Capítulo 1 EL INFIERNO EXISTE Y EL DEMONIO TAMBIÉN

EN aquel tiempo los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: —Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Él les contestó: —Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

(Palabras de Jesús a los apóstoles en Lc 10, 17-20)

Querido lector: ya le avisé de que no podría librarse de leer sobre una verdad desagradable de la que a nadie gusta hablar. Así que ahí va: el demonio existe, su poder es inmenso y ronda al hombre constantemente, atacando su vida desde todos los ángulos y prismas posibles. Y el infierno es un «lugar» real a donde van las almas de los condenados a parar en caso de que, encerrados en una terrible terquedad, mueran odiando a Dios y rechazando su mano amorosa. No fue creado para el hombre, sino para los demonios, ya que Dios solo desea que nuestro fin sea el paraíso y vivir eternamente junto a Él. Y le advierto nuevamente que no soy yo la que lo digo, sino la Iglesia católica, quien tras dos mil años de sabiduría y experiencia lo puede afirmar. Por ello creo importante comenzar tal y como hicimos cuando hablamos del cielo, es decir, acudiendo a la información que sobre el mismo aclara el Catecismo de la Iglesia católica, que no es otra cosa que un compendio de sabiduría sobrenatural en grado hiperbólico.

1) Veamos primero qué explica sobre el infierno (les incluyo aquí solo las definiciones más relevantes y esclarecedoras, ya que las que presenta el Catecismo son abundantes y siempre puede acudir a él en caso de querer profundizar en el tema):

- Epígrafe 1861: Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno.

- Epígrafe 1034: Jesús habla con frecuencia de la gehenna y del fuego que nunca se apaga (Mt 5, 22.29), (Mt 13 42.50), (Mc 9, 43-48), reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que «enviará a sus Ángeles que recogerán todos los autores de la iniquidad [...], y los arrojarán al horno ardiendo» (Mt 13, 41-42).

- Epígrafe 1035: la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden inmediatamente después de la muerte y ahí sufren las penas del infierno [...]. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y aspira.

- Epígrafe 1037: Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para que esto suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal) y persistir en él hasta el final.

Ya ve, querido lector: el infierno existe porque Jesús lo dijo y punto, y partiendo de ahí la Iglesia intenta explicarnos todo lo que a lo largo de tantos siglos ha ido descubriendo más profundamente sobre él. Pero tristemente hay hoy obispos que omiten hablar de exorcismos o exorcistas, cuando es una obligación impuesta por el Evangelio. Nuestro papa Benedicto XVI lo expresó claramente durante la audiencia general del 15 de septiembre de 2005, en donde alentaba a los exorcistas a proseguir con este santo y muy complejo ministerio. Sin embargo existen países europeos en donde los exorcistas están ausentes casi totalmente, siendo enviados los posesos a psiquiatras que quedan boquiabiertos ante lo que presencian en el «paciente», cuyos síntomas no reconocen en los tratados de medicina y a los que no pueden curar. ¡Y todo porque no se habla claro de que el demonio y el infierno existen!

Conforme he ido estudiando sobre estos terribles temas, me he preguntado muchas veces quien creó el infierno. No entendía que, siendo Dios todo misericordia, pudiera haber creado «un lugar eterno de sufrimiento», para las almas que le rechazan. Y tras hablar con muchos sacerdotes he llegado a la conclusión de que no ha debido ser Dios... Contaba el famoso padre Cándido (exorcista del Vaticano ya fallecido y maestro muchos años del padre Gabriel Amorth) que durante uno de los exorcismos que tuvo que practicar se atrevió a preguntar al demonio sobre la creación del infierno. Ésta fue la espeluznante conversación entre el sacerdote y el diablo, en la que éste le da una curiosa respuesta:

—Vete de este cuerpo —le ordenaba el padre Cándido—. Vete al infierno. Dios te ha preparado un lugar bello y cálido hogar.

