Los hijos olímpicos fueron: Apolo, dios del sol; Hermes, (a quien los romanos llamaban Mercurio), el dios mensajero; Ares (Marte), dios de la guerra; Hefesto (Vulcano), dios de la forja, y Dionisos (Baco), dios del éxtasis y del vino. Esta segunda generación de dioses olímpicos es la de los hijos. Aunque no gobernaron sobre sus reinos, se les asociaba con ubicaciones concretas, situaciones y tipos de lugares. Los viajeros sintieron la presencia de Hermes en las carreteras y en las fronteras, a Ares en el campo de batalla, a Dionisos en medio de un festejo en las montañas. Hefesto trabajaba duro en su fragua bajo el volcán y Apolo estaba en su residencia de Delfos durante la mayor parte del año. Se definió a los hijos por lo que hicieron, que a su vez tenía relación con sus atributos y su carácter.

Zeus era el padre de esta generación. Apolo, Hermes, Ares y Dionisos eran sus hijos y fue padre nominal sólo de Hefesto, cuya madre Hera, esposa de Zeus, fue su única progenitora. Zeus favoreció a Apolo y a Hermes, rechazó a Ares y a Hefesto y fue padre y madre para Dionisos.