Capítulo 10
Vamos que vas a llegar tarde-Miro a Laia mientras termino de vestirme y la sonrío-. ¿Te encuentras bien?
- Me duele mucho el estomago, pero dudo que sea de lo que comimos ayer.
Laia sonríe y tomas sus pinturas.
- Vamos píntate un poco, pero no mucho que es de día.
Le cojo las pinturas y me maquillo. Tengo cara de sueño, pues casi no he podido pegar ojo pensando en todo lo que he descubierto y mi ruptura con Robert. Estoy pensando más en él ahora que nunca y no es precisamente porque sienta nada, sino porque me siento culpable, me pregunto en qué momento pensé que forzar las cosas sería bueno. Termino de maquillarme y me recojo con una horquilla el pelo a un lado.
- Me voy.
- ¡Luego me lo tienes que contar todo! Y tranquila si llaman tus padres estas en mi casa.
Asiento con tristeza, y salgo hacia la puerta. Me siento fatal por mentir, pero ¿Que solución me queda? Mis padres solo me aconsejaran lo que todos sabemos, que me aleje de Liam y sé que tienen razón, por eso mismo no puedo decirles la verdad, tengo suficiente con lidiar con mis propias dudas y pensamientos.
Me despido de Laia y voy hacia donde he quedado con Liam. Cuando llego veo un coche negro de alta gama con las lunas tintada, conforme me acerco veo que se baja la ventana del pasajero, miro disimuladamente hacia dentro y me encuentro con la sonrisa de Liam, pues lleva una gorra y unas gafas.
- Vamos entra.
No lo dudo en entro en el coche con el estomago encogido y los nervios a flor de piel, esto es lo malo de reconocer lo que se siente, que pasas de tener controlada la situación a temblar como una tonta sin remedio. Y a preguntarte constantemente ¿Lo notará?
- ¿A dónde vamos?
- Confía en mí.
Le sonrío y me relajo en el asiento tras ponerme el cinturón.
El coche huele a su perfume, lo miro de reojo y lo veo conducir, lo hace con absoluta destreza. Lleva la camisa arremangada y va vestido con un pantalón vaquero moderno.
- ¿Los periodistas no saben tu matricula?
- De este coche no. No está en el palacio, lo tengo en un garaje aquí en la ciudad, no está comprado a mi nombre.
- ¿Falsificando documentos?-Le digo sonriente.
- No, está a nombre de un buen amigo mío. Nunca me delataría.
- Vaya no sabía que tuvieras un amigo tan intimo.
¿Cuantas cosas no se de él? ¿Como se puede amar a alguien cuando apenas sabes nada de esa persona?
- No va a nuestra universidad, es hijo de uno de los trabajadores de mi casa, la cocinera que nos preparó los bocadillos para la playa, tenemos la misma edad y su madre cuando era pequeño lo llevaba a la casa con ella y jugábamos juntos, nos hicimos buenos amigos, pero luego él siguió su vida y yo la mía. Pese a eso nuestra amistad no se ha roto.
- Me alegra saber que cuentas con un amigo de verdad.
- Gracias-Me sonríe mirándome de reojo.
- ¿Como se llama? Conozco a algunos jóvenes de tu edad en el pueblo, ya que a veces salimos con el hermano de Laia. Robert era uno de esos amigos.
- Lo que me recuerda, ¿Estás bien?
- Si, rara, pero bien.
- Luego hablamos más tranquilos.
- Si-Me quedo pensando mentiras miro hacia la carretera, y decido hablar ahora, luego me apetece pensar en otras cosas no en Robert-. Con él nunca tenía ganas de hablar, no sabía que decirle, los silencios eran súper incómodos y mi cabeza no paraba de pensar que decirle. No me sentía bien. Creo que debí de ver las señales hace tiempo.
Pero cuando éramos amigos esto no pasaba. Si lo he perdido como amigo, eso si me dolería.
