Prólogo

Escribí el primero de estos relatos, El grito, en 1924, y el último, Tregua de Navidad, en 1962. La mayoría de ellos, incluyendo algunos tan inverosímiles como Mátalos, mátalos, Los negros Whitaker, El viejo papá Johnson y Un brindis por Ava Gardner, son ciertos, aunque se ha modificado alguno que otro nombre o referencia. Ni siquiera puedo pretender haber inventado los detalles de los hechos en Tomó tierra ayer o Cita para la Candelaria. Es más, un corresponsal que leyó Tomó tierra ayer me reprochó que no mencionara las dos monedas de cobre francesas halladas en el bolsillo de la muñeca del ataúd, y Cita para la Candelaria trajo a mi puerta a miembros del renacido culto de los hechiceros británicos en busca de información sobre ungüentos para volar y cosas por el estilo. La ficción pura está más allá del alcance de mi imaginación; reuní los elementos principales de El grito en un partido de críquet en el Asilo Littlemore, en Oxford.

Todos los relatos, menos dos, han sido publicados por entregas a uno u otro lado del Atlántico: en el New Yorker, Punch, Saturday Evening Post, Encounter, Playboy, Lilliput, Sports Illustrated, New Statesman, Holiday y otros periódicos y revistas. El New Yorker exige un reconocimiento especial por Tomó tierra ayer, Signos externos, Una bicicleta en Mallorca y Un brindis por Ava Gardner.

R. G. Deiá, Mallorca, España

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