[1] Como es costumbre, en las contribuciones obligatorias incluimos el conjunto de los impuestos, cotizaciones sociales y gravámenes varios que todo mundo tiene la obligación de pagar, salvo si se ponen al margen de la ley. Las distinciones entre los diferentes conceptos —en particular, entre impuestos y cotizaciones— no siempre son claras y, en todo caso, no tienen el mismo significado en todos los países. Para establecer comparaciones históricas e internacionales, es importante tomar en cuenta el conjunto de las contribuciones, sin importar si se pagan al Estado central o federal, a las comunidades locales o regionales o a las diversas administraciones públicas (cajas del seguro social, etc.). Para simplificar la exposición, nos referiremos a veces a «los impuestos», pero salvo precisión en contrario siempre incluimos el conjunto de las contribuciones obligatorias. Véase el anexo técnico. <<
[2] Los gastos militares suelen representar por lo menos 2-3% del ingreso nacional y pueden ser muy superiores en un país con una intensa actividad militar (más de 4% del ingreso nacional hoy en día en los Estados Unidos) o en países que se sienten amenazados en su seguridad y su derecho a la propiedad (más de 10% del ingreso nacional en Arabia Saudí o en los países del Golfo). <<
[3] Los presupuestos de educación y salud normalmente no superaban el 1-2% del ingreso nacional en el siglo XIX. Para una perspectiva histórica acerca del lento desarrollo de los gastos sociales desde el siglo XVIII y de su aceleración en el XX, véase P. Lindert, Growing Public. Social Spending and Economic Growth since the 18th Century, Cambridge University Press, Nueva York, 2004, 396 pp. (El ascenso del sector público. Crecimiento económico y gasto social del siglo XVIII al presente, trad. Roberto R. Reyes Mazzoni, FCE, México, 2011, 439 pp. + 1 disco compacto). <<
[4] Se advertirá que el peso de las contribuciones obligatorias se expresa aquí en proporción del ingreso nacional (esto es, en general, alrededor de 90% del producto interno bruto, una vez sustraído más o menos 10% correspondiente a la depreciación del capital), lo que me parece más justificado, en la medida en que la depreciación no es un ingreso para nadie (véase el capítulo I). Si se expresaran las contribuciones en proporción del PIB, los porcentajes obtenidos serían, por definición, más bajos en un 10% (por ejemplo, 45% del PIB en lugar de 50% del ingreso nacional). <<
[5] Las diferencias de unos cuantos puntos entre países pueden deberse a matices simplemente estadísticos. Las diferencias de 5-10 puntos corresponden a diferencias reales y sustanciales en el papel desempeñado por el gobierno en los diferentes países. <<
[6] En el Reino Unido, los impuestos retroceden unos cuantos puntos en los años ochenta, lo que corresponde a la fase thatcheriana de desaparición del Estado; luego vuelven a aumentar en los años 1990-2000, a medida que los nuevos gobiernos reinvierten en los servicios públicos. En Francia, el empuje del peso del Estado es un poco más tardío que en otras partes: continuó con mucha fuerza en 1970-1980 y la estabilización se inició más bien hacia 1985-1990. Véase el anexo técnico. <<
[7] A fin de concentrarnos en las tendencias a largo plazo, una vez más representamos los promedios decenales. Las series anuales de las tasas de contribuciones obligatorias a menudo incluyen todo tipo de pequeñas variaciones cíclicas, transitorias y poco significativas. Véase el anexo técnico. <<
[8] Japón se sitúa un poco por encima de los Estados Unidos (32-33% del ingreso nacional). Canadá, Australia y Nueva Zelanda tienen niveles más parecidos al del Reino Unido (35-40%). <<
[9] El término «Estado social» me parece más adecuado a la realidad y a la diversidad de las misiones que cumple el gobierno que aquel, más restrictivo, de «Estado de bienestar» (welfare state). <<
[10] Véase el cuadro S13.2 (disponible en línea) para obtener un desglose completo del gasto público de varios países ricos (Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos) en 2000-2010. <<
[11] En general 5-6% para la educación y 8-9% para la salud. Véase el anexo técnico. <<