- Nunca es tarde para darse cuenta de la verdad. A veces nos empeñamos en algo, pero por mucho que lo intentemos y con mucho ahínco no resulta. No es tu culpa, algunas cosas no pueden ser.
- Lo sé. Tengo curiosidad por saber dónde vamos -No seas impaciente -Liam sonríe mostrándome su hoyuelo.
Miro por la ventana, pues si miro a Liam una vez más tengo miedo de delatarme.
- Por cierto… ¿Qué perfume llevas?
- ¿Por?
- No es el tuyo.
Me sorprende que lo haya reconocido y me vuelvo a mirarlo.
- El tuyo huele a frambuesa.
- Si, este es de Laia.
- ¿Laia?
- Si ¿por?
- Me suena ese nombre, creo que mi amigo lo dijo alguna vez. ¿Su hermano es Ángel?
- Si. Ahora estoy más intrigada ¿Como se llama tu amigo?
- Adair.
- ¿Es moreno con unos increíbles ojos plateados?
- Vaya descripción-Lo dice serio pero luego sonríe-. El mismo.
- Que casualidad.
- Si, no sabía que os conocíais, no me ha hablado de ti.
- No hemos hablado mucho… nada, es muy serio.
- Solo con quien quiere -Liam sonríe con cariño al pensar en su amigo.
- Se me hace raro imaginarlo jugando contigo. Casi siempre esta observándolo todo con esa mirada que parece que no se le pasa detalle.
- Te aseguro que no se le pasa.
Miro a Liam y parece serio pero luego sonríe quitando importancia a su comentario.
- ¿Que te ha dicho de Laia?
- Que es la hermana de un amigo suyo. Ya estamos llegando.
Lo miro, pues por un momento he sentido que cambia de tema a propósito, pero es normal que no quiera delatar a su amigo.
Miro hacia delante y veo un pequeño pueblo todo con las casas blancas construido a las faldas de una montaña, y en lo alto de esta hay un castillo de piedra precioso.
- ¿Es tuyo?
Liam se ríe.
- No, es del pueblo. Iremos a verlo, es medieval.
- Es bonito.
- Si, al igual que el pueblo. Vine una vez cuando era pequeño, lo recuerdo y hace tiempo que quería volver.
- Me alegra acompañarte. ¿Crees que te pueden reconocer?
Aunque sin que se te vean los ojos es más difícil, son muy característicos tuyos.
- Si, y de toda la familia. Los últimos reyes han tenido los ojos verdes.
- Que curioso. Los tuyos son muy bonitos…-Me sonrojo y miro hacia dónde va Liam-. ¿Vas a aparcar ya?
- Gracias y si-Sonrío y miro por la ventana-. Los tuyos también son muy bonitos.
- Gracias.
Aparca y baja del coche antes de que yo salga y me aguanta la puerta. Salgo y Liam cierra el coche, me mira tras las gafas y se baja la gorra.
- ¿Crees que alguien me reconocerá?
- No y si alguien me conoce nunca pensará que estuviéramos juntos.
- ¿A no?-Empezamos a andar y Liam me mira.
- No, tu y yo no encajamos en el mismo mundo-Sonrío con tristeza pues es la verdad y me duele decirla en alto.
- Ahora estamos aquí, algo si encajaremos o tal vez hayamos encontrado un puente entre tu mundo y el mío.
- Es posible-Pero en el fondo pienso que es imposible, este puente es inestable y no creo que sea duradero.
- ¿Que tal esta tu estomago después del atracón de anoche?-
dice cambiando de tema, no sé si a propósito o no.
- Bien, después todo lo que comimos creo que puedo decir que está a prueba de bombas.
Liam se ríe y yo con él. Su sonrisa hace que me olvide de todo.
