté nada hasta que me di cuenta de que Nathan estaba dándome codazos para que me levantara. Cuando no lo hice, me alzó en brazos, me acurrucó contra su pecho, y saltó por la ventana.</p> <p>Un rayo de luz iluminó el despacho, probablemente un hechizo que Dahlia nos había lanzado, y al segundo estábamos corriendo por el jardín como aquella noche en la que Nathan había perdido a Ziggy en la misma habitación donde yo acababa de perder a Cyrus.</p> <p>Una vez que habíamos salido de la propiedad, Nathan dejó de correr. Pude ver la sangre que brotaba de los cortes que le habían hecho los cristales.</p> <p>—Carrie, ¿estás bien? —me zarandeó—. Carrie, ¡di algo! ¡Di algo!</p> <p>Miré al cielo.</p> <p>—No puedo ver las estrellas.</p> <p>Y después ya no pude decir nada.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 25</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Mordisco</p> </h3> <p>El chico sólo tardó un segundo en tomar una decisión y Max pudo ver el proceso como a cámara lenta: lo había reconocido, se había dado cuenta de que tenía que cambiar el plan, y había empezado a darle forma a uno nuevo.</p> <p>Ziggy levantó un brazo como si fuera a hundir la estaca en el corazón de Max. Bella gritó. El chico se giró y arrojó la estaca. Perforó el pecho de Oráculo, pero ella no ardió.</p> <p>Se rió y sus carcajadas aumentaron cuando llegaron los guardias armados con estacas. Sin dudarlo, el joven se sacó dos más de las mangas y las arrojó una tras otra. En esa ocasión, dio en la diana.</p> <p>Los vampiros explotaron.</p> <p>Ziggy se giró hacia Oráculo.</p> <p>—No te muevas, zorra, a menos que quieras otra estaca exageradamente grande.</p> <p>—¿Crees que puedes matarme? —Oráculo volvió a reírse y se sacó la estaca del pecho—. ¿Crees que puedes causarme dolor? No sabes lo que es eso.</p> <p>—Oh, estás muy equivocada.</p> <p>Se sacó otra estaca de la parte de atrás de su camisa y levantó el brazo.</p> <p>Max había trabajado con muchos asesinos en el pasado; el Movimiento tenía el programa de entrenamiento más especializado aparte del ejército israelí, pero Max nunca había visto unos reflejos como ésos, por no hablar de esa precisión.</p> <p>Pero el chico no tuvo oportunidad de emplear sus habilidades porque, sin avisar, Oráculo ardió en llamas. El fuego salía de sus ojos y de su boca, sus dedos se deshicieron y las llamas le devoraron los brazos.</p> <p>—¡Al final parece que el Devorador de Almas ha tenido huevos para hacerlo, después de todo! Ésta va a ser de las buenas —le gritó Max a Ziggy mientras se tiraba al suelo para cubrir a Bella—. ¡Busca algo y sujétate fuerte!</p> <p>Oráculo gritó (más bien bramó), mientras las llamas consumían su cuerpo. La piel se disolvió lentamente, dejando una criatura de músculos y tendones durante un segundo antes de convertirse en ceniza y no dejar nada más que un esqueleto suspendido en el aire alrededor de una bola de llama azul. Cuando la llama se extinguió, llegó el viento.</p> <p>Los postigos salieron disparados de las ventanas. El sol se había puesto (al menos en eso había tenido suerte) pero que una placa de metal te partiera en dos era igual de malo.</p> <p>—¡Agachad la cabeza! —gritó Max por encima del rugido del viento. Apenas había pronunciado la última palabra cuando un pedazo de metal lo golpeó en la parte trasera de la cabeza. Un agudo dolor en el hombro un segundo después le hizo pensar que lo había alcanzado otro pedazo de metal.</p> <p>Los huesos de Oráculo, aún suspendida, estaban rodeados por un ciclón de sus propias cenizas. Se erosionaron como si los hubiera azotado una tormenta del desierto y cuando se desvanecieron, también lo hicieron las cenizas y el viento.</p> <p>—¿Estáis bien, chicos? —Ziggy ayudó a Max a levantarse—. Colega, ¿estás bien?