La respuesta del demonio fue desconcertante:

—Tú no entiendes nada, no sabes nada. No fue Él quien creó el infierno. Él ni siquiera lo había pensado. Lo hemos creado nosotros, los demonios (Más fuertes que el mal, padre Amorth-Roberto Ítalo Zanini; Ed. San Pablo 2011; págs. 89 y ss.).

¡Qué barbaridad, querido lector! Hasta los más experimentados exorcistas se asombran a cada momento. ¡Vivimos muy ciegos y vulnerables ante la vida sobrenatural! Es una realidad absoluta que sin la ayuda de Dios quedamos totalmente indefensos.

2) Veamos en segundo lugar qué dice el Catecismo de la existencia del demonio:

- Epígrafe 391: La Caída de los ángeles: [...] La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (Jn 8, 44) (Ap 12 ,9). La Iglesia enseña que fue primero un ángel bueno.

- Epígrafe 392: La Escritura nos cuenta que este ángel cayó en el pecado junto a otros [...]. Esta caída consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino [...]. El diablo es pecador desde el principio (Jn 3, 8), y padre de la mentira (Jn 8, 44).

- Epígrafe 393: Es el carácter irrevocable de su elección [...] lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado.

- Epígrafe 395: [...] el poder de Satán no es infinito.

Ya ve usted: que tiene que espabilar de una vez y enterarse de quién es el demonio, aunque le llamen mequetrefe en los círculos intelectuales y culturales por creer en su existencia. En éstos desgraciadamente reina hoy el silencio más absoluto sobre el demonio, no existe para ellos y olvidan fácilmente que su presencia sale un montón de veces en la Biblia desde su principio (Génesis), hasta su final (Apocalipsis), El autor de La desmitificación, R. Bultmann, escribió: «No se puede usar la luz eléctrica y la radio, y no se puede recurrir en caso de enfermedad a medios médicos y a la vez creer en el mundo de los espíritus».

Yo le animo desde estas líneas a que no tenga vergüenza de la verdad, pues es precisamente ella la que le hará siempre libre; y de temer algo, que sea la ignorancia espiritual, que es la que le llevará a una terrible confusión y quizá al purgatorio en vez de al cielo, debiendo ser éste su verdadera meta y no otra. Creo que uno de los motivos por los que hoy es difícil creer en el demonio es porque se le busca en las universidades, las academias y las opiniones de los intelectuales, mientras que al demonio no le interesan los libros ni los listos, sino las almas de todos, y es precisamente ahí donde se le desenmascara. Podría presentarle muchos ejemplos de lo que aquí expongo, pero dada la cantidad de veces en las que se habla en la Biblia sobre cómo Jesús combate y vence al demonio, escogeré solo un caso que a mí, como hija de psiquiatra, me ha sorprendido particularmente desde jovencita, debido a que muchos médicos muy preparados han atribuido a este pasaje de la Biblia «a una mentalidad de la antigüedad judía, dado que entonces no se conocía clínicamente la epilepsia como enfermedad».

Se trata del caso del joven poseído en (Mt 17, 14-18); (Mc 9; 14-29) y (Lc 9, 33-45). Este fascinante caso sucede después de que Jesús se encuentra con sus discípulos que, decepcionados, no han podido liberar al muchacho. Es cierto que, si se habla con un psiquiatra preparado, los síntomas que presentaba este joven corresponden a características de la epilepsia:

1) El enfermo grita.

2) Se tira al suelo y pierde la conciencia.

3) Su cuerpo queda rígido primero y luego sufre espasmos y movimientos incontrolados (convulsivos).

4) La respiración se vuelve muy dificultosa.

5) Hay salivación profusa.

6) Se aprieta incontroladamente la mandíbula, lo que conlleva el riesgo de que se produzcan cortes en la lengua o la rotura de un diente.