Nos adentramos en el pueblo y veo que en la parte de baja de las casas hay muchas tiendas, me acerco a una de ellas y veo unas cerámicas del pueblo, me vuelvo a mirar a Liam y lo veo no muy lejos cogiendo unos pequeños tarros de miel, la dependienta le comenta las propiedades de la miel y Liam se muestra atento y sonriente.
Al final Liam le compra unos tarros a la señora, pero le dice que luego los recogeremos a la vuelta. Seguimos andando y mirando puestos.
- Es muy bonito.
- Si la gente es muy cercana.
- ¿Que vas a hacer con la miel?
- Tomármela y tomártela, una de los tarros es para ti. Ahora que empieza el frío te vendrá bien.
- La verdad es que esa mujer te ha caído simpática.
- Si, pero aparte de eso la miel también me gusta.
Subimos una cuesta y veo unos pañuelos azules que llaman mi atención, ahora que va llegando el frío los suelo usar.
- ¿Cual te gusta?
- No sé si comprarme este o este-Le digo señalándole uno verde y otro azul. Liam los toma y yo espero que me deje probármelos, pero va hacia el hombre de la tienda y le dice que se queda con los dos.
- Li…-Me detengo por miedo a que alguien puede escuchar su nombre, aunque seguro que hay muchos Liam por si acaso me acerco y le pongo la mano donde tiene el dinero, pero Liam más rápido lo coge con la otra y se lo paga al hombre.
- Vamos no seas niña solo son unos pañuelos y me apetece regalártelos.
- No pienso mirar nada más en lo que queda de día.
Liam se ríe y con cara de niño bueno me tiende la bolsa con los pañuelos.
- Así cuando los lleves te acordaras de mi, por si algún día el puente se rompe-Lo dice sonriente pero el final de su frase borra mi sonrisa del rostro.
- Gracias-Digo cogiéndolos.
Seguimos andando y Liam compra una bolsa de dulces, lo comemos mientras caminamos, pero cuando llevo varios noto que mi estomago después de todo el ajetreo de estos días se resiente.
- No puedo más.
- ¿Nos paramos?-Comenta Liam preocupado.
- No es eso, es que me duele el estomago.
- Ya me extrañaba a mí que no te doliera. Siento lo de los dulces.
- No debí coger.
Liam mete los dulces en la bolsa de los pañuelos y se vuelve para buscar algo.
- Espérame aquí.
- ¿Donde vas?
- A por algo que alivie tu dolor.
Se va y lo observo mientras lo hace, me percato de que no soy la única, pese a llevar la gorra y las gafas, despierta el interés de los que le rodean y de las jóvenes que le rodean. Me siento cuando dejo de verlo, en un banco y observo mí alrededor, veo cerca una tienda de regalos y me acerco para comprarle algo a Liam, yo también quiero que me recuerde. Veo una pequeña bola de agua con purpurina y dentro esta el pueblo, me llama la atención la tomo y voy hacia donde está el dependiente. Cuando me la envuelve y me la da, me pregunto si no será una tontería, Liam es un príncipe, y por mucho que yo me empeñe en verlo como alguien normal y corriente, no lo es.
Tomo el regalo y lo meto en el bolso, dudando en si dárselo o no. En vez de sentarme me pongo a mirar el paisaje, es increíblemente verde y hermoso.
- Es muy bonito. ¿Verdad?
- Si.
Me giro y veo a Liam a mi espalda, no le digo nada y sigo mirando el paisaje con los nervios a flor de piel por su cercanía.
Al poco me pone delante de mí un vaso de plástico con una infusión.
- Manzanilla, te hará bien.
Lo cojo de su mano sin poder evitar tocar sus dedos y sin querer evitarlo la verdad. ¿Que estás haciendo? A veces creo que desde que conocí a Liam me veo sumergida en una especie de locura.
Me la tomo cuando pruebo que no quema y nos quedamos en silencio observando lo que nos rodea, aunque sinceramente desde que Liam ha vuelto, el paisaje ha pasado a un segundo plano.
- Ya está.
