[1] Véase C. Goldin y L. Katz, The Race between Education and Technology: The Evolution of U. S. Educational Wage Differentials, 1890-2005, Harvard University Press/NBER, Cambridge, 2010. <<

[2] Véase el capítulo VII, cuadro VII.2. <<

[3] En el lenguaje de la contabilidad nacional, los gastos en salud y educación se consideran un consumo (una fuente de bienestar en sí) y no una inversión. Se trata de una razón complementaria que explica por qué la expresión «capital humano» plantea problemas. <<

[4] Por supuesto que existen múltiples subepisodios en cada fase: así, el salario mínimo por hora aumentó en alrededor de 10% entre 1998 y 2002 con el objetivo de compensar el paso de la duración legal de la jornada de trabajo de 39 a 35 horas por semana y de preservar el mismo salario mensual. <<

[5] Al igual que en el caso del impuesto sobre la renta, este episodio fue el resultado de una dura batalla con la Corte Suprema, que anuló el salario mínimo en 1935, antes de que Roosevelt volviera a introducirlo definitivamente en 1938. <<

[6] En la gráfica IX.1 convertimos los salarios mínimos nominales en euros y dólares de 2013. Véanse las gráficas suplementarias S9.1-S9.2 sobre los salarios mínimos nominales, disponibles en línea. <<

[7] En 2013 ciertos estados tenían un salario mínimo más alto que el mínimo federal: 8 dólares en California y Massachusetts, y hasta 9.20 dólares en Washington. <<

[8] Con la tasa de cambio de 1.30 euros por libra. En la práctica, la diferencia respecto del salario mínimo francés era más importante, si tenemos en cuenta el diferencial de las contribuciones a la seguridad social de los empleadores (que se añaden al sueldo bruto). Volveremos a estos temas en la cuarta parte. <<

[9] Existen todavía variaciones importantes entre países: en el Reino Unido, muchos precios e ingresos —por ejemplo, las rentas, ayudas, así como cierto número de los salarios— siguen siendo fijados semanalmente y no de forma mensual. Sobre estos temas, véase sobre todo R. Castel, Les Métamorphoses de la question sociale. Une chronique du salariat, Fayard, París, 1995, 490 pp. <<

[10] Véase en particular D. Card y A. B. Krueger, Myth and Measurement: The New Economics of the Minimum Wage, Princeton University Press, Princeton, 1995, 432 pp. Card y Krueger explotan sobre todo las múltiples variaciones de los salarios mínimos entre Estados limítrofes. El monopsonio puro corresponde a una situación en la que un solo empleador puede comprar el trabajo de los asalariados en una zona geográfica (en el monopolio puro, hay un solo vendedor). En este caso, el monopsonio fija el salario en el nivel más bajo posible, y un aumento del salario mínimo no sólo no reduce el nivel de empleo (el empleador logra un margen tan importante que contrata a todas las personas que se presentan), sino que puede, por el contrario, hacerlo crecer (pues más personas solicitan empleo, por ejemplo, porque abandonan actividades ilegales, lo que es bueno, o porque abandonan sus estudios, lo que puede ser menos bueno). Eso es precisamente lo que observan Card y Krueger. <<

[11] Véase en particular el capítulo VIII, gráficas VIII.6 a VIII.8. <<

[12] A veces este hecho central es menospreciado en el debate académico estadunidense. Además de los trabajos ya mencionados de Goldin y Katz, se puede señalar también la reciente obra de R. Blank (Changing Inequality, University of California Press, Berkeley, 2011, 240 pp.), centrada casi por completo en la evolución de la diferencia salarial vinculada con los estudios universitarios (y sobre la evolución de las estructuras familiares). R. Rajan, en su libro Fault Lines (Princeton University Press, Princeton, 2010, 280 pp.), parece considerar asimismo que la evolución de la desigualdad relacionada con los estudios universitarios pesa mucho en el despegue del 1% (lo que no es exacto). Sin duda, esto se explica parcialmente por el hecho de que las encuestas utilizadas en general por los investigadores en economía laboral y de la educación no permiten apreciar plenamente la medida del despegue del percentil superior (esto sólo lo permiten los datos fiscales). Desde luego, las encuestas de hogares tienen la ventaja de incluir más información sociodemográfica (en particular acerca del nivel de estudios) que los datos fiscales, pero se basan en muestras de tamaño limitado y, además, plantean múltiples problemas vinculados con la autodeclaración. Idealmente, estos dos tipos de fuentes deberían ser utilizados en forma conjunta. Sobre estas cuestiones metodológicas, véase el anexo técnico. <<

