Apolo, el arquetipo
Apolo podía ver con claridad en la lejanía y observar los detalles de la vida con una visión general; podía buscar un blanco y acertar en él con su arco y sus flechas o crear armonía con su música. Apolo como arquetipo personifica el aspecto de la personalidad que busca definiciones claras, que se siente atraído a dominar una destreza, que valora el orden y la armonía, y prefiere contemplar la superficie que lo que se encuentra bajo las apariencias.
El arquetipo Apolo prefiere el pensamiento al sentimiento, la distancia a la proximidad, la evaluación objetiva a la intuición subjetiva. El hombre que más se parezca al arquetipo Apolo tendrá atributos que le serán útiles en la vida. Puede tener éxito en una carrera y dominar una forma de arte clásico con más facilidad que la mayoría de las personas.
El arquero
Para ser arquero se requiere voluntad, destreza y práctica. Un arquero consumado puede apuntar a un blanco lejano y tener la certeza de alcanzarlo. Metafóricamente, esto es lo que un hombre en quien predomine el arquetipo Apolo se siente atraído a hacer de forma natural.
La mente apolínea es lógica y se relaciona con facilidad con la realidad objetiva. Para él, las leyes de causa y efecto no son lecciones que haya de aprender a fuerza de experiencia y de reprimendas de los padres, sino principios que una mente Apolo parece tener programada desde el inicio. Esa preprogramación es el arquetipo: el niño pequeño que sabe lo que quiere y tiene la voluntad para conseguir su meta está siendo fiel a su naturaleza apolínea.
Centrarse en un objetivo requiere tener un sentido del tiempo futuro, que un hombre Apolo posee. Otros tipos de hombres pueden tener dificultades en fijarse unas metas, pero éste no es el caso de un Apolo. Él sabe adónde quiere ir, lo que quiere conseguir, lo que quiere ganar. No es un soñador. Sus metas son realistas y exigirán esfuerzo. También suelen ser metas visibles para los demás. Un muchacho puede fijarse la meta de ser Eagle Scout o de conseguir el primer puesto en una competición. Luego puede proponerse ir a Harvard, al MIT o a Oxford, y luego alcanzar una posición de prestigio en el campo que haya elegido. Las cualidades de Apolo favorecen alcanzar reconocimiento.
Los años de instituto y de universidad quizás sean donde el arquetipo Apolo existe de una forma más impoluta, en el joven que claramente está marcado por el éxito y que todavía no ha sufrido heridas emocionales, ni ha tenido demasiadas oportunidades de aprender la humildad. Probablemente podremos recordar a algún Apolo consumado: un joven atractivo, elegante, impecable, con notas excelentes, que tocaba algún instrumento musical, diestro en algún deporte de caballeros y probablemente delegado de clase, justo con lo que sueña un director de admisiones de una universidad de la Ivy League[25].
Curiosamente, la mayoría de los astronautas más conocidos del programa espacial Apolo se parecen a Apolo. Pienso en John Glenn, Edgar Mitchell o Neil Armstrong y veo al dios Apolo. Ellos y el programa espacial eran como el dios Apolo fue con su padre Zeus: cumplían con la voluntad del padre. Eran extensiones de la voluntad del presidente y reflejaban lo más brillante de una serie de administraciones.
El hijo favorito
Apolo fue el hijo favorito de Zeus y, después de éste, el dios griego más importante. Apolo, al cual se le describe con pelo dorado, fue realmente un hijo de pelo rubio cuyo propósito era cumplir la voluntad de su padre.
En los Estados Unidos, el partido republicano es el partido político que representa los valores patriarcales tradicionales. George Bush y Dan Quayle, el candidato republicano a la presidencia y su candidato a vicepresidente en 1988, estaban hechos con el molde de Apolo. Bush, hijo de un poderoso padre senador, y Quayle, cuyos periódicos familiares dominaban su estado natal de Indiana, eran hombres agraciados y predilectos acostumbrados a tener privilegios. Bush tenía que superar un problema de imagen, como Apolo, el eterno segundo de a bordo, si quería conseguir la posición de Zeus, y para los votantes era casi inimaginable que un arquetípico muchacho de pelo rubio como Quayle pudiera acceder a la presidencia. Los hijos predilectos suelen ascender sólo hasta allí, porque se suelen percibir como pesos ligeros, moldeados para desempeñar el papel de hijo o de hermano, carentes de una ambición propia que les impulse y de capacidad para consolidar el poder y gobernar como figura paterna con la osadía de Zeus.
El arquetipo del hijo predilecto aparece como alguien que no sabe lo que es el dolor ni el esfuerzo. Su tendencia a distanciarse mentalmente del sufrimiento ajeno y de estar desconectado de sus propios sentimientos hace que esto sea así. Sin embargo, cuando un hombre es percibido por los demás como un Apolo, los atributos del arquetipo son proyectados sobre él y resulta difícil verlo de otro modo.