</p> <p>Max lo apartó.</p> <p>—Bella, ¿estás bien?</p> <p>—Sí. Un poco… mareada —temblaba cuando la ayudó a sentarse en la silla—. Me pondré bien.</p> <p>Max se volvió hacia Ziggy.</p> <p>—Sí. Estamos bien.</p> <p>—Ella está bien —y señalando el hombro de Max, añadió—: Pero tú estás sangrando.</p> <p>Max se tocó el hombro y se estremeció.</p> <p>—Sí, algo me ha golpeado y después me ha herido otra cosa más.</p> <p>—Es un mordisco… —dijo Bella en voz baja. Cuando Max la miró, agachó la cabeza—. Lo siento, era la única oportunidad que creía que tendría.</p> <p>Ziggy abrió los ojos de par en par.</p> <p>—Espera un minuto, eres un…</p> <p>—Lobo —Bella terminó por él.</p> <p>—Y lo has mordido —Ziggy reflexionó un segundo y dijo—: Así que eso lo convertirá en…</p> <p>—Un lupin.</p> <p>Max se quedó paralizado.</p> <p>—Dios mío, Bella. ¿Por qué…?</p> <p>—Necesitaremos un lugar donde escondernos. Donde esconder a nuestro bebé. El clan no te aceptará si no eres uno de los nuestros. Sabrán que eres un lupin, claro, pero la sacerdotisa comprenderá las circunstancias. Te dejará quedarte. Y si no, buscaremos el Santuario de Tito.</p> <p>—¿Pero qué cojones has hecho, Bella? —Max se giró y le dio una patada al trozo de metal que antes era un postigo—. ¿Qué va a pasar ahora cuando haya luna llena o me dé la luz del día? ¿Qué demonios pasa ahora?</p> <p>La sintió acercarse, la sintió a su lado antes de que ella llegara. Era parecido al lazo de sangre que había compartido con Marcus… pero ni violento ni aterrador. Era como…</p> <p>«Como volver a casa».</p> <p>Ella lo agarró de la mano.</p> <p>—Pase lo que pase, lo solucionaremos juntos. Los tres.</p> <p>—¿Sabes? No esperaba acabar así.</p> <p>—Chicos, siento interrumpir vuestro momento, pero tenemos que salir de aquí ahora mismo. Éstos no eran los únicos guardias y puedo garantizaros que vienen por esas escaleras en este mismo momento —Ziggy corrió hacia la sección de pared que había girado y en la que había aparecido Oráculo—. También estarán aquí detrás. ¿Estáis preparados para luchar?</p> <p>—Es lo único que hemos estado haciendo durante la última semana. Creo que lo soportaremos —Max miró a Bella—. ¿Y tú?</p> <p>—¿Crees que alguna vez me he echado atrás en una pelea? —sonrió—. Ni siquiera medio lisiada.</p> <p>—Escuchad, chicos, si salimos de ésta tenéis que hacer algo por mí, ¿de acuerdo? —Ziggy se quedó mirando a Max tanto rato que se le hizo incómodo.</p> <p>Pero Max asintió.</p> <p>—Claro. Creo que me hago una idea de lo que quieres.</p> <p>—Bien —Ziggy apoyó la mano sobre uno de los paneles de madera—. ¿Preparados?</p> <p>Max agarró la mano de Bella con fuerza.</p> <p>—Te quiero.</p> <p>—Siempre te lo he dicho —Bella le sonrió—. No nos pasará nada. Nuestro destino no es morir hoy.</p> <p>—Bien. En ese caso, vamos a patearle el trasero a alguien.</p> <p>Ziggy empujó el panel y comenzaron a moverse.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <title style="margin-bottom: 2em; page-break-before: avoid; margin-top: 15%"> <p style="margin-top: 0.8em">Capítulo 26</p> <p style="margin-bottom: 0.8em">Tumba</p> </h3> <p>Al final, pasamos a la clandestinidad.</p> <p>Paramos en el apartamento un momento, donde Nathan se cargó de sangre y armas, y después me bajó a la librería. Puso un cartel que ponía <i>Cerrado por reformas</i> en la puerta y cerró con llave; después, comenzó a empujar el mostrador. Me pregunté qué estaba haciendo, pero no logré hablar. El mostrador, que siempre había creído que estaba clavado al suelo, se deslizó después de mucho esfuerzo por parte de Nathan. Bajo él, se abría una trampilla para dejar ver una angosta escalera de madera que conducía a un subsótano.