Dionisos, el arquetipo
El arquetipo Dionisos tiene potenciales positivos y negativos muy poderosos, que despiertan los sentimientos más etéreos y básicos, y crean conflictos en la psique y en la sociedad. Es un arquetipo que está presente en algunos místicos y asesinos. En el medio se encuentra el arquetipo en hombres (y mujeres) que experimentan momentos de éxtasis e impulsos intensamente contradictorios.
El niño divino
Una de las imágenes con las que se representa a Dionisos es la del niño divino. El arquetipo del niño divino lleva consigo un sentido de carácter único de una persona y de su destino. En los sueños de las personas de nuestra época, el arquetipo suele estar representado por un niño precoz que habla al soñador o que, de alguna otra forma, evidentemente no es un niño ordinario. El sentimiento personal de que “mi” vida tiene un sentido sagrado o de que hay elementos humanos y divinos en “mi” psique, tiene lugar cuando una persona entra en contacto con el arquetipo del niño divino, que a menudo presagia el comienzo del viaje espiritual de un adulto o el camino de la individuación.
Sin embargo, debido a la intensidad instintiva del arquetipo Dionisos, un ego es muy susceptible de sentirse desbordado por él. Si se identifica con el arquetipo del niño divino, a él o ella a menudo les costará adaptarse a la vida ordinaria. Él esperará un trato o reconocimiento especial y albergará resentimientos cuando su calidad de único no sea respetada y se espera que cumpla con su parte de trabajo mundano. Si hablamos en términos psicológicos, se infla con un desbordado y no merecido sentido de su importancia.
Si el arquetipo Dionisos es reprimido y con él el aspecto del niño divino, vienen otras dificultades: no sentirse auténtico, estar desconectado con una vaga sensación de no hacer algo importante, o sentir que su vida no tiene sentido. El arquetipo Dionisos está activamente reprimido en los hombres. Desde la infancia a los niños se les disuade para que no tengan ningún rasgo “afeminado”, para que no sean “soñadores” (el aspecto místico de Dionisos” o para que no sean sensuales y se les dice que no han de tocarse.
El eterno adolescente
Dionisos y Hermes son los dos arquetipos que más predisponen a un hombre a ser siempre joven (o, como Jung lo denominó, al puer æternus), independientemente de su edad real. La versión dionisíaca del adolescente arquetípico es la de una persona intensa y emotiva, que se queda absorta en cualquiera de sus pasiones del momento, que olvida las obligaciones, deberes o citas que pudiera tener. Por consiguiente, no parece que se pueda comprometer a trabajar de una forma estable para alcanzar una meta a largo plazo. Tampoco parece probable que se comprometa para mantener una relación estable. La regularidad y la constancia le son ajenas, puede ir de un lugar a otro, atrayendo a mujeres, interfiriendo en sus vidas y luego dejándolas.
Puede tener un humor muy cambiante: ahora puede padecer una desesperación profunda y, al momento siguiente, dejarse transportar en éxtasis a un nuevo plano elevado por algo o alguien. Se siente atraído hacia cualquier cosa que intensifique una experiencia. Le atraen las drogas alucinógenas que alteran el ánimo, así como la música.
En los años sesenta, el movimiento hippy fue una expresión de este aspecto del arquetipo dionisíaco, con el consumo de LSD y de marihuana, el llevar prendas de colores y materiales sensuales, pertenecer a los “hijos de las flores”, hacer loveins[56], celebrar la revolución sexual y abandonar los estudios o el trabajo. Esta identificación con Dionisos puede haber sido una fase para la mayoría, pero, para algunos que han permanecido como eternos jóvenes, este estilo de vida continúa. Ahora son “hippies que envejecen” con canas en sus barbas: puede que tengan varios hijos, pero el patrón prosigue.