A simple vista y si nos agarramos a la traducción latina de la Biblia, todos estamos de acuerdo. Pero no olvidemos que antes de la traducción latina, la Biblia se tradujo del hebreo al griego, y la exactitud latina (que fue hecha por San Gregorio varios siglos después) oscurece la interpretación verdadera tanto hebrea como griega. En este caso concreto por ejemplo, la palabra griega SPARASSEI no significa que el muchacho fuera tirado al suelo, sino que fue lacerado, torturado o destrozado, en la forma que lo hacen los arados con la tierra. Esta terrible tortura se padece muchas veces durante una posesión, y los exorcistas con los que he hablado me lo confirman (el exorcista no me ha dicho que ve físicamente las heridas, sino los movimientos típicos de una verdadera tortura corporal). Por otro lado en este caso bíblico se dan varias características que no son propias de la epilepsia: el mutismo, o los impulsos suicidas que padecía (que le empujaban a lanzarse al agua o a las llamas). Con esta traducción más allá de la latina posterior a San Gregorio, podemos entender por qué la Iglesia católica considera esta escena evangélica como un verdadero caso de posesión y no de enfermedad mental. ¡Hay que profundizar un poco en información bíblica para poder resolver muchas dudas, querido lector! No olvide lo que siempre le digo: la Iglesia nos lleva la delantera, pues son ya dos mil años de estudios mientras que usted y yo, somos unos pobres medio enterados del siglo XX-XXI.

* * *

Pablo VI es un papa al que admiro. Fue docto y valiente con este tema peliagudo, pues reafirmó la doctrina bíblica con respecto a Satanás y al resto de los ángeles caídos. «El mal ya no es solo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, misteriosa y espantosa», dijo bien clarito. Yo no puedo demostrar nada, querido lector. Soy una mujer ignorante y cuanto más estudio, más descubro mis lagunas en todo tipo de conocimiento. Pero sí deseo aprovechar esta humilde ocasión en la que me lee (antes de meterme en berenjenales más difíciles), para aclararle algo de enorme trascendencia:

EL DEMONIO NO ES UN SER ETERNO

Creer que es eterno es un error muy común debido a ideas maniqueístas que defendieron la teoría de que él era una esencia del mal que coexistió con Dios desde su principio. Pues no, querido lector. El demonio fue creado por Dios y su origen fue bueno, aunque luego se transformó en un colosal elemento del mal debido a su soberbia. Algunos teólogos aclaran que su primer nombre fue «Luzbel» (Luz Bella), y numerosos padres de la Iglesia explican que llegó a ser el ángel más bello que, cegado por la envida, se reveló contra Dios perdiéndolo así por cabezonería para la eternidad. Otros autores prefieren denominarle «diablo», ya que su primordial función es dividir (del latín diavolus). Y así vemos que mientras que Dios es suma perfección, orden, unión y paz, el demonio o Satanás es desunión, imperfección, caos y guerra.

Analizada ya más o menos la información que el Catecismo presenta sobre la existencia del infierno y del demonio, espero haberle convencido de que no forman parte de mi imaginación, ni de la de un montón de exorcistas chalados. Le repito por enésima vez que no son enseñanzas mías ni de ellos, sino de la Iglesia. Y por eso debo ir más allá y contarle ahora de la mejor manera posible, todo lo que he ido averiguando particularmente entrevistando a personas muy doctas en el tema, que le aseguro que han sido muy difíciles de pillar... Algunos son extraordinariamente respetados en la materia y entre ellos les presentaré todo lo que el afamado Gabriel Amorth (sacerdote de ochenta y seis años de la diócesis de Roma, con más de setenta mil exorcismos a la espalda y cuarenta años de experiencia), me contó cuando tuve la fortuna de entrevistarle allá por el año 2007. No se libró de mí en toda una tarde en la que le molí a preguntas. Pobre hombre. Aún debe acordarse de la pesadilla de escritora que conoció en España durante una breve visita a nuestro país.