[12] El National Health Service, fundado en 1948, forma parte de la identidad nacional británica hasta tal punto que su creación fue puesta en escena en el espectáculo de inauguración de los Juegos Olímpicos de 2012, al lado de la Revolución industrial y de los grupos de rock de los años sesenta. <<
[13] Si se añade el costo de los seguros privados, el sistema de salud estadunidense es con mucho el más caro del mundo (casi 20% del ingreso nacional, frente a 10-12% en Europa), aun cuando una parte importante de la población no está cubierta y los indicadores de salud son menos buenos que en Europa. Sin importar sus defectos, no hay duda alguna de que los sistemas públicos universales de seguros de gastos médicos ofrecen una mejor relación costo-beneficio que el sistema estadunidense. <<
[14] Por el contrario, el aumento del gasto público en educación y salud reduce el ingreso disponible (monetario) de los hogares, lo que explica por qué este último pasó del 90% del ingreso nacional, a principios del siglo XX, a alrededor de 70-80% en este inicio del XXI. Véase el capítulo V. <<
[15] Clásicamente, se designa como «beverigdiano» a este sistema de tope máximo (teniendo como caso extremo un retiro casi uniforme para todos, como en el Reino Unido), en oposición a los sistemas de retiro de tipo «bismarckiano», «escandinavo» o «latino», en los que las pensiones son casi proporcionales a los salarios para la gran mayoría de la población (hasta la casi totalidad en Francia, donde el tope máximo es excepcionalmente alto: ocho veces el salario medio, contra dos-tres veces en la mayoría de los países). <<
[16] En Francia, que a menudo brilla por la enorme complejidad de sus programas sociales y por el amontonamiento de las reglas y agencias, menos de la mitad de las personas que en principio deberían cobrar el ingreso de solidaridad activa que complementa un salario muy bajo de tiempo parcial (RSA, por sus siglas en francés) lo ha solicitado. <<
[17] Una diferencia importante entre los dos continentes es que en los Estados Unidos los sistemas de ingreso mínimo siempre se reservaron para las personas con hijos. Para las personas sin hijos a su cargo, el Estado carcelario a veces hace las veces de Estado de bienestar (en particular, para los jóvenes negros). Alrededor de 1% de la población adulta estadunidense estaba detrás de las rejas en 2013. Esta tasa promedio de encarcelación es la más alta del mundo (ligeramente delante de Rusia, y muy por encima de China). Rebasa el 5% para los hombres negros adultos (de todas las edades). Véase el anexo técnico. Otra particularidad es el uso de los Food Stamps [cupones de alimentos] (cuyo objetivo es garantizar que los beneficiarios consuman en efecto alimento, en lugar de dedicarse a la bebida o a otros vicios), lo que una vez más es bastante poco coherente con la visión liberal del mundo atribuida a menudo a los Estados Unidos. Esto da testimonio de la importancia de los prejuicios estadunidenses respecto de los más pobres, que al parecer son más extremos que en Europa, sin duda en parte debido a que se ven reforzados por prejuicios raciales. <<
[18] Con las variaciones entre países antes descritas. <<
[19] «We hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness; that to secure these rights, Governments are instituted among Men, deriving their just powers from the consent of the governed». (Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados). <<
[20] Existen debates interminables acerca de esta noción de «utilidad común», cuyo examen rebasaría por mucho el marco de este libro. Lo cierto es que los redactores de la Declaración de 1789 para nada tenían en mente el utilitarismo en el sentido que le dio una buena parte de los economistas desde John Stuart Mill, es decir, como la suma matemática de las utilidades individuales (puesto que la función de utilidad supuestamente es «cóncava» —aumenta de manera cada vez menos fuerte a medida que se incrementa el ingreso—, la redistribución de los ricos hacia los pobres permite incrementar la utilidad total). Esta representación matemática del carácter deseable de la redistribución parece mantener poca relación con la manera en que cualquiera se imagina la noción de «utilidad común». La de los derechos parece ser más operante. <<
