Escena III

ARGAN.— Ven acá, hija mía. Tu maestro de música ha tenido que ausentarse y envía a este amigo en su lugar.

ANGÉLICA.— ¡Cielos!

ARGAN.— ¿Qué es eso? ¿De qué te sorprendes?

ANGÉLICA.— Es que…

ARGAN.— ¿Qué?

ANGÉLICA.— Una extraña coincidencia.

ARGAN.— ¿Cuál?

ANGÉLICA.— Esta misma noche, soñando, me encontraba en el trance más arriesgado, y, de improviso, apareció un caballero enteramente idéntico a este señor. Yo le pedí socorro y él, acudiendo en mi ayuda, me libertó del peligro. Figuraos mi sorpresa al encontrar ahora aquí a la persona con quien he estado soñando toda la noche.

CLEONTE.— Feliz ocurrencia la de ocupar vuestro pensamiento, ya en sueños ya en vigilia; pero mi dicha sería mucho mayor si al encontraros en verdadero trance me juzgarais digno de socorreros. No habría peligro al que no me arriesgara…