He aquí los apuntes que tomé durante aquella extraordinaria jornada; espero que le sirvan de ayuda para adentrarse un poco en este esencial y verdadero enigma del más allá que son el infierno y Satanás. ¡Y no se asuste, querido lector! Ya le he repetido varias veces que es mucho más importante para la salvación de su alma saber la verdad sobre la existencia del demonio que vivir en la inopia. Esté en guardia y no se deje vencer por la ignorancia, ya que es eso precisamente lo que él desea: que piense que no existe. Y jamás olvide que, pase lo que pase, el amor y la protección de Dios son infinitamente más poderosos que las rabietas de todo un infierno lleno de demonios. Si está junto a Dios, ¿qué temer?

APUNTES SOBRE LA ENTREVISTA REALIZADA POR MARÍA VALLEJO-NÁGERA AL PADRE AMORTH EL 1 DE JULIO DE 2007 (MADRID)

El tema del demonio apenas se toca, María... Y es una pena que nuestra Iglesia haya optado durante muchos años evitar hablar de él, pues es la causa de que hoy la gente dude de su existencia o atribuya su acción a enfermedades mentales ¡Esto no es más que ignorancia sobre el tema! El Catecismo es muy claro a la hora de afirmar su existencia y Jesús lo nombró en varias ocasiones. ¡Que no me lo invento, hija! Léete bien la Biblia, en donde aparece muchas veces desde el mismo Génesis hasta el Apocalipsis, como un peligrosísimo adversario de Dios y del hombre, cuya misión es la de desorientar, desesperar y por último destruir todo lo creado por Dios Padre. Y bien contento que está cuando convence al hombre de que no es un ser real. ¡Lo es! Pero nunca acabará con la Iglesia, pues a pesar de nuestros pecados y debilidades, jamás ésta se dejará vencer por él. La batalla ya está ganada gracias al sacrificio en la cruz que hizo Cristo por nosotros.

¿Que si le tengo miedo del diablo? ¡No, ja, ja, ja! Me parece que es él quien me tiene miedo a mí. Mira, hija, yo recibo mucha bendición de la Iglesia y de los sacramentos, que son los que me protegen contra él. En los diez o doce exorcismos que hago a diario se retuerce de rabia y desesperación, porque yo tengo en mi corazón a Cristo Nuestro Señor y a su Madre la Virgen. Especialmente, a Ésta no la puede soportar, pues sabe que es Ella quien le vencerá finalmente. Y por eso son eficaces los exorcismos, porque Ella es invocada con gran fe y siempre está presente a través de nuestras oraciones. ¡Ah, la Virgen! ¡Qué terror le provoca su presencia! Una vez pregunté al demonio durante un exorcismo: «Pero, ¿por qué te aterroriza más aún la presencia de la Virgen que la del mismo Jesús?». ¡Su respuesta me dejó perplejo! «Porque me humilla más ser derrotado por una criatura humana que por Él». ¡Es su santidad, su gracia y pureza la que se hace insostenible para el espíritu inmundo!

Para la liberación del mal hay que orar mucho por uno mismo y por los demás, María... Muchas veces es solo con oración como podemos ayudar a personas que están cegadas por la maldad y no desean cambiar. Son gentes con las que no se puede dialogar ni convencer de que su actitud no es la correcta. Es entonces cuando solo la oración y el ayuno son eficaces. Además muchas veces desconocen que padecen una posesión. ¿Sabías que un endemoniado puede rezar incluso el Santo Rosario sin dar muestras de que está poseído? Esto puede ocurrir siempre y cuando no haya perdido el control de su voluntad aún. Sin embargo no puede santiguarse con agua bendita, aunque comulgar y arrodillarse delante de un sagrario, puede... ¡Qué gran misterio para nosotros! ¿Verdad?

