ESCENA II

CRISALIO y ARISTO

ARISTO.-¡Ah, Dios os guarde, hermano!

CRISALIO.-Y a vos también, hermano mío.

ARISTO.-¿Sabéis lo que me trae aquí...?

CRISALIO.-No; mas si os place, estoy dispuesto a escucharon...

ARISTO.-¿Cuánto tiempo hace que conocéis a Clitandro...?

CRISALIO.-Hace bastante, y le veo frecuentar nuestra casa.

ARISTO.-¿Qué opináis de él, hermano?

CRISALIO.-Le tengo por un hombre honorable, de talento, de corazón y de buena conducta... Encontrando a muy pocas personas parecidas en méritos.

ARISTO.-Cierto deseo suyo ha encaminado mis pasos, y me alegro profundamente de que os intereséis por él.

CRISALIO.-Conocí a su difunto padre en mi viaje a Roma.

ARISTO.-Lo celebro.

CRISALIO.-Se trataba, hermano, de un auténtico gentilhombre.

ARISTO.-Eso dicen.

CRISALIO.-No teníamos por aquel entonces más que veintiocho años y éramos ambos, a fe mía, dos magníficos galanes.

ARISTO.-Lo creo.

CRISALIO.-Frecuentábamos las casas de las damas romanas, y todo el mundo se hacía lenguas de nuestras travesuras. ¡Tenían celos de nosotros!

ARISTO.-¡Qué más queríais...! Mas vayamos al tema que me interesa.