</p> <p>Era lo que había oído a la gente de la zona llamar un «sótano de Michigan», con un suelo sucio y piedras en las ásperas paredes.</p> <p>Había un saco de dormir y una nevera, un farol y una pila conectada a una manguera. Nathan desenrolló el saco de dormir y me ayudó a meterme dentro; pude sentir la humedad del suelo calándose en mis huesos. Subió las escaleras y lo oí volver a colocar el mostrador en su sitio para cubrir el agujero antes de cerrar la trampilla.</p> <p>—Por ahora aquí estaremos bien —dijo mientras bajaba corriendo las escaleras—. Tenemos suficiente sangre para unos cuantos días y cualquiera que entre en la tienda probablemente no… —se detuvo cuando me miró y maldijo.</p> <p>Sé lo que vio probablemente. Mis ojos vidriosos y ausentes a pesar de que yo estaba allí, lo veía todo, entendía todo lo que había pasado. Sabía que cuando el Devorador de Almas se recuperara, vendría a buscarnos. Deseaba morir. Y mi desesperación era tal que no podía hablar para decirle a Nathan que no se molestara por mí y que se salvara.</p> <p>Oí sus pensamientos y su rabia. Rabia hacia mí por llorar a Cyrus y hacia sí mismo por estar enfadado conmigo, y miedo a que nos encontraran.</p> <p>«Si duermo, no pensaré y no podrá encontrarnos».</p> <p>Y así, se metió dentro del saco de dormir, a mi lado, y me abrazó con fuerza, a pesar de que seguramente yo ya había asimilado la temperatura del suelo.</p> <p>Nos quedamos allí tumbados, probablemente durante días, en la oscuridad, porque Nathan temía que la luz del farol saliera por las rendijas del suelo y nos delatara. Apenas me habló, excepto para ofrecerme sangre, la cual yo rechazaba. En dos ocasiones nos despertamos al oír voces y pisadas arriba. Nathan se quedó completamente quieto, aterrorizado, mientras oíamos a los intrusos volcar estanterías y mesas en su destructiva búsqueda.</p> <p>Pero la reclusión me resultó positiva. Sin ninguna otra cosa en la que concentrarme ni nada que me distrajera de mi tristeza, la superé con rapidez. No hablé con Nathan, no podía pedirle que lo comprendiera, pero sí que hablé conmigo misma, dentro de mi mente. Comencé a comprender por qué no podía hablar. No habría sido capaz de expresar mi dolor con palabras de todos modos. Me enseñé a olvidar el dolor de haber perdido a Cyrus y recordé la dicha de haberlo amado. El odio que había sentido por él cuando había sido mi Creador era importante de recordar, también. Eso mantenía mi pesar en perspectiva. Lo había amado, pero no debía separarlo del monstruo que me había convertido, porque de lo contrario me dolería mucho más.</p> <p>Y cuando una noche desperté… o un día… no lo sé, ya podía hablar otra vez.</p> <p>Me giré y acaricié la cara de Nathan.</p> <p>Él se despertó como si hubiera estado esperando a que recobrara el sentido.</p> <p>—Carrie, ¿estás bien?</p> <p>«No, no lo estoy».</p> <p>—¿Por qué nunca me habías hablado de este sitio?</p> <p>—Por si alguna vez tenía que usarlo. Por si… volvías a irte con el otro bando.</p> <p>—Oh… pero yo nunca he estado en el otro bando.</p> <p>—Siempre has estado en el otro lado, Carrie —me acarició la mejilla—. O en tu lado. Pero lo que está claro es que nunca has estado en el mío.</p> <p>—Si yo no hubiera estado en mi bando, ¿quién lo habría hecho?</p> <p>—Yo.</p> <p>—No —y eso era algo que tenía que aprender, nadie se entregaba por completo a otro.</p> <p>Se hizo un largo silencio. Después, Nathan puso su mano sobre la mía.</p> <p>—Sí que te quiero, pero no te lo dije porque íbamos a morir.</p> <p>—Esto no tiene nada que ver con el amor. Yo te quiero, pero me has hecho daño, igual que yo te he hecho daño a ti. Tanto si nos queremos como si no, eso es algo que no podemos ignorar.</p> <p>—Lo sé.