[21] Parece razonable definir a los más desfavorecidos como las personas que tuvieron que enfrentarse a los factores no controlables más hostiles. En la medida en que la desigualdad de las condiciones de vida se debe, por lo menos en parte, a factores que los individuos no controlan, como la desigualdad en las dotaciones transmitidas por la familia (herencia, capital cultural, etc.), es justo que también el poder público intente reducir, tanto como sea posible, esa desigualdad de condiciones. La frontera entre igualación de oportunidades y de condiciones es a menudo bastante permeable (la educación, la salud y el ingreso son al mismo tiempo oportunidades y condiciones). La noción de Rawls de bienes fundamentales permite superar esta oposición artificial. <<
[22] «Social and economic inequalities are to be to the greatest benefit of the least advantaged members of society». [Las desigualdades sociales y económicas deben ser para el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad.] La formulación de 1971 fue retomada en Liberalismo político, publicado en 1993. <<
[23] Estos enfoques sobre todo teóricos fueron recientemente extendidos por Marc Fleurbaey y John Roemer, con algunas aplicaciones empíricas tentativas. Véase el anexo técnico. <<
[24] Es diferente en los Estados Unidos, donde ciertos grupos minoritarios, aunque significativos, cuestionan radicalmente la existencia misma de cualquier programa social federal, incluso cualquier programa social a secas. Una vez más, los prejuicios raciales parecen desempeñar cierto papel (por ejemplo, en los debates acerca de la ampliación del sistema de salud defendida por la administración de Obama). <<
[25] En Europa, los países más ricos y más productivos son los que tienen los impuestos más elevados (entre 50 y 60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca) y los países más pobres y menos desarrollados los que tienen los impuestos más bajos (apenas más de 30% del ingreso nacional en Bulgaria y Rumania). Véase el anexo técnico. <<
[26] En los Estados Unidos, y sobre todo en el Reino Unido, la rápida expansión del Estado social se hizo con un crecimiento claramente menos alto, de ahí tal vez el mayor sentimiento de desposeimiento, ya mencionado, aunado a un sentimiento de haber sido alcanzados por los demás países (véase en particular el capítulo II). <<
[27] Según los trabajos de Anders Bjorklund y de Arnaud Lefranc, para Suecia y Francia, parecería que la correlación intergeneracional habría disminuido ligeramente para las generaciones nacidas en 1940-1950 en comparación con las que nacieron en 1920-1930, antes de volver a aumentar para los nacidos en 1960-1970. Véase el anexo técnico. <<
[28] Se puede medir la movilidad para las generaciones nacidas en el siglo XX (con una precisión y una posibilidad de comparación imperfectas entre países), pero es casi imposible retroceder en el tiempo y medir la movilidad intergeneracional en el siglo XIX, salvo desde luego por medio de la herencia (véase el capítulo XI). Sin embargo, se trata de un tema diferente del de la movilidad de las calificaciones y de los ingresos por trabajo que nos interesa aquí y sobre el cual se concentran estas mediciones de movilidad intergeneracional (los datos utilizados en estos trabajos no permiten aislar la movilidad de los ingresos del capital). <<
[29] El coeficiente disminuye a 0.2-0.3 en Suecia o Finlandia y aumenta hasta 0.5-0.6 en los Estados Unidos. El Reino Unido (0.4-0.5) parece más cercano a los Estados Unidos, pero las diferencias con Alemania y Francia (0.4) no siempre son significativas. Acerca de estas comparaciones internacionales de coeficiente de correlación intergeneracional de los ingresos por trabajo (que también se confirman por las correlaciones entre gemelos), véanse sobre todo los trabajos de Markus Jantti. Véase el anexo técnico. <<