Hay algo que debo aclararte antes de seguir con tus preguntas: Satanás es uno, pero viven junto a él multitud de demonios que bajo sus órdenes atacan al hombre y lo torturan. Lo he comprobado mil veces durante los exorcismos. El nombre de Satanás es utilizado para denominar al jefe de toda la corte infernal, y a sus compañeros de odio se les llama demonios; en realidad así denominamos a todos los ángeles rebeldes que, no olvidemos, tienen una inteligencia y unos conocimientos muy superiores a los del hombre, precisamente por su naturaleza angélica. Por eso son tan dañinos... ¡Y son muchísimos! En el Evangelio se nos cuenta que Jesús, enfrentándose a un pobre poseído, le pregunta: «¿Cómo te llamas?», a lo que responde «me llamo Legión pues somos muchos» (Mc 5,10). Así hemos aprendido directamente de Jesús que una persona puede ser poseída no solo por un demonio, sino por muchos... Estos casos son muy tristes y agotadores para nosotros, los exorcistas, pues entonces debemos ir liberando a la persona de uno en uno, lo cual nos obliga a realizar no uno, sino muchísimos exorcismos sobre la misma persona a lo largo de cierto espacio de tiempo. Y así nos encontramos con demonios que producen mutismo, sordera y ceguera espiritual; otros provocan enfermedades corporales que ningún médico es capaz de erradicar con medicamentos muy caros.

Una de las formas que más utiliza el demonio para dañar al hombre es a través de las tentaciones. Es el llamado poder ordinario del demonio y consiste en despertar en el alma ciertos deseos que llevan en sí semillas falsas y engañosas, y que bajo el espectro de la bondad, el placer o simplemente el bien, conducen al mal. Su fin último es alejar al hombre de Dios. ¿Recuerdas las tentaciones a las que sometió a Jesús mismo en el desierto, en donde le prometió poder, riqueza y gloria? Sí hasta a Él tuvo el atrevimiento de tentar, ¡imagínate a nosotros! Pero Dios nos ha prometido que las tentaciones jamás serán más poderosas que nuestra fuerza, y que si lo deseamos y oramos, nos concederá el don de la fortaleza para luchar y vencerlas. Un arma muy eficaz es la de evitar las ocasiones, pues el demonio siempre es astuto buscando y encontrando nuestros puntos más débiles. Y por supuesto y como arma fundamental: la oración diaria y recibir los sacramentos. ¡Son las armas más poderosas! Los católicos tenemos una gran suerte con la Eucaristía, ya que es el mismo Cristo el que entra directa y físicamente en nuestro interior al comulgar y eso nos procura una gran protección frente al demonio. Y es increíble ver cómo el demonio odia el rezo del rosario. ¡Si vieras cómo grita cuando lo oramos durante un exorcismo! Entonces comprenderías lo poderosa que es esta oración mariana.

A pesar de todo la lucha contra las tentaciones es una batalla dura, y la emprende contra todos los hombres de este mundo independientemente de las culturas o religiones que profesen. Nadie queda libre de su influencia. Sin embargo y para tu tranquilidad debo decirte que, así como a través de la forma de atacar ordinaria del demonio es muy corriente y nos afecta a todos, la forma extraordinaria o posesión diabólica, se da, por pura gracia de Dios, en muy escasas ocasiones. Digamos que un 97 por ciento de los casos que me llegan son reconducidos por mí a un buen psiquiatra. No obstante no puedo hacerlo con el 3 por ciento restante. Éstos son los pobres poseídos, y este tipo de ataque demoníaco es una forma muy perversa y temible de dañar al ser humano. Recuerda que el demonio es un ángel caído (pero un ángel al fin y al cabo), y por tanto tiene más fuerza y sabiduría sobre lo sobrenatural que el hombre.