El músico
A Apolo se le asocia con dos instrumentos de cuerda, el arco y la lira. Cuando toca uno se dispara la flecha, cuando puntea el otro crea música. W.F. Otto, autor de The Homeric Gods, observó que los griegos vieron otro tipo de afinidad entre los dos: «en los dos vieron un dardo que se dirigía velozmente a su meta, en un caso una flecha infalible, en el otro una canción infalible[26]». La canción del más despierto de todos los dioses no surge como un sueño de un estado de embriaguez del alma, sino que vuela directamente hacia una verdad que se ha visto con claridad.
En su música, también se asociaba a Apolo con la claridad y la pureza. A diferencia de la música dionisíaca, que expresa caos, éxtasis, turbulencia, conflictos emocionales y pasión, la música apolínea valora esa nota clara, la pureza de la música que es como las matemáticas superiores, que aporta armonía a través del tiempo y mide y eleva el espíritu. La música clásica de Bach evoca a Apolo. Quienes han escuchado al maestro violoncelista del siglo XX Pablo Casals y a Yo-yo Ma, suelen describir la experiencia como una epifanía espiritual, como si Dios se manifestara a través de la música y diera infaliblemente en el blanco.
La moderación y la belleza fueron la esencia y el efecto de la música de Apolo. Controlaba todo lo salvaje, encantador e incluso hasta a las bestias depredadoras. Cuando el atormentado rey bíblico Saúl ordenó al joven pastor David que tocara un instrumento de cuerda para él, a fin de poder relajarse, David debió haber tocado el tipo de música de Apolo para obtener ese efecto.
Defensor de la ley y el orden
Apolo dio a las ciudades sus instituciones legales, interpretó la ley, abogó por el orden y la moderación, proporcionó la estructura para que la comunidad trabajara conjuntamente y los medios para arreglar las disputas. El justiciero y el músico expresan este instinto del arquetipo hacia el orden y la forma. Apolo se siente incómodo en el caos o en la turbulencia, con la nota discordante, con la intensidad pasional, tanto en la música como en la conducta. A través de las normas y de las leyes, al igual que mediante la medida y el tiempo, Apolo intenta proporcionar forma y orden.
El aspecto de ley y orden de Apolo está seguro de cómo han de ser las cosas. Apolo, a través de sus ordenanzas, decretó qué era lo que se podía permitir y qué se debía prohibir. Por consiguiente, el abogado Apolo prefiere razonar la ley constitucional o casos en los que él (o ella) pueda aplicar principios y precedentes, en vez de suplicar motivación o circunstancias especiales. No es de extrañar que, cuando hombres y mujeres son nominados para formar parte del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, sus cualidades apolíneas sean ensalzadas por sus partidarios.
Tanto el idealista que tiene una visión futura de una época en que todas las personas vivirán en paz bajo el imperio de la ley, que garantizará la justicia y la equidad, como los defensores contemporáneos del “orden público” que tienen la fuerte convicción de saber lo que es justo y bueno para cada persona, reciben este sentido de autoridad del arquetipo Apolo.
Ese sentido, así como la autoridad, proceden de realizar un trabajo que tiene una base arquetípica. El jurista o el agente que hace cumplir la ley —igual que el músico o el astronauta— pueden sentir esto internamente y que Apolo concede a su trabajo una dimensión sagrada.
El distante
El arquetipo Apolo predispone de muchas formas distintas a ser emocionalmente distante. El hombre Apolo puede vivir en el futuro como el arquero concentrado en un blanco o el profeta que puede ver la situación desde fuera en lugar de permanecer en contacto con sus sentimientos, o también puede esquivar sus emociones y dificultades en las relaciones viendo toda experiencia como una lección espiritual (que, por supuesto, así puede ser).
La capacidad de ver las cosas de una forma racional o espiritual, alejándose de la respuesta emocional inmediata, es una característica del arquetipo Apolo. Este don predispone a las personas apolíneas a responder a su propio sufrimiento emocional distanciándose de estos sentimientos y dirigiéndose “hacia el cielo” mediante la comprensión intelectual, una práctica espiritual con atención plena o repitiéndose sus preceptos.
Había un remoto mundo espiritual respecto al dios Apolo que está relacionado con el mundo de los misteriosos hiperbóreos. El mitólogo W. F. Otto observó que cuando Apolo nació, Zeus le dio un carro tirado por cisnes con el cual no se dirigió a Delfos, sino al reino de los hiperbóreos, con quienes se quedó un año. A partir de entonces solía ir periódicamente a “esta bendita tierra de luz[27]” durante una parte del año. En la actualidad, la importancia que se da a los mundos de luz en la corriente de la Nueva Era nos recuerda de nuevo la imagen de Apolo y de los hiperbóreos. Hoy en día, ese “reino septentrional más allá de las montañas” visionado por los griegos como la tierra de los Hiperbóreos, se ubica en la constelación de las Pléyades o en otra dimensión. El aspecto del Apolo hiperbóreo se asemeja al mundo de los infiernos de Hades. En el plano psicológico, tanto si ese remoto lugar es un mundo estelar, subterráneo o un mundo de matemáticas superiores, el efecto es el mismo: conduce a sentimientos de aislamiento de los demás y a desaparecer periódicamente de este mundo para adentrarse en el otro.