</p> <p>No dijimos nada más; creo que llegamos a entendernos. De nuevo volvíamos a estar desincronizados. Uno de los dos estaba dispuesto a abrirse y a amar, y el otro estaba echándose atrás. Pero yo necesitaba tiempo para pensar y dejar que lo que había sucedido me cambiara. Al final de ese cambio, tal vez podría construir una relación con Nathan, pero ahora mismo necesitaba ser yo, no nosotros.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>La vida era increíble. Una vez que se decidía cómo iban a ir las cosas, algo… o alguien… aparecía y lo revolucionaba todo.</p> <p>Max miró a Bella, la miró de verdad por primera vez en días.</p> <p>Estaba sentada en el banco en la estación de Salem intentando no perder el equilibrio en el asiento sin la ayuda de sus piernas para sostenerla. Se habían deshecho de la silla, ya que la gente de Oráculo estaría buscando a una mujer lobo en silla de ruedas, y habían empleado toda clase de trucos para llegar hasta allí.</p> <p>Cerró los ojos un momento y después los abrió.</p> <p>Max sonrió. La amaba. Y sí, existía la posibilidad de que les sucediera algo. No era justo, no era la vida que habría elegido, pero ahí estaba. Y sería un idiota si desperdiciaba lo que tenía porque algún día algo pudiera volver a hacerle daño como lo había hecho la muerte de Marcus.</p> <p>—Cuando llegue el tren, iremos hasta North Station —repitió ella por quinta vez desde que se habían sentado—. Allí habrá un coche esperándonos para llevarnos al aeropuerto. El helicóptero estará allí.</p> <p>—¿Es ése el helicóptero que nos lleva a tu clan o el que nos lleva al santuario? —no había escuchado la conversación que Bella había mantenido por teléfono en el coche de Ziggy.</p> <p>—A Nueva York. El <i>jet</i> de mi padre estará esperándonos en el JFK para llevarnos a Roma —cerró los ojos y respiró hondo—. De vuelta a casa.</p> <p>Max no sabía cómo sentirse sobre el hecho de conocer a la familia de Bella. Su familia rica.</p> <p>—Escucha, si no les gusto…</p> <p>—Eso no importa. Lo que importa es que el bebé esté a salvo. Lo comprenderán —le puso la mano sobre la rodilla y se la apretó con ternura—. Bueno, ¿no tienes una llamada que hacer?</p> <p>A regañadientes, sacó el teléfono que Ziggy le había dado y lo abrió.</p> <p>—¿Cómo se hace esto?</p> <p>—Marcas el número y hablas —dijo ella enarcando una ceja como si pensara que se había vuelto loco.</p> <p>—No me refiero a eso —miró al cielo—. ¿Cómo se le dice adiós a alguien? ¿Cómo dices «encantado de conocerte, no volveré a verte nunca»?</p> <p>Bella miró a lo lejos durante un momento y después se giró hacia él.</p> <p>—Lo haces sabiendo que es lo mejor que puedes hacer.</p> <p>Abrió el teléfono y marcó.</p> <p style="text-align: center; font-size: 125%; text-indent: 0em; margin-top: 1em; margin-bottom: 1em; ">• • • • •</p> <p>Al final acabé comiendo. Nathan tuvo que agarrarme y sujetarme la bolsa para que bebiera, pero la sangre me hizo recuperarme. Cuando terminé una segunda bolsa, ya podía sentarme y permanecer consciente. Pero me cansaba con rapidez y acababa de volver a quedarme dormida cuando el móvil de Nathan, metido dentro del saco de dormir, me despertó. Grogui, me senté y lo busqué a tientas.</p> <p>—Creo que ha saltado el buzón de voz. No puedo creerme que no lo tengas silenciado.</p> <p>Nathan agarró el teléfono y miró al techo de nuestra pequeña tumba. Después de un largo momento, cuando había decidido que arriba no había nadie, abrió el teléfono y marcó unos números.</p> <p>Vi su rostro cargado de tensión al principio y cómo se relajó aliviado.</p> <p>—Oh, gracias a Dios. Bella y Max están bien.</p> <p>Escuchó el resto del mensaje y me entregó el teléfono. Había vuelto a reproducirlo y pude oír la voz de Max asegurándonos que Oráculo había muerto y que planeaba ocultarse con Bella.