Este tipo de posesión tan peligrosa se puede presentar en cuatro formas diferentes:

1) La posesión diabólica: sucede cuando el diablo se apodera del cuerpo físico de una persona; es la forma más grave de intervención del demonio. El poseído es dañado de forma terrible, tanto psicológica como físicamente, y en este caso el sacerdote se enfrenta a una batalla feroz contra Satanás. Es tan grave la posesión que a veces durante el exorcismo se observan movimientos bruscos en las entrañas del poseso, e incluso puede vomitar clavos y cristales que se materializan físicamente en la boca durante las oraciones. ¡Esto es muy difícil de creer, aunque absolutamente cierto! Se produce porque se ha logrado la posesión de esa persona realizando algún maleficio perverso durante una ceremonia satánica o de magia negra, en la que se han utilizado precisamente esos objetos. Y las oraciones del exorcista llamando a Jesús a intervenir, son las que logran que se materialicen y sean expulsados de una vez. Fuera del cuerpo el objeto maldito, se acaba la posesión. Guardo una caja llena de cachivaches de estos que han expulsado por la boca los pobres posesos que no tengo inconveniente en mostrarte.

2) La vejación: son las palizas, los golpes, las apariciones reales del demonio, etc. Un santo que las padecía fue el Padre Pío o el Santo Cura de Ars, a quienes golpeaba cruelmente y hasta arrastraba por el suelo. A Santa Faustina se le aparecían demonios en forma de perros terribles y oscuros, que la asustaban cuando atravesaba el claustro, y que desaparecían aullando despavoridos en cuanto oraba (recomiendo releer en este punto el capítulo dedicado a Sor Patrocinio en este mismo escrito, en donde se explica que también padecía vejación demoníaca) [N. de la A.].

3) Obsesión: Son las tentaciones convertidas en terribles obsesiones. ¡El demonio es capaz de obsesionarnos y hasta de convencer a una persona de realizar un pacto con él! Así logra «sellar» un compromiso muy grave del que luego la víctima no se puede liberar con facilidad. Se hacen pactos a través de las sectas satánicas o enredando con la magia negra y los santeros. Mi experiencia me ha demostrado que estas víctimas, si en un principio creían haber triunfado contra la adversidad al haber recibido «un favor» por el pacto satánico, acaban siendo atormentadas, desesperadas o incluso padeciendo deseos suicidas. No olvides nunca una cosa hija: Satanás no tiene amigos, solo esclavos.

4) Infestación: es la ocupación demoníaca en personas, animales, objetos o casas. En este último caso es fundamental celebrar una misa en la casa y asperjar cada cuarto con agua bendita, como también es muy eficiente esparcir sal y aceite exorcizados. En este tipo de casas «infestadas» se pueden incluso mover objetos violentamente por sí mismos, se escuchan ruidos extraños, voces y gritos. Pueden abrirse puertas, ventanas, caerse objetos de las estanterías o desaparecer objetos que estaban colocados en mesas o repisas, apareciendo en los sitios más extraños del hogar. Como en el resto de los casos, es absolutamente necesario llamar a un sacerdote exorcista católico para que celebre una misa en el hogar, y para que bendiga convenientemente todas las estancias.

Cuando llevo a cabo un exorcismo, siempre invoco la presencia de Jesucristo, quien venció y vence en todo momento al diablo, pues es su perfecta santidad la que hace insostenible la presencia del diablo. Recuerda que Cristo es todo luz y el demonio pura tiniebla. ¿Y no molesta muchísimo la luz cuando se vive en oscuridad? ¿Acaso no cierras los ojos cuando te expones a la luz solar tras salir de un cuarto oscuro en el que has estado un buen rato? Jesús es la clave para toda liberación, hija, no lo olvides nunca.

El rito antiguo es muy poderoso para expulsar al demonio. Se le pregunta quién es, cómo y cuándo va a salir de la persona. A veces el endemoniado no reacciona siquiera durante el exorcismo: se puede quedar callado como si tal cosa. Otras veces acusa y recita en voz alta a través del poseso los pecados del sacerdote para desmoralizarle. ¡Por eso es fundamental que el sacerdote esté en estado de gracia y que se confiese con asiduidad! ¡Ah! Hay algo importante que aún no te he dicho: el poseído no se libera si persevera en una vida pecaminosa. ¡Es muy importante que se confiese él también antes del exorcismo! Si no lo hace no colabora en la acción de la gracia con la oración. Llevando una vida de pecado el demonio no saldrá, ya que se encuentra en su ambiente natural y por eso hay muchas personas que están endemoniadas y que no lo saben... ¡El demonio no toma vacaciones y no se agota nunca!

