ESCENA V

FILAMINTA, BELISA, ARMANDA, TRISSOTIN, un NOTARIO, CRISALIO, CLITANDRO, ENRIQUETA y MARTINA

FILAMINTA.— (Al notario) ¿No podréis cambiar vuestro salvaje estilo y hacernos un contrato en un lenguaje bello...?

NOTARIO.-Nuestro estilo es muy bueno, y sería yo un necio, señora, si quisiera cambiar una sola palabra de las que usamos.

BELISA.-¡Ah, qué barbarie en plena Francia! Mas al menos, señor, en atención a la ciencia, servíos en lugar de escudos, de libros y de francos, expresarnos la dote en gestos y talentos, y fechar el escrito utilizando palabras como idus y calendas...

NOTARIO.-¿Yo? Si accediera a vuestras peticiones, señora, me ganaría la animadversión de todos mis compañeros.

FILAMINTA.-Nos quejamos inútilmente de esta barbarie. Vamos, señor; sentaos a la mesa para escribir. (Viendo a Martina.) ¡Ah, ah! ¿Cómo se atreve a presentarse aquí otra vez esa descarada...? ¿Por qué, si os place, la habéis traído de nuevo a mi casa?

CRISALIO.-Pronto, con mucho gusto, se os dirá la causa...

NOTARIO. —Procedamos a hacer el contrato. ¿Quién es la futura?

FILAMINTA.-La que quisiera casar es la menor.

NOTARIO.-Bien.

FILAMINTA.-(Señalando a Enriqueta.) Hela aquí, señor. Enriqueta es su nombre.

NOTARIO.-Muy bien. ¿Y el futuro...?

FILAMINTA.-(Por Trissotin.) El esposo que le doy es el señor.

CRISALIO.-(Por Clitandro.) Y el que-yo, en propia persona, pretendo que sea su esposo, es el señor.

NOTARIO.-¡Dos esposos! Me parece demasiado para la costumbre... FILAMINTA.-(Al notario.) ¿Por qué os detenéis? Inscribid, inscribid, señor, a Trissotin, como yerno mío.

CRISALIO.-Inscribid a Clitandro, como yerno mío por mi parte.

NOTARIO.-Poneos pues de acuerdo y, con maduro juicio, elegid entre ambos cónyuges el futuro.

FILAMINTA.-Obedeced, obedeced, señor, la elección que he decidido. CRISALIO.-Haced, haced, señor, las cosas que os mando.

NOTARIO.-Decidme, por favor, a cuál de los dos debo obedecer...

FILAMINTA.-(A Crisalio.) ¿Cómo es esto...? ¿Os oponéis a lo que deseo...?

CRISALIO.-No puedo permitir que se busque a mi hija tan sólo por el amor de los bienes que ven en mi familia.

FILAMINTA.-¡Quién piensa aquí en vuestros bienes! ¡Vaya una digna preocupación para un sabio!

CRISALIO.-En definitiva: yo he elegido a Clitandro para esposo de mi hija. FILAMINTA.-(Por Trissotin.) Y yo quiero que tome al señor por marido. Mi elección será obedecida; está resuelto.

CRISALIO.-¡ Hola! Lo decís en un tono demasiado terminante.

MARTINA.-Y no corresponde decidir a la mujer, que siempre debe estar en todo por debajo del hombre.

CRISALIO.-A no dudarlo.

MARTINA.-Ya es demasiado que se burlen del hombre cuando, en su propia casa, es su mujer la que lleva los pantalones.

CRISALIO.-Es cierto.

MARTINA.-Si tuviese yo marido, quisiera que fuera el dueño de mi hogar; no le amaría si fuese un hipócrita; y si discutiera con él por capricho, si le hablase demasiado alto, me parecería bien que me rebajase el tono con unas bofetadas.

CRISALIO.-Eso es hablar como es debido.

MARTINA.-Tiene razón el señor en querer para su hija un marido conveniente.

CRISALIO.-Claro.

MARTINA.-¿Por qué razón, joven y apuesto como es, despreciar a Clitandro...? ¿Y por qué, si os place, entregarla a un sabio que epiloga sin cesar...? Necesita un marido y no un maestro; y como ella no quiere aprender el griego y el latín, no necesita para nada al señor Trissotin.

CRISALIO.-Perfecto.

FILAMIINTA.— ¡Por lo visto tenemos que soportar que parlotee a su antojo!

MARTINA.-Los sabios sólo valen para predicar

desde el púlpito, y yo no quisiera nunca, como digo siempre, tener un hombre de ingenio por marido. No se necesita mucho ingenio para el hogar. Los libros no le sientan bien al matrimonio; y yo quiero, Si alguna vez me caso, un marido que no tenga más libro que yo; que no sepa ni la A ni la B, aunque esto moleste a la señora; que no sea, en una palabra, doctor más que para Su mujer.

FILAMINTA.-(A Crisalio.) ¿Está ya...? ¿He escuchado con demasiada calma a vuestra digna intérprete?

CRISALIO.-Ha dicho la verdad.

FILAMINTA.-Pues para terminar esta disputa, es preciso en absoluto, que mi deseo Se cumpla. Enriqueta y el Señor. (Señalando a Trissotin.) Serán vinculados ahora mismo. Lo he dicho, lo quiero; que nadie me replique; y si habéis dado vuestra palabra a Clitandro, brindadle como solución que se case con la mayor.

CRISALIO —He aquí un arreglo en este asunto. (A Enriqueta y Clitandro.) Escuchad, ¿dais vuestro consentimiento?

ENRIQUETA.-¡Ah, padre mío!

CLITANDRO.-(Crisalio.) ¡Ah, Señor!

BELISA.-Podrían hacerse otras proposiciones, que quizá les agradasen más; pero exigimos una clase de amor tan depurado como el astro del día. La sustancia pensante no debe preterirse; mas rechazamos la Sustancia diluida.