</p> <p>—No puedo contaros los detalles. Tenéis que confiar en mí y saber que esto es lo mejor que podemos hacer. Espero que estéis bien. Si necesitáis un lugar donde ocultaros, utilizad mi ático. Tiene una seguridad magnífica y Carrie ya conoce al portero. Aquí ha pasado algo más. No sé cómo decir esto, pero…</p> <p>Una serie de ruidos cortaron sus palabras y el mensaje terminó ahí.</p> <p>—Me pregunto de qué se trataba —miré a Nathan por si él podía aclararme algo.</p> <p>Se encogió de hombros.</p> <p>—No lo sé.</p> <p>Nos quedamos en silencio un minuto. Me tembló un poco la voz cuando dije:</p> <p>—Bueno, supongo que es lo último que sabremos de él.</p> <p>—Eso parece.</p> <p>Nathan subió las escaleras y abrió la trampilla.</p> <p>—Podemos salir. Hace días que no viene nadie.</p> <p>Lo seguí. Fue agradable salir de ese agujero y poder estirarme.</p> <p>Aunque no tan agradable fue ver lo que le habían hecho a la tienda. La puerta estaba arrancada de las bisagras, las mesas volcadas y los artículos destrozados.</p> <p>—¡Joder! —susurró Nathan a mi lado y su horror al presenciar esa escena me atravesó el corazón.</p> <p>—Esto lo han hecho por simple afán de destrucción… No pensarían que íbamos a estar escondidos en una caja de cartas del Tarot.</p> <p>Me cubrí la cara.</p> <p>—Bueno, supongo que entonces es buena idea que vayamos a Chicago —dijo Nathan.</p> <p>Me agaché y recogí algunas piedras, amatistas, y me las pasé de una mano a otra.</p> <p>—¿Estarás bien?</p> <p>—Como comerciante, me duele tener que cerrar sin previo aviso. Hay encargos especiales y cosas así. Pero ya que no voy a volver nunca, no creo que sea para tanto —se detuvo—. Prefiero perder mi dinero antes que mi vida. O tu vida, sobre todo. Pero son los recuerdos los que de verdad duelen cuando pienso en marcharme. Ziggy creció aquí. Algunos días me despierto y me parece que puedo oírlo corriendo por el pasillo.</p> <p>—No tenemos que marcharnos para siempre —dije con tono esperanzado. No podía imaginarme el resto de mi vida metida en el piso de Marcus.</p> <p>—Lo sé, pero quién sabe lo que le harán a este sitio cuando me haya ido.</p> <p>La idea de dejar la casa de Nathan… mi casa… me retorció el corazón y me pregunté si merecía la pena.</p> <p>¿Había merecido la pena entrar en esa morgue buscando a John Doe? ¿Había merecido la pena perder mi vida mortal?</p> <p>Sí. Un rotundo «sí». A pesar de las horribles cosas que había vivido, ser un vampiro no era lo peor que podría haberme pasado. Había experimentado una tristeza paralizadora, pero también había sentido una increíble felicidad. Tenía una nueva perspectiva sobre cuál era mi lugar en el mundo.</p> <p>Y también tenía una nueva perspectiva sobre mí misma. Ya no tenía que odiarme por lo que era. Tampoco tenía que ser un monstruo. Podía ser una especie de… vampiro de conducta. O no. Tenía el resto de mi vida para descubrirlo, si es que quería tomarme tanto tiempo.</p> <p>Y tenía a Nathan. Había sufrido mi insana relación con Cyrus… en dos ocasiones. Había demostrado que podía esperarme y, porque le había llevado mucho tiempo decirme que me quería, sabía que lo había dicho en serio.</p> <p>Claro que, como siempre, no sabía lo que nos esperaba.</p> <p>Estábamos en un espantoso precipicio y lo que sucedía y escapaba a nuestro control nos empujaba más cerca del borde, sin permitirnos volver atrás.</p> <p>Pero por lo menos no estaba sola.</p> <p style="page-break-before: always; line-height: 0%"/> <!-- bodyarray --> </div> </div> </section> </main> <footer> <div class="container"> <div class="footer-block"> <div>© <a href="">www.you-books.com</a>. 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