Una guía para el viaje: Hermes

En la antigua Grecia, los viajeros oraban para que el dios Hermes, el mensajero de los dioses, les acompañara. Los dones de Hermes de la comunicación, del pensamiento rápido, de la inventiva, de la amistad e incluso de ser un poco ladrón ayudaban a los viajeros. Los hombres (y mujeres) contemporáneos, cuyas ocupaciones literalmente les llevan a la carretera, puede que conozcan sólo esta parte del arquetipo. Pero para los que ven la vida como un viaje espiritual, Hermes es conocido por ser el guía de los espíritus.

Este Hermes, guía de los espíritus, habla por boca de Joseph Campbell cuando nos recomienda que “sigamos nuestra dicha”. Este Hermes es Yoda en La guerra de las galaxias, el sabio, gentil y anciano ser que ayudó a Luke Skywalker a dominar sus propios temores y a no ser engañado por las ilusiones. Este Hermes es Jung cuando escribe sobre los arquetipos del inconsciente colectivo y lleva todo este mundo interior a la conciencia intelectual. Este Hermes vincula los mundos con su comprensión y nos trae la palabra del reino del espíritu. Sabe que el espíritu sigue existiendo tras la muerte. Viaja por el mundo subterráneo y por las más altas cimas del mundo celestial, y conoce lo que hay entre medio. Este Hermes puede discernir la pureza de una experiencia, al igual que la substancia mercurio sólo se mezclará con los metales preciosos. Es un guía en la senda de la individuación que nos ayuda a conocer lo que es auténtico para nosotros y apoya nuestro potencial de crecimiento y plenitud. Cuando escuchamos a este Hermes, reconocemos la verdad de lo que dice.

Puesto que Hermes, el guía de los espíritus, es un arquetipo, es una parte de cada uno de nosotros, que está potencialmente a nuestro alcance, sobre todo cuando contemplamos en qué lugar de nuestro viaje nos encontramos y nos interiorizamos para buscar hacia dónde dirigirnos. A Hermes se le conoce por muchos nombres. Las personas con una visión espiritual a veces le llaman el “guía interior” o la “voz interna”. En la literatura psiquiátrica sobre las personalidades múltiples, Hermes es otro nombre para lo que Ralph Allison, un psiquiatra que ha realizado un extenso trabajo pionero con estas personas, denomina el “autoayudador interno”.

La personalidad múltiple ha alcanzado popularidad con los libros Las tres caras de Eva de C. H. Thigpen y Sybil de Flora Schreiber, de modo que muchas personas pueden saber que en una personalidad múltiple puede haber muchas personalidades separadas de ambos sexos y de todas las edades cohabitando en un mismo cuerpo. Estas personalidades están separadas entre sí y en general poseen un conocimiento limitado o nulo de las demás, lo cual no es sorprendente, puesto que cada una de ellas se ha desarrollado como un medio para olvidar y escapar de un dolor o un abuso intolerable. En cambio la personalidad que describe Allison como el “autoayudador interno” conoce todas las personalidades y puede proporcionar información sobre cada una de ellas y sobre lo que ha pasado en la vida del paciente. Descubrió que el autoayudador interno era andrógino, sólo sentía amor y buena voluntad y se describía como próximo a Dios. Con su ayuda en psicoterapia, las múltiples personalidades fragmentadas se vuelven conscientes de las demás, tras lo cual pueden integrarse voluntariamente en una personalidad.

En un menor grado, debido a que el daño causado es menor (pero en un continuo que vincula las personalidades múltiples con la persona razonablemente bien adaptada), una tarea muy similar debe realizarse cada vez que se inicia un viaje de individuación, generalmente en algún punto de la mitad de la vida. La tarea no es unir las personalidades separadas, sino reconectarlas con esas partes amputadas de nosotros mismos. El “desmembramiento” psicológico tiene lugar en la primera mitad de la vida de la mayoría de los hombres, que se hacen a sí mismos lo que Procusto hacía a los hombres que se dirigían a Atenas, cortar todo aquello que no encajara. Para curarse y volver a estar completo es necesario “re-membrar”. Para ello, hemos de ir hacia abajo o hacia dentro para hallar las piezas y devolverlas a la luz. Ésta es la tarea de Hermes.

Fue Hermes quien sacó a Perséfone del mundo subterráneo, quien rescató al pequeño Dionisos, que era el dios desmembrado, y es ese arquetipo en nuestro interior el que puede devolvernos al plano consciente lo femenino reprimido o al niño divino que hay en cada uno de nosotros. Así pues, su tarea no es sólo descubrir qué es o que hemos reprimido personalmente, sino también resucitar los arquetipos que han sido enterrados culturalmente.

Mientras deidades como Hermes y Hestia, diosa del fuego del hogar, eran representadas juntas como parte de la estructura del hogar; una herma o pilar de piedra que representaba a Hermes, se colocaba delante de la puerta de todas las casas; dentro y en el centro de la misma estaba el fuego de Hestia. Estas dos deidades, una como guardiana y guía, la otra como fuente de calor e iluminación, simbolizan aspectos del arquetipo del Sí-mismo.