Los hermanos
El papel de Apolo como hermano es su designación más significativa dentro del entorno familiar, en el que se hace hincapié en la rivalidad y la amistad fraternal en su relación con su hermano menor Hermes, el dios mensajero, y con su hermana, Artemisa, diosa de la caza y de la luna.
Hay muchos incidentes mitológicos que vinculan a Apolo y Artemisa. Artemisa nació primero y ayudó a su madre Leto en su prolongado parto de Apolo. Más tarde, Leto acudió a los dos para que la vengaran del insulto de Níobe. Los celos de Apolo por el afecto que Artemisa sentía hacia el cazador Orión, como ya he mencionado, le llevaron a retar a su hermana para que ella, sin saberlo, le matara. La rivalidad también surgió con su hermano menor Hermes, cuyo primer acto en este mundo fue robar el ganado de Apolo, y de quien éste había recibido su lira.
Como arquetipo del hermano y del hijo mayor predilecto, Apolo predispone a los hombres a formar parte de un equipo en un proyecto conjunto. Encaja fácilmente en el papel de un hombre corporativo, que puede ser el segundo en el mando, sin sentir resentimiento o tener roces, como le puede suceder al hombre que es el arquetipo del padre o del rey, que necesita poseer su propio reino. También le resulta natural trabajar con mujeres competentes o competir contra ellas. Apolo, como competidor, participa en el toma y daca de la política, así como en los deportes, y, por lo general, no guarda rencores. A causa de su distancia emocional puede participar en la política como si fuera un juego e irle bien contra otros que se han quedado atrapados emocionalmente en ella. Sin embargo, puede que no llegue a la cima porque parece prudente y no propicia que los demás le vean como al jefe. Apolo fue el segundo dios más importante después de Zeus.
El antihéroe
Apolo, cuyo aspecto físico de virilidad y nobleza le dio el aspecto de un héroe, era contrario a representar dicho papel. Concretamente, no se dejaba involucrar en duelos, a diferencia de los héroes de su cultura en la guerra de Troya o del pistolero de las películas del Oeste americano con su rápido desenfundar. A un Poseidón furioso, Apolo le respondió con serenidad: «Deberías hallarme en un estado sin medida ni prudencia, para que luchara por insignificantes mortales, que ahora florecen como las hojas de los árboles y luego se marchitan y mueren». Y cuando su hermana Artemisa le llamó cobarde, tampoco consiguió incitarle al combate.
Además, Apolo era antagonista a los héroes. Apolo rechazó la ayuda del héroe Heracles para conseguir el oráculo pítico. Y se opuso a Aquiles, el más famoso y predilecto de los héroes griegos. Aquiles murió cuando fue herido por una flecha en el talón, en ese único lugar vulnerable que no se había sumergido en las aguas de la laguna Estigia. Hay varias versiones que dicen que fue Apolo quien le mató, ya fuera disfrazado de Paris o con su propio aspecto. Pero no fue en un acto heroico, en un combate cuerpo a cuerpo, sino mediante el disparo de una flecha.
Apolo valora la prudencia, evita el peligro físico, no se deja llevar por las emociones y prefiere ser un observador. Cuando los generales tuvieron que conducir las tropas a la batalla, probablemente no había apolos entre sus generales. Sin embargo, puede que ahora haya muchos generales Apolo entre los hombres que se han educado en la exitosa organización del Pentágono. Cuando se diseñan los juegos de guerra, tal como son hoy en día, y se tiene en cuenta a la oposición, se piensan distintos planes y se lanza la última arma desde lejos, quizás tan sólo apretando algunas teclas en un ordenador, el general de butaca es muy probable que sea un Apolo, que considera las cifras estadísticas en lugar de las pasiones y alianzas que motivan a las personas. Éste fue el caso de la guerra del Vietnam, cuando el Pentágono estaba dirigido por el secretario de Defensa Robert McNamara y su equipo de jóvenes brillantes que estaban con él, quienes después fueron conocidos como los “jóvenes prodigio”.
Cultivar a Apolo
En esta cultura, las características de Apolo se cultivan vigorosamente desde que el muchacho es un niño. Desde antes de ir al parvulario hasta la graduación se espera que las personas se expresen verbalmente y con lógica. Las lecciones de causa y efecto se repiten en la vida cotidiana y en la ciencia. Las buenas notas y las buenas impresiones se consiguen hoy para subir un peldaño más en el futuro. En todas las escuelas, salvo en las alternativas, cada nota suele promover los valores y las características de Apolo.
A pesar del énfasis en desarrollar las cualidades apolíneas, si hay otro arquetipo que predomina en la persona, la necesidad de desarrollar conscientemente a Apolo surge sólo en la etapa adulta. Para desarrollar las características de Apolo, una persona puede buscar ayuda para que le enseñen a organizar el tiempo, a administrar su dinero o su trabajo. La ayuda necesitada también puede ser más específica, como por ejemplo saber escribir un currículum vitae. Sea cual sea la tarea, en el reino de Apolo, la educación y la práctica es probable que le conduzcan al éxito. Un experto siempre parece estar dispuesto a enseñar cómo aprender algo sistemáticamente.