Me giro y alzo la cabeza para mirarlo, el agacha la suya y me doy cuenta de lo cerca que estamos, mi cuerpo casi toca el suyo y quiero que Liam acorte las distancias, lo quiero tan desesperamente que sé que estoy siendo irracional y poco lista, por mucho que se acorten nuestras distancias, eso no cambiará la verdad.
- Sigamos paseando.
Liam se aparta y empieza a andar, yo lo sigo y tiro el vaso de la manzanilla en una papelera. Andamos por las calles de piedra del pueblo mirando los puestos.
A la hora de comer Liam me pregunta cómo voy del estomago y le digo que mejor, aunque lo cierto es que sigo teniendo un gran nudo de nervios y no deja de molestarme.
Vamos a comer a un restaurante de comida casera y cuando nos dicen el menú me decanto sin duda por una sopa, Liam sonríe y se pide lo mismo.
- Eres una mentirosa. Tu estomago sigue mal, a saber que comeríais a noche.
- La pregunta correcta es; que no comimos. Llegué a mezclar patatas con helado y chocolatinas con “chetos” de queso.
- Lo que me extraña es que no lo tengas peor-Me sonríe.
- Si, era para vernos, pero me vino bien.
- Laia es muy amiga tuya.
- La única. Como habrás comprobado en la universidad no tengo amigos y para mi mejor.
- Si, yo tengo amigos por donde vaya, pero la mayoría no son de verdad. Tu al menos si sabes que tienes pocos pero verdaderos.
- Eso es cierto. Tiene que ser complicado estar rodeado de gente que solo lo hace por ser quien eres, y no por quien eres interiormente.
- Uno se acostumbra.
La camarera nos traer una ensalada y las bebidas y antes de irse echa una mirada a Liam.
- Hasta con gafas llamas la atención. ¿Cómo lleva eso Bianca?
La sonrisa de Liam se pierde y se prepara para comer.
- No me apetece hablar de ella.
- Vale.
- No te lo tomas a mal, es solo que estoy un poco cansado de que ella sea el tema de conversación constante en mi casa. Mis padres están deseando que diga que sí al anuncio oficial del compromiso, aunque sea inevitable, prácticamente, quieren dejarme que lo decida yo.
Se me retuercen aun más las tripas y me llevo la mano al estomago, Liam preocupado pone su mano sobre la mía, pues estamos muy cerca.
- ¿De verdad estas bien?
- Si, de verdad-Bajo la vista y veo su mano morena por el sol sobre la mía y como antes de quitarla me acaricia disimuladamente haciendo que un sin fin de escalofríos me recorran. Era todo más fácil, cuando prefería ir de ignorante y no reconocer lo que tenía delante.
- Puede que algún día lleguéis a amaros. La vida es muy larga y seguro que ella te acaba gustando y dejemos el tema, tú no querías hablar de él-ni yo, pienso.
- Todo es posible.
Empezamos a comer y hablar de temas relacionados con las clases, al final me veo debatiendo un tema con Liam y sonriendo cuando al final se da por vencido y me da la razón. Lo miro ilusionada, pues me encanta hablar con el de estas cosas, ver cómo me escucha y me comprende, no me hace sentir un bicho raro, de hecho nunca lo hace.
- A mi padre le caerías bien, le encanta debatir conmigo y pocas veces le gano, creo que tú le ganarías. Piensas muy rápido.
Eres muy lista Elen.
- Eso me dijeron con seis años-Digo tratando de disimular con una sonrisa el rubor que me han causado sus palabras. Mucha gente me ha dicho lista a los largo de los años, pero solo hasta ahora había visto admiración en ello por parte de mis padres y ahora de Liam.
- Su sopa jóvenes, no dejen nada-Comenta la cocinera tras dejarnos las sopas humeantes.
- Le aseguro que no-Comenta Liam y le sonríe, la mujer pese a estar entrada en años, le devuelve la sonrisa sonrojada.