[30] La matrícula anual en Harvard en 2012-2013 es de 54 000 dólares para un estudiante universitario de licenciatura (o undergraduate): incluye la habitación y diversos gastos (de los cuales, 38 000 dólares son para la colegiatura en sentido estricto). Algunas universidades son más caras que Harvard, que goza de los altos ingresos de su fondo patrimonial (véase el capítulo XII). <<
[31] Véase G. Duncan y R. Murnane, Whither Opportunity? Rising Inequality, Schools, and Children’s Life Chances, Russell Sage Foundation, Nueva York, 2011, 572 pp. (véase en particular el capítulo 6). Véase el anexo técnico. <<
[32] Véase J. Meer y H. Rosen, «Altruism and the Child Cycle of Alumni Donations», American Economic Journal: Economic Policy, vol. 1, núm. 1, 2009, pp. 258-286. <<
[33] Esto no significa que Harvard seleccione únicamente entre el 2% de los estadunidenses más ricos; sólo que los casos que se dan por debajo de ese 2% son bastante raros, y los que se encuentran entre ese 2% se sitúan suficientemente arriba en ese grupo, como para que el promedio general sea ése. Véase el anexo técnico. <<
[34] Estadísticas tan elementales como el ingreso o el patrimonio promedio de los padres de los estudiantes de las diferentes universidades estadunidenses son muy difíciles de obtener y están poco estudiadas. <<
[35] Las colegiaturas máximas que cobran las universidades británicas aumentaron de 1000 libras en 1998 a 3000 en 2004 y a 9000 en 2012. La participación de las colegiaturas en los recursos totales de las universidades británicas parece estar en vías de recuperar, en la década de 2010, su nivel de los años veinte, igualando así el nivel estadunidense. Véanse las interesantes series históricas establecidas por V. Carpentier, «Public-Private Substitution in Higher Education», Higher Education Quarterly, vol. 66, núm. 4, octubre de 2012, pp. 363-390. <<
[36] A principios de 2013, Baviera y la Baja Sajonia decidieron suprimir las colegiaturas universitarias de 500 euros por semestre y practicar, como el resto de Alemania, la gratuidad total. En los países nórdicos, las colegiaturas no rebasan unos cuantos cientos de euros, como en Francia. <<
[37] Se observa la misma redistribución regresiva en la enseñanza primaria y secundaria: los alumnos de las escuelas y de los liceos más desfavorecidos tienen maestros menos experimentados y menos educados y, por consiguiente, un gasto público promedio más bajo por niño que los alumnos de las escuelas y liceos más favorecidos. Esto es aún más lamentable en la medida en que una mejor distribución de los recursos a las primarias permitiría reducir considerablemente la desigualdad en las oportunidades escolares. Véase T. Piketty y M. Valdenaire, L’Impact de la taille des clases sur la réussite scolaire dans les écoles, collèges et lycées français, Ministère de l’Éducation Nationale, París, 2006, 153 pp. <<
[38] Al igual que en el caso de Harvard, este ingreso promedio no significa que Sciences-Po seleccione sólo entre el 10% de los más ricos. Véase el anexo técnico respecto de la distribución completa de los ingresos de los padres de los estudiantes de Sciences-Po en 2011-2012. <<
[39] Según la famosa clasificación de Shanghái, los Estados Unidos cuentan con 53 de las 100 mejores universidades del mundo en 2012-2013, frente a 31 en Europa (de las cuales 9 son del Reino Unido). Sin embargo, la clasificación se invierte con las 500 mejores universidades mundiales (150 en los Estados Unidos, 202 en Europa, de las cuales 38 son del Reino Unido). Esto refleja la importante desigualdad que existe en las más o menos 800 universidades estadunidenses (véase el capítulo XII). <<
[40] Sin embargo, se advertirá que, en comparación con otros gastos (como las jubilaciones), es bastante factible pasar del gasto más bajo en la enseñanza superior (apenas 1% del ingreso nacional en Francia) al más alto (entre 2 y 3% en Suecia y los Estados Unidos). <<
[41] Por ejemplo, las colegiaturas para Sciences-Po van actualmente de 0 euros para los ingresos más bajos a casi 10 000 euros, cuando los ingresos de los padres son superiores a 200 000 euros. Este sistema tiene el mérito de arrojar datos sobre los ingresos (bastante poco utilizados, por desgracia). Sin embargo, en comparación con el financiamiento público a la escandinava, semejante sistema equivale grosso modo a privatizar el uso del impuesto progresivo sobre el ingreso: lo que pagan los padres acomodados se dedica a sus hijos, y no a los demás; desde luego, es en su interés, no en el de los otros. <<
