Llegar a casa
En un viaje, un viajero puede entrar en los templos de muchos dioses y diosas, puede pasarlos de largo o detenerse sólo en los templos de alguna deidad especial. Se puede considerar afortunado, y de hecho lo ha sido, si Hermes le ha acompañado como guía y guardián. Sin embargo, por lejos que le haya llevado su viaje, todo viajero siempre anhela un regreso al hogar.
Hermes puede haberle acompañado hasta la puerta donde se encuentra la herma, o pilar de piedra. Entonces el viajero ha cruzado el umbral para entrar en su hogar. El hogar era sagrado gracias a la presencia de Hestia en forma de fuego en el centro de un hogar redondo. El fuego del hogar daba la bienvenida al miembro de la familia que regresaba o al recién nacido.
En la antigua Grecia, un recién nacido se convertía en un miembro de la familia cuando tenía cinco días y mediante un ritual. En este rito, su padre llevaba al bebé en brazos alrededor del hogar y se lo presentaba a Hestia y a su familia. Este ritual de reconocimiento y bienvenida —de llegada al hogar— era un reconocimiento consciente de la nueva vida como parte de la totalidad.
Es posible llegar al hogar.
“Hogar” es un destino psicológico donde conectamos con un centro espiritual, al igual que, en la antigua Grecia, el hogar era un lugar sagrado al que regresar porque Hestia estaba allí. Como símbolo del Sí-mismo o centro de la personalidad experimentamos a nuestra propia “Hestia” como ese centro interior de quietud que se asocia con el sentido de plenitud. Encontramos a Hestia siempre que entramos en un santuario y hallamos un fuego acogedor. Puede ser literalmente el hogar, un lugar de paz y soledad, los brazos de otra persona, un deporte, el trabajo, un lugar de adoración o la naturaleza. Dondequiera que estemos y en cualquier momento en que nos encontremos “en casa”, también hallamos armonía y beatitud, y estamos viviendo nuestro propio mito.