El arquetipo dionisíaco del joven eterno fue encarnado por las estrellas y la cultura del rock. Jim Morrison, del grupo The Doors, y Mick Jagger, de los Rolling Stone encarnaron este arquetipo en los años sesenta, David Bowie adoptó el patrón desde la década de los setenta hasta los ochenta y Prince y Michael Jackson le siguieron en los ochenta. La mayoría de estas estrellas han cultivado un aspecto andrógino y muchas han tenido su lado oscuro, que se acentuó en los roqueros punk.
El hijo de la madre
La madre de Dionisos murió cuando éste todavía era un feto. En su mitología y su adoración está rodeado de madres adoptivas y niñeras, que fueron incoherentes e inestables en su educación. Posteriormente Dionisos descendió al Hades en busca de su madre. A menudo los hombres que se identifican con este arquetipo también parecen buscar a una mujer idealizada que es madre y amante a la vez, y buscan infructuosamente en una serie de relaciones para “hallarla”. Este caso se da especialmente cuando ha existido una separación física o emocional entre la madre y el hijo.
El arquetipo también puede predisponer a un hombre a tener una relación interna psicológica con la Gran Madre. Luego se siente conectado con el mundo maternal, posiblemente atraído hacia la expresión del “instinto maternal” a través de ocupaciones de cuidador e intereses domésticos que tradicionalmente son más femeninos. La relación con la Gran Madre puede ser de índole espiritual (especialmente ahora con el retorno de la Diosa como principio espiritual en la cultura), que quizás se manifieste convirtiéndose en un seguidor de una carismática mujer líder espiritual.
También puede suceder que sea un hombre que se sienta íntimamente ligado a las mujeres, que prefiera la compañía de las féminas, que es un amante de la mujer, que se funde con ella en el éxtasis del acto de hacer el amor y que intuitivamente comprende la experiencia femenina. D. H. Lawrence, autor de El amante de Lady Chatterley, de Hijos y amantes y de Mujeres enamoradas, en uno de estos ejemplos.
Las mujeres a menudo se sienten atraídas a cuidar de un hombre Dionisos, del mismo modo que él busca que ellas le hagan de madre. En su necesidad, parece un muchacho “huérfano de madre”, que evoca sentimientos maternales si este “niño de mamá” no está casado —por ejemplo, porque es sacerdote u homosexual—; entonces se puede rodear, como hizo Dionisos, de tres o cuatro mujeres maternales.
El chamán: mediador entre dos mundos
En la sociedad tribal de los nativos americanos, el chamán es muy importante como mediador e intercesor entre el mundo invisible y el mundo físico. El hombre que se convierte en chamán suele estar ya marcado desde la infancia por ser diferente de sus compañeros. Normalmente suele estar en compañía de mujeres y más tarde incluso se viste como ellas, experiencia compartida por Dionisos, que fue educado como una niña durante un período de su infancia.
La psique chamánica con frecuencia es la de un andrógino, un hombre-mujer, tal como se describía a Dionisos como “hombre-afeminado” y se le llama “el afeminado[57]”. Los curas católicos, cuya función sacramental es la de mediar entre el mundo invisible y el visible, hasta la fecha con frecuencia todavía llevan prendas que son vestidos. La aparente androginia psicológica, la experiencia interior de la percepción masculina y la femenina, es la clave para entrar en su reino.
La visión chamánica es la de la realidad no ordinaria, es el estado alterado de conciencia del que Carlos Castañeda y Lynn Andrews hablan en sus libros sobre sus propias iniciaciones por chamanes o curanderas. En la psicología junguiana, donde se valora el desarrollo de lo femenino en los hombres, el mundo invisible es el mundo de los arquetipos, de los sueños y de la imaginación activa.
Dionisos sacaba a las mujeres de sus vidas ordinarias para gozar en la naturaleza y descubrir un elemento extático en ellas mismas. Esencialmente, las iniciaba en la experiencia chamánica. Dionisos fue un dios iniciado y un sacerdote de la Gran Diosa. En el movimiento contemporáneo de la espiritualidad de la mujer, Dionisos está presente en algunas mujeres que encarnan el arquetipo de la sacerdotisa como mediadora entre dos mundos. Metafóricamente, funcionan como la Morgana de Marion Zimmer Bradley en Mists of Avalon, un sacerdote o sacerdotisa de la Diosa puede atravesar las brumas hasta llegar a Avalón y conducir a otros al reino de la espiritualidad femenina, la isla de la Diosa.