- Eres un don Juan-Le digo cuando la mujer se ha retirado.
- Solo le he sonreído.
- Solo dice.
Liam se ríe y probamos la sopa, está realmente buena y me cae muy bien al estomago. Cuando terminamos Liam pide un poco de pollo a la plancha.
- Por mi culpa te tienes que ver castigado a tomar comida ligera.
- Me gusta.
No añado nada más y cuando llega el pollo comemos comentando temas triviales. Cuando terminamos seguirnos nuestro paseo, aunque no andamos mucho y acabamos sentados en un banco que hay poco antes de llegar al castillo.
- Está empezando a refrescar.
- Si, creo que es buen momento para usar uno de mis pañuelos-Saco el azul y me lo coloco, y antes de que pueda llevarme las manos al pelo para sacármelo noto como Liam me lo saca del pañuelo.
- Gracias.
- De nada-Me dice serio y lo veo mirar hacia otro lado.
- No tengo ganas de ir a clase mañana.
- Ya somos dos. Yo esta noche tengo una cena con los padres de Bianca y con ella, claro.
Liam se pone aun más serio y me preocupo, pongo mi mano sobre la suya que tiene apoyada en la pierna y Liam me mira.
- ¿Qué pasa? Puedes contármelo.
Nos quedamos mirándonos y trato de ver algo tras sus gafas oscuras.
- No sé si merece la pena retrasar lo inevitable.
Trago y pregunto con miedo.
- ¿El qué?
- El anuncio de mi boda con Bianca. Sigamos paseando, ahora no soy el príncipe.
Se levanta, separando así nuestras manos, y comienza a andar hacia el castillo, lo sigo y cuando llego ya ha pagado las entradas, lo miro seria y él me sonríe, al no verle los ojos no puedo saber hasta qué punto esa sonrisa acaricia sus ojos.
Entramos en el castillo y vamos por el siguiendo al guía de otro grupo. Las paredes son de piedra así como los suelos. Si miras al rededor escuchando las explicaciones de la joven que relata la historia del castillo, casi puedes sentir que estas en siendo transportado a otra época. Me parece increíble como siempre, pensar que hace muchos años otras personas con otros sueños y ambiciones estuvieron tras estos muros.
- Es bonito. Quizás más que el tuyo.
Liam se ríe estamos alejados del grupo y nadie puede escuchar nuestros comentarios.
- El mío no es tan antiguo. ¿Nunca lo has visto?
- No, a nosotros no nos invitan a vuestras fiestas-Digo sonriente pensando también mis padres.
Liam se queda serio y luego sonríe.
- Tal vez un día tu inteligencia y tus títulos te lleven a ellas.
- No me quita el sueño, la verdad. Pero tal vez algún día pueda ir a visitaros a ti y a tu es…esposa-Sigo andando y me pregunto por qué diablos comento en alto temas que me hacen tanto daño.
Llego a una sala de instrumentos de tortura.
- ¿Te imaginas siento el príncipe de una de estas épocas?
- No, me alegra haber nacido en esta. ¿Quieres que probemos alguna maquina?-Me comenta con una picara sonrisa-, ¿qué tal esa de ahí?
- ¡Ni loca!
Miro a Liam y veo que trata de coger y salgo corriendo, pero me atrapa y me topa por la cintura.
- Vamos solo un poco-Me río y Liam también, me escabullo y me detengo cuando nos llaman la atención.
- ¡Dejen de armar ese escándalo!
- Lo siento señor, no volverá a pasar -Liam se acerca y empieza a andar hacia la salida y yo con él mortificada.
- Ha sido tu culpa-Le digo sonriente.
- Yo creo que más bien tuya, si no tuvieras esa cara tan seria, no me hubiera visto obligado a quitártela.
- Vaya forma de darle la vuelta.
- Al menos has sonreído.
- Tramposo.