Pero tenemos tanta ayuda... Piensa en la eficiencia de las oraciones e intercesiones de los grandes santos del cielo. ¡Es enorme! Suelo echar mano de ellos pidiéndoles su presencia, pues son esos amigos fieles que ya tenemos en el cielo y que tanto nos protegen, guían y socorren. Muchas veces me han echado una mano muy seria en exorcismos violentos... Les invoco con letanías con gran fe y sé que acuden en mi ayuda y en la del poseso.

¿Guardas especial devoción por algún santo? ¡Ah! Santa Faustina Kowalska... Muy bien, María. Es también una de mis santas más amadas. Cuando pido en oración su presencia durante un exorcismo, la del Padre Pío o la del Beato Juan Pablo II, el demonio sufre de inmediato de una forma muy llamativa. Si por ejemplo le doy una orden tipo: «¡Sal en nombre de Juan Pablo II!», entonces los gritos y gemidos que emite el diablo son estremecedores. He preguntado en un par de ocasiones durante el exorcismo al diablo por qué teme tantísimo a Juan Pablo II, y él me contestó con dos respuestas muy curiosas:

a) «Porque desbarató mis planes». Creo que aquí se refiere a la caída del comunismo en los países del Este.

b) «Porque alejó a muchos jóvenes de mis manos». Estoy seguro de que millones de jóvenes no se perdieron en el pecado, las drogas o el alcohol cuando conocieron al gran Papa de nuestro siglo XX-XXI. Fue un gran mártir y ofreció siempre todos sus sufrimientos por los jóvenes. ¡Y he ahí la respuesta de su intercesión eficiente!

Para finalizar con tus preguntas te diré que tampoco podemos despreciar la oración de laicos comprometidos en los exorcismos, que con inmensa generosidad aportan su tiempo y su corazón en ayudarnos. Son muy valiosos para cualquier poseído y para cualquier exorcista, pues oran con gran fervor durante la tremenda prueba... ¡Y se agradece mucho, pues los exorcistas vivimos agobiados y agotados! Somos pocos y tristemente las posesiones son cada vez más numerosas y peligrosas. Para liberar a una persona solo se necesita por parte de los laicos mucha fe, oración y ayuno. ¡Si supieran lo muy valiosa que es su aportación, tendríamos muchos más laicos orando a nuestro lado durante los exorcismos! Pero como hay tanto desconocimiento sobre este tema, la mayoría de los laicos no creen en el demonio... ¡Ah!, que pena, hija... Pocas veces se escucha a los sacerdotes hablar abiertamente del demonio, lo cual es un disparate dado que Jesús hablaba mucho de él y con enorme claridad. Como decía San Pedro, su presencia en nuestra vida es como la de un león rugiente observando a quién devorar... Si un sacerdote no ha asistido nunca a un exorcismo, o se burla de este tipo de creencia católica, ¿cómo puede esperarse que se dé cuenta de que realmente existe? Yo te animo a que escribas sobre todo esto que te estoy contando, para que si algún sacerdote lo lee sepa de esta terrible realidad que no es inventada por mí, sino que forma parte de los conocimientos de la Iglesia. Porque si los sacerdotes no conocen al demonio, ¿cómo se pueden enfrentar a él y vencerlo, María? ¡Ah, se necesita tanta fe para vencer al demonio! Mira, Jesús en algunas ocasiones explicaba a los liberados de una posesión o enfermedad que no había sido Él quien les había «sanado», sino la fe que tenían (como sucedió en el caso de la hemorroísa en Mc 5, 25-33; Mt 9, 20-22.) Le dijo: «Mujer, tu fe te ha salvado». Sin fe nada podemos hacer los exorcistas, María... Es Cristo quien libera y sana, pero Él exige de todos nosotros, incluso del poseído, gran fe. Ésa es la puerta que abre toda liberación y sanación.