[13] Debemos señalar que en la gráfica IX.2 —y en las siguientes gráficas— mostramos las series obtenidas sin tener en cuenta las plusvalías (que no se calculan de manera perfectamente comparable en los diferentes países). Ya que las plusvalías son particularmente grandes en los Estados Unidos (la participación del percentil superior con plusvalías rebasó claramente el 20% del ingreso nacional en 2000-2010), en realidad la diferencia con los demás países anglosajones es aún más fuerte de lo indicado en la gráfica IX.2. Véase, por ejemplo, la gráfica S9.3 (disponible en línea). <<

[14] La trayectoria neozelandesa es casi idéntica a la australiana. Véase la gráfica S9.4 (disponible en línea). De manera general, para no sobrecargar las gráficas, sólo presentamos una parte de los países y de las series disponibles. Invitamos al lector interesado en las series completas a consultar el anexo técnico (piketty.pse.ens.fr/capital21c) o bien el sitio de la World Top Incomes Database (topincomes.parisschoolofeconomics.eu). <<

[15] El hecho de que países como los Estados Unidos y Canadá, tan similares en tantos aspectos, a veces sigan trayectorias muy disímiles en términos de desigualdad salarial, debido a múltiples diferencias institucionales, ha sido estudiado a menudo por los economistas estadunidenses y canadienses. Véase por ejemplo D. Card y R. Freeman, Small Differences that Matter: Labor Markets and Income Maintenance in Canada and the United States, University of Chicago Press, Chicago, 1993, 288 pp. <<

[16] Incluso alcanza el 9% del ingreso nacional si se incluyen las plusvalías, que se desarrollaron intensamente en Suecia a lo largo del periodo de 1990-2010. Véase el anexo técnico. <<

[17] Todos los demás países europeos abarcados por la WTID, en particular Holanda, Suiza, Noruega, Finlandia y Portugal, presentan evoluciones comparables a las observadas en los demás países de Europa continental. Debe señalarse que los datos referentes al sur de Europa están relativamente completos: se inician en 1933 en España con la creación del impuesto sobre la renta, pero después presentan varias interrupciones; en Italia, el impuesto sobre la renta se creó en 1923, pero los datos completos disponibles empiezan a partir de 1974. Véase el anexo técnico. <<

[18] La participación del milésimo superior rebasó el 8% durante el periodo 2000-2010 en los Estados Unidos, si se omiten las plusvalías, y superó el 12% si se las toma en cuenta. Véase el anexo técnico. <<

[19] El «0.1%» en Francia o Japón pasó de 15 a 25 veces el ingreso promedio (es decir, de 450 000 a 750 000 euros cuando el ingreso promedio era de 30 000 euros), mientras que el «0.1%» en los Estados Unidos pasó de 20 a 100 veces (de 600 000 euros a tres millones de euros, de nuevo respecto de un ingreso promedio de 30 000 euros). Estos órdenes de magnitud son aproximados, pero permiten visualizar mejor el fenómeno y vincularlo con las remuneraciones mencionadas a menudo en los medios de comunicación. <<

[20] Con respecto al «1%» considerado en su conjunto, el ingreso promedio es, desde luego, claramente inferior: una participación de 10% del ingreso nacional para el «1%» de los más ricos significa por definición que su ingreso promedio es 10 veces más elevado que el promedio de los ingresos (y una participación del 20% implica que es 20 veces más elevado). La noción de coeficiente de Pareto (a la que volveremos en el capítulo X) permite vincular las participaciones del decil, del percentil y del milésimo superiores: en los países poco desigualitarios (como la Suecia de los años setenta), los miembros del 0.1% más alto son apenas dos veces más ricos en promedio que los del 1% más alto, de tal manera que la participación del milésimo superior en el ingreso total representa apenas una quinta parte de la del percentil superior; en los países muy desigualitarios (como los Estados Unidos en 2000-2010), son hasta cuatro o cinco veces más ricos, de tal manera que la participación del milésimo superior representa el 40-50% de la participación del percentil superior. <<

[21] Depende de si se tienen en cuenta las plusvalías o no. Véase el anexo técnico para las series completas. <<

[22] Véase en particular el capítulo V, cuadro V.1. <<

[23] Con respecto a Suecia y Dinamarca, en lo relativo a ciertos años aislados del periodo 1900-1910, se observan incluso participaciones del «1%» que alcanzan el 25% del ingreso nacional, es decir, niveles más elevados que los observados en el Reino Unido, Francia o Alemania en la misma época (en la que el máximo observado era más cercano a 22-23%). Sin embargo, teniendo en cuenta las limitaciones de las fuentes disponibles, no es seguro que esas diferencias sean realmente significativas. Véase el anexo técnico. <<