[42] Los income-contingent loans [préstamos sujetos al ingreso] aplicados en Australia o en el Reino Unido corresponden a préstamos suscritos por los estudiantes de origen humilde y que no serán rembolsados hasta que hayan alcanzado cierto nivel de ingresos. Se asemeja a una sobretasa de impuesto sobre la renta para los estudiantes modestos, mientras que los más acomodados gozan de las donaciones (en general no sujetas a impuestos) de sus padres. <<
[43] Véase É. Boutmy, Quelques idées sur la création d’une Faculté libre d’enseignement supérieur, A. Lainé, París, 1871, 28 pp. Véase asimismo P. Favre, «Les Sciences d’État entre déterminisme et libéralisme. Émile Boutmy (1835-1906) et la création de l’École libre des sciences politiques», Revue Française de Sociologie, vol. 22, núm. 3, 1981, pp. 429-465. <<
[44] Para un análisis y una defensa de este modelo «multisolidario», véase A. Masson, Des Liens et des transferts entre générations, Éditions de l’EHESS, París, 2009, 464 pp. <<
[45] Véase el capítulo X, gráficas X.9 a X.11. <<
[46] Recordemos que esta volatilidad es la razón misma por la que se introdujo el sistema de reparto después de la segunda Guerra Mundial: todos los que habían invertido sus cotizaciones de jubilación en los mercados financieros en los años 1920-1930 se arruinaron y nadie tenía ganas de recaer en los sistemas obligatorios de jubilación por capitalización instaurados en numerosos países antes de la guerra (por ejemplo, en el marco de las leyes de 1910 y 1928 en Francia). <<
[47] En gran medida, es lo que se logró con la reforma instaurada en Suecia en los años noventa. Este sistema podría mejorarse y aplicarse en otros países. Véase, por ejemplo, A. Bozio y T. Piketty, Pour un nouveau système de retraite. Des comptes individuels de cotisations financés par répartition, Éditions Rue d’Ulm, París, 2008, 101 pp. <<
[48] Además, se puede pensar que el sistema unificado de jubilación ofrece como complemento del sistema por reparto la posibilidad de un rendimiento garantizado para los ahorros modestos y medios. Como vimos en el capítulo anterior, a menudo es muy difícil para los más humildes acceder al rendimiento promedio del capital (o incluso simplemente a un rendimiento positivo). En cierta manera, eso es lo que hace la (pequeña) parte en capitalización en el sistema sueco. <<
[49] Resumimos aquí los principales resultados obtenidos por J. Cagé y L. Gadenne, «The Fiscal Cost of Trade Liberalization», PSE Working Paper núm. 2012-27, junio de 2012, 43 pp. (véase en particular la figura 1). <<
[50] Algunos de los problemas de organización de los servicios de salud y de educación que se plantean hoy en los países pobres son muy específicos y no pueden realmente basarse en las experiencias pasadas de los países ahora desarrollados (se piensa, por ejemplo, en los problemas vinculados con la epidemia de sida), en cuyo caso pueden justificarse muy bien nuevos experimentos, ocasionalmente de tipo aleatorio. Véase, por ejemplo, A. Barnerjee y E. Duflo, Repenser la pauvreté, Seuil, París, 2012, 422 pp. Sin embargo, me parece que, por regla general, la economía del desarrollo tiende a menospreciar las experiencias históricas reales, lo que en este caso lleva a subestimar el hecho de que es difícil desarrollar un Estado social eficaz con recaudaciones fiscales irrisorias. Una de las dificultades centrales obedece, desde luego, al pasado colonial (por lo que la experimentación aleatoria ofrece un terreno más neutro). <<
[51] Véase N. Qian y T. Piketty, «Income Inequality and Progressive Income Taxation in China and India: 1986-2015», American Economic Journal: Applied Economics, vol. 1, núm. 2, abril de 2009, pp. 53-63. La diferencia entre los dos países se vincula estrechamente con la mayor capacidad de salario de la mano de obra china. La experiencia histórica demuestra que la construcción de un Estado fiscal y social y el desarrollo de un estatus salarial van a menudo a la par. <<