* * *

Bueno, querido lector, ya ve: todo nos sigue sorprendiendo en la Iglesia de pleno siglo XXI. Es cierto que en el pasado a menudo se ha exagerado al hablar del demonio, se le ha visto donde no estaba y hasta se han cometido muchas barbaridades con la excusa de derrotarle (recuerde el caso de la pobre Santa Juana de Arco por el que la misma Iglesia ha pedido perdón con el correr de los siglos). Por eso es necesaria mucha discreción y prudencia por parte de la Iglesia, y ahora ya entiende por qué solo un exorcista preparado debe meterse en el dificilísimo lío que es llevar a cabo un exorcismo. Ellos aprenden con la experiencia, viendo y escuchando, pero sobre todo orando mucho. Y nunca olvide que no puede ser cualquiera de la calle (santeros, brujas, echadoras de cartas, etc.) el que haga un exorcismo, sin un sacerdote especialmente preparado para ello y que cuente con el permiso explícito de su obispo. Mi consejo es que, de padecer alguna vez alguna influencia maligna, posesión o vejación, no acuda jamás a un charlatán cualquiera o a una pitonisa; le aseguro que eso agravaría la situación de forma alarmante.

¡Ah!, y un último consejo: tampoco olvide que ver al demonio por todas partes es igualmente peligroso. Decía San Agustín: «Cuando es acusado, el diablo se goza. Es más, quiere que le acuses, acepta gustosamente toda tu recriminación, ¡si esto sirve para disuadirte de hacer tu confesión!».

Y para que respire un poco después de este recorrido por tantas tinieblas feas, aquí le dejo con una de esas oraciones poderosas con las que me gusta despedir cada capítulo. Ya ve que no le dejo solo y asustado, sino con Dios. Ya sabe que junto a Él nada ha de temer.

ORACIÓN CONTRA UN MALEFICIO

Kyrie Eleison. Dios nuestro Señor, Oh soberano de los siglos, omnipotente y todopoderoso: tú que lo has hecho todo y que lo transformas todo con tu sola voluntad; tú que en Babilonia transformaste en rocío la llama del horno siete veces más ardiente y que protegiste y salvaste a tus tres santos jóvenes; tú que eres doctor y médico de nuestras almas; tú que eres la salvación de aquellos que se dirigen a ti; te pedimos y te invocamos, haz vana, expulsa y pon en fuga toda potencia diabólica, toda presencia y maquinación satánica, toda influencia maligna y todo maleficio o mal de ojo de personas maléficas y malvadas realizados sobre mí (o sobre tu siervo X). Haz que en cambio, de la envidia y el maleficio obtenga en abundancia de bienes, fuerza, éxito y caridad. Tú, Señor, que amas a los hombres, extiende tus manos poderosas y tus brazos altísimos y potentes, y ven a socorrer y visítame. Envía sobre mí tu paz. Envía sobre mí al Arcángel San Miguel, fuerte y protector del alma y cuerpo, que mantendrá alejado y expulsará a cualquier fuerza malvada todo envenenamiento y hechicería de personas malvadas y envidiosas, de modo que debajo de tu protección y tu amor, tu suplicante protegido te cante con gratitud: «El Señor es mi salvador y no tendré temor de lo que pueda hacerme el hombre. No tendré temor del mal porque Tú estás conmigo; Tú eres mi Dios, mi fortaleza, mi poderoso Señor; Señor de paz, padre de siglos futuros». Sí, Señor Dios nuestro: ten compasión de mí y sálvame de todo daño o amenaza procedente de cualquier maleficio y protégeme poniendo tu amor sobre todo mal. Te lo pido por la intercesión de la más que bendita, gloriosa Señora, la madre de Dios y siempre Virgen María. Y de la intercesión de los resplandecientes arcángeles y de todos sus santos. Amén.