Salimos del castillo y seguimos paseando hasta que el móvil de Liam suena. Se aleja un poco y por su cara seria no debe de gustarle lo que escucha al otro lado de la línea. Cuando regresa se para y me mira, o eso intuyo, pues no puedo verle los ojos.
Molestas gafas.
- Tenemos que irnos.
- Supongo que no son buenas noticias.
Liam contrae la boca pero luego al ver mi seriedad me sonríe y se acerca.
- Todo está bien, todo sigue su curso. Es lo que tiene jugar a un chico normal…que a veces te lo llegas a creer. Pero la realidad está siempre presente.
Me acaricia la mejilla y me sorprende, sus dedos cálidos pasan por mi cara y noto como mi respiración se agita. Nos quedamos quietos, temiendo romper este momento. Pero al final se rompe y Liam se gira y empieza a andar hacia el coche.
Cuando pasamos por la tienda de la miel la tomamos y no tardamos en llegar al coche.
El viaje de vuelta lo hacemos en silencio. Él no me ha dicho de qué realidad habla, pero yo la sé, debe prometerse con Bianca oficialmente. Me siento muy triste, y me pregunto si mi estomago aguantará otro atracón de dulces, pues ahora mismo la ansiedad me hace querer comer cualquier cosa para quitarme este malestar.
Llegamos al garaje donde guarde al coche y miro el bolso donde está el regalo que le he comprado a Liam. Ahora sabiendo lo que va hacer me parece una estupidez dárselo. Pero temiendo que esto sea una despedida y que ahora su vida esta monopolizada por su futura esposa, meto la mano y se lo tiendo.
- Es una tontería, quería que me recordaras…y ahora que, bueno, que te vas a prometer, no tendremos tanto tiempo para vernos…Siempre te recordaré.
- Esto no es una despedida Elen.
- Si no lo es hoy lo será otro día-Lo miro y veo que se ha quitado las gafas sus ojos están triste, muy tristes y eso hace que los míos se llenen de lagrimas. ¿Por qué esa tristeza? No tarda mucho en sonreír y ocultar a mis ojos esa tristeza.
- No dramatices-Trata de quitarse importancia y yo sonrió para ocultar así también mi pena.
Abre el regalo y cuando lo tiene ante sí, no dice nada.
- Era una tontería, ya te lo dije…
- Es lo mejor que me han regalado nunca…Gracias.
- De nada.
Nos miramos y le sonrió de corazón, Liam se acerca o me lo parece a mí, pero al final baja del coche y cierra la puerta.
Salgo y lo escucho llamar a alguien.
- Es tarde, debo volver-Comenta esta vez sin mirarme, veo su moto aparcada a pocos metros y al poco llega Adair que lo saluda con familiaridad mostrándome un Adair que no conocía.
- Hola Elen -Me mira serio.
- Hola Adair.
- Me tengo que ir, ten cuidado al volver-Al decir esto mira a Adair y este asiente, yo no comprendo el mensaje silencioso que se han enviado hasta que Liam se pone el casco y monta en la moto para irse. Tengo la sensación de que he dicho o hecho algo que le ha molestado, no comprendo por qué ha salido así del coche, o que ha pasado.
- Vamos te llevo a tu casa, así me invitas a uno de esos famosos helados que hace tu padre.
Adair viene hacia el coche y entra, yo lo miro y no rechazo su oferta. Salimos del garaje y a los pocos metros Adair me mira por el retrovisor y me habla dejándome tan helada como sus ojos plateados.
- Deberías olvidarle, él no es para ti y nunca lo será.
Lo miro sorprendida por su crudeza y por que haya dado por hecho lo que yo siento y preguntándome si no será evidente para todos.
¿Es por eso por lo que salió corriendo Liam? ¿Acaso mi regalo me delató? ¡¡Y yo que sé!! En los libros no te enseñan estas cosas, pienso mortificada, pues se mucho de todo, pero ahora me doy cuenta de que no sé de lo más importante, la vida.