Ser un hombre con una personalidad chamánica en una cultura que valora el “triunfar en la vida real”, implica nadar contra corriente. El místico religioso adolescente que tiene una visión extática de la Virgen se siente tan inaceptable como el que toma alucinógenos. A los demás les parece que ambos —al igual que Dionisos— rozan la locura.
Si Dionisos es uno entre varios arquetipos fuertes dentro de un hombre, no se identificará totalmente con este aspecto chamánico, pero tendrá una predisposición hacia los estados alterados de conciencia. El ámbito del mundo invisible le resulta familiar y fascinante, y puede conducirle a profundas introspecciones. Puede llegar a ser un “místico disfrazado” que, mientras actúa en el mundo con normalidad, descubre que su elemento dionisíaco le proporciona una fuente oculta de sentido.
La personalidad dualista
De todos los arquetipos masculinos, Dionisos es el arquetipo de los opuestos intensos. Tal como lo describe el erudito Walter F. Otto:
Su dualidad se nos ha manifestado en la antítesis del éxtasis y el horror, la infinita vitalidad y la destrucción salvaje; en el pandemónium en que el silencio sepulcral es inherente; en la inmediata presencia que es a un mismo tiempo lejanía absoluta[58].
Cuando este aspecto del arquetipo dionisíaco se impone, la persona puede cruzar rápidamente la frontera entre estos opuestos. Los grandes cambios emocionales se precipitan con cualquier pequeño acontecimiento. Tener una relación con un hombre o con una mujer que está siempre cruzando a uno y otro lado de esa frontera, supone ser tratado como una persona valiosa y muy apreciada, y al momento siguiente como si fueras un terrible monstruo. Al mismo tiempo puedes fluctuar entre ser un amante apasionado y un frío extraño. Mantener una comunión extática con un hombre que luego arremete contigo y te hace pedazos es conocer y padecer este aspecto dualista de Dionisos.
Las mujeres también pueden estar poseídas por este arquetipo. Las ménades —las mujeres adoradoras que buscaban al dios en la cima de las montañas— podían ser adorables mujeres maternales y al momento convertirse en devastadoras ménades sin piedad.
La belleza y el peligro mortal eran las características de esta dualidad. La pantera, el leopardo y el lince eran sagrados para Dionisos, reflejaban este aspecto suyo. Estos grandes felinos son los animales más gráciles y fascinantes, pero también los más salvajes y sangrientos.
La forma en que esta tendencia dionisíaca por los sentimientos extremos e intensos perturbe habitualmente su vida y afecte a los demás dependerá de lo fuerte que sea el arquetipo y de lo estable y fuerte que sea su ego. Por ejemplo, una persona con un ego sano puede decir sintiéndolo: «sólo porque yo quiera matarte o cortarme las venas, no significa que vaya a hacerlo». Si el ego es inestable y ha sufrido varios traumas emocionales, puede surgir un asesino en serie, como Charles Manson, que era un místico, un amante y un asesino. Sin embargo, cuando nos encontramos con un ego fuerte y estable, el arquetipo Dionisos aporta amplitud y profundidad a los sentimientos y aumenta la posibilidad de tener experiencias emocionales cumbre, a la vez que intensifica las reacciones erótico-espirituales y físicas.
El vagabundo perseguido
Las grandes persecuciones y huidas forman parte de la mitología de Dionisos y de sus seguidoras. Por ejemplo, debido a la hostilidad del rey Licurgo, Dionisos fue golpeado y obligado a arrojarse al mar, mientras las mujeres que le adoraban fueron apaleadas sin piedad conmocionadas ante el horror de su huida.