[24] Se advierte esta misma realidad en todos los países para los que tenemos datos sobre la composición de los ingresos por nivel de ingreso similares a los que presentamos para Francia y los Estados Unidos del capítulo anterior (véanse las gráficas VIII.3, VIII.4, VIII.9 y VIII.10). <<

[25] Véase la gráfica S9.6 disponible en línea para la misma gráfica con las series anuales. Las series relativas a los demás países son similares y están disponibles en línea. <<

[26] En la gráfica IX.8 mostramos simplemente el promedio aritmético entre los cuatro países europeos de la gráfica IX.7. Estos cuatro países son muy representativos de la diversidad europea, y la evolución sería muy similar si se incluyera a los demás países con datos disponibles en Europa del Norte y del Sur, o si se ponderara con base en el ingreso nacional de cada país. Véase el anexo técnico. <<

[27] Remitimos al lector interesado a los estudios de casos de 23 países reunidos en dos volúmenes publicados en 2007 y 2010. Véanse A. Atkinson y T. Piketty, Top Incomes over the Twentieth Century: A Contrast between Continental-European and English-Speaking Countries, Oxford University Press, Oxford, 2007, 604 pp., y Top Incomes: A Global Perspective, Oxford University Press, Oxford, 2010, 800 pp. <<

[28] Para un análisis histórico profundo de la dinámica de la desigualdad alemana —tomando en cuenta la imperfección de las fuentes disponibles—, véase F. Dell, L’Allemagne inégale. Inégalités de revenus et de patrimoine en Allemagne, dynamique d’accumulation du capital et taxation de Bismarck à Schröder, 1870-2005, Éditions de l’EHESS, París, 2008. <<

[29] En China no existía propiamente un impuesto sobre la renta antes de 1980, de tal manera que ninguna fuente permite estudiar la evolución de la desigualdad en los ingresos para el conjunto del siglo XX (las series presentadas aquí se inician en 1986). Respecto de Colombia, los datos fiscales que reunimos hasta ahora se inician sólo en 1993, pero el impuesto sobre la renta existía mucho antes, y es muy posible que acabemos por encontrar datos anteriores (los datos fiscales históricos fueron relativamente mal archivados en varios países sudamericanos). <<

[30] La lista de los proyectos en curso está disponible en el sitio de la World Top Incomes Database. <<

[31] Cuando se puede acceder a los registros fiscales, la digitalización constituye desde luego una mejora de las fuentes de información. Sin embargo, si los registros son inaccesibles, o están mal archivados (lo que sucede a menudo), entonces la desaparición de las publicaciones estadísticas en papel puede llevar en muchos casos a una pérdida de la memoria fiscal e histórica. <<

[32] Cuanto más se acerca el impuesto a ser puramente proporcional, menos se hace sentir la necesidad de tener datos detallados por series de ingresos. En la cuarta parte volveremos a los cambios propiamente fiscales: sólo recordemos que éstos tienen un impacto en la información observable. <<

[33] La actualización para el año 2010, que se muestra en la gráfica IX.9, se realizó a partir de datos muy imperfectos sobre las remuneraciones de los dirigentes de empresas y debe ser considerada como una primera aproximación. Véase el anexo técnico. <<

[34] Véase A. Banerjee y T. Piketty, «Top Indian Incomes, 1922-2000», World Bank Economic Review, World Bank Group, vol. 19, núm. 1, 2005, pp. 1-20, y «Are the Rich Growing Richer? Evidence from Indian Tax Data», en A. Deaton y V. Kozel, Data and Dogma: The Great Indian Poverty Debate, MacMillan, Nueva Delhi, 2004, pp. 598-611. El «agujero negro» representa por sí mismo casi la mitad del crecimiento total en la India entre 1990 y 2000: el ingreso por habitante aumentó en casi 4% anual, según las cuentas nacionales, y en apenas más de 2% anual, según las encuestas de hogares. El tema es, por tanto, importante. <<

[35] Véase el anexo técnico. <<

[36] De hecho, el resultado principal —y a fin de cuentas bastante evidente— de los modelos económicos de experimentación óptima en presencia de información incompleta es que a los agentes implicados (en este caso las empresas) nunca les interesa lograr una información completa, ya que existen costos de experimentación (es caro poner a prueba decenas de directores financieros antes de decidirse por uno) y especialmente porque la información tiene un valor público superior a su valor privado para la empresa en cuestión. Véase el anexo técnico para referencias bibliográficas. <<

[37] Véase M. Bertrand y S. Mullainhatan, «Are CEO’s Rewarded for Luck? The Ones Without Principals Are», Quarterly Journal of Economics, MIT Press, vol. 116, núm. 3, 2001, pp. 901-932. Véase también la obra de L. Bebchuk y J. Fried, Pay without Performance, Harvard University Press, Cambridge-Londres, 2004, 304 pp. <<