En su mitología, Dionisos viajó por el conocido mundo de los griegos, encontrándose a menudo con hostilidades a medida que él iba llamando a las puertas de las mujeres y las sacaba de sus hogares y telares para que le siguieran a las remotas montañas a fin de experimentar el goce del éxtasis. Desde el momento de su concepción, Hera, diosa del matrimonio, fue su enemiga mortal, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta el choque de valores que representan estas dos deidades. Hera honra el matrimonio duradero con sus obligaciones sociales, la continuidad y la fidelidad, mientras que Dionisos evoca la pasión perturbadora e incita a las mujeres a que olviden sus roles tradicionales.
El arquetipo desmembrado
La causa de su desmembramiento está entretejida entre los mitos de Dionisos que comparten el mismo destino que Osiris, un dios egipcio anterior. Siglos después, Jesucristo crucificado representó el papel del hijo divino que muere y resucita. El arquetipo dionisíaco predispone a un hombre (o mujer) a la posibilidad de un desmembramiento psicológico o crucifixión, provocado por su incapacidad para reconciliar los poderosos opuestos que hay en su interior. “Estar en la cruz (el cruce)” entre dos tendencias opuestas es una aflicción común para un hombre Dionisos. Por ejemplo, puede querer fusionarse con su amada y dejarla al mismo tiempo. El “desmembramiento” —metafóricamente tener dificultades en “mantener una unidad” o sentirse dividido en muchas partes— es bastante normal en estos hombres.
El aspecto del desmembramiento es especialmente fuerte cuando el arquetipo Dionisos se encuentra en un entorno religioso que pone énfasis la culpa, como en las religiones judeo-cristianas, que dicen: «si tu mano izquierda te ofende, córtala». Dado que el misticismo y la sensualidad son dos aspectos de Dionisos, un joven puede sentirse atraído hacia el misticismo católico, por ejemplo, y sin embargo, sentir que es un terrible pecador por su sensualidad o sus fantasías eróticas. Los sueños de desmembramiento que incluyen espadas, cuchillos y automutilaciones los tienen hombres y mujeres cuyos conflictos internos suelen ser irreconciliables dentro de su religión.
Cultivar a Dionisos
Muchos hombres no dionisíacos padecen aridez emocional y están desconectados de sus emociones más profundas. A algunos les falta sensualidad (ya no digamos éxtasis) aunque practiquen el sexo a menudo. Para ellos cultivar a Dionisos podría suponer una forma de ensalzar su vida. La atención dionisíaca se centra en el momento presente, no en alguna otra meta que esté más adelante. Tiene la capacidad para conmoverse por lo que sucede entre las personas o dentro de sí mismo en respuesta a los acontecimientos. Bailar y hacer el amor son terrenos en los que Dionisos es especialmente importante, para permitir la intensidad, espontaneidad y fusión con la música o con el amante. Tener una “técnica”, seguir mentalmente unos pasos específicos en una danza o un manual de sexualidad, evita que un hombre esté realmente en lo que está haciendo. Siempre que esté pendiente del reloj, Dionisos no está presente. Siempre que hayan otros pensamientos que aparten a un hombre de la inmediatez del momento, Dionisos le ha abandonado. Cuando el hombre no es consciente de tener un cuerpo, no está sintonizado con Dionisos.
Invitar a que Dionisos esté presente puede implicar salirse del entorno habitual, dejar de llevar la ropa de siempre, abandonar a la persona o el rol: el regalo del vino, la música que transporta al bailarín a una sensualidad espontánea, un baile de martes de Carnaval o de máscaras, cualquier cosa que afloje la rigidez mental y la noción del tiempo hace que Dionisos esté más cerca.
Si abandonamos la ciudad y nuestra preocupación por el trabajo y las responsabilidades que dejamos atrás en busca de la comunión con la Madre Naturaleza, también podemos conectar con Dionisos. Dionisos puede llegar cuando estamos en contacto con la naturaleza y somos uno con ella. Cuando dejamos nuestra conciencia habitual del tiempo o de la distancia para marcharnos y perdernos en la experiencia, nos transportamos a otro reino extático que se siente en un plano subjetivo.